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El resurgir de la magia

Les quiero contar una historia que tal vez no es épica, no pasó en un lugar muy lejano ni hace mucho tiempo... pero sí es de amor. Para obviar nombres diré que los protagonistas eran Ella y Él, quienes se conocieron años atrás gracias a amigos mutuos de sus trabajos. Surgió el gusto y el romance. Después de años y cientos de lindas vivencias y algunas tristes, compartieron un hogar. Él y Ella no recuerdan cuánto duró, ni cuando terminó... hoy sólo saben que hay monotonía. Lo mismo cada día, la agenda se ha vuelto rutina, también los espacios y las charlas...

mejor ni hacerlas, porque son de “hueva”.

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Con el tiempo no sólo las palabras comenzaron a quedarse dentro de la piel, pues sucedió lo mismo con las pasiones, el arreglo, el tiempo... ¡pretextos siempre hay! Sin importar cómo, llegaron a Rancho el Álamo. Tal vez vieron la reseña en una afamada revista, o una amiga les obsequió un pase de cortesía al ver su desdicha. Lo importante es la magia, natural y poderosa, esa que estuvo años bajo el fango.

Magia de verdad, no la de un temazcal que les abrió los poros de la piel para expulsar las

toxinas del día a día. Magia que

sirvió para remover el fango de

sus cuerpos, boca y ojos. El ca

lor de la tierra del temazcal y un

reconfortante baño caliente en

una tina con hierbas aromáticas

logró desatar y romper los nu

dos de la cotidianidad.

Ella y Él, con sus mentes

y cuerpos relajados, lograron

volver a expresar lo que les en

cantaba, a cruzar ideas, y luego

miradas, y después caricias.

En el Rancho el Álamo, des

pués disfrutar del temazcal y el

baño caliente en la compañía de

la tarde, una fogata, la deliciosa

comida preparada amorosamen

te por sus anfitriones y una copa

de vino... ¡resurgió la magia! nnnnn

Victoria Fischer DIRECTORA DEL CENTRO PSICOLÓGICO CEPEV FORTALECE

Cuidarnos es amarnos

A las mujeres se nos enseña a complacer a todos, abandonando nuestra autoempatía.

La vida cotidiana nos ha llevado a estar siempre pendientes de los acontecimientos sociales o de las pseudo necesidades que la sociedad de consumo nos ha impuesto, de tal forma que damos prioridad al cumplimiento de estas demandas que —necesarias o no– hacen que las personas nos sintamos pertenecientes a un grupo social, aunque también nos impide darnos cuenta de que, como seres humanos que somos, debemos estar en constante cambio, algo que evitamos al estar siempre pendientes del exterior y utilizando cualquier mecanismo de defensa para no hacernos cargo de todo lo que nos provocan nuestros sentimientos o pensamientos, y por ende de los efectos que tienen en nuestro cuerpo y mente.

El proceso de estar pendientes del exterior implica también, para las mujeres, estar atentas a las necesidades de otros. Se nos ha enseñado a cuidar y complacer al esposo, hijos, padres, abuelos, nietos, compañeros de trabajo y amigos, y así lo hacemos gran parte de nuestras vidas, sin darnos cuenta de que nos estamos descuidando a nosotras mismas, enfermándonos y perdiendo nuestra autoempatía.

Esta autoempatía implica proporcionarnos a nosotras mismas lo mismo que les damos a los demás. Es una ineludible responsabilidad que tenemos con nosotras, para así poder ofrecer lo que tenemos a los otros sin necesidad de reclamarles después; por el contrario, otorgando lo mejor de nosotras sin quedarnos vacías.

La empatía personal implica salud para mí, y se expresa de muchas maneras: haciéndonos una revisión médica cada cierto tiempo —que en ocasiones postergamos indefinidamente porque “hay otros gastos más importantes”–, alimentándonos adecuadamente, aceptando

capacidades para todos los que nos rodean y a quienes cuidamos. A

todos con los que convivimos en nuestras casas y trabajos hay que

compartirles las responsabilidades, asumiendo que somos un equipo

de trabajo, y también tenemos que aprender a no tener culpas por de

jar de hacer o estar cuando no podemos o simplemente no queremos

cubrir los requerimientos del otro. Decir “no” sin remordimiento es

reconocer mi libertad y mi necesidad de cuidado personal.

