María Lucía Martínez
Persiguiendo al Sol
María Lucía Martínez
Persiguiendo al Sol
Editorial Rana Dorada
Se recomienda leer este libro con un diccionario o un dispositivo mรณvil en caso de que haya palabras desconocidas. Dedicado a todos aquellos que en medio del encierro quisieran encontrar un lugar al cual escapar, a veces en el interior uno puede encontrar nuevos mundos.
Pontificia Univerisdad Javeriana Profesiones de la comunicación Énfasis editorial Textos es ilustración: María Lucía Martínez Corrección de estilo: Juan Pablo Corredor y María Paula Gnecco Editorial Rana Dorada Bogotá, Colombia ISBN:978-5-II2392-23-X ISSN: 978-5-II564-99-X 2020
María Lucía Martínez
Persiguiendo al Sol
Editorial Rana Dorada
Capítulo 1
En una ciudad costera, donde el mar despedía al sol por las noches y donde los edificios admiraban su reflejo en el agua, vivía un niño de padres “marineros”. Su nombre era Marcus, y por su edad no podía acompañar a su familia en sus aventuras marítimas, entonces le tocaba quedarse con su abuela esperando el regreso del barco familiar. Pobre Marcus, cómo deseaba poder zarpar y descubrir el mundo. La abuela siempre le contaba historias de altamar, de los monstruos que decía haber encontrado durante su vida y de sus aventuras persiguiendo al sol; siempre terminaba sus historias diciendo “El sol siempre se va a dormir y nos deja con la luna y las estrellas, en algún lugar tendrá que estar descansando ¿no? Qué lindo sería ver el dormitorio del sol...” La abuela ya estaba muy vieja y ya no podía navegar como solía hacerlo antes, sólo cortos paseos en lancha y sentada, pero sus ganas de ver a dónde se va el sol a dormir no morían y eventualmente se le pegaron a Marcus. Marcus era un chico muy curioso y leía todo lo que podía acerca de navegación. Lo que más le gustaba estudiar era la cartografía, cada mapa que traían sus padres era tan distinto del otro. Algunos eran detallados y llenos de nombres, otros sólo contenían las siluetas de los continentes, pero los que más le gustaban eran aquellos tenían dibujos de
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monstruos marinos y de astros. Eran esos mapas precisamente los que sus padres menos usaban, entonces, a pesar de ser los má antiguos eran los que mejor se preservaban. Un día revisando los mapas con detalle, encontró que varios de sus mapas favoritos tenían una firma justo debajo de la rosa de los vientos. El nombre le resultó familiar, Marcus estaba seguro de que el autor de uno de los libros de sus padres se llamaba igual. Sin pensarlo dos veces corrió a la biblioteca y ahí estaba, un libro que su abuela le leía cuando era más pequeño, casi no se acordaba de qué trataba. Mirándolo más detalladamente más que un cuento de niños, que era como lo recordaba Marcus, parecía una especie de diario. Al leerlo Marcus se dio cuenta que era una bitácora de viajes que empezaba con la siguiente frase: “Dejando todo atrás, a mi familia y a mis amigos para por fin descubrir la morada del sol. Me embarco hacia lo desconocido con el objetivo de encontrarla” Así que de ahí lo sacó la abuela, murmuró Marcus. La bitácora continuaba con el relato de cómo el autor decidió realizar tal viaje, contaba que en un manuscrito que le había comprado a una bruja, estaban las instrucciones para llegar a una tierra a la que sólo se podía acceder a través del mar, a menos que el ser humano descubriera cómo tener alas de pájaro o de insecto. Se podía llegar en un barco normal, pero tomaría varios meses; en cambio, si uno le pedía a la luna llena con honestidad un viaje seguro, a la mañana siguiente habría un barco esperándote listo para salir y solo tomaría un par de noches. Por más que le gustara la fantasía a Marcus, esta historia se le hacía difícil de creer, en especial porque más adelante en la bitácora empezaron a aparecer encuentros con monstruos y sire10
nas, el diario cada vez parecía más un producto de ficción. A pesar de lo fantasioso del libro, sus relatos eran muy cautivadores. Marcus deseaba que algo así fuera real, en especial porque al final cuando el autor llegaba a su destino se encontraba con una ciudad fantástica. Llena de espíritus y luces, habitada por humanos y monstruos, repleta de casas con techos de metal y cerámica, paredes con adornos rojos y amarillos, estatuas por todos lados, lámparas de papel adornando las calles, peces que vuelan, y telas de sus habitantes que flotan con delicadeza. Parecía algo sacado de otra dimensión. Marcus no era capaz de imaginarse cómo se vería tal lugar, se moría de curiosidad por verlo. Los monstruos y sirenas se quedaban pequeños al lado de la descripción de la ciudad. La bitácora acababa ahí. El autor nunca menciona haber encontrado el dormitorio del sol. En esas entró la abuela a la biblioteca. –¡Que estupidez! – le refunfuñaba Marcus –Así que encontraste el libro, qué nostálgico– le respondía. –Pero si es pura fantasía, siempre pensé que te referías a algo real, que un lugar como el dormitorio del sol podría existir no que era algo que habías sacado de un cuento. Qué infantil...– La abuela sólo le sonreía a Marcus con ternura –Tal vez algún día entiendas. – Qué desilusión, que decepción. Todo basado en un libro. Aunque bueno la abuela estaba vieja, no es de sorprenderse que saliera con esas cosas, pensaba él. Oh, Marcus nunca subestimes a los mayores, no es por nada que dicen que sabe más el diablo por viejo que por diablo. Pasaron las semanas y los padres de Marcus habían vuelto 11
de uno de sus largos viajes, pero casi tan pronto como llegaron se fueron. Aunque a él le gustara hacerse el duro e indiferente, la ausencia de sus padres lo afectaba de todas formas. Cada vez los veía menos, se sentía abandonado. Partieron en una noche de luna llena, se despidieron desde la puerta de su casa que daba al mar. Marcus lloraba y preguntaba: –¿Por qué no puedo ir con ellos?– La abuela abrazándolo le dijo: –Es peligroso, necesitarías un barco mágico que te pueda proteger. – ¿Qué cosas dice la abuela? pensaba para sí Marcus con un poco de rabia, aunque para que mentirse ojalá algo así exista. Quiero poder ir al mar, pensaba, quiero poder navegar deseaba. –Pronto pequeño Marcus, pronto. – Qué rara que es la abuela, pensó.
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Capítulo 2
A la mañana siguiente, mientras desayunaba, Marcus vio desde la ventana algo muy curioso en la orilla del mar. Por los colores parecía un juguete, pero a esa distancia debía ser gigante. Hmmmm ¿Qué será eso? Dijo la abuela parada detrás de Marcus. Casi lo mata de un infarto, ni se había dado cuenta de que estaba allí. –Querido ¿Por qué no vas a ver qué es? – Dijo la abuela sonriente. Marcus respiró profundamente, como alguien al que le acaban de poner una tarea pesada –Está bien, ya vuelvo–. Subió por a su cuarto por unas cosas antes de salir y cuando se dirigió hacia la salida vio a la abuela con una maleta, sonriente una vez más. La abuela últimamente está muy alegre por algún extraño motivo. –Es hora de tu primera travesía– Dijo ella mientras abría la puerta.
