LA POESÍA Y FUE a esa edad... Llegó la poesía a buscarme. No sé, no sé de dónde salió, de invierno o río. No sé cómo ni cuándo, no, no eran voces, no eran palabras, ni silencio, pero desde una calle me llamaba, desde las ramas de la noche, de pronto entre los otros, entre fuegos violentos o regresando solo, allí estaba sin rostro y me tocaba. Yo no sabía qué decir, mi boca no sabía nombrar, mis ojos eran ciegos, y algo golpeaba en mi alma, fiebre o alas perdidas, y me fui haciendo solo, descifrando aquella quemadura, y escribí la primera línea vaga, vaga, sin cuerpo, pura tontería, pura sabiduría del que no sabe nada, y vi de pronto el cielo desgranado y abierto, planetas,
plantaciones palpitantes, la sombra perforada, acribillada por flechas, fuego y flores, la noche arrolladora, el universo. Y yo, mínimo ser, ebrio del gran vacío constelado, a semejanza, a imagen del misterio, me sentí parte pura del abismo, rodé con las estrellas, mi corazón se desató en el viento. LOCOS AMIGOS SE abrió también la noche de repente, la descubrí, y era una rosa oscura entre un día amarillo y otro día. Pero, para el que llega del Sur, de las regiones naturales, con fuego y ventisquero, era la noche en la ciudad un barco, una vaga bodega de navío. Se abrían puertas y desde la sombra la luz nos escupía: bailaban hembra y hombre con zapatos negros como ataúdes que brillaban y se adherían uno a una
como las ventosas del mar, entre el tabaco, el agrio vino, las conversaciones, las carcajadas verdes del borracho. Alguna vez una mujer cayéndose en su pálido abismo, un rostro impuro que me comunicaba ojos y boca. Y allí senté mi adolescencia ardiendo entre botellas rojas que estallaban a veces derramando sus rubíes, constelando fantásticas espadas, conversaciones de la audacia inútil. Allí mis compañeros: Rojas Giménez extraviado en su delicadeza, marino de papel, estrictamente loco, elevando el humo en una copa y en otra copa su ternura errante, hasta que así se fue de tumbo en tumbo, como si el vino se lo hubiera llevado a una comarca más y más lejana! Oh hermano frágil, tantas cosas gané contigo, tanto perdí en tu desastrado
corazón como en un cofre roto, sin saber que te irías con tu boca elegante, sin saber que debías también morir, tú que tenías que dar lecciones a la primavera! Y luego como un aparecido que en plena fiesta estaba escondido en lo oscuro llegó Joaquín Cifuentes de sus prisiones: pálida apostura, rostro de mando en la lluvia, enmarcado en las líneas del cabello sobre la frente abierta a los dolores: no sabía reír mi amigo nuevo: y en la ceniza de la noche cruel vi consumirse al Húsar de la Muerte.
NO HAY PURA LUZ No hay pura luz ni sombra en los recuerdos: éstos se hicieron cárdena ceniza o pavimento sucio de calle atravesada por los pies de las gentes
que sin cesar salía y entraba en el mercado. Y hay otros: los recuerdos buscando aún qué morder como dientes de fiera no saciada. Buscan, roen el hueso último devoran este largo silencio de lo que quedó atrás. Y todo quedó atrás, noche y aurora, el día suspendido como un puente entre sombras, las ciudades, los puertos del amor y el rencor, como si al almacén la guerra hubiera entrado llevándose una a una todas las mercancías hasta que a los vacíos anaqueles llegue el viento a través de las puertas deshechas y haga bailar los ojos del olvido. Por eso a fuego lento surge la luz del día, el amor, el aroma de una niebla lejana y calle a calle vuelve la ciudad sin banderas a palpitar tal vez y a vivir en el humo. Horas de ayer cruzadas por el hilo de una vida como por una aguja sangrienta
entre las decisiones sin cesar derribadas, el infinito golpe del mar y de la duda y la palpitación del cielo y sus jazmines.
porque aquellos dolores confirman mi existencia.
cueva amarga, llanto de sangre sobre la memoria.
EL FUEGO CRUEL
Aquella guerra! No faltó la luz ni la verdad, no hizo falta la dicha sino el pan, estuvo allí el amor, pero no los carbones: había hombre, frente, ojos, valor para la más acribillada gesta y caían las manos como espigas cortadas sin que se conociera la derrota, esto es, había poder de hombre y de alma, pero no había fusiles y ahora les pregunto después de tanto olvido: qué hacer? qué hacer? qué hacer?
Aquella guerra! El tiempo un año y otro y otro deja caer como si fueran tierra para enterrar aquello que no quiere morir: claveles, agua, cielo, Es tarde, tarde. Y sigo. Sigo la España, a cuya puerta con un ejemplo toqué, para que abrieran, tras otro, sin saber cuál es entonces, allá lejos, la moraleja, y una rama cristalina porque de tantas vidas que me acogió en el estío tuve estoy ausente dándome sombra y y soy, a la vez soy aquel claridad, hombre que fui. frescura de antigua luz que corre Tal vez es éste el fin, la desgranada verdad misteriosa. en el canto: de antiguo canto fresco La vida, la continua que solicita sucesión de un vacío nueva que de día y de sombra boca para cantarlo. llenaban esta copa Y allí llegué para cumplir mi y el fulgor fue enterrado canto. como un antiguo príncipe Ya he cantado y contado en su propia mortaja de lo que con manos llenas me mineral enfermo, dio España, hasta que tan tardíos ya y lo que me robó con somos, que no somos: agonía, ser y no ser resultan ser la lo que de un rato a otro vida. me quitó de la vida De lo que fui no tengo sino sin dejar en el hueco más que llanto, estas marcas crueles, llanto del viento en una Quién soy Aquél? Aquel que no sabía sonreír, y de puro enlutado moría? Aquel que el cascabel y el clavel de la fiesta sostuvo derrocando la cátedra del frío?
