Masculinidad(es)

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Masculinidades ¡Nuevas formas de ser hombres son posibles!

¿Por qué hablar de Masculinidades? ¡Necesitamos trabajar con los hombres violentos! Nuevas/s Masculinidad/es La violencia y las dificultades para vivir su paternidad

¿Es usted un hombre violento? “Consejos Útiles”


Revista de Opinión e Información Edición: No. 1, Marzo de 2012

Dirección Raydel Romero Cabo

Consejo de Redacción Raydel Romero Cabo Néstor A. Rodríguez Ezequiel G. Sánchez Mariana L. Cabrera Germán Büsch Catalina Roberto Dussan

Diseño Gráfico Ricardo Celis Royet

Diseño Portada Sandra Ligabue

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Editor Responsable: Lic. Raydel Romero Cabo Pasaje Oruro 1245, PB 1, Ciudad de Buenos Aires C.A.B.A, Argentina, CP: 1243 revistamasculinidades@gmail.com informes@omlem.com.ar Teléfonos: (+53) 20512157 / 1530874326

Masculinidades


Si me quieres... ...no me grites, no me ignores, no me pegues, no me violes, no me mates... ...quiĂŠreme


Contenido ¿Por qué hablar de Masculinidades?

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Una puerta política de la identidad

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Germán Büsch

Cuerpo masculino, marcas y estructuras performativas

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Luis A. Moreno López

La agenda de los hombres por la igualdad

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Carta a un/a Amigo/a

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¡Necesitamos trabajar con los hombres violentos!

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¿Es usted un hombre violento?

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Los albures: un espacio simbólico de competencia entre hombres

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Velvet Romero García

La violencia y las dificultades para vivir su paternidad

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Iván Ovando Lacroux

La ética del Cuidado: La asignatura pendiente de aprender por los hombres

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Arcenio Castillo Colindres

Nueva/s masculinidad/es

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Néstor Rodríguez Pereira de Souza

Diversidad Sexual y Masculinidades

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Víctor M. Velasco Morales

La violencia contra las mujeres siempre mata

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Mariana Laura Cabrera

¿Valores eran los de antes?

Masculinidades

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EDITORIAL

¿Por qué hablar de Masculinidades? Raydel Romero Cabo EDITOR Historiador e Investigador Social. Director de “Masculinidad(es)”

Hoy día el hablar de Masculinidades nos invita a la reflexión de ciertas cuestiones; como al cambio de mentalidades, a la comprensión de realidades sociales y del protagonismo que los constructos sociales cobran en nuestras diferencias sexuales. Debemos remitirnos a un transitado pero insuficiente camino que recorren los estudios referentes al Género y a la acción significativa de nuestras féminas en su incasable lucha por los derechos de la mujer y por hacer visibles muchas de las realidades culturales que hoy afectan a hombres y mujeres sin distinción de clase, religión, grupo etario y cultura. A mediados de la década del 70 un grupo de cientistas sociales norteamericanos conformaron lo que hoy conocemos como los Men´s Studies, que además de militar dentro de las filas ideológicas del feminismo empezaron a problematizar el fenómeno de la construcción de las masculinidades y los cambios de paradigmas que éstas producen, insertándose dentro de un movimiento más amplio que responde a una preocupación creciente hacia problemáticas relacionadas con los hombres y sus vínculos. Muchas de las grandes incertidumbres de la existencia humana han partido de la construcción de las identidades sexuales y genéricas mucho antes de cualquier razonamiento que nos pudiese ubicar en justificaciones mitológicas del surgimiento

de la humanidad. Aquellos que escribieron los evangelios también simbolizaron, construyeron, condicionaron y proyectaron sus incertidumbres en dos insulsas almas que justificarían para la posteridad la superioridad del hombre en un orden jerárquico dominante. ¿O es que acaso la culpa de no vivir en un Paraíso Edénico no está dado a la endeble voluntad de una mujer? y aquellos eruditos de las Ciencias Humanas que naturalizan en sus discursos en que la dualidad de poderes y diferencias entre hombres y mujeres se debe a un orden natural establecido, evidenciado en el estudio de las comunidades primitivas que legaron a nuestro actual orden social. Lo real es que la colonización fue tan abrupta y los procesos se sucedieron tan deprisa que poco quedaron de aquellos que algo podían decirnos, y lo dicho ha sido varias veces reinterpretado por un orden dominante sólo para justificar el estatus quo ya establecido “los hombres son así porque la ley natural y Dios dicen”. La producción literaria que hasta ahora conocemos ha sido protagonizada por hombres, donde las mujeres raras veces salían a escena y si lo hacían acompañaban, eran dulces princesas o brujas. Semejante invisibilización de las mujeres tiene su base en el sustento de una cultura que se encargó de dividir los roles sociales y sus privilegios a partir de una diferencia sexual, a lo que más tarde se le entendió como las desigualdades de “género”. Masculinidades


EDITORIAL

Todo aquello del “deber ser” para ser un hombre lo entendemos como Masculinidad, y el deber ser para las mujeres Feminidad. Masculinidad refiere a como la cultura, el momento sociohistórico, la etnia, la raza, religión, los espacios geográficos y experiencias individuales, nos van conformando como varones en una marcada oposición a lo femenino. Dicta el cómo debemos manifestarnos, comportarnos, asociarnos, comunicarnos, mutilarnos; aunque sabemos que no existe una forma única ni inamovible de ser hombres, es por ello que afirmamos que existen múltiples formas de ser hombres en nuestras sociedades; masculinidades nocivas y conscientes, unas llevan a la propia extinción de sus pupilos, otras se de-construyen para el sostenimiento de los vínculos en un nuevo orden social. Nuestro modelo de ser hombres fue adoptado de la cultura occidental colonial junto a las religiones y sus dogmas, y ha perdurado hasta el presente bajo el arquetipo del varón europeo, de test blanca, alta estatura, cuerpo fornido, exitoso económicamente, rudo, obsesionado por el poder, dependiente de sus hazañas intelectuales y sexuales, que le gusta el deporte y juega al fútbol, donde ciertos sentimientos le son inaccesibles como la tristeza y el llanto. Protector, proveedor económico, viril y capaz de reproducir, no de paternar. Estas, entre otras condicionantes de seguro resonarán en nuestras cabezas, ya que las reiteradas disposiciones culturales que fueron conformando nuestras identidades trascurrieron a lo largo de nuestras vidas. No se nace masculino, nos hacemos masculinos, la sociedad, la cultura y las instituciones nos van curtiendo en la construcción de la hombría. Masculinidades

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Masculinidad no es lo mismo que ser hombre, de ser así estuviésemos confundiendo sexo y género. La masculinidad refiere a una construcción socio-histórico y cultural que define valores y aptitudes como propias del hombre, cómo hablamos, caminamos, nos comportamos y nos relacionamos entre nosotros, con las mujeres e hijos/as y el entorno. Nuestras identidades desde edades tempranas han sido reseteadas para volverse funcionales a un legado sistema que se actualiza en cada generación y han sido trasmitidas por padres, madres e instituciones, y que ubica al hombre a diferencia de la mujer en sistemas jerárquicos legitimados en el uso del poder, el control y la autoridad; que no sólo se encarga del separatismo genérico en el ordenamiento social por sexo, sino que propicia las ansiedades posteriores que ésta produce. Donde se divide por oportunismos no se llega a un consenso real, y cuando se fracciona se conceden poderes que delimitarán las funciones de las restantes secciones en manifiesta desigualdad. Por consiguiente, los hombres nos consideramos poseedores de la razón y el control. Para lograr la racionalidad, se requiere el autocontrol en las emociones y sentimientos y son estos rasgos los que caracterizan la masculinidad nociva o hegemónica: blanca, europea, cristiana, heterosexual, homofóbica y violenta. El cuerpo para los varones se vuelve una máquina, un instrumento para ejercer control sobre la mujer y un medio privilegiado hiperbolizado a través del ejercicio de la sexualidad. Los varones aprendimos a expresar y utilizar el lenguaje como forma de defensa contra el sentimiento y el contacto, es por ello que podemos

considerar la manifiesta agresión física de los hombres hacia las mujeres y hacia sí mismos como a una forma de comunicación no asertiva o como prácticas de compensación de sus ansiedades masculinas. La violencia en los hombres no es una mera cuestión innata a nuestro sexo, sino una forma en la que aprendemos a comunicar y compensar aquello que hemos mutilado por asociación a lo femenino. Ser un hombre masculino hegemónico, ha condicionado a milenarias sociedades en el sostenimientos de ciertas posturas y actitudes para los hombres en el “deber ser para corresponder”. Sistemas culturales erigidos en un entramado de mitos que no fueron más que inciertos en las ideologías de poder con efectos secundarios, donde la paulatina identificación con un ideal de dominio y control violenta a los mismos varones y reproduce violencia hacia las mujeres. Situación que nos conduce a un malestar, provocando la necesidad de repensar el modelo de masculinidad tradicionalmente pautado. Un modelo donde el hombre se libere de esta gran cruz que pesa sobre su espalda, que limita nuestros vínculos con el entorno, con nuestros hijos y parejas, y que mutila el contacto con nuestro ser oscureciendo nuestro verdadero camino al amor equitativo hacia los/as otros/as. Es por ello que esta nueva revista Masculinidad(es) pretende llevar a quien se acerque a su lectura, un espacio ref lexivo sobre los vínculos y conductas no saludables que nos condicionan y que afectan las relaciones en su total integridad. Esta revista es una vía, pero no el fin para entender que nuevas formas de ser hombres sí son posibles.


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REFLE XIONANDO

Una puerta política de la identidad Fui invitado a escribir un artículo en tono reflexivo, personal, enmarcado en esta publicación que por primera vez llega a nuestras manos. ¿Qué escribir? Desde mi pasión, la interpretación del acontecer social, focalizado en el debate sobre Masculinidades, lo que surgió fue una invitación a compartir una reflexión particular, dentro de otras tantas posibles. El desafío es producir un discurso capaz de lograr integrarnos en una reflexión, en un tema sensible porque hace a la conformación de nuestra identidad. Un poco de ésto hay en el ejercicio de pensar en Masculinidades. Plantearnos cada uno la posibilidad de otras maneras de ser, tan válidas, integrales y coherentes, como la nuestra propia. Pensemos en “Juan”, un hombre de 53 años que contrajo matrimonio

felizmente en la iglesia católica de la zona; llega todos los días a su casa luego del trabajo, lo esperan sus dos hijas, y su esposa con la cena y las copas servidas. Ha sostenido una larga carrera en la empresa constructora familiar y hoy es el funcionario más importante de la misma. Toda la familia asiste a un club donde practican deportes y tienen una vida social activa dentro de la institución, que se caracteriza por ser un espacio donde “guardar las apariencias”, competir y exhibir trofeos (no sólo deportivos), resultan el leitmotiv del encuentro. Creo que no nos resulta difícil construir este personaje; ahora bien, si le quitamos a este hombre su trabajo y lo reconstruimos pensando que es la mujer quien ha sido exitosa en el mundo laboral y él, tras un esfuerzo un poco “vago”, ha decidido quedarse en

Germán Büsch SOCIÓLOGO Facilitador en el Trabajo con Varones en la Prevención de Violencias de Género, miembro de la Organización Multidisciplinaria Latinoamericana de Estudios de Masculinidades german.busch@hotmail.com

casa para dedicarle tiempo a la familia y los quehaceres del hogar, probablemente, intentaríamos asociar a esta situación algún rasgo negativo en la personalidad de nuestro personaje. Probablemente, además, Juan evitaría asistir a las cenas con los compañeros exitosos del club, a no ser, claro está, que fuera el mejor de los deportistas de alguna disciplina con cierto status. ¿Y si quitamos a la esposa y la sustituimos por otro hombre? En primer lugar no podríamos hablar más de matrimonios, pues las instituciones no lo permitirían, tampoco hablaríamos de hijos, ni adoptados, ni naturales (no esperamos que así sea, al menos). ¿Cómo le hubiese ido en la empresa familiar? ¿Y en el club?, ¿Qué grado de integración puede llegar a tener?; lo cierto es que cada vez más, nos cuesta encontrar un personaje “normal”, es un esfuerzo no asociar valoraciones negativas al alejarnos de aquella primera descripción del hombre blanco, cristiano, heterosexual, trabajador y familiar. Quizás este último Juan, que bien podría incluso vestirse de mujer, sí haya sido el más audaz de sus hermanos y hoy día lleve adelante la empresa familiar al mismo tiempo que resulte ser el líder indiscutible de los eventos sociales del club. ¿Por qué no? Deben haber tantas maneras de ser hombres como hombres hay en el planeta, pero cada historia particular se construye en relación a un mundo que le precede y en el cual se socializa. Recurrimos muchas veces a los estereotipos, predefiniendo simplificadamente lo que no nos detenemos a interpelar, y pasamos de Masculinidades


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largo con una ilusión acerca del mundo que nos rodea. Es por ésto mismo que los conceptos, el lenguaje, los discursos, tienen la función de poner límites a lo que decidimos prestarle atención. Tan profundo cala este mecanismo en nosotros, que animarnos a trascender estos límites, que tan cómodos nos llevan, nos da miedo e implican un movimiento de esfuerzo que en muchos casos tocan lo más profundo del ego. Imaginemos las posibles situaciones dadas en el club social, cuando la versión travesti de Juan aparezca con su vestimenta deportiva, o cuando, una vez acabado el partido de tenis, se dirija a los vestuarios. Pensar que vivimos en una sociedad donde el poder está concentrado e institucionalizado; pensar que estas instituciones son expresión de una red de intereses creados en relación a símbolos de status; y pensar que hay miembros que llegan a ocupar espacios institucionales desde los que disparan discursos que ordenan la opinión pública en función de los intereses que representan; nos obliga, si pretendemos tomar el control de nuestra propia experiencia, a cuestionar el orden instruido y a tensionar estos discursos para identificarlos en sus propias lógicas de sentido. En lo que aquí nos compete, las distintas masculinidades dialogan continuamente con estos intereses, generándose puntos de encuentro y de desencuentro; espacios, dentro de aquello que podemos identificar como “identidad”, en los que el hombre se siente ajustado cómodamente a lo que debería ser y otros en los que se siente tensionado porque se distancia de aquellos límites, y esto resulta incómodo. Las estructuras de poder, las instituciones sociales, van reciclándose a medida que la sociedad técnica se despliega (en extensión y en profundidad). Los discursos que escuchamos varían a medida que los intereses que representan se ajustan a los cambios; nuevas maneras de ser se habilitan mientras otras van Masculinidades

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quedando aisladas. Quizás hoy, sea más funcional el hombre joven, soltero y ateo para llevar la dirección de la empresa constructora; ha dejado de ser una empresa familiar para pasar a formar parte del juego bursátil. Su sexualidad, sus hábitos y costumbres no importarán mucho en el ambiente del lobbying, si logra que el dinero f luya hacia los acreedores. Así, hoy en día el plan de vida que la modernidad vendió para desarrollarse en un momento, comienza a quedar obsoleto y nuevas maneras de vida son posibles y socialmente valoradas. Esto cala profundamente en la experiencia de los hombres, llevando a la desestructuración de los modelos que tuvimos por válidos y a la configuración de nuevos modos de vida. Quizás vivamos nuestra cotidianeidad siendo funcionales a estructuras que obsolecen. En el proceso mediante el cual el sistema de intereses va reciclándose, y nuevos discursos van reemplazando aquello que alguna vez llegamos a pensar, debemos estar muy atentos a esas definiciones del “deber ser” que se entrelínean en los discursos interesados del poder. Muchas son las

veces que esta virtualidad que hemos creado, condensada en la economía capitalista que todo lo engulle, nos hace sufrir para sostenerse. Así, los hombres nos habremos perdido durante mucho tiempo de disfrutar de experiencias afectivas vedadas por la masculinidad hegemónica tradicional, o al menos perdimos la oportunidad de compartirnos afectivamente con los demás. Más acá de todo, somos hombres sensibles, queribles, amigos, luchando el día a día para que nuestra vida nos resulte agradable. Lo cierto es que la mayor de las plenitudes, la manera más disfrutable y enriquecedora de resolver la angustia inevitable del fin, está en nuestro vinculo con los demás; ser queridos nos habilita a la trascendencia de una manera mucho más simple y acogedora que las luchas en las que nos embarcamos sin saber realmente por qué. Las alternativas están a la vista, ¿hacia dónde queremos ir?...


