El oficio de resinero A través de la mirada de Crescencio Ayuso
Barchín del Hoyo (Cuenca) Noviembre 2012
Autora: María del Pozo Benéitez. mariapozo@yahoo.com
I. Introducción y metodología Introducción Las costumbres van cambiando, las nuevas tecnologías inundan nuestras vidas, relegando al olvido profesiones y oficios que antaño fueron esenciales. Algunos oficios solamente han cambiado de nombre, como fueron los antiguos bañeros, que ahora todo el mundo se refiere a ellos como socorristas. Otros, perdieron su puesto en la sociedad sustituidos por una máquina, o a causa de un sistema económico que les hizo imposible competir en precios para ganarse el sustento. Caldereros, colchoneros, herreros, afiladores son unos de los tantos oficios que van desapareciendo. Presentamos en un breve estudio, más biográfico que científico, sobre cómo es el oficio de resinero a través de la mirada de una persona que ha dedicado gran parte de su vida a esta ocupación. Pretende ser un homenaje a todos estos hombres curtidos en la lucha diaria por la supervivencia, que arrancando con gran respeto lo que la naturaleza les ofrecía, eran auténticos ecologistas. Se centra en la recogida de la resina en los montes de la serranía de Cuenca y más específicamente en Barchín del Hoyo, municipio de la región conocida como Manchuela. Hemos entrevistado a Crescencio Ayuso, maestro resinero ya jubilado. Con su relato, hemos podido reconstruir una parte de la historia del pueblo desde el punto de vista antropológico en un periodo que abarca desde los años 30 del siglo XX hasta a actualidad, con referencias familiares y sociales, pero centrado en su propia vida. Metodología Para este trabajo se ha utilizado una metodología cualitativa cuya fuente de información principal ha sido una entrevista en profundidad in situ. Durante la entrevista y el posterior paseo por el bosque, se ha tratado de revivir los momentos importantes de la vida de Crescencio, pinceladas de su entorno y una muestra del hacer resinero. Se han utilizado también otras fuentes secundarias reflejadas en el documento. Los párrafos escritos en cursiva son verbalizaciones del propio Crescencio. Se han incluido de esta manera porque la riqueza y la claridad de exposición merecen ser leídas de la propia voz de Crescencio más que la interpretación que pueda hacer la autora.
II. Contexto socio histórico. Las industria resinas y el oficio de resinero en España (*) Hasta el año 1843 la elaboración de los productos resinosos estaba considerada como una de las muchas actividades desarrolladas en el mundo rural. En ese año, se estableció la primera instalación de una fábrica destiladora en el pueblo de Hontoria del Pinar (Burgos), y se puede decir que comenzó la industria resinera en España. La extracción de la resina fue durante más de un siglo, una actividad importante dentro de la economía rural española. La resinación llegó a realizarse en veinte provincias, principalmente de Castilla (Castilla León y Castilla La Mancha). En más de 400 pueblos, el pino y su resinación constituyeron en épocas pasadas un elemento determinante en la forma de vida de sus gentes, hasta el punto de que fueron los artífices del nacimiento de una verdadera cultura manifestada en toda una serie de costumbres populares y en un léxico propio muy peculiar. Nuestro país llegó a ocupar el tercer puesto a nivel mundial en cuanto a producción y exportación de materias resinosas, por detrás de Estados Unidos y Francia, aunque con una cierta distancia. Luego, poco a poco, y debido diversas circunstancias, principalmente la entrada de los derivados del petróleo, la industria resinera española fue perdiendo vigor hasta que a partir de los años 60, su declive fue mucho más acentuado e imparable y en la actualidad sólo constituye un oficio residual practicado en unos pocos lugares. Cabe destacar la importancia de la influencia francesa en la industria española, de donde se importó el método de extracción de resina (Hugues), así como la organización de las instalaciones y de los trabajadores resineros. Como consecuencia de todo ello, a finales del XIX, se creó la Unión Resinera, que aglutinó pequeñas industrias y sindicatos de trabajadores de la resina. La hegemonía de la Unión Resinera alcanzó prácticamente toda España, siendo el principal “cliente” de los resineros de Barchín del Hoyo.
