Ronaldo Carrera
ENTRE NOS
La rutina siempre fue algo desconocido para él, sus padres siempre lo mantuvieron lejos de ser “un joven más” en la sociedad, se encontraba constantemente aprendiendo algo nuevo, ya sea un nuevo idioma o un nuevo arte en el cual buscaría destacar, a pesar de estar siempre mejorando ante los ojos de sus padres jamás pudo sentir esa plenitud consigo mismo. No dudaba en que era bueno en lo que hacía, no dudaba en que siempre que se esforzara se destacaría, sabía que su vida era buena y estaba seguro de que no cambiaría nada de ella, sin embargo, existía un vacío que no le permitía sentirse plenamente seguro. Y él sabía de lo que se trataba y sabía que podía llenar aquel vacío. Aunque su mente estaba ocupada la mayor parte de su tiempo, siempre encontraba un momento en el día para poder dedicarle sus pensamientos a ella. Su partida no fue fácil, pero tampoco fue fácil para él dejarla entrar en su vida. Jamás fue bueno para lidiar con alguien que no era él o su familia, sin embargo, cuando ella llegó a interrumpir aquella tranquila madrugada de un día lunes, la conexión entre ellos fue inmediata; al inicio pensó que fue su bonita sonrisa la que lo cautivó, pero al pasar de los meses, de las madrugadas, notó que su manera de ver el mundo, sus sueños, sus metas, fueron las que pudieron romper aquella coraza que no le permitía dejarla entrar en su vida. Él conocía sus sueños y sabía que el mayor de ellos siempre fue poder aportar su ayuda a la sociedad que ellos veían degradarse cada día, también la conocía lo suficiente para saber que ella era capaz de lograr eso e infinidad de cosas más y cuando ella vio la oportunidad de seguir sus sueños, ni siquiera dudo en hacerlo. Aunque él sabía que ella lo suficiente para obtener cualquier cosa por sí misma, la mayoría de sus logros se los atribuyó a él.
‹‹ -No soy capaz, –susurró ella entre risas- cuando este frente a toda esa gente, me desmayaré -Siempre me hablas a mí sobre estas cosas, imagina que solo estás conmigo -Intentaré, espero que funcione ›› Aquel día en el teatro fue cuando ella empezó a alcanzar sus metas y forjar su futuro, desde aquel día, sabía que sus días juntos estaban contados.
Pero, ¿qué había hecho ella por él? Aunque su vida era buena y él era un joven que tenía un gran futuro por delante, jamás tuvo una motivación en su vida. Esto cambio cuando ella apareció, no solamente lo ayudó a sentirse más vivo, también lo ayudo a ser mejor persona consigo mismo y los demás, lo ayudo a fijar metas que sabía que cumpliría, no solamente por mantenerse fiel a su promesa, sino también por mantenerse fiel a ella.
La correspondencia lo tomó de sorpresa al interrumpir una madrugada tranquila de un día lunes, pues no esperaba nada de nadie. Pasaron dos años hasta que él volvió a saber de ella, fueron dos años en los que no pudo dejar de pensarla y convertirla a ella en un motivo para ser cada
día. En aquella cajita se encontraba una fotografía de ella en la cual se la veía construyendo algo parecido a una escuela, otra en la cual se encontraba dando una charla y detrás tenía una nota en la cual ella le agradecía por demostrarle lo capaz que la había hecho, también encontró una carta donde le contaba lo maravillosos y fuera de lo común que habían sido estos años, le expresaba también que no tenía deseos de regresar, pero que las ganas de volver a verlo eran incesables para ella, por último, le contaba que su próximo destino sería un lugar peligroso y eran inciertas las cosas que podrían pasar ahí. Así encontraron una manera nueva de comunicarse, el enviar y recibir recados cada lunes de madrugada se estaba volviendo parte de su vida, ella estaba volviendo a su vida y él sabía que no la rechazaría una segunda vez. Tras un año, esta nueva forma de comunicarse cesó, el estilo de vida de ambos se interpuso en el camino una vez más, pero está vez, él tenía la certeza de que la encontraría a ella al final del camino, al final de cada puerto, al final de cada túnel sabía que ella estaría ahí.