POEMAS E MÁIS POEMAS ABRIL FLORECÍA Abril florecía frente a mi ventana. Entre los jazmines y las rosas blancas de un balcón florido vi las dos hermanas. La menor cosía; la mayor hilaba... Entre los jazmines y las rosas blancas, la más pequeñita, risueña y rosada —su aguja en el aire—, miro a mi ventana. La mayor seguía, silenciosa y pálida, el huso en su rueca que el lino enroscaba. Abril florecía frente a mi ventana. Una clara tarde la mayor lloraba entre los jazmines y las rosas blancas, y ante el blanco lino que en su rueca hilaba.
—¿Qué tienes—le dije—, silenciosa pálida? Señaló el vestido que empezó la hermana. En la negra túnica la aguja brillaba; sobre el blanco velo, el dedal de plata. Señaló la tarde de abril que soñaba, mientras que se oía tañer de campanas. Y en la clara tarde me enseñó sus lágrimas... Abril florecía Frente a mi ventana. Fue otro abril alegre y otra tarde plácida. El balcón florido solitario estaba... Ni la pequeñita risueña y rosada, ni la hermana triste, silenciosa y pálida, ni la negra túnica, ni la toca blanca...
Tan sólo en el huso el lino giraba por mano invisible, y en la oscura sala la luna del limpio espejo brillaba... Entre los jazmines y las rosas blancas del balcón florido me miré en la clara luna del espejo que lejos soñaba... Abril florecía frente a mí ventana.
(MACHADO, ANTONIO)
CANTO DE ESPERANZA
Un gran vuelo de cuervos mancha el azul celeste. Un soplo milenario trae amagos de peste. Se asesinan los hombres en el extremo Este. ¿Ha nacido el apocalíptico Anticristo? Se han sabido presagios y prodigios se han visto y parece inminente el retorno de Cristo. La tierra está preñada de dolor tan profundo que el soñador, imperial meditabundo, sufre con las angustias del corazón del mundo. Verdugos de ideales afligieron la tierra, en un pozo de sombra la humanidad se encierra con los rudos molosos del odio y de la guerra. ¡Oh, Señor Jesucristo! por qué tardas, qué esperas para tender tu mano de luz sobre las fieras y hacer brillar al sol tus divinas banderas! Surge de pronto y vierte la esencia de la vida sobre tanta alma loca, triste o empedernida, que amante de tinieblas tu dulce aurora olvida. Ven, Señor, para hacer la gloria de Ti mismo. ven con temblor de estrellas y horror de cataclismo, ven a traer amor y paz sobre el abismo. Y tu caballo blanco, que miró el visionario, pase. Y suene el divino clarín extraordinario. Mi corazón será brasa de tu incensario.
(DARÍO, RUBÉN)
A LA LUNA
Salve, tranquila plateada luna, que de la noche la grandeza ensalzas, tus rayos ora derramando alegras mares y tierra. Triste te admiro, desdichado amante, entre las ramas escuchando ahora, dulce jugando con sonantes alas, céfiro flébil. Ya retratada en el arroyo puro, trémula giras en sus ondas claras; ya entre celajes asomando brusca miro tus rayos. Tú me recuerdas, amorosa luna, la dulce noche que en mis tiernos brazos cayó mi bien enajenada, dando lánguidos besos. Tú iluminabas la tendida esfera, tú, venturosa, de Endimión en brazos, tierna mirabas mi felice gozo, gozo anhelado. Aquí la sonido del suave canto que Filomena enamorada entrega al viento, dando cariñosos ayes, tórtola blanda, los dulces labios de mi dulce amada se unieron blandos a mi boca ansiosa por vez primera, disfrutando tiernas
gratas delicias. Mas ora gimo, e incesante lloro vierto, escuchando el agorero acento del búho triste, que en algún sepulcro mísero canta. Lánguida luna, que mis triste quejas dulce recoges con amable rostro, si te enternece mi desdicha amarga, llora conmigo. Tú, separada del pastor querido, lloras, ¡ oh luna ! la fatal ausencia, que de sus brazos y del bosque umbroso ora te aparta. Mas tu carroza en la celeste esfera rauda dejando, gozarás, hermosa, tiernas caricias mientras yo derramo lágrimas siempre. Dile a mi vida que su amado ausente mísero muere si en desdicha tanta, a este repuesto sosegado bosque dulce no vuelve.
(ESPRONCEDA, JOSÉ DE)
TU RISA
Quítame el pan si quieres, quítame el aire, pero no me quites tu risa.
