La Cajita de los Cuentos
Editorial fantasia
Melissa Núñez Rúa
La Cajita De Los Cuentos Melissa Núñez Rúa
editorial Fantasia
La Cajita De Los Cuentos Melissa Núñez Rúa
editorial Fantasia
Editor:Periodicos Creativos Ltda. Publicado Por : Art love Fecha:Mayo 5 2012
Esta publicaci贸n no puede ser reproducida ni archivada en medios magn茅ticos o de microfilmaci贸n sin el previo consentimiento escrito del editor. ISBN:195-204-021-7 IMPRESO POR: Cometas de papel impresiones EDITOR: Periodicos creativos Ltda. Copyright: 2012 Calle 46 No. 201-20 Tel:3105268305 www.lacajitadeloscuentos.com melissanr05@hotmail.com
Contenido
El flautista de hamelin................................ 13 La gallina de los huevos de oro................ 16 La princesa y el guisante ........................... 17 Los tres cerditos........................................... 21 El patito feo .................................................. 24 La gata encantada........................................ 26 El bosque encantado.................................. 29
... la inocencia los sue単os y las f叩bulas son las raices de nuestras vidas. Dedicado a todos los ni単os y ni単as
prefacio Muchas cosas se han dicho a estas alturas de lo que significa el libro para los Seres humanos y de lo que ese curioso objeto ha desatado a lo largo de la Libro, pero quizá todo se pueda compendiar en la palabra “viaje”. Leer es un viaje hacia los conocimientos de otros, en todas las áreas posibles, y aunque los autores hayan muerto hace varios siglos, en los libros conservamos gran parte de lo que fueron, y así, el libro es también una máquina del tiempo. Internarse por las páginas de un libro es una aventura irresistible, es adentrarse en un territorio desconocido. Carga contra molinos de viento, navegar por el Caribe en busca de la isla del tesoro, descender hasta lo más profundo de la tierra o pisar la superficie de un planeta inexplorado son empresas “normales” para un aventurero (lector) con experiencia.
Prólogo Por fortuna no se requieren grandes cualidades para convertirse en lector; basta con tener una biblioteca a la mano y adquirir el delicioso hábito de la lectura. El riesgo viene por añadidura. El secreto consiste en empezar muy pronto, a los pocos meses de vida, si es que se tiene la suerte de contar con padres dispuestos a leer o a formarle una biblioteca a sus hijos. De esa manera, la relación con el mágico objeto y con la lectura llegara a ser tan natural como ponerse los zapatos. No será posible acostarse a dormir sin antes haber leído una buena historia. Y algunos creemos que los niños que crecen rodeados de esta magia, de juego fantástico, logran “leer” la vida de una manera distinta. Incluso hay quienes se atreven a decir que si los habitantes de un territorio cualquiera, pongamos por caso un territorio con una galopante dosis de violencia, dedicaran más tiempo a leer, a descubrir esa maravillosa fuente de conocimientos y de aventuras, las cosas comenzarían a cambiar de una manera en verdad prodigiosa .
El Flautista de Hamelin ace mucho, muchísimo tiempo, en la próspera ciudad de Hamelín, sucedió algo muy extraño: una mañana, cuando sus gordos y satisfechos habitantes salieron de sus casas, encontraron las calles invadidas por miles de ratones que merodeaban por todas partes, devorando, insaciables, el grano de sus repletos graneros y la comida de sus bien provistas despensas. Nadie acertaba a comprender la causa de tal invasión, y lo que era aún peor, nadie sabía qué hacer para acabar con tan inquietante plaga.
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Por más que pretendían exterminarlos o, al menos, ahuyentarlos, tal parecía que cada vez acudían más y más ratones a la ciudad. Tal era la cantidad de ratones que, día tras día, se enseñoreaba de las calles y de las casas, que hasta los mismos gatos huían asustados. Ante la gravedad de la situación, los prohombres de la ciudad, que veían peligrar sus riquezas por la voracidad de los ratones, convocaron al Consejo y dijeron: “Daremos cien monedas de oro a quien nos libre de los ratones”. Al poco se presentó ante ellos un flautista taciturno, alto y desgarbado, a quien nadie había visto antes, y les dijo: “La recompensa será mía. Esta noche no quedará ni un sólo ratón en Hamelín”.
