Thomas w laqueur sexo solitario una historia cultural de la masturbación

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fNDICE

Agradecimientos .. . ... . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . I. II. III. IV

El comienzo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La expansion de Ia masturbaci6n de Onania a Ia Web . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La masturbaci6n antes de Onania . .. . .... ........................... ............... El problema con Ia masturbaci6n . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . V. Por que Ia masturbaci6n se convini6 en un problema . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . VI . E l sexo solitario e n el siglo XX......................................................... .

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fndice de nombres y conceptos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49 1 .

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AGRADECIMIENTOS

Los libros -o al menos mis libros- esran fntimamente ligados a grandes por­ ciones de vida, a decadas de conversaciones, colaboraciones y pensamientos j unto a amigos, maestros, colegas y estudiantes. Estin situados dentro de una hisroria. Terminar es un placer: se cumpli6 con Ia tarea y el descanso recon­ forta; las risuefias miradas retrospectivas hacia donde u no anduvo causan gra­ cia; agradecer es un pequefio gesto ante grandes regalos. Pero el final tambien es melanc6lico: el libro nunca sed. mejor, algunos amigos han muerto, y los cambios inevitables en Ia pro pia comunidad -si bien esperables y necesarios­ hablan de finitud y perdidas. Lawrence Stone, mi mentor y modelo por su seriedad intelectual y su com­ promiso academico , dijo a fi n ales de I a decada de 1 970 que alguien debfa ocuparse de avcriguar por que lo que eJ llamaba histeria respecto de Ia mas­ turbaci6n apareci6 de modo tan intenso du rante el siglo XVIII, en el momento en que, segun pensaba, todas las seiialcs daban cuenta de una gran accptaci6n del placer sexual. Yo estaba buscando entonces un tema de tesis y, en rodo caso, me dej6 en claro que no era el tipo de problema que debe ocupar a alguien joven. No puedo afirmar que ese planreo de Ia cuesti6n haya sido el pun to de partida de este libro o que en un momento edfpico me propuse refutar sus equi­ vocadas aunque provocativas opiniones sobre el tema. El fu e tal vez el capita­ lista mas arriesgado dentro de Ia profesi6n hist6rica en Ia segunda m itad del siglo XX; pero este libro no es, en ningun sentido direcro , fruro de sus i nver­ siones en el terreno de las ideas; es, mas bien, producro de su inversion en mf. Esta asistido por su energfa y por su insistencia en que encarasemos Ia hisro­ ria tanto desde el ambito de Ia vida Intima como desde aquel correspondiente a! cambio social. Me gustarfa que viviera para ver mi descripci6n de un pro­ blema respecto del cual el tanto medit6. Excepto por unas pocas y de algun modo poco j u iciosas paginas de mi libro anterior -no tanto por lo erradas sino por lo limitado de su enfoque-, este libro realmente comenz6 cuando Roy Porter me pidi6 en 1992 que diera

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una conferencia en el Wellcome Institute sobre !a sexualidad y !a medicina del Iluminismo. En esa ocasion presente un trabajo sobre !a fis iopatologfa c1e la muerte por masrurbacion, sobre por que de pronto los medicos empezaron a pensar que habfa una epidemia de sexo solitario que resultaba peligrosa p:;ra todos los que cayeran en ella. Le gustaron mis ideas -a decir verdad, hubo pocas ideas que no le gustaron- y me brindo toda clase de apoyos e informacion. Pero ante todo, ei fue el genio de la creatividad cuyo registro de libros aliment6 mis trabajos y los de muchos, muchos mas. Murio hace unas pocas semanas, y espero que haya podid0 ver el resultado de su invitacion y de su estfmulo. Sere sincero: este libro no requirio -literalmente- demasiado tiempo para ser escrito, a no ser que se tomen en cuenta las reflexiones previas y la inves­ tigacion acerca de esta tematica, o los afios de discusion a traves de pequefi.os ensayos preliminares. Escribf rodo cl texto en un afio maravillosamente feliz como Berglund Senior Fellow en el National H umanities Center in Research, enTriangle Park, Carolina del Norte, cuyos bibliotecarios, personal y admi­ nistracion -por no hab!ar de mis colegas amigos- lo convirtieron en un lugar de trabajo imprevistamente agradable. Cuando Robert Connor, tan genial, experto y rolerante director de! centro, me invito, lo hizo creyendo que yo pasarfa mi riempo escribiendo un libro no sobre este tema sino acerca de memoria y morta!idad. Ese libro, The Dead Among the Living, aparecera pronto; pero mientras tanto quiero agradecer a una instirucion que encarna todo lo correcto y bueno en la caltura academica estadounidense por hacer posible este trabajo. Varias generaciones de estudiantcs graduados, muchos de los cuales ahora ensefian en todo el paf�, me ayudaron. Estoy en deuda con: Nasser Hussain, por un dossier sobre !a imaginacion; con Lisa Cody, por su indagacion preli­ minar en las bibliotecas inglesas; con Vanessa S chwartz, por descubrir en Pads algunas conferencias medicas francesas del siglo XIX; con Arianne Chern­ cok, por un dossier sobre femin ismo de fines del siglo XX; con Kathe Fullagar, por el material sobre !a medicina popular estadounidense; con Catherine Gil­ huly, por su interesante resefia sobre fuentes clasicas; con Suzanne Jeblonsky, por sus informes respecto de las cartas de Tissot; y con Azzan Yadin, por su invesrigacion acerca de los rabinos. En temas espedficos m uy lejanos a mi competencia academica, tambien tengo deudas con muchos amigos expertos. No podrfa haber escrito sobre


AGRADECIMIENTOS

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onanismo y tradicion j udfa sin Ia ayuda de Daniel Boyarin, Brian Britt, Naomi Janowitz, Davie Biale y Jack Levison; el doctor Herbert Schreier, jefe de Psi­ quiatrfa en el Oakland Children's Hospital, contesto a muchas preguntas sobre masturbacion y acerca de varias condiciones neurologicas y psicologicas; el doctor Guy M icco me brindo diagnosticos alternativos a otros, ofrecidos por medicos, que habfa lefdo. He reconocido I a generosidad de algunos acade­ micos en puntos particulares de las notas finales, pero quiero agradecer espe­ cialmente a: Yaron Toren, del St. Johns College, Oxford, por su traduccion y analisis de Gerson y m as espedficamente por ayudarme con las fuentes medic­ vales; a Irv S chiener y Andrew Barshay por su ayuda con Japon y a Sabinne Friihstiick por dejarme ver el manuscrito de su proximo libro sobre sexuali­ dad j aponesa a fines del siglo XIX y principios del XX; a James Spohrer, el biblio­ grafo aleman en I a biblioteca de Berkeley, por m uchos afios de buena dispo­ sicion para convertir las mas oscuras e incompletas referencias en algo hallable; a Cory Silverberg, de Come As You Are de To ronto, por Ia informacion sobre j uguetes sex uales; a Robert Folke n flix, del Departamento de Ingles de I a University o f California, Irvine, por un torrente ininterrumpido d e referen­ cias literarias de finales del siglo XVII; a Serh Kowen, de Villanova, por dis­ rinros datos sobre el siglo XIX; y a Elizabeth Duggan por introducirme en Ia cuestion de Ia masturbacion en el arte contemporaneo y por sus comentarios sobre el capitulo VI. Mi hija Anna invcstig6 entre sus amigos con relacion a! titulo y sugirio que to mara en consideracion Ia obra de Vito Acconci. Herb y Marion Sandler, ade­ mas de ser tan b uena compafifa durante decadas y ofrecer su ayuda con el marketing, en lo que son expertos, llegaron a representar para mf a! exigente lector comun que pudiera i nteresarse en mi rema pero no en cada vuelta de tuerca del debate academico. Espero que encuentren el resu!tado final com­ pletamente legible. Lee Grossman me ayudo a tomar plena conciencia de que querfa escribir este libro. Meighan Gale fue todo lo que un au tor puede pedir para el cuidado de su manuscrito d urante Ia impresion; I ngrid Sterner fue una editora de precision sobrenatural que puso orden en un manuscrito entro­ pico. Tam bien estoy agradecido a Amy Griffin y Heather Mac Donald por su experta busqueda de imagenes. Sexo solitario hubiera podido termi narse al menos seis meses antes de no ser por una comunidad de amigos generosa y exigente intelectualmente. Solo


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Jerry Siegel me insumio varias semanas con sus agudas criticas: el habfa Iddo y estimulado mi trabajo desde que estuve en Ia universidad y solo !amen to no haber tomado mas en cuenta sus planteos en aquel momento. Cathy Galla­ ger fue una compafiera i ntelectual por casi treinta afios, de quien aprendf tanto que agradecerle solamente por su lectura de esre manuscrito (siempre rigurosa) es apenas un pequefio gesto. Carol Clover tambien fue una socia por muchos afios en yarias aventuras intelectuales, y no reduce mi deuda agradecerle por sus referencias espedficas, por su i nsistencia en I a seriedad de las bromas y por hacerme tomar mas en serio las implicancias de mi historia en cuanto a genero. Marty Jay ofrecio muchas sugerencias para expandir varios puntos y me salvo de muchos errores. Ramona Naddaff y Michel Feher -como edito­ res y, Io que es mucho mas importante, como amigos- trabajaron con los plan­ teos y Ia organizacion de este libro en varias etapas de su concepcion y ejecu­ cion hasta el ultimo m inuto. H ub iera sido imposible escribirlo sin ellos. Steve Greenblatt me salvo de u n error realmente vergonzoso; pero, mas impor­ tante aun , esruvo alif como amigo por casi tres decadas. James Vernon y Tho­ mas Metcalf, de mi departamento, pese a imeresarse en problematicas m uy diferentes a las tratadas en este libro, me impusieron sus altos niveles de cla­ ridad y relevancia. Henry Abelove y Harry Oosterhuis (ambos leyeron gene­ rosamente el man uscrito completo) h iciero n sugerencias espedficas y me dieron Ia seguridad de que yo estaba mas o menos en lo cierto en las areas de hisroria de Ia sexualidad en las cuales son experros. Mi mejor amigo desde Ia uniYersidad, Alexander Nehemas, me acompafio mucho y, por cierto, hizo lo suyo para que este libro p rogresara. Estuvo a mi disposicion en todo lo que tuvo que ver con el griego: encontr6 Ia traduccion griega hecha en Venecia a finales del siglo XVIII del libro de Tissot sobre onanismo; me ayudo con ter­ minos del griego antiguo y con Platon y Arist6teles. Leyo y comento todo el manuscrito, aunque no sin alguna queja. Pero lo que mas importa es que siem­ pre Conte con el para hablar. Por ultimo, Ia historiadora Carla Jese discutio conmigo el proyecto en cada una de sus etapas. Su seriedad moral, su clara inteligencia analftica, sus exigentes crfticas -no cualquier esposa esd. ran dis­ puesta a comprometerse con un compafiero tan quisquilioso respecto de Ia verdad- hicieron de esta una obra mejor y de mf un mejor historiador. Siento enorme amor y gratitud hacia elia por no abandonar este libro y por el desa­ ffo que significa vivir con una colega briliame.


AGRADECI MIENTOS

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-Finalmente, algo que suele senalarse: las personas mencionadas no habran de responder por posibles errores de hecho o de juicio: los que queden no son su responsabilidad. Berkeley, California, mayo de 2002


I. EL COMIENZO

LA MASTURBACION MODERNA p uede fecharse con una precision rara en la his­ coria de la cultura. Nacio el mismo afio que ese salvaje y profundamente auto­ conscience ejemplar de "nuestra'' naturaleza humana, Jean-Jacques Rousseau, o en una fecha muy cercana. Llego en la misma decada que las primeras nove­ las de Daniel Defoe y la primera crisis de mercado. (Los lectores recordad.n las repetidas bromas -novedosas para la epoca- en el primer capitulo de Los viajes de GuLLiver, que Swift comenzo en 1 7 1 9: " Mr. B ates, mi amo" ; "m i buen amo Bates".)* Es una criatura del Iluminismo. La masturbacion moderna es profana. No solo consiste en algo que supues­ tamente convierte a quienes la practican en seres exhaustos, enfermos, locos o ciegos, sino que tambien es un acto con serias implicaciones eticas. Es esa parte de la vida sexual humana en la que el placer potencialmente- ilim itado encuen­ tra su censura social donde el hibito y la promesa de una "t1ltima vez" luchan contra los dictados de la conciencia y la sensatez; donde la fantasia silencia -aun­ que sea por un momento- el principio de realidad y donde ei yo autonomo escapa del piramo erotico del aqu f y ahora hacia un mundo lujurioso que el mismo ha creado, y queda suspendido entre la abyeccion y la satisfaccion. En algun momento entre 1 708 y 1 7 1 6 -"en 1 7 1 2, o alrededor de esa fecha''-, el entonces anonimo autor de un breve tratado de extenso titulo no solo nom­ bro sino que realmente invento una n ueva enfermedad y un mecanismo nove­ doso, altamente espedfico, cabalmente moderno; un modo casi universal de generar culpa, vergiienza y angustia. Su titulo: Onania; or, The Heinous Sin of

Se!JPo!!ution, and a!! its Frightful Consequences, in both SEXES Concidered, with SpirituaL and PhysicaL Advice to those who have already injured themselves by this abominable practice. And seasonable Admonition to the Youth ofthe nation ofBoth StXES. . . [Onania; o, El atroz pecado de la autopolucion y sus terribles

consecuencias, i ndagado en ambos

SEXOS,

con consejos espirituales y fisicos

* En ingles: Mister Bates o Master Bates, en homofonfa con el verba masturbate. [N. del T.]

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para aquellos que se han dafiado con esta abominable practica. Y una prove­ chosa admonici6n a Ia juventud de !a naci6n de ambos SEXOS . . ] El au tor den uncia que existe "una ofensa tan frecuente y tan flagrante" que no alcanza a ser explicada por las usuales fuentes de corrupci6n moral: "libros enfermi­ zos, malas compafiias, historias amorosas, discursos lascivos y otras Provoca­ ciones a Ia Lujuria y a! Desenfreno [sic]". Cualesquiera sean sus camas inme­ diatas, ese pecado tiene tan amplia difusi6n porque quienes lo practican ignoran que esd.n haciendo algo incorrecto, pues lo que hacen parece libre de las habi­ tuales objeciones de Ia conciencia y de Ia comunidad, y ademas no parece tener consecuencias dafiinas para Ia salud. Por ende, Ia ignorancia tiene mucho que ver con esto. Merced al "desenfreno" 0 solo por hallarse "apesadumbrados y solos") 0 bien por indicaciones de los inti­ mos. los jovenes <'.prenden a abusar de sf mismos sin enterarse de cuan inco­ rrecto y peligroso es eso. El secreto motiva esa ignorancia: "Las restantes accio­ nes sucias deben tener un testigo, tsta no necesita testigo alguno". Promete a sus victimas librarlas de verguenza, culpa y restricciones derivadas de las con­ venciones sociales: los muchachos timidos que son demasiado delicados como para acercarse a una muchacha pueden hallar de todas formas satisfacci6n para si; las chicas pueden usarla para "combatir fuertes deseos" y rechazar encuen­ tros desagradables sin "revelar a nadie su debilidad". Y, por ultimo, se supone qtie el acto es impune: niuguna condena a m uerte, como hubiera sucedido con Ia sodomia; ninguna sancion criminal o social, como las suscitadas por Ia fornicaci6n o el adulterio; ninguna consecuencia punitiva de ningun tipo. 0 eso es lo que pien san, con gran riesgo para sf, los masturbadores. No puede ex! s­ tir otro modo de explicar Ia existencia de un pecado tau terrible, endemico pero ampliamente minimizado como el de !a autopoluci6n voluntaria. Para mayor precision, el problema que habia sido tan ampliamente igno­ rado, pero que habria de ocupar un gran Iugar en Ia comprensi6n moderna de Occidente respecto del yo y Ia sexualidad, era el siguiente: .

Esa Pricrica anrinatural por la cual personas de ambos sexos pueden corromper sus propios cuerpos sin Ia Asistencia de otros. Mienrras se abandonan a !a sucia ima­ ginaci6n, se csfuerzan por imitar y procurarse aquella Sensaci6n que, segtin Dios dispuso, ha de acompafiar al Comercio Carnal entre ambos sexos para !a Conri­ nuidad de nuesrra Especie.


EL COM IENZO

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El universo de potenciales perpetradores es mas bien ilimitado: "ambos sexos", a solas, sin ayuda externa. A diferencia de Ia sodomfa, Ia poluci6n nocturna y una multitud de otras ofensas, hombres y mujeres estaban en identicas con­ diciones para cometer esa infracci6n, igual y moralmente propensos. Era Ia mas democratica y Ia mas lujuriosamente accesible de las practicas antinaturales. Alcanzaba con q ue los pecado res se abandonaran a Ia "s ucia imaginaci6n" para lograr "imitar y procurarse" las sensaciones del orgasmo. Esa practica arti­ fi.ciosa, que en otro tiempo habfa significado tan poco, habrfa de representar durante los pr6ximos tres siglos las profundidades psfquicas de muchachos y m uchachas, hombres y mujeres; del m ismo modo sefialarfa un peligro para sus relaciones con los familiares, los amantes y, en terminos mas generales, con el orden social. El autor an6 nimo, que, como descubriremos pronto, fue un cirujano de prestigio que escribi6 pornograffa medica soft, inventa Ia brillante, casi com­ pletamente original y notablemente exitosa asociaci6n entre el "entusiasta auto­ abuso" y Ia historia del Genesis sobre Onan, ague! que preferirfa sembrar su semilla en I a tierra antes que fecundar a Ia mujer d e su hermano muerto y morir castigado por eso. Nada el o nanismo. El nuevo pecado, sugiere nuestro au tor, tiene las mismas terribles co nsecuencias que el del Antiguo Testamento: Ia m uerte. E n este caso, no p o r Ia mano d e Dios sino por Ia de Ia naturaleza, que, afectada, debilitara a! pecador. En cierto sentido, Onania y todo lo que le sigui6 es un unico y extenso esfuerzo por sustentar el planteo posterior de Freud de que es facil cometer un crimen pero diffcil borrar sus huellas; que tanto el secreto como Ia impunidad son ilusorios. Situar a! texto -alrededor de 1 7 1 2- en Ia historia de Ia sexualidad y el auto­ control es, en cierta medida, un ejercicio de Ia historia de Ia medicina. Nues­ tro autor sostiene que pri mero pens6 en ofrecer remedios religiosos. Pero mostr6 su obra a un piadoso medico, quien le habl6 acerca del problema de Ia gente que sufre por causa de un pecado secreto y le dijo que no habfa ayuda d isponible para ellos. Este supuesro encuentro cambi6 Ia historia. El medico piadoso -an6nimo como el autor- "me recomend6 [dice el narrador, que se identifi.ca con el auror] dos remedios de gran efi.cacia". El primero cura sudo­ raciones y gonorreas (descargas) de todo tipo, en hombres y mujeres, que no son resultado de enfermedades venereas -fluor a/bus (un flujo vaginal blanco), efusiones nocturnas, emisiones seminales en el momento de Ia orina o de Ia


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defecaci6n-; el otro cura Ia infertilidad y I a impotencia, causadas o no por enfermedades venereas. Consultado por sus nombres, el editor Mr. Varenne -una tercera voz- acon­ seja: Ia "Tintura vigorizante" y el "Polvo proiffico". Y hay mas recomenda­ ciones: Ia "Tintura vigorizante" funciona mejor j unto con el "Cocimiento" y Ia " Inyecci6n" , por ejemplo. La medicina parece apoderarse de Ia moral. El auror/narrador se distancia, en Ia p ractica, del mercadeo terapeutico de Ona­ nia contando a SUS iectores que fue ei medico -no ei- quien de SU propio bolsillo empez6 a imprimir ediciones del tratado -dos mil cada vez- y que, desde entonces, "administr6 los remedios con el mayor beneficia y exito del m u ndo". 1 Llam:nivamente, ese desvergonzado esfuerzo por inventar una nueva enfer­ medad y al mismo tiempo ofrecer su cura a un precio exorbitante se volvi6 el rex to fundacional de una tradici6n medica que se convert ida en uno de los pi!a­ res de ia medicina del Iluminismo y que ayud6 a crear Ia sexualidad moderna. ' En Ia p. 63 de Ia 4• ed. y en las pp. 70 y 71 de Ia 1 7" ed. Ciro estas dos ediciones porque Ia cuarra ('S Ia edicion mas tempran� accesible en cualquier biblioteca inglesa o estadounidense:

Unania: vr, the hrinous sin ofselfpo!lution, and all its frightfUl comequenct;, in both sexes, considered, with spiritual and physical adZJice. . . , Londres. impreso por el au tor y vendi do por N. Crouch, P. \'arenne y J. lsted, (1 7 1 8? La fecha no es muy confiable. Algunos cacalogos de bibliorecas da.n 1 725 como fecha para ia cuarra edici6n, mientras que ouas fechan a Ia quinta r:m temprano como 1 720. An<!lizo b historia de su publicaci6n y las ft>chas de las distintas edi· ciones en hs paginas 27-34, 2 1 () y n. 132. Sospecho gue 1 7 1 8 es una conjetura bastante apro­ ximada. Ciro Ia 17·' edici6n porque cs Ia que s,: hallaba en Ia biblioteca del distinguido doctor o:uiw S. A. D. Trssor, quien, a traves de su obra, Ia induy6 en Ia Emyclopt!die. Onania: or, the heinous sin 'fsfl/pollution, ,:nd al! its frightjit! consequences (in both sexes} considered. . . , Lon­ dres, impreso y vendi do por G. Corbett, 1 752. En el resto de este libro he citado los numeros de pagina dt> una reimpresi6n mas facilmente accesible tanto de Onania, 8" ed., Londres, impresa por E. Rum ball para T. Crouch, 17 23, como de su Supplement, Londres, impreso por T. Crouch, realizada por Garland Press (Nueva York, Garland, 1 986).

Si nos basamos sabre lo que sabcmos de las tiradas, dos mil copias es una cifra bastantt aproximada para el siglo XVIII. No es facil descubrir aquf al verdJdero autor. Para que quede claro, las secciones dedicadas a los peligros de Ia masturbacion escan separadas de las recomen­ daciont>s medicas, lo que sugiere una alianza entre el autor y el medico; pero el autor dice -sin mencionar a nadie mas- que responded consultas respecro de casas complicados si los pacien­ tes pasan por algunas librerfas espedficas y dejan su hisroria y su pago allf. Tambien habrfa de responder por correo con el pago de un honoraria. Esro concuerda con mi opinion de que el aurar de Onania es el cirujano y pornografo John Marten. Vease mas adelante, pp. 3'5 y 36.


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Gran cantidad de conferencias, cientos de artfculos, entradas en enciclopedias, tratados didacticos y varios copiosos tomos habrfan de encontrar su origen en 1 7 1 2. Casi doscientos afios despues, cuando muchos empezaron a dudar de que Ia masturbaci6n causara serios dafios fisicos, un celebre doctor frances encon­ tr6 casi cien situaciones que eran signos o consecuencias del autoabuso.2 Pero Ia historia de Ia medicina solo cuenta u n a parte del relato. Mucho antes y mucho despues de 1 7 1 2 , se consideraba que el cuerpo sufrfa a con­ secuencia de las malas conductas. La m edicina siempre fue algo semej ante a una gufa moral, una suerte de erica de Ia carne. Ese papel aument6 consi­ derablemente en el siglo XVIII, cuando, a! menos en los drculos progresis­ tas, las normas morales comienzan a fundarse en Ia naturaleza, y son ense­ iiadas mas en las escuelas, el m u ndo de los medicos y de los pedagogos, y menos a traves de Ia autoridad divina y las predicas de Ia Iglesia, Ia esfera de curas y pastores. En ese contexto, no es sorprendente que las angustias cul­ turales fueran transformadas en enfermedades; por ejemplo, enfermedades de Ia civilizaci6n , causadas por u n a variedad de cosas mal as: demasiado lujo; demasiada actividad mental y poco ejercicio; demasiada afici6n o dema­ siada lectura de novelas, que afecta a! cuerpo o sus nervios; o c:nfermedades que provienen de Ia excesiva actividad sexuaL Pero el exceso de sexo, p ara to mar el ultimo ejemplo, fue reconocido como p roblema medico desde Ia Amigiiedad. En consecuencia, Ia p ri ncipal pregunta no es por que en algun momento alrededor de 1 7 1 2 Ia 1nasturbaci6n comenz6 a ser consid erada un problema medico 0 por que alrededor de 1 920 dej6 de s er pensada como una enfermedad. Mas inquietante es por que el sexo solitario en especial se convini6 en un problema moral tan perrurbador precisamente en Ia epoca en que el placer sexual esta disfrutando de Ia mayor aprobaci6n secular. El problema consiste en explicar una transformaci6n etica de considerable mag2 El Iugar de Ia incorporacion de Ia masturbacion par parte de los medicos en Ia construe­ cion de Ia sexualidad moderna ha sido muy famosamenre idenrificado par Michel Foucault en The History ofSexuality, trad. ing. de Robert Hurley, Nueva York, Pantheon Books, 1 97 8 [trad. esp.: Historia de fa sexualidad, Mexico, Siglo XXI, 1 977], cuyo primer volumen es el que rrata mas ampliamenre e1 tema. Doctor Pouillet, Essai medico-philosophique sur les formes, les causes, les signes, les consequences et le traitement de l'onanisme chez fa ftmme, Paris, Adrien Delal1aye, 1 876; pese a referirse espedficamenre a Ia masturbacion femenina, el libra describe varias pa­ tologfas que afectan tambien a los hombres.


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nitud y de enorme poder en Ia que las enfermedades masturbatorias no fue­ ron sino una de sus probables manifestaciones. De hecho, Ia masturbaci6n sigui6 siendo una gravosa cuesti6n moral sobre Ia que se pens6 mucho en el campo de Ia sexualidad humana -en realidad, un componente crftico de lo que lleg6 a ser comprendido como "sexualidad"­ mucho despues de que dej6 de ser vista como una causa de real dafio ffsico. Sigue sie ndo as! hoy, aunque sus mas virulentos opositores ya no plantean que causa ceguera, locura u otras enfermedades corporales. La pasi6n moral y el peligro medico crecieron j u ntos: este ultimo como expresi6n de Ia primera. Pero cuando Ia amenaza del dafio ffsico dej6 de ser convincente, no ces6 Ia preocupaci6n por el sexo solitario, expresada por primera vez en 1 7 1 2; muy por el contrario. Por ejemplo, el cirujano de Ia reina Victoria, sir James Paget, escribi6 en 1 879 que era mejor considerar las supuestas enfermedades resultantes del vicio soli­ tario como una forma de "hipocondrfa sexual"; ademas, los medicos debfan decir a sus pacientes -tanto adultos como adolescentes- que no era ni mas ni menos dafiina que "el intercambio sexual practicado con cierta frecuencia". Pero agregaba pesadumbre a su planteo: lamentaba no tener nada peor que dec i r de "una prictica tan desagradable, una imp ureza, vi!, prohibida por Dios [y] despreciada por los hombres". 2Por que, podrfamos pensar, se des­ tina csa hiperbole -"tan desagradable . . . prohibido por Dios . . . despreciado por los hombres"- 2. una prictica medicam<:'nte inocua?3 Freud y su drculo deba­ ticron apasionadamente si el onanismo causaba dafios ffsicos y si era generi­ camente peligroso -el ma estro tendfa a ser chapado a Ia antigua en esos temas-; pero todos los padres fundadores del psicoanilisis y muchos de sus sucesores coincidieron en que era muy i mportante para comprender Ia historia del yo y de su Iugar en el orden social. En 1 9 9 5 , Ia cirujana general de los Estados Unidos Jocelyn Elders fue despedida, ostensiblemente, por haber respondido con algo que se acercaba al "sf" a una pregunta que le hicieron en una confe­ rencia de prensa: si se debfa ensefiar a los nifios acerca de Ia masturbaci6n en 3 Sir James Paget, Clinical Lectures and t)·says, 2a ed., al cuidado de Howard Marsh, Londres, Longman, Green, 1 879, pp. 29 1 , 292 y 275-299 passim. La conferencia fue pronunciada en 1 870 y ha quedado como el comienzo del fin de Ia patologfa masturbatoria. (Paget sigue sien­ do famoso hoy como el eponimo descubridor del mal de Paget, una displasia de los huesos.)


EL COMIENZO

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las clases d e educacion para I a salud o d e esrudios sociales. E n otras palabras, como un aspecto culruralmente importante de nuestra sexualidad, el onanismo ha sobrevivido facilmente en su estatuto de enfermedad. El problema mas general es: 2 por que en 1 7 1 2 o alrededor de esa fecha (en los albores del Iluminismo) Ia masturbacion paso de un distante horizonre moral a Ull Iugar preeminentemente etico? Durante milenios, se habfa dismi­ nuido su dimension en p ro de orros temas considerados m ucho mas impor­ tantes con relacion a Ia erica del cuerpo en general y el cuerpo deseante en espe­ cial: Ia finalidad y Ia regulacion del placer sexual dentro del matrimonio o Ia cuestion del amor por el mismo sexo, por ejemplo. Durante milenios, docto­ res, filosofos, rabi nos, teologos y sacerdotes que se dedicaban a Ia etica del sexo se concenrraro n en los hombres. Pero rodo eso cambio en pocas decadas. Cuando el sexo con uno mismo se volvio una tematica de las mas serias refle­ xiones, los jovenes -muchachos y m uchachas-, y especialmente las mujeres, adquirieron reputacion de prototfpicos practicanres. No solo en Europa, sino en cualquier sirio en que apareciera el tema del moderno deseo, se podia encon­ trar el problema y los novedosos atractivos de aquello que habfa permanecido mucho tiempo en silencio. La masturbacion es Ia sexualidad de Ia modernidad y de Ia burguesfa que Ia creo. Es Ia primera sexualidad verdaderamenre demo­ cratica. 2A que atribuir entonces Ia regulacion, por primera vez, de una forma de gratificacion sexual considerada tan peligrosamente atractiva? 2Por que hom­ bres y mujeres se mostraron tan p reocupados, cuando antes, pese a que no se lo discuticra en absoluto, habfa sido considerada como un problema relativa­ mente marginal de los hombres adultos, y en especial de los monjes? A partir de 1 7 1 2 o alrededor de esa fecha, Ia trayectoria de este nuevo "pro­ blema y agonfa de una conciencia herida", como a firma Onania, ese "arroz pecado" ("crimen", en ediciones posteriores) que es Ia autopolucion" resulta clara y directa. El aumenro de su i mportancia constituye uno de los episodios mas parriculares de movilidad inrelectual crecienre en los anales de Ia litera· tura: en poco mas de cincuenra afi.o s, paso de Grub Street a Ia Encyclopedie, el mayor compendio de las nociones p roducidas por el Iluminismo. Los hom­ bres de Ia Iglesia y los sectores conservadores de Ia cultura no fueron respon­ sables de ello: Ia masturbacion moderna surgio de un nuevo mundo de moral sec ular; fue Ia zona oscura, el otro !ado, de ese mismo mundo. El proyecto iluminista de liberacion -Ia entrada en Ia adultez de Ia humanidad- hizo del


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aero mas secreto, privado, aparentemente inofensivo y mas diffcil de detectar el eje de un programa para controlar Ia imaginacion, el deseo y el yo liberados por Ia propia modernidad. El momento crucial de mi historia se presenta alrededor de finales del siglo XVII y comienzos del XVIII, cuando el pecado cuya historia estamos trazando salio a Ia luz. Esta es Ia epoca que invent<'> Ia nocion de moralidad como autogo­ bierno y que i nsistio en que todos los seres humanos compartfamos una capa­ cidad moral comun, ademas de las capacidades especfficamente psicologicas que necesitabamos para ej ercer n uestra libertad. 4 En aquellos afios se conso­ lido una cultura profundamenre individualista: "Esra valora Ia autonomfa, da un Iugar importante a Ia autoexploracion; [ . . . ] y sus visiones de Ia buena vida generalmente implican el compromiso personal". La formula es del filosofo Charles Taylor, y podemos usarla para nuestros propositos. El individuo ha sur­ gido libre de un mundo cultural respecto del cual no eramos autonomos ni nos autoexplorabamos de Ia misma manera, yen el cual la buena vida era algo por descubrir dentro de un o rden de cosas y no dentro de cada uno de nosotros. En el mundo premoderno, en senrido lato, se suponia que lo que era correcto y bueno provenfa de un order. providencial, de Ia autoridad de la religion, de b auroridad del Estado y, en terminos mas generales, de nuestra relacion con una rea!idad metaffsica que se hallaba mas dla de nosotros. Cuando Aristore­ les escribe que el hombre feliz debe vivir a gusto entre amigos y que "de man­ tener5e solitario,];; vida sed dura para el", expresa una verdad. acerca de Ia socia­ bilidad y Ia buena vida que esd inscrita en una rea!idad mas alia de los seres humanos y de sus particulares vfnculos sociales. La naturaleza nos ia provee como un modo predetermim.do para el hombre. Es decir 'lue, de una fo rm::: u otra, Ia relacion individual con el cosmos estaba dada en un universo jerar­ quico, organico, en el cual la mayorfa de Ia gente se imaginaba antes de finaEsra formula penenece a J. B. Schneewind, The Invention ofAutonomy: A History ofMadan UK, Cambridge University Press, 1 998, pp. (; y 9. Schneewind sosriene que Kant "invenro" cl concepro de moralidad como auronomfa. Pero en este caso sos­ rengo que las reorfas morales del Iluminismo generalmenre trafan sus consecucncias: un recha­ zo de Ia concepcion, cenrral para quienes consideraban Ia moral como obediencia, de que Ia ca­ pacidad para el juicio moral diferfa enrre los seres humanos. Esro es imporranre para mi argumenro: explica por que Ia masrurbacion se convirrio por primera vez en un rem a que, como orras cues­ riones morales, se aplicaba ahara a las mujeres. 4

Moral Philosophy, Cambridge,


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les del siglo XVII. Imaginar una conexion de ese tipo fue cada vez mas diffcil en Occidente a partir de fines de ese siglo. En ese sentido, el problema del indi­ viduo en sociedad es claramente moderno.5 Sin embargo, no hay una sola vision de ese "yo moderno"; coda esa idea esta fuertemente discutida. Mi posicion es, simplemente, que todos los personajes que abordo en este libro, los famosos y los desconocidos, esran implicados en lo que esencialmente es el mismo problema: �como lograra el individuo auto­ nomo negociar la relacion consigo mismo y con los demas en un mundo sin polos fijos? 0, dicho de otro modo, ellos esran dedicados a Ia creacion del tipo de disciplina interior que haga posible el individualismo y Ia libertad. Dejo para los capitulos V y VI lo que motivo que Ia masturbacion se haya vuelro tan central para Ia historia del yo en relacion con Ia mas amplia histo­ ria cultural de los ultimos doscientos anos, para Ia historia de los generos y para Ia historia de Ia culpa, Ia angustia y Ia autonomia individual. Sin embargo, antes de dar una explicacion, tengo otras historias que contar. En el proximo capi­ tul o empezare por bosquejar Ia expansion de Ia masturbacion como una prac­ tica sex-ual resonance en el ambito cultural desde sus comienzos, al principio del siglo :x·vm, hasta el presence. Esta es Ia historia de como, con pavorosa adap­ tabilidad, Onania ocupo los nichos ecologicos disponibles primero en una nacion, luego en un continence y finalmente en todo el mundo ; como el vicio que proclamo logro ubicarse siempre entre los mas espectacularmente exito­ sos, en cualquier parte. (Tambien revelo, por primera vez, el nombre del au tor de ese rratado tanto tiempo anonimo que dio comienzo a rodo.) Para el proposito de contar como Ia masturbacion moderna conquisto el m undo de Ia sexualidad, asumo que comenzo, en realidad, en 1 71 2 o al rede­ dor de esa fecha. Pero, por supuesto, el acto no comenzo entonces, ni fue esa Ia fecha en que se empezo a hablar de el. El capitulo III narra Ia prehistoria de Ia masturbacion, primero desde una perspectiva medica y luego, mas in extenso, ; Charles Taylor, Sources ofthe Self The Making ofModern Identity, Cambridge, Mass., Har­ vard Universiry Press, 1 989, pp. 305 y 306 [uad. esp.: Fuentes delyo. La comtmccion de fa iden­ tidad moderna, Barcelona, Paidos, 1 994]. Este libra notablemenre erudiro y brillanre me fue muy uti!; por ende, citar apenas dos paginas es engafiar a! lector sabre su importancia en mis ideas acerca del problema del sujero etico. Nicomachean Ethics, 1 1 70a5 y el resro del libra IX, cap. 9, en The Complete Works ofAristotle, ed. p �r Jonathan Barnes, Princeron, Princeton Uni­ versiry Press, 1 984, pp. 1 84 9 y 1 850 [trad. esp.: Etica a Nicomaco, Madrid, Alborada, 1 989].


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desde Ia perspectiva de Ia sexualidad y Ia etica: desde el propio Onan del Viejo Testamento -tal vez en absoluro un m asturbador- y los posteriores comentarios j udfos acerca de lo que pudo haber h�cho mal, en toda Ia Antiguedad clisica y durante casi dos milenios de escritos y predica cristiana sobre el tema, hasta las vfsperas del Iluminismo. Cornparado con lo que vino luego, el relaro es relati­ vamente poco sustancioso y algo fuera de foco; no se dijo mucho sobre el tema y, dicho d.pidamente, derivC. en otra direcci6n. Lo que tarnbien es importance es que este fue casi completamente dirigido a los hombres adulros. Esta prehis­ totia es acerca de lo que no ocurri6. Se refiere al eclipse de una etica del sexo con uno mismo a favor de un pensamiento serio acerca de otras pricticas sexuales a traves de las cuales se rnonitorcaba y regulaba Ia relaci6n del hombre con lo social y con el orden divino. Por ende, el capitulo III resulta lo opuesto a! resto del iibro; si Ia masrurbaci6n represenr6 tanto despues del siglo XVIII es porque antes reprcsent6 muy poco. Es realmente Ia sexualidad de Ia modernidad, probable­ mente el primer vicio democratico con igualdad de oportunidades. La. siguienre pregunta es: cxactamente, ;_que se torn6 tau amenazante en Ia masturbacion en los albores del Iluminismo? No es que se practicara mas. Acaso haya sido asi, o no; pero, en cualquier caso, no es algo que nosorros ni los contempod.neos pudiesernos saber. Nadie pens6 en el siglo XVIII que esc fucra el problema. Tam poco Ia hostilidad hacia Ia masturbaci6n era un aspccto de una hostilidad general hacia el placer sexual. Lejos de eso. La perdida de si mieate no era d nuevo problema. Era un tema muy menor de Ia antigua medicina, y no podfa ser eso lo que penurbara tanto a Ia gente acerca de Ia mas­ turbaci6n de muchachos y muchachas, y especialmente de las mujeres, quie­ nes nada producfan en sus cjercicios orgasmicos mas que fantasia y deseo. En resumen, Ia respuesta es que rres cosas parecen haber sido consideradas como d centro de los horrores del sexo con uno mismo: era algo secreto en un mundo en que Ia transparencia era el valor suprem o; tendfa al exceso como ninguna otra clase de practicJ. erotica (algo asi como el crack de Ia sexualidad) ; y Ia rea­ lidad no era un limite, porqu•· era una criatura de Ia imaginaci6n. Hacia el capitulo v estanws preparados para una explicaci6n. Ya he ade­ lantado que Ia hisroria de Ia rnasrurbaci6n es parte de Ia historia de c6mo se cre6 y sustento el sujeto mor;rlmenre aut6n omo de Ia modernidad. Espedfi­ camente, una explicaci6n de LJ.; causas de que deviniera tan apremiante requiere comprender por que sus elementos centrales -imaginaci6n, exceso, soledad y


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p rivacidad- se volvieron tan problematicos. La cultura moderna estimula el individualismo y Ia autodeterminaci6n, y esta amenazada por el solipsismo y Ia anomia; supone que los individuos siempre desean mas de lo que tienen y que imaginan mas alia de lo real, m ientras ap renden a moderar esos deseos y a lim itar por sf mismos su imaginaci6n. El p rincipio de realidad no viene de otro mundo, ni siquiera directamente de este, sino de nuestro interior. La mas­ turbaci6n es Ia sexualidad por excelencia del yo, el primer gran campo de batalla psfquico en esas p ugnas. El capitulo VI lleva Ia historia hasta el presence. Comienza con Ia resefia de una cada vez mas densa tradici6n que se extendi6 desde comienzos del siglo XVIII hasta inicios del XX y se transform6 por obra de Ia sexologfa y Ia psicologfa. La m asturbaci6n se volvi6 una etap:;. del desarrollo, y abandonarla en el momento apropiado, una marca de madurez, salud mental y adecuaci6n a Ia sociedad. Freud es el maestro del nuevo modelo y se transform6 en el centro del debate en Ia derecha y Ia izquierda. La masturbaci6n volvi6 a cambiar sus valencias durante los t.'iltimos cuarenta o cincuenta afios del siglo XX. Comienza en Ia decada de 1 95 0 y se alimenta del feminismo de los afios sesenta y comienzos de los setenta, con las consi­ guientes guerras sexuales, y con el movimiento mundial gay del ultimo cuarto del siglo: se convertiri en un campo para Ia polftica sexual y para el arte en un amplio espectro de Ia sociedad.. Las cualidades descontextualizadas, imagina­ tivas, individualistas, definitivamente ahist6ricas de Ia masturbaci6n -ninguna forma Je sexualidad se desemiende mas del tiempo o esta menos vinculada a Ia familia y a Ia herencia- que tanto perturbaron a los crfticos del siglo XVIII subsistieron por un tiempo en Ia his to ria freudiana como una especie de sexua­ lidad infantil que Ia genre normal superaba con los procesos de civilizaci6n. Ahora se ha convertido en una prictica de Ia autonomfa individual y de ener­ gfa sexual, un instrumento de libertad o, en Ia mente de algunos, en un signo de abyecci6n y desesperaci6n. El auto placer oscila entre Ia utopfa y su opuesto. Los suefios mas romanticos de Walt Whitman se codean con las mas negras visiones de autosatisfacci6n, egocentrismo y anomia. La historia de Ia masturbaci6n transita entonces tres etapas, aunque las mas tempranas nunca son dejadas atras del todo. Rousseau y Freud viven en nosotros. Pero hay cambios. Con punto de partida en el siglo XVIII, el sexo sol i­ tario lleg6 a representar Ia relaci6n entre el individuo y el mundo social, una


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suerte de encrucijada donde hombres y mujcres, muchachos y muchachas, si no se los controlaba o aconsejaba, podfan equivocarse terriblemente y elegir Ia peor clase de soledad, Ia peor especie de compromiso consigo mismos. Un paso en falso que no llevaba tanto a! pecado como a Ia enfermedad y Ia deca­ dencia; fue un desvfo secular. Luego lleg6 Ia revoluci6n freudiana. Entonces, Ia masturbaci6n fue menos una encrucijada en que perderse que una etapa por transitar del modo adecuado. Todos nosotros debemos batirnos en las luchas del autoerotismo para emerger con una socialmentc uti! articulaci6n del ego con sus energfas sexualcs. Por ultimo, Ia masturbaci6n se convirti6 en una expe­ riencia de autoestima o autoamor, una forma de autarquia personal que nos permite a todos entablar relaciones con los demas sin perdernos a nosotros mis­ mos. Lo que los fil6sofos consideraron el camino mas seguro a Ia ruina se vol­ vi6 algo similar a un camino a Ia autorrealizaci6n, lo mas cercano que existe hoy al cuidado helenico del yo, pero ahora no solo accesible para los nobles liLrcs sino, democraticamento:, para todo el m undo. N inguna de estas trayec­ wrias es tan dara y dirccra, pero Ia complejidad p uede esperar. Primero nece­ sito adentrarme en el terreno, para mostrar como un oscuro vicio se convirti6 en una superestrella sexual por mas de tres siglos.'


II. LA EXPANSION DE LA MASTURBACION DE ONANIAALA WEB

ONANIA, el texto primigenio sobre la masturbaci6n, apareci6 en medio de la incipiente cultura popular impresa del siglo XVIII ingles. 1 Fue impulsado, al menos en pri mera instancia, por una aparentemente ilimitada afluencia de palabras que llevaban con ellas las noticias de un nuevo vicio horrible y debi­ litante junto a muchas otras cosas mas. Sin u n explosivo comercio de libros y medicarnentos, y sin un in teres en las ganancias, el onanismo, tal como lo cono­ cemos, no hubiera existido. El propio texto fundador cuenta la h istoria con algunas diferencias. Las intenciones del autor eran puras. Nos dice que su plan era publicar sus pro­ pi as recomendaciones acerca de !Gs peligros fisicos y morales que entrafiaba la "abominable prictica" de ia "autopoluci6n", acompafiadas por traducciones de varias prescripciones de "eminentes medicos" para la cura de los males que p ro­ ducfa.2 Pero su pian result6 i mpracticable. Los ingredientes para las pociones que estaba por impartir hubieran rcsultado terriblemente cosrosos, dice con consideraci6n, y las medicinas eran muy complejas como para que los pacien­ tes pudieran prepararlas con eficacia. Nadie hubiera querido acudir a! farma­ ctutico y pedirle que preparara una con1plicada mezcla para curar lamas ver­ gonzanre de las enfe rmedades. Asf, contin ua el autor, tenfa los remedios ya completamente preparados para la venta, cuyos derechos habfa transferido a un "hombre sabio" -su amigo med ico-, quien, a cambio, habfa solventado la 1

Con respecro a !a problematica de las fechas, vease p. 2 1 6 y nota 132. En realidad, no habfa tales prescripciones en ninguna literatura previa y es extrano que el auror lo planteara, pues tanto se vanagloriaba de ser el primero en atraer Ia atencic\n del publi­ co sobre !a enfermedad masturbatoria. Dado que las medicinas antimasturbatorias sostenfan no detener su practica sino solo ayudar a recuperarse de sus efecros, n uestro autor pudo haber querido decir que ofrecerfa remedios para un fortalecimiento general y recetas rejuvenecedoras de antiguas fuenres. 2


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impresi6n de dos mil copias de Onania. Supuestamente, Ia primera vez, el doc­ tor ofreci6 gratis sus curas. Pero resultaba demasiado caro. Todas las ediciones que tenemos hasta fines del siglo XVIII, cuando Onania dej6 de formar parte del mercado de Ia medicina popular y se convirti6 en una obra de pornogra­ ffa soft, venden pociones para Ia cura del vicio solitario. No eran baratas: 1 2 chelines por el tratamiento completo, dinero suficiente para comprar 290 tazas (fuentes, en realidad) de cafe en una cafeteria; mas de dos semanas de salario de un Iacayo. Se aconsejaba a los lectores que pidiesen las medicinas por su nombre en las distintas librerfas que publicaban o vendian Onania. A no ser por Ia breve alusi6n a Ia filantropfa del principio, toda esa historia no dej a de ser plausible. Libros gratuitos o baratos -panfletos hechos de una simple pagina- hechos para vender remedios eran algo habitual ; tambien j ug6 cierto rol en Ia difusi6n del onanismo una linea de productos que pre­ gonaba desde un "coilar analgesico" para el dolor de dientes hasta pastillas azucaradas para hacerse purgas y varios supuestos remedios para Ia gota, el reu­ matismo y las enfermedades venereas. 3 Librerfas y editoriales so!fan ser los luga­ res de venta de los impresos y las pociones. Por lo tanto, un escritor contra­ tado 0 "mercenario" podia haber escrito el panfleto y alguien mas haber preparado las medicinas, ambos combinados con las personas del comercio de l ibros que organizaban toda Ia operaci6n. Pero en Onania, al menos por lo que sabemos, ya no funciona el "cuento" de Ia distinci6n entre un rnoralista -un autor no medico- y el inventor del "polvo prolifico" y Ia "tintura vigorizante" que tambien brindara consejos. Se les dice a los lectores que p ueden consultar al autorpor intermedio de los libre­ ros: "Pero entonces d esperara su paga". Y los editores, imprenteros y libreros esperaban, por supuesto, vender libros.4 Habia entonces un mercado para el l ibro y otro aparte, aunque fntimamente ligado al primero, para los remedios. J Francis Doheny, "The Anodyne Necklace: A Quack Remedy and Irs Promorion", en Me­ dical History, 34, 1 990. Para una perspecriva mas amplia, vease Roy Porrer, Health for sale: Quack­ ery in England, 1660-1 850, Manchesrer y Nueva York, Manchesrer Universiry Press, 1 989. 4

Los arreglos variaron, y resulra imposible saber como funcion6 realmenre el negocio con

Onania. Por ejemplo, Elizaberh Rumball imprimi6 la ocrava edici6n para Thomas Crouch; ca­

da volumen cosido cosr6 2 chelines. La cuarra edici6n, con disrinra daraci6n, no indica impren­ ra, pero dice ser vendida por N. Crouch en The Bell in rhe Poulrrey, por P. Varenne en Saracen's Head en la cosra, y por]. Is red en el Golden Ball frenre a la iglesia de Dunsran por 1 chelfn. No


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En Londres durante varias semanas de 1 7 1 6 aparecieron regularmente pro­ pagandas tanto para el libro y sus remedios como para el Supplement que muy p ronto se les agreg6. En su forma se parecian a muchos otros avisos, eran pequeiias cajitas, similares a los avisos modernos, llenas de informacion: trans­ cripciones de Ia elaborada portada de Onania; a menudo informes actualiza­ dos sobre Ia cantidad de copias vendidas de las diferentes ediciones; Ia noti­ cia de que Ia nueva edici6n contenfa u na curiosa carta de una dama sobre el uso y abuso de Ia cama matrimonial. Onania se codeaba con el resto del mate­ rial que se estaba pregonando en el ascendente mercado de las publicaciones populares. Una semana, el aviso apareda jus to despues del anuncio de un libro sobre Ia inminente destrucci6n del papado y j usto despues del de un tonto caballero g ue era famoso por conocer los nombres de todas las personas con las que se encontraba. El exito comercial de Onania lo convirti6 en una cause celebre: "Estaba ansioso de ver un libro que ha hecho tanto ruido en el mundo" y que fue tan exitoso "para requerir tantas ediciones en tan poco tiempo" , escribi6 un crftico en 1 724, mientras lanzaba un malevolo ataque, indudablemente surgido de Ia envidia. Donde circularan peri6dicos como el Saturday Post, tambien llegaba el recien descubierto horror. (Mi ejemplo ante­ rior es del 22 de noviembre de 1 7 1 8 y esd. tornado al azar.) Y su fama alcanz6 rambien los centros provincianos. En realidad, el texto fundacional del sexo sol irario, que proclamaba los peligros de ese "atroz comercio con uno mismo" practicado diariamente por j 6venes y viejos, m uj eres y hombres , casados y informa de un precio distinto al fijado. Una sexra edici6n, tentativamente de 1 772, dice ser impresa y vendida por T. Crouch, lihrero. Eran rodos conocidos imprenteros y libreros. Una edici6n de 1 7 1 paginas del Supplement, sin fecha e impresa por T. Crouch y J. lsted, se vendi6 a I chelin y 6 peniques. C. Corbett vendi6 Ia decimoseptima edici6n del texto principal y Ia octava del Supplement en 1752 por 3 chelines cosida, y por 3 chelines y 6 pcniques encuadernada, "p or Iuber muerro Crouch e Isred". La copia de csra edici6n se halIa en Ia Biblioreca Brid.nica Y parece -a j uzgar por los rasgos de Ia firma en Ia porrada- l1aber perrenecido a una joven Hamada Sara Turk. Pegada en su interior hay un anuncio de Ia novena edici6n que afirma que se han vendido quince mil capias. La t!ltima edici6n en Ia Biblioteca Briranica es Ia vigesima, publica­ da en Glasgow por A. Macintosh, sin fecha ni paginado y sin propaganda de preparados. Las canas que en las primeras ediciones se dirigian a Mr. Crouch ahara se dirigen a Mr. -. Las fe­ chas cambiaron desde 1 720 a 1 740, pero, por orro !ado, el libra se habia converrido en explf­ cita pornograffa soft. La copia de esa edici6n de Ia Biblioteca Britanica perrenccio alguna vez a "Pi siasnus Fraxi", el conocido coleccionista decimon6nico de literatura erotica.


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solteros, fue uno de los p rimeros libros en ser ampliamente publicitados en l a naciente prensa del p afs. 5 Muy rapidamente, el exito de Onania form6 parte de su posterior historia. El autor de una de las cartas publicadas, el 25 de enero de 1 723 (no sabemos si cs autentica) , confiesa que se encontr6 por primera vez con el libro, y con la palabra "onanismo", por obra de un aviso de su sexta edici6n en el London Journal, que ley6 en una tabcrna. "Le pregunte a un amigo que significaba; iuego de que me lo explic6, me aterroriz6 tanto que prometf no volver a hacerlo j amas." Compr6 el libro, como hicieron miles. En ese sentido, Ia masturba­ cion moderna y las ventas del libro que acapar6 Ia atencion del mundo debie­ ron su exito a Ia aparici6n de los primeros medios de comunicaci6n masiva en Europa y a los espacios p ublicos en que circulaban. Segun estimaciones, habfa dos mil cafeterias en Londres en 1 700. Hay una lista precisa para un area mas limitada, en 1 739: 5 5 1 cafeterias en las Bills of Morality, las parroquias del conur­ bano de Londres cuyas estad1;;ticas de defunciones se venfan llevando desde el sig:o X\1. Esto no solo ayud6 a Ia circulaci6n de los periodicos que publicira­ b2.n Onania, entre otros muchos !ibros, sino que tambien allf se vendfan las medicinas que Onania }ucia creer a sus lectores que necesitaban. En auscncia de casillas pos rales, ias o rdenes de correo podfan enviarse a esos cenrros de infor­ macion y comercio; desd e alii podlan remitirse los paquetes. Muchas ciuda­ dcs p rovinciales de ciena impnn2.ncia renfan cafe terias hacia 1 700. 6 Ya fun­ cionaba una amplia estructura comercial para !a exp3.nsi6n del nuevo vicio. Onm?i.cz y su Supplement tambien se abricro·n camino por el mundo a traY(�S de una exrendida familia de impresos que se apoyaban mutuamenre. Para cmpe­ zar, c:ada parte desracaba bs vi nudes de Ia orra. A t al fin, una edicion sin fech::> ' G. A. Cranfield, The Developments ofthe Provincial Nrwspapm. 1 700- 1 760, Oxford, Cia­ rendon Press, 1 962, pp. 222 y 223, qui en cira un aviso del 1 ° de diciembrc de 1 727 en el Bri­ e/<

Wr:ekly journaL

'' Respecro de Londres, vease B<yanr Lillywhire, London Co./fie Houses: A Reftrence Buok of Coffie Houses ofthe Seventeenth, Eighteenth and Nineteenth Centuries, Londres, George Allen y Unwin, 1 963, pp. 23 y 1 9 en relaci6n con el correo, y passim con relacion a! papel de las cafe­ terias en b circulacion de diarios y rernedios. No hay listados de cafererfas p�uvinciales, pero q uien busque un cameo general y Ia esrirnacion respecro de Londres puede consulrar Aytoun Ellis, The Penny Universities: A History ofthe Coffie-Houses, Londres, Seeker )' Warburg, 1 956, p. xrv y pp. 1 29- 1 44 para rnedicinas y cafererfas.


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del Supplement, por ejemplo, ofrece e n vema una nueva edicion de Onania que, segun proclama, debe ser "leida por toda clase de personas de ambos sexos de cualquier edad, grado, profesion o condicion, culpable o inocente del pecado contra el cual se habla''. En resumen, todo el m undo necesita el libro. Un pre­ gon carnavalesco convoca al potencial consumidor con incansables hiperbo­ les: " Extrafios efectos de esa p d.ctica en m ujeres, de los que poco conoci­ miento se tuvo hasta ahora''. De esos testimonios autorreferenciales nace una red informativa. Los "extra­ nos efectos" que se p regonan p ara a traer lectores se refieren al caso de dos monjas, que descubrieron que tenian el clitoris agrandado. El Papa autorizo que algunos cardenales investigaran si las m ujeres habian cambiado de sexo, como rnuchos suponian. Su " informe" traducido esta tornado de una de esas obras medicas populares un tanto sucias g uc eran materia prima en Grub Street y un reservorio de historias para Onania y el Supplement. Se descubrio que no habia m ilagro; los hechos descritos no excedian "los lfmites de la naturaleza'': las mon­ j as habian conseguido esa apariencia por medio "del nada comun Ejercicio del clitoris que, usado en muchas imitaciones, sc extiende y amplfa sus dimensio­ nes no muy diferentemente del pcne humano". Solo "imitaciones" sugiere mas­ turbacion en esta muestra estindar de anticlericalismo pornografico; pero Ona­ nia podia obtener oro de la chatarra de sus vecinos literarios. 1 El tropo es un Iugar com tin en la pornografia del siglo xvm sobrc la masturbacion femenina con su panteon de excitacionc:s: "Ccrca de esas plazas fuertes se halla la metro­ polis, Hamada CLTRS " , m uy disfrutada por las rein as de Merryland,* an uncia el narrador de una "guia de viajes" a las distantes costas del cuerpo femenino.

7 La fuente cle todo esto, escasamente reconocida en el texto, es John Quincy, Dr. Carr's Medicinal Epistles Uppon Several Oa·asions Done into English, as a supplement to the explanation ofSanctorius's Aphorism, Londrcs, 1 7 1 4. La historia de las monjas es el tema de Ia mas subida

de tono de cuarenta y una episrola.s y esta enmarcada en un anticarolicismo convencional, car­ gado de sexualidad. < Por que el Pc.pa habria dado semejante tarea a los cardenales que "de nin­ guna manera son experros en Ia diferencia entre sexos"? Pero otras epistolas se rd!eren tangen­ cialmente a otras cuestiones de gencraci6n, y Quincy asegura a sus lecrores: no "omirire ningun material por razones de modestia". Quincy tradujo tam bien los Mysteries ofHuman Generation Fully rez•ealed with explanatory notes, de Alberto Magno, que se convirri6 en epitome del mer­ cado del porno soft medico y fue publicado por el "notorio" Edward Curll. * "Tierra de Ia alegria." [N. del T]


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"Su palacio principal o mas bien sede del placer" era a! principia pequefio, hast3 que "el placer que hallaron en el algunas de las reinas produjo ocasionalmente una considerable extension de su tamafio". 8 Esta es, por cierto, la historia de las monjas, en una de sus muchas variantes. Onania se hizo conocer tam bien a traves de canales establecidos en la lite­ ratura popular. Los hombres y las mujeres que lo editaron y vendieron eran rodos grandes protagonistas en el m undo de Ia actividad editorial de princi­ p ios del siglo XVIII y, en conj unto, controlaban grandes areas de Ia impresion y de !a publicidad. Asf, por ejemplo, Thomas Crouch publici to su Wonderful

Prodigies oj}udgment and A1ercy Discoz,ered ;n Near Three Hundred Memora­ ble Histories y un "rape aromatico volatil" del que se deda que era vigori­ Zqntc en Ia contratapa de una edicion de Onania que coedito. En 1 7 1 8 , Paul Varenne -quien manejaba un variado catalogo con enfasis en libros en latfn Book of Common Prayer- publico con Crouch un libro sobre enfermedades venereas que nada deda de !a mastur­ bacion pero que llevaba un aviso destacado de la cuana edicion, de Ia cu;!l tenfa una parte.9 El mismo consorcio que imprimio y vendio Onania y su Supplement h�_bfa lanzado unos afios antes, en 1 708, un tratado de enfermedades venereas de John Marten, en el cual aparece por primera vez en ingles Ia palabra "mastur­ baci6n" en su graffa moderna. La mencion es breve pero uti!: una lista de lo y frances, incluida una traduccion del

Sm:tzer. A Ntw Description ofA1erryland: Containing a Topognzphical, Geographi­ ofTIJat Country , 7" ed. , Bath, UK, 1 74 1 , p. 1 5. '' ] . lsted ti1e editor de al menos sesenta y ocho timlos o ediciones aisladtJS, entre las que se c ucnra n cuatro edicione� de Onania y productos tan popularcs como A History ofthe Remarka­ ble Life ofjack Sheppard (el mas famoso de los bandidos de Ia epoca, conocido por sus escapes de prision), un compendia ti tulado The Lives ofthe Most Remarkable Criminals, una picza so · b re un marido cornudo y cierro numero de Iibras erudiros de legislacion. En su momcnto, esos libros divulgaron el nombre de Onania. Generalmcme, Ia masturbaci6n no figura con dema­ siada frecuencia en las obras �obrc enfcrmedades venereas, pcsc a int egrar Ia larga lista de cau­ sas posibles de impotencia, intenilidad, supuraciones u otras debilidades de los genitalcs: por ejemplo, "frialdad natural, herencia, coito excesivo, o auropol ucion , forzando esta t'iltima Ia Naturaleza en Ia genre joven", en The Modern Siphilys (sic}; or The Tme Method ofCuring Every ' Thomas

cal a11d Natural History

Stage and S.ymp tom Collected ,md Difestrd by !. F Nicholso n ofNew College Oxji1rd and Univer­ sity of Glasgow, Londres, 1 7 1 8. Sobre Ia amopoluci6n en otros contextos p ub l icitari os , veasc Francis Doherty, op. cit., que cit a u n a n u n ci o de 1 732.


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que puede causar secreciones , impotencia e infertilidad incluye el vicio "del uso muy liberal de Ia friccion con Ia mano en !a epoca del colegio". "Las muje­ res que se manosean" pueden terminar con los mismos problemas. Un afio des­ pues, el mismo grupo publico otro libro de John Marten, un manifiestamenre "escandaloso libro -Gonosologium novum; or, A new system ofall the secrets infir­ mities and diseases natural, accidental, and venereal in men and women''- que tuvo el honor de ser el primer trabajo acusado de pornograffa en Queen's Bench una vez que las autoridades se pusieron serias y le quitaron casos como esos al Ayuntamiento. La acusacion no prospero. 1 0 Y tuvo escaso im pacto. Las futuras ediciones de Onania explotaron el mismo material voyeurfstico y sensacionalista que habia sido publicado en Gonosolo­ gium novum. En ese caso, Marten introduce una larga seccion sobre Ia region de Ia procreacion en las mujeres con Ia observacion de que "Ia pasion de todo hombre se inflama con su vision, por lo tanto todo hombre esra deseoso de que se hable de elias". Presta especial atencion al clitoris, en tanto verbo y sustan­ tivo, "que significa lascivamenre tantear las partes intimas", y sugiere Ia mas­ rurbacion para "aliviar Ia furia" del deseo de las m ujeres. Por supuesro, agrega tibios reproches contra esta alrernativa, pero en el siguiente apartado cuenta con l ujo de detalles como "para ambos sexos los placeres del amor son d.pidos 10

John !v1arren, A Treasure ofALL the Degrees and Symptons ofthe Venerrd! Disease in Both Sexes. G• ed. , ampliada, Londres, S. Crouch, N. Crouch, P. Varenne, C. .King, J. lsrcd. s/f. La

Biblioteca Briranica da 1 708 como fecha; una carra presun ramenre escrira en 1 703 esd im­ presa como pane del rexro. La pa!abra "masrurbaci6n" aparecc en Edward Baynard, The His­ tory of Cold Bathing. Both Ancient and Modern, Londres, 1 706, lo que de hecl ; o puede ser su primer uso. Sobre esre texro, vease mas adelanre, pp. I 03 y I 04; no romo en consideraci6n aquf el drulo larino de un epigrama rraducido: "No fregarse con el lascivo muslo", en " Pae­ diconem masrurbarem", epfgrafe 23 (Ex otio Negotium), 1 6 56. John Marren, Gnoso!ogium no­

uum; or, A new system ofa!! the secretJ infirmities and diseases natural, accidental, and venereal in men and women, Londres, S. Crouch, N. Crouch, P. Varenne, C. King, J . lsred, 1 709. So­ bre la acusaci6n a Marren, vease David Foxon, Libertine Literatttre in England, 1660-1 745, New Hyde Park, University Books, 1 96 5 , p. 1 3. La acusaci6n planre6 que Gnoso!ogium no1'1/m fue impreso como un apendice de !a sexra edici6n del libro de Marren sobre enferme­ dadcs vcnereas. Esdn reunidos en !a edici6n de Ia Biblioteca Briranica, a pesar de rener tiru­ los separados y una paginaci6n diferenre. Si la perdida primera edici6n de Onania fue realmente publicada en 1 708 y no en 1 7 1 0, entonces !a palabra "masrurbaci6n" y el primero y mas sos­ renido de sus ataques nacieron juntos. Y si csroy en lo correcro en cuanro a Ia idenridad del amor an6nirpo de Onania, que pronro va a revclarse, eran invenciones del mismo hombre.


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y excesivos". 1 1 John Marten es tambien el vinculo entre Ia invenci6n de Ia masturbaci6n mode rna y otros vastos mundos de obras medicas levemente por­ nograficas. Muchas partes de sus libros son compilaciones del inmensamente popular The Mysteries of ConjugaL Love ReveaL'd, de Nicolas Verrette, tradu­ cido al i ngles en 1 703, y de Rare Verities; or, the Cabinet of Venus UnLocked, que acerc6 lo mejor de Ia producci6n erotica italiana, muy cara a! gran publico ingles en 1 658. En resumen, los editores de Onania lanzaron el nuevo vicio a un mercado ansioso y preparado para abrazarlo y alimentarlo: un mercado que ellos mismos habfan ayudado a desarrollar. Su nuevo libro, como m uchos de sus cofrades !iterarios, fue una suerte de vagabundo viviendo de lo que podia acopiar a su alrededor. AI igual que una novela epis tolar, Onania fue agregando mas y mas supuestas cartas sobre las iniciaciones sexuales y las aventuras de muchachos y muchachas seguidas de su inevitable reproche. Incluso transformaba los ataques en mas ventas. A pesar de Ia promesa de "no mas agregados a este LIBRO cuando se reimprima", Ia edici6n numero quince y Ia sexta del SuppLement j ustificaban el nuevo mate­ rial a consecuencia de las m uchas falsedades que habfa hecho circular ese "procaz libelo, Onania Examined and Detected'; asf como otros interlocutores hoy perdidos. 1 2 El autor aun an6nimo niega ser "un supuesto cura plafiidero y fatigoso" que "ha producido Ia rapsodia mas lasciva" conocida por el hom­ bre. No es un sacerdote, protesta. Y ante Ia acusaci6n de que todo ese revelo­ teo sobre Ia masturbaci6n es en realidad una licencia implfcita para Ia forni­ caci6n y el "puterfo", niega todo. Respondiendo graciosamente a! cargo de haber elevado Ia masturbaci6n a "Ia mas superlativa clase de suciedad" para vender mas medicinas falsas para las enfermedades que supuestamente causaba aquella, admire que acaso haya dado poca importancia a! adulterio, Ia sodo­ mfa, Ia zoo filia y el i ncesto. Pero, retoma, hay pocas cosas nuevas que decir sobre esos temas, mientras que Ia autopoluci6n "jamas fue considerada por alguna pluma experta, a! menos hasta ahora". Y en cuanto al plan teo de que 11 12

John Marten, Gnosologium novum, op. cit., pp. 86 y 87. El rratado en cuestion es Onania Examined, and Detected; or, The Ignorance, Error, Imper­

tinence, and Contradiction ofa Book Called Onania Discovered and Exposed. . . by Philo Castita· tis, 2• ed., Londres, 1 724. La primera edicion aparecio en 1 723. No sabemos cuando devolvio por primera vez Onania sus araqucs. La 1 '5• edici6n, de !a que ciro, apareci6 en 1 730.


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la masturbaci6n es inofensiva si se practica solo para librarse del semen, nues­ tro autor responde que la mayor parte del pecado es "una imaginaci6n impura" y que en realidad no puede cometersela "libre de impureza mental". Estricta­ mente, la masturbaci6n higienica no es posible. (Esta disputa fue suscitada por un absurdo relato, que parecfa apoyar el argumento de sus crfticos, acerca de la pd.ctica liberadora del marido de una novia de 13 afi.os a quien su padre no habrfa permitido tener sexo.) Hasta fi nales de 1 720, este es el barrio literario de Onania: claramente Grub Street. y precisamente su vulgaridad nos permite finalmente descubrir, tras casi mas de trescientos afi.os de anonimato, quien escribi6 en realidad el texto primige­ nio de la masturbaci6n moderna. En 1727 apareci6 un largo tratado bajo el seud6nimo de " Mathew Rothos" , titulado A Whip for the Quack; or Some Remarks on M-n's Supplement to his Onania. 13 Fue producido por los mis­ mos editores que hicieron publico el ataque de "Philo Castitatis" a Onania en 1723 y 1 724, quienes al igual que los de Onania y su Supplement se aduefi.a­ ron de un espacio entre la moralidad de las obras religiosas y pedag6gicas y !a procaz semipornograffa. 1 4 La excusa de Rothos para escribir es que M-n no habfa respondido a la primera crftica - Onania Examined- y que se le habfa pedido a el que entrara en el conflicto como defensor del ignorado autor. Tal vez el gambito literario reflejase un debate p1iblico; tal vez hubiera gente molesta con que alguien con­ siderara la masturbaci6n como el peor vicio sexual posible, y de ese modo desechara viejos sustitutos; tal vez las repetidas historias graficas sobre auto1 3 Math[ew Rorhos], A Whip for the Quack; or Some Remarks on M-n's Supplement to his Onania. With afit!! answer and confUtation ofhis boasted-of, and longpromised curious piecefrom Sckmeider, and ofall their arguments for the seeds (sic) return into the blood after its secretion, Londres, I 727. Rorhos es casi con certeza un seudonimo. El English Short Tide Catalogue (ESTC)

idenrifica a M-n con John Marren. 14 Los editores fueron Joseph Marshall y J. Roberts. Entre sus otras empresas colectivas se hallaban una vida del ban dido Jack Sheppard y un tratado sabre las opiniones de Calvina y Lutero acerca de Ia Trinidad. Marshall publico Iibras que en su mayor parte eran virulenta­ mente anricarolicos -el relata de una milagrosa conversion en Roma·- y otros tratados reli­ giosos polemicos. El tono del ataque a Onania no es muy distinto a! de los ataques contra el a rmia nismo o Ia herejfa neopelagiana. Marshall publico tambien un manual con N. Crouch, uno de los editores de Onania. Hay I 06 entradas correspondientes a Joseph Marshall en el ETSC y 9 para Marshall y Roberts.


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seduccion por el vicio privado fueran autenticamente ofensivas. Igualmente probable es Ia esperanza de obtener algo mas de provecho del negocio de Ia masturbacion. Cualquiera sea Ia razon, el mercado literario floreda con los asuntos sucios y las discusiones. Que puede esperarse, se pregunta Rothos con retorica flo­ rida, de un remedio con sus "enfermizas y obvias falsedades, menti ras, con­ tradictorio lenguaje soez'', de alguien que p rodujo "una pletora de vergonzo­ sas cartas como si se tratara de credenciales y testimonios", de alguien "que se vanagloria y se autoelogia", que disfraza "Ia falta de merito como merito, Ia impertinente pereza como argumentos para su demostracion" y que escribio "tan lleno del lenguaje soez de Grub Street" porque esperaba atraer a una audien­ cia a Ia cual su lenguaje le parecerfa natural. M-n queda acusado -no del todo injustificadamente- "de cu!tivar y azu­ zar ciudadosamente el fuego de Ia lujuria en Ia j uventud mediante todas las incitaciones de que son capaces las palabras" y ofrecer luego un remedio secreto y costoso para curar Ia enfermedad causada, segtin se proclamaba, por Ia acti­ vidad que habfa provocado en primer Iugar entre sus lectores mas j ovenes. Que Ia fornicacion !leva a cnfermedades venereas, Ia piedra de toque de Ia charla­ tanerfa, es algo sabido. Que el sexo solitario, privado, causara enfermedades era una sorprendente invencion. Peor atin: segtin se deda, M-n era un hipo­ crita que probablemente practicara lo que negaba a los demas: mientras pro­ clamaba que el vicio solitario era "Ia mas supcrlariva especie de suciedad" (algo altamente dudoso), se "beneficiaba con el": "fingfa disgusto" y "fingfa una aver­ sion" por Ia masturbacion, de Ia que presumfa que era practicada por todo el mundo -m uchachos y m uchachas, hombres y mujeres- porque el y su fami­ lia lo hadan. Estamos, realmente, ante algo bien sucio. La identidad M-n solo podia ofrecer un escaso disfraz en 1 727, pues el autor de Gnosologium novum y de otros optisculos pornograf!cos medicos soft era bien conocido como John Marten, el cirujano y charlatan enjuiciado por obscenidad en 1 708. Sus primeros trabajos y Onania no compartfan solo los mismos editores sino tambien un lenguaje y un esrilo similares. Pocas veces una in novacion de tal magnitud tuvo orfgenes tan humildes. Pero aunque John Marten no hubiera escrito Onania, el pequefio contrapunto entre el pseudo­ nimo de "Mathew Rothos" como representante de un consorcio de editores y Onania y su Supplement como representantes del otro puede resultar una sinec-


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dogue de Ia energfa comercial de Ia cultura editorial que dio vida y energfa a! nuevo vicio. 1 5 Onania tenfa "piernas", como s e dice e n I a industria editorial. Incluso tras Ia muerte de dos de sus editores, segufa en e! mercado. Pero su mono polio sobre Ia masturbaci6n ruvo breve vida: otros se ocuparon en hacer aun mas publico y rentable el vicio privado. El siguiente fue, a mediados de Ia decada de 1 720, el mas exitoso de los establecimientos londinenses de charlatanerfa medica, dirigido por Ia famosa M rs. Garroway, heredera de Ia muy conocida familia de cafeterias. Partiendo de Ia base segura del "collar analgesico para los d ien­ tes de los nifios del Dr. Chamberlayne" y de una lfnea subsidiaria que inclufa curas de Ia gota, pastillas purgantes, emplastos para Ia fiebre, gotas de azafran y tabaco oftalmico que hada, vendfa y p ublicitaba profusamente, Ia firma se abri6 a! negocio de Ia autopoluci6n. Todo el paquete -su nueva cura para Ia recientemente descubierta enfermedad masturbatoria y los antiguos produc­ tos- podfa obtenerse en Londres y en las provincias, por partes o en su totali­ dad, en persona o por correo. Centenares de panfletos, cada uno levemente diferente a los demas, tanto como noticias semanales en los peri6dicos, espar­ cieron Ia farna de esta amplia farmacopea y del onanismo. En suma, otros se aprovecharon del nicho del que Onania habfa sido. pio nero.16 El dolor de dientes sigui6 siendo el mayor negocio para Garroway; pero Ia masturbaci6n ofrecfa enormes oportunidades. Se uni6 a Henry Parker, tam­ bien un novato en el comercio, y j untos llevaron m uy lejos esta nueva fase del negocio. (Parker era p robablemente el hij o del conocido irnpresor de almana" Michael Stolberg, quien compar6 las obras de Marten con Onania, dice que H. J. M. Symons de Ia Wellcome Library habia empezado a sospechar de Marten afios antes, pero nunca habia publicado nada a! respecto. De hecho, el Catalogue ofPrinted Books, 4, Londres, 1 995, a! cuidado de Symons y H. R. Denham, en Ia Wellcome Historical Medical Library, da a Marten como autor, lo que no hace el catilogo on-line. Stolberg duda de que Marten haya escrito Ona­ nia tanto porque el to no moral es supuestamente muy diferente del to no de sus otras obras co­ mo porque no hay otra evidencia convincente. Nadie sefial6 1a conexi6n con "Mathew Rothos", que, junto con Ia evidencia interna, creo que cierra el caso. V ease Michael Stolberg, "Self Pollu­ tion", en journal ofthe History ofSexuality, 9. 1 -2, enero-abril de 2000, n. 79 y p. 54. J r. L1 1 5" edicion, de 1 730, anunciaba que era "impresa y vendida unicamente por ]. lsted en d Colden Ball, entre Ia iglesia de San Dunstan y Chancery Llne, Mr. Crouch, librero que tam bien lo vend ia aun esrando muerto"; Varenne habfa muerto en 1 724. El lazo anodino tambien distri­ buia capias gratis de un manual perfecramente decente a cualquiera que comprara sus medicinas.


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ques y proveedor de medicinas anti-Whig.) Conocimos esta prehistoria en los anuncios al frente o al dorso de libelos impresos a bajo costo en solo 24 o 30 paginas con distintos tftulos: Eronania; or, The Misttsing of the Marriage Bed

by Er and Onan y The Crime o/Onan (together that of his brother Er); or, The Heinous Vice ofSe/fDejifement, que aparecio por primera vez en 1 724 y siguio haciendolo durante algunos afios. AI igual que Onania, su proposito era ante todo poner al tanto a Ia genre de que lo que estaba hacienda no solo era terri­ blemente incorrecto sino tambien terriblemente peligroso, y entonces, una vez que los consumidores supieran que necesitaban ayuda, ofrecer un costoso toni­ ficante. En un mundo de !eves infecciones, mala dieta, excesiva bebida, las ten­ siones de Ia vida harlan que muchas personas se sintieran terriblemente can­ sadas, aletargadas, con dolor de cabeza y generalmente desdichadas; no hacfa falta mucho para convencerlos de que probablemente Ia masturbacion con­ tribufa a su malestar y que alguna pocion podrfa vigorizarlos.17 En esos tratados no hay referencias especfficas a Onania, pese a que algu­ nas de sus partes estan ostensiblemente plagiadas: Ia definicion del crimen -"intimar consigo mismo antes que el placer carnal"- es robada casi ad fitte­ ram a su predecesor. 1 8 AI igual que Onania, abordan Ia masturbacion como una corrupcion descubierta recientemente y no como el viejo enemigo: Ia con­ cupiscencia en sus multiples formas, naturales y antinaturales. Muchfsimos tra­ tados se han escrito sobre "las diversas ramas y pecados de impureza, pero m uy pocos [o ninguno] realmente SERIO sobre este . . . eJ mas COMUN de todos". Mas aun, el nuevo vicio ofrecfa "mayores y mas fuertes impulsos hacia el que [ . . . ] ningun otro" y era especialmente amenazador porque podemos sentir­ nos tentados a creer que se lo puede abandonar: " ESTE en especial" parece 1 7 Respecto de esa prehistoria, vease Francis Doherty, "Anodyne Necklace". The Crime of Onan no lleva fecha; Eronania esd. fechado en 1 724. La diferencia enrre ambos tratados es mi­

nima, con paginas que aparecen repetidas en uno y otro. 1 ' Los mundos editoriales de Onania y del collar analgesico estaban, sin embargo, vincula­ dos. Asf, por ejemplo, Felium Ariadnum; or, The Wtzy to get rid ofthe Labyrinth ofVenus, de Paul Chamberlain -inventor del lazo y principal firma en Ia patente que erroneamente se asoci6 con I a famosa familia de parteros que invent6 el forceps obstetrico-, era vendi do por J. lsted, uno de los editores de Onania. La "secreta enfermedad" en cuestion parece ser cierta antigua dolen­ cia de los hombres causada por Ia fermenraci6n del semen en las "mujeres comunes". No doy numero de paginas de estas citas porque resulta imposible distinguir las distintas ediciones y porque las paginaciones no son consistences ni fiables.


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escapar a nuestra atencion. Todo el mundo -y los "autores" incluyen espedfi­ camente a hombres y mujeres- corre un especial riesgo de sucumbir a! sexo solitario mas que a ningun otro porque "el combustible y las traicioneras ten­ taciones de practicarlo nos acompanan siempre, donde quiera que vayamos". (Es tambien reformulacion de una frase de Onania.) Como en Onania, todas las palabras que importan se refieren a Ia interioridad: " sECRETO " , " ENTRE NOSOTRos " , perso nas que " uSAN DE sf MIS MAS separadamente y a so las". Y, como en Onania, las advertencias morales esran mezcladas con relatos de horri­ bles enfermedades, muerte o redencion. Pero Eronania y The Crime ofOnan resultan producciones mas vastas, mas plebeyas, desordenadas mezclas de letras mayusculas, trozos y fragmentos de otras publicaciones del emporio del "collar analgesico", acompanados de tab las de contenidos que guardan escasa relacion con lo que sigue. Ambos eran entre­ gados gratuitamente, aunque en ningun caso sucedfa lo mismo con las medi­ cinas que publicitaban: una purga por enema costaba unos asombrosos 7 che­ lines, 6 peniques y 1 guinea cuando Ia acompanaba "un gran remedio espedfico". Ambos tambien excitaban Ia malsana curiosidad de los lectores, a quienes prometfan detalles acerca de "esos degenerados clubes y sociedades de odia­ dores de mujeres que se reunen para corromperse" (los conocidos como molly­ clubs, y otras muestras de una nueva subcultura sodomita) , "del crimen de mi nistros, clerigos, viajantes y otros ausentes de sus esposas" , de Ia "AUTOE­ MASCULACI6N " . Nada tan j ugoso se cumplirfa. Ambos pertenecieron a Ia zona mas baja de Grub Street, de donde nunca saldrfan. No sucedio lo mismo con Onania. Su decima edicion -"se han vendido alre­ dedor de 1 5 mil ejemplares de ante rio res ediciones"- viajo a las colonias ameri­ canas en 1 724 para ser impresa por un respetable editor. El ano anterior, el anciano teologo puritano Cotton Mather habfa lanzado un ataque contra el recien des­ cubierto vicio por primera vez en su vida, pese a que, segun parece, paso mucho tie mpo preocupado por el tema. No sabemos como llego a interesarse en ello. 19

''' Onania; or The Heinous Sin ofSelfPollution, impreso en Londres, reimpreso en Boston por J ohn Phillips y vendido en su negocio en Ia zona sur de Ia alcaldia, 1 724. Hay una edici6n de 1 742, que se an uncia como "impresa y vendida por S. Kneeland y T. Green, en Queen Streer". Corron Macher, "The Pure Nazarire: Advice ro a young man, concerning an impiery and impuriry (nor easily ro be spoken of) which many young men are rheir perperual sorrow, roo


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Y, entonces, en 1 728, Onania comenzo con brfos su ascenso hacia una ele­ vada compafifa secular. Alrededor de dos decadas despues de su presencia ini­ cial en un humilde tratado, el nuevo pecado y su neologismo se abrieron camino en la primera de las grandes enciclopedias del siglo XVIII. Onania y onanismo se convirtieron en sustantivos dignos de una definicion para una obra tan ambi­ ciosa intelectualmente como Ia Cyclopaedia de Ephraim Chambers. ( Onanisma, que en su version francesa se convirtio en el titulo de un best seller del siglo XVIII, parece provenir del titulo de un tratado ahora perdido que atacaba Ia tercera edicion de Onania, del que solo tenemos noticias gracias a las edicio­ nes que siguieron. Asf, Ia primera aparicion de onanismo que subsiste es corre­ lativa a Ia primera aparicion de Onania que conservamos.) En cualquier caso, ambos son neologismos; Chambers nos lo cuenta: se trata de "terminos que recientemente algunos curanderos han establecido para designar el crimen de autopolucion, mencionado en las Escrituras como cometido por Onan, que le valiese ser castigado con Ia muerte". La entrada del autor es esceptica res­ pecto de los orfgenes bfblicos de los vfnculos Onan-masturbacion, tanto como el autor podrfa haberlo sido. En Ia entrada "Autopoluciones" leemos que "Onan y -piensan algunos crfticos- tambien Er fueron severamente castigados por provocar su polucion dejando caer el semen al suelo, por lo que el crimen fue nomLrado por algunos empfricos como Onan ia. Vease 'Onania'". Una fuente contemporanea fiable reconoce Ia originalidad del anonimo progenitor de Ia masturbacion moderna y lo identifica -correctamente- como un medico char­ latan a Ia vez que considera su creacion como digna de atencion.20 easily drawn into. A letter forced into the press, by the discoveries which ate made, that sad occasions multiply, for the communication of it" [ " El Nazareno Puro. Consejo a un jovcn, concerniente a una impiedad e impureza (de la que no es Hcil hablar) a la que se dedican Hcil­ mente muchos j6venes para su perperua desgracia. Una carta publicada en la prensa, por los descubrimientos que se han hecho, y las rristes ocasiones en que se han multiplicado, para su comunicaci6n"], Boston, impreso par T. Fleet, para John Phillips, en su negocio del lado sur de la alcaldfa, 1 723. Mather y Onania comparrieron asf un editor, si este rratado es realmente au­ tentico. Thomas James Holmes, Cotton Mather, Bibliography ofHis Works, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1 940, dice que lo es. Mi colega Robert Middlekauf, que ha escriro extensamente sabre Mather, me cuenta que estaba obsesionado con el problema de la mastur­ baci6n, lo que le daria credibilidad a Ia autemicidad de este rratado. 2" Ephraim Chambers, "Onania y Le Onanisme", "Poluci6n", "Emisi6n" y "Semen" en Cy­

clopaedia; or, An universal dictionary ofarts and sciences: containing the definitions of the terms,


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Toda la idea de autopolucion es presentada como nueva. Poluci6n o pollutio, por sf mismas, se nos dice en la voz del clara racionalismo que adopta el pro­ restantismo brid.nico cuando discute otras religiones, significa "profanar un Iugar sagrado", alga que parece preocupar a los indios supersticiosos, a los j udios -que piensan que son polucionados por las menstruaciones de las mujeres o po r rocar cadaveres- y a los apostolicos romanos, que necesitan volver a consagrar una iglesia si esd. "polucionada por efusion de sangre o de semen". La Autopo­ luci6n parece absorber esta historia de supersticion y adquiere un nuevo signi­ ficado: poluci6n y autopoluci6n son "usado[s] tambien para el abuso o Ia corrup­ cio n del propio cuerpo por media de fricciones y toqueteos lascivos, hecho con arte, para producir emision. Vease 'Emision'". "Hecho con arte" es crucial aquf. Es Ia primera sugerencia que tenemos de lo que habria de ser una tradi­ cion de preocupaciones acerca de la masturbacion como obra de una ficcion -de Ia imaginacion- que mina el papel del individuo en la sociedad. Segura­ mente aparecida en Ia primera edicion de 1728 de Ia primera enciclopedia inglesa importante, Onania, j unto con los terminos e ideas afines a ella, se repitio una y otra vez en las mas de veintiocho ediciones inglesas que le siguieron, sin hablar . de sus traducciones. Asf fue lanzada a Ia alta sociedad intelectual.21 Entonces, en 1 743, Onania cruzo el Canal y lo hizo en el Universal Lexi­ con, de Johann Hein rich Zedler, Ia segunda de las tres grandes enciclopedias

and accounts ofthe things sgnifj'd thereby, in the several arts, both liberal and mechanical, and the several. . , Londres, 1 72 8, pp. 30 I, 662, 848. Hasra 175 1 se publicaron seis ediciones mas. Cham­ .

bers es basranre rradicionalisra en su apego a las ideas de Ia vieja medicina. La enciclopedia sos­ riene Ia reorfa de los humores de Galena, recomienda Ia fleboromfa para casi rodo y no se mues­ rra esceprica anre las maravillas medicas de Ia vieja escuela -muchachas que vomiran sapos, gariros alimenrados en el esr6mago y vomirados, y casas por ei esrilo-. Acaso Onania produjera sospe­ chas al librepensador Chambers, pues ocasionalmenre se pone religioso: los delirios de un "pre­ dicador quejoso", como Ia calificaba "Philo Casriraris". 0 ral vez las rafces "empfricas" esraban en oposici6n a Ia alra, si no moderna, rradici6n medica que domina en Ia enciclopedia. Sabre las enciclopedias del siglo XVIII ames de Ia famosa Encyclopedie francesa, vease Philip Shorr, Sci·

ence and Superstition in the Eighteenth Century: A Study ofScience in Two Encyclopedias of1 7251750, Nueva York, AMS Press, 1 967.

2 1 Chamb ers disringufa enrre Ia autopoluci6n y Ia poluci6n nocrurna, que surge de dema­ siado semen o demasiado espeso o bien de venas demasiado debiles, es decir, por causas natu­ rales opuesras a las arrificiales. Esro es considerado como una preocupaci6n especial de Ia Igle­ sia Romana, que "reza a! caer Ia rarde para manrenerse a salvo de las poluciones nocrurnas".


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del siglo XVIII. Su parrafo de apertura corresponde, mas o menos literalmente, a Ia entrada "Selbst-Befleckung, Onan ie" (autopolucion, onanismo) en el volumen 36 de su compendio en 64 volumenes del viejo y nuevo saber cien­ tffi.co. A solo treinta afios de atraer por primera vez Ia atencion del mundo como problema serio, Ia masturbacion hab ia encontrado un Iugar en el cen­ tro cultural de Ia Europa de habla germana. Zedler debio haber extractado su texto de Ia traduccion hecha por Carl Albert Carus de Ia novena edicion i nglesa, que a su vez circulo en al menos cinco ediciones alemanas antes de 1 800. No sabemos como llego Carus a Onania. Tampoco nadie ha hecho un cuidadoso estudio b ibliografico para establecer Ia relacion entre Onania, el texto de Carus y sus m ul tiples ediciones, y una obra que habrfa sido el p rimer libro sobre n uestro tema escrito en aleman, en I ugar de ser una tra­ ducci6n. Ese honor le pertenece probablemente a Persuasive and lively war­ nings against all the sins of uncleanness and secret lewdness, del pietista de Halle George Sarganeck, cuyas varias ediciones hicieron algun ruido en cono­ cidos periodicos de las ciudades alemanas mas importantes. Compartfa mucho con Onania, incluso el recurso literario -un amistoso doctor ayuda al mora­ lista, quien es realmente el autor- y Ia oferta de recuperacion de los efectos de Ia enfermedad masturbatoria. Pero en cualquiera de las formas en que Ona­ nia circulo en el cada vez m as vibrante m undo editorial aleman, hacia 1 740 las traducciones habfan engendrado una seguidilla de impresos vinculados al mercado de Ia medicina charlatana: libros mas piadosos, pero que segufan generando dinero, como el de Sarganeck; y en pocos afios mas, una entrada en Ia mayor enciclopedia de Ia epoca. Nada mal para un arribista que, desde Inglaterra, unfa Ia cultura co mercia! y popular con Ia alta cultura, lo reli­ gioso y Ia moralidad secular. 22 n Johann Heinrich Zedler, Grosses vo!Lstandiges Universa!-Lexikon, 64 vols., ed. Johan Pe­ ter von Ludwig y P. D. Longolius; Onania; oder, Die Siinde der Se!bst-Befleckung, mit aLLen ih­ ren erttsetz!ichen Fo!gen , Leipzig, 1 736. Esta edicion tiene 439 paginas y asf incluye tanto Ia Onania ampliada como su Supplement. Ediciones posteriores aparecieron en Leipzig y Franc­ fort en 1 75 1 ("Edicion nueva y ampliada"), 1 757, 1758 y 1 765. En el mismo punro, Ia pala­ bra Sunde fue sacada del titulo y reemplazada por Krankheit ("enfermedad"). Tenemos un li­ bro de 1 76 1 de Philipp Friedrich Sicherer tirulado Kurzer und notige unterricht von den schad!ichen . . .

fo!gen der selbstbejleckung in absicht aufdie gesundheit: Als ein hochst niitzlicheranhang zu dem englischen buch Onania. [ Breves y necesarias insrrucciones respecto de los daiiinos efecros de . .


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Luego vino Francia. No esd. claro como -o cuando- llego Onania allf. No parece haber habido una traduccion francesa completa durante el siglo XVIII, y hacia la epoca en que fue publicado un derivado en lengua francesa, en Leipzig en 1 775, Onania ya estaba consagrada entre los mejores drculos.23 Sabemos fehacientemente que el celebre medico iluminista Samuel Auguste David Tissot, quien logro finalmente dar respetabilidad a la exposicion del ona­ nismo en 1 759, tenfa en su biblioteca de Lausana la primera edicion de la Cyclo­ paedia de Chambers, asf como la 1 7a edicion de 1 7 52 de Onania.24 Tal vez el interes por el tema fue generado por la entrada "manustrapratio" en el segundo volumen del famoso MedicinaL Dictionary de Robert James, que ayudo a tra­ ducir Denis Diderot, el emprendedor filosofo e in telectual. Quizas esto lo inspiro a encargar el articulo sobre masturbacion en la enciclopedia que estaba organizando. Quizas un hombre tan fascinado por la vision como Diderot haya quedado atrapado por el relato de James acerca de un muchacho que, como resultado de su "descabellado entretenimiento", esa "descabellada forma de ero­ tismo", esto es, la masturbacion, habfa empezado a escribir con letra cada vez

!a auropolucion sabre !a salud como un muy uti! agregado al libro ingles Onania . . . ] , que di­ ce ser una nueva edicion corregida y aumentada de una version anterior y que fne publicada -"con imperial privilegio"- por Friedrich Gottbold Jacobaern en Leipzig en 1 76 1 . Sicherer se presenta como un boticario de Heilbronn a quien se pueden comprar las curas; el editor y "Facror" Wild en Francfon tam bien las tiene a Ia vema. El mismo editor de Leipzig public6 una sexra edici6n de este libra en 1 773. Obtuve esta informacion bibliografica de varios ca­ ralogos, impresos u on-fine, con agregados de colegas que han hall ado capias aquf y all f. World­ Cat y Deutsche Gesamtverzeichnis (ov) fueron especialmente utiles; Ia edicion de 1 736, que no figura en Ia OV, esd informada en el sitio biblioteca www.swbv.uni-konstanz, tftulo iden­ tificado como 5 533962. Agradezco a James H . Spohrer, el coleccionista de libros alemanes de Berkeley, por su constante ayuda en este y otros temas durante este proyecro. Acerca de Sarganeck, vease Karl Braun, Die Karnkheit Onania: Ko·rperangst und die Anfonge moderner Sexuafitiit im 18. jahrhundert, Fdncfort, Campus Verlag, 1 995, p. 207. El libro es Oberzeu · gende und bewegfiche \Vrzrnung vor a!fen Siinden der Unreinigkeit und heimfichen Unzucht. . , Zullichau, 1 740. 23 Me refiero a lo que parece ser una traduccion de la edicion de 1 773 en Leipzig del libro citado en Ia nota anterior: Instructions courtes. . . sur fes suites focheuses auxqueffes on expose fa .

sante par fa poffution vofontaire de soi meme: en forme de supplement. . . au Livre anglois intitufe Onania. , Leipzig, 1 775. 2 4 Antoinette Emch-Deriaz, Tissot: Physician ofthe Enlightenment, Nueva York y San Fran­ cisco, Peter Lang, 1 992, p. 43. . .


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mas y mas pequefia hasta que termino casi ciego. El diagnostico: amaurosis, disminucion de Ia vision sin manifiesto defecto del ojo.25 Pero esto es especulacio n. Sabemos que el emi nente medico Jean Jacques Menuret de Chambaud, au tor del extenso articulo "Manstrupration or Manus­ tupration" -entre otros- en Ia obra que marca epoca, Ia Encyclopedie de Dide­ rot, acreditaba a Onania el haber hecho de Ia masturbacion una cuestion digna de seria atencion, aunque Ia criticara por ser un desprolijo pastiche. Hacia 1 765, algo mas de cincuenta afios despues de que un anonimo curandero sosruviera ser el primero en alerrar al m undo sobre un vicio secreta, innominado, y del que habfa escasa informacion, su obra i ngreso en Ia ultima y mayo r de las enciclopedias del siglo XVIII. Desde Grub Street, Onania habfa alcanzado el pinaculo del encumbrado Iluminismo.26 La principal autoridad para el articulo de Ia Encyclopedie, sin embargo, no era Ia humilde Onania, sino una obra respetable, mucho mas erudita, de uno de los mas famosos, influyentes y prolfficos medicos del siglo XVIII: L'Onanisme; ou, Dissertation physique sur les malades produits par fa masturbation, de Tissot, p ublicada en una edicion francesa de 1 760 cuya extension era un tercio del original Iatino de 1 759. Tissot no fue generoso co n Ia obra anterior de Ia que robo tanto el titulo como Ia perspectiva: "Es un verdadero caos [ . ] una de las . .

" Robert James, A Medicinal Dictionary, Londres, 1 743- 1 745, vol. 2. El doctor Johnson se contaba entre los distinguidos colaboradores de Ia obra de James; el novelista Samuel Richardson, como editor e imprentero, colaboro en su salida. Sabre el papel de Richardson en su puesta en el mercado, vease T. C. Duncan y Ben D. Kimpel, Samuel Richardson: A Biography, Oxford, Cla­ rendon Press, 1 9 7 1 , p. 84. Este es el primer relata de muchos sabre Ia masturbacion como cau­ sa de ceguera. Emision es el termino clave ausente aqui: segun Chambers, es "el acto de lanzar o arrojar alga, en especial un fluido, que se aplica mayormente entre nosotros a Ia expulsion o eyacu­ lacion de semen". La definicion de emision es de Ia Cyclopaedia de Chambers. Si, como han crei­ do muchos desde Ia Antigiiedad, ver implica emitir rayos desde los ojos, entonces el exceso de emision en el propio cuerpo -Ia masturbacion- puede muy bien impactar en el funcionamiento de Ia vision. La entrada de James sosriene que habia algo "descabellado" (preposterous) respecto del onanism a, alga que literal mente ponia lo posterior al frente, alga que a finales del siglo XIX se lla­ maria perversion, Ia que resulraba siempre en emisiones mas debiles, ya fuesen genitales u ocula­ res. Casas de ese ripo siguieron por un siglo y media: por ejemplo, los casas en Annalist, Nueva York, 1 847, p. 1 93, y en el Journal d'Ophtalmologie, Paris, 1 872, pp. 1 88 y 1 90. 26 El reconocimiento resulra convincenre en John Lough, Essays on the Encyclopedie de Dide-­ rot and D'Alembert, Londres, Oxford University Press, 1 968, P- 482. Menurer de Chambaud escribio rambien el arrfculo sabre matrimonio.


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producciones mas inconexas que haya aparecido en mucho tiempo". Insiste en que no hay similitudes entre estos dos libros. Advierte que no hay que dejarse llevar por Ia "afinidad de titulo", ya que cualquiera que lea ambos tendri en claro sus diferencias. Pero protesta demasiado; Onania habfa llegado. 27 La introducci6n de Tissot sugiere cuan i ntensamente habfa penetrado e1 an6nimo curandero ingles en Ia alta cultura. Desde Ia publicaci6n de esa obra -Tissot se refiere al intervalo entre el original en latin y Ia traducci6n francesa-, se habfa enterado gracias a una indiscutible autoridad de que algunos hechos en Onania no eran ciertos, de que Ia obra habfa sido acusada -falsamente- de obscenidad y de que Ia edici6n alemana habfa sido suprimida por falta de pri­ vilegio imperial.28 Por todas estas razones resolvi6 omitir cualquier menci6n a Onania. Por otra parte, algunas de las crfticas s6lo eran va!idas para Ia edici6n alemana; podfa haber "hechos imaginarios", pero en general lo que dice Ona­ nia es "completamente cierto". Pero el factor decisivo para incluir una discu­ si6n de Ia obra anterior fue una carta que recibi6 de un distinguido medico lla­ mado Johann Rudolph Stehelin, que le inform6 de un caso reportado por Friedrich Hoffmann de Halle. (Hoffmann era famoso por su opinion de que los nervios transmitfan a los musculos una especie de fluido lfquido que los conservaba asf en un estado de semicontracci6n. La teorfa se habfa difundido en distintas ver­ siones y explica por que podfa pensarse que Ia desaparici6n de esa energfa ete­ rea a traves de Ia masturbaci6n p roduda mandfbulas flojas, manos debiles y otros signos del vicio secreto.) Uno de los pacientes de Hoffmann, escribi6 Stehelin, aparentemente sufrfa de Ia enfermedad masturbatoria. AI consumir los reme­ dios del autor de Onania, se cur6 e incluso pudo tener hijos despues. En suma, Onania funcionaba tan bien entre los mejores drculos medicos como entre sus clientes. Sabemos que un paciente suizo consigui6 una copia en Francfort. 29 " Cito a traves de Ia siguiente traduccion inglesa, que es ampliamente accesible en sus reim­ presio nes: Onanism; or, A Treatise upon the Disorders Produced by Masturbation; or, The Danger­ ous Efficts ofa Secret and Excessive Venery, traducido por A. Hume, Londres, 1 76 1 . Es una ver­ sion extremadamente confiable que difiere de Ia version en frances principalmente por traducir en idioma vernaculo el material que Tissot dejo en latin en su propia traduccion al frances. 2' Esto puede ser cierto; pero al menos una edicion obtuvo el privilegio imperial, y en cual ­ quier caso cada ciudad del Imperio Romano tenfa sus propios privilegios. 2" Hoffmann es presumiblemente el medico Friedrich Hoffmann el Joven, cuyas opini ones sobre los aspectos debilitantes de Ia perdida seminal cita mas tarde Tissot en el libro. Es aqui


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Pero L'Onanisme de Tissot tri unfo en una escala muy diferente; fue una sensacion literaria instand.nea en toda Europa. A diferencia de Onania, no ven­ dfa remedios, no estaba atado a productos dudosos y ofrecfa muy escasa ayuda inmediata mas alia de aconsejar a sus lectores que no comenzaran a mastur­ barse o que abandonaran esta practica si habfan sucumbido a ella. Sus pres­ cripciones curativas eran calmantes de sentido comun y economicos: vida salu­ dable, buena co mpafifa, quizas algunas pociones energizantes. Asf, L'Onanisme (en el resto del libro lo Ilamaremos por su tftulo en ingles, Onanism) se movio independientemente del mercado de medicina charlatana que habfa soste­ nido a Onania. Por muchas razones -en especial esta ultima- capto casi de inmediato Ia i maginacion del publico. No hay una bibliograffa completa y sistematica. No obstante, conocemos resultados de ediciones del siglo XVIII: en Londres, Bath y D ublin; en Lau­ sana, patria de Tissot; en Berna, Ginebra, Francfort, Leipzig, Augsburgo, Ham­ burgo y Eisenach; en Utrecht, Amsterdam y Lovaina; en Madrid, Filadelfia, Viena y Venecia (a! menos una en italiano y otra en griego) . 30 Este listado no incluye extractos ni plagios. Solo por el n umero de sus ediciones, Onanism figura entre los best sellers del siglo XVI I I . Habfa a! menos 3 5 ediciones en frances y 6 1 en otras lenguas, sin inclui r 6 ediciones y 4 traducciones de Ia donde un tal docror Bekker de Londres es identificado con el autor de Onania. Muchos histo­ riadores modernos dicen que Bekker es el autor; pero como no tenernos mas datos que !a alu­ si6n en una linea de Tissot y !a posibilidad de que acaso fuera Balthasar Bekker quien en I 695 escribi6 un rratado sobre los errores vulgares, puede tambien ser an6nimo. Si se toma en cuenta que Bekker muri6 en 1 698, no parece ser el candidato adecuado. No aparece ningun otro Bekker en el ESTC. Tissot in forma que uno de sus pacienres adquiri6 Onania en Francfort ( Onanism, op. cit., pp. x y 20-24). El unico otro rrabajo conocido del rraductor Hume es Every Woman Her Own P!Jysician; or, Ladys Medical Assistant, Londres, 1 776. No hay sefiales en el libro de que su autor sea quien rradujo a Tissot a! ingles. Con relaci6n a los r6picos de donde pueda provenir el onanismo -histeria, por ejemplo-, el es claramente hipocratico. El matrimonio es el verdadero remedio. Como Galeno, recomienda masajes, pero no especifica en que zonas. 3" La edici6n veneciana dice ser !a tercera. La edici6n de Filadelfia es mas una adaptaci6n que otra cosa. Muchas traducciones usaban el texto aumenrado frances y luego agregaban -a menudo copiosamente- material local en notas al pie. John Sparhawk, A Table of the Several Chapters and Principal Contents of the Late Famous Treatise, called Dr. Tissots. . . , Filadelfia, 1 77 1 . El doctor Sparhawk, como se lo conoda, vendfa un remedio espedfico para !a debilidad ocular -tal ve:z conectada con !a masturbaci6n-, pero tambien figura en !a lista de Early American Imprints por un caralogo publicado por su librerfa en Londres.


version latina mas breve. Puede compararselo con Ia novela mas popular de Rousseau, La nueva Eloisa, que tuvo 1 37 ediciones en ese siglo. En resumen, este primer libro "serio" sobre Ia masrurbacion fue un autentico best seller y siguio siendo ampliamente reeditado y citado en el siglo XIX en mas lenguas at'm. Por ejemplo, hacia 1 8 5 5 habfa cinco ediciones en ruso.31 Tissot ya era muy conocido, conectado y ampliamente respetado cuando se publico Onanism. Habfa estudiado con algunos de los principales talenros de Ia medicina del siglo XVIll y fue editor y traductor de una de sus verdade­ ras luminarias: Albrecht von Haller. Su libro de 1 75 4 sobre Ia viruela habfa sido un exito inrernacional y Ia reconocida fuente del articulo sobre inocula­ cion de Ia Encyclopedie. Ei afio en que aparecio Onanism, Tissot fue elegido para Ia Royal Society, y a! afio siguiente, con Ia publicacion de Advice on the Health of the People, su nombre se convirtio en una contrasefia; Ia filosoffa medica de Ia cual el onanismo formaba parte recorrio Europa. Cuando uno de sus sirvientes se enfermo, Ia senora Thrale -amiga del doctor Johnson- le pidio a su hijo: "Alcanzame Ia Medicina Domestica de Buchan o, mejor, alcan­ zame el Tissot, ese es el mejor libro" . "Asf es", le contesto divertido , y fue por el Advice. Existfan mas de 1 39 ediciones en el siglo XVIII en a! menos catorce lenguas, i ncluyendo dos en telugo. John Wesley i nrrodujo un resumen del Advicey io vendio "en las casas de oracion metodistas de Ia ciudad y el campo",

3 1 Para el perfodo hasra 1789 confio en Jo-Ann McEarchern, Bibliography ofjean-jacques Rousseau, Oxford, Voltaire Foundation, 1 989, val. 2; ramo 1 789 de un rrabajo inediro de Car­ la Hesse presentado el 1 6 de junio de 2000 en Ia Ecole des Haures Etudes. Parece probable que

dispongamos de informacion mas complera de las ediciones de Rousseau que de las ediciones de Tissot; no existe bibliografia espedfica sabre Tissot, y obruve mis datos de Ia lista de Anroi­ nerr Emch-Deriaz, Tissot, op. cit., pp. 324-326. Esroy casi seguro de que a! menos diez edicio­ nes que encontre en distintas bibliotecas no figuran en su lista, pero sin examinar las capias es diffcil saber! a . Los numeros que day son apen as esrimarivos. Respecto de los plagios de Tissor, vease, par ejemplo, Duncan Gordon, A letter to john Hunter respecting His Treatise on the Vene­

real Disease. . . pointing out the absurdity and immorality ofhis Doctrine in Favour ofOnanism or Masturbation, Londres, 1 786. Tissot es conocido y citado directamente, pero Ia mayor parte de esre tratado esta robada sin reconocimiento alguno. El contexto es el plan teo de Hunter de que Ia masrurbaci6n no es mas -en realidad es menos- amenazante que el intercambio sexual. Sa­ bre Hunter, vease mas adelante, pp. 261 -264. Sabre Tissot en Rusia, vease Laura Engelstein, The Key to Happiness: Sex and the Search for Modernity in Fin-de siecle Russia, Ithaca, Cornell University Press, p. 226. Tambien hay plagios rusos de Tissor.


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con el agregado de que Tissot era una persona de "solido entendimiento, amplios conocimientos y profunda experiencia". Lo que, segun se dice, es el primer tra­ tado cientffico medico en yidish esd. basado fuertemente en las traducciones al aleman y al hebreo.32 Y tambien con otros escritos, Tissot estaba en las mesitas de luz de Europa. James Boswell paso la mayor parte del domingo 25 de j unio de 1 769 en cama leyendo On the Health ofLiterary Persons, que, segun dice, "le provoco algunos curiosos pensamientos". Y seguramente lo hizo, pues ese libro retrata con identica atencion las enfermedades provocadas por una prolongada actividad mental asf como por !a masturbacion , actividad por !a que Boswell sentfa gran culpa y repulsion.33 Asf Tissot, con sus impecables credenciales, enorme reputacion y una amplia correspondencia que inclufa a los mayores intelectuales y a las cabezas coro­ nadas de Europa, lanzo definitivamente a !a masturbacion a la corriente prin­ cipal de !a cultura occidental. Deda que su informe era limitado, que no estaba interesado en la autopolucion como "crimen", como desorden moral o como "pecado", para usar el lenguaje pasado de moda de la religion que ei y sus colegas generalmente rehufan. El problema, tal como ei lo vefa, no era en pri­ mera i nstancia una cuestion etica. Su tema era !a patologfa corporal: los desor­ denes que ocasionaba la masturbacion -las enfermedades que trafa aparejadas­ era lo que importaba. 32 Mary Hyde (ell.), The Thrales oJStreatham Park, Cambridge, Mass., Harvard University Press, I 977, p. I 60. Ciro de Ia septima edici6n corregida de The Family Physician; or, Aduice with Respect to Health. . . extractedform Dr. Tissot, Londres, 1 80 I , p. 3; Ia sexta edici6n fue pu­ blicada en 1 797. Moise Marcuze, Seyfer Refoes [Libro de remedios] , clara y ampliamenre basa­ do en Ia traducci6n alemana, con probable conocimiento de Ia hebrea, que fue emprendida ba­ jo Ia direcci6n de Moses Mendelssohn, el lfder de Ia Haskala, o Iluminismo judfo. Vease John M. Efron, Medicine and the German jews, New Haven, Yale University Press, 200 1 , p. 77. 33 James Boswell, In Search ofa Wife, 1766-1769, ed. a cargo de Frank Brady y Frederick A. Pottle, en The Private Papers ofjames Boswell, Nueva York, McGraw- Hill, 1 956, p. 2 1 4 . "Juro con Ia espada desenvainada que solo obtuve placer con ayuda de una mujer." Frederick A. Pottle (comp.) , BoswelL on the Grand Tour: Germany and Switzerland, 1764, Nueva York, McGraw-Hill, 1 953, p. 278. Boswell aflrma que Ia culpa por Ia masturbaci6n es mas o menos conremporanea a su descubrimienro del placer sexual, con el cual se sentfa poco culpable. En 1 764 escribe duran­ te su viaje por Holanda: "Vi entonces que ese coito irregular no era recomendable pero que no era un crimen terrible, y tal como ahora esta constituida Ia sociedad me hago escaso o ningun da­ fio en tomar una muchacha, especialmente cuando mi salud lo requiere. jBendito sea!". Frederick A. Pottle (ed.), Boswell in Holland, 1763-1 764, Nueva York, McGraw Hill, I 952, p. 258.


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Pero esro es un poco ingenuo. Tissot confiesa que esd. hacienda solo lo que se supone que debe hacer un medico: "Quod medicorum est Promirrunr medici"; unicamente lo que se relaciona con Ia medicina le esd. permitido a! medico, pro testa citando a Horacia. En realidad, sabe que es parte de una gran empresa imperialista en Ia cual la ciencia esd. reclamando Ia auroridad que perrenecio par mucho tiempo a Ia religion. El cuerpo sufre -asf argumenraba Ia medi­ cina iluminista- cuando las p d.cticas sociales violenran el arden natural; Ia medicina es una -claramente fa- ciencia moral fundacional, pues es Ia unica experimentada para determinar si esa violacion ha tenido Iugar. Si las normas no deben sustentarse en Ia divina revelacion sino en una comprension de lo que requiere Ia naturaleza, y si Ia violacion de esas normas se hace evidenre a traves de Ia parologfa, entonces los medicos han de ser tanto gufas de lo correcto como diagnosticadores de lo i ncorrecto. Johann Georg Zimmermann -el emi­ nente medico aleman, belletrist, y buen amigo de Tissot- representa claramenre Ia version de Ia moralidad medica. Par un !ado, escribe e1 rratado en que Ia severa voz del medico advierre sabre Ia masturbacion en las j ovenes y anun­ cia: "Nadie puede cubrir algunas de las fisuras en el conocimienro y las adver­ tencias morales mejor que el medico". Par el otro, es mejor conocido par el publico lector de America y Europa par su libra acerca de Ia soledad, una serie de pensamientos sabre Ia imporrancia de Ia autorreflexion en una civili­ zacion cada vez mas exigenre en lo social. Para un hombre como Zimmermann, quien exploro los "secretos rincones del corazon humano" (Ia frase pertenece a las memorias de Tissot), en los lfmites de Ia soledad se hallaba e1 vicio soli­ tario. 34 La moral hablaba a rraves de Ia medicina. La masrurbacion paso sin dificultad de Ia literarura medico-moral a otro tipo de escriros. Rapidamente lagro representar para los grandes pensadores del Iluminismo un desprecio de Ia sociabilidad que podfa ser destructivo para el cuerpo, pero que era tambien terrible aunque no tuviera efectos en el orga­ nismo. Voltaire, par ejemplo, trato e1 tema con su caracterfstico estilo. AI igual 34 S. A. D. Tissot, The Lift off G. Zimmermann, Londres, 1 797, p. 1 6. El contexto es el planteo de que Zimmermann no rechazaba las novelas -cuando se presume que deberia hacer­ lo- sino que mas bien se aferraba a las "buenas obras [ . . ] de esra especie" por lo que revelan acerca del coraz6n humano. Vease pp. 302 y ss. sabre Ia conexi6n entre Ia masturbaci6n y Ia no­ vela. J. G. Zimmermann, "Warnung an Eltern, Erzieher under Kinderfreunde wegen der Selbst­ befleckung, zumal bein ganz jungen madchen", en Deutsches Museum, 1 , Leipzig, 1778, p. 460. .


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que Tissot y otros, reconocio los creditos del doctor ingles que habia escrito Onanism -se refiere a Onania- por haber iniciado toda esa tematica. Sefiala que en ninguna parte !a Biblia dice que Onan se masturbara como metodo para evitar Ia concepcion. Reconoce el inmenso exito del tratado ingles: "se cuentan alrededor de ochenta ediciones" -no queda claro de donde obtiene Voltaire esta cifra-, con Ia salvedad de que esa "prodigiosa cifra" no es sino "el habitual rruco de los libreros para embaucar lectores". Y luego se dedica a algunos aspec­ tos de Ia historia que hemos recorrido. El famoso doctor de Lausana que escri­ bio Onanism, S. A. D.Tissot, recibe su credito por aportar claridad y metodo a !a mezcolanza de Ia tradicion inglesa de Grub Street. Las opiniones de Tissot parecen interesar a Voltaire no porque estuviera interesado espedficamente en los peligros medicos de Ia masturbacion, sino porque ofrecia municiones para su anticlericalismo. El celibato clerical, !a abstinencia antinatural, llevaba a pia­ ceres antinaturales; uno estimulaba a! otro; monjes, sacerdotes y monjas se mas­ turbaban. Y Voltaire dice, en el to no sard.stico que reserva a sus ataques contra la Iglesia, que el planteo de que el Dios eterno haya nacido en una tribu de pros­ titutas y ladrones, de cuya genealogia prefirio escapar Onan desparramando su semen en el suelo, es ridiculo, pero no menos misterioso que gran parte de lo que los sabios de !a Iglesia inculcan a sus credulos parroquianos. (Los lectores que quieran conocer inmediatamente Ia morbosa historia completa de Ia familia de Onan deben avanzar hasta las paginas 1 36- 1 40.) Sin embargo, cuando Vol­ taire es presionado para que defina el pecado de Onan, conocido en su epoca como "masturbacion", solo dice que es resultado del "perverso am or a sf mismo" -lo que Havelock Ellis y Freud concebirian como "narcisismo"-. Pero el asunto ahora estriba en que Voltaire, asi como tantos que ayudaron a inventar Ia mas­ turbacion moderna, se preocuparon por el autoerotismo sexual en tanto se hallaba enfrentado a Ia vida social y moral tal como debia ser vivida.3 5 Jean-Jacques Rousseau lo entendio explicitamente. Cuando Tissot le envio una copia de Onanism el S de j ulio de 1 762, lo hizo con el espiritu de un colega en el terreno de una gran causa moral por !a que tanto habia hecho su distin3 ' "Onan, Onanisme", en Dictionnaire philosophique, t. II, vol. 8 de las CEuvres Completes de Voltaire ( 1 765), Paris, Firmin Didot, 1 862, pp. 94 y 95 [trad. esp.: Diccionario Filosojico, Ma­ drid, Akal, 1 978]. Ese articulo no figura en Ia edici6n del Dictionnaire publicada antes de Ia obra de Tissot.


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guido compatriota. La que habria de convertirse en Ia obra educativa mas influ­ yente del Iluminismo, Emilio, habia aparecido dos meses antes, en mayo de 1 762; Tissot debe haber leido Ia obra de inmediato y reconocido que era mucho lo que compartia con su celebre au tor. Pidio una audiencia y le fue rapidam ente concedida. Tissot ofrecio sus felicitaciones: "Los momentos que pase con usted esran entre los mas interesantes de mi vida". y alinea su propio libro, que ya le habia mandado, j unto a las obras maestras de Rousseau: " Onanism ie mos­ uara que final mente hay un medico que ve todos los peligros de Ia odiosa prac­ rica que usted ha atacado tan agudamente y que tuvo Ia valentia de exponer". La alusion es a! mal presentimiento moral respecto de Ia masturbacion que rodea el despertar sexual de Emilio, protagonista epo nimo de Rousseau y, por extension, el de todos los adolescentes. "Si eJ [el alumno de un educador] cono­ ciese alguna vez el peligroso suplemento" como manera de satisfacer sus ins­ tintos sexuales, "estaria perdido", declara inequivocamente Rousseau. No solo "acarrearia los tristes efectos de este habito, el mas desastroso con que un joven pueda subyugarse, basta Ia rumba'', sino que, por el mismo acto, estaria per­ dido para su maestro. La medicina es parte de Ia historia; es seguro que el cuerpo y el corazon quedan enervados. Pero aun mas perturbador resulta que por culpa de Ia masturbacion Emilio quede irremediablemente esclavizado a sf mismo. Es mejor enamorarse de Ia mujer inadecuada; de algo asi, cree Rousseau, se puede salir. Pero ser rescatado de sf mismo como maquina de deseo y satisfaccion sexual es otra cosa. Por mas complejos que fueran los sentimientos de Rousseau acerca de Ia injerencia de Ia sociedad en hacernos lo que somos, Ia sociedad segufa ofre­ ciendo bases para Ia redencion; en Ia pura i nterioridad era mas dificil, acaso imposible, de alcanzar. Y Ia pura interioridad llevada por Ia posibilidad de infi­ nita, autogenerada satisfaccion sexual era el caso mas extremo. 36 La masturbacion y Ia creacion del yo son temas fundamentales en Rousseau Y en otros a los que ya volveremos. Pero por ahora, mientras el proyecto siga sien do describir como se abrio camino en el mundo una nueva culpa, lo que imp orta es que Ia masturbacion es una seria cuestion moral que ha escapado J<, Tissot a Rousseau, 8 de julio de 1 762, en Correspondance Complete de Jean-jacques Rousseau, Gincbra, Madison, 1 970, vol. 2; Jean-Jacques Rousseau, Emile, val. 4 de sus CEuvres completes, ed. a! cuidado de Bernard Gagnebin y Marcel Raymond, Paris, Gallimard, Pleaide, 1 969, p. 663 [trad. esp.: Emilio, Madrid, Edaf, 1 978].


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de los lfmites de Ia medicina popular ramo como de Ia legal, de Ia pedagogfa, las polemicas anriclericales y las sesudas enciclopedias para figurar poderosa­ mente en un besr seller literario. Se imprim ieron mas de 30 mil capias del ori­ ginal frances del Emilio hacia finales de 1 762; casi 200 mil al final del siglo, y esto sin conrar traducciones. Dos de los mas prominences educadores alemanes dijeron que en el Emilio de Rousseau se "habfa ensefiado a pensar a los pensa­ dores".37 El vicio que escasamente habfa pronunciado su nombre en 1 700 era proclamado menos de cien afios despues a millones de lectores y oyentes, con­ siderado como Ia amenaza mas grave a Ia integridad moral del individuo. El 22 de j ulio de 1 762, Rousseau agradecio a Tissot el envfo de Onanism. Debio haber lefdo el libro apenas lo recibio -el tema se hallaba entre sus mas dilecros- y respondio con aprecio. En su nota de agradecimiento, dice que pese a no ser ese un momenta de muchas lecturas para el -no especialmente de Iibras medicos-, no pudo dejarlo una vez que lo empezo. Solo lamentaba no haberlo conocido antes para poder haber usado su autoridad y conocimientos y afian­ zar lo que el mismo habfa dicho sabre el tema.38 No sabemos como llego originariamente Rousseau al problema. El famoso relata sabre Ia relacion con su pro pia masturbacion y su Iugar en Ia constitu­ cion de su sexualidad aparece en las Confesiones y es Ia reflexion de un hom­ bre adulto respecto de su j uventud.39 Pero Ia cuestion general es bastante clara; hacia 1 760, uno de los medicos mas lefdos e infl uyentes del I lumi­ nismo y el mas brande de los filosofos hicieron causa comun contra un vicio que habfa emergido desde Ia casi completa oscuridad apenas cincuenta afios antes. Tissot siguio siendo extensamente citado en el tema por autores letra­ dos y populares durante al menos otro siglo y media. Y las reflexiones auto­ biograficas de Rousseau resonaron, al menos en los cfrculos educados, como Ia formulacion definitiva del nuevo vicio. 3' He calculado el numero de Iibras en circulacion multiplicando los numeros de ediciones; en esos tiempos en Francia dos mil era Ia cantidad normal de una edicion de Ia epoca. Christa Kersting, Die G'enese der Pddagogik im 18. jahrhundert: Campes "Allegemeine Revision" im Kon· text der neuzeitlichen Wissenschaft, Weinheim, Deutscher Smdien Verlag, 1 992, p. 86 . .lH Rousseau a Tissot, 22 de julio de 1 762, en Correspondance . . . , op. cit., p. 1 2. 3'' Las Conftsione.i fueron publicadas posmmamente en Ia decada de 1 789. Esa obra, tan central para ver como construimos nuestra autopercepcion, alcanzo a! menos I I ediciones du­ ranre Ia tilrima decada del siglo, y asi ruvo su pane en Ia difusion de lo que comenzo en 1 7 1 2.


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"�No te he dicho a menudo que soy un nuevo Rousseau?", escribi6 John Rus­ kin, el sabio victoriano, a Mrs. Cowper, pidiendole que usara esa informacion

para convencer a la familia de Rose La Touche, a cuya hija estaba cortejando, de que su matrimonio con su anterior esposa Effie no habfa sido anulado a causa de que no podia lograr una erecci6n, sino porque no pudo lograrlo especffica­ mente con ella. La ironia de confesar que habia sido un masturbador para pro­ bar que podia ser un amante -!a premisa habitual hubiera sido la contraria- se volvi6 en su contra. Todo lo que querfa dejar en claro era que sus dias de mas­ turbaci6n habfan terminado. Ya estaba a salvo del pecado, le cuenca a Mrs. Cow­ per. Esos dfas habian pasado, "realmente pasado como la noche",40 si bien aun daban pruebas de su potencia en las circunstancias adecuadas. 40 Hubo muchos rum ores de que Ruskin era fisicamenre imporenre y que esa fue Ia causa de Ia anulaci6n de su matrimonio con "Effie" Chalmers Gray Ruskin. Cuando se supo que estaba correjando a Ia joven Rosie, esos rumores reaparecieron. Mrs. La Touche debe haberse preocu­ pado por su hija y le escribi6 que esraba "al ramo de cierro fatal obsraculo a su matrimonio". Fue en ese contexro que le escribi6 a su confidenre Mr� Cowper, Lady Mount-Temple, recor­ dandole que le habia conrado a menudo que el era "otro Rousseau", con Ia esperanza de que ella trasladara esas noticias a Effie y su familia. Para el contexto, vease Van Akin Burd, intro­ ducci6n a john Ruskin and Rose La Touche: Her UnpubLished Diaries of1861 and 1867, Oxford, Clarendon Press, 1 979, p. 1 1 6, y el comenrario en The Letters ofjohn Ruskin to Lord and Lady Mount- TempLe, edici6n e introduccci6n a cargo de John Lewis Bradley, Columbus, Ohio Uni­ versity Press, 1 964, pp. 1 23 y 1 24. La carra es Ia numero 85, del 2 de junio de 1 867, p. 1 67. Eu­ gene Rasrignac, cuya conversion de recien llegado pero ambicioso j oven de provincias a alguien sofisricado y mundano, y parisino cada va mas inescrupuloso, es el rema principal de Papd Go­ riot, acaso no estuviera hablando de masturbaci6n. Tal vez aludiera a Ia tendencia de Rousseau a ser azorado, o a alga pear. Pero en el contexto de dos j6venes q:J--: hablan de esos temas, el "body bildung" en Ia novela, nuestro vicio parece ser el t6pico. El cuerpo de Rastignac comien­ za siendo, como lo sefiala D. A. Miller, el de un hermosa joven -un "muestrario polim6rfico de sitios er6ricos"- para pasar a ser el de un hombre hecho para el capitalismo, creado desde Ia "ren uncia de rodo cuan to pueda interferir con el deseo generando un interminable intercam­ bio de venrajas". El pecado de Rousseau represenra lo opuesto a esa renuncia (Papti Goriot es el primer episodio de La Comedia Humana, en Ia cual Rasrignac sigue apareciendo). AI respecto, vease D. A. Miller, " Body bildung and textual liberation", en Denis Hollier (ed.), A New His­ tory ofFrench Literature, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1 989, 1 994, pp. 68 1 687, y especialmente 6 8 1 y 683. La conversaci6n entre Rasrignac y s u amigo, el virtuoso estu­ diante de medicina Blanchon, dice: "-Estoy arormenrado por malas ideas. -iDe que tipo? -Eso se cura, las ideas. -i C6mo? -Sucumbiendo a elias. -Te ries sin saber de que se trata. i Has leido a Rousseau? -Sf.", en Honore de Balzac, La ComMie Humaine (Papti Goriot), Paris, Pleiade, 1 9 5 1 , val. 2, p. 960.


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A traves de esas dos corrientes conectadas y siempre en expansion que repre­ sentan Rousseau y Tissot -Ia medicina por un !ado, Ia filosoffa moral y Ia peda­ gogia por el otro-, Ia masturbaci6n p udo proseguir su marcha. Cada corrieme tiene a su vez afluentes, m as o menos respetables, que se conectan, a Ia vez que surcan de manera separada esencialmente el mismo territorio. Para empe­ zar, un breve relato de Ia trayectoria en Ia medicina popular del ahora y no por mucho tiempo nuevo vicio. El espiritu del John Marten que cre6 Ia enfermedad y fue el primero en vender una cura vivi6 al menos por dos siglos. En el siglo XVIII, el balsamo de Gilead, del doctor Solomon, explot6 el mercado medico y moral abierto primero con espectacular ex ito por el imperio de Onania y el "collar analge­ sico". El "doctor" habia sido vendedor de pomada para zapatos en Newcastle antes de comprar su doctorado en Aberdeen (no Ia famosa universidad, sino una fabrica de diplomas de fines del siglo XVIII) . Empez6 vendiendo el bal­ samo como un tonificante generico, pero a comienzos del siglo XIX su pomada ya tenia un uso mas espedfico. Cien mil copias de Ia Guide to Good Health de su compafiia ofredan alivios farmaceuticos a! masturbador. (La culpa se curarfa sola.) AI igual que Onania, Ia Guide de Solomon estaba siempre en crecimiento: Ia 52a edici6n tenia 283 paginas; Ia 64a, aparecida alrededor de 1 8 1 4, tenia 3 1 2, incluidas nueve p aginas con los nombres de los agentes bri­ ranicos y estadounidenses a quienes se podia comprar tanto el libro como el balsam o. En las buenas epocas, Ia compafifa gastaba unas 5 m il Iibras -cien vcces el sueldo anual de un artesano- en pu blicidad, Ia que anunciaba que cierto "habito pernicioso" es "el mas destructivo que pueda practicarse". Como antes, pero en mayor escala, Ia angustia por Ia masturbaci6n -y tal vez infor­ macion sobre el hecho en sf- se present6 al p ublico a traves de un mercado de publicaciones y productos que estaba siempre muy ocupado en Ia busqueda de n uevos consumidores. Hygeiana (al menos cierto numero de ediciones hacia 1 8 30) , de Goss y Compafiia, us6 la autoridad de Tissot para plantear que las muchachas sufrfan los malsanos efectos de Ia masturbaci6n tanto o mas que los varones y que por ende necesitaban tam bien los medicamentos de Ia fi rma. En un sorpren­ dente efecto de autopromoci6n, James Hodson, otro falso medico de fines del siglo XVI I I , anunciaba que tenia "Ia mas amplia practica, en una lfnea particu­ lar, que cualquiera de los profesionales de este rei no" , que todo tipo de "asi


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!lamados medicos" habfan tratado d e robarle sus remedios y su prosa y, final­ mente, que sus pastillas de vigorizante persa curaban a aquellos "que han que­ dado desgraciadamente afectados por Ia p ractica de cierto vicio secreto". Para Hodson, como antes para Ia gente del "collar analgesico", las cafeterias, con su clientela en perpetua circulaci6n, ofrecfan un espacio tanto para Ia venta como para Ia correspondencia: pedidos de consejo, oferta de testimo­ nios y 6rdenes postales podfan dejarse allf. Una vez mas un mercado emer­ gente esparci6 Ia nueva; edici6n tras edici6n , variante sob re variante, mez­ claron Onania con b uenos consejos y productos litiles por el mismo precio. 4 1 El propio libro de Tissot cont6 ininterrumpidamente con ediciones por toda Europa y en muchas lenguas no europeas hasta comienzos del siglo XX, y, sin dudas, estimul6 la venta de los diversos medicamentos que se ofrecfan en los avisos de los diarios. 41 Samuel Solomon, A Guide to Good Health. La 64• edici6n parece ser de alrededor de 1 8 1 4, a j uzgar por Ia fecha de Ia ultima Carta testimonial; Ia 52•, de alrededor de 1 800. Mien­

tras Ia secci6n mas extensa del libro es Ia dedicada a Ia masturbaci6n, otras secciones ofrecen de manera mas general consejos para una vida saludable. Respecto de los avisos de Solomon, vea­ se Irvine Loudon, "The vile race of quacks with which this country is infested", en W. F. By­ num y Roy Porter (eds.), Medical Fringe and Medical Orthodoxy, 1 750-1850, Londres, Croom Helm, 1 987. En las 3 1 2 paginas de esta gufa de 3 chelines, las paginas 1 89-242 esran dedica­ das a Ia masrurbaci6n. Pero en realidad muchas de estas paginas tratan de Ia importancia de una vida saludable (buenas compafifas, aire fresco, buena alimenraci6n). Tissot figura en una larga cita. Sabre Samuel Solomon y particularmente sabre su impe1io, vease William H . Hel­ fand, "Samuel Solomon and the cordial balm of gilead", en Pharmacy in History, 3 1 .4, 1 989, pp. 1 5 1 - 1 5 9; lo tome de James Hodson, Medical Facts and Advertisements Submitted to the Consideration ofthe Afflicted, Londres, 1 799. Sus ataques a otros medicos y su auropromoci6n estan en Ia solapa y en p. 1 ; Ia cita es de p. 8 en el conrexto de Ia oferta de consu!tas por correo por parte del doctor. Tal vez esroy siendo un poco desdefioso con los nombres de las pastillas. Las pastillas vigorizantes persas son para Ia "practica impulsiva de locuras infanriles"; el jarabe vegetal persa es para, entre otras casas, Ia ceguera temporal, una secuela de Ia masrurbaci6n; las pastillas persas, a las que se dedica un aviso por separado, son para j6venes de ambos sexos Y para adu!tos que han recafdo en errores juveniles. Hodson dice que hay que consultar su School Boy's Monitor and Parents Guardian, cuyo tfrulo lo vincula a! menos con una literarura pedag6gica mas elevada en Inglaterra y otros pafses. Todas esas obras esd.n conectadas, tanto que en 1 794 apareci6 la 1 3• edici6n de una compilaci6n que comenz6 en 1 789. En 1 799, estos textos fue ron autopirateados por el mercado especializado del onanismo. James Hodson, Nature's as­ sistant to the restoration ofhealth . To which is added an address to parents, tutors, and schoolmas­ ters, 13• ed., Londres, 1 794 . . .


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Hacia mediados del siglo XIX, artefactos de todo tipo se habfan sumado a las pociones y pastillas del mercado anti-masturbacion. lmpulsada por Ia angus­ ria y Ia culpa, habfa una demanda aparentemente incansable de algo, lo que fuera, que pudiera detener las depredaciones del supuesto vicio secreto. El capitalismo y la tecnologfa enfrentaron el desaffo: una permanente oferta de aplicaciones -alarmas de ereccion, d.psulas para el pene, mitones para dor­ mir, entablillados de cama para alejar las sabanas de los genitales, trabas para evitar que las jovenes abrieran las piernas- que solo en los Estados Unidos llego a las veinte patentes.42 Y los padres eran alertados por varios libros para ejercer Ia mas estricta vigilancia i ncluso sin ayuda de Ia tecnologfa. Hasta Ia Primera Guerra una extensa red medica comercia! saco provecho de Ia enfer­ medad y Ia culpa nacidas en 1 7 1 2. La medicina popular de todo tipo tanto como los debates publicos sobre Ia polftica sanitaria, que no representaban proyectos inmediatos de ganancias, mantuvieron a Ia masturbacion en el candelero a lo largo del siglo XIX y comien­ zos del XX. Hablaban al servicio de una amplia variedad de causas, a veces incompatibles; pero detras de esa cacofonfa despuntaba un claro mensaje: Ia masturbacion era Ia negacion universal o Ia mas desastrosa de las alternativas ante cualquier cosa buena que pudiera afirmarse respecto del cuerpo sexual, y Ia rafz de todo lo malo, corruptor y antisocial contra lo cual debfa hablarse. Mas de medio millon de copias de un libro sobre las perversiones sexuales del frenologo decimononico 0. S. Fowler, por ejemplo, daban a conocer que Ia masturbacion era "el pecado de los pecados del hombre, vicio de vicios", que habfa causado "incomparablemente mas dilapidacion sexual, paralisis y enfer­ medad que todos los orros vicios combinadas". Fowler no sospechaba del pla­ cer sexual en sf. Pero otros sf. ]. H. Kellogg, el reformador sanitaria estadouni­ dense y fundador de Ia dinastfa cerealera, hada circular a traves de sus redes Ia noticia de que Ia masturbacion era Ia peor instancia posible de Ia generalmente infortunada propension humana a necesitar sexo. Apenas podia contener su repulsion: el "Moloch de las especies", "un crimen doblemente abominable" que '2 Alex Comfort, The Anxiety Makers: Some Curious Preocupations of the Medical Proftssion, Londres, Nelson, 1 967 [trad. esp.: Los fobricantes de angustia, Barcelona, Gedisa, 1 987]; Vern L. Bullough, "Technology for the Prevention of'Les Maladies produites par Ia masturbation"', Technology and Culture, 28. 4, octubre de 1 987, p. 832.


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el "odioso pecado" del comercio ilfcito entre sexos. Sylvester Graham, el ep6nimo creador de Ia galleta que le diera fama, pensaba de Ia misma maneta. 43 La tradici6n del siglo XVIII que mezclaba medicina con pedagogfa moral tam­ bien se prapag6 como un cancer; Ia version del vicio solitario peculiarmente daii.ino hizo metastasis en codas partes. A comienzos del siglo XX, Scoutingfor Boys, para tamar uno de tantos ejemplos posteriores, puso las quejas de Ia elite a consideraci6n de una clase mucho mas baja que aquella que podrfa haber lefdo a los autores anteriores. Si esa "bestial enfermedad" se convierte en habito, exclama el jefe scout lord Baden-Powell, destruye "rapidamente Ia salud y el espf­ ritu", sus desventurados practicantes pueden llegar a terminar en "un asilo para lunaticos". AI final de un panfleto m uy difundido, e1 jefe de los Boy Scouts of America alertaba que "habfa visto m uchachos de doce aiios, o poco mas, en asilos de insanos por excesos de ese tipo. La cura es casi imposible". Los mucha­ chos algo mayores no estaban a salvo. Miembras de Ia Armada Real, a los que se entreg6 sendos ejemplares de Healthy Boyhood, de Arthur Trewby, se entera­ ra n de que manej arse imprapiamente con las partes privadas podfa acarrear dolencias a! cerebra. Cualquiera que tuviese una pizca de hombrfa se resistirfa. 44 El caso de las muchachas era peor. El autor de uno de los Iibras para vara­ nes, esta vez presentado por Ia presidenta del Social Hygiene Committee de Ia American Federation ofWomen's Club, les adverda en su prapio panfleto que se enfrentaban a un completo colapso de su sistema nervioso que podrfa enviar' ·1 0. S. Fowler, Amativeness; or, tvils and remedies ofexcessive andperverted sexuality: including warning and advice to the married and single: being a supplement to "Love andparentage", I 3" edi­ ci6n, Nueva York, Fowlers and Wells, 1 848; las cifras estimativas respecto de Fowler pertenecen a W ]. Hunter, Manhood Wrecked and Rescued, Nueva York, 1 894, p. I 09; ]. H. Kellogg, Natural History and Hygiene ofOrganic Lift, nueva edici6n revisada, Burlington, Iowa, I. F. Segner, 1 895, pp. 231 y 23 1-260 passim. Sylvester Graham, Graham's lectures on chastity; specially intendedfor the serious considerations ofyoung men andparents, Glasgow, Royalty Buildings, 183 7. 44 La edici6n de 1 908 del Scoutingfor Boys de! general R. S. S. (Roberr) Baden-Powell (Londres,

Horace Cox) condena el autoabuso en el contexto de Ia eugenesia y del imperio. Junto a Ia bebida, las enfermedades venereas y Ia falta de aurocontrol, esra destruyendo Ia raza y explica por que Ia mitad de los hombres convocados para Ia Guerra Boer fueron hallados no aptos. Una prometida seccion sobre e1 autoabuso no se encuentra en Ia copia de Ia Biblioteca Britanica, a pesar de que se recomiendan algunos de los mas virulentos tratados antimasturbarorios del siglo XIX: el de Sylva­ nus Srall, What a Young Boy Ought to Know, por ejemplo. Cito de Ia decima edici6n, Londres, C. Arthur Pearson, 1 922, pp. 209 y 2 1 0. ldenticos nt'1meros de paginas en Ia edici6n de ! 946.


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las, como a los muchachos, a un asilo pero tambien a "una rumba precoz". Todo el peso del importance U.S. Department ofLabor Children's B ureau se hizo eco de esas opiniones en un panfleto que advertia a las madres que evitaran que sus hijos "desrruyesen su vida''. 4 5 En resumen, el alcance de Onania fue cada vez mayor y cada vez estuvo mas conecrado con las grandes cuestiones del momento y con casi todas las organizaciones de promocion del bienestar y Ia moral. La masturbacion tambien figuraba en un Iugar prominence en el debate medico-moral relativo a! control de Ia natalidad. Para casi todos los comenta­ ristas catolicos posteriores a! milenio el "pecado de Onan" equivalio a coitus interruptus. (Cuento Ia hisroria de las inrerpretaciones de Onan mas adelante: los lectores ansiosos pueden pasar ahora a las paginas 1 5 1 - 1 63.) En las discu­ siones medico-morales mas tecnicas de los cato!icos durante el sig!o XIX, el neo­ Jogismo onanismo fue definido como una n ueva version del viejo peccatum Onan y consistfa, como siempre, en esto: "cuando el hombre antes de iniciar Ia copulacion, abandona sin eyacular y esparce el semen fuera de su recipiente apropiado para impedir asi Ia concepcion". 46 Por extension, durante el siglo YJX el pecado Ilego a incluir el uso de cualquier forma de control de Ia natalidad. Pero ahora podia presentarse peor que nunca el pecado tradicional, si se incor­ poraba Ia visceral perversidad asociada con uno n uevo y notorio: Ia mastur­ bacion. Asi, ei redundante "marital" fue agregado a! "onanismo" para crear el hibrido "onanismo marital" y hacer que el antiguo pareciera aun mas perverso. Los medicos no svlian interesarse en el pecado. Pero mas alia de si el ona­ nismo era pecaminoso, lo que ocasionalmente no produce entro a! campo de 40 Irving David Sreinhardl, Ten Sex Ta!ks to Boys, Filadelfia, J. B. Lippincott, 1 9 14, p. 1 20; rambien sus Ten Sex Talks to Girls, Filadelfia, J. B. Lippincott, 1 9 1 4, p. 59; Child Care, 1 9 1 8 , ci­ tado en Peter Lewis Allen, The Wtzges ofSin, Chicago, University of Chicago Press, 2000, p. I l l . 46 Carl Capellmann, " Uius Matrimonii, I . Onanism: Peccatum Onan", en Pastoral Medicine, rrad. de William Dassel, Nueva York, Pustet, 1 879. Esta es una traduccion de una obra alemana que fue amplia y continuamente reimpresa en su idioma original y en frances, latin y espafiol al menos durante cincuenta afios. La quinta edicion alemana es de 1 8 8 1 . La novena edicion alemana, de 1 923, en lo referente a! onanismo es identica a Ia cicada. A su vez, Cappellmann cita Ia definicion de Jean Pierre Gury ( 1 8 0 1 - 1 866), Compendium theologiae mora/is. Traduzco del latfn, pues los textos alemanes e i ngleses no roman del original muchos materiales impor­ tantes; se nos dice que los libros esdn en cualquier caso destinados solo a profesionales, para quienes esro no serfa un problema. Cappellmann es inflexible con el rema de Ia masturbaci6n, a Ia que considera en una secci6n aparre.


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Ia medicina y Ia polftica publica. Por ejemplo, en una Francia preocupada por Ia poblaci6n, las personas serias convocaron a una campafia nacional sobre Ia autopoluci6n -inspecciones sorpresa de los j6venes en Ia escuela para ase­ gurarse de que conservaran sus cuerpos preparados para el Estado-Y Esas tac­ ticas los mantendrfan alejados de Ia masturbaci6n, en primer Iugar por el miedo de ser detectados y humillados publicamente, o, al menos, detendrfa el dafio antes de que llegara demasiado lejos. Desde una perspectiva polftica y moral completamente diferente, Ia campafia de Anthony Comstock en los Estados Unidos contra el control de Ia natalidad se basaba en su profunda culpa por Ia masturbaci6n y su hostilidad hacia ella, ya que solo parecfa encarar Ia relaci6n sexual desde el placer. La historia no fue tan diferente en el otro bando. Quienes proponfan el con­ trol de Ia natalidad, cualesquiera fueran sus motivaciones -un interes por mejo­ rar Ia situaci6n de los pobres ayudandolos a limitar sus familias, preocupaci6n por Ia sobrepoblaci6n, creencia en Ia libertad para procrear por rodo tipo de razones culturales-, terminaron por valerse de Ia misma ret6rica antimastur­ batoria que quienes pensaban que cualquier prictica sexual no reproductiva era moralmente incorrecta. Tanto los detractores como los partidarios del pla­ cer sexual pensaban por su cuenta de Ia misma manera sobre los placeres soli­ tarios.48 En realidad, Ia masturbaci6n era un punro central dentro de rodo un repertorio de argumentos por reductio ad absurdum. De un !ado estaba el planteo de que el control de Ia natalidad era peligroso por tratarse de otra forma de masturbaci6n. Los 6rganos internos de Ia mujer que se masturba son iden47 Este fue un proyecro especial de Jean Baptiste Desire Demeaux, qui en estaba en !a Facul­ tad de Medicina de !a Sorbona y era vicepresideme de !a Sociedad Anatomica. Fue aurar de al menos ues libros acerca del cuidado quirurgico de las hernias y escribio proficuameme sabre los peligros de !a masmrbacion y como detenerlos en las escuelas publicas. Respecto de sus opi­ nion cs sabre esa propuesta y sabre !a masmrbacion como una cuestion de politica poblacional, vease Vernon A. Rosario I I , "Phantastical Pollutions", en Paula Bennett y Vernon A. Rosario I I (eds.) , Solitary Pleasures: The Historical, Literary, and Artistic Discourses ofAutoeroticism, Nueva York, Routledge, 1 995, p. 1 2 1 . " ' Tal vez haya habido una duradera tension cultural entre la procreacion y los aspectos pla­ cenrcros de !a conducta sexual humana; pero eso no fue lo que a lo largo de la hisroria hizo que se conside rara ran amenazanre !a masmrbacion. Esa es !a opinion de P. R. Abrahamson y S. D. Pinkerton, With Pleasure: Thoughts on the Nature ofHuman Sexuality, Nueva York, Oxford University Press, 1 995.


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ticos a los de Ia mujer que apela al control de Ia natalidad, deda Ia doctora Elizabeth Balckwell, Ia mas conocida de las medicas a finales del siglo XIX. Ya habfa advertido de los profundos dafios de Ia masturbacion en Ia mujer y ahora estaba argumentando contra los recursos que impedfan el embarazo. Su argu­ mento general era que el amor tierno es una necesidad fisiologica, pues per­ mite a Ia mente proveer al cuerpo de una energia nerviosa extra necesaria para el sexo; Ia masturbacion requiere esa energfa sin el impulso del am or o del inter­ cambia ffsico, y el control de Ia natalidad -aclaraba Ia doctora- es solo una nueva versio n de lo mismo. 4 9 El o tro bando da vuelta las cosas. Se dice que Ia fisiologia p rueba que el i nstinto reproductivo -el deseo de relaciones sexuales- es "superior a todos los demas en universalidad y violencia" (las palabras son identicas a las del anatomista y antropologo aleman Johann Friedrich Bl umenbach, pero tal vez hayan sido tam bien pronunciadas por Thomas Malthus). De ello no se sigue un llamado a Ia abstinencia sino a Ia relacion sexual libre del riesgo de con­ cepcion; Ia falla en proveer una segura solucion social y personal al imparable instinto a traves de Ia buena modalidad heterosexual llevarfa inevitablemente a encontrar gratificacion de "una manera equivocada". El control de Ia natali­ dad prevenia Ia concepcion , pero tambien Ia masturbac i6n. "Tras reconocer , que Ia falta de sexo es tan seria como Ia falta de alimentos", los neomalthusia­ nos sostenian que los frenos morales que el propio Malthus habia propuesto -el celibato o el matrimonio tardio-, si bien podian detener las relaciones sexua­ les, no eran los medios apropiados. Era inmoral y poco digno de Ia era del progreso permitir las desastrosas consecuencias de que prevaleciera Ia ausen­ cia de pulsion sexual -dando Iugar a lo que Malthus consideraba como efec­ tos positivos de Ia hambruna, Ia muerte y Ia extrema pobreza para mantener a Ia poblacion acorde a Ia provision de alimentos-. Y buscar un alivio de Ia "manera equivocada" , es decir, mediante "el anti natural habito del onanismo o de Ia gra­ tificacion solitaria", no era ninguna solucion. Era un "habito antisocial y des­ moralizador" , no brindaba "paz a Ia mente" de aquellos que recurrfan a eJ sino que, peor aun, afectaba a las vfctimas "en sus potenciales tanto ffsicos como mentales y con frecuencia llevaba a Ia insania". El onanismo siempre tenia "'' Elizaberh Blackwell, Medical Address on the Benevolence ofMalthus Contrasted with the Corruptions ofNeo-Malthwianism, Londres, 1888, pp. 24-26.


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"malas consecuencias". Por contraste, una atemperada y natural gratificaci6n "de los instintos reproductores" sin miedo a! embarazo no deseado estaba "com­ pensada con felicidad -ademas de los meros placeres esperados-". En resumen, el control de Ia natalidad prevenfa !a masturbaci6n. Todo el mundo, de cual­ quier opinion, pensaba que el enemigo era Ia masturbaci6n, y casi todo lo malo provenfa de ella.50 Como sustento de las ventas de curas para las enfermedades masturbato­ rias y los debates de polftica publica acerca de Ia masturbaci6n -o sea, el gigantesco aparato medico-moral a traves del cual el vicio solitario alcanz6 !a conciencia de los Jaicos- se disponfa de Ia alta tradici6n medica de revistas medicas, tesis doctorales, enciclopedias y libros. Habfa centenares de articulos en Ia prensa profesional sobre tal o cual nuevo dafio que podia ser atribuido a Ia masturbaci6n; todas las principales obras de referencia inclu fan una o mas entradas sobre el tema; libros de texto especializados en urologfa, ginecologfa, psiquiatrfa, neurologfa y sexologfa proporcionaban a los autores populares sufi­ ciente material para esta saturada area. Su sapiencia se repetfa en las obras de referencia y tambien en m uchos otros sitios. Los lectores decimon6nicos ape­ nas podfan evitar el asunto. Un ciudadano concieme de Ontario, Canada, por ejemplo, podia consultar el informe de un hospital provincial y descubrir Ia advertencia de que "cualquier hombre en sociedad que sepa algo del mal en

s o Charles Knowlmn, Fruits of Philosophy: An Essay on Populrztion Questions, 3" ed., Lon­ dres, 1 878, reimpr. Arno Press, I 972. En realidad, esta version del ampliamente conocido pan · fleto de Know! ron llevaba Ia firma de Charles Bradlaugh y Annie Besam para obrener el dere­ cho de publicacion luego de que una edicion anterior fucra procesada por' cl acta de lord Campbell (d acta de publicaciones obscenas de 1 857 bajo Ia ctral fue procesado el Ulises de Joyce casi cincuenra afios despues). Habia sido publicada primero por el impresor radical James Warson unos cuarenra afios anres, lo que Ia vincula inrimamenre con Ia hisroria de Ia liberrad de pensamienro del siglo XIX bridnico. Warson era un colega de Richard Carlile, el editor re· publicano y l ibrepensador cuyo l:'11ery Womans Book habia sido Ia primera de una serie de guias populares para el conrrol de Ia naralidad. Tambien era un virulemo enemigo del onanis­ mo. El fervor amimasmrbarorio se puede enconuar en rodos los bandos del especuo politico Y rcligioso. Sobre "hambruna de sexo", vease C. Drysdale, The Malthusian Doctrine and Its Modern Aspect, Londres, Malthusian League, ( I 9 1 7?, p. 2 1 . Drysdale, a diferencia de los pri­ meros aumres de esra rradicion, no hace rnencion espedfica de Ia inaceptabilidad de Ia mas­ turbacion, pero se suma a lo que podriamos llamar Ia rradicion "prosexo" de los defensores del conrrol de Ia naralidad.


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consideraci6n" , o sea, Ia masturbaci6n, y que permanezca en silencio o se rehuse a efectuar una acci6n publica para solucionar o mitigar el peligro debe consi­ derarse un criminal.51 El p ropio silencio era signo de desviaci6n. Aq uellos preocupados por las mujeres que trabajaban en talleres podian ver el pro­ blema expuesto en Ia conocida observaci6n de los medicos de que Ia fricci6n de los muslos al operar una maquina de coser podia resultar masturbatoria. Lo mismo observaban en ei uso de una bicicleta, esa peligrosa maquina de Ia modernidad y Ia libertad. En resumen, Ia masturbaci6n podia concentrar las angustias respecto de casi cualquier cosa. 52 A comienzos del siglo XX, cuando el espectro de enfermedades que se le atribuian comenz6 a menguar, peligros medico-morales de indole mas gene­ ral comenzaron a inundar otras areas. La higiene sexual se convirti6 en parte de Ia eugenesia, y Ia eugenesia se convirti6 en instrumento de seguridad nacio­ nal y de una supuesta lucha internacional de razas contra razas. Y en el medio de esto se hallaba el onanismo. La m asturbaci6n era una preocupaci6n funda­ men tal, por ejemplo, para los reformistas y modernizadores que Ilevaron Ia euge­ nesia y Ia educaci6n sexual al Jap6 n. Segun el director y fundador de Ia primera escuela medica para muj eres del Jap6n en 1 908, se t rataba de "Ia mas terrible dolencia relacionada con los instintos sexuales"; el unico y verdadero prop6sito era producir nifios saludables y, entonces, el autoabuso tenia consecuen­ cias fatales no s6lo para Ia capacidad reproductiva de cada individuo, sino para Ia sociedad en su conjunto. El vicio privado se habia vue! to una cuesti6n fundamental de Ia politica publica en c ualquier sitio en que Ia ciencia fuera jJ Cito Ia literatura medica profesional a uaves de este libra. El catilogo de Ia Surgeon Ge­ neral's Library, cl precursor del Index Medicw y de Ia modern a MedLine, da una lista razona­ blemente completa, pese a no haber hallado algunos artfculos. Se obtiene un buen panorama del estado de situaci6n en Ia alta tradici6n medica de "Onanisme", en Dictionnaire encyrlopedi-· que des sciences medicales, Paris, 1 88 1 , 2• serie, vol. 1 5. Daniel Clark, superintendente medico del Asilo de Toronto, Tenth Annual Report, 30 de septiembre de 1 877, p. 6, donde repite lo que dijo su predecesor, Joseph Workman, en anteriores in formes. Se cuenta con un buen panora­ ma de Ia elaboraci6n de esros temas y sus repcticiones en varias formas a traves de estas referen­ cias internas. Vcase Annual Reports ofthe Provincial Lunatic Society of Ontario, Toronto, 1 865, 1 866- 1 8 67, pp. 6- 1 3 y 85-88. j2 Havelock Ellis compendia est a literatura en Stztdies in the Psychology ofSex, val. 1, 3• ed. , Filadelfia, F. A. Davis, 1 920, pp. 1 77- 1 79 [ trad. esp.: £'studios de psicologia del sexo, Madrid, Reuss, 1 9 1 3 ] .


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movilizada para !a competencia entre Estados.53 Nada puede hacer que regrese [ a potencia reproductora, una vez destruida por "desobedecer a las !eyes natu­ rales", advierte una gufa occidental de higiene sexual. El autoabuso destruye a los j ovenes irreflexivos ffsicamente, arruinando sus m usculos y nervios, y moral­ mente, a traves de Ia imaginacion. En esta era de individualismo, otro autor sugiere que las madres p ueden ayudar vigilando, pero "el joven debe advertir que !a salvacion depende de el".54 El viejo paradigma era resistente. Hacia 1 900, los germenes -no el autoa­ buso- eran los culpables de !a consuncion y !a tuberculosis espinal. Pero !a fisio­ logfa refleja y Ia investigacion acerca de Ia bioqufmica del metabolismo ofre­ cfan nuevos cauces: podfa achacarse a !a m asturbacion soplos a! corazon, calambres opticos y una amplia variedad de dolencias neurologicas o psicolo­ gicas. La moderna ciencia biologica no abandono el vicio de !a modernidad hasta muy entrado el siglo XX, y aun entonces mantuvo una vigilancia a traves de las ciencias sociales. Un pensador importante como G. Stanley Hall -e! pro­ fesor de psicologfa que desarrollo mas que nadie Ia moderna idea de adoles­ cencia y quien, como presidente de !a Clark University, invito a Freud a dar sus primeras conferencias en los Estados Unidos- segufa encontrando audien­ cia para su afirmacion de que "!a masturbacion es el pecado y vicio mas per­ fecto", "uno de los mas tristes de todos los aspectos de !a debilidad y el pecado humanos, asf como tambien !a causa de un sinnumero de sfntomas nerviosos y cardiovasculares". Casi todo gran mal -social e individual- era, en su opi­ nion, causado por, 0 reflejado en, su perversidad. y es solo el mas famoso de Ia corriente crftica del siglo XIX que llego -como veremos en el capftulo YI­ hasta el XX. La tradicion medica que habfa comenzado con Onania, afianzada " Washiyama Yayoi, citado en Sabine Fruhsttick, Colonizing Sex: Sexology and Social Con­ trol in Modern japan, Berkeley, University of California Press, 2003, pp. 1 04 y 1 0 5 . Le agra­ dezco que me haya permirido leer su libra ames de su publicaci6n. ' 4 G. Stanley Hall, Adolescence: Its Psychology and Its Relations to Physiology, Anthropology, Sociology, Sex, Crime, Religion, and Education, 1 904, Nueva York, D. Appleron, 1 924, vol. 1 , PP· 452 y 432. El conocimienro de Hall en esre terreno era imporrame, y lo considero una mues­ rra de un nuevo consenso ciendfico social posdarwiniano. W. Gram Hague, The Eugenic Mar­ riage: A Personal Guide to the New Science ofBetter Living and Better Babies, Nueva York, Re­ view of Reviews Company, I 9 1 6, vol. 2, pp. I 55-1 57. Hague ensefiaba en el University's College of Physicians and Surgeons de Columbia.


