a r t e
ru
d o
wifree Frank Smith abrió los ojos. Reflejado en el techo de su recamara un gran recordatorio: chequeo médico. Retiró las sábanas y con dificultad caminó hasta el baño, orinó en la pequeña lámina que más tarde insertaría a una USB, era importante hacerlo en ayunas, como hace unos años, de ese modo el resultado sería más confiable. Se dirigió a su clóset, el cual se encontraba programado con su agenda, sobre unos texanos azul marino y una camisa a cuadros rosa y verde un foco le indicaba la opción para las actividades del día, al retirar las prendas de las perchas una pantalla brincó y en el interior del armario leyó: -Camisa de algodón utilizada en noventa y cinco ocasiones, se sugiere utilizarla por última vez. El puesto de Frank requería de una apariencia de poder, representar su nivel de vida, por supuesto esa camisa iría a la basura al terminar el día. Se dirigió a la cocina, hoy era el último día del mes por lo que se daría dieta libre, el resultado del chequeo le indicaría que comer a partir de mañana, por ahora revisó en la pantalla del refrigerador lo que se encontraba en su interior y extrajo 2 huevos y queso, de inmediato el lector óptico y la báscula integrada notaron el faltante indicando en la pantalla que había que comprar esos productos nuevamente; la compra fue inmediata por la conexión del sistema del refrigerador con la tienda elegida por la compañía de Frank para sus compras, a las cinco de la tarde tendría en su hogar los faltantes. Después del desayuno se dirigió a su oficina, el escritorio lo esperaba y el llevaba en la mano la pequeña lámina con su orina. La lectura de su huella digital e iris encendieron la computadora por completo; introdujo la placa en la USB y la información apareció en pantalla, como cada mes: -Nivel de triglicéridos 5.4% por arriba de lo normal para un hombre de raza blanca que ha vivido 45 años, 3 meses, 5 horas, 12 minutos. - ácido úrico elevado en un 2% - Falta de calcio. - Nivel de serotonina y Dopamina alarmantemente bajo. No siguió leyendo el largo etcétera que determinaba la máquina sobre sus niveles. Su estado de ánimo no necesitaba de análisis, estaba deprimido y nada había podido elevar sus neurotransmisores los últimos dos años. Se encontraba aburrido, saturado por el exceso de trabajo, la máquina sugería más medicamentos y la compra de omega 3, vitaminas, ansiolíticos, antidepresivos, calcio, diuréticos, y un largo etcétera ya se había realizado, tras la lectura de la orina, los medicamentos eran adquiridos por la empresa de forma legal y obligatoria para todos los empleados, así se mantenía su productividad al 100%. Con desgana el técnico saltó de documento para revisar la dieta del mes: muchas verduras, escasas frutas, pollo, pescado, un poco de arroz, cero grasas(todo orgánico). Cerró los ojos, recordó cuando podía comer lo que le daba la gana, cuando no era INTERTEC la que decidía que dar de comer a sus empleados para hacerlos más eficientes, cuando la empresa no se metía a analizar sus fluidos cada mes. Por supuesto la compra semanal ya estaba en camino, de las necesidades del cuerpo se desprendía la lista de supermercado semanal. El chocolate, no podía ser adquirido más que en el mercado negro y el resultado de comerlo se vería reflejado en su próximo análisis antidoping. Deseo renunciar, por primera vez quiso dejar de pertenecer a la empresa que había ayudado a construir; quiso retirarse a uno de esos escasos lugares protegidos, aquellos donde no llegaba la señal satelital, donde no era posible la comunicación, en la que él podría tomar sus propias decisiones.
En el pueblo costero de Mohéli, Nicula reunía mejillones para la cena, le llamó la atención un objeto plateado que sobresalía entre la arena, se acercó a él, era un teléfono celular, nunca había visto uno de ellos, pero su abuelo le contaba que una vez pescando se acercó a la isla Wyfree (propiedad de la empresa INTERTEC) a la que llegaban en barcos personas sin energía, arrastrando los pies, con la mirada perdida, muertos en vida. El anciano conocía algunas palabras en francés y escuchó que los recluían ahí a desintoxicarse de tecnología y alertó a la tribu que debía ser algo grave, como la peste o la viruela, el aspecto de los ingresados era terrible. Nicula dejó su pequeño morral sobre la arena y levantó el objeto, decidió que era momento de ser temeraria, se dirigió a su canoa, aún era temprano, al atardecer estaría de vuelta. El barco en el que venía Frank llegó a la isla al mismo tiempo que Nicula, ella observaba descender a los más de mil doscientos nuevos habitantes de la isla detrás de una duna de arena. Frank no recordaba bien que había pasado, tenía noción de una videoconferencia con sus socios, de una serie de discusiones debido a su salud mental y de personas desconocidas llegando a su casa, el viaje en avión hasta África le había traído a la memoria su intento de renunciar y la decisión del consejo de recluirlo en la isla, no imaginaba que todos esos pasajeros del aeroplano irían al mismo destino, pero reparó en sus ojos y estaban apagados, igual que los suyos.
