Archivo de las Jornadas de Relaciones Internacionales VII

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Contenido

Una aproximación crítica al estado actual de la teoría de las relaciones internacionales, Rosa María Pérez Larez ............................................................................................... 2 Post-Neoliberalismo en Sudamérica: en busca del paradigma perdido, Nahuel Arenas García ........................................................................................................................... 2 De recorridos y fantasmas: el post-estructuralismo en las RRII, Mariela Cuadro .......... 2 Desarrollos epistemológicos y reconsideraciones del concepto de seguridad en tres Escuelas Europeas de Relaciones Internacionales; Aberystwyth, Copenhague y París, José Luis de la Flor ....................................................................................................... 2 El papel de la sociedad civil en la re conceptualización de las Relaciones Internacionales, Marcia Padilla Loayza ......................................................................... 2


3ras. Jornadas de Relaciones Internacionales FLACSO | 25 y 26 de Octubre de 2012

Una aproximación crítica al estado actual de la teoría de las relaciones internacionales. Pérez Larez, Rosa María Universidad Central de Venezuela


Resumen Este artículo, tiene como objetivo realizar una aproximación a los nuevos enfoques de carácter teórico- epistemológico que han irrumpido recientemente en el campo de la Teoría de las Relaciones Internacionales. En tal sentido, se toma como referencia los acontecimientos suscitados el 11 de septiembre del 2001 (11-S), que representan un punto de inflexión en la evolución de la disciplina. Se proponen tres ejes temáticos fundamentales: el histórico, el civilizacional y el disciplinario, a través de un análisis crítico. Se concluye, que aunque tal aproximación no ha evolucionado suficientemente en cuanto a propuesta teórica como para hablar de un “Quinto Debate” en la disciplina, muestra elementos que no deben ser desestimados a la hora de abordar la actual complejidad internacional. Palabras Claves: Aproximación, Historia, Civilizaciones, Disciplina, Enfoques.


Presentación El estudio teórico de las relaciones internacionales ha experimentado diversas modificaciones, las cuales se reflejan en los distintos debates que se han dado hasta ahora. Pero, la superación de cada uno de ellos, pareciera, que sigue dejando sin respuesta a la complejidad existente. Se asume con preocupación, los esfuerzos que cada una de las corrientes teóricas invierte: Tratan de construir enfoques que respondan de manera eficiente a la comprensión del sistema internacional. Este desarrollo teórico, es objeto de gran interés. Los cambios en el entorno y en el campo de los hechos, constituyen uno de los factores que deben ser tomados en cuenta. La política mundial, en época de globalización, es muy compleja, por ello se debería trabajar con aquellas teorías que mejor explican los fenómenos que interesan y reflejan premisas propias. Hay suficientes teorías para escoger y cada una de ellas dibuja una realidad internacional diferente. La multiplicidad de visiones de dicha realidad internacional es amplia y diversa, por lo que sin ser pesimista, se asume que la evolución de la Teoría de las Relaciones Internacionales se encuentra en estos momentos en su propia búsqueda. A pesar de que sigue viviendo bajo la sombra de los presupuestos teóricos del Realismo Político, existen enfoques críticos, que muestran la ausencia de un discurso homogéneo en cada uno de ellos. La diversidad de fuentes filosóficas en las que se han inspirado, provocan un clima de fragmentación y de confusión total en la disciplina. Al examinar los aspectos de carácter ontológico y epistemológico de los principales debates existentes en la Teoría de las Relaciones Internacionales, quedan de manifiesto profundas diferencias. Sin embargo, al analizar la naturaleza de sus explicaciones, aparecen rasgos compartidos importantes, prevaleciendo en algunos casos mecanismos convergentes. Existen sectores académicos, para quienes la teoría de las relaciones internacionales aún debe ser ubicada en un cuarto debate. No obstante, hay una suerte de consenso que considera la existencia de una especie de desorden metodológico, por lo que el ejercicio de introspección, resulta un paso necesario. El Cuarto debate es un fiel reflejo de este tiempo transitorio, donde no se distingue bien el camino, mucho menos luego del 11/S donde se vuelve a sufrir un cambio. Simultáneamente, se hurga en antiguas propuestas y variadas doctrinas, que, pretendían ofrecer certeza a todos los que se movían en las oscuridades de la inseguridad. (Sodupe: 2003, p.17)