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por Tissot y en auge a fi nales del siglo XVIIJ y en el XIX, no termino hasta fina­ les de Ia decada de 1 920, si es que llego a hacerlo entonces. Pero Ia medicina, alta y baj a , es solo uno de los dos caminos que transito Onania en su paso por el mundo. Ni el crudo mercantilismo, ni las cuestiones medico-morales de Ia politica publica, ni Ia tradicio n de Ia investigacion en las enfermedades masturbatorias alcanzan para dar cuenta de Ia expansion del nuevo vicio desde sus tempranos orfgenes en Grub Street en el siglo XVIII. Tratados de amplia circulacion como el del doctor Solomon, el de Goss y el de Hodson care­ dan de ambiciones intelectuales, pero compartfan con el Emilio de Rousseau su opinion: el autoabuso planteaba un peculiar pel igro mo ral del cual, en cierto modo, paredan surgir peligros medicos. Indagar aquf los motivos de Ia receptividad del publico a las preocupaciones morales de los filosofos, medicos profesionales 0 charlatanes nos llevaria mas alia de esta hisroria de como el nuevo vicio se expandi6 desde su origen en Londres. (El impaciente puede adelantarse y leer los capftulos IV y v.) Pero el problema moral de Ia masturbacion sigue sus propios derroteros, que se ampliaran y multiplicaran hasta despues de que las enfermedades y debilidades masrurbatorias sean cosas del pasado. La literatura baja y Ia mas culta concuerdan en que el problema fundamental con Ia masturbacion -o placer, depende de como se lea-- era su existencia autar­ quica. Era Ia encarnacion de un territorio aparenremente imposible de pleni­ rud sexual y libe rrad ilimitada; sin necesitar de nadie ni de nada, resultaba una molesria, porque todo lo requerido -·el deseo y su satisfacci6n-· estaba segu­ ramente alojado en el ind ividuo. " El cri minal lleva consigo para siempre los insrrumentos y los incvmivos de su p ropia culpa. " "Deliberadamente, o sin In <)tivo, nos atamos a lascivos deseos, es Ia imaginaci6n [ . . ] y no Ia natura­ leza Ia que los estimula. " (La ultima frase es una casi perfecta traduccion de lo que dijo Ia t!Jcyclopedie sobre el tema alrededor de cuarenta afios antes; las pala­ bras circulaban.) La manera habitual de p revenir el vicio -evirar Ia tentacion­ resultaba inutil ante una p ractica enteramente generada desde dentro. Y, a Ia inversa, se consideraba que Ia masturbacion no tenia limite porque su atrac­ tivo t'm ico y su pecado accesible --para asf decirlo- no renfan predadores natu­ rales. Dado que se Ia practicaba habitual mente a solas y en secrero -o entre per­ sonas con las mismas p referencias-, se Ia concebfa como Ia un ica libre del o probio social o del temor a! castigo que restringfa Ia proliferacion de otros vicios. (El secrero del vicio que se estaba exponiendo habfa sido una de las .


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mayores autojustificaciones de Onania para hacer publ ico un tema tan escan­ daloso.) Las mujeres, por ejemplo, que no se atrevieran a arriesgar sus reputa­ ciones con placeres extramaritales podfan pensar que lograrfan satisfacerse a sf mismas libres de riesgo. "2Que puede evitar que !a odiosa propensi6n tenga frecuen tes efectos?"55 Algo tenfa que romper el cfrculo vicioso del solipsismo; y eso fue !a nueva pedagog!a. Escuelas y maestros debe dan exponer el secreta vicio; una vez hecho publico, sus males podrfan ser enfrentados. Se debfa sospechar al maximo. En primer Iugar, habfa mas escuelas que n unca, para mujeres y varones. El pro­ blema de !a sexualidad adolescente, siempre un poco mas alia de !a supervi­ sion de los adultos, se volvio entonces particularmente apremiante. Mas aun, !a educacion de los jovenes fue considerada un punto crftico del proyecto del siglo XVIII para crear una nueva modalidad de persona, autodeterminada, auto­ gobern ada, moralmente autonoma. En suma, Ia pedagogfa formaba parte del nucleo del Iluminismo. La amplia circulacion del Emilio y sus muchos interlocutores ya habfan lle­ vado Ia angustia por Ia masturbacion muy lejos de su punto de partida, y una literatura educacional completamente nueva I a habfa hecho avanzar mas aun. Por ejemplo, el prominente y ampliamente publicado director ingles de Ia Turn­ bridge School, Vicesimus Knox, escribio en 1 783 que los maestros nunca debfan impartir poco terror en sus advertencias antimasturbartorias; habfa que pin­ tar sus consecuencias -aconsejaba- "en tonos tan temibles como pueda ima­ ginarse". Esta, como casi todas las advertencias del siglo XVI!l contra Ia mas­ turbacion, provenfa de Ia pluma de alguien progresista. Knox y su familia habfan sido expulsados del teatro Brighton por una turba reaccionaria a! descubrirse su presencia allf, pues el habfa predicado contra !a guerra contrarrevoluciona­ ria francesa de 1 79 3 ; Knox favorecfa Ia emancipacion de los catolicos. Una vez mas, Ia masturbacion es e1 pecado de los modernos. En ninguna parte Onanism encontro una audiencia tan vasta como en Ale mania, donde los pedagogos, comprometidos en crear una nueva cultura cfvica desde sus cimientos, comenzaron a preocuparse seriamente por e1 nuevo vicio. Johann Georg Zimmermann, e1 gran amigo de Tissot y de Goethe, y de casi todos en Ia elite intelectual, escribio un articulo en el principal diario " Onania, 8• ed., op. cit.,

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progresista de su epoca -el mismo en el que Kant publico su famoso ensayo sobre el Iluminismo-: allf declaraba solemnemente que las muchachas se mas­ turbaban tanto como los varones, y con mayor peligro para sf mismas. El doctor Samuel Gottlieb Vogel -famoso por sus escritos pedagogicos y por incorporar Ia palabra "paranoia" a Ia pd.ctica medica- hizo un listado aparte de los peligros para cada sexo, pero sostuvo que eran bastante mayores para las mujeres.56 Y uno de los educadores alemanes mas reconocidos internacio­ nalmente, C. G. Salzmann, produjo mas de trescientas paginas sobre el tema, acumulando historia tras historia de j uventudes perdidas, cada cual mas alar­ mante. Una de las madres fundadoras del feminismo, Mary Wollstonecraft, tradujo -adapto, para ser mas exactos- su obra principal. Ella misma retorno el tema en un contexto no demasiado diferente a! de su colega aleman: lo que se aprende en Ia escuela, sostiene, tiene verdaderas consecuencias sociales. Espe­ dficamente: "cl poco respeto brindado a Ia castidad en el mundo masculino es [ . ] Ia gran fuente de muchos males ffsicos y morales que atormentan a Ia humanidad". En Ia escuela, los jovenes aprenden vicios -"trucos asquerosos e indecentes"- que "debilitan el cuerpo, mientras que previenen efectivamente Ia adquisicion de cualquier refi namiento de espfritu". "Gratificaciones egofs­ tas" que "afio tras afio ensucian el espfritu", concluye, "convierten los vicios privados [Ia denominacion habitual de Ia masturbacion] en una peste publica".57 H aya estado o no Salzmann detras de las opiniones de Ia feminista inglesa, era un nombre importante en los drculos pedagogicos y su On the Secret Sin of Youth, de 34 1 pagin as, fue una imervencion fundamental. 58 El narrador de ese libro sugiere que escribe muy proximo al momento ori­ ginario de un nuevo pecado, incluso antes de que su nombre sea general mente . .

16 Vicesimus Knox, Liberal Education, 5" cd., Londres, ! 783, pp. 329 y 330: Samuel Got­ dieb Vogel , Unterrichtfor Eltern, 1 786. 17 Mary Wollsronecraft, A Vindication of the Rights ofWomen, edici6n al cuidado de D. L. Macdonald y Kathleen Scherf, Orchard Park, Broadview, 1 997, pp. 306 y 3 07 [trad. esp.: Una vindicacion de los derechos de !a mujer, Madrid, Debate, 1 977]. Probablemente los vicios en cuesti6n podrian ser varios tipos de actos homosexuales; pero bajo Ia luz del parentesco de Wollsronecraft con Rousseau y su explicita alusi6n a Mandeville -vicios privado� y peste pu­ blica-, el referenre es, sin mas, Ia masturbaci6n. 58 Christian Gonhilf Salzmann, Uber die heimlichen Siinden der}ugend, Francfort y Leipzig, 1 786.


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conocido. En uno de los primeros episodios -en forma de cartas mayormente de desd ichados y sufrientes masturbadores con el comentario del autorlnarrado r-, un joven informa que habfa escuchado Ia palabra onanismo ( Onanie) pero des­ co noda su significado. En realidad, pensaba que aludfa a Ia zoofi.lia, pero enton­ ces, �po r que habfa usado el hablante esa "palabra incomprensible" en Iugar de Ia alem ana correcta? Onanie era un neologismo en aleman y, reconoce Salzmann, el termino mas descriptivo habrfa sido "autopoluci6n" (selbst-befleckuniJ . Es tambien probable, como informan esta y otras cartas, que padres y maestros no estuvieran completamente dispuestos a admitir que Ia masturbaci6n era un pecado fundamental. 0 muchos de ellos lo desconocfan. Asf j ustifi.ca Salzmann su obra evangelica en contra del nuevo vicio. No se debe hablar a Ia ligera de pecado, y menos de uno de novedosa urgencia.59 H ay otro sentido en el que Ia masturbaci6n aquf, y de modo mas general, estaba esperando ser descubierta; siempre necesit6 ser condenada y temida: no por imposiciones externas -poco efectivas contra un vicio secreta- sino por Ia culpa, que deberfa ser ensefiada a cada n ueva generaci6n. AI parecer, su natu­ raleza hace que se encuentre en perpetuo incremento y que necesite una cons­ tante censura. Sucederfa como con el tabaco, con el que se Ia ha comparado: siempre habrfa mas y mas que encontrar en un deseo interminable y autorre­ ferencial; sin embargo, a diferencia del tabaco, Ia masturbaci6n no implicaba ningun intercambio ni regulaci6n econ6mica. A primera vista, sostenfa Salz­ mann, este parecerfa ser el menos incorrecto, el menos difundido, el menos peligroso de rodos los pecados; eso explica por que durante milenios se habl6 m uy poco de el. Toda investigaci6n, empezando por Onania, subraya cuanto yerra dicho analisis y como, en consecuencia, el vicio se vuelve desenfrenado. "Le pregunte a 94 de mis alum nos", in forma un maestro de escuela que le escri­ bio a Salzmann, "y 49 admitieron masturbarse". Dice que no "habfa motivos · c para suponer que 1 os restantes 45 rueran mocentes . GO Los considera a todos culpables porque no hay vicio mas arractivo o mas facil de realizar. Se puede cumplir sin ayuda de nadie. "La oportunidad de enrregarse a el esra siempre al alcance." No hay cabida para Ia censura publica porque "es i ncrefblemente facil guardar el secrero". Y no esra sujeto a ninguno ,

'" Ibid., pp. 1 3 y 14. {,() !bid.


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de los obsd.culos cotidianos que el mundo real ofrece a la accion. Las !eyes de resistencia e inercia no parecen aplicarse a las relaciones con uno mismo. "Al menos" -aquf Salzmann tal vez se haga eco de las Conftsiones de Rousseau, que habian sido publicadas en aleman dos afios antes que su libro-6 1 "en las relaciones entre sexos hay impedimentos. Siempre hay i nterrupciones [ Unter足 brechttngen] de varias clases [ . . . ] se necesita tiempo y espacio [ . . . ] hay que tomar medidas para no ser atrapados, y mantener el buen nombre toma su trabajo". Ademas, dado que la masturbacion es solitaria, tiene el potencial de esclavizar un alma con un habito practicamente inquebrantable antes de que la vfctima se de cuenca de sus peligros. El libro esta lleno de confesiones de como jovenes duros trataron de abandonar el onanismo solo para volver a caer en el. El yo parece encantado por el poder adictivo de una prictica sim ilar a drogarse, cuyos efectos son exactamente tan mortales como cualquier narco足 tico. Como la herofna y algunas otras drogas horriblemente seductoras que atrapan a quienes las prueban siquiera una vez, la masturbacion convierte a los inocentes en adictos. La mayor parte de los escritores del siglo XVIII hablan de la corrupcion social -escuelas, malas compafifas, nifieras o sirvientes que inician a los nifios en el cam ino de su perdicion-; pero Salzmann tiene claro, tal como Freud, que la masturbacion viene esencialmente desde dentro y que solo la culpa puede redi足 mir a los jovenes y transformar la facil sexualidad con uno mismo en la mucho mas exigente sexualidad de la sociedad. En otras palabras, la estructura real de este vicio -su potencial ilimitado, su extension desconocida, su caracter secreto- exigfa un exceso de censura. Precisamente porque la masturbacion era tan encubierta, tan insidiosa, tan oculta en su origen, los maestros debfan atacarla con plena i ntensidad. "No fui arrastrado por otros", escribe un chico de 1 3 afios que descubrio la autopolucion por sf mismo. Asf sigue su carta a Salzmann: "Nunca of hablar de ella, ni siquiera sabfa la diferencia entre los sexos". Por afios, dice, "lo hice sin ninguna sensaci6n de estar obrando mal". Pareda tan libre de culpa como unas cosquillas, no era mas significativo que ser acariciado en la barbilla por uno de sus amigos. Dice que simplemente disfruto de sf mismo -cada dos sema61

Jean-Jacques Rousseau, Bekenntnisse, Berlin, 1 782; es !a edici6n mas amigua a Ia que pu足 de acceder.


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nas, tal vez mas a menudo: no recuerda- y se sentfa tan inocente que se lo habrfa co ntado a sus padres si se lo hubieran p reguntado. Tal vez una ingenuidad extre ma, pero paradigmatica del peligro de Ia p ura sexualidad del yo. Antes de que Freud ofreciera un modelo de Ia ontogenesis de Ia sexualidad en el cual Ia m asturbaci6n estaba omnipresence pero no era, con ciertos lfmites, una cala­ m idad, Ia guerra contra ella fue interminable y despiadada.62 Como si se tra­ tase de un caso de partenogenesis, este vicio pareda autogenerarse desde el inte­ rior de los cuerpos de los nifios mas j6venes. El llamamiento a Ia vigilancia en el Emilio de Rousseau se volvi6 aun mas terriblemente preciso; y, por supuesto, con cada amenaza, el vicio se conoci6 y se temi6 mas. "Es in mediatamente despues del nacimiento" que es mayor el peligro, justo cuando el desarrollo avanza a! maximo de su velocidad, escribe Ia principal enciclopedia medica francesa de comienzos del siglo XIX, publicada por Ia que era probablemente Ia firma mas importance en Francia, Ia misma que habfa encargado Ia Encyclopedic. "Si por algun desafortunado accidence" o por obra del "contacto foraneo el nino [los varones son Ia referencia pero no en todos los casos] descubre una sensaci6n localizada en sus 6rganos genita­ les", el sitio en que "se concentran las fuerzas de Ia vida", entonces todo esd. perdido. "El sujeto queda atrapado en un placer sin decepciones y se abandona con furor a! vicio que pronto sera su perdici6n, 0 contrae enfermedades que son mas terribles que Ia muerte." "Todo esd. perdido", concluye Ia entrada: es una frase que los lectores contemporaneos podran recordar del Emilio. "Con­ tacto foraneo" alude a Ia muy lamentable practica de las nifieras de hacer cos­ quillas en el pene de los nifios para tranquilizarlos. Esta preocupaci6n es algo nuevo, una creaci6n , sospecho, del descubrimiento de Ia masturbaci6n. A comienzos del siglo XVII, el medico de Luis XIII no tenfa reparos en contar al m undo como era calmado el futuro rey por su nifiera, quien j ugaba con el pene de ague!, y realmente no le pareda censurable Ia desenfadada masturbaci6n del nino, a pesar de que no lo hada feliz gran parte de Ia cultura sexual de Ia Corte. Dos generaciones antes, el medico y anatomista Fallopius estimulaba a los padres a acariciar repetidamente el pene de su hijo, provodndole una y otra "2 C. G. Salzmann , Heimlichen Siinden . , op. cit., pp. 1 6- 1 8 . Para Freud, Ia sublimaci6n de Ia sexualidad infanril en I a heterosexualidad adulra consrituia I a hisroria normativa del yo. (Pe­ ro nos estamos adelanrando a Ia historia.) . .


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vez Ia ereccion. Esto lo alargarfa y ayudarfa a garantizar a su futura esposa el placer necesario para Ia concepcion.63 Mucho habfa cambiado. H acia el ultimo tercio del siglo XVIII, despues de Rousseau y de Tissot, Ia otrora novedosa "perturbacion y agonfa de una conciencia herida'' anunciada por Onania estaba en todas partes. La masturbacion habfa alcanzado una sig­ nificacion moral que habrfa p arecido i nimaginable un siglo antes. Y siguio haciendo su camino por los senderos altos y bajos de Ia cultura del siglo XVIII y luego por Ia del XIX. Nada menos que una figura como Immanuel Kant, quien penso mas profundamente que cualquier otro filosofo moderno sobre lo que significaba ser eticamente autodeterminado, se ocupo del tema con una extra­ ordi naria mezcla de hiperbole y rigidez. Antes de mirar con mayor deteni­ miento su argumentacion, una vision sobre el campo linglifstico puede decir­ nos mucho sobre lo que se esconde detras de este asunto. Selbstschiindung, "autoabuso", esta junto a Selbstbewusstsein, "autoconciencia moral", Selbstschiit­ zung, "autoestima'' , y Selbsterkenntnis, "suicidio", y es seguido de una discusion de Selbstbetiiubung, "autoestupefaccion por exceso de bebida y comida". La masturbacion es un abuso del yo cuyos fundamentos morales intenta crear Kant. Su maldad no proviene de que es una instancia mas de concupiscencia, sino de que conspira en contra de Ia empresa completa de poner a Ia morali­ dad sobre nuevos cimientos. La sexualidad dentro del matrimonio, una cuestion central para Ia teologfa moral cristiana, era, segun Kant, relativamente no problematica. Esto es sor­ prendente. La inclinacion sexual es solo ocasionalmente "amor" y mas plausi­ blemente "el placer sensual mas fuerte posible en un objeto". El asf llamado amor sexual casi nada tiene en comun con el amor moral o el amor por Ia bene­ valencia, sino que, por el contrario, resulta una manifestacion del "poder del deseo en su grado mas alto, Ia p asion". Y, Ia circunstancia mas importante para Kant, el placer sexual es impudicamente "placer por el uso de otra per­ sona'', el uso de o tro como medio de autogratificacion mas que como fin. Sin embargo, se lo puede asimilar a Ia etica racional moderna. Los hombres y las r>.� "Masturbation", en Dictionnaire des sciences medicales, Paris, 1 8 I 9; David Hunt, Parents and Children in History: The f'>ychology ofLift in Farly Modern France, Nueva York, Harper and Row, 1 972, pp. 1 62 y 1 59- 1 79 passim. Fallopius es extensamente cirado en este punta por Winfried Schleiner, Medical t.thics in the Renaissance, Washington DC, Georgerown University

Press, 1 995, pp. I 35 y I 36.


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mujeres racionales -ambos sexos son igualmente contratantes e n esto- pueden acordar esencialmente en usar el uno del otro en compensacion por otras cosas. Pueden celebrar el contra to matrimonial por el cual "se obligan redprocamente" y por ese medio b ri ndar placer sexual "en union intima con [amor moral] baj o las condiciones limitantes de Ia razon practica''. En otras palabras, Ia pasion es controlada por Ia sociedad civil, a traves de un repertorio de obligaciones contra el uso egofsta de otro -o de sf mismo­ sim plemente para el propio placer. Kant no dice nada sobre concupiscencia, impureza o castidad, que habfan dominado las primeras discusiones acerca de Ia union sexual. Las relaciones no reproductivas -el placer sexual fuera del proposito natural del amor sexual- p ueden ser un caso dificil pero no ina­ bordable. Solo es antinatural superficialmente. Pero Ia masturbacion -sobre Ia cual Ia teologfa moral g� ardo absoluto silencio por m ucho tiempo- era otro tema. Para Kant es una especie de i nsania moral, profundamente "anti­ natural" , una negacion de todo lo que debe ser un sujeto etico; masturbarse es abrazar Ia pura animalidad. 64 La pregunta que plantea es Ia siguiente: dado que cada cual puede establecer, mediante el matrimonio, un contrato con otra persona para usar a el o ella para el propio placer sexual, �puede hacerse el mismo contrato con uno mismo? 0, en terminos mas generales, �existe Ia obligacion de no usarse como objeto, espe­ dficamente de no usarse como objeto para el propio placer? La respuesta de Kant es un sf enfatico y exagerado. Ninguna violacion go!pea tan fuerte en el corazon del ser etico: se lo llama "corrupcion" (SchanduniJ y "no meramente una degra­ dacion [Abwiirdigung] de Ia propia humanidad en Ia persona de uno mismo". El instinto del autoplacer es llamado !ujuria carnal; el vicio es Ilamado impu­ reza; Ia virtud "respecto de este instinto sensual" se llama castidad En otros ter­ minos, Ia castidad ya no es una virtud en relacion con los demas, sino que "ahora debe ser establecida como el deber de una persona consigo misma''. El caso es transparence, no hay ambiguedad posible. Esta claro para "todo el mundo, inmediatamente", que Ia autocorrupcion carnal es "contraria a Ia r,, Immanuel Kant, The Doctrine ofVirtue: Part II ofthe Metaphysics ofMoral, trad., introd. Y noras de Mary J. Gregor, Filadelfia, Universiry of Pennsylvania Press, 1 97 1 , art. 2; he modi­ fi cado ligeramente la traducci6n de Gregor. Vease "Von der Wohlusrigen Selbtschandung", en Metaphysische Anfongsgriinde der Titgendlehre, vo!. 6 de Gesammelte Schriften de Kant, Berlfn, G. Reimer, 1 907, pp. 424-427.


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moralidad en el mayor grado". El mero pensamiento en ella genera tal aver­ sion que "consideramos indecente siquiera llamarlo por su propio nombre". Kant nos recuerda que no es el caso del suicidio, al que todos estamos prepa­ rados para "exponer ante los ojos del mundo en toda su atrocidad". Por supuesto, hablar del placer sexual -incluso del amor matrimonial- requiere cicrta delica­ deza "para colocar un velo a su alrededor". Pero Ia masturbacion es el mal cuyo nombre no nos atrevemos a pronunciar. Los teologos medievales hablaron de modo similar de Ia sodomfa, de Ia cual algunos pensaban que Ia masturbacion era una subespecie. Pero ningun pensador secular habfa llegado tan lejos. Kant deda que era peor que el suicidio. Violaba una de las !eyes mas altas de Ia razon: el autoasesinato solo rompe con Ia ley de Ia preservacion indivi­ dual, mientras que Ia masturbacion se b urla de Ia ley mayor de Ia preservacion de las especies. Pero , aun mas importante, el verdadero impulso para cometerla era antinatural. A Ia lujuria se Ia llama antinatural, explica, si el hombre IIega a ella, no es por su objeto real, sino por su imaginaci6n del objeto, y eso de una manera contraria al prop6sito del deseo, dado que es el quien crea su objeto. Pues de este modo Ia imaginaci6n lo lleva a un apetito contrario al prop6sito de Ia naturaleza . [o al contrato de placer muruo que es el matrimonio] . .

.

Freud podria decir que se usa al yo como un fetiche, que el amor sexual por uno mismo es una perversion. Al final del recorrido, el contexto general de Ia cuestion del placer carnal sigue siendo para Kant, como lo fue para Tomas de Aquino, el de Ia sexualidad no reproductiva, pero llega a una respuesta por un camino mucho mas significa­ tivo. No esra molesto en principia por Ia desviacion o el mal uso de un apetito sexual existente. El problema no es Ia concupiscencia; los normales impulsos sexuales pueden ser civilizadamente regulados dentro del matrimonio. La mas­ turbacion representa el abandono tanto de Ia razon como de Ia sociedad. No es tanto un causa de insania, como lo considerarfan los medicos, sino mas bien su sefi.al: prima focie, Ia autopolucion es un acto de locura moral. Le hemos prestado tanta atencion a Kant debido a su importancia en Ia his­ tori a de las ideas acerca del sujeto moderno moralmente autonomo. Fue Kant quien definio iluminismo como un abandono de las cadenas del tutelaje, de Ia infancia moral, y como el comienzo de una adultez autodeterminada cuyas


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acciones habrfan de ser gobernadas por Ia razon. Dentro de ese gran proyecto, !a masturbacion importaba. Pero ese interes en el tema no era de ninguna manera inusual para su generacion. En 1 786, el Berliner Monatsschrifi, que habfa publicado su "�Que es el Ilumi nismo?" dos afios antes, i nvito a parti­ cipar de un concurso de ensayo sobre el tema "Como los nifios y los j ovenes pueden salvarse de los vicios ffsica y espiritualmente devastadores de Ia falta de castidad en general y del onanismo en particular, o, si ya estan infectados por esos vicios, como puede recuperarselos". Un "aristocratico amigo de Ia humanidad" dono un generoso premio d e 6 0 ducados holandeses -alrede­ dor de un afio de salario para un obrero de pleno empleo-, y ei mas promi­ nente de los reformadores de I a educacion de su epoca, Joachim Heinrich Campe, fue designado j urado. Despues de revisar un grupo de colaboracio­ nes, Campe eligio cuatro, que publico, completa o parcialmente, como parte de su proyecto general de revision de Ia educacion alemana que, segun se suponfa, deb fa reformular Ia pedagogfa de Ia nueva sociedad civil. Era comun que aparecieran ensayos premiados d e esa especie generados por concursos y que fueran debatidos simultaneamente en periodicos conocidos, algunos diarios y otros de aparicio n i rregular; asf el publico lector no podia rehuir enterarse de los h orrores del vicio solitario. 65 r.s Campe era una de las luminarias de un grupo conocido como los Philantropen -literal­ mente, "los filantropos", pero en terminos mas amplios, "los amigos de !a humanidad"-, quien, al igual que Kant, creia que !a moralidad debia sustentarse en nuevas fundamentos. Ha­ bia que comenzar lo mas pronto posible, Io que hada que !a educacion fuera una preocupa­ cion tan central. Sobre el proyecro pedagogico aleman y su relacion con el Berliner Monatssch­ rifi, vease Christa Kersting, Die Genese der Piidagogik im 18. jahrhundert. . . , op. cit., pp. 7 1 - 1 1 3 passim y espedficamente pp. 8 0 y 8 1 y 8 5 sobre el concurso de ensayos. Hubo contribuciones de veinrisiete escritores en !a enorme enciclopedia de Campe de dieciseis volumenes: tres eran acerca de Ia masturbacion; dada su longirud, el ganador del tercer puesro fue incorporado en los ensayos de otros rres ganadores. Para los ensayos en sf mismos, vease Joachim Heinrich Campe (ed.), Allgemeine Revision des gesammten Schul- und Erziehungswesens, H amburgo, 1 7851 792, vol. G, p. 7. Un ducado equivalia a 5 florines holandeses, o media libra esterlina; por lo tan to, GO sedan poco mas de 300 florines, o 30 Iibras, el salario anual de un obrero. Agradez­ co a mi colega el hisroriador economico Jan de Vries por esta informacion. La discusion de Ia masturbacion en Ia medicina y !a pedagogia alemanas brinda una mera muestra de una exten­ sa y duradera discusion que continuo mas o menos en los mismos terminos hasta finales del sigl o XIX. Para un excelente y rico comentario sobre esta literatura con amplia cita de fuentes, vease Karl Heinz Bloch, Die Bekiimpfimg derJugendmasturbation im 18. Jahrhundert: Ursachen-


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Con Kant, Campe y sus colegas, el vicio solitario alcanzo un nuevo nivel de centralidad etica. Pero ya se habfa establecido por entonces en todo el mundo occidental; a finales del siglo XVlll, ningun acto sexual tenia un significado tan versatil. El nuevo vicio y Ia modernidad estuvieron j untos en todas partes salvo en el lugar donde mas se lo podrfa esperar: Ia Iglesia. Ese bastion de Ia cducacion moral no fue claramente parte de Ia historia hasta mucho despues. Se rehusaba a sugerir vicios en los que no hubieran pensado los jovenes y, en cualquier caso, este no era interesante desde una perspectiva tradicional. Tan tarde como 1 844, un sacerdote que tambien era medico regafiaba a sus cole­ gas por no tomar suficientemente en serio Ia masturbacion, pero basaba sus argumentos en su alarma secular y no clerical, es decir, en las distintas histo­ rias de terror que habfa compilado de los anales de medicina y de psicologfa sobre hombres, mujeres, chicos y muchachas m uertos por el onanismo. S�gun decia, aquellas podrfan ensefiarle a !a teologfa moral peligros que ignoraba.M Aunque no tan ampliamente presente en Ia teologfa mo ral y en Ia pracrica pastoral como algunos hubieran querido, Ia masturbacion figuraba en los res­ tantes ambitos hacia 1 800, enriquecida y disponible para todo tipo de obras culrurales. Estaba allf como metafora; por ej emplo, como una manera de vincu­ lar las asociaciones de una sospechada interioridad en el siglo XVIII -una vida espiritual no apremiada por !a realidad exterior- con !a locura y el disimulo. Vienen al caso las opiniones de Byron sobre Ia poesfa de Keats: "una vision de manicomio", ''que nada significa", "una especie de masturbacion mental que acaricia su i maginacion". "Autopolucionador de Ia mente humana." "El ona­ nismo de Ia Poesfa" lo resume todo; Keats ha empujado !a fascinacion roman­ rica con interminable deseo y ha colocado a !a imaginacion al borde del abismo. \Xfo rdsworth acuso a sus versos de "ultraj ante estimulacion". Es un impac­ tante conjunto de imagenes. La celebracion de la masturbacion en Canto de mi VerlaufNachwirkungen, Francforr, Peter Lang, 1 998, al que recien ruve acceso cuando estaba revisando mi manuscrito editado. Bloch es especial mente agudo para mosrrar cuanro ha sobre­ vivido de !a vieja rradicion: por ejemplo, el ardculo sabre masrurbacion de !a principal enci­ clopedia alemana -la Grosse Brockhaus- continuo sin descanso la vieja hisroria hasta 1 898 y solo enronces modero levemente su presentacion. Solo en 1 93 2 se impuso una interpretacion psicoanalftica. Veanse en especial, pp. 532-579. (,(, P. J. C. Debreyne, tssai sttr !a theologie morale, Pads, 1 844. La porrada anuncia orro de sus Iibras: un compendio de fisiologfa humana especialmente para el clero y los seminaristas.


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mismo de Walt Whitman es -sostiene u n promi ne nte crftico moderno- el . ' "genumo escan ' d a1 o" de su poes1a. 67 Hay por cierto una ironia en todo esto. La literatura en general, y la inten­ sidad emocional del romanticismo en especial, parecen haber llevado realmente a Ia gente a masturbarse. 0 asf dedan. Los moralistas no eran los que inven­ taban el peligro. Vissari6n Belinski, el fundador del realismo ruso, uno de los principales crfticos de su epoca y un hombre que analizaba hasta el mas mfnimo detalle de su vida privada, le confes6 al anarquista Mijafl Bakunin que leer a Byron y a Schiller lo habfa llevado a Ia masturbaci6n, en su primer encuentro con ellos, siendo un estudiante de 1 9 afios. 68 Mas alla de que cierta literatura -o cierta forma de vida- fuese "mastur­ batoria" o incitara a la masturbaci6n, el nuevo vicio se habfa convertido en un adjetivo y como tal sobrevivirfa a lo largo del siglo XIX hasta e l XX y e l XXI: siempre peyorativo, siempre sefialando un exceso de imaginaci6n, una falta de seriedad, un alejamiento de Ia raz6n o de una conducta educada o apro­ piada. Richard Wagner usaba el termino con gran virtuosismo, mezclando sin problemas el sentido figurado y el literal. De rapida reacci6n para denostar las cafdas morales, mentales y ffsicas de antiguos amigos en Ia masturbaci6n, tam­ bien despreciaba el arte j udfo por masturbatorio , en los mismos terminos que usaba Byron para atacar a Keats: "Separado fundamentalmente de la vida . . . [un mundo] en que el arte solo j uega consigo mismo". Wagner no era origir.? Citado en Margery Levison, Keats Lift ofAllegory: The Origins ofa Style, Oxford, Basil Blackwell, 1 988, pp. 1 6 - 1 8 y 22. Tal vez t>sta imagen sobrevivic\ por generaciones. En uno de sus poem as dialogados, Years sostiene Ia idea de que Keats era feliz al comentar que Ia ve como "un escolar con Ia cara contra Ia vidriera de un co mercia de dulces"; es tam bien un poeta casi cnfermo de tanros caprichos, tal vez enfermo del vicio de los escolares. Sabre Whitman, vease Robert S. Fredrickson, " Public onanism: Whitman's song of himself", en Modern Language Quarterly, 46.2, junio de 1 985, y Harold Bloom, "The real me", en New York Review ofBooks, 26 de abril de 1 98 4 , p. 4 . r. < V . Sazhin, "The Victor's Hand: Selections from the Correspondence between V. Belinsky Y M. Bakunin", en Erotica in Russian Literature from Barkov to the Present [ Erotika v russkoi li­ terature ot Barkova do nashikh dnezl , una en trega especial de Ia Revista Litera ria [ Literaturnoe obozrenie] , Mosdt, 1 922, p. 39. Agradezco a Hilda Hoogenbloom par haber llamado mi aten­ cic\ n y haber traducido estos rextos. Sabre Belinski y Bakunin en general, vease el notable libra de Lidia Ginzburg, On Psychological Prose, rrad. y ed. de Judson Rosengrant, Princeton, Prin­ ceton University Press, 1 99 1 , pp. 59 y 60.


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nal en esto. La conexi6n entre los j udios y el onan ismo se remonca a! menos basta el abad Gregoire, un importance protagonista de Ia cu!tura politica de Ia Revoluci6n Francesa y defensor de Ia emancipaci6n de los judios, quien identificaba a los j udios no asimilados como m asturb adores en un tratado que sostenfa que solo estarian listos para Ia ciudadanfa -y para una vida sexual decence, se supone- cuando fueran secularizados y asimilados. Y los ancise­ mitas de fines del siglo XIX retomarian los temas de Wagner: los j udios (Felix Mendelssohn era su principal ejemplo) produdan un arte que se referia uni­ camence a ellos m ismos y que no estaba fundado en un proyecto nacional; los j udios eran degenerados porque se masturbaban, y se masturbaban por­ que eran degenerados. Wagner, por ejemplo, sabia muy bien que Ia ceguera del joven poeta j udio Theodor Ape! se debia a un accidence a caballo, pero sin embargo Ia adj udicaba a! onanismo.69 Si el vicio del que casi no se hablaba en los drculos seculares menos de un siglo atras ya estaba maduro para Ia metafora bacia fines del siglo XVIII, tam­ bien se convirti6 en -y seguiria siendo- materia de grandes y pequefios escan­ dalos politicos. Entre los cargos levancados por los radicales revolucionarios contra Maria Anconieta en 1 79 3 estaba el de haberle ensefiado a su hijo, el del­ fin de 9 afios, a masturbarse. Hebert declar6 al tribunal que el hijo del rey, un nifio con problemas de sal ud, habia sido sorprendido en un acto de autoa­ buso "fatal para su condici6n". Cuando fue presionado para saber c6mo habia aprendido Ia "criminal astucia" -una vez mas el enfasis esta puesto en el disi­ mulo, en el engafio y Ia fantasia inherence a! acto-, el nifio respondi6 que "debfa su familiaridad con el acto criminal a su m adre y su tia".70 Maria Ancon ieta m Richard Wagner, citado en Marc A. Weiner, Richard Wtxgner and the Anti-Semitic Imagi­ nation, Lincoln, University of Nebraska Press, 1 995, p. 34 1 . Hay tambien una permanence

asociaci6n emre judios y prostituras, quienes no producen nada, quienes convienen el sexo no en descendencia sino en dinero. Esa "inurilidad" fue emonces Ia base para Ia asociaci6n de los judios con esa orra practica in uti!, Ia masrurbaci6n. En un libra c6mico brid.nico de Ia decada de 1 980, en d cual amropomorfizados falos se cueman enrre los principales protagonistas, el falo judio es mosrrado en plena masrurbaci6n, mienuas que los demas son mosrrados con a! menos Ia opci6n de parejas femeninas. AI respecro, vease Sander Gilman, The jew's Body, Nueva York, Routledge, 1 9 9 1 , p. 1 23. 7 0 Gerard Walter (ed.), Actes du Tribunal revolutionnaire, Paris, Mercure de France, 1 968, p. 96; citado en Chama! Thomas, The Wicked Queen, rrad. ing. de Julie Rose, Nueva York, Zone Books, 1 999, p. 1 46.


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era probablemente culpable de traicion; dada Ia gran disponibilidad de sexo fuera de control entre Ia aristocracia, habfa tenido una relacion con su Intima amiga Ia duquesa de Polignac y con otras; pero de esto era sin dudas inocente. Sin embargo, Ia yuxtaposicion de traicion con masturbacion se adecuaba con exquisita precision a! plan teo revolucionario. En Ia mente de los enemigos de Ia reina no habfa paralelo sexual mas perfecto p ara sus crfmenes polfticos, para Ia podredumbre del Antiguo Regimen y para las corrupciones que ema­ naban de Ia reina extranjera que el secreta, atroz, sucio y paradigmaticamente deshonesto acto del onanismo con el que intento corromper a su hijo. En el otro extremo del espectro social, y un siglo despues, Ia masturbacion se hallaba entre los cargos levantados por una fraccion de los teosofos contra otra a principios del siglo XX en California: C. W Leadbeater, un maestro de una de las facciones -consecuentemente defendido por Ia fundadora, Annie Besant-, supuestamente habfa ensefiado a los alumnos a masturbarse como una fo rma de prevenir o fensas peores. Ninguna o fensa podfa ser peor. La rama estadounidense querfa distanciarse de semejante perversion.71 (En 1 99 1 , el comediante Pee-Wee Herman -o mas exactamente su creador, Paul Reu­ bens- fue arrestado y su carrera quedo arruinada por haberse masturbado en un cine para adultos. Parece que no hay nada mas escandaloso.) Algo tan delicado y secreta puede convertirse facilmente en, o a! menos ima­ ginarse como, una excusa para el chantaje. Tras haber vendido medicamentos fal­ sos a aterrorizados jovenes -como lo informa un periodico britinico del siglo XIX-·, las compafifas les cobrarfan cada vez mas por las sucesivas dosis y amena­ zarfan con delatar a quienes no aceptaran.72 �y por que no? Uriah Heep, el per­ sonaje de Charles Dickens, de ojos torvos, granulento, enfermizo, no confiable, es probablemente el mas famoso y facilmente reconocible culpable de Ia ficcion victoriana; pero hay muchos mas. (Tambien hay otros usos de Ia masturbacion literariamente mas interesantes en Dickens: sus j uegos con el viejo retruecano de Swift en Oliver Twist. "Charley Bates. Master Charles Bates, Master Bates", 7 1 ]. H. Fussell, "Mrs. Annie Besant and the moral code: A protest" (I 907). El objetivo de ese panfleto impreso privadarnente, como sabemos a partir de Ia carta dirigida a los bibliotecarios que acompaiiaba algun material teosofico, era alejar al movimiento de Ia sospecha de pricticas se­ xuales y planteos religiosos. (Co pia de cartas dirigidas a Ia University of California en Berkeley.) 72 Afiches impresos en el British Weekly, octubre de 1 887 -abril de 1 888, vueltos a publicar m Tempted London: Young Men, Londres, Hodder and Stoughton, 1 888, pp. 246-248.


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amen del largo relato de Pip escondiendose en su "sucio secreto", "su pesado secreta en Ia pierna de su pamal6n", en Great Expectations_f3 Dickens trabajaba con una larga tradici6n secular que crefa que el masturbador era un tipo facil­ mente reconocible. "Pilido, miembros enjutos, pecho hundido, debil, cabeza caida [ . ] rostro muy palido [ . . . ] con los parpados muy caidos sobre ojos Ian ­ guidos." Los dibujos de los cuadros que circulaban ampliamente en los libros medicos populares le ponian rostro a palabras como estas (vease figura 2. 1 ) . y peor aun. El pobre muchacho de 1 8 afios, alguna vez apuesto, al que vio el dra­ maturgo Heinrich Von Kleist, y sobre el que escribi6 a su novia que estaba al borde de Ia muerte a causa de un "pecado ami natural", "roda su vida no era mas que un unico, desgarbado desvanecimiemo". Un recieme anilisis de las alusio­ nes literarias alemanas a Ia masturbaci6n en los siglos XVIII, XIX y XX no logra con­ tener sus muchas referencias, y varias monograffas ofrecen m as. El masturbador se ha convertido en figura de escarnio publico, ridiculizaci6n, Iastima, miedo; no es sorprendeme que el j oven haga lo posible para evitar ser detectado.74 En estas descripciones se mezclan clarameme lo medico y lo moral, pero los medicos imeresados en una etica basada en Ia naruraleza condenaban a Ia masturbaci6n aunque no se imeresaran por sus supuestas patologias organicas. Por ejemplo, una de las primeras medicas en el m undo anglo-estadounidense, Ia doctora Elizabeth Blackwell, descarg6 todo el peso de Ia medicina modern a para sosrener Ia idea de que Ia masturbacion era uno de los dos vicios de los cuales "surgen todas las demas for mas an tinaturales de vicio", adem as de m ucha violencia domestica. Era el material habitual en las cruzadas por Ia pureza de las que su libro era parte, pero tenia poco o nada que ver con Ia enfermedad masturbatoria. En realidad, Blackwell usaba el vicio en funci6n de un argu ­ mento politico especffi.co: !a masturbaci6n estaba en el centro del analisis femi­ nista sobre el doble discurso que formaba parte de una campafia legislativa fun.

.

73 Esros son hallazgos de William A. Cohen, Sex Scandal: The Private Parts a/Victorian Fic­ tion, Durham y Nueva York, Duke University Press, 1 996, pp. 26-72, y especialmente 26-38. 74 Ludger Lutkehaus, "0 wollust, 0 holle: Onanie, phantasie und literature", en Die Zeit,

47- 1 5 , noviembre de 1 99 1 , pp. 76 y 77, que provee referencias a orros trabajos secundarios; Heinrich von Kleist, Siimtliche Werke und Briefe, vol. 2, pp. 5 5 9-562, traducido y citado en Sander Gilman, Disease and Representation, Ithaca, Cornell University Pres, 1 988, p. 68. Braun, Krankheit Onania, ofrece una extensa evidencia de Ia amplia disrribucion de las preocupacio­ nes sabre Ia masrurbacion en Alemania.


a los 1 6 afios

a los 2 1 afios

lzquierda, masturbador de 1 6 afios Derecha, hombre abstinente de 2 1 afios

lzquierda, masrurbador de 50 afios a los 50 afios

a los 70 afios

Derecha, hombre abstinente de 70 afios

Figura 2. 1 . Rostros del masturbador, segun Emery C. Abbey, The Sexual System and its Derangements, Buffalo, Nueva York, 1 875.


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damental. Ella planteaba que hombres y mujeres tienen las mismas naturales pasiones sexuales. Por lo tanto, no habfa fundamentos para sostener que los hombres necesitaban del alivio que proporcionaban las prostitutas, un supuesto hecho apoyado por los seguidores del Acta sobre Enfermedades Contagiosas, que, segun sostenfan sus enemigos, intentaba llevar a Ia Gran Bretafia de fina­ les del siglo XIX hacia un sistema "frances" de prostituci6n reglamentada por el Estado. La masturbaci6n era peligrosa porque estimulaba los instintos sexua­ les -a! ejercerselos prematuramente- y porque disminufa el autocontrol, Ia base de Ia humanidad civilizada. La masturbaci6n se volvfa facilmente obsesiva, era Ia forma de sexualidad mas diffcil de colocar bajo el dominio de Ia raz6n, y, por ende, ofreda un modelo general para una sexualidad desatada.75 Era Ia impureza mas basica y con eso alcanzaba; Ia tuberculosis o Ia locura nada tenfan que ver con Ia masturbaci6n. Muy lentamente, a principios del nuevo siglo, los peligros organicos del autoabuso comenzaron a considerarse temores de otra epoca, supersticiones o creencias folcl6ricas propias de ignorantes. Pero eso no implic6 de ningun modo el fin de Ia historia. Dej6 en pie lo que en realidad era importante respecto de Ia masturbaci6n moderna: el secreto, que permaneda en el centro de Ia sexua­ lidad occidental. Ahora ampliamente liberada de sus problemas medicos, entr6 en el pensamiento del siglo XX, con su autoconciencia modernista, por tres cau­ ces separados pero interconectados. En primer I ugar, una cantidad de obras, eruditas y populares, del campo de Ia antropologfa, Ia etologfa, Ia sexologfa, Ia psiquiatrfa, Ia zoologfa y otras disci­ plinas descubrieron que no solo Ia masturbaci6n era casi universal entre los j6ve­ nes -lo que era sabido y temido desde hada mucho tiempo-, sino que Ia prac­ ticaban todos los pueblos en todas partes, asf como todo animal al que se observara con detenimiento. Caballos y ponis, osos y hurones, perros, gatos, monos, mofe­ tas y ciervos: todos lo hadan. Lo mismo sucedfa con balineses, egipcios, hoten­ totes, indios, tamiles, cafres, basutos, chinos y japoneses, para no hablar de los 75 Elizabeth Blackwell, The Human Element in Sex: Being a Medical Enquiry into the Rela·· tion ofSexual Psychology to Christian Morality, Londres, 1 885, p. 29 y passim. El mejor anilisis del conrexto politico es el de Judith R. Walkowitz, Prostitution and Victorian Society: Women, Class and the State, Nueva York, Cambridge University Press, 1 980. Para el comexm mas general de Blackwell, vease Margaret Jackson, The Real facts ofLift: Feminism and the Politics ofSexuality, c. 1850-1940, Bristol, PA, Taylor and Francis, 1 994, pp. 7 1 -77.


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esrudiantes, hombres y mujeres, en las mejores escuelas asf como en los refor­ matorios de Europa. Las tecnicas podfan variar: habfa diferencias entre generos y entre razas. Mientras todas las mujeres, en cualquiera de las culturas estudia­ das, paredan masturbarse, el uso de instrumentos artificiales pareda restringido en Europa y en cualquier otra parte a aquellos "dedicados profesionalmente a alguna forma de placer". Pero esos matices no afectaban el resonante hecho de que todo el mundo lo hada. Hubo variaciones en como se interpretaba Ia ava­ lancha de datos. La evidencia respecto de los humanos sugerfa Ia certeza de Ia teorfa de Ia degeneracion -una doctrina predilecta a finales del siglo XIX que vefa en Ia masrurbacion y Ia prostitucion, por ejemplo, signos de que Ia evolucion iba por mal camino- o de Ia hipotesis de que el desarrollo prematuro de Ia sen­ sibilidad sexual, antes de que fuera posible Ia reproduccion, convenfa en natu­ ral y necesaria otra forma de alivio, segun Ia opinion del ganador del Premio Nobel Elie Metchnikoff. El sexologo y medico aleman lwan Bloch, al igual que Freud, regresaba a Nietzsche, quien sugerfa que Ia obra de un hombre edu­ cado -es decir, Ia propia civilizacion- depende de que encuentre un desvfo adecuado para los impulsos basicos y profundos. Algunas interpretaciones se manejaban con datos zoologicos; otras no. Pero tornado en su conj unto, Ia enorme cantidad de nuevo material sobre Ia masturbacion, ampliamente dis­ ponible para los lectores europeos y estadounidenses, expandio y mucho el problema. Puso en duda que Ia masturbacion fuera una perversion de puberes y adolescentes, algo que podfa prevenirse solo si se contaba con Ia pedagogfa correcta, se evitaban los malos sirvientes o se mantenfa a los chicos alejados de las malas compaii.fas. Era, en un sentido profundo, natural y universal.76

76 La evidencia de Ia universalidad de Ia masturbacion surge de una notable varied ad de fuen­ res. Havelock Ellis ofrece una excelente revision de Ia l iteratura en Studies in the Psychology of Sex, op. cit., vol. 1 , pp. 1 6 1 - 1 82; acerca de Ia sociologia del uso de consoladores, vease p. 1 69. T:< mbien Kinsey analiza Ia literatura de finales del siglo XIX y comienzos del XX en sus dos obras fundamentales: Alfred C. Kinsey y el Institute for Sex Research, Sexual Behavior in Human Female, Filadelfia, Saunders, 1 953, pp. 1 3 2- 1 90, y Alfred C. Kinsey, Wardell B. Pomeroy y Clyde E. Martin, Sexual Behavior in the Human Male, Filadelfia, W. B. Saunders Co., 1 948, pp. 4975 1 G; Elie Merchnikoff, The Nature ofMan: Studies in Optimistic Philosophy, edicion a cargo de P. Chalmers Mitchell, Nueva York, G. P. Putnam's Sons, 1 903, pp. 95-99; sabre degeneracion y masturbacion, para el caso de las mujeres vease Bram Dijkstra, Idols ofPerversity: Fantasies of Feminine Evil in Fin-de-siecle Culture, Nueva York, Oxford University Press , 1 986, pp. 64-82 Y


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El segundo carril en importancia por el que Ia masturbaci6n entr6 al siglo XX se construy6 sobre Ia base de ese material y le dio una crucial significaci6n psicol6gica. En 1 899, Havelock Ellis acufi6 el n�rmino autoerotismo, que pre­ tendfa abarcar el completo dominio de Ia emoci6n sexual "generada en ausencia de un estfmulo externo, que proceda directa o indirectamente de otra persona", o criatura. El nuevo territorio era inmenso. '�utoerotismo" no solo descripto como "esas transformaciones de Ia actividad sexual reprimida" que pueden resul­ tar en varias situaciones m6rbidas, sino como todo aquello que puede ser con­ siderado como producto de Ia sublimaci6n: "las normales manifestaciones de arte y poesfa y, en mayor o menor medida, el propio color de Ia vida". En resu­ men, todo cuanto hay sobre sexo en Ia mente -una buena cantidad, como lo saben quienes pensaron el tema desde la Antigiiedad- debfa incluirse en el nuevo rubro. En verdad, se inclufa todo esfuerzo por lograr satisfacci6n sexual que pro­ viniera de adentro, ya fuera consciente o no.77 Por supuesto, Ia masturbaci6n constitufa apenas una parcela, de algun modo arbitrariamente delimitada, de este vasto dominio; pero como sefial6 Ellis, su significaci6n no podfa ser apreciada a menos que se Ia considerara como especialmenre pp. 74, 75, 79 y 80 [trad. esp.: /dolos de Ia perversidad, Madrid, Debare, 1 99 3 ] , y mas especfficamenre, Charles Fere, " L e Surmenage scolaire", e n Le Pogres medical, 5 - 1 2 d e febrero de 1 887, pp. 1 1 1 y 1 32 , donde Fere sosriene q u e I a masrurbacion e s peligrosa solo para aquellos que esran congeniramenre dispuesros a debilirarse por el esfuerzo menral de hacerlo. Su preocupacion espedfica son los esrudianres, pero dice que el problema es m ucho mas gene­ ral. AIgo mayor que Freud, Fere era un discfpulo ccrcano de Jean-Marrin Charcor. !wan Bloch, The Sexual Life ofOur Times in Its Relations to Modern CiZJilization, trad. ing. de M. Eden Paul, Nueva York, Allied Books Co. , 1 926, p. 409-4 1 1 . Esre libro fue primero publicado en aleman en 1 908 y parece haber sido algo asf como un besr seller. La sexra edicion, de 1 9 1 0, de don de se hizo Ia primera rraduccion al ingles, dice empezar con Ia copia numero cuarenra mil de Ia obra. La opinion del disringuido ginecologo ingles J. Marrhews Duncan en sus Gulstonian Lec­ tures de 1 883 de que "Ia masrurbacion en las mujeres es una recafda anrinarural y excesiva en el placer sexual anificial" no se p uede seguir sosreniendo. "Sreriliry in Women", conferencia 2 , cuana pane, e n Lancet, 3 1 de marzo d e 1 883, p. 5 29 . 7 7 Freud uso por primera vez e l rermino "auroerorismo" en u n a cana a Wilhelm Fliess, 9 de diciembre de 1 899, donde reconoce el apone de Ellis. Vease sobre esro Jean Laplanche y J.-B. Ponralis, The Language ofPsycho-analysis ( 1 967), Londres, Karnac Rooks, 1 98 8 , pp. 45-47 [version inglesa del Vocabulaire de fa Psychanalyse; rrad. esp.: Diccionario de psicoandlisis, Barce­ lona, Labor, 1 97 1 ] ; Havelock Ellis, Studies in the Psychology ofSex, op. cit., vol. 1 , pp. 1 6 1 - 1 63 y 1 6 1 -283, mas generalmenre, "Auroerorismo". La primera edicion fue de 1 900.


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"una subdivision dentro de un gran grupo de hechos naturales". En un extremo de ese grupo esra Ia masturbacion animal, de Ia que no nos ocuparemos aquf, pese a que Ellis documenta extensamente Ia existencia de autoestimulacion en una variedad de animales. Su planteo es que Ia propension a procurarse placer sexual uno mismo es algo natural; los animales lo hacen. Pero es tam­ bien un producto de Ia cultura. El autoerotismo esta fuertemente enlazado con esa facultad que nos hace humanos, de modo que en el otro extremo de ese "gran grupo de hechos naturales" se hallan todos esos aspectos de Ia expe­ riencia humana en que convergen imaginacion, sexualidad y arte. En Ia for­ mulacion de Ell is, Ia masturbacion se vuelve Ia forma paradigmatica de Ia sexualidad fantaseada, el unico acto sexual que, tal como lo formulo el nove­ lista italiano Alberto Moravia, tiene un impacto en Ia cultura j ustamente por provenir completamente de Ia fantasfa.78 La masturbacion, cuya amenaza habfa sido considerada por mucho tiempo como su falta de articulacion con las obligaciones de Ia sociedad y Ia moral, era ahora definida como una subespecie de un tipo universal de sexualidad pura, libre de los apremios del cuerpo y de Ia sociedad, del tiempo, el espacio y las obligaciones, y disponible para toda clase de trabajo psfquico. Su valencia moral dependfa ahora de como se evaluaran esos temas. Se pueden trazar varias posi­ ciones a lo largo del siglo XX. Por ejemplo, de un !ado, D. H. Lawrence, quien se dedico con gran repercusion a despreciar "el sexo de las clases medias y altas" -de allf el encanto del guardabosque de Lady Chatterley-, consideraba clara­ mente !a masturbacion como un pobre sustituto de Ia real y vital union de los cuerpos. Quienes lamentaban que los jovenes de ambos sexos tuvieran rela­ cio nes sexuales, en realidad, estaban lamentando "que no lo hicie ran por separado y se masturbasen". El sexo debe ir a alguna parte, y en "nuestra glo­ riosa civilizacion va hacia !a masturbacion", es decir, a! sexo m uerto de Ia mente. Gran parte de !a literatura y de las diversiones populares, sugiere, parecen exis­ tir para alimentar ese secreto en el cual el cuerpo permanece como, "en cierto sentido, un cadaver".79 Agregarfa que no es Ia cualidad cerebral lo que le molesta "IH

Ellis, 70

Alberro Moravia, cirado en Lu dge r

Lurkehaus, "0

wollust,

0

ho ll e , op. cit.; Havelock "

Studies in the Psychology ofSex, op. cit. , pp. 1 6 1 - 1 63. D. H . Lawrence, " Pornography and obscenity", en H. T. Moore (ed.), Sex, Literature,

and Censorship, Nueva York, Twayne, 1 953, pp. 79-82.


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tanto a Lawrence en Ia masturbacion; para el, al igual que para los crfticos del siglo XVIII, era vergonzosamente privada, mas "p rivada que los excrementos". Por otra parte, Gore Vidal y Andre Gide -para to mar dos casos de Ia posi­ cion opuesta- sienten mayor simpatfa por Ia fo rmulacion de Ellis: el sexo solitario esti fntimamente ligado al poder de imaginar y de crear y, como sefiala malevolamente Vidal, a tener sexo con alguien mas. La herencia de Onania se expande aun mas. ''Pocos amantes", sospecha Vidal, "estin dispuestos a admi­ tir que para crear o mantener Ia excitacion durante el acto sexual necesitan alguna imagen mental como suplemento erotico al cuerpo con el que se rela­ cionan". El "peligroso suplemento" de Rousseau se ha domesticado para val­ verse socialmente uti!. Por supuesto, no podemos tomar a Vidal muy al pie de Ia letra. Dicho esto, hay algo en Ia idea de que el acto solitario resulta signifi­ cativo para el adolescente -�y por que no para cualquiera?- en tanto "el teatro de su mente se convierte muy pronto en un festival dionisiaco". Una conse­ cuencia de esto es que, si todo el mundo lo h iciese bien, entonces el sexo con otro podrfa convertirse en una aburrida desilusion, lo que ha sido una preo­ cupacion habitual en el siglo XVIII. Pero el otro !ado de esta ocasion prototf­ pica para Ia fantasia es que se convierte en el punto de partida de Ia imagina­ cion para un bienestar comun.80 En Ia primera pagina de su autobiograffa -casi Ia primera cosa que dice de sf mismo-, Gide describe una masturbacion conjunta: el, en su nifiez, con el hijo de un sirviente, bajo Ia mesa a Ia hora de Ia cena, una escena llena de culpa, sociabilidad y autonomfa narcisista. Se supone que este recuerdo es el prisma para Ia construccion y el reflejo del yo, y se elabora cuando Ia masturbacion vuelve a ser un tropo caracterfstico de Ia actividad creativa. La "unica explica­ cion posible" -cuenta Gide a Roger Martin du Gard- para su "particular dis­ posicion natural" (esto es, su necesidad y capacidad para descargar multiples y sucesivos orgasmos, lo que a su vez considera central en su estructura del deseo, perdida, produccion, goce, tabu y literatura) es su temprano desarrollo de habilidades onanfsticas. Era un pecado menor, pensaba, si no habfa orgasmo completo; las oleadas se repetfan "a menudo durante roda Ia noche, sin per80

Gore Vidal, " Pornography", en Homage to Daniel Shays: Collected Essays, 1952-1972, Nue­ va York, Random House, 1 973, pp. 2 I 9 y 220; acerca de Andre Gide, vease Naomi Segal, An­ dre Gide: Pederasty and Pedagogy, Oxford, Clarendon Press, 1 998, pp. 41 -47 y 70-73.


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mitirle nunca co meter un 'pecado completo"'. Como en las Confosiones de Rousseau, que segufan resonando dos siglos despues en el lenguaje mas explf­ cito de nuestra epoca, Ia masturbacion quedaba mucho mas en evidencia como · un proceso de autoconstruccion. La tercera vertiente, y Ia mas importante, por Ia cual la masturbacion se con­ virtio en un topico del siglo XX se abre a instancias de Sigmund Freud, en cuya obra se transforma en el campo fundamental de Ia psicogenesis humana. Por supuesto, Freud no fue el unico entre sus contemporaneos en convertirla en tema central. Ya hemos discutido a Ellis, y habfa muchos mas. El sexologo pionero Richard von Krafft-Ebing, por ejemplo, prestaba escasa atencion a los efectos corporales del onanismo, pero pensaba que "nada contaminaba tanto como Ia masturbacion", en el sentido de que nada tiene tantas probabilidades de llevar a! desarrollo de un "sentimiento perverso hacia el otro sexo", a una real perversion del deseo, que no es lo mismo que un mero compromiso con un acto homosexual perverso. En otras palabras, no poder superar Ia etapa de Ia masturbacion infantil era Ia vfa regia hacia una verdadera distorsion de Ia personalidad.81 El psicologo estadounidense G. Stanley Hall pensaba que, en mayor o menor medida, cada sensacion desagradable de Ia adolescencia, desde el excesivo interes por el teatro a Ia adiccion a las drogas, podia explicarse gra­ cias a Ia masturbacion. Pero fue Freud quien Ia convirtio explicitamente en el secreto del sexo. El gran viraje intelectual que posibilito dicho abordaje fue Ia percepcion, por parte de Freud, de que el impulso sexual del hombre no estaba "natural­ mente" orientado a Ia reproduccion, y ni siquiera hacia el llamado sexo opuesto. La civilizacion ha debido luchar duramente para reducir el cuerpo y sus deseos a Ia medida de Ia especie de criaturas utiles y reproductivas -macho y hembra­ que necesitaba para sostenerse. En terrriinos mas generales, Ia lucha por subli­ mar las caoticas energfas sexuales de Ia infancia dentro de Ia organizada sexua­ lidad adulta se convirtio en el modelo de como el propio deseo deb fa ser mane­ jado y dirigido si quisieramos como Seres humanos alcanzar los objetivos mas altos: no solo las familias, sino tambien el arte, Ia musica, Ia literatura, todo aque­ llo que se entiende por cultura. En el comienzo, estaba el autoerotismo del 8 1 Richard von Kraffi-Ebing, Psychopathia Sexuafis, 7• ed., trad. ing. de Gilbert Chaddock, Fila­ delfia, F. A. Davis, 1908, pp. 1 88 y 1 89 [rrad. esp.: Psychopathia Sexuafis, Barcelona, Sagitario, 1 970].


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nifio poliformemente perverso. En esas percepciones y en sus multiples inter­ pretaciones, el imperio de Ia masturbaci6n, iniciado en Grub Street, se expan­ di6 mas alla de las mas terribles pesadillas de sus fundadores del siglo XVIII. Pocos t6picos son discutidos tan intensamente en Ia obra de Freud como Ia masturbaci6n, y ninguno esra tan profundamente imbricado con sus teorfas mas fundacionales. Su pensamiento al respecto bien pudo haber sido Ia ligaz6n entre su primera teorfa de que Ia neurosis estaba enraizada en un trauma real -la asf llamada teorfa de Ia seducci6n- y Ia teorfa segun Ia cual esta es el resultado de Ia reprimida evoluci6n erotica del yo y su consecuente culpa. Hacia 1 905, pudo considerar que Ia idea de Dora de haber sido seducida era Ia pantalla fantasmal de un autoerotismo infantil no superado.82 La lucha contra Ia masturbaci6n se convirti6 en un trauma psfquico que antes habia de ser buscado en el dafio causado por los avances sexuales reales de un adulto bacia un nifio. Este cambio en el pensamiento de Preud surgi6 de Ia noci6n de que Ia mas­ turbaci6n era Ia forma fundacional de Ia expresi6n sexual, perfectamente natu­ ral y ap ropiada a una etapa temprana del desarrollo, pero que era preciso abandonar en el proceso de convertirse en un adulto adecuadamente prepa­ rado. Era el campo de las grandes luchas en el cual la sexualidad se encauzaba bacia Ia civilizaci6n; e inversamente, el fracaso en el intento de controlarla se convirti6 en el prototipo de todas las otras clases de fracaso. "Se me ha hecho claro", escribe Freud a su amigo Wilhelm Fliess a finales de 1 897, en vfsperas de La interpretacion de los suefzos, "que Ia masturbaci6n es el habito funda­ mental", "Ia adicci6n primaria" y, como las adicciones al alcohol, el tabaco o Ia morfina, sirve directa o indirectamente como "un sustituto por falta de satis­ facci6n sexual". En su analisis de Dostoievski, por ej emplo, escribe que Ia masturbaci6n di6 lugar al juego compulsivo, y enfatiza el uso com lin de Ia pala­ b ra juego en las mesas de apuestas y con los geni tales en las nurseries. 83 En rea82 Al respecro, vease George J. Makari, "Between seduction and libido: Sigmund Freud's mas­ turbation hypotheses and the realignment of his etiologic thinking, 1 897 1 90 '5 en Bulletin of the History ofMedicine, val. 72, num. 4, invierno de 1 998, y tambien pp. 45 1-460 mas adelanre. '-' The Complete Letters ofSigmund Freud to Wilhelm Fliess, 1 887-1904, trad. y ed. a cargo de Jeffrey Masson, Cambridge, Mass., Belknap Press of Harvard University, 1 98 5; Dostoyevsky and Parricide (1 928), en The Standard Edition ofthe Complete Psychological Works ofSigmund Freud, Londres, Hogharr Press, I 975; reimpr. de Ia edici6n de 1 965, vol. 23, p. 1 93 [trad. esp.: Dostoiez,ski y elparricidio, en Obras completas, t. XXI, Buenos Aires, Arnorrortu, 2000]. -

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lidad, resulta diffcil hallar discusiones fundamentales en las que este ausente el autoerotismo. En un momento u otro , Freud vincula Ia neurosis de ansie­ dad, Ia obsesion, el narcisismo, los vomitos histericos, los recuerdos reprimi­ dos de Ia sexualidad infantil y, razonablemente, Ia culpa en sf con Ia confron­ tacion de Ia psiquis con su fuente primaria de satisfaccion sexual. Si Ia masturbacion era Ia enemiga de Ia sexualidad adulta, era tambien su precut­ sora. La masturbacion infantil proclama el hecho de que l.o s genitales esran, como dice Freud, "destinados a grandes cosas en el futuro". En realidad, Ia entera organizacion del ser humano como un ser sexual es negociada por medio del autoerotismo. "La futura primacfa en Ia actividad sexual ejercida por esta zona erogena fue establecida por Ia temprana masturbacion infantil."84 Aquello que habfa sido eticamente sospechoso y una prictica perniciosa para Ia medicina se co nvirtio con Freud en territorio para una psicogenesis nor­ mativa. Era algo po r lo que se debfa pasar para ir mas alia en una direccion p recisa y adecuada. La masturbacion constituia Ia practica esencial para el momento real: "preformativa de los modos de satisfaccion erotica que seran adecuados para los adultos", como dice Marie Bo naparte, discfpula de Freud. 85 Y para las nifias el proceso era especialmente traicionero, pues sus tempranos ensayos eran para Ia fun cion equivocada. Al convertirse en adultas, deb ian aban­ donar no solo Ia masturbacion, sino tambien el tipo de orgasmo conseguido con sus esfuerzos infantiles. Abandonarla significa, desde esta perspectiva, cam­ biar Ia sexualidad clitoriana por Ia vaginal, las fantasias de masculinidad activa por Ia realidad de Ia femineidad pasiva. El vicio de Onania habia alcanzado un rol fundamental en Ia mas influyente teorfa psicologica del siglo XX, y en particular Ia masturbacion de nifias y mujeres, enteramente ignorada durante miles de afios, tenia en ella un Iugar especial. Freud, sus colegas y sus sucesores construyeron un puente entre una histo­ ria de dos siglos de condena y una nueva historia acerca del rol que Ia sexuali­ dad autoerotica j uega para hacernos lo que somos y lo que no somos. Ningun tema estaba mas cargado de tension para ellos. Cuando los miembros del cfrcu·· '" Sigmund Freud, Three Essays on Sexuality ( 1 905), en Complete Works, op. cit., val. 7, p. 1 87 y n. 1 , y p. 1 88 y nn. 1 y 2 [uad. esp.: Tres ensayos sobre teoria sexual en Obras compl.etas, op.cit., r. VII] . 8 5 Marie Bonaparre, Female Sexuality, rrad. ing., Nueva York, Inrernarional Univcrsiry Press, 1 953, p. 74 [ rrad. esp.: La sexualidad de Ia mujer, Buenos Aires, Horme, 1 96 1 ] .


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lo psicoanalftico de Viena se reunieron a discutir Onanie por tres tardes en 1 9 1 0, tuvieron tantos desacuerdos que no se atrevieron a publicar sus proto­ colas. Dos afios mas tarde, tuvieron otras nueve reuniones; y Freud apenas logr6 un fragil consenso. Concluye su info rme con Ia observaci6n de que "el tema de Ia masturbaci6n es casi inagotable". Precisamente dos siglos despues de que "el problema y Ia agonfa de una conciencia herida" surgieran de Grub Street, permanecfa como "representativo del conflicto [ . . ] entre instinto y represi6n", como lo plante6 Wilhelm Stekel, un colega de Freud: sexualidad con un giro decididamente moderno y un enorme potencial de recreaci6n.86 Despues de Ia primera generaci6n, Ia masturbaci6n sigui6 teniendo una gran importancia te6rica dentro del psicoanilisis, aunque no siempre se lo recono­ ciera. El distinguido analista Joyce McDougall opinaba que, "en Ia teo ria freu­ diana, el autoerotismo es el prototipo de Ia sexualidad humana y a menudo un hecho olvidado". Fue importante tanto para los te6ricos relativamente ortodo­ xos como para las ultimas escritoras feministas, como Luce Irigaray, quien -como una manera de reconceptualizar y distinguir Ia categorfa "mujer"- plantea un argumento contra Ia construcci6n del erotismo femenino desde el discurso mas­ culino del Amo: "Ia nifia no se masturbarfa a 'sf misma' sino mas bien a un equi­ valente del pene". En verdad, es Ia relaci6n particular de Ia mujer con el placer autoer6tico lo que define Ia femineidad; o al menos, un acceso femenino directo, no mediado, constante, al yo y a las sensaciones: "En tanto Mujer, se toea a sf misma en y por sf misma sin necesitar mediaci6n alguna". Ella "se toea todo el tiempo [ . . . ] nadie puede prohibfrselo, pues sus genitales estan formados por dos labios en continuo con tacto".87 La masturbaci6n sigue siendo el modelo, pero no aquel de Ia sexualidad normativa femenina y adulta que imagin6 Freud. La influencia del psicoanilisis pronto se extendi6 mas alii de dicha disciplina. La idea freudiana del desarrollo sexual tuvo enorme influencia en Ia ensefianza .

u, Wilhelm Stekel, Auto-erotism: A Psychiatric Study of Onanism and Neurosis, trad. ing. de James S. Van Teslaar, Nueva York, Grove Press, 1 9 50, p. 63. 87 Joyce McDougall, Theatres ofthe Mind: Illusion and Truth on the Psychoanalytic Stage, Lon­ dres, Fre� Association Books, 1 986, p. 250 [trad. esp.: Teatros de fa mente, Madrid, Tecnipubli­ caciones de Espana, 1 994]; Luce Irigaray, Speculum ofthe Other Woman, trad. ing. de Gillian Gill, Ithaca, Cornell University Press, 1 9 85, pp. 28- 3 1 y 60; y Luce lrigaray, The Sex Which !< Not One, rrad. ing. de Catherine Porter en colaboraci6n con Carolyn Burke, Ithaca, Cornell Univer­ sity Press, 1 986, p. 24 [trad. esp.: Ese sexo que no es uno, Barcelona, Saltes, 1 992].


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acerca de sexo en obras que iban de textos pediatricos a textos de teologfa moral. En su nuevo y menos hostil registro, Ia masturbacion j ugo un papel aun mas importante en las discusiones acerca del crecimiento y el proceso de con­ vertirse en persona del que tuvo durante el Iluminismo y en el siglo XIX. No era "ni un pecado ni una enfermedad", como deda un importante manual aleman de 1 920, pero aun se hada acreedora a una atencion aparentemente intermi­ nable.88 Una vez disipados los nubarrones del dafio corporal, las subyacentes cuestiones ericas y psicologicas en torno al sexo solitario emergieron con mas claridad todavfa. Ahora que estaba "bien demostrado" "que Ia masturbacion no interferfa con Ia salud ffsica", como conclufa un prominente y temprano ana­ lista estadounidense, se abrio un nuevo panorama psicologico. La esclarecida opinion ensefiaba que debfa considerarsela algo natural cuando eran los jove­ nes quienes Ia practicaban, una etapa del desarrollo sexual que habrfan de supe­ rar. Y, por cierto, cuando "era practicada por alguien adulto", era marca de un desarrollo interrumpido. No demasiado perversa, y desde ya no una amenaza en lo ffsico, era ahora un sfntoma de abyeccion, un signo de fracaso, una fuente de culpa y una muestra de inmadurez. Practicada sin fantasia, se deda que reve­ laba apenas una "tension ffsica y qufmica''; practicada con fantasia era, en el mejor de los casos, evidencia de un desarrollo emocional incompleto, que nunca ofre­ da el "valor espiritual" que se suponfa brindaba el sexo a un "adulto socializado". La adolescencia, en especial, paso a ser crucial, un denso tiempo de espera entre el "natural" autoerotismo infantil y el triste sa!to a Ia adultez, el pedodo en que Ia masturbacion pasaba de ser un signo de "desarrollo sexual" pleno de prome­ sas a denotar que quien Ia practicaba era incapaz de tener el objeto amoroso adecuado y, en terminos mas generales, hacer las paces con las exigencias de Ia sociedad.89 La relacion que tuvieramos con Ia masturbacion marcarfa precisa­ mente nuestra voluntad de seguir Ia corriente del proceso civilizatorio. Esa interpretacion freudiana, en sentido am plio, abrio caminos para las poli­ ticas sexuales. Seguir masturbandose despues de Ia infancia, o abrazarse a esa practica como a un bien positivo, llego a ser considerado una rebelion contra todo el conjunto de no rmas y expectativas implkitas en Ia sfntesis lograda a "" Max Hodann, Onanie: weder Laster noch Krankheit, Berl in, 1 929. "'' A. A. Brill Psychoanalysis: Its Theories and Practical Application, Filadelfia, W. B. Saun­ ders, 1 922, pp. 1 53, 1 58 y 1 59; John F. W Meagher, A Study ofMasturbation and Psychosexual Lift, 3• ed. rev., Baltimore, William Wood, 1 936, p. 1 05 . ,


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comienzos del siglo XX. Se puede fechar ese nuevo desarrollo a partir de los informes de Kinsey, que aparecieron en la escena estadounidense e interna­ cional a finales de los afios cuarenta o principios de los cincuenta. En un con­ texto mas amplio, y aparentemente mas cientffico del que se habfa conocido por cierto tiempo, se sostenfa que la asf llamada perversion de Ia masturba­ cion era en realidad un notable Iugar comun. No era comun -como podrfan haber predicho algunos observadores de finales del siglo XIX- entre los mas ignorantes. Por el contrario, la genre mas educada, en especial las muj eres, era la mas proclive a masturbarse o a haberse masturbado, o al menos a info rmarlo. Mas aun, no le quitaba merito en general a los placeres del lecho matrimo­ nial, como habfan temido los crfticos del siglo XVIII. Masturbacion y satisfac­ cion sexual paredan ir de la mano en la relacion heterosexual. Por sf solos, los datos de Kinsey no j uzgan favorable o desfavorablemente el auroerotismo. Pero, al igual que sus datos mas discutibles sobre la homo­ sexualidad, muestran que lo que se habfa considerado una practica sospechosa e incl uso perversa era parte de una compleja gradacion de actividades sexua­ les que parecfan estar dispuestas en un continuo que iba de lo mas norma­ tivo a lo mas perverso. Tornados en conj unto y en todos sus formatos popu­ lares, los masivos estudios del Institute fo r Sexual Research financiados por la Rockefeller Foundation recibieron mas publicidad nacional e internacio­ nal que ningun otro estudio sexual previo. En ellos, la masturbacion parecfa ser mas normal que nunca. Alternativamente, puede fecharse la era posfreudiana de la masturbacion desde 1 966, el afio en que William Masters y Virginia Johnson publicaron Respuesta sexual humana, el primero de sus ampliamente reimpresos y traduci­ dos libros. La propuesta de ese libro y de los que llegaron despues no era, por sup uesto, rehabilitar la masturbacion. Pero tuvo ese efecto, especialmente para las mujeres. Primero, desmintio el planteo freudiano de que la sexualidad clitoriana, y con ella la masturbacion, eran abandonadas por las mujeres adul­ tas. Basandose en entrevistas y en un intenso estudio de la masturbacion feme­ nina, Masters y Johnson llegaron a la conclusion de que "Ia mayor parte de las mujeres sigue manipulando activamente su clitoris o la zona del monte de venus durante su experiencia orgasmica entera". Esto significa que en la relacion hete­ rosexual no alcanza con la mera penetracion y el simple empuje. Pero sugerfa de modo mas general que, al menos desde una perspectiva fisiologica, la mas-


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turbacion representaba I a verdadera realidad de I a sexualidad de I a mujer. La hem bra humana, anunciaban, "no se conform a con solo una experiencia orgas­ mica durante los episodios de automanipulacion del clitoris". Libre de "dis­ tracciones psicosociales", concentrandose "solo en sus propias demandas sexua­ les, sin las distracciones ffsicas de un compafiero de coito", pueden alcanzar orgasmos hasta el lfmite del agotamiento sexual. Master y Johnson no defien­ den esa libertad respecto de las "distracciones"; su objetivo es ayudar a que las mujeres reciban satisfaccion cuando hacen el amor incorporando la mastur­ bacion. Pero el mensaje es sufi.cientemente claro: Ia automanipulacion es el patron oro del placer. Y fue un mensaje que resono en varias comunidades. La separatista feminista radical Jill Johnson, en su Lesbian Nation, por ejemplo, cita a este par con beneplacito, sosteniendo que el tercio exterior de Ia vagina es una plataforma orgasmica, que Freud tiene razon en plantear que el orgasmo vaginal es mas maduro, pero que esto no se refi.ere al pene, sino a un consola­ dor o a una banana usados a solas o con alguien mas. 90 A partir de estos fundamentos, Ia masturbacion fue adoptada primero por el movimiento de las mujeres y l uego por varios sectores del movimiento gay masculino como una prictica al servicio de Ia libertad, Ia autonomfa y la rebe­ lion contra el statu quo. De allf en adelante, su Iugar en el espectro de Ia polf­ tica sexual se amplia alin mas. Lejos de ser una sefial de abyeccion, llega a repre­ sentar, por primera vez, Ia afi rmacion de algo diferente y positivo. El sexo con uno mismo llega a ser un sfmbolo de autonomfa, incluso de autarqufa. Ya no es reprensible, o temible, sino liberador, benigno y atractivo. El texto feminista clave en esta parte de nuestra historia de como el vicio de Grub Street se volvio culturalmente central en el Occidente moderno -y ahora en todas partes- es Nuestros cuerpos, nuestras vidas, publicado en 1 9 7 1 como expansion de cierto manuscrito anterior mimeografi.ado y producido por 90 William H. Masters y Virginia Johnson, Human Sexual Response, Bosron, Linle, Brown and Co., 1 966, pp. 63-65, passim [rrad. esp.: Respuesta sexual humana, Buenos Aires, l nrerme­ dica, 1 978]. La rraducci6n francesa apareci6 en 1 977 y varias versiones espafiolas arrancaron a partir de 1 967. Bantam produjo Ia edici6n masiva. Masters y Johnson publicaron mas de una docena de Iibras con el mismo tema. Las selecciones de Jill Johnson son de Lesbian Nation (1 973), en Barbara A. Crow (ed.), Radical Feminism: A Documentary Reader, Nueva York, New York University Press, 2000, pp. 349 y 350, en una secci6n titulada "The myth of the myth of the vaginal orgasm".


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Boston Women's Health Book Collective llamado "Women and their Bodies". Fue tremendamente exitoso. Todavfa reimpreso en 2002, se vendieron mas de cuatro millones de copias en al menos dieciseis lenguas. (Italiano en 1 974, japo­ nes y danes en 1 97 5 , espafiol en 1 977, aleman en 1 9 80 y holandes en 1 9 8 1 , por ejemplo. En 1 973 ya habfa una edicion inglesa en b raille.)91 La discusion acerca de Ia masturbacion comienza con Ia confesion y luego el rechazo de una culpa de dos siglos que recibio una nueva inflexion antife­ minista -asf se sostenfa- por parte de Freud. Una mujer informa que, siendo nifia, estaba segura de que Ia infeccion y Ia amenaza de perder Ia pierna que habfa sufrido su padre era resultado de su placer culpable y que morirfa si ella no se detenfa. Nuestros cuerpos, nuestras vidas continua con una crftica mas gene­ ral de Ia historia freudiana que he esbozado recien -el abandono de Ia mastur­ bacion del clitoris y con ella el de Ia sexualidad clitoriana como parte del pro­ ceso de convertirse en mujer- y plantea argumentos positivos respecto del autoerotismo: no es un sustituto del sexo con un hombre o una mujer; "es una forma diferente y en nada inferior al sexo de a dos".92 No puede pedirse un rechazo mas explicito del pensamiento freudiano tradicional sobre el tema. En un libro sobre los problemas emocionales de las mujeres solteras, Ia doctora Laura Hutton, medica de Ia Tavistock Clinic, sostiene inequfvocamente Ia posi­ cion contraria: Ia masturbacion es el equivalente a visitar a una prostituta, a no ser porque "ningun otro ser humano ha sido usado para fines puramente autocentrados". Hay siempre algo que falta en ese "mas o menos inconsciente amor a sf mismo", aunque no se reconozca Ia inferioridad de Ia prictica por lo que es: "una regresion a Ia etapa infantil del autoerotismo".93 El "placer sensual por el propio cuerpo", tan duramente condenado por Ia doctora Hutton, da un giro radicalmente diferente en Nuestros cuerpos, nues9 1 Baso estos datos en busquedas en cat<l.logos de librerias y en una lista impresa titulada "Other Versions of Our Bodies, Ourselves, including books 'Inspired by' Our Bodies, Ourselves", que Arianne Chernock, mi asistente de investigacion, compro a un miembro del Collective. Hay tambien cintas de audio y versiones electronicas. n Boston Women's Health Book Collective, Our Bodies, Ourselves, Boston, New England Free Press, 1 97 1 , pp. 1 3 y 14 [trad. esp.: Nuestros cuerpos, nuestras vidas, Barcelona, lcaria, 1 984]; esa fue Ia ultima edici6n en el sella de Ia NEFP antes de que el libro fuera adquirido por Simon and Schuster. 93 Laura Hutron, The Single Woman and Her Emotional Problem, Londres, Bailliere, Tindal and Cox, 1 937, p. 83.


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tras vidas. El amor por uno mismo es precisamente el punto de partida, un camino esencial para el autoconocimiento de Ia mujer, de donde surge todo. La masturbacion es "el primero, mas simple y mas conveniente camino para experimentar con tu cuerpo", se aconseja a las mujeres; se trata del puro pla­ cer y, por lo tanto, de autonomia sin presiones. Para decirlo de otro modo, Ia masturbacion suspende temporalmente el principio de realidad. Luego vie­ nen las instrucciones sobre como hacerlo, seguidas de una reivindicatoria refle­ xion respecto del valo r de Ia fantasia. Y en esto tambien hay una reinterpreta­ cion rebelde del planteo del siglo XVII I y del replanteo freudiano. Lejos de ser una huida de Ia realidad -el peligro que representaba para Rousseau- o una forma de regresion infantil, segun se sostiene, nos revela "algo acerca de Ia realidad en Ia que estamos", nos habla de "aceptar nuestros sentimientos y luego tratar de entenderlos" .94 H acia Ia decada de 1 970, en el campo de las luchas feministas habia cre­ cido toda una nueva literatura dedicada a rescribir Ia historia freudiana, pro­ totipo de Ia narrativa patriarcal moderna. "The myth of the vaginal orgasm", de Anne Koedt, de 1 970, fue el primer texto en hacer explfcito el vinculo con Ia liberacion de Ia mujer -traducir las opiniones de los libros de autoayuda medica a un registro mas politico-; pero muy pronto su mensaje encontro reso­ nancia en una zona de obras mas populares y menos explfcitamente polemi­ cas.95 Por ejemplo, Liberating Masturbation: A Meditation on SelfLove, de Betty Dodson, plantea di rectamente que el autoerotismo no solo es un acto libera­ dor desde una perspectiva personal sino tambien polftica. Tambien su libro tuvo gran exito; aparecio primero en 1 974 y alcanzo luego ediciones sucesi­ vas, Ia ultima en 1 996. (Sus otros libros, Selflove and Orgasm y Sex for One: The joy ofSelfloving, son variaciones sobre el mismo tema, al igual que nume­ rosos audios y videos). Los planteos de Dodson van bastante mas alia que los planteos del Boston Women's Health Book Collective: de Ia masturbacion como una extension de Ia crftica del orgasmo vaginal (al servicio de una heterose­ xualidad mas satisfactoria) a Ia masturbacion como una reivindicacion de Ia autonomia. Mientras Nuestros cuerpos, nuestras vidas predica fundamentalmente �4

Boston Women's Health Book Collective, Our Bodies, Ourselves, op. cit., pp. 1 3, 14 y 1 5- 1 9. Anne Koedt, "The myth of vaginal orgasm", Boston , New England Free Press, 1 970, re­ producido en Barbara Crow (ed.), Radical Feminism, op. cit. "5


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en un mundo social, si no heterosexual, en el que se necesita de los demas para el propio placer, el libro de Dodson no presupone esos objetivos: "La mas­ turbaci6n es nuestra vida sexual primaria. Es nuestra base sexual. Cualquier cosa que hagamos mas alla es simplemente elegir socializar nuestra vida sexual". Sus opiniones van incluso mas alla que las dt: Masters y Johnson, quienes defen­ dfan la estimulaci6n del clitoris para que las mujeres alcanzaran su mayor poten­ cial orgasmico con sus amantes masculinos, no por su propio bien. H acia finales de la decada de 1 970, escribir sob re la masturbaci6n -ya sea como un ataque a la normativa freudiana o, mas positivamente, como una manera de llegar al autoconocimiento y a Ia autonomfa- habfa alcanzado nuevos niveles. Menos clfnico, menos abiertamente politico, el vicio solitario de la imaginaci6n y la fantasia que habfa aterrorizado tanto a Rousseau se habfa transformado en una virtud: autocomplacerse era el modo de acceder al auto­ conocimiento, al descub rimiento de sf y al bienestar espiritual. El comercio se expandi6 por el mundo, tal como habfa sucedido con Onania; los sex shops pro­ velan todo lo necesario en forma de instrumentos y estimulaci6n: consolado­ res, vibradores y mucho mas, al igual que libros sobre como hacerlo, podfan encargarse por correo o comprarse personalmente. Por supuesto, no todo estaba destinado a la masturbaci6n, pero sf bastante; y el mercado se mostraba fuerte. La tienda Good Vibrations, en la costa oeste, abri6 en 1 977 y fue em ulada en la decada siguiente por m uchas tiendas mas. En su primer afio, este sex shop lfder tuvo ventas por 1 5 mil d6lares; hacia 1 9 9 5 habfan llegado a 5.472. 1 66 d6lares y en 2000 , a mas de 8 millones. Vendi6 ese afio 1 34 mil vibradores y, si suponemos que compartfa al menos el 1 0 % del mercado, esto sugiere que en los Estados Unidos se vendi6 un total de un mill6n de vibradores. Por cierto, a Doc Johnson, el mayor fabricante dentro del mundo de los j uguetes sexua­ les -un importance proveedor de vibradores-, le ha ido fabulosamente bien. Entre 1 990 y 2000, su negocio paso de 8 millones a mas de 45 millones de do lares anuales; la firma dice haber duplicado sus ventas de 1 999 a 200 1 . (Estas son cifras totales de venta de una industria con un crecimiento de entre el 1 50 y el 200%; asf, las ventas al por menor estan en un nivel de 1 00 millones de dolares; hay otras tres empresas grandes -con mas de 1 00 empleados- en los Estados Unidos y probablemente una docena en Europa.) Hay tambien un mercado especializado que apunta a consumidores mas exigentes. Un sitio web muy astuto ofrece, por ejemplo, una linea de consoladores hechos el 1 00%


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en silicona con Ia forma de figuras religiosas: un consolador de Jesus, otro de Ia Virgen Marfa, otro de Buda permiten a los clientes masturbarse de mane­ ras que para Ia mayor parte de Ia genre son ofensivas. Luego, por supuesto, esd. el resto del mundo. El mayor proveedor europeo de parafernalia erotica -Beare Ushe- tenfa casi 300 locales en 2000 y un negocio de envfos por correo que generaban mas de 1 50 millones de dolares en ventas, 1 00 millones mas que en 1 9 98. No podemos saber cuanto de esto corresponde a productos relacionados con Ia masturbacion -pornograffa, vibradores, consoladores, por ejemplo-; pero estaban exhibidos en una buena ubicacion dentro de los loca­ les. (La fi rma fue fundada por Beare Rotermund, una viuda de Ia guerra que comenzo vendiendo en bicicleta informacion sobre control de Ia natalidad y se convirtio en Ia vendedora mas exitosa de productos eroticos.)96 En otras pala­ bras, el vicio solitario se ha convertido en Ia base de una saludable y creciente economfa del autoplacer, y esto sin contar Ia gigantesca i ndustria de Ia por­ nograffa, probablemente el unico sector de Ia Web que genera ganancias, que existe para promover las fantasias sexuales y Ia masturbacion.97 Los libros de Betty Dodson y Lonnie Barbach -Barbach es una psicologa cuyos For Yourselfy Women Discover Orgasm claramente siguen Ia lfnea que estamos analizando- parecen haberse vendido mayormente en locales espe­ cializados; pero auroras de best sellers como Nancy Friday, que publica en editoriales importantes, presentaron ante un amplio publico que no frecuen­ taba los sex shops Ia masturbacion como una forma de compromiso con Ia vida interior y con el placer por sf mismo. El amor por uno mismo habfa sido rehabilirado; el solipsismo habfa perdido su aguijon; nacio una nueva version del viejo cuidado helenico del yo. Tome un bafio de sales caliente, rodeese de velas y espejos, relajese, eche a volar su imaginacion a pleno; Barbach ha suge­ rido que las mujeres se digan a sf mismas "te amo". 98 Eso es ser autonoma. "" Esta informacion proviene de un resumen del estado financiero de Ia compafifa en www. Hoover. com; respecro de Rotermund, vease el obiruario del New York Times, 22 de julio de 200 I, !• seccion, p. 34. "7 Obruve estas cifras de Cory Silverberg, duefia de Come as You Are, un sex shop de Toron­ to, y producrora de gran canridad de peliculas sobre sexualidad para Ia television canadiense; disponible en linea: dmp://www.divine-inrervenrions.com>. "" Lonnie Garfield Barbach, For Yourself The Fulfillment ofFemale Sexuality, Garden Ciry, N ueva York, Doubleday, 1 975. El ritulo lo dice rodo.


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La convocatoria de Friday fue mas amplia y su mensaje menos focalizado. Hizo una fortuna vendiendoles a las mujeres fan tasias masturbatorias, envuel­ tas en historias de maduracion sexual, relatos de autodescubrimiento o him­ nos de liberacion para un am plio mundo que aparentemente no tenia Ia can­ tidad suficiente. La masturbacion, con sus valencias morales i nvertidas, habia accedido a! centro de Ia cultura comercia!. Su My Secret Garden: Womens Sexual Fantasies se publico en 1 973 y proclamaba un nuevo orgullo por Ia privacidad -y por Ia fantasia- que alguna vez habia vuelto tan sospechoso al sexo solita­ rio. Esto tocaba un nervio. La 253 edicion aparecio en 1 998. Forbidden Flow­ ers, con el subtftulo de More Womens Sexual Fantasies, se publico dos afios despues, y le siguieron otras obras similares. La rebelion contra el modelo freu­ diano o neofreudiano le dio una nueva vuelta a! genero epistolar que Friday estaba tomando prestado del siglo XVIII: sus cartas no daban cuenta de Ia muerte, Ia debilidad o Ia vergiienza, sino de Ia vida, Ia salud y el honor que significaba darse placer. Para ser mas exactos, sus corresponsales solfan resefiar su culpa y vergiienza, pero solo para enfatizar su triunfo sobre esas emociones tan aravi­ cas e innecesarias por el solo hecho de haberse permitido un acto tan i nofen­ sivo. "De Ia vergiienza a! orgullo" serfa Ia leccion que podrfamos derivar. Tra­ ducciones francesas, polacas, chinas, alemanas, danesas, portuguesas y espafiolas saludaron Ia masturbacion como el sendero mas seguro y mas placentero a! autodescubrimiento y Ia satisfaccion, no como Ia p ractica "abominable" que fue considerada durante dos siglos como destructora del cuerpo y de Ia mente y, por casi otro siglo -despues de Freud-, como una desviacion culpable de Ia psicogenesis normal. ''9 A su vez, todo esto genero un contraataque. Las feministas sexualmente positivas, como se las empezo a Ilamar, y Ia expl fcita y quiza falsa retorica �9 Supongo que Ia imagen del "jardfn secreta" proviene de Ia hisrori.: infantil de principios del siglo XX The Secret Garden, escrita por Frances Hodgson-Burnett, en Ia cual una nifia de diez afios se muda a una casa solitaria en los pantanos de Yorkshire y descubre a un primo in­ vilido y un misterioso jardfn cerrado. Women on Top: How Real Lift Has Changed Womens Sex­ ual Fantasies (Nueva York, Simon and Schuster, 1 9 9 1 ) es tambien otra secuela. Men in Love: Men's Sexual Fantasies: The Triumph ofLove over Rage (Nueva York, Delacorte Press, 1 980) amp! fa el alcance del concepto original pero no apoya positivamente Ia masturbacion como camino hacia Ia autorrealizaci6n. My Mother I My Self The Daughter's Search for Identity (Nueva York, Dclacorre Press, 1 977) continuo con exira el sendero del libro sobre Ia fantasia sexual.


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liberacionista de los anos sesenta y setenta se ganaron su oposici6n. Estaba, por ejemplo, Ia campana antipornogd.fi.ca, y probablemente antisexo, asociada con Catharine MacKinnon y Andrea Dworkin: en ella, Ia masturbaci6n mas­ culina se mostraba claramente como un ensayo fantaseado de una verdadera agresi6n sexual. No era una salida para las energfas sexuales que de otro modo resultarfan peligrosas -Ia opinion de Stekel en los anos veinte- sino un ade­ lanto de algo peor. Las ideas incorporan actos: "La pornograffa es material mas­ turbatorio", afirma MacKinnon. "Es usada como sexo. Por lo tanto, es sexo." (Es diffcil decir d6nde esd. la verdad en este tema, pero recientemente el gobierno sudafricano coincidfa con Stekel: "Unase al Arm Struggle [j uego de palabras con "A rmed Struggle': es decir, Ia bata!la contra el apartheid] y deje de violar a nuestras madres, esposas, hermanas e hijas", rezaba el llamamiento de una campana ofi.cial. "Masturbese. No viole.") 100 Durante dos decadas, los hombres permanecieron completamente ajenos a todo esto. La historia freudiana de c6mo un nino se convierte en hombre exi­ gfa por cierto que abandonara Ia masturbaci6n, pero no que abandonara el 6rgano a[ que habfa hallado antes tan placentero. No habfa ninguna exigencia polftica equivalente a Ia que rodeaba Ia cuesti6n del orgasmo clitoriano para motivar un movimiento liberador pro masturbaci6n. Para los hombres, mucho mas que para las mujeres, Ia masturbaci6n segufa llevando Ia carga de dos mile­ nios de bromas y dos siglos de culpa. Era algo tonto de hacer; los hombres reales que podfan conseguir chicas no lo necesitaban. "Masturbador" y "pajero" eran motes para el hombre o muchacho abyecto cuya masturbaci6n represen­ taba una mas generalizada fa!ta de efectividad. Norman Mailer hizo estas desdichadas declaraciones en una entrevista con 'Paul Krassner en el Realist, que reimprimi6 varias veces a comienzos de Ia decada de 1 970: "La masturbaci6n es mala [ . . . ] con relaci6n a todo: el orgasmo, Ia heterosexualidad, el estilo, Ia postura, el ser capaz de dar una buena pelea". 0 sea, muy simplemente, incompatible con Ia masculinidad. "Cualquiera que haya pasado su adolescencia masturbandose entra a su joven adultez con poca 10" Catharine MacKinnon, Only Words, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1 993, exrractado en Drucilla Cornell (ed.), Feminism and Pornography, Nueva York, Oxford Univer­ sity Press, 2000, p. I 0 1 . Sunday Times, 2 de junio de 1 977, cirado en David Stevenson, The Beggar's Benison, East Lothian, Tuckwell Press, 200 1 , p. 23.


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idea de lo que es ser un hombre". Hay, por supuesto, una respuesta feminista -mas exactamente Ia de Kate Millett- a Ia opinion de Mailer, que parecfa suge­ rir que hasta Ia violaci6n era mejor que hacerlo con uno mismo. Hay mas sobre esto en el capitulo VI; por ahora, lo fundamental es simplemente que Ia mas­ turbacion habfa enrrado profundamente en Ia polftica sexual de Ia decada de 1 960 en adelante, pero que para los hombres segufa fuera del mapa. 101 H ubo algunas senales de cambio antes del SIDA. En los anos sesenta, el poema "For Masturbation" de Alan Dugan ya habfa hecho del asunto una declaracion de independencia (Dugan gano el Premio Nacional de Poesfa en 200 I ) : Me he permirido Esre rincon y soy Dios . . . Lo hare como quiera.

Pero ocurrieron dos cosas. Primero, con Ia expansion de Ia epidemia y el cie­ rre de las casas de banos, Ia masturbaci6n se convirtio en una nueva opci6n para los gays. Por un tiempo, fue considerada una segunda opcion, un retiro respecto de los lfmites revolucionarios de los viejos modos. Sin embargo, hacia finales de Ia decada de 1 990, habfa adquirido una nueva autonomfa, un nuevo estatus como una alternativa genuina a las normas heterosexuales. En numerosas ciudades del mundo, los llamados jack-offclubJ no eran solo una alternativa a las casas de bafios, sino tam bien lugares donde los hombres podian masturbarse j untos; Ia comunidad, como habia sucedido con los caballeros de Ia Antigiiedad, empezaba con Ia autonomfa. El vicio secreto habia alcanz:1do, al me nos entre los gays, un reconocimiento publico, que tenfa en cuenta, como lo habian hecho implfcitamente lm· criticos del siglo XVIII, que el vicio pri­ vado no era tan privado. Era social del "modo incorrecto" . 102 Pero lo incorrecto para un hombre es Ia virtud para otro. La masturbacion, con sus vfnculos con el movimiento gay -y tal vez a traves de una suerte de disputa cultural con el movimiento de las mujeres-, logr6 abierramente repre­ sentar Ia �exualidad alternativa y, de modo mas general, Ia autoexpresion sexual. "" Norman Mailer, The Prisoner ofSex, Boston, Little Brown, 1 97 1 , pp. I 88 y 1 87-204 passim [trad. esp.: El prisionero del sexo, Madrid, Plaza & Janes, 1 98 1 ] . Para Kate Miller, vcase Sexual Politics, Garden City, NY, Doubleday, 1 970, pp. 322-324 y 1 80- 1 87 passim. '"' Vease, por ejemplo, <http://www. nyjacks.com> y sus muchos hipervfnculos asociadas.


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Hay ahara clfnicas que ensefian a los hombres a masturbarse, como hubo antes talleres similares para las mujeres; varias clases de espiritualidad tienen sus com­ ponentes masturbarorios, pese a que, como observo un periodista, Ia eyacula­ cion d.nrrica no se parece mucho a Ia habitual. La masturbacion es tambien decididamente queer. "Dejar que una forma tan poderosa de sexualidad reco­ rra tan completamente las preciosas y controvertidas identidades sexuales cuyo significado siempre insistimos en conocer es solo una parte del poder revela­ dor de Ia Musa de Ia Masturbacion", escribe Ia crftica Eve Sedgwick. 1 03 Y este breve recorrido par el presente no toea Ia masturbacion en Ia culrura popular: Ia television (el famoso episodio de Seinfeld, por ejemplo), las pelf­ culas -en el 2000, Ia humillacion adolescente a rraves del descubrimiento de Ia masturbacion real o supuesta aparece claramente en American Piey en Somet­ hing About Mary [Loco por Mmy]- los videos, Ia m usica pop; o en Ia Web, en decenas de miles de exitosos sitios pornogd.ficos; o en los sex shops (Good Vibra­ tions auspicio el Mes Nacional de Ia Masturbacion, anunciado en afiches par ciertos vecindarios). Ninguna pd.ctica sexual ha significado tanto en los ulti­ mos trescien tos afios, y en tantos si tios y para tanta variedad de personas. Ni nguna sexualidad, ningun sup uesto vicio fue jamas tan democratico. Muje­ res y nifios, largamente ignorados como temas de Ia etica sexual, se han con­ vertido, gracias a Ia masturbacion moderna, en seres sexuales cuyo desarrollo puede ser evitado o acelerado, degradado o refinado. "La perturbacion y ago­ nfa de una conciencia herida" anunciada al mundo alrededor de 1 7 1 2 esta hoy en todas partes. 0, en cualquiera de los casas, se habla de ella en rodas par­ tes. Pero esto no significa que antes no estuviera en ningun !ado, y ese es el tema de nuestro proximo capfrulo.

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La escuela de caricias er6ticas de Joseph Kramer (incluye aurocaricias), disponible en linea: <Imp://www.eroticmassage.com/cgi-bin/shop.cgi> y los comemarios en: <http://www.salon.com/ people/lunch/ 1 999/05/28/kramer>; para una breve imroducci6n a los medias impresos, vea­ se Joanie Blank (ed.) , First Person Sexual, San Francisco, Down There Press, 1 996. Sabre mas­ turbaci6n y excentricidad -y ademas un brillanre analisis de Austen-, vease Eve Kosofsky Sedgwick, "Jane Austen and the Masturbating Girl", en Paula Bennett y Vernon Rosario (eds.), Solitary Pleasures, op. cit., p. 1 37.


III. LA MASTURBACI6N ANTES DE ONANIA

H E DADO POR PROBADO que mi historia comienza a principios del siglo XVIII: "en 1 7 1 2 , o alrededor de esa fecha'' . Y si lo que planteo acerca del sexo solita­ rio y !a relaci6n del individuo con !a sociedad en el mundo moderno es correcto, asi fue. Pero la masturbaci6n, con su propio nombre y muchos otros, estuvo presente desde que tenemos registros y probablemente mucho antes: los rabi­ nos pueden no haber articulado el concepto, pero ciertamente los te6logos hablan de el; escritores y pintores lo muestran; incluso los medicos lo discu­ ten en alguna rara ocasi6n. La genre comun parece haberlo hecho y tambien haberse burlado de quienes lo hadan. Este capitulo retrocede en el tiempo; se ocupa de Ia masturbaci6n antes de que se convirtiera en un gran problema, Ia prehistoria de su sign ificaci6n moderna. Coloca un espejo invertido ante mi tesis; al mostrar cuan poco impor­ taba el sexo con uno mismo antes del Iluminismo, pretendo sugerir por que se volvi6 tan i mpo rtante despues. Puede que haya aqui mas detalles de los que ciertos lectores puedan considerar necesarios para convencerse de Ia moder­ nidad de Ia masturbaci6n moderna. Pasen entonces al capitulo IV para retomar !a historia del sexo con uno mismo desde el siglo XVIII.

Masturbaci6n y medicina antes de 1 712 Comienzo por la medicina porque la historia es relativamente simple y sin mayores controversias. Los editores de Ia mas exhaustiva de las enciclopedias medicas del sig[o XIX sumaron mas de veintiseis paginas y una larga bib[io­ graffa al articulo "Onanismo". Ningun problema concitaba mayor atenci6n por parte de fil6sofos y medicos, anuncia el auto r, lo que presumiblemente explica por que se le dio tanto espacio; Ia masturbaci6n es una cuesti6n de higiene social que afecta Ia salud mental del individuo; representa una con-

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vergencia entre interes privado y publico. Pero sabemos que esa preocupacion es nueva, les toco a los modernos reconocer Ia importancia del tema. Por el contrario, los antiguos "consideraban al onanismo con Ia mas serena indife­ rencia'', y nadie en el mundo anti guo analizaba el asunto, que era tema de los poetas satfricos y eroticos. De los medicos no se oia nada. H ipocrates sefia­ laba el peligro de un placer sexual desenfrenado, pero hablaba de los recien casados; Galeno brindaba algunos escasos comentarios sobre Ia continencia; de los medicos medievales se podia decir poco: "Apenas consideraban algun elemento de Ia cuestion, salvo el del exceso", que es, por sup uesto, una parte muy pequefia del problema. Solo en el siglo XVIII -continua el articulo- el ona­ nismo se volvio r eal mente importante. Un "libro llamado Onania [que el articulo adjudicaba con seguridad a un medico llamado Bekker] tuvo enormes repercus10nes . 1 I �as tuvo, por supuesto. Podemos entretenernos con algunos detalles. Tissot fue el primero en iden­ tificar a Bekker como el autor; pero no resulta plausible. El nombre aparece solo una vez en Ia bibliograffa mas completa de Ia literatura previa a 1 800 con que contamos, y pertenece a un clerigo holandes, Balthasar Bekker, quien murio en 1 690 y cuya unica obra disponible en ingles es un ataque contra las creen­ cias supersticiosas en b rujas, fantasmas y espiritus demoniacos. No es nuestro hombre.2 En todo caso, alwra sabemos quien escribio Onania. Ademas, el medico solo ocasionalmente pensaba en la masturbacion como parte de su diagnostico antes de comienws del siglo XVIII. Un oscuro cirujano de Londres, a! escribir en su cuaderno privado en la decada de 1 650, pensaba que Ia fistula en el escroto de su paciente podia ser consecuencia de emisiones nocturnas, y de que "a •

,

1 "Onanisme", en Dictionnaire encydopedique des sciences medicales, Paris, 1 88 1 , 2• serie, vol. 1 5 , pp. 359 y 360. El articulo se equivoca en varias circunsrancias hisr6ricas. No hay evidencias de que alguicn llamado Bekker esc;ibiera Onania (vease mas arriba cap. I I , n. 29). La afirmaci6n del aurar de que Onania habia alcanzado su ocrava edici6n en el momenro en que Voltaire se ocup6 del asunro esra basada en una aseveraci6n que el Diccionario Filos6fico desmienre. Pero a gran des rasgos, si Onania hubiera renido predecesores, el amor los habria enconrrado. 2 Balrhasar Bekker, The world bewitch'd; or, An examination tifthe common opinions concerning

spirits: their nature, power, administration, and operations. As also, the efficts men are able to pro­ duce by their communication. Divided into rvparts. By Balthawr Bekker, D. D. and Pastor at Ams­ terdam. Vol 1. Translatedftom a French CopJI approved ofand mbscribed by the author's own hand. Betoverde weere!d. English, Londres, impreso a cuenta de T. Baldwin en Warwick-Lane, 1695.


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veces forzara Ia salida de semen".3 Pero nada se sabe de el. Basicamente, el eru­ dito autor del articulo del siglo XIX va por buen camino y encuentra apoyo en Ia mas reciente investigacion del o nanismo como enfermedad: Ia masturba­ cion como un problema medico data de principios del siglo XVIII. 4 Por supuesto, Onania h izo precisamente esta afirrriacion. No cita u n a autoridad mas antigua que I a del "doctor Bayard" [tal vez s e trate de Edward Baynard ( 1 64 1 - 1 7 1 9?)] para apoyar el planteo de que se trataba de "afliccio­ nes que pueden caer, y a menudo lo hacen, sobre aquellos que han sido cul­ pables de Ia pecaminosa practica de Ia AUTOPOLUCI6N " . 5 Era una vinculacion sutil. Baynard era un medico bastante conocido que dividfa su tiempo entre Londres y Bath. Era mas famoso por un largo poema sobre Ia salud -"Como lograr p reservarla y restaurarla"- reimpreso varias veces, y por un libro igual­ mente popular y muy duradero sobre los banos frfos. Pero tenfa poco para decir sobre el autoabuso -una referencia en un paragrafo entre las 450 pagi­ nas de su libro sobre las vinudes del agua helada-, y eso en 1 706, dos afios antes de Ia supuesta pri mera edicio n de Onania. Solo dice que "Ia debilidad del pene y Ia perdida de ereccion" puede deberse a "una mala curacion de Ia gonorrea y blenorragia (secreciones)" , y "algunas veces por esa maldita escuela de Ia masturbacion que muchos jovenes han seguido para siempre". Dice cono­ cer veinte casos de esa debilidad que se han curado con el tratamiento de agua: "repararon su reloj y colocaron su pendulo en el lugar adecuado". Ademas de citar a Baynard, Onania alude como reciente predecesor a un tal Ettmiiller, "un famoso medico" que condenaba Ia masrurbacion como clfnicamente peli­ grosa. Michael Ettmiiller era en realidad un medico educado en Leipzig -su disertaci6n fue publicada en 1 663- que produjo una compilacion en varios volumenes y en latin de los saberes medicos y qufmicos durante Ia decada de 1 670. En 1 69 9 se habfa publicado un extenso resumen, y entre sus mas de seis­ cientas paginas hay en realidad una referencia sumaria a nuestro tema. Hay tres causas para Ia emision involuntaria de licor genital, escribe Ettmiiller: que haya 5 Lucinda McCray Beier, Sufferers and Healers: The Experience ofIllness in Seventeenth-Cen­ tury England, Nueva York, Routledge, p. 92. 4 Me refiero a! erudito y magistral Die Krankheit Onania de Karl Braun, Fdncfort, Campus

Verlag, 1 99 5 , que cita recientes esrudios alemanes que comparten esta posicion. ; Onania, 4• ed., op. cit., p. 1 7. Vease cap. I, n. I .


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exceso de el, que sea muy intenso, y que su cad.cter sea "tenue y aguachento". La causa remota de esta tercera es el exceso sexual, especialmente durante Ia j uventud, y Ia "violencia manual". Eso es todo. Nada sobre mujeres o nifias y ninguna elaboraci6n posterior. G El porn6grafo medico y doctor embustero John Marten, quien escribi6 Onania, alardeaba de su originalidad, y desde Ia pers­ pectiva de Ia medicina tiene raz6n. Por el otro !ado, el erudito Tissot trabaj6 duro para conferir a! onanismo, y a sus propios aportes a su estudio, una extensa genealogfa. Como muchos escri­ tores cientfficos, se enorgulleda de sus notas a pie de pagina y, parandose sobre el hombro de los gigantes, se mostraba triunfalista por Ia sabidurfa acumulada y Ia observaci6n de sus grandes antecesores medicos. Pero los simples datos no se hallaban alii. Su fracaso en crear una genealogfa academica sugiere, de hecho, cuan aguda era Ia ruptura entre el siglo X'VIII y el mundo medico clasico. Inicia su genealogfa con los comienzos, con un caso de Hip6crates que ilus­ tra los peligros del excesivo placer sexual. El paciente sufrfa de tabes dorsalis -literalmente, "consunci6n de Ia espalda'', un desgaste constante de Ia columna, del que derivaba su escasez de semen-, que se caracterizaba por una generali­ zada caquexia que marcaba Ia cercanfa de Ia muerte. Los sfntomas incluyen impotencia, falta de aliento, pesadez de Ia cabeza, zumbidos en los ofdos; el cuerpo es abrasado por Ia fiebre. En el siglo XIX, gracias al exito de Onanism, ese conjunto de sfntomas y sefiales habrfa asociado la tabes dorsalis con una deri­ vaci6n de la masturbaci6n. "Voy phthsie dorsale." Asf finaliza el articulo corres­ pondiente a "Masturbaci6n" en un autorizado diccionario medico frances de principios del siglo XIX. Decaer a causa del autoabuso era vfvidamente aceptado " Edward Baynard, The History of Cold Bathing. Both Ancient and Modern, Londres, I 706, p. 68. Baynard era miembro del Colegio de Medicos. Su unica orra obra fue un panflero de consejos para bebedores de vino que no parece haber conrado con !a aprobaci6n publica y dos breves escriros en las Transactions ofthe Royal Society (TRS). Fue rambien el padre de Ann Bay­ nard, una mujer muy insrruida y piadosa. Uno de sus rrabajos en las TRS es acerca de un nifio que se rrag6 dos monedas de cobre. En resumen, !a masrurbacion no ocupaba su meme. El parrafo en cuesrion es ofrecido como una reflexi6n posterior -"Casi habia olvidado . . . "- en un post scriptum a su coauror, sir John Floyer. Supongo que el " Enmiiller" de Onania es Michael Enmiiller ( 1 644-1 683), un prolffico medico cuyas obras comenzaron a aparecer en Inglarerra -en rraduccion y en Iarin- hacia finales del siglo XVII. Marren bien puede haber lefdo Etmulle­ rus abridg'd, Londres, 1 699, p. 567.


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por el mundo secular a traves de cuadros de gran circulaci6 n, muestras en los museos y una prosa aparentemente interminable; los medicos podfan leer al respecto en los diarios y en al menos seis tesis de doctorado publicadas.7 Pero en el corpus hipocd.tico ese caso supuestamente fundacional no tiene nada que ver con el vicio solitario. Tissot cita escrupulosamente al Padre de Ia Medicina, qui en describe una enfermedad respecto de la cual dice que ataca "a los recien casados y a aquellos de disposici6n lasciva". El lenguaje del griego o riginal deja bien en claro que "disposici6n lasciva" se refie re especffica­ mente a los devotos del coito (philolagnous) ; nada que ver con una adicci6n a Ia masturbaci6n. Otro de los esfuerzos de Tissot por sumar fuentes antiguas tiene aun menos que ver con el tema: la menci6n de Plinio de dos "caballeros romanos" -Tito Helerio y Cornelio Galo- que murieron "cuando estaban con mujeres". Nue­ vamente Ia conexi6n con Ia masturbaci6n es a lo sumo tenue: no estaban solos; no se estaban masturbando. E incluso como una advertencia contra Ia excesiva actividad sexual y Ia tension del orgasmo, sus casos no son relevantes. Los desa­ fortunados caballeros esran al final de una larga lista de gente que muri6 en cir­ cunstancias peculiares o inusuales -por lo tanto, ninguno es buen candidato a ser ejemplo de algo-, casos sobre los que Plinio insiste que pueden explicarse naturalmente y no se los debe considerar milagros: el l6gico Diodoro rnuri6 de verglienza al no poder resolver un problema que se le habfa planteado; el medico de Sulla muri6 mientras tomaba un sorbo de hidrorniel y cornfa un huevo tras regresar de Ia casa de banos; y luego los dos caballeros que rnurieron, mas pro­ saicamente, durante una relaci6n heterosexual. En resumen, la gente rnuere durante Ia vida habitual, y no necesitamos atribuirlo a causas extraordinarias. Tissot apela a Galeno, el mas influyente de los medicos antiguos, con dos citas: una que refiere que Ia excesiva secreci6n serninal lleva a des6rdenes cere­ b rales y o tra respecto de un ho mbre que muri6 rnientras tenia relaciones con su esposa. Una vez mas, no hay punto de comparaci6n: ningun paciente 7 Francis Schiller, "Venery, the spinal cord, and tabes dorsalis before Romberg: The contri­ bution of Ernest Horn", en Journal ofNervous and Mental Disease, 1 63. 1 (julio de 1 976). La cita de Tissot esd. en Ia pagina 4, prim era parte, prim era secci6n de Onanism. Su referencia yerra en parte: Ia cita cor recta no es Hip6crates, De morbis, 2.49 sino 2.5 1 . Vease Hippocrates, trad. ing. de Paul Potter, Loeb Classical Library, Cambridge, Mass. , Harvard University Press, 1 995, p. 285; Nouveau Dictionnaire de medecine. , Paris, 1 826, vol. 2, p. 1 79. . .


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con p roblemas a causa de Ia autoestimulaci6n . Y Tissot parece casi indife­ rente en su es fuerzo. En realidad, los medicos antiguos mantuvieron riguroso silencio respecto de Ia masturbaci6n; lo que resulta ser especialmente sorprendente, pues daban muchos consejos acerca de lo que, despues de 1 7 1 2, podrfan ser sfntomas de autoabuso: "gonorrea" -la perdida de liquidos de semen durante el suefio o Ia vigilia-, lasitud causada por el exceso sexual. Ofredan muchas de las mismas curas dieteticas -alimentos energizantes, ejercicio- que Tissot habfa sugerido para la enfermedad masturbatoria. Y reconodan las mismas causas. Pensaban que d exceso sexual era peligroso, especialmente Ia perdida de semen. Pero Ia masturbacion no fi.gura en ninguno de sus planteos sobre el tema. Sobre Ia pro­ pia pd.crica y sus consecuencias, los medicos de Ia Antiguedad ten fan poco o nada para d�cir. Esto es sorp rendente si comprendemos el dramatico aumento de Ia impor­ tancia de Ia masturbaci6n como una cuesti6n en Ia historia de Ia medicina, pues gran parte de Ia patofi.siologfa -para usar un termino anacr6nico- de las seudoenfermedades de ios siglcs XVIII y XIX, al igual que los tratamientos des­ tinados a elias, fue un prestamo de Ia Antiguedad. Pero en el mundo antiguo, como en el sig!o XVIll , Ia medicina rrataba fundamentalmente de fluidos, enfer­ medad y muerte. El p unto importame es que, antes del Iluminismo, Ia mas· rurbaci6n, a diferencia de otros tipos de sexualidad, casi no tenia un rol para jugar en Ia etica mas general del cuerpo que los medicos consideraban su domi­ nio. Man tenfan silcncio a! respecto dado q ue no era particularmente apre­ mian te a ia hora de pensar como debfa vivir su vida un hombre razonable. En un mundo en que los hombres de clase alta tenfan posibilidades casi inimagi­ nables para una conducta excesiva -esclavos y prosritutas de ambos sexos, comida interminable, casi ningun freno a Ia ira o a Ia violencia-, Ia masturba­ ci6n se hallaba en el grado mas bajo de Ia escala.8 La preocupaci6n por cualquier aspecto de Ia sexualidad de los nifios y de lo que podrfamos llamar adolescentes, tan central para los escritores desde John Marten, pasando por Tissot y Rousseau y una m ultitud de medicos del siglo XIX, 8 Me refiero a los hombres porque habitualmente las mujeres no eran objero de considera­ ciones eticas. La exquisitamente desarrollada erica clisica del yo fue dedicada a !a conducta de los hombres de !a aristocracia.


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hasta Ilegar a Freud y Hall, pd.cticamente no existfa para los medicos antiguos. Oesde luego, pensaban que era insalubre para una muchacha permanecer mucho tiempo sin casarse tras Ilegar a Ia pubertad. (Se suponfa que los varones encon­ trarfan una descarga en cualquier parte.) A su vez, ese tema form6 parte de una discusi6n mas amplia acerca de cuan compatible con Ia salud e ra una vir­ ginidad prolongada, de cuando empezarfan a sufri r las muj e res solteras Ia falta de sexo, y si los viudos enfermarfan por Ia retenci6n de semen luego de una vida de eyaculaci6n regular. El mayor texto ginecol6gico del Primer Impe­ rio se extiende largamente sobre estas cuestiones; y Galeno las retoma en su analisis de !a histeria y de Ia clorosis. Pero el problema medico generado por Ia sexualidad de las mujeres habitualmente no era Ia perdida excesiva de fluido o energfa sino mas bien !a perdida insuficiente. Un escaso flujo seminal o mens­ trual, demasiado frfo y humedo, eran los signos mas comunes de que algo no andaba bien en el cuerpo femenino.9 Si indagamos, podemos encontrar lo que puede ser interpretado como un par de comentarios explfcitos sobre Ia adolescencia, pero puede resultar una exageraci6n. H ay una referencia en Arist6teles -en un discurso sobre Ia puber­ tad tanto en varones como en muj eres- donde menciona, como un apartado, que "quienes traran de provocar emisi6n de semen por fricci6n" tienen ten­ dencia a sentir dolor tanto como placer. Pero el hacerlo "por fricci6n" (del griego tribesthai, "frotarse") no parece ser muy peligroso, ni hay una censura por parte de Arist6teles, si eso es lo que es, terriblemente explfcita. En un pasaje poste­ rior, Arist6teles dice que para las chicas y para l os varones, "ocuparse del sexo" cuando son j6venes les da mayores probabilidades de hacerlo cuando madu­ ren; es decir, los conductos pueden ser dilatados, los f1ujos obte nidos, las satisfacciones p revias crean por tanto un deseo de repetici6n, y muchachos y chicas pueden terminar a! ser adultos por carecer de autocontrol. Esto apunta a las peligrosas cualidades formadoras del habito de Ia masturbaci6n que denun­ ciarfan los medicos de los siglos XVII I y XIX, pero solo si leemos anacr6nica­ mente el pasaje. No hay posibilidad de que el gerundio aphrodisiads6menai, que suele traducirse como "dar Iugar a! deseo", pero mas modestamente como '' Aline Rousselle, Porneia: On Desire and the Body in Antiquity, Oxford, Basil Blackwell, pp. 32, 38, 67-77. [trad. esp.: Porneia: del dominio del cuerpo a Ia privaci6n personal Bar­ celona, Ediciones 62, I 989]. I 988,


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algo parecido a "tener sexo", tenga alguna relaci6n con el autoerotismo. Por cierto, ninguna para el pensamiento antiguo, y ni siquiera los muy formados medicos del sigJo XVIII en b usca de autoridad vincuJaron uno y otro. 10 Lo que importaba eran los hombres adultos. Y respecto de ellos, los anti­ guos medicos estaban profundamente comprometidos con los sutiles matices del orgasmo y de Ia retencion seminal como parte de una erica medica mas amplia referida a alimentaci6n, sexo, placer y deseo. Los medicos brindaban precisos consejos evaluando riesgos y beneficios de tal o cual circunstancia bajo las cuales el semen, el mas altamente compuesto y precioso de los fluidos, podia perderse. Tam bien tenian mucho para decir sobre Ia eyaculaci6n, pues se con­ sideraba que las necesidades y los placeres del cuerpo representaban una econo­ mia corporal de fluidos fungibles cuyo correcto equilibria era esencial para Ia salud, Ia felicidad y Ia fecundidad. La edad importaba. Los peligros de Ia eyacu­ laci6n eran mayores en los j6venes que en las personas de mas edad, mayores en los dluvios de Ia pasi6n que en Ia relaci6n rutinaria con Ia esposa de uno. Las ventajas del orgasmo dpido sobre el prolongado debian ser consideradas; era una duracion breve, como una epilepsia, y podia traer problemas si no se tomaban precauciones. Los medicos pensaban que Ia prudencia con el semen en el matrimonio era aun m as importante que con otras fuerzas vi tales, y tam bien que las amenazas del exceso sexual para un cuerpo saludable y decente cran mayores que las de otro tipo de abusos. Ademas, debfan tomarse en con­ sideraci6n los aspectos distractores del deseo sexual y las ventajas y desventa­ jas de las distintas maneras de mitigarlo: dietas, masajes y relaciones de distinta naturaleza, por ejemplo. En resum en, el sexo ponfa en dificultades Ia economfa corporal y el bienes­ tar moral de sus adeptos a causa de su potencialidad de excesos, riesgosa tanto moral com o medicamente. Pero no hay en todo eso menciones de Ia mastur.' . b acwn m nada que Ia condene como una forma peculiar y peligrosa de abuso sexual en gene ral o de Ia perdida de semen en especial. Nada en todo el corpus . . ·' de Ia medicina ant1gua, · gnega o 1atma, · o en 1 a trad JciOn med 1eva1 y renacen·

10 . Arist6 teles, Hzstory ofAmmafs, ed. y uad. de D. M. Balme, Cambndge, Mass., Harvard . . Umvermy . . . . Press' 1 99 1 ' 7 1 581 a 2 6 y 58 1 b 1 7-20 [trad. esp.: Hmona de fos ammales, Madnd, Akal, ., · · 1 989 ]; rambien . . consulte' Ia trad uccion . , que fi1gura en The Complete Works ofA nsto tle: The Rev1sed 0x.Jr;ord Translatio n . . . . ' ed por J onat h an Barnes, Pnnceton, Pnnceton Umversity Press, 1 984. ·

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rista que deriva de ella, da sefiales de lo que habrfa de aparecer con Onania. 1 1 Falra el p roblema etico de la modernidad sexual -la relaci6n del deseo con las circunstancias interiores, no con las tentaciones externas-, que permirirfa a los medicos del siglo XVIII traducir una tradici6n de dos mil afios a un idioma completamente nuevo. H ay dos notorias rupturas del silencio con respecto al tema de la mastur­ baci6n dentro de la tradici6n cLisica; pero ninguna sugiere una continuidad con lo que es la historia moderna: en realidad sugieren lo contrario. Ambas provienen de Galeno, el Principe de los Medicos, quien sin mayores proble­ mas inclufa la masturbaci6n dentro de la cuesti6n medico-etica mas general de 11 Dado que, por Io general, los compromisos eticos serios se consideraban reservados a los hombres, el nucleo de esa literarura medica se dedica a ellos. En cualquier caso, el cuerpo mascu­ lino era el cuerpo humano arquetfpico; no hada falta mucho mas. Para un excelente anilisis del complicado regimen antiguo que los medicos ofredan a sus pacientes, tanto hombres como mujeres, para equilibrar el debilitador y a Ia vez saludable efecro del orgasmo y Ia eyaculacion, vease Aline Rousselle, Porneia, op. cit., pp. 1 4-77. Rousselle apoya Ia opinion de que Ia mas­ turbacion como tal no figuraba para nada en sus discusiones. Vease tambien Michel Foucault, The History ofSexuality, vol. 2: The Use ofPleasure, trad. ing. de Robert Hurley, Nueva York, Vintage, 1 990, en especial pp. 1 -94 [ trad. esp.: Historia de Ia sexualidad, vol. 2: El uso de los placeres, Mexico, Siglo XXI, 1 986]. Pese a citar el texto del medico helenico Arateo que aludiria a !a masturbacion (pp. 1 5 y 1 6) , Ia nota a! pie de Foucault comenta !a traduccion francesa del siglo XIX. En realidad, hay solo dos referencias a Ia masturbacion en todo el libro de Foucault y solo una puede considerarse como una condena. Foucault pudo muy bien haber cambiado su idea a! respecro. En una breve introduccion a un exrracro, publicado en 1 982, que habria de ser el volumen 3 de The History ofSexuality: The Care ofSelf, Nueva York, Pantheon, 1 986 [rrad. esp.: Historia de Ia sexualidad, vol. 3: La inquietud de si, Mexico, Siglo XXI , 1 987], dice que tanto el como Philippe Aries piensan que "Ia muy significativa cuestion de !a masturba­ cion riene inicio mucho antes que los medicos de los siglos XVIII y XIX", refiriendose a Ia Anri­ gliedad clasica. Vease Philippe Aries y Andre Bejin (eds.) , wt-stern Sexuality: Practice and Pre­ cept in Past and Present Times, trad. de Anthony Forster, Oxford, Basil Blackwell, 1 985, p. 1 4. Sin embargo, en el volumen 3 dice: "Sefialamos a! pasar el lugar muy modesto que ocupaban !a masturbacion y los placeres solitarios en los regimenes medicos, como era generalmente el caso en rodas las reflexiones morales de griegos y romanos acerca de !a actividad sexual" (p. 1 40). "Body and City", el capitulo inicial de The Body and Society: Men, Women and Renunciation in Early Christianity, Nueva York, Columbia, University Press, 1 988, de Peter Brown [trad. esp.: El cuerpo y Ia sociedad, Barcelona, El Aleph, 1 993] es Ia mejor inrroduccion a! pilar etico fun­ damental del mundo anriguo en Ia economfa del cuerpo. Mi anilisis esta en deuda con el suyo.


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Io que debfa hacerse con el exceso de esperma. Brinda una respuesta sorpren­ dente desde Ia perspectiva de Ia era pos 1 7 1 2: debfa eliminarselo lo mas cal­ mada y expeditivamente posible. La masturbaci6n ofrecfa un camino posible, relativamente seguro y poco comprometedor de alcanzar este objetivo. Esta ausente rodo sentido de fervor moral o de interes en Ia masturbaci6n como una forma eticamente sensible de descarga sexual. En ninguna parte hay una alu­ si6n a! dafio ffsico, casi lo contrario. La sugerencia de Galeno (masturbaci6n terapeutica) alcanzarfa una notable longevidad -del siglo II hasta el XX-; pero de eso Tissot no toma nota. El primero de sus casos es completamente acerca de hombres. Di6genes el cfnico, nos cuenta Galeno unos cuatro siglos despues de los hechos, era el mas continente y temperado de los hombres. Pero aun asf "participaba en los pia­ ceres sexuales". No lo hacfa porque hallara en ellos un particular deleite sino porque compartfa con todos los seres humanos Ia necesidad de evacuar el exceso de fluidos corporales que se produce inevitablemente en el curso de Ia vida. Segun ese modelo, el deseo sexual era entendido basicamente como un asumo de rascarse y tener comez6n, de irritaci6n, causada por el exceso de excitaci6n ffsica que demandaba ser liberado. Un dfa, prosigue el relato, Di6genes fij6 una cita co n una prostituta "para poder estar con ella". Presuntamente no opt6 por "el placer marital" porque era fisiol6gica o moralmente mas complejo, y esa complej idad resultaba inapropiada para los hombres de su clase, a! menos para los casados. En cualquier caso, el quid de ese relato es Ia manera en que los dnicos enfrentan el problema. La prostituta llegaba tarde a Ia cita y cal­ mamentc aplic6 "su mano en los genitales y comenz6 a frotarse". Cuando ella finalmente lleg6, el Ia despidio sin tocarla. Le dijo que su mano "habfa can­ tado primero el hymenaion [canto de esponsales]". Galeno comenta: Y es q ue los hombres moderados apelan al coito no por placer, sino porque desean curar su perturbaci6n, aunque sea sin placer. 1 2

Cien afios despues de Galeno, Di6genes Laercio relata I a misma historia de Ia masturbaci6n publica del dnico, pero con una mirada filos6fica. El desayuno no es absurdo, y por tanto no es absurdo desayunar en publico. El Di6genes griego 12

Galena, De locis affictis, 8.41 9-420, ed. al cuidado de K. G. Kuhn.


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habfa dicho, "mientras usaba su mano continuamente en publico", que le hubiera gustado saciar su apetito con identica facilidad, frotindose el estomago. Mas­ turbarse en publico, cuando se hace con Ia idea adecuada, es casi como desa­ yunar en el agora. Y "muchos otros dichos le son atribuidos". 1 3 Para el pensa­ miento estoico, Ia masturbacion -como el co ito marital- deb fa practicarse solo conforme a Ia naturaleza; y dentro de esos lfmites el sexo con uno mismo fun­ cionaba mejor que el sexo con o tros. Era mas probable su moderacion, cir­ cunstancia que, por supuesto, precisamente contradice los planteos hechos por todos, aunque fueran pocos los comentaristas despues de 1 7 1 2. Divorciada completamente de sus antiguos contextos medicos y filosofi­ cos, Ia historia acerca de Diogenes gozo de notoria longevidad. "Esa prictica de D iogenes" fue el eufemismo que Thomas Cogan, au tor de una de las gufas para Ia salud mas vendidas en Ia Inglaterra de Shakespeare, uso para Ia mas­ turbacion, a Ia que agrupaba j unto con Ia fornicacion, Ia sodomfa y el incesto como una clase de recursos ilegales para liberarse del semen excesivo. En caso de que los lectores no reconocieran Ia alusion, agregaba Ia frase "genitalia con­ trectando semen ejicere [manipular los genitales para lanzar semen}" y Ia habi­ tual amenaza protestante de que hacerlo era una de las malas consecuencias del celibato papal. Mas de dos milenios despues de masturbarse en el agora, Dio­ genes aparece en el argumento de Bernard Mandeville acerca de por que se debe permitir a! mercado regular los intercambios sexuales, a! igual que otros deseos. (Su alternativa era el sexo gratuito -creando una provision ilimitada­ manteniendo a mujeres en comun, jalgo que Diogenes nunca hubiera reco­ mendado!) Ni siquiera los fi!osofos logran desprenderse de los deseos sexua­ les, sostenfa Mandeville, y pese a que el cfnico hubiera practicado "sexo manual" en publico, realmente pensaba que acostarse efectivamente con una mujer era preferible a acostarse mentalmente con ella. 14 1 3 Di6genes Laercio, Lives ofthe Eminent Philosophers, 6.69, trad. de R. D. Hicks, incluida en Ia Loeb Classical Library, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1 950, vol. 2, pp. 70 y 71 [trad. esp.: Vidas de Los jif6sofos mds ifustm, Buenos Aires, Espasa-Calpe, Coleccion Aus­ tral, 1 9 5 1 ] . Hicks traduce pudorosamenre jeirurgein como "comportarse indecentemente"; pero Ia palabra significa "usar incensamente, continuamenre, Ia mana". 14 Thomas Cogan ((1 545?- 1 607), The haven ofhealth, chiefly made for the comfort ofstu­

dents, and consequently for aLL those that have a care oftheir health, amplified upon Jive wordes of Hippocrates, written Epid. 6: Labour, meat, drinke, sfeepe, Venus: Hereunto is added a preservation


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Por supuesto, generaciones de pensadores cristianos negaron para el hom­ bre posterior a Ia Cafda Ia posibilidad de esa especie de moderacion que reco­ mendaba Galeno y, segun se deda, practicaba Diogenes. Un tratamiento ffsico tan brutal como solucion estaba fuera de discusion para los medicos medic­ vales y renacentistas. Pero Ia masturbacion no tuvo mas importancia para ellos que para los medicos del mundo antiguo. Ocupaba un oscuro rincon en el problema mucho mas general de Ia regulacion del placer sexual dentro de un marco que lo estableda en el matrimonio y solo con el proposito de Ia procreacion. Aunque no se lo discutfa, el "sexo manual" hizo surgi r una cues­ tion espedficamente casufstica pero sin demasiada resonancia cultural. 2 Estaba justificado inducir deliberadamente el orgasmo, dentro o fuera del matrimo­ nio, por razones de salud? Para los hombres al menos, Ia respuesta fue inva­ riablemente negativa. Pero, asf concebido, el problema era un sutil dilema den­ tro de una etica mas general de Ia sexualidad, que inclufa a toda sexualidad no procreativa -fornicacion, adulterio, incesto-, dentro o fuera del matrimonio, como mas o menos pecaminosa. Esa trabajosa doctrina debfa emplearse con­ tra los posibles beneficios para Ia salud de Ia descarga en circunstancias en que Ia reproduccion era imposible. E incluso en esa discusion tan limitada no se hace mencion de ninguno de los peligros medicos de Ia masturbacion, que serfan tan importantes en el siglo XVIII. El exceso fue siempre un problem a -notese Ia brevedad de Ia vida del lascivo gorrion-, pero no habfa sefiales de que Ia masturbacion p udiera resultar excesiva y, en cualquiera de los casos, una vez que se llega a Ia cuestion moral y se regresa a Ia cuestion medica, el pro­ pio exceso depende de la com posicion humoral. El hombre caliente, humedo, puede tener coitos o masturbarse sin problemas varias veces al dfa. 1 5 ftom the pestilence, with a short. . . censure ofthe late sicknesse at Oxford, Londres, 1 6 1 2. El traductor italian a de L'Onanisme pensaba que Tissot habfa entendido mal a Di6genes y que todo el episo­ dio no era mas que una broma. A su vez, cita autoridades para apoyar su opinion; vease L'Ona­ nismo: ovvero, Dissertazione sopra le malattie cagionate dalle polluzioni volontaire de Signor Ti;sot, 3• ed., Venecia, 1 785; Bernard Mandeville, A Modest Deftn.re ofPublic Stews. Clark Memorial Library Publications 1 62 (I 724), Los Angeles, Augustan Reprint Society, 1 973, pp. vi y vii. 15 Como sefiala Winfried Schleiner en Medical Ethics in the Renaissance, Washington DC, Georgerown University Press, 1 995, pp. 1 33- 1 52, varios comentaristas usan terminos tan ambi­ guos para hablar del tema -"descargas ilegales"- que no siempre es posible decir de que esra.n hablando. Pwgatio y vawatio pueden significar muchas casas. Si esa vaguedad se debe a que Ia


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La perspectiva bastante limitada de Galeno sobre Ia masturbacion en las mujeres tiene una historia aun mas extensa y de mayor y mas vasta resonancia en el tiempo. Aparece en el contexto de problemas clfnicos que son conse­ cuencia de Ia retencion de fluidos. Desde una perspectiva medica, ese tipo de problemas era mas apremiante en las mujeres que en los hombres, tanto por razones fisiologicas como por motivos morales. Por un !ado, las mujeres eran mas frfas, y por tanto mas propensas a alejarse de los excesos, especialmente si el flujo menstrual -la emision habitual- estaba bloqueado. Por el otro, esta­ ban mas restringidas para el uso del co ito que pudiera ayudarlas a desprenderse de los humores acidos; las viudas, las esposas con maridos ausentes, las mucha­ chas despues de Ia pubertad y antes del matrimonio no tenfan las opciones de los hombres y los muchachos en las mismas circunstancias. (En Ia Inglaterra del siglo XVI, el termino "mujer soltera" era casi el equivalence de "prostituta", y una mujer soltera sexualmente activa era, sin mas, una puta.) 1 6 Con tan limitadas oportunidades d e alivio, s e consideraba que las mujeres eran propensas a enfermedades histericas de todo tipo -es decir, enfermeda­ des o riginadas en una suerte de embotellamiento de lo que podrfamos llamar energfas sexuales, pero que los antiguos referfan como h umores acidos o flui·· masturbaci6n es tan controversial, como sostiene, o porque simplemente no se !a consideraba independientemente de otras formas de evacuaci6n es otra cuesti6n. En todo caso, Schleiner no ofrece evidencias de que alguien se ocupara de !a masturbaci6n en particular. El propio Schleiner prosigue su anilisis de !a innombrada masturbaci6n con una secci6n en !a que ana­ liza las opiniones del Renacimiento sabre los usos medicinales de las palizas. La cuesti6n es que conclusiones pueden sacarse del silencio. Danielle Jacquart y Claude Thomasset, Sexuality and Medicine in the Middle Ages, trad. ing. de Matthew Adamson, Princeton, Princeton University Press, 1 988 [trad. esp.: Sexualidad y saber medico en la Edad Media, Madrid, Labor, 1 989], incl uyen una extensa secci6n dedicada al tratamiento medico de "las imaginaciones culpables" y las asocian con !a masturbaci6n. En realidad, ninguno de los textos que citan con relaci6n a los hombres menciona concretamente esa pdctica. Como centrales esd.n los problemas de priapismo, suefios humedos y "gonorrea" -por lo general, perdida de semen-, que eran en rea­ lidad considerados igualmente como defectos de una imaginaci6n inflamada cuyo calor podia atenuarse medicamente, sabre todo con restricciones en !a dieta. Pero en ninguna parte el pro­ blema es diagnosticado como masturbaci6n ni !a cura se refiere a ella. ' " AI respecto, vease Ruth Mazo Karras, "Sex and the Singlewoman", en Judith M. Bennett y Amy Froide (eds.), Singlewoman in the European Past, 1250-1 800, Filadelfia, University of Pennsylvania Press, 1 999, pp. 1 28 - 1 3 5 .


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dos retenidos irritantes-. El consejo y el pron6stico de Galena, ofrecidos en el mismo rexto que la historia de Di6genes el Cinico, eran los siguientes: primero, distinros rratamientos con calor; luego, "toqueteo de los genitales". Este con­ sisriria en "contracciones acompafi.adas al m ismo riempo de dolor y placer rras el cual ella emirira abundance y turbio esperma. Desde ese momenta [estara] libre de todo el mal que sentia". En resumen, frotarse produce un orgasmo, eyaculaci6n y el alivio de los sintomas del deseo contenido, y del "semen" contenido, echado a perder. 17 C on algunos cambios, esa prescripci6n fue l a piedra angular de dos mile­ nios de sanci6n de la masrurbaci6n femenina, ya fuera a solas o con ayuda. Alberto Magno, el derigo y fil6sofo del siglo XIII, dio algunos detalles de como, alrededor de los 14 afi. o s, las muchachas se encienden, sus muslos se ensan­ chan, esran consumidas por el deseo. El resultado de todo esto -en ausencia de emisi6n- es la congestion y un fuerte deseo de no ser castas. Comentaris­ tas posteriores identifican una variedad de consecuencias de este proceso: clorosis, un sfndrome marcado por ardores, irritacion y presion causados por el semen retenido; y tambien lo identificaron como el fundamento fisiol6gico de la conducta poco casta. " Usando sus dedos u otros instrumcntos hasta que sus canales quedan abiertos por el calor de la fricci6n y del coito hacienda salir el humor espermatico, y con el el calor; y entonces sus ingles se refrescan y resultan mas castas (o continenres) [cum quo exit calor; et tunc t::mparantur ipsarum irtgui11a, et tunc efficiuntur castiores] . En otras palabras, en ausencia de relaciones para aliviar el calor de los fl uidos retenidos -la pica­ z6n genital-, frotarse cs el remedio. Pero el mismo coiw es una similar espe­ cie de actividad: frotar de u na manera no es mejor ni peor medicamente que frotar de otra. Y en consecuencia las m uchachas se vuelven mas castas, dado que la presion y la irritacion han sido aliviadas. En el siglo XVIII, esto se dada vuelta. El sexo real cornenzaria a ser considerado como una satisfacci6n y, "

17 Galena, De Locis affectis, 6. 2. 39 [trad. esp.: Sobre Los Lugares afectados, Madrid, Ediciones Clisicas, 1 997] . Adapte esta traduccion de Ia de Rudolph Siegel, Nueva York, S. Karger, 1 976. Sabre Ia estimulacion del coito en Galena, vease Ann Ellis Hanson, "The Medical Writers' Woman", en David M. Halperin, John J. Winkler y Froma Zeitlin (eds.), Before Sexuality: The Construc­ tion ofErotic Experience in the Ancient Greek World, Princeton, Princeton University Press, 1 990, pp. 3 1 8-320. Aecio de Am ida, cinco siglos despues, cuenta Ia misma hisroria. Aetius de Amida, The Gynaecology and Obstetrics ofthe v/h Century A. D., Filadelfia, Blakisron, 1 950.


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por lo tanto, habfa que autolimitarse; mientras que el sexo solitario fue visto como mas insatisfactorio y, en consecuencia, un preludio a mas sexo soli tario aun. No se podia parar porque el deseo nunca se acababa. Pero en la Edad Media, el problema fue primero interpretado no como algo real contra algo artificial, un deseo movido por la imaginaci6n, sino directamente como un exceso de materia irritativa. Para ventaja del medico, una vez que la picaz6n se aliviaba, desapareda. Para las nifias mayores que habfan empezado a mens­ truar, el crecimiento del calor era mas evidente y habfa que tratar la irritaci6n por etapas; ahora aprietan las piernas, "una parte de la vulva se frota con la otra, pues el placer y la poluci6n provienen de allf". 18 Hay varios contextos para esras opiniones -la imaginada enorme lascivia de las mujeres, quienes por naturaleza estaban poco alcanzadas por la raz6n; el especial problema de las nifias, que eran mas frfas y menos dispuestas al ejercicio que los varones y, por lo tanto, no podfan desprenderse del exceso como era convcniente-, pero lo que llamarfamos sexualidad adoiescente no es uno de ellos. Los nifios son ignorados -mientras que a partir de 1 7 1 2 ocurri­ rfa lo contrario- pues el problema no es Ia masturbaci6n, sino que se trata de un problema medico distinto, d del calor pubiano, del que se suponfa no sufrfan los muchachos por disponer de otras descargas. Los medicos medievalcs y renacentistas, a veces con aprobaci6n y otras sin ella, parecen haber ejercitado los rincones mas lascivos de su imaginaci6n ela­ borando las circunstancias y los metodos por los cuales las mujeres podrfan ali­ viarse de Ia congestion que causarf�: la ausencia de descargas sexuales. Los Jai­ cos encontraron el conscjo de Galeno en m uchos libros de autoayuda que florecieron con el advenimiento de la imprenta en Ia primera etapa de Ia Europa moderna. Tan tarde ccmo a finales del siglo XIX y principios del XX bubo un boom de 'aparatos destinados a liberar a los medicos y sus asistentes del tedio de masajear los genitales de mujeres h istericas o scxualmente insatisfechas: ' " Alberto Magno cirado en D. Jacquart y C. Thorn asset, Sexuality andMedicine in the Middle

Ages, op. cit., p. 1 52; vease rambien pp. 1 52- 1 5 5. Un relaro mas complero, con inclusion del texto latina, puede cncomrarse en Dyan Elliott, Fallen Bodies: Pollution, Sexuality, and Demon­ ology in the Middle Ages, Filadelfia, University of Pennsylvania Press, 1 999, pp. 45 y 46, nn. 54-56. En realidad, Alberto dice que el coito produce el mismo efecro que el froramiemo, y que una chica que se frora no es virgen.


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vibradores electricos, miquinas de hidroterapia, mangueras para dirigir los cho­ rros de agua, todo comercializado desde los catilogos de costura hasta Sears y Roebuck. Bajo el disfraz de un recurso medico, Ia masturbacion recorrio un .

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I argo cammo. El consejo de Galeno a las mujeres de que se frotaran los genitales -sobre codo el clitoris- para aliviar Ia tension debe haber sido un Iugar comun incluso en cfrculos menos tecnicos no interesados en comprar vibradores ni en evi­ tarse el problema de usar sus manos. La principal gufa de medicina teologica catolica del siglo XIX b rinda un caso tfpico de una mujer que "encontraba gran alivio a sus dolores presionando y manipulando [2 el clitoris?] acompafiada de voluptuosas sensaciones". No se trata de un tactus impudicus (toqueteo impu­ dico) , que se hace simplemente para lograr polucion; tecnicamente no es en absoluto una polucion, pues n o es algo posible para las mujeres, nos dice el au tor en Ia seccion siguiente. La falta moral reside en producir placer sexual por sf mismo; cualquiera sea Ia razon que se invoque para hacerlo, como el alivio de las presiones, no sirve. El viejo truco de Galeno es totalmente incorrecto.20 Comparada con Ia discusion medica de los siglos XVIII y XIX, Ia tradicion cLisica ofrece realmente muy poco sobre el tema de Ia masturbacion, y solo den­ tro de parimetros estrechos: nada sobre el peligro de masturbarse en general; nada sobre los aspectos debilitames del orgasmo solitario en particular; casi nada sobre Ia masturbacion en las mujeres y los nifios en ningun contexto. No es debido a que los medicos antiguos creyeran que el sexo era seguro, a pesar de no preocuparse demasiado sobre sus efectos, salvo en los hombres adultos. Mas aun, el sexo en sf mismo, como una categoria, no concitaba mucho inte­ res para nadie y, por lo tanto, tampoco para los medicos. Tratada de manera late­ ral como cuestion etica, era tam bien periferica para Ia medicina.

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Galena y el uso de vibradores, tratamienros con agua y otras formas de masaje a fines del siglo X I X y principios del XX, vease Rachel Maines, The Technology ofOrgasm: "Histeria'; the

Vibrator and Womens Sexual Satisfoction, Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1 998, que resucita esta historia perdida del placer sexual. Hacia Ia decada de 1 930, el tratamiento gale­ nice habia cambiado el rumba de los vibtadores como auroayuda al terreno de Ia pornograffa. Hacia I 960, nuevas ideologfas de autoayuda los traerfan de vuelta, pero bajo una luz diferenre. 2° Carl Capellmann, Pastoral Medicine, trad. de William Dassel, Nueva York, Pustet, 1 879, PP· 76 y 77. El auror no dice explfcitamente como descubren las mujeres esta fuente de alivio.


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La masturbaci6n y la tftica de la sexualidad en la Antigiiedad cldsica Los griegos no debfan tener un nombre tecnico para lo que lleg6 a llamarse onanismo a comienzos del siglo XVI II, pero sabfan de que estamos hablando. Ningun cisma radicalmente conceptual separa sus categorfas de las nuestras. En una vasija de Niarcos con figuras en negro se ven tres satiros, cada uno de ellos trabajando su enorme pene erecto con sus manos. Dos son vistos de per­ fil , el otro en un desn udo completamente frontal, separando las rodillas y sosteniendo su muy largo miembro. Terpekelos, "palo del placer" , es el que esra en el medio. Esta flanqueado a nuestra izquierda por Oofios, cuyo nombre proviene de lo que esta haciendo, de dephestai, "sobarse" , de Ia manera en que se puede trabajar Ia masa del pan con las manos; esra muy cerca de un ter­ mino artfstico para Ia practica que muestra tan manifiestamente. (El nombre Dephestai es tambien usado en las comedias de Arist6fanes para significar el sobarse con las propias manos.) A Ia derecha se encuentra Psolas, cuyo nom­ b re se refiere al estado de su pene: psolos, "erecto" con el prepucio bajado. Los tres usan las dos manos, pero otros satiros -Ia escena no es inusual en Ia pin­ tura de vasijas- usan solo una mano. La palabra y Ia acci6n no son ambiguas y conceptualmente simples. Son tam bien figuras tardfas -postalejandrinas- de masturbadores, grotescas, deformes, nada grato de ver. Sf, los griegos tenfan un concepto de masturbaci6n (veanse flguras 3 . 1 . y 3.2). 2 1 De los romanos, en algun momento entre 84 u 8 5 y 1 03 a. C., los afios en que Marcial escribi6 sus Epigramas, tenemos las propias palabras: masturbor y masturbator, antecesores directos de nuestros terminos. 22 Sus referentes -las accio­ nes y los protagonistas- son claramente los mismos que su corttrapartida mode rna aunque importen mucho menos. Sus orfgenes permanecen oscuros, nadie sabe 2 1 Fran<;ois Lissarrague, "The sexual life of satyrs", en D. Halperin, J. Winkler y F. Zeirlin (eds.), Before Sexuality, op. cit. Ver tambien Andrew Srewart, Art, Desire, and the Body in Ancient Greece, Cambridge, UK, Cambridge University Press, 1 997, p. 225, fig. 1 5 5, "Mastur­ bating hunchback", c. 200 a. C. 2 2 Vease Ia introducci6n a Marcial, Epigrams, ed. y trad. de Walter C. A. Ker, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1 979, vol. 1 , pp. viii-x [trad. esp.: Epigramas, Madrid, C.ite­ dra, 1 990] . Masturbatio[ n] es una forma que no se encuentra en el texro Iatino.


Figura 3.1. Saciros mascurbandose. Las cres criacuras con aspecco de cabras usan ambas manos en sus esfuerzos manifiescamence ccudos, nada refinados, por lograr sacisfacci6n. Represeman a los mascurbadores originates: los dioses, apiadados de sus frusuaciones sexuales, les ensefia­ ron c6mo hacerlo. Se dice que el hombre aprendi6 de ellos. iUn linaje no demasiado discinguido! (Vasijas con figura en negro de Niarcos, Nueva York 26.49 ABV 83 The Meuopoliran Museum of Art, Nueva York.)

[4)

provenience de Acica.


Figura 3.2. Sariro masrurbandose. Tal vez el sariro sea un poco menos vulgar que los de Ia flgura 3.1; pero su enorme pene es evidencia, como si a los especradores les hiciera falra. de que lo que hace no es decoroso. Un pequefio pene es simbolo de reflnamienro para el arre griego. (Anfora con flgura en negro, Berlin 1671, ABV 22 [2) de Tarquinia, Š bpk. Berlin, 2002, Anri­ kennsammlung.)


