EL ESPEJO
MATILDE CAMPODÓNICO POR ESTRELLA HERRERA
Conocí a Matilde poco tiempo atrás, cuando compartimos dos cortos períodos de trabajo en un festival de fotografía en Montevideo. Aunque nuestros intercambios fueron acotados, la sensación que guardo de mis primeras percepciones sobre ella está vinculada a lo excesivo y a lo libre. La primera impresión me generó intriga: una mujer que con su verborragia ponía de manifiesto un enorme apetito por las cosas. Al último día del encuentro pude verla también en sus fotos, cuando mostró algunos de sus trabajos. Fue entonces que se sumó la sorpresa, al descubrir que la mujer oradora era a la vez la mujer de la síntesis, de la sutileza. Recurrí a Google para saber más sobre ella, como hacemos con todo lo que nos genera curiosidad. Encontré información escueta, una página web donde no estaba lo que había visto, un misterio que aumentó más mi interés. Nuestro siguiente encuentro arrojó más pistas. Constaté la sospecha de que no es solo fotógrafa: es una narradora con variadísimos recursos. Matilde puede ver un globo sobre una mesa y abrir una conversación, una cadena libre y excesiva de pensamientos e imágenes. Vuelvo sobre la sensación de “exceso”; va más allá de los límites previstos. Es alguien capaz de registrar lo cotidiano tras la cámara, pero también lo suficientemente audaz como para invitar a un dramaturgo a una correspondencia intelectualmente íntima. Alguien valiente como para poner su cuerpo en escena y declamar reflexiones en una performance. Arriesgada, como para 4
invitar a una fotógrafa argentina a la que casi no conoce a escribir sus impresiones sobre ella y su arte. De las imágenes que muestra acá, solo había visto una. Me gusta ir conociendo su obra en capítulos, en acotadas entregas que me enganchan en una novela. El personaje con quien me identifico vuelve a asombrarme con un nuevo as bajo la manga. Una de sus fotos me quedó detenida en la memoria. Es una foto que me encanta y que nunca vi en formas y colores; ella solo me la mostró con sus palabras. Fue el retrato de un músico, por encargo, pero lo mismo da: ella fotografía siempre desde la intuición. Caminaban por un bosque buscando el lugar adecuado. Encontraron una casita de madera, chiquita, de fantasía; una verdadera aparición mágica. La puerta estaba trabada, hinchada por la humedad, pero Matilde logró abrirla con algún truco sutil e inteligente. Lo que encontraron dentro fue un tesoro: una maravillosa luz que bañaba el espacio, donde invitó a su retratado a hacer la toma. Es una historia sencilla, pero me deja ver la foto ampliada en la que aparece ella lanzada a la aventura, abriendo puertas con gestos pequeños. Para mí, Matilde es alguien capaz de trabajar un vital alboroto de pensamientos e intuiciones que corren vertiginosamente en su interior, para darlos en la forma de un mensaje silencioso, elegante, escueto y preciso. Es de esas personas que maduraron con la gracia de los niños, afinando la puntería para dar en el blanco de un juego con sorpresas. ESTRELLA HERRERA
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Lo evidente Mi vida adulta ha estado signada por el descubrimiento de la fotografia como herramienta. Me consideré una persona sin vocación hasta bien entrada la adultez. Descubrirla fue algo definitivo y, a partir de allí, empezó a ocupar la mayor parte de mis horas de vigilia. Cumple distintas funciones desde entonces: fotografío para organizar mis recuerdos. Es decir que saco, como todos, fotos familiares. También trabajo como reportera gráfica, o sea que fotografío para organizar de algún modo los recuerdos del conjunto humano al que pertenezco. Y finalmente fotografío para expresarme. Esa parte podría considerarse que pertenece al mundo del arte. Pero no es distinta de todo lo anterior. Es que la propia fotografía me impone pensar en ella. La propia práctica me ha llevado a intentar desentrañarla, comprenderla. Creo que la mayor parte de mis fotos intentan establecer lo obvio y ordenar el mundo de un modo particular. Dejar en evidencia sus características, sus límites. Advertir a quien mira que eso que mira no puede considerarse un documento. En las fotos, la realidad justamente desaparece y las cosas son, aun en la foto-
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grafía documental, exactamente como nos gustaría que fueran. Un mundo que comienza y termina en ese espacio. Ese esfuerzo por ordenar de un modo específico, tanto en lo discursivo como en lo estético, ha sido, sin saberlo yo hasta muy tarde, una guía. Las fotos que he sacado y hecho públicas suelen ser de una enorme simpleza, pero pretenden, con cierta arrogancia, que por lo menos allí, en su interior, el mundo sea como lo deseo. Son un intento, muchas veces vano, de registrar eso que veo y hacerlo, justamente, evidente. Las fotos que se muestran en esta sección fueron generadas sin ningún pensamiento previo y en un período muy corto. Son fotos muy nuevas, que intentan establecer relaciones entre sí que yo todavía desconozco. A diferencia de series anteriores, no son aún una serie verdadera. No sabía qué hacer con ellas, así que las fui reuniendo en una cuenta de Instagram. Pero sé que estando juntas querrán abrirse paso y contar algo. Esa también es una de las características de las fotografías, o al menos yo siempre he creído que lo es. MATILDE CAMPODÓNICO
MATILDE CAMPODÓNICO (Uruguay, 1969) vive y produce en Montevideo. Fue seleccionada en 2016 para participar en MUFF, el festival de fotografía del CdF. En 2014 expuso en la Segunda Bienal de Montevideo, en el BROU, y lo ha hecho en muchas oportunidades, tanto en Uruguay como en el exterior. Ha trabajado en periodismo y fotografía periodística durante los últimos 15 años. Es colaboradora del diario The New York Times, de la revista Rolling Stone en su edición argentina, etcétera. Se ocupa de las fotografías en Uruguay de la agencia de noticias The Associated Press desde el año 2008. Sus fotos forman parte de gran variedad de proyectos editoriales. Ha contribuido en el arte gráfico de varias decenas de discos. www.matildecampodonico.com
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