PRÓLOGO
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I. FUERA DE RUTINA
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II. EL NÚCLEO
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III. EXTRAÑO
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IV. CH3
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V. EL ARCHIVISTA
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VI. MEMORIA
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EPÍLOGO
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Prólogo Los ruidos de la Ciudad me asustan; las alarmas de los camiones de bomberos, los gritos, ruidos de construcción, autos, conversaciones. Pienso en cómo los años pasan y los ruidos no cambian; de pequeña, cuando me traían de paseo, imaginaba que la Ciudad tenía un alma inmutable, que podía crecer y cambiar tanto como los humanos en el exterior; pero al contrario de nosotros que tenemos un proceso de maduración mental, ella se mantendría como una niña siempre. En días como hoy, extraño ser pequeña y formular ridículas ideas en mi cabeza. Todo sería más simple, si cada vez que me asusto por los ruidos de la ciudad, pensara que ella es una niña que juega eternamente con nosotros y que no hay nada que temer. Los libros de historia dicen que este territorio se llamaba Latinoamérica, que había muchos países y que su gente compartía un mismo idioma y aire, pero que por alguna razón se mantuvieron separados. A mí me cuesta creerle a los libros de historia, porque donde ellos me dicen había verdes prados, o claro cielo, hermosos pueblos con buena gente; yo solo veo ciudad y desierto, ciudad y sol que podría derretir a esa gente. Yo solo veo ciudad, y la ciudad me asusta.
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I. Fuera de rutina 1.Estaba descansando en mi habitación, durante un martes del verano de mis diecisiete años. En días como esos, mientras el sol se mantenía en su punto más temerario, yo solo descansaba en mi habitación. A veces repasando mis códigos, a veces leyendo algún libro, o tal vez solo mirando el blanco techo para no pensar en absoluto. Me gustaba mucho el verano, solo porque podía alejarme de las calles y no cumplir con los registros de hora en las estaciones del metro cada día, antes y después del Centro. Después de todo, yo era tan solo una joven Inmigrante Digital, y como todos lo que no teníamos familia, nuestro único deber era atender a Centros educativos; de esa forma la ley nos aseguraba una vida tranquila si mostrábamos un comportamiento ejemplar. Ese día en particular, había estado leyendo un abultado volumen parte de la gran Historia Universal. No me gustaba la historia para nada, de hecho, las palabras e imágenes destacando las obras de los humanos en la antigüedad me parecían ridículas; no podía dimensionar las ideas de abundancia, de países enormes que cubrían cada parte de los territorios del mundo, y mucho menos que cada parte del globo estuviera en contacto constante con la otra. Pero había cosas que reconocía como propias de mi vida en mi país, Nexu; como la pobreza, la desigualdad, la injusticia y la reclusión en este pedazo de tierra. Y aunque odiaba leer la historia, lo hacía igual; me ayudaba a recordar que todo se repetía una y otra vez, solo con elementos y variaciones diferentes; de esa forma, cuando sentía que no podía soportarlo más, pasaba las hojas y comprendía a los humanos. Al parecer, incapaces de cambiar… y tal vez no fuera nuestra culpa. Me quedé un rato en el espacio del tiempo que más me llamaba la atención, el Siglo XXI; tiempo durante el cual, como los otros momentos en la historia, las personas creían en un elemento crucial. En el Siglo XXI ese elemento fue el progreso, pensaba constantemente en la palabra y me imaginaba cómo sería si en Nexu la gente quisiera progreso, y entendía claramente por qué no era así. Nuestro predecesores habían arruinado el mundo para nosotros, más aun, que aún existiera la humanidad resultaba algo así como un error en el plan de la Tierra, o una casualidad, un golpe de suerte. Porque la Tierra obviamente no nos quería aquí. Pasé las yemas de mis dedos sobre la palabra globalización, imágenes de marcas y productos, de políticos y personas influyentes llenaban la página. Suspiré. Yo podía ver las fallas de la antigüedad, y sabía que eran más que los beneficios; tal vez, como los demás habitantes de Nexu, debía agradecer que vivíamos en la seguridad del Control, que podía respirar el aire envenenado y
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levantar la cabeza hacia el cielo donde descansaba el terrible sol y seguir con vida. Finalmente llegó la hora de bajar al comedor común del edificio; lugar de reunión de la veintena de jóvenes que vivíamos ahí y preferíamos dar parte de nuestra ayuda estatal a la dueña del edificio; de ese modo ella cocinaba y nosotros nos preocupábamos de socializar. La mayoría ya estaba comiendo alrededor de las mesas del comedor cuando llegué, aparentaban silencio; pero no costaba notar que las conversaciones se mantenían en un tono comúnmente reservado para el chisme, además de los recurrentes bips y luces que sonaban y brillaban de tanto en tanto de los dispositivos de conexión de cada individuo. Caminé hasta la cocina tratando evitar la sugestión causada por los susurros. Una vez en la cocina, encontré a Rebecca, la encargada del edificio, lavando utensilios que había usado para preparar la comida. Noté que sus mejillas hundidas y huesos pronunciados en su cuerpo eran más marcados cada vez —¡Por el Control! Niña, estas no son horas de llegar a almorzar. —Disculpa —la saludé y preparé mi plato para servirme—. ¿Qué hay? —Tallarines —respondió, saludándome con un gesto y volviendo a sus quehaceres. Era una mujer amable, su tranquilidad siempre tomaba mi atención. ¿Eran todas las mujeres así en las familias, o solo ella tenía una paciencia increíble? Tal vez se debía a que tenía que lidiar con nosotros día a día. Encontrar asiento no era un problema, dos de mis compañeros de curso, que eran a la vez mis únicos amigos en el edificio, se preocupaban de siempre guardarme un puesto. Llegué con mi plato hasta ellos y me senté, quedando entre una desconocida y uno de mis amigos, Nuá; quien no pareció notar mi presencia, ya que mantenía una acalorada discusión en voz baja con Llass, que estaba frente a él. —No importa, de verdad, no tiene importancia —decía Nuá, dando una rápida mirada a su alrededor, como notando de pronto que estaban llamando la atención. Su delgada figura normalmente se sentaba erguida en la mesa, con algo de orgullo, y me pregunté por qué ahora se encorvaba y miraba a sus manos. Lo entendí cuando me volví a la dirección que él había mirado; en una mesa de la derecha, un grupo de estudiantes mayores miraba hacia nosotros, apuntando y dándose codazos mientras reían. Éramos el objetivo constante de ese y otros grupos. —¡Cómo puedes decir que no importa! Es todo por lo que he estado trabajando este mes —continuaba Llass, gesticulando y abriendo mucho sus 5
enormes ojos cafés. Al parecer no notando el cambio de postura de Nuá—. ¡Dijiste que me ibas a ayudar! ¡Por el Control…con todos los favores que me debes! Palabras inconexas se siguieron lanzando de un lado al otro y, sin importar que hablaran en voz baja o no, lo único que se conseguía después de tratar de comer era dolor de cabeza. Suspiré inaudiblemente, tratando de recordar por qué había permitido a Nuá y Llass acercarse tanto a mí, cuando me había prometido mantener distancia. Porque hasta cierto punto, era mi culpa que los empujaran en los pasillos del Centro, o que encerraran a Llass en su cubículo de estudiante avanzada, o que simplemente golpearan a Nuá si él cruzaba una mirada casual con ellos. —¿Sabes por qué están así? —me preguntó la que estaba a mi otro lado, con una pequeña sonrisa. No recordaba su nombre, pero la había visto en las competiciones deportivas del Centro en varias oportunidades, representando a su curso; debía ser uno o dos años mayor que yo. —No… estoy tratando de ignorarlos —dije, sin preocuparme porque me escucharan. —Yo he estado unos minutos aquí y ya se toda la historia —me contó, sonando exasperada, pero aún sonriendo—. Nuá le prometió a Llass que cuando llegara el verano, iría con ella a la Preparación de la Academia — explicó. —Pero, Nu no quiere ir a la Academia —aseguré, recordando varias conversaciones que habíamos tenido respecto a ese tema. La Academia era lo que seguía del Centro, y como inmigrantes, después de los dieciocho años, teníamos la opción de entrar para especializarnos en alguna profesión. Debías pasar muchas pruebas para entrar, por lo que ninguno de los que vivíamos con ayudas estatales nos preocupábamos de ir a las preparaciones; cuando nos graduáramos del Centro, el gobierno se encargaría de asignarnos un trabajo por el cual vivir. Nu lo tenía claro, igual que yo, y la mayoría de los que estábamos en la mesa, pero al parecer Llass tenía otros planes. La joven se encogió de hombros ante mi pregunta y tomó un sorbo de jugo distraídamente. Su rostro angular, nariz prominente y pequeños ojos negros la hacían parecer mayor de lo que era, pero hablaba con la despreocupación de una joven cualquiera. Llevaba el cabello corto y peinado hacia atrás, dejando a la vista orejas llenas de aretes de distintos tipos. —De seguro se lo prometió para quitársela de encima, ya sabes como Llass puede ser. 6
Sí, yo sabía que mi amiga podía ser un poco difícil a veces; aunque ni idea de cómo lo sabía ella. En esos dos años que había vivido en el edificio, me había limitado a conversar lo estrictamente necesario, a socializar lo menos posible y a no memorizar los nombres de mis compañeros. A Llass y Nuá los conocía por ir en mi clase y ser extremadamente amables conmigo; pero al resto lo mantenía al margen. Por eso no continué la conversación, y solo sonreí con amabilidad para volver a mi plato. Era mejor que no me conocieran demasiado; en Nexu no debes tener amistad con alguien que ha vivido ilegalmente, ni menos con familiares de hackers; y yo estaba en ambas categorías. Había hecho todo lo posible por ocultar el hecho de que mi hermano estaba en la cárcel, pero el rumor se había expandido a la semana de mí llegada al edificio, así que nadie mostraba interés en mi amistad en absoluto; al contrario, era más normal recibir repulsión. Demostrada en miradas de odio, empujones y acusaciones falsas a profesores, que me castigaban sin hacer muchas preguntas; pero más constantemente, en la agresión hacia mis amigos. Por eso, que esta desconocida me siguiera hablando fue tan extraño; que Nu, sacudiendo su mata de pelo rojizo y ensanchando sus ojos oscuros, dejó de discutir para escuchar. —Eres Ayn ¿Cierto? —Sí —le respondí, tratando de no fruncir el ceño. Como no sabía su nombre, guardé silencio, esperando que ella se presentara o en el mejor de los casos, diera la conversación por finalizada. —Yo soy Abigail, puedes decirme Abi, o Ab… A ese punto Llass también se había detenido a escuchar. —Abi está bien —seguí en un intento de no expandir un silencio incómodo— ¿Eres amiga de Nu? —no había razón para creerlo, pero el estilo andrajoso de delincuente juvenil me hizo relacionarlos. El aludido, que había comenzado a comer, sacudió la cabeza reprimiendo una risita. —Es la hermana de Jonah —dijo Llass, apuntando al niño que estaba a su lado izquierdo, frente a mí. El niño, que no debía tener más de once años, me saludó con la mano con tanta amabilidad, que no me quedó de otra que hacer lo mismo. ¿Qué les pasaba? ¿Dónde habían quedado los tranquilos almuerzos donde nadie se preocupaba de hablarme? Abi pareció notar mi incomodidad, porque dirigió la conversación hacia Llass. 7
—Así que quieres entrar a la Academia. —Al menos quiero intentarlo —respondió ella, después de un suspiro—, le prometí a mi mamá que haría lo posible. Ella era una de las pocas personas sentadas a la mesa que había tenido la oportunidad de vivir con sus padres hasta hace poco. Debía ser muy importante para ella llevar a cabo los planes que le tenía su familia; terminar el Centro con honores, ir a la Academia, encontrar un trabajo importante. Me sentí mal por ella, atrapada con nosotros; un montón de adolecentes despreocupados por la vida, que se aprovechaban del apoyo económico del gobierno y no se esforzaban en conseguir mayores logros. Yo no había sido siempre así, mi hermano me había inculcado la necesidad de jamás entrar al sistema de apoyo estatal; él había trabajado para mantenerme desde que escapamos del orfanato, pero las circunstancias habían cambiado mucho desde entonces. Fue todo un problema legal que me aceptaran en el Sistema, deberían haber encontrado pruebas contra mí y haberme mandado a un reformatorio; pero por suerte no las habían conseguido. Si hubiera dependido de mi, hubiera escapado, pero fue mi hermano quien me obligó a quedarme. “No hay trabajo decente para familiares de Hackers, saldrás mejor si tienes al gobierno en la espalda, trata de no romper ninguna ley… ¿Entiendes? Al menos ninguna importante. Además necesitas el Control”. “Saldrás mejor” “No rompas leyes”… resultaba irónico, él había roto tantas leyes que le aseguraron al menos veinte años encerrado. No había forma en que yo pudiera salir peor que él, pero aún así, luego de su consejo dejé todo lo relacionado con infringir leyes; asegurando mis inyecciones de Control de cada cinco años. La mesa comenzaba a desocuparse lentamente. Abi, Jonah y Nu conversaban acerca de uno de los edificios que se estaban construyendo en el centro del Sector, prometía ser enorme y no estaban seguros de si sería un edificio de departamentos o de oficinas. Yo trataba de continuar comiendo y Llass estaba absorta en alguna clase de recuerdo. Por mi cabeza pasó la idea de prepararme y hacer las pruebas para la Academia, pero había algo que me impedía tomar una decisión al respecto. Miré un par de veces al grupo de la otra mesa y supe lo iba a pasar antes de que tuviéramos la oportunidad de subir a nuestras habitaciones. Le di un codazo a Nu y una mirada de advertencia a Llass, ambos asintieron levemente. La desconocida, aún a mi lado, nos miró con extrañeza. —¿Qué pasa? —preguntó en voz baja.
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—Nada —respondí por costumbre, y luego reconsideré—. Pero… yo que tu no hablaría conmigo. Me puse de pie y comencé a caminar hacia la repisa donde se dejaban los platos, sabía lo que iba a pasar, y al mismo tiempo sabía que no podía escapar de ello; porque demostrar debilidad, aunque yo fuera claramente débil en comparación con el grupo de cinco personas que se ponía de pie, no era una posibilidad. —Ayn, Ayn, Ayn —repitió despacio la líder del grupo, su nombre era Eva y era un metro sesenta de puro odio. Apareció tras de mí cuando me volví para regresar a la mesa, dónde divisé a Llass y Nu de pie, sin esconder sus miradas de miedo; a su lado Abi miraba también, pero su expresión era diferente—. A veces tengo la idea de que te gusta que vengamos a saludarte… sigues poniéndote en nuestro camino. Su voz imitaba inocencia en una burla clara y contundente, sus amigos caminaron a mí alrededor hasta encerarme en un círculo amplio. —¿Ponerme en tu camino es venir a almorzar? ¿Qué se supone que tengo que hacer, quedarme encerrada en mi habitación? —pregunté con neutralidad, arrastrando cada palabra con una cadencia monótona, aburrida. —Podrías irte de este edificio, para empezar… —respondió—, ya has estado fuera del Sistema. No veo por qué no puedes volver a hacer lo que solías hacer en las calles —sonrió, hablando en voz baja—, no estamos seguros de qué era eso, pero tenemos nuestras teorías. —No tengo intención de irme de aquí —dije, encogiéndome de hombros—, vas a tener que aguantarme por otro par de años. Así que, por qué no dejas de hablar y haces lo que piensas hacer; ya hemos pasado por esto algunas veces… se está volviendo aburrido. Eva hizo una leve inclinación de cabeza, y antes de que pudiera prepararme, un pie colisionó en mi costado. Mientras el impulso me llevaba hacia adelante, Eva me empujaba con su propio pie en el estómago; caí sobre una silla vacía y sentí que sus extremos se clavaban en mi espalda. Escuché algunas risas y algunas exclamaciones de sorpresa, pero por sobre todo, recibí el dolor como dándole la bienvenida a un amigo lejano, que solo aparece para dar malas noticias. Me puse de pie lo más rápido que pude, tratando de evitar que comenzaran a patearme en el suelo, pero el puño de alguien conectó en mi mejilla y la realidad se sintió diferente, como si en verdad la única solución a la situación fuera quedarme en el suelo en posición fetal. Pero no, volví a concentrarme en Eva y su sonrisa torcida. —Creo que están perdiendo su magia —murmuré, tambaleándome un poco—. ¿Ya terminaron? 9
La respuesta fue una patada en la base de mi espalda, y aunque había estado conteniéndome de hacer sonidos de dolor, el quejido que salió de mi boca sonó lejano. Caí de frente, con mi cabeza junto a los pies de Eva, la ladeé un poco y pude ver sus arruinadas zapatillas, una de ellas elevándose. Cerré los ojos y tensé mi cuerpo para recibir el impacto, pero no ocurrió. Aun así no me moví, temiendo que fuera un juego de Eva y que si levantaba la cabeza, su zapatilla aterrizaría en mi cara. Cuando finalmente me incorporé, había alguien entre Eva y yo, sus amigos mirando la escena con extrañeza. —¿Abigail? —preguntó Eva, entornando los ojos—. ¿Qué…? Yo quería hacer la misma pregunta, con la misma entonación de completa perplejidad. Yo no la conocía, no tenía por qué estar ayudándome; pero era más que eso. No tenía por qué estar ayudándome. Me levanté de un salto. —Sí… —respondió Abi, con desdén—, soy yo. Nos conocemos de hace años, por qué la sorpresa —miró sobre su hombro, hacia mí y luego hacia los amigos de Eva. Me permití mirar a mí alrededor también, había una pequeña multitud en el comedor, alejados de nosotros, Llass y Nu parecían estar en estado de shock—. No sé qué tengas contra ella, pero dudo que esto sea necesario; al menos dale una oportunidad de defenderse. Abi estaba siendo demasiado formal, siendo lógica en un logar dónde la lógica raramente importaba. Tomé su hombro para llamar su atención y cuando la tuve, la miré hacia arriba; dándome cuenta de que su altura debía haber asustado a Eva, que aún estaba ahí, pero ya no riendo. —No necesito ayuda —reclamé, y apreté su hombro para tratar de transmitirle lo que en verdad quería decir. Ayudarme era firmar una sentencia, y yo podía soportar algunos golpes, estaba acostumbrada. —Tienes sangre en la cara —respondió ella en voz baja, para que solo yo la escuchara, pero aún así sonó como una exclamación, como si estuviera regañándome—. Si necesitas ayuda. Negué con la cabeza y solté su hombro, luego la empuje hacia un lado, no sin esfuerzo. La vi trastabillar y mirarme con enojo, mantuve su mirada con seriedad por un momento y algo en sus ojos cambió, una señal de entendimiento. —No necesito ayuda —repetí, mirando a Eva. Pasé una manga por mi mejilla y encontré que en verdad tenía sangre, quien me había golpeado en la cara debía tener anillos.
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Eva dio un paso adelante y luego suspiró, hizo un gesto a sus amigos y todos se dispersaron por el comedor, eventualmente desapareciendo. Me quedé un momento en mi lugar, con los ojos cerrados; no fue tan malo después de todo. Sintiendo los ojos de Abi aún en mí, caminé hacia Nu y Llass, que no dijeron nada; le di una palmada en la espalda a Nu, y él dejó de encorvarse, levantó la cabeza y me sonrió. … Mis amigos dejaron mi habitación después que les demostré que no tenía ninguna herida más que próximos moretones y el corte; luego me dejaron para llevar a cabo sus planes de ir a las calles comerciales para “aprovechar la tarde”; a mí me parecía ridículo siquiera pensar en salir con el calor atacando a todo el Sector, pero creo que gran parte del edificio siguió premisas similares a la de mis amigos, porque reinaba el silencio. Yo planeaba estirarme en la cama y seguir con mi libro, para distraerme del dolor que palpitaba en los lugares que cada uno de los golpes había llegado, pero la patada en la espalda era la peor de todas y se magnificaba cuando mi colchón la tocaba. Cuando estaba a punto de estirarme boca abajo, alguien golpeó suavemente mi puerta. El marco de mi puerta presentó a una intranquila Abi, con el corto cabello despeinado obstruyéndole la vista y la respiración un poco agitada; debía haber estado corriendo. No mostraba la misma sonrisa que llevaba en el comedor cuando comenzó a hablarme, ahora tenía una máscara de preocupación y seriedad mientras miraba sobre su hombro. Recordé a los amigos y clientes de mi hermano, cuando llegaban a nuestro pequeño departamento; siempre llevaban esa máscara. —Necesito tu ayuda —murmuró, amagando un paso hacia dentro. Tendría que haberle cerrado la puerta en la cara y volver a mi libro como si nada hubiera pasado, pero no pude evitar realizar la misma maniobra que había visto hacer a Adam, mi hermano, cientos de veces. —Es por esa enciclopedia… ¿Verdad? —dije en una voz audible, haciendo un gesto que dejara en claro que estaba armando una pequeña cubierta—, Jonah me dijo que ibas a pasar a buscarla. —S…sí, él lo necesita para el Centro. —siguió ella, con una terrible voz acusadora. Fruncí el ceño en desaprobación por su actuación y me moví de la puerta para que entrara. —Pasa, tengo que buscarlo… debe estar cerca de esa pila de novelas. Una vez cerrada la puerta, me volví hacia ella, sin tener idea de qué esperar.
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—¿Qué quieres? —pregunté a la defensiva—. Espero que no tenga que ver con lo que pasó allá abajo. Abi contuvo una mueca y luego negó con la cabeza. —No, no tiene que ver contigo y tu inexistente instinto de sobrevivencia — respondió con sarcasmo—. Tu tal vez no necesites ayuda… pero yo si la necesito. Era algo ilegal, estaba segura. Por mi mente pasó la idea de entregarla a Protección Sectorial, tal vez me darían una entrada directa a la Academia, por beca de “habitante ejemplar” o algo así. Aunque deseché la idea cuando la vi en medio de mi habitación, era mucho más alta que yo y no había forma de que pudiera inmovilizarla, además, por los músculos de sus brazos debía tomar en serio los deportes que hacía en el Centro; no dudé que al mismo tiempo que se enfrentó a Eva con palabras, estaba lista para romperle la nariz. —¿Será seguro hablar aquí? —preguntó pálida mientras examinaba todo con la mirada. Estaba aterrada con lo que fuera que había hecho—. No habrán micrófonos, o cámaras…— finalmente se acercó a la ventana y cerró la cortina. —No, es seguro aquí. —Bien —dijo, desplomándose en mi silla de escritorio— no sabía a dónde ir, y estaban esos rumores de tu hermano y tú... —cerró los ojos, al parecer tratando de ordenar sus ideas. Por un momento creí que iba a desmayarse, pero luego me fije un sus manos; una de ellas temblaba levemente. Entonces entendí. Frente a mí tenía a una Nativa Digital, la clase social que vivía en las Ciudades y manejaba Nexu, los que nos recluían en los Sectores y educaban para mantenernos a raya. Porque nosotros éramos retrógrados en comparación a ellos; necesitábamos dispositivos de conexión para acceder a la Red, mientras ellos solo necesitaban concentrarse, dejando solo un pequeño temblor de la mano izquierda para delatarlos. Como Abigail hacía ahora. Traté de pensar por qué una nativa estaba viviendo en el edificio y actuando como uno de nosotros. Alguien como ella debía estar en las Ciudades, junto a los suyos, atendiendo a sus Centros. Recordé a nativos clientes de mi hermano y a los que yo había conocido por las calles de la Ciudad, absortos en la Red mientras caminaban encadenados de por vida al acceso por los chips implantados de recién nacidos; haciéndose cada vez más adictos a la Conexión, y sin poder alejarse mucho del perímetro con señal local de cada calle, porque quedarse sin ella suponía un ataque de pánico. 12
Viendo a Abi pálida, usando la débil conexión del edificio, pensé en los clientes que había conocido durante mi trabajo de proveedora de Inhibidores de Transmisión Sináptica, lo único que había mantenido oculto de mi hermano. Abi abrió los ojos, mostrando un mejor aspecto. —¿Sabes que habrá un censo? —me preguntó, con la voz menos temblorosa. —No —dije, como si no me hubiera dado cuenta de su secreto. Pero su pregunta me extrañó, los censos se anunciaban tres días antes de ser efectuados, y podían ocurrir en cualquier momento; a veces pasaban años sin ellos y otras se hacían dos o tres al año, para tomar por sorpresa a la población. Por ellos, mi hermano y yo debíamos estar siempre preparados con todas nuestras identidades falsas, procurando que todos los datos de identificación coincidieran; si nos equivocábamos, notarían la incongruencia de inmediato— ¿Cómo sabes? —El gobierno manda avisos a los ciudadanos de mayor nivel de ciudadanía, un mes antes de los censos —respondió—, para que arreglen sus asuntos con tiempo. Conservo algunos amigos de mi otro Centro, y sus padres recibieron el aviso. Crucé los brazos y me apoyé contra la pared, tratando de imaginar a Abi vestida en uno de esos ridículos y pulcros uniformes de Centros de Ciudad; tal vez con un corte de pelo más tradicional que el que traía ahora. Luego junto a ella, apareció un niño pequeño vestido con el mismo ridículo uniforme en versión masculina. —Jonah… —dije consternada, olvidando por completo el tema de los censos y aún visualizando al niño, solo que ahora lo veía siendo arrastrado de su mundo para caer en el poso que era el Sector IV— ¿De verdad es tu hermano? ¿Él también es Nativo? Abi, que no parecía sorprendida de que ya hubiera notado su verdadero origen, asintió con pesar. Iba a decirme algo, pero la detuve a tiempo. —No quiero mucha información. Solo dime qué quieres —traté de ser lo más cortante posible, dejando a un lado la preocupación por Jonah— ¿Qué pasa con el censo? Dijiste que necesitabas ayuda. —Sí —pareció entender mi indirecta—. No puedo dejar que nos censen, aunque no es por nuestra identidad —afirmó, levantándose de la silla—, Jonah y yo hemos estado viviendo aquí y asistiendo al Centro con identificaciones, antecedentes y códigos falsos, aunque nuestros registros originales en el sistema aún están allí; los datos en nuestros tatuajes fueron modificados para
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redirigir el escáner a nuestras identidades falsas en los archivos. Es un trabajo muy bien hecho. —No me tienes que dar una clase en robo de identidad —le reproché, ya que describía exactamente como yo había estado viviendo por años. —No, no es robo. Gastamos mucho para que un hacker creara identidades falsas, para evitar problemas. —Oh… Pero hay un problema. —Somos imposibles de detectar por medios convencionales... pero —bajó la mirada al suelo, parecía avergonzada—, el problema es que soy inestable — concluyó en voz baja, y levantó la mano izquierda frente a sus ojos. —¿Qué…? ¿No lo controlas? —Desenredé mis brazos y me acerqué para examinar su mano. La tomé con algo de brusquedad al tiempo que volvía a temblar; sus músculos estaban tensados y sus uñas pálidas, casi blancas, al contrario de su otra mano. Cualquiera que hubiera visto a un adicto a la Conexión identificaba el síntoma, y yo lo identificaba muy bien. —¿Eres inestable o adicta? —le pregunté luego de soltar su mano, sin poder evitar sentir aversión hacia ella. —¿Eso importa? —me dio la espalda y evitó la pregunta—, el punto es que, los censores son nativos y me descubrirán enseguida si estoy así para el día del censo, pondré a Jonah en peligro —y agregó en casi un susurro—, no puedo hacer eso, se supone que tengo que protegerlo. Aunque yo ya sabía cuál era la petición que venía a continuación, propuse con inocencia fingida. —Entonces deberías dejarlo aquí, y tratar de esquivar a los censores lo más posible. Aunque te encontrarían de todos modos, puedes tratar de borrar tu identidad falsa para que no te relacionen con ella; de esa forma Jonah estaría a salvo… de lo que sea que te estás escondiendo. —No —se volteó hacia mí, casi riendo—. Debo estar con él. Lo que necesito son inhibidores, y tú debes saber cómo conseguirlos. Abi quedó expectante a mi respuesta, mirándome como si su vida dependiera de lo que fuera a decirle. La nativa me estaba pidiendo que rompiera la ley para ayudarla, algo que no había hecho hace tiempo; las palabras de Adam resonaron en mis oídos… “Trata de no romper ninguna ley…al menos ninguna importante” Proveer de inhibidores a los Nativos rompía muchas leyes importantes y considerables… aunque no se comparaba a la mitad de las cosas que se 14
traficaban en el Sector. Los inhibidores de transmisión eran considerados como sustancia ilegal para el consumo injustificado, y solo se administraban en los hospitales de los Nativos como una especie de tranquilizante. Mi tiempo en el mercado de los inhibidores me traía buenos recuerdos, momentos de abundancia. Sonreí involuntariamente a Abi, que sonreía también ante lo que supongo era una expresión de reminiscencia feliz en mi cara. —Puedo conseguirte un poco —le respondí, sintiéndome como una benevolente ser humana. Tratando de imaginar que ayudaba a dos nativos maldecidos con la implantación de chips de conexión sin su consentimiento; y obligándome a olvidar que estaba tratando a una desagradable adicta millonaria, que no podía estar más de cinco minutos sin acceder a la Red. —Tú… ¿Conoces proveedores? —Sí, pero yo también vendía. Normalmente me negaría a ayudarte, pero como ya me dijiste que eres millonaria… no me puedo negar —fui hasta mi escritorio y de uno de los cajones saqué papel y lápiz, escribí dos cifras demenciales en el papel y se lo entregué—, si quieres que lo consiga dentro de esta semana, te saldrá eso —dije, indicando el número mayor—; si no estás tan apurada, podemos conversar desde este otro número. La palidez volvió a su rostro. —Puedo negarme… puedo buscar un proveedor por mi cuenta, puedo… — se detuvo en medio de la frase, sabiendo que lo que decía era imposible. Quien había hecho el trámite con los hackers, no era ella; a Abi solo le habían entregado la identificación e indicaciones de qué y qué no hacer para mantenerse oculta. ¿Dónde estaba esa persona para ayudarla ahora? Ella solo era una joven nativa asustada. “Inestable y asustada” Me corregí, al ver su mano temblar de nuevo. —No estoy apurada… el censo es en más de tres semanas. Asentí, y tomé el libro que había estado leyendo de una de las pilas que había en el suelo. —Si alguien pregunta porque hablas conmigo, solo di que… te estoy ayudando en literatura o algo así —podía ser verdad, a veces ayudaba a Nu. —Pero estamos de vacaciones. —¿Cómo te va en literatura?
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—Horrible, ni sé por qué tienen ese ramo inservible en los Centros de Inmigrantes. —Necesitas ayuda entonces —Abi pensó un momento y luego asintió. —Algo más —recordé—, di que me estás obligando a ayudarte. No los hagas pensar por un momento que somos amigas, lo que hiciste hoy fue un error. —Era injusto, yo… —Sí —concedí, saber que Abi era una nativa cambiaba las cosas. Ella, aunque había vivido años en el Sector, aún tenía esa forma de hablar lógica y a veces formal—, pero espero que no vayas corriendo a ayudar a cada persona que están golpeando, porque las cosas no funcionan así aquí. Que sea justo o no… no importa. Las cejas de Abi se contrajeron en una expresión que no supe discernir como enojo o preocupación, luego de unos segundo asintió y murmuró un “gracias” Una vez que salió de la habitación, traté de volver al libro… pero fue inútil, así que tomé mi computador y me conecté a la Red; como lo hacían las personas comunes y corrientes del Siglo XXI antes de que el clima las obligara a esconderse bajo tierra; con un dispositivo de acceso portátil. Ahora, que teníamos el Control y a Nexu, solo los Inmigrantes usábamos estos, y una serie muy variada de otros dispositivos que yo no me preocupaba de obtener. Mi acercamiento al mundo tecnológico era muy limitado, y aunque tratara de mejorar en el uso del computador y la Red, no pasaba de cosas básicas. Aunque todo este tema tecnológico no me preocupa en lo personal, la mayoría de los inmigrantes trataban de acercarse lo más posible a su contraparte nativa, pasando todo el tiempo que les era posible en la Red, con sus dispositivos de acceso pegados en las manos y ojos. Existiendo varias clasificaciones de adicción para nosotros. Finalmente todos acababan ahogándose en eso, que no era visto como un problema, así que no existían tratamientos. Al pasar los años, Llass y Nuá comenzarían a trabajar y podrían costearse sus dispositivos, desecharían el que nos era dado por el gobierno, y se lanzarían a la carrera involuntaria por ser mejor que sus amigos y compañeros de trabajo. Me desconecté de la Red. La sola idea de que las únicas personas que habían soportado mi carácter hosco, y que habían tratado de ser mis amigos, se convirtieran en Adictos de Dispositivo de Nivel 1, me provocó apretar los dientes hasta que dolieron. 16
Aunque la mayoría de las veces no aguantaba sus discusiones, o perdía los nervios tratando de enseñar algo a Nu, o perfeccionaba mi método para pretender que escuchaba hablar a Llass, mientras ella parloteaba sin cesar; no podía conformarme con que terminaran como todos los inmigrantes terminaban. Me recosté en mi cama, mirando al techo; adoptando el modo pensar en nada, como hacía cada vez que me entraba la necesidad de salirme del sistema y hacer algo ilegal para dejar de pretender que era una habitante ejemplar. Traté de concentrarme en las fisuras del techo, pero después de unos minutos, estaba repitiendo en mi cabeza. “Gy-3246… Gy-3246…AH009…SD192…” Mis códigos de habitante. Eran asignados y cambiaban cada seis meses, servían para distintas cosas; el Gy era el más importante, era el identificador principal, incluso más importante que el tatuaje de identificación. Era el código que debía decirse para que aceptaran otros códigos, cómo el AH, que era para acceder al dinero de apoyo estatal. Obviamente, Jonah y Abi habían sido capaces de falsificarlos también. Pero para mí, que ya no tenía a Adam, toda la vida se basaba en ellos, todo lo que hacía fuera del edificio requería códigos; retirar el dinero para dárselo a Rebecca, ir a la lavandería, tomar el metro, o un taxi, o un bus, comprar algo que necesitara para el Centro, entrar al Centro, salir de él, lo que fuera. Y debía saberlos de memoria, por eso, insultando mi mala memoria…yo repetía siempre que podía: “Gy-3246… Gy-3246…AH009…SD192…”
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2.Habían pasado algunas horas, cuando una idea me motivó a salir. Después de lograr ponerme de pie, tomé una chaqueta y volé por las escaleras hasta la recepción; donde nadie vigilaba la multitudinaria entrada y salida de los residentes. Ignoré a todos los conocidos que pasaron por mi lado mientras cruzaba la puerta, y me puse la chaqueta mientras sentía la brisa Sector IV. Caminé unas cuadras, y no tardé en internarme en las calles que tanto conocía y que tanto me gustaban, eran de las pocas que no cambiaban con los años; con tiendas pequeñas y familiares, comercio ambulante, artistas callejeros…era la parte de la ciudad donde yo había vivido, más pobre comparado con donde vivía ahora, inexistente para los Nativos de las Ciudades, pero de cualquier forma; era una de las partes más libres de Nexu. Saludé a unas cuantas personas mientras caminaba, muchas conocían más a mi hermano que a mí. Adam había ayudado a mucha gente solo con un computador portátil y un poco de ingenio; mientras yo solo había ayudado a un montón de adictos. Por alguna razón, me alegraba que él nunca se hubiera enterado de ese trabajo, o al menos, si lo sabía, que no me hubiera regañado. Esta gente respetaba a mi hermano secretamente, mientras los Nativos que lo arrestaron, estaban aterrados de él. Todos los Nativos estaban aterrados de los hackers, que eran solo inmigrantes. Los programadores Nativos habían llevado una batalla cibernética por el dominio de la red, claro que eso no se discutía abiertamente; una cosa era tener la mejor Conexión a la red que ha existido jamás en la historia de la humanidad, y otra, completamente diferente, era tener la capacidad de usarla a su máxima capacidad. Los Nativos corren, los mejores apenas tocan el suelo, los expertos vuelan; pero llegar de un lugar a otro, en el mundo de la red, no te hace dominar el trecho que cruzaste. Los Hacker dominan cada lugar que pisan, mientras trotan y pisotean las redes personales de los Nativos, borrando sus cuentas bancarias, quitándoles sus trabajos, asaltando sus búsquedas, manchando sus historiales, robando sus dominios y posicionando virus como minas. El departamento de Protección de Nexu tenía su propia sub-división para lidiar con hackers, la Protección de Red; entidad diferente a los Protectores Ciudadanos y Sectoriales, que eran simples policías. La Protección de Red había descubierto a mi hermano, Adam; y rastreaban de la misma forma a todos los posibles hackers o cómplices. Identifiqué la calle por la que quería doblar y miré a mi alrededor antes de dirigirme hacia ella. Me deslicé por la calle sin autos, iluminada solo con dos postes de luz tintineante; era un lugar peligroso por definición, pero los jóvenes sentados en la acera, riendo estruendosamente no me preocupaban. Me acerqué con paso calmo hacia ellos, como si solo se me hubiera ocurrido pasar
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por esa calle en medio de un paseo. Vi cómo uno de ellos apuntaba a otro hacia mí, y este se ponía de pie, curioso. Lo reconocí entre las sombras por su característica chaqueta de oficial de Protección, robada hacia ya varios años, y el falso cabello rubio rapado a los lados y más largo al centro; pero ni él ni los demás me habían reconocido aún. Me fijé en cómo se ponían en formación de “no pasarás sin una buena razón” pero dudaban y se acomodaban en “no pasarás hasta que nos entregues cada moneda que traes encima”. Sonreí al recordarlos cómo niños, asustados de que sus padres supieran que habían robado un paquete de dulces de la confitería. —¿De qué te ríes? —preguntó con seriedad él que estaba al lado de Erick, el líder; quién aún intentaba reconocerme, pero era incapaz porque yo me había detenido antes de que la luz del segundo poste me alumbrara. —Del pasado… —respondí sin alzar la voz, y sonreí de nuevo al notar que algunos de ellos contenían la respiración al identificar mi voz. Había pasado bastante tiempo desde la última vez que nos habíamos visto, y esa vez no fue exactamente agradable. Erick, deshizo la formación con un gesto y me habló en voz hosca, mientras los demás no sabían si acercarse a saludar, o alejarse de la discusión que estaba a punto de armarse. —¿Qué quieres? —con ese mismo tono de voz había terminado la discusión de hace un año y medio, él no la había olvidado, pero para mí seguir con lo mismo era una pérdida de tiempo. —¿Qué te hace pensar que quiero algo? ¿No puedo pasar a saludar? —Le devolví la pregunta con sosiego, acortando en trecho que me separaba del grupo. Supongo que ver mi cara relajada y mi ropa comprada con dinero estatal solo acrecentó su furia, porque cerró el puño con fuerza y miró hacia el suelo tragando las palabras que quería gritarme. Los demás aprovecharon el momento y pasaron por su lado a saludarme, los abracé cómo si no los hubiera visto hace siglos, todos habían cambiado tanto que no pude almacenar cada detalle nuevo que encontraba en ellos. Estos eran mis viejos amigos: Andra, Silvea, Sofil e Isaac. Me senté con ellos, y mientras respondía preguntas acerca de mi nueva vida, me pregunté si alguna vez Erick me perdonaría por haberme ido a la vida sencilla del Sistema, me pregunté lo mismo que cuando le conté mi decisión y él comenzó a gritarme. ¿Por qué, de toda la gente que me conocía, él era el
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único que se había opuesto rotundamente? Aunque nunca importó lo que mis amigos pensaran u opinaran, todos ellos tenían familias. —¿Estás metiéndote en peleas? —preguntó Sofil, apuntando al corte en mi mejilla; su tono no era de preocupación, era de reprimenda. —No por voluntad propia —respondí, encogiéndome de hombros—. Tengo un club de fans en el edificio, y por eso, me refiero a gente que quiere aplastar mi cabeza entre el suelo y sus pies. Después de quince minutos de conversación, me aventuré a hablar cosas serias. —Me pidieron inhibidores —comencé. No me extrañé al ver sus caras de sorpresa, ellos sabían de mi trabajo, pero yo nunca antes había querido hablar mucho del tema o incluirlos en la venta—. Se supone que es poco, pero ya que voy a conseguirlo… podrían ayudarme a vender lo que sobre en la ciudad… veinte dosis —concluí de forma sencilla, no quería darles detalles de cómo lo conseguía, ni de por qué podía obtener tanto. Sentí cómo se formaba silencio en el círculo, era decisión de cada uno decir sí o no, pero había un acuerdo silencioso desde nuestro días de infancia en el que debían tomar decisiones en conjunto, fuera lo que fuere; así que me mantuve al margen mientras los cinco discutían las ventajas y desventajas de mi oferta. Por supuesto, la cantidad de desventajas no podría ganar contra la cantidad de dinero que podían sacar de veinte dosis de inhibidores; y aunque yo lo hubiera conseguido, y me quedara con un porcentaje mayor, ellos se llevaban una parte más que considerable para cada uno. —Te ayudamos, pero va a tener que esperar unas semanas —me respondió finalmente Andra, mientras el grupo terminaba su charla, ella era la mayor y lejos la más centrada entre todos ellos, pero en esta oportunidad se escuchaba un poco nerviosa. No quise preguntar por razones, así que me limité a asentir ante la respuesta, dos semanas era una fecha perfecta. —¿No tienes que irte ya? ¿No tienes toque de queda o algo así? —preguntó Erick, ocultando su enojo con una falsa preocupación; para luego recibir un codazo y una mirada de disgusto por parte de Silvea, que durante el tiempo sin vernos, había cambiado más que en todo el tiempo que nos habíamos conocido. Aunque me molestó el comentario de Erick, tenía razón, debía haber llegado al edificio hace algunos minutos, pero había salido de él pensando que me pasaría del horario por varias horas. Así que lo ignoré y comencé a explicarles el plan para las próximas semanas:
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En dos semanas, nos reuniríamos en la ciudad y venderíamos cinco inhibidores al día. Había que evitar cualquier uso de locomoción que fuera hacia la ciudad o que sirviera dentro de la misma; ya que no queríamos que hubiera registros de nuestros códigos en ese sector, en esos días. —¿Por qué? Si pescan a alguien usando inhibidores sin una licencia o receta médica, enviarán de inmediato un reporte a todos los hospitales pidiendo un chequeo de sus suministros, lo cual apuntaría todos los indicadores al hospital del que yo voy a extraer las inyecciones; que es el único del Sector IV, por lo tanto… harían una revisión de Códigos Sectoriales para identificar a las personas con su hoja de vida manchada solo en esta parte muy específica del país, en ese primer filtro, todos ustedes y yo somos sospechosos, luego verificarán qué han estado haciendo esos códigos en las últimas semanas; separan por sospechosos más importantes a todos los que habían hecho uso de sus códigos hacia y dentro de la Ciudad. Los demás somos dejados a sospechosos secundarios. »Por eso: No transportes, no comprar en tiendas, no conectarse a la Red con dispositivos que podrían ser rastreados, tratar de pasar desapercibidos, ignorar si vemos a alguien conocido que no sea un potencial comprador. Y lo más importante, que jamás nos vean en grupos de más de dos; si ven a uno haciendo una transacción, pues ese debe quedar a su suerte. Esperé a que asintieran ante el plan, las reglas y precauciones. Pero todos parecían un poco perplejos. —¿Por qué no consigues los inhibidores en un hospital de otro Sector? — aventuró Erick. —Porque es más difícil ir de un sector a otro, que a la Ciudad —respondió por mí Isaac, el menor del grupo, que era al mismo tiempo el más perspicaz entre todos nosotros—; es posible llegar a las Ciudades a pie, porque los Sectores están rodeándolas muy de cerca, pero entre cada Sector…Protección se vuelve imposible —volvió su atención hacia mí—. ¿Cómo sacas inhibidores del hospital? Cuanto menos supieran mejor, comencé a abrir la boca para evitar la pregunta con algo intrascendental, cuando todos giraron la cabeza hacia el punto contrario por el cual yo había llegado. Un hombre enfundado en un abrigo caminaba hacia nosotros. —Todo listo Erick —dijo el hombre una vez llegó a nuestro lado, se secó las manos de sudor antes de meter una por la solapa del abrigo para sacar una bolsa—, perdona la hora, he estado hasta el cuello esta semana.
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Entregó la bolsa a Andra que la revisó con detenimiento mientras un incómodo silencio se posaba en el momento, Erick mirando fijamente al hombre, que continuaba sudando aparatosamente. —Está todo —informó Andra, y el hombre dio un suspiro de alivio. El grupo se puso de pié al unísono y Sofil hizo un gesto al hombre para que se le acercara, entregándole el dinero que esperaba. Luego volvimos a quedarnos solos. —¿Quieres venir con nosotros, Ayn? Algunas personas han preguntado por ti en ese bar al que íbamos. Podríamos ir allá a vender esto —propuso Sofil, apuntando a la bolsa. —Eh… No creo que sea buena idea, tengo que volver al edificio —respondí, segura que ir a un bar sería abusar de mi suerte con Rebecca. —Como sea, no puedes volver por ese camino. Hay agentes a dos calles — anunció Isaac, mirando un dispositivo de conexión en sus manos. Se colocó en los ojos las gafas que mantenía sobre la cabeza, accediendo a aplicaciones que yo no conocía—. Tenemos que movernos ahora. … —¿Ayn? No puede ser ¡Mira! Te dije que no se había ido a un reformatorio. Saludé con un gesto a la sexta conocida que me localizaba en el bar. La música no lo suficientemente fuerte como para bloquear a quienes me reconocía al instante. Se había vuelto un juego en la mesa beber cada vez que yo me sonrojaba. —¿A cuántas de esas pobres niñas les rompiste el corazón? —bromeó Erick suprimiendo una carcajada. Le lancé una mirada amenazante, pero aun así pensé en ello. Estábamos en uno de los bares gay menos reconocidos del sector y era, en consecuencia, el que yo había comenzado a frecuentar en ese año que había comprendido que los hombres iban a quedarse solo como amigos. Había sido un poco imprudente durante esos años, pero aún así Erick estaba exagerando. Me levanté de mi silla en un impulso y comprobé con admiración que ni siquiera había comenzado a marearme, pasé entre la gente con dificultad hasta que al fin llegué a la fila del baño. Esperaba que Nu y Llass me estuvieran cubriendo, sino habría un infierno cuando volviera al edificio. —Oye —escuché tan cerca de mi oído que di un salto—. ¿Estás aquí porque tus amigotes te obligaron o por que en verdad eres lesbiana?
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Reconocí la voz de inmediato y automáticamente me alejé un metro de su dueña, volteé hacia ella para comprobar que estaba en lo correcto y no pude evitar dar un gruñido de enojo. —¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunté a una ebria Abi con un tono entre alarmado y aterrorizado. La nativa llevaba una chaqueta de cuero al hombro y un poco de maquillaje que no estaba ahí cuando habíamos hablado esa tarde. —Yo… suelo venir aquí. ¿Qué estás haciendo tú aquí? Creí que andabas con Nuá… ¿él está aquí también? —aventuró, aprovechando su altura para mirar por sobre la multitud. —No, Nu es un amigo. Y no te importa lo que estoy haciendo aquí. Aparte… no deberías estar hablándome, creí que eso era parte del trato. —Lo siento, tomé tanto que no sé lo que estoy haciendo —miró el vaso en su mano y sonrió—. Ni siquiera sé lo que hay aquí. Ahogué una risa y miré alrededor. Nadie nos ponía atención y deseché la aprensión de tener a la nativa cerca; ni siquiera tenía los inhibidores en mi poder y ya estaba preocupándome. —Y tú ¿Estás sola? ¿Cómo vas a volver al edificio? —pregunté, tomando la atención de Abi de su vaso hacia mí. —Em… —meditó por un momento, mirando al horizonte irregular que formaban las cabezas de la gente—. Siempre consigo que alguien me acompañe hasta el edificio… después Rebecca me regaña por una hora antes de dejarme ir a dormir. No puede echarme ¿sabes? Si no tendría que echar a la mitad del edificio que se pasa del toque de queda. Ese es un secreto que solo un grupo privilegiado sabe… es mejor no reportar problemas al Sistema. Avanzamos otros dos puestos en la fila mientras Abi hablaba, y luego, como en un fugaz momento de lucidez, sacudió la cabeza y dijo. —Tú no quieres entrar a ese baño, es asqueroso. Ven —tomó mi mano y de un tirón me sacó de la fila—, conozco a los dueños de este lugar y me dejan usar su baño. Traté de soltarme pero incluso ebria, Abi era capaz de arrastrarme entre la gente con el mínimo de fuerza. La escuché saludar a alguien y antes de que me diera cuenta, habíamos cruzados dos puertas, subido una escalera y atravesado un corredor. —Aquí es —dijo, soltándome y dejándose caer contra la pared—, te espero aquí… es un poco difícil volver.
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Asentí y entré en el baño privado, ahora un poco mareada después de seguir la espalda de Abi por lo que había parecido una eternidad. —Uh, creo que ya sé lo que había en el vaso —dijo, cuando yo ya me lavaba las manos—. Es esa cosa que tus amigos estuvieron vendiendo hace rato, cómo se llamaba… hl… hu… —¿HC1? Ese es un simple desinhibidor, no te va a pasar nada a menos que te hayas tomado más de dos pastillas —le informé, cerrando la puerta tras de mí y fijándome mejor en el corredor por donde habíamos llegado; piso, techo y paredes eran de frío cemento, a nuestra derecha otra puerta y a la izquierda el camino por el que debíamos volver. Miré a Abi para indicarle que nos fuéramos, pero la encontré con una extraña expresión en la cara. —¿Qué pasa? —Ayn, creo que esa tipa que estuvo comprándome tragos puso más de dos pastillas en el vaso… —¿Cómo cuantas más? —Ci…Cinco, o seis —respondió en un susurro, y como si hubiera dicho la cosa más graciosa del mundo, comenzó a reírse a carcajadas para luego parar de golpe y añadir con seriedad—. Voy a morir ¿verdad? Ayn, por favor cuida de Jonah. —Tranquila —dije alarmada—. ¿Estás acelerada, sudando, te duele el pecho? —interrogué mientras me acercaba a ella y ponía mis dedos en su cuello para sentir su pulso. Abi asintió entrecerrando los ojos, su pulso estaba acelerado pero no tanto como para llamar a una ambulancia; me relajé y puse mis manos en sus hombros para sacudirla un poco. —Estás bien, solo tienes que descansar. —Pero, no creo que eso sirva —dijo entredientes, y en un movimiento, la nativa me había atrapado con sus brazos y empujado contra la pared. Sentí que una presión en la base de mi espalda me empujaba hacia arriba y solo quedaba afirmada por Abi y la punta de mis pies, aún con las manos en sus hombros, traté sin éxito de empujarla; su aliento con fuerte olor a alcohol estaba en mi cuello mientras yo tenía una limitada visión del cemento que nos rodeaba. —Suéltame —le ordené secamente. Traté de ignorar el calor que se deprendía a través de su camiseta, y cómo una de sus manos subía por mi espalda hasta y enredarse en mi pelo con poco cuidado. Pero mi mente calculó 24
contra mi voluntad el tiempo que había pasado desde que alguien me había abrazado de esa forma, había pasado demasiado tiempo—. Abi, son las pastillas… suéltame por favor. —Solo fue una pastilla… —dijo a mi oído—. Quería ver como reaccionabas. Había pasado tanto tiempo. Me aferré con ambas manos a la tela de la camiseta de la nativa, y traté de respirar con normalidad. —¿Por qué estás tan tensa? No pretendas que no has hecho esto antes, tienes una reputación aquí —bromeó y rió, su respiración haciéndome cosquillas en el cuello. Con precaución, Abi aflojó el agarre a mi espalda y deslizó su mano a mi costado, ahora yo misma manteniéndome en la punta de mis zapatos. La dejé levantar mi cabeza, hasta que sus labios encontraron mi cuello y tantearon hasta comprobar que yo no quería salir corriendo. Se entretuvo un rato que no me pareció suficiente mientras yo presionaba su cabeza con mi mano en un intento de sentirla más cerca. No podía comprender cómo estaba dejando a una nativa hacer eso, no tenía lógica para ninguna de las dos, pero eso le daba algo especial a la forma en que sus ojos me pedían permiso para besarme. No se lo di y tiré de ella hasta que logré robarle la oportunidad. —quizás… tal vez… sea mejor… —intentó decir Abi algunos minutos más tarde—, si entramos al baño. Estaba a punto de asentir cuando escuché a alguien carraspear desde la izquierda. Abi dejó caer la cabeza en mi hombro y gruñó. —Este es el peor momento que pudiste haber elegido para aparecer. ¿Qué quieres? Miré al recién llegado como despertando de un sueño y traté de no reírme. Estaba rojo y tuvo que aclarar su la garganta antes de tomar un tono serio. —Alguien vio oficiales en la calle y creen que van a hacer una revisión. Me mandaron a avisarle a todos los que estuvieran por estos lados. —No tenemos nada ilegal encima —le reñí, separándome de Abi, que se dispuso a recoger su chaqueta del suelo. —Bueno, son menores de edad y han estado bebiendo… …Casi me encerré en el baño con una nativa… eso tenía que ser ilegal de alguna forma, pensé irracionalmente. Le agradecí con un gesto y agarré la manga de Abi para indicarle que teníamos que irnos. 25
Estábamos casi fuera del local, cuando ella tiró de mí haciendo que camináramos más lento. —Ya están aquí —me comunicó, apuntando con cautela hacia dos uniformados que caminaban entre la multitud —, debe haber uno de ellos controlando la salida. Suspiré con agobio. No había nada que hacer. … ¿No debían ser los nativos casi como máquinas? Fríos en todo sentido y con las mentes perdidas en otras dimensiones. Pero incluso entonces, sentada en la oficina de Rebecca con un empleado del Sistema gritándonos, podía sentir el calor del brazo de Abi tocando el mío. —Esto es más que inaceptable —decía el cansado inmigrante por tercera vez—. No podemos permitirnos situaciones así. Tampoco podemos permitirnos más homosexuales mezclándose en los Edificios de Ayuda Estatal, se supone que tenemos que seguirlos hasta que forman una familia con un hijo; cada uno de ustedes es un pequeño fracaso financiero. —¿Y qué quiere hacer con nosotros, exiliarnos del país? —riñó Abi, que tenía energía para discutir incluso con resaca—. Además, no hicimos nada malo…solo —me miró de reojo y desvió la mirada al instante, los mechones más largos de su pelo ondeando desordenados—, solo tomamos un poco. —Sí, ese es uno de tus menores problemas —continuó el hombre, tomando una carpeta del escritorio—, tu examen toxicológico llegó y encontramos otra sustancia, eso es suficiente para mandarte a un reformatorio hoy mismo. Abi se tensó y por primera vez desde que entramos en la oficina, se quedó sin palabras. —Pero ella tiene a un hermano que cuidar aquí, no puede echarla —dije, incorporándome más en la silla, el hombre me miró como si recién se diera cuenta de que estaba ahí—. Y… ¿no dijiste que alguien te estaba comprando tragos? La gente siempre está poniendo pastillas en los vasos, no tiene como probar que no fue así. —Mi trabajo no es absolver irresponsabilidad —concluyó, y se sentó al escritorio—. Enviaré la orden para la transferencia ahora mismo. Pensé en algo que pudiera cambiar la decisión del empleado del Sistema, algo lógico a lo que no pudiera encontrarle resquicios para que dejara a Abi tranquila.
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—Ayn, no te preocupes —murmuró ella, sujetándome del brazo para evitar que hiciera algo que me llevara a un reformatorio también—. No me voy a ninguna parte. —¿Y qué te hace pensar eso? —preguntó el hombre con una sonrisa torcida, levantando solo levemente la vista de su computador. —Bueno —comenzó la nativa, aún sin soltar mi brazo—, si me da un minuto, puedo transferir el doble de su sueldo anual a su cuenta. ¿Le interesa?
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3.Era como si la única forma de que las horas avanzaran fuera lazar las manillas del reloj. —¿Estás bien? —preguntó Llass, más preocupada que la última vez que me lo había preguntado. —Ayer y hoy pasaron cosas, Llass… no sé qué tanto te convenga saberlas —respondí con los ojos cerrados. Había estado mirando mi plato por quince minutos cuando mi amiga me sacudió e hizo notar que todo el edificio sabía que Abi y yo habíamos sido traídas a las dos de la mañana por oficiales de protección y que habíamos pasado un buen rato siendo regañadas por el empleado del Sistema. Y no me importaba en lo más mínimo. Me sentía incapaz de poner pensamientos en orden y lo único en lo que podía pensar era lo último que Abi me había dicho antes de desaparecer para hacer un viaje rápido a la ciudad. —Supongo que tenemos que hablar… voy a tu habitación cuando vuelva. Apreté más fuerte los ojos como si eso ayudara a despejar mi mente. Abi se había vuelto un problema serio en solo cuestión de horas, en un problema que era nativo, millonario, adicto a la Conexión, posiblemente alcohólico y que tenía ojos oscuros en los que no podía dejar de pensar. Tenía que suprimir la ansiedad que sentía cuando recordaba que iría a mi habitación, de alguna forma tenía que también suprimir el recuerdo de lo que había pasado en el bar, pero sobretodo, tenía que eliminar y exterminar la imagen de la sonrisa que había aparecido en su cara al sobornar al empleado del Sistema. Yo odiaba a los nativos, y en consecuencia, tenía que odiar a Abi. Pero la lógica no parecía ser adecuada en la situación. —¿Estás segura de que estás bien? —volvió a preguntar Llass, esta vez poniendo una mano en mi hombro, abrí los ojos y vi que ya todos habían terminado de comer; solo yo y Llass en el comedor. —Me gusta alguien —confesé, y sonó como si hubiera descubierto que tenía una enfermedad fatal—. ¿Cómo se detiene? —¿Eso es lo que te tiene así? ¿No que todo el edificio haya descubierto que eres gay, o que el empleado del Sistema te haya dado un ultimátum para mandarte a un reformatorio? —Llass tenía el ceño fruncido, pero una sonrisa amenazaba aparecer en su boca—. Escuché que Eva está preparando un ataque; Eva nunca se prepara para nada… ni siquiera sus exámenes.
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—Llass… Eva no podría preparar algo inteligente aunque tú la ayudaras, estoy segura de que absorbería tu inteligencia y después se le escaparía por los oídos —me acerqué a ella y susurré en confidencia—. Nunca me ha gustado alguien realmente, solo jugué un tiempo sin preocuparme de nada, pero esto es diferente. No puede pasar. —¿Por qué? —Porq… porque —no tenía más razón que la obvia, Abi era una nativa, pero no podía contarle eso a Llass—, porque… —Deberías relajarte un poco —aconsejó mi amiga, y miró su reloj—, estoy segura de que estás exagerando todo como siempre. Tengo que ir a estudiar, tengo un control en la preparación para la Academia mañana. ¿Vas donde Nu? Asentí sin sentirme más relajada, nos paramos de la mesa y me dejé arrastrar por mis pies hacia la habitación de Nu. Abrí sin más la puerta y recibí un grito ahogado de sorpresa por parte del dueño de la habitación, que estaba en su escritorio, dormitando sobre un libro algebra. —Disculpa —dije, quitándome la chaqueta y lanzándola a la cama. —Si vienes a estudiar… no eres bienvenida —me amenazó Nu, tirando el libro a un rincón—. Tuve toda la intención de estudiar un poco para ir a la preparación con Llass, al menos para mantenerme allí más de una semana, pero me rindo… me vas a tener que soportar lo que queda de verano. —No te preocupes —reí— tendré con quien hablar —me senté en el suelo, con la espalda apoyada en la cama y cerré los ojos, enfocándome en mi cometido de relajarme. —Creí que ibas a desaparecerte por una semana para que no te preguntara por ayer —soltó, y lo escuché sentarse frente mí, en un acto que amenazaba con ser un interrogatorio. —No te daré ningún detalle —sentencié— quédate con la versión oficial. —La versión oficial me dice que fuiste a ese bar sin mi —dijo ofendido—, eso por si solo es imperdonable, a menos que me cuentes detalles. Estás haciendo algo ilegal ¿verdad? —¿Porqué tú y Llass insisten en saber esas cosas? Saben que es peligroso para ustedes, no deberías ni preguntarme. —Ayn, nosotros siempre supimos que viviste fuera del Sistema y que estabas metida en cosas complicadas, aun así te hablamos cuando llegaste al 29
edificio; no nos importa. Pero necesitamos saber al menos si estás en algo o no… ¿qué se supone que responda cuando Protección venga a interrogarme? Nu siempre hablaba con sinceridad, incluso cuando las verdades eran difíciles y nadie quería ponerlas en la mesa. Sostuve su mirada expectante y luego lo abracé. —Ustedes dos no pertenecen a este edificio, merecen algo mejor —dije al tiempo que lo soltaba—. Tú deberías haber nacido en una familia rica, rebelarte y dedicarte al arte, en un conservatorio en la Ciudad —fingí no notar que se sonrojaba, debía haber soñado con esa vida varias veces—. Llass… sus padres… la Academia, ya sabes. —Solo te estás desviando del tema —me reprendió, pero aun así sonrió. —No ahora, pero pronto voy a estar haciendo algo ilegal, solo a nivel de microtráfico —le informé—, ayer salí a coordinar con algunas personas, y ellos me invitaron al bar. Antes iba mucho ahí. »Y bueno, supongo que te interesará saber; de alguna forma terminé en un corredor aislado con alguien y fue… ya sabes, casi fue bastante serio. Y ahora estoy teniendo una crisis porque no puedo dejar de pensar en ella. —Ayn… eso es adorable. Llámala ahora y díselo, usa exactamente ese tono de voz y agrega en subtexto que quieres que la próxima vez no sea casi, sino de verdad serio. Estaba a punto de decirle que no era tan simple cuando un beep tomó la atención de Nu. Sacó su dispositivo de conexión y miró la pantalla. Nu se mantuvo en silencio por unos segundos, extraño de él, tanto que pensé que ya se había olvidado del tema, pero pronto comenzó a escribir compulsivamente. Estaba a punto de quitarle el dispositivo para molestarlo, cuando detuvo sus dedos y miró sorprendido de la pantalla a mí repetidas veces. —¿Es verdad? —preguntó entre medio escandalizado y medio fascinado. Lo miré sin comprender y explicó—. Hay distintos rumores en el edificio… —bajó la voz ridículamente, como si alguien pudiera escucharlo—. Ayer, Marcel del tercer piso le dijo a Rob del último curso que vio a Abi salir de tu habitación. —La estoy ayudando en literatura —dije, moviendo la mano como si el tema no tuviera importancia. Él me miró largamente, sopesando las posibilidades, luego movió la cabeza y negó categóricamente.
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—Hay más —siguió, volviendo a su dispositivo—. Según Marcel, estuvo bastante tiempo contigo, y se fue tal como llegó, con las manos vacías ¿Qué concluyes de eso? —Que los hombres de este edificio son muy chismosos —respondí, realmente sorprendida— Pero eso solo reafirma lo que dije. Aunque… — pensé, dándome cuanta de la falencia en mi cuartada. —Antes de entrar conversaron acerca de que ella iba a buscar un libro. Un libro para Jonah, la fuente es certera —Nu sacó todo su aire detectivesco para sentenciarme— ¿Por qué estuvo tanto tiempo en tu habitación si solo iba a buscar un cuento infantil? Y además… ¡ni siquiera se lo llevó consigo! —Primero, era una enciclopedia —lo corregí— segundo, empezamos a conversar… —Tú no conversas porque sí. —Pero después de que me ayudó con Eva en el comedor... no podía ser cortante y echarla tan rápido… —Ayn. Así eres con todos. Solo confiésalo. —Es ella —solté acorralada. Sabiendo que era mejor que Nu no supiera la real razón por la que Abi estaba en mi habitación esa tarde. Una sonrisa triunfal cruzó el semblante de Nu, mientras sus dedos comenzaban a escribir de nuevo. —Lo admites entonces. Te encontraste con Abi anoche, después de haber decidido el encuentro ayer en la tarde. Fascinante —asintió ante algo que apareció en su pantalla—. Claro, la historia oficial es que tú y Abi no estaban juntas en el bar, pero ya hay suposiciones. —Te agradecería si confundes a los chismosos un poco —murmuré—, quiero mantener en secreto lo de Abi… aunque no tenemos nada en realidad. —Deberías poder verte mientras dices eso, nunca te había visto así — guardó su dispositivo y me miró orgullosamente—. Creí que jamás llegaría este día, pero estoy muy feliz por ti, y prometo guardar el secreto. Incluso si me preguntan si sé algo, contaré el cuento de la tutoría. Llass ya lo sabe todo, desde luego. Traté de entender cuál era mi situación en esos momentos: nadie sospechaba del negocio de los inhibidores, pero si me relacionaban con Abi. Al final de cuentas, no había ocurrido nada catastrófico después de la noche anterior.
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—Yo venía a relajarme Nu, a olvidarme de todo el asunto. No me estás ayudando —dije, completamente rendida. —Disculpa, no pregunto más —se puso de pie y prendió un pequeño televisor que descansaba en el escritorio, entre los libros del Centro que su dueño pretendía olvidar durante las vacaciones. Pasaban las noticias en el canal cuatro. Había un canal por cada una de las seis ciudades de Nexu, pero por alguna razón, las únicas señales decentes eran las de la Ciudad IV, a la que mi sector pertenecía; y la de las Ciudades III y V. Nunca se podía llegar a un acuerdo respecto a volver a usar satélites, así que no conocíamos otra realidad televisada que no fuera la mujer Nativa inexpresiva, que leía rigurosamente unas noticias que no nos interesaban en lo más mínimo. —No sé para qué compré esta cosa —se quejó Nu—, las noticias de tres Ciudades llenas de Nativos son inútiles. Si al menos algún representante nuestro pudiera ganar el sorteo, de seguro que aprobaríamos la señal satelital y tendríamos algo más que ver. —Quieres decir… que un representante de la Ciudad de la somos parásitos gane el sorteo… —dije distraídamente, recordaba que cuando era pequeña, un Nativo de la Ciudad IV se había hecho con el máximo poder ejecutivo ese año; y había resultado ser un gran inútil. La suerte nos libró del desastre económico del siglo y fue necesario apurar el sorteo varios meses, desde entonces el IV no había vuelto a ganar. Traté de dejar a un lado mi odio por los Nativos y ver con calma la historia de los detectives que habían detenido a una gran red de tráfico de micro implantables sin licencias, la incautación tenía de todo; vitamínicos, rejuvenecedores, motivadores, relajantes, estimulantes de fibras neuronales artificiales y reales, musculares, además de una cantidad exorbitante de chips memoriales o tatuajes de memoria que extendían la capacidad cerebral. Me estremecí mientras mostraban a los Inmigrantes criminales subiendo a los furgones, con la cabeza gacha. Sentí que Nu me miraba por un segundo, él debía creer que yo había vendido todas esas cosas. Era cierto, el negocio principal que realizábamos con el grupo de Erik era la venta de microchips, mucho menos reprochada que la venta de inhibidores. Los detectives y oficiales de Protección eran los mejores clientes. —Aunque el equipo hizo todo lo posible, no ha sido posible localizar al falso cirujano que realizaba las implantaciones de modo irregular. De las investigaciones se esclarecerá su real cercanía con los vendedores, pero por ahora, las pistas en la investigación temprana guían a irregularidades en su 32
trabajo de asistente, que realizaba en la clínica en la que trabajaba —la noticia terminaba con una imagen en alta calidad del falso cirujano en cuestión, con todos sus datos y códigos especificados en la pantalla. —Le doy media hora —aposté con seguridad. Era algo que acostumbraba hacer cada vez que veía televisión con Nu, los prófugos no llevaban por más de una hora ese nombre, especialmente si mostraban su foto en la tele. Él estaba a punto de darme su estimación, cuando la puerta se abrió de golpe, dejando entrar a una Llass que parecía haber corrido cinco pisos por las escaleras. —¡Pon el canal dos! —gritó apuntando a la televisión. —¿El 2? —pregunté confundida—. Sabes que no se ve bien. —¡Que pongas el 2! —repitió, quitando el control de las manos de Nu y cambiando el canal lo más rápido que podía. Ahí, entre estática y una voz que sonaba alarmada pero entrecortada por la mala señal, estaba la cara de Adam, su foto de identificación, con las especificaciones de sus datos y códigos. Me incorporé de un salto para acercarme a la pantalla y escuchar mejor. Fue inútil porque Llass ya estaba subiendo el volumen de modo que pudiéramos entender un poco más. —Los gendarmes aún no pued… dar inform...iones oficiales, pero… la fuga… dos horas d…. —estaba a punto de golpear el aparato, pero el texto y video que remplazaban la cara de mi hermano me explicaron la situación. “Primera fuga en diez años, Hacker Adam Lark burla la seguridad de la cárcel.” El video mostraba partes del juicio que se había extendido por varios meses, de sus víctimas, familiares (yo), y de las instalaciones de las que había escapado. —Adam Lark… —dijo tímidamente Llass—. Leí el apellido en la red, y pensé… que necesitabas ver esto. Asentí lentamente. No sabía si saltar de alegría, o empezar a romper cosas y maldecir como si no hubiera un mañana. Cuando lo atraparan, duplicarían su sentencia o, en el mejor de los casos, lo mandarían a una cárcel de alta seguridad sin visitas. El muy genio no me había dado señales de querer fugarse la última vez que lo visité, se había mantenido lejos de los computadores y dispositivos, no podía siquiera soñar con conectarse porque lo habían transferido a la única cárcel sin Conexión, en la Ciudad II. Hasta me había dicho que sentía que estaba desintoxicándose, todo era actuación, claro. Las noticias ya debían estar en el Sector, los pasos limítrofes debían estar esperando que tratara de contactarme, que llegara hasta mí o que me llamara de alguna forma. En pocos segundos su cara estaría en todos los otros 33
canales, y no podría esconderse en ningún lugar. Eso pasaba con todos los prófugos. Eso esperaban los Nativos, los oficiales de protección ciudadana, sectorial y protección de red y todas las personas que ahora veían la noticia, pero él sabía todo eso. Adam no era otro Inmigrante más, no era un patético Inmigrante más, él no era retrógrado. No noté la sonrisa que se extendía por mi cara, hasta que vi a mis amigos mirándome con curiosidad, tal vez pensaban que yo sabía algo. —Juro que no tenía idea —me excusé estúpidamente—. Yo… no sabía que iba a fugarse, pero espero que no lo encuentren —dije, tratando de ser sincera al menos en esto. Ellos no dijeron nada, y solo hicieron que me sentara de nuevo, cambiamos el canal de vuelta al IV, y esperamos que dieran la noticia de forma más clara. Cuando la foto de mi hermano de esfumaba de todo los demás canales, y ya no quedaba información que adsorber, me animé a bromear. —Le doy un par de días —dije, ante lo que recibí miradas sorprendidas—, hasta que logre robar alguna identidad y se convierta en alguien diferente. Ya no habrá Adam Lark que buscar, los Detectives estarán tras los pasos de un fantasma. —¿No crees que vendrá a buscarte antes de perderse por completo? —trató de inferir Nu. —No, es más inteligente que eso —concluí, poniéndome de pie. Debía prepararme mentalmente para los interrogatorios que se me venían encima. Salí de la habitación un poco apesadumbrada, no debía parecer que estuviera feliz ante la fuga de un familiar. Si interrogaban al resto del edificio, ante ellos yo solo estaba confundida y preocupada. Mientras subía las escaleras pensé en mis posibilidades, después de la próxima semana, tendría en mi poder suficiente dinero como para largarme del edificio de forma secreta, por medios de transporte pagados en sobornos, sin códigos y sin escáner, hasta encontrarme con Adam. O tal vez fuera más inteligente hacer como Abi y pagar a un Hacker para que cambiara mis códigos, y a un falsificador para que me diera una nueva identificación. Había muchas opciones para terminar con la vida que estaba viviendo en esos momentos, pero un consejo resonó en mi mente. “…trata de no romper ninguna ley… ¿Entiendes? Al menos ninguna importante”
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¿Tenía todo planeado desde el principio? ¿Podría ayudarle de algo que yo estuviera libre de culpa? ¿Qué no tratara de seguirlo? De todas formas, yo estaba viviendo bien siendo solo una Inmigrante más, pero… Había algo en nuestra familia, que no nos dejaba confiar en los que decían velar por nosotros, que nos hacía desafiarlos una y otra vez; razón por la cual lo único que podía asimilar de la escapada de Adam, era mi propia oportunidad de escapar. Un poco egoísta de mi parte. Comencé a marearme mientras llegaba a mi piso, estaba pensando mucho en muy poco tiempo; si no fuera por mi terquedad frente a la tecnología y las matemáticas, hubiera decidido qué hacer usando las aplicaciones de cálculos de probabilidad en mi dispositivo, pero no tenía uno de esos y además prefería llegar a mis propias conclusiones. Como hacía la gente hace algunos siglos atrás. Así que… ¿Escapar… o esperar? Adam sabía que yo estaba en mi propia cárcel, eso no iba a cambiar con un par de años en el Sistema; tal vez estuviera siendo poco transigente pero ya me había dado cuenta el día anterior, que al mínimo impulso de hacer algo fuera de los límites, yo tomaba la oportunidad. Iba entrando a mi habitación cuando escuché un grito a mi espalda. —¡Espera! —era molestosamente reconocible. Era Abi, así que traté de ignorarla para evitar más malos entendidos con los chismosos del edificio. —Espera —repitió, está vez tirándome del brazo para obligarme a detenerme— mi mamá llamó, me dijo de tu hermano —habló tan rápido y bajo que me costó entender —está escondido, y dice que tienes que esperar, pase lo que pase. —Tu…madre, ¿De dónde me conoce tu madre? —No —rió, sacudiéndome levemente por los hombros, como si quisiera sacudirme la confusión de la cabeza—, tu hermano, tu hermano está escondido con mi madre, y dice que no vayas a escaparte, te pide que lo esperes.
