ARROYOS DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES Enterrados, pero vivos
Una publicación del CONSEJO PROFESIONAL DE INGENIERÍA CIVIL Autor Ing. Civil Martín Diego Civeira Edición Arq. Gustavo Di Costa Diseño Gráfico Graciela Gallo y Lautaro Lupi
Esta publicación ha sido elaborada por el CONSEJO PROFESIONAL DE INGENIERÍA CIVIL en el marco de su estrategia de divulgación de temáticas de interés para la industria de la construcción y la sociedad en su conjunto. La reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio, requerirá autorización expresa del editor. Queda hecho el depósito que establece la Ley Nº 11.723.
Foto de tapa Basada en un plano del Cartógrafo Pablo Ludwig, según datos oficiales y observaciones propias, del año 1900
Publicado en formato digital Agosto de 2020
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Un considerable esfuerzo en tiempo, dedicación y capacidad profesional ha sido aplicado a la redacción de este libro. El lector acepta y comprende que no se ha expresado ni está implícita ninguna garantía del autor ni del CONSEJO PROFESIONAL DE INGENIERÍA CIVIL sobre los resultados de aplicar las consideraciones incluidas en el texto. El lector reconoce explícitamente que asume la responsabilidad de las aplicaciones inspiradas en el contenido de este libro y que debe verificar la realidad y seguridad de las mismas.
Índice
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6 Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10 Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 Arroyos del Radio Antiguo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 El Vega . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .21 El Medrano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27 El Cildáñez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33 El Maldonado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37 El llamado del progreso y la decisión de entubar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45 Los problemas solucionados y los subsistentes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51 A modo de conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57 Bibliografía y Fuentes Documentales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 64 Acerca del Autor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68 Autoridades del CONSEJO PROFESIONAL DE INGENIERÍA CIVIL . . . . . . . . . . . . . . . 69
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“ Hervidero de palabras Solo escucha tu alma El lenguaje universal Toneladas pesan nada Cuando solo flotas Sin más que pensar Por tu cauce, Río Babel Aguas claras corren profundas Río Babel Uno toma otro barco Aunque no quiero hacerlo Río Babel Fluir sin un fin más que fluir” Río Babel Gustavo Cerati
Agradezco especialmente el aporte del Ing. Pablo Arecco, la Dra. Ing. Gabriela Civeira, la Téc. Sup. Sandra Tamulis y la Ing. Verónica Veleda. Muchísimas gracias por su generosidad de siempre.
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Prólogo LOS ARROYOS DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES El Consejo Profesional de Ingeniería Civil (CPIC), ha tomado la responsabilidad de conservar la historia para las futuras generaciones, describiendo algunas obras emblemáticas las cuales motorizaron el desarrollo de nuestra ciudad de Buenos Aires, analizándolas en libros y artículos publicados en sus revistas. Esta iniciativa coincide con un aniversario: Los 150 años de diplomatura del Primer Ingeniero Civil, Luis A. Huergo, hecho ocurrido en 1870 en la Universidad de Buenos Aires. Ese mismo año, se iniciaron las obras de canalización de los Arroyos de Buenos Aires. El esfuerzo de investigación resulta destacable, debido a que muchas de esas obras son de larga data y en distintos casos no se cuenta con documentos escritos, acción que podría suponer condenarlas al olvido. En esta oportunidad tengo el placer, gracias a la amable invitación del CPIC, de prologar el trabajo del Ing. Martin Civeira, sobre los Arroyos de Buenos Aires. Es muy gratificante notar que el escrito, de fácil lectura, abunda en innumerables temas y anécdotas relativas a la geografía e historia de los últimos 150 años de nuestra ciudad y su desarrollo. Asimismo, en el ámbito ingenieril, se incluyen importantes datos cuantitativos de las cuencas y el recorrido de los arroyos, en ocasiones, motivados por la traza de las calles del momento, alejados de los actuales criterios de eficiencia hidráulica.
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Dicho lo anterior, me atrevo a anticipar que el presente texto interesará de igual forma a profesionales de la ingeniería, como así también, al lector ávido por conocer la situación sanitaria y de infraestructura de nuestra urbe en el pasado, y a través de sus líneas, visualizar hacia dónde nos dirigimos en los aspectos mencionados. Hacia 1870, el Presidente Domingo Faustino Sarmiento y la población en general, permanecían influenciados por la epidemia de Cólera, lo cual dio lugar al inicio de una etapa de obras hídricas, caracterizadas por la denominada “Etapa Sanitarista o Higienicista“. El motor principal del desarrollo económico de la ciudad estaba puesto en su urbanización, para lo cual, los arroyos constituían un escollo a superar. Era necesario, en la idea de aquel entonces, ocultarlos bajo los pavimentos y las construcciones, rectificarlos, entubarlos… Durante la siguiente década, ya se habían comenzado a proyectar y construir algunas de esas obras, debiendo recurrir el Presidente Sarmiento a expertos Ingleses, como John Bateman, quien siguió los lineamientos de la mencionada corriente Sanitarista, luego de haberla aplicado en su país de origen. En las sucesivas décadas, hasta mediados del siglo XX, se entubaron la totalidad de los Arroyos de Buenos Aires. De ese modo la contaminación, muy visible en sus cursos, ya no era apreciable. Simplemente cambio de lugar, se trasladó al Rio de la Plata o al Riachuelo, hacia donde los Arroyos de nuestra ciudad vierten sus aguas, y también en su estructura interior, a lo largo de la totalidad de su traza.