Aunque no se daba por agotado el Cuarto debate, existen ideas que se están gestando más allá de sus fronteras, y a pesar de haber sido tildadas como “complejas”, constituyen un punto válido para la reflexión, y forman parte de lo que se ha tendido a llamar un posible “ Quinto Debate”. Las circunstancias históricas han marcado la evolución de la disciplina de la Relaciones Internacionales. Hace más de 9 años, cuando ocurrió el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York, el mundo unánimemente declaraba a una sola voz que “todos somos americanos.” Hoy en día el panorama es otro y los argumentos que se esgrimen son variados. Se hablaba del surgimiento hegemónico de los Estados Unidos, conformándose como la nación más poderosa del planeta, lo que para otros países constituyó una amenaza y buscan en la agregación de intereses comunes, un contrapeso efectivo para mitigar su fuerza. La exposición precedente, que enlaza algunas de las ideas que están siendo estudiadas en el ámbito internacional, pone en evidencia la complejidad existente en la disciplina. Además, muestran problemas que no son analizados por las corrientes teóricas del Cuarto debate, por lo que se está de acuerdo con lo afirmado por Sodupe (2003: p. 117) cuando dice que: “es posible que todavía requiera cierto tiempo de maduración”; como ocurrió con el debate inter-paradigmático. No debe dejarse de lado, que si bien es cierto, este debate requería de un mayor tiempo para alcanzar una madurez teórica sólida, el 11 de septiembre frenó esta posibilidad, conllevando a analizar temas

considerados como superados en la

disciplina, pero con un matiz propio de la coyuntura que supuso este evento. La tarea de reforzar la proyección teórica de las relaciones internacionales como ciencia, constituye, un factor de gran importancia. En este orden de ideas, vale la pena hacerse las siguientes interrogantes: ¿Constituyó el 11 de Septiembre un evento que dejó sin sentido el discurso tradicional tanto en el terreno académico como político? ¿Supuso la irrupción de nuevas perspectivas teóricas?..¿Hasta qué punto este acontecimiento puede provocar un replanteamiento de la disciplina? ¿Es posible hablar de un “Quinto Debate” en la Teoría de las relaciones Internacionales? ¿Existe una redefinición de la disciplina para el siglo XXI, ó está inmersa en un obsesivo ejercicio de autoexamen? Este articulo, no busca otorgar una respuesta definitiva a dichas interrogantes, pero sí pretende dar cuenta de que “algo” está sucediendo en esta disciplina, que no puede resumirse en las simplificaciones que encierra el mapa que había servido para formar una idea de su situación en la actualidad.


Se han gestado nuevos enfoques en la disciplina, aunque no han alcanzado la correspondiente madurez en cuanto

a propuesta teórica,

epistemológica y

metodológica, como para considerar la existencia de un debate consistente en el área. El proceso globalizador ha creado espacios para nuevas alternativas teóricas. En ellas, converge la necesidad de dar una mejor explicación al orden internacional existente, con el fin de responder a las urgencias y necesidades del sistema internacional, en aras de una mejor gobernabilidad global. La Teoría de las Relaciones Internacionales seguirá ampliándose, redefiniéndose, construyéndose. Esto implica un diálogo constructivo entre las distintas vertientes que existen y que siguen apareciendo. La posibilidad de síntesis teórica no siempre es exitosa, o cuando menos viable, aunque no debe ser desestimada como una posibilidad de coexistencia entre enfoques nuevos y otros no tan nuevos. Las perspectivas de análisis en este campo siguen apareciendo, mientras siga estando presente el problema de la totalidad del mundo. El campo de la disciplina no ofrece a sus pensadores un camino único hacia el conocimiento. Se vislumbra competencia y complejidad. En realidad la diferencia entre una escuela de pensamiento y otra, radica más en las interrogantes que plantea que en las respuesta que da. Se debe indagar en la “naturaleza de la naturaleza”, es decir en la diversidad ontológica. Resultó complejo precisar posibles itinerarios a seguir. Sin embargo, se estima como pertinente abordar esta problemática, a la luz de las siguientes perspectivas y /o ejes temáticos, los cuales serán desarrollados en forma de propuesta capitular. Estos son; Capítulo Uno o Introductorio, en el cual se presenta la dimensión teórica actual en la disciplina de las Relaciones internacionales, el Capítulo Segundo aborda la perspectiva histórica vigente en dicha disciplina; en el Capítulo Tres, se analiza la óptica de las civilizaciones, como un nivel de análisis novedoso que hoy en día se presenta en este ámbito. El Capítulo Cuarto, pretende dar cuenta de la discusión contemporánea, en torno a la existencia misma de la disciplina de las Relaciones Internacionales. Por último, un Capítulo Quinto, en el cual se brindan algunas conclusiones.

