la fotografia de paisaje

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LA FOTOGRAFÍA DE PAISAJE

La fotografia de paisaje La fotografía de paisaje es muy popular dado que puede realizarse con un equipo bastante limitado y nos gusta plasmar esos rincones de gran belleza que hay en toda nuestra geografía. Muchos empezamos por el paisaje por su accesibilidad, su practicidad o simplemente porque estamos de viaje en una localización y queremos unos recuerdos o imágenes que enseñar a la familia y amigos. No es difícil obtener buenos resultados en forma de fotografías con un agradable aspecto turístico. Sin embargo conseguir impactantes imágenes, con los máximos niveles de calidad, es tarea que queda muy lejos de estas prácticas eventuales.

Aunque muchas personas se sienten al principio intimidadas por los equipos que consideran pesados, caros y difíciles de manejar, así como por el aprendizaje de la técnica, la durabilidad de los materiales y las satisfacciones nos compensarán cualquier inversión.

Iniciarse A la hora de empezar a fotografiar el paisaje puede ser una buena idea aprovechar el apogeo de las estaciones, visitar enclaves naturales y buscar plasmar la floración de la


primavera, la sequedad del verano, los colores del otoño, así como las nevadas y los hielos del invierno. Los fenómenos meteorológicos o naturales nos aportarán imágenes inusuales de las localizaciones en un estado diferente. Los bosques caducifolios y los cauces de agua llaman nuestra atención en otoño, los prados en primavera o las montañas en invierno. En la costa podemos encontrar algas tapizantes que recubren las rocas en determinadas épocas, dependiendo de la latitud, y aprovecharemos las mareas, los temporales... Con el tiempo veremos que todo lugar tiene múltiples posibilidades, aunque conviene empezar con los momentos más evidentes que despierten nuestra inspiración. Con respecto a las horas de trabajo, no hay una regla, obtendremos imágenes espectaculares a lo largo de todo el día. Deberemos dosificar nuestro interés y esfuerzo y administrarnos para sacar el máximo partido del tiempo. Generalmente aprovecharemos todos los amaneceres, atardeceres y horas crepusculares y nocturnas para fotografía de paisaje o de sujetos (fauna y flora) en el paisaje. Las horas centrales de un día soleado se suelen dedicar a localizar, aunque podemos tener un encuentro fortuito y vernos forzados a trabajar bajo condiciones difíciles de luz. En estos casos los valores los aportarán las composiciones, la creatividad y suplir las carencias del momento mediante el uso del equipo (filtros, flashes). Es posible lograr una gran imagen a las doce del mediodía del verano, pero no es una buena idea tratar de iniciarse con retos difíciles. Los días nublados proporcionan numerosas posibilidades si tenemos una surtida variedad de filtros y sabemos cómo aplicarlos. Equipo mínimo: Cámara. Objetivo zoom angular. Ampliación de equipo: Trípode. Cable disparador. Objetivo zoom focal media-larga. Flash. Filtro polarizador. Avanzado: Cámara de altas prestaciones. Funda de lluvia. Portafiltros y filtros degradados. Filtro de densidad neutra. Teleflash. Difusor. Frontales de color calibrados para el flash. Con estos accesorios bien manejados, las posibilidades se amplían enormemente y nuestra fotografía de paisaje se verá

notablemente enriquecida, especialmente en contraluces y en largas exposiciones.

Fotografiar el paisaje La fotografía de paisaje nos requerirá grandes dosis de paciencia, de previsión y de observación. Por lo general suele ser bastante premeditada. Son raras las ocasiones en las que, buscando localizaciones, nos encontremos con un encuadre con posibilidades y en una hora de luz óptima para nuestros propósitos. Normalmente se hace la localización y se regresa a ella en las condiciones deseadas: en días especiales de luz o si se pronostica un fenómeno meteorológico o natural. Es así como sacaremos el máximo partido a un lugar y transmitir las sensaciones de nuestras vivencias: una luz dorada de atardecer tras la tormenta, una niebla que se desvanece, un arco iris, una fuerte nevada nos transmiten la sensación de que algo único y efímero está sucediendo. Para buscar encuadres, por lo menos en un inicio, resulta de gran ayuda liberarse del peso de buena parte del equipo y

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recurrir sólo puntualmente a la cámara para afinar una idea, mientras se dedica el tiempo necesario a una tranquila exploración del entorno. Una vez en el momento de plasmar las tomas hay que realizar un esfuerzo de concentración para insistir hasta agotar las posibilidades del lugar en cuanto a encuadres, para obtener el resultado deseado o bien para descubrir nuevos puntos de vista. En este sentido es fundamental el análisis de los elementos que constituyen la composición, así como los condicionantes técnicos de la toma, como la medición de la luz, la estabilización del equipo o la elección de un determinado tratamiento del color.

