Revista sobre las emociones

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CONOCE Y MANEJA TUS EMOCIONES


Editorial Una emoción es un estado afectivo que experimentamos, una reacción subjetiva al ambiente que viene acompañada de cambios orgánicos (fisiológicos y

endocrinos) de origen innato, influidos por la experiencia. Las emociones tienen una función adaptativa de nuestro organismo a lo que nos rodea. Es un estado que sobreviene súbita y bruscamente, en forma de crisis más o menos violentas y más o menos pasajeras.

En el ser humano la experiencia de una emoción generalmente involucra un conjunto de cogniciones, actitudes y

Autora: Maria Lorena Tovar C.I: 14.978.579

creencias sobre el mundo, que utilizamos para valorar una situación concreta y, por tanto, influyen en el modo en el que se percibe dicha situación.


Emociones

Las emociones resultan de la actividad del sistema nervioso, al igual que los movimientos voluntarios. Las emociones proporcionan el “color” al comportamiento, y son necesarias para la supervivencia del individuo, por ejemplo la rabia o la agresividad permite al sujeto enfrentarse con un enemigo, o si el sistema nervioso juzga que el enemigo es demasiado peligroso sustituye la rabia por miedo para que se pueda escapar de él. La emoción tiene dos componentes: uno es la sensación subjetiva que sentimos en nuestro interior. El otro componente es la manifestación externa de la emoción. A veces es posible separar los dos componentes, por ejemplo, un actor puede simular todas las manifestaciones de una emoción sin realmente sentirla. Eso indica que estos dos aspectos de la emoción pueden residir en regiones separadas del sistema nervioso. Primeramente, el sistema nervioso debe determinar cuál es la emoción adecuada en cada caso. Esto lo realiza, al menos en parte, una estructura llamada amígdala cerebral. La corteza cerebral Las emociones de miedo o envía una copia de la información sensorial que rabia se originan en la recibe a la amígdala, y esta decide si el estímulo amígdala cerebral es amenazador, y si se debe responder a él con agresividad o miedo. Los animales que tienen lesionada la amígdala cerebral se vuelven mansos porque pierden toda la agresividad, y tampoco son capaces de mostrar miedo ante estímulos que normalmente les asustarían. Parece que en la amígdala se originan las emociones del miedo y la furia, pero no las emociones agradables, como la alegría o la felicidad. En dónde se originan estas no se conoce.


Una vez que la amígdala ha decidido que el estímulo requiere una respuesta de miedo o rabia, envía señales a otros lugares del cerebro para poner en marcha los distintos componentes de estas emociones. Por un lado, envía señales a la corteza cerebral para desencadenar la emoción subjetiva interna, y por otro lado desencadena la expresión externa de la misma. Supongamos que vamos por una calle de noche y vemos una sombra detrás de una esquina. Inmediatamente se acelera el corazón, la respiración se convierte en un jadeo, y un sudor frío nos cubre la piel. El vello se eriza y se nos pone la “carne de gallina” y sentimos un nudo en el estómago. Si lo consideramos detenidamente, muchos de estos cambios resultan lógicos para enfrentarse a una amenaza: el aumento de la frecuencia cardiaca y respiratoria permite aportar más oxígeno a los músculos, en el caso de que haya que hacer un esfuerzo, como salir corriendo. El sudor permite eliminar el exceso de calor que se producirá con ese esfuerzo. La piloerección o erizamiento del pelo no tiene mucha utilidad en humanos, pero en animales con pelaje tupido les hace parecer más grandes, lo que puede atemorizar a un posible enemigo. En el interior del cerebro, lo que ha sucedido es que la corteza visual ha enviado la imagen de la sombra a la amígdala, esta ha decidido que representa una posible amenaza, y a su vez ha enviado la orden al hipotálamo para que ponga en marcha todo el sistema de emergencia ante un peligro. El sistema nervioso tiene una sección especial dedicada al control de las vísceras, como el corazón, el aparato digestivo, etc. Se pensaba que esta sección funcionaba de manera separada del resto del sistema nervioso, por eso se le llamó sistema nervioso autónomo. Hoy sabemos que en realidad funciona de forma coordinada con el resto del sistema nervioso. A su vez, el sistema nervioso autónomo se divide en dos partes: el sistema simpático y el parasimpático. Casi todas las vísceras reciben fibras nerviosas simpáticas y parasimpáticas, y estos dos tipos de fibras tienen efectos contrarios: Por ejemplo, en el corazón el simpático aumenta la frecuencia de los latidos del corazón, y la fuerza de su contracción, el parasimpático en cambio los reduce. En los pulmones el parasimpático produce contracción de los bronquios y el simpático los relaja, y así sucesivamente en casi todas las vísceras.


