Un Ladrón en el Paraíso

Page 1


Lo que mis ojos logran ver en esta sigilosa noche oscura son los rayos de luz que destila la luna. Ella envía su mensaje de libertad a un preso desdichado como yo. La ventana esta justo al frente de mi cama, que es un montón de piedras acumuladas una sobre otra entretejidas en una forma plana y rústica a mi medida. Yo solo trato de dormir mi última noche, quejarme no resuelve nada y muy bien sé que mañana me espera un corto día. Pero los rayos de la luna siguen presente insistiendo suavizar mi rostro acariciando mis párpados dejando así el sueño por un lado.


Para los enamorados la luna es pasión y hermosura de poesía, para los presos es solo un pedazo de queso en la nada del cielo, que está prohibida para ratas como yo. Agonía fomenta la silueta reflejada a la pared de color gris. Grietas y cuadros entretejidos adornados por una pequeña araña que no se priva de un buen descanso. Yo la miro y, admiro su entusiasmo por construir una fortaleza dentro de esta prisión que hoy es mi hogar. Como cualquier ama de casa limpiaría toda esquina infestada de telaraña, pero no. Mejor la dejaré en su lugar.


Qué lindo se ve trabajar a un insecto, mientras te enseña que la vida tiene sentido aun a escalas tan menores como lo es esta pequeña araña. Pudiendo escoger un palacio para entretejer su tela, tuvo la delicadeza de escoger una compañía a la luz del candil para adornar mi soledad. Cada ojo ve lo que quiere y cada hombre con su comodidad se sacia. El de mejor estatus económico no soportaría una araña en su habitación de descanso. Algunos la aplastarían, otros simplemente la removerían, pero yo. Yo la dejaré en su lugar, a mi no


me estorba en lo absoluto, aquí es acogedor, siempre hay espacio para otro animal. En lo poco que aquí se tiene. La felicidad o la tristeza son las únicas opciones del menú. Decidí ser feliz por lógica, dado que serlo, no es un estado de ánimo. Sino una decisión inmediata, y vale la pena recontar lo que me hace feliz en este lugar. Mi mesa, esa de ochenta por sesenta centímetros cúbicos cuadrados, claro que nueva no está y tal vez fue usada por una docena y no sé cuantos reos más, pero ahora es mía. El candil a presión de aceite, que está más negro que


transparente, un cordial regalo del carcelero que se le agradé se mucho. Una silla astillada que seguro a de ser cómplice de la mesa por la edad avanzada que en ambos objetos se nota la decadencia que comparten. Dos o tres hojas en blanco para escribir por día, un bolígrafo de madera a base de carbón corriente, que para darle un poco de filo lo torturo contra la pared hasta que confiese las palabras. Una almohada dura, rellena de sábanas desgastadas o en su defecto desechada por cualquier difunto reo. Un par de zapatos viejos, tan viejos como el mismo tiempo que llevo metido en este


lugar o la barba que cuelga de mi quijada. Una mudada de ropa vieja que lavo cada tres o cuatro días, esto es si con suerte el clima esta a mi favor, y sin contar las visitas inesperadas de unas cuantas ratas y cucarachas que desfilan por mis pies. Esta araña afirmo, se convierte en mi octava maravilla del espacio privado a lo redondo. Podrá decir cualquier incrédulo. - Insolencia, locura y paranoilla desquiciada del sol que le golpea su frente; son los disparates que escribe este loco.


Que digan lo que quieran compañero y lo que su lengua aguante a pronunciar. Dime ¿Cuando nos ha importado lo que los demás piensan de nuestra espalda? Si la belleza se lleva dentro, entonces lo que se ve de todos es solo apariencia y la belleza nunca les ha favorecido ni brindado sus atributos. Yo estaré seguro que un rompecabezas se arma a mi alrededor y mis ojos están aun más abiertos que cuando nací. Espera una señal. Si esta araña es una mensajera del altísimo Dios omnisciente, lo hemos de saber con certeza.


Una pequeña araña te enseña la importancia y la prudencia de escoger donde y cuando construir una vida plena y llena de dignidad. En el borde de la muerte estoy seguro que cualquiera está dispuesto a aprender prudencia. Yo, así sea lo último que haga antes de morir a esta vida he de aprender. Pero. ¿Dónde estará el último individuo que estuvo en esta celda? Es una pregunta que invade mi mente como el mangle invade la bahía, justo donde el mar se besa con el río y lo salado ya no es salado y lo duce ya no es dulce. ¿Entonces qué es? Me pregunto, ¿Qué es?


Esperanza sí. La esperanza es la última en abandonar a un hombre. Y la esperanza es el escenario de risas y burlas, para los soñadores que nunca se dieron por vencidos y a lo largo de la historia ellos siguieron aferrados como bebé al lactante de su madre y creyendo para no abandonar jamás el castillo que construyeron entre las nubes del cielo azul lejos de los pesimistas. La esperanza dio vida al preso, y también a la mujer estéril que en su agonía no pierde la esperanza de ser madre. Optimismo, si. Y deberás que estando preso hay que ser un loco o


por lo menos intentar ser un optimista esquizofrénico. Porque de lo contrario uno se convierte en un pesimista o parecido a uno que cuando ve flores busca de inmediato al difunto olvidándose que las flores solo es un detalle de afecto. Levantarse todos los días a la cinco de la mañana, para limpiar el mismo piso embarrado de los desechos que la cocina brinda después de haber terminado el día de engorde en la prisión. Eso es desesperante. Barras de tiza, grabadas en la pared una a una, día a día hoy quedan en deuda con el tiempo y el mismo reo


de cuadrilla. Asegurando una buena memoria del autor. No sé, si se le acabó la tiza, porque las barras están hasta el día noventaiocho, restando algunas que ya no se logran ver por la humedad en la pared. Podría argumentar yo, que estuvo aquí no más de ciento veinticuatro días y un mes menos o fue ese el día señalado de su muerte. La verdad no lo sé. Pero en fin. Algo paso, porque aquí no está y, yo estoy solo. Húmeda, desgatada, fría, triste, oscura, olvidada, sucia, mal o lienta, descuidada y asquerosa permanece esta celda de martirio.


Tanta soledad no se la deseo ni a mi peor enemigo, porque de estar juntos, seguro se convertiría en mi mejor amigo. Allá al fondo justo en el rincón entre mi cama de piedra y el inodoro de madera yo también he dejado mi marca, no tuve la suerte de mi antecesor, al contrario he tomado una piedra puntiaguda de filo frágil y astillada del maltrato, pero punzante al fin. Mis dedos, mis dedos sangran un poco, mi frente no para de sudar y mi cuerpo me traiciona, tiembla por completo mientras escribo mi marca en esta pared rústica.


