Orsai n12

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Editorial

CHEQUE EN BLANCO

A

mediados  del  aĂąo  pasado  publicamos  una  charla  con  un  mĂşsico  que  tiene  muchos  seguidores  en  Argentina.  Este  mĂşsico  dijo,  durante  la  entrevista,  que  aquella  serĂ­a  la  última  vez  que  hablarĂ­a  con  la  prensa,  y  esa  noticia  se  multiplicĂł  en  los  diarios,  las  radios  y  la  tele.  De  pronto,  muchĂ­sima  gente  que  no  tenĂ­a  idea  de  la  existencia  de  Orsai  empezĂł  a  pedir  la  revista  en  los  quioscos  de  Buenos  Aires.  Los  quiosqueros,  que  tampoco  sabĂ­an  quĂŠ  era  Orsai,  durante  esa  semana  se  cansaron  de  escuchar  a  sus  clientes  decir  Ernesto,  deme  la  OrsaiÂť,  o  Ricardo,  ¿cuĂĄndo  llega  la  Orsai?Âť.  A  mediados  de  agosto  el  sindicato  de  quiosqueros  se  reuniĂł  â€”lo  hacen  siempre  una  vez  al  mes—  y  uno  de  los  temas  a  tratar  fue  cĂłmo  conseguir  la  revista  Orsai  con  la  entrevista  al  mĂşsico.  Encontraron  en  la  web  mi  correo  electrĂłnico  y  me  escribieron  un  mail  escueto:  Necesitamos  cincuenta  mil  ejemplares  para  la  red  de  quioscos  de  diarios  y  revistas  de  Buenos  AiresÂť.  Supongo  que  estĂĄn  acostumbrados  a  pedir  las  cosas  asĂ­.  Nosotros  habĂ­amos  prometido  a  nuestros  lectores  imprimir  seis  mil  ejemplares  de  esa  ediciĂłn,  y  de  las  anteriores,  y  de  las  que  vendrĂ­an.  Seis  mil  ejemplares  fue,  durante  2012,  la  cifra  de  venta  que  nos  alcanzaba  para  pagar  los  sueldos  del  staff,  la  imprenta,  la  distribuciĂłn  y  los  honorarios  de  los  colaboradores.  Reimprimir  cincuenta  mil  ejemplares  mĂĄs  de  la  Orsai  N8  nos  habrĂ­a  UHSRUWDGR XQRV EHQHÂżFLRV OLPSLRV FHUFDQRV DO PHGLR PLOOyQ GH GyODUHV < WDPELpQ QRV habrĂ­a  convertido  en  una  revista  de  quioscos.  Una  revista  que  acepta  las  condiciones  abusivas  de  la  distribuciĂłn  tradicional,  una  revista  que  promete  algo  a  sus  lectores  y  despuĂŠs  hace  otra  cosa  por  dinero.  Es  decir,  una  mĂĄs.  La  respuesta  al  mail  de  los  quiosqueros  fue  inmediata:  Orsai  es  una  revista  que  distribuyen  sus  propios  lectores  y  sus  ediciones  no  se  venden  sueltas.  Muchas  graciasÂť.  Cuando  le  di  al  botĂłn  enviar  VHQWt VREUH WRGR DOLYLR <R VXHOR VHU PX\ ERFyQ \ PH HQFDQWD GHFLU HQ YR] DOWD GH quĂŠ  forma  pensamos  y  hacemos  las  cosas.  Pero  es  fĂĄcil  ser  bocĂłn  cuando  la  sombra  de  la  codicia  estĂĄ  lejos.  El  mail  de  los  quiosqueros,  en  cambio,  fue  una  tentaciĂłn  puntual.  < GHFLUOHV TXH QR FRQ WUDQTXLOLGDG IXH SDUD QRVRWURV XQD IRUPD GH VDEHU TXH HVWDPRV a  gusto.  Estos  proyectos  del  siglo  veintiuno,  basados  en  comunidades  que  confĂ­an,  tienen  que  ser  transparentes  y  mantenerse,  dentro  de  lo  posible,  en  cĂ­rculos  pequeĂąos  y  con  lectores  reconocibles.  El  dĂ­a  que  no  podamos  responder  personalmente  un  mail  a  nuestros  lectores  estamos  fritos,  porque  ya  no  seremos  lo  que  querĂ­amos  ser.  Orsai  es  un  proyecto  amateur,  una  empresa  familiar  en  comunicaciĂłn  directa  con  seis  o  siete  mil  amigos.  Cualquier  giro  oscuro,  cualquier  mĂ­nima  traiciĂłn  a  las  promesas  iniciales,  OH URPSHUtD HO FRUD]yQ D ORV TXH FRQÂżDURQ HQ QRVRWURV 1RV HTXLYRFDPRV PLO YHFHV \ nos  vamos  a  equivocar  mĂĄs,  pero  esos  errores  no  serĂĄn  nunca  codiciosos.  Ăšnicamente  TXHUHPRV WHQHU XQ VXHOGR \ GLYHUWLUQRV ODV QRFKHV GH FLHUUH 9LYLU GH HVWH RÂżFLR FRQ dignidad.  Pagarle  bien,  y  a  tiempo,  a  los  que  trabajan  con  nosotros.  Tener  lectores  exigentes,  felices  de  leer  historias  nuevas.  Darle  voz  a  periodistas  y  escritores  que  admiremos,  incluso  si  no  estamos  de  acuerdo  con  lo  que  dicen.  Ser  optimistas  con  el  PXQGR TXH YLHQH ,QWHQWDU TXH QXHVWURV KLMRV HVWpQ RUJXOORVRV GH QXHVWUR WUDEDMR < pensar  siempre  que  cada  nĂşmero  de  la  revista  tiene  que  ser  el  mejor.  Esos  son  nuestros  EHQHÂżFLRV (Q HVH WLSR GH LQWHUpV QRV JXVWD LQYHUWLU HO FDSLWDO %LHQYHQLGRV D OD 2UVDL Q~PHUR GRFH < JUDFLDV D XVWHGHV RWUD YH] SRU HO FKHTXH HQ EODQFR [ HernĂĄn  Casciari

SOĂ‘AR Â NO Â CUESTA Â NADA Â MĂ S Â QUE Â TIEMPO, Â QUE Â VALE Â ORO. 3


Cartas  de  lectores

&RPSDUDQ ODV 2UVDL FRQ 0HVVL 3LHQVDQ HQ HO ÂżQ GHO PXQGR 4XLHUHQ KDFHU UHJDORV SHUR QR WLHQHQ D TXLpQ &RQÂżHVDQ VX DPRU SRU XQ GLVWULEXLGRU 0DQGDQ FDUWDV PDQXVFULWDV $JUDGHFHQ D VXV SDGUHV 4XLHUHQ FRVDV TXH \D HVWiQ \ VH OOHYDQ ODV UHYLVWDV D OD SXQWD PiV ELSRODU GHO DQFKR PXQGR $Vt YLHQHQ ODV FDUWDV GH OD 1 FRQ WRGD OD HVTXL]RIUHQLD Ediciones imposibles Hace tiempo me enterĂŠ de la revista y el mundo Orsai gracias a un amigo acĂĄ en Rosario; sin duda me pareciĂł interesante pero lo deje ahĂ­, a un costado. La idea de suscribirme y todo eso no me tentaba mucho, pero por suerte tuve la oportunidad de apreciar la revista en los viajes que hicimos con nuestro equipo de fĂştbol del ascenso, en el cual estĂĄ mi amigo —el que me introdujo en el tema—, y cada vez que la veĂ­a, la olĂ­a y la leĂ­a me acercaba mĂĄs a la revista. Cada nota me interesaba y sin duda la calidad de impresiĂłn y la suavidad en mis manos me sedujeron mucho. TardĂŠ varios nĂşmeros hasta suscribirme y subirme a este lindo barco. Por mĂĄs que no tenga los primeros nĂşmeros soy feliz porque lo dejo como algo mĂ­tico, como algo que no se puede alcanzar fĂĄcilmente, que lo hicieron los que se la jugaron y no como me pasĂł a mi que tardĂŠ en subirme, a veces me lamento y otras no. Es como saber que Messi existe y hace lo que hace y no verlo jamĂĄs en vivo, es de mi ciudad y gracias a Dios no lo conozco, es un mito, una leyenda. Como esta revista, de otro mundo. Quiero agradecerles a todos, por hacer tan linda cosa. ÂĄSalud viejo! Alejandro Fiorina Suscriptor N° 19656

Fin del T\UKV KLS Ă„U SeĂąor Director: soy materialista. Cuando el que suscribe piensa LU LS Ă„U KLS T\UKV UV W\LKL

dejar de aferrarse a aquello que le da seguridad, solaz, no puede dejar de ensimismar y acoplar su mente dentro de cierto texto que lo deja siempre fuera de lugar, offside, estupefacto, gratamente anonadado. Entonces la cabeza comienza a rebotar como una pelota de ping-pong, y uno, que se creía el campeón ineluctable, LS THJOV HSMH LS HSTH KL SH ÄLZ[H (Casciari dixit), cae en la cuenta de que en realidad estå entre la espada y la pared, esto es, no puede y no quiere que sus globos oculares, voraces, detengan su suculento recorrido por las letras y por la intertextualidad de dicho texto. Con un ritmo alocado, desenfrenado y asaz audible, la melodía de un jazz penetra en la sangre, en las vísceras, en el virgen olor de las påginas sucesivas, en la textura bondadosa del papel: Gillespie, Parker, Coltrane, Monk, Brubeck y el frenesí benigno es interminable, especie de torre o LKPÄJPV X\L ZL KLYY\TIH LU SVZ hombros, especie de gancho demoledor con dirección precisa y certera al tabique nasal, especie de bofetada de novia luego de un intento eminentemente porUVNYmÄJV KL KLZ[Y\PY LZL VYPÄJPV anal. Lo cierto es que cuando \UV LTWPLaH H WLUZHY LU LS ÄU de mundo, no puede dejar de imaginar que una tropa iracunda de pingßinos vendrå a picotear la ventana de su habitación y, con ínfulas de aves descontroladas a causa de ingestas brutales de alcohol, destrozarå el vidrio divisorio y obligarå al humano de turno, en contra de su voluntad y de sus mås altos valores morales, a que se morfe, literalmente, los siguientes ingredientes que posiblemente formasen un cóctel asesino: sapo reventado, frito y descongelado, baba de caracol,

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semen de toro, la bibliografĂ­a completa de Paulo Coelho, cinco cucharadas de excremento de paloma, orĂ­n de gato, vĂłmito caliente y, por Ăşltimo pero no menos importante, esencia de vainilla. No obstante, lo verdaderamente palpable y digno de ser recordado, como cuando uno aprende a atarse los cordones de la zapatilla o a andar en bicicleta sin rueditas por vez primera, lo verdaderamente sanguinario y cruel, es imaginar o siquiera concebir un mundo ZPU 6YZHP ,ZL ZLYxH LS Ă„UHS SH inexistencia pura, el vacĂ­o total: el aniquilamiento sistemĂĄtico de una estructura cuyos cimientos estĂĄn construidos a base de honestidad, buena leche, voluntad inquebrantable, amor y alguna que otra porciĂłn de cal y de arena. EspeYLTVZ X\L LZL Ă„U KLS T\UKV KLS Ă„U JVTV KLJxH 1\SPV UV SSLN\L nunca. Esperemos que haya Orsai para rato. Atentamente, Enzo ServedĂ­a Suscriptor N° 07510

Una carta como Dios manda Querida Orsai: Me niego a dirigirle esta carta al seĂąor HernĂĄn Casciari porque este proyecto trasciende ampliamente al director responsable de la presente publicaciĂłn. A su vez le escribo con pluma fuente y a mano alzada porque la redacciĂłn de una carta de carĂĄcter personal es todo un ritual, en particular cuando su carĂĄcter es (ademĂĄs) amistoso. Soy estudiante de Derecho. En mis tiempos libres evito prender el televisor y me gusta leer y escuchar mĂşsica. TambiĂŠn me reĂşno con amigos. Desde hace un aĂąo


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es esta revista mi lectura obligada, siempre en pdf. Me bancan mis viejos. Es por eso que justo antes de escribirle a usted lo hice a Papá Noel con la intención de recibir el día de Navidad una suscripción a Orsai para el 2013. La razón por la que le escribo es para felicitarla por lo que ha hecho de usted misma y el positivo impacto que tiene en sus lectores. Usted no deja de ser una razón de inspiración en mi vida recordándome que somos muchos a los que no nos pasan la pelota por estar entre el arquero y el último defensor. Por estar en Orsai. Este verano, al igual que todos, va a hacer calor en Mendoza.

Transpirando y entre exámenes leeré esta carta en el próximo número. Esta vez en papel. Gianfranco Barchiesi Suscriptor N° 19014

Lector con malas compañías «Orsai se puede regalar a los amigos». Acabo de leerlo en el blog de la redacción de la revista. Al principio me ha resultado muy marketiniano, incluso me ha molestado ese aire a acción comercial. Después he pasado al estadio de: ¡oye, que buena idea!

²©9DV D YHU TXH VL VH ODV PDQGR D PDQR PH OD SXEOLFDQ ª

­:P X\PLYLZ SSHTHY SH H[LUJP}U KL LKP[VYLZ LZUVIZ ÄUNL ZLY [YHKPJPVUHS® Un consejo de Gianfranco Barchiesi Suscriptor Nº 19.014

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puedo regalarle una suscripción a algún buen amigo. A continuación, me he puesto a cavilar para encontrar a ese amigo o amiga, y entonces ha venido el abismo. No es que no tenga amigos. Tampoco un centenar. Soy una persona normal. Aparentemente normal, al menos. Si soy lector de Orsai, tampoco se me puede pedir que sea muy normal. Llegué a la revista desde el primer número editado (el primer año me conformé con la versión pdf y el segundo ya no me pude resistir al papel impreso), se pudiera pensar que llegué desde el blog y desde la lectura de un par de libros de Hernán, pero no, no llegué desde ahí, sino desde mucho más atrás. Cuando era niño, jugaba con otros compañeros y me enamoraba de alguna de mis compañeras. Todo, de nuevo, aparentemente normal. Pero en mi cabeza crecían mundos de fantasía alimentados por las páginas de los libros que me gustaba devorar, por las viñetas de aquellos cómics de aventuras y por los fotogramas de tanto celuloide engullido en grandes salas de cine a la antigua usanza. Mis amigos hablaban de fútbol y de disparar a los gorriones, de saltar las vallas de los colegios para entrar a los aseos y abrir todos los grifos, pero yo me abstraía de aquellas cosas y me imaginaba recorriendo África en globo, viviendo en una isla desierta con un amigo con nombre de día de la semana o navegando en busca de un tesoro. Me imaginaba tanto en otros lugares y otras vidas que además de leer y ver cine, me ponía a escribir cuentos. Hace poco, ya inmerso en mi madurez irreversible, me presenté a una entrevista de trabajo. Era para un puesto importante y la entrevistadora era una psicóloga de mirada astuta. Me hizo toda JSHZL KL WYLN\U[HZ ` HS ÄUHS TL puso delante un folio con tres [L_[VZ KVUKL ZL KLÄUxHU LU ]HYPHZ MYHZLZ [YLZ WLYÄSLZ WZPcológicos distintos: uno de los WmYYHMVZ KLÄUxH H \U JSmZPJV LQLcutivo depredador, seguro de sí mismo y de ambición insaciable;


Cartas de lectores

LS ZLN\UKV WmYYHMV KLÄUxH `H ni me acuerdo; el tercero decía frases del tipo: me siento distinto a los demás, cuando estoy con mucha gente me encuentro solo, creo que las demás personas de mi entorno no son como yo... No TL ZLU[xH PKLU[PÄJHKV JVU UPUN\UV KL SVZ WLYÄSLZ WLYV LZHZ sentencias en concreto... no podía decirle a la entrevistadora que me sentía un tío raro, pero UV TL KLÄUxHU [HTWVJV UPUN\UV KL SVZ V[YVZ WLYÄSLZ X\t LUJY\cijada más jodida, con el salario tan bueno que ofrecían con el W\LZ[V (S ÄUHS SL KPQL X\L TL gustaría escoger unas cuantas frases de cada uno de los tres WLYÄSLZ 4L KPQV X\L SHZ Z\IYH`Hra y así lo hice, evitando siquiera acercarme a las temidas: me siento diferente... No me dieron el puesto, claro. Y siguiendo ese hilo conductor, muy resumido aquí, llego a ser suscriptor de Orsai y fan de ese proyecto tan apasionado. Decido regalarle una suscripción a alguno de mis amigos y... no encuentro ni uno solo que encaje con SH YL]PZ[H 4P HTPNV 1 LZ KLTHsiado serio y crítico, no le gusta nunca nada de lo que le sugiero. Quizás G., aunque tampoco, tiene los pies muy atornillados al suelo. M. seguro que no tiene ni tiempo para leer las revistas... y HZx OHZ[H LS ÄUHS :PNV ZPLUKV un tío raro, aunque ellos no se den cuenta. Juan Andrés Hernández Cegarra Suscriptor N° 03028

:\ZJYPW[VYH ÅLJOHKH por distribuidor Señor Director: Le escribo porque hace mucho lo quería hacer y no se me ocurría qué decir y ahora tengo dos motivos para hacerlo. Como ya es de público conocimiento está terminando el año y como no estalló el mundo en mil pedazos (les escribo el

veintiocho de diciembre de 2012) uno hace un repaso de lo que le ocurrió durante el año. No voy a enumerar todo lo que me pasó porque no tiene importancia para ustedes y para mí tampoco algunas cosas. Solo le contaré dos cosas que tienen algún tipo de relación con la revista. Primero, recordé una parte del artículo de Gabriela Wiener en la Orsai 3 ­<U ÄU KL ZLTHUH JVU TP T\LYte», cuando un día cualquiera, acostada en mi cama, a punto de dormir, descubro un extraño bulto en mi pecho derecho que hace unos pocos días estaba segura que no estaba ahí. Me llamó la atención pero nada más. Pensé: «mañana veo qué onda con ESTO». Al otro día me doy cuenta que la pelota había crecido bastante durante la noche y esta vez sentía mucho dolor. Ahí me cagué. Decidí llamar al novio de una amiga que es ginecólogo y le pedí que un colega suyo me revise. Esa noche casi no dormí pensando boludeces. Bueno, resumiendo, por suerte no era nada grave. Solo un montón de quistes muy dolorosos por cierto que aparecen porque sí. Algunas mujeres los tienen y otras no. Tratamiento con pastillas y listo. Bueno, lo segundo que le quería contar es que renové la suscripción para el año 2013 no solo porque está buena la revista sino porque está mucho mejor mi distribuidor. Así que se imaginarán que soy una de las tantas personas agradecidas porque sale bimestralmente y solo espero dos meses y no tres para verlo otra vez (además de querer leer la revista más rápido, claro). Para los románticos que están leyendo, no se hagan ilusiones, no estoy con él. Él no sabe lo que siento. Tiene novia y yo soy muy cobarde para hacer algo. A otra cosa mariposa y listo. Bueno gente, mando un beso para todos los que hacen Orsai y sigan como hasta ahora. Obvio que no voy a decir quién soy, ya aclaré que soy cobarde. No quiero que mi distribuidor se

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entere de lo que siento por él y menos que tengo una pelota en mi teta derecha hasta que desaparezca por completo por obra y gracia de las pastillas. P/D: Solo diré que no soy la suscriptora de la teta al aire. Saludos. Cintia Mariana Suárez Suscriptora N° 09245

En el nombre del padre Señor Director: Mi viejo me enseñó miles de cosas, entre ellas leer. Me contaba cuentos, me mostraba libros, me inventaba historias fantásticas de la nada, como quien prepara una cena para diez personas con solo dos ingredientes. El mundo que me enseñó a través de la lectura fue —y lo sigue siendo— una forma KL ]PKH \UH ÄSVZVMxH <UH THULYH de ver con otros ojos el mismo mundo; de ver el mismo mundo con los ojos de otros. Recuerdo que mis penitencias muchas veces consistían en leer. 4P WHWm TL JHZ[PNHIH JVU 1\SPV Verne, Dostoyevski y con Edgar Allan Poe. Ahora comprendo que lo que buscaba no era retarme sino generarme el hermoso hábito de ingerir eso que nadie te puede robar: historias. Una vez me mandé una macana a los diez años y me sancionó con Hamlet. Tuve que empezar a leer Shakespeare. Lo devoré. De a poco comencé a leer los otros libros de la biblioteca de mi padre, su única herencia material. Libros de Sábato, Cortázar, Wilde, Pérez Galdós, el Martín Fierro. Más historias. También recuerdo que nuestra rutina obligaba a que después de cenar debíamos bajar de nuestro departamento de la calle Montevideo y salir de paseo. Yo me aferraba a su mano grande para perdernos en las librerías de la avenida Corrientes. Me mostraba libros y revistas, dejaba que


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hojease y oliese las historias, de autores que de a poco se fueron quedando en mis lecturas. Esas eran nuestras sobremesas y cuånto las extraùo. El treinta y uno de diciembre pasado, a media hora de terminar el aùo mi papå se descompuso y cayó seco al suelo. Se quedó sin pulso y se puso blanco. Hubo que reanimarlo. Minutos despuÊs —gracias a Dios— pudo festejar el aùo nuevo y tambiÊn su cumpleaùos número setenta y cinco. Mi viejo conoció Orsai en diciembre pasado. La leímos en silencio en la playa con mi mirada vigilante de reojo, esperando sus sonrisas, comentarios o cualquier gesto que pudiera conmover a un viejo simple. Del mismo modo Êl me habrå mirado hace veinticinco aùos. No sÊ cuånto tiempo mås tendrÊ a mi padre. Por eso, luego de su patatús, decidí devolverle en un simple gesto lo que Êl había hecho por mí durante tantos aùos: suscribirlo a Orsai. Si estån leyendo esta carta es porque mi papå ya es suscriptor de la revista, supongo que el mås viejo, y ojalå que por muchos aùos mås. Sin embargo me di cuenta de que con la suscripción busco ademås otra cosa: darle aliento, invitarlo a mås, darle un mensaje. Papå: no encontrÊ mejor lugar que el de una revista literaria para agradecerte —sin intermediarios— por enseùarme el amor por los libros, por ese legado que nunca me robarån: las historias.

tarios. Sin texto, solo el título y una imagen. TambiÊn se podía dejar comentarios a cada revista en forma global, en la pågina que reunía todas las notas. Espero que eso se recupere este aùo. ¥Bienvenida Orsai 2013! Atentamente, Mariano Gaitån Suscriptor N° 00039

La revista mås austral del mundo Estimado Hernån, por algún motivo que no linda con lo místico, la pequeùa biblioteca de la base atesora y amontona —en ese orden— una colección eclÊctica de libros y revistas de variados orígenes. Si bien no encontrÊ ninguna Orsai, la convivencia en la base me demostró, en mås de una oportunidad, que las vidas X\L HSSx JVUÅ\`LU ZVU HU}UPTH

materia prima de las prosas de sus pĂĄginas. Revenida en ciber debido a la demanda de internet, la biblioteca de la Base Marambio —ubicada en la isla homĂłnima, al este de la penĂ­nsula antĂĄrtica— es capaz de alojar en sus estanterĂ­as dos ediciones distintas de Los tipos duros no bailan de Mailer pero desafortunadamente ninguna Orsai. Estuve cavilando sobre la posibilidad de donar o simplemente abandonar el ejemplar de Orsai que me habĂ­a acompaĂąado a la campaĂąa con el afamado ÂŤGrupo HeidiÂť, pero mi mezquindad pudo mĂĄs que mi altruismo. DespuĂŠs de todo, quiĂŠn es uno para iniciar determinadas gestas en determinados lugares. Le envĂ­o lo que asumo corresponde al primer registro en el continente antĂĄrtico de la revista Orsai y, seguramente, la evidencia mĂĄs austral de nuestra revista. Javier N. Gelfo Suscriptor N° 07319

²Š0H OOHYR DOJR SDUD OHHU HQ HO YLDMH SRU VL VH PH KDFH ODUJR ª

Sebastiån Dbsie Suscriptor N° 02417

Sus deseos son Ăłrdenes SeĂąor Director: Hay algo que tenĂ­amos en 2011 y hemos perdido en 2012. Antes de que la revista saliera de imprenta (o antes de concluir la distribuciĂłn) ya tenĂ­amos en el blog la pĂĄgina de cada nota para dejar comen-

­:P H KVUKL ]HZ UV OH` T\QLYLZ WVU LU LS IVSZV V[YVZ WSHJLYLZŽ Un consejo de Javier N. Gelfo Suscriptor Nº 7.319

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BUDAPEST

PERFIL DE PERSONAJE


EL EXPERIMENTO

POLGAR UNA CRÓNICA DE GABRIELA MANULI ILUSTRADA POR GUILLERMO DECURGEZ


EL EXPERIMENTO POLGAR

L

D PLUDGD ¿MD VREUH HO WDEOHUR GH DMH-­ drez. Las manos apretadas contra las mejillas rosadas. Concentrada, replegada en sí misma, una nena de nueve años se preparaba para em-­ pezar la partida. Vestía su pulóver de la suerte —tejido por su madre unos días antes de co-­ menzar el torneo— y llevaba consigo un peque-­ ño tigre de madera: un amuleto. El reloj hacía tic-­tac: era el único sonido en la sala. Ella movió. Decenas de varones adultos observaban incrédulos la escena. Su oponente —también mayor— sabía que no era una partida más: mo-­ YLy < OXHJR PRYLy OD QHQD < SDVDGR XQ WLHPSR llegó el desenlace. —Jaque mate —dijo ella. La criatura, que acababa de ganar un tor-­ neo internacional y que en pocos años llegaría a ser la mejor ajedrecista de todos los tiempos, VH OODPDED -XGLW 3ROJDU < HUD HO UHVXOWDGR GH XQ experimento.

GABRIELA MANULI Buenos Aires, 1980 Periodista, licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires y magíster en Políticas Públicas con especialización en medios por la Universidad de Europa Central. Hace más de diez años que trabaja en periodismo. Fue parte del suplemento de investigación del diario 7LYÄS. Como periodista free-lance escribió para medios argentinos —las revistas Rumbos, TXT y el diario La Nación— y medios internacionales como el diario El Mundo de España y La Nación de Chile. También trabajó como productora de radio y televisión. En 2008 fue becaria del World Press Institute en Estados Unidos. Ganadora de un premio de ensayos de la Fundación ,S 3PIYV ` ÄUHSPZ[H KLS 7YLTPV Periodismo para la Tolerancia de la Federación Internacional de Periodistas, es también autora del blog más completo sobre Budapest en idioma español. Vivió casi tres años en la capital O UNHYH ` H ÄULZ KL ZL mudó a Washington, D.C.

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l experimento Polgar. Así lo llamaban y lo llaman, en honor al padre de Judit Polgar —Laszlo Polgar—, quien hace ya varias déca-­ das acuñó una hipótesis: los genios no nacen, VH KDFHQ < KDEtD TXH KDOODU OD HFXDFLyQ TXH KL-­ ciera posible ese logro. La clave, pensó Laszlo entonces, estaba en la especialización tempra-­ na: en dar a los niños muchas horas diarias de entrenamiento y someterlos a una educación alejada de la escuela formal (algo que no sería sencillo en la Hungría comunista, que es donde nacieron y vivieron los Polgar).

SAQUÉ CON PERFECTO DISIMULO EL AS DE MI MANGA, PERO ERA AJEDREZ. 10


GABRIELA Â MANULI

ventana  â€”dice  Klara  y  seĂąala  las  colinas  de  Buda,  al  otro  lado  del  rĂ­o.  La  casa  es  cĂĄlida  y  huele  a  zapallo  hervi-­ do.  Klara  tambiĂŠn  es  cĂĄlida.  Tiene  el  pelo  corto  y  renegrido,  y  sus  ojos  oscuros  llevan  el  marco  GH XQDV FHMDV ÂżQDV $XQ OXHJR GH WDQWRV DxRV —y  de  tres  hijos  y  seis  nietos—  Klara  conserva  la  elegancia  que  se  ve  en  las  fotos  del  pasado,  cuando  acompaĂąaba  a  su  crĂ­a  a  los  torneos. El  hogar  de  los  Polgar  estĂĄ  lleno  de  re-­ cuerdos  de  esos  tiempos.  En  las  paredes,  las  imĂĄgenes  de  las  hermanas  de  pequeĂąas,  soste-­ niendo  trofeos,  comparten  espacio  con  diplo-­ mas  y  premios.  â€”Esta  es  nuestra  historia,  estĂĄ  todo  colga-­ GR DFi ²H[SOLFD .ODUD < OD SDODEUD ŠWRGRÂŞ HQ este  caso,  equivale  a  mucho.  En  las  paredes  puede  verse  un  currĂ­culum  interminable:  Judit  tuvo  victorias  clave  frente  a  campeones  mundiales  como  BorĂ­s  Spassky,  Anatoli  Karpov,  Garry  Kasparov,  Veselin  To-­ palov  y  Viswanathan  Anand.  AdemĂĄs,  es  la  única  representante  femenina  en  el  top  20  de  la  FIDE,  al  que  llegĂł  a  trepar  hasta  el  octavo  puesto  en  2005  (Judit  es  la  única  mujer  que  in-­ gresĂł  al  top  10).  Esta  clase  de  triunfos  hicie-­ ron  que  muy  temprano  en  su  carrera  dejara  de  competir  con  mujeres  y  nunca  se  molestara  en  conseguir  el  tĂ­tulo  del  Women’s  World  Chess  Championship  (el  campeonato  femenino  mun-­ dial),  aun  cuando  ya  a  los  doce  aĂąos  su  rating  era  mucho  mĂĄs  alto  que  el  de  la  campeona.  Ganadora  siete  veces  de  los  Oscar  del  Aje-­  drez  y  elegida  la  Mejor  Mujer  Ajedrecista  del  Siglo  XX,  Judit  tambiĂŠn  es  seĂąalada  como  una  de  las  personas  mĂĄs  inteligentes  del  mundo,  con  XQ FRHÂżFLHQWH LQWHOHFWXDO GH FLHQWR VHWHQWD VX-­ perior  al  de  Bill  Gates  o  al  de  Stephen  Hawking. Aunque  esto  último  no  estĂĄ  en  las  paredes.  Ni  en  ninguna  otra  parte. En  el  piso  de  la  casa  de  los  Polgar  hay  unos  SRVW LW DPDULOORV FRQ DQRWDFLRQHV HQ K~QJDUR < en  un  rincĂłn  hay  una  pila  de  VHS  sosteniendo  un  manojo  de  papeles.  Se  trata,  sin  embargo,  de  un  caos  organizado.  O  al  menos  eso  es  lo  que  explica  Klara: —Los  papeles  en  el  piso  son  los  mĂĄs  im-­ portantes  para  Laszlo,  asĂ­  que  no  hay  que  levan-­ tarlos,  hay  que  dejarlos  donde  Êl  los  puso  â€”co-­ menta  frente  a  un  fallido  intento  de  contribuir  al  orden. Unos  minutos  mĂĄs  tarde  suena  el  timbre.  Klara  se  levanta  y  le  abre  la  puerta  a  su  marido.  Ă‰l  deja  su  gorra  y  su  campera  y  saluda  mientras Â

Nadie  sabe  si  fue  punterĂ­a  o  coincidencia,  SHUR OR FLHUWR HV TXH /DV]OR FRQÂżUPy VX KLSyWH-­ sis  con  sus  tres  hijas.  Judit,  SofĂ­a  y  Susan  â€”de  menor  a  mayor—  terminaron  siendo  un  trĂ­o  de  campeonas  de  ajedrez.  De  las  tres,  Judit  fue  la  que  mĂĄs  se  dis-­ tinguiĂł.  El  motivo:  a  los  nueve  aĂąos  ganĂł  su  primer  torneo  internacional  y  a  los  quince  aĂąos,  cuatro  meses  y  veintiocho  dĂ­as  rompiĂł  el  rĂŠ-­ cord  de  Bobby  Fischer  (quien  habĂ­a  mantenido  el  podio  por  treinta  y  cuatro  aĂąos)  y  se  convirtiĂł  en  la  Gran  Maestro  Internacional  mĂĄs  joven  de  la  historia,  un  tĂ­tulo  que  la  FederaciĂłn  Mundial  de  Ajedrez  (FIDE)  solo  otorga  a  los  mejores  ju-­ gadores.  IronĂ­as  del  destino,  Fischer  habĂ­a  pensa-­ do  hasta  entonces  que  las  mujeres  ajedrecistas  HUDQ ²SRU GHÂżQLFLyQ² SULQFLSLDQWHV 3HUR se  equivocĂł  no  solo  con  Judit,  sino  con  todas  las  hermanas  Polgar.  Susan,  SofĂ­a  y  Judit  se  volvieron  tan  imbatibles  que  en  1988  â€”cuan-­ do  Judit  tenĂ­a  doce  aĂąos—  fueron  sumadas  al  equipo  olĂ­mpico  de  ajedrez  femenino.  Ese  aĂąo  la  prensa  bautizĂł  a  la  delegaciĂłn  con  el  nombre  de  PolgariaÂť. < 3ROJDULD YROYLy D +XQJUtD FRQ OD PHGD-­ lla  de  oro. Luego  pasaron  los  aĂąos.

E

s  un  tĂ­pico  dĂ­a  de  invierno  en  Budapest,  la  capital  de  HungrĂ­a.  El  frĂ­o  obliga  a  evitar  las  calles  y  es  difĂ­cil  detenerse  a  mirar  el  escenario  que  la  ciudad  ofrece.  Budapest  estĂĄ  signada  por  el  paso  del  Danubio:  un  rĂ­o  que  no  solo  impone  un  paisaje,  sino  que  divide  el  mapa  urbano  en  lo  que  hace  dos  siglos  eran  dos  ciudades:  Buda,  en  la  orilla  derecha,  y  Pest,  en  la  orilla  izquierda.  Los  Polgar  viven  en  Pest.  Su  departamen-­ to  estĂĄ  ubicado  en  uno  de  los  distritos  mĂĄs  caros  de  la  capital  hĂşngara,  en  pleno  centro  y  con  una  imponente  vista  al  Danubio  y  a  sus  puentes  mĂĄs  famosos,  esos  que  aparecen  en  todas  las  posta-­ les  de  viaje. Frente  a  la  puerta  estĂĄ  ahora  Klara  Polgar:  saluda  y  sonrĂ­e.  â€”Laszlo  va  a  llegar  un  poco  mĂĄs  tarde  â€”dice  en  un  inglĂŠs  simple  pero  claro—.  Judit  llamĂł  porque  habĂ­a  tenido  un  desperfecto  con  el  auto  y  nos  pidiĂł  que  cuidĂĄramos  a  Hanna  en  OD FDVD GH ÂżQ GH VHPDQD TXH WHQHPRV IXHUD GH Budapest  y...  no  estaba  previsto.  Judit  tiene  dos  hijos:  Hanna  y  Oliver. —Puedo  ver  la  casa  de  Judit  desde  mi Â

SI Â TE Â RECIBĂ?S Â DE Â LA Â UNIVERSIDAD, Â TE Â TIRAN Â LOS Â HUEVOS Â TUS Â AMIGOS;Íž Â SI Â NO, Â TUS Â PADRES. 11


EL  EXPERIMENTO  POLGAR se  saca  los  zapatos,  cumpliendo  con  una  cos-­ tumbre  que  se  repite  en  las  casas  de  las  familias  hĂşngaras:  el  adentro,  dicen,  no  debe  mezclarse  con  el  afuera.  /DV]OR OOHYD DQWHRMRV GH PDUFR ÂżQR \ XQD barba  blanca  y  tupida.  Las  canas  no  son  no-­ vedad:  ya  durante  la  adolescencia  de  sus  hijas  empezĂł  a  perder  color,  y  tambiĂŠn  pelo.  Ahora,  a  los  sesenta  y  seis  aĂąos,  la  calva  acentĂşa  las  lĂ­neas  redondas  de  su  rostro.  Luego  de  saludar  empieza  a  hablar  en  un  tono  de  voz  fuerte:  ese  timbre  de  los  maestros  de  escuela. Laszlo  habla  en  hĂşngaro,  a  un  ritmo  lento  y  con  pausas  para  que  Klara  interprete.  Es  un  ejercicio  que  ambos  tienen  aceitado  despuĂŠs  de  tantos  aĂąos  de  dar  entrevistas.  Por  momentos,  mĂĄs  que  traducir,  Klara  completa  y  adorna  sus  frases.  Porque  Laszlo  habla  poco.  Solo  se  ex-­ playa  cuando  se  mete  a  explicar  su  nuevo  pro-­ yecto  de  vida:  el  SĂşper  Ajedrez  Estrella  Polgar,  una  nueva  variante  del  juego  clĂĄsico,  hecha  esta  vez  sobre  un  tablero  hexagonal  de  treinta  y  siete  casillas. —Por  favor,  mencione  el  ajedrez  estrella  en  esta  nota.  Es  mĂĄs  rĂĄpido  e  interesante,  tiene  ochenta  movimientos  â€”dirĂĄ  Laszlo  en  unas  ho-­ ras,  cuando  termine  la  entrevista. —¿Puede  publicar  las  instrucciones  tam-­ biĂŠn?  â€”agregarĂĄ  Klara. Los  dos  se  mostrarĂĄn  ansiosos.  Pero  aho-­ ra  Laszlo  no  da  grandes  signos  de  entusiasmo.  Durante  la  charla  parece  inquieto:  lo  distrae  el  olor  de  la  comida  o  alguna  cuestiĂłn  relaciona-­ da  con  su  SĂşper  Ajedrez  Estrella.  Cada  vez  que  lo  menciona  cambia  su  tono  de  voz,  para  que  quede  claro  que  ese  â€”y  no  otro—  es  el  tema  del  momento.  Laszlo  siempre  estĂĄ  tramando  algo.  Es  una  costumbre  que  ya  viene  del  colegio  secundario.  En  ese  entonces  observĂł  a  su  alrededor  y  vio  que  aquellos  compaĂąeros  que  tenĂ­an  una  fami-­ lia  que  los  motivaba  se  destacaban  mĂĄs  que  los  que  tenĂ­an  peor  suerte.  Luego  las  posibilidades  de  triunfar  en  el  futuro  eran  mucho  mĂĄs  altas.  Esa  diferencia  despertĂł  su  interĂŠs.  Laszlo  empezĂł  a  revisar  libros  tratando  de  encontrar  historias  de  niĂąos  prodigio  como  la  de  Mozart.  AsĂ­,  antes  de  haber  terminado  siquiera  la  edu-­ caciĂłn  formal,  empezĂł  a  escribir  los  primeros  capĂ­tulos  de  su  mĂŠtodo:  el  que  le  permitirĂ­a  fa-­ bricar  niĂąos  genios. En  ese  entonces  Laszlo  no  tenĂ­a  hijos.  Ni  siquiera  tenĂ­a  esposa.  Por  esa  Êpoca  Klara  vi-­ vĂ­a  en  un  enclave  hĂşngaro  en  Ucrania  y  solĂ­a Â

*DQDGRUD VLHWH YHFHV GH ORV 2VFDU GHO $MHGUH] \ HOHJLGD OD 0HMRU 0XMHU $MHGUHFLVWD GHO 6LJOR ;; -XGLW WDPELpQ HV VHxDODGD FRPR XQD GH ODV SHUVRQDV mås  inteligentes  GHO PXQGR FRQ XQ FRH¿FLHQWH LQWHOHFWXDO GH VXSHULRU D %LOO *DWHV R 6WHSKHQ +DZNLQJ

EN Â LA Â ESCUELA Â DE Â LA Â VIDA Â MUY Â SEGUIDO Â ME Â LLEVAN Â DE Â UNA Â OREJA Â AL Â RINCĂ“N. 12


GABRIELA MANULI

JUGAREMOS AL JUEGO SIN NOMBRE. VENGA SIN ESTRATEGIA. 13


EL  EXPERIMENTO  POLGAR escribirse  cartas  con  compatriotas  para  practi-­ car  el  idioma.  Un  dĂ­a,  de  casualidad,  se  cruzĂł  con  la  madre  de  Laszlo  durante  un  viaje.  Ese  fue  el  único  azar  en  la  historia.  La  madre  pensĂł  que  Klara  podĂ­a  ser  la  mujer  ideal  para  su  hijo  y  decidiĂł  ponerlos  en  contacto.  Se  conocieron  por  carta  y  en  1965  se  encontraron  por  primera  YH] HQ %XGDSHVW $OOt /DV]OR OH IXH FRQÂżDQGR detalles  de  su  mĂŠtodo,  que  luego  publicarĂ­a  en  su  libro  (GXFDQGR *HQLRV.  â€”Él  hablaba,  yo  lo  escuchaba.  Me  decĂ­a  que  el  sistema  educativo  no  era  bueno  y  que  le  gustarĂ­a  educar  a  sus  hijos  en  el  hogar  â€”re-­ cuerda  Klara,  mientras  gira  la  cabeza  para  re-­ visar  la  olla  que  estĂĄ  sobre  el  fuego.  A  pocos  metros  de  la  mujer  estĂĄn  las  fotos.  Son  de  las  nenas  cuando  eran  chicas.  En  algunas  imĂĄgenes  Laszlo  viste  ropa  informal  y  en  otras  lleva  el  traje  de  las  competencias.  En  casi  todas,  eso  sĂ­,  tiene  la  misma  actitud:  las  manos  en  los  bolsi-­ llos.  Como  si  â€”luego  de  haber  hecho  una  siem-­ bra—  esperara  que  las  cosas  siguieran  su  curso. Para  el  tiempo  de  aquellas  fotos,  varias  etapas  â€”en  rigor—  se  venĂ­an  cumpliendo  tal  como  estaba  planeado.  Por  empezar,  la  madre  de  Laszlo  habĂ­a  dado  en  el  blanco  y  la  empatĂ­a  entre  Klara  y  Laszlo  habĂ­a  sido  un  Êxito.  Klara  era  la  candidata  ideal:  no  solo  hablaba  idiomas  y  era  pedagoga  â€”al  igual  que  Laszlo—,  sino  que  recibĂ­a  de  buen  modo  las  excĂŠntricas  ideas  del  hombre,  que  se  las  transmitĂ­a  por  carta.  AsĂ­  que  pronto  se  resolviĂł  el  resto:  Laszlo  y  Klara  contrajeron  matrimonio  y  se  propusieron  criar  hijos  genios. Eso  tambiĂŠn  les  saliĂł  bien.

E

l  encuentro  con  Judit  Polgar,  la  mejor  aje-­ drecista  de  la  historia,  sucediĂł  unas  sema-­ nas  antes  de  la  charla  con  el  matrimonio  Pol-­ gar.  A  diferencia  de  sus  padres,  Judit  no  abriĂł  las  puertas  de  su  casa  y  eligiĂł  dar  la  entrevista  en  un  cafĂŠ  dentro  de  un  shopping  de  Buda.  El  local,  ubicado  en  un  subsuelo,  estaba  atestado  de  gente.  â€”Podemos  probar  en  otro  lado,  conozco  otro  lugar  â€”sugiriĂł  Judit.  El  otro  lugar  era  prĂĄcticamente  el  mismo  lugar:  quedaba  unos  pisos  mĂĄs  arriba,  en  un  pa-­ tio  de  comidas  dentro  del  shopping.  Mientras  subĂ­a  por  la  escalera  mecĂĄnica  y  el  sol  de  la  tarde  le  pegaba  en  el  rostro,  lo  que  podĂ­a  ver-­ se  era  esto:  una  mujer  joven  â€”de  treinta  y  seis  aĂąos—  y  sencilla  â€”pantalĂłn  de  vestir,  blusa  de Â

algodĂłn—  conservando  muchos  de  sus  rasgos  de  niĂąa.  Judit  tomĂł  asiento  en  el  nuevo  espacio.  AllĂ­  habĂ­a  menos  ruido.  BuscĂł  una  carta  de  ju-­ gos  naturales  y  le  echĂł  un  vistazo:  cada  bebida  iba  acompaĂąada  por  su  informaciĂłn  nutricional.  Judit  analizĂł  los  datos  y  eligiĂł  la  opciĂłn  que  se  ajustaba  a  la  dieta  que  estaba  cumpliendo  por  aquellos  dĂ­as.  Luego  de  un  descanso  por  ma-­ ternidad,  Judit  habĂ­a  vuelto  a  las  pistas  y  al  en-­ WUHQDPLHQWR IXHUWH (VR VLJQLÂżFDED HQWUH WDQWDV cosas,  que  debĂ­a  cuidarse.  â€”Llevo  una  vida  muy  ocupada  â€”dijo—.  MĂĄs  de  lo  que  me  gustarĂ­a. Judit  parecĂ­a  relajada  pero  hablaba  a  un  ritmo  rĂĄpido:  estaba  en  cierto  estado  de  concen-­ traciĂłn.  Sus  gestos  eran  sobrios  y  las  manos,  FRQ XQD ÂżQD FDSD GH HVPDOWH HQ ODV XxDV HV-­ taban  quietas  sobre  la  mesa.  Su  modo  de  mos-­ trarse  recordaba  a  su  juego:  la  paciencia  y  el  cĂĄlculo  estaban  en  ella. Casada  con  Gustav  Font,  un  veterinario  al  que  conociĂł  gracias  a  su  perro,  hoy  Judit  vive  en  una  casa  en  Buda  junto  a  sus  hijos,  Oliver  y  Hanna.  Pero  por  afuera  de  eso,  entre-­ na.  Viaja  por  el  mundo  participando  en  torneos  de  Êlite  y  lleva  adelante  proyectos  vinculados  con  el  ajedrez:  acaba  de  publicar  el  libro  Como  YHQFt D %REE\ )LVFKHU  y  es  impulsora  del  pro-­ grama  de  ajedrez  en  las  escuelas  de  la  UniĂłn  Europea.  TambiĂŠn  tiene  varias  publicaciones  acompaĂąadas  con  ilustraciones  de  SofĂ­a,  la  hermana  del  medio. Luego  estĂĄn  los  viajes.  Si  bien  no  lleva  la  cuenta  exacta,  Judit  sabe  que  recorriĂł  al  menos  cincuenta  paĂ­ses.  En  Argentina  â€”donde  estuvo  siete  veces—  jugĂł  uno  de  sus  mejores  partidos  contra  AlexĂŠi  Shirov,  quien  en  ese  entonces  y  desde  1990  estaba  en  el  top  ten  del  ranking  in-­ ternacional.  El  partido  fue  en  1994  y  Judit  lo  derrotĂł.  TenĂ­a  dieciocho  aĂąos. En  las  biografĂ­as  de  Judit  â€”donde  abun-­ dan  tĂŠrminos  como  la  mejorÂť,  la  primeraÂť  o  la  única—  se  cuenta  que  las  hermanas  Pol-­ gar  empezaron  a  jugar  a  los  tres  aĂąos.  Hay,  en  general,  varios  mitos  en  torno  a  las  niĂąas  y  su  infancia  precoz.  Uno  de  ellos,  relatado  por  el  entrenador  de  Judit,  dice  lo  siguiente:  una  ma-­ drugada,  en  pleno  anĂĄlisis  de  una  partida  con  Susan,  ni  ella  ni  el  hombre  podĂ­an  encontrar  la  manera  de  descifrar  algo  y  fueron  a  despertar  a  Judit.  La  pequeĂąa  se  levantĂł,  les  mostrĂł  la  so-­ luciĂłn  y  luego  volviĂł  a  la  camaÂť.  â€”ÂżEso  fue  verdad?

ESCUELA Â ESTOICA. Â CLASES Â DE Â ASISTENCIA Â OBLIGATORIA Â TODO Â EL Â VERANO. 14


GABRIELA Â MANULI

/DV]OR IXH PLUDGR con  recelo  por  el  JRELHUQR \ WDPELpQ WXYR SUREOHPDV FRQ OD )HGHUDFLyQ GH DMHGUH] TXH QR DFHSWDED TXH ODV PXMHUHV FRPSLWLHUDQ HQ WRUQHRV PDVFXOLQRV

En  el  shopping,  Judit  no  estĂĄ  muy  segura  de  que  aquello  hubiera  sucedido.  Hizo  un  es-­ fuerzo  por  recordar.  PidiĂł  permiso  y  tomĂł  el  papel  de  la  entrevista,  donde  estaba  la  anĂŠcdota  impresa.  Lo  leyĂł  en  silencio,  intentando  darle  otra  oportunidad  a  su  memoria.  Mientras  lo  ha-­ cĂ­a  se  tomaba  las  mejillas  con  las  dos  manos  â€”como  en  sus  tiempos  de  niĂąa—  y  movĂ­a  la  cabeza  de  izquierda  a  derecha. —No  sĂŠ,  puede  ser‌  la  verdad  es  que  no  me  acuerdo  â€”dijo  mientras  devolvĂ­a  el  papel  y  daba  un  trago  a  su  jugo.  Su  rostro  no  demos-­ traba  sorpresa:  Judit  estaba,  estĂĄ,  acostumbra-­ da  a  escuchar  todo  tipo  de  historias  sobre  ella.  Muchas  llevan  errores  que  ya  ni  intenta  corre-­ gir,  como  pasĂł  con  una  biografĂ­a  escrita  por  un  maestro  que  jamĂĄs  se  molestĂł  en  entrevistarla.  Por  este  tipo  de  cosas,  Judit  es  amable  pero  cau-­ WD < HV VX IDPLOLD OD TXH VH HQFDUJD D YHFHV GH acortar  distancias.  Dentro  de  un  tiempo,  desde  Missouri,  Susan  â€”la  hermana  mayor—  encon-­ trarĂĄ  un  punto  medio:  â€”Estoy  muy  segura  de  que  es  una  exa-­ geraciĂłn  â€”dirĂĄ  por  telĂŠfono—.  Pero  debimos  haber  llamado  a  Judy  para  que  nos  ayudara. Â

A

hora,  por  el  ventanal  de  la  casa  de  los  Pol-­ gar  se  ve  cĂłmo  atardece  sobre  el  Danubio.  Sentados  en  la  mesa  del  living,  en  el  centro  de  la  casa,  el  matrimonio  continĂşa  recordando  su  historia.  En  un  rincĂłn  de  la  sala  puede  verse  una Â

mesa  de  ping-­pong:  allĂ­  juega  Laszlo  con  sus  nietos  y  allĂ­  jugaron  tambiĂŠn  las  niĂąas  Polgar.  Cuando  iniciĂł  su  modelo  pedagĂłgico,  Laszlo  tenĂ­a  la  certeza  de  que  era  importante  el  entre-­ namiento  fĂ­sico.  EligiĂł  el  ping-­pong  porque  era  un  deporte  barato.  â€”Quiero  mostrarle  las  instrucciones  del  ajedrez  estrella  â€”seĂąala  Laszlo.  Es  su  obsesiĂłn  del  momento.  Se  pone  de  pie  y  busca  entre  sus  papeles  las  instrucciones  del  juego.  Klara  lo  ayuda,  las  encuentra  y  las  acerca  a  la  mesa.  Se  trata  de  un  pequeĂąo  folleto  en  blanco  y  negro  donde  se  reproducen  algunas  jugadas  sobre  un  tablero  en  forma  de  estrella.  â€”Las  instrucciones  estĂĄn  en  hĂşngaro,  pero  tambiĂŠn  en  inglĂŠs  y  esperanto  â€”agrega  Laszlo,  y  luego  gira  en  direcciĂłn  a  una  de  las  paredes.  AllĂ­,  en  colores  azul  y  blanco,  estĂĄ  el  mismo  tablero  pero  en  tamaĂąo  real.  Cuelga,  junto  a  las  fotos,  los  diplomas  y  los  trofeos  de  las  hermanas  Polgar.  Esa  pared  resume  las  obse-­ VLRQHV GH /DV]OR < WDPELpQ VX FRQGHQD 'HWUiV de  las  fotos  y  las  medallas  hay  una  contracara  sombrĂ­a.  El  experimento  Polgar  llegĂł  a  ser  tan  controversial  que  alguna  vez  las  autoridades  de  la  HungrĂ­a  comunista  amenazaron  con  internar  a  Laszlo  en  un  hospital  psiquiĂĄtrico. —Nadie  entendĂ­a.  Ni  mi  madre,  ni  su  ma-­ dre,  ni  la  sociedad  â€”dice  Klara  con  un  hablar  lento,  como  si  buscara  las  palabras  correctas.  Cuando  iniciaron  el  experimento,  los  Polgar  debieron  enfrentar  una  serie  de  varia-­ bles  adversas  que  llegaron  a  poner  en  peligro  la  continuidad  del  proyecto.  Decidir  educar  a  sus  hijas  fuera  de  los  cĂĄnones  tradicionales  no  fue  una  decisiĂłn  fĂĄcil  en  la  HungrĂ­a  comunista.  Laszlo  fue  mirado  con  recelo  por  el  gobierno  y  tambiĂŠn  tuvo  problemas  con  la  FederaciĂłn  de  ajedrez,  que  no  aceptaba  que  las  mujeres  com-­ pitieran  en  torneos  masculinos. Laszlo  tuvo  que  recorrer  pasillos  buro-­ crĂĄticos  â€”con  carpetas  y  explicaciones  bajo  el  brazo—  para  lograr  conseguir  la  autoriza-­ ciĂłn  para  salir  del  paĂ­s  y  competir.  El  miedo  del  gobierno  era  que  los  Polgar  no  volvieran  mĂĄs.  Pero  la  victoria  olĂ­mpica  de  PolgariaÂť  marcarĂ­a  el  inicio  de  otra  historia.  En  lo  que  DOJXQRV GHVFULELHURQ FRPR OD HVFHQLÂżFDFLyQ perfecta  de  un  cuento  de  hadas,  los  Polgar   â€”luego  de  competir—  volvieron  a  pisar  tierra  hĂşngara  como  hĂŠroes  nacionales  y  comenza-­ ron  su  escalada  social.  Hoy  viven  en  un  barrio  turĂ­stico,  rodeado  de  malls  exclusivos,  locales  de  última  moda  y  hoteles  de  lujo.  Sin  embargo Â

LA Â IMAGINACIĂ“N Â LE Â GANA Â A Â LA Â REALIDAD Â POR Â UNA Â CABEZA. 15


EL  EXPERIMENTO  POLGAR VX GHSDUWDPHQWR ²XELFDGR HQ XQ HGLÂżFLR DQ-­ tiguo  y  restaurado,  y  con  una  vista  privilegiada  de  la  capital—  conserva  un  aura  sencilla,  con  muebles  de  distintas  Êpocas  y  sin  una  clara  unidad  estĂŠtica. —Mis  padres  atravesaron  muchas  cosas  difĂ­ciles  â€”recordĂł  Judit  dĂ­as  atrĂĄs—.  Para  los  tiempos  que  decidieron  educarnos  en  casa,  ob-­ viamente  no  era  una  forma  de  criar  y  educar  ni-­ Ăąos.  Igual  siempre  tuvimos  comida  en  el  plato.  Claro  que  al  principio  no  comĂ­amos  carne  todos  los  dĂ­as  y  mĂĄs  que  nada  era  comida  barata,  pero  estaba  bien. El  dinero  y  las  trabas  burocrĂĄticas  no  fue-­ ron  el  único  escollo  de  los  Polgar,  en  un  co-­ mienzo.  TambiĂŠn  estaba  el  antisemitismo.  En  ese  caso,  el  problema  tenĂ­a  un  nombre  concre-­ WR %REE\ )LVFKHU <D UHWLUDGR GH ODV SLVWDV HO ajedrecista  pasaba  su  tiempo  tramando  teorĂ­as  conspirativas.  Para  las  hermanas  Polgar,  con  fa-­ miliares  perseguidos  por  el  Holocausto,  la  locu-­ ra  de  Fischer  se  hacĂ­a  difĂ­cil  de  aguantar.  â€”Estaba  enfermo,  completamente  para-­ noico,  su  mente  estaba  llena  de  ideas  frenĂŠticas;Íž  siempre  hablaba  de  conspiraciones  de  rusos  y  judĂ­os  en  su  contra  â€”contĂł  Judit  en  el  shop-­ ping.  No  exageraba.  En  declaraciones  radiales,  Fischer  (que  todavĂ­a  hoy  es  una  leyenda  del  aje-­ drez)  llegĂł  a  asegurar  que  era  perseguido  por  los  judĂ­os  dĂ­a  y  noche:  Me  quieren  poner  en  la  cĂĄrcel,  estĂĄn  robando  todo  lo  que  tengo,  todo  el  tiempo  mienten  sobre  mĂ­Âť  dijo.  TambiĂŠn  se  UHÂżULy D HOORV FRPR ŠEDVWDUGRV PHQWLURVRVÂŞ \ ÂŤcriminalesÂť,  para  terminar  sentenciando  que  son  una  amenaza  para  todo  el  mundoÂť.  Los  Polgar  sobrevivieron  tambiĂŠn  a  eso,  y  la  razĂłn  probablemente  haya  estado  fundada  en  la  tenacidad  de  Laszlo.  El  hombre  se  movĂ­a  FRQ XQ REMHWLYR ÂżMR 1DGD OR FRUUtD GH VX HMH Antes  del  Êxito  de  Polgaria,  y  una  vez  que  lo-­ grĂł  conseguir  el  permiso  del  gobierno,  montĂł  su  laboratorioÂť  en  su  pequeĂąo  departamen-­ to  dentro  de  un  clĂĄsico  monoblock  comunista  en  Angyafold,  un  distrito  de  clase  trabajado-­ ra  en  Pest.  AllĂ­,  las  paredes  estaban  cubiertas  por  anĂĄlisis  de  partidas  de  ajedrez,  habĂ­a  un  inmenso  archivero  de  madera  â€”lleno  de  mĂ­-­ nimos  cajones—,  y  los  estantes  â€”que  iban  del  piso  al  techo—  estaban  repletos  de  libros  con  jugadas  y  estrategias,  incluidos  los  tĂ­tulos  que  Êl  mismo  habĂ­a  escrito.  La  habitaciĂłn  de  las  niĂąas  no  escapaba  a  la  lĂłgica  del  resto  de  la  casa.  AllĂ­  no  habĂ­a  pilas  de  juguetes  ni  osos  de  peluche  ni  amiguitos  a Â

(O SUREOHPD WHQtD XQ QRPEUH FRQFUHWR %REE\ )LVFKHU <D UHWLUDGR GH ODV SLVWDV HO DMHGUHFLVWD SDVDED VX WLHPSR WUDPDQGR WHRUtDV conspirativas.

la  hora  de  la  merienda,  ni  ninguna  otra  postal  comĂşn  de  la  infancia.  â€”Para  los  chicos  es  importante  tener  ami-­ gos  no  de  la  misma  edad,  pero  sĂ­  de  la  misma  capacidad  intelectual  â€”dice  Laszlo  en  su  casa. —No  tuve  osos  de  peluche  pero  sĂ­  tuve  acceso  a  animales  de  verdad:  en  los  viajes  pude  abrazar  a  un  koala  y  acariciar  a  un  canguro   â€”dijo  Judit  en  el  shopping. Al  principio  del  experimento,  Karla  y  Laszlo  se  encargaban  de  casi  todo.  Pero  a  medi-­ da  que  el  dinero  comenzĂł  a  llegar,  se  sumaron  entrenadores  profesionales.  El  mĂŠtodo  Polgar  incluĂ­a  sesiones  de  deporte  â€”sobre  todo  ping-­ pong—  y  hasta  recreos  para  contar  chistes.  Las  niĂąas,  ademĂĄs,  todos  los  aĂąos  debĂ­an  rendir  un  H[DPHQ RÂżFLDO DSUHQGtDQ OR EiVLFR PX\ UiSLGR y  luego  volvĂ­an  a  concentrarse  en  el  tablero. Klara  tuvo  un  rol  fundamental  en  esta  histo-­ ria.  ApuntalĂł  la  vida  familiar  y  se  ocupĂł  de  ense-­ Ăąarles  idiomas  a  las  niĂąas.  El  único  que  no  estaba  a  su  cargo  era  el  esperanto:  ese  era  territorio  de  Laszlo,  quien  aprendiĂł  la  lengua  para  entrar  en  la  fraternidad  que  suponĂ­a  el  idioma  y  recibir  alo-­ jamiento  gratis  durante  los  viajes  a  los  torneos.  Judit,  de  cara  a  estas  anĂŠcdotas,  acepta  que  la  mayorĂ­a  de  la  gente  encuentre  su  historia  un  poco  rara.  â€”EmpecĂŠ  a  jugar  ajedrez  cuando  tenĂ­a  cinco  aĂąos  y  crecĂ­  en  circunstancias  muy  es-­ peciales  e  inusuales,  sin  ir  a  la  escuela  â€”dijo  durante  la  entrevista—.  EmpecĂŠ  de  muy  chica  y  los  medios  se  interesaron  mucho  en  mĂ­.  A  los Â

LA Â LĂ“GICA Â COMO Â HERRAMIENTA Â SOLO Â SIRVE Â BIEN Â AFILADA. 16


GABRIELA  MANULI once  o  doce  aĂąos  pasĂŠ  momentos  difĂ­ciles.  Los  medios  siempre  estaban  buscando  cosas  desa-­ gradables  que  me  ponĂ­an  incĂłmoda  y  dicien-­ GR TXH \R QR HUD QRUPDO < DXQ FXDQGR QR OR decĂ­an  de  esa  manera  era  claro  que  me  veĂ­an  de  forma  extraĂąa.  Solo  porque  no  fuimos  a  la  escuela  trataban  de  descubrir  que  estĂĄbamos  lo-­ cos.  Lo  peor  eran  las  conferencias  de  prensa,  con  diez  periodistas  a  tu  alrededor,  todos  mirĂĄn-­ dote.  AdemĂĄs,  a  los  doce  aĂąos  no  querĂŠs  hablar  de  nada,  ni  de  la  escuela,  ni  de  tu  casa,  y  yo  tenĂ­a  que  lidiar  con  completos  extraĂąos. Para  protegerse,  las  hermanas  Polgar  ar-­ maron  una  defensa  hermĂŠtica,  basada  en  el  apo-­ yo  mutuo  y  â€”aseguran—  libre  de  rivalidades  y  competencias  internas.  La  cohesiĂłn  era  la  única  forma  que  tenĂ­an  los  Polgar  de  seguir  enteros.  â€”Eso  me  daba  seguridad  â€”recordĂł  Ju-­ dit—.  AdemĂĄs  yo  no  me  sentĂ­a  anormal:  para  los  niĂąos  lo  habitual  es  lo  que  conocen  y  yo  estaba  acostumbrada  a  competir  con  hombres  adultos.  Para  mĂ­  lo  extraĂąo  era  jugar  contra  chi-­ cos  o  mujeres. —¿Les  darĂ­as  esa  educaciĂłn  a  tus  hijos? —No,  con  mi  marido  tenemos  una  idea  de  crianza  completamente  diferente.  Nosotras  vi-­ vĂ­amos  en  una  sociedad  muy  cerrada:  era  mi  fa-­ milia,  mis  entrenadores,  y  no  mucha  mĂĄs  gente.  Ahora  es  distinto.  No  estamos  pensando  en  de-­ jar  nuestros  trabajos  y  queremos  seguir  siendo  exitosos.  AdemĂĄs  lo  nuestro  no  fue  una  receta  simple.  Fue  como  una  comida  muy  especial  y  extremadamente  complicada:  habĂ­a  que  mari-­ nar  la  carne  por  dĂ­as,  con  diferentes  temperatu-­ ras...  Si  se  hace  con  amor  y  cuidado,  y  sabiendo  que  cocinar  ese  plato  de  cinco  dĂ­as  es  la  cosa  mĂĄs  importante  de  la  vida,  estĂĄ  bien.  Pero  si  no  te  interesa  cocinar,  o  nunca  cocinaste,  no  va  a  ser  lo  mismo. Judit  dijo  esto  acelerando  el  ritmo,  como  si  estuviera  enunciando  una  idea  varias  veces  repetida.  A  su  lado,  un  grupo  de  adolescentes  pasĂł  riendo  entre  las  mesas,  de  camino  al  Mc  Donalds.  El  primer  local  de  esta  cadena  en  toda  Europa  del  Este  y  Europa  Central  se  abriĂł  en  Budapest  reciĂŠn  en  1998,  y  a  solo  unos  metros  de  la  casa  donde  ahora  viven  Laszlo  y  Klara.  Para  esa  Êpoca  en  que  la  gente  hacĂ­a  cola  frente  a  un  mostrador,  Judit  tenĂ­a  doce  aĂąos  y  ya  se  estaba  convirtiendo  en  leyenda.  Todas,  de  algĂşn  modo,  hacĂ­an  historia. Susan  ayudĂł  a  preparar  el  terreno:  fue  la  primera  mujer  en  romper  la  barrera  de  gĂŠnero  en  el  ajedrez  y  en  ganar  el  tĂ­tulo  de  Gran  Maestra Â

con  los  requisitos  tradicionales  para  hombres.  A  medida  que  crecĂ­a  su  rating,  las  circunstancias  progresaban.  6RItD DXQ FXDQGR VH DXWRGHÂżQLy FRPR ŠOD mĂĄs  dĂŠbilÂť  de  las  tres,  llegĂł  a  ser  la  sexta  mejor  jugadora  del  mundo. < -XGLW D OD TXH WRGRV GHVFULEHQ FRPR OD mĂĄs  ambiciosa  y  trabajadora,  llegĂł  a  la  cima  del  podio.   â€”ÂżCuĂĄntas  veces  leĂ­ste  el  libro  de  tu  padre?