Cuando se produce una emoción intensa se produce activación, primordialmente, del En las emociones se produce simpático. El simpático produce muchos de los activación del sistema nervioso autónomo cambios emocionales que acompañan a las simpático emociones, como el aumento de la frecuencia cardiaca y de la presión arterial, la sudoración, etc. Además se estimula la médula suprarrenal, que libera a la sangre la hormona adrenalina. Esta hormona tiene efectos muy parecidos a los de la activación simpática, y refuerza y complementa sus efectos. Sin embargo, el simpático no es el único medio que utiliza el hipotálamo para producir estos cambios. El hipotálamo además estimula la secreción de glucocorticoides por la corteza suprarrenal, que son las hormonas que preparan al organismo para sufrir un estrés o agresión Sabía que...?

EL DETECTOR DE MENTIRAS El llamado “detector de mentiras” o “máquina de la verdad” se basa en detectar algunos de los cambios fisiológicos que acompañan a los cambios emocionales. La ansiedad aumenta la perspiración en la piel, eso deposita sales en la misma y aumenta su conductividad eléctrica, que se mide haciendo pasar una corriente entre dos electrodos colocados sobre la piel. La ansiedad también aumenta la frecuencia de la respiración, esta se mide con una banda colocada alrededor del tórax, y la frecuencia cardiaca, que puede medirse registrando el pulso en un dedo. Se supone que cuando el sujeto miente se produce ansiedad, que se reflejará en cambios en las variables registradas. Hay que tener en cuenta que el detector no mide realmente la “verdad” o “mentira”, sino los cambios fisiológicos que acompañan a las emociones. Un sujeto con un alto grado de autocontrol puede conseguir suprimir sus emociones aunque esté mintiendo, y al contrario, un sujeto puede sufrir ansiedad solo por el hecho de ser interrogado, aunque diga la verdad. Se admite que el detector es más fiable en los negativos que en los positivos, es decir, si el detector indica que el sujeto está diciendo la verdad es muy probable que así sea, en cambio, si indica que miente es mucho menos seguro.


Emociones desde el Punto de Vista Biológicos Biología pura: Emociones biológicas Las emociones son las funciones homeostáticas más complejas que posee un organismo (Damasio, 2003). Sin embargo, sólo ciertas emociones son parte de nuestro repertorio filogenético, es decir, que nacen de actividades especificadas en la relaciones funcionales de nuestra estructura. Estas emociones son el miedo, la ira, la alegría y la tristeza. Estas cuatro funciones pueden verse en otras especies animales, sobre todo en los mamíferos. Sin embargo, el ser humano que nace de las dinámicas del lenguaje genera emociones con un componente social, son emociones que nacen desde el lenguaje y que sólo se observan en nuestra especie. Emociones como la envidia, los celos, la vergüenza, etc., no se encuentran en el repertorio de otros sistemas biológicos, ya que si analizamos cuidadosamente esas disposiciones corporales no son necesarias para mantener la homeostasis funcional, son originadas en el entorno cultural y por lo mismo no se presentan de igual forma en todas las sociedades. Las emociones biológicas se originan cuando un estímulo gatilla cambios en un sistema viviente con el fin de mantener su homeostasis