Mayotte, adquirida al gobierno francés en años pasados, rebautizada ahora como Wyfree por INTERTEC, a pesar de sus seiscientos kilómetros estaba sobrepoblada nuevamente y la decisión de seleccionar a los enfermos coincidió con la llegada de Frank. Cada sesión a la que eran sometidos los programadores y diseñadores de software, adictos a videojuegos y redes sociales era una evaluación tendiente a determinar su recuperación. Los médicos tratantes no les hablaban del futuro, pero cualquiera podía prevenir el futuro y los expertos sabían que los cerebros estarían conectados por medio de pequeños chips insertados en el cerebelo, el manejo de las emociones estaría determinado por pequeñas placas en el lóbulo frontal derecho y las decisiones de amar, soñar, acariciar, e incluso morir serían tomadas por el cerebro colectivo en el que la base de datos de todos los seres humanos que integrarían el mundo pensaría en el bien común y con base a estadísticas se determinaría el proceder de cualquier acción. A pesar del trato de los empleados y el alejamiento total de la tecnología, ningún habitante de la isla había logrado aceptar la readaptación al presente. Nadie quería regresar al resto del mundo, en que la tendencia era la nula toma de decisiones personales. La orden fue necesaria y a la semana de la llegada de Frank los habitantes llegados desde 2016 a 2018 fueron eliminados. Nicula viajaba cada vez que podía a esa isla, desde su escondite vigilaba el deambular de los habitantes y veía su decadencia. Nadie sonreía, todos se ignoraban, no existía el contacto físico, notaba que cuando un médico los veía sentarse bajo las palmeras y meter apenas los pies en el agua, corría a su encuentro. Le parecían raros esos hombres de bata que evitan a los enfermos sentir la fuerza del mar y la maravillosa sombra de un árbol. Frank descubrió a Nicula un día que empezó a tener poder de decisión, caminó fuera del perímetro permitido y se acercó con sigilo, ese primer encuentro se perdió en la alegría de sus ojos y deseo ser como ella. Nicula estaba dispuesta a comunicarse con él pero solo hablaba mwali, Frank sólo quería escapar. A los seis meses de llegado, Frank descubrió la fosa común, ahí entre cientos de cadáveres semi-carbonizados había un rostro familiar: Alberto, un diseñador mexicano de páginas web que al igual que él había empezado a decidir por él mismo, y al que había hablado sobre la aborigen y su canoa. Juntos planeaban escapar en la próxima visita de Nicula a la isla. Ahora la libertad sólo le pertenecería a Frank. Nicula acordó llevar a Frank a su isla a cambio de utensilios como el encontrado por ella. No sabía él que veía la aborigen en esos aparatos inservibles, pero extrajo de la bodega las laps, teléfonos y tablets confiscadas a todos a su llegada a Wifree. Partieron de noche para no ser detenidos, a nadie extraño que alguien más desapareciera de Wifree. Nicula tuvo que convencer a su tribu que Frank se encontraba curado y no contagiaba ya la terrible enfermedad de la tecnología, a nadie mostró la joven su tesoro de pequeños instrumentos nunca antes vistos. valley se determinó que el experimento había llegado a su fin.
A Nicula la despertó un sonido desconocido, se acercó a su hermoso conjunto de microchips y metal, una luz intensa y un molesto zumbido provenían de un diminuto i-phone xs16.
La otra Luisa
-Tenga cuidado con la cabeza. Si tiene vértigo o náuseas toque este timbre. Ya he estado en el capullo muchas veces, tengo que borrar la cicatriz que mi transformación ha dejado. Dos horas diarias durante cuatro meses ya que la última cirugía no resultó muy bien; se infectó y hubo que injertar tejido. El resultado será ahora perfecto, ya no me parezco a lo que fui, mi cuerpo ahora se asemeja a mi mente. Durante la saturación de oxígeno tengo pérdidas de conciencia que me llevan al pasado, recuerdo nuestros juegos y los comentarios sobre su gracia y belleza. ¡Como la admiraban! Yo…yo era una nulidad para todos. Nuestros juegos de niñas impuestos por ella despertaban en mí una admiración que no aceptaba intrusos en nuestro escondite, ni primos, ni vecinos tenían cabida. De mis pechos emana líquido, efecto secundario que he asumido desde hace diez años. He logrado la inocencia de sus ojos redondos, el color miel es compartido. Mi nariz es ahora más fina y los pómulos resaltan en mi cara. El sueño regresa y con él la memoria, el accidente de auto, la muerte de Luisa y los gritos de mi madre prefiriendo que ella viviera y yo hubiese muerto. Siempre quise ser como mi hermana, pero a partir de ese día me empeñé en ser ella. Algo brota entre mis piernas, evoco la automutilación. No es sangre, es plasma y pus que surgen producto de la cámara hiperbárica. Si me encontrara en el útero de mi madre, si el cromosoma veintitrés hubiese sido femenino, ella estaría conforme, yo no tendría que someterme a tanto dolor para ser Luisa. Para devolverle a su niña. -Antes de la intervención debe someterse a terapia psicológica y psiquiátrica. Yo sé que tomar: Antidepresivos, estabilizadores y ansiolíticos , los consumo cuando los necesito, conozco mi cuerpo y mi mente. Los antiandrógenos han cedido el lugar al estrógeno y tampoco necesito que me digan en que cantidad debo tomarlos. La red es una herramienta al alcance de todos para medicarse. Yo no deseo ser mujer para ser pareja, no me interesa el sexo, trascenderé en el momento que todos reconozcan a Luisa en mi persona. Soy eunuco y amazona a la vez, un ser andrógino al que los placeres terrenales poca atracción causan. En unos días me presentaré ante mi madre, ella me alejó de su lado al descubrirme con el vestido de Luisa; aquel que usaría en sus quince años, lo rasgó al arrancarlo de mi cuerpo. Conservé la tiara, junto a la promesa de mi padre de mandar un cheque mensual si yo no los molestaba más. He dejado crecer mi cabello y me mantengo delgada, cuerpo de niña, cara de adolescente a los veinticinco años. Cargo su foto y muchos se extrañan de lo poco que el tiempo ha dejado huella en mí, en nosotras. -¿Cómo se encuentra? Debo estar muy pálida, la enfermera me toma el pulso y desaparece de inmediato.
