El Carnaval de las Emociones Marisa Cotera
quella tarde encontrĂŠ a Sandal triste, llorando, y a su paraguas preferido, roto.
andal fue a la tienda de Manuel a contarle lo ocurrido. El tendero le dijo: –Este paraguas no se arregla fácilmente. Deberías ir a la ciudad de Paragüini durante el Carnaval. Allí podrás repararlo.
e acerqué a ella y la acaricié.
Cuando la puerta se abrió, me ofrecí a acompañarla en su tristeza y en su viaje.
espuĂŠs de un largo recorrido, llegamos por fin a ParagĂźini.
n personaje de entre la multitud salió a nuestro encuentro. –¡Bienvenidos al Carnaval de las Emociones! –dijo. Era el maestro de ceremonias. –Hola. ¿Podrías arreglar mi paraguas? –le preguntó Sandal. –Si algo quieres reparar, algo tendrás que dar... –respondió él. Sandal aceptó el reto porque le pareció justo.
ordeamos el muelle y nos
encontramos con alguien
que parecía decaído. –Me siento roto por dentro. No soy capaz de volar –habló el paraguas del triste Pierroti. –¿Quieres que busquemos juntos la fuerza para subir? –le propuso Sandal.
esde el muelle acompañamos a Pierroti
y su paraguas a una plaza. Caminamos
por unas callejuelas estrechas. Se oían los gritos de Pantaleoni: ¡NO SE PUEDE PASAR! ¡NO SE PUEDE LLORAR! ¡QUEREMOS PARAGUAS QUE QUIERAN LUCHAR! Sandal le susurró al oído: –¿Quieres que sea tu escudo? Te protegeré. Y el corazón de Pantaleoni se rompió en pedazos.
na de las
piedras del
Su dueño era alguien cuya imagen de sí
puente rodó hasta
mismo se había
una gran puerta.
agrietado de tanto
La seguimos.
presumir.
Tras ella,
–Tu colección es
encontramos una
preciosa. Aunque...
admirable colección.
yo prefiero mi paraguas. Está roto, ¡pero es el mío! –se atrevió a decirle Sandal.
alimos de la mansión del Dottori y llegamos a otra plaza en la que nos sorprendió un paraguas parlante, que dijo: –Capitán, mi dueño, tenía mucho valor.
Pero se fue quedando paralizado y ahora no se atreve ni a mirarme. –Muéstrame cómo brillabais para que os pueda ver mejor –propuso Sandal.
e la oscuridad de la plaza surgió la luz.
A Sandal le gustó ver que los paraguas
de Polichinel no estaban rotos, pues se sentían útiles y queridos. Decidió regalarles sus lágrimas. Su tristeza, por fin, se desvanecía.
–
ajajá, lalalá... ¡Buenos días, señorita!
–saludó Arlechini.
Sandal, muy contenta, no sabía qué más podría dar. De pronto, se le ocurrió: –¿Quieres que compartamos con ellos la alegría que sentimos? Y bailaron con sus nuevos amigos.
ra tiempo de regresar a casa. Terminaba el Carnaval.
Le esperaba su g贸ndola, conducida por un personaje fascinante.
–Sin ti, mi viaje no hubiera sido posible. Gracias –le dijo Sandal.
a niña recordaba a los personajes
del Carnaval de las Emociones. A Pierroti y su tristeza, Pantaleoni y su ira, Il Dottori y su orgullo, Capitán y su miedo, Polichinel y su generosidad, Arlechini y su alegría.
Sintió el amor de la compañía. Ya no estaba rota. Ni ella, ni su paraguas. Cuando llegaron, fue a contárselo todo a Manuel.
–¡
ué bonito eres! –piropeó al paraguas.
Manuel sonrió y explicó: –Las cosas que no se cuidan, se estropean… Las emociones, si no se cuidan, también se rompen.
lueve.
Sandal ha salido a jugar con otros chicos.
He visto un ni単o triste porque se le ha roto su cometa. Me acerco y ronroneo a su lado.
Una ni単a triste, un paraguas roto, un gato misterioso, un viaje irrepetible... Acompa単a a Sandal al Canaval de las Emociones