funcional, generando la liberación de neurotransmisores en zonas específicas de la estructura neural del organismo; esto trae por consecuencia la posibilidad de un repertorio de respuestas dada por un conjunto de movimientos frente a la perturbación. Para Kandel et al. (2001) en la generación de las emociones existe una interrelación de diversas estructuras como los núcleos autonómicos (núcleo parabraquial, núcleo del tracto solitario y el núcleo doral motor del vago), el sistema límbico (hipotálamo, amígdala e hipocampo) y la corteza (prefrotal y temporal). Los núcleos autonómicos se conectan con el sistema límbico y éste a su vez con la corteza, y de la misma forma la corteza regula el sistema límbico y éste los núcleos autonómicos, es una regulación en ambas direcciones. Estos circuitos y estructuras cerebrales están modulados por un conjunto de neurotransmisores: la serotonina, la norepinefrina y la dopamina. En el área tegmental ventral y en la sustancia nigra se encuentran los cuerpos de las neuronas del sistema de la dopamina, y proyectan hacia los ganglios basales, el sistema límbico y el córtex frontal y temporal (Kandel et al., 2001). El


núcleo del rafe contiene el cuerpo de las neuronas serotoninérgicas y proyectan al córtex cerebral, a estructuras del lóbulo temporal, el mesencéfalo así como el cerebelo y sitios en tallo cerebral y médula espinal (Bear, 2002). El locus coeruleus contiene el cuerpo de las neuronas del sistema de la norepinefrina e inervan todas las áreas de corteza, cerebelo y médula espinal (Kandel et al., 2001). Pese a la estructura y los neurotransmisores generales que se han mencionado, cada emoción posee una constitución específica y neurofisiológica determinada. a) El miedo Éste permite generar dos tipos de respuestas, la huida en el caso de una situación en la cual el movimiento rápido y de gran intensidad permita alejarse del peligro o un conjunto de respuestas que se dan desde el organismo cuando no es posible alejarse del estímulo. Por ejemplo, cuando un conejo a detectado la presencia de un zorro en los alrededores huirá frenéticamente como respuesta al estímulo; sin embargo, si de pronto en medio de la noche prendemos un foco hacia el conejo éste no huirá sino que quedara paralizado, en un estado de “congelamiento”, situación similar a la que ocurre cuando, cruzando una calle, de pronto un vehículo que se acerca a gran velocidad nos toca la bocina. El miedo puede ser de dos tipos: a) incondicionado, el cual está en

nuestra programación genética y no necesita experiencia, y b) condicionado, que se da en las experiencia previas que forman nuestra ontogenia. Los cambios fisiológicos producidos por esta emoción son inmediatos, así se produce aumento del metabolismo celular, aumento de la presión arterial, de la glucosa en sangre y de la coagulación sanguínea. El corazón bombea con más fuerza, la sangre fluye a los músculos y el sistema inmunológico se detiene. También se produce dilatación pupilar para facilitar la admisión de luz (Kandel et al., 2001). El circuito del miedo se basa en el núcleo amigdalino, con una importante participación del hipotálamo. Estos descubrimientos comenzaron en la década de 1930, cuando los investigadores notaron que la extirpación de la amígdala en monos disminuía dramá- ticamente el miedo y la estimulación eléctrica de la amígdala y el hipotálamo producía miedo en ellos, aun sin ningún estímulo. Huber et al. (2005) mostraron que la administración de oxitocina suprime la actividad de la amígdala y produce una disminución del miedo. Etkin et al. (2006) identificaron un aumento de la actividad del cíngulo rostral, el cual activa o inhibe la actividad de la amígdala frente al miedo. De esta forma frente a un estímulo se activa


la amígdala, pero es el cíngulo rostral quien determina si es necesario huir o no. El estímulo llega al tálamo desde lo sentidos, de ahí pasa a la amígdala, mediante la vía talámica directa, de gran rapidez y que actúa en niveles bajo la conciencia. Esta vía permite generar respuestas rápidas frente al peligro. Posterior a esto, se activa la vía talámica indirecta, que va hacia las cortezas sensoriales y de asociación, permitiendo una respuesta elaborada y en el nivel consciente (Kandel et al., 2001). La vía talámica indirecta funciona 300 milisegundos después que la talámica directa. La actividad de la corteza prefrontal tiende a producir respuestas de parálisis y la corteza prefrontal dorsolateral genera respuestas de huida (Bear, 2002). El núcleo central de la amígdala tiene proyecciones al área tegmental ventral que contiene los cuerpos de las células dopaminérgicas y al locus coeruleus, cuyos cuerpos neuronales contienen norepinefrina. Así, el núcleo central tiene el potencial para influir en una amplia serie de sistemas de neurotransmisores (Aggleton & Young, 2000). Nuevas investigaciones sugieren la existencia de tres estructuras muy primitivas que son fundamentales en situaciones de riesgo potencial o real, y se activarían antes incluso que la amígdala en la experiencia del miedo, éstos son el núcleo

