CuaderRos de
Madlnat al -Zahr谩'
Vol. 5 C贸rdob
a, 2004
CTJADERI{OS DE MADiNAT AL-ZAI]RÁ'
Cuadernos de Madinat a|-Zahra Revista de difusión científica del Conjunto Arqueo.lógico Madrnat al-Zahra
CONSEJO DE REDACCIÓN (Miembros de ia Comisión Técnica de Madinat al-Zahra)
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I
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Sor
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Imprenta San Pablo, S. L. - Córdoba Ángela de Ia Cruz, 1 2 - Teléfir¡o 951 283 106 ISSN:1119-9996 Depósito Legal: CO. 1.64412004
SUMARIO . ESTUDIOS EDUARDO MANZANO MORENO El
círculct de pocler de los califas ornelas cle
Córclaha
Pág. 9
JEAN-PIERRE VAN STAÉVEL
Prítoir jzgaler, bátir : droit de la judiciairu
)
Cordoae rJurant le
cr¡nslruclian et institarians
í'lX'
si¿cle
Pág.
3L
MOHAMED MEOUAK Madinat al-Zabm'
en las fuentes
árabu del occidente
i¡láttica
Pág. 53
BRUNA SORAVIA Une bistaire de la f.rna. Aurariré er le tuIutpaltis
d'Ibn
lígitirnirí dan:
Hayan
Pág. 81
MANIIELA MARÍN A/tos fancionarios para e/ ca/ifa: jueces 1 otras cargos de la
Adntinisnación cle'Al¡d al-Rabntan
III
Pá9.97
M.' ANTONIA MARTÍNEZ NÚÑEZ. MANUEL ACIÉN ATMANSA La epi¡1rafra
de
al-Zabra'
Pá9. I07
ya - pa / e s t i n i enne
Pás.159
Madinar
SOLANGE ORY L'
ep
i grap b i e umayy ade
s
CARMEN BARCETÓ El cíJin andalusi de "praaincias" durante el Califato
(3a0_403t9j2_10j3)
pá9. t73
ANTONTO VALLEJO TRTANO, ALBERTO MONTEJO CÓRDOBA, ANDRÉS GARCÍA CORTÉS /a interaenciín art¡aeo/ígica en /a "Ca:a de Ya'far" 1 en el ecliJicia cle "Patio cle los Pilaru" de X[adinat al-Zahra' Resa/tados preliminares de
Pá9.
I99
PATRICE CRESSIER,
MOURAD RAMMAH S¿bra al-A4ansariya : [Jne autre aille
caltfale
Pág.241
JUAN F. MURILLO REDONDO, MARÍA TERESA CASAL GARCÍA, ELENA CASTRO DEL RÍO Madinat Qar¡aba. Aproxinaciín al procesa de forntaciín de la ciudad emiral 1 califal a patir de la información arquealógica Pág. 217 VICENTE SALVATIERRA La instauraciín clel Califato en el AIra
Gaadalqaiuir
Pá5. 291
PEDRO GURRIARÁN DAZA Hacia una canstrucción del poder. Las prácticas edi/icias en la periferia andalusi duranre el
Pág. 297
ALBERTO CANTO GARCÍA El dinar en al-Andalas en el sigla X
Pás.327
Califaro
CAROLINA DOMÉNECH BELDA La
rnaneda
farimí 1 sa relaciín
con
al-Andalus
Pág. 339
PATRICE CRESSIER Histarias de capiteles: ¿Hubo talleres califales
pratincialesi'
Pá9. 751
TILO ULBERT Resafa en
Siria. Una
residencia
califal
de los últimrts onteyas en
)riente Pá9. 377
BERNABÉ CABAÑERO SUBIZA, VALERO HERRERA ONTAÑÓN La tecbu¡nbre de la ampliación de al-Hakan II rJe la mezqaita aljama d¿ Círdoba. Análisi: tícnico 1 estulio forxul de sa policrarnía
Pá9. 391
SABINE NOACK.HALEY Los capireles de
la hlezt¡aita
de
Madinar
al-Zaltra'
Pág.
Egypte
Pág. 445
4I3
MARIANNE BARRUCAND Le prentier clécor arcltitectural
fatimide
en
PIERRE GUICHARD Canc/usions
.
Pág.463
CRÓNICA DEL CONJUNTO
ANTONIO VALLEJO TRIANO, JOSÉ ESCUDERO ARANDA Crínica del Conlanto, añas 1998-2003
Pág. 47
I
ESTIJDIOS ACTAS DE LAS IV JORNADAS DE MADINAT AL-ZAHRÁ': Nuevas investigaciones sobre eI Califato de Córdoba Córdoba, 10-12 Noviembre 2003
EL CÚFICO ANDALUSÍ DE "PROVINCIAS'' DURANTE EL CALTFATO (300-403 t9T2-10 1 3) CARMEN BARCELO Catedt'átict de E-¡tadir¡¡ Árabes
e Islántico.r.
Dprl.
de Filología Cdt¿tlana, Faca/¡ad de Fi/o/ogía, LInir-ercidad deValencia
RESUMEN
ABSTRACT
Análisis de los diversos aspectos qlre ofrecen las inscripciones monumentales realizadas en "provincias" durante el califato anclalusí: soporte, aspecto externo, textos que conforman los distintos formularios de lápidas frindacionales y estelas funerarias, además de las características más sobresalientes de la escritura cúhca utilizada y de slr evollrción a lo largo del período estudiado.
The article analyses different aspects of the epigraphic Arabic items that have arrived until us. The rvork focr-rses on the stones carved during andalusian Caliphate in the area outside Cordova. It studies the kind of stone used, the external aspect, the texts that one can frnd on foundation and funerary stone and also the main characteristics and evolution of the Kufic writing employed.
Palabras clave
Key words
Al-Andalus. Califato G00-4031912-1013).
Al-Andalus. Caliphate (100-40319I2-lol3).
Epigrafía.
Epigraphy.
Tl I ob jeto de este trabajo es estr-rdiar la produc-U.iór epig ráfi ca monumental realtzacla clurante
dalusíes, territorios a los que aquí llamaré "provlncias", por comodidad. El marco cronológico de este
el califato de al-Andalus. EI número y procedencia de las piezas viene impr-resto por el proceso mismo
estudio es -como queda dicho- el califato, si bien he frjado sus límites entre los años 300 H I 9I2 JC, fecha en que el emir 'Abd al-Rahmán asumió el poder, y 403 H / 1013 JC, momento en que el califa
en que tales prodr-rctos han ido apareciendo; por ello, fo¡ma el catálogo una muestra aleatoria de la totalidad de la obra de talla hecha en las l¿uu'ar an-
Hifim II fue depuesto.
t7)
El tema de estudio elegido es asunto sobre el que vienen investigando hace tiempo varios colegas, a los que en modo alguno quiero arrebatar el fruto de su trabajo; como en cualquier otro aspecto del pasado andalusí, cada autor tiene su propia visión de las cosas. Espero, sin embargo, que mi apor-
tación pueda ser de alguna utilidad general y, por otra parte, que las hipótesis que aquí planteo -si la merecen- tengan su correspondiente crítica. Hasta tanto se hayan pubiicado 1os resultados de esas investigaciones, para estudiar el material qr-re aquí interesa ya no hay que acudir a la obra de Lévi-Provengal sobre inscripciones áral¡es de España, aunque siga siendo hasta la fecha (a pesar de su antigiiedad, errores y limitaciones) el único catálogo de que se dispone con el que pueda realizarse un seguimiento de la producción epigráfrca andalusí de todas las épocas. En esa obra -aparecida en 1931 sólo se contabilizan 66 lápidas de época califal; de ellas, pertenecen 38 a la ciudad de Córdoba y sólo 28 a provincias, aunque esta última cifra es en realidad 21, ya que deben desconrarse dos ejempiares de Almería que esrán mal datados (1937 nírms. 115 y 111; cfr. Ocaña 1964: núns. fl4 y I09), y una inscripción de Granada inexistente (1931: nírm. 159; cfr. Ríos 1883:293-294 y Revilla 1,932: n:úm.220), pues resulta ser la misma de Torredelcampo descrita entre las de Jaén (I93I
n:úrn.I4f). Po¡ su parte, Manuel Ocaña, en su obra sobre
el cúfico andalusí y su evolución, analiza y diseña muestras epigráficas que comprenden desde las primeras piezas conservadas, datadas en el siglo IX, hasta las correspondientes al der¡umbe del califato, que él situó en el año 1013 (1970:44). Este traba-
jo sobre la escritura cúfica
usacla en las inscripcio-
nes monumentales del período omeya es, sin lugar
a dudas, el más completo y mejor documentado. Como se muestra en el estudio, el único estilo caligráfico utilizado es el cúrfico, labrado en su mayor parte en relieve; adopta éste los modelos llamados "florido" y "simple", nombres acuñados por Ocaña y aceptados sin reservas en la terminología actual. Ambos modelos se hallan entre los ejemplos elegidos por é1, de los cuales se cuentan 23 epígrafes labrados en Córdoba y sólo seis en provincias: tres de Almería y el resto procedentes de Tortosa, Toledo y Tárragona.
t/1
Como es imposible ofrecer en esre espacio un estudio completo de cada una de las piezas conservadas, he optado por analizar las inscripciones monumentales sobre piedra qlle ya han sido editadas, si bien exceptuando de ese conjr-rnto las realizadas en la ciudad de Córdoba y, de manera especial, las que ostentan sus dos monumentos más egregios: la Mezquita-Catedral y el yacimiento arqueoiógico de Madinat al-Zahrá'. Tampoco he tenido en cuenra en el presente catálogo Ia producción epigráfica de Ceuta y de alguna cir-rdad marroquí, que estuvieron en manos de los califas omeyas durante este período, pues no guardan ningún ejemplar de carácter monumental. Es posible, además, que algunas inscripciones que creo inéditas hayan sido ya publicadas, ya qlre la bibliografía española sobre epigrafía andalusí discurre muchas veces por publicaciones de contenido diverso y ámbito comarcal o provincial de escasa difusión y, por ello, he podido no rener noricia de ellas; apúntese en el apartado de mis omisiones. Sólo he incluido tres piezas que me parece que no han sido editadas: dos que se han hallado en rierras de la actual provincia de Córdoba (Hornachuelos y
y Lrna aparecida -seguramente- en la ciudad de Mértoia, donde se conserva. Otra, descr-rbierta recientemente cerca de Mengíbar (Jaén), está en vías de publicación por parre de la doctora Martínez Núñez, a qr-rien agradezco Ia información Villanr-reva)
suministrada. Como ya he señalado al referirme al marco cronológico, también incluyo en el presente análisis tres estelas que en sentido estricto no son del período pues, si bien pertenecen al gobierno de 'Abd alRahmán III, llevan data anterior a la asunción por éste del título califal: una sin fecha, aunque se supone del año )O2l9I4-5, qr,re alude a la reconstrucción de la ciudad de Érrora (Borges 1981) y los epitafios de dos varones enterrados en Almería y Sagr-rnto (Ocaña 1964: nim. 1 y apéndice B; Barceló 2002). La ampliación del marco cronológico -qr-ie ya he indicado- se justifica porqlre considero qlre esas pocas piezas pudieran mostrar diferencias respecto a las inscripciones realizadas en fecha posterior a la de asunción del nuevo tratamiento oficial por parte del emir'Abd al-Rahmán. Se puede ya avanzar que los ejemplares de
provincias que permiten estudiar el cúrfico anda-
lusí del período califál presentan textos con rasgos comunes a las prodr-rcidas en la capital, porque se trata de lápidas de tipo monumental que se pueden agrupar (tanto las de esta centuri¿ clue nos ocupa como las cle períodos anteriores o posteriores) en
por un lado las llamadas lápidas que celebran obras o edificaciones cifandacic,na/es viles y religiosas, que son 17 piezas (casi tn24-;1; b) por otra parte, las denominadas este/as funeraria.t, nombre que reciben aquellas que conmemoran la personalidad, creencia y fecha de óbito de un individuo fallecido en al-Andalus y que constitlryen el grueso del presente inventa¡io pues suman 1.1; esto es, mlry poco más del 7 6% del con junto. Desde el punto de vista de quien las mandó grabar, en unas y en otras pueden distinguirse también dos modalidades: aqr-iellas que podrían denominarse "estatales" o "públicas" (en las que el dos categorías: a)
ordenante o el difunto es el emir, algún miembro de su familia o alguien de su círculo personal) y aquellas que responden a una iniciativa particular.
