Cuestiones fundamentales, martin pinedo

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consideración de algunos aspectos de nuestra acción. ¿Se trata de un olvido voluntario o involuntario? En cualquier caso cada uno es deudor de su prójimo. Pero hay algo más que la inexorable rueda de la justicia que hace pagar a los hombres y a las cosas. Existe la posibilidad de que el hombre reconozca la culpa de su propia limitación, apunte la de los demás a su ignorancia y los perdone. No sólo existe la justicia, existen también la reconciliación y el perdón. Todas las buenas acciones juntas no pueden cambiar el que no haya una sola vida humana que merezca, como un todo, ser denominada sin más corno buena. Todos necesitamos indulgencia, e incluso quizás, perdón. Pero sólo puede exigirlo quien, sin cerrar los ojos a la injusticia, está dispuesto a perdonar sin reservas. Indulgencia, perdón reconciliación son algo más alto que la justicia. A eso se refieren las Palabras de Hegel: "Las heridas del espíritu curan sin dejar cicatriz".

VIII.

Serenidad o actitud ante lo que no podemos cambiar

El tema que ahora tratamos aparece raramente en la Ética moderna. Tampoco parece que el tema del destino pertenezca a la Ética. La Ética tiene que ver con los actos que dependen de nosotros. Aquello que es como es sin intervención nuestra, no parece que pueda ser objeto de la reflexión ética. Y sin embargo, pensadores de todos los tiempos han tenido por cosa muy importante el que el hombre mantenga una correcta relación con aquello que, sin su intervención, es como es. Al comienzo de su tesis de habilitación escribe Hegel: "el comienzo, el principio de la ciencia moral es el respeto que debemos tener al destino". Principium scientiae moralis est reverentia fato habenda. ¿Cómo debemos entender esto? ¿Por qué aquello sobre lo que no podemos influir es objeto de una reflexión práctica, siendo así que ésta no parece tener consecuencias prácticas? Ensayemos la siguiente respuesta: como hemos visto, la dignidad del actuar humano reside en que no forma parte de un acontecer más amplio, como si fuese un simple elemento inconsciente. Cada vida humana es más bien un todo de sentido. Es el mismo individuo quien tiene que responder de su comportamiento en un sentido absoluto. Incluso si actúa a manera de prueba, experimentalmente, o no quiere prever las consecuencias de su acción, lo que aquí y ahora ha hecho o dejado de hacer es algo irrevocable y forma ya parte de su vida para siempre. Corno tal tiene que responder de ello. Pero, ¿cómo podemos responder de ello si sabemos a la vez que todos nuestros actos no son más que momentos parciales de un más amplio acontecer que para nada está en nuestras manos? Si entendemos la libertad como simple independencia, entonces no nos queda más que una cosa: suicidarnos, sustrayéndonos así a la marcha del mundo. Pero este acto niega en ese mismo momento la libertad que realiza. Constituye un ejercicio de la libertad, pero, después, ésta desaparece. Por lo demás, el que actúa no tiene la posibilidad de elegir entre relacionarse o no con la realidad. Lo hace al actuar. Al comenzar a actuar ha aceptado ya el destino, tanto el

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