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Las citadas obras de entubamiento, como el caso del Maldonado o el Vega, ocuparon a los Ingenieros de Obras Sanitarias de la Nación, creada en el año 1912, siendo esta Empresa pionera en el país y Latinoamérica en lo relativo a la temática de la Ingeniería Sanitaria. Con el correr de los años, la Etapa Sanitarista cedió su lugar a la Etapa de Racionalización de los Cálculos y Normalización de los estudios y proyectos, para finalmente recaer en la actualidad, en la Etapa del Enfoque Científico y Ambiental, como metodología para abordar los estudios hidráulicos urbanos. Seguramente, la decisión de ocultar y entubar nuestros arroyos, no resistirían los actuales criterios rectores del proyecto de obras hidráulicas, de saneamiento y ambientales urbanas. Atento a ello estamos pagando muy caro, actualmente, las consecuencias de haber “inundado nuestros arroyos”. Al pasar los años, con mayor frecuencia, los Arroyos se encargan de aparecer nuevamente en la superficie, nutridos por una lluvia que su entubamiento es incapaz de conducir. Reaparecen con furia. Mientras el movimiento del agua nos describe su impronta, al mismo tiempo, nos “pasan factura” respecto de una excesiva e intrusiva ocupación de nuestro litoral, así como de una drástica disminución de los espacios verdes y absorbentes de la ciudad, debido al recurrente objetivo de urbanizar sin planificar debidamente. El Plan Maestro de la Ciudad, conjuntamente con las grandes obras llevadas a cabo en las últimas décadas, resultan ser muy importantes y mejoran la problemática del manejo de las cuencas urbanas, pero no resuelven totalmente el problema. Lluvias muy frecuentes acumulan agua en determinadas calles coincidentes 8
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con las 3 cuencas donde se ejecutaron las obras, sin mencionar el efecto del cambio climático… En las conclusiones de su trabajo, el Ing. Martin Civeira propone revisar algunos de los paradigmas conducentes al actual escenario, al tiempo de brindar interesantes ejemplos de otros países, quienes han corregido con sus obras desfavorables panoramas. Quizás haya llegado el momento de afrontar el desafío de brindar una respuesta contundente sobre la situación. Seguramente, la Ingeniería Argentina se encontrará nuevamente a la altura de esos desafíos, para colaborar denodadamente en su solución. Estimado lector, no lo distraigo más, le deseo que disfrute mucho de la lectura de este libro. Como fue en mi caso. Ing. Civil Adolfo Guitelman Profesor de Construcciones Hidráulicas (FIUBA) Director de la Carrera de Ingeniería Civil (FIUBA) Director de la Escuela de Graduados de Ingeniería Hidráulica (FIUBA)
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Presentación ENTERRADOS, PERO VIVOS La ciudad de Buenos Aires presenta un subsuelo rico en cursos de agua, aunque prácticamente ninguno puede observarse en la actualidad. Décadas atrás, la ex Capital Federal incluía en su tejido urbano: arroyos, cañadas, pequeñas lagunas y canales a cielo abierto, que servían como lugar de esparcimiento. El sistema de drenaje original, compuesto por los arroyos que la atravesaban, ha sido sustituido por un conjunto de emisarios y conductos secundarios enterrados; fueron construcciones realizadas principalmente entre 1927 y 1954. El presente trabajo revisa la historia y características de las cuencas más importantes que atraviesan la CABA, de acuerdo con su superficie y longitud: El Radio Antiguo y los arroyos Vega, Medrano, Cildáñez y Maldonado. Arroyos que hoy se presentan enterrados, pero más vivos que nunca. Ing. Civil Martín Diego Civeira Invierno de 2020
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Introducción
La Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) presenta un subsuelo rico en arroyos, de los cuales prácticamente ninguno puede observarse a simple vista en la actualidad, con las escasas excepciones de un puñado de sus desembocaduras, en el Río de la Plata y en el Riachuelo. Tal como muchas otras urbes emplazadas en Latinoamérica, Buenos Aires se desarrolló a la vera de diversos cursos naturales de agua y, durante décadas, fue posible generar una convivencia entre los rasgos naturales de típicos sistemas fluviales con los usos y costumbres de la población. En la actualidad, los cursos que atraviesan la ciudad no se aprecian visualmente. Pero, hasta no hace muchos años, ésta se encontraba surcada naturalmente por arroyos, cañadas y pequeñas lagunas. Hubo un tiempo en que Buenos Aires incluía, como concepto de ciudad moderna, la idea de canales a cielo abierto, los cuales servían como lugar de recreo. La CABA está surcada por los siguientes arroyos: Medrano, Vega, White, Maldonado, Radio Antiguo-Ugarteche, BocaBarracas, Ochoa, Elía, Erézcano, Cildañez y Larrazabal-Escalada. De estas cuencas, tres de las más importantes se extienden también sobre el conurbano; se trata del Cildáñez, el Maldonado y el Medrano, con nacientes en la provincia de Buenos Aires. Arroyos de Buenos Aires 11
Localización de las cuencas de la Ciudad de Buenos Aires.
La totalidad de este sistema fluvial sufrió un proceso desde 1870, primero de rectificaciones y luego de entubamientos y soterramientos. La visión de progreso, de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, impulsó un rápido avance de la urbanización sobre los cursos de agua que, con los entubamientos, buscaba el desarrollo de barrios, infraestructura y servicios, reduciendo a su mínima expresión los rasgos naturales del terreno. El sistema de drenaje original de la ciudad, compuesto por los arroyos que la atravesaban a cielo abierto, ha sido casi totalmente sustituido por un conjunto de emisarios y conductos secundarios entubados y enterrados, con obras realizadas principalmente entre 1927 y 1954. Pese a esto, aún es posible reconocer el trazado original de los cursos de agua en las calles que son diagonales o zigzagueantes, o que tienen bulevares y se apartan del diseño de damero 12
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característico de Buenos Aires, o en ciertos desniveles topográficos. Si bien han quedado en el olvido, cuando llueve copiosamente, algunos de los arroyos capitalinos siguen ocasionando trastornos. En el presente texto, nos enfocaremos en la historia y características de las cinco cuencas más importantes que atraviesan la CABA, de acuerdo con su superficie y longitud, siendo ellas las siguientes: 1. 2. 3. 4. 5.
Radio Antiguo Vega Medrano Cildáñez Maldonado Superficie de las cuencas de la Ciudad de Buenos Aires.
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Lavanderas del Bajo. AĂąo 1890.
Arroyos del Radio Antiguo
La red fluvial denominada “Radio Antiguo” se localiza en la zona Este de la ciudad y abarca una superficie de, aproximadamente, 2.300 hectáreas, con una longitud de 5,9 kilómetros. Sus rasgos más distintivos los constituyen ser la mayor de las cuencas totalmente desarrolladas dentro de los límites de la CABA y, además, el único sector de la ciudad que presenta un sistema combinado pluvio-cloacal. El conjunto de arroyos del Radio Antiguo (sólo superado en área por el Maldonado y el Cildáñez, que son interjurisdiccionales), se extiende en la actualidad a través de doce de los cuarenta y ocho barrios porteños: Almagro, Balvanera, Boedo, Constitución, Montserrat, Parque Patricios, Puerto Madero, Recoleta, Retiro, San Cristóbal, San Nicolás y San Telmo, hasta su desembocadura en el Río de la Plata. En el año 1580, la segunda fundación de Buenos Aires se realizó teniendo como límites a dos pequeños arroyos: La frontera sur la constituyó el Zanjón de Granados (también denominado “Tercero del Sur”) y, el borde noroccidental, el Tercero del Medio (o Zanjón de Matorras o Matorral). Otro arroyo, llamado Manso (cuyo recorrido en nuestros días es parcialmente señalado por la actual avenida Pueyrredón), era también conocido como el Tercero del Norte. Hacia 1850, este curso de agua constituía los límites occidental y septentrional del Arroyos de Buenos Aires 15
área urbanizada. Se hablaba, en tiempos pasados, de estos tres arroyos “Terceros”. Nuestra ciudad tuvo un primer plan de drenaje urbano, posterior a la epidemia de fiebre amarilla que diezmó una parte importante de la población, en el año 1871. En esos años se proyectó y comenzó la construcción del sistema pluvio-cloacal, que aún hoy presta servicio, y cuyas obras fueron concluidas hacia 1910, conjuntamente con la eliminación de los puentes que existían sobre las canalizaciones de los Terceros. A partir de la segunda década del Siglo XX, se materializaron sistemas más modernos de drenaje, separando el pluvial del cloacal, para los restantes arroyos los cuales paulatinamente fueron siendo entubados. Geográficamente hablando, existen tres valles principales en la cuenca del Radio Antiguo (actualmente, muy modificados), originados en un área cercana al centro de la misma (aproximadamente, en la Plaza Congreso) y la recorren con dirección predominantemente Norte. Cada uno de estos valles albergaba uno de los arroyos Terceros, en su cauce original. El Tercero del Norte o arroyo Manso, nacía de dos lagunas 16
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Modelo Digital del Terreno (DTM) de Buenos Aires.