CAPÍTULO DOS. LA PERSPECTIVA HISTÓRICA.


El 11 de Septiembre de 2001. (11-S): Reviven viejos paradigmas tanto de izquierda como de derecha, que contribuyen a que las nuevas aproximaciones teóricas que se estaban produciendo en la disciplina, se limiten en su capacidad de comprensión. Sin embargo, para fines de los noventa, los programas de docencia e investigación en el área, dejaban entrever el retorno a una suerte de realismo puro. Paralelamente se producen interesantes publicaciones que invitaban a repensar el estado de la disciplina, con el objeto de defenderla de quienes estaban decretando su agonía, por quedarse aparentemente sin objeto de estudio, siguiendo a Romero (2008: p.13). Los sucesos del 11-S propiciaron de alguna manera un regreso al realismo. No obstante, la presencia de temas duros no sólo se debe a esta coyuntura, sino también a la no materialización de importantes iniciativas multilaterales, las cuales intentaban dar respuesta a la creciente complejidad global. Este evento constituyó un crimen contra la humanidad que lesionó los valores fundamentales de los derechos humanos y de las leyes humanitarias internacionales. Inmediatamente después de los ataques, la administración Bush - junto a una amplia coalición de naciones - se comprometió a adoptar acciones coordinadas destinadas a hacer comparecer ante la justicia a los posibles responsables. En muchos aspectos, la campaña contra el terrorismo se vio acompañada por un constante desgaste e incumplimiento de las leyes internacionales. Se socavó el respeto y la vigencia de los derechos humanos, precisamente en el momento en el cual resultaba clave su fortalecimiento. Tras numerosos esfuerzos se logró desmantelar principalmente el dominio de Al-Qaida y de los Talibán sobre Afganistán y, tras la firma de los Acuerdos de Bonn, de 20021. Se le prometió al pueblo afgano un futuro más promisorio. Los Estados Unidos y sus aliados se mostraron incapaces de proporcionar los niveles de seguridad necesarios para facilitar la reconstrucción de Afganistán. La estrategia norteamericana permitió que los jefes militares locales consolidaran su poder y debilitaran al nuevo gobierno, permitiendo la continuación de los abusos contra los derechos humanos 1

Acuerdos de Bonn. La caída del régimen de los talibán en noviembre de 2001 abrió las puertas al inicio de un proceso político con asistencia de las Naciones Unidas entre cuyos elementos figuraba el Acuerdo de Bonn y el establecimiento de una Autoridad Provisional y de una Administración de Transición. La Misión de Asistencia de las Naciones Unidas para el Afganistán (UNAMA), establecida en marzo de 2002, prestó un apoyo crucial a los procesos políticos y emprendió una serie de actuaciones humanitarias, de socorro, recuperación y reconstrucción en asociación con la administración afgana y en coordinación con los donantes y con otros interlocutores.