todas las experiencias vividas; los recuerdos, las palabras, lo visto y lo olvidado. En el lugar en que está mi mente ahora, en que me desprendo de mi cuerpo y me mimetizo con el espacio, me siento uno con el entorno y pertenezco a todos y a mí pertenece el mundo. Mi madre y yo compartimos este instante de dicha, un desapego en el que el pensamiento vuela y se mezcla; todo se hace entendible, es el punto en el que el olvido nos permite vivir. Sus labios evocan un rezo mientras coloca la tiara en mi cabeza, creo adivinar lo que murmura: -Despierta Luisa, nena despierta.
Sólo veo motas grises frente a los ojos. Escucho voces lejanas…frases aisladas. -Embolia
-Terapia intensiva No puedo moverme, observo los ojos de mi madre que miran mi rostro, el punto en que están
Al Lenguaje
a, e, Aparentaba beber congruencia de él i,o, u, frecuentemente girando, he imitado juegos b,c,kafkianos lo mismo, nada ñoña, d,f,obediente... pero queriendo g,h,responder sin tener una verdad j,k,l, wagneriana. ¿Xenofílica Yo? zonceras.
El Baño Otra vez ese olor a fruta pasada. Parada frente al espejo veía su cara demacrada por la falta de sueño y la pérdida de peso; sus mejillas colgaban y las ojeras la hacían ver diez años mayor, cerró la llave sin lavarse los dientes, reprimió una arcada, en realidad no había comido nada. Su vida transcurría ahora de la cama a la cocina, frente al televisor, como un autómata, en espera de la llamada que le dijera dónde encontrar a Toñito. Su marido y su hermana trataban de distraerla pero ella estaba absorta en los recuerdos de su hijo, quince años buscando embarazarse y ahora lo había perdido; un niño de cinco años sólo, quién sabe en manos de qué criminales. Debió criarlo en la finca, ahí era feliz y ella también lo era cuando él trepaba a los árboles más altos para arrancar los mangos o aguacates y después tirarlos a las vacas que seguían pastando sin inmutarse con la calma que sólo el ganado tiene. -¡Toño baja ya, te vas a caer!- le reprendía, pero sabía que su capacidad motriz era notable. El río era otra cosa, el temor a que se ahogara fue lo que la hizo ceder y mudarse a la ciudad; el peligro lo alcanzó en el asfalto, sabía que lo habían secuestrado, a pesar de que no llamaran aun, lo harían y ella lo daría todo con tal de recuperarlo.
Emma escogía el baño para llorar, y en la regadera descargaba las lágrimas que se unían al agua que ahora desprendía un olor que recordaba la comida podrida, los chiqueros del rancho y los pollos muertos acumulados en las galeras. Su cuerpo se impregnaba con el líquido turbio y fétido. Sólo la sacaba de ahí el tímido reclamo de su hermana que preocupada tocaba a la puerta diciendo que llevaba ya mucho tiempo bañándose. Volvía a vestir pijama y de nuevo tomaba su sitio junto al teléfono, pero hasta ahora sólo recibía llamadas de parientes preguntando si Toño había aparecido, vecinos asegurando que vieron un coche negro sospechoso o la policía informando – nada hasta el momento-. La llamada del rescate no llegaba, nunca llegó. Los días se sucedían con la rutina absorbiendo las esperanzas de Emma y su familia; cada baño era un momento para llorar, para fundir sus lágrimas con su ser, para bañar el cuerpo de Emma con el cuerpo de su hijo que poco a poco se deshacía en su propia casa. El olor a basura desapareció, la piel y los órganos se deshicieron por completo en la húmeda tumba que él en su inocencia encontró, pero los recuerdos, las lágrimas y la incertidumbre de su madre nunca terminaron.
Traducción del diario de Spider
!
Traducción Del Dia!o De Spider
Mi mente fragmentada no me
Bajar del tren, caminar junto al canal, calle infancia, los recuerdos encontrara en la veces... las piezas no
Kitchner, número 71, Sra. Wilkinson,
Wilkinson, ese nombre, Bajar del tren,
71...
Observo el
siento asqueado.