<R QR PH VHQWtD DQRUPDO SDUD ORV niùos  lo  normal  es  OR TXH FRQRFHQ \ \R HVWDED DFRVWXPEUDGD a  competir  con  KRPEUHV DGXOWRV 3DUD Pt OR H[WUDxR HUD MXJDU FRQWUD FKLFRV R PXMHUHV

En  el  shopping,  pequeĂąa  y  ausente  entre  el  mundo  de  gente,  Judit  pensĂł  unos  segundos  y  luego  respondiĂł.  â€”Creo  que  una  vez.  Lo  escuchĂŠ  muchas  veces.  Era  parte  de  nuestra  vida  diaria,  de  cada  entrevista,  de  cada  pregunta  de  los  periodistas.  Me  sĂŠ  de  memoria  la  forma  en  que  mi  padre  piensa  â€”dijo  de  un  modo  mecĂĄnico.  La  alusiĂłn  al  libro  de  Laszlo  parecĂ­a  hastiarla.  O  aburrirla.  Judit  mirĂł  su  reloj  y  advirtiĂł  que  era  hora  de  irse:  tenĂ­a  que  hacer  compras  y  volver  a  casa  con  sus  hijos.  HacĂ­a  poco  que  habĂ­a  regresado  de  un  torneo,  y  pronto  deberĂ­a  subirse  a  otro  aviĂłn  para  viajar  a  competir.  TenĂ­a  pocos  dĂ­as  para  estar  con  su  familia. —¿CreĂŠs  que  tu  padre  estĂĄ  satisfecho  con  lo  que  fue  su  proyecto  de  vida?  â€”fue  la  última  pregunta.

LA Â POPULARIDAD Â CRECIĂ“ Â Y Â SE Â FUE Â DE Â LA Â CASA Â DE Â SUS Â PADRES. 17


EL  EXPERIMENO  POLGAR —Siempre  fue  un  maximalista.  Siempre  quiso  mĂĄs.  Ă‰l  piensa  que  si  las  cosas  hubieran  sido  diferentes  yo  serĂ­a  campeĂłn  del  mundoÂť,  por  encima  de  hombres  y  mujeres.  Es  difĂ­cil  de  saber.  A  veces  estĂĄ  feliz,  y  a  veces  sueĂąa  que  todo  podrĂ­a  haber  sido  aĂşn  mejor. Â

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lo  largo  de  los  aĂąos,  muchos  se  acercaron  a  Laszlo  interesados  en  la  clave  del  mĂŠtodo  Polgar.  Uno  de  ellos  fue  el  fallecido  ajedrecista  argentino  Gerardo  Barbero,  quien  tambiĂŠn  lo-­ grĂł  un  niĂąo  prodigio:  su  hijo,  JĂĄnos  AmĂŠrico,  consiguiĂł  una  beca  universitaria  en  Estados  Unidos  a  los  diecisĂŠis  aĂąos  y  hoy  trabaja  en  un  revolucionario  proyecto  en  Silicon  Valley. Otro  de  los  interesados  fue  un  millonario  y  mecenas  holandĂŠs  llamado  Joop  van  Oosterom,  quien  impulsĂł  una  idea  para  poner  a  prueba  el  mĂŠtodo.  El  objetivo  era  que  el  matrimonio  Pol-­ gar  adoptara  tres  niĂąos  de  Aruba  y  los  criara  del  mismo  modo  en  que  habĂ­a  criado  a  sus  hijas.  /DV]OR QR YHtD OD KRUD GH KDFHUOR SHUR DO ÂżQDO tuvo  que  dejar  la  idea  de  lado  por  la  burocracia  y  las  fuertes  crĂ­ticas  de  los  medios  de  la  Êpoca,  y  por  la  negativa  de  Klara,  quien  sabĂ­a  que  la  vida  no  pasaba  solo  por  el  ajedrez  y  que  criar  a  tres  hijos,  fueran  o  no  prodigio,  caerĂ­a  tambiĂŠn  sobre  sus  hombros.  â€”Su  mayor  preocupaciĂłn  era  que,  si  los  entrenaba  sin  adoptarlos,  en  algĂşn  momento,  especialmente  cuando  llegara  el  Êxito,  los  pa-­ dres  biolĂłgicos  podĂ­an  cambiar  de  idea  e  inte-­ rrumpir  el  experimento.  Era  algo  a  largo  plazo  y  si  lo  hacĂ­a  lo  querĂ­a  hacer  a  fondo  â€”recordĂł  Susan  desde  Estados  Unidos.

—L

os  medios  empezaron  a  decir  que  no  se  podĂ­an  hacer  experimentos  con  niĂąos.  Se  olvidan  que  es  algo  natural  y  que  los  padres  siempre  educan  a  los  hijos  â€”dice  Laszlo  ahora,  aĂşn  molesto  por  el  fracaso  del  proyecto,  mientras  toma  asiento  en  el  comedor  de  su  casa. —¿Por  quĂŠ  cree  que  Judit  fue  la  mejor  de  las  tres? Laszlo  hace  silencio  y  mira  a  Klara.  Ella  lo  entiende. —Tiene  hambre  â€”explica  con  una  son-­ risa,  mientras  se  levanta  de  la  mesa.  La  mujer  va  a  la  cocina  y  sirve  dos  platos  de  zapallo  con  crema  agria. Mientras  tanto,  Laszlo  aprovecha  esa  pau-­ sa  y  vuelve  a  la  carga  con  su  nuevo  proyecto, Â

continuando  una  suerte  de  batalla  dialĂŠctica  en-­ tre  su  presente  y  un  pasado  que  parece  aburrirle.  Habla  en  un  hĂşngaro  lento  y  Klara  â€”desde  la  distancia—  hace  un  intento  por  traducirlo. Laszlo  no  responde  sobre  Judit.  Pero  sĂ­  dice  esto: —La  campeona  del  ajedrez  Polgar  ahora  es  peruana,  pero  su  madre  es  hĂşngara.  Las  re-­ glas  se  pueden  encontrar  en  la  pĂĄgina  polgars-­ tarchess.com.  La  traducciĂłn  de  polgarstarchessÂť  es  Ajedrez  Estrella  PolgarÂť.  â€”ÂżPor  quĂŠ  eligiĂł  ajedrez  para  sus  hijas  y  no  otra  cosa? —Si  pensamos  en  la  situaciĂłn  actual,  ele-­ JLUtD DOJR PiV FLHQWtÂżFR FLHQFLDV QDWXUDOHV matemĂĄtica,  fĂ­sica,  medicina  o  computaciĂłn.  Pero  Êramos  pobres  y  muchas  cosas  no  eran  posibles. —¿EstĂĄ  satisfecho  con  los  resultados? Laszlo  piensa  unos  segundos.  Mientras  tanto  toma  un  pote  de  crema  agria  â€”la  base  de  LQÂżQLGDG GH FRPLGDV K~QJDUDV² \ UDVFD ODV VR-­ bras  del  fondo.  â€”Si  no  hubiĂŠramos  sido  tan  pobres  y  tan  criticados  y  presionados,  habrĂ­a  resultado  aĂşn  mucho  mejor. —¿Entonces  hoy  no  habrĂ­a  elegido  ajedrez? —No,  estoy  muy  seguro  de  que  no  habrĂ­a  elegido  ajedrez.  EducarĂ­a  al  doctor  que  ganarĂ­a  el  premio  Nobel. Luego  de  decir  esto,  Laszlo  se  sumerge  en  su  plato  de  zapallo,  lo  termina  y  ofrece  una  visita  al  club:  el  emporio,  sĂ­,  del  SĂşper  Ajedrez  Estrella  Polgar.  El  club  queda  a  metros  del  departamento.  Es  un  caserĂłn  antiguo  emplazado  en  un  cen-­ tro  cultural,  donde  todos  los  sĂĄbados  el  mismo  Laszlo  enseĂąa  el  ajedrez  inventado  por  Êl.  Una  vez  adentro,  Klara  vuelve  a  servir  de  guĂ­a  sin  perder  la  sonrisa  que  mantuvo  a  lo  largo  de  toda  la  entrevista,  y  sin  tampoco  perder  la  paciencia  para  traducir  a  su  marido.  En  el  club,  una  vidriera  exhibe  los  li-­ bros  que  tienen  a  Laszlo,  a  Judit  o  a  alguna  de  sus  hermanas  como  protagonistas.  TambiĂŠn   â€”como  en  la  casa  de  los  Polgar—  hay  fotos,  videos,  trofeos,  recuerdos  de  campeonatos  y  en  un  salĂłn  â€”una  vez  mĂĄs—  varias  mesas  con  ta-­ bleros  en  forma  de  estrella.  ²(VWR HV ²GLFH ÂżQDOPHQWH /DV]OR FRPR quien  muestra  una  evidencia.  Luego  dice  adiĂłs  y  se  pierde  en  su  nuevo  mundo.  Que  en  realidad  es  el  de  siempre.  [

ADAPTE Â UN Â HIJO. 18


GABRIELA Â MANULI

GLOSARIO DE TÉRMINOS Y PERSONAS Anand, Viswanathan: (1969) Gran Maestro de ajedrez. Nació en India y actualmente es Campeón del mundo de Ajedrez. Barbero, Gerardo: (1961-2001) Ajedrecista argentino, a quien la FIDE le otorgó los títulos de Gran Maestro Internacional en 1985 y de Gran Maestro en 1987. FIDE: Sigla de la FÊdÊration Internationale des Échecs (Federación Internacional de Ajedrez). Fischer, Bobby: (1943-2008) Gran Maestro de ajedrez. Nació en Chicago y se convirtió en Campeón mundial de ajedrez entre 1972 y 1975. En 1992 participó en un torneo de ajedrez en Yugoslavia, violando una resolución de la ONU; como ese hecho podía acarrearle hasta diez aùos de prisión, nunca regresó a los Estados Unidos. Gates, Bill: (1955) Empresario estadounidense cofundador de la empresa de software Microsoft. Gran Maestro Internacional: Título otorgado por la FIDE (FÊdÊration Internationale des Échecs) a jugadores de ajedrez excepcionales. Hawking, Stephen: (1942) Físico,

JVZT}SVNV ` KP]\SNHKVY JPLU[xÄJV britånico. Karpov, Anatoly: (1951) Gran Maestro Internacional de ajedrez. Nació en la ex Unión SoviÊtica y fue Campeón mundial de ajedrez entre 1975 y 1982, y entre 1993 y 1999. Kasparov, Garry: (1963) Gran Maestro de ajedrez. Nació en la ex Unión SoviÊtica, hoy Azerbayan, y en 1985 se convirtió en el Campeón mundial de ajedrez mås joven de la historia. En 2005 anunció su retirada del mundo del ajedrez para dedicarse a escribir y a la política. Malls: Centros comerciales. Polgar Ajedrez Estrella: Variante del ajedrez clåsico, inventado por Laszlo Polgar, con reglas similares y un tablero hexagonal de treinta y siete casillas. Polgar, Judit: (1976) Ajedrecista húngara. Gran Maestro Internacional y considerada la mejor jugadora de ajedrez de la historia. Polgar, Laszlo: Pedagogo y profesor de ajedrez. Ha escrito varios libros sobre ajedrez. 3ROJDU 6RðD (1974) Maestro Internacional y Gran Maestra Femenina

de ajedrez. Actualmente vive en Canadå y trabaja como profesora de ajedrez. Polgar, Susan: (1969) Escritora, jugadora y promotora de ajedrez. Actualmente vive en Estados y Unidos y creó la Polgar Chess Center y la Fundación Susan Polgar. Post-it: Pequeùos papeles autoadhesivos de distintas formas y tamaùos. Shirov, AlexÊi: (1972) Nació en Letonia y se nacionalizó espaùol. Ademås de Gran Maestro de ajedrez, Shirov es escritor. Silicon Valley: Zona sur del årea de :HU -YHUJPZJV KLKPJHKH LZWLJxÄJHmente al desarrollo tecnológico. Spassky, Borís: (1937) Nació en Leningrado (actual San Petesburgo) y fue un niùo prodigio del ajedrez. Fue proclamado dÊcimo Campeón mundial de ajedrez en 1969. Topalov, Veselin: (1975) Gran Maestro de ajedrez búlgaro. Fue Campeón mundial de ajedrez en 2005. Van Oosterom, Joop: (1937) Multimillonario holandÊs cofundador de la primera empresa de software de Holanda: Volmac.

DE Â LA Â VIDA Â EN Â SOCIEDAD Â Y Â OTROS Â JUEGOS Â COLECTIVOS. 19


SOBREMESA

APERTURA INDIA

M

i mejor recuerdo sobre ajedrez pasó en la Feria del Libro de Buenos Aires 1988 —le digo a Chiri. —Me alegra que empieces con esa anécdota. —Estaba el campeón cubano, no me acuerdo el nombre, abriendo unas simultáneas contra unas treinta personas. Y vos, querido Christian Gustavo, con tus dieciocho añitos, con tu cara de Paul McCartney púber, te sentaste. —A lo macho. —Si señor —le digo—. A lo macho. Y el campeón cubano fue haciéndole jaque mate a todos, y una hora después de despachar a veintinueve HÄJPVUHKVZ X\LK} THUV H THUV JVU ]VZ —Yo estaba nerviosísimo —me dice Chiri—. Había mucha gente mirando. —¡Es que eras nuestro héroe! —le grito—. 9LWYLZLU[HIHZ H [VKVZ SVZ HÄJPVUHKVZ KLS TLQVY Q\LNV JYLHKV WVY LS OVTIYL +LMLUKPZ[L LZL HSÄS como un león herido. No me olvido nunca. —Me ofreció tablas con bronca, el campeón cubano —me dice él, con el recuerdo clavado en esa tarde—. Me miró enojado y me ofreció tablas. ·@ ]VZ [L SL]HU[HZ[L JVTV \UH LZÄUNL ` le diste la mano sin sonreír. Y todos aplaudimos y gritamos como en la cancha, porque éramos muchos. ·¦+L ]LYKHK 1VYNP[V LZ[\]L [HU IPLU& —Cuando entraste a esa feria eras mi amigo ·SL JVUÄLZV· J\HUKV ZHSPZ[L LYHZ TP xKVSV —De todos modos ese cubano no le llegaba UP H SVZ [HSVULZ H Z\ JVTWH[YPV[H 1VZt 9H S *Hpablanca —minimiza Chiri, ruborizado—. Lo más probable es que haya sido un impostor. Y que el verdadero campeón estuviera amordazado en el baño, secuestrado por Guillermo Patricio Kelly. ·¦2LSS`& ¦,S WLYPVKPZ[H& ·TL ZVYWYLUKV· Se me había caído del disco rígido. ¿Era anticas[YPZ[H UV& —Era de todo.... ¿Te imaginás a Kelly en la teSL]PZP}U HYNLU[PUH KL LZ[VZ [PLTWVZ& ¦,U \U T}]PS KL 9PHS WVY LQLTWSV& —Sería maravilloso. Lástima que esté muerto. ·0N\HS JVTWHYHKH JVU SH ÄUHS LU[YL (SLROPUL y Capablanca, la anécdota de la simultánea con el cubano en la Feria del Libro es una reverenda IVS\KLa ¦*VUVJtZ SH OPZ[VYPH KL LZH ÄUHS& ·§*SHYV IVS\KV 3H ÄUHS X\L ZL Q\N} LU )\L-

nos Aires en el año veintisiete. Te la conté yo. ·¦7LYK}U& ·KPJL tS· ,ZH OPZ[VYPH SH SLx LU una nota buenísima de la web de la Jot Down… ·¦@ X\PtU [L KPQV X\L SH SL`LYHZ& —No lo recuerdo —me dice Chiri, sin dar el brazo a torcer. Y cambia de tema—. ¿Cómo puede ser que todavía no haya una película sobre esa ÄUHS KL HQLKYLa& ¦:LYm WVYX\L WHZ} LU )\LUVZ (PYLZ ` UV LU 5\L]H @VYR& —Es probable —le digo—. Pero imagináte la Buenos Aires de esa época para un tipo como Capablanca. —Dicen que la ciudad lo perdió —me explica *OPYP· *HWHISHUJH M\L H [VKHZ SHZ ÄLZ[HZ H SHZ que lo invitaron, se emborrachó como un cubano en cada esquina y se volteó a todas las señoritas que pudo. Vino a ganar. Estaba clarísimo. Era un genio y nadie lo dudaba. —Pero un genio con resaca. Y el otro era una máquina obsesiva, un estudioso, un enfermito. Y le terminó ganando. Y nunca más le dio revancha. —Capablanca lo subestimó. Eso fue lo que dijo Alekhine. Y es verdad. Capablanca estaba acostumbrado a disfrutar las mieles del éxito sin hacer ni un solo esfuerzo. —El viejo Polgar debe sentir algo parecido frente al éxito de sus hijas —le digo a Chiri—. Se debe sentir subestimado, desplazado, el último orejón del tarro. Hizo tanto y se lo reconoce tan poco... ¡La vida es injusta! —Lo decís como con bronca. Lo miro a los ojos: —¿Vos te acordás por qué habíamos ido toKVZ H SH -LYPH KLS 3PIYV KL & 5\LZ[YVZ HTPNVZ del colegio, mis padres, éramos un montón... ·5P PKLH ·TL YLZWVUKL· ¦<UH L_J\YZP}U& —Nadie se acuerda... Fuimos todos en grupo porque había ganado un concurso literario, con un cuento, y me iban a dar el diploma y la medalla, en el stand de Colihue. ·¦-\L LZL H|V ZLN\YV& —Sí, querido amigo, fue ese año, una hora HU[LZ KL [\ NLZ[H THNUxÄJH 4PZ WHKYLZ TP OLYmana, nuestros compañeros del colegio, todos se acuerdan de esa tarde como «la vez que Chiri le hizo tablas al campeón cubano». —Uy, perdón gordo, no sabía. —No me digas gordo cuando estoy sensible. [

NO SABE CÓMO LE FAVORECE TODO LO QUE DE USTED HE OLVIDADO. 20


DOSIS BIMESTRALES, por Montt

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SANTA CRUZ

HECHOS POLICIALES

LA HISTORIA DE

LAS GEMELAS INVESTIGACIÓN Y FOTOS

RODOLFO PALACIOS


E RODOLFO PALACIOS Mar del Plata, 1977 TrabajĂł en el diario La RazĂłn y en las secciones policiales de los diarios El AtlĂĄntico, de Mar del Plata, 7LYĂ„S y CrĂ­tica de la Argentina. ColaborĂł en el semanario La Maga, en las revistas Playboy, Ă‘, Muy Interesante y en el programa CĂĄrceles, de Telefe. EscribiĂł los libros El Ă ngel Negro, vida de Robledo Puch, asesino serial (Aguilar), Pasiones que matan, 13 crĂ­menes argentinos (Aguilar), Adorables criaturas, crĂłnicas grotescas de ladrones y asesinos (Editorial Ross) y Conchita, el hombre que no amaba a las mujeres (Libros de cerca). AdemĂĄs es autor de dos biografĂ­as de la colecciĂłn ÂŤ200 argentinos, vida, pasiĂłn y muerte (1810-2010)Âť, dirigida por Jorge Lanata para la Revista 23. Dicta talleres de crĂłnica policial en el Centro Cultural Ricardo Rojas. Que la crĂłnica policial es lo suyo, no nos cabe duda. Y que es un buen profesor, tampoco. Vean si no en esta crĂłnica cĂłmo nos lleva ante asesinos, vĂ­ctimas y parentela para jugar al ping-pong y comer ravioles.

n  los  sueĂąos  de  Marcelina  del  Car-­ men  Orellana,  los  muertos  aparecen  en  blanco  y  negro.  A  sus  abuelos  los  sueĂąa  como  si  fueran  parte  de  una  foto  antigua.  Y  a  su  hija  Johana  â€”asesinada  hace  dos  aĂąos—  Marcelina  la  ve  como  una  actriz  de  Hollywood:  peinado  tirante,  FHMDV ÂżQDV RMRV QHJURV ODELRV \ QDUL] TXH FD-­ ben  perfectos  en  una  cara  angulosa  parecida  a  la  de  Audrey  Hepburn. Algunas  veces  la  imagen  es  domĂŠstica.  Otras,  es  absurda.  Una  noche,  Marcelina  soùó  FRQ XQD HVFHQD TXH URPStD OD PRQRWRQtD KD-­ bitual  del  paisaje  årido  y  salvaje  de  su  pueblo:  DO SLH GH XQ FHUUR HQ XQ FDPLQR TXH HO YLHQWR patagĂłnico  cubre  con  nubes  de  polvo  y  tierra,  Johana  sacaba  una  bolsa  llena  de  peces  de  co-­ lores  y  los  mezclaba  como  si  fueran  caramelos.  La  acompaĂąaban  dos  amigas:  contrastaban  con  VX SDOLGH] JULViFHD &XDQGR YHtD D VX PDGUH -RKDQD OH WLUDED ORV SHFHV TXH FDtDQ \ DOHWHD-­ EDQ FRQWUD HO VXHOR DUHQRVR $OJXQRV TXHGDEDQ atrapados  entre  la  maleza:  sus  movimientos  UHSHQWLQRV VH YROYtDQ OHQWRV FRPR HO SHVWDxHR GH XQ PRULEXQGR Š7tUHQOH PiV SHFHFLWRV D OD PDPL DVt VH DVXVWDÂŞ OHV SHGtD -RKDQD D ODV FKL-­ FDV %DMR ORV SLHV GH -RKDQD KDEtD Ă€RUHV —Flores  asesinadas  â€”dirĂĄ  en  un  rato  Marcelina. 1R GLUi Ă€RUHV PDUFKLWDV GLUi Ă€RUHV DVHVL-­ nadas.  Sin  perfume. En  Pico  Truncado,  pueblo  de  veintiĂşn  mil  habitantes  del  norte  de  Santa  Cruz,  no  crecen  Ă€RUHV QL QDGDQ SHFHV GH OD VXSHUÂżFLH VROR EUR-­ tan  cerros,  matas  de  pasto  y  petrĂłleo.  El  único  UtR TXH OR DWUDYLHVD HO 'HVHDGR HQ ORV GtDV GH YHUDQR TXHGD UHGXFLGR D XQ KLOR GH DJXD \ HQ

ABRIMOS Â DE Â MADRUGADA. Â A Â VECES Â ENTRAN Â PESADILLAS.


LA Â HISTORIA Â DE Â LAS Â GEMELAS

amino  sin  rumbo  por  las  veredas  desiertas  GH 3LFR 7UXQFDGR (V OD KRUD HQ OD TXH VH duerme  la  siesta  en  todos  los  pueblos.  La  paz  imperturbable  me  atormenta:  llegar  de  Buenos  Aires  a  un  lugar  sin  avenidas,  sin  sonidos  y  VLQ FDRV GH WUiQVLWR HV LQTXLHWDQWH 7HQGUp TXH DFRVWXPEUDUPH DQWHV GH TXH HO VLOHQFLR PH SD-­ rezca  tambiĂŠn  un  ruido  ensordecedor.  Llego  hasta  la  casa  de  Marcelina,  la  madre  de  Johana.  EstĂĄ  ubicada  en  un  barrio  de  cons-­ WUXFFLRQHV SDUHFLGDV D ODV TXH ORV QLxRV GLEXMDQ en  primer  grado:  un  rectĂĄngulo  con  una  puerta,  una  ventana  y  un  techo  a  dos  aguas.  Entro  sin  tocar  timbre.  La  puerta  estĂĄ  abierta,  como  en  las Â

otras  casas  de  la  cuadra.  Cuando  paso  al  living,  YHR TXH 0DUFHOLQD HVWi VHQWDGD IUHQWH D XQD mesa  negra.  El  ambiente  es  lĂşgubre.  La  mujer  no  se  sorprende  por  mi  visita  no  anunciada. 'HVGH XQ WLHPSR D HVWD SDUWH OD FDVD GH Marcelina  se  convirtiĂł  en  un  destino  obligado  GH FXULRVRV \ SHULRGLVWDV TXH EXVFDQ VDEHU WR-­ GRV ORV GHWDOOHV GH XQD KLVWRULD TXH OOHJy D ORV medios  del  mundo.  Una  historia  al  estilo  de  las  WUDJHGLDV GH (XUtSLGHV 8QD KLVWRULD TXH ELHQ puede  ser  el  eslabĂłn  perdido  de  los  dramas  de  6KDNHVSHDUH 8QD KLVWRULD TXH SDUHFH FRQFHEL-­ da  por  la  mente  de  Pedro  AlmodĂłvar.  Una  his-­ WRULD TXH UHFLpQ IXH UHVXPLGD HQ SRFDV OtQHDV \ TXH DKRUD YD D SURIXQGL]DUVH XQ SRFR PiV Johana  Casas  fue  asesinada  en  julio  de  2010.  'RV DxRV GHVSXpV (GLWK &DVDV ²VX KHU-­ mana  gemela—  va  a  casarse  con  el  presun-­ to  asesino  y  exnovio  de  Johana.  Ese  hombre,  9tFWRU 2UODQGR &LQJRODQL HVWi SUHVR HQ OD DOFDLGtD GHO 3XHEOR 0DUFHOLQD ²OD PDGUH GH las  chicas—  estĂĄ  haciendo  todo  lo  posible  para  LPSHGLU TXH OD ERGD VH UHDOLFH (OOD WRGDYtD QR OR VDEH SHUR OR FLHUWR HV TXH QR WHQGUi p[LWR Aun  cuando  presente  un  recurso  de  amparo  a  OD -XVWLFLD \ DXQ FXDQGR SLGD TXH VH DQDOLFH HO HVWDGR PHQWDO GH (GLWK ²0DUFHOLQD FUHH TXH estĂĄ  loca—  los  peritos  darĂĄn  el  visto  bueno  y  la  boda  se  realizarĂĄ  en  el  medio  de  un  escĂĄndalo.  VolarĂĄn  huevos  para  Cingolani  y  Marcelina  no  irĂĄ  a  la  ceremonia. Pero  eso  es  el  futuro.  Marcelina,  ahora,  ig-­ QRUD ²DXQTXH WDO YH] LQWX\H² OR TXH YHQGUi —Ese  casamiento  es  otro  funeral  â€”dice  Marcelina. 7LHQH ORV SiUSDGRV LQĂ€DPDGRV \ ORV ODELRV detenidos  en  un  rictus  triste.  En  el  cuello  lleva  una  cadenita  con  la  imagen  de  Johana.  Es  un Â

Pico Truncado. VeintiĂşn mil habitantes.

La madre. Marcelina del Carmen Orellana.

LQYLHUQR Ă€X\H D FRUUHQWDGDV 3DUDGRMDV GH OD QDWXUDOH]D UHDSDUHFH HQ OD pSRFD HQ TXH ORV SREODGRUHV GHVDSDUHFHQ FRQ OD OOHJDGD GHO IUtR OD JHQWH VH HQFLHUUD HQ VXV FDVDV SRUTXH HO DLUH lastima  y  la  nieve  cubre  las  calles.  'RV DxRV DWUiV VLQ HPEDUJR HQ HO LQYLHU-­ QR GH KXER DO PHQRV GRV SHUVRQDV TXH —a  pesar  del  clima—  estuvieron  a  la  intempe-­ ULH \ HQ HO PHGLR GHO IUtR 8QD IXH -RKDQD /D otra,  su  asesino.  Ambos  estaban  en  un  terreno  descampado  en  las  afueras  del  pueblo.  No  se  VDEH FyPR OOHJDURQ KDVWD DKt SHUR Vt VH VDEH OR otro:  el  hombre  matĂł  a  Johana  de  dos  balazos  y  con  ese  asesinato  marcĂł  el  inicio  de  un  caso  GLJQR GH XQD WUDJHGLD JULHJD \ GHO TXH GRV DxRV GHVSXpV ²HV GHFLU DKRUD² KDEODUtD WRGR HO SDtV 0LHQWUDV WRPR HO DYLyQ D 3LFR 7UXQFDGR 9tFWRU &LQJRODQL LQGLFDGR FRPR SUHVXQWR DVH-­ sino,  estĂĄ  haciendo  los  últimos  ajustes  de  su  ca-­ samiento  con  la  hermana  gemela  de  su  presunta  YtFWLPD &LQJRODQL \ VX QRYLD TXLHUHQ FRQWUDHU PDWULPRQLR ²FRPR ÂżQDOPHQWH OR KDUiQ² HO FDWRUFH GH IHEUHUR HO 'tD GH ORV (QDPRUDGRV

C

SILBA Â LA Â BALA Â SU Â MELODĂ?A Â DE Â MUERTE. 24


RODOLFO Â PALACIOS

URVWUR TXH DSDUHFH HQ WRGRV ORV SRUWDUUHWUDWRV GH la  casa,  como  una  imagen  icĂłnica.  No  hay,  en  FDPELR IRWRJUDItDV GH (GLWK (OOD VH ODV OOHYy todas  cuando  se  peleĂł  con  su  madre  y  se  fue  a  YLYLU D OR GH OD KHUPDQD GH 9tFWRU &LQJRODQL 3RU HVWH WLSR GH FRVDV 0DUFHOLQD FUHH TXH (GLWK ²GH YHLQWLWUpV DxRV² HV YtFWLPD GH RWUR FULPHQ XQ FULPHQ VLPEyOLFR TXH OD KD GHMDGR PXHUWD HQ YLGD 0DUFHOLQD VLHQWH TXH (GLWK HV DVHVLQDGD FDGD GtD SRU XQD SLVWROD LQYLVLEOH TXH se  dispara  en  silencio. —EstĂĄ  tan  muerta  como  su  hermana.   'XUDQWH PL SULPHUD YLVLWD 0DUFHOLQD GLFH pocas  palabras.  Pero  cada  una  de  ellas  suena  FRPR XQD VHQWHQFLD $XQTXH YLYH D GRV FXD-­ GUDV GH (GLWK GLFH TXH KDFH YDULRV GtDV TXH QR VH FUX]D FRQ VX KLMD &DGD YH] TXH OD YH VLHQWH HVFDORIUtRV (GLWK \ -RKDQD HUDQ GRV JRWDV GH agua:  la  misma  cara,  el  mismo  cuerpo,  la  misma  mirada,  los  mismos  gestos,  el  mismo  tono  de  voz,  la  misma  risa,  la  misma  forma  de  caminar.  &XDQGR YH D (GLWK 0DUFHOLQD FUHH TXH YH D -R-­ hana.  Es  como  si  su  hija  asesinada  renaciera  en  su  hija  viva.  Y  si  antes  confundirlas  era  tierno  FXDQGR HUDQ EHEpV 0DUFHOLQD VH HTXLYRFDED

y  le  cambiaba  el  paĂąal  dos  veces  a  la  misma),  ahora  es  siniestro.  ²8VWHG YD D SHQVDU TXH QR HVWR\ ELHQ GH la  cabeza  â€”dice  Marcelina  mientras  acaricia  la  FDGHQD HQ VX FXHOOR² 3HUR FUHR TXH (GLWK PH mira  con  los  ojos  de  Johana.  Y  clama  justicia.  < OR TXH QR SXHGR VDEHU HV VL (GLWK HVWi FRQ HO DVHVLQR GH VX KHUPDQD SRUTXH TXLHUH YHQJDUOD R SRUTXH HVWi ORFD $ YHFHV SLHQVR TXH HVWi SR-­ VHtGD ÂŁ+DELHQGR WDQWRV KRPEUHV IXH D PHWHUVH con  este!  ²¢(VWi VHJXUD GH TXH &LQJRODQL PDWy D Johana? —No  hay  dudas  de  eso.  Cingolani  es  el  demonio  en  persona. ²¢&UHH TXH (GLWK HVWi HQ SHOLJUR" ²6t (O DVHVLQR SRGUtD PDWDUOD FRPR matĂł  a  Johana.  Son  una  familia  muy  rara. ²¢3RU TXp GLFH HVR" ²1R Vp VL VRQ GH XQD VHFWD R DOJR DVt $ la  Edith  la  tienen  como  secuestrada.  No  es  la  misma.  Cuando  la  veo  hablar  por  televisiĂłn,  no  es  ella.  Le  lavaron  la  cabeza.  QuizĂĄ  si  usted  lle-­ JD D FRQRFHUOD SXHGD GDUVH FXHQWD GH OR TXH OH digo.  La  hermana  de  Cingolani  no  la  deja  sola  HQ QLQJ~Q PRPHQWR $ Pt PH RGLD $\HU VDOt a  caminar  y  me  persiguiĂł  doce  cuadras  en  su  camioneta.  Hice  la  denuncia.  â€”ÂżNo  piensa  hablar  con  Edith? —Para  Navidad  le  mandĂŠ  mensajes  pero  ni  me  contestĂł.  Cingolani  me  las  robĂł  a  las  dos.  Eran  muy  unidas.  Si  usted  viera  las  fotos  se  da-­ UtD FXHQWD —¿Puedo  ver  esas  fotos? —No  lo  tome  a  mal,  pero  la  prensa  estĂĄ  lu-­ crando  con  esta  tragedia.  Han  llamado  de  todo  HO PXQGR \ PH HQWHUp GH TXH XQ YHFLQR YHQGLy una  foto  a  un  diario  alemĂĄn.  Todos  ganan  dine-­

La vĂ­ctima. Johana Casas.

La gemela. Edith Casas, durante el juicio.

Cuando  ve  a  Edith,  Marcelina  cree  ver  a  su  hija  asesinada  renacer  en  su  hija  viva.

DEJE Â SU Â MENSAJE Â LUEGO Â DE Â LA Â SEĂ‘AL Â DE Â ÂŤNO Â QUIERO Â ATENDERLEÂť. 25


LA  HISTORIA  DE  LAS  GEMELAS UR \ \R VLJR SREUH 6L TXLHUH XQD IRWR YD D WHQHU TXH SDJDUOD $Fi SDVDQ FRVDV H[WUDxDV (O VXHxR TXH WXYH FRQ PL KLMD \ ORV SHFHV HV UDUR 1R KD\ GtD HQ TXH QR EXVTXH VDEHU TXp PH TXLVR GHFLU OD -RKDQLWD (O RWUR GtD WXYH XQD SHVDGLOOD PX\ WHQHEURVD 2WUR GtD VH OD FXHQWR La  mujer  me  acompaĂąa  hasta  la  puerta  mientras  yo  recuerdo  el  sueĂąo  de  Johana  y  los  peces.  Me  siento  aturdido.  ¿HabrĂĄ  un  mensaje  cifrado  en  ese  sueĂąo?  Pienso  en  Twin  Peaks,  la  PtWLFD VHULH GH 'DYLG /\QFK HQ OD TXH HO GHWHF-­ tive  Cooper,  del  FBI,  busca  resolver  los  enig-­ mas  del  crimen  de  Laura  Palmer  a  travĂŠs  de  las  LPiJHQHV TXH VXHxD HQ OD FDPD GHO KRWHO GH XQ pueblo  extraĂąo. (O VXHOR TXH SLVR HV ²FRPR HQ HO VXH-­ Ăąo—  pedregoso  y  seco.  Apuro  el  paso.  En  unos  minutos  Claudia,  la  hermana  de  Cingolani,  me  pasarĂĄ  a  buscar  por  el  hotel  donde  me  alojo.  Ella  y  su  hermano  han  decidido  recibirme  y  dar  su  versiĂłn  de  la  historia.  ContactĂŠ  a  Cingolani  FRQ XQD VLPSOH FDUWD TXH OH HQYLp D SULVLyQ \ HQ OD TXH PH FRPSURPHWtD D QR MX]JDUOR VLQR D escuchar  su  relato.  Me  llamĂł  por  telĂŠfono  y  me  DQRWy FRPR YLVLWD SDUD TXH OR YLHUD HO ViEDGR \ el  domingo.  Me  pregunto  si  podrĂŠ  conocer  a  Edith,  ha-­ blar  con  ella,  hacerle  preguntas.  Cingolani  me  GLMR SRU WHOpIRQR TXH HUD XQD PXMHU GH SRFDV palabras:  solo  hablaba  con  Êl,  con  su  hermana  y  FRQ VXV VREULQRV /D YHR HQ XQDV IRWRV TXH LP-­ SULPt VX EHOOH]D LPSDFWD (V XQD EHOOH]D PLVWH-­ ULRVD DXQTXH DFDVR WRGD EHOOH]D OR VHD 7RPR XQ cafĂŠ  en  el  bar  del  hotel  Ciervo  Rojo  y  me  deten-­ go  en  su  mirada  penetrante  y  al  mismo  tiempo  lejana.  Escucho  una  bocina  desde  la  calle.  Le-­ vanto  la  vista  y  me  impresiono:  la  misma  cara  TXH YHtD HQ OD LPDJHQ DKRUD PH PLUD D Pt (V

Primera mirada. Edith Casas

Edith,  sentada  en  el  asiento  del  acompaĂąante. —Vamos  a  dar  una  vuelta  â€”grita  Claudia,  a  su  lado.  Tomo  el  último  sorbo  de  cafĂŠ,  guardo  las  fotos  en  un  cuaderno  y  salgo  a  la  calle.

A Â

Johana  Casas  la  mataron  de  dos  balazos  el  diecisĂŠis  de  julio  de  2010.  Su  cuerpo  fue  HQFRQWUDGR SRU XQ HQWUHQDGRU GH SHUURV TXH UHFRUUtD XQ GHVFDPSDGR XELFDGR D XQRV FXDWUR kilĂłmetros  del  centro  de  Pico  Truncado,  en  una  zona  conocida  como  cordĂłn  forestal,  cerca  de  XQ VDQWXDULR GH OD 'LIXQWD &RUUHD Š0DWDURQ D XQD GH ODV JHPHODVÂŞ (VH IXH HO FRPHQWDULR TXH UHFRUULy HO SXHEOR (Q DTXHO HQWRQFHV &LQJRODQL KDEtD GHMD-­ do  de  salir  con  Johana  y  era  novio  de  Edith.  La  DXWRSVLD UHYHOy TXH HO DVHVLQR OD KDEtD HMHFX-­ WDGR GH XQ EDOD]R D TXHPDUURSD HQ HO FRUD]yQ y  de  otro  entre  la  segunda  y  la  tercera  costilla.  'HVGH XQ SULQFLSLR KXER GRV VRVSHFKR-­ VRV &LQJRODQL \ 0DUFRV ŠHO WRVFRÂŞ 'tD] HO ~O-­ timo  novio  de  Johana.  Para  los  investigadores,  los  dos  organizaron  un  plan  para  eliminar  a  la  FKLFD Š(UD GH HOORV R GH QDGLHÂŞ DUJXPHQWy XQ detective  sobre  el  mĂłvil  del  crimen.  El  vein-­ tisiete  de  junio  de  2012,  la  Justicia  condenĂł  a  Cingolani  a  trece  aĂąos  de  prisiĂłn.  Los  jueces  tuvieron  en  cuenta  tres  pruebas:  las  manos  del  DFXVDGR WHQtDQ SyOYRUD VHJ~Q OD SUXHED GH SD-­ UDÂżQD FUHHQ TXH HPSXxy HO DUPD FRQ ODV GRV PDQRV XQ UDVWUHR GH SHUURV KDEtD FRPSUREDGR TXH &LQJRODQL KDEtD HVWDGR HQ OD HVFHQD GHO FUL-­ PHQ \ OD FRDUWDGD ²TXH KDEtD SDVDGR OD QRFKH en  el  casino  y  en  la  casa  de  una  amiga—  se  ha-­ EtD GHUUXPEDGR $ 0DUFRV ŠHO 7RVFRÂŞ 'tD] SRU VX SDUWH OR KDEtDQ GHWHQLGR SHUR OR OLEHUDURQ D OD VHPDQD SRUTXH QR WHQtD SUXHEDV HQ FRQWUD

El acusado. VĂ­ctor Orlando Cingolani.

NO  LO  QUIERO  PONER  EN  COMPROMISO,  AS�  QUE  BAJARÉ  EL  ARMA. 26


RODOLFO  PALACIOS DXQ FXDQGR KDEtD HVWDGR FRQ -RKDQD \ FRQ XQ grupo  de  amigas  en  la  noche  del  crimen.  Tiem-­ SR GHVSXpV VLQ HPEDUJR XQ $'1 UHDOL]DGR HQ una  colilla  de  cigarrillo  encontrada  en  el  lugar  GHO FULPHQ OR LQFULPLQDUtD SRUTXH KDEtD VLGR IXPDGD SRU pO 'tD] VHUi MX]JDGR HQ RWUR MXLFLR SRUTXH HVWXYR VHLV PHVHV SUyIXJR ²$ 9tFWRU QXQFD OR SXGLHURQ XELFDU HQ OD HVFHQD GHO FULPHQ 1R KD\ WHVWLJRV TXH OR hayan  visto  o  lo  acusen.  Y  el  dermonitrotest,  TXH HV OD SUXHED GH SDUDÂżQD IXH KHFKR VLQ OD SUHVHQFLD GH ORV SHULWRV GH SDUWH QL RÂżFLDOHV < HO SROLFtD TXH VH OR KL]R QR WHQtD JXDQWHV \ XVy XQD FLQWD VFRWFK TXH FRUWy FRQ ORV GLHQWHV  â€”dice  Claudia  mientras  vamos  en  la  camione-­ WD KDFLD VX FDVD (GLWK YLYH DKt GHVGH TXH VH peleĂł  con  sus  padres. ²3HUR VHJ~Q HVH WHVW WX KHUPDQR WHQtD pĂłlvora  en  las  manos. ²7HQtD SyOYRUD HQ OD PDQR GHUHFKD DSH-­ QDV HQ OD L]TXLHUGD (V UDUR SRUTXH pO HV ]XUGR (O DVHVLQR HV 0DUFRV 'tD] D pO OR YLHURQ FRQ Johana  poco  antes  del  crimen.   Minutos  despuĂŠs  llegamos  a  la  casa  de  &ODXGLD 1R KD\ QDGLH DFi DGHQWUR 0DUWtQ el  marido  de  Claudia,  trabaja  en  el  petrĂłleo   â€”como  muchos  de  los  hombres  del  lugar—  y  ahora  estĂĄ  en  Comodoro  Rivadavia.  â€”El  petrĂłleo  avejenta.  Mi  marido  tiene  treinta  y  cuatro  aĂąos  pero  parece  mucho  mĂĄs  grande  â€”dice  Claudia  mientras  abre  y  cierra  puertas  de  un  aparador.  Luego  me  pregunta  por  Buenos  Aires.  A  las  dos  les  llama  la  atenciĂłn  TXH KD\D YHQLGR GHVGH DOOi $ %XHQRV $LUHV OD YHQ LQDOFDQ]DEOH FRPR XQD FLXGDG GH SHOtFXOD TXH WLHQH OD IRUPD GH OD SDQWDOOD GHO WHOHYLVRU \ GRQGH D GLDULR KD\ FUtPHQHV URERV SHOHDV \ chimentos.  Claudia  pregunta  por  los  famosos  y Â

GLFH TXH D 3LFR 7UXQFDGR QR OOHJD QDGLH QL VL-­ TXLHUD P~VLFRV GH PHGLR SHOR Edith  escucha  todo  en  silencio.  Claudia  si-­ gue  hablando  y  pasa  de  la  farĂĄndula  a  los  temas  PXQGDQRV DQXQFLD TXH YD D FRFLQDU UDYLROHV Propongo  ir  a  comprar  un  vino  y  pan,  y  Edith  PH TXLHUH DFRPSDxDU ¢4XHUUi FRQWDUPH DOJR" ¢0H SHGLUi D\XGD" ¢'LUi TXH HVWi VHFXHVWUDGD" 3DUD QDGD VROR TXLHUH VDOLU D WRPDU DLUH 9D-­ PRV D XQD GHVSHQVD TXH KD\ D GRV FXDGUDV /H SUHJXQWR VL FRQRFH %XHQRV $LUHV \ PH GLFH TXH nunca  saliĂł  de  Pico  Truncado. —¿En  Buenos  Aires  hay  montaĂąas?   â€”pregunta.  â€”ÂżCĂłmo  si  hay  montaĂąas? —Bueno,  lomas,  subidas. —No,  hay  torres,  moles  de  cemento  y  una  multitud  de  estresados. Volvemos  y  en  la  casa  hay  olor  a  tuco.  Claudia  pone  los  platos  y  Edith  acomoda  el  pan  sobre  la  mesa.  Al  rato  cada  una  viene  con  una  fuente:  la  de  Edith  tiene  ravioles,  la  de  su  cuĂąa-­ da,  estofado.  â€”Te  vas  a  chupar  los  dedos  â€”dice  Edith. $KRUD VR\ \R HO TXH HVWi HQ VLOHQFLR RE-­ servĂĄndola  hipnotizado.  En  todo  asesinato,  el  periodista  policial  busca  saber  cĂłmo  era  la  YtFWLPD &DVL VLHPSUH OD SHUVRQD DVHVLQDGD HV XQD IRWR TXH HQWUHJDQ VXV IDPLOLDUHV SDUD TXH aparezca  en  la  prensa.  La  única  posibilidad  de  YHUOD HV D SDUWLU GH HVH LQVWDQWH HVWiWLFR TXH SDVD GH PDQR HQ PDQR 8QD GH ODV WDQWDV FRVDV TXH PH LPSUHVLRQD GH HVWH FDVR HV TXH HV SRVLEOH YHU D OD YtFWLPD HQ PRYLPLHQWR YHU D -RKDQD sobrevivir  en  Edith.  No  solo  en  sus  rasgos,  sino  en  todos  los  detalles:  desde  la  respiraciĂłn  hasta  algĂşn  gesto  imperceptible.  Ahora  las  palabras  de  su  madre  Marcelina  resuenan  en  mi  cabeza: Â

El implicado. Marcos ÂŤEl ToscoÂť DĂ­az.

El barrio. FrĂ­o apacible en Pico Truncado.

DORMIR Â ES Â MORIR Â UN Â POCO. Â MORIR Â ES Â DORMIR Â MUCHO. 27


LA  HISTORIA  DE  LAS  GEMELAS Š6RQ GRV JRWDV GH DJXDÂŞ Š9HR ORV RMRV GH -R-­ KDQD HQ ORV RMRV GH (GLWKÂŞ Š/D (GLWK HVWi SR-­ VHtGD SREUHFLWDÂŞ 0LUR D (GLWK \ QR YHR D XQD SRVHtGD VLQR D XQD FKLFD PLVWHULRVD 'HYRUDPRV ORV UDYLROHV y  con  Claudia  vaciamos  una  botella  de  vino  tin-­ to.  Edith  tiene  el  vaso  lleno  y  empieza  a  tomar  de  a  sorbos,  casi  por  aburrimiento. ²¢&XiO HV WX VHJXQGR QRPEUH" ²TXLHUR VDEHU (OOD VRQUtH SRU SULPHUD YH] ²OD VRQUL-­ sa  la  hace  aĂşn  mĂĄs  bella—  y  responde  con  otra  pregunta.  â€”ÂżVos  tenĂŠs  segundo  nombre? ²6t SHUR QR OR SLHQVR GHFLU $O GHFLU HVR Vp TXH YR\ D JHQHUDU XQD curiosidad  desmedida.  Siempre  me  pasa.  Lla-­ PDUVH 5HPLJLR HV DOJR DWtSLFR H[WUDxR DXQTXH haya  sido  el  nombre  de  mi  abuelo  y  de  mi  bi-­ sabuelo,  los  dos  comisarios,  los  dos  persegui-­ dores  de  cuatreros  y  piratas  del  asfalto. ²7H GLJR PL VHJXQGR QRPEUH VL PH GHFtV el  tuyo. —Mejor  tratemos  de  adivinarlo  â€”pro-­ SRQJR 1R HV XQD HVWUDWHJLD DXQTXH WHUPLQDUp YLHQGR TXH HVWH MXHJR LQRFHQWH \ KDVWD LQIDQWLO PH DFHUFDUi WDQWR D (GLWK TXH HQ ORV GtDV VL-­ guientes  me  confesarĂĄ  hasta  sus  sueĂąos,  tan  enigmĂĄticos  como  los  de  su  madre. ²<R TXLHUR MXJDU ²SLGH &ODXGLD Hacemos  dos  ahorcados.  Yo  debo  adivi-­ QDU HO QRPEUH RFXOWR GH (GLWK \ HOODV HO PtR Vamos  anotando  las  letras  correctas  y  tachando  las  incorrectas. 'HVSXpV GH YDULRV LQWHQWRV HOODV OOHJDQ D QRPEUHV WDQ R PiV H[WUDxRV TXH 5HPLJLR (GLWK DUULHVJD DOJXQRV LPSRVLEOHV Š5HIXJLRÂŞ Š5H-­ YDJLRÂŞ Š5HODJLRÂŞ Š5HWDJLRÂŞ Š5HOLJLRÂŞ ²£(VR ²JULWD FXDQGR YH PL FDUD GH VRU-­

Foco. La segunda mirada de Edith Casas.

SUHVD DO HVFXFKDU 5HOLJLR² ÂŁVH OODPD 5HOLJLR —No. —¿Repigio? —Menos. —¿Retugio? —Mucho  menos. —¿Remigio? ²6t 5HPLJLR Edith  y  Paula  se  abrazan  como  si  hubiesen  DGLYLQDGR OD SUHJXQWD GHO PLOOyQ 5tHQ D FDU-­ cajadas  y  se  burlan  de  mi  segundo  nombre.  Yo  SRGUtD KDEHU DGLYLQDGR HO GH (GLWK SHUR DOJR PH IUHQD (Q HO SDSHO DQRWp Š-2²$²$ÂŞ )DOWDQ GRV OHWUDV \ VDOYR TXH HO VHJXQGR QRPEUH VHD Š-RYDWDÂŞ WRGRV ORV FDPLQRV FRQ-­ GXFHQ D -RKDQD 7HPR GHFLUOR SRU VL PH HTXL-­ voco  y  el  nombre  de  Johana  le  trae  recuerdos  R SHVDGXPEUH 3RU RWUR ODGR VHUtD UDUR TXH VX PDGUH OH KD\D SXHVWR HO PLVPR QRPEUH TXH D su  gemela.  Me  doy  por  vencido  para  evitar  un  momento  incĂłmodo.  Edith  devela  el  misterio: —Johana.  Edith  Johana  me  llamo.  Joha-­ na,  como  mi  hermana.

L

a  cårcel  de  Truncado  es  muy  distinta  a  las  cårceles  bonaerenses.  Hay  guardias  cordia-­ OHV SLVRV HQFHUDGRV SDUHGHV EODQFDV TXH SDUH-­ FHQ UHFLpQ SLQWDGDV \ RORU D OtTXLGR GHVLQIHF-­ tante  de  lavanda.  A  Cingolani  le  llevo  un  pan  GXOFH XQ EXGtQ JDOOHWLWDV VXUWLGDV FLQFR DWDGRV de  cigarrillos  y  un  cómpact  de  Leo  Mattioli,  su  tGROR &LQJRODQL PH PDQGy XQD FDUWD HQ OD TXH cita  fragmentos  de  canciones,  le  dedica  temas  URPiQWLFRV D (GLWK \ OH DJUDGHFH D 'LRV SRU KD-­ berla  puesto  en  su  camino).  Aprovecho  para  co-­ lar  en  la  bolsa  una  lapicera  y  un  cuaderno.  Eso  PH VHUYLUi D Pt D OD KRUD GH HQWUHYLVWDUOR 6L ORV

Juegos peligrosos. El ahorcado.