Adicionalmente, un conjunto de nuevas iniciativas elaboradas por el Consejo de Seguridad de la ONU, el Grupo G8, ayudaron a intensificar los controles sobre el financiamiento y las actividades de los grupos terroristas. Setenta y seis gobiernos colaboraron en los esfuerzos para establecer la primera Corte Penal Internacional, un organismo con poderes para investigar y procesar crímenes como los cometidos el 11 de septiembre. En el curso del 2004 y 2005, se adoptaron medidas antiterroristas de carácter general, y desproporcionado, que en numerosas ocasiones estuvieron dirigidas contra grupos extranjeros, especialmente a personas de origen árabe y musulmán. Estas medidas trajeron políticas discriminatorias, detenciones arbitrarias y el incumplimiento del debido proceso. Algunos gobiernos emplearon la campaña contra el terrorismo de manera oportunista, justificando los ataques y abusos contra sus adversarios. En un informe publicado por Humans Rigth Watch (2002), se plasma la situación de algunos países, a un año del 11-S. En la India, por ejemplo, el gobierno introdujo la llamada “Ordenanza para la Prevención del Terrorismo”, una versión modificada de una antigua ley de seguridad que posibilitaba la tortura y las detenciones de miembros pertenecientes a minorías y de opositores políticos. En Pakistán, el Presidente de esa nación, el General Musharraf adoptó medidas severas contra aquellas personas sospechosas de participar en actividades militantes, mientras consolidaba el dominio de los militares en el país y extendía unilateralmente su mandato presidencial por cinco años. China también aprovechó la agenda internacional contra el terrorismo, para justificar la represión generalizada de los miembros de la etnia Uighurs en Xianjiang,

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incluyendo a activistas pacíficos y a

grupos religiosos de origen musulmán. Otros gobiernos, especialmente en el hemisferio occidental, adoptaron lineamientos de carácter punitivo y restrictivo en contra de los aspirantes al asilo político y los inmigrantes. En Australia, por ejemplo, el gobierno exacerbó la xenofobia desatada

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Los uigures, etnia autóctona turcomana de credo musulmán. Son de religión musulmana, lengua de origen túrquico y alfabeto árabe. Habitan fundamentalmente en Xinjiang, que oficialmente se denomina Región Autónoma Uigur, en la que también habitan otras minorías musulmanas, además de la mayoría han, muy numerosa sobre todo en la capital, Urumqi, debido a los intentos del Gobierno central de repoblar esta región con hanes.


después de los ataques del 11 de septiembre con la finalidad de justificar la expulsión de un grupo de refugiados que habían entrado al país. Este hecho constituyó una clara violación de las leyes internacionales. En el Reino Unido, se promulgó una nueva ley que autorizó la detención prolongada y arbitraria de los extranjeros sospechosos de estar involucrados en actividades terroristas. Los esfuerzos multilaterales también erosionaron los derechos de los refugiados, al asociarlos con el terrorismo. Las acciones adoptadas por los Estados Unidos, sentaron un precedente peligroso y dieron luz verde a los demás países del globo, para ignorar las salvaguardas judiciales y

para

aprobar

medidas

antiterroristas

contradictorias

con

los

estándares

internacionales en materia de derechos humanos. Muchos aliados de los Estados Unidos --desde Uzbekistán hasta Israel y desde Rusia hasta Egipto-- aprovecharon este contexto, para justificar las violaciones de los derechos humanos, tomando ventaja de la actitud del gobierno norteamericano, de acuerdo a un informe publicado investigaciones por Humans Rights Watch (2002). Esta perspectiva histórica, sirve de telón de fondo para precisar los enfoques teóricos, que surgen como consecuencia del hecho antes mencionado. Cabe señalar la Tesis del Smart Power o Poder Inteligente, sobre el cual deben hacer unas consideraciones previas. El politólogo estadounidense Joseph Nye, en un artículo publicado en noviembre de 2005 titulado “La Cultura vence a los Misiles”, explicaba la diferencia entre lo que llama el poder suave o blando (soft power) y el poder duro (hard power). En su concepción, el primero es la derivación de los valores de la cultura y en cambio, el segundo es el originado en la capacidad militar. Este pensamiento surge después de la invasión a Irak, y puede ser concebido como una reacción a la ideología neoconservadora de Bush en relaciones internacionales. Señala el autor en el citado artículo, que el Presidente de Estados Unidos olvidó otra lección implícita en su analogía: la importancia de utilizar el poder suave de la cultura. La Guerra Fría se ganó mediante una combinación de fuerza militar, que disuadió la agresión soviética, y del poder atractivo de la cultura y las ideas occidentales, Nye (2005) En otro artículo publicado en marzo de 2007 cuyo título es “Entender el juego del poder”, Nye define la distribución del poder en el ámbito internacional como un juego de ajedrez tridimensional. En el tablero superior –están las relaciones militares entre