El gran paisaje Hay paisajes que conforman grandes escenarios, que suponen la esencia descriptiva de una localización. Por lo general son tomas abiertas realizadas con un gran angular, que transmiten sensación de lugar. Las laderas de las montañas y otros puntos elevados y dominantes, miradores naturales, suelen ofrecernos vistas amplias de valles, dunas y el entorno en general. Buscar una referencia clara en el paisaje ayuda también a que la fotografía obtenida sea representativa de un lugar, ganará mucho en contenido. Debemos estar atentos a los perfiles reconocibles de la orografía del terreno, un pico, un macizo montañoso, un

río, una torre vigía, un castillo. De esta forma nuestra imagen podrá tener un título concreto, dejará de llamarse “troncos y niebla”, o “montes y nubes”, para llamarse, por ejemplo, “Atardecer en Picos de Europa”, o “Valle de Ordesa”. Realizar fotos desde los impresionantes miradores naturales no resulta difícil siempre que saquemos un buen partido a las composiciones. Podemos enfatizar la grandeza del paisaje, perdiendo de forma premeditada las referencias de primer plano y encuadrando directamente a una distancia que nos deje envolvernos en la imagen. Es posible rodearnos de agua con sólo andar unos pasos dentro del mar, o bien flotar entre nubes si es lo que utilizamos como primer plano del encuadre. Esa sensación de lugar nos permite adentrarnos en la imagen y contagiarnos de la magnificencia del espectáculo que contemplamos. Otra opción es ganar profundidad incorporando algún elemento próximo como sujeto de referencia. Perdemos la sensación de flotar o volar en el paisaje y ganamos en composición, con mayor profundidad e interés si el sujeto es adecuado. La fotografía de paisaje se asocia, de forma casi inherente, a una mayor calidad en los resultados, debido al uso de mayores formatos de película, que permiten obtener ampliaciones con una considerable calidad. Por ello un paisajista debe utilizar equipos digitales con buenos tamaños de fichero y resolución. Es cierto que el paisaje bien realizado luce mucho en formatos de reproducción grandes, donde los detalles cobran protagonismo y la escena en conjunto puede ser apreciada en toda su dimensión. Ello conlleva saber apreciar las posibilidades del encuadre, buscar y sacar partido a esos pequeños detalles que luego resaltarán en la reproducción. Desde el punto de vista de la composición, de la ordenación de los elementos, es dónde el fotógrafo se enfrenta al reto de la profusión de componentes y a decidir cuáles aparecen en la escena y cuáles y cómo se descartan.

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Panorámicas

Extracciones Fotografiar el paisaje con un teleobjetivo requiere de cierto entrenamiento para saber ver, y sobre todo a la hora de conseguir sensación de profundidad mediante el uso de la perspectiva. En muchos casos no se presenta como una vista magnífica que abarca valles y montañas, sino que nos llama la atención pequeños rincones y escenarios en detalle. En tales casos la focal a emplear suele salir del rango angular para entrar en el tele medio. Una focal entre 60 y 200 mm nos permitirá aislar esos encuadres, en los que componer suele resultar más sencillo, sobre todo por la posibilidad de elegir entre unos pocos elementos de la escena. En algunos casos es posible que echemos de menos una focal más larga, como un 400 mm. En muchas ocasiones una composición en un gran paisaje es muy difícil de resolver a causa de querer mostrarlo todo. No suele ser buena idea, dos o tres elementos bien posicionados suelen dar como resultado una imagen agradable en su disposición. Para componer con una focal media o larga se hace casi imprescindible la elección de un objetivo de focal variable, que nos permita crear de forma ágil, sin necesidad de variar de posición. Las extracciones permiten evitar que aparezca el cielo, o bien todo lo contrario, mediante el posicionamiento en picado o contrapicado. Al plasmar en el encuadre superficies reducidas no es difícil buscar puntos de vista subjetivos o complementar su iluminación.

La imagen panorámica no presenta un aspecto en proporción al formato 24x36 mm, es más alargada en uno de sus lados. Hay varias formas de obtenerla: - Seleccionando el encuadre y cortando la imagen original. - Realizando varias tomas consecutivas y posteriormente uniéndolas mediante un programa informático. - Utilizando una cámara de formato panorámico. Selección de encuadre. Esta modalidad está al alcance de cualquiera. Se trata de elegir una composición dentro del encuadre original y recortarla alterando sus proporciones para que resulten más alargadas. En muchas ocasiones incluso realizamos la toma de forma premeditada, dejando zonas sin interés que luego serán cortadas para obtener la imagen panorámica. Es una forma muy versátil y rápida de realizarlas. Mi recomendación es crear dos o tres formatos de lienzo en blanco, con una proporción que nos agrade, en mi caso proporciones clásicas de emulsión, 2:1 y 3:1, con el ancho o el alto de la captura de cámara, según se trate de panorámicas horizontales o verticales. En este lienzo se coloca la imagen y se mueve hasta encontrar el encuadre deseado. Se acopla la imagen, se incluye la información de los campos IPTC indicando el procedimiento de obtención y se guarda con un nombre adecuado. Unión de imágenes. Cuando queremos hacer fotografía panorámica con una cámara convencional, se toman varias imágenes ligeramente superpuestas del paisaje, con el equipo debidamente nivelado, para después unirlas y obtener una única imagen panorámica que podremos ampliar a gran tamaño. Aunque es posible elaborar secuencias consecutivas de un paisaje con un equipo normal y unirlas mediante un software adecuado, si vamos a realizar panorámicas con cierta asiduidad debemos plantearnos adquirir un soporte panorámico o, mejor aún, una rótula panorámica. · El deslizador o soporte panorámico se monta sobre la rótula del trípode, de forma que el eje de giro se ajuste al eje horizontal del movimiento del trípode. El deslizamiento para encuadrar lo realiza la rótula del propio trípode. Esta montura no permite la obtención de panorámicas verticales y sus prestaciones son limitadas.