Típica costumbre de reos como yo. Sabemos que nadie nos extrañará allá afuera. Nadie pensará en una invitación dirigida al anonimato de un homicida. En la reunión familiar dirán tu nombre con intención de recordar tus fechorías. Un gusto será no tenerte presente, y en sus recuerdos solo has llegado a ser una imagen borrosa de conversación media olvidadas como; -¿Quién y cómo se llamaba aquel zutano o mengano, que decía ser tu primo? Es que por alguna razón no recuerdo su nombre.


Por supuesto no faltará ese familiar que le da pena mencionar tu nombre, frente a sus invitados y como no, si se te recuerda por lo que más se destacó tu profesión. -Ha!!! El ladrón, querrás decir. Aquel que se metió en la casa a robar un par de zapatos y uno que otro trasto de cocina. -Ese mismo. –Afirmará su cómplice sin mencionar tu nombre. ¿Ladrón? Si, ese el título que seguirá hasta la muerte a todo aquel que se sirvió de la vida fácil. Lo dirá también el epitafio, aunque enmudecido pero visible a todo ojo de quien se marque un destino a sabiendas que un delito no es delito


sino se ejecuta con intención y el final de este mismo es de muerte o agonía. Yo elijo la primera opción. Miro esta pared acusadora. Y ese techo maldito de cielo falso gris, sumando esa desgastada puerta de pino clásico maquillada de barniz percudido, adornada con un cerrojo oxidado y al pie de ella una pequeña abertura por donde se me sirve la comida en compensación de castigo. Tres veces al día. -Por qué no caes sobre mí. Maldita!!! Le estoy gritando a esta pared. Termina ya con esta malévola intención de hacerme sufrir antes


de mirar cara a cara la muerte. Acaso no tienes el valor para matarme, será porque solo eres una pared con oídos, ajena a lo que pasa afuera y hoy solo estas aquí para hacerme recordar mis fechorías. Sí. Yo sé, más que nadie que esta es una larga noche. Y si la locura es la cura para todo dolor del alma, entonces quien la tiene obtiene el antídoto para la depresión y la melancolía. Hágase un favor su poseedor si un día la consigue, véndase con facturas al mejor postor y vuélvase rico, sin evasión de impuestos. Claro está, que no hay nada mejor que un hombre sin acreedores y un burro sin arriero.


Pero ¿Donde me quedé? después de tantos disparates. Ho!!! Claro, como he de olvidarlo. La esperanza, el epitafio, el titulo de ladrón, el acreedor y el burro. Que estoy bebiendo, no lo sé. Pero si es vida sírvanme otra copa mesera. Porque me siento morir de a poquito a poquito, con esta soledad abrumadora. Digo, soledad. No por la vecina sino por la ausencia de compañía en este lugar que a cualquiera vuelve loco. Esta noche creo que mi última visita es esa vil cucaracha que merodea las sobras de mi cena y no creo que encuentre mucho, que comer por el simple hecho de que aquí no


sirven buena comida. La aplastaría pero derecho tiene ella a existir como yo. Tanto que hoy le perdono la vida quizás mañana alguien perdone la mía. Trato de dormir compañero pero creo que el descanso no llegará. ¿Entonces de que me sirve un poco de sueño si no consigo la calma para mi alma?

Voy a parar de escribir solo por un momento quizás luego se me aclare la mente.


-Toma un poco de aire tĂş tambiĂŠn!!!


-Regresemos a donde nos quedamos y no le demos mรกs vueltas al mundo que ya se sabe desde los tiempos de los tiempos que este mundo es redondo y quienes lo negaron es muy su problema. Todo lo que se lanza tiene que regresar al mismo lugar de partida. Salvo a todo aquel que escupe para arriba, seguro alguien se lo advertirรก que no lo haga. Por experiencia propia sabremos que el escupitajo le caerรก en la cara. Pero cono dice ya el dicho. A la zorra por el cuero le escarmienta la experiencia y el que no agarra consejos es un tonto. (Mario Enamorado)


Si alguno osara de valentía a entrar por cualquier fechoría a este lugar de exilio. Por lo menos sabrá nuestro nombre. Sé que ni siquiera es un consuelo. Porque el que muere nada sabe de lo que pasa en esta vida, tal vez sea esa la razón por la que los abuelos y padres piden obediencia y honores mientras viven y no después cuando ya no es posible agradar con flores a los muertos. Lo demás solo es, como te digo ha sido y lo seguirá siendo: Remordimiento del corazón, desobediencia y amargura de espíritu por una vida descarriada, dirigiendo el daño con firma de


autor a quienes más nos aman. La familia. Pero como quisiera que fuesen mis lágrimas de sangre y mi garganta de miel para pedir perdón con dulzura y demostrar mi sinceridad con tan solo una mirada. Pero que bah!!! Camarada, no se puede tener todo en esta vida, es por eso que en la nueva vida ya no vale nada sino lo que hiciste en la primera. Lo que yo sé, lo sabe hasta el más ingenuo, yo lo sé. Y de que me vale ser un consejero justo ahora aquí encerrado entre cuatro paredes, si no hay a quien aconsejar a la


distancia de tres metros a la redonda. Aquí estuvo un hombre errante, vagabundo y amante de la vida más que de la muerte. “Humberto Cervantes. Alias el Paky” Si. Ese soy yo, no tengo ni la más remota idea de lo que es una vida digna o piadosa. Nunca tuve amigos considerados, mucho menos amantes fieles. Enemigos de a montón y libros a elección. ¿Hijos? No sé. Tal vez alguno por ahí, no estoy muy seguro, nunca me tragué el cuento de; este es tuyo aquel es tuyo. Siempre me alejé de todas cuantas mujeres tuve en cama cuando pude, por la mañana


antes que sol saliera para que no se engañasen o se hicieran ilusiones de que les pertenecía en el más remoto de sus sueños. Yo me iba antes que despertaran.