No soy nada, no soy nada, no soy nada, soy roca, soy tiempo que se evapora sin limites, sin espacio, sin redes, sin techo, sin lazos, sin redes, sin lazos, sin hilos, sin hilos, sin tierra, soy humo,soy humo...
pero al recorrer las calles de la fluyen, en ocasiones como si me habitación de mis padres, otras encajan.
recorrer el canal, calle Kitchner, número
Han salido del bar del perro y buscan la el éxtasis que ejerce sentirse
permite recordar lo que hice ayer,
Tamesis desde mi banca, los veo pasar y los sigo a distancia. Apenas pueden sostenerse.
solidez de una barda que les permita poseerse, hacer el amor violentamente, de prisa, con observado.Tomo su lugar la poseo, me siento sucio, ya no soy un niño y sin embargo me
Ella pinta sus suaves labios frente a mí, aquellos que me besan cada noche antes de ir a la cama, momentos antes de que las pesadillas aparezcan. Lo observo celoso, no quiero que salga esta noche, debe quedarse a repetirme mi historia.
Me ha abandonado como lo hacen ellas, ha dejado sus huevos colgando sobre la tela al sol y se ha ido, su misión está cumplida, ya tengo doce años, no necesito una madre. Escriba
Ya no acude de noche cuando la busco,
él
está con
Se han ido al huerto de mi padre y los he visto de nuevo, ella
.
sobre él, exigiendo movimiento, requiriendo placer, lo único que yo no puedo darle.
No ha regresado y he tenido que formar mi propio entorno, me siento expuesto. Vuelvo a formar la tela sobre mi cabeza, para que tenga donde volver.
Mi padre la ha traído a ella, alcoholizada, desagradable
y yo
estoy solo.
El olor a gas se impregna en mi cuerpo mezclándose con la nicotina en mis dedos. Debo terminar con el olor, pero la señora wilkinson no me permite usar mas de dos camisas y un pantalón. los días en el ático son muy largos, ella trata de disimular pero sé muy bien por su actitud que es la misma, ella debe saber que soy el mismo. Sobre la huerta de mi padre, donde él y su amante escondieron su cuerpo, la lloro hoy. Sólo quiero estar contigo mamá, por favor vive, ella era tan...tan diferente.
La ropa cuelga
de mi cuerpo como un hilo que
no ha sido terminado
tejer.
de
Ella me riñe, queriendo tomar su lugar. La reina tirana, la que me ha mandado a vivir a lo más alto, en el ático, donde puedo robar sus llaves y comprobar que se ha transformado en ella, en IVONNE y en mi madre. Me han dicho que fui yo, pero lo único que me ata a ese recuerdo es el olor a gas que quiero desaparecer de mi cuerpo. Fueron ellos, fue mi padre, con su objeto fálico la mató.
LAS PIEZAS NO ENCAJAN Y A PESAR DE QUE TOMO PIEDRAS DEL SUELO PARA ACOMODARLAS EN MI MUNDO EL ROMPECABEZAS NO SE ARMA. LA CALLE KIRTCHNER SE ALEJA DE MI MENTE A PESAR DE QUE VIVO SOBRE ELLA.
NO PUEDO DEJAR DE MIRARLA,
ES ELLA, SIEMPRE LO HA SIDO, HA ESTADO FELIZ VIENDO
VERLA DORMIR, TENGO
COMO ME CONFUNDO A SU LADO,
QUE TERMINAR CON ELLA,
NADIE MAS ENGAÑARA CON
INOCENCIA.
LO HE SABIDO AL
A
SU FALSA .
Corazón que si siente Manuel era un niño como todos los de Guriezo, menudo y fuerte. Tenía las piernas llenas de moretones y lodo; niño de pueblo, niño inquieto, explorador nato. Manuel se movía por un espacio enorme, cuando se tiraba en la hierba a contemplar las nubes, a su alrededor todo era verde; el rio Agüera atravesaba los barrios que constituían su pueblo. Manuel después de imaginar en el cielo formas de trenes y barcos, seguía su camino tratando de conquistar la punta del Pico de las Nieves que alimentaba el río. En el centro de su universo se encontraba “La Boyada”. Una casa vieja y enorme, más parecida a una bodega que a un hogar; con pequeñas ventanas donde de a poco se colaba la luz pero allí fue que él vivió los más bellos recuerdos de su infancia. Por ese entonces su casa todavía no tenía nombre. Los enemigos políticos de su padre le pusieron así. Manuel no sabía que la palabra significaba ” almacén de bueyes”, si lo hubiera sabido, quizá no la hubiese llamado de ese modo; tampoco sabía que su padre “el alcalde rojo”, como era conocido ahora, se había escapado de la derrota republicana huyendo para México , en un barco con el mismo nombre, pero en un acento extraño: “Mexique”.
Antonia, su madre, tenía poco tiempo para respuestas. Ocupada en la huerta, en procurar alimentos para el consumo y la venta, no tenía tiempo para charlas. Ni tiempo, ni ganas. Convivía poco con los vecinos, apenas un intercambio de palabras, monosílabos para no parecer poco educada, pero no sabía quién era amigo y cuál hablaba a sus espaldas. Extrañaba a Julián, y se hizo cargo sola, de todo el trabajo que representaba una familia en medio de la guerra. No existía tiempo para socializar, solo para producir, vender y proveer. Huevos con tomate, tortilla de patatas, pimientos choriceros, morcilla; esa era la comida favorita de papá.