Unas
y otras,
además, comparten
un formulario-
tipo en el que aparecen Lrna serie de frases hechas que guardan un protocolo establecido, sin que ello quiera decir que el orden sea siempre el mismo dentro de un período histórico, ni que no puedan existir excepciones en piezas realizadas en la misma época y lugar.
EI núme¡o de inscripciones sometidas a análisis (cfr. el apéndice final) excede ligeramente la cifra de
setenta, cantidad que representa aproximadamente un quince por ciento de todas las lápidas andalusíes conocidas. Treinta
y dos de
esas Iápidas (un
4i%)han sobrevivido completas, si bien de cuatro de ellas únicamente se conserva r,rn dibujo o r-rna interpretación de su texto. Quiere esto decir que formularios permiten, con relativa garantía, deducir y reconstruir textos desaparecidos de aquellas estelas de las que sólo subsiste una reducida parte, como acaece con cada uno de los 39 f¡agmentos del sus
presente catálogo (casi el 15c/o).
Es necesario advertir que me resulta particuIarmente difícil tratar del círfrco califal realizado en provincias sin hacer referencia al que se estaba utilizando en la sede del gobierno, de modo que aludiré a algunas piezas cordobesas que, por diferentes motivos, es necesario poner en relación con las que iré exponiendo a io largo de este trabajo.
1. PROCEDENCIA Y DATA DE LAS
INSCRIPCIONES Ya he señalado que el lote aquí analizado está compuesto por setenta y una piezas. A partir de una línea imaginaria que -uniendo los ríos Ebro y Due-
ro- dividiera la Península Ibérica. la distribución
espacial de estas lápidas quedaría reflejada en la fa-
chada mediterránea
y Ia
zona sur, en concreto en
las actuales provincias españolas de Soria, Zangoza, Tertrel, Tanagona, Castellón, Valencia, Alican-
te, Murcia, Jaén, Almería, MáIaga, Cádiz, Sevilla, Córdoba y Toledo, además de las islas Baleares. Por el contrario, de este largo período histórico no se conservan inscripciones en el occidente peninsr-rlar -esto es, la costa atlántica y tampoco en Ia zona centro; en concreto, en las provincias de
Huelva, Badajoz, Cáceres, Salamanca, Ávila, Segovia, Madrid, Guadalajara, Huesca, Lérida, así como Cuenca, Albacete, Ciudad-Real y Granada. En cuanto a la vecina Portugal, guarda sólo dos muestras de esta época: una Iápida fundacional de Évoru y una estela sepulcral de Mértola, ya citadas. Señalaré, como mera curiosidad, que ei reparto de esos epígrafes coincide grosso ntoc/o con Ias dos
zonas andalusíes tradicionalmente consideradas regiones con intensa aral>ización: por un lado, la denominada por Ios alrtores árabes medievales Sarq al-Aadalas, esto es el Levante y ei valle del Ebro, y por otro, la conocida como Valle o Depresión del Guadalquivir. No han aparecido, sin embargo, en aquellas zonas que se vienen considerando territorios beréberes o con mayor población cristiana. De la ausencia o presencia de estos materiales, aparte de la mera coincidencia señalada, podrían extraerse otras conclusiones pero, dado el carácter aleatorio de la muestra, las omito por prudencia. Si analizamos 1a procedencia por ciudades, observaremos que las que qlledan representadas a 1o Iargo del período son las de nueva fundación árabe (Almería, Algeciras o Thrifa) y -sobre todo- las
de antigua tradición romano-visigoda
(Tortosa,
Sagunt, Valencia, Orihuela, Baeza, Arjona, Écija, Morón, Mértola o Toledo), buena parte de ellas capitales de su respectiva kura o provincia. Otras piezas se han hallado en castillos, lugares fortificados o pequeños núcleos de población, algunos de ellos desaparecidos con el correr de los siglos. Téngase
U'
en cuenta, sin embargo, que otras localidades de la época, con mayor presencia en crónicas y fuentes escritas (como Zaragoza o Sevilla, de las que no hay
una sola inscripción califal de carácter monumental), apenas conservan piezas con epígrafes de este período, frente a algr-rnas poblaciones menores qLrc las superan en nírmero pero que carecen de ejemplares de etapas posteriores.
Pero, si crlrzamos la procedencia de las lápidas con slrs fechas, son 1as tierras de las actuales provincias de Sevilla y Cádiz, más la faja costera mediterránea, las que mantienen y conserv¿rn una mlrestra relativamente interes¿rnte a Io largo del período, al igual que destacan, por la abundancia de estos materiales y su continuidad temporal, las actr-rales tierras jiennenses, ricas también en mr-restras e¡igráficas del siglo islámico precedente, es decir del
emirato. Así mismo, la ciud¿rd de Almería es caso especiai, pues conserva ocho piezas
Data '.n ,b sd cl Total I 'Abd al-Rahman (100-jt0) :l 16,6 I 2j,-1 l0 Q.9 ¿l-Hakam (l)0-166) 10 1,1 i 28,ó r1 18,;
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r-rn
del califato,
frente a tres en las ciudacles de Jaén y Orihuela o dos en Morón, Écija, Baños de la Encina, Arjona, Tortos¿r y Valencia.
Otro aspecto a tener en cuenta
numeración es visible o deducible (en el Apéndice entre [ ]), aunque Ios investigadores que las han publicado o bien omiten la fecl-ra o bien proponen una diferente. He agrupado el nírmero de inscripciones conservadas, distinguiendo en el cr-Ladro que sigue las que tienen la fecl-ia en el epígrafe y las que tienen una data propuesta (dp) por los autores o por mí con razones de diverso tipo. El resultado es el siguiente:
es que, consi-
deradas ias fechas, se observa qr-re las inscripciones realizadas en el período de gobierno de 'Abd al-Rahmán se localizan en poblaciones situadas en Ios principales ejes viarios andalusíes, mientras que los hallazgos de época de al-Hakam se concentran en zonas peri-urbanas y las piezas del califato de Hiíám II han aparecido, en su mayor parte, en ám-
Las cifr¿rs clire se obtienen al
dividir la centuria
en tercios muestran que el núrmero de inscripciones
es similar en los dos últimos (25 1>ara 330-3591 940-969 y 26 para 360-)991969-1008), pero es significativo que la cifra del primer tercio del siglo IV sea similar a los tres úlrimos años del presenre catálogo: 9 piezas enrre 300 y i29 l9l2-940 y 8 durante la guerra civil, es decir los años comprendidos entre 4OO y 4O311009-1013. Volveré más aclelante sobre este tema2. EL SOPORTE DE LOS EPÍGRAFES
bitos rurales. Además de los ejemplares que han conservado la fecha completa, existen otros clue se han podido datar de forma aproximacla, atendiendo a sus rasgos epigráficos -o a otras circunstancias-, en distintos períodos del califato de los cuales la época de Hiíám II comprende también aquí la de la dictadu¡a amirí, tanto de Almanzor como de sr-rs hijos, y el breve gobierno de Sulaymán al-Musta'in (39911009). Tres inscripciones carecen aqirí de fecha (exacta o aproximada) por no tenerla y no haberla propuesto los autores que las han estudiado. En cuanto a aquellos ejemplares en los que falta o la unidad o la decena y que clrentan con dos propuestas diversas de datación por parte de quienes ios han estudiado (en el Apéndice separadas con /), he ele¡¡ido la restitución que considero más acertada. También he procedido a datar aquellas piezas en que la
U6
El estudio del tipo
cle
piedra urilizada pata ta-
llar el texto árabe resulta casi inviable en el estado actual de Ia investigación. Es frecuenre que ios estudiosos omitan los datos relativos al material y sus características, como el color de Ia arenisca, caliza o mármol que sirve de soporte a las inscripciones, e incluso se da el caso que, en algr-rna ocasión, la piedra en que fue grabada una írnica inscripción difrera segírn el autor que la describe: lo que para uno es
mármol, para otro es caliza. No obstante, con Ios datos disponibles se pr-rede a6rmar que la materia utilizada como soporte de ia escritura ha sido preferentemente el má¡mol (30 prezas, )0%), segúd,o po, lu, areniscas (18 piezas, i0%) y calizas (I2 piezas, 20o/a). En cuanto a las once lápidas restantes, se desconoce de tres (sólo conocidas por dibujos o rranscripciones anriguas);
de otras dos lápidas, ios autores que las estudian
las líneas dentro del recuadro. Según las normas de
sólo indican que se trata de "piedra"; uno de los epígrafes fue reahzado con ladrillos; otros dos se dise-
Ia caligrafía árabe de todos los tiempos, Ia escritura se hará alínea tirada, esto es sin dejar que discurra por renglones "viudos" o centrados, hecho sólo admisible en el último. Éstu es, en esencia, la forma de presentar una inscripción lapidar que -a mi modo de ver- está vinculada, de manera muy estrecha, con los formatos de manuscritos y alcoranes de los
ñaron sobre una columna de mármol y una pilastra de granito respectivamente; y en los tres casos que faltan sus estudiosos no dan el dato. Por no disponer de análisis del material no es posible saber la procedencia exacta de Ia piedra de las inscripciones que estamos considerando, excepción hecha de las almerienses de las que se afirma su origen en las canteras de Macael. Del resto no hay dacos para saber si ei material lítico usado es el propio de la zona de procedencia de la inscripción qr-re se estudia o si se realizaron importaciones de piedra de canteras vecinas al lugar donde se halló Ia pieza o de otras alejadas de é1. En un caso se sabe de la reutilización de un epitafio romano para grabar un epígrafe árabe en la otra cara del mármol (Barceló 2001); también la pieza más antigua del catálogo fue reutilizada, siglos después, para escribir un nuevo texto árabe sobre Ia otra cara de la piedra. En cuanto a las medidas de las iápidas, sólo es posible hacer una aproximación a partir de 1as noticias que ofrecen los estudios de estas obras de labra (ya sean completas o sólo parciales). Aquí interesa más la anchura o latitud de Ia pieza, que es la que condiciona el número de renglones de escritura que tendrá la inscripción y en consecuencia el tamaño de la letra a utllizar. A este respecto y a los solos efectos epigráficos, la longitud de la piedra es menos significativa porque, a menudo, además de dejarse sin labra casi la mitad de la superficie, se reservó una pante para los enmarques superior e inferior del texto. los cuales suelen ser más anchos en esas zonas. He tratado de este tema en otro lugar y a é1 remito para otros detalles (Barceló 1998: 6I-68). Adelantaré ahora algunas ideas que hace tiempo tengo escritas para una obra que tarda -a mi pesar- en ir a la imprenta. Una de ellas, que considero básica, es que en el planteamiento epigráfico de una lápida o estela andalusí, sea cual sea su destino final, se intentó reproducir el modo en que Lrn escrito figuraría sobre una hoja de papel, un trozo de pergamino o cualquier otro tipo de soporte vegetal o animal. Esa hoja imaginaria de formato rectangular
d
isrincos períodos
h
istóricos.