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Cuerpo masculino, marcas y estructuras performativas Según Pierre Bourdieu* los grupos sociales llevan a cabo usos y consumos diferenciados y diferenciadores del cuerpo, y cada sector social posee una concepción corporal, esto nos conduce a concluir que el cuerpo que comúnmente se concibe como natural, sea en realidad una formación social que exhibe elementos de género, de clase, contexto cultural, etc. Generalmente en nuestras sociedades se mantiene un modelo anatómico de cuerpo masculino relacionado con lo grande, brazos y piernas musculosas, pecho ancho y velludo, voz gruesa e imponente, son algunas de las características que responden al tipo ideal de hombre. Para que un cuerpo corresponda a un tipo masculino, a un cuerpo de un “hombre de verdad”, éste debe mostrar atributos como la resistencia, la capacidad, la fuerza, cierta complexión y tono muscular, determinadas marcas o adornos, posturas y movimientos. Esta concepción obedece a procesos de construcción social que fomentan esta visión de la corporalidad masculina, misma que muchas veces nos pone a los hombres en condición de vulnerabilidad en lo relativo a nuestra propia autoestima considerando que muchos de nosotros no cumplimos con ese perfil de cuerpo masculino. Generalmente los hombres hacemos referencia a la idea de tener una imagen corporal que sea socialmente aceptada mediante una serie de significaciones y de sentidos culturales, y construida mediante una determinada estética, sin embargo cuando tenemos una visión más amplia sobre nuestro cuerpo, más consciente y reflexiva sobre la experiencia subjetiva y de sus

implicaciones; podemos constituirlo como elemento primordial en la conformación de una identidad más coherente, de una autoimagen positiva para el “yo”. Pasando con esto a constituir un instrumento para la integración y participación al establecimiento de interacciones y relaciones con nuestros pares y a la construcción de nuestra identidad de género. En nuestra cultura patriarcal prevalece la idea de que la mente y el cuerpo están lejanamente separados, esquema que promueve una disociación en la experiencia de los hombres entre el pensar y el sentir. Una característica

Luis A. Moreno López PROFESIONAL DE LAS CIENCIAS ECONÓMICAS Trabaja promoviendo procesos de desarrollo económico local con enfoque de género. Coordina espacios de articulación interinstitucional entre actores para el desarrollo económico de las alcaldías del Área Metropolitana de San Salvador, El Salvador. morenolp332@hotmail.com

masculina que define el ser hombre es la racionalidad, la relación con el cuerpo y el contacto con los afectos y emociones representan experiencias amenazantes por estar vinculadas a la feminidad y al hecho de ser mujer. Por lo que la relación de los hombres con el cuerpo es problemática. El cuerpo se convierte en el elemento contra el que se prueba la masculinidad, se mide contra los límites de la propia resistencia y, de esta manera, el cuerpo ya no es la persona, sino una parte de quien se es, un elemento que es manejado por Masculinidades


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la mente, por ello, algunos hombres no saben qué hacer con su cuerpo, pierden el control del mismo y éste los domina, se percibe como un ente ajeno y al que sólo en pocas ocasiones se le escucha. Lo anterior ha limitado el desarrollo de los hombres generando conflictos en el manejo de sus emociones, dada la represión de sentimientos como el amor y el cariño hacia otra persona, y con ello el favorecimiento de mayor distancia emocional y dificultades para la intimidad. Se plantea la necesidad de cuestionarse entonces si estas cualidades han sido las mismas en todas las épocas o van cambiando de un tiempo a otro; no necesariamente, recordemos que el cuerpo está definido por su tarea y su situación de los procesos sociales, condiciones de vida, normas, valores, relaciones de poder, dinámicas de relación, pautas de interacción entre los individuos de una determinada cultura, y se diferencian de generación a generación, de región a región, etc. Tengamos en cuenta también que el cuerpo masculino no es determinado

Al final, las representaciones corporales masculinas son aprendidas a través del traspaso de las “técnicas corporales” de generación en generación; sin embargo resistirse es posible, porque ha sido a través de la experiencia y la imitación que hemos aprendido a hacerlo. Y cito nuevamente a Bourdieu, entender el cuerpo masculino como salvaje, rudo u otros calificativos impuestos por el modelo hegemónico, oculta la estructuración social significativa que los sujetos hacen sobre sus cuerpos; desfigura la estrategia, entendida según los parámetros del sociólogo francés, de posicionamiento social realizada a través de una definida y elaborada creación sobre una manera de estar en el mundo.

exclusivamente ni por la biología ni por la cultura. El cuerpo es una situación histórica, es una manera de ir haciendo, dramatizando y reproduciendo una situación histórica. En este sentido, el cuerpo se vuelve su género en una serie de actos que son renovados, revisados, y consolidados en el tiempo.

Notas: Bourdieu, Pierre: Sociólogo Francés, una de las más conocidas figuras dentro de las Ciencias Sociales del S-XX, sus invaluables aportes y desarrollos teóricos han servido de base para el estudio de nuestras sociedades.

La agenda de los hombres por la igualdad BARCELONA CIME 2011 Algunos de los aspectos en que los hombres por la igualdad coincidimos y que pueden formar parte de nuestra agenda común hoy son –entre otros-: 1. Rechazamos el ejercicio del poder patriarcal y renunciamos a los privilegios que de él se derivan. 2. Denunciamos todas las formas de violencia machista hacia las mujeres, fomentando la revisión crítica del Masculinidades

sexismo interiorizado y desarrollando un trabajo de sensibilización y prevención de esta violencia entre los hombres; apostando por la defensa de los Derechos Humanos y la resolución pacífica de los conf lictos. 3. Asimismo, rechazamos otras violencias machistas (bullying, homofobia, transfobia). 4. Promovemos la corresponsabilidad de los hombres y los cuidados compartidos, con especial

referencia a la responsabilidad de los hombres en nuestro propio cuidado y el de las personas dependientes y mayores, apoyando medidas de conciliación de la vida laboral y personal. 5. Impulsamos la paternidad activa y responsable, fomentando la implicación de los padres y la mejora de las habilidades para la crianza, siendo incluidos en los cursos de preparación al parto, primeros cuidados y


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cuidado de la madre. En este sentido, reivindicamos que los permisos de maternidad y de paternidad sean iguales, intransferibles y pagados a cargo de la Seguridad Social al 100% del salario. 6. Apostamos por la coeducación en la comunidad educativa para transmitir valores que ayuden a crecer, también a los chicos, como agentes activos de igualdad. Esto ha de servir para prevenir el abandono escolar, las conductas disruptivas, el maltrato entre el alumnado y las actitudes machistas que acaban perjudicando la formación de la población adolescente. 7. Apostamos por un lenguaje igualitario, que no represente ni sostenga el modelo de dominación sexista. 8. Defendemos las cuotas paritarias y de presencia de mujeres y hombres, tanto en los cargos de responsabilidad pública y empresarial, como en las tareas de cuidado y enseñanza. 9. Reconocemos las diferentes formas de ser hombre, así como los derechos cívicos y humanos de las distintas expresiones de la sexualidad, superando la patologización, la homofobia y la transfobia. 10. Revisamos las expresiones de nuestra sexualidad basadas en el dominio, para disfrutar de una sexualidad libre, respetuosa y consentida. Nos manifestamos, por consiguiente, en contra de la trata de seres humanos vinculada a la prostitución y a la explotación sexual de menores. 11. Propiciamos la mejora de la salud física y emocional de los hombres, visibilizando los costes de las formas dañinas de ser hombre, que reducen nuestra esperanza y calidad de vida, además de generar graves problemas de salud pública. Como fase inicial de esta agenda común, proponemos concentrar y coordinar estrategias, campañas y acciones en torno a dos fechas: - 21 de Octubre, aniversario de la primera manifestación de hombres contra la violencia machista celebrada

en Sevilla en 2006 y que, desde entonces, ha servido para agrupar a los hombres contra esta violencia en todo el estado español, y movilizarlos a la participación en los actos del 25 de Noviembre, Día Internacional de la Erradicación de la Violencia contra las Mujeres. - 19 de Marzo, recogiendo la idea de los compañeros de Jerez de celebrar el “día del padre igualitario” y de promoción de la paternidad plena, cuidadora y responsable. Este fecha concentrará nuestras acciones a favor de los cuidados compartidos y la paternidad corresponsable, reivindicando los permisos de maternidad y paternidad iguales, intransferibles y pagados a cargo de la Seguridad Social al 100% de la base. Estas fechas concretas son una referencia abierta a nuevas propuestas y acuerdos por parte de los hombres por la igualdad. De la misma manera podremos quizá en el futuro añadir otras. Y proponemos avanzar hacia una coordinación que sume sinergias y fuerzas, ofreciendo un mensaje más

nítido a la sociedad, los hombres y las administraciones públicas. De esta manera, podremos presentar nuestras propuestas, que esperamos se materialicen en forma de reformas, medidas y políticas con hombres, necesarias para erradicar la desigualdad de género de nuestras vidas y de la sociedad. Queremos aprovechar la celebración del Congreso Iberoamericano de Masculinidades y Equidad para que el movimiento de hombres por la igualdad dé un paso adelante en cuanto a coordinación y proyección social. Queremos que más hombres conozcan y compartan nuestras propuestas, avanzando en cuanto a nuestra incidencia entre la población masculina, algo imprescindible de cara a la necesaria transformación social que tenemos pendiente en nuestro país. Barcelona, 8 de Octubre de 2011.

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Carta a un/a Amigo/a “Lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros” Jean Paul Sartre

De Mario: Hoy me batía ante la duda al querer escribir una carta para el consuelo de aquello que hace mucho socavaba mi alma, quería seleccionar un destinatario/a como fiel consejero/a, he ahí donde se sacudía la incertidumbre, pero al final comprendí que te la debía destinar a ti. Pensé en una amiga porque con ellas siempre hablo de esto. De machismo, de feminismo, de mi familia, de la piscología, de la vida, la sociedad, de todo. Pero con los amigos siempre hablamos de deportes, de mujeres, nos emborrachamos, hacemos bromas y ya. Hablo contigo de esto hoy esperando que no lo tomes a mal, no te burles, ni digas que ando con mariconadas. Te escribo precisamente porque ya estoy cansado de no poder hablar de esto con hombres. Y quiero decirte que te quiero, Masculinidades

lo cual nunca había podido hacer con un hombre que no fuera mi papá, mi primo o alguien de mi familia. Ni siquiera a mis mejores amigos se los he podido decir, porque seguro pensarán que me estoy volviendo homosexual o estoy borracho. También quiero decirte que ya no pienso competir absurda y estúpidamente en este trabajo, donde nos confrontan para obtener cosas para otros; y no porque sea mala la cadena de productividad, simplemente no me da la gana de ser el medio para la pleitesía de otros. Te digo que lo siento, pero ya no voy a cargar con la responsabilidad de la vida de otras y otros. No tengo hijos en este momento, y si tengo una vida de pareja será para construirla equitativamente también en lo económico. No soy padre de nadie, así que no voy a mantenerla. Podemos compartir la vida, los gastos

y apoyarnos solidariamente; pero que nadie me diga que soy responsable de que exista. Te digo que si me tengo que liar con alguien más a golpes tendría que ser para defenderme. Hoy me propongo no caer más en provocaciones y tener los suficientes huevos para mandar al diablo a los buscapleitos sin pelear. He dicho todo esto porque quiero que estés conmigo, que sepas que necesito tu apoyo, y que espero que no me juzgues. Mírame a los ojos y debes saber que no necesitas estar tomado para decirme que me quieres. Para mí eso no es motivo de vergüenza, sino de estima. Me despido, sólo diciéndote que te espero en casa, sólo o con tu familia, porque es tu casa también, amigo.


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¡Necesitamos trabajar con los hombres violentos! En esta oportunidad aprovechamos la ocasión en el marco de este prime número de la revista para entrevistar al Lic. Raydel Romero Cabo, quien es Historiador e Investigador Social, especialista en Masculinidades; Coordinador General de la Organización Multidisciplinaria Latinoamericana de Estudios de Masculinidades OMLEM. Miembro del Equipo Interdisciplinario de Atención al Victimario y Profesor del área de Capacitación en la Asociación Civil “Pablo Besson”, Director de esta revista y que por varios años ha dedicado su labor y compromiso a investigar y trabajar las desigualdades de género, y a los hombres como sujetos particulares dentro de estas relaciones. Por lo que le hemos realizado una serie de preguntas referentes a su labor y la importancia de la misma. ¿Qué le motivó a realizar esta publicación impresa en formato de revista? Fue una de las ideas y proyectos locos que uno tiene cuando ve la real necesidad de que existan espacios de difusión con respecto a estos temas. En mi experiencia desde que llegué a Argentina, desde mi Cuba natal, más allá de los reconocidísimos avances de esta sociedad en materia de Ciencias Sociales, entre otras, pude palpar el déficit de información, en lo que refiere al estudio de las masculinidades y el trabajo de las problemáticas referentes a los hombres(con excepción de algunas organizaciones que las estaban incorporando en su objeto social) continúa siendo, salvo por éstas, un tema invisible en torno al abordaje real cuando de una perspectiva integradora de género hablamos. Incluso me sorprendió que existieran cátedras de género en prestigiosas universidades del país y que

este tema no se abordase dentro de ellas. Aunque reconocemos que las fisuras en el abordaje de esta perspectiva se deben a la confusión, casi generalizada, de que los estudios de género refieren a las problemáticas de las mujeres, juicios de valor que han producido ciertas reticencias a incluir el estudio de los varones como eje importante para aminorar las desigualdades y cómo sujetos claves en estos vínculos sociales. Como te comentaba, pude recorrer varias provincias del país impartiendo conferencias y capacitaciones sobre el tema, por lo cual, vivenciaba y reafirmaba la inquietud que me surgía después de cada conferencia por la escasa producción de materiales informativos, didácticos o educativos tanto en aulas como en los espacios para la concientización de la sociedad en estas problemáticas que nos afectan a todos y todas. Esto me llamó mucho la atención y despertó mi interés en tratar de hacer algo, alguna publicación que fuese de fácil acceso, que se pudiera insertar en los canales de distribución pertinentes para poder llegar a las personas, no como meros textos académicos que sólo circulan en selectos espacios y no llegan a la sociedad en general por la propia característica de esta literatura, sino como un material para todos y todas sin distinciones culturales. Hasta que una vez esperando el Subte me detuve a mirar revistas en un kiosco de esos que están dentro de la estación y me sorprendió la cantidad de personas que compraban este tipo de publicación, ya que es fácil y rápida su lectura, con lo cual surgió en mi la idea de poder hacer una propuesta similar en forma de revista, reflexiva, educativa, informativa y a la vez académica, con la finalidad de llegar a la afinidad literaria de cada lector. Pero la realidad era la gran intención de que Masculinidades


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estos importantes abordajes dejaran de ser patrimonio de los debates académicos y que de una vez por todas se insertaran en nuestra diversidad cultural y social. Por tal motivo, pensamos que esta publicación puede ser una buena vía. Sabemos que hace algunos años creó una agrupación integrada por profesionales latinoamericanos ¿De qué se trata y qué actividades realizan? Sí, hace aproximadamente dos años que se conformó, como bien dices, es una agrupación conformada por profesionales latinoamericanos/as especializados/as en estas problemáticas. Somos de países, como Cuba, México, El Salvador, Puerto Rico, Colombia, Ecuador, Argentina, Chile, Guatemala y Uruguay, hombres y mujeres que dentro de nuestras inquietudes profesionales e individuales nos enfocamos en el abordaje de estas cuestiones referente al género. La red OMLEM (Organización Multidisciplinaria Latinoamericana de Estudios de Masculinidades) está estructurada por una coordinación general y varias regionales, realizamos encuentros anuales para coordinar proyectos de la red en cada uno de los países involucrados, y las alianzas institucionales que realizamos para trabajar estas temáticas en conjunto con otras instituciones. Las actividades en las que sostenemos nuestros pilares de acción han sido las asistenciales y académicas, con cursos de capacitaciones profesionales presenciales y virtuales, charlas, conferencias y talleres donde nos convoquen, y con estas alianzas institucionales que te comentaba también realizamos trabajos de asistencias en espacios para la atención individual y grupal de varones agresores y victimarios de violencias de género. De igual forma, parte de nuestro equipo profesional de la red integra el Consejo Editorial de esta revista, ya que pretendemos involucrarnos conscientemente en cada proyecto de la red, y como equipo consensuamos nuestras actividades e involucramos a todos y todas en ellas. Masculinidades