mediano del rafe, los colículos inferiores y la parte dorsal de la sustancia gris periacueductal (Lira Brandão et al., 2003). El núcleo mediano del rafe reconoce temporal y espacialmente un ambiente asociado a un trauma. Los colículos inferiores distinguen específicamente un sonido normal de otro considerado amenazador. La porción dorsal de la sustancia gris periacueductal parece estar vinculada a una de las respuestas más primarias de defensa del organismo frente a los estímulos de aversión: la reacción de congelamiento (Lira Brandão et al., 2003) En el nucleo del rafe el neurotransmisor encargado de la actividad del miedo es la serotonina; en los coliculos inferiores la dopamina y el neurotransmisor en la sustancia gris periacueductal es aún desconocido (Lira Brandão et al., 2005). b) La ira Para Palmero et al. (2002) la ira y la rabia activan una serie de manifestaciones cada vez que ocurre la frustración. Este sistema tiene como objetivo ayudar a la supervivencia del individuo y las estructuras neurobiológicas implicadas se encuentran en dos zonas dependiendo si la ira es defensiva o de ataque. Para Zalcman y Siegel (2006) la ira se manifiesta en animales como los felinos produciendo cambios en la vocalización, dilatación pupilar, retracción de los oí- dos, arqueo de


la espalda, etc. Además explican que en este estado un gato golpeará con frecuencia un objeto móvil, ya que de esta forma, en condiciones naturales, protege su territorio o sus crías que son amenazadas por otro animal. El comportamiento de rabia defensiva es provocada al estimular eléctricamente el hipotálamo preóptico intermedio y el estímulo eléctrico o químico del mesencéfalo gris periacueductal (Siegel et al., 1999, citado en Zalcman & Siegel, 2006). El comportamiento de rabia de ataque se provoca al estimular eléctricamente el hipotálamo perifornical lateral, la zona ventral del mesencéfalo gris periacueductal o el tegmentum. Además la única diferencia autonómica con la rabia defensiva es una tenue dilatación pupilar (Zalcman & Siegel, 2006). Tanto la dopamina como los receptores de norepinefrina tienen efectos similares sobre las neuronas del hipotálamo intermedio. Especialmente la activación de los receptores alfa-2 de norepinefrina y D2 de dopamina en el hipotálamo medial y anterior facilita la rabia defensiva y los receptores D2 de dopamina facilitan el ataque predador (Zalcman & Siegel, 2006). El hipotálamo intermedio se proyecta al mesencéfalo gris periacueductal liberando glutamato y sus efectos son mediados por receptores NMDA. Existen también dos clases de neuropéptidos que facilitan la rabia defensiva: la

sustancia P que actúa en receptores NK1 en el hipotálamo intermedio y en el mesencéfalo gris periacueductal, y la colecistoquinina que actúan en receptores CCK-B en el mesencéfalo gris periacueductal (Zalcman & Siegel, 2006). Las citoquinas IL-1 beta en el hipotálamo intermedio facilita la rabia defensiva por un mecanismo de receptor 5-HT2 y IL-2 en el hipotálamo intermedio inhibe la rabia defensiva por un mecanismo de receptor GABAA (Zalcman & Siegel, 2006) c) La tristeza La tristeza es un estado interno que señala la necesidad de la afiliación y funciona para motivar a individuos para buscar relaciones sociales de apoyo. Al igual que el miedo, esta emoción está presente desde el nacimiento. En la Universidad de Wisconsin observaron que monos infantiles expuestos a la separación prolongada maternal con frecuencia sucumbían a un estado caracterizado por la pérdida de interés al ambiente, una reducción en la alimentación y tendían a agruparse en una esquina. Para Harlow (1976) la interrupción prolongada de la obligación maternal infantil también puede tener un impacto profundo sobre el comportamiento subsecuente. Monos recién nacidos socialmente aislados a una temprana edad no actuarían recíprocamente con otros