Gaviotas conocí muchas, y la que me dio un hijo no la volví a ver jamás. De tanto pensar hoy mi cabeza da vueltas a mí alrededor pero, yo sigo en el mismo lugar, recostado y reposando un poco la cabeza sobre mis zapatos o lo que aún quedan de ellos. Mi mente retrocede en el tiempo y me hace recordar a esa gaviota de alas silvestres revoloteando, deslizándose en las corrientes de aire y combinándose con el cielo gris junto a las olas del mar que besan la arena, y la playa preciosa como siempre se deja ver su hermosura en visión panorámica. Esta gaviota desciende hasta bajar a


mi muelle para hurtar la pesca. Que no fue muy provechoso el dĂ­a de hoy, por cierto. Gaviota una bella mujer que si la memoria no me traiciona se llamaba Marta Galeno. Una linda dama y dulce compaĂąera de pelo negro como la noche sin luna, sus ojos penetrantes y dolorosos como alfiler de costurera. Su espalda de juez sin piedad vestida de negro no muy elegante, pero bella. Una vez que te mira es como el martillo de justicia que declara tu condena o el frio del invierno que te provoca buscar el calor. Si, frio o condenado a amarla a sabiendas que ella se ira en


cualquier momento con el mejor postor. Pero ¿porque te hablé de ella? Ha!!! Ya lo recuerdo. Esa noche cuando la miré por primera vez yo olía a pescado de alta mar pero ella. Ella olía a perfume fresco sobre la piel recién bañada. Yo sabía que no era una mujer como las demás, esta tenía algo especial y no lo digo superficial sino más profundo. Más allá de donde cualquier ojo de buitre carroñero puede ver.


-Hoooo!!! Que linda dama mi camarada. Me suena en el oído mientras palmean mi espalda. Su aliento bastó para no voltear la mirada. -claro y como no Javier, si ella es perfecta dama. -Le dije. -Pero es de la vida alegre mi amigo. Volvió a decirme Javier. -Pero fiel confidente. Le afirmé yo. Seguro podrá dar su cuerpo por un poco de pan pero jamás los secretos de los hombres con quienes estuvo. -Estás seguro. Dijo Javier.


-Sí y tanto lo estoy como la última letra que adorna mi apellido. –Le contesté yo. Recuerdo que esa noche pagué la mesada de una semana de trabajo por conseguir una noche con ella y por supuesto que no era el único que quería amanecer amarado entre sus brazos. ¿Cómo lo logré? Bueno pues, ¿Qué hombre dice la verdad en su primera impresión al saludar una dama? Le dije que su belleza había cautivado mi humilde sinceridad y que no hay nada que me hiciera feliz más que pasar una noche junto a ella. Sin prestar un servicio sexual


y que con el simple hecho de hablar un poco me bastaba para sentirme realizado. Recuerdo que ella me dijo que subiera las gradas al segundo nivel en donde se encontraba su habitación de rutina. La misma que vio desfilar a muchos hombres casados y otros solteros como yo. Pero bueno la esperé allí junto a la puerta blanca de cerrojo oxidado sin pensar mucho. Ella venía desfilando hasta mi, lentamente con una mirada cautivadora y su pestañas como jugando a las escondidas. Su sonrisa. Su sonrisa es perfecta y el detalle de su cuerpo se describe con


tan solo ver la luna. Lo digo porque sus medidas son perfectas.

Es increíble lo mucho que se puede aprender de una mujer tan degradada por la sociedad. Como no han de criticarla, si sus compañías de momentos son hombres de alto rango, hombres con conocimientos pero al parecer sus conocimientos no los hacen más fuertes que sus debilidades y terminan en los brazos de una mujer como Marta Galeno. Como el trato fue platicar ella con su tierna vos angelical tenía toda mi atención y como no si sus palabras parecían mejor que las de los sabios


y sus consejos más apreciables que los de mis camaradas los borrachos.

-¿Hola, ya estás listo? Dijo ella mientras caminaba hacia mí para abrir la puerta. -Sí. Contesté agitando mi cabeza de arriba hacia abajo tratando de esconder mi timidez. -Entra, siéntate en la cama voy en un momento. Me dijo ella, mientras me daba la espalda para quitarse el abrigo barato y su bufanda que le cubría el cuello. Sus ojos no paraban de


mirarme y estánban fijos en mí, me lo decía el reflejo del espejo. Yo estaba súper nervioso no sabía qué hacer, pero su experiencia cautivó mis miedos y me relajó su voz. -Cómo te llamas. -Humberto, Humberto Cervantes. Y usted. Le pregunté con un manojo de nervios. -Soy Gaviota. Dijo ella mientras dejaba escapar una sonrisa seductora con su mirada siempre fija a los ojos. Creo que esa era su táctica para mantener su postura de dominio sobre los hombres.


-¿Gaviota es tu nombre? Le pregunté titubeante. -Relájate Muchacho solo hablaremos nada más. Y si, Gaviota me llaman. Aunque mi verdadero nombre es Marta Galeno. -Marta, Marta Galeno. Dije yo repitiendo su nombre. Seguro a estas alturas cualquier mujer me hubiese dejado plantado por ser tan corto de palabras pero a esta le estaba pagando por cada bocal pronunciada con migo. De momento ella dejó caer al vacío sus zapatos de tacón alto que resonaron en toda la habitación sobre el piso de madera uno sobre otro.


En conversaciones y risas se nos escapó la noche y ya casi era hora de trabajar. Nos despedimos en mutuo acuerdo de volvernos a ver. ¿Quieres saber cómo debe ser un buen hombre? Pregúntale a Gaviota, ella ha estado con los diferentes rangos sociales que hay y es más si quieres saber porqué termina ebrios y tirados en una taberna aquellos mismos que gritan ser hombres y no lo son, Ella tiene la respuesta. Yo solo era un iluso soñador de veinte años y ella una dama que pasaba de los cuarenta tantos años al regazo de mi pecho.


Creo que me enamoré de una mujer por primera vez y fue de ella. Si. Yo sé que no debí cometer ese error tan grande, pero que hombre no se ha equivocado cuando sus sentimientos le hacen una jugada tan traicionera como las cuestiones del amor. Mi escusa para visitarla todos los viernes por la noche justo después de las diez cuando en su mayoría los clientes estaban totalmente ebrios. Era que tan solo platicaríamos y pagaría como los demás cliente. Creo que ella llegó a sentir algo por mi aunque no me lo dijo con certeza sus consejos fueron el motor de mi esperanza.


Fui por muchas noches frecuentando la misma taberna. Cansado después de ir de pesca. Ella estaba linda como siempre y yo con la misma propuesta ofrecía mi mesada para procurar una noche de conversación con ella pero claro que después de muchas pláticas mantuvimos una relación más fluida que con cualquier cliente que ella hubiese tenido en lo largo de su experiencia.

Uno de esos días fui como de costumbre pero ella ya no estaba y su cuarto lo ocupaba otra mujer. Pregunté al cantinero por ella y su respuesta fue tajante.


-ELLA SE FUE!!! Como antes te lo mencioné yo. Sabía que no era buena idea enamorase de una mujer de esta índole aun que sufrí creo que ella fue la que me enseñó el verdadero valor del trabajo y por que trabajar en la vida. Si trabajas y gastas tu dinero con una persona que te hace feliz y realizado no es trabajar es invertir para tu felicidad. Claro que mi vida fue un desastre sé que no debí gastar mi dinero y mucho menos mis fuerzas donde no debía hacerlo pero tú. Tu estas en la mejor posición para saber que tu felicidad y tu vida tiene


sentido, para compartir tus esfuerzo con alguien que realmente vale la pena.