Respóndanme, callados, ebrios de aquel silencio, soñadores de aquella falsa paz y falso sueño, qué hacer con sólo cólera en las cejas? con sólo puños, poesía, pájaros, razon, dolor, qué hacer con las palomas? qué hacer con la pureza y con la ira si delante de ti se te desgrana el racimo del mundo
y ya la muerte ocupa la mesa el lecho la plaza el teatro la casa vecina y blindada se acerca desde Albacete y Soria, por costa y páramo, por ciudad y río, calle por calle, y llega, y no hay sino la piel para pelearle, no hay sino las banderas y los puños y el triste honor ensangrentado con los pies rotos, entre polvo y piedra, por el duro camino catalán bajo las balas últimas caminando ay! hermanos valientes, al destierro! EL MAR NECESITO del mar porque me enseña: no sé si aprendo música o conciencia: no sé si es ola sola o ser profundo o sólo ronca voz o deslumbrante suposición de peces y navios. El hecho es que hasta cuando estoy dormido de algún modo magnético circulo
en la universidad del oleaje. No son sólo las conchas trituradas como si algún planeta tembloroso participara paulatina muerte, no, del fragmento reconstruyo el día, de una racha de sal la estalactita y de una cucharada el dios inmenso. Lo que antes me enseñó lo guardo! Es aire, incesante viento, agua y arena. Parece poco para el hombre joven que aquí llegó a vivir con sus incendios, y sin embargo el pulso que subía y bajaba a su abismo, el frío del azul que crepitaba, el desmoronamiento de la estrella, el tierno desplegarse de la ola despilfarrando nieve con la espuma, el poder quieto, allí, determinado como un trono de piedra en lo profundo, substituyó el recinto en que crecían tristeza terca, amontonando olvido, y cambió bruscamente mi
existencia: di mi adhesión al puro movimiento.
el agua, la ceniza, todo se une al rocío, a la negra llovizna de la selva.
EL CAZADOR EN EL BOSQUE AL bosque mío entro con raíces, con mi fecundidad: De dónde vienes?, me pregunta una hoja verde y ancha como un mapa. Yo no respondo. Allí es húmedo el terreno y mis botas se clavan, buscan algo, golpean para que abran, pero la tierra calla.
El mismo sol se pudre y el oro interrumpido que le arroja cae en el saco de la selva y pronto se fundió en la amalgama, se hizo harina, y su contribución resplandeciente se oxidó como un arma abandonada.
Callará hasta que yo comience a ser substancia muerta y viva, enredadera, feroz tronco del árbol erizado o copa temblorosa. Calla la tierra para que no sepan sus nombres diferentes, ni su extendido idioma, calla porque trabaja recibiendo y naciendo: cuanto muere recoge como una anciana hambrienta: todo se pudre en ella, hasta la sombra, el rayo, los duros esqueletos,
Vengo a buscar raíces, las que hallaron el alimento mineral del bosque, la substancia tenaz, el cinc sombrío, el cobre venenoso. Esa raíz debe nutrir mi sangre. Otra encrespada, abajo, es parte poderosa del silencio, se impone como paso de reptil: avanza devorando, toca el agua, la bebe, y sube por el árbol la orden secreta: sombrío es el trabajo para que las estrellas sean verdes.
ARTE MAGNÉTICA De tanto amar y andar salen los libros. Y si no tienen besos o regiones y si no tienen hombre a manos llenas, si no tienen mujer en cada gota, hambre, deseo, cólera, caminos, no sirven para escudo ni campana: están sin ojos y no podrán abrirlos, tendrán la boca muerta del precepto. Amé las genitales enramadas y entre sangre y amor cavé mis versos, en tierra dura establecí una rosa disputada entre el fuego y el rocío. Por eso pude caminar cantando. EL FUTURO ES ESPACIO EL futuro es espacio, espacio color de tierra, color de nube, color de agua, de aire, espacio negro para muchos sueños, espacio blanco para toda la nieve, para toda la música. Atrás quedó el amor
desesperado que no tenía sitio para un beso, hay lugar para todos en el bosque, en la calle, en la casa, hay sitio subterráneo y submarino, qué placer es hallar por fin, subiendo un planeta vacío, grandes estrellas claras como el vodka tan transparentes y deshabitadas, y allí llegar con el primer teléfono para que hablen más tarde tantos hombres de sus enfermedades. Lo importante es apenas divisarse, gritar desde una dura cordillera y ver en la otra punta los pies de una mujer recién llegada. Adelante, salgamos del río sofocante en que con otros peces navegamos desde el alba a la noche migratoria y ahora en este espacio descubierto volemos a la pura soledad.
Acercamiento a la poesía El primer contacto de Neftalí Reyes con la poesía fue a través de un tío poeta: Orlando Mason. Mientras, a su padre no le interesaba que su hijo fuera poeta; pensaba que debía estudiar en la universidad alguna carrera profesional. Para él resultaba vergonzoso tener un hijo poeta que formara parte del mundo bohemio y que viviera sumergido en la pobreza toda su vida. El seudónimo Su seudónimo Pablo Neruda surgió a comienzos de la década que comenzó en 1920. Se ha señalado que la primera vez que lo adoptó fue ese mismo año, cuando escribió sobre el asalto a la Federación de Estudiantes firmando como Pablo Neruda. “Pablo” le gustaba, y “Neruda” lo eligió por el poeta checo Jan Neruda. Sus primeros versos fueron publicados en revistas sureñas y en algunas publicaciones estudiantiles. El primer poema suyo en
triunfar en un concurso literario fue Canción de Fiesta (1921).
acerca de los más diversos temas. Crepusculario
Viaje a Santiago En 1921 Neruda dejó Temuco para trasladarse a Santiago, decidido a continuar el camino de la literatura. Comenzó a estudiar Pedagogía en Francés en la Universidad de Chile. Allí conoció a Albertina Azócar, quien al parecer fue su primer amor. Ambos eran compañeros de estudios. Neruda le dedicó a ella los primeros poemas de los tan conocidos Veinte poemas de Amor y una Canción Desesperada (1924). La efervescencia social de los años veinte fue ávidamente absorbida por el poeta, que desarrolló junto a sus compañeros universitarios y colegas contemporáneos una activa vida cultural. Rubén Azócar, Tomás Lagos, Ángel Cruchaga, Diego Muñoz y años después Pablo de Rokha, se encontraban con él en distintos cafés, donde charlaban y discutían
El primer libro publicado de Neruda fue Crepusculario, que apareció en 1923 en la revista Claridad. Entonces el poeta era un joven instalado recientemente en Santiago, y ello le demandaba grandes sacrificios. Vivía en hogares estudiantiles y conventillos. Sus barrios de entonces eran los alrededores céntricos de la capital, por ejemplo, la calle Maruri. Primer viaje a Europa En 1927, Pablo Neruda realizó su primer viaje a Europa, junto a su amigo Álvaro Hinojosa. Luego se dirigió hacia el Oriente, donde había sido destinado cónsul en Rangoon y Birmania. Su quehacer oficial se limitaba a que, una vez cada tres meses, debía firmar y timbrar documentos, cuando llegaban desde Calcuta parafina y cajones de té para Chile. En 1929 asistió al Congreso
Panhindú, en Calcuta, donde conoció a Gandhi. Posteriormente, en 1930, fue nombrado cónsul en Colombo, Ceilán. En esa época contrajo matrimonio con María Antonieta Lagenaar, con quien tuvo una hija, Malva Marina, que nació en 1934 en Madrid y que desde pequeña fue muy enfermiza. Compromiso político En 1934, Neruda se embarcó hacia Madrid, España, en plena República amenazada, para ejercer como cónsul. Posteriormente recordó que allá fue muy bien recibido por el mundo lírico. Fue entonces cuando conoció al poeta Federico García Lorca. En julio de 1936 comenzó la Guerra Civil española. Como consecuencia de su posición política antifranquista, Neruda fue destituido de su cargo diplomático y viajó a París. A partir de las experiencias vividas durante la guerra, se comprometió políticamente. Él mismo definió este
período como el que marcó en forma definitiva su camino político. Este cambio también se reflejó en su poesía. Como mensaje al resto del mundo sobre lo que ocurría en España, escribió España en el Corazón, publicado en noviembre de 1937. A fines de ese año regresó a Chile, fundando y presidiendo la Alianza de Intelectuales de Chile para Defensa de la Cultura. Mueren su padre y su “mamadre” El 7 de mayo de 1938 murió José Ángel Reyes, su padre, y a los pocos meses, en agosto, Trinidad Candia, su “mamadre”. Después de esta gran pena, Neruda se integró a trabajar por el candidato presidencial del Frente Popular, Pedro Aguirre Cerda. Después del triunfo de este, fue nombrado cónsul en París. El Winnipeg En 1939, Neruda, como cónsul en Francia, consiguió el viaje del barco Winnipeg desde Francia hasta Valparaíso, para traer
a Chile a más de dos mil españoles que escapaban de la guerra y que llegaron al país a fines de 1939. En 1940 Neruda regresó a Santiago, y en 1941 estuvo en Centroamérica. Fue cónsul en México. En 1942 murió en Europa su hija Malva Marina.
