Esquizofrenia y psicopatia

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Síntomas de la esquizofrenia

1.

Síntomas positivos

Son características psicológicas "añadidas" como resultado del trastorno, pero que no se observan normalmente en las personas sanas. Alucinaciones Son alteraciones de la percepción, frecuentes en las personas que sufren esquizofrenia. Son percepciones que tienen lugar sin que haya una causa en el mundo real. Pueden producirse a través de cualquiera de los sentidos, aunque la forma más común de alucinación en la esquizofrenia es oír voces. Las voces pueden describir las actividades del paciente, entablar una conversación, advertir de peligros e incluso emitir órdenes. Delirios Creencias personales irracionales, sostenidas a pesar de la evidencia en contra, inexplicables con los antecedentes culturales de la persona. Los pacientes que sufren síntomas de tipo paranoico a menudo tienen delirios de persecución, o creencias irracionales de que se les está estafando, acosando, envenenando o conspirando en su contra. También pueden producirse delirios de grandeza, en los que las personas creen que son figuras importantes o famosas. Algunos pacientes cuentan delirios estrafalarios, tales como la creencia de que un vecino controla su conducta mediante ondas magnéticas; que las personas que aparecen en televisión les dirigen mensajes especiales; o que sus pensamientos están siendo emitidos en voz alta a los demás. Pensamientos desordenados La esquizofrenia afecta a menudo a la capacidad de las personas para "pensar con claridad." Los pensamientos pueden aparecer y desaparecer rápidamente; la persona podría no ser capaz de concentrarse en un solo pensamiento durante mucho tiempo y se distrae fácilmente, incapaz de centrar su atención. Podrían ser incapaces de relacionar sus pensamientos en orden lógico, ya que sus ideas están desorganizadas y fragmentadas. Esta falta de continuidad del pensamiento, llamada "trastorno del pensamiento," puede dificultar las conversaciones y llevar al aislamiento social. Agitación Los pacientes esquizofrénicos están a menudo muy agitados, especialmente durante los episodios agudos de la enfermedad.

2.

Síntomas negativos

Son aptitudes psicológicas que casi todo el mundo posee, pero que han "perdido" las personas que padecen esquizofrenia •

Falta de motivación o iniciativa


• • •

Retraimiento social Apatía Insensibilidad emocional ('embotamiento')

Síntomas de la psicopatía 1. Un encanto superficial considerable y una inteligencia promedio o por encima de la media. 2. La ausencia de ilusiones y otros signos de pensamiento irracional 3. La ausencia de ansiedad u otros síntomas “neuróticos”. Une equilibrio considerable, tranquilidad, y facilidad de palabra. 4. La inconstancia. Desatiende sus obligaciones sin sentido alguno de responsabilidad, en asuntos de pequeña o de gran envergadura 5. La falsedad y la falta de sinceridad. 6. Un comportamiento antisocial que es inadecuadamente motivado y mal planeado, pareciendo provenir de una impulsividad inexplicable. 7. Un mal juicio y problemas para aprender de las experiencias. 8. Un egocentrismo patológico. Un auto-centrismo total y la incapacidad de amar realmente y de formar lazos. 9. Una carencia generalizada de emociones profundas y duraderas. 10. La falta de real perspicacia, la incapacidad de verse a sí mismo como otros lo hacen. 11. La ingratitud hacia cualquier consideración especial, de bondad o de confianza. 12. Una conducta fantástica y objetable, después de beber y a veces aún cuando no esté bebiendo (vulgaridad, ordinariez, cambios rápidos de ánimo, bromas). 13. Ningún historial de verdaderos intentos de suicidio. 14. Una vida sexual impersonal, trivial y mal integrada. 15. El fracaso en tener un plan de vida y en vivir de una manera ordenada, a menos que promueva la auto-derrota.