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No le pregunto el por qué hablar de Masculinidades ya que nos comentaba que en la revista aparecerá una nota abordando este tema, aunque si nos gustaría saber ¿Qué importancia tiene, dada su experiencia, el trabajar con varones agresores y victimarios de violencias de género? Hace varios años profesionales que trabajan e investigan las problemáticas vinculadas a las violencias en general y las de género en particular, se vienen cuestionando la necesidad de un abordaje más integral para investigar, prevenir y asistir tanto a las víctimas como a victimarios de violencias de género. Si bien no han sido pocos los esfuerzos realizados en muchos países de Latinoamérica y Europa en la creación de Políticas Públicas y Sociales para sancionar tal flagelo, aún así, siguen siendo ineficientes en cuanto al desarrollo sostenible de mecanismos eficientes en la prevención. En Argentina, por ejemplo, también se han logrado tales avances, como ha sido el caso de la creación de la Oficina de Violencia Domestica (OVD) perteneciente al Poder Judicial, junto a las disímiles organizaciones sociales en su compromiso con la problemática que han creado espacios y refugios con equipos conciliados de profesionales para auxiliar a las víctimas. La promulgación de Ley 26.485 (otro de los meritorios avances en el interés político jurídico argentino): ley que procura una protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos donde se desarrollen sus relaciones interpersonales; entre otras acciones que se desarrollan día a día en la concientización y prevención de la violencia hacia las mujeres. Pero si bien se han desarrollado todos estos mecanismos de asistencia y atención, siguen mostrando sus enormes fisuras en la prevención y erradicación. No se podrá prevenir y erradicar sin concientizar, y para ello, más allá de campañas y slogans, también necesitamos abordar la otra pata de la que cojean estas relaciones intergenéricas, la de trabajar con los varones agresores y victimarios. Muchos/as hombres y

mujeres que nos desempeñamos en estas profesiones, hemos llegado a un punto en común al sostener que no se puede ni podrá reducir los índices de agresiones de varones a sus parejas si no trabajamos con ellos para de-construir sus constructos masculinos que legitiman entre otras, el patrimonio ilusorio de una propiedad privada e intransferible que les representa la mujer. Junto a las ansiedades que le produce el tener que sostener sus condicionantes culturales que más allá de privilegios, generan distorsiones de una masculinidad insana que repercute hacia quienes lo rodean y hacia sí mismos. Vale destacar que no todos los hombres son violentos y que también hay mujeres violentas, que reproducen las mismas costumbres y condicionantes que la asignada a los hombres. El varón victimario también hay que entenderlo como una víctima de un sistema cultural depositario de ansiedades en el sostenimiento de condicionantes insostenibles que sólo generan malestar. Ocho de cada diez asistidos en el espacio de atención al victimario que integro, han padecido su infancia con padres golpeadores, han sido golpeados o abusados física y psicológicamente, por lo que han conformado sus identidades en el aprendizaje de estas conductas como forma de socialización las cuales reproducirán a lo largo de su vida y serán legitimadas por la cultura y por quienes detenten el poder en ella. Los varones utilizan la violencia como recurso para manifestar sus ansiedades al no contar con asertivas formas de comunicación y expresión. Pero todo lo que se aprende se puede desaprender generando nuevos procesos re-educativos que faciliten la de-construcción de nuevas formas de ser hombres y de sostener equitativamente sus vínculos. La violencia es una conducta aprendida, no un baluarte innato de nuestro género, quien sostenga tal criterio debería acudir también a estos espacios. Hasta el momento tengo conocimiento de varias instituciones en Centro América que vienen trabajando exitosamente con grupos de varones,


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las cuales incluso han realizado sus propios materiales metodológicos para este abordaje. En la Argentina sólo he conocido tres instituciones que abrieron sus puertas para trabajar con varones, tal es el caso de la Asociación Civil “Pablo Besson” donde dentro de su programa integral de asistencia a la víctima, hace ya dos años que cuentan con un equipo interdisciplinario que trabaja con varones, tanto desde lo individual como lo grupal, con una diversidad de dinámicas en sus espacios terapéuticos. Con excelentes resultados obtenidos en este novedoso y necesario abordaje. Espero que algún día las instituciones políticas y legislativas pertinentes se den cuenta de la real necesidad y urgencia de crear espacios integrales para trabajar con el varón en acompañamiento al trabajo de prevención. Las medidas legales de exclusión del hogar para nada

son eficientes, son sólo mecanismos para dilatar la conflictiva, ya que carecen de efectividad, no cuentan con espacios reales para tratar al agresor, sino que los derivan a consultas psiquiátricas para tratar su supuesta patología congénita. Debemos entender que en la mentalidad del varón las medidas legales atentan contra un orden ideal o sistema de organización social que crean con su familia, nada de lo que venga de fuera que detente un poder superior y afecte su sistema organizacional es bienvenido, es por ello que los varones violentos raras veces cumplen con las medidas de exclusión de hogar, ¿cómo lo van a excluir de lo que le pertenece?, piensan. Cada vez son más los casos de varones que teniendo regímenes de exclusión regresan y vuelven a agredir a sus parejas con mayor fuerza o las matan. De igual forma ya estamos un poco agotados de la poca concientización de

los medios para referirse a estos temas, o cuando algunos notifican un caso de Femicidio o violencia de género, muchos de sus periodistas empiezan a emitir juicios de valor sin un conocimiento a priori de la problemática, ¿qué trabajo le cuesta a la producción armar una carpeta con nombres de profesionales o instituciones especializados en el tema? esto también está en muchos programas que dedican espacios enteros para abordar estas noticias y quienes opinan son los propios periodistas que más allá de algunas loables intenciones en su mayoría no hacen más que legitimar la ignorancia generalizada sobre la magnitud de la violencia de género en nuestras sociedades. Creo conscientemente que ya es hora de crear verdaderos mecanismos para concientizar y cambiar esas obsoletas mentalidades que generan desigualdades entre hombres y mujeres. Es tiempo de generar el mayor recurso humano que se tenga para prevenir y erradicar este flagelo, debemos darle verdadera funcionalidad a nuestras leyes y eliminar aquellas que sostienen su complicidad con ese sistema generador de desigualdades sociales. ¿Algunas sugerencias para prevenir y erradicar todo tipo de violencias hacia las mujeres? A mi criterio personal, crear políticas públicas eficientes acorde a nuestras demandas sociales, invertir los recursos necesarios para la creación de centros, instituciones, campañas, proyectos y programas para concientizar, educar, asistir, prevenir y erradicar estas desigualdades. Sé que suena como un buen discurso del Socialismo Utópico, pero la utopía se convierte tangible en nuestras casas cada día junto al número de femicidios que aumenta preocupantemente en nuestro país. Y por supuesto, dejarnos de dogmas, ideologías o creencias reticentes al pensar que la violencia es condición natural de los seres humanos y panteón masculino. Para concientizar, prevenir y erradicar las violencias contra las mujeres ¡necesitamos trabajar con los hombres violentos! Masculinidades


CONSEJOS ÚTILES

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¿Es usted un hombre violento? Si eres una persona violenta y quieres dejar de serlo intenta meditar acerca de los sentimientos que desatan esas reacciones. Recuerda que tus hijos/as, esposa o ancianos con los que convives, no son culpables de un pasado en el que quizás en lugar de victimario, fuiste víctima. Recuerda también que la violencia se aprende tras las repeticiones de experiencias vividas bajo estas circunstancias y es en las etapas tempranas de la vida donde se desarrolla la capacidad de sentir compasión, valorar la vida o sentir dolor por el sufrimiento ajeno. De no aprenderla en ese momento, los niños tendrán grandes probabilidades de recurrir ellos también a la fuerza bruta para resolver los conflictos. Los pequeños maltratados de hoy son los verdugos y víctimas de mañana. Los antecedentes de una infancia infeliz, sobre todo cuando se trata de abuso sexual, son también la causa probable de dolencias psicológicas diversas como la depresión crónica, las personalidades múltiples y las

fuertes tendencias al alcoholismo o la drogadicción. Si eres una persona que reacciona con violencia y has llegado al final de estas líneas, probablemente puedas rebasar también las etapas que restan, será importante buscar ayuda especializada entre los psiquiatras, psicólogos,

trabajadores sociales, psicoterapeutas, grupos de atenciones al victimario, o asociaciones de apoyo para enfrentar otros vicios como las drogas o el juego si los padeces. Los especialistas podrán brindarte las herramientas que necesitas y mientras tanto aquí te dejo algunas recomendaciones para evitar la violencia.

Es preferible usar frases como “me siento ignorado”, en lugar de “nunca me prestas atención”; o “siento que me estás culpando por algo que no hice”, en lugar de “siempre me culpas a mí por lo que sale mal”.

No ventiles en público lo que no resolviste en privado. Un problema quedará siempre mejor solucionado si participan en su resolución las personas directamente implicadas.

No eres responsable de lo que otras personas hacen, pero sí de la forma en que reaccionas ante lo que te hicieron, reflexiona entonces antes de actuar.

Ante situaciones de ira, que propician las discusiones entre parejas, trata de respirar profundo y bajar los decibeles de la voz, buscando así un equilibrio armónico para el dialogo.

Recomendaciones Evalúa la situación y esclarece si lo que sientes es dolor, disgusto o ira. Tal como reza el viejo proverbio chino: El necio desfoga toda su pasión, el sensato acaba por aplacarla. Es decir, no hagas nada hasta que no estés convencido que puedes controlar y resolver la situación sin ser violento. Reflexiona si realmente lo sucedido merece tu irritable reacción. Pregúntate si no se trata de una acumulación de iras viejas.

Selecciona la pareja adecuada para no hacer de la vida en familia una guerra larga y cruel.

Cuando un asunto te ha molestado es preferible evaluarlo antes de pasar la ira a otra persona.

No acumules ofensas, por pequeñas que puedan parecer, si ellas te conducen luego a una explosión emocional.

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Si la discusión llega a altos extremos es mejor una pronta retirada antes de un trágico final. Sal de la casa o lugar donde te encuentres, camina y respira hasta que bajen los niveles de adrenalina acumulados y reflexiona sobre el hecho buscando así su mejor solución.


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Los albures: un espacio simbólico de competencia entre hombres Introducción El lenguaje es una construcción social e histórica, su importancia no sólo se revela en la posibilidad que tenemos de comunicarnos, sino en que nos ayuda a configurarnos tal y como somos, le da estructura y sentido a nuestro entorno. Dado que nacemos en un mundo lingüístico, aprendemos los significados que cada cultura tiene para nombrar a las personas, los objetos, las situaciones y los sentimientos. Las palabras sólo adquieren su sentido en la cultura en la que se utilizan, “una palabra sólo es palabra en la exacta medida en que hay alguien que crea en ella” (Lacan, 1986: 59). Para Wittig (en Butler, 2001: 145), “el lenguaje arroja manojos de realidad sobre el cuerpo social”, adquiere el poder de producir lo “socialmente real” a través de actos locutorios y dado que el discurso no se

limita a escribir o hablar sino que también es una acción colectiva, el lenguaje tiene su injerencia en las conductas manifestadas socialmente. El lenguaje no es imparcial –aunque algunas/os lingüistas afirmen lo contrarioestá imbuido de las representaciones que socialmente se tienen para las personas y sus conductas, Lacan (1986), considera que la ley paterna estructura toda la significación lingüística, llamada “lo Simbólico” y así se convierte en un principio organizador universal de la cultura. Según Lacan (1986), los seres humanos, al convertirse en sujetos hablantes, asimilan la ley del padre, para él, el gran significante es el falo, “nuestro discurso no hace más que revelar el significante fálico, que se eleva sobre la ley del padre, al mismo tiempo que niega y reprime el

Velvet Romero García Licenciada en Psicología por la Universidad Autónoma del Estado de México y la Universidad de Valencia, España. Maestra en Estudios de Género por la Universidad de Chile, Diplomada en Sexualidad, género y violencia por la Asociación para el Desarrollo Integral de las Personas Violadas, A.C. y La Universidad Autónoma del Estado de México. Presidenta de la Asociación Multidisciplinaria para la Promoción de la Equidad, A.C., y desde el 2007, docente de la Facultad de Ciencias de la Conducta. México kamlakamil@gmail.com

cuerpo materno” (Kristeva en Butler, 2001: 67), nuestro lenguaje es reflejo de un sistema patriarcal o en términos de Butler, falogocéntrico. El discurso muestra cómo debe ser alguien, qué comportamientos son socialmente correctos, se usa para normar, delimitar, estereotipar y competir. En este ensayo se parte de la idea de que los albures, como una forma específica de manifestación lingüística, les sirven a los hombres para ejercer poder, diferenciarse y despreciar lo asociado con lo femenino, competir con sus pares, ejercer violencia, reafirmar su virilidad y despreciar la homosexualidad. Los albures y el proceso de construcción masculina La masculinidad es el conjunto de valores, comportamientos y atributos que se consideran deseables en los hombres, es construída mediante un proceso histórico, social y cultural. La representación hegemónica de lo masculino sirve para discriminar e inferiorizar a las mujeres y a otros hombres que no se comportan de acuerdo a estos patrones. La masculinidad hegemónica valora el no tener miedo, el no llorar, ni mostrar sentimientos de compasión pues eso es característico de las féminas, desafiar a la suerte haciendo cosas temerarias, despreciar a la muerte, correr riesgos físicos, no enfermarse o por lo menos Masculinidades


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no manifestar ningún dolor físico y/o emocional, ser un hombre tradicional es ser dominante en lugar de ser dominado, violentar antes de ser violentado, penetrar en lugar de ser penetrado. La máxima de Simone de Beauvoir “una mujer no nace, se hace”, es igualmente cierta para los hombres, la masculinidad se construye y se recrea mediante una serie de actos cotidianos, por medio de pequeños rituales que demuestran al colectivo y a ellos mismos que son dignos de ser llamados “hombres”. Como bien se sabe, “las masculinidades (y feminidades) se forman a lo largo de largos períodos de la vida, bajo complejas influencias sociales” (Conell, 2007: 2), inician en la infancia y se van reactualizando constantemente. A diferencia de las mujeres, las masculinidades se tienen que confirmar día con día, mediante rituales cotidianos que demuestran tanto a las/ los demás como a sí mismo que se es un “hombre verdadero”. Los hombres tienen que buscar modelos que se alejen de lo femenino -debido a que socialmente no es valorado-, no es conveniente que se adopten esquemas de este tipo, afiliarse a comportamientos de violencia, dominación, temeridad resulta más favorable y cumple una triple función, por un lado las diferencias de la debilidad asociadas a las mujeres, les permite estar en constante competencia con sus pares y se demuestran a sí mismos lo “viriles” que son. Además como dice Badinter (en Donoso y Matus, 2008: 142), el hombre “para hacer valer su identidad masculina deberá convencerse y convencer a los demás de tres cosas: que no es una mujer, que no es un bebé y que no es homosexual”. Estas continuas demostraciones de superioridad se van afinando en los hombres conforme van creciendo; sin embargo, es la adolescencia “el momento clave para las pruebas de demostración de la hombría” (Gabarró, 2008: 32). Los grupos de hombres adolescentes a los que Marqués (1997: 26) llama pandillas, se vuelven “el escenario real o simbólico del pacto entre varones” donde el uso cotidiano de los albures, tiene un papel primordial, sirve para que los hombres demuestren y afirmen ese tipo de Masculinidades

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masculinidad tradicional a la que se le ha denominado también hegemónica. Ramírez (2006) menciona que los hombres violentos desean dominar en cinco espacios: cultural, emocional, físico, intelectual y social ; estos dos últimos son los que van a servir para analizar el uso de los albures como espacio de afirmación. Para poder alburear es necesario ser más rápido que el contrincante, lo que supone –aunque no necesariamente sea así-, una mayor agilidad mental, es este espacio intelectual el que está en competencia pues es ahí donde realmente es “el jefe, el superior, el que ordena” (Ramírez, 2006: 27), quien se queda callado y no responde con presteza es denigrado por el resto de sus compañeros. Sólo se puede alburear si se comprende el significado de lo que el otro dijo y si se tiene algo ingenioso para responder, nuevamente nos remitimos a la apropiación del espacio intelectual, en esta competencia verbal se tiene que buscar

siempre algo más denigrante para poder superar al contrario. Por otro lado, los albures también permiten conquistar algo que nombró Ramírez (2006) como el espacio social, las relaciones que se entablan entre hombres carecen de intimidad y afectividad, más bien son de competencia que le permiten a sí mismo demostrarse como superior. Lo simbólico de los albures Activo/pasivo En los albures se “penetra” al otro simbólicamente, quien se queda callado o dice algo fuera de lugar es el “penetrado”. La polaridad sexual surgió en la antigua Grecia, ya Aristóteles afirmaba que “lo masculino representa el poder y lo femenino la carencia” (Cavana, 1994: 87), esta idea se mantuvo durante toda la edad media y el Renacimiento, y fue apoyada por autores como Schoppenhauer y Otto Weiner, este último publicó un libro donde le asignaba a la mujer el polo negativo de esta dicotomía: “la mujer es alógica, la


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mujer es inmoral, la mujer no tiene alma, la mujer no tiene yo, el varón es algo y la mujer no es nada, el varón es voluntad y la mujer es instinto, la mujer es un ser sexual y el varón es algo por encima de esto” (Weiner en Cavana, 1994: 93). Las mujeres entonces pasaron a ser el polo negativo de esta dicotomía, las “pasivas”, ellas reciben el pene y ellos son los “activos”, quienes deben iniciar la actividad sexual y concluirla cuando se hayan satisfecho. En los albures se pone en juego precisamente eso, quien se deja penetrar simbólicamente por el lenguaje se asemeja a una mujer y eso, en esta cultura es denigrante. Virilidad El núcleo principal de la masculinidad es la “virilidad”, entendida como “capacidad reproductora, sexual y social, pero también como aptitud para el combate y para el ejercicio de la violencia” (Bourdieu, 2000: 68), ser viril es no ser femenino. Ser viril es ser “súper potente”. Con los albures se penetra incesantemente al otro, quien es capaz de decir más y más rápido es el más potente, esta virilidad simbólica se expresa también haciendo alarde entre las/los compañeras/ os, y teniendo diversas personas a las que se “penetra”, no es un solo sujeto con quien se entablan esos duelos de albures, es con muchos y en cualquier oportunidad; tal y como se supone se debe demostrar la virilidad, con muchas y sin perder ocasión. Genitalidad Los albures se acompañan de expresiones relacionadas al tamaño del pene, que se supone es una muestra más de su potencia sexual, Badinter (en Farías y Piriz, s/d: 7) menciona que “los órganos sexuales del varón son objeto de una valoración obsesiva, –tenerlo o no tenerlo– parece ser la nueva versión de to be or no to be”. Constantes son, las alusiones al pene grande, que si se analiza más detenidamente parece ser el único instrumento que puede dar placer –en desmedro del resto del cuerpo-, pero también por medio de él se violenta y se ejerce poder.