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de d6nde viene masturbor o sus derivados o c6mo evolucionaron hacia las for­ mas que se usaron en dos y solo dos oraciones de las obras de un hombre. Man, de manus (mano), mas stuprare (corromper) , de stupro, es Ia hip6re­ sis mas hab itual hoy, que se remonta a las especulaciones del siglo XVIII, pero no ha sido somerida a los experros que podrian decir c6mo se realiz6 Ia com­ binaci6n. Segun orras opiniones, masturbari, y por ende "masturbaci6n", viene de manstruprari, es decir, de manu (una forma del sustantivo para "mano") mas sturprum (un sustantivo que significa "liberrinaj e, una corrupci6n vin­ culada al verbo stupro") mas perpetrare (el verbo para "perperrar") , o de manus mas stuprare, que de algun modo ha derivado en titrbare ("perturbar 0 desor­ denar" ) . Nadie lo sabe y todas las etimologfas propuestas a lo largo del tiempo son tentativas. Sin embargo, sabemos que Ia palabra es en extremo infrecuente en Iarin. Las formas de masturbor aparecen s6lo en Marcial; en am bas oca­ siones son usadas con relaci6n a los dioses. �se no parece haber sido un ter­ mino vulgar o haber aparecido en otros contextos. Marcial resucita un verbo obsolero para burlarse de las mirologfas. Dicho de orro modo, los escri rores Iatinos no parecen necesitar un termino tecnico para describir un tema sin impo rtancia moral ni medica.23 Por supuesto, el uso extremadamente limirado de masturbor, masturbari de ninguna manera agora las alusiones latinas a! proceso en sf. Pero Ia ausencia de un vocabulario tecnico sugiere que el sexo solitario no era una categorfa que se tomara con demasiada seriedad. Los escritores se refieren a ella con palabras jergales, con lo cual la mantienen dentro de los criterios de baja mora­ lidad en cada contexto. Terminos alternativos podfan, segun el contexro, refe­ rirse tanto a Ia autoestimulaci6n como a Ia estimulaci6n por otros: besuqueos, sexo oral, el roce durante el in tercambio sexual, un hombre acariciando o frotando el pene de otro. Frico, "frotar", parece haber sido el termino jergal preponderante para Ia masrurbaci6n, pero riene o tros significados; tracto, "asir, manosear" Y contrecto, "acariciar", eran comunes. Tam bien habfa circunlo' 23 El I u ga r p a ra em ezar con p

masturbor y sus sin6nimos es J. N. Adams, The Latin Sexual Baltimore , Johns Ho kins Universir y Press, 1 982, pp . 208-2 1 1 . La opinion alter­ p na[lva s de Oscar Bloch en col aboraci6n con Wal ther von Wartburg, "Masturb ari, Onanie : uerben ' en Dzctzo nnaire hymolog ique de !a languefran raise, vol. 2, Pads, Presses Universitaires de France, 1 932. Vocabulary,


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quios inequfvocos: no hay dudas de lo que hace el narrador cuando Lydgus no llega a Ia cita. "Cuando estuve m ucho tiempo esperando en vano Ia exci­ taci6n, a menudo mi mano izquierda viene a asistirme en tu Iugar." AI igual que Prfapo. " Deja que mi mano sea mi novia" , dice desanimado, lamen­ tando no tener una nayade ni una d rfada, ni tres ninfas respectivamente a su disposici6n. Ya en Ia Antigi.iedad, el "trabajo manual" tenia ese toque !eve­ mente gracioso y levemente abyecto que se mantiene hasta hoy. Pero no hay . ' . aqu1.' 24 demas1ados retoques encos Las mismas valencias morales parecen haber dominado Ia tradici6n "homo­ sexual" pre Tokugawa en el Jap6n. Un sirviente prepara el ano de un m ucha­ cho destinado a un viejo sacerdote, por ejemplo, y se excita mientras trabaja con el consolador especiado con aceites en el "sol" del j oven y se lamenta, pues "no hay mas remedio que masturbarse". En realidad, dado que el sacer­ dote es anciano y queda satisfecho facilmente, el trasero del joven queda dis­ ponible; pero esa es otra historia. Antes del perfodo moderno, Ia masturba­ ci6n en el Jap6n, como en Ia antigua Ro ma, no era mas que Ia segunda posibilidad. Como problema etico, era un aspecto menor en una discusi6n mucho mas amplia y elaborada sobre el amor masculino.25 24 Marcial, Epigrams, 1 1 .73.3-4, ed. y trad. ing. de D. R. Shackleton Bailey, incluida en Ia Loeb Classical Library, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1 993, vol. 3, pp. 62 y 63. "Cum frustra iacui longa prurigene tentus, succurit pro re saepe sinistra mihi"; Priapea 33, "fiet arnica manus". Sigue pendiente si debemos ocuparnos de que sea Ia mano izquierda. A esa mano, a Ia "mano sucia", le son asignadas las tareas deshonrosas, como sefiala Adams. Pero el giro "arnica manw" parece bastante espedfico -"un trabajo manual"- sin necesidad de especi­ ficar con cual de las manos. Y Marcial no explica en ninguna parte que mano usa cuando no tiene ningun muchacho: "Mi mano viene a ayudarme en Iugar de Ganimedes" ("at mihi sue­ currie pro Ganymede manus") Epigrams, 2.43, vol. I , pp. I 66 y I 67. Catulo, burlandose del cinaedus Vibennio, dice que su padre usa su mano derecha en los esrablecimienros de baiios mien­ eras ofrece su trasero. Tal vez Piauto haya llamado pullaria a Ia rna no derecha porque era usada por los hombres para masturbar a sus efebos, pulli. Asi, el deshonor no parece ran claramente distribuido. Sobre Catulo y los Vibenni y tambien para Plauto, vease Craig Williams, Roman Homosexuality: Ideologies ofMasculinity in Classical Antiquity, Nueva York, Oxford University Press, 1 999, pp. 1 76, 270, n. 6 1 . Los satiros que aparecen masrurbandose en las vasijas con una sola mano usan Ia derecha. " Gary P. Leupp, Male Colors: The Construction ofHomosexuality in Tokugawajapan, Berke­ ley, University of California Press, 1 994, p. 4 5 . La masrurbacion fue tambien conectada con el


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El acto -masturbaci6n- existfa en Ia Antigliedad, tenfa un nombre. Pero no tenfa siquiera una resonancia parecida a Ia que lograrfa despues de Ona­ nia. Cuando los pensadores griegos o romanos se ocupaban de el era para dejar en claro que no era correcto ni adecuado para Ia vida erotica de un caba­ llero; violaba una especie de ley sexual suntuaria y, por tanto, se lo tomaba por una broma acerca del estado de alguien tan frustrado como para reducirse a una pd.ctica tan baja. La masturbaci6n femenina aparece raras veces en Ia literatura latina y apenas un poco mas en el arte y Ia escritura griegos, pues en el mundo greco-romano Ia etica sexual y el estatus sexual que importaban -mas alla de !a castidad- eran los del hombre. La masturbaci6n femenina no era moralmente interesante, pues las mujeres no eran mas que hombres imper­ fectos; nadie podfa esperar de ellas Ia dignidad que se esperarfa de un caballero. Por lo tanto, el sexo solitario parece no haber importado nunca en la Anti­ gliedad clasica, pues en los contextos culturales en que esta lo ubicaba, 0 a alguno de sus aspectos, estaba ausente Ia resonancia moral. El cruce entre ser y sexualidad estaba en cualquier parte. El semen desperdiciado, por ejem­ plo, casi no tenfa Ia significaci6n que le atribufan los rabinos; por lo gene­ ral, no se lo consideraba sucio como entre los judfos, o a! menos como plan­ teaban ciertos comentaristas talmudicos. Her6doto, el padre de Ia Historia y un hombre fascinado por los egipcios, nos cuenta que ellos, a! igual que los griegos y a diferencia de otras naciones menos civilizadas, eran escrupu­ losos con sus edificios sagrados. Los sacerdotes no mantenfan relaciones con mujeres en sus templos, y no entraban a un templo despues de haber tenido relaciones en cualquier parte sin antes lavarse. Pero esta observaci6n es apenas una lfnea divisoria entre Ia profanaci6n del sexo y lo sagrado del templo, entre lo que se h ace en privado y lo que se hace en publico. En general, el semen no era sucio. Cuando uno de los primeros poe�as griegos conocidos, Hesfodo, amonesta por Ia exposici6n de las partes pudendas cubier­ tas de semen, se refiere espedficamente a un Iugar: "ante el hogar". Proteger

erorismo de !a penetracion anal de orros complejos modos; parece que era aceprable que un hom­ bre fuera penerrado si disfruraba del placer de un modo fisico y no emocional, es decir, si no perdia su esrarus. El rexto recomienda que el placer de Ia masrurbacion puede aumenrarse si, mienrras se pracrica, Ia mano izquierda penerra el ano. Pero, una vez mas, el senrido erico de esro esra lejos de lo que seria alrededor de 1 7 1 2. Vease Gary Leupp, Male Colors. op. cit p. 1 79. ..


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el hogar, respetar el decoro; mantener oculto lo que debe estar oculto. Todo en su debido sitio.26 No solo las poluciones sem inales figuran poco en las religiones griegas, sino que Ia cafda del semen en el piso es el comienzo de varios mitos origina足 rios. Erictonio, el "huerfano" aborigen antecesor de los atenienses, nacio, por ejemplo, de esa manera. Atenea acudio a Hefesto, el dios del fuego y de las artes, para que le hiciera una armadura. El habfa sido rechazado por Afrodita y comenzo a perseguir a su posible clienta con gran pasion; finalmente, Ia atrapo, pese a ser cojo , y trato de tener sexo con ella, nuevamente con problemas dada su discapacidad. Pero dado que ella es casta y virgen, no podia aceptarlo; pero el lanz6 su simienre en !a pierna de !a diosa. Enronces, disgustada, ella limpi6 Ia si mienre con lana y !a Ianzo a !a tierra, y naci6 Erictonio. Atenea lo eric\ a escondidas de los otros dioses, pues queria hacerlo inmonal.

Atenea estaba disgustada (musajteisia) por tener semen en Ia pierna -no por足 que Ia eyaculacion fuera sucia sino por ser ella una casta virgen (sophron parthe足 nos) que habfa sido perseguida, atrapada y atacada por un extrafio deforme. El semen, lanzado a Ia tierra en un pufiado de lana, estaba lejos de ser esteril. Dio nacimiento a un rey, un parthenos, alguien nacido solo de una simiente, que, como sugiere una academica moderna, "esd. mas alii de Ia oposicion entre masculino y femenino [ . . . ] [y] con firma el suefio masculino de los griegos: un nifio nacido fuera de los lfmites de Ia actividad procreadora".27 En otras palabras, el pecado de Onin fundo Atenas. Desde una perspectiva mas amplia, 26 Her6doto, The Persian Wtzrs, trad. ing. de George Rawlinson, Nueva York, Modern Library, 1 942, I I , paragrafo 64, p. I 4 8 [trad. esp.: Guerras Medicas, Madrid, Planeta-Agostini, I 98 I ] ; Robert Parker, Miasma: Pollution and Purification in Early Greek Religion, Oxford, Oxford University Press, I 983, pp. 76, 77 y 74- I 06 passim. Parker duda tambien si el pago de un diezmo por "poluci6n" implica, como piensa al menos un academico, una distinci6n entre una polu足 ci6n involunraria y Ia masrurbacic\n o incluso si en realidad el semen es un problema. Vease su apendice 2, p. 342. 27 Nicole Loraux, The C'hi!dren ofAthena: Athenian Ideas about Citizenship and the Division Between the Sexes, trad. ing. de Caroline Leville, Princeton, Princeton University Press, I 993, p. 64.


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esta historia de semen perdido y generaci6n encaja en el modelo de las perso­ nas extraordinarias nacidas en circunstancias extraordinarias, de dioses y heroes sin madres en el sentido habitual. Afrodita naci6 de Ia espuma de los genita­ les de Urano, cortados por Cronos y arrojados al mar. Lo que mas importaba en Ia etica sexual de Ia Antiguedad griega era el honor y su opuesto, Ia verguenza. Un caballero griego debia llevar una vida sexual ade­ cuada a su posicion. La masturbaci6n no se tendria en cuen ta, pues nadie parece haberse sentido obligado a ocuparse de ella. Los comentaristas de principios del siglo XX, necesitados de genealogia clasica, intentaron interpretar Ia acusa­ ci6n de Esquino contra el gran orador Dem6stenes de que "usaba su propio cuerpo y poder procreador" de una desdichada e inespecifi.ca manera como una referencia a Ia masturbaci6n, una acusaci6n destinada a avergonzarlo y asf evi­ tar que fuera premiado publicamente por sus servicios al Estado. Pero en rea­ lidad es poco probable que los ciudadanos atenienses hubieran entendido tan especifi.camente ese cargo. En un mundo de jerarqufas y honores, habria venido a Ia mente un sinnumero de actos sexuales inapropiados para un caballero: haber tenido mas sexo anal que vaginal con su esposa; haberse sometido a pene­ traci6n anal, es decir, haber sido pasivo antes que activo en Ia relaci6n con un hombre; haber hecho un uso poco honorable de su boca: fellatio o cunnilin­ gus. Probablemente nadie hubiera pensado en Ia masturbaci6n. 28 Lo que importaba en un hombre de valfa era Ia sophrosune -la moderaci6n, el control del yo-. La palabra viene de sos ("integro, seguro, sano") y phrenos (palabra homerica para "mente"), presente en nuestra palabra "frenologia"; asf, literalmente, un homb re tenia Ia "mente sana". Por cierto , Ia masturba­ ci6n no hubiera sido co nsiderada propia de una mente sana. No era lo que haria un hombre temperado, pero por otra parte tampoco habia un sinnumero de actividades sexuales y no sexuales; no era explicitamente condenada, ni siquiera discutida en tratados acerca de tipos de conducta conveniences para un hombre temperado. La masturbaci6n era un caso facil, quedaba fuera de Ia complicada etica de un mundo en el que los hombres penetraban a los mucha­ chos de su propia clase social que algun dfa serian sus iguales, un mundo en '" Hugh Northcote, Christianity and Sex Problems ( 1 908), Filadelfia, F. A. Davis, 1 9 1 6, p. 422; Esquino, Contra Ctesiphon, p. 1 74. Ctesifonte, amigo de Dem6srenes, hizo Ia propuesta, y Esquino, gran enemigo suyo, se opuso a ella.


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el que a quien y como podia amarse eran cuesriones para el analisis filos6fico mas sofisricado. Los ciudadanos disponian de arracrivos, dignos encuemros con eros, u otros que, simplemente, caian fuera de Ia tenue moral, como el sexo con prostitutas comunes, por ejemplo, lo que importaba poco. (El segundo uso mas amiguo de "masturbaci6n" en ingles recupera esta conexi6n con el honor. En 1623, uno de los primeros diccionarios define Ia "masturbaci6n" como "un toquereo deshonesro de las propias partes privadas".) Para los grie­ gos, era vergonzoso porque estaba mas alia de Ia propia posici6n.29 Los satiros lo hadan dado el tipo de criaturas que eran -animales con enor­ mes genitales, apetiros sexuales ilimirados y poca educaci6n-. Por supuesto, se masturbaban, �que otra cosa podia esperarse? No eran para ellos las relacio­ nes er6ticas moduladas y sutiles de un ciudadano y un muchacho o el alivio material que podia encontrar un caballero en una prostituta. Se masturbaban porque no podian sarisfacer de orro modo sus voraces necesidades o porque les servia como una especie de ensayo previo, una preparaci6n para el rudo e improbable acoplamiento para el que esraban hechos. El primer caso llama mas a Ia piedad que a Ia condena. Y Ia masrurbaci6n como ensayo era ante rodo una broma; los satiros, siempre frustrados, nunca alcanzaban el verdadero objeto.

En realidad debia decirse que los dioses revelaron Ia masrurbaci6n primero a estos seres medio humanos, medio animales y que ellos fueron quienes lo rrans­ mitieron hasta al mas humilde de los hombres. Pan, asi continua Ia historia, se sentfa miserablemente frustrado porque Ia ninfa Eco -al igual que las orras ninfas a las que habia perseguido- no correspondia a su amor. Su padre, Her­ mes, se compadeci6 de su doloroso estado y le enseii6 el truco por medio del cual podia aliviar su frustraci6n. Por su parte, Pan se lo ensefi6 a los pastores, que podian llegar a necesi;:arlo en sus vidas solitarias.30 29 H. C. [Henry Cockerham], The English Dictionary; or, An Interpreter o fHardEnglish WOrds, Londres, 1623, reimpr. en Nueva York, HuntingtOn Press, 1930. La palabra permaneci6 en el diccionario por varias ediciones. Consulte Ia I Ja edici6n ampliada, Londres, 1658, donde se repite exactamente Ia primera definicion. 3" Sobre satiros y masnubaci6n, vease Fran<;ois Lissarrague, "Sexual life of satyrs", op. cit., p. 57; Jeffrey Henderson, The MaC11late Muse: Obscene Language in Attic Comedy, New Haven, Yale University Press, 1975, p. 200. Dion Crisostomo, WOrks, trad. ing. de). W Cohoon, vol. I , Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1949, pp. 259-261; Philippe Borgeaud, The Cult ofPan in Ancient Greece, trad. in g. de Kathleen At!ass y James Redfield, Chicago, Uni-


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Tambien se pensaba que los esclavos eran perfectos masturbadores, por las mismas razones que los satiros. Sufrian por Ia insuficiente calidad o cantidad de oportunidades para el sexo de que gozaban los hombres lib res, o bien, como en el caso espedfico de los provenientes del Este, eran generalmente licencio­ sos. Asf, en Las Ranas de Arist6fanes, Dionisio se imagina como un esclavo persa librado a su propia suerte mientras su amo se regodea con una bailarina en luj uriosas sabanas. Oatis, un esclavo persa en La Paz de Arist6fanes, es una especie de ineficaz vagabundo que disfruta de masturbarse por las tardes: el antecesor del moderno wanker. Desde cualquier perspectiva, el masturbador esclavo persa representa lo opuesto a! ciudadano ideal. AI contrario de lo que ocurre con satiros y esclavos, en las vasijas las ima­ genes de hombres que se masturban son infrecuentes y siempre son de pata­ nes o rusticos, nunca de ciudadanos. Son personajes como Estrepsiades en Caballeros, de Arist6fanes. En resumen, Ia masturbaci6n era una broma, objeto de comedias y de ridfculo. No era por cierto algo digno de hacerse; hubiera sido una seria falta en un ciudadano; era tratada en Ia comedia como Ia facil­ mente reconocible antftesis de cuanto era apropiado y correcto. (Arist6fanes reservaba sus co medias criticas a las faltas a Ia etica publica -litigios excesivos, por ejemplo, o Ia pasi6n por Ia guerra- y las ponfa en boca del coro y no de los personajes mas humildes.) Si el arte es nuestra gufa, los griegos se mastur­ baban solo cuando no podfan hacer ninguna o tra cosa, y esa falta de opciones era en sf una muestra de su bajo estatus.3 1 La masturbaci6n nunca fue objeto de una seria ref1exi6n moral, precisamente por encajar tan adecuadamente en las opiniones aceptadas de como funcionaba Ia sociedad. Las mujeres que se masturban -precisamente porque son mujeres- son traradas con Ia misma ligereza: criaturas c6micas, sexualmente voraces que no pueden encontrar satisfacci6n en ninguna parte. Muchas imagenes en vasi-

versity of Chicago Press, 1 988, p. 77. No todas las versiones de esta historia son ran inocentes. En una de elias, Pan vuelve locos a los pastores; ellos abren en dos a Eco, de mancra que solo sobrevive su voz. JI Respecto del acceso a las mujeres como signo de estatus, especialmente cuando habia poca provision de mujeres, vease Carol Clover, 'The politics of scarcity: Notes on the sex ratio in early Scandinavia", en Helen Damico y Alexandra Hennessey Olsen (eds.), New Readings on Women in Old English Literature, Bloomington, Indiana University Press, 1 990, p. 1 1 9 y passim.


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jas muestran a una o varias mujeres, cada una consigo misma o con otra, colocando un olisbos en su vagina y otro en su boca o ano. Las mujeres sin hombres de Lisistrata usan un "ayudante de cuero" de ocho dedos de largo; "despellejar el perro despellejado" parece una manera de referirse a Ia mastur­ bacion en reemplazo de Ia cosa verdadera. Invariablemente falica, se trata de una fantasia erotica masculina que confirma Ia cenrralidad del coito hetero­ sexual a traves de su temporario desplazamiento. (Por supuesto, las mujeres de Lisistrata se reprimlan para presionar a sus hombres; habla poder en ese con­ solador.) Los placeres solitarios para el propio deleite no eran una opcion (veanse figuras 3.3a y 3.3b) . Las referencias a Ia masturbacion en Ia literatura latina son mayores que en Ia griega, pero en Ia mayorla de los contextos son o bien comicas o pateticas. Por supuesto, los filosofos y medicos Iatinos, en momentos mas sobrios, con­ denan el excesivo placer sexual, mas alia de donde provenga. El control y Ia moderacion eran los ideales por los que debla preocuparse un caballero, y cual­ quier desviacion era impropia de su estatus. Asl, Ciceron dice: "Tal como aque­ llos que se dejan arrastrar por el deleite cuando disfrutan de los placeres sexua­ les son de Indole baja, quienes los buscan con animo febril son despreciables". El filosofo estoico Musonio Rufo condenaba explfcitamente en el siglo I las pd.cticas fuera del matrimonio, y aceptaba el sexo dent ro del matrimonio solo cuando el placer no era el proposito principal. Estamos aqul claramente dentro de un mundo del cual emerge Ia etica cristiana de Ia sexualidad matri­ monial. Si los leyeramos retrospectivamente con una perspectiva moderna, podrfamos interpretar que esos comentarios incluyen a Ia masrurbacion, pero en realidad no se Ia menciona. El autoabuso era tan poco considerado que no debla mencionarselo en un tratado moral serio.32 La masturbacion figura en otras formas literarias como una perdida de decoro, una calda mas o menos comica del estatus. El masturbador de Marcial habla en un rono de burlona autocompasion. "Los amigos tienen todo en comun", 32 Cicer6n, Ti<sculan Disputations, ed. y trad. al cuidado de J. E. King, volumen de Ia Loeb Classical Library, Cambridge, Mass., Harvard University Press, I 945, libra 4, vol. 32, paf<i.­ grafo 68, pp. 406 y 407; respecto de Musonio, vease Cora E. Lutz, "Musonius Rufus: The Roman Socrates", en Yale Classical Studies, 1 0, 1 947, pp. 4- I 4 . Tanto para Cicer6n como para Muso­ nio, vease Craig Williams, Roman Homosexuality, op. rit., pp. 239-24 I .


Figuras 3.3a y 3.3b. Mujeres masturbandose. Son infrecuemes las ilustraciones de mujeres masturbandose en Ia Grecia antigua. Tal ve2 Ia mano i2quierda de Ia mujer en Ia escena de Ia fuente este jugando con sus genitales mientras entran en escena el hombre y Ia mujer que lleva consigo Ia vasija. Los dibujos de mujeres con consoladores se refieren menos a Ia masturbaci6n que a lo que se considera que elias hacen en ausencia de Ia cosa verdadera. (Arriba: hidria, Lenin­ grado, Stephani 623, ABV 34, 26; abajo: vaso [tal como figura en Gaston Vorberg, Glossarium eroticum, 409]. Colecci6n Once Castellani.)



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Se hacen bromas con el frustrado masturbador. Ovidio, por ejemplo, habla de Prfapo, quien acechaba a Ia ninfa Lotis con el proposito de violarla; resulta burlado cuando el bramido de un asno Ia despierta, y queda con "su obsceno y largufsimo -dramaticamente largo- m iembro preparado [obscena nimium quoque parte paratus]" . Mientras tanto, bajo Ia luz de Ia luna, todo el mundo se de de el. Chaucer celebraba esa frustracion -el muy antiguo y am argo objeto de las bromas a Ia masturbacion- dejandolo permanentemente con "el cetro en Ia mano". Asf, Ia tradicion de Ia comedia griega de indomitos satiros y dio­ ses de largos miembros que penetraban burros y se masturbaban no viven como tema de una reflexion seria sino como un recordatorio de que ser atrapado con el pene erecto entre las manos es, como mfnimo, un poco embarazoso. Es decididamente a!go poco digno. 35 La comedia libertina de Ia masturbacion encuentra una nueva voz en las epopeyas seculares de finales de Ia Edad Media, como parodias grotescas de cambia de roles y excesos corporales. En uno de esos poemas alemanes, una muchacha llamada Matzli espera en un establo. Esta excitada; se sugiere que se uata de una parodia de Ia Virgen Marfa; es Ia perfecta antftesis de Ia ena­ morada de los romances cortesanos: oscura, fea, jorobada y ansiosa por sexo en Iugar de brillante, hermosa, bien formada y casta. Su amante, una parodia analoga del heroe caballeresco , esta por lanzarse desde el techo. Pero mientras tanto Ia "dama'' del establo se sienta, mira sus blancas piernas y, a! "mirar su muy oscuro pubis [Afutze] , comienza a tiro near, fro tar, go!pear, acariciar y a indagar [ . . . ] en Ia oscura mata tanto que nunca Ia escucharfas gemir asf". Tras csta orgfa masturbatoria, le empieza a hablar a su sexo (Futzen) sumando obsceni­ dad sobre obscenidad. "Dios te dio las miserias, los sufrimientos y los proble­ mas que debo soportar en mi corazon por culpa tuya." Para esto no hay rafces clasicas, no tenemos escenas como esas con mujeres de Ia Antigiiedad y muy pocas a posteriori. Pero se mantiene Ia tradicion de que Ia masturbacion es

31 Agradezco a Katherine Zieman por darme !a pista de esta referencia. La escena de Ovidio es de Fasti 1 .423-438, ed. y rrad. de James George Frazer, en el volumen correspondiente de la Loeb Classical Library, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1 976, pp. 3 1 -33; Geof­ frey Chaucer, The Parliament ofFowls, I . 256, en The Riverside Chaucer, ed. al cui dado de Larry Benson, Boston, Houghton Mifflin, 1 987, p. 388 [rrad. esp.: Ef Parfamento de Las aves, Cordoba, Universidad de Cordoba, 1 982].


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algo b rutalmente grotesco que hacen los campesinos y los menos afortunados sexualmente que uno; de ello el lector puede extraer una risita sagaz y lasciva. 36 La b roma de Marcial sobre la masturbaci6n como segunda instancia y sobre el masturbador como un hombre i nferior por recurrir a ella se expande a naves de las epocas: especialmente en tre los conocedores de los cLisicos. (Tambien tiene resonancia en otras tradiciones. Un importante trabajo filo­ l6gico arabe del siglo XI, por ej emplo, ofrece terminos extremadamente p re­ cisos para los actos sexuales que realmente importaban -la fornicaci6n- y considera la masturbaci6n masculina como una b roma: " Mano casamentera, hija del B razo".) Se b u rlan de Alexander Pope porque teme ser violado por Lady Mary Montagu, y se dice que prefiere mucho mas el autoabuso antes que a las mujeres; tal vez, escribe otro de los enemigos en el mas acido comen­ tario sobre Pope, su rctiro en una gruta le bri nd6 "desapego al sexo [m uje­ res]", pero "si n dudas encontr6 alguna otra diversion, igualmente entrete­ nida en su soledad", que hizo que estuviera me nos inquieto acerca de "perder los favores de las damas". La satira de John D ryden tiene los mismos tono y mensaje que las latinas que hemos citado. El sexo con uno mismo es un sus­ tituto pobre y digno de escarnio. El joven caballero de uno de los poemas es abyecto y digno de compasi6n porque, por alguna raz6n, no puede cumplir con el programa adecuado a una conducta heterosexual masculina. Pero el --y casi siempre se trata de un "el" en esta tradici6n- no esta hacienda nada que sea moralmente sospechoso:

;c, Heinrich Winenwiler, Der Ring, uaducido al aleman moderno, con el rexto en aleman medieval, por Horst Brunner, Stungan, Reel am, 1 99 1 , primera pane, I I , 1 564- 1 606. El unico manuscriro existeme es de 1 395. He hecho una traduccion libre del aleman. Como en todas estas parodias, el humor proviene de una acumulacion de obscenidades; es diffcil enconuar equi­ valentes para las casas que realiza en l os varios aspecros de su anaromfa genital. La seccion completa dice: "Matzli sas allaine,/ Sei schawt ir weissen paine./ Do sach sei ir vii praunen mutzen: Solich zuchen, rupfen, smutzen/ Huob sich auf den rauchen fleken,/ Reissen, chien­ ken und ainzweken,/ Dar zuo fluochen, trewen, schelten,/ Das des jamers ghon man selten. Matzel zuo der fmzen sparch/ Got geb dir laid und ungemach/ Und dar zuo allen smenzen,/ Den ich an meinem herrzen/ So pinerleichen dulde/ Nur von deiner schulde!" ( 1 564- 1 5 75). La palabra mutzen parcce haberse transformado durame el siglo X I X en mietze, que significa "garo", el equivaleme al ingles pussy. Agradezco a Stephen Casey, quien fuera mi alumno en Ia Washingron University, Sr. Louis, par mandarme el material en que se basa esta pane.


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(Satisfecho con un depone que hall6 por sf mismo Y al que considera secrero para roda !a especie humana,) Hasta maravillosamenre enamorado, aunque a medias asustado Primero inrenra con la genril lechera Tiene exiro en esro y llevado por la fama De Whetstone's Park vuelve finalmente a !a ciudad.

Whetstone's Park fue un notorio refugio de prostitutas; nuestro "salvaje galan" se gradua, en resumen, de su solitario depone, con lecheras, con prostitutas y luego con esposas de ciudadanos.37 0 jamas lo logra. El abyecto protagonista de "A Ramble in St. James Park", de Rochester, "engafiado por su cita/ (AI ser plantado, parecfa estar de buen talante), podrfa sonrefr ante el rostro de su madre/ cuando crecieron largas mandragoras/ cuyas lujuriosas alturas forni­ caron con el propio cielo". (Las mujeres Ilevan una mejor parte en los poemas de Rochester; en todo caso, su masturbacion no las convierte en perdedoras o en payasas. Cloris, en su pocilga, puede sofiar con ser violada; pero sus enso­ fiaciones tienen final feliz: "se despierta asustada y despertando se masturba/ Asf Ia naturaleza amablemente se tranquiliza/ [ . . . ] su propio pulgar entre sus piernas/ Se siente inocente y satisfecha". La dedicataria de "On Cary Frazier" habfa recibido de sus padres doce consoladores, pero decide que "no quiere mas que aguijones vivos/ Y j ura por Dios que no se frotad. mas". Toda Ia broma de "Signor Dildo" es que las mujeres, a diferencia de los hombres, tienen a mano buenos sustitutos: "Siempre fue una vela, una zanahoria o el pulgar" . Roches­ ter sigue siendo claramente faiico, no hay sefiales del clitoris en todos sus fi-o­ tamientos femeninos.)38 r Joseph V. Guerinot, Pamphlet Attacks on Alexander Pope, 1 71 1- 1 744. A Descriptive Biblio­ graphy, Londres, Methuen, 1 969, pp. 254-256; "Prologue and Epilogue to the Wild Gallant", en The Poetical WOrks ofDryden, nueva edici6n corregida y aumentada, al cuidado de George

Noyes, Boston, Houghton Mifflin, 1 950, pp. 52 y 53. Dryden tambien equipara escribir obras ingenuas a Ia falta de experiencia sexual. Agradezco a James Winn esta referencia. 38 John Wilmot, conde de Rochester, The Complete Poems ofjohn Wilmot, Earl ofRochester, ed. al cuidado de David M. Vieth, New Haven, Yale University Press, 1 968; "A Ramble in St. James Park", p. 40 , II, 1 5-20; "Song", p. 28, I I , 36-40; "On Cary Frazier", p. 1 37; "Signor Dildo", p. 59, I, 74. Agradezco a Holger Schon, graduado en el Deparramenro de Ingles de Ia Un!versidad de Harvard, por recordarme Ia imponancia de Rochester y comparrir conmigo sus inrerpreraciones.


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Esa tradicion cLisica de hablar mas o menos ironicamente de sf combi­ nada con aires de importancia tiene tam bien una extensa trayecroria. Se puede pensar cuantos poemas quedan por descubrir como el soneto de un militar danes del siglo XVII en elogio a Ia masturbacion, aunque no m uy seriamente. En ri mas graciosamente repetidas q ue aportan al poema una ci rcularidad que im ita Ia actividad que describe, un soldado anuncia que "para perder el tiempo y distraerse de las preocupaciones/ voy a mi tesoro que esra listo para usar/ allf abajo entre mis piernas". Su mano sabe "como manejar Ia herra­ mienta", que entonces t �abaja "con ritmo de arriba abajo, tan rapido como pueda". Disfruta su placer y, finalmente, "se convierre, como antes, en con­ quistador de mi pasion/ Yean el deseo de mi corazon, vean como pierdo el tiempo". Es Ia broma de alguien que no toma en serio el sexo solitario: un modo facil, diverrido, de distraerse de los problemas. Poco mas. (Es tambien una de las primeras alusiones a Ia masturbacion como perdida de tiempo, lo que en el siglo XIX no serfa cuestion de b roma.)39 Hay un locus classicus en Ia literatura de Ia Antigiiedad que parece prestar mas atencion a Ia masturbacion; pero nuevamente el tema es el estatus y el honor, no el sexo solitario como una vfa especfficamente etica de satisfacer el deseo. En Ia segunda ocasion mirologica en que Marcial usa Ia palabra masturbor, da marcha arras respecto de un verdadero ataque, j usto cuando los lectores moder­ nos esperan que arremeta con todo. El tono del poeta no promete nada dema­ siado serio: "Ponticus, �piensas que no es nada que forniques con tu mano izquierda como una mucama y Ia conviertas en Ia novia de tus lujurias?". Es un gran crimen, continua el poeta, pues un homb re tan grande como tu debe­ ria engendrar heroes. Marcial esra tratando de seducir a su amigo para Ia pro­ creacion: "Horacio hizo el amor solo una vez y ruvo tres hijos. Marte una vez y Ia casta Ilia le dio gemelos". De haberse masrurbado, todos se hubieran per­ dido. Los lectores modernos podrfan esperar una condena general de lo que habfa estado haciendo Ponticus, aunque fuera por su caracter vergonzoso. Pero el verso termina con el poeta pidiendo a su amigo que imagine Ia brillante 3� Agradezco a Carol Clover y a Karin Saunders del Departamento de Escandinavia en Ber­ keley y a Thomas Bredsdorf de Ia Universidad de Copenhague por este poema y sus eruditos comentarios y traduccion de su danes fuerternente germanico. La alusi6n parece referirse a tocar el violoncelo.


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descendencia que -en cuanto hombre capaz, como Horacio y el dios Marte, de engendrar heroes- podda perder. 40 AI final, regresa a una cuesti6n de rango y de decoro. En Ia Antigiiedad clasica, y en Ia tradici6n a que dio nacimiento Ia masturbaci6n, era basicamen­ te una violaci6n de Ia ley sun tuaria libidinal. Un caballero no debe, y real­ mente no necesita, masturbarse, dadas las opciones de que dispone: esclavos, varones o mujeres, prostitutas, mujeres de las clases inferiores. Probablemente -el multicitado caso de Di6genes viene a Ia mente- era mejor masturbarse que evacuar semen de una manera mas apremiante o comprometedora. Es decir, desde una perspectiva puramente medica de eliminaci6n, el sexo soli­ tario podfa ser mas saludable que el sexo con otros, pues habfa menos pro­ babilidades de que un hombre quedara excitado si se libraba solo del exceso. Pero habfa muchas o tras maneras que se consideraban mas apropiadas para un hombre de rango y educaci6n. La Antigliedad tenfa su equivalente fi.sion6mico de una variedad del enfermo masturbatorio de los siglos XVIII y XIX. Era el cinaedus, el hombre no mascu­ lino que no caminaba, ni hablaba ni se mostraba como habda debido; era un poco afeminado, debil, de ojos torvos. Pero pese a su afeminamiento -por naci­ miento o educaci6n inadecuada-, nadie planteaba que el autoabuso lo hubiese convert!"do e n eso que era. 4 1 Donde sea que se b usque en las discusiones romanas o griegas respecto de que es correcto y adecuado sexual mente, Ia masturbaci6n solo aparece m fnimamente. Lo que importab a era Ia regulaci6n del eros dentro del matri­ monio y con los demas fuera de el, Ia moderaci6n del sexo y mas general­ mente de otros placeres, Ia elecci6n del compaii.ero adecuado a! propio esta­ tus. Mujeres, muchachos y muchachas pesaban poco en todo eso. Y el sexo con Ia propia mano era un desvfo inadecuado y no, como devendda mas tarde, asunto de vida o muerte.

40 Marcial, Epigrams, 9.4 1 . El verba que uaduzco como "fornicar" es futuo, futuere, Ia obs­ cenidad latina basica para el tema. 41 AI respecto, vease Maud W. Gleason , Making Men, Princeton, Princeton University Press, 1 995.


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Ondn y la masturbaci6n en la tradici6n judia La situacion es aquf diferenre de Ia que vimos en Ia anterior seccion. Alii que­ daba clara que griegos y romanos tenfan un concepto de Ia masturbacion simi­ lar a! nuestro pero consideraban que el acto no era especialmente problema­ rico o inreresante, ni medica ni moralmente. Sin embargo, en hebreo no hay ninguna palabra para Ia masturbacion, ni eufemismos o circunloquios que sean mas cercanos que espedficos, como ocurre, por ejemplo, en latin. Se puede plantear, como hacen muchos, que Ia homosexualidad existia antes de que se acufiara el termino homosexualidad en el siglo XIX. Nunca sabemos con cer­ teza que significa Ia ausencia de una palabra en una cultura. Tal vez Ia cultura carece del concepto, o tal vez Ia practica era tan comun que no hada falta una palabra espedfica. Pero aquf el problema va mas alia del lexica. Aunque Ia masturbacion existe en el pensamiento judio sabre Ia sexualidad, todos los textos origin ales relevances son, desde una perspectiva moderna, nota­ blemente limitados en importancia y extension. Los esrudios modernos sabre el tema son escasfsimos, e incluso el mas cuidadoso, briliante y bien informado de los academicos dispuestos a entender el sexo en Ia cultura talmudica nada tiene que decir al respecto. Si, como acusaba Agustin, los j udfos son indiscuti­ blemente carnales, Ia masturbacion no parece haber figurado entre elias como un problema de carnalidad.42 Cualquiera de las referencias de que disponemos se abocan exclusivamente a los hombres adulros, es decir, hombres casados por contrato, una poblacion poco apropiada para focalizar en una practica que aso­ ciamos con nifios y adolescentes. No hay nada concerniente a las mujeres, y cuando creemos encontrarlo nos decepcionarnos rapidamente. Los rabinos sefia­ laban que Tamar, Ia esposa de On an, "ejerda friccion con su de do" , lo que explicaba, segun elias, como concibio por primera vez, en su epoca con Juda, el padre de Onan. Pero no pensaban en Ia masturbacion: querfan dar cuenta de que no era virgen, pues se consideraba que una virgen era incapaz de concebir. Pero otro rabino sefiala: "(no fueron Onan y Er", es decir, no ha tenido rela"' 2 !'or ejemplo, el norablemente erudiro Carnal Israel: Reading Sex in Talmudic Culture, Ber­ keley, University of California Press, 1 993, de Daniel Boyarin, que esd. dedicado a compren­ der que pens.aban los rabinos acerca de Ia sexualidad, no discure para nada Genesis 38.8- 1 0 ni Ia masrurbaci6n en ningun orro conrexro.


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ciones al menos dos veces? No, en realidad no; es una interpretacion, pues "se permitfan relaciones antinaturales", o sea, sexo anal.43 Estamos lejos del rastro de Ia masturbacion respecto de las mujeres. No hay comentarios sobre mucha­ chos y muchachas que puedan considerarse advertencias contra el autoabuso. Pero Ia principal razon por Ia cual es tan diffcil encontrar Ia masturbacion tal como Ia entendemos es que Ia larga tradicion judfa de interpretacion bfblica y legal no es lexica ni sociologica. Mas aun, deriva de un cisma conceptual que separa nuestro mundo de los mundos del Viejo Testamento, a traves de rabi­ nos del siglo VI que produjeron el Talmud y los midrashim, y de los autores de Ia tradicion de Ia Cabala durante los siglos XI y XII. La masturbacion esti total­ mente alejada de los intereses de los redactores del Genesis. Se halla entre dos cuestiones de enorme i nteres para los rabinos: por un !ado, un gran conjunto de temas sobre el semen y sus usos apropiados; por el otro, un grupo mis estre­ cho , atinente a Ia excitacion tal como se rnanifiesta en el pene y como algo que puede llevar al abuso del semen. La voluntaria autoexcitacion por parte de hom­ bres y mujeres, muchachos y muchachas, para alcanzar el orgasmo, es decir, Ia masturbacion, el placer sexual por uno mismo "apelando a Ia corrupta imagi­ nacion [ . . ] obligando a imitar y reemplazar [ . ] esa sensacion que Dios ha ordenado esperar [ . . ] para Ia continuidad de n uestra especie" -como Ia defi­ nfa Onania-, no tenfa Iugar en este esquema; compartfa algo de cada catego­ rfa, pero no enc;;.j aba en ninguna de elias. La Cabala podfa poner el semen en un universo tan diferente al nuestro -en d cual, fuera de I ugar, podrfa abrir Ia puerta a demonios y perdcr las almas- que dcsde aUf no se lo puede trasladar simplemente a Ia preocupacion moderna por Ia masturbacion. Comenzare por Genesis 38.8- 1 0, donde se dice que Onan "derram6 su semi­ lla en Ia tierra" y que eso disgust6 tanto al Senor que lo golpeo hasta darle muerte. Hago esto no porque sepamos que Onan se masturbaba, circunstancia que con­ vertirfa a su acto en platafo rma de lanzamiento del sexo solitario, sino, casi .

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!'·1

Sabre !a ausencia de cualquier comenrario acerca de !a masrurbacion femenina, vease el viejo pero aun uril libro de Julius Preuss, Biblical and Talmudic Medicine, rrad. y ed. de Fred Rosner, Nueva York, Sanhedrin Press, 1 978, pp. 489 y 490. Ninguna lirerarura que afirma rra­ rar !a masrurbacion en !a rradicion judia se ocupa del rema. En un relata, "a rodas las mujeres de !a cas a del Rabino que ejercen !a friccion se las llama Tamar". Vease el Talmud babilonico (de aqui en mas, TB) , Yabamot 34b, donde se esrablece que ninguna mujer concibe en su pri­ mer conracro. Conocer carnalmente significa conocer carnal y naruralmente.


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por el contrario, porque no sabemos que hizo. 0, mejor aun, porque en el Anti­ guo Testamento no hay evidencias de que se masturbara y porque las genera­ ciones posteriores de rabinos han ofrecido varios relatos de como se las arreglo para ofender tanto a Dios y como eso le costo Ia vida. Estos versos no solo estaban abiertos a varias interpretaciones sino que estaban vinculados con comen­ tarios sobre un conjunto de cuestiones relacionadas que tenian que ver con el semen y Ia excitacion. AI rastrear a Onan se vera hasta que punto era casi imposible para Ia tradicion j udia concebir Ia idea de "masturbacion". Pero primero un contexto mas am plio para el destino del pobre sujeto. En el capitulo previo, Genesis 37, el hijo menor de Jacob, Jose, esti cuidando el rebafio junto a sus hermanos. Ellos estin celosos del favor que obtiene del padre, cons­ piran para matarlo; dos de ellos, Ruben y Judi, tienen dudas y negocian otra cosa con los demas: lanzar vivo a Jose a un pozo. Van por el. Jose pronto es rescatado y vendido como esclavo en Egipto, donde lo esperan grandes cosas; su historia es retomada en Genesis 39. Pero mientras tanto, los hermanos empapan su abrigo en sangre de cabra y se lo muestran a su padre como evidencia de que un ani­ mal feroz ha matado a su querido hijo menor. Jacob esti de duelo y su hijo se encuentra en Egipto cuando comienza el siguiente capitulo, Genesis 38. Es un imerludio que relata Ia extrafia historia de una procreacion primero fallida y l uego exitosa, de un posible desastre en el li naj e real de David y, finalmente, en el del Mesias. Los protagonistas no son Onan o su hermano, sino su padre, Judi, y Ia que debia ser su esposa, Tamar. En ese momento, Judi esti casado con una mujer cananita, una extranjera, Ia hija de Shua. Ella le ha dado tres hijos: Er, Onan y Shela. Cuando el mayor, Er, tiene edad para casarse, Judi le b usca una esposa: Tamar (en otras versiones de Ia historia es tambien una extranjera) . Esto nos lleva hasta 38.6. Lo proximo que llega a nuestro conocimiento es que Dios ha matado a Er, el primogenito de Judi, por algun pecado no especificado. Todo lo que sabemos es que "era malo a los ojos de Yave". Emonces Judi ordena a su segundo hijo, Onan, "que entre en Ia mujer de su hermano [Tamar] y Ia tome, y suscite prole en nombre de su hermano". Bajo las amiguas !eyes del reinado, las asi llamadas reglas del levi­ rato, uno no solo debia casarse con Ia esposa de su hermano muerto, sino que debia procrear nifios en nombre de su hermano. En otras palabras, el padre de Onan le pide a este que, desinteresadamente, ayude a continuar el linaje de otro, el de Er, y, por supuesto, el de Judi.


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Esto es crftico. La adecuada sucesion de las generaciones y de Ia paternidad se extended. largamente en Ia exegesis j udfa y cristiana de Genesis 3 8 . 8- 1 0, pues del hij o de Tamar hab rfa even tual mente nacido Ia "rafz de Isaf'' , es decir, el padre del rey David y luego un poderoso elemento de Ia profeda mesiinica. " Las generaciones de Jesucristo, h ij o de David, hijo de Abra­ ham", asf comienza el primero de los Evangelios sinopticos (Mateo 1 . 1 - 1 7) . "Ab raham engendro a Isaac, Isaac a Jacob, Jacob a judd, q uien, de Tamar, engendro a Fares y Zara" , continua. Luego, en Ia novena generacion despues de Judi, Isaf engendr6 a David, y hay tres veces catorce generaciones desde Abraham hasta Ilegar a! nacimiento de Jesucristo. Er y Orrin estin notoria­ mente ausentes de Ia genealogfa. En resumen, Onin se rehuso a desempefiar su papel en esta sucesion. El ver­ sfculo 3 8 . 9 del Genesis nos cuenta que el sabfa que "Ia prole no serfa suya; y sucedio que Cllando entraba a Ia mujer de su herma�o derramaba en tierra Ia simiente para no dar prole a su hermano". En el versfculo 38. 1 0 nos entera­ mos de lo que ocurrio a causa de su accion o de su inaccion. "Y lo que hizo disgust6 a Dios, quien lo mato." La Vulgata, traduccion del academico y Padre de Ia Iglesia San Jero nimo en el siglo IV, sigue con fastidio Ia version hebrea y deja bien en claro por que rechazo Orrin el pedido de su padre: "No habrfan de engendrarse hijos en nombre de su hermano [ne liberi fratis nomine nasce­ rentur]". Ese fue el texto estJ.ndar para Ia intepretacion cristiana por mas de un milenio, y no deja ambigiiedad acerca de los motivos de Orrin. Sin embargo, no especifi.ca exactamente que hizo. Es wdo lo que sabemos de los dos hermanos y de su pccado o pecados; se discutio mucho si murieron por las mismas o diferentes razones. En Ia histo­ ria, el propio Judi no esti seguro del motivo. Sheli, el tercer hijo, es demasiado joven para casarse, y entonces Judi pide a su nuera que regrese a casa de su padre y viva allf como viuda. Tal vez piensa que sacindola de su camino evi­ tad. que Ia peligrosa mujer se case con su ultimo hijo; tal vez espera que para el mo mento en que Sheli renga a Ia edad sufi.ciente, dormir con Tamar no sea tan riesgoso. El versfculo 1 1 s6lo menciona su pedido, que se vaya hasta que su hijo crezca, y su temor: que tambien su hijo muera. En cualquier caso, los acontecimientos terminan y empieza Ia real historia del capitulo. La esposa de Judi muere y, Cllando este se recupcra del dolor, va con algu­ nos compafieros y sus ovejas a las rierras en que vive Tamar. Ella escucha que


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el viudo esta llegando a su vecindario, se disfraza de hetaira (Ia glosa habitual es "prostituta sagrada'') y lo seduce facilmente. El le promete un cab rito por sus servicios y ella, tan inteligente como es, pide y recibe un deposito de segu­ ridad, a saber: su cuerda, su sello y su baston. El se los deja; ella se quita el velo de meretriz y vuelve a su tocado de viuda. Fie! a su palabra, Judi envia el cabrito para recuperar su deposito. Pero su sirviente no puede encontrar a Ia mujer a quien esta destinado; todo el m undo niega que haya meretrices en el vecindario y, para que el no sea objeto de bra­ mas, el sirviente se rinde y se queda con el cabrito de Judi. Quien fuera que tuviera el sello, el baston y Ia cuerda de Judi podia quedarse con ellos. Tres meses despues aparece Ia nuera de Judi, embarazada. Judi exige que Ia lleven ante el, como a un miembro errante de su familia, pues podrfa ser quemada por meretriz, pese a que el la habia enviado con su propio padre, quien pre­ sumiblemente tenia Ia autoridad y el derecho de castigarla. Cuando aparece Tamar, revela que esta embarazada del hombre cuya cuerda, baston y sello lle­ vaba consigo. Judi se da cuen ta de que ella ha sido mas recta que el; despues de todo, el habia fallado al no entrcgarla a Shela, su hijo menor. Y resuelve no volver a yacer con ella. Ella tiene mellizos -Fares, quien habrfa de continuar Ia linea sagrada, y Zara, quien nace con un cordon escarlata en Ia mano-, y es lo ultimo que sabemos de Tamar. No sabemos si llego o no a casarse con Shela. Los lectores se enteraran del linaje real de Fares mas adelante -en Rut 4. 1 8-22 y en 1 Cronicas 2.3- 1 5-, pero Genesis 38 termina con el nacimiento de los mellizos; Ia historia de Jose se retoma en el capitulo siguiente. 44 Es un relato ostensiblemente extraii.o y requiere interpretacion; mucho queda fuera de nuestro resumen. Pero incluso en un plan mas limitado, tendremos dificultades para traducir el lenguaje de las versiones alternativas de Ia historia de Orran, de los comentarios talmudicos sobre esta historia y topicos relacio44 Por como encaja Ia hisroria de Onan en !a esrrucrura del Genesis, vease Gerhard von Rad, Genesis: A Commentary, uad. in g. de John H. Marks, Filadelfia, Wesrminsrer Press, 1 96 1 , pp. 343-357. La hebra escarlara de Zara sucle aparecer como u n elemento en los adornos de los sacerdores o como un velo para el rabcrnaculo. Para mayor deralle, vease Francis Brown, en colaboracion con S. R. D river y Charles A. Briggs, Hebrew and English Lexicon ofthe Old Tes­

tament: The Brown-Driver-Briggs Hebrew and English Lexicon, with an Appendix Containing the Biblical Aramaic: Coded with the Numbering System ftom Strongs Exhaustive Concordance ofthe Bible, Peabody, Hendrickson Publishers, 1 996.


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nados, y de comentarios posteriores, con palabras que reflejen lo que enten­ demos por "masturbacion''. El mundo en el que Onan cometio su falta: no engendrar un hijo en el cuerpo de Ia esposa de su hermano muerto, carece de una vision de Ia vida de ultra­ rumba. Era una sociedad agraria en Ia que plantar una semilla puede tomarse casi de manera literal, como una forma de asegurar Ia continuidad no solo de algo vivo, sino de una comunidad y, en ese caso, de un linaje. Onan negaba a su hermano Ia unica inmortalidad a Ia que podrfa acceder. Ese acto casi homi­ cida es inmensamente concreto y reprochable mas alia de Ia posterior inter­ pretacion mesianica de su falta (derramar su simiente en el jardfn familiar del Mesfas) , Como fue que no cumplio su deber es algo irrelevante y silenciado. Un poco mas abstracto que el relato absolutamente espedfico que encontra­ mos en el Genesis es que Onan, a! no en:gendrar un hijo que serfa de su hermano, violaba la asf llamada ley del levirato. Aun sin ser un masturbador, era claramente un adolescente irresponsable que se negaba a cumplir con su parte en el man­ tenimiento de Ia continuidad de las generaciones. Pero lo pecaminoso de ese tipo de falta no era, en conrextos bfblicos posteriores, tan enorme, y nunca se men­ cionan los medios de que se valio Onan para eludir su deber. En Oeuterono­ mio 2 5 .5- 1 2, Ia obligacion de desposar a Ia viuda del hermano muerto es el tema de un ritual en que ella, ante los mayores, escupe en el rostro del hermano sobreviviente que se niega a to marla, se quita Ia sandalia y dice: "Asf debe hacerse con el hombre que no sostiene la casa de su hermano". Nada mas parece ocurrir al consangufneo egofsta; nada se dice sobre el semen desperdiciado. En el Libro de Rut, ese intercambio es considerado una curiosa cosrumbre de tiempos pasa­ dos. El "proximo pariente" que se niega a casarse con la viuda Rut escapa con su cuerpo, honor y excusas completamente inractos. Luego de haber sido rechazada una vez, Rut seduce a Booz, un pariente mas lejano, y Ia lfnea mesianica retoma su camino. (Booz es Ia sexta generacion despues de Fares, el hijo de Juda con Tamar y tatarabuelo de David .) Nuevamente, la sucesion de generaciones y Ia adecuada transmision del semen importan mucho; como espedficamente esa transmision quedo ocasionalmente abortada no es parte de Ia historia.45 45 Calum M. Carmichael, The Laws ofDeutoronomy, Ithaca, Cornell University Press, 1 974, pp. 2 3 2-238. A caballo de esta explicaci6n vicne Ia ley de que debe cortarse Ia mano a una mujer que imerfiere en Ia pelea de su marido con otro hombre apretando los tesdculos de ese


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El levirato, el comexto especifico d e I a falta d e Onan, es, sin embargo, ape­ n as un caso especial de una prescripci6n mas general de Genesis 1 . 28: "Y Dios les dijo, procread y multiplicaos". Mfnimameme, esto implica casamiemo y tener hijos. En el orden c6smico, sefi.ala una esfera en Ia que el plan de Dios para Su creaci6n se encuentra con Ia carne humana. Ese sera un terreno inmen­ sameme rico para Ia interpretacion; pero Ia masturbaci6n no tiene cabida en ella a no ser por inferencia.46 Los maestros talmudicos no establecen ninguna conexi6n explfcita entre Ia prescripci6n de procrear y multiplicarse y la pres­ cripci6n contra el derroche innecesario de simiente. El punto central parece pasar por Ia busqueda de lo "innecesario", y en esa discusi6n nuestro vicio cae en un espacio vacio entre dos temas acuciantes. En algun texto posterior pero todavfa pre-rabfnico, Ia falta de Onan es ref1e­ jada en Ia relaci6n de Dios con Su creaci6n y con Su pueblo elegido, en cuyos cuerpos el comrato se inscribe mediante Ia circuncisi6n . Por supuesto, eso esra relacionado con Ia problematica del levirato y Ia prescripci6n de Genesis 1 . 28, pero supera ampliamente el onanismo. Importa profundameme comi­ nuar un linaje; y Ia refo rm ulaci6n en otras fuentes de Ia historia de Genesis 38 a veces ref1eja las dificultades de- Juda y su familia a ese respecto. La mas­ turbaci6n es tambien irrelevante segun esa lfnea imerpretativa. En una de las versiones, los hijos de Juda y su esposa mueren como castigo por vender a Jose como esclavoY El Testamento de Juda pone toda Ia culpa en Ia falta patriar­ cal y en Ia dominaci6n de las mujeres. Er era un nifi.o malcriado que desdefi.aba a Tamar porque no era cananita como su madre. Del mismo modo, Onan Ia repudi6 por pedido de su madre. Esa explicaci6n de los motivos de los her­ manos en el Testamento de Juda es algo improbable, pues el mismo texto dice que Er, si no Onan, eligi6 el mismo a su esposa. Al menos, Er muri6 porque rechaz6 por completo el co ito; Onan luego es castigado porque, como. en Ia

ultimo. No se trata del vicio solitario. Sobre las vicisitudes matrimoniales de Ruth, vease Jack M. Sasson, Ruth: A New Translation with a Philological Commentary and a Formalist-Folklorist Interpretation, Baltimore, John Hopkins University Press, 1 979, pp. 1 44, 1 45 , 229 Y 230. '6 Sobre estos remas, vease Jeremy Cohen, Be Fertile and Increase, Fill the Earth and Master It: The Ancient and Medieval Career ofa Biblical Text, Ithaca, Cornell University Press, 1 989. ' 7 Para esta version y sus fuentes, vease Louis Ginzberg, The Legends of the Jews, trad. de Henrietta Szold, Filadelfia, Jewish Publications Society ofAmerica, c. 1 909-1 932, vol. 5, P· 334.


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Biblia, derram6 su semen en tierra. Alternativamente -asf se narra Ia historia en los Jubileos-, Er querfa casarse con una cananita como su madre; pero su padre le escogi6 una prometida de otra naci6n. En ello Ia historia es consistente. Er se rebela contra Ia elecci6n err6nea de su padre. Y Onan hizo lo que hizo para evitar tener un hijo que tomarfa el nombre de su hermano. Las vicisitu­ des de Ia "familia disfuncional de Juda'' y las interpretaciones de las reglas de Ia monarqufa que siguen o no siguen son fundamentales para Ia comprensi6n del significado del semen pero nada tienen que ver con Ia masturbaci6n.48 Los relatos bfblicos de poluci6n en los que podrfamos esperar encontrar un antiguo y reconocible predecesor de nuestra moderna "autopoluci6n" no sir­ ven para establecer una genealogfa. Por regia general, el semen era una fuente seria de "poluci6n", un "Padre de Ia impureza"; pero el grado de impureza que implicaba variaba de acuerdo con las circunstancias. Por un !ado, las descar­ gas anormales de semen -por ejemplo, a causa de una infecci6n en Ia uretra­ eran tan sucias como Ia sangre menstrual; de allf las preguntas talmudicas sobre el examen del propio pene por sus sefiales delatoras, de las que hablaremos en un instante. Como una mujer que menstrua, una zab, un hombre con des­ cargas genitales esra sucio por siete dfas, y cualquier cosa que toque, asf como cualquier cosa que toquen sus fluidos corporales, esra sucia y puede a su vez 48 Esrher Marie Menn, Judah and Tamar (Genesis 38) in Ancient Jewish Exegesis: Studies in Literary Forms and Hermeneutics, Nueva York y Leiden, Brill, 1 977, pp. 1 -3, 1 9-23 y 143-1 5 1 .

Menn brinda un maravilloso analisis sobre como fue disrinramenre inrerprerada I a crisis de esra familia disfuncional; y no alcanzo a hacerle merecida j usricia. El punro es simplemenre que ninguna de las elaboraciones de Ia hisroria rrara de Ia masrurbaci6n en ningun senrido. Jubi­ leos 4 1 . 1 -6 puede enconrrarse en James Charlesworth (ed.) , Old Testament Pseudoepigrapha, vol. I , Garden Ciry, Doubleday, 1 983, p. 1 30. Una inrerpreraci6n mucho mas rardia de Ia Biblia hecha por un rabino frances del siglo XI sosriene que Onan y Er comerieron el mismo pecado -"Tal como Ia muerre de Er [asi fue] la muerre de Onan"- y que Er desrruy6 su semilla "de manera que [Tamar] no pudiera concebir y arruinar su belleza''. Vease Abraham ben Isaiah y Benjamin Sharfman, The Pentateuch and Rashi's Commentary: A Linear Translation into English, Brooklyn, SSR Publishing, 1 949, p. 383. Rabi Samuel Ben Meir ( 1 249- 1 3 1 6) sefiala que Er y Onan murieron por el mismo crimen -coirus inrerruprus-, pero comerido por diferenres morivos. Vease su comenrario y las noras ediroriales en Martin I. Lockshin, Rabbi Samuel Ben Meir's Commentary on Genesis: An Annotated Translation, Jewish Studies, vol. 5, Lewisron, Edwin Mellen Press, 1 989, pp. 262 y 263. Midrash Rabbah, rrad. ing. de H. Freed ( 1 939), vol. 2, Londres, Soncino Press, 1 987, p. 797.


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acarrear suciedad. Levftico 1 5. 1 - 1 5 d a los s6rdidos detalles. Por otro !ado, las descargas nocturnas de Ia manera habitual tambien vuelven sucio a un hom­ bre, pero solo por un dfa y no tan intensamente. Como prescribe Deuterono­ mio 23. 1 0, cualquier hombre " impuro por accidente nocturno" debe dejar el campamento durante Ia noche y bafiarse ritualmente antes de regresar des­ p ues del siguiente anochecer. (Esto luego se interpret6 como referencia al templo y no al campamento de batalla.) Por ultimo, el semen eyaculado durante el coito ensucia: el emisor de semen permanecfa sucio un dia y transmitfa su suciedad a Ia comida, pero no a los utensilios o a las personas. Y Ia mujer que lo acompafiaba tambien quedaba sucia: lo que importaba era el semen en sf y no el acto, Ia relaci6n vaginal sin emisi6n no contaminaba. El motivo por el que las mujeres quedaban contaminadas cuando, en principia, solo el contacto exterior perturbaba Ia pureza era un gran misterio, pen saban los rabinos, p uesto alii por Dios para hacerles ver que no lo habfan entendido todo. En todo eso Ia masturbaci6n no tiene ninguna injerencia, ni en el mapa de Ia moralidad sobre lo contaminado y lo limpio. Por cierto, ese sistema acarrea un sentido de que era o no decente. Pero el semen eyaculado en actos perfectamente ina­ centes e incluso recomendables -el sexo reproductor- contaminaba.49 Mas aun, eyacular semen no es incorrecto en cualquier circunstancia: eso serfa demasiado simple. Por lo general, los rabinos no consideran problema­ rico el placer sexual dentro del matrimonio y debaten largamente el p unto como una cuesti6n de decencia y decoro. Rabf Eliezer, el mismo que en algun I ugar se habfa preocupado por el peligro de un hombre que sostiene su pene mientras orina, explica que, bajo ciertas circunstancias, a los hombres se les permite "trabajar adentro y lanzar afuera", es decir, practicar el coitus inte­ rruptus. Pero (que hay de Onan y Er, quienes murieron precisamente por esto?,

4 9 En Ia tradici6n judia, Ia poluci6n es un

enorme r6pico, pero Hyam Maccoby en su Ritual UK, Cambridge Uni­ versity Press, 1 999, pp. 3 1 -66, brinda un resumen econ6mico de rextos y comentarios moder­ nos. Sin compromererme con sus opiniones sobre como Ia poluci6n se convirri6 en una cues­ ri6n moral, he hallado sorprendente e informativo a Jacob Milgrom, Leviticus 1 - 1 6: A New Translation with Introduction and Commentary, Nueva York, Doubleday, 1 99 1 , especialmente ei capitulo 1 5. Sobre el pasaje del Deureronomio he confiado en Calum M. Carmichael, The

and Morality: The Ritual Purity System and Its Place in judaism, Cambridge,

Laws ofDeuteronomy, op. cit.


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replican otros rabinos. Su respuesta: esd. permitido , por ejemplo, cuando una mujer esti amamantando y un nuevo hijo afectaria a quien todavfa nece­ sita del pecho materna. Er y Onan hicieron mas que lanzar afuera. Espedfi­ camente, eyacularon su simiente de una manera "antinatural" (she-lo ke-darka}, opuesta a I a "natural" (ke-darka), es decir, abandonando Ia relaci6n sexual vagi­ nal. Algunos rabinos, cuyas opiniones compila ese tratado talmudico, inter­ pretan Ia mortal ofensa de Er -y acaso tamb ien Ia de Onan, si se cree que hicie­ ron lo mismo- como una "corrupci6n de su tierra" , con lo cual dan a entender que tuvo sexo anal con ella. Otros quedaron molestos con esa sugerencia, pese a que se halla en el comentario midrisico mas antiguo, el Genesis Rabbi, que dice que Er "pas6 el arado por los techos", un circunloquio que los edi­ tores glosan como "sexo antinatural". Otros -por ejemplo, rabf Yohanan­ piensan que en el matrimonio cualquier forma de sexo es adecuada, i nclu­ yendo, al parecer, el sexo anal; pero que "cualquiera que emita semen sin prop6sito merece Ia pena de muerte". Parece ser que, generalmente, los rabi­ nos consideran que 1a historia de Onan es un relata que impulsa Ia procrea­ ci6n, con algunas excepciones, siempre que Ia relaci6n sea "natural", aunque algunos permitan incluso aetas antinaturales cuando Ia intenci6n sea satisfa­ cer el legftimo deseo sexuat.5° La masturbaci6n no encaja aquf. Pero Onan aparece en otro contexto que sugiere que quiza los rabinos podrfan haber tenido, despues de todo, nuestro vicio en mente. En el tratado Niddd 1 3a-b del Talmud babil6nico, los rabinos comentan Ia opinion de que "toda mano que 'busca' [los genitales] a menudo es meritoria si se trata de una mujer, pero debe ser cortada en el caso del hombre". El con­ texto es Ia prescripci6n previa de que una mujer que no tenga periodos regu­ lares debe revisarse a menudo, hasta que se de cuenta de que ha comenzado a

so

TB, Yabamot 34b; las opiniones de rabf Eliezer respecto a tomarse el pene estan en TB, Nidda, 13a. Ibn Ezra, poeta, gramatico y rabino espafiol ( 1 089- I 1 64), dice que esd sorpren­ dido de que el sabio iraquf rabf Ben Tamin Ha-Mizraj pueda leer esto como schichet artzd ("que corrompe el suelo"), o sea, el lugar con el cual se sentaba en el suelo, su ana. Lecturas alter­ narivas incluyen "trat6 corruptamente el suelo". Vease Ibn Ezra, Commentary on the Penta­ teuch, trad. y notas de H. Norman Strickman y Arthur M. Silver, Nueva York, Menorah Publish­ ing, 1 988, cap. 38, p. 357; Midrash Rabbah, val. 2, pp. 791 y 792; y Jeremy Cohen, Be Fertile and Increase, op. cit., pp. 1 37 y 1 38 .


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menstruar y, por lo tanto, esd. contaminada. Es un pasaje diffcil de encajar en nuestra historia de Ia masturbacion masculina, pues vincula dos temas bastante distantes. Mucho de esto se refi.ere a derramar Ia simiente, lo que, como ya hemos analizado, puede ser contaminante y no-procreador. Espedfi.camente, es Ia simiente derramada al revisar los genitales, o tocar el pene, lo que es con­ denable por todas las razones que ya hemos visto. Pero aparentemente ligadas a esas preocupaciones estan las cuestiones de Ia excitacion per se y Ia emision de semen sin objeto alguno a traves de Ia autoexcitacion, que se consideran par­ ticularmente horribles. Un motivo para Ia confusion es historico: Ia yuxtapo­ sicion de ambos temas es resultado de unir dos tradiciones diferentes en el Talmud babilonico con un poco de i ngenierfa editorial. Los primeros rabi­ nos obraban dentro de un mundo grecorromano que consideraba que Ia auto­ excitacion era una violacion del autocontrol sexual y Ia posesion de uno mismo, aunque no fuera una particularmente interesante. No era algo bueno, pero encajaba, como tema relativamente menor, dentro de un amplio conjunto de preocupaciones. Fuentes posteriores, surgidas de diferentes tradiciones, se preocuparon mas por el desperdicio de semen. Fue el editor (o los editores) quien, combinando dos temas distintos, hizo aparecer esta seccion del Tal­ mud como una muy poderosa condena de Ia eyaculacion no procreadora y, en consecuencia, de Ia masturbacion, espedfi.ca y exclusivamente Ia mascu­ lina, esto es: tocar el propio pene hasta Ia ereccio n y Ia eyaculacion. 5 1 Pero Ia difi.cultad tambien puede ser resultado del intento de leer aquello que consi­ deramos autoerotismo en un texto complejo que nacio de preocupaciones muy distintas de las nuestras. La discusion de los rabinos comienza planteando si a un hombre que tiene un flujo genital, y por lo tanto esra tan sucio como una mujer menstruante, se le permite examinar su pene y, de ser as!, como: con una astilla, un tiesto, uri trapo, un trapo grueso. Hay mucho que preguntarse aqul, pero para n ues­ tros propositos, el pronunciamiento importante es el de rabl Eliezer: "Se supone que cualquiera que sostenga su pene cuando orina trae el diluvio al mundo". La referencia al diluvio es portentosa para nuestros propositos. El verbo usado

51 Torno esta interpretacion del muy cuidadoso trabajo sobre las fuentes de Michael L Sad ow, "Wasted seed: The history of a rabbinic idea", en Hebrew Union College Annual, 1 994.


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para "Onan eyacula" es shahat, de fuerte significaci6n. Es el mismo verbo usado en Genesis 6, al comienzo de la historia del diluvio -''toda carne ha corrom­ pido su camino por el mundo"-. Vuelve a aparecer en Exodo 32.7 cuando Dios le dice a Moises que su pueblo se habia "corrompido" o habia "actuado per­ versamente" al hacer el becerro de oro. Esto coloca lo que hizo Onan, al menos desde el punto de vista lingi.iistico, en las ligas mayores del mal y brinda una explicaci6n racional acerca de por que rabi Yohanan habria sostenido que la emisi6n inutil de semen, como la de Onan, merece la pena de muerte.52 Muchos de los sugya -capitulos del Talmud que discuten sendos t6picos espedficos- esran dedicados a analizar el planteo de rabi Eliezer. Se plantean varias preguntas: si, por ejemplo, examinar el propio pene con un trapo suave despues de la eyaculaci6n puede producir eyaculaciones posteriores; si uno no sostiene su pene al orinar y derrama orina en su manto, �no podria pensar la gente que uno esta sucio o que tiene un o rificio en el escroto que le impediria tener hijos? Los rabinos comentan tambien lo importante de las circunstancias espedficas del orinar: la erecci6n y, po r ende, la emisi6n in uti!, son menos pro­ babies si se orina desde el parapeto de una sinagoga, pues tanto el peligro de las alturas como el caracter del lugar las mitigan; la erecci6n es menos proba­ ble en presencia de un maestro; un hom b re casado tiene menos riesgo de erecci6n pues, segun se presume, su deseo puede satisfacerse legalmente. Esa ultima es la opinion de rabi Naj man. Pero entre aquellos que brindan opiniones acerca de la emisi6n innecesa­ ria, algunos sugieren que en esa erecci6n, autoerecci6n causada por sostener el pene, consiste, de por sf, el problema, independientemente de si se pierde o no el semen. En medio del debate respecto del orinar, rabi Ammi vincula el desperdicio de semen co n alguien que adora idolos, refiriendose a Deutero­ nomio 1 2.2, donde se o rdena a los israelitas que destruyan todos los lugares en los que la gente a la que ellos habfan suplantado hubiera adorado a sus dio­ ses. Esto puede no resultar promisorio para nuestra historia, a no ser porque muy pronto se plan tea la pregunta: �Por que esra escrito que "ague! que se trata sz Todas las referencias penenecen a TB, Niddah 1 3.a. He consultado las traducciones en The Babylonian Talmud, rrad. y ed. de I. Epstein, Londres, Soncino Press, 1 935-1 952, y ram­

bien las ofrecidas por Michael Sarlow, "Wasted Seed", ap. 22, pp. 1 72- 1 7S. Agradezco rambien a Daniel Boyarin, Jack Levinson y Naomi Janowitz por Ia ayuda con el original hebreo.


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mal debe ser exiliado" en Iugar de "esd. prohibido [hacerse mal] "? Es lo mas cerca que estamos, segun creo, de la masturbacion, tal como la entendemos . La frase dice li teralmente: "Cualquiera [evidentemente 'e!'] que !leva su hueso [pene] a las manos de Ia fantasia impura [o imaginacion calenturienta] debe ser excomulgado". La prohibicion se plantea de Ia manera mas fuerte pues asf "incita su malvada inclinacion por sf mismo". Una persona como esa carece de sentido moral interior, responde a los dictados del momento. Como dice rabf Ammi, dile que haga algo hoy: saldra y lo hari, y dile mafiana que haga lo contrario, y cumplira de identica manera, y pasado mafiana dile que adore a un fdolo y tambien lo hari. De hecho, Ia autoexcitacion es una forma de idolatda. En otros terminos, "quien ofrece su pene a las manos del pensa­ miento", quien "incita por sf mismo sus malvadas inclinaciones" esta entre­ gada a la tarea de hacer el mal, y espedficamente un mal affn a la idolatrfa, a tomar como dios una imagen grabada y a esa divinidad como sustituto del autentico Dios. Esto nos acerca bastante a identificar a Onan como un ona­ nista. "Algunos dicen", en palabras de rabf Yosi, "que cualquiera que se esti­ mule lujuriosamente a sf misma no llegara a! drculo del ser sagrado": el tema en cuestion es Genesis 38. 1 0: "Lo que hizo era malo a los ojos de Yave". Si combinamos esos comentarios con otras opiniones acerca de la imaginacion, comienza a parecer plausible que los rabinos estuvieran realmente preocupa­ dos por Ia masturbacion tal como Ia conocemos. En general, y no solo en relacion con el sexo, Ia imaginacion resulta profundamente problematica: "La imaginacion es mas dafiina para Ia salud que el mismo pecado". La idolatrfa es por naturaleza fantasiosa: considera a o tros, falsos, dioses, como si fueran reales, como si los fdolos fueran el verdadero Dios. Por eso Ia autoereccion -desde tocarse el pene cuando uno orina basta hacerlo deliberadamente- es una instancia del mal uso de Ia imaginacion que en casi cualquier otro con­ texto es tambien profundamente sospechosa.53 Pero justo cuando creemos reconocer al vicio cuya historia estamos trazando, debemos detenernos. Inmediatamente despues de Ia cita de Genesis 38. 1 0 de rabf Yosi, se in forma que rabf Eliezer habrfa preguntado: "�Por que esta escrito 'tus manos esd.n llenas de sangre'? (Isafas 1 . 1 5) . Eso vale para quienes come­ ten adulterio con sus manos". jCon que esas tenemos! Pero le sigue una auto\ J TB,

Nidda 1 3a-b, Berakor 1 2b; Yoma 29a.


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ridad ranaftica, que especifica que "no debes quedar sujeto a adulterio, ya sea que lo cometas con Ia mano o con el pie". Sigue Ia observacion de que "los con­ versos y quienes j uegan con nifws retrasan Ia llegada del Mesfas". Nuevamente, el tema parece ser el desperdicio de semen y no especfficamente Ia masturba­ cion o Ia autoexcitacion. Por supuesto, "masturbacion" es traducida como "jugar con nifios"; pero el hebreo solo se refiere a quienes lo hacen "entre las pier­ nas", �acaso se da a entender que se refiere a quienes se dedican al sexo inter femora? Las otras dos posibilidades para aquellos que "juegan con nifios" son los sodomitas, que merecen ser lapidados, o aquellos que se casan con nifias que no tienen edad para procrear. De vuelta al semen y como se desperdicia. Una vez mas, estamos muy lejos de nuestro tema. En Ia tradicion mfstica medieval posterior, todo eso adquiere nuevamente un significado distinto, C'n muchas maneras ajeno e incluso menos affn al vicio que nos ocupa que los comentarios de los rabinos. En Ia Cabala, y de modo mas general en Ia tradicion mfstica, por ejem plo, las violaciones a Ia regia del levirato se consideran ahora especialmente horrendas, pues casarse con Ia viuda de un hermano fallecido ayuda a que el alma de este ultimo halle reposo. En otras palabras, Ia defeccion de un hermano en engendrar hijos en nombre de su consangufneo muerto era un equivalente a condenar el espfritu de aquel a un terrible limbo. Pero hay otra palabra allf en que Ia masturbacion desem­ pefiaba un papel importante, una en Ia que Ia perdida de semen de Adan era considerada como una fuente de "espfritus, demonios y Liliths" y el semen de cualquier hombre podia hacer surgir demonios. Entramos ahora en el reino de Ia metempsicosis, Ia transmigracion de las almas. Rambin, el rabino medie­ val, exegeta bfblico y mfstico Najmanides glosa: "Onan sabia -como opuesto a decia- que el semen no serfa el suyo" , para dar a entender que sabfa que el alma de su hermano se encarnarfa en el semen y que voluntariamente evito que esto ocurriera. Najmanides pensaba que no se podia saber como funcionaba eso: Ia generacion es uno de los grandes secretos de Ia Tori. Asf, al emitir innecesariamente su simiente, desperdiciar el semen para negar Ia progenie de Er no era ni Ia mitad del problema. Onan no solo evito que se corporizara el alma transmigrante de su hermano sino que aborto todo el proceso procrea­ dor, que es en pequefia escala el plan divino. Nada peor que desperdiciar semen. "El asesino", dice el Zohar, basandose en una lectura de Genesis 38. 1 0 , "mara al hijo de orro hombre, pero aquel [que hace lo mismo que Onan] mata a! pro-


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p io y'desparrama m ucha sangre". En este caso, d desperdicio de semen, ya sea para evitar Ia concepcion o por puro placer, es casi irrelevante en funci6n del daii.o cosmico que perpetra un acto de ese tipo. Por supuesto, Ia masturba­ cion podrfa resultar impensable en esta vision minoritaria; pero, tal vez, por estar mucho mas alia de cualquier maldad concebible, no hace falta hablar de ella. Si un suefi.o humedo es equivalente a matar, Ia eyaculacion voluntaria fuera del con texto procreativo esti mas alia del lenguaje. Para esa clase de misticismo j udio, el acto y el destino de Onan tienen un significado que va mucho mas alia de lo que reconoceriamos como el vicio solitario de nifi. o s y nifi.as, hom­ bres y mujeres.54 Si Ia generacion representa uno de los misterios mas profundos del universo, entonces "Ia destruccion de Ia simiente" o "Ia emision sin proposito" hacen referencia a un nivel absolutamente diferente a cualquier cosa que hubiese sofiado el moderno Onan. En algunos escritos, "Ia destrucci6n del semen" se refiere a! habitual sexo heterosexual en que se impone el placer mundano, plenamente corporal. El acto es procreador pero idolatra; los nifi.os concebi­ dos de ese modo no tienen un alma j udia. Funciona, en este caso, una elabo­ rada etica de Ia sexualidad marital, como en parte importante de Ia teologia cristiana, y sobrepasa lo meramente masturbatorio pese a que Ia autoexcitacion es relevante para esos textos.55 Lo anterior nos lleva nuevamente a donde comenzo esta secci6n: �pensa­ ron los rabinos en Ia masturbacion?, �y que pensaron a! respecto? Seguramente, no Ia habrian considerado de manera favorable. Quiza guardaron silencio pues era un secreto tan horrible que su nombre no debia ser pronunciado. Mas plau­ siblemente, he s ugerido que aquello que pensamos como masturbaci6n no encaja en sus categorias conceptuales: idolatda, polucion y procreacion. Es pro­ bable que el placer gratuito, autogenerado, hubiera caido para los rabinos bajo Ia pr0scripci6n de Ia idolatria en todas sus formas. Pero las discusiones sobre este topico caen tan ripidamente en el pene eyaculador -o el pene en peligro de eyaculacion- en una variedad de circunstancias que mucho de lo 54 Midrash Rabbah, val. 2, pp. 79 1 y 792; Zohar 2.22 1 b y I 88a. Jeremy Cohen, Be Fertile and Increase, op. cit., pp. 1 94, 1 95 y 205-2 1 0 . " Para "destrucci6n d e Ia simiente" e n este sentido, vease David Biale, Eros and the Jews,

Nueva York, Basic Books, 1 992, pp. 1 06- 1 08 .


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que entendemos por "masturbacion" queda por ser imaginado: nunca entra en una zona de luz. De manera similar, las discusiones acerca de poluci6n y generacion tienen otros objetivos. Solo cuando el destinatario del pecado no es ya el orden divino, sino lo que Ourkheim consideraba su reemplazo, !a socie­ dad, el sexo solitario alcanza su propio Iugar.

Cristiandad y placeres solitarios El estatuto de Ia masturbacion en los escritos de los comentaristas y predica­ dores cristianos no es tan dudoso com o entre los rabinos. Hay palabras para ella, pese a que du rante siglos existio un desplazamiento lexical que no sugiere tanto recato como desinten's. Hacia el siglo XII, el vocabulario del pecado sexual se habia vue! to mas preciso, y Ia masturbacion quedo largamente rele­ gada a una posicion secundaria entre los vicios que mantendrfa hasta el siglo XVIII: un presagio de algo peor, una practica que implicaba una muy mala compafifa, pero nada que preocupara demasiado a alguien. La concupiscen­ cia y el apartamiento de Ia via de Oios, en ningun Iugar tan evidente come en los des6rdenes del cuerpo , en las exigencias de los geni rales y sus mas difusos deseos sexuales, definfan los parametros de Ia p�eocupacion crisriana. El celibato en las ordenes y Ia austeridad dentro del matrimonio eran sus gran­ des preocupaciones concretas. Y el nivel concreto que importaba eran esos aspectos de Ia sexualidad que amenazaban el orden divino: incesto, concubi­ nato, bestialismo, sodomia, fornicacion o adulterio. Los vicios silenciosos e i n ternos solo interesaban en contextos muy espedficos hasta que el pro­ blema de Ia relacion del individuo con el orden social ocupo su am plio espa­ cio en nuestra era. Antes, !a etica de Ia sexualidad social era casi Ia unica preo­ cupacion, mientras que !a etica del sexo solitario quedaba ampliamente relegada. Lo que uno hiciera a solas podia ser inco rrecto o reprobable, pero no ame­ nazaba nada fundam en tal. On an, lo que equivale a decir Genesis 3 8 . 8 - 1 0 , ocupo durante siglos un muy pequefio Iugar en la exegesis cristiana. Esos versfculos no solian citarse como autoridades en los argumentos contra, por ejemplo, el control de Ia nata­ lidad hasta el siglo XII. Hasta principios del siglo lX, no hay mencion acerca de "derramar Ia simiente en tierra" -coitus interruptus- en ningun peniten-


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ciario (gufas para referencia de los sacerdotes, que los ayudaban a evaluar el grado de pecado de un am plio espectro de conductas y asignar a cada ofensa el nivel adecuado de penitencia) , y entonces esto no se asocia con Orran. San Jeronimo embiste contra las pociones anticonceptivas, pero no contra el pecado de Onan.56 lncluso en posteriores fuentes medievales donde el lector p uede esperar alguna explicacion de lo que hizo exactamente Orran y por que era incorrecto, no se hallan referencias demasiado 11tiles. Un libro del siglo XIV sobre el matrimonio, escrito por un caballero frances para sus hijas, es explf­ cito en cuanto a Ia fornicacion, el adulterio y tantos otros temas; pero Io unico que dice del pecado de O rran es que es "perverso". 57 En una amplia perspec­ tiva, Ia historia de Onan previa al onanismo, desde el siglo X en adelante, es Ia sucesion de ataques cristianos -catolicos tanto como protestantes- contra el control de Ia natalidad y el aborto. Onanismo como termino tecnico dentro de la moral teologica catolica significa "coitus interruptus". Es un tema impor­ tance, pero que implica una cuestion social -el proposiro del casamiento, Ia obligacion de procrear- y .no una cuestion de deseo individual, mucho me nos la masturbacion como vicio privado. En conjunto, cuando se alude a Genesis 38.8- 1 0 , es en un contexto aleg6rico. San Agustin, por ejemplo, en Sobre ef Pentateuco, interpreta a On an como un tipo -como Ia clase de persona que falla al no colaborar con quienes lo nece­ sitan-. Usa exactamente las mismas palabras en Contra Fausto, donde hubie­ ramos esperado algo mas. (En este polemico texto, condena el uso maniqueo del coitus interruptus como una manera de evitar que Dios, que se halla en el semen, este presente en Ia carne -Ia primera condena de ese tipo por parte de ;r, AI respecro, vease John Noonan, Contraception: A History of!ts Treatment by Catholic The­ ologians and Canonists, edicion aumemada, Cambridge, Mass., Harvard Universiry Press, 1 986, p.

1 6 1 y, de.modo mas general, pp. I 0, I I , 35, 36, 52, 53, 96- 1 03, 1 20, 12 I , 1 3 8 , 1 39, 1 60, 1 6 1 , 1 74, 17'5 y 2 I G 235. Noonan sostiene que Graciano y Lombardo trasladaron en el siglo XII Ia discusion de Onan del dominio alegorico a un ataque a Ia contraconcepci6n. Tambien sugiere que ese prolongado silencio puede deberse al escaso uso del metoda, pese a no ofrecer evidencia a! respecto. 17 Geoffroy La Tour Landry, The Book ofthe Knight ofLa Tour-Laundry Compiledfor the In­ struction ofhis Daughters, con introducci6n y notas de Thomas Wright, Londres, publicado para Ia Early English Text Sociery por Kegan Paul, Trench, Triibner, 1 906. William Caxron -impre­ sor de Ia primera Biblia inglesa- uadujo e imprimi6 este libra en 1 483.


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un teologo occidental-, pero no dice mas sobre Onan que lo que hizo en un contexto exegerico diferente.) Por lo tanto, Ia ofensa de Onan no es tanto des­ perdiciar su simiente, para lo cual Agustin tiene todo tipo de argumentos dife­ rentes en contra, sino cometer Ia falta de no asistir a su hermano muerto. Fue tambien Ia opinion de Beda el Venerable hacia fines del siglo VII, quien consi­ deraba el rechazo del muchacho a engendrar un hijo en Iugar de su hermano muerto, segun le habia pedido Juda, como ejemplo de su inutilidad, de que -para usar terminos modernos- era un adolescente debil e irresponsable. 0 peor aun: On an desperdicio su semilla no a causa de una ausencia de sentido comu­ nitario, sino porque odiaba activamente a su hermano. Asi lo planteo San Efrain el Sirio en el siglo IV. Antes que el, en el siglo I, el experto en derecho judio Filon de Alejandrfa penso tambien que Onan habia pecado primero contra Ia filan­ tropfa; a diferencia de Abraham y de Ana, madre de Samuel, se comporto como un narcisista a Ia hora de Ia procreacion. Se encerro en el amor por sf mismo y en Ia estrecha perspectiva del yo; en cambio, ellos vivieron para el futuro y para el plan de Oios.58 Puede parecer que ello prefigura como se llego a pen-

5 8 San Efrafn el Sirio, Commentary on Genesis, sec. 34. 1 , en Selected Prose Works, rrad. in g. de Edward G. Mathews (hijo); David Winston y John Dillon, Two Treatises ofPhilo ofAlexandria: A Commentary on "De Gigantibus" and "Quod Deus sit immutabilis'; Brown Judaic Studies, num. 25, Chico, Scholars Press, pp. 274 y 275 . Sabre Beda, Agustin y la temprana rradici6n cristiana en general, vease John Noonan, Contraception, op. cit., pp. 1 20 y ss.; Beda el Venerable, Exposi­ tio in Primum Librum Mosis [Exposici6n del Primer Libra de Moises] , en In Pentateuchum Commentarii, incluido en J. P. Migne (ed.), Patrologia Latina, vo!. 9 1 , Paris, Migne, 1 8441 8 9 1 , col. 266C-D para el argumento de Beda. La cuesti6n sorprendente de Noonan es que cuando, en el contexto del uso maniqueo del coitus interruptus con fundamentos religiosos, Agustin condena !a prictica -el primero de semejantes ataques en !a tradici6n cat6lica-, no cita a Onan. Unas pocas paginas mas adelante, cuando menciona a Onan, lo hace como a alguien "que no hace el bien del que es capaz". Er, un nombre que Agustin deriva etimol6gicamente de una palabra que significa "mal activo", es el villano de este pasaje. Onan aparece apenas en un pasaje acerca del matrimonio que Noonan no analiza, pero lo identifica como a alguien que fue castigado por violar !a finalidad del matrimonio: procrear. El contexto general es una explica­ ci6n del dicho Si non se continent, nubant: "si no se pueden controlar, que se casen", pero no hay referencias precisas sobre !a forma en que Onan fall6 en propagarse. Vease Agustin, De Conjugi Adulterinis, vo!. 40; Migne (ed.), Patrologia Latina, col. 479, o una traducci6n en San Agustin, obispo de Hippo, Treatises on Marriage a11d other Subjects, ed. al cuidado de Roy J. Deferrari, trad. ing. de Charles T. Wilcox, Nueva York, Fathers of the Church, 1 95 5, p. 1 17.


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sar, mas adelante, que Ia masturbaci6n era un vicio de adolescentes irresponsa­ bles, nifios desorientados o adultos an6micos; pero en este contexto tiene poco o nada que ver con nuestro tema. Ni lo tendrfa despues, cuando esa tradici6n exegetica qued6 induida en los comentarios pro testantes. Martin Lutero consideraba a Onan como "un granuja malicioso e i ncorre­ gible" y a su pecado como "mas atroz que el incesto y el adulterio", pues, deda, "era un crimen mas tremendo producir semen y excitar a Ia mujer y frus­ trarla al momento siguiente". Esa glosa, a! igual que otras cartas que escribi6 Lutero sobre Genesis 38.8- 1 0, no tiene que ver con Ia masturbaci6n; sf con las err6neas opiniones cat6lico-romanas acerca del celibato y Ia castidad den­ tro del matrimonio, y daramente con Ia importancia del amor sexual entre marido y mujer en las ensefianzas protestantes. Pero hay mas aspectos pen­ dientes de resoluci6n. Ante todo, Onan frustra Ia llegada del Mesias; el capi­ tulo completo, nos dice Lutero, al igual que los academicos modernos, e n realidad versa sobre Tamar, "pues ella e s Ia Madre del Salvador". A I igual que Agustin, Lutero i nterpreta mas inmediatamente a Onan de modo aleg6rico como el prototipo de alguien que se rehusa a b ri ndar Ia ayuda que Ia ley, las costumbres y el amor le piden. La obligaci6n del levirato que Onan eludi6 era a p riori gravosa: "Parece imposible amar con amor casto y conyugal a una mujer que uno no ha elegido ni desea" . ("A menos -agrega Lutero- que se haga con desquiciada lujuria".) Es tal vez una carga aun mas gravosa "servir a alguien criando y preservando a descendientes y herederos, engendrar hijos para otros". Pero esa es Ia p rueba de amor que establece Dios: Ia ley de casarse con Ia esposa del hermano de uno para que el pueda tener hijos "incluye el amor mas ardiente". En cuanto a Onan, "ese despreciable sujeto se neg6 a cumplir con esto". Po r mas sucio que deba ser derramar Ia simiente en Ia tierra, el gran quiebre moral consisti6 en no haber hecho lo que dictaban el amor y el deber.59 Juan Calvino es una de las pocas figuras fundamentales de Ia tradici6n cris­ tiana en asociar lo que hizo o no hizo Onan con Ia masturbaci6n. Pero, tal '" Marrin Lutero, Lectures on Genesis Chapters 38-44, trad. de Paul D. Pahl, en Luther's Works, vol. 7, Saint Louis, Concordia, 1 955- 1 986, pp. 1 7-2 1 ; sabre sus opiniones sabre c6mo sus colegas han hecho un uso inadecuado de este pasaje en los muy bienvenidos ataques a Ia doc­ trina cat6lica del celibato, vease Ia carra a Georg Spalatin, 1 5 de agosto de I 52 1 , en Letters, ed. y rrad. a! cuidado de Gonfried G. Krodel, en Luther's Works, vo!. 48, pp. 293 y 294.


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como sucede con los rabinos, hay una superposicion de categorfas, un catalogo bo rgeano de fenomenos aparentemente diferentes. La masturbacion es, sin embargo, un ejemplo de otro mal mas general: "Ia extirpacion de Ia esperanza de posteridad" por medio de un acto voluntario de anticoncepcion. Es amplia Ia tradicion romana que define el pecado de Orran como coitus interruptus. Pero hay mas faltas morales en aquello que no hizo Orran. En primer Iugar, violo lo que Calvino considera un precepto de "gobierno civil" que Dios babia conferido a los judios. Era un "deber de humanidad" hacer lo que orde­ naba el padre de uno y, mas importante aun, cumplir con Ia parte de uno para superar Ia terrible maldicion de esterilidad que amenazaba con eliminar Ia memoria de aquellos sobre los que esta habia caido. Los judios, dice Cal­ vino, "consideraban como una gran cortesia que quedara el nombre de aque­ llos que habian muerto, para que se viese que habian vivido". Rehusarse a con­ tin uar Ia linea sucesoria de su hermano Er es esencialmente borrar su nombre, y con el todo rastro de su existencia. Solo cuando ha terminado su argumen­ tacion Calvino s e ocupa de lo que despues de 1 7 1 2 se convirtio en "el pecado de Orran": "Ia efusion voluntaria de semen sin compafiia de hombre ni mujer". Si bien dice que es algo monstruoso, apenas se detiene a considerarlo. El coi­ tus interruptus es "doblemente monstruoso" porque es "matar a un nifio antes de que nazca" al desistir antes de Ia emisi6n. O rran hizo lo que p udo para "destruir parte de Ia hu manidad". Como eyaculo no era lo importance. Y final­ meme -Calvino se decide a dirigirse a las mujeres por primera vez en esta exe­ gesis- declara que el aborto es el peor de los aero�. Usar farmacos para matar a un nifio en el utero "es justamente considerada una falta que no puede ser perdonada; con el mismo tipo de pecado se corrompio Onan". En otras pala­ b ras, Dios condeno a muerte a Onan por practicar una especie de aborto ante foctum y evitar un nacimiento. En opinion de Calvino, Onan es asi culpable tanto por lo que no hizo -seguir las 6rdenes de su padre, a traves del cual hablaba Ia sociedad civil- como por lo que hizo: dar el primer paso en una catarata de pecados que culmina en el aborto y el asesinato. El final de esta resbalosa ver­ tiente apunta a su comienzo.60

,;o

Juan Calvina, Commentaires

Londres, I 578, pp. 53 y 1 0 .

upon

the First Book ofMoses, rrad . in g. de Thomas "lymmc,


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Reiteraciones y variaciones en esos pareceres tanto romanos como calvi­ nistas y luteranos marcaron una senda en Ia exegesis protestante del siglo pre­ vio a Onania. Por supuesto formaban parte de las visiones cu!turales que recibi6 el nuevo onanismo, pero poco contribuyeron a convertirlo en "Ia perturbaci6n y agonfa de una conciencia herida" . Un obispo de Llandaff a finales del siglo XVI , por ejemplo, pensaba que Orran era uno de esos perso­ najes llenos de rencor y envidia que preferirfan "lastimarse a sf mismos antes de complacer a otro". Otro prelado anglicano del siglo XVI I , Simon, obispo principal de Ely, pensaba, a! igual que Lutero, q ue el egofsta descuido por parte de Orran de los intereses de su hermano se debfa a que actuaba contra Ia pro mesa divina, hecha a Abraham, de que Ia multiplicaci6n de su simiente culminarfa en una gran naci6n; mas espedficamente, demoraba Ia llegada del tan esperado Mesfas. Encontramos las mismas opiniones en Ia tradici6n puritana del siglo XVII: "desperdiciar Ia semilla con Ia que Ia santidad de Dios podrfa servir a Ia propagaci6n de Ia humanidad es acto maligno y muy anti­ natural"; y esto es peor en el caso de Orran, en quien Ia simiente estaba desti­ nada a "Ia propagaci6n del hijo de Dios de acuerdo con Ia carne", escribi6 Henry Ainsworth. En tiempos en que en Ia Inglaterra del siglo XVII habfa una division constante de Ia comunidad religiosa, habfa escaso disenso sobre que estaba mal en Orran. El erudito y pro!ffico puritano George Hughes glosaba "que derram6 su simiente en tierra" como: a) "suciedad", b) "autopoluci6n", c) "desrrucci6n de Ia semilla futura, que Dios o rdenaba producir". Hughes es muy preciso en las prioridades de su listado. La autopoluci6n y Ia suciedad parecen referirse genericamente a! acto de emitir semen en cualquier otro Iugar que no sea Ia vagina de una mujer. Pero eso va mas alia de nuestro tema. Lo que realmente interesa a Hughes es Ia segunda parte del versfculo: "y asf no tener que dar prole a su hermano". "Aquf", advierte, "esra el pecado mayor", pues "lo impulsaba Ia envidia bacia su hermano". Lo primero entre tantas cosas que los lectores deben aprender de rodo el episodio es que las criaturas debi­ les son egofstas "y no desean buscar otro bien mas que el propio".61 6 1 Gervase Babington, Certaine Plaine, brief, and Comfortable Notes, Upon every Chapter of Genesis, Londres, 1 596, p. 278; [Patrick] Simon, obispo principal de Ely, A Commentary upon the First Book ofMoses Called Genesis, Londres, 1 69 5 , pp. 502-504; Henry Ainsworth, Annotations upon the Bookes ofMoses, Londres, I 627; George Hughes ( 1 603- 1 667), An Analyt-


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Con mayor frecuencia, en varias interpretaciones aleg6ricas se encuentra un relato que advierte sobre Ia resistencia humana al plan de Dios para el mundo. El Orran que emerge de esas exegesis es un adolescente desobediente, irres­ ponsable, que no hace lo que se le dice, que se las arregla para tener un orgasmo mientras frustra el placer de su compafiera y, aunque no lo sepa, pone obsracu­ los a Ia genealogia mesianica. Aqui habia un nino de 1 2 afios -esa es Ia edad de Orran y de Er segun estiman Lutero y Najmanides- que se rehusa a ocupar su Iugar en ese orden del mundo, procreador y patriarcal.62 Muchos aspectos de su historia podrfan encajar b ien en Ia consideraci6n moderna de Ia masturbaci6n como un rechazo de Ia civilizaci6n y del princi­ pia de realidad; pero leerlo desde el siglo XVIII podria resultar anacr6nico. En primer Iugar, es dificil traducir mucho de lo que haya hecho Orran a Ia vida de muchachas y m uj eres, por no hablar de los nifios de menor edad, que constituian un amplio sector de los pecadores solitarios del siglo XVIII. Mas aun, ninguno de esos analisis describe como desperdici6 Orran su semen en Ia tierra; y nadie parece preocuparse demasiado al respecto. A lo sumo, Ia mas­ turbaci6n queda implicita en algunos textos; en varios manuales de peniten­ cia medievales y comentarios j udios, Ia eyaculaci6n interfemoral, por ejem­ plo, podria ser igualmente mala y confundirse con lo que cons ideramos masturbaci6n. Finalmente, no se acusaba a Orran de ser culpable de obtener placer de s u recado y, por cierto, tarnpoco se trataba de un vicio secreto o solitario. Nu tenia vida interior en ninguna de las interpretaciones que hemos i ndagado , mas alia de ser egoista, recalcitrante y acaso id6latra, si es q ue damos credito a Ia concepcion de Ia excitaci6n sexual de los rabinos como un paso en esa direcci6n. Perderse en discusiones sob re su crimen es un alta­ mente complejo y sutil analisis de Ia carne -deseo, pasi6n y concupiscencia­ que caracteriz6 a muchas de las ensefianzas cristianas en materia de sexualidad. No atender en ningun sentido a lo que hizo Orran es a un tiempo causa y sin-

leal Exposition ofthe Whole First Book ofMoses called Genesis, 1 672, p. 473. (Esre libro fue publicado p6srumamenre; Hughes perdi6 su parroquia en 1 664 como consecuencia de Ia Res­ rauraci6n.) '' 2 Acerca de Ramban (Najmanides) en esre y orros aspecros de Ia hisroria de Onan, vease Commentary on the Torah: Genesis, trad. y noras de Charles B. Chavel, Nueva York, Shilo, 1 97 1 - 1 976, pp. 472 y 466-472 passim.


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toma de una enfermedad profundamente instalada, que, en su forma secular, parecio causar tantos estragos en Ia era moderna. Hay una gran excepcion q ue vincula al pecado de Onan con Ia psicologfa del deseo: las Conftrencias del abad Giovanni Cassiano en el siglo v. Estas cons­ tituyen una de las meditaciones mas agudas y conmovedoras que tenemos de Ia Iglesia temprana sobre los cavernosos huecos del alma humana. Pero tam­ bien salen rapidamente del problema de Onan y de lo que se Hamada "ona­ nismo" hacia otro registro muy diferente. Cassiano escribe para monjes que se han aislado a sf mismos en las regiones apartadas de Ia Calia para escapar a! peso del deseo que serfa Ia gloria de Ia sociedad secular del siglo XVlii, aquella que dio nacimiento a Onania. Para Cassiano, el pecado de Onan es solo un pequefio ejemplo dentro de una discusion mucho mas amplia de los pecados. Las faltas sexuales son solo parte de los ocho principales vicios contra los que debe luchar su auditorio. La fornicacion esta explfcitamente vinculada con Ia glotonerfa, que parece compartir las faltas y consecuencias sociales que llega­ rfan a estar asociadas a Ia masturbacion, aun en mayor grado que el mas explf­ citamente vicio sexual de Ia fornicacion. Porque el monje gloton "siente ardien­ tes punzadas de deseo apremiante y lascivo". Quiere comer temprano y tanto como sea posible; comerfa cualquier cosa, desea platos cada vez mas refinados y delicados, que "atan los inextricables nudos de Ia avaricia al cuello de sus cau­ tivos"; esos deseos profundamente antisociales producen y son sfntomas de una enfermedad del alma; el monje quiere huir del monasterio, regresar al mundo, donde los logros internos del alma no esran sujetos a un cuidado tan intenso. La gula esdaviza mediante una avaricia corporal, y a su vez Ia avaricia es una forma de esdavitud a los fdolos, una forma de idolatrfa que, como ya vimos, los rabinos asociaron ocasionalmente con Onan.63 r>J John Cassian [Giovanni Cassiano] , The Conferences, rrad. ing. y noras de Boniface Ram­ sey, Nueva York, Paulist Press, 1 997, Conferencia 5 ("On the eight principal vices" ["Sabre los principales ocho vicios"]), secci6n II, pad.grafo 4, pp. 1 90 y 1 9 1 . En Ia n. 23, el editor identifica a Efesios 5.5 como Ia autoridad textual de Ia persona avara, y, por asociaci6n, el fornicador y Ia persona impura son id6larras. A causa de Ia autoridad biblica, llama a esta segunda forma de for­ nicaci6n "impureza de las Sagradas Escrituras". I Corintios aconseja a ese tipo de personas per­ manecer castas y, de no ser posible, casarse "porque es mejor casarse que arder". He corejado el latin y !a edici6n bilinglie latin-frances de las Conferences a! cuidado de E. Pichery, Paris, Cerf, 195 5- 1 95 9 . La conferencia 5 figura en el vol. 1 ; Ia 1 2, en el vol. 2; Ia 22, en el vol. 3. .


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Por siglos se dio por cierto lo anterior. No Ia lujuria, sino Ia gula; no el emblema de una dama montada a una cabra, sino el de un joven que monta un lobo: he aqui lo que acarrea el peso psicologico del deseo adictivo, interminable, nunca saciado que el siglo XVIII asociarfa con el vicio solitario. El epitome visual de Ia gula en Bruegel es una mujer que be be con avidez. La Ancrene Riwle (Regia anti足 gua) habla de eso en un modo que es casi intercambiable con los ataques ilu足 ministas a Ia masturbacion. El "cerdo de Ia gula'', dice, "tiene crfas con estos nombres": "demasiado temprano [ . . . ] demasiado vorazmente, demasiada can足 tidad, demasiado a menudo". Solo el quinto -"demasiado refinamiento"- no se aplicarfa a! vicio que estamos indagando.64 La gula es el pecado del exceso, de un apetito poderoso, el de tomar mas de lo que se necesi ta. Acaso no fuera tan serio como el pecado mortal del sexo antinatural, pero estaba mucho mas cerca de lo que significarfa el onanismo en Ia modernidad. Asi, Ia exposicion que hace Cassiano de Ia fornicacion bajo el imperio de Ia "lujuria" es una de las raras oportunidades antes del siglo XVIII de una cone足 xion no ambigua entre Onan y Ia masturbacion. Merece una mi rada mas atenta, aunque sea de fo rma b reve, precisamente porque Onan solo hace un papel meno r antes de que los actores principales entren a! set. Cassiano dice que hay tres clases de fornicacion, asi como hay tres clases de gula: "La prim era tiene Iugar en Ia union de los sexos [per conmixtionem sexus] ". Su auditorio monaca! lo reconocerfa de inmediato: significa cualquier forma de relac:ion sexual. Para los lectores de Cassiano que no pertenecieran a los claustros, esa definicion necesitaba completarse. Ciertas clases de relaciones sexuales entre un hombre y su esposa escapaban a Ia condena de Ia fornicacion; a otras sc las consideraba lascivas como para constituir fornicacion dentro del matrimonio. Donde y como trazar esa linea divisoria se torno durante el siguiente milenio en una cuestion enormemente controvertida. Pero Cassiano no se ocupa de ella. "La segunda [clase de fornicacion] -prosigue- ocurre sin rocar a una mujer [absquefimineo tactu] ; y por eso leemos que Onan, el hijo del Patriarca de Judi, fue matado por el Senor". Claramente, Cassiano no se refiere a! coitus inte64 '\(fil!iam Langland, The Ancrenc Riwle (Guia para ermitafios), rrad. al ingles moderno del "semi-sajon" al cuidado de M. B. Salu con introducci6n de Gerard Sitwell, Londres, Burns and Oates, 1 95 '5 , p. 9 1 .


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rruptus: cita I Corintios 7.8-9, que se dirige a las viudas y a las no casadas, para quienes las advertencias sobre Ia anticoncepcion sedan, presumiblemente, no relevances, pero que, sin embargo, podrian sentirse tentadas por el consejo medico contempod.neo sobre los beneficios terapeuticos de Ia masturbacion. En este caso nos referimos a Ia fornicacion a sofas. Por ultimo, Cassiano se refiere a Ia fornicacion que "es concebida en el alma y Ia mente y sobre Ia cual dice Dios en los Evangelios: 'Quienquiera que mire a una mujer con lujuria ya ha cometido adulterio en su corazo n'" . Las tres deben ser combatidas, dice; y continua, luego de un parrafo mas sobre el tema, sefialando tres clases de ava­ ricia, un pecado que asocia con el par gula-fornicacion. Y eso es todo lo que tiene que decir Cassiano sobre el tema de Onan y del sexo solitario. Cuando retoma esa misma taxonomfa de Ia fornicacion en un analisis mas extenso y mas profundamente psicologico en su duodecima conferencia, "Sobre Ia castidad", no menciona demasiado Ia masturbacion ni a su probable pri­ mer practicante. Lo central no es Ia pureza en Ia accion, algo que en el con­ texto de un grupo de monjes recluidos es, al menos en principio, relativamente poco problematico, sino Ia pureza del alma. Esa ya es una cuestion muy dife­ rente. "No he conocido mujer", cita en alguna parte Cassiano a Basilio de Cesa­ rea, "y sin embargo no soy virgen".65 La fornicacion, en el sentido que inte­ resa a Cassiano en Ia duodecima co nferencia, no trata tanto de Ia accion -algo pecaminoso que puede o no hacerse- como de un estado. Es Ia condicion de Ia no castidad, de Ia contaminacion del alma, de Ia cual solo un don divino puede librar a! monje que ha hecho t odo lo humanamente posible para alcan­ zar Ia pureza. Como en Ia quinta co nferencia, Cassiano comienza con lo mundano, con la fornicacion "que ocurre en Ia union carnal". En segundo Iugar, nuevamente, se ocupa de Ia fornicacion del tipo de aquella que ocurre "sin siquiera tocar a una mujer", perq esta vez queda claro que no se refiere al pecado de Onan. En cambio, se refiere a Ia "impureza del miembro"; no se trata de un acto volun­ tario, sino de algo que "aparece en aquellos que esran dormidos 0 despiertos, sin siquiera tocar a una mujer, como consecuencia de Ia negligencia de una "' Giovanni Cassiano, Institutions cenobitiques, texto Iatino con traduccion franccsa al cui-­ dado de Jean-Claude Guy, Pads, Cerf, I 96'5, libra 6, cap. 1 8 , pp. 284 y 285: "et mulierem, inquit, ignoro, et virgo non sum".


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mente desatenta". Es una especie de impureza, sigue especificando, de Ia que se habla en Oeuteronomio 23. 1 0, donde esd. escrito que "si hay entre ustedes un hombre que ha tenido poluciones nocturnas [homo qui nocturnus pollutus sit somnio] debe dejar el campamento y no regresar hasta haberse lavado (vease supra, p. 1 43). La masturbacion, si es algo, no es el acto de una "mente desa­ tenta", sino el de alguien que busca Ia excitacion y obra en consecuencia. Final­ mente, vuelve a aparecer el tercer sentido de Ia fornicacion para Cassiano. Es un pecado secreta, pero no elvicio secreto que corresponded. a otro tiempo y a o tro Iugar. Por el contrario, es un pecado que "crece en los recovecos del alma"; no un pecado de Ia pasion, mucho menos sexo solitario, sino una especie de fo rnicacion que es un estado del alma: el estado de lascivia. Luego sigue una breve discusion sobre Ia avaricia -un vicio de idolatrfa-, en Ia cual uno queda esclavizado a los idolos, prefiriendo "el amor a los dio­ ses mundanos antes que el amo r divino". Algo de esta voluntad, en una forma transmutada, aparece en los ataques del siglo XVlll contra Ia masturbacion; algo de esto nos puede recordar lo que dedan los rabinos acerca de Ia imagi­ nacion y los falsos dioses. Cassiano no esti interesado en lo que se hace o no se hace o en lo que uno se permite o no a Ia hora de fantasear. Eso serfa demasiado facil. De hecho, puede no renunciarse a Ia fornicacion abando­ nando el conocimiento carnal, del mismo modo que uno no renuncia a Ia ava­ ricia por el solo hecho de entregar su dinero. Superar Ia avaricia es librarse del deseo de dinero. El "fuego de Ia fo rnicacion" solo puede "apagarse de esa misma man era". En ese sentido, el problema de Ia fornicacion esti atado a Ia polucion semi­ nal, pero solo porque las eyaculaciones inconscientes, no deseadas, son signos manifiestos en el cuerpo de lo que de otro modo permanecerfa oculto en el alma. Los suefios humedos eran una evidencia de que no todo andaba bien en los rincones mas profundos del ser del monje. Hubo en Ia Antigiiedad una muy complicada y discutida fisiologia y psicologia de las emisiones nocturnas que podia dar cuenta de tales sucesos; pero bisicamente se las crefa una respuesta a imigenes recordadas, una version de lo que en Ia realidad estimularfa las sensaciones sexuales del sofiador si estuviera despierto. Se pensaba, tanto en Ia Antigiiedad como en las tradiciones medicas medievales, que habia alii for­ mas materiales de evitar esas perdidas. Se podia hacer cosas para reducir el exceso de fluidos en el cuerpo, se podia dormir en posturas menos proclives a


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calentar Ia sangre. Pero Cassiano deja e n claro que eso soslaya I a cuestio n pri ncipal. Asf como desprendernos del dinero n o nos exime de I a avaricia, tam­ poco los "rigores de Ia abstinencia -claramente el hambre y Ia sed, junto a Ia vigilia, el trabajo constante y un. i ncesante proposito de leer"- ni Ia castracion podrfan asegurar "Ia perpetua pureza de Ia castidad". Dios no pide nada tan riguroso a quienes quieren evitar Ia fornicacion: en realidad, Ia castracion esra prohibida. Lo que importa es que, sin mas, cualquier disciplina no sera sufi­ ciente para el monje sin "Ia generosidad de Ia gracia divina''. Un monje solo puede admirar a un Dios que "enfrfe el fuego de su lujuria [ . . . ] hasta que no quede motivo para Ia menor excitacion erotica de Ia carne". El benigno olvido de los demonios ayuda; a un monje que no sea orgulloso ni gloton se le acon­ seja que tome Ia comunion -en realidad, estaba obligado a hacerlo- aunque haya tenido una polucion nocturna j usto antes del domingo de eucaristfa, pues ello es obra de los demonios que intentan confundirlo.66 Esto es muy distinto a pedir simplemente que no se haga algo: no cometer impurezas, no masturbarse. Solo aquellos que renuncien a cualquier tipo de fe en su propia virtud y capacidades, y que se abran a Ia merced del Sefior, van a pasar con exito por las etapas de Ia castidad. Sin plegarias, no lograremos llegar muy lejos por "los duros caminos del Sefior". Los procedimientos de Cas­ siano para dar los pasos en ese diffcil periplo son : primero, seguridad contra los ataques carnales al estar despierto -facil, segun parece-; segundo, una mente que "no viva entre pensamientos placenteros"; tercero, "no ser movido por el deseo, siquiera el mas mfnimo, de buscar una mujer"; cuarto, prevenir "cual­ quier movimiento de Ia carne, por simple que sea, al estar despierto"; quinto, no procurar placer, ni siquiera dar el menor asentimiento, a las excitaciones que puedan sentirse cuando se lee sobre Ia generacion humana. Se debe pen­ sar con calma en esas cosas como una parte inevitable de Ia naturaleza human a, y no deben provocar un cuidado mas atento que hablar de "construcciones 0 cualquier otra tarea''. (Esto se parece a Ia especulacion de Agustin en el libro 1 4 de La ciudad de Dios: el sexo en el parafso no podia ser mas excitante que levantar el brazo.) Sexto, y ultimo, el monje "no debe ser engafiado por ima­ genes seductoras de mujeres ni siquiera dormido", Ia mente inconsciente aprende a odiar lo que alguna vez considero placentero. 66

Giovanni Cassiano, The Conftrences, op. cit., conferencia 22.3.


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Estamos aquf, como dice Cassiano, "ubicados en los lfmites de la carne y el espfritu [ad confinia carnis ac spiritus]". En esta zona fronteriza, las emisiones nocturnas son, de un modo curioso, aquello en que se convirti6 Ia masturba­ ci6n -un vicio secreto-, pero por diferentes razones. El monje que las sufre -o en todo caso que las sufre sin manoseos, para quien no son otra cosa que "Ia naturaleza en actividad", Ia liberaci6n del "exceso de humedad durante el sueiio"- tiene un Iugar oscuro, un Iugar oculto, un Iugar no observable, que se revela al bajar Ia guardia. Cualquier eyaculaci6n mas alta de Ia clase mas pura­ mente fisiol6gica, diferente de una forma de eliminaci6n, como Ia micci6n o el sudor, es evidencia de "algo enfermo all! dentro, algo en las fibras mas Inti­ mas del alma''. Seguramente, por gracia de Dios y sin cejar en su h umildad y sumisi6n, el monje pueda llegar a un estado en que "nunca se vera a sf mismo en secreto de un modo que lo avergonzarfa si lo vieran en publicu". Se baiia en "Ia dulce luz de Ia castidad". 67 El vicio secreto resulta, asf, infinitamente menos mecanico de lo que se lo consider6 en 1 7 1 2, y revela peligros para el alma muy distintos a los que planteaba el o nanismo a Ia psiquis iluminista. En ese exquisito nivel de atenci6n a Ia Indole ingobernable de Ia carne, al igual que en otros escritos mon asticos, hablar de Ia masturbaci6n hubiera sido como preocuparse por como agarrar el arco en una clase magistral con Pablo Casals. Se puede suponer que se maneja una tecnica muy basica; la dis­ ciplina requerida para evitar d desperdicio de semen durante cl suefio sin un atisbo de placer es de orden diferente a lo requerido a hombres y mujeres, I!ifios y ni fi<lS por parte de aquellos que por primera vez p resentaron una nue\'a "perturbaci6n y agonfa de una conciencia herida" a comienzos del siglo XVIII en Londres. 68 La hrillan te vigesimo segunda conferencia de Cassiano, "La ilu-

67 Hay todavfa un septimo, superior, esrado de casridad, que puede alcanzarse por don divino pero que no puede "plantearse como una especie de pre.:epto general". Es decir, resulra con­ ccbible que se llegue al csrado del bendiro Sirenus, en qUien "incluso en movimiento natural d� Ia earn� habria muerro y no se producirfa el mas mfnimo fluido desagradable" (Giovanni Cassiano, The Conferences, op. cit., conferencia 1 2, seccion 7, parigrafo 6 , p. 444). "8 No esroy seguro de por que Michel Foucault en el volumen 3 de su Historia de La sexua­ Lidad o Aline Rousselle en Porneia pensaban que una discusion tan refinada sugerirfa Ia impor­ tancia de Ia masturbacion en Ia Antigliedad rardfa. Generalmcnte, y no solo en los rexros morales cristianos, era de una significacion men or.


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sion de la noche", pertenece a un mundo que no es el de las ilusiones propias de la epoca en que habitaron Onania y sus sucesores.69 Ya es mas que suficiente indagacion para la limitada busqueda de Onan y su pecado. Mas generalmente, la historia de la masturbacion en Ia era cris­ tiana anterior a la modernidad atraviesa tres etapas. Primero se presenta lo que el cristianismo heredo de la Antigiiedad clasica, una continuacion de la etica sexual que ya hemos analizado. Alternativamente, en los primeros siglos de la nueva era cristiana, esa era heroica en que se creo un nuevo regimen para Ia sexualidad y el cuerpo, hay casi completo silencio sobre nuestro tema. Sim­ plemente no se lo registra. Luego, entre los siglos VII y XII, se perciben deste­ llos de lo que podrfa ser una prohibicion de la masturbacion: cautelosa, ambi­ gua en su aspecto lingiifstico, mezclada con otras infracciones menores; rara vez, si alguna, castigada con severidad. Finalmente, alrededor de 1 1 00, nues­ tro vicio empieza a vincularse con algunos pecados muy serios: la compafifa de actos sexuales contrarios a la naturaleza como el bestialismo y la sodomfa. Pero era decididamente el mis inocente del grupo, y en realidad habrfa de reci­ bir mucha menos atencion en las epocas posteriores que lo que su esencial inmoralidad podrfa llevarnos a esperar. Sin embargo, como antes, la mastur­ bacion permanecio en posicion periferica, escasamente diferenciada entre una m ultitud de otros pecados, muchos de los cuales eran, en sus cualidades esenciales, menos serios. El sexo con uno mismo nunca alcanzo la notoriedad que su estatus de pecado contra natura hubiera sugerido. Los caballeros de la Antigiiedad tardfa que formularon Ia nueva religion tomaron mucho del mundo medico-etico pagano que tenfan a su alrededor. Las doctrinas cfnicas y estoicas que consideraban el placer sexual como un desdichado agregado a la reproducci6n, un disgusto necesario para el proceso, pero nada mas, algo que la dskesis podfa tener bajo control, fueron traducidas

"9 La historia del pensamienro acerca de las emisiones nocturnas en Ia Iglesia primitiva ofrece un medio fascinante para entender el significado de Ia impureza individual, masculina en relacion con Ia pureza de Ia Iglesia y Ia del alma. Pero una vez mas, Ia masrurbacion sigue sin figurar en Ia discusion; las emisiones nocrurnas de Ia Siria del siglo III o de Ia Galia del siglo Y no son Ia espermatorrea de los siglos XV I I I y XJX. Respecro de Ia iglesia primitiva, vease David Brakke, "The problematization of nocturnal emissions in early christian Syria, Egypt, and Gaul", en journal ofEarly Christian Studies, 3.4, 1 995.


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a terminos cristianos. Los regfmenes cLisicos para manejar Ia conexi6n Intima entre cuerpo y alma hallaron nuevas voces en Ia tardfa Antigiiedad cristiana y persistieron en las manifestaciones seculares bien entrado el Renacimiento. Montaigne, por ejemplo, dice que el consejo de tener sexo "que satisfaga sim­ plemente las necesidades del cuerpo, que no excite al alma", es mas bien exce­ sivamente riguroso. Pero cree que hay algo inconvenience, inapropiado, en Ia pasi6n sexual dentro del matrimonio: "Pocos hombres se han casado con sus amantes sin arrepentirse de ello"; "No he visto matrimonios que se hayan com­ plicado y fallado mas pronto que aquellos impulsados por Ia belleza y el deseo amoroso"?° Cita a Arist6teles para sostener que un hombre debe tocar a su esposa "prudence y sobriamente". En esa extensa duree, tanto en sus rigurosas inflexiones cristianas como en los tonos mas suaves del neodasicismo, Ia etica sexual tienc que ver con las relaciones entre hombres y mujeres o bien, en Ia Antigiiedad, entre hombres y muchachos. La masturbaci6n resulta escasamente visible en el horizonte moral. Durante el gran cambio que va del siglo II de Marco Aurelio al siglo VI -cuando las estructuras polfticas y econ6micas se modifican tan profunda­ mente , cuando se transfo rma el lugar de Ia persona y el cuerpo en relaci6n con Ia comunidad-, el sexo solitario es un tema i rrelevante. Era Ia epoca de Ia virginidad heroica y Ia renuncia sexual, Ia era en que el matrimonio -y de por sf Ia procreaci6n- podia considerarse como mucho un escudo contra Ia concupiscencia o una aceptaci6n de que cl mundo no habrfa de terminar tan pronto como se csperaba. Voluptas, Ia capacidad para el placer sexual y, en terminos mas generales, Ia imposibilidad de Ia soledad del coraz6n, Ia inca­ pacidad de controlar un deseo que era concupiscence en su nucleo pecami­ noso, pesaba duramente en esas n uevas comunidades cristianas, ya fueran monasticas 0 seculares. En este mundo, importaba profundamente morigerar Ia sensualidad, man­ tener Ia castidad dentro del matrimonio y refinar el celibato entre aquellos que habfan hecho votos de renunciamiento. Entre estos sorprendenres com­ promisos con el deseo, Ia masturbaci6n pasaba casi desapercibida. Ya nos hemos 70 Michel de Monraigne, The Complete Essays ofMontaigne, trad. ing. de Donald M. Frame, Stanford, CA, Stanford University Press, 1 976, libra 3, ensayo 5 [trad. esp.: Ensayos, Madrid, Altaya, 1 994].


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encontrado con los escritos de Giovanni Cassiano sobre las luchas de los mon­ jes cdibes contra Ia aparentemente imbatible impureza del hombre tras Ia Cafda. Las tremendas luchas de San Jeronimo son otro ejemplo. Su mente era "abra­ sada por el deseo en su frfgido cuerpo"; vefa "muchachas bailando". Su cuerpo "ansiaba comer" "en compafifa de escorpiones y animales feroces", sucio, ves­ tido de arpillera. Dicho ascetismo atlerico, esta lucha contra Ia carne, sobre­ pasaba Ia especificidad de Ia masturbacion. Mas importante, Ia soledad del vicio solitario tenia escasa resonancia. La sensualidad solitaria era, antes b ien, una variedad de Ia sensualidad en forma general; el peligro de una caida en el solipsismo era inimaginablemente distante en un mundo en que Ia Gemeins­ chaft pesaba duramente sobre cada uno de los individuos.71 Si dejamos de !ado por un momento el problema del ascetismo y aquellos vinculados, con mayor o menor fuerza, al celibato -vale decir, de adultos sol­ teros-, el gran campo de batalla contra Ia sensualidad era el matrimonio. Esa lucha provee el contexto para el desprecio mas o menos benigno de Ia mas­ turbacion, pese a estar clasificada en Ia teologia moral catolic.a y Ia pastoral cato­ lica basta el periodo moderno. El joven no casado, aquel a quien considera­ mos adolescente, figuraba poco en el pensamiento acerca de Ia sexualidad previo a! siglo XVIII. La Iglesia medieval heredo una poderosa tradicion de Ia patristica, Ia cual sostenia que Ia union entre hombre y mujer es poco mas que una excusa para el pecado. El matrimonio tenia, tal como plantea Agustin con desembozada simplicidad, solo tres cosas buenas: proles, fides, sacramentum (procreacion y educacion de los hijos; confianza, tanto sexual como en los deberes de cada uno; y caracter sagrado, referido a Ia indisolubilidad y a Ia naturaleza sacramental de ese vinculo). Dentro de un modelo tan riguroso, solo Ia procreacion j usti71 Este parrafo y el precedeme son debidos manifiestamente a Body and Society, de Brown; una evidencia posterior para Ia fundamental irrelevancia de Ia masturbacion en Ia construccion del ethos cristiano temprano es que los anilisis de Ia sexualidad y el cuerpo no aparecen o lo hacen solo tangencialmente en referencia a las clasicas opiniones medico-eticas de como librarse de los fluidos excedentes. Para su silencio y una idea de lo que puede significar, vease Susannah Elm, Virgins ofGod: The Making ofAscetism in Late Antiquity, Nueva York, Oxford Universiry Press, 1 994, y Teresa M. Shaw, The Burden ofFlesh: Fasting and Sexuality in Early Christianity, Minneapolis, Fortress Press, 1 998; San Jeronimo, Ad Estachium, Episrola 22, en J. P. Migne (ed.), Patrologia Lr1tina, vol. 22, paragrafo 2, col. 395.


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ficaba el placer sexual que ocurrfa inevitablemente durante el coito y que era considerado parte necesaria de Ia generacion. Pagar el debito conyugal -o exi­ gir su pago- por cualquier razon que no fuera tener hijos era pecaminoso. Si se pedfa y pagaba como un remedio contra Ia incontinencia y Ia fornicacion, el pecado era solo venial. De obedecer solo al placer, era mortal. Asf, un com­ plicado cilculo gobernaba el lecho marital. Por ejemplo, era mejor cometer un pecado menor para salvarse de uno mayor: un hombre podia exigir legal­ mente el acceso a su esposa cuando supiera que no era fertil o cuando estaba menstruando si lo hada para ayudarse a resistir al sexo con una prostituta.72 Algunos impo rtan tes teologos y obispos eran aun mas profundamente pesimistas respecto de Ia posibilidad de un placer marital inocente. El mas famoso de los decretalistas (expertos en esa parte de Ia ley que se ocupaba de los decretos papales o de otras afirmaciones de autoridad en Ia doctrina) , Uguc­ cione da Pisa, y su discfp ulo, el futuro I nocencio III, alcanzaron en el siglo XII los lfmites de Ia ortodoxia a! argumentar que todo acto de relacion sexual era pecaminoso y culpable: culpa et peccatum. "Siempre se produce con excita­ cion y placer, lo que no p uede ser sin pecado." Bajo las estrictamente contro­ ladas circunstancias de Ia relacion marital mas instrumental imaginable, expre­ samente bajo el signo de Ia procreacion, podrfa haber un pecado venial, pero pecado al fin. Llevar algo mas lejos esa linea de razonamiento implicarf<t el riesgo de maniquefsmo -Ia opinion heretica que postula una dualidad entre carne y espfritu-, y m uchos hombres de Ia Iglesia no osarfan caer en eso. Pero en general, cuanto mas placentero un acto sexual -menos por el pla­ cer en sf que por Ia expectativa de excitacion y Ia perdida de Ia razon-, mas pecaminoso era. Los creyentes escucharon ecos de esta posicion rigorista al menos dura.nte los cinco siglos que siguieron a medida que se iba filtrando en los sermones. En realidad, el sexo antinatu ral con Ia propia esposa -por pro­ positos de placer o no reproductivos- era tan malo como podia llegar a ser el sexo. Bernardino de Siena, ei predicador y reformador franciscano de comien72 Para esta discusi6n acerca de !a cuesti6n del placer y las relaciones mauimoniales respecto del pecado y !a culpa, me he basado en Jean Delumeau, Sin and Fear: The Emergence ofa \¥es­ tern Guilt Culture, 13"'-18'1' Centuries, trad. de Eric Nicholson, Nueva York, St. Martin's, 1 990, especial mente pp. 2 1 4-22 1 ; y en Thomas Tender, Sin and Conftssion on the Eve ofthe Reforma­ tion, Princeton, Princeton University Press, 1 977.


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zos del siglo XV, quizas haya exagerado en Ia lectura de sus autoridades legales, pero dijo que, en Ia jerarqufa de las transgresiones, el sexo con una prostituta era pecado mortal; con una monja, con Ia propia madre y con Ia esposa de otro era un pecado mortal incluso peor; pero el sexo con Ia pro pia esposa en una posicion antinatural era el peor de todos. Un esposo que insistiera en obtener placer sexual dentro del matrimonio, pensaba Burchard de Worms, era cuatro veces peor que el j oven que lo buscase en las prostitutas. Y el adulterio come­ tido por una mujer era Ia ofensa mas infame y condenable de todas.73 Por mas radicales que parezcan esas opiniones, partfan de una larga histo­ ria de sospechas: Ia idea de que el sexo marital no podfa disfrutarse sin pecado ya habfa sido claramente articulada por Gregorio Magno en el siglo VII. La mas­ turbacion tiene una actuacion completamente irrelevante en esta discusion, pero solo porque puede llevar a algo peor: a un deseo apasionado por la pro­ pia esposa y a esforzarse por satisfacerla. La glosa a Raymond de Peii.afort, por ejemplo, cita a Uguccione como Ia autoridad para condenar como pecado mor­ tal al hombre que se provoca a sf mismo con las manos o con bebidas espiri­ tuosas para "poder copular mas a menudo con su esposa''.74 En suma, el auto­ erotismo es malo porque puede llevar a lo que consideramos sexo normal. Por ejemplo, un hombre puede hacer de sf mismo un adultero si es "un amante muy fogoso" con su esposa. "Nada mas vii -dice Raymond- que amar a Ia esposa de un modo adultero." Hacia el siglo XIII, Ia fuerte oleada de rigor habfa pasado; 73 Uguccione esd. citado en Thomas Ten der, Sin and Conftssion, op. cit., pp. 1 74 y 1 75 ; Bernardino h a sido citado como gran lector d e Graciano e n Henry Ansgar Kelly, " Bishop, Priores, and Bawd i n the Stews of Southwark ·; en Speculum 75, 2000, p. 344, n. 9. Burchard esd. citado en Jacques Rossiaud, Medieval Prostitlttion, trad. ing. de Lydia G. Cochrane, Oxford, Basil Blackwell, 1 988, pp. 75 y 76. 74 El dom in ico William de Rennes hace su afirmaci6n en un comentario del manual de penitencia de St. Raymond de Pefiafort ( I 1 75/ 1 1 80-1 275) . Raymond tenia una enorme influen­ cia; el s uyo era uno de los que nd.s circulaba -se conocen mas de cien capias manuscritas- de los manuales de penitencia medievales. William esd. citado en Jean Delumeau, Sin and Fear, op. cit., p. 2 1 6. En cuanto a Ia version latina, vease Raymond de Pefiafort, Seu summa. . . de poe­ nitentia et matrimonio cum glossis, Fran borough, Hants, Gregg, 1 967, reproducci6n de Ia edi­ ci6n de 1 603, vol. 4, p. 520; Ia glosa abajo a Ia izquierda afirma: "Provocat earn minibus, vel cogitatione, vel utendo caldis, & incentiuis, ut pluries posit cum uxore coire"; Gregorio, citado en Jean Delumeau, dice simplemente: "Este placer [el sexo demro del matrimonio] no puede ser sin fait a'' (p. 2 1 5).


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al amor marital segufan en el centro de Ia pd.ctica p ero las cuesrion es en torno seis sigios, las intimidades del lecho marisiguientes los con f,eswna1 . D uran te eron en el terreno en que se se tal estuvier o n bajo inte nso examen y convirti o es se "Si inmodesto en caricias, abra­ demasiad rante: penet cultivaba una culpa mortalmente ser puede pecaminoso", dice zos, besos y otras cosas deshonrosas un confesor. 2 Ha intentado Ia pareja "disfrutar mfnimame nte de Ia excitaci6n? ", pregunta otro. 2 Puede terminarse Ia relaci6n sin eyaculaci6n: amplexus reserva­ tus? 2ruede uno hacerlo durante el embarazo o Ia menstruaci6n , o sin hacer todo el recorrido, un tergo (toqueteo sin penetraci6n) ? H abfa preguntas sobre posiciones, epocas del afio y dfas de Ia semana. Y habfa preguntas sobre el aban­ dono de las relaciones sexuales: negarse a pagar Ia deuda conyugal, 2 no incre­ menta el deseo de nuestra pareja y Ia pone ante un peligro mayor? Como dice Ia principal autoridad en Ia historia del pecado y Ia culpa: "habfa tantas pre. ' contestarse a s1' m1sma" . 75 guntas que 1a genre casada deb 1a I-lasta Ia Contrarreforma, los te6logos menos rigurosos debieron enfrentarse a esas opiniones; de un modo fundamental, el sexo dentro del matrimonio debfa ser excusado. Las posiciones se suavizaron, tal vez en respuesta a Ia cafda de Ia poblaci6n posterior a Ia Muerte Negra. Desde finales del siglo XIII, los placeres de Ia relaci6n conyugal en tanto bien intermedio encontraron sus defensores. Bajo ciertas circunstancias, quiza Ia relaci6n per se no fuera tan pecaminosa. Pero siempre esraba bajo un manto de sospecha, a un paso de Ia perdici6n.76 El sexo con una prostituta, pese a ser menos problematico, tenfa sin embargo mucha presencia en el juego casufstico: 2debe ser condonado pues evita peca­ dos peores? eEl pago resultad. moralmente neutral por mas que el acto, Ia for­ nicaci6n, no lo sea? 2Es el pago moralmente obligatorio en Ia fornicaci6n con una prostituta por mas que el ofrecimiento de fornicaci6n por dinero es un pecado mortal? 2Debe aceptarse el dinero ganado con bajos prop6sitos para caridad o en el altar? (Sf, era Ia respuesta general.) Hacia el siglo XVI, en un clima general de reformas, Ia misma prostituci6 n, o mas bien Ia actividad sexual de los j6venes solteros con prostitutas, comenz6 a ser mucho menos tolerada. Mientras Ia simple fornicaci6n comenz6 a recibir cada vez mas ataques, mien-

:: Raymond de Pefiafon, Seu summa, op. cit.; Jean Delumeau, Sin and Fear, op. cit., pp. 2 1 6-220.

Jacques Rossiaud, l'v!edieval Prostitution, op. cit., pp. 94-96; para el argumento pro naci­ mientos, vease pp. 86- 1 03.


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tras Ia Iglesia protestante tanto como Ia romana luchaban por dejar su impronta en el matrimonio, Ia prostituci6n y el concubinato perdieron de hecho Ia acep­ taci6n que habfan disfrutado antes. La sodomfa, como un pecado entre el clero supuestamente celibe y en las comu nidades monasticas, pero tambien en algunos contextos seculares, entr6 en creciente vigilancia. En resumen, cual­ quier forma de sexualidad de a dos fue muy discutida, reformada y, en ciertas ocasiones, reprimida. Pero habfa un gran silencio con respecto a! sexo de a uno, y cuando se rompfa el silencio, era usualmente como preludio a Ia discusi6n de un pecado mas serio.77 Por sup uesto, eso no significa que Ia masturbaci6n fuera siempre moral­ mente neutral en Ia Europa cristiana, pero era una cuesti6n aparte, y no se con­ sideraba como una forma problematica de lujuria, o algo amenazante para el individuo o Ia sociedad. (Respecto de las nifias, el silencio es casi total.) Otras preocupaciones sobre cuestiones sexuales parecen haber siempre desviado las discusiones sobre Ia masturbaci6n hacia otras direcciones mas apremiantes. Este desvfo es evidente en especial antes del siglo XII, cuando en realidad apenas se Ia mencionaba. La evidencia que tenemos proviene eminentemente de los manuales de penitencia, libros que ofrecen a los lectores modernos una vision de las dificultades que enfrent6 la Iglesia dedicada a construir en Occi­ dente una cultura cristiana, y en especial una moral sexual cristiana. Tamb ien nos permiten -mediante el sospechoso tramite de asociar Ia severidad de Ia penitencia con Ia severidad del pecado- medir Ia seriedad con que se conside­ raban algunas ofensas.78 77 Para un resumen de Ia discusion acerca de Ia prosritucion, vease Henry Ansgar Kelly, "Bishop, priores and bawd", op. cit., pp. 340-349; en Io referenre a! rechazo de Ia prostitucion como pd.ctica ampliameme aceptada en el contexto de una crecienre regulacion del matrimo­ nio y de las actividades sexuales, vease Leah Lydia Otis, Prostitution in Medieval Society: The His­ tory ofan Urban Institution in Languedoc, Chicago, Chicago University Press, 1 985, pp. 1 08, 1 09 y passim. 78 Para nuestros propositos, el mejor estudio recienre de estos manuales de penitencia es Pierre J . Payer, Sex and the Penitentials: The Development ofa Sexual Code, 550··1 150, Toronto, University of Toronto Press, 1 984. Payer ofrece los que me parecen convincenres argumenros para esra especie de retrospectiva moral. Tam bien me he basado en John T. McNeill y Helena M. Gamer, Medieval Handbooks ofPenance, Nueva York, Columbia University Press, 1 938, pp. 1 -75, y en Ludwig Bieler, The Irish Penitentials, con un apendice de D. A. Binchy, Dublin,


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Algo queda claro. Entre finales del siglo VI y el siglo XII no habfa palabra ni sustantivo para Ia masturbaci6n. AI igual que en nuestro analisis de Ia tradi­ ci6n judfa, es diffcil decir que signi fica este silencio desde el lexico. Pienso que los creadores de una etica sexual cristiana se detenfan en categorfas mas gene­ rales de acci6n que las nuestras, y por eso usaban verbos genericos -"fornicar" (fornicare) o "violar" ( violo) , por ejemplo- que abarcaban toda una categorfa de pecados que luego se especificaban en su contexto.79 En cualquier caso, dis­ ponfan de las palabras tecnicas latinas y de los circunloquios generalmente acep­ tados, como arnica manus, y no los usaban. Y si bien en algunas ocasiones nues­ tras fuentcs parecen acercarse a nuestra idea del vicio solitario, en otras estas son enloquecedorarnente oscuras. La masturbaci6n no parece haber sido una categorfa de pecado sexual digna de una clara precision linglifstica. El grado de claridad varia en las referencias penitenciales. A veces no hay dudas sobre que se pedfa al confesor que tomara en consideraci6n: "fornicarse por sf mismo [se ipsum fornicauerit]" o "se ha violado a sf mismo con sus pro­ pios miembros [propriis membris se ipsum z1iohverit]" parecen referirse sin ambi­ gi.iedades a Ia masturbacion. Los Cdnones de Teodoro especifican una peniten­ cia para una mujer que "mantiene un coito a solas consigo misma [soh cum se ipsa coitttm habet]", que puede referirse a masturbarse con un objeto o usando la mano. En ese caso, Ia transgresi6n es una suerte de fornicaci6n y sigue Ia peni­ tencia de una rnujer que fornica con otra. La sevcridad de Ia penitencia -rres aiios- ·sugiere que el penitenciario esra interesado en Ia fomicaci6n homose­ xual y no en Ia por lo comun m ucho mas levemente castigada masturbaci6n. En ese texro, como mas adelante en obras dirigidas a monjes, monjas y sacer­ dotes, el autor plantea el tema de Ia masturbaci6n como preludio a un ataque extensivo a lo que podrfamos !lamar pedofilia u homosexualidad.80 En otras ocasiones, no podernos saber cuando una penitencia se refiere a Ia masturbaci6n. Por ejemplo, "cualquiera que se poluciona [qui se ipsum quoin­ quinaverit]" puede referirse a Ia masturbaci6n; pero hay orros modos en que

Dublin Institute for Advanced Studies, 1 963. La introducci6n de Hermann Joseph Schmitz a Die Bussbiicher und die Bussdisciplin der Kirche, Graz, Akadcmische Druk-U. Verlagsanstalt, 1 958, es excelente; tambien he usado como fuente sus textos Iatinos. 79 Vease Pierre Payer, Sex and the Penitentials, op. cit., pp. 14, 46 y 47. "" Vease mas adelante Ia n. 87 acerca de Teodoro.


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alguien, en este caso claramente un hombre, puede contaminarse.81 Los manua­ les de penitencia debaten los matices de culpabilidad moral de los suefios hume­ dos y de las emisiones nocturnas fuera del suefio mas extensamente que cuando se refieren a algo que puede interpretarse como onanismo. Tal vez una emi­ si6n "si es en los propios muslos [si in ftmoribus]" sea el resultado de una mas­ turbaci6n, pero Ia frase puede, y a menudo lo hace, referirse al sexo interftmora, que es un acto "homosexual", no solitario. Finalmente, hay casos en que Ia ofensa es designada de modo tan general que los lectores modernos se sienten casi perdidos. "Mollicie!' (suavidad, afe­ minamiento) , por ejemplo, suele, tal vez con raz6n, traducirse como "mastur­ baci6n". Pero cualquiera sea el referente, queda claro que el pecado en cuesti6n era parte de una intrincada taxonomfa de actos permitidos y prohibidos en Ia cual el sexo solitario ocupaba, en el mejor de los casos, un Iugar irrelevante. Un caso especial: un pasaje de los Segundos Estatutos Diocesianos de Teodulfo, obra de un erudito visigodo de Ia Espana del siglo V I I I que tuvo un impor­ tante Iugar en Ia corte de Carlomagno y se convirti6 en obispo de Orleans en 798, parece ser un anal isis del vicio que estamos rastreando. La obra no es un manual de penitencia, sino que fue presentada como una manera de instruir a los sacerdotes en su trabajo con los pecadores: se autoproclamaba mas como una lista de admoniciones que como un caralogo de castigos. Dice: Del mismo modo, a Ia "masrurbacion" se Ia llama impureza tanto por contacro, vista o recuerdo de unJ mujer, o por un placer que ocu rre mie m ras esd. despi erro , o si ejerce Ia impureza entre sus p ro p ios m uslos, a solas o con alguien.

El texto Iatino clarificara cuan dificil es rrasladar nuestra mode rna clasificaci6n de los actos sexuales a los de otra era: Simul etiam vacatur immunditia moll icies vel propter tactum vel visum vel recor­ dationem mulieris, vel aliqu i a delectatione accidens vigilanti, vel qui inter femora sua impuritatem solus cum ipso vel cum alio exercer. 82

n.

�1 La forma verbal quoinquinaverit corresponde a inquino, inquinavi, "polucionar". "2 He utilizado el texro reproducido en Pierre Payer, Sex and the Penitentials, op. cit., P· 1 77,

12.


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Ninguna de nuestras palabras para los actos sexuales abarca lo que Teodulfo llamaba immunditia mollicies, literalmente: "suavidad sucia o afeminamiento". "Masturbacion", Ia traduccion utilizada por Ia principal autoridad moderna, no sirve para adarar mucho. Simu� "del mismo modo" (en explfcita alusion, en este texto, a tener relaciones con una mujer de modo antinatural), refiere, en este pasaje, a! pecado de Onan en sentido estricto, es decir, a entrar en su esposa y luego desparramar el semen en el piso: coitus interruptus. Asf, immunditia mollicies no es el pecado de Onan tal como fue entendido despues del siglo >-.'VIII. Ni tam poco mollicies parece tener como significado una especie de sexo antinatural, como fue para Santo Tomas de Aquino cuando clasificaba los vicios de luxuria que estin contra Ia naturaleza. Su estatuto tiene que ver con Ia "fOrnicacion irracional" (De irrationali fomicatione) , que se refiere a ! incesto, el bestialismo y actos "homosexuales": relaciones sexuales con un parientc de sangre, con una mula, con un hombre.83 � Que es entonces mollitia? � Que son las " mollities"? En latfn clasico, el adje­ tivo mollis-e se refiere a una condicion de suavidad -el opuesro a! hombre ver­ daderamente rudo- y tambien a Ia condicion moral que sugiere esa suavidad: lujuria, voluptuosidad, afeminamiento, falta de castidad. El cuerpo del hom­ bre suave, flojo y debil, era evidencia de una personalidad similar. San Jeronimo usa una version nominal de este adjetivo para traducir los muy discutidos y com­ pletamente oscuros malak6i arsenik6i de Ia version griega de I Corintios 6.9. En este versfculo, San Pablo especifica que clase de pecadores, contrarios en este caso a las normas sexuales, no habrin de heredar el reino de los cielos: "ni fornicadores, ni idolatras, ni adulteros, ni afeminados [ molles] , ni abusadores de sf mismos con varones", segun las palabra.s de Ia version del rey Jaime I. Nadie sabe que querfan decir las originales palabras griegas. Para San Jeronimo, molles probablemente se referfa a! joven de sexualidad ambigua, que era tambien cono­ cido como cinaedus a finales de laAntiguedad. Tomas de Aquino, quien mucho hizo para convertir a mollities en el termino que designa Ia masturbacion en sus pasajes sobre el sexo antinatural (vease, mas adelante, las pp. 1 82 y 1 83), dedico una seccion aparte de Ia Summa Theologica (2.2. 1 38. 1 ) a Ia "suavidad": 8 3 Immunditia proviene de immundus, "sucio" o "impuro". Teodulfo distingufa cuidadosa­ mente el sexo ilfciro que involucraba a personas casadas (aduLterium) y el que implicaba a genre solrera (fornicarz). En otras palabras, podia ser preciso cuando alga lo requerfa.


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en ella discute el afeminamiento, tanto en el sentido antiguo de Ia palabra como en el de un excesivo apego al placer; en este caso se vale de Ia conexi6n entre suavidad y laxitud moral y juega con ello. No se menciona Ia masturbaci6n. Los posteriores traductores protestantes seguirfan los pasos de Jeronimo y de Aquino en sus opiniones mas generales. La traduccion inglesa de los comen­ tarios de Calvino sobre ese versfculo usa el termino weakling, es decir, "debil", que deriva de las traducciones de Tyndale en 1 5 34 y de Cranmer en 1 539 de los molles de Ia Vulgata. Calvi no glosa Ia palabra para significar "aquellos que, pese a no entregarse comunmente a Ia lujuria, a! no reprimirse, traicionan su impudor mediante u na conversacion poco· casta y afeminadas expresiones, por su ropaje, y por otros libertinajes". La Biblia de Ginebra usa "desenfrena­ dos" ( wantons) para esos molles de Jeronimo; Ia version del rey Jaime I, como ya hernos visto, y las traducciones de Rheims usan "afeminados" ( effiminates). 84 Entonces, 2 pudo mollicies haber signi ficado "masturbacion" para Teodulfo en el siglo VIII? No lo sabemos. Sea como sea, "se Ia llama impureza tanto por contacto, vision o recuerdo de una muj e r, o por un placer que ocurre mientras esta despierto, o si ejerce Ia impureza entre sus propios muslos, a solas o con alguien". El pecado en cuestion parece involucrar una emision oca­ sionada a partir de una o varias circunstancias. La prime ra frase puede refe­ rir a una emision nocturna inducida por el pensam iento o el recuerdo de una mujer; cualquiera sea Ia forma de esta impureza, cl texto Ia contrapone a lo que parece ser una eyaculacion involuntaria -un delectatione accidens vigi­ lanti-, que ocurre al estar despierto pero no pensando en, o tocando a, una mujer; luego esta Ia impureza entre los propios muslos, a solas o con alguien, que puede referir a Ia masturbacion a solas y a! sexo entre los muslos y "homo­ sexual" con otro hombre. El generico "fa!ta de castidad" como traduccion de mollicies podrfa encajar mejor en esta lista: por cierto, "masturbacion" es mucho mas acotado. Pero Ia fuerza retorica de Ia lista sirve claramente para enfatizar que Ia impureza, ocurra como ocurra, es condenable. La pregunta que queda en pie es si Ia masturbacion es una particularmente pecaminosa o reveladora clase de impureza.

84 A commentaire vpon S. Paules epistles to the Corinthians. Written by M. john Calvin: and translated out ofLatine into Englishe, by Thomas Tymme minister, Londres, 1 577.


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Y Ia respuesta parece haber sido negativa. Aunque hubiera sido posible espe­ cificar "masturbacion" en todas estas instancias como el pecado en c·u estion, estarfamos todavfa en un estancamiento moral. En Ia gran campafia para ase­ gurar el celibato del clero, Ia castidad monaca! y Ia moderacion de los placeres sexuales del lecho marital, el interes . del manual de penitencia en Ia masturba­ cion era mfnimo y las penitencias igualmente !eves. Burchard de Worms, una figura fundamental de finales del siglo X y principios del XI, fue mas claro que Ia mayorfa al especiflcar lo que entendemos por masturbacion, pero no le daba mayor importancia: diez dfas de suave penitencia si un muchacho lo hada a so las; el triple, si era en compafifa. El Penitential of Cum mean es solo un poco mas severo, pero considerablemente mas oscuro: los muchachos mayo­ res -20 afios es Ia edad tope- que practican polucion manual tienen peniten­ cias de veinte a cuarenta dfas. ("Pueri ante XX annos se invicem manibus coin­ quinantes.") Los nifios que imitan el coito reciben en mayor o menor medida lo mismo: veinte dfas. A un monje que eyacula por sf mismo por obra de su imaginacion violenta solo le corresponden siete dfas de penitencia; a un hom­ b re que eyacula por sf mismo con semen ("Vir semetipsum coinquinans") le corresponde un poco mas -cien dfas para Ia primera vez, con penitencia adi­ cional por reiteracion, aunque no se aclara como se produce Ia polucion-; un joven de I 5 afios o menos recibe cuarenta dfas. Si Ia masturbacion era un pecado, pareec: haber afectado solo ?. hombres y adolescentes mayores. y entre las tan­ tas horribles faltas con las que Ia concupiscenc:ia lleva a Ia cafda del hombre, tenfa muy poca significacion.85 Los pecados que importaban eran aquellos que amenazaban las institucio­ nes que Dios habfa dispuesto para contener Ia lujuria: el matrimonio para Ia mayorfa, el celibato para unos pocos. Un laico que violara a Ia esposa de su projimo debfa cumplir una penitencia de un afio; se le impedfa tener sexo con oi

Hay cierto debate acerca de si se puede rclacionar genericamente Ia magnitud de Ia pena con Ia gravedad de Ia falta. En Sex and the Penitentials, Payer considera que sf, pero es menos asertivo en un estudio posterior: "Confesi6n and the study of sex in the Middle Ages", en Vern L. Bullough y James A. Brundage (eds.), Handbook ofMedieiJal Sexuality, Nueva York, Gar­ land, 1 996, pp. 3-3 1 , don de afirma que las complicadas uadiciones sexuales de esos textos hacen dificil producir un indice de pecaminosidad a partir de un rango de castigos. Como mucho, puede decirse que a! parecer Ia masturbaci6n no era severamente castigada.


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su esposa si ella era esteril, y tambien debfa abstenerse de relaciones a! menos durante tres perfodos de cuarenta dias alrededor de los dfas sagrados. Las vio­ laciones a! celibato para sacerdotes o para quienes pertenecieran a las 6rdenes eran consideradas realmente serias: un monje que embadurnaba sus labios -sexo oral- recibfa cuatro afios de penitencia; el incesto mereda tres y Ia sodomfa siete. Un obispo que fornicaba mereda doce afios de penitencia y era degradado. Cuanto mas alta Ia posicion de un monje o de un sacerdote, mas probable era que su ofensa llevara a! escandalo; cuanto mas socialmente disruptivo era el hecho, mas dura Ia pena. La masturbaci6n era un tema lateral en ese contexto. De igual modo, importaba poco en Ia lucha por confirmar a! matrimonio como defensa contra Ia concupiscencia o en los esfuerzos por hacer que monjes y sacer­ dotes cumplieran con sus votos de castidad. Si consideramos que contamina­ ci6n, o poluci6n (coinquinatio), es Ia categorfa mas general, Ia masturbaci6n . . ' a ser una su b espeCJe vendna reI atlvamente menor. 86 £s una mas entre una coI ecci6n de poluciones, todas sujetas a penitencias relativamente !eves, todas elias mucho menos severas que las ofensas sexuales que amenazan con colapsar las instituciones consagradas a Ia castidad y a! orden correcto de Ia comunidad. El importance manual de penitencia de Teodoro de Canterbury (arzobispo, 668-690) da una b uena idea de esas dos constelaciones de pecado, ambas relevances ctsi exclusivamente para el clero masculino. Respecto de las polu­ ciones, brinda esta lista: '

"Si por media de Ia imaginaci6n, el presb!tero produce semen, debe ayunar por una semana." "Si [el presb!rero lo hace] tod.ndose con !a mano -esto es, a! parecer, masrurbaci6n­ debe ayunar por tres semanas." "El sacerdore que tenga poluciones [coinquinabitur] por si mismo a! tocar o besar a una mujer debe hacer penitencia por cuarenta d!as."

Un presbftero que bese a una mujer con deseo -y presumiblemente no tenga poluci6n- cumple Ia misma penitencia que por masturbarse, por tocarse y eyacular: veinte dfas. (Un laico que se provoque una poluci6n debe tambien cumplir cuarenta dfas, como nos enteramos en una secci6n sobre fornicaci6n.) 86

Hermann Joseph Schmitz, Die Bussbucher. . . , op. cit., pp. 6 1 9 y 620.


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"Para quien derrama simiente por medio de Ia violencia de sus pensamientos [el sujeto es aquf un clerigo] , veinte dfas de penitencia." "Quien lo hace en Ia iglesia mientras duerme, siete dfas de penitencia." "Si ella o el se excita a sf mismo/misma -tal vez aquf haya refercncia a Ia mastur­ baci6n- veinte dfas para Ia pri mera ofensa, cuarenta si se repite."

No queda claro si tanto hombres como mujeres estan incluidos en esas peni­ tencias: Ia lista empieza con las restricciones y penitencias para los monjes y vfrgenes sagradas que forniquen; por ende, los sujetos implicados son tanto hombres como mujeres. Pero coinquinatio, "contaminacion", es mayormente reservada a los hombres, por eso no podemos estar seguros. Estas penitencias son comparables a las impuestas por tener relaciones en epocas p rohibidas 0 en posiciones antinaturales -penetracion por arras, por ejemplo, que serfa, a diferencia de Ia masturbacion, m ucho mas duramente censurada-. Por contraste, los monjes y las vfrgenes sagradas que fornicaban debfan cumplir una penitencia de siete afios; un laico que fornicaba con una virgen debfa cumplir un afio, y si lo hada con una mujer casada, cuatro. La masturbacion no era inocente. Pero incluso asf no importaba demasiado. Monjes, monjas y sacerdotes luchaban constantemente por mantener el celi­ bato y por permanecer separados de lo mundano y de Ia carne; entre los lai­ cos, Ia Iglesia luchaba por evitar el incesto, mantener Ia inviolabilidad y el carac­ ter sacramental del matrimonio y condenar el placer carnal como razon para exigir el cumplimiento del deber conyugal. La Iglesia estaba comprometida con Ia creacion de una suerte de crden social donde se difundiera el cristia­ n ismo. El refugio contra Ia concupiscencia deb fa mantenerse a salvo de las per­ versiones. Deb fa sostenerse el Reino, mantenerse las familias, extirparse las vie­ j as costumbres. En ese mundo, el sexo a solas ten fa un rol menor. 87 87 "Das Bussbuch Theodore's von Canterbury", en Die Bu.ubikher. . . , op. cit., vol. I , sec. 2.8. 1 4; sec. I , sobre Ia fornicaci6n. No me detendre en Ia espinosa cuesti6n de cuan buena es Ia edici6n de Schmitz. Sus decisiones como editor, por mas cuestionables que sean, no cambian lo basico. Las rcstricciones contra Ia masrurbaci6n discutidas mas arriba, secci6n 2, p. 526, dicen: "9. Si se ipsum coinquinate, XL dies poeniteat". El sujeto es claramente masculino. " 1 2. Si mulier cum mulier fornicaverit, I l l annos poeniteat. 1 3 . Si sola cum se ipsa coirum habet, sic poeniteat". Las diversas faltas de los sirvientes de Dios, "De diverso lapso servorum Dei", que analiza est:in codas en Ia sec. 8, pp. 5 3 1 y 532: " I . Sacerdos si tangendo mulierem aut osculando


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En algun momento a mediados del siglo XI, co mo parte del gran movi­ miento de reforma que comenz6 a sacudir a Ia Iglesia, Ia masturbaci6n alcanz6 finalmente un nuevo y espedftco significado. Tenfa escasa o nula importan­ cia para las mujeres o para los nifios y las nifias, pero, primero para el clero, y p ro nto para todos los hombres, alcanz6 el estatuto de un pecado verdade­ ramente infame. De ser un pecado menor y poco percibido dentro de u n drama m ucho mayor, experiment6 un salto cuantitativo para ubicarse entre lo peor de Ia compafifa. Sin embargo, hizo su movida en los resquicios de un tema mas apremiante, que pareda tremendamente urgente a los reformadores, que amenazaba a Ia comunidad mucho mas que el sexo solitario. La masturbaci6n se convirti6 en un pecado contra natura porque lleg6 a ser clasificada j unto a otra "debilidad criminal": Ia sodomfa. Hubo algunos precedentes para esa nueva taxonomfa a principios del siglo XI. La sodomfa fue por mucho tiempo comprendida como penetraci6n anal. Burchard de Worms, al escribir alrededor de 1 007, habfa reunido preguntas al respecto, por ejemplo, acerca de poner el pene en masculi terga et in post{e]riora, "en Ia parte mas interna de Ia espalda de un hombre", como para co meter "fo rnicaci6n como hadan los sodomitas", j unto con cuestiones sobre Ia mas­ turbaci6n mutua, "fo rnicaci6n entre las caderas o muslos [intra coxas]", y, final­ mente, sobre Ia variedad mas simple de sexo .solitario: "<Tomas tu miembro principal con tu mano, y corres el prepucio, y lo mueves con tu propia mano para deleitarte asf con Ia salida del semen?". Sin embargo, no sostiene que su clasificaci6n d e los pecados implique u na equivalencia moral. L a sodomfa procoinquinabirur, XL dies poenirear. 2. Presbyrer si oscularus esr feminam per desiderium XX dies poenirear. 3. Presbyrer quoque si per cogirarionem semen fuderir ebdomada, jejuner. 4. Si ran­ gir manu Ill ebdomadas jejuner. [ . . . ] 6. Monachus vel sacra virgo fornicarionem faciens VII an nos poenirear. 7. Qui saepe per violenriam cogirarionis semen fuderir, poenirear XX dies. 8. Qui semen dormiens in ecclesia fuderir, VII dies poenirear. 9. Si excirar ipse, primo XX dies, irerans XL dies poenirear [ . . ] I I . Qui se ipsum coinquinar, XL dies poenirear", que se disringue de lo anrerior, supuesramenre referido a Ia poluci6n mucho mas seria a rraves de Ia relaci6n sexual enrre los muslos: " ! 0 . Si in femoribus, 1 ann um". Esrin rraducidos en McNeill y Gamer, Medieval Handbooks ofPenance, pp. 1 84, 1 85, 1 9 1 y 1 92, pero sin el men or esfuerzo por dife­ renciar las disrinras modalidades en que aparece Ia poluci6n; rampoco las penirencias esrin adecuadamenre descripras. .