Síntomas de la psicosis toxica

Tratamiento de la esquizofrenia El tratamiento farmacológico de la esquizofrenia ha experimentado un importante avance en las últimas décadas. La eficacia de los tratamientos disponibles se centra en dos puntos: el primero es el control de los síntomas psicóticos durante la fase aguda; el


segundo es la prevención de nuevas recaídas. Por ello una parte importante del trabajo que deben de realizar conjuntamente la familia y el equipo asistencial consiste en asegurar el un adecuado cumplimiento terapéutico, así como persuadir al paciente de la necesidad de tratamiento. Las principales diferencias entre los neurolépticos clásicos y los antipsicoticos atípicos son debidas al diferente perfil de receptores químicos sobre los que actúa. •

Los neurolépticos clásicos actúan casi exclusivamente sobre el neurotransmisor dopamina siendo su ámbito de eficacia limitado, ya que actúan principalmente contra los síntomas positivos (como alucinaciones, y delirios) y tienen pocos efectos contra los síntomas negativos (que deterioran las habilidades que el paciente solía tener), los afectivos y el déficit neurocognitivo (relacionados con la concentración, la capacidad de planear y solucionar problemas, la memoria, etc.) En consecuencia, los antipsicóticos convencionales han dejado de considerarse la primera opción para la mayoría de los pacientes de esquizofrenia.

Los antipsicóticos atípicos han ampliado su nivel de actuación a otros neurotransmisores, como la serotonina o el glutamato, por lo que se les supone una mayor eficacia sobre síntomas positivos, negativos y cognitivos, permitiendo una mejora sustancial en la calidad de vida del paciente.

Terapias de la esquizofrenia Existen dos tipos de terapias: •

La terapia electroconvulsiva (TEC) ha sido usado en el tratamiento de la esquizofrenia desde su aparición en 1934, sin embargo, debido en parte a sus efectos deletéreos en la memoria y a los riesgos de lesiones osteomusculares durante la convulsión producida por la corriente eléctrica, su utilización ha menguado a nivel mundial. La Asociación Estadounidense de Psiquiatría establece en sus directrices que la terapia electroconvulsiva rara vez se utiliza como tratamiento de primera línea para la esquizofrenia, pero se considera su indicación especialmente para tratar las psicosis concurrentes resistentes a los antipsicóticos.228 Puede también ser considerado en el tratamiento de pacientes con trastorno esquizoafectivo o esquizofreniforme.

La terapia de grupo en la esquizofrenia, así como la aplicación de técnicas de discusión en grupo y lecturas de apoyo, se ha mostrado similar en eficacia a la psicoterapia individual y en algunos casos más aún, aumentando el entusiasmo de pacientes y terapeutas, disminuyendo recaídas y rehospitalizaciones, mejorando cumplimiento, relaciones sociales y funcionamiento global.226


La terapia de grupo, al margen de ser menos costosa, aporta una serie de beneficios en las habilidades sociales del paciente psicótico: ofrece un contexto realista, igualitario, seguro, horizontal y neutral donde se desarrollan múltiples y multifocales interacciones que favorecen la realimentación y aprendizaje interpersonal, pudiendo proceder la ayuda de cualquier miembro del grupo y no sólo del terapeuta.

Tratamiento de la psicopatía Reciben tratamiento, aquellos que son diagnosticados, dependiendo de su psicopatía, son tratados con medicamentos y modificación de conducta. El terapeuta pocas veces atenderá a un psicópata, lo usual es un psicoterapeuta o un psiquiatra quien realiza la intervención y como todo, puede el paciente tener un quiebre en la sesión o posterior a esta y es poco posible que agreda a quien le está ayudando. El reconocer a alguien con esa enfermedad es difícil, ya que hay unos que no son obvios, cierto es que no tienen esa parte de contacto con sus sentimientos y la consciencia de lo que están haciendo. No tienen reglas sociales, las traspasan con frecuencia, para algunos les provoca placer, para otros, solamente las trasgreden. La psiquiatría lo considera como enfermedad, es decir que algo interno fisiológico o biológico lo causa, mientras que la Psicología lo considera como trastorno, ya que considera lo biológico, psicológico y social como unidad en el individuo.

Terapias de la psicopatía

Historia real de la esquizofrenia Esta historia está reflejada de una película americana llamada “A beautiful mind”, pero es totalmente real: John Forbes Nash Jr. es un matemático brillante, que al inicio de su carrera, con la tesis con la que se doctoró en matemáticas en 1950, revolucionó algunos elementos de la teoría económica y tuvo un inmediato reconocimiento internacional. Sin embargo, pocos años después, John Nash tendría que luchar contra sí mismo y superar la adversidad con la que su mente le ponía a prueba. Después de doctorarse en Princeton empezó a dar clases y a trabajar para el gobierno estadounidense, y poco después empezó a impartir clases en Boston, donde conoce a una alumna salvadoreña de física, Alicia López, con la que acabaría casándose en 1957. Tan solo un año después, le diagnostican esquizofrenia paranoide.