Parlamentario y Premio Nacional En 1943, el poeta se trasladó junto a Delia del Carril, “La hormiguita”, su nueva mujer, a vivir a Isla Negra. En marzo de 1945 fue elegido senador de la República por Tarapacá y Antofagasta, e ingresó al Partido Comunista. En 1945 fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura, y ese mismo año, el 28 de diciembre, se aprobó legalmente su nombre como Pablo Neruda. Clandestinidad y exilio Neruda fue un entusiasta
partidario de Gabriel González Videla. Incluso lo apoyó en calidad de generalísimo de la campaña presidencial, inventando consignas como: “El pueblo te llama, Gabriel”. Sin embargo, ya siendo Presidente, González Videla promulgó la Ley de Defensa de la Democracia (1947), llamada “Ley Maldita”, que prohibió la existencia del Partido Comunista y mediante la cual se perseguía a sus partidarios. Con ello, Neruda fue desaforado en 1948. Clandestino en el país hasta 1949, durante ese tiempo escribió la mayor parte del Canto General. El mismo año de 1949, Neruda partió al exilio, etapa durante la cual viajó por diversos países, mientras continuaba con una afanada producción literaria: en México editó el Canto General, y estuvo en Varsovia, por el Congreso Mundial de Partidarios por la Paz, obteniendo el Premio Internacional de la Paz. También visitó la Unión Soviética. Estos hechos lo orientaron a impulsar su poesía militante.
Regresó a Chile el 12 de agosto de 1952, a su casa de la comuna de La Reina. El 20 de diciembre de 1953 recibió el Premio Stalin de la Paz. Todo puede ser poesía En su obra, Neruda demuestra que todo puede ser poesía. Tanto lo considerado trascendente como lo intrascendente aparece en las Odas Elementales, de 1957. En ellas se refleja la sencillez de la temática de su poesía: ella contiene versos para la alcachofa, la manzana, el vino, el átomo y el traje; le escribe a un reloj en la noche, al hilo, y también a la vida, a la tristeza, al pasado, a la pobreza, a la soledad, etcétera. Para Neruda, desde muy joven el tema del amor fue muy importante. Son conocidos los poemas que le dedicó a una muchacha en Temuco. Pero entre sus amores más conocidos estuvo Albertina Azócar, a quien escribió y dedicó poemas durante al menos treinta años. Una vez que se separó de su esposa, María Antonieta
Lagenaar, se unió a Delia del Carril y con ella permaneció hasta 1954, año a partir del cual vivió con Matilde Urrutia, con quien estuvo hasta su muerte.
Amigos Sus amigos también fueron innumerables. Entre ellos hubo importantes personalidades internacionales, tanto del ámbito político como artístico y cultural: Federico García Lorca, Rafael Alberti, Volodia Teitelboim, Gabriela Mistral, Miguel de Unamuno, Alberto Rojas Giménez, Miguel Hernández y Salvador Allende forman parte de esta lista. Candidato presidencial Con la efervescencia política de la década que comenzó en 1960, se había polarizado el escenario político en Chile. Con motivo de las elecciones presidenciales de 1970, Pablo Neruda fue
presentado como candidato presidencial en representación del Partido Comunista. Sin embargo, con el fin de apoyar el proyecto político social de Salvador Allende, declinó en favor de este candidato. Como amigo personal y político, Neruda apoyó la campaña y la presidencia de Salvador Allende. Premio Nobel de Literatura En 1971 aceptó el cargo de embajador en Francia, y el mismo año se le otorgó el Premio Nobel de Literatura. En el país europeo comenzó sus memorias, publicadas en forma póstuma: Confieso que He Vivido (1974). En 1972 Neruda renunció a su cargo diplomático y regresó a Chile. A mediados de 1973, recurrió a intelectuales latinoamericanos y europeos para evitar un enfrentamiento en el país. Neruda falleció de cáncer el 23 de septiembre de 1973, doce días después
del golpe militar que derrocó al gobierno de Salvador Allende. Entre sus principales obras se pueden mencionar: Crepusculario (1923), Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada (1924), Tentativa del Hombre Infinito (1925), Residencia en la Tierra (1933), la serie España en el Corazón (1937), Las Furias y las Penas (1936), Tercera Residencia (1942), Canto General (1950), Himno y Regreso (1947), Que Despierte el Leñador (1948), Odas Elementales (1954-1957), Todo el Amor (1953), Extravagario (1958), Memorial de Isla Negra (1964) y Confieso que He Vivido (1974).
Publicacion dedicada a Isla Negra Memorial de Isla Negra I.Donde nace la lluvia -La Poesia II. La luna en el laberinto -Locos Amigos -No hay pura Luz III. El fuego cruel -El Fuego Cruel -El Mar IV. El cazador de raíces -El Cazador en el bosque V. Sonata crítica -Arte magnetica -El futuro es espacio Se a descubierto un inédito de Pablo Neruda 6 de julio de 2008 Aquí está el árbol del olvido de él saqué un trozo de madera para grabar tu nombre Los anteriores son apenas dos versos de un inédito
de , dados a conocer por Nurieldín Hermosilla, abogado y coleccionista chileno. Se trata de un volumen de poemas que el escritor chileno Pablo Neruda dedicó a la sobrina de su esposa, Matilde, Alicia Urrutia, de la cual, al parecer, estuvo enamorado en sus últimos años.