El lugar en el que
se pretende exponer
la
losa
escrita también condiciona el formato, pues cuanta mayor distancia exista entre el lector y el epígrafe, más necesario se hará LLn trazo grande; y al revés, cuanto más próxima esté la inscripción del lector, menos necesidad habrá de uttlizar un tipo de letra de mayor tamaño. Para confirmar este extremo el epigrafista necesita conocer las medidas de Ia caja de escritura, interlínea y altura de las letras de la inscripción, datos que sólo en muy contadas ocasiones se consignan; ni tan siquiera se dan las dimensiones de la caja de escritura, con las que se podría deducir flícilmente la longitud de sus signos gráflcos. Por otra parte, a medida que evolucionaba la escritura cúfica, el último reglón del epígrafe dejó de ser el mismo marco de la inscripción y se dio a esa zona -poco a poco- espacio suficiente para que no resultara afectado el desarrollo inferior dei cuerpo de Ias letras. Éstas, como ya he dicho, guardan relación con el destino 6na1 del epígrafe.
Así, tomando en cllenta la información de que podemos disponer (exacta sólo sobre trece inscripciones; deducible en otras tres), se observa que la interlínea de las estelas funerarias -a las que
imagino que se podía acceder fácilmente para su lectura- tiene un valor constante de unos 4 cm en 10 casos y sólo de unos 3 cm en otros tres; todas ellas sobre piedras de distinta medida. Sin embar-
vertical,
go, la lápida fundacional de una to¡re de Baños de la Encina (]aén, núm. 33 del apéndice), empotrada en sitio alto a distancia del lector, ofrece una altura interlineal de i,6 cm; una inscripción funeraria toledana (núm. 55), labrada en la parte más alta de una coiumna de 1,84 m (y por tanto, con Lrna leyenda alejada de la vista), tiene 6,5 cm; similar observación cabríahacer de otra (núm. 18) de 5 cm de interlínea deducible. si bien desconocemos el lugar original en el que la estela pudo estar ubicada.
dejando márgenes en slis cuatro lados y marcando
Estas cifras pueden compararse con las de las fajas
se preparaba, en posición horizontal
o
r77
con epigrafía de los cimacios que sustentan el arccr del mihráb de la Aljama corclobesa, que tienen Lrna altura de unos I cm y el alif ahededor de 1. En cuanto a las losas de formato horizontal conservadas completas (núms. 13, It,37 y 50), sólo en dos ocasiones se ha ofrecido ia medida de la caja de escritura: la cle una estela funeraria (núm. 37) y Ia de una lápida fundacional situada a poco más de
un metro de altura del suelo (núm. 13); en ambos la interlínea es de unos 3,J cm. A partir de
casos
otras medidas puede deducirse la de la piez:r núm. 3, ar-rnque con posibles errores de cálcr-rlo; arroja una altura hipotética de 5,5 cm, por lo que podría haberse situado en un lugar relativamente alto. Téngase en cuenta que I y i,5 es la intedínea aproximada de dos inscripciones que mostraba la
Al-
jama cordobesa: la del añc¡ 346, a nomb¡e de 'Abd al-Rahmán y situada en Ia fachada de Ia Puerta de las Palmas, y una de al-Hakam fechada en el año 318, hoy descolgada; mientras que las franjas que frgr-rran en la parte alta de las estancias de Madrnat aI-Zahn' , a modo de friso, tienen una altura de unos 16 a 19 cm y la doble línea epigráfica de ios mosaicos dei a¡co del nibráh de la Mezquita-Catedral tiene unos J2 cm y alrededor de 24 Ia longitud del alif. Tendremos ocasión de precisar mejor estas medidas en el apartado destinado al análisis del cúfico, ya que estas cifras afectan proporcionalmente a todos los signos. Salvo las piezas de formato horizontal y aquellas otras en las que sólo se utilizó la mitad de la piedra (que suelen tener entre 5 y 8 líneas), de la observación de ias inscripciones de este período que se han conservado completas se puede concluir que las lápidas grabadas por Lrna sola cara ofrecen en su mayor parte (56%,), cualquiera qr-re haya sido la técnica de labra, entre I0 y 12 renglones (7 , I0;6, 17 J, 12 líneas); sólo en tres ocasiones (19%,) las líne¿s son nueve. Una cifra similar a la más usual -de 10 a 12- ofrecen las inscripciones sobre la dos caras pues, sumando ios del anverso y reverso de la lápida, arrojan un total de 11 y 12 renglones. Quiere eso decir que los fragmentos en los qr-re se conserven dos o tres líneas -enteras o en parte- no permiten una reconstrucción de todo el epígrafe, si no es a riesgo de cometer graves arbitrariedades. En cuanto al ¡¡rosor de las lápidas y dado qr-re desconocemos el lugar en qlre se había de ubicar Ia mayor parte de las piezas, sólo es posibie concluir 178
que varía entre 3 y i7 cm, sin clue tales mediclas tengan relación direct¿r con el m¿rterial y formato de la piedra o con el destino fin¿rl cle la misma y sin que puedan extraerse módulos estándares o con mayor representación en el conjunto de las inscripciones aquí analizadas. No obstante, conviene advertir c1r-ie el grosor carece cle importancia si la pieza se empotraba en una pared; pero si no es así, siempre que Ia altura del rectángulo no sea superior al medio metro, el mínimo grosor que Ia piedra necesita para no qr-rebrarse o perder la estabilidad son i cm; en este caso, además, Ia lápida ha de tene¡se en pie sobre su propio plano y requiere un peqr-reño soporte a modo de respaldo. En efecto, el tablero -es deci¡ el latt,h de los textos árabes cle la época- tiene un formato rectangular o casi cuadrado. De forma mayoritaria O0%), para grabar el texto se usó en posición vertical (es deci¡ con mayor longitud a lo alto), siendo uttlizadas para labrar el escrito en sentido horizontal sólo 7 de ellas (casi el IOVo), aunqte este núrmero podría ser superior si tuviéramos en cuenta lo dicho sobre las piezas en las que sólo se uttltzó la mitad de la superficie de la piedra. En todas estas inscripciones se grabó únicamente una de las dos caras de ler losa, pero en siete ejemplares (10%) el texto fue grabado sobre ambas. En algunos hay diseños no caligráficos sobre una de ell¿rs y en Lrna pieza (núrm. 5) éstos adoptan forma de arcos de herradura. En eI 7I% de los casos, el relieve (R) ha sido la técnica de Iabra utilizada en las lápidas halladas en antiglras ciudades, capitaies de provincia o en castiilos de cierta entidad y categoría, a veces in sitt. En cambio, una buena parte de las que ofrecen labra incisa (1) ha aparecido en áreas rurales o escasamente urbanizadas en el período histórico qLle estamos analizando. La técnica de labra no guarda relación, sin embargo, con el destino fundacional (F) o funerario (E) de la inscripción. Las lírpidas, por técnica de labra y destino final, se clistribuyen así: ,i
Gobierno
'Abd al-Rahmán al-Haka¡n
Hrfim sin da¡a Total
21
/0
9
9
61,1
t
2I
81,i
l
l
100
r4
r6
l0 2l Ji,r 10 L2,t 16 -1jj,1 2i i0
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I'1,1 -1 28.6 66,1 8 ll,l
).1
266,,.
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11
l
29,6 t t
el número de inscripciones fundacionales va clisminuyendo desde la época del primer califa. siendo exactamente un tercio cle éstas las que se conservan del período de la dictadura amirí. Por el contrario, estadísticamente las piezas func¡arias son más abundantes en Ia época de Hiíám II, hecho que puede relacionarse con la situación Se observa clue
de conllicto civil con el que concluyó slr mandato. Parece lógico suponer que se clebieron producir
o -tal vez- como imitación del famoso alcorán del califa 'U!mán, conservado en ese período en la AIjama de Córdoba en cuyo edificio se clocumentan estas coloraciones.
3. TEXTO DE LAS ESTELAS FUNERARIAS Hace años estudié la frecuencia y secuencia de cleterminacias partes fijas del texto de
un epitalicr
más defunciones, como podría apuntar e1 hecho de conservarse ocho estelas entre los años ,100 y 40i,
andal¡-rsí (invocación
aunqlle no conste en los epígrafes que estamos anaIizando esa relación de causa-efecto. Salvo un único caso, en que pueden observarse sobre toda la superficie de Ia parte labrada restos de pigmentación roja (r-rúm. 18), las esteias fr-rnerari¿s cllyo texto fue grabado en ¡elieve no p¿lrece que hayan conservaclo evidencias de haber estado pintadas. En cuanto a l¿rs realizadas de forma incisa, en tres ocasiones las muescas de las letras presentan coloración negra. No existen pruebas documentales, sin embargo, de cuándo se efectuó esa pintura porqlle no se han reaiizado análisis de la pigmenración, ni en las grabadas en relieve ni en las incisas, si bien la coincidencia en el uso del color negro en otras inci-
el lugar y la época en qlre se labra¡a el epígrafe,
sas cle
períodos posteriores parece apllntar a que era
práctica relativamente usual en al-Andalus. También conserv¿rn las letras coloreadas de negrcr las dos primeras líneas, no sometidas directamente
a la acción de i¿r lluvia, cle una lápida fi-rndacional con texto en relieve (n:ún;,. 42). Prueb¿r de que las inscripciones ofrciales se pintaron es la evidencia de
una inscripción a nombre de 'Abd al-Rahmán del ai,o 146. sitr-rada en la fachaCa de Ia Puerta de l¿rs Palmas de la antigua aljama de Córdoba, que presenta sus letras coloreadas de un tono gris plomizo. En algunos ejemplares cordobeses conservados en el conjunto de Madinat al-Zahrá' o en la MezquitaCatedral, por el contrario, el epígrafe se presenta hoy sobre fondo de color rojo o azul. No es cl¿rro para mí el valor representativo del color negro o gris plomizo, si es que realmente se utilizó en época califal, pero el rojo (cuyo uso esrá probado) podría relacionarse con la bondad y Ia belleza, de las que es símbolo en la tradición de la cultura árabe, y el azul podría explicarse como recuerdo de la mezquita omeya de Damasco (c.711 , cuya epigrafía aparecía en un mosaico azul
y
oro)
inicial, nombre del difr-rnto y
fecha del óbito), además de otras que varían segúrn como el uso de la profesión de
fe ,
Ias referencias a
1a
tradición, citas alcoránicas o inclusión de partes de Ia oración canónica por los muertos (Barceió 1990).
