Santísima trinidad 2017

Page 1

Santísima Trinidad Es una fiesta muy bonita la que celebramos este domingo, nada menos que la fiesta de nuestro Dios uno y trino, nuestro Dios comunidad, nuestro Dios familia: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es el misterio fundamental de nuestra fe, en él se apoya todo lo que creemos como cristianos, porque se trata de Dios mismo y no puede haber otro fundamento que él. Es una pena que para muchos cristianos se trata de algo irrelevante. Como alguien ha dicho: bien podrían quitar este misterio del catecismo y quedarían inmutables, les da lo mismo, les parece una simple afirmación sin contenido ni trascendencia. Nosotros en cambio, en el conocimiento, vivencia y difusión de este misterio nos lo jugamos todo. Y es que cuando decimos, según aprendimos en la Escritura, que somos imagen y semejanza de Dios, a esto nos referimos: porque Dios es amor, nosotros hemos nacido del amor y estamos destinados a encontrar sentido de nuestra vida en el amor, amar y ser amados. Cuando reconocemos la belleza y grandeza de la familia donde florece y se cuida la vida, toda vida, entendemos que no es un simple modelo de organización convencional, se trata de nuestro ser familia como Dios es familia; nuestro ser comunidad como Dios es comunidad. No celebramos una verdad, ni siquiera una persona como simple sujeto, por grande o importante que sea. La liturgia celebra acontecimientos de salvación y hoy contemplamos a nuestro Dios más como verbo que como sustantivo, más como amar que como amor. Es el Dios que acontece desde siempre y para siempre. Es sorprendernos agradecidos por el privilegio de contemplar cómo al interno de Dios no sólo hay amor sino que es un amar continuo y por lo mismo pide pluralidad, diversidad de personas en las que reina tanto amor que construyen unidad y viven desde siempre y para siempre en ese continuo dar y recibir amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Y si a ese misterio del amor divino pleno y suficiente en sí mismo, añadimos su generoso empeño por comunicarse y compartir, ahí entramos nosotros y la historia de la salvación en la que por su gracia, participamos. Es entonces cuando decimos que en la liturgia celebramos el acontecer de nuestro Dios de quien brota el amor por el que existimos y en quien se fundamenta nuestro vivir sabiéndonos amados desde siempre por él y llamados a amar, como razón de nuestro ser. A estas alturas podemos contemplar el breve pero tan hermoso evangelio que hemos proclamado: “Porque tanto amó Dios al mundo que le entregó a su propio Hijo para que todo el que cree en él no perezca sino que tenga vida eterna”. Todo lo creado, fruto del amor o del Dios que es amar continuo, desde siempre y para siempre. Ya el tono exclamativo lo dice todo: estamos ante algo grande en donde no basta el solo razonamiento, se reclama la admiración y es que sólo aclamando y admirando disponemos mente y corazón para la celebración de hoy. No sólo nos sorprendemos ante la grandeza y la belleza de Dios Padre, de Dios Hijo y de Dios Espíritu Santo. Vemos al Padre que por amor nos entrega a su propio Hijo muy amado… que el Padre por amor al mundo nos entregue a su Hijo, desprendiéndose de quien más ama para mostrarnos cuánto él mismo nos ama también a nosotros, no deja de sorprender. Más cuando vemos lo que significa esa entrega suya que interpreta tan fielmente Jesús entregándose hasta morir amándonos para finalmente entregarnos también su Espíritu Santo y hacernos partícipes no sólo del perdón y la misericordia, sino de la alianza, de su misma vida, entrando por él en su comunidad de amor. Este es el misterio más hondo de nuestra Eucaristía hoy: dejarnos envolver en ese movimiento continuo del amor de Dios y renovar nuestra participación en su familia de la que formamos parte desde el bautismo.


No estaría mal que hoy nos preguntáramos, qué tanto contemplamos con amor y alegría la belleza, la verdad, el amor de nuestro Dios uno y trino y qué tanto nos relacionamos con él de la única manera en que se puede entrar en esa dinámica comunitaria y familiar: correspondiendo con amor al amor recibido. ¿Qué tanto conozco, contemplo, agradezco y amo al Padre?, ¿Qué tanto conozco, contemplo, agradezco y amo a Jesús, su Hijo amado? ¿Qué tanto conozco, contemplo, agradezco y amo al Espíritu Santo, amor que los une y que me hace partícipe de su comunidad? P. Salvador Delgadillo C., Domingo de la Santísima Trinidad 11 de junio del 2017


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.