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Formato 24x36 mm

Proporción 2:1

- Una rótula panorámica se monta sobre la base del trípode, como una rótula de cualquier tipo y permite las rotaciones horizontales y verticales una vez ajustado el adecuado punto de giro del conjunto cámara-objetivo. Por ello se pueden también realizar imágenes de 360º y foto mosaico compuesto de muchas imágenes ensambladas. Las marcas establecidas de trípodes disponen de algunos modelos de rótulas panorámicas realizadas en metal. Encontraremos algunas alternativas fabricadas en materiales como el PVC combinado con metal. Para unir las imágenes consecutivas convenientemente hay que evitar errores de paralaje entre ellas, lo que se previene girando la cámara sobre el eje que marca su centro de perspectiva: el centro de la entrada pupilar de la lente, aunque incorrectamente se dice que es el punto nodal. Los tests de ajuste del eje o del punto de giro del conjunto cámara-objetivo no permiten hallar el punto nodal sino la entrada pupilar. Para realizar el ajuste de nuestro soporte o rótula panorámica situaremos la cámara frente a una escena con elementos próximos y lejanos hasta que los veamos alineados.

Los encuadramos en uno de los márgenes y giramos la cámara hasta ubicarlos en el lado opuesto. Si siguen apareciendo alineados hemos conseguido el ajuste y un fiable eje de giro. Si apreciamos un error de paralaje deberemos reajustar el eje de giro y seguir probando. La entrada pupilar del conjunto cámara-objetivo estará próximo a la ubicación del diafragma. A efectos prácticos, salvo que tengamos un elemento realmente cerca de la cámara y alineado con otro en la distancia, errores pequeños de paralaje no se apreciarán en los resultados, por lo que no es necesaria una precisión extrema. Una vez realizada la secuencia de imágenes, deben ser unidas. Hoy en día, gracias a softwares adecuados, el proceso puede ser automatizado para unirlas descartando aquellas zonas comunes, que sólo sirven de referencia. Algunos fabricantes incluyen un programa que permite unir estas imágenes junto con el software de la cámara. Photoshop lo realiza desplegando: Archivo-Automatizar-Photomerge. Otros softwares independientes, como Autopano Pro dan buenos resultados también.

Proporción 3:1

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Proporción 4:1 Las imágenes resultantes tienen un gran tamaño, al estar compuestas por varias capturas, y permiten realizar reproducciones en grandes formatos. En este tipo de técnica no se suelen emplear ópticas gran angulares, por la curvatura que pueden presentar del horizonte. Suelen realizarse con ópticas entre 40 y 200 mm. El uso de un filtro polarizador para los cielos tiene ciertas restricciones, ya que los haría muy desiguales en las tomas, si se abarca un gran ángulo de visión. Con una extracción panorámica realizada con un 135 mm en seis imágenes tal problema puede no presentarse dependiendo de la orientación con respecto al sol y del paisaje abarcado. La fotografía panorámica realizada superponiendo imágenes está muy extendida entre los fotógrafos por su sencillez y economía. Sin embargo en algunas ocasiones puede ser necesaria una intervención manual para retocar e igualar los cielos y algunas otras zonas. Por ello no recomiendo utilizar esta técnica, prefiero las otras dos opciones, especialmente la primera, la selección de encuadre. Cámaras panorámicas. Este último caso es la verdadera esencia de la fotografía panorámica. La cámara ya utiliza película de un determinado formato, o bien el sensor tiene un formato panorámico. Aunque muchas cámaras panorámicas utilizan focales fijas, lo ideal es disponer de varias lentes o bien de un zoom de calidad. Caídas en desuso por la implantación de la fotografía digital, podremos encontrar buenas ofertas entre el material de ocasión, aunque debemos asegurarnos del suministro de película. La firma suiza Seitz las comercializa con sensores panorámicos de altas prestaciones, aunque a un precio muy elevado. La elección dependerá de nuestro criterio y propósitos.

Herramientas Los filtros deben ser emplazados en su justo lugar, más bien bajos, para que no marquen líneas destacadas en el horizonte (inverso) y su efecto degradado tenga un aspecto natural. Resultan de gran utilidad en la fotografía de paisaje, no sólo para afectar en la colorimetría de la escena, en el caso de utilizar película, sino para aumentar los tiempos de exposición (filtros de densidad neutra) o para compensar los contrastes muy acentuados entre luces y sombras (filtros degradados). Lo que hay que destacar es que ofrecen una amplia gama de combinaciones y, sobre todo, que de su forma de aplicación depende la finura del resultado. Los filtros nos darán cierto dominio sobre las condiciones ambientales y nos permitirán afrontar situaciones de luz difíciles de solucionar sin su uso. Debemos emplearlos cuando es necesario y con prudencia para no falsear la realidad, o que su efecto sea demasiado patente. Hay también ocasiones en las que necesitaremos aportar luz artificial, ya sea proveniente de flash como de alguna fuente de luz continua. Su uso permitirá resaltar uno o varios sujetos en el encuadre, o afectar a la iluminación, en el caso de las extracciones del paisaje. Es muy conveniente disponer de uno con un elevado número guía y con automatismos de medición. Un cable largo y una célula de sincronización nos pueden sacar de muchos apuros. Para iluminar pequeños ambientes es oportuno llevar varios flashes y es en estas condiciones donde aflora la práctica de los esquemas de luz. En general debe utilizarse de forma moderada, sin que la toma pierda un aspecto natural en su iluminación. Es mejor ser prudentes y que su efecto apenas se note, a que sea demasiado evidente. Para exposiciones nocturnas, ya sea para ayudarnos a enfocar y encuadrar o bien para iluminar, es muy recomendable disponer de una potente linterna, mejor si tiene la capacidad de abrir y concentrar el haz de luz. En casos concretos podemos desplazar un reflector de gran tamaño y utilizarlo para aclarar sombras duras del sol, destacar el sujeto con una mayor intensidad de luz o bien rebotar en él la luz de los flashes con el fin de aumentar su superficie y obtener una luz más suave. Hay elementos que frecuentemente se obvian, como el para-

