Los elementos paratextuales, de modo general, interfieren en la anticipación de lectura y favorecen la elaboración de hipótesis sobre lo que va a ser leído. Genette (2009) define el paratexto como un discurso auxiliar, al servicio del texto, que es su razón de ser. Por su parte, Alvarado (1994, p. 21) defiende que esa frontera es tenue porque el paratexto interviene en la configuración textual, fundamentalmente creando un modelo de recepción. Ambas definiciones son productivas para el análisis de las tapas de las gramáticas. La tapa, en las tres versiones de las gramáticas, presenta una organización de los datos bibliográficos que interviene directamente en nuestra lectura sobre la distribución de los roles autorales. La disposición de los nombres deja ―escapar‖ de forma poco discreta una jerarquía en la elaboración7 de esos instrumentos lingüísticos, tal y como podemos ver en la siguiente imagen:
La organización de los datos bibliográficos en la tapa pone bajo sospecha lo defendido por los prólogos de las ediciones de las gramáticas, las informaciones del sitio electrónico de la RAE y el discurso que las más diferentes voces autorizadas por la política lingüística parecen defender en la promoción de tales instrumentos. La ubicación de la RAE en la parte superior produce efectos de sentido que sugieren una distribución de poder desigual en la producción de esa obra, ya que el nombre de la Asociación de las Academias Americanas figura en la parte inferior. Como ya señalaba González (2011, p.142): 7
Brianezi (2014) identifica esa jerarquía como una regularidad en el paratexto de otros instrumentos linguísticos producidos por la RAE o por la RAE y la ASALE.
Neide Elías. SIGNOS ELE, diciembre de 2015
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