Han pasado cincuenta años, ese tiempo quedó atrás y lo que sé, lo conozco de segunda mano. Es agua pasada, recuerdo enterrado, que está ahí pero no brota. Mi padre no habla de ello, lo altera, le duele, le hace perder la razón. Frío unas papas para la comida. Sigo al pie de la letra, la receta de la abuela Antonia. Mi madre siempre necia, a pesar de que no cocina insiste en cortar las papas en cuadros y no en lonchas como lo hacía la abuela. El olor a comida llega a mi padre y él con dificultad se levanta de la cama y se asoma por la puerta de la cocina. -Madre ¿me estás preparando la tortilla? –Dice desde otro tiempo y otro lugar. -Papá, soy yo tu hija Victoria. No parece identificarme. -Date prisa que quiero ir al río a jugar con Jorge. Trataremos de ir al Pico de las Nieves. Volteo a ver a mi madre y le pido auxilio: -Mamá, ayúdame. Mi grito parece asustarlo pues huye a su cuarto a refugiarse al clóset. Mamá lo tranquiliza, pero él le dice que escuche los aviones, que se meta a la cueva, que evite las bombas. Su mente viaja, se mueve entre dos mundos y dos continentes; ahora está ahí, en sus ocho años, en el valle de Guriezo. -Jorge, Manuel. Aprovechad que ha escampado. Id a la huerta y me recogeís todos los caracoles que podáis, ¡venga! Ya habían salido de la casa, Jorge le mostró su vara con un gesto y Manuel regresó por la suya. ¡Juagarían a los caballeros!
-Los caracoles serán nuestros ejércitos, a que logro una tropa más grande… Los hermanos eran compañeros de juegos, subían a los árboles y desde ahí arrojaban castañas a los que pasaran. No les importaban los insultos de grandes y pequeños. Competían todo el tiempo: Quién era el más veloz, cuál saltaba más lejos; si eran capaces de comer pasto o tierra. Pero ese día jugaban a los caballeros y Jorge en una pasada del destino enterró su vara en el ojo de su hermano; y su suerte buena o mala, hizo que toda la familia pudiera salir de España hacia México. Los militares otorgaron un permiso especial a Antonia para viajar a Bilbao y atender el ojo de Manuel. Ella fue más lista. Desvió su ruta, y logrando reunir dinero y comida entre familiares, se subió junto a sus cuatro hijos al tren que la llevaría a Santander, desde donde zarpaba el “ Mexique”, con destino al puerto de Veracruz. Ya en el navío Manuel preguntó a su madre: -¿Yo perdí el ojo derecho por ser de izquierda? -No hijo. Tú sacrificaste un ojo para que todos empezáramos de nuevo. El niño busca a Jorge su compañero de juegos, y complacido con la respuesta de su madre grita: -Jorge, consígueme un parche, que voy en un barco y soy un pirata. Ahora que me acerco a la cama de mi padre, no tengo la certeza de que duerma, sus párpados no pueden cerrarse, la enfermedad se lo impide. Si sólo veo su ojo muerto, aquél que cambió su sino, no adivino nada, todo en ese orificio es gris e inexpresivo. Fantasmas del pasado, ojo perdido, nostalgia, desmemoria, Parkinson. No logro entender por qué le han puesto un nombre tan raro a la tristeza, que incluso cuando mi padre duerme, hace brotar de su ojo sin vida, lágrimas de dolor.
Las Cumbres de Maltrata En bloques de tres cuento los fantasmas sin ningún ánimo de llegar a mi destino. Apenas recuerdo la última vez que me sentí dueño del producto de mis acciones. En los días anteriores todo pasó sin tener el control del presente inmediato. El toro enorme en la punta del cerro me recuerda que aun habito un territorio conocido. Las memorias de la niñez fluyen, mi padre al volante contando historias que me arrancan carcajadas, mis hermanos dormidos y yo sumando coches rojos; siempre contando, manía adquirida para hacer el viaje más corto. No han notado que estoy consciente, que a través de la venda que cubre mis ojos puedo ver las sombras que se suceden por el movimiento constante del auto. El conductor con voz desafinada entona una canción irreconocible. La música de Chico-Che, esa si alegraba el alma: “Que culpa tiene la estaca, si el sapo salta y se ensarta”. La tos del pasajero a mi lado me obliga a mover la cabeza y delatar mi presencia, vuelven a golpearme y del ojo brota una humedad que ciega. Después de un tiempo, que ya no puedo medir, reconozco el tapete de mi coche; ahora sólo puedo imaginar el camino por los olores y los enormes letreros que alcanzo a ver desde esta incomoda posición. El aroma del campo de cebollas se mezcla con el sudor de mis captores. Recuerdo los famélicos animales junto a las casuchas con la colada de los sábados siempre al frente. El letrero que anuncia Tierra Blanca-La Tinaja junto al olor a mango me trae al presente. Puede que no salga vivo de este paseo tantas veces recorrido, pero es bueno saber que con un poco de suerte mis padres podrán encontrarme en su tierra. El trepidar del auto sobre la grava lastimando mi espalda me indica que ya no vamos sobre la autopista. Alto total. Soy arrastrado como un bulto; fijo la vista en la copa de los árboles que sobresalen entre el maizal para no oír la discusión sobre si merezco o no el tiro de gracia. Debo haber soñado todo. Cuento ahora puños de tierra entre mis dedos y escucho a lo lejos un auto que se aleja.
