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||| Un verano diferente ¿Te imaginas conocer el mundo de la cooperación, un país casi tan grande como España y Francia juntos, su cultura, sus gentes, sus bailes o sus bebidas? ¿Te imaginas ser el mánager de tu propio proyecto de consultoría y en vez de jefes pasotas tener un guía que simplemente te dé directrices y te proporcione contactos? Esto y mucho más fue lo que nosotros, Albert, Íñigo y Víctor, vivimos durante dos meses del verano pasado en Bolivia gracias al programa del SUD de ESADE.
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ra finales de 2006 cuando los tres estuvimos haciendo las pruebas y visitando las instalaciones de ESADE. En una de las charlas que recibimos ya oímos hablar del programa del SUD, que tan solo estaba comenzando, pero casualmente, o no, los 3 ya entonces teníamos claro que tomaríamos parte en dicho programa. Y sí, más de 4 años después, a principios de julio del verano pasado, embarcábamos en un vuelo de AeroSur con destino a Santa Cruz de la Sierra para empezar la que tal vez haya sido una de las experiencias más enriquecedoras de nuestras vidas. A veces pensamos que en una experiencia como la que propone el SUD uno solo obtiene un aprendizaje personal, pero poco profesional. Sin embargo, podemos dar fe
de que nada más lejos de la realidad, el SUD es una experiencia única para salir de la rueda de la vida, trabajar en un entorno muy diferente y poder ver nuestro futuro con una perspectiva distinta. El SUD, lejos de lo que piensan muchos, no se trata de una experiencia de viajes y fiestas, aderezada con cuatro fotos con indígenas. Al contrario, el SUD es una experiencia que permite un conocimiento de una realidad ajena a la nuestra en profundidad. Algunos lo llaman un despertar, pero no creemos que el SUD pueda considerarse una experiencia mística. Podríamos definirlo mejor como una cura de humildad, una clase sobre diversidad o la adquisición de una conciencia acerca de los olvidados del mundo. Un entorno diferente, nueva cultura, nuevas personas, una realidad que parece
El SUD es una experiencia única para salir de la rueda de la vida, trabajar en un entorno muy diferente y poder ver nuestro futuro con una perspectiva diferente
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regresar cien años atrás a la situación del campo en el mundo occidental, paradojas y un desconocimiento que el tiempo cura magistralmente, pueden dar una primera imagen aproximada de lo que es el SUD.
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Un aprendizaje intenso En cuanto al trabajo, seamos sinceros: en el SUD se trabaja. Uno no cruza el charco solo para sacarse fotos bonitas en el Salar de Uyuni, visitar las ruinas de Chichen Itzá, Granada o Cobán. Desde el momento en que nos reunimos con el director general de la Fundación Acción Cultural Loyola (ACLO), la organización para la que trabajamos, lo tuvimos muy claro. Se nos encargó elaborar un estudio que explicase la situación de las diferentes Organizaciones Económicas Campesinas (microempresas rurales) de la región de Chuquisaca Centro, el departamento en el que nos hallábamos, analizando sus mayores problemas y puntos fuertes y valorando su grado de orientación al mercado. Ahora que podemos hacer uso de perspectiva, no fue un trabajo fácil. Durante las primeras dos semanas y pese a nuestros esfuerzos, nos costó encontrar una orientación al trabajo. Éramos nuevos en el lugar y, por si fuera poco, los trabajadores de la fundación estaban ocupados en preparar la “evaluación estratégica sexenal”. Así fuimos dando palos de ciego, hasta que pasada la evaluación, nuestro tutor comenzó a facilitarnos diferentes contactos e información valiosa. Los comienzos siempre son difíciles. Sin embargo, la adversidad es inevitable y provechosa y a buen seguro para los tres que la cosa no pudo empezar de una mejor manera que dejándonos claro que los últimos en llegar hacen cola. Puede parecer grosero para unos cooperantes que trabajan gratuitamente; todo lo contrario, es la mejor forma de hacer comprender que uno es uno más. Una experiencia inolvidable Después de unas 3 semanas de aterrizaje cultural y profesional, empezamos nuestras visitas a los municipios. Si Sucre, preciosa ciudad colonial y capital constitucional del país, ya tiene su historia, visitar los municipios es entrar en terreno de aventura. Pese a que nunca llegamos a cruzar la frontera Coca Cola, para llegar allí tomamos buses de