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4.Planeé retener a Abi hasta que me explicara toda la historia, el problema era que ella no sabía mucho por su parte. Solo que su madre era la mecenas de una asociación secreta de hackers y que por transacciones extrañas se había convertido en un blanco de Protección y del departamento de Justicia. —Todo es secreto —trató de explicarme—, el nombre de estos hackers es El Núcleo. —Adam no estaba con ninguna asociación —aseguré. —No sé si él será parte, pero mi mamá lo está protegiendo por alguna razón. Aunque tengo entendido que El Núcleo es un grupo muy cerrado, tal vez quieren reclutarlo. Pensé en el increíble escape de la cárcel de Adam. —Yo creo que ya lo reclutaron. Por eso lo ayudaron a salir —dije, caminando de un lado a otro en mi habitación—. Esto es peligroso, no es un simple asalto de datos, o un robo bancario. —No sé mucho más —se disculpó— debería saber aún menos. Protección de Red no conocía a la asociación, hasta que hace algunos años rompieron la seguridad de los archivos científicos del Departamento de Investigación y esparcieron la información por toda la Red. La miré con admiración hacia el recuerdo. —Si me acuerdo. Fue un buen negocio; Isaac y muchos otros guardaron justo a tiempo bolsas de archivos completas, y luego hicieron desaparecer los dominios en donde las habían subido, estuvimos vendiendo archivos a empresas farmacéuticas y de investigación por más de un año. En la tele no podían dejar de hablar de que aún había tráfico de información, que favorecía a los privados a costa del Departamento de Investigación. —Se supone que iban a por algunos archivos en especial, pero no alcanzaron a llegar a ellos. En televisión y en informaciones en la red escondieron todo eso, diciendo que solo era obra de hackers contratados por las empresas privadas. —En la Red todos sabían la verdad —rememoré a mi hermano y sus amigos de cabeza sobre al menos siete portátiles y dos computadores enormes en el departamento. Tratando de localizar a los que habían hecho el robo—, fue un caos que duró varios días. Abi asintió
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—Por esos días mi madre hizo los preparativos para cambiar nuestras identidades y mandarnos lejos. Es la primera vez que escucho de ella en casi un año. Abi parecía contrariada, estaba pensado en sus propios problemas. Pero una duda se creó en mi cabeza al unir todos los acontecimientos de los últimos dos días, y pregunté, con sincera curiosidad. —¿Por qué llegaste a este edificio? ¿Por qué a este Sector? —No tengo idea. Fue algo que el que cambio mis códigos hizo. —Un Hacker amigo de tu madre. ¿Uh? —No pude evitar elucubrar varias teorías, que se basaban en el hecho de que un miembro del Núcleo había enviado a Abi al mismo edificio al cual llegaría la hermana de un hacker encarcelado, que era una potencial nueva adquisición para el mismo Núcleo. Si la Nativa que estaba sentada frente mi fuera una simple nativa, todo podría pasar como una casualidad, pero esta era nada más y nada menos que la hija de una millonaria relacionada directamente con la asociación. Y no mandabas casualmente a los hijos de tu jefe a uno de los peores edificios de ayuda estatal, del peor Sector parásito de la Ciudad más mediocre… Aunque claro… podía estaba viendo todo al revés. Daba igual dónde habían puesto a Abi, el punto era que yo había llegado aquí después, había empezado a ir a su mismo Centro. ¿Por qué razón yo había caído aquí? ¿Manipularon mis datos del sistema? ¿Tenía alguna clase de importancia en todo este asunto, o estaba siendo paranoica? Era lo más probable. —¿Pasa algo? —preguntó la razón de mi incertidumbre actual. —No estoy segura —respondí de malas ganas—, creo que me sugestioné. Todo es culpa tuya y de tus inhibidores. —¿Cómo así? —Todo había estado tranquilo hasta que apareciste ayer. Ahora mi hermano se fuga y puede que sea parte de una asociación criminal organizada y peligrosa —la miré severamente—; que tu madre financia. Guardamos silencio por unos minutos, creo que ella recién se había dado cuenta de la extraña coincidencia, y trataba de atar cabos igual que yo. Pero era inútil, nos faltaban partes del puzle para entenderlo todo. —Por cierto… —gruñí—, acerca de ayer… —L…lamento haberte atacado así… al principio la idea era molestarte, pero era un muy buen momento como para desaprovecharlo —me sonrojé contra mi
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voluntad y ella sonrió, pero algo ensombreció su mirada—. Pero, entiendo que fue un error… no va a pasar de nuevo. —Wow, eso suena convincente… —bromeé, al tiempo que la decepción me hacía bajar la cabeza. Aunque eso era lo que yo quería, que lo que había pasado quedara en nada para poder dejar de sentirme así respecto a Abi. Aun así…—. Hagamos esto, como ya tenemos suficientes problemas, prometamos que nada va a pasar entre nosotras, mantengámoslo profesional. —Sí, buena idea —pensó un momento y luego se acercó a mí con una sonrisa sugestiva—. ¿Quieres que lo prometa ahora o en un par de horas? Solté una carcajada nerviosa antes de empujarla fuera de la habitación y cerrar la puerta. … Después de todo, iba a esperar. Había un plan del que yo no estaba consciente, y si la madre de Abi se había tomado la molestia de hacerme llegar un mensaje, debía ser importante que yo no hiciera algo poco prudente. Repitiéndome que debía esperar y no correr, le di la mano al oficial de Protección de Red que estaba esperándome en la puerta del edificio. Era alto, fornido, serio, frió y, para rematar mi intranquilidad, un Nativo. Se hacía llamar Detective Tohavs, Oficial de Protección de Red, Tercer nivel de Ciudadanía, Gy- 8709. Los Ciudadanos y sus niveles de Ciudadanía normalmente me hacían reír, pero en ese momento solo pude asentir torpemente con la cabeza y pensar que su nivel le alcanzaba para que sus hijos asistieran a los mejores Centros y tuvieran un futuro asegurado. —Supongo que ha escuchado las noticias respecto a su hermano — comenzó con voz seria y oficial—. Es necesario que responda algunas preguntas. —Aja. —¿Se ha comunicado o encontrado con Adam Lark de algún modo? Por favor, no excluya ninguna forma posible. Estamos hablando de llamadas, videollamadas, textos y/o fotos por medio de cualquier dispositivo de conexión o no, de forma directa o no, con ayuda exterior o no. También hablamos de encuentros personales, ya sean a distancia de diez metros o más, de nueve metros, de ocho, de sie… —No. A ninguna distancia, por ningún medio —respondí, esperando que con eso le bastara.
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El detective Tohavs me miró fijamente, sin pestañar. Sus pequeños ojos cafés me acusaban de mentir, pero su semblante calmado dejaba en claro que no podía sacarme ninguna verdad a la fuerza y no lo intentaría, al menos no ahora, que la investigación recién comenzaba. —¿Tiene alguna idea de dónde está Adam Lark? ¿Conoce o ha escuchado de alguien que pueda estar escondiéndolo? ¿Es usted consciente de que Adam Lark es peligroso para la seguridad pública? —No, no, sí —lo último era cierto, y yo lo sabía. Aunque después de decirlo, no supe si eso era lo que se supone que debía decir. El detective volvió a mirarme fijamente. Luego hizo algo en la Red moviendo su mano izquierda. —Eso es todo. La encargada del edificio está advertida de que todas las visitas para todos los residentes deben ser registradas, al igual que las salidas; que en su caso particular, no podrá realizar sin compañía. Supe que no respetó el toque de queda ayer, si eso ocurre de nuevo… será sospechosa. Si usted se encuentra o comunica con su hermano, y no nos informa, usted será catalogada como cómplice, y será arrestada y sometida a investigación. Muchas Gracias. Con eso, el detective salió del edificio. O sea que virtualmente ya era cómplice y me merecía ser sujeto de la investigación, tal vez eso me llevaría incluso a merecerme mi propia investigación, solo necesitaban indagar un poco y tendrían decenas de cosas con las que encerrarme en un reformatorio por un año, hasta que cumpliera dieciocho y pudieran enjuiciarme justamente. No podía ser imprudente. … Cuando Eva me interceptó en el pasillo, me sentí con ganas de pelear. —Eva, hola. ¿Acercamiento amistoso o bélico? —¿Alguna vez hemos tenido un acercamiento amistoso? —caminó hacia mí y me empujó por el hombro, haciéndome chocar contra la pared del pasillo. Casi instantáneamente, cabezas curiosas aparecieron por las puertas de las habitaciones a nuestro alrededor. Eva me agarró por el cuello de la camiseta y sacudió con fuerza mientras hablaba—. Por culpa tuya Rebecca dobló la seguridad. —¿Y? —Pregunté, y luego fingí que recordaba algo—. ¡Ah! Tu distribuidor no puede meter la mercancía al edificio —reí.
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Eva levantó un brazo para darme un codazo en la cara, pero lo esquivé haciendo que golpeara la pared. Me lancé hacia ella con el hombro adelante y choqué contra su torso con toda la fuerza que pude reunir, caímos al suelo con su espalda absorbiendo el impacto; y escuché gritos y silbidos desde la ahora multitud que presenciaba la confrontación. La sujeté en el suelo con mis rodillas y manos, mientras ella lanzaba manotazos y rasguños con poca precisión. Cambié de posición de modo que mi pie pisaba una de sus manos, puse mi mano en un puño y lo llevé a su cara una y otra vez, cada impacto haciendo que todo mi brazo se tensara y ardiera. A mi alrededor se formó silencio, solo mis nudillos chocando contra Eva y mi respiración agitada resonaban en el pasillo; el público esperaba que me detuviera, porque en Nexu las peleas se detenían si había sangre, la pasividad de los habitantes era tomaba como una gracia del Control. Pero yo no iba a detenerme. Unos fuertes brazos me envolvieron y tiraron lejos de Eva, soportándome mientras forcejeaba por soltarme. Su dueña repetía mi nombre y otras palabras que me costó comprender. —¡Ayn, cálmate! —gritaba Abi, y pensé en pisarle un pie para soltarme y patearla en el estómago, pero no lo hice; simplemente me calmé. Rebecca llevó a Eva al hospital, dándome una mirada de advertencia. Ella jamás se inmiscuía en los asuntos de los residentes del edificio, porque no era su trabajo, pero sí tenía la facultad de informar a sus jefes de los jóvenes problemáticos; yo sabía que había reportado a Eva un par de veces, pero eso solo lograba una reprimenda. No valía la pena. Descansé la espalda en la pared del baño común de mi piso, mientras dejaba que el agua cayera sobre mis enrojecidos nudillos. Había estado lavando la sangre de Eva de ellos y después de terminar no había podido obligarme a caminar de vuelta a mi habitación. Contrario a lo que había creído en un principio, la pelea no me hizo sentir mejor; y la mirada reprobatoria de Abi no había ayudado tampoco. Lo único positivo era que Eva me dejaría tranquila por algunas semanas, tal vez me sintiera mejor cuando viera las marcas que le había dejado en la cara. … Pasé el resto de la semana vagando dentro del edificio, a cualquier intento de paseo fuera del lugar, Rebecca me recordaba que debía ir con alguien más, y entonces yo perdía todo interés en salir. Pasaba la mayor parte del tiempo atenta a las noticias de mi hermano en la red o en la televisión, sin sorprenderme de que no tuvieran pista de su paradero, pero bastante alarmada por la cantidad de esfuerzo que tenían destinado a su captura. Después de solo un día de su fuga, podía sentir que la repulsión de las demás personas del edificio hacia mi presencia crecía; últimamente Eva solo me lanzaba miradas 40
de odio cada vez que me veía, con lo cual yo no tenía problemas. Como siempre, Nu y Llass estaban varios niveles de amistad por encima del resto del edificio, y trataban de pretender que todo era normal cuando estábamos en público, pero cuando solo estábamos los tres, comprendieron que realmente todo el tema me estaba afectando; no el desprecio de la gente, que nunca me había importado, era la obligación de esperar y no salir corriendo en busca de mi hermano. A algunos días de la noticia, cuando el sol comenzaba a esconderse, Abi volvió a aparecer en mi habitación, despojada de su expresión de preocupación habitual y con un libro bajo el brazo. —Me prometiste una tutoría, ¿cómo se supone que mantenga la historia con mis amigos si no me han visto venir aquí en días…? —dijo, indicando muy claramente que uno de sus amigos debía estar espiándola en esos momentos. La dejé pasar sin antes soltar un largo suspiro. No estaba de humor para esto. Se sentó en el suelo antes de que yo pudiera indicarle lo contrario, tiró el libro que traía y tomó uno de los que yo mantenía descuidadamente en pilas inestables alrededor de la habitación. Contemplé cómo se sumía en una lectura silenciosa y me ignoraba por completo, alcanzando el máximo de comodidad que podía obtener estando sentada en el piso, al apoyar la espalda en mi cama, tal como yo hacía en la habitación de Nu. Decidí ignorarla también, prendiendo mi portátil y conectándome a la red. Los días pasaron sin cambios, a veces me percataba de que Abi había vuelto a mi habitación y seguía leyendo en silencio. Para cuando ella ya había terminado un libro y comenzado otro, yo ya estaba por completo cómoda con su presencia, ni siquiera me importaba que su estancia se extendiera por varias horas más del tiempo normal de una tutoría. —El edificio hace todo tipo de especulaciones —me comentó un sábado, levantando los ojos del libro y mirándome con una sonrisa socarrona. Debía ser el décimo día seguido que repetíamos la misma rutina, pero era la primera vez que interrumpía su lectura para hablarme—; esto está arruinando tu reputación, creí que ibas a hacer algo la vez que me quedé aquí hasta las once. —Nah —le respondí sin pensar, había estado en mi escritorio revisando artículos en los portales de noticias como por una hora y media—. Mi reputación es lo menos importante en estos días. Además, si me molestaras te habría echado hace mucho. —Por eso no he abierto la boca… —susurró, casi más para sí misma—, me gusta estar aquí y no pretender que soy inmigrante para variar. Además sé que estás prácticamente encerrada aquí… 41
Lo dejé pasar y volví a mi portátil, había muchos ataques de hackers a organizaciones de las ciudades últimamente, y me preguntaba si alguno de ellos estaba relacionado con El Núcleo. —Deberías apagar eso, te va a consumir sin que te des cuenta —me reprendió Abi, con preocupación. —No me voy a volver adicta por leer noticias —la ignoré, y seguí bajando por la página que estaba abierta. —No, te vas a volver adicta si no puedes despegarte de esa pantalla, lo que veas en ella no tiene real importancia —sonaba un poco enojada, pero seguí ignorándola, siguiendo un enlace hacia uno de los sitios que habían sido hackeados en los últimos días. Tenía bloqueadas todas sus páginas y anunciaba estar en estado de reparación; luego volví sobre mis pasos y entré en otro sitio, este tenía un enorme diseño cruzando toda la página principal, un payaso burlándose con una gran sonrisa. Repetí el mismo sistema de volver y ver otro sitio, sin pensar realmente, ni buscar algo en particular; comencé a reconocer diseños y nombres, a aprender cuales eran los tipos de sitios favoritos para corromper, a incluso volverme familiar con este o este otro tipo de humor en los mensajes que dejaban. Luego encontré diferentes foros cerrados, en los que inmigrantes comunes pedían consejo a los hackers más voluntariosos; sopesé la idea de crear una cuenta, pero era muy peligroso desde ese portátil, no me hubiese sorprendido que Protección de Red tuviera los números de mi computador en seguimiento, de seguro cualquier ingreso de claves estaba siendo rastreado desde el mismo momento en que mi hermano escapó de la cárcel. “Tal vez con otro dispositivo, o podría pedirle ayuda a Isaac, tal vez en este o ese sitio hayan formas de bloquear el seguimiento… no puede ser tan difícil…” En algún momento de la tarde perdí el sentido temporal, como si mi mente se negara a procesar el pequeño reloj digital en la esquina de la pantalla; olvidé que mis manos eran las que controlaban lo que pasaba en la Red; sentí que no eran mis ojos los que veían los pixeles, sino que todo pasaba a mi alrededor, y yo podía caminar por la Conexión como nadar en una calmada piscina, o flotar entre las nubes; ignoré que la lista de reproducción que estaba escuchando se hubiera acabado hace tiempo, y dejé a mis oídos escuchar suave estática. Nada más existía, solo suave estática, flotar en pixeles, controlar todo solo con un pensamiento, olvidar el tiempo. Estuve indefinidamente sumida en Red, hasta que sentí una mano que quitó las mías del teclado, mientras otra bajaba la pantalla lentamente. —Es mucho —sentenció la Nativa, con el ceño relajado, pero con la voz más seria que jamás le había escuchado—. He visto esto pasar muchas veces… 42
La miré incrédula ante lo que había hecho, como si me hubiese quitado algo muy preciado, como si hubiera roto el vínculo más sagrado. —No… —intenté gritarle, pero solo conseguí sonar débil y cansada. No tenía fuerzas para soltarme. Abi solo me observó por unos segundos, sin ceder. —Tienes que descansar, cada persona reacciona diferente al nivel 3, es peor para los que no están acostumbrados ni al 1. —¿Nivel 3? —pregunté con un poco de pánico. Yo nunca había alcanzado el nivel 2 de armonización de Conexión. De hecho, muy pocos inmigrantes alcanzaban el nivel 3 solo con sus dispositivos regulares, para llegar a ese vínculo se daba por seguro que la persona ya era adicto de Conexión de nivel 1 y 2. —No puede ser… yo. —Alcanzaste el 3, los niños nativos sufren mucho cuando llegan a él. Sabía que Nuá tenía razón al preocuparse por ti. —Los inmigrantes no llegan al 3 tan fácil, no puede ser —le expliqué—. ¿Nu está preocupado? Yo… —quería que me dejara tranquila, pero al mismo tiempo no podía pensar con claridad. La Nativa apretó más fuerte mis manos, abrió la boca para hablar pero interrumpí secamente. —Suéltame —ordené, ahora más firme. —No te voy a soltar hasta que me prometas que no vas a volver a prender esta cosa —amenazó, apuntando al computador—, todavía no lo necesitas, pero si me dices que no quieres prenderlo de nuevo, estás mintiendo. —No tienes idea… ¡Yo no podría volverme adicta! —grité, soltando mis manos de un tirón y tratando de tomar el portátil de nuevo. Pero ella fue más rápida y lo lanzó hacia mi cama, lejos de mí. Le grité, poniéndome de pie con la determinación de lanzarla fuera de mi habitación a insultos. —¡¿Menos que nadie?! —explotó antes que yo— ¡De las horas que he pasado aquí no te has despegado de esa cosa! —¡Mi hermano es el prófugo más buscado de Nexu! —Continué incluso más alto que ella, no me hubiera sorprendido que ya hubiera una pequeña multitud al otro lado de la puerta, pero sabía que el piso estaba casi vacío a esa hora, antes del toque de queda— ¿Cómo crees que estaría Jonah si tu desapareces de repente? 43
—Estaría a salvo —respondió, como si fuera la cosa más obvia del mundo. Traté de salir de su vista al sentir que mis ojos amenazaban con llenarse de lágrimas. La empujé inútilmente hacia un lado para tratar de llegar a la puerta, solo logrando que se moviera un par de centímetros y me tomara los brazos, como había hecho la vez que me informó del mensaje de mi hermano. Sacudiendo la confusión—. Tú estás a salvo. Y tu hermano no va a dejar que lo encierren de nuevo. Entiendo que te gustaría que todo volviera a ser como era antes de que empezaras a vivir aquí, pero tienes que aprender a mantenerte lejos de los problemas de los demás. —No entiendes nada… —traté de decir, intentando sin éxito suprimir las lágrimas—, qué puede entender una nativa de emociones. —Ayn…—suspiró y se encogió de hombros—, no mucho, la verdad. Pero sabes que soy más humana que máquina —dijo, secando una gota con el pulgar. Me calmé un poco, la odiosa nativa tenía razón. Sentí que sus dedos permanecían más tiempo del necesario en mi mejilla antes de soltarme. Me sequé los ojos con la manga de mi camiseta, y en un arranque de poca sensatez, abracé a Abi con fuerza. —En verdad, no podía estar en el nivel 3 de armonización, es imposible — dije, al tiempo que ella me abrazaba también. La escuché reír. —Lo que digas. Faltando minutos para la media noche, comenzamos a conversar cosas triviales; desde las posibilidades que teníamos de entrar a la Academia, que eran un chiste, hasta lo que Abi esperaba que su hermano lograra en el futuro. No tocamos el tema del Núcleo ni una vez, y gracias a eso, dejé de sentir la necesidad de abrir el computador. La nativa me explicó que debido a que los humanos están tan expuestos a la Red, no es extraño que a la más pequeña debilidad emocional, nos sintamos guiados hacia la Conexión; incluso si no sentimos la necesidad usual de ella. Estuvimos dándole vueltas a mi odio por los nativos y aversión hacia la tecnología, y ella aseguró que yo padecía de un grave caso de Tecnofóbia —algo muy poco práctico y estúpido viviendo en este país—.
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5.A la noche siguiente, finalmente me decidí a salir para conseguir los inhibidores; si seguía esperando, la fecha que había estipulado para venderlos y el censo se me vendrían encima. Me incorporé sin ganas, y traté de motivarme para salir lo antes posible del edificio. Estaba consciente de que salir de noche y bajo las circunstancias relacionadas con mi hermano, era peligroso; pero obtener los frascos era prioridad. El camino escaleras abajo resultó silencioso, el edificio dormía; siendo el suave sonido de mis pies lo único que perturbaba el silencio. Al llegar al primer piso, pasé del comedor a la cocina, donde se encontraba la única puerta sin código asegurador en todo el lugar; había comprobado con anterioridad que Rebecca siempre se olvidaba de echarle clave, ya que la puerta no daba a la calle, sino a un pequeño patio interior. Sabiendo esto, entre al patio y cerré la puerta tras de mí. Afuera todo se veía más claro que al interior, y pude buscar con tranquilidad en el muro que me separaba de la calle, la brecha que sabía estaba ahí. … Cuando me introduje en la parte más central del Sector, me di cuenta de que había salido muy pocas veces a la luz del sol en lo que iba del verano. En unas horas más, los rayos llenarían todo; cegadores y sofocantes. Aunque era de noche, en el centro había mucha gente a toda hora, tal vez no fuera demasiada, pero me parecía que en cada cuadra que avanzaba me batía a duelo con una multitud. Inmigrantes por todos lados, con sus atuendos y cabellos coloridos y ridículos; de cabeza en sus dispositivos, haciendo alarde de sus lentes con visión a la red, de sus implantes y ajustes de último modelo. Especialmente, estaba lleno de grupos de jóvenes que se dirigían a locales y clubs; algunos de ellos eran potenciales consumidores de estimulantes y otras sustancias, como las que Erick y los demás ahora se dedicaban a proveer. Me quité el pelo de los ojos y traté de mirar con tranquilidad a mí alrededor. Los edificios de departamentos y casas comerciales se alzaban peligrosamente, cada uno queriendo superar al otro y dando la ilusión de doblarse hacia las calles, hacia donde transitamos. Los colores apagados de las paredes se mezclaba con nuestro propio color, aunque era verano y el sol no tenía piedad en el día, no había brillo en nosotros; algunos pálidos y otros morenos; solo ojos apagados, grises, o cafés como los míos; cabellos negros y castaños deberían enmarcar nuestras caras, por eso las pinturas. Así era en Nexu, ley genética, no más mutaciones permitidas por nuestra propia seguridad. 45
Después de caminar un poco más, llegué cerca del hospital del Sector. Era el único y por eso, estaba completamente lleno; no había forma de ser atendido a menos que acamparas en la sala de espera. Por suerte, no era eso lo que yo necesitaba. Entré en las instalaciones del hospital y me caminé entre la gente hacia una de las escalera, no iba en la mitad del camino cuando todos comenzaron a gritarme que debía esperar mi turno; “no… no” dije fuerte para tranquilizarlos, y para enfatizar, apunté al techo; “voy arriba”. Aunque algunos me miraron con desconfianza, la mayoría comprendió e incluso los que estaban en mi camino me dejaron pasar. Agradeciendo, llegué a la escalera y subí trotando al cuarto piso. Era el piso con menos concurrencia, debido a que solo había habitaciones de pacientes con enfermedades contagiosas, y para estar ahí era necesario un pase y haber sido vacunado contra al menos diez cosas básicas. Pero por suerte, nunca había seguridad para entrar en la recepción, solo para la sección de las habitaciones. Así que recuperé al aliento y sonreí a la joven que estaba tras el mesón, completamente sola y quedándose dormida del aburrimiento. —Hola —saludé, de la forma más natural posible—, pregunté abajo, y me dijeron que tenía que venir aquí para actualizar mi perfil de paciente, me cambié de casa hace poco… Una sorpresa mezclada con irritación apareció en la cara de la joven, y me respondió sin ocultármelo. —Aquí no hacemos actualizaciones de perfil, esto ha pasado como mil veces desde que me subieron a este piso— Se refregó los ojos con una manga y trató de parecer más despierta—. Disculpa, pero tienes que seguir subiendo hasta el séptimo. —¡El séptimo! No puedo —miré el reloj de la pared con alarma—, tengo que ir a buscar a mi hermana pequeña, para que mi mamá pueda irse a su otro trabajo. La joven me miró entornando los ojos. —Por favor… debes tener acceso por ahí —le pedí, señalando al computador que estaba frente a ella. Y mientras lo decía, mi otra mano desconectó casualmente un cable de la pantalla. La joven se rindió y asintió con la cabeza, trató de hacer funcionar el equipo, pero su cara de desconcierto me indicó que el plan estaba funcionando. Estuvo un par de minutos batallando con el teclado hasta que se dio cuenta de que algo tenía que estar mal con los cables. Me ofrecí a revisarlos mientras ella se agachaba mirando hacia la pared y revisaba si todo estaba correctamente conectado a la corriente. 46
Entonces conecté la pantalla y di la vuelta al escritorio para pretender que probaba si funcionaba. Mientras la joven se ponía de pie, tomé la tarjeta de acceso que estaba sobre la mesa y oculté en mi manga. —¡Ya es muy tarde! —Le grité, mirando el reloj en la pantalla—. Vendré mañana, le hice un gesto de disculpas y salí corriendo escaleras abajo. Seguramente solo al final de su turno se daría cuenta de que había perdido la tarjeta de acceso, pero no haría un gran escándalo por ello, se había pasado todo el turno durmiendo y no sería bueno que revisaran las cintas de seguridad. O al menos eso esperaba, pero me ocuparía de las cámaras luego. Dejé de correr cuando llegué al segundo piso, y caminé entre la gente con calma; estaba todo tan poblado, con gente caminando de aquí para allá, que nadie prestó especial atención a cómo me hacía camino hasta una puerta de acceso restringido y me deslizaba por ella después de usar la tarjeta. Aunque robar no era mi método preferido para hacerme con el producto, resultaba el más rápido. Y por extraño que pareciera, siempre era así de fácil robar inhibidores, como si realmente no estuvieran cuidando las farmacias del hospital. Solo podía imaginar todo lo que robaban los trabajadores, incluso algunos podrían modificar el inventario, o los pedidos a su beneficio. No los culpaba, por supuesto, trabajar en el hospital resultaba prometedor. Entre las cajas y cajas de medicinas, los inhibidores siempre estaban en el mismo lugar, en la parte más alta de uno de los estantes más escondidos de la pequeña bodega; eran algo raramente usado en los lugares llenos de inmigrantes, con suerte un adicto a dispositivo teniendo un ataque podría usar una inyección. En las ciudades la historia era diferente. Había tenido la delicadeza de usar guantes desde que entré en la bodega, no estaba preocupada por mi pelo, porque para cuando se dieran cuenta de que faltaba algo, ya abrían aseado el lugar varias veces. La verdad, era poco probable que buscaran un responsable desde la escena; Protección confiaba más en el seguimiento después del crimen. No era “¿qué hizo la noche anterior?” era “sé lo que estás haciendo ahora, un movimiento sospechoso y ya eres culpable” Con esto en mente, de puntillas y con algo de dificultad, alcancé la caja que buscaba; su contenido era el doble de lo que pensaba llevarme. Si hubiese vivido aún fuera del sistema, no hubiera dudado en llevarlo todo, pero ahora no tenía forma de ocultar tal cantidad; menos con el Detective Tohavs Gy-8709 apareciéndose en el edificio en cualquier momento. Podía imaginarlo revisando mi habitación y encontrando media caja de inhibidores, era como entregarme voluntariamente.
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Puse los paquetes con las jeringas y los pequeños frasquitos de líquido verdoso en los bolsillos interiores de mi chaqueta, luego puse la caja con el resto en su lugar y me dispuse a salir de la bodega. Aunque todo continuaba igual que antes en el pasillo y nadie me prestó especial atención, algo me impidió comenzar mi camino hacia la puerta. Ese algo era solo un sonido, una voz en alguna parte de ese piso salió de una televisión. - << (…) La investigación ha llegado a un nuevo punto ahora que esta pista a sido revelada a las autoridades, se espera que después de esto, se creen cárceles especiales para controlar hackers…>> Estuve menos de tres segundos congelada frente a la puerta de la bodega, escuchando el televisor, y cuando comencé a moverme sentí un brusco empujón que me lanzó algunos metros adelante; me volteé para ver qué había pasado y preparada para gritarle a quien me hubiera empujado, pero las palabras no alcanzaron a salir, porque un hombre de delantal blanco me miraba espantado. Yo jamás lo había visto, pero él parecía conocerme muy bien, estaba tan sorprendido que dejó caer los papeles que traía en las manos y comenzó a mirar hacia todos lados, algunas personas lo miraban extrañadas de su comportamiento. —No…no no no —murmuró acercándose a mí, que no sabía si salir corriendo era una buena idea en ese momento—, él dijo que ya no estabas en esto… ¡solo vas a traer problemas! Ahora estaba furioso, me tomó el brazo y me hizo caminar con él por el pasillo, de modo que parecía que solo estábamos conversando. Hice varios intentos discretos por soltarme, pero era imposible sin armar un gran escándalo, así que solo lo dejé arrastrarme por el pasillo y traté de interrogarlo lo más vagamente posible, para no develar algo que él no supiera. —¿Quién? ¿Cómo sabes…? —Adam… —respondió entre dientes, aún bastante enojado—. ¿Crees que no es bastante difícil mantenerlo escondido? ¿Por qué estás traficando si estás en el Sistema? Se veía como un doctor común, pero tal vez era un hacker. —¿Eres del Núcleo? —me aventuré a preguntar, asegurándome de que nadie escuchara. —No te importa —continuó, deteniéndose frente a la escalera. Quité mi brazo de su mano de un tirón. —Dime quién eres. ¿De qué hablaban en las noticias? ¿Qué pista tienen?
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El doctor no me respondió, en cambio miró su dispositivo de conexión y negó con la cabeza. —Cúbrete la cabeza con algo y corre. Ahora. Yo me encargo de las cámaras —luego dio la vuelta y volvió sobre sus pasos. Correr… eso no estaba en el plan. Miré de un lado a otro, desconocidos subían y bajaban las escaleras; tanta gente que no me ponía ni una cuota de atención. ¿Por qué correr? No, decidí no correr, pero me cubrí la cabeza con la capucha de mi chaqueta y me fundí con los demás que bajaban la escalera. No entendí lo que acababa de pasar, pero no podía ponerme a analizarlo. Una vez en el primer piso, traté de apurar el paso para llegar a la puerta y salir de ahí lo antes posible. Mientras me deslizaba entre una madre sosteniendo un niño en brazos y un hombre que parecía estar a punto de desmayarse, vi de reojo que los dos guardias que custodiaban la puerta me miraban, uno de ellos diciendo algo por su radio. Entonces corrí. No supe cómo, pero en menos de quince segundos había dejado atrás a la gente que esperaba ser atendida y me encontraba corriendo con desesperación por los pasillos de entrada restringida, sorprendiendo a las y los trabajadores que salían en mi camino. No sabía por qué los guardias se habían fijado en mi, tal vez no tenía que ver con el robo de inhibidores, pero no podía quedarme a averiguarlo; no podía dejar que me registraran o me hicieran preguntas. Doblé varias veces por los pasillos sin saber realmente a dónde iba. Debía haber una puerta trasera o salida de emergencias en alguna parte de ese piso, pero por más que daba vueltas, no daba con ninguna. No tenía dónde esconderme, y los guardias iban a aparecer en cualquier momento cuando doblara una esquina. —¡Alto! —Escuché gritar tras de mí, confirmando mi miedo. No le hice caso y apuré el paso aún más, segura de que no podría mantener el ritmo por mucho tiempo y esperanzada de que el edificio no podía ser eterno y la salida aparecería frente a mí de un momento a otro. Aunque no lo hizo. Y solo me encontré de frente con un guardia furioso que sostenía una radio en una mano y un paralizador en otra. No me detuve, y aproveché la potencia que llevaba en mi carrera para chocar contra él y hacerlo caer antes de que pudiera usar el paralizador en mí. Tuve cuidado de no caer también para no estropear los frascos que llevaba en los bolsillos, sino todo ese escándalo habría servido para nada. Trastabillando y resbalando por el pasillo me aventuré por una puerta, mientras escuchaba al guardia maldecir y gritar a los otros que venían detrás. 49
Perdí por un momento el sentido de la vista cuando me encontré de golpe con la luz potente de una sala llena de camillas, los pacientes me dirigieron miradas confundidas y yo solo atiné a hacer un gesto de disculpas con la cabeza y correr hacia la puerta que estaba milagrosamente posicionada al otro lado de la sala. Aparecí en otro pasillo, más oscuro y deshabitado, y ahí, esperándome; un letrero que me pareció luminoso decía en claras letras fosforescentes. “ESCAPE”. No dejé de correr hasta haber sacado unas cuatro cuadras entre el hospital y yo. La vida agitada del Sector IV me recibió y mezcló con su gente sin problemas, a ellos no les importaba que estuviera agitada y mirara constantemente a mi espalda; ni siquiera recibía la suficiente atención como para ser ignorada. Estaba fuera de peligro, pero tenía un presentimiento que me impedía volver al edificio de Rebecca con absoluta calma, como si algo me estuviera esperando allí. Los frascos pesaban y tintineaban en mi chaqueta, haciéndome más consiente de todo lo que pasaba a mí alrededor. Traté de relajarme recordando mi conversación con Abi el día anterior, había sido reconfortante hablar sin tener que ocultar cosas. La nativa tendría que pagarme sin tardar el dinero de los inhibidores, especialmente después del susto que me habían costado. No faltaba mucho para que saliera el sol. Estaba tan cansada después de correr, que no me vi capaz de volver a salir en el día para entregar los frasquitos a mis amigos, como lo había prometido. Así que cambié un poco mi rumbo y busqué el condominio donde vivía mi viejo amigo, segura de que estaría ahí a esa hora. La casa de Erick quedaba no muy lejos del lugar en que había hablado con el grupo la última vez; en un segundo piso en una calle llena de comercio, a la que había que subir por una escalera que estaba entre una pescadería y una tienda de partes robadas de dispositivos que se hacía pasar por frutería. Era un hogar modesto pero altamente confortable; en un tiempo remoto, había pasado allí tardes enteras, cuando su madre aún tenía la energía y salud para castigarlo con reclusión domiciliaria. Ahora dudaba que ella misma pasara mucho tiempo en casa. Golpeé la puerta con un ritmo característico que sabía anunciaría mi presencia, no quería por ningún motivo sorprender a Erick ahora que no se le daba muy bien tenerme cerca. Tardó unos minutos en abrir, tan inexpresivo como podía para reprimir las ganas de ponerse a gritarme una vez más. Le agradecí internamente por ello, después de todo, si íbamos a trabajar en vender estos inhibidores, debíamos al menos soportarnos.
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—Hola… —saludé con algo de aprensión. Y sin esperar que me diera permiso, pasé a su lado para entrar a la casa—. No voy a volver después, te voy a dejar los inhibidores aquí, hasta cuando vayamos a la ciudad. —¿Estás bien? —inquirió luego de cerrar la puerta tras de sí. Como pensé, estaba solo, la pequeña sala/comedor/cocina que antes había estado llena de vida ahora parecía abandonada. —Estoy cansada —le respondí, quitándome la capucha mientras me sentaba en el sofá—, tuve que correr un poco. Comencé a depositar frascos y jeringas en la mesita que estaba frente a mí, Erick se dispuso a cerrar las cortinas y luego se sentó en una silla frente a mí, contemplando la adquisición con solemnidad. Solo un frasco había sucumbido a mi carrera, hecho añicos en mi bolsillo. Una vez que todo lo que sobrevivió estuvo en la mesa, conté veinte frascos y me comencé a guardar el resto de vuelta en la chaqueta. Abi me había pedido dos, pero tenía nueve de sobra; prefería negociarlos con ella que aventurarme a venderlos en la ciudad. —¿Por qué volviste a esto? —Erick tomó con cuidado un frasco y lo observó a la luz que producía la ampolleta del techo—. Aparte de los problemas con tu hermano, podrías tener un buen futuro estando en el Sistema. Volver a esto no me parece muy inteligente. —Supongo que nunca me interesó tener un buen futuro —dije, un tanto distraía, estaba muy cansada como para levantarme de inmediato y volver al edificio. Tendría que hablar con Erik un rato—, aunque esto es una excepción, es bastante estúpido hacer esto justo ahora que Adam se fugó. —Una excepción. Entonces si hay una razón… —Solo dinero —concluí, no dispuesta a hablarle de Abi en absoluto. —No tiene sentido… si me preguntas a mí —continuó, una sonrisa burlona dibujándose en su cara. —No te pregunto nada. Yo… —Cuando te fuiste el otro día —me interrumpió—, Andra me dijo que pensaba que estabas mintiéndonos. Tuve que convencerla de que no eras capaz de hacer eso. ¿Puedes creerlo…? Yo defendiéndote. No respondí por unos segundos, realmente ya no tenía su confianza, sentí un nudo en la garganta pero sacudí la cabeza. —Gracias. —No es que pensemos que nos vas a entregar o algo así —suspiró y miró sus manos antes de continuar—, creo que te envidiábamos un poco, por estar 51
segura bajo el sistema, pero ahora no entendemos que haces aquí. Es como si hubieses vuelto, sentí como si ocuparas tu lugar de nuevo con nosotros la otra noche. Pero creo que hay algo más detrás de esto que el dinero. Tú no eres nada de tonta, así que tal vez solo estabas aburrida. —Estaba aburrida… sí —reconocí—, pero eso no es todo. Alguien me pidió ayuda, el dinero fue una motivación —¿Lo fue? ¿Hubiera ayudado a Abi aunque no hubiera sido una nativa millonaria? El indeseado interrogatorio de Erick me agobió. —Perdón por molestarte… es que te hemos echado de menos, y nos preocupas. Volví a sentir el nudo en la garganta. Súbitamente me sentí con energía para caminar de nuevo y me puse de pie. No podía seguir ahí más tiempo o terminaría llorando igual que la noche anterior, eso no podía pasar de nuevo. —Saluda al resto por mí, hasta el miércoles. Me despedí de Erick, volví con rapidez al edificio y de ahí, directo a mi habitación. Tuve que evitar a algunas personas que ya estaban en pie, pero no tuve problemas. Guardé los frascos y jeringas en una caja detrás de las pilas de libros en el suelo y luego puse más libros sobre ella. Admiré el escondite por unos momentos y tuve una idea, quité los libros de la caja y saqué un inhibidor.
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6.Abi miró la jeringa conteniendo la respiración. Parecía no atreverse a estirar el brazo para tomarla de mi mano, que se la acabada de ofrecer. —¿La quieres o no? —Pregunté un poco exasperada—. Es un regalo, así que tómala antes de que me arrepienta y vaya a venderla. —Un regalo… ¿pero… por qué? —-La mirada atónita aún no se iba de su cara. ¿Había visto un inhibidor antes? ¿Había usado uno antes?—. Creí que me ayudabas por el dinero. Guardé silencio un momento, enojándome de verdad esta vez. —El frasco estaba roto, no puedo venderlo así —mentí, sorprendiéndome a mí misma— este es solo el resto que alcancé a salvar. —¿Ah, sí? —Tomó al fin la jeringa y la miró a la luz, parte de su cara se tornó verde por la luz que pasaba a través de la sustancia verdosa y traslúcida—. Por un momento creí que era un regalo nacido de buena voluntad —me miró sonriendo, dejando claro que sabía que mentía. Dejé la conversación sin decir nada más y me encaminé a salir de la habitación, comenzaba a arrepentirme de mi primera buena acción en un par de años. Era culpa de Erick por hacerme pensar. —Eh… Ayn… —escuché al tiempo que abría la puerta. Me volteé, deseando estar en mi habitación para poder descansar de la agitada aventura en el hospital, y dejé que saliera un gruñido extraño de mi garganta a modo de pregunta. —¿Sabes cuales son los efectos secundarios de esto? —dijo, apuntando al inhibidor. —¿No puedes buscar en la Red? —No… una búsqueda acerca de inhibidores en la capa básica de la Red puede prender alarmas. Las respuestas seguras están resguardadas con búsquedas avanzadas y direcciones falsas… —se detuvo ante mi perplejidad y sonrió de nuevo—, cosas que los hackers proveen a Nativos corruptos para que podamos movernos por varias capas. —¿Tienes rastreadores en tu cerebro? ¿Cómo los dispositivos de conexión? —Sí. En una forma, somos dispositivos de conexión. Hay comerciantes en el mercado de implantes que extraen rastreadores, pero las operaciones son poco seguras y es preferible pagar por engañar a los sistemas de rastreo con direcciones de dispositivo falsos —sacudió la cabeza como disculpándose por 53
hablar tanto y se sentó en el borde de su cama, aún con la jeringa en la mano—; en vez de todo eso, preferiría hablar contigo. Rindiéndome en mi misión de dejar la habitación, me dispuse a explicarle todo lo que sabía acerca de los inhibidores, sentándome frente a ella en su silla de escritorio y tratando mi mayor esfuerzo de no gritarle cuando me interrumpía. De cualquier modo el tema era simple, los efectos secundarios no eran realmente peligrosos si no se recurría en exceso a los inhibidores. —Entonces, mientras no me vuelva adicta a esto también, no debería preocuparme —sentenció la misma Abi, después de que le enlistara una serie de cosas poco deseables, como vómitos, dolores de cabeza, bajas de defensas en forma general y otros. —Sí —asentí casi imperceptiblemente con la cabeza, estaba agotada—, había un cliente que compraba varias dosis cada semana, escuché que una fiebre lo hizo caer al hospital, nunca más supimos de él. —Eso es muy motivacional —bromeó, dejando la jeringa en su velador—, tal vez deba ocuparlo solo el mismo día del censo. —Supongo que es lo mejor —respondí, un poco distraída. Ya estaba aclarando afuera y la luz de la lámpara daba un ambiente pesado y lánguido a la habitación; en cualquier momento cerraba los ojos y me quedaba dormida sentada en la silla. —Pero te compraré los que te prometí, por supuesto. —Por supuesto… —afirmé. —¿Has sabido algo de tu hermano? En la tele dijeron que habían encontrado el fallo de seguridad que lo dejó escaparse. Despidieron a un montón de gente. —Oh… —recordé entonces el extraño episodio del hospital, con el doctor y la posterior huida—. ¿Y cuál fue ese fallo? —Algo de los gendarmes. No dieron detalles, dicen que están en investigaciones. Decidí no contarle lo del doctor, no había mucho que contar en realidad. En cambio me puse de pie y me despedí sacudiendo una mano sin mucha energía; al tiempo que me restregaba los ojos con la otra. —No has ocupado el computador ¿verdad? —Abi volvió a detener mi salida. A lo que negué frunciendo el ceño. —No… te aviso si necesito ayuda con eso. 54
Salí de la habitación con éxito, había gente en el pasillo, pero en mi estado de sueño no les presté atención y subí las escaleras hasta mi piso, murmurando entre dientes que daría parte de mi ayuda estatal para que Rebecca arreglara el ascensor de una vez por todas, subir y bajar escaleras todo el día no podía ser legal. Una consternada Llass me esperaba en la puerta de mi habitación, con su largo cabello cayendo de forma desordenada por sus hombros y sus ojos penetrantes mirando inquietos hacia la escalera donde yo aparecí. De inmediato se acercó a mí, fijándose de que no hubiera nadie más en el pasillo. —¿Dónde estuviste toda la noche? —sonaba bastante molesta. —Tenía cosas que hacer. ¿Pasó algo? En vez de responder, apuntó a mi habitación y me indicó con un gesto rápido que entráramos. Comprendiendo que pasaba algo serio, me acerqué a la puerta y abrí rápidamente. Una vez dentro, Llass se tomó la cabeza con las manos y se apoyó en la muralla, parecía más agotada que yo. —Dime que pasó —la presioné. —Pensé que no sabías de tu hermano… que sabías tanto como nosotros — dijo, aún con la cabeza entre las manos, y apretando los ojos con fuerza—. No creí que pudieras ponernos en peligro. No dije nada, esperé que volviera a hablar, pero no lo hizo. Solo entonces me di cuenta de que tenía barro en los zapatos. ¿En qué parte del sector podía haber barro? —Yo… de verdad no se qué hablas… —¡Deja de mentir! Un grupo de oficiales de Protección me pidió que te espiara. Dicen que eres peligrosa, que tienes comunicación con tu hermano. Me amenazaron diciendo que si no los ayudo, no van a dejarme entrar a la Academia o seguir con mis estudios… Traté de disculparme, pero Llass siguió hablando, con una mezcla de enojo y terror que hacía que yo comprendiera la mitad de las cosas que decía. Aparentemente el Detective Tohavs no me había creído nada y quería un par de ojos en mí, seguro de que cometería un error y llevaría a Protección de Red al paradero de mi hermano. En su discurso había todo tipo de explicaciones que solo capte parcialmente, tal vez el por qué del barro en los zapatos estaba allí, pero nunca lo supe; me sentía avergonzada de haberla metido en problemas y no pude pedirle que me repitiera los detalles. —De verdad lo siento, nunca creí que…
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Después de haber dicho todo lo que tenía que decir, Llass parecía más tranquila, me detuvo levantando una mano frente a mí y luego respiró profundamente. —No tiene sentido que te disculpes ahora, Ayn —dijo, bajando la mano y sonriendo—, les conté que no has estado sospechosa en absoluto, solo un poco nerviosa por no saber nada de tu hermano. Y la próxima vez que me pregunten, les diré que has sido un ejemplo, que respetas los toques de queda como nadie más. Marcó sus últimas palabras de forma acusadora y soltó una corta carcajada. —Gracias —sonreí también—, trataré de que no tengas que mentir. … Me había olvidado por completo de que Eva quería la revancha. La miré mientras me examinaba de arriba a abajo; su usual seguridad extinguida. Me estaba esperando apoyada en la puerta de mi habitación, balanceando algo que colgaba de su mano. Mis nudillos ya no me dolían y los moretones en su cara eran casi inexistentes. —He estado pensando —murmuró, y estuve tentada a hacer un comentario acerca de su incapacidad para hacerlo—, si durante todos estos años has sido capaz de ganarme… ¿Por qué siempre nos dejabas golpearte? Ladeé la cabeza con sorpresa, Eva realmente quería hablar. —Si durante todos estos años yo no me defendía… ¿Por qué seguiste atacándome? —dije, encogiéndome de hombros. Ella entornó los ojos y se encogió de hombros también—. Además… aunque que te ganara a ti, nada me garantizaba que no llegarías al día siguiente con cinco más de los tuyos. Podríamos decir que quiero evitar huesos rotos. —¿Entonces qué cambió la última vez? —Creí que iba a sentirme mejor, que parte de las ganas que tengo de escapar del Sistema se irían. Pero no fue así… —miré a mis zapatos—. Sabes, aunque me odies, eres la única que me dice lo que realmente quiero hacer; no hay día que no quiera volver a mi vida anterior. Eva bufó y sacudió la cabeza, miró lo que balanceaba en su mano y luego se despegó de mi puerta, caminando hacia mí. —¿Conoces el mito de los Estrategas, Ayn? —preguntó, y pude ver en sus ojos una fugaz chispa de inteligencia que jamás había estado ahí; como si la hubiera estado escondiendo fervientemente durante toda su vida. 56
—Sí… Ese grupo de profetas que salvó a la humanidad —recité—. Los que predijeron la Caída y se les ocurrió la idea de las ciudades subterráneas. —Esos mismos —asintió ella y sonrió—. Mi abuelo, el pobre, creía que eran reales. Me contaba las mismas historias una y otra vez, acerca de cómo las ideas de los Estrategas habían cambiado el mundo, haciendo entender a las personas de que la Caída era nuestra culpa, que la Tierra se había cansado de nosotros. Una de esas ideas, decía que la única forma de vencer por completo a tu enemigo, era darte cuenta de que no era tu enemigo en absoluto… darte cuenta de que eran exactamente iguales. —¿Pero entonces… cómo lo vences? —No lo haces, porque ya no hay nada por lo que pelear. Extendió la mano y me mostró el objeto que estaba sosteniendo, era una cinta de color gris. Su expresión ya no escondía nada, toda la frialdad que yo había aprendido a relacionar con ella se esfumó al tiempo que hablaba. —Según mi abuelo, el gris era el color de los Estrategas. Él usó esto en su muñeca todo el tiempo que lo conocí, hasta que me la regaló antes de morir — me miró a los ojos y estiró la mano hacia mí—. Creo que es bastante claro que yo no la merezco. —Eva, no… —No te preocupes, mi abuelo estaría feliz de que al fin entendí lo que trataba de enseñarme, y es gracias a ti. Así que acepta la cinta, o yo misma te voy a obligar a amarrártela a la muñeca. Reí y tomé la cinta con cuidado. Eva estaba intentando hacer la paz conmigo; era lo último que esperaba, pero al parecer realmente lo necesitaba, porque un peso se removió de mi pecho. —Bien, gracias. Pero dime ¿Qué fue lo hice? Aparte de mandarte al hospital. —Ponerte de pie cada vez que te tirábamos al suelo, demostrar que aunque fueras más débil que nosotros, eras mejor.
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II. El Núcleo 7.La Ciudad era tan fría como sus habitantes. Me encontraba dando lentos pasos por una calle de baja Conexión en la Ciudad IV. Era el último día que repetiría esa rutina, y estaba esperando a quien sería el último cliente. Había tomado ese turno con Sofil, quien me estaba esperando en otra calle del Laberinto de Baja Conexión; una enorme red de pasillos que se formaba entre los edificios de los Nativos. Ellos evitaban el laberinto con mucho éxito, transitando en solo calles principales y en los ascensores verticales y horizontales que conectaban los edificios. Para mí, este lugar era muy seguro, el único peligro era que alguien de Protección ciudadana estuviera dando una ronda, pero eso pasaba rara vez, ya que ningún oficial disfrutaba estar en ese lugar. Como apenas había luz entre esos edificios gigantes; yo hacía uso de una linterna, iluminando el suelo de cemento, las paredes roídas y los tubos metálicos oxidados. Estos últimos hacían increíbles diseños a lo largo y ancho de las paredes, el suelo e incluso en el aire, atravesando de un edificio a otro. Mi conocimiento de la forma de vida de los Nativos no alcanzaba a explicar la función de esos tubos; pero su aspecto olvidado, especialmente en lo más profundo del laberinto, me hacía pensar que ya no eran importantes. En verdad, eran tan importantes como los inmigrantes seríamos en el futuro. Revisé el dispositivo desechable que Isaac había insistido que usara, y comprobé que la nativa que quería el último inhibidor estaba quince minutos atrasada. Respiré hondo y me senté en uno de los tubos que se extendía horizontal por el suelo, apagando mi linterna en el proceso; llevaba un recambio de batería así que no podía quedarme sin luz, pero no tenía sentido mirar a una aureola de luz solo para sentirme segura, especialmente cuando no había mucho que ver. Cuando comencé con mis actividades de Niña Nube del Sector IV, a los nueve años, escuché que el laberinto de baja conexión era el peor lugar al que podíamos ser enviados. Y solo a los diez ocurrió el tan temido acontecimiento: se decía que el mejor Niño Nube de la historia del Sector ya no cabía en la categoría de “niño” y estaba buscando un sucesor para sus tareas. No muchos querían ser ese sucesor, porque el periodo de aprendizaje representaría una pérdida significativa de tiempo; pero para mí la oportunidad significó un nuevo desafío. Yo, desde el comienzo, había querido ser la mejor Niña Nube de Nexu, aunque ese título lo conocerían solo otros Niños Nubes hasta que pasaran a ser adolescentes y trataran con todas sus fuerzas de olvidar. 58
Así que, después de rogarle a mi hermano por un crack que me había prometido hace semanas, salí triunfante del apartamento con una esfera de memoria en el bolsillo y fui al mercado temprano en la mañana. Busqué en los puestos a Karen, una Niña Nube que estaba en su último año y trataba de conseguir el éxito en un intento poco probable; la encontré calando sandías en el negocio de su familia y llamé su atención con un gesto. —¿Qué quieres, Ayn? No tengo tiempo ahora —dijo limpiándose las manos en el delantal y agachándose para hablarme; la gente se acumulaba en el puesto pero Karen los ignoró y me llevó a un rincón entre lindas manzanas hechas por alguna empresa y sus contrapartes maltrechas provenientes del Departamento de Producción. —Escuché por ahí que tienes un gran golpe —dije, sosteniendo su mirada con firmeza y sonriendo torcidamente—, te conseguiste a Riquel. ¿Verdad? Piensas expandir tu red… crear una nueva. ¿Ya tienes el acceso? ¿Ya tienes la información? Karen era una de las pocas nubes que soportaban mi odiosidad con tanto estoicismo. Pensándolo en retrospectiva; todos tenían claro que Ayn era una pequeña molestia que siempre tenía una agenda secreta y que era mejor tener a raya, pero por la misma razón, era importante estar en su lado bueno. En un comienzo, tener un carácter sosegado pero perverso me había ganado algunos contratiempos, pero luego había encontrado mi nicho entre las nubes sin mayores dificultades. —Yo… —Karen apretó los dientes—. Ya sabes que no, mi contacto dentro de la empresa es un idiota, no tiene el nivel como para acceder y hace semanas que Riquel me está presionando. ¿Tienes algo para mí? —Tú último éxito por una identidad —le mostré la esfera de memoria y volví a guardarla rápido en mi bolsillo—. Es un crack bastante específico… adivina para qué. —Así que tu hermano es un hacker —dijo, bajando la voz. Pareció asustada por un momento y temí que la revelación la hiciera salir corriendo hasta un oficial de protección a acusarme. Pero ella era una nube y las nubes no acusaban; esa era la única regla, porque hacíamos todo solo por diversión y por éxito, no por dinero. Solo diversión y éxito—. Sabes que no se me ve bien andar dando identidades, tengo tareas que mantener hasta el próximo año. —Karen…ahorremos tiempo ¿Quieres? Busco a Sy. Salí del mercado con un nuevo paquete de tatuajes expansores de memoria, una bolsa de hielo, bandas de monitoreo y una bolsita de chocolates amargos baratos de Producción. 59
Encontré a Sy esa misma mañana, ya consciente de que una tal Ayn lo buscaba. Me salió al encuentro cuando iba en camino a su lugar de trabajo, saboreando un chocolate y balanceando mi bolso de trabajo a cada paso. El nuevo adolescente apareció en una esquina con los brazos cruzados sobre el pecho y una expresión calculadora, lo reconocí porque también llevaba un bolso de trabajo al hombro. Me acerqué a él con determinación. —Ayn. ¿Cierto? —Preguntó cuando llegué frente a él. Asentí—. Bien, como eres insistente, te daré una oportunidad. Pero dime ¿Por qué quieres ser mi aprendiz? —Voy a ser la mejor Nube —respondí con la impetuosidad propia de la edad, como quien dice querer ser superhéroe. Sy rió y se agachó un poco para sacudir mi cabello, que en ese tiempo estaba muy corto para combatir el calor del verano. —¿Temes a la oscuridad, Ayn? … Dándole vueltas al pasado en la oscuridad del laberinto, sonreí ante los años que me llevaron a ser cuestionablemente la mejor Niña Nube de Nexu, tal vez solo superada por la legendaria Iris. Mi éxito se había forjado gracias a la enseñanza de Sy en el manejo de la memoria real, no expandida por tatuajes, que él practicaba como un arte en el laberinto, memorizando sus dobleces e irregularidades. —Si te dejo en un punto cualquiera, en lo profundo. ¿Podrías encontrar la salida del norte en cinco horas? Si lo logras, tu memoria real estará tan ejercitada que con la ayuda de los tatuajes tu capacidad de memorizar información será inigualable. Si te incluyen en una red para proteger un documento, valdrás por cinco niños… si sigues practicando, en dos años valdrás por quince niños. Si logras el desafío del laberinto de aquí a un mes, te dejaré ser mi sucesora; tendrás todos mis contactos y trabajos, serás la líder de todas mis redes. Podrías superarme… podrías superar a Iris. Y con el tiempo pasado allí había encontrado tranquilidad y comodidad entre el oxido. Volver después de tanto tiempo era renovador, y no había tardado en recordar los caminos y puntos de referencia que tanto había recorrido antes; no necesitaba el mapa del dispositivo de Isaac para nada. Pero no podía quitarle el mérito a esa cosa. Como por ejemplo, el día anterior iba en camino a encontrarme con Erick, con quien había tomado el turno; pero di algunas vueltas mal y terminé en un lugar que no reconocía para 60
nada, en una calle muy profunda. Gasté una hora encontrando el punto de referencia que me indicaba el mapa y otra para al fin encontrar a Erick. Si no hubiera tenido el dispositivo, me hubiera tardado muchas horas más, sin mencionar que alguien que no conociera el laberinto, probablemente no hubiera logrado salir jamás. De pronto una luz temblorosa se paseó por las paredes a mi derecha, la miré por un momento antes de prender mi propia linterna y hacer visible a la nativa que temblaba de pies a cabeza; era una mujer de unos cuarenta años, pequeña, enjuta y con una expresión de terror. Siempre me sorprendió lo fuerte que era la adicción a los inhibidores, que hacía a personas como ella hacer cosas que la atemorizaban. La mujer me alumbró a su vez y yo entrecerré los ojos, cubriéndome con la capucha de mi chaqueta y sacando del bolsillo la bolsita que ella venía a buscar. La nativa me lanzó un fajo de billetes que alcancé a atrapar en el aire, y los conté con la mayor tranquilidad. Luego saqué el frasquito de la bolsa y me acerqué a ella, mostrándole el líquido verde a la luz de la linterna y entregándole la bolsa con todo su contenido. La transacción fue exitosa y la mujer salió corriendo por el mismo oscuro pasillo en que había aparecido, me hubiera gustado indicarle que ese camino no era muy recomendable, pero no se me dio la oportunidad. Cuando me reuní con Sofil, ella mostraba signos de profundo aburrimiento. —Disculpa, la nativa se atrasó —le dije, ayudándola a levantarse de donde me había estado esperando—. Volvamos rápido, nos deben estar esperando. —Sí… Isaac llamó hace un rato, estaban un poco preocupados. ¿Todo salió bien? —Todo bien —le mostré el fajo de billetes y se lo entregué para que ella lo guardara. Avanzamos por los pasillos a paso rápido, planeábamos salir a la calles con conexión en una zona poco concurrida. Sofil avanzaba mucho más rápido que yo, y comprobaba cada esquina antes de doblarla, ya que nos acercábamos a la periferia del laberinto, en la que era más probable encontrarse con gente. Cuando faltaban dos o tres vueltas para salir, Sofil se detuvo. —Espera —susurró, después de retroceder algunos centímetros—, hay alguien ahí, son dos hombres y una mujer. Me acerqué al límite de la pared y observé. Los tres estaban alumbrándose y abrigándose con una fogata; ya nos habíamos encontrado con personas como ellos durante la semana, eran nativos con disfunciones mentales que no tenían 61
hogar y se refugiaban en las calles sin conexión de tanto en tanto; no debían ser un problemas para nosotras, a los más nos pedirían algo de dinero. Le estaba diciendo esto a Sofil, cuando escuchamos una alarma que resonó desde donde estaban los nativos. Era rápida, estridente y molesta, era la alarma de Protección ciudadana. Nos miramos sin entrar en pánico y retrocedimos un poco sobre nuestros pasos. Los nativos estaban estorbando nuestra ruta de salida más próxima; para encontrar otro camino que nos llevara a la periferia del laberinto, teníamos que volver al punto de partida y avanzar casi el doble de lo que habíamos hecho antes. —Si hacemos eso, vamos a salir de aquí de noche —dijo Sofil, mirando el mapa de su dispositivo. —Si van a llevarse a los vagos no tardarán mucho. No nos están buscando, sabes que no tienen idea de que estamos aquí. Ella asintió e hizo una rápida llamada a Isaac, para que supiera que tardaríamos más de lo planeado. Luego volvimos donde habían aparecido los nativos y esperamos sentadas en las sombras, mientras los oficiales de protección ciudadana forcejeaban con ellos y lograban hacerlos avanzar fuera del laberinto. Incluso después de que se fueron esperamos unos diez minutos, escuchando el tenue sonido que producía la fogata, que seguramente estaba alimentada por pedazos de cartón y no duraría mucho. Cuando decidimos que ya era seguro, nos adentramos en el pasillo donde el altercado se había producido y tratamos de ignorar las manchas de sangre en el suelo; de solo pensar que esos pobres nativos incapaces de defenderse habían recibido una golpiza, me recorría un escalofrío, y no podía evitar imaginar qué nos pasaría a nosotros en su lugar. —Sium… ¿dónde estás?... Mi corazón casi salió por mi garganta al escuchar la débil voz de una mujer, apunté a todos lados con la linterna hasta que di con un bulto en el suelo. La mujer parecía bastante mayor, canosa, con arrugas muy marcadas en todo su rostro y unas mejillas hundidas; aún así, pude notar que más que vieja, estaba en un muy mal estado. Sentí que Sofil me tiraba de la manga hacia la calle, que se veía claramente iluminada por la luz artificial de la ciudad. Pero yo solo pude fijarme en las lágrimas de la anciana y su voz temblorosa, que repetía una y otra vez: “Sium… Sium… ¿A dónde te fuiste? ¿Por qué me dejas sola? Sium… vuelve”
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Sentí un nudo en el pecho mientras Sofil me obligaba a apagar la linterna y a avanzar por el pasillo hasta llegar a la calle. Esa anciana se había salvado de los oficiales, seguramente Sium la había escondido en la oscuridad para que no la vieran; y más que protegerse a sí mismo, había armado un escándalo para que los oficiales solo se concentraran en él. ¿Quién sería este Sium? ¿Su pareja, esposo, amigo, hermano, hijo? Supongo que no importaba, era solo alguien muy querido para ella. Deseé internamente que Sium y la mujer volvieran a encontrarse. —Ayn…te pregunté si estás bien —escuché de pronto a Sofil, y yo me sorprendí de estar rodeada de nativos, caminando por una de las enormes avenidas principales de la Ciudad IV. —Sí, estoy bien —respondí, creo que sacudí la cabeza para limpiarla de los recuerdos de la mujer y me enfoqué en la vasta cantidad de nativos que avanzaban incansablemente, todos vestidos sin pretensión, con sus cabellos de colores naturales, mirada perdida y el alma lejos de su cuerpo, en la red. “¿Cómo es que Abi es uno de ellos?” pensé estúpidamente, como si nunca hubiera visto nativos en masa en mi vida. Aún así lo consideré; más allá de su apariencia, la forma en que se movía trascendía la idea de caminar para llegar de un lugar a otro, Abi se movía consciente de cada paso de forma matemática, respiraba siempre con el mismo ritmo y apretaba los dientes con la misma fuerza cada vez que me miraba. Nadie nos prestaba especial atención, éramos inmigrantes que caminaban por la ciudad; y resultábamos fácilmente reconocibles por nuestra forma de caminar, nuestras expresiones, nuestros cortes de cabello, nuestra ropa, y un montón de otros detalles que los nativos usaban para identificarnos. Era injusto, en cierta medida, que fuera inútil para nosotros aparentar ser uno de ellos, pero ellos si pudieran hacerse pasar por inmigrantes. De cualquier forma, no llamábamos la atención en absoluto, al igual que otros inmigrantes se distinguían entre la multitud, muchos de ellos con trabajos en la ciudad y sus hogares en su sector. No habíamos avanzado mucho, cuando escuchamos las alarmas mezcladas con los inconfundibles gritos de “¡Sium! ¡Sium! ¡Tráiganme a mi Sium!” Sofil y yo miramos a nuestras espaldas para ver la escena que sabíamos estaba ocurriendo: La mujer pataleaba en el aire, mientras un oficial que estaba a su espalda la levantaba en sus brazos, la gente formó rápidamente un círculo a alrededor del escándalo y comenzaron a gritar con odio a la mujer. Solo en el momento que el auto de protección ciudadana llegó, la gente se dispersó. Otro oficial bajó del auto y sin miramientos disparó un tranquilizante a la mujer, que aún mientras caía al suelo murmuraba palabras para Sium.
