Nuestro amor a Dios

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NUESTRO AMOR A DIOS ¿Cómo corresponder a tanto honor? Ante Dios, como hemos visto, muy difícil, más bien imposible por nuestros propios medios, pero algo que agrada a Dios es la virtud de la humildad, reconocer que solos no podemos, acudir a su divino Hijo y al Espíritu Santo, uniéndonos a su Ofrenda Divina, comprometiéndonos en la Acción de Gracias, hacer la Voluntad del Padre para ser agradables a sus ojos. Lo cita muchas veces el Evangelio. ¿Cómo se puede entender mejor lo que nos pide el primer mandamiento? Amar a Dios sobre todas las cosas. Entiendo que si no faltamos al Amor, que es el mismo Dios, ponemos a Dios sobre todas las cosas, amando su obra amamos a Dios; ser conscientes de esto ayuda y tiene mucho más valor las obras. Dios nos pide la entrega de la voluntad libre y voluntaria, distinta a cada uno de nosotros según su estado; escalonado desde el niño con el uso de su razón, el adulto con su responsabilidad. Esta entrega no es más que para ayudarnos y enriquecernos, es la entrega de la fe que es amor, es abertura disponibilidad hacia Dios, es lo que más nos acerca a Él, es aprender a hacer su Voluntad como lo hizo el D.M. en su vida; hacer que nuestros deseos y pensamientos sean los suyos, para poder obrar como la Santísima Trinidad, unidos ser uno con Él. Esto es dejarse amar por Dios y amarle con fe. Confiemos en Él, que es el Divino Amor, es el Amor del D.M. y que junto a Él en su Ofrenda Divina. Él pide al Padre por nosotros para que nos conceda su Espíritu Santo, que es fuerza y la luz para hacer el bien, porque solos no podemos. El hombre que en su orgullo le cuesta ver y no se somete fácilmente a Dios.


¿Dónde vamos a ir en busca del Amor, de ese amor verdadero, cuando Dios es la fuente viva e inagotable del Amor? El hombre esclavo de su orgullo y del egoísmo se aleje de Dios y no lo encuentra, porque en el orgullo no cabe el Amor y allí no está Dios. Saber amar a Dios intensamente, que lo demás todo viene rodado. ¿Qué sucede cuando no se sabe amar? Que empobrece la fe, en tanto y cuanto nos vamos alejando de Dios, la fe se va apagando porque no recibimos su calor. Igual que cuando nos alejamos de la lumbre recibimos menos calor. Dios ha hecho todas las cosas buenas para el hombre, es él que alejándose de Dios actúa mal y las vuelve malas, como todas las cosas sin Dios, Tarde o temprano decaen, la historia nos enseña y lo vemos bien palpable en el A.T. El hombre debe ser responsable de todos los dones que recibe gratuitamente de Dios. Dios no da estos dones para edificar amando, para que voluntariamente hagamos el bien, no impuesto, pero el hombre se olvida frecuentemente o no sabe, se apropia de los dones y hace lo que quiere con ellos, algo que Dios da para edificar, amando no destruyendo. No sabe disfrutar de la alegría del amor verdadero, aunque cueste, porque no sabe amar, no sabe dónde está la fuente viva del Divino Amor. No nos lavemos las manos tan fácilmente, como muchos dicen que la fe es un don de Dios lo da a los que el quiere. Que es un don es cierto y que se lo da a quien quiere, como y cuando también, porque es dueño y Señor, pero no es menos cierto que Dios no escatima sus dones a quien se lo pide porque su generosidad es Infinita. Ahora bien, lo que pasa es que no sabemos pedir, porque más que pedir exigimos a Dios y esto no agrada a Dios, es desconfianza no es amor y no alejamos de Él. Nos comportamos con Dios igual que niños pequeños, a veces caprichosos y hasta mal educados.


El D.M. en su despedida nos dejó su testamento, nos pidió, “amaos los unos a los otros como yo os he amado” más para nosotros los cristianos añadió una coletilla, “así os conocerán que sois míos”. Con que amor lo diría el D.M., con que amor añadió estas palabras para nosotros y con que amor las deberíamos recoger para ser suyos. Interpreto y entiendo así, la parábola del que recibe igual, tanto el que llega antes como el que llega después, porque el que llega antes se confía, pero el que llega después procura ganar el tiempo perdido y como Dios lo sabe les paga a los dos igual, así sucede. ¿Cómo saber lo que Dios quiere de nosotros? Sencillamente saber esperar, esperar con fe tranquilos, con paz y alegría, alegría sana sinónimo del cristiano, paz y alegría que transparenta a Dios, en la espera se fortalece la fe, parece que no hace nada y se hace mucho. Alertas como los atletas, alertas como cuando se va a coger el tren, que nos encuentre el D.M. dispuestos para Él como las vírgenes prudentes. Saber ver la luz roja o verde. Pedir, pedir no cansarse de pedir, que a fuerza de pedir seamos sinceros. Pedir co humildad, mejor aún ponerlo todo en sus manos con fe, Él no falla. Pensemos un poco, ¿Qué hubiera sido de nosotros sin el designio de Dios? ¿Cómo pues tener desconfianza de Creador? ¿Cómo pretender hacer algo bueno sin Él. Aparentemente puede que sí, pero como el hombre sano que abusa de su salud llega a enfermar, así también el hombre cae, falla sin su Dios. Alegría mucha alegría debemos tener, pensar que estamos inscritos en el cielo con letras de oro, nos enseña el D. M. no por los milagros que hicieron los santos en su nombre, sino por haber escuchado, aceptado y contribuido a la Palabra de Dios, poniéndola en práctica, que es amarle.


¿Qué hacer para poder amar un poco más a nuestro Dios, que busca y mendiga nuestro amor? Nuestro mejor modelo es Jesús el D. M., en el Evangelio hay muchas citas donde Él se apartaba y se iba sólo al monte para orar, como hombre, como uno más, para enseñarnos de esa hermosa contemplación, de orar que es dialogo, es estar con Dios Padre. ESTAR; lo que supo en mí despertar. Estar con un amigo, que alegría le damos ir sin ningún interés ni preocupación, en este estar se logran buenas amistades, lo mismo sucede con Dios. Estar ese rato sólo para Él, es donde se aprende a amar a Dios y a fuerza de estar llegamos a sintonizar con Él. Todo cristiano debe sentirse más o menos religioso, saber estar en una contemplación, es dialogar sin miedo, sentirse normal y llegar hasta gustar de ella. Debemos colaborar para hacer estos dos papeles, el de María (contemplación) y el de Marta (de labor). Tenemos demostración de esta contemplación en Evangelio del Monte Tabor. Aquí el D.M. nos enseña cómo, ha de ser la contemplación: Que es íntima porque escogió a aquellos que más le entendían. Nos enseñó que es muy grato a sus ojos y nos beneficia mucho. Que no puede prolongarse porque estamos en la tierra aún Que es muy íntimo lo que allí se trata, que es su DIVINO Amor, para llenarse de Él para desbordárselo al mundo. Amaos los unos a los otros como Yo os he amado. Las palabras del Señor aluden a la calidad del amor, hemos de amar como Cristo con el. Divino Amor de Dios, unidos conscientes y sinceros como su mismo Amor, como puro don de Dios, entonces nuestro amor se eleve a la categoría de Divino Amor, no por nuestros méritos, sino por el valor de su Ofrenda Divina. El hombre puede amar con ese Amor de Dios, más que en la medida que está unido a su Hacedor. Será nuestra paz y alegría interna, la incrustación o morada de Dios en nosotros, la comunión de vida con Dios


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