(*) Nos ha parecido de interés exponer un contexto sobre la resina, usos y métodos de extracción a fin de comprender con claridad cómo ha sido el oficio de resinero de Crescencio Ayuso. Fuente: Hernández Muñoz, Lázaro, El antiguo oficio de resinero, Madrid, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, 2006
La resina La resina es una sustancia sólida o de consistencia pastosa que, en ocasiones, rezuma espontáneamente de ciertos árboles, pero lo normal es que salga como reacción a las heridas que reciben (por ejemplo, por cortes, insectos o cualquier clase de traumatismo), sirviendo dicho jugo como cicatrizante de sus propias lesiones. Este jugo, al contacto con el exterior, se oxida, cristaliza y se mezcla con las más diversas impurezas ambientales, recibiendo el nombre de miera. Entre los mejores productores de resina están las coníferas y, dentro de éstas, los pinos; sobre todo, el pino negral, rodeno o pinaster; que en España ocupa grandes extensiones de terreno, particularmente en las regiones centrales. El ser humano, desde hace más de siglo y medio, aprovechándose de este hecho fisiológico, ha venido practicando en el tronco de estos árboles, de manera regular y racional, incisiones para conseguir que caiga el jugo resinoso, encargándose después de su recogida, transformación y venta de los productos derivados. La resinación, por tanto, tiene como finalidad extraer la resina que está en el interior de los pinos y que brota en forma de gotas microscópicas, al practicar los cortes, su producción es paralela a la actividad vegetativa del árbol, iniciándose en primavera, siendo más acusada en verano y paralizándose en invierno. Ahora bien, aun en época de calor, la miera no fluye de manera permanente, sino que, pasados algunos días, la herida realizada se recubre de una mezcla blanquecina y tapona los canales secretores existentes en la capa generatriz del pino, por lo que la misión del resinero consiste en renovar la herida periódicamente para que de ella vuelva a segregar resina. Usos de la resina Los productos resinosos han venido utilizándose desde los mismos albores de la humanidad, representando para los primeros pobladores un elemento de supervivencia, pues resulta muy difícil entender su existencia sin ellos: la iluminación de las cavernas donde se guarecían, el transporte del codiciado fuego en sus desplazamientos, el modo de calentarse, de asar la carne de los animales cazados, de combatir la oscuridad, la construcción de embarcaciones y su impermeabilización y otras muchas actividades de la vida cotidiana.
A lo largo de la historia, los diferentes pueblos han utilizado la resina y sus derivados en infinidad de tareas domésticas e intercambios comerciales. Las civilizaciones dominantes de cada época fundamentaron su hegemonía en su potencial naval, por lo que, mientras los barcos fueron de madera, puede afirmarse que dicho poderío se vio directamente influido por los recursos forestales y resinosos que poseían. Pero nuestros antepasados no sólo emplearon estos productos con fines pacíficos, sino que se sirvieron de ellos igualmente como un arma terrible en actividades bélicas. Por ejemplo, en acciones de asalto, lanzando bolas de fuego, teas incendiarias y flechas impregnadas con pez; incluso en las batallas navales se empleaban ánforas llenas de pez y resina en llamas proyectándolas hacia las embarcaciones enemigas o en actuaciones de defensa, arrojando pez hirviendo sobre los asaltantes para mantener las posiciones defendidas. Desde la época industrial hasta nuestros días, la resina se ha utilizado para la producción de barnices, adhesivos, aditivos alimenticios, así como la fabricación de perfumes o incienso. Actualmente, la resina se ha sustituido por los derivados del petróleo con procedimientos mucho más económicos y de cualidades similares. Métodos de extracción El proceso de extracción de la resina ha evolucionado a lo largo del tiempo. En sus inicios, las técnicas de extracción eran nefastas para los árboles, pues se trataba de arrancarles las partes más resinosas de su tronco que mediante combustión, servían para obtener la pez, elaborada también de manera rudimentaria en las antiguas tinajas o pegueras o en las primitivas alquitaras. Con el paso del tiempo, el procedimiento se fue racionalizando algo aunque seguía siendo enormemente lesivo para la vegetación. Se extraía la resina de todas las caras del árbol simultáneamente. Era excesivamente dañino y podía provocar la muerte del árbol. En España, se llamó “a pila y a muerte”, o “a pino perdido”. Los árboles resinados por este procedimiento se secaban en un período breve. La calidad de a resina era muy baja por la gran cantidad de impurezas que contenía (tierra, brozas, agua, etc.). Se producía una pérdida importante de resina, tanto por evaporación como por la filtración continuada a través de las paredes de a cubetas que eran de madera. Todo esto repercutía en los bajos precios que se pagaban por la mala calidad del producto.