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Dicho esto, comenzó a pasear por las calles y, mientras paseaba, tocaba con su flauta una maravillosa melodía que encantaba a los ratones, quienes saliendo de sus escondrijos seguían embelesados los pasos del flautista que tocaba incansable su flauta. Y así, caminando y tocando, los llevó a un lugar muy lejano, tanto que desde allí ni siquiera se veían las murallas de la ciudad. Por aquel lugar pasaba un caudaloso río donde, al intentar cruzarlo para seguir al flautista, todos los ratones perecieron ahogados. Los hamelineses, al verse al fin libres de las voraces tropas de ratones, respiraron aliviados. Ya tranquilos y satisfechos, volvieron a sus prósperos negocios, y tan contentos estaban que organizaron una gran fiesta para celebrar el feliz desenlace, comiendo excelentes viandas y bailando hasta muy entrada la noche. A la mañana siguiente, el flautista se presentó ante el Consejo y reclamó a los prohombres de la ciudad las cien monedas de oro prometidas como recompensa. Pero éstos, liberados ya de su problema y cegados por su avaricia, le contestaron: “¡Vete de nuestra ciudad!, ¿o acaso crees que te pagaremos tanto oro por tan poca cosa como tocar la flauta?”.Y dicho esto, los orondos prohombres del Consejo de Hamelín le volvieron la espalda profiriendo grandes carcajadas. 15
Furioso por la avaricia y la ingratitud de los hamelineses, el flautista, al igual que hiciera el día anterior, tocó una dulcísima melodía una y otra vez, insistentemente. Pero esta vez no eran los ratones quienes le seguían, sino los niños de la ciudad quienes, arrebatados por aquel sonido maravilloso, iban tras los pasos del extraño músico. Cogidos de la mano y sonrientes, formaban una gran hilera, sorda a los ruegos y gritos de sus padres que en vano, entre sollozos de desesperación, intentaban impedir que siguieran al flautista. Nada lograron y el flautista se los llevó lejos, muy lejos, tan lejos que nadie supo adónde, y los niños, al igual que los ratones, nunca jamás volvieron. En la ciudad sólo quedaron sus opulentos habitantes y sus bien repletos graneros y bien provistas despensas, protegidas por sus sólidas murallas y un inmenso manto de silencio y tristeza. Y esto fue lo que sucedió hace muchos, muchos años, en esta desierta y vacía ciudad de Hamelín, donde, por más que buqués, nunca encontrarás ni un ratón ni un niño.
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La Gallina de los Huevos de Oro rase un labrador tan pobre, tan pobre, que ni siquiera poseía una vaca. Era el más pobre de la aldea. Y resulta que un día, trabajando en el campo y lamentándose de su suerte, apareció un enanito que le dijo: Buen hombre, he oído tus lamentaciones y voy a hacer que tu fortuna cambie. Toma esta gallina; es tan maravillosa que todos los días pone un huevo de oro. El enanito desapareció sin más ni más y el labrador llevó la gallina a su corral. Al día siguiente, ¡oh sorpresa!, encontró un huevo de oro. Lo puso en una cestita y se fue con ella a la ciudad, donde vendió el huevo por un alto precio. Al día siguiente, loco de alegría, encontró otro huevo de oro. ¡Por fin la fortuna había entrado a su casa! Todos los días tenía un nuevo huevo. Fue así que poco a poco, con el producto de la venta de los huevos, fue convirtiéndose en el hombre más rico de la comarca. Sin embargo, una insensata avaricia hizo presa su corazón y pensó: “¿Por qué esperar a que cada día la gallina ponga un huevo? Mejor la mato y descubriré la mina de oro que lleva dentro”. Y así lo hizo, pero en el interior de la gallina no encontró ninguna mina. A causa de la avaricia tan desmedida que tuvo, este tonto aldeano malogró la fortuna que tenía.