Lavanderas en el Bajo, fines del Siglo XIX. Al fondo se ve la Estación Central del Ferrocarril y la Casa Rosada.
ubicadas en las cercanías de la intersección de Venezuela y Saavedra. Recorría la actual Avenida Córdoba, hasta Sánchez de Bustamante y descendía, en un pequeño delta, por Austria y Tagle hacia el Río de la Plata. Una derivación canalizada de este arroyo corre y desemboca a la altura de la calle Ugarteche por lo tanto, actualmente en varios documentos, la actual desembocadura rectificada del arroyo Manso es llamada “Arroyo Ugarteche". A su vez, el arroyo Tercero del Medio, correspondiente al segundo valle más extenso, tenía su naciente en inmediaciones del cruce de las avenidas Independencia y Entre Ríos. Desde allí bajaba en dirección Este, atravesando dos lagunas, cruzaba la calle Florida y continuaba por Tres Sargentos hasta desembocar, formando un delta, en el Río de la Plata. Arroyos de Buenos Aires 17
Por último, el valle significativo restante se extiende desde la Estación Constitución, hacia un área cercana al Dique Nº 1, atravesando los barrios de Constitución, Puerto Madero y San Telmo. El Tercero del Sur se originaba detrás de la mencionada estación Constitución, bajaba por las calles Perú y Defensa y, en el pasaje San Lorenzo, continuaba hasta desembocar en el Río. En la actualidad, y tal como se mencionaba al principio del presente texto, todos los arroyos porteños se hallan completamente entubados. La red de desagüe existente en el Radio Antiguo, desde fines del Siglo XIX, comprende cinco conductos colectores o ramales principales, que reciben el excedente pluvial proveniente de una serie de conexiones laterales y del vertido de un conjunto de cámaras aliviadoras del sistema pluviocloacal, y lo descargan al Río de la Plata, en un sitio cercano a la Dársena Norte. Una diferencia notable con las demás cuencas de la Ciudad, es que la traza de los colectores no se ajusta al recorrido de los valles naturales. Los cinco ramales, inician con dirección Oeste-Este, siendo captados al llegar a las avenidas Paseo Colón y Eduardo Madero, en donde continúan en dirección Sur-Norte, hasta llegar al punto de descarga final.
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Mapa de 1778, con el arroyo Tercero del Sur (izquierda) y el Tercero del Medio (derecha). Hacia el centro del mapa, se observa el Fuerte de Buenos Aires.
El Bajo, en la actualidad.
En el sector conocido como "Radio Nuevo", alejado del casco cĂŠntrico de la ciudad y cuyos principales arroyos son el Maldonado, el Vega y el Medrano, el sistema cloacal fue construido con anterioridad al del drenaje pluvial, dejando una extensa y poblada regiĂłn expuesta a los efectos de las inundaciones, las cuales acompaĂąaban los desbordes de los mencionados arroyos. Los mismos fueron entubados, complementando el sistema de drenaje actual con una red de conductos de orden menor. Nos ocuparemos de los arroyos citados en los puntos siguientes.
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Esquina de Blanco Encalada y Vidal, cuando corría el Aº Vega sin entubar. El puente fue construído en 1924.
Puente sobre el Arroyo Vega.
El Vega
El arroyo Vega es el segundo más importante de los cursos de agua que nacen y mueren dentro de los límites de la Ciudad de Buenos Aires. Linda al Norte con la cuenca del arroyo Medrano, al Sur con la del arroyo Maldonado y al Este con el Río de la Plata. La superficie total del área de aporte cubre unas 1.710 ha (17 km2), las cuales drenan en su totalidad hacia el Río de la Plata. Actualmente, corre entubado en gran parte bajo la calle Blanco Encalada. Atraviesa los barrios de Villa Devoto, Agronomía, Parque Chas, Villa Ortúzar, Villa Urquiza, Coghlan, Belgrano y Colegiales (Comunas 11, 12, 13, 14 y 15). El entubamiento posee una longitud aproximada de 10,8 km, desde su nacimiento en la intersección de las calles Concordia y Mariscal Solano López en el barrio de Villa Devoto, hasta la desembocadura en el Río. El Vega era parte del paisaje porteño hace dos siglos, algo que hoy resulta casi imposible de imaginar, y constituía el eje de la antigua ciudad de Belgrano. La tradición quiso que un antiguo poblador ribereño le haya legado el nombre: La revista Fray Mocho publicó, en 1912, la fotografía de un centenario ombú sombreando el rancho de “El Viejo Vega” a las orillas de un arisco arroyo, conocido también como San Martín y Blanco Encalada.
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En su estado natural, se originaba en los barrios de La Paternal y Agronomía, atravesaba Colegiales y bajaba por la Calle Holmberg hasta Juramento. Luego recorría Estomba, Mendoza y Superí hasta volver a retomar Juramento. Atravesaba Freire y Echeverría, recorriendo Zapiola hasta doblar en un codo por Blanco Encalada, y por Húsares y Monroe desembocaba en el Río de La Plata, recibiendo previamente el aporte de una laguna ubicada en el actual estadio del club River Plate. Los primeros registros de obras de dragado en su lecho y mejoras en sus márgenes datan de 1869. Las intensas lluvias y las sudestadas responsables del desborde del arroyo y de inundaciones en sus inmediaciones, sumadas a la frenética urbanización y a que el curso de agua se había tornado antihigiénico, condujeron a iniciar su entubamiento en el año 1934, finalizándose las obras en 1941. 22
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Visión artística del entubamiento del Arroyo Vega (1937), photoshop de la época.
Esquema del Segundo Emisario. Arroyos de Buenos Aires 23
La longitud total del colector principal y los conductos secundarios del entubamiento del Vega es de 52,7 km y se caracteriza por su irregularidad; numerosos cambios de sección y dirección (algunos de ellos, a 90º) y pendientes muy variables, entre 0.2% y 6%, presentándose, inclusive, curiosas contrapendientes las cuales varían del 1 al 4%. Con referencia a las características del suelo que conforman la cuenca, es importante señalar el alto nivel de urbanización en prácticamente toda su área de influencia. Las áreas verdes sólo representan el 7% de la superficie total y se concentran principalmente en las áreas bajas de su desembocadura.
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Puente del Aburrido. Artilleros y Blanco Encalada (1911).