Cuba o cubeta de barro cocido
La industria francesa introdujo en España el método Hugues, consistía en sustituir el agujero abierto al pie del árbol por un vasija móvil de barro cocido, (después de zinc y ahora de plástico) encima de la cual se colocaba una visera o chapa en forma cóncava, incrustada en el pino y tan ancha como la cara, para recoger la resina exudada por las sucesivas incisiones y así dirigirla al recipiente. A medida que iba subiendo la cara, el pote o casco también se colocaba más arriba. Se hacía a los pinos una sola cara del árbol por año, hasta un total de cinco. De tal manera que se dejaba tiempo para la regeneración del árbol y le procuraba una vida más larga. A este sistema se le denominó como de aprovechamiento 'a vida', en contraposición a los métodos anteriores que se conocen como “a muerte”.
La materia prima obtenida era más limpia y de mayor calidad, con el beneficio para el resinero que conseguía unos beneficios de hasta un 20% superior. El ciclo vital de los pinos resinados mejoraba sensiblemente, pues los árboles podían seguir en pie vivos durante muchos años después de acabar su ciclo de resinación. A partir de los años 50 del siglo pasado, se estableció por ley la mejora del método Hugues denominado “pica de corteza con estimulación química” que consistía en estimular la exudación con ácido sulfúrico. “Ahora se echa una pasta que absorbe la resina”, dice Crescencio.
III. Crescencio Ayuso, maestro resinero Crescencio es sobre todo, un hombre bueno. Tiene esa bondad y chispa de los hombres que han trabajado toda la vida para su familia, que se han ocupado y preocupado de que a los suyos no les faltara de nada. Emprendedor y valiente, abandonó su pueblo en un momento de escasez, para probar fortuna en otros lugares. Leal, trabajador, sencillo. Su sabiduría, labrada en los vaivenes de una vida que no ha sido fácil, transmite una gran ternura y admiración. Tercero de una familia de 8 hermanos, nació en Mayo de 1944. Sus orígenes están en Barchín, de allí es él, sus hermanos, padres y abuelos. Su abuelo era mayoral de la finca de “Los Vigiles”. Cultivaba trigo, cebaba, garbanzo, lenteja y guija que es el cereal con que se hace la harina de las gachas o las almortas. La labranza en esas épocas se hacía con bueyes. Su padre era un hombre muy inquieto, llevaba a cabo diversos oficios con el fin de mantener a toda su gran prole. Trabajaba de agricultor en arrendamientos, se dedicaba a “la leña” y fue de los primeros resineros del pueblo, oficio que enseñó a algunos de sus hijos y que Crescencio siguió a lo largo de su vida. “Mi padre hacía leña y carbón. El oficio era que hacían corta de pinos, la caña la vendían para hacer tabletas, para hacer maderas para las cajas de las naranjas y tablones para vigas, revoltones y todo eso. Con el ramaje hacían una carbonera y sacaban el carbón. Mi padre estuvo de resinero antes de la guerra, pero después de la guerra hubo unos años que no había resina, sólo lo que eran los montes del estado. Él se dedicaba a lo que podía, era un jornalero pero también a destajo porque decía que eso de ir a jornal ganaba poco para los ocho”
Crescencio aprendió no solamente el oficio, sino una suerte de filosofía de vida más libre, lejana de las dependencias de un trabajo a sueldo. Recuerda cómo su padre siempre le hablaba de trabajar por su cuenta pues, aunque era algo más arriesgado y se trabajaba más, podía conseguir mayor beneficio de su trabajo. “Mi padre no iba a jornal, si el jornal estaba a 7 u 8 duros el ganaba el doble porque iba a destajo, eso sí trabajaba el doble”. A la memoria le viene una anécdota en la que unos titiriteros que pasaban por el pueblo cantaban: “Antes el jornal era a ocho duros, hoy no vale la mitad, que se callen y no digan de la vida como está”. Quizá no siempre pudo vivir siempre así, independiente, pero mantiene esa referencia de vida. Su infancia fue feliz, con una familia unida y trabajadora. Aunque iba a escuela, ayudaba en las faenas de casa y a su padre en la labranza, la leña o la resina.