Matilde a principios de los años 60 y al parecer estos versos son una refrendación, al menos, de los sentimientos amorosos del escritor durante esa época.
lo escrito por Neftalí Reyes, verdadero nombre de Pablo Neruda. La gestión de los derechos sobre las publicaciones en España es de la Agencia Carmen Balcells.
..."Aquí en Isla Negra está la ola estrellada que trae tu recuerdo compañera del cielo"...
El grupo de 14 poemas titulado Álbum de Isla Negra tiene, según Hermosilla, características que reafirman la autoria del Premio Nobel austral. La caligrafía y la tinta verde que caracterizaba a Neruda, están presentes en cada uno de los escritos y según el coleccionista, “corresponden estilo, sistema y caligrafía”.
Ya parecía extraño que no hubieran dicho nada los directivos de la Fundación Pablo Neruda en torno a los 14 textos inéditos pertenecientes al Album de Isla Negra que el escritor chileno escribió a raíz de su relación amorosa con Alicia Urrutia, y de cuya existencia se supo hace muy pocos dias.
No ha habido pronunciamiento por parte de la , pero ya se conocen unos pequeños versos de esta breve obra cuya dedicatoria reza: “Isla Negra. Pablo Neruda. Para que navegues por mi poesía. Para mi querida Alicia”.
Sorprendido aún por la aparición de estos manuscritos, el director de la Fundación, Fernando Sáez, ha dicho que si bien se conocía acerca de la relación entre el poeta el la sobrina de su esposa, Matilde, no había vestigios o señales palpables de ella.
Alicia Urrutia fue recibida, junto con su hija Rosario, en la casa de Pablo y
Por decreto, la fundación es dueña y gestora de los derechos de autor de todo
Por decreto, la fundación es dueña y gestora de los derechos de autor de todo lo escrito por Neftalí Reyes, verdadero nombre de Pablo Neruda. La gestión de los derechos sobre las publicaciones en España es de la Agencia Carmen Balcells.
La Fundación Neruda se pronuncia ante la aparición de los ineditos Ya parecía extraño que no hubieran dicho nada los directivos de la Fundación Pablo Neruda en torno a los 14 textos inéditos pertenecientes al Album de Isla Negra que el escritor chileno escribió a raíz de su relación amorosa con Alicia Urrutia, y de cuya existencia se supo hace muy pocos dias. Sorprendido aún por la aparición de estos manuscritos, el director de la Fundación, Fernando Sáez, ha dicho que si bien se conocía acerca de la relación entre el poeta el la sobrina de su esposa, Matilde, no había vestigios o señales palpables de ella.
Nurieldín Hermosilla, descubridor de los textos inéditos de Pablo Neruda: “Álbum de Isla Negra” En el mundo de los bibliófilos y coleccionistas chilenos, el abogado Nurieldín Hermosilla tiene fama de ser uno de los más exigentes y especializados. Propietario de una colección que supera las 900 piezas, entre libros y documentos relacionados con Neruda, cualquier librero o anticuario sabe a quién dirigirse cuando llega a sus manos un objeto nerudiano. Los especialistas son pocos, todos se conocen y actúan como una verdadera red, intercambiando datos según sus particulares intereses.
Con genuino entusiasmo y sentido del suspenso, Nurieldín Hermosilla saca de una caja fuerte la adquisición más importante que ha realizado en el último tiempo: un antiguo álbum de postales con tapas en sobrerrelieve a la moda jungstil (art deco) sobre la cual se puede leer, en alemán, “Postkarten -Album”. En lugar de postales o fotos, catorce de sus páginas (todas con sus correspondientes ranuras) están escritas a mano por Neruda con tinta verde. Es un conjunto de poemas que, agrupados bajo el título de “Álbum de Isla Negra”, fechado por el propio autor en 1969, le dedica a Alicia Urrutia, sobrina de su esposa Matilde, acogida junto a su pequeña hija Rosario en la casa de Isla Negra a comienzos de los sesenta. del poeta, Alicia Urrutia es una incógnita acorazada en el silencio que mantiene hasta hoy en algún rincón de Arica. En sus libros, Jorge Edwards, Volodia Teitelboim, Enrique Lafourcade e Inés María
Cardone han intentado hacer un poco de luz sobre aquella mujer joven, de cuerpo atractivo, tímida, callada, casi invisible, que se ocupaba de las tareas domésticas y hacía trabajos de costura para su tía. Por lo menos hasta 1970, año en que Matilde los sorprendió in fraganti, Alicia fue la amante del poeta y sería también la musa que figura, con el nombre de Rosía, en su libro La espada encendida (1970), título adoptado de La Biblia, en la versión de Casiodoro de Reina (1569). Hermosilla también conserva el ejemplar publicado por Ediciones Sociedades Bíblicas en América Latina que perteneció a Neruda. En él están el timbre inconfundible del pez encerrado en una esfera armilar, la firma del poeta y un pasaje del Génesis marcado en tinta verde: “Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto del Edén querubines, y la espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida”.
llama al anexo de su enorme y nerudiana casa en El Arrayán— donde hay una mesa de billar acorralada por cuadros, esculturas y libros, Hermosilla se explaya sobre las implicaciones y circunstancias que rodean la aparición del manuscrito. —¿Cómo se enteró de que había un álbum de Neruda en venta? —Por un librero del centro, muy conocido y serio, especializado en poesía chilena. A su local llegó el año pasado una persona. Le prestó por dos horas este libro para que lo revisara y decidiera si le interesaba o no. Costaba una suma alta, según me contó, aunque nunca me dijo lo que pagó por él. Me llamó por teléfono y llegó a mi oficina con el libro. Me dijo: “Don Nuri, yo creo que esto es una joyita, pero no tengo idea quién es la persona que me lo ofrece ni quién es esta Alicia”. El tipo que se lo llevó sabía lo que valía, porque le hizo gran alharaca. Era una persona de unos sesenta años, de bigote, canoso,
correctamente vestido, de corbata, que no quiso identificarse. por él? —El librero me cobró el doble de lo que había pagado, pero le conseguí una rebaja y, lo más importante, facilidades de pago, porque era una suma muy alta.
