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Los grandes ganadores del Status Quo
“El Negocio de la Grieta” (cuando los acuerdos parecen imposibles), de editorial Galerna, es un libro publicado en 2022 escrito por Santiago Sena y Roberto Vassolo, y analiza crudamente la realidad socio política del país y avanza en un posible camino de salida, lo que no significa que sea sencillo, sino todo lo contrario. Son necesarias “renuncias” de absolutamente todos los argentinos. Para algunos serán mayores y para otros menores, pero siempre habrá “pérdidas”. Reproducimos el capítulo “Los grandes ganadores del Status Quo” y recomendamos ampliamente la lectura del libro completo.
¿Por qué el país no puede generar los consensos ni las condiciones mínimas para la definición y el cumplimiento de las metas compartidas por prácticamente todos los miembros de la sociedad?
Si se preguntara a toda la población argentina qué desea para el futuro del país, sin duda la mayoría respondería que haya cada vez menos gente en situación de pobreza, que la sociedad sea más justa e igualitaria, que la inflación sea como al de del promedio de los países del mundo, que la calidad educativa sea progresivamente mejor, que la carga fiscal y la burocracia sean justa y necesarias para el sostenimiento de un Estado efectivo para proveer los anteriores servicios, que la gente pueda progresar, etc. Entonces, incluso considerando que puede haber distintos caminos hacia el cumplimiento de esos objetivos, surge la pregunta perentoria: ¿ por qué el país no puede generar los consensos ni las condiciones mínimas para la definición y el cumplimiento de las metas compartidas por prácticamente todos los miembros de la sociedad? La respuesta no es nueva y es tan alarmante como dolorosa: porque el cambio generará ciertas perdida a distintos grupos de interés que, consciente o inconscientemente, generan resistencia al sentir el dolor de estas pérdidas y obstaculizan la concreción de las reformas. La verdadera pregunta para destrabar la enorme resistencia social es : ¿quiénes son las personas que conforman estos grupos y qué tipo de pérdidas enfrenta? Recién en ese momento podremos preguntarnos: ¿cómo podemos ayudar a que elaboren las pérdidas en búsqueda de un bien superior?
Amartya Sen ganó el premio Nobel de Economía en 1998 por su trabajo en el campo de la matemática económica y es conocido por sus profundos estudios respecto a los mecanismos subyacentes de la pobreza y a la teoría del desarrollo. Sin embargo, la faceta menos conocida de Sen es la filosofía. En el conjunto de ensayos Identidad y violencia: la ilusión del destino, el autor indio sostiene que las personas se consideran miembros y pertenecen simultáneamente a una variedad de grupos determinados por la nacionalidad, la residencia, la profesión, la clase social, el género, el empleo, la política, la religión, el origen geográfico, el interés deportivos, etc. Un individuo pertenece a todos estos grupos al mismo tiempo y ninguna identidad puede ser considerada la única categoría de pertenencia de una persona. La ilusión de una identidad única que anula u opaca a todas las otras (como la de ser, por ejemplo, católicos o musulmanes, hinchas de Boca o de River, de la clase media o de clase alta, argentinos, peronistas, kirchneristas, radicales o macristas) no es más que eso, una ilusión. Nuestra identidad subjetiva e individual es un crisol formado por otras identidades parciales entrelazadas.
Las sociedades, a su vez, son complejas marañas de grupos de interés. Todas las personas pertenecen simultáneamente a muchos de estos grupos, que tienen intereses diversos, a veces inclu- so disímiles. El debate sobre el aborto del año 2018 en el Congreso de Nación, por ejemplo, puso este tema sobre la mesa: las lealtades partidarias, habitualmente definen la votación de los diputados y senadores nacionales, no sirvió para categorizar ni comprender la votación final en ambas cámaras. Las personas,además de pertenecientes a un espacio político, son parte de otros grupos que explican sus decisiones: practican una profesión determinada (médicos, abogados, etc.), provienen de cierto origen geográfico (de Cuyo, del Norte, del Sur o del AMBA), son militares de un determinado movimiento (feminismo), están en una cierta franja etaria (adultos jóvenes o adultos mayores), profesan una fe (judíos, católicos, etc.) entre otras muchas posibilidades. Sin embargo, para ordenar la realidad, inevitablemente podemos simplificarla. La simplificación es injusta porque no todos los miembros de un grupo pueden ser caracterizados con los mismos atributos. Reiterado el mensaje central de Sen: la identidad personal y grupal es irreductible a una sola variable porque somos un manojo de identidades yuxtapuestas, que forman una combinación única.
Partiendo de esta base, el foco de nuestro análisis no está puesto en identificar los grupos de interés, sino en hallar la forma de ayudarlos a elaborar las pérdidas que supone que Argentina rompa el proceso de declive y pase a un sendero de desarrollo. Nadie se opone a que haya más igualdad, mejor calidad educativa o menos inflación, pero si a sacrificar algo propio para alcanzar alguno de esos objetivos. No se discute lo deseable del fin, sino el esfuerzo y las implicancias del proceso hasta lograrlo. Los grupos que pierdan más se opondrán en mayor medida a los cambios, incluso cuando los objetivos finales forman parte de la agenda discursiva que empujan en el marco de sus organizaciones. Esa contradicción hace que las metas sean inalcanzables.