Algunos retazos de su infancia: “En la calle de la Arena vivíamos todos. Dormíamos por lo menos 3 juntos en la misma cama y como eran camas de barrotes y yo era el pequeño de los tres, a mí me echaban a los pies, me ponía abajo y cuando discutían me daban con los pies y me hacían sacar la cabeza por los barrotes. Y cuando mis padres se enfadaban, sacaban la correa o una vara de sabina y salíamos el uno pa un lado el otro pa otro y el otro pa otro. Porque si le daba a uno, que no le diera a los otros. Andábamos siempre así” “Cuando era pequeño iba al colegio de diez a una y de tres a cinco. En la jornada partida, comía y después iba a por sacos de hierbas para los borricos y después de salir por la tarde a por otros sacos. Había que hacer mucho sacrificio” “Un día que no me supe la lección me quedé arrestado en el colegio y después me fui a por el saco de hierba y cuando salí me fui a por el saco de hierba y llegue a casa después de que terminaran de cenar. Y mi padre me dijo: ¿de dónde vienes a esta hora? Pues que me he quedado encerrado en la escuela. Y después fui a por la hoz para hacer el saco de hierba y me arrestaron a acostarme sin cenar” Confiesa que no ha sido buen estudiante aunque aprendió bien “las cuatro reglas”, algo de ortografía, geografía e historia. “Sobre todo historia sagrada e historia de España”. Recuerda que el alcalde obligaba a ir a todos los niños a la iglesia, principalmente en el mes de Mayo “íbamos todos formados para cantar Con flores a María”. Crescencio fue a la escuela hasta los 10 años. Después, asistía a las clases nocturnas junto con otros niños cuyos padres se ponían de acuerdo para pagar un extra al profesor y procurar que los chicos pudieran aprender lo más posible. La vida en el pueblo, según sus palabras “era mucho más alegre que ahora”. Salían al campo a jugar, a recoger aceitunas… Después de la faena se juntaban a comer y pasaban la velada juntos: “unos llevaba una cosa, otros otra y lo compartíamos, la gente era más noble, iban con buena fe, la gente daba lo que tenía, y así era la vida” Una de las mayores diversiones en su juventud era el baile aunque no se permitía la entrada hasta que no tuvieran 14 años. “El baile se hacía en las cuatro esquinas que era el salón. Aquí había un músico que lo organizaba y tocaban y luego ya en mi mocedad para los domingos traíamos alguno de Valera” Conoció a su mujer siendo prácticamente un niño, con 13 años “Era del pueblo como yo y siempre estábamos juntos”. Fue a los 19 años, cuando se hicieron “novios formales”. Con María ha vivido siempre y de su matrimonio han nacido 2 hijos que ahora viven y trabajan cerca del pueblo.
A partir de mediados de los años cincuenta el pueblo se fue vaciando. La emigración principal fue hacia Valencia y Madrid y en menor medida hacia Barcelona. La vida en el pueblo fue cambiando, había muchos menos niños y muchos menos jóvenes. “Cuando era pequeño había más de 80 niños y en esa época (cuando era joven) 15 o 20. Se fueron familias enteras”. Después de hacer el servicio militar, con ventipocos años, Crescencio también marchó con su mujer a Valencia en busca de una mejor vida. Comidas Las comidas eran simples y calóricas. Se comía lo que daba la tierra y muy poca carne o pescado. Un ejemplo de un día cualquiera: por la mañana gachas, a medio día patatas en caldo con una raspa de bacalao y por la noche un potaje con una morcilla (si había) o unas judías con arroz, o pimientos fritos (según la época) o arroz con una raspa de bacalao. “Cuando empezábamos en la resina ya en marzo, nos llevábamos la sartén, una botella de aceite y unos huevos. Encendíamos fuego, con dos tajadas de tocino y huevos, a medio día uno seguía trabajando y otro cocinaba por ejemplo ajo cocido, que es ajo, con un poco de pimiento, tomate y pan. A lo mejor nos comíamos un kilo de pan diario porque de lo otro había poco”.