A pesar del tiempo transcurrido, los problemas que acarrea la crecida del arroyo Vega no se han solucionado en su totalidad. El crecimiento edilicio de la zona no ha sido acompañado por la adecuación de la infraestructura necesaria, superando ampliamente los cálculos efectuados en la década del 30, cuando el arroyo comenzó a ser entubado. Dentro del Plan Director de Ordenamiento Hidráulico de la Ciudad, se contemplaron una serie de obras sobre la cuenca del Arroyo Vega, para contrarrestar las otrora frecuentes inundaciones generadas en la zona norte de la Ciudad. Algunas de ellas, se están llevando a cabo hasta nuestros días. Hacia fines de 2019 se concluyó la construcción del Segundo Emisario (dos tramos de 5,9 y 2,5 kilómetros, respectivamente, con diámetros de 5,3 y 3 metros, y un pozo de descarga de 35 metros de diámetro y 25 de profundidad).
Xilografía “Arroyo Vega”. Autor: "Fábrica de Estampas".
Estos trabajos se iniciaron en el mes de febrero de 2018 y supondrían un costo de 2.200 millones de pesos argentinos (dato fechado en el mes de noviembre de 2018).
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Parque Saavedra, plan de 1924.
El Medrano
El arroyo Medrano constituye uno de los tres cursos de agua interjurisdiccionales que discurren bajo nuestros pies, en la Ciudad de Buenos Aires, luego de su cobertura en el período 1937-1942. Comprendido entre las cuencas porteñas que desembocan en el Río de La Plata, la del Medrano se encuentra ubicada en el extremo Norte de la ciudad, totalizando un área de 5.382 hectáreas (53,8 Km2, equivalente a la superficie del municipio de Lanús). De las mismas, 1.813 ha se encuentran en la CABA y las restantes 3.569, en la provincia de Buenos Aires. Tiene su nacimiento en los partidos de Tres de Febrero y San Martín, y recibe afluentes de Vicente López y CABA. Cuando cruza la Avenida General Paz (la cual marca el límite de la Ciudad, con los municipios de la Zona Norte y Oeste del Gran Buenos Aires), pasa por los barrios de Villa Devoto, Villa Pueyrredón, Villa Urquiza, Belgrano, Coghlan y Núñez. Arroyos de Buenos Aires 27
Trabajos de soterramiento.
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El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires planea llevar a cabo en el Arroyo Medrano, una futura obra de relleno y rectificaciรณn en su desembocadura, con la instalaciรณn de una compuerta.
La principal línea de escurrimiento en CABA recorre, aproximadamente, 6 kilómetros en dirección Sudoeste-Noreste, desde el límite Ciudad-Provincia (Partido de Vicente López), hasta la desembocadura en el Río de la Plata. Luego de ingresar en la Ciudad a la altura del Parque Sarmiento, sigue por las calles Ruiz Huidobro, Melián, García del Río (a través del Parque Saavedra) y Comodoro Martín Rivadavia. El emisario principal se caracteriza por poseer secciones casi rectangulares, con un ancho que varía de los 7 metros a los 20 metros y una altura media del orden de los 3,5 m; con una pendiente de fondo del 2 por mil.
Desembocadura del Medrano, década de 1940. Club Náutico Buchardo.
La insuficiente capacidad de este emisario ha acarreado una serie de reformas, aliviadores y ramales secundarios complementarios, los cuales continúan en ejecución hasta nuestros días. Su desembocadura en el Río de la Plata se produce a través de un canal a cielo abierto, con ancho entre 30 y 120 metros, sobre una longitud de casi 900 m. El Gobierno de la Ciudad planea una futura obra de relleno y rectificación en la desembocadura, con la instalación de una compuerta. La presencia de áreas verdes en la cuenca es de, aproximadamente, un 15% de la superficie total y se desarrolla a lo largo de toda su zona de aporte, a diferencia de lo que ocurre en otros arroyos entubados, como el Maldonado o el Vega. 30
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Arroyo Medrano en el Parque Saavedra (Década de 1930 o 1940).
En 1940, todavía era posible disfrutar de un arroyo que atravesaba libremente el Parque Saavedra, antes de seguir en dirección hacia su desembocadura en el Río de la Plata. Así es que funcionó por años el "Paseo del Lago", en el barrio de Saavedra. En el parque homónimo se había construido un lago artificial, donde navegaban góndolas, y en el que niños y adultos podían bañarse. Cauce original y entubado.
Pero el espejo de agua como atractivo urbano se terminó con el entubamiento de la cuenca del Medrano, y el único vestigio del arroyo que aún permanece en superficie en esa zona, es el boulevard denominado García Del Río. La imponente Av. General Paz, con un importante desarrollo longitudinal a través de toda la cuenca, actúa a modo de barrera al escurrimiento superficial. Existen otros obstáculos en superficie, que contribuyen a la generación de inundaciones, tales como los cruces de las vías férreas. El caudal de diseño es proporcional a la sección de entubamiento, variando entre 115 y 200 m3/seg. Los barrios de Núñez, Saavedra y las poblaciones aledañas, soportaron una inundación de grandes proporciones en abril del año 2013, la cual produjo graves daños materiales en viviendas y comercios.
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El Cildañez, en la década de 1960 (Avda. Cruz y Escalada).
El Cildáñez Este arroyo fluye por el sector Sudoeste de la Ciudad y es afluente directo del Riachuelo. A inicios del siglo XX, en sus orillas fueron alojados muchos de los mataderos de Buenos Aires, que arrojaban los restos de la faena en su cauce, motivo por el cual fue bautizado por los vecinos como “Arroyo de la Sangre”. Actualmente, corre entubado bajo las calles Justo Antonio Suárez, Coronel Cárdenas (barrio de Mataderos), las avenidas Remedios, Juan Bautista Lasalle, Asturias y luego, bajo el Parque Guillermo Brown y el Parque de la Ciudad (Villa Soldati); al atravesar la Av. Coronel Roca ingresa en el parque Julio A. Roca, donde corre rectificado y parcialmente a cielo abierto, hasta desembocar en el Riachuelo.
Mapa del sur de la Ciudad y localización del arroyo.
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La cuenca del Cildañez tiene una superficie de 3.956 hectáreas (similar a la del partido de Ituzaingó), distribuidas 825 ha en la provincia de Buenos Aires y 3.131 en la ciudad de Buenos Aires. El conducto principal del arroyo ofrece una capacidad de 145 m³/seg, y también, recibe excedentes hídricos de la cuenca del Arroyo Maldonado, a la altura de la calle Ruiz de los Llanos (barrio de Versalles). Ambos arroyos se han vinculado artificialmente, mediante un conducto de 5,8 metros de diámetro y unos 2,2 kilómetros de longitud, el cual se desarrolla entre la intersección de la Avenida Juan Bautista Justo y la mencionada calle Ruiz de los Llanos, continuando por la calle Basualdo, hasta el cruce de ésta con la Av. San Juan Bautista de La Salle. El caudal dirigido hacia aguas abajo, del Maldonado al Cildáñez, es del orden de los 10 m³/s, para un evento de 10 años de recurrencia. Desembocadura del Cildañez, 1940.