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Marcus estaba confundido, muy confundido ¿De qué está hablando la abuela? Se pregunto un poco angustiado ¡No puede ser! A parte, ¿con quién o cómo? No podría estar pensando en mandar a su nieto solo, eso sería una locura. Pero ahí estaba ella pasándole la maleta, estaba pesada, Marcus al abrirla vio que había bloqueador y mucha comida. Demasiada, se atrevería a pensar. Lo suficiente como para abastecerse un par de días. Pánico, eso sintió Marcus en ese momento. No entendía qué estaba pasando, pero sin tener tiempo para cuestionar a su abuela, ella ya lo estaba empujando afuera de la casa deseándole buen viaje. Marcus alcanzó a estar tres pasos delante de la puerta cuando la escuchó cerrarse de un fuerte golpe, él se volteó y de a golpetazos le pedía a la abuela que la abriera, sin embargo, sólo escuchaba silencio del otro lado. No puede ser, pensó Marcus... ¿Me han echado de casa? Esperó un par de horas, pero la abuela no aparecía. Como no tenía nada mejor que hacer mientras esperaba a que la abuela le abriera y con un poco de curiosidad, decidió revisar el extraño objeto no identificado encallado en la playa. A medida que se acercaba, lograba discernir la forma que tenía. Sí, él tenía razón. Definitivamente parecía un juguete, un barco de vapor para ser precisos. Era blanco con tubos rojos y negros, parecía de madera. Entre más se acercaba, también notó que estaba lleno de detalles, se dio cuenta que podía entrar y por su interior parecía que podría navegar. 16
–Sería divertido verlo funcionar– murmuró. En ese momento una gran ola se acercó y desencalló el barco, ahora estaba en el mar. El repentino movimiento tumbó a Marcus, cuando fue capaz de levantarse y mirar por una de las ventanas notó que se alejaba de la tierra a gran velocidad. El barco inició marcha por sí solo, de él salía una estela de humo. La brújula que en él se hallaba dejó de apuntar al norte y empezó a apuntar al occidente en la dirección del barco. Aunque pareciera que el barco se estuviera manejando sólo, el timón se movía erráticamente y la embarcación se tambaleaba –¡Oh no, se va a volcar! – Gritó Marcus, y corrió a aferrarse al timón. Logró estabilizar el barco y Marcus estaba navegando. Estaba maravillado, tan encantado con la idea de hecho, que por unas cuantas horas se olvidó todo y se dedicó a surcar los mares. Cuando por fin volvió en sí mismo, se dio cuenta que debía estar a kilómetros de su hogar. Angustiado por no saber en dónde estaba, empezó a buscar entre las estanterías y baúles del barco un mapa o cualquier cosa que le pudiese ayudar. Encontró un compás, un reloj y un mapa enrollado. –Perfecto, ojalá con esto pueda calcular más o menos en dónde estoy y cómo devolverme. – Para su desgracia, cuando desenrolló el mapa Marcus notó que no era normal. No tenía nombres ni fronteras dibuja-
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das, tenía ilustraciones de monstruos y un sol gran sol en la mitad. Eso no era lo único extraño, el continente en el que él vivía solía estar hacia el occidente en la mayoría de los mapas, pero en este estaba en el oriente, generalmente Europa está en la mitad en la mayoría de las cartografías, pero aquí estaba en el occidente. No era imposible hay algunos países del mundo que prefieren sus mapas así, les serán más útiles con ese orden; lugares que parecen al otro lado del mundo en estas configuraciones se ven a la vuelta de las esquinas así. El estilo de este mapa le resultó extremadamente familiar a Marcus. Cuando miró debajo de la rosa de los vientos ahí estaba, la inolvidable firma. –Esto tiene que ser un chiste...– Un corrientazo le bajó por la espina a Marcus, un muy mal presentimiento. Con la información que tenía a la mano se hizo la idea de por dónde podría volver y sin pensarlo dos veces volvió al timón que ya estaba estable. Intentó girarlo, pero parecía estar atascado. Con todas sus fuerzas e incluso con patadas trató de que se moviera, pero se mantenía estático. Ocasionalmente parecía girar levemente, como si un fantasma lo estuviera manejando. Marcus miró la brújula, miró el mapa, nuevamente la brújula y se llevó la mano a la cabeza. Así es querido marinerito, te diriges hacia el sol. En esas y un poco resignado, le entró el hambre a Marcus. Buscó en la maleta que le dio la abuela, había sándwiches 18
que podrían durar varios días antes de echarse a perder, un par de termos con agua, el bloqueador, galletas y pan. Escarbando también encontró un lápiz, un cuaderno y... – ¿EL LIBRO? – Bueno con lo extraño de la situación el libro, si algo, era lo único que tenía sentido. Aunque si eso resultaba verdad, eso significaba que eventualmente se encontraría con los temidos monstruos marinos. Marcus miró nuevamente la maleta, en búsqueda de algo para defenderse contra los monstruos, pero a parte de la comida y otras cosas muy básicas no había un cuchillo. De todas formas y pensándolo mejor, tal vez un cuchillo no le sería útil contra una criatura gigante. Según el libro, los monstruos rugían y hacían como que iban a atacar al barco, pero al final nada pasaba, tal vez sólo estaban tratando de intimidar al que pasara por ahí. De pronto atacarlos era lo que no se debía hacer. Marcus se sentía un poco conflictuado, haciéndole caso al libro que había tachado como infantil. Como de costumbre, Marcus con tu afán de crecer. Estar a las puertas de la adolescencia no te quitará lo de niño. Mientras pasaban las horas, el barco navegaba como si persiguiera al sol y Marcus se dedicaba a leer nuevamente la bitácora. Sentía que tenía que volver a llamarla así. Ocasionalmente el barco empezaba a ladearse y Marcus tenía que volver al timón, esos eran sus momentos favoritos, pero en el primer segundo que intentaba darse la vuelta este volvía a quedarse quieto. No tenía sentido seguir peleando contra el barco, tenía voluntad propia. 19
Se aproximó finalmente la noche, el escenario del mar que siempre se siente inquieto pero estático al mismo tiempo por fin empezaba a cambiar. El cielo se llenaba de nubes rosas y de tonos naranjas, el mar titilaba con destellos dorados mientras el sol se escondía detrás de las olas. –Va demasiado rápido, no creo que podamos alcanzarlo– Suspiraba Marcus como si le estuviera hablando al barco. –Volvamos esto no tiene sentido– Como si le hablara al capitán fantasma que tomaba el mando ocasionalmente. El barco solo se balanceó un poco y ya, parecía escuchar. Marcus salió a cubierta, sin el sol a la vista todo estaba más fresco. Se echó sobre las tablas y se dedicó a mirar el cielo. Pensó que en esta dirección habían zarpado sus padres ¿Será que podría encontrárselos de casualidad? Se amargó un poco –ya no soy un niño–. El cielo comenzó a parpadear con destellos de estrellas y el brillo de la luna. Eran muy bonitas. En algún libro Marcus había leído que en la antigüedad creían que la tierra estaba cubierta por una especie de cúpula que rotaba, decía que en ella estaban pegadas las estrellas, la luna y el sol. Él sabía que no era más que una antigua creencia, más allá de las nubes hay espacio y entre las estrellas una gran distancia.