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sol de un objetivo, que en algunas ocasiones nos resultarán imprescindibles. Es por ello que debemos saber elegirlos, mantenerlos, utilizarlos convenientemente y sacarles el máximo partido. La creatividad se suele emplear en la composición, pero también puede aplicarse al uso de la técnica. Cuando afrontamos la fotografía de un paisaje que hemos elegido y del que queremos obtener una gran imagen, todas las herramientas deben ser potencialmente útiles, al igual que las técnicas a emplear y las composiciones a concebir. No es nada fácil lograr buenas fotografías y profundizar en el camino de la creatividad, de la innovación. Es tan importante saber cuándo se debe usar una de nuestras herramientas, el trípode, por ejemplo, como decidir en qué circunstancias no hacerlo. Un trípode estabiliza, pero también ralentiza, limita nuestros movimientos. En ocasiones limita nuestros puntos de vista: a ras de suelo, en una oquedad excavada por debajo incluso de éste o a cierta altura sobre el apoyo de una cornisa natural. Así pues el uso del equipo puede llevarnos a encontrar una forma de expresar nuestra creatividad, pero también es posible que la limite.

Técnicas Consideramos como técnica a todo lo relacionado con la obtención de la toma, a todo proceso ajeno a la composición

del encuadre y que nos debe permitir conseguir la máxima calidad en la fotografía. Uno de los primeros principios en fotografía es la estabilidad. Cuando queremos obtener una imagen perfectamente nítida debemos estabilizar el equipo. Técnica incluye desde el manejo de los parámetros de la cámara y de las focales hasta las decisiones sobre el enfoque, la profundidad de campo o el levantamiento del espejo, así como el uso de las herramientas que acabamos de ver. Técnica y composición confluyen en el momento en que el dominio de ambas puede procurar imágenes más creativas. Su dominio y el correcto uso del equipo debe proporcionarnos imágenes que se adecuen a nuestros criterios. Aseguraremos que nuestras imágenes tienen buena nitidez en las esquinas, que no están trepidadas por ligeros movimientos, que su calidad, en general, sea óptima. En aquellos momentos en los que trabajamos sin trípode debemos estar seguros de los resultados a obtener y de la correcta sujeción y estabilización del equipo a pulso. Suele decirse que podemos fotografiar a mano a velocidades más rápidas que uno dividido por la focal empleada. Mi recomendación es ser prudentes y asegurar la toma. Dudo que queramos jugarnos el resultado de una imagen obturando a 1/30 seg, aunque la focal que empleemos sea un 17 mm. O peor aún, que realicemos tomas con un 200 mm a

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1/250 seg. La distancia al sujeto afecta notablemente a los resultados, cuando más próximo esté el primer término, más se notará cualquier trepidación. El enfoque y cómo actúa la profundidad de campo es algo que muchos sabemos explicar pero que con frecuencia obviamos aplicar. Un desenfoque selectivo del infinito o del primer término puede ayudar a transmitir sensaciones de profundidad, de lejanía, a separar planos en una composición. En general, tendemos a sobreenfocar nuestros paisajes. Utilizamos diafragmas cerrados por exceso debido al desconocimiento de la distancia hiperfocal y de cómo actúa la profundidad de campo. Ser paisajista no significa ser adeptos al

f/32, sino saber obtener una toma enfocada desde el primer término hasta el infinito con un 24 mm, por ejemplo, a f/4.

Errores frecuentes En fotografía de paisaje no hay que cometer el error de pensar que es una disciplina sencilla y que no requiere de conocimientos o equipos especiales. Es cierto que un fotógrafo con ciertas dotes de composición no precisa de un equipo sofisticado para obtener una buena imagen, pero si queremos realizar buenas fotos y con cierta frecuencia, necesitamos conocer bien cómo se hacen y con qué equipos.