No me quites la rosa, la lanza que desgranas, el agua que de pronto estalla en tu alegría, la repentina ola de planta que te nace.
Mi lucha es dura y vuelvo con los ojos cansados a veces de haber visto la tierra que no cambia, pero al entrar tu risa sube al cielo buscándome y abre para mí todas las puertas de la vida.
Amor mío, en la hora más oscura desgrana tu risa, y si de pronto ves que mi sangre mancha las piedras de la calle, ríe, porque tu risa será para mis manos como una espada fresca.
Junto al mar en otoño, tu risa debe alzar su cascada de espuma, y en primavera, amor, quiero tu risa como la flor que yo esperaba, la flor azul, la rosa de mi patria sonora.
Ríete de la noche, del día, de la luna, ríete de las calles torcidas de la isla, ríete de este torpe muchacho que te quiere, pero cuando yo abro los ojos y los cierro, cuando mis pasos van, cuando vuelven mis pasos, niégame el pan, el aire, la luz, la primavera, pero tu risa nunca porque me moriría.
(NERUDA, PABLO)
DOS ÁNGELES
No tengo sólo un Ángel con ala estremecida: me mecen como al mar mecen las dos orillas el Ángel que da el gozo y el que da la agonía, el de alas tremolantes y el de las alas fijas.
Yo sé, cuando amanece, cuál va a regirme el día, si el de color de llama o el color de ceniza, y me les doy como alga la ola, contrita.
Sólo una vez volaron con las alas unidas: el día del amor, el de la Epifanía.
¡Se juntaron en una sus alas enemigas y anudaron el nudo de la muerte y la vida!
(MISTRAL, GABRIELA)
ACEITUNEROS
Andaluces de Jaén, aceituneros altivos, decidme en el alma: ¿quién, quién levantó los olivos?
No los levantó la nada, ni el dinero, ni el señor, sino la tierra callada, el trabajo y el sudor.
Unidos al agua pura y a los planetas unidos, los tres dieron la hermosura de los troncos retorcidos.
Levántate, olivo cano, dijeron al pie del viento. Y el olivo alzó una mano poderosa de cimiento.
Andaluces de Jaén, aceituneros altivos, decidme en el alma, ¿quién amamantó los olivos?
Vuestra sangre, vuestra vida, no la del explotador que se enriqueció en la herida generosa de sudor.
No la del terrateniente que os sepultó en la pobreza, que os pisoteó la frente, que os redujo la cabeza.
Árboles que vuestro afán consagró al centro del día eran principio de un pan que sólo el otro comía.
¡Cuántos siglos de aceituna, los pies y las manos presos, sol a sol y luna a luna, pesan sobre vuestros huesos!
Andaluces de Jaén, aceituneros altivos, pregunta mi alma: ¿de quién, de quién son estos olivos?
Jaén, levántate brava sobre tus piedras lunares, no vayas a ser esclava con todos tus olivares.
Dentro de la claridad del aceite y sus aromas, indican tu libertad la libertad de las lomas.
(HERNÁNDEZ, MIGUEL)
CUANDO MIRO EL AZUL HORIZONTE
Cuando miro el azul horizonte perderse a lo lejos, al través de una gasa de polvo dorado e inquieto, me parece posible arrancarme del mísero suelo y flotar con la niebla dorada en átomos leves cual ella deshecho.
Cuando miro de noche en el fondo oscuro del cielo las estrellas temblar como ardientes pupilas de fuego, me parece posible a do brillan subir en un vuelo y anegarme en su luz, y con ellas en lumbre encendido fundirme en un beso.
En el mar de la duda en que bogo ni aun sé lo que creo; sin embargo estas ansias me dicen que yo llevo algo divino aquí dentro.
(BÉCQUER, GUSTAVO ADOLFO)
AMOR DE MIS ENTRAÑAS
Amor de mis entrañas, viva muerte, en vano espero tu palabra escrita y pienso, con la flor que se marchita, que si vivo sin mí quiero perderte.
El aire es inmortal. La piedra inerte ni conoce la sombra ni la evita. corazón interior no necesita la miel helada que la luna vierte.
Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas, tigre y paloma, sobre tu cintura en duelo de mordiscos y azucenas.
Llena, pues, de palabras mi locura o déjame vivir en mi serena noche del alma para siempre oscura.
(GARCÍA LORCA, FEDERICO)
CÁNTIGA
No xardín unha noite sentada ó refrexo do branco luar, unha nena choraba sin trégolas os desdéns dun ingrato galán. I a coitada entre queixas decía: "Xa no mundo non teño a ninguén, vou morrer e non ven os meus ollos os olliños do meu doce ben".