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Sin embargo, le gustaba más la idea de la cúpula y los pegotes celestiales. Oh, Marcus entonces tú ya sabías que el sol es una bola de gas en constante ignición. Una estrella que en relación a todas las demás es más bien pequeña. Un astro incandescente con una fuerza gravitacional tal que la que se mueve alrededor es la tierra y no el sol. Te jactas de no ser un niño, pero a una parte de ti le gusta fantasear, te gusta creer que el sol se va a dormir en algún lugar de la tierra. –Cállate, yo...Yo lo sé– Dijo mirando las estrellas. El barco echó una nube de humo. Por más estable que sea un barco, siempre se mecerá un poco. A algunas personas esto les causa nauseas, pero en el caso de Marcus lo único que le estaba dando era sueño, pero él quería seguir mirando a las estrellas. Identificaba varias constelaciones y pensaba en las historias detrás de ellas, que loco le parecía que las personas fueran capaces de ver personas y animales en un montón de puntitos en el cielo. Aunque bueno, los astros tienden a ser un poco hipnóticos en el pasado había gente pensando en leyendas mientras los mirabas y aquí estás tú pensando en ellos. También pensaba en que podía identificar un par de signos zodiacales, un pedazo de lo que quedaba de Aries y a Tauro. Tauro... Tauro... escuchaba con eco en su cabeza, en las niñas del colegio que decían que Tauro es terco, en las revistas que decían que cosas buenas te van a pasar este mes. Si ves a Tauro eso quiere decir que pronto cumplirás años. El barco ya no se mecía, eso es raro, el mar tendría que estar completamente quieto para que eso pasase, fue 21
lo último que le pasó por la mente a Marcus. Se había quedado dormido. Quietud y silencio absoluto. El barco parecía estar en medio de un arrullo de estrellas, flotando sobre un gran espejo. Un silbido y un destello pasaron a gran velocidad por debajo de la embarcación, y esta se meció un poco. Luego pasó otro; el sonido era de silbido nuevamente, pero en otra nota. Luego otro y otro, empezaron a pasar de más de uno, todos sonando ligeramente distinto, hacían melodías que iban y venían a medida que pasaban por debajo. Llegó el punto en el que debajo del barco parecía que hubiera una lámpara gigante y que una orquesta estuviera de paso. Uno de los destellos se estrelló contra un costado del barco y este se agitó con violencia, naturalmente Marcus se despertó. Un poco asustado por el movimiento, el ruido y la luz, pero sobre todo desorientado, parecía haber olvidado todo lo que había pasado ese día, o quizás no estaba del todo despierto. Se levantó y se acercó hacia el costado en el que había sentido el choque. Mientras tanto en el agua al lado del barco, unos mechones de pelo parecían estar flotando. Tal vez si hubiera estado más despierto a Marcus esto lo habría alarmado, pero sólo pensaba que era curioso. Detallando mejor a los mechones, también se veía lo que parecía una mano que se movía como si estuviera frotando algo... ¡Oh claro! Es una mano sobándose la cabeza. Sí esto tiene sentido, mucho sentido, sí... Marcus volvía a quedarse dormido. –¡OYE! –Gritó una voz enfadada. Con lo surreal de la escena Marcus creía seguir en un sueño, pero la voz fue su22
ficiente para sacarlo de su trance. Ahora él estaba bien despierto y asustado. Digo asustado porque con tan sólo escuchar la voz se cayó para atrás y retrocedió a rastras, alejándose de ese costado del barco. –¡OYE!– Gritó de nuevo la voz, esta vez menos molesta –No deberías estar por aquí, es peligroso. –No es como si quisiera estar aquí– Replicó Marcus, manteniendo distancia. Una mano brillante y extendida se agarró de la cubierta, luego salió otra e hizo lo mismo y luego el agua salpicó fuertemente. Marcus se tapó los ojos. –Puedes dejar de taparte los ojos, la peligrosa no soy yo– La voz se escuchaba más cerca. Marcus abrió sus ojos y trató de ver entre las divisiones de sus dedos, se quedó atónito. A su alrededor el mar brillaba y hasta el momento, entre el sueño y el miedo no había puesto atención a sus alrededores, pero escuchaba que, aparte del festival de luces, parecía haber un concierto debajo del agua. Todo era muy hermoso y delante de él había una sirena de dos colas con cara malhumorada mirándolo de cerca. Qué incómodo. –Así que así se ve un humano, mi abuela los describía de una forma más... Como decirlo sin ofender... ¿Fantástica? – Pues perdón por matar tus ilusiones.–Dijo Marcus en voz baja. – ¡Entonces sí hablas! No hay necesidad de ser tan callado. – Tal vez no se había notado hasta el momento porque
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Marcus sólo ha interactuado con su Abuela y consigo mismo hasta este momento, pero el muchacho es bastante retraído. En un viaje en el que se esperaba encontrarse con una serpiente de mar gigante que quisiera tragárselo, lo último que se imaginó fue dar con una sirena parlanchina. –No son tan distintos a nosotros, tienen aletas un poco extrañas y están más secos, pero eso es de esperarse– Dijo la sirena en voz alta, aunque no parecía estar hablando con Marcus. Parece que es alguien que no puede tener conversaciones mentales. Mientras tanto, el pobre Marcus está tenso de pies a cabeza. Cabe aclarar que la sirena, que está a unos cuantos centímetros de la cara de Marcus, parece que tampoco conoce el espacio personal. Una mezcla fatal entre un día lleno de descubrimientos desgastantes y la situación que tenía al borde de un grito a Marcus, dieron como resultado que se desmayara. –Bueno de esto sí me habló mi abuela. – Dijo la sirena mientras recogía a Marcus y lo llevaba al interior de la cabina. Durante lo que quedó de la noche se pudo escuchar la melodía del mar luminoso.
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Capítulo 3
Cuando llegó el medio día y el sol calentaba más, Marcus finalmente se despertó un poco desconcertado por el sueño que tuvo, la decepción que sintió al darse cuenta de que estaba en el barco no tenía comparación. Sentía que ya nada lo podía sorprender excepto por la escena que pintaba la chica sentada en la proa. Apenas si se acordaba de lo que había pasado la noche anterior. Pensó en que recordaba bastante bien todo lo que había pasado desde que su abuela lo echó hasta que se quedó dormido mirando las estrellas. La chica tenía pelo rosado y crespo, usaba una camiseta de rallas azules y tenía una pantaloneta de denim. Le pareció familiar pero no estaba del todo seguro de dónde la conocía ¿La escuela? No puede ser nadie tiene el pelo de ese color. Trató de acercársele sin hacer ruido. De pronto si la veía más de cerca se lograría acordar. –Estas cosas son difíciles de usar– Dijo la chica sin voltearse. Sólo hubo silencio por parte de Marcus. 27
–No te quedes callado, por favor...– Sonaba un poco triste –Esto es tu culpa... – Marcus la miraba un poco atónito en especial por el color surreal de su cabellera, aunque también hablaba con un acento particular o más bien que un acento parecía como si su voz no fuera del todo humana. –¿Qué cosa? Respondió. –Desde anoche cuando me subí a este bar... ¿bar–co? Creo que así se llaman, después de que te desmayaste y traté de llevarte al interior del barco, sí ¡Barco! Y mis aletas se transformaron en estas cosas y ahora estoy atrapada aquí. Es tu culpa. – Seguía sin voltearse. –Se llaman piernas. – Murmuró Marcus. Le parecía extraño tener que hacer el comentario. –¿Qué cosa? –Eso que llamas cosas, son piernas y no, no sé, no creo que sea mi culpa.Yo también estoy aquí atrapado. – Se tomó una larga pausa – ¿Quién eres y por qué estás aquí? – La chica se volteó confundida, como si lo que hubiera dicho antes no respondiera sus preguntas. También al voltearse se le vieron los ojos que como su pelo eran de un color inusual. Nunca en su vida Marcus había visto a una persona con ojos naranjas. Parecían sacados de la pintura 28
de un demonio. Tal vez porque se asemejaban a los ojos de un búho o un gato, le recordó a esas pinturas, pero en realidad no se veían amenazadores sólo parecían estar al borde de las lágrimas. –¿No te acuerdas? Imágenes del mar lleno de colores, el sonido del concierto marino y la sirena ¡La sirena! De ahí le parecía familiar. – Entonces ¿No fue un sueño? – –No sé lo que un sueño sea– seguía viéndose un poco triste, Marcus sentía recordarla un poco más energética. –Mi nombre es Marcus ¿Cómo te llamas tú? – –Laila ¿Qué haces aquí? Es muy inusual ver humanos por aquí.Yo creía que eran seres mitológicos. – –Si te soy honesto no sé muy bien, se supone que tengo que llegar al lugar en el que el sol duerme cuando se hace de noche. –Marcus se sintió un poco extraño diciendo eso en voz alta, pero con todo lo que ha pasado, sentirse así era lo de menos. –¿Eres tonto? –La respuesta de Laila lo tomó por desapercibido. Eres una sirena, anoche el mar brilló de colores, estoy en un barco que se maneja sólo y se guía por un libro de ficción ¿y yo soy el tonto? –no pudo evitar pensar Marcus– Tal vez seguía soñando. Por lo menos ahora Laila se estaba riendo, en medio de su monólogo interno Marcus se había quedado haciendo una mueca de confusión que le había causado gracia a la sirena.