OFICIOS EN BARCHÍN Según recuerda Crescencio en el pueblo se dedicaban principalmente a la agricultura y la madera. Maderista/carbonero Se sacaba carbón vegetal de origen maderero, sacado del pino y otros árboles como brezo o la encina. El trabajo consistía en cubrir totalmente enormes pilas de leña con musgo y ramas tiernas. Se prendía la leña de la parte inferior y se dejaba quemar durante días. El carbonero, subía hasta la cima de la pila y pisaba para deshace as brasas, con el peligro que conllevaba. “Lo de la caña del pino (tronco) y el carbón lo hacia un maderista, mi padre hacia la leña del ramaje y las carboneras. En la carbonera se echaba el ramaje y se hacía grande y se sacaba mucho carbón. Otros se dedicaban al brezo que era más fuerte y de encina que también es más fuerte”
Maderista/Cortador Los pinos los cortaban para saca madera, los que manejaban sierras eran los especialistas. En este quehacer participaban además los niños que recogían el ramaje, limpiaban el monte y sacaban de los rebonzones. Alfareros También ha desaparecido prácticamente en Barchín. Según Crescencio, en su niñez habría unos 15 alfareros en su pueblo. Sacaban el barro y la arcilla y la extendían en las eras. La dejaban secar y después se molía con unos rulos de madera llevados por borricos, así la arcilla queda fina para tamizarla y trabajarla. Los hornos para cocer el barro estaban “en cada casa”. Eran hornos hechos en la tierra, como en el neolítico, que producían temperaturas suficientes como para hacer cerámica. Herreros Principalmente para arreglos de los materiales de labranza como “sacar puntas” o abuzar Caleras Es uno de los oficios que más ha perdurado en Barchín y que también ha desaparecido. En la época de la juventud de Crescencio había varias que proporcionaban cal para todo el pueblo. Hoy en día las caleras son una atracción para los investigadores y turistas. Las caleras eran hornos donde se cocía la piedra hasta hacerla cal viva que servía para blanquear paredes y fachadas. Dada su importancia, se ha desarrollado en el anexo. Otras actividades Caza: Es una actividad muy popular en Barchín. En la época de caza se llena el pueblo. El municipio es propietario de un coto donde los vecinos con casa pueden asociarse. Sin embargo no parece una actividad que a Crescencio le haya gustado especialmente. Añora otras épocas donde se cazaba con perros. “A mí me gustaba con los perros, llevábamos una podenca y salía una liebre y echaba a correr y ver eso, que si la pilla o no la pilla, eso sí, pero eso de una escopeta y pum! Eso no me ha llamado nunca. Lo otro sí me divertía”
IV. OFICIO DE RESINERO EN BACHÍN DEL HOYO Resinero La comarca tiene abundancia de árboles y vegetación. Crescencio nos enuncia de carrerilla las diferentes variedades: enebro, encina, sabina, meo, pino-carrasco, albar, rodeno, negral, romero, aliaga, tomillo..
El mejor pino para la extracción de resina es el pino rodeno, que es más bien alto, “no son muy derechos y con una corteza muy basta”. También el pino-carrasco “aunque la resina es algo más dura” Como ya hemos comentado, aprendió desde muy niño las artes resineras en los montes municipales. “Yo he sacado resina de los montes del estado que es del ayuntamiento. Nos contrataba la Unión Resinera, nos pagaban la seguridad social durante 8 meses, le decían el “montepío”. Los otros cuatro del año, lo pagábamos nosotros como autónomo”. “Eso empezó con mi padre porque yo no rezaba (cotizaba), rezaba mi padre”. Crescencio trabajó en la resina hasta que marchó a Valencia y, estando allí, la Unión Resinera le llamó para seguir colaborando. El ayuntamiento ponía en subasta el monte para su explotación por parte de las empresas resineras. La de mayor presencia y continuidad fue la Unión Resinera,
aunque también había otras como Balcar y Celestino Herraiz que explotó el monte en Piqueras. La época de la resina comienza en marzo hasta noviembre. El método utilizado por Crescencio es el método Hugues descrito en la primera parte: “Primeramente, abría el monte es decir se derroñaba, se quita el curtido (la corteza), después se hacia el clave (hacer “la herida”) y se ponía una grapa que es una hojalata y se metía el casco y se remasaba (sacar la resina)”
Derroñe del árbol
Es importante derroñar bien el árbol y solamente quitar la corteza sin llegar a la carne, pues que sufre menos y se puede aprovechar durante más tiempo.