—Más. Pero a cierta edad uno empieza a hacer las cosas que siempre quiso. Esto sucede especialmente con los viciosos del coleccionismo, como nosotros. Este libro no se va de aquí, me dije. No tenía alternativa, le iba a pagar lo que me pidiera. Yo encuentro que no hay un precio real para algo así. —¿Cómo sabe que no es una falsificación? —No hay ninguna posibilidad. Siempre me fijo en la “P” de Pablo: es muy difícil hacerla. Corresponde todo: caligrafía, estilo, sistema. El libro descansa en estos poemillas que son típicas cosas de Neruda y
de sus álbumes. Yo tengo cuatro de los cinco que al parecer hizo: Java, Nyon, Terusa e Isla Negra. Sólo me falta el de Capri, que, me parece, está en la Fundación. la existencia de un “Álbum de Isla Negra”? —No. Se desconocía absolutamente. Yo les he preguntado a las personas más relacionadas con Neruda en esa época y nadie tenía la menor idea. Todos suponen que esto tiene que haberlo traído la propia Alicia cuando anduvo por Isla Negra el año pasado. Creo que ella se decidió a confirmar su amor con Neruda y puso a la venta este libro para legitimarse y terminar con el mito. El Álbum es una directa y definitiva comprobación, desde la pluma del poeta, de sus amores con Alicia. Ella en el libro no habla, no escribe, no existe, ni ha existido, es la enamorada silenciosa y oculta, la habitante del jardín del poeta “donde sólo llega tu sombra”, la de ella, a quien Neruda le dice “yo colecciono tus lágrimas”.
Todo dentro del romanticismo pleno de felicidad y tragedia. percibe usted en este libro? —Es su “compañera del cielo”, la que lo convierte en “ola estrellada”, pero que al mismo tiempo lo hace grabar su nombre en un “trozo de corteza que sacó del árbol del olvido”. Esto muestra “frustraciones del tiempo propias de la vida que se aleja”, y que resume en los versos finales: “Aquí guardo… el naufragio… repetido… de mis sueños”.
intención de Neruda al dedicarle este libro a Alicia? —Este Álbum no es un “lamento de solitario”, como escribió Neruda en su prólogo de Canción de Gesta, sino un mensaje, un regalo, un objeto material poético confeccionado para consolarla, para que lo recuerde, porque no fructifica la esperada reciprocidad amorosa. Lo más probable es que este Álbum sea el resultado de
una decisión muy firme de Neruda, en el sentido de usar todos los momentos, pero cercado por las circunstancias de vida clandestina, secreta. Finalmente no ha decidido dar el gran salto que a lo mejor ni ella pedía. Cambia el escenario usando el silencio, aun cuando con certeza debiera seguir correspondencia. Sería muy valioso que Alicia hiciera pública esas cartas de que nos habla Edwards, que deben ser posteriores a 1969. De todos modos, ciertos versos son premonitorios de los días finales que el poeta ya intuye cercanos.
—¿Por qué no se decide a dar ese gran salto? —Mi opinión, no sustentada sino presumida, es que Neruda no es capaz de romper con Matilde y salir a volar con Alicia, quizás porque todavía está muy ligado a Matilde o porque el amor por esta niña no alcanza a tapar el déficit de la relación. Por su formación, por su manera
de ser, por su carácter, ella es todo lo contrario de Matilde. Neruda necesitaba a una mujer fuerte que lo manejara, una administradora del castillo personal en que pasó sus últimos años. Matilde se transformó en su verdadera guardia de corps. Era muy celosa, y con razón, porque las mujeres lo acosaban. Pero yo creo que Matilde, con su actitud emperrada, también produjo un alejamiento de personas que eran amigas sinceras de Neruda, incluyendo a parientes. —Más allá de lo testimonial, ¿qué valor literario le asigna a este álbum? —Es una obra en que lo seriamente literario parece quedar fuera, y sin embargo es dulce, suave, a veces trágicamente triste, como sus versos finales, una transmisión tácita de dulzura en que los silencios son el mensaje. Es notable que a los 65 años, Neruda viva un renacimiento y logre traducir estos juegos amorosos post adolescencia en poesía fresca, juvenil, sin
arrepentimiento ni vergüenza, cuando “en esta danza de los días la vida se aleja de mi propia vida”, como escribe. Siempre hay un dejo de nostalgia, de tristeza, algo tanguera tal vez.
Fuente: El mercurio Online
Evolución del poeta [Capítulo dedicado a Pablo Neruda en el Volumen 9 de Historia de la Literatura Universal (Martín de Riquer y J.M. Valverde), por José María Valverde © 1986 José María Valverde y Editorial Planeta]
Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto, que tomó del checo Jan Neruda el apellido del pseudónimo que le sirvió para ocultar a su padre sus precoces actividades poéticas -sólo desde 1946 se llamó oficialmente "Pablo Neruda"-, nació en 1904 en Parral, en el lluvioso y frío sur de Chile, y se crió en el centro provincial, Temuco, donde su padre, enviudado, se casó con la que el poeta recordaría cariñosamente en el Memorial de Isla Negra con el chilenismo de "mamadre". Las más claras estampas de la niñez del poeta están en La frontera, de Yo soy, final del Canto general; Mi infancia son zapatos mojados, troncos rotos
caídos en la selva, devorados por lianas y escarabajos, dulces días sobre la avena, y la barba dorada de mi padre saliendo hacia la majestad de los ferrocarriles... El padre, maquinista de un tren de reparaciones, sería recordado también como el que llevaría al niño el primer hálito de la lucha con la miseria, algún día raíz de la poesía social de Neruda, en La casa, de Yo soy: ...Es mi padre. Lo rodean los centuriones del camino: ferroviarios envueltos en sus mantas mojadas... y hasta mí, de los seres, como una separada barrera, en que vivían los dolores, llegaron las congojas, las ceñudas cicatrices, los hombres sin dinero, la garra mineral de la pobreza... Pero Neruda sólo sería poeta político desde 1936: al principio, estudiante en Santiago, era un lírico de
precoz brillantez, en hábil posmodernismo, estrenado en Crepusculario (19201923), donde, al lado de versos baratos, está el germinal Maestranzas de noche. Luego Neruda se lanzó a un vasto poema metafísico, bajo el influjo de Carlos Sábat Ercasty, a quien le pareció excesivo ese eco: Neruda guardó el poema, publicando sólo después unos fragmentos suyos como El hondero entusiasta. En 1924 lanzó su gran éxito, Veinte poemas de amor y una canción desesperada, del que cuando escribimos se han vendido dos o tres millones de ejemplares, como libro necesario de toda adolescencia lírica hispánica. Allí la pasión sabe ponerse en imágenes nítidas, incluso alguna vez con un tono irónico de excesivo saber literario, como en el poema 20: Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada, y tititan, azules, los astros, a lo lejos".... Luego insiste en la ambición