Mejor “chingar” que ser “chingado” En su ensayo, el Laberinto de la Soledad, Octavio Paz, menciona que esta palabra tan clásica en el vocabulario mexicano, significa “violar”, la primera mujer violada es la Malinche, y el pueblo mexicano seríamos entonces hijas/os de esa mujer “chingada”, por lo tanto somos personas mestizas y además bastardas. Es interesante notar que las “penetraciones simbólicas” ocurren entre hombres, Guttman (2007) realizó un estudio con varones que mantenían relaciones homoeróticas y encontró que los que se asumían como “activos”, es decir, los que penetraban no se concebían como homosexuales; todo lo contrario de aquellas personas que eran penetradas, eran degradadas y etiquetadas como tales. Podemos suponer que pasa lo mismo con los albures pero dentro del plano simbólico, dado que ser hombre es NO ser homosexual, el que penetra lleva la marca de haber ganado el status de “verdadero hombre”. A modo de conclusión El lenguaje nos proporciona una representación simbólica de nuestro mundo, de nuestra cultura de referencia,

tiene reminiscencias del patriarcado, de los comportamientos socialmente correctos para unas y otros. Por medio del lenguaje se puede castigar, etiquetar y normar. Los albures ayudan precisamente a eso, a normar los comportamientos deseables para los hombres: no ser homosexuales, no ser mujeres y ser viriles (potentes, tener un pene grande y muchas parejas). Los albures colaboran en la configuración de un tipo de masculinidad: la tradicional o hegemónica, esa que inferioriza a la mujer y a todo lo que se asocie con lo femenino, la que busca crear seres emocionalmente inhábiles, la que pretende construir hombres sin miedos, aventureros, violentos, desinteresados por su salud y por asumir una paternidad afectiva, que desprecia las actividades domésticas y tiene en alta estima las actividades públicas; esa masculinidad que prefiere que los hombres se suiciden, se droguen o se emborrachen, antes que demuestren sus sentimientos; una masculinidad que favorece las relaciones de violencia y competencia más que de respeto, tolerancia y cooperación, de ese tipo particular de masculinidad es de donde provienen precisamente el uso de los albures.

Bibliografía Bordieu, Pierre (2000) La dominación masculina. Barcelona: Anagrama Butler, Judith (2001) El género en disputa: El feminismo y la subversión de la identidad. México: Paidós. Cavana, María Luisa (1994) “Diferencia”. En Celia Amorós. Diez palabras clave. Navarra: EVC, pp 85-118 Conell, Raewyn (2007). Masculinidades, poder y epidemia: mensajes de investigación social. Ponencia presentada en el simposio internacional en torno a lecciones aprendidas sobre VIH, sexualidad y salud reproductiva con otras áreas para repensar el SIDA, el género y el desarrollo, Dakar. Donoso, Carla y Matus, Cristian (2000). Trayectorias y simultaneidades: una mirada desde la subjetividad de jóvenes clientes de prostitución a la construcción de la identidad masculina. En José Olavarría y Rodrigo Parrini. Masculinidades. Identidad, sexualidad y familia, Primer encuentro de estudios de masculinidad. Santiago de Chile –Universidad Academia de Humanismo Cristiano- FLACSO chile Farías, Carolina y Piriz, Patricia (s/d) ¿La masculinidad en crisis o la crisis de los estereotipos dominantes de varones. Gabarró, Daniel (2008). Transformar a los hombres: un reto social. Barcelona Guttman, Matthew (1997) Los verdaderos machos mexicanos nacen para morir. En Teresa Valdés y José Olavarría. Masculinidad/es. Poder y crisis. Santiago: FLACSO- Chile Lacan, Jacques (1986) El seminario de Jacques Lacan: los escritos técnicos de Freud 1953-1954. Barcelona: Paidós. Marqués, Josep-Vicent (1997) Varón y patriarcado. En Teresa Valdés y José Olavarría. Masculinidad/es. Poder y crisis. Santiago: FLACSO- Chile Ramírez, Felipe Antonio (2006) La violencia masculina en el hogar. México: Pax

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Disfuncionamientos emocionales y sociales masculinos:

La violencia y las dificultades para vivir su paternidad El concepto de “masculinidades” ha sido relevante para comprender cómo los hombres aprenden comportamientos y roles a través de procesos de socialización. La socialización de género puede ser impuesta por un modelo dominante y llevar a aprendizajes no conscientes de estereotipos de la v irilidad y la hombría masculina, Masculinidades

que lleva como consecuencias el descuido del cuerpo y la salud mental. Entender que las masculinidades son plurales porque ex iste una multitud de maneras de ser hombres lleva a pensar que no se debe reducir a estereotipos de comportamientos y a generalizar, a ser conscientes de que estas formas de socialización masculina

Iván Ovando Lacroux Ms.C. en Salud Internacional (enfoque Salud Sexual y Reproductiva). Ha trabajado en diversas organizaciones civiles sobre cuestiones de sexualidad, educación, y salud desde una perspectiva de género y participa en programas de atención/ reflexión sobre la violencia ejercida por los hombres. Actualmente trabaja con la red Democracia y Sexualidad (Demysex A.C.) en México ovando.ivan@gmail.com

pueden llevar a cambios de v ida que propicien el cuidado y la salud. Como Simone de Beauvoir en su tiempo, las ideas de otra mujer nos ayudan hoy a entender la diversidad de papeles de los hombres en la sociedad: “No hay una masculinidad


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única, lo que implica que no existe un modelo masculino universal y válido para cualquier lugar, época, clase social, edad, raza, orientación sexual, sino una diversidad heterogénea de identidades masculinas y de maneras de ser hombres en nuestras sociedades. La versión dominante de la identidad masculina no constituye una esencia sino una ideología de poder y de opresión a las mujeres que tiende a justificar la dominación masculina. La identidad masculina, en todas sus versiones, se aprende y por tanto es necesario y urgente, desde esta visión, educarla” (Badinter, 1999). Este ensayo buscará reflexionar sobre disfuncionamientos emocionales y sociales masculinos que llevan a la violencia y a las dificultades para vivir su paternidad. Como propuestas para trabajar estas cuestiones, se revisará algunas experiencias a nivel de grupos de organizaciones civiles y nos preguntaremos ¿qué se puede hacer a nivel de políticas públicas? He participado en un taller para reflexionar acerca de los conceptos que se manejan para definir a la enfermedad de la adicción y la metodología que se utiliza en grupos de Alcohólicos o Narcóticos Anónimos. Un paso importante en la comprensión de la adicción y sus mecanismos de operación ha sido considerarla como una “enfermedad” per se. Esto ha permitido ver más allá de la cuestión de voluntad de las personas, entender las causas profundas e innovar en las formas de combatirla. A veces, es desconcertante para el familiar que se tome como pretexto la enfermedad para justificar la dependencia, pero una vez que uno lo ve como multifactorial, y que se crea una relación empática como la que habla Enrique Gomáriz, se puede buscar cómo trabajar el problema de fondo, qué recursos del paciente y del familiar son aplicables para una completa rehabilitación. Entender los mecanismos de la codependencia y las conductas facilitadoras aporta herramientas para no repetir errores y cambiar actitudes. Este abordaje puede

tener aplicaciones cuando revisemos la violencia masculina. Considerar a la violencia como un aprendizaje socio-cultural, pasado de una generación a otra y no como una tendencia natural, ha sido un paso muy importante en ver qué herramientas podríamos usar para desaprenderla. Aquí es importante enfatizar el ser agente del cambio que queremos en nuestra construcción. Expresarse con violencia puede parecer tan normal para unos hombres ya que es legitimada en la sociedad como forma válida de relacionarse. La inestabilidad económica y social que provoca que los hombres se sientan “cuestionados” en su rol lleva también a reacciones violentas. Como disfuncionamiento de la sociedad, la violencia puede verse como una “enfermedad social” dañina, contra-producente y debemos ver cómo rehabilitarnos y no escoger el camino de la culpa o del castigo. Concientizar sobre la perspectiva de género para entender las relaciones de discriminaciones entre hombres y mujeres así como la asimetría de poder y privilegios que benefician a los hombres, debe servir para elevar el nivel de defensas de la sociedad, combatir la violencia y otras injusticias. Desde el trabajo con varones que se ha realizado en el grupo de Hombres Renunciando a su Violencia, el abordaje sigue tres ejes principales: cuestionar el poder en nuestras relaciones, reconocer el dolor y los costos y por último, identificar las ventajas del cambio hacia la equidad. Se debe trabajar para hacer visible que los beneficios de cambiar sean más valorados o “ventajosos” que las pérdidas potenciales en términos de poder o de privilegios y que esos privilegios con el tiempo tienen consecuencias negativas también para nuestra salud física o mental. Se logrará con los intercambios de los que habla Enrique Gomáriz entre la “minoría activa” y la “población afectada”

para buscar diálogos y propuestas aceptadas por ambas. Nosotros, los hombres, podemos ser convencidos de la necesidad de cambio para el progreso de la sociedad como colectividad y superar nuestros miedos. Aquí los facilitadores de procesos de cambio debemos tomar en cuenta la vivencia particular de cada persona, el medio en el cual nos hemos socializado y las resistencias internas (muchas veces involuntarias o inconscientes) que surgen. Las medidas de promoción de las mujeres para luchar contra las violencias y las discriminaciones tienen efectos de concientizar a la población sobre las inequidades y contribuyen a generar ese movimiento social de hombres a favor de la equidad de género. Existe un consenso sobre buscar la integración de los hombres y en especial los jóvenes en el cambio de las relaciones de género a larga escala. Porque como bien lo recuerda Roberto Garda, hay que ver que los programas de atención a la violencia de los hombres que atienden a individuos no pueden solos cambiar a la cultura, a las instituciones patriarcales y las ideologías masculinas hegemónicas. Debemos preguntarnos cómo revisar y reformular el contrato social que nos une entre hombres y mujeres y cómo participar e involucrarnos en los procesos de formulación de políticas para la equidad de género. Creando puentes y sinergias con el movimiento feminista y otros donde se aprecia la necesidad de incorporar a los hombres en el proceso de cambio. Una alianza que se ha tratado de generar en el trabajo en red de Cómplices por la Equidad/ Men Engage México con el movimiento feminista ha dado pequeños resultados positivos que invitan a seguir en este camino (una plataforma común de mujeres y hombres). Acciones estratégicas para cambiar de paradigma pueden ser logrados con políticas públicas de género que convocan a mujeres y hombres, para revisar sus comportamientos cotidianos y hacer propuestas en diferentes niveles. Así Masculinidades


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se podrán lograr los cambios socioculturales de los cuales hemos ido hablando a lo largo del curso, en donde los hombres puedan tener un mayor grado de conciencia sobre su identidad de género, las imposiciones para actuar según un modelo de masculinidad, y ser empoderados para aplicar cambios concretos en su realidad. Un compromiso se hace consigo mismo primero pero también con la alteridad, para dar más sentido a uno mismo y que la meta pueda ser compartida con el fin de evaluar con la mirada del otro qué tanto he progresado o cumplido con mis objetivos de cambio. Hablamos de corresponsabilidad del trabajo para repartir el peso pero también para verlo como un objetivo compartido que tiene sentido solo si estamos de acuerdo en lo que se necesita para ambos. La necesidad de espacios propios de mujeres o de hombres no debe significar que haya desarrollos en paralelo, sino por el contrario que sea posible construír juntos nuevas relaciones equitativas. Esta perspectiva relacional y vivencial cuesta más trabajo y diálogo pero es la más enriquecedora para vivir el cambio de manera consciente. Creo que los hombres tendremos que desactivar muchos patrones aprendidos socialmente e inconscientemente, cuestionar mucho nuestras actitudes de prepotencia cuando pensamos tener la razón y buscar contactar con nuestra feminidad, revisar nuestros errores y aceptar consensos. Trabajo con jóvenes hombres y mujeres En Salud y Género estamos trabajando sobre una propuesta de educación integral en sexualidad, apoyada en el Programa H, para trabajar con docentes de educación básica que buscará una concientización de género para prevenir aprendizajes de violencia y otras consecuencias negativas. Estamos a favor de que “hombres y mujeres jóvenes tengan derecho a un temprano y activo involucramiento en iniciativas que promuevan la equidad de género, acceso a educación de Masculinidades

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calidad, y que tengan vidas libres de violencia” (Declaración de Rio). Tenemos que preguntarnos ¿qué modelos podemos proponer a los varones en momentos de ‘crisis de identidad’ o ‘ruptura’ de modelos tradicionales? Uno debe ser el modelo del cuidado: conocer su cuerpo, saber cómo cuidar su salud sexual y su salud reproductiva y la de su pareja, dimensionar la sexualidad en todas sus potencialidades y ser empoderado para tomar decisiones con asertividad y ética. El autoconocimiento y el cuidado pasan necesariamente por sentir y expresar emociones: conectarse con ellas, sentir desde el corazón y no racionalizar todo. El objetivo final debe ser la autonomía de las personas: un proyecto de vida

personal y las habilidades para lograrlo a través el uso progresivo de sus responsabilidades y sus derechos. La adolescencia trae muchos interrogantes para los jóvenes y es difícil expresarlos. Si retomamos Dávila y colegas (s/f), los problemas humanos surgen en general de conflictos en lo emocional, que no sabemos manejar. No actuamos acorde a nuestros deseos y no los ponemos a consideración de nuestra comunidad, lo que genera problemas de convivencia en las relaciones interpersonales. Aquí podemos ver qué implica para nuestra salud mental y la necesidad de establecer un equilibrio entre los propios deseos, las exigencias de la sociedad y las decisiones que podemos tomar. En ese sentido, se puede aplicar