Por haberlo ya explicaclo, sólo daré aquí los datos más sobresalientes de las estelas provinciales de este
período.
En el es¡udio
c1r-re
sigue, con toclas las limita-
ciones y reservas ante el estaclo de conservación de esros mareriales, sólo he podiclo
utilizar 47 (87%)
de las 5,1 estelas completas o fragmentadas. Quedan fuera del análisis, por diferentes razones, las piezas
28,29, 49,65, 66, lO y 71. Dicho quede por delante clue en el orden de las partes que integran eI texto fr-rnerario siempre será posible encontrar excepciones, pues 1o qlle tr¿rto a continuación es de Ios estándares, pero se ha de tener en cllenta que los
trazos mal interpretados por los eclitores,
¿rdemás
de afectar al formulario, inciden t¿rmbién cle forma
negativa sobre la representación de los signos en el alfal¡eto del epígrafe. Durante el califato, la inscripción se inicia con
Ia basmala en la primera línea, como consta
en
casi el 15% de Ias estelas, salvo en doce ejemplares fragmentados en que se ha perdido. Excepto en
inicial, en eI 62% de los epígrafes 6gura Ia expresión bala qabr en la segr-rnda línea; no aparece en 6 piezas esos fragmentos qlre carecen de la parte
que conservan esta parte, cle l¿rs cuales una es de Mértola, otra alicantina y 4 proceden de la provincia deJaén. En 8 ejemplares (17%), antes de la introducción explicativa "esta es la tumba de", ponen la conocida plegaria rabitna-br/lti Allib "Dlos se apiade de éllella", tn tabh/ o una cita alcoránica (XXXV,5 en dos ocasiones). Esta intrusión, clue suele aparecer en epitafios de ciertas ciudades, se
Llg
encuentra también alguna vez en Ios ubicados en cementerios rurales. Entre la segunda y la tercera líneas se labra, en eI19% de las estelas , eI nombre del difunto, frente a 3 jiennenses que no lo corrsignan (6,5%) y siete
fragmentos en los qr-re esta parte ha desaparecido totalmente. Una estela aiicantina trae eI vetl:,o ntVt¿ antes del nombre del difunto y tras la basrnala (sin la introducción há& qabr). Se observa en las estelas cordobesas del final del período (400 y 401) que tras el nombre se incluye una referencia al lugar en el que vivía el finado, señalado generalmente con la denominación de la mezquita de Ia ciudad a la que acudía en vida, costumbre innovadora que no he podido documentar hasta el presente en otras inscripciones funerarias cordobesas posteriores ni rampoco en e¡irafios dr provint ias. Entre el tercer y cuarto renglón se graba en e1
J8% de las estelas el verbo tutuuffiyalt (ntáta sóIo una vez) precedido (32%) o seguido (52%) de una plegaria o de la profesión de fe islámica. Aquí los usos regionales y las modas temporales o personales se imponen. La presentación de esas frases piadosas en relación con la muerte o el difr-rnto es muy variada, aunque sea habitual qlre se consigne rabimabu/ba Allab (o su variante rahmaÍ A/láb 'alay-hi/ha (46ú/o), a menudo acompañada de *^a-xngf.ratu-hu/ hV tra-riduanu-hulhV y, a veces, aa-'al) al-tnuslitntn ajtnra'in o ua:al) jtatnT' I yarua'a a/-nzu:/intin) a Ia que
puede añadirse bien gafara /a-hu/ba (o las variantes
gafara laaba-bulhi y ga-fara la-hulbá sayi'áti-hi/ ha) o bten naddara u,a1ha-hulha y, a veces, jt./.'¿t/a a/-1anna naz/a-hulhá. Sobre otros usos y variantes -provinciales y corclobesas- remito a mi trabajo ya citado (BarceIó l99O). Tras esta oración, en estelas almerienses y toledanas de época de Hiíám II se incluye la profesión
difunto. La expresión naddara Alláh walhahu fi,gura en el diseño de la pieza núm. ,18, aunque su editor haya leído radja AllV.h 'an-bu coyo uso sería inadmisibie en una estela de provincias ya que dicha plegaria siempre estuvo reservada en al-Andalus a miembros de la familia gobernante, como de fe del
princesas y clientes omeyas -según consta desde el sigio IX- y también de otras dinastías posteriores.
La fecha suele ocupar las cuatro últimas líneas del epígrafe. Casi en el 72o/o de las estelas se hace constar 180
Iaferia de la semana, excepto en 3 jiennen-
una alicantina y otra de Mértola, en las que no figura, y 8 fragmentos que no la conservan. En el 617" consta eI día (divno o noche) del mes, preses,
cedido de fr (26%) o
/i- (26%), y
en el 59o/o de las esteias se grabó la palabra íahr, que el 82% de Ias veces va introducida por las preposiciones ¡t¡)u é3%), f7 (30%) o /i- (9%). En todas las piezas clue conservan esta parte (8i%) frgtra el nombre del mes y la palabra sAnrt, a veces (19%) introducida por rain
(ll
%) o /i-.
Puede cerrar el epitafro en algr-rnas ocasiones piezas, 21 ,1 %) uno o dos renglones más conteniendo otras nuevas referencias piadosas o alguna cita alcoránica> corno XXXY5; cita clue figura también en el anverso de Ia losa de unas pocas estelas almerienses y alicantinas, en cLlyo espacio se incluye, alguna vez, Lrn par de versos en consonancia con el tema de la muerte (Barceló 2000: 134-I3t,
(i3
apéndice 4,2). Para esta inclusión de cierre, en dos estelas almerienses de finales del califato se Lrtilizó la superficie que, formando una faja, enmarca el
texto central (núms. 19,60). En cuanto a la onomástica de las personas difuntas, los nombres más usados a lo largo del período que estamos considerando son: Muhammad, bien sea del muerto (3) o del primer (l) o segundo ascendiente (1); Ahmad (ivn 2, padre 2, abuelo 2) y los compuestos de 'Abd (15), ya sea en eI isw deI finado (al-MaI1k 2, al-Salám 1, 'Ubayd Alláh 2), en el del primer ascendiente (al-Malik 3, Alleh 3, 'Ubayd Alláh 1, al-Rahmán 1, al-\Xáhid 1) o en el del segundo (Alláh 1).
Vienen después, por orden de frecuencia, Ios nomb¡es que llevaron los primeros califas, como 'IJmar (istn 2, padre 1, abuelo 1) y 'Ali (istn I, padre 1), y ios de tradición coránica, como Sulaymán (ism I, padre 2), Yunus (istn I, bisal¡uelo 2), Isháq (isn l), Yahyá, (isw 1) e Idris (padre 1). Se atesriguan esporádicamente algunos documentados con una relativa frecuencia en las crónicas y fuentes bio-
I), Nasr (Lr¡z 2, abuelo 1) y Násir (ivn I),'Amr (abuelo 2), Táhh (isrn l), Sa'rd (ism 1, bisabr-relo 2), Qásim (ism 2, abuelo 1),
gráficas, como Mutarrif (isw
Huelayl (bisabuelo 1). Hay otros que se enclrentran una sola vez, sea como noml¡re propio (al-Batin?), del padre (Mansur, Aswad, Muhe{iirl o Muhálrib], Baiila [(¡lr) podría ser Nayila o Nuirayla], 'Abbas),
del segundo ascencliente (Basil, al-Gamr, al-'As,
-además- en el control de los talleres dedicados
'Imrán) o clel bisabuelo (al-Mu'allim). En cnanto a Ia ¡ti-¡l¡a, se hace constar en ocho ocasiones (al-Jaqafi {(slc) hay que leer al-Gáfiqi o mejor al-Sámil, al-Ma'áhri, al-Gassáni, al-Iyádi,
su elaboración.
al-\7asqi, al-Ansári, al-Ribahi, rl-Yuslámi, alUmawi) y también en la pieza núrm. +8 (aunque no puede restitlrir por el mal estado de la piedra). Se clocnme ntan Ias kanyas Abu-l-'Abbes (sin lsrt ) y se
Al¡i
Sa'rcl (como isn del padre) y los hipocorísticos
Rahmün (nombre del difirnto), además cle Sa'dün y Salmr-rn (cle dos bisabuelos).
A mi
modo de ver y por acercar la imagen
a
a
nlrestros días, se uataría en esos casos de la simple "marca" del producto; un sistema de propaganda ideado en el oriente abasí que fue introducido en alAndalus durante el siglo IX, bajo'Abd al-Rahmán IL Táles procluctos están concebidos para Llso del califa, su familia, miembros de sr-r cí¡culo personal y en general, pan Ia 1-assa cordobesa, a diferencia de monedas y de la epigrafía pírblica cuyo principal lector es el común de los sírbditos (antnta).
del gobierno
¡
se
En cuanto a las iápidas fr-rnd¿rcionales pro-
conserva el nombre Maryam en uno de los dos epi-
piamente clichas halladas en provincias, es decir
tallos de provincias (núm. 58, 61) dedicados a una
epígrafes estatales, hay que distinguir dos modaliclades según las fórmulas estereotipadas que conform¿rn sus textos: por un laclo las que celebran obras civiles, esto es lápidas edilicias; por otro, las que conmemoran fundaciones de car¿ícter religioso, sea la erección de una mezcluita, Ia de r-rn alminar,
En cr-ranto a la onomástica femenina. sólo
mujer, clue conozco de este amplio período. .I.
TEXTO DE LAS LAPIDAS FUNDACIONALES Las lápidas que inch-ryen un texto cuyo conteni-
do alude a algírn tipo de trabajo arquitectónico, sea const¡-rcciones ex nal)a, reparaciones en viejos ediflcios u obras de diverso tipo, se consideran fr-rndacionales.
el presente, los estucliosos taml¡ién llaman fundaciona/es a ciertos ei.igrafes que figuran
Hasta textas
en algunos elementos usados en las ob¡as (capiteies,
cimacios, basas de columnas, frisos, etc). No los he tenido en cLlenta en este trabajo, no porqlie fuera de la ciLrdad de Córdoba no los hzrya, sino porc¡-re dichos
textos contienen un formulario-tipo idéntico al que ostentan diversos productos artesanales (telas, pilas, objetos metálicos o eborarios, etc) clue los hace dis-
tinto al cle las lápidas propiamente dicl'ras. Aunque dicl-ros elementos arquitectónicos y productos arte sanales incluyan la hd-rnala o palabras
propiciatorias (baraka,.rt11"V1,, ni'ma, nasr, etc) y presenten un texto que menciona al califa y sus títulos, el destino de la pieza (/i-na1i/is a./-c¡a¡r, b-nurJinat dl -Zah
ira,
I i - I -s
obras de canalización de aguas o cualquier tipo de intervención en un edificio de estas características ya constrllido.