SOBRE DURMIENTES Entre dos vagones cargados de cemento, Lázaro Corona ya no sueña. Se ha hecho varios propósitos esta vez y uno de ellos es vivir sin planes, sin esperanzas, sin la desventaja que lleva el que se duerme sobre la bestia. El tren de la muerte, perteneciente a la Compañia de Ferrocarriles Chiapas-Mayab, tiene como principal cliente a Petróleos Mexicanos, pero su más reconocida mercancía son los miles de indocumentados procedentes de Centro y Sudamérica, que cada año se encaraman a su lomo de metal para iniciar una odisea, colmada de peligros y enseñanzas. La Bestia, hambrienta, cada semana reclama tributo en la forma de vidas, piernas o brazos amputados a migrantes que se han abandonado al cansancio, resbalado sobre las vías, o han sido arrojados del tren por asaltantes. La primera vez que se fue, Lázaro pagó 12 mil dólares para cruzar desde Naranjito, Honduras hasta Tucson, Arizona. Esta vez sólo pagaría 2,500 por el tramo más peligroso, para evitar la ruta de los maras. Ningún coyote se lo va a madrugar, ya no tiene catorce años. De sobra sabe él que el viaje en tren es gratis. Los 2,500 incluían cruzar la frontera entre su país de origen y Guatemala, pasando por Macuelizo todavía en su natal Honduras donde a punta de pistola los obligan a todos a convertirse en mulas desde su primer intento de cruce; la frontera entre Guatemala y México por el río San Pedro en una lancha de motor y la llegada a Tenosique, Tabasco tras cuatro días de caminar, donde hay que esperar al Caballo de Troya; si esta vez lo doma, el cruce México-Estados Unidos no tenía que pagárselo a nadie. ¨Este cruce es el más peligroso, nosotros no llevamos dinero, vamos por él. Pero somos muchos y el viaje es largo, tenemos que comprar agua y comida. Nos asaltan por 300 dólares y una muda de ropa.¨ Se queja Lázaro. Los indocumentados no se suben en las estaciones; caminan junto a las vías, y en su peregrinar se les unen grupos como los Beta, que los organizan y les ayudan a hacer que el tren aminore la marcha. ¨La primera vez, lo más fácil fue subirse, fue como montarse en un cachorro dormido, atontado por el calor entre Palenque y Coatzacoalcos¨. Lo cierto es que es su tercera vez, ya sabe como hacerlo, y sobre todo, en qué lugar aferrarse al tren: entre dos vagones cisterna, que transportan aceite, ahí es más fácil estar alerta, que le llege el viento, no dormirse por si a alguna otra pulga del animal de hierro se le ocurre volver a sacar pólvora. La primera vez, por exceso de equipaje, sueños y confianza (de los que en sus posteriores viajes se desprendió) en el tramo Córdoba-Orizaba, gozando de la ayuda recibida vía aérea por las patronas (mujeres que preparan y lanzan certeras bolsas de comida y agua a los pasajeros), descuidó su espalda. Tras un fuerte jalón lo despojaron de su mochila donde tenía lo único que debía cuidar, los datos de los coyotes y los puntos de encuentro de la ruta. El tren había aminorado la marcha y tres hombres, que ya le parecían a él que eran mexicanos y no tenían nada que hacer ahí, se habían subido y pronto supo a qué. Empezaron con él pero al poco rato, asaltaron a los cuarenta y tres de ese vagón. Sacaron un arma que más tarde supo se trató de una veintidós, cuando recuperaron la bala que se metió en su hombro. No recuerda mucho más, o no quiere hacerlo, sólo dice que el más feo de los mexicanos iba a tirar su mochila porque no encontró nada y él se lanzó para alcanzarla; supone que ahí recibió el disparo, o quizás se lo dieron ya junto a las vías, en venganza por su pobreza. Se empezó a recuperar en el hospital Yanga, porque a pesar de que querían mandarlo con todo y bala a Honduras, CARITAS (Organización Humanitaria de la Iglesia Católica) se interpuso y reclamó derechos humanos para Lázaro. Lo alimentaron, lo cuidaron, incluso le hablaban de Dios; pero él sólo pensaba en volver a subir a la Bestia. Diez días estuvo hospitalizado, mientras se arreglaba su condición migratoria. Debido a que CARITAS había intervenido en su caso, los agentes de Migración estaban demandados por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) y, además, en sus condiciones no podía ser enviado a Honduras. Estaba peligrosamente anémico.