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las recomendaciones de Farías y Piriz para dar cuenta de lo que siento, lo que quiero, y a lo que aspiro; segundo, poder expresarlo desde el sentir, no sólo a nivel intelectual y por último, apoderarse de esa energía, para saber cuándo usarla y cuándo no. La paternidad como aprendizaje de equidad Acorde a la revisión del trabajo que se hace en Latinoamérica y el Caribe (Barker, Verani 2008), debemos ser cuidadosos cuando evaluamos el papel de los hombres como padres para no partir de la suposición de que son deficientes o incompetentes en este rol. Es preciso reconocer que son capaces y pueden estar interesados en participar en la crianza y el cuidado, que lo manifiestan a su manera y que algunos de los faltantes son : tiempo y organización. Como lo evidencian varias investigaciones reportadas en este estudio, el equilibrio que se puede crear con la participación de los hombres en la crianza y las tareas domésticas. Estos, generan beneficios para la pareja y los hijos, si esta presencia es de calidad. Ver a la paternidad o al “trabajo del padre” como un conjunto de habilidades y de comportamientos que se puede aprender puede llevar a los hombres a buscar cómo adquirir las herramientas para aplicar su papel. Y ver que los beneficios pueden ser positivos para el desarrollo social, económico y emocional de la familia y del propio padre. Las expectativas sociales de la paternidad deben promover estos cambios de perspectiva para que los hombres se vean apoyados por su familia y la sociedad. Enfrentarse a normas de género rígidas es complicado si uno no está capacitado para “nadar contra la corriente”. A nivel de políticas públicas para las paternidades y sus cuidados, el ejemplo de las licencias de paternidad ha permitido en los países que lo implementan propiciar el potencial de los hombres para educar y cuidar con más participación en la vida de

sus hijos. Pero hay que ver cómo los gobiernos generalizan las licencias al sector informal que representa el 60 o 70% de la economía, a través de los programas de cobertura universal de salud, por ejemplo. Esta paternidad se puede expresar desde el embarazo y en el parto para colaborar y poder crear primero los vínculos con el bebé. Se está dando a nivel internacional una campaña para “humanizar el parto” y una de las medidas previstas es que el hombre pueda involucrarse en todas las etapas y en particular estar presente en la sala de parto. Se apuesta a que este proceso permitirá al hombre sentirse parte de y responsable para el trabajo que sigue. Porque de acuerdo con la Declaración de Rio, “una paternidad responsable, comprometida e involucrada es un componente esencial de cualquier intento de transformar las familias y sociedades hacia nuevas normas que reflejen mejor la equidad de género, los derechos de niños y niñas y las responsabilidades y goces compartidos de la crianza” Las políticas públicas para promover la participación de los hombres pueden inspirarse de ejemplos como la Ley de Responsabilidad Paternal de Chile y de Costa Rica, las campañas educativas difundidas por los medios masivos de comunicación o la sensibilización en grupos de apoyo para padres donde se dan capacitaciones en habilidades de paternidad y se reflexiona sobre las relaciones de los participantes con sus propios padres. Todos estos recursos van al sentido de promover los derechos y responsabilidades de los padres en el cuidado y su participación equitativa en la relación de pareja o la crianza. Como bien lo recuerdan Barker y Verani, “los cambios en las normas de género y actitudes individuales a menudo son graduales, con paradigmas viejos y nuevos que existen simultáneamente”. Aunque los hombres y su salud están todavía muy ausentes del sector público en la región, los cambios necesarios para impulsar políticas públicas están en

marcha. Los aprendizajes de nuevos usos y costumbres para renunciar a su violencia y adoptar comportamientos equitativos van a depender de cómo nos preparamos individualmente y colectivamente para reflexionar antes de actuar y así no reproducir modelos que nos han sido impuestos para una masculinidad dura e insensible. Sobre los temas de violencia masculina, cuidados y la paternidad, podemos revisar nuestras experiencias vividas con reflexiones y pensar en los siguientes puntos: 1. Si consideramos que los problemas son múltiples y complejos, nos podemos apoyar en el modelo ecológico para identificar las causas y los factores de protección de estas problemáticas a nivel individual, relacional/interpersonal, colectivo/ social e institucional 2. Identificar cuáles son los riesgos de la masculinidad dominante y no considerarlos como necesarios o inherentes a la naturaleza del varón. La fuerza como una herramienta masculina sólo puede llevar a imponerse y frustrar esfuerzos comunes. ¿Cómo expresar esos miedos y emociones que llevan a bloquearse? 3. Cuestionar los modelos patriarcales del ‘deber ser’ (proveedor, fuerte, formal, insensible, mandón, controlador, respetado por ser hombre, etc.) y del ‘deber cumplir’ (éxito profesional y económico a costa del cuidado por su salud o de los hijos por ejemplo). Resignificar lo masculino y femenino, para ver que un hombre que llora no es “emasculado”, desposeído de su virilidad y afeminado, pero SI un ser que deja expresar sus emociones. 4. Abandonar los estereotipos de roles genéricos, que son atribuídos según sexos y supuestos instintos. Se debe entender cuáles son las necesidades individuales de las personas y su capacidad de autonomía. 5. Las mujeres siguen padeciendo discriminación al deber asumir la mayoría de los costos socioeconómicos de la crianza de los hijos. Masculinidades


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6. Concientizar a los hombres y a las mujeres sobre los beneficios psicosociales de maternar y paternar. Aprender a estar con los hijos(as) y compartir afectos, aprender a jugar y adaptarse a su realidad, y no imponer. Hay que cuestionar las ideas negativas sobre los padres. 7. La promoción de la equidad de género debe estar orientada a buscar comportamientos más equitativos en los varones y el empoderamiento de las mujeres no en el simple cambio de roles y tareas en igualdad de derechos. 8. El enfoque de prevención para entender el género desde muy temprana edad y entender cuáles son las responsabilidades masculinas han dado buenas resultados por ejemplo en Suecia donde los niños en el kínder adoptan hábitos saludables y comportamientos equitativos. 9. Sexualidad libre, placentera y responsable: donde los hombres responden por sus actos, no controlan el cuerpo de la mujer y podamos sentir amor que dé sentido a la relación. 10. Buscar grupos de palabra donde pueda haber un trabajo contínuo, que propicie herramientas para aplicar en Masculinidades

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su vida y ayude a hacer compromisos con los demás participantes. 11. ¿Cómo no reproducir lo que he aprendido?: tengo que estar consciente de mis aprendizajes y qué herramientas me pueden apoyar para tomar decisiones sanas y con responsabilidad. Ver que se puede romper con la transmisión entre generaciones de estereotipos y modelos hegemónicos dañinos. Para vencer las resistencias de los hombres que no quieren perder sus privilegios, la masa crítica de la cual se habló en éste artículo será determinante para convencerlos.

Identificar y proponer los beneficios tangibles y potenciales que pueden resultar cuando los hombres son más equitativos dará resultados positivos. Su participación activa como padres y cuidadores puede resultar una motivación fuerte para ver lo positivo del cambio. Como aboga de manera convincente Barker y Verani, debemos también poner atención al desarrollo y las necesidades personales de los hombres y los padres como sujetos con derechos, necesidades y realidades que deben considerarse en programas y políticas.

Bibliografía Barker G., Verani F. La Participación del Hombre como Padre en la Región de Latinoamérica y el Caribe; Una Revisión de Literatura Crítica con Consideraciones para Políticas, PROMUNDO, Brasil 2008 Badinter Elizabeth (1999) XY: La identidad masculina (2ª ED.) Alianza Editorial-España. Connell, R.W. (1994). Masculinities. Berkeley, CA: University of California Press. Declaración de Rio de Janeiro, Simposio Global Involucrando a Hombres y Niños en la Equidad de Género Rio de Janeiro, 29 de Marzo – 3 de Abril, 2008 Dávila Ximena Y., Humberto Maturana R. y Humberto Gutiérrez (s/f) Vivir y convivir en la Diversidad Cultural - Instituto Matríztico Santiago de Chile http://divercult.net/es/ articulo/vivir-y-convivir-en-la-diversidad-cultural Farías Carolina, Piriz Patricia ¿La masculinidad en crisis o la crisis de los estereotipos dominantes de varones? Gomáriz Enrique. Masculinidad y Políticas Públicas: El trabajo con hombres y su trascendencia Política; Fundación Género y Sociedad.


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La ética del Cuidado: La asignatura pendiente de aprender por los hombres El cuidado es una concepción distendida. Desde la consideración sobre la infancia y los modelos de maternidad, se expande a la atención de necesidades básicas en otros momentos de la vida y para otros grupos sociales, así como el autocuidado y al cuidado de los cuidadores. En cuanto campo de actividad, también se articula en una pluralidad de dimensiones, teniendo como objetivo, asegurar el mantenimiento básico de las personas, de conformidad con lo que se considera socialmente aceptable, lo cual requiere una serie de tareas encaminadas a asegurar la nutrición, higiene, abrigo, descanso, educación, sostenimiento emocional, entre otras. Todos ellos elementos imprescindibles para la supervivencia. Por lo anterior, el cuidado se puede definir como «herramienta intelectual que identifica y describe las diversas actividades y prácticas sociales encaminadas a asegurar la supervivencia básica de las personas a lo largo de la vida» (Tobío y otras, 2010: 19). Se trata de un nuevo campo de conocimiento de carácter multidisciplinar, en el que figuran singularmente la sociología, la historia, la antropología y la filosofía, entre otras. La ética del cuidado implica proporcionar seguridad afectiva; cuidados tales como alimentación, salud e higiene, asimismo, apoyo en cualquier necesidad suscitada de las situaciones cotidianas normales, o de aquellas que requieran atenciones especiales (Barragán Medero, 2004: 167). En definitiva, la ética del cuidado significa, la capacidad para prestar servicios de tipo material, apoyo y seguridad afectiva. A su vez Nuria Solsonai Pairó y otras (2007: 17-18), indican que con el

concepto de cuidado, se hace alusión al conjunto de actividades y experiencias humanas, que realiza cualquier persona que se ocupa del bienestar de otros y otras, además de sí misma; argumenta además, que este tipo de actividades, son catalogadas como privadas, desde nuestra cultura, asociándolas con el conocimiento doméstico, como experiencia de saber cotidiano, que contribuye en la toma de decisiones, relacionándose con el bienestar de las personas. En su argumento indica que, el debate en torno a la labor del cuidado, comprende dos ámbitos: el trabajo del cuidado instrumental y/o material, y el trabajo del cuidado de las personas. Bajo esta perspectiva, del bienestar humano, la profesora Irene Comins Mingol (2009b: 1021-1022) explica, que las tareas de atención y cuidado son fundamentales para la satisfacción de las necesidades básicas de toda persona, son elementales para la supervivencia y el bienestar. Por lo tanto, son consideradas primordiales para el desarrollo humano, como para la existencia de la justicia social. Son vitales para el desarrollo humano, pues son el medio a través del cual se lleva a cabo la satisfacción de las necesidades básicas. Gracias a estas tareas, se maximiza la utilidad de los recursos disponibles, para la satisfacción de las necesidades básicas, como las relacionadas con el alimento y la salud; sin embargo no son importantes solamente en ello, la atención y el cuidado proveen por sí mismas la necesidad de afecto y apoyo emocional, que todos los seres humanos necesitamos, por lo tanto son la manifestación por excelencia del reconocimiento que todas las personas requerimos. La ética del cuidado tiene sus inicios en 1982, con el libro de Carol Gilligan, In a Different Voice, en donde la tesis tradicional es la teoría del desarrollo

Arcenio Castillo Colindres ASESOR PROFESIONAL ESPECIALIZADO Coordinador Sección Asistencia Pedagógica y Dirección Escolar. Departamento Técnico Pedagógico Dirección Departamental de Educación de Santa Rosa. Ministerio de Educación, Guatemala, C.A. aczuko@hotmail.com

moral, a la luz de las voces y experiencias de las mujeres que habían estado excluidas en los análisis sobre el desarrollo y capacidad moral (Comins Mingol, 2009a: 31). Hasta ese momento primaba, la Teoría del Desarrollo Moral, propuesta por Kohlberg, quien se basó en un estudio empírico realizado con 84 niños varones, por un período de más de 20 años (Gilligan, 1985: 40), en el que Gilligan encuentra algunas irregularidades como la aplicación de la teoría, pretendiendo generalizar tanto a hombres como a mujeres, habiéndose basado solamente en niños. Gilligan (1985: 38), descubrió en el análisis de las mujeres, una voz moral diferente a las suyas, por lo tanto incluye en sus juicios, otros puntos de vista, dando como resultado una preocupación por las relaciones y las responsabilidades, en contraste con la ética de la justicia, de la teoría moral según Kohlberg, en la que se ubica como preferente, la obediencia a normas morales universales. De ahí que se establece una división sexual del trabajo, una segmentación entre lo público y lo privado. Hombres y mujeres desarrollan de esa manera dos perspectivas morales distintas, en función de la atribución desigual de responsabilidades: Ética del cuidado frente a Ética de la justicia (Comins Mingol, 2009b: 1020). Victoria Camps (Comins Mingol, 2009b: 1021), resume las características de Masculinidades


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la ética del cuidado, en antagonismo con la ética de la justicia, de la siguiente manera: 1. Más importancia a las relaciones que al deber, por lo tanto se trata de una ética relacional. 2. Interés por el uso de la ley de acuerdo a la situación, más que su percepción. 3. Estima, que la racionalidad debe entreverse con la emotividad. 4. Centrado en la implicación y compromiso directo, y casi personal con los y las demás. 5. Añade una orientación individualizada, al enfoque abstracto y general de la ética de la justicia. Debido a la experiencia de las mujeres, en las tareas del cuidar, se clasifica la ética del cuidado como una ética feminista, la cual se puede definir «como la propuesta moral que critica un sesgo masculino en una ética» (Comins Mingol, 2009a: 38). Sin embargo, no se puede hablar solamente de una ética feminista, sino de éticas feministas, de las cuales, la ética del cuidado es una de ellas. Cuando se aduce que la ética del cuidado es una ética feminista, no se afirma que el cuidado sea una característica específica de las mujeres, ni que éste se trate de una determinación biológica, sino se parte de una evidencia histórica. Partimos de una evidencia histórica: las mujeres han sido tradicionalmente las cuidadoras. Podríamos afirmar más todavía, el cuidado es la actitud maternal por excelencia. Pero esta tendencia hacia el cuidado que poseen las mujeres no sólo se ha dejado ver en la actividad maternal sino en diferentes contextos. Tenemos, por ejemplo, los testimonios sobre la vida en los campos de concentración nazi. Brillantemente, en su obra Frente al límite Tzvetan Todorow nos relata cómo las actividades de cuidado mutuo entre los presos en los campos nazis eran bastante más abundantes entre las mujeres que entre los hombres (Comins Mingol, 2009a: 40). En función del sexo se han designado ciertas tareas, que han hecho que las mujeres desarrollen habilidades para el Masculinidades

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cuidado, no significa entonces que sea por su condición biológica de ser mujer. El género, por tanto, como construcción cultural derivada de la sexuación, es una categoría cultural impuesta sobre un concepto sexuado. Las diferencias biológicas entre hombres y mujeres no implican por sí mismas capacidades, actitudes o aptitudes diferentes. Cada sociedad, según sus necesidades, ha establecido un conjunto de normas diferenciales –comportamientos, deseos, acciones, etc.- que se imponen a los individuos, desde el nacimiento, en función de su pertenencia a uno y otro sexo (Ballarín Domingo, 2001: 20). Al respecto, Constanza Tobío y otras, (2010: 22), argumentan: «Esta actitud especial hacia los demás es una característica de las mujeres, pero no por el hecho biológico de serlo sino porque a lo largo del proceso de socialización adquieren rasgos propios que acaban constituyendo su identidad». De igual manera, Nuria Solsonai Pairó y otras (2007: 16): se refieren a cómo el cuidado se ha transmitido de las madres a las hijas por generaciones, haciendo énfasis, a que ésta, ha sido tarea asignada a las mujeres: El aprendizaje de las tareas y responsabilidades domésticas se ha

producido a lo largo de los siglos a través de la imitación y reproducción de los conocimientos de las mujeres. Estos conocimientos formaban parte de los aprendizajes femeninos imprescindibles para el desarrollo de las funciones sociales de las mujeres y, así mismo, eran un legado y responsabilidad educativa que pasaba de madres a hijas. La transmisión de los conocimientos domésticos eran al mismo tiempo un deber de las mujeres ya que, junto con otras prácticas femeninas como la honestidad, la sumisión, la invisibilidad, etc., justificaban los valores morales y las virtudes de los que se reconocía socialmente como «el modelo por excelencia» para ser una buena esposa, una buena madre y una buena mujer. Partiendo de la idea, de que la ética del cuidado no es algo biológico en las mujeres, sino una construcción social, se puede trascender en el concepto, hablando de una ética para todos y todas, es decir para hombres y mujeres. «Por ello, me gustaría concluir proponiendo ver la ética del cuidado como una ética que va más allá de una ética de género, verla como una ética para todos. Todos somos igualmente capaces para el cuidado» (Comins Mingol, 2009a: 47). Si no es una actividad y un saber