Estados– el mundo es unipolar, y según su opinión, lo seguirá siendo por décadas, pues los EE.UU. tienen la mitad del gasto en defensa total. En el tablero del medio, el de las relaciones económicas, el mundo es multipolar y ya la Casa Blanca no podía obtener los resultados que pretendía en las relaciones con Europa, Japón, China y otros países. En el tablero inferior, se presentan las cuestiones transnacionales que están más allá del poder de los gobiernos nacionales –cambio climático, terrorismo global, y crisis económica mundial–, el poder está distribuido en forma asimétrica, no hay hegemonía estadounidense. Es en este tercer nivel, donde la cooperación entre Estados se convierte en la mejor vía para enfrentar los problemas mencionados, Lo anterior requiere usar al mismo tiempo tanto el poder blando de la cultura, como el poder duro de la coerción. (Nye: 2007). Posteriormente, el mismo Nye comienza a utilizar otro término, que es el de Smart Power, para explicar lo que inicialmente había planteado como soft power. Lo definen como una combinación estratégica de la diplomacia, persuasión, capacidad de construcción y la proyección de poder e influencia encaminadas a lograr en relación costo-efectividad. Conviene destacar que en mundo académico de las relaciones internacionales, se ha discutido, sobre quién fue el primero en introducir el término de Smart Power. De cualquier modo, la revista norteamericana Foreing Policy – de gran prestigio mundial en el estudio y análisis de las relaciones internacionales–, publicó en 2004, un artículo escrito

por

Suzanne

Nossel3,

que

recibió

este

título,

marcando

así

la

“institucionalización” del término. La autora hace un balance histórico del internacionalismo liberal estadounidense, propone reformas en política exterior y en institucionalidad internacional y realza la necesidad de fortalecer la imagen de su país como una potencia liberal (poder blando), al tiempo que fortalece su posición a favor de la reconstrucción de Estados en sociedades asoladas por inestabilidad política. Es una propuesta de estrategia para una política exterior eficiente de los Estados Unidos, en el nuevo orden mundial de transición.

3

Susan Nossel fue Ministro Consejero en la misión estadounidense ante las Naciones Unidas encargada de la gestión y reforma del organismo multilateral.


Para quien escribe el presente artículo, debe procederse con absoluta prudencia ante esta propuesta. Se parte de una premisa fundamental, y es que dicha tesis más que un enfoque novedoso en el área de la Teoría de las Relaciones Internacionales, luce como una guía para la acción en el marco de la formulación estratégica de la política exterior de Estados Unidos. Es así como, las principales TRI son a su vez teorías sobre política exterior, pero las teorías sobre política exterior no son necesariamente TRI. Tal es el caso de la bastante conocida teoría burocrática de política exterior de Allison (1988), y hoy el de la tesis del poder ingenioso. Dicha tesis – calificada por algunos como una “simple explicación de una coyuntura”-, exhibe una característica muy atractiva: tiene el potencial de presentarse como una progresión en el desarrollo de la TRI, al menos como teoría de la política exterior estadounidense. En principio, su formulación pretende matizar y sintetizar el análisisdiagnóstico radical que hace el realismo político sobre la realidad internacional, con un importante componente normativo que se aproxima a sus raíces liberales. Para Nossel, se trata de utilizar viejas estrategias en el marco de nuevos cambios. Es así como en su artículo, propone que una política exterior realista de los EE.UU, requiere enfatizar la importancia de desarrollar una estrategia global que mezcle el atractivo del poder duro con el blando, originando así un poder inteligente que los combine. En palabras de Nossel (2004:p.141) “se trata de un ambicioso esfuerzo que no deja por fuera ni el tema de la democracia, ni el de los derechos humanos, en un contexto en el cual el país tendría que aprender a trabajar con otras naciones” Se considera que el discurso pronunciado por el presidente de los Estados Unidos, Barak Obama en El Cairo, Egipto, para en el mes de junio del año 2009, constituye el primer intento importante por aplicar dicha tesis, tanto por la elección del sitio, como por los temas tratados: el extremismo, Palestina-Israel, Irán, la libertad religiosa, los derechos de la mujer, la democracia y el desarrollo económico y social. Egipto representa lo que Occidente espera del mundo musulmán: capaz de firmar la paz con Israel y de normalizar sus relaciones diplomáticas después de haber tenido cuatro guerras con el Estado judío. El lugar elegido es el primer acierto, ya que la Universidad de Al-Azhar, en la capital, es probablemente el centro de pensamiento más respetado del mundo musulmán.