BUSCAR Â EL Â ALMA Â GEMELA Â PARA Â PONERLA Â DE Â DOBLE Â DE Â RIESGO. 28


RODOLFO  PALACIOS JXDUGLDV VH HQWHUDQ GH TXH VR\ SHULRGLVWD SUR-­ bablemente  no  me  dejen  entrar  sin  autorizaciĂłn  judicial.  Para  ellos  soy  un  amigo  de  Cingolani  TXH OOHJy GHVGH %XHQRV $LUHV Un  guardia  me  lleva  a  una  salita,  donde  me  hace  desnudar.  En  un  tacho  de  basura  veo  TXH KD\ REMHWRV TXH ORV IDPLOLDUHV QR SXGLH-­ ron  entrar:  pastillas  de  Viagra,  un  ladrillito  de  marihuana,  preservativos.  Yo  paso  la  revisiĂłn  y  el  control,  salvo  por  un  detalle:  el  pan  dulce  es  frutado  y  estĂĄ  prohibido.  En  las  celdas  â€”di-­ FHQ² VH SRGUtD XVDU OD IUXWD SDUD IHUPHQWDU \ KDFHU HO ŠSDMDULWRÂŞ HO WUDJR DOFRKyOLFR GH ORV presos.  No  me  imagino  a  un  preso  destrozando  el  pan  dulce  solo  por  la  fruta  abrillantada,  pero  DVt VRQ ODV FRVDV Otro  guardia  me  toma  las  huellas  dactila-­ res  y  me  lleva  hacia  un  pasillo.  La  cĂĄrcel  no  huele  a  cĂĄrcel:  huele  a  hospital.  Se  abren  dos  UHMDV GHWUiV GH OD VHJXQGD PH HVSHUD 9tFWRU Cingolani.  Tiene  veintiocho  aĂąos,  es  robusto,  WLHQH RMRV JUDQGHV OXHJR PH GLUi TXH OH GLFHQ ŠHO RMyQÂŞ OOHYD HO SHOR FRUWR \ YLVWH XQD UHPH-­ ra  blanca  ajustada,  un  pantalĂłn  de  gimnasia  gris  y  zapatillas.    Me  abraza  como  si  me  conociera  desde  KDFH WLHPSR (O VDOyQ TXH SDUHFH UHFLpQ SLQ-­ tado  de  blanco,  tiene  mesas,  sillas  y  una  puerta  TXH FRQGXFH D XQ SDWLR D FLHOR DELHUWR $XQTXH en  la  celda  estĂĄ  solo,  en  los  espacios  comunes  Cingolani  convive  con  nueve  presos.  Con  ellos  juega  al  ping-­pong  y  a  la  play  station.  Lo  hace  en  los  ratos  libres.  Luego,  de  dos  a  siete  de  la  WDUGH &LQJRODQL WUDEDMD HQ OD FDUSLQWHUtD GHO SH-­ QDO IDEULFD VLOODV EDQTXLWRV PHVDV UHYLVWHURV portarretratos  y  cuadros.  Su  hermana  Claudia  se  dedica  a  vender  los  productos  afuera  y  la  ga-­ nancia  total  es  para  el  detenido.  En  otras  pri-­

siones,  los  presos  trabajan  pero  solo  cobran  un  PtVHUR SHFXOLR GH FLQFXHQWD SHVRV PHQVXDOHV ²¢7H SDUHFH TXH VR\ FRPR GLFH OD SUHQ-­ VD" ²TXLHUH VDEHU &LQJRODQL Estamos  sentados  a  una  mesa,  con  mate  y  facturas  de  por  medio.  En  unos  minutos  llega-­ rĂĄn  su  hermana  y  su  novia. ²¢< FyPR GLFH TXH VRV OD SUHQVD" —Un  monstruo.  Un  monstruo  asesino.  â€”A  simple  vista,  no  parecĂŠs  â€”le  digo.  &LQJRODQL VRQUtH —Cuando  leas  la  causa  te  vas  a  dar  cuenta  GH TXH QR KD\ SUXHEDV (VWi WRGR DUPDGR SRU-­

PrisiĂłn. Llegando a la cĂĄrcel.

Encuentro. Cingolani y el autor.

Otro  guardia  me  toma  las  huellas  dactilares  y  me  lleva  hacia  un  pasillo.  La  cårcel  no  huele  a  cårcel:  huele  a  hospital.  Se  abren  dos  rejas;͞  detrås  de  la  segunda  me  espera  Víctor  Cingolani.

UN Â BUEN Â TIPO Â DEJA Â HUELLA. Â UN Â MAL Â TIPO Â DEJA Â MANCHAS. 29


LA  HISTORIA  DE  LAS  GEMELAS TXH HQ 6DQWD &UX] OD MXVWLFLD HV DVt FRQGHQDQ D XQ SHUHMLO SRUTXH QHFHVLWDQ D XQ DVHVLQR SDUD conformar  a  la  familia. ²(Q OD FDXVD GLFH TXH OH SHJDEDV D -RKD-­ QD TXH OD WHQtDV DPHQD]DGD \ TXH WHQtDV SyOYR-­ ra  en  las  manos. —Es  mentira.  Nunca  le  peguĂŠ.  Y  la  prue-­ ED GH SDUDÂżQD VH KL]R VLQ TXH \R VXSLHUD OR TXH me  estaban  haciendo.  Y  como  dije  al  juez,  ha-­ EtD HVWDGR HQ OD FDPLRQHWD GH PL FXxDGR TXH suele  cazar  y  dejar  las  balas  en  los  asientos.  Y  ademĂĄs  uno  puede  tener  la  sustancia  de  la  pĂłl-­ vora  si  toca  orina,  fertilizantes.  Eso  lo  dice  un  SHULWR TXtPLFR ²(Q HO H[SHGLHQWH FRQVWD TXH ORV LQYHV-­ WLJDGRUHV FRPSUREDURQ TXH HVWXYLVWH HQ HO GHV-­ campado  donde  mataron  a  Johana. ²+XER WUHV UDVWUHRV FRQ SHUURV 'RV GLH-­ ron  negativo  con  testigos.  Y  llamativamente  uno  dio  positivo  sin  testigos.  AdemĂĄs  no  es  una  prue-­ ED FLHQWtÂżFD (O RORU GH XQD SHUVRQD SXHGH TXH-­ dar  hasta  un  mes  en  un  lugar,  eso  dicen  los  pe-­ ritos.  AdemĂĄs  no  tengo  auto  como  para  llegar  a  HVH OXJDU <R HVWDED D YHLQWLFLQFR FXDGUDV GH DKt —La  familia  de  Johana  te  acusĂł  de  haber-­ OH PDQGDGR PHQVDMHV HQ OD TXH OD DPHQD]DEDV de  muerte  a  ella  y  a  su  novio. —Es  mentira.  Y  esos  mensajes,  dice  la  causa,  fueron  hechos  en  forma  anĂłnima. —¿QuĂŠ  hiciste  la  noche  del  crimen? ²)XL DO FDVLQR 3HGt TXH LQFRUSRUDUDQ ODV cĂĄmaras  de  seguridad  pero  no  lo  hicieron.  Lue-­ go  fui  a  la  casa  de  una  amiga.  Estuve  hasta  las  seis  de  la  maĂąana.  A  esa  hora  estaban  matando  D -RKDQD +DFtD VHLV PHVHV TXH \R QR VDOtD FRQ ella.  Sus  amigas  dijeron  lo  mismo.  $QWHV GH TXH IXHUD DFXVDGR GH DVHVLQDWR 9tFWRU &LQJRODQL HUD XQ SLEH GH SXHEOR TXH WUD-­

EDMDED GRFH KRUDV SRU GtD HQ XQD HPSUHVD SH-­ WUROHUD +DFtD UHFRUULGRV \ IXH MHIH GH FXDGULOOD ayudante  en  tareas  generales  y  mecĂĄnico.  Por  ODV QRFKHV VL QR OOHJDED FDQVDGR VDOtD FRQ VXV DPLJRV 3UHIHUtD LU D ORV SURVWtEXORV DQWHV TXH D los  bares.  â€”Amo  la  noche.  Con  mis  amigos  la  DSUHQGLPRV D FRQWURODU $SUHQGt D HVSHUDU D QR VHU DQVLRVR D GLVIUXWDU FDGD QRFKH SRUTXH QR KD\ GRV QRFKHV LJXDOHV /DV PXMHUHV YHQtDQ VRODV VLQ TXH ODV IXHUD D EXVFDU FRPR XQ GHVHV-­ perado.  Me  gustaba  dialogar,  conocer  historias.  Ă?bamos  al  puticlub,  pero  a  charlar.  A  veces  las  FKLFDV QR FREUDEDQ SRUTXH SHJiEDPRV RQGD ²3RU OR TXH VH OHH HQ OD FDXVD HUDV XQ mujeriego  empedernido. ²£1R ¢7H SDUHFH" —¿CuĂĄntas  mujeres  pasaron  por  tu  vida? &LQJRODQL VH TXHGD FDOODGR \ FLHUUD ORV RMRV 'HVSXpV GH XQ EUHYH FiOFXOR PHQWDO UHYHOD —Y‌habrĂŠ  estado  con  unas  cuarenta  mujeres.  â€”ÂżCĂłmo  conociste  a  Johana? ²(O RWUR GtD VH OR FRQWp D (GLWK \ HOOD VH UHtD $ -RKDQD OD FRQRFt HQ HO ELQJR XQ PHGLR-­ GtD <R HVWDED FRQ PL YLHMD \ XQD DPLJD GH HOOD Johana  estaba  en  una  mesa  con  su  padre  y  su  KHUPDQR D XQRV TXLQFH PHWURV (OOD PH PLUDED \ \R PH GDED FXHQWD (UD PX\ ERQLWD Š$ TXH PH OD OHYDQWRÂŞ OH GLMH D OD DPLJD GH PL YLHMD <R YHQtD GH XQD UDFKD JDQDGRUD /D PLUp D -RKDQD y  le  hice  seĂąas.  Enseguida  se  levantĂł  y  fue  con  una  amiga  al  baĂąo.  Al  salir  me  tocĂł  la  espalda,  PH GL YXHOWD \ PH GLR XQ SDSHOLWR 0H KDEtD anotado  su  nombre  y  el  nĂşmero  de  celular.  Le  PDQGp PHQVDMHV DO WRTXH 1RV YLPRV XQ SDU GH veces  y  nos  pusimos  de  novios.  Salimos  un  aĂąo  y  medio.

El descampado. Todo ocurriĂł allĂ­.

Suerte. El Casino de Pico Truncado.

MUJER Â OBJETA. 30


RODOLFO  PALACIOS pueblos  se  dicen  muchas  mentiras.  Se  vive  del  SXWHUtR +DEHU VDOLGR FRQ ODV JHPHODV TXH SDUD muchos  eran  las  chicas  mĂĄs  lindas  del  pueblo,  QR IXH XQD IDQWDVtD ,JXDO WH YR\ D FRQIHVDU DOJR DQWHV GH TXH YHQJD OD JRUGD 9RV VDEpV TXH GHV-­ puĂŠs  intercambiamos  parejas.  Es  decir,  yo  me  puse  de  novio  con  la  Edith  y  Wilfredo,  el  novio  de  la  Edith,  se  puso  de  novio  con  la  Johana.  â€”ÂżEran  swingers? ²£1R 6H GLR DVt $Fi PXFKRV VH KDQ hecho  el  coco  pensando  chanchadas.  Algunos  sinvergĂźenzas  del  pueblo  me  han  puesto  un  apodo  fulero. —¿CuĂĄl? —Bin  Laden.  Osama  Bin  Laden. —¿Por? ²3RUTXH PH YROWHp D ODV JHPHODV ²¢/HV JXVWDUtD WHQHU KLMRV" ²SUHJXQWR como  para  cambiar  el  tono  de  la  charla. —Es  nuestro  sueĂąo.  Yo  madurĂŠ.  Te  voy  a  FRQIHVDU DOJR SRUTXH PH FDpV ELHQ ¢6DEpV XQD FRVD" +DFH GRV GtDV VRxp TXH (GLWK \ \R HVWi-­ bamos  abrazados.  Y  en  el  medio,  acurrucadito,  KDEtD XQ EHEp 1XHVWUR EHEp —¿QuĂŠ  dijo  ella  de  ese  sueĂąo? —Se  emocionĂł  hasta  las  lĂĄgrimas.  Tengo  otro  sueĂąo  lindo.  Ya  lo  soùÊ  como  tres  veces.  Los  dos  caminamos  por  la  playa,  sobre  la  arena,  descalzos  y  de  la  mano.  El  mar  es  azul  como  el  del  Caribe.  ²¢&XiQWRV KLMRV TXLHUHQ WHQHU" —Cuatro.  Nos  gustan  dos  nombres. —¿Los  puedo  saber? ²6t DXQTXH VL VH HQWHUD OD (GLWK PH PDWD 0DQWHQHORV HQ VHFUHWR R KDVWD TXH HOOD WH ORV diga.  Nos  gustan  los  nombres  Johana  y  Luisina.  â€”ÂżJohana  por  tu  exnovia  o  por  el  segun-­ do  nombre  de  Edith?

—¿Llegaste  a  salir  con  las  dos  al  mismo  tiempo? —No,  eso  nunca.  â€”ÂżA  Johana  la  dejaste  por  Edith? ²&RQ -RKDQD QRV VHSDUDPRV SRUTXH HOOD TXHUtD WHQHU KLMRV \ \R QR $GHPiV D -RKDQD QR le  gustaba  la  noche. —¿Y  cĂłmo  te  fuiste  enamorando  de  (GLWK" ²TXLHUR VDEHU —Con  el  tiempo.  Edith  era  mi  cuĂąada.  Su  QRYLR VH OODPDED :LOIUHGR 6DOtDPRV ORV FXD-­ tro.  A  veces  la  invitaba  a  salir  a  Johana  y  como  (GLWK HVWDED VROD YHQtD FRQ QRVRWURV 0H VHGX-­ jo  su  humildad,  su  sencillez,  su  bondad.  Ella  es  PX\ UHVHUYDGD 6X KHUPDQD TXH TXHUtD VHU PR-­ delo  y  hasta  fue  elegida  Reina  de  la  Belleza  de  Pico  Truncado,  era  mĂĄs  revoltosa.  Edith  ahora  FDSD] TXH TXLHUH PRGHODU )DPRVD \D HV —¿Nunca  las  confundiste? ²1R < HVR TXH HUDQ LJXDOHV +DVWD HO PLVPR WRQR GH YR] 3HUR -RKDQD VH SURGXFtD mĂĄs  y  Edith  es  mĂĄs  sencillita.  Igual  a  veces  la  YHR D (GLWK GH SHUÂżO \ PH SDUHFH TXH HV -RKD-­ QD 6H UtHQ LJXDO (O RWUR GtD VH OR GLMH (VR PH impresiona. —¿Johana  y  Edith  se  pelearon  por  vos? ²1R (GLWK OH IXH GH IUHQWH OH GLMR OR TXH nos  pasaba  y  Johana  lo  entendiĂł.  A  Johana  la  TXLVH $ (GLWK OD DPR ²&XDOTXLHU PDQXDO GH SVLFRORJtD GLUtD TXH HQ (GLWK YHV D -RKDQD \ TXH HQ HO IRQGR VHQ-­ WtV TXH OD UHHPSOD]DVWH R TXH -RKDQD VLJXH YLYD —Esas  son  pavadas. ²(Q OD FDXVD XQD WHVWLJR GLFH TXH OH GL-­ MLVWH D (GLWK TXH TXHUtDV VDOLU FRQ HOOD SRUTXH HQ 3LFR 7UXQFDGR HUD OR PiV SDUHFLGR TXH KD-­ EtD D -RKDQD —Eso  es  falso.  Esto  es  un  pueblo  y  en  los Â

ÂżCon cuĂĄl? Cingolani y una de las gemelas.

DalĂ­. El pub de Pico Truncado.

SE Â LLENAN Â LA Â BOCA Â HABLANDO Â DEL Â PUEBLO Â Y Â LO Â DEJAN Â TODO Â BABEADO. 31


LA  HISTORIA  DE  LAS  GEMELAS ²/DV GRV VH OODPDEDQ DVt < HV XQ OLQGR QRPEUH 3HUR PH JXVWD SRUTXH HV HO VHJXQGR nombre  de  Edith. —¿A  Johana  la  soĂąaste? —Yo  estaba  en  un  complejo  del  gas  del  Estado:  era  una  especie  de  puente  con  dos  puer-­ WDV ODWHUDOHV DELHUWDV (OOD YHQtD FDPLQDQGR Lloraba.  Yo  la  paraba  y  le  preguntaba:  ¿EstĂĄs  FRQWHQWD SRU OR TXH SDVy"ÂŞ < HOOD PH GHFtD Š1RÂŞ < VH LED WULVWH FRQ RWUD FKLFD —¿QuĂŠ  interpretaciĂłn  hacĂŠs  de  ese  sueĂąo? ²&UHR TXH -RKDQD FRQÂżUPDED TXH \R HUD LQRFHQWH 0H GDED OD UD]yQ SRUTXH \R OH SUH-­ JXQWDED VL HVWDED FRQWHQWD \ PH GHFtD TXH QR < HVWR OR VRxp GHVSXpV GHO MXLFLR 'HVSXpV GH TXH me  condenaran. En  este  momento,  la  gemela  entra  en  el  salĂłn  con  su  cuĂąada  Claudia.  Los  novios  se  sa-­ ludan  con  un  beso  apasionado.  Ellas  apoyan  en  OD PHVD ORV UDYLROHV TXH VREUDURQ GH OD QRFKH anterior  y  una  docena  de  empanadas  de  carne  y  GH MDPyQ \ TXHVR ²3UHJXQWiPH OR TXH TXLHUDV ²GLFH &LQ-­ JRODQL 1R OR KDFH FRQ WRQR GHVDÂżDQWH VLQR amistoso. ²¢5HFRUGiV DOJ~Q PRPHQWR TXH KD\DQ vivido  los  tres:  vos,  Johana  y  Edith? —JugĂĄbamos  mucho.  Siempre  me  acuer-­ GR GH XQD WDUGH HQ TXH ODV FDUJXp D FDEDOOLWR D ODV GRV (OODV PH SHGtDQ TXH FRUULHUD 3HUR QRV FDtPRV ¢7H DFRUGiV JRUGD" Edith  lo  mira  pero  no  dice  nada. Cingolani  insiste: ²¢1R WH DFRUGiV TXH QRV FDtPRV ORV WUHV" )XH HQ XQD HVTXLQD 8VWHGHV PH SHGtDQ TXH DSXUDUD 6RQ UHFXHUGRV TXH WH TXHGDQ (GLWK DVLHQWH FRQ OD FDEH]D TXL]iV SDUD conformar  a  su  novio. Â

Él  le  acaricia  el  pelo,  le  besa  el  cuello  con  ternura  y  dice:  ²0H OOHQy OD KXPLOGDG TXH WLHQH (GLWK (VR me  enamorĂł  de  ella.  Me  voy  tatuar  su  nombre. —Y  yo  me  voy  a  tatuar  las  iniciales  J  y  V  ²DJUHJD (GLWK² 3RU 9tFWRU \ -RKDQD Miro  a  Cingolani. ²¢6HQWtDV TXH HQ HO MXLFLR (GLWK WH DSR\D-­ ba  pese  a  estar  con  los  padres  y  con  una  camise-­ WD TXH SHGtD MXVWLFLD SRU VX KHUPDQD" ²(OOD SHGtD MXVWLFLD \ HVR HVWi ELHQ 0H miraba  como  al  hombre  de  su  vida,  no  como  al  asesino  de  su  hermana.  En  el  juicio  trataba  GH QR PLUDUOD SDUD TXH OD IDPLOLD QR OH GLMHUD QDGD 3HUR IXH GLItFLO (V WDQ OLQGD TXH OD PLUDGD VH PH LED VROD $UPDURQ XQD KLVWRULD IDOVD TXH comprĂł  el  juez.  La  hipĂłtesis  de  los  investiga-­ GRUHV HV TXH FRQ 0DUFRV \ -RKDQD QRV IXLPRV D FKDUODU D XQ GHVFDPSDGR /XHJR HO VDFy HO ÂżH-­ UUR OH PHWLy XQ EDOD]R \ PH OR SDVy D Pt SDUD TXH OH GLHUD RWUR EDOD]R (VR HV LQFUHtEOH —Yo  mirĂŠ  dos  veces  la  novela  ResistirĂŠ,  FRQ 3DEOR (FKDUUL \ )DELiQ 9HQD TXH KDFtD GH malo  â€”dice  Edith—.  Hace  poco  estaba  viendo  OD UHSHWLFLyQ 'LJR HVWR SRUTXH HQ HO VXHxR DSD-­ reciĂł  FabiĂĄn  Vena,  en  el  papel  de  Mauricio,  el  villano  de  la  novela.  Y  mi  hermana  estaba  rara.  1R WHQtD IRUPD 3DUHFtD XQ DOPD 7RGD LOXPLQD-­ da.  FabiĂĄn  Vena  la  acariciĂł,  ella  se  puso  a  llorar  \ DO ÂżQDO GLMRÂŤGLMRÂŤ Pero  Edith  no  termina  de  contar  el  sueĂąo.  Llora  y  Cingolani  la  abraza.  ¢4Xp KDEUi GLFKR HO HVSHFWUR RQtULFR GH -RKDQD" ¢/R VDEUp DOJ~Q GtD" 3LHQVR HQ HVR mientras  la  pareja  sigue  abrazada;Íž  me  siento  atrapado  en  la  madeja  de  un  mensaje  cifrado.  2 DO PHQRV HVR PH SDVDUi FDGD YH] TXH ORV protagonistas  de  esta  historia  me  cuenten  sus Â

CĂĄrcel. Edith y Cingolani, juntos.

Camiseta. Edith con el rostro de Johana.

TATUARSE Â SECRETOS Â DENTRO Â DE Â UNA Â ARRUGA. 32


RODOLFO Â PALACIOS

S

alimos  de  la  cĂĄrcel  y  subimos  a  la  camio-­ neta  de  Claudia.  Son  las  siete  de  la  tarde  pero  parece  mucho  mĂĄs  temprano.  En  Pico  Truncado  anochece  a  las  nueve  de  la  noche.  La  temperatura  supera  los  treinta  grados  y  en  una  UDGLR ORFDO GLFHQ TXH HV XQD PDUFD KLVWyULFD TXH KDFH PiV FDORU TXH HQ HO QRUWH DUJHQWLQR Ahora  haremos  un  paseo  hacia  el  pasado,  ha-­ FLD OD PDGUXJDGD HQ OD TXH YtFWLPD \ DVHVLQR TXHGDURQ FDUD D FDUD HQ HVH LQVWDQWH LUUHYHUVL-­ EOH HQ HO TXH XQD SHUVRQD PDWD D RWUD \ VH PDWD D Vt PLVPD 6LHQWR XQD WHQVLyQ TXH QR OOHJD D ser  incomodidad:  he  recorrido  muchas  escenas  del  crimen,  he  caminado  por  donde  caminaron  ODV YtFWLPDV DQWHV GH VHU DUUHEDWDGDV GH HVWH mundo.  Pero  esta  vez  es  distinta:  voy  al  lugar  GH ORV KHFKRV FRQ XQD PXMHU TXH HV LJXDO D OD asesinada.  Ahora  pasamos  por  la  plaza  del  pueblo,  FRQYHUWLGD HQ FHQWUR GH UHXQLyQ GH MyYHQHV TXH se  pasan  botellas  de  cerveza  mientras  escuchan  $JDSRUQLV HO JUXSR FKHWR GH FXPELD TXH IDV-­ cina  a  los  porteĂąos.  Enfrente  estĂĄ  el  Casino,  un  HGLÂżFLR GRUDGR TXH GHVHQWRQD FRQ HO OXJDU SD-­ rece  trasplantado  de  una  ciudad  bulliciosa.  ²$Fi HVWXYR 9tFWRU OD QRFKH HQ TXH PD-­ taron  a  Johana  â€”dice  Claudia.  Seguimos  viaje  hacia  un  barrio  situado  a  unas  cinco  cuadras  del  FHQWUR Š3XWD FDEDUHWHUDÂŞ VH OHH HQ XQD FDVLWD ²$Kt YLYH OD DPLJD GH PL KHUPDQR TXH WUDEDMD HQ HO FDEDUHW Š7X 1RFKHÂŞ $Kt HVWXYR ĂŠl  mientras  mataban  a  Johana  â€”sigue  Claudia.  Edith  va  a  su  lado,  callada,  atenta  a  todo.  Pasa-­ PRV SRU XQD FDOOH LQWHUQD 0H FXHQWDQ TXH HO FLQH FHUUy KDFH UDWR \ TXH HO WHDWUR GHO SXHEOR abre  cada  tanto:  ese  cada  tanto  puede  durar  dos  aĂąos.  Osvaldo  Maimo,  te  merecĂŠs  un  monu-­ PHQWRÂŤHQFLPD WX\RÂŞ VH OHH HQ XQ JUDÂżWL HV-­

 Ella  pedía  justicia  y  eso  estå  bien.  Me  miraba  como  al  hombre  de  su  vida,  no  como  al  asesino  de  su  hermana.

VXHxRV (OORV FUHHQ TXH GHWUiV GH HVDV LPiJH-­ nes  fragmentadas,  como  escenas  arrancadas  a  SHOtFXODV FX\R JpQHUR VHUtD LPSRVLEOH DGLYLQDU VH RFXOWD XQD YHUGDG 1R TXLHUR SUHJXQWDU FXiO IXH HO ÂżQDO GH HVH VXHxR TXH WDQWR DWRUPHQWD D Edith.  Volvemos  a  tomar  mate,  a  jugar  al  Lu-­ domatic.  Esta  vez  gana  Edith  y  el  perdedor  es  Cingolani.  ²£7LHPSR ²JULWD XQ JXDUGLD SDUD GDU SRU ÂżQDOL]DGR HO KRUDULR GH YLVLWD $QWHV GH GHV-­ pedirnos,  Cingolani  les  dice  a  Edith  y  a  Claudia: —Lleven  al  Rodolfo  a  la  escena  del  cri-­ PHQ \ D KDFHU HO UHFRUULGR TXH VHJ~Q OD SROLFtD hice  hasta  matar  a  Johana. Sigo  pensando  en  el  sueĂąo  inconcluso  de  Edith.  Mejor  dicho:  en  el  relato  inconcluso  del  sueĂąo.  ¿QuĂŠ  dijo  Johana?  No  es  el  momento  de  preguntarlo. Â

FabiĂĄn Vena. El villano de ÂŤResistirĂŠÂť.

Claudia. La hermana de Cingolani.

ME Â ESTOY Â ARMANDO Â UN Â CINE Â EN Â CASA. Â YA Â TENGO Â LA Â OSCURIDAD. 33


LA  HISTORIA  DE  LAS  GEMELAS tampado  en  un  paredĂłn,  dedicado  al  intendente  peronista  del  pueblo. Salimos  del  centro  y  tomamos  la  Ruta  44.  A  lo  lejos  se  ven  cuatro  molinos  de  viento  de  una  planta  hidrĂłgena.  Es  una  zona  de  descam-­ pados:  en  algunos  hay  altares  del  Gauchito  Gil,  y  en  otros  hay  criaderos  de  lombrices  de  tierra  o  GH FDEDOORV GH FDUUHUD 7DPELpQ KD\ TXLQWDV FRQ LQYHUQDGHURV \ HVWiQ ²FHUFD² ODV YtDV PXHU-­ WDV GHO WUHQ TXH GHMy GH SDVDU HO TXLQFH GH HQH-­ ro  de  1978.  Atravesamos  un  camino  cubierto  de  SLHGUDV TXH OHYDQWD WLHUUD \ SROYLOOR D QXHVWUR paso.  El  viento  silba  un  sonido  parecido  al  de  XQD TXHQD 1RV DFHUDPRV D XQ ORWH TXH DKRUD estĂĄ  enrejado.  ²$Kt HQFRQWUDURQ D -RKDQD +DEtDQ puesto  una  cruz,  pero  alguien  comprĂł  el  terreno  y  lo  enrejĂł  para  construir  una  vivienda.  AcĂĄ  no  se  encontrĂł  ninguna  huella  de  mi  hermano. Eso  dice  Claudia,  mientras  estaciona  la  camioneta.  Edith  tiene  una  expresiĂłn  sobresal-­ tada,  al  borde  del  espanto,  como  si  ya  hubiese  estado  en  este  lugar.  Me  pregunto  si  su  madre  0DUFHOLQD WLHQH UD]yQ FXDQGR GLFH TXH DKRUD Johana  mira  a  travĂŠs  de  los  ojos  de  su  hermana.  Edith  llora  en  silencio.  Como  si  contemplara  su  propia  muerte.  â€”Ahora  vas  a  conocer  al  dinosaurio  del  pueblo  â€”avisa  Claudia  como  para  cambiar  de  clima.  Ese  dinosaurio  fue  construido  en  1997  por  el  artista  Carlos  Regazzoni  con  restos  de  chapa  y  chatarra.  Mide  diecisiete  metros  de  lar-­ go,  tres  de  ancho  y  cuatro  de  altura.  En  la  mole  KD\ JUDÂżWLV \ OH\HQGDV GH DPRU Hasta  este  lugar,  segĂşn  declarĂł  Edith  a  la  justicia,  Cingolani  la  llevĂł  obligada  en  un  auto  y  la  forzĂł  a  tener  sexo,  unos  meses  antes  del  cri-­ men  de  Johana.  Cingolani  amenazĂł  con  aban-­

GRQDU D (GLWK \ GLMR TXH SRGtD PDWDUOD \ TXH nadie  iba  a  culparlo  a  Êl.  Pero  Edith  ahora  jura  TXH HVR OR GLMR REOLJDGD SRU VXV SDGUHV 1R KD\ PXFKR PiV TXH PLUDU YROYHPRV Esta  noche,  Claudia  me  invita  otra  vez  a  su  casa.  Llevo  cerveza  y  una  parrillada  para  tres.  Edith  tiene  buen  apetito  y  sed.  Entre  los  dos  tomamos  dos  botellas  de  cerveza.  Claudia  va  hacia  su  pieza,  abre  un  cajón  y  vuelve  con  XQD FDMD OOHQD GH FDUWDV &DUWDV GH DPRU TXH Cingolani  le  mandó  en  secreto  a  Edith,  cuando  Êl  cayó  preso  y  estaban  distanciados.  Esas  car-­ WDV GLULJLGDV D (GLWK IXHURQ OHtGDV SRU &ODXGLD Edith  se  estå  enterando  en  este  momento.  No  ORJUR HQWHQGHU SRU TXp ODV OH\y OD KHUPDQD GH Cingolani  y  no  su  novia.  Cuando  se  lo  pregunte,  &LQJRODQL GLUi TXH OR KL]R SRU WLPLGH] SRUTXH QR TXHUtD SUHVLRQDU D (GLWK GXUDQWH HO SHUtRGR GH GXHOR TXH SDVy SRU HO DVHVLQDWR GH -RKDQD Ademås  estaban  un  poco  distanciados.  Claudia  PH SDVD XQD FDUWD TXH &LQJRODQL OH PDQGy D HOOD (a  Claudia):  Las  chicas  me  tienen  abandonado,  SHUR FXDQGR VDOJD OLEUH YDQ D FDHU D PLV SLHVª DOFDQ]R D OHHU \ SLHQVR TXp GLUi (GLWK FXDQGR lea  esa  frase.  Pero  ella  lee  todo  con  devoción.  Me  siento  un  testigo  privilegiado  de  esta  esce-­ QD GH VXV RMRV GH HQDPRUDGD OH\HQGR OR TXH VX novio  escribió  de  puùo  y  letra,  con  la  intención  GH TXH HOOD OR OH\HUD DOJ~Q GtD (VH GtD HV KR\ En  un  momento,  Edith  va  hacia  el  living  y  vuelve  con  fotos.  8Q SDU GH GtDV DQWHV VROR FRQVHJXtD GH Edith  el  silencio  o  la  indiferencia.  Hasta  llegó  a  tratarme  de  usted.  Pero  ahora  no  solo  me  cuenta  VXV VXHxRV VLQR TXH FRPSDUWH VXV UHFXHUGRV En  la  primera  tanda  de  fotos  aparece  con  su  gemela.  Las  dos  de  bebÊs,  de  niùas  (vesti-­ das  iguales,  con  conjuntitos  rosas)  y  de  ado-­

Los molinos. A la salida el pueblo.

El dinosaurio. La obra de Carlos Regazzoni.

VELĂ ZQUEZ, Â TODO Â MENTIRA. 34


RODOLFO  PALACIOS lescentes.  En  todas  las  imĂĄgenes  adivino  cuĂĄl  HV (GLWK QR Vp VL SRU FDVXDOLGDG R SRUTXH KD\ DOJR TXH OD GLIHUHQFLD GH VX KHUPDQD \ TXH QR logro  develar.  Ella  mira  las  fotos  conmigo.  Al  menos  en  las  fotos,  las  gemelas  son  insepara-­ bles.  Nunca  posan  solas.  Aparecen  sonrientes,  sacando  la  lengua,  serias,  abrazadas,  subidas  a  un  caballo.  En  la  segunda  tanda,  Edith  muestra  IRWRV TXH VH VDFy FRQ &LQJRODQL +D\ DOJXQDV GH XQ SDVHR URPiQWLFR TXH KLFLHURQ D RULOODV GHO UtR 'HVHDGR GRQGH DFDPSDURQ HQ XQD FXHYD cerca  de  los  cerros.  En  algunas  imĂĄgenes  Cin-­ golani  hace  muecas.  En  otras,  ambos  aparecen  en  un  gomĂłn.   ²¢9LVWH TXH WH PRVWUp WRGDV ODV IRWRV"  â€”me  dice  Edith. —Gracias.  La  cerveza  ya  estĂĄ  haciendo  HIHFWR 7RPDWH RWUD ²EURPHR HOOD UtH² 9LHQ-­ GR ODV IRWRV VH QRWD TXH FRQ WX KHUPDQD WHQtDQ una  comunicaciĂłn  especial. ²6t VL D XQD GH QRVRWUDV OH SDVDED DOJR OD RWUD OR VHQWtD —¿Por  ejemplo? —Cuando  Êramos  nenas  yo  le  dije  a  mi  PDPi TXH -RKDQD VH HVWDED KDFLHQGR SLV < DO UDWR YLQR PL KHUPDQD GHO SDWLR SDUD GHFLUOH TXH VH HVWDED KDFLHQGR SLV < FXDQGR \R WHQtD RQFH aĂąos  me  atropellĂł  un  auto  cuando  andaba  en  bicicleta.  Estuve  en  coma,  internada  en  Como-­ doro  Rivadavia.  Cuando  me  sacaron  el  respi-­ rador  me  hinchĂŠ  y  empecĂŠ  a  llamar  a  Johana.  Yo  estaba  con  mi  mamĂĄ  y  mi  hermana  estaba  en  Truncado  con  mi  papĂĄ.  Pero  mis  papĂĄs  me  FRQWDURQ TXH -RKDQD HPSH]y D GHFLU TXH \R OD llamaba.  Y  estĂĄbamos  a  mĂĄs  de  doscientos  kilĂł-­ metros  de  distancia. ²¢6HQWLVWH DOJR OD QRFKH HQ TXH OD PDWD-­ ron?  â€”le  pregunto.

Edith  hace  silencio.  Luego  respira  hondo  y  habla. —Estaba  como  rara.  IncĂłmoda.  Yo  estaba  FRQ DPLJDV 1R VDEtD TXp PH HVWDED SDVDQGR 1R OR SRGtD H[SOLFDU (UD XQ YDFtR LQPHQVR LleguĂŠ  a  casa  de  madrugada  y  pasĂł  algo  extra-­ Ăąo:  mi  reloj  se  detuvo  a  las  cuatro  y  media  de  la  maĂąana. 6H VXSRQH TXH D HVD KRUD -RKDQD HUD IXVL-­ lada  en  el  descampado. 'HVSXpV GH HVWD UHYHODFLyQ (GLWK GHFLGH FRQWDU HO ÂżQDO GHO VXHxR HQ HO TXH VX KHUPDQD aparece  como  un  fantasma.  Los  protagonistas  de  este  caso  buscan  la  verdad  en  los  sueĂąos.  Si  en  los  sueĂąos  de  Marcelina  â€”su  madre—,  Jo-­ KDQD FDPLQD HQ EODQFR \ QHJUR \ UtH HQ ORV GH su  hermana  y  los  de  Cingolani  llora  a  mares. —En  ese  sueĂąo  mi  hermana  era  un  alma.  < )DELiQ 9HQD TXH HVWDED HQ HO SDSHO GH OD QR-­ vela,  la  acariciaba.  Y  ella  lloraba. ²¢< TXp GHFtD" ²SUHJXQWp WRUSH \ DQ-­ VLRVR WHPtD TXH HO OODQWR LQWHUUXPSLHUD RWUD YH] HO ÂżQDO 3HUR QR KL]R IDOWD (GLWK HVWDED HQWHUD —Y  mi  hermana,  llorando,  dijo:  Fue  0DUFRV 0H PDWy 0DUFRVÂŞ ²¢< TXp VLJQLÂżFD HVR SDUD YRV" ²4XH 9tFWRU QR OD PDWy (VWi FODUR (O DVHVLQR HV 0DUFRV (O 7RVFR 0DUFRV 'tD] Es  tarde,  llega  la  hora  de  irse.  Camino  SRU ODV FDOOHV GH 3LFR 7UXQFDGR VLQ GHVWLQR ÂżMR Todo  estĂĄ  cerrado,  envuelto  en  una  oscuridad  TXH FRQYLHUWH HO FDPLQR HQ XQD ERFD GH ORER Las  únicas  luces,  estridentes  y  detectables  a  una  FXDGUD GH GLVWDQFLD VRQ ODV GH ORV SXWHUtRV 3RU ODV FDOOHV GHVÂżODQ DXWRV FRQ MyYHQHV TXH GDQ la  vuelta  al  perro.  Pasan  una  y  otra  vez,  lenta-­ mente,  escuchando  a  Gilda  o  a  Rodrigo.  Intento  HQWUDU HQ HO FDEDUHW Š7X 1RFKHÂŞ GRQGH WUDEDMD

Gauchito Gil. Altar en medio de la nada.

Edith. Mirando sus propias fotos.

DRAMAS Â DE Â LA Â VIDA Â REAL Â MALĂ?SIMAMENTE Â INTERPRETADOS Â EN Â LA Â VIDA Â REAL. 35


LA  HISTORIA  DE  LAS  GEMELAS 9DQHVD OD DPLJD GH &LQJRODQL \ OD PXMHU TXH el  hombre  usĂł  de  coartada,  pero  el  lugar  estĂĄ  cerrado.  A  tres  cuadras  estĂĄ  La  Reina  de  la  No-­ FKHÂŞ FRPR WRGR SXWLFOXE HV XQ VDOyQ YLHMR FRQ una  fonola,  una  barra  y  varias  chicas  sentadas  esperando  la  llegada  de  los  hombres  sedientos  de  alcohol  y  de  sexo.  En  este  lugar,  en  2012,  XQ WLSR TXH KDEtD VLGR HFKDGR SRU XQ SDWRYLFD SRU FDXVDU HVFiQGDORV HQ HO SURVWtEXOR EDOHy OD entrada  y  matĂł  a  un  cliente  e  hiriĂł  a  una  chica.  Entro  y  todos  (ellas  y  ellos)  me  miran.  Voy  a  la  barra  y  canjeo  la  entrada  por  un  whisky  nacional  con  hielo.  Se  me  acerca  una  mujer  descomunal,  alta,  sensual,  morena,  cabello  ondulado  castaĂąo,  ojos  felinos  y  labios  perfectos.  Lleva  corpiĂąo,  tanga  y  zapatos  rojos.  Su  desnudez  brilla  en  la  RVFXULGDG GHO SURVWtEXOR ²¢'H GyQGH VRV" ²OH SUHJXQWR ²'H GRQGH TXLHUDV ²GLFH FRQ FDGHQFLD colombiana.    No  pasarĂŠ  la  noche  con  ella.  Estoy  en  ese  lugar  para  tratar  de  buscar  pistas.  Estos  espacios  VyUGLGRV VRQ HO SDUDtVR LQIHUQDO SRU HO TXH VH PRYtD &LQJRODQL ²$Fi DOJXQDV PXFKDFKDV OR FRQRFtDQ < no  lo  creemos  capaz  de  lastimar  a  nadie.  Todo  OR FRQWUDULR EHEp XQ GtD XQ PDULQHUR OH SHJy D una  de  nosotras  y  Êl  saltĂł  a  defender  a  la  chica.  Otra  cosa  no  puedo  decir.  LleguĂŠ  de  Colombia  hace  un  mes. ²¢3RU TXp HOHJLVWH YHQLU D HVWH SXHEOR" ²3RUTXH KD\ PXFKR GLQHUR SDSL $PRU-­ FLWR DFi KD\ SHWUROHURV DEXUULGRV TXH EXVFDQ chicas  lindas.  La  mujer  me  acaricia  el  pelo. ²6t FRUD]yQ $Fi YDV D YHU JLWDQRV TXH YLHQHQ D YLYLU SRUTXH YHQGHQ VXV DXWRV < SROL-­ ]RQHV TXH YLHQHQ GH 'RPLQLFDQD R ĂˆIULFD SRU-­

TXH DFi SXHGHQ YLYLU GH DOJR ¢6DEHV XQD FRVD" —¿QuĂŠ? ²$Fi KD\ XQ IUXWR TXH VH OODPD FDODID-­ WH 6L OR GHYRUDV WH TXHGDV SDUD VLHPSUH HQ HVWH SXHEOR <R OR FRPt \ FUHR TXH HVWH HV PL OXJDU en  el  mundo. 1R TXLHUR SUREDU HO FDODIDWH En  el  local  suena  una  canciĂłn  de  Los  del  Fuego.  Pido  una  moneda  de  un  peso  y  me  DSRGHUR GH OD IRQROD %XVFR XQD FDQFLyQ TXH OHYDQWH HO FOLPD TXH OR YXHOYD IHVWLYR HQ YH] GH RVFXUR &DODPDUR HV HO ~QLFR URFNHUR TXH aparece  en  el  medio  de  Cristian  Castro,  Luis  0LJXHO 5RGULJR .DULQD 'DPDV *UDWLV $OFL-­ des,  Ricky  Maravilla  y  Arjona.  Elijo  Sin  do-­ FXPHQWRVÂŞ XQ KLW GH ORV QRYHQWD DĂŠjame  que  te  cierre  esta  noche  los  ojos  /  y  maĂąana  vendrĂŠ  con  un  cigarro  a  la  cama  /  porque  no  tengo  mĂĄs  intenciones  que  seguir  /  bebiendo  de  esta  copa  que  no  estĂĄ  tan  rota.  /  Quiero  ser  el  único  que  te  muerda  en  la  boca  /  quiero  saber  que  la  vida  contigo  no  va  a  terminar.  /  ¥Porque  sĂ­,  porque  sĂ­,  porque  sĂ­!  /  Porque  en  esta  vida  /  no  quiero  pasar  mĂĄs  de  un  dĂ­a  entero  sin  ti.  /  ¥Porque  sĂ­,  porque  sĂ­,  porque  sĂ­! Las  putas  cantan  y  bailan.  Los  hombres  se  VXPDQ (O OXJDU HV XQD ÂżHVWD 8QD GH ODV FKL-­ cas,  de  vestido  transparente,  me  saca  a  bailar  y  no  logro  negarme.  Soy  uno  mĂĄs.  Puedo  ser  un  marinero,  un  polizĂłn,  un  petrolero,  un  ca-­ PLRQHUR R XQ WLSR LQÂżHO 3HUR QR VR\ PiV TXH un  periodista  de  lentes  lleno  de  dudas.  La  chica  PH TXLHUH OOHYDU DO UHVHUYDGR 0H SLGH TXH OH pague  una  cerveza  con  un  pase  de  cien  pesos  y  SRU WUHVFLHQWRV PH LQYLWD D XQD FDVD TXH KD\ DO ODGR $OOt HQ DSHQDV PHGLD KRUD FXDOTXLHUD GH ORV KRPEUHV TXH DKRUD EDLODQ \ FDQWDQ SXHGH YDFLDU VXV PLVHULDV \ ²TXL]i² LQFOXVR SXHGH

El desierto. Un pueblo fantasma.

La reina de la noche. Un cabaret de dĂ­a.

HABĂ?A Â TAN Â POCA Â GENTE Â EN Â AQUEL Â PUEBLO, Â QUE Â LA Â PUTA Â TENĂ?A Â QUE Â HACER Â DE Â LOCO Â DURANTE Â EL Â DĂ?A. 36


RODOLFO  PALACIOS GHVFXEULU KRUURUL]DGR TXH HVWDV PXMHUHV HQ WDQ-­ JD VRQ D OD YH] PDGUHV \ H[WUDQMHUDV TXH QR YHQ a  sus  hijos  desde  hace  mucho  tiempo. Todo  â€”chicas  y  clientes—  forma  parte  GH XQD PLVPD GHVGLFKD 0H YR\ ÂżQDOPHQWH (O sueĂąo  y  el  cansancio  han  ganado. Â

'

Me  pregunto  quÊ  me  diferencia  de  un  cazador.  He  venido  a  este  lugar  a  cazar  imågenes,  intimidades,  recuerdos,  gestos,  silencios  y  frases  de  los  protagonistas  de  esta  historia.

RPLQJR SRU OD PDxDQD 0DUWtQ HO PDULGR de  Claudia,  acaba  de  llegar  de  Comodoro  Rivadavia,  donde  trabajĂł  en  un  pozo  petrolero.  Hoy  es  su  cumpleaĂąos  y  su  cordialidad  lo  lle-­ va  a  hacerme  una  doble  invitaciĂłn.  A  la  noche  harĂĄ  un  cordero  patagĂłnico  y  ahora  me  llevarĂĄ  a  dar  una  vuelta  por  la  zona  de  los  cerros.  Su-­ bimos  a  la  camioneta.  Por  la  ventanilla  puede  YHUVH HO &HUUR 7UXQFDGR VH OODPD DVt SRUTXH VX FLPD SDUHFH DSODVWDGD R LQFRPSOHWD TXH OH da  nombre  al  pueblo  y  pueden  verse  los  pozos  FRQ SHWUyOHR /RV FDPLRQHV FDUJDQ PiTXLQDV \ el  ruido  de  los  motores  se  impone  a  todo.  Hay  un  olor  parecido  al  de  los  talleres  mecĂĄnicos:  a  nafta,  grasa  y  aceite. —Si  veo  algĂşn  animalito,  voy  a  cazar   ²DQXQFLD 0DUWtQ 0H SUHJXQWR TXp PH GLIHUHQFLD GH XQ cazador.  He  venido  a  este  lugar  a  cazar  imĂĄge-­ nes,  intimidades,  recuerdos,  gestos,  silencios  y  frases  de  los  protagonistas  de  esta  historia.  Agazapado  y  acechante,  con  la  mirada  puesta  D GHVFXEULU HO PiV PtQLPR PRYLPLHQWR EXVTXp hurgar  en  las  profundidades  de  la  memoria  de  &LQJRODQL \ KDVWD SUREp SXQWHUtD SDUD FDSWXUDU los  sueĂąos  de  su  novia  Edith.  ²¢9HV DOJ~Q DYHVWUX]" ²SUHJXQWD 0DUWtQ —Por  ahora  no  â€”le  respondo  y  echo  un  vistazo  al  paisaje  monĂłtono.  Todo  parece  pinta-­ do  por  la  mano  de  un  artista  aburrido.

²£$Kt YD XQR ²JULWD 0DUWtQ \ DFHOHUD por  el  camino  de  tierra.  Levanta  polvo  a  los  costados  y  al  frente.  Adelante,  a  unos  cincuenta  PHWURV XQ DYHVWUX] FRUUH FRPR OR KDUtD HO &R-­ rrecaminos  ante  la  embestida  del  Coyote.  Pero  OD FDPLRQHWD GH 0DUWtQ QR HV HO FR\RWH GHO GLEX-­ jito:  alcanza  al  avestruz.  El  cazador  y  su  presa  estĂĄn  a  pocos  pasos.  A  pocos  segundos.  El  aves-­ WUX] VH TXHGD TXLHWR (O PLHGR OR SDUDOL]D (O DQLPDOLWR LJQRUD TXH OH TXHGDQ GLH] VHJXQGRV GH YLGD /R TXH WDUGH 0DUWtQ HQ IUHQDU OHYDQWDU HO ULĂ€H GH VXV SLHUQDV \ KDFHU SXQWHUtD 3XP (O primer  tiro  da  en  el  ala  derecha.  El  avestruz  se  tambalea. Â

MartĂ­n. El cuĂąado de Edith.

Toma uno. La caza del avestruz.

LA Â HERIDA Â SE Â QUEJA Â CON Â SANGRE. 37


LA  HISTORIA  DE  LAS  GEMELAS ²<D HVWi ²GLFH 0DUWtQ 6H EDMD FRUUH DO avestruz  unos  metros  y  lo  agarra  de  las  dos  pa-­ WDV /R WLUD HQ OD FDELQD GH OD FDPLRQHWD TXH VH llena  de  sangre  y  plumas. ²$Kt YD RWUR ²GLFH 0DUWtQ \ DFHOHUD OD FDPLRQHWD² 6L QRV TXHGDPRV DWDVFDGRV DFi no  nos  saca  nadie.  /XHJR IUHQD VDFD HO ULĂ€H \ KDFH SXQWHUtD 'HEHUi VHU SUHFLVR SRUTXH OH TXHGDQ FXDWUR ED-­ ODV 'RV GDQ HQ HO FXHUSR GH XQ DYHVWUX] 2WUD OH SHUIRUD OD SDWD D XQ ]RUULWR TXH DKRUD VH HV-­ cabulle  por  los  pastizales.  La  cuarta  da  al  pie  de  un  cerro.  â€”Esta  noche  vas  a  comer  corderito  pata-­ JyQLFR \ DYHVWUX] ²GLFH 0DUWtQ Con  la  camioneta  llena,  ahora  me  lleva  a  XQ OXJDU GRQGH KD\ RWURV VHUHV TXH IXHURQ FD-­ ]DGRV OD SHQLWHQFLDUtD $OOt PH HVSHUD &LQJR-­ lani  para  nuestro  segundo  encuentro.  En  la  sala  hay  ahora  una  mesa  de  ping-­pong  y  tres  mesas  RFXSDGDV FRQ RWURV SUHVRV TXH UHFLEHQ D VXV ID-­ miliares.  Uno  de  ellos  toca  la  guitarra  para  su  HVSRVD \ VX SHTXHxR KLMR Claudia  aparece  con  un  pan  casero  y  con  XQ WXSSHU FRQ OD FDUQH TXH VREUy DQRFKH —¿Jugamos  al  ping-­pong?  â€”pregunta  Cingolani. (GLWK OR DOLHQWD GHVGH XQ FRVWDGR DXQTXH D YHFHV KLQFKD SRU Pt SDUD IDVWLGLDU D VX QRYLR &LQJRODQL PH FDH ELHQ \ DXQTXH ODV SHULFLDV OR GHÂżQHQ FRPR DOJXLHQ SHOLJURVR FRQ UDVJRV SVLFR-­ pĂĄticos,  me  parece  un  buen  tipo.  MĂĄs  allĂĄ  de  eso,  no  sĂŠ  si  estoy  jugando  al  ping-­pong  con  un  asesi-­ QR GHVSLDGDGR R FRQ XQ LQRFHQWH TXH HVWi SUHVR Cingolani  tiene  un  golpe  potente.  Soy  FRPR ORV FKLQRVÂŞ EURPHD 3HUR OH JDQR HO SDU-­ tido  21  a  16.  Pide  revancha  inmediata.  Esta  vez  (GLWK VH TXHGD VHQWDGD FRQ &ODXGLD 6RQ WHVWL-­

JRV GH OD SDOL]D TXH PH GD &LQJRODQL 3DUHFLHUD TXH VX SDOHWD GLULJH OD SHORWLWD D VX DQWRMR (Q uno  de  sus  remates  la  pelotita  fue  a  dar  a  la  ca-­ beza  de  Edith. —Ahora  me  van  a  volver  a  acusar  de  gol-­ peador  â€”dice  Cingolani. 'HVSXpV GH PL GHUURWD LQYLWR D SDVDU D (GLWK 6H DFHUFD FRQ WLPLGH] GLFH TXH HV PDOD jugadora.  Pero  a  los  pocos  segundos  me  gana  cuatro  a  cero.  Cingolani,  desde  un  costado,  se  UtH \ VH EXUOD GH PL SREUH FRPLHQ]R 5HSXQWR con  tiros  rĂĄpidos.  Trato  de  no  mirar  el  escote  de  (GLWK QL VX EHOOD FDUD SRUTXH SRGUtD WHQHU SUR-­ blemas.  Y  me  pregunto  si  mi  mal  juego  se  debe  a  TXH &LQJRODQL PH LQWLPLGD R D TXH OD EHOOH]D GH Edith  me  encandila.  Pero  dejo  de  pensar  en  eso  y  ahora  voy  ganando.  Edith  se  mueve  con  rapi-­ dez,  protesta  como  una  niĂąa  caprichosa  cuando  pega  mal  o  cuando  la  sorprendo  con  un  punto  preciso.  Vamos  17  a  14.  Luego  nos  ponemos  17  iguales  y  Cingolani  le  toca  la  cola  para  festejar,  SHUR HOOD VH LQFRPRGD \ OH GLFH TXH OD GHMH MXJDU WUDQTXLOD SRUTXH OD GHVFRQFHQWUD 7LHQH UD]yQ se  vuelve  a  dispersar  cuando  Êl  la  abraza  o  le  GLFH FyPR PHMRUDU HO VDTXH 0L WULXQIR HV LQDSH-­ ODEOH D 4XH SDVH HO TXH VLJXH (O TXH VLJXH HV &LQJRODQL Mientras  jugamos  aprovecho  para  hacerle  preguntas.  â€”ÂżTuviste  una  infancia  feliz?  â€”le  digo  mientras  corro  de  un  costado  a  otro  ante  su  pe-­ loteo  insistente. ²6t $ Pt \ D PL KHUPDQD QR QRV IDOWy nada.  Mi  viejo  muriĂł  cuando  Êramos  chicos.  7XYR XQ LQIDUWR < PL YLHMD WXYR TXH VDOLU D limpiar  casas  por  hora.  Claudia  fue  como  una  VHJXQGD PDGUH SDUD Pt ²UHVSRQGH &LQJRODQL TXH PH JDQD FLQFR D GRV

Toma dos. El avestruz cazado.

Regreso. A la cĂĄrcel de Pico Truncado.

PERSIGO Â AL Â AVESTRUZ Â POR Â TODA Â LA Â HABITACIĂ“N Â PARA Â QUE Â DESEMPOLVE Â LOS Â MUEBLES. 38


RODOLFO  PALACIOS Saco  y  le  pregunto  si  alguna  vez  pensĂł  en  irse  a  una  ciudad  grande. 9tFWRU &LQJRODQL UHVSRQGH FRQ XQ UHYpV cruzado  y  dice: —El  pueblo  siempre  es  triste.  No  hay  nada  para  hacer.  No  cruzarte  con  alguien  en  un  SXHEOR FKLFR VLJQLÂżFD QR VDOLU D OD FDOOH Me  va  ganando  12  a  3.  El  partido  es  irre-­ montable.  En  la  mesa,  Edith  y  Claudia  juegan  DO /XGRPDWLF \ WRPDQ PDWH FRQ EXGtQ 1R KD\ JXDUGLDV D OD YLVWD SHUR PH FRQWDURQ TXH YLJL-­ ODQ SRU XQRV YHQWLOXFHV TXH GDQ DO VDOyQ —Mi  sueĂąo  es  construir  una  casa,  pasar  ODV YDFDFLRQHV HQ HO 3DUTXH GH OD &RVWD HQ 7L-­ gre,  y  envejecer  con  Edith.  Y  jugar  con  nuestros  hijos:  hacer  muĂąecos  de  nieve  o  atar  unas  cajas  D ODV ELFLV \ MXJDU D TXH HV XQ WULQHR FRPR \R KDFtD GH SLEH El  partido  sigue  pero  yo  estoy  en  otra  FRVD D &LQJRODQL PH FXHQWD TXH VLHPSUH OH JXVWy HO ULHVJR TXH FRUUtD SLFDGDV \ TXH OOHJy a  ir  a  doscientos  kilĂłmetros  por  hora.  Una  vez  OH VDFy XQD IRWR DO YHORFtPHWUR FRQ HVH UHJLVWUR Fin  del  partido.  Me  gana  21  a  8.  ²£/H GL XQD SDOL]D ²OH GLFH D (GLWK \ OD abraza—.  El  Remigio  va  a  soĂąar  con  esto.  â€”Hablando  de  eso  â€”intervengo—,  ¿tu-­ viste  mĂĄs  sueĂąos  interesantes?  â€”ÂżLos  cuento?  â€”le  pregunta  Cingolani  a  Edith,  buscando  su  aprobaciĂłn. Ella  lo  mira,  seria. —¿Puedo  contarlos,  mi  amor?  â€”insiste  Êl.  ²$ ORV WX\RV FRQWDORV $ ORV PtRV GHMi-­ los  donde  estĂĄn,  bien  guardaditos. (GLWK VRQUtH FRQ XQD UDUD GXO]XUD &LQJR-­ lani  habla: ²$QRFKH RWUD YH] VRxp TXH HVWiEDPRV con  la  Edith  juntitos,  en  la  playa  de  Las  Gru-­

Cingolani  me  cae  bien  y  aunque  las  SHULFLDV OR GH¿QHQ como  alguien  peligroso  con  rasgos  psicopåticos,  me  parece  un  buen  tipo.  Mås  allå  de  eso,  no  sÊ  si  estoy  jugando  al  ping-­pong  con  un  asesino  despiadado  o  con  un  inocente  que  estå  preso.