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No nos quedamos a ver qué pasaba después. … El censor me miraba con recelo; era un hombre de unos treinta años, un pequeño nativo de oficina que parecía sentirse traicionado por sus superiores, ya que lo habían mandado a censar a la hermana de Adam Lark, el prófugo más buscado en Nexu. Yo respondía a sus preguntas sin dudar un segundo, y él se tardaba en preguntar la siguiente algunos minutos; tartamudeaba constantemente, saltando en su silla cada vez que yo carraspeaba para apurarlo. Estábamos sentados frente a frente en una de las mesas del comedor, mientras otros dos censores estaban en otras dos mesas haciendo el mismo trabajo con otros dos de mis compañeros de edificio; la diferencia era que ellos ya habían hecho pasar a tres inmigrantes mientras yo hacía uso de mi turno. La fila correspondiente a mi mesa no estaba feliz. —Mu…muy bien, e…eso sería todo. Gracias —concluyó al fin el hombre, que ahora suspiraba de alivio aparatosamente. Me puse de pie y di el lugar a quien venía después de mí. Luego me quedé en la fila conversando con Nu, esperando su turno y espiando de reojo a Abi para ver si lograba salir victoriosa de ese problema. —Todo esto es un circo —comentó Nu, mientras avanzaba un puesto—, podrían solo contarnos y ya tendrían toda la información que necesitan. —Ojalá fuera tan fácil —sonreí al ver que la fila ahora avanzaba rápido y el censor había recuperado su forma normal de hablar—. Que tipo más raro era ese… hablaba como si me tuviera miedo. —Sí… he estado viendo la tele estos días —mi amigo parecía preocupado. —¿Y? —Están metiendo mucho miedo con Adam —dijo susurrando, para que nadie en la fila escuchara—. Cuentan todo tipo de historias y los nativos se las tragan todas, de verdad le temen. Miré al suelo un momento, a los zapatos comprados con mi ayuda estatal, luego levanté la vista hacia las otras filas; sorprendiendo a algunos ojos que me miraban de vuelta. No desvié la vista hasta que dejaron de mirarme, con expresiones preocupadas. —Aquí nadie te teme, Ayn —aseguró Nu, que había visto lo que acababa de ocurrir—, están preocupados por su seguridad, como siempre.
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Asentí sin mucho ánimo, y busqué a Abi de nuevo. Estaba sentándose en la silla y mostrando su brazo tatuado para que lo escanearan, no habían temblores en su mano y el censor parecía no tener idea de que estaba tratando con una de los suyos. Supe entonces que no tendría problemas y mi asociación con ella había terminado; no había más razones para seguir soportándola o pretender estudiar literatura varias veces por semana, eventualmente todo debía volver a la normalidad ahora, y yo podría volver a mi rutina hasta que las clases comenzaran de nuevo. Mi hermano y el núcleo eran cuento aparte, algo de lo que no recibía noticias hace semanas. —¿Y…? Pasan mucho tiempo juntas ¿Ya le dijiste que te gusta? ¿Se volvió “en verdad serio”? —los ojos de Nu brillaban ante las posibilidades. —No, y ya ni siquiera me gusta —mentí. Nu bufó en respuesta y apuntó con la cabeza hacia la mesa de Abi, que se levantaba de la silla y rodeaba las filas para acercarse a nosotros, que aún estábamos a mitad de camino. —¿Todavía están aquí? —preguntó, mirando desde su altura las tres filas y comparándolas—. Deberían despedir a ese tipo, las otras filas ya casi terminan. Nosotros estuvimos de acuerdo con ella y después continuamos hablando cosas no trascendentales por varios minutos, mientras la fila volvía a moverse un turno. —…y entonces yo dije: “no me importa lo que digas ahora, Marcel; sé que tú comenzaste los rumores respecto a Ayn, y si quieres seguir teniendo una vida tranquila, espero no escuchar de ti todo este año. ¿Entendiste?” Luego él me rogó por perdón y salió corriendo. Los tres reímos ante la historia de Nu y provocamos que todos los ojos de la habitación se volvieran hacia nosotros. Uno de los censores se levantó molesto y nos apuntó para que saliéramos del comedor, regañándonos porque estábamos ahí aunque ya habían terminado con nosotras. Nos despedimos de Nu y salimos a la sala principal del edificio. Había dos guardias de Protección sectorial custodiando la puerta del comedor y otros tres sentados en pequeñas bancas, hablando entre sí. Uno de ellos se acercó a nosotros y nos comunicó que debíamos subir a las habitaciones, empujándonos a las escaleras; ese día nadie podía salir del edificio. —Gracias por todo —estábamos llegando a mi piso y Abi sonaba profundamente triste—, desde ahora no quiero meterte en más problemas, pero… me pregunto si aún podemos ser amigas. Quiero decir, ahora que el censo terminó. 65
Tardé un momento en responder, pero finalmente me encogí de hombros. —No veo por qué no —le respondí sonriendo, y apunté a la habitación de Llass—. Llass nos invitó a pasar la tarde con ella, creo que se compró un nuevo juego virtual o algo así, algo de “El tiempo…” —¿“El Tiempo Después de la Caída”? ¿Lo compró? ¡Pero es carísimo! —Hay algo llamado ahorrar, supongo que lo vas a aprender ahora que te quedaste sin dinero. —Tienes razón —refunfuñó, antes de dirigirse a la puerta de Llass— ¿Vienes? —Voy a buscar un libro, por si me aburro. Entré en mi habitación sin quedarme a ver como Abi se burlaba de mí, tomé un libro y examiné su título a la luz que entraba por mi ventana. Antes de que mi cerebro decodificara las letras impresas en la cubierta, escuché el estruendo de un vidrio rompiéndose. Me cubrí con el brazo por instinto y sentí una punzada en él; traté de alejarme de la ventana, que ahora estaba hecha pedazos. Entre los vidrios esparcidos por el suelo; descansaba una roca del tamaño de una manzana. Aún temiendo que otra piedra fuera a entrar, miré mi brazo para encontrar un corte de varios centímetros en la manga de mi chaqueta; me la quité para ver la herida, pero me detuve a medio camino al ver una diminuta esfera dorada cayendo de un bolsillo. La recogí, olvidando el dolor del brazo. Era una memoria, debía ponerla en un lector para ver su contenido. Corrí a mi computador y lo inicié con impaciencia. —¿Ayn? ¿Por qué te demoras tanto? Nu ya llegó, y el juego es increíble. Tienes que verlo. Abrí la puerta e hice entrar a Abi de un tirón. —¡¿Qué pasó aquí?! —exclamó, mirándome con preocupación y alejándose también de la ventana—. ¿Te pasó algo? ¿La lanzaron ahora? Tiene que haber sido un ataque de esos que creen todo lo que dice la telev… ¡Tienes sangre en el brazo! Logré hacer funcionar el lector poniendo la esfera en un compartimiento en el costado de mi portátil. Apunté a Abi hacia la carta que acababa de llenar la pantalla. “Ayn, 66
Mi nombre es Odan Cahd, y soy la madre de Abigail. Quiero que sepas que te estoy eternamente agradecida por la ayuda que le has brindado a mi hija, sé que hay dinero de por medio, pero cualquier persona en tu posición no la hubiera ayudado de cualquier forma. La razón de esta carta, es informarte que tu hermano quiere reunirse contigo. Desde que salió de la cárcel, Adam me ha estado pidiendo que te contacte y te lleve hasta él. Yo no estaba de acuerdo, pero ahora creo que es tiempo de que tú y Abigail sepan la misión del Núcleo. Podríamos usar tu ayuda, Ayn, si quieres unirte a nosotros. Ve con Abigail a la Calle Séptima y esperen en la tienda de antigüedades esta noche. Un hombre las irá a buscar entre las 11:00 y 1:00. Por favor, ya que te he dado mi nombre completo – y te prometo que es mi nombre real – te pido que destruyas esta carta luego de leerla, por el bien de ambas. Odan Cahd PD: Aún no sé por qué medio vamos a hacerte llegar esto, así que me disculpo por cualquier inconveniente.” Tomé la esfera y miré a Abi, que estaba pálida. —¿Cómo destruimos esto? —pregunté, segura de que jamás había visto una memoria romperse. La nativa la tomó y deslizó por su muñeca, donde se exhibía un círculo dorado que yo no había visto hasta entonces. —Listo, está borrado. —¿Eso es todo? No tendremos de romper la memoria…o quemarla… —No, Ayn. Ya borré el archivo —me aseguró, dejando la esfera en mi escritorio —. ¿La tiraron por la ventana también? —No, estaba en mi bolsillo. No tengo idea de cómo llegó ahí —finalmente miré mi brazo, encontrándome con una serie de laceraciones y algunos pedazos de vidrio incrustado en las heridas—. Esto se ve peor de lo que se siente. No dijimos ni una palabra de la carta de Odan mientras Abi me ayudaba a sacar los vidrios del brazo, estábamos en el baño compartido del piso, y era sencillo que alguien escuchara nuestra conversación. En vez de eso, nos miramos sabiendo que iríamos esa noche a la Calle Séptima, en el área
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comercial; ella tenía una expresión que acusaba el nerviosismo que le generaba su madre, y yo una que solo acusaba anticipación. Decidí no contar nada de lo sucedido a Nu y Llass, segura de que solo los preocuparía. Pasamos toda la tarde en la habitación de Llass, jugando a “El tiempo después de la Caída”; algo que yo solo podía jugar por cortos periodos de tiempo, antes de bloquearme y comenzar a golpear los controles por la ansiedad. Nu se reía de mí, mientras Llass se preocupaba por su consola de juegos, que no era más que un cubo de diez centímetros. Incluso con mis problemas, pasamos una tarde relajada, tanto que me cuestioné el viaje que íbamos a hacer esa noche; solo motivándome con la promesa de ver a mi hermano de nuevo. —Vamos a salir esta noche —les informé a mis amigos, como lo hacía ahora, cada vez que salía del edificio escondida de Rebecca. El sol ya estaba escondiéndose, y Abi miraba hacia la ventana con el mismo semblante preocupado que siempre la dominaba cuando pensaba en su madre. Llass sospechaba, pero se lo guardó; ella me había estado protegiendo de las investigaciones del Detective Tohavs durante la venta de inhibidores, y me sentía mal de tener que ponerla ante más complicaciones al esconderle mis andanzas. —Lamento comprometerte, Llass —dijo Abi, haciendo palabras mis pensamientos—, sé que es irresponsable salir solo para divertirnos, pero las reglas del sistema son muy estrictas como para no romperlas. —No te preocupes —sonrió ella—, la próxima vez que salga, les pediré que me cubran. Todos reímos, porque Llass no rompía las reglas, a menos que fuera para ayudarme.
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8.Abi no alcanzaba a pasar por la brecha de la reja; por más que se agachara, era imposible; por más que la empujara, era imposible. —Vas a tener que saltar la reja —sentencié, cuando me sentí muy cansada como para seguir empujando. —¡¿Saltar?! ¿Estás loca? —¿Quieres ir o no? Yo voy aunque te quedes atrás —hice mi camino hacia la hueco formado a nivel del suelo, haciéndola a un lado. —No, no… espera. Dame un minuto. Estuve diez minutos esperando a que Abi encontrara el valor para escalar la reja, que era de un metro y medio, y cuando finalmente lo consiguió, se sorprendió de lo sencillo que había sido. —Nunca había escalado antes —se excusó, mientras apurábamos el paso por las calles. —Se notó. Pero pensé que hacías deporte en el Centro. —Nunca escalar —suspiró profundamente, y luego dijo aprensiva—. Oye, tengo que advertirte… mi madre es un poco difícil de tratar, sonaba simpática en su carta; pero en persona es otra historia. —Lo tendré en cuenta. Con eso continuamos el viaje en silencio. Una vez que estuvimos en la parte central del sector, varios transportes públicos pasaron a nuestro lado en las repletas calles; Abi quería tomar un taxi, hasta que le recordé que tendríamos que pagar con nuestros códigos y quedaríamos registradas. Así que caminamos y caminamos buscando la Calle Séptima, de la que yo no tenía recuerdos. La encontramos, y nos dimos cuenta de que era la calle en el sector comercial con la menor concurrencia. Los inmigrantes que caminaban por ella parecían estar tomando un atajo más que estar poniendo atención a las tiendas. Y entendimos pronto por qué. —Una librería, una tienda de antigüedades ¿Qué es eso de allá? —Apuntó Abi a la última tienda de la calle. —Es un… creo que… —tuve que acercarme varios metros para comprender lo que era—, una tienda de arte, venden pinturas y esas cosas.
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Las demás tiendas pequeñas eran similares, e igualmente ignoradas por el público. Entramos en la tienda de antigüedades a las once y cuarto. Lo primero que nos sorprendió fue la extensión del local, que debía medir el doble que el comedor de edificio. El lugar era pintoresco y desordenado, con estantes repletos de pequeños artilugios que no tenían utilidad alguna. Nos entretuvimos por un largo rato, explorando los pasadizos y recovecos que se formaban entre tanto desorden, sin toparnos con clientes ni con empleados. —¿Para qué alguien necesitaría algo así? —Abi sostenía un auto en miniatura y lo daba vuelta en sus manos, consternada. —Es un juguete —respondí, encontrando uno similar en los recuerdos de mi infancia—, tienes que darle cuerda. —¿Cuerda? ¿Cómo? Le quité el auto y busqué la llave que salía de la parte trasera. —Tienes que girar eso hasta el tope y soltarlo en el suelo —dije, entregándoselo. —No entiendo por qué alguien jugaría con esto. ¿Es algo que todos los niños inmigrantes usan? Jamás he visto uno… ¡Ah! A esto te referías con darle cuerda. Abi se interrumpió a sí misma agachándose y poniendo el auto en el suelo de madera. Lo soltó y se quedó en blanco mientras miraba el pequeño juguete avanzar varios metros; hasta que se detuvo al chocar con un estante. Luego se puso de pie, sonrió, caminó hacia el auto, y repitió el proceso varias veces. Mientras la miraba jugar como una niña, traté de recordar por qué sabía usar un auto de juguete a cuerda, segura de que todos los juguetes de inmigrantes funcionaban a batería y todos los autitos eran a control remoto. Me olvidé del asunto rápidamente y tomé el autito que chocaba con mis pies. —¿Quiere llevarse ese juguete, joven? —dijo una grave voz a mi espalda—. No tiene que darme su código. También acepto efectivo… nadie quiere quedar registrado en esta tienda; es de mal gusto. Me volví para mirar al vendedor. Era un hombre viejo, alto, encorvado y con unos pequeños lentes que descansaban sobre su gran nariz; solo se veía un poco de cabello canoso bajo su sombrero, que continuaba por su cara formando una poblada barba. —No tengo efectivo —Abi ahora estaba a mi lado y miraba con cautela al viejo. 70
—Yo lo pago —dije, sacando un billete y dando algunos pasos para ofrecérselo al vendedor. —Voy a buscar el vuelto al mesón. ¿Pueden esperarme un poco? Asentí y recordé que teníamos que esperar allí por al menos una hora más. —Estaremos aquí un buen rato, es un lugar interesante. El viejo sonrió y comenzó su lento camino hacia el mesón, que no era visible para nosotros por el intrincado desorden de las posiciones de los estantes. —Gracias —murmuró la nativa, y luego seguimos dando vueltas, preguntándonos qué eran y para qué servían las cosas de los estantes. … —El alfil solo se mueve en diagonal, Ayn… no, no, solo en su color. Así está bien. —¿Cómo alguien puede recordar tantas reglas? —sentí la estela de reprobación de Sy en el aire. —¡Jaque! —¡No es justo! Tú puedes almacenar las reglas y calcular los movimientos en tu cabeza. Dorvy, el vendedor, nos había estado enseñando ajedrez por quince minutos cuando descubrió que Abi era una nativa; después que nos juró que guardaría silencio al respecto, porque le caíamos bien, continuamos jugando hasta que una hora más tarde escuchamos la campanita que anunciaba un nuevo cliente. —Lamento el atraso. Me llamo Tinh —saludó nuestro guía. Tinh vestía comúnmente y tenía el cabello prolijamente peinado, jamás hubiera pensado que era un doctor si no lo hubiera visto en el hospital algunas semanas atrás, advirtiéndome de los guardias. El recién llegado saludó a Dorvy con un abrazo y lo interrogó por el tablero de ajedrez en el mesón. —Estas jóvenes estaban muy curiosas respecto a esto. Pensé que era bueno pasar el conocimiento. ¿Sabes? Solo conozco a una persona que sabe jugar, y mi madre me enseñó cuando era un niño. La conversación no se extendió demasiado, y nos despedimos de Dorvy pagando por una bolsa llena de antigüedades que habíamos reunido en el tiempo que esperábamos por Tinh; discutimos un momento porque el longevo inmigrante nos devolvió la mitad del dinero y además nos regaló el tablero de ajedrez con todas sus piezas. 71
Salimos de la tienda a las una y media, y procedimos a entrar en el auto que nos esperaba en la calle; Tinh se acomodó en el asiento del conductor y puso en marcha el vehículo. Pensé en comentarle acerca de nuestro primer encuentro en el hospital, pero su semblante serio me hizo preferir continuar en silencio el viaje. Nos internamos en calles llenas de inmigrantes y en otras completamente vacías, dando numerosas vueltas y sin ser detenidos por los semáforos ni una vez. No tardé en perder el sentido de la dirección y dejar de reconocer mis alrededores. Abi estaba incómoda y hacía temblar su mano izquierda regularmente; era posible que ella sí supiera dónde estábamos, ya que podía consultar un mapa en cualquier momento. Nos detuvimos en un área residencial, débilmente iluminada. —Es aquí —comunicó Tinh, al tiempo que abría la puerta y nos indicaba que lo siguiéramos. Caminamos tras nuestro guía hacia un condominio de apartamentos, y cruzamos el portón después de que él usara su código en él. Subimos unos tres pisos por las escaleras hasta que nos detuvimos frente a una puerta, y finalmente hicimos ingreso al lugar. Debo admitir que la apariencia completamente normal del departamento me decepcionó un poco; no esperaba nada impresionante, pero el comedor familiar y el olor agradable saliendo de la cocina, estaban lejos de mi imaginación. Tinh indicó que esperáramos en el sillón y entró en una habitación cerrando la puerta tras de sí. —Es un bonito lugar, me gusta la decoración —bromeó Abi, dejando la bolsa llena de antigüedades en la mesita frente a ella. Al sonido de su voz, una joven asomó casualmente la cabeza por la puerta de la cocina, que estaba cerca de la puerta de entrada. —Gracias —dijo, haciéndose completamente visible—, jamás pensé que vendría aquí a hacer labores hogareñas, pero me alegro de que alguien lo aprecie. No respondimos, y dedicamos algunos segundos a mirar perplejas a la joven, esperando que dijera algo más. Tenía unos veintitantos, era baja, de cabello azul, y poseía una mirada perspicaz oculta tras un par de lentes; pero más importante, lo que nos dejó desconcertadas fue que su brazo derecho no estaba donde correspondía, remplazado por una pieza metálica intrincada que terminaba en un utensilio de cocina para batir, en vez de una mano.
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Yo había visto implantes antes; pero jamás modificaciones de ese tipo, y mucho menos había visto expuesto el trabajo mecánico, que siempre estaba cubierto con guantes que asimilaban piel. —¿Quiénes son ustedes? —Nos preguntó, parecía tan perpleja como nosotros. Yo iba a responder, pero un grito que venía desde una habitación me hizo levantarme de mi asiento y dar la espalda a la joven, sabiendo a quién iba a ver a continuación. —¡Ayn! —La puerta por la que Tinh había entrado se abrió de un golpe, dejando pasar una silueta que no logré distinguir, ya que en menos de dos segundos me estaba abrazando fuertemente. Lo primero que noté en el abrazo fue que Adam estaba muy delgado, y lo segundo, que él temblaba, como si tuviera tanto miedo que le fuera imposible tranquilizarse. Me separé de él y lo miré a la cara, donde caían lagrimas y había una expresión de dolor. Entonces, como si todo a mi alrededor se ralentizara y me permitiera pensar con tranquilidad, caí en la cuenta de la verdad; Odan Cadh me había mentido. Adam no me esperaba, nunca había querido que me comunicara con él y ahora estaba aterrado por mi seguridad. —¿Por qué… por qué la trajiste aquí, Tinh… por qué? —arrastraba las palabras con furia, aún mirándome, pero dirigiéndose al aludido; que ahora salía de la habitación sin preocupaciones surcando su rostro. —Órdenes —dijo simplemente, luego se encogió de hombros y se dirigió a la puerta—, tengo un turno en el hospital, así que tú vas a tener que llevarlas de vuelta a su casa. Con eso Tinh dejó el departamento. Y solo entonces Adam reparó en la presencia de Abi, que aún estaba en el sofá, mirando sorprendida toda la escena. Adam tenía veintiséis años, no ostentaba colores llamativos de cabello y mucho menos implantes innecesarios, en años anteriores sus ojos habían sido vivaces y su semblante lleno de energía; pero ahora solo quedaba un fantasma de lo que había sido. Todavía me sostenía por los hombros después de nuestro abrazo, pero ahora permitía que una sonrisa se dibujara en su rostro. —¿Odan te hizo venir? —Preguntó, lanzando una mirada rápida a la joven del brazo mecánico, que aún debía estar a mi espalda. —Nos mintió —respondió Abi por mí, luego se puso de pie y tomó la bolsa de la mesa—, envió una carta diciendo que tú querías ver a Ayn. Queda claro que eso no es así. 73
—¿Y tú quien eres? —¿Quiénes son ellas dos? ¿Qué está pasando aquí, Adam? La joven interrumpió a Adam y se acercó a nosotros con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Me pregunté si le molestaría la batidora presionándose contra su torso, mientras me soltaba de mi hermano y retrocedía algunos pasos. —Me llamo Abi, soy hija de Odan. Ella es Ayn, hermana de Adam — resumió la nativa, con claros signos de querer salir corriendo del departamento y volver a nuestro edificio. —Ella es Van, yo soy Darel y todo esto es muy tenso; qué tal si nos sentamos a la mesa y conversamos un poco. Darel estaba parado en el marco de la puerta de una habitación, tal vez lo estuvo durante un buen rato, pero nadie había reparado en él hasta que habló. Al tiempo que trataba de recordar dónde lo había visto antes; Van se acercó un paso a mí, y me pregunté si podría cambiar el utensilio de su brazo mecánico, si ella había decido amputar el miembro original o si lo había perdido de alguna otra forma, si todos los extraños circuitos que se conectaban a su cerebro le producían dolor, y sentí un profundo miedo cuando sus ojos encontraron los míos mirando el metal. Traté de dirigir mi vista a otro lado, pero todo parecía borroso y fuera de la realidad. Mi hermano se movía dejando estelas luminosas tras él y el ancho del departamento variaba, haciéndose cada vez más pequeño. Traté de respirar profundo para calmarme, pero mis pulmones me engañaron haciendo que hiperventilara de un momento a otro; una ansiedad inexplicable impedía que tomara control de mi misma, y comencé a estremecerme con cada sonido que se producía en el lugar. Todo resonaba en mis oídos, acrecentando el miedo que no podía detener. Escuché una voz atronadora en mi oído y la reconocí como Abi, sonaba preocupada, pero solo pude pensar en cómo algunas partes de su cerebro estaban implantadas con chips que la hacían ser un computador andante, en cómo sus brazos estaban tatuados con puntos de entrada para dispositivos externos, en cómo su brazo izquierdo temblaba una y otra vez, igual que sus pares de la ciudad; cientos y cientos de nativos caminando por las calles de la ciudad, dejando que sus almas vaguen en la Red. Entonces grité. … -¿Habías tenido un ataque de pánico antes? Ese fue bastante malo. 74
Darel no perdía el control, lo demostró no acercándose mientras yo empujaba y gritaba a Val y Abi, tampoco cuando caí al suelo agarrando mi cabeza para tratar de detener lo que pasaba en mi cerebro; él se había mantenido a distancia, hasta que comprobó que no había peligro de recibir algún arañazo, y se acercó mí para entregarme una pequeña pastilla, acompañada de un vaso de agua. Negué con la cabeza de mala gana, estaba en el sofá, rodeada por la concurrencia del departamento, aunque me habían dejado espacio suficiente para relajarme. Adam se veía asustado; Van, ofendida; y Abi, todavía estaba preocupada. Darel era el único que estaba sentado frente a mí, en una silla del comedor, y me hablaba con naturalidad. —Bueno…—dijo, suspirando—. ¿Qué lo produjo? No pude responderle, la sola idea de perder la razón por pensar en el brazo de Van era ridícula; traté de buscar una explicación más lógica, pero me comenzaba a sentir mucho mejor, y me fue imposible entender lo que me acababa de pasar. Creo que la pastilla funcionó demasiado bien, porque no podía concentrarme en absoluto. —Yo soy de la idea de que Ayn tiene tecnofobia —opinó la nativa, encogiéndose de hombros, como si fuera la cosa más obvia del mundo—, pero no sabía que a tal punto. Curiosidad se dibujó tras los lentes de Van, quien dijo. —No sé si se han dado cuenta, pero no ha dicho ni una palabra desde que entró aquí, además de gritar. Ante la revelación, traté de negar el hecho y decir algo; pero me quedé en blanco. —Sí —concluyó Darel, dándome unas palmaditas en la espalda— la nativa tiene razón. No poder hablar en frente de Van resultó ser una real molestia; en primer lugar, la joven tenía un gran ego e insistía en que no se iría de la sala para que nosotros habláramos, decía que yo debería hacer un esfuerzo y sacudirme cualquier problema mental que tuviera, lo cual no ayudaba. Y segundo, tenía la urgencia de decirle a Adam un millón de cosas, pero tuve que conformarme con que Abi le explicara la invitación de Odan en detalle y le comentara la incertidumbre que me generaba no tener noticias de él, aunque no pude detenerla de agregar detalles innecesarios y vergonzosos.
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—Estuvo a punto de salir a buscarte el mismo día que escapaste de la cárcel —decía, por ejemplo, a lo que yo la golpeaba en el hombro y negaba exageradamente con la cabeza y las manos. Adam, aunque seguía sorprendido, asimiló rápidamente mi condición de mutismo selectivo y siguió hablando con Abi como si yo no estuviera allí. —Odan no tiene planeado venir hoy, creo que quiso traerlas aquí para que nos conocieran, ya me había hablado de tener la idea de involucrarlas; pero nunca pensé que no me consultaría —mi hermano estaba sumido en dudas, y me pareció extraño que tuviera tan poca comunicación y confianza con la jefa de la organización. —¿Te habló de mí? ¿Dijo que quería involucrarme? —preguntó mi amiga, con una esperanza que me hizo sentir un nudo en la garganta. Decidí que no me gustaba Odan para nada. —Sí —respondió esa vez Darel—, es difícil encontrar gente de confianza, y la familia casi nunca es la primera en traicionar. Van, que ahora tenía una mano mecánica en vez de un utensilio de cocina, miraba a Adam con una expresión que no pude descifrar; Darel bostezó y se disculpó enseguida. Después de un poco de concentración, supe de dónde conocía a Darel; recordé a los oficiales de protección que estaban custodiando la puerta del comedor varias horas atrás, durante el censo, él había sido el que nos había empujado hacia las escaleras, y el que seguramente había puesto la esfera de memoria en mi bolsillo. Me desligué de la conversación por completo mirando cosas de la bolsa de antigüedades; ya que había visto a Adam, me sentía tranquila, y aunque no entendía lo que hacía como hacker en el Núcleo, me parecía que comprendería mejor en el futuro. Todas las cosas en la bolsa eran de Abi, pero como el dinero era mío, las reclamaba con igual derecho; habíamos acumulado decenas de teclas de computador antiguo; unas cosas de metal que tenían formas complicadas, y que según Dorvy, la gente solía usar para abrir puertas; unos adornos con forma de animales y también un montón de pequeños juguetes; similares al autito, pero no igual de divertidos para la nativa. Me entretenía descifrando el funcionamiento de un cubo lleno de más cubos de colores, cuando vi la mirada de Adam en mí. —Andar acarreando esa bolsa de basura te va a dar problemas, Ayn. Es de mal gusto. —Son mis cosas —lo corrigió Abi, arrastrando la bolsa por la mesa hacia sí. Me aseguré de quedarme con el cubo, porque sabía que ella podía descifrarlo sin esfuerzo alguno —, en todo caso, ya deberíamos volver. 76
Miré hacia Van, que miraba a su vez un reloj virtual que flotaba a la altura de sus ojos, desde la muñeca de su mano mecánica. Eran las cuatro de la mañana. Abi declaró que sabía exactamente dónde estábamos, y que podía llevarnos de vuelta al edificio en menos de una hora, eligiendo las calles correctas. Así que rechazamos el ofrecimiento de mi hermano para acompañarnos, porque sabíamos que era peligroso para él, y nos despedimos rápidamente. Una vez fuera del condominio, me sumí en una agitada conversación de un solo emisor, acerca de lo enojada que estaba conmigo misma por haber actuado de esa forma en el departamento. No escuché a Abi cuando trataba de detenerme, seguí hablando por dos cuadras completas, hasta que sentí que ya no podía decir más. —Ya estoy bien —terminé, respirando hondo y caminando a un paso más rápido. —Van nunca sabrá lo que se pierde.
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9.—Tinh, Van, Darel, tu hermano y un tipo llamado Iggy, forman el Núcleo. Si hubieras puesto atención, no estaríamos teniendo esta conversación. —¿Solo ellos? ¿Y todos viven allí? ¿Son todos hackers? Abi miró hacia el cielo y sacudió la cabeza; mis preguntas no le hacían gracia, pero aún así me respondía mientras nos acercábamos al edificio. Resultó que durante mi tiempo silencioso y de baja atención, habían hablado más de lo que yo creía. —Sí, son solo ellos. No, Darel e Iggy tienen familias. No, solo Adam e Iggy son hackers. —¿Y qué hacen los otros? Creí que el Núcleo era un grupo de hackers. —Bueno, no me explicaron en detalle, pero según entendí; Darel es el hombre de acción, infiltrado en protección; Tinh es cirujano, ha trabajado de forma ilegal y es experto en modificar humanos y máquinas; Van es algo así como una genio, ella misma diseñó el sistema de su brazo y se encarga de buscar y procesar información. Según Adam, ella también es un personaje de acción, como Darel. Sopesé las palabras de la nativa, al tiempo que pasábamos entre un grupo de jóvenes inmigrantes gritando y saltando sin razón aparente. Las calles estaban menos abarrotadas a esa hora de la noche, cuando se acercaba la madrugada; solo quedaban los últimos grupos de personas que se negaban a volver a sus hogares, algunos conscientes y otros claramente influenciados por el alcohol. —¿Y cuál es la misión del Núcleo? —Solo pueden decírnosla cuando nos decidamos a unirnos. —¿Cómo vamos a decidirnos si no sabemos la misión? —¿Cuándo vas a dejar de hacerme preguntas difíciles? Mira, ya llegamos. Abi saltó y yo pasé bajo la reja, me sacudí la tierra de la ropa y avancé hacia la puerta que daba a la cocina, deseosa de dormir lo que restaba de noche. —Oye —me detuvo ella, justo cuando me disponía a entrar en el edificio—. ¿Vas a entregarme ese cubo? —preguntó, apuntando al cubo lleno de cubos de colores, que aún llevaba en la mano. —No —respondí, haciendo mi camino por la cocina de Rebecca, el lugar parecía seguro, pero aún así avancé con precaución.
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—¿Por qué? Creí que lo habías comprado para mí —insistió, susurrando. —Me arrepentí —susurré de vuelta, pasando por el comedor que el día anterior había servido para censar al edificio—, te lo paso cuando lo descifre. —Pero es muy fácil, aunque no cómo el auto; dar cuerda es muy raro. El cubo es cosa de algoritmos… Le lancé una mirada de advertencia, no quería escuchar cómo se resolvía, aunque la palabra “algoritmo” me sonaba a una de esas típicas cosas que me producían dolor de cabeza en matemáticas. Escuché a Abi riendo suavemente a mi espalda, la ignoré y subimos las escaleras haciendo el menor ruido posible. Para cuando entré en mi habitación y me dejé caer en mi cama, eran más de las cinco de la mañana. Un golpeteo en mi puerta hizo que me despertara horriblemente temprano, me arrastré fuera de la cama envolviéndome en la frazada, para evitar a toda costa el contacto con el mundo de los despiertos; y abrí la puerta. Quien estaba al otro lado me dejó sin habla. Literalmente. —Hola, Ayn —saludó Van, que vestía un abrigo gris con amplias mangas que cubrían sus brazos hasta casi hacer invisible sus manos. Noté que había tenido la amabilidad de ponerse el guante que asimilaba piel—. ¿Todavía no puedes hablarme? Quité la atención del brazo y traté de probar diciendo “hola”, pero solo un tic nervioso apareció en mi cara, dándole a la joven una razón para reírse de mí. Suspiré molesta y traté de cerrar la puerta en su cara; pero me detuvo sujetando la madera con su brazo, impidiéndome hacerlo por más que empujara. Me dio una sonrisa conciliadora y finalmente la dejé entrar en mi habitación, preguntándome cómo era que estaba allí. —¿Qué haces durmiendo? Ya son las once de la mañana —fruncí el ceño en confusión, a lo que ella hizo el truco del reloj flotante saliendo de su muñeca—, la seguridad de este lugar es un chiste, nadie me vio entrar por la puerta de enfrente. ¿Hay cámaras? Negué con la cabeza, tener cámaras suponía un gran gasto y Rebecca odiaba los grandes gastos, como reparar el ascensor. —Hasta tuve tiempo de buscar tu habitación en el registro, estos edificios de ayuda estatal están cada vez peor; antes era imposible pestañear sin que quedara en video. 79
Nos sentamos en mi cama y guardamos silencio por algunos minutos, Van miraba mis pertenencias con interés, pasó la vista por mi ventana rota y se detuvo un momento en el cubo lleno de cubos que descansaba indescifrable en el velador. —Creí que eso era de la nativa —dijo, levantando una ceja hacia mí. Volví a negar con la cabeza y me envolví más fuertemente en la frazada—, bueno, son un par interesante. ¿Por qué te saltan las alarmas de tu tecnofóbia conmigo? Sabes lo que es una nativa, pero ella no te produce miedo. Quise decirle que no tenía idea de por qué ella, o su brazo, me producían tal reacción, pero solo me encogí de hombros y la miré, esperando que volviera a hablar. —Vine porque estoy preocupada por Adam —explicó al fin—, tu hermano no está muy bien; ha tenido unos meses difíciles, y saber que Odan quiere involucrarte con nosotros no lo ayuda. ¿Entiendes? —asentí—. Yo creo que eres muy joven para unirte al Núcleo… si Odan quiere que te unas, tienes que tener un talento especial, tienes que tener algo que aportar. Yo no tenía talento alguno. —Adam dice que eres buena trabajando información, dice que no tienes miedo de manejarte en el submundo de los inmigrantes y nativos, que sabes mantenerte segura, pero tienes buenos contactos —decía estas cosas con seguridad, confiando en las palabras de mi hermano, de las que yo me sorprendí—, si decides unirte a nosotros, tienes que prometerle a tu hermano que confiarás en mí; porque estaríamos trabajando lado a lado. Si confías en mí, Ayn, podré protegerte y él estará tranquilo. Van sonaba sincera, más preocupada por mi hermano que por mí, lo cual me pareció una variación positiva, ya que Adam nunca parecía preocuparse por sí mismo cuando yo estaba en el medio. Confiar en Van no era mi idea de encontrar protección, pero aún así moví la cabeza positivamente; poniéndome de pie impulsada por una idea. Arrastré mi frazada hasta una de las pilas de libros en el suelo, busqué el que creía apto para la ocasión y se lo entregué. —“La máquina y su relación social” —leyó, contrayendo su boca en una mueca. Me permití una sonrisa al ver su reacción y luego extendí mi brazo derecho para ofrecer estrechar su mano; a lo que ella se levantó y aceptó mi ofrecimiento, sonriendo también. Por unos segundos, soporté estoica la presión del metal escondido por el guante en mi mano, hasta que deshice el apretón sin poder evitarlo. 80
Van se fue del edificio como una sombra, evitando incluso a los más expertos chismosos. Y volví a la cama, al mundo de los sueños. Estaba en el laberinto de nuevo, escondiéndome de algo peligroso. Por el estado de los tubos en el suelo y las paredes, estaba muy lejos de la periferia; y el miedo me indicaba que tenía que seguir adentrándome en los pasillos, porque el “algo peligroso” estaba cerca. Apagué la linterna que traía en la mano y comencé a avanzar tocando la pared, levantando los pies para no toparme con los tubos y hacer ruido. No había sonidos u olores, mis propias pisadas eran lo único que producía eco y se alejaba por los corredores. Vi un par de ratas correr por el piso, aparentemente asustadas por mi presencia, que luego se perdieron por la oscuridad. Traté de buscar un dispositivo de conexión en mis bolsillos, pero me di cuenta de que no traía ni bolsillos; estaba vestida con mi pijama y mis pies descalzos. Solo al notar esto, sentí el frío y la textura del cemento bajo mis pisadas. El “algo peligroso” seguía acercándose y yo comencé a correr presa del pánico, seguí en línea recta hasta que la pared del corredor dobló a la izquierda, y la seguí algunos metros hasta que mi pie pisó algo blando y húmedo; resbalé, cayendo de frente sobre dos tubos y haciendo que más ratas corrieran despavoridas para alejarse de mí. Prendí la linterna y alumbré hacia atrás, para ver qué era lo que me había hecho caer. Un ojo. La luz alumbró un ojo descansando en suelo. Traté de hacer un esfuerzo para ponerme de pie y seguir corriendo, pero un dolor horrible en el tobillo me lo impidió; y supe que no podría seguir escapando del peligro que ya debía estar a un pasillo de mí. Aún así me arrastré por el suelo y me acerqué al ojo, buscando también el cuerpo al que pertenecía, alumbrando todo a mi alrededor; pero sin éxito. Finalmente observé la esfera, que estaba a la altura de mi cara, mirando al cielo. Entonces la pupila del ojo se movió, expandiéndose y contrayéndose numerosas veces; como si estuviera enfocando. Un suave ronroneo mecánico se producía cada vez que la pupila se movía, y entendí que se trabada de un ojo biónico; miré hacia arriba para ver lo que el objeto veía. Había un cuerpo colgando muy alto entre las paredes del laberinto, sujeto por los tubos. Sentí la desesperación en forma de sudor, y quitando los ojos del cuerpo colgante, volví a apagar la interna y traté de pegarme a la pared; con la esperanza de que el algo peligroso no me viera. Escuché sus pasos doblar la esquina y acercarse al tiempo que veía la luz de su propia linterna surcar el pasillo. 81
Traté de hacerme más pequeña fundiéndome al suelo, pero sabía que era inútil; en menos de diez segundos la luz ya estaba en mí, y la silueta que la sujetaba se quedó quieta, mirándome. De pronto, durante una fracción de segundo, todo el lugar se iluminó y yo sentí el impacto en mi cráneo. El ruido del disparo aún estaba en mis oídos cuando dejé de moverme, era lo único que escuchaba, además de algunas ratas caminando sobre mí. Estaba muerta. —¡Ayn! ¡Abre la puerta! ¡El detective aquí cree que te escapaste, pero no es así! ¿Cierto? —la voz de Rebecca sonaba amistosa y nerviosa al mismo tiempo. Me senté en la cama y toqué mi cabeza con desesperación, todo estaba en orden, no había sangre, dolor; el laberinto se había esfumado y con él también se había ido el peligro. Traté de dejar de temblar, pero aún sentía frío, debía ser porque la ventana seguía teniendo un agujero en medio. —¡AYN! Salté al escuchar a Rebecca y corrí a abrir la puerta, el detective Tohavs me miraba con curiosidad, un poco sorprendido que en realidad estuviera en la habitación. —Disculpe —dije, y Rebecca soltó un largo suspiro de alivio, que se interrumpió al ver la ventana quebrada sobre mi hombro—, estaba durmiendo. —Son las una y media —dijo suavemente el detective, que no parecía molesto—, de cualquier forma… la investigación ha dado algunos frutos. Necesito que vea unas fotos y me diga si conoce a estas personas. El detective dio una mirada a Rebecca, quien comprendió la indirecta, y se fue por el pasillo sin antes dedicarme una expresión que decía “no creas que yo voy a pagar por esa ventana”. Del bolsillo interior de su abrigo, el nativo sacó una lámina transparente enrollada y la extendió; exponiendo un círculo dorado en una de sus esquinas. Luego descubrió su brazo para exhibir un tatuaje con el mismo diseño en su muñeca. —¿Ha visto a este hombre? —preguntó, poniendo la lámina frente a mis ojos y deslizando el tatuaje por el círculo de la misma. Dos imágenes llenaron la transparencia; en la primera, aparecía un joven Darel; tal vez tenía algunos años más que yo cuando la fotografía fue tomada, su cabello estaba muy corto y vestía un uniforme formal de Protección, posaba mirando la cámara con seriedad. En la segunda, había un Darel más actual, posando exactamente igual que en la anterior. —No…—respondí, restregando mis ojos con la manga de mi pijama—. ¿Tiene algo que ver con Adam?
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—No puedo dar detalles de la investigación. ¿Conoce a esta persona? Entonces alguien que no esperaba ver apareció en la lámina. Erick miraba a la cámara con aire desafiante y una semi sonrisa, su cabello rubio estaba rapado a los lados y largo al centro, de modo que parte de él caía en su cara; era una foto muy reciente, y tuve que usar todas mis nulas capacidades de actuación para evitar entrar en pánico. El detective Tohavs debía saber que yo conocía a Erick, un par de preguntas a cualquier persona de mi vieja calle y sabría que éramos amigos desde hace años. Lo miré a los ojos y advertí una chispa de expectación, esperaba mi respuesta y esperaba que respondiera en mi contra. —Sí —dije, aún mirándolo a los ojos—, si lo conozco. El nativo mantuvo sus labios formando una línea recta, miró de la foto a mí respectivamente. —Su nombre. —Erick. —Apellido. —Zei. —Edad. —Diecisi…dieciocho. —Crímenes. —¿Cri...crímenes? él no… —Dígame. ¿Fue pareja de Erick Zei? —… —Tomaré eso como un sí. —Eso fue hace mucho…ahora somos amigos. —No es el tipo de amistad que yo recomendaría. Ahora el detective sonreía abiertamente. Él ya sabía las respuestas a todo lo que me había preguntado, una mentira me hubiera hecho parecer sospechosa; pero la verdad me hacía querer lanzarlo por la ventana rota de mi habitación. —Lamento incomodarla —dijo, guardando la lámina y borrando su sonrisa. —Está bien —traté de sonar lo más sincera posible—, es su trabajo. 83
—Para su tranquilidad, Zei no es sospechoso respecto a la investigación de su hermano, solo estoy indagando a los conocidos de la familia; y él fue a visitar a Adam Lark a la cárcel, así que debo considerarlo. Debo agradecerle por su cooperación, señorita. Le recomiendo que cambie esa ventana si no quiere enfermarse antes de que comiencen las clases. Con eso, el detective Tohavs se retiró. Cerré la puerta y me apoyé en ella un momento; estaba agotada, ese nativo era demasiado intenso, parecía que monitoreara cada expresión, palabra y movimientos que realizaba para saber si mentía. De seguro había notado que mentía respecto a Darel, tendría que avisarle que lo estaban investigando cuando lo viera. Y Erick… Erick podía arreglárselas solo.
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10.—Dime la verdad. ¿Quién es ese Erick? No me mires como si no supieras de lo que hablo, escuché todo lo que hablaste con ese detective. No, no estaba escuchando pegada a la puerta, es que ustedes hablaban muy fuerte. Era una maldición que la habitación de Llass estuviera al lado de la mía. —Llass… no tiene importancia, de verdad. —Creí que te gustaba Abi, de verdad estás perdiendo el tiempo sin decírselo. Me golpeé la frente con la palma de la mano y me mantuve en silencio por un momento. Había aceptado la invitación de Llass para salir a caminar en lo quedaba de la tarde, pero no estaba preparada para una ronda de preguntas. —Tengo que decirte algo —dije, mirándola a los ojos y poniendo mis manos en sus hombros—. No va a pasar nada con Abi, empecé a hablar con ella porque me pidió ayuda con algo ilegal, y en un momento me confundí… pero nada más. —Entonces este Erick… —No… no, no y no. Nada pasa con Erick, por última vez, olvídate de eso. No puedo darte detalles porque ya tienes muchos problemas cubriéndome con Rebecca y con Protección. Mi amiga agitó la mano en el aire, sacudiendo la importancia de su ayuda. —No te preocupes por eso. Creo que voy a ganarme una beca o algo así, no ha sido malo para mí —retomamos nuestra caminata mientras ella hablaba—, pero… sabes que esconder cosas de Nu es imposible, tiene una cualidad para sacar la verdad. —Sí, supongo que tendré que tener cuidado. Llass asintió y yo me sentí más tranquila. —¿Qué le pasó a la ventana de tu habitación? —preguntó de pronto, como recordándolo de repente. —En la ciudad tienen miedo de mi hermano —respondí, después de pensar un poco—, pero aquí solo se ven afectados porque la seguridad aumentó — apunté a un protector sectorial que caminaba a unos metros de nosotros—, hay de esos en todos lados… —¿Y qué tiene que ver eso con tú ventana?
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—Me lanzaron una piedra…una roca. Si quieren que mi hermano se entregue, pueden ponerme en peligro a mí. Protección dejaría tranquilo al Sector IV si no buscaran a Adam; nunca en toda mi vida había visto tanta seguridad. Si no fuera mi hermano de quien hablamos, y si no viviera en el edificio, estaría enojada conmigo también. Al tiempo que decía eso, un auto patrulla pasó por la calle a nuestro lado; asegurando mi teoría. La verdad, estaba un poco preocupada por cómo quien había tirado la piedra sabía cuál era la ventana correspondiente a mi habitación. Yo no era una figura pública ni estaba en las noticias a cada momento, solo había sido nombrada un par de veces cuando se referían a la investigación de Adam. Tal vez había ojos en mí mientras caminaba con Llass por las calles. Sentí un escalofrío al recordar el ojo biónico de mi sueño, mirando ese cuerpo colgante en el laberinto. Jamás sentí más miedo en mi vida, sabiendo que no podría escapar de lo que me perseguía y que no importaba cuánto tratara de esconderme. —Por el Control… —exclamó Llass, sacándome de mis pensamientos y apuntado hacia delante—, ese estaba buscando problemas, mira su chaqueta. Divisé la chaqueta de Erick rodeada por cinco tipos con cara de pocos amigos; se reían y lo empujaban de un lado a otro, tratando de provocarlo. La gente alrededor del altercado comenzaba a alejarse y algunos curiosos se paraban a mirar. —¿Cómo es que está lleno de patrullas y pasa esto? —pregunté entre dientes, más para mí que para Llass, quien me miró con curiosidad. —¿Por qué suenas enojada? No se ven estas peleas todos los días, es emocionante —dijo, acercándose al círculo de gente que rodeaba a los hombres y a Erick. Yo la seguí, haciéndome camino hasta el frente de la multitud. —Pero son cinco contra uno… —reclamé una vez que la encontré. —¡Sí! —una mujer a mi lado estaba gritando y riendo—, ¡Lo van a aplastar! —a lo que más voces se unieron en vítores. Entonces los hombres comenzaron a alentar a la multitud, haciendo caer a Erick al suelo. Di una mirada por el círculo de gente, esperando ver algún oficial de protección dispuesto a dispersar a la gente y detener la pelea; pero no encontré lo que buscaba, en cambio, localicé a Sofil y Andra, conversando entre ellas sin ningún signo de preocupación. 86
—¡Oye, Ayn! ¡Cambia la cara, si quieres nos vamos! —Llass gritaba sobre los gritos, parecía entender que no me gustaba nada lo que pasaba; pero aún así negué con la cabeza y volví a mirar a Erick. Fue una fracción de segundo, pero me vio al tiempo que lo hacían caer al suelo de nuevo, noté claramente que sonreía. —¡Eh! ¡¿Por qué te ríes?! —uno de los hombres golpeó a Erick en la cara. Entonces lo que siguió pasó rápidamente. Escuché que Llass gritaba en mi oído y me tiraba del brazo hacia atrás; luego todos los vítores cambiaron a gritos de horror y vi que lo hombres habían dejado de golpear a Erick. El que acababa de golpearle la cara estaba petrificado, miraba hacia el frente, hacia el cañón de un arma sostenida por la mano de mi amigo, que tenía una rodilla en el piso y ahora mostraba los dientes en una sonrisa completa y torcida. —Espero que les haya parecido divertido. ¡Montón de… de…! —Se puso de pie y miró hacia la multitud, que comenzó a correr sin esperar el insulto—, pss… montón de miedosos… Dijo lo último bajando el arma y les hizo una seña a los hombres para que se fueran, a lo que ellos también respondieron corriendo. Finalmente, quedamos Andra, Sofil, Erick, Llass y yo en ese lado de la calle; me di cuenta de que Llass estaba aferrada a mi brazo y se escondía tras de mí. —Ayn… —susurraba casi entre lágrimas— ¿por qué no corres? Este tipo está loco, nos va a disparar… y…y aún somos jóvenes. ¿Es que quieres morir? —No voy a matar a nadie —la corrigió Erick, que se acercó a nosotros—, o debería decir, voy a matar a nadie…creo que eso es mejor —concluyó, y luego comenzó a reír. Llass gritó y volvió a tirarme del brazo. —¡AYN! ¡Si no vienes conmigo te voy a dejar aquí! ¡TÚ! ¡QUÉDATE AHÍ! — gritó lo último dirigiéndose a Erick, que sonrió y guardó el arma en su pantalón. —Tranquila, Llass —traté de calmarla—, el arma es de perdigones. Además lo conozco, no nos va a disparar. —¿Lo conoces? —Preguntó sorprendida— ¿Y por qué no me lo dijiste antes? ¡Casi me da un ataque! —Tú estabas gritando. —¿Esta es una amiga de tu nueva vida? —Inquirió Erick, ahora solo a medio metro de nosotros. Andra y Sofil se habían acercado también— ¿Qué pasó con 87
la Ayn que decía que…que… en nadie se interesaría y sobreviviría al Sistema sin amigos? —su voz estaba llena de resentimiento, diferente a como me había tratado mientras hacíamos la venta de inhibidores. —Está imaginando diferentes formas de matarte mientras duermes — respondí sin humor— ¿Qué te pasa? Buscar pelea en la calle…de día…cuando todo el Sector está lleno de uniformes. ¿Te vuelves sensible una vez al mes o algo así? Sofil y Andra rieron y Erick me miró con odio por un momento, antes de soltar una corta carcajada también. —Discúlpalo —dijo Andra, dirigiéndose a Llass y dándole palmaditas en la espalda a Erick—, fue la emoción de la pelea. Yo soy Andra, ella es Sofil y él es Erick. —¿Este es Erick? ¿Ayn… enserio? —Ella es Llass —continué las presentaciones, aunque no sabía si sería buena idea que ella conociera a mis viejos amigos—, es quien me ha estado ayudando con Protección todo este tiempo. Es una doble agente. … —¿Un detective? Lo único que hice fue ir a ver a Adam una vez… Habíamos movido la conversación a un local barato en donde la cerveza de Producción era la única opción de bebida. La mía iba en más de la mitad y la Llass estaba llena; ninguna de las dos comprendía como Sofil y Erick iban en el tercer vaso. Por su parte, Andra nos había advertido de la mala calidad del líquido y se había abstenido de pedirlo. —Ni siquiera deberían molestarte a ti, Ayn —comentó Andra, dedicando una sonrisa a Llass, que miraba su reloj continuamente—, todos sabemos que no tienes idea de dónde está Adam. —Aún así la atacaron ayer, tiraron una piedra por la ventana de su habitación —dijo Llass, preocupada—, por suerte no le pasó nada. —Nada le pasó —corrigió Erick, apoyándose en la mesa y dirigiéndose a mi amiga, que estaba frente a él—, este idioma es extraño, Llass… la doble negación es un fenómeno permitido, pero estoy en una campaña para cambiar eso. Porque cada vez que pienso “no le pasó nada” pienso en “le pasó algo”, porque…porque… ¡No tiene sentido! —Está ebrio —comunicó Sofil, sacudiendo la cabeza y alejando su vaso—, estaba un poco ebrio antes de meterse a la pelea; cada vez que toma saca el tema de la doble negación. 88
Quitó también el vaso a Erick y este protestó por unos minutos. Conversamos hasta que Llass me informó que si no partíamos, no alcanzaríamos el toque de queda en el edificio. Así que nos despedimos ante los reclamos de los demás. —Tenemos que volver a vernos, de verdad creo que no te quedó claro nada de lo que te expliqué —decía Erick, mientras daba un abrazo a mi amiga y sonreía estúpidamente. Una vez en la habitación de Llass, nos encontramos con Abi y Nu jugando “El tiempo después de la Caída” en modalidad uno contra uno, gritándose incoherencias y tratando de sabotearse mutuamente. —¡Ja! Esta es la cuarta vez que te gano. Creí que esto era al mejor tres ¿Qué? ¿Quieres el mejor de nueve? ¿Diez? Jajajaja —Nu había comenzado a reírse de Abi, quien se reía a su vez. Si ella hubiese podido jugar libremente, habría vencido a Nu varias veces, pero su secreto la obligaba a usar los controles para inmigrantes y a oprimir botones a los que no estaba acostumbrada. —¿Y ustedes dos dónde estaban? —preguntó Nu una vez que nos vio. —Conocí a unos amigos de Ayn, fuimos a un bar. —¿En serio? Yo siempre he querido conocer algún amigo de Ayn. Los delincuentes me parecen interesantes —Nu adoptó una actitud confidencial—. ¿Había alguien que pudiera interesarme? —…Había solo un tipo…no recomendable. Solía estar con Ayn. —¿Nadie más? —No. —Cuéntame de él igual. Así Llass se sumió en una profunda descripción de Erick con Nu. Y yo me senté junto a Abi, esperando algún tema de conversación relajado. —Así que hubo un pasado más oscuro que tu pasado oscuro —se burló, negando mis deseos. —¿De verdad quieres empezar este tema? —Es curiosidad. Ustedes los inmigrantes son muy raros en cuanto a sus relaciones. —¿Cómo es eso? 89
—Bueno, ustedes pueden encontrar pareja libremente; alguien que conociste en el Centro, un bar, la red… no importa, pueden están tranquilos en que si se enamoran de alguien y son correspondidos, no hay nada de qué preocuparse. —¿Cómo es con ustedes? ¿Sus padres les arreglan los matrimonios? —No son nuestros padres, es el Control. Estadísticas que encuentran a tu pareja perfecta, genética y económicamente. —¿Y hay forma de escapar de eso? Quiero decir… no creo que quieras casarte con un hombre. Abi rio sin ganas. —Eso no importa, a nadie le importa. Cambié de posición en el suelo de la habitación de Llass. Un poco arrepentida de haber continuado esa línea de conversación. —Eso suena como una mala experiencia —aventuré. —Sí, es por alguien que me gustó antes de venir aquí. —¿Hombre o mujer? —Se llamaba Qhi —se rió ante mi mirada de confusión—, es un nombre mixto en las Ciudades, pero esta Qhi era mujer. —¿Y pasó algo? —No… Para estar con alguien, aunque sepas que solo tienes hasta que el Control elija tu pareja definitiva, debes llenar ciertos requerimientos. —¿No llenabas los requerimientos de Qhi? —me parecía extraño, ya que Abi, con otro peinado, era claramente una ciudadana de alto nivel de ciudadanía. —Ella no llenaba mis requerimientos —miró sus manos y jugó con sus dedos mientras hablaba—, me confesé y dijo que yo le gustaba también, pero me rechazó de inmediato. Podríamos haber estado juntas a escondidas, pero ella decidió que no valía el riesgo. —¿Ni siquiera lo intentó? —No, incluso le contó a sus padres para que ellos hablaran con mi mamá. Me llegó un buen castigo —suspiró profundamente y levantó la cabeza, apoyándose en la cama de Llass. —¿Puedo decir lo que quiero decir en dedicación a Qhi? 90
—Es un insulto ¿Verdad? —asentí—. No… —Aún así es una… —No. —…desconsiderada. Nos reímos con una carcajada, que captó la atención de Nu y Llass. —Y este tipo con que estuviste. ¿Qué pasó? —Erick. Hace como… más de tres años, estuvimos algunos meses juntos, pero me di cuenta de que me interesaban más sus pretendientes que él — suspiré con exageración—. Todas me odiaban. —¿Algunos meses? —Ocho. —Ocho —repitió la nativa, con sorpresa—, eso no es poco tiempo… ¿Cómo lo tomó él? —Bien —me encogí de hombros—, pero se volvió bastante competitivo. Miré hacia donde se realizaba la otra conversación, Llass parecía estar contando todo el episodio de la pelea de Erick, porque dramatizaba sostener un arma y apuntaba hacia Nu. No tardamos en partir a nuestras respectivas habitaciones, yo no tenía mucho sueño, ya que había dormido hasta tarde ese día; de modo que me dediqué a cubrir el gran agujero en la ventana con cartón y cinta adhesiva. El clima empezaba finalmente a volverse fresco y el calor sofocante del verano estaba en huída, lo que me recordó que las clases se acercaban. No sabía dónde entraría el Centro en mi cabeza con todo el tema del Núcleo en desarrollo.
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11.—¿Cómo? —Eso que dije. ¿No me escuchaste? —Pero…pero… —¿Crees que se llevó una mala impresión de mí? —No lo se... estabas ebrio, apuntando con una pistola de perdigones y hablado de gramática. ¿Desde cuándo te interesa la gramática? —No me interesa la gramática, ahora solo me interesa Llass. Miré al cielo de forma dramática. Todo era perfecto, ahora Erick, un delincuente sin futuro, estaba interesado en Llass, la estudiante con honores que no rompía las reglas; lo peor era que yo estaba en medio y dependía de mí que esa unión hecha en los confines del océano oscuro de la mente de Erick se constituyera como real. —Ayn, no exageres. Solo dime cómo puedo contactarla, su número de dispositivo…sus redes sociales. No tenía tiempo para eso, Abi me esperaba a unos metros de dónde conversábamos, si perdíamos tiempo esa noche, no podríamos estar ni quince minutos con el Núcleo. Ni siquiera sabía cómo Erick nos había interceptado después de salir del edificio. —No sé su número y no tengo idea de sus redes. Pero le diré que quieres hablar con ella, tal vez… solo tal vez, ella quiera hablar contigo también. —Gracias —me abrazó y aprovechó para mirar sobre mi hombro—. Oye, dime ¿Quién es ella? ¿Por qué estás con ella a esta hora? No me da buenas vibras… —se separó de mí y me miró intranquilo—. Ayn, tu nunca sabes distinguir el peligro. ¿Te acuerdas de esa tipa que resultó una sicópata? Tuvimos que asustarla para que te dejara tranquila. —Ella es Abi —dije, haciéndole una seña para que se acercara—, este es Erick. Él cree que eres peligrosa, pero yo creo que no se ha mirado al espejo. El aludido frunció el ceño y negó con la cabeza. —Si me he mirado al espejo, yo no te recomendaría estar conmigo —dijo, estrechando la mano de Abi—. No le digas eso a Llass… por favor; dejaría que ella me cambiara a ser un buen habitante, lo juro. —Tenemos que irnos, fue un gusto —se despidió la nativa, arrastrándome del brazo para apurarme. 92
Cuando finalmente llegamos al departamento, nos encontramos con Tinh y Adam, y yo suspiré de alivio porque Van dormía. —Queremos saber la misión del Núcleo antes de unirnos —dije, sin dar pie para réplicas— no es posible que no nos expliquen lo que hacen. Escuché a Adam suspirar, de seguro aún tenía esperanzas en que yo no quisiera trabajar para la madre de Abi. —Bien… pero si después deciden no unirse, deben mantener silencio respecto a lo que voy a contarles —comenzó Tinh, que ahora parecía más relajado que la última vez—, si algo se filtra tendremos que tomar medidas serias. Asentí, tratando de no imaginar cuáles eran esas medidas serias. Tinh miró a Abi, interrogante. —¿Y tú, nativa? —No diré nada. —Correcto —Tinh tomó aire—. La jefa Cahd nos contrató como un departamento de inteligencia privado; el grupo de hackers el Núcleo es una cubierta. Nuestras operaciones van desde desenmascarar a los individuos sucios de los departamentos de Nexu, a proteger personas según los intereses de la jefa. Como por ejemplo… Abigail Cahd —apuntó a Abi con un gesto—, Iggy creó una identidad desde cero para ella y Darel usó sus contactos para ingresarla en el Sistema. —¿Eso es todo? —pregunté con decepción. —No existe ningún grupo parecido en Nexu —respondió Tinh, algo ofendido—, poseemos los recursos para tener a las personas más calificadas en cada trabajo, para mantenernos en secreto. Los únicos que se nos acercan son los nativos rebeldes, pero esa es una mafia de niños ricos que no ha hecho nada más que tirarles bombas de olor a los Representantes. —Mm. Estoy bastante segura de que los nativos rebeles están formados por nativos pobres que no tienen nada que perder, y que están más organizados de lo que crees —dije, encogiéndome de hombros. —Nadie sabe eso con certeza, ni siquiera nosotros —Tinh miró a Adam, que asentía—. Uno de los trabajos de Adam aquí ha sido identificar a algún miembro de ese grupo, pero ha sido imposible. —Entonces han buscado mal —bufé. —Suenas como si conocieras a alguno de ellos —me acusó Adam, incorporándose en su silla. 93
—Yo no dije eso —sonreí—. Pero si hipotéticamente conociera a alguien que es hermano de un miembro de ese grupo y me contó algunas cosas a cambio de interceder en un trato con un Niño Nube… bueno, tampoco se los diría. Adam suspiró con exasperación y Tinh abrió la boca para decir algo, quedando congelado por la sorpresa. —¿Cómo es que intercediste con un Niño Nube…? Eso es imposible. —Creo que el problema aquí es que hay muchos imposibles —respondí, y miré a Abi de reojo, que miraba de Tinh a mí nerviosamente. —No la escuches, Tinh —intervino Adam—. Es capaz de meterte cosas en la cabeza hasta extorsionarte. Quieres algo más que entrar al Núcleo ¿verdad? —me preguntó y negó con la cabeza levemente. Tratando de prevenirme. —No lo sé —pretendí meditar un momento—. Depende de qué tanto quieran la información de los nativos rebeldes, tal vez deban preguntarle a su jefa. Tinh frunció los labios y buscó en su ropa un dispositivo de conexión, oprimió algo y procedió a sujetar el aparato junto a su oreja. —Jefa, sí. Aquí está Ayn Lark, la hermana de Adam. No…aún no. Resulta que ella dice tener información acerca de los nativos rebeldes. No, quiere algo a cambio. Bien, lo arreglaré —se retiró el dispositivo de la oreja y me sonrió—. Lo conseguiste, la jefa te recibirá en su oficina mañana. Asentí satisfecha y me relajé en mi silla. Sentí que Abi se removía y aclaraba la garganta. —Entonces supongo que Ayn hará un trato para entrar al Núcleo. Pero yo… ¿Qué tengo que hacer? Todos los inmigrantes sentados a la mesa miramos a la nativa con incredulidad. —Eres la hija de la jefa, nativa. Tú ya estas dentro —dijo Van, que había aparecido por una puerta y se sentaba a la mesa con nosotros. Puso los codos en la mesa y descansó la cabeza en sus manos; luego añadió—. Por cierto, tienes una linda voz cuando no estás gritando, Ayn. Sentí como enrojecía al tiempo que mi subconsciente me ordenaba guardar silencio, bajé la cabeza y traté de pensar en alguna forma de continuar en la conversación. —El mutismo selectivo es tratable si me dejas instalar algunas cosas en tu cerebro —dijo Tinh con una sonrisa. Lo miré sintiendo una punzada de terror y casi caí de mi silla. 94
—Tiene tecnofobia… no vas a ayudarla diciéndole eso —lo regañó Van dándole un manotazo en la espalda con la mano metálica. Sintiendo que el sonido producido por el impacto me cortaba la respiración, le di un codazo a Abi para que me siguiera a la cocina. Tomé aire y miré alrededor. La cocina estaba demasiado limpia, todo producía tal brillo que me sentía mal de estar pisando el suelo y dejando mis huellas, me pregunté si tal perfección había tenido que ver con el brazo de Van. —Odio esto —confesé con rabia y di un puñetazo al refrigerador. Ignoré el dolor en los nudillos y sacudí la cabeza, tomándola luego entre mis manos; el mismo sentimiento sofocante que me había imposibilitado la última vez se formaba en mi garganta—, pienso en cómo se mueve el metal, en cómo se siente, en cómo se maneja, en si le duele… Abi se acercó a mí y tomó la mano que había golpeado, salté al sentir que tocaba los nudillos; luego hizo que levantara la cabeza y dijo: —Inspira —cerró los ojos y respiró en modo de demostración, inflando exageradamente sus pulmones—, y espira entrecortadamente...soltando todo el aire de a poco. —¿Qué haces? —le pregunté, escuchándome jadear en vez de respirar normalmente. —Técnica de respiración, estás entrando en pánico —abrió un ojo y me instó a que hiciera lo mismo. —¿Leíste acerca de técnicas de respiración? —Solo hazlo. Cerré los ojos e inspiré y espiré, soltando el aire de a poco; repetí el proceso una, dos y tres veces, hasta que sentí que Abi ponía una mano en mi hombro. —Bien —escuché que decía, y abrí los ojos—, creo que si lo sigues haciendo podrías desmayarte. ¿Cómo te sientes? Ya no hiperventilaba, la cocina ya no me parecía tan limpia y el brazo de Van era solo una pieza de metal de la que no había mucho que pensar. Aunque seguía ahí. —Mejor…gracias. Mojé mi cara en el lavaplatos y traté de recordar por qué había pedido hablar con Abi en primer lugar. —Perdona por todo eso —apunté al comedor—, no tenía planeado nada, pero no podía dejar pasar la oportunidad. 95
Los ojos de Abi se suavizaron y una sonrisa se dibujó en su cara. —Fue impresionante. —No tanto como cuando sobornaste al hombre del Sistema. —Yo no diría eso, pero dime; ¿Qué vas a pedirle a mi mamá? —Nada importante, beneficios —sacudí una mano en el aire quitándole importancia—. ¿Y qué piensas del Núcleo? —Si mi mamá cree que necesito estar aquí, entonces lo estaré. ¿Y tú? —En cualquier movimiento mal dado, podemos terminar siendo un grupo terrorista. Así que mejor nos preparamos. Adam cuestionó lo que había pasado con mi mano cuando salí de la cocina aplicando hielo, pero como no podía hablar solo me encogí de hombros. —Tuvo una batalla con el refrigerador —explicó Abi, encogiéndose de hombros también.