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Recientemente, se ha construido un canal aliviador subterráneo de 10 kilómetros de longitud, capacidad máxima de 112 m³/seg y paralelo a la Av. General Paz, a efectos de reducir el ingreso de agua de la cuenca a la Ciudad, la cual en época de lluvias (cada dos años, aproximadamente) producía inundaciones del lado de la provincia de Buenos Aires. En total, el arroyo entubado presenta 257 m³/seg de capacidad máxima, con un bajo caudal de tiempo seco (alrededor de 1 m³/seg). La cuenca del Cildáñez es rica en espacios verdes, alcanzando el 20% de su superficie y siendo muy abundantes desde el tercio inferior del arroyo hacia su desembocadura.
Desembocadura del Cildáñez en el Riachuelo, vista hacia la Ciudad.
Posee el mayor porcentaje de parques y plazas, entre los cauces principales ubicados en Buenos Aires. Un rasgo notable de este arroyo, es que puede apreciarse a cielo abierto en un trecho considerable, de 850 metros de longitud, por unos 45 de ancho. Tal extensión lo convierte en una curiosidad excepcional, digna de observación, dentro del conjunto de las doce cuencas hídricas presentes en nuestra ciudad. El Cildáñez muestra diversos sectores con anegamientos temporarios, producto de las precipitaciones. Al hallarse en un sector de la Capital Federal donde se concentra la población más vulnerable, se están llevando a cabo y proyectando una serie de obras para mejorar la calidad de vida de sus habitantes, tales como la construcción de nuevos colectores pluviales/ramales, direccionamiento y regulación de excedentes hídricos y la mejora del sistema básico de saneamiento. Arroyos de Buenos Aires 35
Avda. Donato Alvarez. Año 1937.
El Maldonado
Su nombre deriva de la leyenda de "La Maldonado", una mujer que llegó desde España junto a Pedro de Mendoza (primer Adelantado del Río de La Plata y fundador de la Ciudad de Buenos Aires) en 1536. Según el mito, a causa de la hambruna que padecía la ciudad (sitiada entonces por los indios querandíes), la Maldonado huyó al campo circundante, para finalmente guarecerse en una gruta de las barrancas, lugar donde ayudó a una hembra de puma a tener cría. Para poder subsistir, se unió con los aborígenes que la observaron junto a los felinos. Tiempo después, fue capturada por los españoles quienes, como castigo, la ataron a un árbol en las orillas del arroyo, dejándola a merced de las fieras y, de este modo, sentenciándola a muerte. Sin embargo, cuando los colonizadores retornaron a buscar el cadáver de la mujer, la encontraron viva y cuidada por los pumas, por lo cual fue perdonada. Es así que al arroyo se lo conocía como “El Arroyo de la Maldonado”, nombre del cual deriva su denominación actual. Este curso de agua llegó a demarcar los límites territoriales del Municipio de la Ciudad de Buenos Aires, durante algunos años, hacia finales del Siglo XIX.
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En efecto, la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires definió, en 1867, el extremo Norte de la flamante Ciudad como “...el Arroyo de Maldonado, desde su desembocadura en el Río de la Plata hasta tocar el límite Este del terreno conocido en el plano de Sourdeaux, con el nombre de Calderón”. En tanto, al Este, la ciudad se extendía hacia “... el litoral del Plata hasta la boca del Maldonado”.
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El Maldonado a cielo abierto, durante las décadas de 1920 a 1940, en los barrios de Palermo y Villa Real.
El Maldonado recorre nueve de las trece comunas porteñas, llegando a desembocar en el Riachuelo (indirectamente, a través de su conexión con el Arroyo Cildáñez) y en el Río de la Plata.
Fuera del amplio valle del Matanza-Riachuelo, la meseta alta porteña está atravesada por una serie de vaguadas, más o menos paralelas de rumbo dominante Suroeste a Noroeste, siendo la más importante el valle del antiguo arroyo Maldonado, hoy entubado, tal como la totalidad de los cursos que surcan la Ciudad. El arroyo tiene sus nacientes en San Justo (Provincia de Buenos Aires) y, también en esta provincia, atraviesa los partidos de Tres de Febrero, La Matanza y Morón. Se trata de la cuenca más grande e importante de la Ciudad de Buenos Aires, pues la atraviesa por el centro, de Oeste a Este, abarcando unas 5.500 hectáreas en la Ciudad y unas 10.000 ha en total. Su longitud es de 21 kilómetros y ostenta una pendiente media de menos de 1 m/Km. En el sector de Provincia, la línea principal del escurrimiento se desarrolla en dirección Suroeste (y al Sur de las vías del ferrocarril), totalizando un recorrido de unos 6,2 kilómetros. Cruza hacia la Ciudad siguiendo el trazado de la Avenida Juan B. Justo, bajo la cual se encuentra entubado en un conducto (de 15 a 22 metros de ancho y 3 a 4,5 metros de altura), de unos 15 kilómetros de longitud, desembocando en las inmediaciones del Aeroparque Jorge Newbery. El arroyo fue cubierto entre 1937 y 1954, siendo uno de los últimos cursos de agua que permaneció a cielo abierto en la ciudad.
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El Maldonado hacia 1930.
El Maldonado en su desembocadura sobre el Río de la Plata, hacia 1920.
Izquierda, trabajos de entubamiento (altura Avenida Córdoba). Derecha, arroyo recién entubado (año 1937, Juan B. Justo y Donato Álvarez).
El Maldonado recorre nueve de las trece comunas porteñas, llegando a desembocar en el Riachuelo (indirectamente, a través de su conexión con el Arroyo Cildáñez) y en el Río de la Plata. Un canal aliviador (conducto de 5,8 m de diámetro), en el tramo superior de su cauce lo vincula al arroyo Cildáñez, afectándolo con anegamientos en temporadas de precipitaciones intensas. La presencia de áreas verdes es escasa y permanece reducida a, aproximadamente, un 10% de la superficie total de la cuenca, concentrándose predominantemente en la zona de su desembocadura. Las obras más recientes, llevadas a cabo en el año 2012, comprenden dos túneles aliviadores de 6,9 metros de diámetro y 15 km, como parte de las recomendaciones del “Plan Director de Ordenamiento Hidráulico y Control de las Inundaciones de la Ciudad de Buenos Aires” y del “Proyecto Ejecutivo para la Cuenca del Arroyo Maldonado”, desarrollado por un conjunto de consultoras a pedido del Gobierno de la Ciudad y entregado a éste en el año 2006.
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Pese a las dĂŠcadas transcurridas desde su entubamiento, aĂşn podemos apreciarlo con su denominaciĂłn original en el mapa oficial de la Ciudad de Buenos Aires y en tangos y milongas que citan su nombre.
Arroyo Maldonado.1920.
Thames y Corrientes.
Entubamiento en 1929, actualmente Juan B. Justo.
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Entubamiento del Arroyo Medrano, cruce con Avda. Cabildo, aĂąo 1942. Fuente: AySA.