La pareja. El amor en dĂ­as de visita.

Ăšltima mirada. Edith Casas.

ES  USTED  UN  PÉSIMO  ASESINO:  PARECE  UN  ASESINO. 39


LA  HISTORIA  DE  LAS  GEMELAS WDV ¢6DEtDV TXH WHQHPRV ODV DOLDQ]DV" /DV FRPSUp FRQ ORV EDQTXLWRV \ PHVLWDV TXH IDEUL-­ TXp \ YHQGt < WRPDPRV OD GHFLVLyQ GH FDVDUQRV HO FDWRUFH GH IHEUHUR HO 'tD GH ORV (QDPRUDGRV Yo  me  voy  a  poner  un  traje  azul  y  Edith  un  ves-­ WLGR FRUWR TXH QR TXLHUR YHU SRUTXH WUDH VXHUWH 'HVSXpV GH GDU HO Vt HQ HO 5HJLVWUR &LYLO YDPRV D WHQHU QXHVWUD YLVLWD tQWLPD HQ OD FiUFHO 1XHV-­ WUD OXQD GH PLHO +D\ PHGLRV TXH TXLHUHQ FRP-­ prar  la  exclusividad  del  casorio,  pero  eso  no  se  negocia.  No  somos  famosos  de  la  revista  Caras. (O GtD GHO FDVDPLHQWR pO HVWDUi GH WUDMH \ corbata,  y  ella  llevarĂĄ  un  vestido  corto,  fucsia,  pegado  al  cuerpo.  Su  belleza  â€”y  el  escĂĄnda-­ OR GH OD FHUHPRQLD² VHUiQ WDQ QRWDEOHV TXH OD revista  Playboy  incluso  pensarĂĄ  en  hacer  con  Edith  una  sesiĂłn  de  fotos.  Pero  ahora  ninguno  de  los  novios  imagina  un  futuro  semejante.  Al  salir  por  el  pasillo  angosto  miro  a  tra-­ vĂŠs  de  uno  de  los  ventiluces  para  tener  la  pers-­ SHFWLYD GH ORV JXDUGLDV (O TXH HOLMR SDUD YHU KDFLD HO VDOyQ HV MXVWR HO TXH PXHVWUD D &LQJR-­ lani  y  Edith.  Ellos  no  pueden  verme.  Pero  yo  Vt HVWiQ DEUD]DGRV \ VH EHVDQ FRQ SDVLyQ &RQ HVRV EHVRV TXH VH YHQ HQ ODV SHOtFXODV URPiQWL-­ cas,  pero  no  en  las  cĂĄrceles. V PL FXDUWR GtD HQ 3LFR 7UXQFDGR <D QR PH VLHQWR REVHUYDGR SRU WRGRV DXQTXH PDQWHQ-­ JR XQ SRGHU TXH PH KDFH GLVWLQWR D ORV SREODGR-­ res:  mis  secretos,  a  diferencia  de  los  suyos,  estĂĄn  resguardados.  Mantener  un  secreto  en  un  pueblo  ŠHVH PRQVWUXR GH PLO FDEH]DVÂŞ FRPR GHFtD HO poeta  Alexander  Pope),  es  casi  imposible.  Todos,  en  Pico  Truncado,  hablan  del  ro-­ PDQFH TXH FRQPXHYH DO SDtV —La  piba  estĂĄ  loca  â€”dice  un  remisero.

²3DUD Pt TXH TXLHUH YHQJDUVH SHUR KXELH-­ VH HOHJLGR RWUR FDPLQR ²GLFH 0DUWKD NLRVTXH-­ ra,  acostumbrada  a  las  telenovelas  de  la  tarde. —El  tipo  anduvo  con  todas  las  minas  del  SXHEOR 1R Vp TXp OH YHQ 'HEH VHU XQ WRUR HQ OD cama  â€”arriesga  Mario,  mozo. Mientras  los  pobladores  hablan  y  esperan  HO QXHYR FDStWXOR GHO FXOHEUyQ 0DUFHOLQD YXHO-­ ve  a  recibirme  en  su  casa. —Si  se  casan,  serĂĄ  como  otro  crimen   â€”reitera,  como  la  primera  vez—.  Como  si  me  hubiesen  matado  otro  hijo.   â€”ÂżUsted  desde  un  comienzo  aceptĂł  la  relaciĂłn? —Cuando  Johana  empezĂł  a  salir  con  Cin-­ JRODQL WHQtD TXLQFH DxRV )XH HQ $XWRULFp HO QRYLD]JR SRUTXH HUD PHMRU HVR DQWHV GH TXH vagara  por  la  calle. —¿Fue  testigo  de  algĂşn  tipo  de  maltrato? ²8QD YH] DFi XQ GtD URPSLy XQ YLGULR GH la  ventana.  TirĂł  una  piĂąa  a  Johana  y  la  mano  SDVy GH ODUJR (OOD QR TXHUtD VDEHU QDGD FRQ pO < (GLWK VLHPSUH QRV GLMR TXH &LQJRODQL OD KDEtD REOLJDGR D VDOLU FRQ pO TXH OD WHQtD DPHQD]DGD /H GLMR TXH VL QR HUD VX QRYLD pO LED D PDWDU D VX familia  o  prendernos  fuego  la  casa.  Por  eso  no  volviĂł  a  acusarlo.  A  Johana  le  pegaba  y  a  Edith  WDPELpQ $QWHV GH TXH DSDUHFLHUD &LQJRODQL HQ sus  vidas,  mis  hijas  eran  inseparables.  Johana  era  mĂĄs  gordita,  mĂĄs  comunicativa  y  mĂĄs  cari-­ xRVD 'H FKLTXLWDV ODV YHVWtD LJXDO 0DUFHOLQD FXHQWD TXH OD SULPHUD HQ QDFHU IXH (GLWK $ ORV TXLQFH PLQXWRV OOHJy -RKDQD Jugaban  mucho  entre  ellas  y  la  comunicaciĂłn  era  especial.  Si  a  una  le  pasaba  algo,  dice  su  PDGUH OD RWUD OR SUHVHQWtD ²/D ~OWLPD YH] TXH OD YL D (GLWK PH VD-­ ludĂł  desde  la  puerta.  Estaba  vestida  de  negro. Â

Vecinos. Gente de Pico Truncado.

Madre. La sombra de Marcelina.

E

I Â WANT Â TO Â BREAK Â FREE Â (QUIERO Â ROMPER Â COSAS Â LIBREMENTE). 40


RODOLFO  PALACIOS Š&KDX PDPLÂŞ PH GLMR \ OHYDQWy OD PDQR 0H impresionĂł.  Era  Johanita.  Marcelina  llora.  En  este  lugar  hay  dos  pie-­ ]DV YDFtDV OD GH (GLWK \ OD GH -RKDQD /D FDVD TXHGy UHGXFLGD DO OLYLQJ D OD FRFLQD \ DO GRUPL-­ torio  principal.   $QWHV GH LUPH OH UHFXHUGR TXH HQ PL SUL-­ PHUD YLVLWD PH KDEtD KDEODGR GH XQ VXHxR KR-­ UUHQGR TXH QR KDEtD OOHJDGR D FRQWDUPH (VWD YH] lo  revela  con  todos  los  detalles,  sentada  frente  a  una  mesa,  con  las  manos  entrelazadas  y  los  ojos  entreabiertos,  como  si  estuviera  en  trance.  â€”Edith  y  Johana  estĂĄn  en  la  misma  cama.  9HVWLGDV LJXDO 'H UHSHQWH &LQJRODQL VH WUDQV-­ forma  en  un  monstruo  y  golpea  a  Johana  y  la  mata.  Y  Edith,  atemorizada,  no  hace  nada.  Solo  mira.  Cingolani  descuartiza  a  su  hermana,  la  pone  adentro  de  una  olla  grande  y  se  va  de  la  FDVD (GLWK TXHGD LQPRYLOL]DGD 3LHQVR TXH HQ OD YLGD UHDO SDVD HVR (GLWK HVWi KDFLHQGR OR TXH QR TXLHUH KDFHU /R TXH OH REOLJDQ D KDFHU /D pobre  estĂĄ  loca.  Johana  estĂĄ  muy  enojada  con  su  hermana.  Edith  se  burlĂł  en  vida  de  ella  y  ahora  de  muerta.  Es  una  doble  traiciĂłn. Marcelina  habla  de  su  hija  asesinada  en  presente. Un  rato  despuĂŠs  me  despido  de  ella  y  voy  caminando  hacia  la  plaza.  En  la  puerta  del  ca-­ sino  hay  un  hombre  parado  como  una  estatua.  Es  enjuto  y  tiene  pelo  corto,  barba  rala,  mirada  KXLGL]D \ XQD YHVWLPHQWD D~Q PiV OODPDWLYD TXH sus  gestos  aparatosos.  A  ese  hombrecito  todos  OR FRQRFHQ FRPR 7DWi HV HO ORFR RÂżFLDO GHO SXH-­ blo.  Luce  corbata,  saco,  pantalĂłn  de  vestir  y  una  camisa  con  estampados  chillones  con  forma  de  SHTXHxRV UD\RV 7DWi WLHQH OD PHQWH GH XQ QLxR de  ocho  aĂąos,  el  vocabulario  de  uno  de  tres  y  el  cuerpo  de  un  hombre  de  cuarenta. Â

No  creo  haber  visto  un  loco  de  pueblo  tan  peculiar.  A  mi  memoria  vienen  otros  persona-­ MHV LQVyOLWRV TXH FRQRFt VHUHV TXH KDELWDQ RWUR pliego  de  la  realidad.  Recuerdo  al  hombre  FDFKHWDGDÂŞ /R GHVFXEUt XQD PDxDQD HQ &RQV-­ WLWXFLyQ HQ XQD HVTXLQD DJD]DSDGR FRPR XQ SHUUR UDELRVR 'H FDGD GRV R WUHV SHUVRQDV TXH SDVDEDQ SRU HVH OXJDU XQD GH HOODV UHFLEtD XQD FDFKHWDGD VRUSUHVLYD H LQMXVWLÂżFDGD 8QD YH] OR observĂŠ  durante  poco  mĂĄs  de  una  hora,  como  si  estuviese  ante  un  nĂşmero  de  circo  o  en  el  me-­ dio  de  un  episodio  de  /RV WUHV FKLĂ€DGRV.  TratĂŠ  GH DGLYLQDU SDUD PLV DGHQWURV TXLpQ VH VDOYDUtD GHO JROSH \ TXLpQ QR +RPEUHV PXMHUHV DQ-­ FLDQRV \ KDVWD QLxRV SRGtDQ FDHU HQ OD WUDPSD FRQ IRUPD GH PDQR DELHUWD TXH HO ORFR OHV WHQtD preparada. Pero  TatĂĄ  es  único.  Es  una  especie  de  camaleĂłn,  como  Zelig,  la  criatura  de  Woody  $OOHQ TXH PXWDED FRQ VX DOUHGHGRU +D\ GtDV HQ ORV TXH 7DWi VH YLVWH FRPR XQ SROLFtD \ GH-­ WLHQH DO TXH QR OR VDOXGD $ YHFHV VH FDO]D HO uniforme  de  bombero  y  apaga  incendios  imagi-­ narios.  Una  noche  lo  vieron  vestido  de  ladrĂłn:  con  antifaz  y  una  pistola  de  juguete,  simulando  esconder  un  tesoro  bajo  una  baldosa.  â€”El  pueblo  se  encariùó  con  TatĂĄ.  Es  una  atracciĂłn.  Entre  todos  le  damos  disfraces  para  TXH VH SRQJD 8QD YH] VH GLVIUD]y GH JHUHQWH GHO FDVLQR ÂŁ3RGpV FUHHU TXH QR WH GDED EROD —cuenta  Margot  SĂĄez,  una  vecina. TatĂĄ  es  una  celebridad:  los  jĂłvenes  le  con-­ vidan  cerveza  y  Êl  toma  del  pico  de  la  botella.  A  veces,  cuando  ve  una  chica  linda,  saca  un  te-­ OpIRQR FHOXODU TXH QR DQGD \ ÂżQJH KDEODU FRQ una  mujer: —Mamor  tamo,  tamo  mamor.  Mua  mua  PXD WHTXHUR PXWR 0XWtVLPR

Vistas. El pueblo, la plaza.

TatĂĄ. El mĂĄs querido del pueblo.

SE Â LLAMA Â LOCO Â A Â CUALQUIER Â DESENFADADO. 41


LA  HISTORIA  DE  LAS  GEMELAS sa.  Una  de  ellas  fue  la  de  la  perito  Alejandra  $]SLUR] TXLHQ GHFODUy HQ HO MXLFLR TXH HQ ORV H[iPHQHV &LQJRODQL KDEtD GLEXMDGR XQD ¿JXUD con  una  raya  en  el  pecho,  justo  a  la  altura  donde  -RKDQD KDEtD UHFLELGR ORV EDOD]RV Š1R OH LP-­ SRUWD TXH VXV QRYLDV VLPXOWiQHDV VHDQ JHPHODV por  su  modalidad  cuasi  incestuosa,  pero  ellas  se  pelean  por  Êl  como  salida  a  una  triangulación  HGtSLFDª HVFULELy $VSLUR] HQ VX LQIRUPH Pero  Edith  y  Cingolani  no  le  dieron  im-­ portancia.  Ignoran  el  mito  de  Edipo  y  descono-­ FHQ ODV WHRUtDV GH )UHXG

¿Ves  que  estå  poseída?, bromea  Claudia seùalando  a  Edith.  Š/D PDGUH DO ¿QDO tiene  razón.

Le  saco  una  foto  y  posa  con  gusto.  ²¢'H TXp VH GLVIUD]y 7DWi" ²OH SUHJXQWR ²'H 7DWi GH 7DWi EHQR ²PH UHVSRQGH Mås  tarde,  cuando  le  diga  sobre  mi  en-­ cuentro  con  Tatå,  Edith  me  contarå  la  historia  GHO ORFR 'HWUiV GH OR SLQWRUHVFR \ OR PRQVWUXR-­ so  suele  ocultarse  lo  trågico: ²(O SREUH TXHGy WRQWLWR SRU ODV SDOL]DV TXH OH GDED HO SDGUH FXDQGR HUD FKLFR ²GLUi Las  vueltas  de  la  vida,  ahora  Edith  es  vista  por  algunos  como  la  loca  del  pueblo.  Su  PDGUH OD YH DVt < QR VROR HOOD 0XFKRV QR VH explican  cómo  puede  Edith  estar  noviando  con  el  hombre  condenado  por  el  crimen  de  su  hermana.  TÊcnicamente,  sin  embargo,  Edith  HVWi HQ VXV FDEDOHV $ WDO SXQWR TXH ODV SHUL-­ cias  psicológicas  autorizaron  la  boda  con  Cin-­ JRODQL SRUTXH (GLWK ŠQR SUHVHQWD GLVIXQFLyQ SVLFROyJLFD R PHQWDO TXH OH LPSLGD FRQWUDHU PDWULPRQLRª &LQJRODQL \ (GLWK VH UtHQ GH WRGDV ODV FRQFOXVLRQHV SVLFROyJLFDV TXH KXER HQ OD FDX-­

1RFKH Ă°QDO El corderito patagĂłnico.

E

sta  noche  tengo  un  plan.  Soy  uno  de  los  in-­ YLWDGRV DO FXPSOHDxRV GH 0DUWtQ HO PDULGR de  Claudia,  el  cuĂąado  de  Cingolani.  MaĂąana  volverĂŠ  a  Buenos  Aires.  La  despedida  no  pue-­ de  ser  mejor:  Fernet  con  Coca  Cola  y  corderito  patagĂłnico.  El  agasajado  trabaja  en  el  fogĂłn,  transpirado  por  el  fuego.  â€”TomĂĄ,  vas  a  ser  el  primero  en  probar-­ OR SRUTXH IXLVWH PL DVLVWHQWH ²GLFH \ PH GD D probar  un  pedazo  de  avestruz  pinchado  en  un  tenedor.  El  sabor  es  delicioso.  Ya  no  siento  cul-­ SD SRU OD FDFHUtD GH HVWD PDxDQD (Q HO TXLQFKR KD\ RWURV LQYLWDGRV &ULV-­ WLQD OD PDGUH GH 9tFWRU \ &ODXGLD HO SDGUH GH 0DUWtQ XQ JUXSR GH YHFLQRV HQWUH HOORV 0DU-­ got,  Miguel  y  sus  hijas  mellizas)  y  amigos  de  sus  hijos.  Edith  y  Claudia  limpian  los  vidrios  GH XQD SXHUWD FRUUHGL]D TXH FRQGXFH DO OLYLQJ ²'DOH (GLWK OXVWUi ELHQ 'DOH 1R VHUYtV para  nada.  Si  no  limpiĂĄs,  no  comĂŠs  â€”bromea  &ODXGLD /XHJR DJUHJD² 3RQp HQ OD QRWD TXH OD WHQHPRV VHFXHVWUDGD TXH OD REOLJDPRV D HV-­ WDU DFi \ OH GHFLPRV OR TXH WLHQH TXH KDEODU (GLWK VH UtH

Claudia. La torta de cumpleaĂąos.

TE Â INVITO Â A Â MI Â FIESTITA. Â LA Â CITA Â ES Â DE Â 17:00 Â A Â 17:03. 42


RODOLFO  PALACIOS $XQTXH KD\ RWURV OXJDUHV OD JHPHOD VH VLHQWD DO ODGR PtR 6p TXH PH IDOWDQ SUHJXQWDV por  hacerle  y  esta  es  mi  última  noche  en  el  pue-­ blo.  Ahora  ella  y  Claudia  me  muestran  mĂĄs  fo-­ tos.  Miramos  cuatro  ålbumes  de  la  infancia  de  Cingolani.  Edith  mira  las  fotos  fascinada. ²£4Xp OLQGR ²H[FODPD FXDQGR YH XQD imagen  de  su  novio  cuando  era  bebĂŠ.  Cingolani  aparece  en  distintas  situacio-­ nes,  muchas  veces  al  lado  de  su  hermana:  en  OD FXQD GXUDQWH VX SULPHU EDxR HQ HO MDUGtQ como  abanderado,  en  la  primaria,  en  la  secun-­ daria,  jugando  un  partido  de  fĂştbol,  de  viaje,  acampando  en  los  cerros,  como  parte  de  un  JUXSR GH JHQGDUPHUtD MXYHQLO OR GHMy GHVSXpV de  un  aĂąo),  en  cumpleaĂąos  (con  globos,  tortas,  JXLUQDOGDV \ DÂżFKHV GH 0LFNH\ \ HO 3DWR 'R-­ QDOG \ HQ ÂżHVWDV GH ÂżQ GH DxR 'H WRGDV HOODV KD\ XQD IRWR TXH PH OODPD OD DWHQFLyQ &LQJR-­ lani  estĂĄ  en  un  acto  infantil  sobre  un  escenario.  Tanto  Êl  como  sus  compaĂąeros  estĂĄn  disfraza-­ dos  de  cowboys  y  llevan  pistolas  de  juguete.  Todos  agarran  las  pistolas  con  una  mano,  salvo  &LQJRODQL TXH OD HPSXxD FRQ ODV GRV 6HJ~Q los  detectives,  Cingolani  agarrĂł  el  arma  con  las  GRV PDQRV GH OD PLVPD PDQHUD HQ OD TXH OR hace  en  esa  foto  de  su  infancia. ²1L VXHxHV TXH WH YDV D TXHGDU FRQ DO-­ guna  foto  â€”le  advierte  Cristina,  la  madre  de  Cingolani,  a  Edith. Edith  la  provoca  en  chiste:  saca  dos  fotos  y  se  las  pone  en  el  escote.  A  los  pocos  minutos,  las  fotos  desapare-­ FHQ &ULVWLQD FDVL GHVHVSHUDGD SUHJXQWD TXLpQ las  tiene.  Fue  Edith,  le  dice  Claudia.  Pero  es  broma.  Las  fotos  estĂĄn  guardadas  en  un  cajĂłn  GH OD FDVD &ULVWLQD ODV UHFXSHUD 6RQ PtDV GLFH Edith  pone  cara  de  mala. Â

²¢9HV TXH HVWi SRVHtGD" ²EURPHD &ODX-­ GLD² /D PDGUH DO ÂżQDO WLHQH UD]yQ ²6L GHVFXEULHUDV TXH 9tFWRU OD PDWy ¢VH-­ JXLUtDV FRQ pO" ²SUHJXQWR ²(VR QR YD D SDVDU SRUTXH pO QR IXH <R tambiĂŠn  creo  en  Êl.  Y  demasiadas  cosas  me  hi-­ FLHURQ YHU TXH pO QR HV FXOSDEOH 8QR QR SXHGH KDFHUVH FDUJR GH OR TXH QR KL]R ²3HUR DQWH OD MXVWLFLD GHFODUDVWH TXH pO WH SHJDED D YRV \ D -RKDQD TXH XQD YH] WXYR VH[R FRQ YRV SRU OD IXHU]D \ TXH SDUD YRV KDEtD WHQL-­ GR TXH YHU FRQ HO FULPHQ ²(VR OR GLMH SRUTXH PL SDSi PH SUHVLR-­ Qy < VHQWt TXH VL QR OR KDFtD LEDQ D SHQVDU TXH QR TXHUtD TXH VH VXSLHUD TXLpQ KDEtD PDWDGR D mi  hermana.  Edith  toma  cerveza,  ensimismada.  En  la  mesa  se  cuentan  chistes,  se  discute  sobre  fĂştbol,  y  la  madre  de  Cingolani  habla  de  su  fanatismo  SRU ODV PRWRV +RQGD \ GHVDItD D XQ VREULQR adolescente  a  correr  una  picada.  (GLWK YDFtD HO YDVR VH VLUYH PiV \ GHFLGH revelarme  sus  últimos  sueĂąos.  ²&UHR HQ ORV VXHxRV SRUTXH QR PLHQWHQ ²GLFH SRU OR EDMR (GLWK DGYLHUWH TXH D YHFHV VRQ WDQ QtWLGRV TXH ORV YLYH FRPR VL KXELHVHQ RFXUULGR $TXt YDQ WUHV GH HOORV $O SULPHU VXHxR OR OODPDUHPRV ŠHO LQWUXVRÂŞ ²0DUFRV 'tD] DSDUHFH SRU OD YHQWDQD GH la  casa  de  mi  mamĂĄ  y  mira  hacia  adentro.  EstĂĄ  vestido  a  rayas  negras  y  blancas.  Cuando  noso-­ tras  salimos  Êl  se  esconde. (O VHJXQGR VXHxR SRGUtD WLWXODUVH ŠOD OL-­ EHUWDGÂŞ ²$SDUHFH 9tFWRU HQ HO MX]JDGR URGHDGR GH SROLFtDV 3DVD PH PLUD \ PH VRQUtH SRUTXH YD D TXHGDU OLEUH 0L SDGUH HVWi VHQWDGR HQ XQ banco  y,  al  verlo  pasar,  baja  la  vista.  El  sueĂąo Â

Costumbre. Foto escolar de Cingolani.

Fin. El acusado y la hermana de la vĂ­ctima.

HERIDO Â POR Â UNA Â MIRADA Â PERDIDA. 43


LA  HISTORIA  DE  LAS  GEMELAS PH JXVWD SRUTXH XQD YH] QRV PLUDPRV DVt FRQ 9tFWRU 1HYDED \ D pO VH OR OOHYDEDQ HVSRVDGR en  un  patrullero.  (O WHUFHU VXHxR VH OODPD ŠORV YHVWLGRVÂŞ \ (GLWK VH OR FRQWy D OD SVLFyORJD TXH OD H[DPLQy para  ver  si  estaba  en  condiciones  mentales  para  casarse:  â€”Yo  estoy  con  un  vestido  de  novia  blanco  y  largo,  mi  hermana  usa  otro  mĂĄs  corto  y  Clau-­ GLD XQR GLVWLQWR $ Pt PH JXVWD HO GH &ODXGLD D &ODXGLD HO GH PL KHUPDQD \ D PL KHUPDQD HO PtR Edith  me  mira. ²/R LPSRUWDQWH HV TXH WRGR OR TXH VXHxR se  cumple.  (VR GLFH (GLWK TXH QR HVWi ERUUDFKD +D tomado  menos  de  dos  vasos  de  cerveza.  ²8QD YH] VRxp TXH DO PDULGR GH PL PDPi le  pasaba  algo  malo.  EstĂĄbamos  en  una  sala  de  hospital,  todos  preocupados,  como  esperando  XQ PLODJUR $O RWUR GtD PH HQWHUp GH TXH KDEtD tenido  un  infarto.  Por  suerte  sobreviviĂł.  Tengo  sueĂąos  profĂŠticos.  No  fallo. Ahora,  en  esta  noche  relajada,  Edith,  va  a  FRQIHVDUPH VX ~OWLPR VXHxR 'H XQ HTXLSR GH mĂşsica  suena  una  canciĂłn  de  Pepo  Lara,  el  can-­ tante  de  cumbia  favorito  de  Edith.  Pero  ella  casi  no  le  presta  atenciĂłn.  Estamos  alejados  del  res-­ WR HQ OD SXQWD GH OD PHVD \ FXDOTXLHUD TXH QRV YHD SRGUtD SHQVDU TXH QRV FRQRFHPRV GHVGH hace  tiempo.  El  resto  de  la  gente  aplaude  al  asa-­ dor,  y  en  un  rato  vendrĂĄ  la  torta  de  cumpleaĂąos  decorada  con  un  dibujo  de  Claudia  en  bikini,  en  KRQRU D 0DUWtQ (GLWK VH DFHUFD D PL RtGR SDUD hablarme,  pero  en  ese  momento  una  de  las  hijas  mellizas  de  Margot  â€”amiga  de  Claudia—,  me  mira,  me  hace  un  corte  de  manga,  me  dedica  un  IXFN \RX \ VH UtH D FDUFDMDGDV 7LHQH SUREOHPDV GH DSUHQGL]DMH SRUTXH DO QDFHU IXH DVÂż[LDGD SRU

el  cordĂłn  umbilical  de  su  melliza,  me  explica  su  madre.  Pero  yo  hago  un  gesto  comprensivo  \ PHQRU VROR PH LPSRUWD OR TXH (GLWK YD D UH-­ velarme  ahora: ²6Rxp FRQ YRV ²GLFH \ VH TXHGD HQ VL-­ OHQFLR (VWi VHULD FRPR VL WXYLHUD TXH GHFLUPH algo  malo.  Claudia  se  acerca  y  mira  atenta.  ²¢4Xp VRxDVWH" ²TXLHUR VDEHU ²6Rxp TXH VH FDtD HO DYLyQ TXH WHQpV TXH WRPDU PDxDQD 9RV FDtDV DO PDU 3HUR HUDV HO Ăşnico  sobreviviente. ²$K EXHQR 0H TXHGR WUDQTXLOR ²1R SHUR DO UDWR WH SUHQGtDV IXHJR \ PR-­ UtDV FDOFLQDGR 0H UtR SHUR HOOD VLJXH VHULD ²+LFH PDO HQ GHFtUWHOR ÂŁ4Xp FDVXDOLGDG $Vt PRUtDV ²GLFH \ VHxDOD OD SDQWDOOD GHO WHOH-­ YLVRU GDQ OD SHOtFXOD Destino  Final  2  y  justo  se  YH XQD HVFHQD GDQWHVFD XQ KRPEUH FDH DO YDFtR prendido  fuego. ²¢3DUD TXp VH OR GLMLVWH" ²OD UHWD &ODXGLD Edith  la  mira  con  falsa  inocencia. —Se  me  escapĂł  â€”dice,  risueĂąa—.  Igual  estĂĄs  a  tiempo. ²¢$ WLHPSR GH TXp" ²'H YLDMDU HQ PLFUR 7DUGD XQ GtD SHUR llegĂĄs  vivo. /R FRQÂżHVR VR\ IyELFR D PXFKDV FRVDV (QWUH HOODV D YLDMDU HQ DYLyQ 6p TXH HV XQ PH-­ GLR VHJXUR \ TXH ODV SUREDELOLGDGHV GH PRULU estrellado  son  1,4  en  un  millĂłn,  segĂşn  las  esta-­ GtVWLFDV GH %RHLQJ 6LHPSUH TXH YXHOR PH SUH-­ gunto  si  formarĂŠ  parte  de  ese  malogrado  1,4.  Edith  acaba  de  meter  el  dedo  en  la  llaga.  Ahora  tengo  miedo  de  volar. ²9DV D TXHGDU FRPR HO SXHEOR WUXQFDGR ²EURPHD &ODXGLD (GLWK VH UtH

Los tres. VĂ­ctor Cingolani, el autor de la crĂłnica y Edith Casas.

NO  SÉ  DE  ESO  DE  SUBIRSE  A  UN  AVIÓN,  YO  PREFIERO  ENTRAR. 44


RODOLFO  PALACIOS Claudia  Cingolani  parece  encendida  con  su  humor  negro: ²0H SDUHFH TXH YDPRV D WHQHU XQD ERGD \ XQ YHORULR 4XHGiWH WUDQTXLOR TXH WH YDPRV D hacer  un  homenaje. <D HV OD KRUD GH GHVSHGLUVH 'HER LUPH D descansar  unas  horas  antes  del  viaje  y  supon-­ JR TXH (GLWK GHEH TXHUHU LU D HQFRQWUDUVH FRQ sus  sueùos  profÊticos.  Ahora  se  hace  seùas  con  Claudia.  Se  van  y  enseguida  aparecen  con  un  UHJDOR TXH TXLHUHQ GDUPH HV XQ UHYLVWHUR GH madera  hecho  por  Cingolani.  Agradezco  y  las  abrazo.  Salgo  a  la  calle  y  la  oscuridad  es  un  telón  TXH FXEUH 3LFR 7UXQFDGR &DPLQR KDFLD OD HV-­ TXLQD (GLWK \ &ODXGLD HVWiQ HQ OD SXHUWD 0H VDOXGDQ FRQ OD PDQR $ OR OHMRV HVFXFKR TXH Edith  me  grita:  ²£5HYDJLR £/R GHO VXHxR OR LQYHQWp £(O DYLyQ QR VH YD D FDHU £7H YDPRV D LQYLWDU DO casamiento! Mi  paranoia  no  ayuda.  No  sÊ  si  dice  la  YHUGDG R VL TXLHUH WUDQTXLOL]DUPH 7DPSRFR Vp SRU TXp OH GR\ WDQWD LPSRUWDQFLD D XQ VXHxR <D es  tarde:  temo  subirme  al  avión.  Si  su  sueùo  se  FXPSOH FRPR VH FXPSOLHURQ ORV RWURV TXLHUH GHFLU TXH WHQJR DSHQDV GLH] KRUDV SDUD FRQWDU esta  historia.

L

OHJD HO GtD GH YROYHU D %XHQRV $LUHV 6XER al  aviĂłn  y  el  despegue  es  normal.  En  las  dos  KRUDV TXH GXUD HO YXHOR VLHQWR QHUYLRVLVPR 3HUR YR\ JDQDQGR FRQÂżDQ]D \ VHJXULGDG FRQIRUPH HO viaje  termina  y  empiezan  a  verse,  desde  las  al-­ turas,  las  luces  de  la  ciudad.  Parecen  luciĂŠrna-­ JDVÂŞ SLHQVR \ PH UHODMR 3HUR PH HTXLYRFR DO cantar  victoria:  al  aterrizar,  el  aviĂłn  golpea  con  OD SLVWD DQWHV GH WLHPSR 6HQWLPRV HO WUDTXHWHR Agarrados  a  los  apoyabrazos,  dos  hombres  se  SUHJXQWDQ TXp KDEUi SDVDGR SRU TXp HO SLORWR hizo  esa  mala  maniobra.  En  el  medio  de  la  in-­ FHUWLGXPEUH OOHJDPRV DO ÂżQDO GH OD SLVWD 1RV detenemos.  Unos  diez  aplaudimos  y  yo  aplaudo  PiV TXH WRGRV $SODXGR FRPR TXLHQ DSODXGH D UDELDU \ GH SLH DO DUWLVWD TXH EULOOD \ GHMD OD YLGD sobre  un  escenario.  En  el  aviĂłn  solo  se  escuchan  PLV DSODXVRV GHVDIRUDGRV /RV QHQHV UtHQ /RV grandes  me  miran  como  si  fuera  un  maniĂĄtico.  No  me  importa.  No  tengo  fuerzas  para  explicar-­ les  todo.  Respiro  aliviado  y  al  mismo  tiempo  me  invade  la  ansiedad.  Me  saco  el  cinturĂłn  y  me  paro.  Una  azafata  me  llama  la  atenciĂłn.  Siento  el  impulso  de  contarle  la  historia  de  las  gemelas,  pero  no  hay  tiempo.  Busco  mi  telĂŠfono.  Ni  bien  OR SHUPLWDQ YR\ D OODPDU D (GLWK SDUD GHFLUOH TXH OOHJXp VDQR \ VDOYR $GHPiV FRQÂżHVR QR YHR OD KRUD GH TXH PH FXHQWH VX VXHxR GH DQRFKH [ Â

GLOSARIO DE TÉRMINOS Y PERSONAS Celular: TelÊfono móvil. Cinta scotch: Cinta adhesiva. Cheto: Palabra que, en Argentina, designa a la gente VIP. Correr picadas: Forma clandestina e ilegal de correr carreras en centros urbanos o cerca de ellos. Constitución: Barrio de la ciudad de Buenos Aires. Dermonitrotest: 7Y\LIH KL WHYHÄUH que determina si existen restos de pólvora en un lugar determinado. Difunta Correa: Figura mítica en Argentina y Chile. En la provincia de San Juan hay un santuario que es visitado por miles de peregrinos. Echarri, Pablo: (Buenos Aires, 1968) Actor y productor argentino. Gauchito Gil: Figura religiosa que en Argentina genera devoción popular. Gomón: Embarcación de caucho, PUÅHISL JVU \U TV[VY M\LYH KL borda. Zódiac. Jogging: Ropa deportiva. En

EspaĂąa, ÂŤchĂĄndalÂť. Los del Fuego: Grupo argentino de cumbia. /RV WUHV FKLĂąDGRV Grupo cĂłmico estadounidense. Actuaron desde 1922 hasta 1970. Ludomatic: Juego de mesa similar al ParchĂ­s. Maimo, Osvaldo: Actual intendente de la localidad de Pico Truncado, provincia de Santa Cruz. Mattioli, Leonardo Guillermo: (Santa Fe, 1972- Buenos Aires, 2011) MĂĄs conocido como Leo Mattioli, fue un cantante de cumbia argentino. Pajarito: Bebida alcohĂłlica que se obtiene con frutas fermentadas, levadura, agua de arroz y azĂşcar. Se elabora de manera clandestina en las cĂĄrceles. Parque de la Costa: Parque de diversiones ubicado en la localidad de Tigre, Buenos Aires.

Patovica: Manera argentina de llamar al personal de seguridad. Pico Truncado: Ciudad petrolera ubicada en el norte de la provincia de Santa Cruz, Argentina. Quena: Instrumento de viento utilizado entre los habitantes de los Andes centrales. Regazzoni, Carlos: (Chubut, 1943) Artista, escultor y pintor argentino. Remera: Camiseta. Remisero: Conductor de un ÂŤremĂ­sÂť, que es un servicio de transporte pĂşblico similar al taxi. ResistirĂŠ: Telenovela argentina estrenada en 2003, protagonizada por Pablo Echarri y Celeste Cid. Tigre: Ciudad de la provincia de Buenos Aires. Tirar una piĂąa: Dar un golpe. Trompada, puĂąetazo. Vena, FabiĂĄn: (Buenos Aires, 1968) Actor de televisiĂłn, teatro y cine argentino.

TENGO Â UNA Â LEVE Â SOSPECHA Â FLOTANDO Â EN Â EL Â AIRE. 45


SOBREMESA

COMO DOS GOTAS DE AGUA

D

ice un estudio muy serio... —le digo. —¿Es una teoría tuya, no? —me interrumpe Chiri. —Más o menos... Pero si empiezo diciendo que es un estudio serio me prestás más atención. —¿Qué dice el estudio? —Que si ponen adelante tuyo a un ser humano idéntico, a un gemelo absoluto, y los encierran a los dos en una habitación, tres horas después solo pueden haber pasado dos cosas. A: que vos y tu gemelo hayan peleado hasta la muerte. B: que hayan tenido sexo consentido. —¿Conversar no? —Sí, claro... Las dos primeras horas son de conversación y tanteo. Pero a la tercera hora uno mata al otro o cogen por el culo. —No estoy de acuerdo. —Pensalo bien. —Lo estoy pensando bien, no me cierra. —Pensalo a solas... Date tiempo. —Bueno, lo voy a pensar mejor —me dice—. Igual, lo que más me preocupa es lo siguiente: ¿cómo puede ser que un gemelo sienta a la distancia lo que le pasa al otro? Es un gran misterio de la naturaleza, ¿no? —Me hace acordar a una serie francesa que vi hace poco, Les Revenants —le digo—. Es una historia buenísima pero que, para mi gusto, se KLZPUÅH \U WVJV OHJPH LS ÄUHS —¿Qué tiene que ver eso con los gemelos? —Muchísimo —le digo—. Escuchá: la serie transcurre en un pueblito francés de montaña, un lugar muy tranquilo parecido a Sant Celoni, en el que de golpe los muertos empiezan a volver a la vida, como si nada. —¿Otra historia de zombis? —Pero esta es rara, porque los muertos están igual que cuando se fueron, salvo que no se acuerdan de nada. Uno de esos muertos es Camille, la gemela de Lena. Camille se muere a los quince años y Lena sigue viva. Cuando la muerta regresa su hermana gemela tiene cuatro años más que ella, y el choque entre las dos es rarísimo. ¿Te imaginás? —¿Pero es una historia de zombis? —¡No! Es una historia de muertos que regresan a la vida, pero no son zombis… —¿Y entonces qué son?

—Todavía no se sabe bien, porque va a haber una segunda temporada. —¿Y desde cuándo los franceses especulan con segundas temporadas? —Desde que ven tele yanqui, supongo —le digo—. Hablando de gemelos franceses, el otro día leí un caso rarísimo de dos hermanos idénticos: Elwin y Yohan. Están presos acusados de seis violaciones. La policía francesa piensa que el responsable es uno de los dos, pero como se gestaron en la misma placenta las pruebas de ADN no sirven, porque no revelan diferencias genéticas. Y nadie sabe qué hacer. —¡Qué cosa más rara! ¿Y ellos se acusan mutuamente de las violaciones? —Ellos dice que son inocentes. Pero sin emIHYNV \UH KL SHZ ]xJ[PTHZ SVZ PKLU[PÄJ} —Entonces están al horno… —Pero la víctima no puede decir cuál de los dos fue el atacante, ¡porque son como dos gotas de agua! —¿Por qué los franceses no agarraron esta historia buenísima en vez de haber hecho esa mierda de los zombis? —¡No es de zombis! —me indigno—. No me vuelvas loco. Y la serie está buena. —¿Lo gemelos Elwin y Yohan estarán encerrados en la misma celda? —¿Por? —Porque me quedé pensando en tu teoría del principio —me dice—. Realmente puede ser insoportable estar encerrado tres horas con otro idéntico a vos sin querer matarlo. —O... —O sin querer... ¿cogerlo? Chiri se queda en silencio, sorprendido. —¿Viste? Es una teoría muy buena. —¿Cómo la descubriste? —me pregunta. —Un día me quedé mirándome al espejo muy serio. Había fumado, ojo. Me quedé quieto, y al YH[V LS YLÅLQV LYH \UH WLYZVUH YLHS X\L HJ[\HIH ` pensaba como yo. Lo sentí muy vívido. —¿Y entonces qué pasó? —me pregunta Chiri— ¿Rompiste el espejo, aniquilaste al intruso? —No. El espejo quedó todo baboseado. Fue un amor muy intenso... Ahí nació la teoría. —¿Se te ocurrió de repente? —Se le ocurrió a él mientras yo lo abrazaba. [

LLEVO MI ESPEJITO PARA CUANDO SE ME DA POR BUSCARME A MÍ MISMO. 46



SANT CELONI

CRÓNICAS DE BOLSILLO

PAPELITOS Una fábula económica


UN CUENTO INFANTIL DE HERNÁN CASCIARI ILUSTRADO POR JUAN PABLO CARO SOBRE UNA IDEA DE ALFREDO MOLARES

É

rase un pueblo tranquilo en el que habitaban muchos vecinos tranqui-­ los. Todos llevaban una vida agra-­ dable y sencilla y cada uno deseaba prosperar. Pepe era uno de ellos. Una tarde Pepe salió a caminar por el pueblo y tuvo sed. Siguió caminando y tuvo más sed. Cuando volvió a su casa, y mientras descorcha-­ ba una botella, descubrió algo que nadie había descubierto antes: en el pueblo no había bares. Pepe pensó que si montaba un bar podría ser feliz y hacer felices a otros dándoles de beber. Y además, ganar dinero. Durante dos noches Pepe hizo un listado de lo necesario para montar el primer bar del pueblo: primero necesitaría diez mil monedas para comprar mesas, sillas, copas, bebidas y un palenque para que los parroquianos dejaran sus caballos;; después le harían falta dos semanas para convertir su casa en un bar;; y más tarde otras dos semanas para tener las mesas repletas de vecinos sedientos. Su amigo Moncho, que esa tarde pasaba por allí, le dio un excelente nombre para el bar. Por supuesto, Pepe no tenía diez mil mo-­ nedas, pero durante la noche se le ocurrió una buena forma de conseguirlas. La tarde del sá-­ bado recortó mil papelitos y escribió en cada uno de ellos «Próximamente, bar de Pepe». El domingo, después de misa, se fue a la plaza del pueblo vestido con su mejor traje: —Queridos vecinos, voy a montar un bar a las afueras del pueblo —dijo, y todo el mundo dejó de conversar para mirarlo. —¡Qué gran idea! —exclamó Ramón, con su cigarro en la boca. Pepe se sintió cómodo con la atención de todo el mundo y mostró en abanico los papeles recortados. —Cada uno de estos mil papelitos cuesta diez monedas —les dijo Pepe a sus vecinos—.

Quien me compre un papelito deberá guardarlo y no perderlo, porque de aquí a un mes, cuando mi bar tenga clientes, entregaré doce monedas por cada papelito que vuelva a mis manos. —¿Pero no costaba diez monedas cada papelito? —preguntó Moncho, al que todos te-­ nían por el tonto del pueblo—. ¿Por qué vas a regalar dos monedas? —No es regalar, Moncho, es compensar. Compensaré a los que me ayuden a cumplir mi sueño, que es el de tener un bar en las afueras del pueblo. —Tiene sentido —dijo el Alcalde—, mu-­ cho sentido. —Me parece muy bien —sopesó Ernesto, que era rico y entendía de negocios. —¡Qué gran idea! —dijo el cura Francis-­ co, y rebuscó en sus bolsillos. De ese modo tan simple, y en una sola mañana de domingo, Pepe consiguió el dinero para montar un bar: entre todos le entregaron diez mil monedas exactas por la venta de mil papelitos. —Yo le compré dos papelitos —dijo Sabi-­ no, que era pobre y optimista. —¡Yo treinta y seis! —exclamó Quique, que era codicioso y altanero. —Yo le compré cinco papelitos, y pienso emborracharme en ese bar para celebrar el ne-­ gocio más fácil de mi vida —dijo Luis. Y todos rieron. Pepe se fue a su casa ese domingo con las diez mil monedas en la mochila y se durmió pensando en su bar. El lunes por la mañana viajó a la gran ciu-­ dad y compró madera para construir un mos-­ trador robusto. Volvió a su casa y se puso a tra-­ bajar. No pasó por la plaza del pueblo en toda la semana. Es decir: no se enteró de que había encendido, entre sus vecinos, un extraño furor por los papelitos.

ANDA CON CARA DE SUEÑO SIN CUMPLIR. 49


PAPELITOS,  por  Hernån  Casciari

La  primera  semana

L

a  plaza  del  pueblo  estaba  llena  de  gente,  y  eso  era  muy  raro  para  un  lunes.  Varios  ve-­ cinos  habĂ­an  pasado  la  noche  entera  recortando  y  escribiendo  sus  propios  papelitos,  porque  ha-­ bĂ­an  descubierto  que  tambiĂŠn  ellos  tenĂ­an  pro-­ yectos  para  ofrecer.  Unos  papelitos  decĂ­an  En  breve  Hela-­ derĂ­a  de  HoracioÂť.  Otros  decĂ­an  Muy  pronto  PeluquerĂ­a  de  CarmenÂť.  Incluso  algunos  decĂ­an  Š$ ÂżQ GH PHV 0RQFKR KDUi YLDMHV D OD /XQDÂŞ De  pronto,  la  plaza  se  convirtiĂł  en  un  lu-­ gar  atestado:  los  vecinos  se  subĂ­an  a  las  farolas,  o  se  trepaban  a  la  fuente,  para  comprar  o  vender  porciones  de  nuevos  proyectos. Esto  ocurriĂł  el  lunes  y  el  martes  fue  toda-­ vĂ­a  peor.  El  miĂŠrcoles  ya  no  se  podĂ­a  caminar  por  la  plaza.  El  Alcalde  tuvo  que  poner  orden  y  habilitĂł  un  lugar  cerrado  para  que  los  vecinos  pudieran  reunirse  sin  destrozar  los  espacios  pĂş-­ blicos.  Este  pequeĂąo  local  se  inaugurĂł  el  jueves  por  la  maĂąana  y  fue  bautizado  con  el  nombre  de  SalĂłn  de  los  Papelitos. Y  asĂ­  ocurriĂł  que  el  viernes  todos  los  que  tenĂ­an  un  proyecto  ya  habĂ­an  conseguido  las  monedas  necesarias  y  se  habĂ­an  puesto  a  traba-­ jar.  Horacio  buscaba  los  mejores  sabores  para  su  heladerĂ­a,  Pepe  serruchaba  la  madera  para  el  PRVWUDGRU GH VX EDU &DUPHQ DÂżODED WLMHUDV SDUD VX Ă€DPDQWH SHOXTXHUtD \ 0RQFKR FRPSUDED dos  caballos  para  hacer  viajes  a  la  Luna.  Solamente  quedaban,  en  el  SalĂłn  de  los  Papelitos,  un  puĂąado  de  vecinos  a  los  que  nun-­ ca  se  les  habĂ­a  ocurrido  ningĂşn  proyecto  inte-­ resante  para  llevar  a  cabo.  Lo  único  que  tenĂ­an  estos  vecinos  eran  papelitos.  â€”Necesito  dinero  para  cigarros  â€”se  que-­ jĂł  RamĂłn  en  voz  alta—.  Hace  unos  dĂ­as  le  cam-­ biĂŠ  este  papelito  a  Pepe  por  mis  únicas  diez  mo-­ nedas,  pero  la  tabaquerĂ­a  de  RaĂşl  no  me  acepta  papelitos,  y  necesito  fumar.  â€”ÂĄA  mĂ­  me  pasa  lo  mismo!  â€”dijo  Luis— Â

ÂĄQuiero  ir  al  cine  y  tengo  los  bolsillos  vacĂ­os! Los  murmullos  fueron  cada  vez  mayores. —En  tres  semanas  Pepe  le  darĂĄ  doce  mo-­ nedas  a  quien  le  devuelva  este  papelito  â€”dijo  Sabino,  con  los  ojos  brillosos—.  ¥Vendo  mi  pa-­ pelito,  ahora  mismo,  por  nueve  monedas! —Trato  hecho  â€”exclamĂł  Ernesto,  que  era  rico  pero  querĂ­a  serlo  todavĂ­a  mĂĄs,  y  le  arrancĂł  el  papelito  de  las  manos  a  Sabino. RamĂłn  y  Luis  tambiĂŠn  vendieron  su  pa-­ pelito  por  menos  de  diez  monedas  y,  mientras  uno  corrĂ­a  a  comprar  cigarros  y  el  otro  al  cine,  los  demĂĄs  vecinos  vieron  que  aquella  era  una  nueva  forma  de  hacer  negocios,  aunque  ya  no  hubiera  proyectos  que  vender.  Algunos  se  subieron  a  las  sillas,  otros  a  las  mesas,  y  empezaron  a  ofrecer  lo  que  tenĂ­an. —¥Cambio  cuatro  papelitos  de  Horacio  por  dos  papelitos  de  Carmen! —¥Entrego  ocho  papelitos  de  Moncho  y  mi  caballo  por  cincuenta  monedas!  Cuando  entrĂł  al  SalĂłn  el  cura  Francisco,  todos  hicieron  silencio. —El  dĂ­a  que  Moncho  puso  a  la  venta  sus  papelitos  â€”dijo  el  cura—,  yo  le  comprĂŠ  algu-­ nos  porque  Moncho  es  tonto:  los  vende  a  siete  monedas  y  devolverĂĄ  quince.  Pero  ahora  ne-­ cesito  monedas  para  arreglar  la  campana  de  la  iglesia.  Pongo  a  la  venta  mis  papelitos  de  Mon-­ cho  a  seis  monedas  cada  uno. —¿CuĂĄl  es  el  proyecto  de  Moncho,  pa-­ dre?  â€”preguntĂł  Quique. —EstĂĄ  construyendo  un  carro  muy  largo,  tirado  por  dos  caballos  â€”dijo  el  cura—,  el  po-­ bre  quiere  hacer  viajes  a  la  Luna. Quique  hizo  un  gesto  negativo. —¿Y  si  te  los  dejo  a  cinco?  â€”regateĂł  el  cura  Francisco. —Los  compro  por  cuatro,  padre  â€”dijo  Quique,  con  gesto  de  limosna  dominical. —¥Ah,  Dios  te  bendiga,  hijo  mĂ­o!

EL Â JINETE Â SIN Â CABEZA Â NO Â PUDO Â VER Â QUE Â LE Â VENDIERON Â UN Â CABALLO Â SIN Â CABEZA. 50











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EN EL PAÍS DE

LOS SIETE

LOCOS UNA CRÓNICA DE !"#$%&!$'(%) ILUSTRADA POR %)*)'+)&+,!-'(


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CÉSAR CALERO Madrid, 1965 DesarrollĂł su carrera profesional colaborando en diferentes medios: Diario 16, El PaĂ­s, The Washington Post, El Universal, Cambio y La NaciĂłn, entre otros. Fue corresponsal en MĂŠxico, CentroamĂŠrica y Cuba. En 2008 publicĂł la novela Humano (InĂŠditor) y en 2011 ganĂł el Premio Narrativa de Viajes Eurostars-RBA con su libro de crĂłnicas Cuba a cĂĄmara lenta. ColaborĂł en Orsai N2 con la JY}UPJH ­ 9HKV^P[aR` LU LS Ă„U del mundoÂť. Actualmente estĂĄ HĂ„UJHKV LU )\LUVZ (PYLZ donde se encarga de la redacciĂłn de temas internacionales para el diario La NaciĂłn. TambiĂŠn se encarga, en sus ratos libres, de escuchar a la gente y tomarle nota a la calle. ÂżDe quĂŠ hablan los porteĂąos? ÂżCuĂĄl es el tema que genera mĂĄs ansiedad en la Argentina? Una pista: es verde y estĂĄ en un corral. ÂżAdivinaron? No importa, igual lean la crĂłnica y pasen por caja antes que cambie el precio.

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GLOSARIO DE TÉRMINOS Y PERSONAS Abraham, Tomas: (Rumania, 1946) Filósofo y escritor radicado en Argentina desde 1948. Aira, CÊsar: (Coronel Pringles, 1949) Escritor y traductor argentino. Publicó mås de sesenta obras. Alfonsín, Raúl: (Chascomús, 1927-Buenos Aires, 2009) Presidente de la Argentina desde 1983 hasta 1989. Arlt, Roberto: (Buenos Aires, 1900- 1942) Novelista, cuentista, dramaturgo, periodista e inventor argentino. Astrólogo: Personaje de la novela Los siete locos (1929) del escritor argentino Roberto Arlt. Belgrano, Manuel: (Buenos Aires, 1770-1820) Abogado, economista, político y periodista argentino. Creó la bandera argentina y participó en varias batallas decisivas para la independencia de Espaùa. Bíró, Låszló József: (Budapest 1899-Buenos Aires, 1985) Conocido en la Argentina como Ladislao JosÊ Biro fue un inventor y periodista húngaro, nacionalizado argentino. El bolígrafo fue el invento que le otorgó fama internacional. Biyuya, torbelo, vento, mango: En Lunfardo (jerga originada en Buenos Aires), dinero. Campera: Abrigo, chaqueta. Celular: TelÊfono móvil. Colectivo: Autobús. Crematística: Arte de hacerse rico. Chejfec, Sergio: (Buenos Aires, 1956) Escritor argentino radicado en Nueva York. ,S 9\ÄmU 4LSHUJ}SPJV! Personaje de la novela Los siete locos.

Erdosain, Augusto Remo: Personaje de la novela Los siete locos. Ergueta: Personaje de la novela Los siete locos. Estancia: DenominaciĂłn de los grandes establecimientos rurales en Argentina. Farmacity: Cadena de farmacias de Argentina. Fogwill, Rodolfo: (Buenos Aires 1941-2010) Escritor y sociĂłlogo argentino. Giardinelli, Mempo: (Resistencia, 1947) Escritor argentino creador de la revista Puro Cuento. ColaborĂł en Orsai N9 con ÂŤLos traidoresÂť. Gombrowicz, Witold: (Polonia, 1904-Francia 1969) Novelista y dramaturgo polaco. Kohan, MartĂ­n: (Buenos Aires, 1967) Escritor y profesor de TeorĂ­a Literaria en la Universidad de Buenos Aires. Su novela Ciencias morales fue ganadora del premio Herralde 2007. Lavadora: Lavarropas. Litvinoff, NicolĂĄs: (Buenos Aires, 1975) Economista y autor del bestseller ÂĄEs tu dinero! Martel, JuliĂĄn: (Argentina, 18671896) SeudĂłnimo de JosĂŠ MarĂ­a MirĂł. PublicĂł en 1891 un estudio social llamado La Bolsa en el diario La NaciĂłn. ÂŤMentar la bichaÂť: Mencionar una posibilidad desagradable. Naipaul, Vidiadhar Surajprasad: (Chaguanas, Isla Trinidad, 1932) MĂĄs conocido como V.S. Naipaul, escritor britĂĄnico de origen trinitense-hindĂş, premio Nobel de Literatura 2001.

Pargo: Besugo. Pez comestible. Pauls, Alan: (Buenos Aires, 1959) Escritor, crĂ­tico literario y guionista argentino, ganador del Premio Herralde 2003. Perec, George: (ParĂ­s, 1936- IvrySur-Seine, 1982) Uno de los escritores mĂĄs importantes de la literatura francesa del siglo veinte. 7LZPĂ„JHY! Convertir la moneda extranjera a pesos argentinos. Piglia, Ricardo: (Buenos Aires, 1941) Escritor, crĂ­tico, ensayista y profesor acadĂŠmico argentino. Quisque: =Va SH[PUH X\L ZPNUPĂ„JH ÂŤcada cualÂť. RolĂłn, Gabriel: (Buenos Aires, 1961) Psicoanalista y escritor argentino. RusiĂąol i Prats, Santiago: (Barcelona, 1861-1931) Pintor, escritor y dramaturgo catalĂĄn. Saer, Juan JosĂŠ: (Santa Fe, 1937ParĂ­s, 2005) Escritor argentino conZPKLYHKV \UV KL SVZ TmZ PUĂ…\`LU[LZ del siglo veinte. Sarmiento, Domingo Faustino: (San Juan, 1811-AsunciĂłn, 1888) PolĂ­tico, escritor, docente, periodista y militar argentino. Fue presidente de la Argentina entre 1868 y 1874. Simmel, Georg: (BerlĂ­n 1858 - Estrasburgo, 1918) Doctor en FilosofĂ­a, fue parte de una de las primeras generaciones de sociĂłlogos alemanes. Wortman, Ana: Doctora en Ciencias Sociales, escritora y profesora en la Universidad de Buenos Aires. Zaiat, Alfredo: (Buenos Aires, 1964) Economista y periodista argentino.

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BLACK JACK EN ATLANTIC CITY

UNA CRÓNICA DE MARCOS PEREYRA ILUSTRADA POR LORENZO AMENGUAL


BLACK JACK EN ATLANTIC CITY

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a primera vez que jugué en Atlantic City fue hace quince años, cuando vivía en Nueva York. Era un sábado a la tarde y estaba aburrido. Agarré el auto a las tres y a las seis ya estaba sentado jugando al Black Jack. No me moví de ahí hasta las diez de la mañana del día siguien-­ te. Cada vez que lo cuento la gente se asombra: fue demasiado tiempo, incluso para mí. Cuando terminé de jugar estaba tan cansado que casi no podía moverme, pero decidí subirme al auto y hacer las tres horas de vuelta. No me maté, pero me dormí y me detuvo la policía por exceso de velocidad, aunque no recuerdo en qué orden su-­ cedieron las cosas. Sí recuerdo lo otro: me juré no volver a Atlantic City. O, al menos, dejar que corriera el agua hasta hacer otro viaje. Pasaron los años. Estoy yendo a la ciudad por segunda vez. Alguien en la revista estaba al tanto de esta anécdota de juego y me ofrecieron regresar ya no solo para apostar sino también para contarlo. Soy capaz de jugar hasta desmayarme así que en este caso tomo un colectivo: elijo un ómni-­ bus llamado «Lucky Streak» que me sacará de Manhattan y me dejará en la boca del casino Ballys. «¿Se siente con suerte? Entonces súbase a uno de nuestros autobuses Lucky Streak® y lo llevaremos directamente a las puertas de los casinos y resorts más populares del país» dice la página web que promueve los servicios. Al lado hay una foto de dos rubias en bikini con el signo «$» por todos lados. Pero nunca es tan así. Mis compañeros de viaje no parecen estar

MARCOS PEREYRA Buenos Aires, 1968 Abogado y escritor. Sobre su novela Te sigo, publicada por Libros del Zorzal en 2012, la crítica ha dicho que «se animó a crear un American Psycho vernáculo y, a pesar del fantasma omnipresente de Bret Easton Ellis, le salió bien». Te sigo se puede leer online en Z\ ISVN KL ÄJJP}U [LJSHZ JVT En él también publica historias cortas, medianas y largas. Algunas de ellas han sido premiadas y YLWYVK\JPKHZ LU TLKPVZ NYmÄJVZ y radiales; otras no. Tuitea bajo el nic de @nippur y tiene una banda de música alternativa que algunos describen como una alternativa a la música. A pedido de sus vecinos, que no entienden mucho de música alternativa, enviamos a Marcos a divertirse a Atlantic City con unos viáticos de cincuenta dólares. Ni el huracán Sandy pudo detenerlo. En esta crónica, Orsai N12 echa a rodar la apuesta. Muestren sus cartas, señores. Nosotros tenemos un As.