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12.No había logrado dormir en toda la noche, pero aún así estaba esperando el auto que me llevaría a ver a Odan Cahd, a las ocho de la mañana. De algún modo que no comprendía, podía mantenerme despierta y alerta en la calle que me habían dicho que esperara. Iggy era el nombre de la persona que iba a conocer primero, y lo único que sabía de él era que no era muy sociable. Van me había aconsejado ignorarlo y no tratar de buscar conversación, lo que le había causado un ataque de risa que duró varios minutos; Adam y Tinh, por otra parte, me aseguraron que era un buen tipo, pero que no tenía que ofenderme con su actitud. Todos los consejos solo lograron ponerme nerviosa. —Tú. Me volví para ver a un hombre de mediana edad, calvo, con lentes de sol y traje formal; aparentemente mirándome mientras mantenía sus manos tras de sí. — ¿Sí? —pregunté, retrocediendo un paso. —Tú eres Ayn Lark —asentí—. Yo soy Iggy, Ignasius Giver. Estreché su mano, soportando el dolor que aún me quedaba de la batalla contra el refrigerador, y sin cruzar otra palabra, dejé de me condujera hasta dónde había estacionado su vehículo. —Espero que no te moleste —dijo con voz neutra y apuntó a una motocicleta estacionada a unos metros de nosotros—, el auto de la empresa no estaba disponible, así que traje mi propio vehículo. —No me molesta… —respondí, tratando de esconder la emoción que me generaba viajar en motocicleta. Había sido un vehículo habitual hace unos seis años, cuando Sy me recogía del Centro para el entrenamiento. Recibí un casco de Iggy y lo coloqué sobre mi cabeza; luego subí tras de él y traté de sujetarme cuando partió sin avisarme. —¡Vamos tarde! —gritó sobre el ruido del motor—. ¡Sujétate bien! Vi pasar gente y autos como manchas difuminadas a mis costados, reconocí las calles hasta cierto punto y luego traté de disfrutar el viaje, olvidando que íbamos tan rápido que un choque sería fatal. Concluí que los integrantes del Núcleo tenían algún tipo de dispositivo que abría un camino de luces verdes frente a ellos; no me había parecido extraño viajando en el auto de Tinh, pero mientras los minutos estando sujeta al traje 97
de Iggy pasaban, y no era necesario que paráramos en ningún cruce, se hizo claro que algo anormal estaba pasando. Vi las señaléticas que anunciaban que entrabamos a la Ciudad IV, aunque no pude leer ni una palabra de lo que decía en ellas. Levanté la vista hacia el espectáculo que se presentaba ante mí: la ciudad número cuatro elevándose a alturas que desafiaban los límites de la imaginación. Dos bloques de edificios formaban el hogar de los nativos, divididos por la calle principal en medio de ambos, y uniéndose al fondo de forma abrupta; la calle principal era una de las cinco disponibles para transitar, mientras todo el movimiento importante se realizaba dentro de los propios edificios, que estaban tan cerca uno del otro que formaban el ya conocido laberinto y se unían por una cantidad exorbitante de ascensores verticales y horizontales. Yo solo había estado una vez dentro de esos bloques, y jamás había tomado uno de esos elevadores. Iggy bajó notoriamente la velocidad una vez que entramos a la ciudad; aunque no nos detuvimos del todo, logré ver a la gente y los escasos autos que entraban y salían al igual que nosotros. Avanzamos otros cinco minutos antes de que Iggy finalmente estacionara la motocicleta. Me bajé frente a la entrada de un edificio de oficinas, hombres y mujeres salían y entraban por las puertas sin cesar, nadie tenía prisa y nadie se topaba con los demás, todo fluía sin problemas. Iggy tomó mi casco y lo depositó en el vehículo, con el usual deje de cualquier nativo, dejó la motocicleta sin protecciones y comenzó a caminar en dirección a las puertas. Lo seguí, temiendo perderme entre la multitud de gente vistiendo igual que él; yo vestía mi usual chaqueta gris y el contraste con los nativos me ganó un par de miradas que me identificaban como inmigrante al instante. No todos en la ciudad vestían formales, pero en el área de oficinas no había otra opción de moda. Dentro de la recepción del edificio de oficinas, alcanzaban al menos diez recepciones del edificio de ayuda estatal donde vivía. En la pared del fondo, que estaba a unos veinte metros de la puerta, pude distinguir diez ascensores alineados y en cada uno, una fila de varios metros de nativos pacientes. Encontré a Iggy en una de las filas del medio, mirando su reloj sin la paciencia que mostraban los nativos. —Aquí nadie se apura —decía entre dientes—. ¿Cómo quieren que me mezcle si estos nativos son todos tan lentos? Guardé silencio mientras el hacker refunfuñaba para sí, y aproveché el tiempo de espera para observar el alto techo que se extendía sobre nuestras cabezas, sosteniendo de tanto en tanto rejillas y tubos de luz. No había nada 98
más en esa recepción, de hecho, decidí que no era una recepción, sino una gran habitación destinada a exponer los ascensores; me pregunté si la mayoría de primeros pisos de los edificios de la ciudad eran así, ya que yo solo había estado en tribunales durante los juicios de mi hermano, y esos no se parecían a lo que veía ahora. La fila pareció escuchar los reclamos silenciosos de Iggy y avanzamos rápidamente por ella hasta cruzar la puerta del ascensor, que albergó a una docena de nativos además de nosotros dos. —¿Cómo es que nadie baja? —no pude evitar preguntar a media voz, tratando de encontrar comodidad entre una mujer regordeta e Iggy—. ¿Nadie vuelve por los ascensores? El hacker me dedicó una mirada que no pude descifrar por sus lentes de sol, luego se agachó para decirme sin que nadie escuchara: —Las puertas que viste son solo entradas, cada una con un recorrido; los ascensores son cíclicos y andan varios minutos por los edificios antes de volver a una de esas entradas. Durante el rato que estuvimos esperando, unos diez ascensores tomaron la entrada que usamos. Lo ascensores de salida están en el segundo piso. Ahora… te recomiendo sujetarte. Las puertas se cerraron de repente, algo cayó y colgó del techo, un movimiento de la caja en la que estábamos hizo que toda la gente se bamboleara hacia la izquierda; comprendí demasiado tarde que nos movíamos a la derecha, y mi espalda golpeó la pared metálica de la máquina que nos llevaba a una velocidad mayor que la motocicleta de Iggy. Él y todos los demás pasajeros estaban sujetados a las cosas que habían caído del techo, eran sujetadores como los que había en los buses comunes y corrientes; tomé uno justo antes de que otra sacudida impulsara mi cuerpo hacia delante, evitando chocar contra el nativo frente a mí. Aún así, yo era la única en el ascensor que seguía perdiendo el equilibro a cada cambio de dirección. La mujer que iba a mi lado me miró por un segundo, y luego me instó a que mirara el suelo apuntando con su mano. Había sujetadores para los pies también. Finalmente quedamos solo Iggy y yo. El ascensor iba en subida, como debería ser, y ya no era necesario que enganchara mis zapatos y manos a los sujetadores para mantenerme de pie. —¿Estamos llegando? —pregunté, después de no haber dicho ni una palabra durante el viaje—. Nunca había estado tanto tiempo en una caja. —Solo han sido diez minutos —dijo Iggy, que de repente miró su reloj con alarma y agregó—: ¡Han sido diez minutos! 99
Advertí que teníamos que bajar cuando una voz monótona anunció que esa era la última parada del recorrido y que debíamos bajar. Iggy cruzó la puerta antes de que abriera completamente y se internó en el pasillo a paso rápido, lo seguí pensando que me encontraría con un mar de gente y tendría que dar algunos empujones para hacerme camino, pero me encontré con un pasillo casi vacío; solo un par de personas circulaban por él además de nosotros. Llegamos frente una puerta con una inscripción que decía: “InphoCahd, Oficinas” Iggy no gastó tiempo y trató de abrir la puerta, escribiendo la clave en una pantalla táctil y además presionándola con palabras. —Rápido, rápido, rápido, rápido… ¡Ah! Estas cosas no están hechas para nosotros, los nativos pueden abrir puertas con su mente. ¡Con su mente! — traté de mantenerme lejos de Iggy mientras él pateaba la puerta y gritaba a la pantalla, volviendo a escribir el código por quinta vez. La puerta se abrió sin aviso y un hombre apareció al otro lado, vestía traje y llevaba todo su cabello hacia atrás. —La jefa te espera hace media hora —dijo, haciéndose a un lado y apurándonos con un gesto para que entráramos a una sala de espera—, canceló dos reuniones para esto… Vi al hacker palidecer y secarse la transpiración con la manga; miró la entrada de la oficina que debía ser de Odan Cahd. —Gracias Hish —se dirigió a mí y agregó—. Quédate aquí un momento. Luego respiró hondo y cruzó la puerta, cerrándola tras de sí. —Tú eres su sobrina ¿Verdad? —me preguntó Hish, tomando asiento tras un escritorio—. O…eras su prima… —Soy su sobrina —aventuré, sentándome en una de las sillas de la sala de espera — ¿Tú eres el secretario aquí? ¿Para todas estas oficinas? —miré las demás puertas que se extendían por dos pasillos. —Sí —sonreía impasible—, mis organizadores han sido perfeccionados al punto de que podría ser secretario para el doble de estas oficinas; es un trabajo relajado. Asentí, no había forma de que sobreviviera a ese día sin recurrir a la técnica de respiración que me había enseñado Abi; los nativos no eran como Van, no podía ver sus modificaciones, pero eso no significaba que no estuviesen allí.
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Hish hizo algo que provocó que unos compartimientos en su escritorio se elevaran, presentando ante él varias líneas de esferas de memoria. Pasó su tatuaje por dos de ellas y luego se quedó muy quieto, fijando sus ojos en un punto fijo, sin mover un músculo y manteniendo su sonrisa impasible. Me puse de pie y di la espalda al secretario, no tenía idea si sus ojos funcionaban mientras estaba en ese estado de trabajo, pero no podía importarme menos. Quedé mirando la puerta de la oficina de Odan Cahd, ansiosa por entrar, segura que nada podría ser peor que estar con el cuerpo inerte de Hish. Esperé por unos diez minutos, imaginándome la reprimenda que Iggy tenía que estar recibiendo, pero sin sentirme mal por él; el hacker parecía odiar a los nativos tanto como yo, pero su intento de pasar desapercibido entre ellos me hacía sentir poca empatía hacia él. Cuando la puerta se abrió, Iggy salió y sin decir una palabra, me apuntó hacia dentro. Antes de entrar di una mirada a Hish, seguía perdido en algún rincón de su mente. La puerta se cerró y me encontré en una amplia oficina. La pared a mi izquierda era de un neutro color gris, sin cuadros o adornos; solo un sillón negro estaba atracado en un rincón, mientras la pared contraria era un ventanal que entregaba una vista sobrecogedora de la ciudad. Quedé hipnotizada mirando la incontable cantidad de edificios que se extendían ante mí, dándome cuenta que el ascensor nos había llevado a un lugar demasiado alto, tan alto que podía ver varias azoteas. —Bienvenida —dijo una voz profunda, haciéndome saltar. Traté de enfocarme en el escritorio que estaba en la pared contraria a la puerta—, gracias por tomarte la molestia de venir hasta aquí. Odan Cahd se parecía demasiado a Abi; los rasgos afilados de su cara, la nariz prominente, los ojos pequeños. Traté de buscar algo que las diferenciara además de la edad, y solo noté que Odan era más imponente, con el cabello largo y algo canoso, además de que el color de los ojos no coincidía para nada. Los ojos de Abi eran negros, mientras que los de su madre eran cafés, como los míos. Me acerqué al escritorio y senté en la silla frente a ella. —No ha sido un problema venir —dije—, todo el viaje fue interesante. —¿Sí? Supongo que no es usual para inmigrantes venir a la ciudad. ¿Qué te ha parecido más interesante? —Tenía las manos cruzadas sobre el escritorio y me daba toda su atención. 101
—Los ascensores —respondí sinceramente—, nunca había subido a ellos. —¿En serio? —estaba sorprendida—. Creí que los nativos te parecerían más interesantes que unos viejos ascensores. —Ya he visto a varios nativos. —Es cierto. Quedamos unos segundos en silencio, tiempo que ocupé para admirar el nimio escritorio que tenía enfrente; no habían marcos para fotos, papeles, dispositivos. Ante Odan solo había un escritorio de metal, absolutamente vacío. Me pregunté si esferas de memoria saldrían de algún compartimiento si la nativa daba alguna orden. —Que Abi y yo quedáramos en el mismo edificio de ayuda estatal… — aventuré—. ¿Fue una coincidencia o…? —Nada es una coincidencia, Ayn —Odan mantuvo su boca en una firme línea, pero sus ojos se suavizaron cuando me explicó—: Abi cree que la abandoné hace tres años en el sector IV, pero siempre he velado por ella; sabía que era inestable, así que arreglé algunas cosas para que tú llegaras al mismo edificio. —Adam le dijo que yo vendía inhibidores —afirmé. —Sí. Asentí sin sorprenderme; así que Adam siempre había sabido de los inhibidores. —Todo eso ya terminó… —dije—, el censo ya pasó, Jonah y Abi están bien. ¿Por qué mentirme para llevarme hasta el Núcleo? —Cualquier joven inmigrante del sistema hubiera corrido a Protección, a dar todos los nombres del Núcleo. Tú ayudaste a mi hija y aceptaste reunirte con nosotros; incluso cuando te mentí, viniste hasta aquí. Tu curiosidad camina varios pasos por delante de ti, y creo que no puedes detenerla. —No es curiosidad —no me gustaba que Odan hablara como si supiera todas mis motivaciones, además, estaba saliéndose del tema—. Usted me dio dos opciones… Ignorar o unirme. —Ignorar, o unirte —resumió ella, una sonrisa se extendió por su cara—. Lamento meterte en este problema. Para responder tú pregunta; quiero que te unas a nosotros porque conocí a tus padres, y ahora conozco a tu hermano, sería poco inteligente de mi parte no ponerte de mi lado ahora que eres joven. —Mis padres… 102
—Sabes que fueron científicos y yo financié su último proyecto. Tuvimos muchas historias, tus padres y yo —su cara de tranquilidad cambio al tiempo que yo le dirigía una mirada confundida. —No sabía eso. —¿Adam nunca te contó…? Guardé silencio, traté de buscar en mis recuerdos lo que mi hermano me había contado de mis padres: nuestro padre murió y nuestra madre se volvió loca, abandonándonos en el orfanato. —No puede ser…—dijo, pasando una mano por su cabello—. ¿Qué es lo primero que recuerdas? —El orfanato, y a Adam escapando y después volviendo por mí —respondí. Solo entonces noté que jamás había tenido curiosidad acerca de mis padres; de sus vidas y trabajos, de si mi madre aún vivía… pero esa curiosidad simplemente no estaba ahí, incluso cuando Odan parecía tan sorprendida por ello. —Bueno, supongo que puedo contarte lo que sé —me encogí de hombros y Odan hizo una mueca—. Fui una gran amiga de Isha y Vahe, los pobres hicieron grandes descubrimientos en Investigación, pero fueron marcados como peligrosos al no estar de acuerdo con algunas cosas, los despidieron del departamento. Ya tenían a Adam en ese entonces, así que les di apoyo y dinero para un laboratorio que escondimos en mi empresa…—Odan miró sus manos y se perdió un momento en sus pensamientos—, todo fue mal. Isha Dai y Vahe Nou se convirtieron en los prófugos más buscados de Nexu por algo más de un año. Un escalofrío me hizo saltar, me puse de pie botando la silla y traté controlar mi respiración. Temblaba de pies a cabeza. Mi nombre original era Ayn Lark. Sin robo de identidades, sin trucos, mi apellido era Lark. Dai… estaba envuelto en gritos. —Qu…qué…—sentí mis ojos humedeciéndose, mientras trataba de formar palabras ante una alarmada Odan—, esos no son los apellidos de mis padres. —Lark es un apellido que inventamos, Ayn…—hablaba con cuidado, como si tuviera miedo de activar algo en mí que me hiciera perder el control—. ¿De verdad no recuerdas…? Cuando tu padre murió, Isha me pidió ayuda para inscribirte en el registro con otro apellido. Ella tuvo que escapar fuera de Nexu, por eso tú y Adam estaban en un orfanato.
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—N… no me acuerdo de nada. ¿Estás mintiéndome, cierto? —No, ¿por qué haría eso? —Entonces… —dije, tratando de procesar lo que la nativa me contaba e ignorar los temblores—, está diciendo que mi madre está viva. —No —negó con su cabeza y brazos, poniéndose de pie también—, no hay forma de que ella aún viva, han sido doce años sin el Control para ella. Es imposible sobrevivir tanto fuera de Nexu. Pero Ayn… de verdad estoy sorprendida de que no recuerdes nada de esto, eras pequeña, pero alguna memoria debería quedar. Cerré los ojos y comencé a respirar como Abi me había enseñado, sosteniendo mi peso con las manos en el escritorio. Cuando los abrí, Iggy estaba en la oficina y sostenía un vaso de agua. —Gracias —murmuré, recibiéndolo y tomando un largo sorbo. Mi cabeza ya estaba calmada y podía pensar sin sentir la necesidad de salir corriendo—, uno pensaría que enterarse de estas cosas vendría por cuenta de la familia. —De verdad creí que Adam te había explicado esto; no veo motivo para que no lo sepas —dijo Odan, que ahora miraba el gris paisaje frente al ventanal, parecía decepcionada. Sacudí la cabeza y traté de concentrarme en cosas del presente, olvidar el pasado que de todas formas no recordaba. —¿Quieres o no la información de los nativos rebeldes? —Sí —se volteó a mirarme y cambió su semblante a uno de interés—, qué quieres. —Becas para dos amigos de mi edificio, y que tus hackers limpien de todos su cargos a cada uno de los integrantes del grupo de microtráfico de Erick Zei.
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III. Extraño 13.Van dormitaba sentada frente a la barra, mientras yo mantenía la vista en mi vaso y la atención en el sujeto de nuestro interés. Los últimos dos meses habían sido iguales a esa noche; vagar por distintos bares de distintos Sectores y observar a distintas personas hacer distintas cosas. Suspiré mientras daba una leve patada a Van para despertarla; como aún no podía hablarle, mis operaciones junto a ella resultaban ser las más tediosas, pero al mismo tiempo las más exitosas. —¿Aún está sentado allí? —me preguntó, restregándose los ojos y mirando disimuladamente a su alrededor—. Oye… ¿Dónde está mi vaso? Apunté hacia el atareado joven al otro lado de la barra y me encogí de hombros. Van sacudió la cabeza y miró su reloj, aunque había estado dormitando la última hora, parecía agotada. —Creo que no pasará, deberíamos irnos al hotel. Le dirigí una mirada de reproche, la verdad era que yo odiaba rendirme después de tanta espera, y volver al hotel era sinónimo de rendición. Pasaron otros quince minutos y al fin divisé nuestra señal, el inmigrante que había estado observando se levantó de su concurrida mesa y se dirigió al baño, absolutamente solo. Sonreí a Van y ella se incorporó con energías renovadas. —Ya sabes qué hacer—me susurró, y pidió otro vaso al tiempo que yo me ponía de pie. Me dirigí al sector de los baños. Una vez en el pasillo, puse la capucha de mi chaqueta sobre mi cabeza y entré al baño de hombres; el inmigrante que buscaba estaba en el lavamanos, lanzándose abundantes cantidades de agua a la cara. Me apoyé al lado de la puerta y esperé que terminara, había solo otro hombre en el lugar, que no me prestó mayor atención cuando salió. Gritos se elevaron desde el bar, con lo que el hombre y yo nos alarmamos. Habíamos pasado al plan B. El sujeto se dio vuelta y con preocupación en el rostro, comenzó a caminar hacia la puerta. Sabiendo que no tenía más que dos minutos, obstruí su paso y saqué de un bolsillo una pistola aturdidora. —¡Eh! ¡Niño sal del camino, algo pasa afue…! Un dardo interrumpió al hombre, enganchándose en la piel de su cuello y haciéndolo caer después de sacudirse un poco. Sin perder un segundo, retiré el dardo y busqué en sus ropas su dispositivo de conexión, haciendo una 105
transferencia de su memoria al mío al momento que la puerta se abría, dejando entrar a un trabajador del local. —¿Qué pasa aquí? —No sé —respondí al joven—, escuché un grito y vine a ver qué pasaba… él estaba tirado en el suelo. —Tiene que haberle dado un ataque o algo —el joven miraba sobre su hombro con preocupación—, yo no me preocuparía mucho, hay una loca con una máscara allá fuera; tiene un arma y está amenazando a todo el mundo. Estoy sacando del bar a todos los que estén en la parte de atrás, sal por la puerta que está a la derecha desde aquí, ya viene Protección. Agradecí con un gesto mientras salía del baño, me dirigí a la puerta indicada por el trabajador encontrándome con algunas personas que estaban evacuando también; una vez fuera, seguí caminando por la calle hasta llegar a la multitud que estaba formándose esperando a Protección. Vi como los autos patrulla aparecían y los agentes salían de ellos listos para actuar. Van estuvo a mi lado después de tres minutos, sonriendo de oreja a oreja. —Sé que piensas que exageré —susurró a mi oído, al tiempo que caminábamos alejándonos de la multitud—, pero dos tipos de la mesa se pararon para ir al baño. No me mires así. ¿Tienes la memoria? —asentí—. ¿Quitaste el dardo del sujeto? —asentí—. ¿Alguien te vio? —asentí—. ¡¿Qué?!. Miré al cielo volteando los ojos y comencé a caminar más rápido. Volveríamos al hotel a preparar todo para volver al Sector IV al día siguiente, habíamos estado en el Sector I por dos semanas buscando al sujeto; y después de tres sobornos y un poco de suerte, habíamos dado con él. Su dispositivo era la fuente de información que necesitábamos para descubrir una red delictual protegida por miembros de Protección. Eso era parte de lo que hacíamos, resolver casos que dejaran mal a los Departamentos de Nexus y los exponíamos en la televisión y la Red en nombre del grupo del hackers el Núcleo; desde que yo había entrado, llevábamos siete casos resueltos. No alcanzaba a sentirme culpable por hacer ese trabajo; delincuentes asociados con Protección, o hackers asociados con Investigación…solo me producían repudio. —Abigail llamó ayer —me informó Van, alcanzándome mientras cruzaba en una esquina—, estabas durmiendo. Está preocupada por ti… ¿Quieres hablar de eso? 106
La miré frunciendo el ceño; Van había estado intentando conversar conmigo por un mes, pero luego de rendirse, había adoptado la molesta costumbre de bromear al respecto. —Lo siento —se disculpo—, pero de verdad, sé que pasó algo la noche antes de que viniéramos al sector. Le hice una seña con la mano indicando que cortara el tema. Había pasado una semana asegurando a Abi que yo estaba bien, pero la realidad estaba lejos de eso, y había empezado a ignorar sus llamadas porque ya no tenía energía para mentirle. Rompimos nuestra promesa en la noche anterior a mi viaje al Sector I. Nos habíamos quedado solas organizando documentos después de una reunión, ella estirada en el sillón y yo, de espalda a ella, batallaba con un computador sentada en el suelo frente a la mesa de centro. Ella de pronto se irguió y buscó algo en su bolsillo, luego suspiró con decepción. —Creí que me había quedado una pastilla de ayer —dijo, dejándose caer de vuelta al sillón—. ¿Cómo es que te tengo aquí y no tenemos drogas recreacionales de por vida? —Porque si tuvieras drogas ilimitadas, morirías antes de que llegues a la mitad de esa vida. ¿No quieres estar consciente, para variar? —Si hubieras vivido en la ciudad no pensarías así; estar consciente es como estar en la ciudad —pausó un momento y sentí sus ojos en mí—. Además, me imagino cosas que no debería. —Qué puede ser tan terrible que tienes que borrarte para no pensar en ello —bufé, mientras al fin cerraba el último archivo y me disponía a apagar el computador. —Nada terrible, lo contrario. Ya sabes… cierta noche, en el corredor de cemento. Me congelé ante el recuerdo, Abi no había hecho mención a eso desde que me había prometido que jamás pasaría de nuevo. Sentí una puntada en la base del estómago y reí para ocultar la tensión que se había formado de pronto. —Estoy segura de que tienes recuerdos más emocionantes que ese. —No en verdad —sentenció, exhalando sonoramente—, no estoy segura por qué. —Tal vez te acordarías si hubieses estado consiente. —Sí… en eso tienes razón. ¿Tú te acuerdas? ¿Tienes alguna idea de lo fue? 107
—Bueno —medité, sonrojándome a medida que recreaba los brazos de Abi empujándome hacia ella—, me mentiste, de eso me acuerdo. —¿Aun estás enojada por eso? Ya me disculpé. Bajé la pantalla del computador lentamente y cerré los ojos, esperando que algún resto de cordura suprimiera el impulso que estaba teniendo. —¿Qué pasa, te quedaste dormida? —preguntó, y yo reí. El impulso no se iba, solo se hacía más fuerte, y comprendí que cualquier razón que me impidiera estar con Abi era irrelevante; desde el comienzo habíamos ignorado por completo a la razón. Me levanté hasta sentarme en el borde del sillón y miré a Abi, los labios entreabiertos y el maquillaje desarreglado después del largo día. Ella me miraba también, y no dejó de hacerlo mientras ocupaba sus brazos para levantarse. La detuve poniendo una mano en su hombro y empujándola hasta que su cabeza volvió a tocar el sillón. Sonreí ante la mirada confundida que me daba y bajé hasta que nuestras frentes se tocaron. Demasiado tiempo, pensé mientras me estiraba en el sillón contra ella y sus brazos me rodeaban. Tanto tiempo desde que había sentido esa presión en mi espalda, acercándome a ella con fuerza como si temiera que fuera a arrepentirme, pero también con cuidado, con una inseguridad que no existía en otras situaciones. Tracé líneas en su mejilla con mis dedos y me incliné para presionar sus labios con los míos, pero una de sus manos se deslizó hasta mi cuello y me detuvo. —¿Estamos ignorando la promesa solo por ahora o… desechándola? —¿Qué prefieres? —Mm… —movió su mano para enredarla en mi cabello y pareció perder la concentración por un momento, pero luego sonrió y se encogió de hombros—. La verdad no entiendo en qué estábamos pensando. Con eso, Abi acabó con la distancia que aún nos separaba, y al mismo tiempo el mundo exterior se nubló. Ella estaba quitando mi camiseta y yo había soltado su sostén cuando Adam se hizo visible con un seco: —Suelta mi hermana y sal de esta casa. Antes incluso de mirarlo, vi a Abi apretando los dientes y cubriéndose con los brazos; atiné a pasarle la prenda más cercana que encontré y a reposicionar mi camiseta antes de ponerme de pie y encarar a Adam, que se
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mantenía con los brazos cruzados y una expresión de furia que solo le había visto una vez. —Oye, cálmate. No tienes por qué hablarle así —intercedí en un tono conciliador—. Y son como las tres de la mañana, no puedes echarla. Adam evitó mi mirada y desenredó sus brazos para empujarme a un lado. Avanzó un paso hacia Abi, que estaba mirándonos con cautela desde un lado del sillón, ahora vestida con mi chaleco. —Y dile a Odan que me importan una mierda su dinero y sus amenazas — habló con rabia, pero sin elevar la voz—, conmigo puede hacer lo que quiera, pero no con Ayn; no voy a dejar que la toquen, y menos tú. Puta nativa —dijo lo último al tiempo que tomaba una prenda del suelo y se la lanzaba. —¡Adam! —volví a ponerme entre ellos— Esto no tiene nada que ver con Odan. Fui yo… yo lo empecé y no puedes ponerte así; siempre me has dejado hacer lo que quiero… bueno, yo quería. Alcancé a ver la absoluta decepción en los ojos de Adam, antes de que su puño bajara con impulso hasta mi cara. Oí la voz de Abi desgarrarse a mi espalda, pero mi mente hizo un viaje a otro golpe similar y me encontré temblando de rodillas sobre el suelo mojado por la lluvia, con la mano en mi mejilla y lágrimas nublando la visión de mi hermano gritando. Ahora él y Abi se gritaban insultos y yo trataba encontrar mi voz. Sentí que ella se agachaba a mi lado y sus brazos me rodeaban, palabras reconfortantes a mi oído mientras me ayudaba a ponerme de pie. —Nos vamos las dos —le dijo, y me llevó hasta la puerta. No pude mirar a Adam a la cara mientras él continuaba gritando. —¡Es una nativa! ¡He dado todo por ti y lo primero que haces es meterte con una nativa! ¡Esas cosas mataron a nuestra familia! Abi cerró la puerta con un portazo y los gritos se mutearon, avanzamos a paso rápido hacia el ascensor que nos llevaría al primer piso, y solo ahí pude hablar. —Es… es mi culpa —comencé, mirando al suelo y viendo las lágrimas caer hasta él—, ahora Adam le va a contar a tu mamá y… —Ayn, no. Eso no importa —me cortó, levantando mi cabeza y envolviéndome en un abrazo—. Él te pegó, te pegó con tanta fuerza que hizo que te cayeras. ¿Ha pasado antes? —no respondí, y ella tomó mi cara entre sus manos—. Dime la verdad. 109
Asentí y una presión en mi pecho hizo que las lágrimas salieran con más fuerza. … —Y no es por meterme en tu vida —continuó Van—, pero deberías darle una oportunidad, sé que es una nativa, pero parece preocuparse por ti. Pensé en alguna forma de explicarle a Van que Abi y yo ya nos estábamos dado una oportunidad, pero también pensé en contarle que su pareja, que era también mi hermano, era peligroso. Atiné a sacudir la cabeza y Van suspiró profundamente. —He pensado en quitarme esta cosa por un tiempo, a ver si puedes hablar conmigo entonces. Esto se está convirtiendo en un tema de investigación para Tinh e Iggy —la cuestioné con una mirada—. Tinh dice lo que ha dicho siempre, que puede curarte implantándote cosas en el cerebro; pero Iggy piensa que sometiéndote a una exposición continuada y asfixiante de algo tecnológico, podrías superar tu problema. Yo creo que va más allá. Eso no me hizo sentir mejor, y continuamos en silencio hasta el hotel.
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14.Era de noche en el departamento del Núcleo, Adam estaba sentado en una esquina de cabeza en un computador y Abi, lo más lejos posible, también; el resto de nosotros estaba sentado perezosamente alrededor de la mesa del comedor. —Esto es perfecto, no solo tenemos todos los nombres de la red, también tenemos un registro de las transacciones de los últimos meses. Hicieron un muy buen trabajo. Van y yo recibimos las felicitaciones de Adam con un movimiento de cabeza desinteresado y seguimos concentrándonos en la partida de ajedrez que se desarrollaba frente a nosotras; Tinh estaba a punto de derribar la torre que protegía al rey de Darel, pero este último parecía tener un truco escondido que no dejaba al cirujano tomar una decisión. —¿De verdad no tienen algo mejor que hacer? —preguntó Abi, que estaba en un sillón, transcribiendo archivos de sus tatuajes de memoria a un computador; trabajo que hacía para que nosotros tuviéramos acceso a los descubrimientos de su último viaje—. Han estado más de una hora en ese juego. La nativa estaba cansada, había llegado de la Ciudad V el mismo día que nosotras habíamos llegado del Sector I, y al igual que Van y yo, no tenía muchas ganas de trabajar. Aún así, era de especial importancia que toda la información que había reunido fuera entregada a Adam sin demora. No habíamos tenido tiempo para conversar, pero habíamos cruzado miradas de precaución y tenido cuidado de no hacer contacto visual con Adam. Yo sobre todo quería evitar gritos. —Aquí hay dos personas de gran inteligencia luchando una batalla tal vez no importante para ti, nativa —dijo Iggy seriamente, levantando la mirada del tablero de ajedrez en la mesa; todos los que nos sentábamos en ella miramos al hacker, sorprendidos de que articulara más de dos palabras en nuestra presencia. Aunque comprendí que no podía perder la oportunidad de molestar a Abi—. No espero que entiendas nuestras mentes, pero al menos respeta nuestro comportamiento y limitaciones; y en mi presencia, por favor, preferiría que guardaras silencio. Vi como Abi apretaba los dientes y volvía a sus quehaceres, había tenido varios encuentros con Iggy en esos meses, y el desagrado se había vuelto mutuo. —No tenemos nada importante que hacer, Abi —Tinh frunció el ceño a Iggy—, nos tomaremos la semana para descansar…lamento que tengas que
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trabajar después de tu viaje; sobre todo porque deben volver al Centro mañana —me miró diciendo lo último, y yo suspiré extenuada ante la realidad. Abi y yo habíamos faltado al Centro por dos semanas, nuestras excusas eran irrefutables por el Sistema; habíamos sido seleccionadas para unos cursos intensivos en el Sector II junto a alumnos de otros Centros. Iggy se había preocupado de que apareciéramos en los registros y que nuestra asistencia fuera virtualmente perfecta. Normalmente no haríamos algo temerario como faltar a clases, pero teníamos poco tiempo para reunir la información que necesitábamos y todo el Núcleo estaba ocupado de alguna forma, así que no habíamos tenido otra opción. Ahora volver a clases parecía una broma cruel; yo solo quería dormir, pero debía esperar a que fuera de mañana para volver al edificio de Rebecca. —Estás cansada ¿Verdad? —inquirió Van—. Podrías dormir en mi cama el resto de la noche, yo no tengo sueño. No me puse a sopesar la idea y asentí instantáneamente, poniéndome de pie para dirigirme a los dormitorios; la batalla entre el cirujano y el oficial de Protección no parecía tan interesante ahora que me habían recordado que tenía que volver a mis obligaciones de inmigrante en algunas horas. Estaba a punto de alcanzar un estado de conexión con mi subconsciente cuando sentí un peso a los pies de la cama de Van; abrí los ojos para encontrar a Abi sentada en el borde. —Adam ya se fue a dormir ¿Cómo estás? —preguntó, apenas podía ver su expresión por la poca luz—. No hemos hablado ni una palabra de hace semanas. —No sirve que Van ande cerca…—bromeé. —Sí —quería decir algo más, pero estaba indecisa. —Perdón por no responder cuando llamabas, es que seguías preguntándome cómo estaba, y no estoy muy acostumbrada a eso —me disculpé al tiempo que me incorporaba a una posición sentada. Pude notar una sonrisa de su parte. —Está bien. Sé que puedo ser insistente, pero cada vez que me acuerdo de lo que pasó, quiero preguntarte si estás bien. Tú no viste la cara de Adam después de que… —Solo prométeme que no te vas a poner a discutir con él —le pedí, tomando una de sus manos en las mías—, por favor. Todavía es mi hermano y tenemos que trabajar con él.
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—Ayn, sabes que no soy muy buena con esto de las promesas —se refregó los ojos con la palma de su mano libre y luego se acercó para darme un beso— . Lo que tampoco te puedo prometer, es mantener esto que tenemos en secreto en el Centro o en el edificio. Reí y la besé de nuevo, casi olvidando nuestra situación con el Núcleo y sintiéndome como una adolescente cualquiera. Después de un minuto, Abi se dejó caer como un bulto en la cama, quedando atravesada e impidiéndome estirar las piernas—, no te importa si duermo un poco. ¿Verdad? —Duerme. Quedan pocas horas para volver al Edificio… y tendremos que apurarnos para llegar al Centro a la hora también. Uno esperaría que nos dieran al menos un día para descansar de ese curso intensivo… Dejé de hablar al notar que Abi ya estaba durmiendo, la cubrí rudimentariamente con parte de una frazada y me dispuse a volver a dormir, doblando las piernas para no molestarla. … No hubo nada positivo respecto al Centro la mañana siguiente, todo fue un deambular poco preciso de un pasillo a otro para llegar a las clases, en las que los profesores hablaban cosas sin sentido y me producían un bostezo cada dos minutos. Acabé inventando experiencias de las dos semanas de clases intensivas para las preguntas que a veces me llegaban desde los mismos profesores o mis amigos, que no eran consientes de que yo estaba trabajando con el Núcleo. Vería la noticia en cualquier momento, cuando apareciera en la red y los anuncios en las calles. Siempre era igual, después de reunir la información necesaria, esta era enviada a los medios y a Protección; de modo que los primeros expusieran los casos a Nexu en el menor tiempo posible. Que los medios fueran independientes y no estuvieran sometidos a los departamentos nos daba una gran ventaja; incluso los canales de televisión, que eran normados por cada ciudad, no tenían otra opción que hablar del grupo secreto que exponía criminales. Esa vez, se trataba de estafadores protegidos por agentes corruptos de protección. Mucha publicidad. El día en el Centro terminó sin que me diera cuenta, un poco preocupada de mi incapacidad por poner atención y haciendo un gran esfuerzo por ignorar el parloteo entre Nu y Llass. —De verdad, no puedo creer que te sigas viendo con él… —decía Nu, mientras caminábamos en dirección a la estación del Metro—. Me parece peligroso, sobre todo para ti, y eso que solo lo he visto de lejos. 113
—No es peligroso, además, no es nada serio. Solo estoy divirtiéndome un poco. —Ayn… dile algo. ¿Sabes cuantas veces llegó justo al toque de queda? Rebecca la ha regañado varias veces, y por suerte no se ha dado cuenta del olor a alcohol y cigarro que trae encima cada vez. —¿Ha bajado su rendimiento en el Centro? —pregunté, extenuada. —…No… —Entonces no me importa. Erick me ha jurado su vida a que mantendrá a Llass segura; y él sabe que no puede jurarme algo así, incumplir y salirse con la suya. Se tiraría frente a un camión por ella. Me tiene miedo. Miré a la aludida y sonreí involuntariamente, estaba silenciosa y un rubor se expandía por su rostro; normalmente nos habría impedido hablar de ella en tercera persona, pero ahora parecía no importarle. —Sí… no deberías preocuparte Nu, todo está bien ——dijo Llass y él suspiró sonoramente y se ajustó la chaqueta; el papel de padre sobreprotector le quedaba extrañamente bien. Finalmente el clima cambiaba y los rayos del cansado sol perdían la fuerza que yo tanto odiaba en el verano; ahora teníamos brisa y de tanto en tanto algunas nubes formaban sombras que daban un descanso del calor. Esa era una buena época para mí, un otoño que anunciaba un frío invierno, y un invierno que alejaría el calor hasta la próxima primavera. Aunque, a nadie parecía agradarle el otoño tanto como a mí, la disminución de los dañinos rayos que el sol enviaba a la Tierra parecía quitar la energía a los habitantes de Nexu, nativos e inmigrantes; ya que estábamos formados por el Control para soportar calores y radiaciones extremas, y había algo en el frío que no generaba un buen sentimiento. Mientras bajábamos por las concurridas escaleras mecánicas de la estación, aproveché de ver las propagandas distribuidas en las paredes y los hologramas que flotaban siguiendo a la gente y ofreciendo sus servicios. Detuve con un gesto a una nube que pasaba rápidamente frente a mí y la hice acompañarme por la estación. —Noticias —dije, al tiempo que le mostraba mi tatuaje de identificación y la nube tomaba un escáner de él. La pequeña forma holográfica tomó mi pedido y salió volando sin más. Instantes después, cuando Nu, Llass y yo pasábamos por la seguridad de la estación para esperar nuestro transporte, una máquina junto al guardia pidió nuestras identificaciones e instantáneamente me entregó una lámina 114
transparente que exponía las noticias del día, actualizadas hasta ese mismo momento. —No entiendo por qué pides esas cosas —comentó Nu, mientras esperábamos el tren subterráneo junto a la multitud—, puedes usar tu dispositivo y ver las noticias directamente de la red. ¿Sabes cuánto contaminan esas láminas? No tardarán muchos años en quitarlas. —¿Podrías dejar de quejarte por todo? Sabes que no ando con un dispositivo. Además, ahora están reciclando estás cosas, en vez de botarlas a la salida del metro, las entregamos para que las reutilicen en lo mismo. —Ayn tiene razón —me apoyó Llass—, y si quieres leer noticias en tu dispositivo, es difícil discriminar las fuentes confiables. Las noticias reunidas por las máquinas son secas y aburridas, no toman lados y solo explican los hechos. Antes eso era imposible, no me imagino vivir en un mundo donde la información que debería ser objetiva es manejada por las personas. Sopesé lo dicho por mi amiga y asentí sonriendo hacia Nu, que sonreía a su vez. No era buena idea discutir con Llass. Tomamos el tren sin siquiera imaginar la posibilidad de alcanzar un asiento vacío, y comenzamos nuestro camino de vuelta al edificio casi colgando de los sujetadores que tendían de las barras; no pude evitar recordar los ascensores de la Ciudad, el viaje que había hecho antes de que me revelaran las mentiras de mi hermano. “No son mentiras” pensé “solo omisión”. Pero aunque aún tratara de pensar positivamente en Adam, pocas cosas sobre él merecían ese calificativo. Ojeé las noticias sin encontrar nada relacionado con el Núcleo; tal vez Adam había recibido instrucciones de no soltar la información todavía, o las máquinas no habían alcanzado a procesar lo que yo buscaba. Puse la lámina en uno de los contenedores para reciclaje y me dispuse a esperar que el viaje acabara. Habían pasado algunos minutos cuando mi vista se detuvo en un grupo de pasajeros que conversaba animadamente, eran unos cinco jóvenes de veintitantos, todos con ropas extravagantes y colores de cabello llamativos; dos de ellos parecían ser pareja y los demás los molestaban continuamente. Al ser los que más ruido hacían en el tren, no pude evitar poner mi atención en ellos por unos segundos, lo que llevó a Nu a mirarlos también. —Es imposible seguir tantas modas, en especial con solo el dinero de las ayudas estatales —dijo mi amigo—, esas ropas son caras. Las telas brillantes y los diseños provocativos parecían bastante caros, note como las botas de una joven soltaban una irradiación rojiza que flotaba por 115
unos momentos antes de desaparecer, y la chaqueta de otro que tenía una pantalla de dispositivo en su brazo. Luego miré mi ropa y me pregunté si yo necesitaba algo de eso; incluso para estándares de estudiante con ayuda estatal yo me vestía menos que corrientemente. —No le encuentro la gracia a que tus pies brillen, si tuviera dinero de sobra no lo gastaría en ese tipo de cosas —dije entre dientes, más para mí que para mis amigos, que se sumieron en una conversación acerca de ropa. —Tu rechazo es una respuesta a la incapacidad de alcanzar algo —dijo una voz mi lado, miré para encontrarme con alguien que jamás había visto en mi vida—, si no puedes alcanzar algo… no puedes apreciarlo por lo que realmente es. Me miró por unos segundos, clavando sus ojos oscuros en mi. Era un joven alto y con expresión ensimismada, envuelto en un grueso abrigo negro que colgaba a su alrededor, notándose muy grande para él; tenía los lados de la cabeza rapados y una franja de pelo blanca y negra peinada hacia atrás. Quedé perpleja ante la intromisión del extraño, mirándolo también y procesando sus palabras. —Lamento asustarte —dijo, sonriendo un poco y mirando hacia Nu y Llass, que no habían notado su presencia y seguían hablando—, es solo que te escuché y… creo que es un poco injusto, ellos han tenido dinero toda su vida; que lo gasten en cosas inútiles es lo natural. Se encogió de hombros y apartó la vista de mí, dispuesto a terminar la conversación de un emisor. —¿Estás diciendo que todas las personas con dinero de sobra terminan siendo idiotas? —pregunté, más preocupada por el tema de conversación que por el extraño. Él se volvió hacia mí sorprendido y volvió a sonreír, esa vez con más ganas. —No creo que nadie sea idiota, al menos no en el sentido que tú lo dices. Tal vez para ellos tú seas una idiota, pero eso no quiere decir que lo seas. Además, si todas las personas con dinero fueran idiotas, todos lo seríamos si tuviéramos esa variante a nuestro favor. Fruncí en ceño, nos bajábamos en la siguiente estación y debíamos comenzar a avanzar hacia las puerta entre la marea de gente. —Un gusto —me despedí con un gesto de cabeza y caminé tras de Nu y Llass. —Nos vemos, Ayn.
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Contuve la respiración y me di vuelta lo más rápido que pude, el extraño ya me daba la espalda y parecía ajeno al resto del tren. Me quedé ahí por un momento, tratando de decidir si estaba escuchando cosas o si en verdad, esa persona que jamás había visto en mi vida sabía mi nombre. Estuve a punto de perder mi bajada e ir a preguntarle cuando sentí que Llass me llamaba desde el andén. Alcancé a salir antes de que las puertas corredizas se cerraran.
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15.Me quedé mirando el pedazo de cartón tapando mi ventana rota. No había mucho más que hacer, estaba profundamente preocupada y no servía que Abi estuviera conectada a la Red en mi silla de escritorio. La nativa estaba hablando con Adam de una forma que no permitía seguimientos, y requería que entrara en un completo estado de conexión, así como había visto al secretario de su madre, Hish. La única diferencia era que Abi no sonreía. El pedazo de cartón no era muy efectivo, tendría que agregar varias frazadas o usar un pijama más abrigado esa noche, sentía el aire frío que se colaba desde mi asiento en el borde de mi cama. Podía comprar una ventana, pero estaba procrastinando el viaje, tal vez podría poner otro tipo de cartón… —Listo. Salté de mi asiento y me acerqué a ella, que se refregaba los ojos y sacudía su cabeza. —¿Qué dijo? —Qué espera que te equivoques—respondió, sin humor—; Adam va a usar la descripción que diste para tratar de encontrarlo en los archivos. Suspiré y me dejé caer en la cama, era un gran problema. —¿Y si es un acosador? ¿No dijo Erick que te había pasado antes? —Sí…pero era alguien que conocía; y de verdad, a este jamás lo había visto. Tal vez tiene que ver con los que tiraron la piedra en mi ventana… no es raro si lo piensas, cualquiera puede saber quién soy y dónde vivo con un poco de investigación. —No creo…—me contradijo, rascándose la cabeza y pareciendo indecisa de repente—, han pasado más de dos meses desde que Adam escapó; las investigaciones no han servido de nada. A esta altura la gente sabe que todas las pistas que Protección decía tener eran falsas. Nadie en Protección sabe dónde está… por eso… pocos creen que tengas algo que ver. —¿Qué te hace estar tan segura? —La gente en la red. Están los que se ríen de toda la situación y los que están asustados aún. Bajé la vista y traté de pensar en otra explicación para el extraño que conocía mi nombre. 118
—Seguramente esto no tiene que ver con el Núcleo —concluí—, debo estar metida en un problema que me creé yo misma. Abi asintió con la cabeza. —Él dijo que mi rechazo era producto de mi incapacidad de alcanzar —le comenté, viendo que no seguiría hablando. —¿Rechazo a qué? ¿Alcanzar qué? —Se refería a dinero, pero creo que podrías aplicarlo a todas las cosas que rechazo. Puede ser un acosador, pero tiene razón. —Nunca es bueno generalizar —dijo con una sonrisa, marcando la ironía y poniéndose de pie—, y la incapacidad es una barrera para no tener que luchar; algunas de esas barreras son falsas. Con eso Abi se acercó a darme un beso en la frente y procedió a salir de mi habitación, yo quedé dándole vueltas a lo que había dicho. Un sonido agudo me sobresaltó, no pude descifrar su origen hasta que recordé que tenía mi computador encendido y que ese sonido era el aviso de un mensaje entrante. Me encontré con la pantalla en negro y un mensaje anónimo escrito en neutras letras blancas. <Fue un gusto verte hoy> Tragué saliva con dificultad y tomé asiento frente a la pantalla. El mensaje fue creciendo letra por letra hasta formar otro párrafo. <Hay algo que quiero que sepas, Ayn… pero no puedo decírtelo. Así que te daré una pista: El Control no nos deja destruir; pero mi amor por el Control es tan fuerte, que puedo matar por él.> La palabra “matar” resonó en mi cabeza como si alguien la hubiera gritado a mi oreja. No había asesinatos en Nexu, el Control… las modificaciones genéticas que nos hacían los científicos de Investigación se preocupaban mantener a raya la violencia de los habitantes; solo las personas con severos problemas mentales podían salirse de esa regla. Cómo era posible que alguien fuera capaz de asesinar…por amor al Control. Me quedé mirando la pantalla sin saber qué hacer; el extraño sabía la dirección de mi computador, seguramente dónde vivía y además mis recorridos diarios. Acerqué las manos al teclado, sin estar muy segura de lo que iba a escribir.
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<¿Qué quieres?> comencé <¿asustarme?> <No, ya te dije que quiero que sepas algo> respondió de inmediato <no represento peligro para ti, es lo contrario…> Quedó un momento en los tres puntos, creando tensión. <…siempre y cuando averigües la verdad, Ayn. Si no, no hay mucho que yo pueda hacer. Así que investiga y toma nota de la pista que te di, esta conversación se borrará en veinte segundos.> Tomé papel y lápiz y escribí rápidamente: “El Control no nos deja destruir; pero mi amor por el Control es tan fuerte, que puedo matar por él” Cuando volví la vista a la pantalla, la conversación se había desvanecido, pero todo seguía en negro. Me alejé del portátil con el papel en la mano y lo releí una y otra vez; no tenía sentido, si cualquier persona lo leía, se reiría en mi cara. Tal vez yo debería haber estado riendo, tal vez esa hubiera sido una reacción natural, pero en realidad estaba pensando a toda velocidad, tratando de recordar alguna referencia que me guiara a encontrar lo que el extraño quería que encontrara. Alguien que puede matar en el nombre del Control. El Control era algo superior, algo que nos manejaba y moldeada al gusto del progreso; la mayoría de los habitantes de Nexu se referían al proceso no como un tratamiento genético, sino como un ente superior a lo que se debía agradecer. Con esa lógica, casi todo el país amaba el Control, y los que no, lo respetaban como la fuerza que mantenía la paz y evitaba la destrucción. Pero ese amor no permitiría que mataran. Había memorizado la pista, así que llevé la hoja al lavamanos del baño y la quemé. Nadie podía saber esto, y sobre todo, nadie podía saber que lo estaba tomando en serio. Cuando volví del baño, la pantalla del computador había vuelto a la normalidad y mostraba su característico brillo; suspiré y masajeé mis sienes para tratar de pensar con claridad. El extraño había escrito que si no descifraba su mensaje, él no podría hacer nada; parecía que quería ayudarme, como si hubiera un peligro acercándose. Después de darle varias vueltas al asunto, decidí que tendría que llevar la investigación a un plano más profundo; necesitaría averiguar si había alguna posibilidad de que un habitante de Nexu fuera capaz de hacer lo que el extraño sugería que podía hacer. Me puse de pie y me dirigí escaleras arriba, hacia la habitación de Abi; no le diría nada del asunto, pero sí podría usar algo de sus conocimientos de nativa. Golpeé la puerta por pura cortesía y la abrí sin esperar respuesta, como 120
siempre hacía cuando iba allí. La encontré tirada en el suelo y apoyando la espalda contra una pared, a su lado tenía una jeringa vacía, rodeada de algunas gotas de líquido verde. —Ayn… eres tú, me asustaste. Se me olvidó ponerle seguro a la puerta — tenía la mirada perdida y pronunciaba las palabras con dificultad. Se bajó la manga del brazo derecho, ocultando la parte enrojecida. —¿Esto… —pregunté, cerrando la puerta y acercándome a ella—, fue porque te conectaste con Adam? —Sí —respondió sin darle importancia—, hace tiempo que no me conectaba tan directamente. Me agaché junto a ella y tomé la jeringa del suelo. —¿Qué haces? Eso está sucio —dijo al tiempo que me tomaba el brazo y trataba de quitarme la jeringa. Comprobé que la nativa no tenía fuerza, y me zafé de su agarre fácilmente. No era de las dosis que yo le había conseguido, la fabricación era diferente, la calidad de la sustancia era menor; tal vez la había comprado en su viaje a la Ciudad V, tal vez tenía muchas más escondidas. —Primero eres adicta a la conexión y ahora a los inhibidores… Apretó los dientes e incorporándose un poco, sacó fuerzas de su enojo para empujarme con rabia, haciéndome trastabillar hasta casi caer al suelo. Cuando levanté la cabeza para mirarla, ella tenía la jeringa en sus manos y la miraba dirigiendo toda su furia hacia el objeto. Estaba de rodillas a unos metros de mí, y mientras me incorporaba, logré retroceder un poco. Traté de ignorar la molestia que sentía en el hombro, por donde Abi me había empujado, y comencé a caminar hacia la puerta para salir de la habitación. —Ayn, espera —su voz sonaba más compuesta que antes—. Disculpa… yo… estas cosas son diferentes a las que tú me diste, no sé lo que hago cuando las uso. —Fabricación dudosa, las que saco del hospital están pasadas por controles de calidad, así que hay menos efectos secundarios. —dije, deteniéndome en la puerta y dándome la vuelta, traté de morderme la lengua pero las palabras se escaparon de igual manera—. Pensé que eras diferente a los demás nativos, pero en realidad eres igual a esos que se arrastraban por el laberinto. —Bueno, sí… lamento decepcionarte —aún apretaba la jeringa en una mano, todo su cuerpo estaba en tensión, haciendo que sus músculos se 121
marcaran y su voz saliera ahogada—, jamás he mirado en menos a los inmigrantes, pero tú tomas todas las oportunidades que tienes para degradarnos a lo peor; crees que no me doy cuenta, tal vez no lo digas en voz alta, pero se te nota en la voz y los ojos que nos detestas. ¿Acaso piensas que nosotros tuvimos alguna elección, que en algún punto de mi vida me van a dejar ser libre de esas cosas pegadas a mis neuronas, flotando en mi sangre? ¡Tengo partes aquí que ni siquiera entiendo! —gritó con fuerza, golpeándose la cabeza con el puño. Vi los pequeños pedazos de la jeringa caer junto a las rodillas de Abi, que se miró la mano y se insultó a sí misma en voz baja. —No… no se qué haces pretendiendo que te intereso —continuó, apretando la palma de su mano contra la tela del pantalón, manchándolo con un poco de sangre—, cuál es la idea de que estemos juntas cuando odias a toda mi clase. ¿Me odias en silencio también? ¿Soy solo alguien que te ayudó a acercarte a tu hermano… y ahora tienes que soportarme, porque estamos metidas hasta el cuello en el Núcleo? —No te odio, Abi —dije, sintiendo un nudo en la garganta por el tono de voz desesperanzado que usó al decir lo último —. Yo… tengo problemas, tú sabes lo que me pasa cuando… —No metas eso en esto —me interrumpió—, no estás haciendo ningún esfuerzo por mejorar de tu fobia; puedes usarlo de excusa para la mitad de los problemas de tu vida, pero al final, eres solo tú. La nativa se había dejado caer al suelo de nuevo, volvía a apoyar la espalda contra la pared. —Tienes razón, odio a los nativos —confesé—, pero odio a muchos inmigrantes también. Supongo que, en cierto punto, también odio una parte de mí, así como una parte de ti, de Nu, Llass, Erick, Van, Darel… Al final de día, tienes razón, soy yo la que es un montón de odio y no se merece a ninguno de ustedes. Pero aún así, por alguna razón… —Por alguna razón… —repitió ella, sonriendo sin humor. Me quedé otro momento al lado de la puerta, tratando de decidir si irme o no; el sol se estaba escondiendo. —Disculpa por haberte empujado y gritado —dijo Abi—, nunca más voy a inyectarme inhibidores baratos; me hacen cambiar de humor y hablar sin parar. —Lo noté. ¿Cómo te sientes ahora?
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—Podría ponerme a reír con histeria o llorar. Soy inestable. ¿Te acuerdas? —volvió a sonreír sin humor, pude ver como sus ojos se llenaban de lágrimas de un segundo a otro, haciéndola bajar la cabeza para ocultarlas. Deseché la idea de dejarla sola y me senté en el suelo junto a ella; las preguntas que me ayudaran a investigar los dichos del Extraño tendrían que esperar. —No es tu culpa serlo, es este lugar —ella estaba tratando de llorar sin hacer sonidos, pero temblaba y se limpiaba la cara con la manga de la camiseta. Nos quedamos en silencio un rato, hasta que lentamente Abi se calmó. Cuando levantó la cabeza, trató de no mirarme directamente a los ojos y puso la cabeza en mi hombro. La escuché murmurar un agradecimiento y luego abrazarme por el costado; después de eso se quedó muy quieta. … La nativa me despertó sacudiendo mi hombro. —Ayn… pasa algo, despierta. Me puse de pie de un salto y comprobé al mirar por la ventana que era de noche. Abi corría de un lado a otro, metiendo ropa en un bolso y apremiándome a ayudarla. —¿Qué pasa? —pregunté, al notar que había un fuerte bullicio en las calles. —Protección está haciendo una redada en todo el sector. Nadie sabe cuál es la pista que tienen, pero creemos que están tras Adam o el Núcleo —me lanzó un bolso y me apuntó a la puerta—. Adam y los demás ya se escondieron, tenemos que reunirnos con ellos. Comprendí sobre mis pasos y salí de la habitación lo más rápido que pude. Bajé a mi piso a tropezones, encontrándome con varias personas curiosas que salían de sus habitaciones para informarse de lo que ocurría; mientras los gritos en la calle adquirían cada vez un carácter más preocupante y se mezclaban con sirenas de Protección. Me imaginé a Rebecca discutiendo con los oficiales una vez que llegaran al edificio, lo único que la podía motivar a entorpecer la ley era que pusieran su fuente de trabajo en peligro. En mi piso, me encontré con Llass fuera de su habitación, pegada a su dispositivo de conexión y al mismo tiempo hablando con otros residentes. —…dicen que Adam Lark está en este sector… —decía alguien a quien no me preocupé por identificar. 123
Entré en mi habitación a la carrera y cerré la puerta sin dirigir la palabra a quienes estaban fuera, luego me dispuse a guardar ropa y cosas importantes en el bolso y a cargar otro con algunos libros y mi computador; antes de salir, me preocupé de que no quedaran rastros de los inhibidores que había almacenado por un tiempo y me despedí mentalmente de los libros que tendría que dejar atrás. Estaba a punto de dejar la vida que me había visto obligada a vivir, y aunque debía estar asustada por lo que fuera a suceder a continuación; no podía esperar a pisar fuera del edificio.
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16.Nadie iría a recogernos. En esos momentos estábamos tan solos y éramos tan miserables, que nadie nos hubiera dedicado una segunda mirada. Aunque no había gente alrededor, y lo único que escuchábamos a medida que los tres avanzábamos por las calles eran sirenas. —¿Segura de que es por aquí? —pregunté a Abi por tercera vez desde que habíamos comenzado nuestro camino. Jonah, aunque pequeño, mostraba un carácter mucho más maduro que yo. —Estoy viendo el mapa ahora, si seguimos en esta dirección por un par de horas, llegaremos a dónde Iggy dijo —se veía tan calmada que me irritaba. Ya habíamos caminado por más de una hora, escondiéndonos cada vez que escuchábamos algo acercarse, y además tratando de mantenernos en calles pequeñas y escondidas, que además tuvieran Conexión elevada. —Tal vez si eligieras una ruta… sin considerar solo calles con conexión, llegaríamos antes —sugerí, deteniéndome un poco para acomodar el bolso que llevaba en la espalda. —Si estás cansada, podemos descansar un poco. Pero necesito ir por estas calles, estoy en contacto con los otros y monitoreando otras cosas que Iggy me está enviando. —No estoy cansada —gruñí—, estoy aburrida; no estás muy conversadora, y tú eres el alma de esta fiesta —miré a su hermano de reojo, el niño que en un momento me había parecido vivaz y lleno de energía ahora estaba rodeado por un halo de negatividad que podía sentir a metros de él; estaba furioso con su hermana porque lo había hecho dejar el edificio después de haber estado tanto tiempo tratando de integrarse en el ambiente. La nativa ahogó una risa y me apremió para que siguiéramos avanzando. Ella llevaba tres bolsos consigo, uno propio, el de su hermano, y además uno de los míos, que estaba lleno de libros; aún así parecía que podía seguir caminando por cinco horas más, mientras yo luchaba con solo un bolso y trataba de mantener el paso. —No hay mucho de qué hablar —dijo—, y nos pueden escuchar si levantamos la voz. Suspiré con resignación y comencé a entretenerme con el cubo lleno de cubos, dispuesta a completar el color rojo antes de que llegáramos a nuestro destino.
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—¿Sirve de algo que te diga que lo estás haciendo mal? —preguntó Abi, que sin que lo notara, había estado mirándome dar vueltas al azar las partes del cubo. —No. ¿Adam te ha dicho algo del extraño? —¿El extraño? —Pensó un momento—, yo lo llamo, “el acosador” me parece un buen nombre —respondió con convicción, y luego rió—, “el extraño” es muy inofensivo, hubiera esperado un mejor nombre de tu parte. —¿Ha dicho algo o no? —Nada, pero creo que quiere evitar el tema; tal vez sepa algo, pero no le convenga decirte. Además estoy segura de que me envió un virus la última vez que me habló, me duela la cabeza. —Eso suena como algo que él haría —comenté entre dientes—. Pero da igual, es mejor que se preocupe por si mismo ahora. —Sí, pero no me extrañaría que hayan averiguado que el Núcleo y tu hermano están relacionados, así que la preocupación va para todos. —¿Y qué pasa con ustedes dos? —inquirí, volviendo a mirar a Jonah, que ahora observaba con curiosidad el cubo en mis manos. Abi meditó un momento antes de hablar, parecía poco convencida de sus palabras. —Tendremos que volver a la Ciudad en algún momento, usar nuestras identidades reales una vez que mi madre limpie su nombre y no haya peligro para nosotros. Estamos en el Sector porque todos odian a las familias de quienes son juzgados por fraude, pero eventualmente ella podrá librarse de todas las demandas. Recordé a Odan en su oficina, tan tranquila y tan en control de todo, no había duda de que podría limpiarse de todos sus problemas con un poco de dinero. —¿Y qué vas a hacer allá… seguir estudiando? —No tengo idea. … Jonah había resuelto el cubo tan rápido que decidió tratar de romper su record de tiempo, cosa que hacía una y otra vez, cada vez demorando menos. Yo lo miraba con la frustración propia de quien es derrotado por un niño.
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Habíamos decidido escondernos en el estacionamiento de un local sin autos; ocultos por una muralla mientras una patrulla pasaba por la calle, aunque después nos encontramos descansando por varios minutos luego de que esta se había ido. Nos mantuvimos sentados en el suelo y escuchando las sirenas lejanas hasta que algo nos hizo saltar a todos. Un grito. Contuve la respiración mientras lograba quedar completamente quieta y lista para salir corriendo al mismo tiempo. Abi y Jonah se habían petrificado en su lugar y me pregunté qué tan bien funcionarían en una situación difícil. El ruido se repitió varias veces, múltiples gritos de ayuda. —¿Y si lo ayudamos? —preguntó Jonah, haciendo que su voz devolviera el alma al cuerpo de su hermana—. Si sigue gritando así va a atraer a Protección. La nativa negó rotundamente con la cabeza, pero yo sopesé las palabras del niño, tomando una decisión al tiempo que escuchaba de nuevo el grito, esta vez más cerca. —Quédense aquí —dije poniéndome de pie, dirigiéndome más al joven nativo que a su hermana. Las calles estaban iluminadas como todas las noches, la única diferencia era la completa falta de gente y el ambiente general de vacío producido por la orden de “encierro” de Protección. Me pregunté si los habitantes de los edificios me verían desde sus ventanas mientras caminaba atenta en busca del dueño de los gritos que seguían cada vez más fuerte. Al dar un discreto vistazo en una esquina, me encontré con una escena poco prometedora; divisé al menos diez hombres de Protección frente a una bodega, cuatro de ellos forcejeaban con una mujer que se resistía a ser detenida y los demás trataban de neutralizar a un hombre que gritaba histéricamente y daba puñetazos contra ellos. Estaba a punto de dar la vuelta y volver corriendo con Abi y Jonah cuando escuché que cerraban la puerta de una patrulla y los gritos terminaban. —Encontramos la bodega, pero no la mercancía —decía uno de los oficiales, que sonaba exasperado y agotado—, deben haberla movido antes de que llegáramos. —Deberías presionarlos para que nos digan dónde está. —No, con suerte los metimos al auto…mejor volvamos a la inspección, ya nos atrasamos.
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Luego de eso escuché varios autos alejarse. Ante mi tenía una oportunidad que no podía dejar pasar. … —¡¿Por qué te demoraste tanto?! ¿Y por qué traes esos bolsos? Sonreí ante Abi mientras dejaba los bolsos en el suelo del estacionamiento. Jonah estaba profundamente dormido, envuelto en la chaqueta de su hermana. —Protección estaba sacando a unos traficantes de una bodega, pero no pudieron encontrar donde guardaban la mercancía —abrí triunfal uno de los bolsos, mostrando una cantidad exorbitante de frascos que a la escaza luz resplandecían en varios colores—; solo tuve que romper una ventana y saber dónde buscar… —Ayn… no estás bien de la cabeza —interrumpió la nativa. —No podía dejar todo esto… ¡Hay cosas que ni siquiera sé que son! Mira esto —dije, sacando un frasco grande y pesado; un objeto amorfo y de apariencia biológica flotaba dentro—, parece un órgano. —Por favor, dime que es sintético… —Abi se alejó instintivamente del frasco, aunque al mismo tiempo entornó los ojos para verlo bien. —Lo dudo —respondí con sinceridad y me reí ante su expresión —. No te preocupes, llevaré esto conmigo por ahora y después le pediré a Erick que me ayude a venderlo. —Oh, no me preocupan los problemas en que te metas. Pero… ¿Cómo nos vamos a llevar todo eso? Mejor déjalo y tratemos de llegar esta noche con los otros. Negué con terquedad y me dejé caer al suelo al igual que Jonah, el niño había dejado el cubo a un lado de su cabeza y ahora respiraba honda y constantemente, haciendo que su aliento se condensara por el frío. Abi abandonó el tema de la mercancía y mantuvo un semblante de tensión mientras se sentaba y apoyaba la espalda en la pared del estacionamiento. —¿Cómo es que no tienes miedo? —Preguntó después de algunos minutos, yo la miré hacia arriba desde mi posición en el suelo, cuestionándola—. Cuando te dije que teníamos que irnos del edificio, tus ojos brillaron con emoción; durante todo el camino, no has parecido preocupada, solo aburrida; y ahora eso… —apuntó a los bolsos que descansaban en el suelo y volvió a mirarme, ahora con una sonrisa—. Yo tengo miedo. He tenido miedo desde que empecé a vivir en este sector; pero a ti, a menos que Van esté cerca, jamás te he visto asustada.
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Traté responder, pero nada salía de mi boca; desde el suelo, el desarreglado pelo de Abi se mezclaba con lo oscuro del cielo y ondeaba levemente con el viento, me hacía recordar otros mechones que de lo alto bajaban para tratar de atraparme, también mezclados con la noche. La imagen de una silueta de largos cabellos que decía algo entre dientes, algo que a ella le causaba terror; y a mí también. —Dai —susurré, contemplando el cielo. En seguida me puse de pie—. Mejor sigamos. —Pero… —Estamos perdiendo el tiempo aquí, despierta a Jonah. Con eso seguimos nuestro camino.
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17.Podría jurar que al momento que cruzamos la puerta, todas las personas al interior del entretecho soltaron el aire que habían estado reteniendo; comprendí que solo dos suspiros eran de alivio, cuando Van y Adam se abalanzaron hacia nosotros. Van ganó la carrera contra mi hermano y me abrazó antes de que yo pudiera oponer resistencia. —Voy a estar abajo. Traten de no hacer ruido —dijo el hombre que nos había recibido y llevado hasta el entretecho de su casa, yo no sabía su nombre ni qué relación tenía con el Núcleo, pero parecía un habitante común y corriente. Saludé en silencio a Van y Adam, y dirigí un gesto de cortesía a las demás personas que se esparcían por el suelo del lugar. Éramos al menos quince divididos en pequeños grupos, divisé algunos niños durmiendo al lado de adultos agotados que no se permitían a sí mismos dormir. Nuestros bolsos hicieron un gran montón en una esquina y los cinco imitamos a los demás, sentándonos también. Mantuvimos silencio y tuve tiempo para ver las expresiones de cansancio en las caras de todos. Crucé miradas con Adam, que parecía excepcionalmente molesto y lo cuestioné sin decir palabra. —Hubiera sido más seguro para ustedes quedarse en el Edificio —comenzó, aún mirándome— no hay pruebas contra ti, Ayn. Sé que estabas esperando una oportunidad para salir del Sistema, pero esto es lo menos inteligente que te he visto hacer desde… Mi hermano apretó los puños y cerró los ojos por un momento, luego los abrió y dirigió hacia Abi. —Tú… ¿Por qué me mentiste en la Red? —preguntó, ella miró al suelo y trató de hablar sin lograr articular, Adam parecía calmado, pero sus palabras salían con furia—. Me dijiste que tú y el niño venían solos, te pregunté por Ayn y me mentiste. Van y Jonah guardaron silencio ante el interrogatorio y yo cuestioné también a Abi levantando una ceja en modo de pregunta. —¿De qué servía tenerla allá? —dijo al fin, ahora mirando con cautela a Adam—. Entiendo que quieras protegerla, pero…pero, estoy segura de que tenerla con nosotros es más seguro. Estaba mintiendo. Van sonrió y pude notar que ella también lo sabía.
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—Tiene razón, Adam… —dijo— De cualquier forma, se está mejor corriendo peligro que siendo miserable. Adam miró a Van con incredulidad y se puso de pie para indicarme que lo siguiera a un espacio sin gente, donde pudiéramos hablar sin ser escuchados. Lo seguí después de darle un leve codazo a Abi, dejando claro que me debía una explicación. —Cuando podamos salir de aquí te voy a mandar lejos, con otra identidad. No quiero que te contactes de ninguna forma con nosotros, especialmente con la nativa —dijo, su expresión tan seria que casi me hizo no querer responderle. —¿Qué…? —lo cuestioné sorprendida—. Esa noche que nos echaste de la casa perdiste todo derecho de mandarme—. Crucé los brazos y cambie el peso de mi cuerpo a mi pierna derecha—. Ahora dime ¿ya saben por qué están haciendo la redada? Adam suspiró agobiado y miró alrededor, a las demás personas con las que compartíamos el amplio entretecho. Luego negó con la cabeza energéticamente. —No podemos hablar de eso aquí, pero ese no es el problema. El que te habló ayer, el que me pediste que identificara… él es el problema. —¿Sabes quién es? —Estoy tratando de mantenerte lejos de problemas que no necesitas —dijo, ignorando mi pregunta—. Hasta ahora todo ha sido casi un juego; ser parte del Núcleo, trabajar para Odan, exponer los problemas de Nexu a los habitantes…incluso esta redada es solo un juego —puso sus manos en mi hombros y me apretó mientras seguía hablando—. Esa persona, que te habló ayer… quiere que te pongas en peligro tu sola. —¿Qué tipo de peligro? Adam no me respondió, solo me miró y apretó los hombros hasta que me dolieron, sus ojos tan serios que comprendí lo que querían decir. —…muerte —concluí. A lo que mi hermano ahogó un quejido y me soltó con resignación. —No deberías decir esa palabra con un tono tan ligero —sonreí ante lo preocupado que parecía y reuniendo toda la obstinación que poseía, lo contradije. —No me voy a ir del Sector. —Vas a hacer lo que yo te diga. 131
—Prefiero que me lleve protección antes de volver a depender de ti —dije arrastrando las palabras, tratando de hacerlo sentir culpable. Él reaccionó como esperaba, apretando los puños y mordiendo su lengua—. Sabes que es verdad, así que mejor deja de preocuparte por mí. Sobre todo si vas a seguir escondiéndome cosas. Emprendí mi camino de vuelta a nuestro lugar antes de que pudiera seguir discutiéndome. Me senté y encontré a Jonah durmiendo y a Van manteniendo una conversación con otro grupo de refugiados. Como no me sentí atraída por la discusión, tiré de la manga de la chaqueta de Abi para tomar su atención. —¿Qué pasó? —preguntó en voz baja, para que solo yo la escuchara. —Adam sabe quién es el extraño —susurré en su oreja, aprovechando que Van mantenía su concentración lejos de mí—, pero está escondiendo cosas… quiere mandarme lejos, sin decirme nada. La nativa me miró sin sorprenderse y una pequeña sonrisa apareció en su boca, por un momento no comprendí la razón de esta, pero de inmediato Abi se acercó a mí y susurró. —Lo sospechaba, y como supongo que no vas a querer irte del Sector. ¿Qué piensas hacer? Le dirigí una mirada a Adam, que volvía a sentarse junto a Van y se unía a su conversación. —Voy a quedarme con el Núcleo, le guste o no a Adam; gracias a ti, ahora soy como él. —¿Cómo él? —Sí. Algo así como…libre.
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18.Prácticamente cada momento desde que había vuelto de mi viaje al Sector I había estado ocupado con situaciones indeseables. Estando en el entretecho, sintiendo el brazo de Abi envolverme y su respiración en mi cuello, me sentía lo más feliz que había estado en semanas. Esa era la segunda noche ahí, quedaban menos personas escondiéndose y en consecuencia, habíamos puesto más distancia entre Adam y nosotras. Van estaba interrogante acerca del desagrado mutuo entre Abi y mi hermano, y la nativa estaba intentando convencerme de contarle el episodio que me había dejado un ojo morado por una semana. —Mm… no quiero hablar de eso —reclamé y me di la vuelta para ver a Abi a la cara. Usábamos nuestros bolsos como almohadas y nos cubríamos con frazadas que el dueño de la casa nos había provisto—. Nu y Llass deben estar preocupados. —Un poco, les mandé un mensaje explicando la situación vagamente. ¿De eso quieres hablar, en serio? —Sonrió y me apretó con más fuerza—. Yo quiero expresar mi más profunda molestia ante las circunstancias que han impedido que estemos solas desde que llegamos de la última operación. —Eso es lo que te preocupa… —me burlé. —Me preocupan muchas cosas, Ayn. Como que no quieras hablar de lo que pasó con Adam, que no me quieras contar las otras veces que te ha golpeado… Dai. La miré con sorpresa y supe que ella captó el miedo en mis ojos de inmediato. Tragué con fuerza y traté de aclara mi mente. —Ese es mi apellido real —le expliqué—, mis padres fueron prófugos y cuando nací, Odan ayudó a registrarme con otro apellido —me removí en mi puesto—. Y no sé la razón pero, solo pensar en esa palabra me produce miedo, me bloquea. —Raro… —Sí, pero lo que más me molesta, es que Adam me mintió acerca de los primeros cinco años de mi vida. El me contó que mi madre se había vuelto loca, pero en realidad estaba siendo perseguida por Protección. —Supongo que era conveniente que no supieras, imagina a una niña de cinco años contándole a sus amiguitos del Centro que es la hija de una prófuga. No solo te hubieran interrogado, los niños te hubieran puesto en la lista negra… aunque no es como si eso no te pasara naturalmente.