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piamente dicha - segun las circunstancias- implicaba severas penas de entre diez y quince afios; el sexo entre los muslos ameritaba noventa dfas a pan y agua; Ia masturbacion , diez dfas de una dieta similar. Nuestro vicio segufa teniendo un rol mucho menor.88 Una generacion despues, con Pedro Damian, el monje, clerigo, obispo y finalmente cardenal, que fue ramo un reformador fundamental como una figura importante en Ia historia de Ia espiritualidad cristiana, Ia masturbacion, por sf misma, fue clasificada como una especie de sodomfa, un acto "antinatural". "En un esfuerzo por mostrarles Ia totalidad del asunto en un modo ordenado -escribe- pueden distinguirse cuatro tipos de csta forma criminal de pervcr­ sidad [el pecado contra Ia naturaleza]" : Algunos pecan consigo mismos a s olas; algunos cometen masturbaci6n mutua [lire­ ralmente, con Ia mano de los demas] ; algunos cometen fornicaci6n femoral [li­ teralmente, pecado entre los muslos] ; o tros cometen el acto completo contra Ia natu raleza. 89

I--lo queda claro exactamente por que en opinion de Damian Ia masturba­ cion era un acto antinatural y no simplemente obsceno. No cita ningun pre­ cedente bfblico; tampoco una extensa tradicion interp:etativa. Po r el comra­ ri0, se queja de que recien en el Concilio de Ancira en el siglo IV hubiera una resuelta y ?.propiada condena de Ia socio mfa y toda su horrible gloria y va r ic·· dad. Durante ocho siglos, dice, Ia Iglesia ha sido peligrosarncnte tolerantc y

'8 Burchard tal como es citac!o y analizado en Mark D. Jordan, The lnvmtion ofSodomy in Chri,tian Theology, Chicago, University of Chicago Press, 1 997, pp. 52 y 53 [trad. esp.: La invencidn de fa sodomia en Ia teologia cristiana, Madrid, Alertes, 2002] ; ei original puede hallarse en Burch:ud de Worms, Decretum Libri Viginti 1 9. 5 , en J. P. Migne (ed.), Patrologia Latina,

vol . 1 40, p. 968, cols. 967D-968A. s� Pedro Damian, Boole ofGomorrah: An Eleventh Century Treatise Against Clerical Homo­ Jexua! Practices, trad. ing. con introducci6n y notas de Pierre J . Payer, Waterloo, Canada, Wil­ fried Laurier University Press, 1 982. Este libra es una traducci6n de Liber Gomorrhianus de Pedro Damian (Migne [ed.] , Patrofogia Latina, vol. 1 4 5 , p. 29); Burchard parece haber sido una fueme de Ia clasificaci6n de Damian; p. 29 y n. 3. La clasificaci6n de Damian de las cua­ tro clases de formas de esta iniquidad se lee asi en ladn: ''Alii siquidem secum, alii aliorum minibus, allis inter femora, alii denique consummato actu contra natura delinquunt".


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no hizo mencion de aquellos que "pecan a solas". Tampoco hay problema con que Ia masturbacion no sea reproductiva. Finalmente, Damian no rnen­ ciona el perverso deleite que puede llegar a sentir el perpetrador por medio de sus acciones; el placer sexual es i rrelevante. Con "natnraleza" parece signi­ ficar algo mucho mas literal: "naturaleza" en el sentido del "mundo natural". " 2 Acaso salta un carnero sobre o tro carnero, enloquecido por el calor de Ia union sexual?", pregunta. Desde luego, no. Y el semental permanece j unto a otro semental en el establo sin Ia menor excitaci6n hasta que llega una yegua, que es cuando "Ia lujuria inmediatamente se desata". El deseo de un hombre por otro hombre se extiende asf mas alia de Ia enfermedad del alma, que, en su cafda, hace que un sexo ansfe a! otro. Eso solo puede explicarse, segun Damian, por una especie de locura. "Cuando un hombre se precipita hacia o tro hombre para cometer impureza, no lo hace por impulso natural de Ia carne, sino por el aguijoneo de un impulso diabolico." No solo el acto sino tam bien el propio deseo es desquiciado, y ese es el motivo por el cual, explica Damian, el Concilio de Ancira insistia en que los sodomitas figuraran entre los demonfacos y no entre los cristianos cat6licos. Cualquiera sea el modo en que se comprendan estos argumentos, ellos pare­ cen tener poco que ver con el sexo solitario, pues el deseo sobre el que escribe Damian no tiende hacia un objeto de Ia imaginacion, ni hacia uno mismo, sino hacia otra persona inapropiada. La perversion de Ia raz6n del "carnero que desea a un carnero" no parece encajar con Ia m asturbacion. Tal vez Ia clave sea que solo Ia difercncia puede generar un deseo racional y que en Ia masturbacion no hay diferencia. Pero si ese es el argumento implfcito de Damian, en reali­ dad el n unca lo plantea; y, a Ia l uz de esto, no resultarfa plausible que asf fuera. La tradicion medica y Ia ctica clasica suponfan que Ia masturbacion era una version mas !eve de Ia excitacion heterosexual, y no conozco autor cris­ tiano que plantee lo contrario. El unico ejemplo en Damian de polucion soli­ taria es el de un eremita en el desierto que, en el momento de su muerte, fue apresado por los demonios y corrompido con Ia impureza.90

90 Esro resu!ta ser una advertencia para aqudlos que no "caen junto con orro", que no por eso son menos cui rabies. El eremira en su !echo de muerte en el desierto "que cae en Ia conra­ minaci6n de las arracciones lujuriosas" no conramina a nadie, pero se arruina a si mismo con


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De hecho, el Libro de Gomorra supone mas o menos, sin justificarlo, que !a masturbacion pertenece a los mas odiosos "pecados contra Ia naturaleza''. Un clerigo no necesita llegar hasta el final para consumar el abominable acto, sostenfa Pedro Damian, pues los sodomitas prototfpicos -"los habitantes de Sodoma"- no se corrompfan "solo por consumar el acto"; debemos creer que actuaban a solas o con otros en una variedad de modos. Nuevamente, en lo mas bajo de Ia jerarqufa de culpabilidades se halla el eremita, quien "peco sin saberlo", creyendo que "eso", presuntamente sexo a solas, "le era permitido como un derecho surgido de una funcion natural". Cada vez que Damian aporta un argumento, lo hace mediante b reves alusiones metaforicas. En Ia vifia de Ia impureza sodomita, salen cuatro brotes de un mismo sarmiento. Si el clerigo to rna uvas de cualquiera de ellos, "es afectado, sin mas, por el veneno", como habria ocurrido si Ia hubiera tornado de otro. 0, con un giro mas zoo­ logico, Ia serpiente a Ia que intento quebrar tiene cuatro cabezas, "muerde con los colmillos de cualquiera de sus cabezas e inmediatamente infecta con su veneno".9 1 Esas dos oraciones y Ia frasc de apertura que he citado son todas las refe­ rencias explfcitas de Damian a !a masturbacion en su tratado de cincuenta y cinco paginas. La mayor parte del texto esra dedicada a atacar, clausula por clausula, lo que considera una lasitud de los primeros canones: estos no denun­ cian suficientemente el mal fundacional que plantea a Ia Iglesia, y en especial a los clerigos, el deseo homosexual. Muchas secciones comienzan con citas del Concilio de Ancira, el unico que, en opinion de Damian, entendio bien las cosas. Retoricamente, se acusa de l levar consigo el profundo mal de Ia sodo­ mfa: "jOh, crimen inaudito! jOh, ultraje que ha de entristecernos con un enorme cimiento de lagrimas!", se !amen ta. Es un pecado nacido no simplemente de su abstracta "irracionalidad", un horror que deriva no solo de su ser contra Ia naturaleza, pese a ser este su fundamento teologico, sino de ser contrario a cual­ quier posible concepcion de un b uen orden. La sodomfa cs una corrupcion

su impureza. Esro parecerfa ser una insrancia no de masturbaci6n -una acrividad poco proba­ ble en el lecho de muerre- sino de emisi6n involunraria, nocturna o de otro ripo, ocasionada por el contacro con los demonios. No conozco ningun caso en que estos demonios le propon­ gan sexo a los hombres. Pedro Damian, Book ofGomorrah, op. cit., p. 78. 91

Ibid.


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de los hijos por parte de s u padre espiritual, de aquellos que van a confesarse por parte de sus confesores. Que un sacerdote tenga sexo con una muchacha que acude a el es pecaminoso; entonces, que tenga sexo con un muchacho, lo es aun mas. La sodomfa es prostituirse en su cargo; es como corromper a una virgen, pero mucho mas desagradable y depravado; es como el incesto en su registro mas alto de culpabilidad. Los monjes que seducen a hombres son los mas ignominiosos entre los ignominiosos. La energfa de Damian, y Ia de muchos de los que siguieron escribiendo contra Ia sodomfa, va contra Ia cultura ero­ tica de los claustros en todos sus aspectos. Y se convierte en parte de Ia movi­ lizaci6n mas general contra cualquier falla en el celibato clerical a partir de fina­ les del siglo XI. Desde una perspectiva moderna, el objeto de los ataques de Damian no es el sexo solitario sino el acoso sexual, Ia pedofilia, el quiebre de Ia confianza, y Ia profundamente inc6moda sensaci6n de que un mundo completamente mas­ culino plantea Ia mas oscura de las amenazas sexuales contra el buen orden social. Finalmente, en el centro de Ia obra se encuentra el profundo horror del incesto: padre con hijo o hija, sacerdote con hijo o hija espiritual. La mastur­ baci6n, a pesar de estar unida ontol6gicamente a Ia sodomfa -el gran pecado antinatural del clero-, alcanza apenas una menci6n. En sf misma, no es capaz de este grado de disrupci6n. Importa s6lo como primer paso en direcci6n a algo peor, tal como Ia marihuana en cuanto etapa en Ia adicci6n a Ia herofna.92 La historia del texto de Damian tuvo sus altibajos. No fue usado, al menos explfcitamente, por ningun autor medieval. El Papa Le6n IX, a quien estaba dirigido, agradeci6 a Damian su esfuerzo, pero dijo que Ia piedad divina se impondrfa sobre Ia severidad apost6lica, que no removerfa a ningun clerigo que hubiera cometido alguno de los cuatro pecados contra Ia naturaleza de su cargo y -mas importante para nuestra historia- que habfa una gran diferencia entre aquellos que se habfan lanzado al sexo solitario o a Ia masturbaci6n mutua, o que hubieran desperdiciado su semen en o tras circunstancias, y aquellos que practicaban el coito anal. Si el anterior grupo de pecadores se confesara e 92 Vease ibid., los comienzos del capitulo 26, p. 4 1 . Sabre Ia debatida cuesti6n de Ia posi­ cion de Ia iglesia medieval respecto de Ia sodomfa, antes y despues del siglo XJI, vease Ia sensata explicaci6n de Warren Johansson y William A. Percy, "Homosexualiry", en Vern L. Bullough y James A. Brundage (eds.), Handbook ofMedieval Sexuality. op. cit.


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hiciera penitencia, podrfa recuperar el puesto que tenia antes de su falta. La definicion de Damian de que constitufa un "pecado contra Ia naturaleza'' no fue ramada en cuenta en dos de las mas importantes compilaciones de !eyes can6nicas del siglo siguiente -Ia de Yves de Chartres y Ia de Graciano-, que pare dan rotular cualquier ofensa sexual dentro de esta categorfa. Si esas com­ pilaciones expandieron enormente el sentido del termino, luego Pedro Lom­ bardo, el au tor del siglo XII cuyas Sentencias -comentarios a Agustin y otras auroridades- se convirrieron en un fundamental libro de texto de Ia teologfa cat6lica en los siglos previos a Ia Refo rma, lo restringieron. De manera con­ fusa, Lombardo us6 "pecados contra Ia naturaleza" para referirse al usa ilfcito de una mujer por parte de un hombre sin menci6n a Ia masturbaci6n o a Ia homosexualidad. Un punro intermedio es Summa de Poenitentia, escriro de Pablo de H ungrh a comienzos del siglo XIII, que goz6 de gran reputaci6n por siglos. Pablo sostenfa que un pecado con tra Ia naturaleza es "cuando alguien bnza su semilla fuera del I ugar espedfico para ello", es decir, en cualquier sitio que no sea Ia vagina de una mujer. Esto, se apura a sefialar, como habfan hecho otros, es peor que tener sexo con Ia propia madre; y !a peor especie de e�te abominable pecado es Ia relaci6n anal con Ia propia esposa. Luego sigue una larga discusi6n de los innombrabies horrores de Ia sodomfa.93 En alguna parte, entre todo esto, estaba Ia masrurbaci6n, una pequefia par­ ce!a de un pensamiento teol6gicamente complejo acerca del pecado en gene­ r�d y esp;;-dficamente de Ia luxuria. Por {!ltimo, al termino del siglo Xl!I, la cla­ sific aci6n de Ia que habfa sido pionero Damian Ilegaba 'l la ortodaxia. En rod o caso , ese sign i fic:ativo primer paso hacia Ia completa sodomfa Ileg6 a considerarse "un pecado contra Ia naturaleza'' por obra de los mas importan­ tes te0logos de Ia epoca, aunque no por los mismos motivos aducidos por Pedro. El Doctor Angelico, Santo Tomas de Aquino, declar6 en su epocal Suma teol6gica que los peores pecados de luj uria ( luxuria) t'ran los vicios "contrarios a Ia natu raleza''. Como todo pecado, y como roda forma de luj uria en gene­ ral, se oponfan a Ia raz6n, pero ademas, se oponfan a Ia naturaleza y, espedfi91

Sohre Ia recepcion de Ia comroversia de Damian, vease Mark D. Jordan, Invention ofSodomy, cap. 5 y L. K. Little, "The personal development of Peter Damian", en William C. Jor­ dan, Bruce McNab y Teofilo F. Ruiz (eds.), Order and Innovation in the Middle Age, Princeton, Princeton University Press, 1 976. op. cit. ,


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camente, al orden natural del sexo. No sirven para Ia procreacion; de ellos no hay generacion posible. 94 Especifica cuatro clases; Ia primera incluye Ia masturbacion. No es facil nave­ gar a traves de los circunloquios; pero el vicio cuya fortuna estamos sondeando es, con bastante claridad, una de las actividades consideradas. "Ademas del coito, cuando, por buscar un orgasmo [delectationis venereae] , se produce una polucion [pollutio] , esto pertenece a! pecado de Ia impureza [peccatum immun­ ditiae] que algunos llaman ausencia de castidad [nuevamente mollitiem] ." Los otros tres vicios contra natura son descriptos con mayor precision y es mas facil para nosotros traducirlos a nucstros modos de pensar: coito con otras espe­ cies, que se llama bestialismo ( bestialitas) ; coi to con el mismo sexo, hombre con hombre y mujer con mujer, que se llama sodomfa (sodomiticum); y coi to en que el estilo natural (natura/is modos) no es observado: el uso del organo no adecuado "u otras practicas bestiales y monstruosas". Mollitiern, "ausencia de castidad" o "suavidad", como Ia describe Aquino, es una expresion m uy general como para se refiera solo a Ia masturbacion; pero, por cierto, Ia masturbacion figura en esa clasificacion entre los pecados "con­ trarios a Ia naturaleza'', si no como una forma de sodomfa. Pero a pesar de su elevacion, el pecado de suciedad de Aquino -el peccatum irnmunditiae o molli­ tiem- permanece en sombras en los confesionarios de finales del medioevo y del Renacimiento y, mas generalmente, en los esfuerzos por crear un orden sexual divino. Acaso Ia masturbacion fuera tan comun que el clero temiera hablar de ella por miedo al contagia. Una vez mas, no sabemos que hacer con el silen­ cio. Pero, una vez mas tambien, Ia Iglesia tenia voluntad de hablar de otros pecados sexuales, lo que sugiere que percibfa como menos probable que los lai­ cos los adoptaran despues de escuchar el tema en discusion o quizas que esos otros pecados importaban mas. Segun creo, se trata del ultimo caso. La sodomfa, como ya hemos visto, era muy considerada; habfa mucha predica en su contra y ocasionalmente se Ia castigaba con gran rudeza antes de Ia crisis del siglo XII , aunque en muchos casos se Ia tolerara racitamente. �4 Para este y para el posterior parrafo, vease Tomas de Aquino, Summa theologiae 2a2ae y 1 2, texro Iatino y traducci6n inglesa, Nueva York, McGraw-Hill, 1 964-1 976, pp. ! 54 y 244-247. El traduc­ ror da peccatztm inmzmditiae como "auroabuso", pero se trata claramente de un anacronismo. 1ra­ duce moUitiem como "suavidad no casta", pero ya hemos vista cuan problematica es esra palabra.


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Los placeres conyugales, siempre bajo sospecha, se pasaban del l.fmite cuando se trataban de un fin en sf. Asf, el sexo o ral, o cualquier posicion diferente a Ia del hombre arriba, se considero un acto antinatural de Ia cuarta categorfa de Aquino, dado que su proposito era Ia irracional satisfaccion de Ia luj uria. La sodomfa entre hombres y m ujeres -marido y mujer o cliente y p rosti­ tuta- era una abominacion particular. Las murallas defendidas aquf eran sociales, no individuates. Los pecados contrarios a Ia naturaleza eran un ataque directo a l as instituciones que Dios habfa creado para permitir que, tras Ia Cafda, el hombre viviera con su con­ cupiscencia: casamiento para los laicos, celibato para el clero. Oentro del matri­ monio, maridos y esposas enfrentaban todos los dfas las tentaciones del lecho, q ue los condudan al peligro moral mas grave. Eran los casados a quienes predicaban las autoridades cuando condenaban los actos antinaturales hete­ rosexuales: non in debito vase (en el o rificio equivocado) o non in debitus modus (de un modo impropio). Alberto Magno clasifico las posturas de I a relacion sexual en una sola categorfa natural -Ia m ujer abaj o , el hombre arriba- y cuatro antinaturales, que eran enemigas del proposito del matrimonio, es decir, continencia y procreacion. La sodomfa debe haber sido, muy probablemente, Ia forma mas usada y efectiva de control de Ia natalidad -un acto sexual que era prima facie un rechazo de Ia tmica razon aceptable para el placer sexual dentro del matrimonio- y se pensaba que cualquier posicion que no fuera I a "natural" disminufa las posibilidades de concepcion. " Omnis luxurious attac­ tus -cu alquier estimulacion e ro tica- de los genitales" en I a cual el orden natural de procreacion fuera potencialmente puesto en riesgo era, pues, una forma de adulterio, o algo a lin peor, como plantea Jean de Gerson, maestro, predicador, renombrado teologo, canciller de Ia Universidad de Paris durante el siglo xv.95 Se sostenfa que el septimo mandamiento no solo proscribfa roda asocia­ cion y union carnal entre hombre y mujer por fuera del matrimonio, sino todo placer intencional e innecesario del lecho marital. En ese sentido, el adulte­ rio -el pecado de tocar solo por placer- era peor dentro del matrimonio que fuera de el, pues se oponfa a los propositos mas fundamentales de Ia propia 9' Thomas Ten tier, Sin and Conftssions, op. cit., pp. 1 86- 1 89; Jean Gerson: Early Works, trad. ing. y ed. a! cuidado de Brian Patrick McGuire, Nueva York, Paulist Press, 1 998, p. 1 88.


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insrituci6n. No queda claro como habd.n interpretado exactamente los sacer­ dotes de las parroquias esa condena absoluta de casi rodo lo que podfan lie­ gar a hacer sus feligreses en Ia cama. Pero el cuarto de los actos antinaturales de Aquino atrajo por cierto mucha arenci6n, como lo hizo Ia cuesti6n de d6nde trazar sus lfmites. En comparaci6n, Ia primera categorfa, que englobaba los pecados de impureza, languideda.96 Un exhaustivo examen de los manuales confesionales franceses desde el si­ glo XIV hasta el XV!I muestra que en ocasiones los sacerdotes eran inducidos a hacer preguntas sobre Ia masturbaci6n -si realmente ese es el pecado al que se alude en los rortuosos circunloquios de los interrogatorios-, pero no sistematica o rigurosamente, por lo que parece. Y cuando un penirente era castigado, el sexo solitario era considerado mucho menos serio que cualquiera de las otras tres clases de pecados l uj u riosos antinaturales; las ofensas mas serias eran enviadas a las mayores autoridades, mientras que Ia masturbaci6n, con excepci6n de un caso, era dejada al parroco para que decidiera Ia peni­ tencia. Mas aun , era trarada como mucho menos seria que Ia forn icaci6n, una amplia categorfa de pecados que inclufa desde roda relaci6n fuera del matrimonio hasta el sexo demasiado ardiente dentro de el. Aunque Santo Tomas habfa repurado el "pecado de impureza" como Ia forma mas baja de Ia lujuria -"una afrenta a Dios" y contra "el plan desarrollado de vivir de acuerdo con Ia raz6n"-, los hombres y mujeres comunes, e incl uso sus sacerdotes, parecen haber considerado mucho mas graves que tener sexo a solas, Ia vio­ laci6n, el incesto, Ia seducci6n y d adulterio. "Sexo antinatural" -Ia catego% Obviamente, ese anilisis del adulterio matrimonial sigue no solo Ia tradicion cla.sica de Ia imposibilidad de dichas cosas sino mas directamente el aborrecimiento de Ia Iglesia por el conrrol de Ia natalidad. Esto tifie el pensamien to no solo ace rca de las posiciones permitidas sino tambien respecto de Ia masturbacion. Tradiciones religiosas como el Islam, que sostienen que Ia relacion legftima no siempre necesita tener propositos p rocreadores, tambien conde­ nan explfcitamente Ia masrurbacion. Se sostiene que es lfcita en ausencia de una pareja legf­ tima; es mejor que el viajero, el solitario, el pobre, Ia mujer cuyo esposo esra ausenre satisfa­ gan a sol as su lujuria antes que en alguna man era heterosexual que sea ilegal. Tam bien los juristas concuerdan con los medicos en que mucho semen acumulado es peligroso: por ello, Ia auto­ estimulacion es permirida incluso durante el ayuno de Ramadan, por temor a que el exce­ dente resulte en una falta seria. B. F. Musallam, Sex and Society in Islam: Birth Control Before the Nineteenth Century, Cambridge, UK, Cambridge University Press, 1 983, pp. 32-34.


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ria general de pecado mortal- significaba, en efecto, aquello que podrfamos llamar homosexualidad, pese a que hubiera muchos otros pecados vincula­ dos a ella. 97 La masturbaci6n palidecfa especialmente con relaci6n a! pecado que Damian consideraba su objetivo: Ia sodomfa. A partir de Ia gran epoca de reforma, durante el siglo XII, las auto ridades seculares y clericales se embarcaron muy publicamente en Ia batalla contra este mucho mas grave acto antinatural, tanto entre hombres como entre hombres y m uj eres. El sexo solitario volvi6 a dejarse en Ia sombra. "En rodo el mundo no hay dos pecados tan abomi­ nables" -dijo el Papa Grego rio XI a finales del siglo XIV- "como aquellos que prevalecen entre los florentinos". El primero era su "usura e infidelidad", el segundo era indescriptible, "tan nefando" que no "se atrevfa a mencio­ narlo": Ia sodomfa. No sabemos si en realidad era mas intenso en Florencia que en otras panes. Por cierto, se hablaba mas de eso en ltalia que en otras partes, y hasta se lo castigaba legalmente. Los burdeles tenfan licencia muni­ cipal y eran i ncluso mantenidos a! menos en parte como defensa contra Ia sodomfa; supuestamente, los b u rdeles florentinos fueron establecidos espe­ dficamente como una alternativa. Los j uicios fueron relativamente frecuen­ t�s a lo largo del Mediterd.neo; debe haber sido una operaci6n de limpieza contr:J. !a muy vieja cultura homoer6tica del m undo antiguo o una respuesta a las especiales condiciones del mercado marrimonial. En cualquier caso, fue­ ron ejecutados entre 1 00 y 1 5 0 hombres en Madrid, 1 00 en Palermo y alre­ dedor de otros 1 00 en Sevilla entre las decadas de 1 5 80 y 1 650, y, proba­ blemente, representen una minima parte de quienes la pr:J.cticaban realmente. 97 Jean-Louis Flandrin, Sex in the Western World: The Development ofAttitudes and Beha­ Fiour, uad. de Sue Collins, Chur, Suiza, Harwood Academic Publishers, 1 99 1 , pp. 1 03-1 06, 247-250, especialmente 248; veanse tambien las notas de pp. 323-333. Flandrin piensa que

Ia Iglesia estaba tratando de eliminar Ia masturbaci6n o reducir su frecuencia despues del siglo XI V ·-Gerson es su principal evidencia para esto, a pesar de que, como vimos, no es fuerte-, pero que en Ia pd.ctica estaba diferenciada de Ia sodomfa como un pecado tan malo como para que Ia prescripci6n de Ia pena se dejara al obispo. Pierre Payer, "Confessions and the study of sex in rhe Middle Ages", op. cit., pp. 1 2- 1 4; vease tambien James Brundage, "Sex and the cannon law", en Vern L. Bullough y James A. Brundage (eds.), Handbook ofMedieval Sexu­ ality, op. cit., p. 4 1 , qui en sosriene que !a mayorfa de los auto res trataba a Ia masturbaci6n como un "minor peccadillo".


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Los numeros florentinos son mas sorprendentes. Los asf llamados Oficiales de Ia Noche arrestaron entre 1 5 mil y 1 6 mil j6venes y cobraron 2.400 mul­ tas entre 1 43 2 y 1 502. Condenados por los predicadores y acosados por las autoridades, sin embargo, los j6venes vivfan en un mundo material, cultu­ ral y politico en el cual la sodomfa estaba cacitamente aceptada. Y entre el clero, Ia Iglesia libraba una batalla continua contra el sexo entre hombres. Por mas que no se adoptaran las censuras mas rfgidas de Pedro Damian, Ia lucha contra Ia sodomfa no conoda reposo y segufa en aumento. En raras ocasiones, Ia vigilancia se ampliaba a las mujeres. La energfa moral que des­ pues del siglo XVIII se dirigirfa publicamente contra el sexo a solas era en cierta medida dirigida contra el sexo entre hombres a fines del medioevo y a prin­ cipios del perfodo moderno.98 Los manuales de los confesores anteriores a Santo Tomas parecen haber igno­ rado Ia masturbaci6n en busca de apuestas mayores: sodomiticttm. Los peni­ tences en este tema solfan ser los monjes j 6venes en noviciado. El confesor se acercaba sigilosamente a Ia problematica de Ia masturbaci6n, tal vez por miedo a dar ideas a sus j6venes a cargo, o porque, como sospecho, era una pequefia ola en una catarata de ofensas: suefios er6ticos y poluciones nocturnas ("�Alguna vez has experimentado poluci6n mientras dormfas?", "�Sonar con mujeres ha hecho que eyacularas?"). El confesor explica que las emisiones nocturnas son un pecado mortal si son habituales y resultan de malos pensamientos. �y que hay de las fantasias er6ticas y las eyaculaciones durante Ia vigilia "por ti mismo y sin criatura alguna a tu alrededor"? �y que, ademas, de Ia masturbaci6n en sf, Ia eyaculaci6n causada por "el propio toqueteo" del joven? Finalmente, cl confesor se ocupa de Ia masturbaci6n mutua, de frotarse entre los muslos, y, para terminar, del abismo de Ia sodomfa. Estos confesores parecen convenci­ dos, como lo habfa estado Damian, de que si bien las fantasias de los j6venes

98 Sobre Florencia, vease Ia notable invesrigacion en los archivos municipales sobre sodomia de Michael Rocke, Forbidden Friendships: Homosexuality and Male Culture in Renaissance Flo­ rence, Nueva York, Oxford University Press, 1 996; Gregorio XI esra citado en Ia pigina 3; las estadfsticas que cito son de Ia p. 47. Sobre Ia prostitucion como una alternativa a Ia sodomfa, vease Ruth Mazo Karras, Common Women: Prostitution and Sexuality in Medieval England, Oxford, Oxford University Press, 1 996, pp. 32 y 1 37; sobre Ia masturbacion como un paso hacia Ia sodomfa, vease Jacques Rossiaud, Medieval Prostitution, op. cit., p. 94.


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que ten fan a su cargo se suponfan heterosexuales, el ultimo de los pecados anti­ naturales, el sexo con uno mismo, era el preludio al sexo no con una mujer sino con alguien semejante a ellos.99 Al igual que los protestantes enemigos del celibato clerical despues de la Reforma, los confesores de la Iglesia parecen haber imaginado una completa categorfa de pecados sexuales del daustro, que comienza por la masturbacion y termina en algo muchfsimo peor. En el mundo real de la practica pastoral, mollicies, la "suavidad" o el pecado de impureza (peccatum immunditiae) , o induso ese pecado de luj uria que iba "contra la naturaleza'', al que llamamos masturbacion, era tratado con mucha mas circunspeccion que o tras faltas sexuales y considerado una amenaza, especialmente para los monjes jovenes, fundamentalmente porque podia lle­ var a algo peor. Por varias razones, que uno se causara a sf mismo un orgasmo parece no haber captado nunca la seria atencion de aquellos que hablaron sobre esos asuntos, ademas de que las autoridades consideraban mas disruptivas y mas serias otras ofensas. 100 En primer lugar, a diferencia de los confesores seculares del siglo xvm -los medicos, pedagogos, filosofos y visionarios sociales que presumfan de pudo­ rosos y no lo eran en absoluto-, los autores de los confesionarios catolicos y los curas a los que guiaban paredan genuinamente reticentes, por temor a dar ideas a sus parroquianos o alumnos, a preguntar demasiado en detalle sobre practicas sexuales inusuales. Se cuenta la historia de cierto sacerdote en Bra­ bante que comenz6 a " indagar agudamente en la conciencia" de una nifia con vocacion religiosa. En el momento en que terminaba de preguntarle en deta­ lle sobre los varios crfmenes que podria haber o no cometido, o de los que induso podria haber o fdo hablar, ella se tent6 por primera vez. Preocupada, fue hasta el sacerdote y se lo cont6: "Me has enfermado ese dfa hablandome

19 Los dos confesionarios entre Aquino y el siglo XIV que preguman acerca de Ia masturba­ ci6n son especificameme los del Canon de St. Victor Peter de Poi tiers, Summa de conftssione, y el del gran maestro de Ia arden dominica, Humbert de Romans, !nstructiones de officis ordinis. Agradezco a Yaron Toren, graduado del St. John's College de Oxford, este material y, en termi­ nos mas generales, su invalorable ayuda y su gufa a rraves de Ia discusi6n medieval de Ia mas­ turbaci6n en Ia concernieme a Ia sodomfa tanto como a las cuestiones de moral sexual en gene­ ral. Vease en este caso tambien Mark D. Jordan, Invention, op. cit., p. 1 05. ' "' Peters de Poitiers derivaba mollities de ablandar el espfritu, lo que parece bastame espedfico.


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de tales cosas". Fue con gran dificultad -como confes6 ella a otro cura- que esa piadosa nifia pudo alejarse de los nuevas pecados. 1 0 1 El "escorpi6n de Ia lujuria'' , tal como lo enunciaba un texro del siglo XJII dirigido a tres mujeres maduras en retiro del mundo, "tiene hijos que no son adecuados para que una boca educada siquiera los nombre". A pesar de esa advertencia, algunos eran nombrados: fornicaci6n, adulterio, perdida de Ia virginidad e incesto, a! igual que los deseos obscenos. Pero Ia masturbaci6n recibe un tratamiento silencioso. Tras advertir a las monjas sobre todas las for­ mas de tentaci6n a Ia lujuria -conducta frfvola, ojos lascivos, roqueteos poco castos-, el autor anuncia que "no se arreve a nombrar el producto anrinatu­ ral de este venenoso escorpi6n [luj uria]" . Y realmente no lo hace. En Iugar de ello, advierte "cuan triste debe senrirse aquella que, con o sin compafiia, se ha alimenrado con Ia l uj uria, de cuyo resultado no habra de hablar ni osara hacerlo por temor a que alguien pueda aprender mas de un mal que ella ya conoce y resulte asi tentada". A diferencia de los autores del siglo XVJII que declaraban lo m ismo, pero persistfan incesanremente con el tema, nues­ tro au tor cum pie s u p romesa. Por otra parte, lo que llamamos fantasias sexua­ les, y en especial fantasia masturbaroria, debe ser censurado a! menos solo por ser el preludio del despliegue de algo casi sin Iugar a dudas mas pecami­ noso. "Dejala que piense en sus malditas invenciones lujuriosas, pues de algun modo se extinguira, de modo vivaz y voluntario, pues el placer de Ia carne es pecado mortal, excepto en el matrimonio". El silencio en torno a Ia mastur­ baci6n era inrenso pero no completo . 1 02 Eso sugiere el segundo motivo, una consecuencia ret6rica de que otros peca­ dos hayan importado mas. Nadie pareda capaz de permanecer focalizado en el sexo solitario. Ocasionales referencias a! pecado innombrable en el siglo pos­ terior a Aquino siempre se desviaban y tomaban otro camino. Por ejemplo, 1 1 11

Cesareo de Heisrerbach, Dialogus miraculorttm, ed. de J. Strange, 2 vols., Colonia, Bonn Bruselas, 1 85 1 , vol. 3, p. 47. 102 William Langland, Ancrene Riwle, op. cit., p. 9 1 . En algun otro pasaje advierre a las mon­ jas que el diablo se hace fuerre en las panes rraseras y debil en Ia cabeza, y Ianza una larga can­ rilena sobre como una anciana incendio una casa con paja -lo mucho proviene de lo poco- y que las chispas volaron, que las llamas empezaron desde abajo y que promo rodo esraba que­ mandose (pp. 1 3 1 y 1 32). y


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un confesionario, supuestamente para uso de j6venes frailes, esd. dedicado a Ia indagaci6n espiri tual de los suefios humedos, lo que habfa ocupado a las comunidades monasticas desde sus comienzos. Como hemos visto, muchos usan mollities como un atajo hacia sodomiticum. En otras fuentes, las debili­ dades masturbatorias de los penitentes parecen proveer el alimento para cier­ tas excitaciones clericales de o rden menor, con escasa pretension de exten­ derse en reflexiones moralcs. Po r ejemplo , el capftulo de pecados contra Ia naturaleza del dominico Thomas de Cantimpre de finales del siglo XIII -De fitga pacati contra naturarn- tiene un cierto tono que sugiere que hacer con esa gran energfa sin destino claro. Cuenta cuatro historias sobre masturba­ ci6n, a cual mas audaz. Una mujer que dijo hacerlo regularmente en Ia cama -el primer caso que conozco en Ia civilizaci6n occidental de adicci6n a! vicio solirario- cont6 a Cantimpre que un demonio daba grandes gritos de "fi, fi , fi " y hacf:1 signos de "inserci6n indiscreta". S e sentfa apenada y avergonzada. Una segunda confesaba llorosa que generalmente se polucionaba pues habfa voces que le decfan que serfa perdonada. Muri6 poco despues de su confesi6n --de miedo, opina Thomas- y sufri6 asf varios castigos en el purgatorio. La �crcera anecdota es acerca de una viuda que vivfa en un convento y era Ia mas abominable ( ntfJimdissima) de las pecadoras, si bien Thomas no especifica que hizo. Debe haber sido algo malo, p u�s los cerdos, presuntamente invadi­ dos por los demonios, vaciaron su cuerpo y le devoraron las entrafias. Fin;J]­ mente, e n nna ultima historia -y suerte de hiperbole grotesca que se asocia a ciert;:s formas literarias, los fobliaux, por ejemplo-, los lectores acceden a rum o­ res de mal gusto: el obispo de Lausana sabfa de un hombre que, a.l llevar Ia mano a su entrepierna para entretenerse en su acostumbrado vicio, encontr6 una serpiente. Por mas interesantes que sean tales historias, estas (j unto a! pequefio numero de referencias que encontramos en los confesionarios siglos despues de que las mollicies llegasen a ser consideradas un acto antinatural) constituyen una pequefia gota en un mar de culpas. 103 103 Thomas de Cantimpre, Bonum ttniversale dr apibus, Douai, 1 627, cap. 30. Debo !a refe­ rencia y Ia uaduccion a Yaron Toren. Elliott, Fa/Len Bodies, op. cit., p. 47. analiza tres de esas hisrarias s�gun su plameo: d autoerotismo es percibido como un problema de las mujeres. No creo que e>e sea el caso durante el medioevo y Ia modernidad remprana; deja de lado Ia hisro­ ria de Ia masrurbaci6n masculina.


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Finalmente, el antinatural acto solitario encajaba con dificultades en Ia mas amplia jurisprudencia y disciplina de Ia Iglesia, que cada vez confiaba mas en las sanciones publicas y no en Ia disuasi6n privada para reforzar sus normas de conducta sexual. Se prestaba atenci6n a los "actos infames", a Ia abierta inmo­ ralidad, al obvio desafio de no rmas cada vez mas est rictas, no a los vicios secretos. Espedficamente, los cambios en Ia ley de evidencia y en los procedi­ mientos legales hicieron mas facil lograr que rindiesen cuenta de sus acciones aquellos que abiertamente violaban alguna norma: sacerdotes o monjes que mantenfan ostentosamente a sus concubinas, parejas que tenfan relaciones antes del matrimonio -un hecho bastante comun-, adulteros, fo rnicadores, sodo­ mitas que pecaban de tal modo como para concitar toda Ia atenci6n. De hecho, toda esta conducta era diffcil de regular; el matrimonio, por ejem­ plo, habfa nacido sagrado y dependfa solo del asentimiento de los dos miem­ bros de Ia pareja. Era diffcil probar que un par de amantes no hubieran esta­ blecido un acuerdo previo a su encuentro y cmbarazo. Los matrimonios de prueba eran algo habitual en ciertas areas. La fornicaci6n estaba extendida, e incluso los mas ortodoxos eclesiasricos aceptaban que esta podfa caer dentro de los lfmites de Ia continencia que podfan esperar del creyente promedio. Algu­ nos -los herejes- llegaron tan lejos como para sostener que no era pecado. En estas circunstancias, Ia Iglesia se concentraba en hacer que Ia conducta publica de las personas a las que renfan rna.� posibilidades de controlar estuviera mas de acuerdo con los preceptos. Las sanciones j urfdicas contra Ia desviaci6n sexual, asf como los j uicios contra los herejes, se realizaban contra acciones -u opi­ niones- "publicamente confesadas y obstinadamente defendidas"; lo que impor­ taba era Ia infamia, "tener mala reputaci6n", o notorium -es decir, estar fla­ grantemente enfrentado a los criterios-. 1 04 Por ejemplo, en una ci udad tan 104

James A. Brundage, Law, Sex, and Christian Society in Medieval Europe ( 1 987), Chicago, Chicago University Press, 1 990. Vease tambien su "Playing by the rules: Sexual behaviour and legal norms in medieval Europe", en Jacqueline Murray y Konrad Eisenbichler (eds.), Desir.: and Discipline: Sex and Sexuality in the Premodern West, Toronto. University of Toronto Press, 1 996. Sabre el hacer publicas las hc:rejias, vease Graciano, Decretum 111 1 24 Qiii, coh. 27-3 1 , ed. al cuidado d e E . Friedberg, en Corpus juris Canonici, Leipzig, 1 8 8 1 , val. 1 , pp. 997 y 998, citado en R. I. Moore, The Formation ofa Persecuting Society, Oxford, Basil Blackwell, 1 987, p. 68, que tambien sefiala que !a herejfa y su representaci6n en el cuerpo -Ia lepra- son publi­ cas par naturaleza. Tal vez haya un paralelo aquf con !a jurisprudencia tradicional musulmana


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dominada por Ia Iglesia como York, donde el clero constitufa el principal publico de las p rostitutas, poco se decfa sobre el tema. Lo que acaparaba toda Ia aten­ ci6n era el concubinato abierto -ser Ia "prostituta de un monje" o la "prosti­ tuta de un fraile", bisicamente, Ia concubina- y, para el hombre, mantener a esa mujer sin esforzarse en ser discreto. 1 05 Incluso una denuncia privada de algo realizado privadamente necesitaba una prueba publica. Y asf el vicio secreto paso ampliamente desapercibido. Onania podrfa estar en lo cierto: mientras "las otras acciones de impureza deben tener un testigo, esta [Ia masturbaci6n] no requiere ninguno", y por ende, realmente escapa a Ia atenci6n hasta que alguien quiera hacer tan publico algo privado. Tal vez muchos penitentes de Ia alta Edad Media y comienzos del perfodo moderno no sabfan que ese particular "acto antinatural" era un pecado mortal. No hay modo de saberlo. Dada Ia reticencia de los sacerdotes a hablar de ello, y el peso creciente de Ia preocupaci6n por el celibato cleri­ cal y las pricticas sexuales del lecho marital, tal vez Ia masturbaci6n simple­ mente se perdi6 de vista. Tal vez los monjes enclaustrados se las arreglaban para separar Ia casufstica de Ia poluci6n nocturna, sobre Ia que habfan ofdo m ucho, de Ia p rictica de Ia que escuchaban m uy poco. Probablemente las monjas no hayan ofdo hablar para nada sobre el problema; y los niii.os vivian en una inocencia que les impedfa saber sobre su pecaminosidad. Hay rastros aquf de que, aunque secrera e innominada, Ia masturbaci6n no era algo bueno. Una mujer de Dijon acusada de prostituir a una niii.a pequeii.a dice, como forma de mitigar su castigo, que Ia encontr6 masturbindose, Ia enfrent6 con

en materia sexual. La desviaci6n per se, que podemos equiparar a Ia homosexualidad, no era condonada, pero tampoco se discutia mucho a! respecro. Lo que imporraba eran las relaciones heterosexuales que pudieran rener consecuencias publicas: violaci6n o sexo consensuado entre personas no casadas entre sf. E incluso aquf, Ia mas infame -Ia mas disruptiva del orden publico-, Ia mas proclive a ser procesada, porque crfmenes ran serios requerfan Ia prueba de resrigos. Vease Judith E. Tucker, In the House ofthe Law: Gender and Islamic Law in Ottoman Syria and Pales­ tine, Berkeley, University of California Press, 1 998, pp. 1 59 y 148- 1 78 passim. 101 Sobre esro y I a profunda conexi6n de Ia prosriruci6n con !a sociedad medieval y !a modernidad remprana, vease Rurh Mazo Karras, Common Women, op. cit., pp. 30, 45 y passim. Puede haber algo engafioso -profundamenre mis6gino- en !a predica contra esas mujeres; el sacerdore solfa quedar librado; su "pura" quedaba a merced de las violaciones de los j6venes de Ia ciudad.


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el hecho y Ia arroj6 a Ia calle cuando ella lo neg6. Ambas partes pare dan saber que Ia masturbaci6n era menos que deseable. Pero dado que Ia prosti­ ruci6n no era tomada terriblemente en serio, es diffcil saber cuanro deb emos fiarnos de todo esto. 1 06 En algun momento a comienzos del siglo XV, sin embargo, un distingu i do clerigo, muy probablemente el famoso rector de Ia Universidad de Paris Jean de Gerson, aport6 mas que una o dos frases casuales sobre nuestro vicio. La n ueva onrologfa del vicio de Aquino se abri6 cam ino resueltamenre en Ia literatura de confesi6n a traves del rratado De confessione mollitiei [Acerca de Ia confesi6n de Ia masturbaci6n] , que por primera vez hablaba del tema en terminos reconocibles a nuesrra mirada moderna. 1 07 El tono estridenre que habrfamos de esperar despues de 1 7 1 2 esta allf; tambien Ia insistencia confe­ sional de que un secreta debe revelarse, a! igual que Ia i nsistencia en que Ia sexualidad de los j6venes debe someterse a vigilancia. Ese tratado es parte de un proyecto m ucho mas amplio de regulaci6 n de Ia conducta de los nifios, especialmenre aquellas conductas que pueden l levar a incorrecciones sexua­ les en general, y a Ia temida sodomfa en especial. Gerson no apela mas que a Ia "menrira piadosa" para derribar las defensas de los j6venes penitenres y hacer que revelen sus mas secreros vicios. 108 Tambien esra presente en Gerson Ia insistencia en que el vicio es casi uni­ versal y en que es terriblemente diffcil de descubrir y de poner en su propia, aterradora perspecriva moral. Por ultimo, al igual que Onania, De confessione mollitiei es an6nimo y unicamenre atribuido a Jean de Gerson. Apareci6 en una colecci6n de manuscritos j unto a otras ob ras suyas y dos obras confesio­ nales de otros aurores, que fueron copiadas en Pads en Ia decada de 1 420 por NicoLis de Clemanges, un eclesiastico h uman ista que e nsefiaba en Ia 106

Jacques Rossiaud, Medieval Prostitution, op. cit., p. I 06. En ese caso, n o hay dudas de que rnollitiei significa "de !a masturbaci6n". Largos tramos de este tratado se hallan disponibles en Thomas Tender, Sin and Confission; pero cito de !a tra­ ducci6n de Yaron Toren, quien amablemente me !a facilit6. 108 Para !a opinion de Gerson sobre !a confesi6n en general, vease su "On hearing confe­ si6n", en jean Gerson: Early Works, op. cit., pp. 365-377; y para las confesiones de los j6venes en particular, vease Brian Patrick McGuire, "Education, confession and pious fraud: Jean Gerson and late medieval change", en American Benedictine Review, 47.3, septiembre de 1996, espe­ cialmente pp. 3 1 6-338. 107


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universidad y era m iembro del Colegio de Navarra. Tal vez bubo razones polf­ ticas al principio para que NicoLis omitiera el nombre de Gerson en alguna de sus obras en esta colecci6n. Luego de veinte afi.os, sin embargo, cuando el manuscrito fue incorporado a los canones de Saint Victor, Ia autorfa de Ger­ son fue establecida para todas sus partes excepto para el tratado sobre Ia mas­ tu rbaci6n. Permanece bajo Ia forma de un informe an6nimo en una conver­ saci6n informal entre un maestro al que no se nombra y sus estudiantes, una suerte de confesionario: "Cierto maestro de teologia, de acuerdo con su larga experiencia y diligencia en su estudio [ . . ] ha revelado en Paris las cosas que mas abajo se mencionan". Las transiciones se realizan con giros del tipo "entonces e 1 maestro aconse;o' " . 1 09 Nadie sabe quien escribi6 el dialogo. Tal vez, sostiene el mas cuidadoso de los academicos que analiz6 el manuscrito, Gerson es el informante que escu­ ch6 este comen tario sobre Ia masturbaci6n cuando era estudiante y envi6 una copia a su amigo en Parfs, quien le habfa pedido ayuda para cuidar el alma de los j6venes a su cargo. La evidencia i nterna no sera de ayuda: algunos aca­ demicos piensan que Ia estridencia de esa composici6n no es caracterfstica de Gerson; otros piensan que se condice p!enamente con su escritura. No queda claro por que nadie en Ia abadfa de Saint Victor, cuya biblioteca era famosa por sus obras pastorales, hizo siqu iera una copia de De conjessione molli­ tiei. Tal vez el manuscriro permaneci6 ta n oscuro porque su autor era desco­ nocido y careda de autoridad, tal vez porque Ia epoca no estaba madura para que Ia masturbaci6n apareciera como u na pd.ctica sexual tan peligrosa por sf misma, en I ugar de como preludio a los peores pecados de lz.. carne o como signo de concupiscencia. 1 10 Por todas sus similitudes con los textos modernos, el tratado de tres pagi­ nas de Gerson difiere enormemente en su ret6rica de las obras mucho mas extensas de Ia tradici6n iluminista en un importante aspecto. Aquellos q ue .

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109 Brian Patrick McGuire, "Educ;;tion, confession and pious fraud: Jean Gerson and late medieval change", op. cit. 1 10 El plameo de que De confessione mollitiei no corresponde al estilo de Gerson se encuen­ tra en Thomas Tender, Sin and Confession; Ia posicion contraria consta en Brian P. McGuire, "Education, confession and pious fraud: Jean Gerson and late medieval change", op. cit., espe­ cial mente pp. 322 y 323. Me baso enteramente para lo que digo en el manuscrito de Ia obra inedita de Yaron Toren, tanto en este caso como mas adelante.


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adoptaron Onania a partir del siglo XVIII presupusieron que Ia busqueda del placer sexual era correcta y adecuada; Ia masturbacion era una sorprendente y peligrosa desviacion del deleite heterosexual. La mayor parte de los textos moder­ nos hasta el siglo XX comienzan con el "descubrimiento" de cuan terriblemente difundida estaba; y rfos de tinta se escribieron sobre por que era asf. La incor­ poraban a una l ucha perpetua por produci r un sujeto sexual en el cual el deseo es constantemente excitado y modulado: Ia masturbacion es pane de Ia construccion del yo secular. En Gerson no habfa nada de eso. Suponfa que aquellos cuya confesion guiaba estaban sumergidos en Ia concupiscencia, que eran hijos de Ia Cafda. Asf como Gerson, por primera vez en Ia historia occi­ dental, presta una atencion sustancial a Ia masturbacion, lo hace de modo que no parezca en absoluto una novedad. No muestra sorpresa alguna al revelar otra evidencia mas del alejamiento del alma respecto de Dios, tal vez una mas insidiosa que Ia mayorfa por ser mas privada, aunque bastante familiar. Ger­ son puede relajarse en un modo que sus sucesores modernos no pueden; para el, las cosas se resuelven en el futuro; para nosotros, el problema es intermi­ nable y ocurre sobre todo en el aquf y ahora. El con fesor sabe exactamente que busca y como hallarlo. Se desliza con facilidad por su interrogatorio: " 2 Recuerdas si alguna vez en tu infancia, cuando tenias diez o doce afios, tu verga [virga] o miembro privado [membrum puden­ dum] estuvo erecto?". Cualquier penitentc que negara que eso hubiera ocu­ rrido debfa ser "reprobado firmemente por Ia mentira" , y habfa que asegurarle que eso ocurrfa a todos los nifios cuando se excitaban (cal�{acti, "se calenta­ ban"), a menos que fueran defectuosos. Una vez aclarado esto, se encuentra en condiciones de moverse dentro del pecado sembrando las semillas de Ia culpa. 2 Fue desagradable Ia creccion? " 2 Que hiciste para que mermara?" Se aconseja a l confesor que pregunte esto sinceramente y con el rostro en sosiego y buscando honestamente un reme­ dio; estas conversaciones eran cara a cara. Y de no recibirse respuesta, se pasa a p reguntar mas directamente: " 2 Has golpeado o frotado tu miembro como hacen los nifios?". Si el muchacho insiste en que "nunca sostuvo ni froto" su miembro erecto, el confesor no puede avanzar, pero se le aconseja que le diga al muchacho, en tono admirativo y descrefdo, que es escasamente verosfmil y que las consecuencias de esa temporal perdida de memoria son graves. Men­ tir durante Ia confesion es algo serio. Es Ia primera vez en cl registro histo-


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rico que alguien hace un planteo sobre Ia difusion de Ia masturbacion. Como cualquiera con una opinion posterior sobre el tema, Gerson pensaba que Ia pd.ctica era mas o menos universal. Pero a diferencia de los planteos del si足 glo XVlll y los posteriores, Ia conclusion de Gerson esta basada en Ia natura足 leza degradada de Ia carne. Por mas extendida que estuviera "Ia abominab le corrupcion del detestable pecado conocido como masturbacion [mollities]", se suponfa que era excep足 cionalmente resistente a Ia indagacion de un confesor, en parte porque era tan secreta y presuntamente vergonzante, pero tambien porque los penitentes no pensaban que era incorrecta. El secreto era tanto el signo de Ia ignominia del crimen como Ia razon de que mucha genre no supiera que se trataba de un crimen. La masrurbacion es lo mas proximo que conocemos a un lenguaje verdaderamente privado cuyo sentido debe manifestarse publicamente. Y eso no puede ser facil. El confesor esta advertido de que si no es especialmente habil y circunspecto, "raramente sera capaz de lograr" una admision del vicio "de boca de los infec足 tados [infectorum]". (Gerson no saca ninguna conclusion de esa imagen medica -no precisa de Ia autoridad del cuerpo para prescribir el pecado-, pero sed. tomada a! pie de Ia leua en las obras de filosofos, medicos y curanderos del Iluminismo.) El confeso r enfrentara Ia resistencia no solo de los jovenes , como ya hemos sefialado, sino de hombres y mujeres adultos, a quienes, con terminos ligeramente distintos, se supone que debe interrogar. El autor dice conocer por su "abundante experiencia'' que m uchos adulros infectados nunca con fesaban ese pecado. Algunos guardaban silencio a! respecto porque se avergonzaban de haberse masturbado y, por lo tanto, lo olvidaban; otros sufrfan Ia culpa subsidiaria de haberse avergonzado tanto de su accion como de haber dejado pasar tanto tiempo para confesarla en el presente; y habfa otros mas que sostenfan que "nunca les habfan preguntado a! respecto los confesores". Asf, Ia masrurbacion no ocupaba un sitial tan alto en Ia lista de preguntas de los confesores, y los penitentes no eran presionados sobre el tema. Presumiblemente, mucha genre tambien cometfa Ia falta de no hablar a los sacerdotes sobre esto pues no lo consideraban suficientemente malo para confesarlo espontaneameme. Gerson aconsejaba a padres y maestros que advirtieran a los nifios en contra de acariciar y fro tar sus partes Intimas, pues sabfa que mas tarde en Ia vida muchos "se excusaban por ignorancia, diciendo


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que n unca habfan escuchado que ese tipo de toque teo e ra pecaminoso". Muchos tambien argumentaban que les evitaba desear "conocer carnalmente a una mujer". En otras palabras, Ia genre parece haberse hecho Ia idea de que, en cierta medida, Ia masturbacion, a! igual que las relaciones sexuales con un motivo distinto a Ia procreacion, no era tan mala, pues prevenfa algo peor. Para ese modo de pensar solo serfa mala si fuera el primer paso que lleva hacia Ia fornicacion o el adu!terio. Finalmente, Gerson, como los pensadores del siglo XVlll, crefa que Ia mas­ turbacion era tan peligrosa por ser tan facil de practicar y capaz de crear habito. Argumenta contra el silencio, contra Ia opinion de que no se debe advertir a los ninos porque aprenderfan algo malo de ello. Hasta los de 3 o 5 anos son "proclives a hacer esas cosas", pues sienten una "desconocida picazon [pruri­ tum] cuando su miembro entra en ereccion y piensan que les esra permitido frotarse, acariciarse y tocar ese Iugar como hacen cuando les pica en otras par­ tes". Apenas sabfan lo que hadan, pero pronto cafan presa de ello, y solo iba cada vez peor: "el deleite au menta con Ia edad" y pronto practican Ia mastur­ bacion a gran escala e incluso Ia sodomfa, todo "como consecuencia de un acto que no crefan prohibido". Estamos de vuelta en el argumento del desli­ zamiento a Ia sodomfa, pero no antes de una atencion sin precedentes a Ia mas­ turbacion como una falta altamente espedfica contra Ia castidad. Si hemos de juzgar unicamente por Ia articulacion de las ideas, Gerson fue el primero en alcanzar esa configuracion. Los escritores del siglo XVIII agrega­ ron poco a sus percepciones, con Ia importante salvedad de que crefan que el vicio era una afrenta contra Ia moral secular y no, como el, una especie de Ia lujuria. Mas de un milenio de condenas breves y sin conviccion finalmente convergen en 1 427. Pero lo medular es que el vicio secreto de Gerson permanecio, casi literal­ mente, en secreto: secreto para los confesores, que debfan trabajar duro para obtener Ia aceptacion de los penitentes, reticentes por varios motivos a decir lo que habfan hecho; secreto porque los confesores estaban prevenidos de que, aunque debieran averiguar, preguntar sobre Ia practica podfa estimular precisamente aquello que pretendfan detener, que hablar sobre el secreto podfa hacerlo conocido y, por ende, mas difundido; pero secreto tambien en el sen­ tido de que De confossione moffitiei fue casi completamente ignorado antes de que los historiadores del siglo XX lo redescubrieran.


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A diferencia de otras obras pastorales de Gerson, propias o atribuidas a el -trabajos de esa misma recopilacion de manuscritos asf como de otras-, solo se conocen dos copias, adem as de Ia que aparecio en Ia abadfa de Saint Victor en algun momento antes de 1 448 y luego, durante Ia Revolucion Francesa, en 1 79 6 paso a Ia Biblioteca Nacional Francesa, donde aun permanece. En cam­ bio, los academicos conocen 8 5 copias de su obra sobre Ia polucion nocturna y 29 del tratado de las poluciones di urnas. Las obras de los otros dos autores en el mismo manuscrito tambien fueron cop iadas en muchos ej emplarcs. Solo De confessione mollitiei fue igno rada. Ni siquiera fue rotulada como un ftem en el fndice del codice de Saint Victor; quienquiera que abriese esa colec­ cion de manuscritos de diferente tamafio se haria Ia idea de que las paginas sobre masturbacion no eran mas que Ia co ntinuacion de otra obra. Durante medio milenio, el primer ataque sostenido en Occidente contra la masturba­ cion permanecio como un secreto inedito y casi inadvertido. 1 1 1 Pero eso finalmente nos lleva a Ia cuestion de que significa esta ola de silen­ cios. Por cic:rto no significa que teologos y predicadores no dispusieran de un concepto para ese vicio. Tal n:z Ia profesion de reticencia de Gerson en De confessione mollitiei fue sincera y no, como esos anuncios del siglo xvm, un gesto rctorico vado o un ardid pornografico. En otras palabras, Ia circulacion de ese pequefio tratado fue tan limitada porque el vicio que exponfa era tan vergonzoso y peligroso que no se podia escribir sobre el. Incluso anunciar que habi;J. un vicio secreta sin revdar su secreto podria ser subversivo para el statu 111 Respecro de las copias de De confession e mollitiei, Toren escribe, en una comunicaci6n per­ sonal, que hay dos mas aparre de Ia que us6 para hacer su rraducci6n (BN Jar. 1 492), "a pesar de que ninguna fue copiada en Sr. Victor: Erfurr Amp!. Qu. 1 46 (ff. 1 25 - 1 36) y Wien Nar. Ser. num. 3887 (ff. 25-28), ambas de Ia primera mitad del siglo x:v". En el primer manuscrito Ia obra se titula eufemfsticamente De inform.1cione confessorum y se adjudica a Gerson. El manus­ criw conciene 27 obras diferentes, generalmente de caracter dcvocional, y De informacione con­ Jessorum cs el unico texto atribuido a Gerson. El segundo manuscrito forma pane de un con­ junto de dos volumenes dedicados a obras atribuidas a Gerson (algunas err6neamente). El primer volumen (3886) consiste principalmente en carras, mientras que Ia mayor parte de las 46 obras contenidas en el segundo volumen est<in vinculadas con Ia administraci6n de Ia confesi6n. Todas las obras principales de Gerson sabre el tema aparecen alii. Toren piensa que puede haber otra co pia en el Vaticano; pero cuarro capias en rrescienros afios no constituyen una prueba de popu­ laridad y es cxtremadamcnte exigua para un autor de Ia estatura de Gerson.


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quo. Y quizas una vez que Ia masturbacion hubo sido clasificada impecable­ mente entre los peores pecados sexuales -los pecados contra Ia naturaleza- se hizo aun mas diffcil divulgarlo que cuando era tan solo un modo relativamente menor de corromperse. Algunos confesores consideraban todos los pecados contra Ia naturaleza tal abominacion, tal corrupcion del ofdo, tal ignominia que aun los demonios se avergonzaban de mencionar, que el "mudo sodomita" -que al parecer incluye a! masturbador- debfa confesarse solo ante Dios. Por eso, incluso preguntar sobre el vicio secreta era una cuestion muy importante y debatida, parte de una polemica en Ia que Gerson desempefio su papel. 1 1 2 Pero Ia reticencia de hablar en general de esos topicos no explica el relativo silencio respecto del tema especffico de Ia masturbacion. La sodomfa, Ia forma mas perversa de vicio antinatural, producfa un continuo tumulto, por mas desa­ gradable de ofr que fuera. Era predicada, legislada y controlada constantemente. Se escribfa acerca de ello, y se discutfa extensamenre en Ia literatura tanto secular como religiosa. Por otra parte, los pecados mas !eves de Ia carne tam­ bien eran muy discutidos. La prostitucion -considerada a veces un mal menor que acotaba el mucho mayor de Ia sodomfa- era una cuestion fundamental de polfrica publica; el sacrilegio del sexo con monjas, Ia desfloracion de una vir­ gen que no fuera Ia esposa de uno, el adulterio, el incesto, el abo no o vivir de las ganancias de una prosrituta eran considerados serios crfmenes -crimenes capitales, incluso- en varias jurisdicciones. En 1 5 86, el Papa Sixto V decret6 Ia pena de muerte para una larga lista de crfmenes sexuales. Dentro de ese contexto legal, Ia masrurbacio n, aun no discutida, solo parecfa figurar como una forma de homosexualidad. Asimismo, Ia profunda sospecha sobre Ia �:exua­ lidad en el matrimonio y Ia impureza del cuerpo desnudo se profundizo como nunca en los siglos posteriores a Gerson. La sostenida y endemica verguenza de Ia carne no engendraba silencio, todo lo contrario. 1 1 3 I Il

Esta es Ia opinion de Robert de Sorbon, De conftssione secreta sacerdoti focta de peccato luxuria, en William de Auvergne, Opfra omnia, Paris, 1674, vol. 2, sup., pp. 231 y 232. Iu v ease Michael Rocke, Forbidden Friendships, op. cit., pp. 1 9-44; Nicholas Davidson,

"Theology, nature and the law: Sexual sin and sexual crime in Italy from the fourteenth W the seventeenth century", en Trevor Dean y K. ]. P. Lowe (eds.), Crime, Soriety, and the Law in Renaissance Ttaly, Cambridge, UK, Cambridge University Press, 1 994, pp. 74-77 Y 8 8- 90. Parece que Ia sodomia fue mas abiertamemc discutida y perseguida en ltalia que en cualquier otra parte.


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En un universo moral en que las transgresiones sexuales, dentro y fuera del matrimonio, eran diligentemente perseguidas, Ia hip6tesis mas probable sobre el casi completo silencio que recibi6 De confessione mollitiei es que el vicio que pretendfa indagar en Ia conciencia de los penitences no era de por sf moral ni pastoralmente resonance. 0 mas precisamente, no era resonance de Ia manera en que lo hada "un cierto maestro de teologfa''. En el febril clima de culpa sexual creado por Ia Iglesia a fines del medioevo y comienzos de Ia era moderna, a cada momento Ia impureza amenazaba con aplastar el cuerpo sexual de los Jaicos. La sodomfa era el pecado mas temido del claustra; Ia sexualidad pre­ marital de cualquier tipo, el flagelo de Ia Iglesia luego del Concilio de Trento. "Que abominaci6n, que escindalo", las caricias y besos de una pareja enamo­ rada; estar enamo rado era vivir en peligro; y aquellos que consideraran a Ia impureza como un tema menor estaban seriamente equivocados. La mastur­ baci6n debfa ocupar Ia mente del predicador, pero nada se deda. En un libro dedicado a los pastores de los pobres, Joseph Lambert sugerfa que debfan pre­ dicar contra "los lujuriosos actos secretos", que inclufan varias form as de con­ trol de Ia natalidad y de ningun modo, ni siquiera primariamente, a Ia mas­ turbaci6n, y que -con igual fmpetu- debfan atacar una larga lista de pecados en el "abismo de los horrores": "relatos y canciones indecentes ya sean dichas o escuchadas, insinuaciones osadas y toqueteos, y acciones criminales cometi­ das en uno mismo o con diferentes personas de cualquier sexo". Los historia­ do res han encontrado unas pocas fuentes mis, por ejemplo, Ia pedagogfa cris­ riana de Philippe d'O utremont, de 1 622, que ataca "un muy corruptor y aborrecible pecado, cuyo nombre me horroriza [ . . ] el pecado de poluci6n voluntaria''. Como cualquiera que haya hecho comentarios sobre Ia mastur­ baci6n, Ia considera casi universal porque es muy ficil de realizar: "Ese pecado es el mas diffcil de corregir, pues siempre se tiene Ia oportunidad de come­ terlo, y tan difundido que [ . . ] Ia mayor parte de quienes van a! infierno estin condenados" por el. Y siempre estaba Ia sodomfa, pero no en relaci6n con Ia masturbaci6n. Robert de Sorbon ni siquiera cita Genesis 38.8- 1 0, los versfcu­ los sobre Orrin, en su condena del vicio antinatural, y comienza su lista de 114 autoridades con los capftulos 1 8- 1 9, Ia historia de Sodoma y Gomorra. .

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Robert de Sorbon, De confissione

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op. cit.


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Tal vez haya libros ineditos sobre nuestro vicio a Ia espera de ser descu­ b iertos o mas copias de De confessione mollitiei ocultas en los polvorientos codices no lefdos por mucho tiempo que colman las antiguas bibliotecas euro­ peas. Indudablemente, mas menciones a Ia masturbacion esperan ser descu­ b iertas en los m uchos sermones ineditos sobre temas analogos de finales de Ia Edad Media y comienzos de Ia era moderna. Y el vicio continuo haciendo su aparicion en algunas discusiones sobre Ia sodomfa. Sin embargo, el silen­ cio sobre el tema del sexo solitario es notable. Hacia el siglo XVI, las impren­ tas de Europa produdan millares de libros y panfletos acerca de educacion moral, pero nada se referfa a este particular acto antinatural. E incluso su subsistencia en los i n terrogatorios de algunos confesores era poco mas que un s usurro: una vez a! afio, tal vez una pregunta. El pecado sexual individual no era el foco de los catolicos comunes confo rme aprendfan su camino en las nuevas practicas de confesion y penitencia. 1 1 5 Los pecados sexuales que impor­ taban eran, como antes, pecados con una consecuencia social, pecados que afectaban Ia relacion entre personas, entre individuos y sociedad, o entre gene­ racio nes: incesto, fo rnicacion, sodomfa, aborto, antico ncepcion. El vicio privado pesaba relativamente poco. En este mundo, el ahora famoso tratado de Gerson, De confessione mollitiei, era un callejon sin salida hasta que surgio un nuevo tipo de problema en el yo deseante, imaginativo, del Iluminismo.

La masturbaci6n en visperas de Onania En Ia Inglaterra protestante del siglo XVII , poco podrfa haber ofrecido indi­ cios, aun para el mas astuto de los observado res contempo raneos, de q ue, alrededor de 1 7 1 2, comenzarfa en Grub Street una nueva preocupacion mo ral y medica acerca de Ia masturbacion, que luego seguirfa su camino por deca­ das en busca de mejores compafifas, y que pronto estada en el centro del pen115

La noci6n de interrogatorio privado y de disciplina interior es par completo nueva en Ia iglesia del siglo XVI; hizo escasos progresos en las areas rurales incluso hasta mitad del siglo XVII; y donde se lo usaba, el foco no pasaba par las faltas privadas, ni en particular par las fal­ tas sexuales privadas. Vease John Bossy, "The social history of confession in the age of refor­ mation", en Transactions ofthe Royal H;storical Society, 5• serie, 25, 1 975, pp. 36-38.


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samiento occidental sobre Ia sexualidad y el yo. Ciertamente, el lenguaje no da pista alguna de lo que iba a suceder. Tras Marcial en el primer siglo de Ia era cristiana, nada se escucharfa del masturbory sus parientes por casi mil quinientos afios. Supuestamente, el gran ensayista del siglo XVI , Michel de Montaigne, fue el p rimero en usar una forma francesa de Ia palabra, pero no he sido capaz de hallar Ia cita. El primer uso ingles lleg6 en 1 62 5 de un Iugar inesperado. En su Anatomia de Ia melanco­ lia, Robert B urton inventa una forma de masturbation para ayudar a explicar casos particulares de melancolfa femenina: una especie a! parecer de Ia enfer­ medad de las viudas de Galeno, para Ia cual la estimulaci6n genital e ra cura prescripta desde hada mucho tiempo. Las muj eres sobre las que escribe Bur­ ton estaban enfermas no por masturbarse, sino porque tenfan sexo muy rara w:z. Espedficamente, a! igual que los hombres, eran vfctimas de Ia cultura sexual de los claustros que los reformadores de Ia Iglesia cat6lica habfan ata­ cado durante un milenio. La diferencia, en 1 62 1 , era que B urton no tenia inten�s en convenir el celibato en una realidad. Su objeti\·o era el ideal en sf, p ucs su vehemencia tenia origen en Ia hostilidad protestante hacia los "odio­ sos y abo min abies", "los rastreros y supersticiosos" votos pap ales que IIeva­ ban a hombres y mujeres a vivir una virginidad antinatural. La tiranfa de los Pseudopofitians, otra palabra inventada por B urton en esta breve secci6n para referirse a los hip6critas y entrometidos que interfleren en Ia vida de los demas, era causa de "temibles enfermedades, terribles dolencias, enormes inconve­ nientes" y toda clase de depravaciones sexuales. Lanzaba a los pies de Roma y de su o rgulloso compromiso con el celibato clerical un menu de perversi­ dades, que inclufa, j usto antes de llegar a Ia sodomfa, un neologismo ingles de forma latina, mastuprations: Frecuentes aborros y asesinatos de nifios en sus conventos [papales] [ . . . ] sus evidences fornicaciones, esos Spintrias, Tribadas, Ambubaias, etc. [hombres pros­ tituidos, lesbianas -literalmente, las que frotan- y bailarinas] , esas violacio­ nes, incestos, adulterios, mastupratiom, Sodomias, copulaciones [ buggeries] de monjes y frailes. 1 16 1 16

Robert Burton, Anatomy ofMelancholy, ed. a! cui dado de Thomas C. Faulkner, Nicolas K. Kiessling y Rhonda L. Blair, Oxford, Oxford University Press, 1 98 9, 1 .3.2.4, vol. 1 , pp. 4 1 7


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El primer empleo ingles de masturbaci6n fue asf un ataque no tanto a Ia pd.c­ tica en sf sino a algo mucho peor: el papado, que estimulaba Ia depravacion sexual por medio de Ia insistencia inmoral y antibiblica en el celibato. Entre los muchos males que esconden curas y monjes en un mundo insospechado se halla Ia masturbacion, condenada menos por su entidad que por consistir en una pequefia evidencia de un mucho mayor pozo de corrupcion. La indig­ nacion moral de Burton se o rienta a los partidarios del celibato, cuya errada opinion solo brinda desdichas y vicio al mundo. Y en cuanto a Ia enfermedad con que comienza, Ia mejor cura contra el malestar del amor melancolico es el matrimonio y lo que llamarfamos una vida sexual sana. Nadie hubiera pre­ dicho el futuro que le cabrfa a masturbaci6n. Tampoco habia habido nada en Ia historia de poluci6n o de impureza que hubiera permitido anticipar el significado que tomaron esas palabras en cone­ xion con el vicio solitario durante el siglo XVIII. El semen fuera de Iugar -e incluso en el lugar supuestamente indicado por Ia naturaleza- era con side­ rado contaminante e impuro tanto por Ia tradicion j udia como por Ia crisriana, aunque por distintos motivos y bajo variadas circunstancias. Pero hay m uy escasa evidencia de que Ia masturbacion fuera considerada una forma de con­ taminacion especialmente atendible o especialmente peligrosa en vfsperas a Ia explosion de Onania. Por ejemplo, un tratado exhaustivo sobre impurezas morales escrito a fmales del siglo XVII Ia ignoraba por completo. "El erudito Ostervald" (J. F. Ostervald fue un clerigo protestante de Neuchatel) en "su Treatise on Uncleanness en todos sus variantes" pasaba sobre esta particular­ mente "abominable clase de impu reza" en silencio, como lo sefiala Ia Onania de John Marten. La relegaba astutamente a cierto grupo general de transgre­ siones contra Ia pureza y evitaba "enunciar Ia perversidad que aquella repre-

y

4 1 8 , y J. B. Bamborough en colaboraci6n con Marrin Dodsworth, Commentary, Oxford, Clarendon Press, 2000, vol. 5, p. 58 [rrad. esp.: Anatomia de la melancolia, Madrid, AEN, 1 9 97] . Burton seguia Ia opinion medica esrablecida cuando afirmaba: "Sexo inmoderado en exceso, es una de las causas, o en defecro; usado ran moderadamenre, para ciertas partes Ia unica ayuda, un remedio efecrivo". Cira un caso de criadas demenres curadas con cairo; a "aderas, cavado­ res de zanjas y obreros" que son prodives a consumir semen en sus rrabajos se les advierre que sean moderados; las criaturas realmente excesivas como los gorriones tienen vida breve (2.2.2.1 ., vol. 2, p. 32).


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senta''. jSf, claro! La frase "autopolucion u otras especies de impurezas antina­ turales y peligrosas", que parece referirse a Ia masturbacion, aparece solo en un prefacio anadido a Ia traduccion inglesa de 1 708, que a su vez fue publi­ cada por Henry Parker, uno de los editores involucrados con el imperio del "collar analgesico" que luego sacarfa provecho de Ia bonanza del onanismo. 1 17 Ya estamos en el ambito del nuevo mundo de Ia masturbacion. En realidad, el texto de Ostervald solo ofrece un mfnimo indicio de que Ia masturbacion ocupaba Ia mente del erudito pastor. La castidad, dice, " indica a Manos y Cuerpo que nadie se debe rocar, o tocar a otros, o sufrir ser toca­ dos de un modo demasiado libre e indecente". Esto excluye "los extrafios efectos del dormir y los s uefios", o sea, las emisiones nocturnas, aun cuando Ia imaginacion j uega algun rol en causarlas, por no ser voluntarias. Asf, cier­ tas eyaculaciones no impiden que un hombre sea casto, pero son una sefial de que Ia "carne aun no ha sido dominada''. Bien, pero como sintomatologfa del s uefio humedo esa opinion es cabalmente t radicional y poco tiene que ver con Ia masturbacion. 1 1 8 Sin embargo, el punto central es no solo que Ostervald mantiene silencio sobre lo que se convirtio en tan terrible vicio, sino que su silencio se repite den­ tro de un conj unto de o tras preocupaciones mas apremiantes sobre Ia etica sexual. Lo que les importaba a ei y a sus contemporaneos, como a aquellos de Ia p rimera tradicion cristiana, eran las perversiones de Ia sexualidad como perversiones de Ia vida social, no como retiro hacia una autarq ufa asocial. Oster­ vald dedica once paginas a! adulrerio. El toquereo no deseado es un rema, como 1 17

Usa aqui Ia famosa formulaci6n de Mary Douglas "La sucio em\ fuera de I ugar" de su

Purity and Danger: An Analysis of Concepts ofPollution and Taboo, Harmondsworth, Penguin, 1970; J. F. Ostervald, The Nature of Uncleanness Consider'd: to wich is added a discourse concern­ ing the nature ofChastity, Londres, 1708. La edici6n mas antigua que pude hallar de esta a bra de Ostervald en el original es Traite contre l'irnpurete, publicado en Amsterdam en 1 706. Hay una segunda edici6n aumentada impresa en Neuchatel en 1 708 par Jean Pistorius. Ostervald ( 1 663- 1 747) fue un prominente escritor cuyos trabajos sabre Ia Biblia y sabre Ia cuesti6n de Ia corrupci6n fueron ampliamente traducidos. Era miembro de Ia Royal Society. Parker, uno de los editores de Ia version inglesa de The Nature of Uncleanness, ya se ocupaba de temas sexuales antes de pasarse a Ia masturbaci6n. Su edici6n de Ostervald sabre Ia impureza deja saber a sus lectores que pueden comprar su Pharmacopeia veneria en su "firma". 1 18 J. F. Ostervald, Nature of Uncleanness Consider'd, op. cit., pp. 1 77 y 1 80.


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debe haber sido para los jovenes y las muj eres de su epoca, pero tocarse a sf mismo no lo es. En una de las confesiones de pecado mas notablemente explfcitas y com­ pletas que nos ha llegado del siglo XVII , el reverendo George Trosse lamenta haber cometido grandes ofensas contra Dios y "quebrantado el septimo man­ damiento", a saber: "miradas amorosas, palabras y acciones" con Ia hija mayor de su amo. Cuando Trosse partio hacia su nuevo empleo, los dos acordaron que ella se acercara al barco, donde se las arreglarfan para escabullirse y actuar loca y lujuriosamente. En otras ocasiones, se aprovecho de una sirvienta ebria, qui en regularmente se exhibfa en medio de Ia borrachera; toco repetida y peca­ minosamente a varias mujeres. En resumen, cantidad de graves faltas, a las que el considera violaciones de Ia prohibicion contra el adulterio. Sin embargo, Ia mayor autorrecriminacion de Trosse se destina a su des­ controlado beber, que lo llevaba a! delirium tremens cuando se detenfa, y a cometer toda clase de impurezas cuando no lo hacfa. En esas condiciones, ebrio pero no debilitado, apostaba en exceso y cometfa casi todas las fa!tas con las mujeres, salvo penetrarlas. Una "gentil pero lujuriosa doncella" encendfa en el llamas impuras que lo hadan realizar "aquello que lleva directamente a Ia fornicacion", pero nunca "el acto grosero completo"; durante otra reunion de borrachos, ei y sus amigos compraron vino, con el que acosaron a una vieja enfermera, y "abusaron horriblemente" de ella. Bajo esta lista de ofensas con­ tra el septimo mandamiento -separado de los informes sobre coqueteos mas tempranos- consta que se dejo llevar lascivamente hacia todo el mundo y cometio todas las indecencias excepto el incesto, del cual Dios lo salvo al "no hacerlo sufrir" ningun "acto de fo rnicacion" con una mujer en particular. En ese extenso y repetitivo listado de pecados sexuales, Ia masrurbacion solo aparece una vez, como algo que solo parecerfa malo desde una mirada retros­ pectiva posterior a 1 7 1 2; a saber: "Un perverso sirviente me incit6 a practi­ car un pecado, del cual son culpables muchos jovenes, y que es considerado inofensivo". 1 1 9 El bagaje cultural de Ia "impureza" ya estaba ahf para ser apro-

1 19

The life ofthe Reverend Mr. Ceo. Trosse late minister ofthe gospel in the city ofExon, who died januar_y 1 1'", 1 712113 . Written by himself, and publish'd according to his order ( 1 7 14). La aurobiograffa rrata de acontecimiemos hasta 1689 y fue escrita en 1 692- 1 693. Fue publicada . .

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piado por Onania; pero todavfa a finales del siglo XVII un hombre obsesiva-­ mente acuciado por Ia culpa, como Trosse, no lo consider6 digno de dema­ siada p reocupaci6n. Se reprendfa a sf mismo por el pecado social, no por el solitario. En el siglo XVII o principios del XVIII, ser impuro casi invariablemente hubiera atormentado Ia conciencia en relaci6n con alguna violaci6n de Ia etica de Ia sexualidad social: fornicaci6n, adulterio, incesto, toqueteos. "El adultero impuro" es una locuci6n habitual, seguida a menudo por un ataque contra "Ia impu­ reza entre cristianos", que sugiere cierta clase de relaciones sexuales ilegftimas. " Un caballero impuls6 a algo impuro a Ia esposa de un ciudadano", quien pri­ mero lo mato a el y despues a ella; dos ciudadanos de Londres estaban come­ tiendo adu!terio el dfa del Sefior "y en el acto cayeron inmediatamente muer­ tos por el fuego del Cielo". No hay referencia alguna a Ia masturbaci6n en las setecientas paginas del libro, con sus miles de ejemplos de lo bueno y lo malo, de donde sacamos estos datos. Jeremy Taylor, uno de los mayores best sellers sobre Ia tematica de Ia buena vida y Ia buena muerte, no tiene piedad con Ia "impureza'': "el mas vergonzoso de todos los vicios". Pero Ia mayor parte de sus clases involucran a dos almas, continua diciendo, para l uego proccder a denunciar el aduLterio y Ia fornicaci6n. La impureza en ese sentido heterose­ xual tiene algo de Ia energfa emocional que luego coagularfa alrededor de lo que se conYertirfa en el vicio secreto; lo hace a uno "falso, demente, cobarde", como tan bien ilustraba ei caso de Ia locura del rey David con Batsheba. Pero Ia masturbaci6n, si realmeme es eso lo que tenfa en mente el autor, merece una sola oraci6n contra "las poluciones vo!untarias de cualquier sexo" en una secci6n de veinte paginas sobre Ia castidad. 1 20 p6stumamente par su esposa. Tras una primera vida de pecado, 'frosse se convirti6 en un famoso clerigo inconformista. 120 Samuel Cluke ( I 599- 1 682), A Mirror or Looking-Glass bothfor Saints and Sinners, heLd forth in thousands ofExamples, 3" ed. aumentada, Londres, 1 657, pp. 7- 1 1 ; "Examples of God's judgments upon whoremongers, and adulters", pp. 67-70; "Examples of chastity and modesty", y asi sucesiYamente. Clarke era un puritano moderado que se oponfa al juicio del rey; se con­ vini6 en inconformista despues de 1 662 y paso el resto de su vida escribiendo Iibras popula­ res. Es un ejemplo paradigmatico del "entusiasmo" puritano por el matrimonio. Cuando recuerda a su esposa, dice que "ella fue para el un acicare y nunca una rienda para esas casas que eran buenas". Jeremy Taylor, The ruLe and exercises ofholy Living, in which are described the means and


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Para los lecrores del siglo XVII, "el pecado de impureza" tambien habrfa suge­ rido prostitucion. Cuando Bernard Mandeville, el primer gran defensor del libre comercio, escribio sobre como las mujeres virtuosas creaban el mercado para Ia prostitucion, afirmaba que lejos estaba de defender "el pecado de impu­ reza'', pero que simplemente contaba como eran las cosas. Sin duda, Ia pros­ titucion acarreaba muchas de las asociaciones que luego sedan propias de Ia masturbacion : adictiva -"cuanto mas diffcil recuperarse de ella, que de Ia mayo­ ria, si no de todos los otros pecados"-; seductora -una trampa para lo insos­ pechado que se esconde en las muchas otras practicas pecaminosas de Ia epoca-; incluso corruptora. Pero cuando alguien hablaba de "polucionarse a sf mismo", Ia alusion era al sexo con una prostituta, no al sexo a solas. "Le di a Ia puta dos guineas", escribe el joven aristocrata de Virginia William Byrd II en su diario de 1 7 1 9 acerca de una escapada a Kensington Garden "para co meter impure­ zas". En una ocasion, dice, "bese a Ia doncella hasta que me polucione''; en otra, "bese a Ia dondella hasta que el semen salio de mf" . Pero sin importar que haya hecho, no parece "haberse polucionado a si mismo" o "cometido impurezas" mediante lo que llegarfa a llamarse "autopolucion" . 1 2 1 L a "impureza'' era un mal publico, social. E n e l sentido d e "prostituirse" sigue, por ejemplo, a "ebriedad", y precede a "decir malas palabras, maldecir y profanar en el Dia del Senor", en un listado de vicios pziblicos que deseaba reprimir un grupo de caballeros londinenses. "La impureza'' comienza con Ia fornicaci6n, Ia lujuria, Ia "conversacion criminal entre hombre y mujer", anun­ ciaba un sermon sobre el rema. Pero no estamos en una epoca ascetica; los "deseos de Ia carne son buenos flsicamente" llega a decir el predicador. El proinstruments ofobtaining every virtue, and the remedies against every vice, and considerations ser­ lling to the resisting all temptations. Together with prayers, containing the whole duty ofa Chris­ tian, and the parts ofdevotion fitted to all occasions, andfornished for all necessities, Londres, 1 65 1 , pp. 83 y 84 r 80- 1 00 passim. Aunque no fue tan popular como su Holy Dying, esta obra alcanz6 quince ediciones en Londres y provincias entre 1 65 1 y 1 700. Resulta asf de lo mas sugerente que un libro tan lefdo especfficameme sobre "cada vicio" permanezca en silen­ cio respecto al vicio solitario. 121 William Byrd, The London Diary (1717-1721) and Other Writings, ed. al cuidado de Louis B. Wright y Marion Tinling, Nueva York, Oxford University Press, 1 958, pp. 263 , 68 Y 72; Ber­ nard Mandeville, The Fable ofthe Bees or Private Vices, Publick Benefits, ed. de Irwin Primer, Nueva York, Capricorn Books, 1 962, p. 7 1 0 .


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blema moral es elegir el objeto apropiado en el momento adecuado. 1 22 El tema era el sexo entre dos y sus perversiones. Lo que perturbaba a los custodios del orden moderado que fundaban socie­ dades para Ia reforma de las costumbres era que, con Ia liberaci6n de los bur­ deles, nadie estimulaba Ia b uena conducta. Estaban interesados en crear no un ciudadano moralmente aut6nomo sino una nueva polftica moral para reem­ plazar a Ia que habfa perdido su eficacia. Los vicios grotescamente publicos -burdeles apenas escondidos, relaciones sexuales en calles y callejones, insul­ tos en voz alta, quebrantamiento del Sabat, en suma, desorden, conducta incivil- paredan triunfar sin oposici6n. La nueva polida moral estaba detd.s del juicio, en Queen's Bench, de Ia obra medica pornogd.fica de John Marten p revia a Onania, el p rimer caso de este tipo en esa corte. En todo esto Ia impureza significaba violaci6n de Ia decencia publica, el tipo de acto por el que durante siglos los guardianes eclesiisticos habrian llevado a los parroquianos ante Ia corte del archidiicono. 1 23 En una exhaustiva historia de dos volumenes, escrita menos de una gene­ raci6n antes que Onania, un preparado clerigo analizaba con gran detalle lo que erda que Ia Biblia ofreda como ejemplo de las "mas destacadas fo rmas de impureza''. Escribe sobre Onin pero no como primer masturbador ep6nimo. Prostituci6n, fornicaci6n y tal vez homosexualidad, con todas sus vergonzan-

1 22 ''A

Shorr Dissuasive from the Sin of Uncleanness" ( 1 70 1 ), sin paginar; [ Edward Fowler, obispo de Gloucester] , A Vindication ofan Undertaking of Certain Gentlemen, in Order to ihe Suppressing ofDebauchery and Profaneness, Londres, 1 692. Ambos tratados se vinculan con las actividades de Ia Sociery for the Reformation of Manners, Ia sociedad del vicio. El primero declara simplemente que con "impureza'' qui ere significar prostituci6n, el segundo lo sugiere de modo implicito. Un sermon de 1727 no se ocupa de Ia nueva impureza; vease Anthony Holbrook,

Christian Essays upon the ImmoraLity of Uncleanness and dueLing deLivered in two sermons preached at St. PauL's, Londres, 1 727. 123 Sobre las sociedades de vigilancia, vease Edward J. Bristow, Vice and Vigilance: Purity Move­ ments in Britain Since 1 700, Dublin, Gill and Macmillan, 1 977, pp. 1 1 -33. Al igual que en Nueva lnglaterra, !a batalla se clio en torno al control del espacio publico y de Ia virtud: !a cul­ tura temprana moderna del carnaval y lo consuetudinario contra las nuevas normas de conducta defendidas por los puritanos religiosos. Al respecto, vease Richard P. Gildrie, The Profane, the CiviL, and the Godly: The Reformation ofManners in Orthodox New EngLand, 1 679-1 749, Uni­ versiry Park, Pennsylvania State Universiry Press, 1 994.


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res variances, son las "impurezas" de las que esta pesada obra da una cronica muy estudiada. Largas listas de malos ejemplos bfblicos Ilenan sus paginas: Lain.ec en Genesis 4; Abraham y Jacob a causa de su poligamia; Esau a causa de sus desbordados apetitos; los pecados de las concubinas Zelfa y Bala, indi­ cios de alguna impureza sodomita. Para el momento en que Ilegamos a Er, Onan y su padre, Juda, en Genesis 3 8 , ya hemos pasado por un monton de material malevolo. Y falta mas aun. Er, se nos dice, fue probablemenre culpa­ ble de sodomfa; Juda, su padre, tuvo sexo incestuoso con su propia nuera una vez muerto su hijo. Onan parece relativamente inocente en tan mala compa­ fifa; fue muerto en manos de D ios por "frustrar el Fin de Ia Naturaleza" , es decir, por coitus interruptus. El primer volumen concluye con O rfgenes, el padre de Ia iglesia del siglo III que se castro. 1 24 En 1 70 1 , un oscuro clerigo que escribfa sobre el pecado de impureza tra­ bajo en una breve censura de las mollities mientras lanzaba un furioso ataque contra Ia fornicacion y ei adulterio. 1 2 5 Pero esto solo sirve para demostrar que Ia "impureza'' era ampliamente una cuestion de moral publica o de relaciones sexuales ilfcitas en Ia mente de aqueilos que escribieron sobre etica sexual en las vfsperas de Onania. La hisroria de Ia "polucion" ayudo a crear el rechazo moral a l a mastur­ bacion mode rna. Pero antes de comienzos del siglo XVIII, autopoluci6n e ra un sinonimo extremadamente infrecuenre de masturbaci6n. Uno podfa corrom­ perse por idolatrfa, por falsas docrrinas, por no respetar el sagrado Sabat. Se podfa sufrir una pollutio nocturna o cualquier orra emision diferente de semen aparte de Ia relacion sexual; pero raras veces se Ia vinculaba con Ia masrur­ bacion, y solo dentro del conrexto mas amplio de Ia inextirpable concupis­ cencia y el control de Ia natalidad. La polucion era, en sentido amplio, una consecuencia inevitable del pecado o riginal; el estado posterior a Ia Cafda era una co rrupcion de lo que Dios habfa hecho como puro. Un individuo podfa "mitigar" Ia polucion; pero no era algo que se practicara habirualmente. Antes 124

God's judgments against Whoring, being an Essay towards a General History ofit. . . being a CoLLection ofthe Most Remarkable Instances of Uncleanness, Londres, ! 697; respecto de Onan, veanse pp. 27 y 28. No he logrado hallar el segundo volumen. 125 Josiah Woodward, A Rebuke to the Sin ofUncleanness. By a minister ofthe Church ofEngland, Londres, 1 70 1 . Use !a edici6n de 1 704, microfilmada, p. 1 9.


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de 1 7 1 2 , autopoluci6n resulta rara y diffcil de vincular con lo que habrfa de . ! 26 d es1gn ar. Del m ismo modo, hacia 1 7 1 2, los usos tempranos de abuso estan listos para ser usados como parte de un nuevo nombre para Ia masturbaci6n. Pero antes de eso, no eran esas las asociaciones. Abuso sugerfa sexo ilfcito, pero no sexo ilfcito a solas. La corte de Bridewell en Ia Londres de los Tudor presto oidos a las acusaciones contra una viuda de Smithfield y un hombre no identiflcado que "abusaban j untos de sus cuerpos", una mujer que confes6 haber permi­ tido dos veces que un hombre usara su cuerpo, pero que, cuando a menudo el le habfa pedido "abusar de su cuerpo", ella lo habia rechazado. Abuso era algo afin a nuestro "abuso sexual"; una sirvienta se queja de que su amo ''intent6 abusar de ella y logr6 besarla''. 127 Muchas otras formas de abuso concitaron Ia atenci6n publica: el abuso de perfumar el tabaco, del pelo enrulado -Ia mor­ tal debilidad que puso en problemas a David, hijo de Absal6n, cuando sus grue­ sos rulos quedaron enganchados en un arbol y lo dejaron pendiendo de aquel-. Habfa abusos de Ia astrologfa, de las prerrogativas, de Ia medicina, y muchos mas: estaba el "abuso del ilimitado poder de Cupido", y estaba el autorre­ chazo evidenciado en el abuso de las Escrituras. Encontre "autoabuso" -o al menos una variante- solo una vcz en conexion con un acto sexual. Sin embargo, el terna no era la masturbaci6n sino Ia "homosexualidad" o, para ser mas preL'6

Por ejernplo, Juan Calvi no escribi6 Fo;tr Godlye Sermons against thepoffution ofidolatries, Londres, 1 56 1 , donde Ia palalm. tsd. usada en el sentido en d que cl Oxford English Diction­ ary (OED) ofrece de orra fuenre. '·su bolsillo era clarameme puritano porque lo manrenfa a salvo de cualquier poluci6n de cruces." Vease Edward Reynolds, The Sinfo!ness ofSinne, 4• ed., Londres, 1 63 9 , pp. 32 1 y ss., para Ia comaminaci6n de Ia idolanfa, que integra roda una sec­ cion sobre Ia comaminaci6n del pecado, considerado en cualquier pane como un cstado en sf, como fuenrc de culpa, como una poderosa e imborrable marca en Ia humanidad. El promi­ nence congregacionista Henry Barrows escribe sobre Ia comaminaci6n de Ia falsa doctrina: 'The pollution of university learning", Londres, 1 642. El OED da "tuvo una poluci6n de su semilla" desde 1 440. Como sugiere Ia CycLopaedia de Chambers, Ia "po!uci6n nocturna" o el simple desperdicio dr: semen eran lcs habiruales senridos cicnrfficos de Ia palabra a principios del siglo XVI II; vease supra pp. 40 y 4 1 . El unico uso que halle de autopufuci6n es Ia ennada en Richard Capel, Tentations: Their Nature, Danger, and Cure (vease, mas adelante, n. 1 30). 1 27 Vease Carol Kazmierczak Manzione, "Sex in Tudor London: Abusing their bodies with each orher", en Jacqueline Murray y Konrad Eisenbichler (eds.) , Desire and Discipline, op. cit., pp. 90-93.


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cisos, los "abusos de s f mismo con varones". Estos "mentirosos con Ia huma­ nidad", aquellos que practican "Ia corrupcion de los griegos", no entrad.n al reino de los cielos, dice Calvino en su comentario a Corintios 6.9. 1 28 Autoa­ buso tiene una historia, pero su conexion con el sexo solitario fue raramente proclamada antes de 1 7 1 2 aproximadamente. Claramente, palabras como impureza, poluci6ny abuso, que no se vinculaban cspedficamente con Ia masturbacion, o fredan el peso de su pasado a Ia nueva "perturbacion y agonfa de una conciencia herida" al aparecer a comienzos del siglo XVIII. Sin embargo, a diferencia de homosexualidad y de homosexual que como terminos recien se emplearfan cuando Ia cosa designada se pusiera en foco -una especie de persona 0 de estado definido, al principia por los medicos, como una constelaci6n de deseos fijos-, o sodomia o sodomita, que abarcaban una variedad de actos y formas de ser, autoabuso, autopoluci6n, masturbaci6n o pecado de Ondn remitfan despues de 1 7 1 2 a algo que habfa sido perfectamente com­ prendido desde Ia Antiguedad, pese a haber sido clasificado y nombrado de muchas maneras. Habfa existido masturbaci6n con su propio nombre y con cir-· cunloquios evidentes mucho antes que autoabuso, autopoluci6n u onanismo. Los autores de las principales obras pedag6gicas y normativas del siglo XVII ingles tenfan claro de que se trataba. Simplemente casi nada tenfan para decir al res-­ pecto: pude encontrar menos de tres piginas impresas, in toto, antes del siglo XVIII, frente a Ia avalancba de los siglos siguientes y el constante flujo de libros sobre el pecado, el control de los nifios y Ia pedagogfa. 1 29 Y aun cuando alguien 12" Por ejemplo, W. T., A godly and profitable treatise, intitufed Absaf()m his foff; or, the ruin ofRoysters. Wherein euery Christian may as in a mirror behold, the vile and abominable abuse of curled Long haire, so much now used in this our London, Londres, 1 590; Cupid's tryumph. Though his deity is impeached, by his power he isjustified. Against the repraoches [sic] ofa coy scornful lady. Being an answer to Cupids courtesie. Whoby experiencefound that aff were stupid, which durst abuse the boundless power ofCupid, Londres, 1 666 y 1 679; John Brinley, A discourse proving by Scrip­ ture & reason and the best authors, anciem and modern, that there are witches: and how for their power extends to the doing ofmischief both to man and beast: and likewise the use and abuse of astrology. . , Londres, 1 686. Para ser muy precisos, "abusadores de si mismo� con varones" es Ia .

man era en que el traductor ingles de Calvi no traslada Ia version francesa de Ia Vulgata de Jero­ nimo: "neque masculorum concubitores". 1 1� Existe un candida to para una condena de Ia masturbacion en el siglo XVII que aumenta­ ria mi esrimacion. Es un tratado ritulado Letters ofAdvicefrom two Reverend Divines to a Young


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escribe sobre masturbacion, lo hace en el contexto mas amplio del pecado y Ia culpa relevantes solo para hombres adultos; no habfa Ia menor discusion sobre mujeres, nifios y adolescentes. El divino puri tano Richard Capel, por ejemplo, rodea su censu ra de Ia autopoluci6n -un uso raro del termino pero que incluye claramente Ia mas­ turbacion- de un torrente de teologfa moral que, como en Ia gran tradicion de las ideas cristianas sob re el tema, tiene como su objeto Ia concupiscencia y los pecados de Ia lujuria. Primero, ensefia Capel, hay una "pecaminosidad del pecado en sf" que se torna m ucho mas evidente en el hecho de que se busca ocultarlo y, una vez descubierto, comienza a mitigarse: "El pecado y el cam­ bio llegan juntos al mundo". En otras palabras, todo pecado, no solo Ia mas­ turbacion, es secreta en un importante sentido y solo puede contrarrestarse por medio de su exposicion y vigilancia. Segundo, proporciona un panorama gene­ ral sobre Ia l uj uria, que, sostiene, funciona tanto a traves de las tentaciones, "que tientan y atrapan el corazon de los hombres como el hombre a los peces'', como del pecado original -la concupiscencia-, que provee una constante yesca: "El fuego no quema donde no le in teresa hacerlo". El problema fundamental es Ia ausencia de sinceridad en el corazon, el alejamiento de Dios. Tercero, Capel utiliza diez paginas para discutir como "todas nuestras tentaciones, si les qui­ tamos frenos, se convierten en antinaturales". En realidad, cuanto mas natu­ ral sea un pecado, "mas atrevido sera nuestro apetito por el". Nada en esta seccion puede reconocerse como masturbacion, a pesar de las referencias a lo que hicieron las hijas de Lot y los sodomitas; las poluciones antinaturales obtie­ nen una mencion, pero nada mas especffico. El punto clave parece ser que Ia lujuria, en general, no conoce lfmites. La impureza -todo sexo fuera del matri­ monio- pesa especialmente sobre Ia conciencia, pues es tan sensual y brutal que priva al hombre de Ia razon. Se cometen muchas impurezas con una segunda

Gentleman, about a Weighty Case ofConscience, presumiblemente publicado en 1 676. Tal vez el tratado realmente existi6, pero no puede haber tenido demasiado impacto: no hay alusiones contempod.neas a el, ni referencias al respecto en el siglo XVlll; tampoco capias disponibles. No esd. citado en el ESTC. La version disponible, si es que alguna vez existi6 el original, es un suplemento a algunas ediciones de Eronania en Ia decada de 1 720. Sospecho que se trata de un fraude. Por supuesto, podrian encomrarse otras referencias. Pero vuelvo a mi estimado de tres paginas luego de una concienzuda busqueda de los p robables sospechosos.


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persona: eso las hace aun peores, y muchas tienen graves consecuencias para el mundo. El adulterio, por ejemplo, termina en bastardia y permite que "paja足 ros extrafios hereden el nido": "el pecado es grande, Ia consecuencia mayor aun". En Ia pagina 2 1 0 de un tratado de 687 paginas, llegamos a un capitulo sobre Ia "impureza anti natural", y cspedfi.camente a Ia secci6n 1 , titulada "De autopoluciones". Aquf, finalmente, se trata de Ia masturbaci6n, pero siempre brevemente. "Las impurezas antinaturales", sostiene Capel, son peores cuando se cometen a so las que con otro, pues el pecado es peor cuando atenta mas agre足 sivamente contra el o rden del amor; el amor por los demas empieza en el amor por uno mismo: no se puede amar Ia castidad en un vecino si no se ama Ia propia. Por lo tanto, el peor mal que se puede hacer es el que se hace a uno mismo, y Ia impureza a solas es peor que co n otros. Es lo opuesto al argumento moderno, articulado mas claramente por Havelock Ellis y Freud en el siglo XX, pero ya presente en las discusio nes del siglo XVIII: que el gran problema moral de Ia masturbaci6n consistfa en ser el resultado de un excesivo narcisismo, de un excesivo, no de un escaso, amor por uno mismo. Capel no tiene interes en tales argumentos psicol6gicos. De hecho, tras esas b reves observaciones acerca de los grados de impureza, Ia discusi6n gira hacia Ia autopoluci6n como "desperdicio de semen" en el sentido mas obvio del pecado de Onan: coitus interruptus. Es algo muy malo, en realidad una especie de asesinato, aunque "no sea esa Ia intenci6n de su autor"; "quien alimente a los cuervos sufrira las consecuencias", se asegura a los lectores; Ia genre debe casarse en las peores condiciones antes que "caer en esas practicas tan ilicitas, oscuras y abominables". Pero, de todo eso, nada o casi nada tiene que ver con Ia masturbaci6n. Capel esra advirtiendo contra los peca足 dos que cometen j untos un hombre y una mujer. Por mas graves que puedan resultar los pecados de "autopoluci6n", siguen siendo un item menor entre las tentaciones de las "impurezas antinaturales" en general. Capel dedica menos de dos paginas al tema, unas pocas lfneas mas al "bestialismo" y luego mas de veinte paginas a Ia "sodomia". Todos los pecados tienen una voz: Ia de Ia sodomfa, que es "chillona y altisonante". Los peligros de los sirvientes que corrompen familias, los peligros de hombres y mujeres religiosos -monjes y monjas corrompiendose entre ellos- son trazados con gran detalle respecto de Ia tercera y mas prominente de las impurezas antinatura足 les. A su vez, la categoda completa de " impurezas antinaturales" recibe mucha


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menos atencion que Ia impureza en general, es decir, el adulrerio y Ia fornica­ cion. Finalmente, si mi rarnos Ia prometedora seccion sobre "las tentaciones que provienen de nosotros mismos", encontramos que se hace silencio en torno a Ia masturbacion. Asf, "auropolucion" hace Ia mas breve de las apariciones en ei siglo XVII, pero es escasamente reconocible dentro de Ia compafifa que Ia rodea. AUf subsistio, en un universo moral muy diferente, hasta ei siglo XVIII. 1 30 Por supuesto, no hay nada magico en las fechas que he usado tan a menudo: "en 1 7 1 2 o alrededor de ese afio". Ya estaba aUf el material del que habrfa de surgir el nuevo vicio; el mundo social que le dio resonancia probablemente ya existfa desde Ia decada de 1 680 o 1 690. En 1 70 5 , Daniel Defoe respondio a una pregunta en su Review diciendo que, efectivamente, Ia autopolucion era un pecado mortal, pero que ei problema no mereda ser mas discutido en publico que "realizado en privado". No estaba hacienda el menor esfuerzo por com­ partir el mercado que John Marten habrfa de aprovechar. Hubo otras proba­ bles Onanias que podrfan haberlo hecho. En 1 69 8 , por ejemplo, un hombre Uamado Hadriaan Beverland publico en Inglaterra un tratado en latin sobre la fornicacion que dedicaba rreinra pagin as a Ia masturbacion. Nada resulto de ello: el libro languidecio desconocido e inadvertido, nunca traducido n i citado e n I a !iteratura de los siglos XVIII y XIX. N i siquiera el erudito Tissot, siempre a Ia busqueda de precursores, parece haber ofdo hablar de el. Pero, aun si el tratado de Beverland hub iese sido exitoso, Ia historia de como empezo Ia masrurbacion moderna en los recovecos de Grub Street no habrfa sido muy di ferente. Este compartfa con Onania un mundo en comtin. AI igual que John Marten, qui en cornenzo rodo, I3everland era un personaje oscuro. Nacido en Zelanda (hoy terri torio holandes) en 1 652, entro como estu­ dianre de Ia Universidad de Leiden a comienzos de Ia decada de 1 670 e inmedia­ tamenre se metio en problemas por publicar un libro que elogiaba Ia pederas­ tia. Cuando tenia 26 afios, fue expulsado de Ia universidad por publicar un libro sobre el pecado original que sostenfa que la tinica falta de Adan y Eva ' ·1"

Richard Capel ( 1 586- 1 656), Tentations: Their Nature, Danger and Cure, 5• ed., Londres,

1 65 5 . (Hubo cuatro ediciones previas er� 1 633, 1 63 5 , 1 636 y 1 637.) "Episde to a reader, n. p.",

pp. 2, 3, 22-24, 30-40, 205-207, 2 1 0 , 2 1 1 , 2 1 3 y ss. El libro esra dividido en cuarro partes; las partes I a 3 ocupan 387 paginas; Ia parte 4, con nueva paginaci6n pero agregada a las arras rres, riene 298 paginas.


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habfa sido tener "una conversaci6n carnal". Entonces el joven Beverland fue a Ia Universidad de Utrecht, de Ia cual tambien fue echado, esta vez, segun se dijo, por escribir una satira sobre los magistri de su anterior casa de estudios. Entonces se traslad6 a Oxfo rd, donde co ntinuo sus estudios de derecho y filologfa, pero no termin6 mucho mejor, supuestamente por haber escrito sati­ ras sobre varios obispos ingleses, lo que no cay6 en gracia a sus anfitriones. Nuestro p roblematico holandes consigui6 fi nalmente su doctorado en !eyes en Oxford; pero De fornicatione, que habfa comenzado en 1 689, fue quitado m uy pronto de Ia venta. Tal vez Beverland lo haya proyectado con una seria intenci6n: regresar a Holanda. Pero cuando fue publicado, era casi una evidente satira. Beverland tenfa un gusto muy desarrollado por el erotismo clasico y lo demuestra. En cualquier caso, el tratado no le procur6 el regreso a casa ni nada parecido. El autor del primer tratamiento sistematico de Ia mas­ turbaci6n se volvi6 loco: Beverland muri6 demente y en el exilio. Tal vez sus opiniones no tuvieron resonancia porque, a diferencia de John Marten, no tenfa los vfnculos medicos -no vendfa ningun medicamento milagroso- como para entrar en el circuito comercial del Londres dieciochesco tal como Mar­ ten habfa concebido el onanismo. Pero si Beverland hubiera vencido a su tanto mas exitoso rival, ni el comienzo ni Ia historia temprana de Ia masturbaci6n moderna habrfan sido muy diferentes. 1 31 1 31 Daniel Defoe, The Little Rez1iew, vol. 5, p. 71. Beverland llam6 primero mi atenci6n a craves de una breve menci6n en Michael Stolberg, "Self-pollution, moral reform and the vene­ real trade: Notes on the source� and historical comext of the Onania ( 1 7 1 6)", en journal ofthe History of Sexuality, 9 . 1 -2, enero-abril de 2000. Estoy muy agradecido a Theo van der Meer, de !a Universidad de Amsterdam, por enviarme !a informacion que use en estos parrafos. El plameo de que De fornicatione es una satira pertenece a R. de Smet, Hadrian us Beverlandus

(1 650-1716): Non unus e muftis peccator. Studie over het Leven en werk van Hadriaan Beverland,

Verhandelingen van de Koninklijke Acadcmie voor Wetenschappen, Letteren en Schone Kuns­ ten van Belgie, Klasse der Lettercn, vol. 50, 1 988, num. 1 26, Bruselas. Ya habfa sido conside­ rado de ese modo en G. Peignot, Dictionnaire critique, litteraire et bibliographique des princi­ paux livres condamnes auftu, supprimes ou censures, Pads, 1 806, pp. 33-35. Otras informaciones biogrificas provienen de P. C. Molhuysen et al , Nieuw Nederlandsch biografisch woordenboek, 10 vols., Leiden, 1 9 1 1 - 1 937, vol. 7, pp. 1 26 y 1 27, al igual que las del librero Paul Snijders de La Haya. Hay un relato en lengua inglesa en torno a este jurista y fil6logo loco en E. J. Ding­ wall, "Hadrian Beverland Lord of Zealand", incluido en Very Peculiar People: Portrait Studies in the Queer, the Abnormal, and the Uncanny, Londres, Rider, 1 950.


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H e usado ocasionalmente Ia fecha de 1 7 1 2 como el co mienzo. Esro es enganoso. "Principios del siglo :\.'VIII " o "alrededor de 1 7 1 2" , como digo habi­ tualmente, serfa mas honesto. No conocemos Ia fecha exacta. Puede haber exis­ tido una edicion de Onania en 1 7 1 0, el ano dado por el catilogo de Ia Biblio­ teca Brid.nica para una copia hoy perdida; Ia primera mencion que tenemos en un confiable catilogo contemporineo de panfletos es 1 7 1 6. Algunos estu­ diosos sugieren que aparecio tan temprano como 1 708. 132 "Airededor de 1 7 1 2" salva Ia diferencia. Cualquiera haya sido Ia fecha de aparicion del libro, John Marten tiene razon en afirmar que esta es Ia primera obra en llamar Ia atencion del mundo res­ pecto de Ia masturbacion. Por supuesto, traia su herencia: una tradicion medica que sostenia que cualquier clase de exceso era danino; un vinculo con lo mas abyecto, tonto y ridiculo de Ia cultura clasica; una asociacion con Ia repulsion j udia y cristiana por el control de Ia natalidad; un vinculo familiar, como en algunos textos j udios y muchos cristianos, con Ia sodomia y el vicio antinam­ ral; un solido fundamento en relacion con Ia larga tradicion cristiana de sos­ pecha contra Ia carne y sus placeres de Ia cual b uscaban distanciarse los cato­ licos y protestantes liberales que crearon Ia masturbacion moderna. Pero Ia masturbacion genero su propia historia, aunque no lo haya hecho como que­ ria. Lo hizo apostando explfcitamente al problema moral del sexo con uno mismo tal como se lo habia concebido durante casi dos mil anos de cristia­ nismo, creando para ella una nueva cen tralidad etica e inventando una enter­ medad sobre Ia cual la medicina clasica y sus herederos ignoraban todo. No sabemos si Onania acierta al plan tear el nacimiento de una nueva culpa cuando informo al mundo de Ia perversidad del autoabuso. Es muy dable ima­ ginar que un nino -y por cierto, una nina- llegado al mundo en Ia epoca anterior a los comienzos del siglo XVIII haya crecido pensando que Ia mastur­ baci6n no era algo terrible. Solo uno de los muchos libros prescriptivos publi112

Sabre esras fechas, vease Ia discusi6n en Michael Stolberg, "Self-pollution, moral reform and the venereal trade", op. cit. Si esroy en lo cierto de que John Marten fue quien escribi6 Onania, enronces uno puede inclinarse a buscar una fecha anterior. The Afonthfy Catalogue, 1 71 4-1717 (a catalogue ofall books, sermons, and pamphlets, published in May 1 714, and in f/)ery month to this time), Londres, 1 7 1 4- 1 7 1 7 (reed. Londres, Gregg Press, 1 964), 3 . 6 (ocrubre de 1 7 1 6) , dice que Paul Yarenne ofrece Onania por un chelfn.


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cados e n lnglaterra durante e l siglo XVll l o hubiera alertado, ninguno por lo que se en el resto de Europa. Tal vez en alguna parte de Ia Europa catolica, un confesor traia nerviosamente a colacion el tema en su encuentro anual con un joven parroquiano. Pero basicamente todo era silencio, y contra ese silencio, Onania y sus sucesores lucharon durante los siglos siguientes. Sabemos poco de Ia historia de Ia culpa de Ia genre real. Si aumentaba o dismi nuia con Ia aparicion y Ia caida de las proscripciones, y si Ia culpa de muchos puede deducirse de las confesiones de unos pocos -o de Ia ausencia de confesion de la gran mayo ria- siguen siendo cuestiones por resolver. Si nos basamos en la evidencia de Ia que disponemos, podemos decir que Ia mastur­ bacion pareda notablemente inocente en las decadas anteriores a to mar el sitial de Ia culpa sexual mas destacada. De tanto en tanto podemos obrener un esbozo de Ia conciencia de alguien a este respecto, una especie de antes y despues de 1 7 1 2. Samuel Pepys, el pri­ mer gran escritor de diario privado ingles y padre de la administracion naval mode rna, se masturbaba regularmente, en publico y en privado. Convocaba al objeto de su deseo en el teatro de su fantasia interior aun cuando ella estuviera p resente en carne y hueso. Con los ojos cerrados, su cuerpo respondia a los estfmulos de Ia imaginacion erotica, y lograba eyacular, a veces con su mano, otras simplemente por pensar intensamente. Algunas veces, especialmente durante el primer afio de su diario, cuando se sentfa culpable por sus compulsivas visi­ tas a los bares, pareda sentir que sus masturbaciones le remordian Ia conciencia; 29 de junio de 1 663: "No volver a hacer mal uso de mi fantasia con cualquier mujer que tenga en mente", exactamente Ia misma pro mesa que hada una y otra vez de mantenerse alejado de casas de juego y burdeles. En dos semanas, volvia a hacerlo, dos veces, pero sin reprocharse nada. Seguia sintiendose mal por sucum­ bir al hibito de ir al teatro y emborracharse, y prometfa donar dinero a Ia caja de los pobres cada vez que caia en falta; no se lamentaba por masturbarse. 133

JJJ The Diary ofSamuel Pepys, ed. de Robert Latham, y William Matthews, Berkeley, Uni­ versity of California Press, 1 976, vol. 2, pp. 204, 230 y 232. Las referencias a sus visitas a las salas de juego y los bares esran en rodas panes durante los primeros cinco aiios del diario. Agra­ dezco a Joseph Roach, que fue tan am able de enviarme su manuscrito "The practice of perfor­ mance: Pepys, Shakespeare, and the performance of everyday life", que escribio para Ia reunion de 2001 de Ia Shakespeare Society of America. Allf sefiala que el rearro al igual que Ia mastur-


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Durante afios, su conciencia lo acuci6 solo por hacerlo en lugares inade­ cuados, y luego ni siquiera eso. El domingo 1 1 de noviembre de 1 666 lo hizo en una iglesia, pensando en la hija adolescence de un amigo. "Dios me per­ done." En la misa de la vispera de Navidad de ese afio, la reina y sus damas lo excitaron tanto que lo hizo con los ojos abiertos, "lo que nunca hice antes, y Dios me perdone por eso, estando en la capilla". (No queda claro si la ofensa, tal como el la entendia, era por estar en la iglesia -lo que habia hecho antes, pero no en una iglesia cat6lica- o por masturbarse con los ojos abiertos, algo que no habia resefiado antes.) Tal vez para un vehemente anticat6lico como Pepys, estar alli y encontrar excitante toda la procesi6n era suficiente para gene­ rarle culpa. En cualquier caso, al afio siguiente informa haberlo vuelto a hacer en una iglesia, esta vez con los pirpados cerrados y con la hija de un comer­ ciante sentada en el palco como elemento de excitaci6n para el ojo de su mente. Sin culpa. Y cuando consigui6 llegar al o rgasmo por la sola fuerza de su ima­ ginaci6n -sin usar las manos- mientras estaba en el fondo de un barco que lo llevaba por el Tames is, se sentia muy orgulloso de sL Habia superado su autoim­ puesto "juicio a la fuerza de mi fantasia" y "la tuve en pleno con la muchacha que vi hoy en Westminster Hall. Luego fui a mi oficina a escribir cartas". En realidad, parece estar a gusto reviviendo perfectamente, sin culpas y alegremente, los placeres er6ticos de sus rondas diarias entre su corte de mujeres en su cama por Ia noche: "en Ia cama, antes de dormir, imaginando un juego con la seno­ ra Steward con gran placer"; "en Ia cama, jugando en mi imaginaci6n con la reina". Tampoco parece haber tenido problemas en masturbarse con :tlguien que se quedara en su casa, y estaba encantado con el suefi o humedo que ruvo una noche durante su exilio de Londres bajo la peste. "El mejor suefio que tuve alguna vez", dice del largo encuentro inconsciente con la amante del rey, Lady Castlemaine, quien en sus ensoiiaciones le permiti6 cualquier libertinaje posi­ ble. Si en Ia rumba pueden tenerse tales suefios, escribe, no deberia temerse tanto Ia muerte como se hace en estos tiempos de peste. 1 34

bacion son dos fornus de engafio, dos performances que implican fantasia. El fndice de Ia edi­ cion de Latham y Matthews, vol. I 0, hace con star codas las oportunidades en que Pepys in forma masturbarse. 134 Diary ofSamuel Pepys, vol. 7, p. 365; vol. 8, p. 588; vol. 9, p. ! 84: vol. 6, p. 3 3 1 ; vol. 2, pp. 230 y 232; vol. 6, p. 1 9 1 .


LA

MASTURBACI ON ANTES DE ONAN!A

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En e l famoso episodio en que lleva a Ia cama consigo una copia de I a nue\·a novela pornografi.ca francesa L'Eco!e des Ji.!!es, su angustia estribaba en haber encontrado una obra tan inadecuada entre los tesoros de su biblioteca. Quemo el libro, pero no comento como se sentia respecto de Ia masturbacion. En resu­ men, Pepys disfrutaba de una especie de vida sexual autoabsorbente, fundada en Ia imaginacion, que es lo que medicos, filosofos y moralistas comenzaron a considerar como el mal fundamental de Ia masturbacion. Quedo atrapado en el cfrculo del placer aparentemente interminable e ilimitado que hizo del autoabuso algo tan amenazante. Pero excepto cuando estaba en un punto alto de sus obsesiones teatrales y a veces cuando lo hacfa en iglesias, Pepys no crefa que estar haciendo "mal uso" de su "fantasia con cualquier m ujer" significara un gran peso para su conciencia. Se puede argumentar que sabia secretamente que Ia masturbacion lo preservaba de problemas aun mayores que los ya oca­ sionados por sus parrandas. El riesgo de rechazo, de fracaso o de provocar Ia ira de Ia sefiora Pepys, siempre prescnte cuando trataba de conseguir un toque­ teo o que alguien j ugara con su pene o tener alguna relacion, estaba ausente cuando tenia sexo consigo mismo. (Nunca parece preocupado por ser descu­ bierto mientras se masturba.) Nada hay aquf de las angustias del claustra o de los pecados contra natura, pero tampoco nada de Ia culpa secular que envoi­ veda a Ia masturbacion el �iglo siguiente. Tenemos otro caso de esrudio antes del siglo >..'VIII. John Cannon, maestro de escuela y oficial de impuestos, nos cuenta en un manuscrito inedito como en 1 696, a Ia edad de 1 1 afios, aprendio a masturbarse. Nos ruega que no lo juzguemos con los criterios de 1 730 y 1 740, que es cuando escribe, sino que reflexionemos ace rca de como nosotros los lectores hemos pasado nuestros pro­ pios "afios adolescentes". "Despues de algunas diversiones acuaticas", el mayor de los nifios que habian estado nadando "aprovecho Ia ocasion para mostrarle al resto que podrfa hacer si tuviera alii a una mujer, y tomo su miembro fro­ randolo de arriba abajo hasta que quedo erecto y en breve lapso llego Ia Emi­ sion". Se les dijo a Cannon y a los o tros nifios que esa podia ser una buena manera de evitar "lujuriosos pensarnientos sexuales". 1 15 1 31

John Cannon, "Memoirs of the birth, education, life, and death of Mr. John Cannon. Some time officer of the excise and writing masrer at Mere Glastenbury and West Lyford in the County of Somerset, 1 684- 1 742", Somerset Record Office, DDISAS c/ 1 1 93/4, PP· 2 8 y 29.


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Incluso como adulto que escribe sus memorias, Cannon no estaba seguro de que hacer con sus ejercicios de juventud. "Esto suena mucho, opino, a auto­ polucion u ONANISMO. " Pero cuando reflexiona sobre lo que hizo, se recuerda a sf mismo -y tambien a los lectores, sin importar quienes haya imaginado que fueran- que "los hombres sabios o los reinos" pueden ser sorprendidos y ser "culpables de hacer cosas tontas". Solo Ia tonterfa habitual es condenable. Hay en todo ello cierto aire de persona mayor que se excusa por las insen­ sateces morales de su j uventud. En ese entonces no podfa saberse. Acaso uno solo pueda ser acusado de "no estar advertido en el momento en que comienza Ia locura". Ese serf a el trabajo de Onania y sus sucesores: asegurar que esa inadvertencia fuera eliminada y que Ia culpa en lo atinente al sexo solitario fuera tan firme y d.pidamente implantada como se pudiera. Una nueva culpa estaba dispuesta a ser diseminada por Europa. En los p roximos capftulos nos preguntaremos sobre Ia Indole de Ia mas­ turbacion y por que se convirtio en un problema. En este, el punto medular ha sido que en cualquier epoca y tradicion hay suftciente culpa a disposi­ cion. Existe una conexion, afirma el historiador frances del pecado Jean Delu­ meau, "entre culpa, angustia y creatividad". El regimen medieval y renacen­ tista del pecado y el miedo produjo una enorme culpa, pero tambien una intensa introspeccion y autoexamen; una particular version de Ia mala con­ ciencia se desarrolla, sugiere Delumeau, al mismo tiempo que el retrato, el soneto , el ensayo, y mucho de lo que consideramos caracterfstico del tem­ p rano mundo moderno. 136 Freud tiene razon cuando dice que nada hace que nos repleguemos mas intensamente sobre nosotros mismos que Ia sensacion de malestar moral por haber hecho algo malo. La historia del nuevo regimen moderno de culpa es, asf, parte de una historia mas extensa del yo, Ia creati­ vidad, los lfmites y el exceso. Es una culpa nacida de una nueva y problema­ rica relacion entre el individuo y Ia sociedad.

Agradezco a Tim Hitchcok de Ia Universidad de North London por haberme enviado su trans­ cripci6n de gran parte de esta memoria inedita. 136 Jean Delumeau, Sin and Fear: The Emergence ofa \¥estern Guilt Culture 13"'-18�, Centu­ ries, trad. ing. de Eric Nicholson, Nueva York, St. Martin Press, 1 990, p. 4.


IV. EL PROBLEMA CON LA MASTURBACION

Dos COSAS deben quedar claras ahora: que el sexo solitario no fue un pro­ blema importante durante varios milenios y que, al comenzar el siglo XVIII, invadi6 el mundo occidental. La siguiente pregunta parecerfa ser por que es asf. Pero antes de avanzar, necesitamos saber que fue de improviso tan per­ turbador en Ia masturbaci6n. �Cui! fue, y es, el problema? Plan teo Ia pregunta de esta forma tan general porque hay una respuesta general mas alla de las respuestas especfficas que se generaron confo rme el sexo solitario alcanzaba diversos significados, en su mayor parte negativos, mas recientemente posi­ tivos. Es decir, pienso en una constelaci6n de rasgos que se le asociaron desde los alrededores de 1 700 y que le quedaron referidos desde entonces. La angus­ tia en torno a esos rasgos llev6 a casi toda Ia medicina a creer que Ia mastur­ baci6n podia causar tuberculosis espinal, pustulas, locura y otros trastornos mentales. Sigui6 inquietando a aquellos que dudaban de si Ia masturbaci6n causaba enfermedades o no, tanto como a aquellos que, despues de 1 880, esta­ ban seguros de que no lo hacfa pero sin embargo pensaban que era abomi­ nable. El problema de Ia masturbaci6n preocup6 tambien a quienes no se inte­ resaban por Ia cuesti6n de Ia enfermedad de un modo u otro pero identificaban al sexo con uno mismo como una seiial de algo terriblemente impropio sobre una persona, una instituci6n o toda una cultura. Por ultimo, en el siglo XX, y de manera mas destacada a partir de Ia decada de 1 9 60, algunos empeza­ ron a pensar que el sexo solitario es saludable y mucho mas: el camino hacia Ia autonomfa individual, Ia autorrealizaci6n espiritual y Ia liberaci6n de un regimen heterosexista represivo. Tambien extrajeron energfa de ese esencial "que", si bien Ia pregunta ya no es "� Cual es el problema?" sino "�Cual es Ia soluci6n?". Despues de despejar el terreno, comenzare con los medicos y curanderos para preguntar primero que fue -en terminos no tecnicos y l uego tecnicos- lo que encontraron tan peligroso en Ia masturbaci6n. Comienzo con la medi­ cina no porque esta brinde todas las respuestas. El nacimiento de nuevas angus-


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tias, miedos, oportunidades, atracciones fatales y no tan fatales, y libertades que otorgaron nueva significacion a Ia masturbacion es parte de una historia mucho mas extensa. Pero Ia medicina es parte importance de Ia respuesta por dos motivos. Primero, los medicos del cuerpo, en sus distintas condiciones y estratos del siglo XVIII al XX, fueron ocupando paulatinamente el lugar de los anteriores medicos del alma; se acogieron con beneplacito a cada oportunidad de convertirse en arbitros de !a moral y el buen o rden. A medida que Ia auto­ ridad de !a divina revelacion se volvia menos convincente y creda Ia de Ia natu­ raleza, los medicos encontraban su voz. La masturbacion paso de ser una ins­ tancia mas en un gran conj unto de impurezas 0 practicas no procreativas condenadas por mandato divino a ser un tema para el Iluminismo, una cues­ tion moral contraria a Ia naturaleza cuya violacion era empiricamente demos­ trable. En segundo termino , y vinculada co n esto, aparece Ia circunstancia de que hay una indiscutible novedad en 1 7 1 2 o alrededor de esa fecha: el plan­ teo de que Ia masturbacion por sf sola enferma hasta Ia muerte a quienes Ia p ractican. Su dafio fundamental fue indagado, primero y sob re todo, en el cuerpo, y cualquier cosa que causara dichos estragos en Ia carne debia ser real­ mente malo. Se forjo, articulo, amplifico y legitimo asf una n ueva moral secu­ lar en el lexico de Ia mcdicina. Tomaremos como punto de partida aquello que los medicos dedan que estaba mal en Ia masrurbacion, y trabajaremos retrospectivameme para indagar en el sustrato moral de su patoflsiologfa, en procura de contestar por que la culpa, la vergi.iwza y el riesgo llegaron a ser tan fuertemente focalizados en lo que habfa sido una forma de sexualidad relarivamente ignorada. Entonces, Ia cuestion m.edica se ampliara a una mayor: 2 que tiene el sexo solitario para Ia cultura euro­ pea occidental desde el siglo XVIII que lo convierte en un problema de Ia etica del yo? 0 mas espedficamente: �que tiene el sexo solitario, habida cuenca de que el Iluminisrno lo convirri6 en ejemplo de algo a terner y --mas adelante- lo volvio algo aceptable? 2Que hace de Ia rnasturbacion una forma tan proteica de pensar acerca de nosotros rnisrnos y nuestra sexualidad durante Ia rnoderni·· dad? Solo al responder a esas preguntas estarernos en condiciones de preguntar "por que". Una explicacion causal depende de entender que es precisamente lo que debe explicarse.


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Para despejar el terreno

�Mds masturbaci6n? Una respuesta que explique todo ese alboroto podrfa ser, para decirlo de manera sencilla, un auge de la practica. La masturbacion no habia sido una cuestion terriblemente importante en el ambito moral ni en el de la medicina porque, desde esta perspectiva, no se habia practicado mucho antes del siglo XVIII. 0, a la inversa, un incremento en la i ncidencia del sexo soli tario creo el pro­ blema, y los medicos lo enfrentaron; al igual que la plaga 0 el colera, concito la atencion medica y la del publico en general cuando alcanzo proporciones epidemicas. Para expresar mas sutilmente esta opinion: las nuevas circunstancias hacian mas atractiva la masturbacion, por lo tanto, mas importante y mas digna de atencion. Un modo de explicarlo es decir que ya no existe el yugo de antiguas opresiones. C. F. Lallcmand, el gran predicador medico de la perdida seminal en el siglo XIX, y Edward Shorter, el historiador moderno de las supuesta­ mente liberadoras cualidades de la Revolucion Industrial para las masas, sos­ tienen que el relativo silencio de los medicos antiguos y de la modernidad tcm­ prana se debe a que la gente no se masturbaba mucho y que algo en la sociedad moderna les dio via libre para hacerlo. 1 Ante una mayor privacidad y una mayor estimulacion, la practicaban; y la medicina respondio en consecuencia. Alternativamente, habia mas sexo solitario porque las otras posibilidades sc volvian escasas, lo que los economistas llamarian un efecto de sustitucion sexual: una especie de sistema hidraulico en que la energia acciona el sistema en una direccion proporcional a la presion de otra. Uno de los mas eruditos historia­ dores contemporaneos de la sexualidad y la familia sostiene, por ejemplo, que "las practicas solitarias [ . . . ] parecen haber aumentado en proporcion directa con la represion de otras formas de conducta sexual".2 Una cantidad fija de energia libidinal puede desviarse en otra direccion si su destino original esta 1 C. F. Lallemand, Des Pertes semina!es invo!ontaires, Paris, 1 836- 1 842, vol. 3, p. 477; Edward Shorter, The Making ofModern Family, Nueva York, Basic Books, 1 975 . 2 Jean-Louis Flandrin, Families in Former Times, Cambridge, UK, Cambridge University Press, 1 976, pp. 2 1 1 y, en rc�rminos mas generales, 1 89- 1 9 1 y 209-2 1 1 .


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bloqueado. Asf, los exirosos esfuerzos de !a Iglesia por imponer el celibato prematrimonial -la culminaci6n de siglos de esfuerzos que encontraron su expresi6n mas completa en el Concilio de Trento- y las presiones econ6micas que resultaron tanto en una proporci6n mas alta de celibes en !a poblaci6n como en un incremento en la edad de matrimonio forzaron a las energfas sexua­ les a cambiar los canales heterosexuales por los del sexo solitario. (La aparen­ temente exitosa represi6n del mercado de la sodomfa parece haber tenido un efecto similar.) En otras palabras, la masturbaci6n aparece y decae en relaci6n inversa con Ia disponibilidad de algo mejor; es una alternativa barata y rapi­ damente disponible en las epocas malas. Ambas versiones de esta historia pueden ser verdaderas en cierto sentido. La civilizaci6n moderna puede haber incrementado Ia incidencia de la mas­ turbaci6n; y !a ausencia de 0portunidades heterosexuales -u homosexuales­ puede haber incrementado el interes en o tras salidas. Por cierto, Ia idea de que !a masturbaci6n es una forma barata y alternativa de alivio sexual se rem0nta a Di6genes e incluso antes, y hay una gran cantidad de evidencia anecd6tica de aquello que los sex6logos alemanes de finales del siglo XIX llamaban Notso­ nanie, "masturbaci0n por necesidad".3 Pero h ay problemas con esa historia como descripci6n de que sucedfa con !a masturbaci6n que perturb6 tanto al siglo XVIII. En primer lugar, los contem­ poraneos no ten fan modo de saber si habfa aumentado Ia incidencia de Ia masturbaci6n, si es que lo habfa hecho. En Ia decada de 1 420, Jean de Gerson suponfa que todo el mundo -o a! menos todo hombre- la habfa practicado y que el nino que negaba habcr acariciado alguna vez su pene en respuesta a una erecci6n no era crefble. Mas aun, nadie en el siglo XVIII plante6 que el problema fuera mds masturbaci6n; todos los comentaristas simplemente dicen que se Ia encuentra donde se Ia busque: brutalmente endemica. Pensaban que Ia masturbaci6n estaba en todas partes y que e ra especialmente peligrosa por­ que era tan facil de p racticar como diffcil de detectar. La novedad parece haber sido no el acto en sf sino Ia notable atenci6n que concit6 de improviso. Finalmente, aunque alguien pensara que el sexo solitario estaba en aumento -e incluso si asf hubiera sido- esos hechos p resuntos no podrfan explicar por que se volvi6 tan dramaticamente apremiante. Requiere escasa reflexi6n cui3

Es casi imposible decir que proporci6n de genre se masrurha o se ha masrurbado.


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tural describir por que Ia peste, el col era y Ia fiebre exigfan una respuesta: mara­ ban a Ia genre. La masturbaci6n, por el contrario, no lo bacia, y nadie crefa eso an tes del siglo xvm. Asf, el "que" que estamos buscando no puede ser simplemente numeros. Debe ser un tema mucho mayor que lo representado por esas cifras. La evidencia empfrica mas fuerte contra el aumento de Ia masturbaci6n a causa de un efecto de sustituci6n -sexo solitario en Iugar de sexo social- llega de Inglaterra, cuna de Ia nueva lireratura antimasturbatoria, y de sus colonias americanas, donde las relaciones sexuales parecen haberse vuelto mas, y no menos, accesibles de lo que habfan sido antes. La represi6n, si asf se Ia quiere Hamar, colaps6 en todas partes. Una· mas temprana edad de casamiento impli­ caba que parejas mas j6venes comenzaban antes una relaci6n sexual regular; las tasas mas altas de concepcion prenupcial y de hijos ilegftimos sugieren que habfa mas sexo antes del matrimonio y que era mas dificil el casamiento si Ia muchacha guedaba embarazada; y una declinaci6n en el porcentaje de Ia pobla­ ci6n que nunca se habfa casado signifteaba que me nos genre quedaba por com­ pleto fuera del j uego. En resumen, las barreras contra las relaciones heterose­ xuales pocas veces habfan estado mas bajas. Tal vez hubiera mas masturbaci6n en Francia, pues allf Ia edad de casamiento era mas alta y Ia Iglesia Car6lica ponfa restricciones a! sexo prenupcial con mas exito que en otros pafses, pero nada hay que sugiera que las condiciones estrictas a las que estaban sometidos los habitantes fueran lo que perturbara a quienes escribfan sabre Ia masrurba­ ci6n. Su masturbador protodpico era el y Ia escolar, o el aprendiz de Ia escuela media, no un campesino privado de sexo. Para ellos, el sexo -el sexo excesivo­ parecfa ir en aumento tanto en las ciudades de Europa como en las aldeas protoindustriales de Suiza.4

4 Para un resumen de !a lirerarura sobre el colapso de las barreras a "las asi llamadas relacio­ nes sexuales" (una frase de Henry Abelove) , vease Thomas Laqueur, "Sex, gender, and desire in rhe l ndusrrial Revolution", en Parrick O'Brien y Roland Quinault (eds.) , The Industrial Revo­ lution and British Society: Festschriftfor R. M. Hartwell, Cambridge, UK, Cambridge Universiry Press, I 993. Acaso decrecieran las oporrunidades de embarcarse en Ia sodomia en el mundo pro­ resranre e incluso en algunos paises car6licos a medida que desapareda o se reducia fuerre­ menre Ia vida monasrica. Las auroridadcs seculares romaron medidas drasricas a principios del siglo XVlll comra las reciememenre creadas culruras sodomlricas masculinas. Pero no hay evi-


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Placer sexual

El ataque a Ia masturbaci6n no era un ataque a! placer sexual como algo bueno y digno de gozarse fuera de las estrechas catcgorfas de lo que habfa sido con­

siderado aceptable para Ia teologfa moral cat6lica. Tampoco era parte de un reciente neoascetismo.5 Ni los medicos del Iluminismo ni los pedagogos y mora­ listas que se ocuparon de Ia causa compartfan Ia larga y profunda sospecha de Ia Iglesia hacia los placeres de Ia carne. De hecho, un aspecto sorprendente de Ia discusi6n de Ia masturbaci6n pos 1 7 1 2 es su i ndiferencia -activa hostilidad en muchos casos- respecto del universo moral en el cual subsisti6 el sexo soli­ tario despues de Ia aparici6n del cristianismo. Los protestantes que lanzaron el ataque moderno contra Ia masturbaci6n solfan ser hostiles a Ia vida cdibe como ideal; no consideraban el matrimonio como la segunda mejor opci6n ni pensaban que Ia relaci6n sexual fuera una amenaza a Ia salud o a Ia salva­ ci6n . En realidad, Ia tradici6n calvinista inglesa produjo Ia nueva idea de que el constante calor del amor sexual entre marido y mujer imitaba la constancia del compromiso de los santos con Dios. El anticlericalismo iluminista denun­ cio las supuestas licencias sexuales de sacerdotes, monjas y monjes. Una de las cosas que eran tan malas en Ia masturbaci6n , de acuerdo con Voltaire, era dencias de que el sexo solitario llevara a Ia sodomfa, como se plante6 tan a menudo, y de que sirvi�ra como sustituto ante Ia falta de un objero real. Ningtin comentarisra del siglo XV! I i vin­ culo un supuesto aumento de Ia sodomfa con una supuesra epidemia de masturbaci6n. 5 Pudo haber habido excepciones en el siglo XIX a que Ia masrurbaci6n fuera movilizada por casi cualquier causa. Formaba parte, por ejemplo, del neoascetismo de alguien como el refor­ mista sanitaria]. H. Kellogg. Para el, roda acrividad sexual era porencialmente enervante, desor­ denadora y pecaminosa: "EI comercio ilfcito entre los sexos es un pecado odioso; Ia auropolu­ ci6n [ . ] es un crimen doblemenre abominable". Sylvester Graham, rambien ferviente enemigo de Ia masrurbaci6n, compartfa cl ethos de restricci6n y sublimaci6n de Kellogg: vegetaria­ nismo, remplanza. Pen saba que el matrimonio existfa no para satisfacer sino para apbcar el deseo sexual -la familiaridad alimenta el dcsinteres-, lo que era algo bueno, dado que rener relacio­ nes mas de doce veces al afio era un riesgo para Ia salud. Sobre Graham, el inventor del cracker (gall eta), vease Jayme A. Sokolow, Lros and Modernization: Sylvester Graham, Health Reform, and the Origins ofVictorian Sexuality in America, Rutheford, Fairleigh Dickinson University Press, 1 983, pp. 84-9 1 . S okolow hace Ia uri! afirmaci6n de que Ia resrricci6n sexual, en especial res­ pecto a Ia masmrbaci6n, era parte de un programa mas general de reformas desrinadas a com­ batir Ia excitaci6n y Ia tension de Ia vida urbana. . .


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precisamente que se trataba del vicio del claustro y del coro, una perversion del deseo que Ia Iglesia intentaba, neciamente en su opinion, reprimir.6 Nuevas y radicales versiones del placer sexual se hallaban en las primeras lineas de Ia disputa medico-teologica: el apoyo iluminista a! goce virtuoso con­ tra Ia oposicion clerical a! placer por el placer mismo. Los medicos eran alia­ dos de los novelistas y moralistas que ponfan a salvo el mundo para el amor sexual; certificaban que era bello, virtuoso, entretenido y saludable. Los filo­ sofos que articularon un ataque medico-moral contra Ia masturbacion exalta­ ban las virtudes del amor sexual del matrimonio. En realidad, el amor sexual fuera del matrimonio tampoco resu!taba tan malo: no habfa una verdad uni­ versal, completa, divina o natural sobre el tema. El Supplement au Voyage de BougainviLle de Diderot pintaba las libertades sexuales de Ia cultura de los Mares del Sur como una seductora alrernativa a las represivas costumbres europeas. El problema con Ia masturbacion no era que consistiera en una especie de placer sino que no lo era. Como rnucho, era un falso placer, una perversion de lo real. Por lo general, el naturalismo medico y Ia antropologfa especulativa apoyaban Ia correccion y Ia inocencia moral de Ia relacion heterosexual? Incluso el amor no matrimonial no era tan malo, en opinion de ciertos cfrculos medi­ cos; algunos facultativos llegaban � proponer Ia prostitucion como posible cura para el hibito del sexo solitario. Y por supuesto, existfan libertinos para ios pia­ ceres sexuales de casi cualquier tipo. Pero tanto ellos como los medicos consi­ deraban detestable la masturbacion. (Hay una excepcion. Un confesado club libertino, muy documentado: The Beggar's Benison, abrio sus puertas en Fife en 1 732 y pronto tuvo sucursales en Edimburgo y Glasgow. Precisamente por ser tan provocativo y anticonvencional -casi una parodia de Ia devocion de los clubs por quebrantar las normas sexuales-, masturbarse frente a los demas socios era Ia caracterfstica central de su iniciacion ritual.)8 6

Vease capitulo II, n. 3 5 . Hay un excelente resumen de las opiniones del Iluminismo sobre el placer en Roy Porter y Lesley Hall, The Facts ofLife: The Creation ofSexual Knowledge in Britain, 1650-1950, New Haven, Yale University Press, 1 995, cap. 3 . 8 Vease Theodore 1arczylo, Sexe et Iiberti au siecfe des lumieres, Paris, Presses d e Ia Renais­ sance, 1 983, cap. 2. Vease David Stevenson, The Beggars Benison: Sex Clubs ofEnlightenment Scotland and Their Rituals, Easr Lothian, Escocia, Tuckwell Press, 200 1 , pp. 69-93, 98 y 99. C:onseguf este libra recien cuando el mfo ya estaba en prensa. 7


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La popular tradici6n curandera vivi6 durante un siglo de Ia idea de que Ia masturbaci6n era tan mala porque malograba los placeres sexuales. Los hombres que se masturbaban se enfrentaban a Ia mortificaci6n, Ia apren­ si6n y el reprimido encono en el lecho n upcial, el cual mereda ser "experi­ mentado con encanto, extasis e indefi nible deleite". Se deda que las m uje­ res adictas a Ia masturbaci6n evitaban " los legftimos arrebatadores goces" de Ia relaci6n sexual en aras de las agonfas, los castigos y los remordimientos del autoabuso.9 Los medicos del siglo XVIII casi no mostraban interes por Ia taxonomfa cris­ tiana del pecado sexual. Por cierto, consideraban "antinatural" a Ia mastur­ baci6n, pero solo en el sentido de que un proceso fisiol6gico tiene efectos mas terribles cuando se efectua en circunstancias antinaturales que en las natura­ les. "Una cantidad tan grande de semen producida de modo natural tiene terribles efectos, pero son aun mas tremendos cuando Ia misma cantidad se desperdicia de modo anti natural." Antinatural no significa aquf "por fuera de los fi nes de Ia reproducci6n" sino "artificial", ajena a! curso de Ia naturaleza en el mismo sentido en que un dique altera el curso de un rio con probables efectos daninos. Como dice u na de las mas populares puestas a prueba de las opiniones de Santorio, el conocedor del mecanismo fisiol6gico del siglo XVII: "El coito provocado naturalmente hace b ien" . I ncluso el coito excesivo no es tan malo si se roman precauciones. " Pero bajo Ia Incitaci6n de Ia Mente, es danino. " 1 0 Tenemos que evaluar bien que significa esto para comprender por que los medicos y otros ensefiaban que una practica sexual, una manera de alcanzar el o rgasmo, era mas peligrosa que o tra. Pero por ahora, rodo lo que tenemos para decir es que Ia distinci6n no se realiza entre sexo con prop6sitos de gene-

" Goss and Co., The Aegis ofLife, 23• cd., Land res, 1 840, p. 5 9 . Roy Porter ha afirmado que desde el siglo XVIII los curanderos crearon y predicaron sabre los miedos masturbawrios pro­ moviendo los placeres de las relaciones sexuales en adecuadas circunstancias. Vease Health for Sale: Quackery in England, 1660-1850, Manchester, Manchester University Press, 1 989, pp. I 69· 1 79; Goss and Co., Hygeiana: A Non-medical Analysis of the Complaints Incidental to Females, 20• ed., Londres, 1 830, p. 62. 10 John Quincy, Medicina Statica: Being the Aphorism us ofSanctorius, Londres, 1 7 1 2, aforis­ mos 34 y 37.


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racion y sexo para cualquier o tro proposito. La clasificacion de Aquino de los actos sexuales permitidos (dentro del matrimonio con el proposito de procrear) , aquellos que son ofensas contra la razon (incesto, fornicacion, adulterio) y aque­ llos que son ofensas contra la naturaleza (pd.cticas no reproductivas como sodo­ mfa, bestialismo, masturbacion, posiciones y pd.cticas dentro del matrimo­ nio para evitar la co ncepcion y la reproduccion) no funciona aquf. Las preocupaciones modernas por los mas jovenes -3, 4, 5 afios, muy por debajo de la edad de la razon- que aprenden de las criadas a abusar de sf mismos esran fuera del mundo de los manuales de penitencia y de la teologfa moral tomista, como lo esra. el sexo solitario de las mujeres. Nuevas preguntas sobre los usos del placer se suman a la agenda confo rme el placer sexual pasa de ser sospechoso a resultar sublime. 1 1

La medicina y la moralidad de la masturbaci6n Serfa mejor considerar la medicina como una disciplina para descubrir que era de improviso tan malo respecto a la masturbacion. En un sentido, podrfa parecer que los medicos iluministas simplemente tomaban la posta de los

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El viejo pecado no estaba rotalmente muerro. En el contexto de Ia teologfa moral, subsis­ tio en el perfodo moderno como el muy familiar vicio antinarural, como una especie de polu­ cion y como un aspecro de Ia prohibicion del control de Ia natalidad, es decir, relacion sexual por el propio placer y no para procrear. Habfa constantes ajusres casufsticos: por ejemplo, en 1 665, el Papa Alejandro VII condeno Ia opinion de que Ia polucion solo debe confesarse si uno tambien ha cometido sodomfa o bestialismo pues las tres eran de Ia misma species infima. La cuestion de si una mujer puede polucionarse en el mismo sentido que un hombre siguio siendo debatida. En general, Ia respuesta es negativa: no hubo ejfusio seminis, dado que las muje­ res no poseen verdadero semen; por lo tanto, en elias Ia masturbacion es una especie de tactus impudici, "toqueteos indecentes", cuyo uso se regulaba de otra manera. Pero no era el tipo de material que provoco la nueva angustia acerca del sexo solitario en Ia modernidad. Sabre estos puntas, vease Aloysius ]. Welsh, The Scholastic Teaching Concerning the Specific Distinction of Sins in the Light ofMoral Theology, Washington DC, Catholic University ofAmerica Press, 1 942, pp. 6 1 y 62; Julius Preuss, Biblical and Talmudic Medicine, trad. y ed. de Fred Rosner, Nueva York, Sanhedrin Press, 1 978 , pp. 489 y 490; Cari Capell man, Pastoral Medicine, trad. in g. de William Dassel, Nueva York, Puster, 1 879.


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sacerdotes: el vicio mara y sus consecuencias son terribles en este mundo, no en Ia eternidad. Pero hadan eso en nuevos terminos. Reformularon tan radicalmente al sexo solitario como para convenirlo en algo genui namente n uevo. La natu raleza, y no Dios, j ustificaba su perversidad. No se conside­ raba providencial la enfermedad masturbatoria; Tissot se aparta de ese cauce para diferenciarse de quienes piensan que "es Ia especial vo!untad de Dios castigar est� crimen". Dice que todo puede explicarse con "las !eyes med.ni­ cas del cuerpo y las que lo unen con el espiriru" . 1 2 Hace una alianza con Hip6crates y, en rerminos mas gen�rales, con Ia tradici6n medica materialista en busca de causas naturales con consecuencias naturales. Mas aun, en ningun pasaje de Tissot 0 de cualquier autoridad medica del siglo XVIII vislumbra­ mos la idea de que b malsano de Ia masturbaci6n residiera principalmente �n no ser reproductiva o ri tual mente contaminante. Por cierto, no engen­ draba nifws, y el desperdicio de semen era considerado desagradable, pero no eran estos sus principales hon·ores. Por lo tanto, el problema hist6rico es descub ri r que rasgo de la masturbaci6n Ia convini6 en tan antinatural de maneras novedosas y materialisras. No existen observaciones ni descubrimientos, ni siquicra hip6tesis medi­ cas, que puedan dar cuenta de que se consider6 tan peligroso en la mastur­ baci6n; nada que pudiera vincular al sexo solitario con Ia muerte. De hecho, I a liotable continuidad, durante varios milenios, de las opiniones acerca de las consecuencias ffsicas de Ia acrividad sexual y del o rgasmo haec que b repen­ tina explosion de escriros medicos acerca de Ia masrurbaci6n resulte suma­ mente sorprendente. Por ejemplo, el vinculo entre masturbaci6n y ataques epilepticos tiene su origen en Ia noci6n medica clasica de que el orgasmo pro­ duda un temblor corporal, una sacudida del sistema que imitaba un ataque y podia efectivamente comenzarlo. Sustentandose fuenemente en esa tradi­ ci6n, Tissot cita caso tras caso cjemplar de medicos de su tiempo en los cua­ les se dice que Ia excitaci6n sexual podia inducir terribles y tortuosos ata­ ques. Un colega "conoda a un comerciante en Montpellier que nunca realizaba un sacrificio a Venus sin sufrir inmediatamente despues un ataque de epilep­ sia"; otro conoda a una m ujer que "solia tener un ataque despues de cada 1 7 S. A D . Tissot, Onanism; 01; A Treatise upon the Disorders Produced by Masturbation; or, The Dangerous Effects ofSecret and EYces.<ive Venery, trad. in g. de A. Hume, Londres, 1 76 1 , p. 72.


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acto sexual"; un tercero aporta el caso mas espectacular de un hombre, "quien en medio del acto fue vfctima de un espasmo y el trastorno se prolong6 por doce afi.os". 1 3 Finalmente, Tissot se apropia de Galeno para proveer a esas obser­ vaciones una buena genealogfa. Deben decirse dos cosas sobre estos relatos: no son hechos en sf ridicu­ los, pero no ofrecen tampoco el menor rastro de por que el orgasmo mas­ turbatorio comenz6 a ser considerado en el siglo XVI I I una version espe­ cialmente peligrosa de esa experiencia admitidamente temible. Un orgasmo violento puede parecerse en ciertas personas a un ataque epileptico o de otro tipo, y existen "fen6menos cerebrales" durante el o rgasmo sexual que brin­ dan cierta credencial a esa z,ntigua observaci6n. M ientras en Ia gente nor­ mal no existe vinculo alguno en tre Ia masturbaci6n ordinaria y Ia actividad paroxfstica, en otras Ia asociaci6n existe. Un neur6logo pcrfectamente res­ petable de finales del siglo XX, describe el s iguiente caso sin pretensiones morales: un hombre de 41 afi.o.s con epilepsia generalizada pero sin desvia­ ciones sexuales se masturbaba i rrefrenablemente durante los ataques acom­ paii.ados de un rapido y constante parpadeo. H ay otros casos de nifi. o s lie­ vados al hospital pues padecen lo que parece ser un episodio epileptico u otro tipo de espasmo. El pediatra sugiere que, antes de empezar con los estu­ dios, deben considerarse otras posibilidades en el diagn6stico diferencial: los violentos, a veces dolorosos, temblores de un orgasmo natural benigno. Algun.a gente se excita golpeandose en Ia espalda para conseguir un orgasmo masturbarorio o de o tra clase. 14 13

Ibid., p. 32 Sabre Ia controversia del EEG (electroencefalograma) y el orgasmo masturbatorio, vease Harvey D. Cohen et a!., "Electroencephalographic laterality changes during human orgasm", en Archives ofSexwzf Behavior, S.3, 1 976, pp. 1 88 y 1 89, y Benjamin Grabe et a!., "EEG during masturbation and ejaculation", en Archives ofSexwzf Behavior, 14 .6, 1 985; para el epileptico de 41 afios, vease Daniel E. Jacome, "Absence status manifested by compulsive masturbation", en Archives ofNeurology, 40, agosro de I 9 8 3 , pp. 523 y 524. Aparentemente los asf llamados aconrecimientos paroxfsticos benignos no epilepticos o el dolor abdominal son lugares comu­ nes; no es facil diferenciar los causados por Ia masturbaci6n de los debidos a una mfermedad subyacente, especialmenre en nifios muy pequefios. Un grupo de pediatras aconseja a los padres que se preparen para reconocer a Ia masrurbaci6n como una acrividad normal y habi­ tual que puede tener ciertas manifestaciones ffsicas que indicarfan algo serio y que, una vez que 1�


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Pero si Ia historia del ataque-orgasmo es antigua y no del todo implausible, cl giro ataque-orgasmo masturbatorio es nuevo. Antes del siglo XVIII, nadie los ligaba espedficamente con lo que podrfamos llamar sfntomas neurologicos, y ni siquiera Tissot informa casas en que un ataque haya sido ocasionado por masturbacion. El argumento es indirecto: si el exceso heterosexual es malo y puede resultar en ataques, el sexo solitario excesivo es peor, y puede resultar en otros ataques mas severos. Cuando el argumento mo ral contra Ia mastur­ b acion lagro independizarse ampliame nte de Ia medici na a principios del siglo XX, desaparecio tambien su vinculacion con Ia epilepsia. Si bien el ona­ nismo es por cierto habitual "entre epilepticos de escaso nivel moral", concluye una importante obra de referencia angloamericana en 1 9 0 1 , "diffcilmente puede considedrselo una causa", por mas que algunos escritores continentales pien­ sen lo contrario. 1 5 Asf, Ia pregunta subsiste: "� Que rasgos del o rgasmo mas­ turbatorio" -los temblores del placer solitario- lo sefialan para ser particular­ mente examinado como peligroso? La fisiologfa moral del semen nos acerca mas a una respuesta, pero tras un largo desvfo que nos lleva lejos del fluido cotidiano que podrfamos recono­ cer. S i , co mo lo sugirio una gran cantidad de observadores e historiadores modernos del siglo X"VIII, el "que" tan amenazante en Ia masturbacion es Ia per­ dida de preciosos fluidos <::a rporales, estamos en camino a resolver nuestras dos preguntas pendientes. La perdida de semen puede estar metafo ricamente vinculada con preocupaciones por otro tipo de perdidas, y podrfamos cstar cerca de una explicacion para el adv·enimiento de Ia masturbacion moderna. El argumento podria ser el siguiente: hay escasa provision de semen, dinero , energfa, y todos estan ampliamente expuestos al peligro de extincion. Tal como

esro quede claro, se evirarfan muchos diagn<Ssricos innecesarios. Vease David R. fieisher et al., "Masturbation mimicking abdominal pain or seizures in young girls", en journal ofPediatrics, I I G. 5, mayo de 1 990, pp. 8 I 0-8 1 4; C. H. Wulff et al. , " Epileptic firs or infantile masturba­ tion", en Seizure, 1 .3 , sepriembre de I 992, pp. 1 99-20 J ; S. Livingston, "Masturbation stimu­ lating masturbation", en Clinical Pediatrics, 1 4, 1 975, pp. 232-234. 11 "Epilepsy", en Albert H. Buck (ed.), A Reference Handbook ofthe Medical Sciences, nueva edici6n revisada, vol. 3, Nueva York, William Wood and Co., 1 90 1 , p. 849. Exisre una muy amplia lireratura neurol6gica acerca de Ia masrurbaci6n y varios ripos de ataques, pero las vie­ jas cuesriones normarivas esr;in ausemes.