4.1. Texto de lápidas fundacionales edilicias
I7
piezas que considero fundacionales en senriclo estricto, I (41%) son edilicias. Recue¡dan ias constrlrcciones de una casa (dal) en Tortosa,
De las
clestinada a talleres y arsenal (núm. (b i.¡ n) en Tarifa (nírm. 2 6), vna to r re
l4), un castillo (b ur1)
en Baños
de la Encina (núm. 33) y ciertas obras llevadas a cabo en ei castillo de Gormaz (núm. 32) y en un puente en Toledo (núm. 11 , sólo en su versión castellana). En todos estos ejemplares la iniciativa de los trabajos parte del califa, como se hizo constar en el epígrafe, excepto un mojón de límites jnisr) (nírm. 56) y la reconstrucción (laddada) de la ciuclacl de Évota (núm. 1), que hzrn perdido la parte de la piedra donde hguraba el nombre del ordenante. Casi roJas las inst ripciones ( on relerent ia
w,
etc),
e incluso se emplee alguna vez
Lrna
obras civiies son conocidas y lo que diré a continur-
ie hic¡eff)¡l
ción, por 1o tanto, no contiene ninguna novedad. Estas lápidas mantienen en su texto Llnas partes previsibles -más o menos fi1'as qlle apenas varían con el tiempo, plres ya están presentes en los primeros testimonios andalusíes del siglo IX y se
ayi da,
/ i-
A
b7- / -\Y/a
17
d
H ifr
detallen el ¿rño expresión explícita (bunila há/4 al-mai1,/f , siempre aparece en eilos -a diferencia de los epígrafes fundacionales- la fórmula r¡tit¡ttttV unilra bi-'an¿ah-hi (o su variante rúmr¡tá 'an¿i/¿) que nos indica que el objeto es cle aquellos qtte
se ordenó bacer
o
q/./e
en un determinado lugar; texto qlre sitúa al califa
e
seguirán usando en los siglos posteriores. 181
Se inicia
el más antiéluo de ios epígrafes
G)31941-5) con Ia basrudla y el verbo anmra, segui-
nombre de al-Hakam, en Lrn fragmento fundacional de Hiíám II (Lévi-ProvenEal 1931: 27 , núm. 20) y
do de su régimen bi-
en alguna estela funeraria "semi-oficial" donde
cl:ue
introcluce la acción llevada
se
a cabo; sigue el sujeto del verbo, formado por la
alude a este último califa (Labarta & Barceló 1992:
expresión 'abd AllAh "el siervo cle Dios", el nombre del califa, el títu.Icl an¿7r a/-mu'ntinin y una jaculatoria propiciatoria (alyada-ha Alkb). Se cierra
tt2-154.
el texto con fa-tannna bina'u-ha y Ia expresión 'a/) yadal-, clte da pie a incluir los cargos y nombre del representante de Córcloba, segr-ridos de una piadosa oración (bi-'au,p Allah u,a-nasri-b) y el año. Un poco despr-rés G491960), todavía bajo gobierno del califa al-Násir, cambia el formulario ligeramente. A Ia basnala se Lrnen ahora la handa/a, esto es la alabanza a Dios, llabhi a/-'a/ax¡|n "Señ.or
de los mundos", y LLna ta¡li1a sencilla, es decir Ia oración por Mahoma,latint a/-nahzylrz "sello de los profetas"; sigr-Le el ver!)o dn.zrd separado de su régimen preposicional por el nombre y título del califa, al que acompaña la expresión propiciatoria ata/a
AllAh /:ac¡a.'a-fu "Dios le de larga vida", ¿r
qr-re da paso
la obra realizada (bi-buq,án haü...); el nombre
verbal vuelve a repetirse tras fa-tantnu e inmecliat¿mente después viene el mes y año, concluyendo el epígrafe con la expresión ya señalada'a/) yacla1 y el nombre y cargos del representante cordobés. Érto exactamente la estructura que ofrece el "r fragmento conservado del epígrafe de la fortaleza de Gormaz del año it4196t, aunque aqr-rí el nombre del califa es al-Hakam, al que acompaña su laqab
o título honorífico, al-Mustansir bi-lláh,
además
cie "príncipe de los creyentes". Tres años más tarde Qt7 1968) la inscripción de Baños muestra en slr planteamiento inicial un texto igual al de las ataÍazanas de Trrrtosa, con nombre, títulos del califa y fórmula propiciatoria idénticos a como figuran en los epígrafes de 349 y 351 sigte'aD 1ada1, cargos y nombre del serviclor cordobés y se cierra con fa-tanrmrt ua-kuntila bi-haul AIláb tta ta'1t70/¡-¡,, trgnidos de u'a-ülika ("y eso"), nombre del mes y
el año.
El título de a/-iltánt, que en ningún
caso acom-
Así pues, el formulario de las lápidas fundacionales de obras civiles consta de cinco partes cuya posición, como acaba de verse , puede variar: a) hasnmla, segurda a veces de ban¡.dala y ta¡li1,a; b) orden de constrr-rir; c) nombre y títulos del ordenante; d) mes y año en que concluye el trabajo, acompañado de una plegaria; e) cargos y nombre del servidor cordobés que lleva a cabo la orden y que puede ser uno soio, como acaece en los epígrafes cle provincias, o más de uno, como quecia registrado en un fragmen-
to de inscripción co¡dobesa, de época cle al-Hakam hasta ahora (Acién-Martínez 1982: lámina VI), que conmemora el enlucido de los muros de una construcción (a-nauttara a/-h7tán); obra que fue encargada a dos faü de los llamados al-kahir: uno con filiación 'Abd al-Rahmán y el otro, el conocido Fá'i[q al-Nizámi o al-Hakami].
II y no interpretado
4.2. Texto de lápidas fundacionales de obras pías
Un poco más amplia result¿r la muestra de Iápidas que recuerdan la realización de ol¡ras por iniciativa de unos personajes que esperaban alcanzar la recompensa divina: 10 en total (casi el 59% de las fundacionales). Sus epígrafes mencionan conducciones de agr-ras (núm. I V 42) o erección de mezquitas y alminares (nírm. 8, 13, I5, 21, 22, 16, 39, 5'l), bien fuera por orden del califa, de la madre del príncipe heredero (5 piezas, J0%) o cle un particular, fuera docto alfaquí (núm. 21) u otros individuos cuya existencia no está documentada en otras fr-rentes escritas (5 ejemplares, 5 0ú/o). E1 formulario de estos epígrafes que celebran fundaciones pías tiene muchos rasgos comunes con los ya descritos (sobre todo los que proceden de la manufact¡rra de un serviclor del califa) y guardan, pues, un gran parecido con las lápidas que conserva
paña el nombre y títr-rlos de los dos primeros califas,
la Mezquita-Catedral cordobesa.
es la ausencia más notable que se percibe en estos
de un formulario que coincide l¡astante bien con el
epígrafes oficiales edilicios de provincias, frente a su constante presencia en monedas y en la epigrafía cordobesa de Madinat al-Zahrá'. Aparece en Córdoba en las inscripciones de la Mezquita-AI jama a
que presentan las inscripciones abasíes del Hatatu de la Meca, fechadas en 1a segunda mitad del siglo VIII (El-Har.vary & Viet {19851: núms. 1, 2, ,i y
182
7),
cr-ryo uso
Se trata, además,
continlró durante toda la Edad Media
tanto en al-Andalus como en otras regiones extrapeninsulares, como constatan todos los repertorios epigráficos donde figura este tipo de formularios fundacionales.
Su empleo, por otra parte, es antiguo en alAndalus, como se puede comprobar comparando sus diferentes partes con el texto de la erección de Ia aljama de la desaparecida ciudad de Elaira en 2t01864-5 (Lévi-Provengal 1930: xliv) y, en Córdoba, con el del tímpano del postigo de San Esteban de la Mezquita-Catedral, fechado en 24118556 (Ocaña 1988-90: 12). En ambos epígrafes, como en los que aquí se analizan, el deseo de obtener Ia recompensa de Dios, por parte de quien ordena la obra, se expresa mediante la fórmula ra1á' ¿aawbaal-'azint y r4A' tauáb Allah 'a/a1t-b) wa-duya-hn bi-hi; también se hace constar el nombre y cargo del representante del gobierno: eI'atnil de Ia kara o provincia. La presencia de la ya citada expresión religiosa u otras similares (cc>mo w)n taqabbul al-a1r, liualb Allah o )btiga' tawvb Alláb) es un rasÉio común compartido por las Iápidas fundacionaies de provincias con las qlre conserva 1a epigrafía coetánea de la Aljama cordobesa, aunque dicha fórmula pr-reda variar -según sea la categoría del ordenante y el clestino hnal de la obra- haciéndose más prolija
bu
o más sencilla. En el apartado de epígrafes realizados por orden
del califa o un miembro de su familia incluyo dos piezas que -hasta ahora- se considera que celebran obras civiles y cuyos editores han fechado en el período de 'Abd al-Rahmán III: una, procedente de Almería que se supone que conmemora una atatazana y qlle creo hay que datar en 34319J4; hay que fechar en 36f 1912la otra, hallada en Coripe (Sevilla) segírn parece, que aludiría a la construcción de su castillo. Me lleva a incluirlas en el apartado de fundaciones pías además de otras consideraciones- la presencia de la palabra a/-$tv
s¡
Ia pieza almeriense
y de ta.í17d, término técnico reservado de manera especíhca a la erección de r-Lna mezquita, en la ins-
cripción hispalense. Comparando el formulario de los epígrafes de obras piadosas con los de la gran mezquita cordobesa, puede concluirse que éste consta, aunque no obligatoriamente por este mismo orden, de a) basma/a, a Ia que puede seguir alguna aleya coránica
o una expresión piadosa; b) el verbo awara o l>ten ban), aqanta, tattalD o íaylada; c) el tipo de obra (nuryid, r¡tanar, sarunta'a, saqá1a. rnihráb, saqifa, u.'a1h, íari'a, etc); d) el noml¡re del ordenante; si éste es el califa, su nombre y títulos se expresan en los mismos términos qlre en los epígrafes que celebran obras civiles; e) expresión que contiene su deseo de obtener la recompensa divina; f) fa-tantma (a veces fa-kumila o fa-tamma tua-kumila), seguido en ocasiones de ülika o del nombre de acción ver-
bal; g) a menudo, la plegaria b)-'atan Alkb;h)'al) segtrdo de1 nombre del encargado de la obra, a veces señalando su oflcio, condición o cargo representativo; i) fecha, expresada mediante el nombre del mes y el año. Es una constante en estas inscripciones añadir, en alguna de Ias secciones en que aparezca la mención de Dios, la pequeña jaculatoria 'azza tta-jtalla (o 1a//a ua-'azza o bien jalla yalala-bu). Dado el carácter de muestreo aleatorio que tiene el presente catálogo, puede concluirse que durante este período fueron numerosas las obras de construcción de mezcluitas y oratorios, no sólo por parte de los miembros de la familia gobernante sino también por particulares adinerados, a quienes podemos suponer imitando las piadosas acciones de la
ytlal
elite cordobesa. 4.3. Encargados de obra y artífices La investigación epigráfica moderna considera que los personajes citados tras la expresión'alá 1,ada1 fteron los encargados de la obra que se reseña en el epígrafe. No obstante, segírn se trate de lápidas
qlle conmemoran obras civiles o de textos que hagan referencia a obras piadosas, hay en el formulario un tratamiento diferente del cargo, categoría o actividades de estos individuos. Por otra parte , como han mostrado quienes han estudiado estas lápiclas, algunos de los encargados de obras oficiales -es decir, citados tras'a/) 1,ada1- son personas conocidas a través de las crónicas y obras biográficas árabes. Sólo se han conservado tres inscripciones completas referidas a obras edilicias. Se citan en ellas a 'Abd al-Rahmán bn Muhammad (núm. 1,1) y a Maysür bn al-Hakam (nírm. 33), ambos con la categoría de qV'id, siendo el primero 'abd del califa y el segundo st nmu/); también se consigna la misma condición de liberto c¡ nta'a/) para eI'u'azir 183
'Abd al-Rahman bn ¿Jayr?, encargado de la construcción del castillo (no de una torre como interpretó Lévi-Provengal) de Tarifa en 3491960 (n6m. 2J), aunque su onomástica no consta en otras fuentes escritas.