La finalidad es identificar las pérdidas de quienes obstruyen los cambios y prolongan la situación de decadencia, enfocando el análisis particularmente en los actores que más inciden en la dinámica de creación de valor. El mapa de pérdidas está incompleto, pero es suficientemente claro como para entender cuales son los mayores focos de resistencia al progreso en la solución a los problemas nacionales. En una simplificación brutal, podríamos reducir los actores económicos a tres categorías: quienes generan y administran las reglas del juego, el capital y el trabajo. El sector público y los políticos son quienes establecen el marco normativo en el que se dan las dinámicas de mercado. Las empresas y el sector privado, en general, podrían simplificar bajo el rótulo del “capital”. Los empleados que se encuentran en relación de dependencia en el sector formal son representados por los sindicatos de los diferentes gremios. Como Argentina es un país muy particular, cuya masa de trabajadores fuera del sistema es inusualmente alta, el sector de los trabajadores independientes y en relación de dependencia informal es de tal envergadura que son representados por diferentes movimientos sociales y organizaciones de la denominada “economía popular”. Alrededor del sector público, del capital y del trabajo, están la sociedad civil, representada por el periodismo y los medios, y la academia. Tanto el periodismo como el sector académico padecerán pérdidas si cambiaran las dinámicas de creación de valor del país.
Como la identidad de las personas es irreductible a una sola característica,hay muchas formas de ejercer las dirigencias sindi- cales, políticas empresarias, de movimientos sociales, mediáticas y académicas. Es difícil hablar de “los políticos” o de “los empresarios”, fundamentalmente porque no todos los políticos ni los empresarios son iguales, ya que integran diferentes comunidades y eso afecta a su identidad y, en consecuencia, al ejercicio de su rol directivo, de forma particular. Por eso, la identificación en grupos o agentes sociales y económicos que se realiza a continuación es, por un lado,una simplificación de la realidad para hacerla más comprensible y, por el otro, una generalización que de nin- guna manera explica el comportamiento de todos los individuos y grupos comprendidos en casa categoría. Pero es también innegable que el declive argentino se explica porque hay lógicas en cada uno de estos grupos que impiden los cambios necesarios para el desarrollo. En algunos casos, son minorías concentradas. Pero la resistencia al cambio de esas minorías inhabilita el cambio tanto como si se opusieran todos. Hace falta uno solo que grite en una biblioteca para que nadie disfrute del silencio.
¿Por qué algunos políticos, empresarios, líderes sindicales, referentes sociales, del periodismo y de la academia se resisten tanto al cambio? ¿Qué es lo que puedan perder? Siguiendo a Heifetz y Linsky, hay tres tipos caracte- rísticos de pérdidas: las pérdidas directas, las pérdidas de capacidades y las pérdidas de lealtades.
En primer lugar, las pérdidas directas son fácilmente identificables porque el grupo deja de percibir un beneficio o ve sus intereses afectados de alguna manera. Se pierde dinero, poder, prestigio, etc. Por ejemplo, la discontinuidad de un régimen de promoción industrial afectada directamente a las empresas de la industria que se beneficiaban de ese régimen o un cambio en la fórmula de los aportes de los trabajadores a la obra de salud sindical afecta directamente la recaudación del sindicato. Las pérdidas directas son, entonces, las que mejor se pueden anticipar. Las reasignaciones de tareas o presupuestarias suponen siempre una pérdida de poder para un grupo, en beneficio de otro u otros. Si no se trabaja para darle un sentido de propósito al cambio,el área que deba rescindir recursos intentará postergar el traspaso o entorpecerlo. La pandemia del COVID-19 hizo que las reasignaciones presupuestarias de varias áreas hacia las de atención sanitaria fueran poco conflictivas, porque el sentido de las mismas fue muy evidente. Cuando hay propósito, el duelo se elabora mejor por aquellos que pierden poder, recursos, estatus, etc.
En segundo lugar, existe otro conjunto de pérdidas que afectan un poco más profundo, en el nivel de las capacidades. Las personas o el grupo tiene la impresión de que no están preparadas o no son capaces de llevar adelante las tareas que implica el nuevo equilibrio. Para abordar el problema, deben desarrollar ciertos talentos o capacidades de las que carecen, y esto los lleva a una situación de exposición que deja al desnudo su incompetencia. En los procesos de transformación digital, por empleo, se debe trabajar mucho con las personas cuyas tareas cambian más radicalmente, acompañandolas en el proceso de aprendizaje y de adaptación, así no boicotean el proceso general de transformación al verse afectados negativamente. El ambicioso proceso de modernización del Estados llevado adelante por el gobierno de Macri se topó con dos obstáculos insalvables: la Aduana y la AFIP. El primer caso, probablemente se explique por pérdidas directas. Innegablemente, la transparencia administrativa del expediente electrónico hubiera afectado los ingresos de una estructura corrupta. El segundo caso, se explica por las pérdidas de capacidades. Solo el departamento de tecnología de la AFIP tiene más de 600 personas, cuyas funciones iban a verse modificadas con la entrada en vigencia de los nuevos sistemas. Ante la percepción de que uno es incapaz o incompetente para realizar una tarea determinada, surge un sentimiento de angustia y frustración que genera incluso mas resistencias que una perdida económica.
