Cuentos Para
Divertirse Mauricio PĂŠrez Lopera Octavo Colegio santa InĂŠs
2017
Introducción: son cuentos para que los niños se diviertan leyendo en este año de la lectura; aunque no lo crea la lectura es importante para la vida cotidiana para todas las edades, te diviertes y aprendes.
Yayuca y la estrella de Navidad | Cuento navideño
El pequeño Tom era un niño muy risueño y travieso. Tom consideraba que nadie le entendía en el mundo. Nadie, salvo «Yayuca», su abuela del alma. ¡Qué tardes se pasaban Yayuca y Tom, mirándose el uno al otro, hasta ver quién carcajeaba primero! . Un año, cerquita de Navidad, el revoltoso de Tom registró el cuarto de su madre buscando algún regalo o sorpresa que estropear. No encontró regalos, pero sí unas cajas muy bonitas con las que jugar pintó dos de aquellas cajas con marcas de grandes ojos y bocas, y tras ponerse una en la cabeza le entregó la otra a Yayuca: -¡Soy-un-robot! ¡Soy-un-robot! – Repetía Tom frente a su abuela, realizando una especie de danza robótica.
¡Cuánto reía Yayuca observándole corretear a su alrededor! Y así transcurrió felizmente la tarde, hasta que la mamá de Tom, casi enfurecida, arrebató la caja al pequeño gritándole si no se daba cuenta de cómo estaba su abuela, o si es que pretendía acabar con ella. Aquellas palabras consternaron al pequeño. Pero Tom, que poseía una mente tremendamente inquieta, solo pudo permanecer haciéndose preguntas apenas unos minutos, y tras ello, se puso manos a la obra. Durante días permaneció casi completamente encerrado en su cuarto, con tijera y lapiceros trabajando sobre el viejo parquet. Fueron necesarios algunos materiales más, como un espumillón blanco brillante, que sisó disimuladamente del árbol de Navidad del salón, o el algodón del baño. Pero pronto Tom salió de su cuarto satisfecho, ansioso, y con ganas de rematar su propósito con su obra maestra a hombros. Estaba decidido a que su abuela volviese a la normalidad (como tanto pedía mamá, y a pesar de que a él le encantaba Yayuca tal cual era), y tenía de plazo tan solo unos días hasta la llegada de los Reyes Magos, justo al término de la Navidad. Tom había escuchado en la escuela que la Estrella de Belén era la encargada de guiar los pasos de los Reyes. Lo cierto es que no recordaba muchos más datos sobre aquella misteriosa estrella, pero si aquellos hombres mágicos habían conseguido guiarse por ella, estaba convencido de que tenía que brillar como ninguna otra en el mundo, y así se había propuesto construir la suya. Tom tiñó durante días los algodoncillos del cuarto de baño con purpurinas de plata, y los pegó sobre una enorme cartulina amarilla que guardaba de una antigua manualidad. Alrededor, coronó toda su estructura con el precioso espumillón brillante del árbol de Navidad, y se dispuso a colgarla de su ventana con el hilo del cometa que sobrevolaba algunos veranos por el parque de las encinas chatas. No podía fallar. Los Reyes verían los destellos de su Estrella de Belén al izarse en la noche con el viento, vendrían a casa, y curarían a su abuela que al parecer se encontraba rota. Aquella noche mágica, Tom apenas podía conciliar el sueño, pero no quiso husmear por los pasillos como de costumbre. Quería que todo saliera como debía ser y no quería que los Reyes se enfadasen a última hora por sus travesuras. De manera que, a pesar de todos los extraños ruidos que percibió, no se movió de la cama. A la mañana siguiente, cuando Tom distinguió los rayos de luz del día entre los resquicios de la persiana, corrió al salón, y ante la sorpresa de su madre no se abalanzó sobre los regalos, ni siquiera los miró. Tom solo acariciaba el rostro de su abuela extrañado, mirándola sin parar. Esperaba encontrar alguna prueba en ella de que los Reyes le habían concedido su deseo, pero no encontró nada distinto. Entonces Yayuca, tras dirigir a su nieto la mirada más directa, tierna y sincera que podía haber, le dijo sacudiendo un regalo entre las manos: « ¿Jugamos a los robots?». Tom se sintió aquel día de Reyes el niño más feliz del mundo sobre la tierra jugando con su Yayuca sin parar. ¡Cuánto reían! Y el pequeño quedó convencido de que los Reyes no habían dado con su estrella. Solo con el paso de los años comprendió que sí la habían encontrado, y guardó para siempre en su corazón el regalo de aquellos instantes extraordinarios…
LA GATA ENCANTADA Erase un príncipe muy admirado en su reino. Todas las jóvenes casaderas deseaban tenerle por esposo. Pero el no se fijaba en ninguna y pasaba su tiempo jugando con Zapaquilda, una preciosa gatita, junto a las llamas del hogar. Un día, dijo en voz alta: Eres tan cariñosa y adorable que, si fueras mujer, me casaría contigo. En el mismo instante apareció en la estancia el Hada de los Imposibles, que dijo: Príncipe tus deseos se han cumplido El joven, deslumbrado, descubrió junto a el a Zapaquilda, convertida en una bellísima muchacha.