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La Princesa y el Guisante rase una vez un príncipe que quería casarse, pero tenía que ser con una princesa de verdad. De modo que dio la vuelta al mundo para encontrar una que lo fuera; pero aunque en todas partes encontró no pocas princesas, que lo fueran de verdad era imposible de saber, porque siempre había algo en ellas que no terminaba de convencerle. Así es que regresó muy desconsolado, por su gran deseo de casarse con una princesa auténtica.
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Una noche estalló una tempestad horrible, con rayos y truenos y lluvia a cántaros; era una noche, en verdad, espantosa. De pronto golpearon a la puerta del castillo, y el viejo rey fue a abrir. Afuera había una princesa. Pero, Dios mío, ¡qué aspecto presentaba con la lluvia y el mal tiempo! El agua le goteaba del pelo y de las ropas, le corría por la punta de los zapatos y le salía por el tacón y, sin embargo, decía que era una princesa auténtica.
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«Bueno, eso ya lo veremos», pensó la vieja reina. Y sin decir palabra, fue a la alcoba, apartó toda la ropa de la cama y puso un guisante en el fondo. Después cogió veinte colchones y los puso sobre el guisante, y además colocó veinte edredones sobre los colchones.
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La que decía ser princesa dormiría allí aquella noche. A la mañana siguiente le preguntaron qué tal había dormido. -¡Oh, terriblemente mal! -dijo la princesa-. Apenas si he pegado ojo en toda la noche. ¡Sabe Dios lo que habría en la cama! He dormido sobre algo tan duro que tengo todo el cuerpo lleno de magulladuras. ¡Ha sido horrible! Así pudieron ver que era una princesa de verdad, porque a través de veinte colchones y de veinte edredones había notado el guisante. Sólo una auténtica princesa podía haber tenido una piel tan delicada. El príncipe la tomó por esposa, porque ahora pudo estar seguro de que se casaba con una princesa auténtica, y el guisante entró a formar parte de las joyas de la corona, donde todavía puede verse, a no ser que alguien se lo haya comido.
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Los tres cerditos rase una vez tres cerditos que iban a construirse una casa para así estar a salvo de las garras del lobo, quién últimamente acechaba los alrededores de aquel lugar, y derribaba casas para comerse a los cerditos que habitaban dentro de ellas. Los tres cerditos pensaban de forma distinta, así que cada uno se hizo su casa de la forma que pensaba que era la mejor. Tocinete, que era el pequeño de los tres cerditos, decidió hacerse la casa con paja para así terminar antes, e irse a jugar
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Jamoncín, el mediano de los tres hermanos cerditos, se hizo la casa con madera, pues no le llevaría mucho tiempo, y podría ir a jugar pronto. Cochinín, el mayor de los tres cerditos, decidió hacerse la casa con ladrillos, porque aunque iba a tardar más en construirla y poderse ir a jugar con el resto de cerditos, sería una casa muy resistente, y estaría a salvo del lobo feroz.
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Cuando las casas de los tres cerditos estaban terminadas, de repente, un día, el lobo fue por los tres cerditos, y éstos corriendo fueron a la casa de paja de Tocinete, sin embargo, el lobo sopló y sopló y la derribó. Así que, los tres cerditos corrieron hacia la casa de Jamoncín.
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El lobo los persiguió, y al llegar a la casa de madera de Jamoncín, volvió a soplar y la casa se derribó, así que lo único que les quedaba a los cerditos era ir a la casa de ladrillo del cerdito mayor. Los tres cerditos estaban muertos de miedo, porque pensaban que también podría derribar la casa, pero el lobo sopló y sopló y sopló, pero no pudo derribar la casa, así que se fue derrotado hacia el interior del bosque y nunca más volvió a molestar a los tres cerditos.