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—Aun así odio que me mientan para protegerme. Pero fue siempre así, estuvimos en un orfanato al principio, antes de que Adam escapara y después volviera por mí. Eso es lo primero que recuerdo, a Adam despertándome una noche y sacándome de ahí. Abi pensó un momento y arregló las frazadas sobre nosotras, advirtiendo el aumento del frío. —Tiene que haberte parecido un héroe, tu hermano —dijo, mirando al techo—. Desde tu primer recuerdo, es todo lo que conocías; a tu hermano protegiéndote. Tal vez por eso aceptaste que te maltratara. —No es como si fuera algo común —indiqué—, y siempre se disculpaba después. Paró como cuando yo tenía trece, tuvo algo que ver con mi entrenador de Niña Nube dándose cuenta. —¿Él lo enfrentó? —No sé… nunca pregunté. De hecho, nunca se lo conté, creo se dio cuenta por los moretones. Guardamos silencio por varios minutos, tantos que creí que Abi se había dormido. —La razón por la que mentí para traerte aquí… fue puramente egoísta — confesó—, quiero tenerte cerca. Yo, te quiero, Ayn. Dijo lo último en tono apesadumbrado y cubriendo un gesto de dolor con la mano. —Oye, n… no llores, eso es algo bueno ¿O no? —Abi se volvió hacia mí y me abrazó con fuerza, quedando su cabeza en el hueco de mi cuello— Si ayuda en algo, yo también, mucho. —Soy una nativa —dijo, muteada por mí y por su llanto—. Me van a obligar a volver a la Ciudad, no puedo escapar por siempre. Abi, que había sobornado a un hombre del Sistema como si fuera un juego, tenía miedo. Y yo lo único que pude hacer fue acariciarla y prometerle que todo estaba bien, al tiempo que analizaba las posibilidades y comprobaba que mentía. … Van y Jonah se llevaban muy bien, al niño le gustaba analizar el brazo de Van y sugerir mejoras, como optimizar la semántica de programación para acortar el tiempo de reacción del brazo a cada orden; lo que realizó perfectamente en menos de una hora. 134
—Tu hermano es un genio o son todos ustedes así —preguntó Van después de uno de estos episodios. —Jonah está clasificado como un prodigio matemático e informático — explicó ella—, pero no se lo comentes, se le sube a la cabeza. Después de escuchar esa explicación no me sentí tan mal por haber fallado en el cubo, y tratando de olvidar mi orgullo, solicité la ayuda del niño para que me instruyera en sus métodos. —¿Entiendes? —preguntó, después de haber dado una cátedra en la solución del puzle. —Eh… dame un tiempo para practicar; pero creo que entendí. —Simplemente trata de encontrar la mejor forma de entenderlo para ti misma —dijo con seriedad—, todas las personas pueden hacer cosas increíbles; pero la mayoría jamás lo sabe, porque se empecinan en tratar de ser como los demás. —Tienes razón —asentí, sorprendiéndome con su locuacidad—. Es como con los inmigrantes queriendo ser nativos ¿verdad? —Aja. En mi tiempo en el Sector observé a mis compañeros con atención, y en la mayoría solo encontré talento perdido… niños que preferían que sus padres les compraran el dispositivo más actual, en vez de esa guitarra que se quedaban mirando todos los días en una vitrina —el pequeño nativo suspiró con pesar—. Es como si se reusaran a mirarse a sí mismos. Por lo menos los nativos sabemos todo lo que somos. Volví a asentir con admiración, y el cubo ya no se veía tan atemorizante. Estábamos en eso cuando un golpeteo con ritmo constante sonó en el suelo, el dueño de la casa golpeando el techo con una escoba. —Viene alguien —susurró Adam, y los siete que quedábamos en el entretecho guardamos completo silencio para escuchar lo que ocurría abajo. Una puerta se abrió y una conversación difusa se llevó a cabo; por unos minutos agonizantes solo pudimos vernos las caras y esperar, hasta que pasos comenzaron a acercarse por las escaleras. Una mujer del otro grupo de refugiados y Van se pusieron a los lados de la puerta, listas para noquear al oficial u oficiales de protección que fueran a aparecer. —¿Darel? —Sí… pero háganme un favor e inmovilicen al que viene atrás —con eso el oficial de protección y miembro del Núcleo fingió un gemido de dolor y se lanzó al suelo; cuando el siguiente oficial entró, apuntando su pistola con 135
tranquilizantes Van procedió a dejarlo inconsciente con un manotón de su prótesis. —Ouch —bromeó Darel al ponerse de pie, nos saludó a todos con un gesto y se dirigió al otro grupo de refugiados—. Tengo un contacto para que se alberguen, debe estar esperándolos con un auto en la esquina. Váyanse ahora. Los tres asustados inmigrantes agradecieron casi con ovaciones y bajaron corriendo del entretecho. —Ustedes —se dirigió a nosotros con una sonrisa—. Odan les enviará la dirección de la nueva sede del Núcleo a sus dispositivos, la antigua no fue comprometida, pero es mejor que nos mantengamos en movimiento —miró a su colega en el suelo, aún inconsciente—. En lo que a mí respecta, fui noqueado y se robaron mi auto de patrulla.
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IV. Ch3 19.—¿Cómo vas? Logré producir un gruñido en respuesta y seguí tratando de leer las letras que no se mantenían fijas en la pantalla; pestañeé varias veces hasta que las líneas que las formaban se volvieron estables. —¿No he tenido esta conversación contigo antes? Nivel de abstracción tres y todo eso. —No está conectado a la Red —respondí, acariciando el portátil como a una mascota—, así que no tienes que quitármelo o tirarlo lejos. Escuché a Abi reír y luego sentí su mano acariciando mi cabeza, también como a una mascota. —Igual ya es tarde, los demás se fueron a dormir hace horas. Cerré el documento que había estado leyendo y bajé la pantalla del computador; no tenía sueño, pero como mis ojos ya no respondían, leer se había vuelo imposible. —Esto sería más fácil si tuviera esos documentos en papel… ¿Cómo quiere Iggy que haga una base de datos si los archivos ni siquiera tienen resúmenes o descriptores? —¿Pidiendo ayuda? Miré a Abi como si me hubiera insultado y me gané otra risa de su parte. La nativa había estado de buen humor últimamente, tal vez se debía a que yo estaba de vuelta al negocio de los inhibidores y eso significaba inyecciones seguras para ella; o que Jonah estaba a salvo en la Cuidad; o a que al fin Iggy había terminado de darle una nueva identidad, aunque no tan bien trabajada como la anterior, ahora podía por lo menos salir a la calle. —No te rías de mí —le advertí, poniéndome de pie y empujándola, sin lograr que retrocediera ni un centímetro. Abi dramatizó llevándose las manos al pecho y simulando dolor. Yo suspiré con resignación y comencé a caminar hacia los dormitorios, solo lográndolo medio camino antes de sentir sus brazos a mi alrededor. —Eres un ente trabajólico infeliz, Ayn —su reproche sonaba ligero, pero la forma en que me apretujó cuando lo dijo era distinta—. He estado actuando
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como una tonta para animarte, pero este mes has estado en otro mundo; todos lo han notado. Encontrándome sin energía para soltarme de su abrazo, me limité a encogerme de hombros y opté por bromear. —Nunca se notó que actuabas… eres una tonta natural. Ella apoyó la frente en mi hombro y por un rato guardó silencio. —Supongo que lo soy —dijo, mientras me soltaba y tomaba de un brazo para darme la vuelta—. Sabes que puedes decirme lo que te preocupa. Traté de no mirarla a los ojos, porque me sentía culpable de esconderle mis andanzas respecto al extraño. La escuché decir mi nombre en tono reprobatorio, se agachó y ladeó la cabeza para mirarme. Tenía la misma expresión de preocupación que la primera vez que había entrado a mi habitación a pedirme ayuda, pero ahora no estaba preocupada por ella misma. Un fuerte carraspeo nos hizo saltar; yo sentí como mis mejillas se enrojecían y Abi automáticamente se alejaba un metro. La figura de Van en el marco de la puerta de entrada a los dormitorios nos sonreía de oreja a oreja. —Aja —exclamó triunfal, para luego dar media vuelta y volver sobre sus pasos. Suprimí una carcajada al ver a Abi completamente roja y congelada en su lugar. La nativa suspiró y me dedicó una mirada consternada. —Creí que era tu hermano —dijo riendo— ¿Qué es lo que pasa con toda esta gente interrumpiéndonos? Finalmente solté la carcajada y me dirigí hacia ella para abrazarla. —Creo que no se puede evitar, pero no me importa —la solté, pero mantuve mis manos en sus brazos—. Respecto a ser un ente trabajólico infeliz, disculpa… estoy en medio de una investigación que no tiene que ver con el Núcleo. —El extraño —concluyó, y una sombra de ansiedad pasó por sus ojos— ¿Te ha seguido? Creí que no lo habías visto más. Negué con la cabeza y sonreí para quitarle peso al tema. —No le he visto desde esa primera vez, solo tengo curiosidad; sobre todo porque Adam está decidido a impedirme saber quién es. Escondí el hecho de que “el extraño” aún me contactaba por mi computador de vez en cuando, preguntando si ya sabía la verdad. Las conversaciones con 138
él habían sido siempre cortas y jamás me daba información importante; hasta que hace exactamente un mes, un código había aparecido en mi pantalla. <Te4ch3> Nunca había visto un código así, y tuve que recurrir a Isaac para que identificara un origen; el joven hacker me había redirigido a los talleres de construcción de maquinaria que se asentaban en las Ciudades. Porque Te4ch3 era una máquina. Hasta ese preciso momento, en que aún mantenía a Abi sujeta por los brazos y la besaba para distraerla del tema, había hablado con diez asistentes de ingenieros, buscado entre miles de entradas de bases de datos, y gastado considerables cantidades de dinero en buscar la máquina, y aún no tenía suerte. La nativa puso sus manos en mis mejillas y nos separó para traerme de vuelta a la realidad. —Cuando sientas que puedes contarme toda la verdad, no lo dudes. Ahora ve a dormir. Asentí y dejé que mis pies me arrastraran a mi cama. Curiosamente, la antigua habitación de Van se había vuelto mía informalmente, ella se quedaba con Adam la mayor parte del tiempo. Me despedí con una seña de Abi, que para no elevar la rabia de Adam, dormía en el sillón cada vez que se quedaba en el departamento del Núcleo. Finalmente entré al lugar donde sabía me esperaba mi computador con la pantalla negra y letras blancas. <¿?> Sonreí inconscientemente, acostumbrada a esa rutina. <Casi> escribí. Era siempre lo mismo, pero esa noche las palabras parecían tener más sentido; el día siguiente hablaría con un empleado de limpieza de un taller de maquinaria de la Ciudad 1, al que le había pagado por su silencio y para que buscara en la base de datos de su taller por una maquina llamada Te4ch3. Después de eso, solo me quedaban dos talleres por revisar, pero antes de intervenirlos tendría que vender o el hígado sintético o la médula que aún descansaban en los frascos que había robado el día de la redada. No podía permitirme estar sin el dinero suficiente cuando tratara de convencer a los empleados de limpieza, o técnicos, o asistentes de ingenieros; la verdad, estaba preocupada por si el tipo de mañana subía su precio. Suspiré extenuada. Mientras me metía a la cama y cubría con las frazadas, pensé en lo difícil que se había vuelto pasar de un Sector a otro, tanta 139
seguridad hacía difícil movilizarse llegar a otro sector, y robar los abastecimientos de inhibidores de los hospitales parecía una tarea titánica; por suerte yo tenía a Erick, Sofil, Iggy y Andra para ayudarme. El montón se había ofrecido a trabajar conmigo una vez que vieron los frutos de la primera venta, y todos me trataban como en los viejos tiempos, incluso para regañarme. —Te dije que esa Abi no me producía confianza, la conociste y volviste a vender inhibidores, unos meses después ya estabas fuera del Sistema…por el Control… Erick se había ofrecido a torturar a Abi o a empujarla de un puente, y no podía entender cómo era que yo no estaba furiosa con ella por meterme en problemas. Su sorpresa fue mayor cuando supo que éramos pareja. Estaba segura de que si mi amigo no hubiera sido una de las mejores formas de comunicación que tenía con Nu y Llass, lo hubiera tirado yo misma de un puente. … El empleado de limpieza temblaba como un papel, aún así hablaba sin parar. —…por eso no aparecía por ninguna parte, las T-ch- dejaron de fabricarse hace dos años; las remplazaron con un modelo nuevo. —¿Y para qué servían, dónde están ahora? —Se usaban como mano de obra en Producción, para trabajar la tierra en los invernaderos que están a las afueras de Nexu. Un inmigrante manejaba varias máquinas por red; el T es el número de la máquina entre las diez que tiene cada red, y el Ch es el número del operador —el hombre miró nerviosamente sobre su hombro, solo encontrando pasillos y pasillos decorados con tubos—. Creo que escuché algo. Negué con la cabeza y lo apremié a continuar. El laberinto de baja conexión a veces producía sonidos inexplicables, como extraños ecos que tal vez se habían originado hace kilómetros; resultaba perturbante si no se estaba acostumbrado a ellos. —Seguro fue un ratón —dije, suprimiendo una sonrisa. —Oh. Bueno, como fueron remplazados hace dos años, los tienen que haber fundido. Suspiré sonoramente y traté de sacar alguna conclusión rápida en mi cabeza. Si T4ch3 era una máquina obsoleta de Producción que ya debía estar fundida, debía ser solo un paso que me llevaría más cerca de la verdad; tenía que encontrar la pista que me permitiría avanzar.
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—Dijiste que tenían un operador. ¿Averiguaste quién es “ch3”? Sobre su nerviosismo, el empleado de limpieza hizo la mueca que había visto muchas veces esos meses. Rebusqué en mi bolso y le mostré un frasquito. —No tuve tiempo para ir a vender esto, si quieres tómalo como paga. —¿Qué tiene dentro? —Médula. —¿…? —Tu sueldo de tres meses. El hombre tomó el frasco con nerviosismo y se lo metió al bolsillo. —Ahora hay un nuevo ch3, según los registros, el anterior fue despedido en la fecha que los T fueron declarados obsoletos. —¿Los demás ch fueron despedidos también?—el hombre se dio un momento para pensar antes de responder, aunque no sonaba muy seguro. —No…no me parece haber visto más despidos, la única información útil que puedo darte es que el AH del anterior ch3 es AH356. —Entonces ch3 estaba en el Sistema… y era menor de edad —me dije en voz alta, el empleado de limpieza asintió con la cabeza— ¿Es algo común? Que menores de edad del Sistema trabajen en Producción. —No estoy seguro. He visto niños haciendo pasantías en los talleres, pero jamás he sabido de uno teniendo un cargo, no creo que sea diferente en Producción. —Bien, eso es todo. El hombre asintió y comenzó a caminar por el laberinto de baja de conexión. Nos habíamos juntado en un lugar poco profundo, para que él pudiera encontrar el camino de vuelta fácilmente; por mi parte, elegí un pasillo y comencé a pasear. AH356 tal vez fuera un dato completamente inútil, si ya era mayor de edad, ese código no estaría en su ficha de ciudadano en los archivos digitales. Si ese era el escenario, tendría que pedir ayuda a Isaac; necesitaba las fichas de empleados de los invernaderos de Producción de hace dos años, y eso era algo a lo que ningún empleado menor tenía acceso. Comenzando a hacer planes en mi cabeza, me senté perezosamente en uno de los tantos tubos horizontales que se expandían por los pasillos. Sin el 141
sonido de mis pisadas, disfruté por un momento del casi completo silencio del laberinto, cerrando los ojos y concentrándome en cada respiración. —¿No es divertido? Que en el centro del mismísimo lugar que te produce repulsión encuentres la paz. La voz del Extraño llegó de un lugar poco preciso. Alarmada, me puse de pie al tiempo que sacaba de la chaqueta mi pistola aturdidora, apuntando a todos y a ningún lado al mismo tiempo. Lo encontré en lo alto, sentado en uno de los tubos superiores con los brazos cruzados sobre el pecho. —Tranquila, solo estaba haciendo de compañía silenciosa. Aunque sé que este es un lugar seguro para ti. —¿Quién es ch3? —pregunté, sin bajar la pistola. —No puedo decirte eso… pero vas por buen camino —sonaba particularmente animado, con una sonrisa grabada en la cara y balanceándose como un niño en su asiento —, creí que te iba a tomar más tiempo llegar a ch3. Suspiré exasperada y guardé la pistola. —¿Podrías darme alguna pista? Ya he perdido bastante tiempo, dinero y paciencia con esto. El Extraño suspiró a su vez y dejó de balancearse, se volvió serio de repente. —Si pudiera, te explicaría todo de una vez. Pero por ahora… como sospechas, ch3 ya es mayor de edad. Te recomiendo hablar con Dorvy, el puede colarte al “Real” Archivo de Nexu. Me quedé mirándolo, esperando que soltara una carcajada o algo; el Real Archivo de Nexu era un mito, un lugar en que solo se acumulaba información, y que, a diferencia del Archivo Digital, era imposible modificar. —¿Eso existe? —Sí…es un secreto para los habitantes, un departamento virtualmente independiente entre los departamentos de Nexu. Últimamente casi nadie lo consulta, pero el archivista aún trabaja ahí —el Extraño se puso de pie, y haciendo equilibrio en los tubos comenzó a alejarse por el pasillo—. Es casi imposible de encontrar… pero habla con Dorvy, dile que Nilum te mandó. —¿Tú eres Nilum? —pregunté, levantando la voz para alcanzar al destinatario. Quién se volteó al escucharme y simplemente llevó un dedo a sus labios, para indicar que guardara silencio y luego apuntó tras de mí, a la lejanía. 142
Con eso Nilum se perdió en una esquina y yo me encontré escuchando varias voces desde la dirección que él había indicado. No me quedé a esperarlas y encontré rápidamente el camino para salir de esa parte del laberinto.
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20.La tienda de antigüedades de Dorvy seguía igual que la primera vez que la había visto; en otras palabras, era un completo desorden. El viejo me miraba con precaución mientras yo le exponía mi caso de forma simplificada. —Necesito entrar al Real Archivo de Nexu. —Ese es un mito, jamás ha existido. —…Nilum me envió a hablar con usted. —Oh. Conoces a Nilum…en ese caso puedo hacer una excepción. Aunque sería la primera excepción que hago en catorce años —el viejo se rascó pensativamente la barba y se acomodó los lentes en el puente de la nariz, parecía indeciso—, la vez anterior todo salió muy mal. Pero siendo Nilum… no puedo decirte que no. Dorvy hizo un gesto para que lo esperara y se perdió por la puerta que llevaba a la parte posterior de su negocio, para volver casi instantáneamente con un libro de cubierta roja bajo el brazo. —Por favor, entrégale esto al archivista, se lo debo de hace años —recibí el pesado volumen, y cómo su cubierta no tenía el título, hice el ademán de abrirlo—. No, no lo abras. —¿Por qué? —Solo…no lo hagas. Toma, aquí está la clave para el ascensor que te llevará al Archivo; debes ir al sótano del edificio de transporte de la Ciudad 5 — Dorvy sonrió, satisfecho con sus indicaciones. Yo lo miré con un gran signo de interrogación marcado en mis cejas—; en los sótanos están los ascensores que llevan a los pisos bajos de la masa de edificios de las ciudades. —¿Y qué hay en esos pisos bajos? Aparte del Archivo. —La chusma nativa; mercados negros, algunos negocios independientes y viviendas de nativos pobres. Los pisos bajos son baratos, porque los nativos temen estar cerca del suelo… creo que por eso empezaron a sellar todas las puertas y ventanas. Asentí y tomé la clave numérica que Dorvy había escrito en un pedazo de papel. —Eso es para el ascensor. Cuando entres al Archivo, dile a las máquinas que vas por motivos escolares; que te dieron un acceso especial para hacer una investigación. —¿No van a escanear mi tatuaje? 144
—No, no tienen esa tecnología. El Departamento Secreto de Memoria, que contenía decenas de museos, bibliotecas y archivos ahora solo mantiene ese Archivo Real, y no tiene presupuesto. —¿Y cómo sigue funcionando? —Porque el Departamento está formado por un solo hombre —Dorvy volvió a ajustarse los lentes enigmáticamente—, ya lo conocerás. Estaba a punto de despedirme cuando recordé un detalle. —Dejamos esto entre nosotros. ¿Verdad? —Por supuesto. Con eso, dejé a Dorvy y comencé mi camino de vuelta a la base del Núcleo. Ya me había saltado el almuerzo y los demás iban a empezar a cuestionarme si llegaba muy tarde. Especialmente Adam, que no podía entender cómo cada vez que salía olvidaba el dispositivo de conexión que me obligaban a usar, volviéndome inubicable. El camino de la Calle Séptima a mi casa actual se hizo corto, y me encontré saliendo del ascensor en mi piso con la seguridad de que no había llegado tan tarde como para que Adam me llamara la atención. —Psh… Ayn. Aquí —la voz inconfundible de Erick llamó, y yo pensé que lo imaginaba, porque ya había tenido suficientes conversaciones ilícitas por un día. Erick estaba oculto en la esquina del pasillo, y seguía haciendo toda clase de ruidos para llamar mi atención. Me dirigí hacia él y le indiqué que guardara silencio. —¿Por qué estás aquí? —Traté de llamarte a tu dispositivo toda la tarde. Tuve que pedirle a Abi que me diera esta dirección. —¿Y cómo es que te la dio? Se supone que este lugar es un secreto. —Llass está en problemas. Necesito tu ayuda —respondió con voz firme, debe haber sido la primera vez que vi a Erick tan serio. —¿Qué tengo que hacer? … —No tiene que mostrarme su tatuaje, me acuerdo de usted Ayn —el Detective Tohavs hacía una mueca que se asimilaba a una sonrisa y yo 145
deseaba desaparecer; pero me mantuve en mi lugar—. No hay forma sencilla de hacer esto, así que le voy a dar opciones ¿Le parece? Estábamos en un auto estacionados a una cuadra de un cuartel de Protección, Erick como conductor y el detective y yo como pasajeros. Asentí y esperé a que me expusiera sus opciones. —Como Llass está a un mes de cumplir la mayoría de edad, nos hemos tomado la libertad de poner la orden de reprenderla; por los cargos de cómplice y de obstrucción a la justicia. Ya sabe, creímos que nos estaba ayudando y resultó que nos alejó de la verdad. Así que depende de usted, Llass queda como prófuga, o usted nos da información de los terroristas. —No tengo información de los terroristas —mentí—, mi hermano me ha impedido comunicarme con él. —No tiene sentido mentir. ¿Por qué escapó en la redada si no es porque está con ellos? —Posesión de drogas, entré en pánico y arranqué sin pensar. Llass solo estaba cuidándome, porque mis salidas por las noches podían ser sospechosas para la investigación de Adam. Pero jamás hubo algo de eso. —¿Tiene alguna prueba? Suspiré sonoramente y le indiqué. —En mi habitación del edificio de ayuda estatal, detrás del escritorio y bajo unas tablas sueltas. Tohavs apretó los dientes y sin perder tiempo se comunicó con alguien haciendo temblar su mano izquierda. Esperamos diez minutos en silencio, hasta que lo llamaron de vuelta por radio. —…sí… ¿Seguro?… bien —vi al detective apretar los puños y dirigirme una mirada de odio—, levantaremos los cargos de Llass, ya que usted ha confesado y dudo que esa niña haya dañado alguna vez a una mosca. Pero ahora usted tiene cargos por posesión, y por evasión de obligaciones del Sistema— comenzó a bajarse del auto—. Pero de eso no me encargo yo, por suerte, soy Protección de Red, no Sectorial. Una vez que se cerró la puerta y el auto se puso en movimiento, Erick y yo respiramos con alivio. Dejamos el auto abandonado tres cuadras más lejos y luego nos dirigimos a la casa de Erick, donde nos esperaban Abi, Nu, Isaac, Sofil y el manojo de nervios en que se había convertido Llass. —¡Todo arreglado!—anunció el dueño de casa una vez que entramos, siendo recibido con un abrazo y beso de Llass. 146
—Ya sabemos, acaban de sacarme de la lista de buscados —soltó a Erick y me abrazó— ¡Gracias Ayn! —No fue nada, de hecho…tendría que pedirte perdón. Es culpa mía. Después de saludar a Nu y Sofil, me fijé en que Abi estaba particularmente incómoda. —¿Pasó algo? —le pregunté, sentándome junto a ella en uno de los sofás de la sala/comedor/cocina de Erick —¿Tuviste algún problema dejando los frascos en mi habitación? —No, fue muy fácil…es que—se fijó en que los demás tenían su atención en una alegre conversación—, estás en la lista de prófugos, antes no tenían cargos claros contra ti, ahora es diferente. —Vale la pena, preferiría estar encerrada que meter a alguien en más problemas. —No puedes pensar así —me reprendió—, en tu situación, deberías preocuparte solo por ti. —Mi situación… mejor sigue tu propio consejo y no te preocupes por mí — miré afuera por una ventana y vi que ya oscurecía—. Mejor ya volvamos. —Le mandé un mensaje a Van, diciendo que llegaríamos de noche. Aprovecha hoy, antes de que se den cuenta que tienes cargos. Abi apuntó al resto y sonrió ante la imitación que Erick hacía de un Tohavs furioso, luego aplaudió en aprobación a Andra que aparecían por la puerta con varios paquetes de latas de cerveza. … En algún momento me había quedado dormida, lo último que recordaba era a Nu e Isaac hablando confidentemente y a Abi y Erick discutiendo por el último pedazo de pizza. Cuando desperté, solo la divisé a ella, durmiendo con la cabeza apoyada en mi hombro y con la mitad del último pedazo de pizza en la mano. —Oye…Abi, ¿qué hora es…? Creo que ya nos tenemos que ir. La nativa produjo un sonido gutural y comenzó a desperezarse lentamente. —Son las cinco de la mañana—dijo después de sacudir su mano izquierda— ¿Cómo es que nadie nos despertó? —Con lo tiernas que se veían, todos decidieron dejarlas dormir —dijo la voz burlona de Erick. Me puse de pie para encontrarlo sentado en la mesa del 147
comedor, se notaba que también acababa de despertar—. Váyanse ya, antes de que llegue mi mamá. Arrastré a Abi por las calles repletas de gente y por una vez, nos parecíamos a los demás adolescentes del Sector. Llegamos a la base del Núcleo en lo que parecía una eternidad y nos encontramos con Tinh y Adam conversando en el comedor. —¡Te lo dije! —exclamó el primero—. Andaban de fiesta. Adam se puso de pie y se acercó a nosotros sin ocultar su mirada de reprobación. —Este es tu lugar de trabajo, ten algo de respeto con… —Adam, por favor… no tengo ganas de pelear —dije, sin ánimo. —Sí, no hay que enojarse por cosas insignificantes —intervino Tinh, caminando hacia nosotros y poniendo un brazo sobre los hombros de Abi —. Vamos, te ayudo a llegar al sillón. La mareada nativa asintió con la cabeza y se dejó llevar. —¿Cómo es que estás ebria? —se burló Adam, con un drástico cambio de ánimo—. Creí que sabías controlarte. —No estoy ebria, solo un poco mareada —mentí—, Erick quería celebrar… ya sabes cómo es; no se le puede decir que no. —Bueno, está bien —dio la vuelta y se encaminó a su habitación con la cabeza gacha. Entré a mi habitación y sin perder tiempo, revisé si había recibido algún mensaje de Nilum. <Siempre es bueno verte, Ayn> <Suerte mañana> Tuve la sensación de que el ex extraño había estado siguiéndome todo el día, pero en vez de sentirme incómoda, tuve una impresión de seguridad.
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21.No solo mi cara, nombre y códigos originales estaban en la televisión, publicidades del metro y la red; también un anunciado especial hacía énfasis en el hecho de que yo era hermana de Adam Lark, el hacker más peligroso de Nexu que además era parte de la organización terrorista llamada el Núcleo. Respiré hondo y dejé caer mi cabeza pesadamente contra la mesa del comedor, Van había estado gritando por la última media hora a nadie en particular y Adam trataba de calmarla con palabras de apoyo. Lo único bueno, era que mis cargos no eran importantes y mi tiempo en las pantallas era de apenas unos segundos, solo capitulado junto a los demás “buscados” de la lista diaria de Protección; la única diferencia que había entre ellos y yo, era que ellos no estarían en la lista al día siguiente, estarían presos. —Esto no es tan grave, Van —decía Adam—. Ni siquiera le dieron cargos por modificar sus identificaciones; solo quedó como una drogadicta menor de edad que escapó del Sistema, incluso si la arrestan, solo la mandarán a un reformatorio hasta los dieciocho. Volví a azotar mi cabeza contra la mesa y me obligué a recordar que había hecho eso por Llass, para que ella no estuviera en la lista y su futuro no fuera arruinado. —¿Cómo puedes estar tan tranquilo? ¿No es esto lo que has estado temiendo desde que saliste del encierro, meter en problemas a Ayn? —Se metió en problemas ella sola, desde un principio le dije que se quedara donde estaba, que no me buscara… pero aquí está. Ahora va a tener que enfrentar sus decisiones. Claramente, Adam prefería que protección me encontrara y me metieran a un reformatorio; mi nombre en la lista no era un problema para él, era más una oportunidad y otra forma de “mandarme lejos”, lo que significaba alejarme de la investigación que Nilum había guiado. Mi hermano tomaba la forma de un extraño, su semblante mostraba que no estaba escondiendo lo que pensaba, y por un momento, sentí que podía confiar más en Nilum que en él. Escuché un ruido junto a mí y levante la cabeza para encontrar a Van sentada en la mesa y mirándome con preocupación. —No tienes que salir de aquí, en el momento que alguien te reconozca, no podremos ayudarte —negué con la cabeza energéticamente y me gané un quejido de confusión—. ¿Qué significa eso? “Tengo cosas que hacer” era la respuesta que quería dar, pero terminé mirando los ojos de Van y apretando los dientes hasta que mi mandíbula dolió. 149
Ella, que sabía que no podía responder e hizo la pregunta de manera retórica, puso su brazo normal en mi hombro y me sacudió ligeramente. —Supongo que si ni siquiera Adam quiere cuidarte de protección, yo no tengo ningún derecho a encerrarte. Pero Odan va a querer hacer algo al respecto. —De hecho, Odan está sorprendida porque Ayn se puso en la lista para evitar traicionarnos —dijo Iggy, apareciendo por la puerta del departamento y quitándose el abrigo—, aunque quiere saber si en verdad eres una adicta o solo era una cubierta. Tiene problemas morales respecto a eso; y los adictos a lo que sea son muy inestables. Adam contuvo una carcajada y agitó la mano frente si para quitarle importancia al asunto. —Solo tráfico insignificante de inhibidores. Pero podrías decirle a la jefa que se preocupe por inestables más cercanos a ella —la sonrisa sarcástica en la cara de Adam no desapareció cuando apuntó a la habitación que Tinh, donde habían dejado dormir a Abi esa mañana. Iggy soltó un gruñido y se sentó a la mesa, sacando su dispositivo de conexión y accionando la pantalla holográfica y el teclado laser que venían con él. —Esa niña —dijo entre dientes, acomodando el brillo de su pantalla, que por culpa de luz se veía transparente—, creí que nos habíamos desecho de ella, pero a Odan se le ocurrió mandar a Ayn a su mismo edificio. Yo siempre presagie un desastre, aún no pasa, pero solo esperen… todo respecto a esa nativa es una pérdida de tiempo. ¿Alguien podría bajar la intensidad de la luz? esta cosa ya empezó a fallar otra vez. No me quedé a ver si Iggy arreglaba su problema, me levanté del asiento, tomé la mochila que había preparado y salí por la puerta al tiempo que cubría mi cabeza con la capucha de mi chaqueta. Sabía que no era suficiente, pero al igual que Adam, estaba consciente de que protección era solo una preocupación más. Me dirigí al metro a paso rápido, si tenía suerte, habría tanta gente a esa hora de la mañana que nadie me dedicaría una primera o segunda mirada. Pero lo que encontré me descolocó. Desde la gran redada de Protección, los ánimos habían estado agitados entre las entidades que formaban a Nexu; por un lado, lo único en mente de Protección era encontrar y terminar con el problema del Núcleo, que los afectaba directamente; por otro, Producción estaba lanzando decenas de estudios estadísticos respecto a gastos insostenibles por parte de Investigación, que aprovechaba la confianza que se tenía con los Representantes para abusar de los recursos energéticos en sus distintas 150
instalaciones. Finalmente Producción había solicitado a Justicia que interviniera para convencer a los Representantes de que si no se repartían de mejor manera los recursos, tendrían que bajar drásticamente la calidad y cantidad de los alimentos y suministros básicos para enfocar sus esfuerzos en las fuentes energéticas, que en poco tiempo no alcanzarían a llegar a todos los rincones de Nexu. Pero Justicia aún no se refería al tema y la gente en los Sectores comenzaba a temer lo peor. Los Nativos preferían dejar sin energía a los Inmigrantes antes de perder su calidad de vida; y lo justificarían diciendo que Investigación necesita la energía por el bien del Control. Me sorprendí mientras caminaba disimuladamente hacia el metro. Los negocios y supermercados estaban llenos, hombres y mujeres acarreaban todo lo que podían y algunos incluso llenaban camionetas con sacos de frutas y verduras, alimentos no perecibles y bidones de agua. De seguro me había perdido alguna noticia importante mientras Van gritaba al televisor y computadores del apartamento. Traté de no preocuparme demasiado e hice mi camino a las escaleras mecánicas del metro sin percances. Una vez bajo tierra, un ser holográfico pasó preguntando si necesitaba algo, tenía la forma de un ave y revoloteaba a mi alrededor esperando una respuesta; sentí la necesidad de pedirle las noticias de esa mañana, pero sabía que no era prudente darle mis códigos falsos ni dirigirle una mirada directa, ya que debía tener mi rostro grabado y daría alarma en el momento que encontrara el más remoto parecido entre yo y la imagen que tenía guardada de mí. Así que negué con la cabeza y dejé al holograma revoloteando en busca de otra persona a la que atender. Las máquinas que registraban y cobraban el paso de pasajeros a los andenes solo hicieron un beep cuando escanearon mi tatuaje; suspiré aliviada al escuchar el sonido de aceptación y me dirigí al andén que necesitaba sin levantar sospecha alguna. El viaje a la Ciudad V no era largo, pasamos por algunas estaciones en el Sector IV y nos deslizamos a la frontera con el Sector V en menos de diez minutos, después de un transbordo, tomamos mayor velocidad. La estación F me dejaría a una cuadra del edificio de los ascensores. Jamás me había adentrado en la parte del Laberinto que se extendía por la Ciudad V; había escuchado decir que era especialmente oscura y que protección evitaba por todos los medios tener que entrar, lo que debería dejar en relativa libertad a los vagabundos y borrachos que podían soportarlo. Ahora yo entraría indirectamente en el laberinto, estaría dentro de las paredes que usualmente me ofrecían protección.
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Llegar al lugar fue muy fácil, tal como Dorvy lo había hecho sonar, llegue al edificio hirviendo de nativos ocupados y me mezclé entre ellos para avanzar a las escaleras que estaban al fondo de la enorme sala, donde aparecían y desaparecían los ascensores que viajaban por la masa de edificios de la Ciudad. Puse los pies en la escalera y esperé que me llevara abajo, pero me encontré con algo extraño; ahí, en una Ciudad completamente automatizada, la escalera mecánica estaba quieta, no producía ningún sonido o ronroneo típico de una máquina común; solo se mantenía inerte, esperando que bajara. Sin darle más de un segundo de pensamiento, puse un pie delante del otro y bajé los escalones como hacía en el edificio de Rebecca. Había solo una persona en la desierta y enorme sala del sótano, estaba sentado en una silla en una esquina y dormía profundamente, adiviné que era el encargado de los dos ascensores que estaban alejados uno de otro, en distintas paredes; y que dicho sea de paso; parecían dormidos también. Recordé el código que me había entregado Dorvy y decidí que no necesitaba al encargado para nada, me acerqué al ascensor más cercano y encontré un pequeño cartel que anunciaba que estaba fuera de servicio; suspiré agobiada y me dirigí al otro, que estaba varios metros más allá. Parecía que habían usado esa gran sala tal como la de arriba en tiempos pasados, con enormes cantidades de gente saliendo y entrando; pero que con el tiempo había resultado casi innecesaria. Las puertas del ascensor se abrieron haciendo un chirrido que solo había escuchado una vez, cuando Van se quitó su brazo mecánico para una reparación de emergencia en nuestro viaje al Sector I. Me estremecí al recordarlo y traté de ignorar el sonido mientras entraba a esa precaria caja. Digité los números del código en un panel y antes de que pudiera prepararme para oír el ruido de nuevo, las puertas se cerraron. Instintivamente, elevé el brazo para tomar los sujetadores del techo; recordando mi experiencia pasada con los ascensores. Pero solo me encontré con un espacio vacío. Sin estar segura de qué esperar del viaje, me preparé mentalmente para azotarme con las paredes. Pero entonces el ascensor comenzó a moverse; no como yo esperaba, con sacudidas y velocidad excesivas, sino que lentamente, temblando y haciendo sonidos inexplicables; después de un minuto esperando que tomara velocidad, me rendí y comprendí que eso no ocurriría. Sin tener idea de cuánto duraba el viaje, me quité la mochila y saqué el libro de Dorvy, luego la tiré al suelo y me senté cómodamente sobre ella; dejando el libro descansar en mis piernas, me dejé llevar por ese cacharro por lo que me pareció media hora. De repente sentía leves dobleces hacía la izquierda, alguna subida y muchas, muchas bajadas.
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Cuando las puertas se abrieron, ya ni siquiera me molestaba su chirrido; salté fuera de la caja y estiré las piernas hasta que sentí que era capaz de caminar con normalidad. Me encontré en un pasillo en el que solo podía tomar una dirección; había varias puertas, pero todas ellas tenían un cartel que decía “En venta”. Caminé varios metros hasta que al fin apareció una puerta sin cartel. Tratando de suprimir los nervios e imaginando en mi cabeza al viejo huraño que iba a encontrar al otro lado, golpeé la puerta. Casi instantáneamente, la puerta se abrió y dejó ver una pequeña sala de recepción, con una alfombra burdeos y sillones grises. Sin ponerme a pensar en la extraña combinación de colores, puse un pie dentro de la estancia, no parecía haber personas, pero si pude distinguir un botón en el piso, con un rotulado que decía “Orientación”. Cerrando la puerta detrás de mí, oprimí el botón con un pie; después de un momento una voz mecánica llenaba la sala. <Diga su consulta> —Necesito hablar con El Archivista. <Esa no es una consulta válida. Por favor, trate otra vez.> —Em… < “Em” es lo que consulta?> —¿Qué? No. <Diga su consulta> —Archivista. <¿Citación?> —No. <Diga razón> —Estudios, investigación escolar. <Espere, por favor.> Entonces una monótona música remplazó a la extraña voz, y antes de que pudiera pensar en alejarme de la puerta para sentarme en un sillón y esperar, una puerta se abrió y por ella apareció un niño…no… un joven de unos trece años, vestido con una túnica burdeos que le quedaba enorme, además de 153
zapatos y guantes blancos. Después de admirar el extraño vestuario, vi la sonrisa más sincera que jamás había presenciado, acompañada del cabello rojo más realista entre todas las Ciudades y Sectores de Nexu, tal vez del mundo. —¡Bienvenida! —Exclamó el joven, prácticamente corriendo hacia mí, cuando llegó al centro de la sala, adoptó una actitud seria y dijo en tono solemne—. Bienvenida al Real Archivo de Nexu, soy Careo, el Archivista. Por alguna razón no tuve dudas de que decía la verdad; aunque yo esperaba a un anciano, alguien que fuera cercano a Dorvy en edad. Aún así asentí y le comuniqué mi razón para estar ahí. —Un gusto…yo soy A…Lín. Le pedí a Dorvy ayuda para venir aquí; el manda esto—, saqué el libro de cubierta roja de la mochila y se lo entregué. El joven lo tomó rápido y abrazó con fuerza. —¿El señor Dorvy aún vive? —Preguntó, con otra gran sonrisa. Asentí—. Muchas gracias. Por favor, sígame, podemos hablar dentro. Seguí su paso energético por la puerta que él había atravesado momentos antes; llegando a un lugar tan enorme que me era imposible ver el final. Constaba de varios pasillos con estantes metálicos movibles, que estaban completamente pegados en uno con el otro, pero que se separaban individualmente al presionar un botón en la superficie de cada uno, para acceder a los documentos. —¿Todo aquí está en papel? —Pregunté, mientras doblábamos una esquina y llegábamos a un espacio abierto con varias mesas. Careo apuntó a una de ellas y dijo. —La mayoría, hay una sección dedicada a soportes de almacenamiento digital; pero es una obligación de todas las instituciones que manejan Nexu entregar sus documentos originales en papel cada dos años. —¿Incluso los documentos que no entran en la transparencia pública? El Archivista me dio una mirada cómplice. —Todos, no hacerlo sería comprometer el Control. Esos documentos son clasificados como “confidenciales” y ni siquiera yo tengo acceso a ellos. Asentí mientras me sentaba a la mesa que Careo había indicado. Comprendí que siendo el Archivo de carácter secreto, solo los trabajadores del gobierno podían acceder a él; que hubiera documentos confidenciales, significaba que solo la entidad productora y entes fiscalizadores podía consultarlos. 154
—Entiendo que si el señor Dorvy la envió, no es usted una estudiante con permiso estatal para hacer una investigación. —No…Dorv…el señor Dorvy fue muy amable en guiarme. La verdad es que estoy buscando a una persona; es urgente que lo ubique, y solo tengo datos vagos de él. —Y el Archivo Digital no le ayudó para nada —afirmó, sin parecer sorprendido— ¿Por qué busca a esta persona? —Mi prima está esperando un hijo suyo, pero hace poco supimos que le había dado un nombre falso, y ahora él se fue del sector… abandonándola. Lo he estado investigando, y se algunas cosas de él. —Bien, no debería ser muy difícil de encontrar, mientras tenga su año de nacimiento y su Centro de niño, o algún trabajo; puede identificarlo por su fotografía. —Es que, yo jamás le conocí; pero creo que podría saber quién es si veo su ficha de vida. El Archivista asintió energéticamente y sacó papel y lápiz de su túnica. —Comencemos.
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22.Tenía frente a mi cientos de documentos que cumplían las características de ch3, todos tenían entre diecinueve y veinte años y habían trabajado en Producción hasta hace dos, cosa que demostraba que Producción si contrataba menores de edad con frecuencia, y lo hacían dentro de la ley. El siguiente paso, era separar a los que no habían trabajado en los invernaderos. Todo habría sido más sencillo si Careo me hubiera permitido usar la base de datos con que contaba el Archivo, y que él mismo actualizaba; para buscarlo directamente por AH, pero según él resultaba peligroso realizar búsquedas que pudieran ser rastreadas. Estábamos haciendo una búsqueda ilegal después de todo. Careo estaba ordenando en su lugar los documentos que ya habíamos descartado, y mientras yo seguía separando fichas, se me ocurrió algo. Me dirigí en silencio al lugar que creí correcto entre las filas y filas de estantes, y busqué en las rotulaciones la letra C; estaba a punto de oprimir el botón que me daría acceso a Ca, cuando un carraspeo me hizo saltar dos pasos atrás. Careo estaba tan sonriente como siempre, pero negaba levemente con la cabeza. —Acompáñeme, encontré algo —dijo, al tiempo que apuntaba hacia atrás. Lo seguí sin decir palabra y sintiéndome culpable—. Dijo que el Sujeto perdió su trabajo en Producción hace exactamente dos años. Estuve pensando, y recordé una situación extraña que ocurrió hace un año y medio; Protección llamó para solicitar cambios en algunas fichas —tomó las fichas que yo había separado hace poco y comenzó a pasarlas de sus manos a la mesa rápidamente, una por una—. Yo no tengo permitido, por ley, hacer cambios en los documentos; este Archivo se basa en la idea de jamás cambiar los documentos originales, solo puedo actualizar las fichas cuando me llega la información semestral. Entonces tuve una gran discusión con Protección, porque aseguraban que era de importancia nacional; y no solo querían cambiar algunos detalles, querían eliminar de raíz a varias personas… sabes cómo suena eso… Los amenacé con poner una demanda en Justicia, y como no pudieron sobornarme, entonces desistieron —había terminado con un montón y ahora pasaba a otro—. Pero después de un mes, me di cuenta de algo… se habían metido al Archivo de noche y habían tratado de encontrar a alguien en particular; alguien que debía ser borrado urgentemente. —Y no lo encontraron. —No, porque era un mes de actualizaciones y tenía varios archivos en mi oficina. Recuerdo haber encontrado el rastro de búsquedas en la base de datos —finalmente dejó de pasar fichas y se quedó viendo una en particular—. Este…este es el que busca. 156
Miré sobre su hombro y vi la fotografía de un hombre joven, tenía el cabello muy corto y usaba lentes. —Deniel Arán —leí. Toda su ficha coincidía, y la información que me acababa de dar Careo abría nuevas posibilidades; pero entonces recordé…— Es muy interesante —dije—, pero dudo que la pareja de mi prima tenga problemas con protección. Noté que los hombros del Archivista se sacudían levemente; lo rodeé para mirarlo y me encontré con el joven tratando de suprimir una carcajada. —¿Por…por qué te ríes? —Porque sé lo que estás buscando, Ayn. Me sentí palidecer y retrocedí un paso. —Tranquila, Nilum llamó ayer y me contó que pensabas aparecerte por aquí —logró controlar su risa y dejó la ficha de Deniel en la mesa, separada de las otras—; él no pudo darme detalles, solo me pidió que te ayudara en lo que necesitaras. Y como mi Anterior estaba de acuerdo con su causa… —¿Tu Anterior? ¿Cuál causa? Nilum me ha tenido deduciendo algo que no entiendo por meses. —No estoy seguro, pero confío en mi Anterior —Rebuscó en un bolsillo de su túnica y extrajo una fotografía—. Él es Careo V. Miré el papel sin creer lo que veía: eran dos Careos, sin lugar a dudas, aunque uno de ellos era un hombre fornido y el otro un niño, ambos eran exactamente iguales; mismos ojos, nariz, cejas, facciones, y además…ambos vestían túnicas burdeos. —Creí que la clonación era ilegal —dije, Careo asintió. —Lo es, pero soy una de las excepciones. Soy necesario para mantener Nexu; este Archivo lo es, por eso es lo único que sigue en pie del Departamento de la Memoria. —¿Te obligan a existir una y otra vez? Lo ojos del Archivista se ensombrecieron ante la pregunta. —No es como si recordara todas mis vidas pasadas. Soy otro yo…y los demás están muertos. Así que no es tan malo —tomó un montón de fichas y apuntó a la de Deniel Arán—. Ese es, estoy seguro. Te dejo con la ficha. …
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Volví al apartamento casi a las nueve de la noche, el viaje de vuelta había sido tanto o más tranquilo que el de ida; y resultó que todo estaba igual a como lo había dejado. Van suspiró de alivio cuando me vio entrar y Adam me miró de reojo desde su computador. Me dirigí a mi habitación sin entretenerme mucho en la sala, y comprobé que tenía un mensaje de Nilum. <¿Tienes el nombre?> Tenía más que el nombre. Después de leer toda la vida de Deniel, que dejaba de actualizarse hace dos años, llamé a Isaac para que rastreara su último uso de códigos. Nada. Supe por sus trabajos e ingresos que era imposible que hubiera pagado a un hacker para cambiar de identidad, tal vez alguien lo hubiera pagado por él; pero nada de eso explicaba por qué Protección quería eliminar su identidad de raíz. Jamás había tenido una falta ante la ley, había sido un estudiante decente y por eso le habían permitido trabajar siendo menor de edad, para ayudar a comprar las raciones de Control de su familia. Parecía que Deniel era un habitante inmigrante ejemplar. Entonces no tenía sentido hacerle daño, quizá podía ser útil. <Desapareció después de que lo despidieron, dos años atrás> escribí <Está muerto o secuestrado> <Consideraste la idea de la muerte. Estamos avanzando, Ayn> Me estremecí. Había considerado un asesinato cuando se suponía era imposible, y además, si Nilum afirmaba que podía matar. ¿Podía él haber matado a Deniel? Tal vez, porque si era útil para alguien podía ser peligroso para otro. <Esto es lo más que puedo ayudarte> escribió Nilum <Estoy en una situación complicada ahora, así que no volveré a molestarte por un tiempo. Espero que para entonces ya entiendas> Pensé en teclear un “espera”, pero sabía que no serviría para nada; cerré el computador con poco cuidado y comencé a dar vueltas por mi habitación. Protección tenía las respuestas que necesitaba, pero acercarme a ellos era poco inteligente bajo las circunstancias. Tal vez tuviera que dejar de pensar en ello para encontrar una respuesta. Volví a prender el computador y me conecté a la Red, no era lo que haría comúnmente para despejarme, pero aún tenía curiosidad por el extraño comportamiento de los inmigrantes en las calles. Encontré la respuesta antes de terminar de teclear la pregunta: Justicia había decidido que Investigación necesitaba toda la energía que estaban
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usando; más aún…el problema de Producción era causado por su propia incompetencia. Sentí mi ceño fruncirse gravemente, Producción no había dado declaraciones pero ya se sabía lo que iba a ocurrir. En cualquier momento nos cortarían la luz y agua, además de que habría una escases de alimento muy difícil de sobrellevar. Todos en los sectores sabían lo que iba a pasar, estábamos seguros, porque había ocurrido algo similar por un corto periodo de tiempo, hace tres años. Por una razón desconocida, una plaga había atacado a los invernaderos de Producción y había resultado en un mes de escases…solo para los sectores. Sería similar a la ley de solo una ración gratis de Control para la carga familiar, que se basaba en el entendido de que las parejas tenían solo un hijo, y tener más era una decisión poco razonable; pero dejaban de lado que la mayoría de las familias eran poco razonables cuando jóvenes y pensaban que en el futuro tendrían suficiente solvencia económica para costearse las inyecciones. Esa era la razón de que hubiera tantos huérfanos en los últimos años; los padres sacrificaban sus dosis gratis en sus hijos y se enfermaban al cabo de algunos años. La madre de Erick tenía cáncer a la piel; y ni siquiera había podido salvar a su hija, que había muerto en un accidente cuando Erick era un niño. Ahora, poniéndome en el peor de los casos; si las cosas no se arreglaban pronto, la gente empezaría a elegir quién podría comer y tomar agua, la falta de electricidad afectaría a los dispositivos de conexión, y todos estarían muy lejos de alegres. La puerta se abrió sutilmente y sin ruido, dejando entrar a Abi, que trataba de ser silenciosa al caminar. —¿Cómo es que saliste hoy? —susurró, cerrando la puerta tras de sí—. Estás en todos los canales y especialmente en toda la Red, te he visto todo el día. Solté un quejido de agobio y le lancé el almohadón más cercano, que ella atrapó sin mayor esfuerzo. —¿Tú también? Ya tuve suficiente con Van. —Bueno, al menos espero que hayas avanzado en lo que sea que estás investigando —dijo, lanzando el almohadón de vuelta, justo a mi cabeza—. Mientras, nosotros estuvimos recibiendo indicaciones y haciendo planes. Mi mamá dice que te mantengas al margen de la siguiente operación.
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—¿Tiene que ver con la discusión por la energía? —apunté a la pantalla de mi computador, donde aún había un artículo. La nativa asintió y avanzó hasta sentarse en el borde de mi cama. —Es importante averiguar en qué se le va tanta energía a Investigación, y por qué tienen apoyo de tantas instituciones. Hasta ahora, las únicas que apoyan a Producción son Vivienda, Salud y Movilización. —¿Tienen alguna idea de la razón? —Algo así. Todos los científicos y trabajadores de Investigación tienen tareas específicas; pero hay varios que aparecen con actividades poco convincentes, creemos que son tapaderas para proyectos que son secretos incluso para otros científicos. Tenemos algunos nombres. Esta noche le entregamos un reporte a mi mamá. Me pregunté si esos proyectos secretos llegaban a Careo; él aseguraba que sí, pero me parecía poco creíble que las instituciones confiaran todo al Archivo. Eso significaba que el Archivista acumulaba toda la injusticia de Nexu. —Te ves cansada —observó la nativa, y se tocó la frente con un dedo—, me refiero a tu cabeza. Asentí ausente. —¿Sabes que hay ascensores viejos en cada edificio de ascensores en las ciudades? —Abi frunció el ceño y pensó por un momento. —N…no tenía idea. ¿Dónde? —En los sótanos. ¿Nunca has visto las escaleras? —la nativa negó otra vez, aún más confundida—. Al fin sé algo que tú no —dije en voz baja, segura de que me ganaría otro almohadazo en la cara. —Van a los pisos inferiores. ¿Cierto? Es peligroso ir ahí; nos contaban historias de miedo para mantenernos alejados de esos lugares. —¿Peor que el laberinto? —inquirí, sorprendida de lo tensa que se puso al hablar de los pisos inferiores. —No, nada es peor que el laberinto de baja conexión. Pero aprendemos a temer a los pisos inferiores, sus habitantes y trabajadores desde pequeños; para los adultos significan fracaso. —Fracaso… ¿Y qué significamos nosotros? Abi sonrió antes de decir. —Un mal necesario —con lo que finalmente tiró una almohada a mi cabeza. 160
No supe si fue el golpe o una iluminación del universo, pero el círculo se rompió en mi mente. Contuve la respiración. —¡La plaga! —exclamé, poniéndome de pie y tomando mi cabeza entre las manos—. ¡Fue Arán! Ignoré la expresión de absoluta confusión de la nativa y tomé mi chaqueta del respaldo de la silla. —Espera, espera, espera…—Abi repitió mientras se ponía entre la puerta y yo—. No importa qué clase de epifanía acabas de tener, pero no puedes seguir saliendo y exponiéndote a Protección. —Protección no es el peligro, Abi —dije, casi saltando de la emoción—. Estoy a un paso de entender todo, no solo mi problema, el de Investigación y Producción también. Ella apretó los dientes y sacudió la cabeza a modo de derrota. —Al menos déjame acompañarte. Asentí y la apremié a apurarse. Avanzábamos por las calles oscuras del Sector unos minutos después. Isaac siempre estaba dispuesto a ayudar sin pedir nada a cambio. El joven hacker sentía que aún no era lo suficientemente bueno como para cobrar por su trabajo; por eso yo trataba de alimentar su ego pagándole aunque él no lo quisiera. Pero esa noche en particular, yo había olvidado por completo llevar dinero conmigo. —De verdad, no importa, Ayn. Qué necesitas. Estábamos en la casa de Isaac, en su habitación, y su madre acababa de llevarnos una bandeja con galletas y jugo. Nadie en su familia sabía de sus andanzas de hacker, y él se había preocupado de que así fuera. —Necesito los informes de Justicia acerca de la plaga que atacó a Producción hace tres años. Isaac puso esa cara de perplejidad que siempre hacía cuando yo le comunicaba mis peticiones, luego se recompuso y se dirigió al monstruoso computador de escritorio al que acudía cuando su misión era intimidante. —Denme una hora. Justicia tiene sus documentos en un servidor cerrado, al que acceden los empleados según su puesto. Así que tengo que entrar a uno de esos primero. No estás apurada, ¿cierto? Miré de reojo a Abi, que estaba distraída con los posters en las paredes de Isaac. 161
—No, tarda lo que necesites. Él asintió energéticamente e ingresó a un estado de concentración frente a la pantalla. —Me gustaría tener un poster de “El Tiempo Después de la Caída”. ¿Por qué nadie en el edificio de Rebecca tenía posters, Ayn? —preguntó Abi, alejándose de las paredes y sentándose en una silla. —No se…supongo que se sale del presupuesto de la ayuda estatal de cada uno. —¿Isaac, es algo común entre los inmigrantes con familias? El aludido levantó la cabeza de su computador y miró a Abi interrogante. —Sí…—luego se dirigió a mí con un susurro— tu amiga es rara, Ayn. Contuve el impulso de golpear a Abi en la cabeza para recordarle que Isaac no sabía su condición de nativa, pero solo me encogí de hombros y tuve una idea para pasar el tiempo. —Tienes “El Tiempo Después de la Caída” ¿verdad? ¿Podemos jugar mientras trabajas? El hacker asintió y apuntó a un cajón antes de volver su atención a la pantalla. Abi atacó el cajón e instaló el juego en la televisión a una velocidad alarmante. “El Tiempo Después de la Caída” contaba una historia basada en siglos anteriores, antes de la creación de Nexu y el Control; cuando la gente sobrevivía bajo tierra. La nativa había desarrollado una fascinación especial con el juego y era capaz de jugar por horas, aunque le resultaba difícil usar los controles. En cuanto a mí, tenía suerte si presionaba dos botones seguidos correctamente.
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23.—Recuerda lo que expliqué, no es suerte, cada botón hace lo suyo. —Ya sé… ¿ves? No me he equivocado. —¡Pero estás esquivando a todos los enemigos! Te van a perseguir y atacar en grupo. —Los puedo despistar. —Pero el juego está diseñado para que mates a los enemigos, de ahí el título, tienes que matar como la gente que vivía en el tiempo antes de la caída. Bufé y me puse de pie, dándole el control a Abi en el proceso. Isaac llevaba casi tres horas de concentración, siendo solo interrumpido por su madre que preguntó si Abi y yo íbamos a quedarnos. —¿Cómo vas? —le pregunté, sin grandes esperanzas. —He tenido algunos problemas… —Adiviné eso. —…pero ya entré a los documentos; estoy seleccionando los que necesitas. No recuerdo el caso, pero es… interesante, estoy seguro de que Erick lo ha mencionado antes. —¿Erick? —Sí; no habló del caso, pero si de algo que aparece aquí: “Se ha concluido que los parásitos que atacaron a las plantaciones de los invernaderos fueron manejados en pequeños contenedores encontrados en la escena del crimen; son frascos usados normalmente para inhibidores de conexión, lo que ha guiado a los investigadores a distintos sospechosos.” —Oh… ¿Y qué fue lo que dijo Erick de eso? —Dijo: “¡Ah! Que bueno que no vendo inhibidores, lo último que necesito es a Protección siguiéndome.” Y “espero que Ayn tenga algo que ver”. —…típico —comenté. Isaac se encogió de hombros y extrajo una esfera de memoria de su computador. —Ten cuidado con esto —advirtió al entregármela—, Justicia tenía todo muy bien protegido, no pueden saber de dónde la sacaste. —No te preocupes —sacudí una mano en aire—, me entregaría a Protección antes de meterte en problemas.
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—Lo sé, lo probaste con tu amiga el otro día, pero no quiero que hagas eso; solo trata de ser inteligente y no exponerte. —Es lo que he tratado de decirle, pero no me escucha —intervino Abi, que ya había guardado el juego y se disponía a colocarse su chaqueta—. Mejor nos vamos ahora, tengo una ruta que nos mantendrá lejos de patrullas y de gente. La nativa sacudió su mano izquierda casi imperceptiblemente y yo procedí a empujarla, aprovechando que Isaac tenía su atención en su dispositivo de conexión. —Estarán bien si siguen las calles residenciales de más al norte. —No deberían preocuparse tanto —reñí—, en todo el día, nadie me ha reconocido. Ni siquiera tu madre. Isaac me miró como si quisiera golpearme. —Ayn. Mi mamá te conoce desde hace cuatro años, la última vez que te vio fue hace uno. Claro que se acuerda de ti. —Oh. Sentí que Abi se reía a mi lado. —Si te dejó entrar a su casa debes caerle bien. —La verdad, se rió cuando te vio en las noticias. Ella sabe que eres peor que Erick y esperaba verte en la lista de buscados tarde o temprano, solo que no por posesión. —¿Cómo es que ella sabe lo que yo hago, pero no tiene idea de que eres hacker. —Porque ni siquiera yo me lo creo —con eso, Isaac abrió la puerta y nos guió afuera. Nos internamos en las calles residenciales del norte, Abi estaba preocupada de llevarnos de vuelta a casa, mientras yo divagaba en las hipótesis que se habían formado en mi mente. —Me pregunto si alguna vez conocí a Deniel —medité en voz alta—, tal vez vendía inhibidores como yo. Tengo que leer los documentos para comprobar. —¿Desde cuándo esto se volvió una novela detectivesca?... ¿Y quién es Deniel? —Un inmigrante que entró a trabajar a Producción hace cuatro años, siendo menor de edad y estando en el sistema. Un año después, por una razón 164
desconocida, infectó los invernaderos, provocando una crisis en los sectores. Lo despidieron después, o mejor dicho… lo hicieron desaparecer. —¿Lo estás buscando? Dudaba que estuviera vivo, pero la sola idea de su asesinato aún me provocaba ansiedad; no podía concebir a ningún habitante de Nexu sosteniendo un arma mortal, como los personajes de “El Tiempo Después de la Caída”. Aún así, caminando junto a Abi en las solitarias calles residenciales del norte, sabía que Nilum decía la verdad. El Control no nos deja destruir; pero mi amor por el Control es tan fuerte, que puedo matar por él. ¿Significaba que la vida de Deniel había puesto en peligro al Control? —Solo quiero saber qué le pasó. Nil…el Extraño me guió a él; y creo que tiene que ver con lo que ocurre ahora con Investigación y Producción. —¿Por qué? —“Un mal necesario” —recordé lo que ella me había dicho hace algunas horas, seguía teniendo todo el sentido del mundo, pero al mismo tiempo se me hacía difícil de explicar—. Creo que Deniel Arán lanzó los parásitos a los invernaderos porque era su misión, alguien lo guió a hacerlo, para perjudicar a Producción. —¿Pero qué bueno se saca de perjudicar a Producción? Es el único departamento indispensable. —¿Sabes qué pasa dos veces al año en las afueras de Nexu? —contra pregunté, y Abi negó—. Se tiran los desechos acumulados de Producción a un basural enorme, al que acuden miles de Errantes en una procesión. Tienen permitido sacar lo que quieran. —Exiliados —meditó la nativa, y abrió mucho los ojos en un momento de claridad—. ¿Prófugos también? Asentí gravemente. —No de Nexu, por supuesto… aquí los prófugos no duran mucho como tales, pero sí de otros países, haciéndose pasar por exiliados. En conclusión, es imposible entrar o salir de Nexu si eres un habitante normal, y lo más que pueden acercarse los Errantes es al basural; pero hay un tipo de personas que pueden interactuar con ellos. —Los basureros.
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—Los basureros de Producción —enfaticé—. Creo que Investigación tiene a Producción amenazado, para guardar su secreto… o para tener el acceso al basural ellos mismos. Hace tres años, Deniel los castigó porque no cumplieron; y ahora pasa otra vez, con un nuevo método. Abi se detuvo y negó con la cabeza. —Los departamentos más importantes confabulados para traficar con prófugos y exiliados extranjeros —se rió al sonido de sus propias palabras—, no puede ser verdad. Es solo una invención tuya ¿cierto? Me detuve también y observé la silueta de la nativa unos metros más atrás; se había vuelto más delgada en los últimos meses, su cabello cubría sus orejas y se le había formado un flequillo despeinado. Me miraba con los ojos hechos rendijas y comprendí que estaba cansada, más que por estar caminando a esa hora, estaba cansada de ser ella; estuve segura de que preferiría ser una joven inmigrante despreocupada, que pudiera pegar posters en sus paredes y disfrutar de algún tiempo con sus amigos, que no incluyera actividades como escapar de Protección o conjeturar acerca del destino de su país. Pateé una piedra con fuerza, haciéndola chocar contra un tarro de basura en la acera. El sonido agudo hizo aullar a un gato en algún callejón, sonido que provocó el ladrido de un perro y posteriormente el grito de un humano. Distinguí una sonrisa en Abi, que dio un paso y pateó otra piedra; haciéndola chocar en ningún lugar. —¿Pateé la piedra si nadie la escuchó? —preguntó sombría, mirando hacia el tarro de basura. —Sabes que podrías haber pateado esa piedra, tanto como podría ser una invención tuya. —¿Estás comparando el destino de Nexu con una piedra? —El destino de Nexu es tan importante como una piedra —aseguré, avanzando hacia dónde ella había tirado el objeto; lo tomé y levanté para verlo a la luz de la luna—, solo…solo debes patearla en la dirección correcta. Lancé la piedra la nativa, que la atrapó en el aire y sostuvo por un momento. Miró el tarro de basura e hizo el ademán de lanzarla; pero luego se detuvo y se volvió a mirarme. —Voy a ser egoísta y guardar el destino de Nexu en mi bolsillo —lo hizo y caminó hasta quedar frente a mí—, cuando este lugar vea un mejor futuro, la patearé. —De verdad te preocupa… —observé con algo de extrañeza— a mí me da igual. 166
—Pero estás lejos de ser egoísta. Sacudí la cabeza y agarré la manga de Abi para instarla a caminar, no tenía idea de qué hora era, pero sabía que era de vital importancia llegar al apartamento del Núcleo antes de que saliera el sol. —¿Puedo dejarles todo este asunto a ustedes? —pregunté, recordando que aún no descubría el “algo” tan revelador que Nilum quería que descubriese. Abi tardó un momento en ponerme atención y me dirigió una mirada preocupada, que no supe si llamar de ansiedad o desconcierto. Sacudió la cabeza y pestañó varias veces, para luego volver a la conversación. —Disculpa. ¿Qué dijiste? —¿Qué si puedo dejar el problema Investigación-Protección al Núcleo? El mío está lejos de solucionarse. —Después de todo lo que hablamos… aún no me explicas lo que el extraño te encargó. —Ni siquiera yo sé el qué. Por ahora, tengo que saber qué le pasó a Deniel. Traté de apurar el paso, pero Abi me tomó del hombro. —Espera —me volteé y la encontré con los ojos cerrados y un gesto de dolor. Tomó su mano izquierda con la derecha y la apretó mientras gemía—. Me duele…
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24.No estaba segura, pero me parecía recordar un momento en mi vida en el que había tenido que ayudar a alguien con un problema de salud. Había sido (si de verdad había ocurrido) mientras esperaba la luz verde de un semáforo: una mujer con una enorme panza estaba esperando también, éramos las únicas en el cruce, y yo iba apurada por llegar a mi casa. Yo debía tener diez u once años, y la mujer estaba muy…pero muy embarazada. Noté que estaba particularmente pálida y se tambaleaba un poco; no le di mucha importancia, hasta que la sentí caer al suelo a mi lado. Entonces entré en pánico y corrí, viendo como gente aparecía de la nada para auxiliarla. Ese momento no me perseguía recurrentemente, de hecho, lo había olvidado por completo hasta ese instante, en que Abi se desplomaba en el suelo y comenzaba a convulsionar; y así, de pronto… la mujer caía una y otra vez, y yo volvía a tener diez años. —¡Abi! —me agaché a su lado y traté de hacerla reaccionar sacudiendo su hombro, cuando comprendí que eso no funcionaba, le grité y di palmadas en las mejillas, pero ella solo producía sonidos incoherentes. No daba señales de conciencia, pero sus músculos se tensaban y soltaban erráticamente, mientras sus ojos y mandíbula se apretaban en un gesto de dolor —. Abi, Abi ¿Qué te pasa? Ni siquiera tenía mi dispositivo para llamar al Núcleo o una ambulancia, así que pedir ayuda a las casas que estaban a nuestro alrededor parecía la única respuesta. Moví a Abi para que quedara apoyada en su costado y corrí a golpear la puerta más cercana; no dejé de azotar la madera hasta que una furiosa mujer la abrió. —¡Ambulancia! —grité, escuchando mi voz llena de desesperación como algo lejano. Le apunté el bulto que era Abi en la calle y ella abandonó su furia para correr de vuelta a su hogar y llamar. Sabía que llevarla a un hospital era mala idea, pero prefería que se supiera que era una nativa a que siguiera sufriendo en ese lugar. Aunque no tenía idea de qué le estaba pasando. Ella comenzaba a dejar de agitarse y temblar lentamente, me acerqué para cubrirla con mi chaqueta y luego me alejé de la calle para esconderme de la ambulancia que llegaría en cualquier momento. La mujer que había hecho la llamada salió y miró hacia todos lados, buscándome; cuando no me encontró, corrió hacia Abi y esperó junto a ella, tiempo durante el cual más personas salieron y la rodearon. Desde mi escondite junto a la casa, vi como llegaba la ambulancia y los paramédicos la subían en una camilla para llevársela. 168
Aún sin estar segura de haber hecho lo correcto, esperé a que la gente se disipara y después corrí a la máxima velocidad que permitían mis piernas hacia el apartamento del Núcleo. … —N…no…sabía que hacer…yo… Adam estaba pálido, como si su ser hubiera dejado su cuerpo, tal vez porque ni siquiera el mismo aguantaba su furia. —¿¡Cómo se supone que le diga a Odan que su hija andaba afuera a las tres de la mañana y que tuvo un ataque!? —gritó—. Qué está en el hospital. Tal vez muerta. “No está muerta” quise decir, pero Van acababa de entrar al comedor con un vaso de agua, que me entregó junto a una pastilla. —Variación —dijo, y me instó a sentarme y tomar la variación de ánimo. Solo cuando la pastilla comenzó a hacer efecto, pude notar el estado del que salía; no solo había corrido más de los que mis pulmones podían aguantar y trataba de recuperar el aliento, también mi cuerpo estaba en tensión y temblaba por completo. La inmediatez de la variación golpeó mi cabeza y me produjo un mareo terrible, pero también tranquilidad. —Hay que llamar a Tinh —sentenció Van, sacando un dispositivo de conexión—, el puede obtener información del hospital. —¿Cuánto pueden tardarse en descubrir que es nativa? —preguntó Adam, pasando una mano por su cabello y caminando en círculos por el comedor. —Con cualquier examen, tal vez tengamos algunas horas. Van intentó llamar al menos tres veces antes de que Tinh respondiera. —Abi está allá… le dio un ataque… no, no sé de qué. Ve si está bien y no dejes que le hagan exámenes —habló rápido y cortó antes de que Adam pudiera quitarle el dispositivo—. Tú no tienes nada que hablar con él —le dijo cortante, a lo que mi hermano respondió con un bufido. —¿Tú estás de su lado? Tienes que recordar qué es lo importante aquí. Van le dirigió una mirada herida, pero la desvió rápido hacia el suelo. Quise preguntar por qué estaban discutiendo y me preparé para hacer ridículas gesticulaciones con mis manos. Pero Van habló antes.