Lázaro tuvo suerte y le consiguieron boleto de avión Distrito Federal-Tegucigalpa, por supuesto; custodiado por un agente de migración que lo dejó subir sin esposas debido a que estaba muy flaco y débil. De esta primera experiencia Lázaro aprendió que cuando el maquinista baja la marcha es porque se acerca a un punto de ayuda, en el que también se suben pandilleros, asaltantes y narcos. Está vez, doce años después, sin olvidar lo vivido y tras pagar las deudas de los primeros dos cruces, y adquirir una deuda más; Lázaro, por tercera vez está en Río Blanco, donde tuvo que bajarse a la mala, en el lugar que se sacudió la bestia, donde se apendejó la pulga. Ahora tiene una estrategia: ¨Mientras el tren vaya suavecito, no me asusto y hasta dejo de ver las estrellas, pero si oigo los chirridos, me levanto como resorte, y si se trata de una estación me tiro al monte para evitar la migra, bordeo el edificio y alcanzo otra vez al tren¨. Tampoco cruza palabra con nadie, sólo acepta comida y agua si se la ofrecen de lejos y sobre todo cada vez que ve a un adolescente que le recuerda a él hace años, se cambia de vagón, porque si no se empieza a encariñar y quiere madrearlo, para que se regrese. Quiere gritarle que está muy chavo, que se lo van a joder, que en el camino va a ver como violan chavas para dejarlas subir, va a ver caer gente que se queda dormida, va a dejar de soñar, dejará de ser él. Lázaro tuvo suerte y le consiguieron boleto de avión Distrito Federal-Tegucigalpa, por supuesto; custodiado por un agente de migración que lo dejó subir sin esposas debido a que estaba muy flaco y débil. De esta primera experiencia Lázaro aprendió que cuando el maquinista baja la marcha es porque se acerca a un punto de ayuda, en el que también se suben pandilleros, asaltantes y narcos. Está vez, doce años después, sin olvidar lo vivido y tras pagar las deudas de los primeros dos cruces, y adquirir una deuda más; Lázaro, por tercera vez está en Río Blanco, donde tuvo que bajarse a la mala, en el lugar que se sacudió la bestia, donde se apendejó la pulga. Ahora tiene una estrategia: ¨Mientras el tren vaya suavecito, no me asusto y hasta dejo de ver las estrellas, pero si oigo los chirridos, me levanto como resorte, y si se trata de una estación me tiro al monte para evitar la migra, bordeo el edificio y alcanzo otra vez al tren¨. Tampoco cruza palabra con nadie, sólo acepta comida y agua si se la ofrecen de lejos y sobre todo cada vez que ve a un adolescente que le recuerda a él hace años, se cambia de vagón, porque si no se empieza a encariñar y quiere madrearlo, para que se regrese. Quiere gritarle que está muy chavo, que se lo van a joder, que en el camino va a ver como violan chavas para dejarlas subir, va a ver caer gente que se queda dormida, va a dejar de soñar, dejará de ser él.
de comportarme. ¡Si oyeras mis desvaríos! ¡Perderías la calma que frente a los demás te caracteriza! Por eso no me gusta ir a tus dichosas reuniones de las cámaras de comercio. Eres tan falso. Delante de todos esos exitosos empresarios me llamas con tus chistes misóginos, de forma sutil: Inútil, inconsciente, remilgosa, frígida, sin darte cuenta de que tú eres el culpable de lo último. Bueno, mejor no hablemos de tu eyaculación precoz. Prefiero callar. Mi actitud ha cambiado con los años, ya no me expreso, no opino, no debato, no pienso.
A pesar de llevar cuatro años viviendo en Valsequillo, Lázaro sólo está de paso en Puebla. Se bajó en Apizaco, Tlaxcala para hacer trabajo de albañilería y juntar un dinerito. Le volvieron a robar, pero los datos los trae en la memoria y en el cuerpo y los re-escribe todos los días. Tal vez mañana regrese a las vías porque sabe que en dos meses recuperará los 2,500 que pagó por su último cruce a México. El aún cree que los 2,400 kilómetros de viaje en tren al otro lado son gratis, pero con cada viaje conoce un poco más a esta bestia que mientras aplasta durmientes devora soñadores. Los migrantes son rémoras de esta bestia de hierro, pero ella les ha robado horas, les ha entregado realidades, les ha hecho ver la maldad producida por la mayor miseria humana: las bandas de narcos en territorio mexicano, las mafias entre los maquinistas y los agentes de migración, el pago en cada estación es una esperanza que cae, la fe que muere, la seguridad que se amputa y los sueños que se desvanece con cada nuevo abuso. La máquina que no deja de alimentarse y el camino de la desesperanza es para ellos la única senda que creen posible para salir del túnel.