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Adquirir objetivos de una calidad comprometida. Las cámaras se renuevan con mayor o menor frecuencia, pero un buen objetivo se conserva durante muchos años. En fotografía de paisaje deben ser de la máxima calidad. - Enfocar a infinito. Desperdiciamos una considerable profundidad de campo enfocando a infinito y nos veremos obligados a utilizar diafragmas muy cerrados que no garantizan que el primer término aparezca nítido. - Imágenes trepidadas. A velocidades de obturación críticas, incluso con la cámara montada sobre el trípode, se hace necesario levantar el espejo de reenvío de la imagen al visor. - Luces simples. Con un equipo muy básico nos veremos obligados a fotografiar en condiciones de luz monótonas, siempre con el sol fuera. Con unas cuantas adquisiciones podremos descubrir momentos de gran calidad estética. - Diafragmar más de lo necesario. Con gran frecuencia utilizamos diafragmas más cerrados de lo que necesitamos. - Mal posicionamiento. Si no dedicamos un tiempo a analizar el encuadre y sus posibilidades obtendremos imágenes que no aprovechan todo el potencial del momento. El posicionamiento de la cámara es fundamental para ajustar una buena composición. - Contrastes excesivos. Nuestro ojo percibe detalles en contraluces fuertes y situaciones de alto contraste que la cámara no es capaz de resolver. Cuando hay más de 5 diafragmas entre las altas luces y las sombras, unas u otras aparecerán sin detalle. Al exponer para las luces debemos limitar la presencia de las sombras en el encuadre, ya que aparecerán en un tono negro. - Distancia al sujeto. Por lo general el sujeto principal aparece demasiado lejos y no está bien posicionado. Debemos aproximarnos a él hasta que ocupe una buena proporción del encuadre y en el lugar que queremos. - Fondo sin interés. Muchas imágenes no están bien concebidas al tener una gran presencia de fondo y no presentar éste interés para el espectador. En las localizaciones es necesario prestar mucha atención a encontrar buenos fondos, grandes rocas en el mar, un gran árbol, una montaña.

La subjetividad de localizar Dicha función es un proceso de gran importancia que nos permitirá encontrar los encuadres a los que regresar en momentos especiales. Algunos pasos a seguir de forma consciente e intuitiva en la localización para la fotografía de paisaje son: - Recorrer el espacio sin prisa, en busca de fondos. - Una vez localizado un fondo, efectuar una búsqueda de un primer plano adecuado en una superficie de unas cuantas decenas de metros cuadrados. Es un proceso lento en un principio, pero fundamental. El primer plano puede ser un sujeto, una textura, algo inusual, curioso, que nos llame la atención.

Imagen con profundidad Es posible crear sensación de mayor profundidad en una imagen si aplicamos alguno de estos factores combinados: - Encuadre vertical. - Varios elementos a diferentes distancias. - Elementos bien separados entre sí, que no se fundan. - Buscar o forzar una perspectiva o líneas diagonales. - Si hay líneas de fuerza ubicar un elemento o una zona de luz en el punto de fuga. - La separación de planos puede efectuarse también por tonos, colores o texturas.

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Un sujeto y un fondo

Sensación de lugar

Una vez localizado un fondo con interés por su relieve, forma, color, se busca un primer plano llamativo. De la disposición de ambos elementos de la imagen va a depender toda su fuerza e impacto visual. Debemos esforzarnos por componer, ordenar y llenar el encuadre. Algunos consejos para empezar a fotografiar el paisaje: - El elemento del primer plano se emplaza en la parte inferior izquierda de la imagen. - Mejor si se trata de un elemento que apunte o se incline hacia su lado opuesto, donde se emplaza el cuerpo destacado del fondo. - El fondo se ubica para que ambos elementos tracen una diagonal inferior-izquierda a superiorderecha. Es la formulación que mejor suele funcionar, aunque hay que probar otras. - Podemos aportar un poco de luz al primer plano para así destacarlo. - También, mediante un filtro degradado, es posible oscurecer el fondo. - Una luz o un momento especial le dará un gran impacto a la imagen. Rayos de luz filtrados entre nubes o la presencia de la luna.

Para conseguir transportar al espectador a nuestro escenario, o una sensación envolvente en la imagen, es conveniente buscar: - Encuadres abiertos. - Utilizar una óptica angular. - Perder referencias del primer plano. - En este primer plano aparece un medio diferente al sólido, infrecuente. - Buscaremos agua, nubes, niebla, flores… - Conseguiremos transmitir sensaciones, de flotar, de estar metidos en esos sustratos inusuales, sorprendentes a nuestra percepción.

Ejemplo de protocolo Para iniciarnos podemos aplicar este protocolo que muchos fotógrafos realizan de forma inconsciente: Localizar. Ver los pasos del apartado que ya se desarrollado con anterioridad. Determinar. Nos decantamos por un encuadre con posibilidades. Al principio es posible que no sepamos elegir de forma acertada o que no encontremos el encuadre adecuado. La determinación del encuadre depende de que haya un fondo y/o un sujeto adecuado. Aquí es fundamental aplicar nuestros conocimientos sobre composición. Imaginar. Tratar de previsualizar una imagen o hacernos una idea del resultado óptimo, clímax, que queremos alcanzar. Realizamos un esfuerzo de imaginar cómo queremos la luz, el cielo y los elementos distribuidos en el encuadre. Cuantas más imágenes ideales nos representemos de la toma, cuanto más variadas sean y más efectos diferentes se persigan, tanto mejor para los resultados. De esta forma maximizamos el esfuerzo de la localización. Encuadrar. En el momento de encuadrar es cuando decidimos la focal que vamos a emplear para aproximarnos a la imagen preconcebida.