Pasos de la pica o clave y la grapa. Uso de diferentes herramientas: cambrón, maza y hojalata
La frecuencia con se hacía la pica o clave era variable, según el número de personas y la época del año. En verano se acortaban las picas ya que había más caudal por el calor.
“Cada 7 u 8 días se renueva con el hacha se pica subimos un centímetro y pico. Son unos 40 o 50 cm durante la temporada el primer año. Luego la tala se vuelve a clavar arriba y subir el casco” “Nosotros íbamos con mi padre que era el que rezaba, lo que pasa es que nosotros íbamos de ayudantes. Estábamos 2 días en cada pica. Si íbamos los tres, con mi hermano Recesvinto, veníamos y hacíamos noche; recogíamos aguja de pino y lo poníamos como una cama y estábamos de luz a luz. Eso era cuando cantaba el calor. Y lo hacíamos cada 5 días. Lo sacábamos en un día y medio. Si estaba yo solo estaba 3 días”.
Pica en detalle con el hacha de picar
Para la pica era muy importante el buen afilado de las herramientas. Una herramienta mal afilada, estropeaba todo el trabajo. Para saber si la herramienta estaba bien afilada, la pasaba por el brazo. Si “rascaba”, es que estaba mal afilada y al contrario, si, sin notarlo, “afeitaba”, es que el afilado era el correcto. Un árbol se consideraba adecuado para ser resinado si al rodearlo con un brazo, su espesor, impedía verse los dedos. Según Crescencio el árbol debía medir como mínimo unos 30 cm de diámetro.
Para el remase se utilizan diferentes utensilios, como el taco del hacha y la pala de remasar.
Detalle del remase o recogida de la resina. Se puede observar el exude del árbol por las diferentes incisiones
La última fase del remase es con el tacón del cuchillo, principalmente en las grapas. De esta operación se podían llenar un par de bidones más. Aunque parece que actualmente ya no se hace. En el remase o recogida de la resina, es importante quitar el agua de lluvia, porque se descuenta a la hora de vender los bidones y, sobre todo, el resinero pierde prestigio.
Trasvase de la resina a las cubas
Los bidones o cubas donde se recoge la resina son actualmente de zinc o plásticos, ya que no pierden material. En la época de Crescencio eran de madera, muy cuidados, guardados bajo techo para que no se mojaran, hincharan y rajaran. Pero pese a todos esos cuidados, la miera y sobre todo la esencia, que era lo que más valía, se escapaba por sus rendijas.
Trasvase de la las cubas a una mayor para su almacenamiento y transporte
Herramientas y vestimenta Para realizar todo el proceso se necesitan herramientas específicas: hachas de golpe y tirón: para quitar el curtido y para encarnar. Cambrón y maza para la pica, hojalata o grapa en forma de uve que permite la caída de la resina y pala de remasar.
Algunas herramientas utilizadas (fuente: Artes y oficios de ayer. Blog Infojardín)
No se necesita de una vestimenta especial. Crescencio comenta que iban al monte con el traje de faena con el que hacían otras labores. Explotación, beneficios y usos Se trabajaba cada árbol por una cara durante 5 años. Según fuera el pino de grande se podía desangrar más veces: “en el ayuntamiento hay pinos de 90 años que tenían 10 u 11 caras” Por pino, se sacaba alrededor de 1,5 kilos por temporada y en total se llenaban entre 80 y 90 barriles de 200 kilos. No recuerda la cantidad que se sacaba por kilo, pero reconoce que su padre sacaba lo suficiente para vivir durante la temporada. Sin embargo, la resina no daba para ahorrar, durante los cuatro meses de invierno se tenía que dedicar a otras actividades. “Se sacaba el sueldo largo. No se guardaba porque éramos muchos en casa”. Según Crescencio la resina se utilizaba para sacar aguarrás y en la medicina. Su padre siempre tenía un par de botellas de esencia e resina para cicatrizar heridas. Otro uso importante era como componente para encolar madera: “los muebles de cocina, los contrachapados..”