En cuanto a las obras de condición piadosa,
ción de una mezquita en Bélmez de la Moraleda el año 3331944-5, y en un epígrafe de Villanueva de Córdoba, datado en e1 año 3921I00I-2 (núm. 56), que celebra la colocación de un mojón de límites, aunque es imposible saber si se trata de una obra pía por haberse perdido parte de la inscripción ori-
aparecen mencionados en sus epígrafes: Umayya bn
ginal.
Muhammad bn Suhayd (núm. ,l), 'axtil de Écija en 3181930 y el de Ia kura de Mo¡ón en 36119lI, el fañIbráhlm (núm. 36); el tesorero o al-1Zzin dela Bayt al-mal cordobesa en tiempos de al-Hakam II, el conocido/aüDtrrt al-Asgar (núm. 39) -de cada uno de eilos- se consigna su condición de ntawl) del califa; Muhammad bn Rumáhis, en Almería el 3431954 (n:úrr,. 22); y Ahmad bn 'Abd AIláh bn 'Arus (núm. 42), sahb al-íurta tua-qv17 ahl kurat
cluyó el nombre de la persona que diseñó el texto que hoy mlrestr¿1 la piedra. En un caso (núm. 12) el onomástico 'Abd Alláh bn Kulayb va precedido del verbo kataba, esto es "escribió", con lo que queda clara su intervención; pero en dos piezas (núms. ,1, 13) los nombres Fath, un gulant. de'Abd al-Rahman III, e Ibn Mar!'án bn al-banná', aparecen precedidos de Ia voz 'ama/, "obra", lo que permite que se
Istilya taa-Qarrnuna '*-a-a'nzali-bá eI airo 367 l9f
puedan dar otras interpretaciones al tipo de trabajo
7
,
además de sanT'a de la ordenante de la obra, la co-
nocida Subh, madre de Hi5ám II. Algunas lápidas fundacionales señalan también la realización de obras pías por parte de particulares y, a veces, incluyen -además del nombre del benefactor- el del encargado de las obras, cuya onomásttca va precedida de la mencionada expresión'a/) yaday. Así, en una lápida de 3331944 que conmemora ol¡ras de restauración de una mezquita de la rábita de Guardamar (Alicante), hechas por orden de Ahmad bn Buhlül l>nZarl¡, se cita a Muhammad bn Abr Salama (núm. 13). También se consigna tras 'a/) yadalt eI nombre de dos personajes, Müsá ibn 'Ali al-banná' y Sa'áda, en el epígrafe que conmemora la construcción en 3901999-1000 de una mezquita, hoy ermita del Santo Cristo de IaLuz en Toledo, realizada bajo los ar-rspicios del jurisconsul-
to y tradicionista de la ciudad del Tajo Ahmad bn Hadrdr (nim.54; cfr. Ocaña 1949: l8L-f82). No se hizo constar el nombre del encargado de las obras de construcción, en 34019t2, de una mezquita y su almina¡ en Arcos de la Frontera (núm. 21) por orden del jurisconsulto y docto tradicio-
nista 'Attáb bn Hárün bn Naór (3Il-3811923997). Tampoco se hizo constar en una inscripción cordobesa que rememora la erección de un alminar pagado por 'Umar bn Idris al-Saqqáq en 3581969 (Lévi-Proven Eal 19 3 I : 2l -22). Hay otras lápidas que no mencionan al encargado pero tampoco dan el nombre del ordenante. Esto ocurre enlapieza núm. 15, que alude a la erec-
r84
A1 parecer, en otras lápidas fundacionales se
in-
consignado.
EL CÚFICO DE PROVINCIAS DEL
'. PRIMER CALIFATO Ya he señalado la unanimidad existente en la bibliografía eptgráfrca española en el uso de los términos ctiJico florido y cúf co simple. keciben la primera denominación los textos cuyas trazas muestran remates en forma de hoja con dos folíolos o trifoliada- tanto si el adorno se halla presente en todos los signos usados en el texto como si se encuentra en uno solo. si bien el caráctet de las trazas de este cúÉco califal no difrere de la variante "simple" más que en el aludido remate en forma de hoja. El tipo florido está documentado en al-Andalus, por 1o menos, desde mediados del siglo IX (Ocañ¿ 1910 26); su introducción, por tanto, es anterior al período aquí estudiado en el que continúa usándose en inscripciones emanadas del gobierno central y en Ias decididas por particulares, aunque únicamente eI 29,6% de los epígrafes conocidos de época califal presenten una escritura círfica de estas características. Se trata de 21 ejemplares con una amplia cronología que abarca desde el año 318/930 hasta finales del siglo IV / X, siendo la úitima fecha conocida el año 388/998. Sin embargo, doce de estas lápidas ó1%) sóIo utilizan el apéndice florido en el remate de I4alf (núms. 29, 40, 46, 52, t9, 61 ,particulares, y 4, 14, 26, 32, 19,42, ohciales). Otros cuatro epí-
grafes
(I9%, núms. 2, 16, 2L,60; años 3721924 a
39911008) añaden el adorno, además de a esa Ietra nun,auno o más de uno de los siguientes signos: 1, 1, 4, I, 12 y l7 . Sin embargo, este tipo de decoración foliada se encuentra en casi todos Ios caracteres de las otras cinco estelas restantes (21%, nims. 5,
23, 2l
,28,
particularcs y 22, oficial), las cuales
realizaron entre los años 3201932 es
y 350196I,
se
esto
du¡ante el gobierno del primer califa de al-An-
daius.
Fuera de Ia eprgrafía ofrcial (nírms.
26, 32, 39, 42; años
3
1
4, 14,
22,
8/9J0 a 167 1911) y de tres
piezas de lazona provincial gaditano-cordobesa con
una cronología que abarca el gobierno de los tres califas (núms .
2I, 29, 52; aios 340-3881952-998),
el cúfrco florido soiamente se usa en las regiones de la costa mediterránea; en concreto: la ciudad de Almería, donde este estilo está muy arraigado y se enclrentra utilizado en nueve de sus diez ejemplares particulares (núms. 2,5,16, 23, 28, 40, 46, 59, 60; 3121924 a 39911008), y en dos estelas funerarias levantinas (núm. 6Z; 3804041990-1014) de las cuales una, que es de Tortosa y tiene foiiaciones en casi todas sus signos (núms. se consrara que
27; año 3491961), emplea un tipo cifi.co cuya rraza, más que al alfabeto andalusí usado en Ia época, resulta similar a la producci ón eptgráfr.ca de Kairouan o de Egipto Gfr. Allah en línea 5 con Artf 1967: 100-102, en especial). De acuerdo con Ia terminología que Ocaña ha impuesto con su reconocida autoridad, el círfico anterior al califato recil¡e el nombre de "arcaico", usado a menudo para aludir a la escritura del califato que ni es "simple", porque no guarda las proporciones de este estilo, ni "florida", porqlre no presenta remates foliados, o bien porque no contiene alguna de las innovaciones introducidas desde la capital durante esta época, como mostró el docto epigralista, es decir: alargamiento de 2i, sobre todo en la basmala o fórmula inicial, y aparición de un pequeño nexo curvo de unión entre los signos por debajo de la Iínea de escritura. Ocaña (1970: 30-31) detecta taies cambios en inscripciones del año 3331941-5, fecha de dos epígrafes de Córdoba y Tortosa. Durante un tiempo di por sentado -como otros muchos autores- qlle esa data marcaba el inicio de tales cambios, pero la lectura detenida de la obra de Ocaña y el conocimiento
de las inscripciones cúficas me han mostrado que el maestro de la Epigrafía andalusí sóio hace referen-
cia a que estos cambios aparecen por primera vez
-en
esa data señalada- en epígrafes oficiales, esto es
en iápidas fundacionales edilicias o de obras pías, como lo son las dos piezas citadas cuyo ordenante el califa. Esto es así porque una de dichas innovaciones (el alargamienco de 2i) ya aparece en estelas funerarias de época del emir Muhammad, a las que el mencionado autor (que las conocía bien) IIamó "semi-oficiales"; por ejemplo, en el epitafio de una yáriya del citado emir fallecida en 2681881 (Ocaña I970: Iámtna V, Iínea I, bi-:rn) y en una estela funeraria de otra mujer fechada en la década de los 70 de esa misma centuria (Ocaña I9J2: nim. 5). Por otra parte, el nexo curvo de unión entre trazas ya está presente en la basmala de la Iápida oficial que celebra una canalización de aguas del año 3l8l93o (núm. ,1, línea 1 A//áb; cfu. fig. 1) y en la estela es
funeraria "semi-oficial" de una mujer cordobesa muerta en 3281940 (Acién-Martínez 1982: 24, lám. IV línea 5 Allab 6 lafla). Con todo, es a lo largo del período califal cuando el nexo de unión se irá imponiendo, primero entre el signo 15f y cualquier letra precedente. Más
tarde se irá extendiendo a otros y ya, en época de Hiíám II, su uso será también casi constante entre 12rn y 2f , I2f y 2m, dos signos 2m contiguos, o entre 2i y cualquier otro diseño de letra. Junto a esas novedades ya indicadas, puede decirse que durante el gobierno del califa 'Abd alRahmán III también se difunde poco a poco, además de un cambio operado enla traza 71,Ia rnoda de incluir adornos florales colocados en el campo epigráfico sobre ciertas letras, en especial tr¿7m. Este adorno, consistente en una hoja trifoliada a modo de "flor de lis" con la parte inferior apuntada, se observa tanto en Ia epigrafía cordobesa del período
342-3451913-9J7 (Martínez Núñez I995b: 116, fig. IX, I33,Lám. XV) como en una estela funeraria almeriense del año 34519t6, en donde aparece usada como punto separador del texto (núm. 23). La flor de lis es una solución para compensar con su diseño los espacios vacíos causados por la excesiva altura de los astiles de las letras más altas aLrnque se dote a éstas de remates foliados. Dicha solución, hallada por quien la inventó en tiempos
l8t
de 'Abd al-Rahmán
III, adquiere carta de nauualeza durante el gobierno de su hijo, el califa al-Hakam, pues aparece con esa función en el epígrafe de mosaico del mibrcb de la Mezquita-Catedral de Córdo-
ba, cuya caja de escritura de ia línea tiene unos 2r1 cm de aitura. Pero también se aplicó profusamente en una inscripción fundacional pública deI año 3i4 (núm. 32) y en diversos productos oflciales artesanos, de los que son buen ejemplo las inscripciones sobre marfrl -del mismo período- donde suele ser habitual a partir de esta época (Fe rrandis 193 5 ; Navascués 1964). En cuanto al signo 1,1, que en posición final venía manteniendo una figura similar a lmlf , adopta en su diseño aislado a partir de este momento la llamada forma de "cuello de cisne" o de "S invertida". Está presente en provincias, desde ios años 30 del siglo IV I 940, en dos estelas funerarias almerienses (núms. 16,40) y en una inscripción fundacional privada de A¡cos de la Frontera del 3401952 (nírm. 2I), Io qr-re sugiere que sll introducción en piezas oficiales es más antigua o como mínimo coetánea. Estas novedades se seguirán usando después, hasta quedar consolidadas en la epigrafía de las primeras Taifas de manera definiriva. No disponemos de suficiente información para poder trazar con seguridad las líneas de evolución del cúfrco "arcaico" en el que están realizadas las pocas muestras de este período cuyos límites cronológicos se han de situar en el primer tercio del
mandato del califa 'Abd al-Rahmán; inch-rso los ejemplares de la segunda mitad de su gobierno parecen representar "un paso atrás" en la marcha del círfico andalusí, como advierte Ocaña (1970: 33) en relación alepígrafe oficial del año 146 que se exhibe en la Puerta de las Palmas o Arco de Bendiciones de la Mezquita-Catedral cordobesa, al que se pr,rede añadir por los mismos motivos Ia pieza n:úm. 22, también de carácter oficial. datada en 74319J4.