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específico de mujeres, también los hombres la pueden llevar a cabo, partiendo de la igualdad real. Ahora bien, si la disposición femenina al cuidado no está inscrita en los genes, ¿Podrían adquirirla también los hombres? Esta cuestión ha sido objeto de debate y ha tenido, en general, una respuesta positiva. Hay hombres que a través de sus experiencias vitales desarrollan una forma de ser distinta, de la misma manera que hay mujeres que se apartan de la pauta general. La ética del cuidado tiene, además, un componente normativo al que pueden adherirse los hombres. De hecho, son cada vez más los padres que asumen activamente tareas maternales como dar de comer o cambiar los pañales a los hijos pequeños, prácticas que seguramente van conformando un nuevo deber ser en los comportamientos masculinos (Tobío y otras, 2010: 22). Considerando que el cuidado es una característica trascendental del ser humano, y no es inherente solamente a determinado género, el hombre puede ponerlo en práctica también. «Un modo de ser del humano es ser en el mundo, ya que muestra el cuidado o la cura como característica ontológica esencial que caracteriza al ser humano» (Martínez Guzmán, 2002: 62). Siguiendo al profesor Martínez Guzmán (2002: 62 - 63 ), el ser humano se cuida de las cosas del mundo, de una manera fundamental, entendiendo el mundo, como un elemento constitutivo de la estructura del ser humano, el mundo cotidiano, que nos rodea en el diario vivir y los seres que en él aparecen. «En el mundo andamos ocupados, cuidándonos de las cosas de las muchas maneras en que nos cuidamos de ellas» (2002: 63). En el mundo de eso cotidiano, de todo lo que nos rodea, aparecen los otros, pero también se nos aparece a nosotros mismos, como humanos. El ser humano, es fundamentalmente un ser con los otros. Esta es una característica integrante del ser humano, de su estructura ontológica, de su misma existencia. Inclusive el hecho de estar solo, es ser-con. Nuevamente aquí se pone de manifiesto el cuidado, que

como ya se ha dicho, es una característica esencial del ser humano, procurando o cuidando de los otros y otras en sus modos diversos. El pensamiento y el ejercicio del cuidar, conllevan el desarrollo de valores morales, habilidades y competencias como la empatía, la responsabilidad, la paciencia, la escucha, el compromiso, el acompañamiento, la ternura, entre otras. Es importante hacer notar, como la socialización y el ejercicio del cuidar, han desarrollado en las mujeres, el compromiso por el bienestar de la sociedad en general, no solamente de la familia en exclusividad, por lo tanto se convierte en un bien público, lo que puede incidir en la formación de una ciudadanía autónoma y responsable, además, llevará a reafirmar la estructura de las relaciones cívicas en la sociedad. Compromiso que no está supeditado solamente a las mujeres, sino que también los hombres lo pueden adquirir, a través de asumir una actitud hacia el cambio, apropiándose de las actividades del cuidar. El cuidado, es una característica inherente al ser humano, como ya se ha dicho, por lo tanto, es el momento coyuntural para que los hombres, tomen, reclamen y se apropien de dicha característica, que además es trascendental, pero para ello, es sumamente necesario, que los varones renuncien a los privilegios que históricamente les ha asignado el patriarcado y a la monopolización de la masculinidad hegemónica. «Cualquier cambio hacia la paridad en el trabajo doméstico no podrá realizarse si los varones no acceden a renunciar a su monopolización de los derechos a la privacidad y a transformar en recíprocos los derechos utilitarios – es decir a democratizar su utilización-» (Bonino Méndez, 2001:37). Esta no es tarea fácil, debido a que se debe iniciar con el reconocimiento de la situación privilegiada de la que se ostenta. Como suele suceder con todos los privilegios de los grupos dominantes en una sociedad. Derechos o privilegios de uso exclusivo, que no son siempre visibles para los varones como grupo dominante,

pues a la medida que son ejercidos se perciben como derechos o privilegios naturales. Saez Buenaventura y Kimmel (Bonino Méndez, 2001: 38), explican, que la falta de percepción de los privilegios, lleva a los grupos dominantes a diferentes efectos, tales como ser sensibles a los problemas propios, en tanto se subestima el sufrimiento producido a los grupos dominados, quejarse de la responsabilidad propia, pasando desapercibido o descalificando la del subordinado, aprovecharse de las capacidades y asignaciones sociales de los subordinados, la falta de responsabilidad de la desigualdad, atribuyendo el deber a los mismos subordinados. Todo ello, sucede a los varones respecto al cuidado y/o con lo doméstico, siendo una razón para su falta de motivación hacia el cambio. No se intuye su necesidad, justificándose con algunas expresiones que demuestran esta percepción, tales como: ya tengo mucho con mi parte, mi mujer siempre se queja, es su tarea, entre otras; inclusive manifestando enojo, o mostrando una actitud defensiva. Estos intereses interpersonales son notorios, existiendo otros intrasubjetivos como el de defender la propia imagen. Nuevamente Bonino Méndez (2001: 39), lo explica: el ansia de mantener una adecuada y apreciada representación de sí mismo y ante los demás, sentirse admirable ante su propia mirada y ante las demás personas. Este valor se basa, en concebirse fieles cumplidores de los ideales que la masculinidad hegemónica plantea a los varones. La defensa de intereses interpersonales e intrapersonales, hacen una alianza para provocar resistencia masculina, que provoca que los varones sigan casi ausentes del trabajo doméstico, es decir de las tareas del cuidar, y hagan acopio de la manera de pensar, que dar prioridad a su libertad pública y privada es lo suyo, que las tareas del cuidar no les corresponden porque son inferiores, humillantes y sin importancia, siendo normal que las mujeres les concedan todo el esfuerzo necesario, para que ellos sean más libres. En tanto estas defensas sean airosas, la igualdad Masculinidades


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real entre hombres y mujeres tendrá un difícil recorrido. Y, un primer paso para derribarlos debe ser, visibilizarlas, además de asumir una disposición para el cambio y la valentía para afrontarlo, trabajando hacia una democratización de los derechos, que hasta ahora han sido monopolizados por los varones en el mundo doméstico, para lograr la igualdad real, que sin duda, dará grandes beneficios en todos los ámbitos sociales. Esto conlleva no sólo a compartir las tareas domésticas, sino a que los hombres asuman la responsabilidad individual de las tareas del cuidado, que no sea solamente una corresponsabilidad, justificada con la ayuda. «Si compartir es la norma ideológica que poco a poco se va traduciendo en formas de actuar, lo que todavía es raro es que los hombres asuman tareas domésticas o de cuidado como responsabilidad individual, a diferencia

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de lo que todavía ocurre con las mujeres» (Tobío y otras, 2010: 107). En todo ello, la coeducación tiene un cometido importante, (Comins Mingol, 2009b: 1024). La coeducación se enfoca a la trascendencia en la educación, para eliminar la jerarquía de género entre hombres y mujeres y evitar la reproducción de roles de género, que históricamente han damnificado y siguen damnificando al bienestar individual y social, como se ha explicado a lo largo de este estudio. Coeducar en el cuidar supone beneficios. De acuerdo a la profesora Irene Comins Mingol (2009b: 1029), se pueden agrupar en los siguientes objetivos y beneficios: En primer lugar, un objetivo es que la labor del cuidar, puede ser compartida entre hombres y mujeres, alcanzando de esa forma niveles más justos de distribución del tiempo. De esa manera

se puede evitar fenómenos como la doble jornada laboral y el techo de cristal para las mujeres. En este sentido, es necesario compartir las tareas de cuidado instrumental, como el de las personas. En segundo lugar, el enriquecimiento y el disfrutar del mundo de los afectos, de la vida íntima y privada, que los hombres puedan adquirir, permitiéndoles ganar en felicidad, algo que la masculinidad hegemónica ha imputado. Una reivindicación desde los movimientos de la masculinidad. Con ello, coadyuvar con la educación sentimental. Al respecto Barragán Medero (2004: 168) indica: La educación sentimental significa potenciar la toma de conciencia de nuestra riqueza expresiva y de nuestros sentimientos en las relaciones interpersonales y con nosotros mismos sin que sean establecidas en el contexto de las relaciones ilegítimas de poder.La educación sentimental puede mejorar nuestra autoestima, eliminar nuestros conflictos afectivos y hacernos vivir de forma sosegada o apasionada nuestros sentimientos. […] Los sentimientos sean innatos o no, forman parte innegable de la naturaleza humana, son nuestros y ninguna ciencia nos lo podrá arrebatar jamás. Nuestro corazón está deseoso de manifestar todo el esplendor del que somos capaces los hombres. Cuando dejemos aflorar libremente la razón y el corazón probablemente habremos conquistado nuevas parcelas de libertad y felicidad. En tercer lugar, que los hombres puedan obtener autonomía personal, adquiriendo habilidades de autocuidado que las mujeres desarrollan a lo largo de la vida, lo que les posibilita afrontar las situaciones de separación o soledad con mayor naturalidad. Por ello, los viudos buscan matrimonio más frecuentemente que las viudas, por ejemplo. En cuarto lugar, la socialización y la práctica del cuidado, permiten una disposición en valores de paz, alternativa a la socialización de la violencia, rompiendo con la ascética de la masculinidad. De

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esa manera, se contribuirá también a la construcción de nuevas feminidades y nuevas masculinidades, propiciando una sociedad más justa, pacífica, flexible e igualitaria. La ética del cuidado, es la manifestación más legítima del amor, como lo indica Barragán Medero (2004: 167) «La ética del cuidado de las personas es la expresión más genuina del amor, de desarrollo personal y una fuente inagotable de placer cuando ha sido elegida voluntariamente» En ello, es necesario acotar que, el cuidado se debe combinar con otros valores, para poder llegar a esa manifestación legítima de amor, desarrollo personal y placer, para no caer en un esencialismo del cuidar. «La definición de todo acto de cuidado como virtud sólo por la buena intención no sería acertada, pues puede producir malas consecuencias, especialmente si no se combina con otros valores como la justicia y la equidad» (Comins Mingol, 2009a: 63). Siguiendo a Comins Mingol (2009a: 62-63), el cuidado y la justicia están fuertemente vinculados, lo cual es dificultoso separar. Elegir a qué o a quién cuidar, cuándo, cómo, con qué magnitud o el tiempo disponible, significa valores como la justicia, la equidad, la autoestima o la honestidad. Aunado al respeto, tanto por la persona que recibe el cuidado, respetando su autonomía, para que no sea agobiante; como por el respeto propio, para que no se convierta en sacrificio y abnegación. Indiscutiblemente, es necesario considerar qué necesidades son moralmente aceptables. Según Jaggar (Comins Mingol, 2009a: 62), el cuidado apropiado, no está sólo respaldado por el acuerdo entre la persona proveedora del cuidado y la persona beneficiada. Por ello, muchas mujeres sufren violencia doméstica, la cual ven como expresión de cuidado y amor, inclusive, llegan a identificarse empáticamente con sus agresores, por ello la necesidad de utilizar criterios de justicia, para identificar el cuidado que es moralmente aceptable. Se debe tener en cuenta que no todas las prácticas de cuidado son positivas, por ello es imprescindible encontrar el punto

de convergencia entre ética del cuidado y justicia ética, sabiendo qué es cuidado, cuánto debo cuidar, qué involucra el cuidar, o si tiene criterios relacionados con la justicia, de ahí la importancia del aprendizaje del cuidar, el cual debe ser incluído en educación y ser practicado para la paz, desde la perspectiva de género (Comins Mingol 2009c: 462). De acuerdo a Martín (Comins Mingol, 2009a: 63), el concepto de justicia, es primordial para concebir el tipo de cuidado que se ha de dar y recibir, lo que es indispensable para evitar daños a uno mismo y a las demás personas. Esto requiere la virtud de la prudencia y la autoestima, para saber equilibrar las necesidades personales con las de las otras personas, de esa manera se evitaría caer en auto descuido y por ende descuidar a los y las demás. No se trata de ver el cuidado como un paraguas bajo el cual se refugian todas las otras virtudes, es mejor entenderlo, como una virtud que sólo existe, cuando se acopla con un mínimo de otros valores y virtudes. Siguiendo a Martín (Comins Mingol, 2009a: 63), el cuidado se estima en virtud o valor moral, atendiendo a la

conexión de tres elementos diferentes: la buena intención, las consecuencias y la interrelación con otros valores. La interpretación de todo acto de cuidado como virtud, solamente por la buena intención, no sería adecuada, ya que puede producir consecuencias nefastas, básicamente si no se coordina con otros valores como la justicia o la equidad. Además de la justicia, el cuidado es considerado una virtud por su relación con otras virtudes: El amor, la confianza, el respeto, la justicia, la honestidad, la gratitud, el esfuerzo, entre otras, valores que el cuidado implica y que enriquece la vida moral de las personas. En definitiva, la ética del cuidado propicia la práctica de otros valores, y se complementa con ellos, por lo tanto se puede indicar que es una ética aplicada, porque no está desligada del mundo. Por todo ello, los hombres deben asumir una actitud de cambio, empoderarse de la ética del cuidado, empezar con el aprendizaje de esta asignatura, hacerla propia, e iniciar el gratificante camino del cuidado, la ternura, el amor, entre otros, bajo óptica de la igualdad real que propicia la coeducación.

Bibliografia BALLARÍN DOMINGO, PILAR (2001): La educación de las mujeres en la España contemporánea. (siglos XIX – XX), Madrid, Síntesis. BARRAGÁN MEDERO, FERNANDO (2004): «Masculinidades e innovación educativa: De la homofobia a la ética del cuidado de las personas», en LOMAS, CARLOS (comp.): Los chicos también lloran. Identidades masculinas, igualdad entre sexos y coeducación, Barcelona, Paidós Ibérica, 145–171. BONINO MÉNDEZ, LUIS (2001): «Los varones hacia la paridad en los doméstico: discursos sociales y prácticas masculinas», en SÁNCHEZ-PALENCIA, CAROLINA y JUAN CARLOS HIDALGO (eds.): Masculino plural: construcciones de la masculinidad, Lleida, Ediciones de la Universidad de Lleida, 23–46. COMINS MINGOL, IRENE (2009a): Filosofía del cuidar. Una propuesta coeducativa para la paz, Barcelona, Icaria. ------------------------------ (2009b): «La filosofía del cuidar como coeducación para la paz», en ARZUAGA MAGNONI, JAVIER y FRANCISCO LISCANO FERNÁNDEZ (comps.): Memoria del segundo congreso internacional sobre paz, democracia y desarrollo, versión en CD, México, Universidad Autónoma de México, 1016–1031. GILLIGAN, CAROL (1985): La moral y la teoría. Psicología del desarrollo femenino, México, Fondo de Cultura Económica. MARTÍNEZ GUZMÁN, VICENT (2002): «Cultura para hacer las paces y educar con cuidado», en MUÑOZ, FRANCISCO A. y otros (eds.): Actas del primer congreso hispanoamericano de educación y cultura de paz, Granada, Editorial Universidad de Granada, 55–69. SOLSONA I PAIRÓ, NÚRIA y otras (2007): Aprender a cuidar y a cuidarnos: experiencias para la autonomía y la vida cotidiana, Granada, Octaedro. TOBÍO, CONSTANZA y otras (2010): El cuidado de las personas. Un reto para el siglo XXI, Barcelona, Fundación La Caixa.

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Nueva/s masculinidad/es De las crisis subjetivas al cuestionamiento del orden subjetivante.

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Néstor Rodríguez Pereira de Souza Coordinador Regional OMLEM- Uruguay. Psicólogo y Psicodramatista. Asesor en Calidad con Equidad de Género, aprobado por el Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES) de Uruguay. Miembro del equipo editorial de la revista Masculinidad(es). nes.rodriguez@hotmail.com

Los estudios sobre varones han comenzado a cobrar un estatuto académico relevante en el marco de los estudios de género. Los mismos han puesto en evidencia las construcciones sociales en torno a la masculinidad desde diferentes disciplinas y enuncian al varón en su carácter de “actor de género”. La emergencia de estos estudios, que preferiré llamar estudios de varones desde una perspectiva de género, con el fin de evitar la falsa antinomia género y masculinidad-es, han descentrado la experiencia masculina de sus pretensión de normalidad como centro desde el cual se entiende la realidad. Dichos estudios han tenido diversas consecuencias en la forma de percibir la misma. En primer lugar, han puesto en tela de juicio los criterios racionalistas, positivistas y de objetividad de muchos desarrollos científicos, develando su profundo carácter androcentrista. Han establecido como sujeto de estudio, aquel que aparecía como enunciante y sujeto del saber, es decir, a los varones. Han hecho visible el padecer que acompaña ostentando un pretendido lugar de privilegio (las trampas del privilegio a las que Bourdieu hizo referencia en La dominación masculina). Y han establecido nuevos marcos conceptuales desde los cuales podemos pensar las relaciones de poder de manera inter e intragenéricas. Por tales motivos, podría decir que más que provocar una crisis, dichos estudios, al establecer nuevas narrativas Masculinidades


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desde las cuales entender las experiencias masculinas, invitan a la crisis. En este punto me interesa detenerme en la noción de crisis, para poder distinguir dos aspectos que si bien aparecen separados, se encuentran en profunda interrelación, y que tiene que ver con el orden social en el que se inscriben las relaciones de género y la vivencia subjetiva de los varones en relación a los criterios de masculinidad-es.

Muchos varones llegan a los espacios de consulta buscando darle un sentido a su padecimiento, el cual se les presenta incomprensible y paralizante. La pérdida de determinados roles y la dificultad para asumir otros nuevos, provocan gran confusión y perplejidad a los varones subjetivados en otro orden social y de género. ¿Desde qué lugar nos paramos para poder entender dichas crisis?

Las crisis masculinas y el orden social. Autores con posicionamientos políticos y tendencias profesionales tan disímiles y hasta opuestas, tales como Robert Moore y Douglas Gillette, pertenecientes a la corriente mito poética, como Robert Connell, Michael Kimmel, Victor Seidler, con una perspectiva socio – histórica, dan cuenta de que se están produciendo re ordenamientos en la conformación subjetiva de la-s masculinidad-es; de acuerdo al prisma de masculinidad por el cual opten mirar, dichos re ordenamientos serán entendidos y explicados de manera diferente; de la misma forma, las propuestas de abordaje contendrán estrategias distintas a seguir (1). Entendiendo sus posicionamientos hasta opuestos, encontramos que dichos autores coinciden en establecer un momento socio histórico marcado por la crisis de la experiencia masculina; algunos hablarán del padecimiento intrapsíquico de los varones, y otros darán cuenta de las relaciones de género en su conjunto. Y efectivamente, lo que es indiscutible es que estamos asistiendo a un tiempo que invita a la crisis. Conflictos laborales, legales, falta de empleo, problemas de consumo de sustancias psicoactivas, disfunciones sexuales, dificultades de parejas, separaciones, conflictos en cuanto a la orientación sexual, y varios ítems mas que amplían la lista pueden ser puntuados a la hora de leer los motivos de consulta a nivel clínico.