Aunque el método habitual es el método Hugues (resinación por una cara), hemos encontrado en este bosque algunos ejemplares ya viejos que se resinan por todas las caras (a muerte), ya que el árbol será talado al final de la temporada.
Método “a muerte”. Resinación por todas las caras del árbol
V. ANEXO. LAS CALERAS DE CUENCA La cal La cal es fabricada hoy industrialmente, pero antiguamente, una producción artesanal, heredera de conocimientos ancestrales fue suficiente para responder a las necesidades inmediatas de las poblaciones rurales. La cal viva se obtiene por calcinación de la piedra caliza formada por carbonato cálcico (CaCO3) en unos hornos llamados caleras, donde se la sometía a temperaturas cercanas a los 1000 grados, transformándose esta en cal viva u óxido cálcico (CaO) La cal viva es muy cáustica y tiene una gran afinidad con el agua, a cuyo contacto se transforma en hidróxido, produciéndose una reacción muy exotérmica. De la cal viva, mezclada con agua, se obtiene la cal apagada (o cal hidratada, que es hidróxido de calcio Ca (OH)2. La cal es un producto natural, cuyo uso ha sido muy importante en el pasado, como lo es en la actualidad, teniendo una gran importancia en nuestra vida cotidiana. El uso más antiguo y extendido ha sido la elaboración de mortero o argamasa, empleado en la construcción de edificios, aprovechando la propiedad que la cal tiene de adquirir gran dureza al tomar contacto con el aire. La cal apagada, ligeramente soluble en agua, se mezcla con arena y agua para hacer el mortero. Una vez usada en el mortero la cal recupera el CO2 tomándolo de la atmósfera y se transforma otra vez en carbonato cálcico (lo que se conoce como fraguado), recuperando su dureza original y devolviendo el agua que asimiló en el proceso de apagado. La cal apagada desleída en agua, es lo que constituye la lechada de cal, que tradicionalmente se ha utilizado para enjalbegar las paredes de las casas. La cal apagada es una base fuerte, que absorbe dióxido de carbono del aire, recubriéndose de una película blanca de carbonato de cal. Esto es lo que ocurre cuando dejamos secar la cal después de extenderla por la pared. Esta película tiene un marcado color blanco y resulta impermeable al agua, siendo este el motivo del uso tan extendido de la cal para recubrir tapias y fachadas. También ha sido muy extendida en el pasado, su utilización en el campo de la higiene y la medicina: para desinsectar árboles, como desinfectante en enfermedades contagiosas como el cólera y el tifus o la peste; para blanquear estancias y fachadas; para secar el aire en espacios cerrados; para prevenir la putrefacción de aguas estancadas; para la prevención de infecciones en el caso de enterramientos de
cadáveres en casos de epidemias. En la actualidad la cal se sigue utilizando de forma masiva en multitud de procesos industriales. LAS CALERAS Se utilizaron diversos tipos de hornos. Un primer tipo, que se construye excavando un pozo de forma cilíndrica en el suelo. Tiene tres o cuatro metros de profundidad por dos o tres metros de diámetro y una capacidad interior de tres a cuatro metros cúbicos, solía revestirse interiormente con argamasa o arcilla para evitar que se escapara el calor. Las caleras eran revestidas con argamasa para evitar, además de que se escapara el calor, que el propio fuego acabara poniendo en peligro la estabilidad de la calera. Se dejaba una abertura en la parte de pared del lateral de menos pendiente, que llegaba hasta la base de la calera, a modo de boca, que era por donde se alimentaba el fuego. Para la construcción había que ser hábil, pues en verdad es una obra de ingeniería colocar esas piedras de distintos tamaños formando esa cúpula y procurando que el calor producido por el fuego del horno se extienda por igual a toda la masa de piedras. Y además dejando pequeños huecos entre piedras por los que pasarán las llamas y harán las veces de chimenea y dejar una pequeña puerta por donde se alimentaba. No todos eran capaces de realizar esta labor. Primero