NO HAY CARTERO QUE ENTIENDA EL JUEGO: LAS CARTAS SE REPARTEN AL AZAR. 78


MARCOS PEREYRA pasando por un gran momento. La mayoría es de raza negra, aunque también hay un puñado de latinos —yo soy uno de ellos— y un chino. Chicas como en la foto, ninguna. Igual no me importa: voy a jugar. Atlantic City está en el estado de Nueva Jersey. Para llegar desde Nueva York solo hay que cruzar el río Hudson a través de un puente o de algún túnel. El colectivo elige ir por debajo \ OR SULPHUR TXH YHR DO VDOLU D OD VXSHU¿FLH HV XQ cartel que publicita servicios de abogados para las víctimas del Sandy: un huracán que integra el «top 5» de los más brutales de la historia de Estados Unidos, que el pasado mes de noviem-­ bre mató cientos de personas y que causó daños por decenas de miles de millones de dólares en más de veinte estados norteamericanos, princi-­ palmente Nueva York y Nueva Jersey. «Supertormenta Sandy tocó tierra cerca de Atlantic City» dijo en su momento la BBC. «El huracán Sandy destruyó la costanera de Atlantic City» dijo el Washington Post. Empie-­ zo a recordar algunas cosas que leí y trato de imaginar entonces —mientras vamos por la ca-­ rretera— cómo estará la ciudad. Pero el pensa-­ miento se interrumpe por la voz de una pasajera que, como tantos otros, habla a los gritos por su celular. —No estoy yendo al casino, voy a otro lugar —le explica la señora a su hija. No tie-­ ne vergüenza de mentir frente a nosotros;; debe considerarnos pares. Quizás, de algún modo, lo seamos.

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e preguntan seguido qué es lo que me gusta tanto del juego. Al principio me molestaba porque la palabra «tanto» llevaba un juicio implícito: «¿No pensaste en buscar ayu-­ da?» era el mensaje. Después maduré y ahora me río. Aunque esta vez quiero buscar una res-­ puesta. No para los otros: para mí. Quizás este viaje también sirva para eso. No me acuerdo de la primera vez que pisé un casino. Pero sí sé que a los catorce años fui a un hipódromo y que el concepto «juego» me pareció agradable. En aquella oportunidad me dejaron apostar y por supuesto gané. Uno siem-­ pre gana al principio. Luego crecí, a los die-­ ciocho años conocí el primer casino —fue en Mar del Plata— y de ahí en más, jugué. Incluso hasta sufrir algún inconveniente. Una vez perdí toda la plata de mis vacaciones al tercer día de haber llegado y tuve que estar mendigando el resto del mes. Otra vez quise cruzar una fronte-­

«¿Se siente con suerte? Entonces súbase a uno de nuestros autobuses Lucky Streak® y lo llevaremos directamente a las puertas de los casinos y resorts más populares del país».

ra entre Estados Unidos y Canadá para ir a un casino de Windsor, pero lo hice sin visa y termi-­ né esposado. Volví en auto hasta mi hotel, con dos móviles policiales escoltándome en la ruta. Miro, ahora, la ruta que me lleva a Atlan-­ tic City. Es lisa y previsible: no hay señales del huracán. Pero una vez en la ciudad empiezan a aparecer montículos de madera prolijamente apilados: alguna vez fueron casas. Es como si el lobo de «Los tres chanchitos» hubiera soplado y soplado hasta destruirlas y después alguien se hubiera tomado el trabajo de ordenar todo. Hay montañas así casi por todas partes, pero —a me-­ dida que avanzamos— veo que no en el centro. Ahí se ve otra cosa. El centro de Atlantic City recuerda a esas películas donde cae una bomba TXtPLFD TXH PDWD JHQWH SHUR QR HGL¿FLRV /D rambla, por ejemplo, sorprende. La costanera es famosa por ser la primera construida en Esta-­ GRV 8QLGRV ²D ¿QHV GHO VLJOR GLHFLQXHYH² \ por haber sido destruida en tres oportunidades, siempre por huracanes. Sin embargo, a pocos meses del desastre se la ve intacta. También es-­ tán intactos los doce casinos que fueron cons-­ truidos frente a ella. El micro se detiene en el estacionamien-­ to del Trump Plaza: una mole llena de neones, arabescos y notable mal gusto. Bajo, enciendo un cigarrillo y un portero llamado Kevin dice en español que pase, que puedo fumar adentro.

CUIDADO CON LO QUE PRACTICA, QUE SE LE QUEDA. 79


BLACK  JACK  EN  ATLANTIC  CITY Le  pregunto  quĂŠ  ocurriĂł  con  el  huracĂĄn:  dĂłnde  estĂĄ,  dĂłnde  estuvo. —AquĂ­  solo  pasĂł,  pero  rompiĂł  las  casas.  Mi  casa  se  salvĂł  pero  la  de  mi  suegra  no.  La  tengo  viviendo  conmigo,  tĂş  sabes.  Kevin  explica  que  los  casinos  estuvieron  sin  actividad  durante  una  semana.  Es  la  prime-­ ra  vez  desde  1978  â€”cuando  se  abriĂł  el  primer  casino  en  Atlantic  City—  que  cierran  por  tan-­ to  tiempo.  Hubo  otras  anteriores,  pero  nunca  tan  largas  y  con  semejante  pĂŠrdida.  Las  cifras  â€”sabrĂŠ  despuĂŠs—  fueron  dadas  por  Tony  Ro-­ dio,  presidente  del  casino  Tropicana  y  jefe  de  la  AsociaciĂłn  de  Casinos  de  Nueva  Jersey:  el  huracĂĄn  Sandy  hizo  que  los  casinos  de  la  ram-­ bla  perdieran  cada  uno  cinco  millones  de  dĂł-­ lares  diarios.  Por  eso  la  presiĂłn  de  los  dueĂąos  por  abrir  era  muy  alta,  aun  en  el  medio  de  la  emergencia.  â€”TĂş  sabes,  ganan  esa  fortuna,  cĂłmo  no  van  a  querer  abrir  â€”dice  Kevin—.  Y  hay  gente  que  hubiera  venido  igual,  you  know,  aun  con  el  agua  tapĂĄndoles  la  casa  y  los  carros  dados  vuelta  por  ahĂ­.   Entro  y  el  casino  estĂĄ  muerto.  Todas  las  luces  estĂĄn  prendidas,  pero  nada  de  esto  se  pa-­ rece  a  lo  que  vi  hace  quince  aĂąos.  Antes  del  Sandy,  Atlantic  City  era  un  exceso.  No  es  pura  VHQVDFLyQ KD\ XQD LQÂżQLGDG GH HVWXGLRV TXH KDEODQ GHO MXHJR FRPR LQGXVWULD Ă€RUHFLHQWH HQ Estados  Unidos.  Uno  de  ellos,  llamado  Im-­ pactos  sociales  de  los  negocios  de  juegos  con  apuestasÂť  â€”y  publicado  por  la  Universidad  Nacional  de  MĂŠxico—  dice  dos  cosas:  que  en  Estados  Unidos  la  industria  representa  un  mer-­ cado  superior  a  los  sesenta  mil  millones  de  dĂł-­ lares  anuales,  y  que  los  estadounidenses  gastan  mĂĄs  en  juegos  de  apuestas  que  en  idas  al  cine  y  parques  temĂĄticos. (Q OR TXH UHÂżHUH D $WODQWLF &LW\ HQ PD\R de  2010  un  informe  de  la  Universidad  Rutgers  analizĂł  cuĂĄnto  dinero  habĂ­a  entrado  a  la  ciu-­ dad  en  2008:  fueron  mĂĄs  de  siete  mil  millones  de  dĂłlares  que  salieron  de  los  bolsillos  de  casi  treinta  y  cinco  millones  de  turistas.  En  cualquier  caso,  eso  ya  no  se  ve.  Don-­ de  antes  habĂ­a  risas  ahora  solo  hay  ruidos  de  WUDJDPRQHGDV YDFtDV JHQHUDQGR XQ HFR LQÂżQLWR Antes  de  avanzar  voy  a  la  recepciĂłn  del  hotel.  Estoy  mĂĄs  viejo  que  la  primera  vez  y  en  algĂşn  momento  voy  a  necesitar  un  cuarto  donde  tirar-­ me  un  rato.  Me  toca  el  1925,  en  el  piso  dieci-­ nueve.  La  habitaciĂłn  tiene  vista  a  la  playa  y  a  la  ciudad.  TambiĂŠn  se  ve  el  cartel  de  neĂłn  que Â

dice  Trump  Plaza:  tiene  algunas  letras  que-­ madas.  Me  acuerdo  del  huracån  y  pienso  que  puede  ser  por  eso,  pero  no  me  detengo  mucho  mås.  Me  saco  la  campera,  los  calzoncillos  lar-­ gos  (hay  temperaturas  bajo  cero),  el  gorro  y  los  guantes,  y  salgo.  Es  tiempo  de  casino.  Una  vez  en  la  sala  la  primera  impresión  es  rara.  Estån  todas  las  luces  encendidas  y  todos  los  ruidos  en  orden,  pero  sigue  faltando  la  gen-­ te.  Las  mesas  estån  vacías  y  las  ruletas  no  giran.  Parece  un  casino  fantasma  y  hay  que  avanzar  bastante  para  encontrar  movimiento.  A  los  cien  PHWURV ¿QDOPHQWH OOHJD OD SDUWH DFWLYD GH HVWH asunto.  Y  empiezo  a  jugar.

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o  mĂ­o  es  el  Black  Jack:  uno  de  los  pocos  juegos  de  casino  donde  es  importante  no  solo  cĂłmo  juegues,  sino  tambiĂŠn  cĂłmo  lo  ha-­ gan  tus  compaĂąeros.  Las  reglas  y  los  detalles  son  muchos,  pero  alcanza  con  entender  lo  si-­ guiente:  se  juega  con  cartas  abiertas  (a  la  vista)  y  todos  tenemos  que  ganarle  a  la  banca,  es  de-­ cir:  sumar  mĂĄs  que  el  crupier  â€”quien  tambiĂŠn  juega—  pero  sin  pasarnos  de  veintiĂşn  puntos.  Si  el  crupier  pierde  porque  se  pasĂł  de  veintiu-­ no,  ganamos  todos.  Si  el  crupier  pierde  porque  un  jugador  se  plantĂł  â€”y  tiene  mĂĄs  puntos  que  la  banca—  gana  ese  jugador  en  especial.  Y  si  el  crupier  gana  â€”porque  tuvo  suerte  o  gracias  al  error  de  un  jugador—  eso  impacta  en  toda  la  mesa:  todos  perdemos.  Por  esta  razĂłn,  y  a  grandes  rasgos,  tener  un  buen  compaĂąero  de  Black  Jack  es  maravilloso  (todos  nos  aliamos  para  hundir  a  la  banca  y  ganar  por  igual)  y  te-­ ner  un  mal  compaĂąero  es  una  tortura:  si  alguien  gana  de  modo  individual  o  no  se  queda  quie-­ toÂť  hasta  que  la  banca  pierda  sola,  eso  tiene  una  consecuencia  directa  en  tu  bolsillo. TambiĂŠn  por  eso  me  gusta  el  Black  Jack:  uno  juega  contra  el  casino,  pero  sobre  todo  jue-­ ga  contra  la  inoperancia  y  el  individualismo  de  los  otros.  La  vida  misma,  digamos,  metida  en  un  juego  de  azar. Me  siento  en  una  mesa  y  prendo  un  ciga-­ rrillo.  Los  casinos  son  el  único  lugar  de  Estados  Unidos  donde  se  puede  hacer  eso  sin  que  te  sa-­ quen  a  patadas.  â€”ÂżDe  Argentina,  eh?  No  te  olvides  de  pa-­ sear  por  la  rambla.  Es  hermosa  aun  en  invierno  â€”dice  la  crupier.  Nunca  escuchĂŠ  algo  asĂ­.  Los  crupiers   â€”tambiĂŠn  llamados  pagadoresÂť  o  dealers—  han  cambiado:  se  muestran  mĂĄs  relajados, Â

SI Â NOS Â TOMĂ SEMOS Â TODO Â MĂ S Â COMO Â UN Â JUEGO, Â VERĂ?AMOS Â QUE Â ES Â COMO Â UN Â JUEGO. 80


MARCOS Â PEREYRA

En  una  mesa  de  Black  Jack  â€”mi  juego—  solo  hay  que  saber  hacer  dos  seĂąas:  un  dedo  arriba  de  la  mesa  para  pedir  cartas  y  un  movimiento  con  la  palma  de  la  mano  para  no  hacerlo.  Eso  es  lo  único  que  quieren  los  casinos  de  vos.  Eso  y  tu  plata.

como  si  â€”quizĂĄs  luego  del  Sandy—  tuvieran  menos  necesidad  de  hacer  plata  para  el  casino  y  mĂĄs  de  relacionarse  con  los  jugadores.  Hablan,  hacen  chistes,  dan  consejos  y  hacen  todo  con  lentitud.  La  situaciĂłn  al  principio  es  agradable,  pero  despuĂŠs  se  vuelve  irritante.  A  veces  tardan  casi  diez  segundos  en  sumar  cuatro  o  mĂĄs  car-­ tas,  lo  que  es  pĂŠsimo  para  la  ansiedad  de  los  que,  como  yo,  las  cuentan  mĂĄs  rĂĄpido.  â€”Diecinueve,  nena:  diecinueve.  Ocho  mĂĄs  cuatro  doce,  mĂĄs  tres  quince  y  mĂĄs  cuatro  diecinueve  â€”le  digo  a  una  crupier  antes  de  que  empiece  a  usar  los  dedos.  Tiempo  atrĂĄs  leĂ­  que  los  casinos  estaban  empezando  a  buscar  chicas  que  fueran  agradables  a  la  vista.  Y  que  en  el  proceso  se  habĂ­an  deshecho  de  cualquiera  que  WXYLHUD DOJR GH RÂżFLR (VR PROHVWD Por  suerte  tengo  conmigo  a  Elisha:  mi  compaĂąera  de  mesa,  una  negra  que  conoce  el  juego.  Con  Elisha  nos  entendemos  pronto.  Siempre  me  pasa  lo  mismo.  No  importa  en  quĂŠ  paĂ­s  estĂŠ  o  quĂŠ  idioma  se  hable,  entro  y  en  el  acto  sĂŠ  quĂŠ  debo  hacer  y  cĂłmo,  y  con  quiĂŠn  GHER MXJDU \ SRU TXp $O ÂżQ \ DO FDER HQ XQD

mesa  de  Black  Jack  â€”mi  juego—  solo  hay  que  saber  hacer  dos  seĂąas:  un  dedo  arriba  de  la  mesa  para  pedir  cartas  y  un  movimiento  con  la  palma  de  la  mano  para  no  hacerlo.  Eso  es  lo  único  que  quieren  los  casinos  de  vos.  Eso  y  tu  plata.  Elisha  sabe  cuĂĄndo  pedir  y  cuĂĄndo  que-­ darse,  aunque  eso  no  es  garantĂ­a  de  que  vaya  a  ganar.  De  hecho,  Elisha  estĂĄ  perdiendo.  Yo  empiezo  despacio.  Me  prometĂ­  no  jugar  fuerte  y  no  traje  demasiada  plata.  El  problema  es  que  no  paro  de  ganar  y  me  la  paso  pensando  en  el  dinero  que  tendrĂ­a  si  hubiera  puesto  plata  en  se-­ rio.  A  mi  lado  Elisha  sigue  perdiendo,  aunque  lo  hace  con  gracia.  â€”Vamos,  girl,  no  es  tu  dinero,  sĂŠ  mĂĄs  generosa  con  las  cartas  â€”le  dice  a  la  crupier  varias  veces,  siempre  de  buen  humor. Elisha  me  cae  bien.  Me  pregunta  de  dĂłn-­ GH VR\ TXp HV $UJHQWLQD GyQGH TXHGD < ÂżQDO-­ mente  pregunta  por  quĂŠ  estoy  jugando  en  este  casino  de  mierda.  Le  doy  alguna  razĂłn  vaga.  Ella  da  las  suyas. —Juego  porque  tengo  demasiados  puntos  en  la  tarjeta  y  estoy  por  llegar  a  un  gran  premio.  Si  no,  no  jugarĂ­a  jamĂĄs  en  este  casino  racista.  El  fenĂłmeno  de  las  tarjetas  lo  vi  antes.  Los  casinos  te  dan  puntos  por  la  plata  que  jugĂĄs  o  el  tiempo  que  permanecĂŠs  sentado  en  una  mesa,  y  esos  puntos  son  intercambiables  por  distin-­ tos  premios.  En  PanamĂĄ,  por  ejemplo,  se  llega  al  colmo  del  absurdo:  el  casino  te  devuelve  el  0,5  por  ciento  del  dinero  que  jugaste.  Es  decir  que  si  perdiste  mil  dĂłlares  recuperĂĄs  veinticin-­ co.  Esto  es  muy  útil  en  los  lugares  donde  hay  PXFKRV FDVLQRV SRUTXH JHQHUD ÂżGHOLGDGHV WDOHV como  la  de  Elisha,  quien  pese  a  odiar  a  Donald  Trump  estĂĄ  sentada  y  alimentando  su  mundo  (el  de  Trump).        El  origen  del  odio  estĂĄ  en  la  pelea  entre  Obama  y  Trump.  El  magnate  siempre  dudĂł  de  que  Obama  hubiera  nacido  y  estudiado  en  Esta-­ dos  Unidos,  a  tal  punto  que  ofreciĂł  donar  cin-­ co  millones  de  dĂłlares  a  la  obra  de  caridad  que  Obama  eligiera  si  el  presidente  mostraba  su  pa-­ saporte  y  sus  registros  de  la  universidad.  Con  la  llegada  del  Sandy  â€”que  tuvo  lugar  una  semana  antes  de  los  comicios  presidenciales—  Trump  dijo  que  extenderĂ­a  su  apuesta  un  dĂ­a  mĂĄs  por-­ que  seguramente  Obama,  con  tal  de  ganar  las  elecciones,  estarĂ­a  parado  bajo  la  lluvia  y  entre-­ gando  dinero  compulsivamente  a  las  vĂ­ctimas  del  huracĂĄn. —AĂşn  no  habĂ­an  enterrado  a  los  muertos  y  el  racista  tuiteĂł  que  Obama  iba  a  comprar  las Â

SI  PRETENDÉS  UN  GOLPE  DE  SUERTE,  BAJà  LA  GUARDIA. 81


BLACK JACK EN ATLANTIC CITY elecciones dándole billones de dólares a las víc-­ timas, fucking ass-­hole —brama Elisha. Luego sigue en su escalada de insultos hasta que re-­ cibe un Black Jack servido y la furia se disi-­ pa. Ahora todos podemos charlar en paz. Entre tanto llega a la mesa una nueva crupier llamada Zina. Creo que habla español, aunque parece no querer hacerlo. Elisha le habla del Sandy y Zina responde que el huracán le arruinó la vida. Su casa fue destruida y está viviendo en lo de unos amigos, junto con sus dos hijos. —Los que dicen que «lo bueno es estar vivo» no perdieron todo;; no hay nada bueno en perder todo —dice Zina mientras mezcla las cartas sin alegría y sin destreza. El Sandy destruyó casas, pero sobre todo —puede verse— hizo pedazos el ánimo de mu-­ cha gente. En Atlantic City, donde la mayor parte del turismo está vinculado a los casinos, el cierre temporal de las casas de juegos impac-­ tó de un modo drástico en la vida urbana. Los casinos tienen menos gente y los turnos de los empleados fueron reducidos. —Antes venía cinco días por semana y ahora vengo dos, you know: menos paga, menos tips, todo se ha vaciado —dice Zina. La charla se interrumpe cuando Tom y Ei-­ leen llegan a la mesa. Son dos americanos de unos cincuenta años, rubios y de ojos celestes. Eileen es ruidosa, alegre y no tiene la más remo-­ ta idea de cómo jugar al Black Jack. La banca tiene malas cartas y está a punto de perder, pero Eileen —en vez de dejarla perder, así ganamos todos— pide cartas de un modo frenético. —Hit me, hit me —grita desaforada, mien-­ tras se traga un gin-­tonic entero y extiende la mano para que le traigan otro. Acá te dan las bebidas que quieras;; solo hay que dejar un dólar cada tanto en la bandeja de las mozas. Lo increíble es que Eileen, borracha como está, gana. Y lo terrible es que Elisha y yo per-­ demos. Eso no nos pasa una, sino varias veces. Pronto entiendo que las decisiones de Eileen van a matarme. Empiezo a jugar el mínimo en cada mano y a tratar de que pase la tormenta. Elisha en cambio tiene una postura más agre-­ siva y quiere recuperar lo perdido apostando cada vez más. Elisha está nerviosa, no para de hablarme. —Maldita estúpida —dice—, no tiene idea de lo que está haciendo;; la contrató el casi-­ no para que perdamos todos. Eileen y Tom están en su pequeño mundo y no dan señales de haber escuchado a Elisha,

Por eso me gusta el Black Jack: uno juega contra el casino, pero sobre todo juega contra la inoperancia y el individualismo de los otros. La vida misma, digamos, metida en un juego de azar.

SOMOS TODOS GANADORES A LOS QUE, EN EL REPARTO, LES HA TOCADO UNA PIZCA DEL PREMIO. 82


MARCOS PEREYRA

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BLACK  JACK  EN  ATLANTIC  CITY aun  cuando  mi  compaĂąera  habla  a  los  gritos.  En  media  hora  Eileen  ha  ganado  quinientos  dĂłla-­ res,  yo  perdĂ­  mĂĄs  de  la  cuenta  y  de  Elisha  mejor  no  hablar.  Mientras  tanto  me  entero  de  que  es  la  primera  vez  que  Eileen  pisa  un  casino,  de  que  administra  un  campo  de  golf  y  de  que  conociĂł  a  Tom  â€”que  es  de  Texas—  por  internet.  Eileen  vive  en  Connecticut,  a  mĂĄs  de  dos  mil  kilĂłme-­ tros  de  Tom.

La  mesa  me  deprime  y  quiero  irme.  Saber  retirarse  a  tiempo  es  una  virtud,  aunque  en  los  casinos  se  practica  poco.

—Pero  espero  mudarme  a  Texas  pronto  â€”me  susurra,  con  algo  parecido  a  un  guiĂąo  de  ojos.  Tom  no  escucha,  y  yo  estoy  harto  de  ver-­ los  ganar  en  paz.  â€”Tom,  ¿asĂ­  que  te  vas  a  llevar  a  Eileen  a  Texas?  â€”pregunto;Íž  quiero  verlos  pelear.  â€”ÂżQuĂŠ?  ¿DĂłnde  escuchaste  eso?  â€”Acaba  de  decirlo  â€”dice  Elisha—,  Ei-­ leen  se  irĂĄ  a  vivir  a  Texas,  felicitaciones. Dos  minutos  despuĂŠs  el  microclima  Tom-­ Eileen  se  deteriora  y  ahora  estamos  todos  calla-­ dos.  Elisha  sonrĂ­e.  Tom  trata  de  remar  el  clima  tenso  y  me  pregunta  de  dĂłnde  soy.  Frente  a  mi  respuesta  grita  Manu  GinĂłbiliÂť  tres  veces,  mostrando  una  alegrĂ­a  que  no  siente.  La  mesa  me  deprime  y  quiero  irme.  Sa-­ ber  retirarse  a  tiempo  es  una  virtud,  aunque  en  los  casinos  se  practica  poco.  ¿Otras  claves?  No  festejar  una  buena  mano  antes  de  haber  ga-­ nado;Íž  y  nunca  â€”jamĂĄs—  apostar  fuerte  cuan-­ do  uno  estĂĄ  enojado.  Me  levanto  de  la  mesa Â

con  mal  humor  y  con  hambre.  Me  hago  diez  minutos  para  tragar  una  pizza  y  â€”sin  terminar  la  segunda  porciĂłn—  decido  cambiar  de  aire  y  de  casino.  El  mĂĄs  cercano  es  el  Cesar’s.  Queda  a  pocos  metros  de  acĂĄ,  tambiĂŠn  sobre  la  ram-­ bla.  Camino. Â

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igue  haciendo  frĂ­o  pero  no  me  quejo.  Tuve  viajes  mĂĄs  difĂ­ciles  hasta  un  casino.  Hace  unos  aĂąos  vivĂ­a  en  Ann  Arbor,  una  ciudad  uni-­ versitaria  en  el  estado  de  Michigan,  mi  mujer  habĂ­a  viajado  y  yo  â€”una  vez  mĂĄs—  estaba  abu-­ rrido  y  sin  saber  a  dĂłnde  ir.  A  unos  cuarenta  ki-­ lĂłmetros,  cruzando  el  lĂ­mite  con  CanadĂĄ,  estaba  la  ciudad  de  Windsor,  repleta  de  casinos.  LleguĂŠ  a  la  frontera  de  noche  y  con  la  visa  vencida,  pero  FRQ OD HVSHUDQ]D GH TXH ²VL ÂżQJtD ELHQ HO LGLR-­ ma—  tal  vez  me  trataran  como  a  un  gringo  y  no  me  pidieran  documentos.  SaliĂł  mal.  Me  pidie-­ URQ HO SDVDSRUWH PH KLFLHURQ SDVDU D XQD RÂżFLQD y  me  explicaron  amablemente  que  mi  visa  ha-­ bĂ­a  expirado.  Yo  intentaba  asentir  con  docilidad.  Pero  a  lo  lejos  titilaban  los  casinos  â€”podĂ­a  ver  las  luces  desde  la  ventana  del  despacho  poli-­ cial—  y  algo  de  eso  me  hizo  perder  la  paciencia. —Ok  â€”dije—,  no  tengo  visa  pero  voy  al  casino  y  vuelvo  en  un  rato,  dĂŠjeme  pasar. —Ah,  ¿pero  usted  sabĂ­a  que  su  visa  no  era  vĂĄlida? —Claro,  no  soy  estĂşpido. 7RGR FDPELy (O RÂżFLDO WRFy DOJ~Q ERWyQ y  en  el  acto  dos  policĂ­as  se  acercaron  para  es-­ posarme.  Luego  me  escoltaron  hasta  mi  auto,  donde  removieron  mis  esposas  mientras  otros  policĂ­as  miraban  todo  con  las  manos  pegadas  a  las  armas  en  la  cintura.  El  trayecto  hacia  De-­ troit  â€”la  ciudad  americana  mĂĄs  cercana—  lo  hice  solo  en  el  auto,  pero  con  dos  patrulleros  a  mis  espaldas.  Por  este  tipo  de  cosas,  los  cincuenta  pa-­ sos  que  me  separan  ahora  del  Casino  Cesar’s  no  son  â€”a  pesar  del  frĂ­o—  tan  graves.  Diez  minutos  despuĂŠs  estoy  sentado  en  otra  mesa  de  Black  Jack.  AcĂĄ  solo  hay  una  mujer  negra  lla-­ mada  Ann.  Pienso  que  este  puede  ser  un  nuevo  comienzo,  hasta  que  quince  minutos  despuĂŠs  llegan  Tom  y  Eileen.  De  los  veinte  casinos  que  hay  en  todo  Atlantic  City,  de  los  doce  que  hay  sobre  la  rambla  y  de  las  no  sĂŠ  cuĂĄntas  mesas  de  Black  Jack  que  hay  en  la  ciudad,  Tom  y  Eileen  eligieron  venir  a  jugar  acĂĄ.  EstĂĄn  eufĂłricos.  Ha-­ blan  a  gritos  con  los  dos  crupiers  (Jerry  y  Dan)  y  beben  y  festejan  todo  el  tiempo. Â

DOBLAR Â LA Â APUESTA, Â ECHĂ RSELA Â AL Â BOLSILLO. Â CORRER. 84


MARCOS PEREYRA A mi derecha sigue Ann, quien no para de fumar mis cigarrillos mientras le pregunta a la encargada de la mesa cuánto falta para que le den los suyos. Aparentemente su premio por ju-­ gar es tabaco, y ella lo necesita ahora. —Me dijiste que faltaban quince minutos para mis cigarrillos y eso fue hace más de una hora, ¿dónde están mis cigarrillos? —le pre-­ gunta Ann a una supervisora. La empleada se va sin responderle. Ann juega manos de cincuenta dólares y los ciga-­ rrillos valen ocho. Quiero gritarle que compre sus putos cigarrillos en lugar de fumar los míos y que dejemos de hablar del tema y sobre todo que deje de pedir cartas como una imbécil: es-­ toy perdiendo plata, más de lo que tenía pensa-­ do. Pero cuando estoy a punto de estallar llega el momento incorrecto. Sobre la mesa, Eileen —la novia de Tom— dobla la apuesta y necesi-­ WD XQD ¿JXUD SDUD JDQDUOH D OD EDQFD \ SDUD TXH HYHQWXDOPHQWH JDQHPRV WRGRV /DV ¿JXUDV VRQ los 10, los 11 y los 12 y uno puede referirse a ellas con la palabra «monkey» (mono). —Gritá «Monkey» —le dice Ann, de raza negra, a Eileen. —¡No voy a hacer eso! —contesta Eileen, TXH SUH¿HUH SHUGHU DQWHV TXH VHU WLOGDGD GH UDFLVWD Todos nos detenemos a la espera de la de-­ cisión de Eileen. —Vamos, girl. Todos los asiáticos lo di-­ cen y no paran de ganar —le insiste Ann, pero Eileen está luchando contra sí misma y se niega rotundamente. Yo tengo bastante plata arriba de la mesa y siento que esta discusión me está de-­ jando seco. —¡Dale, decí monkey de una vez! —le digo. Eileen me mira asustada, y susurra: —Monkey. El crupier le da un rey de trébol y un vein-­ tiuno a Ann, quien también gana. —¡Alegría para todo el mundo! ¡Siempre que gane me van a escuchar! ¡Cuando pierda no, pero cuando gano quiero que se enteren! —grita Ann y gritan todos. Todos menos yo, porque me paso y pierdo la mano. Estoy de pésimo humor. Va a ser mejor irme mientras me queden dólares y cigarrillos, así que me pongo de pie. Todos protestan, en es-­ pecial Eileen y Tom: piensan que somos algo así como hermanos de sangre por haber compartido dos mesas de Black Jack. Si yo hubiera tomado tanto como ellos quizá pensaría lo mismo.

S

algo del Cesar’s como puedo y vuelvo al Trump. Paso por la recepción del hotel y evalúo la posibilidad de subir un rato a la ha-­ bitación. Llevo siete horas de casino, quizá me vendría bien dormir un poco y además no es-­ toy pasando por una gran racha. Pero pienso en la palabra «racha» y en el acto me río de mí mismo: no hay forma de que descanse, menos cuando voy perdiendo. Entro al salón del Trump Taj Plaza y me siento a jugar de nuevo. Elijo la mesa como eli-­ jo las cartas: mal. A mi derecha hay un colom-­ biano borracho y pesado. —Che boludo, ¿sos argentino, boludo? Qué grande el boludo. La primera vez sonrío. A la quinta tengo ganas de pegarle. Por suerte le quedan muy po-­ FDV ¿FKDV 3LHUGH HQ PHGLD KRUD \ VH WHUPLQD yendo. La palabra «boludo» se le queda en los dientes.

Piensan que somos hermanos de sangre por haber compartido dos mesas de Black Jack. Si yo hubiera tomado tanto como ellos, pensaría lo mismo.

Las cartas empiezan a ordenarse y mi hu-­ mor también. No sé qué hora es. Tengo muchas ¿FKDV FRQPLJR /DV ¿FKDV VRQ HO PHMRU LQYHQ-­ to del casino: la razón por la cual la gente se queda jugando en vez de huir de antros como HVWH ¢3RU TXp VH XVDQ ¿FKDV \ QR GLQHUR" /RV casinos tienen muchas respuestas y a lo largo de los años las he escuchado todas: dicen que son más higiénicas que el papel, que no se rompen \ TXH VRQ PiV GLItFLOHV GH IDOVL¿FDU SRUTXH OHV ponen un chip adentro (dudo de que sea ver-­ dad). De todos los argumentos, sin embargo, el único que no nombraron es —a mis ojos— el

GANADOR: EL QUE NO SE ABURRE. 85


86


MARCOS Â PEREYRA

PiV FLHUWR GH WRGRV ODV ÂżFKDV QR VRQ QDGD 1R sirven  para  ninguna  otra  cosa  que  no  sea  apos-­ WDU < FXDOTXLHU MXJDGRU FRQ ÂżFKDV HQ OD PDQR se  olvida  fĂĄcilmente  de  lo  mĂĄs  importante:  estĂĄ  empeĂąando  su  dinero. Â

A

hora,  en  la  mesa,  el  ambiente  se  recompu-­ so:  estoy  ganando;Íž  todo  se  vuelve  agrada-­ EOH $ PL ODGR HVWi 3HWURQD *XWLpUUH] XQD ÂżOLSL-­ na  que  â€”pese  a  su  nombre—  no  habla  espaĂąol)  y  estĂĄ  tambiĂŠn  Angelina,  una  chica  joven,  gor-­ da  y  linda  que  viene  acompaĂąada  por  un  amigo  que  le  pide  plata  todo  el  tiempo.  â€”Come  on,  Angie,  dame  algo  para  do-­ blar;Íž  gano  y  te  lo  devuelvo  â€”es  la  frase  que  repite  cada  dos  o  tres  manos. Angelina  le  da  todo  lo  que  gana  y  mien-­ tras  tanto  cuenta  que  debiĂł  dejar  su  casa  por  el  huracĂĄn.  Que  la  casa  estĂĄ  parcialmente  destrui-­ GD SHUR TXH SDUD HO JRELHUQR HV VXÂżFLHQWH VX GHPROLFLyQ IXH SODQLÂżFDGD SDUD HVWH PHV \ DKR-­ ra  Angelina  estĂĄ  viviendo  con  unos  tĂ­os. —No  debo  estresarme,  you  know  â€”dice  Angelina  y  se  seĂąala  el  vientre:  lleva  un  emba-­ razo  de  siete  meses  y  medio,  y  dice  el  nĂşmero  â€”ÂŤsiete  y  medio—  entre  bocanadas  de  humo  de  cigarro.  La  miro. —Cuando  nazca  voy  a  dejar  de  fumar   â€”dice  y  pone  sus  cartas  sobre  la  mesa. El  crupier  es  un  colombiano  llamado  Luis  y  no  tiene  demasiada  suerte,  lo  que  quiere  decir  que  nosotros  sĂ­.  Petrona,  Angelina,  el  amigo  de  Angelina  y  yo  empezamos  a  ganar  con  calma,  mientras  charlamos  de  la  vida  y  bebemos  lo  que  mĂĄs  nos  plazca.  Todo  parece  una  playa  a  la  hora  de  la  caĂ­da  del  sol.  Empiezo  a  estar  cĂłmodo  y  decido  apostar  fuerte,  y  es  entonces  cuando  un  tipo  llamado  Evan  â€”borracho—  aparece  en  es-­ cena  y  desparrama  un  vaso  de  algo  naranja  y  pringoso  arriba  de  la  mesa.  Moja  todo  el  mazo.  El  crupier  reacciona  rĂĄpido  y  toma  unas  servi-­ lletas  y  absorbe  todo  en  segundos,  pero  las  car-­ tas  ya  estĂĄn  arruinadas.  â€”AsĂ­  no  se  puede  seguir,  la  mesa  debe  ser  cerrada  â€”dice. $ 3HWURQD VH OH GHVÂżJXUD OD FDUD —¥No  vas  a  cerrar  nada,  siempre  pasa  lo  mismo  cuando  voy  ganando!  ¥Trampa  es  lo  que  hacen,  trampa!  ¥Consiga  otras  cartas  y  sigamos! —Lo  siento,  no  hay  otras  cartas. Lo  que  sigue  es  indignaciĂłn  y  caos.  Todos  â€”salvo  el  borracho—  protestamos  con  energĂ­a, Â

/DV ¿FKDV VRQ el  mejor  invento  del  casino:  la  razón  por  la  cual  la  gente  se  queda  jugando.  ¿Por  quÊ  se  usan  ¿FKDV \ QR GLQHUR" /DV ¿FKDV QR VRQ nada.  No  sirven  para  ninguna  otra  cosa  que  no  sea  apostar.  Y  cualquier  jugador  FRQ ¿FKDV HQ OD PDQR se  olvida  fåcilmente  de  lo  mås  importante:  estå  empeùando  su  dinero.

QUIERO Â VALE Â MUCHO. 87


BLACK JACK EN ATLANTIC CITY aunque en el fondo sé que tengo poco resto. Es-­ toy cansado: fueron demasiadas horas para mí. Petrona, en cambio, es mayor que yo —tiene más de sesenta años— pero muestra unas no-­ tables ganas de pelear, aun cuando estuvo des-­ pierta toda la noche. A los gritos, le explica al empleado del casino que ella decidió dejar pasar un colectivo de vuelta a su casa para jugar y que si no le abren la mesa se habrá quedado en vano y que está por descomponerse y que quiere des-­

Estamos viviendo una masacre en tiempo récord y, en una obvia alegoría del juego, lo ganado se va en un suspiro. Me levanto de la mesa desplumado.

cansar pero no tiene un cuarto de hotel porque pensaba quedarse jugando toda la noche. Petro-­ na es una catarata de la que cualquiera quisie-­ ra librarse. Cualquiera, menos el casino: todos sabemos que Petrona podría caminar algunos metros e ir a otra casa de juegos con cartas se-­ cas, pero Petrona sabe que a ningún casino le gusta perder clientes. Antes de que acabe mi ci-­ garro, Petrona tiene en la mano las llaves de su habitación, cortesía del lugar, aunque igual no abandona la mesa. Nadie lo hace. Angelina mira la escena con el rostro adormecido mientras silba, por lo bajo, lo que entiendo que es la canción «Bajo la rambla». &XDQGR HO VRO QR HVWi < OD WDUGH FDH DO ¿Q Quiero olvidar los momentos que en la rambla pasé. La miro extrañado. —The Drifters —dice Angelina—. ¿Escu-­ chaste la versión de Springsteen? En realidad pensaba en Gabriel Carámbula. —No sabía que Springsteen había graba-­ do esta canción —digo.

Angelina saca su teléfono, entra a You-­ Tube y bajo el título de «Huracán Sandy, lle-­ gando juntos» aparecen Bruce Springsteen, Billy Joel y Steven Tyler, entre otros, cantando «Under the boardwalk». Arreglar las ramblas, sabré después, costó más de cincuenta millones de dólares. Y los músicos juntaron la mayoría GH HVH PRQWR HQ XQD JDOD EHQp¿FD /D FDQFLyQ es linda y aunque no estamos jugando, por un momento la pasamos bien. Incluso el amigo de Angelina deja de pedirle plata. —Debajo de la rambla hay gatos —dice Petrona—. Gatos, cientos. Son famosos los ga-­ tos de Atlantic City. La gente estaba preocupa-­ da porque se fueron con el Sandy, pero ahora volvieron y voluntarios de todo el país vienen a cuidarlos. La gente no tiene casa pero cuidan a los gatos. Petrona sonríe. No sé si lo hace por la his-­ toria de los gatos o porque vino un supervisor con un mazo de cartas nuevo. Da igual. Lo im-­ portante es que junto con el mazo llega Lisa, una crupier entrenada en el arte de sacarnos la plata. Los crupiers, hay que decirlo, son gente de miedo: son, en muchos casos, jugadores con rasgos ludopáticos y capaces de desvalijarte en un minuto. Un estudio de la Universidad de Chicago advierte que el veinticinco por ciento de los empleados de casinos tiene severos pro-­ blemas de adicción al juego. Esa enfermedad es útil a la industria, y si no miren a Lisa: es feroz. Con ella las cartas vuelan y también nuestras ¿FKDV 7RGR HV PX\ UiSLGR (VWDPRV YLYLHQGR una masacre en tiempo récord y, en una obvia alegoría del juego, lo ganado se va en un suspi-­ ro. Me levanto de la mesa desplumado.

N

o tengo idea de la hora pero estoy tan can-­ sado que a gatas llego a mi cuarto. Me tiro en la cama y prendo el televisor. Hay un show de Jerry Springer, un conductor televisivo que se hizo famoso por ser alcalde de Ohio y por pagarle a una prostituta con un cheque, razón por la cual Springer debió renunciar a su cargo de funcionario. «Si fuera posible jugar con che-­ ques tal vez seguiría abajo, en alguna mesa» me digo. Y eso es lo último que pienso. Luego creo que me duermo. Pasan tres horas y me despierto con acidez, dolor de cabe-­ za y una imagen. Prendo un cigarrillo, esto es lo que veo. Tengo cinco años y estoy con mis pa-­ dres caminando por alguna ciudad de Colombia cuando entramos a un lugar con tragamonedas.

EN MI CAMA APUESTO EL CUERPO. 88


MARCOS PEREYRA Hace calor y estamos contentos;; la vida es bue-­ na. Ellos empiezan a jugar. —Marcos, meté vos una moneda —dice mi padre. Lo hago, tiro la palanca y empieza una ¿HVWD GH OXFHV \ UXLGRV PHWiOLFRV (O UXLGR HV sordo y las monedas no paran de salir. Son tan-­ tas que se desbordan y caen al suelo. Las perso-­ nas se acercan a ver;; todos miran las monedas, todos menos mis padres: ellos me miran a mí. Sonríen. Anoto el recuerdo en una libreta y le pon-­ go un título: «¿Origen?». Después salgo de mi cuarto.

A

bajo, en la misma mesa que dejé hace al-­ gunas horas sigue Petrona, o lo que queda de ella. Está claro que no fue a la habitación. Su cara está descompuesta por el cansancio, pero aun así parece alegre de verme. —Te estaba esperando. Ahora vamos a enseñarles —me dice con una sonrisa y poca fe. Pero no pasa nada y vamos aburriéndonos de a poco. Yo dormí algo y soy más joven, así que debería estar en mejor estado que Petrona. Pero ella tiene lo único que yo no tengo: nece-­ sidad de ganar. Eso le da una ventaja. Resuelvo fumar un último cigarro y detenerme acá. Pero antes de apagarlo una moza me trae una Coca y un paquete nuevo. —Cortesía de la casa —dice. Agradezco y siento que contra ellos no se puede. Yo es-­ toy mirando las cartas pero ellos están miran-­ do todo. La sensación me agota y por segunda vez tomo la decisión: en cinco minutos parto, es un hecho. Así que ahora juego con la clari-­ dad mental del que sabe que no va a volver a hacerlo por un largo tiempo. Así pasa el rato.

En algún momento se va Petrona y llegan tres negros de muy buen humor. —Tengo cuatro trabajos porque tengo cuatro novias que mantener —dice uno, y todos reímos. Me traen un café y lo tomo, aunque no lo necesito. Estoy despabilado y fresco y empiezo a ganar. Tengo una camisa marca Polo y el de las cuatro novias me dice «Polo Man ». Otro pregunta mi nombre y se lo digo. Al rato soy «Marco Polo» para todos y empiezo a olvidar-­ me de que tengo que irme. Ya me pasó otras veces. Cuando me casé fui de luna de miel a California y como quedaba de paso (forzando un poco el paso), nos queda-­ mos una noche en Las Vegas. Fuimos a un show y después a dormir, pero a las dos de la mañana bajé solo al casino. Mi vuelo salía a las doce, y a las once y cuarto sentí que me tocaban la es-­ palda: era mi mujer que había hecho las valijas, las había subido a un taxi y me había encontra-­ GR DO ¿Q HQ OD PHVD GH %ODFN -DFN Ahora no está mi mujer, así que llego al ómnibus de milagro. Me siento de un modo ex-­ tenuado y ciego: sin mirar quiénes viajan con-­ migo. Solo sé que a mis espaldas hay un nene que pega patadas todo el tiempo y que a mi lado hay un tipo con grandes auriculares y una bolsa inmensa de comida frita. —¿Buena suerte? —pregunta con la boca llena. Procuro ofrecer un gesto amable, pero no sé qué decir. Dejo mi bolso y me acomo-­ do en el sillón como si fuera un lugar seguro. Ahora cierro los ojos, trato de relajarme. El ruido de los salones todavía está conmigo y se va transformando lentamente en una lluvia monótona y metálica: puras monedas que me van durmiendo. Entre ellas, sonrío. [

GLOSARIO DE TÉRMINOS Y PERSONAS Campera: Chaqueta, abrigo. Carámbula, Gabriel: (Montevideo, 1965) Músico uruguayo, nacionalizado argentino. Fundador de «Los ratones paranoicos» y «Los perros calientes». Formó parte de la banda estable de Fito Páez. Colectivo: En Argentina, autobús. Fucking ass-hole: Insulto muy bestia que cada uno podrá adaptar a su lengua de origen.

Ginóbili, Emanuel: (Bahía Blanca, 1977) Conocido como «Manu», es el mejor jugador argentino de baloncesto de todas las épocas. Muy famoso en Estados Unidos, donde consiguió tres campeonatos de la NBA. Hit me: Golpéame. Se utiliza también como «dame una carta» en el Black Jack. Mar del Plata: Ciudad de la Costa Atlántica argentina.

Micro: En Argentina, autobús de larga distancia The Drifters: Grupo afroamericano de rhythm & blues muy popular en los años cincuenta. Universidad Rutgers: Universidad estatal de Nueva Jersey.

NO TENEMOS NADA QUE PERDER, ASÍ QUE APOSTAREMOS LO SUYO. 89


SOBREMESA

LAS IDEAS NO SON DE NADIE

M

e gustó mucho «Papelitos», tu cuento infantil bursátil —me dice Chiri. —Digamos que es mío a medias —le explico—. Por eso le pedí a María que pusiera en la portada «sobre una idea de Alfredo Molares», un señor al que no conozco. —¿El cuento es de él? —Molares tiene un blog económico, y en 2010 publicó una entrada a la que llamó «Credit Default :^HW ` V[YHZ TPLYKHZ ÄUHUJPLYHZ L_WSPJHKHZ WHYH lerdos», una idea muy divertida, pero sin estructura literaria. Yo le pedí una de esas entradas para hacer mi versión libre de un cuento infantil. —¿Le pagaste al hombre? Me imagino que sí. —No. Alfredo fue muy generoso y me lo prestó sin pedirme nada a cambio. —Entonces lo cagaste —me dice Chiri—. Lo plagiaste y además lo cagaste. Nos estás haciendo quedar para el orto en el extranjero. —Lo mío no es nada, Christian Gustavo. Mucho peor nos hace quedar Calero. —Eso es verdad. ¡Pero cuánta razón tiene! —Está buena la mirada que puede tener un extranjero sobre nosotros. A mí siempre me gustó mucho esa crónica de Naipaul que nombra Calero. Qué raros que somos, ¿no? —Rarísimos. —Se nota, por ejemplo, en todos los colores que ahora tiene el dólar —le digo—. ¿Decime si eso no es un símbolo hacia el futuro? Algo que seguramente va a quedar cuando se hable de LZ[H tWVJH KL SH (YNLU[PUH! LS K}SHY VÄJPHS LS IS\L el gris, el green, el celeste, el moreno... —Pero moreno no es un color, querido Jorge. A ese dólar le dicen así por Guillermo Moreno, el secretario de Comercio del interior. —¿Te conté que un día Moreno me llamó por teléfono? —le digo—. Me dijo: «Che, Orsai, ¿qué problema tenés vos?». Fue cuando nos retuvieron las revistas en el puerto. —¿Tuviste miedo? —Muchísimo miedo. Dicen que está loco. —¿Y qué le contestaste? —«No, señor, ya está todo solucionado». ·8\t NLU\ÅL_V X\L ZVZ ·TL KPJL *OPYP· ¿Y él qué te respondió? —Nada. Me cortó. Se fue sin saludar.

—¿Ves que somos raros? —me dice Chiri—. El otro día, leyendo el diario, caí en la cuenta de otra rareza nuestra: ¿vos sabías que dos de los héroes más grandes de la historia argentina en realidad vivieron poco tiempo en el país? —¿Sí? ¿Quiénes? —San Martín y Messi—le digo—. San Martín vivió solamente un cuarto de su vida en Argentina. Dieciséis años, para ser más exacto. O en realidad menos: once sobre sesenta y dos, si le descontás la campaña libertadora de Chile y Perú. Y Lionel Messi, el mejor jugador de la historia del fútbol, bueno, ya sabés... —No es que no me interese lo que me estás contando, pero ahora que nombraste la palabra «jugador» me acordé de una duda muy fuerte que [LUNV! ¦HS ÄUHS NHU} V WLYKP} LU LS JHZPUV LZ[L muchacho Pereyra? —¡Ganó! ¿No leíste cómo termina la crónica? —Sí, con esa lluvia de monedas y él en el bondi, sonriente, relajado —me dice Chiri—. Pero con LZL ÄUHS H SV TLQVY LZ[L T\JOHJOV LZ[t X\LYPLUKV decir otra cosa. No sé, una metáfora... —¡No le digas más «este muchacho»! ¿Quién sos? ¿Bioy Casares? ¡Y además Pereyra está queriendo decir lo que está queriendo decir! Su crónica es honesta hasta en las metáforas. —A propósito de honestidad —me dice—. ¿Le vas a mandar una revista al pobre hombre al que le robaste el cuento, no? —¡No le robé nada! —me indigno. —En el número pasado le robaste una historia a Pedro Mairal, la del gol de Maradona a los ingleses. Ahora le robás una idea a otro buen señor. Miráme a los ojos, Jorge... —Te miro. Qué pasa. —Se te terminó la imaginación, ¿verdad, querido amigo? Tenía razón tu mamá: muchas drogas blandas en la adolescencia... No me escondas la mirada, a mí me podés decir la verdad. ·:x ·SL JVUÄLZV· ,Z[V` ZLJV *OYPZ[PHU Gustavo. Mi pozo se quedó sin agua fresca. —Me lo imaginaba. —Ya no me sale ser escritor —lloriqueo. —¿Y qué vas a ser ahora? —Intermediario de las historias de otros —le digo—. Es más relajado y se gana más plata. [

COPIAR A ALGUIEN Y LUEGO PEGARLE. 90


ME IS BEAUTIFUL, por Manel Fontdevila

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ENTREVISTA

BUENOS AIRES

EL MUERTO SE RÍE UNA CHARLA CON SABORIDO Y CAPUSOTTO


DEL DEGOLLADO UNA ENTREVISTA DE GONZALO GARCÉS PRODUCCIÓN FOTOGRÁFICA DE PEDRO OTERO


EL MUERTO SE RÍE DEL DEGOLLADO

M

ientras los espero en un bar de Barracas pienso que, para mí, el humor de Capusotto y Sabo-­ rido es siniestro. En el sentido que le daba Freud a la palabra siniestro: aquello familiar que se vuelve extra-­ ño. Extraño y por lo tanto amenazante. Antes de que aparecieran humoristas como Capu-­ sotto, como Saborido, como Casero, antes de que Cha cha cha y después Todo por dos pesos pusieran patas arriba al humor en la Argentina a mediados de los noventa, los humoristas se reían de los siete pecados capitales: Olmedo, Porcel, Calabró hacían chistes con la lujuria, con la envidia, con la cobardía, con la pereza. O si no, estaba el humor de Tato Bores, que nos invitaba a reírnos de esa casta que reúne todos los pecados anteriores en uno: los políticos. Ya Antonio Gasalla, con sus personajes costum-­ bristas al borde del delirio, provocaba una risa con más matices sombríos, con una sospecha de que nosotros mismos, o nuestros propios prejui-­ cios, podían ser el blanco del chiste. Diego Capusotto ahora dice que la clave de todo es romper el rito. Que el humor es eso. Y para dar un ejemplo, propone un asado don-­

de las que comen son vacas. Pedro Saborido, su guionista y colaborador desde hace muchos años, propone que sean vacas que comen asado de hombre. Yo no sé cuál de los dos tiene razón, pero sé que estar ahí cuando Saborido y Capu-­ sotto empiezan, en medio de la charla, a inventar un sketch, es toda una experiencia. No hay nada previsible en la conversación con estos tipos, así como no hay nada previsible en los dispara-­ tes feroces que vienen poniendo en la pantalla desde Todo por dos pesos (1999-­2002) y quizá más todavía con Peter Capusotto y sus videos, que se emite sin parar desde 2006. En todos los personajes de Peter Capusotto hay un núcleo de parodia. Nos reímos de los excesos y la estu-­ pidez de los rockeros con Pomelo. Con Micky Vainilla, de la forma en que ciertos cantantes pop son funcionales al conformismo y a los pre-­ juicios de la clase alta. Nos reímos al encontrar, en Bombita Rodríguez, a un montonero de los setenta cantando a lo Palito Ortega. Pero a la pa-­ rodia le brotan apéndices extraños. Cosas que escapan a la lógica del humor, o que representan una lógica humorística más compleja. Juan Es-­ trasnoy, el ministro de Educación que interpreta Capusotto, ¿a quién parodia? ¿A las autoridades

NO SE GASTE CON TANTO HUMOR INTELIGENTE. TENGA, PISE ESTA CÁSCARA DE BANANA. 94


GONZALO  GRACÉS

los  muertos  se  rĂ­en  de  los  degollados.  Porque  el  blanco  que  buscan  son  las  prĂĄcticas  que  alguna  vez  fueron  vivas  y  se  han  convertido  en  cadĂĄ-­ veres,  sus  programas  son  tambiĂŠn  cementerios.  Cementerios  de  arquetipos,  movimientos,  rela-­ tos,  artes  y  discursos.  Cementerios  radioacti-­ vos  donde  los  cadĂĄveres  se  mueven.  Y  hacen  reĂ­r  y  sentir  frĂ­o.  SĂ­,  Capusotto  especialmente  HV XQR GH HVRV RtGRV ÂżQtVLPRV TXH FRPR GH-­ cĂ­a  Roberto  BolaĂąo,  oyen  la  musiquita  de  los  mundos  que  se  disgregan.  Yo  querĂ­a  que  me  ha-­ blaran  de  la  prĂĄctica  de  su  disciplina.  Y  querĂ­a  que  me  hablaran  de  las  prĂĄcticas  de  otros,  del  humor  a  travĂŠs  del  tiempo,  porque  asĂ­  como  hay  pocas  miradas  mĂĄs  åcidas  que  las  de  Capusotto  y  Saborido,  tambiĂŠn  hay  poca  gente  asĂ­  de  in-­ teresante  cuando  habla  de  cine  o  de  televisiĂłn.  Por  eso  les  llevĂŠ  clips  de  cuatro  pelĂ­culas  co-­ nocidas  y  les  pedĂ­  que  me  dijeran  lo  primero  que  les  sugiriera  a  cada  uno.  No  imaginaba  que  ODV UHVSXHVWDV LEDQ D LQFOXLU UHĂ€H[LRQHV H[LVWHQ-­ ciales,  consideraciones  sobre  los  Mercedes  de  Ricardo  Fort,  un  elogio  de  los  locos  del  Borda  y  una  pierna  humana  con  lechuga  y  tomate. La  charla  arranca  con  Capusotto.  Sabori-­ do  se  sumarĂĄ  despuĂŠs.

pacatas  preocupadas  por  el  mal  uso  del  lengua-­ je?  ¿O  a  nosotros  mismos,  gente  culta,  canchera  y  de  buen  gusto,  que  sentimos  ganas  de  matar  cuando  un  punga  dice  rescatĂĄte,  barrileteÂť  o  un  egresado  de  la  Universidad  de  Palermo  dice  que  se  dedica  a  hacer  stand  up  comedyÂť  o  usa  los  deditos  para  hacer  comillas  en  el  aire?  ¿Y  por  quĂŠ  Estrasnoy  tiene  pelo  largo? MĂĄs  o  menos  por  la  Êpoca  en  que  Capu-­ sotto  y  Saborido  empezaron  a  tener  seguido-­ res,  una  generaciĂłn  accedĂ­a  al  poder  en  todo  el  mundo:  la  generaciĂłn  del  rock,  del  individualis-­ mo,  de  la  informalidad,  del  gesto  libertario.  La  vieja  pacaterĂ­a  sigue  ahĂ­,  lo  mismo  que  los  siete  pecados  capitales,  pero  ahora  se  le  superponen  los  gestos  de  una  generaciĂłn  que  se  sigue  ima-­ ginando  joven.  Eso  obliga  al  humor  satĂ­rico  a  ejecutar  piruetas  extraĂąas,  a  retorcerse  sobre  sĂ­  PLVPR SDUD SUREDU VX Ă€H[LELOLGDG Yo  creo  que  Capusotto  y  Saborido  son  karatecas  veteranos  que  conservan  la  agilidad  necesaria  para  encontrar  las  imposturas,  los  ri-­ tos  cristalizados,  los  automatismos,  en  lugares  inesperados  e  íntimos.  Y  creo  tambiĂŠn  que  son,  quizĂĄ  de  manera  no  del  todo  voluntaria,  algo  asĂ­  como  poetas  de  la  degradaciĂłn.  Como  cuando Â