monos. Ellos no jugarían, lucharían, o mostrarían ningún interés sexual. El trabajo con animales ha identificado tres neurotransmisores que parecen ser la base de la tristeza: a) Los opioides endógenos que disminuyen durante la tristeza. Durante este estado emocional transitorio el nivel de opioide es más bajo en la transmisión en la corteza rostrada anterior del cíngulo. b) La oxitocina que también disminuye durante la tristeza. Su administración reduce la angustia por separación. c) Las acciones de echar de menos liberan dopamina en respuesta a señales evocadoras (Freed & Mann, 2007). Según Freed & Mann (2007), la inducción de la tristeza cambia la actividad en más de 70 regiones cerebrales. La mayor parte de los estudios se basa en la tristeza inducida por memorias personales, autobiográ- ficas o empáticas. Los tres tipos de tristeza pueden ser activados por diferentes mecanismos neurales. Once regiones cerebrales mostraron la activación en más del 30% de estudios de tristeza. Estas regiones incluyen la corteza anterior del cíngulo, relacionada con el conflicto cognoscitivo y emocional, la percepción del dolor y el aislamiento social; la corteza cingulada posterior, relacionada con memorias emocionales; la corteza ventrolateral prefrontal, relacionada con la recompensa; la corteza

lateral y dorsolateral prefrontal, relacionada con la atención ejecutiva; el giro superior y mediotemporal y la ínsula, relacionada con la experiencia subjetiva emocional, sensaciones corporales y toma de decisiones; y las áreas de los ganglios basales y el cerebelo, relacionados con la demostración social de emociones. d) La alegría En seres humanos la alegría (llamada emoción positiva para su estudio científico) puede ser medida por escalas tipo Likert o por respuestas conductuales no condicionadas (Burgdorf & Panksepp, 2006). La alegría es medida por una escala verbal en autovaloración o conductualmente por la presencia de sonrisa de Duchenne, por ejemplo (Ekman et al., 1990). En los animales sólo es posible medir la alegría con escalas conductuales (Burgdorf & Panksepp, 2006). La alegría esta relacionada con estados afectivos positivos, es decir, que originan el acercamiento y varios comportamientos consumatorios de éste. “El origen de las emociones positivas se clasifican en: a) aquellas que surgen de necesidades físicas para generar la homeostasis del sistema y que son aliviados por una actividad sensomotora específica, b) aquellas que reflejan procesos de acciones emocionales (juego, investigación, etc.), y c) aquellos que surgen como sentimientos generales de fondo


relacionadas con varias formas de satisfacción, angustia y alivio” (Ostow, 2004; Panksepp, 2004; Panksepp y Pincus, 2004, citado en Burgdorf & Panksepp, 2006). La alegría es producida debido a la actividad del sistema límbico y subsistemas específicos en regiones sub-neocorticales (Panksepp, 1998). En estudios sobre drogas que producen euforia se ha visto que el agonista opiáceo que se une a receptores opiáceos µ es eufórico, mientras que opiáceos kappa selectivos generan estados negativos en la gente (Schlaepfer et al. 1998, en Burgdorf & Panksepp, 2006). “Cuando se inyecta opiáceo m agonista (morfina, endomorfina 1, DAMGO) directamente en el cerebro en el área tegmental ventral, núcleo accumbens, en la sustancia gris periacueductal y el ventrículo lateral se genera preferencia de lugar condicionado (Bals-Kubik et al., 1993; Olmstead y Franklin 1997; Terashvili et al., 2004), en cambio los agonistas kappa selectivos (U50, 488K) producen aversión de lugar condicionado al ser inyectados en las mismas regiones cerebrales (BalsKubik et al.,1993)” (Burgdorf & Panksepp, 2006). Existen varias áreas subcorticales implicadas en la generación de emociones positivas: zonas mesocorticales sobre todo orbitofrontales, el cíngulo anterior y la ínsula. El estímulo eléctrico del núcleo accumbens produce risa y

euforia (Okun et al., 2004). Para Knutson et al. (2001) el striatum ventral está relacionado con la anticipación de recompensa, por otra parte, el recibo de la recompensa; está relacionado con una disminución de la actividad en el striatal ventral. Con respecto a la actividad de la amígdala, ésta decrece con emociones positivas, ya que su papel principal está relacionado con emociones como el miedo, la ansiedad y la ira.