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—Lo importante es la verdad. Si estamos aquí, es porque pensamos en el futuro con algo de esperanza; pero si la forma de llegar al futuro incluye esto, no sé si quiero alcanzarlo. »Tiene que haber alguna otra manera —siguió, y entre el nebuloso efecto de la variación, vi una lágrima caer por su mejilla y escuché su voz temblar. Adam se quedó muy quieto, de pie en medio de la sala, miraba a Van con seriedad y parecía estar a punto de flaquear en su postura; pero entonces entornó los ojos y me lanzó una mirada rápida. Yo seguí sentada junto a ella, con el vaso de agua frente a mí y la mente sin poder enfocarse. —El Núcleo va a seguir con o sin Tinh —dijo, adoptando un tono neutro y tajante—, va a seguir con o sin nosotros. Solo importamos por nuestros cerebros, así que somos reemplazables; pero sabes que eso no significa seguir con nuestras vidas como si nada de esto hubiera ocurrido. Odan es peligrosa. Recordé mi primer y único encuentro con la madre de Abi, como yo le había reprochado que mis únicas dos opciones frente al Núcleo eran ignorarlos o unirme. Y entonces, escuchando las palabras de Adam y viendo las lágrimas de desesperanza de Van, comprendí que “ignorar” era sinónimo de algo más serio. —¿Estás diciendo que no tenemos ninguna opción? —susurró ella, secándose las mejillas con una manga. —Yo no tengo opción —sentenció Adam—, pero si tú estás dispuesta a perder lo que es preciado para ti; por favor… vete de aquí, antes de que todo empiece. Van negó lentamente con la cabeza, luego me miró y sonrió. —Supongo que quieres entender de qué estamos hablando… —dijo, advirtiendo mi expresión de completa confusión y limpiando las lágrimas antes de seguir—. Bueno…íbamos a tener una reunión con Odan, para informarle de los descubrimientos que hemos hecho respecto a Investigación. Pero ella nos acaba de enviar instrucciones. »Ella arregló un acuerdo con Justicia para que remuevan todos sus cargos por fraude. Lo harán con la condición de que…tenemos que…—Van titubeó—, tenemos que sacrificar a Adam. Dejé de respirar por un momento y la miré a los ojos, leí en ellos el significado completo de sus palabras. Luego busqué a Adam y le dirigí un gesto de interrogación y miedo, él asintió con gravedad. Odan quería usar a mi hermano como soborno para limpiar su nombre.
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Negué erráticamente con cabeza y me puse de pie con dificultad. —Los dejo para que hablen —dijo Van, levantándose también y dirigiéndose a su habitación. —¿Con qué te tiene amenazado? ¿Por qué estás aquí en realidad? —solté al momento que la puerta de Van se cerró—. Podrías decirme la verdad de una vez por todas y nos ahorraríamos discusiones. Adam ahogó una carcajada y procedió a apretarme en un abrazo. —No me creerías. En este caso, la verdad resulta ridícula, como un insulto a las mentiras —susurró y me soltó después de un momento, para poner sus manos en mis hombros y sacudirme levemente—. Pon atención: Odan le dijo a Justicia que tiene información de mi paradero porque yo me he mantenido en contacto con ella, ya que nuestros padres eran cercanos. Obviamente no tienen idea que somos hijos de Isha Dai y Vahe Nou. Tú no has tenido contacto conmigo. ¿Entiendes? Mantén la historia de que huiste y te escondiste por lo de las drogas. Cuando me encierren, entrégate, te darán un par de meses en un reformatorio y luego podrás volver al edificio de ayuda estatal. Cuando estés ahí, olvídate de que estuviste en el Núcleo, olvídate de Odan Cahd, olvídate de Abigail Cahd, y sobre todo… sobre todo, olvídate de Nilum. Me alejé dos pasos de Adam y me solté de su agarre en mis hombros, que se había vuelto más fuerte a medida que hablaba. De alguna forma, su mención de Nilum no me sorprendió demasiado. —Aunque lo intente, no puedo simplemente olvidar —rebatí—. Han sido meses, no puedes pedirme que vuelva al edificio después de todo esto. —Pero a ti jamás te importó todo esto, Ayn. Estás con nosotros por culpa de la nativa; ella te convenció, ella te trajo con nosotros mintiéndonos a todos la noche de la redada. Si no fuera por ella, estarías en el edificio ahora, a salvo. —Abi tenía sus razones… —No… la nativa lo hizo porque cumple órdenes de su madre —sentenció, moviendo los brazos como si fuera lo más obvio del mundo—, piensa un poco: “hazte amiga de Ayn, enamora a Ayn y quítala del sistema a la menor oportunidad, ella es lo único por lo que su hermano arriesgaría su libertad y yo necesito su libertad para canjear por la mía.” —No puedes asegurar eso. —Claro que puedo, porque su madre me lo contó todo. Antes de que pudiera responder con absoluta ira a su afirmación, Van irrumpió en el comedor con su dispositivo en las manos. 171
… Las convulsiones de Abi se produjeron por dejar de usar drogas abruptamente. Tinh había logrado la confesión de una lista que contenía un montón de sustancias adictivas, entre ellas y con preponderancia, los inhibidores. El ataque en su cerebro podía haber dañado alguno de sus implantes de nativa, pero no podían saberlo de inmediato porque Tinh no había podido trasladarla del hospital a su clínica privada, en la que usualmente se encargaba de atender a inmigrantes con implantes ilegítimos; pero si había logrado modificar su ficha para impedir que le hicieran exámenes y así lograr que su identidad se mantuviera secreta. Van había tenido que hacerse pasar por su hermana para que no indagaran en su familia y encontraran que sus códigos eran robados. Por mi parte, me deslicé por la seguridad de noche y le hice una visita. —Ayn —se incorporó un poco en su camilla y me dirigió una mirada extraña—. Pudiste haber llamado. La ignoré y me incliné a su lado, analizando su expresión. —¿Qué pasa? —me preguntó, poniéndose tensa. —Por qué no me dices tú qué pasa. ¿Qué va a pasar contigo? Abi deshizo el contacto visual y miró a sus manos. —Mi mamá va a llevarme de vuelta, está furiosa. Pero lo de Adam ha ocupado todo su tiempo, creo que va a tirarme a un departamento barato para tratar de olvidarse de que existo por un tiempo. —Sabes que en teoría puedes escapar de ella. ¿Verdad? Una sonrisa de negativa apareció fugaz en su cara. No podía. —Sabíamos desde el principio que íbamos a tener que despedirnos — murmuró—, es cómo tiene que ser. —Como tiene que ser —repetí—. Sabes que ese concepto no me viene muy bien. Así que a menos que tengas una mejor razón para dejarme, vamos a empezar a planear ahora mismo tu escape. Estaba pensando en convencer a Isaac de robarnos identidades e ir al Sector VI, escuché que allá son todos flojos y ni se preocupan de escanear tatuajes; y que hay mucho trabajo en el inofensivo rubro del robo y contrabando de patentes de software. ¿Sabes algo del banco de datos privado de software? Podemos contratar a algunos niños nube para eso… —Ayn. ¿No estabas detrás de un fantasma, derrocando una conspiración? ¿Qué pasó con el Extraño? 172
—La verdad, sería un alivio si me libro de él. Todo ha sido una mala inversión... y a quién le importan las conspiraciones, es algo de todos los días aquí. Entonces… el Sector VI, bancos de datos, patentes… ¿Qué dices? —No. —Pero… —Mi razón para dejarte es que ya cumplí —se pasó una mano por el pelo y suspiró con agobio—. Mi trabajo terminó cuando Adam aceptó entregarse. Por favor no me hagas explicarte todo… creo que es bastante obvio. Cerré los ojos por un momento, preparada para sentir ira y el deseo de gritarle, pero nunca llegó, solo asentí con la cabeza y abrí los ojos para encontrarla mirando fijo al frente, los ojos neutros en una expresión de cansancio y aburrimiento. —¿Desde cuándo? ¿Qué parte fue mentira? —pregunté con tranquilidad, al tiempo que buscaba cambios en su semblante. —Nada es claro con mi madre, Ayn. Desde el principio me pidió que me mantuviera cerca de ti. —Bien —me alejé de la cama con cuidado, como si una pisada equivocada pudiera detonar algo. Abi estaba diciendo la verdad, o al menos ella misma estaba convencida de que esa era la verdad—. Entiendo. … Habían pasado dos días de esa noche, y desde entonces yo no había puesto un pie fuera del apartamento. No porque no quisiera, sino porque Van había sido categórica en negarme salir; y usualmente la hubiera desobedecido, pero no encontraba motivación para pensar en otras cosas que no fueran mi hermano de vuelta en la cárcel, e inhibidores; ni siquiera los complots contra la seguridad de Nexu me llamaban. Por una parte, me parecía increíble que Abi estuviera en tal grado de adicción, cuando aún recordaba la aprensión que había mostrado cuando le entregué la primera dosis; según Tinh, había sido una irresponsabilidad intentar dejarlos de golpe, tal vez se debía a ignorancia o testarudez. —Odan me gritó por horas —dijo Adam una mañana, había entrado a mi habitación a preguntarme por qué no iba a comer, para encontrarme leyendo artículos en mi computador. —¿Sabías que muchos nativos consumidores de inhibidores sufren ataques porque no pueden pagar a sus proveedores? —comenté—. Las muertes por abstención abrupta alcanzan el siete por ciento del porcentaje total de
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mortandad de nativos. Me pregunto cuántos murieron porque no podían pagarme… había tantos que desaparecían de repente. —Ayn…pudieron haber cambiado de proveedor. —Pudieron… —Si ellos empezaron a consumir es su culpa… no tuya —el tono de mi hermano últimamente era siempre serio y concluyente, pero sus palabras me parecían tan autocomplacientes que resbalaron en mí. Aún así le di la razón para lograr que me dejara sola. Así pasaron cinco días desde esa noche. Se habían concretado algunas reuniones del Núcleo a las que yo no había asistido. Darel había intentado entablar una conversación desde el otro lado de mi puerta, pero sonaba muy lejano; diciendo algo acerca de no preocuparme y de que mi sentencia se pasaría en un respiro, que el sacrificio de Adam no tenía vuelta atrás y en honor a él, debía volver al sistema. —Ya le informamos a Odan de tu retiro —agregó antes de despedirse—, está de acuerdo mientras Adam cumpla. Todo me parecía ridículo. Mientras lo días pasaban, más lejano estaba el recuerdo de Nilum y Deniel Arán; aunque las noticias en la Red y los televisores mostraban incontables reportajes acerca de Investigación y Producción, mi mente no podía dejar de vagar en un estado de confusión peor al del efecto de una variación de ánimo. Trataba de salir lo menos posible de mi habitación y solo comía cuando mi cuerpo me recordaba que era una necesidad vital. Después del décimo día, Van me comentó que Abi ya había salido del hospital hace días, y que por decisión propia había preferido retornar a la ciudad; que no volvería al sector. Para quitarle importancia al vacío que sentí al escuchar sus palabras, bromeé acerca de que debía dar por perdida mi chaqueta; y una parte de mí me reprendió por haber olvidado que la información que Issac me había entregado estaba en un bolsillo. Al día quince, entraba y salía de la realidad de formas extrañas, una tuvo que ver con desconectarme completamente de una conversación sostenida entre Darel y Van mientras almorzábamos, de lo que volví con esta última dándome una sacudida. También me encontré mirando la pantalla vacía de mi ventana por varias horas, preguntándome dónde estaba el agujero formado por la piedra… ¿Había ido a comprar una nueva? Si era así, quién había hecho el remplazo… porque yo no tenía conocimientos en recambio de ventanas. Le pregunté a Adam si él había hecho ese trabajo, ante lo que él se mostró perplejo, “ah, no… este no es el edificio” concluí dándome un golpe a la 174
cabeza; luego me di cuenta de que no le había preguntado nada a Adam, y que solo habían pasado unos minutos desde que había estado mirando la ventana. Lo más interesante fue cuando Adam (esta vez en realidad) me abofeteó de un momento a otro con tanta fuerza que terminé chocando con una muralla. “¿Por qué?” aparentemente había estado repitiendo nuestros apellidos reales sin razón. Estaba particularmente triste por haber perdido el cubo con muchos cubos, lo había buscado en todos los rincones imaginables de ese pequeño apartamento. Iggy, mientras yo le gritaba por respuestas, me había comentado que el objeto había sido requerido por la hija de Odan, que había estipulado “es mío, no dejes que Ayn te diga lo contrario”. —Ahora que está con su madre, ese engendro cree que soy su sirviente, se aprovecha de mi paciencia cada vez que puede —agregó con una expresión de disgusto— Ah, no me grites más… No, no voy a traerte esa cosa de vuelta. No, no voy a decirte donde vive Abigail para que vayas a quitárselo. Estuve molesta por el cubo en cuestión por unos minutos más, luego lo olvidé, porque mi hermano anunció que su arresto se produciría esa noche; y procedió a despedirse de nosotros. Fuera de todo pronóstico, hablé en frente de Van. No dije nada coherente, solo empujé a Adam lejos de mí cuando intentó abrazarme y comencé a insultarlo repetidamente. Terminaron encerrándome en mi habitación, en donde me quedé dormida cuando dejé de sentir mis puños golpeando la puerta y después de agotar mi reserva de lágrimas. Desperté al día siguiente con el sonido de la puerta abriéndose y el carraspeo de un agobiado Iggy. —Está en todas las noticias ahora —comenzó—. En la ciudad hay celebraciones. Me incorporé aletargadamente y miré al inmigrante con curiosidad. Estaba apoyado en el marco de mi puerta, tenía los hombros hundidos y marcadas bolsas oscuras bajo sus ojos. Sus ojos… Ojos… —¿Qué pasa? Ah… sí, es que como hablaste en presencia de Van ayer, pensé que habías superado tu problemita. Iggy jamás se había quitado los lentes oscuros frente a mí. Pero ahora podía ver sus ojos con total claridad, uno de ellos del típico color de los habitantes de Nexu, el otro, un frío y funcional ojo biónico.
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—Vine a hablar contigo de algo importante —dijo en voz baja, luego avanzó en la habitación y cerró la puerta—. Nadie sabe que estoy aquí, y debe quedar así. »Tu sabes que los que pertenecemos al Núcleo no luchamos realmente por una ideología; somos bastante egoístas, entramos por razones personales y nos quedamos por amenazas leves que se vuelven cada vez más serias. Te digo esto porque es lo que me parece más interesante de cada uno de nosotros, y sé que es así con todos, menos con Abigail. Ella si tiene una ideología, ella tiene razones y no amenazas —Iggy me miró con curiosidad— ¿Sabes cuál es esa ideología? —No exactamente, pero ella se preocupa por Nexu de verdad —respondí, recordando la piedra que aún debía descansar en su bolsillo—. Tiene esperanza por este lugar. Aunque… tal vez eso también era mentira. —¿Mentira? No. Conozco a esa pequeña molestia desde que era punto en el suelo al que había que tener cuidado de no pisar, y jamás me ha caído bien. Era una idealista, que rompía una y otra vez las normas sociales de los nativos, y desde que nos vimos obligados a enviarla al Sector IV, se adaptó y volvió una nativa con deseos de baja conexión. Un chiste. »A lo que trato de llegar es que…hay una información acerca de Abigail que es por completo confidencial, algo que yo no supe hasta ayer y me ha perturbado lo suficiente como para preocuparme por ella.
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V. El Archivista 25.—Te ves horrible —comentó Nu, incluso antes de saludarme. Luego me dio un fuerte abrazo y empezó a sollozar como un niño pequeño. Llass lo ayudó a recomponerse, mientras yo dejaba mis bolsos en el suelo de la Plaza y me sentaba junto a ellos. —¿Dónde te vas a quedar? ¿Qué vas a hacer? —preguntó Nu, cuando se vio capaz de hablar entre el mar de lágrimas. —Tengo un par de ideas, pero antes de eso, tengo que hacer algo. —Ayn…estuve pensando —titubeó Llass—; creo que tu mejor opción es entregarte si quieres vivir una vida tranquila en algún momento. Si te entregas está la posibilidad de que te den solo unos meses de reformatorio, podrías incluso volver al Sistema. Sonreí sin poder evitarlo; Llass y Nu estaban preocupados por mis cargos, el problema que a mi menos me importaba. —No voy a volver al Sistema —sentencié—. Ese es el plan del que estoy escapando en primer lugar. Vi una preocupación diferente en los ojos de Llass, como si me hubiera leído sin esfuerzo; aún así no lo dijo, y solo instó a Nu a secarse las lágrimas con la manga. —¿Abi está bien? —preguntó de pronto Nu, recordando a la nativa de repente. —Tengo entendido que se fue a otro sector —mentí—, no he hablado con ella. Solo habían pasado dos horas desde mi conversación con Iggy, tiempo durante el cual había encontrado motivaciones nuevas para ponerme de pie y salir volando del apartamento antes de que me obligaran a entregarme según la voluntad de Adam. —De verdad lo siento por tu hermano —expresó el mismo Nu con sinceridad—, debe ser terrible que te quiten a alguien dos veces. Sentí una punzada de arrepentimiento por haber gritado a Adam la noche anterior, por no haberme despedido de una mejor forma. —Bueno, prefiero olvidarme de eso. Este es el bolso que necesito que Erick me guarde, está lleno de libros. 177
Llass sopesó el peso del bolso en cuestión y supe que pensaba en la distancia que tendrían que cubrir de ahí hasta la casa de Erick, me disculpé con la mirada y puse de pie tomando el otro bolso que me quedaba. —Ya me voy. —Espera —me detuvo Nu—. Hay algo que tenemos que hablar contigo. Sus ojos llenos de preocupación habían desaparecido, ahora ambos se mostraban serios. —Hoy veníamos en el metro —me informó él—y pasó algo… Su tono me hizo dejar el bolso en el suelo y ponerle atención. La plaza se había desocupado lentamente y el sol se escondía, señales de que el toque de queda para Nu y Llass se acercaba. —Un hombre… joven, de pelo blanco, se nos acercó —continuó Llass, bajando la voz—. Nos buscó conversación por un rato y cuando se iba a despedir nos dijo que te conocía, y que era urgente que te diéramos un mensaje. Dijo “el cubo está con el pelirrojo”. … Mi camino hacia el pelirrojo no fue tan sencillo como la primera vez, en primer lugar, porque la ciudad aún rebosaba en celebraciones anti Adam y anti Núcleo, lo que me llevó a tener que vencer a una increíble multitud antes de llegar al ascensor; una vez ahí, se me presentó la sorpresa de encontrar al cuidador despierto. Lo convencí de que no necesitaba ayuda, diciéndole que planeaba vagar por los pisos bajos hasta encontrar un apartamento abandonado que pudiera tomar. Luego de eso, me encontraba encarando al archivista otra vez; solo que ahora por razones diferentes. —¿Sabes cómo resolver un cubo Rubik? —me preguntó, mostrándome el objeto entre sus manos enguantadas—. Creo que es una prioridad, pero se me ha hecho imposible. —Necesitamos un destornillador, Careo. Pasamos a su oficina y nos dedicamos, no sin culpa, a desmantelar el cubo metódicamente. —Entonces, Nilum apareció aquí y me entregó esto —relató el joven—, es la mayor cantidad de visitas de público que el Archivo ha tenido en años. —¿Cuántas? —pregunté, batallando con un cubo particularmente apretado.
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—Tres, contándote dos veces. La esfera de memoria rodó por la mesa y Careo la tomó con cuidado. —Aquí están los informes de Justicia acerca de la plaga en Producción —le comuniqué. Careo, que en un principio se mostraba reluctante a saber los detalles de mis investigaciones, me hizo cientos de preguntas para quedar al día en mi descubrimientos y luego, me instó a ir a uno de los computadores del Archivo y revisar los informes. Como el Archivo era un lugar atemporal, donde no había ventanas y podía vivirse como en pleno día una noche, no supe si había estado ahí una o dos semanas. Leía tanto como podía, pero no era suficiente; los documentos redactados por algún nativo en un rincón de Justicia eran tan detallados y complejos que me tardaba demasiado en comprenderlos. Careo resultó ser un buen anfitrión, me ofreció la habitación sobrante, la que pertenecería a Careo VII en un futuro; y se mostró feliz de tener a alguien con quién hablar. —… ¿Entiendes? Por eso la marca Rubick fue muy importante en la historia de los puzzles. Había personas que eran capaces de resolverlos en muy pocos minutos. No nativos…antes de ellos, personas comunes y corrientes que lo lograban con práctica, no implantes o drogas —me contaba un día mientras almorzábamos, después de que el cubo en cuestión había sido reensamblado. —Supongo que no soy muy ajena a eso. —¿Por qué? —Solía ser una Niña Nube, mi método era basado en ejercitar la memoria real. —¿En serio? —preguntó asombrado—. He leído de ellos, pero creí que eran un mito. —Son tan mito como el Archivo… una vez que cumples catorce debes olvidar todo y pretender que jamás pasó. —Mmm… Hay algo que no entiendo. ¿Por qué son niños? ¿Cuál es la razón de que tengan que parar a los catorce? —Es algo del desarrollo del cerebro, hay ciertas facultades en la mente de un niño que se pierden al crecer. Además, sería imposible jugar una vez que tienes que empezar a trabajar —sonreí, recordando la primera vez que Erick sugirió hablar con su tío para que nos incluyera en el negocio de dispositivos falsos. 179
Jugué con mi comida por unos minutos hasta que recordé que había algo que debía preguntarle a Careo. —Oye ¿Te suena una Lun Harran? Es una interna de Investigación que fue interrogada en el caso de la plaga, pero por alguna razón su testimonio está incompleto. —¿Harran? Sí, creo que es una de los pocos que aún trabaja en el proyecto de purificación medioambiental. Supe que el grupo de trabajo hizo un viaje fuera de Nexu para estudiar el estado del continente. —Una idealista —comenté sin mucho interés; su testimonio era aburrido, solo importaba el hecho de que había visitado los invernaderos de Producción la misma semana que la plaga había atacado, para visitar a una amiga doctora que trabajaba haciendo pruebas de calidad. Según ella y sus conocimientos, todo estaba por completo normal el día de su visita—. Según todo lo que he leído, ella es la única conexión entre Investigación y Producción durante ese periodo; así que si cualquier parte de mi teoría es cierta… ella tiene que tener algo que ver. —¿Quieres investigarla? —una chispa de expectación apareció en los ojos de Careo—. Dame un minuto. Se dirigió casi corriendo a uno de los computadores de la sala, lo encendió y realizó una búsqueda. —Creí que no podías hacer búsquedas ilegales —exclamé, recordando que anteriormente había tenido que prescindir de la base de datos para encontrar a Deniel. —Por supuesto que puedo. ¿Crees que la persona que creó la base de datos no puede borrar los registros de búsquedas? —sonrió y me indicó que me acercara a la pantalla—. Ahora confío más en ti que la primera vez. Lun Harran tenía veintitrés años, había salido de la Academia el año anterior y ahora cursaba otra especialización, al tiempo que trabajaba en Investigación. Su familia era interesante, su madre era una nativa programadora y su padre un matemático teórico retirado; que tenía los logros de haber expandido el rango de la conexión en la Ciudad III en un catorce por ciento; actualmente también trabajando en Investigación. —¿Qué es lo que en realidad hacen en su grupo de trabajo? Aparte de ser lo bastante estúpidos como para salir de Nexu —pregunté, sin dejar de leer. —Bueno, cosas científicas… ya sabes, experimentos. —… no tienes idea —Careo rió y asintió, encogiéndose de hombros—. Bueno, supongo que voy a tener que hacerle una visita. 180
—No creo que eso sea muy buena idea. Ya estás en la lista de prófugos. ¿Necesitas meterte en más problemas? —Ignorar todo no está dentro de las posibilidades, aunque ese era el plan cuando escapé del Núcleo… No creo que me pueda sacar de encima a Nilum si dejo de investigar —apreté los puños bajo la mesa—. Tengo que admitir que sabe activar mi curiosidad.
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26.—Respóndeme —ordené, mientras mantenía a Lun amenazada con una tabla con clavos apuntados hacia ella. La había arrastrado hasta un callejón después de haber estudiado sus recorridos diarios. La nativa parecía mayor de lo que era, con cabello castaño en una perfecta melena y rasgos delicados. Vestía un traje de oficina y supe que debía estar aterrada de mi, ropa negra y un pasamontañas del mismo color. Eventualmente comenzó a temblar, pero no daba indicios de salir corriendo. —¿Conoces a Deniel Arán? —pregunté, acercándome un paso a ella. El temblor se detuvo de inmediato, siendo remplazado por una quietud forzada. Lun negó con la cabeza y retrocedió hasta encontrar la pared. —No te creo —elevé la tabla sobre mi hombro, tomando impulso—, dime qué sabes de él. ¿Sabes dónde está? —Está muerto —respondió entre sollozos—. Por favor, no sé nada más… —¿Cómo murió? —insistí, dando una rápida mirada hacia la calle, para comprobar de que nadie nos veía. —Suicidio. ¿Por qué lo buscas? ¿Qué sabes de él? —No mucho…por eso te estoy preguntando. ¿Sabes algo acerca de lo que pasó en Producción hace tres años? —No sé nada. —Vi tu declaración en Justicia, estuviste involucrada. Mira, solo estoy tratando de encontrar las piezas de este asunto, no quiero perjudicarte —bajé un poco la tabla y trate de suavizar mi voz—, no soy de Justicia, o ningún departamento. Solo quiero la verdad. —Obviamente no eres de Justicia… ¿Qué vas a hacer con esa tabla, clavarme la cabeza? Y cómo esperas que te responda, no sé quién eres ¿No crees que esta fue la forma equivocada de hacerme hablar? Suspiré exasperada y retrocedí, tiré la tabla al suelo y me quité el pasamontañas de un tirón. —Lo siento —me disculpé, y levanté las manos en el aire en señal de derrota—. Es que supuse que me reconocerías de las noticias y te darían incluso menos ganas de hablar conmigo. Lun entornó los ojos y me miró a la luz de las farolas.
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—La hermana de Adam Lark —reconoció, sorprendida. Luego, en vez de correr o gritar, como cualquier nativo cuerdo haría; la joven científica sonrió y estiró una mano para estrechar la mía—. Un gusto, yo soy Lun Harran, cabeza del movimiento Juventudes Nativas Rebeldes. Dejé de respirar por un momento y estreché su mano como en cámara lenta, sin creer realmente que acababa de conocer a la líder del grupo extremista más importante de Nexu, tan importante que hace años había sido prohibido para las noticias pasar información acerca de ellos; no tenían nombres o caras que perseguir, y lo peor de todo, eran nativos contra nativos. —Yo soy Ayn Lark, ex miembro del Núcleo y traficante ocasional de sustancias ilegales…y uno que otro órgano falso —me presenté, sin entender porqué Lun me había contado tan abiertamente de su posición en las Juventudes Rebeldes. Ella rió ante mi sorpresa. —Así que ex del Núcleo. Esos son como parásitos, nos deshacemos de una filtración y abren tres otras, nos han estado atacando sin parar. ¿Te saliste ahora que atraparon a tu hermano? —No… mi hermano se entregó —contuve el resto de la información al ocurrírseme una idea—. Supongo que te interesaría saber esa historia… —Ah…entiendo. Si vamos a conversar mejor vamos a mi habitación, vivo en las instalaciones de la Academia, así que pasarás por una compañera. Seguí a Lun en silencio, las instalaciones educacionales estaban independientes de las moles de edificios que formaban la ciudad, estás eran como pueblos verticales que se extendían hacia arriba dando la impresión de perderse en las nubes. Cuando entramos en el edificio en que Lun vivía, nadie estaba guardando las puertas y no fue necesario mostrar ninguna clase de identificación. —No creas que es así normalmente —me dijo cuando subimos al ascensor y ella presionó el número veinticinco—, hay cámaras y toques de queda, pero todo es tan automatizado que es muy fácil para los estudiantes de informática darnos un poco libertad. Una vez en su piso, Lun saludó a unas cuantas personas que estaban conversando en el pasillo; algunos me miraron vagamente mientras sacudían su mano izquierda. Lun finalmente me hizo entrar en su habitación. —Oye, creo que algunos de tus amigos me reconocieron —dije, mientras admiraba lo limpio y pulcro de la habitación que tenía ante mí; solo los colores blanco y gris y ningún adorno en las paredes. Me acerqué distraídamente a una pared, donde descansaba un estante lleno de libros antiguos de biología, física y matemáticas. 183
—No te preocupes, han visto cosas más inquietantes que tú. Sonreí involuntariamente y acepté el gesto de Lun para sentarme en su silla de escritorio. —Las Juventudes Nativas Rebeldes…—dije, aún con asombro—. Justicia los ha negado tanto que muchos piensan que son un mito. —No estamos en nuestro mejor momento. Como tú… según veo, parece que no has dormido bien en semanas. —No he dormido bien en semanas —concedí—. En gran parte por Deniel, lo he estado buscando. —¿Por qué? —Alguien quiere que revele algo… comencé con un código, ahora estoy aquí, averiguando de Deniel y de la plaga de Producción. Si me dices lo que sabes de él, felizmente te daré lo que necesitas para hacer caer al Núcleo. —Ah… bien, supongo que empezaré a contarte la historia —se sentó en el borde de su cama y respiró hondo—. Entonces… al principió, lo único que nuestro grupo hacía era lanzar bombas de olor en las calles, éramos un montón de niños ricos que querían rebelarse a sus padres. —¿Y lanzar bombas de olor les parecía muy rebelde? —pregunté, levantando una ceja. —En las ciudades sí —se defendió, alzando la cabeza y dirigiéndome una mueca de enojo que se desvaneció al instante—. Jamás pensamos en hacer algo más, éramos solo una molestia que todos ignoraban. Hasta que Deniel apareció. Al principio dijo que era un nativo, pero yo sabía que mentía, así que un día lo seguí, para estar segura. —¿Y qué viste? —la apremié cuando no siguió hablando. —El vendía…cosas. Asentí en entendimiento y di un largo suspiro. —Aún así lo mantuviste cerca —murmuré. —El me pidió perdón, dijo que se alejaría del grupo si yo lo odiaba por haber mentido… pero yo… —Entiendo —dije, y no pude evitar sonreír—. Inmigrante o nativo, la única diferencia son un par de metales en el cerebro. Lun, una científica cursando una especialización, suprimió una risa ante mi ignorancia en neurotecnología. 184
—Bueno, cuando él llegó, también hizo el alcance de que las bombas de olor no eran muy rebeldes. Nos enseñó a hacer bombas de humo y yo ideé una forma de activarlas remotamente. Nos metíamos en los ductos de aire de fábricas y las esparcíamos para activarlas todas al mismo tiempo, lográbamos evacuaciones de edificios completos… pero no teníamos un nombre, una consigna. Para ese tiempo yo empecé la Academia, fue en segundo año cuando tuve la idea. —Así que fue tú idea —recalqué con asombro. Lun asintió vagamente y pensó por un momento. —Solo lo hablé con Deniel, sabía que los demás se asustarían. Robé pequeñas cantidades de parásitos nocivos de los laboratorios y los almacenamos en unos frascos que Deniel tenía, tuve tanto cuidado en que no me descubrieran, que me tardé un año en tener la cantidad que necesitábamos. Mientras él consiguió trabajo en Producción… cuando el momento fuera oportuno, el plan era envenenar los invernaderos lentamente, agregando los parásitos de los frascos al agua con que las máquinas regaban —sonrió—. Quemar los alimentos de producción y estar seguros de que saliera en las noticias, como el trabajo de un grupo de extremistas, como algo que temer… no como una plaga. —¿Dónde fue mal el plan? —No estoy segura, pasaron muchas cosas. Primero, mi padre se dio cuenta de que estaba metida algo y me interrogó, cuando no quise responderle, me encerró en la casa por una semana. Hablé con Deniel durante ese tiempo, por la conexión a su dispositivo, pero de repente dejó de contestar, la última vez que hablamos trató de convencerme de irme de mi casa, que él podría ayudarme. »Al otro día habían noticias de la plaga de Producción… y de un joven que se había suicidado en un sector, sin identificación. Algunos dijeron que fue una sobredosis, otros que se colgó, después de unos días la noticia desapareció. —¿Y tú crees eso? —pregunté con cuidado, tratando de hacerme la idea de que jamás conocería a Arán. —¿Qué más hay por creer? —Leí los archivos del caso; encontraron frascos tirados por los invernaderos, lanzaron los parásitos todos en un día, sin cuidado… Después de haber planeado todo tan bien. ¿Crees que Deniel actuaría así? ¿De verdad crees que se mató después de haberte ofrecido ayuda para irte de tu casa? Lun suspiró agobiada. No, en realidad no creía nada de eso, pero no tenía otra opción. 185
—Lo mataron —sentencié, la idea finalmente clara en mi mente—. Usaron tu plan para Producción, solo que por otra razón. Los ojos de Lun se agrandaron en confusión y sacudió la cabeza. —¿De qué estás hablando? —Es algo que yo tampoco entiendo —respondí con sinceridad—, pero estoy segura, ahora sí. Lun estaba fascinada, una vez que terminé de explicarle mi teoría acerca de Producción dando una puerta para tráfico con prófugos y exiliados, se puso de pie de un salto y comenzó a dar vueltas por la habitación. —Esto tiene que ser obra de nativos importantes, que solo están usando los departamentos como tapadera. Me pregunto qué es lo que trafican. —No sé… pero no debe ser algo que ponga en peligro al Control. —¿Cómo, qué tiene que ver el Control en esto? Di un gran respiro antes de responder. —He sido llevada a pensar que hay personas en Nexu, que son capaces de matar, uno de ellos me contactó y ha estado guiado. Él me llevó a Deniel y a todo este asunto, pero no me ha dado información directa. Solo me dijo que: El Control no nos deja destruir; pero mi amor por el Control es tan fuerte, que puedo matar por él —recité. La joven, que había dejado de dar vueltas, alzo un brazo en el aire y levantó el dedo índice indicándome que esperara. Se dio la vuelta y se lanzó hacia un montón de papeles y libros ordenados meticulosamente en un estante. Comenzó a extraerlos y examinar sus índices en busca de algo. —¿Te vas a demorar mucho con eso? Sabes que estoy en la lista de prófugos y preferiría no caminar por la ciudad de día —hice el ademán de pararme, cuando Lun volvió la atención a mí, con un libro en la mano. —Espera, espera, lo encontré. No te preocupes, haré que alguien te llevé en un auto —dijo, quitándole importancia al tema mientras sacudía el libro en el aire—. Esto es importante. Oficialmente, los científicos que trabajan en el Control no han hecho descubrimientos en décadas; la ciencia, en ese aspecto, está bastante estancada. Solo manejan los genes de sensibilidad y apariencia, para que soportemos el clima y el aire, además de algunos de comportamiento. Es diferente para nativos y para inmigrantes —escaneó el libro y sonrió, asintiendo—, nuestra pasividad está determinada por nuestros genes. »En la Era de la Tierra anterior a la Caída, por la mitad del siglo XXI, las leyes genéticas en todo el continente se modificaron de modo que fue más 186
sencillo realizar experimentos en humanos, y eso le permitió a los científicos desarrollar la genética del comportamiento... y no solo entenderla, sino también controlarla. Todo antes del Control. —O sea, si alguien es capaz de matar, es porque el Control falló en modificar los genes que tienen que ver con su comportamiento —aventuré. —No, obviamente la naturaleza humana es compleja; cambiar los genes de la población no garantiza nada, el ambiente en que crece cada persona es tan o más importante que su determinación genética… a menos que estemos hablando de una modificación importante, lo que es más probable que resulte en una enfermedad para los sujetos. »Los científicos del Control saben muy bien esto, nuestra sociedad se ha mantenido estable gracias a que generación tras generación nos enseñamos que el Control nos mantiene a salvo. Los nativos hemos descansado en la idea de que hagamos lo que hagamos debe ser porque nuestros genes así lo estipulan… Me recorrió un escalofrío. Lun hablaba con energía y ojos anchos desbordando conocimiento, yo sabía que estaba simplificando sus palabras para hacerme entender lo que quería decir: Lo que creen los nativos no es verdad, las decisiones que ellos hacen pueden ser más fuertes que el Control del comportamiento; así que con los factores correctos, o incorrectos, una persona podía dejarse llevar por la violencia y asesinar a alguien más. Así mismo una persona como Lun podía dudar del Control, y yo lo veía en sus ojos, en una mente que cuestionaba todo a su alrededor. Me pregunté qué clase de ambiente había tenido Lun al crecer. —Entonces… ¿Todos seríamos capaces de matar? —pregunté, y al tiempo que las palabras dejaron mis labios, un temor se esparció en mi pecho. —Creo que eso es algo que requeriría gran voluntad… o tal vez la perdida completa de la voluntad. No me veo haciéndolo. —…Pero… —dije después de un momento—. Imagina que tienes un hijo, y que alguien está a punto de matarlo; lo único que puedes hacer para salvarlo es matar a esa persona. No hay otra forma. ¿Lo harías? —No creo que existan situaciones tan cerradas a una sola posibilidad — respondió con seriedad, juzgando mi lógica—, pero me gustaría pensar que en una situación así, sería lo suficientemente fuerte como para hacerlo. Asentí. A mí me gustaba pensarlo también; pero el temor que sentí no era solo por el peligro a mi alrededor, no solo por la idea de que cada persona en
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mi vida, bajo ciertas condiciones, podía hacerme daño… sino que yo podía hacer daño también. Episodios con Eva y su grupo pasaron por mi cabeza. —¿Habías estado estudiando la posibilidad de la violencia extrema en Nexu?—pregunté, sorprendida por los conocimientos de Lun respecto al tema. —No, solo he leído acerca de la genética del comportamiento y sacado conclusiones hasta el punto de saber que el Control no es total. Pero esta es una teoría que acaba de nacer —tiró el libro sobre la cama y volvió a sentarse—. Tengo que investigar más. Ahora, háblame del Núcleo. —La líder es una nativa llamada Odan Cahd, reúne a sus miembros con promesas y los mantiene con amenazas. Tiene una empresa llamada InphoCahd… puedo darte la dirección de las oficinas si quieres mandar a alguien a lanzar bombas de humo. —Veo que no quedaron en muy buenos términos —rió—. ¿Qué es este Núcleo? —Una agencia de inteligencia privada. —¿Eso es todo? —Eso fue lo que yo dije… me uní porque me daba algunas ventajas y tenía cerca a mi hermano. Él Núcleo ayudó a Adam a escapar de la cárcel y hace poco, Odan lo obligó a entregarse; algo de un arreglo con justicia para limpiarla de cargos. Mi seguridad estuvo incluida en la amenaza. —Sabía que protección no era capaz de atraparlo en realidad. Dime ¿Tienen información de nosotros? Hace meses que hemos estado contrarrestando intentos de infiltración. —Oh… bueno, sí. Ha sido un trabajo constante. Pero sin mí ayudándolos, dudo que avancen mucho. Lun sonrió y asintió energéticamente. —Voy a poner a mi gente en el caso, tal vez encontremos algo en InphoCahd que nos ayude a encerrar a Odan. —Bien, pero trata de no meterte con los miembros del Núcleo. Lun entornó los ojos, pero terminó asistiendo. —Creo que podemos arreglar algo. ¿Te parece si hacemos otro trato? Necesito que te encuentres con un contacto, es algo delicado y no puedo enviar a uno de los míos a hacerlo y que luego relacionen a las Juventudes Rebeldes con el asunto. Si lo haces, puedes darme una lista de personas que quieras proteger, me parece que Odan es peligrosa. 188
Asentí sin dudar en el trato, Lun hacía sonar el encuentro con el contacto como una situación complicada, pero su oferta era todo lo que yo necesitaba en ese momento. —Le informaré ahora —hizo un rápido movimiento con la mano izquierda—. Ha estado trabajando para el centro de documentación de Investigación por años, como asistente del director. Es un inmigrante. —Bien ¿Qué tipo de datos? ¿En una esfera de memoria? —No, lo he tenido escribiendo a mano por meses, la seguridad de Investigación no nos permite extraer nada directamente, así que te encontrarás con una carpeta llena de papeles. —¿Qué es? —Una base de datos de sujetos en seguimiento por el grupo encargado del Control. Cuando supe de su existencia traté de consultarla, pero ni mi acceso no varios niveles más arriba pueden verla en la red local. Así que decidí que tenía que obtenerla… Ahora, con la información que me diste, creo que tal vez tenga que ver con deficiencias en el Control. »Por suerte el director le deja la mayoría del trabajo a su asistente mientras él apuesta en línea.
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27.—¿Tienes una dependencia a tu Anterior? —pregunté a Careo mientras lo ayudaba a abrir cajas de documentos que acaban de llegarle para ingresar al catálogo. —No, solo dependencia al original. El Careo original era un tipo importante, fue el gestor del Departamento de la Memoria y cómo no le daban el Control, vivió encerrado la mayor parte de su vida. —¿Por qué no le daban el Control? —Estaba enfermo y no duraría de cualquier manera; en ese tiempo no podían permitirse gastar Control. A nosotros nos arreglaron la enfermedad, así que voy a vivir más de cien años —sonrió—. El original fue tal vez el último pelirrojo de Nexu… y quién sabe, tal vez del mundo. —¿Y tú eres el único clon permitido en investigación? ¿Es posible que hagan más? —Hay una lista muy pequeña, si hay clones fuera de ella, son ilegales. Pero no sé, hay tantos secretos en los departamentos, que no me extrañaría. —¿Qué secretos? —Oh, bueno. Experimentos en personas sin su consentimiento, cubriéndolo con el Control, seguimientos a esos sujetos y… una vez escuché a mi Anterior hablando con el señor Dorvy acerca de algo… —Careo me miró, sopesando si contarme o no—. Científicos marcados por haber objetado el Control, se llamaban Dai y Nou, el señor Dorvy estaba triste esa vez. Sabes que esos científicos tuvieron a medio Nexu detrás de ellos… —Sí, si lo sé —dejé a un lado las tijeras con las que estaba cortando la cinta adhesiva de las cajas, algo haciendo conexión en mi mente—. Por supuesto… mis padres objetaron el Control, me pregunto si tuvo que ver con la genética del comportamiento —Careo me miraba confundido—. Te explicaré, pero dime ¿Cómo puedo ver esa lista de clones? … Lun estaba siempre ocupada, eso se había definido desde el primer día. Ahora la esperaba sentada en su oficina mientras ella terminaba una llamada. —No, podemos hablar de eso en la próxima reunión, ahora estoy ocupada —sentenció al tiempo que sus ojos volvían a la realidad y salía de una capa superficial de la Red—. Perdona… —No importa, solo venía a preguntar si ya está todo listo con tu contacto, necesito hacer ese trabajo para terminar con esto. Cuando te traiga la 190
información ya no tendré nada que hacer aquí. Me iré a un sector pequeño a olvidarme de todo. —¿Ese es tu plan? ¿No quieres saber lo que vamos a averiguar? Podemos cambiar Nexu, Ayn. —A mi no me importa Nexu, solo me importan algunas personas. Ya te lo dije, te traigo la carpeta y pones a tu gente a cuidarlos. Ese es el trato. —Ya lo sé. Recibí tu lista de personas, pero… ¿Abigail Cahd, en serio? ¿No es la hija de la mujer que te arruinó la vida? —No es solo eso —reñí, con un poco más de fuerza de lo que me hubiera gustado—. Pasé meses aguantando a esa nativa, no tienes idea. Lun se encogió de hombros. —Así que ella es un tema delicado, entiendo. Entonces, debe ser complicado estar enamorada de la hija de la mujer que te arruinó la vida. Apreté los puños con fuerza y sentí que el color de mi cara cambiaba. La nativa sonreía. —No estoy enamorada de Abi —dije lentamente, intentando darle peso y sentido a las palabras. —Ayn, no tienes por qué negarlo, tiene algo de sentido ¿Qué, no te habías dado cuenta de que te gustaban las mujeres? ¿Quieres hablar de eso? —No, créeme, lo tengo bastante claro… pero Abi es… una nativa. —¿Eso es lo que te preocupa? No. No era eso. … Usualmente me encontraba con contactos en lugares poco recomendables, como el Laberinto de baja conexión o locales poco poblados en mi Sector. Pero ahora me sentaba en un confortable sillón rodeada de decoración excesiva, y pilas de basura que al parecer alguien consideraba importante. Y aunque parecía la vivienda de un inmigrante, sabía que era imposible por dos razones; estaba en una zona acomodada de la ciudad y, además, frente a mí tenía a dos niños nativos jugando a un juego que yo no podía ver. Estaban sentados uno al lado del otro en el suelo, con los ojos cerrados y a veces dando pequeños saltos a intervalos irregulares. Lun me había dicho que fuera sin más a ese departamento, que la puerta estaría abierta y que solo debía sentarme en el sillón y esperar. 191
Mientras lo hacía, traté de mantenerme ocupada dibujando aburridas líneas con mis dedos en los diseños de los cojines del sillón. Cuando ya había pasado media hora, comencé a mirar a los niños con nueva curiosidad. No podía discernir sus edades, pero debían tener menos de diez años, aunque no importaba, sus caras de seriedad los hacían parecer estatuas arcaicas arreglando problemas trascendentales del mundo, solo con su Conexión. Decidí que las estatuas no tenían padres ni nombres, y que habían estado allí por siempre. Entonces empezaron a hablar. —Inmigrante —comenzó el de la izquierda. —Ayn Lark —siguió el otro. —Gy-9809, robado. —Gy real 3246. —Prófuga. —Hermana de Adam Lark. —Apellido falso. —Ayn Dai. —Dificultades psicológicas no diagnosticadas. —Ex miembro del Núcleo. Siguieron soltando mis datos por varios minutos, encontrándolos en uno o varios lugares de la red, tal vez en mentes de nativos o en mi propia existencia, que no podía articular palabras por la mezcla de admiración y terror. Acababan de detenerse cuando la puerta de entrada se abrió, un hombre mayor cargando un bolso negro la cruzó y cerró de un portazo. Estaba agitado y se cargó contra la pared para tomar aire. Los niños salieron corriendo a una de las habitaciones del departamento. Me puse de pie y abrí la boca para hablar, pero el hombre hizo una seña de silencio y apuntó hacia la puerta. —Creo que me siguieron —susurró, con mirada desesperada. Abrió el bolso y sacó una abultada carpeta—. Toma, nunca me has visto. Con eso, el hombre se dio la vuelta y abrió la puerta, dio un paso hacia afuera y antes de que pudiera avanzar por el pasillo, cayó al suelo.
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Me tardé unos buenos segundos en entender lo que había ocurrido. Algo a una velocidad imposible surcó el aire hasta incrustarse en la cabeza del contacto de Lun, sangre y otras sustancias se esparcieron por el otro lado al tiempo que su cuerpo descendía hasta el suelo, volviéndose una forma indefinida que obstruía la entrada. Me quedé inmóvil tratando de discernir algún sonido, pero aparte de mi corazón saltando como si golpeara mis costillas, nada ocurría, ni siquiera el arma que había matado al hombre había anunciado su presencia. Apreté la carpeta contra mí y retrocedí lentamente hacia donde los niños habían escapado. Había dos puertas en el pasillo y antes de que pudiera escoger, una de ellas se abrió para mostrarme a los niños, ahora con los ojos bien abiertos; me hacían señas para que guardara silencio y entrara en la habitación. Acepté sin pensar y, una vez dentro, uno de ellos volvió a cerrar. —Ayn Lark —comenzó uno, sin urgencia. —Saben que estás aquí. —Saben que sabes —apuntó a la carpeta. —Sal por la ventana al otro edificio. —Si te atrapan no deben relacionarte con las Juventudes Rebeldes. Asentí mientras un fuerte ruido de pisadas remeció el suelo, tomé el consejo de los niños y ya sin preocuparme por hacer ruido, abrí la ventana de un tirón. Sopesé la distancia hasta el suelo… Segura de que no había otra manera, salí y me senté en el alféizar. La ventana más cercana del edificio del frente se veía cerrada, pero el sonido del forcejeo de la puerta tras de mí me hizo quitarme la chaqueta y poner la carpeta dentro de ella cerrando el cierre, transformándola así en un bolso y amarrando las mangas en diagonal en mi torso. Salté mientras decidía el lugar más propicio para afirmarme en el otro alféizar, pero mis dedos simplemente resbalaron y con un grito me precipité hacia abajo; cuando ya creía que lo último que vería en mi vida era un montón de cemento, una tela apareció frente a mí y logré atraparla. Luego me vi colgando de una cortina, solo sujeta por mis manos, pies tratando de encontrar agarre en la pared que se sentía demasiado resbalosa. Segura de que la cortina no soportaría mi peso por mucho tiempo, me arrastré en vertical hasta que pude soportarme con un brazo en el alféizar. La ventana estaba abierta y por primera vez desde que el contacto de Lun había muerto, tuve la esperanza de sobrevivir a ese día. Pero toda esperanza se 193
esfumó cuando una cabeza salió por la ventana y me miró horrorizada, después de un grito, escuché como la ventana se cerraba. Traté de calmar mi respiración para reunir todas mis fuerzas, golpeé el vidrio con el puño. El dolor me hizo perder el agarre y varios segundos de insultos, antes de notar que el vidrio no tenía ni una grieta. Volví a encaramarme al alféizar para volver a intentarlo cuando gritos a mi espalda me hicieron perder el equilibrio; colgué de una mano y vi el vidrio explotar sobre mi cabeza para caer como una lluvia de afiladas astillas. Abrí los ojos después de que los fragmentos se fueron y me balanceé hasta que pude ver lo que ocurría en la otra ventana, mucho más arriba, donde aún se oían gritos. Los niños forcejeaban con una silueta que blandía un oscuro metal en el aire, tratando de soltarse de los molestos y pequeños nativos. Sin tiempo para distinguir mejor a la silueta, me impulsé hacia arriba con nuevas fuerzas, prácticamente dejándome rodar dentro del departamento. La gente que vivía allí se había escapado con el disparo y me encontré con una cama deshecha y una habitación vacía. Traté de ignorar como todo mi cuerpo temblaba al ponerme de pie para salir del lugar. Antes de comenzar a correr, abrí un cajón y saqué la primera prenda que encontré, una camiseta. “Este es un lugar acomodado de la Ciudad” pensé mientras volaba bajando por las escaleras. “Cámaras, agentes de protección, nativos curiosos”. Me sequé la cara con la camisa en un intento de quitar la transpiración, pero en el proceso noté que tenía un corte en la frente. Cuando salí por una puerta lateral, el sol de la madrugada ya estaba instalado en el cielo, elevándose constante tras los edificios de la ciudad; me apoyé por un momento en la pared del callejón por dónde había salido y traté de aclarar mis pensamientos. Había presenciado lo que Nilum intentaba advertirme, una persona que había entregado su voluntad al Control y perseguía a los que dudaban de él; asesinos enviados por Investigación. Me quité la chaqueta de la espalda y la escondí en la sombra que producía un bote de basura; no quería dejar la carpeta expuesta, pero era el único plan a corto plazo que podía idear mientras intentaba calmarme. Sabiendo que el asesino aún debía estar siguiéndome, salí del callejón para internarme en las calles llenas de gente, con la cabeza gacha, un brazo recogido en mi pecho por el dolor del golpe al vidrio y una mano sujetando la camisa contra el corte de la frente. Prefería un millón de veces que me atrapara Protección a morir. Los nativos eran demasiado formales y, como yo sabía que ocurriría, los que pasaba a mi lado me identificaban al instante como inmigrante, vi de reojo mi aspecto en el reflejo de una vitrina y supe que también distaba de parecer una 194
inmigrante normal. Me detuve en seco cayendo en la realización de que no sabía qué hacer; los nativos sacudían sus manos izquierdas y yo había perdido por completo el control de la situación desde el momento que el contacto de Lun se había desarmado en el suelo. Mi quietud hacía que los demás parecieran avanzar a una velocidad sorprendente. Escuché sirenas de protección aproximarse, los nativos comenzaron a caminar más lejos de mí, ya advertidos de quién era. No dudé en que a todos los nativos de la ciudad les había llegado una notificación con mis coordenadas y anuncio de próximo arresto. No podía hacer nada, no me moví por unos minutos. Entonces la vi. Abi era la única nativa quieta entre la multitud, se notaba que había estado corriendo, su cabello revuelto y pecho alzándose y descendiendo con rapidez. Sus ojos me gritaban que corriera y sus dientes se asomaban al apretar la mandíbula con fuerza. Negué con resignación y miré mis zapatos, lejanos en el efecto de vértigo que me producía el miedo. —Ayn Lark —susurró a mi espalda una voz que conocí al instante—, originalmente Ayn Dai, está sentenciada a muerte por los Servidores del Control, por favor acompáñeme. Nilum tomó mi brazo e hizo que me volteara hacia él. Mi corazón cambió a un ritmo errático, el Extraño me había guiado a mi muerte y parte de mí comprendió el terror de Adam hacia él. Pero por supuesto… las señales habían estado ahí todo el tiempo; casi reí ante mi propia estupidez. Y lo peor era que Nilum, este Servidor del Control, me había alcanzado antes que Protección. Lo miré conteniendo mi ira; vestía formal, como un nativo, pero su cabello gris y mirada despierta hacían claro que no lo era. Me dedicaba una expresión neutra y el apretón de su mano era firme. Caminamos un par de pasos hacia la calle, hacia las patrullas de protección que estaban estacionadas esperándome. —¿Protección sabe que ustedes existen? —pregunté sintiendo una nueva oleada de miedo. —Por supuesto, Ayn. Nosotros somos los perros de Protección… espero que no hayas pensado que ibas a salvarte si ellos te atrapaban antes. —No te entiendo —dije entre dientes, cientos de personas rodeándonos mientras avanzábamos—. ¿Para qué hacerme investigar? ¿Para tener una razón para matarme?
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—Deniel también indagó demasiado —dijo, aún más bajo que yo—, pero él no me tenía a mí…ni a un clon. Con eso sentí cómo soltaba mi brazo y un impacto sonaba a mi espalda. Vi a Abi y a Nilum forcejeando en el suelo al tiempo que oficiales de Protección corrían a la escena. Mis pies se movieron por cuenta propia, incluso antes de oír a Abi gritar para que escapara. Resultó que ningún nativo intentó detenerme mientras los empujaba para abrirme camino. Sabía que no iba a lograr escapar, era imposible, pero debía encontrar una señal antes de que ocurriera. Mi última acción debía ser hacer llegar esa carpeta a Lun. Ahí estaba, una inmigrante distraída con su dispositivo en la mano. La empujé y quité el aparato en un movimiento, luego seguí corriendo hasta internarme en una calle menos poblada. Jamás en mi vida había usado un dispositivo de conexión de manera tan eficaz, pensé al tiempo que le daba al botón de enviar y el mensaje con la ubicación de la carpeta se perdía por la Red. A continuación, todo se fue a negro. …
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28.Usualmente, Abi pensaba antes de actuar. Ahora, mientras la interrogaban unos simpáticos nativos de protección, deseaba haber sido tan ocurrente como ahora. —Creí que la estaban secuestrando, ese hombre no tenía el uniforme de protección. —¿No te llegó el mensaje interno del operativo para capturar a Ayn Lark? Todos los nativos en varios kilómetros lo recibieron. —Tengo problemas de ansiedad, los doctores me recetan inhibidores. —¿Está bajo el efecto de inhibidores? —Prescritos, sí. Me tomo dos horas libres de conexión todos los días. —Implica que no conoce a Ayn Lark. —Por supuesto, y no lo implico, se lo aseguro. El oficial se quedó mirando a la joven, pensativo. No tenía como inculparla, además, era hija de Odan Cahd, y según los rumores que había oído en su cuartel, los superiores tenían acuerdos con ella, definitivamente no quería hacer enojar a su jefe por proceder a arrestarla. Aún así, ella era la culpable de que Ayn Lark hubiera escapado, y aunque los cargos de la inmigrante eran menores, la insistencia de los superiores por capturarla hacía que todos los oficiales de protección de Nexu pensaran en ella como una prioridad. Además, Abigail había dejado a un detective con un ojo morado. —¿Qué pasa? —preguntó Abi, un poco divertida por ver al hombre divagar—. ¿Debo llamar a mi madre para que traiga a los abogados? —No —concluyó el otro oficial, ignorando la mirada reprobatoria de su colega—, está libre, solo envíe las recetas y contacto de su doctor para comprobar su historia. Abi salió del cuarto de interrogación y ambos oficiales se miraron seriamente. —¿Qué fue eso? —preguntó el primero. —Hay instrucciones de dejar ir a Abigail Cahd —respondió su colega, bajando la voz—. No solo ahora… permanentemente, ella es intocable por la ley. —Eso no tiene sentido… ¿Quién dio esas órdenes? 197
El oficial se removió en su silla y secó la transpiración de sus manos en la tela de sus pantalones, antes de responder: —El Control. … Luego de poner una puerta entre ella y los oficiales, Abi comenzó a comunicarse con Iggy. —Tranquila, tranquila… ya lo sé, todos lo saben, lo televisaron. Sí… sí… tu cara salió en las noticias porque un centenar de nativos te vio golpeando a un hombre para impedir que arrestaran a la hermana de Adam Lark, gracias. Ahora tengo que evitar que tus conocidos del Sector IV te identifiquen como otra persona. ¿Sabes cuánto va a costar eso? Tu madre está furiosa, y yo aburrido de tus… —Iggy, cállate. ¿Alguna idea de qué le pasó a Ayn? —No, nadie sabe. —¿Puedes identificar al detective que golpeé? Tenía el pelo blanco, ojos de gato, no parecía nativo. Es la misma descripción que Ayn dio para el acosador. —Un detective de protección, con pelo blanco. Claro, dame una media hora. Y si estás saliendo del cuartel… sonríe. Abi suspiró antes de abrir la puerta que aseguraba su libertad, odiaba las cámaras. … Los niños recibieron el mensaje de Lun y corrieron hasta el callejón, encontraron la chaqueta envolviendo la carpeta y luego la entregaron al destino correspondiente. —Ayn Dai —comenzó uno, explicando a Lun. —Buscada por Nilum, inmigrante, interferencia, imposible de identificar.
profesión
protegida
de
nuestra
… —Es imposible de identificar, Abigail. No existe, no es un detective —Iggy se había tardado más de una hora en llegar a esa conclusión y cuando lo hizo, decidió que no podía inmiscuirse más en el tema—. Olvídalo —mandó a Abi, cortando la comunicación. —Oye…—dijo una voz desde la cama que Iggy resguardaba hace horas—. ¿Iggy? Creí que estaba muerta. 198
—Mejor tú misma cree que lo estás, así esto será más fácil. … Nu y Erick estaban dando sincronizados pasos de preocupación, de un lado a otro en la habitación del primero. Isaac cambiaba los canales de la televisión que ahora se veían excelente gracias a su intervención. —Han pasado cinco horas, ya no creo que la encuentren —informó con precaución, la última vez que lo había insinuado, los gritos de Nu y las miradas de Erick lo habían relevado al rol de cambiador de canales. —Debería comunicarse con nosotros —dijo Lass entre dientes, apretando su dispositivo con fuerza. —Estoy seguro de que es porque no puede —meditó Erick—, tenemos que comunicarnos con Abi, debe saber algo. Isaac suspiró rendido. —No tenemos idea de cómo conectarla. —Yo sé dónde está el departamento del Núcleo. Alguien debe poder contactarse con ella. —¿Quieres irrumpir en la casa del grupo terrorista más peligroso de Nexu? ¿En serio? —Por favor… solo son un grupo de nerds… … Careo miró con asombro a Abigail Cahd salir libre del cuartel, las cámaras abalanzándose y los periodistas haciendo preguntas que ella respondió con una sonrisa apologética. “—Fue un error —dijo, encogiéndose de hombros—. Lamento el inconveniente a la gente de Nexu, estoy segura de que protección no tardará en encontrar y arrestar a Ayn Lark, tal como hicieron con su hermano” “Cahd” pensó Careo. “C” … —¿Quién eres, de nuevo? —preguntó Lun en la conversación que mantenía en la Red. —Un amigo de Ayn. La última vez que la vi, ella dijo que iría a hablar contigo… ya sé de Deniel y que ella estaba colaborando contigo.
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—No sé de qué estás hablando, jamás la he visto en mi vida. —Si es tu culpa lo que pasó hoy, voy a encargarme de lanzarte de cabeza a protección. —Escucha niño, no tengo tiempo para esto… —Odan Cahd y Quiat Harran ¿Sabes algo de eso? Lun aguantó la respiración al escuchar su apellido dicho con tanto odio. —Yo y mi padre no estamos en la misma línea. —¿Y cuál sería esa línea? Lun no quería responder, estaba en una casa de seguridad, con los más capaces de su grupo resguardando su puerta. Miró la carpeta que descansaba en una mesa y luego recordó el mensaje de Ayn. “Bd=muerte” Era sencillo, pero bastaba para hacer que Lun tomara medidas drásticas. —Ayn me dio información importante acerca del Núcleo a cambio de lo que yo sabía de Deniel. Te contaré todo si me explicas quien eres. Hubo silencio del otro lado, hasta que el joven dio un gran suspiro. —Debes conocer a mi tipo, de la sección de clonación de Investigación. … Erick cayó al suelo, sosteniendo su estomago en donde el metal de la mano de Van lo había golpeado; antes incluso de que pudiera pensar en levantarse, Darel estaba sobre él, manteniéndolo en el suelo por el cuello de su chaqueta y levantando un puño para conectar con su quijada. —¡Espera! —gritó Llass, que se hacía visible desde el pilar que había servido de escondite, mientras Erick iba a comprobar que el pasillo hacia el departamento del Núcleo estuviera vacío—. Somos amigos de Ayn. Van se acercó a ella con precaución. —Dile a tus amigos que salgan —dijo, indicando al pilar. Y uno a uno Nu, Isaac y Sofil se hicieron visibles—. ¿Qué quieren? —Interrogó Van, perpleja. Mientras Darel hacía que Erick se incorporara y lo acercaba a los demás. —Queremos contactarnos con Abi. O con alguien que nos ayude a encontrar a Ayn —respondió Erick, respirando con dificultad. Van entornó los ojos y negó con la cabeza. 200
—Si mitad del país no ha podido atraparla, ¿creen que nosotros sabemos dónde está? Desde que se fue de aquí, no hemos recibido noticias, además. ¿Cómo es que saben dónde vivimos? Vamos a tener que cambiarnos de nuevo. —No, no te preocupes, no diremos nada. Pero de verdad sería de ayuda que nos dieras el contacto de Abi. … Sus superiores estaban furiosos con él. No había podido llevar a cabo el trabajo en el lugar establecido, y se había visto arrastrado a una calle llena de nativos. Nilum estaba lógicamente decepcionado de sí mismo, había disparado a matar y había fallado como si se tratara de su primera misión. Si no hubiera sido por esos niños. Ahora todos trazaban planes y fijaban misiones apuntando al mismo objetivo; hacer desaparecer a Ayn Dai y averiguar cuál era su relación con el hombre al que él había puesto una bala en la cabeza. El hombre, un simple empleado, había copiado a mano una base de datos creyendo que nadie lo sabía, lo habían permitido para averiguar el destino real de esa copia. Nilum creyó que tenía la respuesta al otro lado de la puerta después de disparar, pero grande había sido su sorpresa. Antes de verla colgando por la ventana, él ya sabía que se encontraría con Ayn; cualquier persona que hubiera presenciado un asesinato se habría petrificado o desmayado ahí mismo. La inmigrante ya se había hecho a la idea. Ayn había avanzado más de lo que él creía, y sintió un poco de orgullo. Pero se arrepintió al instante; él era un Servidor del Control que debía cumplir con su juramento al pie de la letra, incluso en sus pensamientos. Si ella se le cruzaba de nuevo, él no dudaría. … Abi ya era familiar con el carácter de Erick, pero se encontró sorprendida cuando él sostuvo una pistola aturdidora a su cabeza. —No me vendría mal una siesta —bromeó ella, mientras miraba a su alrededor por una escapatoria. Estaban en el departamento que su madre le había indicado después de volver a la Ciudad, un pequeño nicho húmedo para el fracaso de la familia, tan poco seguro que Erick no había tenido mayores inconvenientes para encontrarla.
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—No te gustará cuando despiertes en un auto robado después de haber asaltado una joyería —Erick sonrió y miró a su alrededor también—. Creí que eras millonaria ¿cómo terminaste en un lugar así? —Mi madre es la millonaria, y yo soy una vergüenza —se encogió de hombros—. Mejor que nada. —Bueno, solo respóndeme ¿Quieres? —cambió el arma de mano, nervioso, y se rascó la cabeza— ¿En qué está metida Ayn y dónde está? —Erick, yo no había visto a Ayn hasta hoy, corrí a sus coordenadas cuando anunciaron su arresto por la Red. No sé en qué anda metida pero espero que ahora esté bien escondida en el laberinto de baja conexión, me parece lo más lógico. —Pero no se ha contactado para avisar que está bien, ella no nos dejaría a todos preocupados después del show de ustedes por la tele. —Tiene que andar sin su dispositivo… y escuchaste lo que dije ¿Verdad? El laberinto de baja conexión no es exactamente el lugar para hacer llamadas. Erick suspiró. Hizo el ademán de bajar el arma, pero luego se arrepintió, ira nueva en sus ojos. —¿Por qué le hiciste eso? Estuvo días encerrada en su habitación, Van nos contó todo. La engañaste y luego se lo refregaste en la cara… podrías haberte ido omitiendo esa parte. Abi negó con la cabeza y a Erick le pareció que se volvía más pequeña. —Ella me pidió la verdad y yo se la di. —Estás diciéndome, que cuando estábamos en mi casa celebrando y tú lo único que hacías era mirar a Ayn como si fuera lo único importante en tu mundo, estabas mintiendo —levantó una ceja y le dirigió una sonrisa torcida—. Y ni siquiera estaban juntas en ese entonces, no quiero imaginarme como la miras ahora. Abi enrojeció y miró al suelo, luego se dejó caer en su sillón. —La echo de menos… —murmuró, y Erick bajó el arma para sentarse junto a ella—. Cuando la vi hoy, ya se había rendido. ¿Qué va a pasarle cuando se le acabe la suerte? —Mm… estoy seguro de que si estuviera sola no duraría mucho; pero nos tiene a nosotros. Cada vez que quiera rendirse, tiene que acordarse de que no la vamos a dejar hacerlo. … 202
—Entonces, ¿Dónde estás? —En una casa de seguridad, esperando que la puerta se abra y alguien me mate —respondió Lun, casi con ironía—, he estado escaneando las hojas para poder quemar la carpeta de una buena vez. Me tardaré, pero prefiero que nadie más entre en contacto con ella. Careo asintió mientras hacía una frenética búsqueda en los archivos de su mente. —…una esfera de memoria es más fácil de esconder —continuaba Lun. —No, ya tengo la solución —sentenció el joven dando un salto en su silla. … Sy no entendía nada, pero al mismo tiempo había llegado hasta Lun sin dudar. —Estaba esperando que alguien me llamara para arreglar los problemas de Ayn. El niño dijo que necesitaban una red de Nubes, normalmente no faltaría a las reglas pero esto parece serio —se quitó el bolso y buscó en él un computador, luego extrajo otros aparatos y consolas que instaló con una emoción infantil—. ¿Qué tan serio? —Bueno, existen asesinos que dicen proteger el Control y están particularmente interesados en quien ponga sus manos en la base de datos. No saben que las Juventudes Nativas Rebeldes tienen que ver con su robo, así que hasta ahora Ayn es el objetivo… supongo que van a torturarla para sacarle la verdad. —Asesinos… —Sy se tomó un momento—. Entonces empecemos esto; quiero que sepas que estamos a punto de enviar tu carpeta del apocalipsis en trozos a las mentes de un montón de niños. ¿Por cuánto tiempo tiene que desaparecer esta base de datos? —¿Es posible dos semanas? Solo necesito comprobar que no van a atrapar a Ayn. —Bien —oprimió algo en su computador y habló a un micrófono—. El tiempo de Salvado será de dos semanas —Sy rebuscó en su bolsillo y sacó una pequeña barra de chocolate—. Procedemos a la transferencia.