LAS Â REFLEXIONES Â SOBRE Â LA Â VIDA Â SON Â SEGĂšN Â EL Â BRILLO Â DEL Â SUJETO. 95


EL Â MUERTO Â SE Â RĂ?E Â DEL Â DEGOLLADO

—E

n  estos  dĂ­as  volvĂ­  a  ver  muchos  de  tus  videos.  Uno  se  rĂ­e,  se  rĂ­e,  pero  llega  un  momento  en  que  le  agarra  angustia.  Hay  algo  muy  pesado  ahĂ­.  â€”En  general,  no  tenemos  una  mirada  li-­ viana  de  la  vida.  Y  en  realidad  lo  que  hacemos  es  apuntar  algo  que  nos  duele  y  tambiĂŠn  a  tra-­ vĂŠs  del  humor  suavizarlo.  Y  tambiĂŠn,  a  travĂŠs  del  humor,  que  se  supone  que  suaviza  la  mi-­ rada,  estĂĄs  mostrando  algo  monstruoso.  Que  es  la  propia  realidad  transformada  en  algo  suave,  donde  lo  monstruoso  no  se  ve.  A  travĂŠs  del  len-­ guaje  humorĂ­stico  vos  podĂŠs  poner  eso  en  pri-­ mer  plano.  â€”Vos  hablĂĄs,  en  otro  lado,  de  mostrar  lo  monstruoso  de  aquello  en  que  creemos.  No  solo  lo  que  estĂĄ  afuera,  sino  lo  que  te  resulta  mĂĄs  querido.  â€”SĂ­,  claro,  tambiĂŠn  de  nuestras  propias  creencias.  Hay  una  burla  de  aquello  que  noso-­ WURV DÂżUPDPRV TXH VRPRV 3HUR HVR HV XQD E~V-­ TXHGD KXPDQD 8QR LQWHQWD DÂżUPDUVH VREUH OR que  es,  sobre  lo  que  quiere  hacer.  Y  a  veces  a  tra-­ YpV GHO KXPRU GHVPLWLÂżFDPRV HVDV PLVPDV SUH-­ guntas.  A  veces  desde  un  lugar  fatalista.  Otras  veces  porque  necesitamos  huir  de  nuestra  propia  gravedad.  Siempre  lo  que  hacĂŠs  son  puntos  de  fuga.  Viste  que  el  humor  estĂĄ  siempre  tocando  lo  trĂĄgico,  lo  oculto,  la  propia  tragedia  de  vivir,  lo  que  te  sofoca.  Por  eso  se  hace  tanto  humor  sobre  la  guerra,  sobre  la  muerte.  Claro  que  tam-­ biĂŠn  hay  puntos  que  son  mĂĄs  festivos.  Cuando  nosotros  hacemos  el  Bailarete  que  trata  de  en-­ gancharse  una  mina  en  un  boliche,  bueno,  ese  es  un  pelotudo  y  a  mĂ­  no  me  genera  ninguna  pena.  â€”Pero  el  rock  es  distinto.  Ustedes  al  rock  lo  quieren.  No  es  una  pelotudez,  digamos.  â€”El  rock  a  esta  altura  es  una  excusa.  De  alguna  manera,  el  sonido  del  rock  nos  pertene-­ ciĂł  y  tambiĂŠn  estaba  relacionado  con  una  mane-­ ra  de  mirar  la  vida  y  de  posicionarse  y  de  saber  quiĂŠnes  son  aquellos  con  los  que  te  querĂŠs  jun-­ tar  y  quiĂŠnes  no.  Y  despuĂŠs  el  programa  empe-­ zĂł  a  ser  otra  cosa‌  A  modo  de  cautela  pusimos  esto  de  que  el  nuestro  es  un  programa  de  rock.  Para  no  tener  que  decir  que  es  un  programa  de  humor.  Y  en  el  rock  entra  un  poco  de  todo.  Apa-­ recen  situaciones  que  no  tienen  nada  que  ver  con  el  rock,  pero  porque  el  programa  permitiĂł,  en  su  crecimiento,  que  nosotros  podamos  nom-­ brar  otras  cosas.  â€”Eso  pensaba  yo  mirĂĄndolos:  hoy  el  rock  es  todo.  Aunque  sea  en  formas  bastardeadas  o  aguadas,  el  rock  estĂĄ  en  todos  los  niveles  de Â

la  cultura.  Cuando  vos  ponĂŠs  al  ministro  de  EducaciĂłn  con  pelo  largo,  bueno,  es  una  idea  chistosa,  pero  al  mismo  tiempo  es  perfectamen-­ te  lĂłgica:  nosotros  tenemos  ministros  o  vicepre-­ sidentes  con  pelo  largo.  El  rock  es  una  de  las  banderas  de  un  diario  conservador  como  La  NaciĂłn‌  â€”SĂ­,  claro.  El  rock  es  un  sonido  que  estĂĄ  integrado.  Para  mĂ­  los  únicos  sonidos  interesan-­ tes  del  rock  son  los  que  estĂĄn  en  la  periferia:  los  que  no  suenan  tanto  en  la  radio.  Por  ejemplo,  bandas  como  Pez,  como  Acorazado  Potemkin,  como  Sur  Oculto.  Los  Natas,  Tantra,  que  es  una  banda  de  Mar  del  Plata‌  Te  estoy  nombrando  algunas  pero  hay  millones.   Los  Jenifer  PĂŠrez,  que  hacen  psicodelia  y  que  son  de  allĂĄ  del  sur‌  ¿QuerĂŠs  medio  tostado?  â€”Gracias,  me  acabo  de  clavar  dos  me-­ dialunas.  â€”Son  grupos  mĂĄs  situacionistas,  si  se  quiere.  Tocan  en  lugares  que  son  mĂĄs  lugares  de  irrupciĂłn  que  festivales  organizados.  â€”Lo  que  ustedes  mismos  hacen  se  podrĂ­a  vincular  con  los  situacionistas  de  los  sesenta.  Pero  con  una  diferencia  grande:  los  situacio-­ nistas  mostraban  las  grietas  o  las  hipocresĂ­as  de  una  sociedad  que  era  muy  pacata:  la  Fran-­ cia  de  De  Gaulle,  la  Europa  de  posguerra.  Pero  acĂĄ  la  situaciĂłn  es  muy  diferente,  porque  los  que  estĂĄn  en  el  poder  son  justo  la  gente  que  se  formĂł,  y  que  ayudĂł  a  formar,  la  cultura  cool.  La  FXOWXUD URFN HQ GHÂżQLWLYD —Nosotros  no  estamos  en  el  lugar  de  ac-­ ciĂłn  del  situacionismo.  Nosotros  estamos  en  un  canal  de  televisiĂłn  que,  si  se  quiere,  estĂĄ  esta-­ blecido.  Si  bien  estamos  en  un  canal  que  estĂĄ  corrido  de  los  grandes  Êxitos,  el  lado  B  de  la  televisiĂłn,  es  un  programa  que  tambiĂŠn  estĂĄ  in-­ corporado  al  sistema.  De  todas  maneras,  noso-­ tros  tambiĂŠn  tenemos  una  visiĂłn  sobre  la  propia  existencia.  No  hablamos  solo  de  lo  macro,  no  apuntamos  al  funcionario  o  al  poder  real.  Tam-­ biĂŠn  hablamos  del  ser  humano  y  su  encuentro  consigo  mismo  en  un  lugar  que  lo  fagocita,  que  HV HO 8QLYHUVR (O KXPRU OR TXH KDFH HV ÂżMDU tratar  de  entender,  ser  curioso.  Desenmascara  ¿me  entendĂŠs?  La  idea  es  esa.  â€”DespuĂŠs  de  mirar  videos  tuyos  durante  tres  dĂ­as  seguidos,  me  vino  a  la  cabeza  una  pa-­ labra:  entropĂ­a.  Hay  una  sensaciĂłn  de  que  es  un  humor  hecho  en  una  Êpoca  tardĂ­a,  en  la  que  muchas  cosas  han  degenerado:  el  peronismo,  el  rock,  la  vida  misma‌  â€”SĂ­,  y  lo  que  hay  tambiĂŠn  son  creencias Â

POR Â EL Â PUNTO Â DE Â FUGA Â SE Â ESPĂ?A Â LA Â ESCENA. 96


GONZALO GARCÉS

que son puestas en duda. Hay la necesidad de recrear algo así como una realidad paralela. Por eso yo decía: esto es el efecto de vivir día a día. El humor está concatenado con la burla y por eso yo hablaba de desenmascarar ciertos discursos. Ahí vos venís a meter el dedo en la llaga. So-­ bre algunas cosas que te sensibilizan, no sobre cualquier cosa, y no porque vos necesites venir a convertirte en ese personaje mediático que es el personaje que transgrede. Y que no es nada. No-­ sotros también apuntamos muchas veces a eso. —¿Un ejemplo? —Yo creo que Violencia Rivas es la que PiV UHSUHVHQWD FLHUWD GHVPLWL¿FDFLyQ GH QXHV-­ tras propias creencias. Ahí ponemos mucho hincapié, ahí estamos hablando más nosotros con la excusa del personaje. Y después Micky Vainilla, que lo más inquietante que tiene es que no es un jerarca nazi, es un cantante pop que simplemente disimula su hijaputez y se am-­ para diciendo que él no está diciendo lo que vos decís que dice. En Micky Vainilla están repre-­ sentadas un montón de cosas. —Claro: el lado fascista de esa normali-­ zación light que vivimos todos los días.

Capusotto: «No hablamos solo de lo macro, no apuntamos al funcionario o al poder real. También hablamos del ser humano y su encuentro consigo mismo en un lugar que lo fagocita, que es el Universo».

NO HAY MÁS QUE CREAR PERSONAJES CUANDO UNO YA NO CABE EN UNO. 97


—Y  del  propio  poder  tambiĂŠn.  Vos  le  po-­ dĂŠs  hacer  la  lectura  que  quieras.  A  veces  me  resulta  mucho  mĂĄs  interesante  la  lectura  que  hacen  otros  que  la  que  hago  yo.  Son  los  per-­ sonajes  que  tienen  una  estructura  mĂĄs  densa.  Y  tambiĂŠn  nos  ocupamos  de  personajes  de  un  hu-­ mor  mĂĄs  directo,  mĂĄs  ligado  a  lo  infantil,  como  el  cantante  que  canta  en  un  inglĂŠs  de  mierda.  El  que  quiere  hacerle  una  interpretaciĂłn  a  eso,  que  la  haga,  pero  para  nosotros  es  solo  lo  ri-­ dĂ­culo  que  podemos  ser  expresando  algo  con  demasiada  intensidad.  No  darnos  cuenta  de  que  cantamos  mal  o  que  cantamos  en  un  inglĂŠs  es-­ pantoso.  Eso  hasta  te  puede  caer  bien:  alguien  que  intenta,  con  mucha  concentraciĂłn,  hacer  algo  que  no  le  sale.  Vos  ves  que  se  equivoca,  pero  Êl  no  lo  ve.  Hay  que  ver  cuĂĄl  de  los  dos  es  mĂĄs  feliz.  â€”QuĂŠ  raro,  es  verdad:  casi  todos  los  per-­ sonajes  que  vos  hacĂŠs  son  gente  feliz,  en  el  sen-­ tido  de  que  hacen  lo  que  quieren.  Pomelo  es  un  pelotudo,  pero  un  pelotudo  feliz.  Violencia  Rivas  se  sale  con  la  suya.  ²%XHQR ORV SHUVRQDMHV GH ÂżFFLyQ VXHOHQ salirse  con  la  suya.  Generalmente  uno  se  rĂ­e  de  eso  porque  tambiĂŠn  es  parte  del  asunto.  Uno  tambiĂŠn  es  bastante  miserable. Â

—Esta  forma  de  ver  las  cosas,  esta  mira-­ GD WDQ FUtWLFD OD QHFHVLGDG GH PLUDU ODV ÂżVXUDV en  los  discursos,  ¿de  dĂłnde  viene?  ¿Para  vos  es  algo  de  fĂĄbrica,  tiene  que  ver  con  cosas  que  te  pasaron?  â€”Siempre  tiene  que  ver  con  cosas  que  te  pasaron.  Pero  yo  me  recuerdo  siempre  como  una  persona  observadora.  Que  es  el  primer  paso.  No  la  observaciĂłn  del  imitador,  que  cap-­ ta  cĂłmo  otro  se  mueve  para  copiarlo  tal  cual.  Es  la  necesidad  de  encontrar  un  sentido.  Pero  lo  que  nosotros  hacemos  tambiĂŠn  es  crear  un  lugar  propio,  un  lugar  mĂĄs  placentero  donde  vivir  que  la  realidad.  Por  decirte  algo,  en  la  realidad,  ¿con  cuĂĄnta  gente  te  conectĂĄs?  Yo  me  conecto  con  mĂĄs  gente  porque  soy  conocido  y  me  pueden  hacer  una  nota  o  puedo  dar  una  charla  donde  hay  mucha  gente,  pero  el  circuito  en  el  que  uno  se  mueve,  en  la  realidad  cotidia-­ na,  es  pequeĂąo.  Lo  que  hacemos  es  un  dispa-­ rador  que  puede  alcanzar  a  mĂĄs  gente  y  permi-­ te  que  uno  pueda  ser  portavoz  de  una  idea  en  comĂşn,  que  circula,  que  a  veces  es  rechazada  y  otras  veces  aceptada.  AhĂ­  se  genera  una  es-­ pecie  de  alianza‌ Llega  Pedro. SABORIDO:  â€”ÂżQuĂŠ  tal? Â

REĂ?R Â JUNTOS Â ES Â REĂ?R Â EL Â DOBLE Â CADA Â UNO. 98


GONZALO GARCÉS

Saborido: «Nosotros pudimos probar lo que hacíamos en un canal de cable. La TV abierta tiene demasiados instrumentos para saber lo que puede hacer y lo que no».

—M

e estaba hablando Diego de los alia-­ dos. Pero yo pensaba en la contra-­ cara: en lo que será, para ustedes, ser detestado también por muchos. Porque están los que se toman mal las parodias del rock, los que piensan que Bombita Rodríguez no se debe hacer porque con la militancia de los setenta no se jode… S: —Hay gente que piensa simplemente que sos un idiota. C: —Lo más inquietante es que piensen que sos un idiota, no que te odien. ¿Quién te odia? ¿Cecilia Pando? A mí me encantaría que me odie Cecilia Pando. S: —Lo que pasa es que también te cru-­ zás con gente que tiene odio estructural. Te va a odiar a vos como también odiará a alguien que tiene pantalón verde o dientes postizos. Ahí hay un malentendido. Pero también es un malenten-­ dido el fan. C: —A nosotros no nos gusta el fan. Por-­ que el fan es aquel que en un segundo se con-­ vierte en tu peor enemigo. Si vos empezás a tra-­ bajar para el deseo del fan, te convertís en una especie de idiota, o en un artista adolescente, que no somos, porque tenemos cincuenta años. Te convertís en el pelotudo de la televisión que dice: «Le estamos dando a la gente lo que la

gente quiere». No estás dando lo que vos querés decir, sino lo que la gente quiere, que es una abstracción. ¿Qué quiere la gente? ¿Vos lo sa-­ bés? ¡Qué grosso! ¿Vos sabés lo que yo quiero? Eso lo dicen cuando tienen diez puntos de ra-­ ting, o quince, y siguen funcionando con la idea de que la gente quiere ver eso. Así que al fan lo tomás siempre con cierto recato. —¿Cambió la relación de los humoristas con la gente? Yo siento que en los ochenta, has-­ ta mediados de los noventa, había un confor-­ mismo en el humor argentino que no hay ahora. Con Cha cha cha y con algún otro eso empieza a cambiar, el humorista se anima más a mojar-­ le la oreja a su público. S: —Me parece que lo que hay es más es-­ pacio donde hacerlo. Ahora nuestro programa puede aparecer en televisión. Está la oportuni-­ dad de romper lo establecido televisivamente. Vos pensá que en los ochenta había cinco ca-­ QDOHV 1R KDEtD PDUJHQ SDUD SL¿DUOD PXFKR De todas maneras, yo en los ochenta no miraba televisión. Esa también era una opción. C: —En los ochenta los espacios más in-­ teresantes no estaban en la televisión. Con la apertura democrática, los lugares más intere-­ santes para ver algo revulsivo, algo que fuera testigo de lo que pasamos, de la dictadura, no se encontraba en la televisión. De hecho, Cha cha cha sale recién en los noventa. Con el me-­ nemismo. Y en un canal que casi no tenía pro-­ gramación y que lo permitía. S: —Claro, un canal de cable. Nosotros pudimos probar lo que hacíamos en un canal de cable. La TV abierta tiene demasiados ins-­ trumentos para saber lo que puede hacer y lo que no. Va poco a ciegas, no prueba, tiene de-­ masiadas fórmulas, tiene el minuto a minuto, el marketing, el focus group. Entonces, sí, se hace algo para gustarle a la mayor cantidad de gente, ahí no podés romper porque seguís re-­ glas básicas. Por ahí en los sesenta y los setenta era más intuitivo. «Bueno, vamos a hacer esto, a ver qué pasa». Y por ahí era una cosa rara, un desafío de la originalidad. Ahora está siem-­ pre el temor de que no guste a mucha gente, entonces proponer un formato que salga de lo establecido… En dos semanas, a un programa que no anduvo, se le ponen trece panelistas y los ponen a hablar de algún escándalo mediá-­ tico, porque me va a pagar rápido. Es como un boliche donde se hace comida de autor y a los quince días decís: «Negro, empezá a servir mi-­ lanesas porque esto no anda». Pero las cosas

CUANDO DICEN «MI GENTE», PIENSO QUE TIENEN ESCLAVOS. 99


EL MUERTO SE RÍE DEL DEGOLLADO

PARA ABRIR LA MENTE ES NECESARIO DEMOLER MITOS. 100


GONZALO  GARCÉS necesitan  su  tiempo,  y  lo  que  no  hay  es  tiempo.  Si  nosotros  no  hubiĂŠramos  hecho  el  programa  en  el  cable,  hubiĂŠramos  hecho  un  piloto  y  ha-­ brĂ­amos  durado  quince  dĂ­as  con  suerte.  Porque  no  se  respeta  a  cuatro  puntos  de  rating.  Si  vos  sos  parte  de  algo  que  se  llama  cuatro  puntos  de  rating,  andĂĄ  a  mirar  cable,  boludo.  AndĂĄ  a  mirar  el  History  Channel. Â

—S

i  les  parece,  les  paso  un  video  y  ha-­ blamos  un  poco  de  las  imĂĄgenes. Les  muestro  un  clip  de  El  Gran  Lebowsky.  Dos  matones  entran  en  la  casa  de  Jeff  Bridges  y  le  sumergen  la  cabeza  en  el  inodoro  mientras  le  preguntan:  ¿DĂłnde  estĂĄ  el  dinero,  Lebows-­ ky?Âť.  Uno  de  los  matones  mea  en  la  alfombra  de  Lebowsky.  ¿Ves  lo  que  pasa,  Lebowsky?Âť.  Bridges  protesta:  Nadie  me  llama  Lebowsky.  Yo  soy  el  Dude.  Se  equivocaron  de  personaÂť.  C:  â€”Me  gustan  las  pelĂ­culas  de  los  her-­ manos  Cohen.  Yo  el  punto  mĂĄs  cercano  que  en-­ cuentro  con  mi  propia  sensibilidad,  con  lo  que  KDFHPRV QRVRWURV HV OD HVFHQD GHO ÂżQDO HQ OD que  tiran  las  cenizas  de  su  amigo,  Donny,  y  la  FHQL]D OHV FDH HQ OD FDUD (V FRPR GHVPLWLÂżFDU una  acciĂłn  sagrada.  Que  es  lo  que  nosotros  ha-­ cemos.  Yo  antes  te  hablaba  del  peso  de  lo  trĂĄgi-­ co;Íž  bueno,  acĂĄ  te  disparĂĄs  hacia  un  lugar  donde  podĂŠs  tomarte  la  vida  en  solfa.  S:  â€”Yo,  cuando  fui  a  tirar  al  viento  las  cenizas  de  mi  viejo,  me  acordĂŠ  de  esa  escena.  TirĂŠ  las  cenizas  de  mi  viejo  desde  un  puente,  y  medĂ­  el  viento,  porque  me  acordaba  de  la  es-­ cena.  ¥Porque  eso  puede  pasar  realmente!  ¿Me  entendĂŠs?  C:  â€”Pero  igual,  que  eso  pase  estĂĄ  pensa-­ do  por  el  director.  Que  es  lo  que  nosotros  hace-­ mos  en  el  programa.  Puede  pasar  en  la  realidad,  pero  estĂĄ  pensado  de  antemano,  no  sĂŠ  si  para  aliviar.  O  para  que  la  muerte  no  sea  un  lugar  trĂĄgico,  sino  que  tambiĂŠn  tenga  su  propio  peso  en  esa  gestualidad,  en  la  que  la  muerte  vuelve  para  pegarte  en  la  cara  y  producir  una  situaciĂłn  que  tambiĂŠn  es  graciosa.  Capaz  que  si  tirĂĄs  las  cenizas  de  tu  viejo  y  te  vuelven  a  la  cara  vos  de-­ cĂ­s  QuĂŠ  loco,  puede  ser  un  signoÂť.  Capaz  que  un  pelotudo  piensa  que  es  un  signo  y  se  sienta  D SHQVDU HQ HO VLJQLÂżFDGR GH ORV VLJQRV GH OD muerte.  Y  otro  por  ahĂ­  se  caga  de  risa.  Este  he-­ cho  simbĂłlico  se  convierte  en  un  hecho  fortuito  y  gracioso  a  la  vez.  S:  â€”Es  que  la  muerte  es  algo  tan  fuerte,  y  tan  claro,  y  que  no  merece  ningĂşn  comentario, Â

Saborido:  Si  nosotros  no  hubiÊramos  hecho  el  programa  en  el  cable,  hubiÊramos  hecho  un  piloto  y  habríamos  durado  quince  días  con  suerte.  Porque  no  se  respeta  a  cuatro  puntos  de  rating.

UNA Â EXPERIENCIA Â FUGAZ, Â HECHA Â CENIZA Â ETERNA. 101


EL MUERTO SE RÍE DEL DEGOLLADO que muchas veces el humor se trata de decir: esto no necesita ningún símbolo, ningún mito, es eso simplemente. Tirar abajo el mito es lo que te alivia y te provoca risa. Lo que pasa es que, hasta el momento en que se le viene la ceniza a la cara, te sorprendo porque te estoy llevando a la emoción, te estoy llevando a la emoción, te estoy llevando a la emoción, y de repente te saco la emoción al carajo. ¡Boludo, se le vino la ceniza a la jeta! ¿Qué hacemos? Yo me acuerdo una boludez, que también se lo conté a Diego: yo le expliqué a un amigo que cuando sacás las cenizas y querés hacer todo el rito, tenés que ¿MDUWH GH WHQHU XQ GHVWRUQLOODGRU 3DUNHU 3RUTXH las urnas vienen muy ajustadas. ¿No es bueno? El pibe lo hizo en Mar del Plata y se acordó de mí y pidió en el hotel un destornillador. Porque es verdad, el chabón iba a tirar las cenizas de su padre, vos vas con la urna al atardecer, con las olas y todo eso, y de pronto no la podés abrir. ¿Qué vas a hacer? ¿Empezar a golpearla contra una piedra? ¡Se fue todo al carajo! C: —Vos podés hacer una película a partir de eso… Y aparte yo creo que lo que nosotros hacemos es rememorar la infancia con los jue-­ gos que vos hacías cuando eras chico, pero con la gravedad del adulto. Vos tocás otros temas, ya no sos un chico libre e inmortal. —Claro: sabés que te vas a morir. C: —Yo lo que creo de los hermanos Co-­ hen es que tienen también esa cosa de chicos. Yo cuando me río de algo que hacemos en el programa, me río como un chico, no es que digo (gesto de sabihondo), no estoy buscando el símbolo... A lo mejor los hermanos Cohen terminan riéndose como nenes. —Eso dice Frances McDormand, que está casada con Joel. Que se la pasan riéndose como boludos de porro. S: —Es que no te queda otra. C: —Es una manera de escaparle al peso de la realidad. S: —Y es que no es importante lo que es-­ tás haciendo. Vos no estás operando a un chico de una peritonitis, que te la tenés que tomar en serio, no podés joder. Vos estás haciendo un programa de televisión que si sale mal no pasa nada. Tenés que creértelo como cuando jugás al fútbol, un picado. Querés ganar, de eso se trata. C: —Además, siempre es el otro el que te hace imprescindible. No nosotros. Nosotros hacemos el programa y no sabemos si quedó bien, si quedó mal. Para nosotros es imprescin-­ dible hacerlo. Pero en el imaginario es el otro

el que tiene una lista de cosas imprescindibles en la vida, como Woody Allen en Manhattan, cuando enumera las cosas imprescindibles de la vida. Para mí es fundamental ir a comer una vez por semana con mis amigos, sin eso la vida no tiene sentido. Cosa que probablemente a los cincuenta años vos también lo digas. S: —O que venga un tipo, como una vez le dijo a Diego —que no es por lo dramático sino para mostrarte la potencia de una boludez—, le dijo: «Mi hijo tuvo una enfermedad terminal y ver el programa de ustedes lo alivió en sus últimos años cuando estaba en la cama». Qué sé yo. Mirá, yo lo hacía jugando, no lo hacía para tu hijo, pero qué bueno que tu hijo lo pudo agarrar para eso. Y qué bueno que el padre en-­ contró eso. Había que drogarlo porque se estaba muriendo y no podían encontrar la felicidad con los amigos porque estaba tirado en una cama, así que encontraron esto. Pero más allá de lo melodramático, ¿te das cuenta?, es un juego que sale para cualquier lado. Y lo único que vos podés hacer, realmente, es estar encerrado en tu propio juego, como un pibe que se cree que una escoba es una guitarra o un caballo. Tenés que estar medio como un zombi, porque si empezás a tener en cuenta todo lo que hay afuera, bueno, no lo hacés. —Vos mencionás a Woody Allen. Pero él habla de un aspecto distinto del juego. Dice que la comedia es rabia. Que el comediante, cuando le fue bien con su público, dice: los maté, los destruí. ¿Ustedes no reconocen algo de esto? S: —Es que hacés humor con aquello que ves desacomodado. Y que te molesta. Podés decir que un tipo, aunque haga un juego, tiene una gran moralina, o es un tipo esencialmen-­ te moral. Porque en realidad está señalando lo que está mal. O lo que todos digan que está bien. Me cago en lo que todos dicen que está bien. Me cago en que Ernesto Sabato sea un gran escritor. Si quiero hacer un chiste con Sabato, hago un chiste con Sabato. Yo hago Papa’s Blues, Pappo Benedicto XVI. No es una cuestión de indignación, porque el indignado no se activa, dice: «Ay, mirá vos, no puede ser esto», y nada más. Se lava en su propia indig-­ nación. Lo que vos hacés es trastocarlo y decir-­ lo. O cuando alguien te dice: che, no se puede mezclar la muerte con un chiste. ¿Por qué no? Mirá, boludo. La mezclo. No podés mostrar un tipo comiendo caca en televisión. ¿Ah, no? Yo como caca. No sé si en esa cosa de «los maté»

GUARDO MIS MEJORES CHISTES PARA CONSUMO PERSONAL. 102


GONZALO GARCÉS hay algo. Lo que sí hay quizás en la gente que se sube a un escenario, y que por traslación uno lo ve cuando sale su programa, sí hay una sen-­ sación de que salís a defender un título, te subís a un ring, te enfrentás con algo. Y si vos lo po-­ nés en términos de público y crítica, el tipo dice «los maté», pero cuando la gente agarra una crítica, dice «Los mataron». Hay un enfrenta-­ miento, vos venís a mostrar algo. O la nueva temporada: ya te están esperando. «¿Hay nue-­ vos personajes?». Woody Allen también decía que hace cosas distintas para marear. El huía de que lo emboquen. Entonces va por acá, va por allá. Hay una sensación de «me están esperan-­ do para bajarme». C: —Es que eso pertenece a la propia crítica. «Esto, que supuestamente gusta, yo lo destrozo». A veces con armas nobles, a veces para posicionarse en una especie de personaje GHVPLWL¿FDGRU (V XQD HVSHFLH GH DIHFWDFLyQ Es lo que pasa con la gente que va hablar a la televisión, que se convierte en una especie de personaje. Ya tomó un rol. O sea, el gordo Fein-­ mann no es un facho, un cuadro del fascismo italiano. Es un personajito que le encanta asus-­ tar a los progres, que creen que es un cuadro fascista. Entonces el único que la ve clara es Tinelli, que lo quiere llamar para Bailando por un sueño. Porque ve que es un producto televi-­ sivo, no porque Tinelli sea fascista. Tinelli ve que ahí hay un personaje. El gordo Feinmann no es nada, loco. Pero cuando la gente le cree, sí. Entonces nosotros venimos precisamente a no creer. S: —Vos vas a tratar de hacer algo y ver cómo escaparte de las generales de la ley. O sea, si vos sos una banda de rock gigantesca que triunfa, ¿qué te queda? Caer. Y bueno, aho-­ ra queda que Capusotto y Saborido se peleen, o que decaigan, viene el derrotero de la Historia. ¿Y cuál es? La decadencia, porque todo decae. De todas esas reglas que hay, podés escapar. Porque los Beatles se separaron, pero The Grateful Dead siguieron tocando. Siguieron para sus aliados. Serían menos, serían pocos. Habrán perdido público, no importa, pero es-­ caparon a la historia del héroe. Esa que dice: «Sos genial, sos lo máximo», para después verte caer. Ahora Darín metió novecientos mil espectadores: bueno, vamos a esperar cuál va a ser la película de Darín que fracase. Para que haga la curva del héroe ¿no? Y después se re-­ dima. C: —Cuando fracasás y estás dos años sin

Saborido: «Cuando alguien te dice: che, no se puede mezclar la muerte con un chiste. ¿Por qué no? Mirá, boludo. La mezclo. No podés mostrar un tipo comiendo caca en televisión. ¿Ah, no? Yo como caca».

SI DICEN «MATERIA DE ANÁLISIS», PIENSO EN CACA. 103


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EL MUERTO SE RÍE DEL DEGOLLADO aparecer en la pantalla, empezás a ser desvalo-­ rizado. Nos ha pasado a nosotros con Todo por dos pesos. S: —O está Tarantino como religión. «No, después de Reservoir dogs se cayó…». ¡Y a Ta-­ rantino le chupa un huevo! C: —Con Todo por dos pesos y Cha cha cha pasó exactamente lo mismo. En un momen-­ to ya deja de ser la novedad, porque se sitúa, queda establecido, y deja de ser revulsivo como cuando salió. Cuando esos programas desapa-­ recen empiezan a ser reivindicados, probable-­ mente porque no aparece otro programa que lo supere, o si hay alguno que lo supere, tiene su raíz en los programas que habíamos hecho no-­ sotros. No es que no leamos críticas, pero en GH¿QLWLYD WHUPLQD RFXSDQGR PX\ SRFR OXJDU en lo que hacemos. Lo que nos preocupa más que nada son los personajes nuevos, que tienen rebote en la gente. Pero después de seis años de hacer el programa, por supuesto que hay un efecto de novedad que se pierde. Yo, la ver-­ dad, ¿viene a tocar Television acá y me voy a preocupar porque dicen que seguimos haciendo el mismo programa? Andá a la concha puta de tu madre. Los Television dejaron de tocar hace treinta años y vuelven a tocar ahora. Porque necesitarán plata, bueno. Pero es Television. Si no, hacé una banda hoy y tocá, pelotudo, a ver si tocás mejor que Television. Viste cómo es. Así que mirá si nosotros nos vamos a privar de hacer un programa.

—A

hí va otro video. Vemos un clip de El gran dicta-­ dor. Chaplin es soldado en la Primera Guerra Mundial. Dispara un enorme cañón. El obús VDOH FRQ GL¿FXOWDG \ FDH D SRFRV PHWURV (O sargento ordena a un soldado ir a inspeccionar el obús. El soldado se da vuelta y le ordena lo mismo al siguiente. El siguiente le ordena lo mismo al siguiente. El último es Chaplin, que se da vuelta, pero no encuentra a nadie. Inspecciona el obús caído. A medida que da vueltas en torno a él, el obús se gira para se-­ guir apuntándole. C: —Esto es intemporal. Por más que esté situado en un contexto histórico. Pero el ser humano se ríe siempre de lo mismo. Además era un gran artista. Aunque a mí, la verdad, me gustaba más Buster Keaton. Me parecía menos efectista. Chaplin siempre me pareció más para la masa. Suena feo decirle comercial, porque

Capusotto: «A mí, la verdad, me gustaba más Buster Keaton. Me parecía menos efectista. Chaplin siempre me pareció más para la masa». Saborido: «Sin embargo el que metía más gente en el cine no era ni Chaplin ni Keaton. Era Harold Lloyd».

Chaplin era un artista integral, casi te diría que de esos pibes no salen más. Pero a pesar de eso me gustaba más Keaton. S: —Sin embargo el que metía más gente no era ni Chaplin ni Keaton. Era Harold Lloyd. C: —Chaplin, quizá, tenía algo demagógi-­ co. Se metía con los grandes temas: la clase tra-­ bajadora, el nazismo. Tiene algo bienpensante. S: —Yo no sé si es tan bienpensante. Pero yo no conozco otra película de esa época don-­ de alguien haga de Hitler. Y estaba Hitler en el poder todavía. C: —Tenía cosas efectistas. Pero era un grande. A mí lo que me gustaba más de Buster Keaton es cómo se salvaba del mundo. Me pare-­ ce más interesante y hasta más poético. Tenía un registro más poético que Chaplin, si se quiere. Y había una cosa de «él contra el mundo». Quizá no tocara tanto el tema político, pero era una per-­

LA TESIS DEL ARTISTA CONSISTE EN CONMOVER A DISCRECIÓN POR PRIMERA VEZ. 106


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sona  sumamente  romĂĄntica  que  se  las  rebuscaba  como  podĂ­a,  inclusive  con  elementos  absurdos,  y  le  daba  un  signo  de  coherencia  a  las  cosas  que  hacĂ­a.  Estoy  hablando  de  actos  concretos,  como  resolver  un  problema.  Que  Êl  los  resolvĂ­a  des-­ de  el  delirio  y  que  terminaba  siendo  funcional.  CĂłmo  podĂ­a  inventar  una  mĂĄquina  que  lo  sacara  de  una  situaciĂłn  comprometida.  Keaton  estaba  ligado  a  la  idea  romĂĄntica  del  amor  imposible  y  las  cosas  que  podĂ­a  hacer  para  ganar  ese  amor.  Pero  tambiĂŠn  fue  uno  de  los  pocos  tipos  en  esa  Êpoca  que  se  matĂł  a  sĂ­  mismo  en  una  pelĂ­cula,  que  no  recuerdo  cuĂĄl  es.  Terminaba  enterrado  Êl  con  la  mujer  a  la  que  querĂ­a.  S:  â€”Fueron  felices‌  Y  se  murieron.  ¥Mostraba  eso!  Que  fueron  felices,  tuvieron  hi-­ jos,  y  se  murieron.  C:  â€”Y  eso  tiene  mĂĄs  contundencia  que  el  efecto  chaplinesco.  Cuando  hoy  veo  a  Keaton Â

no  veo  esa  correcciĂłn  polĂ­tica  que  veo  en  Cha-­ plin.  Chaplin  es  un  grosso,  eso  ni  hablar.  Pero  a  mĂ­  me  gustan  mucho  tambiĂŠn  los  hermanos  Marx,  porque  son  como  cuatro  dementes  pues-­ tos  en  un  mundo  supuestamente  normal.  Es  como  ver  a  cuatro  tipos  del  Borda,  pero  en  de-­ ÂżQLWLYD IHOLFHV GHQWUR GH OD FRQYHQFLyQ GH TXH son  actores  que  estĂĄn  dentro  de  una  pelĂ­cula.  S:  â€”No  es  que  te  rĂ­as  de  alguien  que  tiene  sufrimiento  psĂ­quico,  o  psiquiĂĄtrico.  C:  â€”Son  tipos  que  estĂĄn  en  un  mundo  equivocado.  Y  el  mundo  mĂĄs  agradable  es  el  de  los  hermanos  Marx,  no  el  mundo  que  los  ro-­ dea,  que  es  el  mundo  al  que  nosotros  pertene-­ cemos.  Cuando  los  estĂĄs  mirando,  vos  no  sos  ORV KHUPDQRV 0DU[ YRV WHQpV OD LGHQWLÂżFDFLyQ pero  lo  que  estĂĄs  viendo  son  personajes  que  tie-­ nen  identidad  propia.  Y  vos  ves  que  lo  intere-­ sante  son  esos  cuatro  dementes  y  no  el  mundo Â

UNO Â MUEVE Â EL Â MUNDO Â CORRESPONDIENTE Â A Â SU Â PUNTO Â DE Â APOYO. 107


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EL MUERTO SE RÍE DEL DEGOLLADO que los rodea, y que le pone límites a esa locura. Y como siempre terminan bien, a mí me gus-­ ta ver eso. A lo mejor el tipo de película y de formato sí es de una época y vos no lo podrías hacer hoy. Pero adonde apunta la energía de los Hermanos Marx es algo que nos atraviesa a nosotros. A nosotros y a muchos otros, que vieron eso y se formaron con eso. Siempre pasa que estás haciendo algo que está haciendo otro, porque es una idea que no te pertenece, es una manera de mirar la vida que nos pertenece a unos cuantos. El otro día, por ejemplo, yo vi que lo pasaron en TV, que hay un restaurante en Estados Unidos que se llama «La muerte» o algo así, Y después ponían nuestro sketch de angioplastia. S: —Vos intuís que hay algo que puede pasar. Es lo que intuís cuando vas a un tenedor libre. Y Estados Unidos es una sociedad que hace esas cosas. Que pone un boliche que se llama «Vení, morite» y te invita a comer ham-­ burguesas… Antes hablábamos del fan. Imagi-­ náte esto: alguien ve a Diego acá y no se da cuenta de que hay un vidrio, le quiere pedir un autógrafo, rompe el vidrio, tiene poco aguante y se muere.

—L

es paso el último. Es un clip de Rambito y Rambón. Los soldados están en la selva, hay un peligro. Guillermo Francella le da instrucciones a cada XQR GH VXV FRPSDxHURV $O ¿QDO XQR OH SUHJXQ-­ ta: «¿Y vos?» «Yo soy muy cagón», responde Francella. Enseguida, un clip de Bananas, de :RRG\ $OOHQ 8Q R¿FLDO UHYROXFLRQDULR H[SOL-­ ca a todos qué hacer si alguien es picado por una serpiente: chupar el veneno y después es-­ cupirlo. Todos, por turno, repiten la instrucción. Cuando llega el turno de Woody, este dice: «No puedo chupar la pierna de nadie con quien no esté comprometido». S: —En realidad, es el mismo chiste. La gracia es el cobarde en un lugar donde alguien así nunca llegaría a ser soldado. Pero ves, Woo-­ dy Allen tiene algo de Buster Keaton. Porque en la película, Woody Allen arma todo el qui-­ lombo de hacerse revolucionario para levantar-­ se una mina. C: —Y también hay un tipo de humor que está encuadrado ahí en esas películas. No en ese gag. Tanto el gag de Woody Allen como el de Francella, los dos. Ahí hay una representación del humor que es muy televisivo, que es la de Sofovich, por ejemplo. La idea de que la gente

Capusotto: «Una idea que no te pertenece es una manera de mirar la vida que sí nos pertenece a unos cuantos».

tiene que entender todo, que no hay que ser re-­ buscado. Y que la gente se tiene que anticipar al remate. S: —Claro, había programas de televisión donde vos sabías cómo iban a rematar cada sketch. Lo que pasa es que en televisión vos ves al actor o a la actriz, no tanto el texto. Entonces la gente veía a Olmedo y Porcel, que repetían los mismos cinco sketches, y ya sabías el rema-­ te y sabías lo que pasaba. Es la idea de que todo tiene que ser entretenido, el remate se tiene que entender, si vos sabés cómo viene lo disfrutás junto al actor. Es una cosa que nosotros cuando la hacemos es de manera paródica. Es una idea muy televisiva, porque supone que el tipo labu-­ ra todo el día y cuando llega a su casa necesita estar distendido y entender todo. Lo que pasa es que si ese tipo labura doce horas por día y gana dos lucas por mes, le chupa un huevo. El problema es que el tipo debería ganar más, no que debería sentarse a ver a Tinelli.

—¿U

stedes notaron que en el cine, no importa si la película es graciosa o no, la gente siempre se ríe? S: —Yo hace poco fui a ver en el teatro una obra sobre Freud, donde aparece Freud con cáncer en el paladar y sufriendo por el dolor de su dentadura postiza, y la gente se empezó a reír. Ahora, análisis psicológico: ¿se ríen porque no se bancan la potencia del dolor

MIRO TV TODO EL DÍA PARA CUIDAR QUE NO ME LA ROBEN. 110


GONZALO  GARCÉS de  esa  escena?  ¿O  son  unos  cosos?  Uno  podrĂ­a  FDOLÂżFDU D HVWD JHQWH GH LPEpFLOHV 3HUR QR ORV FDOLÂżFiV SRUTXH VH UtHQ VLQR SRUTXH VH UtHQ en  donde  supuestamente  estamos  de  acuerdo  todos  en  que  no  hay  que  reĂ­rse.  Porque  esto  es  serio.  Pero  bueno,  al  tipo  le  causĂł  gracia.  ¿QuĂŠ  carajo  hacemos?  ¿CĂłmo  compartimos  ese  lugar?  C:  â€”Si  esa  situaciĂłn  la  trasladamos  a  la  ¿FFLyQ QRV FDXVDUtD JUDFLD S:  â€”En  una  pelĂ­cula  de  los  hermanos  Marx,  el  que  se  rĂ­e  en  el  cine  cuando  no  debe  serĂ­a  uno  de  los  hermanos  Marx.  Y  nosotros,  viendo  la  pelĂ­cula  de  los  hermanos  Marx,  nos  reirĂ­amos  con  ellos.  DirĂ­amos:  mirĂĄ,  ese  actor  de  mierda  se  quiere  hacer  el  buen  actor  dramĂĄ-­ tico  y  estos  se  le  cagan  de  risa.  Sin  embargo,  si  vos  estĂĄs  ahĂ­,  vos  sos  Margaret  Dumont,  la  vie-­ ja.  Vos  decĂ­s:  QuĂŠ  mal,  cĂłmo  se  estĂĄn  riendo  acĂĄÂť.  A  veces  la  forma  de  ver  eso  es  ponerse  al  costado  y  ver  que  los  dos  son  ridĂ­culos:  el  que  se  rĂ­e  y  el  que  se  indigna  porque  se  rĂ­en.  Si  es  por  eso,  sesenta  personas  que  se  sientan  a  ver  a  un  tipo  que  hace  como  que  es  Freud,  ya  es  ridĂ­-­ culo.  Si  no  te  creĂŠs  el  rito,  no  podĂŠs  hacer  nada.  Si  no,  es  como  ir  a  un  asado  y  empezar  a  hablar  de  la  vaca  muerta.  â€”Es  una  opciĂłn.  C:  â€”Es  una  opciĂłn.  Una  vaca  comiendo  asado.  S:  â€”Esta  puede  ser  una  discusiĂłn  de  chis-­ tes.  Diego  dice  una  vaca  comiendo  asado.  Yo  digo  una  vaca  comiendo  gente.  C:  â€”Ya  saliĂł  un  sketch.  Cuatro  vacas  co-­ miendo‌  S:  â€”‌Mmm,  esta  carne‌.  C:  â€”Y  saca  una  pierna‌  S:—  ¿De  dĂłnde  es?Âť.  De  CotoÂť.  C:  â€”ÂżPero  se  comen  un  humano?  S:  â€”O  que  se  coman  una  vaca.  â€”ÂżNo  es  mejor  que  se  coman  una  vaca?  Si  se  comen  un  humano,  puede  parecer  moralina.  S:  â€”SĂ­,  pero  mĂĄs  fuerte  es  ver  una  gamba  humana  puesta  con  lechuga  y  tomate.  Pero  en  realidad  no  importa.  La  cosa  es  desarmar  el  rito.  ImaginĂĄte  que  vos  reciĂŠn,  cuando  nos  ponĂŠs  los  clips,  nos  decĂ­s:  Les  voy  a  mostrar  estos  clips  para  ver  quĂŠ  opinanÂť,  y  nos  empezĂĄs  a  mostrar  clips  de  gente  chupando  pijas.  Y  nosotros  pen-­ sando:  ¿Tiene  algo  que  ver?  ¿Este  tipo  de  quĂŠ  trabaja?  Lo  mandĂł  Casciari‌.  Y  en  la  panta-­ lla  le  estĂĄn  haciendo  el  ojete  a  una.  â€”ÂŤÂżQuĂŠ  opinan,  chicos?  ¿CĂłmo  lo  ven?Âť.  S:  â€”Claro,  se  va  todo  al  carajo. Â

C:  â€”Por  eso,  lo  que  a  nosotros  mĂĄs  nos  hace  reĂ­r  es  esa  distorsiĂłn  de  la  normativa  de  los  signos  de  la  realidad.  SerĂ­a  gracioso  que  SDVDUD HVWR HQ HO PDUFR GH XQD ÂżFFLyQ GH XQ programa  de  humor.  S:  â€”Pero  parĂĄ,  Diego,  porque  tambiĂŠn  te  divierte  cuando  por  ejemplo  viene  un  perio-­ dista  y,  sin  llegar  a  este  absurdo,  te  hace  una  pregunta  fuera  de  lugar  o  desconoce  algo  bĂĄ-­ sico.  ¿CuĂĄl  es  el  lĂ­mite  del  humor?  En  algĂşn  momento  nos  convertimos  en  parodias  de  no-­ sotros  mismos. Â

Saborido:  Sesenta  personas  que  se  sientan  a  ver  a  un  tipo  que  hace  como  que  es  Freud,  ya  es  ridículo.  Si  no  te  creÊs  el  rito,  no  podÊs  hacer  nada.  Si  no,  es  como  ir  a  un  asado  y  empezar  a  hablar  de  la  vaca  muerta.

C:  â€”Puede  quedar  muy  afectado  que  yo  te  diga  que  el  programa  se  explica  solo.  Pero  la  verdad  es  que  explicar  lo  que  hacĂŠs  no  tie-­ ne  el  mismo  peso  que  hacerlo.  Y  ese  mundo  es  mucho  mĂĄs  personal  ahĂ­  en  la  pantalla  que  los  creadores  explicando  lo  que  hicieron.  â€”Bueno,  pero  por  eso  existen  las  entre-­ vistas.  Yo  veo  a  ese  pintor  que  pintĂł  muy  bien Â

ASADO Â POPULAR, Â PUEBLO Â A Â LA Â PARRILLA. 111


EL  MUERTO  SE  RĂ?E  DEL  DEGOLLADO esa  casa  y  pienso:  quĂŠ  bueno  que  es,  dan  ganas  de  hablar  con  Êl.  C:  â€”TambiĂŠn  las  charlas  son  interesan-­ tes  o  no.  Yo  no  niego  la  charla.  Esta  charla  fue  interesante.  Otras  charlas  son  obvias,  no  tienen  PXFKR SHVR HVSHFtÂżFR QL ODV SUHJXQWDV QL OR que  vayas  a  responder.  Le  explicĂĄs  a  otro  tres  veces  cĂłmo  hacer  un  huevo  frito.  Ya  te  lo  expliquĂŠÂť.  Pero  explicĂĄmelo  de  nuevoÂť.  Ah,  bueno.  Pero  si  encuentro  una  nota  a  Artaud,  la  leo.  Pero  leo  una  nota  a  Artaud,  no  a  Ricardo  Fort.  Un  chabĂłn  que  sale  del  hospital  y  como  estuvo  cerca  de  la  muerte,  dice  que  va  a  sacar  un  libro.  Que  se  supone  que  va  a  ser  espiritual.   Le  habrĂĄ  visto  la  pera  a  Dios,  algo  vio.  Pero  cuando  saliĂł  del  hospital,  lo  primero  que  dijo  es  que  se  comprĂł  cuatro  Mercedes.  ¿Y  por  quĂŠ  no  me  voy  a  comprar  cuatro  Mercedes,  si  estuve  cerca  de  la  muerte?Âť. S:  â€”Eso  me  parece  mĂĄs  interesante  que  el  libro.  C:  â€”Pero  si  este  chabĂłn  se  compra  cua-­ tro  coches,  no  lo  escuchemos  mĂĄs.  O  se  los  choreamos,  o  no  lo  escuchemos  mĂĄs.  Se  com-­ pra  cuatro  coches  y  vos  ganĂĄs  cuatro  lucas  por  mes,  vos  sos  idiota.  La  gente  es  idiota.  Pero  bueno,  cada  uno  elige  su  propia  vida  y  su  pro-­ pia  muerte.  [

Capusotto:  Lo  que  a  nosotros  mås  nos  hace  reír  es  esa  distorsión  de  la  normativa  de  los  signos  de  la  realidad.

GLOSARIO DE TÉRMINOS Y PERSONAS Bailarete, Bombita RodrĂ­guez, Juan Estrasnoy, Pomelo, Vicky Vainilla, Violencia Rivas: Personajes KL Ă„JJP}U KLS WYVNYHTH KL [LSL]PZP}U 7L[LY *HW\ZV[[V ` Z\Z ]PKLVZ Boliche: *HU[PUH LU SH QLYNH WVY[L|H (J[\HSTLU[L [HTIPtU ZL KLUVTPUH ­IVSPJOLÂŽ H KP]LYZVZ ULNVJPVZ Borda: /VZWP[HS WZPX\Pm[YPJV KL )\LUVZ (PYLZ /VZWP[HS 0U[LYKPZJPWSPUHYPV 7ZPJVHZPZ[LUJPHS 1VZt ;PI\YJPV )VYKH Bores, Tato: )\LUVZ (PYLZ /\TVYPZ[H ` WYLZLU[HKVY KL [LSL]PZP}U :\ O\TVY WVSx[PJV THYJ} H NLULYHJPVULZ KL HYNLU[PUVZ CalabrĂł, Juan Carlos: )\LUVZ

(PYLZ (J[VY ` O\TVYPZ[H HYNLU[PUV Casero, Alfredo: )\LUVZ (PYLZ /\TVYPZ[H HJ[VY ` T‚ZPJV *YLHKVY Q\U[V H +PLNV *HW\ZV[[V ` V[YVZ HJ[VYLZ KLS WYVNYHTH KL [LSL]PZP}U *OH JOH JOH Coto: *HKLUH HYNLU[PUH KL Z\WLYTLYJHKVZ Cha cha cha: :LYPL KL [LSL]PZP}U HYNLU[PUH KL O\TVY HIZ\YKV WYV[HNVUPaHKH WVY (SMYLKV *HZLYV -HIPV (SILY[P ` +PLNV *HW\ZV[[V ChabĂłn: ,U QLYNH S\UMHYKH VYPNPUHSTLU[L ZPNUPĂ„JHIH ­[VU[VÂŽ (J[\HSTLU[L ZL KPJL ­JOHI}UÂŽ V ­JOHIVUHÂŽ H OVTIYLZ ` T\QLYLZ LU (YNLU[PUH

Embocar: 4VKPZTV HYNLU[PUV X\L LU LZ[L JHZV ZPNUPĂ„JH ­KHYSL \U NVSWL H HSN\PLUÂŽ Feinmann, Juan Pablo: )\LUVZ (PYLZ -PS}ZVMV KVJLU[L LZJYP[VY ` JVUK\J[VY KL YHKPV ` [LSL]PZP}U Fort, Ricardo: )\LUVZ (PYLZ 4\S[PTPSSVUHYPV TLKPm[PJV HYNLU[PUV Francella, Guillermo: )\LUVZ (PYLZ (J[VY ` JVTLKPHU[L HYNLU[PUV Gasalla, Antonio: )\LUVZ (PYLZ /\TVYPZ[H HJ[VY H\[VY WYVK\J[VY ` WYVMLZVY KL [LH[YV HYNLU[PUV ÂŤLevantar una minaÂť: ,U S\UMHYKV ­ZLK\JPY H \UH T\QLYÂŽ

EL Â MAYOR Â ERROR Â DE Â INTERPRETACIĂ“N Â ES Â QUERER Â INTERPRETAR Â CUANDO Â NO Â ES Â NECESARIO. 112


GONZALO GARCÉS

Luca: 7HSHIYH KLS S\UMHYKV X\L ZPNUPÄJH TPS WLZVZ Mina: 4\QLY Montonero: 6YNHUPaHJP}U N\LYYPSSLYH HYNLU[PUH KL SH PaX\PLYKH WLYVUPZ[H X\L KLZHYYVSS} SH S\JOH HYTHKH LU[YL ` Olmedo, Alberto: 9VZHYPV " 4HY KLS 7SH[H (J[VY ` O\TVYPZ[H JVUZPKLYHKV JVTV \UV KL SVZ JVTLKPHU[LZ TmZ PTWVY[HU[LZ KL SH (YNLU[PUH Ortega, Palito: ;\J\TmU *HU[H\[VY HJ[VY WYVK\J[VY KPYLJ[VY KL JPUL ` WVSx[PJV HYNLU[PUV Pando, Cecilia: )\LUVZ (PYLZ (J[P]PZ[H HYNLU[PUH KL KLYLJOH \S[YHJVUZLY]HKVYH

Panelistas: 7LYZVUHZ X\L OHISHU ZVIYL \U [LTH LU WHY[PJ\SHY ,U (YNLU[PUH ZL KLUVTPUH HZx H SVZ PU]P[HKVZ KL \U WYVNYHTH KL [LSL]PZP}U ,U ,ZWH|H [LY[\SPHUVZ 3LðDU ,YYHY LX\P]VJHYZL Pija: ,U (YNLU[PUH WLUL Porcel, Jorge: )\LUVZ (PYLZ " 4PHTP (J[VY O\TVYPZ[H JHU[HU[L ` KPYLJ[VY [LH[YHS HYNLU[PUV ;YHIHQ} T\JOVZ H|VZ Q\U[V H (SILY[V 6STLKV Punga: 3HKY}U KL IPSSL[LYHZ «Rescatate, barrilete»: -YHZL KLS WLYZVUHQL KL ÄJJP}U 1\HU ,Z[YHZUV` KLS WYVNYHTH KL [LSL]PZP}U Peter Capusotto y sus videos.

Situacionista: ,S X\L ZL KLKPJH H JVUZ[Y\PY ZP[\HJPVULZ Sofovich, Gerardo: )\LUVZ (PYLZ (J[VY O\TVYPZ[H WYVK\J[VY ` N\PVUPZ[H HYNLU[PUV Solfa: ,U QLYNH S\UMHYKH ­WHSPaH® (J[\HSTLU[L ­[VTHY LU ZVSMH® ZPNUPÄJH [VTHY LU IYVTH V YPKPJ\SPaHY HSNV Tinelli, Marcelo: )\LUVZ (PYLZ 7YLZLU[HKVY LTWYLZHYPV WLYPVKPZ[H KLWVY[P]V ` WYVK\J[VY HYNLU[PUV *VUK\JL LS WYVNYHTH KL [LSL]PZP}U Bailando por un sueño. Todo por dos pesos: 7YVNYHTH KL [LSL]PZP}U HYNLU[PUV WYV[HNVUPaHKV WVY -HIPV (SILY[P ` +PLNV *HW\ZV[[V JVU N\PVULZ KL 7LKYV :HIVYPKV ` 5tZ[VY 4VU[HSIHUV

YO CREO QUE TODO, O ES GRACIOSO O NO LO ENTIENDO. 113


SOBREMESA

ÂŚ8<0i5 /(*, ESTAS ENTREVISTAS?