Respuesta Fisiológica de las Emociones Imaginemos estamos cruzando un paso de cebra cuando de repente un coche se dirige a nosotros a gran velocidad. En ese momento nuestro corazón empezara a latir más deprisa, la respiración aumentara en su frecuencia y nuestros músculos comenzaran a tensarse. La digestión se ralentizara, las pupilas se dilataran y posiblemente empezaremos a sudar, nuestro cuerpo se está preparando para huir y todos los cambios que experimenta nuestro cuerpo van dirigidos a ser más eficientes ante cualquiera de estas dos posibilidades. Acabamos de experimentar una respuesta de ansiedad y nuestro cuerpo ha cambiado para poder afrontar el peligro. Todas las emociones llevan asociadas ciertos cambios físicos que preparan al organismo para afrontar la situación. Estos cambios son producidos por el sistema nervioso simpático, una vez pasado el peligro el sistema nervioso parasimpático se encargara de reducir la excitación gradualmente. Además de los cambios fisiológicos anteriormente mencionados podemos mencionar

los siguientes: temperatura corporal, tensión arterial, conductancia de la piel, actividad gastrointestinal y ondas cerebrales. ¿Podríamos averiguar qué emoción estamos experimentando en función de las respuestas fisiológicas que experimenta nuestro cuerpo? Muchas han sido las investigaciones al respecto y han puesto de manifiesto que patrones fisiológicos de respuesta son característicos de ciertas emociones. Ya en las primeras teorías sobre las emociones W. James y C. Lange indicaron que cada emoción generaba un patrón fisiológico característico. Por ejemplo el miedo o la ira generan una mayor tasa cardiaca que la alegría o el asco. Sí medimos la conductancia, los incrementos más pronunciados aparecen en las reacciones de tristeza, miedo, ira y asco, mientras que la alegría produce variaciones mínimas en dicha respuesta. Así que parece ser que existen distintos cambios en nuestro cuerpo que generan sensaciones definidas para cada emoción. Podemos suponer que midiendo estos cambios fisiológicos podríamos determinar que emoción está sintiendo alguien,


solo tendríamos que llenarlo de cables por todo su cuerpo y enchufarlo a una maquina que midiera esos cambios, pero sin duda existe una forma mucho más sencilla de averiguar qué emoción experimenta alguien: mirar a su cara. Los indicadores fisiológicos de las emociones suelen ser el componente más llamativo para quien experimenta la emoción incluso pueden llegar a ser más temido generando como sucede en el trastorno de pánico donde la persona genera un miedo intenso a los síntomas físicos del miedo. Todas las respuestas físicas que nuestro organismo genera cuando experimentamos una emoción son inocuas y benignas, por muy intensos que sean los latidos del corazón, la frecuencia de nuestra respiración, la tensión que experimentamos, son absolutamente inofensivas para el organismo. Nuestro cuerpo viene diseñado para generar y tolerar el componente fisiológico de las emociones cuando estas ocurren de forma temporal, no sucede lo mismo si la frecuencia o duración es muy alta ya que el organismo es costoso mantener un grado alto de activación durante mucho tiempo, las emociones preparan al cuerpo para que actué rápidamente pero no durante periodos prolongados

Para ver el efecto negativo de las respuestas fisiológicas podemos estudiar la respuesta de estrés ya que genera una activación psicofisiológica similar a las emociones. El estrés es un proceso que se moviliza ante una demanda interna o externa, activa un mecanismo de emergencia en el cuerpo con el objetivo de dar una respuesta adecuada a la exigencia. Cuando esta activación es demasiado frecuente y duradera puede dar lugar a que se desarrolle un fallo e en los órganos que están involucrados en la respuesta del estrés. Estos órganos denominados diana se activan o inhiben su acción como parte de la respuesta de estrés y vuelven a su estado de reposo una vez pasada la demanda y es precisamente este mecanismo el que se puede ver afectado con el estrés crónico dando lugar a los trastornos psicofisiológicos.



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