Ella como muchas mujeres solo fue un momento de placer que si pudiera cambiar esos momentos lo aria, sin pensarlo dos veces por un par de zapatos que hoy me hacen falta. ÂżPor quĂŠ zapatos? Porque un buen hombre sabe donde debe estar su pie firme y sabe que no debe andar metiendo la pata donde no le conviene hacerlo.


Hoy un bolígrafo y unas cuantas hojas son el regalo del verdugo carcelero. Podrás creer que vino a mí este verdugo preguntando por mi último deseo y afirmando que en esta cárcel se tiene por costumbre cederle un último deseo al condenado; ósea yo. Por mi mente se cruzaron algunos antojos pero pensándolo bien. Se que recuerdos del pasado son vanidades del presente, sufrimiento del futuro y castigo sin provecho. Así que le pedí mi libertad!!! El sonrió de a carcajadas y me dijo; -Eso no está en la medida de lo posible.


Indignado yo le dije que me había mal interpretado, lo que le pedí no fue mi liberta sino la libertad de expresión, esa misma que aunque este, yo preso mis palabras nunca lo estarán y aunque yo muerto serán ellas las que se encarguen de libertar al oprimido fuera de esta prisión. Después de escuchar sus muchas burlas me entregó mi petición. Bolígrafo y hojas en blanco adornan ahora mi habitación de celda.

Todo parece tener sentido cuando la muerte se acerca y sus carros de a caballos suena todavía más ensordecedor, y pensándolo bien


hay cosas de las que si estoy arrepentido hasta la muerte.

No me justificaré con la misma cantaleta que entonan mis camaradas. Se les pregunta que si lo hicieron y ellos aseguran ser inocentes hasta que se demuestra lo contrario. Ahora eres mi único amigo contigo seré sincero. Sé que puedo confiar en ti no te pido que tu confíes en mí, pero de ante mano te aseguro que si hay alguien culpable en esta prisión al final de la fría celda soy yo.


No me justificaré por mis errores tampoco pediré en mi funeral que lleven flores, estoy consciente de que nunca regalé alguna. He hecho tanto mal que ni siquiera tengo espejo en este repugnante lugar. Lo he hecho pedazos con mis propias manos porque me juré jamás volver a ver mi rostro, y es que tan sólo verme me doy asco de tanto mal que hice a quienes más amé. Este tiempo de soledad hace volcar mis sentimientos a un solo lugar. Ese extraño deseo de viajar a donde nadie te puede seguir aunque te ame y esté dispuesto a dar la propia vida por ti.


Quisiera una taza de café pero mi último deseo fue pedir papel. Es por eso que no puedo darme el lujo de parar de escribir y dejar de narrarte lo que la vida enseña cuando estas solo y sin esperanza. Aquí donde estoy he escuchado a algunos presos llorar, en muchas noches me he unido a su sinfonía de lagrimas pero de nada sirve llorar después de causar tanto dolor a los demás. Porque si bien la vida es justa te enseña que las herida solo se lavan con sangre y la muerte se supera con el tiempo. Estiro mis brazos y mi frente esta fija al techo, para buscar en mi mente algún recuerdo de felicidad


que ande por allí perdido. Pero esta tan serio el caso que me da tristeza no encontrar gratos recuerdo en mi miserable vida.

Lo he tenido todo, todo lo que un hombre puede desear en sus antojos y deseos pero miserable de mí. Todo lo que tuve lo tuve que robar para sentirme igual que los demás hombres. Aquellos hombres pudientes quienes se esforzaron por tener una fortuna digna del sudor de su frente y labor concurrente. Fueron ellos mi pan de envidia día a día noche tras noche del cual me he saciado y no volví por más.


Como ratón en basurero me conformé con sobras y migajas de escorias luchando contra los gatos por sobrevivir un día más. Sé que todo en esta vida se termina como también mi paciencia de esperar una oportunidad y triunfar honestamente. Parece ser gris mi esperanza porque a mí, la suerte nuca me favorecía y mil razones pedí para no robar. En respuesta recibí insultos y prejuicios que no me dan paso a mi hambre y sus muchas rizas se convierten en lagares de rencor contra la vida. Nunca logré entender el lema de: “El trabajo y esfuerzo tienen su recompensa”


Porque el trabajo lo busque con esfuerzo y lo ejecuté como Dios manda pero me encontré con tramposos, tacaños, insolentes, avaros, términos de figura filosóficas y jerárquicas en la escala social llamados patrones o jefes. Lo intenté, traté de ser un hombre responsable de cuadrilla sin tacha alguna cuidé lo que no era mío lo mantuve seguro aun más que a mis propios ojos dado que sacrificaba mis párpados en muchas vigilias de la noche como perro vigilante fiel a su amo. Para encontrarme que mi paga era unas cuantas lentejas de grano sobre un plato roto, desgastado y astillado. no es posible que tanto


esfuerzo sea tirado a la basura y al olvido, matando así el ánimo de la honestidad que aún queda en mi. Soy ladrón aunque ya no robe más. Lo que tuve que robar lo robé por pura necesidad. Y sé que no debí hacerlo pero lo hice. Necesidad es esa que invade a toda la humanidad así también como invade el miedo a una madre soltera a sabiendas que un hombre cobarde no tuvo el valor de enfrentar la vida y trabajar duro para dar el alimento a quien es su heredero. Por consiguiente lo que hoy le deja como herencia son miedos y necesidades que tendrá que suplir la madre.


Esta mujer está dispuesta a todo por el todo. No porque tenga valor sino porque el miedo le invade y es esa extraña sensación de miedo en todo ser humano es la que le hace actuar con valentía cuando no hay más opciones. Ella entrega su cuerpo para que su bebé pueda vivir. Y aunque no siente placer, tiene el placer de sentirse bien porque la ración del día para ella y su bebé ya esta suplida.

He tomado lo que no era mío por envidia y rencor pero me niego a ser igual a lo que antes fui y hoy


pido perdón por lo hurtado y perdono a los que me han robado. Seguro si volviera a ser yo un niño no le haría caso a cualquiera por el simple hecho de que cualquiera te da un consejo pero no cualquiera lo aplica a su propia vida. Hipócritas!!! Son los necios dando consejos sin tener conciencia de cómo funcionan. Seguiré y perdóname un poco de locura en las líneas sin censura que he de pronunciar dado que son estas mis últimas palabras y siempre las quise gritar. Pero un loco en la plaza no es bienvenido, mucho menos hablando a alaridos.