Para Mabel Burin, la palabra crisis tiene dos acepciones; por un lado implica el sentimiento de ruptura de una condición de equilibrio anterior, con una sensación de padecimiento, incomodidad y malestar; y por otra parte, implica la posibilidad de ubicarse como sujeto activo, crítico de aquel ordenamiento pretérito; de acuerdo a cómo se ubiquen se plantearán, como sujetos críticos o sujetos padecientes (2). Pensar estrategias para que los varones puedan pasar de sujetos padecientes a sujetos criticantes del orden que los ilusionó con determinados privilegios y ahora sufren su pérdida, consiste en un camino, que no por menos difícil, resulta en el logro de estados más satisfactorios y equilibrados desde los cuales poder relacionarse, consigo mismos y con los otros. Hacer de sus incomodidades concepto (3), es una forma de reaprendizaje a proponer. Las relaciones de género pueden aparecer así como conflictos de intereses, donde algunos varones ven sus crisis como consecuencia de pérdidas de un lugar de poder, mientras que otros las transforman en posibilidades para generar otros cimientos a partir de los cuales consolidar nuevas relaciones y crear nuevos emprendimientos personales. Desde la primer perspectiva, los movimientos feministas y sus reivindicaciones en materia de derechos para las mujeres, serán vividos como pérdida de poder, y por ende, conflictivos, ante los que hay que resistir. De ahí la necesidad de que cualquier acción vinculada al estudio de masculinidades

pueda integrar no sólo lo que le pasa a las varones internamente, desde el punto de vista psicológico, sino que las acciones se dirijan necesariamente a reflexionar y redimensionar el conflicto distributivo y de acceso de oportunidades tanto para varones como para mujeres. Nuevas configuraciones. ¿Crisis o reorganización del orden social? Autores como Connell consideran que, al ser la masculinidad entendida como una configuración de práctica, no se puede considerar que esté en crisis, ya que el término crisis implica un sistema coherente de algún tipo que se destruye o se restaura. La masculinidad no es un sistema en sí mismo, sino que adquiere sentido en tanto se encuentra en una estructura de género. Para Connell se puede hablar de la ruptura o de su transformación, y de la crisis o tendencia a la crisis de un orden de género. La tendencia a la crisis puede provocar la ruptura de la configuración o puede generar el restablecimiento de otras formas de configuraciones de masculinidades (4). Estas tendencias a la crisis, traen como consecuencia la construcción de nuevas representaciones sociales sobre lo masculino. Según Serge Moscovici (1979), las representaciones sociales emergen determinadas por las condiciones en que son pensadas y constituídas, teniendo como denominador el hecho de surgir en momentos de crisis y conflictos. La necesidad de clasificación, comprensión y diferenciación llevan a la conformación de nuevas representaciones sociales. Son estas necesidades de clasificación, comprensión y diferenciación las que aparecen a modo de demanda en el espacio clínico y se traduce en enunciados tales como “¿qué clase de hombre soy si no puedo ni darle placer a mi mujer?”; “¿no entiendo por qué me angustio tanto y lloro como un niño todo el tiempo?”, “no quiero ser un afeminado”. Ahora, estas manifestaciones adquieren sentido en la medida Masculinidades


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en que podamos analizarlas en determinado contexto, articulándolas con la dimensión social, cultural y política en la que se inscriben. Una de las manifestaciones de la crisis del orden social puede estar dada por la habilitación a que dichos padecimientos comiencen a emerger y por lo tanto, a ser oídos; de la misma forma que los discursos de lo “políticamente correcto” se instalan, las representaciones de nuevas formas de masculinidad comienzan a aparecer, invitando a generar nuevas cotidianidades. Ya no es tan sorprendente ver a padres cambiar los pañales de sus hijos, asumir las tareas domésticas sin tanta protesta, o demostrar sus sentimientos sin temor a ver su virilidad afectada. Al mismo tiempo, asistimos a que lo masculino viene siendo una categoría estallada, al no poder representar la realidad de manera unívoca. Una mujer en un cargo de poder puede resultar tan masculina como el más fiel varón estereotipado (5), o un varón que opta por una producción personal que lo acerca mas a lo nominado como andrógino, hace que nos cuestionemos si es ¿andrógino o una forma diferente de lo masculino? ¿Por qué no pensarlo de esa forma? ¿Acaso no estaríamos instituyendo un nuevo orden de significados? Cuando un varón desea a otro varón, ¿no está desafiando un mandato de masculinidad ligado a la heterosexualidad normativa? En tal sentido, cabe preguntarnos si podemos pensar en construcciones de masculinidad que desafíen las relaciones de poder, producción y deseo que propone Connell para poder trazar las tendencias de la crisis del orden de género. El patriarcapitalismo. ¿Fisuras de una alianza o sofisticación en sus estrategias? Asistimos en la actualidad a un colapso de la legitimidad del sistema patriar capitalista, acompañado de un movimiento emancipatorio de las mujeres en busca de sus derechos, que ha puesto en tela de juicio el orden jerárquico establecido por una forma Masculinidades

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de entender el poder. En este punto, en los últimos años se ha asistido a un avance significativo en materia de logros de igualdad de oportunidades para las mujeres, que desde el ámbito público se empieza a naturalizar; sin embargo, cuando estas propuestas comienzan a permear el ámbito privado, la conflictiva se instala, ya que las tendencias emancipatorias son vividas como imposiciones para los varones que atentan contra las permisividades que han usufructuado históricamente. Uno de los principales ámbitos de tensión está dado por la salida al mercado laboral de las mujeres, lo que da cuenta de las modificaciones de las relaciones de producción. Las tendencias actuales a nivel laboral ponen en evidencia el crecimiento en los últimos cinco años del empleo femenino, en contraposición al masculino, que ha sufrido un estancamiento en su desarrollo. El sistema de producción capitalista ha encontrado en la fuerza de trabajo ofrecida por las mujeres un lugar donde atrincherarse; ha transformado un derecho legítimo en un bastión para su sustento, es decir, ya no solo resultan sujetos de explotación del Patriarcado, en tanto la plusvalía que genera el trabajo doméstico es apropiado por los varones, sino que comienzan a ser explotadas por el Capital; menuda disyuntiva, cambiar de explotadores en aras de ganar y adquirir más derechos.

De esa forma apreciamos que la declaración de Derechos no se traduce en ganar poder. No obstante, no debemos menospreciar estos hechos en función de levantar banderas que nos confundan. La salida de la mujer al mercado laboral produce grandes modificaciones en las relaciones de género, provocando transformaciones subjetivas en las propias mujeres (en muchos casos en base a procesos de empoderamiento alentadores y emancipatorios, y en otras ocasiones, produciendo efectos mimetizantes con una condición androcentrista). El escenario de lo reproductivo y lo productivo se transmuta en función de condiciones deseantes que comienzan a tomar rumbos que ya no son los de la represión o la sublimación, sino que buscan ser realizados a través de difíciles estrategias de conciliación y de corresponsabilidad; tanto unas, como otras van a requerir de posicionamientos subjetivos tanto de varones como de mujeres disruptivos con lo que tradicionalmente se conoce. Estos procesos de transformaciones podrían estar dando cuenta de algunas fisuras en la relación/alianza entre Patriarcado como sistema de relaciones de género basado en el intercambio, y el Capitalismo como sistema productivo. Dicha alianza ha sido puesta en evidencia por varias feministas, que en


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Sin perder la singularidad para poder entender la totalidad en la que las experiencias de género se inscriben, no podemos menospreciar las incomodidades que los varones, aun de manera minoritaria, vienen instituyendo, desnaturalizando la legitimidad de sus actos.

sus intentos de articulación de los marcos teóricos ofrecidos por el feminismo y el marxismo, han formulado sus atentas críticas a las relaciones de dominación de las mujeres, que no aparecen aisladas del contexto productivo; ejemplos de ellas son Juliet Mitchel, María Rosa Dalla Costa, Heidi Hartmann entre otras. Indudablemente, estas fisuras provocan nuevos desafíos a pensar, tales como la construcción de nuevos discursos y narrativas más alentadores en torno al Poder para que se puedan generar formas de ejercicio del mismo que no resulten despóticos o no devengan en privilegiar las características más cuestionables de la Masculinidad Hegemónica. Puntos suspensivos… Tanto las condiciones socio culturales y sus metamorfosis, como las crisis de identidad que un género y otro enfrentan, ponen de manifiesto la complejidad de la trama social, la cual resulta inabarcable a la luz de las categorías que tenemos hoy en día para entenderla. Los binarismos que nos han servido como organizadores de sentido tienden a estallar a partir de condiciones concretas y singulares que resisten los universales categóricos; entre ellos, las nociones de lo masculino y lo femenino deben de ser repensadas, reformuladas y en algunos casos, hasta exiliadas de nuestros pensamientos. Esto implica repensar el ordenamiento de las relaciones de género, a partir de las reformulaciones de un orden social, económico y cultural; relaciones de género que comienzan a consolidar nuevos espacios de resistencia tanto para varones como para mujeres, y para aquellos/as que parodian las categoría de lo masculino y lo femenino. No debemos de perder de vista, que en algunos casos se han tratado de medidas adaptativas al nuevo contexto y en otros han implicado un verdadero “darse cuenta” de los beneficios que conlleva consolidar nuevos contratos y pactos sociales sostenidos en la justicia y la equidad.

¿Será que el Amo se está cuestionando su lugar de poder y privilegio al igual que el esclavo cuestiona su condición de dominado? ¿O la incomodidad del Amo lo estará llevando a replantearse qué nuevas estrategias consolidar para mantener su lugar de poder?

Los discursos más conservadores van dejando lugar de a poco, a discursos cada vez “mas políticamente correctos”, lo que no quiere decir que los debamos aceptar o que sean mejores que los primeros; lo que si debemos tener en cuenta que aquel/lla que prefiere callar su posición conservadora, no es porque no sienta deseos de gritarla a los cuatro vientos; lo hace porque ya no encuentra suficientes voces que se hagan eco de su postura y cada vez son menos los espacios que se habilitan para ello. Esto tampoco quiere decir que la batalla por la equidad se tenga ganada; todo lo contrario; las estrategias patriarcapitalistas son más sofisticadas, y como profesionales del cambio debemos dar cuenta de las mismas, resistiéndolas y haciéndolas visibles ahí donde aún conservan sus trincheras.

Bibliografia (1). Para un mayor desarrollo de esto ver La producción teórica sobre la Masculinidad: nuevos aportes de Michael Kimmel en Ediciones de las Mujeres no. 17, diciembre 1992. (2). Meler, I; Burin, M. Varones. Género y subjetividad masculina. Paidos. 2004 (3). Fernández, Ana María. Las lógicas colectivas. Editorial Biblos. Buenos Aires. 2008 (4). A modo de ejemplo, el planteo de Gillete y Moore en “La nueva masculinidad” apunta a restablecer un modelo de masculinidad basado en más poder. (5). Margaret Thatcher por ejemplo. Araya Umana, Sandra. Las representaciones sociales: ejes teóricos para su discusión. Cuadernos de Ciencias Sociales 127. FLACSO Costa Rica. 2002. Connell, R. Masculinidades. Cambridge. Polity Press. 1996 Dalla Costa, M. “Women and the subversion of the community”, en Mariarosa Dalla Costa y Selma James, The power of women and the subversion of the community, Bristol, Falling Wall Press, 1973 Fernández, Ana María. Las lógicas colectivas. Buenos Aires. Editorial Biblos. 2008 Hartman, H. Un matrimonio mal avenido: hacia una unión mas progresiva entre marxismo y femenino. Papers de la Fundación/88 Kimmel, M. La producción teórica sobre la Masculinidad: nuevos aportes en Ediciones de las Mujeres no. 17, diciembre 1992 Meler,I; Burin, M. Varones. Género y subjetividad masculina. Buenos Aires. Paidos. 2004 Mitchell, J. Psicoanálisis y feminismo. Barcelona. Anagrama. Moore, R, Gillette, D. La nueva masculinidad. España. Paidos Contextos. 1993 Seidler, V. La sinrazón masculina. México. Paidós. Colección Género y sociedad, 2000.

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Diversidad Sexual y Masculinidades No todos los seres humanos tenemos los mismos cuerpos, al menos hay dos grandes grupos humanos cuyas diferencias corporales son evidentes: machos y hembras. Tampoco somos excitados sexualmente por las mismas cosas: Algunos hombres no

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consiguen la erección si su pareja no usa un determinado tipo de prenda, y otros requieren para sentir placer, encontrarse en situaciones de peligro. Incluso, la identidad sexual y el cuerpo no son siempre correspondientes y así, algunas personas pueden tener

Víctor M. Velasco Morales Sexólogo Educador, Psicoterapeuta y Constelador Familiar Fundador del Centro de Capacitación y Apoyo Sexológico Humanista y del Grupo Crisálida para Travestis Heterosexuales. México cecashdf@prodigy.net.mx

cuerpos con pene, pero afirmar que son mujeres. Este hecho de que no todos somos iguales en cuerpos, deseos, emociones e identidades, es fácilmente reconocible. Sin embargo lo que no es tan fácil reconocer es que estas diferencias no implican, de manera “natural” que a unos seres humanos se les reconozcan derechos y a otros se les nieguen los mismos, ni significan que las personas que son reconocidas como “diferentes a la mayoría o a la normalidad” estén “enfermas” o sean “aberrados sexuales” y mucho menos, que por esa característica deban ser excluidos de la sociedad. Es una tendencia mundial actual el reconocimiento de cambios en las formas de relacionarse hombres y mujeres, así como el reconocimiento de los derechos de Hombres y Mujeres que no se ajustan a los moldes sociales. Sin embargo, hablar de una tendencia no significa un proceso lineal y terso, sino un enfrentamiento de intereses económicos, políticos e ideológicos, de paradigmas de la realidad y de vivencias personales. Podemos aplicar a nivel global lo que señala Ximena Valdés a propósito de los cambios que se viven en Chile en la zona rural: “… formas de vida rurales que cambian -contribuyendo a la transformación gradual en las representaciones y las prácticas sociales de hombres y mujeres- que, sin embargo, conviven con representaciones simbólicas que tienden a reproducir los patrones tradicionales de sociedad, familia y masculinidad, fundados en la sociedad rural de antaño”.


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Surge entonces, la necesidad de reconocer la Diversidad Sexual, como un término que designa al abanico de posibilidades sexuales que viven las personas y las sociedades, como resultado siempre cambiante, de la combinación, de factores biológicos heredados, de los dictados de la cultura en que nacen, respecto a lo que consideran sexual. Dictados que dependen de la forma en que esa persona y su sociedad se adaptan al medio ambiente y evolucionan, y de las respuestas que dan a la pregunta de ¿para qué existo?. Considerado de esta manera, el término diversidad sexual abarca a cada persona dentro de sus propias posibilidades y a todas las personas dentro de la sociedad y aún de la humanidad. La diversidad somos todos/as y está en todos/as. Sin embargo, el uso más común del término ha sido para designar a las personas de las poblaciones Lésbica, Gay, Bisexual, Transgenero (travestis, transgeneristas y transexuales) e Intersexuales (LGBTTTI), lo que lo ha convertido en un concepto político alternativo al de “perversión”, “desviación” o “aberración”, y supone el reconocimiento de que todos los cuerpos, todas las sensaciones y todos los deseos tienen derecho a existir y manifestarse sin más límite que el respeto a los derechos de las otras personas. En términos políticos, es correcta esta reducción, pues sirve para despatologizar y descriminalizar estas expresiones de la sexualidad. Sin embargo, en términos de la definición que hemos dado, de la diversidad sexual, como el resultado siempre cambiante de la mezcla de factores biológicos, culturales y espirituales, el concepto mencionado también abarca a la heterosexualidad y sus distintos tipos de manifestaciones. Diversidad sexual incluye a quienes sólo gustan de relaciones formales en un marco “conservador” y también a quienes expresan su sexualidad en formas no convencionales. Por lo anterior, asumo la propuesta de Guillermo Núñez de hablar de

Diversidad sexual abarcando a todas las personas y de Disidencia Sexual para abarcar a las personas LGBTTTI (Núñez, 2010). Es importante señalar que las implicancias de la Diversidad Sexual son con mayor facilidad reconocibles por aquellas personas y grupos sociales que han logrado construir una ética sexual post-convencional, es decir que han logrado rebasar los límites estrechos de lo que su cultura y/o sus grupos familiares y de pertenencia consideran “correcto”. Por eso, el término identidad sexual se vuelve un desafió para las mentalidades infantiles y adolescentes. En éste sentido, se vuelve un desafío para la masculinidad hegemónica, pues al dar un nombre a las diversas posibilidades de la sexualidad niega que sólo hay una manera de ser hombre y de tener sexo como hombre. La diversidad sexual inicia por el hecho de que unas personas nacemos con Pene y otras con Vulva, y continúa en que algunos/as tenemos cuerpos obesos, otros delgados. Se hace más refinado cuando aprendemos que algunos comportamientos son deseables en función de lo que tenemos

entre las piernas (los niños no lloran, las niñas bonitas no pegan) y que, a partir de cumplir con ciertas expectativas sociales de conducta seremos reconocidos como hombres o mujeres (Cállate que pareces vieja, No corras que pareces marimacho) y se consolida en lo que sentimos y nos gusta de forma que creamos una “Identidad Sexual” (Soy hombre heterosexual; Soy mujer transexual masoquista). Lo que se considera sexual no es igual para cada cultura. Así, en nuestro país un hombre de alguna cultura indígena puede decir con naturalidad que cuando era bebé, su madre lo tranquilizaba muy efectivamente con chupar su pene, mientras ese mismo acto, para una persona de clase media con patrones culturales modernos podría considerarse “abuso sexual”. También son parte de la diversidad sexual las motivaciones y sentidos que tienen para cada persona, sus actos sexuales. Una adolescente puede tener relaciones sexuales para demostrarse su propia capacidad de toma de decisiones o para intentar retener a una pareja, o bien para “darle en la torre” a su madre que la atosiga diciéndole “cuídate”. Por Masculinidades