se colocaban abajo las piedras más grandes, que tendrían el tamaño de un ladrillo; y a continuación encima se colocaban piedras más pequeñas. Lo más difícil era cerrarla con una tapa en forma de cono. Para ello se colocaban las piedras en forma de cuña hasta su terminación, siendo la ultima piedra la que impedía que las demás se cayesen. Armar el horno, podía alargarse durante dos o tres días, una vez que se tenia ya lleno el horno, la parte superior tenia forma de bóveda, casi cónica. Mientras una persona construía la calera, los otros se dedicaban a preparar la leña, cortando las matas del monte bajo (romeros, aliagas, matas, marañas, enebros) y algunas ramas de pinos, también troncos gruesos como colchón de basas que permitieran mantener y elevar la temperatura con la leña menuda. Esta labor no les llevaba menos de una semana hasta conseguir la temperatura deseada para la conversión de la cal. Cuando de suponía que había bastante leña se llenaba la calera y se prendía por la boca que habían dejado abierta. El proceso podía durar varios días, dependiendo del tamaño de la calera, entre tres y hasta seis días, con sus respectivas noches, esforzándose los caleros en mantener constante la temperatura de la calera a 1000
grados. Esta tarea se realizada se realizaba en época de buen tiempo, ya que la lluvia es un gran enemigo y podía dar al traste con el trabajo. Se sabía que la labor había terminado, cuando las piedras que formaban la parte superior de la calera caían por su propio peso, es decir, cuando se aplanaba la bóveda superior, quedando la calera con un aspecto más cilíndrico. Entonces el calero dejaba de alimentar el horno deteniendo el proceso, a los tres o cuatro días, cuando la piedra se enfriaba. Los caleros desarmaban el horno sacando las piedras y descartando las que no valían. Una vez limpia la cal estaba dispuesta para cargarla en carros y venderla por los pueblos. EL ESTADO ACTUAL DE LAS CALERAS Las paredes de la caleras, como ya he mencionado anteriormente, eran revestidas de argamasa o arcilla para evitar que el propio fuego atacara las piedras que la formaban, hay que tener en cuenta que muchas veces las paredes eran también de caliza porque no había otras piedras disponibles por los alrededores; corriendo el evidente riesgo de que las paredes se transformaran parcialmente en cal. Este factor junto al tiempo que hace que se abandonaron, unos cuarenta y cinco o cincuenta años; hace que se encuentren en un estado de total ruina, algunas prácticamente irreconocibles; quedando tan solo a la vista anchos círculos de escombros de poco mas de metro y medio de altura, rodeados y en ocasiones parcialmente rellenos de cenizas.
Fuente: F. Geijo Gascón, Antiguas caleras de Barquín (Cuenca), publicado en la revista Re Metallica, 1 enero 2003, 2ª época
CALERA DE NAVODRES La descripción de Crescencio sobe las caleras y el trabajo del calero, se acerca perfectamente a lo desarrollado anteriormente: “Tenía una puerta y metían toda la leña y debajo lo dejaban hueco para echar el ramaje y se tiraban 3 días y dos noches para que se hiciera cal viva. La piedra la traían de aquí al lado donde tenía los vasos, hay varios vasos de calera. Habían muchos montes y los montes los iban brozando:
Vaso de calera, está hecho y recogían piedra y van montando y dejan un hueco en el centro para el fuego. Aquí hay mucha piedra que es piedra caliza” La calera encontrada en la finca de Navodres ha podido sobrevivir al paso del tiempo por la calidad de algunas de las piedras de las paredes, piedras volcánicas con características refractarias que se han podido mantener la estructura del horno.
Detalle de la calera. Se puede observar que todavía se mantiene en pie parte de la estructura en forma de horno o vaso
La foto de la izquierda es una piedra volcánica con características refractarias, es decir no deshace ni agrieta y mantiene el calor por mucho tiempo. A la derecha piedra caliza, adecuada para hacer la cal. Se deshace a una temperatura elevada, sobre los 1000 grados.