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29.No estaba segura de cuántas veces había despertado para que volvieran a hacerme dormir, sabía que Iggy había estado ahí en un momento, sabía también que estaban haciéndome pasar frío conscientemente, ninguna sábana y varias capas de ropa menos de las que me hubiera gustado. Esa vez mantuve los ojos cerrados para evitar que volvieran a dormirme, pero el frío provocaba que temblara involuntariamente, sentí que alguien se acercaba a mi lado. —¿Bajaste la droga como te dije? No quiero hablar con un zombi, solo asegúrate de que no pueda moverse —era Odan—. ¿Ayn, me escuchas? Abrí los ojos para encontrarme con la mujer hacia la que dirigía todo mi odio, con una leve sonrisa en la cara. —Vamos a hacer esto rápido, no era mi plan, pero como Protección está tan empecinado en atraparte, no me queda otra opción —se cruzó de brazos y miró al otro lado de la cama. Iggy se hizo presente. —Necesito que respondas algunas preguntas —comenzó, su ojo biónico emitiendo colores pastel—: ¿Dónde está la investigación Suprime-Control de tus padres? —¿Qué? —La investigación Suprime-Control, no pretendas que no sabes. —Iggy… de verdad, no tengo idea. No me acuerdo de nada relacionado con mis padres, ya se lo había dicho a Odan. El inmigrante suspiró y miró a Odan encogiendo los hombros. —Está diciendo la verdad —le dijo, y ella cerró los ojos con frustración. Iggy volvió a mirarme y lo vi preocupado por su propia seguridad después de esa interrogación—. Tiene que haber algo que recuerdes, vamos a estar aquí hasta que me des por lo menos una palabra. Sabemos que hay algo. —¿Cómo dijiste que se llamaba la investigación? —El nombre clave era Suprime-Control, tus padres querían atacar a Nexu quitándole el Control a los habitantes, descubrieron muchas irregularidades en Investigación. ¿Te suena un Quiat Harran? —No —mentí, recordando el nombre del padre de Lun. —Es un teorético matemático que trabajó con Isha y Vahe, les hizo creer que estaba de su lado, pero resultó que los estaba espiando, él los delató. 204
—¿Y qué quieren ustedes con esa investigación? ¿No es ridículo? Atacar al Control —pregunté, y vi de reojo a Odan sonriendo—. O sea… es lo que nos mantiene vivos. —Claro que es ridículo, y es también el único intento de hacerlo en la historia de Nexu. Es tan posible que esté en manos de alguien como que esté enterrada en la arena de una aldea de exiliados en algún lugar del continente. A mí no me interesa, pero sé que esa es la fuente de las pesadillas de unos amigos. ¿Para qué crees que la quiero? —Vas a venderla a los perros —dije. Iggy dio un salto y miró a su jefa con exaltación, quien solo levantó una ceja. —Así que conoces a los Servidores, bueno entonces sabes que Abigail no solo te salvó de la cárcel. Los perros han estado esperando que hagas algo sospechoso para matarte por años. —Abi… —la recordé de golpe, las drogas actuando como capas que cubrían mi concentración—. ¿Dónde está? ¿Dónde estamos? —Abigail fue interrogada, pero la soltaron de inmediato —me informó Iggy, su ojo normal tratando de transmitirme algo más—. Te daré su dirección cuando terminemos aquí… te daré una identidad nueva también, pero si no logramos nada… —Puedo venderte a ti a los perros… —agregó Odan, su paciencia bajando. —¿Y de dónde sacaron ustedes que yo sabía algo? Odan suspiró. —No tenemos tiempo para una historia —gruño, pero le hizo una seña a Iggy y este explicó. —La jefa te mintió la última vez que hablaron. Tu padre fue asesinado por los Servidores y tu madre te llevó a ti y a tu hermano fuera de Nexu… por cinco años —Iggy hizo una pausa, esperando mi reacción, pero yo solo mantuve su mirada mientras mi cabeza trabajaba a toda máquina—. Los Servidores querían ir tras tu madre, pero Odan les pidió acompañarlos, con la excusa de que ella podría hacer que Isha dijera dónde estaba el Suprime-Control. Cuando la encontraron, pretendieron que los perros eran empleados de Odan, y ella trató de sacarle la ubicación de la investigación. —Tú eras una niña de cinco años vestida con harapos y que parecía que jamás se había bañado en la vida. Hablabas sin parar, y le reclamabas a tu madre que querías volver a… creo que era Duy o Dur. Ella tenía problemas haciéndote callar y cuando me escuchaste decir las palabras “Suprime-Control”
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tu madre te tomó en brazos y te alejó de mí. Ella sabía, por supuesto, que mis intenciones no les favorecían. —Aja… eso me hace una experta en las conspiraciones de mis padres. —No he terminado. Cuando me rendí con los métodos amables, los perros procedieron a sacarle la verdad a la fuerza; trató de mentirnos dándonos ubicaciones falsas, pero teníamos a alguien que podía distinguir a los mentirosos, un ojo como el de Iggy. Eventualmente los Servidores tomaron la decisión de matarlos a todos, primero a los niños, a ver si eso hacía que Isha soltara alguna verdad. Y entonces tu madre gritó… —interpretó una voz infantil— “Por favor… los niños no, Odan por favor llévate a los niños a Nexu” Entonces me arrodillé junto a ella y dijo “Ayn tiene la respuesta, yo me borré la memoria”. »Puedes creerlo… —Odan volteó los ojos y sacudió la cabeza—, eso es posible, de alguna forma una aldea de exiliados tenía la tecnología para lograrlo, la habían conseguido de un prófugo de un país lejano. Creo que aquí jamás llegó, pero con gusto la usaría para borrarme ese momento de la cabeza; desde entonces he estado esperando el momento justo para preguntarte, y desde entonces la investigación ha ido subiendo de precio. —No entiendo —la interrumpí— ¿Qué te impedía preguntarme antes? —Tu hermano. Él te mantuvo protegida de todo este asunto por años y años, hasta que voluntariamente te acercaste al Núcleo —sacudió la cabeza de nuevo y rió—. La primera vez que hablamos yo esperaba sacarte la verdad… pero tú no te acordabas de nada. —Es cierto —traté de razonar, pero Odan entornó los ojos; no me creía. —Sigue diciendo la verdad, jefa —comunicó Iggy. —Tienes que buscar en la verdad que recuerdas, Ayn —insistió la nativa—; porque esta situación no va a terminar bien si es que no me das algo para trabajar… —Ya no… estoy cansada de todo esto. Me escapé de mi muerte para caer a la interrogación de una mujer loca que dice que mis padres eran terroristas y que mi madre tuvo la brillante idea de borrarse la memoria para esconder su investigación, pero no tuvo la consideración de borrar la mía también y ahora quieres que colabore contigo… ¿Sabes que acabas de confesar que confabulaste para matar a mi familia? Cualquier colaboración posible está anulada de ahora y para siempre. Si vas a venderme a los perros, adelante. —La verdad de nuevo —dijo Iggy, sacudiendo la cabeza—. Lo siento, pero creo que tenemos que rendirnos con el Suprime-Control. Y me gustaría sugerir 206
que a cambio de su vida, Ayn se reintegre al Núcleo, sin Adam y sin ella hemos perdido mano de obra en la Red y en terreno. Miré a Iggy sorprendida, él me instaba a aceptar la oferta y por un segundo pensé en tomarla. —Prefiero a los perros —respondí, arrastrando cada palabra y mirando a Odan a los ojos. Seguían siendo los ojos de Abi—. Pero hay algo que prefiero más que a morir, verán… tengo un amigo que es familiar con cierta sección en Investigación, con la sección de clonación —Odan ensanchó los ojos e Iggy me dio una mirada de advertencia—. Y él me dice que legalmente, hay una lista muy pequeña de clones permitidos en Nexu, todos con propósitos muy precisos. Así que grande fue mi sorpresa cuando supe que yo conocía a alguien que venía de la misma sección pero que figuraba en la lista como “perdida”. —¿Cómo supiste? —Tengo una fascinación por tu clon, e hice un pequeño seguimiento a su identidad original en el Archivo Real de Nexu —mentí, sabiendo que el resultado de ese seguimiento sería el mismo que mi suposición—. Abigail Cahd no existe ahí. ¿Por qué? No sé, tal vez te olvidaste de inscribir a tu hija, o no… espera, le hubieran sacado muestras de ADN y hubieran coincidido exactamente con las tuyas. No muy inteligente para alguien que está escondiendo un clon robado. »Ahora, este amigo está al tanto de bastantes cosas y estoy segura de que ahora está armando algo en alguna parte, y estoy segura también de que nada lo detiene de hacer unas llamadas a Protección e Investigación. Es más, tal vez le haya dicho que bajo ciertas circunstancias no dudara en hacerlo. —¿Qué circunstancias? —Él va a llamarlos bajo todas las circunstancias posibles, a menos que yo entre a su casa y le indique lo contrario. Quedamos en un plazo de dos días, así que espero que no me hayan mantenido durmiendo más que eso. —Pruébalo. Bufé ante su orden y negué con la cabeza. —No me interesa probártelo, es decisión tuya que hacer. Si quieres arriesgarte y venderme igual a los perros, está bien; pero prepárate, porque según lo que entendí, Investigación le da gran valor a sus clones. Robar uno, aunque seas tú misma, es algo así como un ataque al bienestar del Control. Escuché los dientes de Odan rechinar bajo la presión de su mandíbula.
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… En menos de dos horas de libertad, ya había notado un cambio en el ambiente, principalmente marcado por la droga que aún no se disipaba por completo. Lo primero que hice una vez que Iggy me dejó a la entrada del Laberinto de Baja Conexión a la mitad de la noche, solo con un dispositivo y una dirección, fue llamar a Lun. —Ayn, estoy muy feliz de que estés viva, pero por favor dime que no estás libre porque nos delataste. —Tranquila, los Servidores no me atraparon. ¿Cuál es tu situación? —La carpeta está hecha cenizas y los datos están en las cabezas de una docena de niños. Tu amigo Careo llamó a Sy, estuvo como diez minutos conectado a una consola y después se desmayó. Está durmiendo en un sillón. Reí al imaginármelo y consideré hacerle una visita, idea que rechacé al recordar que tenía ya bastantes cosas que hacer. —Solo dale chocolate cuando despierte y dile que dije gracias. Ya cumplí con mi parte… —Sí, todo está listo. Suerte con tu sueño de una vida tranquila, de verdad. —Será perfecto, solo yo y un montón de patentes… … La voz de Careo sonaba intranquila por el dispositivo de conexión, y continuó estándolo mientras yo proseguía el relato de lo que había ocurrido. —Me salvaste —concluí, reclinada en una fría pared y considerando acercarme a un grupo de vagabundos para compartir sus fogatas. —Pero no hice nada, además de algunas llamadas —suspiró—, nada comparado a casi ser asesinado. —Eso es bueno, Careo. No creo que me perdonaría si algo te pasara por mi culpa, sabes que no te incluí en la lista de Lun. —Teóricamente estoy protegido por los mismos Servidores, así que no es necesario —pausó un momento—. Todo esto me ha hecho pensar mucho, en cómo el Control confía tanto en mí que tengo toda esta información en mis manos. Sabes, mi Anterior conocía a Nilum, pero jamás me contó qué hacía; ahora que lo pienso, tal vez los Careo debamos saber de la existencia de los Servidores. Me pregunto por qué yo no la sabía.
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—No lo creo, me parece que nadie debe conocer su existencia; los que saben son una molestia. Por alguna razón Nilum se ha encargado de hacer saber a algunas personas. —Careo V, el señor Dorvy, tú. ¿Quién más? —Odan también lo sabe... Pero ya no me interesa saberlo —cambié el dispositivo de mano y me puse de pie—. Voy a mandar a alguien a buscar mis cosas, saldré de tu vida y de la de todos de una vez por todas. —Está bien, pero dudo que yo pueda dejar de investigar, los Servidores tal vez sirvan al Control, pero yo me debo a mi Anterior y no puedo permitir que extingan la memoria de las personas a las que sirvo. Prefiero que cada documento de este Archivo se queme si mi existencia se basa en aceptar algo así. —Careo… pensar así no hará las cosas fáciles. —No necesito que sea fácil, solo que sea real. … Erick me encontró enseñando ajedrez a un octogenario grupo de vagabundos mientras nos cobijábamos alrededor de una fogata. —Al fin —exclamó cuando llegó a mi lado, me puse de pie y lo guié lejos de la partida que acababa de comenzar, frotando mis manos para contrarrestar el frío—, estuve dando vueltas en círculos por media hora, tus coordenadas estaban mal. —¿Hablas de los números que te entregó este dispositivo basado en mi posicionamiento geoespacial? ¿O que te da miedo la oscuridad? Erick sonrió y me entregó una gran y pesada mochila. —Aquí está lo que tenías en el Archivo y otro montón de cosas que juntamos entre todos —se quitó el gorro y sacudió una desarreglada mata de pelo amarillo, luego lo colocó en mi cabeza—. ¿No vas a contarme por qué la urgencia en irte? Y por qué hay personas coordinadas siguiéndome. —Están protegiéndote, no te preocupes por ellos. Y yo ya terminé con lo que tenía que hacer aquí —Erick entornó los ojos—. Hay gente peligrosa Erick… quienes no se van a meter contigo ni con los demás si siguen en lo suyo. Solo sigue vendiendo pastillas en fiestas hasta que Llass salga de la Academia y pueda mantenerte, cásense para que el Sistema no los moleste y recuerden solo tener un hijo, después edúquenlo para que sea como su madre y no como tú. Ese es tu plan de vida Erick, cualquier otra variación no te favorece.
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—¿Y cuál es el tuyo? Ir a esconderte al Sector VI —me tomó por los hombros con fuerza y dijo con ímpetu—. No… esto es lo que vas a hacer, vas a ponerte esa mochila a la espalda y vas a ir al departamento de Abi a exigirle que te explique por qué te mintió, después vas a ir donde tus amigos del Núcleo; Van y ese cirujano, vas ponerte lentes de contacto, teñirte el pelo, hacerte un corte y operarte la nariz para desorientar el reconocimiento facial; Isaac te robará una identidad, y vas a convertirte en una inmigrante modelo, con un trabajo normal. Vas a ser la madrina de mi hijo o hija y te olvidarás de todo, de todo eso que no me quieres contar. Ese es tu plan de vida, Ayn. Ahora, quiero verte poniéndote esa mochila, te acompaño donde la nativa. … Dejé a Erick arrastrarme hasta un destartalado edificio de departamentos y antes de que pudiera darme cuenta, Abi lloraba en mis brazos. —Bien, cuando termine de llorar espero que se pongan a hablar. Voy a decirle a Van que se contacte contigo para la operación “hacer desaparecer a Ayn” —con eso Erick dejó el departamento. —Perdóname, por favor, mi mamá descubrió que teníamos algo y se puso como loca, me obligó a volver y tenía que asegurarme de que me odiaras. Yo… tengo que obedecerle. —Abi, puedes dejar de decirle mamá. Ya se la verdad —me acomodé en su sillón para mirarla a la cara, ojos de terror llenos de lágrimas—. Está bien, tú estás bien. Iggy me contó lo de los trasplantes. ¿Qué te ha quitado? —Un… un pulmón, el hígado y un montón de sangre. Ella desarrolló cáncer hace cinco años, algo que yo nunca tendría. Temí que me pidiera algún órgano, pero ni siquiera me preguntó; una noche desperté en una clínica negra y ya estaba hecho, el cirujano rogando al Control que mi cuerpo aceptara el sintético porque sería un problema deshacerse de mí si moría. Como todavía no estaban desarrollados, tuvieron que acelerar el crecimiento de mis órganos… y ella quedó como nueva, mientras yo… no importaba. —Aún así te quedaste con ella. —No conocía nada más. Mientras crecía, ella dejó en claro que lo de ser mi madre era solo una actuación; me contó que era su clon cuando tenía seis, que la única razón por la que vivía con ella era porque había cometido un gran error. La primera vez que me prestó atención fue cuando le descubrieron la enfermedad. —¿Sabes que ella te robó de Investigación?
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—Nunca me lo dijo, pero lo suponía. Es una de las razones por las que me mantengo cerca, además de cuidar Jonah… ella me da la seguridad de que no van a llevarme de vuelta. Y ella lo sabe, por eso no hace esfuerzo alguno para retenerme. Es una persona torcida. —Creí que ya estaba clara esa parte, esa mujer es capaz de arruinar diez vidas con una mirada. —No tienes idea, Ayn.
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30.No sabía si temía más al corte de pelo o a la operación de nariz, pero puse ambas tareas cómo últimas en la lista para “hacer desaparecer a Ayn”. Van se había auto adjudicado el liderazgo de la operación y había coordinado una reunión con Isaac para llevar a cabo el cambio de identidad. El departamento de Abi se había convertido en nuestra base, lo que me convenía, porque no había puesto un pie fuera del lugar por una semana. Mientras esperábamos al hacker, Van nos informó de las andanzas del Núcleo y dio importancia a la fortificación de las defensas de las Juventudes Nativas Rebeldes. —¿Cómo es posible? Quiero decir, los teníamos y de repente cambian todo el sistema —no pude evitar sonreír—. ¿Qué, tú sabes algo de esto? Negué con la cabeza y Van entornó los ojos. Antes de que pudiera seguir interrogándome, Isaac golpeaba la puerta. Abi abrió y lo dejó pasar, el hacker estaba sudando y continuó mirando a su espalda mientras entraba al departamento. —Dudo que hacer esto en medio de la ciudad sea buena idea —dijo, al tiempo que nos saludaba con un gesto—, creo que vi tu cara cinco veces solo en la última calle, Ayn. —¿Era esa foto que sacaron del Sistema, en la que parece que quiere matar al fotógrafo? Me gusta esa —bromeó Abi, sentándose de nuevo a mi lado y pasando un brazo por mis hombros—. No te preocupes, Isaac; Ayn tiene a un montón de guardaespaldas cuidando la puerta. Además, si la sacamos de aquí, no duraría ni un minuto. —Es cierto —afirmó Van—, hay al menos diez alarmas falsas todos los días, la gente está paranoica. Protección le ha puesto tanto empeño a encontrarla que ya a nadie le importa cuáles eran los cargos. —Bien —Isaac se sentó a la mesa y comenzó a preparar su computador— ¿Trajeron ese escáner para él tatuaje? —Van asintió y le entregó un aparato similar a los lectores de código en los supermercados—. Entonces estamos listos, adelanté un poco de trabajo en mi casa y ya preparé el intercambio, solo tenemos que modificar la redirección del tatuaje, después podemos elegirte un nombre nuevo. Si ya te hubieras hecho el corte y la operación, podríamos poner una foto que no active alarmas, pero vamos a tener que mantener la foto de la víctima del robo por ahora —estiró el brazo hacia mi—. Dame tu brazo. —¿No vas a activar alarmas si escaneas su brazo y te lleva a su identificación? —preguntó Abi.
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—No, lo haré sin conexión a la red; el escáner solo me dará la dirección y tendré el acceso para cambiarla. Vi las manos de Isaac trabajar rápido, escanear y luego teclear ágilmente en su computador. Yo había sido parte de ese mismo proceso tantas veces, que sabía lo que venía a continuación; Isaac presionaría el último botón y yo sentiría una pequeña punzada a la altura del tatuaje, seguida por la seguridad de que ya no era la misma persona de un segundo atrás. —¿Lo sentiste? —preguntó el hacker con una expresión de extrañeza. Le devolví la expresión y negué con la cabeza. No había sentido nada. —Oh… oh no —exclamó Isaac en un susurro—. ¿Estás segura? Espera — tomó mi brazo y volvió a escanearlo, esta vez con algo de pánico—. Es la misma dirección, no cambia. —¿Qué? —Van se acercó al computador y miró por sobre el hombro de Isaac, que tecleaba a una velocidad que no le conocía—. ¿Te equivocaste en algo? —No… pero déjame hacerlo de nuevo —presionó Enter de forma exagerada—. ¿Y ahora? Nada. Sentí como si mi cuerpo bajara a máxima velocidad en los ascensores de la ciudad. Me quedé mirando a Isaac y ambos llegamos a la misma conclusión. —La congelaron —dijo con un hilo de voz—. ¿Cuándo fue la última vez que te escanearon? No lo recordaba. Pero Abi se removió en el asiento y respondió con rabia: —Odan. Iggy tiene que haberlo hecho mientras dormías. —¿Pero por qué? ¿Qué gana con hacerlo? —preguntó Van a la nativa. —No sé… —respondió—, tal vez obligarla a volver al Núcleo con la condición de descongelarla. Porque tú no puedes ¿Verdad, Isaac? El hacker estaba pálido, pacería ser el único entre los tres que entendía la gravedad de la situación. —No es solo eso. No existe algo así como descongelar, le arruinaron el tatuaje —me habló directamente—; quien sea que hizo esto, lo hizo para terminarte. Y según lo que veo aquí, creo que te devolvieron tu identidad original. ¿Dai?
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—Es mi apellido real —me escuché decir. Van se puso de pie de un salto y se cubrió la boca con una mano. Me puse de pie también, lentamente, como si me arrastrara. Miré mi brazo tatuado y reí ante lo estúpida que había sido, por haber dejado a Erick convencerme de que tenía una oportunidad cuando en realidad no tenía ninguna; si siquiera el Sector VI y las patentes. —Ayn, cálmate —Van se acercó a mí con cuidado—. Sé que esto se ve mal, pero tiene que haber una solución; pensemos un poco… —Sé que le prometiste a Adam que me cuidarías, pero ya no importa —miré su brazo y sonreí, sintiendo al mismo tiempo que mis ojos se humedecían—. No importa. Van miró a los demás por apoyo, pero Isaac negaba con la cabeza y Abi miraba fijamente un punto en la pared. —¿Entonces qué vas a hacer? —preguntó una vez que se convenció de que no había solución. —Protección va a difundir mi apellido y hacer recuerdo de mis padres, hora mis cargos no importan para nada. Podría quedarme aquí, escondiéndome hasta que Odan o alguien más me encuentre. Podrían ser semanas o meses, si tengo cuidado… hasta años. Pero esa idea no me entusiasma. La verdad no sé qué hacer. —¿Y si te entregas? —preguntó Isaac, encogiéndose de hombros—. La verdad, no veo cómo puedas llegar a tener una vida normal después de esto. Tal vez la solución sea hacer tu tiempo en prisión. Isaac no sabía nada de los Servidores, y era mejor que eso quedara así por el momento. Limpié las lágrimas con mi manga y miré a Abi, la nativa estaba en la Red y su expresión era de ira. —¿Qué pasa Abi? —Iggy está tratando de convencerme de entregarte, él sabe que estás aquí. —¿Cómo? —Ni idea, pero no es seguro que te quedes —volvió a la realidad por completo y nos miró a todos—, no es seguro para ninguno de ustedes. Van e Isaac deberían irse ahora, voy a preparar un bolso y partimos para el Sector VI ahora mismo. —Pero no puede mostrar su tatuaje para viajar.
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—Les voy a robar la moto a mis vecinos, tendremos que ir rápido y cruzar las fronteras por pasos no autorizados, he estado preparando un plan de acción por si todo salía mal. —Abi, Odan puede acusarte de ser mi cómplice y congelarte en cualquier momento, estás siempre conectada a la Red. Sin mencionar ese otro tema… —No importa, puedo mantenerme en inhibidores por algunos días hasta que encuentre una clínica allá y me desconecten. No necesito la Conexión, y tú no necesitas ser otra persona. Si somos inteligentes podemos hacer esto. —No te puedo dejar arruinar tu vida por mi culpa —me acerqué a ella y susurré para que los otros no escucharan—, no estamos hablando de la cárcel aquí, lo sabes. Nos atrapan y se acabó; no es como en los juegos… lo he visto. —No puedo dejarte sola, no voy a hacerlo de nuevo. —No, esta vez soy yo la que se escapa. Soy yo la que tiene miedo. … La aguja hacía rápidos y nerviosos círculos negros sobre el símbolo de Nexu, cubriendo los patrones con lo que sería un cuadrado negro en mi brazo. No tenía ningún sentido hacerlo, pensaba mientras sujetaba con más firmeza la pistola de perdigones hacia el tatuador, que sudaba cuantiosamente; realmente cualquier persona en Nexu podría reconocerme solo por mi cara, pero había algo respecto a esa marca en mi brazo que me impedía mantenerla. Tal vez se debía a que tener Dai en mi ficha me daba escalofríos. Una vez con mi nuevo tatuaje listo y envuelto, salí del local y arranqué la motocicleta que me esperaba afuera, la noche dispuesta a darme cubierta hasta que llegara al punto de acceso más cercano al Laberinto de Baja Conexión. La motocicleta de los vecinos de Abi era similar a la de Sy y controlarla no me había resultado tan complicado, moverse por la ciudad en un casco era tan sencillo que me atrevía a tomar un paseo una o dos veces por semana, la otra parte del tiempo pasaba el rato recorriendo el laberinto o jugando juegos de mesa con mis amigos los vagabundos, que me aceptaban siempre y cuando compartiera la comida que Erick me llevaba todas las semanas. Constantemente me preguntaba a mi misma cuánto duraría antes de volverme loca, si lograría acostumbrarme a no existir; y entonces hacía salidas sin sentido como la del tatuaje, o me dejaba ver en alguna multitud y luego escapaba en la moto. Tal vez quería jugar, tal vez quería que me atraparan, pero nunca lo hacían y yo me preguntaba si ya me había vuelto loca. Entonces Careo llamó a Erick y este me trajo el mensaje. 215
—Dice que te necesita allá, que es urgente, que si no quieres ir te obligue. —¿Y cómo espera que llegue hasta allá, que me haga invisible? —Dijo que entraras al edificio de ascensores de noche, que a esa hora casi no hay gente y el cuidador del sótano jamás está ahí. … Parecía que Careo no había dormido en días, antes de saludarme, me guió a su oficina y se sentó a su escritorio. —He estado ocupado… —empezó—. Después de que hablamos, me conseguí algunas claves y leí la documentación de protección en personas desaparecidas; resulta que la mayoría de las denuncias por desaparición son respondidas al instante, los oficiales encuentran a las personas en un par de horas. El problema viene en algunas ocasiones… —¿Qué problema? —Por ejemplo, Lun me dio el nombre del hombre que Nilum mató, mientras investigaba, su esposa hizo la denuncia. Protección no respondió en dos días, luego la llamaron para decir que habían encontrado el cuerpo de su esposo, que había sido un suicidio. El informe de la desaparición se esfumó de los computadores y unos días después… La ficha del hombre ya no estaba en el archivo digital… ni en este. —¿Quieres decir que se han estado metiendo aquí a robar fichas? Careo asintió y tomó algunos papeles de su escritorio. —En ese momento no estaba seguro… busqué suicidios en los últimos años, resulta hay muy pocos y esas personas aún están aquí, con sus fichas actualizadas hasta su defunción. La única prueba de otros supuestos suicidios son los familiares, así que me metí a las fichas psiquiátricas de pacientes en los hospitales e identifiqué a los que habían nombrado el suicidio de algún familiar. Luego, busqué las fichas de los pacientes aquí y ahí estaba; los únicos lugares de donde los Servidores no borran a sus víctimas, son las fichas de sus familiares. Me mostró una carpeta que contenía la ficha de una mujer y apuntó a su lista de familiares. —Su hermana no tiene ficha aquí. No existe en ningún lugar más que esta lista… aparte de los recuerdos de esta mujer. —¿Cuántas víctimas has encontrado?
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—Solo he revisado dos años, hay muchos pacientes psiquiátricos en Nexu, pero hasta ahora he encontrado ciento veintitrés. No parece haber un criterio en cuanto inmigrante y nativos, situación social o trabajo; no he encontrado nada que relacione a esta gente. Así que supongo que… —Dudaron del Control —completé, sintiendo un escalofrío—. Ciento veintitrés personas en dos años; es un exterminio controlado, lo suficientemente pequeño para que no resalte, sin cifras, sin fichas. Careo me miraba con precaución, queriendo decir algo. —¿Qué pasa? —Hay más —murmuró, y tomó otro montón de papeles—. Como me hablaste de tus padres y de que habían sido asesinados por Servidores, los busqué también; y tú… bueno, Ayn… —inspiró sonoramente—. No existes, no tienes una ficha original; sé que tienes varias identidades robadas y que Ayn Lark, ahora cambiado a Dai, es la que crees original pero… no es así. Cuando te trajeron de vuelta a Nexu jamás te inscribieron en este archivo, y eso me hace pensar que desde el principio, los Servidores no tenían ninguna intención de mantenerte viva. —Eso no me parece tan sorprendente, yo tampoco me querría viva si supuestamente soy la única que sabe la ubicación de esa investigación… —Sí, bueno. Eso es lo que ellos creen, pero la verdad es un poco diferente. —¿Qué quieres decir? —¿Te acuerdas de ese libro que el señor Dorvy te hizo traerme? —asentí—. Siempre me tuvieron prohibido abrirlo, pero bajo las circunstancias… —¿Puedes ir al punto de todo esto? Por favor. —El libro está escrito por el señor Dorvy, como un diario de vida destinado a documentar lo que estaba pasando. Él y mi Anterior estaban asociados a tus padres, y también a Nilum, como un topo dentro de los Servidores… también a Odan Cahd y Quiat Harran. Careo sonrió y sus ojos se dirigieron a mis manos, que descansaban en su escritorio. —El libro me enseñó que el señor Dorvy es un fanático de las ideas de los Estrategas —señaló a mi muñeca, donde estaba la cinta gris que Eva me había regalado; la que pertenecía a su abuelo, un creyente del mito de los Estrategas—. Él solía trabajar en el Departamento de la Memoria, fue bibliotecólogo referencista hasta que empezaron a cerrar el Departamento; y coleccionó libros de historia acerca de los Estrategas, de esos prohibidos que 217
solo se encuentran en el mercado negro… Esas ideas lo llevaron a aliarse con tus padres —levantó la vista de la cinta y me miró a los ojos, sonriendo de nuevo—, sorprendentemente lo lograron. —Pero, nadie sabe si el Suprime-Control funcionó… nadie sabe dónde está el Suprime-Control. —Yo lo sé… —murmuró y apoyó la espalda en el respaldo de su silla, levantando el brazo lentamente y apuntando hacia mí. —¿Qué? —Tu madre les envió un mensaje al señor Dorvy, Nilum y a mi Anterior cuando escapó de Nexu, resulta que ella te inyectó con el Suprime-Control a ti; sabiendo que ella moriría de cualquier forma, confiando en que lograrías encontrar tu camino para terminar lo que ella había empezado. —Pero… yo recibo inyecciones de Control como todos los otros habitantes. ¿Cómo podemos saber si no me afecta? —No lo hace… me tomé la libertad de enviar muestras de tu ADN a Lun para analizar. No estás sometida el Control, Ayn… eres inmune. Un millón de detalles inexplicables tuvieron sentido en un instante. El calor sofocante, el miedo a la red, el odio a los nativos, la curiosidad, la poca concentración en el Centro. Si lo que Careo decía era cierto, mis sentidos no estaban afinados por el Control, mis genes no estaban regulados para nada; era débil, era simple. —Quiero leer el libro —dije, segura de que no lo creería hasta yo misma hubiera leído el libro. Pero Careo negó con la cabeza y se encogió de hombros. —Ya no lo tengo, Nilum se lo llevó. —¿Estás confiando en él? ¿En el Servidor que casi me mata? —Careo asintió—. Tú… me estás escondiendo algo más —lo acusé. —Así es, pero estoy de acuerdo con Nilum en que por ahora solo puedes saber lo que acabo de contarte. Iba a reclamar, pero algo en los ojos de Careo me detuvo; confianza en sus propias palabras. Tal vez tenía razón, Adam había dicho una vez que la verdad parecía una burla a las mentiras. —Sé que acabo de darte material para tener varias epifanías… pero quiero que pienses en algo importante —dijo Careo, casi susurrando—. Tus genes de comportamiento no están regulados. … 218
Terminé de leer las investigaciones de Careo esa misma noche, aún sin poder convencerme del todo; yo era parte de Nexu, y aun estando congelada sentía la responsabilidad de ser una de las pocas personas que sabía del asesinato de más de ciento veintitrés inocentes. El Control no podía manejar nuestro país, necesitábamos el Suprime-Control. Yo era lo único que quedaba del Suprime-Control y solo cuatro personas lo sabían en todo Nexu, siendo uno parte del grupo de asesinos que quería matarme. Luego del golpe de información entregado por las investigaciones de Careo, me sentía aún con menos posibilidades de salvarme de los Servidores, después de todo, no tenía ninguna ventaja. Fui a la habitación de Careo y lo encontré aún vestido, con hojas sobre su cama. —Sabes que tienes que dormir ¿verdad? —Sí… pero no puedo pensar en nada más que esto. Iba a responderle, pero antes, la mecánica voz del Archivo anunció recién llegados. Careo me miró con seriedad, advirtiendo lo mismo que yo. —Ve a esconderte en los pasillos. Seguro no es nada importante. —No deberías abrir. —Saben que estoy aquí, estoy siempre aquí. Solo ve. El Archivista se colocó los guantes y el traje para la ocasión de recibir visitas y se encaminó con una sonrisa tensa a la recepción. Yo emprendí mi camino a los pasillos del archivo, y guardé completo silencio para escuchar a Careo y los recién llegados. —Bienvenidos al Real Archivo de Nexu, soy Careo, el Arch… —Protección —interrumpió una voz femenina, a lo que siguió un momento de silencio. —Em… ¿En qué puedo ayudarlos? —Conoce la noticia ¿verdad? La hija de los criminales más buscados en los últimos cincuenta años apareció como una terrorista peligrosa. —Sí, por supuesto… he escuchado la noticia, Ayn Dai. —Aja. Resulta que el viejo Dorvy…nos ha entregado información de que él mismo la envió aquí. Al Archivo. 219
—¿El señor Dorvy ha dicho eso? Hace muchísimos años que no escucho de él. Y estoy seguro de que la señorita Dai jamás ha pisado este Archivo —Careo sonaba firme, pero supe que no era suficiente para que la mujer de protección le creyese—. Con la edad del señor Dovy, no me extrañaría que cometiera un error. Tal vez deban consultarle de nuevo. —Eso es imposible. Ha sido declarado muerto esta mañana. —Mu…muerto. —Suicidio —dijo otra voz, resonando por los pasillos. Sentí mis piernas perder energía y me encontré arrodillada en el limpio piso alfombrado; comenzaba a entender a dónde iba la conversación que se mantenía en la recepción—. Es factible que haya cometido tal acto porque sentía culpa de traicionar al Control, solo lo presionamos un poco para que hablara. Definitivamente fue la fuerza del Control la que le mostró el camino de la verdad y luego el del remordimiento. Escuché como Careo ahogaba un quejido y sollozaba suavemente por un momento, tiempo durante el cual la mujer de protección y el Servidor guardaban completo silencio. —Lo mataron, no sintió culpa por haber traicionado al Control —Careo arrastró las palabras con odio y casi pude verlo apretando los puños y los dientes, perdiendo por completo la armonía que había vestido desde el momento que lo conocí—. Estoy seguro de que sintió orgullo hasta el final. —Para la defensa del poder salvador, destruir está permitido, joven Archivista —dijo alegremente el hombre—. Debíamos sacar la verdad del Señor Dovy, al igual de la verdad que está en ti ha salido ya. No necesitamos arrancártela a la fuerza. —Archivista Careo VI, está sentenciado a muerte, y al igual que el usted anterior, el proceso de clonación ya ha sido iniciado. —Le agradará saber, joven, que gracias a la tecnología actual, su siguiente usted no tendrá la necesidad de un proceso de entrenamiento. ¿No le agrada la noticia? Todos los beneficios del Control han caído sobre usted. Al momento que oí a Careo reír histéricamente, me puse de pie de un salto y corrí hacia la recepción. Mi mente se nubló y no noté cuando tomé la silla o de donde había sacado la fuerza para abrir con un empujón la puerta de la recepción que Careo había cerrado con llave. Pero era tarde, el ensordecedor sonido del disparo ya estaba en mis oídos cuando crucé la puerta, el brazo del Servidor del Control ya había sido impulsado hacia atrás con la potencia de su arma, la sangre estaba tocando el 220
suelo; y yo solo pude ver el momento pasar lentamente frente a mí, aunque sentía que aún corría con todas mis fuerzas, como en sueños… jamás llegaba. Azoté la silla en el hombre antes de que se fijara en mí, sentí algo tronar y la mujer de protección gritó por la sorpresa. Antes de que ella pudiera hacer algo, tomé el arma de la mano del hombre y la apunté a ella. Disparé tres veces y terminé en el suelo, con el brazo adolorido y sin el arma; otro disparo pasó cerca de mi cabeza y vi como el hombre me apuntaba desde el suelo, con la cara ensangrentada y temblando completamente. Sin tiempo para ponerme de pie, tomé una pata de la silla que se había destrozado y acercándome de rodillas, golpeé al hombre en la cabeza, luego volví a quitarle el arma y le disparé dos veces, hasta que ya no salían balas. —A…Ayn… —la voz de Careo me llevó de vuelta a la realidad y me arrastré hasta él, ignorando los cadáveres que formaban charcos en la alguna vez limpia alfombra. —¡Careo! —grité, lo primero que vi de él fueron sus guantes blancos completamente rojos, apretando el lugar en su pecho de donde salía la sangre. Luego vi su cara, comprimida en un gesto de dolor. —No llores —susurró tan bajo que tuve que leer sus labios—, esto tenía que pasar, para que sepas qué es lo que te hace diferente a los demás. ¿Lo entiendes ahora, cierto? Dime que es. Limpié las lágrimas con la manga de camiseta y sentí otro líquido en mis mejillas, que no era mío o de Careo; era sangre que había sido esparcida por mis manos, entonces entendí. —Puedo matar —respondí, mirando atrás mío, a los cuerpos de la mujer de Protección y el Servidor del Control—. Puedo matar… como los Servidores. —No, no es eso. Puedes decidir. —¿Qué…? —Adiós, Ayn. Ahora quema este lugar, ya no podré proteger la memoria, pero no puedo dejarla en manos de ellos. Asentí. Y vi a Careo sonreír como un niño por primera vez mientras murmuraba un agradecimiento y la completa quietud se adueñaba de él.
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VI. Memoria 31.Hacía frío y las frazadas que llevaba en la mochila nunca eran suficientes, aún así soñaba con fuego frecuentemente, todo se mezclaba con el sol que se colaba entre los infinitos tubos del laberinto. Cuatro meses habían pasado desde que el fuego casi consumió el edificio donde había estado el Archivo; desde entonces que ya no me informaba de lo que pasaba en Nexu, simplemente vagaba por los pasillos esperando perderme, o encontrar alguna bestia que protegiera un tesoro digno por el que morir rescatando. Cada vez me internaba más, ignorando los límites que fijaba la razón y olvidando por completo cómo regresar. Pero regresaba, después de cada excursión que duraba al menos una semana, volvía al punto cerca de la periferia dónde Erick me dejaba una bolsa con comida y un bidón con agua; si quería hablar con él, debía estar en ese punto los domingos, pero yo no sabía cómo se llamaban los días y tampoco deseaba hablar. No había dicho una palabra hace meses. Cuando consideraba no volver, pensaba en cómo se preocuparían Llass y Nu, en cómo Erick continuaría apareciendo cada domingo para ver si la bolsa había desaparecido, en cómo Abi seguiría odiándome por haberla dejado sola, o odiándose por no haber sido capaz de ayudarme. Pensaba en ellos con todas mis fuerzas, hasta que mi cuerpo lograba moverse y comenzar el retorno. Cierta mañana, aún envuelta en mis frazadas, un ruido me hizo ponerme alerta. Estaba en medio de una excursión que había resultado complicada, la noche anterior había llegado a un punto que parecía inaccesible por el derrumbe parcial de uno de los edificios, que había causado que los escombros y los tubos torcidos bloquearan el pasillo por el que yo debía ir. Había preferido pasar la noche cerca de los escombros y pensar en la solución al día siguiente. Ahora escuchaba algo desde los escombros. Recogí mis cosas rápidamente y me preparé para escapar de una continuación del derrumbe, pero lo que escuchaba no era concreto cayendo; eran estornudos. Traté de buscar algún espacio libre de escombros para mirar al otro lado, pero la única forma que parecía factible para cruzar era escalar los tres metros de desastre frente a mí. Comencé a retroceder para dar por finalizada mi excursión de la semana, cuando la voz de los estornudos habló. —¡¿Hay alguien ahí?! ¡Ayúdame por favor! —era la voz desesperada de un hombre—. ¡No puedo sacar la pierna de aquí!
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Contuve la respiración y me quedé quieta esperando que el hombre se creyera equivocado. —¡Sé que estás ahí! ¡Por favor! No me quiero morir aquí solo. Gruñí en respuesta y me acomodé la mochila para comenzar el acenso. El hombre podía estar mintiendo y ser un ladrón, pero al mismo tiempo yo era una asesina cansada, gruñona y con los sentidos nublados. Escalé estando segura de que terminaría ese día con una pierna rota, resbalaba más de lo que subía y el polvo que se elevaba a cada pisada me impedía ver lo que venía arriba, por lo mismo me tardé un momento en darme cuenta de que había llegado al final. La vista desde lo alto mostraba la continuación del derrumbe a lo largo del pasillo, tubos enormes y destrozados colgaban balanceándose con el peligro de caer a la cama de escombros en el suelo; una pared sucumbiendo hacia afuera dejaba ver parte del interior del edificio al que pertenecía. Bajé con menos cuidado del que había subido y llegué al suelo dejándome deslizar el último tramo. —¡Aquí! —gritó el hombre desde la derecha. Me volví y lo encontré agazapado contra un gran bloque de concreto, una expresión entre alivio y confusión en su cara—. Eres una niña… ¿Qué estás haciendo aquí? Me acerqué sin responderle. El hombre debía tener más de treinta años, tenía abundante barba y el cabello sujeto con un elástico; vestía jeans azules y chaqueta verde musgo, su mochila estaba apretada por sus brazos en lo que supuse un intento de protegerla. Pero el problema era su pierna izquierda, atrapada en el gran bloque en el que se apoyaba. Debía estar quebrada y lo último que yo necesitaba era la carga de un desconocido con la pierna quebrada; ya había cruzado los escombros, y pretendía continuar mi excursión. —¿Qué pasa, no hablas? —preguntó. Intenté hacerlo, pero mi garganta estaba seca y mi lengua se sentía pesada, negué con la cabeza y me encogí de hombros—. Bueno… ¿Vas a ayudarme o no? Esto de verdad duele mucho. Me agaché junto a él y miré la pierna en cuestión, podía intentar hacer palanca con uno de los tubos que había alrededor, pero dudaba tener la suficiente fuerza para mover el bloque, aún así lo intentaría. Tomé una roca y un tubo y los posicioné cerca de la pierna del hombre, donde había un espacio, luego intenté hacer bajar el tubo con toda mi fuerza. —No funciona —me informó el hombre—. Trata de colgarte del tubo. Le hice caso, pero eso tampoco resultó, colgué varios segundos mientras él tiraba de la pierna sin éxito. Viéndome sin opciones, me empecé a encaramar en los escombros.
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—E… espera —reclamó el hombre—, no te vayas, debe haber alguna manera… Lo ignoré y seguí subiendo una distancia prudente, después me di la vuelta y me preparé; salté atrapando el tubo en el camino, el impulso levantando el bloque lo suficiente para que la pierna saliera libre. Luego me encontré en el suelo respirando el polvo que se había levantado. El hombre se quejaba y reía unos metros más allá, me puse de pie y lo vi sujetándose la pierna con una sonrisa. —Gracias, de verdad. Puedes ayudarme a inmovilizar la pierna y hacer un bastón, después te dejo tranquila. Miré el desolado camino que me esperaba entre los escombros y decidí que la aventura podía esperar un poco. Busqué un tubo delgado y lo corté a la altura necesaria con un machete que el hombre llevaba en la mochila, luego usé retazos de una de sus camisetas para amarrarlo con fuerza a su pierna; el otro pedazo del tubo le sirvió como bastón. —Bien, ahora… —se había puesto de pie y probaba su equilibrio en su bastón—, tienes como decirme cómo te llama y qué estás haciendo aquí. ¿Escribirlo en la tierra o algo así? Yo soy Sium. Sium… entorné los ojos tratando de recordar de dónde conocía ese nombre, cuando de pronto la tierra empezó a vibrar con un sonido grave. Miré a todos lados y vi el origen del problema, desde lo alto pedazos de escombro caían golpeando los tubos. Indiqué a Sium hacia arriba y lo insté a correr por el pasillo, segura de que no teníamos oportunidad quedándonos ahí. —¡No me esperes! ¡Corre! —me gritó Sium, pero no le hice caso, porque recordé de golpe de dónde conocía su nombre; y no había nada que pudiera hacer por la mujer que lo buscaba más que me mantenerlo vivo. Corrimos escuchando escombros caer a nuestras espaldas hasta que el pasillo terminó y pudimos internarnos a otro que estaba intacto. Sium se dejó caer al suelo exhausto y yo buqué en mi mochila una de mis botellas con agua. —¿Cómo es que tienes agua? —preguntó él después de tomar un largo sorbo—. Yo junto el rocío de las mañanas que se junta en los tubos… con una toalla. Tomé agua también y me aclaré la garganta. —E… en la… periferia —logré decir después de varios intentos—, estoy en una excursión; me autoexilié de la ciudad. —¿Porqué?
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—¿No me reconoces? ¿Cuánto tiempo has estado aquí? —Me perdí escapando de Protección, no sé hace cuanto… meses, supongo. ¿Por qué debería conocerte? —Soy prófuga de Protección, mi cara está por todos lados —me senté a su lado, aliviada de que no me reconociera—. ¿Qué has estado comiendo aquí? —Ratas e insectos, pero hay que tener cuidado, ya me intoxiqué una vez. —Ugh…Yo traigo algo de comida, pero tenemos que racionarlo si queremos llegar a la periferia. —Espera… ¿Estás diciendo que sabes cómo volver? —En teoría, estoy entrenada para moverme por el laberinto; pero jamás he estado aquí, y ese derrumbe no es buena señal; todos los edificios en esta parte tan profunda deben estar abandonados. ¿Te manejas en alguno de estos pasillos? —¿Qué hay para manejarse? Solo hay pasillos, tubos y ratas en todos lados… no veo la diferencia. —No te preocupes, nos sacaré de aquí; tal vez salgamos por la Ciudad I, pero saldremos. … Habían pasado dos días y ya comenzaba a hacerme a la idea de atrapar ratas. —¿No pasamos por aquí ayer? —preguntó Sium mientras descansaba en su bastón. —No, nos hemos estado moviendo a la izquierda para rodear el derrumbe y volver, con un poco de suerte el pasillo que sigue no va a estar bloqueado. —Oye —Sium suspiró y volvió a caminar a mi lado—, disculpa por haberte metido en este problema, pero de verdad estoy agradecido… me salvaste la vida. —No te preocupes, tengo esta idea de que una vez que ya tienes demasiados problemas, unos cuantos más no te dañan. —¿Y qué fue lo que te pasó? Llevamos dos días dando vueltas y ya te conté toda mi vida, es raro que alguien tan joven esté tan tranquila aquí. —Ah…Me metí asuntos de los departamentos en los que nadie debería meterse y terminé en la lista de prófugos, pero como no me pudieron atrapar, congelaron mi identidad. 225
—Por eso no tienes tatuaje —Sium miró hacia arriba, a la línea de cielo que nos era posible ver—. Entonces, cuando me saques de aquí vas a volver a entrar. Este no es lugar para vivir, aquí pierdes la realidad; yo he estado hablando solo por meses y tú simplemente dejaste de hacerlo. Tiene que haber una manera para ti. —Estoy cansada de confiar en la esperanza, ahora prefiero las cosas seguras; como la seguridad de que este camino nos llevará de vuelta a la periferia —dije sonriendo, reconociendo el pasillo hacia el que acabábamos de doblar. Acompañé a Sium hasta que supo ubicarse, intenté despedirme y volver sobre mis pasos. —Espera, quiero preguntarte algo —me interrumpió, asentí—. Si fueras a salir de aquí ¿Quién sería la primera persona que irías a ver? —Abi —respondí sin dudar—, si fuera libre para hacerlo, la ayudaría con sus propios problemas. Pero tú, anda a buscar a tu madre. Con eso Sium salió del laberinto, y yo volví a quedar sola, preguntándome si alguien alguna vez había sido libre en Nexu.
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32.—¡Ayn! ¿Qué estás haciendo aquí? —la nativa se volvió pálida al momento que sus ojos cayeron sobre mí, que estaba recuperándome de una carrera— Protección dio una alerta, te vieron a tres calles de aquí. —Yo… quería verte. Abi entornó los ojos y su expresión pasó de confusión a ira. Esperé que me gritara o cerrara la puerta en la cara, pero solo me miraba fijamente desde el umbral, traté de devolverle la mirada, pero terminé mirando al suelo. Estaba a punto de decir algo para calmar el ambiente, pero ella actuó antes. Con un rápido movimiento me tomó del cuello de la chaqueta y me tiró hacia ella con tal fuerza que no pude evitar trastabillar. Escuché la puerta cerrarse y me encontré apretada contra ella por la fuerza de sus brazos. No entendí porqué aún no había gritos o puertas que se cerraran en mi cara, como había esperado, pero aproveché el momento segura de que no duraría mucho. La rodeé también y ella respondió apretándome más fuerte. —Perdóname —aventuré despacio, levantando la cabeza para que mi voz llegara a su oído. Ella se estremeció en respuesta y aflojó el abrazo lo suficiente para mirarme. —No creo que pueda… —respondió, ahora sus ojos llenos de lágrimas. Sentí un nudo en el pecho y la solté para tomar su cara entre mis manos. Ella cerró los ojos y murmuró. —Creí que nunca te vería de nuevo. Y ahora apareces pidiendo perdón; Ayn sabes que eso no importa, lo que importa es tu vida, estar aquí es muy peligroso. —Entonces… ¿quieres que me vaya? —pregunté con un hilo de voz, bajando una de mi manos a su cuello. —¿No estás acostumbrada a hacer lo que quieras? Hazlo ahora también, haz lo que quieras —dijo, quitando mi mano. —¿Estás segura? —Sí… —respondió sin pensar, al tiempo que se daba cuenta de lo que había permitido. La besé antes de que ella pudiera negarse. Aún entonces no dimensionaba lo mucho que la había extrañado, no hasta que ella rió y me besó de vuelta. —Así que esto es lo que quieres.
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Asentí riendo y procuré olvidarme de todo, porque con cada respiración, en el laberinto o con Abi, era lo más libre que llegaría a ser. … —No estoy diciendo que no te quiera aquí, siempre, pero la alerta sigue levantada y pueden empezar a registrar casas —decía Abi contra mi cabello mientras me abrazaba. Me di la vuelta en la cama para mirarla y sonreí con pereza— ¿Te queda algo de instinto de sobrevivencia? —No mucho, y si vuelvo al laberinto voy a empezar a comer ratas… o hablar con las ratas, lo que es peor —Abi puso cara de asco y yo me reí—. A todo esto. ¿Quién dicen que empezó el incendio en el Archivo Real de Nexu? —Tú. —Excelente. Y… ¿Cómo murieron la oficial de Protección, el Servidor de Control y el Archivista? —Dicen que el fuego los mató, así que fueron daño colateral tuyo. Ya sabes, sigues siendo un peligro público. —Abi, yo… —No, no quiero saber qué parte de todo eso es verdad. No todavía. La nativa me dio un beso rápido y se levanto de la cama en un impulso, se dirigió al baño al tiempo que me lanzaba las prendas de ropa que encontraba a su paso. —¿Quieres que llame a Van o tienes algún otro plan? La idea del Sector VI sigue en pie también. —Quiero hablar con algunas personas antes de tomar una decisión ¿Puedes conseguirme un dispositivo? —Abi asintió, pero luego recordó algo. —Hace unos meses, los guardaespaldas me dijeron que la Jefa quería ubicarte, le dije a Erick que te dejara el mensaje. —Sí —dije, recordando el papel que Erick había dejado con esa información—, lo hizo, pero no le puse atención. … —Hola Lun ¿Cómo has estado? —¡Ayn! —gritó, y luego bajó la voz a un susurro—. ¿La comunicación es segura?
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—Sí, Abi le compró el dispositivo a un especialista, no te preocupes. Escuché que querías hablar conmigo. —Querer… Necesito hablar contigo, he descubierto cosas que me persiguen en mis pesadillas. —Sabes Lun, la última persona que investigó demasiado terminó muerta, así que mejor deja todo ese asunto y vuelve a las bombas de humo… —No, no entiendes, esto es realmente importante. Y sé que ya no quieres tener nada que ver con nosotros y ya tienes suficientes problemas, pero esto es demasiado serio como para contárselo a alguien más. —¿Le estás dando a los condenados la plaga? Entiendo, cuéntame. Lun guardó silencio por un momento, la escuché respirar profundo un par de veces antes de comenzar. —Analicé la base de datos con detenimiento, es un listado de persona que se conecta con fichas de seguimiento según elementos. Por ejemplo, una persona es seguida por Investigación por su grado de ajuste al Control y su grado de adicción a la Red, pero no son simples seguimientos, a estas personas les dieron dosis modificadas de Control; a algunos para aumentar su adicción, o para moldearlos hormonalmente a un estado. Convirtieron a un hombre en ladrón, a otro en político, niños a traficantes o estudiantes de honor, vi a una mujer a la que hicieron abandonar a su hijo para hacerse estrella de cine; ninguno de estos experimento tiene mayor sentido, aparte de saber si es posible o no controlar a la gente. Excepto que hay una finalidad: expandir la Conexión. —¿Para qué? —No lo sé, pero han estado haciendo esto por más de treinta años, es de esperar que sea para algo importante. —Eso, o los científicos encargados del Control están todos locos. —Los he visto… los conozco, son seis personas completamente cuerdas. Y… una de ellas es mi padre. —Bien… ¿Alguna otra sorpresa? —No, pero puedo darte las direcciones de todos los científicos, por si quieres interrogarlos o algo… —¿Qué, crees que puedo hacerme pasar por oficial de protección? No pienso acercarme a ninguno de ellos, Lun.
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—Pero esto fue lo que descubrieron tus padres, lo que los hizo escapar de Nexu… Por lo que murió Careo. ¿Quieres que todo ese esfuerzo sea en vano? —No, pero… —Sé que el incendio no mató a Careo —me interrumpió con decisión—, sé que fueron ellos. El Control está arruinando vidas, terminando vidas de personas que querían cambiar las cosas, como Deniel. Y después de matarte a ti, encontraran a alguien más… y habrá familias destruidas, y este país seguirá erigiéndose en mentiras. Solo piénsalo, nadie ha llegado tan lejos averiguando esto como nosotras, espero que estés consciente de que cada persona que muera de ahora en adelante va a pesar en nuestras conciencias, porque podemos hacer algo. Suspiré, incapaz de refutar a Lun. Me separé un momento del dispositivo y miré a Abi, que escuchaba mi lado de la conversación atentamente, parada en el marco de la puerta de la habitación. —¿Todavía quieres patear esa piedra? —pareció confundida un momento, pero luego sus ojos se encendieron y asintió sin dudar—. Entonces necesito que le comuniques a Van mi teoría de los basureros traficantes de Producción y la obligues a investigarlos; no le digas que estoy aquí. Y también trata de sobornar o amenazar a Iggy, necesito su cabeza. Por favor. —¿Algo más? —Compra pintura para el cabello y descarga a tu mente un curso de peluquería. … Me sacudí el cabello y ajusté los lentes oscuros tratando de sentirme cómoda, pero ahora tenía frío en la nuca. Abi había teñido mi cabello varios tonos más claro que mi color original y lo había cortado en una melena simple y aburrida; la meta era no llamar la atención al caminar por la ciudad, y aunque un cambio de nariz hubiera sido ideal, no había activado ninguna alarma en los cinco minutos que había estado apoyada en un poste de luz, esperando que cierta persona apareciera por una esquina para entrar a su condominio. Si el horario que me había entregado Lun era correcto, la científica del Control de apellido Joa, aparecería en cualquier momento. —Ayn Dai —me llamó una voz a mi espalda, me di vuelta y encontré a una mujer pequeña y regordeta sonriéndome—. ¿Esperando a alguien? —Creo que a usted. ¿Ya llamó a Protección, cuánto tiempo tengo para correr?
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—No… no tengo intención de entregarte por ahora. Prefiero hablar contigo, tengo una oferta —apuntó a la reja del condominio—. Acompáñame. —¿Qué garantía tengo de que no vas a entregarme? —No necesitas garantías, si no vienes conmigo, tendré toda la intención de entregarte. La seguí en silencio mientras cruzamos la reja y subimos al ascensor que nos llevó a su piso; su hogar era pequeño y reservado, no ostentoso como yo esperaba de una de las científicas mejor pagadas de Nexu. Me indicó que me sentara en un sillón y ella hizo lo mismo frente a mí. —Después de la tragedia del Archivo, supimos que había pasado lo que siempre temimos; el Suprime-Control encontró su camino. Y como te imaginas… todos están como locos, buscándote. Pero algunos de mis colegas y yo creemos que sería un desperdicio terminarte; has demostrado consistencia y fortaleza sorprendentes. —Solo estoy enojada. —Sí, pero lo importante es decidir hacia dónde vas a dirigir ese enojo. Quiero ofrecerte un puesto como Servidora. —¿Quieres que me una al club de asesinos? ¿Qué gano yo con eso? —Te liberaremos de tus cargos y podrás vivir, supongo que eso es suficiente. Claro, tendrás que perder el contacto con todos tus conocidos, morirás para ellos y te volverás una persona nueva —me quedé mirando a Joa, esperando que soltara una carcajada y me dijera que era todo una broma. Pero no, estaba diciendo la verdad. —Antes de tomar una decisión quiero saber por qué ¿Cuál es la razón de sus experimentos en la gente, cuál es la razón de todo esto? —Debemos expandir el Control, para lograr la Unión —dijo, levantando las manos como en un rezo—. Para que anomalías como tú jamás ocurran de nuevo; la Unión permitirá un Nexu perfecto; todos funcionando a la voluntad del Control. —¿Qué…? Sabes que el Control es solo un procedimiento genético ¿verdad? No tiene voluntad. —Te equivocas —me corrigió con paciencia—, el Control nos da a todos otra oportunidad en este mundo, incluso a ti. Tu anomalía solo es negativa si la usas contra Nexu; pero si te vuelves una Servidora, podrás dejar de correr. Gruñí, sintiéndome incapaz de razonar con la mujer. 231
—Un grupo de seis personas trastornadas no puede tener en sus manos la vida de la gente. —¿Trastornada? ¿Crees que estoy loca? Estoy perfectamente, cada año mi lógica aumenta exponencialmente, junto a la de mis compañeros. Es que aún no entiendes, niña; el Control es un ente superior que ha tomado conciencia a través de nosotros. Hemos llegado a la Singularidad y esta se mantiene en las mentes de cada habitante de Nexu. —No… No puede ser. Eso no tiene sentido… —Tiene todo el sentido. Piénsalo; el amor al Control de los habitantes hace que queramos expandirlo más y más, la lógica es perfecta. Pero ahora estamos estancados en la capacidad de los seres, así que el siguiente paso después de encontrar las soluciones, es la Unión. —¿En qué consiste la Unión? —Bueno, sé que esto puede sonar razonablemente intenso para ti, pero es muy simple: Omnipresencia definitiva, el Control estará en todos y ningún lugar, viviendo en la lógica de los nativos, que se volverán uno por la Conexión. —¿Un cerebro colectivo? ¿Pero qué va a pasar con las individualidades? —Estoy segura de que aún habrá muchos individuos entre los inmigrantes, a ellos no podemos expandirlos, pero los necesitaremos para cosas terrenales, como hacerse cargo de los cuerpos que dejarán los nativos. Asentí a la sonriente mujer y me puse de pie lentamente. —Su oferta es muy tentadora —dije, devolviéndole la sonrisa— ¿Usted sabía que la aceptaría, verdad? —Por supuesto, es tu única posibilidad lógica; cualquier otra opción te llevaría por una corta vida de sufrimiento. Ningún inmigrante quiere sufrimiento. —Es cierto —estiré el brazo hacia el bolsillo de mi chaqueta y extraje el arma que había quitado al asesino de Careo—, que bueno que no soy inmigrante. La sonrisa de la mujer se desvaneció justo antes de que presionara el gatillo.
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33.Lun no parecía arrepentida de haberme dado las direcciones de los científicos, pero su reacción hacia mi había cambiado bastante, tanto que había aprendido a mantenerme lejos de ella. —Lamento no haber sido cuidadosa —me disculpé con sinceridad— ¿Cuál es versión oficial? —Los medio de comunicación no dicen nada, así que no hay versión oficial; y ninguno de ellos tiene familias, así que eso es un problema menos —me miró un momento y pensó que iba a decir—. Pero mi padre me advirtió que tuviera cuidado, me contó que ya has matado a tres científicos del Control; que eres una anomalía jamás vista. Así que es serio, bajo otras circunstancias él nunca me hubiera contado algo así. Cerré los ojos con fuerza y los apreté con la palma de mis manos, usualmente eso hacía que todo se volviera claro una vez que volvía a abrirlos, pero ahora la realidad parecía cada vez menos luminosa. Estaba nerviosa todo el tiempo y soñaba hasta despierta con las tres personas que llevaba y las tres que me quedaban. Había sido una semana de confusión para Protección e Investigación, ahora ya sabían lo que estaba ocurriendo y me preguntaba si sería capaz de lograr lo que me había propuesto ese día que rechacé la oferta de Joa. —¿Estás bien? Te ves cansada. —No he dormido muy bien, sigo recreando sus caras justo antes de apretar el gatillo; todos parecen tan inocentes. En el fondo sé que solo estoy acabando con conductos del Control, habrá más… jamás vamos a evitar la Unión. —Pero nos estás dando tiempo. Necesitamos el Suprime-Control. —¿Ya tienes alguna idea de cómo hacerlo? O quieres más muestras de sangre. —No por ahora, pero no estoy avanzando —se lamentó—. Al menos Van tiene algo seguro entre manos. Asentí, recordando las últimas noticias de Van. Resultaba que Investigación le exigía a Producción una salida por los basureros para traficar órganos a cambio de agua. —Es lo más asqueroso que he escuchado —dijo Lun, al parecer siguiendo mis pensamientos—. Imagínate a los exiliados casi muertos por no tener Control siendo asechados por buitres que quieren sus órganos por agua.
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—Me pregunto qué hacen con esos órganos, y me sorprende que tú no supieras acerca de esto. —Mi nivel de acceso no es muy elevado, además creo que miden tus niveles emocionales para ver qué investigaciones puedes soportar. Pero debe ser importante, porque no dudaron en matar a Deniel por averiguarlo. Suspiré con cansancio, quería dormir, pero estaba ideando en mi cabeza la forma correcta de dar el paso siguiente. —¿Ya sabes cómo vas a hacerlo? —Creo… pero tenemos que hablar de tu padre, Lun; porque voy a hacerlo y no me importa si me odias por eso. —Ya te dije que voy a tratar de hablar con él, no hagas nada precipitado. —Ten cuidado, será tu padre, pero si sabe que estás dudando del Control… no me extrañaría que llamara a los perros. … —Quiero que sepas que estoy aquí en contra de mi voluntad —recalcó Iggy desde el sillón de Abi—. Ahora, habla rápido. —Tú me congelaste —acusé, con lentitud y mirando al hacker fijamente; él sostuvo la mirada con el ojo biónico pero desvió el normal. —Creo que eso fue estipulado hace mucho tiempo. —Tú me contaste que Abi era un clon, me dejaste claro que no estabas de acuerdo con los métodos de Odan. Aún así, sigues trabajando para ella. —También te dejé claro que todos trabajábamos para ella porque no teníamos otra opción. Desobedecerla produce lo que te pasó a ti, lo que le pasará a Van si sigue ayudándote. —Iggy, te recuerdo que no estás en posición de reclamar nada —lo detuvo Abi, y por un momento me sentí mal por él, porque Abi ni siquiera había querido decirme con qué lo estaba extorsionando. —Bueno, no sé de qué tanto te quejas. Ese cuadrado negro te queda muy bien, tiene estilo…carácter. —Le arruinaste la única posibilidad que tenía para ser otra persona, para escapar —lo acusó Abi, esforzándose para no levantar la voz—, sin mencionar que me mentiste cuando estaba buscándola. Pudiste haber tomado una decisión diferente.