L

HZ LU[YL]PZ[HZ X\L SL OHJL .HYJtZ H Z\Z LU[YLvistados son mucho mĂĄs entretenidas que las X\L TL OHJtZ ]VZ H Tx HS Ă„UHS KL JHKH JY}UPJH ¡Œ7LYK}U& ¡TL KPJL *OPYP¡ ÂŚ=VZ WLUZmZ X\L LZ[HZ JVU]LYZHJPVULZ NYHIHKHZ LU[YL ]VZ ` `V ZVU \UH LU[YL]PZ[H& ¡*SHYV ,Z \U SHYN\xZPTV PU[LY]P‚ X\L ]VZ TL OHJtZ H Tx 4\` ZPTWm[PJV LZ ]LYKHK WLYV UV SL WVUtZ SH WYVM\UKPKHK X\L SL WVUL .HYJtZ ¡SL KPNV¡ 5V Zt ZP ]HZ H THU[LULY LZ[L LTWSLV ¡=V` H KLQHY WHZHY LS THSLU[LUKPKV ¡KPJL *OPYP JHTIPHUKV KL [LTH¡ ÂŚ;L N\Z[} SH JOHYSH JVU *HW\ZV[[V ` :HIVYPKV& —No pienso contestar —le digo—. Tus preN\U[HZ ZVU Z\WLYĂ…\HZ ` VIZLJ\LU[LZ ¡;L ]V` H YLZWVUKLY JVTV =PVSLUJPH 9P]HZ SH WYLJ\YZVYH KLS W\UR LU LS T\UKV! ­)\LU Ă„U KL semana, andĂĄ a la concha de tu hermanaÂť. ¡§,ZWLYm *OYPZ[PHU .\Z[H]V UV JVY[LZ ¡Z\WSPJV¡ :P UV [LYTPUHTVZ LZ[H ZVIYLTLZH UV ]HTVZ H WVKLY JLYYHY SH YL]PZ[H @ LZV ZLYxH T\` NYH]L =VZ ZHItZ X\L `V [ÂťLZ[PTV TVS[ ¡Œ7VY X\t TL OHISmZ LU JH[HSmU ZHSHTL& ÂŚ8\PtU [L JYLtZ X\L ZV`& ÂŚ;\ LZWVZH& —Es que si lo digo en espaĂąol me suena meKPV W\[V LU JH[HSmU LU JHTIPV LZ V[YH JVZH ¡4L ZHSL YLZWVUKLY[L JVU V[YV [LTH KL =PVSLUJPH 9P]HZ! ­4L[t[L [\ JHYP|V LU LS J\SVÂŽ ¡§(O X\t [LT}U ¡SL KPNV¡ 4L LUJHU[H =PVSLUJPH 9P]HZ 7LYV ZP [\]PLYH X\L LSLNPY H \UV KL SVZ WLYZVUHQLZ KL *HW\ZV[[V ` :HIVYPKV SLQVZ TL X\LKV JVU )VTIP[H 9VKYxN\La ¡,S 7HSP[V 6Y[LNH TVU[VULYV <U JYHJ ¡@V SL LUZL|t H SH 5PUH SH SL[YH JVTWSL[H KL ÂŤLa sonrisa de mamĂĄ es como la de PerĂłnÂť, y todas las noches, cuando nos sentamos a comer LU MHTPSPH ZL SH JHU[HTVZ H *YPZ[PUH —A modo de homenaje. ¡7VY Z\W\LZ[V WLYV *YPZ[PUH UV SV LU[PLUKL de la misma manera que nosotros —le digo—. 0N\HS JYLV X\L LU LS MVUKV SL N\Z[H 7VYX\L H ]LJLZ IHPSH JVU SH TLSVKxH TPLU[YHZ UVZ ZPY]L SH escalivada. ¡Œ:HIVYPKV ` *HW\ZV[[V M\LYVU SVZ WYPTLYVZ LU OHJLY JOPZ[LZ JVU SVZ ZxTIVSVZ ` SH SP[\YNPH WLYVUPZ[H UV& ÂŚ*}TV W\LKL ZLY X\L [VKH]xH UHKPL LU (YNLU[PUH SVZ OH`H X\LYPKV SPUJOHY& —Porque pertenecen a un sector interno del

partido que se llama ÂŤPeronismo con Humor y RevisiĂłnÂť. Lo dijeron una vez en chiste, pero yo JYLV X\L LZ JPLY[V! LZV SVZ KLĂ„UL IHZ[HU[L —¿Te acordĂĄs que de chicos ya seguĂ­amos a :HIVYPKV& ¡TL YLJ\LYKH *OPYP ¡*SHYV SV LZJ\JOmIHTVZ LU SH YHKPV J\HUKV LZ[HIH JVU Z\ HTPNV 6THY 8\PYVNH ` KLZW\tZ siempre estuvimos muy atentos a los guiones del WYVNYHTH KL ;H[V )VYLZ X\L LU \UH tWVJH LZJYPIPLYVU Q\U[VZ ÂŚ8\t LZ KL SH ]PKH KL 8\PYVNH& —Lo Ăşltimo que hizo, me parece, es una miniserie que se llama Memorias de una muchacha peronista WHYH SH [LSL]PZP}U W‚ISPJH ¡Œ,Z[m I\LUH& ¡5V SH ]P WLYV Zt X\L [YHUZJ\YYL LU[YL ` ¡TL KPJL *OPYP¡ @ SH OPZ[VYPH ZL J\LU[H HS ritmo de un aĂąo por episodio. Es, a escala, nuestro Mad Men @ HKLTmZ LS WLYZVUHQL WYPUJPWHS LZ \UH T\QLY X\L LU[YH H [YHIHQHY JVTV KHJ[PS}NYHMH en la redacciĂłn de una radio y se termina convirtiendo en periodista. ¡*VTV 7LNN` 6SZVU ¡SL KPNV¡ X\L KL ZLJYL[HYPH ZL [YHUZMVYTH LU JYLH[P]H ¡§*}TV SH ]HTVZ H L_[YH|HY H 7LNN` LZ[L aĂąo en Mad Men! ¡(O ÂŚUV ZHIxHZ& +PQV 4H[[OL^ >LPULY X\L Peggy sĂ­ estarĂĄ en la nueva temporada, que emWPLaH HOVYH! LS ZPL[L KL HIYPS ­5V W\LKV KLJPY J\mU[V UP KL X\t THULYH UP J\mS ]H H ZLY Z\ OPZtoria, pero va a estarÂť, asegurĂł el pelado. ¡§8\t I\LUH UV[PJPH X\L TL KHZ NVYKP[V —SĂ­, todo muy lindo —le digo—, pero dejame volver a un asunto que no me cierra. ÂżEntonces LZ[HZ ZVIYLTLZHZ UV ZVU \UH LU[YL]PZ[H X\L ]VZ TL LZ[mZ OHJPLUKV H Tx KLZKL SH WYPTLYH 6YZHP& ¡§5V ¡TL NYP[H¡ ÂŚ8\PtU LZ LS X\L KLZNYHIH LZ[HZ JOHYSHZ& ÂŚ8\PtU LZ LS X\L WVUL ­KPJL *OPYPÂŽ ` KPJL ­1VYNLÂŽ HS Ă„UHS KL JHKH KPmSVNV& ¡@V ¡*SHYV ÂŚ@ ]VZ HSN\UH ]La ]PZ[L H \U LU[YL]PZ[HKV OHJLY [VKV LS [YHIHQV& —Entonces... —digo, compungido. —SĂ­, querido amigo. Lamento que lo descuIYHZ KLZW\tZ KL [YLZ H|VZ ¡Œ@V [L LZ[V` LU[YL]PZ[HUKV H ]VZ& —AsĂ­ parece. ¡§(O X\t ]PKH WLYYH ¡5V [LUNV TmZ YLZW\LZ[HZ ¡KPJL *OPYP [

MI Â PEOR Â ENEMIGO Â ES Â TAN Â MAL Â ENEMIGO Â QUE Â HASTA Â ME Â HACE Â FAVORES. 114


PLANETA TUTE, por Tute

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( c u e n t o i n é d i t o )

LA LENGUA DE CHIFU Un relato de LIAO YIWU Traducción de CARLOS LOMÉ Ilustraciones de MATÍAS TOLSÀ

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C LIAO YIWU Sichuan, 1958 Escritor, poeta y músico chino. Recibió en 2012 el Premio de la Paz de Comercio Librero Alemån. Desde 1987 estå en la lista negra de escritores prohibidos en China. Pasó cuatro aùos en la cårcel luego de escribir Masacre, un extenso poema sobre la matanza en la plaza de Tian´anmen. Yiwu describe esos aùos como una verdadera pesadilla en donde sufrió torturas físicas y psicológicas. En Por una canción y mil canciones, el autor relata su paso por la prisión. Actualmente vive exiliado en Alemania. En 2012 publicó El paseante de cadåveres. Retrato de la China profunda (Sexto Piso), un libro que habla de la gente que no sale en las noticias. Ademås de poeta y músico, Yiwu revela en La lengua de Chifu su trazo gastronómico. Orsai N12 enciende los fuegos y los invita a revolver este guiso espeso de nueve påginas. Amigos sensibles de Orsai, busquen digestivos y ¥bon appÊtit!

hifu  es  un  tipo  de  nariz  respingada  y  boca  grande.  Su  lengua  ha  pasado  por  grandes  experiencias  e  incluso  cuenta  con  un  gran  nĂşmero  de  seguidores.  Esta  es  una  Êpoca  en  que  la  gente  solo  piensa  en  comer   â€”me  decĂ­a—,  ademĂĄs  de  comer,  hay  que  vol-­ ver  a  comerÂť.  Yo  tambiĂŠn  soy  uno  de  sus  segui-­ dores,  fue  asĂ­  como  comenzamos  a  tener  puntos  de  vista  y  objetivos  en  comĂşn.  El  dos  de  enero  de  1999,  estando  en  cierta  casa  de  tĂŠ  a  punto  de  demolerse  en  la  zona  de  la  Puerta  Occidental  en  Chengdu,  el  viento  soplaba  de  extremo  a  extre-­ mo  del  local.  Sentados  alrededor  de  la  mesa  de  mahjong,  conversaba  con  Chifu  sobre  comida;Íž  sin  embargo,  a  medida  que  avanzaba  la  conver-­ saciĂłn  me  iba  desanimando.  Chifu  sĂ­  que  es  un  hombre  de  mucho  mundo  y  con  una  experien-­ cia  que  rebasa  todo  lĂ­mite,  tanto  que  aunque  me  esforzara  toda  una  vida  jamĂĄs  lograrĂ­a  alcanzar  el  nivel  al  que  Êl  ha  llegado.  Para  Êl  todo  es  co-­ mestible.  Cuando  estaba  organizando  este  texto  realmente  me  entrĂł  el  deseo  de  atravesarle  la  ERFD FRQ XQ DOÂżOHU D HVH &KLIX ÂŁSHFDGRU LIAO  YIWU:  ¿QuĂŠ  delicias  te  has  comi-­ do  recientemente  Chifu? CHIFU:  Nada  en  especial,  ando  como  dijo  el  caballero  Liang  Shan  en  A  la  orilla  del  agua:  Con  la  boca  tan  vacĂ­a  que  me  podrĂ­a  salir  un  nidoÂť. LIAO:  Nadie  te  lo  va  a  creer,  con  esos  ojos  radiantes,  tu  voz  imponente,  y  esa  cabeza  SHORQD \ EULOODQWH ÂŁ3HUR PLUD KDVWD WXV SDWLOODV EODQFDV VH SXVLHURQ QHJUDV 6ROR SRUTXH D~Q no  llegas  a  los  cincuenta  aĂąos  no  puedo  decir  que  de  la  vejez  volviste  a  la  niĂąezÂť,  pero  a  ver,  dime  la  verdad,  ¿quĂŠ  tĂłnico  estĂĄs  tomando?

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CHIFU: ¿Acaso ya sabes leer el rostro? LIAO: Hace un tiempo vi la película taiwanesa llamada Comer, beber, amar y luego releí la vieja novela de Lu Wenfu El gourmet, me parece que en lugar de ponerse a comer como él es mejor ver a los demás mientras co-­ men, para tratar de aprender a descifrar el rostro de la comida, ¿de qué te ríes? CHIFU: No me río, solo estoy haciendo muecas. ¿Acaso puedes comerte las películas y las novelas? Ver no sirve de nada, solo emba-­ rrando la lengua conoces la frescura. LIAO: Sí que te has vuelto más rudo que antes. CHIFU: Pero claro, es que cada vez como carne humana con más frecuencia. LIAO: ¿Carne humana? Así que hasta ho-­ micida eres. Mira Chifu ya tienes cierta edad, no estás para decir ese tipo de cosas. No te he ofendido. &+,)8 £3DUD QDGD (V PiV ELHQ SRUTXH veo que eres un buen hombre que me atrevo a decírtelo. Si en estos días te sientes de mal hu-­ mor y quieres buscar alguna motivación, yo te puedo llevar. LIAO: No pareces estar loco. CHIFU: Loco estarás tú. Acércate un poco que en esta casa de té hay mucha gente y las paredes oyen. Basta que alguien vaya con el chisme y esto va a acabar convirtiéndose en una película de terror. Toma mi tarjeta, date un tiempo y ve a darte una vuelta;; sigues el camino recto por la orilla del río Fujiang, allí verás un gran número de puestos de comida que venden «pez cacho del río Qiuxi». En cierto punto en-­ contrarás detenido un carrito, por ahí te bajas del coche como te indique tu sexto sentido. En la noche verás a unas cuantas personas pasean-­ do por el terraplén, ve en esa dirección unas ocho calles, hay un jardín de bambúes y al en-­ WUDU YDV D WRSDUWH FRQ XQRV HGL¿FLRV GRQGH VH ve mucho desorden, ahí hay servicio completo: comida, bebida, barajas, mahjong, karaoke, se puede consumir todo un día a doce yuanes por persona. LIAO: El «agroturismo» que hay por to-­ das partes en la periferia de Chengdu, ¿y para qué iría tan lejos? &+,)8 £3XHV D FRPHU FDUQH KXPDQD Cuando encuentres a Zhang el gordo, el dueño, dile que quieres probar borrego, él te entenderá. Da igual si le das o no la tarjeta, en cuanto vea

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tu apariencia de fatiga como si volvieras de un largo viaje sabrá que andas buscando aquello. Ese detestable lugar es de lo más tranquilo en el día, pero por las noches está a reventar, no sé de dónde salen tantos clientes. Zhang el gordo es un cocinero con un talento único por kilóme-­ tros a la redonda, además de su famoso plato de creación original, es capaz de cocinar cualquier cosa en la olla, cualquier ser que vuele por los aires, corra por el suelo, nade en el agua o que crezca en la tierra. Presiento que le pone opio D VXV SODWRV SRUTXH KDVWD ODV PiV LQVLJQL¿FDQ-­ tes hojitas le salen buenas. A veces vende toda la comida y queda algún cliente insatisfecho que se mete a husmear en la cocina olfateando todo como perro de caza. A Zhang el gordo no le queda otra que golpear el bote de los des-­ SHUGLFLRV JULWDQGR ©£R\H VROR TXHGD HVWR SDUD alimentar a los cerdos, la comida para las perso-­ QDV \D VH DFDEy ª )UHFXHQWHPHQWH EURPHR GL-­ FLHQGR ©&XDQGR KD\D JDQDGR VX¿FLHQWH GLQHUR me voy a mudar a la casa de Zhang el gordo a pasar mi vejez, así todos los días podré comer esa carne del Bonzo Tang y así vivir hasta los ciento veinte años». LIAO: Si tan glotones se ponen de segu-­ ro no es normal. El año pasado El Diario de Sichuan sacó a la luz «la verdad sobre los des-­ perdicios de agua y aceite», y causó indigna-­ ción entre los ciudadanos de Chengdu, porque en la foto se apreciaban unos botes de la altura de una persona rebosantes de moscas, los botes contenían los desperdicios líquidos que los tra-­ ¿FDQWHV GH EDVXUD KDEtDQ UHFROHFWDGR HQ FDGD restaurante de Chengdu. Luego de hervir lo recolectado separaban la capa de grasa que se DFXPXODED HQ OD VXSHU¿FLH GH HVWD VRSD GH VD-­ liva del pueblo para luego revenderla a todos los puestos de brochetas esparcidos por calles y callejones. Así que la nueva corriente de esta generación de alimentos inducida por lo sabro-­ so y barato no es otra cosa que los desperdicios de comida reciclados varias veces. Si se usaran para alimentar a los cerdos no serían tan útiles, £SHUR ODV SHUVRQDV Vt TXH VDERUHDQ EURFKHWD WUDV EURFKHWD FRQ JUDQ SODFHU Después del reportaje sobre los desper-­ dicios de aceite se fueron destapando las ma-­ drigueras de una en una, el negocio de las bro-­ chetas cayó en la ruina por dos meses. Sin em-­ bargo, conforme el clima cambiaba, las ventas también fueron mejorando a gran velocidad, al


dĂ­a  de  hoy  las  brochetas  ya  son  un  Êxito  rotundo  en  todo  Chengdu.  Es  increĂ­ble,  la  gente  no  le  teme  a  los  desperdicios  de  aceite,  su  inmunidad  para  eliminar  toxinas  se  desarrolla  por  naturale-­ za.  Es  imposible  envenenar  a  la  gente.  Me  atre-­ vo  a  asegurar  que  a  este  desperdicio  de  aceite  le  ponen  alguna  droga  que  va  directo  al  gusto,  haciendo  a  todos  adictos. CHIFU:  Pues  al  hotpot  le  ponen  cĂĄpsula  GH DPDSROD LQFOXVR OD RÂżFLQD GH ,QGXVWULD \ Comercio,  que  hace  revisiones  durante  las  cua-­ tro  estaciones  del  aĂąo,  nunca  ha  podido  frenar-­ lo.  La  cĂĄpsula  de  amapola  es  la  materia  prima  para  producir  opio,  en  cuanto  se  le  agrega,  la  olla  emana  una  fragancia  única.  Basta  con  co-­ merlo  un  par  de  veces  para  volverse  adicto.  Fi-­ nalmente  terminas  volviĂŠndote  cliente  perma-­ nente  del  local. LIAO:  El  lugar  que  dices  seguramente  es  una  fuente  de  drogas. CHIFU:  Todos  los  lugares  concurridos  son  fuentes  de  drogas,  como  se  dice  comĂşn-­ mente:  hay  que  comer  con  excitaciĂłnÂť. LIAO:  ¿TambiĂŠn  vender  carne  humana  con  excitaciĂłn?  CHIFU:  Pues  de  vez  en  cuando  los  poli-­ cĂ­as  tambiĂŠn  van  a  comerla. LIAO:  ¿No  me  estarĂĄs  inventando  una  nueva  A  la  orilla  del  rĂ­o?  ¿CuĂĄnto  cuesta  la  or-­ den  de  bollos  de  carne? CHIFU:  ¿CĂłmo  supones  que  es  una  or-­ den?  Son  del  tamaĂąo  de  la  palma  de  una  mano.  Se  limpia  bien  la  carne  de  todo  rastro  de  san-­ gre  y  se  mete  al  refrigerador  para  desinfectarla  (a  baja  temperatura).  De  hecho  es  mĂĄs  sabrosa  sin  desinfectar,  pero  las  mujeres  de  ahora  tie-­ nen  todo  tipo  de  enfermedades  complejas  asĂ­  que  es  mĂĄs  seguro  desinfectarla  y  de  paso  se  elimina  un  poco  el  olor  a  sangre.  DespuĂŠs  se  hierve  a  fuego  lento  en  una  olla  de  barro  con  un  poco  de  jengibre.  Si  se  trata  de  un  pequeĂąo  feto  a  lo  mucho  se  hierve  por  dos  horas  y  que-­ da  listo  porque  todavĂ­a  hay  que  estofarlo  hasta  que  quede  una  sopa  brillante  como  la  nieve,  luego  hay  que  ponerle  un  poco  de  ginsengÂť.  Claro  que  el  supuesto  ginsengÂť  es  la  patata  dulce  que  asemeja  una  planta  de  pie,  las  de  las  afueras  de  Chengdu  son  grandes  y  tienen  buena  consistencia,  incluso  les  sale  la  forma  de  dedo  pulgar.  Es  una  raĂ­z  muy  buena  para  grabar  en  ella,  tanto  que  cuando  los  vendedores  de  medi-­ camentos  falsos  te  ofrecen  el  ginseng  de  los Â

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mil  aĂąos  de  la  montaĂąa  blancaÂť  en  realidad  se  trata  de  esta  patata  grabada.  Hay  dos  tipos:  el  macho  y  la  hembra,  si  usas  ambas  queda  per-­ fecto,  pero  bueno  ya  me  fui  por  la  tangente.  Este  tipo  de  sopa  de  por  sĂ­  ya  es  un  fuerte  su-­ plemento,  si  ademĂĄs  le  pones  ginseng  serĂ­a  de-­ masiado  para  el  cuerpo,  asĂ­  que  solo  se  le  pue-­ de  poner  la  patata  dulce  para  que  la  sopa  espese  mĂĄs.  Se  trae  a  la  mesa,  se  enciende  el  hotpot  y  se  le  puede  agregar  tiras  de  panza,  pollo  ralla-­ do,  tallarines  de  arroz  transparente  y  tambiĂŠn  raĂ­z  de  loto.  Incluso  hay  otra  manera  de  cocinar Â

Luego  de  hervir  lo  recolectado  separaban  la  capa  de  grasa  que  se  acumulaba  en  la  VXSHU¿FLH GH HVWD sopa  de  saliva  del  pueblo  para  luego  revenderla  a  todos  los  puestos  de  brochetas  esparcidos  por  calles  y  callejones.

la  sopa  para  que  quede  mĂĄs  sabrosa:  primero  se  despellejan  unos  ratones,  se  lavan  bien  y  se  estofan  con  aquello.  Zhang  el  gordo  crĂ­a  va-­ rios  ratones  blancos  en  jaulas,  parece  todo  un  FLHQWtÂżFR SHUR QDGD PiV GH YHU TXp OHV GD GH comer  me  da  no  sĂŠ  quĂŠ:  les  da  puro  desperdicio  podrido.  Para  ordenarlos  hay  que  pedir  ratones  de  los  buenos  y  a  buen  precio,  le  pides  a  Zhang  el  gordo  que  mande  algunos  campesinos  a  bus-­ car  de  entre  las  ratoneras  y  en  un  dĂ­a  seguro  se  pueden  atrapar  de  diez  a  veinte  grandes.  Los Â


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despellejas  y  los  juntas.  Mira,  nada  mĂĄs  al  ver-­ los  te  das  cuenta  que  son  idĂŠnticos  a  un  feto,  a  veces  la  carne  humana  se  desbarata  al  estofarla  antes  que  la  de  ratĂłn,  pero  sus  patas  asemejan  manitas  y  pies  aĂşn  sin  forma‌ LIAO:  ¿EstĂĄs  seguro  que  no  tienes  ningĂşn  problema  psicolĂłgico?  ¿Ese  feto  no  es  acaso  un  cadĂĄver?  CHIFU:  La  primera  vez  que  lo  comĂ­  de  verdad  que  no  sabĂ­a  quĂŠ  era,  un  amigo  me  lle-­ vĂł,  nos  sirvieron  una  sopa  bien  espesa  tan  blan-­ ca  que  deslumbraba  la  vista.  Con  solo  probar  la  primera  cucharada  la  sentĂ­  tan  sabrosa  que  todo  mi  cuerpo  se  sintiĂł  como  una  lengua  que  se  extendĂ­a  y  se  cerraba  para  lamer.  Mi  amigo  me  preguntĂł:  ¿QuĂŠ  te  parece?Âť  yo  estaba  estu-­ pefacto.  AprovechĂĄndose  de  mi  estupefacciĂłn  mi  amigo  sacĂł  rĂĄpidamente  el  contrato  de  dona-­ ciĂłn  para  la  protecciĂłn  del  medio  ambiente  en  HO UtR 0DGUH \ PH SLGLy ÂżUPDUOR &RQ PL PHQWH HQ EODQFR OR ÂżUPp HO FRVWR GH HVWD GHOLFLD DV-­ ciende  a  los  cincuenta  mil  yuanes. Solo  con  comerlo  dos  veces  me  hice  algo  adicto.  Yo,  que  he  atravesado  de  Sur  a  Norte  por  negocios,  y  he  probado  todo  tipo  de  deli-­ catessen,  jamĂĄs  me  hubiera  imaginado  que  lo  mĂĄs  suave,  lo  mĂĄs  sabroso  y  de  mĂĄs  alto  ni-­ vel  fuera  la  carne  humana.  Las  tribus  primiti-­ vas  de  à frica  siempre  han  tenido  la  costumbre  de  comer  carne  humana.  Bokassa,  un  antiguo  emperador  de  à frica  Central,  incluso  ofrecĂ­a  carne  de  africanos  haciĂŠndola  pasar  por  carne  de  oso  cuando  daba  recepciones  a  huĂŠspedes  extranjeros.  El  registro  mĂĄs  famoso  de  cani-­ balismo  en  China  se  remonta  a  cuando  el  rey  Zhou  de  la  dinastĂ­a  Shang  retĂł  al  rey  Wen  de  la  dinastĂ­a  Zhou,  a  quien  encerrĂł  en  una  celda  por  tres  aĂąos.  Zhou,  para  descubrir  sus  intentos  de  conspiraciĂłn,  asesinĂł  a  su  hijo  Yi  Bokao  y  picĂł  VX FDUQH ÂżQDPHQWH FRFLQiQGROD HQ XQD JDFKD de  arroz  para  despuĂŠs  ofrecĂŠrsela.  El  rey  Wen  sabĂ­a  que  se  trataba  de  la  carne  de  su  propio  hijo  y  aun  asĂ­  se  lo  devorĂł  exclamando  sabro-­ soÂť  y  acabĂł  lamiendo  el  tazĂłn  hasta  que  que-­ dara  limpio.  A  decir  verdad,  en  aquel  entonces  cuando  leĂ­amos  estas  historias  de  canibalismo  sentĂ­amos  que  se  nos  ponĂ­a  la  piel  de  gallina.  Hay  demasiadas  descripciones  similares  a  esta  en  los  libros  antiguos  de  China,  todo  el  mundo  sabe  de  los  bollos  de  carne  humana  que  vendĂ­a  Sun  Erniang  en  A  la  orilla  del  rĂ­o  y  de  cĂłmo  hasta  Wusong  casi  muere,  asĂ­  como  cada  de-­

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talle  de  cĂłmo  Likui  despedaza  a  Shi  Wengong  para  luego  sacarle  el  corazĂłn,  rebanarlo  y  cur-­ tirlo  en  alcohol.   TambiĂŠn,  son  interminables  las  historias  de  canibalismo  durante  los  tres  aĂąos  de  la  gran  hambruna  en  China.  Si  se  daba  a  luz  un  bebe  al  que  no  podĂ­an  dar  sustento  se  lo  comĂ­a  toda  la  familia,  bastaba  con  que  en  una  aldea  se  comen-­ zara  con  la  costumbre  para  seguir  haciĂŠndolo,  los  campesinos  pobres  y  de  clase  media  baja  se  comĂ­an  a  los  terratenientes  o  a  los  campesinos  ricos,  pero  como  la  carne  vieja  era  muy  dura  comenzaron  a  comerse  a  los  hijos  de  estos.  En  aquel  entonces  la  gente  deliraba  por  el  hambre  tanto  que  ya  ni  saboreaban.  Oye  Liao  mira,  en  todo,  lo  mĂĄs  difĂ­cil  es  romper  el  ayuno,  hasta  un  monje  que  rompe  su  ayuno  podrĂ­a  comer  mĂĄs  que  tĂş.  Si  se  llegara  a  romper  el  ayuno  de  carne  humana,  seguro  habrĂ­a  una  gran  cantidad  de  mujeres  que  se  dedicarĂ­an  a  tener  bebes  para  proveer  a  todo  tipo  de  restaurantes.    LIAO:  ¿TĂş  ya  rompiste  el  ayuno? CHIFU:  Pues  hay  una  diferencia  entre  un  bebe  que  naciĂł  y  el  que  no. LIAO:  ¿Y  a  quĂŠ  te  sabe  la  sopa  de  feto? CHIFU:  Anteriormente  habĂ­a  comido  pla-­ centa,  de  hecho  el  sabor  del  feto  y  el  de  la  pla-­ centa  es  el  mismo.  Zhang  el  gordo  es  un  buen  cocinero  y  tiene  su  receta  secreta  para  hacer  esta  sopa.  Ă‰l  logra  quitarle  todo  sabor  extraĂąo.  En  un  principio  ni  me  atrevĂ­a  a  mirar  dentro  de  la  cocina,  me  concentraba  en  comerme  la  sopa  abstraĂ­do.  Luego  vino  una  temporada  baja  y  la  mercancĂ­a  comenzĂł  a  escasear,  se  volviĂł  cada  vez  mĂĄs  cara.  Daban  mĂĄs  de  las  diez  y  los  en-­ cargados  de  ir  a  buscar  la  mercancĂ­a  no  volvĂ­an,  todo  el  mundo  se  quedaba  esperando  con  an-­ siedad.  Los  cincuenta  gramos  estaban  a  sesenta  yuanes,  y  en  caso  de  encontrar  mercancĂ­a  pe-­ queĂąa  a  lo  mucho  era  de  ciento  cincuenta  gra-­ mos,  que  daba  un  total  de  ciento  ochenta  yua-­ nes.  Los  ratones  estĂĄn  a  diez  yuanes  cada  uno,  estos  sĂ­  no  estĂĄn  caros.  AsĂ­  en  una  sentada  entre  tres  o  cuatro  personas  consumĂ­amos  tranquila-­ mente  entre  cuatrocientos  y  quinientos  yuanes.  Claro  si  corrĂ­amos  con  suerte  podĂ­amos  encon-­ trar  de  los  grandes,  de  esos  que  hasta  despuĂŠs  de  seis  meses  se  le  ocurrĂ­a  abortar  a  alguna  ton-­ ta.  En  un  abrir  las  piernas  a  alaridos,  el  doctor,  a  punta  de  pinzas,  le  saca  un  peso  de  encima:  las  orejas,  nariz,  boca,  todo  completo,  ya  tiene  hasta  uĂąas  en  los  dedos  de  las  manos  y  los  pies. Â


Este  tipo  de  mercancĂ­a  mĂ­nimo  es  de  medio  kilo  a  un  kilo  y  a  veces  si  se  descuidan  y  abortan  en  el  último  momento  incluso  puede  llegar  a  ser  de  kilo  y  medio  a  dos  kilos.  AsĂ­  de  grande  una  ROOD QR HV VXÂżFLHQWH DVt TXH VH WLHQH TXH GLYLGLU en  dos  o  tres  ollas.  Por  mĂĄs  que  no  quiera  ver  tengo  que  revisar  la  bĂĄscula  a  la  hora  de  pesarlo  porque  una  diferencia  mĂ­nima  de  peso  como  la  de  un  grano  de  arroz  equivale  a  varios  yuanes.  A  la  hora  de  dividir  la  carne  tambiĂŠn  hay  que  hacerlo  con  cuidado,  en  caso  de  encontrar  de  los  grandes  todos  quieren  las  nalgas  y  los  mus-­ los,  sin  embargo  la  cabeza  es  lo  mĂĄs  grande.  En  algunos  casos  es  la  mitad  del  tamaĂąo  del  cuerpo  o  bien  una  tercera  parte.  Basta  con  que  Zhang  le  rasure  el  cabello,  lo  limpie  y  lo  corte.  Finalmen-­ te  no  importa  donde  hay  mĂĄs  o  menos  carne,  se  separa  todo  por  igual  y  a  la  olla. LIAO:  ¿Y  a  esto  le  llamas  delicatessen?  Solo  de  escucharte  me  da  asco. CHIFU:  OĂ­r  y  ver  son  dos  cosas  distintas.  Lo  verdaderamente  mĂĄs  cruel  es  la  costumbre  en  Guangxi  de  comer  cerebro  de  mono,  en  cuanto  entras  al  restaurante  el  mesero  te  lleva  a  ver  la  jaula  de  monos  para  que  selecciones  al  que  quieras.  ImagĂ­nate,  los  monos  que  son  tan  inteligentes,  en  seguida  presienten  lo  que  viene.  Un  grupo  de  mĂĄs  de  diez  seres  casi  hu-­ manos  pelando  sus  ojos  redondos,  escondiĂŠn-­ dose  en  pĂĄnico.  Tratando  de  ocultarse  tras  los  demĂĄs,  empujando  a  sus  iguales  hacia  adelante.  Incluso  hay  unos  mĂĄs  inteligentes  que  empujan  a  los  demĂĄs  como  recomendĂĄndolos  a  los  hu-­ manos‌  Una  escena  tan  cruel,  ¿quiĂŠn,  ademĂĄs  GHO YHUGXJR TXH IUHFXHQWHPHQWH ORV VDFULÂżFD serĂ­a  capaz  de  aguantar  una  escena  similar?  Yo  no  puedo,  si  lo  viera  tal  vez  me  sentirĂ­a  como  ahora  te  sientes  tĂş,  muy  incĂłmodo.  Tantos  aĂąos  de  educaciĂłn  y  civilizaciĂłn  son  retados  por  un  mono.  Sin  embargo,  la  cabeza  de  mono  sĂ­  que  es  riquĂ­sima.  Para  cuando  el  mono  ya  ha  sido  atado  como  un  tamal,  con  un  pedazo  de  madera  en  la  boca  y  colocado  en  el  centro  de  la  mesa  cubierta  por  todas  partes  con  una  tela  negra,  con  el  cabeza  ya  rapada  y  al  descubierto,  ya  no  se  percibe  ningĂşn  movimiento.  Luego  se  le  abre  el  crĂĄneo  con  un  cuchillo,  ventilando  su  cere-­ bro  trĂŠmulo,  que  van  calentando  cucharada  a  cucharada  antes  de  que  te  lo  puedas  llevar  a  la  boca.  Tal  vez  su  parpadeo  es  el  único  rastro  de  dolor  que  queda,  pero  la  sensaciĂłn  en  la  lengua  VXSHUD WRGR ÂŁ\ HV D~Q PiV HPRFLRQDQWH FXDQGR

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Cruel  es  la  costumbre  en  Guangxi  de  comer  cerebro  de  mono,  en  cuanto  entras  al  restaurante,  te  llevan  a  ver  la  jaula  de  monos  para  que  selecciones al  que  quieras. WH VLHQWHV QHUYLRVR 3DUD HO KRPEUH OD FRPLGD es  la  necesidad  primaria. LIAO:  Desde  monos  hasta  carne  humana,  tĂş  sĂ­  que  has  probado  de  todo.  ¿QuĂŠ  otras  cosas  extraĂąas  has  comido?    CHIFU:  PangolĂ­n,  trompa  de  elefante,  carne  de  oso,  carne  de  muntiacus,  bagre,  sala-­ mandra  gigante.  Ya  ni  recuerdo  cuĂĄntos  tipos  he  FRPLGR SHUR HQ ÂżQ PH GHEHUtDQ GH FRUWDU OD OHQ-­ gua  y  ofrecerla  al  pueblo  como  disculpa  porque  algunas  de  las  cosas  que  me  he  comido  estĂĄn  casi  en  extinciĂłn.  Una  que  me  como  es  una  me-­ nos  en  existencia.  Algunas  cosas  de  hecho  ni  sa-­ ben  bien,  es  solo  por  la  novedad  que  me  aguanto  y  las  pruebo.  Ya  sabes  que  en  esto  de  los  nego-­ cios  hay  que  entablar  relaciones  y  ademĂĄs  de  los  centros  nocturnos  solo  queda  comer  y  beber.  Lo  que  comes  tambiĂŠn  es  sĂ­mbolo  del  nivel  social,  por  ejemplo  si  invitas  a  comer  a  algĂşn  director  o  alguien  de  mĂĄs  alto  rango,  no  le  puedes  dar  de  comer  pollo  o  pescado  o  pato,  ¿no? LIAO:  ¿Ya  nada  te  parece  tan  bueno  como  la  carne  humana  verdad?   CHIFU:  Las  cosas  que  me  comĂ­a  de  pe-­ queĂąo  eran  las  mĂĄs  sabrosas,  te  podĂ­as  subir  a  cualquier  årbol  a  atrapar  algĂşn  gorriĂłn,  lo  cu-­ brĂ­as  con  barro  y  lo  horneabas  hasta  que  estu-­ viera  bien  cocido,  luego  de  sacarlo  del  horno  rompĂ­as  la  capa  de  barro  en  el  suelo,  le  quitabas  las  plumas  y  listo;Íž  he  pensado  tantas  veces  en Â


ese  sabor  y  cada  vez  se  me  hace  agua  la  boca.  Tal  cual  los  he  vuelto  a  cocinar  pero  ya  no  es  el  mismo  sabor  de  antes,  tal  vez  la  calidad  del  barro  ha  cambiado  por  tanto  fertilizante  indus-­ trial,  hormonas  y  toda  esa  basura  diaria.  En  las  ciudades  chinas  ya  no  hay  un  solo  rĂ­o  que  no  apeste,  el  agua  subterrĂĄnea  contamina  el  suelo  y  ya  no  es  tan  fĂĄcil  encontrar  ese  barro  amarillo  de  hace  veinte  aĂąos.  ¿Has  probado  el  gusano  de  bambĂş?  Tienes  que  atrapar  mĂĄs  de  diez  en  algĂşn  huerto  de  bambĂş,  despuĂŠs  los  insertas  HQ SDOLOORV GH EDPE~ ORV SRQHV DVDU \ ÂŁHVD Vt TXH HV IUDJDQFLD 1R SXHGHV GHMDU GH FRPHUORV He  comido  desde  gatos,  perros,  ratones,  vamos  hasta  cuando  logro  atrapar  una  gran  anguila  es  un  acontecimiento  que  rememoro  luego  de  muchos  aĂąos.  La  vez  que  con  mĂĄs  maldad  lo  he  hecho  fue  cuando  cocinĂŠ  a  un  gato,  ese  sĂ­  que  era  un  ladrĂłn  bien  conocido  por  todos.  Ese  gato  ya  estaba  aburrido  de  cazar  ratones  y  pre-­ ferĂ­a  robarse  la  carne  ajena,  se  dice  que  inclu-­ so  llegĂł  a  robarse  una  gallina.  Aunque  su  peso  era  como  de  unos  cinco  kilos  se  movĂ­a  veloz  como  un  rayo.  Ă‰l  ya  era  mi  enemigo  desde  ha-­ cĂ­a  algĂşn  tiempo  por  causa  de  una  placenta  que  habĂ­a  logrado  obtener  en  el  hospital  comunal.  En  esas  fechas  nadie  las  pedĂ­a,  yo  me  la  traje  y  la  estofĂŠ  junto  con  medio  kilo  de  grasa.  Esa  noche  estuve  ocupado  cocinĂĄndola  por  mĂĄs  de  dos  horas  y  cuando  ya  estaba  casi  lista  la  saquĂŠ  para  rebanarla,  pero  como  estaba  muy  caliente  la  puse  a  enfriar  en  el  balcĂłn.  Pensaba  cocinarla  como  la  panza  de  cerdo,  cortĂĄndola  en  tiras  y  estofĂĄndola  por  otra  hora,  entonces  me  fui  a  la  cocina  para  agregar  un  poco  mĂĄs  de  leĂąa.  Di-­ fĂ­cil  de  imaginar  que  en  menos  de  un  minuto  desapareciĂł  mi  placenta,  solo  pude  escuchar  un  PLDX VDOt FRUULHQGR FRQ OD ROOD KLUYLHQGR ÂŁSHUR \D HUD GHPDVLDGR WDUGH AcabĂŠ  con  mi  rostro  todo  negro  por  el  humo  y  con  un  pedazo  de  ropa  quemada,  afor-­ tunadamente  no  metĂ­  las  manos  a  la  olla  si  no  aquello  hubiera  terminado  siendo  patitas  de  cerdo.  EscuchĂŠ  un  ruido  en  la  azotea  y  salĂ­  a  ver  pero  del  gato  y  la  placenta  no  habĂ­a  ningĂşn  ras-­ tro.  Estaba  tan  enfadado  que  busquĂŠ  por  todas  partes  por  media  noche,  todo  mareado  volvĂ­  y  me  atragantĂŠ  una  sopa  frĂ­a.  JurĂŠ  acabar  con  este  gato  a  costa  de  lo  que  fuera. AtrapĂŠ  unos  pececillos  en  el  canal  y  los  cocĂ­  a  fuego  lento.  Las  ollas  en  la  aldea  se  usan  para  cocinar  la  comida  tanto  de  las  personas Â

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como  de  los  cerdos,  por  tanto  son  ollas  gran-­ des  y  profundas.  Yo  no  alimento  cerdos  pero  en  esta  ocasiĂłn  dĂ­a  y  noche  esperaba  la  oportuni-­ dad  para  alimentar  a  este  gato.  Los  pececillos  se  fueron  secando  con  la  cocciĂłn  y  se  pusie-­ ron  crujientes,  a  distancia  se  percibĂ­a  el  olor  a  pescado.  TomĂŠ  un  recipiente  de  madera  con  un  diĂĄmetro  de  un  metro  y  lo  sostuve  sobre  la  olla  con  unos  palillos  de  bambĂş,  a  estos  les  ama-­ rrĂŠ  la  cuerda  de  la  caĂąa  de  pescar,  y  a  esta  la  sostenĂ­a  yo  desde  lejos.  Por  tres  dĂ­as  no  salĂ­  de  casa,  me  la  pasĂŠ  cocinando  pececillos  y  escon-­ diĂŠndome  bajo  las  sabanas  con  solo  los  ojos  al  descubierto,  utilicĂŠ  la  alta  inteligencia  humana  para  engaĂąar  a  un  gato.   El  gato  llegĂł,  apareciĂł  en  el  balcĂłn  como  la  vez  pasada,  con  sus  diestras  patas  rodeaba  los  palillos  y  se  asomaba  al  interior  de  la  olla.  Mi  corazĂłn  empezĂł  a  latir  mĂĄs  fuerte,  pero  Êl  retro-­ cedĂ­a  y  se  asomaba,  asĂ­  se  la  pasĂł  dudoso  unos  minutos.  SaltĂł  de  la  estufa  y  dio  unas  vueltas  maullando  algunas  veces.  Afortunadamente  no  jalĂł  el  hilo,  luego  volviĂł  a  saltar  sobre  la  estufa.  Cuando  se  cerciorĂł  que  no  habĂ­a  nadie,  poco  a  poco  se  fue  metiendo  dentro  de  la  olla,  yo  ya  es-­ taba  empapado  en  sudor.  Cuando  el  gato  entrĂł  a  la  olla  solo  quedaba  su  cola  afuera.    ApretĂŠ  los  dientes  y  jalĂŠ  el  hilo  con  odio  GHO EXHQR 6ROR VH HVFXFKy XQ ÂŁSDP \ OD ROOD quedĂł  cubierta,  despuĂŠs  escuchĂŠ  los  maullidos  del  gato.  Me  lancĂŠ  corriendo  y  con  todo  mi  cuerpo  tapĂŠ  el  recipiente  que  cubrĂ­a  al  gato.  Una  vez  que  me  relajĂŠ,  me  sentĂŠ  encima.  Jajaja,  me  reĂ­a,  ay  gato  ladrĂłn,  gato  ladrĂłn,  te  robaste  OD SODFHQWD GH HVWH YLHMR ÂŁSXHV HVWH YLHMR WH TXH-­ EUDUi ORV KXHVRV Estuve  sentado  sobre  la  tapa  de  la  olla  por  una  hora,  pero  el  gato  seguĂ­a  debatiĂŠndose  con  fuerza,  no  tenĂ­a  forma  de  agarrarlo  vivo,  asĂ­  que  puse  el  azadĂłn  encima  para  hacer  presiĂłn  y  en-­ cendĂ­  el  fuego.  El  gato  forcejeaba  tan  fuerte  que  parecĂ­an  truenos.  El  sonido  de  esos  maullidos  era  tan  escalofriante  que  no  me  pude  aguantar  las  ganas  de  orinar  y  me  mojĂŠ  todo  sin  darme  cuenta.  Me  tomĂł  de  dos  a  tres  horas  cocer  al  gato  vivo,  que  apenas  pudo  mover  un  poco  la  tapa;Íž  habĂ­a  una  apeste  a  quemado.  Cuando  pude  ver  â€”entre  el  espeso  humo—  la  cabeza  del  gato,  ya  estaba  negra  como  el  carbĂłn  con  VXV ÂżHURV RMRV FRFLGRV &RPHQFp D HFKDUOH DJXD a  cucharadas,  el  vapor  inundaba  todo,  del  gato  solo  saliĂł  un  maullido  agudo,  como  vocecita  de Â


PXMHU ÂŁ$\ \D HUD HVStULWX 3XVH RWUD YH] OD WDSD y  le  estuve  echando  agua  a  cucharadas,  el  vapor  inundaba  toda  la  casa;Íž  yo  tenĂ­a  la  sensaciĂłn  de  que  el  gato  aĂşn  se  movĂ­a  asĂ­  que  por  las  du-­ das  y  para  mayor  seguridad  lo  empecĂŠ  a  cocer  a  fuego  alto.  ¿Por  cuĂĄnto  tiempo  lo  cocĂ­?  Ya  no  recuerdo,  pero  cada  vez  que  levantaba  la  tapa  de  la  olla  sin  saber  por  quĂŠ  motivo  comenzaba  a  cantar:  Sopla  el  viento  de  oriente,  baten  los  tambores  de  guerra,  en  este  mundo  moderno  ¿quiĂŠn  le  teme  a  quiĂŠn? Solo  cantĂŠ  dos  frases  con  mi  mejor  voz  y  de  repente  me  detuve:  el  gato  parecĂ­a  un  VXEPDULQR TXH VDOtD D Ă€RWH GH HQWUH HO OtTXLGR negro,  el  pecho  hacia  abajo  pero  con  la  panza  hacia  arriba,  con  un  pedazo  abierto  de  carne  del  tamaĂąo  de  un  puĂąo.  Lo  levantĂŠ  con  los  palillos,  la  panza  parecĂ­a  una  pelota  averiada.  En  unos  FXDQWRV PLQXWRV VH GHVLQĂ€y \ VH HVFXFKy SXI luego  le  saliĂł  un  lĂ­quido  similar  al  óxido. /,$2 ÂŁ(UHV PX\ DWUHYLGR ,QFUHtEOH CHIFU:  No  seas  sarcĂĄstico  en  cuanto  a  las  costumbres  sociales,  pues  ¿quiĂŠn  podrĂ­a  hacer  lo  que  le  place?,  por  mi  boquita  tengo  ånimo  para  actuar  a  pesar  de  los  riesgos.  Uno  de  mis  seguidores,  de  repente  le  cortĂł  la  cola  a  un  toro  vivo,  le  causĂł  tal  dolor  que  el  animal  andaba  como  loco  en  la  montaĂąa,  todos  los  aldeanos  in-­ tentaban  detenerlo  pero  nadie  se  atrevĂ­a  a  acer-­ cĂĄrsele,  yo  tan  solo  me  comĂ­  un  gato. LIAO:  ¿Y  si  el  dueĂąo  del  gato  te  buscaba? CHIFU:  AĂşn  no  era  medianoche  cuando  ya  lo  tenĂ­a  en  mi  panza,  ¿quĂŠ  iba  a  buscar?  ¿un  fantasma?  LIAO:  ¿AsĂ­  como  lo  cocinaste  te  lo  pu-­ diste  comer? CHIFU:  Mientras  sea  carne  nada  se  des-­ perdicia.  Claro  que  es  desagradable  ver  a  Gar-­ ÂżHOG KHFKR XQ FDUEyQ TXHPDGR SHUR OD FDUQH de  los  muslos  y  la  cola  estaba  en  buena  condi-­ ciĂłn,  solo  bastĂł  con  quitarle  la  piel  quemada.  Los  intestinos  y  la  cabeza  las  tirĂŠ,  tambiĂŠn  el  pescuezo  y  la  columna  aunque  lo  dudĂŠ  un  poco,  el  peso  total  de  mĂĄs  de  cinco  kilos  se  redujo  a  dos  o  dos  kilos  y  medio  despuĂŠs  de  tirar  lo  demĂĄs.  Su  tamaĂąo  se  reduce  mucho  durante  la  FRFFLyQ $O ÂżQDO OR TXH PH WHUPLQp FRPLHQGR fue  como  kilo  y  medio  de  carne.  CortĂŠ  la  carne  le  puse  un  poco  de  sal  y  con  tallarines  al  chile  seco  quedĂł  listo.  Aunque  la  carne  estaba  algo  dura  y  con  un  leve  sabor  åcido,  con  dos  sorbos  de  licor  de  papa  lo  maticĂŠ.  Me  imagino  que  la Â

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acidez  de  su  carne  se  debe  a  que  estaba  muy  alterado,  como  cuando  alguien  corre  por  mucho  tiempo  y  las  piernas  quedan  doloridas. LIAO:  Eres  de  buen  apetito. CHIFU:  Ya  son  como  veinte  aùos  y  no  he  tenido  ningún  problema  de  estómago  o  intesti-­ nos,  oye  me  la  he  pasado  presumiÊndote  todo  HO GtD \ \D PH HVWi VRQDQGR HO HVWyPDJR £$\ Nada  como  los  días  de  antes,  vamos,  ya  ni  la  carne  humana  me  parece  tan  fragante  como  la  del  gato,  porque  esa  carne  es  la  que  ganÊ  con  gran  esfuerzo. LIAO:  ¿No  serå  que  lo  que  has  comido  no  es  carne  humana? CHIFU:  Cómo  se  te  ocurre. LIAO:  ¿De  dónde  salen  todos  esos  fetos? CHIFU:  ¿Cuåntas  mujeres  hay  en  China?  Mínimo  unos  quinientos  millones  ¿no?  Imagí-­ nate  que  cada  mujer  aborte  una  vez  en  su  vida,  esta  riqueza  en  el  pasado  se  tiraba,  en  la  actua-­ lidad  aún  se  desperdicia,  pero  la  placenta  vale,  todos  los  doctores  se  pelean  por  quedårsela,  y  nadie  quiere  a  los  fetos  muertos.  La  esposa  de  Zhang  el  gordo,  trabaja  en  el  centro  de  salud.  Se  sabe  bien  que  en  esta  Êpoca  donde  la  vida  sexual  estå  al  por  mayor,  basta  con  que  el  cos-­ to  sea  un  poco  bajo  para  que  las  embarazadas  prematuras  salgan  de  su  aprieto.  Los  centros  de  salud  y  hospitales  privados  en  ciudades  y  pue-­ blos  (sin  contar  a  los  mÊdicos  ambulantes  ni  los  lugares  clandestinos)  son  mås  que  las  estrellas.  Tan  solo  debes  apartar  la  mercancía,  ellos  saben  que  una  vez  que  estÊ  lista  te  llaman  y  te  citan  para  recogerla.  Cuanto  mås  fresca  es  mås  cara.  En  verdad  que  estås  perdido,  ¿cómo  haces  una  pregunta  tan  tonta  como  esta?  LIAO:  Tienes  razón,  sí  que  estoy  algo  blo-­ queado  con  mis  ideas. CHIFU:  En  esta  vida  si  no  comes  bien,  si  no  vistes  bien,  la  vida  no  tiene  sentido.  LIAO:  Pero  tengo  mi  libertad. &+,)8 3XHV QR WH KH YLVWR YRODU £(K /LDR QR WH OD SDVHV WRPDQGR Wp WRGR HO WLHPSR vas  a  acabar  dejando  tus  intestinos  blancos. LIAO:  Pues  quería  invitarte  a  tomar  unos  tragos,  pero  ya  no  tengo  ånimo. CHIFU:  Dos  callejones  adelante  hay  una  fonda  barata,  se  llama  La  res  amarilla,  de  sus  platos  ya  sean  al  vapor,  fritos,  asados  o  esto-­ fados  los  mejores  son  los  que  hacen  al  vapor,  vamos  por  unos  mås  un  trago  de  licor  blanco,  ese  que  te  baja  por  el  esófago  como  masajeån-­


dote. Vamos para que te pongan en forma. Ade-­ más voy a darle indicaciones al chef para que nos haga un plato combinando sesos de res con médula y queso de soja, con un poquito de ce-­ bolla. En cuanto lo pruebes hasta bizco te vas a poner. La ventaja que tengo es que sé subir y bajar de nivel, me atrevo a probar cosas de diez yuanes y también aprecio los platos de más de diez mil. Antes de morir quisiera ir a probar las delicias de Hong Kong, Japón y Occidente. Por eso tengo que ganar dinero, para compla-­ cer mi apetito: bienvenidos sean los yuanes. A la comida japonesa no le agarré mucho sabor, pero con el ambiente del restaurante quedé sa-­ tisfecho. He oído decir que en Tokio hay una forma de comer el sashimi sobre el cuerpo des-­ nudo de una mujer hermosa, esto le da fuerza a quien lo come. En verdad que para comer no hay límites. ¿Qué te parece? ¿Nos cambiamos de lu-­ gar y nos vamos a «La res amarilla» para seguir presumiéndote? LIAO: Otro día te invito, Chifu. CHIFU: Tu apariencia de preocupación por tu país y tu gente me hace pensar que nues-­ tra amistad puede ser considerada pura como el cristal.

He oído decir que en Tokio hay una forma de comer el sashimi sobre el cuerpo desnudo de una mujer hermosa, esto le da fuerza a quien lo come.

GLOSARIO DE TÉRMINOS Y PERSONAS

A la orilla del agua: Entre los siglos catorce y quince surgieron las «Cuatro Obras Maestras de la Literatura Clásica China»: Crónica de los tres reinos, Sueños en el pabellón rojo, A la orilla del agua y Viaje al Oeste. Bokassa, Jean-Bédel: (19211996) Primero fue dictador y más tarde se autoproclamó emperador de Centroáfrica. En 1979 reprimió y mató alrededor de cien escolares. A partir de entonces circuló el rumor de que Bokassa había participado de esa masacre y además se había comido algunos cuerpos. Bonzo Tang: Personaje de Viaje al Oeste, una de las cuatro obras más importantes de la literatura clásica china. Se lo consideraba como un santo y comer su carne era garantía de eterna juventud.

Comer, beber, amar: Película taiwanesa dirigida por Ang Lee que alude a la naturaleza esencial del ser humano nutrida por medio de la comida, la bebida y el amor. Chengdu: Capital de la provincia de Sichuan. Está situada en el sudoeste de China. El Gourmet: Novela de LuWenfu donde se repasa la historia maoísta. El narrador es un joven que debe dirigir un restaurante en Suzhou y decide llevar la revolución a la cocina. Hotpot: Plato de origen mongol muy popular en toda China, consiste en una olla acompañada de una pequeña estufa la cual se coloca al centro de la mesa y en donde se hierve todo tipo de carnes y verduras. Liang Shan: Personaje de la novela

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A la orilla del agua. Likui: Personaje de la novela A la orilla del agua. Mahjong: Juego de mesa de origen chino exportado al resto del mundo. Muntiacus: Mamífero rumiante parecido al ciervo. Pez cacho: Pez no muy grande de la familia de las carpas. Sashimi: Plato japonés que consiste en mariscos o pescado crudo. Shi Wengong: Personaje de la novela A la orilla del agua. Sun Erniang: Personaje de la novela A la orilla del agua. Wenfu, Lu: (1927-2005) Escritor y periodista chino. Fue presidente de la Asociación de Escritores de Jiangsu. Wusong: Personaje de la novela A la orilla del agua.


( c l á s i c o c o n s o r p r e s a )

WAKEFIELD Un relato de NATHANIEL HAWTHORNE Ilustrado por MATÍAS TOLSÀ

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ecuerdo  haber  leĂ­do  en  alguna  revista  o  periĂłdico  viejo  la  historia,  relatada  como  verdadera,  de  un  hombre  â€”llamĂŠmoslo  :DNHÂżHOG² TXH DEDQGRQy D VX PXMHU GXUDQWH un  largo  tiempo.  El  hecho,  expuesto  asĂ­  en  abs-­ tracto,  no  es  muy  infrecuente,  ni  tampoco  â€”sin  una  adecuada  discriminaciĂłn  de  las  circunstan-­ cias—  debe  ser  censurado  por  dĂ­scolo  o  absur-­ do.  Sea  como  fuere,  este,  aunque  lejos  de  ser  el  mĂĄs  grave,  es  tal  vez  el  caso  mĂĄs  extraĂąo  de  delincuencia  marital  de  que  haya  noticia.  Y  es,  ademĂĄs,  la  mĂĄs  notable  extravagancia  de  las  que  puedan  encontrarse  en  la  lista  completa  de  las  rarezas  de  los  hombres.  La  pareja  en  cuestiĂłn  vivĂ­a  en  Londres.  El  marido,  bajo  el  pretexto  de  un  viaje,  dejĂł  su  casa,  alquilĂł  habitaciones  en  la  calle  siguiente  y  allĂ­,  sin  que  supieran  de  Êl  la  esposa  o  los  amigos  y  sin  que  hubiera  ni  som-­ bra  de  razĂłn  para  semejante  autodestierro,  viviĂł  durante  mĂĄs  de  veinte  aĂąos.  En  el  transcurso  de  este  tiempo  todos  los  dĂ­as  contemplĂł  la  casa  y  con  frecuencia  atisbĂł  a  la  desamparada  esposa.  Y  despuĂŠs  de  tan  largo  parĂŠntesis  en  su  felici-­ dad  matrimonial  cuando  su  muerte  era  dada  ya  por  cierta,  su  herencia  habĂ­a  sido  repartida  y  su  nombre  borrado  de  todas  las  memorias;Íž  cuando  hacĂ­a  tantĂ­simo  tiempo  que  su  mujer  se  habĂ­a  re-­ signado  a  una  viudez  otoĂąal,  una  noche  Êl  entrĂł  tranquilamente  por  la  puerta,  como  si  hubiera  estado  afuera  solo  durante  el  dĂ­a,  y  fue  un  aman-­ te  esposo  hasta  la  muerte. Este  resumen  es  todo  lo  que  recuerdo.  Pero  SLHQVR TXH HO LQFLGHQWH DXQTXH PDQLÂżHVWD XQD absoluta  originalidad  sin  precedentes  y  es  pro-­ bable  que  jamĂĄs  se  repita,  es  de  esos  que  des-­ piertan  las  simpatĂ­as  del  gĂŠnero  humano.  Cada  uno  de  nosotros  sabe  que,  por  su  propia  cuenta,  no  cometerĂ­a  semejante  locura;Íž  y,  sin  embargo,  intuye  que  cualquier  otro  podrĂ­a  hacerlo.  En  mis  meditaciones,  por  lo  menos,  este  caso  apa-­ rece  insistentemente,  asombrĂĄndome  siempre  y  siempre  acompaĂąado  por  la  sensaciĂłn  de  que  la  historia  tiene  que  ser  verĂ­dica  y  por  una  idea  ge-­ neral  sobre  el  carĂĄcter  de  su  hĂŠroe.  Cuando  un  tema  afecta  la  mente  de  modo  tan  forzoso,  vale  la  pena  destinar  algĂşn  tiempo  para  pensar  en  Êl.  A  este  respecto,  el  lector  que  asĂ­  lo  quiera  puede Â

NATHANIEL HAWTHORNE Salem, 1804 Plymouth, 1864 NaciĂł en el seno de una familia puritana, lo que explica en parte la profunda conciencia de los problemas ĂŠticos del pecado, LS JHZ[PNV ` SH J\SWH YLĂ…LQHKVZ en sus relatos. Como la literatura no le alcanzaba para comer, tuvo X\L [YHIHQHY LU SH (K\HUH KL Boston dos veces. Aun asĂ­, Hawthorne pudo publicar a lo largo de su vida Historias dos veces contadas, La silla del abuelo: relato para los jĂłvenes, Musgos de una vieja rectorĂ­a, La letra escarlata, La casa de los siete tejados y el Libro de las maravillas para chicos y chicas, entre otros. Pasaron casi veinticinco aĂąos KLZKL X\L SLxTVZ ­>HRLĂ„LSKÂŽ por primera vez. En ese entonces todas nuestras preocupaciones eran solo dos: el futuro y los malditos granos; luego nos fuimos. Hoy regresamos sin acnĂŠ y vamos a tocar la puerta. Pasen con nosotros.