Os seus ecos de malenconía camiñaban na alas do vento, i o lamento repetía: "Vou morrer e non ven ó meu ben!"
Lonxe dela, de pé sobre a popa dun aleve negreiro vapor, emigrado, camiño de América vai o probe, infelís amador.
I ó mirar as xentís anduriñas cara a terra que deixa cruzar: "Quen pudera dar volta _pensaba_, quen pudera convosco voar!..."
Mais as aves i o buque fuxían sin ouír seus amargos lamentos; sólo os ventos repetían: "¡Quen pudera convosco voar!"
Noites craras, de aromas e lúa, desde entón ¡que tristeza en vós hai prós que viron chorar unha nena, prós que viron un barco marchar!...
Dun amor celestial, verdadeiro, quedou sólo, de bágoas a proba, unha cova nun outeiro i on cadavre no fondo do mar.
(CURROS ENRÍQUEZ,MANUEL)
FALADE GALEGO
Miniñas da Cruña, d' amabre despejo, de falas graciosas e pasos ligeiros, deixá de Castilla os duros acentos: falade, miniñas, falade gallego.
Cand’ é que vos ouzo, a patria esquecendo, falar esas duras palabras de ferro, non sei o que sufro, non sei o que peno: falade, miniñas, falade gallego.
Mas cando falades nos patrios acentos, envoltos no voso angélico alento, parece que escuito un canto do ceo: falade, miniñas, falade gallego.
(PONDAL,EDUARDO)
UNHA VEZ TIVEN UN CRAVO
Unha vez tiven un cravo cravado no corazón, i eu non me acordo xa se era aquel cravo de ouro, de ferro ou de amor. Soio sei que me fixo un mal tan fondo, que tanto me atormentou, que eu día e noite sin cesar choraba cal chorou Madanela na pasión. “Señor, que todo o podedes -pedínlle unha vez a Diosdaime valor para arrincar dun golpe cravo de tal condición”. E doumo Dios, arrinqueino, mais…¿quen pensara…? Despois xa non sentin máis tormentos nin soupen que era delor; soupen só que non sei que me faltaba en donde o cravo faltou, e seica, seica tiven soidades daquela pena…¡Bon Dios! Este barro mortal que envolve o esprito ¡quen o entenderá, Señor…!
(ROSALÍA DE CASTRO)
DEITADO FRENTE AO MAR...
Lingoa proletaria do meu pobo eu fáloa porque sí, porque me gosta, porque me peta e quero e dame a gaña porque me sai de dentro, alá do fondo dunha tristura aceda que me abrangue ao ver tantos patufos desleigados, pequenos mequetrefes sin raíces que ao pór a garabata xa nan saben afirmarse no amor dos devanceiros, falar a fala nai, a fala dos abós que temos mortos, e ser, co rostro erguido, mariñeiros, labregos do lingoaxe, remo i arado, proa e rella sempre.
Eu fáloa porque sí, porque me gosta e quero estar cos meus, coa xente miña, perto dos homes bos que sofren longo unha historia contada noutra lingoa.
Non falo pra os soberbios, non falo pra os ruís e poderosos, non falo pra os finchados, non falo pra os valeiros, non falo pra os estúpidos, que falo pra os que agoantan rexamente mentiras e inxusticias de cotío; pra os que súan e choran
un pranto cotidián de volvoretas,
de lume e vento sobre os ollos núos. Eu non podo arredar as miñas verbas de tódolos que sofren neste mundo. E ti vives no mundo, terra miña, berce da miña estirpe, Galicia, doce mágoa das Españas, deitada rente ao mar, ise camiño...
(FERREIRO, CELSO EMILIO)
A FALA
O idioma é a chave coa que abrimos o mundo: o salouco máis feble, o pesar máis profundo.
O idioma é a vida, o coitelo da dor, o murmurio do vento, a palabra de amor.
O idioma é o tempo, é a voz dos avós e ese breve ronsel que deixaremos nós.
O idioma é un herdo, patrimonio do pobo, maxicamente vello, eternamente novo.
O idioma é a patria, a esencia máis nosa, a creación común meirande e poderosa.
O idioma é a forza que nos xungue e sostén.
¡Se perdemos a fala non seremos ninguén!
O idioma é o amor, o latexo, a verdade, a fonte da que agroma a máis forte irmandade.
Renunciar ao idioma é ser mudo e morrer. ¡Precisamos a lingua se queremos vencer!
MANUEL MARÍA