El llamado del progreso y la decisión de entubar
Estamos parados sobre una red de arroyos los cuales convergen en el Río de la Plata. Es una zona en la cual levantar una ciudad resulta un trabajo complejo, ya que el agua permanece especialmente presente. Los españoles tuvieron una gran capacidad en la conquista, pero sabían poco de problemas hídricos. En efecto; la ocupación de los terrenos próximos a los cursos de ríos y arroyos (típicamente llanuras de inundación) es conocida desde épocas remotas. Aun cuando la proximidad a fuentes abundantes de agua presenta beneficios para el desarrollo de una población, el fenómeno de inundabilidad expone reglas de convivencia más explícitas y claras, debido a la presencia manifiesta y permanente del río, a la vista de todos. A principios del siglo XX, los arroyos de la ciudad de Buenos Aires conformaban escurrimientos libres a cielo abierto. Los fenómenos migratorios internos y externos registrados durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX hacia nuestra urbe y su área metropolitana, evidenciaron una notoria ausencia de planificación urbana. La falta de políticas de saneamiento sumado a un ineficiente control del Estado durante décadas, determinaron que los arroyos Arroyos de Buenos Aires 45
conformaran un lugar de descarga de efluentes cloacales por excelencia, junto a los residuos sólidos, efluentes industriales y sustancias contaminantes. Áreas inundables de la ciudad de Buenos Aires.
La totalidad del sistema fluvial porteño sufrió un proceso, primero de rectificaciones y luego de soterramientos y entubamientos. Fue el ingeniero inglés John La Trobe Bateman, quien había realizado exitosas obras de saneamiento y agua potable en su país, el encargado por el gobierno de Domingo Faustino Sarmiento del proyecto y la ejecución de las primeras obras de canalización, en la década comprendida entre los años 1870 y 1880. 46
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En 1908, muchos arroyos fueron encauzados y rectificados, ya que con las crecidas causaban daños a la infraestructura de la Ciudad. Si bien fueron canalizados, se mantenían a cielo abierto materializándose varios puentes para sortear su cruce. Las diversas actividades antrópicas y la falta de control estatal, afectaron obviamente las condiciones de salubridad de quienes habitaban en las riberas de los arroyos y desencadenaron su soterramiento/entubamiento. Entubamiento del Arroyo Vega, 1937.
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No obstante, las obras ejecutadas no cumplieron el objetivo de mejorar el escurrimiento, ni de implementar un control sobre las sustancias peligrosas vertidas en la red fluvial de la ciudad, sino que fueron hechas para ocultar de la vista (y especialmente del olfato) a los desagradables cauces contaminados. No conforma un particular objeto del presente texto citar los numerosos ejemplos que ostenta la Argentina de un ciclo el cual se inicia con abundancia de recursos naturales, continúa con el descuido y mal uso de los mismos, para finalmente, lamentarse sobre lo perdido, sin haber escuchado las múltiples señales de alarma dadas en las diversas etapas del deterioro. Nuestra Buenos Aires fue forzada a ser mediterránea, característica que el “progreso” eligió para su futuro, cuando en el año 1919 se tomó la decisión (Decreto del Poder Ejecutivo del 19 de septiembre) de ocultar el sistema de drenaje natural de la ciudad. Los trabajos se iniciarían algunos años más tarde, en 1926, hasta finalizar en 1965 en el Arroyo Cildáñez. En la mayoría de los cursos de agua obligados a ser subterráneos por la técnica, las autoridades de la época resaltaron la inconveniencia de que los mismos siguieran desbordándose sobre la ciudad, cuando ciertamente era Buenos Aires quien estaba desbordando sobre los arroyos, con un notable avance de las edificaciones sobre las riberas (terrenos que, claramente, no se hallaban aptos para su urbanización), desde principios del Siglo XX. Con excepción del Radio Antiguo de la ciudad, que cuenta con un sistema combinado de desagües pluviales y cloacales, dichas 48
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redes se hallan separadas en el resto de Buenos Aires, totalizando más de 1.400 kilómetros de conductos, con una densidad media de 25 m/ha. Actualmente, el drenaje se compone de un sistema primario constituido por las calles por donde primero escurre el agua de las precipitaciones, y un sistema secundario, formado por las redes de conductos que denotan los arroyos entubados. Esquema de drenaje.
La infraestructura hidráulica subterránea de la ciudad data, en su mayor parte, de mediados del siglo pasado, y sólo recientemente ha experimentado un importante refuerzo de su sistema troncal, con la concreción de los túneles aliviadores de los arroyos Maldonado y Vega y sus obras complementarias.
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Inundación en Buenos Aires, año 2018.
Los problemas solucionados y los subsistentes
Si bien los asentamientos y las inundaciones han convivido desde siempre, es notoria la dramática evolución de las consecuencias de estas últimas, producto de la intensificación de los eventos meteorológicos, como así también, de la creciente opresión del desarrollo urbano sobre los rasgos naturales del sistema. En las grandes urbes donde se han entubado precipitadamente los cursos de agua, la presencia de los arroyos se pone de manifiesto sólo en ocasión de una gran tormenta, cuando el agua fluye de vuelta a la ciudad, a través de sumideros y bocas de registro. Los emisarios troncales de las principales cuencas de la Ciudad de Buenos Aires (Maldonado, Medrano y Vega) son insuficientes actualmente para un evento de 2 años de recurrencia. Fueron calculados en 1936, apuntando a recurrencias de 10 años, para escurrir 225 m3/s, y hoy no alcanzan a drenar los 80 m3/s correspondientes a una recurrencia de 2 años. Estas estructuras se dimensionaron para una población y densidad edilicia menores a las actuales, y tuvieron una respuesta relativamente adecuada a los problemas de las inundaciones, hasta que el crecimiento urbano posterior superó la capacidad de la infraestructura.
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El primitivo sistema de drenaje fue diseñado para una ciudad de edificación abierta, con espacios no impermeabilizados y bajo coeficiente de escorrentía. En la actualidad, se estima que la totalidad del agua que ingresa al sistema, ya sea por precipitación o por aporte de tributarios, escurre con infiltración o retención casi nula.
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Inundación en Buenos Aires, año 2018.
En la medida en que la capacidad hidráulica del sistema se ve sobrepasada, prácticamente, la única solución a la que nos vemos restringidos, debido a la oportuna adopción de un paradigma de arroyos “encubiertos”, es la construcción de canales aliviadores...
En la medida en que la capacidad hidráulica del sistema se ve sobrepasada, prácticamente, la única solución a la que nos vemos restringidos, debido a la oportuna adopción de un paradigma de arroyos “encubiertos”, es la construcción de canales aliviadores, más o menos paralelos al entubamiento, junto a estaciones de bombeo. La infraestructura, si bien es importante, resulta una medida paliativa para mitigar el problema de las inundaciones, ya que son escasos en el mundo los sistemas de desagüe capaces de evacuar una precipitación de 50 milímetros en una hora, que en la actualidad, no resulta de ocurrencia infrecuente en Buenos Aires. Hablamos de poder evacuar una lluvia de esas características, siempre y cuando, las alcantarillas se encuentren libres de basura. Las obras deberían complementarse con una batería de acciones no estructurales como las siguientes, las cuales han de desarrollarse, implementarse y continuar en el tiempo: 1. Mantenimiento: Conservar limpias, desobstruidas y funcionales las redes de desagüe, sistemas de bombeo y sumideros. 2. Planificación: Mejorar la escorrentía, incrementar las superficies absorbentes y evaluar interdisciplinariamente los permisos de construcción. 3. Campañas de difusión y educación pública.