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El Patito Feo n una hermosa mañana primaveral, una hermosa y fuerte pata empollaba sus huevos y mientras lo hacía, pensaba en los hijitos fuertes y preciosos que pronto iba a tener. De pronto, empezaron a abrirse los cascarones. A cada cabeza que asomaba, el corazón le latía con fuerza. Los patitos empezaron a esponjarse mientras piaban a coro. La madre los miraba eran todos tan hermosos, únicamente habrá uno, el último, que resultaba algo raro, como más gordo y feo que los demás. Poco a poco, los patos fueron creciendo y aprendiendo a buscar entre las hierbas los más gordos gusanos, y a nadar y bucear en el agua. Cada día se les veía más bonitos. Únicamente aquel que nació el último iba cada día más largo de cuello y más gordo de cuerpo.... La madre pata estaba preocupada y triste ya que todo el mundo que pasaba por el lado del pato lo miraba con rareza.
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Poco a poco el vecindario lo empezó a llamar el "patito feo" y hasta sus mismos hermanos lo despreciaban porque lo veían diferente a ellos. El patito se sentía muy desgraciado y muy sólo y decidió irse de allí. Cuando todos fueron a dormir, él se escondió entre unos juncos, y así emprendió un largo camino hasta que, de pronto, vio un molino y una hermosa joven echando trigo a las gallinas. Él se acercó con recelo y al ver que todos callaban decidió quedarse allí a vivir. Pero al poco tiempo todos empezaron a llamarle "patito feo", "pato gordo"..., e incluso el gallo lo maltrataba. Una noche escuchó a los dueños del molino decir: "Ese pato está demasiado gordo; lo vamos a tener que asar". El pato enmudeció de miedo y decidió que esa noche huiría de allí. Durante todo el invierno estuvo deambulando de un sitio para otro sin encontrar donde vivir, ni con quién. Cuando llegó por fin la primavera, el pato salió de su cobijo para pasear. De pronto, vio a unos hermosos cisnes blancos, de cuello largo, y el patito decidió acercarse a ellos. Los cisnes al verlo se alegraron y el pato se quedó un poco asombrado, ya que nadie nunca se había alegrado de verlo. Todos los cisnes lo rodearon y lo aceptaron desde un primer momento. Él no sabía que le estaba pasando: de pronto, miró al agua del lago y fue así como al ver su sombra descubrió que era un precioso cisne más. Desde entonces vivió feliz y muy querido con su nueva familia.
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La gata encantada rase un príncipe muy admirado en su reino. Todas las jóvenes casaderas deseaban tenerle por esposo. Pero él no se fijaba en ninguna y pasaba su tiempo jugando con Zapaquilda, una preciosa gatita, junto a las llamas del hogar. Un día, dijo en voz alta: Eres tan cariñosa y adorable que, si fueras mujer, me casaría contigo. En el mismo instante apareció en la estancia el Hada de los Imposibles, que dijo:
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Príncipe tus deseos se han cumplido. El joven, deslumbrado, descubrió junto a él a Zapaquilda, convertida en una bellísima muchacha. Al día siguiente se celebraban las bodas y todos los nobles y pobres del reino que acudieron al banquete se extasiaron ante la hermosa y dulce novia. Pero, de pronto, vieron a la joven lanzarse sobre un ratoncillo que zigzagueaba por el salón y zampárselo en cuanto lo hubo atrapado. El príncipe empezó entonces a llamar al Hada de los Imposibles para que convirtiera a su esposa en la gatita que había sido. Pero el Hada no acudió, y nadie nos ha contado si tuvo que pasarse la vida contemplando como su esposa daba cuenta de todos los ratones de palacio.