Y en estos tiempos que corren, cuando estamos experimentan

do tanta violencia, es importante que nos apoyemos, que dejemos de

hablar mal unas de otras, que no nos devaluemos entre nosotras con

palabras denigrantes. Debemos reconocer que somos un factor que

genera, desde casa, la falsa superioridad de los otros, toda vez que les

ordenamos a nuestras hijas que atiendan “a los hombres de casa”. Lo

que verdaderamente es necesario es enseñar la igualdad como base

de la dignidad humana, estableciendo responsabilidades igualitarias

para no generar las dependencias y vacíos que conlleva el permitir

que otros abusen de nosotras porque les servimos o apoyamos.

Y cuando percibamos que todo esto causa dificultades y prefira

mos seguirle dando tanto a los demás, detengámonos un momento,

hasta asumir que que ya es tiempo de autoevaluarnos y reconocer

nuestras debilidades y áreas de oportunidad, hasta reconocer que ne

cesitamos establecer nuevas formas de interacción personal, familiar,

social y laboral, además de invertir en nuestra salud física y mental.

Con todo este apoyo personal y autoempatía ya no nos maneja

remos con un yo dependiente y conciliador que genera pensamientos

negativos de devaluación, sino que nos amaremos con un yo maduro

que nos permitirá vivir en plenitud, con libertad de amar y con un reco

nocimiento personal y de amor para nosotras mismas. nnnnn

El costo del amor adulto

Casi todos piensan que el amor se nos debe dar incondicionalmente, de forma gratuita y sin esfuerzo... pero nada más alejado de la realidad. Ese amor infantilizado, basado en creencias románticas, acaba por hacernos concebir falsas expectativas, que nos llevan a pedirle mucho a la persona que amamos, para después sufrir muchísimo al darnos cuenta de que no logramos tener lo que queremos.

Deseamos que nuestra pareja sea ese príncipe azul de los cuentos —atento, romántico y dulce–, o esa princesa que canta con los pajarillos todas las mañanas y nunca se enoja. Pero... ¿qué creen? ¡El amor adulto cuesta! Los expertos nos dicen que, una vez transcurrida la etapa del maravilloso enamoramiento, lo que sigue es por nuestra cuenta y riesgo... ¡pero no nos dicen cómo enfrentarlo!

Laura Gabriela Fabre PSICÓLOGA

Después de la fácil etapa del enamoramiento, lo que sigue es por nuestra cuenta y riesgo... ¡y casi nunca sabemos qué hacer!

El primer costo que tenemos que pagar en una relación es enfrentar los problemas que inevitablemente llegarán tarde o temprano. Para lograrlo debemos evitar ponernos el uno contra el otro, decepcionados porque nuestro compañero no sea quien yo deseo que sea, o porque no actúe como yo quiero o como solemos hacerlo en mi familia.

La intrincación o problema del diario convivir nos exige aportar juntos una solución creativa, y si lo logramos obtendremos mucha fuerza para seguir adelante juntos.

Permanecer adultos en la relación

Comportarse como niños caprichosos es fácil, pero lo que sí cuesta es asumir nuestra obligación como adultos: conocernos, controlar nuestros impulsos y dejar de esperar que el otro nos adore incondicionalmente. Debemos dejar de verlo como el “malo/a” de la relación cuando no cumple nuestras expectativas, porque después de todo casi nadie recibe el amor que considera merecer.

A una relación debemos entrarle ofreciendo confianza, respeto y gratitud, pues tu pareja elige estar a tu lado y tolerar tus malos momentos, y tú debes de reaccionar recíprocamente. Estar con alguien por decisión y no por culpa, chantaje o “los hijos”, merece que paguemos el costo de renunciar a controlar lo que el otro siente por mí. Su amor y la expresión que tiene de éste es lo más hermoso que me puede dar, y lo mejor que puedo hacer es recibirlo y corresponder.