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su parte, una mujer madura puede tener relaciones sexuales para reafirmar su autoestima y una pareja de ancianos hacerlo para sentirse vivos. Lo importante de utilizar el concepto ‘diversidad sexual’, es reconocer que todos los comportamientos y deseos sexuales forman parte de un amplio espectro que está disponible para todo ser humano, y que todo lo que forma parte de este abanico de posibilidades sexuales tiene igual derecho de existir y manifestarse siempre que no atente contra los derechos de terceros, sea una conducta libre y no compulsiva ni forzada en su manifestación y que, quien se involucre en estas actividades pueda hacerse y se haga responsable de las consecuencias de sus actos. Como psicoterapeuta asumo que tengo un actuar político en mi trabajo. Puedo convertirme en un reforzador de estereotipos sexuales rígidos, o un promotor de nuevas visiones de la vida. El mundo actual aún se mueve en gran medida con el paradigma de la sexualidad heterosexual, monogámica y reproductivista y muchos consultantes acuden a terapia para que les ayude a ajustarse al modelo socialmente aceptado, aunque no les brinde felicidad. Un modelo de la masculinidad como algo construido socialmente me permite brindar a estos consultantes una mejor respuesta centrada no en “curarles”, sino en ayudarles a buscar formas de dialogar ante una “sociedad enferma”. La accion de un terapeuta no es la de prescribir comportamientos a sus consultantes, sino la de abrir espacios seguros para la exploración de sus emociones y sentimientos, de manera que puedan entonces tomar decisiones acordes a sus valores, necesidades, recursos y sentido de vida. Tan negativo es el terapeuta o consejero sexual que le dice a alguien: “lo que usted debe hacer es negarse a tener sexo con su pareja antes de casarse”, como el que le dice: “Ni lo dudes, solo ponte el condón y haz lo que quieras”. En ambos casos el error es el mismo, dar los valores del educador u terapeuta Masculinidades

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como válidos para el consultante y no permitirle explorar. Si se hace esto, se rompe con la premisa básica atrás del concepto de diversidad sexual, que es que cada persona es única y diferente y tiene derecho y responsabilidad de sus propias decisiones. Los temas que llegan a psicoterapia o consejo sexual, por parte de los varones generalmente se refieren a temas como: Temor a ser rechazado por ser homosexual, temor a no tener el tamaño de pene y/o no tener un desempeño sexual “adecuado” y en general el temor a no ser “normal”. Lo cual afirma la constatación que hacen Rogers y Araujo en ¿El hombre..Existe? , respecto a que: “los tiempos en los que vivimos se caracterizan, entre otras cosas, por una profunda crisis de la masculinidad, la que se encuentra relacionada con una pérdida de espacios de poder masculino, ahora disputados por las mujeres; y con un menor acceso a los medios que permitían que los hombres respondieran a las exigencias ideales que el orden de género les imponía, entre los que resaltan el control sexual de las mujeres, el trabajo y la función de provisión”. Desde esta constatación, es muy importante apoyar a los varones que acuden a un proceso de terapia con los temas señalados, para que exploren dentro de sí mismos, y quiten el poder a los lineamientos externos, pues, cuando lo hacen, cuando le ponen más atención a las sensaciones en su piel que a los dictados externos, pueden entender que, como señalan Rogers y Araujo “... no hay una identidad sexual estable, sino que la sexualidad se ordena en una trama

compleja de identificaciones, de deseo, de especificación del objeto de deseo y de goce y de la modalidad de goce en la que se inscribirá”, lo que ayuda a bajar su ansiedad y temores, no importa si es un varón travestí heterosexual, si es un hombre gay o si es un conservador padre de familia que desde que su esposa trabaja, ha perdido la erección. El trabajo en este contexto es muy gozoso. Es ayudar a que los hombres realmente puedan dar el paso de dejar de ser “niños” fieles de sus padres y madres, a convertirse en adultos. Pero, en el caso de los varones, reconociendo no sólo la paternidad social, sino un hecho que esta atrás de la sociedad, la recepción de la vida a través de un espermatozoide que se unió a un óvulo. Pues como dice Parrini: “Padre hay uno solo: bendito, maldecido, renegado, querido o esperado. Uno solo, a nuestro pesar”. En el enfoque terapéutico que manejo, el Enfoque Sistémico Transgeneracional, es muy importante el reconocimiento de este hecho y también de que este hecho de pasar la vida es más importante y fundamental, que el de haber sido cuidado o no por ese padre, aceptado o no. Cuando uno asume que lo importante es el haber recibido la vida, y que se recibe para ir adelante, entonces se dejan atrás las lamentaciones como las que cita Parrini y se puede tomar lo que si hubo, y mirar adelante, como adulto. Investido de esa fuerza masculina es como se puede mirar a las mujeres como iguales y también reconocer a otros hombres en esa diversidad humana.

Bibliografia Araujo, Katia y Rogers, Francisca: El hombre: ¿existe?. 2010. Núñez, Guillermo: ¿Qué es la Diversidad Sexual? Reflexiones desde la Academia y el movimiento ciudadano”. Coedición, Ciad y Abya Yala. 2011. Parrini, Rodrigo: Los poderes del padre: paternidad y subjetividad masculina. En: Masculinidad/es. Identidad, Sexualidad y Familia. José Olavarría y Rodrigo Parrini. Primer encuentro de estudios de masculinidad. Santiago de Chile: FLACSO- Chile/ Universidad Académica de Humanismo Cristiano/ Red Masculinidades 2000. Valdés, Ximena: “Masculinidad en el mundo rural: realidades que cambian, símbolos que permanecen”.


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NOTICIAS

La violencia contra las mujeres siempre mata Mariana Laura Cabrera

Según datos de la Organización Mundial de la Salud, la primera causa de muerte de las mujeres en un rango etario de 15 a 44 años, en el mundo, es la Violencia Familiar, y nuestro país como parte del mundo no se queda detrás en estas cifras de femicidios. Informes publicados por los medios de comunicación en Argentina relatan que en el 2010, 262 mujeres murieron a causa de la violencia de género; sólo a través de esos datos podemos determinar que una mujer muere cada 36 horas a manos de su pareja o su ex pareja, sin mencionar esas que aún permanecen invisibilizadas, violencias que ponen como centro la acción de los hombres con su entorno, da fe de su construcción social basada en los privilegios y el poder establecido por una cultura patriarcal milenaria que legitima sus actos, y que sublima en ellos su mal condición de hombría. Una construcción forzada de la masculinidad, que no sólo afecta a las relaciones inter e intragenéricas como victimarios de ellas, sino también nos convierte en víctimas de una cultura centrada en las violencias como única forma de responder a su legado. El concepto de Femicidio fue desarrollado por la escritora estadounidense Carol Orlock en la década del 70 y utilizado públicamente por la feminista Diana Russell, años más tarde ante el Tribunal Internacional de Los Crímenes contra las Mujeres, en Bruselas. El Femicidio es considerado una de las formas más extremas de violencia hacia las mujeres, es el asesinato cometido por un hombre hacia una mujer a quien considera de su propiedad.

La violencia contra las mujeres siempre mata, fue el eslogan con el que se presentaron el pasado 25 de noviembre de 2011 en el marco del día internacional contra todo tipo de discriminación hacia las mujeres, un grupo de mujeres y hombres pertenecientes a múltiples organizaciones de la ciudad, los cuales realizaron una importante intervención de concientización en la vía pública. Dentro de las organizaciones rectoras de la actividad de encontraban (Shalom Bait, Asoc. Civil “Pablo Besson”. Dignos de Ser, Asociación de Especialistas en Violencia Familiar, Red de Prevención de la Violencia Familiar, Profesionales Latinoamericanos Contra el Abuso de Poder, entre otras). Mujeres y hombres comprometidas/os con la equidad y el fin de todo tipo de violencias hacia las mujeres, se hicieron presentes con una actividad interactiva en la céntrica Plaza de la República, “Plaza del Obelisco” de la Ciudad de Buenos Aires, para expresar a todas voces la real injusticia de la cual seguimos siendo víctimas en una cultura patriarcal que sostiene sus vínculos con la violencia. Sensibilizar y generar conciencia social fueron uno de los objetivos generales para esta actividad, junto a las demandas para la creación y rediseños de políticas públicas (integral-nacional) en torno a la violencia de género y sostenidas en la igualdad y equidad, una mejor disposición política desde las entidades gubernamentales hacia los hogares de víctimas de violencias dado su real déficit de refugios

Coordinadora de redacción revista Masculinidad(es). Estudiante de Psicología Social. Argentina informes@omlem.com.ar

que respondan a las necesidades de las víctimas en su conjunto, la creación consciente de espacios para la atención a varones victimarios, asistencia a hijas e hijos víctimas de la violencia de género, programas de empoderamiento económico de las mujeres, subsidios habitacionales, patrocinios jurídicos especializados, la modificación del código penal ya que las punitivas penas a los femicidas siguen legitimando su accionar, e informar a la comunidad acerca de lo que subyace a cada femicidios y educar a nuestros/as ciudadanos/as sobre las causas de las violencias y lo que contribuye a perpetuarla. Una vez más se hicieron eco de aquellas victimas acalladas ante al agobio, de quienes sus gritos nunca fueron escuchados, de aquellas con sus cuerpos mutilados y sus derechos pisoteados por una cultura erigida en la “pertenencia”, el poder y las violencias de sus pares masculinos. Para brindar consuelo ante tanto daño no sólo necesitaríamos un minuto de silencio, sino una vida basada en el respeto, la equidad, el compartimiento de roles y nuestro replanteo a nuevas formas de ser hombres y mujeres en este nuevo orden social.

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DE INTERÉS

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¿Valores eran los de antes? …los rezagos de la tradición. Sabía usted que… De las personas más pobres y vulnerables del mundo, el 60% son mujeres. A pesar de los progresos para reducir la mortalidad materna, cada día mueren 1000 mujeres por complicaciones durante el embarazo o el parto. Las mujeres representan el 19% de los escaños en las asambleas nacionales en todo el mundo. PNUD, 2011

¡Foro x la Equidad¡ Hacia una igualdad de género entre hombres y mujeres. de Paula Angélica Barrera Roa Creo que a nivel de Latinoamérica se comparten ciertos rasgos en cuanto a la socialización del género desde la familia y desde la escuela. Sin embargo hay diferencias, las noto particularmente entre Uruguay y Colombia. En Colombia, la mujer es educada para estar al servicio del hombre, hay un peso muy fuerte del catolicismo por lo que la imagen de la mujer sumisa y al servicio del hombre se ve reforzada, el hombre goza de mayores licencias, entre ellas el adulterio es ampliamente aceptado especialmente en la Costa Caribeña, en el resto del país tal vez esta permisividad está más asociada a las clases más bajas o en aquellas donde las mujeres dependen económicamente del hombre. [...] de Emilio Enrique Pacheco Castrillo Muy interesante tu reflexión Paula yo soy de El Salvador y aquí la HOMOFOBIA se les enseña a los niños, creo que antes de que aprendan a leer ya se les educa o se les construye desde la doctrina del PATRIARCADO hegemónico y aunque las mujeres están mas involucradas en las escuelas, en las universidades, en el mundo laboral. Aún es la mujer la que debe llegar luego de su larga jornada de trabajo o de estudio a atender a su esposo o a sus hermanos en ese aspecto no hemos avanzado y espero sinceramente que esta experiencia en este espacio me regale más conocimientos para tratar de de-construir poco a poco a mis compañeros hombres. Creo que es excelente capacitarnos pero es indispensable CONCIENTIZARNOS. Debemos todos y todas trabajar unidos/as por la tan ansiada y deseada EQUIDAD DE GENERO. Una equidad real. de Viviana Leonor Maldonado Garcia Estimadas/os, compañeros/as, un abrazo gigante, bueno yo soy de Cuenca-Ecuador, y nuestras costumbres siempre han sido formadas en el sistema patriarcal, todavía falta mucho que trabajar en mi país sobre este tema ya que nuestros imaginaros están arraigados desde pequeños/ as, también les comento que poco a poco nosotras hemos tenido un papel importante en los sectores públicos debido a que se está exigiendo la igualdad de derechos para poder trabajar con un porcentaje equitativo en relación a los hombres. Saludos.

Los medios de comunicación estigmatizan la pobreza y ocultan una realidad que es común a todos/as. El show siempre censura al otro, desde nuestros sillones, nos comemos sus mentiras, mientras nos preparan la comida en la cocina…

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de Emilia Luisa Salvatore HOLA a todos/as!!! Soy de Argentina, Buenos Aires, En mi función como médica asistencial el tema de la violencia se presenta a diario, es mi preocupación aportar algo más integral, para lograr un cambio de a poco. En el país se han logrado avances, tenemos mujeres destacadas en todos los niveles, presidenta, ministra, juezas, ciencias, etc. de todas formas, no disminuyen las noticias policiales acerca de violencia de género, femicidios, tanto en los niveles bajos y altos, sociales. Muchos grupos están trabajando para hacer valer los derechos humanos; a nivel de partidos políticos y particulares, pero no funcionan bien las supuestas redes armadas, a la hora de hechos concretos. [...] de Raydel Romero Hola Compañeros/as Me ha encantado leer sus reflexiones en torno a las temáticas que pueden visualizar que afectan a sus regiones, todas aquellas introyectadas en nuestras culturas que han sido sostenidas por el colonialismo patriarcal de nuestras formas de vidas y a los hombres como sujetos particulares en su mandato. Las heteronormas, las violencias, la ausencia de consciencia del cuidado de los unos y los otros/as, entre otras ha sido uno de los legados milenarios de una cultura occidental que cada día socaba nuestras identidades. Viviana, señala algo importante que ha sido la relación que se establece entre lo emocional y la relación en los comportamientos de los hombres en el ámbito público y privado, en lo que a diferencia de ellos a las mujeres se la ha alienado a los espacios privados, lo oculto, lo débil, lo no mencionado, las actividades y valores que la construcción de las masculinidades no vieron dignas de efectuar en el “ser hombre”. Condicionantes que más allá de marcar la división sexual de los roles, también determinó las conductas, los sentimientos y las formas en que cada uno/a vemos el mundo y nos socializamos en él. [...] Participa del foro comunicándote a:

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Cursos dirigidos a:

Hombres y Mujeres sensibilizados/as con el trabajo y conocimiento de las relaciones sociales entre hombres y mujeres, interesados/as en contribuir al mejoramiento de los vínculos genéricos y que requieran conocimientos sobre las masculinidades para la facilitación del trabajo en el tema, su vida social e individual. Ya contamos con más de 600 hombres y mujeres capacitados/as en toda la América.

Más información en: www.omlem.com.ar / cursomasculinidades@gmail.com / informes@omlem.com.ar

Asociación Civil “Pablo Besson” Centro de Desarrollo e Información Social

Informa de su espacio de atención individual y grupal a mujeres víctimas y varones victimarios de violencia de género. Cuenta con un equipo interdisciplinario dedicado a la prevención, asistencia, capacitación e investigación de la violencia familiar. Días de atención y asistencia: Martes: Espacio de taller para varones, atención individual y grupal a varones victimarios de violencia familiar. Jueves: Espacio individual y grupal para mujeres víctimas de violencia familiar. Admisiones consultar a: Tels.: (011) 4322-7764 / 4328-7475 / (15)4948-2807 E-mail: abriendoelcamino@yahoo.com.ar. Suipacha 612, 2º piso, Of. “D”, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Cursos Presenciales y Virtuales: Enero-Febrero-Marzo: Curso Virtual “Preventores/as en violencia familiar y participación ciudadana”. Marzo: Diplomado en acompañamiento a personas en situación de violencia. Presencial.


“Has que tu vida sea campana que repique o surco en que florezca y fructifique el árbol luminoso de la idea (…) Alza tu voz sobre la voz sin nombre de todos/as los/as demás, haz que se vea junto al poeta, al hombre y la mujer. Llena todo tu espíritu de lumbre; busca el empinamiento de la cumbre, y si el sostén nudoso de tu báculo encuentra algún obstáculo a tu intento... !sacude el ala del atrevimiento ante el atrevimiento del obstáculo!” Nicolás Guillen


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