También se que no estás obligado a seguir leyendo mis frases. Pero una libertad como la de la libre expresión no puede ser desperdiciada así por así. Estar dispuesto a ser un bohemio lector es una decisión nata que habita en tu persona y es esta la oportunidad de volcar tus sentimientos y deseos de libertad y ser comprendido y respetado por tus propios temores. Por estas palabras defino yo la amistad; como la más profunda raíz del árbol en donde muchas aves encuentran refugio para sus penas de soledad a lo que con el amor concierne.


Y también intuyo; que es esa la raíz mas venenosa para quienes consiguen una amistad perversa que corrompe las buenas costumbres guiadas por malas conversaciones. Una amistad puede ser buena o mala según tu elección. A la edad de los once años cuando la imaginación de niño casi te abandona y la realidad de la vida nota su presencia. Se ve en sintonía conforme va cambiando tu voz de una fina a una ronca vocecilla. Tomé una vil acción de experimentar el tabaco sin escuchar


a la conciencia que martillando mi corazón decía no lo hagas. Otoniel Faros un amigo y compañero me enseñó a armar el tabaco silvestre bajo un árbol concurrente frente a la sabana, contemplando el ganado sobre suaves pastos de abril. También me enseñó a tolerar el humo en mis ojos y no dejar escapar la nicotina de mis pulgones. Para poder sentir de golpe como la cabeza te da vueltas cuando permaneces en un solo lugar sosteniendo la respiración hasta no aguantar más. Es ese el instante que marca la distancia del antes y el después.


El sentimiento de volar o elevarte hasta las nubes; O como sea, la idea es esa. El amigo desapareció como suele pasar en todas las historias de buenos amigos. Esto solo lo entiende aquel que ha tenido uno o por lo menos lo ha intentado. Pero el vicio quedó conmigo. Como cosa rara. No sé qué ha pasado, mas creo que solo intercambiaron su amistad por la compañía del mal hábito que es autor de firma inconfundible en anonimato a la conquista sobre mis pulmones en el silencio de un sorbo más. Y la ansiedad, esa que te ínsita a uno más cuando ya estás dispuesto


a dejarlo todo. Ella es la encargada de convencerte. Es como la batalla dispareja del dulce gatito a feroz tigre hambriento. El vago deseo de ser grande me invadía y la inocencia jugaba su mejor papel. Y no faltó algún soberbio que diera su consejo incompetente de alcanzar riquezas rápidas y fáciles amaradas de falsos argumentos como; Será fácil, no pasará nada o a todos nos toca nuestra primera vez. A los dieciséis años fui internado en el reclusorio para menores de edad. Donde la vida golpea más duro que los vientos de invierno y la juez de


campo no conoce la razón de la ingenuidad en su diccionario. Frente a la juez me encontraba yo, dando explicaciones que no convencían por las consecuencias del delito cometido. En el tribunal de justicia parece que la vida nunca te ha ignorado, porque todos tienen la mirada fija puesta sobre ti y el dedo índice ya no está a tu favor sino en posición de ataque. Las paredes se vuelven de acero el silencio y los murmullos te lastiman los oídos. No por ser insoportable la bulla. Todo lo contario sus murmullos están llegando a una conclusión de veredicto final y tu


eres el centro de ignorancia por el simple hecho que no sabes qué pasará con tu vida después de que se sierre la cesión.

Ella no se mide el corazón para golpear el martillo de la ley contra la inmóvil mesa de juicio frente al tribunal supremo de justicia. Y entre ese eco despampanante que se acompañan de unas palabras afirmando: -CULPABLE!!! Sentenciado a dos años de prisión en la penitenciaría para adolecentes Cantón del Tártara!!! Por el delito de hurto, agravio e intento de asesinato a


compañía de comerciantes en las riveras del Vagar. Cuando escuché esas palabras de veredicto final, toda aquella habitación la sentí cargar sobre mis hombros y un seco escalofrió se me escurría por sobre todo el cuerpo. Y mi sudor frio en la frente cerraba con broche de algodón junto con las mejías presenciando así el desfile de lágrimas que corren al vacío de mi quijada tratando de suicidarse una a una por causa del la culpabilidad irremediable.

No he de olvidar mi primera noche en prisión, cuando llegué todo me parecía insignificante yo pretendía


intimidar con la mirada a mis propias temores. Un hombre elegante es el carcelero, no he visto las celdas y tampoco a ningún reo. Lo más extraño es que parece que me encontraba en el sótano de la fortaleza impenetrable. Ladrillos y cuartos cerrados me rodean. El carcelero agrega un temor con su vos ronca y ensordecedora, me pide que me quite la ropa. Yo le clavo la mirada en sus pupilas para afirmar que de ninguna manera lo haré. El tiene experiencia con los nuevos reos y yo no soy la acepción.


Su fuerte mano la afirmó en mi nuca, diciéndome que no se trata de ninguna broma y que la ropa tenía que quitármela por las buenas o por las malas. De esa forma en la que me lo pidió haberlo dicho antes. Me quité la camisa proseguí con las sandalias y los pantalones, ya casi estaba desnudo como el carcelero lo pedía. Yo estaba muy nervioso creo que los rasgos de prepotencia se desvanecieron en las paredes húmedas de aquel lugar oscuro. -También los calzoncillos señorita. Gritó, él mientras preparaba unos químicos en un frasco blanco, medio transparente. Un líquido


negro y amenazante de peligro radiactivo a mi imaginación. Este hombre misterioso apagaba mis intenciones de rudeza y valentía. Creo que son esos momentos en la vida los que te enseñan a ser tímido y humilde de corazón. Mi mucha imaginación era escenario de mis más grandes temores. No sabía lo que haría conmigo. Yo me imaginaba lo peor. Cuando ya estuve desnudo me pidió que entrara en un espacio angosto que figura un baño de establo para animales. Me pide que le dé la espalda y que mire fijo a la pared sin voltear la


mirada. Un escalofrió seco vuelve a recorrer mi cuerpo preguntándome que pasará en este momento. Un líquido frio se deja caer sobre mí. Corre el químico enfrascado negro y mal oloroso desde mi cabeza por todo mi cuerpo hasta mis tobillos y no sé si temblar, correr, respirar o permanecer quieto sin ocasionar problemas. -Listo. Afirma el carcelero; Date la vuelta y mírame. Hoy estarás limpio de pestes, piojos y enfermedades en la piel y todo tu cuerpo. Este proceso lo pasan todos lo recién ingresados.


La calma que sentí después de darme cuenta que solo se trataba de una rutina de ingreso. Eso me dio descanso temporal.