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–Muéstrame un mapa– le demandó Laila. –¿Qué? ¡NO! ¿Por qué? –Si voy a estar atrapada aquí por lo menos quisiera saber en dónde queda ese lugar que tú mencionas–. Marcus no puedes luchar con esa lógica, deberías mostrarle el mapa. De pronto te puede ayudar. Y eso hizo, a regañadientes, pero lo hizo. Mala idea no fue, porque en el instante que le mostró el mapa que parecía incompleto, de inmediato Laila quedó asombrada. No hacía sino mirarlo en una especie de trance como si se tratara de una delicada reliquia. –¿DE DÓNDE SACASTE ESTO? –Se veía realmente emocionada de la nada. –¿Venía con el barco? – respondió Marcus. –¿Me estás preguntando o me estás respondiendo? – Laila tenía un carácter fuerte, le pareció un poco chocante a comparación de unos momentos antes cuando estaba a punto de llorar, pero al menos le aliviaba saber que ya estaba de mejor humor. –Es-es una respuesta... ¿Qué tiene de especial el mapa? – –Bromeas ¿cierto? Es muy extraño encontrar mapas que tengan información de la superficie, aunque este parece incompleto. No tiene nada escrito. – Si bien el mapa no tenía mucho texto, era verdad que por lo menos tenía detalles de la topografía de los continentes. Se podía ver bien en dónde había montañas, desiertos e incluso ríos y lagos. Para un ser que nunca ha salido del mar esto debía parecerle lo más de exótico. –Parece que si seguimos por aquí nos encontraremos con
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un par de serpientes marinas y leviatanes, sería bueno saber cuáles en específico. – –¿De qué sirve saber eso? Todos deben ser iguales, ¿no? – En ese momento Laila volteó los ojos como si le hubieran dicho la estupidez más grande del mundo. A poco y volvía a llamar tonto a Marcus, pero en ese momento parece que se dio cuenta de algo. Le arrebató el mapa a Marcus, salió de la cabina y en uno de los costados del barco sumergió el mapa. Angustiado por el mapa Marcus le gritó –¿QUÉ HACES? LO VAS ARRUINAR – En el mejor de los casos la tinta se le correría al mapa. En el peor se desintegraría en el agua y se perdería para siempre. Era el único mapa con el que contaban. –Deja de llorar y mira – Replicó Laila Marcus se acercó. Seguía molesto. Al ver el mapa quedó atónito. Con el agua empezaron a aparecer rastros de texto, los nombres de continentes, las divisiones políticas entre países, pero había más. El mar también estaba dividido, lo que sería el océano pacífico se llenó de palabritas, con nombres muy particulares que no le sonaban para nada familiares a Marcus. –Este debe ser el mapa más completo que exista tanto de la superficie como del mar, qué locura. Lo que darían algunos por tener esto. Nadie en casa sabe con certeza lo que hay en la superficie. No sé qué me esperaba –Laila soltó una carcajada–
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¡Le tienen nombres muy raros a todo! –¡Ustedes también! –Dijo Marcus, también riéndose –¿Qué es eso del reino de Mumbambú? Suena como un nombre inventado para un país africano. – –Habla por ti mismo, ustedes tienen un país llamado Inglaterra ¿No es un poco redundante ponerle terra a un país que obviamente está en la tierra? – Así fue como pasaron un par de horas, riéndose del otro y hablando sobre cómo eran las cosas en sus respectivos hogares, sobre la comida, los juguetes e incluso la ropa. Y hablando de ropa –¿De dónde sacaste esa ropa? –preguntó Marcus– que si bien no se acordaba bien de la noche anterior estaba seguro de que era la primera vez que veía esas prendas. –Cuando mis aletas se endurecieron y se transformaron en estas piernas, mi ropa se secó y quedó con una textura un poco incomoda, entonces me puse a buscar entre tus cosas y vi que tenías una camiseta y esto que tengo en las piernas. – –Pantalonetas, se llaman pantalonetas. Y yo no traje ropa extra, de hecho, casi que nada aquí es mío. – –Qué curioso, habría jurado que sí eran tus pertenencias. De ese ser el caso, las saqué del baúl que hay detrás del circulo con palos. – Debía referirse al timón, pero eso es extraño. Marcus no recordaba haber visto un baúl detrás del timón. Cuando estaba buscando el mapa escudriñó en cada esquina y re32
coveco de la cabina, pero al voltear su mirada al timón que llevaba estable desde la noche anterior, notó que ahí estaba el baúl. Esto sólo se pone cada vez más extraño, pensó. Al abrir el baúl notó que había una camiseta de rayas y un par de gorros de marinero. No pudo evitar vestirse con las prendas recién encontradas, pues alimentaban un poco más su fantasía de ser un marinero de verdad. Aunque siendo honestos en este momento lo era. Le pasó el otro gorro a Laila sonriendo de una forma un poco infantil. –¿Qué es esto? –Preguntó – –Es un gorro de marinero, jeje, lo usan las personas que navegan. – Laila miró el accesorio un poco extrañada, le parecía un poco tonto, pero la palabra marinero lo quedó resonando. –¿Por qué lo usan? –La verdad, no sé, porque se ve bien supongo. Lo único que sé es que para ser un marinero necesitas uno de estos. – –¿Qué es un marinero? – –Un marinero es alguien que navega por el mar, mis padres son marineros ambos. – –¿Tus padres usan estos gorros? – –No realmente... – –¿Pero no que eran marineros? – –Algo así, no son nada oficial, podríamos decir que son navegantes. – –NO ME DIGAS QUE SON PIRATAS AHAHAHAHAHA– 33
A Marcus le hirvió la sangre al escuchar esa palabra. No era del todo mentira, pero tampoco era del todo verdad. Tenía ganas de gritar y de llorar. No era el tipo de persona que estallara cuando sentía ira. Solo se quedó mirando al suelo tratando de contener las ganas de llorar, mientras apretaba los ojos cerrados. Laila dejó de reírse. –Mi abuela me contó de los piratas, sé más de ellos que de los marineros esos que mencionas. Sé que no todos los piratas son malos, de hecho, dicen que son los únicos que se suelen encontrar con sirenas. Hace tanto que no se veían humanos que yo creía que eran mitos, creo habértelo mencionado antes. – Marcus seguía mirando al suelo. – Para la armada todo aquel que no sea marinero es pirata. –Dijo con una voz muy baja – Mis padres son comerciantes ilegales, así que de cierta forma son piratas. El gobierno no deja que nada salga ni entre al país si no lo hacen los marineros, todos los que desobedezcan son piratas y a los piratas los –se le quebró la voz, no fue capaz de decir más. Laila puso su mano contra la espalda de Marcus que ahora se encontraba de rodillas en el suelo, tratando de controlar su respiración. –Tus padres deben ser muy valientes, estoy segura de que no son malas personas. – –¡Definitivamente no lo son! –Marcus levantó su cara con una mirada de determinación –Nunca me lo han querido explicar, pero por lo que le he 34