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en el mundo del intercambio y el comercio debemos disciplinar nuestro uso de los recursos escasos, tam bien en Ia economfa espermatica los hombres deben salvar y preservar su precioso fluido corporal. Las angustias por Ia escasez de tiempo, dinero y seguridad estan compensadas al imaginar un cuerpo autar­ quico a salvo de perdidas de rodo tipo y amenazado por el derroche volunra­ rio de su fluido mas altamente elaborado: el semen. El reino de lo real encaja perfectamente en el corporal . 16 En el siglo XVIII, como en los milenios anteriores, se consideraba que el semen posefa un "fuego vivificante" que daba vida a! feto y que era mas general­ mente "Ia antorcha de Ia vitalidad", "una esencia balsamica, espiritual, vivifi­ canre", un "principio luminoso", en palabras del curandero y terapeuta sexual J ames Graham , cuya cama en arriendo encendfa el fuego de todo hombre. Los testimonios respecto de sus maravillas constan por doquier, y muestran una larga perduracion: es Ia espuma de Ia sangre por Ia cual "el hombre es ani­ mado, sostenido y vive", informa Isidoro de Sevilla, enciclopedista del siglo VII; Ia chispa prometeica "se mueve con tanto espfritu" que siembra una nueva vida, pensaba William Harvey, el descubridor de Ia circulacion de Ia sangre. Esta­ mos ante un asunto claramente importante.17 En Ia medicina galenica, y todavfa en el siglo XVIII, a pesar de las irrup­ ciones de Ia mednica, Ia qufmica y tantos otros factores, el semen era con­ siderado el fluido corporal mas perfectamente realizado, el de mayor inten­ sidad de energfa: Ia destilacion mas elaborada de todo el proceso digestivo. El cuerpo invierte cantidades variables de esfuerzo para obtener del alimento su materia vital; el semen masculino requiere mas que el femenino, el semen mas que Ia leche, Ia leche mas que Ia sangre. "En una palabra -dice Tissot­ parece por los m uchos testimonios" que el ha reunido, y por una variedad de otros que solo abundadan en lo mismo, que el semen es "el licor m as

1 6 Para una version poderosa de esta opinion, vease G. ]. Barker-Benfield, The Horrors ofthe Half-Known Lift: Male Attitudes Toward Women and Sexuality in Nineteenth-Century America,

1 9 76, Nueva York, Routledge. 2000. 1 7 Roy Porter, "Sex and the singular man: The seminal ideas of James Graham", en Studies on Voltaire and the Eighteenth Century, 228, 1 984. Sobre lsidoro y Harvey, vease Thomas Laqueur, Making Sex: Body and Genderfrom the Greeks to Freud, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1 9 90, pp. 56 y 1 44.


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importante, a! que puede llamarse el 6!eo Esencial de los licores animales [ . . . ] el espfritu rectificado"; "fuerza de Ia vida concentrada", "fuente y sus­ tancia de Ia vida". Es, como expresa Ia Encyclopedie, "ese muy precioso humor cuya producci6n insume a! cuerpo mas cuidado y energfa que ningun otro. Su perdida es causa de extremada debilidad, escribe el famoso y muy !efdo Friedrich Hoffmann, "como serfa Ia perdida de sangre y de fluido nervioso", y par ende debe moded.rselo cuidadosamente. La excreci6n inmode rada "atenta contra Ia salud" . 1 8 E n ese contexto, el largamente perdurable0 interminablemente citado y com­ pletamente espurio veredicto seudocuantitativo de Tissot de que una parte del semen equivalfa a cu;>.renta de sangre encaja perfectamente. Cuando habfan pasado ya ciento cincuenta afios desde que lo habfa dicho como si fuera Ia palabra definitiva de Ia Ciencia, un doctor en medicina formado en Leipzig, quien escribi6 uno de los Iibras de psicologfa esrandar de principios del siglo XX, segufa considerando indiscutible que "hay una perdida mucho mayor en el orgasmo masturbatorio que en Ia perdida equivalence de sangre" . 1 9 Y su aparici6n en escena se remontaba a! menos a siete siglos antes de que Tissot se apropiara de dicho r6pico para apuntar contra los peligros de Ia masturba­ cion. En su popular gufa para Ia salud de los estudiantes de principios del siglo XVI I , Thomas Cogan aleccionaba a los lectores: "Si el semen supera Ia ' " S. A. D . Tissot, Onanism, cp. cit., p. 52; "Semence", en Emydopedie, val. 1 6, p. 939; Frie­ drich i-Ioffmann el ]oven, Opera O,nnia ( 1 740), libra 2, cap. 8, p. 23: "Seminalis liquor deli­ batissiumus, quai flos sanguinis ac liquidi nervorum est, hinc diligemer circumspiciendum, ne immoderate ejus excretio sanitatem offendat". En su epoca, Hoffman era considerado el mas grande de los iauoqu!micos, aquellos que pensaban que pod!an emender Ia parologfa como una falla en una fisiolog!a concebida mednicamenre. Es difkil deducit que emend!an exactamenre por semen el y otros medicos del siglo XVIII en esos contcxros generales. Hoffmann pensaba que una sucrte de eter acmaba a uaves del sistema nervioso en los mtisculos manteniendolos en movi­ mienro, al igual que a los fluidos corporales; animaba Ia vida. A veces parece como si el semen fuera ese erer. 1� S. A. D. Tissot, Onanism, op. cit., p. 2; Winfield Scott Hall, asistido por Jeannette Wimer Hall, Sexual Knowledge, Londres, T Werner, s/f; prim era edicion estadounidense, 1 9 1 3, pp. 1 43 Y 1 44. Esta ultima apareci6 en las New Century Series of Physiology. Hall sosten!a que Ia per· dida de las poluciones nocmrnas no era tan mala porque ese esperma ya estaba muerto. Tiene razon en que el esperrna perdido por emisiones nocturnas esti casi muerto; pero serfa igual si el sujero no hubiera eyaculado por cuarenta y ocho horas. En resumen, el esperma tiene poca vida.


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medida natural, los dana mas que si perdieran cuarenta veces mas sangre". Cogan al menos citaba su fuente: Avicena, el prfncipe arabe de los medicos de comienzos del siglo XI. Tissot tal vez se avergonzara de reconocer que habfa tornado su celebre afirmaci6n de una obra a Ia que su maestro Albrecht von Haller habfa tildado de "met6dicamente incorrecta". Sin embargo, hay obser­ vaciones cotidianas que pueden aducirse para hacerla parecer plausible: una nodriza puede dar litros de leche y no sentirse cansada, mientras que Ia me nor eyaculaci6n es agotadora. Los hombres especialmente esran mucho mas can­ sados despues de un orgasmo que tras otras actividades de duraci6n compara­ ble. La extirpaci6n de los testfculos produce el cuerpo fofo , malformado, del eunuco; el advenimiento de semen en un nino normal es contempod.neo al vigor de Ia j uventud.20 Era claro que perder este notable fluido antes de que pudiese reemplazar­ selo podia tener efectos desastrosos en Ia economfa corporal. Ciertamente, si rodo estaba en orden, el semen, al igual que Ia sangre, circulaba y alimentaba los elementos mas crfticos del cuerpo, especialmente los nervios y el fluido espi­ nal, con el cual estaba fntimamente vinculado. Asf, Ia perdida de semen trafa aparejados efectos de lo mas deletereos en el cerebro, que podia literalmente marchitarse dentro del craneo, segun informaba Tissot, debido a Ia perdida de Ia fuerza vital del semen. En realidad, explicaba, los testfculos estaban mucho mas en simpatfa con el cuerpo entero, al punto que el cerebro de un hombre entregado al exceso sexual, "segun se escuch6, se sacudfa en el pericraneo". Y finalmente, Ia espermato rrea -el desperdicio de esperma que en tan gran medida se percibfa como una consecuencia de una impo rtante etapa de Ia patofisiolo­ gfa de Ia enfermedad masturbatoria- era considerada lo suficientemente peli­ grosa como para constituir en sf un capitulo de Ia medicina. El medico fran­ ces Lallemand imperaba en ese campo a principios del siglo XIX, crefan sus 20

La seccion 6 de Tissot riene nueve paginas, 48-57, sabre Ia "importancia del licor semi· nal". Thomas Cogan, The hauen ofhealth, chiefly madefor the comfort ofstudents, and consequently

for all those that haue a care oftheir health, amplified vpon jiue words of Hippocrates, written Epid. 6. Labour, meat, drinke, sleepe, Venw: Hereunto is added a preservation from the pestilence: with a short censure ofthe late ricknesse at Oxford, l.ondres, 1 6 I 2, p. 242; el Canon de Aviccna, de don de deriva el De animalibus que cita Cogan, estaba disponible en numerosas ediciones en latin y algunas traducciones vernaculas.


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contempod.neos; regresar a el es un progreso, proclamaba un sucesor aleman en 1 8 69. 2 1 Pero eso no nos lleva muy lejos con respecto a dar cuenta de que habia de peculiar en Ia mastu rbaci6n que durante el siglo XVIII Ia puso en un Iugar pro­ minente como Ia causa de una espedficamente novedosa version de una muy antigua dolencia. La perdida seminal como un paso clave en Ia patofisiologia del sexo excesivo no era algo nuevo en 1 7 1 2. De hecho, una larga tradici6n cli­ nica desde Ia Antigi.iedad hasta su epoca b rindaba a Tissot resultados de casos para probar que perder semen acarreaba Ia muerte. Pero lo sorprendente es que todos los casos que cita anteriores al siglo XVIII y Ia mayoria de los contempo­ raneos implicaban dolencias severas y muertes que eran el previsible resultado no de Ia masturbaci6n sino de un problema muy antiguo: excesivas relaciones heterosexuales. Los nuevos descubrimientos sobre el semen desde finales del siglo XVII hasta el XIX no tuvieron mayor impacto en Ia discusi6n acerca de Ia masturbaci6n y Ia perdida seminal, por cuan to pude averiguar. Ciertos pensadores de lo que podriamos llamar medicina filos6fica, terriblemente importantes para Ia ela­ boraci6n de una etica secular naturalista, sostenian Ia hip6tesis de que el semen constituia el fluido fundamental, basicamente electrico, que era Ia chispa de Ia vida. Esa era una perspectiva nueva, pero poco tenia que ver con el mate­ rial visible que era eyaculado o con Ia antigua fisiologia de Ia mezcla y los humores que segula info rmando sobre las h istorias de horror que recopil6 Tissot entre sus eminentes colegas. No se deda de ninguna de sus victimas que se hubiera masturbado: tam poco de los doloridos pacientes de Hoffmann -para quien "el riesgo de los placeres amorosos" era especialmente agudo- ni de quienes padecieran fiebre; tampoco del paciente de Fabricius de H ilden que mantuvo contacto con una mujer el decimo dia de pleuresia, tuvo fie2 1 Vease Albert Muller, Ueber unwillkurliche S'amenverluste und iiber fimctionelle Storungen der miinnlichen G"eschlechtsorgane: Eine wissenschaftliche Abhandlung, Rorschach, ! 869. La cita

de estos efectos se halla en la pagina del titulo. De hecho, en el texto Muller enfatiza la etiologfa nerviosa, friccional de la enfcrmedad masturbatoria; el prcblema es que en la relaci6n sexual el grado de fricci6n esta determinado por la vagina, que tras varios nacimientos se vuelve laxa; por tanto, los hombres tienden a ser infieles a las esposas que han parido muchos nifios. Pero los masturbadores tienen completo control de la cantidad de fuerza que emplean, y asf sobreexcitan a los 6rganos. La pcrdida seminal no llega a la mitad. Vease Alben Muller, op. cit., pp. 23 y 24.


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bre, sufri6 temblores inmoderados y finalmente muri6 al dfa t rigesimo; tam­ poco del joven desposado de Bartholin que cay6 con fiebre como resultado de sus "excesos conyugales"; tam poco de Ia pareja de recien casados de Ches­ neau que durante Ia primera semana posterior a su boda fueron atacados por fiebre y pustulas, y que murieron a los pocos dfas; tampoco de los dos j6ve­ nes de Tissot, "fuertes, saludables y vigorosos": uno de ellos sufri6 un ataque en Ia vfspera de su boda y el o tro un dfa despues, en 1 76 1 y 1 762 respectiva­ mente. El caso clave de Tissot es el de un hombre que m uri6 de viruelas; Ia masturbaci6n, dice, convirti6 a "Ia dolencia en mortal". Todos esos hombres murieron por enfermedades que se agravaron por el agotamiento causado por relaciones sexuales o rdinarias. 22 H ay una gran brecha entre toda esa enfermedad y muerte tributada al "sexo excesivo" y Ia nueva percepci6n de que Ia masturbaci6n era una practica peli­ grosa especffica y unica. Es una b recha especialmente grande en el contexto de los criterios contemporaneos de "exceso". Nico las Venette, una autori­ dad muy admirada por Tissot y con m ucho peso en secto res i mportantes del publico europeo durante gran parte del siglo, pensaba que un hombre de 2 5 afios en las llanuras de B arbaria podfa hacerlo cinco veces en una noche durante el verano, mientras que alguien de 40 afios en el frfo mortal del invierno sueco podia hacerlo una o dos veces por noche. AI parecer, los hom­ b res mas prosaicamente situados podfan graduar sus lfmites extrapolando esos casos ejemplares. Venette pensaba que las mujeres "realmente no se sien22

Vease, por ejemplo, el erudito y actualizado an:ilisis "Semen" de los i nvestigadores ale­ manes Wagener y Leuckarr, en Roberr B. Todd, The Cyclopaedia ofAnatomy and Physiology, vol. 4 , Londres, 1 835-1 8 5 9 , primera parte, pp. 472-508. Hay muchos detalles respecro de Ia morfologia del esperma, Ia composici6n qufmica del fluido seminal y las disrintas erapas de Ia espermatogenesis pero nada acerca de Ia fuerza de Ia vida, de Ia energfa vital ni de Ia mayor mezcla en Ia sangre. En arras palabras, esa filosofia natural del semen estaba articulada por un hombre llamado Louis de Ia Caze, cuya Idee de l'homme physique et moral, pour servir d'intro­ duction a un traite de medicine, Paris, 1 775, influy6 fuertemente sabre el aurar del arriculo de Ia enciclopedia dedicado a Ia masrurbaci6n. Su asisrenre de investigaci6n pen saba que estaba completamente loco; pero eso no parece haber disminuido el arractivo de sus teorfas. Hay una notable explicaci6n al respecta en Anne C. Vila, Enlightenment and Pathology: Sensibility in the Literature and Medicine ofEighteenth Century France, Baltimore, John Hopkins University Press, 1 998, pp. 48-52. Todos esos casas figuran en S. A. D. Tissor, Onanism, op. cit., pp. 36-39.


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ten exhaustas", sin importar Ia frecuencia de su parej a. Si esos niveles eran compatibles con Ia buena sal ud, es algo diffcil de percibir, pues incluso una masturbaci6n diaria planteaba una amenaza para los j6venes; las j6venes podfan abusar libremente. 0 , por el contrario, como una temprana burla a Onania decfa, si un hombre er:t capaz de abusar de sf mismo ocho veces por hora, como afirmaba el libro, Ia noticia causarfa una mala impresi6n en las mozas lascivas, que exigirfan un nivel similar de rendimiento en sus maridos. Todo hombre serfa de hecho capaz de mantener satisfecha a una muje r a menos que interfiriera alguna enfermedad, y los remedios que vendfa Ona­ nia no hacfan nada a! respecto. En suma, el gasto de una prodigiosa canti­ dad de energfa sexual era compatible con Ia salud.23 La clave, por supuesto, rcsidfa en distinguir el o rgasmo masturbatorio de los demis, pero cso minimizaba Ia idea de que lo importante era Ia perdida de semen. De hecho, el problema de construir una distinci6n plausible y firme habrfa de · ocupar a los enemigos de Ia masturbaci6n basta el fin de sus dfas como cuesti6n medica; sobre ello reposa el trabajo cultural serio. "Lo mis importante y preliminar en el estudio de los efectos [del sexo solitario]", escribe el importante educador y psic6logo G. Stanley Hall en 1 904, "es el problema de si el autoabuso es mis pernicioso que el exceso en su modalidad habitual, y como se difcrencian". Algunos en las decadas pasadas h an afirmado que los efectos son los mismos, continua, pero ahora -a comienzos del siglo XX- no hay "autoridad competentt: que no asegure que el abuso cs mucho mis daii.ino, y cso de muchas maneras".24 l "issot hubiera estado de acuerdo: cl onanismo cs "mis pernicioso que los excesos con mujeres", declar6. Y las generaciones que siguieron convinieron: "El exceso de sexo es una terrible y habitual causa de peligrosas enfermedades", escribe un medico estadounidense a principios del siglo XIX; pero Ia autopo­ luci6n es "diez veces mis desrructiva". El onanismo es mucbo peor que el coito,

'5 Onania Examined and detected; or, The ignorance, err01; impertinence, and contradiction ofa book caLled Onania discovered and exposed. . . By Phifo-Castitatis, 2• cd., Londres, I 724, pp. 8I y 82. 24 G. Stanley Hall, Adolescence: Its Psychology and Its Relationship to Physiology, Anthropology, Sociology. Sex, Crime, Religiun, and Education ( 1 9 04), Nueva York y Londres, D. Appleton, 1 924, vol. 1 , p. 440.


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escribe un eminente experto forense ingles, pues "es mas vfvido y violento". 25 Asf, en ausencia de ideas relevantes novedosas respecto del semen, algo en el orgasmo masturbatorio en particular se convirtio de pronto en una amenaza en el siglo del Iluminismo. Fuera lo que fuera, poco tenfa que ver con el neohumoralismo -la fisiolo­ gfa del equilibria de los fluidos- o con una economfa seminal particular. No expresaba el deseo de un ideal de cuerpo aurarquico o el peligro de una per­ dida en un mundo de escasez. La masturbacion nacio como un problema medico y moral en un momenta en que la abundancia reemplazaba a la pobreza, y cuando lo ultimo que se deseaba era la autarqufa. Pero para ceiiirnos mas al tema, la perdida seminal es simplemente una categorfa demasiado estrecha como para entender que molestaba a quienes pusieron al onanismo en la agenda. En primer termino, estaba el problema de los niiios desde la infancia a la pubertad. La medicina clasica casi nada tenfa para decir sobre la vida sexual de esa clase de gente: no eran propensos a un exceso sexual y no produdan semen; en realidad, por eso no eran puberes. Lo que Freud llamarfa mastur­ bacion infantil o masturbacion durante el perfodo de latencia aparecio como tema por pri mera vez en el siglo XVI I I ; su importancia entonces dej6 m uy claro que p:"rder �emen era, al menos, solo parte del problema. Tissot y sus sucesores pensaban que el o nanismo era manifiestamcnte peligroso para los niiios mucho antes de que tuvieran algo que perder mas alia de sus vidas. Un influyente reformista pedag6gico aleman seiiala que, de veinte niiios bien edu­ cados entre los 6 y los 1 0 aiios de edad, a lo sumo dos no fueron descubiertos en las garras de Ia autopolucion, completamente inocentes de sus ltorribles con­ secuencias. Peor aun: Ia epidemia pareda crecer por una suerte de combus­ tion espontanea; Ia mitad de ellos habfa descubierto el vicio por sf mismos. El deber de padres y educadores era advertir a sus niiios -empezando no despues de los 8 aiios- sobre las consecuencias destructivas para d cuerpo y el alma de sus acciones. Entonces, hay aquf un mundo completo de supuestas vfctimas que estaba afuera de una supuesta economfa seminal. Contemplando hacia atras un siglo y media de mortandad, en 1 875 el Grand Dictionnaire de Larousse anunciaba a su audiencia !ega: " Hemos hallado en los anales de la medicina " S. A. D . Tissot, Onanism, op. cit., p. 8 6; Michael Ryan, Lectures on Population, !i1arriage and Divorce, Londres, 1 8 3 1 , p. 32.


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gran cantidad de casos de nifios de 5 , 6 y 8 afios muertos como resultado de Ia masturbaci6n". La obsesi6n -una disipaci6n mas generalizada de energfa, 0 , algo mas complejo todavfa, un colapso moral- y no Ia perdida de un pre­ cioso fluido corporal era lo que destrufa su inmaduro sistema nervioso y sus constituciones; pero esa es otra historia.26 Finalmente, y m.ucho mas reveladora, esta Ia cuesti6n de las mujeres. Con el advenimiento de Ia version moderna del onanismo, el viejo crimen de polu­ ci6n qued6 abierto a todo el mundo; el sexo solitario rompi6 Ia barrera de los generos. No habfa casi referencias al autoerotismo femenino en Ia Antigiiedad clasica excepto en las bromas ocasionales sobre consoladores cuando el objeto real no era accesible. No habfa mucho mas, como vimos, sobre Ia masturba­ ci6n masculina: mayormente bromas groseras y otras alusiones vulgares. En Ia nueva etica cristiana, sodomfa y bestialismo eran ofensas masculinas aun­ que fueran posibles para las mujeres; y todo el conjunto de peligros sexuales asociadas al desperdicio de semen -mediante emisiones nocturnas con o sin suefios er6ticos y placer, por frotamiento indeseado, con una inesperada erec­ cion diurna, al sostener el pene durante actos mas inocentes- amenazaban solo a los hombres. La polucion en todas sus variedades era, con algunas excepcio­ nes de poca cuantfa, un problema masculino, Ia preocupacion de monjes y sacerdotes celibes que llego desde los confesionarios al publico seglar. Por otra parte, el onanismo era democratico; despues de 1 7 1 2, era proba­ ble que las manos y los genitales y, mas imponante, Ia imaginacion y Ia volun­ tad de las mujeres pudieran ofender igual que las de los hombres. La 1 5• edi­ cion de Onania ( 1 730) acaso aceptaba cierta ausencia de conviccion en las anteriores ediciones y prometfa mas cartas aun de muchachas para probar que no solo se dedicaban a Ia masturbacion sino que tambien se dafiaban con ella. 26

S. A. D. Tissor, Onanism, op. cit., p. I 9, par ejemplo; " Masturbation" en Grand Dic­ tionnaire Universe! du XIX siecle, val. I 4, Pads, Administration du Grand Dictionnaire Uni­ versel, I 8 7 5 , pp. I 320- I 322. El articulo brinda tam bien una util lista de las disertaciones medicas de los siglos XVIII y XIX acerca del tern a. Me refiero al educador Johann Stuve en su Uber die korperfiche Erziehung, ZUlichau, I 78 I , hablando a traves de Ia voz de Campe, el lfder de los "amigos de Ia humanidad" y el hombre que prepar6 las pregunras del premia de ensayo del Berliner Monatsschrift en 1 78 5 . Cirado en Karl Heinz Bloch, Die Bekiimpfimg der }ugendmasturbation im 18. }ahrlmndert: Ursachen, Verfauf, Nachwirkungen, Fra.ncfort, Nueva York, Peter Lang, 1 998, pp. 3 5 4 y 3 5 5 .


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Las historias de Ia cafda de las m uchachas por Ia autoexploraci6n o por Ia experimentaci6n con amigas era un publicirado agregado del Supplement. La mas respetable de las enciclopedias medicas, publicada bajo privilegio real, no dejaba Iugar a Ia ambigliedad en su entrada sobre poluci6n voluntaria: "Las personas de ambos sexos sufren por igual cuando desdichadamente se entre­ gan a esros placeres". Tissot citaba Ia confesi6n en Onania de mujeres mas­ turbadoras -"que no pueden leerse sin horror y compasi6n"- y conclufa: "Parece incluso que el desorden hace mayores avances entre las mujeres que entre los hombres". En una nota mucho mas clfnica -y casi sin casos que lo corrobora­ sen- afirmaba que tanto las mujeres como los hombres "suelen perecer vfcti­ mas de esta detestable lujuria" y que " !a malignidad de los des6rdenes que ocasiona" parecen tener "un grado superior de actividad entre elias". Su amigo Zimmermann pensaba del mismo modo: 25 afios de experiencia le habfan ense­ fiado que, por mas peligrosa que fuera !a poluci6n para los nifios, era peor para las nifias. Varios medicos franceses de principios del siglo XIX citan tanto a sus contemporaneos como a autoridades alemanas para establecer definiti­ vamente que las nifias se masturban y que !a acrividad es moral y ffsicamente aun mas peligrosa para ellas que para los varones. 27 Esro segui rfa siendo un tema importance en Ia tradici6n iluminista del pensamiento sobre Ia sexualidad hasra Freud y mas alia. Freud, a! igual que Tis­ sot, pensaba que en general las mujeres "roleraban" Ia masturbaci6n peor que los hombres: luchaban mas contra ella, tenfan mayores dificu!tades que ellos para enconrrar Ia ocasi6n de pracricarla y, lo mas imporrante, era mas antina­ rural entre elias. H abfa excepciones, pero a Freud le pareda que 27

Onania, op. cit p. 43; Dictionnaire portatifde sante, 4• ed., vol. 2, Paris, 1 77 1 , p. 339; S. A. D. Tissot, Onanism, op. cit., pp. 41 y 4 1 -4 8 passim; ]. G. Zimmermann, "Warnung an .•

Eltern, Erzieher und Kinderfreunde wegen der Selbst-b!efleckung, zumal bein ganz jungen madchen", en Deutsches Museum 1 ( 1 778), pp. 453 y 454; P. J . C. Debreyne, Essai sur La theolo­ gie morale, Paris, 1 84.4, pp. 1 1 1 - 1 35; incluye algunos de los relatos mas extrafios de esta triste literatura. Las obras de J. L. Doussin-Dubreuil tambien son ricas en !a cuesti6n de !a mujer Y Ia masturbaci6n. Vease su Des egarements secrets, ou, De f'onanisme chez les personnes du sexe, Paris, 1 830. Esa es !a fuente de !a ilustraci6n y se presenta en forma de cartas a madres para que sal­ ven a sus hijas de un destino semejante. Su Nouveau Manuel sur les dangers de f'onanisme, nueva edici6n, Paris, 1 839, carta 8, y especialmente !a p. 1 25, considera a las dolencias estomacales, uterinas y nerviosas como principal consecuencia del abuso del placer solitario.


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Ia masturbaci6n estaba mucho mas alejada de las mujeres que de los hombres. [ . . . ] La masturbaci6n, en rodos los casos del clitoris, es una actividad mascul ina y Ia eliminaci6n de Ia sexualidad cliroriana es una precondici6n necesaria del desa­ rrollo de Ia femineidad. 28

En otras palabras, se necesita mayor peso cultural para tratar de canalizar Ia sexualidad de Ia mujer en su rumbo normativo, se precisa generar mayor culpa, y por en de sus psiquis -si no tam bien sus cuerpos- resultan con mayores cica­ trices en su confrontacion con el trabaj o de Ia civilizacion que el cuerpo y Ia psiquis de los hombres. Es irrelevante ahora saber si las opiniones de Freud, de Tissot o de sus colegas son correctas. Se pensaba que los peligros de Ia mas­ turbacion eran reales y efectivos aunque fuera evidente que las mujeres no produdan semen sino una version mas debilmente elaborada, cuya perdida no importaba demasiado. 29 Claramente, hay algo mas en j uego, algo que continuarfa matando, muti­ lando o daii.ando psicologicamente, aungue nadie creyera en el semen feme­ nino. 0. S. Fowler, el inmensamente popular y ampliamente leido guru de Ia frenologfa -la version de Ia psicologfa materialista del siglo XIX-, citaba incues­ tionables autoridades medicas para sustentar su planteo de que mientras las chicas podian ser menos infecradas por Ia masturbacion que los varones, segufan muriendo por miles merced a Ia consuncion que causaba. O tro cscritor esta­ dounidense de mediados del siglo XIX cita "a Ia mas alta autoridad medica" (se refiere al Dictionary ofPractical Medicine de Copland) para :!fir mar que Ia masturbacion, Ia "solitaria in dulgencia amatoria" es "completamente comun 2 " Sigmund Freud, "Some psychical consequences of the anaromical distinction between the sexes", en The Standard Edition ofthe Complete Psychological Works ofSigmund Freud, rrad. in g. de James Suachcy, vol. 1 9 , Londres, Hogarth, 1 953- 1 974, p. 25 5 [uad. esp.: Afgunas con­ secru ncias psiquicas de Ia distinci6n anat6mica entre los sexos, en Obras completas, t. XIX, Buenos Aires, Amorrortu, 2000 ] . 2 � J. H . Kellogg, Natural History and Hygiene ofOrganic Lift, nueva edici6n revisada, Burling­ ron, Iowa, I. F. Segner, 1 R9 5 , p. 23 1 , insiste en el vicio entre las nifias. Siempre se podria aquf confundir los lfmires. Peter Villaume, al escribir sabre el gran compendia pedag6gico aleman del siglo XVI I I , dice que mienuas las mujeres y los nifios no producen semen, producen alga simi­ lar que es tambien, como el semen verdadero, una desrilaci6n de rodas las partes del cuerpo, especialmente del cerebra y del fluido espinal; vease Uber die Unzuchtsiinden in der)iigend [Acerca de los pecados de lascivia entre !a juvemud], en Allgemeine Revision, vo!. 7, p. 44.


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-quiza. mas com un- tanto entre las nifias como entre los nifios". Si se las diagnosticaba como enfermas con mayor frecuencia, es dificil de decir. Segun parece, se pensaba que las enfermedades de consuncion afectaban a las muje­ res tanto como, o acaso mas que, a los hombres; sin embargo, en ellos se diagnosticaba con mayor frecuencia demencia masturbatoria. En un asilo de Ia Alemania de principios del s iglo XIX que ha s ido cuidadosamente estu­ diado en epocas recientes, el Selbstbefleckung, Ia autopolucion era claramente uno de los mas frecuentes diagnosticos de los internados varones y estaba total­ mente ausente en los de las mujeres. A finales del siglo, Krafft-Ebing diagnos­ ticaba doce casos de insania masturbatoria masculinos y solo tres femeninos. Por o tra parte, un autor estadounidense bien info rmado en temas de salud, a! escribir en Ia decada de 1 840, pensaba que Ia masturbacion segufa solo a! alcoholis­ mo como causa de insania y deda: "afirman los mas autorizados que, entre los insanos admitidos en los hospitales por ese motivo, Ia proporcion de muje­ res es casi igual a Ia de hombres".30 Sea cual sea Ia proporcion, se suponfa desde 30 0 . S. Fowler, Amativeness; or, Evils and Remedies ofExcessive and Perverted Sexuality, Wor­ tley, c. 1 849, p. 4; en su mucho mas extenso (mas de mil paginas) y muy vendido manual gene­ ral sabre lo que Ia frenologfa tenia para ofrecer en esa muy importante esfera de Ia actividad humana -casamiento y reproduccion-, Fowler cita a un importante medico de Filadelfia como auroridad para sostencr que cinco sextos de las quejas de las mujeres eran causadas o exacerba­ das por Ia masrurbacion. La afirmacion va acompafiada de Ia triste hisroria sabre Ia mujer de un joven denrista que se habfa converrid0 en "vada, sorprendentemente ronra" como consecuencia del auroabuso temprano. 0. S. Fowler, Creative and Sexual Science: or, manhood & womanhood,

and their mutual interrelations; love, its laws, power, etc. . . as taught by phrenology and physiology.

Pittsburgh, F. F. Spyer and Co., 1 875; veanse pp. 873-9 1 0 para uno de los relaros mas horren­ dos de los enfermizos efectos ffsicos de "Ia fornicacion personal", "veinre veces pear que cual­ quier pecado" y, especificamente pp. 877, 878, 8 8 1 y 886 para las opiniones ciradas. Thomas Low Nichols, Esoteric Anthropology (The Mysteries ofMan): A comprehensive and confidential

treatise on the structure, fimctions, passional attractions, andperzoersions. . . and the most intimate rela­ tions ofmen and women ( 1 8 53), pp. 280 y 28 1 . Nichols sigue diciendo que mientras algunos pue­

den llegar a considerar que Ia perdida de semen es una causa primaria de Ia enfermcdad masrur.. baroria, daramente no es asf. Mat y S. Gave Nichols -cirada como una auroridad en masrurbacion por Fowler- publico conferencias varias veces reimpresas acerca de Ia salud y Ia anaromia de Ia mujer a! igual que novelas y esrudios lirerarios. Copland sostiene en efecro csto en el conrexro de planrear que "los dafiinos efectos de Ia [masrurbacion] son mucho mayores en ambos sexos de lo que se supone habitualmenre" y que es una "perversion crecienre"; vease "Insanity", por James Copland, en A Dictionary ofPractical Medicine, vol. 2, Londres, 1 8 58, seccion 303.b. Para diag-


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ei p ri ncipia hasta el final de las preocupaciones acerca de Ia masturbaci6n que las mujeres sufrfan sus malsanos efectos independientemente del semen pero no del concexco social del vicio solitario. Entre las mujeres, el vicio secreco era aun mas secreta. Zimmermann no podia creer que Ia gente fuera tan "increfblemente indiferente" a Ia masturba­ ci6n femenina solo porque se supiera menos a! respecto. En consecuencia, se ocupa de advertir del peligro, en especial entre las mas pequenas, a las que considera mas vulnerables. El internacionalmente traducido educador Chris­ tian Salzmann pensaba que "incluso mas chicas" que varones habfan cafdo en el sexo solitario; de hecho, e!, como casi todo comentarista sobre el tema, se declara sorprendido y confundido de que Ia practica fuera universal, donde­ quiera que se investigase. Pero se rehusa a decir mucho sobre las ninas, porque no sabe demasiado a! respecto; claramente, ninguna rnuchacha escribirfa a un hombre esa clase de cartas reveladoras, llenas de culpa, que recibfa de los esco­ l:ues. Las mujeres que ensenaban a las adolescentes, a! parecer, no compartfan sus experiencias con los lectores; y por supuesto, en las escuelas habfa menos nifias que varones. En suma, resultaba dificil detectar que hadan las ninas y como lo habfan aprendido. Dicho esto, todo el mundo sabfa que lo hadan tanto como los varones. Ambos sexos com petfan entre sf en hacer que sus "manos sirvieran de instrumento criminal" -con consecuencias igualmente graves, afir­ maba Ia Encycfopedie-.31 Y sin importar d6nde apresemos, durante el curso de los siglos, un atisbo de experiencia real, eso parece quedar corroborado. n6sticos de asilos, vease Ann Goldberg, Sex, Religion and the Making ofModern Madness: The Eberbach Asylum and German Society 1815-1849, Nueva York, Oxford University Press, 1 999, pp. 88 y 89. No queda clara si eso era cierto. Goldberg bien podrfa tenet raz6n en que los medi­ cos alemanes de Ia epoca consideraban a! masturbador prototipico como atontado, exhausto, Iento y definitivamenre loco y a las mujeres como proclives a lo agrcsivo y lo ninfomaniaco, pero esto no era lo habitual en Ia medicina del siglo XIX. Harry Oosterhuis, Stepchildren ofNature: Kraffi-Ebing, Psychiatry. and the Making ofSexual Identity, Chicago, University of Chicago Press, 200 1 , p. 1 53. Mary S. Govc (Nichols), rectures to Ladies on Anatomy and Physiology, Bos­ ton, 1 842, pp. 222-223 y 2 1 7-23 1 en general. Gove recorre Ia l ireratura medica para producir una impresionanre lista de enfermedades a las que son propensos tanto hombres como mujeres -cualquier cosa desde Ia ceguera a! mal de San Vito y raquicardia; orras enfermedades, como Ia disfunci6n menstrual y Ia impotencia son, por supuesto, especificas de uno de los sexos-. -'1 J. G. Zimmermann, "\'V'arnung an Elrern", op. cit., p. 4 5 5 ; Christian Gotthilf Salzmann, Uber die heimlichen Siinden derjugend, Francfort y Leipzig, 1 786, pp. 10 y 1 1 ; "mnsrruprarion",


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Anastasia Verbitskaia, Ia novelista rusa del cambio de siglo y notoria mili­ tante por Ia liberacion de las mujeres, escribio acerca de sus experiencias esco­ lares, y sus memorias testimonian las agonfas de una adolescente y el lugar de Ia masturbacion para soportarlas. Enloquecedores deseos Ia atormentaban, tam­ b ien a sus compafieras; se les o rdenaba dormir con las manos sobre las saba­ nas, y algunas muchachas que no podfan con sus deseos daban vueltas en sus camas: estaban exhaustas, aunque no queda claro si era por masturbarse o por resistirse a hacerlo.32 En realidad, las mujeres masturbadoras conforman el grupo mas perfecto de onanistas porque literalmente produdan deseo y solo deseo en sus solita­ rias ensofiaciones. La perdida de sustancia es simplemente irrelevante. Lo ine­ fable y no lo material constituye el peligro y el atractivo. En Ia vasta explosion pornografica del siglo XVIII, que sirvio a los propositos masturbatorios y tomo Ia masturbacion como un tema fundamental, las m ujeres que se masturbaban tenfan reservado un apartado especial: en un examen de Ia ficcion erotica, el 75% de los libros analizados juegan con el tema; y el 73% de los masturba­ dores eran muj eres. (AI menos en algunas areas de Ia cultura popular actual Ia proporcion se ha invertido. Un sitio web que o frece un completo sumario de masturbacion en pelfculas encontro 1 7 2 con masturbaci6n masculina y solo 96 con mujeres.)33 D icho esto, habfa en el siglo XVIII un mundo imaginario

en Encyclopedie, voi. I 0, pp. 5 1 -53; se pueden multiplicar las citas de este tipo. Samuel Gottlieb Vogel list6 los peligros de cada sexo pot separado pero afirmaba en su Unterrichtfitr £/tern de 1 786 que eran mucho mayores para las nifias; escribi6 un articulo entero sobre el caso de una mujer que se suicid6 a consecuencia del "vicio secrew". Si se pudiera revisar wda Ia literatura de los siglos XVIII y XIX, casi con certeza se hallaria mas casos de nifios que de nifias mastur­ bandose, mucho mas escriw contra Ia practica en un sexo que en el ouo. 32 Anastasia Verbitskaia, Moemu chitatefin [A mis lecwres], Moscu, 1 908, pp. 331 -334. Agra­ dezco a Hilda Hoogenbloom por esta referencia y por Ia uaducci6n. Para el Iugar de Verbits­ kaia en Ia polftica de generos a! final del zarismo en Rusia, vease Laura Engelstein, The Keys to Happiness: Sex and the Search for Modernity in Fin-de-siecle Russia, Ithaca, Cornell University Press, 1 992, pp. 399-403. Engelstein toma su titulo de Ia novela mas famosa de Verbitskaia. 33 Theodore Tarczylo, Sexe et Liberti, op. cit., cap. 4. Vease <hnp://jackfilm.8m.com/mp.htmb. Mientras se corregian las galeras de este libro este sitio se hallaba "temporalmente inaccesible". Dado que muchas de las pelfculas que protagonizan hombres uatan de Ia donaci6n de esperma, Ia comparaci6n no funciona como un indicador de interes er6tico.


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complero alrededor de Ia masrurbaci6n de las mujeres, Ia que estaba claramente separada de cualquier economfa seminal. Y Ia existencia de un mundo de ese tipo nos sugiere que el peligro de Ia masturbaci6n no era Ia muerte -quedarse sin algo- sino el exceso. El onanismo se sitt1a en el centro de una economfa sexual que amenaza con perder el control de su propia energfa, una economfa en Ia cual no paredan funcionar las restricciones del mundo ordinaria o las de !a naturaleza. El mundo medico en que arraig6 el onanismo durante el siglo XVIII hablaba mucho, por cierto, del semen. Pero Ia medicina no se convirti6 en Ia voz de Ia moral repitiendo viejos cliches sobre los preciosos fluidos y sus efectos en el vigor. Planteaba, mas ambiciosamente, que era experta en los lfmites natura­ les de Ia conducta human a pcrmitida. La moral estaba mas profundamente ins­ talada en Ia fisiologfa de lo que podfa representarse por Ia perdida de incluso el mas precioso de los licores. Tissot fue uno entre un grupo de distinguidos medicos y fi!6sofos -casi todos ellos protestantes- que habfan articulado una nueva erica fundada en Ia naruraleza r Ia raz6n, no en Ia autoridad divina o en una metaffsica del mas alia. El onanismo era hijo de los padres que produdan !a sensibilidad -"Ia madre de Ia humanidad"-, que emparentaba Ia naturale7.a fisica con Ia mental, Ia naturaleza con el alma a traves de todo el espectro de Ia actividad humana.34 Mis importantes que Ia sangre y el semen, los nervios y los fluidos nerviosos eran el nudeo fisiol6gico de esa vision del mundo. Sur­ giera o no un alma de su claboraci6n, se pensaba que los sentidos, que esti­ m ulaban a los nervios, proveian el acceso mas directo posible del mundo exterior a las riquezas mas interiores de nuestro ser. Excitaciones, alcgrfas, pen as, deseos, temores -Ia gama completa de las emociones humanas, sin importar cual fuera su fuente-- regocijaban o arormentaban a! cuerpo. Somos criaturas abiertas a una estimulaci6n interminable, material y psicol6gica. Este fue el siglo en que se pensaba que el dolor y ci sufrim iento de los demas debfa traducirse directamente en simpatfa, en el que se deda que los semimientos despertados por Ia literatura tenfan un efecto inmediato en el cuerpo de los lectores. Los lectores escribfan a! edi tor de Rousseau, por ejem­ plo, sobre lagrimas y suspiros, taquicardia, llanto, ataques y dolores convulsi·" Torn o como base !a excelente resefia de Anne Vila respecro cle b fisiologia moral de !a sensibilidad en Enlightenment and Pathology, op. cit., esp. pp. 43- 1 07.


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vos agudos a! leer La Nouvelle Heloise. Pero no abandonaban Ia lectura. "Todas las cosas terminan por provocarnos cansancio", dice Tissot en su libra sobre las enfermedades de los literatos, y "sobre todo gran placer". Se dice que el fil6sofo Malebranche sentfa las mas terribles palpitaciones mientras lefa a Des­ cartes; un profesor de retorica de Parfs -que aun vive, segun se nos dice- se desmay6 "siguiendo algunos de los mas sublimes pasajes de Homero".35 Este fue tambien el siglo en que una psicologfa empirista, asociacionista, sostenfa que Ia mente se alimentaba en su totalidad de lo que tomaba del mundo exterior. Mas o menos una tabula rasa al nacer, se constitufa lireralmente por el propio flujo y Ia organizacion de las sensaciones. E inclusive las facu!tades de las que esta provista -imaginacion y memoria, por ejemplo- eran vulnera­ bles a las distorsiones del contexto. Sin recurrir a Ia teologfa o a Ia providen­ cia, medicos y moralistas -y los medicos como moralistas- pudieron asf tra­ ducir sin dificultad un incorrecto o inconvenientemente modulado conjunto de estfmulos, ya fueran ffsicos o mentales, como locura, debilidad o muerte. Y por ultimo, este era cl mundo en que Ia lujuria y los excesos materiales estaban aun mas ampliamente disponibles y resu!taban incluso mas corrupto­ res que nunca. Se pensaba que nifi.os y nifi.as, hombr�s y mujeres sentfan en carne y l1Ueso lo que se podrfa llamar revolucion comercial. La civilizacion moderna era agitada, estimulame y peligrosa y, peor at'm , llevaba a un precoz deseo antinatural, a Ia autoesrimulacion. Pero regresaremos a eso mas tarde. La version de Tissot de Ia nsiologfa filosofic� que sostenfa Ia idea de una enfermedad masturbatoria provenfa de su compatriota suizo protestante Albrecht von Haller, uno de los mas estudiados e influyentes entre los medicos y mora­ listas del siglo XVIII. Durante su juventud, Tissot se habfa encargado de revi­ sar Ia obra de su colega mayor en Ia imprenta. Escribi6 el prefacio a varias tra­ duccio nes vernaculas del origi nal Iatino y no podfa ser mas entusiasta. El descubrimiento de la irritabilidad de Haller era "Ia llave a Ia naturaleza'', proJi Las rcacciones de las lectoras al l.:cr a Rousseau y a otros fueron enviadas al editor Panc­ kouckc y son analizadas en Robcrr Darn ron, The Great Cat Massacre, Nueva York, Vintage, 1 98 5 , pp. 243-247 [uad. esp.: La gran matanza de gatos, Buenos Aires, Fonda de Cultura Eco­ n6mica, 1 9 9 8 ] ; S. A. D. Tissot, " Diseases incidental to literary and sedentary people", en

Three Essays: First, on the disorders ofpeople offoshion; Second on diseases incidental to literary and sedentary Persons with proper rules for preventing their fotal consequences; iJ;ird, on Onanism . . , rrad. ing. de Francis Bacon Lee, M. Danes y A. Hume, Dublin, 1 772, p. I 5. .


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clamaba; el hombre era el sucesor de Bacon, el gran disefiador de Ia filosoffa experimental y racional, un meritorio astro en el firmamento de una epoca de Ia historia humana que habia asistido al descubrimiento de Ia circulaci6n de Ia sangre, las propiedades del aire y tantos o tros fen6menos. En resumen, Tissot ponia a H aller en Ia cusp ide. 36 AI igual que el clinico y te6rico Hermann Boerhaave -otro calvinista- y otros famosos medicos que podriamos mencionar, Haller consideraba que los ner­ vios eran los elementos constitutivos del cuerpo. Pero hay que tener cuidado con el acerrimo materialismo del holandes: el distinguia Ia propiedad de los meros musculos -los intestinos en estado peristaltico, Ia contracci6n del est6mago del sapo-, una propiedad a Ia que llamaba "irritabilidad", de Ia de los nervios o en definitiva del cerebro, a Ia q ue llamaba "sensibilidad". El alma emerge finalmente en lo alto de esa escala fisiol6gica. Las dos propiedades de las cosas vivientes -lo meramente biol6gico y lo biol6gico q ue finalmente produce conciencia, moral y las mejores cualidades de Ia humanidad- esta­ ban intirnamente ligadas; lo que afecta a una afecta a Ia otra para moderar o exacerbar las reacciones a los estimulos. Una importante consecuencia de ello para n uestra historia es que los trabajos y excitaciones del cuerpo p ueden transitar directamente hacia el alma, mientras que los desarreglos del alma -o, en cualquier caso, de los meandros internos del ser- pueden dafiar los tubos, tejidos y nervios del cuerpo. En resumen, Haller provey6 el marco para Ia fis io­ logia moral, y su alumno Tissot complet6 los detalles. Asi, por ejemplo, en su introducci6n a Haller, Tissot sefiala que algunas personas no pueden tener Ia impresi6n mas in usual, Ia menor alarma o sorpresa, sin sufrir sinto mas extraor­ dinarios: sudoraciones, histerias, todo tipo de afecciones nerviosas. "Una irri­ tabilidad muy grande de las partes" -un incremento en Ia tension de los mus­ culos- "combinada con Ia sensibilidad" da cuenta de des6rdenes de todo tipo y, eventualmente, de Ia muerte a partir de una sobrecarga del cuerpo.37

36 Albrecht von Haller, A Dissertation on the sensible and irritable parts ofAnimals. By M. A. Haller. . . Translatedfrom the Latin. With a prefoce by M. Tissot, M. D. [De partibus corporis humani sensibilibus et irritabilibus] , Londres, 1 75 5 , pp. iv y i-xx passim. No se hace constar el rraductor

ingles; el prefacio ingles reproduce el de Tissor a Ia edici6n franccsa de Lausana. 37 Sabre Haller, vease ibid y Anne Vila, Enlightenment and Pathology, op. cit., pp. 2 1 -28. Por supuesto, el semen podfa volver a ocupar su Iugar en Ia medida en que era destilado como una


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En suma, los nervios esd.n cerca de !a rafz de lo que estaba tan mal respecto de Ia masturbacion. En ninguna funcion corporal se hallan tan peligrasamente vinculados lo alto y lo bajo -la mente y los genitales- como en las agonfas de Ia excitacion sexual y del orgasmo. En ninguna otra situacion se excita tanto el cuerpo; nada esti tan mediado por Ia imaginacion y por las emociones. La feno­ menologfa y Ia fisiologfa del orgasmo -bastante apartada de Ia eyaculacion-, su afinidad con su vecino cercano, el ataque, y mas generalmente su manifiesta revolucion se hallan fuera de discusion: el cuerpo de cualquier edad o genera queda resentido. Un estado como ese es potencialmente peligraso para todas esas partes que transmiten su frenesf. "Las convulsiones afectan !a constitucion destruyendo !a Fuerza y !a Elasticidad de las partes solidas" porque durante el coito, y por extension en !a autopolucion, las fibras estin "intensamente dis­ tendidas"; "las apoplejfas intensas comprimen el cerebra" -escribe un experto en pasiones- y son un ejemplo fundamental de como "toda facultad de !a mente depende del sistema nervioso". Un medico del siglo XVIII que descree de suti­ lezas como que los nervios sean fibras para transportar "el fluido etereo" o mate­ rial solido para transportar vibraciones med.nicas anuncia que "el cuerpo" se compone de "tubos flexibles y fluidos ductiles".38 especie de sustancia espirituosa que hombres y mujeres,. nifios y nifias campanian como una parte fundamental del cuerpo. En este sentido, constiruia una suerte de particula elemental, el quark de Ia Yida. Se pensaba desde Ia Antigi.iedad griega que los nervios y el semen tenian una fuerte afinidad. Pero Ia cuesti6n crucial cs que los nervios pueden verse afectados sin ninguna perdida de lo que reconoceriamos como semen. 3" Physician of Bristol, Tabes dorsalis; or, the cause ofconsumption in young men and women, with an explication ofits symptoms, precautions, and the method ofcure. . To which is added, a physical account ofthe nature and ejficts ofvenery. . . By a physician ofBristol, 6• ed., Londres, i 1 770?, p. 8. Las prim eras tres ediciones, 1753-1758, se ocupan solo de los hombres. El au tor cita como fuente autorizada una de las tantas versiones inglesas de los aforismos de Sanctorius -Santorio Santorio, profesor de medicina en Padua a finales del siglo XVI y principios del XVII y una figura representativa en el desarrollo de una medicina mecanicista-, famoso por tamar sus comidas en una sill a y mesa atadas a una balanza y cuantificar de ese modo "Ia imperceptible transpiraci6n" que explicaba Ia fuerte perdida de metabolismo, Ia diferencia entre peso inicial y peso final. Los aforismos, a pesar de ser muy citados en las discusiones del siglo XVI I I acerca de Ia masturbaci6n como Ia forma de sexo mas peligrosa, no se ocupan del tema. Como ya se sefial6, no era un tema antes de 1 7 1 4. William Clark, A medical dissertation concerning the efficts ofpassions on human .

bodies; first published in Latin, at Leyden, on the 31" ofjuly. 1121. for acquirint; the honour and


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La perspectiva parece tan mecanicista como para no dejar Iugar a Ia mente. y hay una percepcion de que el peligro de Ia masturbacion es Ia excesiva fric­

cion apl icada demasiado violentamente. Esa era Ia opinion de John Marten en su fo rma mas simple, antes de que Ia elaborara en Onania; Aristoteles habfa sugerido mucho tiempo antes que el frotamiento excesivo podia ser peli­ groso. Pero incluso en Ia fisiologfa mas acerrimamente materialista, Ia mas­ turbacion es mas que una discordancia de los nervios o una irritacion de las partes. La Estdtica de Santo rio, por ejemplo, en que el mensaje mecanicista no puede ser mas claro, codavfa reserva un amplio espacio al estado de Ia mente, en especial cuando se trata del sexo. La relacion generada por "provocaciones naturales", sostiene, es mucho mas saludable que aquella en Ia que un hom­ bre se ha excitado a sf mismo. Por "relacion antinatural" se comprende en este caso no una violacion del objetivo de Ia generacion sino una confusion de su fuerza directriz: es una relacion en que alguien se ha excitado por las "incita­ ciones de b Mente". El analisis, como en Ia Antigi.iedad, es unicamente en terminos de fisiologfa masculina, pero se ha incorporado a las mujeres en el siglo XVUI. El punto central es que cuando algo incorporeo, algo no del todo real, crea excitacion, es mas peligroso que si cl cuerpo estuviera respondiendo a algo mas real, algo presence aquf y ahora. "El estado de Ia mente" no parece haber sido encendido como Ia condi­ cion del espfritu o cierta sustancia mental sino como evidcncia de Ia capaci­ dad del cuerpo para sostener los rigores del sexo. Cuando uno ejerda actos sexuales mas alia de sus necesidades, se quebraba el equilibria de la nacura­ leza, algo similar a una reaccion qufmica que se resiste a entrar en eq uilibria. Es casi como si existiera un algebra del o rgasmo y Ia mascurbacion fuera una ecuacion insoluble. La relacion sexual con quien "ha sido deseoso antes del goce" es sefial de salud )' garantfa de que el dafio causado incluso por un sexo inmoderado sera limi­ tado, pues el placer ocasional "ayuda a Ia respiracion del coraz6n, y le da Vigor"; "lo que se pierde es prontamente recuperado". Tissot, que no solfa simpatizar

privilege ofdoctor in physick. . . and JZOW republished in English [Disserratio medica inauguralis de viribus animi pathematum in corpw humanum] , Londres, 1 752, p. 38; A practical essay upon the tabes dorsalis, in the way ofaphorism and commentary: In which the history ofthat distemper is laid down, the rationale ofits symptoms given, and the method ofwre, Londres, 1 748, p. 6.


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con una perspectiva tan mecanicista, tomaba sin embargo pn!stamos d e ese lexico sin alinearse explfcitamente con su metaffsica. Cita gran cantidad de casos en que los doctores aconsejaban a sus debilitados pacientes que se acostaran con sus enfermeras de manera que pudieran "inspirar" Ia materia saludable que exuda­ ban esos robustos cuerpos j6venes. En uno de los casos, se aconsej6 a un joven que dejara de dormir con su enfermera una vez que fue evidente que estaba a punto de perder su renovado vigor al abusar de Ia fuerza que habfa adquirido hasta ese momento; Ia resurrecci6n del rey David en brazos de una virgen apor­ taba otro ejemplo. En el coito, las personas transpiran mas que en otras ocasio­ nes; y eso pod ria debilitarlas de no ser que cuanto pierde uno lo gana el otro, y viceversa: "Uno inhala lo que el otro exhala". El masturbador "nada recibe".39 Lo anterior tiene Ia ventaja de brindar una explicaci6n termodinamica de Ia enfcrmedad masturbatoria, una explicaci6n de por que serfa diez veces mas saludable tencr una relaci6n con una prostituta que masturbarse, de por que serfa saludable fornicar con Ia enfermera y no tener sexo a solas. Y esto tenia su atractivo. Po r ejemplo, el cad.logo de 1 80 5 de un museo de curiosidades medicas que se instal6 en Paris mostraba -entre otros horrores- modelos a escala real de los rostros y las espaldas jorobadas de masturbadores, y compa­ raba los relativos peligros de un coito a Ia vieja usanza con "Ia acci6n viciosa". En el sexo sociable, las perdidas de fluidos corporales y de energfas son miti­ gadas por "un gozo REAL" -el extasis sexual de Ia presencia real- y por "un rubor invisible" que escapa en abundancia de los poros de Ia persona amada. Pero con el orgasmo solitario, es "pura perdida"; crea "todos los mayores prodigios en los que Ia imaginaci6n va mas alia de Ia realidad".40 Pero estamos adelan­ randonos a Ia historia. Habiendo llegado a este punto, varias cosas deberfan estar claras respecto de lo que los medicos pensaban que era el problema co n Ia masturbaci6n. Dedan que era Ia perdida de semen, pero debfan esforzarse por distinguir una clase de orgasmo de otra para englobar a mujeres y nifios bajo Ia cobertura 3'' S. A. D. Tissot, Onanism, op. cit., pp. 8 1 -83 y 1 27 - 1 28; respecro de Sancrorius, vease John Quincy, Medicina Statica: Being the Aphorisms oJSanctorius, Londres, 1 7 1 2, secci6n 6 en general y pp. 258, 242 y 24.3 espcdficameme.

40 Precis historique, physiologique et moral, des principaux objets. . . qui composent le museum de j-Fois Bertrand-Rival, Paris, 1 805, pp. 344 y 345.


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general del vicio solitario. Un nuevo interes por los nervios y !a fisiologfa de !a irritabilidad proveyo un modelo menos hidraulico; el problema no era tanto el fluido perdido como el agotamiento nervioso, siempre un peligro en Ia gra­ tificacion sexual y mas todavfa en el desequilib rado acto del sexo a solas. Y esta­ ban las perspectivas mecanicistas derivadas de Santo rio y sus seguidores, quie­ nes pensaban que c1 sexo solo era saludable si se lo practicaba ecologicamente y que las energfas perdidas por uno de los participantes eran capturadas por el otro, y viceversa. Pero lo que haya sido que se torno tan amenazante en Ia masturbacion a principios del siglo XVIII no era primariamente Ia perdida de fluidos altamente elaborados, la disipacion descompensada de gases -mayor exudacion hacia fuera que hacia dentro- o !a irritacion nerviosa, aunque esto se halla mas cerca. Todos esros eran modos novedosos, en ese caso, de hablar de algo mas fundamental: Ia relacion entre mente, alma, sentimientos huma­ nos, por un !ado, y Ia "naturaleza", por el otro. N inguna filosoffa medica brinda Ia respuesta exacta a "que'' estaba mal en la masturbacion. De hecho, incluso rigurosos clasificadores de enfermedades segun su origen nervioso debatfan como clasificar Ia enfermedad masturbato­ ria.4 1 Pero todos compartfan -y Ia siguieron compartiendo incluso una vez superada !a psicologfa de la sensibilidad- !a idea de que !a masturbacion cons­ titufa un estado antinatural del deseo.

; Que era tan antinatural en el sexo solitario? Uno de los grandes medicos del Iluminismo crefa que la masturbacion "debfa ser mas temida" que la viruela. Y debfa saberlo: Tissot, quien hizo esa compa­ racion, era un experto en ambas. Algo era tan terriblemente antinatural res41 Vease, par ejemplo, Ia discus ion de William Cullen -fundador de Ia escuela medica de Glas­ gow. uno de los cspecialistas en nervios mas famosos del siglo XVII I y gran parridario de Ia opi­ nion de que Ia enfermedad provienc de perrurhaciones en las energias nerviosas que son Ia materia de b vida- sabre Ia tabes dorsalis, Ia enfermedad mas vinculada con Ia masturbaci6n. No Ia menciona como causa, y duda de que !a perdida de fluido causara en alguna medida Ia enfermedad. William Cullen, First Lines ofthe Practice ofPhysic with Supplementary Notes by Peter Reid, Brookfield, I 807 pp. 574-579. El libro fue publicado par primera vez en I 777 y alcanz6 una gran cantidad de ediciones antes de I 880. .


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pecto del sexo a solas que a principios del siglo XX, mucho despues de que se resquebrajaran los cimientos de !a medicina del siglo XVI I I , alguna genre razo­ nable seguia considerando la masturbacion "el peligro mas inevitable y mas fatal de todos". (Y asi sucedio con Frederick Arthur Sibly. Tras una larga carrera recogiendo confesiones de autoabuso de sus alumnos de Wycliffe, fue acu­ sado por un niii.o especialmente agraciado de haber tornado su pene, con el proposito declarado de liberarlo del semen y prevenir el autoabuso. Sibly per. . d 10' su trab aJO. )42 Tres cosas convierten el sexo solitario en antinarural. Primero, no era moti­ vado por un real objeto de deseo sino por una fantasia; la masturbacion ame­ nazaba con imponerse a la mas proteica y potencialmente creativa de las facul­ tades de la mente -!a imaginacion- y llevarla a un precipicio. Segundo, mientras cualquier otro tipo de sexo era social, la masturbacion era privada o , cuando no se !a practicaba a solas, era social de mala manera: sirvientes perversos !a enseii.aban a los niii.os; perversos nifios mayo res 1a enseii.aban a los mas peque­ fios e i nocentes; muchachas y varones en las escuelas !a ensefiaban fuera de la supervision de los adultos. Y tercero, a diferencia de otros apetitos, la urgen­ cia por masrurbarse no podia ser saciada ni moderada. Practicada a solas, guiada solo por las creaciones de la propia mente, era una rransgresion primitiva, inevitable, seductora, incluso adictiva y facil. De pronto, cada hombre, mujer o nifio parecia tener acceso a los ilimitados excesos de !a gratificacion que alguna vez fue privilegio de los emperadores romanos.

42 Mary Scharlieb y F. Arrhur Sibly, Youth and Sex: Is Dangers and Safeguards for Boys and Girls, Londres, c. l 9 1 0, p. 44. La colaboracion de Scharlieb en un volumen para Ia distinguida

serie The People's Book no se preocupa directamente por Ia masrurbacio n ; Sibly, que cita extensamente su ponencia ante el I n ternational Congress on Moral Education de 1 908, Ia considera claramente como Ia cuestion mas apremiante imaginable. Mientras de muchas mane­ ras Sibly era ripico entre aquellos que escribfan acerca de Ia masrurbacion y Ia p ureza moral, desarrollo un sistema parricularmente intrusivo y personal de investigar las vidas sexuales de cada alumna y de rratar a cada uno que lo necesitara mediante hipnosis, por enronces una tera· pia novedosa. Sibly nunca percibio los aspecros homoeroticos de sus preocupaciones. Acerca de las acusaciones contra Sibly, su expulsion y su rratamienro con Ernest Jones, rraductor de Freud y figura fundamental en Ia reconceprualizacion del sexo solitario, vease el trabajo de Chris Waters, " Onanism, homosexuality, and the adolescent boy: The case of Dr. Arrhur Sibly and Dr. Ernest Jones"; agradezco dicha referencia a Waters.


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La masturbacion se convirtio asf en el vicio de Ia individuacion en un mundo en que se habfan resquebrajado todas las fortalezas contra el deseo; apuntaba a un abismo de solipsismo, anomia y libertad socialmente irrelevante que pare­ cia contradecir el ideal de autonomfa moral. Era el vicio nacido de una epoca que valoraba el deseo, el placer y Ia privacidad pero que se preocupaba funda­ mentalmente par como Ia sociedad podia ponerlos en practica, o si siquiera lo haria. Es Ia sexualidad del yo moderno.

La naturaleza,

el artiflcio y

los peligros de Ia imaginaci6n

"La masturbacion -dijo Sigmund Freud, ese hijo del Iluminismo- contribuye a Ia sustitucion de Ia realidad por los objetos de Ia fantasfa''Y No serfa sino hasta Ia mitad del siglo XVIII cuando se articularia par completo este horror basico del sexo solitario, pero sus elementos ya se encontraban en Onania, que afianzo lo que hasta entonces habfan sido las angustias, no focalizadas espedficamente en Ia masturbacion, que hemos analizado en el capitulo III. Los rabinos del Talmud, como recordara el lector, se preocupaban par los peligros de un hom­ bre que se tocara el penc y espedficamente par el hombre "que entrega su hueso [pene] a manos de Ia fantasia impura [o imaginacion calenturienta] " , el hom­ bre cuya ofensa es, al menos en cierta medida, que "incita su malevola incli­ nacion hacia sf mismo". El sexo solitario no era una preocupacion espedfica del rabino, pero sf lo era, y mucho, todo su potencial idolatra. En Onania y todos sus sucesores, Ia "imaginacion impura" se volvio crucial para explicar que hada tan peligroso el sexo solitario. La definicion del vicio que John Marten estaba poniendo en Ia agenda moral de Occidenre apuntaba resueltamente a Ia depravaci6n tanto moral como social. Los lectores recorda­ ran que el vicio solitario es, como ya se sefialo, esa pracrica anrinarural por !a cual personas de ambos sexos pueden corromper sus propios cuerpos, sin asisrencia de los demas. Al librarsc a la sucia imaginaci6n, se esfuerz.an por imirar y procurarse esa sensaci6n. 45 Sigmund Freud, "On the universal tendency to debasemem in love", en Complete Works, op. cit., vol. 9 , p. 1 82 [uad. esp.: Sobre La mds generaLizada degradacion de La vida amorosa, en Obras completas, op. cit., t. XI].


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En alguna parte, mientras supuestamente respondfa a los crfticos en el Supple­ ment, Marten dice que el tambien pensaba que Ia mayor parte del pecado era "una imaginaci6n impura''. Simplemente no puede cometerselo "libre de impu­ reza mental"; no era posible Ia masturbaci6n puramente medica -pace a Oi6genes el Cfnico-. Ese tema gir6 alrededor de Ia literatura popular y Ia erudita durante cuatro decadas. La masturbaci6n era el crimen de impureza mas comun y para el cual habfa "mas y mas fuerte incitaci6n" que ningun otro porque esa incita­ ci6n estaba "siempre DENTRO de nosotros", anuncia una de las m uchfsimas variantes de Eronania, Ia sucesora de Onania; es el placer carnal que las per­ sonas "imitaban dentro de eltas".44 En 1 728, Ia Cyclopaedia de Chambers dis­ tingufa "autopoluci6n" de Ia poluci6n en general por su recurso al artificio: "corrompiendo el cuerpo propio por medio de fricciones y toqueteos, exci­ tado por el Arte". En otras palabras, Ia poluci6n nocturna sucedfa a causa del natural exceso de materia que era liberado con el esperable placer natural; tanto Ia excitaci6n como los medios para Ia autopoluci6n eran artificides. Cuando Tissot y Ia Encyclopedie se pronunciaron al respecto, no situaron al demonfaco genio de Ia m asturbaci6n en las luj urias de Ia carne sino en una facultad de Ia mente generalmente benigna. Ambos se distanciaban de una con­ dena teol6gica basada en Ia violaci6n del objetivo del sexo o en el triunfo de Ia concupiscencia. Tissot anunci6 que el pecado no era su especialidad. Menu­ ret de Cham baud, cuando escribia para Ia Encyclopedie, era mas directo. Si se soslaya Ia teologfa, como claramenre pretendfa, Ia masturbaci6n no serfa tan mala si -y aquf viene el gran "si"- no fuera esclava de una psiquis desorde­ nada: "Ia masturbaci6n que no es ran frecuente, que no esta excitada por una imaginaci6n desatada y voluptuosa, que, en una palabra, es provocada solo por las necesidades de alguien" no es en absoluto perjudicial. El editor general, Diderot, es aun mas explfcito. Casi nunca ataca a Ia masturbaci6n y esra cla­ ramente del lado de las relaciones heterosexuales normales; pero el doctor Bor­ deau, en El sueizo de D'Alembert, la defiende como algo mejor que sus alterna­ tivas. El severo romano Caton el Viejo no habrfa o frecido hoy a un joven que 44 The Crime ofOnan, Londres, c. 1 724, p. iii (Biblioteca Brid.nica 1 1 73 b. 9/1 ! ) . Ese libra penenece a Ia familia de publicaciones del "collar analgesico"; Ia paginacic\n difiere de edici6n en edici6n no numerada.


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visita a una prostituta, sugiere Oiderot, para aliviarse, el mismo consejo que dio en su momento: "Se valiente". Al descubrir al nifio "solo, inflagrante delicto", es decir, masturbandose, le habrfa dicho "que era mejor cuanto hada, antes que corromper a la esposa de alguien o que arriesgar la salud y la reputacion". Y ante la opinion de que una cantidad de ejercicio extenuante puede eliminar el exceso , la respuesta es: "<Po r que privarse de un pequefio placer?".45 En otras palabras, si la masturbacion era natural -es decir, el resultado de una necesidad real- estaba bien; Menuret de Chambaud claramente no tenia interes en su entidad "an tinatural", en el sentido de Santo Tomas, o en el tema mayor del placer sexual y la concupiscencia que habian ejercitado por largo tiempo los teologos. El punto dave en su articulo de la Encycfopedie era que no resultaba facil mantener una masturbacion moderada simplemente como alternativa a satisfacer el deseo sexual habitual y social cuando no se tenia a disposicion otras posibilidades. Era casi por su naturaleza inmoderada, dado que la imaginacion no se controlaba facilmente. Esta cargaba con "la mayor parte del crimen", y asi el sitio de la imaginacion -la mente y todo lo vincu­ lado con ella- era mas severamente castigado por hacerlo. Es casi una cita lite­ ral de Onania, especificamente de una carta en la cual un onanista confiesa: "busque en la imaginacion, que suele desatarse y facilita siempre la operacion, e incluye la gran parte de su pecaminosidad".46 Un problema fundamental con cl sexo solitario tal como se lo entendia en el texto canonico del alto Ilumi­ nismo era que por lo general se lo manejaba desde dentro, bajo el impulso de "una imaginacion desenfrenada y voluptuosa" que poseia solo tenues vinculos con todos esos en cantos, trucos, ajustes -y procesos fisiologicos naturales- que impulsan a una pasion mas social. Tissot echa aun mas luz sobre ese mismo asunto. La masturbacion, dice, se encuentra fuera de la economia natural no potque sea antinatural en el sen­ tido cristiano tradicional de atentar contra el proposito natural de un acto sexual, sino porque el deseo que la motiva es casi el opuesto del natural. Es arti-

" Encycfopedie, val. I 0, p. 5 1 ; Denis Diderot, D'Afemberts Dream, en Rameau's Nephew and Other Works, trad. ing. de Jacques Barzun y Ralph Bowen, Indianapolis, Bobbs-Merrill, 1 980,

pp. 1 69 y 1 70.

"' Onania, op. cit., p. 90. Por supuesto, no se suponfa que los nifios tuvieran deseos o pla·· ceres de esa indole; pero esa es otra historia, que queda para mas adelante.


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ficial, impostada, quimerica, Ia fijaci6n de mentes desequilibradas. El mastur­ bador constituye una economia de a uno, una industria artesanal del deseo des­ regulada que produce tanto el apremio como su perversa satisfacci6n. " Los hombres se atan a falsas necesidades, y ese es el caso de los adictos a Ia auto­ poluci6n. Es Ia imaginaci6n y el habito lo que los sujeta, no Ia naturaleza. " En esa form ulaci6n, Ia practica masturbatoria es como un sueno er6tico en metastasis a! que cualquier hombre, mujer o nino es susceptible. En Ia polu­ ci6n nocturna al viejo estilo, "las ideas relativas al placer amoroso, [ . . . ] obje­ tos que son dibujados por Ia fantasia" , afectan a los 6rganos dormidos como lo harlan durante el dia. Entonces, "si el acto se consuma en Ia imaginaci6n" tam bien se consuma fisicamente. Es decir, sonar con un orgasmo produce orgas­ mos reales. Estos, a su vez, debilitan los 6rganos que debilitan Ia imaginaci6n, pues los malos pensamientos son recompensados con placer. Asi, en un drculo vicioso, el polucionador nocturno tiene mas suenos de o rgasmos y mas o rgas­ mos reales. En el sexo solitario, ese triste proceso esta aun mas fuera de con­ trol, pues el onanista trae repetidamente Ia seductora quimera a Ia existencia. El placer esta a su entera disposici6n, todo acto refuerza Ia fantasia. Casi cada palabra en el relato de Tissot sigue teniendo reso nancias desde el siglo XVIII hasta el presente. "Los hombres se someten a si mismos'; tienen "falsas necesi­ dades"; son "adictos" a Ia "imaginaci6n y al acto que los somete". Los enemi­ gos y -en los ultimos cuarenta anos- los amigos de Ia masturbaci6n que quie­ ren rehabilitarla concuerdan a! menos en esto.47 La labor del sexo solitario se realiza conscientemente en Ia mente, y de ello surge su mal moral y medico. No hay preguntas, como hubo respecto de las emisiones nocturnas, sobre si los pensamientos lascivos o los ves.t igios incons­ cientes de esos pensamientos pueden o no profundizar el dano. Esos suenos deseantes son parte de su esencia. Tampoco es algo a considerar Ia concupis­ cencia -un hueco en el alma apartada de Dios- que impulsa a! o nanista, ni Ia tentaci6n, pese a que podria ser el co mienzo de todo. La perversidad de Ia masturbaci6n proviene de que quienes Ia practican deliberadamente se sumer­ gen en un problema; conjuran todo el eno rme peso emocional, psicol6gico, hist6rico del placer sexual en el vado de Ia soledad. Kant se detuvo en esto: Ia insania mo ral de Ia masturbaci6n, lo que Ia hace peor que el suicidio , es 47

S. A. D. Tissot, Onanism, op. cit., pp. 88 y 1 55 .


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que el masturbador "crea por sf mismo su objeto [de deseo] . En efecto, de ese modo Ia imaginaci6n produce un apetito contrario a los prop6sitos de Ia naturaleza". Las ficciones y fantasias -los inventados, imaginados, autocon­ figurados productos de Ia mente-, siempre a disposici6n, son los verdaderos villanos de Ia obra. Esto era ampliamente e ntendido en los mejores drculos. El medico de Goethe, Schiller y Herder en sus afios de Weimar, Christoph Wilhelm Hufe­ land, por ej emplo, articulaba convi ncentemente el peligro de Ia fantasia, pero sin sentir Ia necesidad de j ustificarse demasiado. Aquf vuelve a ser clara Ia conexi6n entre Ia masturbaci6n y el pensamiento iluminista avanzado: Hufe­ land era uno de los colosos del progresismo de su epoca. Ademas de frecuen­ tar a los heroes culturales de su tiempo, estaba al frente de lo que se convir­ ri6 en Ia medicina moderna; uno de los grandes impulsores de Ia vacunaci6n contra Ia viruela en el continente, enemigo de lo que consideraba seudocien­ cias -frenologfa, mesmerismo y otras tantas disciplinas-, editor durante mucho tiempo de un importante periodico medico que circul6 por decadas. Su libro sobre Ia longevidad sigui6 siendo traducido al ingles y otras lenguas mucho desputs de su muerte, en 1 836. Y sobre el tema de Ia masturbaci6n, no podrfa haber sido mas claro. Por lo general, Hufdand pensaba que Ia juventud moderna comenzaba con el sexo demasiado temprano, tou t court, en las selvas teut6nicas, anotaba, los guerreros protegfan su fuerza y se mantenfan alejados de las rnujeres ha�ta !o� 25 afios. Perc- de todas las variedades del sexo, el onanismo era Ia peor, por·· que era forzado y por ende "anrinatural"; respondfa a necesidades internas, no a las reales: en ambos sexos, "es infinitamente mas dafiino que cualquier otro acto natural". Y el "onanismo moral" es su constante compafifa: "Ia expan­ sion e inflamaci6n de Ia fantasia con todo tipo de indecentes y desagradables cuadros". En realidad. a traves de ese acto de excitaci6n "se constituyc Ia fan­ tasia e invade todo el ser". Cada vez mas excitado por ficciones, el joven parece hallarse en medio de un arte monalmenre peligroso.4 8 48 Christoph Wilhelm Hufeland, Die Kunst das menschliche Leben, 3" cd., Jena, 1 798, segunda parte, pp. 1 4- 1 6. La traduccion inglesa, reformulacion de una version anterior, de 1 79 7 -dedi­ cada al aforista, cientifico y hombre de letras Georg Christoph Lichtenberg-, aparecio en Lon · dres en 1 854. Erasmus Wilson, el editor, n o uaduce ese pasaje, y en s u Iugar sefiala que podria,


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Muchos medicos y mo ralistas menos famosos d ijeron lo mismo sobre este tema a sus lectores y lecto ras comunes. "La imaginaci6n es el artesano", anuncia D. T. de Bienville, refiriendose a Ia "fatal furia de Ia masturbaci6n". Oscuro en su epoca, Bienville invent6 Ia supuesta enfermedad que toma su nombre del libro en q u e este y otros pensamientos sobre el sexo solitario abundan: Ia ninfomanfa.49 Una importante obra medica de referencia en Francia planteaba que "Ia imaginaci6n , tras haberse ocupado sin cesar de fin­ gir esas cosas que habran de excitar cada vez mas los 6rganos de Ia genera­ cion" , adquiere de ese modo dom inio sobre ellos. Mas de cien afios des­ pues, Ia mayor de todas las enciclopedias medicas del siglo XIX insistia en lo mismo: las descargas naturales son b uenas; las causadas por Ia imaginaci6n, debilitan. Y en las vfsperas del nuevo siglo, un afio antes de Ia publicaci6n de La interpretacion de los suefios de Freud, el au tor i nternacionalmente exi­ toso de una gufa de educaci6n sexual para nifias les informaba en Ia secci6n dedicada al vicio solitario que los sentimientos susci tados por Ia imaginaci6n eran por naturaleza moralmente inco rrectos y mucho mas peligrosos fisica­ mente que las situaciones reales.50 El problema no era que Ia masturbaci6n creara placer sexual fuera de Ia repro­ ducci6n; no estaba asociada con transgresiones que implicasen compafifa ina­ decuada o formas inadecuadas de relacionarse con Ia compafifa adecuada. El

"de ser necesario, trazar un doloroso, si no remible, cuadro del resulrado de esos melanc6licos excesos'·, pero se refrena. No obstante, advierre que "los excesos que han de temerse mas son aquellos [ . . . ] en que Ia imaginaci6n y los semimientos desempefian un conspicuo papel''. A su vez, Ia traducci6n de 1 797 se basaba en una de 1 794. Su comenido esta clara y centralmente instalado en el mundo iluminista de Ia medicina y las letras. 49 D. T. de Bienville, Nymphomania; or, A dissertation concerning theJuror uterinus. Clearly

and methodically explaining the beginning, progress, and diffirent causes ofthat horrible distemper. To which are added, the methods oftrearing the several stages ofit, and the most approved remedies. Written originally in French, trad. in g. de Edward Sloane Wilmot, Londres, 1 775. 1 0 Dictionnaire portatifde sante, vol. 2, p. 340 y los artfculos "Pollution volomaire", "Sper­ matorrhea" y "Onanisme", en Dictionnaire encycfopedique de,- sciences medicales, 3• serie, vol. I I ; Mary Wood-Allen, What a Young Woman Ought to Know, Filadelfia, Vir Publishing Company,

1 899, 1 905, p. 1 5 '5. Wood-Allen estaba a Ia cabeza del departamento de pureza de Ia Women's Christian Temperance Union, pero su clara tono estadounidense, trabajosamente traducido, pare­ cia tener much2: demanda en toda Europa continental y en el lmperio Britanico.


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problema era que careda de cualquier compafiia, excepto Ia que estaba en el ojo de Ia mente. La parte "poluci6n" en Ia "autopoluci6n" ha perdido Ia mayo­ ria de sus connotaciones literales cuando se Ia separa de su pariente, Ia "polu­ ci6n nocturna". Lo que ensucia, lo que transgrede, ya no es el semen en toda su viscosa especificidad, sino Ia imaginaci6n que se revela en deseos de su pro­ pia, antinatural creaci6n. A. P. Buchan, medico ingles, hijo de una tradici6n medica popular y un serio profesional por derecho propio, cap to Ia esencia de lo que Rousseau habia hallado tan malo en su propia masturbaci6n: " Ia ausencia del obj eto adecuado para Ia relaci6n sexual"; Ia ausencia, de hecho , de cualquier objeto o cosa. Esa carencia, a su vez, es suplida por "Ia imaginaci6n activamente excitada y por Ia atenci6n activamente dedicada a formar una imagen para suplantar el Iugar del legitimo objeto de deseo". La fantasia provee cuando Ia realidad falla. "Los ejercicios de Ia imaginaci6n" trabajan "por un esfuerzo de Ia voluntad" en mantener "en el ojo de Ia mente Ia forma de alguna m ujer, acaso Ia favo­ rita", y asi proveer una fantasia en Iugar del objeto real faltante. En ello con­ siste el problema. La "interferencia imp ropia" en Ia normal "satisfacci6n del apetito sexual", Ia "interferencia de Ia voluntad con una acci6n completamente instintiva" , era el principal motivo de " las terribles consecuencias de ese habito disoluto". 5 1 Thomas Beddoes, el medico radical y padre del poeta y fisi6logo Thomas Lowell Beddoes, establece el rnismo tipo de conexi6n entre onanismo e ima; , El subrayado me penenece. A. P. Buchan, Venus sine concubitu [Venus sin relaciones sexua­ les] , Londres, 1 8 1 8, pp. 50, 5 1 , 43 y 44. Perer Buchan fue el hijo y ediror de William Buchan, cuyo Domestic Medicine ruvo varias ediciones duranre el siglo XVII I y principios del XIX y com­ panio popularidad con Tissor enrre el publico de habla inglesa. A. P. no solo ediro algunas de las obras de su padre y rradujo Iibras del frances sino que rambien publico rrabajos sabre enfer­ medades de rransmision sexual, banos de mar, pediarria, y Ia clasificacion de las dolencias; veanse sus noras acerca de sus conferencias en el Wesrminsrer Hospiral. Dice que las ideas de llenus habfan nacido cincuenra afios anres en el conrexto de sus desacuerdos con John Hunrer (vease m<b adelanre n. 53). Ororga mucha imponancia a Ia ran reman ida circunsrancia de que las enfer­ medades hipocondriacas esraban en ascenso. Un caso desracado es el de un nifio alguna vez sana que sufria los efecros malsanos de Ia masrurbacion hasra que leyo a Tissor y empezo a pen­ sar que esraba monalmenre enfermo (p. 68). Pero en Iugar de llegar, como Hunrer y como harlan algunos de los colegas de Freud, a Ia conclusion de que lo que enfermaba era Ia culpa por Ia masrurbacion y no la pdcrica en si, Buchan adopra la opinion que ciro.


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ginacion: nuevamente Ia hostilidad contra Ia masturbacion se hace presente en los circulos mas progresistas, y en especial entre personas ademas devotas del p royecto romantico de autorrealizacion. En primer Iugar, acuerda con Rousseau en que el vicio "al que su vergi.ienza y timidez hallaba tan conve­ niente, tiene un atractivo peculiar para imaginaciones vivaces". Pero es mas espedfico en sus especulaciones fisiopatologicas. La masturbacion puede comen­ zar con una estimulacion casual. " Las ideas voluptuosas pueden aparecer en las nifias por una irritacion accidental." Pero luego esas "ideas toman posesion de Ia imaginacion" en aquellas de sensibilidad considerable, obligandolas a "bus­ car placer sin tener ninguna irritacion corporal", es decir, a caer en el acto al que no podfa llamar por "su ofensivo nombre". En otras palabras, estimula­ cion e i rritacion no bastan para explicar los peligros del innombrable acto. Se requiere Ia mediacion de Ia mas proteica de las facultades mentales. 52 Por supuesto, esta es Ia vision opuesta a Ia valoracion higienista, si no moral, de Ia masturbacion que se habfa realizado en Ia medicina clasica. Diogenes el Cfnico era tan a menudo citado en las fuentes antiguas -una suerte de mastur­ bador ejemplar- porque, segun se afirmaba, frotarse para obtener satisfaccion sexual era menos comprometedor, y por ende menos agotador, que tener sexo con una prostituta anonima, Ia forma menos comprometedora de tener sexo que podfan imaginar. Para ellos, Ia masturbacion era el modo mas eficaz, si no el mas digno, de aliviarse. Un famoso cirujano del siglo XVIII intento resucitar esta opinion y hallo una condena universal. Pero ese rechazo muestra, una vez mas, que habfa una desviada movilizacion de Ia imaginacion muy cerca del corazon del recientemente articulado problema del sexo solitario. John Hunter fue un leon de Ia medicina del siglo XVIII: ci rujano muy cono­ cido, anatomista, escritor medico y figura publica, el antes que nadie ven­ d rfa a Ia mente de un b ritanico educado si se le pidiera el nombre de una famosa figura medica vernacula. En general, Hunter no adherfa completa­ mente a Ia evidencia de que Ia masturbacion causara demasiado dafio. Sf, muchos pacientes se hallaban dispuestos a creer en lo que lefan en los libros; entre los hombres que lo consultaban, muchos estaban "dispuestos a supo­ ner que esa era Ia causa" de su impotencia. Pero el crefa que el problema era "demasiado infrecuente como para originarse en una practica tan general". " Thomas Beddoes, Hygeia; or, Essays Moral and Medical, Brisrol, 1 802, p. 48.


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Era mas probable, dado como "Ia imaginacion actua [ . . . ] para hacer creer a los hombres que en verdad esran enfermos", que sufrieran de lo que lefan y no de lo que hacfan, y resultaran doblemente miserables porque suponfan que una indiscrecion j uvenil habfa causado su debilidad adulta. Si habfa una objecion co ntra esa "egofsta d iversion" era Ia probabilidad de que "se repitiera demasiado a menudo". Pero el nucleo del planteo de Hunter no pasaba por este tibio reproche. A esos j uicios clfnicos perfectamente sensa­ tos, Hunter sumaba, en Ia primera edicion de su tratado, una j ustificacion teorica de por que consideraba generalmente benigna Ia masturbacion. Fue una de las pocas voces medicas que hablo contra Ia opinion dominante de que el sexo solitario mataba; esto era un grito en el vacfo: Ia unica version del siglo XVII I de Ia etica medico-sexual estoica que ha sobrevivido impresa. Diogenes vive allf. 53 La masturbacion, sostenfa Hunter -en ocasion de que sus editores supri­ mieran esas subversivas opiniones-, "hace menos daii.o a Ia constitucion" que el " [acto] natural", y seii.alaba que el contacto sexual con una prostituta o un:l mujer por Ia que un hombre si ntiera indiferencia debilitaba menos que el sexo "con una mujer con Ia cual hubiera un compromiso afectivo", pues Ia mente y las pasiones estaban menos comprometidas en los p rimeros dos casos que en el ultimo. Contrariamente a lo que decfa rodo el mundo desde Ona­ nia, el orgasmo de Ia friccion solitaria es asf el "acto constitucional" mas puro de los ues. Y mas amenazante para Ia salud es cl sexo con alguien que com­ promete Ia mente. La mente empieza a interesarse, es llevada a un grado de entusiasmo incrementando Ia sen­ sibilidad del cuerpo. [ . . ] Cuando el acto completo se realiza es con una violencia .

" John Hunrer, A Treatise on the Venereal Disease, ra ed., Londres, I 786; 2• t>d., Londres, 1 788, pp. 1 99 y 200. Vease Isabel Hull, Sexuality State, t1nd Civil Society in Germany, 17001815, Ithaca, Cornell Universiry Press, 1 996, pp. ](j I y 162, para un relata de algunas resefias alemanas hostiles a Ia literatura anrimasturbaroria de finales del siglo XVII I ; a1 igual que Hun·· ter, alguien afirmaba que si fuera tan mala "entonces roda Ia raza humana habrfa desaparecido haec tiempo". Porque, como sostengo, Ia cuesti6n es mas etica que medica, estas opiniones tan perfectamcnre razonables no ruvieron impacro hasta comienzos del siglo XX, cuando cambia­ ron los problemas subyacenres de Ia sexualidad y el yo.


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proporcional; y en proporci6n con !a violencia esr:i el grado de debilidad produc1. d a y e I dano -

. ' 54 hecho a Ia cons n. rucwn.

Nadie coincidio con Hunrer en su o rden de las "acciones" en cuestion, en su afrrmacion de que tipo de sexo comprometfa mas a Ia menre. Pero todo el mundo hubiera estado de acuerdo con el planreo subyacenre de que cuanro mas afectada Ia menre, mas peligro para el cuerpo. Y excepto en Ia explicacion de Hunter, desde comienzos del siglo XV!ll hasra el presenre Ia masturbacion ha sido considerada Ia practica sexual paradigmatica de Ia menre, especffrca­ menre de Ia fantasia, de su capacidad para imaginar algo distinro a! aqui y ahora; en ello estriba su placer y sus posibilidades creativas, pero tam bien sus peligros. El colega hungaro de Freud, el psicoanalisra Sandor Ferenczi, aporta una maravillosamenre precisa inversion moderna del o rden de Hunter. En el ona­ nismo, afrrma, los organos sensoriales estan en silencio, y Ia fanrasia conscience, j u n to con los organos genitales, deben p roveer toda Ia excitacion. El tre­ mendo esfuerzo de todo ese rrabaj o menral -"la esforzada rerencion de un cua­ dro a menudo imaginado con times alucinarorios"- causa fariga y debilidad, por un corto plazo si no cs reperido demasiado a menudo, en el sexo solitario. Por extension, los hombres que rienen sexo frecuenre con sus esposas "a pesar de una disminucion del inreres sexual" se las arreglan para hacerlo solo reem­ plazando, en Ia imaginacio n. a Ia esposa por alguna otra mujer. Esto, por supuesto, es onanismo con otro nombre -per l!aginam- y riene las mismas con­ secuencias ffsicas y psiquicas que Ia especie solitaria. Pero -sorprendenre argu­ menro- si esos hom b res rienen sexo ocasional con alguien que les provee completa satisfaccion, es decir, con alguien con el cual no de ban hacer el pesado trabajo exigido por Ia fantasia, "q uedan vigorizados por el aero". 55 Tal vez porque las opiniones de Hunter en el clima posterior a 1 7 1 2 esta­ ban ran poco en sinto n ia con las de sus conremporaneos -o porque se sor··

'" John Hunter, Treatise on the Venereal Disease, I a ed., op. cit., p. 200. El comentario falta en Ia segunda edicion, y en Ia tercera, de I 8 I 0, toda Ia seccion ha sido reemplazada por un ata­ que convencional a Ia masturbacion. Vease, mas adelante, n. 57. i i Sandor Ferenczi, "On onanism", en Contributions to Psychoanalysis, trad. ing. de Ernest Jones, Boston, Richard G. Badger, c. I 9 I G , pp. I 57- I 63 [trad. esp.: Contribuciones a! psicoa­ ndlisis, en Obras Compfetas, Madrid, Espasa-Calpe, I 980 ] .


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prendieron muy pronto-, refutarlas parecfa innecesario. Tan s6lo un panfleto se anunciaba directamente como contrario al tratado de Hunter "a favor del onanismo o masturbaci6n". Era casi todo un pastiche de plagios de Tissot -pagi­ nas enteras- con evidencia ocasional obtenida de otras autoridades, muertas hacfa tiempo. El autor dice poder citar un millar mas, referidas a los peligros del sexo solitario en oposici6n a las otras formas, pero que se limita a unas pocas citas y planteos: Nicolas Verrette, quien escribi6 el conocido y perdurable manual sexual de finales del siglo XVII , testimonia en abundancia, por ejemplo, a favor del hecho aparentemente muy conocido de que el sexo inmoderado con una mujer hermosa y atractiva es mucho menos agotador que similares extra­ vagancias con una fea, porque tiene "encantos que dilatan nuestros corazones y multiplican sus espfritus". El amante no debe fantasear para obtener placer: Ia realidad provee todo lo que necesita. Circunstancias sociales, esteticas y emo­ cionales redimfan asf hasta el mas tremendo exceso. Mas aun, se decfa que las opiniones de Hunter iban contra Ia intuici6n. Si fuera verdad que cuanto menos atractiva fuera Ia compafiera sexual mas saludable serfa el acto, pues Ia imagi­ naci6n estaba menos comprometida, entonces uno s6lo se acostarfa con las vie­ jas y las deformes, y eso detendrfa Ia procreaci6n. El au tor conclufa que debe­ rfamos ser mas indulgences con los disolutos 0 libertinos, cuyo unico crimen es exagerar "una inclinaci6n que Ia naturaleza ha instalado en sus corazones", que con el masturbador, quien furtivamente se entrega a una pasion de su propia creacion. Kant hubiera estado de acuerdo con eso.56 Pero Duncan Gordon, au tor de ese panfleto, no necesitaba esforzarse tanto. El analisis respecto de Ia imaginacion sexual que hacfa Hunter -un Iugar tan comun en la Antigiiedad- no era para ese mundo. Habfa desaparecido desde Ia segunda edicion, y solo dejo su escepticismo clfnico sobre Ia masturbacion como causa de impotencia. Y para Ia epoca en que su yerno, tambien famoso cirujano y cientffico, Ianzo una tercera edicion, ya no quedaba nada salvo unas disculpas del editor: el o nanismo era mas dafiino de lo que el autor habfa imaginado, y los actos sexuales con mujeres, cuando las pasiones estan fuerte<(, Duncan Gordon, A Letter to john Hunter respecting His Treatise on the Venereal Disease . . . in Favour ofOnanism or Masturbation, Londres, 1 786, pp. 1 7, 1 8 y passim. Gordon concluye

con un adulador reconocimiento a Ia grandeza de Hunter y al valor de sus descubrimiemos acerca de las enfermedades de rransmision sexual.


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mente excitadas, podfan repetirse mas a menudo sin resultados debilitantes porque el cuerpo se compensaba con dicho fervor. 57 Una respuesta a que h izo de Ia masturbacion algo tan amenazante es Ia sigu iente: se vinculaba con Ia voluntaria movilizacion de Ia imaginacion com­ prometida en Ia i nterminable creacion de deseo -deseo ficticio- que solo contaba con una relacion tangencial con su contraparte real. Por que se dio en terminos de una historia de Ia imaginacion y Ia sociedad es otro tema, del que nos ocuparemos en el proximo capftulo. Por ahora, el punto es que Ia mas­ turbacion no solo era una amenaza porque el orgasmo solitario se percibiese como algo diferente al placer del o rgasmo permitido, o porque, en cualquier ocasion, afectara mas a! cuerpo. El placer masturbatorio era peligroso porque era una version vergonzante del placer real, podrfamos decir un orgasmo vir­ tual. Participaba de las perversiones del subterfugio, de Ia mentira, de Ia false­ dad, Ia completa oposicion a la transparencia natural. "Decepcionante" y "falso" son los adjetivos que acuden a Ia mente de Rousseau cuando escribe en Emilio sobre Ia preocupacion del maestro sobre el colapso de todo su p royecto educativo si su alumno sucumbiera a! vicio secreto. Esta es Ia idea central en otro de los artfculos de Ia Encyclopedie dedicados a! tema: "Manustrapratio" sugiere que veamos "Polucion nocturna''. Allf nos enteramos de que las emisiones masturbatorias eran "sacrificios" a una "falsa Venus". No tienen su origen en el mundo real; nacieron, como ya sabemos, por Ia entrada de Ia masturbacion en una "perversa y voluptuosa imaginacion". Tal vez esta imagen particular, tan sugestiva del paganismo clasico, era una alusion a Ia muy repetida his to ria en Plinio sobre el hombre tan arrebatado por Ia des nuda Afro­ dita de Praxfteles que fue hasta ella por Ia noche para poder abrazar Ia ima­ gen, Ia representacion, podrfamos decir el simulacra (simulacra cohaisisse) . Una marca en el marmol delato que habfa hecho. (El pueblo de Cos habfa com­ prado Ia version vestida de esa estatua por el mismo precio, y aparentemente 17

John Humer, A Treatise on the Venereal Disease enlarged with occasional comments by the a! cuidado de Everard Home, Londres, 1 8 1 0 , pp. 2 1 4 y 2 1 5. Home no solo escribe acerca de cuesriones quirurgicas -rraramiemos de heridas de bala, ulceras, urerras cons­ ripadas, por ejemplo- sino rambien acerca de problemas de anaromfa comparada. Una vez mas, como aquellos que escribieron comra Ia masrurbaci6n, fue un lfder en su disciplina. Fue nombrado caballero por sus aporres.

editor. . . , 3• ed.,


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no tenia problemas con ese ripo de vandalismo.) Las versiones renacentistas de ese relato hablan de una Venus reclinada "de tal helleza que los hombres [en Ia Antiguedad, cuando las piezas fueron presentadas por primera vez] se encendian con sacrilega luj uria, violando Ia estatua a! masturbarse sobre ella". "Oecepcionante" fue el adjetivo que marco camino entre los autoritarios tex­ tos medicos del siglo XlX para describir Ia naturaleza de Ia pasion masturbato­ ria: el deseo por el objeto de Ia fantasia. 58 Y existfa, por supuesto, Ia idea mis general de que las representaciones estaban pensadas para estimular el erotismo, aunque no pudieran satisfacerlo. En ese contexto, el sexo solitario era Ia perversion de una de las facultades mis proteicas y admirables. El onanista movilizaba Ia imaginacion no para pro­ ducir arte, poesia o compasion; en realidad, el o ella no producfan nada en absoluto o, lo que era peor, nada, excepto una autoabsorcion sin objetivos a expensas de cualquier bien social. Si los suefios de Ia razon produdan mons­ truos, el triunfo de Ia fantasia los producfa por partida doble. No hay que leer los textos de los filosofos para entender Ia idea. Un fragmento de uno de los mis groseros comerciales del siglo XVIII, escrito para vender dudosos ungiientos, pinta a! masturbador como un artista que se volvio loco: Pero que mas bajo, mas nocivo para ci cuerpo Que excirar con el poder de Ia famasia Esas pen·ersas ideas de un objero auseme, Al excirar los 6rganos hechos para un fin noble Y lanzarlos a los brazos de un fantasma, Y asf producir la muerre del goce personal. 59 58 "Pollution nocturne", en Encyclopedie, val. I 0, p. 924, col. I ; Plinio, Natural History 36.2122; Leonard Barkan, "The Beholder's Tale: Ancient Sculpture, Renaissance Narratives", en Repre­ sentations, 44, orofio de 1 993, pp. 1 1 3- 1 66; "Masturbation", en Dictionnaire des sciences medica­ les, I 8 1 9. La idea de que el arte produce excitaci6n sexual recorre Ia literarura acerca de Ia masturbaci6n y de Ia sexualidad desviada en general. Un medico estadounidense de finales del siglo XIX comienza su articulo acerca de Ia ninfomanfa con Ia observaci6n de que fue "incapaz de enconrrar mas del I % [de aquellos que vieron cstatuas de desnudos en museos o parques] que no presentara un incremento de deseo sexual al tcner las visiones a que haccmos refcrencia". L. M. Philips, "Nym­ phomania -Reply to questions", en Cincinnati Medica/journal, 10.7, 1 895, pp. 467 y 468. 59 William Farr.,r, A short treatise on onanism; or, The detestable vice ofselfpollution. Descri­

bing the variety of nervous or other disorders, that are occasioned by that shameful practice, or too


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Estos versos no poseen forma metrica, pero su senti do es suficientemente claro. El "poder de Ia fantasia" es donde residia el peligro interior del sexo solitario desde 1 7 1 2 y de alli en mas. El poder de Ia mente para crear imagenes, ya fuera copiando el mundo real o transformandolo en modos nuevos y fanta­ siosos, seguia cautivando a Freud y sus colegas cuando realizaban sus sesudas reuniones sobre Ia masturbaci6n dos siglos despues. Una de las pocas cosas en que estaban de acuerdo era Ia importancia de las fantasias que acompafiaban !a masturbaci6n. Y mas recientemente, una vez mas Ia psicologia ha recono­ cido su caracter central. Pero Ia ciencia actual parece haber demostrado que Ia ensofiaci6n masturbatoria puede ser algo bueno. Las modernas tecnicas de ana­ l isis y las mediciones personalizadas sugieren que Ia elaboraci6n de fantasias en forma de relato van a Ia par de un enfoque positivo de las ensofiaciones diur­ nas, lo que a su vez colabora con una rica vida erotica y con actitudes positi­ vas hacia Ia vida en general.60 Pero antes de que se hiciera visible una perspectiva tan encantadora pasa­ ron mas de dos siglos, durante los cuales Ia masturbaci6n qued6 asociada con una mala conciencia. La culpa nada de hacer algo que no sobrevivirfa bajo Ia luz del dia; y Ia masturbaci6n era paradigmaticamente un acto de ese tipo. En el siglo XVIII se convirti6 en el vicio secreta y mas peligroso, pues basicamente se lo entendia como un acto de las sombras.

early and excessive venery, and directing the best methodfor their cure, By a physician in the country, Londres, 1 767, p. v. El trarado ruvo al menos orra edici6n mas ese mismo afio. r.o A lo largo de este libra he usadc los terminos fontasia e imaginaci6n de man era inrercam­ biable, a pesar de la larga hisroria al rcspccto de si son o no lo mismo. Hay una famosa distin­ ci6n realizada por Coleridge. Mi interes pasa por nucstra capacidad de fantasear, de crear alga nuevo a parrir de lo que nos proveen nucsuos sentidos. Esro podria ser tecnicamente fontasia. Pcro muchas de las figuras que cito usan d termino imaginaci6n -esrricramenre "generar seme­ jam.a" como a!go me nos fie! a !a realidad-. Asf como muchas figuras de los siglos XVIII y XIX usan los rerminos promiscuamenre, yo hare orro ramo. Sabre !a hisroria inrelecrual de !a disrincion, vease el anriguo pcro excelenre ani!isis de Wilma L. Kennedy, The English Heritage ofColeridge ofBristol, 1 798: The Basis in Eighteenth-G:ntury Engli>h Thought for His Distinction Between Imagination and Fancy, New Haven, Yale University Press, 1 947; Sigmund Freud, "A Discus sian of Masturbation", en Complete Works, op. cit., val. 1 2 [uad. esp.: Contribuciones para un debate sabre el onanismo, en Obras completas. op. cit., t. XII]; Anrhony Frank Campagna, The Function ofMens Erotic Fantasies During Masturbation, resis de docrorado, Yale University, 1 975. ..


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Solitario y secreto La percibida amenaza contra el a rden social y mo ral es casi autoevidente en los nombres con que llego a conocersela: vicio solitario, autopolucion, vicio secreta. Los adjetivos eran decisivos. Ningun otro acto antisocial, ni siquiera otros aetas sexuales antisociales que capturaron Ia atencion de medicos y mora­ listas, concitaron el cora de rechazos que encontraba cada mencion de Ia mas­ turbacion. La soledad y el secreta del vicio fueron mas alii de lo meramente antisocial o moralmente reprochable; el acto estaba fuera de toda buena socie­ dad mas alii de cualquier a rden moral posible. El onanismo representaba el tipo mas profunda de secreta; no como los secretos de los conspiradores o los francmasones, conocidos para un pequefio drculo que estaba unido por lo que·tenfan en comun; no como el secreta compartido por los amantes ile­ gftimos que se ocultaban de un mundo hostil pero que podfa descubrirse si uno traicionaba al otro o si habfa un nino en camino; no como el secreta de todo pecado que manchaba el alma y solo se daba a conocer a Dios en una plegaria o a un confesor, aunque muchos de sus signos exteriores pudieran ser visibles; no como el secreta que Ia interpretacio n busca penetrar o Ia opa­ cidad que adquieren los textos religiosos para deslindar entre un grupo orto­ doxo y otro que no lo es.61 El secreta de Ia masturbacion iba mas alii de Ia reticencia general que acom­ pafiaba el hablar del pecado, especialmente del pecado sexual. La literatura moral y confesional habfa realizado por siglos sus negaciones: el autor, casi en un gesto retorico, era reticente a hablar de tal o cual topico por temor a que Ia condena publica terminara por inducir en Ia mente de los lectores u oyentes inocentes Ia idea de una transgresion. Incluso iba mas alii del secreta que parece enraizado tan profundamente en el lenguaje del sexo: los privados, organos que no son para ver en publico; el aleman scham (de Ia misma rafz que el ingles shame, "vergi.ienza''); lo pudenda, del latfn pudendus, "de lo cual hay que aver­ gonzarse". Ese sentido del secreta se traslado al lenguaje de Ia enfermedad sexual: enfermedades secretas para las de origen venereo. Todo eso es antiguo. 61

Esre ulrimo semido del secreta es el rema del esrudio de Frank Kermode acerca de Ia imerpreracion de los Evangelios en The Genesis ofSecrecy: On the Interpretation ofNarrative, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1 979.


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Pero para aquellos que invistieron a Ia masturbacion de su peculiar signifi­ cacion moderna y luego mantuvieron su estatus en el panteon de las perver­ siones durante los siglos siguientes, el secreto del nuevo vicio tenfa algo nove­ doso. Este vicio era secreto de una manera {mica, fundamental, como ningun otro. Los restantes vicios, anunciaba Onania, debfan tener testigos; este no. Los restantes pecados estaban constrefiidos por Ia costumbre o por Ia ley; no este, lamentablemente, exento como se hallaba de Ia deteccio n externa y de su peligro: ningun problema de matrimonio desventajoso, ni de virtud perdida, ningun riesgo de rechazo o de que se considerara que uno habfa ido demasiado lejos; ninguna necesidad de confesion, pues el pecado r no sabfa que habfa pecado y no habfa quien se lo dijera. Las mujeres que "preferirfan morir antes que revelar su debilidad a algun hombre vivo" han cafdo en el onanismo "a causa de su SECRETO desdichadamente traicionado". El "secreto" seduce tam­ bien a muchos m uchachos que de otro modo se abstendrfan. "Usando de sf MISMOS, apartados y a so las", subvierten Ia naturaleza como en ninguna otra situaci6n.62 Como el arbol que cae sin testigos en el bosque, ese pecado ame­ nazaba con desaparecer en ausencia de un o bservador y, con el, toda ver­ giienza y toda restriccion. El adjetivo secreta modifica a goce sexual en el subtftulo del muy popular y muy citado libro de Tissot; el secreto era lo que diferenciaba al onanismo de cualquier otro tipo de sexo; el secreto es lo que lo hace peor que Ia viruela, mas temible pues, "por medio de su funcionamiento en las sombras del mis­ terio", "mina secretamente sin que quienes son sus vfctimas piensen en su perversidad". "Destruye sin ruido", sigilosamente, libre del examen y de Ia alarma exterior. He aquf un pecado que puede cometerse, en principio, en com­ pleta ignorancia de que se esti pecando, como hablar prosa sin saberlo pero con consecuencias mucho peores.63 No es un sino elvicio solitario; no un sino el pecado secreto. La soledad era percibida como una condicion necesaria del secreto que cons­ titufa Ia fatal atraccion ejercida por Ia masturbacion, pero en un sentido que trascendfa el que usualmente le damos cuando practicamos un instrumento 62 Onania, op. cit., p. I I ; Curse oJOnan and Eronania, 1 1 73.b.9, Londres, Parker, 1 724, segunda parte (paginada por separado) , pp. 4, vii-viii. r>.� S. A. D. Tissor, Onanism, op. cit., p. xi.


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musical o estudiamos solos. En realidad, una de las preocupaciones de los maes­ tros era que los estudiantes lo hadan en grupo. Pero subsistfa el hecho de que el sexo solitario era sexo aud.rquico. El masturbador estaba libre de los ojos vigilantes de la autoridad y de las restricciones de la buena com pan fa, pero tam­ bien, y eso era mas importance, de la necesidad de algo o de alguien. El com­ pleto aparato del deseo -creacion, elaboracion, satisfaccion- estaba autocon­ tenido, el viejo sueno de los mercantilistas y la pesadilla de los moralistas. "Nada puede ser mas amenazante", dice Onania en lo que se convertirfa en el lati­ guillo de rigor, que una "satisfaccion que puede lograrse sin la ayuda, cuidado o conocimiento de alguien [ . . . ] a cualquier hora, un dia como cualquier otro, en la cam a o parado". Todo lo que se necesita es estar a solas y "a veces que haya oscuridad".64 El vicio solitario se halla completamente divorciado de cual­ quier cosa que vincule a un hombre, una mujer, un nino o una nina con el orden social. Incluso Richard Carlile, uno de los mas apasionados radicales sexuales del siglo XIX, se llenaba de horror ante el vicio secreto. lmaginaba un regimen utopico de sexualidad social, una regimen de relaciones afectuosas en el que "las relaciones sexuales con afecto" y sin riesgo de concepcion reemplazarian las perversiones del claustra, la falta de goce del matrimonio sin pasion y las penurias al intentar mantener mas hijos de los que se podfa. En el triste mundo contra el que luchaba, "las autoexcitaciones y la gratificacion anti natural", espe­ dficamente "el onanismo, la pederastia y otras sustituciones", se imponfan por sobre "el saludable y natural comercio entre los sexos". Recomendaba "comercio apropiado y casto" con su intercambio; sociabilidad y reciprocidad en preferencia al desdichado, enfermante y doloroso "artificial y por medias anti naturales", para calmar temporariamente las pasiones del amor. Y Carlile, al igual que todos los comentaristas del siglo XVIII, llevaba la cuestion social al ambito de la ficcion, a la masturbacion como demonio de la fantasia: "Esti­ mulamos la realidad y denunciamos el artificio", deda. En su opinion, el con­ trol de la natalidad significaba no tentarse con perversiones y disfrutar de una heterosexualidad saludable sin miedo de hijos o nacimientos.65 Onania, 1 7" ed., op. cit., p. 98. Vease cap. I , n. 1 . ''' Richard Carlile, Everywomans Book, en M . L. Bush (ed.), What is Love? Richard Carliles Philosophy ofSex, Londres, Verso, 1 998, pp. 98 y 99, y comenrario, 1 4 2 y 1 43. 64


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Los significados de los adjetivos solitario y secreto podrfan parecer bastante simples para describir un vicio. Pero ambos cargan con un gran peso cultural. No toda actividad que realizamos a solas es privada; no todo lo que elegimos no compartir con alguien es secreta. Por cierto, ninguna palabra tiene en general una connotaci6n negativa. "Solitario" y "privado" pueden ser lo opuesto, lo complementario o lo suplementario de "comunal", "publico" o "social", o bien una combinaci6n de cualquiera de aquellos. Secreto o afgo secreto, al igual que privado o afgo privado, cubren una gran variedad de casas. Pueden descri­ bir algo que nos esd. prohibido com partir o algo que podrfa ser peligroso, ver­ gonzante, inapropiado o inconveniente de conocer. Puede ser algo que se man­ tiene como sefial de confianza, amor o devoci6n religiosa: Ia plegaria privada, el secreta o Ia plegaria a escondidas. En otras palabras, privado y secreto no siem­ pre describen el ser interior como opuesto al externo, aquello inaccesible para los demas como opuesto a lo que sf es accesible. Ayudan a crear esa distinci6n: son parte del proceso moderno de autoconstrucci6n, y su resultado.66 Existe, por supuesto, una historia sabre este tema, secular y religiosa. La con­ fesi6n privada -como opuesta a Ia publica-, establecida por el Concilio de Trento, pide a cada penitente que indague cada vez mas profundamente en su alma, para pro bar no solo malos actos sino tambien malos pensamientos, malos deseos. La tradici6n inglesa protestante hacfa del cuarto de oraci6n, recinto de Ia plegaria solitaria, un camino hacia el mas intenso autoexamen, un Iugar en el que el ser privado se hallaba en clara contraste con las expresiones y aetas publicos. Si era un teatro del ser, su publico era Dios. "Para el hombre, es ciertamente secreta", an unciaba The Privie Key of Heaven; un cuarto de oraci6n es "una dmara cerrada o secreta, un Iugar de retiro, donde una per­ sona no es vista ni ofda".67 El siglo y media anterior a Onania fue testigo de "" No pretendo sugerir aquf que no habfa otro sentido de !a vida interior mas importance, o aparte, que el desarrollo del secreta y !a privacidad. Por ejemplo, puede leerse el analisis de Stephen Greenblatt acerca de Spenser en Renaissance Self-Fashioning: From More to Shakespeare, Chicago, University of Chicago Press, 1 980. "7 Vease Richard Rambuss, Closet Devotions, Durham, North Carolina, Duke University Press, 1 998, pp. 1 06 y 1 2 1 , y -en general- "The prayer closet". Libras como The Puritan Divine Y Closet-Prayer de Oliver Heywood eran inmensamente populares, y to do el genera de litera­ tura devocional privada se expandi6 en !a lnglaterra del siglo XVII tanto entre los puritan as como entre los dominances anglican as.


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una enorme elaboracion de lo privado -y lo secreto- en Ia esfera religiosa como un espacio de autoarticulacion, un Iugar no solo de retiro ffsico sino de auto­ absorcion, en su sentido positivo. Y tam bien en el mundo secular lo privado llego a ser percibido como mucho mas que una alternativa a algo. El espacio privado era el ambito donde cada individuo podia lograr sus propias ventajas, como opuesto al espacio publico en que trabajaba por el bien general. Por otra parte, de algun modo se pen­ saba que ambos deblan mezclarse. Se deda que algunos vicios privados se tra­ dudan en virtudes publicas; esa fue Ia base de una de las primeras y mayores defensas del mercado. Algunas lecturas privadas eran el cami no hacia el auto­ conocimiento y tambien el conocimiento de los demas. Los ricos reinos inte­ riores que hablan sido comarca de los santos se democratizaron; ese es el siglo en el que Rousseau escribio sus Confesiones como un monumento secular a las Confesiones de Agustin. No era otro el mundo que fue testigo de Ia crea­ cion y Ia explosion de Ia autobiograffa moderna. El reino de lo privado era Ia base de Ia sociedad civil, en Ia cual los intereses se negociaban y se contenlan unos a otros. En otras palabras, Ia privacidad y el secreto recibfan toda suerte de asociaciones positivas como sitios de Ia verdad y fundamentos del ser real. En contraste con esa afirmacion, ef vicio privado adquirio tanta importan­ cia. Era todo lo negativo, el emblema paradigmatico de Ia privacidad solip­ sista y del secreto de Ia peor Indole. La masturbacion representaba Ia privaci­ dad socialmente inadecuada y fuera de control. Los cuartos de oracion eran privilegios de los ricos, asf como los otros medios de privacidad; pertenedan a adultos que se suponfa que no los usaban para cometer abusos. Pero los adolescentes perdidos de vista, gracias a las ensefianzas de algun muchacho mayor, lujurioso, tal vez de clase baja, conocedor del sexo, o nifios de clase media a Ia merced de sirvientes sin control, eran vfctimas faciles de un vicio privado que escapaba a Ia mirada de Ia civilizacion. El com bate contra la mas­ turbacion fue uno de los principales esfuerzos en Ia larga guerra librada por ase­ gurar Ia correcta y medida privacidad de Ia burguesfa. Por mas privado que fuera el pecado, por mas solitario que fuera el acto, quie­ nes escribieron acerca de el pensaban que su origen era social, que en ocasiones se lo practicaba en grupos, y que a menudo el joven ignoraba que lo que hada era "secreto" -algo de que avergonzarse-. En otras palabras, no sabfan que deb fan sentirse culpables respecto de ciertas especies de privacidad y aislamiento social.


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(No he encontrado fuentes que sugieran que los adolescentes se masturbaran en grupos como un acto de rebelion precisamente porque supieran que los adultos lo consideraban ultrajante.) Unos pocos medicos del siglo XIX suge­ rfan que los nifios podfan descubrir Ia masturbacio n por sf solos, casualmente, al rascar sus genitales por una picazon y hallar placer con ello. Pero antes de Freud nadie formula Ia nocion de sexualidad perversamente polimorfa: ese equipamiento basico con que el o rganismo humano llega al mundo y al que Ia civilizacion debe canalizar en su curso adecuado. (Por supuesto, nadie ima­ ginaba que un feto femenino de 32 semanas en el utero, que no tuvo oportu­ nidad de aprender nada, fuera un dfa a ser observado mientras acariciaba su clitoris y evidenciaba todos los signos de placer.)68 En otras palabras, Ia mas­ turbacion debfa ser aprendida, y debfa aprenderse de alguien. El artificio exi­ gfa un artifice, e incluso un oficio perverso pareda necesitar un maestro. "En mi experiencia'', escribe Johann Georg Zimmermann, apelando a veinticinco afios de practica medica en distintos pafses, "solo una pequefia cantidad de per­ sonas descubre el vicio por sf misma''. 69 Asf, Ia existencia del sexo solitario brinda testimonio de una falla, espedficamente una falla de Ia sociedad: no inculcar Ia clase adecuada de mala conciencia. Por el contrario, se pensaba que Ia relaci6n sexual no requerfa "arte" pues Ia "naturaleza" nos Ia ensefia a todos en el momento adecuado. Asf, aprender a masturbarse lleg6 a representarse como una version secular de Ia Cafda, pues cada nueva generacion i nocente de j 6venes se hallaba disponible para ser corrupta. El rol de Ia serpiente correspondfa o a los sirvientes viciosos -nifie­ ras que jugaban con los genitales de los nifios para tranquilizarlos, otros que ensefiaban a sus pequefios amos a masturbarse por perversidad o para su pro­ pio placer- o a amigos viciosos tales como los compafieros de escuela o del vecindario. En cualquier caso, el pecado provenfa del exterior, era aprendido.

6" G. Giorgi y M . Siccardi, "Ultrasonic observation of the female fetus' sexual behavior in utero", cana publicada en el American journal ofObstetrics and Gynecology, 1 75, septiembre de 1 99 6, p. 753. r," Johann G. Zimmermann, "Warnung an eltern", op. cit., p. 453. Zimmermann se refiere aqui a los nifios; las nifias, a juzgar por sus ejemplos, tienden a aprender a masturbarse por las suyas: rascarse por picaz6n alrededor de los genitales produce placer y luego auropoluci6n sin irritaci6n. Otros medicos cuentan rnuchas hisrorias de nifias que aprendieron con arras nifias.


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El contraste persistio pese a Ia evidencia de que Ia atraccion heterosexual y las relaciones sexuales tam poco eran tan naturales. El muy divulgado caso del "nino salvaje de Aveyron", quien habfa crecido fuera de Ia sociedad y era con­ siderado un "hombre natural", sugerfa precisamente esto. En sus estudios, Jean­ Marc-Gaspard Itard pensaba que el aspecto mas sorprendente del mundo emo­ cional del nino era su indiferencia "a las mujeres en medio de los violentos cambios que anunciaban una muy pronunciada pubenad". Eso quedaba "mas alla de toda explicacion". A pesar de lo que parecfa furia ciega de Ia pasion y cambios de humor de un adolescente -"pasar repentinamente de Ia tristeza a Ia angustia", lagrimas, pulso acelerado , rostro crispado-, el nino no parecfa darse cuenta de Ia naturaleza de su pasion o de que una mujer podrfa satisfa­ cerla. E Itard era reticente a ensenarselo por temor a que quisiera satisfacer su necesidad, como todas las demas, en publico, lo que en ese caso resultarfa into­ lerable. Las duchas frfas no fueron de ayuda. ltard llego a Ia conclusion de que al no habersele ensenado las diferencias entre hombres y mujeres, algo que los demas adolescentes conocen desde antes de Ia pubertad, no podia imaginar que era lo que podia hacerse con el sexo opuesto. ltard no mencio­ naba la masturbacion, ptro su descubrimiento desmentfa Ia distincion de que se nace para Ia relacion heterosexual pero se aprende el maligno arte de Ia masturbacion. Su sujeto no parece haber encontrado nada de eso por sf mismo.70 La insistencia en que el adjetivo "secreto" diferenciaba al sexo solitario de ·cualquier otro vicio sexual tambien termino en Ia terrible evidencia que llevo a su contrario. Tissot, siempre una urraca que no puede resistirse a apoderarse de otra historia, cuenta sobre un colegio de estudiantes que, de acuerdo con un respetable periodico, "se aliviaban a veces del aburrimiento de los cjerci­ cios metaffsicos y escolasticos [ . . . ] encargados por un profesor viejo y pesado" masturbandose. Los ayudaba a mantenerse despiertos. "Esa historia no afecta demasiado Ia verdad de cuanto planteo, adonde puede llegar Ia escandalosa

70 Jean-Marc-Gaspard ltard, The Wild Boy ofAveyron [Rapports et memoires sur fe sauvage de !'Aveyron, segundo in forme 1 807] , trad. in g. de George Humphrey y Muriel Humphrey, Nueva

York, Century Co., 1 932, pp. 96-99. La cita bibliogrifica es un tanto extrafia dado que no existe un texto frances Ilamado Le sauvage de Aveyron, ni siquiera Rapports et memoires. En realidad el texto es una traduccion de Rapportfoit li son excellence fe Ministre de f'interieur sur !es nouveaux devefoppements et !'hat actuef du sauvage de !'Aveyron, Paris, 1 807, de ltard.


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disoluci6n en la j uventud", admite. Piensa que la masturbaci6n es contagiosa, que pasa de estudiante en estudiante, del sirviente perverso a su amo despro­ tegido, como !a viruela o la fiebre. Asf, esa anecdota debe ser una advertencia: las lecturas aburridas pueden derivar en una epidemia masturbatoria. En rea­ !idad, el consejo mas habitual a maestros y padres es nunca dejar sin vigilan­ cia a los grupos de nifios por temor a que el vicio salga de !a parte infectada y se expanda: "En la medida de lo posible, no dejar que los nifios bajo nuestro cui dado j ueguen o trabajen sin ser mirados", aconsej a el pedagogo C. G. Salz­ mann, ante la posibilidad de que alguien les ensefie acerca de la autopolucion y arruine a la mayoda. "Un padre necesita saber que es lo que ocurre en los rin­ cones mas rec6nditos de su casa -usar esa vigilancia que descubre el arbusto donde ha buscado refugio el ciervo, cuando ha escapado a todos los ojos-" en un esfuerzo por proteger a sus hijos, aconseja Tissot. En esa historia de !a eto­ logfa del vicio, el problema es que los nifios lo adoptan antes de saber que es secreto, solitario o incorrecto. El problema era esclarecerlos a! respecto. Era un secreto perverso; se practicaba en el recinto equivocado de un Iugar privado; debfa producir entonces verguenza y culpa que, ademas, no eran innatas. Si lo fueran, no habda hecho fa!ta un aparato tan enorme para convertir en publico a! vicio privado.7 1 Asf, los nifios debfan descubrir que !a masturbaci6n estaba mal; debfa ense­ fiarseles, p rosigue !a historia, que no solo el acto en sf sino lo que poddan considerar placeres inocentes eran, en realidad, algo horriblemente vergonzoso llamado autopolucion. Ese es el momento en que entran a escena los libros. Carta tras carta, testimonia Zimmermann, brindaban la evidencia de que el libro de Tissot, mas que cualquier otra fuente, fue el que primero inform6 a sus pacientes que la masturbaci6n estaba mal. Medio siglo mas tarde, el dra­ maturgo August Strindberg info rmaba que habfa aprendido a masturbarse a! principio de su adolescencia mediante un juego -a! ir a nadar, un nifio mayor se lo ensefi6 a los mas chicos-; nadie, dice, hizo un secreto de esto; no sentfan verguenza a! j ugar, a !a intemperie, en un muelle. Pero "pronto lo abandon<'> cuando cay6 en sus manos un libro de horrores sexuales". (Era probable­ mente el ampliamente traducido y perdurable Warnung eines jugendfteundes 71

S. A. D. Tissot, Onanism, op. cit., pp. 77, 44 y 45; C. G. Salzmann; Uber die heimlichen op. cit., p. 239.

Sunden,


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vor dem gefohrlichsten Jugendftind; oder, Belehrung iiber geheime Siinden, ihre Folgen, Heilung und Verhiitung, del obispo aleman Sixt Karl Kapff El tftulo, a un tiempo levemente insinuante y amenazador, lo dice todo: "Advertencia de un amigo de Ia j uventud al enemigo mas peligroso de Ia j uventud; o, Ins­ rrucci6n sobre los pecados secretos, sus consecuencias, cura y prevenci6n".) En otras palabras, el joven Strindberg se enter6 de que estaba cometiendo publi­ camente un pecado secreta y con eso comenz6 lo que el denomin6 una lucha contra los instintos, a los que nunca pudo dominar por completo y que dura­ ron basta que comenz6 a tener relaciones a los 1 8 afios. Sus esfuerzos por abs­ tenerse del vicio secreto se convirtieron en el campo de prueba de su autodo­ minio, un constante examen de su voluntad para resistir, un ineludible combate consigo mismo. El mas serio y reciente bi6grafo de Strindberg plantea que su personaje y que miles de otros nifios suecos se sintieron muy aliviados cuando un i nforme educativo mostr6 que no estaban solos en su vicio privado , al contrario de lo que crefan. La mayo ria de los nifios y nifias lo hadan. Ver publi­ cado y muy discutido ese informe en los peri6dicos parece haber asegurado a Srrindberg al menos que el tema era "una parte necesaria y normal de Ia expe­ riencia humana". No tenemos suficiente evidencia para saber cuan generali­ zadas estaban estas batallas internas en el siglo XIX o cuanto alivi6 su culpa asistir a su discusi6n en publico. Sabemos que, mirada desde Ia perspectiva de Freud, Ia culpa parece bastante comun y que compartirla con otros no ayuda demasiado. Tampoco sabemos c6mo, si es que lo hizo , Ia confrontaci6n de Strindberg con Ia masturbaci6n influy6 en su celebre misoginia y en Ia inuti­ lidad de las relaciones sexuales en sus obras. Por el sabemos que no tuvo una sola noche de descanso durante esa epoca de abierta culpa y tentaci6n y que las imagenes reprimidas de sus horas de vigilia lo asaltaron por afios en sus suefios, sin importar que pensara acerca de Ia normal idad de su vicio privado no tan solitario.72 7 2 C. G. Zimmermann , "Warnung an Elrern", op. cit., p. 283; Sixt Karl Kapff. Wtzrnung

einesjugendfteundes vor dem geforlichsten jugendftind; oder, Befehrung iiber geheime Sunden, ihre Folgen, Heilung und Verhiitung, durch Beispiele aw dem Leben erldutert und derJugend und ihren Erziehern an's Herz gelegt, 1 3• ed., Stuttgart, J. F. Steinkopf, 1 880 es el que consulre. August Strindberg, The Son ofa Servant: Tht· Story ofthe Evolution ofa Human Being, 1 849- 1 867, trad. in g. e intr. de Evert Sprinchorn, Garden City, Anchor Books, 1 966, pp. 84-86; Max Hodann, History ofModern Morals, rrad. ing. de Srella Browne, Londres, Heinemann, 1 937, pp. 250 y


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Desde el siglo XVIII hasta principios del XX, gran cantidad de publicaciones se orientaban no a los masturbadores sino a sus madres y padres, cuya tarea era lograr que no creyeran que Ia masturbaci6n era algo tan inocente. Hacia finales del siglo XIX, los padres, y especial mente las mad res, habian ocupado Ia delantera en instalar en sus hijos el sentido apropiado del secreto, Ia vergi.ienza y Ia culpa. A su vez, terminarian por sentir culpa a causa de las inevitables fallas de su vigilancia. La "perfecta femineidad" implicaba que una madre que viera a su nino tod.ndose no soslayara ese hecho, pensando "ya lo superad.". No podia "imaginar cuan fuertemente quedaria atrapado". La doctora Mary Ries Melendy advierte: "les digo que amen a sus hijos, vigf!enlos". El mensaje difiere poco del transmitido a los padres del siglo XVIII en cuanto a mantenerse alerta sobre actos secretos en l ugares secretos.73 En suma, Ia masturbaci6n era privada en un modo mas profunda y sinies­ tro que otras actividades, incluso las sexuales, que uno no haria en publico y por las que podria sentirse perturbado o avergonzado. Era considerada soli­ taria pese a que los n ifios parecieran aprenderla de otros nifios o de los sir­ vientes en toda clase de contextos sociales; y fue singularizada como el vicio privado entre otros vicios que tampoco eran terriblemente publicos. Era el sexo en un Iugar verdaderamente privado, privado tal como surgi6 a finales del siglo XVII y en el XVIII: lo privado como ambito interior de cada uno de nosotros en el que viven nuestros sentimientos, respuestas y sensibilidades mas intimas, tanto como Ia estructura completa del autodominio. Mas que el ser pensante del "Cogito ergo sum" cartesiano, el autentico individuo vivia en su

25 1 , dice que fue Kapff quien le conr6 al joven Srrindberg que tenia un secreto. La obra de Kapff, como muchas de las cicadas en Ia prim era secci6n de esre libro, fue un fen6meno internacional; apareci6 primero en aleman en 1 84 1 y alcanz6 la 22" edici6n en este idioma en 1 9 1 1 ; el enron­ ces "pecado secreto" apareci6 en Ia mayorfa de las lenguas europeas en rodo tipo de lugares: hubo varias ediciones alemanas impresas en los Esrados Unidos, por ejemplo, presunramente desti­ nadas a Ia amplia colectividad inmigrante. Michael Meyer, Scrindberg: A Biography, Londres, Seeker and Warburg, 1 98 5 , pp. 1 6 y 17, mientras que Ia cita pertenece a los Samlade skrifter de Srrindberg, vol. 1 8, pp. 1 84 y 1 8 5 . 7 3 Muchos d e los rrarados del siglo XVIII esran explfciramente dirigidos a maestros y padres; Tissot los tenia claramente en mente. Uso este ejcmplo de Mary Ries Melendy, Perftct Woman­ hoodfor Maidens, Wives, Mothers, K. T. Boland, 1 90 1 , una prolifica aurora estadounidense de guias medicas hogarefias y de una serie de libros para mujeres sobre Ia eugenesia.


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Iugar privado. Era el sitio de Ia verdad, de Ia revelacion; pecar allf empezo a con­ siderarse una terrible violacion, al tiempo que esa violacion ayudaba a definir sus lfmites. Para aquellos encargados del proceso de civilizacion, el sexo solitario sus­ tentaba Ia desconcertante posibilidad de lo imposible: un lenguaj e privado del cuerpo en el cual solo el masturbador conoce que significa un signo, un sistema autorregulado de fetichismo y excitacion que no se cruza en ninguna parte con Ia realidad social. Esa verdad era menos epistemologicamente radi­ cal, pero de todas formas indicaba una enorme amenaza: existfa un total­ mente privado reino de placeres y de comercio en el que tenfa Iugar Ia comu­ nicacion, que privaba a los de fuera de su papel de interlocutores. Ese mundo no podfa regularse socialmente pues, por definicion, no estaba a Ia vista. Se desarrollo un cabal estilo paranoico entre pedagogos, medicos, padres, curas y clerigos cuando observaron entre los jovenes una epidemia del vicio que no se articulaba en ningun punto con el mundo real y manejable. Se podfa ensefiar a los nifios que Ia desnudez era vergonzosa usando ropa y castigandolos para que no se quitaran Ia que llevasen puesta; se podfa predicar contra Ia fornica­ cion con m ultitud de ejemplos. Debfa movilizarse Ia vergiienza para que los jovenes, especialmente las muchachas, se comportasen con castidad y recato. Pcro 2como predicar contra algo que los nifios hadan sin saber que estaban haciendo algo malo, sin pensar en ias consecuencias, sin considerar que podfan ser reprendidos? La vergiienza era casi por defi nicion publica; uno se aver­ gonzaba ante los ojos de otro. La masturbacion escapaba a todo esto. Onania inauguro ese temor a Ia privacidad primitiva -Ia masturbacion como un lenguaje privado- a comienzos del siglo XVIll; y el tema nunca desapare­ cio: personas de ambos sexos, segun parece, siguieron masturbandose, creyendo que no sufrirfan dafio alguno, sin idea alguna de recato, sin restricciones. Y los crfticos continuaban preocupandose al respecto en esos terminos. "Ese truco de Ia infancia", el "primer pecado infantil [ . ] que infecta co n fuertes habi­ tos de impureza" segun Onania, devino, en Freud, "los cimientos para Ia pri­ mada futura ejercitada en Ia actividad sexual por Ia zona erogena" . Freud querfa decir que censurar Ia masturbacion genital marca a los organos para el gran futuro que tienen ante sf; las nifias, por supuesto, deben reaj ustarse, pero ese es un tema que se desarrollara mas adelante. La incompetencia para colo­ car un corse cultural a Ia masturbacion infantil podrfa, segun Freud, "consti. .


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ruir la primera gran desviacion en el curso del desarrollo preparado para los hombres civilizados". Con el paso de los afios, Ia masturbacion -o, mas espe­ dficamente, Ia sublimacion de Ia masturbacion y Ia consiguiente culpa- siguio largamente este pensamiento. En 1 9 1 5 , comentaba Freud en una nueva edi­ cion de Hes ensayos sobre Ia sexualidad, que Ia pregunta de por que el sentido de culpa de los neuroticos se vincula a! recuerdo de alguna actividad mastur­ baroria, usualmente durante Ia puberrad, rodavfa aguarda un analisis exhaus­ rivo, pues Ia verdad de Ia observacion esta fuera de discusion. En 1 920, afia­ dio que Ia masturbacion es Ia ejecutora de toda Ia sexualidad infantil, y que por lo tanto toma toda Ia culpa que se le atribuye. Lo curiosa es que Ia masturba­ cion viene a representar una culpa sab re el placer secreta, placer sin ninguna funci6n social redentora, que se ve casi como primitivo -Ia culpa original- y que, sin embargo, es el resultado de mucho esfuerzo culruraU4 Con esto , no hago una mera lectura en retrospectiva de Freud. Comen­ zando con Onania, Ia desesperacion mo ral de dos siglos de literatura refe­ rente a! pecado solitario se arraigaba en Ia sensacion de que podfa existir un reino de lo privado a! que no podfa acceder el proceso civilizatorio. Se podfa impedir Ia violencia si se prohibfan los cuchillos y se detenfan las peleas, se podfan establecer los lfmites de Ia integridad corporal con lecciones acerca de los modales en Ia mesa, y estfm.ulos para Ia genre educada que habrfa de eva­ cuar en privado y se veda disuadida de escupir y eructar en publico; se podia refo rzar Ia disciplina en las escuelas y en el ejercito. Todo eso consistfa en crear en los espacios publicos Ia clase de personas que pudiera controlar sus cuerpos en publico o en privado. La masturbacion fuera de Ia vision publica pareda capaz de pasar desapercibida. Se volvio una rransgresion especialmente horrible no porque Juera privada y solitaria, sino porque estaba conformada como para ser ejemplo de lo privado y lo solitario en sus aspectos negativos. Representaba el lado oscuro de un estado muy admirado, Ia amenaza de Ia independencia y Ia autonomfa. La culpa respecto del placer inagotable y aso­ cial, y Ia vergiienza ante Ia posibilidad de que se descubrieran los deleites de los individuos, fueron creaciones de una epoca que creo el imperio de Ia pri7 4 Onania, 1 7• ed., op. cit., p. 1 8; Sigmund Freud, Three Essays on Sexuality, en Complete Works, op. cit., val. 7 , pp. 1 87 y 1 87-221 en general [trad. esp. : Tres ensayos sabre teoria sexual, en Obras completas, op. cit., r. VII].


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vacidad y su pervertido Doppelganger. En otros terminos, a medida que se creaban las virtudes de privacidad, soledad y autonomfa, tambien se definfa su vicio. Freud plante6 alguna vez que era facil cometer un crimen pero diff­ cil bo rrar sus huellas; encontrar los signos de Ia transgresi6n i nterior es preci. . . y sus sucesores se propus1eron rea, Izar. 75 samente 1 o que 0nama Pero los contempod.neos paredan reconocer que esos signos no eran con­ secuencia natural de ese acto, aunque no reconocieran lo parad6jico de su anilisis. Era inevitable que Ia masturbaci6n fuera, o debiera ser, secreta pues era manifiestamente vergonzosa. Todos debfan hablar de Ia vergiienza que pro­ vocaba, y sus supuestas consecuencias -culpa por sucumbir repetidas veces a un placer vergonzoso, miradas desviadas, melancolfa y decepci6n- no podfan simplemente darse por descontadas. Sf, eran evidentes, pero recien despues de que Ia cultura hiciera su trabajo. Sf, mucho del daii.o de Ia masturbaci6n surgfa de las torturas del secreto; pero el secreto no era claramente inherente al acto. De no verse perturbada, "Ia perversion solitaria no encuentra obsticu­ lo"; alguien debe vigilar atentamente a! nino -aquf Tissot cita a Rousseau- para intervenir, ensefiarle que su entretenimiento aparentemente inocente es, de hecho, mortal y profundamente desmoralizante. Pero, con todo, Tissot y muchos otros crefan que el caricter antinatural del sexo solitario -su interioridad- pro­ duda de algun modo un ponzofioso secreto casi propio. Aquellos que estin "seducidos por el sexo natural deben ser perdonados", sostenfa Tissot; simple­ mente han sucumbi do a Ia excesiva gratificaci6n de "lo que Ia naturaleza grab6 en su pecho". Pero el masturbador "esti torturado por el secreto, por cuin horrible apareceri frente a Ia sociedad de ser descubierto" a causa de los orfgenes antinaturales de su deseo. Tissot cita una carta -probablemente genuina­ de un paciente que piensa que todo el mundo puede leer en su rostro que se rnasturba; eso "vuelve toda compafifa insoportable" y lo lleva a Ia soledad, cir­ cunstancia que le produce melancolfa, lo cual mas tarde conduce a otros sfn­ tornas de todo tipo.76 Un medico de principios del siglo XIX -uno entre muchos- criticaba a Tissot porque creaba tanta angustia que sus pacientes pensaban que tenfan sfntomas 75

Mi idea del proceso civilizatorio surge, por supuesto, del clasico de Norbert Elias, The Civi­

lizing Process, rrad. ing. de Edmund Jephcott, Nueva York, Urizen Books, 1 978. 76 S. A. D. Tissot, Onanism, op . cit., pp. 74, 85 y 1 52.


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causados por Ia masturbacion y que, en realidad, ten ian otros origenes: el escor­ buto, por ejemplo. El propio Tissot pensaba que tal vez habia ido demasiado lejos y se sintio decepcionado por una carta hipocondriaca tras otra de perso­ nas que comentaban estar enfermas por haberse masturbado de nifios. Pronto dejo de responder y anuncio que ya habfa dicho lo suyo al respecto y que se retiraba. Pero esa critica, esa conciencia del o rigen de Ia angustia no pudo evi­ tar que el mismo medico del siglo XlX sugiriera, como si fuera un hecho natu­ ral, que Ia gratificacion sexual solitaria en cualquiera de los sexos era "tan ajena a Ia dignidad humana'' que las personas que se entregaban a ella sufrian los mismos efectos fisicos colaterales de las relaciones sexuales excesivas agra­ vados por "un angustiado estado de arrepentimiento". Uno de los tratados anti­ masturbatorios mas virulentos de finales del siglo XIX anunciaba como un Iugar comun que "el mas constante e invariable" asf como el mas temprano indice de que alguien se masturbaba era " Ia mirada baja, recelosa, y Ia disposicion a Ia soledad"?7 Hasta hoy, Ia masturbacion ha soportado Ia idea de que es patologica y trans­ gresora en su secreto, por mas que ya nadie crea que causa horribles enferme­ dades y que muy pocos Ia ubicarian por sobre Ia sodomia, el adulterio o el sexo prematrimonial en su jerarquia de defectos. Es Ia actividad sexual mas difundida, y sin embargo Ia genre es mas remisa a hablar al respecto que de cualquier otra; es uno de los muy pocos temas realmente perturbadores para ventilar en publico. Entrevistadores expertos, autores de un reciente estudio a gran escala, claramente profesional, no se sentian perturbados cuando pre­ guntaban a viva voz sobre el sexo anal y las relaciones con el m ismo sexo; bal­ buceaban a! averiguar si sus entrevistados se masturbaban. Solo las preguntas sobre los ingresos personales ocasionaban una reticencia parecida, lo que es sugerente respecto de que se considera personal en nuestra sociedad. Debio usarse un cuestionario autorregulado en Iugar del protocolo habitual. Pero en ese caso no solo estaban en j uego las sensibilidades de los enrrevistadores. Funcionarios oficiales que deseaban averiguar muchas otras cosas insistieron 77 S. A. D. Tissot, Onanism, op. cit., pp. 44 y 85; Martin Bree, Observations on the Venereal Diseases, and Certain Disorders Incident to Either Sex, from the Pernicious Habits ofYouth (i 1 780?), Londres, 1 800, pp. 78 y 80; Leonard Barkan, 'The beholder's rale", op. cit.; Nicholas Francis Cooke, Satan in Society ( 1 870), Cincinnati, G. F. Hovey, 1 882, p. 1 00.


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en que las preguntas sobre masturbacion se excluyeran del cuestionario. Los hombres que fueron j uzgados "irresponsables" respecto de distintos instru­ mentos de investigacion y que fueron visitados cinco o mas veces para asegu­ rar Ia fiabilidad estadfstica del estudio fueron tambien especialmente reticen­ tes a revelar si se masturbaban o no.78 Tam bien otros estudios han descubierto que ningun aspecto de Ia conducta es mas sensible -mas oculto para Ia mirada colmada de curiosidad de Ia ciencia social- que Ia masturbacion. Es, en cierto modo, una especie secreta de sexualidad que existe hoy, legado de los esfuer­ zos de tres siglos y de Ia formulacion o riginal de Onania. La gran pregunta moral del perfodo moderno serfa como el individuo pri­ vado, con todos sus des::os, fantasias e innumerables necesidades, se las puede arreglar con el mundo exterior. Y mas especfficamente, como puede ser movi­ lizado para el bien publico. Un individuo privado autonomo no era -no pod fa ser- autarquico si habfa de existir Ia sociedad. Pero Ia masturbacion sugerfa que acaso esta verdad no fuera un hecho de Ia naturaleza sino una construccion de Ia cultura. Llego a representar los peligros del colapso solipsista, de Ia privaci­ dad siniestra en un tiempo en que lo privado se vela enaltecido por econo­ m istas, escritores y artistas como depositario de tantos bienes. En las batallas contra el vicio privado, se combatio Ia guerra por civilizar y socializar a! ser interminablemente deseante.

La arnenaza del exceso Rousseau, siempre dispuesto a Ia reflexion psicologicamente astuta, siempre presto a transformar una angustia personal en una verdad general, lo percibio cabalmente cuando tomo en consideracion Ia masturbacion en sus Cor�{esio­ nes. Era, dijo para Ia posreridad, "el suplemento peligroso": allf siempre habfa algo mas, algo ilimitado, algo que no podfa ser satisfecho ni tenia reposo. Cuando se masturbaba, nos cuenta el mayor y mas original de los filosofos, lo hacfa para conjurar una imagen o historia sexualmente excitante: se excitaba y satisfacfa su deseo, todo sin recurrir a nadie. Nada habfa que le impidiera 78 Edward 0 . Laumann, John H. Cagnon et a!., The Social Organization ofSexuality: Sexual Practices in the United States, Chicago, Chicago University Press, 1 994, pp. 8 1 y 564.


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hacerlo una y otra vez, "con" quien quisiera, cuando quisiera y sin ninguna saciedad natural. En eso estribaba su atracci6n fatal y las semillas de Ia ruina. Los masturbadores eran capaces de disponer, por asf decir, del sexo femenino a su antojo y de hacer lo que quieran para tentarlas a servir a sus placeres sin necesidad de obrener p ri mero su consenri­ mienro. Seducido por esa fatal ventaja, emprendo Ia desrrucci6n de Ia consriru­ ci6n robusta que Ia Naruraleza me ha resriruido.

En el sexo heterosexual -para el cual el onanismo era el "peligroso suplemento"­ habfa siempre alguna restricci6n externa: uno podfa ser rechazado, uno podfa perder el interes en Ia mujer que tenfa a disposici6n.79 Sin embargo, Ia masturbaci6n estaba fuera no de tal o cual forma de res­ tricci6n, sino de cualquier lfmite. No habfa modo de detenerla porque era terrible­ mente facil, porque era tan atractivamente gratuita, porque pareda escapar de todas y cada una de sus consecuencias, porque estaba perfectamente fuera de Ia civilizaci6n exterior. Onania ya estaba en esto: algunos hombres restringieron las visitas a prostitutas por su mezquindad o su pobreza; otros se abstenfan de Ia fornicaci6n por temor a Ia enfermedad; algunas mujeres remfan tener hijos; y las viudas lascivas temfan perder sus fortunas, sus libertades o sus reputaciones si tenfan relaciones con un hombre. Pero Ia masturbaci6n se hallaba fuera de Ia costumbre, Ia economfa y Ia ley; ningun estatuto Ia controlaba, como cuando las personas incurrfan en Ia sodomfa. Su consecuencia era ningun castigo. 80 El padre del utilitarismo britanico, el reformista legal del siglo XVIII Jeremy Bentham, usa el alejamiento del mundo que proporciona Ia rnasturbaci6n como una especie de argumento por reductio ad absurdum contra las sanciones cri­ minales contra otros actos sexuales. "De rodas las irregularidades de los apeti­ tos sexuales", Ia "mas indiscutiblemente perniciosa'', Ia que es "mas incompa?·; Jean-Jacques Rousseau, Conftssions, trad. ing. de J . M. Cohen, Baltimore, Penguin, 1 963 (I a ed. : 1 9 57), p. I 09 [rrad. esp.: Conftsiones, Barcelona, Planeta, 1 993] ; Jacques Derrida hizo famosa su idea de que Ia masrurbaci6n es ai sexo lo que Ia escritura ai discurso, Ia imagi­ naci6n a Ia realidad. Es el correlato en el cuerpo de lo ilimirado del lenguaje. OfGrammato!ogy, rrad. ing. de Gayarri Chakravorry Spivak, Balrimore, John Hopkins University Press, 1 976, pp. 1 44- 1 52. 80 Onania, 8• ed., op. cit., pp. I I y 1 2 . Vease cap. I, n. I .


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rablemente enervante que cualquier acto de ese tipo" que Ia ley debe proscri­ bir -bestialismo, sodomfa, y tal vez "lesbianismo"-, Ia unica mas enervante "que cualquier otro ejercicio de Ia capacidad venerea" , Ia unica mas dafiina para e1 bienestar de Ia sociedad, permanece fuera del alcance de los poderes de polida del Estado . Si Ia masturbaci6n puede circular libre de control, lo mismo deberfa pasar con Ia sodomfa.81 Bentham pensaba que Ia hostilidad contra Ia sodomfa se debfa a una irracional antipatfa por el placer -el fundamento de su cilculo utilitario- y a una exageraci6n de sus costos sociales. Ni siquiera el te6rico mas partidario del placer del siglo podfa encontrar un Iugar para el sexo solitario en su filosoffa. Otros pecados podfan evitarse si se practicaba Ia precauci6n y se evitaban problemas: "No nos dejes caer en Ia tentaci6n", ensefi6 a rezar Jesus a sus segui­ dores. Pero uno no podfa librarse de este mal. Es tan atractivo, como observa Ia familia de panfletos de Eronania, a causa de Ia "gran facilidad para embar­ carse" en el; es tan comun porque, una vez iniciado, "es diffcil escapar dado que Ia incitaci6n llega desde adentro nuestro". "La tentaci6n y el traicionero estfmulo siempre nos acompafian", y no consiste en un crimen que pueda dete­ nerse o a! menos morigerarse como cualquier otro pues es privado. "Una vez comenzado es casi imposible detenerlo"; una vez que el masturbador esra encen­ dido de deseo, nada parece apagar el "fuego interior".82 Treinta afios despues, Tissot ofrece explicaciones mucho mas sesudas de por que debfa ser asf, pero abundan en el mismo sentido: Ia masturbaci6n es exceso. El onanista nunca esra satisfecho, sino que quiere mas y mas; Ia urgen­ cia por masturbarse siempre excede cualquier urgencia natural; siempre es el suplemento, siempre esta fuera de control. Sociol6gicamente, Ia historia es tal como aparece en Onania y como se ve mas o menos en cualquier otro enfo­ que del tema durante siglos: "No hay lfmites para Ia corrupci6n solitaria, que es ilimitada". Fisiol6gicamente, Tissot explica el exceso en terminos de otras " ' Jeremy Bentham, "Essay on pederasty", edici6n al cuidado de Louis Compton, reprodu­ cida en journal ofHomosexuality, 3.4, verano de 1 978 y 4. 1 , 1 978, segunda parte, pp. 10 I , I 02 y passim [trad. esp.: De Los delitos contra uno mismo, Madrid, Biblioreca Nueva, 2002] . "2 No doy el numero de paginas porque, como sefiale antes, cada edici6n de Eronania y de Curse ofOnan estaba paginada de modo diferenre y varias ediciones no esran claramente nume­ radas. Eran, ante rodo, copias masivas destinadas a propaganda y no adhedan a las pd.cticas literarias mas elevadas.


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funciones corporales. La parte del cerebro ocupada en pensar en Ia masturba­ ci6n semeja un musculo que se ha extendido o del que se ha abusado durante un largo perfodo de tiempo. Por lo demas, su perversidad es tan intensa que se inscribe permanentemente en el cuerpo -"Ia esperada emoci6n que no puede ser detenida"- 0 se tensa tanto que el m usculo esra exhausto "por fatiga per­ petua'', sin posibilidad de recuperarse. Alternativamente, sugiere, el masturbador es como alguien que ha arruinado su eliminaci6n de desechos por "un mal habito", casi como el abusador de laxantes y alguna otra intervenci6n anti natural en nuestros intestinos o vejiga. Normalmente, sefi.ala, la necesidad de defecar u o rinar esra "signada por cier­ tas condiciones". Se necesita realmente desprenderse de a!go y se hace. Pero esa economfa natural puede estar "tan pervertida'' que las evacuaciones ya no depen­ den de !a "cantidad de materia por evacuar". Entonces, el cuerpo supera lo que necesita y entra en una zona en !a cual el principio de realidad esta en sus­ penso. Ahora no gobierna lo que hace. "Nos atamos" -dice, y con ello expande esta analogfa- "a querer sin necesitar, y ese es el caso de los masturbadoreS'. Im pul­ sados por Ia imaginaci6n y no por !a naturaleza, los masturbadores se distan­ cian de !a necesidad social e incluso fisiol6gica, molesta y aurarquica: !a mas­ turbaci6n es, por naturaleza, excesiva y abusiva. "Esto es lo mas peligroso porque se tiene incesantemente !a posibilidad de hacerlo", nos dice el diccionario medico frances estandar en el siglo XIX. 83 En el siglo XVIII, !a masturbaci6n se pareci6 mas a lo que se podrfa !lamar una adicci6n: esclavizaba como el alcohol, las drogas o algun otro objeto de irrefrenable deseo. Su herencia intelectual tiene rafces no tanto en !a antigua concupiscencia sino en Ia colecci6n plat6nica de jarras siempre vaciadas: "de las almas de los tontos, donde sus apetitos estan localizados". Como el apetito del masturbador, esas almas no pueden saciarse: a mayor corrupci6n, mas corrupci6n aun pedfan. Onania esta !lena de cartas de aquellos que intenta­ ron ponerle freno pero a quienes les result6 imposible "mantener Ia mente libre ' 3 Frases como las siguientes esd.n en todas partes en Tissot y otros autores de los siglos XVIII Y XI X . El secretario de Esrado de Basilea escribe a Tissot elogiando su libro sobre el onanismo -"una

pro ducci6n de las suyas"- y diciendo que los medicos deben "ayudar a Ia juventud a preservarsc de Ia violencia de los deseos que los llevan a excesos" mientras "producen esos horribles des6r­ denes, al punro de afecrar su felicidad y Ia de Ia sociedad". Onanism, op. cit., p. 149; E. Lime, Dictionnaire de medicine, 1 2• ed., 1 865.


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de pecado, o al menos de Ia imaginacion vana y enloquecida"; otros informan masturbarse ocho veces en una hora, lo que mas que apagar el fuego "lo ati­ zaba''. Un repone de una autopsia estaba destinado a mostrar que una mucha­ cha murio de "insuperable" deseo y toqueteo, algo que se evidenciaba en su ' . "Nad a pue d e ser mas ' perverso" , se nos d .1ce. 84 ' cad aver po r eI estad o d e su cI!tons. Con !eves cambios, las explicaciones de Ia masturbacion efectuadas por Tissot podrian provenir de un programa moderno de los doce pasos: se necesitan muchos esfuerzos para adquirir un habito que a cada momenta llama a Ia imaginacion [ . . ] La vision de cualquier objeto femenino crea deseo en mi [ . ] Mi alma corrompida esta demasiado dispuesta a representar en mi fantasia objetos de concupiscencia [ . . . ] Lo combato, pero el conflicto me agora [ . . . ] Si pudiera enconrrar alguna forma de aparrar esos pensamiemos [ . . . ] creo que mi cura seria posible. .

. .

Tissot recordaba que un compafiero de estudios en Ginebra habfa llegado a tal "inrensidad en Ia pd.ctica de estas abominaciones que era incapaz de abs­ tenerse de elias". Un relojero informaba que su alma era esclava de Ia mastur­ bacion a pesar de Ia debilidad que senrfa con cada reiteracion, y deda que era "i ncapaz de tener cualquier o tra idea, y Ia repeticion del crimen se volvio cada dfa mas frecuenre". Un pobre nino de 6 o 7 afios habfa aprendido el vicio de un criado; su "furo r por el acto" era tan grande que "no pudo pri­ varse de el hasta los ultimos dfas de su vida'', y en su !echo de muerte, cuando se le dijo que Ia masrurbacion acelerarfa su deceso, se consolaba con Ia idea de que demorarfa menos en ver a su padre muerto en el cielo. Los observa­ dores de los siglos XVIII y XIX hablaban acerca de Ia masturbacion con Ia misma amalgama de repulsion moral y reticenre simpatfa con Ia que consideraban Ia adiccion a las drogas. Su punto dave era que no habfa lfmites naturales para ese vicio; a diferencia de otros deseos -de comida, bebida o incluso sexo hete­ rosexual-, este soJo producfa mas deseo, no SU Satisfaccion.H) " Onania, op. cit., pp. GO, 149, I 73 y 1 74. La imagen plar6nica esti en Gorgias, 493a-d. Use Plar6n, Complete Works, ed. John M . Cooper, Indianapolis, Hackett, 1 997, p. 836. "' S. A. D. Tissot, Onanism, op. cit. , pp. 79, 77 y 24. Es orra hisroria si decidimos creer en el planreo de que el nifio en cuesti6n lo hizo durante sus lecciones y que muri6 miserablemente a causa de su adicci6n a Ia masturbaci6n.


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Muy pronto el lenguaje de Ia adicci6n y el de Ia masturbaci6n avanzaron a Ia par. Tissot hablaba de un joven que "se habfa entregado a Ia masturbaci6n" a los 1 5 afios y que ya a los 23 "estaba en una especie de intoxicaci6n". Tho­ mas Trotter, quien tiene el credito de Ia explicaci6n cLisica del alcoholismo, con sideraba Ia adicci6n que sostiene su fama casi en los mismos terminos que Tissot. Daba como resultado "muerte subita, apoplejfa, pad.lisis, hidropesfa, locura y una in fame lista de perturbaciones mentales y recafdas nerviosas". Es el nacimiento de cierto medio cultural: "el estado actual de Ia sociedad, donde Ia especie humana esd. casi separada de Ia naturaleza [ . . . ] [donde] Ia moda lo gobierna todo". En resumen, el artificio desata un deslizamiento a Ia adic­ ci6n, y el alcoh6lico, a! igual que el masturbador, "pierde a sus antiguos ami. . gos y parece re h u1r sus reI acwnes honora bles" . 86 Pero Ia adicci6n a Ia masturbaci6n parecfa aun mas insidiosa que Ia adic­ ci6n a! alcohol, porque su estfmulo siempre estaba a disposici6n en el sensual y cilido hogar de Ia mente. La licencia, el control de las horas, el costo eco­ n6mico que regulaba Ia provision de opio y de bebidas no producfan proble­ mas. Cada objetivo estimulaba a! otro, una excitaci6n hada mas probable Ia siguiente, y un movimiento hacia los genitales hada casi inevitable Ia cafda en Ia adicci6n: "Un alma incesantemente atrapada en pensamientos voluptuosos causa que los espfritus animales se deslicen a los genitales, que por los repeti­ dos toqueteos se vuelven mas labiles [mobile] y mas obedientes a Ia imagina­ ci6n disoluta". Esto, dice Ia entrada de Ia masturbaci6n en Ia Encyclopedie, redunda en mas erecciones, o rgasmos, espasmos y convulsiones en una cata­ rata de excesos. Siete decadas mas tarde, una fuente considerablemente me nos elevada hablaba en los mismos terminos: los genitales "se familiarizan tanto con los dictados de Ia imaginaci6n que incluso se excitan mas pronto por esta m6rbida y viciosa influencia". El sexo solitario produce "esa especie de luj uria o apetito que crece con lo que los alimenta'', advierte un tratado de autoayuda

xc, Thomas Trorrer, An f:ssay, Medical, Philosophical, and Chemical, on Drunkennes and Its l:jfects on Human Bod, Londres, 1 804, vol. 2, pp. 1 44 y 1 70. "Ii·orrer ( 1 760- 1 832) fue un muy

publicado cirujano naval. La cosrumbre de moda de la que habla aquf Trotrer es la declinacic\n

del amamanramienro, que daba como resulrado que los bebes ruvieran dolores de esrc\mago; se los rraraba con medicinas que conrenfan alcohol, lo que llevaba a necesirar mas alcohol, y asf sucesivamenre.