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Además, debemos posicionarnos con respecto al sujeto y al fondo. La altura a la que se realiza la toma tiene una gran relevancia. Trataremos de evitar todo aquello que sea confuso o accesorio para la obtención de la imagen idealizada. Mucha atención al fondo. Enfocar. La cuestión de dónde enfocar es muy relevante, ya que nos evitará desenfoques no pretendidos y conseguiremos el mejor rendimiento de nuestras ópticas. Aplicar la técnica. Prestar atención a la estabilidad del equipo en función a la velocidad de obturación elegida y las posibles trepidaciones. Cuando sea necesario, posicionar bien el trípode, lastrarlo para ganar estabilidad, utilizar el cable disparador y el mecanismo de levantamiento de espejo. A la hora de aplicar la técnica, el esfuerzo debe centrarse en asegurar que nuestra idea inicial, ya visualizada en el encuadre mediante una composición adecuada, se plasme de forma correcta. La técnica permite la precisión en los resultados, la prevención de insuficiencias y errores que resultan ser fallos de realización. También posibilita introducir algunas variaciones en la iluminación modificando la luz ambiente con el flash o el uso de filtros. Ajuste de la exposición. Debemos determinar los valores de ajuste para una exposición correcta y tener muy en cuenta los contrastes en la escena para compensarlos mediante el uso de filtros, flash u otros accesorios de nuestro equipo. La

elección de una determinada relación entre apertura del diafragma y velocidad de obturación marca la profundidad de campo en la imagen, cómo aparece el fondo y cómo se plasman también los elementos dinámicos si los hubiera. En el apartado sobre medición de la luz encontraremos las claves sobre dónde medir y cómo interpretar esa medición para encontrar la exposición correcta. Analizar los resultados. Una vez comenzamos a obtener resultados nos esforzaremos en tratar de mejorar el encuadre. Para ello podemos analizarlo y buscar mejoras, bien alterando nuestra ubicación o bien eligiendo una focal más adecuada para nuestras pretensiones compositivas. De esta forma detectaremos también posibles imprecisiones en la aplicación de la técnica, más aún si trabajamos en formato digital y logramos visualizar el histograma y comprobar el enfoque en diversos puntos de la imagen. Ésta debe ser evaluada a diferentes escalas, tanto como miniaturas como visualizando sus partes en grandes ampliaciones. Tenemos que saber apreciar la imagen en estas escalas y observar sus valores de composición como miniatura y los técnicos en los detalles de ampliación. Analizar supone examinar, desmenuzar, fragmentar: buscar todos los componentes de una imagen, todos sus valores. Ayuda mucho imaginar el encuadre ampliado en grande, sobre todo para lograr precisión en ubicar los elementos.

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Sintetizar. Una vez con resultados que valoramos como óptimos nos esforzaremos en sintetizar, lo que supone resumir, extractar, simplificar: reducir una imagen a un mensaje, una sensación, una forma, un valor. Al sintetizar detectaremos aquellos elementos superficiales, que podemos eludir de nuestro encuadre. Mejorar. En resumen, todos los esfuerzos se encaminan a optimizar la toma realizada en el momento de su captura. Es muy importante aplicar estos procesos en el instante, en busca de mejoras sustanciales, y posteriormente en la valoración de las mismas. Esperar. Paciencia en los cambios de la luz, en el cielo, en que aparezca un nuevo elemento en la escena, en un cambio meteorológico. Ese momento álgido o instante decisivo de Cartier Bresson. Agotar. Es importante dejar un lugar con la sensación de que hemos agotado sus posibilidades, cosa por otro lado imposible, al menos en esas luces o circunstancias que hemos vivido. Buscar más encuadres, forzarlos, recorrer minuciosamente el espacio, localizar nuevos sujetos, aplicar todas nuestras herramientas en la medida en que nuestra creatividad lo demande, es importante en todo este proceso. La imagen resultante de una selección entre veinte fotos buenas suele ser mejor que cuando se realiza entre cuatro.

Un globo aerostático se mueve de forma lenta y pausada, perfecto para la toma de imágenes salvo por la rigidez de su rumbo. Un globo despega y aterriza en la dirección que el viento le lleva. Sólo puede variar su altura libre al suelo y de forma bastante paulatina además. No permite volver atrás, por ello los desplazamientos en este medio deben ser cuidadosamente planificados si es que buscamos unos resultados en concreto. Los parapentes, ultraligeros y demás ingenios del estilo entran en mi clasificación de vehículos con poco espacio y cierto riesgo, que no es de tipo personal, sino de material, ya que al ir al descubierto podemos cometer una imprecisión y ver cómo nuestra tarjeta de 4 Gb sale volando. Sin embargo no debe suponer un gran problema, ya que es posible extremar las precauciones. El mayor inconveniente es la escasez de espacio, la incomodidad en el manejo del equipo ante eventuales e imprevistos cambios de óptica, la exposición a los elementos, etc. Uno de los vehículos más recomendables para realizar este tipo de trabajos es, sin duda, el helicóptero, maniobrable, cómodo y rápido, aunque todo tiene un inconveniente: una hora de vuelo de helicóptero equivale a entre cuatro y seis horas de vuelo en avioneta. Para fotografiar el paisaje desde el aire prefiero la avioneta por cuestiones puramente económicas y de costumbre. Suelo volar en una Cessna que permite abrir la ventana del copiloto

El paisaje desde un vehículo Los medios que mayor diferencia de aspecto pueden aportar a nuestras imágenes son las embarcaciones, que nos adentran en el mar y nos permiten contemplar la costa desde un punto de vista inusual, rodeados de agua, y los vehículos que pueden desplazarse por el aire, ya sea un globo, parapente, avioneta, helicóptero o ultraligero. Además de que los editores gráficos suelen valorar este tipo de imágenes, aportan siempre algo nuevo a nuestros reportajes, puntos de vista diferentes y, por lo general, transmiten una gran sensación de lugar.

