Panacea 131. Revista del Colegio de Médicos de Navarra. Enero 2021.

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pandemias

De historias y epidemias “Se puede vivir sin recordar, pero es imposible vivir sin olvidar”, escribió Nietzsche. Por eso intentamos borrar los recuerdos dolorosos. Y así vivimos en el envanecimiento de que la modernidad nos inmuniza contra el pasado, que somos mejores, más sabios que quienes nos precedieron. Ya ha denunciado el filósofo azagrés Gregorio Luri que “confiamos más en lo nuevo que en lo bueno”. u Juan Ramón Corpas Mauleón. Médico y escritor.

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nº 131 | Enero 2021

Para no olvidar, es conveniente hacer un repaso a las crónicas de algunas de las plagas que ha padecido la gran familia humana, la memoria de aquellas epidemias y sus desolaciones: Tucídides narra la peste que asoló Atenas durante la guerra del Peloponeso en la que, según dijo, "la gente parecía haber perdido su compás moral". Existen relatos de la Peste Negra de 1348, la más devastadora de la historia, que se llevó por delante a más de la mitad de la población europea, de la peste de Milán, en 1630, de la gran peste de 1664 en Londres…, hasta de la epidemia de la llamada Gripe Española. En todas se reconoce el mismo patrón de conducta en las autoridades: La respuesta inicial al brote consiste siempre en negarlo: “no creo que haya en España más de unos pocos casos…”. Lo que evoca el silencio inicial sobre el brote de Wuhan, o cómo en 1918 se ocultó la presencia de gripe entre los soldados contendientes durante la primavera, y sólo se admitió su existencia cuando España alertó de la epidemia en mayo, en Madrid. El 4 de marzo de 1918, Albert Gitchell, cocinero en el campo militar de Fort Riley, en Kansas, cayó enfermo: fiebre alta, pulso muy rápido, respiración dificultosa, cianosis... Enseguida hubo centenares de soldados enfermos con los mismos síntomas. Fue en abril cuando contingentes militares norteamericanos acudieron a Europa para intervenir en la guerra, y con ellos el virus que se propagó de manera vertiginosa por toda Francia. Pero la noticia se divulgó cuando en mayo enfermó el rey de España Alfonso XIII junto con el presidente del gobierno y buena parte de los ministros. Algo que nos acerca al segundo punto: Significar que el origen procede de otros lugares, distantes y extraños. En el caso citado, de España. En el actual, de China. Ya Tucídides destaca que la peste de Atenas llegó de lejos: de Etiopía, de Egipto. El tercero lo describe bien Daniel Defoe: En 1664 las autoridades de Londres, para que el número de fallecimientos por la peste pareciera menor, inscribieron otras enfermedades como causas de defunción. Nos recuerda los recuentos inverosímiles en China, o la discrepancia de cifras que todavía vivimos en nuestro país, en cuyo recuento aparecen o desaparecen decenas de miles de fallecidos, según el día o el narrador, hasta llevarnos a la más absoluta desorientación.


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