En tal sentido, pareciera que el éxito político del poder ingenioso no depende del alcance académico que tenga esta propuesta, sino de la habilidad de los decisores diplomáticos y militares de Washington, pero además de sus élites socio-económicas y su desempeño cultural como nación. Se reconoce como una estrategia de política exterior exigente y compleja, que resume en buena medida el proyecto de sociedad de Estados Unidos, lo que ofrece esperanzas para su realización. Sin embargo, también somete, como nunca antes en la historia de la humanidad, la estrategia de política exterior a los vaivenes sociales y económicos internos de un Estado, al tiempo que busca otorgar una imagen “diferente” a este importante curso de acción. La complejidad del elemento “blando” de la estrategia, se une a la dificultad inherente de decidir cuándo aplicar la fuerza y en qué medida para que los resultados sean vistos tan efectivos como justificados, sobre todo cuando se espera aprobación internacional de acciones en el marco del interés nacional. No cabe duda que en la mayoría de los temas humanitarios y ambientales, la estrategia del poder ingenioso tiene gran oportunidad de prevalecer, más que en temas “duros” de seguridad internacional y defensa nacional, en virtud de que sus opciones se enfocan a las directrices lógicas de una superpotencia. Cabe preguntarse si el alcance que tenga el poder ingenioso como propuesta teórica, reposa en su capacidad para sintetizar elementos importantes del realismo político, aunado al éxito relativo que obtenga como estrategia de política exterior. De ser así, podría hablarse de la posibilidad de que obtenga un puesto significativo en la historia intelectual de las Relaciones Internacionales La perspectiva histórica abordada en este Segundo capitulo, no sólo permite aproximarse a nuevas propuestas sobre el poder, sino que prioriza un aspecto estrechamente vinculado: la Seguridad, tradicionalmente atada al realismo clásico. Romero (2008:p.16), señala que para fines del siglo XX, surgieron tesis muy novedosas, que intentan un redimensionamiento de este tema. Se habla de “seguridad humana”, orientada los aspectos sociales del tema, de ir más allá del Estado y de enfocarse en los problemas de seguridad de la sociedad civil, de una seguridad colectiva, de impulsar mecanismos de prevención de conflictos y de crear comunidades epistemológicas de seguridad, que transcendieran el pensamiento estratégico tradicional basado en las ideas de soberanía y el interés nacional.


El catedrático estadounidense, Tulchin (2005) resume de manera muy clara y a favor ésta posición, al afirmar que el factor que ha impulsado una toma de conciencia respecto a la importancia de la seguridad, es la sensación de que en la actualidad los países están integrados dentro de una comunidad global y que, también por primera vez en la historia, comparten un grupo de valores que vale la pena defender. Estos valores están creando una poderosa sensación de comunidad. Las amenazas a la seguridad que tienen tanto dimensiones domésticas como internacionales, requieren de una mejor comunicación entre las naciones de las distintas subregiones del hemisferio. Las amenazas a la seguridad transnacional también requieren respuestas de toda la comunidad, a través del uso de instituciones democráticas nacionales y multinacionales. El 11 de Septiembre del 2001, afianzó a la seguridad como un tema de interés permanente en las relaciones internacionales, pero al igual que el “poder inteligente”, está estrechamente a la política exterior de Estados Unidos. Etzioni, en su libro titulado “Security First” (2007) hace una profunda reflexión sobre este asunto. La preocupación de Etzioni (2007:p.2) radica en no echar la culpa a los errores del pasado, sino crear lecciones para abordar el futuro. Se plantea las siguientes interrogantes: ¿Y ahora qué se puede hacer para mejorar las relaciones de EE.UU. con el resto del mundo?... ¿Cuál debería ser la política estadounidense hacia los países recientemente liberados como Irak y Afganistán, o estados “canallas” como Corea del Norte e Irán? ; ¿Cuándo debe realizar los Estados Unidos la intervención humanitaria en el extranjero? ; ¿Qué se debe hacer para proteger a Estados Unidos del terrorismo nuclear? El autor afirma que garantizar la seguridad, debe ser la primera prioridad en todas las consideraciones de política exterior, incluso por encima de los esfuerzos para democratizar. Establece directrices fundamentales para una política exterior que tiene sentido en el mundo real, con base en principios morales. Crea la posibilidad de establecer relaciones positivas con el resto de la comunidad internacional. Esta propuesta sostiene que los EE.UU. deben