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a pri ncipios del siglo XIX. "Tu, que eres adicto al sexo solitario", apela otro, debes en tender que es un hecho muy conocido para los fisi6logos que Ia mas足 turbaci6n excita y agita m ucho mas el sistema que Ia relaci6n sexual: "A con足 secuencia de las facilidades para repetir el crimen y de Ia decepci6n que causa, hace rapidos estragos en la constituci6n"Y Hacia el siglo XIX, sigui6 su brecha desde Ia medicina hacia las reflexiones de las almas sensibles. Cuando mencione por primera vez que ei crftico ruso Vissari6n Belinski comenz6 a masturbarse como un sobreexcitado estudiante repentinamente expuesto a Schiller y Byron (vease p. 75), no conte el resto de Ia historia. Comenz6 cuando el anarquista Mijafl Bakunin le con fes6 (a! comienzo de Ia amistad entre los dos j6venes) que recientemente habfa logrado triunfar en una enorme lucha psfquica y que ya estaba l isto para una vida espiritual plena. Habfa sido un o nanista, anunci6 como un gesto de intimi足 dad y apertura, y finalmente se habfa curado. Para no ser menos en este duelo de mutuas revelaciones, Belinski info rm6 que el tambien se habfa masturbado, y que habfa comenzado en esa etapa de Ia vida en que Bakunin se habfa librado del habito. A los 1 9 afios, mientras estudiaba en Ia universidad, !a poesfa lo habfa lievado a eso. Era un serio sufrimiento moral para alguien ya adulto. La imaginaci6n estaba insoportablemente invadida, le dijo a su nuevo amigo; todo su cuerpo se sacudfa con fiebres y calores, y su unico escape de ese "desagra足 dable suefio" en que lo habfa introducido !a literatura habfa sido Ia aun mas desagradable rcalidad de !a masturbaci6n. Finalmente se sobrepuso a sf mismo, lenta y met6dicamente, como un adicto en un grupo de autoayuda: primero se limit6 a dos veces por semana, luego a una vez por mes, finalmente una vez a! afio. Su excusa pareda salida directamente de Onania: Belinski decfa que habfa adquirido ei habiro por ser demasiado tfmido con las chicas y que habfa seguido porque no podia detenerlo una vez que habfa empezado. Tras estas revelaciones, los dos hombres se convirtieron en "eternos amigos", pues habfan

'7 "Mansuupration", en Encyclopedie, vol. I 0, p. 52; T. M. Caton, A Practical Treatise on the Prevention and Cure ofthe Venereal Disease, Londres, 1 8 1 4 , p. 90; Goss and Co., Aegis ofLife, op. cit., p. 57; [R. ] . ] Brodie, cirujanos consultores, The Secret Companion: A Medical Work on Onanism or Self-Pollution (c. 1 830). El balsamo de Zeylanica -sea lo que sea- a 4 chelines y

6 peniques Ia botella, mas pildoras purificadoras de vegerales podfan curar Ia adicci6n. Se advierte a los usuarios que no se preocupen si Ia medicina no funciona del rodo.


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sido ran honestos y francos respecto de sus luchas, tan reveladores en sus pesa­ res y sus cafdas. Por supuesto, hay en esto un denso clima de homoerotismo; pe ro el contexto explfcito es Ia noci6n romantica de que Ia amistad se sostiene en el compartir de las almas. Sin embargo, nada hay en el tono de su inter­ cam bia que sugiera Ia ir6nica parodia del episodio de Seinfeld -sobre el que se hablara mas adelante-, en que los protagonistas apuestan quien puede man­ renerse mas tiempo sin masturbarse. El horror del siglo XIX se ha convertido en !a broma de finales del XX. 88 El alcoholismo y el onanismo estuvieron vinculados en varios niveles durante los siglos XVIII y XIX. La copia de Tissot de Ia Wellcome Library, por ejemplo, estaba adjuntada a otra obra sobre Ia masturbaci6n y alguna vez perteneci6 a Ia Society for the Study of Addiction, antes Ia Church Temperance Society. En 1 826, un diccionario medico frances definfa abuso como el uso impropio de algo: por ejemplo, "abus des liqueurs alcoholiques" 0 "de soi meme", el abuso de bebidas alcoh6licas o de sf mismo. De hecho, esta noci6n de Ia masturba­ ci6n como excesiva, compulsiva, irrefrenable por naturaleza recorre el siglo XlX hasta el XX. La masturbaci6n "es peligrosa en Ia misma proporci6n en que uno puede realizarla incesantemente", deda o tro diccionario frances publi­ cado en Ia epoca en que Freud estudiaba medicina en Parfs. 8 9 El joven Sigmund Freud pudo pasar por sobre una tradici6n de casi dos siglos a! escribir en una carta a su mejor amigo, Wilhelm Fliess, que Ia masturbaci6n era la adicci6n primaria -con lo que se refiri6, pienso, a Ia p rototfpica o a! modelo-, de Ia que luego sedan un sustituro el tabaco, el alcohol, Ia morfina o, en el caso de Dostoievski, el juego. El onanismo coloca al ser y a su cuerpo en este peligroso camino, del mismo modo que supuestamente Ia marihuana coloca a sus consumidores en el camino que Ileva a Ia herofna. En realidad, "una moderada masturbaci6n", escribe en el siglo XX un medico frances, acrivista socialista y de otras causas, "es una ilusi6n del mismo modo en que lo son Ia '" V. Sazhin, "The Victor's hand: Selections from the correspondence between V. Belinsky an d M. Bakunin", en Erotica in Russian Literature from Barkov to the Present [Erotika v msskoi literature ot Barkova do nashij dnez] , numero especial de Revista Literaria [ Literaturnoe obozre­ nie] , Moscu, ! 992, p. 39. "'' "Abus", en Nouveau Dictionnaire de medecine et de chimrgie, val. I ; E. Lime, Dictionnaire

de midecine, op. cit.


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moderada adiccion a! opio o Ia moderada adiccion a Ia cocafna". El alcoh6lico, el morfinomano y el onanista se hallan en el mismo camino al desastre, pensaba en 1 926 este medico, un hombre progresista en temas sexuales. 90 El grito del adicto sofoca las agonfas mas Intimas, mas privadas de los mas­ turbadores de principios del siglo XX, cuyas voces ofmos en las cartas a Marie Stopes, Ia militante por el goce sexual en el matrimonio, preguntandole que hacer. "Durante el afio pasado he realizado ingentes esfuerzos para salir", escribe un hombre; en un mal mes ocurrfa cada seis dfas o algo por el estilo. "�Hay a! go que pueda hacer aparte de los constantes esfuerzos y el autocont rol?", implora. "Me es imposible ahora dejar el vicio", escribe otro. �Ayudarfa Ia cir­ cuncision? "Lo tengo mas o menos bajo control", dice otro; "finalmente casi he triunfado en romper con el habito", pero no antes de un quiebre ffsico. A veces, Stopes recibe noticias alentadoras. Como un alcoholico ante una reu­ nion en AA que anuncia hace cuanto se ha liberado de Ia bebida, un mastur­ bador reformado escribe triunfalmente en 1 929 que no "ha habido una sola instancia en Ia q ue haya debido recurrir a Ia masturbacion desde finales de 1 9 1 5". Otro le agradece sus libros, por sus pensamientos, que "a menudo me ayudan a superar una terrible lucha por abandonar el autoabuso" 9 1 Han coexisrido por siglos las explicaciones psicologicas y fisiologicas de por que los abusadores de sustancias y de sf mismos encuentran dificultades para abandonar el habito. En una fecha tan tardfa como 1 923, un importante libro de ref�rencia ingles o freda una explicacion que no difiere demasiado de Ia que figura en Ia EncyclopMie. Primero, Ia imaginacion pone en marcha el sis­ tema. En los hombres, Ia masturbacion tiene inicialmente el mismo e fecto que el coito; pero cuando se Ia repite con frecuencia, causa congestion prosti­ tica, que provoca sefiales al cerebra que este devuelve, lo que resulta en "hipe1·estesia, de manera que se forma el drculo vicioso". En las mujeres parece fun-

�o The Complete Letters ofSigmund Freud to Wilhelm F!iess, 1887-1904, rrad y ed. de Jeffrey Masson, Cambridge, Mass., Belknap Press of Harvard University Press, 1 985, p. 287 y n. 78; Andre Lorulot, La Veritable Education sexue!!e, Paris, Les Editions Georges-Anquetil, 1 926, p. 24 1 . Se rrata en este contexro de un libra que discute el celibaro -especialmente el clerical­ y ofrece consejos para relaciones heterosexuales romanticas y felices. "' Stopes Papers, Wellcome Library, A 228, 229, 220, 1 28 , 1 1 7. Expresiones similares apare­ cen en muchas otras cartas.


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cionar de identica manera, aunque no queda clara que, en ausencia de pros­ rata, envfa Ia sefial. Y en cuanto a Ia "masturbacion ffsica" -aquf regresamos claramenre al campo del siglo XVIII-, las partes fundamentales del cerebra envfan sefiales a los genitales, como en un coito normal; pero dado que se repite tan a menudo el acto, esos centros quedan hiperirritados. Asf, "se requiere de imagenes mentales cada vez mas y mas fuertes para Ilevarlos a la actividad". "La tensio n nerviosa en los centras mas desarrallados puede imaginarse facilmente."92 Desde el siglo XVIII hasta el XX, Ia masturbacion moderada, a! igual que el uso moderado de herofna, parecfa imposible. Masturbarse era masturbarse en exceso, ser presa de un indetenible deseo. Esta opinion era inherente a Ia logica del sexo solitario, dirigido como estaba por Ia imaginacion, practicado por fuera de las restricciones sociales, que se hallaba en los comienzos de un sentido moderno del secreta. Y las observa­ ciones empfricas parecfan confirmarlo. 0 mas aun, Ia masrurbacion verdade-· ramente compulsiva, para Ia cual habfa, y hay, b uena evidencia, fue cons­ truida como una version de Ia masturbacion o rdi naria. Los casos mas extraordinarios, mas floridos, que podfan considerarse resultado de un inde­ pendiente y radical colapso de inhibicion, solfan ser interpretados en los siglos XVIII y XIX como una consecuencia del prapio acto. Ya hemos visto ese modo de pensar en funcionamiento: el nino de 6 afios moribundo del que Tissot informaba que no podfa dejar de masturbarse; su colega estudiante que se mas­ turbaba compulsivamente. La tradicion continuo. Todos los horrares enfren­ tados por un estudiante de medicina en el siglo XIX para escribir su tesis sobre Ia masturbacion; una pastora que fue mucho mas que "vfctima de su imagi­ nacion", a Ia que Ia mera vision le hacfa sufrir "voluptuosos espasmos" que Ia hacfan casi desfallecer. Podfa Ilegar a dedicarse a Ia autopoluci6n mientras el trataba de tomarle el pulso. El lector moderno podrfa pensar que debe haber pocas maneras tan eficaces de expresar rabia y hostilidad hacia el medico y el hospital. Los pacientes actuales parecen seguir sus pasos. 0 tal vez, el clfnico moderno podrfa suponer que sufrfa de desordenes neuroqufmicos asociadas con TOC, trastorno obsesivo-compulsivo. Pera el estudiante de medicina del siglo XIX interpreto la co nducta de Ia muchacha como Ia predecible proxima

"2

Refirence Handbook ofthe Medical Sciences, l .ondres, 1 923, val. 6 , p. 766.


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etapa de Ia masturbaci6n, en Ia cual la imaginaci6n ha llegado un poco mas lejos en su desprendimiento de Ia realidad.93 El notorio, triste pero felizmente pequeii.o numero de casos en el siglo XIX, cuando las chicas que se masturbaban obsesivamente eran sometidas a una abla­ ci6n o una cauterizaci6n de clitoris, tambien pareda apoyar Ia ecuaci6n de Ia autoestimulaci6n con el exceso y su casi total triunfo sobre Ia psiquis. Infla­ madas por Ia imaginaci6n, las chicas hablan llegado tan lejos que ni siquiera Ia culpa y Ia vergiienza nacidas del secreto alcanzaban para restringir sus muy desesperados medios de lograr satisfacci6n. Representaban los lfmites mas leja­ nos; y los comentaristas modernos han apelado mucho a ellos para mostrarlos como tfpicos de los recursos con que los medicos del siglo XIX se enfrentaban a Ia masturbaci6n. Tissot y sus sucesores solfan ser mas gentiles en sus trata­ mientos. Pero el abismo de Ia anarqula pslquica se extendla frente a aquellos que incluso solo pensaban en el sexo solitario o rdinaria. 0, mejor aun, el vicio privado siempre tendla a sus extremos.94 Los medicos no inventaban casos de excesos espectaculares. No sabemos si Ia genre se masturbaba compulsivamente en publico antes de que Ia mastur­ baci6n ocupara su Iugar propio en los confines de Ia civilizaci6n, tampoco sabe­ mos que gritaba Ia genre con slndrome de Tourette en perfodos y lugares en los cuales el lenguaje sexual explfcito no era tan transgresor como hoy. Pero sabemos que en nuestra epoca existe Ia masturbaci6n compulsiva y publica. Un hombre de 36 aii.os fue exitosamente tratado en un hospital de Israel con drogas serot6nicas cuando pidi6 a los medicos que lo castraran porque, deda, estaba consumido por Ia idea de masturbarse en publico y no podia dejar de masturbarse a pesar de sentir tanta culpa como angustia por sus fantasias. Se 93 M. N. W Buet, Dissertation sur fa masturbation et les moyens propres y remedier (defend ida ante Ia Facultad de Medicina, Paris, 24 de agosto de 1 822), pp. I 0 y I I . La "mala conducta" de los pacientes que se mas turban es una aguda fuente de verglienza para los medicos y Ia causa de una alta proporci6n de consultas psiquiatricas "innecesarias" en un importante hospital escuela. Al respecto, vease A. Kucharski y J. E. Groves, "The so-called inappropriate psychiatric con·· sulration request on a medical or surgical ward", en Internationaljournal ofPsychiatry in Medi­ cine, 77.3 ( 1 976- 1 977). 94 Respecm de tres casas espeluznantes, vcase Jeffrey Masson (camp.), A dark Science: Women, Sexuality and Psychiatry in the Nineteenth Century, trad. ing. de Jeffrey Masson y Marianne Loring, Nueva York, Farrar, Strauss and Giroux, 1 986.


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bajo los pantalones y se masturbo fuera del consul to rio del medico. Una mujer levemente discapacitada dejo de masturbarse compulsivamente en publico ]uego de empezar a tomar carbonato de litio. Los nifios son a veces sometidos a todo tipo de examenes por problemas o rganicos cuando en realidad su debi­ lidad bochornosa, palida y de corto plaza se debe a su masturbacion.95 En otras palabras, probablemente Tissot y sus colegas vieron lo que infor­ man haber vista. Pero interpretaban los casos excepcionales que les llegaban como representativos del sexo solitario en contextos mucho mas ordinarios. Secreta, y fuera de las restricciones de Ia cultura y Ia naturaleza, Ia masturba­ cion no podia, en su opinion, ser nada mas que excesiva, descontrolada, adic­ tiva: un habito debilitante. Las excepcionales instancias de Ia verdaderamente compulsiva, irrefrenable masturbacion que, en realidad, afrontaba Ia con­ ducta civilizada solo servfan para reafirmar Ia regia. En Ia desquiciada persona del obsesivo masturbador publico vefan a cualquiera que alguna vez se hubiera entregado a! vicio secreta. La masturbacion fue un vicio peculiar nacido de tres paradojas que transita­ ron su camino en cada una de mis secciones sobre lo que alarmo espedfica­ mente a aquellos que crearon Ia masturbacion moderna. No era solo un vicio solitario sino el vicio solitario, e incluso supuestamente alcanzo proporciones de pandemia, porque circulaba incesante y libremente de un masturbador a! 95 Algunos medicos dedan que los tics y otros movimientos involunrarios de Ia genre con ataques de Tourette eran resultado de Ia masrurbaci6n. Una ve:z m:is, una forma de sexualidad percibida como esencialmente excesiva era traducida a otro terreno del exceso. Sabre el sfn­ toma de Tourette y Ia opinion de finales del siglo XIX de que era una consecuencia de Ia mas­ turbaci6n, vease Howard I. Kushner, "From Gilles de Ia Tourette's disease to Tourette Syndrome: A history", en Cl'iS Spectrums, 4.2, febrero de 1 999, y, m:is generalmente, Howard I. Kushner, A Cursing Brain? The Histories ofTourette Syndrome, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1 999. El disdpulo y colega de Freud Sandor Ferenczi afirmaba mas o menos lo conrrario: que los tics y ataques eran resultados de Ia masturbaci6n reprimida, en Contributions to Psychoa­ nalysis, trad. ing. de Ernest Jones, Boston, Richard G. Badger, 1 9 1 6 , pp. ! 57 y ! 5 8 ; Joseph Zohar, Zeev Kaplan y Jonathan Benjamin, "Compulsive exhibitionism successfully treated with fluvoxamine: A controlled case study", en journal of Clinical Psychiatry, 55.3, marzo de 1 994, PP· 86-88; H . Nishimura, M . Suzuki, et al., " Efficacy of lithium carbonate on p ublic and compulsive masturbation: A female case with mild mental disability", en Psychiatry and Clini­ cal Neurosciences, 5 1 .6, diciembre de 1 997, pp. 4 1 1 -4 1 3.


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siguiente. No nacemos con el sexo solitario, lo aprendemos de otros, y parece que no hubiera resistencia o inmunidad a su difusi6n por ser aquel tan facil: no se requerfa mas que la imaginaci6n y una mano. Segundo, no era solo un vicio secreta sino el vicio secreto; y aunque los culpables no eran tan discretos sobre su crimen hasta que se enteraban de que era vergonzante y que mereda el mas severo castigo por parte de una naturaleza justiciera. A diferencia de otros vicios, pareda lo sufi.cientemente inocuo y sin consecuencias sociales hasta que alguien con autoridad sefialaba que el caso era exactamente el opuesto. Y, por ultimo, se pensaba que era antisocial por cuanto evitaba el goce del placer heterosexual normal y saludable; y ademas era demasiado social porque esti­ mulaba una sexualidad perversa y libertina y era compartido en comunidades mas alla del control de las autoridades. Los problemas derivados de la masturbaci6n se alimentaron de esas virtu­ des psicol6gicas, sociales y morales que crearon al yo moderno. Ahora bien, la pregunta es, finalmente, 2por que ocurri6 todo eso? 2Por que la edad de la raz6n y de las Luces cre6 un nuevo vicio tan peculiar?


V. POR QUE LA MASTURBACION SE CONVIRTIO EN UN PROBLEMA

FINALMENTE, estamos en condiciones de explicar por que Ia masturbaci6n irrumpi6 tan espectacularmente dentro de Ia escena de comienzos del siglo XVIII. Pero pido una vez mas a los lectores que tengan paciencia. Para cada explica­ ci6n siempre hay una mas fundamental y seductora esperandonos en algun escondite. Si podemos explicar por que Ia culpabilidad de alguna acci6n o pen­ samiento fue ampliamente desplegada por quienes crearon Ia culpa en nues­ tra cultura, todavia nos falta explicar por que Ia genre puede sentir o dejar de sentir culpa: tal vez sea consecuencia del reprimido sexo infantil, como sugiere Freud . Pero esa y otras teorfas psicol6gicas tienen explicaciones ampliamente culturales. Siempre hay una pregunta mas: "2Por que, en primer termino, todo ese in teres en Ia sexualidad y en el cuerpo?". 1 Permitaseme ser claro respecto de lo que quiero explicar, sobre los parametros de mi explicaci6n, y sobre cuan­ tos elefantes parados sobre tortugas, como dice Ia vieja historia acerca de que sostiene a Ia Tierra, planeo hablar. Primero, pretendo explicar especfficamente esos aspectos vinculados con Ia masturbaci6n que devinieron tan perturbadores despues de 1 7 1 2. Mi pregunta en este capitulo puede ser refo rmulada del modo siguiente: 2por que fue recon­ figurada Ia masturbaci6n desde sus construcciones amorfas, variadas y no terri­ blemente apremiantes -como una especie del sexo antinatural, como uno entre muchos signos de concupiscencia, una entre muchas vias para liberar a! cuerpo del exceso de fluidos, una infracci6n relativamente menor a Ia castidad, una falla en las !eyes suntuarias de Ia correcci6n sexual, un acto sexual no repro­ ductivo, una broma embarazosa- a una paradigmatica mezcla de fantasia e ima­ ginaci6n, secreto y soledad, adicci6n y exceso, inscripta en el cuerpo como vimos que lleg6 a ser? Las viejas asociaciones no desaparecieron, pero no me detendre en las muchas oportunidades en que volvieron a hacerse presentes. 1

Solo puedo apelar a Ia clasica frase de Simone Wei!: "Con que orra cosa podemos pensar".

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Esto porque, como afirme en el capitulo Ill, existe algo similar a una "mastur­ bacion moderna"; porque ya he explicado que hada del sexo solitario algo problematico, como parte integrante de problemas mas importantes dentro de otros ordenes sexuales anteriores; y porque hoy algunas de las viejas explica­ ciones son todavia relevantes. Las b romas sobre Ia masturbacion en persona­ jes desdichados de peliculas contemporaneas no son muy diferentes a las de Arist6fanes, Juvenal o Marcial. Mi explicaci6n por lo tanto quedara enmarcada en los tres rasgos de Ia rnas­ turbacion -su apelaci6n a Ia imaginacion y Ia fantasia, su secreto y soledad, su tendencia al exceso y a la adicci6n- que llegaron a ser percibidos como ame­ nazas en el siglo XVIII y que permanecieron vigentes desde entonces. Con solo una leve modificaci6n, se convirtieron en el fundamento para una nueva y redi­ mida masturbaci6n a finales del siglo XX. Por lo tanto, no me detendre en much as otras explicaciones locales que den cuenta de por que un escritor o grupo en especial se ocup6 del problema en algun momento durante doscientos afi.os: por que la perdida de semen o las cualidades no reproductivas de Ia masturba­ cion se volvieron especialmente problematicas en los contextos estadouni­ dense 0 frances del siglo XIX 0 como Ia noci6n de irritabilidad y sensibilidad en medicina ayud6 a crear nuevas preocupaciones sobre el sexo solitario. No considero Ia asociaci6n de Ia masturbacion con otras formas desviadas de sexua­ lidad como Ia homosexualidad una causa sino un ejemplo de como logr6 el nuevo vicio representar casi toda forma concebible de placeres y deseos sexua­ les ilicitos. Todas esas explicaciones de los males de Ia masturbaci6n provie­ nen, en mi opinion, de temas eticos mas fundamentales. Segundo, mi explicacion procedera invirtiendo los terminos de Ia historia preiluminista de Ia masturbaci6n, donde eran mas apremiantes otras cuestio­ nes sobre Ia etica del cuerpo. La tradici6n j udia, Ia Antiguedad clasica y las ensefi.anzas cristianas consideraban, todas, que Ia sexualidad era un fenomeno p rofundamente social, que debia ser comprendido en terminos de Ia relaci6n humana con un orden trascendental. Lo que importaba era con quien se tenia sexo, como y cuando. Luego, en a!gun momen to alrededor de 1 7 1 2, se volvi6 apremiante Ia cuesti6n del autoerotismo, porque Ia relacion entre el individuo y un reciente y emergence orden social se convirtio en profundamente proble­ matica. La masturbaci6n es un problema moral del ser moderno, un reflejo de los problemas mas profundos de Ia vida moderna. Claramenre, Ia modernidad


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en algunos de sus aspectos mas crfticos, a traves del mundo social que creo, invento -tambien se podrfa decir que necesito- el problema del sexo solitario. Los siguientes pasos seran para demostrar que ficcion e imaginacion, secreto y soledad, exceso y adiccion se convirtieron en tan clamorosamente impor­ tances porque eran importances en !a construccion de un nuevo paisaje cul­ tural y finalmente para explicar ese vinculo. M uy cerca del inicio de este libro dije que no era un accidence que Onania hubiera sido p ublicado en !a misma decada que las primeras novelas de Defoe y de las primeras crisis de mercado. D eberfa haber agregado que fue publicado a aproxi madamente dos decadas de !a fundacion del Bank of England ( 1 694) , en la misma epoca de !a gran expansion de los cafes y los diarios, en las decadas que vie ron a Man­ deville y a Hume defender el lujo, en un tiempo de manfa por los tulipanes. Si se me p resionara a resumir en una o racion la explicacion de por que la masturbacion se convirtio en pro blema, dirfa: " Po rque representaba, en el cuerpo, algunas de las tensiones mas profundas de !a nueva cultura del mer­ cado; el sexo solitario era a la sociedad civil lo que !a concupiscencia habfa sido para el orden cristiano". Si se me permitiera agregar otra oracion, serfa: " La masturbacion era parte de algunas de las principales virtudes de !a socie­ dad y las transformaba en males; era el perfil oscuro de un nuevo orden social y cultural al que parecfa amenazar en su nucleo central". Esto es lo mas lejos que pueden llegar los elefantes y las tortugas.

Despejando grandes y pequefzas extensiones de terreno Empiezo con el planteo de que no hay explicacion, luego me refiero breve­ mente a las explicaciones que simplemente estan equivocadas, y finalmente me ocupo de aquellas que explican, en ciertas epocas, algunos aspectos de la nueva centralidad de la masturbacion pero que deben ser ubicadas dentro de un marco mas general. (Los lectores que quieran evitar este itinerario por otras opiniones pueden ir directamente a la mfa en !a pagina 330.) Ante todo, hay una explicaci6n en la historia. No se trata de la endemica paranoia, !a eterna necesidad de un chivo expiatorio, ni otra version del retorno de lo reprimido. Tampoco se puede despreciar !a cuestion como algo mal en ten-


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dido, un fenomeno social levemente misterioso mas affn a un acto natural que a una obra de Ia cultura. No nos enfrentamos aquf a un "gran miedo", apa­ rentemente irracional, desproporcionado respecto de Ia provocacion inmediata, Yirulento mientras dura y que luego desaparece. En otras palabras, el adveni­ miento de Ia masturbacion moderna no fue como una revuelta campesina pro­ vocada por una mala cosecha o un nuevo impuesto; en realidad, las revueltas campesinas no fueron para nada irracionales; tampoco les faltaban causas profundas. Si no hubiera existido Onania, seguirfa habiendo una preocupa­ cion por Ia masturbacion, a pesar de que, una vez presente el libro, sus posi­ ciones fueron reforzadas por los mecanismos sociales a traves de los cuales debe sostenerse cualquier creencia. Cada medico que apoyaba Ia posicion agregaba "evidencias"; cada paciente que crefa en su medico agregaba mas. y luego, mis­ teriosamente, el proceso se revirtio, sin mayores explicaciones. Esa es una ver­ sion mas elaborada de dicha posicion: que el ascenso y Ia ostensible cafda del problema de Ia masturbacion se parecen a los de los dobladillos: una cuestion de modas. "Probablemente llego y se fue como Ia marea [ . . . ] fue inventada en el siglo XVIII por el sensacionalista Onania y fenecio a comienzos del XX por ninguna razon mejor."2 Las modas se sostienen en todo tipo de cosas, pero nin­ guna muy importante explica por que un estilo sucede a otro excepto por Ia misma novedad. 3 Pero si el problema es el de Ia modernidad, no aparece y desa­ parece misteriosamente, y sus causas van mas alia de tal o cual contingencia o Ia supuesta correlacion de Ia masturbacion con algun otro fenomeno. 1 El pasaje citado pertenece a Michael Mason, en The Making ofVictorian Sexuality, Oxford y Nueva York, Oxford Universiry Press, I 994, p. I 94. 3 John Stengers y Anne van Neck, Histoire d'une grande peur, Ia masturbation, lnstitut Synrhelabo, 1 998, pp. 189 y I 90. Las revueltas campesinas que estallaron en las vfsperas de Ia Revoluci6n Francesa son conocidas como Ia grande peur, un termino usado como titulo para Ia gran historia sabre el tema de Georges Lefebvre. La expresi6n p arece no tener fecha pero, de hecho, parece haber sido acuiiada par Lefebvre en relaci6n con Ia Revoluci6n Rusa. Robert McDonald, "The frightful consequences of onanism: Notes on the history of a delusion", en Journal ofthe History ofIdeas, 28.3, julio-septiembre de I 967, pp. 43 I y 423-43 I passim, dice que Ia ilusi6n de Ia enfermedad masturbatoria encaja perfectamente en lo que considera como Ia historia de Ia sexualidad represiva del siglo X I X, pero que una respuesta a par que ocurri6 en Ia Edad de Ia Raz6n debed esperar un trabajo posterior. En The Making of Victo­ rian Sexua!ity considera que explicar las ideas y vueltas de Ia masturbaci6n es un problema simi­ lar al de explicar !a moda.


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Existe, por ejemplo, el planteo de que Ia incidencia de las enfermedades venereas aument6 a principios del siglo XVIII y de que hubo un incremento de Ia masturbaci6n para evitar contagios. Ya hemos afirmado que Ia incidencia de esa pd.ctica no era lo que tanto perturbaba a sus con temporaneos. Pero tam­ poco contamos con evidencias de dicha incidencia de las enfermedades vene­ reas, a pesar de que pudieron haberla tenido, y tampoco de que un aumento tan significativo se deba a una nueva preocupaci6n por las enfermedades de transmisi6n sexual. Ademas, estas dolencias eran menos virulentas en 1 700 que un siglo antes. E incluso si hubiera habido mas masturbaci6n como sustituto de una relaci6n heterosexual peligrosa, ese aumento no habria podido elevar Ia satisfacci6n solitaria a un problema moral mayor. Tampoco Ia declinaci6n de I a brujerfa como motivo de locura y un nuevo interes en sus causas ffsicas explican el nuevo interes de Ia medicina en Ia masturbaci6n, como alternativa a aquella. La medicina occidental desde Hip6crates busc6 casi siempre causas naturales a las enfermedades, incluidas las perturbaciones mentales, y en todo caso no hay fuentes que ofrezcan siquiera un indicio de que Ia masturbaci6n reemplazara a Ia brujerfa o a Ia m agia como explicaci6n alternativa. El colapso de Ia "hip6tesis m asturbatoria'' de fines del siglo XIX y principios del XX tam­ poco se debe a Ia aceptaci6n de cuan comun era Ia practica y, por lo tanto, que poco probable resultaba que hubiera sido Ia causa de tantas enfermeda­ des. En cambio, Ia inimaginada, no soiiada importancia del o n anismo es parte de Ia estructura del fen6meno en conjunto: un secreto universal a Ia espera de ser descubierto y dominado. En 1 7 1 2 se pensaba que era universal; lo mismo pasaba en 1 900, y otro tanto sucede tres siglos despues, en 2002. 4

4

Estas son opiniones de E. H. Hare, "Masturbatory insanity: The history of an idea", en P. Neuman, "Masturba­ tion, madness and the modern concepts of childhood and adolescence", en Journal ofSocial His­ tory, 8, primavera de 1 975, piensa que existi6 un aumento de Ia masrurbaci6n debido a una puberrad mas temprana y una mayor edad de casamienro entre las clases medias y que este real cambia hist6rico social fue acompafiado por una gran angustia respecto a! desarrollo. Todas estas explicaciones particularizadas tienden a comradecirse entre sf. Hay una exceleme y pumillosa crftica de varias de estas explicaciones en Paula Bennett y Vernon A. Rosario 11, "Introduction: The politics of solitary pleasure", en Paula Bennett y Vernon A. Rosario I I (eds.), Solitary Pleas­ ures: The Historical, Literary, and Artistic Discourses ofAutoeroticism, Nueva York, Routledge, 1 995, pp. 1 - 1 7 .

Journal ofMental Science, 1 08.452, enero de 1 962, pp. 1 -25. Roberr


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Del mismo modo, existe la opinion de que la masturbacion aparecio como una significativa causa de enfermedad debido a la pobreza de las demas expli­ caciones, y que l uego cayo porque otras hipotesis resultaron mas plausibles . Po r supuesto, Ia nueva etiologfa masturbatoria surgio en ausencia de mejo­ res explicaciones para la languidez, la tuberculosis, las fiebres, el acne, la arrit­ rnia cardiaca, Ia locura y tantas otras dolencias. Pero j ustamente esas dolen­ cias no eran nada n uevo, y existieron sin la masturbacion como causa durante m ilenios; nada se hizo problematico en Ia Edad de Ia Razon. En el final moderno de Ia historia, las nuevas explicaciones a ciertos males -las bacte­ rias como causa de consuncion, por ejemplo- hicieron que Ia masturbacion perdiera atractivo. Pcro habfa, y hay, m uchas dolencias de una especie gene­ ral que carecen de explicaciones especfficas: el sindrome de fatiga cronica, la m igrafia, los dolores m usculares, Ia depresion y la conducta obsesiva, por ejemplo. Bajo las condiciones cu!turales adecuadas, pueden ser tambien atri­ b uidas a! �exo solitario tanto como a un tipo A de personalidad, a misterio­ sos virus no identificados, a la angustia o a Ia radiacion de los cables de alta tension. Nada en Ia his to ria de la medicina explica el cambio de foco de prin­ cipios del siglo XX , que desplazo a la masturbacion como causa fundamen­ tal de malestares inexplicables. Si b ien lo que ahora parece hacer tan mani­ fiestamente organica y vivaz a una enfermedad como la esquizofrenia todavfa se podia atribuir en la decada de 1 970 a ciertos parametros de conducta fami­ liar o a una crianza inadecuada, hay, en pri ncipio, mucho Iugar hoy para la locura masturbatoria. 5 No niego que la medicina ayudo a sostener el aparentemente intermina­ ble debate sobre Ia masturbacion. Una vez que una constelacion de conduc­ tas y actitudes comenzo a ser percibida como perversa, amenazante o antiso­ cial, y una vez que se penso que esa desviacion tenia reconocibles signos y

; El argumenro de Ia ignorancia medica o el planreo de que Ia reciente profesi6n promi­ nenre debe dar alguna especie de explicaci6n para Ia cnfermedad pueden hallarse en gran can­ tidad de artfculos. Arthur Gilbert, "Doctor, patient, and onanisr diseases in the nineteenth century", en journal ofthe History ofMedicine, 30, 1 975; para el argumenro de Ia ignorancia medica, con un enfasis en el tratamienro drastico de los hombres, en oposici6n al de las muje­ res, vease Gail Parsons, " Equal treatment for all american medical remedies for male sexual problems, 1 85 0- 1 900", en journal ofthe History ofMedicine, 32, 1 977.


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sfntomas -tension nerviosa, obsesion, perdida seminal y letargo, por ejemplo-, no era diffcil vincular actos sospechosos o faltas morales con enfermedades reales o sup uestas. Esto es especialmente cierto porque las lineas entre pato­ fisio logfa y politica eran -y en cierta medida siguen siendolo- confusas: se deda que los esclavos que trataban de escapar sufrfan de una "obtusa sensi­ bilidad del cuerpo" que produda "canallerfa"; se pensaba a finales del siglo XIX que las clases trabajado ras eran proclives al alcoholismo, a Ia adiccion a las drogas y al crimen debido a rasgos "degenerativos" mensurables. Tam bien otras angustias -el muy real riesgo de bancarrota o de colapso social en Ia impre­ decible y brutal cultura capitalista de finales del siglo XIX en los Estados Uni­ dos, por ejemplo- fueron traducidas en amenazas al cuerpo. Una economfa seminal pareda imitar Ia economfa de los negocios y mercados; Ia importan­ cia de un cuidado riguroso de los recursos en un am bito se reflejaba en el otro. Asf, perder dinero y perder semen no paredan algo demasiado diferente, y las perdidas en ambos territorios podfan ser desastrosas.6 En resumen, una vision mo ral traducida en el cuerpo produda indudablemente una autoveri­ ficacion en una lista siempre en expansion de enfermedades complejamente relacionadas. Cada exposicion "exitosa'' de ese tipo de enfermedades sostenfa Ia vision mo ral que era fundamento del proceso de diagnostico. Los sfndromes resul­ tan signos y los sfntomas se adaptan. Una vez establecida una entidad, el sfn­ drome sostiene sus premisas. Cada caso que presentara a un adolescente lerar­ gico, deprimido, mal alimentado, hostil o enfermizo que se hubiera masturbado demostraba una vez mas el peligro del vicio solitario. Los diagnosticos de locura causada por Ia masturbacion en los asilos alemanes volvfan razonables identi­ cos diagnosticos en Canada o Filadelfia. En todas partes los dementes ence­ rrados se masturbaban, en todas partes los adolescentes afectados por diversas dolencias admitfan ante medicos y padres haberse masturbado; en todas par­ tes hombres y mujeres exhaustos confesaban que lo habfan hecho. Post hoc, ergo propter hoc tenia un gran atractivo, y se hizo ofdos sordos ante el ocasional 6 Para una fuerre posicion a favor del isomorfismo de las econom!as sexual y seminal, vease G. ]. Barker-Benfield, The Horrors ofthe Half-Known Life: MaLe Attitudes Toward Women and SexuaLity in Nineteenth-Century America ( 1 976), Nue•:a York, Rourledge, 2000. Para Ia limi­ tada aplicabilidad de esra inrerpreraci6n, veanse arriba pp. 229-252.


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comentario esceptico sob re Ia completa idea de Ia enfermedad masturbatoria hasta bien entrada el siglo xx.7 Pero ni las teorfas fisiologicas ni Ia sociologfa de las creencias y del diag­ nostico explican por que Ia medicina se hizo cargo en primer Iugar de Ia causa de una forma de gratificacion sexual hasta ese entonces oscura. Tam poco dan cuenta de Ia atencion filosofica, y mas ampliamente cultural, destinada al sexo solitario que comenzo en el Iluminismo y que sigue hasta hoy. No es diffcil entender por que, una vez puesta en su Iugar Ia hipotesis masturbaro­ ria, los medicos y Ia genre comun siguieron creyendo que el vicio secreta pro­ vocaba debilitamiento, si no Ia muerte. Es mas diffcil sondear las reservas de angustia que sostuvieron durante siglos el intenso interes por este tema. H ay otras explicaciones historicas que o frecen pocos aportes pero que nos apartan de Ia medicina y sus flaquezas: por ejemplo, Ia reforma protestante o varios de sus vastagos -como el puritanismo o el evangelismo- aumentaron el nivel de angustia y de culpa respecto de Ia sexualidad en general, que luego se traslado a varias practicas, incluida Ia masturbacion. Esa posicion tiene el gran merito de que apunta al hecho de que Ia angustia respecto de Ia mas­ turbacion es casi por completo creacion del protestantismo: John Marten y su Onania, los ginebrinos Tissor y Rousseau, Kant, Campe y los pedagogos reformistas alemanes. Alternativamente, Ia preocupacion por Ia masturbacion puede considerarse como una especie de reaccion contrafobica de los protes­ tantes: o aparece como un aspecto del ataque a los catolicos y sus opiniones sobre el celibato y Ia castidacl. La masturbacion y otras pricticas peores per­ tenecen a una religion que proscribe el sexo saludable. Asf encaraba Voltaire el tema. Pero Ia asociacion entre masturbacion y p rotestantismo tiene poco si no nada que ver con Ia r.uestion de Ia culpa sexual en general n i , como sugirio Lawrence Stone, con el evangelismo en especial. La resistencia al pla­ cer solitario se halla en flagrante contrasre con una mucho mas amplia acep-

7 Para un excelenre analisis de Ia masturbaci6n en el conrexro de Ia r;onsuucciones de enfermedades en el siglo XIX, vease H . Tristam Engelhardt (hijo), 'The disease of masturba­ tion: Values and the concept of disease", en Bulletin ofthe History ofMedicine, val. 48, num. 2, verano de 1 974. John Stenger y Anne van Neck, Histoire d'une grande peur, sostienen que Ia enfermedad masturbatoria es un concepto autosuficienre, aunque no puedan establecerse las razones de su ascenso y su caida.


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taci6n del placer heterosexual secular que no se tom6 como u na defensa contra Ia concupiscencia sino como algo bueno para Ia pro pia salud o para Ia salud de Ia armonfa matrimonial y los buenos sentimientos . El pensamiento progresista, protestante o cat6lico, se mantuvo del lado de Ia reforma de Ia moral sexual tradicional, sin reforzarla. De todos modos, el evangelismo entr6 a Ia escena demasiado tarde como para explicar como comenzaron las cosas. Lo sorprendente de Ia extraordinaria nueva atenci6n sobre Ia masturbaci6n es que no era el producto de viejas culpas y angustias sino el de su colapso en algunos drculos. El protestantismo podria ligarse con el problema de Ia mas­ rurbaci6n a traves de sus profundos y muy debatidos vfnculos con el indivi­ dualismo y Ia liberaci6n del deseo, pero eso implicarfa abordar un aspecto completamente diferente de Ia historia de Ia modernidad. El protestantismo no funciona como una explicaci6n del surgimiento y Ia cafda de Ia preocu­ paci6n respecto de Ia masturbaci6n.8 Una explicaci6n mas precisa hist6ricamente vincula una nueva angustia por Ia homosexualidad a comienzos del siglo A.'VIII -"un fracaso en el establecimiento de relaciones heterosexuales apropiadas" seria una formulaci6n mas precisa­ con el nuevo problema del sexo solitario. El argumento es como sigue. Hubo fuertes persecuciones contra los hombres homosexuales y hasta ocasionalmente contra las mujeres en toda Ia Euro.pa del Norte protestante, el territorio de Ia nueva masturbaci6n. Arribando por oleadas - 1 730- 1 732, 1 764, 1 776- 1 777, 1 79 5 - 1 798-, Ia cantidad de j uicios por sodomfa en Ia Holanda del siglo XVIII, por ejemplo, cuadruplic6 Ia de los siglos anteriores. No hay cifras confi.ables para Inglaterra; pero parece que las nuevas modalidades para enjuiciar sodo­ mitas se recibieron con beneplacito en el siglo XViii y produjeron mas conde­ nas: los j uicios por "asalto con intento" duplicaban en numero el de los antiH Para Ia hip6resis de Ia culpa protestame, vease, par ejemplo, E. H. Hare, "Masturbatory insani ty", op. cit., y Rene Spitz, "Authority and masturbation: Some remarks on a bibliogra­ phical investigation", en Yearbook ofPsychoanalysis, 9, 1 953. Lawrence Stone concluye que "el aumento de Ia angus ria acerca de Ia masturbaci6n adolesceme a principios y mediados del siglo XVI II no es facil de explicar, dado que coincide con un periodo de mayor permisividad para los adulros. La epidemia de histeria de fines del XVI I I y del XIX queda mas faciJmeme explicada dada su coincidencia con una expansion de Ia docrrina evangelica y el semimiento crecieme de horror y verglienza a me el sexo . . . ". V<(ase The Family, Sex and Marriage in Engumd, 1500-1 800, Nueva York, Harper and Row 1 977, pp. 5 1 5 y 5 1 2-5 1 7 mas en general. ,


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guos procesos de sodomfa como felonfa, que era mas diffcil de probar, y esto permitfa dar alcance a los ofensores.9 (Sin embargo, no debe tomarse esto dema­ siado en cuenta; nadie ha analizado sistematicamente Ia incidencia de Ia per­ secucion contra otras clases de "sexo antinatural" proscriptas por ley. En Sue­ cia, por ejemplo, solo se trataron en Ia corte 20 casos de homosexualidad entre 1 630 y 1 734, pero se juzgaron mas de 1 . 500 casos de bestialismo, en casi el mismo perfodo, 1 630- 1750, co n 470 sentencias de muerte. Los juicios por homosexualidad en Holanda o lnglaterra pueden o no relacionarse co n los procesos por bestialismo, y, de ser asf, ello sugerirfa que Ia heterosexualidad nor­ mativa no era Ia fuerza impulsora, o al menos no Ia {mica, que subyada a dichos j uicios. Suecia elimino tranquilamente Ia homosexualidad de su Codigo Penal en 1 734, pues incluirla hubiera podido, segun argumentaban los refor­ madores, dar ideas a Ia gente. El silencio era Ia polftica mas sabia.) En resu­ men, de modo bastante coincidente con el auge de los juicios por sodomfa en algunos sitios se asistfa a un intenso y nuevo in teres por Ia masturbacion. Si se conjugan esas dos observaciones, llegamos al planteo de que "Ia hete­ rosexualidad convencional y restringida estaba ligada, por un !ado, con Ia pre­ vencion de Ia sodomfa, y, por el otro, con Ia prevencion de Ia masturbacion". Cuando James Boswell sufrfa ramalazos de culpa por haberse masturbado, juraba no solo dejar de hacerlo sino "nunca obtener placer sin ayuda de una mujer". En otras fuentes contemporaneas, Ia masturbacion se construfa como precisa­ mente esa especie de desviacion tanto de hombres como de mujeres; mantenfa a hombres y mujeres alejados del sitio apropiado para el placer, que era el lecho marital, o al menos ese !echo de Ia union heterosexual. Para los hombres, no asf para las mujeres, el vicio solitario tam bien hada aparicion precisamente cuando estaba en pleno avance una reconfiguracion importantfsima de Ia masculinidad. Las antiguas clases de amistad masculina -erotizada, ffsicamente fntima, tal vez incluso consumada- se volvieron sospechosas, o algo peor. Asf, el vicio secreto " La evidencia para Holanda proviene de Theo van der Meer, Sodoms zaad in Nederland. Het ontstaan van homoseksualiteit in de vroegmoderne tijd, Nijmegen, SUN, 1 99 5 , apartado 1 . Agradezco a! au tor que m e lo haya enviado. Para e l caso ingles, vease Tim Hitchcock, English Sexualities, 1 700-1800, Nueva York, St. Martin Press, 1 997, pp. 60-62, y las referencias alll cita­ das, a! igual que Arthur N. Gilbert, "Sodomy and the law in eighteenth and early nineteenth­ century britain", en Societas, 8.3, 1 978. Agradezco a Eva Osterberg de Ia Universidad de Lund esa referencia basada en sus investigaciones.


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pareda sefialar nuevas angustias respecto del colapso de Ia decente heterose­ xualidad; o, mas exactamente, se convirtio en asunto de seria preocupacion a! tiempo que aparedan nuevas criterios de heterosexualidad masculina. En esta historia, Ia masturbacion es un caso especial de una revolucion mas general en lo que se consideraba adecuado para los hombres y quizd, por extension, para las mujeres. 10 La explicacion a partir de una nueva heterosexualidad -en sf misma no es un tema menor- brindari a nuestro vicio sus lfmites definitivos. Hay una importante evidencia de ese vinculo. Para empezar, en el siglo XVIII Ia masturbacion compartfa el espacio con el amor de un hombre por otro hom­ b re. "�Que es ese secreta, ese relata no contado ? " , pregunta un monje res­ pecto de otro en Ia tragedia The Mysterious Mother, de Horace Walpole, refi­ riendose directamente a! asesinato y a Ia transgresion sexual, pero dentro del contexto mas amplio de los amores secretos de su autor. La amistad erotica masculina y el vicio p rivado compartfan el secreta sexual que se convirtio en parte tan importante de Ia conciencia moderna. La masturbacion y Ia homo­ sexualidad compartirfan Ia salida de Ia oscuridad a finales del siglo XX. 1 1 Hay mas. Las bromas del siglo XVIII a expensas del sodomita se trasladan a! onanismo. "Sabre los crfmenes y el hombre canto", comenzaba Ia sitira del desdichado Mr. Foote, quien fue enjuiciado por corromper a su criado: Viejo sodomita, espera a que aparezca en el umbra! El vuelo del polucionador Onan, a grito pelado.

0 bien Se emremete con los grados subordinados 12 Y Onan introduce !a sodomfa. 10

Este argumento ha sido recientemente formulado con fuerza por Randolph Trumbach, Sex

and the Gender Revolution, Chicago, University of Chicago Press, 1 998, pp. 63, 64 y passim.

1 1 George E. Haggerty, "What is this secret sin? Sexuality and secrecy in the writings of Horace Walpole", en Maximillian E. Novak y Anne Mellor (eds.), Passionate Encounters in a Time of Sensibility, Newark, University of Delaware Press, 2000, pp. 1 40 y 1 27- 1 50 passim. Para mas detalles acerca del rol del secreta, veanse pp. 222-235 . 12 Trial ofMr. Foote, adjunrado a Sodom and Onan: A Satire, Londres, 1 776; Onania, op. cit., p. 1 87.


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Acaso los autores de este ataque a un prominente hombre de teatro supieran de los comentarios rabfnicos que identificaban el pecado de Onan con Tamar como una penetraci6n de su suelo, es decir, su ano, o como mas vagamente asociado con los pecados de Sodoma. En cualquiera de los casos, Onan se halla bien alejado de las puertas de la heterosexualidad normal. La idea de que la masturbaci6n era Ia alternativa loca, culpable, de conseguir el propio placer se volvi6 explfcita en muchos de los escritos del siglo XVIII sobre el tema. "Una prictica abominable e inhumana": asf cataloga "manustrapratio" el Medicinal Dictionary de Robert James en 1 745, tras haber anunciado que se trata de un vicio, muy cerca de las palabras de Oscar Wilde sobre la homosexualidad, " que no es decente nomb rar" . 13 "D e este cnmen en 1os 0 DlADORES DE M UJERES " , dice una secci6n importante de Eronania; "De esos perversos clubes y sociedades de odiado res de muj eres" , " D E LOS ABUSADORES DE Sf MISMOS CON VARONES; PROSTITUTOS " , promete el fndice, a pesar de que nada mas se dice sobre el tema. The Crime ofOnan pro mete explicar el significado de "PROS­ TITUTOS: una palabra bastante desagradable" -hacia entonces usada en la forma inglesa mollies para referirse a los homosexuales travestidos- en conexi6n con Ia autocorrupci6n, pero vuelve a ser un engafio. Un masturbador cuya carta se cita en Onania informa que cuando finalmente llev6 una chica a su cuarto, entr6 en panico, "no hizo mas que saludarla" y enseguida se entreg6 a Ia auto­ poluci6n. Un padre escribe que Ia "unica pasi6n" de su hijo es Ia autopolu­ ci6n y que, en consecuencia, habfa rechazado recientemente casarse con una mujer de 1 7 mil Iibras. (Esto resulta raro en muchos aspectos: Ia loca deci­ sion, el hecho de que aparentemente el muchacho andaba con prostitutas. Pero no deja de estar presente el tema de Ia masculinidad fallida.) Hacia el siglo XIX, esas asociaciones se habfan vuelto can6nicas. El Grand Dictionnaire de Larousse tom6 en consideraci6n dos usos ejemplares de Ia palabra onanismo, que son los siguientes: I ) "El amor por el amor en sf lleva a Ia pederastia, al o nanismo y a Ia prosti tuci6n" y 2) " El onanismo ti-ene como corolario el bestialismo". Ambas pertenecen a Pierre-Joseph Proud­ hon, el anarquista que acuii.6 Ia frase "la propiedad es un robo", quien ejer.

1 3 Robert James, "Masturprario or manustupration", en A Medical Dictionary, Londres, 1 7431 745, vol. 2; el desracado me perrenece. " Estupro manual, un vicio no decenre de nombrar pero producrivo de los des6rdenes mas deplorables y generalmenre incurables."


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cio una enorme influencia en el moderno radicalismo de Ia clase obrera fran­ cesa y era adem as muy conocido por su misoginia. 1 4 Por supuesto, estos ejem­ plos abarcan mucho mas que Ia homosexualidad, e incluso que el desvio de Ia heterosexualidad; las posiciones de Proudhon en cuanto a que resultaba aceptable eran acotadas, para decirlo de algun modo. Pero Ia vecindad queda en evidencia. La conexion, por supuesto, no produce causalidad, pero esta­ mos mas cerca de explicar el descubrimiento moderno del vicio secreta si pode­ mos ub icarlo como parte del mas amplio fenomeno de Ia heterosexualidad fallida con elaboradas genealogias p ropias. Las mujeres encajan menos en este ej e sodomia/masturbacion; pero elias tam bien parecen apartarse de los senderos de Ia satisfaccion heterosexual para procurarse placer a solas. Onania o frece muchos ejemplos. Hacerlo a solas, info rmaba una inveterada masturbadora que habia comenzado a los 1 1 afios, era mejor que acostarse con su marido; "vergonzosamente nos satisfacemos entre nosotras", dice una muchacha refiriendose a ella y su mucama. Tissot piensa que el problema es mayor en las mujeres que en los hombres: "un sin­ toma comun en ambos sexos [ . . . ] mas frecuente entre las mujeres es Ia indi­ ferencia con que su infame pra.ctica reemplaza los placeres legales del hime­ neo". Dicho eso, el caso en cuestion es un hombre que aprendio a masturbarse con su p receptor y desarrollo luego una aversion hacia el lecho marital. Tissot pensaba mas generalmente que Ia debilidad causada por el pecado secreta tor­ naba redprocamente menos atractivos a muchachos y muchachas: ojos pesa­ dos, cuerpo tambaleante, el final de una complexion j uvenil y Ia gordura, sin las cuales hasta Ia belleza lleva a una "fria admiracion". Son los Uriah Heeps del siglo siguiente, las debiles criaturas de pie! palida -a lo sumo epicenos-, inutiles para Ia vida heterosexual normal. "La mujer carece de encantos reales para el ser miserable que ya no logra controlar sus pasiones"; Ia imaginacion contaminada destruye rodo. 1 5 Claramente, las mujeres llegan a

1 4 "Onanisme", en Grand Dictionnaire universe! du XrX siecle, Pads, 1 875; esre parrafo remire a los lecrores a un arrfculo mas imporranre, de cinco columnas y media, sabre la masrurbacion. 15 George H . Napheys, The Transmission ofLife: Counsels on the Nature and Hygiene ofthe Masculine Function, nueva edicion, Filadelfia, 1 889, p. 74. Napheys era un medico muy bien conecrado que escribio un libra similar para mujeres. El libro esra dedicado al reverendo John Todd, quien consideraba a la masrurbacion como "Ia lepra que cubre el alma enrera". Vease su


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preferir Ia "odiosa pd.ctica" a "los legftimos y arrebatadores gozos a los que no siguen agonfa, remordimientos, ni castigo, ni peligro". La implausible, para nosotros, asercion de que las consecuencias del "imaginable vicio de las jove­ nes" eran mas peligrosas y dolorosas que los probables resultados de una rela­ cion heterosexual -embarazo y nacimiento- es menos importance que Ia angus­ ria de que Ia masturbacion llevara, en el mejor de los casos, al celibato femenino. 16 Estamos en Ia senda que conduce con varios desvfos y rodeos a Ia vfspera del siglo XX. Krafft-Ebing consideraba explfcitamente Ia masturbacion como Ia causa de ese conjunto de sentimientos que constitufa "Ia inversion". (Solo en raras ocasiones se encontraban signos ffsicos de inversion o alguna supuesta patolo­ gfa cerebral.) 17 Otros muy conocidos medicos ofrecen caso eras caso en que Ia homosexualidad -uranismo, en sus terminos- y Ia masturbacion estaban vincu­ lados. Un joven consumido por Ia culpa de j ugar con sus genitales lo confeso a un viejo compafiero de estudios, quien "me ilumino, me consolo, y logro conec­ tarse conmigo", lo que llevo a Ia mutua rnasturbacion. Otro "invertido conge­ nita" informaba que nunca le habfan interesado las muchachas; habfa comen­ zado a masturbarse a los 1 3 afios, hallo desagradable su unico esfuerzo por tener relaciones y finalmente encontro su verdadero ser sexual cuando un monje lo inici6 en las "practicas del amor invertido". La conexion no queda clara, pero todos los relatos brindan detalles de masturbacion como si fuera una etapa en el desarrollo de !a perversion ya desatada. 1 8 La vigilancia d e Ia masturbacion e n las escuelas publicas d e I a lnglaterra victoriana bien puede haber contribuido a Ia constitucion de una peculiar

The student's manual: designed, by specific directions, to aid informing and strengthening the intel­ lectual and moral character and habits ofthe students, 1 2• ed., Northampton, 1 844. 1" Goss and Co., Hygeiana: A Non-Medical Analysis ofthe Complaintf Incidental to Fem.tles,

20• ed. , Londres, 1 830, p. 62. Ese libro formaba parte de los de Ia familia Goss, continua­ mente en prensa, cuyo proposito era poner al publico al tanto de una supuesra enfermedad que los medicamentos de Ia compafiia presuntamente curaban. 17 Vease Harry Oosrerhuis, Stepchildren ofNature: Krajft-Ebing, Psychiatry, and the Making ofSexual Identity, Chicago, University of Chicago Press, 2000, cap. 4; y Richard von Kraffr­ Ebing, Psychopatia sexualis, 7• ed., rrad. in g. de Charles Gilbert Chaddock, Filadelfia, F. A Davis, 1 908, pp. 1 08-202, 205 y 206. 1 " L. Thoinor, Medicolegal Aspects ofMoral Offinses, rraducido y aumentado por Arthur W. Weysse, Filadelfia, F. A Davis, 1 9 1 1 , pp. 3 1 0-3 1 3 y passim.


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cultura homosexual de clase alta. Por cierto, un nifio sensible que entrara a ese mundo hubiera establecido Ia conexi on. John Addington Symonds, el futuro historiador y autor de un libro sobre las "inversiones" griegas, se sorprendi6 por el estado de H arrow en Ia decada de 1 840: "Cada muchacho agraciado era Ia puta de alguien o una prostituta comun [ . . . ] no se podia evitar asistir a actos de onanismo, masturbaci6n mutua, los deportes de los chicos perver­ sos" . 1 9 Una preocupaci6n generalizada por Ia cultura homoer6tica -mastur­ baciones en las orillas de los arroyos, en dormitorios, en los cuartos compar­ tidos, o en cualquier otro Iugar que congregara a adolescentes- era tema habitual de Ia literatura pedag6gica y medica sobre el vicio solitario. Y Ia cura de Ia enfer­ medad masturbatoria habrfa de incluir Ia reversion de esa tendencia: posible matrimonio -"una medida heroica'', dice una fuente, pues el onanista esd. tan debilitado-; de ser necesario, una prostituta para volver a encauzar el deseo. Se Ia debfa "contratar con el prop6sito buscado"; debfa gozar de buena salud. Pero, si todo eso se hallaba en o rden, "dormir con una mujer revive el apetito natural", de manera que tras un tiempo "incluso los mas debilitados recupe­ ran su vigor". La noci6n de que el "sexo real", por mas moralmente dudoso que pudiera resultar, era mejor para Ia salud de un hombre que una constante masturbaci6n tendrfa larga vida. Freud envi6 a su amigo Fliess un primer manus­ crito de su obra acerca de Ia etiologfa de Ia neurosis: en el, observaba que Ia masturbaci6n causaba neurastenia en los hombres; cuanta mas masturbaci6n mas neurastenia, y, de manera inversa, "los individuos que fuc.ron seducidos por m ujeres a edad temprana han escapado de Ia neurastenia''. Freud advierte a Fliess que mantenga ese manuscrito lejos de su joven esposa; era una confi­ dencia entre muchachos. 20

1" Al respecro, vease Ed Cohen, Talk on the Wilde Side, Nueva York, Routledge, 1 993. Mas generalmenre, Ia masrurbaci6n fue Ia may01 fuenre de angusria respecro de Ia sexualidad en el mismo mundo sexual de Ia escuela publica inglesa. Vease J. R. Honey, Tom Brown's Universe: The Development ofthe English Public School in the Nineteenth Century, Nueva York, Quadran­ gle Books, 1 977, p. 1 69. Symonds es cirado de sus memorias en Oliver Buckron, Secret Selves: Conftssion and Same-Sex Desire in Victorian Autobiography, Chapel Hill, University of North Carolina Press, 1 998, p. 73. 20 The Complete Letters ofSigmund Freud to Wilhelm Fliess, 1 887- 1904, rrad. y ed. de Jeffrey Masson, Cambridge, Mass., Belknap Press of Harvard University Press, 1 985, p. 4 1 ; A. P. Buchan, Venus sine concubitu [Venus sin relaciones sexuales], Londres, 1 8 1 8, pp. 96-98.


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Hay poco de esto referente a las chicas. Las oportunidades de placeres gru­ pales eran menores -mucho menores en los establecimientos escolares: allf se disponfa de muchas menos oportunidades de estar solas-. Sin embargo, el tema existe. Mary Wollstonecraft se quejaba del desagradable habito de las escue­ las , y no fue Ia primera. Mary Wood-Allen, medica estadounidense y escri­ tora de consejos para nifias, j ug6 Ia misma carta un siglo despues; sus adver­ tencias contra Ia masturbaci6n y contra las amistades excesivamente sentimentales con otras nifias ocupaban casi el mismo espacio. Por una cantidad de motives -anticuadas conexiones religiosas entre sodo­ mfa y masturbaci6n, nuevos criterios de heterosexualidad, preocupaci6n por el secrete o por formas incorrectas de sociabilidad- tenemos avales para vincu­ lar ambos problemas, Ia preservaci6n de Ia heterosexualidad y el riesgo de onanismo. lncluso hace su aparici6n Ia cuesti6n de Ia imaginaci6n. Baude­ laire celebra a las lesbianas precisamente porque esran contra Ia naturaleza -"grandes en su menosprecio de Ia realidad"-, no en el sentido tomista de que el suyo es un amor sexual que no tiene como objetivo Ia reproducci6n, sino porque es ante todo un trabajo de Ia imaginaci6n. Se apodera del analisis del siglo A.'VI I I sobre que significa "contra naturam", pero invierte sus signos mora­ les. L;;. masturbaci6n puede ubicarse en una historia mas general, Ia de como la homosexualidad comenz6 a ser percibida como amenazante.2 1 Sin embargo, hay problemas con esta suene d e historia conjunta. Primero, sodomia y masturbaci6n han sido vinculadas a traves de las disti ntas epocas, como hemos visto. Los crudes ataques contra uno de los vicios no atraen Ia aten­ ci6n sob re el otro excepto ocasionalmente, tal como cuando se coloca a Ia marihuana j unto a las drogas duras. En las campafias antisodomiticas de Flo­ rencia y Venecia, no se mencionaba Ia masturbaci6n.22 Asi que todavia debe2 1 Charles Baudelaire, "Femmes damnees'', poema III de Les FLeur.< du MaL, Paris, Gallimard, 1 972, p. 1 50 [trad. esp.: Lasflores deL maL, Madrid, Folio, 1 995] . Vea se Vern L. Bullough y Martha Voght, " Homosexuality and its confussion with the secret sin in pre-freudian Ame­ rica", en journal ofthe History ofMedicine, val. 28, num. 2, abril de 1 973, para un excelente ana­ l isis de Ia literatura estadounidense. He citado mas o menos a! azar de diferentes fuemes pues en el siglo XVIII Ia historia es bastante similar, a pesar de las inflexiones locales. 22 Como agrcgado a las paginas 1 79- 1 8 1 arriba, vease Patricia H. Labalme, "Sodomy and venetian j ustice in the Renassaince", en Tijdschrift voor Rechtsgeschiedenis, 52.3, I 984. El articulo emi en ingles.


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mos explicar por que este nuevo y particular asedio contra Ia sodomia habria de redundar en un interes sin precedentes por otro vicio secreto. Segundo, hay un problema de genero. La sodomia -homosexualidad, en el lexico de algunos esrudiosos- y un nuevo criterio de heterosexualidad eran temas casi completamente pensados para hombres. La angustia por Ia masculinidad y Ia homosexualidad no encuentra paralelo en una angustia publica por el les­ bianismo y un poco por Ia femineidad hasta finales del siglo XIX; los peligros de Ia masturbaci6n, por otra parte, parecen acuciantes para ambos sexos desde el comienzo. Toda explicaci6n debe dar cuenta de Ia novedosa, y a veces para­ digmatica, focalizaci6n sobre nifias y mujeres que se masturban y en las infor­ madas sirvientas que les ensefi.an. Fi nalmente, hay un problema de especificidad. Si, Ia mastu rbaci6n fu e vista en compafi.ia de Ia homosexualidad, pero era al menos tan a menudo obser·· vada con una hiperheterosexualidad -en ambos casos: mujeres y hombres, nifi.os y nifi.as- al igual que sin Ia menor sexualidad, una especie de languidez epi­ cena. Era el primer paso a un exceso y a una degeneraci6n sexual de rodo tipo; su rol se habia expandido del comienzo aparentemente inocente de una vida de sodomfa entre monjes a ser el punto de partida de casi todas las per­ versiones. Acaso esta historia haya incorporado mas matices respecto de las mujeres hacia el siglo YJX. Se solfa pensar que los hombres que se masturba­ ban eran victimas de profundo agotamiento, que los volvfa asexuales o, peor, homosexuales; las mujeres que sucumbfan al autoabuso eran proclives a reci­ bir diagn6sticos de hiperactivas sexuales, pues en el conj unto de las ideas sobre Ia sexualidad femenina aun el mas !eve signo de algo mas que un inte­ res sexual habitual podia interpretarse como una sefi.al de excesivo deseo. En terminos generales, sin embargo, en ambos sexos pareda que Ia masturbaci6n causaba, o evidenciaba, demasiado o demasiado inadecuado deseo por el sexo opuesto, al igual que Ia escasez de deseo. John Marten, en su notorio Gonosofogium novum -el proto- Onania-, suge­ ria que en los j6venes de ambos sexos "los placeres del amor son effmeros y excesivos", pero especialmente para las puberes que frecuentan Ia compafi.ia de los hombres y generalmente creen que Ia masturbaci6n no solo es benigna sino tam bien necesaria para una buena salud. No estimula el matrimonio tem­ prano porque "otros metodos de aliviar el furor de los deseos son mejores". Antes, los lectores habian sido informados de los detalles de Ia estimulaci6n


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del clitoris. Cualquier cosa que pudiera aii.adirse a! respecto -resulta evidente que hay una fantasia sobre m uchachas privadas de sexo que viven temporal­ mente en un mundo de autarquia erotica- es s6lidamente "heterosexista" en . . su apanenoa genera1 . 23 Onania esta tamb ien repleto de informes sobre masturbaci6n en los q ue conviven el interes agresivo por el sexo opuesto y las preocupaciones sobre sus peligros. Un hombre escribe para decir que ha sido culpable de mastur­ baci6n pero que busca remedios para los genitales por haber tenido relacio­ nes con una mujer durante su menstruaci6n. Otro dice que su suegro le esd. hacienda esperar dos afi.os mas para cohabitar con su novia de 30 afi.os y se pregunta si "!a mano amiga de la naturaleza" no se ocupara de el; pre­ gunta tambien por su amigo, cuya esposa se ha fugado recientemente con alguien. (Hasta nuestro autor expresa algunas dudas sobre !a veracidad de estas historias; pero eso no afecta el planteo.) Mucho de es to es material di recto de adolescentes que se reconocerfa Hcilmente en nuestra epoca: unas pocas horas antes de estar con mujeres, escribe un joven, "es dificil man­ tener la mente libre de fantasias pecaminosas, o a! me nos van as o alocadas" . El constante latiguillo de Onania Examined es que !a masturbaci6n es sim­ plemente otra forma de fornicaci6n y que no debe ser singularizada, ni moral ni medicamente; tambien que Onania esta indefendiblemente equivocado en prestarle tanta atenci6n. Pero en su defensa, Onania deja en claro que !a autopoluci6n, entre otras perversiones, es el primer paso hacia otro desliz: "Miles han sido culpables de adulterio, asi como de fornicaci6n: ellos no debe­ dan haber cedido a estas tentaciones, que los superaron, de no haberse ini­ ciado en !a lascivia, y de no haber adquirido un habito de impureza por !a autopoluci6n". Ninguna menci6n a !a masturbaci6n como un paso hacia crf­ menes peores, como !a sodomia o !a "homosexualidad". Tissot cita caso tras caso que vinculan !a masturbaci6n con el exceso hete­ rosexual: el hombre que muere a causa de su peculiar gusto por tener sexo de pie con prostitutas -mucho mas exigente que hacerlo acostado- se ofrece como evidencia de c6mo un factor, diferente a la emisi6n, puede ser daii.ino para !a salud. Considera a! sexo heterosexual y a !a masturbaci6n como un 21 John Marten, Gonosologium Novum; or, A new system ofall the secret infirmitze, and diseases naturaL accidental, and venereal in men and women, Londres, 1 709, pp. 86 y 89.


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continuo; I a ultima debilita mas que el primero porque, como hemos visto, es excesiva por naturaleza. Un lector escribio a Tissot agradeciendole por su consejo sobre como padres y j ovenes "pueden preservarse de la violencia de los deseos que los empujan a excesos". (No masturbarse, por supuesto, sino alimentarse bien y realizar m ucho ejercicio al aire libre.) Entre las cartas que quedaron en los archivos de Tissot se encuentran confesiones de pacien­ tes que pensaban que los excesos con las mujeres habfan resuelto los dafios del vicio solitario y o tros que lo vefan como el primer paso en sus vidas de . . l 1" b ertmaJe. 24 Hubo una inflexion "lesbica" en Ia historia de como, para las mujeres, Ia masturbacion resultaba particularmente peligrosa -abandonaban el lecho mari­ tal y hallaban placer a solas 0 en sus semejantes-, pero era mas comun que se pensara que el sexo solitario conduda, sin mas, al exceso sexual tout court. Por sup uesto, el deseo desatado, aparentemente incon trolable, era mucho m as evidente en las mujeres que en los hombres, y no sorprende que fuera consi­ derado una patologfa y que recibiera un nombre por parte de los medicos: nin­ fomanfa. Antes de que Bienville acufiara el termino en 1 768, Tissot habfa dife­ renciado lo que llamaba "masturbacion o polucion manual" de "lo que puede llamarse clitoridiano". Pensaba que eso era "safico", y parece remitir a los famo­ sos casos contemporaneos de tribadas, a quienes Ia "naturaleza'' habfa dado un "parecido parcial a los hombres", del que abusaban "adoptando las funcio­ nes de Ia virilidad", "apreciando los dones de Ia naturaleza, como para llegar a pensar que de ben abolir Ia distincion arbitraria de nacimiento". La seccion ter­ mina con Ia afirmacion de que las mujeres que aman a las mujeres son en todo sentido tan apasionadas y celosas como aquellas que aman a los hom­ bres, pero que ahora "se apartara de esos desagradables detalles". Sorprende poco que Rousseau haya encontrado tan atractivas las advertencias de Tissot respecto de Ia autarqufa femenina.25

24

S. A. D. Tissot, Onanism; or, A Treatise upon the Disorders Produced by Masturbation; or, !he Dangerous Efficts ofSecret and Excessive Venery, trad. in g. de A. Hume, Londres, 1 76 1 , pp . 80, 8 1 y 1 49. Citado en Michael Stolberg, "An unmanly vice: Self-pollution, anxiety, and the body in the eighteenth century", en Social History ofMedicine, 1 3 . 1 , 2000, p. I '5, de las canas manuscritas en el fonds Tissot. 25 S. A. D. Tissot, Onanism, op. cit., pp. 40-46.


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La principal ejemplificacion que hace Tissot de estos puntos proviene de Ia

Sdtira VI de Juvenal, que narra las orgfas de las menades priapicas. 26 No cabe

duda: esas mujeres se divertfan entre elias, pero solo antes de que entraran los hombres jovenes a escena. La masturbacion como preludio a un reino lesbico es, en el mejor de los casos, solo un cabo en el o riginal. Podrfa l1aber una con­ tinua historia de imagenes semejantes, que sigue teniendo resonancias hasta hoy. Por ejemplo, un esrudio reciente ejemplifica claramente Ia centralidad de Ia estimulacion cliroriana en las imagenes renacentistas de Ia sexualidad des­ viada y de mujeres socialmente marginadas, especfficamente brujas y prosti­ tutas. Esas mujeres no se dedican al vicio "solitario", pero encuentran placer en y entre elias. Sin embargo, Ia amenaza que representan no es el lesbia­ nismo, sino el flagrante rechazo de las normas sociales, ya fuera a traves de Ia prostitucion o de otro tipo de desviaciones. 27 El libro Nymphomania, de Bienville, un autoproclamado y casi sicofantico esfuerzo por extender las observaciones de Tissot a Ia vida sexual de las muje­ res, es claramente heterosexista. Esa furia que es Ia ninfomanfa es, de acuerdo con su "descubridor", una pariente cercana de Ia masturbacion, una enferme­ dad del "movimiento perturbado de las fib ras". Ataca a aquellas que son, o que se vuelven, vulner8.bles a las necesidades que no pueden resolver: "Ia parte mas joven del sexo" cuya "desesperada pasion" por un amante ha quedado defraudada; "muchachas desenfrenadas" que llevaron vidas voluptuosas pero que ahora esran abandonadas; vi udas tristemente desprovistas de las relacio­ nes sexua!es a las que estaban acostumbradas; mujeres que leen "novelas luj u­ riosas". En resumen, cualquier mujer frustrada en sus deseos naturales o ague­ lias que han llevado sus llamas de pasion a una furia que no puede resolverse se embarcan en Ia masturbacion. Esto debe ser entendido como sfntoma y como causa de agotamiento nervioso: una vfa fundamental para irritar las fib ras sin enuegarles lo que real mente necesitan. Desde luego, hacia cl siglo XIX los medi11' S. A. D. Tissot, Onanism, op. cit., p. 46, en realidad cita mal el verso " Ipsa Medullina fluctum cisantis adorat" como " . . . frictum cirsantis adorat". 17 Sabre esto, vease el excelcnre ardculo de Laura Weigerr, "Autonomy as deviance: Sixteenrh cenrury images of witches and prosritutes", en Paula Bennerr y Vernon A. Rosario (eds.), Soli­ tary Pleasures, op. cit., pp. 1 9-47. El vinculo percibido enrre desviacion religiosa y desviacion sexual se suele estableccr en los pafses protestanres en el contexto de los ataques al catolicismo.


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cos pensaban que algunas ninfomanas iban en camino al tribadismo, por ejem­ plo, al frotamiento genital con otras muj eres. Pero Ia mayorfa de elias parecen ser consideradas como inveteradas masturbadoras que se desesperan insacia­ blemente por hombres; dos semanas en un prostfbulo podrfan curar a una des­ dichada paciente, sugiere medio en broma un medico ante un gran auditorio.28 La historia es similar para los hombres. Aunque generalmente no se con­ sideraba Ia masturbacion como el primer paso a Ia satiriasis, solfa interpretarse como un signo y como una causa de excesivo e inadecuado deseo heterose­ xual, no de homosexualidad o de reticencia. No hay que equivocarse, afirma Auguste Fore!, el muy traducido sexologo de principios del siglo XX: los mas­ turbadores no son "las palidas y -aterradas criaturas" que nos trans mite Ia tradi­ cion, sino "individuos bastante perversos que pronto se transforman en impu­ dicos donjuanes". Todo el movimiento por Ia pureza de finales del siglo XIX se basaba en Ia misma suposicion que habfa llevado a John Marten a considerar la masturbacion como el primer paso al adulterio y Ia fornicacion: el sexo soli­ tario era un ensayo para otras actividades. La pureza social solo podra triun­ far cuando los hombres acuerden tratar a todas las mujeres con respeto y man­ tenerse ellos mismos puros. Esto significa que desde el comienzo deben renunciar al mas egregio de los vicios: Ia autopolucion. Este es un argumento de Catha­ rine MacKinnon avant Ia lettre. los pensamientos y las fantasias impuros lie­ van a actos impuros. Compafifas obscenas, libros inapropiados y excitantes generaban sensaciones que eran "prontamente transformadas en el vicio secreto a edad temprana" y luego en una vida de "gratificacion ilegftima de las pasio­ nes". El gran aumento de Ia prostitucion y el desenfreno en el mundo, escribe esta aurora de buena reputacion, se debfa mayormente "al vicio de Ia masrur­ bacion entre los jovenes" -"Ia primera caida"- y a las malas influencias que alimentan el deseo. O tro autor, tambien vinculado con las escuelas publicas mas prestigiosas, pensaba que Ia masturbacion era tanto Ia "principal causa de Ia inmoralidad en las escuelas" -es decir, Ia homosexualidad- como Ia base de todo tipo de incontinencia sexual en los adultos. Elizabeth Blackwell, Ia medica '" Bienville sigue los pasos de su predecesor; esd. parado en los hombros de un giganre, no puede siquiera aproximarse a !a maestria narrariva de L'Onanisme, y asi sucesivamenre. Sobre !a hisroria del siglo XIX, vease Carol Groneman, Nymphomania: A History, Nueva York, W. W. Nor­ ton, 2000, pp. 1 6, 17, 29, 30 y 1 2 y passim.


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pionera y "fisi6loga cristiana", pensaba que todos los vicios antinaturales nadan de dos "vicios radicales" -Ia masturbaci6n y Ia fo rnicaci6n-, y que uno lle­ vaba al otro.29 Si no ya en el siglo XV!Il sf en el XIX, Ia masturbaci6n qued6 vinculada con toda desviaci6n sexual concebible o significativa. Mary Cove pensaba que causaba "apatfa de los apetitos sexuales, o su indebida violencia'' y que envi6 prematuramente a cientos de miles a Ia turnba. Krafft-Ebing pensaba que Ia masturbaci6n llevaba a ciertas clases de homosexualidad, pero tambien crefa que el elemento crftico que diferenciaba Ia masturbaci6n del coito -el papel esencial desempefiado por Ia imaginaci6n- llevaba tambien a todo tipo de otras perversiones y enfermedades. El "onanismo ffsico" era para el sin6nimo de fan­ tasia sexual en cualquier circunstancia, lo que extendfa aun mas el imperio de Ia masturbaci6n. La excesiva masturbaci6n, pero tam bien Ia precocidad hete­ rosexual y Ia luj uria a cualquier edad, se vinculaba con locura, congenita o adqui rida, con degeneraci6n, con paranoia erotica -esta mucho mas entre las mujeres-, con inmoralidad sistematica, y tantas otras cosas. El lesbianismo, Ia ninfomanfa y Ia masturbaci6n se retroalimentaban facilmente j usto cuando ingresaron en las discusiones del siglo XIX acerca de Ia prostituci6n. � Se con­ verda una mujer en prostituta por ser sexualmente insaciable, como lo evi­ denciarfa por un clitoris agrandado? � Era eso congenito o causado por Ia mas­ turbaci6n o el lesbianismo? �Aparedan el lesbianismo y Ia masturbaci6n cuando Ia relaci6n heterosexual no era satisfactoria o cuando no habfa posibilidades

29 Auguste Fore!, The Sexual Question: A Scientific, PsychologicaL Hygienic, and Sociological Study, rrad. ing. de C. F. Marshall, Nueva York, Physicians and Surgeons Book Co., 1 906,

p. 223. Fore! vincula Ia masturbaci6n con Ia homosexualidad, de Ia que cree que invierte Ia mas­ rurbaci6n solitaria en masturbaci6n mutua mienrras que los heterosexuales se involucran en rela­ ciones vaginales cuando se presenra Ia oportunidad. Ellice Hopkins, The White C.ross Army, Lon­ dres, c. 1 880, en una serie " Papers for men only"; Clement Duke, The Preservation ofHealth, Londres, s/f, pero escriro para Ia Howard Medal in Statistical Science, 1 884, pp. 1 4 5 y 1 50; Edward Lynleton, The Causes and Prevention ofImmorality in Schools, Londres, 1 883, pp. 8 y 1 5; Elizabeth Blackwell, The Human tlement in Sex: Being a Medical Enquiry into the Relation ofSexual Physiology to Christian Morality, Londres, 1 88 5 , p. 29. Laura Engelstein hall6 ram­ bien esra forma de pensamienro en Rusia a fines del siglo XIX; vease su The Keys to Happiness: Sex and the Search for Modernity in Fin-de-siecle Russia, Ithaca, Cornell University Press, 1 992, pp. 22 1 -223.


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de practicarla? <0 I a prostitucion proviene de I a pobreza sin vinculacion con nada de lo anterior? No queda claro; pero Ia masturbacion esta en el centro del problema. Cada tipo de preocupacion acerca de Ia sexualidad y Ia socie­ dad se confundia paulatinamente con las demas: Ia degradacion del acto sexual en el "hombre civilizado" -evidente en Ia masturbacion, Ia prostitucion y Ia relacion marital que hace uso de Ia anticoncepcion, es decir, todo sexo por pla­ cer- producia todas las horribles enfermedades de Ia depravacion, segun pen­ saba un influyente grupo de medicos rusos antes de Ia Revolucion. No habia un final a Ia vista. La causalidad funcionaba en todas las direcciones. El onanismo podia desem­ bocar en homosexualidad; pero Ia abstinencia forzosa de compafieros sexuales del mismo sexo podia empujar a los homosexuales a! onanismo, lo cual, pen­ saba Krafft-Ebing, era una solucion mala y poco saludable a los p roblemas enfrentados por sus pacientes. Algunos creian que su homosexualidad los man­ tenia alejados de Ia tanto mas peligrosa practica de Ia masturbacion, otros que Ia masturbacion y un excesivo deseo homosexual juntos llevaban a Ia neuras­ tenia. (Uno estaba tan convencido de que Ia solucion era Ia castracion que cuando Krafft-Ebing se opuso, se hizo operar en otra parte.) Las fantasias mas elaboradas y paranoicas surgieron de esta especie de revo!tijo. Un comenta­ rista convocaba a una especial vigilancia de nifias y mujeres luego de que se fueran a Ia cama, no por lo q ue se p udiera ver sino porque parecia que no estaban haciendo nada. Solo el observador mas cuidadoso podria detectar el menor indicio de vicio. "Apenas habia entrado a Ia cama y parecia sumida en el suefio mas p rofundo", advertia; pero no habia que dejarse engafiar. Para Ia mayoria, eso podria parecer inocente; pero "para un observador experimen­ tado" es "siempre sospechoso", mientras genera en los padres una falsa sensa­ cion de seguridad. La "marcada exageracion" con que finge dormir p uede quedar al descubierto "desperrandola" y percibiendo Ia transpiracion -que no se debe a! calor de Ia frazada- y el pulso intenso y acelerado. No importaba que no se percibiera masrurbacion en ese perverso ejercicio de disimulo.30 Muy poco de lo que se co nsideraba desviacion sexual no estaba asociado con Ia masrurbacion: implicitamente en el siglo XVIll, explicitamente a fines del XIX.

y

10 Nicholas Francis Cooke, Satan in Society ( 1 870), Cincinnari, G. F. Hovey, 1 882, pp. 1 1 4 1 1 5.


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En realidad, bajo la mirada de los medicos y del publico en general, toda desviacion pareda focalizada en la masturbacion. Podemos acumular uno tras o tro hiperbolicos ejemplos de implosion individual y social: "El masturba­ dor pierde por momentos sus facultades morales", escribe un medico aleman de finales del siglo XVIII, y tras una declinacion aun mayor "cae al nivel de los animales", apenas la sombra de un hombre. Johann Peter Frank, el padre de la idea de una polida sanitaria -una version temprana de la oficina de salud publica-, consideraba que la masturbacion era peligrosa no solo para el indi­ viduo sino tambien para la sociedad, y, por lo tanto, que el Estado debfa diseii.ar una manera de tenerla bajo vigilancia. Escribiendo a principios del siglo XIX, Pierre Jean Corneille Debreyne, la autoridad internacional en teo­ logfa y medicina, compilo paginas de las mas horrendas consecuencias del sexo solitario: perdida de todas las facultades morales, de inteligencia, memoria, vivacidad, salud, sociabilidad, todo cuanto nos hace humanos. Los grandes teo ricos de la degeneracion de fi nales del siglo XIX poco podrfan agregar a esta opinion. Asf, cuando Wagner escribio al medico de Nietzsche para ofre­ cer su propia interpretacion del colapso ffsico de su antiguo amigo -en caso de que el medico hubiera perdido las claves-, le sugiere que se tratara al filo­ sofo clemente con la presuncion de que sus problemas eran el resultado de la masturbacion. Un dorado joven poeta al que habia conocido se habia que­ dado ciego por esa practica, y otro habfa sufrido un completo colapso ner­ vioso j unto a una seria enfermedad en los ojos. Wagner i nforma al doctor Eiser, y asf tambien al filosofo. 2Necesitaba decir mas? Ambos jovenes, al igual que Nietzsche, habian roto con Wagner. Uno, ei lo sabia, habfa tenido un acci­ dente con su caballo; el otro era homosexual. 3 1 31 Johann Peter Frank, System einer vollstiindigen medicinischen l'olizey, I I vols. en 5, Fran­ kenrhal, 1 79 1 - 1 794, vol. 6, tercera parte, sec. 1 4 , pp. 1 1 3-1 1 6. La "letrina de Ia masturbacion" era tambien, pensaba Frank, una causa de suicidio y por ende un problema de Estado (val. 1 2. , sec. 8, p. 1 47). Los solteros eran mucho mas propensos a suicidarse que los demas, y s u "vicio secreta" era uno de los motivos. P. J. C. Debreyne, Essai sur fa rheologie morale, Paris, 1 844, pp. 71 y 70-8 1 en general; Marc A. Weiner, Richard W!tgner and the Anti-Semitic Imagination, Lincoln, University of Nebraska Press, 1 995, pp. 337-342. Los judios enrran en Ia misma care­ gada que los masturbadores y, segt'm afirma Weiner, lo mismo ocurre con los personajes pare­ cidos a judios de Wagner: por ejemplo, Beckmesser en Los maestros cantores de Nuremberg y Hagan en El anillo.


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Hemos hecho u n largo trayecto desde I a hipotesis original que sugeria que Ia aparicion de Ia preocupacion ace rca de Ia masturbacion era un aspecto de Ia aparicion de Ia preocupacion acerca de Ia homosexualidad: Ia mastur­ bacion se convirtio en problema porque habfa que asegurar nuevos lfmites para Ia heterosexualidad; y todo acto orgasmico que no fuera con una mujer debfa ser reprimido, pues rompfa con esos frigiles lfmites. Sin embargo, ocurrio que el vicio solitario fue asociado en las mentes de medicos, educa­ dores, moralistas y genre comun no solo con Ia sodomfa sino tambien con rodo otro tipo de desviacion sexual y moral. Eso no significa que las his to­ rias de Ia homosexualidad y del onanismo no esten vinculadas. Ambos pare­ cen hallarse en las sombras del secreto, el exceso y Ia imaginacion. Y ambas se volvieron de pronto preocupantes en cuanto se derribaron las an tiguas rest ricciones a Ia sexualidad. A medida que Estado e Iglesia perdfan su auto­ ridad sobre Ia conducta sexual, cuando el sexo se volvfa literalmente un asunto privado, otras modalidades de regulacion de todas las especies de conducta moral ocuparon su Iugar. La historia po!ftica o frece un territorio potencial­ mente fructffero para buscar una explicacion. Podemos empezar por oGservar que el autogobierno, que fue tan central en como fue comprendida Ia masturbacion a principios del siglo XVIII, debe concebi rse como el opuesto del gobierno exterior de Ia mente y Ia moral. En otras palabras, a medida que parecfa desvanecerse Ia busqueda de restriccio­ nes naturales y de Ia aparentemente natural jerarqufa polftica dictada por Dios y los santos, aumentaba Ia importancia de Ia inteligencia, el control, Ia transparencia, Ia sensibilidad, Ia imaginacion y Ia educacion individuales. Como el individuo formarfa parte del nuevo o rden social es el gran problema de Ia filosoffa moral y Ia teoria polftica de los siglos XVIII y XIX. Pero no podia evitirselo, mas alia de que respuesta recibiera. Si, como dij o en su cele­ bre planteo Kant, "el Iluminismo es Ia emergencia del hombre de su autoim­ puesta inmadurez", cuyo motor era "atreverse a conocer", entonces el ona­ nismo era su negacion: el rechazo solipsista por Ia vida publica, el control y Ia imaginacion a! servicio de Ia humanidad, y un arte en beneficia de una especie de servidumbre mo ral autogenerada, si no efectivamente una forma de locura. Ni "Ia libertad para usar pubficamente Ia razon" ni convertirse en un individuo autogobernado eran cosas faciles. En el mejor de los casos, resul­ taba algo dificil, como sabfa Kant, distinguir entre acciones basadas en el pro-


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pio in teres y aquellas basadas en el imperativo categorico. Pero el placer solitario representaba !a peor de las opciones, no solo para Kant sino tam­ bien para cualquiera q ue discutiera esos asuntos.32 La explosion de !a preocupacion por Ia masrurbacion es, sin embargo, solo un aspecto -crucialmente importance- del proyecto pedagogico de crear un ser humano aurogobernado capaz de vivi r en !a nueva esfera publica de !a sociedad civil. Contd.stese die heimliche Siinde con die Offentlichkeit. "el pecado secreto" con "!a esfera publica", literalmente, el estado de estar abierto. En contextos especfficamente politicos, Ia problematica del vicio solitario llega para encarnar los riesgos de todo un proyecto polftico. Se convirtio en un acalorado, emocionalmente perturbado microcosmos de angustias crea­ das por el advenimiento del o rden postabsolutista, del Rechtsstaat. En Ale­ mania, Selbst-befleckung, "autopolucion", funcionaba, como plantea un his­ toriado r, "a! igual que un inventario donde ventaj as y desventajas de los p rincipios sociales del Iluminismo se comparaban con ventajas y desventa­ j as del principia social del absolutismo". Era Ia zona oscura de Ia sociedad civil, su pecado original. Todas esas capacidades y posibilidades con las cua­ les medraba Ia masturbacion -imaginacio n, deseo de placeres refi nados, lectura, privacidad- eran las mas necesarias al nuevo orden social y polftico. Y a! mismo tiempo podfan producir su debacle moral. La lucha co ntra Ia masturbacion a traves de Ia educacion y de las estocadas de Ia medicina era una l ucha por mantener Ia libertad y el deseo: en ella se predicaba que dicha libertad se basaba en los limites ericos de Ia vida en el n uevo orden. Es una batalla que se librara una y o tra vez dondequiera que Ia libertad individual amenace con disolverse en anarqufa social. Lo que digo para Ia Alemania del siglo XVIII puede trasladarse a los Estados Unidos del siglo XIX, donde a!

.l2 Immanuel Kant, "An answer to the question: What is enlightenment?", en Perpetual Peace and Other Essays, trad. ing. de Ted Humphrey, Indianapolis, Hackett, 1 983, pp. 4 1 -43 [trad. esp.: ( Que es Ia Ilustraci6n?, Madrid, Tecnos, 2002]. La obra fue publicada por primera vez en 1 784 en el mismo Berliner Monatsschrift que habia publicado los cuatro ensayos pre­

miados sabre como prevenir Ia masturbaci6n. No queda clara, dice Kant, si cuando rniramos a nuestro alrededor podremos hallar una sola in stan cia de Ia disposici6n a actuar por puro deber, Metaphysics ofMorals, trad. ing. con introducci6n y notas de Mary J. Gregor, Filadelfia, Uni­ versity of Pennsylvania, 1 97 1 . primera parte, secci6n 2, paragrafo 406.


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frances Alexis de Tocqueville le maravillaba como Ia sociedad civil parecfa superar los potenciales excesos de Ia libertad. 33 Era un acto de equilibria moral, y se podia apreciar sus tensiones en alguien que ayudo a crear el nuevo orden moral y politico y observaba con horror su creacion: Joachim Heinrich Campe. Campe apoyaba Ia Revolucion Francesa, pero temia los disturbios, 0 peor aun, lo que podrfa desencadenar ese aban­ dono del absolutismo. Por su parte, habrfa preferido un viejo orden reformado. Se puede "vivir mucho mas pacifica y felizmcnte" en "una monarquia bien ordenada bajo un prfncipe sabio y j usto" (quien gobierna no arbitrariamente sino conforme a Ia ley) que como uno podia vivir en Ia "republica tumul­ tuosa" que era Francia. Estaba feliz de vivir en Brunswick en u n estado con un prfncipe como aquel. Pero probablemente Campe haya hecho mas que nin­ guna otra figura i ntelectual del s iglo XVIII para encender Ia fantasia de los jovenes y asi crear una especie de lector solitario que, perdido en las ficciones, se hallara ante el peligro mortal del autoabuso. Si, como pensaban muchos moralistas de los siglos XVIII y XIX, Ia novela hacia expedito el camino hacia el vicio solitario, entonces Ia traduccion de Campe del Robinson Crusoe de Daniel Defoe descarrio a millones en cada rincon de Ia cultura letrada mundial. Varios cientos de ediciones sobreviven en todas las lenguas europeas, a! igual que en las asiaticas. Pero Ia soledad entregada a Ia fantasia no era el unico problema que desataba esa tremendamente popular novela. Las lecciones que los jove­ nes podian extraer de Ia historia eran terriblemente intrincadas y ambiguas: a menudo se ha visto a Crusoe como el prototfpico homo oeconomicus moderno, el hombre que se halla en soledad, libre de toda restriccion social e incluso moral que provenga del exterior. Los peligros morales del mundo de ese per­ sonaje eran los peligros morales del masturbador. Campe Ianzo en este mundo de peligros que ayudo a crear su guia para Ia crianza de nifios -un libro colec­ tivo en varios volumenes- y, ademas, alrededor de media docena de obras sobre el control del autoabuso que habia desatado el n uevo orden. Que hubiera mas autogobierno moral -poderosamente representado en Ia capacidad de renunciar a los placeres que uno puede b rindarse- importaba mucho para un 3 3 Vease Isabel Hull, Sexuality, the State, and Civil Society in Germany, 1 700-1815, lrhaca, Cornell Universiry Press, 1 996, cap. 7, para un brillanre analisis de lo que esroy discuriendo aqui. Pienso, por su supuesro, en La democracia en America.


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hombre cuya obra hizo tanto para difundir el nuevo orden cultural que pro­ dujo la masturbaci6n moderna. Esto puede entenderse como una empresa anti­ masturbatoria relativamente conservadora, un temor de que la masturbaci6n se manifieste entre la genre a la que se ha brindado autonomia moral mas que una preocupaci6n progresiva sobre lo que deda la masturbaci6n acerca de los efectos de esta liberrad.34 Hay mucho para decir a favor de esa afirmaci6n de que la masturbaci6n moderna naci6 de las transformaciones politicas. Casi toda la l iteratura del siglo XVIII que estamos revisando fue escrita o publicada en drculos protes­ tantes o anticlericales donde habian caido o estaban bajo sospecha el absolu­ tismo y el derecho divino de los reyes, y espedficamente alii donde el control publico de la sexualidad habia colapsado. Onania fue casi contemporaneo de la Society for the Reformation of Manners -la sociedad del vicio-, que trat6 desesperadamente y sin exito de ocupar el lugar de los tribunales eclesiasticos, que hasta finales del siglo XVII habian tenido jurisdicci6n sobre asuntos que luego se convirtieron en moral privada. Asf, los esfuerzos por controlar la sexua­ lidad desde denrro -y la masturbaci6n era considerada la forma paradigma­ tica de deseo sexual interior- pueden ser considerados como la alternativa moderna a las viejas formas de control comunal, religioso, j udicial y politico. Esa explicaci6n polftica para el surgimiento de la masturbaci6n tambien se articula con el mucho mas general argumento de Michel Foucault sobre los cambios durante finales del siglo XVIII y principios del XIX en la forma en que se ejerci6 el poder en el mundo occidental y en como estos cam bios tuvie­ ron injerencia en la construcci6n de la subjetividad moderna. El argumento

H Joachim Heinrich Campe (ed.), Allgemeine Revision des gesammten Schulund Erziehungs­ wesens I von einer Gesellschaft praktischer Erzieher, I 6 vols., Hamburgo, I 785- 1 7')2, prepara Ia

pregunta para el concurso de ensayos acerca de los peligros del onanismo. No conozco ninguna bibliografia complera de Ia adapracion del Robinson Crusoe de Campe, pero hay mas de 250 lis­ rados separados en el OCLC [Carilogo de Ia Biblioreca Clarendoniana de Oxford] . Una version sueca cayo en manos del joven Srrindberg. Las opiniones polfricas de Campe aparecen citadas en Nicholas Boyle, Goethe: The Poet and the Age, Oxford, Clarendon Press, 2000, pp. 27 y 28, en lo que aparenra ser una correspondencia con el joven Wilhelm von Humboldt, a quien acom­ pafio a Paris. Acerca de esra vision del personaje de Defoe, vease Isaac Kramnick, Bolingbroke and His Circle: The Politics ofNostalgia in the Age ofWalpole, Cambridge, Mass., Harvard Uni­ versity Press, 1 968, pp. 1 88-204.


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es sim plificadamente el siguiente: Occidente fue testigo de un importan te des­ lizamiento del Iugar del poder del soberano sobre el cuerpo del sujeto hacia lo que Foucault llamaba "biopoder", el control por parte de profesionales de los aspectos del ser interior de homb res y mujeres, nifios y nifias que esos m ismos profesionales habfan ayudado a crear como campo para el ejercicio del poder. Eso ocurri6 en una vasta franja de Ia sociedad moderna y no se restringi6 de ningun modo a asuntos de sexualidad. El funeral, por ejemplo, que habfa sido un dominio de Ia Iglesia, se convirri6 en muerte, registrada y analizada por los medicos y otras autoridades seculares; el bautismo pas6 a ser nacimiento. Y j untos conformaron las "estadfsticas vi tales", la materia prima de censo y todo lo que se construy6 con ese instrumento recientemente ela­ borado. La homosexualidad se convirti6 en una condici6n medica, tal como ocurri6 con la prostituci6n.35 Y, finalmente, los medicos crearon la masturbaci6n y al masturbador. Con ese nuevo flagelo medico y mo ral, ellos, y quienes se aprovechaban de su exito -pedagogos, moralistas, expertos de todo tipo- empezaron a ocupar las psiquis de innumerables nifios y nifias, hombres y m ujeres. El Estado, que autorizaba y mantenfa a esa hueste de profesionales, ya no quemaba o azo­ taba a los ofensores sexuales, sino que los enredaba en las telarafias del "bio­ poder". Expresado de o tro modo, Ia historia de la modernidad y del indivi­ duo no es una historia de liberaci6n -de la represi6n a la libertad- sino una en la que es ejercida una nueva y acaso mas insidiosa forma de poder. El deseo es creado mediante el discurso para que sea el lugar de control. La masturba31 Foucault analiza el desplazamiento general del poder desde Ia soberania ejercida en el cuerpo al cjercicio mas difuso del poder a craves de Ia disciplina del alma -el ser interior- en Discipline and Punish: The Birth ofthe Prison, 2• ed. trad. ing. de Alan Sheridan, Nueva York, Vintage Books, 1 995 [uad. esp.: Vigilary Castigar, Mexico, Siglo XXI, 1 984]. La consrrucci6n de Ia sexua­ lidad como un terreno discursivo para Ia creaci6n y el disciplinamiento del deseo mas que para su represi6n y liberaci6n es el tema de The History ofSexuality, val. 1 , uad. ing. de Robert Hur­ ley, Nueva York, Pantheon Books, 1 978 [trad. esp.: Historia de fa sexualidad, vol. 1 : La vofun­ tadde saber, Mexico, Siglo XXI, 1 977]; William Hale Hale, el archidiacono de Londres a media­ dos del siglo XIX, se adelanta a Foucault en su Remarks on the two bills now before Parliament,

entitled a Billfor Registering Births, Deaths and Marriages in England; and a Billfor Marriages in England, Londres, 1 836, donde afirma que una vez que el Estado logra adquirir esas formas de conocimiento puede tener acceso a los espacios mas intimos de n uestros seres y muy promo estar en nuestros dormitorios y viviendas.


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cio n, hundida por mucho tiempo en un pantano moral, fue convertida en un horror fundamental, una amenaza para el individuo y Ia sociedad, el objeto de todo el poder y el pensamiento corrector de los guardianes del buen orden. De algun modo, Ia campafia medica contra el vicio secreto durante los si­ glos XVIII y XIX es un ejemplo casi demasiado perfecto de todo ello. La evi­ dencia esta en todas partes. Solo se Ia debe b uscar en Onania -que colaboro mas que cualquier o tro texto en Ia creacion del onanista- para percibir que estamos asistiendo al nacimiento de una sociedad que, como sefiala Fou­ cault, se dedica a "hablar ad infinitum [sobre sexo]", a una " incitaci6n regu­ lada y polimorfa al discurso", a Ia "producci6n de sexualidad", a la elabora­ ci6n de deseo para poder insertarlo en un regimen d isciplinario. Como percibieron claramente los auto res de literatura confesional y de consejos mora­ les, cuanto mas se pregunta, mas real y atractivo se puede volver un pecado. Se deb fa acercar tentaciones a aquellos que nunca las hubieran encontrado de otro modo y por eso quedaban relativamente engafiados por sus interrogado­ res. Por ejemplo, Jeremy Taylor, el autor de best sellers de consejos religiosos del siglo XVII, ofrece mas de un ejemplo. (Po r supuesto, los ejemplos de la lite­ ratura confesional cat6lica son mucho mas abundantes, pero este se coloca directamente en el linaj e que hab ra de producir Onania alrededor de un siglo mas tarde.) "Cuidado, lector, -advierte- no leas los consejos de la siguiente secci6n, a menos que tengas un espiritu casto, o desees ser casto, o al menos consideres que debes serlo". Obviamente resulta tentador; pero si persistian, los lectores que no hubieran podido resistirse encontrarian efectivamente algo bastante insustancial. Tal vez consiguieran nuevas ideas para pecar, pero ten­ drian que empefiarse para lograrlo.36 No sucede lo mismo en Onania, cuya advertencia es exactamente la misma cuando invita a sus lectores a seguir y luego no se detiene. Es preciso que pre­ guntemos por que, llegado ese momento, una anrigua convenci6n de indicar silencio fue honrada solo para violarla. Preocupaba que el libro pudiera "ali­ mentar las fantasias de genre tonta con cuestiones impuras. Ruego a! lector que se detenga aqui y no siga adelante, a menos que sienta el deseo de ser casto, o y, Jeremy Taylor, "On chastity", en The Rule and the Exercises ofHoly Living, Londres, 1 6 5 ! , 80; Michel Foucault, The History ofSexuality, vol. 1 , op. cit., pp. 34, 3 5 y 1 7-73 en general; Onania, op. cit., p. 23.

p.


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al menos apto para considerar que asf deberfa ser". Pero John Marten solo puede aparemar desconocimiento del hecho de que todos los sumarios (excepto en las primeras ediciones) anunciaran Ia continuacion del clasico relato de Ia pornografia del siglo XVII sobre las dos monjas de Roma cuyos muy crecidos clitoris, resultado de Ia mutua masturbacion, se confundfan con organos mascu­ lines. No importaba que O�ania creciera edicion tras edicion gracias a las cartas, reales o ficticias, que solicitaba a nifios y nifias, hombres y mujeres, quie­ nes narraban como habfan aprendido Ia viciosa practica de Ia masturbacion y en que circunstancias Ia siguieron ejercitando. Las misivas debfan dejarse en una cafeteria, y el medico recibfa con especial beneplicito los relatos de muje­ res, dado que las primeras ediciones daban Ia equivocada impresion de que elias no cafan en el vicio, o que era menos peligroso en elias que en los hombres. Los primeros cien afios de literatura antimasturbatoria fueron, en terminos de Foucault, una gigantesca e internacional invitacion al discurso. Nunca el vicio secreto fue tan publico. Tissot justificaba que su tercera edicion de 1766 fuera un tercio mas extensa que Ia anterior diciendo: "Como hay pocas espe­ ranzas de convencer por otras razones que no sea el terror causado por los ejem­ plos, no se puede acumular pocos". James Hodson, quien deda tener Ia mayor practica en problemas sexuales de Ia Inglaterra del siglo XVIII, solicitaba visitas y cartas personales: estas ultimas, por un honoraria, recibirfan su respuesta y serfan publicadas. En una frase hecha a medida para Foucault, un escritor de comienzos del siglo XIX pide a sus corresponsales que "sean tan MINUCIOSOS en detalles de sus casos como les sea posible". 37 Esa ret6rica del descubrimiento, Ia descripci6n y Ia compilaci6n de detalles references a Ia masturbacion en jovenes y adultos perduro por siglos; en alguna parte se constitufa un crimen; en tal otra parte el crimen -el onanismo, por supuesto- revelaba un desagradable ser oculto que a Ia vez alimentaba poste­ riores maculas. En alguna parte otro criminal inocente era iniciado en Ia per­ versidad de sus uses. Y siempre se hacfa presence una angustia paranoica: el vicio secreto no podfa detectarse tan facilmente como hubieran deseado sus enemigos. Todos los nifios desconocen, escribe un maestro de escuela ingles, J7 S. A. D. 1issor, Onanism, op. cit., p. viii; James Hodson, Medical F acts andAdvertisements Submitted to the Consideration oftheAfflicted, Londres, 1799, p. 8; [R. J.) Brodie and Company, cirujanos consulcores, The Secret Companion, Londres, publicado por el auror, 1840, p. 13S.


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basta que pumo "su vida interior esd. expuesta al ojo experto"; solicita Ia "his­ toria de sus vidas interiores" una vez que consigue sus confidencias; a veces, cuando el trabajo apremia, solo imerroga a los ninos "que sufren obviamente los efectos de Ia impureza'', y en otras ocasiones a todos. Pero a pesar de Ia fal­ sedad de Ia creencia de los ninos de que nada puede traicionar su secreto, algunos casos pasan desapercibidos; ninos aparentemente saludables se con­ vierten en masturbadores. Doblemente secretos, exigen aun mayor vigilancia. Para ese bien educado maestro, todo brindaba un ejemplo para Ia observacion de George Eliot de que "nuestra vida familiar cotidiana no es mas que una huida de nosotros mismos y de los demas tras una pantalla de febriles traba­ jos y deberes". El verdadero ser -revelado con semejante pureza en su natura­ leza sexual- esperaba, asf, ser descubierto y, en Ia explicacion de Foucault, inserto en las redes del poder. 38 La produccion de Ia "verdad del sexo" y del "masturbador" como categorfa de sexualidad patologica por una medica y mas ampliamente pedagogica "scien­ tia sexualis", para usar el termino de Foucault, no era algo suril. ''Aunque Ia prac­ tica sea secreta'' -proclama un diccionario medico a principios del siglo XIX­ "deja una marca indeleble", de modo que sus devotos "no pueden rehuir Ia deteccion de ese tacto que ha sido peculiarmente distinguido con el giro sen­ sus mediad'. 39 En un sentido general, Ia profunda angustia respec;:o de Ia masturbacion indu­ dablemente forma parte de Ia transformacion de Ia polftica y la cultura que incluye Ia declinacion del absolutismo, el surgimiento de Ia sociedad civil, Ia creacion de una esfera privada fuera del alcance de Ia ley y Ia secularizacion de

38 E1 nabajo de Frederick Arthur Sibly fue publicado primero en Papers on moral education, communicated to thefirst International Moral Education Congress held at the University ofLon­ don, September 25-29, 1908, ed. de Gustav Spiller, publicado por el Congress Executive Comi­

tee, Londres, D. Nutt, 1 90 8 , un sirio prototfpico para la expresion de una clase de expertos que buscaba ganar Iugar en la vida interior de los ciudadanos modernos. Fue reimpreso por lord Baden- Powell en la Headquarters Gazette de los Boy Scouts y citado extensamente en Youth and Sex: Its Dangers and Saftguards for Boys and Girls, Londres, c. 1 9 1 0. J•> Michel Foucault, The History ofSexuality, vol. 1 , op. cit.; Bartholomew Parr, The London

medical dictionary including. . . whatever relates to medicine in natural philosophy, chemistry, and natural history, Filadelfia, 1 8 1 9 , vol. 1 , p. 9 1 8 . La primera edicion de ese diccionario en dos volumenes aparecio en Londres en 1 809.


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Ia moral y su fortalecimiento. Llego en el momento en que colapsaban las barre­ ras contra Ia lujuria, entendida durante mucho tiempo como sefial del aban­ dono de Ia naturaleza y Ia corrupcion de Ia moral . Un orden jed.rquico orga­ nizado por Ia divinidad ya no defendfa Ia sociedad contra Ia corrosion de Ia lujuria mas prontamente disponible. Ya fuese Ia sexualidad un camino a Ia moder­ nidad o viceversa, compartfan una trayectoria comun. El autogobierno moral era una piedra angular para Ia gobernabilidad en general. Pero, dicho esto , los cambios en Ia polftica -o los cambios en como se hada sentir el poder- como explicacion de por que Ia imaginacion, el secreto y el exceso adictivo, Ia triple amenaza de Ia masturbacion, se volvieron tan centrales para Ia autogobernabilidad moral solo resuelve parte del problema. En cierta medida, a causa de una cuestion cronologica. Pero hay otros dos moti­ vos que me hacen cambiar de rumbo. No creo que sea totalmente cierta esa vision general, explfcita en el primer volumen de Ia hisroria de Ia sexualidad de Foucault, de como se crearon las subjetividades modernas con Ia incita­ cion a! deseo y luego su dominacion por medio de las nuevas tecnologfas del poder. Y esro porque Ia historia polftica -o a! menos Ia que se focaliza en el "ser moderno" y no en como se ejerce el poder- es un aspecro de otra mas acuciante: Ia historia de Ia unidad entre cultura comercial y sociedad civil. Co mienzo por el problema cronologico. Sf, Ia autopolucion pareda ser el siniestro Doppelganger del Iluminismo en los estados alemanes, donde una nueva legislacion estaba transfo rmando Ia relacion entre las auroridades polf­ ticas y el cuerpo sexual. Pero tambien ocupo este Iugar en Suiza, Holanda, Ingla­ terra, las colonias norteamericanas, Italia y Espana, donde las situaciones polfticas eran, para cada caso, muy diferentes. Mas aun, el fervor en rorno a Ia masturbacion no decayo cuando, para tomar el caso aleman, Ia cuestion del Rechtsstaat quedo bien resuelta. A! go mas sustentaba el poder del sexo solita­ rio como para perturbar a tanta genre, a los propios masturbadores y a quie­ nes pretendieron limitar su incidencia por medio de los grandes y pequefios cambios politicos de dos siglos. Y es cierto: las verdades acerca del cuerpo fueron inventadas; sf, podemos localizar Ia produccion discursiva respecto de una especie de pervertido -el masturbador- dentro del "campo estrategico de las relaciones de poder". Pero el campo es mucho mas labil. Esa angustia por Ia masturbacion es de una Indole absolutamente diferente del resto de los compafieros de disciplinamienro del


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cuerpo sexual: Ia "histerizacion" de los cuerpos de las mujeres; Ia socializacion de las conductas procieadoras (los esfuerzos por dirigir las actividades del par malthusiano), Ia "psiquiatrizacion" del placer perverso (Ia construccion de Ia paralogia homosexual). La prostitucion puede sumarse a esta constelacion como una entidad separada. Todos se tornan un objeto de conocimiento para una variedad de pro fesionales, pero en momentos diferentes y en distintas moda­ l idades. La masturbacion aparecio como problema un siglo antes; fue el vicio primigenio mucho antes, casi dos siglos antes, que otros aspectos de Ia sexua­ lidad que cayeron luego bajo el escrutinio de medicos y pedagogos. A diferencia de los demas, no estaba regulada por el Estado: no podemos citar fechas en que se haya declarado legal o ilegal la masturbacion, que se haya regulado o desre­ gulado, como podemos hacer con Ia "homosexualidad", el control de Ia nata­ lidad, el aborto y Ia prostitucion. El vicio secreto funcionaba en instancias a Ia vez mas intimas y mas universales que los demas objetos de las nuevas cien­ cias del sexo, y fue asi durante siglos en contextos polfticos m uy diferentes. No amenazaba solo a tal o cual grupo de Ia sociedad, sino a todos. No ame­ nazaba solo a! orden social o al sexual, sino a! conjunto de Ia economia del deseo en todos los nifios y las nifias, los hombres y las mujeres. 40 Si el cambio politico es el principal ambito en el que buscamos Ia causa de !a masturbacion moderna y si Ia masturbacion se considera parte de una trans­ formaci on mas amplia en Ia que Ia sexualidad fue movilizada en pro del poder, entonces Ia cronologia importa. Foucault, quien penso en el lugar del sexo soli­ tario con relacion a Ia construccion del yo moderno mas profundamente que nadie, focaliza en los finales del siglo XVIII, cuando aparecio -segun su plan­ teo- "una recnologia del sexo completamente nueva", de Ia que fo rmaba parte el ataque al onanismo. A su vez, Ia tecnologia era parte -podria decirse que aquel era su causa- de un gran cambio en Ia naturaleza del poder: "El antiguo poder de muerte que simbolizaba el poder soberano [ . . ] [fue] suplantado por Ia administracion de los cuerpos y el calculado conuol de Ia vida''. Asi, Ia sexualidad como "una real formacion hist6rica" es, en Ia historia de Foucault, contemporanea a esa nueva forma de poder: el reemplazo del "privilegio de Ia soberania por el analisis de un campo multiple y m6vil de relaciones de fuerza''. .

4"

Estos n uevas campos del discurso son analizados en Michel Foucault, The History of 1 , op. cit., pp. 1 04, 1 0 5 y 1 03- 1 3 1 passim.

Sexuality, val.


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Pero ese no es el orden en que ocurrieron las cosas. El problema de Ia mastur­ baci6n se abrfa camino en Ia cultura europea, alta y baja, durante el siglo XVIII, . . antes d e que ex1sttera 1 a sexuat·d 1 ad" . 4 1 Pero mas importante que Ia cronologfa es que Ia explicaci6n polftica no da cuen ta de como ocurrieron las cos as y, por lo tanto, tam poco de su par que. Es verdad que en un mundo en que habfa un autentico crecimiento de Ia autonomfa y Ia libenad existfa consecuentemente una genuina necesidad de crear los mecanismos i nternos de autogobierno que permitieran a los i ndi­ viduos negociar Ia vasta variedad de las nuevas elecciones de que disponfan. Es tambien cieno que medicos, educadores y moralistas producfan deseos con su discurso y m as tarde ej ercfan su autoridad suprimiendolos. Si e n todo caso esa era su explfcita o definitiva motivacio n e s una cuestion aparte. John Marten debfa saber que sus floridos relatos de como gran cantidad de gente aprendio a masturbarse eran excitantes y, por ende, proclives a p ro­ ducir el mismo vicio cuyas consecuencias se o frecfa a curar por un honora­ ria. Autoridad, sf, pero en beneficia de las ganancias personates, no del bio­ poder. Los pedagogos aumentaron claramente su autoridad con Ia permanente incitacion a hablar de sexo y Ia consiguiente condena. Pero esto no consti­ tuye una evidencia para Ia vision mas general de que Ia sociedad moderna es una criatura de subjetividades dominadas. En otras palabras, efectivamente tuvo I ugar la creaci6n discursiva del deseo por parte de los profesionales que, asf, ejercfan poder sobre el y sobre las almas de sus sujetos. Pero eso no Ia eleva a categorfa general. "

4 1 Esta formulaci6n es el cenrro del libro en el que se desarrolla por primera vez Ia idea d:: biopoder, Michel Foucault, Discipline and Punish, op. cit., pp. 140 y 1 02. Isabel Hull sostiene que hacia 1 800 Ia burbuja alemana de Ia masturbaci6n habfa estallado. No es asf, como prue­ ban los texros alemanes de los siglos XVII I y XIX que he citado y muchos mas a los que puede apelarse. El problema cronol6gico en Ia explicaci6n de Foucault no es tan grave en las obras posteriores al primer volumen de su hisroria de Ia sexualidad. Hacia finales de Ia decada de 1 970 comienza a sostener que el desplazamiento del poder soberano -el poder de vida y muerte­ al poder gubernamental -el poder de conrrolar Ia vida y dejar morir- habfa comenzado en el siglo XVII. Aunque nunca se ocup6 explicitamente del argumento de Ia medicina y el auge de Ia masturbaci6n, y mas generalmente del biopoder en una epoca anterior, deberfa haberlo hecho. Sin embargo, mi principal crftica es Ia siguiente: que en el proceso de creaci6n de una nueva preocupaci6n, Ia gobernabilidad no jug6 un rol crucial. Agradezco a Michel Feher por haberme guiado en este sentido.


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SEXO SOLITARIO

Foucault menciona muy poco a Ia masturbaci6n en sus siguientes dos volu­ menes sobre Ia historia de Ia sexualidad, que no se ocupan del siglo XIX sino de Ia Antigiiedad, y por un buen motivo. Como vimos en el capitulo III, Ia mas­ turbaci6n casi no ocupaba Iugar en como pensaban medicos o fil6sofos el cui­ dado del yo y Ia creaci6n de un ser moralmente aut6nomo. Sin embargo, en el mundo moderno Ia relaci6n entre el yo y el sexo solitario se volvi6 importante. Asf, Ia nueva sexualidad esd. primariamente construida, para ponerlo en ter­ minos de Foucault, no con relaci6n a! conocimiento o a! poder sino al yo.

Mi explicaci6n Asf, ofrecere una explicaci6n en Ia cual la masturbaci6n se convertid. en el p rimer campo de batalla entre Ia civilizaci6n y Ia libido -Ia particular forma de sexualidad en Ia cual el exito o el fracaso del autogobierno moral resultaba mas cvidente- no a traves de lo hecho por el Estado, ni siquiera de lo que hicie­ ron los profesionales con fuertes vfnculos con el Estado, sino por medio del trabajo de Ia sociedad civil sobre sus integrantes. Para contestar a Ia pregunta "2por que?", retrocedere un paso para indagar el mas amplio contexto cultu­ ral de las angustias para las cuales Ia masturbaci6n se volvi6 emblematica: Ia imaginaci6n, Ia privacidad y Ia soledad, el exceso y Ia adicci6n. Y ese contexto es Ia sociedad civil que cre6 las nuevas actividades econ6micas en el siglo XVIII y m ucho despues. En otras palabras, Ia masturbaci6n alcanz6 su prorninencia precisamente cuando Ia imaginaci6n, Ia privacidad, Ia soledad y el exceso resu!taron impor­ tantes y preocupantes. El vicio privado es el pecado de una epoca que cre6 Ia idea de Ia sociedad como intermediaria entre el Estado y el individuo, y de una economfa que dependfa del deseo de tener cada vez mas. Ese deseo no era producto del discurso sino de Ia totalidad del sistema comercial. La civiliza­ ci6n hizo sentir de muchas maneras sus demandas en el deseante, y ahora moral­ mente autogobernado, sujeto de este nuevo mundo, pero ninguna fue mas importante que Ia que hizo sentir sobre el cuerpo sexual. A medida que alcan­ zaba nuevas significaciones, ese cuerpo se convirti6 en emblema de todo lo que se hallaba mas alia del control social, mas alia de Ia disciplina del mercado, todo lo que amenazaba a un mundo adecuadamente ordenado. De Ia misma manera,


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Ia rehabilitaci6n de Ia masturbaci6n en el siglo XX fue parte de un movimiento politico por un nuevo orden moral y sexual. A partir de los afios setenta, el sexo solitario fue considerado un camino para rescatar al yo de los mecanismos regu­ latorios de Ia sociedad civil y del o rden sexual patriarcal en los que lo habfan colocado el Iluminismo y sus sucesores. Se volvi6 signo de autogobierno y de autocontrol, no su colapso. En consecuencia, Ia historia de Ia masturbaci6n es Ia historia de Ia imaginaci6n, Ia soledad y el secreto, lo publico y lo privado, el exceso, Ia adicci6n y el control en las diferentes etapas de nuestro desarro­ llo de una etica sexual individual una vez que ya no podfa tomar como base Ia religion o un orden social o rganico. Comenzare mi explicaci6n con un analisis de Ia masturbaci6n y el mer­ cado, y luego girare hacia Ia masturbaci6n y Ia lectura privada, pero no por­ q ue piense que Ia economfa provee el marco real en el que se crearon las angus­ tias respecto de Ia masturbaci6n y que Ia cultura sea un mero reflejo o una manifestaci6n de segundo o rden. Por el contrario, quiero sugerir que el nuevo vicio solitario funciona como un ejemplo de un problema comun a ambas y a Ia burguesfa moderna mas en general. 0, dicho de otro modo, Ia mastur­ baci6n se convirti6 en eticamente central y construida como peligrosa preci­ samente cuando empezaban a evaluarse sus partes componentes. Nunca en Ia historia del mundo habfa alcanzado tanta importancia Ia imaginaci6n en una variedad tan amplia de dominios: economfa, literatura, arte. " Los place­ res de Ia imaginaci6n" -la frase es de Joseph Addison- cautivaban a los sec­ tores educados de Europa. Esos deleites se convirtieron en el nucleo, el prin­ cipia unificador, de Ia literatura, el teatro, Ia musica, Ia pintura y los otros dominios de Ia "cultura"Y Nunca antes el exceso habfa sido tan elogiado y democraticamente deseado. Nunca Ia soledad y Ia privacidad fueron tan enfocadas en contraste con el Estado y Ia sociedad. Su oposici6n se infiltr6 en el pensamiento en todos los niveles: las ganancias privadas podfan redundar en el bien publico; Ia soledad era un tiempo para Ia recuperaci6n moral y espiritual, una vfa de escape de los aje­ treos de un activo mundo social. Finalmente, el placer estaba en ascenso: los 42 Esa es Ia res is del rico anal isis de John Brewer, The Pleasures ofthe Imagination: English Cul­ ture in the Eighteenth Century, Nueva York, Farrar, Srrauss and Giroux, 1 997, especialmenre

pp. 56- 1 25 , aunque Ia idea se plamea demro de conrexros diferenres.


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S EXO SOL!TARIO

placeres de Ia imaginaci6n; Ia fundaci6n del uti!itarismo (los hombres buscan el placer y evitan el dolor basandose en el dlculo) . En otras palabras, todos los elementos de lo que estaba tan terriblemente mal en Ia mastu rbaci6n eran en sf ampliamente valorados, elogiados y discutidos. Pero esto convertfa su abuso en mas amenazador; casi se podrfa pensar que si el vicio solitario no hubiera existido habrfa que haberlo creado, una especie de Satin para las glo­ rias de Ia civilizaci6n burguesa.

La masturbaci6n,

Ia

modernidady el mercado

El veloz crecimiento de Ia economfa co mercia! a finales del siglo XVII y comien­ zos del XVIII no fue Ia causa del nuevo problema de Ia masturbaci6n, tampoco lo fueron las nuevas instituciones financieras o sus defectos. No obstante, Ia eco­ nomfa comercial y las imaginativas fundaciones de credito plameaban a Ia opi­ nion publica de esa epoca Ia misma cuesti6n moral y psicol6gica que Ia mas­ turbaci6n. Si Ia masrurbaci6n es, como he planteado, una patologfa de Ia imaginaci6n, una practica que parece no tener virtualmeme restricciones, una satisfacci6n del incesante deseo de una gratificaci6n interminable, debe consi­ derirsela un caso especial de un problema mas amplio: las moralmeme pertur­ badoras cualidades de una economfa comercial de credito que magicamente prometfa una no soiiada abundancia, vinculada de manera endeble con Ia rea­ lidad concreta de bienes y servicios. Relacionada con esta inquietud estaba Ia cuesti6n de si Ia sociabilidad, o incluso cualquier forma de virtud publica, podrfa sobrevivir a! frenesf del deseo y las ganancias privadas. Al principia, estos temas eran mas ampliamente debatidos en Inglaterra, Ia primera gran sociedad civil despues de Ia holandesa y aquella que se convirti6 en ejemplo. Pero tuvieron repercusiones en otras partes. Los contemporaneos hablan de sexo y comercio en terminos similares. El informante ficcional de Montesquieu en Ia corte persa escribe que "Ia enfer­ medad se expande hasta afectar incluso las partes mas saludables del organismo", sobre "un deseo insaciable" que nace en cada coraz6n; incluso los "hombres mas virtuosos" cometen "hechos vergonzosos". No se esti refiriendo a Ia mas­ turbaci6n sino, con transparence disgusto, a Ia "Mississipi Bubble" de John Law, en Ia cual los suefios de obtener algo por nada llevaron las acciones a nive-


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les fand.sticos. Ese deseo luj urioso no era por gratificaci6n sexual sino por dinero. En Ia siguiente carta, el entero sistema sexual colapsa. La fron tera publico/ privado se rompe cuando Zelis deja caer su velo camino a Ia mezquita, permitiendo asf que todo el mundo Ia vea; Zashi se va a Ia cama con uno de sus esclavos; un joven es capturado en el serrallo.43 El deseo sin ataduras de una esfera parece hacerse sentir en Ia otra. AI igual que Ia masturbaci6n, el comercio creaba "constantes agonfas y rece­ los a! espiritu"; a! igual que Ia masturbaci6n, "se imponia sin parecer hacerlo" y dejaba a sus victimas "reducidas a pie! y huesos" sin que su lujuria "haya cedido siquiera un poco". Los "Comites de Secreto" i nvestigaban "las mercaderias fic­ ticias" que tentaban a los i nversores, a! igual que el "poder de Ia fantasia'' sedu­ da a las vfctimas del pecado secreto. "Por arte de magia'' se elevaba el valor de las mercandas a! igual que las excitaciones del masturbador eran "elevadas por el arre". Ambos ocupaban el mundo de las realidades espurias, fragiles, que a un tiempo alimentaban y castigaban los deseos. "La burbuja'', a! igual que Ia masturbaci6n, era algo insustancial, vacuo, "un show engafioso": "2Por que habria una mujer de recibir dote en semejante burbuja?".44 En ambos dominios, el pro­ blema era el deseo autogenerado, que no tenia lfmites naturales. No habfa nacido de una necesidad impostergable, fundacional, o del pecado original, sino de Ia imaginaci6n y Ia ficci6n. Un deseo de ese tipo era bifronte: Ia fuerza impulsora del comercio y del crediro -Ia maquina del progreso- y tambien Ia del pecado solitario de Ia autopoluci6n, su Doppelganger en el desierto mas alla de Ia cul­ tura y Ia sociedad. Habia una nueva moralidad en el mercado. En otras palabras, Ia dramatica, repentina y radicalmente innovadora for­ mulaci6n de Ia masturbaci6n a! igual que el apremiante problema del deseo 43 Monresquieu, Persian Letters, rrad. ing. de C. ]. Bens, Harmondsworrh, Penguin, 1 993, num. 1 46. Con "siguienre [canal" quiero decir "siguienre en ubicaci6n". La num. 1 47 esd. "fechada" ues alios antes [trad. esp.: Cartas persas, Madrid, Tecnos, 1 994] . 44 Sir Richard Steele, The crisis ofproperty: An argumentproving that the annuitantsfor ninety­

nine years, as such, are not in the condition ofother subjects ofGreat Britain, but by compact with the legislature are exemptfrom any new direction relating to the said estates, 2• ed. , Londres, 1 720. La tercera cita esd. ramada de "Stander-by", en The battle ofthe bubbles shewing their several constitutions, alliances, policies, and wars, from theirfirst suddain rise to their late speedy decay, Londres, 1 720, p. 1 0. La definicion y el ejemplo son de la entrada "bubble" del Oxford English Dictionary.


artificialmente creado como solitario y secreto, siempre excesivo, reproduce pre­ cisamente Ia problematica de Ia nueva economfa. La expansion de esa econo­ mfa -mas especialmente su ab razo al credito- ponfa en entredicho Ia existen­ cia de un solido fundarnento para el dinero, ei intercambio y ei valor. Quimericos y fantasmales, los suefios infundados e ilimitados de obtener algo por nada pare­ dan tan amenazantes en el terreno economico como cuando sus encantos se aplicaban al cuerpo. El especulador y el masturbador j ugaban el mismo j uego, pero tambien lo hacfa quien sonara con Ia satisfaccion que surge de comprar algo mas. No habfa escapatoria; una vez debilitadas las viejas estructuras reli­ giosas, un orden moral viable dependfa de acordar con este am plio abrazo cul­ tural de deseo, ganancias privadas y felicidad, de ficcion y fantasia. La angustia por la masturbacion era una expresi6n de la angustia por un nuevo orden polftico economico escrito en el cuerpo. Era el das Adam Smith Problem, nombre que los filosofos alemanes habfan dado al dilema de reconciliar en otro registro Ia ganancia privada y el bien publico. (Smith afirmo en La riqueza de las naciones q ue esto ocurrfa mas o menos automaticamente por medio del funcionamiento de Ia celebre mano invisible, mientras que en La teoria de los sntimientos morales enfatizaba ia importancia de Ia interaccion humana, y en especial Ia capacidad de sentirse en el lugar del otro, de moderar Ia codicia.) El onanismo se hallaba claramente fuera del dominio social, y Ia mano invisible no funcionaba con el porque pr�suponfa el intercambio, un sistema de true­ que y trafico. El vici;:, solitario constitufa el abismo mas aila del egofsmo y Ia lujuria permisibles en una cultura cuya \'anguardia avivaba las llamas del deseo al tiempo que desmantelaba las protecciones tradicionales contra el. 45 Para Tissot y los otros crcadores de Ia nueva masturbacion, todos muy cre­ yentes de la etica natural del Iluminismo, los deseos individuales podfan ser refrenados y conciliados con el bienestar social sometiendose a Ia sabidurfa de b "naturaleza". La "necesidad real" ponfa lfmites naturales. Brindaba una gufa para Ia conducta apropiada, un corte con los excesos y Ia seguridad de una armo­ nfa en un mundo en que las respuestas teologicas habfan perdido su fuerza. La "necesidad real" era lo que distingufa al coito saludable del enfermizo y, mas " Sobre el problema de reconciliar deseo privado y bien publico, vease J. B. Schneewind,

The invention ofAutonomy: A History ofModern Moral Philosophy, Cambridge, UK, Cambridge

Universiry Press, 1 998, en especial cap. 1 5.


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importante, a Ia masturbacion de las otras clases de deseo sexual. La naturaleza era el peso que anclaba al sex9 social; Ia ficcion, Ia fantasia, Ia imaginacion -falsas necesidades- por otra parte, llevaban al onanista al exceso lunatico. La transgresion de Ia "realidad" -en el sentido de ir mas alia de Ia naturaleza-, no Ia violacion del supuesto objetivo del sexo (Ia reproduccion) , era lo que tor­ naba "antinatural" el pecado. Las "enfermedades de Ia civilizacion" -una cate­ goria comlin en el siglo XVIII- eran el resultado de ignorar esos peligros del exce­ sivo consumo de l ujos; claramente, quienes los respetaban vivian saludable y moralmente. Habia u n reino paralelo a este respecto del sexo. Se pensaba que Ia relacion basada en "necesidades naturales" era m ucho mas saludable que aque­ lla en que el hombre se habia excitado por su cuenta; incluso no era tan mala Ia masturbacion "realizada solo por necesidad", como expresa Ia Encyclopedie. Pero Ia autopolucion, como vimos, estaba mas alii de eso. En el nucleo de Ia nueva constelacion medica de Ia enfermedad masturbatoria, como expresa una m uy respetada enciclopedia francesa en 1 8 1 9 , se halla Ia exigencia intermina­ ble cada vez mas vinculada "al m uy alto grado de civilizacion alcanzado por las sociedades [comerciales] modernas". La masturbacion, pensaba otro medico de Ia epoca, era un "mal creciente", como resultado de Ia "difusion de Ia J uj u­ ria, de conocimientos precoces y de los vicios de Ia civilizacion"."6 En ese sentido, el sexo soli tario p uede parecer una perversion mas de Ia Juj u­ ria, Ia dcbilidad de Ia que se habian quejado los criticos morales desde que los griegos se b u rlaran de los persas y Caton lamentara el final de las viejas virtu­ des rep ublicanas. Pero era mas amenazadora ahora, pues los rigores contra Ia l uj uria estaban relajados. No habia mas !eyes suntuarias q ue limitaran los bie­ nes refinados a un estrecho sector de Ia sociedad. En realidad, los l ujos en gran parte habian sido moralmente rehabilitados a causa del bien que, se deda, ahora producirian. Los lujos hadan girar los engranajes del comercio y de Ia industria y todo el m undo se beneficiaba con esto; cuanta mas genre los adqui46 Para Ia gota, una enfermedad de Ia civilizaci6n en el siglo XVIII, vease George Cheyne, The English Malady, ed. e intr. de Roy Porter ( 1 733), Londres y Nueva York, TavistockLRoudedge,

1 99 1 . Para una version mas metaf6rica, veanse los comentarios de Michael lgnatieff sobre el filo­ sofo y economista escoces John Millar en Wealth and Virtue: The Shaping ofPolitical Economy in the Scottish Enlightenment, volumen a cargo de lsrvan Hont y Michael lgnatieff, Nueva York, Cambridge University Press, 1 983, Diaionnaire des sciences medicales, Paris, 1 8 1 9; James Copland, A Dictionary ofPractical Medicine, Londres, 1 8 58, vol. 3, segunda parte, p. I 0 1 0.


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rfa, mejor se estaba. Pero Ia masturbacion era un lujo que no tenia esas virtu­ des compensatorias porque era concretamente nada; era el placer fraudulento.47 La queja de Tissot de que "nos atamos a Ia busqueda de algo que no busca­ mos" encaja en Ia antigua tradicion del lamento moral pero sin su nueva coda redentora. La masturbacion, como el almohadon de plumas y Ia ligereza de Ia vida de los jovenes enfermizos, era evidentemente un lujo innecesario y corrup­ tor. La tendencia de "los hombres [y el autor quiere decir tambien mujeres] a atarse a falsas necesidades" era su radical perversion; el extasis sexual real de Ia presencia era rutinariamente enfrentado a Ia jouissance [el goce sexual] de Ia cultura y Ia fantasia.48 Quedo por mucho tiempo abierto como pregunta Ia cuestion de si existfa algo asi como el deseo natural no mediado por Ia fantasia. Los seres humanos, a diferencia de los animales, vivian mas alia de sus instintos. Incluso las expli­ caciones de Ia pasion sexual radicalmente materialistas como aquellas de Lucre­ cia, poeta y atomista del siglo I antes de n uestra era, redescubierto en el Rena­ cimiento, dab an cuenta de Ia mente y sus poderes inflamantes. Pero, si se soslaya esa cuestion fundamental, cualquiera que escribiera sobre Ia masturbacion pen­ saba que habia incitaciones naturales a Ia relacion sexual que estaban enraiza­ das en Ia atraccion de los cuerpos y que podian diferenciarse de aquellas gra­ tuitas, autoinfligidas provocaciones del masturbador. La diferencia crucial no podia sostenerse en Ia nueva economia: Ia fantasia era esencial y peligrosa en cualquier parte. El consumo floreda porque las fal­ sas necesidades -Ia necesidad de algo que no se necesita naturalmeme- £lore­ dan. En cualquier instancia de Ia sociedad, los l ujos de ayer se habian con­ vertido en las necesidades de hoy a medida que el drculo del deseo era cad a vez mas inclusivo. Los teoricos de lo que se pensaba como el "gran salario" afir­ maban que las personas no trabajaban por temor al hambre sino porque aspi­ raban a lo que antes se habia considerado lujo. Ampliamente entendidos como "grandes refinamientos en Ia gratificacion de los semidos", los asi llamados lujos, segun sostenian David H ume y otros, eran Ia base no solo de una eco­ nomia prospera sino tambien de una comunidad saludable. Siendo inocen­ tes, nos hacen mas "humanos" y mas "sociables". Tienen tambien un costado 47 48

Vease mas abajo, pp. 339-346. Vease arriba, pp. 256 y ss.


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placentero: en las sociedades refinadas, donde los lujos estan ampliamente difundidos, "los sexos se encuentran de manera facil y sociable". "Culpables" lujos, "viciosos" lujos, por otra parte, eran los que no contribufan a Ia socia­ biliJad. La frontera entre ambos no queda clara. La distinci6n entre "culpa­ ble" e "inocente" no puede "fijarse con exactitud", reconocfa Hume, como s ucede con cualquier otro tema moral. Pero el refinamiento siempre fue el criterio para trazar un limite. Solo en ese terreno, el vicio solitario podia cali­ ficarse como un lujo "vicioso". Pero Ia reevaluaci6n de Hume del lujo fo rmaba parte de una m ucho mas general reevaluaci6n del rol de las pasiones en Ia vida humana. Su rol habfa sido largamente discutido; pero adquiri6 una nueva centralidad en el pensamiento del siglo XVIII y especialmente en las ideas eco­ n6micas: "Todo en el mundo se obtiene con trabajo -deda Hume-, y nues­ tras pasiones son las !'micas causas de nuestro trabajo". 49 Se valid6 el rol de las pasiones, y ante todo del deseo de cosas materiales en sectores cada vez mas amplios de Ia sociedad. Los historiadores econ6micos han prestado mayor atenci6n a Ia importancia de Ia demanda en Ia creaci6n que a Ia transformaci6n de lo que Occidente conoci6 como Revoluci6n Indus­ trial. Parece que una "revoluci6n industriosa" llev6 a mas y mas personas a trabajar y vender para poder comprar en el mercado cosas que antes produ­ dan en su casa o de las que antes habfan prescindido. 50 En todas partes, Ia idea y Ia realidad de una necesidad naturalmente fundada se hallaban en estado p recario, y precisamente en ese momento Ia masturbaci6n lleg6 a ser conside­ rada un problema tan urgente y universal. Cualquier teorfa del vicio secreto -como del credito y el consumo- debfa ser una teorfa sobre Ia fantasia y el deseo. Y eso podrfa ser parte de una teorfa mas general del mercado. Menos de una decada antes de Ia publicaci6n de Onania, un emigrado holan­ des que escribfa en Inglaterra llamado Bernard Mandeville proclam6 caluro49 Las opiniones de Hume al respecro esrin mas sucinramenre expresadas en "Of commerce" y "Of rhe refinemenr of rhe arrs", en sus Political Essays, ed. a! cuidado de Knud Haakonssen ( I 742), Cambridge, UK, Cambridge Universiry Press, 1 994, passim y en especial pp. 99 y 1 05. Para una muy inreresanre inrroducci6n a !a discusi6n de las pasiones y el pensamienro econ6mico en ei siglo XVIII que primero influy6 mi manera de pensar ei rema, vease Alben 0. Hirsch­ man, The Passions and the Interests, Princeron, Princeron Universiry Press, 1 997. 10 Jan de Vries, "The l ndusrrial Revolurion and rhe indusrrious revolurion", en Journal of

Economic History, 54.2, 1 994.


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samente que las antiguas opiniones sobre el lujo habfan muerto, mientras ofre­ cfa una teorfa general como esta. Hoy se Io conoce casi unicamente entre los especialistas, pero en el siglo XVIII dominaba Ia escena. Kant lo leyo seria­ mente y respondio directamente a sus opiniones; Voltaire adopto sus posicio­ nes y las popularizo.51 Nadie articulo mas claramente el cisma moral en una sociedad comercial entre lo que alguna vez pudo haber parecido un orden social o rganizado por Ia divinidad, por un !ado, y los deseos de cualquier hombre, mujer o nifio, por el o tro. Pero lo importante para nuestra historia es que uno de los pensadores economicos mas influyentes y ampliamente debatidos vincu­ laba de modo manifiesto Ia lujuria sexual con el deseo por el lujo, es decir, con el deseo por las baratijas del mercado. El marco literario para las opiniones de Mandeville en su muy conocida obra -La fobula de las abejas, publicada en 1 7 1 4- es un poema publicado en 1 70 5 , e l mismo afio que e l Gonosofogium novum de John Marten, e l antecesor d e Ona­ nia: "The Grumbling Hive; o r, Knaves turned honest". Lo suficientemente popular como para ser pirateado, cuenta Ia historia de sociables abejas que viven como los hombres "en el lujo y las comodidades''. Lo notable en esas felices abejas es que cada rincon de su colmena esta "lleno de vicio/ aunque para Ia gran masa es un parafso". En todas partes hay defraudacion y trampas, pero en Iugar de producirse miseria individual y colapso publico , ocurre lo contra­ rio. Toda Ia colonia se ha Hecho amiga del vicio: y desde entonces, Lo peor de toda !a multitud Hizo algo por el bien comun.

Esta paradoja era el tema del mucho mas extenso y famoso tratado de 1 7 1 4, en el cual Mandeville brinda extensos comentarios sobre el poema, expan­ diendolo verso por verso en una prosa vigorosa e ironica que insistfa en el argu­ mento que antes habfa expuesto en verso. La mas notoria redencion de los "vicios privados", como llamaba el autor a coda esa busqueda egofsta de Ia ventaja propia, fue asf publicada al mismo tiempo que el primer y mas famoso 1 1 Existieron imitadores franceses de Mandeville que cit6 Hume. En su " Defense de Mon­ dain", Voltaire se basa especfficamente en el Essai po!itique sur !e commerce ( 1 734), de Jean­ Franc;ois Melon.


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a taque co mercia! contra " el vicio . privado". Hay un delicioso j uego de ida y vuelta en esta conjunci6n. 52 El placer, afirmaba Mandeville, no era una noci6n abstracta de los fil6so­ fos, sino algo mucho mas simple: "Un ingles llamara adecuadamente placer a todo lo que le place". Los placeres reales no son aquellos que los hombres proclaman mejores "sino aquellos con los que parecen estar mas complaci­ dos". Casi todos los placeres, incluso los supuestamente pecaminosos, satis­ facen las necesidades imaginarias, nacidas de la civilizaci6n y la ingenuidad. En realidad, Mandeville pensaba que las necesidades naturales eran tan pri­ mi tivas que resultaban i rrelevantes para la discusi6n: los pobres vivian mejor entonces que los ricos en los tiempos anteriores. No serfa la necesidad basica sino la interminable capacidad humana para el placer lo que volvfa pr6spera la colmena y estimulaba a la nueva economfa. Tal vez, admitfa Mandeville, su definicion del lujo como "todo [ . . . ] lo que no es inmediatamente necesa­ rio para la subsistencia del hombre en tanto criatura viviente" era demasiado rigurosa. Pero una vez que se ampli6, una vez que cualquier cosa mas alia de ese mfnimo fue admitida y considerada como necesidad -una necesidad real-, el j uego habfa empezado.53 Y, por supuesto, su planteo se cifraba en que incluso la mas empobrecida de las culturas era una evidencia de Ia imposibilidad de mantener una distin­ ci6n entre lujo y necesidad: "ni siquiera entre los salvajes desnudos" estan ausen­ tes los lujos. Abundancia de cerveza, carne y almohadas de plumas, para no hablar de entierros decentes y tantas otras cosas, mucho mas de lo que alguna vez hubiera sido un lujo impensado para los pobres, eran ahora necesidades. La historia parecfa mover continuamente el umbra!: los hombres mas ricos del pasado lejano "estaban desprovistos de gran cantidad de comodidades que hoy son disfrutadas por los mas humildes e insignificantes de los desventura5 2 Bernard Mandeville, The Fable ofthe Bees, ed. e inrr. de Irwin Primer, Nueva York, Capri­ corn Books, 1 962. El poema de 1 705 aparece impreso anres del rexto principal: I, 2, p. 27; II, 1 56 - 1 57 y 1 66- 1 68, p. 3 1 . '3 Esre anilisis del significado del lujo es pane de una extensa glosa de alrededor de 1 .200 versos del poema anrerior prepararorio: " Esre vicio se alimenra de Ia ingenuidad/ Que unida al riempo y Ia indusrria/ H a llevado a las conveniencias de Ia vida/ Sus reales placeres, comodi­ dad y tranquilidad,/ E n esra alrura, el muy pobre/ Vivia mejor que ames el rico". Ibid., pp. 32,

1 04, 77.


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dos". Mandeville pareda afirmar que habfa un rrabajo de Ia cultura para insu­ flar el deseo y que eso era alga buena. 54 Mandeville no negaba que las pasiones naturales existfan; par el contrario, afirmaba que los hombres esd.bamos manejados par elias y que nos goberna­ ban "lo quisieramos o no". Su famosa defensa de los burdeles publicos -un mercado de comercio sexual- comenzaba con una extensa resefia historica de evidencias -una pagina desopilante tras otra- de que incluso los filosofos eran guiados par Ia "i rresistible fuerza del amor" y que serfa ridfculo tratar de suprimirla. Socrates confesaba que aun siendo viejo se conmovfa cuando una muchacha le tocaba el hombro; Aristoteles tuvo un hijo con su concubina; Zenon fue famoso par su modestia, pues raramente hada usa de muchachos, pero llevo a su sirvienta a Ia cama, y planteaba Ia existencia de una comuni­ dad de mujeres. Hay muchos ejemplos mas. La polftica publica, concluye Man­ deville, debe tener en cuenta que si Ia demanda de sexo no puede reprimirse en los mas virtuosos y razonables de los hombres, serfa absurdo intentar hacer lo mismo entre los mortales mas o rdinarios.55 Negaba especfficamente que las antiguas restricciones morales, los antiguos rigores respecto del vicio y los viejos guardianes de Ia virtud pudieran contra­ Jar pasiones que ni siquiera los filosofos podfan manejar. Tampoco podrfan elias. "Cuanto mas de cerca analizamos Ia naturaleza humana'', decfa Mandeville en una inocente anticipacion del mucho mas intenso ataque que habrfa de lanzar Nietzsche, "mas nos convencemos de que las virtudes morales son Ia descen­ dencia polftica que Ia adulacion engendro en el o rgullo". Y tambien -profun­ damente vinculado con el rol psicologico que j ugarfa nuestro tema en el mundo moderno- habfa otro aspecto de esa maxima: "Es increfble cuan necesaria es una cuota de vergiienza para hacernos sociables". La piedad no nos hara vir­ tuosos, tampoco Ia razon, ni Ia religion. Durante ciertas epocas se creyo que "serfa mas beneficioso para todos conquistar antes que dar vfa expedita a sus apetitos, y mucho mejor prestar atencion a los intereses publicos que a los pri-

'4 Bernard Mandeville, The Fable ofthe Bees, op. cit. , pp. 77, I IO y, en general, 1 1 0- 1 1 3. " Bernard Mandeville, A Modest Defense ofPublic Stews, Clark Memorial Library Publica­ tion 1 62 ( 1 724), Los An geles, Augustan Reprint Sociery, 1 973, p. vi. La pieza es en parte un ataque contra las distintas sociedades por Ia reforma de Ia moral, las asf llamadas sociedades del vicio; pp. iii-x. Yease rambien The Fable ofthe Bees, op. cit., pp. 1 06 y 1 07.


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vados". Afirma que eso no es verdad. Los placeres que consumamos para noso­ tros y no las casas supuestamente buenas que hacemos por los demas son los que nos convierten en seres sociales y proveen Ia amalgama para Ia sociedad. Mantienen a Ia colmena en feliz zumbido, y su represion Ia dejarfa inerte y desa­ nimada. Nuestro deseo de ser adulados y elogiados -aunque Ia razon nos diga que es inmerecido- lleva mas a Ia virtud que todas las maximas y exhortacio­ nes de predicadores y moralistas. Las acciones basadas en como imaginamos que redundaran en nuestro beneficia tienen mayores posibilidades de producir el bien que aquellas basadas en los preceptos de Ia moral publica. En resumen, en todas partes Ia satisfaccion privada, Ia prodigalidad y el egofsmo paredan -con­ trariamente a lo que se ha crefdo por milenios- algo efectivamente buena. 56 Asf, el estatuto moral de esos rasgos de Ia masturbacion que paredan tan perturba­ dores despues de 1 7 1 2 -Ia busca egofsta de placer en uno mismo, el encontrar imaginativamente mas casas con que obtener deleite, el deseo ilimitado, incluso excesivo- estaban en el centro de Ia agenda del primer gran teorico de Ia moral del mercado libre. Su celebre conclusion fue que el vicio privado produda vir­ tud publica. No lo llamaba el vicio privado; pero sus plurales vicios privados habrfan de resonar junto a aquel recientemente anunciado en Ia misma decada. Aun el mas bajo y desagradable de los vicios, como tamar gin, Ia prostitu­ cion o el robo, hada su aporte al bienestar general, afirmaba Mandeville. Y los lujos que habfan sido condenados durante tanto tiempo y tan irracional­ mente por moralistas -todas las casas que se podfan i maginar, sonar o desear­ eran precisamente aquello que volvfa prospera a una comunidad. De por sf, cuando los vicios privados son suprimidos, Ia virtud p ublica colapsa; Ia feliz colmena cae en desarraigo cuando Ia supuesta virtud de Ia autonegacion triunfa temporalmente. El intercambio se interrumpe, Ia economfa colapsa, se termina Ia prosperidad de todos los que viven de vender y comprar. Pero entonces rea­ parece lo que algunos podrfan condenar por innecesario y excesivo pero que Mandeville consideraba Ia linfa vital de Ia comunidad, y los negocios mejo­ ran. " Llama prodigalidad a un noble pecado, ese agradable y bien amado vicio que hace humear las chimeneas y sonrefr al comerciante. "57 56

Bernard Mandeville, The Fable ofthe Bees, op. cit., pp. 46, 54, 45-46. Ibid., pp. 64-70, passim; II, 24 1 -408 de "The grumbling hive" respecto de Ia parabola de Ia virrud y el colapso econ6mico; Bernard Mandeville, In Defense ofPublic Stews, op. cit., p. 74. 57


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Mandeville no tenfa nada espedfico para decir en La Jdbula de las abejas respecto de Ia masturbaci6n; pero su Defense ofPublic Stews ubica al sexo y a! placer sexual en Ia misma categorfa que las o tras casas que podemos desear y disfrutar, incluido el sexo con nosotros mismos. Di6genes es ofrecido como ejemplo de un fil6sofo que no pudo suprimir sus deseos sexuales. En Ia voz de un personaje llamado Phil-Porney (iiteralmente, "amante de rameras") , sugiere que dejemos de intentarlo. Mandeville propone que el mundo podrfa ser mucho mejor si, en vez de intentar detener Ia prostituci6n -para tamar el caso en cues­ ti6n-, se permitiera q ue los burdeles tuviesen su nicho en el mercado. (La pornograffa, "escritura de rameras", como veremos, tam bien era una criatura de Ia revoluci6n del deseo que llev6 a Ia nueva cultura del consumo y a! nuevo vicio de Ia masturbaci6n.) El punta espedfico es que Ia alternativa -intentar detener lo imparable- tiene una larga historia de fracasos. Pero, en terminos mas generales, el argumento de Mandeville en Ia Defense ofPublic Stews es el mismo que el de La Jdbula de las abejas: los vicios privados redundan en el bien comun. La avaricia y Ia prodigalidad eran cons ideradas por el como "dos venenos contrarios en un medicamento": las cualidades nocivas de una son compensadas por Ia otra de modo "que entre ambas hacen una buena medi­ cina". Por ejemplo, los hombres de tipo amoroso seran mejores si satisfacen sus deseos sexuales antes que sus deseos invadan su cerebra -"de Ia glandula del pene a Ia glandula pineal"- y antes que Ia abstinencia convierta su luj uria en mas insistente. Y serfa mcjor para Ia sociedad q ue dicha clase de hombres fuera a los burdeles antes que corrompiera a las muchachas humi ldes, o bien con tagiara enfermedades que son endemicas antes de ir a prostfbulos donde estas esran reguladas. Y por supuesto, es buena un mayor comercio sexual tal como es buena todo tipo de comercio; las prostitutas, despues de todo, son tam bien consumidoras. 58 Los argumentos a favor de Ia libre circulaci6n de los placeres sexuales se apli­ can a los restantes objetos de placer. Lejos de ser una virtud ocasional, los esfuer·· zos irracionales tanto de ricos como de pobres por ser distintos funcionan en pro del bien publico. La mujer pobre se morira de hambre junto a los suyos para comprarse un vestido usado; b mujer de clase media imitara a Ia de clase '" Bernard Mandeville, In Deftnse of'Public Stews, op. cit., pp. vi, 23 y 24-27; The Fable of the Bees, op. cit., p. 77.


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mas alta; y asi se ascended en Ia escala social en una epidemia de emulacion y continuos esfuerzos. " La envidia y Ia Yanidad son amas de Ia industria." Asi, precisamente el peligro de Ia masturbacion -Ia fantasia, Ia imaginacion luju­ riosa y las necesidades naturales que se hallaban en Ia raiz de su perversidad­ era rehabilitado en el mercado. Alli era provechoso tanto para el bien publico como para el privado.59 El sistema de autorregulacion del mal de Mandeville -bienestar publico a partir de Ia gratificacion del deseo egofsta- era, por supuesto, una version avant La lettre de Ia mano invisible de Adam Smith. La magia moral del mer­ cado transformaba Ia codicia privada, perseguida en privado, en bien publico; vender y comprar convertfa lo despreciable del egoismo en lo apreciable de Ia virtud. Por supuesto, Adam Smith no pensaba que el mercado pudiera hacer esto solo: en ese caso, se inmiscuiran el sentimentalismo y Ia sociabilidad. Su teo­ ria de los sentimientos morales entendia Ia virtud como p roducto de cierta combinacion entre fisiologia (una pro pension natural a sentir el dolor y el sufri­ miento ajenos) , imaginacion (poderse pensar en el lugar ajeno) y comunidad (querer vivir de un modo que reciba Ia ap robacion de los demas) . En esa explicacion, Ia simpatfa mas que el trueque y el intercambio hacfa morales a los hombres en Ia sociedad comercial, donde lo privado estaba definido como Ia esfera en que cada cual procuraba satisfacer sus deseos individuales. Pero el punto medular es que para Smith y m uchos otros pensadores de Ia epoca de Onania, tanto como para Mandeville, el mercado provefa el necesario, si no suficiente, entramado de lazos. Como sucedia esto fue una cuestion central para Ia teorfa social durante los siglos XVIII y XIX; algunos negaban que suce­ diera en absoluto y afirmaban que el nexo del dinero era un pobre sustituto de Ia comunidad. Por mas que el mercado no protegiera a nadie de Ia soledad y Ia anomia, depend fa del intercambio: no hay mercados de una sola persona. Existia cierta minima realidad "afuera", mas alla de un atomo social deseante. 60 '' Bernard Mandeville, The Fable ofthe Bees, op. cit., pp. 90, 91 y 94. (,() El viejo anilisis de Ia relaci6n entre el individuo y Ia sociedad de mercado de Karl Polanyi, The Grear Transformation, con pr6logo de Robert M. Maciver ( 1 944), Boston, Beacon Press, 1 957, sigue siendo tan brillante y provocarivo como cuando fue producido a modo de explica­ ci6n del surgimiento del fascismo.