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y tiene un razonable espacio interior. Cuando vuelo para la toma de imágenes ya tengo una ruta establecida y un objetivo claro con respecto a las mismas, aunque siempre estoy atento a las sorpresas. Uso un único cuerpo de cámara, ya que los vuelos suelen ser cortos, de un par de horas como máximo, con dos baterías bien cargadas, tantas tarjetas como tengo y un disco duro de volcado rápido por si acaso. Dos son las ópticas que llevo en este tipo de vuelos, un 17-40 y un 70-200 mm, aunque recientemente prefiero el 24-105 mm estabilizado. Los ajustes de cámara los tengo preestablecidos: Captación de 5 fps. Autoenfoque en el punto central. Modo AF AIServo. Valores de exposición en modo manual. Diafragma preajus-

tado, en general en un valor bastante bajo, como f/5,6, ya que no se precisa de profundidad de campo y en ese valor las ópticas rinden bien. La velocidad de obturación suele ser alta, entre 1/2.000 y 1/250 seg, dependiendo mucho de la focal utilizada y de la velocidad y altura de vuelo (la velocidad de obturación debe ser mayor a menor distancia al suelo). El valor ISO que ajusto es el máximo con un ruido aceptable, 400 ISO, salvo que utilice el polarizador o me encuentre en condiciones de baja intensidad de luz, en cuyo caso, y como último recurso, puedo llevarlo hasta un valor de 640 ISO. Estas son directrices generales y muy particulares, no reglas rígidas, por supuesto. Resulta conveniente prestar atención a cuanto vamos viendo, para indicar al piloto según nuestras necesidades, avisándole con suficiente antelación, mientras vigilamos el estado de la tarjeta para reemplazarla en un momento que no requiera la toma de imágenes y nos aseguramos del correcto ajuste de la medición. Es importante afianzar bien la cámara, de forma que las fotografías se tomen con la máxima estabilidad posible y tener la correa enganchada para mayor seguridad. La cámara debe asirse con firmeza, tratando de compensar suavemente el movimiento del vehículo. En ningún caso la apoyaremos en el aparato, ya que las trepidaciones del motor afectarían negativamente a la estabilidad que buscamos.


Ninguna acción debe acaparar toda nuestra atención. En algunos casos nos veremos obligados a trabajar sujetos por un arnés o bajo condiciones de seguridad extra. Aunque ya se ha hecho referencia en el capítulo anterior a la fotografía desde una embarcación, cabe añadir aquí que las condiciones de trabajo dependen mucho de la clase que sea, y por tanto de su estabilidad, y de las condiciones del mar. Si el mar no está tranquilo puede ser mejor realizar las tomas con cierto movimiento, sin detener el motor. Apoyarse no suele ser buena idea salvo que estemos trabajando con velocidades muy altas de obturación y se den unas circunstancias que así lo aconsejen, como la presencia de una barandilla, sumada al peso excesivo de un teleobjetivo y a unas buenas condiciones de estabilidad de la embarcación. Para estos casos es muy recomendable llevar un bean-bag, cojín, o, en el peor de los casos, una prenda acolchada que sirva de base de apoyo. Nos esforzaremos también en preservar el equipo del sol directo, de las temperaturas y de la acción de la sal y la humedad. Para ello conviene transportarlo a la sombra y en una caja adecuada, que puede ser estanca de cierre hermético, en caso de ser necesario. Además hay que extremar mucho las precauciones con respecto a nuestra propia estabilidad y la del equipo, ya que un golpe de mar, un movimiento brusco o un resbalón, puede salirnos muy caro. Cualquier otro medio de locomoción a nuestro alcance debe ser tenido en consideración si nos permite ver el paisaje desde un nuevo punto de vista El hallazgo de un encuadre con posibilidades hay que apreciarlo en todo su valor. No hay muchas fotografías de paisaje cuya contemplación nos admire y nos deje cautivados.

De ahí la importancia de regresar a la localización en diferentes épocas del año, muy especialmente si se trata de días especiales, con fenómenos meteorológicos o naturales. Es así como llegaremos a tener imágenes inusuales y de gran valor. Para sacarle el máximo partido a este esfuerzo nos propondremos realizar diferentes tomas que muestren el paso del tiempo, bien con las estaciones, con las mareas, e incluso entre día y noche, con la realización de imágenes nocturnas. En los dos últimos casos podemos pensar en dejar la cámara sin mover el encuadre durante las tres horas que dura media marea o incluso más si queremos captar también una imagen nocturna. Las mareas conviene empezarlas cuando están altas y tomar una secuencia de varias imágenes hasta la bajada máxima. Para la secuencia diurna-nocturna hay que registrar también las luces crepusculares. Conocer la orientación del encuadre nos ayudará a imaginar cómo se plasmará el cielo de noche. En el caso de las estaciones resulta muy útil tomar referencias precisas, marcar si es posible el punto de la toma y regresar con la imagen o imágenes anteriores impresas, o volcadas en la tarjeta de memoria de la cámara, para tratar de encuadrar con la máxima precisión posible y manteniendo tanto los elementos como las proporciones. Dejaremos alguna marca en el suelo, una gran piedra, un tronco, una estaca, que nos permita tener una referencia. En este sentido es interesante anotar la focal empleada. También podemos aplicar el paso del tiempo a los fenómenos atmosféricos y a cualquier cambio o alteración que preveamos en el paisaje.