En tercer lugar,las pérdidas de lealtades son aquellas que implican un sentimiento de traición a la propia identidad o al grupo de pertenencia. Estas pérdidas son las más complejas porque están instaladas en el corazón de la estructura identitaria de la persona y supone frustrar a aquellos que la persona más y mejor conoce, lo que es muy costoso en términos individuales. De ahí que “una diputada mujer en la Capital Federal no debería estar en contra de la ley del aborto” o que “ningún peronista debería nunca estar a favor de una ley que restringa el derecho adquirido por un trabajador”. Más allá de la opinión personal de cada lector respecto a los temas particulares, el dogmatismo de esas afirmaciones se explica en la imposibilidad de frustrar al grupo de origen. Hacerlo implica una pérdida de lealtad. Los gremialistas suelen sentir fuertemente el temor a esta pérdida si ceden demasiado en el marco de una nego- ciación salarial, por ejemplo. Si el negociador no procesa la pérdida, la discusión del número es más compleja y, en alguna medida, hasta secundaria. Las pérdidas de lealtad son las más difíciles de abordar por su profundidad y por el arraigo que las lealtades tienen para las personas y grupos, en términos de historia, legado, relaciones y legitimidad dentro del grupo representado.
Las pérdidas ante un cambio se distribuyen de manera muy heterogénea según el problema y el grupo afectado. Por ejemplo, si para bajar la inflación se decide reducir el gasto público, se producirán pérdidas directas de capacidades y de lealtades en el sector público y político, y la medida probablemente impactará, a la vez, en los sindicatos y en los movimientos sociales. En función de donde se haga el ajuste (subsidios a los servicios públicos, jubilaciones, asistencia social, etc.) la decisión afectará también al electorado, cuya lealtad perderán los funcionarios que representan. Un ajuste en el presupuesto para ciencia y tecnología o para pauta publicitaria reducirá en el apoyo o el rechazo de los académicos o del periodismo, mientras que una reducción del gasto que se traduzca en menos presión fiscal beneficiará, en general, al sector privado, a excepción de aquellas industrias que dependen en mayor medida de los fondos estatales para subsidiar parte de su tarea. Las pérdidas, entonces, se distribuyen por facciones sociales. Al ser varios los que comparten la pérdida, el factor de resistencia se hace sistémico. Cambiar es, por lo tanto, más complejo.
Cuando los dirigentes no saben cómo administrar la asimetría en las pérdidas entre diversos grupos, muchas veces terminan “haciéndose cargo” de la pérdida, por la incapacidad que supone frustrar las expectativas de alguno de los actores. No pueden tolerar la presión de los grupos de interés y hacen concesiones -justificadas bajo el rótulo de “negociación política”- porque no pueden tole- rar la frustración generada en los demás interlocutores. En vez de ayudarlos a transitar la pérdida entendiendo cuales son sus puntos de dolor, haciéndolos partícipes del proceso o motivando el sentido de los cambios desde el propósito, prefieren pagar la cuenta. Típicamente, como el dinero es fungible, lo que se recorta por un lado, se termina transfiriendo por otro.
Las pérdidas de lealtades son aquellas que implican un sentimiento de traición a la propia identidad o al grupo de pertenencia. Estas pérdidas son las más complejas porque están instaladas en el corazón de la estructura identitaria de la persona y supone frustrar a aquellos que la persona más y mejor conoce.
Estas “no soluciones” intentan escapar de una realidad tautológica: las pérdidas son pérdidas. A nadie le gusta afrontarlas porque siempre, inevitablemente, dejan un vacío. Frente a este vacío, los grupos de interés reaccionan de dos maneras, en función de cómo se maneje el proceso: o bien se resisten, o bien comienzan un lento proceso de elaboración. La última parte del libro profundiza en cómo abordar los caminos de este proceso y propone posibles marcos en los que elaborar las posibles pérdidas, a fin de que los cambios sean conducentes y duraderos. Los tremendos pro- blemas adaptativos que enfrenta el país requieren la explicitación de una enormidad de pérdidas que deben ser abordadas por diferentes actores sociales. Quien ejerza el liderazgo deberá manejar las tensiones de este proceso de una manera exquisita y con la magnanimidad y el coraje de saber que no todos estarán contentos durante el proceso.
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