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En lo relativo a las desventajas del entubamiento de un curso de agua a superficie libre, un primer aspecto a considerar es la disminución de la capacidad de transporte. El entubamiento es limitante del caudal de escurrimiento, además esas canalizaciones son más proclives a obstruirse por efectos de la sedimentación y el vertido de residuos, por ende demandan un estricto y regular programa de mantenimiento. Por otro lado, desde el punto de vista ambiental, los cursos naturales ofrecen una importante capacidad de autodepuración. El soterramiento la disminuye notablemente y, asimismo, acaba con los ecosistemas acuáticos y terrestres circundantes.
Portada del matutino Clarín del miércoles 3 de abril del año 2013.
Desde la faz sanitaria, con el entubamiento de un arroyo, las tareas de control de vuelcos clandestinos, limpieza y saneamiento se dificultan. La acción contaminante no desaparece y el riesgo sanitario se encuentra latente y sin posibilidad de ser fiscalizado y penalizado debidamente. Por último, se produce la invisibilización del riesgo hídrico, al ocultarse la presencia de los cauces naturales mediante obras de cobertura, creándose una falsa sensación de seguridad a los habitantes. Entre las propiedades de los ecosistemas urbanos y periurbanos sobresale la producción de Bienes y Servicios Ecosistémicos (BSE), los cuales comprenden un conjunto de interacciones entre el dominio biofísico (donde esos servicios se generan) y el humano o social (donde se utilizan).
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La población urbana se encuentra estrechamente afectada por los cambios relacionados con los BSE, provistos por los usos del paisaje. Los BSE de las áreas urbanas y periurbanas inciden directamente sobre la calidad de vida de la población local, al posibilitar que los ciudadanos satisfagan sus necesidades alimentarias, a la vez de regularizar los impactos de los eventos extremos, como el clima y las inundaciones, brindando provisión de agua, recreación y trabajo. Mediante la conservación y el correcto funcionamiento de los BSE de esos ecosistemas, con el fomento de usos del paisaje que incluyan áreas vegetadas, fuentes accesibles de agua y sectores con agricultura urbana, se crea un uso sustentable de las ciudades, dado que los BSE muestran una positiva influencia en la actividad económica de las mismas, en el bienestar humano y la calidad de vida de los habitantes.
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Mapa Geomorfológico de la Ciudad de Buenos Aires.
A modo de conclusión
Prácticamente, un siglo después de tomarse la decisión de enterrar a los arroyos capitalinos, y transcurridos cincuenta y cinco años de cubrirse al último de ellos, podemos decir que se ha logrado, trabajosa y costosamente, un acotamiento de los efectos negativos de las otrora frecuentes inundaciones, bien por desborde de las cuencas naturales o por falta de capacidad del sistema artificial de desagüe. Una victoria pírrica, luego de décadas de sucesivas e interminables correcciones a la performance hidráulica a las que nos ha obligado la adopción del modelo de arroyo entubado. Dicho modelo posee un comportamiento peor respecto del de cielo abierto, dada la cantidad de obstáculos artificiales que debe enfrentar el flujo soterrado. En lugar de cursos de agua respetados e integrados armoniosamente a la trama urbana, hoy contamos con una red fluvial invisibilizada y subterránea, víctima de numerosas improvisaciones. Obras como las detalladas en el presente texto nos muestran el apogeo de un paradigma ingenieril que resultó relativamente exitoso en una época, y en el cual eran dejadas de lado las características naturales originales del ambiente, supuestamente, en pos de una mayor eficiencia.
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Los necesarios arroyos capitalinos fueron entendidos como obstáculos, y no como partes inseparables y saludables de un paisaje. Nuestra ciudad creció con una actitud de negación de la naturaleza, como si la urbe conformara un atributo distinto respecto del campo. No es tarde para pensar en recuperar y revitalizar alguno de los ríos y arroyos que supimos tener, tal como se ha llevado a cabo en numerosos puntos del planeta.
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Arroyo Cheonggyecheon, en Seúl.
Nuestra ciudad creciรณ con una actitud de negaciรณn de la naturaleza, como si la urbe conformara un atributo distinto respecto del campo.
En efecto, el proceso denominado “daylighting” (literalmente “pasaje de luz del día”), ha devuelto a la superficie y reintegrado a condiciones más naturales y abiertas a diversos ríos y arroyos, lo cual ha aportado sustanciales beneficios al medioambiente y a la población ubicada en las respectivas zonas de influencia. Esto se ha implementado en el Cheonggyecheon (Corea del Sur), el Saw Mill River de Nueva York, el River Roch en Manchester y en el programa “Room for the river”, de los Países Bajos, entre otros casos. De esta forma, cada vez son más los buenos ejemplos de ciudades transformadas en su trama a partir de una corriente de agua. Debajo de las calles de Buenos Aires, bajo los asfaltos, baldosas y edificios, corren silenciosos los arroyos porteños. En su forzado exilio subterráneo, esperan el momento de demostrar que continúan vivos…
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RÃo Santa Cruz, obra de Alexandra Kehayoglou.
Milonga de los arroyos Música: Marcelo Saraceni Letra: Raimundo Rosales Fue en un rincón suburbano por los pagos de Saavedra que iba el arroyo Medrano por entre sapos y piedras. Y fue alguien de poca ciencia y un sello de goma nuevo que tuvo aquella ocurrencia de encerrarlo bajo suelo. También pasó con el Vega, un compadre de Belgrano y con un guapo de veras que llaman el Maldonado. Se los llevaron, los encerraron, era un invierno desangelado, los maniataron, los condenaron, ...ay mis arroyos encarcelados. Y así desbordan su rabia de pobres contra otros pobres mucha bronca y poca labia, ningún milagro que sobre. Entonces nació el lamento protestón y perdulario que suele cantarle el viento al desborde libertario. Milonga de los arroyos de las aguas insurgentes, que siempre saldrán del pozo los arroyos y la gente. 62
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Arroyo Maldonado hacia el aĂąo 1890.