La odisea, el camino por recorrer apenas cobra sus primeros pasos y antes de ingresar a las celdas me dan unos cuantos trapos de vestir para la rutina de semana. Está todo oscuro las velas se han apagado. Los sonidos de sábanas en plena pesadilla es el único sonido que se escucha por todo el pasillo camino a mi celda. Hasta que lo rompen con unas palabras;


-Llega nuevo!!! No sé cómo no, pero el carcelero no dijo ninguna palabra por lo ya antes mencionado, en su rudeza dejó mucho que desear. Estando frente a mi celda yo la imaginaba privada y únicamente para mí, pero es todo lo contrario a lo que antes escuché en las calles. Petrificado yo no podía ni siquiera moverme o entrar a la celda que sin mal tengo mi mente para contar, eran más de de treintaicinco adolecentes en un solo lugar como cerdos de engorde para matadero. Que escena más asquerosa. De un empujón el carcelero me dice; anda entra no te harán nada y


si gallito eres afuera de seguro no tendrás problemas en cantar aquí, dentro de este gallinero. El carcelero, todo lo decía con una sonrisa de sarcasmo. Me pregunto si le pagan por ser cara larga o disfruta caer mal. Viéndome a los ojos parece leer mis pensamientos y sin poder ocultar yo el miedo bajé la mirada y mis hombros dándole, la razón a él. Esa noche pasé temblando de frio, la madrugada se convirtió en cama de insomnio y compañera. Mis párpados me hacían el favor de contemplar la soledad muy de cerca. Tanto que esa noche le pude tocar la espalda, en el momento


que llevé mis manos a mis mejillas para secarme las gruesas lágrimas. El sol ya está por presentase. Eso pienso porque llevo ya mucho tiempo despierto y la noche ha envejecido de tanta espera. Son las cinco de la mañana y en este lugar a todos nos levantan temprano para delegarnos responsabilidades. A algunos les toca barrer a otros limpiar las celdas y quienes tienen suerte como yo estamos en la cocina preparando y aprendiendo a cocinar para los demás adolecentes reos. Hoy fue un día cansado desde que me levanté todo lo que he visto en


el transcurso del día son platos sucios y mucha agua para lavarlos. Mis manos se arrugan por la humedad y mis hombros no dan para más de tanto mover el brazo, en círculo conforme a la figura del plato. Es increíble lo mucho que se puede aprender aquí estando preso. Yo no le llamaría cárcel sino al contrario le llamaría escuela o beca de estudio con gastos pagados por el estado. En una vida pobre y oportunista. Han transcurrido varios meses y trato de acoplarme al ritmo de vida que aquí se vive, anoche tres jóvenes planearon la golpiza de un


adolecente interno, dicen ellos lo hacen por unas prendas de vestir que se les desapareció, pero yo estoy seguro que solo se trata de rencor y el rencor tiene que salir. Y quien encuentra a un rencoroso en su camino le es mejor una piedra amarrada en el cuello dejándose lanzar a un rio de mucha corriente. Porque con suerte el mismo logrará quitarse la piedra al sentirse morir. Pero quien puede librarse en un espacio cerrado de tan desquiciado sicópata. Cuando le vi el rostro con tantos golpes a aquel joven víctima del atraco y sus ojos color violeta. Muestran el desalmado sentido que tiene la vida para quienes no toman


decisiones correctas. Un error le cuesta la salud o quizás la propia vida.

En lo que a mí concierne aquí casi todos estamos locos. Como no estarlo. Si en un espacio cerrado de quince metros cuadrados estamos cuarenta adolecentes esperando que el desdichado tiempo nos entregue la libertad que en una audiencia por ser culpables perdimos. Los problemas se ven a diario y el ajuste de cuentas en el menú del día.


La paz no está en las manos de los más humildes. Todo aquí adentro parece un caos y si pretende la sociedad que esto cambie, creo que está equivocada. Porque el odio y el rencor contra la sociedad crese más, cuando eres apartado con una etiqueta en la frente de antisocial corrupto. Algunos compañeros reciben visitas, yo tengo un año siete meses y no he visto el rostro de un conocido. El Cantón del Tártara puede ser el paraíso para los jóvenes comerciantes. Los negocios son el estilo de vida, para quienes logran acostumbrarse. Un poco de esto un poco de aquello


es el negocio que puede ayudarte a sobrevivir en estas condiciones. Algunos padres están de acuerdo con que permanezca aquí dentro su hijo, con el fin de que sea rehabilitado, pero ellos no ven a su hijo como actúa. Este hijo le pide una sábana a sus padres para contrarrestar el frio y sus padres inconscientes de lo que esté pasando traen el regalo para su joven rehabilitado. Pero cuando los padres abandonan el recinto, el negocio comienza a fluir y el mejor postor se adueña de la delicada sábana. En un intercambio para mantener un vició maldito la sábana es intercambiada.


Cuando los padres del joven regresan para ver el proceso de recuperación, este mismo joven va con aquel a quien le vendió la sábana y le pide de favor que se la preste por un momento, dado que sus padres vendrán y todo debe parecer normal mientras estén ellos aquí. Unos están más locos que otros. Aquí todos están dispuestos a negociar por un poco de bienestar común. Y si hay un poco de ropa, se puede vender. Todo va de nuevo a segunda mano y regateo a intercambio, en fin. El negocio no escatima novatos o profesionales, porque a favor está la mejor oferta y un plato de


comida no está en el cielo pero tampoco en mi mesa. Así que todo se puede negociar. Yo aprendí a sobrevivir en este lugar sirviendo a los demás. Lavando, limpiando, cocinando y siendo intermedio de quienes se iniciaban en el negocio. Pero mi mente aun no había cambiado. Quería ser grande y aquí todos compartíamos el mismo deseo de ser millonarios y poderosos y cuando ese día llegase seriamos los reyes del mundo; Bueno al menos eso pensamos siendo adolecentes y pequeños críos en una tenebrosa celda.


Cuando ya casi terminaba mi condena la prisión no me había robado tiempo, al contrario me dio más experiencia para ahorrarme tiempo. También me dio un título de comerciante y sobreviviente temerario clandestino aficionado de los negocios al portador de las celdas. Estaba ya listo y preparado para la vida de los negocios clandestinos.

Después que salí en libertad condicional la libertad me duró quince años, por la forma en la que quise vivir la vida. Hoy estoy condenado a la pena de muerte por la verdad que solo a ti te confesaré, después que has leído mis líneas


creo es necesario que sepas este relato.

Unos años atrás para ser exactos ocho. Volví a encontrarme con Gaviota. Aquella mujer de la que te hablé antes. Ella seguía tan linda como siempre. Parecía que los años le atribuían mayor sazón a su madurez. Ya no bestia igual que antes y su figura era más hogareña que fiestera. Ella llevaba un infante tomado de la mano como de unos cinco años de edad.