6. EL CÚFICO DE PROVINCIAS A PARTIR
DE AL-HAKAM Durante la época del segundo califa andalusí, además de quedar fijadas esas novedades ya operadas
en el segundo tercio del gobierno anterior, se produce un cambio mucho más importante que afecta al diseño de las trazas: la modificación del módulo 186
que s.irve para establecer la proporcionalidad entre signos. Esto se hace evidente con una simple ojeada comparativa entre alfabetos de cualquier epígrafe de época anterior y los de las inscripciones de la Aljama cordobesa, especialmente de su nilhrzb (cfr. Ocaña I970), desde donde ese nuevo modelo de escritura -de innegable belleza se difundir¿í rápidamente a todo el territorio de al-Andalus. Ei sistema que ahora se introduce modifica el tamaño de determinadas llguras, compensando así su relación con la altura de alif y km, mientras dota a otras de una mayor longitud, de modo que el resultado final, en su conjunto, es Llna escritura más estilizada y armónica. Para entender esta innovación hay que acudir a los fundamentos de la escritura cúfrca que -a mi modo de ver- se basa en el cr-Ladrado, el triánguio y el círculo como liguras esenciales, en el principio geométrico de la Sección Á.,r.u y en un sistema de proporciones, que utiliza de forma periódica. Es, pues, un diseño que puede ser realizado utilizando la escuadra y el compás.
Así, si la altura de Ia traza 1 es de 4 cm, figuras ,1, 8 y
1l
las
(con sus astas), así como /ant y /artt
remate de "cuello de cisne" de l,lf tendrán 4 cm de alto; pero el cuerpo redondo de Ios signos 10, 13, 14, 11 y 16 tendrá por diámetro la mitad, es decir 2 cm, mientras que la altura de las otras letras será de 3 cm. Si se aplica la técnica del xtaíq, esto es el alargamiento horizontal del cuerpo o el remate de un signo, éste podrzi medir ia mitad más o el doble que Ia traza 1, es decir 6 u 8 cm. Cuando la interlínea es mlry grande (12 a 24 cm, por ejemplo), mantienen la altura del alif las astas de los signos 4, 8, II, 12, 14 y 1 5 (a veces también 2), que se elevan hasta el tope superior, mientras que el cuerpo de éstos y la figr-rra de las orras trazas ya señaladas guardan una relación de I12, 114 o lli
alif, ))a y el
respecto a la longitud deI alif. Estas proporciones, que rigen el cúfico simple de la Mezquita-Aljama y orras inscripciones cordobesas de este segr-rndo período, están presentes en el alfabeto de Ia lápida que celebra Ia fundación piadosa de un minarete, erigido en Córdoba a expensas de nn particular el ai'o 3181969 (Lévi-Provenqal
I93I:
lámina YIa), y se documentan en el alifaro de epígrafes ohciales de provincias de 3571968 y 361197 1 (núms. 33,36) así como en el alfabeto de Ia inscripción de una estela funeraria jiennense dei
ano 164191t
(núm. 37), ya en Ia etapa
cle Hi5ám
con Lrn resultado que prodlrce un efecto general
cle
II.
desorden.
Durante la dictadu¡a de Almanzor, aunqlre se mantienen ios señalados principios de proporcionalidad, se operan otros pequeños cambios. Si desde )49 Ia figura de la taza 5 consiste en dos líneas perpendicula¡es formando ángulo recto (núms. 16,
Desde el punto de vista de la escritura usada, se advierte a partir del gobierno de al-Hakam II que
27), ahora cada una cle ellas adquiere una longitud iguai a la altura del alif; pero no desaparece en este período la engorrosa coincidencia de ambos signos, si bien la traza 11 con Ia que compartía idéntico diseño- había consolidado ya su aspecto de "S" invertida. Así mismo se añaclen en este momento fo¡mas reclondeadas en la base de Ia cabeza de 9i, que antes Ia ce¡¡aba de moclo triangr-rlado. En epígrafes cordobeses o provinciales -en relieve o incisos- se aprecian esos cambios desde Ia década de los ¿ños 70 del siglo
IV de la Hégira / 981,
hasta bien en-
tradoelsigloV. Ya ha quedado dicho que la utilización de remates foliados, herederos del emirato, sigue todavía en uso hasta finales del siglo IV de la Hégira, como acontece
)i6-337,
e
n
moned¿rs (en los períodos 3I1 -32I , 3t1 -365, 71 83c)2, 393-402) y, fuera de
la epigrafía de la capital andalusí, se constata en provincias en Lrna lápicla fundacion¿rl de carácter oficial del ai'o 361 l91l (¡;lúm. 42), en algr-rnas estelas alme¡ienses y levantinas del último tercio de esta cenruria (nírm. 19, 60, 61) y en la cordol¡esa bilingüe de un c¡isti¿rno, fechada en el año 1036 de "la era del cobre", es decir t3881/998 (nírm. 52). 7. EL
Cí]FICO INCISO DE PROVINCIAS
el diseño de ttirn final es diferente al qr-re ofrecen las lápiclas en relieve. En ciertos epígrafes (núms. 31, )t, 31 , t8), el círculo del cuerpo principal de .l esa traza 3f tiene una Iínea descendente, menos larga r,rnas vece s y de casi igual aitura gue eI a/if en otras ocasiones, que se remata con otra más corta formando ángulo recto hacia la izquierda y hacia abajo. Algunos alrtores interpretan 1a escritura de los epígrafes que representan así este diseño como letra cursiva. Si bien es probable que tal f¡rera su rcalizacjón en el modo manuscrito, la presencia de otros signos cúficos en el mismo epígrafe nos llevan a la conclusión de que se trata de meras variantes, como corroboran algunos alifatos de inscripciones hechas en otras zonas musulmanas.
En relación con esto hay que destacar un grupo de estelas de procedencia jiennense que representan el signo 4 -de manera sistemática- con un dise-
ñosimila¡aInuestrode..mayorque,,,esdecir>
(núms.
3I,31,38,43, t3,17,18),
más tarde de
uso frecuente en al-Andalus en inscripciones incisas
(cfr. Lévi-Provengal 1931: xxx, frg. 3); un diseño, por otra parte, directo descendiente de la misma figura tal y como se dibujaba en el período de los emires de al-Andalus (cf¡. Ocaña 1910: 22 y 2J, figs. I y 3). También se halla grabada de igual modo en Lrna estela almeriense del año 321)191I (núm. 9) qlre tiene la particularidad -además- de presentar las letras con los signos diacríticos propios de la escritura magrebí, hecl-ros con un puntero y no en relieve como todas las trazas del epígrafe (cfr. Ocaña
En cu¿rnto al cúflco inciso, utilizado en poco más de un tercio de los epígrafes conservados de este período, presenta rlnos rasgos qr-Le siguen de cerca la evolución e innovaciones que tienen lugar en Ia capital. No obst¿rnte, unos pocos se Iabraron de forma descuidada
y sin armonía; aspecto tosco
lc)64: núm. 1 11 y lámina XLIXc). En relación con los plrntos diacríticos, seis estelas incisas de este período también conservan grabados algunos: cinco piezas de la provincia de Jaén (nírms. I5, 19, 53, t] ,58) y una murciana (núm. 3)). Este i-rso coincide en el tiempo con el practica-
que les confiere el hecho de no haberse mantenido
do en Ios llamados "ataifores de verde-manganeso",
la base de la línea de esc¡itura en perfecta horizor-r-
el conilrnto arqueológico de Madinat aI-Zahrá', en los que se pintó dicha puntuación
talidad, cosa -por otra parte bastante frecuente en la talla de la piedra por personas poco expertas. En un caso (núm. 19) el tallista separó en cartelas o fajas cada uno de los renglones de que se compone el epígrafe, pero sin mantener la línea base del texto,
l-rallados en
diacrítica en alguno de los varios onomásticos qi-re ofrece y entre los cuales se enclrentran los nombres cle Maysür, Mubárak, Násir, Nusayr, Ra5iq, Zafr, \ñ6¡iq y 'iabir (cfr. Cano 1 995: l2+, 6gs. 59-61 187
y
645. También se observa en el nombre Jayr de uno de los tallistas de la famosa arqueta de Leyre (datada en 39t11004-6; cfr. Navascués 1964: Iárr'. 4c) y seguirá apareciendo después, tanto en época de Thifas como en los gobiernos centralizados de
de asegurar una correcta comprensión del texto cúfico, prácticamente en vías de extinción como escri-
tura habitual durante aquel período, aun en la copia de alcoranes. Por ello, me parece que los lecrores a
Almorávides y Almohades.
quienes iban dirigidos esos epígrafes eran capaces de entenderlos por muy rr-rdimentaria que fuera sr-r instrucción en la caligrafía cúfrca, del mismo modo
8. CONCLUSIONES
que un investigador moclerno puede reconsrrr-rir con facilidad un texto funerario o fundacional de
Después de revisados con detalle todos los aspectos de Ia epigrafía califal de provincias y su relación con la producción corclobesa, se puede llegar
presente una inscripción muy mutilada.
conclusión de que en la periferia andalusí se seguía de cerca lo que ocurría en la capital, mostrando las mismas evollrciones estilísticas qr-re se iban introduciendo desde el gobierno central. Aunqr-re sólo he podido apuntar algunos detalles, parte de las innovaciones que se producen a lo largo del período tienen su paralelo en las que ya se a Ia
habían introducido muchos años antes en el Norte de Áftiru, de manera parricular en los territorios ¡unecinos y egipcios clryas muestras epigráficas de 6nales dei siglo IX y principios del X guardan una esrrecha
relación con el círfico del califato de al-Andalus, en especial con el realizado en la zona costera mediterránea donde se constata su fuerte influencia.