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entregarse  a  sus  propias  meditaciones.  Mas  si  SUHÂżHUH GLYDJDU HQ PL FRPSDxtD D OR ODUJR GH HVWRV YHLQWH DxRV GHO FDSULFKR GH :DNHÂżHOG OH GR\ OD ELHQYHQLGD FRQÂżDQGR HQ TXH KDEUi XQ sentido  latente  y  una  moraleja,  aunque  no  logre-­ mos  descubrirlos,  trazados  pulcramente  y  con-­ GHQVDGRV HQ OD IUDVH ÂżQDO (O SHQVDPLHQWR SRVHH VLHPSUH VX HÂżFDFLD \ WRGR LQFLGHQWH OODPDWLYR su  enseĂąanza. ¢4Xp FODVH GH KRPEUH HUD :DNHÂżHOG" 6R-­ mos  libres  de  formarnos  nuestra  propia  idea  y  darle  su  apellido.  En  ese  entonces  se  encontra-­ ba  en  el  meridiano  de  la  vida.  Sus  sentimientos  conyugales,  nunca  violentos,  se  habĂ­an  ido  se-­ renando  hasta  tomar  la  forma  de  un  cariĂąo  tran-­ quilo  y  consuetudinario.  De  todos  los  maridos,  es  posible  que  fuera  el  mĂĄs  constante,  pues  una  especie  de  pereza  mantenĂ­a  en  reposo  a  su  co-­ razĂłn  dondequiera  que  lo  hubiera  asentado.  Era  intelectual,  pero  no  en  forma  activa.  Su  mente  se  perdĂ­a  en  largas  y  ociosas  especulaciones  que  carecĂ­an  de  propĂłsito  o  del  vigor  necesario  para  alcanzarlo.  Sus  pensamientos  rara  vez  po-­ VHtDQ VXÂżFLHQWHV tPSHWXV FRPR SDUD SODVPDUVH en  palabras.  La  imaginaciĂłn,  en  el  sentido  co-­ UUHFWR GHO YRFDEOR QR ÂżJXUDED HQWUH ODV GRWHV GH :DNHÂżHOG 'XHxR GH XQ FRUD]yQ IUtR SHUR QR depravado  o  errabundo,  y  de  una  mente  jamĂĄs  afectada  por  la  calentura  de  ideas  turbulentas  ni  aturdida  por  la  originalidad,  ¿quiĂŠn  se  hubiera  imaginado  que  nuestro  amigo  habrĂ­a  de  ganarse  un  lugar  prominente  entre  los  autores  de  proe-­ zas  excĂŠntricas?  Si  se  hubiera  preguntado  a  sus  conocidos  cuĂĄl  era  el  hombre  que  con  seguridad  no  harĂ­a  hoy  nada  digno  de  recordarse  maĂąana,  KDEUtDQ SHQVDGR HQ :DNHÂżHOG Ă’QLFDPHQWH VX esposa  del  alma  podrĂ­a  haber  titubeado.  Ella,  sin  haber  analizado  su  carĂĄcter,  era  medio  cons-­ ciente  de  la  existencia  de  un  pasivo  egoĂ­smo,  anquilosado  en  su  mente  inactiva;Íž  de  una  suerte  de  vanidad,  su  mĂĄs  incĂłmodo  atributo;Íž  de  cier-­ ta  tendencia  a  la  astucia,  la  cual  rara  vez  habĂ­a  producido  efectos  mĂĄs  positivos  que  el  manteni-­ miento  de  secretos  triviales  que  ni  valĂ­a  la  pena  FRQIHVDU \ ÂżQDOPHQWH GH OR TXH HOOD OODPDED ÂŤalgo  raroÂť  en  el  buen  hombre.  Esta  última  cua-­ OLGDG HV LQGHÂżQLEOH \ SXHGH TXH QR H[LVWD $KRUD LPDJLQpPRQRV D :DNHÂżHOG GHVSL-­ diĂŠndose  de  su  mujer.  Cae  el  crepĂşsculo  en  un  dĂ­a  de  octubre.  Componen  su  equipaje  un  sobre-­ todo  deslustrado,  un  sombrero  cubierto  con  un  hule,  botas  altas,  un  paraguas  en  una  mano  y  un Â

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maletĂ­n  en  la  otra.  Le  ha  comunicado  a  la  seĂąora  GH :DNHÂżHOG TXH GHEH SDUWLU HQ HO FRFKH QRFWXU-­ no  para  el  campo.  De  buena  gana  ella  le  pregun-­ tarĂ­a  por  la  duraciĂłn  y  objetivo  del  viaje,  por  la  fecha  probable  del  regreso,  pero,  dĂĄndole  gusto  a  su  inofensivo  amor  por  el  misterio,  se  limita  a  interrogarlo  con  la  mirada.  Ă‰l  le  dice  que  de  nin-­ gĂşn  modo  lo  espere  en  el  coche  de  vuelta  y  que  no  se  alarme  si  tarda  tres  o  cuatro  dĂ­as,  pero  que  en  todo  caso  cuente  con  Êl  para  la  cena  el  viernes  SRU OD QRFKH (O SURSLR :DNHÂżHOG WHQJiPRVOR presente,  no  sospecha  lo  que  se  viene.  Le  ofrece  ambas  manos.  Ella  tiende  las  suyas  y  recibe  el  beso  de  partida  a  la  manera  rutinaria  de  un  matri-­ PRQLR GH GLH] DxRV < SDUWH HO VHxRU :DNHÂżHOG en  plena  edad  madura,  casi  resuelto  a  confundir  a  su  mujer  mediante  una  semana  completa  de  ausencia.  Cierra  la  puerta.  Pero  ella  advierte  que  la  entreabre  de  nuevo  y  percibe  la  cara  del  mari-­ do  sonriendo  a  travĂŠs  de  la  abertura  antes  de  es-­ fumarse  en  un  instante.  De  momento  no  le  pres-­ ta  atenciĂłn  a  este  detalle.  Pero,  tiempo  despuĂŠs,  cuando  lleva  mĂĄs  aĂąos  de  viuda  que  de  esposa,  DTXHOOD VRQULVD YXHOYH XQD \ RWUD YH] \ Ă€RWD HQ WRGRV VXV UHFXHUGRV GHO VHPEODQWH GH :DNHÂżHOG En  sus  copiosas  cavilaciones  incorpora  la  son-­ risa  original  en  una  multitud  de  fantasĂ­as  que  la  hacen  extraĂąa  y  horrible.  Por  ejemplo,  si  se  lo  imagina  en  un  ataĂşd,  aquel  gesto  de  despedida  aparece  helado  en  sus  facciones;Íž  o  si  lo  sueĂąa  en  el  cielo,  su  alma  bendita  ostenta  una  sonrisa  serena  y  astuta.  Empero,  gracias  a  ella,  cuando  todo  el  mundo  se  ha  resignado  a  darlo  ya  por  muerto,  ella  a  veces  duda  que  de  veras  sea  viuda. Pero  quien  nos  incumbe  es  su  marido.  Te-­ nemos  que  correr  tras  Êl  por  las  calles,  antes  de  que  pierda  la  individualidad  y  se  confunda  en  la  gran  masa  de  la  vida  londinense.  En  vano  lo  buscarĂ­amos  allĂ­.  Por  tanto,  sigĂĄmoslo  pisando  sus  talones  hasta  que,  despuĂŠs  de  dar  algunas  YXHOWDV \ URGHRV VXSHUĂ€XRV OR WHQJDPRV FyPR-­ damente  instalado  al  pie  de  la  chimenea  en  un  pequeĂąo  alojamiento  alquilado  de  antemano.  Nuestro  hombre  se  encuentra  en  la  calle  vecina  \ DO ÂżQDO GH VX YLDMH 'LItFLOPHQWH SXHGH DJUD-­ decerle  a  la  buena  suerte  el  haber  llegado  allĂ­  sin  ser  visto.  Recuerda  que  en  algĂşn  momento  la  muchedumbre  lo  detuvo  precisamente  bajo  la  luz  de  un  farol  encendido;Íž  que  una  vez  sintiĂł  pasos  que  parecĂ­an  seguir  los  suyos,  claramente  distinguibles  entre  el  multitudinario  pisoteo  que  lo  rodeaba;Íž  y  que  luego  escuchĂł  una  voz  que Â


gritaba  a  lo  lejos  y  le  pareció  que  pronunciaba  su  QRPEUH 6LQ GXGD DOJXQD XQD GRFHQD GH ¿VJR-­ nes  lo  habían  estado  espiando  y  habían  corrido  D FRQWiUVHOR WRGR D VX PXMHU £3REUH :DNH¿HOG £4Xp SRFR VDEHV GH WX SURSLD LQVLJQL¿FDQFLD HQ HVWH PXQGR LQPHQVR 1LQJ~Q RMR PRUWDO IXH-­ ra  del  mío  te  ha  seguido  las  huellas.  AcuÊstate  tranquilo,  hombre  necio;͞  y  en  la  maùana,  si  eres  sabio,  vuelve  a  tu  casa  y  dile  la  verdad  a  la  bue-­ QD VHxRUD GH :DNH¿HOG 1R WH DOHMHV QL VLTXLHUD por  una  corta  semana,  del  lugar  que  ocupas  en  su  casto  corazón.  Si  por  un  momento  te  creye-­ UD PXHUWR R SHUGLGR R GH¿QLWLYDPHQWH VHSDUD-­ do  de  ella,  para  tu  desdicha  notarías  un  cambio  LUUHYHUVLEOH HQ WX ¿HO HVSRVD (V SHOLJURVR DEULU grietas  en  los  afectos  humanos.  No  porque  rom-­ pan  mucho  a  lo  largo  y  ancho,  sino  porque  se  cierran  con  mucha  rapidez. Casi  arrepentido  de  su  travesura,  o  como  TXLHUD TXH VH SXHGD OODPDU :DNH¿HOG VH DFXHVWD temprano.  Y,  despertando  despuÊs  de  un  primer  sueùo,  extiende  los  brazos  en  el  amplio  desierto  solitario  del  desacostumbrado  lecho.

—N

o  â€”piensa,  mientras  se  arropa  en  las  cobijas—,  no  dormirĂŠ  otra  noche  solo. Por  la  maĂąana  madruga  mĂĄs  que  de  cos-­ tumbre  y  se  dispone  a  considerar  lo  que  en  reali-­ dad  quiere  hacer.  Su  modo  de  pensar  es  tan  errĂĄ-­ tico  y  deshilvanado,  que  ha  dado  este  paso  con  un  propĂłsito  en  mente,  claro  estĂĄ,  pero  sin  ser  FDSD] GH GHÂżQLUOR FRQ VXÂżFLHQWH QLWLGH] SDUD VX SURSLD UHĂ€H[LyQ /D YDJXHGDG GHO SUR\HFWR \ HO esfuerzo  convulsivo  con  que  se  precipita  a  eje-­ cutarlo  son  igualmente  tĂ­picos  de  una  persona  GpELO GH FDUiFWHU 1R REVWDQWH :DNHÂżHOG HVFX-­ driĂąa  sus  ideas  tan  minuciosamente  como  pue-­ de  y  descubre  que  estĂĄ  curioso  por  saber  cĂłmo  marchan  las  cosas  por  su  casa:  cĂłmo  soportarĂĄ  su  mujer  ejemplar  la  viudez  de  una  semana  y,  en  resumen,  cĂłmo  se  afectarĂĄ  con  su  ausencia  la  re-­ ducida  esfera  de  criaturas  y  de  acontecimientos  en  la  que  Êl  era  objeto  central.  Una  morbosa  va-­ nidad,  por  lo  tanto,  estĂĄ  muy  cerca  del  fondo  del  asunto.  Pero,  ¿cĂłmo  realizar  sus  intenciones?  No,  desde  luego,  quedĂĄndose  encerrado  en  este  confortable  alojamiento  donde,  aunque  durmiĂł  y  despertĂł  en  la  calle  siguiente,  estĂĄ  efectiva-­ mente  tan  lejos  de  casa  como  si  hubiera  rodado  toda  la  noche  en  la  diligencia.  Sin  embargo,  si  reapareciera  echarĂ­a  a  perder  todo  el  proyecto.  Con  el  pobre  cerebro  embrollado  sin  remedio Â

SRU HVWH GLOHPD DO ÂżQ VH DWUHYH D VDOLU UHVXHOWR HQ parte  a  cruzar  la  bocacalle  y  echarle  una  mirada  presurosa  al  domicilio  desertado.  La  costumbre   â€”pues  es  un  hombre  de  costumbres—  lo  toma  de  la  mano  y  lo  conduce,  sin  que  Êl  se  percate  en  lo  mĂĄs  mĂ­nimo,  hasta  su  propia  puerta;Íž  y  allĂ­,  en  el  momento  decisivo,  el  roce  de  su  pie  con-­ WUD HO SHOGDxR OR KDFH YROYHU HQ Vt ÂŁ:DNHÂżHOG ÂżAdĂłnde  vas? En  ese  preciso  instante  su  destino  viraba  en  redondo.  Sin  sospechar  siquiera  en  la  fata-­ lidad  a  la  que  lo  condena  el  primer  paso  atrĂĄs,  parte  de  prisa,  jadeando  en  una  agitaciĂłn  que  hasta  la  fecha  nunca  habĂ­a  sentido,  y  apenas  si  se  atreve  a  mirar  atrĂĄs  desde  la  esquina  lejana.  ¿SerĂĄ  que  nadie  lo  ha  visto?  ¿No  armarĂĄn  un  al-­ boroto  todos  los  de  la  casa  â€”la  recatada  seĂąora  GH :DNHÂżHOG OD DYLVSDGD VLUYLHQWD \ HO VXFLR SD-­ jecito—  persiguiendo  por  las  calles  de  Londres  D VX IXJLWLYR DPR \ VHxRU" ÂŁ(VFDSH PLODJURVR Cobra  coraje  para  detenerse  y  mirar  a  la  casa,  pero  lo  desconcierta  la  sensaciĂłn  de  un  cambio  HQ DTXHO HGLÂżFLR IDPLOLDU LJXDO D ODV TXH QRV afectan  cuando,  despuĂŠs  de  una  separaciĂłn  de  meses  o  aĂąos,  volvemos  a  ver  una  colina  o  un  lago  o  una  obra  de  arte  de  los  cuales  Êramos  vie-­ jos  amigos.  En  los  casos  ordinarios  esta  impre-­ siĂłn  indescriptible  se  debe  a  la  comparaciĂłn  y  al  contraste  entre  nuestros  recuerdos  imperfectos  y  OD UHDOLGDG (Q :DNHÂżHOG OD PDJLD GH XQD VROD noche  ha  operado  una  transformaciĂłn  similar,  puesto  que  en  este  breve  lapso  ha  padecido  un  gran  cambio  moral,  aunque  Êl  no  lo  sabe.  Antes  GH PDUFKDUVH GHO OXJDU DOFDQ]D D HQWUHYHU OD Âż-­ gura  lejana  de  su  esposa,  que  pasa  por  la  ventana  dirigiendo  la  cara  hacia  el  extremo  de  la  calle.  El  pobre  necio  parte  despavorido,  asustado  de  que  sus  ojos  lo  hayan  distinguido  entre  un  millar  de  åtomos  mortales  como  Êl.  Contento  se  le  pone  el  corazĂłn,  aunque  el  cerebro  estĂĄ  algo  confuso,  cuando  se  ve  junto  a  las  brasas  de  la  chimenea  en  su  nuevo  aposento. Eso  en  cuanto  al  comienzo  de  este  largo  capricho.  DespuĂŠs  de  la  concepciĂłn  inicial  y  de  haberse  activado  el  lerdo  carĂĄcter  de  este  hom-­ bre  para  ponerlo  en  prĂĄctica,  todo  el  asunto  si-­ gue  un  curso  natural.  Podemos  suponerlo,  como  UHVXOWDGR GH SURIXQGDV UHĂ€H[LRQHV FRPSUDQGR una  nueva  peluca  de  pelo  rojizo  y  escogiendo  diversas  prendas  del  baĂşl  de  un  ropavejero  ju-­ dĂ­o,  de  un  estilo  distinto  al  de  su  habitual  traje  PDUUyQ <D HVWi KHFKR :DNHÂżHOG HV RWUR KRP-­

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bre.  Una  vez  establecido  el  nuevo  sistema,  un  movimiento  retrĂłgrado  hacia  el  antiguo  serĂ­a  casi  tan  difĂ­cil  como  el  paso  que  lo  colocĂł  en  esta  situaciĂłn  sin  paralelo.  AdemĂĄs,  ahora  lo  estĂĄ  volviendo  testarudo  cierto  resentimiento  del  que  adolece  a  veces  su  carĂĄcter,  en  este  caso  motiva-­ do  por  la  reacciĂłn  incorrecta  que,  a  su  parecer,  se  ha  producido  en  el  corazĂłn  de  la  seĂąora  de  :DNHÂżHOG 1R SLHQVD UHJUHVDU KDVWD TXH HOOD QR estĂŠ  medio  muerta  de  miedo.  Bueno,  ella  ha  pa-­ sado  dos  o  tres  veces  ante  sus  ojos,  con  un  andar  cada  vez  mĂĄs  agobiado,  las  mejillas  mĂĄs  pĂĄlidas  y  mĂĄs  marcada  de  ansiedad  la  frente.  A  la  tercera  semana  de  su  desapariciĂłn,  divisa  un  heraldo  del  PDO TXH HQWUD HQ OD FDVD EDMR HO SHUÂżO GH XQ ERWL-­ cario.  Al  dĂ­a  siguiente  la  aldaba  aparece  envuelta  en  trapos  que  amortiguan  el  ruido.  Al  caer  la  no-­ che  llega  el  carruaje  de  un  mĂŠdico  que  deposita  a  su  dueĂąo  solemne  y  empelucado  en  la  puerta  GH OD FDVD GH :DNHÂżHOG GH GRQGH VDOH DO FDER de  un  cuarto  de  hora,  anuncio  acaso  de  un  fune-­ UDO ÂŁ0XMHU TXHULGD ¢,Ui D PRULU" $ HVWDV DOWXUDV :DNHÂżHOG H[SHULPHQWD XQD HVSHFLH GH HIHUYHV-­ cencia  de  los  sentimientos,  pero  se  mantiene  ale-­ MDGR GHO OHFKR GH VX HVSRVD MXVWLÂżFiQGRVH DQWH su  conciencia  con  el  argumento  de  que  no  debe  ser  molestada  en  semejante  coyuntura.  Si  algo  mĂĄs  lo  detiene,  Êl  no  lo  sabe.  En  el  transcurso  de  unas  cuantas  semanas  ella  se  va  recuperando.  Ha  pasado  la  crisis.  Su  corazĂłn  se  siente  triste,  aca-­ so,  pero  estĂĄ  tranquilo.  Y,  asĂ­  el  hombre  regrese  tarde  o  temprano,  ya  no  arderĂĄ  por  Êl  jamĂĄs.  Es-­ tas  ideas  fulguran  cual  relĂĄmpagos  en  las  nieblas  GH OD PHQWH GH :DNHÂżHOG \ OH KDFHQ HQWUHYHU TXH una  brecha  casi  infranqueable  se  abre  entre  su  apartamento  de  alquiler  y  su  antiguo  hogar. ²£3HUR VL VROR HVWi HQ OD FDOOH GHO ODGR —se  dice  a  veces. ÂŁ,QVHQVDWR (VWi HQ RWUR PXQGR +DVWD ahora  Êl  ha  aplazado  el  regreso  de  un  dĂ­a  en  par-­ ticular  a  otro.  En  adelante,  deja  abierta  la  fecha  precisa.  MaĂąana  no...,  probablemente  la  semana  TXH YLHQH PX\ SURQWR ÂŁ3REUH KRPEUH /RV muertos  tienen  casi  tantas  posibilidades  de  vol-­ ver  a  visitar  sus  moradas  terrestres  como  el  au-­ WRGHVWHUUDGR :DNHÂżHOG ÂŁ2MDOi \R WXYLHUD TXH HVFULELU XQ OLEUR HQ OXJDU GH XQ DUWtFXOR GH XQD GRFHQD GH SiJLQDV (QWRQFHV SRGUtD LOXVWUDU FyPR XQD LQĂ€XHQFLD que  escapa  a  nuestro  control  pone  su  podero-­ sa  mano  en  cada  uno  de  nuestros  actos  y  cĂłmo  urde  con  sus  consecuencias  un  fĂŠrreo  tejido  de Â

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QHFHVLGDG :DNHÂżHOG HVWi KHFKL]DGR 7HQHPRV que  dejarlo  que  ronde  por  su  casa  durante  unos  diez  aĂąos  sin  cruzar  el  umbral  ni  una  vez,  y  que  OH VHD ÂżHO D VX PXMHU FRQ WRGR HO DIHFWR GH TXH es  capaz  su  corazĂłn,  mientras  Êl  poco  a  poco  se  va  apagando  en  el  de  ella.  Hace  mucho,  debe-­ mos  subrayarlo,  que  perdiĂł  la  nociĂłn  de  singu-­ laridad  de  su  conducta. Ahora  contemplemos  una  escena.  Entre  el  gentĂ­o  de  una  calle  de  Londres  distinguimos  a  un  hombre  entrado  en  aĂąos,  con  pocos  rasgos  caracterĂ­sticos  que  atraigan  la  atenciĂłn  de  un  WUDQVH~QWH GHVFXLGDGR SHUR FX\D ÂżJXUD RVWHQ-­ ta,  para  quienes  posean  la  destreza  de  leerla,  la  escritura  de  un  destino  poco  comĂşn.  Su  frente  estrecha  y  abatida  estĂĄ  cubierta  de  profundas  arrugas.  Sus  pequeĂąos  ojos  apagados  a  veces  vagan  con  recelo  a  su  alrededor,  pero  mĂĄs  a  menudo  parecen  mirar  hacia  adentro.  Agacha  la  cabeza  y  se  mueve  con  un  indescriptible  sesgo  en  el  andar,  como  si  no  quisiera  mostrarse  de  frente  entero  al  mundo.  ObsĂŠrvelo  el  tiempo  su-­ ÂżFLHQWH SDUD FRPSUREDU OR TXH KHPRV GHVFULWR y  estarĂĄ  de  acuerdo  con  que  las  circunstancias   â€”que,  con  frecuencia,  producen  hombres  no-­ tables  a  partir  de  la  obra  ordinaria  de  la  natu-­ raleza—,  han  producido  aquĂ­  este  individuo.  A  continuaciĂłn,  dejando  que  prosiga  furtivo  por  la  acera,  dirija  su  mirada  en  direcciĂłn  opuesta,  por  donde  una  mujer  de  cierto  porte,  ya  en  el  declive  de  la  vida,  se  dirige  a  la  iglesia  con  un  libro  de  oraciones  en  la  mano.  Exhibe  el  plĂĄcido  sem-­ blante  de  la  viudez  establecida.  Sus  pesares  o  se  han  apagado  o  se  han  vuelto  tan  indispensables  para  su  corazĂłn  que  serĂ­a  un  mal  trato  cambiar-­ los  por  la  dicha.  Precisamente  cuando  el  hom-­ bre  enjuto  y  la  mujer  robusta  van  a  cruzarse,  se  presenta  un  embotellamiento  momentĂĄneo  que  SRQH D ODV GRV ÂżJXUDV HQ FRQWDFWR GLUHFWR 6XV manos  se  tocan.  El  empuje  de  la  muchedumbre  presiona  el  pecho  de  ella  contra  el  hombro  del  otro.  Se  encuentran  cara  a  cara.  Se  miran  a  los  ojos.  Tras  diez  aĂąos  de  separaciĂłn,  es  asĂ­  como  :DNHÂżHOG WURSLH]D FRQ VX HVSRVD 9XHOYH D Ă€XLU HO UtR KXPDQR \ VH ORV OOHYD a  cada  uno  por  su  lado.  La  grave  viuda  recupera  el  paso  y  sigue  hacia  la  iglesia,  pero  en  el  atrio  se  detiene  y  lanza  una  mirada  atĂłnita  a  la  calle.  Sin  embargo,  pasa  al  interior  mientras  va  abrien-­ GR HO OLEUR GH RUDFLRQHV ÂŁ< HO KRPEUH &RQ HO rostro  tan  descompuesto  que  el  Londres  atarea-­ do  y  egoĂ­sta  se  detiene  a  verlo  pasar,  huye  a  sus Â


habitaciones,  cierra  la  puerta  con  cerrojo  y  se  tira  en  la  cama.  Los  sentimientos  que  por  aĂąos  HVWXYLHURQ ODWHQWHV VH GHVERUGDQ \ OH FRQÂżHUHQ un  vigor  efĂ­mero  a  su  mente  endeble.  La  mise-­ rable  anomalĂ­a  de  su  vida  se  le  revela  de  golpe.  Y  grita  exaltado: ²£:DNHÂżHOG :DNHÂżHOG HVWiV ORFR QuizĂĄs  lo  estaba.  De  tal  modo  debĂ­a  de  ha-­ berse  amoldado  a  la  singularidad  de  su  situaciĂłn  que,  comparĂĄndolo  con  los  demĂĄs  hombres  y  FRQ ORV SUREOHPDV GH OD YLGD QR VH SRGUtD DÂżU-­ mar  que  estuviera  en  su  sano  juicio.  Se  las  habĂ­a  ingeniado  (o,  mĂĄs  bien,  las  cosas  habĂ­an  venido  a  parar  en  esto)  para  separarse  del  mundo,  ha-­ cerse  humo,  renunciar  a  su  sitio  y  privilegios  entre  los  vivos,  sin  que  fuera  admitido  entre  los  muertos.  La  vida  de  un  ermitaĂąo  no  tiene  para-­ lelo  con  la  suya.  SeguĂ­a  inmerso  en  el  bullicio  de  la  ciudad  como  en  los  viejos  tiempos,  pero  las  multitudes  pasaban  de  largo  sin  advertirlo.  Se  HQFRQWUDED ²GLJiPRVOR HQ VHQWLGR ÂżJXUDGR² D todas  horas  junto  a  su  mujer  y  al  pie  del  fuego,  y  sin  embargo  nunca  podĂ­a  sentir  la  tibieza  del  uno  ni  el  amor  de  la  otra.  El  insĂłlito  destino  de  :DNHÂżHOG IXH HO GH FRQVHUYDU OD FXRWD RULJLQDO de  afectos  humanos  y  verse  todavĂ­a  involucrado  en  los  intereses  de  los  hombres,  mientras  que  ha-­ EtD SHUGLGR VX UHVSHFWLYD LQĂ€XHQFLD VREUH XQRV y  otros.  SerĂ­a  un  ejercicio  muy  curioso  determi-­ nar  los  efectos  de  tales  circunstancias  sobre  su  corazĂłn  y  su  intelecto,  tanto  por  separado  como  al  unĂ­sono.  No  obstante,  cambiado  como  esta-­ ba,  rara  vez  era  consciente  de  ello  y  mĂĄs  bien  se  consideraba  el  mismo  de  siempre.  En  verdad,  a  veces  lo  asaltaban  vislumbres  de  la  realidad,  pero  solo  por  momentos.  Y  aun  asĂ­,  insistĂ­a  en  decir  pronto  regresarĂŠÂť,  sin  darse  cuenta  de  que  habĂ­a  pasado  veinte  aĂąos  diciĂŠndose  lo  mismo. Imagino  tambiĂŠn  que,  mirando  hacia  el  pasado,  estos  veinte  aĂąos  le  parecerĂ­an  apenas  mĂĄs  largos  que  la  semana  por  la  que  en  un  prin-­ FLSLR KDEtD SUR\HFWDGR VX DXVHQFLD :DNHÂżHOG considerarĂ­a  la  aventura  como  poco  mĂĄs  que  un  interludio  en  el  tema  principal  de  su  existencia.  Cuando,  pasado  un  rato  mĂĄs,  juzgara  que  ya  era  hora  de  volver  a  entrar  a  su  salĂłn,  su  mujer  aplau-­ GLUtD GH GLFKD DO YHU DO YHWHUDQR VHxRU :DNHÂżHOG ÂŁ4Xp WULVWH HTXLYRFDFLyQ 6L HO WLHPSR HVSHUDUD KDVWD HO ÂżQDO GH QXHVWUDV ORFXUDV IDYRULWDV WRGRV serĂ­amos  jĂłvenes  hasta  el  dĂ­a  del  Juicio. Cierta  vez,  pasados  veinte  aĂąos  desde  su  GHVDSDULFLyQ :DNHÂżHOG VH HQFXHQWUD GDQGR HO

paseo  habitual  hasta  la  residencia  que  sigue  lla-­ mando  suya.  Es  una  borrascosa  noche  de  otoĂąo.  Caen  chubascos  que  golpean  en  el  pavimento  y  que  escampan  antes  de  que  uno  tenga  tiempo  de  abrir  el  paraguas.  DeteniĂŠndose  cerca  de  la  casa,  :DNHÂżHOG GLVWLQJXH D WUDYpV GH ODV YHQWDQDV GH la  sala  del  segundo  piso  el  resplandor  rojizo  y  oscilante  y  los  destellos  caprichosos  de  un  con-­ fortable  fuego.  En  el  techo  aparece  la  sombra  JURWHVFD GH OD EXHQD VHxRUD GH :DNHÂżHOG /D gorra,  la  nariz,  la  barbilla  y  la  gruesa  cintura  dibujan  una  caricatura  admirable  que,  ademĂĄs,  baila  al  ritmo  ascendente  y  decreciente  de  las  llamas,  de  un  modo  casi  en  exceso  alegre  para  la  sombra  de  una  viuda  entrada  en  aĂąos.  En  ese  instante  cae  otro  chaparrĂłn  que,  dirigido  por  una  rĂĄfaga  grosera,  pega  de  lleno  contra  el  pe-­ FKR \ OD FDUD GH :DNHÂżHOG (O IUtR RWRxDO OH FDOD hasta  la  mĂŠdula.  ¿Va  a  quedarse  parado  en  ese  sitio,  mojado  y  tiritando,  cuando  en  su  propio  hogar  arde  un  buen  fuego  que  puede  calentarlo,  cuando  su  propia  esposa  correrĂ­a  a  buscarle  la  chaqueta  gris  y  los  calzones  que  con  seguridad  conserva  con  esmero  en  el  armario  de  la  alcoba?  £1R :DNHÂżHOG QR HV WDQ WRQWR 6XEH ORV HVFDOR-­ nes,  con  trabajo.  Los  veinte  aĂąos  pasados  desde  que  los  bajĂł  le  han  entumecido  las  piernas,  pero  pO QR VH GD FXHQWD ÂŁ'HWHQWH :DNHÂżHOG ¢9DV a  ir  al  único  hogar  que  te  queda?  Pisa  tu  tum-­ ba,  entonces.  La  puerta  se  abre.  Mientras  entra,  alcanzamos  a  echarle  una  mirada  de  despedida  a  su  semblante  y  reconocemos  la  sonrisa  de  as-­ tucia  que  fuera  precursora  de  la  pequeĂąa  broma  que  desde  entonces  ha  estado  jugando  a  costa  GH VX HVSRVD ÂŁ&XiQ GHVSLDGDGDPHQWH VH KD EXU-­ ODGR GH OD SREUH PXMHU (Q ÂżQ GHVHpPRVOH D :DNHÂżHOG EXHQDV QRFKHV El  suceso  feliz  â€”suponiendo  que  lo  fue-­ ra—  solo  puede  haber  ocurrido  en  un  momento  no  premeditado.  No  seguiremos  a  nuestro  amigo  a  travĂŠs  del  umbral.  Nos  ha  dejado  ya  bastante  VXVWHQWR SDUD OD UHĂ€H[LyQ XQD SRUFLyQ GHO FXDO puede  prestar  su  sabidurĂ­a  para  una  moraleja  y  tomar  la  forma  de  una  imagen.  En  la  aparente  confusiĂłn  de  nuestro  mundo  misterioso  los  in-­ dividuos  se  ajustan  con  tanta  perfecciĂłn  a  un  sistema,  y  los  sistemas  unos  a  otros,  y  a  un  todo,  de  tal  modo  que  con  solo  dar  un  paso  a  un  lado  cualquier  hombre  se  expone  al  pavoroso  riesgo  de  perder  para  siempre  su  lugar.  Como  Wake-­ ÂżHOG VH SXHGH FRQYHUWLU SRU DVt GHFLUOR HQ HO Paria  del  Universo.  [

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CARTA ABIERTA, por Liniers

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EL DIARIO DE MALORY, por Aguirre & Lunik

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Picadito

Una  vez  mås,  los  distribuidores  de  Orsai  comparten  sus  gustos  con  ORV OHFWRUHV 1XQFD DQWHV XQ GLVWULEXLGRU GH XQ PHGLR JUi¿FR VH KDEtD FRPXQLFDGR FRQ XQ OHFWRU 1R VROR HVWDED SURKLELGR VLQR TXH ORV HGLWRUHV OHV FRUWDEDQ XQ GHGR $Vt HUD OD WULVWH UHDOLGDG GHO VLJOR YHLQWH £< *HHQSHDFH QR GHFtD QDGD

PELĂ?CULAS

en donde cada descubrimiento serĂĄ mĂĄs terrible que el anterior.

4 Todo Lubitsch. Soy fanĂĄtica de

las pelĂ­culas viejas, especialmente las que se hicieron en Hollywood entre los aĂąos treinta y cincuenta, y muy especialmente las comedias, las buenas comedias. Blanco ` ULNYV HJ[\HJP}U HY[PĂ„JPVZH elegancia, los mejores diĂĄlogos, y muuuchas citas que encontramos despuĂŠs en Mad Men, en Tarantino y por supuesto en el cine de los Cohen. Entre todo eso, no se pueden perder, de ninguna manera, las pelĂ­culas de Lubitsch, un alemĂĄn exiliado que se reĂ­a de los nazis y de los ingleses, pero mucho mĂĄs de los yankis, aunque tambiĂŠn de los por entonces soviĂŠticos. Imperdibles: Ser o no ser (1942, para reĂ­rse con Hitler), Desing for living (Una mujer para dos, 1933, sobre lo bien que funcionan los trĂ­os), Ninotchka (1939, para que conozcan a Greta Garbo y la vean reĂ­rse por Ăşnica vez en el cine. Un detalle, hay un personaje menor, un policĂ­a polĂ­tico, y lo interpreta BĂŠla Lugosi, el gran vampiro del cine). Lo mejor: ustedes sabrĂĄn cĂłmo bajarlas de internet, son viejas y famosas. Graciela Goldchluk. Distribuidora en Palermo, Buenos Aires, Argentina. 4 Wicker Park. Una pelĂ­cula de 7H\S 4J.\PNHU Ă„STHKH LU Cuenta la historia de un muchacho que conoce y seduce a quien cree la mujer de su vida. Se enamoran apasionadamente y un dĂ­a lo abandona sin dejar rastro. Dos aĂąos despuĂŠs, ĂŠl a punto de casarse, le parece verla, y huye. Con el corazĂłn hecho pedazos y preguntas sin resolver el protagonista inicia una bĂşsqueda obsesiva que lo llevarĂĄ cada vez mĂĄs al fondo de un misterio

Maximiliano Liciaga. Distribuidor en La Plata, Buenos Aires, Argentina. SERIES 4 Freaklances. No tiene desperdicio para quienes trabajamos en el ĂĄmbito creativo como freelances (o somos esclavos por horas, da lo mismo). El pobre Fausto (“Fausto, no Faustino...â€?) sufre lo que sufrimos todos, incluso cuando le llega la gran oportunidad. Nerviosos clics en el correo a ver si surge trabajo, eternas horas sin dormir ni comer para llegar con la entrega, palabras tĂŠcnicas de marketing que no entiende... Me encantĂł el homenaje ochentero de la tercera temporada, ÂŤFreak to the futureÂť. (Y es genial el estereotipo de Maxi, el diseĂąador argentino). Es una webserie de Julio Garma y Alex Otero.

Gabriela Pedranti. Distribuidora en Barcelona, EspaĂąa. LIBROS 4 Intercambio de libros. Dos

pĂĄginas para intercambiar los libros que ya no leas y conseguir alguno que te interese: libroscompartidos. com (no sĂŠ ahora, pero tuvieron pĂĄginas tambiĂŠn en MĂŠxico y en Argentina) funciona solo para EspaĂąa; y bookmooch.com para conseguir o enviar libros desde y a todo el mundo. Sandra RebeillĂŠ. Distribuidora en Barcelona, EspaĂąa.

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4 Los libros del lince. Es una

pequeùa editorial independiente de Barcelona que edita ensayos críticos y muy radicales y da mucha bola a nuevos autores argentinos. Su editor, Enrique Murillo, fue quien se animó a editar la gran novela de Matías NÊspolo Siete maneras de matar a un gato, luego traducida a varios idiomas. TambiÊn editó otra excelente novela del argentino Martín Lombardo que se llama Locura circular, con una trama construida con letras de Charly García como telón de fondo. 4 L’atelier du tilde. Es una peque-

Ăąa editorial independiente de Lyon (Francia) muy interesada en traducir y publicar literatura argentina de todos los gĂŠneros, tanto clĂĄsicos inĂŠditos como autores jĂłvenes. La llevan adelante artistas, editores y traductores franceses muy jĂłvenes que trabajan en forma comunitaria. Reciben originales en contact@atelier-du-tilde.org. JuliĂĄn Chappa. Distribuidor en Caballito, Capital Federal, Argentina. 4 BaĂşl de trompetillas. Quien estĂŠ

interesado en AgustĂ­n GarcĂ­a Calvo o Chicho SĂĄnchez Ferlosio, dos personas muy singulares y fascinantes, puede visitar la pĂĄgina BaĂşl de trompetillas. Igual pueden encontrarse libros de AgustĂ­n GarcĂ­a Calvo. De Chicho SĂĄnchez Ferlosio se pueden oĂ­r algunos de sus discos (A contratiempo, Canciones de resistencia, etcĂŠtera) y un documental excepcional que le hizo Fernando Trueba: Mientras el cuerpo aguante. JosĂŠ MarĂ­a Farjas. Distribuidor en Zaragoza, EspaĂąa.


4 El Catarismo. Es un libro de

Eduard Berga que habla de cómo vivía esta comunidad «herética», llamada también de «los puros», en la Edad Media en Europa. Su intención era renovar el Cristianismo para devolverlo a lo que era en sus orígenes, y no en lo que se había convertido (la iglesia católica de fastos y oropeles LU WVZ KL \U ILULÄJPV TH[LYPHS ;HUto llegaron a molestar, con su simple ejemplo de actos, que el Vaticano creó la conocida Inquisición para quitárselos de en medio. El resto ya lo JVUVJLTVZ :\ PTW\SZV PUÅ\`} T\cho en el posterior Siglo de las Luces. Adrián Álvarez. Distribuidor en Valencia, España. 4 Tales of Mystery and

Imagination. Para los adeptos a Edgar Allan Poe, existe un libro de relatos seleccionados (no sé si en español) con ilustraciones de Harry Clarke: Tales of Mistery and Imagination, las ilustraciones están en la web. Además, hay una animación bastante buena de 1953 de «El Corazón Delator» en YouTube. Diego Arellano. Distribuidor en Temuco, Chile.

para quien no tiene tiempo de entrar con frecuencia a la web. Me gusta la especial atención que le ponen a encontrar libros-objeto (esos que son una maravilla de diseño, contenido, edición y forma). Está en inglés, pero vale la pena hacer el esfuerzo. José María Farjas. Distribuidor en Zaragoza, España. 4 Dos blogs. Les dejo un par de

blogs para matar el tiempo en la VÄJPUH LS WYPTLYV LZ SHZ OPZ[VYPL[HZ blogspot.com.ar, son historietas simples totalmente absurdas. El otro es mikelnhao.com, un español que hace bromas estilo Tangalanga pero por mail, ¡un genio! Cristian Putrino. Distribuidor en Martín Coronado, B. A., Argentina. 4 Proyectocalco.wordpress.com.

,Z \UH PUPJPH[P]H ZPU ÄULZ KL S\JYV X\L sale al encuentro de las personas a través de calcomanías con mensajes positivos e inspiradores. ¿El objetivo? Crear y reproducir bienestar en las personas... aunque sea por un rato. Cada vez más y más gente se copa con el proyecto, pide sus calcos, las pega por el mundo y las sube a Facebook. Vale la pena sumarse.

4 Barajas. Una novela de Alejandra

Zina. Un amigo me habló del libro y dudé, demasiado rosa la tapa pensé, a ver si en serio es de esos libros de JOPJHZ 7LYV HS ÄUHS SV LTWLJt H leer y quedé atrapada en el relato de Carolina la azafata. Un poco de intriga por saber de ese mundillo de los aviones, y que hubiera una Nelly Olson en el relato hicieron que me devorara el libro en un par de días. María Paula Rithner. Distribuidora en C.A.B.A. Argentina. WEBS 4 Brainpickings.org. Uno de los mejores sitios de curación de contenidos culturales en sentido amplio. Desde libros, frases y recomendaciones hasta datos insólitos. Tienen una newsletter muy buena, ideal

Martín Commenge. Distribuidor en Belgrano, Capital Federal, Argentina. 4 NoPuedoCreer.com. Soy fan de Orsai y algo nerd, por eso me maravillé con la cantidad de inventos que se pueden encontrar en esta web. ¿Un accesorio que transforma los dedos en vibradores? ¿Un bolígrafo que vibra si se cometen errores de ortografía? ¿Una bikini hecha con papel de burbujas? ¿Una mesa que camina? En esta página los esperan esos y muchos otros inventos. Se recomienda no verla con la tarjeta de crédito a mano: muchos están a la venta.

Ricardo Ferrari Distribuidor en Caballito, Capital Federal, Argentina.

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MÚSICA 4 MamaBora. Es una banda de reciente formación con una amplia propuesta: temas propios que revitalizan el disco, el funk, el reggae, el jazz y hasta la cumbia. Están grabando su primer disco, pero mientras tanto podés escucharlos en MySpace o en Facebook y también se los puede ver en vivo en locales de Buenos Aires o de la Costa Atlántica.

Andrés Monferrand. Distribuidor en Mercedes, Buenos Aires, Argentina. 4 Acorazado Potemkin. Es un trío integrado por músicos de larga trayectoria en el under (Valle de Muñecas, Pequeña orquesta reincidentes, Los Visitantes, Don Cornelio). Como dice en su biografía, cuecen estribillos, yeites, palabras, lenguaje: una musicalidad extraña. Tienen un solo disco en la calle, Mugre, que se puede descargar desde su página. Una buena banda para agarrarla de entrada.

Cristian Putrino. Distribuidor en Martín Coronado, B. A., Argentina. REVISTAS 4 FronteraD. Es una revista digital

centrada en el periodismo narrativo, la crónica y el ensayo que intenta dar una versión distinta y crítica de cada uno de los temas tratados. Sus reportajes denuncian en muchas ocasiones situaciones que pasan desapercibidas o directamente son obviadas. El equipo de FronteraD está formado por: Alfonso Armada, Emilio López-Galiacho, Israel Súarez, Anxo Pastor, Eduardo Momeñe, Carlos García Santa Cecilia, Borja Robert, Luis Calderón, Inés Rivera, Fátima Margú, Jaime G. Mora, Federico Volpini, Abelardo Gil-Fournier, Eduardo Jordá, Eduardo del Campo, Laura Ferrero y los ilustradores Raúl y Dotot. Merece la pena conocerla. Ignacio Dufour García. Distribuidor en Madrid, España.


XXX HOT, por Horacio Altuna

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Capítulo II

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HOT, por Horacio Altuna

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Also starring

Poly Bernatene Buenos Aires, 1972 Publicó libros infantiles en Argentina, México, España, Inglaterra, Australia, Dinamarca, Bélgica, Alemania, Francia, China, Taiwan, y Estados Unidos. Ilustró para Orsai dos crónicas de Enrique Symns, y una de Hernán Iglesias Illa. Esta vez lo convocamos para que dé la cara por nosotros en la portada.

Ángel Boligán La Habana, 1965 ,Z LS TH`VY O\TVYPZ[H NYmÄJV cubano. Premiado innumerables veces en el mundo entero, su trabajo se encuentra expuesto en el Museo del Humor de San Antonio de los Baños. Actualmente colabora en El Universal. Estará en Orsai todo el año, con su sección Per Saltum. Esta vez en la página dos. Guillermo Decurgez, Decur Rosario, 1981 Ha publicado en Ñ de Clarín, las revistas Fierro y Un Mundo Mejor, ` LU KP]LYZVZ ZP[PVZ ^LIZ ,U publicó su primer libro con EdiJPVULZ KL SH -SVY ,U PS\Z[Y} todas las portadas de Orsai. Esta vez lo convocamos para la apertura de la crónica El experimento Polgar, desde la página ocho. Armengol Tolsá i Badia, Ermengol Córdoba, 1958 Vive en Lérida desde hace décadas, pero empezó en Hortensia. Dibujó en Playboy España, Segre, Diari de Andorra y La Mañana. Recibió el premio Mingote de ilustración en 1993. Miembro fundacional de Orsai, ilustra las cinco sobremesas de esta edición, y todas las anteriores desde la N1.

Alberto Montt Quito, 1972 Es ciudadano chileno. Se con]PLY[L LU O\TVYPZ[H NYmÄJV KLZde internet, con su blog Dosis Diarias, donde dibuja una viñeta al día festejada por una enorme comunidad de lectores de todo el mundo. Su sección Dosis Bimestrales, de la página veintiuno, estará todo el año.

Matías Tolsá Santa Fe, 1983 Ilustrador y caricaturista. Coordina una escuela de dibujo en Cataluña. Como su padre Ermengol, es miembro fundacional de Orsai e ilustra los cuentos de Orsai desde la N1. En esta edición se encarga KLS TVU[HQL NYmÄJV KL SH Historia de las gemelas, y de los cuentos La lengua de Chifu y >HRLÄLSK.

Gustavo Sala Mar del Plata, 1973 Es dibujante, guionista, humorista NYmÄJV ` \U NYHU WYV]VJHKVY *Vlabora en Rolling Stone, El Jueves y Página/12, entre otros. También hace radio, canta, escribe y actúa en espectáculos de humor. Estará en Orsai todo el año, con la sección Sin Afeitar, desde la página cincuenta y ocho.

Rodolfo Fucile Buenos Aires, 1978 Dibuja, escribe y trabaja como ilustrador. Publicó en diversos diarios y revistas como Clarín, La Nación, Caras y Caretas y también en un sinfín de editoriales. Es autor de los libros Artistas irrelevantes y El Supervisor. Ilustra la crónica En el país de Los Siete Locos desde la página setenta y seis.

Eduardo Salles Cd. de México, 1987

Miguel Repiso, Rep Buenos Aires, 1961

Fue, hasta hace poco, Director Creativo de JWT México. Es posiblemente uno de los mejores creativos de habla hispana. Su blog es uno de los más célebres de México. Estará en Orsai durante todo el año con su sección Cinismo Ilustrado, esta vez en la página cuarenta y siete.

Es uno de los viñetistas más respetados de Argentina. Publica en Página/12 desde el primer número. Colabora en Veintitrés, Fierro, El País y La Vanguardia. Ha pintado murales en ciudades de todo el mundo. Estará en Orsai todo el año con su sección Postales, desde la página setenta y cuatro.

Juan Pablo Caro Buenos Aires, 1965 Es portadista de la histórica revista Caras y Caretas. Colabora en Clarín y en la revista de actores Arlequín. Ilustra libros infantiles y juveniles para las editorales AZ, Aique, SM, Longseller, Pictus, Aethos y Estación Mandioca. Ilustra el cuento infantil Papelitos desde la página cuarenta y ocho.

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Lorenzo Amengual Córdoba, 1939 Es arquitecto y fue reconocido durante mucho tiempo como O\TVYPZ[H NYmÄJV +\YHU[L JPUJ\LU[H H|VZ OH YLÅL_PVUHKV con pasión sobre el dibujo y las VIYHZ NYmÄJHZ LU 9VTH 5\L]H York, Milán, Madrid y Berlín. Ilustra la crónica Black Jack en Atlantic City desde la página setenta y seis.


por orden de apariciĂłn

Manel Fontdevila Barcelona, 1965 Es colaborador habitual de la revista El Jueves, donde realiza las series Para ti, que eres joven, junto a Albert Monteys, y La parejita S.A. ColaborĂł en PĂşblico y ahora en El Diario. EstarĂĄ en Orsai durante todo el aĂąo, con su secciĂłn My is Beatiful de la pĂĄgina noventa y uno.

Gonzalo GarcĂŠs Buenos Aires, 1974 Novelista y crĂ­tico literario. EstudiĂł Letras en La Sorbona. Colabora en diversos medios de EspaĂąa y (TtYPJH 3H[PUH ,U LS H|V obtuvo el Premio Biblioteca Breve de Seix Barral. Su Ăşltima novela se llama El Miedo. SerĂĄ el encargado de las entrevistas durante [VKV

Pedro Otero Buenos Aires, 1979 Es fotĂłgrafo editorial y publicitario. Trabaja en la revista Access DirectTV. TambiĂŠn dirige cine. En NHU} LS WYPTLY WYLTPV KLS concurso de cortometrajes Georges MĂŠliès. Realiza la producciĂłn MV[VNYmĂ„JH KL SH LU[YL]PZ[H H *HW\sotto y Saborido, desde la pĂĄgina noventa y dos. Juan MatĂ­as Loiseau, Tute Buenos Aires, 1974 Publica desde hace aĂąos en La NaciĂłn, donde realiza la tira diaria Batu. TambiĂŠn publica en la revista dominical LNR. Sus dibujos se reproducen en diarios de todo el mundo. Ya estuvo en Orsai N3 y HOVYH LZ[HYm K\YHU[L [VKV con su secciĂłn Planeta Tute de la pĂĄgina ciento quince.

Carlos LomĂŠ MĂŠxico DF, 1981 Diplomado en la Universidad de 3LUN\HZ KL )LPQPUN LU ,Z traductor de espaĂąol, chino, inglĂŠs, P[HSPHUV ` MYHUJtZ +LZKL LZ intĂŠrprete de chino-espaĂąol para el presidente de MĂŠxico en los paĂ­ses asiĂĄticos. Tradujo el cuento La lengua de Chifu, de Liao Yiwu, desde la pĂĄgina ciento catorce.

HernĂĄn CaĂąellas Buenos Aires, 1966 ,Z PS\Z[YHKVY L PUMVNYHĂ„Z[H 7\ISPJ} en Fierro, Noticias y 7LYĂ„S. Actualmente trabaja para National Geographic Magazine ,U M\L ZLleccionado para exponer en la feria del libro infantil de Bologna. Durante ZL LUJHYNHYm KL JVTWVULY las infografĂ­as desplegables de la pĂĄgina ciento treinta y dos.

Ricardo Siri, Liniers Buenos Aires, 1973 ComenzĂł a publicar historietas en fanzines, y despuĂŠs en periĂłdicos y revistas. Es bestseller con su obra Macanudo. Sus libros, recopilaciones de sus publicaciones de tiras, son admirados. EstarĂĄ en Orsai todo el aĂąo, con su secciĂłn Carta Abierta de la pĂĄgina ciento treinta y nueve.

Carolina Aguirre Buenos Aires, 1978 Su blog Bestiaria la convirtiĂł en la escritora digital mĂĄs leĂ­da de la Argentina. PublicĂł tres libros: Bestiaria, El efecto NoemĂ­ y Ciega a citas, del que tambiĂŠn se hizo una serie de TV. HarĂĄ los guiones de El diario de Malony (junto a Lunik) K\YHU[L [VKV

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Alejandra Lubliner Gonik, Lunik Stgo. de Chile, 1973 Nacionalizada argentina. Es ilustradora y dibujante de historietas. Actualmente publica sus CrĂłnicas de la cultura en la revista Ă‘ y su personaje Lola en OhlalĂĄ. Su nueva tira en Orsai, El diario de Malony, tiene guiones de Carolina Aguirre. Ambas estarĂĄn en Orsai desde la pĂĄgina ciento cuarenta.

Horacio Altuna Córdoba, 1941 Es el embajador de la historieta argentina en el mundo. Publicó en Fleetway, Thompson, Playboy, Fierro y en innumerables revistas de cómic. DespuÊs de aùos, volverå H KPI\QHY \UH UV]LSH NYmÄJH LWPZ}dica, Hot, en las seis ediciones de 6YZHP KLZKL SH WmNPUH JPLU[V cuarenta y cuatro.

Bernardo Erlich TucumĂĄn, 1963 Ha publicado en SĂĄtira/12 y La Gaceta de TucumĂĄn. Publica una viĂąeta diaria en la versiĂłn digital del diario El PaĂ­s de EspaĂąa. Nos HJVTWH|H LU 6YZHP KLZKL (antes de que esto fuese una revis[H ` LZ[HYm K\YHU[L [VKV JVU su secciĂłn AmĂŠn, esta vez en la pĂĄgina ciento cincuenta y cinco. Juan SĂĄenz Valiente Buenos Aires, 1981 Es historietista, ilustrador y animador. PublicĂł en Francia Sarna, historieta con guion de Trillo. TambiĂŠn colaborĂł en la realizaciĂłn del libro Arte y tĂŠcnica de la animaciĂłn, junto con su padre, Rodolfo SĂĄenz Valiente. DibujarĂĄ todas las contra[HWHZ KL 6YZHP K\YHU[L


La  letra  pequeùa

LO QUE VIENE EN MARZO Y ABRIL

STAFF

C

omo ya es costumbre, no diremos nada sobre los contenidos de la revista que viene, porque nos gusta el suspenso. O quizå porque no tenemos la menor idea (eso tambiÊn es suspenso). Sí diremos que la web de Orsai se llenarå de novedades entre marzo y abril, así que presten un poquito de atención. Sacaremos a SH ]LU[H WVY ÄU LS IYL]L stock que nos queda de números atrasados: serån las ediciones del uno al diez, primero juntas, despuÊs sueltas (si queda algo). Empezaremos la preventa de una colecJP}U NYmÄJH X\L SVZ OHYm babear contra la mesada de la cocina. Si les gustan

Editor responsable HernĂĄn Casciari Jefe de redacciĂłn Christian Basilis DirecciĂłn de arte MarĂ­a MonjardĂ­n EdiciĂłn Karina Salguero-Moya 1VZLĂ„UH 3PJP[YH

los dibujos de Horacio Altuna, Jorge GonzĂĄlez, Alberto Montt, Eduardo Salles, Tute Loiseau, Carlos Nine, Javier Zabala, Gusti Rosenffet y otras bestias peludas, estĂŠn atentos a #ProyectoEmbudo en Twitter. Como se ve en la foto, seguiremos incorporando tĂ­tulos digitales en

OrsaiPad.com, incluidas las versiones para Kindle de la revista. Y si quieren saber cĂłmo viene la ediciĂłn nĂşmero trece de Orsai, podrĂĄn ver adelantos suculentos desde el blog de la revista. Como siempre, estrenamos en papel, pero los ensayos son y serĂĄn virtuales.

E

adusto de poetas del siglo dieciocho, Aranda es Analista de Sistemas y TĂŠcnico en Construcciones. Trabaja en Sistemas del Poder Judicial de Santa Cruz y dibuja planos en CAD en un estudio de arquitectura. Su impronta literaria la canaliza exclusivamente, por ahora, en su cuenta de Twitter: @Cararanda. No dejen de seguirlo, es muy poco probable que los pueda defraudar.

FRASES AL PIE ste seĂąor que se masajea la sien con el Ă­ndice de la mano derecha, en una clara actitud de devaneo, es Carlos Aranda, nacido en RĂ­o Gallegos en ,U SH MV[V SV ]LTVZ pensando ideas creativas, y asĂ­ estĂĄ siempre toda la tarde, incansable como el viento patagĂłnico. Carlos SL W\ZV Z\ Ă„YTH H SHZ MYHses al pie de esta ediciĂłn de Orsai. Y aunque predomine en ĂŠl este gesto

Aviso legal. Queda terminantemente prohibido referirse a esta revista utilizando la medida duodecimal creada por los astrĂłnomos de la Mesopotamia. Aunque hayamos alcanzado la ediciĂłn nĂşmero doce de Orsai, no se le permite al lector pedir la revista con frases como ÂŤdon Cosme, dĂŠme una docena de OrsaiÂť, ni tampoco ÂŤahora me llevo media docena y despuĂŠs vengo a buscar la otra mediaÂť. La revista Orsai no se vende, ni se produce, ni se cuenta por docenas porque no somos huevos de gallina ponedora, ni goles de Lionel Messi, ni prole de catĂłlicos practicantes. En otro orden: los lectores que hayan adquirido la suscripciĂłn anual a Orsai en formato fĂ­sico (es decir, los que pagaron) pueden votar las nuevas caracterĂ­sticas del papel con que se imprimirĂĄ la revista durante el resto del aĂąo. Para hacerlo, deben entrar a la direcciĂłn editorialorsai.com/referendum y escoger entre ÂŤpapel mateÂŤ o ÂŤpapel ilustraciĂłnÂť o ÂŤme chupa un huevoÂť. En un futuro cercano los suscriptores tambiĂŠn podrĂĄn elegir cuĂĄl serĂĄ el prĂłximo corte de cabello del director de la revista, el color del marco de las gafas del jefe de redacciĂłn y el sueldo mĂ­nimo de los redactores. No nos detendremos hasta que este emprendimiento editorial se convierta en un reality show y se vaya todo al carajo, porque somos expertos en arruinar proyectos prometedores. Se imprimieron siete mil ejemplares de LZ[L U‚TLYV KVJL JVYYLZWVUKPLU[LZ H SVZ TLZLZ KL THYaV ` HIYPS KL LU PTWYLU[H 4\UKPHS KL JHSSL *VY[LQHYLUH KL )\LUVZ (PYLZ LU LS TLZ KL MLIYLYV KL ,S KLW}ZP[V SLNHS LZ LS 3 ,S 0::5 LS 3H THYJH ­6YZHP 5HKPL LU LS 4LKPVÂŽ LZ[m YLNPZ[YHKH

PRODUCEN Â MĂ S Â QUE Â LA Â FE, Â LAS Â GANAS Â DE Â HACER. 154

Entrevistas Gonzalo GarcÊs 5V]LSH .YmÄJH Horacio Altuna Arte y diseùo Ermengol Tolsà Matías Tolsà Hernån Caùellas /\TVY NYmÄJV Alejandra Lunik à ngel Boligån Bernardo Erlich Carolina Aguirre Eduardo Salles Gustavo Sala Liniers Juan Såenz Valiente Manel Fontdevila Miguel Rep Tute Fotografías Pedro Otero Corrección Florencia Iglesias En este número Carlos LomÊ CÊsar Calero Gabriela Manuli Guillermo Decurgez Juan Pablo Caro Liao Yiwo Lorenzo Amengual Marcos Pereyra Poly Bernatene Rodolfo Fucile Rodolfo Palacios Gestión cultural Pablo Perantuono Desarrollo web Guillermo Harosteguy Administración Cristina Badia Silvia Peralta




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