dantesca del gran poema total, en Tentativa del hombre infinito (1925), nueva versión del Hondero, en lenguaje más vanguardista, y pasa a la prosa para publicar un curioso relato, El habitante y su esperanza (1926), y unas prosas líricas, alternando con Tomás Lago, Anillos (1926). Pero por entonces Nerudase vuelve hacia lo sombrío, hacia lo amenazadoramente informe, entre acumulaciones de objetos e imágenes que no cuentan por sí mismos, sino en representaciones de lo funesto, pudiendo, por tanto, ser remplazados por otros elementos análogos (Significa sombras se titula uno de los más típicos poemas de esa época). Quizá cabe hablar aquí de surrealismo, pero de un surrealismo utilizado instrumentalmente, sin perder el control consciente del conjunto del poema. Estamos en el período que se reunirá en Residencia en la tierra: en 1926 ya se han publicado en revistas poemas como Serenata,
Galope muerto, Madrigal escrito en invierno, que, unidos a otros del primer volumen de Residencia (1933), como Alianza (Sonata), Caballo de los sueños, Sabor, Colección nocturna, Diurno doliente, Sistema sombrío, Sonata y destrucciones y Significa sombras, mediante un amontonamiento de sugerencias vagamente homogéneas, producen un clima anímico sombrío y amenazador, sin contenido definido. En cambio, otros poemas hablan con claridad de un tema, a veces nítidamente evidente, aunque haya elementos sin explicación lógica; por ejemplo, en Débil del alba, el baudelairiano amanecer como tristeza: El día de los desventurados, el día pálido se asoma con un desgarrador olor frío, con sus fuerzas en gris... Alguna vez hay una estampa exacta, capaz de recordar al Rilke más óptico -Neruda, en 1926, tradujo algunos fragmentos de Malte a través del francés de Gide-: buen ejemplo de esto sería Ausencia de
Joaquín, con la sensación directa de la caída de un cuerpo en el mar. Y esa misma intensidad expresiva se puede aplicar a un clima anímico de tristeza o miedo sin contenido concreto -así, en ese primer volumen, Lamento lento, y, sobre todo, Trabajo frío, donde el tiempo y el espacio mismos se vuelven algo inquietante, el ser hecho dolor: Dime, del tiempo, resonando en tu esfera parcial y dulce, no oyes acaso el sordo gemido? Cuando estaba Neruda en esa línea de "descenso a los infiernos" obtuvo un cargo consular -muy mal pagado- en Rangún (Birmania), al que llegó pasando por España, donde estableció enlace con Rafael Alberti. Su experiencia asiática, hasta 1932, fue cruel: en especial, privado de hablar su lengua, llegó a temer perderla (una vez pidió a Alberti que le enviara un diccionario, como un salvavidas). Parece, en efecto, como si entonces el lenguaje nerudiano -no sólo por ese aislamiento, sino por su
propio camino poéticomuriera y resucitara habiendo perdido la memoria de lo que no fuera el estricto significado central de cada palabra; es decir, sin su aspecto social, sin la fisonomía cultural y tradicional que determina que una palabra esté o no bien usada, aparte de su definición. Por eso se producen ciertas aproximaciones torpes, pero expresivas, como de extranjero que recuerda sólo vagamente las palabras. Así, en el poema antes aludido, cuando dice: Alrededor, de infinito modo, en propaganda interminable, de hocico armado y definido, el espacio hierve y se puebla. En el segundo verso, "propaganda" parece un error en ver de "propagación", y, sin embargo, resulta un acierto en cuanto efecto deliberado de "extrañamiento". y en el Ritual de mis piernas: Bueno, mis rodillas, como nudos, particulares, funcionarios,
evidentes, "funcionarios" sustituye al lógico "funcionales", pero aporta toda una vena propia de expresión. En esa "temporada en el infierno" asiático, aunque el poeta gozara y pintara la naturaleza o el erotismo tropical -Monzón de mayo, Ángela adónica-, la dolorosa y repugnante vida multitudinaria de esos países se le hizo una verdadera pesadilla -aparte de un terrible amor en Rangún, Josie Bliss, cuyos celos pusieron en peligro su vida -véase Tango del viudo-. Pero se salvó Neruda al ser trasladado a Colombo (Ceilán, hoy Sri Lanka), donde escribió, entre otros poemas, el gran Ritual de mis piernas. En 1933 está de vuelta en Santiago y publica Residencia en la tierra, luego llamada Primera residencia, pues en 1935 hay un segundo volumen en la edición de Madrid. A Madrid llega Neruda tras encontrar a Lorca en Buenos Aires: la poesía de Neruda ya era muy conocida por los poetas de
1927, a través de Alberti, que iba recibiendo desde Asia copias de sus poemas. Según cuenta Neruda, cuando Lorca le oía leer versos, se tapaba los oídos cómicamente y decía: "¡Para! ¡Para! ¡No sigas leyendo, que me influencias!". En Madrid escribió Neruda su Oda a Federico García Lorca, el "naranjo enlutado", con oscuros presagios trágicos: antes, en Buenos Aires, los dos habían compuesto juntos un cuaderno, con dibujos de Lorca, el último de los cuales representaba las cabezas, cortadas y sangrantes, de ambos poetas. En Madrid, Neruda asumió una suerte de presidencia honoraria de aquella generación española, que en 1935 publicó un libro Homenaje a Pablo Neruda y le aceptó como director de la revista Caballo verde para la poesía. También publicó selecciones de Quevedo y Villamediana -a éste le consagró el poema El desenterrado-. En lo personal, en 1934 nace una hija suya, que muere pocos años
después, víctima de defectos congénitos -clave, sin duda, de poemas como Melancolía en las familias y Enfermedades en mi casa-. También entonces inicia Neruda su relación con la pintora argentina Delia del Carril: en 1936 se separaría de su esposa holandesa de Java. La Segunda residencia, como se la suele llamar, conserva la voz de la primera, pero con más hermetismo y tiniebla. Ahora aparecen visiones acumulativas de la vida de la gran ciudad -Walking around y Desespediente-, acentuando su recurso típico de amontonamiento de elementos, cada uno de los cuales podría ser sustituido por otro vagamente análogo, creando una atmósfera anímica. Y los poemas más oscuros superan en oscuros y lúgubres a los del primer volumen -Un día sobresale, Barcarola, El reloj caído en el mar, No hay olvido (Sonata)-. Esa técnica de acumulación, si a veces peligra volverse retórica maquinal, permite algún acierto memorable, como
Vuelve el otoño y, en otra dirección, los Tres cantos materiales (a la madera, al apio y al vino).