oído a mi abuela, tuvieron un problema con el gobierno y los despidieron o algo así. Sé que después de eso siguieron navegando a pesar de que su vida puede estar en peligro. – –¿Qué pueden estar haciendo como para que los consideren piratas? – –No estoy muy seguro tampoco, siempre que se van llevan cajas con una medicina que sólo se puede conseguir donde yo vivo. – –¿Tus padres son narcotraficantes? –dijo Laila con una expresión de preocupación– –¡NO! ¿Cómo se te ocurre eso? Espera, sabes qué es un narcotraficante, pero ¿No sabías lo que era un barco? – Laila se echó a reír –Era una broma, tranquilo. Mi abuela cuando era niña me contaba muchas historias de cuando ella tenía mi edad, ella me decía que era amiga de unos piratas que solían aparecer por estas aguas ocasionalmente. Yo nunca le creí que fueran historias reales y pensaba que muchas de las palabras que me decía eran invenciones para entretenerme. Quién hubiera creído que varias de esas cosas resultarían siendo verdad. En todo caso, en mi defensa, mi abuela no utilizaba la palabra barco, usaba una palabra que era como navi, creo. –Entiendo a qué te refieres –Marcus se rio. Le pareció cómica la memoria selectiva de Laila–Seguramente tu abuela se refería a naves, también les dicen navíos o incluso embarcaciones. Qué curioso que nunca usara barco, me pregunto si a los piratas que conoció tu abuela no les gustaba esa palabra. – 35
–De pronto les parecía aburrida – Ambos empezaron a reír y a seguir bromeando sobre los nombres de las cosas, parecía que ambos tenían en común unas abuelas un tanto particulares. Mientras se acercaba la hora de almorzar, la amargura que Marcus había sentido momentos antes se empezaba a disipar, tal vez estar en este barco no es tan malo, en especial con compañía. Incluso es hasta entretenido, pensó. Entre risas pasaron el día. Laila tuvo problemas comiendo los sándwiches que Marcus tenía, le parecían demasiado secos. Trató de contrarrestarlo tomando agua del mar, aunque eso sólo terminó en ella escupiéndola. Parece que Laila es más humana que sirena en este punto. –Uno pensaría que estarías más preocupada – dijo Marcus mientras le pasaba un poco del agua que había en los termos. –Todo es muy raro, pero no sé, tengo la intuición de que esto será temporal. Siento que es algo que tenía que pasar, en el momento que cumplamos algún objetivo yo creo que volveré a la normalidad. – Marcus no podía evitar creer que tenía algo de culpa, cuando se ponía a pensar en todo lo que estaba y lo similar que era a los eventos del libro, sentía un vació en el estómago. Recordó como en la noche que sus padres partieron, él estaba deseando poder ir con ellos ¿Podría ser que su deseo se cumplió de esta forma? Qué bizarro, pensó.
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Capítulo 4
–¿Te acuerdas de lo que te mencioné cuando miramos los mapas por primera vez? – Le preguntó Laila, mientras tomaba a sorbos el agua de extraño sabor. –¿Lo de los leviatanes? Sí, lo recuerdo, pero todavía no sé para qué necesitabas los nombres. – Laila tomó otro trago de agua, esta vez largo y suspiró –Solo esperemos que pueda cantar así. –Que dramático que hizo sonar eso, hasta asustó al pobre de Marcus. Por su cabeza corrían miles de escenarios, de pronto el canto de las sirenas podía controlar a los monstruos, hipnotizarlos o dormirlos, pero ella ya no era sirena. Oh no ¿Qué sería de ellos? ¿Qué harían en el momento de encontrarse con una de esas criaturas? Ese día había sido bastante tranquilo y mirando el mapa ya deberían estar cerca del primer monstruo, mientras tanto Laila observaba el mar con melancolía. Otra vez se veía tan triste. – ¿Estás bien? – Le pregunto Marcus, cada vez sintiéndose más culpable. –Si, estoy bien... – Respondió con la mirada perdida en la distancia – No puede estar bien – pensó Marcus, – se ve terrible. Debe ser porque ahora es humana. – 39
Él también estaría triste si de la nada le tocara estar atrapado debajo del mar como una sirena. No importa qué tanto una persona confíe en su intuición, uno siempre temerá por lo peor. –¿Segura? No lo pareces– –Silencio Marcus, estoy tratando de acordarme de algo– En ese preciso momento el barco empezó a ladearse, fue lo mismo que pasó el día anterior. Marcus corrió al timón para estabilizarlo, pero esta vez era más difícil. El mar estaba encrespado, el cielo se llenó de nubes, parecía que una terrible tormenta se acercaba. –No puede ser– murmuro llenó de miedo. Al frente del barco se empezó a formar un remolino de agua. Laila se acercó a la proa del barco y se sentó. Tenía un equilibrio espectacular, no cualquiera podría mantenerse estable mientras el barco se zarandea de esa forma. Del vértice del remolino una criatura, que se vía justo como en los dibujos del mapa, surgió. –¡Laila! ¡Entra a la cabina, es peligroso! – Gritó tan fuerte como pudo, pero su voz se ahogaba entre las olas del mar y el ruido que producía la criatura. El leviatán, inmenso con cuerpo de serpiente, cabeza de dragón y puntos bioluminiscentes se alzaba casi tan alto como las nubes. Si el día estuviera soleado se vería un poco ridículo, pensó Marcus, parecería como uno de esos
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utensilios de limpieza que se usan para quitar telarañas solo que en este caso cubierto de lucecitas azules. Ese día Marcus descubrió la importancia del contexto de las cosas. Qué cosas tan raras se te pasan por la cabeza cuando deberías estar sintiendo el terror más grande de tu vida. El monstruo estaba a punto de abalanzarse sobre el barco cuando: –Rololfo ¿Cierto? – –¿Quién osa llamarme por mi nombre? – Dijo con una voz grotesca Rololfo –Una sirena del occidente. Te gustan las rancheras ¿no? No son mi especialidad, pero podría cantarte si nos dejas pasar. – –¿Qui-quién te dijo que me gustan las rancheras? – – Querido no intentes esconderlo. Igual tranquilo que para gustos, colores – –No no, yo sé. Mi pregunta va en serio ¿Quién te dijo? – Parecía tímido el desgraciado. – Pues no es que me haya dicho nadie en particular, es cultura general por donde vivo– –¿QUÉ? No ¿cómo así que es cultura general? – Si una criatura monstruosa fuera capaz de sonrojarse, esta lo estaría haciendo.
