minigira

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La mañana es un hecho apenas insinuado, una bruma sin forma, translúcida. Es como si fuera obligación nuestra crearla, darle el contorno apropiado. Lo curioso es sentir como en estos momentos el sueño de la víspera se va diluyendo; intento retenerlo, pero se hace vano y, como el humo, imposible de apresar. Medito. El coche lleva un rato en marcha y mi frente vibra sobre el cristal, humedecido por el vaho. Todos están callados. Todos estamos callados. Pienso que tal vez procedemos de un sueño que se evapora hasta desaparecer de la memoria y nos dirigimos hacia una realidad que aún no ha sido concebida, es como estar en medio de la nada. Somos artesanos de lo intangible, nómadas del tiempo, vagabundos del Dharma. Ahora caminamos por el desierto. Su aridez no nos resulta hostil, sobre nosotros el azul pálido despliega su amabilidad infinita, apenas rasgado por pequeñas nubes de blando algodón. Me siento liviano. Escucho como emergen del silencio: son como bichos, corretean por las paredes invisibles del aire, trepan por mi cuerpo y se me introducen por los oídos hasta los sesos. Una vez dentro, me producen un suave cosquilleo que me estremece bajo la piel, lo siento en mis dedos y me miro las manos: desean crear, esculpir el tiempo toque a toque, ahora con rudeza, ahora con suavidad. Saben lo que hacen. “Y si la música falla, ¡qué!” Este es el cuervo que nos acompaña, por más veces que hemos representado nuestra función. A veces lo miro y le pregunto: “¿Cuánto hace ya que nos conocemos, viejo cuervo?” Y miro su oscuro plumaje y su demoníaca silueta y me parece percibir un brillo de sus ojos. “Es mi amigo”, me digo a mí mismo, pero entonces él bate sus alas y ese mismo gesto parece una mofa, una burla cruel a mi peregrina ocurrencia. El camino nos lleva a una urbe. Vista desde arriba parece ajena a nuestra presencia, sus habitantes son como una colonia de insectos que se mueven con diligencia haciendo las tareas propias del día. Las mismas tareas rutinarias de siempre, con sus pequeñas grandezas y sus grandes limitaciones. Nosotros no podemos, no queremos participar en su armonía; somos portadores de un ruido, un poderoso y vibrante sonido envuelto en la elegante oscuridad de la noche. Decidimos transformarnos en abejas y volar hacia abajo, el código lingüístico cede su lugar a un nuevo código basado en nuestros audaces movimientos imprevisibles. Tomamos posesión del espacio y llegamos a la ciudad. La cita está prevista, el local está preparado. Velamos nuestros instrumentos. La temperatura va subiendo y subiendo grado tras grado. Mi respiración se agita cuando escucho la reverberación de la concurrencia. Todas las voces se unen en un solo grito. Salimos a escena y completamos el sentido del viaje. Mil imágenes pasan por mi mente a la velocidad de la luz, cada minuto, cada paso dado antes ha tenido el único sentido de traerme a este momento y a este lugar. Ahora estoy en posesión de una certeza: somos lo que hacemos, hacemos rock and roll. Charly Mondadientes


























·250 copias impresas ·Esta es la no:

“minigira” es un proyecto fotográfico de Mario Franco en colaboración con la banda Radiola, Charly Mondadientes, Celia García y EA Murcia. -Diciembre 2011www.mariofrancophoto.com www.radiolasound.es


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