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—He aprendido a seguir el camino de las decisiones seguras —suspiró agobiado y se encogió de hombros—. Pero qué es lo que quieren ¿Qué me disculpe? —No, Iggy. Quiero que me hagas aparecer en otra ciudad y causes un caos que movilice a todo Protección —le entregué una esfera de memoria con la información que necesitaba—. Has parecer como que yo y un grupo nos tomamos todas las emisoras de televisión. Quiero que muestres un video por las pantallas y que a cada persona de Nexu vea la misma noticia por todos los medios posibles. —¿Puedo preguntar qué vas a estar haciendo tú, en vez de liderar a tu ejercito virtual? —Nada que quiera. —Entiendo —se puso de pie y miró a Abi para preguntar—. ¿Con esto quedamos bien? —Solo si sale perfecto. Iggy cerró la puerta y sentí un escalofrío, estaba hecho, ya no podía retractarme. Sentí que mis ojos se humedecían y mis uñas herían la palma de mis manos. —¿Me tienes miedo, Abi? —pregunté, y ella entornó los ojos y negó con fuerza. —No. Sé que no estarías haciendo esto si no fuera necesario, que es lo último que quieres estar haciendo. Me tomé la frente con una de mis manos y dejé descansar la cabeza en los cojines del sillón. La verdad era la que Careo había adivinado, el propósito por el que Isha Dai y Vahe Nou me crearon era para destruir el Control, y eso requería la capacidad de liberar el odio que podía resguardar un humano completamente normal; miré a Abi y a sus ojos, un caleidoscopio de emociones del que solo unas pocas podían expresarse, pero no odio. Ni en ella, ni en nadie en Nexu, ni siquiera en los Servidores, encontraba la oscuridad que sabía eran mis ojos. —Estoy negando la lógica de un ente que se cree perfecto. Yo me tengo mucho miedo. La nativa se sentó junto a mí y me rodeó con sus brazos, tan fuertes como siempre. —Yo tengo miedo de que cambies después de todo esto, pero ya está pasando, puedo verlo. 235
—“Después de todo esto” —sonreí—. Eso no existe, todo esto es todo lo que hay. … Los tres estaban protegidos no solo por Protección, sino que también por Servidores; yo necesitaba que estuvieran todos juntos para terminar con mi tarea de una buena vez, y esa información la conseguí gracias a Lun. Aparte de su tiempo en los laboratorios, los científicos del Control eran solo vistos en grupo en las reuniones semanales de Investigación; donde los profesionales más importantes del Departamento compartían sus avances. Según la nativa, la seguridad era casi inexistente, pero por mi culpa todos estaban en estado de alerta. Me mantuve a la escucha de las transmisiones radiales de noticias mientras recorría la distancia que me separaba del edificio de Investigación donde se realizaban las reuniones; giré en la última curva cuando el emisor comenzó a sonar conmocionado. Ayn Dai había reaparecido en la Ciudad I, tomando bajo su control el canal de televisión único de la ciudad, los productores, aterrorizados, le habían cedido la pantalla; la radio procedía a retrasmitir el mensaje. Recordé el video mientras escuchaba mi voz insegura; filmado contra un fondo blanco y en calidad mediocre, tratando de mantener los ojos en la cámara, pero solo logrando mirar a un punto fijo en el suelo; incómoda. —Nexu, yo soy Ayn Lark… o Dai, no importa. Como saben, Protección ha estado siguiéndome por bastante tiempo, y por eso, no espero que crean lo que voy a contarles. Bueno… en palabras simples, el poder del Control no es lo que ustedes creen; no es solo una inyección cada cuatro años, sino la razón por la que gente inocente está muriendo. No son los representantes los que gobiernan este país, es el Control, o más bien los científicos del Control. »Ellos no solo llevan a cabo experimentos con civiles, arruinando sus vidas; también han creado a los Servidores, perros de Protección, personas con la capacidad de matar y usados para deshacerse de quienes duden del Control. Si ustedes tienen a alguien desaparecido, y protección les dijo que había sido suicidio, pues posiblemente fueron ellos. Un amigo mío descubrió que en los últimos dos años han muerto ciento veintitrés personas, independiente de ser inmigrantes o nativos. Esos datos han sido subidos a la Red. »Solo se está a salvo siendo ignorante y por eso les estoy contando todo esto. Teman al Control, duden del Control todos juntos y veremos si los Servidores son capaces de matarnos a todos… La transmisión se cortó de pronto, para luego volver entre estática; me imaginé a Iggy luchando para mantener el canal de la Ciudad I en su poder. 236
—…yo soy todo lo que Protección dice de mí, quiero destruir; pero espero que en el futuro alguien sea capaz de levantar los pedazos que queden de Nexu. Perdónenme. Suspiré contra mi casco y detuve la motocicleta. El emisor tardó un momento en volver a hablar y luego, siendo inteligente, cambió el tema por completo. La distracción creada por Iggy tenía dos objetivos, el primero era hacer que la seguridad de Investigación se relajara al creerme en otra Ciudad, y la segunda era dejar una advertencia, porque sabía que terminaría muerta ese día o en un futuro cercano y quería entregar a Nexu un aviso de lo que estaba ocurriendo, poner la información frente al mayor número de personas posibles, de manera que fuera imposible para los Servidores exterminar a todos los que tuvieran dudas acerca del Control. Y eso era todo, mis planes no se extendían más allá de soltar el caos; pero eso era lo que mi madre quería que yo hiciera, que encontrara el camino y destruyera. Yo tenía que destruir y alguien debía tener la fuerza para levantar lo que quedara. Contemplé la reja que me separaba de la sede de Investigación, puertas enormes abiertas de par en par y un constante flujo de gente entrando y saliendo. Aguardé con el casco puesto a que la persona que esperaba apareciera por la calle, justo de acuerdo a su horario de trabajo. Vi a la joven de corto pelo castaño dar seguros pasos en sus tacones, balanceando su cartera con cierta tensión; debía haber visto o escuchado mi video y ahora se preparaba para fingir ante sus compañeros de trabajo no saber nada del tema. —Lun —saludé una vez que la alcancé, me sacudí el cabello aplastado por el casco y sonreí ante su expresión de sorpresa y terror—, quiero que sepas que te estoy apuntando con un arma en este mismo momento, así que no hagas un escándalo. —No me contaste nada de este plan, creí que estábamos trabajando juntas. —“Trabajando juntas” —bufé—. No creo que sea bueno para el clima de nuestra asociación el que yo tenga que matar a tu padre, porque vas a tratar de salvarlo y no puedo permitirlo; así que no, no estamos trabajando juntas. —¿Qué vas a hacer? —Vamos a entrar al edificio. —¿Cómo? —Supongo que tu vida es importante aquí, así que vamos a caminar tranquilamente entre la gente de la entrada y cuando lleguemos a los guardias
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y al control de identidad, te apuntaré a la cabeza. ¿Le tienes aprecio a tu cabeza? Lun asintió. —Entonces vas a llevarme lo más rápido posible a la sala de reuniones, donde te soltaré antes de entrar. —Está en el tercer piso… cuando llegues allá ya van a haber evacuado a los científicos. Los oficiales y Servidores en el edificio te van a rodear… ¿Cómo vas a salir? —¿Crees que vine aquí sin tener ningún conocido dispuesto a ayudarme? Además, no tengo intención de salir. … El sonido que emana de la tierra cuando el terror domina a los humanos es algo imposible de olvidar, y yo podía escuchar una parte de mi gritando también, una urgencia por dejar de sentir. Me agazapé junto a la entrada del tercer piso, apoyando la espalda en la pared y tratado de controlar mi respiración. Los pisos inferiores habían quedado en completa confusión cuando, mientras arrastraba a Lun, lancé una bomba de humo y me lancé en una carrera hacía la escalera. Si mi contacto estaba siguiendo el plan, el tercer piso aún no sabía lo que estaba ocurriendo, las mentes de los nativos eran incapaces de recibir la alarmas que sus colegas estaban enviándoles desde los aterrorizados dos primeros pisos. Lancé mi segunda bomba de humo en el pasillo del tercer piso y me puse la máscara de gas que había preparado con anterioridad, escuchaba gritos y pies corriendo en todas direcciones; entonces corrí hacia la puerta de la sala de reuniones, mi última bomba lista en una mano y mi arma apuntando en la otra. El humo me camufló en la sala de reuniones justo después de haber disparado al primer objetivo y haber identificado las posiciones de los otros, me agaché incluso antes de que pudieran comenzar los gritos y avancé entre el humo hacia la izquierda, donde la científica del Control Jan era resguardada por un Servidor; escuché una bala pasar a mi lado y devolví el ataque dos veces sin saber si apuntaba en la dirección correcta, casi al instante, Jan se hacía visible al caer al piso de la sala, ojos vacíos de vida y el Servidor caía de costado junto a ella, sujetándose el hombro; lo golpeé con el dorso del arma en la cabeza. Los pasos avanzaban hacia la puerta y después de un momento, supe que ya no había nadie en la sala. Me faltaba Quiat Harran, el padre de Lun. 238
—¡Ayn Dai! —gritaron desde el otro lado de la puerta, mientras el humo comenzaba a disiparse. Me resguardé junto a una pared—. ¡Estás encerrada, si pones resistencia morirás aquí mismo! Me imaginé una línea de Servidores apuntando sus armas hacia la entrada de la sala, Quiat Harran posiblemente ya trasladado a otro lugar. Sentí frustración e ira que se acumulaban en mis manos y golpeé la pared con fuerza. Continué en silencio mientras escaneaba cada rincón de la sala, ninguna ventana, pero parecía haber un entretecho; ya no tenía bombas, y no sabía si esforzarme por escapar valdría la pena. Era seguro que Quiat Harran tendría seguridad excesiva si yo lograba salir de ahí. —¡Bajen sus armas! —gritó un hombre con autoridad—. ¡No pueden terminarla! —Señor Harran, por qué no ha salido del edificio, ella ya mató a todos sus colegas. —Así es. Quiero que tengan claro… que por primera vez han fallado su misión. Ustedes no tienen el honor de terminar a Ayn Dai. —Pero señor… —¡Ayn, si sales pacíficamente, haremos que un Servidor digno te termine rápido! Sonreí. Los científicos del Control probaban una y otra vez ser tan ingenuos que bajaban la guardia aunque un arma les apuntara a la cara. —¿Qué te parece si entras a la sala a convencerme? —bromeé. —Entraré con dos Servidores si prometes dejar tu arma. La verdad me gustaría hablar contigo. —Bien —asentí, casi soltando una carcajada por mi buena suerte—, lanzaré el arma hacia ustedes —me alejé de la pared y avancé hacia el aún inconsciente Servidor que acompañaba a Jan, extraje el arma de su mano y le quité las balas con rapidez—. Allá va. Hice deslizarse el arma por el brillante piso de cerámica y guardé la mía entre mi cinturón y mi espalda. Escuché susurros y pasos al otro lado de la puerta, lentamente aparecieron, entre los últimos restos de humo, las siluetas de tres personas. —Tu video fue muy educativo —comenzó Quiat, un hombre cincuentón y regordete que la única similitud que tenía con Lun era su apellido, vestía un delantal blanco al igual que sus dos colegas que yacían en el suelo—. Es sorprendente cómo de ser solo un problema controlado pasaste a ser la 239
persona que más dificultades le ha dado al Control. Tuvimos que haberte terminado cuando Odan te trajo de vuelta al país. —Pero ustedes quería la investigación de mis padres también, por eso no me mataron. —La queríamos para destruirla, para asegurarnos. Pero te interrogamos y no tenías idea de dónde estaba —apuntó hacia mí y soltó una carcajada—; no tenía como saber que en realidad estaba hablando con ella. —Debe ser anticlimático saber que el Suprime-Control es solo una niña sin Control. —Bueno… sí. Pero como sobreviviste, quiere decir tus padres tenían razón —se encogió de hombros—: los humanos pueden sobrevivir sin el Control. Es una real molestia para nosotros, Ayn. Décadas y décadas dedicados a hacer lo más dependiente posible a las personas y a ti se te ocurre seguir a tus padres y retrasar nuestra misión. —No puedes acusarme por ello, por seguir un ideal; de alguna forma fui creada para esto, igual que los Servidores. —Oh… eso es un error, el único error que cometiste en tu video. Nosotros no creamos Servidores, ellos son un porcentaje de error que con mucho trabajo identificamos desde niños, para criarlos en la gracia del Control. Si no fuera así, ten por seguro que andarían por ahí siendo asesinos seriales —miró de reojo a uno de los Servidores que lo resguardaban—. Esa es solo una de las ventajas del Control, si no tendríamos gente como tú viviendo en caos. —O sea que les lavan el cerebro. —No. Los educamos, de modo que siguen un ideal real e importante en sus vidas —miró esta vez directamente a uno de sus guardias—. ¿No es cierto? —Así es, señor —respondió el hombre, con una sonrisa—, todas mis acciones apuntan al bienestar de Nexu. —Ellos realmente lo creen —dijo Quiat, satisfecho—. Pero tú, cuando aprietas el gatillo no lo haces por un ideal, o porque fuiste creada para ello; es por simple venganza. Tus padres, las vidas arruinadas de tus amigos del Sistema, la madre de tu amigo Erick, la adicción de Abigail, el Archivista, el Referencista, tu identidad. Quiero que tengas muy claro que todo eso no es culpa del Control que tanto quieres destruir: tus padres fueron imprudentes; tus amigos del Sistema son huérfanos porque sus padres no estimaron correctamente su capacidad económica, al igual que la madre de Erick; 240
Abigail resultó ser débil; los Careos y Dorvy, mal agradecidos; y tú… curiosa —dijo la última palabra escupiendo, disgustado. —Supongo que tienes razón —asentí y me encogí de hombros—, pero si lo piensas… la venganza puede ser más poderosa que la creencia. Saqué el arma de mi pantalón y alcancé a disparar tres balas antes de dejar de sentir.
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34.No había muerto y ese era, sin duda, mi mayor problema. Pasé los siguientes días en una habitación blanca sin poder mover un músculo, amarrada a la cama y sedada la mayor parte del tiempo. Nadie me dirigía la palabra y la gente en batas blancas se limitaba tomarme muestras de sangre y a darme los cuidados básicos. Yo no sabía si estaba herida o perfectamente sana, no sabía si había escapado de alguna forma milagrosa o estaba en manos de los Servidores; no hasta que Quiat pasó por la puerta, un brazo enyesado y un parche en la mejilla. —¿Puedes creer que diste a un Servidor en la cabeza y a mi apenas me rozaste? —sonrió ampliamente—. Gracias a tu error, tendremos que aplazar la Unión solo algunos años; aún estamos experimentando para lograrlo, pero el Control ha sido gentil con nosotros —me miró y a las máquinas a mi alrededor—. Debes estar nerviosa, sin entender por qué aún estás viva. No tenía energía para responder, y él lo sabía. —Como jamás hemos experimentado en alguien como tú…un humano común, sin Control, terminarte sería contraproducente. Así que te vamos a exponer a una de nuestras pruebas más difíciles, algo que solo una persona ha soportado —suspiró con pesar—. Nuestras prueban en ella continúan, y cuando logremos que todos la resistan, la Unión será posible. Aunque a ti solo te freirá un poco el cerebro; digamos que es mi venganza personal por asesinar a mis colegas. Lo miré horrorizada, sin poder expresar físicamente el temor que me hicieron sentir sus palabras; Quiat Harran me estaba prometiendo una tortura como castigo, y lo estaba disfrutando. —Me gustaría que pudieras verte en un espejo, tus ojos están vacíos, porque la gracia del Control nunca ha caído sobre ti. … El sujeto de pruebas de ese día era una joven que no era ni inmigrante ni nativa, que había cometido terribles crímenes contra el Control y se consideraba la mayor amenaza que el país había sufrido en siglos. Muy pocos investigadores tenían acceso a esa prueba, la identidad del sujeto hacía que la concurrencia en la caseta de observación se limitara a cinco personas; tres científicos y dos operadores. Había sido llevada hasta la cámara de exposición en una silla de ruedas estando apenas consiente, vestida con una bata de paciente y una decena de parches que monitoreaban sus signos vitales remotamente; cuando logró enfocarse en su alrededor, sus ojos se ensancharon y comenzó a temblar erráticamente, pero ya había sido restringida con grilletes a su silla. Los operadores la posicionaron al centro de 242
la habitación, frente a un cubo que se elevaba desde el suelo hasta la altura de los mangos de la silla. El sujeto inspeccionó el cubo con la mirada, encontrando solo una superficie lisa de color azul, lo único de color diferente al blanco en toda la habitación, estando incluso ella en un estado macilento. El científico principal, con su brazo enyesado, presionó el botón para hablar por el micrófono. —Ayn —comenzó—, esta prueba no requiere mucho esfuerzo físico; lo único que tienes que hacer, es poner las manos en la superficie del cubo. Cuando cuente hasta tres, vamos a soltar los grilletes de tus brazos. ¿Lista? El sujeto respondió ladeando la cabeza lentamente hacia el vidrio polarizado, donde sabía estaba la caseta de observación; apretó los dientes y su respiración se aceleró, haciendo que las máquinas que la monitoreaban aumentaran su frecuencia. —Si te niegas, puedo ordenar a los Servidores agregar a su lista a unas cuantas personas. Es más, te mantendré viva solo para mostrarte los videos de los asesinatos de tus amigos, tal vez te los muestre en directo —el científico principal sonrió—, o tal vez los lleve a tu habitación para ejecutar el trabajo. Los signos de la joven volvieron a formar un coro disfuncional de sonidos en las máquinas, y luego asintió. —Bien —dijo él—. En uno, dos, tres. Los grilletes en los brazos de la joven desaparecieron y el azul del cubo se volvió fosforescente. Las manos se estiraron temblando, hasta que las yemas de los dedos hicieron contacto con la superficie. —Conexión establecida —dijo una operadora, haciendo correcciones a las válvulas del panel de control—. Las sincronizaciones de hormonas están listas. Esperando la orden para activar la exposición. El científico principal dio una mirada a sus colegas, quieres asintieron. —Activar exposición. A la orden, la operadora accionó el botón. … El dolor avanzó desde las yemas de mis dedos a un punto en mi cabeza, quise gritar pero solo logré abrir la boca y producir un sonido ahogado; mi visión nublada y todos mis sentidos concentrados en ese mismo punto en mi cabeza, como si me estuvieran taladrando la frente. Traté sin éxito de quitar las manos, y me obligué a enfocar la vista para encontrar la causa; estaba atrapada por cientos de pequeños hilos de luz azul, que nacían desde el cubo y 243
avanzaban por él hasta enganchar mis manos y mezclarse en ellas como venas. Se funden, pensé, las luces se funden con mis venas. Levanté la cabeza, luchando contra el impulso de darme cabezazos con el respaldo de la silla; y lo que vi quitó mi atención del dolor por un momento. La habitación blanca había desaparecido, remplazada por un espectáculo de colores y formas vertiginosas, superiores a lo que mi mente era capaz de soportar. Todo bailaba a mi alrededor a velocidades imposibles, produciendo sonidos desgarradores; como mil uñas raspando una superficie lisa. Mi voz encontró su camino y grité hasta que mis pulmones dolieron, tratando de combatir contra esa pesadilla. Harran tenía razón, me estaban friendo el cerebro. Entonces supe quién era esa persona que había soportado esa tortura, a la que los científicos llamaban Expansión de la Conexión; era la única niña Nube que había desarrollado la transferencia de datos a su cerebro en colores, la razón por la que yo quería convertirme en la mejor Nube de Nexu; la leyenda, a quién yo había robado su título, Isis. … El sujeto continuó gritando mientras la prueba se efectuaba, su cuerpo tenso y sacudiéndose para intentar zafarse de las amarras. Las operadoras leían las mediciones de la prueba en voz alta para los científicos, que tomaban notas sincronizadas en la red privada de sus cerebros. El sujeto era más débil que otros en su posición y amenazaba con perder el conocimiento o tal vez la vida; las operadoras le indicaron esta información al científico principal y procedieron a concluir la prueba. El cubo apagó su brillo gradualmente y los hilos de luz soltaron las manos de la joven, al instante sus signos vitales pasaron de llenar la caseta con sonido a ser una línea constante, las operadoras activaron la reanimación y ella volvió a la vida en una serie de convulsiones; que obligaron al equipo médico a entrar en la habitación y proceder a llevársela. … —Tenemos que hacernos a la idea de que está muerta —decía Erick, limpiando las lágrimas de sus mejillas—. Si Protección dice que se suicido, pues la mataron. —Uno esperaría que dejaran de usar esa técnica una vez que todo el país la conoce —dijo Van, golpeteando sus dedos metálicos en la mesa.
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—Mi contacto en Investigación dice que Ayn mató a dos de los científicos del Control y luego vieron que se llevaban el cuerpo —informó Tihn, después de colgar una llamada en su dispositivo. —¿A dónde? —No sabía, o tal vez fue inteligente y no quiso contarme más. —¿Alguien ha hablado con Abi? —preguntó Llass. —Le dejé mensajes —respondió Erick, al tiempo que revisaba su dispositivo por respuestas—. Pero estoy seguro de que ella sabía lo que Ayn planeaba. —¿Qué vamos a hacer ahora? Si nos escondemos y pretendemos que no nos importa la información del video, su sacrificio será en vano —meditó Isaac, un silencio cayó sobre el grupo. —¿Podemos esperar un poco más antes de suponer que está muerta? Por favor —reclamó Nu—. Pero está claro que tenemos que hacer algo, debe haber otros grupos pensando lo mismo. —Sí, pero todos están en silencio; esperando que alguien se las dé de líder —dijo Erick, levantando las manos en el aire—, y no es como que ese sea un puesto muy deseado. —Sé que Ayn tenía contacto con el líder de las Juventudes Nativas Rebeldes, pero ni ellos se manifiestan todavía —murmuró Van. —Bueno, podemos pedirle a uno de los guardaespaldas que nos dé un contacto —razonó Tinh—, mientras tanto, Darel está formando una red de apoyo entre los oficiales de Protección que no están de acuerdo con dejarle el poder del país al Control. Es muy peligroso, pero él insistió en que los oficiales eran habitantes comunes y corrientes; que los perros debían ser manejados por los cargos mayores. —Entonces, tenemos que esperar un líder. … Odan había convocado a Abi a su oficina justo después de que el video de Ayn fuera visto por todo el país; la nativa más joven se había dejado llevar por 245
lo ascensores repasando una y otra vez la última conversación que había tenido con Ayn. —Ese es mi plan —le había comunicado ella, mostrándole un mapa del edificio de Investigación. —Bien, entonces… vas a entrar, lanzar un par de bombas de humo y esperar a darle a los científicos; y cuando todos los Servidores se pongan fuera de la sala y te corten la salida... ¿Cómo piensas salir? —Tendré que improvisar. Y no solo voy a lanzar un par de bombas… ¿no escuchaste toda esa explicación acerca cortar las alarmas de las mentes de los nativos? —le preguntó, y Abi asintió mientras suspiraba. —Ayn, no te voy a dejar salir de aquí sin un plan de escape. —Ya tengo uno para escapar de aquí —bromeó. —Estoy hablando en serio. —Yo también, tienes que entender… jamás había tenido algo tan claro en la vida. Si esto es lo último que tengo que hacer, está bien. Pero prométeme algo, pase lo que pase, aléjate de Odan. Y ahora Abi estaba de nuevo frente a ella, la mujer que era como un espejo que mostraba el futuro. —Sabes que no me interesa el Control o el bien del país en absoluto, soy una mujer de negocios, pragmática. ¿Quién eres tú, Abigail? —Tu clon. —Así es ¿Y por qué crees que yo, una mujer pragmática, tendría un clon? —Ni idea… —Oh, por favor. Piensa. —Dinero, poder. —Sí… aunque fuiste más una inversión con supuestos frutos a largo plazo. Quiat Harran, el sobreviviente de hoy, me eligió entre miles de sujetos de investigación por mis condiciones. Necesitaban replicarme y entregarle a ese clon herramientas que yo no tenía; todo para alcanzar la Unión. ¿Tienes alguna idea de cuáles son esas herramientas? —Abi negó con la cabeza—. Un Control especial, experimental y tan potente, que se esperaba que la persona capaz de soportarlo, sería capaz de mimetizar la Conexión a otro nivel. »Así se crearon cinco clones con variaciones mínimas cada una. Dos de ellas murieron a la semana y las otras tres pasaron el año; por ese tiempo, Isha 246
y Vahe estaban en su investigación contra el Control, y se acercaron a mí pretendiendo amistad para sacarme información; ya que me habían visto entrando y saliendo de la zona restringida de los laboratorios. Cuando finalmente descubrieron lo que estábamos haciendo, estaban horrorizados, y brevemente me convencieron de su causa; me hicieron ver como Harran me había utilizado y que estaba destinando a las clones a vidas miserables. »Entonces financié su laboratorio, donde probaban cómo acabar con la necesidad de las personas por el Control, usando voluntarios que se ofrecían a someterse a procedimientos por cantidades importantes de dinero. Los soltábamos al mundo con la obligación de que no se sometieran a su siguiente dosis de Control; si sobrevivían había éxito, pero nadie jamás lo logró. Los voluntarios comenzaron a decrecer en número y fue necesaria otra forma. ¿Eres familiar con los basureros de Producción? —Tráfico de órganos. —Aunque es cierto, esa es la cubierta sobre la cubierta; tráfico de personas, es más cercano a la verdad. De dónde crees que Investigación saca a sus sujetos para someter a pruebas imposibles de sobrevivir. Bueno, nosotros tuvimos esa necesidad también, y comenzamos a llevar gente al laboratorio… muertos, cada uno de ellos. —Se supone que no eres capaz de matar. —No lo soy, la debilidad de los sujetos los mató a sí mismos. —¿Por qué estás contándome todo esto? —Porque sé que quieres escaparte y juntarte con los amigos de Ayn; crees que tu existencia no tiene mayor sentido, qué te tengo atrapada en una vida horrible. Así que quiero que entiendas... que tu vida podría estar siendo vivida amarrada a una fría mesa de exámenes; tal vez ya muerta, como toda esa gente. —¿Y por qué no lo estoy? —Fuiste la única que logré sacar de ahí; y me detuvieron para llevarte de vuelta, pero ya te había escondido. Aunque resultaste ser un fracaso, ya sabes… inestable; así que en retrospectiva no fue una gran pérdida para ellos. Aún así me detuvieron un tiempo, hasta que se me ocurrió algo para ganar mi libertad. —Los padres de Ayn. —Exacto.
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—Estás diciéndome, que entregaste a los padres de Ayn para ganar tu libertad, cuando siempre pudiste haberme devuelto a Investigación. ¿Por qué…? Ellos eran tus amigos, y yo algo por lo que no sentías nada. —Culpa, tenía más culpa por haber dejado que las crearan que afecto por Isha y Vahe. Además, viéndolo ahora, ellos ganaron… Ayn venció al Control, no solo sobrevivió hasta ahora, sino que se convirtió en una asesina que haría a sus padres orgullosos. Recuerda eso, cuando estés luchando por una causa perdida; los ojos de Ayn brillando con convicción, y los tuyos apagados, sabiendo que nunca llevaras a cabo eso para lo que fuiste creada. —La mayoría de las personas solo viven por vivir; sin buscar las razones por las que fueron creados… creo que no me importa tanto pertenecer a ese grupo. Pero dime… ¿Qué pasó con los otros dos clones?
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35.—¿Un clon? —Una de tres que quedan, según Odan deberían estar aún en Investigación. —¿Y qué vas a hacer? Nosotros estamos estancados. —Nada por ahora —Abi se encogió de hombros—. Bueno, en la Red la gente está dividida; hay quienes no creen una palabra del video de Ayn y los que tienen miedo. La verdad no veo ninguna solución, nadie se va a levantar a pedir explicaciones sabiendo que el castigo para los curiosos por años ha sido la muerte. —Ni siquiera va ha haber protestas por la escases de comida; menos ahora. Y lo único que han hecho los representantes es desmentir todo —dijo Erick, mordiéndose las uñas—. ¿Crees que está muerta? —Se metió a Investigación sin un plan de escape, vieron su cuerpo, no se ha comunicado con nosotros… no hay mucho que creer. —Tuve que haberla dejado quedarse en el laberinto… —Yo tuve que haber ido con ella al Sector VI la primera vez que me lo pidió. Pero no sirve de nada lamentarse ahora, no todavía. Tengo que patear esa piedra. —¿Piedra? —No importa —Abi sacó un papel doblado de un bolsillo—. Ayn dejó esto con indicaciones precisas de solo abrirlo si estábamos en esta situación; es una lista de contactos y de personas confiables. Estás en la lista, por eso te la muestro. —¿Quién es Lun Harran? —Una científica, tenía que ver con el caso que Ayn estaba investigando. —Deberíamos contactarla, tal vez tiene más nivel de acceso que el contacto de Tinh y puede darnos información —Abi asintió—. Oye, ¿dónde te vas a quedar ahora? —Nu me invitó a su departamento. ¿Llass está viviendo contigo, verdad? —Sí, esos dos volaron del edificio de ayuda estatal sin pensarlo cuando terminaron el Centro. Y de la nada les llegaron becas, así que pronto deberían empezar a estudiar de nuevo. —Ha pasado tanto tiempo desde que llegué al Sector… desde que conocí a Ayn. No puedo creer que todo haya terminado así. 249
—Tengo la sensación de que está recién empezando; Ayn nos dio eso… la verdad. Ahora tenemos que hacer algo productivo con ella. … Lun no tardó en darse cuenta de que todas y cada una de las personas que conocía la miraban de forma diferente, incluso sus subordinados más leales; aún así no se dejó sorprender. Nadie quería ponerse en el camino de la hija del hombre que acabada de ser acusado de crímenes terribles, pero que seguía teniendo el poder. La nativa no culpó a nadie por las miradas de desconfianza y los tratos de excesiva amabilidad; ya que era claro, en cada mirada, que ellos sabían que quien estaba en la peor posición era ella misma. Cada noche, Lun les hacía un gesto mínimo con la cabeza a ciertos estudiantes de informática, lo que producía que las puertas de los laboratorios de su Academia se abrieran para ella. Allí, ella trabajaba en el Suprime-Control, creación que requería descifrar cómo era que Ayn había sobrevivido casi diecinueve años antes de… su sacrificio. Así era como Lun prefería recordarlo, en vez de un arranque de absoluta estupidez. Por semanas, había hecho simulaciones en los programas más actualizados de la genética, y en cada ocasión, los factores externos e internos que rodeaban al individuo en estudio lo habían hecho perecer de distintas formas. La más mínima variable hacía que la razón fuera un fallo cardiaco, o cáncer a la piel, o psicosis por no poder soportar la Conexión. No importaba en qué aspecto Lun se basara, simplemente no podía encontrar ese factor imprescindible de la humanidad simple de Ayn que permitiera a un habitante común de Nexu, liberarse del Control. La nativa sabía que Nexu estaría prisionero mientras su vida dependiera de lo mismo que lo atormentaba, pero se estaba viendo superada por esa tarea que no quería legarle a nadie más. Algo entre orgullo y no querer entregar a su carga a otro le impedía pedir ayuda. Y entonces ocurrió, la simulación que lo cambió todo. Eso que les faltaba a los habitantes de Nexu apareció ante sus ojos.
—¿Y… qué es? No tenemos tiempo para suspenso —apremió Abi, sorprendida de que la otra nativa se emocionara tanto hablando de los detalles de su investigación. —Yo creí que tenía que ver con su sistema inmunológico o con su piel, pero en múltiples ocasiones comprobé que ella sufría con el sol y su expediente médico… de niña y desde que volvió al Sistema, mostraba enfermedades recurrentes; resfríos e infecciones que en niños comunes con Control jamás 250
hubieran aparecido. Pero la verdad era mucho más simple que eso. Dime… ¿Cuándo fue la última vez que sentiste miedo? —Ehh… ayer maté una araña en… —No… miedo verdadero; de ese que no es llevado por ninguna lógica. Los libros antiguos lo explican bien, es algo que te imposibilita, que te hace ciego a las posibles escapatorias; algo capaz de privarte de control. ¿Entiendes? —Estás diciendo que lo que hizo que Ayn sobreviviera todos estos años es miedo. ¿Cómo es posible? —Ayn temía al sol, porque sentía que este la dañaba, en consecuencia, se expuso lo mínimo a él; sin miedo, los sujetos de mis simulaciones se confiaban del Control y se exponían al clima dañino. También temía a la tecnología, porque no era capaz de usarla como los demás, ya que no tenía esa predisposición de nacimiento; en consecuencia, no se hizo adicta a algo que su cerebro no podría soportar, y siempre temió a los nativos por nuestra aparente superioridad… excepto a ti, claro. Así hay muchos detalles de su vida que se basan en ese factor. A nosotros, el Control nos ha quitado ese miedo visceral… y nos ha dejado sin protección alguna contra el mundo real. … Ayn temía constantemente que la puerta de su celda, o habitación, se abriera. Cada día esa puerta se abría dos veces; la primera, alguien procedía a hacer un monitoreo en las maquinas que estaban permanentemente adheridas a ella y a alimentarla vía intravenosa, la segunda… parecía ser al azar; a veces, la puerta se abría y tres personas entraban y la llevaban a la habitación del cubo, donde le causaban tal dolor que, sin falta, ella perdía la vida por un momento antes de que la reanimaran; otras veces, la puerta simplemente se abría, y ella aguantaba la respiración esperando que alguien la cruzara, pero no ocurría. La torturaban con ese pequeño detalle cada día; ese era el momento culmine, el de la verdad. Por eso, cuando la puerta se abrió por tercera vez ese día, después de una sesión en la habitación del cubo, Ayn no sintió miedo, sino confusión. … La persona que acabada de entrar estaba borrosa, pero no hice mayor esfuerzo en enfocarla. La oí bufar. —¿Qué tan dopada estás, puedes hablar? —Era una mujer, y sonaba más divertida por mi estado que preocupada; respondí con un sonido que logré sacar de mi garganta—. ¿Te acuerdas de cómo te llamas? La mayoría lo olvida por algunas semanas. 251
Pensé con todas mis fuerzas en la respuesta a esa pregunta. “Sí”, quería responder, pero me parecía solo tener una noción lejana de lo que había sido antes de que todo se volviera esa secuencia de la puerta que se abre dos veces al día. Negué con la cabeza, y me arrepentí al tiempo que el movimiento me daba nauseas. —Pobre… —dijo la voz que venía de la silueta—. Eres Ayn Dai… hace semanas Protección te atrapó; la historia oficial dice que te suicidaste. Pero por la red anda ese video tuyo, ese donde se te veía mucho más viva que ahora. Cerré los ojos a un golpe de memorias que solo necesitaban un empujón para volver, cuando los abrí, la silueta estaba más clara. —Abi… —exclamé con fuerza, aunque solo se escuchó un hilo de aire. —No… —respondió Abi, sus ojos entrecerrándose en un dejo de confusión—. Soy el Sujeto 30, me dicen Trei por aquí; por suerte todos los sujetos treinta y tantos ya no están. Abi sonrió un poco y tomó un mechón de hermoso cabello negro para ponerlo tras su oreja, junto al resto de su larga melena; vestía igual que yo, una camisa larga de hospital, bolsas bajo sus ojos. —No eres Abi —razoné al fin, mi voz se quebró y Trei volvió a estar borrosa. —No llores… ¿Quién es esta Abi? —Trei se acercó más a mi camilla y se sentó en un borde, mirando sobre su hombro hacia la puerta. —Alguien a quien quiero mucho. —Bueno, si es parecida a mí, no puedo culparte por enamorarte —se encogió de hombros, bromeando—. Aunque no intentes nada conmigo, mi corazón está con el Sujeto 79. —No es solo parecida a ti… —traté de explicar—, es igual a ti. Eres otro clon de Odan ¿Verdad? Trei dejó de sonreír y me miró ensanchando los ojos. —¿Cómo sabes? ¿Hay otra de nosotras afuera? ¿Has visto a Odan? —Por qué mejor no me explicas cómo es que tú puedes andar por ahí caminando… metiéndote a las habitaciones de otros, mientras yo estoy amarrada a esta camilla. —Bueno —Trei, calmó su exigencia por respuestas por un momento—, he estado aquí desde que me acuerdo; todos me conocen y me dan la confianza para estirar las piernas. Tú eres una asesina ¿te acuerdas? Con una preferencia en científicos —sonrió—, y aquí hay muchos de esos… 252
»A mí me gusta conocer a todos los sujetos nuevos que llegan a estos laboratorios, ayudarlos a ajustarse a la vida aquí; pero a ti te tienen en vigilancia especial, tuve que salir de mi habitación de noche y usar mi llave para entrar. —¿Tienes llaves? ¿Podemos escapar? —No —exclamó, sacudiendo la cabeza y las manos—. A mi hermana le gustan los puzles, acertijos, problemas y esas cosas; así que descifró una forma para abrir las habitaciones, no las puertas para salir de los laboratorios. —¿Hermana? ¿Hay otra Abi? … —En una escala de uno a “tal vez”, ¿qué tan segura estás de que Ayn está viva? —Ya te dije, no tengo el nivel de acceso necesario para bajar a esos laboratorios; pero algo raro pasó el otro día. Estaba en mi oficina y recibí un mensaje por la red de una fuente encriptada, decía: El Sujeto 278 solicita cambio de habitación. —¿Eso tiene que significar algo? —No hay Sujeto 278 en los registros a los que puedo acceder, y nadie se refiere a mí por un cambio de habitación, es obviamente una llamada de auxilio. Creo que Ayn encontró una forma de comunicarse pero está tratando de protegerme también. —¿Y qué hacemos? No podemos comunicarnos de vuelta. —Esperamos. … —Sabes que te van a dormir con tranquilizantes si pones un pie fuera de tu habitación. —Por eso lo voy a hacer cuando no haya nadie cerca, en la noche hay solo un guardia ¿verdad? —En esta parte… donde están los dormitorios. No sé más allá de la puerta grande. —No te preocupes. Tú solo ven mañana en la noche y corta las drogas de la sonda. ¿Tu hermana está de acuerdo con lo de la llave? —Está trabajando en eso, pero cree que son para mí. Le dije quería ir al laboratorio de al lado para ver al Sujeto 79, lo transfirieron hace algunos 253
meses. Preferí no contarle que te estoy ayudando, ella puede ser un poco… estricta con las reglas. —Reglas… creí que a ella le gustaba romper las reglas. —Me refiero a nuestras reglas. Una de ellas es mantenernos vivas, y ayudar a una criminal sentenciada por los Servidores no ayuda mucho a eso. —Aún así me estás ayudando, ¿por qué? —Quiero pedirte algo. Cuando estés allá fuera, quiero que le digas a nuestra hermana Abi que existimos; que si algún día las cosas cambian, que venga a buscarnos. —¿Segura de que no quieres escapar conmigo? —Y vivir escondiéndome de los Servidores… gracias, pero no. —Bueno. Acuérdate de enviar ese mensaje; todo tiene que estar coordinado. … Lun recibió el siguiente mensaje una tarde en su laboratorio. “El Sujeto 278 está listo para el traslado; se requiere asistencia en la Compuerta 13 esta noche.” La nativa no perdió el tiempo y contacto a los estudiantes de informática que se divertían desde el edificio de dormitorios de la Academia. El grupo mostró resistencia, temerosos de la petición de Lun. —Jamás hemos abierto puertas con ese nivel de acceso, no creemos que ser capaces. —Pueden intentarlo, al menos. —Sí, pero necesitaremos ayuda física en el lugar del crimen. ¿Tienes conocimientos de los algoritmos del sistema de seguridad EXIS? —No. Pero conozco a alguien… estén listos para esta noche. … —No voy a dejar que mi hermano se meta en esto —exclamaba Abi en un susurro; aunque toda la conversación ocurría en su mente, y el canal estaba fuertemente resguardado. —Sabes que técnicamente no es tu hermano, es… tu hijo. —Eso no ayuda a tu causa… ¿Y cómo es que lo conoces?
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—Leo sus ensayos y publicaciones en revistas científicas; usa un pseudónimo y todo el mundo cree que es un viejo, pero hemos mantenido comunicación y terminé sacándole la verdad. Abi suspiró mental y físicamente. —Nadie va a verlo, mi gente tiene el control de las cámaras, y en la noche este edificio será prácticamente mío. Los únicos guardias están dentro de esos laboratorios y sacaremos a Jonah de ahí antes de que lo vean. Lun sintió a Abi pensar con fuerza. La noche se acercaba y ambas nativas temían que la oportunidad se les escapara; porque el Sujeto 278 contaba con que esa puerta estuviera abierta. … —Listo —dijo Trei después de quitar las agujas de mis brazos y soltar los grilletes con la llave que había fabricado su hermana; un pequeño aparato que emitía ondas en la frecuencia justa para alterar circuitos—. Deberías poder caminar en una o dos horas. —Gracias —murmuré, y me senté lentamente en la camilla. Trei estaba preocupada, su mirada en el suelo y labios contraídos, queriendo decir algo. Ahora que tenía más conciencia, no pude creer cómo había confundido a la nativa que ahora estaba frente a mí con Abi; Trei era más inocente y alegre, su semblante era completamente diferente y me miraba de una forma a la que no me podía acostumbrar viniendo de esos ojos, como una amiga. —¿Qué pasa? —Echo de menos a Abi. Trei sonrió y sin aviso, me dio un beso en la frente. —Esto va a funcionar, estarás con ella esta misma noche —movió su mano izquierda y miró hacia la puerta, su expresión se volvió sombría—. Me tengo que ir a mi habitación. Suerte. La vi encaminarse a la puerta cuando esta se abrió de repente, y ahí, en la entrada, otra Abi hacía ingreso. —Oh… no. Trei ¿Qué hiciste? —la recién llegada me miraba casi con horror, su cabello y ropa exactamente igual que los de su hermana; la única diferencia eran los ojos, serios y fríos—. ¿Estás ayudando a la asesina? —Sí… pero Vei, ella conoce a otra de nosotras, una Abi. —No me importa si conoce a la original, Trei. No puedes arriesgarte ayudándola. 255
—Bueno, yo… de hecho, conozco a la original —dije. —Dije que no me importa. —Por favor —insistí—, Trei ya había terminado de ayudarme. Si me atrapan jamás diré que las conocí, lo juro. Vei, que supuse era diminutito de Sujeto veinte y tanto, me miró con desconfianza, pero luego se dirigió a su hermana. —Nos vamos, el guardia ya debe estar por pasar por aquí en su circuito — Trei asintió y la siguió a la puerta, antes de salir me dirigió una sonrisa y una seña con la mano. Comprobé con satisfacción que el efecto de las drogas ya empezaba a alejarse, pero aún no podía ponerme de pie. Esperé una hora hasta que finalmente tuve cierto control de todo mi cuerpo, trastabillé hasta la puerta y la crucé haciendo el menor ruido posible; había memorizado el circuito del guardia con ayuda de Trei y tenía al menos cinco minutos antes de este apareciera por la esquina más cercana del pasillo, lugar por el que había pasado muchas veces, pero solo conocía el techo. Me deslicé por las blancas paredes, con las interminables puertas etiquetadas con números de Sujetos; Trei me había explicado que tenía que avanzar en orden decreciente para encontrar la primera puerta que la llave de Vei me permitiría abrir. Cuando finalmente la encontré, una enorme puerta metálica que parecía haber estado sellada por años, una conversación resonó desde un punto de los dormitorios; no podía verlos, pero reconocí la voz de Trei o Vei y un hombre. Me estaban dando tiempo. Activé el aparato y lo adherí al panel que pedía código, hullas y escáner reticular y de tatuaje para abrir la puerta. Tardaría un minuto completo arruinar el sistema, y las voces sonaban cada vez más enojadas; oí pisadas y nuevos intentos de quien ahora parecía claramente Trei de retener al guardia. Decidí entonces que solo había una forma de solucionar el problema. … —Trei, ya te dije… anda a dormir; no puedo hacer contrabando de chocolate otra vez, la última vez casi perdí el trabajo. —Por favoooor… por favor, por favor, por favor… Trei estaba a punto de simular llanto cuando de la esquina del pasillo aparecí con un extinguidor. El golpe en el cráneo del guardia fue tal que rebotó contra una pared antes de caer al suelo. —¡Estás loca! —Exclamó Trei en un susurro, al tiempo que su hermana salía de la habitación con la etiqueta de “Sujeto 29” y se cubría la boca con horror—. 256
Pude haberlo retenido por un minuto más, ahora cuando despierte va a saber que tuve algo que ver. —Sin ofender, pero creo que tu actuación te delataba sin mucho esfuerzo — me defendí, encogiéndome de hombros—. Ahora, si me disculpan… Comencé a darme la vuelta, aún sosteniendo el extinguidor, cuando una mano en el hombro me detuvo. —No tan rápido, no puedes dejarnos aquí con un guardia inconsciente —era Vei, que aunque parecía enojada, escondía algo en la mirada. —¿Qué… quieren venir conmigo? Las clones se miraron por un segundo y, como si se hubieran comunicado telepáticamente, ambas me miraron y asintieron. … Abi, Lun y Jonah estaban de cabeza sobre los paneles de la compuerta 13, el niño haciendo cálculos a una velocidad sorprendente mientras los tres se mantenían en conferencia con los estudiantes de informática. Erick estaba vigilando la entrada e Isaac, desde su casa, los mantenía actualizados en los recorridos de los oficiales de Protección en la Ciudad. Después de media hora de gritos mentales entre los nativos atendiendo el panel, la luz roja se volvió verde. La compuerta estaba abierta, ahora todo dependía de Ayn y de quien fuera que la estaba ayudando allá dentro. Dos horas pasaron en las que el equipo de rescate se sentó a esperar. … —¡Corran corran corran! —grité a las hermanas mientras escuchaba múltiples pasos a nuestras espaldas. Los guardias de hace tres laboratorios nos estaban siguiendo y no dudaba de que ya hubieran dado alarma a Protección y a los Servidores. La siguiente puerta nos llevaba al último pasillo antes de la compuerta; y era dónde los guardias esperaban encerrarnos. Vei se cargó en la puerta y la abrió de golpe, yo levanté el extinguidor y antes de siquiera ver si había un guardia al otro lado, lo lancé con todas mis fuerzas por el aire; escuchamos un quejido seguido de dos golpes en el suelo. Cruzamos la puerta y la cerramos poniendo el pesado cuerpo del nuevo guardia inconsciente como obstáculo. Luego seguimos corriendo por el pasillo, hasta que finalmente la compuerta apareció ante nosotras. …
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La enorme compuerta empezó a abrirse de abajo hacia arriba, desapareciendo en el techo lentamente; pero antes incluso de que llegara a la mitad de su recorrido, tres personas rodaban por el suelo, gritando. —¡Corran corran corran! Al mismo tiempo Isaac gritaba las noticias a su dispositivo; todas las unidades de Protección iban al edificio de Investigación.
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36.Me detuve en seco contrariando mis gritos; al otro lado de la compuerta nos esperaba no solo Lun, sino que también Jonah, Erick y Abi, que estaba igual o más sorprendida que yo, al ver quienes me acompañaban. —¡Tenemos que correr! —escuché a Erick, que se acercó a mí y me tiró del brazo. Por varios minutos lo seguí sin saber nuestro destino, solo distinguiendo su espalda, paredes blancas o metálicas y personas corriendo a mi alrededor; mis piernas y pulmones reclamaban por la súbita actividad física, que se había visto reducida a nada en las semanas que había estado en los laboratorios de Investigación, mas una desesperación colectiva me instaba seguir avanzando, ignorando el dolor en los pies descalzos y los mareos que me golpeaban sin aviso. Erick tuvo que haber notado mi dificultad para seguirlo, porque se volteó a mirarme en su carrera. —¡Vamos Ayn, ya casi llegamos! Yo quería preguntarle a dónde íbamos, porque obviamente no habíamos salido al exterior, pero apenas podía coordinar mi respiración y pasos al mismo tiempo. —¡Aquí! —gritó Lun. Y de la nada, estábamos en un ascensor, moviéndonos a toda velocidad. Erick me sostuvo cuando casi salí volando por las sacudidas del ascensor, que se movía indistintamente a todas direcciones; los siete pasajeros iban sentados en suelo, afirmándose entre ellos y jadeando después de la carrera. Busqué a Abi y la encontré dirigiéndose hacia mí, lanzándose a un abrazo antes de decir nada. Decidí entonces que todo estaba bien, que pasara lo que pasara, si después de cualquier catástrofe podía volver a abrazar a Abi, todo estaba bien. —Lamento interrumpir, pero tenemos que hablar —dijo Lun, sacudiendo su mano izquierda—. Primero ¿Quiénes son ellas y por qué son iguales a Abi? Segundo, pareciera que te vas a desmayar en cualquier momento, así que recuéstate… alguien pásele una chaqueta; y tercero, tenemos como una hora de viaje, vamos a llegar a los pisos inferiores de la maza de edificios de la Ciudad, podemos forzar la entrada en cualquier departamento y esconder ahí a Ayn. Todos asintieron, me dejé arropar por la chaqueta de Erick y me recosté con la cabeza en las piernas de Abi, que ahora se había permitido dividir su atención entre mí y las otras dos clones.
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—Ellas son como yo —respondió Abi a la primera pregunta de Lun—, clones de Odan. Es… un gusto conocerlas, yo supe hace poco que no era la única. Trei sonrió y Vei entornó los ojos, la primera luego dio un codazo a su hermana y se presentó. —Ella es Vei y yo Trei, nosotras también creímos que éramos las únicas hasta que Ayn me confundió contigo. —¿Y nunca han estado fuera de los laboratorios? —preguntó un sorprendido Erick. —No corporalmente —respondió Vei—, solo conocemos el exterior a través de la Red. Por ejemplo, conozco el mecanismo de estos ascensores, y puedo acceder a sus recorridos; pero jamás había estado en uno. —¿Eres una especie de hacker? —No, todas mis indagaciones en la Red están permitidas por el Control; es lo que me hacían hacer allá en el laboratorio, aparte de las pruebas de Expansión. Sentí un escalofrío al recordar las pruebas de Expansión, y se me hizo increíble que las hermanas pudieran soportar esa tortura durante toda su vida. —Vei es la genio —dijo Trei, sonriendo—. A mí me dejaban tranquila la mayor parte del tiempo. —Dudo que eso sea verdad —intervino Jonah, haciéndose presente de un momento a otro—. Cuando veníamos corriendo noté que ibas al lado de Lun y sabías exactamente el camino, que no te preocupaste de mirar hacia atrás en ningún momento para ver si tu hermana iba tras de ti. Es porque lo sabías, sabías exactamente cada detalle. Trei se quedó mirando al niño sin sorprenderse y se encogió de hombros. —Tienes razón, Jonah... quería ahorrar a tus amigos esa explicación. —¿Qué quieres decir? —inquirió Lun, deteniendo las conversaciones que llevaba en la Red. —Los científicos nunca pudieron descubrir la razón —comenzó Vei, explicando por su hermana—, pero ella siempre ha podido… saber cosas, escuchar lo que otros piensan. —No todo —se apresuró a decir Trei, levantado las manos—, funciona como un presentimiento. Por ejemplo, al pasar por fuera de la habitación de Ayn, supe que sería positivo ayudarla; pero no me imaginé que terminaríamos escapando de los laboratorios. 260
—Y los científicos trataron de acrecentar esa capacidad ¿verdad? — pregunté, asimilando rápidamente la facultad de Trei; mientras los demás entornaban los ojos y se miraban incrédulos. —Sí, trataron de que estableciera una comunicación estable con alguien, pero nunca funcionó. Una capacidad así es una de las cosas que les falta para alcanzar la Unión, así que siempre trataron de descubrir la razón, para mejorarlo y replicarlo. —Entonces me alegra haberte sacado de ahí. La conversación continuó, escuché a Abi hablando con las clones y a Erick comunicándose con Isaac por un dispositivo. Me había acostumbrado al movimiento del ascensor y acurrucándome en la chaqueta, me permití dormir. … —¿Sabes en qué piso estamos? ¿O qué tan profundo en la maza? —Ni idea, también cortaron la Conexión de todo este sector, no me puedo contactar con nadie. —¿Podemos abrir la puerta, salir de aquí? Abrí los ojos y traté de entender la situación. El ascensor estaba detenido y Erick, Vei y Lun estaban de pie, forzando la entrada con un fierro. —¿Qué pasó? —pregunté mientras me sentaba, Abi estiró las piernas entumidas y me dirigió una mirada preocupada. —La gente de Lun perdió el control del ascensor, y nos cortaron las comunicaciones. Estamos atrapados —apuntó a las esquinas en el techo—. Y creo que las cámaras están funcionando. —Podrían dejarnos aquí hasta que se acabe el oxígeno —aventuró Trei, abrazando su rodillas—, o abrir la puerta y acribillarnos. —¿Eso es un presentimiento o estás viendo el futuro? —cuestioné, poniéndome de pie. —Yo presiento el futuro… Abi y yo nos miramos y decidimos ignorar a Trei por el momento, nos acercamos a la puerta. Ahora solo Erick y Lun forzaban la puerta, Vei sumida en una conversación con Jonah. —Aunque abran la puerta, de seguro estamos en medio de pisos y solo encontraremos cemento —decía Vei—. Necesitamos retomar el control, aunque sea brevemente. 261
—Protección cortó la conexión, por eso la gente de Lun no puede controlar el ascensor por la Red, eso quiere decir que ellos tampoco pueden manejarlo —razonó el niño—; pero deben estar tratando de tomar el control de forma manual, mecánicamente. —¿Cuánto puede tardar eso? —No mucho, si acabamos de detenernos… unos quince minutos. Vei asintió y se dirigió a mirar el panel del ascensor; todas sus luces apagadas. —Lo primero es darle energía —dijo la nativa—. Una vez encendido, puedo hacerlo moverse hasta el piso más cercano. —¿Y de dónde vamos a sacar energía? —pregunté, sorprendida de la decisión en la voz de Vei. —Somos cinco nativos… ¿Cómo crees que nuestros cuerpos hacen funcionar todo lo que está aquí? —apuntó a su cabeza—. Tenemos que recargarnos una vez a la semana. Vei sacó un destornillador de la nada y por los siguientes cinco minutos, se dedicó a quitar la cubierta del panel y a cortar y unir cables; cuando hubo terminado, sostenía dos puntas de cobre y le indicaba a los nativos lo que debían hacer. —Necesito que los puntos de entrada de datos de sus muñecas hagan contacto entre sí —explicaba, tomando por los hombros a Lun y posicionándola en un extremo, dándole a sujetar un extremo de cobre. Luego tomó las muñecas de Trei y Jonah y las unió por el punto dorado característico de los nativos —. Así… repitan eso. Finalmente, ella tomó el otro extremo de cable y la muñeca de Abi. Todos los nativos, menos Trei, sostenían una mirada de escepticismo, mientras Erick y yo tratábamos de no reír por la curiosa escena ante nosotros. —Eh… ahora, traten de vaciar sus mentes, sino no podré controlar el voltaje y podríamos… bueno, explotar. Los nativos, fieles a su naturaleza lógica, solo dedicaron un segundo al pánico antes de cerrar los ojos y dejar que Vei manejara el flujo de energía desde ellos hacia el ascensor. —Así que también son baterías humanas… —comentó Erick, al tiempo que un sonido grave y gradual ascendía en volumen. Luces comenzaron a titilar y una fuerte sacudida precedió a un movimiento suave, que nos llevó una
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distancia desconocida hasta detenerse; el ascensor luego abrió sus puertas y los nativos se soltaron, sacudiendo las manos. —¡Funcionó! —exclamó Lun, y al dar un paso hacia la salida, se tambaleó y cerró los ojos con fuerza—. Wow… ¿Cuánta carga perdimos? —Como un ochenta por ciento —dijo Vei, apoyándose en la pared del ascensor—. Salgamos de aquí, Protección puede retomar el control en cualquier momento. Todos comenzaron a salir del ascensor hacia un pasillo que parecía no haber recibido humanos en décadas, las paredes que en algún momento habían sido color pastel, ahora eran café y mohosas, humedad en la juntura entre en techo y la pared. Comencé a pasar una pierna hacia el pasillo, cuando una mano me agarró de la chaqueta y tiró hacia atrás; sentí una punzada en el brazo y perdí el equilibrio, cayendo al suelo. Antes de que una exclamación se formara en mi mente, la imagen del pasillo se había borrado y todos mis órganos tardaban un momento en ubicarse por la fuerza de la subida. Estábamos subiendo a toda velocidad. Miré hacia atrás y encontré a Trei, sujeta de las paredes y con una expresión de terror. Mi primer instinto fue acusarla de haberme traicionado, obligándome a quedarme en el ascensor; pero no necesité mucha reflexión para entender lo que había pasado. —¡Me salvaste de cortarme a la mitad! —grité sobre el rugido mecánico del aparato, ella asintió, pero su expresión distaba de estar feliz por ello. —¡Lo… lo siento, tuve que haber actuado cuando recién llegó el presentimiento! —no comprendí lo que quería decir, pero entonces ella apuntó hacia mi brazo derecho. Lo primero que vi fue la sangre en el suelo, luego en la mano, en el antebrazo… había tanta que no podía dimensionar el real daño; pero claramente faltaban algunos dedos y parte de la mano, había algo extraño en la forma de mi codo y en ciertas partes podía ver el hueso. La imagen del brazo destrozado parecía lejana y borrosa, como si estuviera soñando un recuerdo; necesitaba algo para que fuera real, algo que no estaba ahí. No sentía dolor. Miré a Trei y traté de comunicárselo con la mirada, ella se acercó a mí y tomó los restos de la manga de la chaqueta de Erick, hizo una tira larga de tela y la amarró a la altura de mi hombro. Seguíamos subiendo, a veces había una vuelta hacia la derecha, y luego seguíamos subiendo. —¿Por qué no siento nada? —pregunté, sin saber si agradecer que de alguna forma extraña me estuviera ahorrando el dolor, o entrar en pánico. 263
—Soy yo… lo estoy bloqueando —explicó Trei, mirando al suelo. —No… no puede ser, te creo que presientas el futuro, pero eso es imposible. —Te acuerdas que te conté que Investigación trataba de expandir mi capacidad —asentí—, pues lo lograron… solo que les mentí, saboteé sus experimentos una y otra vez, para que no avanzaran en la Unión. Solía entrar en las habitaciones de otros sujetos mientras sufrían después de las pruebas de Expansión y bloquear el dolor; de paso aprendía sus vidas, cómo habían llegado ahí, secuestrados desde fuera de Nexu. Pero eso requiere tiempo y energía, así que no te preocupes, no te estoy leyendo la mente. Traté de aceptar la revelación de la nativa, pero me encontré dudando cada palabra. Aun así Trei estaba exhausta después de haber perdido su carga para hacer funcionar el ascensor, la vi apoyar la espalda en la pared de metal y cerrar los ojos. Todo a nuestro alrededor se sacudía, y empecé a pensar que tal vez no nos detendríamos jamás. Finalmente la mayor sacudida de todas nos hizo rebotar, las puertas se abrieron y una luz cegadora se coló por ella. —¡Suelten sus armas, levanten las manos y salgan del ascensor! —gritó una voz autoritaria. Nos pusimos de pie y nos miramos, sabiendo que habíamos perdido. Avanzamos hacia la luz y los gritos, que continuaban repitiendo su discurso; al otro lado nos esperaban una enorme azotea y al menos una docena de personas. Tras ellos había enormes focos que apuntaban directamente hacia nosotros, y aunque veía casi solo sombras, reconocí chaquetas de oficiales de protección y en un número reducido, hombres y mujeres vestidos formalmente. Levanté la mano sobre la que tenía control y traté de bloquear la luz, y a mi lado Trei hizo lo mismo. —Así que te salvaste por poco —dijo una mujer que se abría camino entre los oficiales, poniéndose delante de todos ellos—. Es de verdad increíble lo lejos que has llegado. Recuerdo haberle insistido a Harran que te subestimaba habiéndote dejado con vida. La silueta era muy alta, cabello largo y levemente ondulado adornaba la cara que no podía distinguir. El miedo me detuvo de hacer cualquier tipo de comentario, segura de que ese era el momento del final; que no podía ocurrir nada que me salvara. —Vas a morir, Ayn —concluyó la mujer—. Y hemos traído a la persona indicada para hacer el trabajo. ¡Ven aquí! 264
La multitud de oficiales y Servidores hizo un camino y alguien avanzó lentamente, tan lentamente que la mujer gritó un par de veces para que se apresurara. La nueva silueta se paró a un lado de su jefa, quien miró hacia atrás. —¡Las luces! A sus palabras, los focos se apagaron, dejando que nos iluminara el sol del amanecer; era realmente una vista hermosa y terrible, el océano de edificios que se expandía a nuestro alrededor, esa masa gris que parecía no acabar en el horizonte. En otras circunstancias yo me hubiera maravillado con la vista, pero entonces enfrentaba a la persona que iba a matarme, ahora no una silueta, sino que mi hermano. Adam. —¡Esa era la expresión que quería ver! —gritó la mujer. Adam, vestido de traje formal y con una expresión neutral, me miraba a los ojos. Estaba tan confundida que simplemente paré de pensar, me dejé caer de rodillas y la mano que antes me cubría de la luz ahora apretaba mi cabeza; mi corazón sonaba en mis oídos, mis ojos quemaban. —Creí que nos ibas a lanzar un millón de preguntas —continuó ella, decepcionada—. Te daré respuestas igual. Adam, explícale a tu hermana qué está pasando aquí. Levanté la vista para ver a Adam asintiendo, su expresión inmutable. —Soy parte del margen de error del Control —comenzó—, lo supe cuando estábamos en el orfanato. Una tarde, en el patio, tú le contaste tu apellido a una de las cuidadoras; ella estaba aterrorizada… y supe que iba a entregarnos por ser los hijos de los traidores. Entonces tomé una roca y la golpeé hasta ya no se movió. Nadie me vio, más que tú. »Eso creía al menos, pero los Servidores siempre tenemos una forma de saber. Me encontraron cuando escapaba; me mostraron la misión que el Control tenía para mí, el único problema eras tú. No solo me habías visto matar a esa mujer, sino que también tenías la respuesta al Suprime-Control. Tenían que terminarte, no había duda acerca de ello; pero yo rogué por tu vida y te dieron una oportunidad. »Mi trabajo como Servidor consistió en contenerte, en protegerte de la verdad. Me dejaron vivir una vida normal, me hicieron simular que estábamos fuera del sistema para darte una personalidad rebelde, yo debía dar informes de todos tus movimientos. Y luego empezaron las peticiones… te querían en el Sistema; tenías que conocer a Abigail, no soy consciente de esa situación, pero 265
eras parte de las pruebas que ella debía realizar. Yo no quería perderte, así que hice todo lo posible para evitarlo; tuvieron que arrestarme para que ocurriera. No me mataron en esa ocasión porque aunque estaba fracasando como Servidor, podía ser útil para ti en el futuro. Luego Odan me ofreció integrarme al Núcleo a cambio de mi libertad. »Ya sabes lo que ocurrió después. Desde que Odan me entregó a los Servidores, he estado trabajando como uno. Por eso estoy aquí. Te saliste de control, rompí mi promesa de contenerte; debo matarte. Asentí, Adam acababa de narrar como mi vida había sido siempre manejada por el Control, pero ya no importaba. —Ayn… Ayn, mantén la calma —Trei resonó en mi cabeza, y sin moverme de mi posición en el suelo, supe que ella estaba poniendo las palabras en mi mente—. Hay una oportunidad. —Ya terminó, Trei —respondí, pensando las palabras, sabiendo que ella podía escucharme. —No, es un presentimiento… algo va a pasar. Levanté la mirada y escaneé la azotea, todo seguía igual, solo que Adam estaba sacando un arma de su chaqueta; se acercó varios pasos hacia mí y me apuntó. Cerré los ojos y esperé. —Hazlo —ordenó la mujer. Todos mis músculos se tensaron y temblé con violencia, aunque sudaba cuantiosamente por cansancio y miedo; mis dientes rechinaban por la presión de mi mandíbula mientras esperaba. Pero pasaban los segundos y yo seguía viva—. ¡Hazlo! Nada. Abrí los ojos una vez más, Adam me miraba, la expresión neutral inexistente. —Perdóname… —murmuró entre lágrimas, y se dejó caer de rodillas también, apuntando el arma a su cabeza. Tres cosas pasaron al mismo tiempo; Adam disparó, Trei gritó ¡Ahora! y yo era forzada a levantarme de un tirón. No alcancé a ver el cuerpo de mi hermano caer al suelo, corríamos al borde más cercano de la azotea mientras decenas de disparos llovían a nuestro alrededor. Sentí un pinchazo en un hombro y un costado, pero no me dolía, lo que me permitió seguir corriendo. Trei me tiraba del brazo y vi balas entrando a su espalda, ella si parecía sentir dolor, pero ya estábamos ahí, en el borde. Tiré a Trei en el último tramo y saltamos.
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Caímos varios metros antes de alcanzar los primeros tubos. Los golpes que recibía al chocar con los metales me quitaban la respiración, me mareaban y confundían, pero no me dolían; a veces veía a Trei varios metros más abajo, cayendo al igual que yo. Ninguna de las dos podría detenerse hasta que llegáramos donde la cantidad de tubos era más densa, aproximadamente a la mitad del edificio. … Terminé colgando con la cabeza hacia el suelo, Trei a mi izquierda respiraba con dificultad. Me encaramé con dificultad, tratando de avanzar hacia la nativa, pero casi resbalé con la sangre que cubría los tubos cerca de ella. —Hasta… aquí… llegué —dijo, usando el aire de cada exhalación para hacer audible cada palabra. Por fin logré llegar a su lado, comprendiendo que no había nada que hacer por ella, tenía muchas más heridas de las que había notado en un principio y un hilo rojo salía de la comisura de su boca—. Yo… todavía creo… que salvarte va a traer algo bueno. Levantó un brazo y limpió las lágrimas que caían de mis ojos. No sabía si lloraba solo por Trei o también por Adam, y por Dorvy, y por Careo; o si en realidad estaba siendo egoísta y lloraba por mí, porque ya no tenía nada. —Prepárate… —susurró, y no tuve oportunidad de preguntarle a qué se refería; porque ya no estaba ahí. Entonces entendí. Sentí todo el dolor que Trei había estado bloqueando hasta entonces, grité por varios minutos sin saber qué era lo que me dolía más; pero después de momentos agonizantes, decidí que era el brazo, que se había convertido en un bulto informe e inútil. Bajo cualquier otra circunstancia, me hubiera rendido, pero lo único que me quedaba en ese momento era seguir dejándome caer. Me despedí de Trei con un beso en la frente y comencé a bajar. … Al caer al suelo, no solo mi brazo, sino que todo mi cuerpo era un bulto inútil. Después de lo que me parecieron horas respirando polvo del suelo, logré sentarme y mirar a mí alrededor. Estaba en un lugar que jamás había visitado, según lo que había visto en la azotea, muy profundo en el laberinto. Miré hacia arriba, el cuerpo de Trei colgando muy alto entre las paredes del laberinto. Sabía que los Servidores irían a buscarme, no me extrañaba que un grupo de ellos apareciera en alguna esquina en cualquier momento; ellos tenían la ventaja, porque sabían exactamente dónde estaba… de qué edificio había caído. Si quería tener alguna oportunidad, necesitaba moverme.
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Sin poder evitar quejarme en voz alta, logré ponerme de pie y avanzar, no importaba hacia dónde, porque no tenía punto de referencia. El miedo me indicaba que tenía que seguir adentrándome en los pasillos, el peligro estaba cerca. Creí imposible notar algo más que el dolor en ese momento, pero también sentía mucho frío, solo vestía la camisa de hospital y la chaqueta de Erick, mis pies descalzos sintiendo cada piedra. Escuché pasos luego de avanzar unos metros, estaban detrás de mí, y en un intento desesperado comencé a correr, pero pronto me resbalé y caí sobre mi tobillo. Incapaz de volver a pararme, me arrastré hasta una pared y traté de hacerme más pequeña, pegándome al suelo. Pasos doblaron una esquina y la luz de una linterna me atrapó. La silueta dueña de la luz estuvo unos segundos quieta, hasta que se acercó lentamente. La dueña de la luz era la misma mujer de la azotea, que se agachó a mirarme con una sonrisa. La acompañaban dos más, uno de los cuales reconocí como Nilum. —Hagamos esto rápido, la última vez… hablar mucho nos pasó la cuenta. Volvió a ponerse de pie y retrocedió un poco, levantó el brazo con un arma apuntándome a la cabeza. Durante una fracción de segundo, todo se iluminó, y yo sentí el impacto en mi cráneo, pero mientras caía algo extraño pasó… la mujer ya estaba en el suelo, y otra arma volvía a dispararse. Pero no importaba, todo se iba a negro… estaba muerta. … —¿Qué?... No Ayn, no estás muerta. Nilum te salvó. Traté de reconocer la voz… era Tinh. Todo lo que escuchaba era a Tinh y un constante y agobiador sonido mecánico, creo que desperté porque ya no soportaba el ruido. Abrir los ojos se sintió como la peor idea del mundo, la luz atacándome sin compasión. —¿Dónde estoy? —pregunté, pero ningún sonido salió. Aunque Tinh pareció captar la esencia de la pregunta, porque respondió. —En mi clínica. Eres el secreto mejor guardado de Nexu. —Creí que me había llegado una bala a la cabeza —dije, esta vez logrado un poco más que oscilación del aire. —Sí, pero según Nilum, le disparó a la mujer justo antes de ella lo hiciera, así que la bala se desvió —se pausó un momento, mirándome con preocupación. Se removió en su silla antes de seguir hablando—. Perdiste un ojo. 268
Entorné los ojos sin comprender. Ambos estaban ahí… veía perfectamente; veía incluso mejor de lo que recordaba… los colores vibraban. Respiré profundamente al caer en la realización de lo que pasaba. —Me pusiste un ojo biónico —murmure, y luego grité—. ¡Me pusiste un ojo biónico! Sin intentar controlar el horror que sentía, llevé ambas manos a mi cara, sin saber qué hacer, sin saber cómo quitármelo. Pero entonces mi brazo brilló y zumbó al moverse. —Parte del brazo aún servía —me informó Tinh, tenso—, por eso hay partes metálicas y otras no. Lo mismo con varios huesos y un par de órganos. No había otra forma de salvarte. … Tinh tuvo que reparar el brazo varias veces antes de que yo me cansara de destruirlo, el ojo era diferente… intentar sacarlo causaba mucho más dolor que romper los tres dedos metálicos de la mano una y otra vez. —¿Quiénes saben que estoy viva? —pregunté, después de semanas de haber despertado. —Solo Nilum y yo. —Bien. ¿Y cómo están los demás? —Vivos… pero Protección investigó un tiempo a Erick, porque reconocieron su chaqueta cuando la estabas usando. —¿Protección reconoció la chaqueta de Erick? —Bueno, es una chaqueta de Protección, así que llama la atención. Pero sí, ellos saben todo acerca de todo, excepto los detalles; y eso ha resultado ser lo más importante. Nilum apareció una noche, su cabello teñido negro y unos lentes oscuros. —¿Qué le pasó al estilo? —bromeé. —Ayudó a la persona más buscada del país y mató a su jefa —respondió sonriendo—. ¿Cómo te sientes? —Bien… pero no entiendo para qué me están arreglando. No creo que sea para darme una vida normal nueva. Nilum suspiró y se sentó en una silla al lado de mi camilla.
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—Supongo que ya sabes parte de la historia. Careo, Dorvy, tus padres y un grupo de Servidores teníamos en común nuestro disgusto con el Control; así que cuando volviste a Nexu, comenzamos a cuidarte. Yo era un niño, pero uno de mis superiores en ese tiempo formaba parte de este grupo, él intercedió en dejarte con vida, luego me envió a convencer a tu hermano de llevarte con un doctor para que te borrara la memoria. Es un tratamiento bastante simple en niños, y también muy ilegal… llegó al país del extranjero. —Así que por eso no me acuerdo de nada… —me reí sin humor—. ¿Y entonces por qué empezaste a darme todas esas pistas? —La pérdida de memoria siempre te protegió, y ni Dorvy ni el Careo anterior al anterior querían quitarte esa protección; ellos querían dejarte vivir una vida normal. Yo no, pero tenía que ser muy cuidadoso. —¿Y logré lo que querías? —Por supuesto… nunca lo dudé. Expusiste al Control y tienes a una científica infiltrada trabajado en el Suprime-Control. Lamento que tu vida se haya arruinado en el proceso. Me encogí de hombros, quitándole importancia. —Mejor preocúpate de los inocentes que han muerto; podrían estar bien si solo te hubieras callado. No me importa que me hayas salvado, la próxima vez que te vea no vas a salir vivo. Nilum asintió. —Tengo algo para ti —dijo después de un momento, sacó de su bolsillo una pastilla—. Si tienes algún interés en recuperar tus memorias, tómate esto. La palabra que el doctor uso para crear el gatillo que te imposibilita recordar es “Dai”; repítela sin parar después de tomarte la pastilla… no importa cuánto miedo trate de detenerte. Y… —se sacó la mochila que llevaba a la espalda y extrajo el libro de cubierta roja de Dorvy y me lo entregó— ¿Reconoces esto verdad? Una vez que tengas tus memorias, lo que dice aquí no te parecerá imposible. Con eso el ex Servidor se retiró, dejándome con una decisión que tomar.
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Epílogo Había aclarado antes de lo que esperaba, los rayos del sol comenzaban a alcanzarme al tiempo que se avistaban las primeras personas en la calle, aún encontraba cada movimiento de la luz hermoso con mi ojo nuevo. Yo estaba de pie en la vereda, sin molestarme por ocultar mi cara; tenía tiempo de sobra, siempre que él fuera puntual. Los nativos que caminaban cerca de mí notaron al fantasma de Ayn Dai de inmediato, algunos ya sacudiendo sus manos izquierdas. Pero era casi la hora y no podía dejar que nada me impidiera disfrutar del momento. En la Ciudad, los ruidos eran tan fuertes como siempre, pero ya no me asustaban en lo más mínimo; ella era una niña que no comprendía por qué nosotros nos empeñábamos tanto en cambiarla y mejorarla a cada momento, ella no era la que hacía los ruidos para jugar con nosotros, éramos nosotros lo que vivíamos ruidosamente. El espectáculo comenzó justo a tiempo. En el momento que escuchaba las alarmas acercarse a mí, todo se detuvo; los nativos dejaron de caminar y miraron hacia todos lados con gestos de horror, los ruidos se detuvieron, las luces de las calles que aún no se apagaban se extinguieron al mismo tiempo. Nunca había presenciado el silencio en mi vida en Nexu, y lo aproveché al máximo los segundos que duró, antes de que la gente comenzara a gritar y correr en pánico. No sabía por cuánto tiempo Iggy mantendría la Conexión apagada, pero no importaba, con solo minuto la gente perdía la cordura. Me reí entre los gritos y escuché que alguien me llamaba desde la calle. Me volteé para encontrar a Sy en su motocicleta, haciéndome gestos para que fuera hasta él. Subí al vehículo sin perder más tiempo. —¿Funcionó? —pregunté con emoción. —Revisa tu misma, la Conexión ya volvió. Me entregó un dispositivo e hice una búsqueda rápida en el archivo digital, comprobé lo que ya sabía. —¿Lista para dejar Nexu? —preguntó el ex Niño Nube, yo asentí y él hizo andar la motocicleta. Surcamos las calles evitando cientos de nativos desorientados, riéndonos por nada en particular mientras hacíamos nuestro camino hasta los límites del país; donde yo emprendería un recorrido hasta un lugar en el que ya había estado hace tantos años, cuando mi madre estaba escapando. Aunque ahora que recordaba, yo sabía que ella no estaba escapando, estaba volviendo a su hogar. 271
Ahora sí estaba lista, porque Ayn Dai ya no existía.
FIN
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