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–Pues nada, tenemos que conocer a nuestros potenciales clientes. Sé que por aquí no pasamos muy a menudo, pero te tenemos en cuenta. – Laila parecía responderle como si estuviera en una tienda de misceláneas y le preguntaran si venden tijeras. –Está bien, cántame una ranchera de las viejas, pero dile a tu cardumen que se pase por aquí más seguido. – Marcus estaba atónito, no podía creérselo. Entonces así fue como el barco de la bitácora llegó a su destino sano y salvo. Nunca se lo hubiera imaginado. No podía culpar al autor, escribir eso haría de la historia un poco menos épica. Laila empezó a cantar una ranchera, género musical que no le era muy familiar a Marcus. Lo único que sí sabía era que parecía muy fuera de personaje que al leviatán le gustara ese tipo de música, pero bueno como dijo Laila: para gustos, colores. Por lo menos podía alegrarse por saber que con ella tendría un viaje seguro. Cuando acabó de cantar el Leviatán se despidió y les dijo que tuvieran buen viaje. El barco nuevamente tomó control de sí mismo, entonces Marcus pudo alejarse del timón después del largo rato tratando de mantener balance. Fue una tarea extenuante, le dolían los brazos. Se acercó a la proa y preguntó: –¿Se puede saber qué fue eso? – Laila solo se rio. –Este es nuestro trabajo, mantener a las criaturas como 42
ese leviatán tranquilas, generalmente la música funciona. A veces salimos en grandes grupos y cubrimos áreas grandes para calmar a varias criaturas al tiempo como anoche. – –Es muy distinto a las leyendas que hay sobre ustedes – –¿Hay leyendas de nosotras? – Preguntó con fascinación Laila –Si, pero no son muy halagadoras. Dicen que cantan para seducir hombres y así arrastrarlos al fondo del mar para comérselos. – Lo que antes era curiosidad, se transformó en una expresión un poco amarga en la cara de la decepcionada Laila. –Me gusta más lo que hacen ustedes en realidad. – –Pues de nada, no sé qué te hubiera pasado de no ser por mí. – Lo que antes era especulación se convirtió en realidad para Marcus, definitivamente era culpa de él y de su deseo que Laila estuviera en esta situación. Deseó no haber hecho el deseo, pero ya era tarde. Después de eso se dedicó a estudiar la bitácora, tratando de dar con claves para hacer el viaje más ameno. Aparentemente sólo les quedaba una noche más y un par de leviatanes más. Llegó la noche y ahora tanto Laila como Marcus estaban echados en la cubierta, mirando las estrellas. Como estaban sólo ellos, el mar y el cielo, los astros se veían a la perfección. No como en la ciudad de Marcus, que las luces de los edificios opacaban la luz de las estrellas. En el caso de Laila nunca había tenido la oportunidad de verlas tan nítidamente. Generalmente cuando sacaba la cabeza 43
a la superficie solo podía verlas por cortos periodos de tiempo, o le empezaba a doler el cuello o se le secaban los ojos. Le parecían muy bonitas, a diferencia de Marcus que pensaba que eran luces pegadas en la bóveda astral, ella pensaba que debían ser como cúmulos de plancton pegados a la bóveda astral. Marcus aprovechó a contarle todo lo que sabía de las constelaciones y a ella le pareció un poco tonto, como todo lo que decía Marcus. A veces ni entendía a lo que se refería por hombres con arco y flecha, no sabía lo que era un toro ni un oso lo que hacía que Marcus le explicara más cosas sobre la vida terrestre. Ella sentía un poco de envidia, los humanos sí podían surcar los mares, pero las sirenas no podían estar en la tierra, a lo que Marcus le decía que sólo podían estar sobre el mar, él no tenía ni idea de cómo se podría ver el mundo debajo del agua. Era así como ella terminaba contándole de su vida en el mar y de las criaturas con las que habitaba, estaba a punto de contarle más sobre las historias de su abuela cuando el mar se quedó inmóvil justo como la noche anterior. Marcus levantó la cabeza –Es igual que ayer, me pregunto si pasará lo mismo– Laila soltó una risa sarcástica mientras seguía recostada. –Lo dudo, lo que viste ayer fue un evento que hacemos una vez cada tres o cuatro meses, me atrevería a decir que tuviste suerte en verlo, pero ni te acuerdas bien de lo que paso – –¡No es verdad! Recuerdo las luces y la melodía. – 44
En ese momento Marcus sintió un corrientazo en la espalda y se volteó. Vio un bulto luminoso, de un color similar al de la luna, que sobresalía sobre el agua, pero no lograba del todo distinguir su forma. Cuando trató de levantarse para verlo mejor se hundió repentinamente. Debía ser gigante porque el movimiento hizo que el barco se ladeara bruscamente y esto hizo que Marcus se cayera. Ligeramente alarmada pero tampoco tanto, Laila le preguntó que pasó. –Vi una cosa brillante en el agua, no alcancé a ver bien que era – Respondió Marcus temblando –Con una expresión de apatía Laila se acercó al costado del barco sin pararse, al acercarse al borde de este levantó un poco la cabeza, vio que tal como había dicho Marcus ahí había una cosa brillante, tenía cuernos y un par de ojos negros. –Marcus, creo que es el segundo Leviatán ¿podrías revisar el mapa? – Dijo hablando en un tono muy bajo. –¿Este no intentará atacarnos primero? – –No sé, está muy tranquilo, seguramente espera al momento correcto – Marcus llegó a la cabina y se puso a revisar el mapa que estaba casi seco, las letras se veían un poco borrosas y el nombre del leviatán le debió parecer un error. Sin pensarlo y como si hubiera olvidado la situación en la que estaban, dejando de lado que estaban ocultándose dijo: –¿LAILA ES NORMAL QUE TODOS LOS LEVIATANES SE LLAMEN PARECIDO? ES QUE LAS LETRAS NO SE 45
VEN CASI Y AQUÍ DICE QUE ESTE SE LLAMA ROLOLOLFO ¿NO TE PARECE RARO? – Laila se llevó la mano a la cabeza y dijo algo que a la distancia en la que estaba Marcus no se alcanzaba a escuchar. El leviatán se terminó de levantar de entre las aguas. Al igual que su cabeza todo su cuerpo brillaba en un tono muy similar al de la luna. Este era más grande y a diferencia del otro, no parecía un cúmulo de telarañas incandescentes. Era más majestuoso. –Si buenas ¿Qué se le ofrece? – El leviatán retrocedió en confusión ¿Este no hablará? –Amigo sin pena hoy me siento flexible, descubrí que puedo cantar rancheras así que mi repertorio es amplio– Laila estaba siendo un poco descortés, seguro quería salir de esto rápido. Marcus se acercó a gachas, tratando de que el Rolololfo no lo viera. –¿Qué pasa? ¿No sabes lo que este quiere? – le preguntó Marcus entre susurros – –Este Leviatán tiene mala fama, parece que no le agradamos mucho – –No me sorprende si lo tratas como si él fuera un trabajo que no quieres hacer. – –Bueno pues eso es lo que es ¿Qué quieres que haga? – –No sé ser más amable – Siguieron discutiendo, poco a 46
poco iban levantando la voz hasta que Rolololfo rugió y el mar se estremeció, a Marcus le toco salir corriendo a la cabina para estabilizar el barco. –Cómo pelean, yo solo estaba escuchándolos hablar – Dijo Rolololfo con una voz chillona – –¿Nos estabas espiando? –Preguntó Laila –No, yo sólo quería escuchar más historias sobre la superficie – –Yo te podría contar más si quieres – Dijo Marcus asomando la cabeza por un lado de la cabina – Aunque ya casi nos íbamos a dormir, tendrías que esperar a mañana. – –Podría acompañarlos en su viaje – Dijo tímidamente, pero con entusiasmo el leviatán – –Ni de chiste – Dijo Laila irritada –Aw pero ¿qué tiene de malo? Se ve amigable – Respondió Marcus, Rolololfo intentó hacer una mueca que simulaba una sonrisa. –Si va con nosotros el agua se va a agitar y volcará el barco – –Podría encogerme y meterme en esa pecera que tienen ahí – Dijo Rolololfo –¿Cuál pecera? – Preguntaron Marcus y Laila al tiempo– En ese momento ambos miraron hacía la proa y justo donde estaba sentada Laila esa mañana había una redonda pecera de cristal. Definitivamente este era un barco mágico. Rolololfo no espero a que los chicos respondieran cuando ya se estaba acomodando dentro de la pecera. –La luna es mi amiga, la luna siempre me ayuda. Que día le 47
pedí que me contara más cosas sobre la superficie y hoy ustedes están aquí – –Así que esto es tu culpa –Refunfuñó Laila –¿Ves? Es por esto que este leviatán no nos agrada mucho, siempre anda pidiendo cosas muy extrañas. – –Jeje, estás frustrada porque no puedes cumplir con tu trabajo y yo sí. – –NO ES VERDAD– Gritó Laila enfurecida, luego cogió una manta que había por ahí cerca y se acostó a dormir. –Cómo pelean – Marcus tomó la pecera y la puso dentro de la cabina. –Te diré Rulfus – Dijo Marcus. Rolololfo le preguntó que por qué haría tal cosa, a lo que respondió que su nombre era un trabalenguas de decir y que Rulfus era más fácil de decir. El narrador está agradecido contigo Marcus. –En todo caso ¿Por qué tienes un nombre tan parecido al de otro leviatán? – –Verás, la persona que se encarga de nombrarnos no era la más creativa, solo espera a encontrarte con el que falta. – Poco después de eso Marcus también se fue a dormir y así terminó de pasar la noche.
