Reflexiones en torno a una mandarina mutante
Réquiem para Rayo. El Rayo, el Encapuchado de Gris y la Niña estaban en el lago rojo, en el centro del bosque de árboles enormes como edificios, de suelo de piedra andesita. El Rayo, estaba arrodillado en posición de respeto y veneración frente al Encapuchado de de Gris quien, no dejaba ver su rostro, y mantenía una posición hierática, firme e incólume; dejando solo ver una esbozada sonrisa irónica y gris frente a la luz de la luna. El lago que se veía rojo brillante, casi carmesí y escarlata de día, de noche era, solo una masa lívida, el mismo color de los ojos de la Niña de ropajes rojos donde se podían apreciar todas las constelaciones del firmamento. Rayo, fue a pedir audiencia al Encapuchado de Gris. La Niña, al sentirlo llegar, pronunció de manera tenue: "Rayo es hora de descansar". Fue tenue, pero, lo suficiente alto como para que los demás oyeras lo que dijo. Ella no volteó a mirarlo, solo siguió mirando hacia las estrellas y parecía estar llena de paz o talvez solo aparentaba calma. Rayo, no se inmutó frente a las palabras de la Niña, y expuso las razones por la cual había llegado allí, Tú te has comunicado conmigo, me enseñaste como hacer cuerdas con restos vegetales, tu me entregaste las semillas Marju, con el poder de... (....), esa noche, en ese río. Tú me diste mensajes que ahora son evidentes. En nombre del Honor, en nombre de la Verdad, en nombre de la Nobleza incendié todo lo que he sido,
para recuperar mi brillo, pero, terminé incendiándome a mí mismo, aunque mi naturaleza es el fuego mismo. Rayo, contaba su historia con devoción y fervor casi religioso, con las manos sudando, con las piernas temblando angustiosamente, mientras todos sus demonios hacía una fiesta en su cabeza. La Niña, interrumpió al atormentado. Dijo: "Rayo, ya no hay por qué resistir". Rayo, detuvo sus labios, la miró, asintiendo la cabeza de manera obediente. La niña de labios delgados siguió mirando las estrellas y la Vía Láctea que se reflejaba en sus ojos, era cada vez más clara. El Encapuchado de Gris, le dijo a Rayo. "Tú sabes que no es necesario que pronuncies palabra antes mí, lo sé todo.". La Niña, con mirada de incomodidad le preguntó: ¡Qué es lo que le ha sucedido al Rayo? Si tú lo sabes todo, mejor explícame qué sucede, ya estoy harta de oír tantos quejidos y ayes lastimeros!. El Encapuchado de Gris, le dijo: "Rayo, era un ser de Luz. Se le otorgo dones, se le otorgo poder y magia. Un día, se corrompió por torpeza y virtud y decidió que debía purificarse. La Niña interrumpió: "El dolor purifica. El fuego. Ennoblece". El Encapuchado continuó: Creó un abismo donde esconder su mancillada luz y su manchado honor, en nombre de la verdad el debió sufrir dolor para purificarse, e incendiar todo para volver a tener nobleza, para renacer, resucitar" La niña habló otra vez: "A veces es necesario destruir todo, para volver a empezar desde las cenizas, aún cuando duela, aun
cuando uno mismo se incendie.". El Encapuchado prosiguió: El creó su propio abismo con sus manos desnudas y al echar un vistazo al abismo, observó su rostro mirando de modo severo a sus ojos, sintió un frío estremecimiento, y temblóle las piernas. Tras un fuerte respiro... su rostro, sus manos se detuvieron, devolvió la mirada vulpina hacia el abismo y ardió todo, el abismo, el mismo y todo lo que con sus manos y su voz había construido. En nombre de la cordura, la verdad, el honor y su nobleza. La Niña dijo: "La luz que adoramos, también puede consumirnos". El Encapuchado de Gris. miró a Rayo, quien se disolvía en el viento que soplaba como quien acaricia y alivia, pero tan frío que corta y hace sangrar. La Niña, dijo: "Rayo, es hora de descansar, no regreses". El encapuchado al ver la luz intermitente, al ver como esporas de luz disolviéndose en el aire, no cambió su expresión irónica, no cambió su sonrisa a tristeza, no movió un dedo. Permaneció enhiesto, duro como piedra, y la Niña, de mejillas adorables tampoco se movió, ni cambio su expresión de paz o de calma... Transcurrió un minuto exacto mientras ellos guardaban silencio, el lívido lago quieto reflejaba el cielo. La Niña permanecía en silencio hasta que dijo: "Rayo envejeció, era necesario que descanse". El Encapuchado de Gris le respondió: "Mira las estrellas que tus ojos reflejan, brillan como tontas, rodeadas de las tinieblas que Rayo siempre temió, las tinieblas han vencido a las estrellas desde antes que ellas existieran, mira, como tiritan tontas frente a su propia decadencia". La niña interrumpió furiosa mirándole al rostro: "Estás ciego, tú eres más anciano que Rayo, pero, tú no eres más sabio
que Él. Aún lo irreemplazable y lo más preciado puede ser etéreo, aun las palabras que acaban al terminar de ser pronunciadas pueden ser etéreas, pero... mientras hayan vivido con Verdad, Honor y Nobleza, aún cuando haya sido necesario incendiarse a si mismas y explotar para brindar calor, para renacer, para ofrecer un espectáculo o para lo que sea, un segundo frente a la eternidad es más importante que cualquier cosa que tú, anciano ciego, podrás entender en todas las eternidades de tu miope inmortalidad."
Fragmento del poemario:
mandarina mutante. Autor: Max de la Rosa
Reflexiones en torno a una