Alzheimer: Transición y crisis

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Una mirada al desarrollo personal a través del cine Actividad N°3 “Transiciones y crisis”

Presentado por: Daniel Mauricio Villegas

Presentado a: Profesora Lucelly Ardila Vega

Universidad del Quindío


El Alzheimer es una enfermedad degenerativa que ha tenido la connotación de “la maldición del olvido” y no por poco se ha ganado esta designación, y es que la impotencia y desconcierto generados alrededor de esta patología implican un asunto mayor que conllevan a la desesperación, tanto de los “enfermos” como de sus allegados. Dependiendo de la fuente consultada, esta enfermedad puede manifestarse a través de siete o tres largas y dolorosas etapas según el portal web “Red Médica”, y no digo dolorosas por un dolor físico, o al menos no así inicialmente, sino por el dolor que vira en la incertidumbre sobre el futuro estado mental de uno mismo o de un ser querido. La diferencia en cada una de estas etapas radica en la intensidad y el impacto que generan alrededor del individuo y su familia, en la primera etapa, que dura en promedio unos cinco años se empiezan a perder ciertas facultades cognitivas, la persona olvida que hizo hace unos minutos, el camino para llegar al parque y volver a casa, asimismo disminuyen la capacidad de concentración, el interés por muchas cosas y la ubicación espacio-temporal. En la segunda etapa, que tiene una duración de unos diez años, comienzan a surgir problemas de afasia, apraxia y agnosia, es decir dificultad en el lenguaje, para llevar a cabo funciones aprendidas (como vestirse) y la pérdida de la capacidad para poder reconocer a las personas con las que convive, respectivamente. En esta etapa empiezan a aparecer problemas de tipo psicótico, la persona ve cosas y personas y escucha ruidos que nadie más en una habitación, pregunta por personas que ya murieron y presenta mucha dependencia de una persona que se dedique a su cuidado. La tercera etapa se caracteriza por presentar una afección de todas las facultades intelectuales, los síntomas cerebrales se agravan, la persona no reconoce sus familiares ni a sí mismo en un espejo, pierden toda voluntad de higiene y se descuidan por completo. Más adelante empiezan los problemas físicos, como la incontinencia urinaria y fecal. Termina en una cama casi permanentemente con alimentación asistida y estas personas suelen morir por infecciones respiratorias, urinarias o de la piel. Como ya hemos visto, esta enfermedad es una de las peores cosas que le puede pasar a un ser humano en cuanto a la mantención de su dignidad y autonomía, empieza con olvidar donde que el baño y excretar en su propia ropa y termina con la imposibilidad de


reconocerse a sí mismo en un espejo y sin reconocer a sus propios hijos y pareja, que son quienes hacen un gran esfuerzo por proteger a esa persona que alguna vez fue mejor con ellos pero con la diferencia de que son conscientes, así se nieguen a la idea, de que esta condición sólo empeora y de que nada será como antes. Allí empieza una cuestión moral que tiene que ver con uno de los cuatro principios bioéticos: el de la autonomía. La pregunta es ¿Cómo puede ser autónoma una persona que no está en sus capacidades mentales ni físicas? Donde todo es asistido y donde casi absolutamente nada puede ser realizado por uno mismo. Seguramente si hubiéramos tenido la oportunidad de tomar personas que en un futuro serían pacientes en segunda etapa de Alzheimer y todavía estuvieran en sus facultades mentales y les preguntáramos si hubieran preferido llegar hasta ese punto o la muerte, una porción no menor de dichas personas hubieran elegido la segunda opción, y esto se puede evidenciar en la película “Still Alice” donde la protagonista en sus primeras manifestaciones de un Alzheimer incipiente afirma en una oportunidad que preferiría tener cáncer y en otra se da a sí misma la orden de suicidarse cuando no puede responder una serie de preguntas relacionadas con su familia, como en qué mes cumple ella años o cuál es el nombre de su hija mayor.A esta enfermedad va asociada una temática que sigue siendo tabú para muchos: la eutanasia, aquella de la que hablan los activistas del DMD (derecho a morir dignamente). Para finalizar, en el 2010 en el periódico EL ESPECTADOR de Colombia, expuso el caso de una población del norte de Antioquia, el municipio de Yarumal, en donde cinco mil de los cuarenta mil pobladores eran pacientes con manifestaciones de la maldición del olvido, una porción mayor al diez por ciento de la población que vive en estas condiciones, aquellas que sólo se concebían en la imaginación de Gabriel García Márquez que aplicó a la población de Macondo cuando atacó la peste del insomnio, donde se debían poner etiquetas a todas las cosas y hasta un aviso en que pudieran ver todos con el enunciado “Dios existe”.


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