La creatividad El temor de muchos fotógrafos avanzados es el de, una vez dominada la técnica básica, quedarse estancados en la obtención mecánica de resultados aplicando un modelo rígido que funciona, pero que no permite evolucionar. Realmente es una amenaza permanente para las personas inquietas por evolucionar y descubrir.

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Supongo que habrá muchas formas de llegar a la creatividad una vez superada la base técnica, pero en mi caso la mejor forma ha sido ejercitarme. De forma temporal y aleatoria dedico algunas salidas fotográficas a pasear sin presión, sin expectativas, con la única intención de manejar mi equipo y realizar algunos ejercicios. Es entonces cuando pruebo ideas nuevas, o se me ocurren y trato de plasmarlas. Generalmente empiezo por pensar acerca de las limitaciones de mi equipo y en cómo lograr superarlas. De esta forma se abordan los “no se puede hacer” y se consigue avanzar. Claro que un día pensé que yo mismo tenía más limitaciones incluso que mi equipo, y entonces comencé también a llevarme al límite, a arriesgar, a olvidar conocimientos bastante encorsetados y asimilados años atrás. Cuando me ejercito experimento ideas arriesgadas de composición y valoro sus posibilidades. Es en estos ratos, que comienzan siendo distendidos, cuando realizo algunos progresos en esta materia. Suele ayudar mucho también contemplar obra gráfica, tanto clásica, como contemporánea, especialmente de autores innovadores, que realizan, por ejemplo, multiexposiciones en un mismo fotograma con ligeras variaciones del encuadre, y también de muchos autores, anónimos o no, que experimentan con largas exposiciones, con el uso de iluminación artificial con efectos de zoom y movimiento. Nuestra apreciación de los valores gráficos de una imagen debe estar siempre alerta y es necesario aprender a desarrollar o potenciar nuestra sensitividad hacia la estética. Trabajar convenientemente las texturas, buscar imágenes con dobles interpretaciones, con formas reconocibles. Las técnicas vigentes hace años o décadas pueden ser asimiladas de una forma personal y aplicadas con un estilo propio, aportando nuevos puntos de vista y buscando valores ya olvidados. De aquí es posible que surjan aplicaciones como el uso de espejos para obtener imágenes imposibles, la fotografía a través de elementos transparentes o traslúcidos con diversos tratamientos o técnicas de difuminado como el flou. Nuestra apreciación de la obra tanto propia como ajena

se ejercitará con mucho respeto. Nuestros posicionamientos pueden ser válidos para nosotros mismos, pero no debieran coartar la capacidad expresiva de otro autor o de una corriente concreta.

Mis localizaciones A excepción de unos pocos viajes, mi obra gráfica se centra en nuestro país. Aquí trabajo con gran comodidad y tranquilidad y hay paisajes tan impresionantes como en cualquier parte del mundo. Como fotógrafo no necesito lugares exóticos, sino lugares con posibilidades, mejor si están próximos. Elijo un destino fotográfico en función a imágenes que ya he visto o a comentarios de amigos y conocidos. Siempre estoy atento a fotografías de paisajes que permitan suponer que el lugar es especial y reúne las características que suelo buscar. Por lo general me desplazo a la zona sin fecha concreta de vuelta, con un margen amplio de tiempo. Allí me dedico a localizar de forma exhaustiva durante los primeros días, en las horas centrales, mientras voy realizando tomas de los enclaves elegidos en las horas crepusculares. Suelo hacer el trabajo en cuatro o cinco días salvo que la zona sea amplia y compleja. En general estoy muy atento a sujetos especiales (flores, rocas, troncos, árboles) en cuanto a forma, tamaño, color, especialmente troncos secos de gran tamaño, rocas verticales o arcos naturales, a texturas que pueda haber en el suelo y a fondos especiales como rocas en el mar, grandes montañas, accidentes geográficos de consideración, praderas en flor, muy especialmente bajo condiciones efímeras de luz. Valoro también la dimensión del paisaje, si realmente es un gran paisaje, en el que puede verse una extensión de kilómetros, o bien es una extracción del mismo, un pequeño rincón, además de su ubicación, si está en la costa o en el interior. Frecuentemente los paisajes de costa y de río permiten un mayor rango de posibilidades al poder contar con el dinamismo del agua como elemento protagonista o complementario.

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Las praderas y zonas esteparias estarían en una clasificación media de dificultad, mientras que montañas y bosques pueden plantear mayor dificultad, especialmente si la vegetación crece muy densa. Un ejemplo de fotografía de paisaje con una gran sensación de lugar. Pretendemos llevar al observador a un punto de vista subjetivo e inusual, en este caso entre las nubes, a gran altura del suelo. - Elegimos un lugar destacado, con buena dominancia visual. - Encuadramos con estabilidad, perdiendo toda referencia cercana. - Utilizamos una óptica angular, en caso de ser posible. - En este caso enfocamos a un punto muy lejano, próximo a infinito. - Con la cámara ajustada en modo manual y medición puntual, medimos en un tono claro bien representado en el encuadre, la parte más clara del cielo, por ejemplo, y ajustamos la escala de tiempos (mediante el ajuste del diafragma y la velocidad) en nuestro límite de sobreexposición, supongamos que sea +1,5 EV (un diafragma y medio).

- Podemos realizar una exposición de prueba y verificar el histograma. - Esperamos el momento adecuado para la toma. Realizamos varias, reencuadrando, cambiando de focal.

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