John Nash había sido desde niño una persona poco sociable, y tenía grandes dificultades para relacionarse y hacer amistades, pero a medida que la enfermedad se hace más evidente, Nash se va convirtiendo en una sombra que deambula por el campus, y sus síntomas se agravan: oye voces, encuentra mensajes en los números… y finalmente es ingresado en varias ocasiones en centros psiquiátricos donde se le aplican diversos tratamientos. Después de décadas de sufrimiento en su infierno particular, a finales de los 80 John Nash experimenta una notable mejoría, y literalmente recobra el pensamiento racional, abandonando lo que él mismo denomina su “periodo ilusorio”. Finalmente en 1994 recibe el Premio Nobel de Economía por su tesis escrita en 1950, después de superar la incurable enfermedad, en lo que algunos califican de “milagro”. Esta película, ganadora de 4 premios Oscar incluido mejor película, nos sumerge en la mente del genio, haciéndonos partícipes de sus alucinaciones y haciendo que el espectador, al igual que su protagonista, confunda realidad y fantasía. En la actualidad, a punto de cumplir 93 años, John Forbes Nash Jr. sigue impartiendo clases de matemáticas en la Universidad de Princeton.

Historia real de la psicopatía HENRY DESIRE LANDRU conoció a su esposa, MARIE REMY, nada más pasar la adolescencia, y con ella tuvo cuatro hijos. Landrú era bajito, poca cosa, muy medido en sus gestos, atento, delicado e instruido. Sin duda esta era una falsa identidad que siempre mantuvo con su familia, porque Landrú tenía otra personalidad mucho más criminal, fría y perversa. Trabajaba en un garage de Neuilly como vigilante y administrativo y vivía desde hacía un tiempo con su familia en Clichy, pero allí su mujer comenzó a mosquearse porque Henry le había dicho que en aquel sitio debía llamarle con otro nombre: Françoise Petit. Le dijo que se fuera acostumbrando pero no le dio más explicaciones. Puesto que Henry Landrú traía dinero a casa y sus ausencias no eran muy desmesuradas Marie calló. Además, Landrú se comportaba muy bien con su familia. Sin embargo Landrú comenzó a ampliar sus ausencias. Lo que estaba haciendo era conocer a otras personas y darse a conocer con otros nombres de diversos pasados. Sin ir más lejos, en el garage le conocían como Fremyet. Durante una de esas ausencias que cada vez eran más largas, Marie se sintió mosqueada con su marido porque en cierta ocasión se despidió de ella con una gran alegría en plena noche. Landrú había conocido a una viuda de buen ver, madame Cuchet, y la había enamorado bajo la falsa identidad de Diard, ingeniero que hasta poco tiempo antes había estado viviendo con su ahora fallecida madre (todo un cuento para liar a la viuda). Entre ellos había un único problema: el hijo de 17 años de madame Cuchet al que no le gustaba Landrú porque les hacía muchas visitas pero no le proponía matrimonio a su madre. No se fiaba de él, pero madame Cuchet siempre le pedía paciencia a su hijo convencida de que la petición de mano llegaría en cualquier