Atrapada en el closet
Uno, dos, tres centímetros. ¡Exacto! Tres centímetros entre gancho y gancho. Sigo tus órdenes a medias y cuelgo los trajes según las indicaciones: Todos viendo hacia la derecha, como niños bien portados. Uno atravesado, como mis pensamientos. ¡Si me vieras, Arturo, jugando a estas horas con tus trajes y tu ausencia! Debo apresurarme, en media hora más el súper lleno de señoras retrasadas que perdieron la mañana en el café con las amigas. ¡Cómo si yo pudiera darme esos lujos! Si fuera capaz, preferiría algo mejor…sí….un amante. ¡Claro! Ya verías si me importaban tus enojos porque la sopa está fría o tu camisa mal planchada ¡Cada vez que te atrevieras a ignorar mis reclamos, pensaría en todas esas mañanas encerrada en el hotel con ese hombre. Se llamaría Gustavo. No, mejor Alberto. ¡No! Muy cercano a tu nombre. Has pasado tanto tiempo sin notar mi presencia que sería mejor revolcarme en nuestra cama con tu mejor amigo, Ricardo, sí, Ricardo. Con él no pelearía por el espacio, ni por la tele; con él competiría por ser la que da más placer. Y tú me gritarías que quién carajos agarró tu rastrillo y yo sólo recordaría sus manos de dedos largos repasando suavemente mis piernas rasuradas con el rastrillo que no encuentras. ¡Ah! Y mientras lanzaras al aire ese beso de costumbre que tan falso te sale, yo tendría el recuerdo de su lengua en mi boca, el olor de su pelo y su cuerpo sudoroso mezclándose con el perfume que me regaló tu madre en mi cumpleaños. ¿Sabes qué sería lo mejor de todo? No cambiaría las sábanas, para que reconocieras en ellas su olor y él, siempre desaliñado pero atento, sería un hombre completo, que escucharía mis problemas y opinaría y me miraría con ternura hasta que yo vaciara el alma, y besaría mis lágrimas y mis mejillas húmedas…No como tú, que nunca apruebas mi f orma de hablar, de vestir, de pensar o
¿Sabes? odio sentirme víctima a tu lado. Regreso el traje a su posición de soldado inerte, que forma parte junto a las costosas corbatas de la rigidez en que pretendes envolverme; aun sin tu presencia me dominas; estoy atada a cadenas imaginarias. ¡Soy yo! ¡Sólo yo la que no he aceptado mi responsabilidad y te he dado tanto poder que permito que tomes toda decisión sobre mí! He llegado a soñar tu muerte tantas veces. Antecedida siempre de inmovilidad, el poder es ahora mío. He visto tu rostro paralizado. La pastosa lengua por fin deja de moverse. Ya no insulta, no reclama, no juzga o miente. Te observo por minutos con odio y es mi mano que en ese momento responde a un sentimiento anidado por años. Te tiro de la silla de ruedas de una bofetada para matarte después a golpes. Luego pienso en nuestros hijos y evaporo esas imágenes de mi mente. Regreso al vestidor, al presente, a colocar los pantalones evitando arrugas, como las que he acumulado con los años junto a ti. Las camisas por colores, ¿Serás consciente de que el orden que exiges en casa es por el desorden en tu cabeza? Yo lo sé, me has contagiado con lo cuadrado de tu pensamiento. Ya no soy la misma. Mi estilo no es desenfadado, exiges en mí una apariencia que no me representa. Me acerco a mi lado del closet… ¡Eres un cabrón Arturo! No ocupo ni la tercera parte del espacio. Todo apretado, como están comprimidos en una pequeña parte de mi cerebro mis sueños. Soy una idiota, si sólo mirar esta parte de la casa es ver tu egoísmo y mi sumisión. Lo peor de todo es que mi ropa no me gusta, tú la escoges, me dices que disfraz ponerme para representar tu complemento. ¡Complemento! Si en realidad me tratas como un apéndice tuyo; no te cansas de recordarme que soy una rémora. Nunca, ¡Nunca imbécil! En ningún momento has valorado lo que hago por ti o por los hijos que tenemos. Muchas veces siento que estoy haciendo un cameo en la película de mi vida; un pequeño papel apenas advertido en esta producción. Me siento aislada, dueña de un espacio que me ahoga, que no me pertenece. No te cansas de recordármelo: es Tu casa, son tus coches, es tu terreno, es tu, tu, tu ¡Tu puta madre que te convirtió en un tirano! Y yo, trastornada ya por la rutina paso horas hablándole a tu ropa. Este se ha convertido en mi rincón favorito, donde vengo a decirte lo que no me atrevo, acomodo y desacomodo los cajones para insultarte por todo lo malo de mi vida, le hablo a tus costosos zapatos que tanto presumes, me río de las ridículas camisas juveniles que usas con tu amante, me limpio con la más costosa los mocos, para después arrepentirme y echarla a lavar. Pero supongo que lo imbécil no se me quitará pronto, quizás deben pasar otros veinte años, y recojo la bolsa de diseñador “pirata” que compraste para mí, saco de ella la lista hecha a conciencia para que no falte nada de lo que te gusta en la despensa. Y agrego: pañuelos desechables para secar mis estúpidas lágrimas.
V E N T A N A S
ABIERTAS
Escribir es desnudarse con las cortinas abiertas. Es utilizar el lenguaje conscientemente, sabiéndose expuesto, con un público que juzgará el roce de las manos, cada movimiento, cada caricia, las pausas, el ritmo, la gracia y la poesía encerrada al hacer el amor con la palabra. Reconciliándose con el pasado en cada oración, entregándose al presente en cada línea. La búsqueda del equilibrio entre el sentimiento y la perfección llevan a repasar los dedos por caminos ya recorridos. Dejarse llevar suavemente, con versos torpes sobre la piel virgen de la hoja en blanco. Descubrir nexos que llevan al movimiento rítmico de los ojos sobre un cuerpo que cobra vida en las manos de algún lector. Grabar en la memoria de todo aquel que se asome a la ventana un pequeño fragmento de espejo donde al menos un episodio de su vida se refleje. Lo dicho y lo que se calla es parte de lo vivido, lo que nos atormenta, lo no resuelto, el puente no cruzado es muchas veces lo expuesto a través de la ventana. Cuando pierdes lo que más amas -la memoria de las palabras- y ya no se encuentran prestas a ayudarte a transmitir una idea, es necesario buscarlas en el papel. ¿Cómo no rodearme de ellas si las estoy olvidando? Las busco, las disfruto, las comparo, analizo y enfrento, porque sólo así seré capaz de volver a retenerlas por un fragmento de tiempo en mi confundida mente.