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UN GIRO A LOS MUSEOS… Y A LA HISTORIA DE MÉXICO

LA GALERÍA DE HISTORIA, MUSEO DEL CARACOL, TIENE UNA FORMA BASTANTE PECULIAR DE PRESENTAR

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Al hablar de museos se piensa regularmente en que resguardan y exhiben piezas de alto valor histórico. Sin embargo, a un costado del Castillo de Chapultepec existe un recinto que se escapa de ese molde tradicional. Se trata de la Galería de Historia, Museo del Caracol, una obra de arte en sí misma, concebida como un “libro de texto abierto”.

En la década de 1960, la Ciudad de México comenzaba a transitar de lo rural a lo urbano con nuevas industrias. Pero el crecimiento acelerado trajo consigo rezagos entre la población, sobre todo en el ámbito educativo. Según cifras de la época, por cada mil estudiantes de educación básica sólo 134 alcanzaban el sexto grado de primaria. Muchos se daban de baja, otros nunca asistían por falta de escuela o profesor y algunos más se ausentaban porque no podían pagar sus útiles.

Entonces entró en escena Jaime Torres Bodet, escritor, académico y dos veces secretario de Educación Pública. Durante su última gestión, inspirado en una exposición que vio en el Palais Galliera de Francia, echó a andar el proyecto como efecto colateral de su ambicioso Plan de Once Años; era un programa de largo alcance con el que amplió y mejoró el sistema educativo nacional, siendo la crea- ción de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito uno de sus mayores logros. Aprovechando el 150 aniversario de la Independencia y los 50 años de la Revolución, Torres Bodet presentó al Museo del Caracol como un espacio didáctico que cuenta la historia de México desde los últimos años del Virreinato hasta la promulgación de la Constitución de 1917. El secretario quería que el aprendizaje fuera 100% visual y que incluso las personas analfabetas pudieran disfrutarlo. Por ello mandó a hacer dioramas (escenas teatrales miniatura), maquetas y figuras a escala que reconstruyeran el pasado.

Arquitectónicamente hablando, el espacio abraza su mote por su forma singular en espiral. Pedro Ramírez Vázquez (Estadio Azteca) estuvo al frente de la construcción de dos niveles y 12 salones que tomó como referente la inclinación helicoidal del Museo Guggenheim en Nueva York. El edificio se levantó en un pequeño territorio circular y para que se mimetizara con el entorno, se colocaron ventanales y se construyó una terraza que mantienen al visitante inmerso en la naturaleza. Dentro quedaron los momentos estelares de la historia mexicana; fuera, uno de los paisajes más bellos de la ciudad.

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