Al día siguiente se celebraban las bodas y todos los nobles y pobres del reino que acudieron al banquete se extasiaron ante la hermosa y dulce novia. Pero, de pronto, vieron a la joven lanzarse sobre un ratoncillo que zigzagueaba por el salón y zampárselo en cuanto lo hubo atrapado.
El príncipe empezó entonces a llamar al Hada de los Imposibles para que convirtiera a su esposa en la gatita que había sido. Pero el Hada no acudió, y nadie nos ha contado si tuvo que pasarse la vida contemplando como su esposa daba cuenta de todos los ratones de palacio.
Actividad 1) ¿Cómo se llama la gatita? 2) ¿la gatita con quien se caso? 3) ¿Qué hizo la joven al ver al ratón?
4) ¿Qué hizo el príncipe al ver la joven hacer eso? 5) ¿te gusto el cuento? 6) ¿el príncipe que animal tenia?
LA BOBINA MARAVILLOSA
Erase un principito que no quería estudiar. Cierta noche, después de haber recibido una buena regañina por su pereza, suspiro tristemente, diciendo: ¡Ay! ¿Cuándo seré mayor para hacer lo que me apetezca? Y he aquí que, a la mañana siguiente, descubrió sobre su cama una bobina de hilo de oro de la que salió una débil voz: Trátame con cuidado, príncipe. Este hilo representa la sucesión de tus días. Conforme vayan pasando, el hilo se ira soltando. No ignoro que deseas crecer
pronto... Pues bien, te concedo el don de desenrollar el hilo a tu antojo, pero todo aquello que hayas desenrollado no podrás ovillarlo de nuevo, pues los días pasados no vuelven.
El príncipe, para cerciorarse, tiro con ímpetu del hilo y se encontró convertido en un apuesto príncipe. Tiro un poco mas y se vio llevando la corona de su padre. ¡Era rey! Con un nuevo tironcito, inquirió: Dime bobina ¿Cómo serán mi esposa y mis hijos? En el mismo instante, una bellísima joven, y cuatro niños rubios surgieron a su lado. Sin pararse a pensar, su curiosidad se iba apoderando de él y siguió soltando mas hilo para saber como serian sus hijos de mayores.
De pronto se miro al espejo y vio la imagen de un anciano decrépito, de escasos cabellos nevados. Se asusto de sí mismo y del poco hilo que quedaba en la bobina. ¡Los instantes de su vida estaban contados! Desesperadamente, intento enrollar el hilo en el carrete, pero sin lograrlo. Entonces la débil vocecilla que ya conocía, hablo así: Has desperdiciado tontamente tu existencia. Ahora ya sabes que los días perdidos no pueden recuperarse. Has sido un perezoso al
pretender pasar por la vida sin molestarte en hacer el trabajo de todos los días. Sufre, pues tu castigo.
El rey, tras un grito de pánico, cayó muerto: había consumido la existencia sin hacer nada de provecho.
LA SEPULTURA DEL LOBO
Hubo una vez un lobo muy rico pero muy avaro. Nunca dio ni un poco de lo mucho que le sobraba. Sintiéndose viejo, empezó a pensar en su propia vida, sentado a la puerta de su casa. ¿Podrías prestarme cuatro medidas de trigo, vecino? Le pregunto el burrito. Te daré; ocho, si prometes velar por mi sepulcro en las tres noches siguientes a mi entierro. Murió el lobo pocos días después y el burrito fue a velar en su sepultura. Durante la tercera noche se le unió el pato que no tenia casa. Y juntos estaban cuando, en medio de una espantosa ráfaga de viento, llego el aguilucho que les dijo:
Si me dejáis apoderarme del lobo os daré una bolsa de oro. Será suficiente si llenas una de mis botas. Dijo el pato que era muy astuto. El aguilucho se marcho para regresar en seguida con un gran saco de oro, que empezó a volcar sobre la bota que el sagaz pato había colocado sobre una fosa. Como no tenia suela y la fosa estaba vacía no acababa de llenarse. El aguilucho decidió ir entonces en busca de todo el oro del mundo.
Y cuando intentaba cruzar un precipicio con cien bolsas colgando de su pico, fue a estrellarse sin remedio.
Amigo burrito, ya somos ricos. Dijo el pato. La maldad del Aguilucho nos ha beneficiado.
Y todos los pobres de la ciudad. Dijo el borrico, por que con ellos repartiremos el oro.
EL GRANJERO
BONDADOSO Un anciano rey tuvo que huir de su país asolado por la guerra. Sin escolta alguna, cansado y hambriento, llegó a una granja solitaria, en medio del país enemigo, donde solicitó asilo. A pesar de su aspecto andrajoso y sucio, el granjero se lo concedió de la mejor gana. No contento con ofrecer una opípara cena al caminante, le proporcionó un baño y ropa limpia, además de una confortable habitación para pasar la noche.