Me acerqué para saludarle y aproveché a inmiscuirme en su vida como un día lo quise hacer, pero el tiempo me robó la oportunidad. En esta ocasión no estaba dispuesto a perderla. Le saludé de frente y, no baje la mirada tampoco fui tímido. El asombro que me llevé al saber que mi amor si era correspondido por Marta Galeno. Me dispuse a formar una vida de matrimonio con ella. ¿El niño? El niño se llamaba Aurelio Coz. Era hijo de la recién difunta hermana de Gaviota. Pobre niño su papá murió cuando su mamá estaba embarazada y


después por alguna razón equívoca un cáncer terminal acabó con la vida de su mamá. Gaviota se había hecho cargo del infante que para su suerte y mi desgracia. El papá de Aurelio había heredado unas tierras y otros bienes de su padre y posterior mente había dejado a su esposa quien murió, pero antes de morir dejó el testamento por escrito que decía así: Yo, Úrsula Galeno de Coz hago heredero a Aurelio Coz Galeno, de los bienes heredados de mi difunto esposo Ramiro Coz. Los cuales son doce vacas, tres toros pura sangre, catorce por veintidós manzanas de tierra en


la rivera del Vagar, cuarenta ovejas, quince bueyes y tres casas con escritura de propiedad al portador. Si por alguna razón del destino llegase a faltar Aurelio Coz Galeno. Hago total heredera a Marta Galeno de todo lo ya antes mencionado.

Mi amor por Marta Galeno, mi Gaviota, siempre fue real pero la ambición fue más fuerte que la razón. Yo al principio no sabía nada del testamento. Ella siempre estaba un poco triste por la pérdida de su hermana y su único consuelo era su sobrino.


Ella se dejaba amar como ninguna lo había hecho conmigo. Todo volvía a la normalidad en su vida, y yo trataba de ayudarle en lo que podía. Aurelio me parecía un niño que no se mostraba muy normal que digamos. Jugaba solo. No se juntaba con los demás niños y no hablaba mucho. Verlo jugar en una esquina de la casa como si no tuviese salida. Me recordaba a los delfines que íbamos a cazar al mar con el grupo de pesca con quienes trabajé. Este niño no hablaba pero cuando miraba no bajaba su vista. Solo miraba y me daba miedo, porque


sus ojos parecían descubrir lo que mi corazón deseaba y delataban mis intenciones de algo que le pertenecía. No sé en qué momento se apoderaron de mí. Míralo me decía una voz en mi mente. Tan indefenso como aquellos delfines en aguas poco profundas agitándose frenéticamente en agonía de muerte. En muchas ocasiones pensé que pasaría si yo, me casara con Gaviota y el niño muriera. Seguro yo tomaría parte de la herencia que a Gaviota le correspondía.


Con mi propio ingenio hice un barco de papel. Dejé el barco en donde el niño frecuentaba jugar más. Con el fin que Aurelio tomara el barco y se fuera a la orilla del rio a jugar con el barquito lo hice. Era tan casual que un niño se ahogara en el río que para mí era el mejor plan de hurto. Nadie sospecharía mi intención, pero por alguna razón inexplicable Aurelio solo miraba el barquito. No lo tomaba para jugar. Es como si supiera a su corta edad de cinco años que algo raro estaba pasando. Paso un día, otro más, luego otro y otro hasta que por fin Aurelio agarró el barco, Gaviota había


salido todo el día a traer la mesada de la semana. Yo me escondí detrás de unos pequeños matorrales para pasar desapercibido por el niño. Pero en el río, vi el fantasma de su madre mirándome con furia. No sé si era el miedo lo que me hacía ver así o realmente estaba viendo un fantasma. Aurelio se acercó a la orilla del río. Pero no lo suficiente para que pareciera un accidente. El niño solo se dio la vuelta y allí estaba yo con mis manos llenas de sangre, tapando con mis propias manos su boca para que no gritara. No sé que me pasó pero el fantasma provocó


miedo en mí para terminar con el malévolo plan. No pasaba de la hora del medio día. Yo miré para todos lados y como nadie me había visto, tomé el inerte cuerpo de Aurelio me lo llevé para la casa. Yo estaba aterrorizado. Con una pala comencé a cavar una fosa para enterrar el cuerpo donde menos lo imaginaran. En el patio trasero que estaba justo frente a la ventana del cuarto que compartíamos Gaviota y yo. Después de cubrir el cuerpo con cal de sodio, lo enterré y me hice el desentendido del caso. Nadie me vio nadie lo sabe, me decía yo, una y otra vez para consolar mi maldad.


El día se terminó Gaviota regresó a casa y me preguntó por Aurelio. Yo como pude le dije -No sé, tal vez anda jugando por ahí. Ella empezó a gritar: -Aurelio, Aurelio, Aurelio!!!. Al poco tiempo los vecinos empezaron a llegar para ayudar en la búsqueda del pequeño Aurelio. Yo me uní a la búsqueda y sugerí que buscáramos río abajo por, si el niño se dispuso a jugar en las orillas del rio. Decía esto yo para alejarlo de la casa. La conciencia me gritaba, culpable. La búsqueda se prolongó por unas semanas y las autoridades daban


por desaparecido al infante, por supuesto que Gaviota no iba a detener la búsqueda de Aurelio. Esas noches Gaviota lloraba desconsoladamente. Yo la miraba y también miraba por la ventana que la grama ya estaba creciendo sobre la fosa donde se encontraba Aurelio. Empecé a tener pesadillas con el niño, en algunos sueños lo miraba que de la fosa estaba tratando de salir para confesar quien había sido su asesino. Pero fue esa noche cuando tuve un sueño en donde lo miraba jugar en la casa con la felicidad que solo un niño trasmite y de repente


desperté. Busqué a Aurelio y fue ahí cuando me di cuente que en realidad el niño ya no iba a vivir, jugar o reír. Lo mate, todo por mi maldita avaricia. Después de seis semanas la búsqueda ya casi se había dado por terminada. Un oficial llegó a la casa, a dar la noticia que Aurelio Coz había sido pasado a la lista de niños desaparecidos y su caso sería archivado. No sé por qué razón, pero cuando llegó el capitán de seguridad me sorprendió y tomé lo más rápido que pude mi silla de jardín y la puse


justo sobre la fosa donde se encontraba enterrado Aurelio. El me preguntó por mi mujer -¿Como sigue Marta? -Bien Le contesté. -Ha sido duro superar tantas catástrofes en su vida, primero su cuñado después su hermana y ahora su sobrino. Esto es desastroso. Yo no sabía que decir y el no tenía intenciones de marcharse rápido. -Si claro ha estado muy mal. Le dije yo haciéndome el loco.