Ambos hechos, rápida difusión en provincias de los cambios operados en Ia capital e imitación en ésta de Ias innovaciones de otras áreas geográficas en la escritura, tienen un punto en común: Ia imagen externa de la centralizactón del poder en manos del califa. Pero, desde el punto de vista del desarrollo del estilo cúfico, se nota un acusado conservadurismo durante el gobierno del primer califa de al-Andalus, más acusado cuanto más avanza el tiempo de su mandato; un mirar hacia atrás que se mantiene, casi inalterado, hasta el momento mismo de su muerte y que contrasta con la revolución qlle slrponen los cambios introducidos por su hijo ai-Hakam, llamados a ser modelo y base de Ia epigrafía posterior, tanto del período de su hijo Hiíám como -más tarde- de las taifas andalusíes e incluso del gobierno de los Almorávides. En cuanto a los formularios que presentan tanto las estelas funerarias como las lápidas fi-rndacionales, se operan poquísimas modihcaciones durante el califato. Esa persevetancia en el r,rso de fórmulas estereotipadas proviene -cfeo
i88
yo- de Ia necesidad
esa época aunque esté escrito incorrec¡amente o
Los epígrafes de este período también ponen en evidencia otro hecho: el efecto producido por la propaganda que en nombre del califa se colocaba en sus obras monumentales, fueran casrillos, torres,
murallas, canales de agua, mezcluitas, alminares o cualquier otra construcción a la qr-re el pr,reblo culto, la'árntna andalusí, pudiera tener acceso y de la que se beneficiara. Obras benefactoras que -a imitación de las del califa_ comenzaron a realizarse en provincias con el soporte de los económicamente mejor si-
tuados; no en l¡alde el número de lápidas fund¿cionales particulares de este período excede con mucho al que se conserva dc épocas posrcriores con Lrn ripo simi lar dc rrxro-recordarorio.
Otro dato aporta 1a epigrafía oficial en provincias a lo confirmado por las crónicas y fuentes biográficas árabes: la sustitución de la elite cordobesa por esclavos de alto rango del califa -a partir de al-Hakam II- en los cargos de responsabilidad y representación en provincias. La aparición de sus nombres en las inscripciones emanadas del Estado omeya actuó *sin duda- de propaganda a su favor y habría de contribuir a la consolidación de sr,r papel político en los acontecimientos que tuvieron lugar después, ya en el período del califa Hiíam II. Por último haré referencia a Ia necesidad de un
estudio detallado y comparativo entre los productos destinados a la 'antwa andalusí, analizados en parte aquí, y Ios que tenían como recipiendaria a la lVssa cordobesa y a monarcas o embajadores de países aliados. Me refrero -es evidente- a 1os "bienes
muebles": telas, arquetas, píxides o botes de marfil, cerámicas, vidrios, metales o mármoles, trabajados y elaborados en talleres bajo control directo del califa en los que la escritura, en su senrido visual o decorativo y textual o de mensaje, jugaba un importante papel.
APÉNDICE
l.
Relación de las insnipcianes l¡?ailuiTtentales proainciales del
N
Lugar de procedencia
Co¡servación
302
Évora (Portugal)
Museo de Évora
112 286-111
Almería
The H:ispanic Society of America D 268 M Arqueo.lógico cle Sagunt N inv. Sl-12'l Iglesia de Sa¡ta Cruz (Écija) Muro exterior Instituto Valenc:ia de Don Juan (Madricl)
Año
'Abd al-Rahnún
r. 2. 3. 4. 5. 6. 1. 8. o
318
III Sagunt (Valencia) Écija (Sevilla)
Almería
)20 )22
Algeciras (Ca) Villacarrillo (]aén)
128
121-9
l)o
10. tl I 11. jj1 t2. 11|)61
Guardamar (A) Jarea (Vélez-Rubio, Al)
Alpatró (Alcoi, A) Orihuela (Alicante)
úb"du guén¡ Guardamar (A)
.
15. lll L6. t00-13 17. 100-13 18. 115 19. 3i1 20. 111) 21. j40 22. i,1t3l 21. 14t 21. 115 2i. 146 26. 141) 27. 349 28. 125-50
Tortosa (Thrtagona) Bélmez de 1a Moraleda (|)
(Moixent, V)
891
Museo de Úbedo 0oérr) N inv. 110 MA Provincral (Alicante) N inv. 0/96411 Museo Cabildo Catedral de Tortosa Museo Arqueológico Provincial
faén)
MA N¿rcronal (Madrid) N i¡v. 50387
Paradero desconocido Museo Municipal de Orihuela
Almería
Colección Particular Iglesia de Arcos de la Frontera (Cádiz) M Provincial de Al¡ería N inv. 21.552
Almerí¿r
The Hispanic Society of Amertc'¿D 26f
Les Alcusses
Arcos de la Fronteta
Valencia
Paradero desconocido
Mértola (Beja) 'farifa (Cádiz)
Museo Municipal de Mértola (Portugal) Castillo (Thtif¿r) Puerta cle 1¿ fachada oeste
Tortosa (Tárragona)
Paraclor de Tu¡:ismo (Tortosa)
Almería
M Provincial de Almería N inv. 23.557 M Mun:icipal Montilla N inv. DESC 6/9068 MA Nacional (Madrid) N inv. 2i1 bis 7-G
30.
il0-50
Jaén
II
31 )t2 32. 154 33. 351 34. 351 3t. 36t 16 ']61]t13r 1D+
18. 151-59 39. 3t 1-65 40. 334-66 41. 134-66 42. 41. 44. 4t.
N inv.
MA Nacronal (Madrid) N inv. antiguo 7'i66 M Arqueológico Provincial (Alicante) MA Nacional (Madrid) N inv. (antiguo) !-I MA Municipal de Alcoi N inv. 2110 Museo Municipal de Orihuela (Alica¡te)
Provincia de Jaén
Montilla (Co)
Hifrnt
Museo Municipal de Algeciras
Colección Martínez Castro
)2>-50
al-Hakatn
N inv. 184i
Almería Motón (Sevilla) Orihuela (ALicante)
2L).
) l.
calfato*
Arjona (laén) Gormaz (Soria) Baños de la Encina (|) Manacor (Mallorca) Yecla (Murcia)
Colección particular. Copia MAN (Madrid) M Diocesa¡o. Catedral El Burgo de Osma
MA Nacional (Madrid) N inv.(antiguo) 12L Museo de la Iglesia de Mallo¡ca Paradero desconocido
Coripe (Sevilla) Arjorra (Jaén) Mengíbar $aén)
Colección particular Colección particular Museo Arqueológico Provrncial de Jaén
Baeza (Jaén)
AImería
Colección particular The Hispanic Society of AmertcaD 22O
Almería
The Hispanic Society of
Écija (Seviila) Jimena (faén)
Iglesia de Sant¿ Cruz (Écija) Muro exterior Colección particular Colección particular Museo Santa Cruz (Toledo) N inv. 21
AmerictD 224
II 361
)61
Marí, Formenter¿r
3t6o-91
Ca
310
Toledo
189
46.
372
4/.
t
/1
48. 714 49. D50-151 i0. 384 5 1. 387 5
?
c)t)R
51. 3L)0 54. 190 5t. 391 t6. )92 51. 395 t8. 3t6l-t915 59. 166-99
60. 166-L)c)
6t. 62. 63. 64.
Almetía Alcoi (Alicante)
The Hispanic Society of AmencaD 226 MA Municipal de Alcoi N inv. 2590
Morón (Sevilla) Málaga Orihuela (Alicante)
Museo de Mála¡¡a
Toledo Hornachuelos (Co) Baños de la Encina fl) Toledo Toledo Villanueva de Córdoba .Jaén
Jaén
Almetía Almería
40t
Cabanes (Castellón)
401.
Toledo
402 103
Azran
Museo Municipal cle Orihuela Inscripción desaparecida (Puente Alcántara) MA y Etnográlico de Córdoba
MA Nacional (Madrid) N inv. (antiguo) Iglesia de San Andrés (Toledo) Colección particular Museo Arqueológico Provincial de Jaén Paradero desconocido Museo de la Alcazaba (Almería) Museo Arqueológico de la Alhambra
Inscripción desaparecida Museo de Zata,goza
N inv. 7668
Comates (Málaga)
Colección particLrlar Museo de Málaga
Valencia Xábia (Alicante)
Servicio Investigaciones AM (Valencia) Colección particular
Alcosser (A)
MA Nacional (Madrid) N inv. 57,165, copia
Torredelcampo (J)
MA Nacional (Madrid) N inv. 65001 MA Nacional (Madricl) N inv. 2l L-6-F
Sin data expresa
69.
1?t
70. 3?? 7I. )??-4??
Jaén
Albarracín (Teruel)
" ABRIVIATURAS USADAS: A = Alicante
Al
= Almería
AM = Arqueológicas Municipales Ca = Cádiz Co = Córdoba
J
= Jaén
N inv. Nrim. M = Museo MA
-
de invenrario
Musqo Arqueológrco
MAN = Museo Arqueológico Nacional V = Valencia.
190
10J
Ermita del Santo Cristo cle la Luz (Toledo)
Casa del guarda. Iglesia Cristo de la Vega
(Zaragoza)
Benassal (Castellón)
65 . [77 J-40t+] 66. 11t-404 67. 380-104 68. 388-404
Paradero desconocrdo
Paradero desconocido
2. Pracedencia cle las in:cripcianes de prouincias del período 300-103
Provinci¿
Abd¿rl-Rahmán
al Hak¿rm
Hiíám
Zangoz,tt
1
Teruel
I
Tarragona
2
Castellón
2
2
Valencia
1
4
+
9
Alic¿nte
I
Murci¿r
I
Jaén
6
)
'2
l
t6 t2
2
2
AImería Málaga
Cídi¿
3
')
Sevilla
I
) t
Crircloba
Toledo
t 3 5
Soria
I
Isl¿rs B¿lcares
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Ér.,r,.
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Totai
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¿/e
E
.la* . IAO
F
6"i
"
Fig. l: Di,rtribación ¡le las inscrilcianes proúnciales del calzfato. Siglas ui/)zadas. Círculo: aña.r
I
prouinúa; E:
302-350
de
la Higira: cuadratlo: 352-366: triángula: 367-404;
asterisca: este/as -rin data:
funerarias; F: lápidas fundacionales. Las figuras geonútricas de la línea superior eqaiua/en a lífuda: las de la línea infeúar a 2-3 inscripcianu. El círca/o bajo el asterisco eqaiuale a 5 epigrafu.
utrel/a: capital
de
e.rtela.r
195
eg---.g
&,
N,lbdn-',r1
Fig.2: Diseño tantado
196
de
rnafatograffu
de
la instripciínJtr¡d¡tiun/ J, É,ijt tSrt)ll,rt.,nio 318
de
fu Hígira
Fig.3: Diseño tontado de nna fotografía
de
la )nscripciín Jitndacian,zl de Ecijd (Seuilla), año 367 de la Hígira
r91