"Tercera residencia" y "Canto general": el poeta político Esta veta lírica se hace más sobria y hermética -a veces, inaccesible- en otros versos escritos tras la Segunda residencia, especialmente en un poema largo, Las furias y las penas; pero, de repente, esa línea, que aparecerá en 1947 como parte inicial de una Tercera residencia, da un viraje radical -desde 1936-. Entonces, en efecto, empieza la guerra en España, y Neruda toma partido, en el Madrid bombardeado -lo cual hace que su gobierno le destituya del cargo de cónsul, donde, por cierto, estaba a las órdenes de la embajadora Gabriela Mistral-. Surgen ahora los poemas de España en el corazón, con un cambio completo de temática, que justifica en Explico algunas cosas:
Preguntaréis: Y dónde están las lilas? Y la metafísica cubierta de amapolas? Y la lluvia que a menudo golpeaba sus palabras llenándolas de agujeros y pájaros? Os voy a contar todo lo que me pasa. Yo vivía en un barrio de Madrid, con campanas, con relojes, con árboles... En los poemas de España en el corazón hay ya la misma alternacia que se encuentra luego en el Canto general, entre el insulto panfletario y la tensa elevación contemplativa; así en Cómo era España: Era España tirante y seca, diurno tambor de son opaco, llanura y nido de águilas, silencio deazotada intemperie. Cómo, hasta el llanto, hasta el alma amo tu duro suelo, tu pan pobre... Neruda va a París, donde trabaja con César Vallejo en un comité de ayuda a la República, y luego vuelve
a Chile, donde actúa en la campaña del candidato presidencial del Frente popular, Pedro Aguirre Cerda. Al triunfar éste, Neruda vuelve a ser cónsul, pero ahora en París en 1939, para recoger refugiados republicanos españoles -en el famoso barco Winnipeg-. De 1940 a 1943 es cón sul en México, en cuyas calles se pegan los carteles de su Nuevo canto de amor a Stalingrado. Ahora es cada vez más capaz de ver los problemas de la propia hispanoamérica: primero, en términos algo retóricos e históricos -Un canto a Bolívar-, y, después, en gradual aproximación a las realidades sociales. Luego, en Memorial de Isla Negra, diría que su experiencia de la guerra española le había abierto los ojos para mirar la dolorosa verdad de sus propias tierras -en el poema Tal vez cambié desde entonces-. Neruda empieza por volver a mirar su propio país, escribiendo poemas como la Oda de invierno al río Mapocho, pero seguramente a partir de Himno y regreso (1939) es cuando empieza a tener la
idea de un vasto poema que abarque no ya su país, sino toda su América: el Canto general. Acaso el problema central de la poética nerudiana se resuma en el hecho, un tanto paradójico, de que para construir su gran poema social, político e histórico empiece -sin acabar nunca- por hablar de lo menos humano, de la naturalez, de la geología, de los mares, de los ríos, de las plantas y los pájaros, y, después, del pasado histórico; y que, en cambio -como reconocería el mismo Neruda años después-, nunca llegue a hablar de lo que es hoy una clave social de Hispanoamérica, esto es, las grandes, desmesuradas ciudades. Leyendo el Canto general, sólo se hacen visibles, sobre el tremendo paisaje y sobre las imágenes de las viejas razas, los conquistadores y los libertadores, algunas dispersas figuras actuales de campesinos, mineros y luchadores heroicos, así como los grandes figurones de los tiranos políticos; pero no se ve que uno de los
aspectos del sufrimiento social de Hispanoamérica consista en tener hinchadas metrópolis en medio de enormes extensiones casi vacías. Eso no invalida el sentido social y político del Canto general, sino que invita a leerlo como obra de un poeta lírico e individualista "adherido" tardíamente a una causa de ética colectiva a la que su carácter y sensibilidad no le habían llevado espontáneamente desde el principio. No hay falta de sinceridad: tal vez el supremo valor del Neruda "comprometido" esté en su esfuerzo por sacrificarse poniendo al servicio de un ideal común esa voz suya que, en el fondo, nunca deja de ser la de un solitario contemplador de un mundo casi vacío, en escalofrío del alma bajo sacudidas atmosféricas; casi un egoísta pintor verbal. En 1945, regresado de México, Neruda fue elgido senador -"senador Reyes"por las provincias mineras del Norte: unos meses después se hizo miembro del Partido comunista
chileno. En 1946 -ya se llama legalmente "Pablo Neruda"- actúa a favor de González Videla, quien fue elegido presidente por una coalición de centroizquierda. Por entonces publica su Tercera residencia y, en revistas, Alturas de Machu Picchu, del Canto general en gestación. En 1948 González Videla, ya en la coyuntura de la "guerra fría", ataca al ala izquierda de los que le habían elegido, y da orden de detener a Neruda, quien se esconde en el campo durante un año escribiendo el Canto general-, y luego, evadido a través de varios países, llega a México, donde publica en 1950 su Canto general, saludado como un gran acontecimiento. El Canto general debe apreciarse en su vasta integridad -más de quinientas páginas de letra pequeña, en la primera edición-: sería un malentendido antologizar sus "bellezas" dejando los trozos de baja tensión poética, los insultos triviales a personajes ya olvidados, así como ciertos repasos a
la historia, a veces superficiales, y a veces incluso opuestos a cualquier óptica de izquierda: todo eso forma parte del sentido de la unidad de la obra. Esbocemos un rápido índice de sus quince partes. La primera, La lámpara en la tierra, es el gran escenario natural americano, hasta las razas aborígenes. La segunda es el famoso y largo poema Alturas de Machu Picchu, donde, con la técnica acumulativa de Residencia, la misteriosa ciudadela preincaica aparece como símbolo del principio de la Indoamérica, dando sentido al errar del poeta entre la civilización urbana, ahora en contacto con el viejo dolor de aquellos indios: Mostradme vuestra sangre y vuestro surco, decidme: aquí fui castigado, porque la joya no brilló o la tierra no entregó a tiempo la piedra o el grano... Yo vengo a hablar por vuestra boca muerta. La tercera parte describe, en tono de ataque, a Los
conquistadores, alguna vez creando también sugestivos mitos o dando tonos positivos -Descubridores de Chile, Ercilla, El corazón magallánico-: La luz vino a pesar de los puñales. En la parte IV aparecen Los libertadores; tras empezar con la víctima Cuauhtémoc, sigue con el padre Las Casas, y después logra algunas de las mejores estampas del libro, como Guayaquil (1823), pintura sin palabras de la entrevista Bolívar-San Martín, en que fracasó el sueño de la unidad sudamerocana: una épica posible desde una voz lírica actual. Forzosamente más superficial ha de ser la siguiente parte -La arena traicionada-, de ataques a los opresores del siglo pasado y del presente. Tras eso, como charnel en que gira el libro, América, no invoco tu nombre en vano es una serie de breves estampas dispersas, de paisajes y tipos humanos, como introducción hacia la parte más actual del libro, que se abre con el Canto general de Chile, germen