El me miraba con una sonrisa incómoda mientras permanecía de pie frente a mí. Yo me aferraba más a la silla como si este capitán sospechara algo. -Bueno Humberto no hay nada más que decir, solo vine para comunicarles que la búsqueda de Aurelio a terminado… El ladrido de perros interrumpió la despedida. En ese momento escuché unos aullidos aterrorizantes, para mí en lo personal. -Se soltaron capitán. Le informa un oficial de búsqueda. -Se soltaron los perros.


Afirma nuevamente. -Estos perros están como locos, que estarán buscando. Decía el capitán mientras yo miraba aferrado a la cilla, estos enormes caninos olfateaban la tierra como si desearan encontrar algo. Lanzaban alaridos que cada vez se escuchaban más cerca. -Levántese creo que encontraron algo. Yo sudaba frio y los nervios empezaron a traicionarme. Los perros estaban desgarrando la silla debajo de mí. Yo insistí en no moverme y uno de los perros empezó escavar más


profundo y en su hocico tenía una camisa teñida en sangre que sin duda era de Aurelio. Fue ahí cuando el capitán gritó. -Homicida!!!!, arréstenlo. Homicida!!!!... Homicida!!!! Yo traté de huir pero el capitán y el oficial de búsqueda se abalanzaron sobre mí, con tanta fuerza que no pude contender con ellos. Todos los actos de infamia cometidos llegaron a su fin. Hoy son puestos a la luz del día y el pueblo pide mi muerte a gritos.

Es de madrugada y el viernes llegó. Hoy es el día de mi ejecución, no he


dormido y no quiero. Prefiero escribir antes que dormir. Un hombre fue ingresado esta madrugada, y un gran alboroto se escucha a fuera. Miro por la pequeña ventana de mi celda. Conozco a ese hombre. Yo le seguí en algunas ocasiones, pero solo de lejos. No me sentía digno de ser su discípulo y estuve en más de uno de sus milagros. Recuerdo que a una prostituta la querían matar por algunas cosas de las que se le acusaban, pero vino este hombre llamado Emmanuel, con dieciséis palabras y, la mirada fija en ellos le dijo; si alguno no ha hecho maldad en toda su vida,


entonces tiene el derecho de matarla. Todos los que estaban para acusar a la prostituta se fueron, yo me quedé para ver la escena final y sus palabras dirigidas a aquella mujer fueron: - Ya nadie te acusa, yo tampoco vete y no des más motivos. Por esos recuerdos yo sé que este hombre es incapaz de hacer maldad. ¿Por que estará preso? Hoy nos presentan delante del pueblo y como es costumbre liberar a un preso, hoy liberan a uno de nosotros quien será no lo sé.


A mí me hubiese gustado que eligieran a Emmanuel pero este pueblo parece que está del todo loco, porque acaban de pedir la libertad del sicario mas temido de la región, apodado Barrabás el sanguinario. A donde vamos aparar, con estas personas que no saben elegir entre los buenos y los malos. Tengo un dolor insoportable, no porque esta mañana nos golpearon sin piedad, sino porque me duele ver como a Emmanuel se dirige la multitud. Yo parezco un justo, nadie me escupe nadie me golpea la cara.


Pero a Emmanuel. A Emmanuel le escupen, lo golpean, lo insultan, le gritan y todos cuantos alcanzan a tocar su rostro lo lastiman. Emmanuel no habla y sus labios están como enmudecidos. La sangre corre por su rostro a causa de una corona de espinos que le colocaron en su cabeza como señal de burla. Ya no soporto más esta vida, pido agritos que la muerte venga y me lleve.

Aquí estamos frente a todos, después de un largo camino hasta nuestra sala de ejecución.


Javier, Emmanuel y yo. Estamos muy cansados, estos clavos incrustados a la fuerza en nuestras extremidades, nos quitan el ánimo de respirar y el sol de las tres de la tarde nos afirma que esta noche ya no dormiremos entre los mortales. El día de nuestra muerte a llegado. Javier y yo siempre tuvimos mucho en común. Y aunque fuimos ladrones desde nuestra juventud, siempre respetamos las cosas de Dios. Hoy no sé qué le pasa a Javier. -Maldito!!! Grita Javier tratando de soltar sus manos, agitándose de un lado a otro, pero aun sigue clavado a este madero.


-Maldito Emmanuel!!! ¿No eras tú aquel que sanaba enfermos y resucitaba muertos? ¿Que tenía el poder de alimentar a cinco mil con un poco de pan y pececillos? ¿Qué caminaba sobre las aguas? Y ahora estás aquí muriendo como todo un ladrón junto a nosotros, y ni te puedes salvar a ti mismo. Después de haber salvado de enfermedades a muchos, hoy ni siquiera puedes hablar. Respóndeme!!! Sálvanos y sálvate a ti mismo. Maldito mentiroso!!! Todo esto gritó Javier mientras se encontraba en el borde de la muerte.


Yo, yo pude soportar que me golpearan, gritaran y maldijesen y lo acepté porque sé quién soy. Soy un ladrón culpable que muere por sus fechorías. Así que como pude le grité a Javier. -Cállate!!!! Javier ¿Por qué no respetas a este hombre? Tu y yo estamos muriendo por que somos culpables de los delitos cometidos. Pero este hombre no tiene ni uno que le acuse y aun así lo están matando como si fuese uno de nosotros. Yo dejé de gritarle a Javier y me dirigí a Emmanuel para hablarle con sencillez y humildad.


-Emmanuel si tu eres el hijo de Dios ´perdóname y acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Porque yo estuve ese día cuando dabas tu sermón, de cómo ha de ser el reino de los cielo y de que los primeros serán póstrelos y los postreros serán primeros. Levantando su delicado rostro Emmanuel me contestó: Yo sé quién eres y por la verdad te digo que no mañana, sino que hoy estarás conmigo en el paraíso. Esas palabras me dijo Emmanuel justo cuando yo moría. Dejo cerrar mis ojos entre pestañazos de melancolía. Así me dejo morir.


La calma la encontré para mi alma. Cerré mis ojos a una vida pero los abro a una mucho mejor. Mirar que las puertas del paraíso son abiertas para mí, es el mejor regalo que jamás merecí. Ya debo entrar. Emmanuel me está esperando para que con él entre. Hasta pronto. Dios te bendiga.


<<Si un ladrón puede entrar en el paraíso: tú también puedes. Aquí te espero. Att. Emmanuel: que traducido quiere decir Dios es con Nosotros. >>

Fin


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.