Nada nos fue dado, algo que valora mucho el mercado laboral, por desarrollar habilidad de adaptación a entornos de trabajo diferentes entre 6 y 9 horas por caminos de tierra llenos de todo tipo de obstáculos. En estos municipios te puedes encontrar literalmente de todo; en Sopachuy conocimos a la versión boliviana de John Wayne, aunque en vez de en caballo iba en moto, en lugar de ser el sheriff era veterinario y, pese a no haber pisado una ciudad, su mujer era una fanática de Guns N’ Roses. La groupie resultó tener tan solo 20 años, por los 6 y 4 de sus hijos… ¡Bolivia! También nos movimos en la parte de carga de la pick-up de ACLO, donde se iban subiendo y bajando todos los campesinos que encontrábamos por el camino, la mayoría de los cuales solo hablaba quechua, pero irradiaban felicidad y agradecimiento por la labor de la organización en la región. Además de realizar nuestras entrevistas, llegamos a aprender de agricultura gracias a ciertas tareas de recolección de semillas y, pese a estar a 9 horas por caminos de tierra de la civilización, llegamos a poder ver el dedo de Mou a Tito en directo. Entre entrevistas y visitas al campo, también tuvimos cierto tiempo para hacer el mochilero y adentrarnos en los parajes naturales más bellos del país: el salar de Uyuni y su increíble laguna colorada, la Carretera de la Muerte (bajando de 4.700 metros a 1.200 en bici, de la nieve a la selva), el inmenso lago Titi Caca, la isla del Sol… incluso una increíble expedición al Huayna Potosí (una montaña de más de 6.000 metros en la Cordillera Real). También pudimos adentrarnos en la parte más selvática del país, en las entrañas de un único bosque de helechos. De todo lo visto, la
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puesta del sol en el Titicaca y el amanecer en la Isla del Sol, por su intensidad, pureza y belleza natural, son momentos que quedarán grabados en nuestras memorias. Lo que no aparece en el currículum A nivel profesional el proyecto nos aportó autonomía, organización y eficiencia. Disponíamos de poco tiempo, por lo que entendimos que era necesario priorizar los análisis, evitar las redundancias y las líneas que no aportasen valor, a fin de ceñirnos al objetivo. Entendimos que el proyecto sería tan bueno como alta nuestra implicación, y que lo que llegáramos a aprender de nuestros “anfitriones” de ACLO sería igual a las veces que preguntáramos. En esta línea, las charlas con nuestro tutor nos ayudaron a conocer de primera mano la realidad boliviana y a desencallar los diferentes nudos que nos encontrábamos. Nosotros gestionábamos lo que incluíamos, nos administrábamos los deadlines y diseñábamos las herramientas de recogida de información y de análisis. Participamos en una carrera de obstáculos con la que difícilmente te encuentras en las empresas burocratizadas y jerárquicas en la que cada uno tiene una tarea muy limitada. Nada nos fue dado, algo que valora mucho el mercado laboral, por desarrollar habilidad de adaptación a entornos de trabajo diferentes. En el plano personal, la experiencia no pudo ser más enriquecedora: fuimos increíblemente bien recibidos por todos nuestros compañeros de trabajo en la oficina, nos adaptamos a su modo de trabajo y aprendimos a relacionarnos de una
forma más “boliviana”: más formal, tal vez más educada, así como más paciente y tranquila, tratando de controlar nuestros impulsos y “prepotencia cultural occidental”. Entendimos que ser humildes era a la par estar predispuestos a aprender, a escuchar y a entender que éramos unos completos ignorantes del mundo en el que vivíamos y que en la interacción con los bolivianos estaba la solución. En este sentido, todo el mundo tenía unos minutos a nuestra disposición y nos contaba abiertamente su perspectiva y forma de ver las cosas. Es curioso que, de todo lo vivido a nivel personal, lo que mayor marca deje sea el hecho de haber conocido una cultura que valora más las relaciones personales que los temas materiales. En resumen, fueron dos meses muy intensos: trabajábamos intensamente durante la semana y viajábamos intensamente durante el fin de semana: el proyecto ya era una “aventura laboral” que nos cautivó y, si le sumamos la “aventura mochilera”, la experiencia fue completa y única. No nos queremos ni imaginar las vivencias personales que nos hubiéramos perdido si hubiéramos dejado escapar la oportunidad del SUD. Nuestro consejo: ¡aprovechadla! Nunca la olvidaréis. Íñigo Arregui Albert de Pablo Víctor Font Licenciatura y Máster en Dirección de Empresas Curso 5