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Capítulo 5
A la mañana siguiente Marcus se levantó, le dijo buenos días a Rulfus, sacó un par de sándwiches que no parecían acabarse de su maleta y fue a llevarle el desayuno a Laila. Ella seguía dormida, Marcus se preguntaba si al despertarse seguiría enojada. No sabía muy bien qué de lo que había dicho la noche anterior le había molestado, pero quería disculparse con ella.Tenía un plan sobre cómo pedirle perdón; todo iba bien en su cabeza hasta que intentó despertarla. No parecía responder a sus llamados, intentó moverla, pero seguía inconsciente. Al voltearla vió que la piel se le caía a pedazos, Marcus pegó un brinco hacia atrás. Rulfus que alcanzaba a ver lo que estaba pasando dijo: –Se te tostó la sirena – mientras su cabeza sobresalía de la pecera, parecía una serpiente de juguete. –¿A qué te refieres con que se tostó? – Preguntó Marcus preocupado, ni siquiera sabía si estaba viva. –Parecerá humana, pero hasta cierto punto sigue siendo sirena, échala al agua y lánzale algo con lo que se pueda agarrar, ya verás que se mejora. –
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Marcus intentó levantarla, pero ella era mucho más alta que él, e incluso si se hablara en términos humanos, ella debía ser mayor que él. Marcus se dio cuenta que no sabía mucho de ella, no sabía su edad; sabía de su mundo y de su gente, pero nada de Laila como individuo. Tal vez detrás de eso estaba la razón de su enojo, Marcus una vez más aprendió el valor del contexto. Rulfus salió de la pecera y en su boca se llevó a Laila al Mar, se hundió muy profundo por casi un minuto hasta que volvió a salir y dejó a la sirena tirada en la cubierta. Estaba temblando como alguien que vio a la muerte pasar frente a sus ojos, en cambió su cara tenía una expresión neutral inclinándose hacia la apatía. –Yo pensé que... Habría jurado que nos había traicionado ese gusano luminoso, pensé que ya te había devorado y ahora seguía yo. – –Auch, que fea pesadilla sirenita – Dijo Rulfus sarcásticamente –Me siento ofendido. – –Jeje te estaba ayudando porque yo no fui capaz – Dijo Marcus riéndose, su expresión rápidamente se tornó amarga –Perdón por lo de ayer, me gustaría saber qué dije que te molestó para no volver a hacerlo. – –No, no te disculpes lo que dijiste ayer es verdad. Me frustra no poder hacer lo que se supone que es mi trabajo. –Laila respiró profundo –Es raro porque ayer no me tenía tan preocupada estar
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así, como una humana, sino no poder hacer mi trabajo de sirena. Para mí es todo lo que tengo. – –¿A qué te refieres? – Rulfus que seguía en el mar miró a Marcus y le dijo: –Tú no creerás que todas las sirenas se dedican a lo mismo ¿o sí? Generalmente las que calman a las criaturas lo hacen porque es lo único que saben hacer bien. Por eso no les agrado y ellas no me agradan, creen que cantándonos solucionan nuestros problemas. – –¡Tú eres el único leviatán al que no le gusta que cantemos! Deberías ser más como los demás. – – Perdón querida, pero a mí no me vendieron el discurso de confórmate con la norma. – –¿Ah sí? Pues mira que – –YA NO MÁS– Gritó Marcus –Pelear no lleva a ningún lugar. – Después de eso se levantó y volvió a la cabina. –Que temperamento tan fuerte para ser un niño – Dijo Rulfus – –¿No tienes nada mejor qué hacer? Pareciera que estás aquí solo para molestarnos. – –Los sentimientos no son lo mío – –Tener un poco más de empatía no haría daño ¿sabes? – Laila también estaba muy molesta, se levantó y empezó a caminar en dirección a la cabina, que a estas alturas era el cuarto de la ira, aparentemente. –¿No hay nada que quieras hacer? –Preguntó Rulfus –
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–¿A qué te refieres? – – Dedicarte a ser el reproductor de música de monstruos marinos no parece ser tu trabajo soñado, debe haber algo más que quisieras hacer sin importar que seas buena en eso o no – –No sé, no creo. Igual esas cosas no importan – Laila se fue a la cabina y Rulfus volvió a la pecera. Adentro se encontraba Marcus mirando el mapa que había vuelto a mojar. El siguiente leviatán se llama Rolf –No sé por qué no me sorprende – dijo riéndose –Me pregunto qué querrá ¿Le gustará el swing? ¿Sabe qué es el swing? – Seguía con su charla en solitario. Laila se paró detrás de él. – No sé mucho de lo que le guste a Rolf, pero sé que es exigente. Tendré que esperar a ver qué me pide – – Ojalá no nos dé muchos problemas, aunque para ser honestos me da mucha curiosidad verlo. – Laila se quedó mirando a Marcus con su gorro de marinero mientras agarraba el mapa. Se preguntaba si todos los marineros se veían así, se preguntaba también qué otras cosas harían. Si lo único que hacían era navegar por el mar con esos gorros, entonces eso quiere decir que Marcus era un marinero. –Marcus – Pronunció en un tono serio, él se volteó –¿Siempre quisiste ser marinero? – –No estoy del todo seguro, cuando era más pequeño quería ser aventurero. La forma más común de serlo era convirtiéndose en marinero, así que desde entonces quiero 54
ser un marinero. – –¿Habías navegado antes alguna vez? – –Nop – Respondió tajante –es mi primera vez – –Pero, sabes manejar el barco– –No realmente, el barco se maneja sólo la mayoría del tiempo – – ¿No te da miedo? – Las preguntas de Laila estaban inquietando un poco a Marcus. –Pues al principio un poco, pero he estudiado para hacer esto algún día y al final todo ha salido bien, o eso espero– Cuando Marcus terminó de hablar vio que Laila se veía triste al igual que el día anterior. –¿Laila hay algo que te gustaría hacer? – La pregunta tomó de sorpresa a Laila a pesar de que era la segunda vez que se la hacían. –¿Por qué te importa eso? – Dijo con nervios –Ayer yo te conté lo que quería hacer, hoy me gustaría saber de ti – Le dijo sonriente Marcus. –Eh de mí... De mí no hay mucho que contar – Dijo con una risa nerviosa. Marcus la miraba esperando una respuesta en serio. –Siempre odié cantar, en mi familia todos lo hacen... No me malinterpretes, no me gusta cantar no porque sea un trabajo común, de hecho, a mí me enorgullece mi familia. Lo único es que cantar me parece una tarea aburrida y molesta; no se me ha ocurrido qué más hacer con mi vida, gracias a nuestro trabajo puedo recorrer los mares y es lo 55
