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Cuentos de terror para niños

EL HOMBRE LOBO

En un pueblo al sur de América, vivía una familia grande en una vieja casa con un patio lleno de árboles frutales.

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Fue en una tarde cuando Camilo, el niño pequeño de la familia, lo vio por primera vez: era un hombre alto, con ropa vieja, cara arrugada, barba y lo que más llamó su atención: un ojo verde y otro azul.

El hombre caminaba con paso lento y silbaba una melodía que a Camilo le parecía aterradora.

– ¿Quién es ese señor? – preguntó una tarde a su tía Fernanda.

– Le decimos el silbón, pero la verdad es que nadie sabe su nombre – respondió su tía y prosiguió–. Llego hace años al pueblo. Solo. Se instaló en una casita fuera del pueblo y se cuentan muchas historias sobre él.

– ¿Sí? ¿Cuáles? – inquiere un curioso Camilo.

– Muchos dicen que se convierte en lobo en las noches de luna llena. Otros dicen que se alimenta de los niños desobedientes que no se acuestan a dormir temprano. Y otros dicen que vaga en las noches silbando por las calles y si alguien se asoma a ver quién es, se muere.

Camilo corrió a buscar a su mamá para abrazarla y desde entonces, se escondía cada vez que veía pasar a aquel hombre. Estaba jugando en la sala de la casa, a oscuras, cuando de repente escuchó el silbido del hombre de los ojos de colores. Sintió un frío que le recorrió todo su cuerpo y casi lo paralizó.

Se quedó callado casi sin respirar y escuchó a los perros de su calle ladrando, como inquietos.

De repente escuchó unos pasos cerca de la puerta de su casa y un silbido. Tuvo la tentación de asomarse pero recordó lo que su tía Fernanda le había contado sobre el destino de quienes se asomaban y prefirió no hacerlo.

A los poco minutos, algo empezó a arañar la puerta, como intentando entrar con fuerza, además se escuchaba algo olfateando.

La puerta parecía que se caería, cada vez se movía más. Camilo fue a esconderse a su cuarto, gritando y pidiendo ayuda.

Cuando sus padres aparecieron, los cuales estaban preparando la cena, los arañazos en la puerta dejaron de escucharse.

Al día siguiente, todos comentaban sobre la repentina muerte de un vecino, el señor Ramiro. Tenía señales de zarpazos por todo su cuerpo. ¿Sería de un hombre lobo?

Desde ese fin de semana, Camilo no volvió a ver al hombre de los ojos de colores.

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