Y sucedió que, en medio de la oscuridad, el granjero escuchó una plegaria musitada en la habitación del desconocido y pudo distinguir sus palabras: -Gracias, Señor, porque has dado a este pobre rey destronado el consuelo de hallar refugio. Te ruego ampares a este caritativo granjero y haz que no sea perseguido por haberme ayudado. El generoso granjero preparó un espléndido desayuno para su huésped y cuando éste se marchaba, hasta le entregó
una bolsa con monedas de oro para sus gastos.
Profundamente emocionado por tanta generosidad, el anciano monarca se prometió recompensar al hombre si algún día recobraba el trono.
Algunos meses después estaba de nuevo en su palacio y entonces hizo llamar al caritativo labriego, al que concedió un título de nobleza y colmó de honores. Además, fiando en la nobleza de sus sentimientos, le consultó en todos los asuntos delicados del reino.
EL MUÑECO DE NIEVE Había dejado de nevar y los niños, ansiosos de libertad, salieron de casa y empezaron a corretear por la blanca y mullida alfombra recién formada.
La hija del herrero, tomando puñados de nieve con sus manitas hábiles, se entrego a la tarea de moldearla. Haré un muñeco como el hermanito que hubiera deseado tener se dijo. Le salio un niñito precioso, redondo, con ojos de carbón y un botón rojo por boca. La pequeña estaba entusiasmada con su obra y convirtió al muñeco en su inseparable compañero durante los tristes días de aquel invierno. Le hablaba, le mimaba...
Pero pronto los días empezaron a ser mas largos y los rayos de sol mas calidos... El muñeco se fundió sin dejar mas rastro de su existencia que un charquito con dos carbones y un botón rojo. La niña lloro con desconsuelo.
Un viejecito, que buscaba en el sol tibieza para su invierno, le dijo dulcemente: Seca tus lagrimas, bonita, por que acabas de recibir una gran lección: ahora ya sabes que no debe ponerse el corazón en cosas perecederas.
LA VENTA DEL ASNO
Erase un chicuelo astuto que salió un día de casa dispuesto a vender a buen precio un asno astroso. Con las tijeras le hizo caprichosos dibujos en ancas y cabeza y luego le cubrió con una albarda recamada de oro. Dorados cascabeles pendían de los adornos, poniendo música a su paso. Viendo pasar el animal tan ricamente enjaezado, el alfarero llamó a su dueño: -Qué quieres por tu asno muchacho? -iAh, señor, no está en venta! Es como de la familia y no podría separarme de él, aunque siento disgustaros... Tan buena maña se dio el chicuelo, que consiguió el alto precio que se había propuesto. Soltó el borrico, tomó el dinero y puso tierra por medio. La gente del pueblo se fue arremolinando en torno al elegante asnito. ¡Que elegancia! ¡Qué lujo! -decían las mujeres. -El caso es... -opuso tímidamente el panadero-, que lo importante no es el traje, sino lo que va dentro. -insinúas que el borrico no es bueno? -preguntó molesto el alfarero.
Y para demostrar su buen ojo en materia de adquisiciones, arrancó de golpe la albarda del animal. Los vecinos estallaron en carcajadas. Al carnicero, que era muy gordo, la barriga se le bamboleaba de tanto reír. Porque debajo de tanto adorno, cascabel y lazo no aparecieron más que cicatrices y la agrietada piel de un jumento que se caía de viejo. El alfarero, avergonzado, reconoció: -Para borrico, yo!
EL CABALLO AMAESTRADO
Un ladrón que rondaba en torno a un campamento militar, robo un hermoso caballo aprovechando la oscuridad de la noche. Por la mañana, cuando se dirigía a la ciudad, paso por el camino un batallón de dragones que estaba de maniobras. Al escuchar los tambores, el caballo escapo y, junto a los de las tropa, fue realizando los fabulosos ejercicios para los que había sido amaestrado.
¡Este caballo es nuestro! Exclamo el capitán de dragones. De lo contrario no sabría realizar los ejercicios. ¿Lo has robado tu? Le pregunto al ladrón. ¡Oh, yo...! Lo compre en la feria a un tratante... Entonces, dime como se llama inmediatamente ese individuo para ir en su busca, pues ya no hay duda que ha sido robado.
El ladrón se puso nervioso y no acertaba a articular palabra. Al fin, viéndose descubierto, confeso la verdad. ¡Ya me parecía a mí exclamo el capitán Que este noble animal no podía pertenecer a un rufián como tu! El ladrón fue detenido, con lo que se demuestra que el robo y el engaño rara vez quedan sin castigo.
Actividad
1) ¿diga los personajes principales? 2) ¿diga los nombres de los cuentos? 3) ¿te gusto leer? 4) ¿ saque una conclusión? 5) ¿NOMBRE LOS VILLANOS DELOS CUENTOS? 6) ¿ te gustaron los cuentos?