de todo el libro y resumen suyo en menor escala. Allí hay visiones de la naturaleza y emoción personal de recuerdo -. Quiero volver al Sur-, descripciones de artesanías, inundaciones, terremotos e innumerables plantas, cartas a amigos, alguna bella estampa suelta, como Jinete en la lluvia, para acabar con la aludida Oda al río Mapocho, que seguramente fue la primera del libro. La siguiente parte es La tierra se llama Juan: una galería de retratos de trabajadores, sobre todo mineros chilenos, en su propio lenguaje. Por contraste, luego viene la gran imprecación a Estados Unidos, apelando a su lado moral contra su lado explotador: Que despierte el leñador, y el leñador sería Lincoln, imagen de rectitud moral. Más personal es la siguiente parte -El fugitivo, en que el poeta cuenta su huida ante la orden de detención de Videla; luego -Las flores de Punitaquipinta la vida de los pobres y su oscura lucha. Los ríos del canto, después, se
compone de cartas a amigos escritores, vivos y muertos, a veces con un tono de sereno humor que reaparecerá mucho en el Neruda posterior. Después Neruda escribe su Coral de Año Nuevo para la patria en tinieblas, como carta lejana a su país, y a continuación, de ojos afuera, añade todo un libro -El gran Océano- de pura contemplación marina, sin apenas huellas humanas de antiguas razas. Aunque quizá menos atractiva, esta parte viene bien para pasar al final autobiográfico: Yo soy, de que ya citábamos versos al principio, y que podríamos proponer como aquello con que un lector nuevo empezaría mejor a leer a Neruda. Buen final éste: no una gran proclama, sino las memorias del poeta, pasando de la magia de la niñez y el trance lírico juvenil al servicio comunitario, que -tras la irale deja una mirada más tranquila y clara, abierta al final de su vida. El Neruda posterior al "Canto general"
Después del resonante Canto general, Neruda viaja -Italia, URSS, China-, escribiendo poemascrónicas, algo convencionales al lado de su reciente monumento Las uvas y el viento, etc.-. En el resto de su vieda poco más de veinte añospublicará casi el triple de lo publicado en los treinta anteriores -para no hablar ahora de lo póstumo-: ya vive en "olor de multitud", e incluso se permite alguna leve frivolidad fuera de su compromiso político. En el sucesivo y excesivo catálogo nerudiano habrá algún libro trivial, como Los versos del capitán , bajo transparente anónimo, dedicado a su nueva compañera, Matilde Urrutia. Luego, por invitación de Miguel Otero Silva, en Caracas, crea una "columna" periodística y poética, las Odas elementales (1954), cuyos versos endecasílabos y heptasílabos se fragmentan a veces para ocupar mejor su franja tipográfica. Esta serie se extiende hasta cuatro libros con Nuevas odas elementales (1956), Tercer libro de odas (1957)
y Navegaciones y regresos (1959). En este último, algunos poemas se salen del formato, entre ellos uno de los mejores de toda la vida de Neruda, El Barco:
Pero si ya pagamos nuestros pasajes en este mundo, por qué, pro qué no nos dejan sentarnos y comer? De esas numerosísimas odas -a veces, casi humorísticas-, son de recordar no pocas -Oda a la alcachofa, Oda al diccionario, Oda a un gran atún en el mercado, etc.-; pero, en conjunto, quizá valgan más como un vasto borrador para Estravagario (1958), uno de los grandes libros de neruda, sin duda el más válido después del Canto general. Aquí el poeta parece hacerse un poco el tonto, y, olvidado de grandes cuestiones, mirar las cosas con socarrona ignorancia. Para elegir un solo ejemplo, tomaríamos Demasiados nombres, cuyo indolente ademán cala por debajo del lenguaje mismo: ...y todos los nombres del
día los borra el agua de la noche. Dejando para el olvido los Cien sonetos de amor (1959), anotemos un cambio de tono en Canción de gesta (1960), homenaje a la triunfante revolución de Fidel Castro en Cuba, en solemne endecasílabo asonante, como las Odas seculares de Lugones. En 1961 sale un libro Cantos ceremoniales, con algunos poemas memorables; por ejemplo, El sobrino de Occidente, donde recuerda el descubrimiento de la lectura en su niñez, o una de sus piezas capitales, en varias partes: Fin de fiesta. Aquí el poeta, frente a su gran mar, piensa en el acabamiento de su vida, y, después de repasarla, se entrega a ser absorbido en el tiempo y en el mundo. Empezando por la pobreza de la niñez -pobreza propia y ajena-, el poeta se ve llegado a la soledad en su tierra, dispuesto al fin: ...por eso cuando vi lo que ya había visto y toqué tierra y lodo, piedra y espuma mía, seres que reconocen mis
pasos, mi palabra, plantas ensortijadas que besaban mi boca, dije: "Aquí estoy", me desnudé en la luz, dejé caer las manos en el mar,y cuando todo estaba transparente, bajo la tierra, me quedé tranquilo. podría creerse que la obra de Neruda ya estaba acabada, pero entonces emprende una vasta autobiografía poética en cinco volúmenes: Memorial de Isla Negra (desde 1964). En este tercer ciclo hay una calidad de absoluta madurez vital, a veces fría e informativa, capaz de dar nueva originalidad a motivos a veces ya aparecidos en otros libros. Todavía habrá otros libros: alguno, teatral, como Fulgor y muerte de Joaquin Murieta; otros, más bien decorativos, como Comiendo en Hungría, en colaboración con Miguel Ángel Asturias, Arte de pájaros y La casa en la arena; alguno, monográfico, como Las manos en el día, otro, a modo de síntesis de sus anteriores autobiografías, como Aún,
etc. Caso peculiar es el de Fin de mundo (1969), una vasta visión del universo en complejo panorama frente al acabamiento del milenio, donde las esperanzas revolucionarias no llegan a introducir coherencia. Neruda murió en setiembre de 1973, unos días después que el presidente Allende, a cuyo servicio había sido embajador en París: volvió a Chile ya enfermo, a tiempo de hallar su "muerte propia" en ese momento histórico tantrágicamente significativo. Después se han publicado numerosos libros de Neruda, que no añaden nada especial: gran éxito ha tenido su esbozo de autobiografía en prosa Confieso que he vivido; pero, generalmente, se puede ver que esos mismos temas quedaban mejor en su versión poética -lo que ocurre también con otras prosas, Para nacer he nacido-. Neruda queda no sólo como poeta, sino incluso, si se quiere, como tres grandes poetas sucesivos, con divisorias en las fechas de 1936 y 1950. Pero por supuesto que su lectura unitaria y sucesiva
le engrandece más, a pesar de que su evolución haya tenido no poco de sorprendente.