más cercano que hay a lo que me gustaría hacer. – –Entonces sí hay algo que quieres hacer – Marcus se quedó haciendo una sonrisa pícara, como si hubieran picado su curiosidad. –Si, pero es imposible. Me gustaría explorar la superficie. –Dijo tímidamente – parecía que le avergonzaba decir tal cosa. Marcus se quedó mirándola con confusión. –Pero ahora puedes ¿no? Tienes piernas y sólo tienes que entrar en el agua ocasionalmente. – –Me parece que el único que le pidió un deseo a la luna aquí no fui yo – Respondió Rulfus desde la pecera. –Quién lo hubiera dicho tú y yo tenemos algo en común – –¿Y a ti quién te invitó? – Se volteó con la cara colorada Laila – En ese momento el mar se estremeció, llegó la hora de encontrarse con Rolf. El sol brillaba como nunca antes y este leviatán era dorado con manchas rojas, tenía grandes escamas que brillaban con la luz y unos largos bigotes. A su alrededor todo parecía resplandecer. –Uuuugh – Suspiró con fuerza Laila, abrazó sus rodillas y apretó su cabeza contra ellas. Definitivamente le molestaba cantar, qué bizarro. – Rolf rugió –Me han dicho que tienen una sirena con uste – –¡Ahora no, Rolf déjanos pasar! – Refunfuñó Rulfus – –Pero ¿qué haces aquí Rolololfo? – –No es tu problema, déjanos pasar vamos de afán – –¿Qué? Bu-bueno está bien, supongo... – Y Rolf volvió al agua, el sol parecía brillar un poco menos. Ese fue el último 56
leviatán. –¿Está bien hacer eso? – Preguntaba Marcus mientras sostenía el timón. –Él es un pesado, le pide cantidades ridículas de canciones a las sirenas. Nos habríamos pasado horas aquí, hasta que él se cansara o Laila se desmayara. Es mejor así. – –Gracias – Le dijo Laila a Rufus – se veía realmente aliviada. –No hay de qué – Si un leviatán pudiera sonreír, Rulfus lo estaría haciendo. Marcus estaba un poco confundido, pero al menos le alegraba saber que había paz en el barco. Se empezó a acercar la noche, desde el encuentro con Rolf el barco no había vuelto a manejarse sólo. Laila y Rulfus se habían quedado hablando, ocasionalmente Marcus les pedía que le dijeran si iba en la dirección correcta, miraban la brújula y luego el mapa. Discutían un poco, se reían y luego se ponían de acuerdo. Era un ambiente muy tranquilo. Durante todas esas horas de navegar, Marcus pensaba muchas cosas mientras miraba el horizonte, sentía que genuinamente estaba persiguiendo al sol. Recordaba lo que decía la bitácora sobre pedirle un viaje seguro a la luna, lo que dijo Rulfus sobre su deseo y sobre Laila y su sueño de explorar la superficie. Pareciera que la Luna los puso ahí, como si ella no fuera capaz de visitar al sol entonces les dio la oportunidad a ellos. El sol empezaba a tocar el mar, pero había algo distinto.
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Capítulo 6
El mar se tornó rojo y brillaba, no parecía el atardecer reflejándose en el agua. Era todo lo contrario, parecía que el atardecer era el agua. En el horizonte se veían unas luces, parecía una ciudad. Marcus reconoció el lugar de inmediato por las descripciones de la bitácora, era esa ciudad. No se lo podía creer. Se veía tan mística, de todas las cosas increíbles que había visto hasta el momento esta era la que más lo había asombrado. El timón quedó atascado una vez más, Marcus fue y despertó a Laila y a Rulfus que se habían quedado dormidos, Rulfus brillaba con una luz amarillenta. Los tres se fueron a la proa, Laila sostenía la pecera de Rulfus con las manos. A medida que se acercaban a la ciudad, barcos fantasmas empezaban a navegar junto a ellos. Estaban llenos de criaturas que Marcus nunca había visto. Algunos eran monstruosos, otros eran adorables, llevaban prendas que nunca habían visto. Del agua salían peces volando, de ellos colgaban lámparas de papel. Todo estaba lleno de luces rojizas, parecía un eterno atardecer. De los peces que salían volando había algunos que tenían caras humanas. –¡Esas son sirenas del oriente del pacífico! – Exclamó Laila mientras apuntaba a ellas. También había dragones que 59
se parecían a Rulfus, pero estos tenían patas con garras y pelo. Rulfus los miraba con admiración. –¡Ellos deben ser parientes míos! –Laila y Marcus bajaron la mirada a la pecera que aparte de contener a Rulfus estaba llena de monedas de oro. Cuando llegaron a la costa, se encontraron con una ciudad de tonos rojos y naranjas. Había un mercado que vendía cosas de todo tipo. Muñecas de madera vestidas con ropa de seda, un restaurante de pescado crudo. Un almacén de máscaras de todo tipo. Tiendas con todas las variedades de lámparas de papel imaginables. Atuendos con estampados muy bellos, accesorios para el pelo. Y ¡Mapas! Marcus pensó en comprar algunos con el dinero que habían encontrado para llevarle a sus padres. Fue a hablar con el encargado de la tienda, que era una rana que usaba las prendas locales; todos los tenderos eran monstruos o animales antropomórficos que vestían así. Más temprano con Laila habían comprado un par de prendas de ese estilo, una gacela muy elegante les había comentado que se llaman kimonos. Marcus trató de hablar con la rana, pero no fue capaz, Rulfus lo tuvo que ayudar. Al salir de la tienda el leviatán le comentó algo que le llamó mucho la atención: –¿Sabes Marcus? Esa rana me contó el nombre de esta zona, aparentemente estamos en una ciudad de espíritus que queda realmente cerca de una nación que se llama La Tierra del Sol Naciente. –
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–Ustedes los humanos siempre nombran los lugares de la forma más redundante –Respondió Laila, mientras comía unos dulces locales. – Marcus sólo se quedó mirando a Rulfus con los ojos muy abiertos, como si le hubieran dicho la verdad del universo. Ahora tenía sentido por qué el autor no había vuelto a mencionar el dormitorio del sol. Era por que el sol no se va a dormir, sólo renace. Ahora todo tenía sentido, todas las historias encajaban un poco más, pero en este viaje le surgieron muchas más dudas. –¿Marcus después de esto qué va a pasar? – Preguntó Laila lanzando otro dulce a su boca. – –Pues no sé qué vaya a pasar, no sé si vas a convertirte en una sirena otra vez o si el barco vaya a desaparecer tan pronto vuelva a casa, pero si ninguna de esas cosas pasa deberíamos salir a más aventuras y buscar más ciudades como esta. – Laila se volteó con emoción y mucha ilusión, casi escupe lo que tenía en la boca. –Tenemos a Rulfus entonces no tenemos que preocuparnos por que cantes – –Eso sería maravilloso – dijo el leviatán que cada vez parecía más una serpiente luminosa. –¡SI! – Respondió con emoción Laila –Oh por favor, luna no me dejes ser sirena otra vez, al menos no por ahora, aunque tengo que visitar a mi familia antes de hacer eso –.
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Este cuento ha sido redactado y diseñado por María Lucía Martínez para la facultad de Comuniación y Lenguaje de la Pontificia Universidad Javeriana
Marcus es un niño de once años que sueña con navegar, pero por su edad no puede acompañar a sus padres en sus travesías por alta mar. Un día se encuentra con un libro que le leía su abuela de pequeño, que cuenta la historia de un hombre que tras pedirle un deseo a la luna pudo navegar a una ciudad al otro lado del mar. Este fue el comienzo de las aventuras de Marcus, en el que conocerá mágicas criaturas, y hará nuevas amistades.
Editorial Rana Dorada