Bibliografía y fuentes documentales Documentos impresos: • Aradas, Rodolfo. Inundabilidad. Artículo editado en el Boletín del CPIC (Consejo Profesional de Ingeniería Civil) Nº 422. • Aradas, Rodolfo. Territorios, Proyectos e Infraestructura para el AMBA (Observatorio Metropolitano CPAU). Planes y Proyectos para AMBA 2012. Capítulo Infraestructura / Inundaciones. • Civeira, Gabriela; Lado Liñares, Marcos; Vidal Vázquez, Eva y Paz González, Antonio. Las áreas vegetadas en las ciudades y su aporte para mejorar la sustentabilidad ambiental. • Civeira, Martín. “Daylighting”: Enseñanzas de la recuperación de un arroyo entubado en Seúl. Artículo publicado en el Boletín del CPIC Nº 432. • Comisión de Área Metropolitana Centro Argentino de Ingenieros - Consejo Profesional de Arquitectura y Urbanismo (CAI-CPAU). Dossier Nº 1 “Inundabilidad”. • Falczuk, Bernardo. AABA - Atlas Ambiental de Buenos Aires. Capítulo “Aguas Superficiales Las cuencas del Área Metropolitana de Buenos Aires”. (ISBN 978-987-96408-4-5) • Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Mapa Oficial de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. • Herrero, Ana Carolina y Fernández, Leonardo. De los ríos no me río: Diagnóstico y reflexiones sobre las cuencas metropolitanas de Buenos Aires. • Irigoyen, Marcelo. Morfología y geología de la Ciudad de Buenos Aires. • Nabel, Paulina; Caretti, Magdalena y Becerra Serial, Rodrigo. Incidencia de aspectos naturales y antrópicos en los anegamientos de la ciudad de Buenos Aires. • Ostuni, Ricardo. Revista Historias de la Ciudad (1999). Documentos electrónicos Nota: Los enlaces listados fueron consultados entre agosto y diciembre de 2018, excepto donde se indica. • Las cuencas del Área Metropolitana de Buenos Aires (Bernardo Falczuk, para el Atlas Ambiental de la Ciudad de Buenos Aires) (consultado en Noviembre de 2017). http://www.atlasdebuenosaires.gov.ar/aaba/ • Cuenca Maldonado - Dos grandes túneles aliviadores en la Cuenca del Arroyo Maldonado para aumentar su capacidad de conducción. http://www.buenosaires.gob.ar/desarrollourbano/desarrollo/proyectos-y-obras/cuencamaldonado • Cuenca Radio Antiguo y Ugarteche
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• Enterrados, pero vivos: Los arroyos de la Ciudad de Buenos Aires (II) – Arroyo Cildáñez. https://www.linkedin.com/pulse/enterrados-pero-vivos-los-arroyos-de-la-ciudad-buenosmartin-civeira-1f/ • Enterrados, pero vivos: Los arroyos de la Ciudad de Buenos Aires (III) – El Vega. https://www.linkedin.com/pulse/enterrados-pero-vivos-los-arroyos-de-la-ciudad-buenosmartin-civeira-1c/ • Enterrados, pero vivos: Los arroyos de la Ciudad de Buenos Aires (IV) – El Maldonado. https://www.linkedin.com/pulse/enterrados-pero-vivos-los-arroyos-de-la-ciudad-buenosmartin-civeira-2c/ • Enterrados, pero vivos: Los arroyos de la Ciudad de Buenos Aires (V) – El Medrano. https://www.linkedin.com/pulse/enterrados-pero-vivos-los-arroyos-de-la-ciudad-buenosmartin-civeira-3c/ • Enterrados, pero vivos: Los arroyos de la Ciudad de Buenos Aires (VI) – Arroyos del Radio Antiguo. https://www.linkedin.com/pulse/enterrados-pero-vivos-los-arroyos-de-la-ciudadbuenos-martin-civeira-1e/ Videos de sitios web • Inundación en Saavedra (2/4/2013) https://www.youtube.com/watch?v=Yhg19NmyIRU • Inundación en Núñez (2013) https://www.youtube.com/watch?v=1h0Amq7XQeY • Milonga "Maldonado" (interpretación de la orquesta de Di Sarli). https://youtu.be/XqQVZZHUY3E • Tango "Maldonado" (por la orquesta de Osvaldo Fresedo). https://youtu.be/LleLttunfKo • Milonga de los arroyos (interpretado por Luciano Tobaldi. Letra: Raimundo Rosales, Música: Marcelo Saraceni) https://www.youtube.com/watch?v=u35hO_V5hdY
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Acerca del autor
MARTÍN DIEGO CIVEIRA Ingeniero Civil, egresado de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires (FIUBA). Especialista en Ingeniería Portuaria (FIUBA) Especialista Energy Technology de la Universidad de Ajou, Corea del Sur. Especialista en Gestión de las Nuevas Tecnologías en Ciencias e Ingeniería. Consultor en ingeniería, arquitectura y puertos. Inspector de instalaciones comerciales e Industriales para la Agencia Gubernamental de Control. Asesor Técnico de la Subsecretaría de Puertos y Vías Navegables, desde 2016 a 2018. Auditor interno de calidad en Hidrovía SA, desde 2012 hasta 2014. Jefe de planificación -Tramo Santa Fe-Confluencia- en Hidrovía SA. Ingeniero en obra y oficina técnica del GRUPO EMEPA/HIDROVÍA SA, desde 2006 hasta 2013. Plan Jóvenes Profesionales, Ingeniero en Obra y Oficina Técnica en Benito Roggio e Hijos, en el año 2005. Inspector de estado edilicio para el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Consultor del Rotterdam Maritime Group (Rotterdam, Holanda), en el año 2004.
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Autoridades del Consejo Profesional de Ingeniería Civil
PRESIDENTE Ing. Civil Enrique Sgrelli VICEPRESIDENTE Ing. Civil Adrián Augusto Comelli
CONSEJEROS SUPLENTES Ing. Civil Patricia Lucia Anzil Ing. en Construcciones Alejandra Raquel Fogel Ing. Civil Raúl Fernando González Ing. Civil Alejandro Juan Sarubbi
SECRETARIO Ing. Civil Carlos Alberto Alfaro
CONSEJERO TÉCNICO TITULAR MMO Diego Adrián Kodner
TESORERO Ing. en Construcciones José María Izaguirre
CONSEJERO TÉCNICO SUPLENTE MMO Guillermo Cafferatta
CONSEJEROS TITULARES Ing. Civil Carlos Inocencio Avogadro Ing. en Construcciones Silvio Antonio Bressan Ing. Civil Pablo Luis Dieguez Ing. Civil Edgardo F. Estray Ing. Civil Armando J. Gagliano Ing. Civil Waldo Siro Teruel
GERENTE Ing. Civil Victorio Santiago Díaz ASESOR CONTABLE Doctor Jorge Socoloff ASESOR LEGAL Doctor Diego Martín Oribe
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La ciudad de Buenos Aires presenta un subsuelo rico en cursos de agua, aunque prácticamente ninguno puede observarse en la actualidad. Décadas atrás, la ex Capital Federal incluía en su tejido urbano: arroyos, cañadas, pequeñas lagunas y canales a cielo abierto, que servían como lugar de esparcimiento. El sistema de drenaje original, compuesto por los arroyos que la atravesaban, ha sido sustituido por un conjunto de emisarios y conductos secundarios enterrados; fueron construcciones realizadas principalmente entre 1927 y 1954. El presente trabajo revisa la historia y características de las cinco cuencas más importantes que atraviesan la CABA, de acuerdo con su superficie y longitud: El Radio Antiguo y los arroyos Vega, Medrano, Cildáñez y Maldonado. Arroyos que hoy se presentan enterrados, pero más vivos que nunca.