Crear un proyecto de pareja Para permanecer juntos en una relación positiva y armoniosa también hay que pagar el costo de no caer en la rutina y de mantener un equilibrio emocional y mental para no enredar a mi pareja en una serie de fantasías catastróficas —como el engaño o el abandono–, que son mías porque no he sanado con la ayuda de un profesional esas heridas

padre del otro, o su hijo o su hermano, viviendo en

la misma casa, pero sin pasión ni intimidad. También

tenemos que ignorar los malos augurios cuando

anunciamos que nos vamos a casar.

El amor adulto existe y puede triunfar, es ma

ravilloso, nos hace felices, nos mantiene con los

pies en la tierra y nos da realidad. Y quien está en la

realidad siempre está en paz, y no se la vive pagan

do el costo de las quejas, las dudas, los celos, las

ofensas y la violencia.

Y no, no te atrevas a pedir gratis este maravi

lloso amor adulto, porque acabarás comportándo

te como un niño desvalido y querrás ser la víctima

que va por aquí y por allá, contándoles a todos tus

desgracias.

Nunca olvides que juntos iniciaron una historia

y juntos la deben continuar... ¡el resultado vale mu

cho la pena! Y, cuando se pagan entre dos, casi ni se

sienten los abonos del amor. nnnnn

Niños de la calle... los invisibles

En cada esquina, en cada semáforo y en cada calle transitada de Puebla, hay una niña o niño menor de diez años pidiendo limosna o vendiendo algún producto. Esta escena forma parte ya de la cotidianeidad de la ciudad. Nadie se inmuta, a nadie le indigna, no es tema en la sobremesa ni ocho columnas en los periódicos. ¿Traducción? Terrible, pero ya nos acostumbramos.

Según datos de la UNICEF, de los casi 40 millones de niñas, niños y adolescentes en México, más de la mitad son pobres, cuatro millones viven en pobreza extrema y seis de cada diez han vivido algún tipo de violencia. El estado de Puebla ocupa el segundo lugar —junto con Zacatecas y Guerrero– en ocupación infantil no permitida, de acuerdo con datos del INEGI. El último censo de niños en situación de calle en Puebla data del 2013.

Vivimos un problema grave de descomposición social, y la niñez es la primera en ser ignorada y violentada. Los primeros seis años de vida, denominados primera infancia, son determinantes en el futuro de una persona: cómo se alimente, estudie, sea tratado y amado lo prepararán para una vida sana y feliz, o todo lo contrario. Y aunque origen no siempre es destino, es muy probable que un niño de la calle caiga en la delincuencia para subsistir.

Gobierno y sociedad debemos trabajar por poner en el centro de la agenda a la primera infancia. Los niños no votan, no son ciudadanos y no pueden quejarse; sólo esperan que los adultos los protejamos como lo que son: más preciado de la sociedad;

Carolina Beauregard

La autora de este artículo estudió la licenciatura en Ciencias Políticas en la UPAEP y la maestría en Ciencias Políticas en la Universidad Francisco de Vitoria de Madrid, España.

Fue diputada local por el Partido Acción Nacional en la LIX Legislatura del Estado de Puebla, representando al Distrito X de Puebla Capital. Como legisladora presentó iniciativas de ley relacionadas con el bienestar de la niñez poblana. También se ha desempeñado como coordinadora general de organizaciones de la sociedad Civil en la campaña electoral de la gobernadora Martha Érika Alonso, funcionaria municipal, voluntaria en organizaciones sociales, activista en campañas del PAN, columnista y docente.

que nos importe y ocupe ver niños en nuestras calles, porque todos sus derechos son trastocados con la anuencia de una comunidad indolente y por tanto cómplice. De ahí la necesidad de voltear a verlos y que dejen de ser socialmente invisibles. En nosotros está la diferencia. nnnnn

Las y los diputados de la LX Legislatura del Estado de Puebla manifiestan su compromiso para el respeto de los derechos de las mujeres y que tengan una una vida libre de violencia

Con la intención de trabajar a favor de las poblanas, durante la presente Legislatura las y los diputados han aprobado una serie de iniciativas para promover una vida libre de violencia hacia las mujeres, como: presupuestos con perspectiva de género, regulación de mensajes sexistas en medios de comunicación, prohibición de anuncios publicitarios con contenidos que muestren estereotipos sexistas y acciones para erradicar la discriminación.

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