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El sexo social -es decir, el que implicaba dos o mas personas de cualquier genero-, por mas privado que fuera y por mas intensamente que algunos se resistieran a Ia idea de que pudiera ser tratado como una mercancfa, no era moderado en absoluto, y no se podia esperar que lo fuera por las fuerzas de la oferta y Ia demanda, por un cilculo del dolor y el placer que englobaba a los demas. Sf, afirmaba Mandeville, quizas un irrestricto deseo privado pudiese culminar en el bien publico. La oferta y Ia demanda no restringen, y no deben hacerlo, Ia persecuci6n del lujo. Incluso el o rgullo, que se acerca bastante al puro egocentrismo, tiene sus virtudes. Pero finalmente todo eso dependfa de una realidad social, institucional y biol6gica. La disponibilidad, el costo social, los riesgos para Ia salud y tantas otras cosas restringfan Ia oferta y Ia demanda de esas multiples fuentes de placer, incluidas las sexuales. El termino "mer­ cado del matrimonio" parece haber sido empleado por primera vez en el titulo de un libro de 1 846; pero el concepto rondaba a los autores desde finales del siglo XVII. Ofrecer y aceptar bienes y servicios allf fuera, en el mercado, siem­ p re tenfa un costo. De todas las formas de sexo -tal vez de todas las formas de placer- solo Ia masturbaci6n rehuye ese limite, y Mandeville lo sabfa. Era imparable. Primero, el rnundo no le ofrecfa ninguna resistencia: " La privacidad, Ia seguridad, Ia con­ veniencia y lo barato de esta gratificaci6n son motivos muy fuertes". ("Segu­ ridad putativa", hubiera dicho Onania.) Segundo, como no era barata sino gra­ tis, no podia "manejarse con prudencia". Cada dfa los muchachos "violan su p ropio cuerpo"; "se atacan a sf mismos" -se masturban- porque no tienen una inclinaci6n verdadera ni Ia habilidad de acercarse a una mujer. Se vuelven impotentes, o algo peor, por Ia constante y adictiva frotaci6n. Los prostfbulos publicos, concluye Mandeville, evitaran que los muchachos "posen violentas manos sobre sf mismos". Obviamente, mucho de eso son j uegos de palabras, il6gica y c6micamente hiperb6licos: autoviolaci6n es un oxfmoron; si los mucha­ chos carecen de inclinaci6n o capacidad, entonces de nada sirven los burde­ les. Pero en su preocupaci6n por Ia ausencia de un limite en la economfa mas­ turbatoria, Mandeville es absolutamente convencional. 61 Los autores de las obras antimasturbatorias desacreditaban unanimemente Ia ausencia de dichas restricciones como causa de que ese vicio particular 61

Bernard Mandeville, In Deftnse ofPublic Stews, op. cit., pp. 30 y 3 1 .


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fuera tan peligroso; ni Ia verglienza, ni Ia culpa, ni el miedo a! rechazo, nada restringia a los onanistas, a menos que el o ella prestara oido a todos esos medicos, maestros y filosofos que ensefiaban que, contrariamente a cuanto pareda ser el caso, habia un enorme precio por pagar. Si el sexo solitario no era moderado por las fuerzas de Ia oferta y Ia demanda, entonces el unico limite era --debia ser- la muerte; el colapso fisico y moral yada oculto como el pan­ tano antes de los finales y fatales pefiascos. En cuanto a las relaciones heterosexuales, ese era precisamente el punto clave de Thomas Malthus. Nada era mas atractivo, a su entender, que los placeres del "amor virtuoso". Queria decir con esto los placeres sexuales del lecho con­ yugal, pero Ia asercion vale tambien para las relaciones ilici tas, aunque ei nunca lo hubiera dicho. Incluso para el caso del academico, Ia mas intelectual y sublime de las criaturas, sus palabras mas intensas en el lecho de muerte no se referi­ ran a sus reposadas horas de estudio, sino a delicias mucho mas carnales. No habia discusion de que era eso lo que se recordaba mas calurosamente en el frio de los ultimos momentos. Junto a algo tan terriblemente seductor como el sexo, solo las penurias del hambre y Ia enfermedad podrian hacer regresar a hombres y mujeres a las duras verdades del principia de realidad: no se puede tener sexo sin costos. Por supuesto, Malthus creia que el sexo sin posibilidad de concepcion, es decir, aquel que recurriera a! control de Ia natalidad, era moralmente imposible; por lo tanto, Ia unica alternativa que veia -no en Ia primera, sino en las posteriores edicio­ nes de su libro mas famoso- a las pruebas positivas del hambre y Ia enferme­ dad era Ia prueba moral de Ia abstinencia.62 Tissot y quienes lo siguieron intentaron crear Ia prueba de Malthus antes de Malthus; su constante latiguillo era que Ia masturbacion mataba aunque pareciera segura. (Una de las ideas que parece mas ridicula hoy es que los ries­ gos del embarazo eran menores en comparacion a los del autoabuso.) Los cos­ tos ocultos habrian de hacerse manifiestos; algo deberia poner a prueba los deseos recientemente liberados. Tendda que haber restricciones de oferta o de demanda, o mecanismos que pudieran moderar los deseos excesivos: Ia invisi-

ri­ 62 Thomas Malthus, An Essay on the Principle ofPopulation, Londres, 1 798 [rrad. esp .: P mer ensayo sobre el principia de poblaci6n, Madrid, Ahaya, 1 984].


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ble regulacion del mercado, la escasez, la muerte, la sensibilidad; un interes en como se habrfa de mirar a los ojos de quienes uno querfa obtener el respeto y la admiracion; el principio de utilidad o alguna otra etica de las consecuen­ cias; algun principio superior de la razon -el imperativo categorico kantiano­ que mostrara que las permisividades individuales eran meramente ridfculas. Solo esta ultima idea existfa independientemente de la sociedad, y sin embargo estaba impregnada, para Kant, de una compleja explicacion del matrimonio. La masturbacion presentaba el desaffo definitivo a todas esas visiones de como podia socializarse el deseo egofsta, el caso limite, el caso ejemplar para el desaffo que planteaba. En el flirteo, habfa al menos un universo de dos, si no se hadan presentes padres o contextos hostiles, para crear resistencia y ase­ gurar que solo triunfarfan los virtuosos. Era lo que ensefiaban las novelas, y la realidad en cierta medida lo corroboraba. Si la virtud no siempre resultaba triunfante, habfa por cierto muchos problemas a superar. Como ultima ins­ tancia, nuestra pareja podia rehusarse, y de ese modo limitar el exceso vene­ reo. No era ese el caso de la masturbacion. Como informo en un muy celebre pasaje Rousseau -y sus palabras encontraron muchos ecos y antecedentes-, el sexo solitario permitfa a sus practicantes disponer, pot asi decir, del sexo femenino a voluntad, y hacer que cualquier beldad que los tiente les brinde placer sin necesidad de obtener primero su consenrimiento. 63

"El peligroso suplemento" eludfa una economfa de escasez; para el masturba­ dor, Ia demanda era interminable, pero tam bien lo era Ia oferta, solo limitada -si no en nada- por los en apariencia irreprimibles poderes de Ia imaginacion y quiza definitivamente, de eso trataban de convencer los medicos a sus pacien­ tes, por Ia rebelion del cuerpo. El meollo de tanta moralizacion y pedagogfa era q ue Ia culpa y el miedo podrfan detener Ia perversa practica antes de que sobreviniera Ia muerte. Se podrfa argumentar que, en ausencia de autoridad divina, la necesidad de una nueva culpa para el sexo solitario surgio porque no habfa otra cosa, nada externo, para restringir el placer solipsista. Ese es un territorio en el que ni siquiera Mandeville podfa hallar algo redentor. En !a eco"' Jean-Jacques Rousseau, The Conftssions ofjean-jacques Rousseau, rrad. ing. de J. M. Cohen ( 1 953) , Harmondswonh-Nueva York, Penguin Books, ! 989, p. I 09.


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nomia masturbatoria del exceso, la irremediable verdad era que nada con ver­ da al vicio privado en vinud publica. Atentaba contra el axioma fundacional de toda la vida economica: podia haber realmente alimento gratuito. H asta el siglo XX, n adie -hasta Wilhelm Stekel, el col ega de Freud- intento explicar el supuesto modo de funcionamiento de la magia de Mandeville. Stekel afi.rmaba que "si se suprimiera por completo la masturbacion, la canti­ dad de desviaciones sexuales aumentarfa al infi.nito".64 Toda clase de deseos que podrfan llevar a la violacion o a la pederastia encuentran saludable alivio en el onanismo. E incluso eso puede no ser cierto si damos credito a Catharine Mac­ Kinnon. jMuy por el contrario! Pero ya hablaremos de eso despues; nadie propuso una redencion en los siglos XVlll y XIX. Observada a traves del prisma del debate sobre l a moral del mercado, la logica de la masturbacion era notablemente proxima a la logica de las nuevas realidades economicas respecto de la imaginacion, los deseos privados, los lujos y los excesos. Pero la paradoja de las advertencias en un ambito y el elogio exagerado en el otro tuvo enormes resonancias. La discusion acerca de las fal­ sas necesidades y de sucumbir a las fi.cciones del deseo que atravesaba l as dis­ cusiones sobre el sexo solitario tam bien atravesaba, por ejemplo, l as conversa­ ciones sobre el credito. Las enfermedades del masturbador eran muy parecidas a las de la comunidad de adictos a l as nuevas fi.cciones de papel. Se pensaba que tanto la masturbacion como el credito tenian su predicamento en la ima­ ginacion. Ambos amenazaban el o rden social real; ambos estaban atrapados por fantasias; ambos se situaban contra el orden epistemologico de l as cosas. Si, como planteaban los crfticos conservadores -el "partido del campo" en el contexto ingles-, el credito destruia el valor real o si, como sostenian sus defen­ sores, era malo solo cuando se lo otorgaba en exceso y de otro modo era com­ patible con la virtud, nadie dudaba de que dependia de creer en algo que no estaba efectivamente presente. Y en el caso de la especulacion accionaria, depen­ dia de ser arrastrado por una doble fi.ccion: que el papel puede ser dinero y que se puede conseguir algo a cambio de nada.65 6' Wilhelm Srekel, Auto-erotism: A Psychiatric Study of Onanism and Neurosis, rrad. ing. de James S. van Tcslaar, Nueva York, Grove Press, 1 950, pp. 5 6-58. (,s El cambio episremol6gico generado por el crediro a finale5 del siglo XVII y en el XVIII ha sido invesrigado con mayor profundidad en esrudios recienres por J. G. A. Pocock en Virtue,


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Los paralelos entre sexo y finanzas son siniestros. The Spectator de Addison y Steele, una revista que muchos hombres y mujeres educados del siglo XVIII ingles habrfan considerado clave para comprender Ia vida urbana moderna, dedica largos parrafos, por ejemplo, a dilucidar el estatuto del onanista como alguien que es adicto a las falsas necesidades. El Credico Publico esca semado en su trono, feliz y saludable en Ia medida en que las valijas de dinero que lo rodean escan colmadas de oro verdadero. (Como el oro se convirtio en dinero es otro desvfo de Ia imaginacion, otro episodio de alquimia cultural, pero que se remonta tan arras en el tiempo que ya no resulta llamativo. A los griegos les hubiera pare­ cido extrafio; pero hacia el siglo XVIII formaba parte de Ia naturaleza de las cosas.)66 Sin embargo, Ia vigorosa complexion del Credico Publico se desvanece cuando el aire llena las valijas alguna vez rebosantes. Ahora se convierte en un esque­ leto, devastado, que, como el masturbador, padece un "trastorno de exceso"; las "mas perversas fantasias" se apoderan de sus ensofiaciones "del modo mas anti­ social". Se halla completamente rodeado por las tentaciones que crean Ia hen­ chida, inflacionaria ficcion del papel: "El caballero solfa sonrefr con un secreto placer" mientras contemplaba las aetas del Parlamento -pedazos de papel pega­ dos a las paredes- que habfa creado los fondos publicos, es decir, prestamos a largo plazo. Pero luego Ia realidad se rearma y esca todo en orden otra ve1.: las infladas valijas de dinero, "llenas de viento" y "cuchillos mellados" (Ia promesa de futuros ingresos con que el tesoro obtenfa fondos en el presence), se convierten en algo real -en oro- y "el caballero vuelve a estar bien".67 El credito y Ia masturbacion viajaban por los mismos drculos lingi.ifsticos. Arch ibald Hutcheson , influyente comentarista de las finanzas del siglo XVIII,

Commerce, and History: Essays on Political Thought and History, Chiefly in the Eighteenth Century,

Cambridge, UK, Cambridge University Press, 1 98 5, y, mas generalmente, en The Machiavel­ lian Moment: Florentine Political Thought and the Atlantic Republican Tradition, Princeron, Prin­ ceton University Press, 1 975. Para un analisis minucioso acerca de Pocock y mas espedfica­ mente sabre Ia conexi6n entre ficci6n y cn�dito, vease Sandra Sherman, Finance and Fictionality in the Early Eighteenth Century: Accounting for Defoe, Cambridge, UK, Cambridge University Press, 1 996, pp. 1 4-54. <·<· Sabre The Spectator, vease John Brewer, Pleasures ofthe Imagination, op. cit., p. 39. Leslie Kurke, Coins, Bodies, Games and Gold: The Politics ofMeanings in Archaic Greece, Princeton, Princeton University Press, 1 999. 6 7 The Spectator, num. 3 , 3 de marzo de 1 7 1 1 , Londres, J. M . Dent, 1 95 1 , pp. 1 y 1 0- 1 3 .


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escribio sobre el "valo r imaginario" de las acciones de South Sea, Ia "diversion de un suefio placentero"; Anthony Hammond, prolffico escritor y editor, sefia­ laba Ia lema emergencia de "Ia infatuacion, Ia locura o el frenesf" que siguio a Ia explosion de Ia burb uja en 1 7 1 9, Ia oscilacion de "perdidas ficticias", los riesgos de Ia "evanescencia'' contra "el peso de lo real". El credito nacio de Ia imaginacion y murio por ella: lo dejo en claro el novelista Daniel Defoe en una larga retahfla de panfletos, y el era alguien que sabfa como hacer ficcio­ nes. Trabaj aba insidiosamente, destruyendo a sus devotos sin que se dieran cuenta; el credito, al igual que Ia masturbacion, era "un fantasma invisible". Sustitufa astutamente a Ia razon, "miles de hechizados por enamorarse de ella a los que reduce a pie! y huesos". Los peligros que empezaron a ser adjudica­ dos por p rimera vez alrededor de 1 7 1 2 a Ia masturbacion fueron intensamente atribuidos, una vez mas, a los cambios especfficos de Ia epoca en Ia vida eco­ nomica. Tal vez el credito p ublico no era secreto, pero atrapaba a las almas de sus devotos. 68 Adam Smith fue el exacto contemporaneo de Tissot, y lo que escribio sobre el credito facilmente p uede transformarse, cambiando una palabra aquf y alia, en uno de los ataques del medico suizo al vicio solitario. El papel moneda que no era "abusado", dice el economista politico, se adecuarfa automaticamente a un patron meralico �i "Ia realidad" siempre estuviese a Ia delantera. El pro­ b lema es "el exceso de papel'', de una manera que sugiere que "el peligroso suplemento" acecha tanto al terreno masturbatorio como al fiscal. La solu­ cion es cimentar Ia moderacion en Ia realidad, alejar Ia fantasia y Ia represen­ tacion; el credito, como Ia masturbacion, no es tan malo si es una respuesta a necesidades reales y si algo por fuera de el preserva un equilibria: Cuando un banco descuenta a un comerciame una lerra de cambia real extend ida por un real acreedor a un real deudor, y cuando en los rerminos correspondiemes es rea/mente pagada por el deudor, solo le adelama una pane del valor que de orro modo conservarfa consigo sin uso. [ . . . ] Si el papel moneda que adelama el banco 68 Archibald Hutcheson tal como aparece cicada en Sandra Sherman, Finance and Fiction­ a!iry in the Early Eighteenth Century, op. cit., pp. 17 y 1 87, nn. 8 y 9. El libra de Sherman es

uno de los anilisis mas asruros y erudiros acerca de Ia homologfa entre crediro y ficci6n. Anthony Hammond, A modest apology, occasion'd by the !ate unhappy turn ofaffairs, with relation to pub lick credit I by a gentleman, Londres, 1 724, p. 4 .


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nunca excede su valor, nunca puede exceder el valor del oro y de Ia plata que nece­ sariamente circular! an en el pais si no hubicra papel moneda; nunca puede exceder el circulante que el flujo monctario del pais puede absorber y utilizar normal mente.

La especie incorrecta de credito, como la masturbaci6n -y al igual que la novela, como veremos en breve-, tiene lo que los crfticos consideran una epistemolo­ gfa falsa: un descuido de la realidad y, lo que es peor, una distorsi6n deliberada. El credito publico permida a los gobiernos hacer guerras que eran aceptables solo porque sus verdaderos costos permanedan ocultos tras el velo de la deuda; los ciudadanos simplemente compartfan un sacrificio que las futuras genera­ ciones, nonatas y silenciosas, deberfan afrontar. El credito privado permida a la gente gastar mas alla de sus posibilidades o, antes bien, no conocer cuales eran sus posibilidades. El credito, como dijo la novelista Maria Edgeworth, era "ese talisman que concreta todo lo que imagina y que todo lo imagina''.69 En otras palabras, el dinero es el mismo tipo de fetiche que el objeto del deseo masturbatorio. El papel moneda, las letras de cambio, por un !ado, y, por el otro, el libre placer sexual, que se le parece, nacido en las zonas mas fertiles del ser, comparten una rara y perturbadora magia. El intercambio real, al igual que el sexo real, estimulaba Ia industria y la sociabilidad; el falso papel comercial, como Ia masturbaci6n -sexo con nadie­ hada lo contrario. Pero no era facil obtener algo bueno de lo malo, a solas o en compafifa. Los fil6sofos del Iluminismo escoces nos dicen que Ia conversa­ ci6n y la simpada permiten pasar por sobre las tendencias atomizantes del autointeres mercantil. La sociedad pareda mantener relegada Ia mala dase de imaginaci6n, mientras que Ia soledad ayudaba a su florecimiento. Pero Ia soledad tambien ofreda un alivio a las incesantes demandas de la sociabilim Adam Smith, An Inquiry into the Causes ofthe Wealth ofNations, 2.2, paragrafos 5 8-59, ed. de R. H. Campbell y A. S. Skinner, Indianapolis, Liberry Fund, 1 98 1 ; reproduccion de la edi­ cion de Glasgow, vol. 1, p. 304; el desracado me pertenece [rrad. esp.: !ndagaci6n sobre fa natu­ rafeza y causas de fa riqueza de las naciones, Madrid, Oikos Tau, 1 9 9 1 ] . Smith ape! a a una analo­ gfa hidraulica que no era ajena a los medicos: Ia clase adecuada de credito funciona como una fuenre por Ia que corre un rio; rodo lo que entra se equilibra con lo que sale, siendo indiferente el volumen total que esta en juego. La segunda parte de Ia frase que cito viene, en realidad, pri­ mero, en el paragrafo 58. Maria Edgeworth, "The dun", en WOrks ofMaria Edgeworth, 1 3 vols., vol. 5, Boston, 1 822-1 826, p. 276 ( 1 820). Agradezco a Catherine Gallagher esta referencia y las distintas discusiones acerca de los problemas de Ia sexualidad, el credito y Ia ficcion.


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dad. Asf, el problema, encarado por algunos de los mismos que crearon e1 p roblema moderno de Ia masturbacion, era encontrar un equilibria. La sole­ dad es "el estado en que Ia mente se vuelve voluntariamente hacia sus propias reflexiones", escribe Johann Georg Zimmermann, el medico aleman, faculta­ tivo de los reyes. Eso suena peligroso, y en otro contexto -cuando Zimmer­ mann escribe sabre Ia masturbacion- bien podria ser el comienzo de una jere­ miada contra el vicio solitario. Pero en su best seller internacional acerca de que Ia soledad era el punta inicial de una larga reflexion sabre como Ia mente vuelta sabre sf misma abre el corazon, nos prepara para el esfuerzo y ofrece solaz para "las abarrotadas y carentes de espfritu sociedades del mundo". 70 Es pre­ ciso ubicarse fuera del mundo del intercambio -social 0 economico-, pero hay que hacerlo del modo adecuado. Y aquf tambien Ia masturbacion era el caso limite. Nada bueno surge de Ia introspeccion solitaria del masturbador hacia lo que hay en su mente, mientras que en o tras circunstancias Ia soledad puede p roveer paz y una renovada disposicion a lo social. Algunas clases de sociabi­ lidad son virtuosas; otras -el joven apartado de una vigilancia responsable, por ejemplo- producen el vicio secreto. La tension entre esos fenomenos que fueron identificados, por un !ado, como csencia del problema masturbatorio y, por o tro, como fundamentos para un nuevo orden se halla por doquier en el pensamiento acerca de Ia economfa y Ia sociedad: los placeres de Ia imaginacion versus sus peligros; Ia forma cor recta de sociabilidad versus Ia peligrosa; el deseo como impulso del comercio versus el deseo como adictivamente generado por Ia entusiasta autocorrupcion. La masturbacion y Ia reconfiguracion moral que exigfa Ia sociedad de mercado pertenedan a Ia misma generacion. Los mismos pensadores se ocupaban del p roblema sexual y de sus mas amplias variaciones culturales; dicho de otro modo, respondfan en ambos registros al desaffo planteado por Mandeville. Asf, por ejemplo, a Rousseau lo inquietaba que Ia natural autosuficiencia se viera 70 J. G. Zimmermann, Solitude: To which are added The Lift ofthe Author, notes . . , val. I , Londres, 1 808, pp. 1 , 221 y passim. En esre conrexro ral vez se puede leer la yuxraposici6n de David Hume en su aurobiograffa de haber vivido rres afios en soledad en hancia con su rrisre acepracion de que el libro que produjo en ese periodo - Tratado sobre el entendimiento humano-·· "nacio muerto desde la imprenra" como un planreo acerca de los dafios corporales de la acrivi­ dad soliraria. En realidad, a ranros afios de disrancia, se comprueba que Hume esraba comple­ ramenre equivocado acerca de su libro, pero eso no imporra aquf. .


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destruida por las falsas necesidades creadas por el comercio y sostenidas por el dinero circulante, cuyo valor no guardaba relaci6n con nada concreto y sus­ tancial. Suena familiar: una version dieciochesca de Ia antigua conversaci6n acerca de los lujos que ha tornado un giro dramatico en los afios cercanos a Ia p ublicaci6n y difusi6n de Onania. Pero tambien Ia autosuficiencia tenia sus p roblemas. Los falsos deseos y los placeres imaginarios eran lo que permitfa Ia autosuficiencia sexual, tan terrible para Rousseau si se apoderara de su disd­ p ulo en el Emilio. El lujo en el contexto del "peligroso suplemento" podrfa haber destruido Ia autosuficiencia en uno de los registros, pero Ia volvfa peli­ grosamente irresistible en el otro. Y Ia autosuficiencia era una bendici6n a medias. El masturbador estaba perdido para Ia sociedad; el artificio y Ia exce­ siva imaginaci6n corrompfan. Pero Ia literatura de imaginaci6n tambien ele­ vaba a sus lectores. Nadie hizo mas que Rousseau por crear en sus novelas el tipo de sentimientos y simpatfas que se suponfa habrfan de convertir a hom­ b res y mujeres en criaturas mas morales y sociales. Su julia o fa nueva Eloisa esta completamente dedicada a los reflujos del deseo alimentado por Ia ausen­ cia y Ia adversidad y sostenido por imaginarios encuentros. Las ficciones -los lujos de Ia estetica- creaban lazos sociales si se o rientaban hacia lo externo; vuel­ tas al interior, terminaban en el solipsismo del vicio privado. Esos temas resonaban en los drculos literarios anteriores y tam bien en los menos celebres. John Armstrong, hoy olvidado pero un famoso medico­ poeta muy editado en su tiempo, escribi6 un extenso, popular (al menos treinta y cuatro ediciones se cuentan en el siglo XVIII) tratado en versos blancos de revelador titulo - Oeconomy ofLove ( 1 736)-, que ilustraba el p roblema del deseo en sus dos registros. Gran parte del poema consiste en pornograffa !eve que gira en torno a las maravillas de Ia excitaci6n sexual -"gue rompe el pecho, atractivo, exuberante, que tienta a tocar"- y lo correcro de entregarse a ella: "No se rehuse, hermosa muchacha'' . Pero, de no haber "hermosa muchacha'' disponible, el excitado lector debe resistirse a un sustituto; Armstrong com­ pone un agresivo atague de veinte versos sobre "el vicio de los monjes reclui­ dos". La masturbaci6n representa los lfmites de Ia gratificaci6n en un poema que acepta pocos mas. El circunloquio es en sf revelador: nada inusual mate­ ria anticat6lica, que se remonta por lo menos a principios del siglo XVII pero con su enfasis sobre el retiro de los monjes de cualquier clase de economfa. El problema no es que los monjes se masturben en vez de tener sexo saludable.


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Es que son antisociales: se recluyen. El placer, sugiere el poeta, no fue hecho para ser solitario. �Acaso Ia naturaleza, se pregunta, "garantiza los recursos del placer a traves del estrecho yo" ? Ciertamente no. En realidad, Ia naturaleza se disgusta, excepto cuando "el movedizo tumulto del deseo" "rebota de alma activa en alma activa". Valora el intercambio, ya sea de favores sexuales o de otras cosas. La segunda opci6n podrfa ser Ia pros­ tituta comprada con oro, por mas nocivo que pueda ser esto para Ia salud de los j6venes; mejor un burdel que Ia satisfacci6n solitaria: antes que hundirte en Ia masmrbaci6n, "visita esos refugios de Ia perversion publica". Decidida­ mente, Ia peor opci6n es sucumbir a Ia tentaci6n de satisfacer a solas todo ese urgente deseo: "Alejate de las sombras/ del goce avaro, egofsta, solitario". Goza con los frutos de Ia imaginaci6n, pero goza de ellos socialmente. (Ade­ mas de las m ultiples y frecuentes ediciones del siglo XVIII de Oeconomy of Love, una fue publicada j unto a un largo poema titulado The Pleasures ofImag­ ination, escrito por otro medico-poeta, el prolffico Mark Akenside_f1 Los esfuerzos por crear un nuevo marco moral para los deseos, los lujos y las gratificaciones como rafces de lo bueno o lo malo siguieron carriles dife­ rentes para hombres y mujeres. El genero ocupaba un Iugar importante por­ que, desde Onania en adelante, era claro que Ia economfa sexual funcionaba de distinto modo en mujeres y hombres; "siempre hay un deseo que impulsa y una convenci6n que restringe", como escribi6 Flaubert. Se refiere a una res­ tricci6n en especial: Ia cita es de Madame Bovary. Y los impulsos tambien eran diferentes. Las mujeres como consumidoras eran interpretadas como nece7 1 John Armstrong, The Oeconomy ofLove: A Poetical Essay, Londres, 1 736, II, 94-96, I 0 1 - 1 06, 1 29, 1 30 y 1 39- 1 42. El autor del siglo XIX de Ia entrada de Armstrong en el Dictionary of National Biography piensa que "no puede hallarse facilmenre una pieza mas nauseabunda". El publico del siglo XVIII, tal vez a causa de las cualidades que el au tor hallaba tan ofensivas, com­ pro al menos treinta y seis ediciones, sin conrar Ia que figura en sus obras completas. The Art of Preserving Health, el poema de Armstrong, alcanzo al menos veinticuatro ediciones. "Ningun aurar del siglo XVI II", escribe el DNB, "tiene un manejo tan magistral del verso blanco" como el que demuestra Armstrong en su obra. Thomas Cooper, el hombre que publico The Oeconomy ofLove, era un importante editor con un catilogo que incluia obras politicas al tiempo que Iibras como Venetian Talesfor the Fair Sex. T. Cadell y Weyland y Davis publicaron ambas obras hacia finales del siglo XVII I . Las obras de Armstrong y Akenside circulaban por las mismas zonas; compartieron edirores en varias de sus ediciones; y The Pleasures ofthe Imagination, al igual que el poema de Armstrong, alcanzo cifras importantes en las ediciones del siglo XVIII.


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sarias para mamener prospera Ia exuberance cultura del consumo de su epoca y se vefan peligrosamente absorbidas por ese deseo. Me ocupare mas concre­ tamente de esro en mi analisis de Ia mujer y el mercado en Ia seccion de lec­ tura y ficcion que sigue a esta. El punro general es que consumo, lectura, aurodescubrimiento y eros esruvieron profundamente enrrelazados por siglos. D. T. de Bienville, quien creo Ia nueva enfermedad del sexo femenino -hasta entonces solo existia Ia satiriasis-, echa Ia culpa directamente a Ia imaginacion por Ia masturbacion y Ia ninfomania, como hemos visto, "Ia primera ministra del autoamor". El primero de sus ejemplos respecro del funcionamiento de I a i maginacion no e s I a p asion sexual s ino e l excesivo deseo d e com ida y de cosas: en el gloton, "Ia imaginacion aumenta su pasion por los lujos, y lo lleva a sacrificar rodo para lograrlos". La masturbacion, Ia gula y el consumo com­ pulsivo representan el colapso de lo que en otro contexro se llama disciplina de mercado, lo que Freud y sus colegas entendian como principio de realidad.72 La cleptomania, una enfermedad eminememente femenina, lo muesrra espe­ dficamente: al igual que Ia masturbacion, es una enfermedad del deseo exce­ sivo. Las vidrieras, como las fantasias de Ia imaginacion, parecfan existir "para excitar el deseo; son -como expresa un medico del siglo XIX- Ia preparacion para una i!usion". Si el irresistible impulso por encomrar placer en el propio cuerpo era en realidad producro "del alto grado de civilizacion alcanzado por las sociedades modernas [comerciales)" (vease mas arriba, p . 335), tambien lo era el irresistible deseo de tener lo que estaba en exhibicion, o simplemente tener. H ay por sup uesto orras interpretaciones del vinculo entre masturba­ cion y cleptomania. Otto Fenichel, colega de Freud, por ejemplo, sugerfa que robar podrfa represemar "hacer en secrero algo prohibi do" y cita el caso de una mujer que referfa que ella estaba excitada sexualmente cuando robaba, orgasmica en el momento del delito y frfgida en sus relaciones sexuales.73 Pero 72 D. T. de Bienville, Nymphomania; or, A dissertation concerning the jitror uterinus. Clearly

and methodically explaining the beginning, progress, and diffirent causes ofthat horrible distemper: To which are added, the methods oftreating the several stages ofit, and the most approved remedies. Written originally in French, rrad. de Edward Sloane Wilmot, Londres, 1 775, p. I 58.

73 El medico esti citado en Patricia O'Brien, "The kleptomania diagnosis: Bourgeois women and theft in late nineteenth-century France", en journal ofSocial History, 1 7. 1 , orono de 1 983, p. 73. La excesiva rnasturbacion fue asociada tambien con ei muy raro fenomeno de cleptoma­ nia en los hombres. Vease tambien E. S. Abelson, "The invention of kleptomania", en Signs,


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mi plan teo es que el autoerotismo h a estado vinculado a los peligros de Ia socie­ dad co mercia! desde el siglo XVIII y que en este caso esd. ligado espedficamente a! consumo femenino. Ampliado para incluir el consumo, a! igual que Ia pro­ duccion, el comercio abrfa un vasto mundo de autoexploracion y autoexpre­ sion , del cual el sexo solitario era solo una parte. Finalmente, el problema de Ia masturbacion esd. ligado en Ia reciente histo­ ria del mundo a lo que puede llamarse expeditivamente modernidad tanto en su dimension polftica como economica. El vinculo se ha perdido y, por supuesto, otro tanto sucede con el concepto de modernidad, pero, de todas formas, per­ manece Ia conexion. El recelo europeo contra Ia masturbacion y el planteo de Krafft-Ebing y otros en el siglo XIX, que vefan en ella una forma de sexualidad perversa que inclufa Ia homosexualidad, recalo en el Japon durante Ia restaura­ cion Meiji, el perfodo de Ia industrializacion japonesa, por intermedio de escri­ tos medicos occidentales. Recien entonces el sexo solitario se convirtio en un asunto de cuidado y no, como habfa ocurrido antes, en un sucedaneo de otras formas del sexo universalmente practicado, una parte de un mundo erotico mucho mas amplio. Desde entonces imagenes eroticas se usaron con proposi­ tos masturbatorios y, sin mayores problemas morales, se condicen con los regf­ menes homoeroticos y heterosexuales de los centros urbanos (veanse figuras 5 . l a y 5 . 1 b) . Mas generalmente, los medicos y pedagogos -y en las primeras deca­ das del siglo XX tam bien un am plio auditorio no profesional- llegaron a consi­ derar Ia educacion sexual y Ia higiene un importante aspecto del progreso. (Los que se oponfan a ello afirmaban que los japoneses eran por naturaleza, o en cual­ quier caso por virtud de sus habitos corporales, diferentes a los occidentales; menos carne y bebida, por ej emplo, significaban menor deseo sexual, y en consecuencia menor necesidad de canalizarlo apropiadamente.) Quienes esta­ ban de acuerdo sostenfan, por el contrario, que habfa mucho deseo en los jove-

otofio de 1 989. Dej a como un tema para otra ocasi6n Ia noci6n moderna de que Ia categoda "des6rdenes compulsivos" vincula a Ia cleptomania con Ia masturbaci6n, al menos con Ia exce­ siva. Drogas similares se usan para tratar am bas: fluvoxamina, por ejemplo. Joseph Zohar, Zeev Kaplan y Jonathan Benjamin, "Compulsive exhibitionism successfully treated with fluvoxamine: A controlled case study", en journal ofClinical Psychiatry, 55.3, marzo de 1 994, pp. 86-8 8. Yarios trabajos informan su uso para controlar los gastos compulsivos; Otto Fenichel, Psychoanalytic Theory ofNeurosis ( 1 946) , Londres, Tavistock!Rol!dedge, 1 990, p. 37 1 .


Figuras 5 . 1 a y 5.1 b. Hombm y mujeres masturbdndose. A Ia izquierda, una monja usando un rerraro de Marsumoro Koshiro para masrurbarse; a Ia derecha, un hombre se masrurba mienrras conrempla el rerraro de una prosritura. Ambos forman parte de Ia rradici6n de cuadros er6ricos en los que las imagenes de masrurbaci6n ocupan una pane muy pequefia. (Izquierda: Uragawa Kunimaro, Monja usando un retrato de Matsumoto Koshiro [(?], pinrado en madera en un album

shtmga, lkurasemu, aproximadamenre, decada de 1830; derecha: an6nimo, Producir, cuadro monocromo en madera para ilumaci6n de Teikin warai-e-sho, c. 1830. Colecci6n privada.)



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En Ia Shangai de comienzos del siglo XX, Ia ciudad donde las j6venes se soltaban el cabello, fumaban cigarrillos y se proponfan como contra parte de las mujeres occidentales supuestamente liberadas, una joven escritora se tom6 a pecho, en su mente y en su prosa, a Madame Bovary de Flaubert. Ninguna novela del siglo XIX vincula mas fntimamente Ia economfa ffsica de los b ie­ nes con los placeres del cuerpo; ninguna es tan sutil al hablar de Ia relaci6n entre Ia necesidad de nuevas novelas o modas y Ia de gratiflcaci6n sexual. La j oven escritora era Ding Ling, Ia aurora mas importan te de Ia generaci6n del 4 de mayo, el grupo de intelectuales y politicos que dieron el puntapie i nicial a Ia transici6n cultural entre el viejo y el nuevo regimen y quienes, como escritores, se abocaron a los aspectos crfticos del proyecto literario del siglo XVIII europeo occidental: autoexploraci6n, creaci6n de Ia sensibilidad, el abrazo de Ia flcci6n como un mapa de un nuevo tipo de persona. Para Ding y sus contemporaneos, las Confesiones de Rousseau era un texto crucial para pensar que signiflcaba ser moderno; I a sexualidad era una llave para Ia libe­ raci6n femenina. Esa avida lectora de Rousseau y de Flaubert se hallaba en Ia ciudad comer­ cia! mas pr6spera y occidentalizada de China, luchando conscientemente para desarrollar una voz con que pregun ta r "�Que es el amor?" y articular sus p arad6jicas y contradictorias respuestas. Una de sus protagonistas esra enferma; extrafios pensamientos rondan su mente; el viento sopla; esra en su cuarto sin nada para leer. No puede dormir. Se masturba: Micntras el viento golpea la ventana de papel, yo hervfa mi leche por tercera vez. Lo hice cuatro veces ayer. Nunca estoy en verdad segura de que este a mi gusto, sin importar cuan a menudo lo haga; pero es lo unico que alivia la frustraci6n en un dfa ventoso.

Es una historia familiar de Ia compleja relaci6n que tenemos los modernos con Ia autarqufa del placer solitario, que el siglo XVIII consider6 tan peligroso de contemplar salvo p ara condenarlo por completo: En realidad, aunque me insume cerca de una hora, suelo terminar mas irritada que antes. Asf que roda la semana pasada no jugue con ella. Luego, absolutamente desesperada, lo hice, dejandome llevar, a pesar de ser bastante grande, solo para pasar el tiempo.


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Y luego , tras masturbarse, lee el diario: las noticias nacionales y locales, artfcu­ los de educacion, las propagandas, sobre economfa, el mercado de acciones.76 "El consumo" -como sefialo sin ambages Ia antropologa Mary Douglas­ poder". Y su historia esd. claramente entrelazada con Ia historia de Ia ten­ "es dencia a Ia imaginacion, a imitar y conseguir, lo que figura de fo rma tan impor­ tance en las primeras articulaciones de los peligros de Ia masturbacion. En el antiguo regimen, las personas comunes tenfan menos necesidades que "los reyes o los grandes personajes" porque "estaban atados con un nudo mas pequefio al Deseo y Ia Imaginacion". La masturbacion se volvio un problema -la ver­ sion ejemplar del problema del deseo y Ia imaginacion en Ia esfera econo­ mica- cuando esa idea ya no pudo sostenerse. 77

Los libros,

l£z lectura y

el vicio solitario

La idea que plantee al comienzo de Ia seccion anterior en este caso se aplica a un nuevo contexto: al igual que las crisis de los mercados accionarios, las nuevas herramientas de credito y las nuevas actitudes hacia el lujo no causa­ ron el advenimiento de Ia masturbacion moderna; tampoco lo hicieron las nuevas practicas de lectura -privada, solitaria, absorbence-, los nuevos tipos de material de lectura -las novelas y las novelas pornograficas en especial- ni Ia significativa expansion de Ia economfa editorial: produccion, compra y venta de palabras o imagenes impresas. Pero Ia energfa cultural de ciertas clases de lecturas y de libros -de por sf, creaciones del mercado, cruciales en Ia creacion de deseo y en su control etico basados en Ia soledad, Ia fantasia y el libre juego de Ia imaginacion y Ia capacidad de arraigar en el individuo- era Ia ener­ gfa cultural del sexo solitario. Las novelas eran aun mas peligrosas que el mundo del comercio; eran un contrapunto mas evidence de Ia masturbacion. Los mer­ cado s, por mas salvajes y especulativos que fueran, tenfan un lfmite, aunque 71 Ding ' Ling, "Miss Sophia's diary", en I MyselfAm a Woman: Selected Writings ofDing Ling, ed. e i ntr. de Tani E. Barlow, Boston, Beacon Press, 1 989, pp. 5 0 y 5 1 . 77 Mary Douglas y Baron Isherwood, The World ofGoods: Towards an Anthropology of Con­

sumption, Londres, Allen Lane, 1 979, p. 1 37; Marchmont Nedham, The Excellence ofa Free­ State, Londres, 1 65 6, p. 1 29.


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estuviera ocu!to: Ia burbuja estalla, el credito colapsa. Ningun tranquilizador p rincipio de realidad gobierna el mundo de las novelas. La cultura impresa, red esencial de comunicaci6n de Ia sociedad civil y maes­ tra de sus modos mas basicos de ser y sentir, dependfa precisamente de esas cualidades que hadan parecer tan amenazante a Ia masturbaci6n, y las esti­ mulaba. En el mundo en que se entretejfan libros e imagenes, el sexo solitario representaba el perfil peligroso y oscuro de los nuevos modos de ser y pensar. 0, en aras de mayor precision, se dira que el sexo solitario se hallaba adonde podia llevar Ia literatura como practica -escribir y mas a menudo leer en pri­ vado- y como contenido, si no era civilizada. La pornograffa era evidencia de satisfacci6n fuera de control, Ia masturbaci6n lo era de excesivas autoabsor­ ci6n, imaginaci6n y soledad. En otros terminos, Ia masturbaci6n se volvi6 un problema porque los aspectos de Ia cultura impresa se tornaron un problema, y eso ocurre porque Ia peligrosa zona oscura de Ia muy exigida imaginaci6n y fantasia, de Ia capacidad de querer siempre mas, y de Ia recientemente creada esfera de lo privado equivalen a solipsismo, egofsmo y completo colapso moral. En resumen, Ia civilizaci6n dependfa de algo que tambien engendra temor. Que Ia masrurbaci6n representa desarrollos culturales mas amplios en los medios no puede sorprendernos en tanto modernos del siglo XXI. El dfa en que empece a escribir estas oraciones, el New York Times publico Ia carta de un pro­ fesor de derecho de Yale que se avergonzaba de su propia adicci6n a Internet, tan poderosa, dice, que debi6 activar fi!tros que hicieran lo que su volumad no podfa hacer. Tambien lamentaba amargamente que sus estudiantes !eye­ ran s us casillas de correo electr6nico y se embarcaran en otras solitarias bus­ quedas electr6nicas mientras estaban en clase; eso me hizo pensar en el relato de Tissot con respecto a los aburridos seminaristas que se masturbaban durante las lecturas y en historias de autoabsorci6n contemporaneas similares. Mas espedficamente, Ia conexi6n entre practica literaria y contenido de Ia literatura, por un !ado, y masturbaci6n, por el otro , es algo que los academi­ cos modernos han com partido con nosotros ahora que el sexo solitario ha sido a! menos relativamente rehabilitado. "En Ia escuela de graduados", escribe una de las academicas mas explfcitas, "lei julia de Rousseau, anotando en el mar­ gen cada vez que llore''. En esto, ella no era muy diferente a las lectoras del siglo XVIII, que se preocupaban por quiza no haber llorado lo suficiente; sin embargo, a diferencia de elias, plane6 escribir un trabajo sobre cuando habfa llorado y


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cuando no. Era un proyecto irreal -se apresur6 a decir-, affn a escribir sobre Sade, "un texto que me llev6 a masturbarme". Una vez mas, Rousseau se reline con "el peligroso suplemento". AI igual que muchos lectores del siglo XVIIJ, esta critica estaba fascinada por experimentar placeres ffsicos durante Ia lectura, por lo que sucedia con el cuerpo. Para ir al grano, se focalizaba en "el vinculo entre esas dos producciones de fluidos corporales -lagrimas y excitaci6n"- que, a su vez, se vincula a Ia conexi6n entre "lo sentimental (codificado como femenino) y lo pornografico (codificado como masculino) ".78 Acaso los comentaristas del siglo XVIIJ no tuvieran tanta seguridad respecto de que genero asociar con Ia pornograffa como los investigadores modernos, pero el vinculo entre Ia masturbaci6n y Ia empresa literaria moderna estaba pre­ sente desde el comienzo. (Una importante autoridad dice que Ia pornograffa existe hoy para producir fantasias sexuales "que inician o acompafi.an Ia mas­ turbaci6n masculina" y que si existiera una necesidad similar entre las muje­ res habda mas pornograffa escrita para ellas.f9 Pero Ia lectura como acto ffsi­ camente poderoso, que involucra a Ia imaginaci6n, que invita a esa especie de autoabsorci6n placentera, secreta y potencialmente adictiva que los contem­ poraneos identificaban como nucleo del vicio privado, era por cierto algo que frecuentaban las mujeres. La aparici6n de Ia lectura silenciosa y, como dije, Ia novela no caus6 el dramatico nuevo apremio del sexo solitario. Pero el sexo solitario era el caso ejemplar de los desaffos morales que representaba. Ni Jane Gallop, Ia distinguida profesora de Ia Universidad de Milwaukee que se masturbaba mientras lefa a Sade y lloraba a! leer julie, ni yo inventamos esa conyuntura. El doctor Johnson estaba en el mismo camino en el siglo XVIII. Sefi.alaba que Ia gente mas encerrada no era necesariamente Ia mas estudiosa ni Ia mas capaz de mantener en orden moral sus vidas interiores. Muchos "se entregan a Ia lujuria de Ia fantasia". Manipulaban en su mente el pasado y el futuro; "se ubicaban" como el Rousseau de las Conftsiones "en variadas situa­ ciones de felicidad". "lnvisibles tumultos de Ia mente" , llamaba Johnson a esas ensofi.aciones; eran, deda, "secretas prodigalidades del ser" que quedaban ?B Jane Gallop, Thinking Through the Body, Nueva York, Columbia University Press, 1 988, 18. 7" Paul R. Abramson y Steven D. Pinkerton, With Pleasure: Thoughts in the Nature ofHuman Sexuality, Nueva York, Oxford University Press, 1 99 5 , pp. 74 y ss.

p.


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"a salvo de detecciones y del miedo a los reproches". La rumiante, desatada e i ndisciplinada mente libre de imaginar lo que quiera, libre para crear mundos propios, es muy similar a Ia vida secreta del cuerpo sexual deseante. La "secreta p rodigalidad del ser" de Johnson es Ia amenaza del sexo solitario.80 No p retendo ser original con esta observaci6n. Tissot se me adelanto en mas de dos siglos. "El autopolucionador perpetuamente librado a sus obscenas medi­ taciones", escribi6 menos de veinte afios despues que Samuel Johnson, "es a este respecto algo parecido al hombre de letras que fija toda su atenci6n en un punto". Y, agrega, es "raro que dicho exceso no sea pernicioso". En realidad, las "enfermedades que inciden en personas literarias o sedentarias" son tal vez Ia forma prototfpica, mas pura, del mal masturbatorio, y el rrabajo inrensivo y autoabsorbente del hombre literario, Ia forma prototfpica del vicio solitario. Tissot explica que en "hombres estudiosos" hay "una perpetua disipaci6n de fluidos nerviosos que surgen de Ia incesante acci6n de los nervios", sin que Ia mano vaya a los genitales. El semen, es decir, "el lico r mas importance, el 6leo esencial" -con lo cual el y sus comemporaneos dab an a entender Ia energfa ner­ viosa, o algo por el estiio, Ia fuerza vital-, se pierde mas directamente no por obra de Ia eyaculaci6n sino por una gran rigidez de pensamiento. No es Ia mano �ino el cerebro el que "es imparable o incapaz de acci6n" tanto en el hombre de letras como en el masturbador. Tanto ffsica co mo mo ralmente, el vicio solitario es un caso especial de trabajo mental solitario, y especfficamente de involucramiento li terario. Puede ser que uo s iempre Tissot haya entendido tan ampliamente Ia cuesti6n como habre de analizarla aquf, pero los hombres que crearon Ia masturbaci6n moderna tenfan en claro que enfrentaban un tema mucho mayor que el o rgasmo autoinducido, uno que provenfa del nucleo fntimo de lo que debfa ser una persona moderna tal como cllos entcndfan a esa criatura. 8 1 80 Rambler 89 (22 de enero de 1 7 5 1 ) , en Yale Editions ofthe Works ofSamuel]ohnson, val. 3, New Haven, Yale University Press, 1 958. 8 ' S. A. D . Tissot, An Essay on Diseases Incidental to Literary and Sedentary Persons, Londres, 1 768, pp. 36, 37 y 74-76. Anne Vila sostiene, atinadameme en mi opinion, que Tissot no es el mismo cuando habla de onanismo que cuando se refiere en otro regisuo a los peligros del uso solitario e imensivo del cerebra; vease su Enlightenment and Pathology: Sensibility in the Liter­ ature and Medicine ofEighteenth-Century France, Baltimore, John Hopkins University Press, 1 998, pp. 1 0 1 y 1 02 y capitulo 3 passim. S. A. D. Tissot, Onanism, op. cit., pp. 52 y, en gene-


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Las conexio nes entre pd.ctica literaria y masturbaci6n son profundas y extensas. Las perversiones de Ia masturbaci6n -soledad sospechosa, depen­ dencia de una imaginaci6n febril y sin lfmites, Ia aparente inevitabilidad del exceso adictivo- hallan paralelos en Ia silenciosa y mas abarcativa revoluci6n de Ia conciencia que Ia lecrura privada reflejaba y a Ia vez ayudaba a crear. Sin embargo, hay una diferencia entre lectura privada y vicio privado. Al me nos por lo que sabemos, Ia gentC' siempre se masturb6. No siempre leyeron silen­ ciosamenre en privado, y no siempre leyeron una forma de literatura cuyos placeres fueron resultado de su caricter ficcional, su poder absorbenre, su capa­ cidad de inscribir n uevos tipos de placeres en el espfritu. El vicio privado se vuelve mas moralmente apremianre como un aspecto de Ia mucho mas amplia y espedficamenre moderna problematica de lo privado en general y en espe­ cial de Ia lectura privada. Los trayectos de esta cuesti6n son en parte diferenres: Ia lectura privada tiene una historia mas larga y conrinuada que Ia masturbaci6n; no tiene un claro 1 7 1 2. Pero se instal6 con derecho propio en Ia generaci6n anterior a Onania. Mienrras el sexo solitario fue solo rehabilitado a fines del siglo XX, Ia iectura privada fue dominada con mayor rapidez. Hacia mediados del siglo X.Vlll, todo lo que habfa salido de Ia mirada publica dej6 de ser considerado asocial, como habfa sido reputado en otro tiempo. Y espedficamenre Ia lecrura privada, aunque siempre habfa estado bajo sospecha y nunca suficientemente vigilada como para satisfacci6n de algunos, se convirri6 en aceptable, si bien no siem­ pre digna de elogio. Incluso Ia novela, Ia forma mas amenazante de literatura habitualmenre lefda en privado, habfa sido domesricada en su aspecto moral hacia finales del siglo XVIII, excepto en los drculos mas sospechosos. (El refor­ mador de Ia pureza estadounidense Anthony Comstock, por ejemplo, nunca

raJ, 48-59. An essay on the disorders ofpeople offashion (Essai sur fes maladies des gens du monde), Edimburgo y Londres, Alexander Donaldson, 1 772, fue impreso con el libro sabre enferme­ dades lirerarias que primero apareci6 en ingles en 1 768. De fa sante des gens de fettres no tuvo ni por asomo e1 exira de Onanism, pero aun asf encontr6 su publico; en el siglo XVIII aparecieron al menos 1 6 ediciones en frances, 7 alemanas, 7 inglesas, 4 italianas, mas una en griego, espa­ fiol y palaeo. Compilado en Antoinette Suzanne Emch-Deriaz, Tissot: Physician ofthe Enlight­ enment, Nueva York, P. Lang, 1 992, pp. 3 3 1 y 332. Fue impreso en ingles junto a su libra sabre el onanismo, vinculando asf las dos clases de enfermedades de Ia civilizaci6n.


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se reconcili6 del todo con Ia ficci6n; su latiguillo habitual era que Ia basura que lela Ia mayorfa de Ia gente nunca inducfa a leer nada mejor y, de todas formas, muchos libros del canon cLisico -po r ejemplo, Boccaccio- eran tan malos como cualquier folletfn.)82 Sin embargo, Ia masturbaci6n sigui6 repre­ sentando las perversiones tanto de Ia lectura privada como de Ia ficci6n ima­ ginativa, e incluso cuando estas dejaron de ser agudamente amenazantes, los horrores del vicio privado subsistieron como su legado: el peligroso, resistente "primer pecado favorito" del deseo egoista. La parte lelda de Ia histo ria retrocede m ilenios. Sabemos q.u e en Ia Anti­ giiedad -cuando Ia masturbaci6n era un tema menor- por lo general se lela en publico y en voz alta; o bien si se lo hada a solas, el lector hablaba en voz baja. Se pensaba que leer sin pronunciar las palabras era prodigioso; Agustin se asombraba de Ia habilidad de Ambrosio para hacer lo que hoy puede reali­ zar cualquier nifio de Ia escuela primaria -leer en silencio-, y el erudito obispo debe haberlo hecho con algun tropiezo. En realidad, Ia transcripci6n de las pala­ bras sin espacios intermedios -como se hada antes de Ia Alta Edad Media­ hacfa que Ia lectura silenciosa a cualquier velocidad aproximada a Ia actual resul­ tara tremendamente dificultosa. Es fisicamente imposible leer una escritura sin separaciones y no pronunciar las palabras en voz alta. Evidentemente, Ia apa­ rici6n de nuestra forma moderna de transcripci6n -un conjunto de conven­ ciones gd.ficas para Ia separaci6n de las palabras- junto a nuevas formas sin­ d.cticas del latfn posibilitaron que se hiciera habitual Ia lectura silenciosa. Ocurri6 en los drculos literarios -principalmente clericales- hacia el siglo XIII, y luego se difundi6 entre Ia aristocracia.83 Leer se convirti6 en un asunto mas intimo de lo que habfa sido hasta entonces, una manera de comulgar dentro de uno mismo con las ideas, pasiones, fantasias de los demis y convertirlas en propias. Por supuesto, Ia lectura silenciosa no era necesariamente lectura privada. Cuando Jean Froissart -poeta e historiador del siglo XIV- dio a Ricardo II una co pia man uscrita de su libro de versos, el rey Ia llev6 a sus aposen tos tras echarle una ojeada, y luego ley6 partes a sus cortesanos en voz alta. E incluso en sus 82 Anthony Comstock, Traps for the Young, edicion al cui dado de Robert Bremmer, Cam­ bridge, Mass., Harvard University Press, 1 967, pp. 20-43 y 1 68- 1 84. 83 Paul Saenger, Space Between Words: The Origins ofSilent Reading, Stanford, Stanford Uni­ versity Press, 1 997, pp. 1 - 1 8, 256 y 257. Vease tambien Paul Saenger, "Silent reading: Its impact on late medieval script and society", en Viator, 1 3, 1 982.


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recintos privados, era mas probable que bubiera estado en compania de laca­ yos y consejeros cercanos. El lujo -y Ia posibilidad politica- de leer en silen­ cio , en reclusion, en !a quietud de un dormitorio, incluso en !a cama, fue a! principio posible solo para unos pocos. Sin embargo, bacia el siglo XV se habia difundido tanto en drculos clericales como en los seculares; !a lectura intima y solitaria se habia vuelto un placer y una posibilidad reales. Las implicancias morales de esa revolucion fueron daras desde el comienzo. Por un !ado, bizo posible una relacion mas directa y personal con Dios, una cercania por medio de !a contemplacion de los textos religiosos; se suponia que los libros debian leerse en el cuano propio para que el beneficio del propio espi­ riru p roliferara. No solo el protestantismo se nutrio del acceso privado a !a literatura sagrada y devocional, pese a que Ia lectura siempre ba quedado aso­ ciada a Ia Reforma. (De becho, !a geografia de Ia literatura sigue de cerca la geografia del protestantismo, pero es una amplia cuestion sobre Ia que no nece­ sitamos detenernos aquL) Por otra parte, !a lectura privada en silencio era mani­ fiestamente peligrosa. Hada mucho mas facil encontrar material sexual exci­ tante libre de miradas y restricciones ajenas; sostenia !a fantasia privada e incitaba los deseos privados. Imagenes de escenas biblicas potencialmente !ascivas empe­ zaron a abrirse camino entre los manuscritos iluminados -David y Betsabe, Susana y los Ancianos-, pero los tipos moviles enriquedan Ia vida interior erotica, tanto como Ia religiosa, en otra escala. Habia aqui una innovacion tecnica que podia realmente penetrar basta Ia medula.84 Los libros impresos, cientos de veces mas baratos que los manuscriros, eran confeccionados con todo tipo de material -herejias, pensamientos peligrosos

'4 Torno el anilisis general de Ia aparicion de Ia lectura privada y su relacion con Ia privaci­ dad de Roger Chartier (ed.), A History ofPrivate Life, val. 3, trad. in g. de Arthur Goldhammer, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1 987, en particular Ia seccion titulada "Literary practices: Publicizing the private", por Jean-Marie Goulemot, pp. 363-395 [trad. esp.: Historia de Ia vida privada, val. 3 : Del Renacimiento a Ia !lustracion, Madrid, Taurus, 200 1 ] . Charrier ha elaborado con mayor detalle una historia de Ia lectura privada en The Cultural Uses ofPrint in Early Modern France, trad. ing. de Lydia Cochrane, Princeton, Princeton University Press, 1 987. Vease tambien e1 volumen colectivo A History ofReading in the Ulest, bajo Ia direccion de Guglielmo Cavallo y Roger Chartier, trad. ing. de Lydia Cochrane, Amherst, University of MassachusettS Press, 1 999 [trad. esp.: Historia de Ia lectura en el mundo occidental, Madrid, Taurus, 1 998] ; Y Paul Saenger, Space Between Words, op. cit., pp. 275 y 276.


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polftica y religiosamente, romances, erotismo-, que respondfa a Ia demanda del publico por el lujo antes impensado, que en Ia era moderna tenemos por garantizado: leer a so las. Fue un soplo de libenad para el pensamiento con todas sus esperables amenazas, peligros y contradicciones. Entre los primeros gran­ des lotes de impresos -de cuatro mil o mas ejemplares- se hallaban Ia Biblia de Lutero y Ia introduccion de Aldo Manucio a Ia poesfa erotica latina de Catulo.85 Las imagenes de las dieciseis posiciones amatorias, obra de Giulio Romano, las asf Ilamadas modi, circularon al principia solo entre iniciados, pero luego fueron impresas, haciendo mucho mas accesible Ia contemplacion privada de material erotico como nunca antes a una deseosa y siempre creciente audiencia. Versiones baratas aun circulaban en el Londres de finales del siglo XVIII entre las clases populares. Final mente, estas !ascivas poses fueron adj un­ tadas a los lascivos sonetos de Pietro Aretino, dedicados al elogio de Ia copula y de los organos sexuales, para producir el primer -y mas perdurable- libro de Ia tradicion erotica de Occidente. Tal vez los impresos fueran estudiados en pareja, quiza se contemplaban a solas. Pero era un libro para pasar un tiempo a solas, para aquellos momentos de quietud y soledad que permitfan a lectores y espectadores disfrutar. El material erotico impreso brindo Ia oportunidad a lectores y espectadores de meditar, como recientemente expreso un historiador, "Ia manera en que todas las formas de Ia experiencia sexual se volvfan autorre­ ferenciales".86 I modi eran tambien un desaffo di recto a Ia autoridad papal, Ia censura y Ia polftica de Ia Iglesia en general, un modelo de como el mundo de Ia estimulacion sexual privada Ilego a considerarse una importante amenaza para Ia sociedad. Por supuesto, ese tipo de co ntemplacion no precisaba de imagenes impresas. Los hombres que encomendaron las hoy canonicas pintu­ ras de Tiziano y Giorgione, por ejemplo, de Venus con las manos en sus par"' El vinculo entre lectura y libertad esd. explicitado por Jean Starobinski, The Invention of Liberty, 1 700-1 789, trad. ing. de Bernard C. Swift, Nueva York, Rizzoli, 1 987 [rrad. esp.: La invenci6n de fa libertad, Madrid, Carroggio, 1 992]. Lisa Jardine, Worldly Goods: A New History ofthe Renaissance, Londres, Macmillan, 1 996, pp. 1 35 - 1 80, 1 60 y 1 6 1 , se refiere especifica­ mente a esos Iibras. 86 Paula Findlen, "Humanism, politics, and pornography in Renaissance Italy", en Lynn Hunt (ed.), The Invention ofPornography, Nueva York, Zone Books, 1 992, p. 63. Sabre Aretina, vease el exhaustivo esrudio de Bette Talvacchia, Taking Positions: On the Erotic in Renaissance Culture, Princewn, Princeton University Press, 1 999, especialmente pp. xiii y 1 9 .


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res p udendas -tal vez masturbandose- para sus espacios privados no amenaza­ ban a nadie, pero estaban embarcados en una nueva y compleja relacion con ei arte y Ia representacion que los metodos med.nicos de reproduccion difun­ dieron mucho mas ampliamente que antes.87 (Veanse las figuras 5. 2a y 5.2b.) Esta es todavfa Ia p rehistoria de Ia "revolucion de Ia lectura" de finales del siglo XVI I y principios del XVII I . Para entonces, su im pacto en Ia polftica como en Ia vida privada de un amplio sector de Ia poblacion letrada serfa pro fundo. El control del acto en sf -Ia lectura privada, silenciosa, fntimamente secreta- asf como del contenido de lo que se lefa -diferenciar lo inocente de lo pernicioso- se convirtio en un p royecto cultural impo rtante. (La disci­ plina de Ia crftica crecio para ayudar con Ia tarea.) Para las generaciones pos­ teriores a Ia publicacion de Onania, el p lacer sexual autoerotico siguio siendo construido como un gemelo perverso de los secretos placeres de leer las ob ras de Ia imaginacion: el inasimilable doble de uno de los grandes triunfos cul­ turales de Ia modernidad. La lectura privada, incluso Ia de ficcion imagina­ tiva, habfa sido domesticada hacia finales del siglo XVIII y principios del XIX. Sin embargo, Ia masrurbacion y Ia unica forma de ficcion con Ia cual siempre habfa estado explfcitamente ligada -Ia pornograffa- quedaron reducidas a des­ perdicios que encontraron escasos defensores hasta finales del siglo XX. Dis­ cutire esa doble, y a veces separada, rehabilitacion en el proximo capftulo. Por ahora, quisiera considerar Ia lectura privada como un proceso diferente de su contenido, en el sentido en que nos preocupamos por el impacto de Ia television o de Internet sin especificar los contenidos de los programas o de los sitios web. Por supuesto, establecer dicha separacion es diffcil. En un extremo, se hallan ciertos tipos de lecturas, ciertas formas de ver television o de navegar por Internet que no parecen para nada p roblematicas. Si se leen silenciosa­ menre en privado o en voz alta en publico manuales de entrenamiento, sobre minas de cobre o caligraffa, es moralmente neutro porque Ia imaginacion com­ pilada en el papel es de algun modo esencialmente publica y tiene escaso efecto en Ia vida interior. Ademas, Ia tecnologfa nunca fue condenada en su conj unto. La genre se apresuraba a apoderarse de Ia ventaja que podrfa provenir de Ia revo­ lucionaria y difundida tecnologfa de Ia lectura silenciosa y pensaba que podia 87 Sabre estas pimuras, vease Kelly Dennis, " Playing with herself: Feminine sexuality and aesthetic indifference", en Paula Bennett y Verner A. Rosario (eds.) , Solitary Pleasures, op. cit.


Figuras 5.2a y 5.2b. Cuadros de Ia gran tradici6n del arte como estos, con su sugestiva ubicaci6n de Ia mano izquierda de Ia modelo, eran pintados para los cuartos privados de los nobles. Las tecnologlas de impresi6n hicieron que los cuadros er6ricos fueran mucho mas accesibles para Ia contemplaci6n privada. (Arriba: Giorgione, venus dormida, 1 5 1 0 (Alinari/Art Resource, Nueva York); abajo: Tiziano, venus de Urbino, 1538 [Alinari/Art Resource, Nueva York].)



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polftica y social detras de escena. Fue tambien Ia epoca de Ia novela episrolar, que trabaja brindando a Ia lectura privada Ia ilusi6n de tener acceso a las cartas secretas, y de ese modo a los pensamientos fntimos de sus personajes. Las car­ tas que llenaban los informes publicados en el siglo XVIII sobre Ia masturbaci6n -testimonios o consultas- deben haber tenido un efecto bastante similar. Des­ cribfan que hada Ia genre, algo que s6lo podia revelarse en una corresponden­ cia con un medico. Habra mas sobre las conexiones de Ia masturbaci6n con otras formas literarias en un instante; el punto ahora es que sabemos que Ia lectura privada desempefi6 un papel esencial en Ia creaci6n del vicio secreto. Casi nadie informa lo que durante tanto tiempo temieron los confesores y autores de libros de moral: que habfan aprendido a masturbarse en los libros 0 en las advertencias. Pero desde el siglo XX y yendo hacia arras hasta el XVIII, el libro fue crucial para convertir Ia masturbaci6n en moralmente apremiante, para ensefiar a Ia vez lo incorrecto y lo peligroso, y que el combate por derro­ tarla era prueba de verdadero caracter. Se retrataba el no masturbarse como vic­ toria de Ia voluntad triunfante, mientras que seguir haciendolo era signo de debilidad moral y derrota. El entero y enorme mercado de Ia literatura sobre Ia masturbaci6n reposaba sobre Ia noci6n de que hada falta algo mas que pre­ dicas y consejos boca a boca para p ropagar los recaudos contra un peligro moral; mas de una conciencia culpable parece haber nacido de Ia imprenta. Los ejemplos abundan. Un campesino ruso que respondfa a las consultas de un investigador en Ia decada de 1 920 deda que tras haber leido acerca de lo mala que era Ia masturbaci6n, dejarfa de practicarla; sin un libro, nunca habrfa llegado a conocer que una practica duradera era un vicio duradero. Muchas de las personas que escribfan pidiendo consejo a Marie Stopes, Ia defen­ so ra del control de Ia natalidad y aurora de una gufa muy vendida sobre el sexo mutuamente satisfactorio, estaban similarmente afectadas por sus lectu­ ras. Miss L. deda que era soltera y que habia sido "victima de Ia masturbaci6n desde un comienzo ignorado hasta hada tres afios arras". Su momento de escla­ recimiento lleg6 cuando ley6 Love's Coming ofAge, de Edward Carpenter, y "al entender en verdad por primera vez [subrayado en el texto] , Ia abandone tras muy larga lucha''. (En Iugar de masturbarse se dedic6 a caricias audaces con su novio, lo que tampoco le pareda demasiado bueno; Stopes le aconsej6 que tambien interrumpiera eso y se casara con el cuanto antes.) Otro corresponsal escribe a Stopes para confesar que habia aprendido a masturbarse s iendo un


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nifio ignorance, que el habito casi habfa destruido su vida y que habfa descu­ bierto j usto a tiempo "!a verdadera naturaleza y el peligro de mi practica'' a! leer Married Love, de Stopes . Se habfa sentido avergonzado de lo que hada, pero tenfa miedo de pedir consejo; escribi6 que se sentfa seguro de que Stopes lo entenderfa. C. H. G. aprendi6 el autoabuso en su epoca de estudiante, y lo practic6 por afios, pero reconoci6 lo errado de sus inclinaciones cuando acci­ dentalmente accedi6 a un popular libro de educaci6n sexual, Knowledge a Young Man Should Have; lo compr6 y ley6 cuanto dafio se habfa infligido. (Escribi6 que su padre no le habfa hablado de sexo, y que los adu!tos le habfan dicho que era bueno para e!.) Como ya hemos visto, el dramaturgo August Strindberg, a! leer un muy reeditado tratado antimasturbatorio aleman de principios del siglo XIX, supo que lo que estaba haciendo era un horrible vicio acerca del cual deb fa sentirse culpable. El libro del obispo Sixt Karl Kapff funcion6 como pre­ tendfa; a August le remordi6 !a conciencia por afios. Tissot nos cuenta, y su archivo lo secunda, que Ia publicaci6n de Onanism desat6 un torrente de car­ tas de lectores cuyas laxitud, pustulas, sudoraciones y varias dolencias cardio­ vasculares se deb fan, segun pensaban sus auto res, a su "infame habito" durante Ia infancia. Los lectores estaban dispuestos a encontrar en el libro las claves para el autodiagn6stico: sus sufrimientos eran resultados del vicio secreto. Onania reprodujo cartas de sus lectores que contaban como se habfan enterado de que Ia masturbaci6n era un vicio con los avisos de los peri6dicos y luego habfan tratado, a veces tres o cuatro veces, de comprar el libro para poder saber mas. Este ha sido, por siglos, un vicio libresco.88 Pero hay otro aspecto sobre todo esto. La lectura privada arrastra todas las marcas del peligro de !a masturbaci6n: privacidad y secreto, por supuesto, pero tambien compromiso de !a imaginaci6n, ensimismamiento y libertad de las obligaciones sociales. AI menos por el momento, el lector era un ser aut6nomo, si no autarquico. Los escritores modernos son notablemente claros a! res'' Max Hodann, History ofModern Morals, trad. ing. de Stella Browne, Londres, Heinemann, 1 937, imporra el comienzo; Stopes Papers, A 244, 9 de marzo de 1 923. Se conoce el nombre del escriror, pero no se lo cita por respero a Ia privacidad de sus descendienres; A 6 5 , FC, 1 9/ 1 3 / 1 9. No he hallado el rirulo Knowledge a Young Woman Should Have, de Alexander Andrew Philip y H. R. Murray, Londres, Athletic Publications (enrre 1 9 1 0 y 1 920) ; debe haber sido una pieza adjunra en una serie de conocimienro sexual o tal vez el aurar se referia a Sexual Science, de esos mismos aurores y del mismo editor. S. A. D. Tissot, Onanism, op. cit., p. 29.


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pecto. El novelista Josef Skvorecky describio Ia lectura en Ia cama durante su infancia en Ia Checoslovaquia comunista como un acto prohibido: escondido bajo las sabanas, "acuclillado en mi cama [ . . . ] me entregaba a los placeres de leer, leer, leer [ . . . ] me quedaba dormido con un placentero agotamiento". Colette es verdaderamente excesiva respecro de los deleites sensuales de leer en silencio novelas en Ia cama de n ina. Pero el nexo entre lectura privada y placeres privados se remonta a m ucho antes. Eran por cierro mas divertidos que un j uego de salon, pensaba Ia dama insomne de Chaucer en The Book of the Duchess; no hay que imitar a "ciertas personas que se entretienen leyendo y en otros asuntos" en Ia cama, adverda en 1 703 el educador catolico y mas tarde santo Jean-Baptiste de Ia Salle.89 Y, por supuesto, las advertencias sobre los peligros de Ia lectura privada de Ia li teratura imaginativa tienen una larga h istoria. (Tal vez leer en peligrosa compafifa o lejos de Ia luz plena de Ia vigilancia publica sean mejores descrip足 ciones.) Hay que recordar el Canto V de La divina comedia de Dante: " Lei足 mos de Lancelote, obligado por el amor/ A solas, sin sospechar nada, a nues足 tra voluntad", responde Francesca a Ia pregunta sobre como "Te mostro primero el am or esos deseos/ tan rodeados de dudas". A

veces cuando leiamos nuestras miradas se unian Yendo del libro a los ojos del otro, Y entonces desaparecfa el color de nuestros rostros. Pero un solo momenta en particular Nos venci6: el anhelo de una sonrisa, decfa, Fue besada por ese muy noble amante, y esto Ese que nunca se ira de mi !ado Bes6 mi boca, temblando. jOh, Galeotto, ese libro!90

Queda claro que importa mucho que leen esos dos amantes; pero Ia intimi足 dad de leer juntos a solas es lo que l leva a mayor intimidad. En otras palabras, 89 Estos ejemplos estin tornados de Alberto Manguel, A History ofReading, Nueva York, Viking, 1 996, pp. 1 49, 1 50, 1 53 y 1 59 [trad. esp.: Una historia de fa lectura, Madrid, Alianza, 1 998]. 90 The Inferno ofDante, rrad. ing. de Robert Pinsky, Nueva York, Farrar, Straus and Giroux, 1 994, Canto V, I I , 1 07- 1 22 del texro ingles, p. 5 3, I I , 1 2 1 - 1 38 en el texto italiano [trad. esp.: La divina comedia, Madrid, Espasa, 1 998] .


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Ia lectura privada era un modo de intimar con uno mismo o con otro; en el equilibria entre lo individual y lo social, el peso mayor estaba de un !ado. Muy lejos de conformarse, el propio acto implicaba una amenaza mucho mas intensa a medida que Ia practica se difundia. Su conexion con el vicio privado era evidente para los contemporaneos. "Nunca se debe dejar solo al paciente, nunca obligarlo a leer, que nunca tenga tiempo de reflexionar", aconseja un tratado de mediados del siglo XVIII acerca del tratamiento de Ia enfermedad masturbatoria, pues precisamente esto le trae complicaciones. Hablando de Ia autoridad de un colega, Tissot brinda el mismo consejo: "Nunca se debe dejar completamente solo al paciente; [ . ] no se les debe permitir meditar, leer u ocupar Ia mente de cualquier modo". Son varias las razones para ello. En principia, leer reproduda Ia situacion que inicialmente habia perturb ado al masturbador: "Nada hay mas pernicioso para Ia gente incli­ nada a una unica idea que el ocio y Ia actividad"; todos los libros que requie­ ren aplicacion "pueden llegar a recordar esas ideas a Ia imaginacion; y su reme­ moracion debe ser completamente impedida". M as aun, leer empeora los sintomas de Ia enfermedad masturbatoria: Ia ya debilitada vision queda toda­ via mas arruinada; los ya debilitados nervios quedan incluso mas tensos. La sospecha de que Ia lectura solitaria nos pone en riesgo de vicio solitario tuvo, asi, una larga historia que siguio teniendo influencia incluso cuando Ia lectura privada resulto algo comun y fue generalmente aceptada. Casi nunca el acto en si logro desprenderse de su legado de placer sin con­ trol; tal vez no fue totalmente rehabilitado hasta que Ia television lo reem­ plazo como n uevo medio antisocial. Y a su vez, Ia television resulta inocua com­ parada con Ia Web. Se lee a so las: en Ia cama, bajo Ia frazada, en el cuarto propio, luj uriosamente y a salvo de Ia mirada ajena. Una extensa nota al pie en Ia edi­ cion italiana de Tissot cuenta Ia historia de un joven que termino "languide­ ciendo de fantasias" y no podia pasar un dia sin una autopolucion; sabia muy bien que para verse curado no debia permanecer en su cama una vez que se despertaba; en Iugar de ejercitar su imaginacion debia levantarse y "rejuvene­ cer su maquina".91 Los serios escritores victorianos sobre adiccion tomaban Ia .

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91 A Practical Treatise upon the Treatment ofT abes Dorsalis . . ( 1 747); S. A. D. Tissot, Onanism, op. cit., p. 1 29; L'Onanismo; ovvero, Dissertazione sopra le malattie cagionate dalle Polluzioni volon­ tarie de Signor Tissot, 3• ed., Venecia, 1785, pp. 28 y 29, n. 9. .


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lectura como tema y daban consejos para convertirla en un bien social. Sim­ plemente, era inutil, "una manera de desperdiciar nuestro escaso capital de tiempo", escribio Herbert Maxwell en "The craving for fiction" , a menos que se lo hiciera seriamente y se tomara notas para poder transmitir algo en el futuro. Es decir, solo si se lee a solas no por placer sino con un proposito utilitario, no se convertira en algo "adictivo". Maxwell escribfa en las decadas en que wanker se volvio el termino coloquial para "masturbador" , connotando el esfuerzo de alguien por cosas inutiles. "El vicio de Ia lectura" -afirmaba Alfred Austin, otro victoriano, en el contexto de un analisis de Ia adiccion- era resultado de hacerlo en interes propio. Austin pensaba que era algo b ueno leer ficcion de un modo que ejercitara Ia imaginacion para produci r desen­ canto, pues llevaba al cambio social. Pero en general el problema consistfa en que leer algo era potencialmente similar a Ia masturbacion: un acto realizado sin otro p roposito que el placer.92 Algunos afirmaban que el problema no residfa en que Ia lectura llevara a Ia masturbacion o, como sugerfan Maxwell y Austin, en que Ia adiccion a Ia lec­ tura fuese un equivalente de Ia masturbacion, sino que "Ia enfermedad de Ia lectura" y Ia enfermedad masturbatoria eran aproximadamente lo mismo y tenfan Ia misma causa. Por ejemplo, el medico forense estadounidense Isaac Ray pareda decir en el siglo XIX que leer ficcion casi siempre inflamaba lite­ ralmente Ia imaginacion aunque los libros no versaran sobre temas sexuales explfcitos. El lector se enferma al igual que el masturbador; Ia imaginacion los infecta a ambos, y luego produce patologfas cada vez peores. La mente del joven, escribio Ray, quedaba "afiebrada por una incesante indigestion de literatura juvenil", que lo dejaba "al margen de cualquier pensamiento importante". Un muchacho "se abandona, en cuerpo y alma", a Ia seduccion de los libros que 92 Herbert Maxwell, "The craving for fiction", en The Nineteenth Century, 1 96, j unio de 1 893; Alfred Austin, "The vice of reading", en Temple Bar Magazine, 42, septiernbre de 1 874. Agradezco a mi alumna Susan Zieger par encomrar esros documemos para una serie de tuto­ rfas que realizamos juntos. Ella analiza el problema de Ia lectura y Ia adiccicSn en el tercer capi­ tulo de su tesis de docrorado, "Addictive fictions: Medical knowledge, novelistic form, and habits of mind in Britain, 1 860- 1 9 1 4", Berkeley, University of California, 2002. Mas generalmeme, vease Kelly J. Mays, "The disease of reading and victorian periodicals", en John 0. Jordan (ed.), Literature in the Marketplace: Nineteenth-Century Briti,h Publishing and Reading Practices, Cambridge, U K , Cambridge University Press, 1 995.


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capturan "los sentidos con su fantasia". "Violentas emociones mentales sacu­ den el marco corporal." Cuerpo y mente trabajan ju ntos, y pronto incurriran tambien en Ia masturbacion, que en realidad termina por resultar algo obli­ gado. La masturbacion pareda una sirvienta del incluso peor vicio de Ia lite­ ratura, cuyos "efectos devastadores" eran "constantemente apoyados por el habiro de Ia autoindulgencia".93 Ray no estaba solo. Importances educadores estadounidenses pensaban que Ia lectura omnivora tendia a feminizar a los varones y, mas espedficamente, que si su actividad potencialmente provechosa no estaba cuidadosamente regu­ lada podia derivar con facilidad en onanismo. El movimiento eugenesico de p ri ncipios del siglo XX retorno esos temas. En nifios y nifias, advierte una escritora que busca mantener el vigor de Ia raza, "deberiamos inclinarnos a observar con aversion el usual modo de vida vigoroso que el adolescence nor­ mal exige y disfruta" en pro de quedarse entre cuatro paredes, tendido en un sofa leyendo o sofiando, "como un indice de autoabuso o masturbacion psi­ quica".94 Uno de los principales divulgadores de Freud en los Estados Unidos sefialaba que algunos nifios y nifias empezaban a masturbarse mientras leian, y no necesariamente libros de naturaleza erotica: las escenas brutales de La cabana del Tio Tom podrian provocar a los nifios; aparentemente las nifias recu­ rrian a Ia masturbacion a! leer escenas sadicas o masoquistas. Los tragalibros -es decir, aquellos que viven en sus mentes- son parecidos a los onanistas.95 La revolucion de Ia lectura casi nunca logro desprenderse del vicio que ayudo a crear. Coloco lo p rivado, lo secreto y el placer solitario en Ia agenda moral de Ia epoca, e incluso cuando fue domesticada, su gemelo perverso continuo por su cuenta con su vida descontrolada. La imaginacion, el primer gran villano del vicio solitario, tam bien era Ia pri­ mera facultad en importancia en el siglo XVIII, tanto en el pensamiento acerca de Ia filosofia, Ia erica y el arte como en Ia vida cotidiana de casi todos, excepto los mas pobres. Se consideraban democraticos los "placeres de Ia imaginacion". �3 Isaac Ray, Mental Hygiene ( 1 863 ) , Nueva York, Hafner, 1 968, pp. 272, 273 y 264-275 passim. Vease rambien Isabelle Lehun, Carnival on the Page. Popular Print Media in Antebellum America, Chapel Hill, Universiry of North Carolina Press, 2000, p. 1 3 1 y passim. 94 Norah March, Towards Racial Health, Londres, Routledge, 1 9 1 5 , p. 85. 9 1 A. A. Brill, Psychoanalysis: Its Theories and Practical Application. Filadelfia, W. B. Saun­

ders, 1 922, p. 1 49.


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No bubo un punto de o rigen para esa revoluci6n como bubo para el sexo solitario; pero podemos tomar en cuenta el enormemente influyente ensayo de Adisson "The pleasures of the imagination or fancy" -los placeres que, decfa, s urgen de contemplar objetos visuales reales o de traerlos a Ia meme por medio de cualquier forma de representaci6n, incluidas imagenes, estatuas o palabras- que fue publicado en 1 7 1 2. (Addison usa los terminos imaginaci6n y fantasia de forma mas o me nos intercambiable, retrocediendo al menos basta Agustin, quien usaba imaginatio y phantasia como dos versiones de lo mismo: Ia primera, una facultad para reproducir en Ia mente algo que ya no se hallaba presente; Ia ultima, algo que una historiadora de estos conceptos llama "Ia !eve, aerea ludica actividad de Ia mente en su libertad".)96 Estuvieran o no presen­ tes los objetos, Ia imaginaci6n -el genio maligno de Ia masturbaci6n- los vol­ vfa disponibles para Ia autoexcitaci6n. Estaba preparada para ser Ia mas elo­ giada y condenada facultad del siglo. La imaginaci6n aparece por doquier en el pensamiento del siglo XVIII: en discusiones que van desde Ia economfa y el credito basta Ia sensibilidad y Ia moral, pasando por Ia epistemologfa y Ia estetica. Simplemente se hallaba en el nucleo de Ia humanidad moderna, una facultad absolutamente fundamen­ tal e irresistiblemente atractiva ligada a Ia novedad, el cambio y Ia libertad: Nuestra imaginaci6n ama colmarse con un objeto. [ . . . ] La mente del hombre odia naturalmente todo aquello que considera una restricci6n impuesta sobre ella y es capaz de fantasear con una suerte de confinamiento cuando Ia mirada esd. acorra­ lada en un espacio estrecho. [ . . ] Todo lo nuevo y fuera de lo comun genera un placer en Ia imaginaci6n.97 .

Por supuesto, al escribir su ensayo mas o menos en simultineo con el menos edificante tratado de John Marten, Addison no pensaba en los placeres de "aban96 Joseph Addison, "Pleasures of rhe imaginarion or fancy", en The Spectator, num. 4 1 1 -4 1 2, 2 1 -23 de j unio de 1 7 1 2; Wilma L. Kennedy, The English Heritage ofColeridge ofBristol, 1 798:

The Basis in Eighteenth-Century English Thoughtfor His Distinction Between Imagination and Fancy, New Haven, Yale Universiry Press, 1 947, pp. 1 - 1 9. Respecro de Agusrin y Ia hisroria de Ia imagi­ naci6n mis generalmenre ames del siglo XVIII, vease J. M. Cockering, Imagination: A History of Ideas, ed. e inrr. de Penelope Murray, Londres, Rourledge, 1 99 1 , p. xiii y el primero de los cuarro capfrulos del libro, que son el anilisis mis informado y razonable que he hallado sobre el rema. 97 The Spectator, val. 3, pp. 277 y ss., en Ia edici6n de Ia Everyman Library.


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donarse a Ia perversa imaginacion" sobre los que amonestaba Onania. Proba­ blemente nunca se le hubiera ocurrido en un contexto tan elevado. Pero Ia enorme expansion de lo que se esperaba de Ia imaginacion volvio moralmente apremiante a! sexo solitario; aqui, como en el contexto economico, el nuevo vicio secreto logro definir los lfmites de un vital pero peligroso nuevo ejerci­ cio de Ia individualidad y Ia libertad. Se cuenta en otros libros Ia larga historia de como Ia imaginacion paso de ser una facu!tad decididamente de segundo o rden -uti! en su mejor version para mediar entre Ia sensacion y Ia razon, y en Ia peor para permitir que los humanos confundieran Ia representacion con Ia realidad- a ocupar su sitial de honor en los siglos XVIII y XIX. Pero cualquiera sea el angulo desde el cual se cuente Ia historia, el final es siempre el mismo. Hacia Ia epoca de los roman­ ticos, las viejas jerarquias estaban invertidas: "La razon es a Ia imaginacion como el cuerpo al espiri tu, como Ia sombra a Ia sustancia", escribio el poeta Shelley en Defensa de fa poesia, de 1 82 1 . Era lo que en ese entonces mejor definia a! particular ge nio humano. Ci ncuenta afios despues, Darwin esta fascinado con ella: "una de las mas altas prerrogativas del hombre. . . [Ia facu!tad que] crea nuevos y brillantes resu!tados".98 La historia desde su simple figuracion hasta su presencia descollante puede comenzar con el problema de explicar Ia conciencia, Ia amabilidad, Ia posibi­ lidad real de una respuesta estetica en Ia revolucion epistemologica iniciada por John Locke, un conjunto de preguntas que tuvieron respuesta cuando sus suce­ sores elevaron Ia imaginacion a una posicion equivalente a Ia ocupada por Ia razon y el entendimiento. Se podria escribir un extenso capitulo sobre su papel en Ia epistemologia de Hume, sobre su insistencia en que rechazar las triviales sugerencias de Ia imaginacion mientras se abrazan sus supuestamente bien fun­ dadas sugerencias "puede resultar muy peligroso y traer aparejadas las mas fata­ les consecuencias". No era tan facil acoger Ia fantasia en el seno de una filoso­ ffa que tanto insistfa en que cuanto consideramos preciado esta, de hecho, basado en ella. De igual modo, podemos detenernos a considerar Ia impor­ tancia de Ia imaginacion en Ia filosoffa moral de Hume, Smith y otros igual"" Shelley esta citado en J. M. Cockering, Imagination, op. cit., p. vii; Charles Darwin, The Descent ofMan, and Selection in Relation to Sex, Princeton, Princeton U niversiry Press, 1 98 1 , primera parte, cap. 2 , p. 4 5 [ trad. esp.: £1 origen del hombre, Barcelona, Edaf, 1 966] .


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mente persuasivos, para quienes Ia habilidad de imaginar las consecuencias de un acto futuro y por medio de un sofisticado conjunto de situaciones era lo que posibilitaba Ia conducta moral. Esta, junto con Ia fisiologfa nerviosa, for­ maban Ia base de Ia simpatfa a Ia que el gran enemigo de Ia masturbaci6n, Jean­ Jacques Rousseau, entre otros, consideraba fundamento de Ia moral. Se reque­ rirfa un largo aparrado para esa historia en Kant, para quien Ia imaginaci6n no se oponfa, como se habfa pensado antes, a Ia raz6n sino a Ia raz6n en su forma sensorial. Y ese recorrido abre una gran cantidad de temas posibles.99 Alternativamente, podrfamos enfocar Ia cuesti6n investigando todas las cosas que dijeron varios pensadores del siglo XVIII y comienzos del XIX acerca de Ia imaginaci6n: el principia rector de Ia continuidad de Ia persona que nos permitfa conectar nuestros pasados, presences y futuros; el vinculo entre raz6n y sentidos o entre cuerpo y mente; el fundamento del arte y del deseo econ6mico; Ia preocupaci6n central de una nueva rama de Ia filosoffa, Ia estetica; Ia llave para enrender c6mo se vinculaban las ideas para los asocia­ cionistas o acaso para cualquiera de las psicologfas empiristas, entre muchas o tras cosas. Si bien Ia raz6n no fue totalmente destronada de su sitio en Ia jerarqufa de las facultades, ahora tenfa una dura competencia. 100 Y aunque puede ser diffcil moverse entre los disti ntos y complejos sign ificados de Ia facultad que tambien constitufa el nucleo del peligro de los placeres sexuales �olitarios, queda bastante clara su centralidad para un amplio rango de preo99 En cuanto a !a historia hasta aproximadamenre finales del siglo XVII, vease J. M. Cocke­ ring, imagination, op. cit., pp. 1 - 1 0 1 y 1 4 1 - 1 95. Respecto de !a historia que comienza con Locke, vease el notable libro de Ernest Lee Tuveson, The Imagination as a Means of Grace, Berkeley. University of California Press, 1 960, pp. 72-9 1 y ss.; !a imaginaci6n esra en rod as panes en Hume pero especialmente en el Tratado de fa naturafeza humana. Para una excelente lecrura de ese texro, vease Annene C. Baier, A Progress ofSentiments: Reflections on Humes "Treatise", Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1 9 9 1 , pp. 7- 1 5, 257 y 258. H ay un sucinro resu­ men de Kant a! respecro en el enorme y erudito compendia sobre el pensamiento acerca de !a imaginaci6n de casi rodo el mundo escriro por Eva T. H . Brann, The World ofImagination: Sum and Substance, Savage, Rowman and Linlefield, 1 99 1 , p. 505 y ss. Para Kant sobre !a ima­ ginaci6n como "una activa faculrad" que "representa a las apariencias asociadas" y que "juega un papel en Ia unidad uascendental de percepci6n", vease Critica de fa raz6n pura, A 1 1 5 y ss. 100 Baso esta lista en el excelente recorrido de !a cuesri6n en Wolfgang lser, The Fictive and the Imaginary: Charting Literary Anthropology, Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1 993, pp. 171 y ss.


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cupaciones culturales. Lo que los medicos y moralistas identificaban con el mayor problema en Ia masturbacion se convirtio al mismo tiempo en cuali­ dad esencial de una persona culta. No necesitamos limitarnos a Ia historia de los altos intelectos al recorrer esa curiosa yuxtaposicion. Los placeres de Ia imaginacion estaban en todas partes, y fuertemente ligados a Ia lectura. A traves de ciertas obras de Ia imaginacion -a traves de las ficciones llamadas novelas- se suponia que hombres y muje­ res aprenderian a reforzar sus capacidades para el sentimiento de los semejan­ tes, a sufrir empaticamente lo que sufrian los demas, a sentir una humanidad en comun y, en terminos mas generales, a navegar por el nuevo m undo del amor y el comercio. Las novelas, Ia imaginacion y el sexo solitario acometie­ ron j untos un notable viraje. Las atracciones del gran genero literario de Ia epoca eran precisamente aquellas que atrapaban al masturbador: los placeres de los engafios y las decepciones. 0, con mayor precision, los placeres de Ia novela -"Ia historia de nadie"- eran los placeres de Ia ficcionalidad misma: el quedar absorbido en una realidad que se sabia que era artificio. La refinada composicion de Ia novela era quiza mas compleja y elaborada que Ia fantasia masturbatoria promedio, pero Ia seduccion de Ia "historia de nadie" no estaba demasiado lejos de Ia seduccion del sexo con nadie. 101 Ahora bien, ya estamos preparados para pensar mas en el problema del contenido y del genero, que se suman a los intrinsecos peligros de leer en soledad. En Ia diversa discusion que giraba en torno a Ia cuestion de como civi­ lizar Ia imaginacion, ningun topico resultaba tan importante como Ia novela y Ia lectura solitaria de Ia novela, y mas especialmente cuando las implicadas eran mujeres. (La lectura de novelas en voz alta o en bibliotecas, pese a no considerarse totalmente segura, nunca fue percibida como tan peligrosa; en esas si tuaciones publicas habia al menos un vinculo con Ia realidad.) Si Ia "fic­ cionalizacion" en general es un modo de que estemos presentes ante nosotros mismos, una manera de autocomprension y de escapar, de sobrepasar y crear limites, entonces los riesgos de leer una forma especifica de ficcionalizacion -Ia 101 Torno esra caracterizacion de la novela del estudio de Catherine Gallagher, Nobodys Story: The VanishingActs o[Women Writers in the Marketplace, ! 670-1820, Berkeley, Universiry

of California Press, 1994, cuya influencia sabre mis ideas acerca del mercado, la ficcion y la ima· ginacion va mucho mas alla de esta breve alusion.


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novela- son enormes: leer novelas puede crear nuevos caminos para estar moral­ mente presente ante uno mismo, para bien o para mal. Por un !ado, no solo se decfa que las novelas eran placenteras sino tambien edificantes. En elias, Ia virtud triunfa y Ia maldad recibe su j usto castigo: al resistir Ia tentaci6n, Pamela triunfa y consigue un mejor candidato que aquel que co n j usticia rechaza. Las sensibles y virtuosas heroinas, al igual que sus contrapartes en Ia vida real, ponen de manifiesto su bondad eligiendo las lec­ tu ras correctas. Mas aun, es posible separar Ia paja del trigo moral. Los cdti­ cos y los peri6dicos comenzaron a separar las buenas novelas de las malas, el pensamiento bien fundado de Ia ftlosofia esceptica. Como una tecnologia de Ia moral practica; una escuela de afectos, amor y simpada, el genero tuvo siem­ pre sus defensores, incluso ese fustigador y victima de Ia imaginaci6n mas­ turb atoria, Rousseau. En resumen, Ia novela era absolutamente fundamental en Ia construcci6n de Ia sociedad civil, y los contemporaneos lo sabian. Lese­ wut, Lesesucht y Leseseuche (Ia locura, Ia pasi6n o adicci6n, Ia plaga de Ia lec­ tura) estaban por doquier; no habia cuarto de mujer ni barrio trabajador sin impresos. Cualquiera fuera el viento enfermizo que soplara, asf era el mundo moderno, y Ia literatura de ficci6n podia ayudar a vivir moralmente en el. 1 02 Pero siempre hubo una nube sobre Ia ficci6n, Ia misma que sobre el sexo solitario. El peligro de sacrificar lo real en beneficia de lo pr6digo e ilusorio, que Tissot ponia como nucleo del onanismo, se halla tambien en las cdticas al "novelismo". "Cuando Ia hija de un granjero se sienta a leer una novela esti malgastando su tiempo", escribe Critical Review, un peri6dico cuyo prop6sito es separar Ia buena de Ia mala lectura; es tiempo que se debe emplear en "ver­ dadero servicio". (Debemos volver a recordar Ia caracterizaci6n de Ia mastur­ b aci6n del historiador Alain Corbin como "simbolo s upremo del tiempo individual".) Las novelas, como Ia masturbaci6n, creaban "compafieros alter­ nativos a sus almohadas" para las muj eres, inflamaban las pasiones de los j6venes y probablemente con tribuian al aumento de Ia prostituci6 n. Como expresa George Colman, el prolffico l iterato citadino del siglo XVIII: "Esta 1 02 Vease Alben Ward, Book Production, Fiction and the German Reading Public, 1 7401 800, Oxford, Clarendon Press, 1 974, especialmente el capitulo 3 sabre el crecimiento del

publico lector de novelas en Alemania, pp. 59-9 1 , para un caso de esrudio. El punta es vale­ dew en Europa Occidental y mas tarde en el resro del continence.


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NOVELA corrompe demasiado el corazon femenino. La senorita lee -se invo­ lucra-, suspira". En resumen, las novelas, como los susurros seductores y Ia conversacion obscena, perturban a las mujeres, les hacen olvidar su honor, y las llevan a Ia pd.ctica de toda clase de desviacion sexual. Y escribir novelas, especialmente para las mujeres, era una suerte de prostitucion: una mujer publica de letras estaba demasiado proxima a una mujer publica. 1 03 La patofisiologfa moral de Ia lectura de novelas y de Ia masturbacion tam­ b ien eran similares, un ejemplo de Ia amplia y general categorfa de enferme­ dades causadas por el uso inapropiado de una facultad, Ia imaginacion, cuya vivacidad, inmediatez y disociada atraccion podia causar desastres en los ner­ vios y en todo lo que tocara. En el siglo XVIII, Ia imaginacion genero enormes cantidades de obras epistemologicas, eticas y esteticas. Sus poderes eran enor­ mes. La imaginacion "aviva las percepciones", como lo expresa Condillac, mien­ tras que Ia memo ria "solo recuerda los signos". Es perversamente creativa, capaz de realizar "nuevas combinaciones a voluntad". Puede concretar todo tipo de engafios que aportan para que nuestras ideas resulren "contrarias a Ia verdad"; Ia locura se halla al final de ese camino. Consiste en una facultad mental terri­ blemente vulnerable, una zona ciega. "Poco a poco empezamos a tomar nues­ tras quimeras por realidades", dice Condillac, y en ello reside el peligro de leer novelas, especialmente para las nifias de bajo nivel de instruccion que tienen p roblemas para diferenciar entre lo real y lo ficticio. 1 04 103 Critical Review, 33, Londres, I 772, p. 327, al igual que las otras citas, se deben a James Raven, "From p romotion to prescription: Arrangements for reading and eighteenth-century libraries", en James Raven, Helen Small y Naomi Tadmor (eds.), The Practice and Representa­ tion ofReading in England, Cambridge, UK, Cambridge University Press, 1 996, p. 1 79 y passim. Sabre escritura femenina y prostiruci6n, vease Catherine Gallagher, Nobody's Story. Colman esta citado en G. J. Barker-Benfield, The Culture ofSensibility: Sex and Society in Eighteenth-Cen­ tury Britain, Chicago, University of Chicago Press, 1 992, p. 327. Llegue tarde a ese libra en mi proceso de escritura y encontre en el buen material e interpretacion de los peligros sexuales de Ia lecrura de novelas, especialmente para las mujeres. Barker-Benfield sugiere brevemente que "a las previas especulaciones que explicaban Ia fobia masrurbatoria se puede agregar Ia noci6n de que Ia masturbaci6n se convirti6 en una expresi6n sexual de Ia psicologia del consumidor, cualquiera hayan sido sus significaciones previas" (p. 330). 104 Jan Goldstein, Console and ClassifY: the French Psychiatry Proftssion in the Nineteenth Century, Cambridge, UK, Cambridge University Press, 1 987. Etienne Bonnot de Condillac, An Essay on the Origin ofHuman Knowledge, trad. de Thomas Nugent, 1 756, Gainesville, FL: Scholar's Facsimiles and Reprints, 1 97 1 , primera parte, sec. 2.


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El problema con Ia novela y Ia masturbacion no es, por supuesto, que quienes se embarcan en Ia lectura de ficcion o en Ia autoestimulacion erotica literalmente no sean capaces de distinguir el estatuto ontologico de Ia fanta­ sia o que se equivoquen al respecto. Nadie plantearfa que un personaje de novela o los objetos imaginarios de deseo existen realmente, aunque a veces se actue como si asi fuera. Lo que quiere decir Condillac, y lo que preocu­ paba en general a los moralistas, es que Ia cualidad ficcional de los personajes de una novela 0 de una fantasia masturbatoria los hace mas reales, mas peren­ torios, mas capaces de despertar sentimientos que los asi llamados personajes reales o los compafieros sexuales reales. En cualquier caso, los hacen infinita­ mente mas accesibles y libres de control. El peligro reside en el exceso repre­ sentacional, en que Ia ficcion o el artificio logren reemplazar Ia naturaleza con su estructura de obligaciones. Ahora tenemos a Ia masturbacion solidamente en el terreno de Ia lectura. Si Ia insania podia deberse, como expresa en 1 79 9 Alexander Crichton, el primer gran teorico del alcoholismo, a "Ia actividad desproporcionada de las facultades de Ia representacion", y surgia de "causas que exaltan Ia imagina­ cion" -es decir, Ia facu ltad de ficcion ejercitada frecuentemente" o "fuertes pasiones"-, estamos en condiciones de entender no solo las manias religiosas -Tissot cita el caso de un moravo de mente- sino tam bien Ia locura mastur­ batoria, Ia enfermedad mental de los lectores de novelas y otras dolencias causadas por nervios sobreestimulados. Si leer libros tenia consecuencias somaticas, Ia mucho mayor excitacion de Ia masturbacion no pasarfa desapercibida para el cuerpo. En 1 802, el medico radical Thomas Beddoes, quimico, personaje prototipico del Iluminismo y padre del poeta romantico, atacaba "los libros que actuan perniciosamente sobre Ia constitucion [ . ] las novelas que enferman mas aun Ia sensibilidad". Pensaba que las bibliotecas circulantes colaboraban con muchas dolencias porque "el poder de ciertas ideas para irritar o rganos [ . ] no requiere demostra­ cion" . El dramaturgo Richard Sheridan las consideraba "un arbol perenne de diabolicos conocimientos". Las lectoras de La nueva Eloisa escribian a su autor acerca de los "suspiros y tormentas" que experimentaban, de que sus corazo­ nes " latfan mas rapido que nunca'', de que se sentian arrastradas al lecho por Ia locura, de que lloraban y sufrfan convulsiones a causa del dolor que les cau-· saba tener que dejar Ia novela. La masturbaci6n y las novelas funcionaban de . .

. .


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Ia misma manera. Coleridge pensaba q u e leer novelas "ocasionaba Ia total desuucci6n de los poderes de Ia mente". Un comentarista del siglo XVIII pen­ saba que intoxicaban Ia mente con sus "m6rbidas sensibilidades" -es decir, que Ia hadan extremadamente vulnerable a humores, sentimientos y estfmulos-, que eran para Ia mente lo que "beber aguardiente es para el cuerpo". Las nove­ las "afectan los 6rganos del cuerpo", "relajan Ia tonicidad de los nervios" y, junto a Ia musica, "han hecho mas que cualquier otra cosa para producir e1 aspecto enfermizo y los habitos nerviosos de nuestras mujeres mas instruidas". Esta­ mos muy cerca de Ia enfermedad masturbatoria. Y si aii.adimos Ia idea de que el "novelismo" -termino utilizado por Ia Methodist Magazine- produda, entre otras cosas, actitudes hueras, alimentaba incesantemente Ia imaginaci6n, arrui­ naba Ia vida de las mujeres a! convertirse en "compafie ras de sus almohadas" -una vez mas Ia misma frase-, "lisonjeaba Ia imaginaci6n" y generaba una irresistible descontextualizaci6n, parece mas cerca que nunca del onanismo contemporaneo. El novelismo, como el onanismo, era peligroso porque sus protagonistas no estaban realmente en algun Iugar y resultaban mucho mas estimulantes por su ausencia. Ambos ofredan deseo de modo gratuito. La dife­ rencia es que, por mucho que tuvieran en comun, Ia ficci6n tenia sus virtudes y el autoabuso no. 105 La nueva "perturbaci6n y agonfa de una conciencia herida" de quienes se entregaban a! sexo solitario naci6 a! mismo tiempo que Ia literatura imagina101

Que Ia lectura tiene efectos somaticos es, por supuesto, Ia base de Ia sensacional ficci6n de Wilkie Collins y sus sucesores. AJ respecto, vease David Miller, '"Cage aux folies': Sensation and Gender in Wilkie Collin's The Woman in White", en Catherine Gallagher y Thomas Laqueur (eds.), The Making ofthe Modern Body: Sexuality and Society in the Nineteenth Century, Berkeley, University of California Press, 1 987, pp. 1 07- 1 36. Las citas de Beddoes, Coleridge y Methodist Magazine fueron romadas de Ia extensa compilaci6n de sentimientos anti-novela en James Tinnon Taylor, Early Opposition to the English Novel, Nueva York, Columbia University Press, 1 943, pp. I 02, I 03, I 05 y I 06. Beddoes es citado solo indirectamente, pp. I 07 y I 08. Thomas Clark­ son en su Portrait ofQuakerism plantea que "un medico de prim era linea" le canto acerca de los terribles efectos de Ia lectura de novelas. Sabemos que este medico es Beddoes en su Hygeia; or,

essays, Moral and Medical, on the Causes Afficting the Personal State ofour Middling and Affluent Classes, Bristol, 1 802-1 803, ensayo 3, pp. 77 y 76-80 passim. Sheridan citado en James Raven, The Practice and Representation ofReading in England, op. cit., p. 1 90; sabre las lectoras de Rousseau, vease Robert Darnton, The Great Cat Massacre, Nueva York, Vintage, 1 985, pp. 243-247 [trad. esp.: La gran matanza de gatos, Buenos Aires, Fonda de Cultura Econ6mica, l 998].


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tiva que impulsaba a practicarlo, Ia culpa y un remedio a Ia idea de que las fantasias eran seguras. Onania comenzaba con una perorata moral, pero muy pronto pasaba al modo epistolar; edici6n tras edici6n del libro y de su Supple­ ment crece en cartas. Regresaban a las "cartas" sobre cuestiones de amor, matri­ monio y arrepentimiento que llenaban las revistas de las decadas de 1 680 y 1 690 . Por ej emplo, "fue una calamidad ser seducida para asi entregar por completo mi alma, mi Honor, a un perverso e infame cualquiera, con quien segui alternando secreta y vi! mente doce meses", escribe "una muy joven dam a, nacida de padres de relativamente escasa calidad", a! Ladies Mercury. Luego que termin6 esta relaci6n, dice haberse casado con "el mas apasionado de los hom­ bres", un hombre de grandes meritos, honor, salud y virtud, con quien seria feliz de no ser invadida, cien veces por dia, por el "constante recuerdo" de sus pecados. El problema no es solo Ia "decepci6n y poluciones" que lleva a Ia cama matrimonial sino una decepci6n mayor: "Practique incluso Ia mas vii de las Artes en sus Noches Gozosas de Noviazgo, siendo en esa especial escena Ia mayor de las mentirosas". Es decir, fingia ser una virgen. �Que hacer? 1 06 Escri­ tas por hombres que dedan dedicarse a! servicio de las mujeres, son una pro­ ducci6n !iteraria muy trabajada: voyeurista, primariamente lasciva y sin embargo moralizante, pretendidamente veridica pero casi claramente una ficci6n. Es casi exactamente el tono de Onania, y tambien el de las primeras novelas. Se supo­ nia que se trataba de material edificante con apenas un toque de picardia. Si el texto inaugural del vicio solitario se remitia a los nuevos peri6dicos, de los que surgi6 la novela, tambien miraba hacia Ia seducci6n o probable seduc­ ci6n de las novelas del siglo XVIII con sus resoluciones mo ralmente edifican­ tes. Incluso Ia herofna ep6nima de Ia Fanny Hill, de John Cleland, encuentra el verdadero amor y Ia monogamia al final de sus aventuras. Su antecedente literario no esra tan completamente desarrollado en Onania, pero Marten pinta su perversidad con un considerable detalle de novelista, y ella tambien logra percibir su error. En una extensa carta, una corresponsal confiesa que se le ensefi6 "Ia locura del autoabuso" a los 1 1 afios. (Para ser precisos, deberfa haber dicho que se le ensefi6 el autoabuso; se enter6 mucho despues de que era una locura.) AI igual que Fanny, compartia una cama con una mujer que Ia inici6 106 Esre ejemplo -se pod dan cirar muchos mas- es del Ladies Mercury, 28 de febrero de 1 693, p p . 2 y 3.


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en los placeres del sexo, no por unas pocas noches como Fanny, sino por siete afios. A diferencia de Fanny, no b usc6 ho mbres, sino que practic6 con su mucama "todos los medios d e q u e fuimos capaces para aumentar Ia excita­ ci6n y gratificar lo mas posible las pecaminosas luj urias". Nuestra herofna, edu­ cada en los clasicos -no se veda en ese trance de haber lefdo mas Ia Biblia y me nos a Juvenal, Ovidio o Marcial-, y Ia mucama se sentfan estimuladas por el pronunciamiento de Arist6teles de que podfan procurarse por sf mismas " cum digitis, vel aliis lnstrumenti!', una sensaci6n " non multo mino Coitu Volup­ ta!'. jEn verdad! (La aurora de Ia carta no se refiere al verdadero Arist6teles, que, por lo que se, jamas escribi6 sobre el tema, sino a! autor de un libro lla­ mado Aristotle's Masterpiece, que fue un importante repertorio de informacion sexual correcta o err6nea desde finales del siglo XVII basta principios del XX.) Ahora, luego de todos esos afios, ella conftesa que su clitoris es del tamafio de un pulgar y p regunta: "<Que debo hacer?". No hay que preocuparse, dice el doctor Marten. Lea el relato del doctor Carr -reimpreso oportunamente- de dos monjas a las que se crefa hermafroditas, pero que en realidad habfan agran­ dado su clitoris por Ia masturbaci6n excesiva y el frotamiento lesbico. 1 07 107 Onania . . . also the Sixth Supplement, 1 5• ed. ( 1 730) , p. 1 25 del Supplement. La historia del doctor Carr sigue despues de Ia pagina 1 28. La fuente para esro es n. 7, cap. 2, arriba. El Supplement proviene de Ia menci6n de otra literatura medica que se propane relacionar el tamafio del clfroris con Ia voluptuosidad, en especial un frecuentemente reimpreso y pirateado texro del "Dr. Drake", quien debe ser James Drake, Anthropologia nova; or, A new system ofanatomy: de­

scribing the animal oeconomy, and a short rationale ofmany distempers incident to human bodies: in which are inserted divers anatomical discoveries, and medicinal observations, with the history of the parts: illustrated with above fourscorefigures, drawn after the lift: and to every chapter a sylla­ bus of the parts describ'd, for the instructions ofyoung anatomists, Londres, 1 707, que de hecho planrea Ia cuesti6n. Por supuesto, Ia hisroria de Ia monja era un Iugar comun de los protestan­ tes y del grupo iluminista anticlerical. Respecro de "Arist6teles", vease Roy Porter, " The secrets ofgeneration display'd': Aristotle's Master-Piece in eighteenth-century England", en Robert Mac­ cubbin (ed.), Unauthorized Sexual Behavior During the Enlightenment, Williamsburg, College of William and Mary, 1 985. La linea divisoria entre Ia pornograffa y Ia literarura aceptada era muy delgada. Sabemos que los Iibras medicos o pseudomedicos servfan a un doble prop6siro. Sobre ese puente entre mundos, vease Peter Wagner, "The discourse of sex -or sex as discourse: Eighteenth-century medical and paramedical erotica", en Roy Porter y George Rousseau (eds.), Sexual Underworlds ofthe Enlightenment, Manchester, University of Manchester Press, 1 987, y Peter Wagner, "The veil of science and morality: Some pornographic aspects of the Onania", en British journalfor Eighteenth-Century Studies, 6, 1 983.


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Ya regresare a Ia manifiesta cualidad pornogd.fica de Ia historia de Marten en b reve. El punto clave, por ahora, es que se suponfa que ese breve frag­ mento novelesco deb fa ensefiar Ia virtud y fue tornado con ese espfritu por pos­ teriores escribas. AI crecer de edici6n en edici6n gracias a las cartas, Onania, como una novela epistolar, fue Ia mas li teraria de las producciones: una com­ pilaci6n de revelaciones intimas, llena de detalles secretos y extrafios serpen­ teos, de los que se decfa que estaban al servicio de Ia virtud. Se pensaba que Ia supuesta malformaci6n de Ia aurora de Ia carta inspirarfa miedo al vicio, y es probable que lo haya hecho. Toda clase de escritores, no tan veniales como Mar­ ten, cuentan historias como esa con Ia intenci6n de aterrorizar. Y su giro espe­ cffico tiene una larga his to ria; los diaristas modernos y los textos medicos infor­ man del temor a que Ia masturbaci6n fuera evidence en los genitales. No se Ia pod ia ocultar al sensus medicus, asf que Ia sup uestamente secreta culpa del masturbador -hombre o mujer- era en realidad muy manifiesta en su cuerpo. Entendiendo todo esto a Ia perfecci6n, Tissot se acerc6 a Onania como si fuera un crftico literario. El libro es "un perfecto caos"; en sus extractos, decfa, omite muchas de esas partes que mejor representaban "Ia vivacidad, Ia patetica expresi6n del dolor y el arrepentimiento" de las vfctimas del onanismo, pero recordaba a sus lectores que "Ia impresi6n depende" de hechos como esos. Las crfticas a Tissot retoman a su vez esos criterios literarios. Un tal M. de Lignac, autor de un exitoso libra sobre las diferencias ffsicas entre hombres y mujeres y su importancia para el matrimonio, lo elogia por hacer que sus lectores "tiem­ blen de terror", por ser el "gran maestro" que ha pintado "cuadros tan doloro­ sos" como "para llegar con eficacia a sus lectores". La in troducci6n del traduc­ tor del Essay on the Disorders ofPeople ofFashion de Tissot dice que "se Ia debe calificar en sentido estricto como una novela medica: los preceptos estan agra­ dablemente escritos, las descripciones son naturales y conmovedoras, los ejem­ plos son pertinentes, y los despliegues de fantasia conmoveran a todos los que tengan sentimientos". El doctor Hume podda haber dicho lo mismo del On Onanism adjunto que habfa traducido. 1 08 108

Ludmilla Jordanova compane Ia aha esrima de Lignac por las habilidades lirerarias de Tissor. Ella ofrece su juicio en "The popularization of medicine: Tissor on onanism", en Tex­ tual Practice, 1 . 1 , 1 987. Louis-Franc;:ois de Lignac, De l'homme et de Ia femme consideres physi­ quement dans l'etat du mariage ( 1 772); S. A. D. Tissor, Three essays. First, on the disorders ofpeo-


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Nadie se percato de Ia idea de combatir el fuego con fuego -los peligros de Ia imaginacion con el mas imaginativo de los libros medicos- tanto como D. T. de Bienville, el medico a cuyo genio debemos Ia "ninfomanfa". Era un notable escritor, si no un gran medico, que entendio los goces del masoquismo. Tan atractivo para Ia j oven imaginacion como admitfa ser su libro, su obje­ tivo e ra aterrorizar a los jovenes, especialmente a las muchachas. Las novelas, sostenfa, eran por cierto una causa importante de Ia enfermiza imaginacion que llevaba a Ia masturbacion, pero solo eran una parte de Ia cura. "La lec­ tura cuidadosa de una novela'' , escribio, tanto como "un cuadro voluptuoso, una cancion lasciva, Ia conversacion y las caricias de algunos hombres seduc­ tores", pueden excitar a Ia joven. Pero el principal problema era que el con­ tenido de Ia ficcion tanto como el mundo social en el que circulaba estimu­ laban los verdaderos deseos que se suponfa que canalizaban las novelas. (Bienville no necesitaba que Michel Foucault le dijera que los deseos eran creados para poder controlarlos.) Leer sobre amores no deseados, matrimonios fracasa­ dos, padres vacilantes y perversos sirvientes en el contexto de Ia hiperestimu­ lante sociedad moderna preparaba Ia cafda de su herofna. Los germenes de Ia corrupcion son fortalecidos por Ia lectura; Ia induce a "aprovechar cualquier ocasion para saciar su curiosidad" respecto de Ia Indole de sus deseos. 1 09 Y Ia cura era tambien el veneno. j"Que remedio" resultarfan esas obras "tiernas y lascivas": las novelas! Eran "como una lupa que recoge los rayos del sol para poder ftjarlos en un Iugar particular que debe encender el fuego". Bajo esas circunstancias precisamente anatomicas, resulta poco sorprendente que Berton, Ia mucama, ensefie a su protegida a masturbarse. (Los sirvientes, segundos solo respecto de los compafieros de escuela, eran los principales maes­ tros del autoabuso tanto para nifios como para nifias en dos siglos de infor­ mes sobre masturbacion; el autodescubrimiento era el tercero.) Tan lascivamente novelesco como puede parecer todo esto, estamos a pun to de interpretar Ia historia con benevolencia. Es un relato moral; las cosas ter­ minan mal para nuestra antiherofna. Las pasiones de Julie son aun mas encenple offashion . . . , rrad. ing. de Francis Bacon Lee, Dublfn, 1 772, p. iii. El segundo es sabre las enfermedades que afectan a las personas literarias y sedentarias, traducido por Danes, y el ter­ cero es una reimpresi6n del Onanism de Hume. 109 D. T. de Bienville, op. cit., pp. 76 y 1 6 1 .


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didas por una imaginacion erotica que se sale de control sin el contrapeso de alguna carne ajena, Ia presencia ffsica de un amante real. Cae gravemente enferma; se llama a un medico y este dice a sus padres que Ia !'mica esperanza es que den permiso a Julie para ver a St. Albin, su supuesto enamorado. Ellos se rehusan. Llaman a otro medico; Julie empeora; los padres se horro rizan al descubrir las aventuras masturbatorias de su hija, elevadas a un n ivel febril por el malsano amor hacia un amante ideal que su imaginacion ha inventado. Se lo prohfben. La ninfomanfa se ha desatado, y dejamos este pequefio y raro relato sobre Ia novela del siglo XVIII con nuestra herofna incurablemente enferma pero no muerta. El libro y Ia mano excitan Ia misma macula. La novela da naci­ miento al amor imposible y a Ia masturbacion y, por ultimo, a Ia enfermedad de Ia hipersexualidad, a Ia vez que promociona una cura para sus malsanos efec­ tos. Despues de rodo, el libro de Bienville es una obra de Ia imaginacion medica, en parte una ficcion auroconsciente, que hace un relato de advertencia y sugiere un remedio para ignorarlo. En resumen, los libros antimasturbatorios estaban pensados para funcio­ nar como las novelas en Ia creacion de Ia nueva moral del Iluminismo. Esta­ mos en presencia de un genero medico muy literario, que adaptaba las con­ venciones del tipo de ficcion que mas claramente ejemplificaba los peligros que queda combatir. En un sentido, el tratado antimasturbatorio es un ejemplo de Ia novela dominada por los intereses del amor social apropiado. Pero Ia masrurbacion estaba mas directa y abiertamente ligada con Ia novela que no se vefa obstaculizada, y, en un planteo mas general, con el problema de Ia desilusion en el arte, Ia religion y Ia polftica. Estas tienen sus propias historias en el siglo XVIII, que se articulan con Ia historia cultural de Ia masturbacion, con Ia cual comparten problemas centrales: Ia imaginacion indisciplinada y el deseo antisocial. Podemos apuntar a los debates acerca de como civilizar Ia creaci6n artfstica: por ejemplo, como adecuarla mas a Ia raz6n que a Ia imaginaci6n febril; menos parecida a Ia masturbadora ninfomanfaca de Bienville, que, cual Pigmali6n, transform6 a su amante en un Adonis ("un Vulcano en un Adonis", para ser mas exactos) por medio de su imaginaci6n, y mas parecida al artista viril cuyo entusiasmo por crear era en cierto modo de un orden diferente. 1 10 1 10 D. T. de Bienville, op. cit., p. 32. Esa formulacion penenece a Mary D. Sheriff en "Enthu­ siasm, nymphomania, and the imagined tableau", en Lawrence Klein y Anthony J. La Vopa (eds.) ,


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Schwiirmerei, el desorden que preocupaba a tantos pensadores alemanes del si­ glo XVIII, en el cual la gente confundia las "ficciones" con el verdadero conoci­ miento y se engafiaba cayendo en manos de una pletora de falsos profetas, secu­ lares y profanos, no estaba tan lejos de Ia masturbacion. (Enthusiasm, con todas sus desquiciadas resonancias revolucionarias que remiten al siglo XVII, serfa su equivalente ingles.) Supuestamente era causada, como el onanismo, por nervios debiles y un impulso sexual reprimido, entre otros factores, y compartfa con aquel un medio cultural. Los enemigos de Ia Schwiirmerei percibian Ia mania de Ia lectura de novelas como nn signo de que Ia subjetividad hiperemocional tan com­ batida por el protestantismo no habia muerto en el supuestamente mas secular Iluminismo. La introversion en un dominio pronto se desplazaba hacia otros. 1 1 1 Por supuesto, estas cuestiones no eran nuevas. La ficcion como una ame­ naza para Ia realidad y para Ia moral ya habia tenido una extensa historia hacia 1 7 1 2: milenios de retorica antiteatral, tanto como Ia angustiada confe­ sion de aquellos seducidos por el arte. El problema del solipsismo estetico --los peligros de quedar absorbido por Ia fantasia- se remite por lo menos a Pia­ ton, si no a una epoca anterior, y los famosos ejemplos de esa ilusion aparecen continuamente en Ia literatura occidental. Por ejemplo, en sus Confesiones, Agustin se lamenta porque Ia ficticia Dido, quien se mato por amor, lo acon­ gojaba, pero no podia llorar por su propia y real muerte espiritual. Y tal vez mas vinculado con nuestro tema, condena sus transportes de tristeza, piedad y p lacer -pernicioso placer, vii alegrfa- a! com partir vicariamente las alegrfas y tristezas de los personajes en escena. Es una emocion autoindulgente sin pro­ positos en d m undo -"el espectador no es impulsado a i r en ayuda de los demas"-, una abyecta condescendencia hacia las propias emociones inutiles: "2Que clase de piedad debe mostrarse hacia esos seres irreales en escena?". 1 1 2 Enthusiasm and Enlightenment in Europe, 1650-1850, San Marino, California, Humingwn Library, 1 998. 1 1 1 Anthony J. La Vopa, "The philosopher and the schwarmer", en Laurence Klein y An­ thony J. La Vopa, Enthusiasm and Enlightenment in Europe, op. cit. 1 1 2 The Conftssiom ofSt. Augustine, trad. e imr. de John K. Ryan , Garden City, Image Books/Doubleday, 1 960, libro 1 , cap. 1 3 , p. 56; libro 3, cap. 2, p. 78. La extensa historia cen­ tra Ia teatralidad de Ia que forman parte Agustin y Rousseau, para no hablar de Plat6n, es exhaus­ tivameme conrada en Jonas A. Barish, The Antitheatrica! Prejudice, Berkeley, University of California Press, 1 9 8 1 .


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Lo que era novedoso en 1 7 1 2 o alrededor de esa fecha era que esos vuelos tan imaginativos perdfan sus antiguas restricciones a lo largo de un enorme sector de Ia vida economica, social y cultural. (De hecho, formaban parte de Ia esencia de Ia vida moderna.) La masturbacion era Ia amenaza moral de esa revo lucion en su forma irredimible. Mientras algunas lecturas son edifican­ tes y cierto credito redunda en el bien general, ninguna clase de frotamiento en los genitales produce nada salvo enfermedad. El vicio secreto se volvio el chivo expiatorio para sus mas respetables vecinos, el lugar cargado con los peli­ gros de Ia imaginacion, del exceso y lo privado en que podfan ser seguramente emplazados, condenados y enviados al desierto mas alla de la civilizacion. Y hacia finales del siglo XVIII, todos estos temas se habfan conjugado en la retorica antirrevolucionaria de ciertos cfrculos. El entusiasta conservador s uizo Johann Georg Heinzmann afirmaba en 1 7 9 5 que las novelas "leidas en secreto" creaban la misma clase de infelicidad que Ia exhibida en publico por Ia Revolucion Francesa. Mostraban todas las clases de ilusion sobre Ia vida que no solo eran polfticamente peligrosas sino que tambien hacfan que sus lectores -hombres y mujeres- se enfermaran ffsica y moralmente. Las vfcti­ mas de Ia lectura de novelas, como los devotos del vicio solitari<1, eran lleva­ dos a "Ia completa locura de Ia fantasia''; sus nervios eran puestos en un estado de alta tension; sus "corazones inexpertos" sufrfan el torbellino de las tormen­ tas de ansiedad; dejaban de vivir en el mundo real. Y despues de las historias de aventuras, los lectores -nuevamente hombres y mujcres- sucumbfan a una literatura aun mas librepensadora y obscena, que empujab<! a sus almas ya fra­ giles a un precipicio . 1 1 3 Heinzmann era una excepcion. E n algun momento a comienzos del siglo XIX, la novela habfa sido domefiada; saber si las obras de sir Walter Scott fueron o no el dique de contencion es menos relevante que su exitoso control y asimi­ lacion, consumado por la sociedad educada. Como hemos visto, se puede seguir encontrando objeciones a la novela e incluso a la lectura solitaria, pero ambas parecfan estar, en mayor o menor medida, bajo control. Sin embargo, la mas­ turbacion segufa siendo un ejemplo del corolario del insuficiente control, tanto

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Johann Georg Heinzmann cirado en Reinhard Wirrmann, Geschichte des deutschen Buch­

h."lndels, Munich, C. H. Beck, 1 99 1 , pp. 1 86 y 1 87.


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sobre Ia ficcion como sobre Ia sexualidad; lo mismo sucede con su doble lite­ rario, Ia pornograffa. "Estar co ntra Ia pornograffa es estar contra Ia masturbacion", segun consi­ dera algun bromista mode mo. Claramente, Ia pornograffa estaba, y esta hecha, para su empleo durante Ia masturbacion. No era ni es, por supuesto, su unico uso, y puede no ser uno compartido por igual por todos los generos y sexua­ lidades todo el tiempo. Pero una visita a un sex shop local o incluso a Ia libre­ ria vecina, para no hablar de visitar uno de las decenas de miles de sitios mas­ turbatorios de Internet, harin que Ia conexion actual quede absolutamente clara. (Una busqueda del Item masturbacion en Google arrojo como resul­ tado 1 . 570.000 sitios. Hay pocos sobre masturbacion, Ia mayorfa ofrece pro­ ductos para practicarla.) H istoricamente, el advenimiento de Ia masturbacion como una seria cuestion moral para hombres y mujeres, y el espectacular aumento de Ia pornograffa en Occidente, comparten un mundo social, eco­ nomico, filosofico y psicologico: urbano, comercial, letrado, generalmente anti­ sistema, basado en Ia naturaleza ·-en el mundo material- mas que en Ia auto­ ridad divina, atrafdo por Ia narracion antes que por Ia mera descripcion. La pornograffa comercial nacio en Ia generacion anterior a Onania. La pornograffa y Ia masturbacion estin relacionadas en todos los niveles. Por ejemplo, el sofi.ador de El suefio de D'Aiembert, de Diderot, interrumpe una lec­ tura sobre el materialismo para masturbarse -una prictica generalmente reco­ mendada en el libro- ante sus anfitriones. Y si bien no queda del todo claro que el, el personaje que parece hablar en nombre del autor, efectivamente se este masturbando, otro personaje en Ia discusion, el doctor Bordeu, Ianza un ataque contra mademoiselle de L'Espinasse, oponiendose a! "magnifico elogio que los fanaticos han realizado de Ia castidad y Ia continencia'', que finaliza en una nada ambigua adhesion, en ciertas circunstancias, al vicio secreto. Ex plica que las acciones que son placenteras y utiles estan en lo alto y las que no son ni una cosa ni Ia otra se hallan en el fondo. No se cuestiona aquf si el placer es algo bueno o no. Ella pro mete no retroceder "por mas ruda'' que resulte Ia con­ versacion, y ei inmediatamente pregunta: 2 Que hay de los placeres secre­ tos?". "iDoctor!" , exclama ella con extrafi.ado recelo ante su explicacion que tan alta calificacion obtiene: son por cierto placenteros y realmente hacen bien. Luego ei ofrece el argumento "si Caton el Viejo aun viviera" que ya hemos escu­ chado: un hombre sensible preferirfa Ia masturbacion antes que exponerse a "


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Ia enfermedad por tener sexo con una prostituta o antes que corromper Ia vir­ cud de Ia esposa o Ia hermana de alguien. Y, de modo mas general, � por que negarse un necesario y delicioso placer porque no esti disponible el placer mayor de tener sexo co n alguien? " Pero su doctrina no debe ensefiarse a los . e11 a. "No a 1 os que han erect"do" , respon de e1 d octor. 1 1 4 ·mrws , d tee Eso era demasiado, y Oiderot lo sabfa; induso el no asumi6 una defensa de Ia masturbaci6n. Tampoco lo hadan los libertinos, que preferfan los placeres sin freno del sexo con cualquiera o cualquier cosa. En Ia mayorfa de las cir­ cunstancias, Ia masturbaci6n era considerada radicalmente antisocial, en una forma que no alcanzaba siquiera Ia po rnograffa. Algunos crefan que los malos libros solian tener b uenos resultados; mucho del antidericalismo y de Ia filo­ soffa radical del Iluminismo se articulaba por obra de una cultura impresa semi­ m undana que combinaba elevados argumentos con historias e imagenes de aventuras sexuales. Por o tra parte, Ia masturbaci6n era a lo sumo un magro sucedaneo de algo mas social. Si los antifil6sofos usaron el incidence de Dide­ rot -y mucho mas podrfan aducir- como evidencia de que Ia depravaci6n sexual era parte esencial del proyecto iluminista, induso aquellos que adherfan a esa depravaci6n habrfan demostrado escaso entusiasmo por el onanismo. La po rnograffa no esti espedficamente ligada a un momenta de Ia historia occidental, ni esti necesariamente vinculada al sexo solitario como un terrible vicio secreta. Modernidades alternativas produjeron eticas sexuales alternativas. Sabemos de sociedades q ue disfrutaban de los malos libros e imagenes co n "

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Sobre sexualidad y rradici6n anrifilos6fica, vease Darrin M. McMahon, Enemies ofthe Enlightenment: The French Counter-Enlightenment and the Making ofModernity, Nueva York, Oxford Universiry Press, 200 I , p. 38. Una probable masrurbaci6n envuelve una escena en Ia que mademoiselle de CEspinasse se sorprende al no poder hallar Ia mano del dormido D'Alemberr, quien representa en ese diilogo Ia voz de Dideror. En el personaje de un sofiador, Dideror puede ser ran radical como quiere. La real mademoiselle de CEspinasse se sinti6 ran ulrrajada por el manuscriro que hizo que su amigo D'Alembert insisriera anre Dideror para que Io desrruycra en su presencia. El arroj6 Ia que crefa Ia unica copia a! fuego, y Io que renemos es una copia hecha por un periodisra aleman sin permiso de su aurar. Denis Dideror, Rameau's Nephew and Other Works, rrad. in g. de Jacques Barzun y Ralph Bowen, Indianapolis, Bobbs-Merrill, 1 980, pp. 1 68 y 1 69 [ rrad. esp.: El sueiio de D'Alembert y Suplemento al viaje de Bougauville, Madrid, Debare/CSIC, 1 992] . Sobre Ia conexi6n mas general entre pornografia y modernidad, vease Mar­ garer Jacobs, "The marerialisr world of pornography", en Lynn Hunt (ed.), Invention ofPornog­ raphy, op. cit., pp. ! 5 9 y 1 57-202 passim.


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prop6sitos de masturbaci6n o estimulaci6n, sin que por eso los libros y los cuadros ni los actos con los que colaboraban quedaran bajo alguna nebulosa moral (vease figura 5.3). El sofisticado mundo co mercia! y urbano del Jap6n del siglo XVIII, por ejemplo, produda miles de shunga, cuyo uso para Ia masturba­ ci6n era conocido. Se pensaba que Ia practicaban mas los hombres que las muje­ res; pero tenemos cuadros de monjas y de hombres j6venes masturbandose mien­ uas leen o miran las imagenes en libros o rollos. (Veanse figuras S . l a y S . l b.) No se concedfa gran importancia polftica a cualquiera de estas imagenes. Y, si bien se suponfa que los hombres adultos que !dan pornograffa para masturbarse caredan del objeto real, nada mas se deduda de esto. Asf, Ia pornograffa y Ia masturbaci6n existfan simbi6ticamente en una cultura comercial gobernada mis por el tipo de !eyes suntuarias que regulaban Ia masturbaci6n en Ia Antiguedad que por Ia idea moderna de un vicio especialmente peligroso. No sucedfa lo mismo en Occidente. La pornograffa era un saber peligroso. Aunque no se Ia vendfa secretamente -sabemos que habfa gran surtido de cuadros indecentes y canciones obscenas en las calles de Londres en el siglo XVIII, como ocurrfa con Ia pornograffa soft medica-, se Ia consumfa en secreta, pri­ vadamente, lejos del alcance de Ia autoridad y de Ia vigilancia religiosa y social. La pornograffa, como Ia masturbaci6n, era antisistema. No de Ia misma manera, po r supuesto. William Gladstone pele6 intensamente durante largo tiempo contra los libros perversos y lo que le produdan. Nos cuenta que tom6 una resoluci6n para evitar "todos los libros cuyos tftulos sugerfan que podfan ofre­ cer alimento a los espfritus depravados". Esa noche fue a una librerfa en b usca de algo espedfico, pero empez6 a curiosear. Vio un libro sospechoso a cuyo interior ech6 un vistazo; una "vaga curiosidad tan llena de temor" lo hizo reti­ rarse. Tras ciertas reticencias abri6 los poemas de Rochester y su resoluci6n decay6. Con "corrupta simpatfa'' ley6 un par de ellos; a! principia intent6 con­ vencerse de que lo hada solo para enterarse de los hechos de Ia naturaleza y las costumbres de los hombres, pero se dio cuenta de que era "una debil ilu­ si6n". No sabemos si despues se masturb6 o se flagel6, como hubiera hecho ante otras tentaciones. Pero lo que esra fuera de discusi6n es que Ia pornograffa le atrafa al igual que a los hombres de su clase. 1 1 5 De todas formas, era antiso1 15

The G/4dstone Diaries, vol. 4, 1 848- 1 8 54, ed. de M. R. D. Foor y H. C. G. Marhew, Oxford, Clarendon Press, 1 974, enrrada del I 9 de julio de 1 848, p. 5 5 .


Figura 5.3. Karsukawa Shunsho, Suefzo er6tico tras usar un libro de almohada; ilusrraci6n sobre bloque de madera, monocromo, para Jinarku Sanjin, Ukiyo no itoguchi (1780). Este retablo de madera proviene de una tradici6n erotica japonesa que reconoda y sacaba provecho del poder de Ia lectura para producir excitaci6n sexual.


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Algunos libros malos usaban poca imaginacion para transformarse en exci­ tacion y masturbacion. (Me refiero aqui a los libros que parecen dirigidos a los hombres; algunos de los del siglo XVIII sin duda tenian en mente a ambos sexos, pero poco sabemos sobre el uso femenino de los "malos libros".) LEcole desfilles, !a primera novela de aprendizaje pornogd.fica, !a primera historia llena de detalles del autodescubrimiento sexual, el libro que Samuel Pepys llevo consigo a !a cama para luego irritarse a! advertir que no queria encontrar seme­ janre basura en su biblioteca, deja poco por adivinar mientras una joven le cuenta a otra como se inicio en los distintos placeres del sexo. A diferencia de los sue­ nos de placeres pasados que Pepys conjuraba para excitarse mientras recorda en bote el Tamesis, !a primera gran "novela'' po rnogrifica requiere poco trabajo. Podemos identificarnos con el autor voyeurista y tomar ese punto de partida. Pero convertir en algo eroticamente excitante un material menos prometedor era precisamente el tipo de ejercicio de imaginacion que los enemigos del nuevo vicio privado consideraban tan malo. La po rnografia estaba al!f donde se !a encontrara y en lo que se pudiera hacer con ella. "Fui por Aristotle's Masterpiece, que me costo un che!fn", nos cuenta John Cannon, a quien conocimos antes, escribiendo sobre su j uventud en !a decada de 1 690; "lo obtuve para indagar en los secretos de !a naturaleza, en espe­ cial los del sexo femenino". Este seria groseramente el equivalente de !a b us­ queda de exitacion de los adolescentes del siglo XX en Married Love, de Marie Stopes, o en Ef matrimonio perftcto, de Theodoor van de Velde, a pesar de que Aristotle's Masterpiece nada dice sobre !a manera correcta de hacer el amor como base de un matrimonio amistoso y m ucho sobre como reproducirse exitosamente. Como los libros del siglo XX , ofrece poco que sea lascivo y m ucho material moralizante: "!a pcrsecucion esforzada de gratificacion sen­ sual perjudica el ejercicio de potencialidades mas altas". Pero son todos libros que hablan de cosas secretas que pueden indagarse en secreto. "Pensamien­ tos lascivos" surgieron de su l ectura, dice Cannon: eso lo llevo a hacer un agujero entre su cuarto y otro cercano a tra.ves del cual podia ver a su mucama "aprovechando sus ocasiones" y "ver placidamente esas partes que provoca­ ban mis pensamientos lujuriosos". Con toda esta intensa lectura y visiones, dice que, para remediar su excitacion, " !a antes mencionada pd.ctica de mis compafi.eros de escuela era algo a poner en marcha sin remordimientos ni reflexion alguna sobre !a inutilidad de toda esa locura''. Es decir, Cannon se


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masturbaba. Habfa aprendido a hacerlo cinco afios antes, a los 1 1 , de un chico mayor a! ir a nadar. 1 1 7 Tampoco se esforzo en medio de estas ensofiaciones masturbatorias por tener "familiaridad carnal" con Ia mucama o con cualquier otra m ujer, escribe en sus memorias, pero encontro otros libros pornografi.cos. Los libros popu­ lares y las gufas para Ia salud -parte importante de lo publicado, solo supe­ rada por Ia religion luego del advenimiento de Ia imprenta- paredan ofrecer un alimento casi ilimitado y fantasias baratas. Esta vez era The Book ofMid­ wiftry, del bod.nico Nicholas Culpepper. (Culpepper fue un revolucionario de mediados del siglo XVII, enemigo del Royal College of Physicians y un hom­ bre que consagro Ia o bra de toda su vida a difundir el conocimiento.) Can­ non confeso que le "sirvio para una mayor comprension de los secretos de Ia naturaleza vedados a los j ovenes"; es decir, sirvio como material para mas fantasias sexuales. Pero "sintiendose mas excitado que de costumbre", lo leyo en un momento en que su madre se hallaba cerca. Ella se lo confisco y "jamas volvio a hojearlo". El deseo sexual y Ia curiosidad estaban magnificados y eran alimentados por Ia lectura; Ia masturbacion era intensamente textual y debfa su nuevo estatuto pecaminoso a! problema mas importante de Ia regulacion de una invasion de abierta pornograffa y una o leada aun mayor de libros e imagenes potencialmente excitantes. Onania, los primeros libros de John Marten, Onanism de Tissot y toda Ia cantidad de impresiones antimasturbacion compardan un problema con Ia pri­ mera literatura confesional: elaboraban tan seductoramente los vicios que pretendfan suprimir. Como Ia confesi6n, el genero es una enorme "invitaci6n a! discurso", en terminos de Michel Foucault, que Iibera un aspecto de Ia psi­ quis para poder controlarlo, para convertirlo en el nucleo de nuevas culpas y nuevas moralidades. (A diferencia de Ia confesi6n y de Ia !iteratura confesio1 17 El material de esre parrafo y del siguienre proviene de John Cannon, "Memoirs of rhe Binh, Education, Life, and Dearh of Mr. John Cannon. Some rime Officer of rhe Excise and Writing Masrer ar Mere Glasrenbury and Wesr Lyford in rhe Counry of Somerset, 1 6841 742", Somerset Record Office, oo/sASC/ 1 1 93/4, p. 41 ( 1 700) . Agradezco una vez mas a mi ex discfpulo Tim Hitchcock par enviarme su rranscripci6 n . Respecro de Ia popularidad de Aristotle's Master-Piece y una inrroducci6n general a esra gufa del negocio de Ia reproducci6n, vease Roy Poner, "Secrets of generation display'd", op. cit., pp. 5-7. Hubo al menos veinriocho ediciones inglesas.


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nal, el material antimasturbatorio no era una ocasi6n anual o una gufa de refe­ rencia en manos de sacerdotes, sino un ampliamente distribuido y siempre disponible corpus de textos . ) Pero lo central aquf es que Ia nueva pd.ctica cul­ pable se volvi6 apremiante no tanto a travis sino a causa de Ia urgencia moral de un fen6meno cultural mas generalizado: los n uevos peligros de Ia imagina­ ci6n, cuyos aspectos mas imperdonables eran Ia pornograffa y el sexo solitario. En su Gonosologium novum, Marten permite saber a sus lectores hombres que nota que "las partes de las muj eres que estan calculadas para ese oficio [las relaciones y los placeres sexuales] son muy curiosas" y que su publico desead. conocer los detalles. De eso se ocupa: las mujeres saben que solo logran placer en el clitoris, termino que emplea para "significar lascivamente tantear las partes privadas"; las muchachas se b rindan placer si no encuentran hom­ b res; y asf sucesivamente. No sorprende el proceso al libro. Onania es mas tfmido, a Ia manera de siglos de consejos morales y de Ia literatura confesio­ nal. Eso suena como un eco de Holy Living, del piadoso clerigo anglicano Jeremy Taylor y cientos de obras anteriores. Los crfticos pueden decir que "no se debe hablar de [Ia masturbaci6n] , o dar indicios a! respecto, pues su mera menci6n puede ser peligrosa para algunos, que sin eso n unca habrfan pensado en ella". Muy adecuado, pese a que ·

funcionando de modo inverso, [puede] brindar a las fantasias de gente necia mate­ ria de impureza. [ . . . ] Ruego al lector que se detenga aqu! y no siga adelante, a menos que sienra deseos de ser casta, o al menos que considere si debe serlo o no.

No podemos saber si es o no propaganda de las historias levemente porno que abundan en el libro: Ia maestra de escuela que con lagrimas en los ojos informa a Ia esposa de un caballero local q ue ha "sorprendido y se ha ate­ rrado con algunos de sus alumnos que se masturbaban rum digitis''; los n ifios impactados por Ia culpa q ue escriben q ue no p ueden parar y claman por remedios que los curen del acne y de Ia timidez; el clerigo que escribe sobre un j oven y una muchacha que murieron de autoabuso (ella espedfi.camente de Juror uterinus: ninfomanfa avant Ia lettre) . No podemos saber si todo esto es cierto o no. De hecho, el autor acuerda en que algunas de las cartas mas osadas que incluye pueden ser falsas; pub lica otras cartas: estas dicen que el estimula el mismo vicio que fue el primero en condenar tan inte nsa-


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mente; ademas, ofrece extensos extractos de los panf1etos de sus enemigos que lo acusan abiertamente de obscenidad. Como hemos vista, algunos riva­ les lo acusan de masturbarse. Dicho todo esto, Marten ofrece en Onania Ia defensa que habrfan de brindarle ob ras serias como Ia de Tissot: que " Ona­ nia es un libra de moralidad". 1 1 8 Tissot dedica tres o cuatro paginas de disculpas sabre Ia misma cuesti6n. Sus Iibras "participan del mismo predicamento que todos los Iibras sabre moral" facilmente condenados por "multiplicar un vicio a! exhibir sus peligros". Es un problema, dice, que comparte con Ia Biblia. Lo que conffa hacer es especial­ mente diffcil en lenguas vernaculas, lo admire; pero en latin -el idioma en que fue publicado o riginariamente Onanism- I a cantidad de lectores serfa menor. Es tan novelesco s6lo porque pretende aterrorizar a sus lectores y lle­ varlos hacia Ia vinud. En resumen, todo el proyecto ejemplifica los peligros del co nacimiento y el esclarecimiento. Habiendose abandonado Ia autoridad divina, Tissot y s us colegas de ben confiar en "hacer abrir los ojos de Ia juventud", permitiendoles ver "tanto los peligros como los males" para poder prevenir Ia consiguiente caida de Ia humanidad y recuperar "Ia fuerza y el poderfo de nues­ tros antepasados". El ideal parece ser el campesino del que escribe Tissot en su Essay on the Diseases Incidental to Literary and Sedentary Persons: "Refugiados de peligrosos discursos, apanados de objetos corruptores [ . . . ) sus deseos. no tenfan esa impetuosidad, que suele ser antes efecto de Ia imaginaci6n que de Ia necesidad". 1 19 No sorprende que Rousseau encontrara en su paisano un espf­ ritu tan affn. Pero tampoco sorprende que los creadores del nuevo vicio com­ partieran tanto con sus enemigos, los autores de "Iibras enfermizos [ . . . ] his­ torias de amor, discursos lascivos y otras provocaciones a Ia lujuria y Ia excitaci6n", y especialmente los porn6grafos. Se trata de una literatura atrapada entre sus vecinos literarios. Bienville es claramente convencional al condenar los peligros sexuales, y espedficamente masturbatorios, de Ia novela: por mas que las nifias sufran de vehemencias natu­ rales, estas se incrementan incomparablemente cuando "leen esas lujuriosas novelas y comienzan a preparar el coraz6n para Ia impresi6n de cada pensa118

Onania, 8• ed., op. cit., pp. 1 7, vii y ss. Vease cap. I, n. l . S. A. D. Tissot, Three Essays. . . Second on Diseases Incidental to Literary and Sedentary Per­ sons with proper Rules for preventing theirfo!l consequences. . . , trad. ing. de M. Danes, pp. 3 1 -35. 1 19


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miento tierno, y terminan llevadas a! conocimiento de las pasiones mas bas­ tas y causando su aceleraci6n con cada sensaci6n lasciva''. Es poco sorprendente que algo pueda morigerar esos ardores. Pero no evita ningun detalle nove­ lesco. Cualquiera en su posicion, admire, apelarfa a terminos como "los lfmi­ tes reales de Ia decencia'' y no los transgredirfa. Pero hay que ser clara y vfvido: "Que mi pluma sea lo suficientemente expresiva, que mis colo res sean lo sufi­ cientemente naturales para inspirar todo ese horror, con el cual debe anali­ zarse un vicio tan detestable". Promete "sorprendentes cuadros" de "espanto­ sas e increfbles m iserias" prontas a conmover a las nifias. Se parece a !a presentaci6n de una pelfcula de terror. Regresa de lleno a! problema de !a lec­ tura. Por un !ado, Nymphomania parece dirigida a padres y educadores. Pero Bienville admire que algunas copias podrfan caer en manos de las j6venes: por falta de atenci6n paterna, o incluso por "!a seducci6n de los libeninos, que jamas dejan de buscar un artificio con el cual puedan cumplir sus prop6si­ tos". Poco falta para que admita que su libro es pornografico. Sin embargo, si una joven consiguiera una copia, a lo sumo, el prematuro conocimiento asf adquirido le harfa sentir "!a fragilidad de su naturaleza" y el " impenitente naufragio" en el que caerfa si siguiera los pasos de las vfctimas del libro. Y sf, Bienville lo admire: "por medio de este libra [Nymphomania] !a curiosidad de los j 6venes sera mas excitada que !a femenina'', pero ellos no serfan considera­ dos. Por temor a que piensen que s6lo las muchachas sufren de autoabuso, lo leerfan como un antfdoto: el senor Tissot, "cuyas aterrado ras impresiones [ . . ] pintadas con tan expresiva fuerza'' los corregiran. 12° Claramente, las obras maestras de Ia literatura antimasturbatoria del siglo XVIII esran muy cerca de las novelas, y especialmente de las pornograficas, a las que identificaban como principales sospechosas de Ia epidemia de autoabuso. Pero he aquf el asunto. Si !a masturbaci6n era el perverso Doppelganger de !a imaginaci6n , entonces Ia pornograffa era el nadir moral de Ia ficci6n imaginativa, Ia mala semilla de una familia potencialmente positiva. En el siglo XVIII, todo ese tipo de ficci6n -Ia pornograffa- que luego serfa tan nfti­ damente ignorada en el arbol familiar, representaba en realidad y en su forma mas pura el poder de !a literatura para excitar Ia imaginaci6n y hacerse sentir en el cuerpo. Si, como sabemos, las novelas de Rousseau sacudfan profunda.

120 D .

T. de Bienville, op. cit., pp. 30 y 44.


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mente los cuerpos de sus lectores, los libros que hemos llamado pornogd.fi­ cos desde finales del siglo XVIII producfan efectos aun mas intensos. Y debe­ mos plantear lo mismo respecto de las artes visuales. Se consideraban exci­ rantes las representaciones desde Ia Antigi.iedad -los hombres se masturbaban ante las estatuas de marmol- y el contenido exc itante, incl uso explkita­ mente sexual, de gran parte del mejor arte es tambien muy elocuente. Con­ templa,r Ia imagen abiertamente pornografica es el punto lfmite de ese tipo de mirada: exciracion sin el desinteres estetico autoconsciente que requiere el arte. Acaso lo anterior sea cie rro desde una perspectiva mascul i na: los hombres contemplan acrivamente las imagenes de mujeres y se las apropian; muchas composiciones literarias pornograficas parecen tratar del poder mas­ culino sobre el cuerpo de las mujeres. Los hombres miran cuadros de m uje­ res sexualmente compromeridas a! leer un relato y crean para si un sitio voyeu­ rista para mirar fuera del cuadro; supuesramente las muj eres solo se identifican . pastvamente con e1 1ector. 1 2 1 En realidad, sabemos muy poco acerca de Ia relacion de las mujeres con las imagenes 0 con Ia pornografia, ya sea en el siglo XVIII 0 mas tarde. (Bienville sospecha que podrian estar lascivamente interesadas en su supuesta pornogra­ fia medica.) Se podria usar como argumento que Ia imagen de Ia nifia curiosa tan p rominente en Ia literatura directamente pornografica y tan discutida en los rratados antimasturbatorios podria ser entendida como aquella que permite Ia objetivacion (Ia vision masculina) al igual que Ia identificacion (Ia vision femenina). Y quien sabe cuantos espectadores diferentes se identifican con un 121 Que Ia pornograffa es Ia forma prorotipica de Ia novela y que no se diferencia de esta en la forma en el siglo XVIII es el argumenro central de Jean Marie Goulemot, Forbidden Texts: Erotic Literature and Its Readers in Eighteenth-Century France, trad. ing. de James Simpson, Filadelfia, University of Pennsylvania Press, 1 994. El libro fue primero publicado en Francia en 1 99 1 con un titulo tornado de Rousseau: Ces livres qu'on ne lit que d'une main [ Esos libros que solo se leen con una mano]. Lynn Hunt, en su introduccion a The Invention ofPornog­ raphy. sugiere que hay una mirada generica distinta. Bernardette Fort, "Accesories of desire: On indecency in a few paintings of Jean- Baptiste Greuze", en Yale French Studies, n umero especial sobre libertinaje y modernidad, 94, 1 998, se pone firmemente del !ado de aquellos que afirman que imagenes como Ia Dama Lectora, de Greuze y, por extension, las imagenes aun mas explfcitas de mujeres eroticamente absortas en la literatura "son emblemas atempora­ les de Ia feminidad", "fconos seductores" que "colocan a los hombres en Ia postura de i nterpre­ tar y dominar sus encantos". Vease tam bien Kelly Dennis, "Playing with herself", op. cit.


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cuadro, que clase de posicion en Ia mirada crean para sf y que placeres sexua­ les obtienen de esas ventajas. Lo que sabemos es que ser capaz de contemplar imagenes y hacer algo con elias, erotico o no, es un acto de Ia imaginacion, y asf fue entendido en el siglo XVIII. Tambien sabemos que las mujeres actuales planrean que crear y disfrutar de Ia pornograffa es parte de un reclamo mas am plio acerca de Ia autonomfa sexual y personal y tema de discusion en Ia poll­ rica feminista. Pero habra mas de eso en el proximo capftulo. 1 22 Tenemos amplias evidencias de que las m ujeres eran consideradas por los hombres -y por algunas mujeres- prototfpicas y absortas lectoras, dispuestas a entregarse a los vuelos imaginativos de Ia ficcion. Y sabemos que el caso lfmite era el de las mujeres que lefan algo tan excitante que las llevaba a masturbarse. No sabemos con certeza si las mujeres eran las principales lectoras de novelas, aunque es casi seguro que no fuese asf; tampoco sabemos del todo si se mas­ rurbaban mas o menos que los hombres, como ignoramos si se masturbaban mas, menos o lo mismo que los hombres durante Ia lectura. Pero sabemos que del mismo modo que Ia mujer masturbadora era Ia figura principal del peligroso sexo solitario -no produda nada salvo deseo, puro deseo libidinoso-, Ia mujer lectora era el modelo central de Ia corrupcion moral latente en cada ficcion. Era Ia lectora equivocada por excelencia, Ia lectora engafiada, Ia repre­ sentante del "mercado lirerario mas que del publico lirerario", Ia perfecta ona­ nista. 123 En las imagenes eroticas y pornograficas de mujeres todndose, esas amenazas se combinaban en un solo Iugar. 1 22

En una conferencia, Darnton dijo que habfa vista evidencia, unas manchas que le pare­ cieron de semen en las paginas de Iibras. Eso sugiere, si no es que prueba, que Ia pornograffa fue lefda con una mana en el siglo XVIII. Las mujeres no podrfan dejar tales rastros, asi que su ausen­ cia no es evidencia de que no leyeran esas obras. El uso de Ia pornograffa como una incitaci6n a Ia masturbaci6n es un gran tema en Ia misma pornografia. Vease, por ejemplo, el ani! isis de Darn­ ton de Therese philosophe en Robert Darn ton, Forbidden Best-Sellers ofPre-revolutionary France, Nueva York, W. W. Norton, 1 993, pp. 96 y 222. Hay evidencia textual de que, al menos, las mujeres no eran representadas como objetos pasivos en Ia pornograffa sino como agentes activos que podrfan atraer a las lectoras. Vcase Do relies Kraakman, " Reading Pornography Anew: A criti­ cal history of sexual knowledge for girls in french erotic fic tion, 1 750-1 840", en Journal of the History ofSexuality, 4.4, 1 994. Sabre Ia importancia de Ia imaginaci6n al mirar imagenes en Rousseau y Diderot, vease Angelica Goodden, Complete Lover, op. cit., p. 1 55. 123 La cita esta tomada de John Brewer, Pleasures ofthe Imagination, op. cit., p. I 03. La pro­ porci6n de lectoras respecto de los lectores de novelas y de �asadas con solteras -especialmente


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Una vez mas, Mandeville es adivino. Imagina una lectora ffsicamente impli­ cada, en menos inocentes circunstancias que aquellas que escribian a Rousseau sobre sus lagrimas y taquicardias tras leer su novela. La ficci6n era seductora, y en ausencia de un amante las mujeres se las arreglaban como podian. En un dialogo, Antonia esd leyendo cuentos y romances; deja volar su fantasia. Lucinda sugiere que al tirarse "apasionadamente" bacia atras podia cruzar sus piernas una sobre otra y luego frotar sus muslos con toda su fuerza. Lo repetirfa luego de quince min utos, tecnica que Mandeville parece haber aprendido en The School ofLove, de su contemporaneo John Marshall. Las fantasias masculinas con mujeres leyendo, con el ensimismamiento, el deseo sexual y Ia masturba­ ci6n -si no cada una de estas cosas por separado- tienen un linaje que comienza en Ia epoca de Onania. 1 24 Antes de finales del siglo XVII , Ia lectura de las mujeres -y tambien Ia de los hombres- es generalmente representada en el arte como una actividad rela­ tivamente segura. Algunas veces vemos hombres ocupados en sus negocios; otras, el libro no es mas que una escenograffa, un signo de piedad o de sabi­ duria: un medico o un academico es mostrado con un libro; una mujer lee un misal. A veces es parte de una alegorfa, como cuando se ve a Ia Virgen con el Nifio y una Biblia, el Verbo hecho carne y el Verbo sobre Ia pagina, por asf decirlo. Y si Ia lectura se describe como absorbente e irreal, es el mundo espiritual el que queda en entredicho: una figura queda reivindicada al leer textos sagrados. Cuando, como ocurre raras veces, se ve a alguien que lee un libro secular, no hay nada salvo solipsismo implicado en Ia pagina, o una mirada bacia nosotros. A veces, como el retrato de Rembrandt de las lecturas de su madre, Ia figura es demasiado anciana como para estar comprendida

vulnerables- es imposible de precisar. Una reciente investigacion concluye cautelosamente que, a pesar de haber un publico femenino mensurable para !a ficcion, "las mujeres del siglo XV!II no eran tan temprana y ampliamente adictas a las novelas como afirmaban los moralistas contempo­ rineos". Vease Jean Fergus, "Women readers: A case study", en Vivien Jones (ed.), Women and Lite­ rature in Britain, 1 700-1800, Cambridge, UK, Cambridge University Press, 2000, pp. 1 7 1 y 1 72. 1 24 Bernard Mandeville, The Virgin Unmask'd; or, Female Dialogues Betwixt an Elderly Maid­ en Lady and Her Niece ( 1 709); Londres, 1 724, citado en G. J. Barker-Benfield, Culture ofSen­ sibility, op. cit., p. 327. Barker-Benfield establece el vinculo con Marshall y dice que Mandevi­ lle habfa querido apoyar a un autor enjuiciado por difundir esas tecnicas de masturbacion femenina. No he seguido ese planteo.


Figura 5.4. Gerard Ter Borch, Mujer leyendo una carta, 1660. "El amor" -como sefiala Ia hisroriadora del acre Svedana Alpers- "esta en el aire" en este y otros cuadros con carras de fines del siglo XVII y del XVIII. (Reproducido con permiso de los curadores de Ia Wallace Collection, Londres.)


Figura 5.5. Jean-Honore Fragonard,

Souvenir, 1776. Es evideme que esta joven

absona en su carta esta recordando a su amor.


Figura 5.6. Jean-Baptiste Greuze (1725- 1805). Dama dormida. Aunque el globo y Ia pluma sugieren que esta dama podria haber estado oa..pada en asunros mas

activos y mundanos, el aspecto languido de placer en su rostro y el perro en su falda -a menudo un signo de erotismo- sugieren ensimismamiento sexual y lirerario. (Staadiche Kunsthalle Karlsruhe, Alemania.)