momento. En aquella época París estaba sufriendo ataques aéreos por la guerra europea de modo que Landrú, bajo su falsa identidad de Diard, le propuso a madame Cuchet que ella y su hijo André, para salvarse de los bombardeos, se marcharan a Vermouillet, a un hotelito fuera de París. Allí se pasaron siete meses mientras Landrú, con los ahorros de la mujer y la plena confianza de ésta, se deshizo de los muebles de la casa e hizo una hoguera que despertó la curiosidad de los vecinos. Al final dejaron de verse madame Cuchet y su hijo, y Landrú siguió haciendo su papel de padre, esposo y empleado en el garage de Neuilly. Un tiempo después encontró el modo de buscar las víctimas ideales y montó un negocio de contratación de empleadas para cuidar de señoras o niños, consiguió a su segunda víctima: de nuevo una viuda aún de mejor ver que la anterior y con más dinero, madame Laborde-Line. Con ella siguió la misma técnica que con madame Cuchet, se presentó como Dupont, empleado del servicio secreto, y al tiempo le propuso que se marchara a vivir fuera de París quedándose él con sus ahorros para invertirlos en aquella desastrosa época de guerra. Un día los vecinos de aquel hotelito volvieron a ver una hoguera. Comenzó a correr el rumor de que efectivamente Dupont pertenecía al servicio secreto así que cuando vieron una tercera hoguera al poco tiempo nadie dijo nada. Era como si aquel misterioso oficio velara cualquier duda. Finalmente abandonó definitivamente el hotel, pagó a su dueño y éste lo puso de nuevo en alquiler. Tenía que cambiar de zona. Tuvo la suerte de que las desapariciones no fueron denunciadas a la policía, pero no contaba con que unos familiares de madame Laborde-Line hubiera hecho partícipe de sus sospechas a un inspector francés llamado Jean Bolin. A Bolin le contaron que creían que madame se había ido a pasar unas vacaciones en una propiedad de su pretendiente al cual estos familiares habían visto en un par de ocasiones describiéndolo como un tipo insignificante, de barbita en punta y voz grave. Mientras Landrú fijó su nueva residencia ocasional para las visitas femeninas en Gambois, un pueblo viejo donde ni siquiera había luz eléctrica. Allí alquiló una casa y con permiso del dueño construyó un horno más grande alegando que era inventor y estaba en las puertas de conseguir un invento que terminara con la guerra que estaban sufriendo. Bajo estas premisas nadie le molestó, sin embargo, aunque los vecinos no veían la casa por el muro que la rodeaba, sí vieron y se extrañaron ante la humareda oscura y acre que subía por la chimenea del nuevo horno que era, en realidad, una caldera. Mujeres las encontraba sin necesidad de pestañear. Las encontraba gracias a su empresa de contratación femenina, así que siempre estuvo llevando a las pobres víctimas hasta la casa de Gambois donde se instaló en 1916. En 1919 las gentes del pueblo, hartos de las quemas extrañas, se quejaron. Para entonces ya había asesinado a más de cien mujeres. Como el pueblo se estaba poniendo tenso y no tenía la excusa de la guerra, que ya había terminado, se volvió a su casa. Y al volver a casa lo hizo con la felicidad de su riqueza y la vuelta de sus hijos mayores al hogar tras haber participado en la guerra. Le confesó a su esposa que era rico pero le advirtió que no debía decir nada al respecto. Cuando comenzó a disfrutar de las riquezas vilmente robadas el inspector Bolin, alertado por la desaparición de otra mujer, madame Marchardier, siguió sus pesquisas


con más atención. Un día le visitó una mujer que en su día, en su declaración, no había dicho que la desaparición de su hermana estaba ligada a un hombre, un pretendiente. Aquel día Bolin unió cabos, y la hermana de la desaparecida le confesó que había ido a verle porque había visto al "pretendiente" comprando obras de arte en una tienda de Rue Rivoli. Allí le dijeron que sí reconocían al hombre de barba puntiaguda del que hablaban, pero como no tenía su dirección se hizo un equipo de policías que vigiló el lugar durante un tiempo. Pero Landrú no volvía. Más de 50 hombres repartidos por París buscaban a Landrú sin conocer su verdadero nombre y recibieron muchas falsas alarmas. Landrú se había acomodado a su nuevo estilo de vida y se había alquilado un apartamento que no compartía con su esposa. Un buen dia llegó allí y se encontró al inspector Bolín esperándole en su propio salón. Cuando le acusó de varios asesinatos Landrú ni se inmutó, tan sólo le dijo que debía probar la acusación. Se produjo uno de los juicios más sonados y célebres de los últimos años, pero curiosamente, aunque Landrú reconoció y contó ciertos pasajes, se limitó a explicar que "algo" les había engañado, pero jamás reconoció haberlas asesinado, pero había una prueba irrefutable. En aquel apartamento, guardados en un cajón, había muelas y dientes de oro. Le defendió en Versalles el mejor abogado de la época, Moro-Giafferi, pero en febrero de 1922 fue sentenciado a la guillotina.

Historia real de la Psicosis toxica


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