abandonar la idea de que puede democratizar, por

ejemplo, el Oriente Medio, u otras naciones. Sostiene que el hilo conductor que guía la política exterior de EE.UU. es la primacía del principio de la vida. Afirma que dicho principio, sirve como un fundamento moral para una política de seguridad, que en principio, es realista. Es así como sostiene que el núcleo fundamental de dicho programa de política exterior, es el reconocimiento de que el


derecho más básico de todas las personas es estar libre de violencia, mutilaciones y torturas. Explica en detalle las implicaciones de una política de seguridad primero hacia los Estados denominados “forajidos” -Corea del Norte e Irán-, para luego hacer frente a los estados en “crisis” –Rusia-. Posteriormente debe ocuparse de la "reconstrucción" de los estados recién “liberados” -Irak y Afganistán-. Desde su perspectiva, la democratización es importante, pero no proporcionará una salida política para resolver los conflictos de valores e intereses. Por lo tanto, Etzioni insiste que lo más importante en política exterior es la seguridad. Estima que EE.UU. y sus aliados deben aceptar que los regímenes democráticos que se desarrollan gradualmente en tierras tradicionalmente no democráticas, siempre serán diferentes a la visión que Norteamérica ha desarrollado de este principio. Considera que se debe apoyar los cambios de régimen, sólo cuando los estados involucrados en este proceso, dejen de lado sus desarrollos nucleares, posibles participaciones con el terrorismo, al tiempo que deben evitar cometer genocidios o limpiezas étnicas (p.51). No obstante, Etzioni asume que si se sostiene que sólo los partidarios de la democracia liberal califican como aliados de Estados Unidos, esta nación, contará cada vez más con menos apoyo. Por otra parte, si reconocen que la mayoría de los individuos prefiere la paz y el orden social a la violencia, entonces gran parte de las civilizaciones estarán de su lado. De cara al tema religioso, el autor estima que sería “prudente” para los EE.UU, dar la “bienvenida” a los creyentes de todas las tendencias que renuncian la violencia y al extremismo. Las principales consideraciones que hace el autor sobre el tema, pueden ser resumidas de la siguiente manera: La principal diferencia que separa a las religiones, no viene dada por sus respectivos sistemas de creencias, sino por el lenguaje que cada una maneja. Esto se advierte al interpretar frases que ensalzan la violencia como "ojo por ojo", "ya no traer la paz, sino la espada“ En el marco del Islam, Etzioni afirma que la mayoría de los practicantes de la religión musulmana son moderados, los cuales dejan de lado la posibilidad de hacer una interpretación violenta y radical del Islam.


Sin embargo, reconoce que muchos de esos “moderados”, no va a adoptan a la democracia liberal occidental y tampoco comparten la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El autor los denomina como "moderados no liberales” . Propone que si Occidente sigue rechazando estos moderados no liberales basándose en que sólo los partidarios de la democracia son aliados seguros, Occidente estará cada vez más aislado.

Por el contrario, si Occidente

forma una alianza de todos los

moderados, liberales y no liberales, de manera efectiva, podrá frenar la violencia y abonará el terreno para el avance de la democracia y los derechos humanos por medios pacíficos (p.85). Este trabajo representa un esfuerzo por concebir una teoría comunitaria de las Relaciones Internacionales y un enfoque comunitario para la Política Exterior. La nueva arquitectura global debe basarse no sólo en los principios occidentales de los Derechos y la libertad, sino también en los conceptos orientales de la comunidad y la autoridad. El aumento de los problemas transnacionales ya no puede ser manejado por las naciones y se requiere un avance renovado de la dimensión no estatal, enfatizando en la sociedad civil internacional. “Security First”, Etzioni intenta presentar un argumento convincente, para el cambio en la política exterior de Estados Unidos, articulado sobre la base de lo que constituye un nuevo escenario para las decisiones estadounidenses en este ámbito, post 11 de septiembre. El objetivo principal es democratizar el mundo. Esta meta no es realista. Las verdaderas democracias sólo crecen en sociedades que cuentan con las condiciones necesarias para su implantación, y gran parte del mundo carece de tales recursos. En estas condiciones, el desigual esfuerzo para aplicar necesariamente el objetivo de democratización, ha dado lugar a acusaciones y a una crisis de legitimidad del poder estadounidense. La política exterior requiere algo más que un pragmático "ajuste" de los medios para lograr la democracia. Es así como Etzioni,