Figura 5.7. Isaac Cruikshank, Luxury, 1801. Los temas de Ia lectura de novelas, el consumo de muchos otros bienes y Ia masrurbaci6n son agrupados por uno de los mas conocidos artistas politicos ingleses. (Tornado de Edward Fuchs, Geschchte i

der erotischen Kumt, Munich, A. Langen, 1922. Cortesia de Ia Bancroft Library, uc/Berkeley.)


Figura 5.8a. Emmanuel de Ghendt ( 1738-1815), a partir de una acuarela de Pie­ rre-Antoine Baudouin, Midday Heat. Todo en esre cuadro-Ia mirada perdida, arre­

batada, el libro que aparentemente ha cafdo de su mano derecha y, por supuesto, su mano izquierda bajo su vesrido y entre sus piernas- sugiere que Ia mujer feliz­ mente desmayada en su sill6n esca ocupada haciendo lo que se hace con los "libros para leer con una sola mano". (Bibliorheque Nacionalle, Paris.)


Figura 5.8b. Pierre-Anroine Baudouin ( 1715-1797), Solitary Pleasure. Este dibujo explora los mismos temas, dejando poco librado a Ia imaginaci6n, e incluso menos a Ia ambiguedad iconografica. N6tese, por ejemplo, el libro abierco, que parece haber cafdo de su mano izquierda a una pequefia caja, de donde asoma el perriro, tan habitual en esta tradici6n de representaciones.


Figura 5.9. Isidore Sranislas Helman, a parrir de un dibujo de Nicolas Lavreince,

The Dangerous Noveďż˝ 1781. (Bibliorheque Narionalle, Pads.)


Figura 5.1 0. J. M. Moreau, La Dormeuse, tornado de Jean Benjamin de Laborde,

Chox i de chansons, vol. I, Paris, Chez de Lormel, 1763, p. 26. El epigrafe: "Sus

ojos escln hoy cerrados como lo escl su coraz6n al amor"; el libro caido a su !ado y su pose parecen indicar que ha enconrrado sarisficci6n a solas.


A U

B A I S E R.

·

Do N c f t 'E s T E , voluptc pure� De l'Univers

moreu r

secret,

Dome aigu1llon de Ia Nature , .Er son plus invinctble amait, Eclair, qui , brulant ce qu'il touche� Par l'heureux signal de la bouche, A vercis tous les aum�s sens ; Viens youer autour de rna lyre ; Qu'on reconnoisse ton dclire

A la chaleur de mes a�cens. D iv

Figura 5.11. "Hymne au baiser", poerna de Claude Joseph Oorar, L�s baism, pricldls du mois d� mai, La Haya y Paris, Oelalain, 1770. A pesar de que no

se halla leyendo un libro expHciramenre "para leer con una sola mano", no hay dudas acerca de ad6nde pueden llevar el ensimismamienco literario y Ia ima­ ginaci6n. (Victoria and Alben Museum, Londres.)



Figura 5.12. Nun ExaminingHerselfde P. J. B. Nougaret, Le Progresdu iibertinage, historiette trouvee dans le porte-fiuiile d'un carmt rijOrme (1765-1766). El tlrulo del libro del que esci romado deja en claro ad6nde puede llevar Ia lectura. (Bibliotheque Nationale, Paris.)


Figura 5.13. Thomas Rowlandson, Lonesome Pleasures, 1812. Cualquier otra cosa puede esrar ocurriendo en esre dibujo de una colecci6n de cuadros er6ricos de uno de los arristas ingleses mas conocidos de principios del siglo XIX, pero vemos aquf a una mujer labrandose su propio destino sexual. (Victoria and AJbert Museum, Londres.)



Figura 5.14. Andrea de Nerciar, Le Diable au corps, Paris, I.:Or du Temps, 1969. Esra estampa proviene de una de las obras er6ticas mas famosas del sigl o XVIII. Expande los remas de Ia lecrura y Ia masturbaci6n para incluir lo que podrlamos !lamar ayuda sexual (Bibliorheque Narionale, Paris.) .


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Dos de los mas importances propulsores de Ia soledad en el siglo XVIII -el aleman Zimmermann, cuya obra sobre el tema fue inmensamente popular en toda Europa y en el Nuevo Mundo, y Rousseau, cuyo "estado de naturaleza" representa una especie de autonomfa p resocial y feliz- se contaban entre los mas importances opositores al vicio solitario. Para Rousseau, y menos explfci足 ramente para Zimmermann, Ia soledad es el espacio donde aii.oramos una inocencia y una independencia perdidas; es el lugar donde notamos que no hay retorno, que el camino lleva a relacionarse socialmente, al intercambio con los demas, y a Ia esperanza por el futuro; es el lugar en que percibimos que es mejor para nosotros y como se lo puede obtener trabajando por el bien comlin; y, por ultimo, es el lugar donde verdaderamente logramos valorar y disfrutar los frutos de nuestro trabajo. El mundo social es el lugar donde ponemos en practica lo que aprendimos en soledad. Pero para el masturbador lo que fun足 ciona es lo contrario. Los onanistas aprenden en el m undo social que son seres autonomos -potencialmente aurarquicos- y llevan ese vicio sucio de regreso a sus soledades, a ese Iugar de supuesta pureza, que asf contaminan. El s uyo es un mundo patas arriba. La comunidad de los lectores de novelas sacudio a los contemporaneos como un facsfmil plausible de ese mundo: cientos de miles de personas que llevaban Ia peligrosa basura del mundo social al santuario solitario de su ser interior. 1 28 En el alba del Iluminismo, el onanismo se volvio, asf, el alter ego, el molesto mal hermano o hermana del yo moderno, y siguio siendolo desde entonces. Pero como Ia amenaza de muerte y locura comenzo a desvanecerse a comien足 zos del siglo XX, el problema erico anteriormente postergado aparecio con una nueva claridad, y el pecador errante se convirtio, al menos en ciertos drculos, en virtuoso modelo de autosuficiencia, autonomfa moral y libertad contra el abrumador poder del patriarcado y Ia heterosexualidad. Como y por que ocu足 rrio es Ia historia del proximo capitulo.

1 2'

Agradezco a Michel Feher por su reformulacion de mi argumenro en respuesta a una version anterior de este capfrulo.


VI. EL SEXO SOLITARIO EN EL SIGLO XX

UN PROLfFICO Y POPUlAR ESCRITOR JAPONES de libros sobre cuestiones sexua­ les, tam bien ginec6logo, regres6 a su pafs en 1 9 1 3, despues de dos afios de estu­ dio en Alemania, lleno de elogios por c6mo habfa resuelto esta potencia occi­ dental el p roblema de la masturbaci6n: "no s6lo desde la perspectiva moral", como hizo su pafs natal, "sino tambien de una manera cientffica''. Deda que ese enfoque habfa sido notablemente exitoso. A causa del "imparable numero de libros" sobre el tema, "no hay casi nadie en Alemania de mas de 20 afios que se siga masturbando".1 Casi no sabfa nuestro observador japones que estaba dando los ultimos vftores al esfuerzo por tratar a Ia masturbaci6n como causa de des6rdenes ffsicos. El aspecto de salud p ublica de esta problematica -al menos en sus aspectos negativos- lleg6 a su termino entre finales del siglo XIX y la tercera decada del XX. La mayor parte de los medicos y de quienes les pedfan consejo dejaron de creer que Ia masturbaci6n mataba, mutilaba o volvfa locos a quienes la practicaban. Sf, Ia "ruina wanker' era todavfa jerga habitual en Ia decada de 1 9 50, y se segufa diciendo a los nifios que Ia ceguera, la paralisis y los pelos en las palmas se hallaban entre los posibles costos de j ugar consigo mismos. Pero, bacia Ia decada de 1 930, los drculos especializados habfan empe­ zado a creer que Ia masturbaci6n era medicamente benigna. Sobre el trasfondo de Ia desaparici6n de Ia enfermedad, al menos en las dis­ cusiones publicas, las angustias culturales que habfan producido Ia masturba­ ci6n moderna recuperaron un Iugar pleno. No siendo ya una amenaza para la salud, el sexo con uno mismo podfa representar un rechazo no s6lo de una sexualidad socialmente apropiada, no s6lo de una sociabilidad adecuada, sino tam bien del propio o rden social. La masturbaci6n, que durante mucho tiempo habfa sido construida como el mayor de los desaffos a Ia polftica moral, se 1 Habuto Eiji, en Tokyo Nichinichi Shinbun, 1 2 de noviembre de 1 9 1 3 , citado en FrUhs­ tlick, Colonizing Sex: Sexology and Social Control in Modern Japan, Berkeley, Universiry of Cali· fornia Press, 2003, p. 9 5 .

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volvio una amenaza aun mas catastrofica y atavica. Al no colmar mas los hos­ pitales mentales ni figurar en las estadfsticas de mortalidad, quedaba finalmente libre de sus epifenomenos y podia revelarse en toda su desnudez como lo que siempre se habfa sospechado que era: el colapso de Ia cultura y el retorno al nivel mas primitivo de deseo y gratificacion. No siendo ya Ia causa de Ia tuber­ culosis espinal o pulmonar, de Ia ceguera, de Ia sordera o de Ia debilidad, se couvirtio en algo sublime: esc momenta en el cual, en palabras de los famo­ sos divulgadores del psicoanalisis Jean Laplanche y J.-B. Pontalis, "Ia sexuali­ dad [ . . . ] se constituye qua sexualidad", sin objetivos, sin habitos y entregada a Ia pura fan tasfa. Es "el mas bajo de los estratos sexuales", segun Freud, no solo el mas temprano sino tambien el mas primitivo, el mas resueltamente antite­ tico al proceso de Ia civilizacion, especialmente en las mujeres. Es "Ia activi­ dad sexual del estado narcisista de constitucion de Ia libido"; aunque imagi­ nemos que hay algo fuera de nuestras actividades autoeroticas, su verdadero fin no se extiende mas alia de nosotros mismos.2 El cambio desde el mundo de Tissot y Rousseau al de Freud y Ia sexolo­ gfa liberal fue por ende menos, pero tam bien mucho mas, pronunciado de lo que les pareda a los participantes o de lo que puedc paracernos. Ya no se hadan presentes los estentoreos planteos de enfermedad, pero en su Iugar se er..c ontraba 11n conjunto mas desarrollado de teorfas sobre por que Ia culpa masturbatoria era Ia culpa central, y Ia masturbacion, Ia sexualidad funda­ meutal. Se volvio obra de la civilizacion transformar el placer narcisista y auto­ nomo del autoerotismo en cultura. (Existe, por supuesto, la opinion opuesta -sugerida primero por Havelock Ellis- de que el autoerotismo representa a la civilizacion en sus formas mas elevadas, el fundamento de las artcs y la creatividad. Decididamente, esa no era Ia opinion de Freud y sus colegas.) 2 Jean Laplanche y J.-B. Po mal is, The Language ofPsycho-analysis ( 1 967), Londres, Karnac Books, 1 988, p. 446 [trad. esp.: Diccionario depsicoandliJis, Barcelona, Labor, 1 97 1 ] . El plan­ teo completo es el siguiente: "El origen del autoerotismo cs, asi, considerado como el momenta -que se repite constantemente mas. que fijo en un momenta- en que Ia sexualidad se aparta de su objeto natural, se encuemra librada a Ia fantasia y en esre verdadero proceso se constituye qua sexualidad". Sabre narcisismo, vease Sigmund Freud, " Insrincrs" ( 1 9 1 6- 1 9 1 7 ) , en Intro­ ductory Lectures, vol. 1 0 de The Standard Eaition ofthe Complete Psychological Works ofSigmund Freud, rrad. ing. de James Strachey, Londres, Hogharr, 1 953-1 974, p. 227 [trad. esp.: Confe­ rencias de introducci6n alpsicoandfisis, en Obras compfetas, r. XVI, Buenos Aires, Amorrorru, 200 1 ] .


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Ya no se asistfa a los esfuerzos por aterrorizar a nifios y adultos para q ue detuvieran sus ensofiaciones masturbatorias -el confeso proposito de Tissot, Rousseau y sus colegas-, sino que en su Iugar se hallaba una mucho mas ela­ borada version de Ia percepcion o riginal de Onania: el vicio que Ianzo a! impensado exito era, de hecho, "ese engafio de Ia infancia, ese primer pecado favorito" al cual le seguian muchas o tras consecuencias. La masturbacion se convirtio en el principal campo de batalla del deseo sexual contra Ia cultura, con cierto proposito que trasciende el puro placer; Ia semilla erotica todopoderosa de Ia que nada todo lo que venfa despues. En el nuevo siglo, Ia alimentacion adecuada, Ia persuasion, Ia sublimacion y sobre todo Ia educacion, en vez del brutal terror, eran lo que aseguraba que se cana­ lizara para producir Ia idea social de adultez sana. La culpa y sus costos psf­ quicos reemplazaron Ia muerte y Ia locura, pero no eran menos aterradores e importantes por ser menos organicamente morbidos. El "lamento de Portnoy" como cl seudosfndrome que abre Ia novela de Philip Roth no podia existir antes de Ia decada de 1 930. La masturbacion siguio siendo crucial para el pensa­ miento sobre Ia sexualidad y el yo, pero en un nuevo registro, un aterrador nuevo registro en que el antiguo objetivo del sexo y sus placeres -Ia reproduc­ ci6n- ya no podia darse por supuesto. Sin embargo, Ia historia no se detiene con Ia renuncia a! antiguo modelo medico y Ia aparicion del modelo psicoana!ftico. Hay una coda y un giro aun mas radical. Ya a parrir de los cfrculos vanguardistas en Ia decada de 1 920, y luego de Ia decada de 1 960, Ia masturbacion ha cambiado de muchas formas y se Ia ha con­ siderado un acto de liberacion individual, una proclamacion de autonomfa, una afi.rmacion del placer por uno mismo, una manera de ganar dinero con jugue­ tes sexuales, una practica en el cuidado del yo, una j ugada y una contrajugada en Ia polftica sexual y general de Ia epoca, un tema para Ia pintura y las artcs per­ formativas, una parte profundamente interesante de Ia experiencia erotica human a como un signo de abyeccion o de triunfo. Supuestamente esteril, Ia masturba­ cion dio nacimiento a nuevas comunidades tanto reales como virtuales; a las 5:00 PM del dia en que escribo esto, el sitio web de los New York Jacks, una red gay de masturbacion, tuvo ya 1 .073.006 visitantes, y existe una buena cantidad de similares sitios jacks en todo el mundo. Heterosexuales o gays, hombres y muje­ res han abrazado Ia masturbacion como algo que trasciende el placer inmediato.



er

Figura 6.1. Poster delMes Nacionalde Ia Masturbacitin, 2002. Trarar a Ia masrurbaci6n como si fuera s6lo una mas emre las acrividades y los imereses a los que se les dedican meses

es ramo una afirmaci6n del nuevo Iugar publico del ames secrero vicio como una astura movida comercial de una compafifa que vende pornograffa y jugueres sexuales. (Cor­ tesla de Good Vibrations.)


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se estaba convirtiendo en mas atractivo para explicar Ia insania que los exce­ sos de conducta como el onanismo. El proceso no fue constante ni mode­ rado. De hecho , el term ino "insania masturbatoria" no se habfa acufiado aun hasta 1 868, cuando el fisiologo ingles Henry Maudsley lo uso para des­ cribir el dafio organico que Ia masturbacion supuestamente causaba a! cere­ b ro. Como Ia relacionaba con Ia degeneracion -su preocupacion mayor- no queda claro: si Ia masturbacion causaba degeneracion, si era causada por ella o, por el contrario, afectaba solo a aquellos j ovenes que e ran congeni ta­ mente vulnerables es una pregunta aun sin respuesta en este contexto, como en todas las muchas discusiones acerca de Ia degeneracion. Pero por mas nueva que fuera esa entidad patologica, atribuida por Maudsley a! "egotismo ofen­ sivo", Ia psiquiatrfa no siguio por ese camino.3 Emil Kraepelin, un gigante de Ia psiquiatrfa de comienzos del siglo XX, declaro que Ia excesiva masturbacion era posible solo en personas ya predispuestas orga­ nicamente; si coincidia con Ia insania se debia a que Ia enfermedad mental y Ia autoestimulacion tenfan Ia misma causa degenerativa. Aun con reticencias, muchos psiquiatras de Ia vieja guardia admitfan que muy raras veces el autoa­ buso era Ia unica causa de una insania completa y desplegada. Hermann Noth­ nagel Ia consideraba insignificante como causa de epilepsia (a pesar de que, como hemos visto, hay una conexion neurologica) ; Eduard Hitzig, un pionero en explorar Ia excitabilidad electrica del cerebra, concluyo que no produda atrofia cerebral; y Albert Eulenburg afirmaba que no causaba atrofia muscu­ lar. Nadie se molestaba por discutir los planteos acerca de muerte sub ita o decai­ m iento acelerado. Los masturbadores -en todo caso, aquellos que leian a los pensadores mas avanzados- ya no debian remer a Ia rumba o a Ia silla de rue­ das en los alrededores del 1 900. De alii en mas, como sefialaron casi todos los sexologos con amplitud de miras y los medicos respetables, los horrores de Ia masturbacion fueron exage­ rados y pintados con tonalidades tan oscuras por curanderos inescrupulosos para poder vender sus seudomedicamentos y sus dudosos consejos. Por supuesto, 3 V ease Ed Cohen, "(R) evolurionary scenes: The body politic and the political body in Henry Maudsley's nosology of 'Masturbatory insanity'", en Nineteenth-Century Contexts, 1 1 .2, 1 987, p. 1 84; Arthur N. Gilbert, "Masturbation and insanity: Henry Maudsley and the ideology of sexual repression", en Albion, 1 2.3, 1 980.


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los curanderos habfan estado en el negocio de Ia masturbaci6n desde Onania pero hacia finales del sigJo XIX los medicos profesionales se mostraban activo� en todas partes -incluso en los Estados Unidos y en Inglaterra, donde Ia regu­ laci6n lleg6 mas tarde- en diferenciarse de los oscuros negocian tes. En resumen, Ia masturbaci6n fue desclasificada y Ia medicina dio Ia espalda a esa centenaria tradici6n cuyo campe6n habfa sido Tissot hasta muy entrado el siglo XIX. Sin embargo, Ia asociaci6n del sexo solitario con las enfermedades organi­ cas muri6 lentamente por dos razones. Primero, ningun descubrimiento 0 con­ j unto de descubrimientos destruye nunca todo un modo de pensamiento acerca de un problema hasta que una teorfa alternativa ofrece una explicaci6n dife­ rente. Habfa todavia m uchos sfntomas fisicos que no podian ser facilmente explicados y que podian atribuirse al autoabuso. La psicologia freudiana y su progenie proveyeron un nuevo modelo, pero les llev6 un tiempo instalarse en un terreno en el cual la mayorfa de las miradas se focalizaban en Ia infancia. Segundo, el problema erico subyacente que apareci6 tan intensamente a principios del siglo XVIII seguia siendo apremiante; mientras Ia masturbaci6n durante decadas oscil6 entre ser Ia causa de enfermedades organicas y el ori­ gen de Ia intranquilidad psiquica, nunca se convirti6 en un sinsentido. La culpa y Ia neurosis y las dolorosas fallas personales desplazaron lentamente a Ia tuber­ culosis, Ia consunci6n y Ia locura como consecuencias del autoabuso y fueron construidas como fen6menos igualmente terribles. Un autor progresista de tex­ tos de etica social cristiana de principios del siglo XX que citaba con aproba­ ci6n a Havelock Ellis y a otros expertos seculares y mostraba escaso interes en Ia patologia o en las teorfas tomistas de Ia "naturalidad" apuntaba toda su ret6rica artillerfa pesada contra Ia masturbaci6n: "impureza secreta, ; "eI perverso enemigo de Ia infancia y Ia j uvenrud". Los padres que fallan en prevenir a sus hijos son "mas malevolos que los antiguos adoradores de Moloc", quie­ nes ofredan a sus hijos a las llamas. Los habitos de impureza echaran rakes Y adquiriran fuerza, y quedaran arruinadas "Ia voluntad y los mas nobles aspec­ tos del alma humana".4 Si para los duefios del conocimiento hacia 1 900 Ia masturbaci6n ya no lle­ vaba a Ia enfermedad organica, el colapso moral que representaba el sexo soli-

pp.

4 Hugh Northcore, C!Jristianity and Sex Problems, 2• ed. revisada, Filadelfia, F. A. 35 y 36. F. A. Davis rambien edir6 a Havelock Ellis en los Esrados Unidos.

Davis, 1 9 1 6,


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tario pareda tener terribles consecuencias en el cuerpo por lo que este hace a Ia mente. Asf, Ia enfermedad masturbatoria subsisti6, pese a todos los descre­ ditos. Hasta Freud se sentfa inc6modo en tener que abandonar Ia idea de que habfa algo malo en Ia masturbaci6n y en quien Ia practicaba, aunque no fuera ran malo como alguna vez se imaginara. "Ha sido Ia bete noire de los proble­ mas sexuales", escribi6 A. A. Brill, importante divulgador estadounidense de Freud despues de Ia Primera Guerra; todavfa "hoy no es aceptada''. A ningun otro tema se le habfa prestado tanta atenci6n, ninguno habfa sido tan "confu­ samente representado y mal entendido". La cuesti6n pendfa como "Ia espada de Damocles sobre Ia cabeza de casi todo ser civilizado". No obstante Ia obra de eminentes sex6logos, "viejas opiniones medievales" sobre Ia masturbaci6n segufan vigentes entre los laicos y entre muchos medicos. Brill esperaba que estos se corrigieran. 5 Esas opiniones que condenaba no eran, como sabemos, "medievales", pero habfa buenas razones para que persistieran a pesar de -o tal vez a causa de­ los eminentes expertos a los que citaba con aprobaci6n. Por supuesto, esos expertos se vefan a sf mismos combatiendo las tinieblas; habfan trasladado a tantas asf llamadas perversiones del campo del pecado y Ia condena a Ia 6rbita mas confortable de Ia medicina y Ia naturaleza.6 Y limitaron el repertorio de enfermedades que podfan asociarse con Ia masturbaci6n. Pero todos ellos, incluido Freud, eran adolescentes en Ia epoca en que se decfa a los onanistas que esraban arriesgando su vida con el autoabuso. Llegaron a su profesi6n en las ultimas decadas del siglo XIX, los afios en que, por cjemplo, el hoy olvidado doctor Daniel Gottlieb Moritz Schreber, padre del famoso paciente de Freud, era un educador respetable que cre6 instrumentos y regfmenes para apartar a los nifios de su "peligrosa, oculta aberraci6n", los afios en que los libros mas importantes de psicologfa seguirfan proclamando confiados que el 26% de nifios neur6ticos que se masturbaban terminaban en Ia demencia.7 (Schreber 1 A. A. Brill, Psychoanalysis: Its Theories and Practical Application, Filadelfia, W. B. Saunders, 1 922, pp. 146 y 1 47. r, Vease Harry Oosterhuis, Stepchildren ofNature: Kraffi-Ebing, Psychiatry, and the Making ofSexual Identity, Chicago, University of Chicago Press, 2000, para esta interpretacion bene­ vola, y segun creo perceptiva, de un desarrollo que suele interpretarse mas negativamente. 7 El mundo de Schreber esd. bien descripto en William G. Niederland, The Schreber Case: Psychoanalytic ProfiLe ofa Paranoid PersonaLity, Nueva York, Quadrangle Books, 1 974; Thomas


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fue una figura importante en el mundo de Ia pedagogia de Ia cl ase me d.1a, por mas insanamente cruel que haya sido con su hijo.) Fuera de esos drculos, persistfan las antiguas historias mas b urdas, como si ninguno de los distinguid os sex6logos, psic6logos o neur6logos alemanes, franceses o ingleses hubiera escrito nunca una palabra. Tan tarde como 1 9 44 , un conocido educador y autor popular de temas de raza, sexo y b iologi a deda que al escribir su manual se top6 con Man and His Sexual Relations, de John Thompson, y descubri6 que el envejecido material sobre huesos secos y que­ b radizos, pulso cardiaco languido y degeneraci6n seguia vivo y coleando. B Pero por mas que se deje de lado esos atavismos, el debate intenso acerca del tema continuo hasta Ia decada de 1 920. Hasta los progresistas seguian recu­ rriendo al muy ensayado argumento de que fantasia, exceso y secreto, por un !ado, e incompletud, falsedad y falta de sociabilidad, por el otro, eran muy ame­ nazadores, aunque tal vez no fueran algo tan espantoso como describian sus oponentes. En resumen, durante decadas Ia masturbaci6n qued6 atrapada entre dos paradigmas. Freud casi no podia continuar con las implicancias de su propia obra e insistfa en que Ia masturbaci6n realmente causaba algo mas que neurosis. En su informe sobre un polemico encuentro de sus colegas vieneses para discutir el onanismo en 1 9 1 2 , dijo que deseaba evitar Ia cuesti6n de Ia peligrosidad de Ia masturbaci6n porque no era una preocupaci6n central para el grupo. Pero evitarla era imposible. Se sentia obligado a decir algo porque "el mundo parece no sentir mis interes por Ia mastubaci6n". Esto es tal vez un poco engafi. o so; Freud pudo haber querido intensificar Ia desarmonia de su grupo, pues el era uno de los enemigos de las opiniones mas anticuadas. En 1 89 5 , habia afirmado q ue habia una cualidad debili­ tante espedficamente somdtica en Ia masturbaci6n que resultaba en neuras­ tenia -la debilidad de los nervios- y que esa neurosis podia diferepciarse de ·

Smith Clouston, Clinical Lectures on Mental Diseases no fue excepcional pero aun encuentra publico para su sexta edici6n, Filadelfia y Nueva York, Lea Bros., 1 904. Leaders, Nueva York, 8 Cyril Bibby, Sex Education: A Guide for Parents, Teachers and Youth es John Thomp­ menciona que Emerson Books, 1 946. La ultima edici6n que he visto del libra Life, with the married & manhood youth, Relations, and childhood, including son, Man His Sexual physiology andpathology ofhis reproductive organs, 2. vols., nueva edici6n aumentada, South Cliff, Scarborough, i 1 892? Es realmente retr6grado, pero creo que Bibby se refiere a alguna selecci6n popular posterior.


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Ia Angstneurose, "neurosis de angustia", que era causada por otros actos sexua­ les incompletos como el coitus interruptus o por Ia abstinencia.9 Les recordaba a sus colegas que un encuentro anterior sobre el tema, en 1 908, habfa sido tan polemico que no habfa logrado, j unto a su secretario, formular en conjunto siquiera un remedo de sumario. En esa reunion, un distinguido pediatra habfa pedido al grupo que le dijera "hasta que punto es perjudicial la masturbacion y por que afecta a algunas personas y a otras no". Tal vez Freud estaba inten­ tando otra vez evitar Ia respuesta. En cualquier caso, hacia Ia reunion de 1 9 1 2 Freud habia decidido obvia­ mente rescatar algo de todas las conversaciones de su grupo. No sobreYivirfa ninguna "negacion de un factor somatico en los efectos de Ia masturbacion". Posiblemente -esra aqui hablando claramente por sf mismo-, los "efectos pato­ genicos" de Ia masturbacion se deben a las peculiaridades del acto en sf y no tienen equivalencia con la actividad sexual en general: "El dafio orgdnico puede deberse a cierto mecanismo desconocido [ . . ] el dafio p uede ocurrir por influen­ cia de un factor psiquico". Simplemente, no hay seguridad al respecto. En rea­ lidad, concluye, no puede haber una opinion general sobre el tema y hace falta j uzgar Ia cuestion caso por caso, un poco como -creo que Ia ironia no es intencional- el rey escoces de Ia novela de Victor Hugo que deda que Ia {mica manera de saber si una mujer era b ruja era matindola y probando el caldo que s:? hiciera con ella: "Sf, esta era una bruja'' . 10 Los expertos no podian abandonar el viejo modelo. Por supuesto, cono­ dan todos los trabajos recientes, pero eso no era en absoluto decisivo. Un medico frances, que escribio cuando Freud era estudiante de medicina, comenzaba su libro declarando que Ia masturbacion era relativamente inocua, y concluia brin.

9 Sigmund Freud, "On the grounds for detaching ::1 particular syndrome from neurasthenia under the description 'am:iety neurosis"' ( 1 895), en Complete Works, op. cit., val. 3 [trad. esp.:

Sobre fa justijicacion de separar de fa neurastenia un determinado sindrome en calidad de "neuro­ sis de angustia'; en Obras completas, op. cit., t. 111]. La opinion de Freud en este punta se basaba

en las entrevistas que un estudiante, Felix Gattel, realizo sabre cien casas consecutivos, entre los cuales descubrio que Ia masturbacion era una experiencia comun en el Hospital Psiquia­ trico de Viena. Vease Makari, " Between Seduction and Libido", op. cit., p. 643. 1 0 Sigmund Freud, "A discussion of masturbation: Concluding remarks" ( 1 9 1 1 - 1 9 1 3), en Com­ plete Works, op. cit., val. 1 2 [trad. esp.: Contribuciones para un debate sobre el onanismo, en Obras completas, op. cit., t. XII ] . La novela de Hugo no ha sido rastreada, dice el editol ingles James Strachey.


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dando una lista de cientos de dolencias a las que eran proclives en p articul ar las mujeres. 1 1 La estructura del argumento en el cambio de siglo era casi siem­ pre Ia misma. "Si Ia masrurbaci6n se practica con moderaci6n no p uede ser considerada patol6gica" , declaraba un ginec6logo estadounidense. En reali dad , continuaba, es universal y ubicua: hotentotes y ciclistas, operadoras de m aquinas de coser y "cafres", para no hablar de los primates desarrollados: todos [0 hadan. Pero el perjuicio ffsico y psiquico era considerable para ser algo tan com lin: "Ia masrurbadora se vuelve excesivamente remilgada, desprecia y odia al sexo opuesto [ . ] La masturbaci6n suele ser causa de obstrucci6n, mens­ rruaci6n dolorosa y neuralgia ovarica, de debilidad en las piernas y de irrita­ ci6n sexual". No, Ia masturbaci6n no produda ceguera en Ia mayoria de las mujeres que Ia practicaban, pero Ia excesiva masrurbaci6n tenia efectos sobre el nervio 6ptico, informaba un distinguido o ftalm6logo de Breslau. Onanieera inocuo, declaraba Iwan Bloch, un muy leido sex6logo de Ia epoca, no asi el onanismus. Desgraciadamente, deda, "el limite no puede fijarse facilmente". Por cierro, Ia combinaci6n por espacio de dos siglos de Ia masturbaci6n ordi­ naria con Ia conducta genuinamente obsesiva y publicamente inapropiada es sefial de grandes riesgos culturales en Ia discusi6n posterior a 1 7 1 2. 12 En ninguna parte es mas evidente este ida y vuelta que en Ia obra de G. Stan­ ley Hall, el hombre que, siendo presidenre de Ia Clark University, invitara a Freud a los Estados Unidos, el hombre a quien Freud dedic6 las cinco confe­ rencias sobre psicoanalisis que dict6 alii y, por derecho propio, una de las grandes figuras de Ia psicologia estadounidense en los comienzos del siglo XX. Por mas esclarecido que quisiera aparecer en nuestro t6pico, a fin de cuenras no podia sacudirse Ia culpa del nino que habia llegado a Ia adulrez en los vie­ j os y malos tiempos en los que reinaba como experto Tisso t. Siendo adoles.

.

les consequences 11 Doctor Pouillet, Essai medico-philosopl1ique sur lesformes, les causes, les signes, et le traitement de l'o nanisme chez le ftmme, Parfs, Adrien Delahaye, 1 876. No se quien fue

Pouillet, pero fue citado a menudo en los siguientes treinta afios. . al Emottons ofFemz­ 12 Berna1d S. Talmey, \\loman: A Ti-eatise on the Normal and the Pathologic nine Love ( 1 904), Nueva York, Practitioner's Publishing Company, 1 908, PP· 1 1 27- 1 1 35 . El au tor, un parologo del Mothers and Babies Hospital de Nueva York, en ambos sexos considera Ia masrurbacion como una forma de hiperestesia; !wan Bloch, Das Sexual/eben unserer Zezt zn seinen Beziehungen zur modernen Kultur, Berlin, 1 908, publicado en ingles bajo el rfrulo The in Its to Modern Civilization, Nueva York, Falstaff Press, Sexual Lift of Our .

1 937, p. 4 2 2 .

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cente en los anos previos a !a Guerra Civil, admire en su autobiograffa que se quedaba "casi petrificado" ante !a mas !eve excitaci6n ffsica 0 "experiencia nocturna". Recordaba muy bien la historia que le habfa contado su padre res­ pecto de un joven que "habfa abusado de sf mismo y pecado con lascivas muje­ res" y como resultado tuvo una enfermedad que termin6 con su nariz y dej6 dos agujeros en su lugar y finalmente se convirti6 en un perfecto idiota. (Aquf combina la sffilis con la masturbaci6n.) H all vivi6 en el terror de que esto le ocurriera a ei y se examinaba cuidadosamente la nariz para comprobar que no habfa desaparecido. Se ataba el pene para evitar erecciones inconscientemente p roducidas. Mas tarde, toda !a verdadera brutalidad sexual de su medieval cole­ gio era recordada a traves del filtro de la masturbaci6n y un mont6n de "per­ versiones" que, a! igual que muchos otros despues, agrupaba: todo tipo de prac­ tica sexual desagradable que p ueda encontrarse descripta en Krafft-Ebing, Tarnovski o H avelock Ellis podfa encontrarse en ese colegio. 1 3 Los lectores del can6nico manual en dos volumenes de Hall sobre !a ado­ lescencia nada saben de· esto. (Su autobiograffa apareci6 solo al final de su carrera, dos decadas despues, en 1 924.) El propio Hall parece claramente del !ado de los modernos a! principia: Debemos reconocer que los inmediatos y sensacionales efectos a menu do tornados en serio, y con frecuencia deliberadamcnte exagerados por razones pedag6gicas, no son tan inmediatos ni desastrosos como los representan Ia literatura anterior y Ia popular.

El cerebra, continua, "no es literalmente drenado: !a demencia, la idiocia, la paralisis y !a muerte subita no son inminentes". Tampoco hay un signo infa­ lible de que un nino o una nina se haya masturbado. Pero los lectores pueden sentirse poco c6modos con estas desmentidas. La lista de miserias que provienen de esta, la mas desastrosamente extendida de 1 3 G. Stanley Hall, Life and Confessions ofa Psychologist, Nueva York, D. Appleton and Co., 1 924, pp. 1 32- 1 34. Hall dice que como psic6logo de sexualidad adolescence debfa a los lecto­ res una explicaci6n de su propio despertar sexual. Tarnovski es presumiblemente Veniarnin Mikai­ lovich Tarnovski, el autor de La Famifle Syphifitique et sa descendance: etude biofogique, Cler­ mont, Diax, 1 904. En resumen, Hall pensaba Ia masturbaci6n en el mismo contexto que Ia sffilis hereditaria.


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las "perversiones", era temible. Primero, era perjudicial eugenicamente. "Entre­ garse a! mero placer sensual acorta el perfodo de crecimienro" de los indivi­ duos, debilita Ia raza y expresa el pathos de nuestra era moderna. "La invectiva contra un hijo decadence de un padre, por cuyo vicio privado podrfa muy bien haber nacido de esa manera, es una difundida y caracterfstica nota de nues­ tra culrura como lo era Ia maldicion del tiempo de Atreo para Ia antigua Gre­ cia." (La esposa de Atreo comete adulterio; ei mara a su propio hijo criado por el amante de su mujer; crfa como propio al hijo de otro y entrega a! amante el cordero de oro que representaba el reinado.) Del mismo modo, Ia mastur­ bacion acecha a las generaciones venideras. Segundo, era malo para el individuo. Hoy ya nadie, dice Hall con gran segu­ ridad, puede seguir creyendo que no hay cosa peor que "el exceso en las pd.c­ ticas naturales", mas alia de lo que haya dicho Ia genre en el pasado. Los peli­ gros del exceso solitario son evidentemente mucho mayores: "El acto es mas brutal, y desciende mucho mas bajo en Ia escala filogenica''; Ia imaginacion se vuelve "morbidamente intensa y aguda'' a causa del "acto antinatural". Hall esta repitiendo esencialmente las jeremiadas de Ia Encyclopedie y aquellas que en su tradicion sostienen que Ia imaginacion somete a! onanista "a! esfuerzo mas excesivo para producir el climax deseado", y que en ello reside el peligro. La imaginacion no solo induce perversiones sino tambien alucinaciones. El complero aparato sensorial puede quedar estragado. Cualesquiera fueran las indeseables consecuencias de Ia relacion sexual, las de Ia masturbacion eran peores. El coito nos deja trisres -es el viejo adagio-, pero Ia masturbacion nos deja mas tristes. y mas enfermos. Dolor y rasgos de epilepsia, palpitacion y fotofobia, [ . . . ] neurastenia, cerebraste­ nia, neurastenia espinal e impotencia psfquica [ . . . ] !eves sensaciones subjetivas, per­ turbaciones en Ia vision, quizas el mal de Basedow [asi llamado por Carl Adolph Basedow, quien en un conocido rrabajo de ! 840 describio el bocio ofralmolo­ gico ] , inrensificacion del parpadeo, p ie! seca y p urpurea, manos viscosas, [ . . ] complexion anemica, ros seca y muchas perversiones digestivas .

pueden a menudo "ser directamente rastreadas en esta plaga de Ia raza humana". Y Hall aun tiene tiempo para el "Corazon de masturbador" -Ia auroridad para Ia cual hay info rmados seis "inte resantes casos" en Ia principal publica-


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cion medica alemna de las ultimas decadas del siglo- y las muchas otras pato­ logfas de "esas prohibidas alegrfas de Ia j uventud" . 1 4 Asf, el sexo solitario quedo situado mas precariamente que antes entre lo moral y lo patologico. 0, mas precisamente, ahora que Ia teorfa del germen y Ia patologfa celular eran Ia base para pensar las enfermedades organicas, los males de Ia masturbacion eran mas diffciles de incorporar al modelo medico, y quedaron mas expuestos a ser lo que siempre habfan sido: sfntomas de Ia serie­ dad moral de Ia ofensa, de Ia profunda desviacion que representaba Ia mas­ turbacion para el orden de las cosas. Conforme los medicos se mostraban mas y mas escepticos respecto de las enfermedades concretas causadas por el autoa­ buso, dejaban mas en claro que nunca que Ia masturbacion era una ofensa con­ tra el proceso de civilizacion y contra todas esas instituciones que lo hadan posible. La gente comun sufrfa a causa de esta confusion. Tomarfa tiempo abandonarla, y el proceso empujari cada vez mas pro­ fundamente al sexo solitario en Ia psiquis. John Meagher, cuyo estudio sobre Ia psicologfa del autoerotismo paso por varias ediciones y revisiones, resume Ia centralidad moral y social de Ia masturbacion en un mundo que parecfa haber superado a John Marten y a Samuel August Tissot, pero que segufa atrapado por sus temas. Los peligros ffsicos habfan sido exagerados; en realidad eran insignificantes. La imbecilidad y Ia consuncion no eran causadas por el autoa­ buso. Del mismo modo, sus consecuencias psicologicas no eran tan malas como se habfa pensado. Pero eso era lo mas lejos que llegarfa Meagher. Meagher consideraba como el "extremo opuesto" Ia posicion de Wilhelm Ste­ kel de que el autoerotismo es totalmente inocuo e incluso benigno. (Tambien Freud se ocupa de atacar esa posicion en 1 9 1 2.) Habfa reales consecuencias de Ia masturbacion, insistfa; eran mayo rmente morales, pero tambien ffsicas. Era un acto seriamente culpable despues de Ia adolescencia, y no debfa tomarselo a Ia ligera: s e deda que el 1 0% de los adolescentes delincuentes lo eran a causa de Ia masturbacion, pues en esa proporcion de individuos habfa causado un "quiebre de Ia fuerza moral". El punto central de Meagher -que refleja el pen­ samiento secular progresista de su tiempo y esboza la rehabilitacion de Ia mas1 4 G. Stanley Hall, Adolescence: Its Psychology and Its Relations to Physiology, Anthropology, Sociology, Sex, Crime, Religion, and Education (1 904), vol. 1 , Nueva York, D. Appleton, 1 924,

pp. 432-453.


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turbacion en el nuestro- es que el acto fisico es "relativamente insignificante comparado con el terrible efecto de Ia introversion autoerotica". Onania, Tissot y Ia vasta tradicion construida sabre sus opi niones medicas ya no podfan sos­ tenerse, pero el grave peligro moral anunciado primero al mundo en 1 7 1 2 o alrededor de esa fecha segufa siendo mas que evidente. La manera en que Meag­ her y su generacion condenaron el sexo solitario le debe todo a las formula­ ciones del siglo XVIII, por mas que hablaran con el lenguaje de Freud. La masturbacion seguia siendo el otro radical del coito: "nunca satisface el valor espiritual de Ia responsabilidad como un adulto socializado"; causa males­ tares e inquietud, mientras que el co ito legitim a causa bienestar y relax. La mas­ turbacion es cuestion de fantasia, dice Meagher, y volvemos al viejo vino en nuevas odres: "La fantasia reemplaza a Ia realidad, lo que es una actitud infan­ til". (La fantasia es "Ia puesta en escena del deseo", como expresan Laplanche y Pontalis, y Ia masturbacion es su etapa fundamentalmente regresiva.) Aun­ que Meagher no es expl icito al respecto, sus colegas dedan, como lo hizo Onania, que el peligro del exceso masturbatorio provenia de Ia facilidad con que podfa practidrselo. Los medicos del siglo XX afirmaban que, acto por acto, Ia masturbacion no era peor que el coito: "El peligro es Ia frecuencia con quc­ puede realizarse el acto en comparacion con Ia union sexual". Como habia apuntado Ia Encyclopedie casi dos siglos antes, de hacerlo solo por "necesidad" no deberfa haber problemas. Como Tissot, Meagher sostenia que el onanismo era mucho peor para las mujeres que para los hombres, no principalmente por sus efectos sabre el cuerpo sino como un rechazo de Ia adecuada sociabilidad: las mujeres casa­ das, para quienes lo erotica superaba lo afectivo y que no eran satisfechas por sus maridos, se masturbaban; las mujeres que temian tener hijos se mastur·· baban porque lo p re ferian al coito con control de Ia natalidad, creyendo erroneamente que no se sentirfan culpables y asi evitarfan Ia neurosis; las muje­ res que se consideraban "'victimas' del sexo al que sienten como un atributo exclusivamente masculino" desarrollan el habito como "su liberacion del coito". En resumen, Ia masturbacion es elacto con que las mujeres muestran su rechazo al arden sexual normativo. 1 5 " John F. W. Meagher, A Study ofMasturbation and Psychosexual Lift, 3 • ed. rev. por Smirh Ely Jelliffe, Baltimore, W. Wood, 1 936. Jelliffe fue un biologo conocido imernacionalmeme


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La culpa y sus consecuencias -neurosis, agotamiento, angustia, histeria, molestias ffsicas de todo tipo, incapacidad para conseguir lo que promete Ia vida, colapso moral, abyecci6n- reemplazaban a Ia muerte y la imbecilidad como los principales resultados del sexo solitario, que aun acarreaba las mar­ cas de su temprana historia moderna. El viejo cadalso por el que asomaba el nuevo de manera fascinante. Podemos encontrar un indicio de esta lenta reformulaci6n en un Iugar ines­ perado: las paginas de uno de los peri6dicos sufragistas mas progresistas de prin­ cipios del siglo XX, donde los debates feministas pasaban violentamente de las cuestiones del doble discurso y el control de Ia prostituci6n a Ia naturaleza y las consecuencias de Ia masturbaci6n. En una serie de artfculos y de intercam­ bios epistolares, E. W (Edith Watson, de Ia Women's Freedom League, una o rganizaci6n sufragista no violenta con mas de sesenta ramas y cuatro mil integrantes) afirmaba que Ia absoluta libertad en materia sexual no era posible ni deseable y que mucho mas peligrosa era Ia idea de que Ia abstinencia sexual era dafiina o imposible para hombres y mujeres. Aquf estaba siguiendo el pen­ samiento de Elizabeth Blackwell, Ia primera mujer diplomada en medicina en lnglaterra, de cuya obra ya hemos hablado en relaci6n con sus opiniones sobre Ia pureza moral. La noci6n de que Ia abstinencia era "dolorosa y fisiol6gica­ mente dafiina", afirmaba Watson, ha "causado mas dafio a las mujeres y hecho mas por promover los horrores de Ia prostituci6n que cualquier otra cosa" . (Blackwell habfa observado e n su practica clfnica que los j6venes acudfan a pros­ titutas con el permiso de sus padres para asf evitar los peores horrores de Ia reten­ ci6n seminal, por un !ado, y de Ia masturbaci6n, por el otro.) 1 6 En respuesta a los planteos de Watson y a las cartas que Ia apoyaban, una "nueva suscriptora", que result6 ser Stella Browne, entr6 en Ia pelea. Libre­ pensadora socialista, radical sexual que not6 tarde en su vida que "nunca se · y au tor de texros de estudio para importan ces universidades y colegios; Charles William Malchow, The Sexual Life: Embracing the Natural Sexual Impulse, Mosby, Sr. Louis, 1 923, pp. 90 y 9 1 ; Charles William Malchow, The sexual Life embracing the natural sexual impulse, normal sexual habits andpropagation; together with sexualphysiology and hygiene, 7• ed., Mosby, St. Louis, 1 93 1 . \(, Para el debate, vease infra, n . 1 7. Vease Elizabeth Blackwell, The Human Element in Sex: Being an Medical Enquiry into the Relation ofSexua! Physiology to Christian Morality, Londres, ]. A. Churchill, 1 885, pp. 26 y 27.


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habfa encontrado con una mujer normal", acusaba a Watson y a las suyas de estar "sexualmente anestesiadas". Decfa que habfan generalizado exagerada­ mente las tropelfas de los hombres brutales, exigentes e ignorantes que abusa­ ban de sus esposas en el matrimonio y de las prostitutas y amantes fuera de el. El punto medio entre abstinencia y exceso -aquf se refiere a las mujeres- era Ia masturbacion. Invertfa el argumento de Watson, y afirmaba que los hom­ bres y las mujeres no eran igualmente capaces de abstinencia pero que tenfan los mismos deseos sexuales y Ia misma disponibilidad para entregarse a las formas de "autoerotismo" y "onanismo". Ella no distingue entre ambos, pero demuestra cuan actualizada esti, pues Havelock Ellis habfa acuii.ado el termino autoerotismo apenas una decada atris. Lo convoca a el y a Auguste Forel -un poco a su manera pero no por eso menos i nteresante- en apoyo a ese camino intermedio de Ia masturbacion. Y por ultimo acusaba de ser hipocritas a esas mujeres que escribfan sobre lo saludable del celibato, pues sin dudas vivfan de Ia sustitucion de aquello que condenaban. Aquf todo se complica. Algunas mujeres escribfan para decir que cierta­ mente no se masturbaban y que eran moralmente superiores a su tentacion. "El intelecto y Ia razon" gobernaban sus "bajos instintos y deseos" y eso las elevaba por "sobre los animales inferiores", incluidos los hombres. Sin embargo, Watson respondio no tanto a Browne sino al argumento mas general de que los hombres necesitaban alivio sexual. Si era asf -lo que dudaba-, eso no auto­ rizaba, como afirmaban muchos, que el Estado ororgara licencias a Ia prosti­ tucion. (Un importante argumento para Ia regulacion estatal era que los hom­ b res necesitaban por naturaleza alivio sexual y que tambien muchos hombres no estaban casados o tenfan esposas que no estaban dispuestas a satisfacer sus necesidades, por lo que debfan disponer de una solucion segura. Por ende, el Estado debfa ocuparse de que las prostitutas no transmitieran enfermeda­ des.) Watson sugerfa que se masturbaran. Su "defensa del autoabuso" consis­ tfa en que, primero, a diferencia de Ia prostitucion, no causaba perjuicios; en el peor de los casos, perj udicaba al practicante y a nadie mas. Pero, de manera mas expresiva, Ia autentica verdad acerca de Ia sexualidad masculina es mas claramente evidente cuando los hombres se masturban: "afecta a los hom­ b res como degradante" y revela "Ia 'necesidad' sexual en roda su horrible des­ nudez". Pero cuando una lectora le contesta que hay "innumerables casos en los cuales el autoabuso ha llevado a Ia insania'' y que necesitamos "testimonio


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medico de inmunidad mental y corporal de la aberraci6n" antes de aceptar las opiniones de Watso n , ella expande su argumento en una direcci6n clara­ mente moderna. La masturbaci6n es perfectamente segura y los dichos sobre sus efectos enfermantes son "un espantapajaros que ha sido armado"; no hay ninguna verdad en las viejas doctrinas. Pero esto no la distrae de su principal cuesti6n etica. Ni ella ni las autoridades recomiendan el autoabuso -como hizo Browne- porque los seres h umanos ericos no necesitan entregarse a los deseos sexuales. "La mayor libertad del hombre consiste en su dominio sobre sf mismo", y esto es claramente lo que desmiente la masturbaci6n. lncluso en los cfrculos avanzados de comienzos del siglo XX segufa vivo el legado del XVIII, aunque ahora en su inflexion puramente moral. 1 7 Del m ismo modo, para los hombres y las mujeres que escribfan pidiendo ayuda a Marie Stopes, genre que entr6 a la edad adulta a finales del siglo XIX y durante los primeros afios del XX, Ia masturbaci6n aun figuraba como una causa de debilidad ffsica al mismo tiempo que se iba transformando en un signo de que algo terrible pasa con nuestro ser interior. Ni la muerte ni Ia locura, sino la falla moral, los acechaba. Un hombre de 4 0 afios nacido en 1 890 escribia que los dos afios anteriores se habfa masturbado alrededor de doce veces y que en su adolescencia habfa sido un adicto. Ahora, en vfsperas de su casamiento, estaba neurastenico, aunque fuertemente excitado, y lleno de "nerviosismo, culpa y remordimientos". Otro hombre deseaba casarse y se preocupaba por Ia "enfermedad" que contrajo cuando un estudiante lo "deprav6 tanto ffsica y moralmente" que ya no serfa capaz de tener una vida normal. �Debfa circun­ cidarse? Otro preguntaba si habrfa de tener hijos poco saludables; confesarle a su esposa que se habfa masturbado hasta hada relativamente poco casi habfa roto su matrimonio; se confes6 porque se habfa mostrado impotente en su luna de miel. Estaba avergonzado de su falta de hombrfa. 1 7 Agradezco a Leslie Hall, de Ia Wellcome Library, que esd. rrabajando en una biograffa de Stella Browne, por sugerirme que me fij ara en ese debate y por informarme de su comexro. Vease Leslie Hall, "'! have never met the normal woman': Stella Browne and the politics of woman­ hood", en Womens History Review, 6.2, 1 996. Vease, en general, Margaret Jackson, The Real Facts ofLift: Feminism and the Politics ofSexuality, c. 1850-1 940, Bristol, PA, Taylor and Fran­ cis, 1 994. Ese debate se produce casi en cada numero de Freewomen en Ia primera mitad de 1 9 1 2; pero especialmente sabre Ia cuesti6n de Ia insania, vease Ia secci6n de canas de lecroras del 1 1 y 1 8 de j ulio.


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Y luego se hallan aquellos que piden permiso para masturbarse en el con­ texto de preocupaciones sobre si sus vidas sexuales eran "normales". Una corres­ ponsal informaba que ella y su marido tenfan sexo durante una hora y media una vez por semana y que ella "se alivi6" diez o doce veces, pero como el prac­ ticaba el coitus interruptus sus sentimientos pronto se volvieron "graves" y ella necesitaba volver a aliviarse a sf misma. �Podia usar sus dedos? "Sf -con­ testa Stopes-, en esa situaci6n esd. bien, pero dfgale a su marido que retirar es daii.ino; usen condones". Un hombre escribfa que dada su eyaculaci6n precoz deb fa "fro tar el clitoris de ella, lo que ambos sabemos que esta 'mal" . Jam as se habfa masturbado, asf que ese no era el problema. 1 8 Si ese archivo fuera nuestra (mica fuente, los hombres s e mostrarfan m as angustiados y atrapados por Ia culpa respecto de Ia masturbaci6n que las muje­ res, mas convencidos de que el pernicioso habito de juventud habfa malogrado cualquier posibilidad futura de felicidad. Tal vez su caracter mayoritario en Ia correspondencia de Stopes se debe a que Ia mayor parte de Ia gente Ia consul­ taba no sobre neurastenia, nerviosismo, histeria, angustia o depresi6n -a pesar de que se trataba tambien de eso-, sino por defectos funcionales: impotencia, eyaculaci6n p recoz, perdida de libido. Era una medica que se ocupaba del con­ trol de Ia natalidad y, secundariamente, de disfunciones sexuales, las cuales consi­ deraba resultados frecuentes del miedo al embarazo. A las mujeres les preocu­ paba pues temerfan preferir Ia masturbaci6n mas de lo que esperaban. Y ese es el motivo, en los casos clfnicos de Freud y sus colegas, por el que las mujeres paredan sufrir mas el sexo solitario. Para elias, representaba una desviaci6n mas profunda de Ia esperada por Ia sociedad, el mas doloroso y peligroso retorno de lo reprimido. Pero para hombres y muj eres Ia masturbaci6n en Ia adultez o en Ia adolescencia tardfa se mostraba como un placer profundamente culpa­ ble que debia dejarse atras o que no debi6 haber comenzado. Es a ese senti­ miento -esa aparente culpa primordial- que Ia generaci6n de sex6logos, neu­ r6logos y psiquiatras, incluido Freud, pretendfan poner bajo una 6ptica te6rica. l .a masturbaci6n como cuesti6n medica solo desapareci6 cuando logr6 ser acep­ tada una poderosa y nueva comprensi6n psicol6gica. Pero antes de llegar a esa parte de Ia historia, necesitamos detenernos un momenta y echar un vistazo a! mundo interpretativo del que emergi6 Ia nueva sfntesis freudiana. " Sropes Collection, Wellcome Library,

A

1 26, A 239, A 168.


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Perspectiva te6rica de fa masturbaci6n a comienzos del siglo XX Ya hemos tenido varios esbozos de ese mundo interpretativo cuando analiza­ mos la declinaci6n del modelo medico/orginico de la enfermedad mastur­ batoria, pero quisiera resumir el debate del cual y contra el cual Freud forj6 su nueva e infl uyente sfntesis. La historia en sus etapas tempranas difiere poco de au tor a autor, y Havelock Ellis la compil6 bien en una obra publicada por primera vez en 1 897 y a menudo reimpresa. El autoerotismo era el nticleo de la sexualidad, y la masturbaci6n, la forma que preocupaba a medicos y mora­ listas. Se extendfa mas alli de los humanos, y eso probaba su naturaleza pri­ mitiva y elemental. Ellis y sus colegas sabfan, como hemos visto, que los huro­ nes, perros, gatos y caballos -"incluso los elefantes", imagina Iwan Bloch- lo hacen. Y por supuesto tambien lo hacen los monos, "libremente coram publico", agregaba Bloch. Hay una cierta ironfa en la evidencia del primitivismo de la masturbaci6n. Un estudio reciente ha descubierto que los gibones criados por el hombre usan sus manos para masturbarse, presuntamente como un signo de identificaci6n con sus captores, en lugar de frotarse contra algo. Un experto en bonobos comenta que "se comportan como si hubieran lefdo el Kama Sutra", masturbindose creativamente al igual que practicando todo tipo de posiciones y variaciones. 1 9 Pero Ellis y s u s contemporineos n o pensaban e n esas posibilidades: que los animales en la realidad o en la imaginaci6n de los cientfficos imitaran a los humanos. Los humanos, crefan, imitaban a los animales. Hacia 1 9 00, una copiosa literatura antropol6gica se habfa desarrollado mostrando que los pue­ blos primitivos lo hadan. Tambien los nifios muy pequefios. Se debatfa mucho si de igual manera entre nifios que entre nifias, pero habfa un amplio con­ senso en que eran pocos los individuos de ambos sexos que escapaban de prac­ ticarla. Algunos academ icos bastante distinguidos pasaban por alto la dife­ rencia. Por ejemplo, Elie Mechnikov, descubridor de la fagocitosis y temprano 1� !wan Bloch, Sexual Life ofOur Time, op. cit., p. 4 1 1 ; Alan R. Mootnick y Elaine Baker, "Masturbation in captive hylobates (Gibbons)", en Zoo Biology, 1 3.4, 1 994; F. B. M. de Waal, citado en Paul Abramson y Steven Pinkerton, With Pleasure: Thoughts on the Nature ofHuman Sexuality, Nueva York, Oxford Universiry Press, 1 995, p. 25.


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ganador del Premio Nobel, crefa en Ia existencia de algo asi como Ia mastur­ bacion fisica natural, un autoerotismo normal que era resultado de un desa­ rrollo irregular en los humanos: Ia sensibilidad sexual apareda antes de que los organos reproductivos estuvieran maduros. Pero tambien pensaba que las mujeres tenian una sensibilidad sexual menor, y que por naturaleza se mas­ turbaban menos.20 La masturbacion de los bebes o en Ia temprana infancia, que en el siglo XVIII habia sido entendida como el resultado de alguna intervencion exterior fisica o humana -lombrices, vestimentas gruesas, como afirmaba u no de los mas famosos y reimpresos pedagogos alemanes (ponganles ropas livianas a las nifias, sugeria) , perversos sirvientes-, era percibida como natural hacia 1 900. En el momento j usto de Ia vida, el autoerotismo no era incorrecto ni per­ verso, sino que simplemente estaba en Ia naturaleza del animal y del h umano en tanto animal. 2 1 L a cuestion e s l o q ue ocu rre despues: 2bajo que condiciones p udo esta incivilizada conducta de los animales, los nifios y los pueblos primitivos ocu­ par un Iugar en el orden social burgues europeo, y a que costo? Era mas difi­ cil aplicar Ia tendencia interpretativa para los bebes y nifios pequefios a los "pueblos primitivos" en Bali o en Ia selva, a los soldados en el frente, a las muje­ res ciclistas, a las que cosian a maquina o se fro taban a Ia hora del lavado de Ia ropa, a los adolescentes de todo tipo. Havelock Ellis rechazaba rotunda­ mente Ia opinion de que Ia masturbacion luego de Ia infancia era benigna; citaba una vasta literatura que afirmaba que era, si no fa mayor causa de neu­ rastenia, una de las mayores, y llegaba a Ia conclusion de que era profunda­ mente antiterica con Ia civilizacion . Que queria decir con eso esta abierto a Ia 20

Elie Metchnikoff, The Natttre ofMan: Studies in Optimistic Philosophy, ed. a cargo de Chalmers Mitchell, Londres, William Heinemann; Nueva York, G. P. Putnam's Sons, 1 903, pp. 95- 99. 21 La opinion contraria a las ropas pesadas fue popularizada par Bernhard Chrisroph Faust, Wie der Geschlechtstrieb der Menschen in Ordung zu bringen, Braunschweig, 1 79 1 , inrroduc­ cion de J. H. Campe, a quien ya hemos encontrado antes. Las opiniones de Faust se hallaban par toda Europa y los Estados Unidos a traves de su muy popular Health Catechism, que alcanzo gran cantidad de ediciones. Para una explicacion general de esta nueva opinion, vease Havelock Ellis, Studies in the Psychology ofSex, 3• ed. , Filadelfia, F. A. Davis, 1 920, val. 1 , en especial pp. 1 6 1 -277, si bien roda Ia seccion sabre el auroerotismo resulta titil. P.


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interpretacion. A veces, el i ndefinido adjetivo "excesiva" como modificador de "masturbacion" afecta Ia manera de interpretar sus planteos. Pero para ei Ia cuestion esta clara: "En las mujeres otorgo considerable impor­ tancia, como resultado de Ia masturbacion, a una aversion hacia el coito nor­ mal en Ia vida posterior" porque en Ia pubertad "Ia exigencia de pasion y del real encanto del sexo" estaba "desviada hacia un canal inadecuado". El "pre­ coz exceso de masturbacion" en mujeres muy i nteligentes, pensaba, era una "causa importante", si no Ia " unica causa eficiente", de divorcio. Para ambos sexos, Ia masturbacion en Ia adolescencia causa una morbida autoconciencia y falta de autoestima, porque no logra proveer en Ia percepcion del ego "el sentido del orgullo y de alegrfa" que proviene de ser besado por una persona deseable del sexo opuesto. Entonces surgfa el problema de que los excesos autoeroticos de los j ove­ nes y las mujeres durante Ia adolescencia podfan producir "cierto grado de perversion psfquica" y alimentar "falsos y exagerados ideales". Esto, de acuerdo con Ia auroridad en Ia que conffa Ellis, fue Ia fuente del sufrimiento de S0ren Kierkegaard y de Ia "ensofiadora melancolfa" de Nikolai Gogo!, que, hay que admitirlo, lo ayudo a triunfar como novelista. Ambos e ran aparente­ mente nororios masturbadores. Era una pregunta diffcil cuan "normal" podia considerarse Ia masturbacion en adulros sanos sin vidas sexuales no rmales. Ellis conclufa que solo podfa resolverse caso por caso. Los casos que cita no da rfan m uchas espe ranzas a los masturbado res. I nvolucraba a perso nas cuya lucha contra Ia masturbacio n comparaba con Ia lucha de los alcoholi­ cos "encadenados a sus habiros intemperantes" y Ia de los "fumadores inve­ terados". En resumen, mas alia de cierto punto -inclusive dentro de lo que se podrfa considerar habitual-, Ellis construfa Ia mas tu rbacion adulta como un signo y una causa de patologfas sociales y psicologicas, cuando no cor­ porales. Representaba, si no casi un retorno de lo reprimido, el rechazo a! Iugar propio en el o rden civil izado.22 Entre los analistas vieneses y los estudiosos de cuestiones sexuales, solo Wilhelm Stekel sostuvo opiniones genuinamente favorables y optimistas sobre Ia masturbacion. A pesar de que su libro sobre el tema no fue publicado hasta 22 Havelock Ellis, Studies in the Psychology ofSex, vol. I , op. cit., pp. 261 , 265, 266, 274 y 1 60-286 passim. El esrudio de Ellis en seis volumenes comcnz6 a aparecer en 1 897.


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despues de Ia guerra, habfa sido Ia rara avis del psicoanalisis por algun tiempo. El "egregio Stekel", como lo llamaba Ernest Jones, tenfa una dudosa reputa­ ci6n entre sus colegas mas alia de sus opiniones acerca del autoerotismo. Era mucho mas entretenido que Alfred Adler, pen saba Jones, y un "escritor extraor­ dinariamente fluido". Pero escribfa "con Ia impericia y el mal gusto de Ia peor clase de periodista'' y mas generalmente tenfa una " irresponsable actitud hacia Ia verdad". El desacreditado Stekel pensaba que Ia domesticaci6n del autoero­ tismo cuando el nino se vuelve adulto no dejaba grandes marcas morales y que continuar masturbandose podfa tener efectos positivos tanto para Ia socie­ dad como para el individuo. Los argumentos de Freud en su contra durante Ia ardua "discusi6n de Onanie" eran solo una parte de Ia larga ronda de desa­ cuerdos con colegas, en los que Stekel invariablemente se quedaba solo.23 El influyente Auguste Fore!, un experto aleman en hipnosis, enfermedades nerviosas y sexualidad cuya principal obra sobre el tema apareci6 en 1 906 y fue ampliamente traducida, ocuparfa el segundo Iugar en Ia tibieza de sus opi­ niones acerca de Ia masturbaci6n en el desarrollo humano. Divide el tema en tres partes. Primero, el problema con Ia asf llamada masturbaci6n compensa­ toria -Ia que aparece cuando no hay una salida natural a las necesidades natu­ rales- no era el acto en sf sino "Ia repetida perdida de Ia voluntad, y Ia falta de resoluci6n hace muchas veces veneer el deseo de orgasmo". Las mujeres eran menos proclives a sucumbir a csa categorfa, pero "una vez adquirido el habito, Ia repetici6n se produce por Ia dificultad de resistirse a los deseos voluptuosos". En otras palabras, el problema con Ia masturbaci6n compensatoria parece prin­ cipalmente haber sido intentar no practicarla. Es como si el problema del taba­ quismo fuera menos Ia nicotina que Ia angustia por intentar dejarlo. Dicho esto, Ia debilidad de Ia voluntad no parece tener otras consecuencias. En cuanto a Ia segunda forma de masturbaci6n, "causada por ejemplo e imitaci6n", pensaba que sus peligros habfan sido exagerados. El amor y las relaciones sexuales normales se ocuparfan de ella. Y en cuanto al tercer tipo, Ia masturbaci6n surgida de lo que Fore! entendfa como "satiriasis patol6gica hereditaria" o "precocidad psicol6gica" -que se corresponde, segun creo, con Ia masturbaci6n infantil obsesiva u otra patologfa genuina que aun hallamos info rmada en Ia literatura medica--·, "Ia gentileza y Ia confianza", esto es, Ia 23 Ernesr Jones, Free Associations, Nueva York, Basic Books, 1 959, pp. 57 y 2 1 9.


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ayuda en el crecimien to, hari el resto. El resto no es, excepto en pocos casos, terriblemente peligroso. 24 Pero el mundo de Freud produjo escasas explicaciones benevolas como estas respecto de que significaba Ia sexualidad central de Ia j uventud y Ia barbarie de que sobreviviera mas alia de sus etapas tempranas. Hermann Rohleder, quien escribi6 lo que sus colegas consideraban un examen abarcativo del tema, per­ cibia a Ia masturbaci6n como un signo de "degeneraci6n", es decir, un retorno a ciertas formas mas primitivas de sexualidad. Tam bien pensaba que Ia fanta­ sia era lo que diferenciaba Ia masturbaci6n del coito; si bien esto no encaja del todo con Ia idea de primitivismo, sigue Ia larga tradici6n que hemos recorrido y esra aun vigente en el sigJo XX. 25 Para Richard von Krafft-Ebing, otra gran figura de Ia generaci6n anterior a Freud, el principal problema con Ia masturbaci6n era que podia llevar a Ia impo·· tencia en los hombres y, asi, a actos perversos, si no a Ia perversidad misma. Krafft-Ebing estaba casi seguro de que ni Ia masturbaci6n ni cualquier otro fac­ tor externo llevaba a sentimientos o "instintos" homosexuales, los que repu­ taba profundamente en raizados en Ia mente y el cuerpo. Tampoco Ia asi Ha­ mada masturbaci6n excesiva era un sintoma de deseo sexual excesivo o de locura hereditaria o degeneraci6n. Dicho esto, Ia masturbaci6n despues de Ia infan­ cia era, en opinion de Krafft-Ebing, claramente patol6gica. Representaba un desarrollo detenido, tanto moral como sexual: "Nada -escribi6- es tan pro­ clive a contaminar -bajo ciertas circunstancias incluso a agotar- Ia fuente de todos los sentimientos nobles e ideales". " Destruye el brote aun no desarro­ llado del perfume y Ia belleza" y en su Iugar deja "groserfa, deseo animal de pla­ cer sexual". Amenaza en hombres y mujeres con volverse preferido a! "modo natural de satisfacci6n". Y entonces llega un punto en el que el masturbador quiere abandonar y recuperarse para una vida normal. Las perspectivas de exito no son buenas, porque tras afios de desenfreno ya no se cuenta con los recur­ sos psiquicos para semejante empresa: moral, caracter, fantasia, sentimientos

14 Auguste Ford, The Sexual Question: A Scientific, Psychological, Hygienic, and Sociological Study, trad. ing. de C. F. Marshall, Nueva York, Physicians and Surgeons Books Co. , 1 906,

pp.

228-234. 2' Hermann Rohleder, Die Masturbation: Eine Monographie for Arzte und Pddagogen, Ber· lin, 1 8 99.


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e instintos estan absolutamente estropeados. Asf, como Fore!, Krafft-Ebing pensaba que el inevitable fracaso en los intentos por abandonar Ia masturba­ ci6n era en sf desmoralizador y mucho mas dafiino de lo que habfa imagi­ nado su colega. 26 En toda esa literatura Ia masturbaci6n ya no era mortal; tampoco era prin­ cipalmente una enfermedad. Se converda, durante cierta etapa de Ia vida de una persona, en una anormalidad, en un sustituto antinatural de Ia sexualidad adulta normal y del placer sexual. Esto nada tenia que ver co n un retorno aristote­ lico!tomista de Ia noci6n de "antinatural" en el sentido de "no reproductor". Como a comienzos del siglo XVIII, los progresistas articulaban Ia nueva formu­ laci6n de Ia masturbaci6n. Uno de los principales defensores del control de nata­ lidad de principios del siglo XX, por ejemplo, comienza con Ia premisa de que muchos autores anteriores -su adversario es claramente Ia tradici6n cristiana de Ia teologfa moral sobre esos temas- habfan cometido el "error cardinal" de creer que "los placeres sexuales eran un mero producto intermedio" o un pro­ ceso cuyo objetivo final era Ia procreaci6n. En realidad, deda, "suele ser lo con­ trario". Y luego viene su crftica a Ia masturbaci6n: "el miserable sustituto", infi­ nitamente mas peligroso en Ia pubertad que en los mas pequefios porque entonces se convierte en un habito, en una necesidad. Los lfmites extremos de lo permi­ sible estan dados por los lfmites a las relaciones normales; el sexo solitario los excede. Esti "lejos de ofrecer los efectos tranquilizantes y beneficos de Ia copula normal"; "Ia inducci6n for:z:osa y voluntaria" del placer sexual debilita, y que pueda comenzarse a voluntad genera "el verdadero problema del habito". Esta­ mos una vez mas en Ia adicci6n primigenia de Tissot -el problema del artificio-, pero con un viraje novedoso. La masturbaci6n es el campo de batalla de Ia psi­ codinimica individual: debe renunciarse al j uego de Ia infancia y Ia nifiez en pro de los place res mas serios y ordenados de Ia adultez. Es algo diffciU7 26 Vease Harry Oosterhuis, Stepchildren ofNature, op. cit., pp. 70, 7 1 , 1 3 1 - 1 33 y passim. La masturbaci6n figura como una prictica repulsiva y peligrosa en m uchos de los casos informa­ dos por Krafft-Ebing; vease Psychopathia Sexualis, 7• ed., trad. ing. de Charles Gilbert Chad­ dock, Filadelfia, F. A Davis, 1 908, pp. 1 8 8 y 1 89. 7.7 Cito de Johannes Rutgers, How to Attain and Practice the Ideal Sex Lift, rrad. ing. de Nor­ man Haire, Nueva York, Cadillac Publishing Co., 1 940. Margaret Sanger admiraba mucho a Rut­ gers, medico y ediror del Anuario Medico Holandes ademas de aurar de Iibras sobre el control de Ia natalidad y de panfleros rraducidos a todas las lenguas europeas, incluido el esperanro.


Figura 6.2. Egon Schiele, Autorretrato con capa negra, masturbdndose, 1 9 1 1 . La masturbaci6n esc:i en el centro de Ia exploraci6n de Schiele sobre si mismo como hombre y como arrista. (Albertina, Viena.)



Figura 6.3. Egon Schiele, Autorretrato desnudo, con Ia mano en losgenitales, 1 9 1 1 . Una vision mas I Irica de Ia relaci6n encre autoerotismo y mundo interior. (Leo­ pold Museum, Privarsrifcung, Viena.)



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una colcha de retazos (vease figura 6.5) es, e n comparaci6n, una imagen mucho mas asertiva, pero hace que estar perdiendo languidamente el tiempo j ugando con los propios genitales parezca no solo seguro sino tambien lfricamente atrac­ tivo. El ensimismamiento ha perdido su estigma. 29 Dos aspectos de estos cuadros nos regresan a Freud y su mundo: Ia cuesti6n de Ia neurosis, Ia angustia, Ia culpa y sus orfgenes, por un lado, y Ia relaci6n entre Ia energfa rectora de Ia sexualidad -Ia libido- y el uso que hace de ella Ia civili­ zaci6n, por el otro. La masturbaci6n j uega un papel central en Ia explicaci6n q ue da Freud para ambos temas. Es absolutamente crucial en su historia acerca de c6mo ese nifio perverso polimorfo, omnfvoramente orientado a Ia busqueda de placer se convierte en ser humano. Una vez que pudo explicarlo, Ia masturbaci6n ya no fue Ia libido al borde del abismo, sino "el prototipo de Ia sexualidad humana", como expres6 un distinguido y posterior analista.30 Mas especfficamente, una nueva teorfa de Ia masturbaci6n le provefa a Freud Ia tran­ sici6n entre Ia teorfa de Ia seducci6n que habfa desarrollado a mediados de Ia decada de 1 890 y su madura teorfa de Ia libido como modos alternativos de explicar Ia neurosis y Ia histeria. AI reconocer el rol j ugado por Ia fantasia en el autoerotismo, pudo concretar Ia gran ruptura de su carrera.31 El Freud de Ia decada de 1 890 -e incluso posterior- sostenfa posiciones con­ vencionales acerca de los efectos enfermizos de Ia masturbaci6n; sospecho que, en lo profundo de su coraz6n, nunca pudo superar su adolescencia burguesa a fines de Ia decada de 1 860 y comienzos de Ia de 1 870, cuando se acerc6 a este tema. Pensaba que era dafiina ffsicamente y un sfntoma, si no una causa, de dege­ neraci6n; que los masturbadores estaban siempre cansados, doloridos y neur6ticos, y que en general era algo malo y poco noble para hacer. Ya en Ia decada de 1 890, estaba interesado menos en las enfermedades organicas que en Ia histeria y Ia neurosis, y se preocupaba por c6mo repercutfan los hechos exteriores en Ia 2� Ibid , figura 1 48, p. 334, aparememente trata del poder autoerotico; pero la imagen parece muy alejada de eso. ;Que otra cosa podria estar hacienda con su declo? 30 La frase es de Joyce McDougall, Theatres of the Mind: Illusion and Truth on the Psychoa­ nalytic Stage, Londres, Free Association Books, 1 986, p. 250. 3 1 Este planteo original y, segun creo, correcto, sabre como la masturbaci6n une las teorias de la seduccion y de la libido fue realizado por George J. Makari, "Between seduction and libido: Sigmund Freud's masturbation hypotheses and the realignment of his etiologic thinking, 1 8971 905", en Bulletin ofthe History ofMedicine, val. 72, num. 4, invierno de 1 998.


Figura 6.5. Egon Schiele, Nifzo desnudo acostado en una colcha de retazos, 1909. El espectador no sabe precisameme que esca haciendo o esca por hacer Ia mano derecha de este adorable nifio; hay alrede­ dor de esta imagen de ensimismamiento er6tico una idea de quiecud sin tiempo. (Leopold Museum, Privatstiftung, Viena.)



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tal de Ia masturbacion, que luego ocupo un papel como causa ambiental de desordenes -como Ia seduccion real- y como un acto principalmente peligroso par su Iugar en Ia vida mental. Espedfi.camente, Freud leyo a Havelock Ellis y quedo muy impresionado con tres de sus ideas: Ia masturbacion esd. intimamente ligada a Ia fantasia; el autoerotismo esd. generado interiormente y, porque es narcisista, no tiene, o al menos no necesita, esdmulos externos, heterosexuales, homosexuales o feti­ chistas; y, finalmente, los histericos son aquellos cuyas vidas autoeroticas esd.n en conflicto. Freud retrabajo esas posiciones: Ia fantasia se convierte en un desa­ rrollo posterior que es proyecrado hacia arras, a Ia mas temprana infancia; nada ocurre en Ia infancia temprana, pero hay allf un germen de impulso sexual; y ese germen es Ia etapa autoerotica del desarrollo sexual sabre Ia que mas tarde se proyecta Ia fantasia.34 A medida que Freud trabajaba con las implica­ ciones de todo esto en un caso, podemos ver como se convirtio la masturbacion en su objeto transicional para ir de Ia teorfa de Ia seduccion a Ia de Ia libido. Lo conocemos como el caso Dora, y esta es Ia interpretacion de Freud: de niii.a se le impidio practicar el habito de chuparse el pulgar -una forma de ero­ tismo infantil- y asi fue dejada en un estado de anhelo; tres aii.os despues, tuvo fantasias sexuales focalizadas en su padre; hacia Ia misma epoca, experimento sensaciones genitales que, pensaba Freud, podrfan haber sido resulrado tanto de una real seduccion o de Ia masturbacion pero que, en cualquier caso, refor­ zaban su amor edipico; estas fantasias Ia estimularon a masturbarse; a Ia edad de 8 aii.os dejo de masturbarse; reprimio sus fantasias masrurbatorias y con­ virtio esas energias sexuales en sus sintomas histericos. Dora no sufria a causa de su amor edipico; su trauma no era Ia seduccion sino Ia masturbacion. 0, dicho de otro modo, el trauma puede haber sido lo que Ia inicio en Ia sexua·· lidad genital, pero Ia fantasia resulto crucial para dirigir sus ensoii.aciones autoe-· roticas, cuyo abrupto fin fue Ia causa p roxima de su problema. Mas proba­ blemente, Freud pensaba que sus fantasias de seducci6n eran una pantalla para Ia real masturbacion. Pero el punta fundamental es que Ia paragenesis estaba ahara en aumento "colocada entre lo interior y lo exterior, entre Ia psiquis y el 34 The Complete Letters ofSigmund Freud to Wilhelm Ffiess, 1887-1904, rrad. y ed. a! cuidado de Jeffrey Masson, Cambridge, Mass., Belknap Press of Harvard University Press, 1 985, pp. 338 y 390, como se analiza en George J. Makari, " Between seduction and libido", op. cit., p. 654.


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soma''.35 Y fue Ia masturbacion que permitio a Freud vincular esta energia sexual sin foco y Ia estimulacion de Ia primera infancia -Ia etapa autoerotica, como Ia llamarfa mas tarde- con Ia fantasia y Ia salida de los deseos interiores repre­ sentados por los posteriores deseos edipicos. La fantasia asociada a Ia mastur­ bacion llego a j ugar un enorme papel en su obra posterior: por mas simple y uniforme que parezca una accion, dice, "cumple con las mas variadas fo rmas de Ia fantasia sexual".36 El trauma ambiental real tiene aun un Iugar, pero queda mediado por Ia compleja relacion entre Ia vida mental por un !ado y el puro placer de Ia autoestimulacion genital por el otro. No hay por que Creer en el analisis de Freud; por cierto, Dora no lo hizo. Tampoco necesitamos aceptar que sus ideas sobre Ia masturbacion fueran un puente entre sus dos principales posiciones teoricas. Pero esta historia brinda un modo de entender como llego a esta posicion que se convirtio en tan influ­ yente -su teorfa de Ia libido- desde una opinion que era mucho menos inno­ vadora. Sea o no correcta hasta el minimo detalle esta interpretacion del desa­ rrollo de Freud, nos permite ver que el vicio que estamos estudiando cstaba constantemente en Ia mente del mas influyente narrador de Ia vida interior del siglo XX desde el comienzo de su carrera. Llegarfa a contarnos el muy melancolico relato de como negociamos una forma de libertad por otra (su refo rmulacion de Rousseau) , Ia violenta his­ toria de como suprimimos los instintos para poder avanzar mas alia de Ia con­ dicion animal (su refo rmulacion de Nietzsche) como Ia aventura del autoe­ rotismo. La renuncia progresiva es Ia narrativa fundamental de Ia civilizac:ion; el hombre -o, mas revelador, Ia mujer- que resiste se convierte en delincuente (o h e roe) , en alguien que no cumple su parte en Ia creacion cultural. La enorme fuerza de los instintos sexuales adecuadamente sublimados es puesta "a disposicion de Ia actividad civilizada"; su curso es alterado "sin disminuir en intensidad material". No se los puede negar y su redireccion puede ser dolo rosa -angustia, neurosis, histeria, neurastenia-, pero el primer paso absoH Ibid., p. 66 1 ; todo esto proviene del caso Dora, Fragments ofan Analysis ofa Case ofHys­ teria, en Complete Works, op. cit., vol. 7 [trad. esp.: Fragmento de andlisis de un caso de histeria (Caso "Dora"), en Obras completas, op. cit., t. VII] . 3" Sigmund Freud, General Theory ofNeurosis, en Complete Works, op. cit., vol. 1 6, p. 309 [trad. esp.: Doctrina general de lm neurosis, en Obras completas, op. cit., t. XVI].


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l utamente esencial es Ia sublimacion del autoerotismo infantil, Ia sublima­ cion prototfpica. 37 La linea general del relato de Freud es clara: desde el puro placer del j uego al placer dirigido a un objeto. Sin restricciones, el autoerotismo "vuelve incon­ trolable al instinto sexual e inservible mas tarde". La civilizacion, en suma, depende de manejar Ia masturbacion: "Las fuerzas que pueden emplearse para las actividades culturales son as! en gran medida obtenidas por medio de Ia supre­ sion de lo que se conoce como elementos perversos de Ia excitacion sexual". El autoerotismo esra primero entre esas perversiones. Pero en Ia teoria freudiana, Ia falla en suprimir esta particular perversion tiene otros resultados, mas espe­ dfi.cos, que se siguen de hallarse tan lejana del ideal de Ia moral sexual civili­ zada. Lleva a que los jovenes entren en conflicto con su educacion, a Ia que tra­ tan de evitar con el simple tramite de decide no al sexo con otros. Aqui se encuentra otra instancia de lo que parece ser un profundo pesimismo de Freud respecto de Ia capacidad del autoerotismo para participar de Ia construccion de Ia civilizacion: habiendole dicho no al sexo premarital, son lanzados a los bra­ zos de algo quizas aun mas inmoral, y entonces son invadidos por Ia culpa, sufren por las consecuencias de haber abandonado Ia unica forma de alivio sexual de que disponian, o se desmoralizan por Ia permanente imposibilidad de dejarlo. La masturbacion parece ofrecer algo a cambio de nada, sugerir que se puede adquirir algo sin empefiarse en ello. Y a traves de Ia fantasia, crea expectativas imposibles que son culturalmente peligrosas. Freud cita aqui a Die Fackel, Ia revista satfrica de Karl Kraus: "La copula es un insatisfactorio sustituto de Ia masturbacion". Por supuesto, hay mucho mas: Ia masturbacion contribuye a Ia sustitucion de Ia realidad por objetos fantasiosos y fi.ja realmente esos objetos en Ia mente. En una vision de conjunto, no es un panorama alentador.38 37 Sigmund Freud, '"Civilized' sexual morality and modern nervous illness" ( 1 908), en Com­ plete Works, op. cit., vol. 9, p. 1 87 [trad. esp.: La mora/ sexual ''cultural"y la nerviosidad moderna, en Obras completas, op. cit., t. IX] . Aun piensa aqui que las presiones vienen fundarnentalmente

desde afuera. M:is adelante had. un mayor enfasis en el superyo. En cualquier caso, !a masturba­ cion es un sitio critico de Ia sublimacion. 38 Ibid., pp. 1 87-1 89, 1 98 y 199; Sigmund Freud, "On the universal tendency to debasement in love", en Complete Works, op. cit., vol. 1 1 , p. 182 [trad. esp.: Sobre fa mds generalizada degrada­ ci6n de fa vida amorosa, en Obras comp!etas, op. cit., t. XI] y "The psychology oflove I . A special type of object choice made by men", en Complete Works, op. cit., vol. 9, p. 1 72 [ trad. esp.: Sobre un tipo particular de e!ecci6n de objeto en el hombre, en Obras comp!etas, op. cit., t. XI].


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Mucho de ese lenguaje llega directamente de los escritores iluministas que hemos estado considerando. Pero se convirtio de modo crftico en Freud en parte de una lfnea narrativa de como somos y no de como podrfamos desca­ rrilar. El Freud de los Tres ensayos sobre sexualidad no es el Rousseau del Emi­ lio. La importancia de esta nueva historia va mucho mas alia de su influencia sobre aquellos que Ia suscribfan. Para quienes estaban en desacuerdo, se con­ virtio en una teorfa de como podemos convertirnos en algo diferente a lo que esperaba Freud. Si Ia sublimacion de Ia masturbacion es crucial en el relato de Freud de como es redirigida Ia sexualidad para crear civilizacion y roles sexua­ les "civilizados", es tambien el enigma de Ia reinvencion de Ia masturbacion en explicaciones alternativas de Ia autocreacion. Donde no se necesita reprimir Ia masturbacion, n o sigue necesariamente Ia histeria; si fuera moralmente reha­ bilitada, no surgirfan conflictos con los criterios exteriores. Asf, Freud ofrece dos escenarios. En uno de ellos, el ataque medico a Ia masturbacion de dos siglos de duracion reorientado hacia el fortalecimiento de las energfas sexua­ les del autoerotismo, que, en esta version, ya no es un vicio mortal, sino el campo de entrenamiento de Ia heterosexualidad. La masturbacion es una etapa del desarrollo, en el sentido de que es algo por lo que pasar y algo sobre lo que construir. En la otra version, menos segura y menos optimista, el m undo nunca esta a salvo de lo que representa Ia masturbacion; Ia anatomfa es un destino solo con Ia realizacion de un enorme esfuerzo, y no siempre. Esta -una inter­ pretacion que ve al orden sexual mas fragil y por ende mas maleable que lo que Freud crefa- permite Ia apertura hacia nuevos usos de Ia masturbacion ima­ ginados en Ia decada de 1 960 y mas alia. En ninguna parte se muestra mas clara Ia tension entre el radicalismo de Freud -su descubrimiento de una energfa libidinal flotante que ridiculiza Ia clara atri­ bucion de Ia diferencia- y las exigencias normativas de Ia civilizacion, que pare­ cen predicadas mas claramente a partir de esa diferencia que en su explicacion de como esra construida Ia sexualidad femenina adu!ta. Son las mujeres las que soportan los costos corporales de Ia civilizacion, quienes mas tienen para perder. Empezamos con los placeres no diferenciados por genero. La masturba­ cion anal es comun, sefiala Freud, y es realmente aquf donde descubre el nifio por primera vez un contexto hostil a su placer i nstintivo. El cuerpo esra desor­ denadamente programado para Ia sexualidad genital; eso tam bien debe ser ins­ talado desde afuera. No es automatica, aunque haya indicios desde el mismo


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comienzo. Jugar con el glande o el clitoris proclama que estan, como dice Freud, "destinados a grandes cosas en el futuro", "los comienzos de lo que luego se convertira en Ia vida sexual normal". No esra claro como ocu rre esto. Pienso que, segun Freud, Ia prohibici6n de Ia masturbacion genital carga a esos orga­ nos con el sentido que habran de adquirir. Llegan a ser lo que son porque son el sitio de Ia prohibicion. En cualquier caso, no hay ambages en su opinion de que "Ia futura primacfa sobre Ia actividad sexual ejercida por esta zona ero­ gena fue establecida en Ia masturbacion infantil temprana'', mas alla de que Ia primacfa sea dictada o no por el destino. 39 Para nifios y nifias, de continuar, Ia masturbacion infantil podfa "constituir Ia primera gran desviacion del curso del desarrollo establecido para el hombre civilizado". El momento crucial para Ia diferenciacion sexual llega con Ia puber­ tad, cuando las nifias deben reprimir lo que habfa sido su forma masculina de sexualidad --es decir, abandonar Ia masturbacion y Ia sexualidad clitoriana- y "trasladar", como dice en Nuevas conferencias introductorias al psicoandlisis, "su �ensibilidad y al mismo tiempo su importancia a Ia vagina''. La masturba­ cion en las nifias pequefias resultaba en una sexualidad genital que es "com­ pletamente masculina" ; "con el abandono de Ia masturbacion clitoriana se renuncia a una cantidad de actividad. La pasividad es ahora Ia que se impone". Asf, Ia masturbacion resulta crucial no solo para definir Ia etapa genital del desarrollo sino tam bien, en las nifias, para reformularla de modo tal que Ia rela­ cion de pene-dentro-dc-vagina sea Ia expresion preferida. Es el terreno en que una nifia se convierte en mujer, y Ia transicion fallida en alguna de sus etapas tiene terribles consecuencias. Abandonarla es Ia sublimacion cardinal, el redi­ reccionamiento de Ia energfa en los intereses declarados de Ia civilizacion y el orden social. Para nifios y nifias, Ia culpa de Ia masturbacion no es simplemente convencional; es Ia culpa nacida de cometer un acto que "entra en conflicto con el principio social". Pero ese principio requiere mucho mas de las muje­ res que de los hombres.40 39 Sigmund Freud, Three Essays on Sexuality ( 1 90 5 ) , en Complete Works. op. cit., vo!. 7 , p p . 1 80- 1 82, 1 8 9, 1 90, 2 1 9-22 1 y 2 3 4 [rrad. esp.: Tres ensayos sobre teoria sexual, en Obras completas, op. cit., r. VII] . 40 Ibid.; New Introductory Lectures ( 1 932), en Complete Works, op. cit., vo!. 22, pp. 1 1 8 y 1 28 [rrad. esp.: Nuevas conftrenrias de introducci6n al psicoandlisis, en Obras completas, op. cit., L XXI!]. He omitido un anilisis de la explicaci6n de Freud para Ia amnesia de Ia masrurbaci6n


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"Normalmente, el centro de Ia respuesta mas importante debe ser pasar con madurez de Ia region del clitoris a Ia de Ia vagina'', escribe en Ia decada de 1 930 el autor de un libro sobre los problemas emocionales de las mujeres, muy ape­ gado a Ia tradicion freudiana. La masturbacion, en Ia adolescencia o Ia adu!tez, evita que se produzca como deberfa, pero no es algo irremediable: "Es posible educar una region hasta entonces no desarrollada'' -Ia vagina aun puede salvarse­ y, en todo caso, el clitoris desempefia algun papel en el placer durante el orgasmo vaginal. En otras palabras, los genitales pueden ser reeducados si Ia masturbacion ha malogrado su desarrollo apropiado. Pero masturbarse es claramente un gran error, un acto doblemente regresivo en las mujeres, que representa un retorno tanto a una etapa autoerotica temprana como a las zonas erogenas de Ia infan­ cia. Para los hombres, el pene permanece invariable como fuente de placer geni­ tal. Si una mujer soltera debe masturbarse para aliviar tensiones, aconseja este medico, solo debe hacerlo en respuesta a "una definida sensacion de necesidad ffsica''. No a Ia fantasia a cualquier costo, y "terminar con esto y olvidarlo".4 1 El argumento de Freud a favor de Ia universalidad de Ia masturbacion infantil -su inevitabilidad, Ia i nocencia moral y Ia especificidad en el desa­ rrollo- tuvo un enorme impacto en Ia pedagogfa sexual posterior a Ia decada de 1 920. Mas que perversa y peligrosa stricto sensu, se volvio una parte de Ia o ntogenesis: pasamos a t raves de Ia masturbacion, nos constituimos en ella mientras nos convertimos en adultos sexuales. Solo su supervivencia en eta­ pas posteriores del desarrollo, como un representante de algun pueblo pri­ mitivo que de algun modo aparece desnudo y salvaje en medio de los bur­ gueses europeos, s ugiere que algo anda mal, no con el cuerpo sino con Ia mente. Culpa, neurosis, histeria reemplazan Ia corrupcion corporal, pero son resultado menos del acto en sf que de su conflicto con Ia moral y Ia civilizainfanril, que es Ia forma paradigmatica de Ia amnesia infanril y explica por que Ia culpa en los neur6ticos se adjudica a los recuerdos de cierras acrividades masturbatorias, asi como el papel de Ia masturbaci6n en Ia hisreria, Ia obsesi6n y arras neurosis, porque no es crucial para Ia his­ toria metapsicol6gica que cuenta Freud cuando describe el paso del clitoris a Ia vagina. Para una explicaci6n mas amplia de esto, vease mi "Amor veneris, vel dulcedo appelerur", en Michel Feher, en colaboraci6n con Ramona Naddaf y Nadia Tazi (eds.), Zone 5: Fragments for a His­ tory ofthe Human Body, Nueva York, Zone Books, 1 989. 4 1 Laura Hutton, The Single Women and Her Emotional Problems, Londres, Bailliere, Tindall and Cox, 1 937, pp. 84 y 85.


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cton. (Para algunos te6ricos del psicoanalisis, en realidad, Ia masturbaci6n se convirti6 en el camino a traves del cual el orden narcisista de Ia vergiienza era distinguido del o rden objetivo de Ia culpa: "La culpa en relaci6n con Ia masturbaci6n esra ligada al miedo a Ia castraci6n; Ia verguenza tiene un carac­ ter absoluto primario e irracional".)42 Estas posiciones tuvieron una enorme influencia. Se convirtieron en el cri­ terio profesional a! que podfan atenerse los libros de texto medicos para adver­ tir contra los curanderos modernos y los predicadores religiosos -tarde para subirse a! tren antimasturbatorio del siglo XIX, pero inexorable una vez en el­ que segufan diciendo que Ia masturbaci6n causaba terribles dafios ffsicos y psfquicos. "El dafio proviene del sentimiento de culpa que acompafia su prac­ tica'' era Ia respuesta habitual. A. A. Brill, el psicoanalista que ya hemos dis­ cutido, es presentado como Ia autoridad para esta afirmaci6n y para Ia certeza de que "quitar a Ia masturbaci6n sus horrores" no habrfa de causar su floreci­ m iento. Por el contrario , los adolescentes que temen sus consecuencias se masturban el doble que aquellos que conocieron Ia verdad. El problema es psicol6gico; para abandonar Ia practica de ben enfrentarse a Ia culpa. Pero deben dejarla, pues Ia masturbaci6n adolescente debe "considerarse algo diferente a! autoerotismo en los nifios"Y La nueva psicologfa lleg6 incluso, lema y desapercibidamente, a Ia teologfa cat6lica. A principios del siglo XX, las ensefianzas de Ia Iglesia segufan siendo inflexibiemente tomistas. La masturbaci6n era sefial de lujuria, estaba entre los peores pecados contra Ia naturaleza; ningun pecado contra Ia castidad es venial, y un pecado que se desea tan activamente como Ia autopoluci6n es especial42 Andre

Green, On Private Madness, Londres, Karnac Books, 1 997, p. 1 32 . D . M. Dunlop eta!., Textbook ofMedical Treatment, 2 • ed., Edimburgo, E . a n d S. Livings­ ron, 1 943. He mirada una camidad de manuales ingleses y alemanes que siguieron esre modelo; pero deberfa hacerse una invesrigaci6n para rasrrear Ia acepraci6n de las opiniones freudianas. Se rrara probablemenre de un desarrollo inesperado. Par ejemplo, en Frederik W Price (ed.), A Text­ book ofthe Practice ofMedicine, Londres, Henry Fowde and Hodder, 1 926, pp. 1 609 y 1 6 1 0, publi­ cado en las presrigiosas series de las Oxford Medical Publications, hay una combinaci6n de Ia que nos sorprende par anricuado, aunque en un nuevo lenguaje -"auroimoxicaci6n de los 6rganos geni­ rales"-y comemporaneo: "EI psicoana!isis puede a veces probar ser uri! en revelar Ia causa de" des6r­ denes de epoca, a pesar de que arras causas habrfan de considerarse anres de sopesar las sexuales. Orros Iibras de Ia serie rienen mis en comun con Dunlop. Vease, par ejemplo, Henry A. Chris­ tian, Psychiatry for Practitioners, Nueva York, Oxford Universiry Press, 1 927, pp. 1 40 y 1 4 1 . 43


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mente culpable. Esta posicion fue sostenida basta entrada Ia decada de 1 920. En algun momento de los siguientes cincuenta afios las cosas cambiaron. Mirando desde Ia posicion ventajosa de los afios setenta, un escritor catolico sefiala que Ia Iglesia se entero de Ia existencia de Ia psicologfa en el ultimo siglo. La "gene­ ral y pecaminosa gravedad de Ia masturbacion en las viejas ensefianzas" derivaba del enfasis unilateral en el aspecto ffsico del sexo y su conexion con Ia repro­ duccion. En los "enfoques contemporaneos", el problema de Ia masturbacion tiene mas matices: no siempre importante, facilmente superable en Ia mayorfa de los casos, no siempre grave, un problema real solo cuando "indica una falla en Ia integracion sexual total de Ia persona''. Es incorrecta porque "falla al no integrar Ia sexualidad a! servicio del amor". (El onanismo marital es otro tema que no ba sido redimido oficialmente. Por supuesto, los textos cristianos sobre sexo no ignoran su psicologfa, lejos de eso. Pero en las ensefianzas pastorales de Ia Iglesia sobre Ia masturbacion no babfa demasiado interes por las cosas de Ia mente.) Otro manual de teologfa moral adopta Ia sugerencia de Freud de que Ia masturbacion es, en su nucleo, una adiccion. Es el resultado de morbidas urgencias compulsivas; el masturbador es como el bebedor compulsivo que asiste a Alcobolicos Anonimos. Puede parar por un tiempo, pero Ia rafz de su com­ pulsion llega m uy profundo, y por lo tanto no es moralmente culpable. Si, por el contrario, alguien toma Ia decision consciente de masturbarse, es "siempre infantilismo psicoffsico" pero aun asf no es causa de "una culpa subjetiva grave". Basicamente, Ia masturbacion es un problema de "pedagogfa moral" para el que debe crearse un programa dinamico y comprensivo, sostiene otra fuente auto­ rizada. En otras palabras, Ia masturbacion ya no es un pecado contra Ia natu­ raleza o una amenaza medica, sino un problema de Ia psicologfa del ego. De becbo, Ia explicacion freudiana se extendio a todas partes bacia Ia mitad del siglo XX. E incluso allf donde no llego, babfa quienes querfan que lo biciera. Un escritor contemporaneo con una vision protestante de nuestro tema se pre­ ocupa porque en su terreno se ba actuado mas Iento que en el catolico para condonar a Ia masturbacion, aunque reconoda, como lo bada Ia Iglesia, Ia serie­ dad de todo lo que tuviera que ver con Ia sexualidad, "el desarrollo de Ia per­ sonalidad [ . . ] y el respeto por las fuentes de Ia vida bumana".44 .

4 4 Para !a vision amigua, que se vincula con los textos de finales del siglo XIX y que se exriende hasta terminar Ia decada de 1 920, vease Arthur Preuss, A Handbook ofMoral Theology,


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Estamos ahora a! bo rde del fragmento final de nuestro relato. En gran parte de su hisroria moderna, Ia masturbacion marco los lfmites morales del yo: el costado lejano del deseo, Ia introspeccion, Ia imaginacion, el secreto y Ia sociabilidad. Era Ia capacidad negativa, el reverso de Ia relacion adecuada entre publico y privado. Luego, Freud y sus sucesores Ia convinieron en clave de como comienzan Ia sublimacion y Ia civilizacion. Es diffcil decir cuando empieza Ia nueva, tercera etapa. AI mismo tiempo que Ia muy elaborada revision freudiana estaba en su apogeo, los hombres que crearon el surrealismo tomaron lo que quisieron del maestro para liberar su sexualidad y su creatividad de variadas prisiones psfquicas. Hay mucho de ado­ lescente, abyecto y absurdo en sus investigaciones de su pro pia sexualidad, algo de Ia inocencia y del sorprendente candor de un grupo que hace emerger su conciencia. Tambien hay m ucho que suena homofobico a nuestros ofdos. Cuando Raymond Queneau opino que el onanismo no tenfa nada que ver con "el consuelo o Ia compensacion" sino que "es tan absolutamente legftimo en sf mismo como lo es Ia homosexualidad", Andre Breton, Pierre Unik y Ben­ jamin Peret respondieron violentamente, se nos dice, y al unfsono: "iNada tienen en com tin!". Peret insistfa en que no podfa haber onanismo sin imag�­ nes de mujeres. Pero dicho esto, los su rrealistas fueron el primer grupo en convertir el onanismo en parte de Ia conversacion; los libertinos del siglo XVIII tenfan poco interes en el tema y los reformistas del siglo XIX lo habfan vuelto a envilecer. Hablaban de cuanto lo hada cada uno, si era o no un sustituto del sexo con mujeres, y como encajaba dentro de sus memorias sexuales. Para

3• ed. ( 1 9 1 8) , St. Louis y Londres, Herder, 1 928, pp. 73-77. Ese libra esra basado en Anton Koch, Lehrbuch der Moraltheologie, Ia primera de cuyas ediciones pude ltallar es de 1 905. Para una historia del tema y de Ia "vision contemporinea", vease Charles E. Curran, Contemporary Problems in Moral Theology, Notre Dame, Fides Publisher, 1 970, pp. 1 61 - 1 76; Ia parte sobre Ia integracion de Ia personalidad esra en Ia p. 1 76. Sobre el "onanismo conyugal", es decir, con­ trol de Ia natalidad, vease John C. Ford y Gerald Kelly, Marriage Question, Westminster, New­ man Press, 1 964, pp. 259-26 1 , 270, 27 1 y ss.; John C. Ford y Gerald Kelly, Contemporary Moral Theology, Westminster, Newman Press, 1 958, pp. 230 y 233-239. Sigue luego una fascinanre discusion acerca del papel de Ia psicologfa en Ia pd.ctica pastoral en cuestiones de sexualidad. Sobre pedagogfa moral, vease Bernard Haring, The Law ofChrist, rrad. ing. de Edwin G. Kai­ ser, Westminster, Newman Press, 1 966, p. 304; Ernie Zimbelman, Human Sexuality and Evan­ gelical Christians, Lanham, University Press of America, 1 985, p. 306.


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muchos, se trataba de un comienzo: ''Alumnos masturbandose bajo sus por­ tafolios" era el despertar sexual para Breton; ver a un nino cubriendo de tinta su pene en Ia escuela y masturbandose era el de Peret. Hablaban de lo que ima­ ginaban cuando se masturbaban y si sentfan vergiienza, embarazo o satisfac­ ci6n. (Breton pensaba que era imposible masturbarse si se pensaba en Ia mujer amada.) Y hablaban de lo que les pareda Ia masturbaci6n femenina. Nada de esto iba mas alia de Ia conversaci6n de un grupo de amigos, por mas audaces que hubieran sido en su arte y sus textos. (En Ia periferia del drculo surrea­ lista, Ia descripci6n del amor sexual frustrado de Marcel Duchamp como "Vida lenta-Cfrculo Vicioso-Onanismo" es un planteo mucho mas serio sobre el deseo; pero expresarlo -especialmente en el contexto de La novia puesta al desnudo por sus solteros, Aun, donde esti formulado- nos llevarfa en otras direcciones.) Ciertamente, las bromas de los surrealistas y tal vez Ia producci6n artfstica de su lejano y mayor colega presagiaran los nuevos roles que j ugarfa el sexo soli­ tario hacia finales del siglo xx.45 En algun momento entre las decadas de 1 960 y 1 970, primero a craves del movimiento feminista y mas recientemente con el movimiento gay, Ia histo­ ria comenzada en 1 7 1 2 fue por primera vez rotundamente rechazada y luego vir6 hacia un uso radicalmente nuevo. Por primera vez en Ia historia humana, Ia masturbaci6n fue abrazada como un modo de liberaci6n; un reclamo de autonomfa, de placer por uno mismo; un escape del camino socialmente pres­ cripto hacia Ia adultez normal. Paso de ser Ia peor clase de desviaci6n sexual para el orden social a constituir Ia sexualidad fundacional de nuevas clases de comunidades imaginadas, Ia base de una nueva convivencia -o de su ausen­ cia- entre el yo y los demas. Mucho mas que el amor libre, Ia masturbaci6n libre lleg6 a acarrear nuevas aspiraciones para constelaciones alternativas de "cuerpos y placeres".46 Y, por sup uesto, esas posiciones replicaban a las opues­ tas: Ia masturbaci6n como egofsta, sin objetivos, sin sentido, destructora de

4 5 Vease Jose Pierre (ed.), !mmtigating Sex: Surrealist Research, 1928-1932, trad. ing. de Malcolm Imrie, Londres, Verso, 1 994, pp. 6, 7, 22, 23, 29, 33, 103 y passim. Sabre Duchamp, vease Amelia Jones, Postmodernism and the En-gendering ofMarcel Duchamp, Cambridge, UK, Cambridge University Press, 1 994, pp. 1 96- 1 98 . 4 6 Estas son las famosas palabras d e esperanza del ultimo pirrafo d e Ia inrroducci6n d e Fou­ cault a su hisroria de Ia sexualidad.


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las relaciones humanas, una represemaci6n del exceso comercial, y mucho mas. La bistoria continua.

Nuevas direcciones en La decada de 1960 y mds alld Ya hay planteos en Ia obra de muchos de los mas distinguidos sucesores de Freud que podrfan sugerir al lector atento el potencial de Ia masturbaci6n para con­ vertirse, algun dla, en clave de cambios radicales, a veces ut6picos, en c6mo nos experimentamos a nosotros mismos y a nuestra sexualidad. La masturbaci6n normal, pensaba Joyce McDougall, era necesaria para "encontrar soluciones sexuales al conflicto sexual". Pero, mas fundamental, el primer acto autoer6tico -chuparse el pulgar- recreaba a traves de Ia fantasia el primer objeto sexual del bebe -el pecho- del cual habla dependido; era asl, planteaba, el fundamento para todo placer libidinal independiente, de toda sexualidad no b iol6gica. Melanie Klein tambien pensaba que el autoerotismo estaba basado en una creaci6n fantasiosa del bebe de "un pecho in terno bueno y gratificador", "un pecho externo proyectado en su propio cuerpo"; era "una fantasia de una relaci6n erotica con un objeto interior" y por lo tanto mas profundamente pro­ pia. Las fantasias bisexuales en las nifias, afirmaba Helen Deutsch, eran "con­ quistadas en Ia lucha contra Ia masturbaci6n"; en consecuencia, podlan ser libe­ radas si cambiaba Ia tendencia de Ia guerra. Por mas proteicas que resultaran estas posiciones, el origen de las visiones modernas de liberaci6n, de comuni­ dades o sexualidades alternativas armadas sobre Ia masturbaci6n no surgi6 primero del psicoanilisis sino de las organizaciones feministas y de las traduc­ ciones del pop en Ia cultura alternativa de los afios sesentaY Pero incluso en esos comextos Freud segula estando muy presente. La mas­ turbaci6n era polftica al menos por Ia raz6n de que sus teorfas quedaron iden-

47 Joyce McDougall, Theatres of the Mind: lllusion and Truth on the Psychoanalytic Stage, Londres, Free Association Books, 1 986, p. 250; vease tambien p. I 0 I ; R. D. Hinselwood, A Dictionary ofKlinean Thought, Londres, Free Association Books, 1 9 9 1 , entrada: "masturba­ tion, phantasies"; Helen Deutsch, The Psychology ofWomen, val. I , Nueva York, Gruen and Strat­ ton , 1 944, p. 87. Deutsch tambien pensaba que Ia culpa asociada a Ia masturbaci6n podfa inhibir !a reproducci6n y hacer mas diffcil !a concepcion. Vease ibid., val. 2, p. 1 40.


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tiflcadas con el relato dominante del patriarcado. Las feministas llevaron esto muy lejos. En su explicacion del lesbianismo y de Ia liberacion femenina de 1 970, Martha Shelley se ocupa abundantemente de Ia opresiva normalidad que imponfa Ia narrativa freudiana: un desarrollo saludable signiflcaba pasar por un perfodo homosexual, no quedarse "detenido" en tal o cual etapa, y emer­ ger para querer exclusivamente relaciones heterosexuales. "Todo lo que quiere ella es una buena encamada" es sostenido por los freudianos como Ia cura de las alternativas. Pero el otro !ado entendfa tambien las implicancias polfticas de Ia teorfa de Freud sobre Ia masturbacion. Ninguna autoridad mejor sobre el tema que los auto res de Playboy Press para fljarlo. La masturbacion es usada -Morton Hunt quiere decir "masturbacion de mujeres"- "como Ia solucion a los problemas reales del ego debil, Ia baja autoestima y Ia falta de habilidades sociales". Todo el alboroto del orgasmo clitorfdeo, un sostenido y muy publi­ citado ataque a las teorfas freudianas sobre Ia psicogenesis femenina, era, en su opinion, obra de "extremistas del movimiento de liberacion femenina''. Tanto antes como en 1 922, Alfred Adler, colega de Freud, habfa reconocido a Ia masturbacion por lo que era: una manera de evitar "Ia identidad generica adulta'', especialmente en las mujeres, q uienes "desconfiaban de su propia femini­ dad", "temfan Ia dominacion masculina'' y a veces -enfatizaba- "usaban Ia mas­ turbacion para mantenerse a distancia de los hombres". Cuanta razon tenfa Hunt e-n plantear que Ia masturbacion femenina nada tenfa que ver con Ia fllosoffa de las conejitas. Entre los textos mas agresivos contra esta perspectiva -un ataque con nombre propio- estaba The Sensuous Woman ( 1 969) , "que alen­ taba entusiastamente a que todo el mundo se masturbara libremente" y deda a las mujeres que era no solo un b uen modo de entrenarse para hacer el amor -lo que podrfa no haber sido tan malo- sino, lamentablemente, que en sf era . . ' . c: "una de 1as expenenCias h umanas mas grattncantes" . 48 En realidad, P!dyboy no tenfa de que preocuparse. The Sensuous Woman es indudablemente heterosexual pese a sus crfticas a las tecnicas sexuales mascu­ linas: " Debes entrenarte como un arleta para el acto amoroso", aconsejaba 48 Martha Shelley, "Lesbianism and the Women's Liberation Movement", en Barbara A. Crow (ed.), Radical Feminism: A Documentary Reader, Nueva York, New York University Press, 2000, p. 307; publicado originariamente en 1 970. Morton Hunt, Sexual Behavior in the 1970s, Nueva York, Playboy Press, 1 974, pp. 1 00 y 72.


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"]. " a las mujeres, y Ia razon por Ia que debes hacerlo a solas -"cnsefiarte a acabar viva" (no queda claro si el j uego de palabras es buscado)- es que los hombres no tienen Ia paciencia de hacerlo. (Como se enteraron los estadou­ nidenses -y su madre- por medio de una indiscrecion de Ia revista Time, "] . " era Te rry Garrity, una autora moderadamente exitosa de libros infantiles y de viaje que se mantuvo en lo alto de Ia lista de best sellers del New York Times durante meses desde Ia aparicion de su libro antes de Ia Navidad de 1 9 69.) "] . inverda las valencias morales del siglo XVIII respecto del sexo solitario: "Per­ mite que tus fantasias [todas heterosexuales, algunas disparatadas] te exciten". Recomienda libros que van desde El amante de Lady Chatterley a Lo que el viento se llev6, en especial Ia escena en que Rhett B utler sube a Scarlett por las esca­ leras, pasando por La historia de 0, Fanny Hill y El sheik. Confiesa que esd. habituada a Ia masturbacion -explkitamente masturbacion clitorfdea- como una fo rma de ensefiar a su cuerpo a tener respuestas y recomienda -en id.li­ cas, para remarcar el enfasis- que sus lectoras le dediquen varias horas a Ia semana a su proyecto. Nunca antes Ia masrurbacion femenina habfa realizado una aparicion tan estruendosa en el escenario de la cultura popular. The Sen­ suous Woman vendio millones no solo en los Estados Unidos sino en gran parte del mundo al menos basta mediados de Ia decada de 1 9 80. La autora entr6 luego en una triste declinacion -enfermedad mental, bancarrota, un ruinoso matrimonio-, pero su libro fue una voz importante en su momenro.49 No hay dudas de que en The Sensuous Woman y en muchos libro� similarc� del mismo perfodo !iberar a Ia masturbacion era parte de Ia lucha por el dere­ cho humano a Ia felicidad sexual; era como una barra de bar insralada en el cuerpo.50 Incluso Anne Koedt en su fundacional "Myth of the vaginal orgasm" sigue en mayor o menor medida es;;. escuela; si bien fmalmente sostiene Ia propuesta mas radical de que, si cl orgasmo es clitorfdeo, las mujeres pueden prescindir de lo� hombres para satisfacerse sexualmente. Sin embargo, su pro"

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Sabre "]." y Ia hisroria de Ia publicaci6n de sus Iibras, vease Terry Garriry y John Garriry,

Story of']': Nueva York, William Morrow, 1 984. El primero y mas imporrame es, sin mas, The Sensuous \¥0man; The First How-to Bookfor the Female Who Yearns to Be All Woman, Nueva York,

L.

Smarr, 1 969. 50 Naomi McCormick, Sexual Salvation: Affirming \Vomens Sexual Rights and Pleasures, Wesr­ porr, Praeger, 1 994, par ejemplo, Io hace expliciro.


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logo es un llamado a Ia liberaci6n: si las tecnicas sexuales consideradas hoy "esd.ndar" no son satisfactorias, debe rechazirselas. Lo "estindar" es simple­ mente malo e inadecuado. "Deben usarse o crearse nuevas tecnicas que trans­ formen ese aspecto espedfico de nuestra explotaci6n sexual."51 Alrededor de Ia misma epoca en que Koedt escribia, feminismo y mastur­ baci6n quedaron mas explfcitamente vinculados. En 1 97 1 , fue publicado Nues­ tros cuerpos, nuestras vidas, como una expansion de cierto folleto publicado con anterioridad -"Women and their bodies"- producido por el Boston Women's Health Book Collective. Llamaba a Ia liberaci6n de Ia masturbaci6n y su trans­ formaci6n en un acto que podrfa servir tanto a Ia autocreaci6n del individuo como a Ia construcci6n de Ia sociedad. Como vimos en el capitulo II, fue enor­ memente exitoso: bacia 1 995 se habian vendido mas de cuatro m illones de copias y habia sido traducido a dieciseis idiomas, incluidos italiano, japones, danes, chino, espafiol, griego, sueco, aleman, hebreo, telugo, irabe y ruso. La seccion dedicada a Ia masturbacion se com pone de una crftica a Ia expli­ cacion de Freud sobre Ia culpa y a su rechazo del orgasmo clitorfdeo y, como contraparte positiva, de una afirmacion del autoerotismo. Valora Ia fantasia y Ia autoexploracion, afirma que Ia masturbacion "nos dice algo sobre Ia reali­ dad en que estamos" y sobre "aceptar nuestros sentimientos y luego intentar entenderlos", y concluye con consejos de como hacerlo y un claro reclamo por el derecho a Ia satisfaccion sexual. Nuestros cuerpos, nuestras vidas simpa·· tiza claramente con Ia sexualidad lesbica; se ocupa fundamentalmente de un mundo social, aunque no necesariamente heterosexual. Las relaciones son lo que cuenta, y Ia masturbacion es un modo de enriquecerlas. Hacia mediados de Ia decada de 1 970, esa manera de pensar Ia masturba­ ci6n se habia expandido. Pero habia otros planteos mas radicales, aunque curio­ same me mas tradicionales. Por ejemplo, Liberating Masturbation: A Medita­ tion on SelfLoz;e, de Betty Dodson, que apareci6 p rimero en 1 97 4 y mas recientemente en 1 996, no suponia esos objetivos: " La masturbaci6n es nues­ tra vida sexual primaria. Es nuestra base sexual. Todo lo que hacemos mas alii de ella es simplemente como elegimos socializar nuestra vida sexual [el desta­ cado me pertenece]". Es decir, se puede elegir seguir en soledad. (Este libro se 51

Anne Koedt, "The myth of vaginal orgasm", en Barbara A. Crow (ed.), Radical Femi­

nism, op. cit., pp. 372 y 377, publicado originariamente en 1 970.


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halla hoy agotado; pero parece haber sido reemplazado por otra de sus obras -esta vez en una gran editorial- sobre el mismo tema: Sex for One: The joy of Self Loving, que lanz6 Random Ho use en 1 9 9 5 . El n uevo titulo , como el anterior, sugiere tanto que Ia masturbaci6n es Ia ruta al narcisismo benigno y el placer autarquico como, reacomodando las palabras del tftulo del best seller joy ofSex, que tiene fuertes vfnculos con las delicias heterosexuales.) Dodson compartfa con otras feministas en Ia tradici6n de Ia liberaci6n sexual -Lonnie Barbach o Nancy Friday, por ejemplo- un apego a Ia vida interior y Ia autoa­ ceptaci6n. "Te amo", como lo expresa Barbach, es el mensaje que uno se da a sf mismo; se debe apreciar Ia imaginaci6n, no temerla. (Barbach tiene muchas o tras cosas para decir sobre Ia masturbaci6n en las relaciones heterosexuales. Por ejemplo, atribuye el problema de Ia eyaculaci6n precoz en parte al hecho de que los hombres aprenden a masturbarse rapido para evitar ser detectados. Esto ha creado Ia expectativa de un orgasmo ripido, tal vez funcional en cir­ cunstancias funivas, pero no en una vida sexual mutuamente satisfactoria.)52 No obstante, hace explfcita una cuesti6n mas amplia que los demas adopta­ ron : Ia sociabilidad comienza con Ia autonomfa moral, y una expresi6n de esa autonomfa es tener el control del placer sexual. Las esperanzas de Dodson en Ia masturbaci6n no estin m uy alejadas de las posiciones de S eneca respecto al placer en general; de hecho, quizas sea ella Ia p rimera persona en producir una explicaci6n neo-helenfstica del sexo soli­ tario: "No quiero que n unca te veas privado de alegrfa'', deda Seneca. "Quiero que nazca en tu hogar [ . . ] si solo esti dentro tuyo [ . . . ] jam as te fallare", escri­ b fa el gran fil6sofo estoico a su amigo Lucilio.53 No tenfa en mente nada tan .

52 Lonnie Barbach, For Each Other: Sharing Sexual Intimacy, Garden City, Anchor Books, 1 983, pp. 1 84 y 1 85 . Berry Dodson, Liberating Masturbation: A Meditation on SelfLove, Nueva York, Bodysex Designs, 1 974. "Tuve visiones de Ia redenci6n de Ia masturbaci6n en una gale­ ria de Ia moda de Ia Madison Avenue", escribe Dodson, tras finalmente haber persuadido a sus modelos de que posaran mientras se masturbaban -mucho mas dificil que conseguir que alguien pose teniendo sexo-, y al duefio de Ia galeria de que exhibiera los cuatro retratos resultantes. Vease p. I I sobre esta aventura. 53 Seneca, Letters to Lucilius, 23. 4, citado en Michel Foucault, The History ofSexuality, vol. 3: The Care ofthe Self, Nueva York, Pantheon, 1 98 6, pp. 66 y 67 [trad. esp.: Historia de fa sexualidad, vol. 3: La inquietud de sf, Mexico, Siglo XXI, 1 987]. Le agradezco a Michel Feher por haberme mostrado este vinculo.


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comprometedor como el orgasmo , pero eso no va en desmedro de Ia version de Dodson respecto del cuidado de si. La masturbacion, cree ella, es el terreno desde el que se puede entrar a salvo en el mundo; existe desde antes y conti­ nuara siendo segura despues. Su posicion, y otras similares, son el reverso de Ia posicion de Rousseau; el mismo problema con Ia solucion opuesta. Para el filosofo , Ia masturbacion representaba Ia contaminacion del ser por parte del mundo social; el mundo interior y privado que cada cual lleva consigo ya no era asf uti! para su rol social como un Iugar de refugio y reflexion moral. Para Dodson, Ia masturbacion representa el verdadero ser, y solo tenemos que apelar a algo de Ia esfera publica si brinda un suplemento a lo que nosotros podemos tener solos. Cito a Dodson solo porque sus opiniones no dejan Iugar a dudas. Exis­ ten m uchas variantes de esa nueva tradicion desarrollada en respuesta a desa­ ffos politicos particulares: Ia masturbacion del clitoris como terapia, como un medio para una vida saludable de amo r heterosexual. Masters y Johnson y Ia industria que ayudaron a crear son un b uen ej emplo. Existen, como hemos visto antes, m uchas maneras de interpretar su obra. Algunas lesbia­ nas radicales tomaron lo que tenian para decir acerca del tercio externo de Ia vagina y lo usaron para apoyar el uso de consoladores. Es decir que el cli­ toris no estaba solo. Alternativamente, algunos tomaron de Masters y John­ son Ia opinion de que el clitoris, si se lo miraba bien, era tan grande e impor­ tante como el pene. Era el o rgano que impo rtaba, y nada tenfa que envidiar al masculino ni habia motivo para que se mantuviera pasivo. Por ejemplo, A New View ofa Womans Body ofrece ilustraciones anato m icas preci-sas y pro­ fesionalmente preparadas para demostrar que el clitoris, cuando se toma en cuenta su interior, no solo es mayor que el pene, sino mas ricamente provisto de nervios. 54 Hay mas en j uego aqui que liberacion y polemicas antifreudianas. En pri­ mer Iugar, Ia masturbacion les pareda a algunos una via bacia una sociedad mejor y menos sexista. El manifiesto de Furies Action Day Care finaliza con esta afirmacion: "Se debe estimular a los nifios para que exploren sus propios 14 Federation of Feminist Women's Health Centers, A New View ofa Womans Body: A Fully Illustrated Guide, ilustraciones de Suzanne Gage, forografias de Sylvia Morales, West Hollywood,

Feminist Health Press, 1 99 1 .


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cuerpos y los cuerpos de los demas y para que se masturben". El sexo no tan solitario, objeto de burla para los radicales del siglo XIX, era ahora una etapa central en "Ia polftica revolucionaria lesbiana''. El enemigo ya no era --o al menos no con exclusividad- la Iglesia, Ia familia y Ia moral convencional como habfa sido para libertinos, socialistas, neomalrhusianos y similares, sino el completo orden heterosexista sustentado por una violenta y opresiva masculinidad. Si antes Ia masturbacion era el perverso Doppelganger de las relaciones ordinarias al que habfa que reprimir, estaba ahora en compafifa de sus enemigos, cuyo triunfo era digno de esperarse.55 Gran parte de Ia literatura acerca de Ia mas­ turbacion femenina presuponfa una posicion social, aunque no necesariamente radical. Mas a menudo, Ia masturbacion consuufa comunidad; mujeres en grupo, pequefios drculos de placer y apoyo, aprendfan a hacerlo en conjunto. Habfa aquf un proyecto de sociedad civil en los Estados Unidos que Tocque­ ville no hubiera imaginado en sus suefios mas descabellados. Por ej emplo, The Clitoral Truth: The Secret World at Your Fingertips, de Rebecca Chalker, activista y especialista en salud femenina, es importante en este contexto no solo por los mensajes politicos que comparte con otros libros sobre el tema -el planteo de que Ia masturbacion es "un Iugar legftimo de nuestro derecho al nacimiento" y que el autoplacer es "un medio esencial de descubrimiento sexual", o Ia esperanza de que "el modelo de sexualidad heterosexual centrado en el hombre [ . . . ] esta sufriendo una crucial transformacion"-, sino por las extensas redes sociales en las que subsiste. Ofrece a sus lectoras los impactan­ tes testimonios de mujeres que se beneficiaron con las comunidades de mas­ turbacion y una larga lista de organizaciones que apoyan el autodescubriinien to sexual. (La resonancia polftica, liberacionista, de este genero es evidente: una resefia del New York Times llamaba al anterior A \Vomans Book of Choices de Chalker "una declaracion de independencia".) No todas la comunidades femeninas son tan padficas. En respuesta a Ia ten­ dencia dentro del lesbianismo que pareda considerar abusivo solo el sexo oral, y problematico e1 placer sexual en sf, surgio un movimiento pro porno­ graffa y con frecuencia pro sadomasoquista. 0, en todo caso, se hizo publico. (Bien puede ser que las mujeres tengan una continua tradicion de hallar piass Rebecca Chalker, The Clitoral Truth: The Secret World at Your Fingertips, Nueva York, Seven Srories Press, 2000.


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cer en Ia pornograffa de Ia que nada sabemos.)56 Una publicaci6n como On Ours Backs se presenta como pornograffa lesbiana explfcita para ser compar­ tida por su comunidad de lectoras: "Amo leer On Our Backs con mi vibrador en Ia mano", dice una m ujer tomandose los pechos y usando una gorrita de beisbol mientras nos mira desde un aviso. Un grupo por Ia pureza moral es parodiado con el argumento por reductio ad absurdum de que milita por una " zONA LIBRE DE MASTURBACION''. Una encuesta de un sex shop en Boulder, Colorado, muestra que las mujeres compran vibradores mas para darse placer que para darselo a otros. Hay innumerables avisos de peliculas porno y servi­ cios de hot lines - Ruby's Hot Phone Sex: 'Estoy moj ada y caliente para exci­ tarte'"- y de tiendas porno como For Yourself: The Sensuality Shop. Y asf suce­ sivamente. Finalmente, !a masturbaci6n desempefia un importante papel en las escenas voyeuristas de lesbianismo sadomasoquista, que no son tan dife­ rentes a las del siglo XVIII que hemos presupuesto como dirigidas a un publico masculino de voyeurs: "Masturbate, dije [ . . ] y recuerda, me rogaste que te dejara acabar". En otras palabras, !a polftica sexual de !a masturbaci6n no esti para nada restringida por !a tradici6n del " buen gusto" como en el movimiento de liberaci6n sexual anterior.57 Los artistas contemporaneos, en una variedad de acontecimientos e image­ nes, tambien se han apropiado de Ia masturbaci6n y han transform ado el pasado "

.

56 Acerca de este momento en Ia polftica sexual lesbiana, vease Lillian Faderman, "The return of butch and femme: A phenomenon in lesbian sexuality of the 1 980s and 1 990s", en journal r>fthe History ofSexuality, 2.4, abril de 1 992, especialmente Ia entrevista con Susie Bright, ex columnista de consejos sexuales en On Our Backs, p. 582. Un raro librito de los afios sesenta que dice haber sido escrito por una psicoterapeuta sostiene que basandose en sus pacientes le resulta "una idea ridfcula" que las mujeres no se excitan con Ia pornograffa: "Todavia no he encontrado una mujer a Ia que no le pase". A pesar de que dice ver mas que nada lesbianas, Ia pornograffa de Ia que habla es heterosexual. Vease Yvonne Johanet, !, Lesbian, North Holly­ wood, Brandon House, 1 964, p. 34. Este libro es parte de una extensa colecci6n de ficci6n lesbica de Ia Duke University Library Sexuality Collection; se presenta como un relato verda­ dew en primera persona. 57 Claramente, esto s6lo arafia Ia superficie de Ia cuesti6n. Hay cantidades de colecciones porno dirigidas a las mujeres en cualquier libreria. Revise todos los numeros de On Our Backs disponibles en Ia Duke Sexuality Collection, pero mis ejemplos esdn sacados de los siguientes: verano de 1 984, p. 23; verano de 1 987, p. 1 2; Ia escena de masturbaci6n como parte de una ficci6n sadomasoquista es de Ia primavera de 1 988, p. 35.



Figura 6.6. Vito Acconci, Seedbed, performance, Sonnabend Gallery, Nueva York, 1972. (Conesfa del artista.)


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manera de constitucion del yo que solo existe en los intersticios de Ia interac­ cion humana. En una entrevista mas reciente, dice que su obra estaba dedicada a! pri ncipia a enco ntrar "el 'yo' como si el yo fuera una piedra preciosa", escondida en alguna parte. Pero en tres semanas de masturbarse con fantasfas de extrafi.os invisibles, comenzo a considerar al "yo como parte de un sistema social, un espacio de persona a persona''. Sin embargo, cualquiera fuera el sig­ nificado de !a performance, sobre el yo o Ia masturbacio n, nuestro tema entro resueltamente al arte contemporaneo. Y entro como un acto aun sin genero; !a instalacion habrfa sido entendida de otro modo si una artista m ujer hubiera dicho que se estaba masturbando fuera del campo de vision mientras los "espec­ tadores" caminaban sobre su cabeza, porque Ia historia ha dado a Ia mastur­ bacion su p ropia resonancia de genero: liberadora, exratica, sofiadora y lfrica contra abyecta, humillante y decididamente inferior. Y habrfa resultado dife­ rente si el genero del artista hubiese sido oculto. Pero el acto real fue incorpo­ reo: estaba allf con su pura forma: Ia sexualidad o riginal [ur-sexualiry] . 59 En el arte visual de las feministas, !a masturbacion registra algunos de estos temas pero se expresa mas directamente en !a discusion acerca de !a practica artfsrica y !a polftica femi nistas y de Ia historia especffica de las mujeres. Esto nos lleva rapidamente a n uestro topico. Por ejemplo, The Dinner Party, Ia obra de Judy Chicago de finales de Ia decada de 1 970, es un punto de partida. Fue --antes de su incorporacion en un libro del mismo tftulo- una instalaci6n de 3 9 utensilios de comida colocados alrededor de una enorme mesa triangular ( 1 6 m de base X 1 3 1 /3 m de !ado X I m): cada uno de ellos represenraba a una persona real -Christine de Pisan , Emily Dickinson , Geor­ gia O'Keeffe, Mary \Xlollstonecraft - o a una figura mftica, como !a diosa pri­ mordial. Un plato de ceramica pintado, a veces muy esculpido, que mostraba los pliegues y hendiduras de los genitales femeninos en varios estilos y varios grados de verosimilitud se ubicaba en un Iugar decorativamente rodeado de puntillas y encaje que inclufa el nombre del invitado. La instalacion no solo 59 Quiero agradecer a mi hija Hannah Laqueur, Ia primera en alertarme sabre Acconci. Vease Lucy So utter, "Community vs. Context in the Reception of Eleanor Antin's Retrospective", pre­ semado ante !a 39a conferencia de !a College Arr Association en Chicago, 28 de febrero-3 de marzo de 200 1 . Disponible en linea: <Imp://web.ukonline.co.uk/n.paradoxa/200 1 panel4.htm>. Emrevista dcl 2 1 de febrero de 200 1 . Disponible en linea: <Imp://kunst.no/kit200 1 /Kare_Fowle/ kate_fowle.hrmb.


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form6 parte de una gran controversia polftica -se evit6 que quedara perma­ nentemente ubicada en la Universidad del D istrito de Columbia por un acta del Congreso tras asperas audiencias- sino tambien del probable naci­ miento de una conversaci6n visual entre artistas. "Hay mucha vagina en nues­ tra obra, pero no es acerca de vaginas", como dijera una artista contempo­ ranea sobre la relaci6n de ella misma y de su generaci6n con Chicago. En realidad, su obra versa sobre otros 6 rganos ancilares y m ucho mas: "Se trata de i nventar un lenguaje que irradie desde el poder femeni no". El punto mas importante por ahora es que esas obras existieron realmente. Tal vez This Summer I Learned a New way to Masturbate, de Anne Walsh es, como seii.ala un crftico, "una expresi6n contemplativa e ir6nica de la frustraci6n experi­ mentada por una artista que vive y trabaja sola" (vease fi.gura 6.7). Se nos i nvita a considerar los arafiazos de gato alrededor de la periferia de la hoja como una sugerencia de que solo existen la artista y sus gatos. Por otra parte, quiza la almohada no sea tan i r6nica o el humor tan contemplativo; en el contexto de las performances de Annie Sprinkle en el mismo perfodo, 1 9 92- 1 993, y en realidad en el de toda su carrera, una almohada puede ser una almohada y una nueva forma de masturbarse puede ser una nueva forma de masturbarse. Sprinkle - nee Ellen Steinberg- se ha convertido en defensora del "moder­ n ismo posporno" -"celebrante", "gran sacerdotisa" o "diosa'' sedan termi­ nos mas adecuados- del erotismo femenino y de la masturbaci6n en espe­ cial. Su horne page la muestra como a una Shiva de muchas manos, de piernas abiertas, rodeada de j uguetes sexuales mientras j uega con un consolador. (Actualmente ofrece a la venta una edici6n limitada, fi rmada y numerada de un "consolado r a mano para el amor" en marmol lustrado negro -una serie de 50: 4 0 d isponibles- a 200 d6lares mas 6 d6lares por envfo postal.) Un retrato de ella -entre muchos que se nos invita a bajar- la muestra con las piernas separadas y los labios de su vulva abiertos, mientras su dedo anu­ lar j uega con s u clitoris (vease fi.gura 6.8). Un cigarrillo aparece sostenido entre sus exquisitamente manicurados dedos fndice y mayor. La otra mano j uega con su pez6n, expuesto por una abertura en su corpifio de cuero. Cual­ quiera sea nuestra evaluaci6n de esta b rillante "prostituta/porno star conver­ tida en artisra de performances y guru sexual'' -su autodescripci6n-, una habi­ tual invitada en varios institutos y universidades -Vassar y la Universidad de


Figura 6.7. Anne Walsh,

This Summer I Learneda New �y to Masturbate, 1992-

1993, tinra en papel para graficos y plancha de goma, 50 X 60 X 28 3/4 em. El

tema ha enrrado en el ane feminisra conremporaneo. (Foro conesla del UCLA Ham­ mer Museum. Foto: Roben Wedemeyer. Con permiso de Ia anisra.)


Figura 6.8. Annie Sprinkle, Annie Sprinkle with Cigarette and Clit­

oris, 2001. Sprinkle ha hecho de su propia masturbaci6n pane cemral de una apropiaci6n feminista de Ia pornograffa salvaje­ mente divertida y brillante. (Cortesla de Ia artista.)


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Oregon esd.n p rogramadas m ientras escribo-, Ia masturbaci6n y Ia vagina ya no sed.n lo mismo. 60 Ademas de sus 25 afios de po rno radical y una h istoria de defensa feminista de Ia masturbaci6n, Ia instalaci6n de 1 99 2 de Zoe Leonard en Ia Neue Gale­ rie de Kassel se vuelve mucho mas complicada. En un costado se halla una pintura de una matrona inspirada en el siglo XVIII envuelta en ropas y casi asfi­ xiada por Ia riqueza y las posesiones materiales. En el otro hay una mujer igual­ mente bien vestida que es abrazada por su pequefio hijo. Sus manos cuelgan descuidadamente sobre su falda. En el centro cuelga lo que parece ser una pequefia reproducci6n de Ia pintura fro ntal de Courbet de una vulva res­ plandeciente con vello pubico, L'Origine du monde, pintada para el dormito­ rio del embajador turco en Pads. Pero no es como Ia termin6 Courbet; Leo­ nard parece Iuber agregado una mano. Esa yuxtaposici6n muy bien puede sugerir algo acerca de Ia naturaleza del arte visual y como lo contemplamos: "Cada objeto artfstico es un golpe de vagina disfrazado: algo ante lo que embo­ barse, para poseer, algo en lo cual y a traves de lo cual se deriva un sentido del ser". Pero esto serfa cierto si no hubiera una mano agregada y si no estu­ viera anidada en el monte de vello y si dos dedos no estuvieran buscando el dftoris no del todo visible. Ya no es Ia muj er pasiva de alas desplegadas en Ia pint ura que el embajador habfa comprado a Courbet sino una mujer explo­ rando sus propios genitales, d:indose placer casi sin pensar en el espectador. Si eso es voyeurismo no es ciertamente uno del tipo que nosotros, especta­ dores de cualquier sexo, estamos invitados a poseer o usar. Si aprendemos algo de nosotros con el se debe a que Ia autonomfa es el primer paso necesario a Ia sociabiiidad. La clave puede ser no que mirar arte generalmente sea como mirar !a vagina de Courbet -o algo por el estilo-, sino que una m ujer se per­ tenece a ella y que las otras, las del siglo XVIII, no. (La historia de esta insta­ laci6n no es tal como Ia he contado, aunque Ia verdadera intenci6n de Leo­ nard se acerca a ella en mas de un punto. Para Ia epoca de Ia muestra de Kassel,

w Su horne page se encuenrra disponible en lfnea en <hnp://garesofheck.com/annie>. Puede que se esre moviendo en una direcci6n mas espiritual si su reciente colaboraci6n con el "eros espiritualisra" y maestro de masrurbaci6n masculina Joseph Kramer es algun indicia. Para un relaro de su admirable carrera, ver los links de su horne page, o vease Annie Sprinkle, Post-Porn Modernist: My 25 Years as a Multimedia Whore, ed. revisada, San Francisco, Cleis Press, 1 998.


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ella no habfa visto ni ofdo hablar de Ia pintura de Courbet. Por lo tanto, lo que vemos 1�0 es una cita. Sin embargo, habfa observado que las mujeres en el arte eran "pintadas como catalizadoras del deseo heterosexual, pero nunca aparecfa su propio deseo". Pidi6 a seis amigas que posaran para fotograffas que llamaran Ia atenci6n sobre ese estado de cosas y remediarlo, para "mostrar el deseo sexual de las m ujeres mas que lo apetecible de las m ujeres". lnvita a todo el espectro posible de reacciones ante lo que es, despues de todo, nuestro tema en toda su visibilidad.) (El i nteres de Leonard en esta instalaci6n es, antes que Ia ubicuidad de Ia mirada masculina y el poder que puede o no implicar, Ia ausencia del registro visual de Ia mirada de Ia mujer: nunca Ia artista, siem­ pre contemplada.)61 Pero que diferencia hace una mirada, o alguien que mira. Sprinkle, con su repetida invitaci6n publica a que los espectadores examinen su vulva y su cer­ viz -hay una pagina web dedicada a esto-, y Leonard, con su yuxtaposici6n apa­ rentemente hist6rica, no fueron las primeras en pensar sobre lo que sigue con Ia modelo de Courbet o con alguien como ella. Marcel Duchamp, Hans Bell­ ner, Auguste Rodin, George Grosz y mas celebremente Pablo Picasso tambien lo imaginaron. Tampoco fucron las ultimas: dos j6venes serbios realizaron en 1 997 un video sobre lo que pensaban que debfa hacerse.62 El interes de Picasso no es exclusivi ni totalmente Ia masturbaci6n; Ia energfa erotica de su arte es tan poderosa y general que nuestJo tema empalidece. Es ostentosamente voyeu­ rista y no muy diferente a las imagenes del siglo XVIII que vimos antes. Pero las imagenes de Picasso y muchas otras que podemos ver se basan mucho en Ia auto61 Amelia Jones, "Sexual politics: Feminist strategies, feminist conflicts, feminist histories", p. 32, y Susan Kandel, "Beneath the green veil: The body in/ of new feminist art", pp. 1 9 1 y 1 92, en Amelia Jones (ed.), Sexual Politics: judy Cnicago's "Dinner Party" in Feminist Art History, Ber­ keley, University of California Press, 1 996. Agradezco a Elizabeth Dungan su permiso para usar y citar una enrrevista inedita que realiz6 a Zoe Leonard el 1 3 de enero de 2002. Los lectores pue­ den darse una idea de como se ven las series de fotograffas de Leonard de genitales femeninos ins­ talados entre rerratos del siglo XVIII en <http://www.icca.ro/arrelier/nr5/roxana_marcocia.htmb. 62 Vease Jean-Jacques Lebel, " Picasso's (Erotic) Gaze", en Jean Clair (ed.), Picasso Erotique, Nueva York, Prestel, 200 1 , p. 67 y passim. No he visto el video. Una cantidad de imagenes de Ia enorme exhibici6n del Tate Surrealism: Desire Unbound apoyan el planreo. Vease el catalogo Surrealism: Desire Unbound, edici6n al cuidado de Jennifer Mundy, Londres, Tate Publishing Company, 200 1 . Desgraciadamenre, el catalogo no tiene Ia imagen de Ia ilustraci6n arravesada por Ia culpa de Dalf para Ia porrada del Onan de Georges Hugnet.



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Figura 6.9. Lynda Benglis, publicidad para Artforum, 1974. En esa sorprendente fotografla, la anisra se burla del falo, masturbandose como si fuera un hombre, y usando su consolador de dos cabezas para masturbarse. (Š 1974 Lynda Benglis. Corcesia de Cheim & Read, Nueva York.)

Pero Ia amplia expansi6n mundial de estos clubs de masturbaci6n se bas6 en algo mas que el sexo seguro. Los Melbourne Wankers, por ejemp1o, surgidos en 1990, se definen a si mismos como sexualmente vanguardistas a craves de su empresa. " Wanking es un termino australiano que significa masturbaci6n, y un wanker tiene algo de raro, alguien que cree y disfruta de lo que hace, aunque por eso no este a Ia moda", dice el portal. La pornografia masculina gay, dedicada, como casi codo 1o porno, a faci1itar Ia masturbaci6n pero tam­ bien llena de escenas de masturbaci6n, es una "manera de hacer visibles a los gays" y "un ejemplo de Ia memoria gay". Por regia general, es una forma de reivindicar Ia sexualidad no reproductiva. Nuevamente, Rousseau es puesto en reversa: el libro que hace esos planteos se llama One-Handed Histories, Ia " 64 . Io XX de "1os l'b encarnact'6n en e1 stg 1 ros para 1eer con una mano . Hombres tanto heterosexuales como homosexuales han adoptado Ia mas­ turbaci6n como forma de renunciar a los viejos estereotipos machistas y de 64 John R. Burger, One-Handed Histories: The Eroto-Politics ofGay Male Vitko Pornography, Nueva York, Haworrh Press, 1995, pp. x, 30 y passim.



Figura 6.10. David Wojnarowicz, Arthur Rimbaud in New York, 1978-1979. En Ia obra de algunos anistas gays Ia masturbaci6n incorpora algunas de las cuali­ dades liricas de Hojas dehierba de Walr Whitman. (Corresfa de los herederos de David Wojnarowicz y PPOW, Nueva York.)


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Entre las imagenes hay un vado casi oscuro que confiere al conjunto -y a Ia masturbaci6n- una cualidad casi elegfaca. Ya es demasiado tarde como para decir mucho sobre estas imagenes, mas alia de que existen y que incorporan Ia vision del siglo XVIII respecto de Ia centralidad etica del sexo solitario y su traducci6n a los idiomas poeticos del siglo XIX dentro del muy diferente mundo gay de Nueva York de fines del siglo xx.66 Esas tendencias sexuales y artfsticas se tornaron un alarmante faro para los crfticos conservadores de Ia decadencia moral de los Estados Unidos desde Ia decada de 1 960. Dentro del contexto de lo que lleg6 a llamarse "las guerras de Ia cultura" , Ia masturbaci6n devino abierta y complejamente polftica. Antes de que los estadounidenses se enteraran de que en Ia Casa Blanca habfa opi­ niones acerca de Ia masturbaci6n, se supo que Jocelyn Elders, Ia ministra de Salud, no las compartfa. En una conferencia en Miami en Ia que anunci6 que Ia habfa despedido, el presidente Bill Clinton plan te6 que su acci6n nada tenfa que ver con Ia polftica. El evidente apoyo de Elders a los beneficios de Ia masturbaci6n para Ia salud publica reflejaba, segun dijo Clinton, "diferencias con Ia polftica del gobierno y con mis propias convicciones". Por supuesto, esa no es Ia verdadera raz6n del despido; tampoco ella dijo -como tendieron a sugerir los medios- que se debfa ensefiar a los nifios a masturbarse en las clases de educaci6n sexual. Tal como plante6 Frank Rich en una columna del New York Times titulada "The last taboo", "el Presidente sabe que cualquiera que necesite lecciones para masturbarse no esta en condiciones de demostrar Ia inteligencia mfnima requerida para estar en Ia escuela". Elders habfa moles­ tado a mucha gente, en especial a los conservadores, con sus opiniones abier­ tas en torno al SIDA, el sexo premarital y Ia despenalizaci6n del uso de las dro­ gas, y Ia administraci6n consider6 que no valfa Ia pena por todos los problemas que habfa causado. Pero es revelador que su uso de Ia palabra " M " en una res­ puesta rapida y fastidiada a una pregunta en una conferencia de prensa haya sido lo que provoc6 su cafda. 67 Por supuesto, Ia derecha cultural festej6 su 66

Am y

Scholder (ed.) , Fever: The Art ofDavid Wojnarowicz, Nueva York, Rizzoli, 1 999, pp. 7, 1 1 6, 1 1 7 y passim. Richard Marshall, Robert Mapplethorpe, Nueva York, Whitney Museum, 1 990, p. 66. 67 En realidad, Elders estaba preocupada por !a ignorancia y los prejuicios que rodeaban !a discusi6n acerca de Ia masturbaci6n, aunque esra ultima no formara parte de Ia discusi6n publica en el momenta de su despido. En una emrevistalarticulo de una revista on-line Hamada "Mword"


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despido y Ia afirmaci6n de que ciertas cosas no deben, por cuestiones de decen­ cia, ser incluidas en Ia agenda publica. Hasta entonces, ningun polftico del s istema se habfa mostrado dispuesto a defender pub licamente Ia masturba­ ci6n como pd.ctica sexual moralmente inocente y socialmente inocua. De todos modos, las guerras culturales continuaron agitandose en los medios y Ia masturbaci6n esti en el centro de Ia lucha entre el individualismo liberal y quienes lo temen. Por otra parte, Ia derecha religiosa es vehementemente antimasturbatoria. Por ejemplo, el portal Christian.Answers.Net brinda una detallada glosa bfblica de Ia culpa nacida en el Iluminismo. " Soy cristiano y tengo una especie de embarazoso problema'', escribe un joven; "necesito saber si Ia masturbaci6n esti mal vista por D ios". Admitiendo que Ia Biblia no tiene nada explfcito para decir al respecto, el clerigo virtual Dawson McAllister res­ ponde que: "El sexo fue creado por Dios para evitar Ia soledad del hombre". (Genesis 2, 1 8, que es dado como texto probatorio, no dice nada de esto; se trata de Ia historia del comienzo de Ia creaci6n de todos los animales y aves; finaliza en 2, 2 1 -24 con una version de Ia creaci6n de Eva y Ia manifestaci6n de que los dos se unieran entre sf y "llegaran a ser una sola carne".) Mas aun, sefi.ala McAllister, Ia fantasia sexual casi siempre desaparece con Ia masturba­ ci6n: imagenes, pelfculas, fotos proveen el material con el que las personas cons­ truyen sus propias fantasias. D ios es explfcito en este tema: "Aquel que caza fantasias carece de entendimiento". Y finalmente, dice, Ia masturbaci6n puede transformarse en sustituto de relaciones saludables, una pr6tesis emocional. Si el buen predicador no ha lefdo efectivamente las opiniones de los tres siglos anteriores sobre el tema, de todos modos parece saberlas de memoria. El fundamentalismo religioso estadounidense encuentra una inesperada compafifa para sus opiniones sobre el sexo solitario en el p inaculo de Ia cul-

se !a cira como si ella hubiera dicho que una amiga, una ciudadana mayor, le habia escriro pidien­ dole que hablara a los nifios acerca de ! a masrurbacion. Esa amiga habia pasado su juvenrud inmersa en el miedo a quedar ciega como consecuencia de sus pd.cricas secreras; pero tras pen­ sarlo habia decidido que debia haber una opcion mejor que detenerla. Elders respondio que su mandaro habia sido contarles a los nifios "!a verdad acerca de sus cuerpos y del sexo", una ver­ dad que muchos temen. Disponible en linea: <hnp://www. nerve.com/Eider/mword>. Vease Washington Post, 1 2 de diciembre de 1 994, p. A20; Wall Streetjournal, 1 2 de diciembre de 1 994; New York Times, 1 8 de diciembre de 1 994, p. 1 5.


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rura lireraria y filosofica francesa contemporinea. Particulas efementafes, Ia exi­ tosa y reciente sensacional novela de Michel Houllebecq, identifica a Ia mas­ turbacion como el sintoma mas abyecto de Ia revolucion sexual de las deca­ das de 1 9 60 y 1 970, y den uncia los peligros fisicos y espirituales de sucumbir a su practica. Uno de los dos protagonistas de esa b usqueda posmoderna de Ia felicidad es un masrurbador obsesivo que termina enloqueciendo. El otro, s u herman o, no puede masturbarse exitosamente. Esa aversion hacia su propia carne lleva su b usqueda a descub ri r en Ia biotecnologia una solucion inco rporea al deseo h umano de gratificacion sexual: p uro deleite fisico libe­ rado de los limires de Ia i ntersubjetividad o de Ia decadencia fisica. Son vie­ jas melodias con nuevas cadencias; solo Ia resolucion en clave de ciencia fie­ cion es diferente. Por otra parte, Ia television y las peliculas de Hollywood exhiben codas las vacilaciones de Ia cultura con base co mercia! que creo a Onania: excitacion tai­ mada en combinacion con miedo, vergiienza y abyeccion. Son raros los impul­ sos liberadores, estericos y mas abarcativamente redentores que se ven en otras partes. En las peliculas populares estadounidenses, hombres y nifios son rcpetidamente capturados "haciendolo" y son humillados, objeto de burla o emocionalmente castigados. En American Pie, Jason B riggs se sienta con una media sobre su pene erecto a mirar una sefial porno codificada en Ia television cuando de pronto cntran sus padres; coda Ia pelicula es una cxtensa y estu·· diantil broma sobrc Ia torta de manzanas como sustituto masturbatorio de Ia vagina. El hero� cponimc de The Apprenticeship ofDuddy Kravitz se levanta y encuentra a su compafiero de cuarto haciendolo y cuanta chistes como "2Por que no usas tu otra mano? Tal vez parezca que tienes sexo con alguien dife­ rente"; Kevin Spacey, en Belfeza americana, es vis to mientras se masturba bajo Ia ducha, y en otra ocasion en Ia cama, donde despierta a su mujer, quien se fastidia. Pelean. La escena de Ben Stiller "limpiando sus cafierias" en Loco por Mary es grotesca: su semen cae en nn pore en que su probable novia lo con­ funde con fijador para el cabello y lo usa de esta manera. El personaje de Har­ vey Keitel en Maldito policia se masturba al lado del auto con dos m uchachas a las que ha detenido. No es una pelicula feliz.68 6" Para una resefia, vease el sitio "Masturbation in Film'" y el hipervinculo "The Inrernet Movie Database'". Barbarella disfruta -se enciende- Ia miquina del orgasmo del cientifico


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Seinftld, Ia comedia de culto durante Ia decada de 1 990, es un show "acerca de nada", y por lo tanto el ejemplo perfecto del solipsismo y egotismo en los que el siglo XVIII temfa que nos consumieramos si no se detenfa Ia masturba­ cion. Las amenazas proferidas por Onania viven en el episodio 5 1 , "El con­ curso", que se emitio por primera vez el l S de noviembre de 1 992. Los pro­ tagonistas apuestan sobre quien se mantendd. mas tiempo sin masturbarse. Kramer es el primero en perder despues de haber visto a una mujer desnuda en otro departamento ; Elaine sucumbe a sus fantasias tras una vision de John F. Kennedy hijo; y Jerry es el tercero en caer. Gana George. Y mas tarde en Ia serie, cuando firma para ser modelo de manos (episodio 66, "La camisa de vola­ dos", 23 de septiembre de 1 993), asegura a su nuevo empleador que sus atrac­ tivos dedos estan a salvo: gano el concurso de no masturbacion. Su previa incur­ sion en el trabajo de modelo habfa llevado su carrera a Ia ruina cuando sus preciosas manos estaban arrugadas por ya se sabe que. Y en el ultimo episodio, George finalmente confiesa que habfa mentido y que el ganador era Jerry. Esas no son las risas que Arist6fanes obtenfa del tema. Son bromas de gente poste­ rior a 1 7 1 2, que ha vivido mediada por Freud y encara las cosas con una mirada ironica hacia los prej uicios del pasado y sus persistentes transgresiones. Pero pese a toda su desalentada sofisticacion, esos gags no rerminan de exorcizar por com­ pleto los demonios de Ia culpa y Ia obsesion que libero el siglo XVIII. Sin embargo, son indicios de que Ia etica sexual del Iluminismo, que con­ virtio la masturbacion en el Doppelganger perverso de Ia modernidad, ha comen­ zado a soltar amarras en Ia era de Internet. Se encuentra una extraordinaria proliferacion de voces en Ia Red planetaria, un nuevo medio que trasciende muchas de las restricciones de Ia cu!tura impresa del siglo XVIII. La Web posi­ bilit6 que Ia gente intercambie historias acerca de sus fantasias y deseos libre de censuras y de las voces autoritarias de medicos, clerigos, padres y pedago­ gos. En el mundo digital, Onania, Tissot, Campe, Salzmann y sus colegas se han multiplicado por miles que lanzan comentarios moralistas y Ia amenaza loco; Nadia, la estudiante checa de intercambio en American Pie, se masturba mirando las revistas pornogd.ficas del protagonista y no se siente humillada. Pero en general la masturba­ cion es alga extraiio en la conversacion moderna sabre Ia sexualidad: es preferible no hablar de ello, resulta tan incomodo que solo puede abordarse bajo la proteccion de una broma. Si hay un tema tabu en nuestra cultura, es este.


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de Ia muerte, Ia enfermedad o Ia locura. La masturbacion se volvio no solo una fuente de autodescubrimiento individual sino tambien Ia base de una nueva forma de sociabilidad sexual en raizada en Ia celebracion de Ia imaginacion y sus infinitas posibilidades. (El advenimiento del "Mes Nacional de Ia Mastur­ bacion" para celebrar esta nueva comunidad a finales de Ia decada de 1 990 es una i nversion jocosamente carnavalesca de los valores expuestos en Onania -vease figura 6. 1 -) . Hay cientos d e miles de sitios pornogd.ficos que proveen toda fantasia mas­ turbatoria imaginable, pero lo realmente n uevo es Ia proliferacion de comuni­ dades virtuales de onanistas, u n universo alternativo de sociabilidad que se crea mediante Ia revelacion publica del vicio no tan privado. Mas de cinco mil j ovenes -con una edad promedio de 22,8 afios- respondieron a Ia encuesta del quinto aniversario de Jackin World; un tercio dijo que visitaba el sitio para enterarse de que pensaban sus pares sobre el tema. (Alrededor de un tercio lo hizo para aprender nuevas tecnicas, y el tercio restante porque estaba excitado. Cada necesidad halla amplia satisfaccion.) Las respuestas a una "pregunta de Ia semana" en ese sitio (diferenciadas entre varones y mujeres) ofrecen una abun­ dancia de experiencias compartidas que Tissot no hubiera esperado, y casi todo tipo de entusiastas relatos acerca de los placeres del autoerotismo. No sabe­ mos exactamente quien los lee y que hacen cuando les dedican su tiempo.69 Pero sabemos que el ciberespacio ha ampliado el debate y ha hecho posible una comunidad erotica cuyos deseos no quedan facilmente atenazados entre los If mites del poder como fueron constituidos en 1 7 1 2 o alrededor de esa fecha. La historia de esa "perturbacion y agonfa de una conciencia herida", lanzada al mundo por Ia mas humilde de las producciones literarias -un tratado de 8 8 paginas, escrito por un curandero pornografo con fines d e l ucro- n o es real­ mente cosa del pasado. Hombres y mujeres serios, muchos de los grandes pensadores y artistas de los ultimos tres siglos, consideran profundamente sig­ nificativo aquello que alguna vez se penso como un aspecto etico reactivo e inconsecuente y que hoy les parece a algunos una simple diversion. Sigue siendo extrafio y perturbador que en el siglo XX el joven Wittgenstein se sintiera en ago nfa moral e n el frente de Ia Gran G uerra porque, entre Ia muerte y Ia

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Disponible e n linea: <htrp://www.jackinworld.com>.


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masacre, se habia masturbado, al igual que las autolaceraciones de Rousseau en circunstancias mucho mas pacificas siguen siendo inc6modas. El placer potencialmente autirquico del sexo solitario afecta Ia vida interior de Ia huma­ nidad moderna en un modo que no podemos entender aun. Sigue situado entre el autodescubrimiento y el ensimismamiento, el deseo y el exceso, Ia privaci­ dad y Ia soledad, Ia inocencia y Ia culpabilidad como ninguna otra sexualidad de nuestra epoca.















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