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El bosque encantado n un país muy lejano, vivía una niña, llamada Iridessa cuyos padres eran personas muy buenas, el lugar estaba lleno de flores, aromas ricos, mariposas siempre volando, era un lugar lleno de colores mágicos y la alegría estaba en la cara de todos los que allí vivían. El lugar, llamado Villa Maravillosis, era un bosque encantado lleno de hadas y buenos duendes. Iridessa era una niña hada, que tenía siempre una sonrisa en su cara; todos eran amigos de ella, por su bondad había sido declarada el hada bondadosa de Villa Maravillosis., todos la querían.
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Un buen día, algo terrible pasó. Iridessa había desaparecido. Duendes y hadas buscaron por todos lados del bosque, y sus caras que siempre estaban llenas de alegría, se habían transformado en caras de tristeza y preocupación. ¡Cuánto lloraban sus padres y sus amigos! Hasta las mariposas dejaron de volar. Las flores perdieron su color y Villa Maravillosis se transformó de repente en un lugar lleno de pena. Un duende llamado Sam, que era el duende más inteligente de todos los duendes, tuvo una gran idea. Se le ocurrió, que toda esta desgracia, ocurría por la envidia de los ogros, principalmente por el gran ogro llamado Otus, que no quería a las hadas porque ocupaban su lugar favorito en el bosque. Otus, siempre pensó, que la mejor manera de echarlos era transformar sus vidas alegres en tristes, y la mejor manera era haciendo desaparecer a el hada preferida de la Villa, de esta manera todos abandonarían el lugar y los ogros se apoderarían de él. En Villa Maravillosis estuvieron de acuerdo con Sam y decidieron tenderles una trampa a los ogros para rescatar a Iridessa.
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Todos sabían que los ogros siempre se tentaban con los hongos mágicos de las hadas, entonces para lograr atraparlos, principalmente a Otus, pusieron una gran canasta llena de hongos mágicos, pero con un condimento especial preparado por Gertrudis, que era el duende encargado de espantar ogros. El condimento era una pimienta muy potente que una vez fue traída por una bruja llamada Maruja que no era una mala bruja. Cuando Otus se acercó a la canasta de hongos y se puso a comerlos desesperadamente, comenzó el gran estruendo, estornudos y estornudos sin parar y lo único que pedía era que lo liberaran del hechizo, entonces Gertrudis le dijo que lo liberaría si ellos primero entregaban a Iridessa y prometían no molestarlos más. Otus que seguía estornudando, prometió no molestarlos y a cambio de que lo liberen de los estornudos molestos, devolvió a Iridessa. Ese día todo el bosque festejó la llegada de su hada bondadosa.
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Bibliografía •Flautista de hamelin Autor: Rober Browning - 26 de junio de 1284 •El patito feo Autor: Hans Christian Andersen -11 de noviembre de 1843 •La Gallinita de los huevos de oro Autor: Anónimo •La Gata encantada Autor: Raúl Betancourt -1953 •La princesa y el guisante Autor: Hans Christian Andersen – 8 de mayo de 1835 •Los tres cerditos Autor: Anónimo- 1933 •Bosque encantado Autor: Montgomery http://www.pekegifs.com/cuentos_infantiles_clasicos02.htm http://www.cuentosinfantilescortos.net/los-tres-cerditos/ http://www.encuentos.com/cuentos-infantiles/el-bosque-encantado/
Glosario Despensa: Lugar donde se guardan los comestibles Merodear: Vagar curioseando y observando, en especial con malas intenciones
Insensato: necio, sin sentido Voracidad: Ansia o exceso en el come Taciturno: Callado, silencioso, triste, melancólico Deslumbrado: Perder momentáneamente la vista por un golpe de luz inesperado, cegarse
Bucear: Nadar con el cuerpo bajo el agua Edredón: Cobertor o colcha de cama rellenos con plumas de ciertas aves, de algodón
Ahuyentar: Hacer huir a una persona o a un animal
Comarca: Conjunto de poblaciones que por compartir ciertas características forman un territorio separado cultural, económica o administrativamente
Ogro: Ser mitológico y fantástico de tamaño gigante que se alimentaba de carne humana
CRÉDITOS DE IMAGENES : Thyara Melissa Núñez Rúa
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