hace un llamado para alcanzar una

justificación sobre la base de un principio moral más realista, a través del cual, Estados Unidos debe privilegiar la "seguridad primero", y luego la "primacía de la vida." El derecho a la vida y a la seguridad –de acuerdo al autor- moralmente está por encima de los demás Derechos Humanos. En el contexto de esta perspectiva histórica, destaca la Tesis de la Paz Democrática, la cual está adquiriendo una importancia creciente en la literatura de relaciones internacionales. Sostiene que las democracias no se hacen la guerra entre ellas. Sus puntos fuertes son su conexión con las ideas kantianas y con la teoría normativa,


además de

su supuesta base histórica y su capacidad de explicación del

comportamiento de los Estados. La tesis de la paz democrática es probablemente uno de los conceptos surgidos durante los últimos años de la denominada Guerra Fría, que ha saltado al debate académico y político y obtenido una relevancia capital a la hora de determinar la política exterior y de seguridad nacional de los estados occidentales y particularmente de Estados Unidos. Se ha dicho que quizás, el principal atractivo de esta tesis, reside en su extrema simplicidad. Es comprensible que haya provocado gran entusiasmo, la posibilidad de que un único factor (el tipo de régimen político) pudiera tener efectos tan decisivos en las relaciones internacionales. La tesis de la paz democrática invita a reflexionar sobre las condiciones necesarias para lograr un sistema internacional pacífico. Sus defensores, proponen promover la democratización de las unidades del sistema (según el modelo de democracia estadounidense) traerá la paz universal. Aquellos gobiernos que realmente se proponen contribuir a la creación de un orden internacional, deben contribuir a desarrollar la estructura institucional existente. Se cuestiona el estatuto de la tesis de la paz democrática como teoría, es decir, como explicación de la relación causal entre una variable independiente -el carácter liberal de los regímenes políticos-y una variable dependiente -la ausencia de conflicto armado internacional entre los Estados con esos regímenes-. Adicionalmente, las relaciones internacionales son un ámbito en continuo cambio y transformación, por lo cual deben considerarse los factores que intervienen en la política mundial, incluyendo las instituciones, valores y prácticas económicas, sociales y civilizatorias. Es así como Kenneth Waltz (2000: p. 5) resalta el carácter de tesis en lugar de teoría que tiene

la “paz democrática” dado que hasta el momento se sustenta en la

evidencia empírica resultante de categorizaciones no muy definidas. Lo que para unos es una democracia para otros no, y por tanto señalar que los estados democráticos serían pacifistas en su relación con otros estados democráticos llevaría a la definición de un solo tipo de democracia, la democracia liberal. La paz democrática implicaría el fin de las “teorías realistas” del equilibrio de fuerzas como elemento regulador del orden internacional. Para Waltz, en el proceso de construcción de la llamada “paz democrática” hay muchos elementos de comportamiento realista. Diversos críticos de la tesis señalan


que la voluntad pacifista de las democracias no sería tal y que el comportamiento dependería de restricciones de procedimientos que hacen difícil, que las democracias emprendan una guerra frente a otra democracia. (p.10) Las democracias, aún teniendo un comportamiento exterior pacífico, no tienen necesariamente un contexto interno pacífico. Estos conflictos internos (muy presentes en las incipientes democracias liberales nacidas a partir de la caída del bloque soviético) llevan a los estados a preocuparse más por la estabilidad interna que en perseguir ideales expansionistas. En conclusión, debe entenderse que la tesis de la paz democrática es una manifestación de la teoría neorrealista de Waltz en lo relativo a la acción defensiva de las democracias y la conformación de federaciones. No se considera posible sostener, que la universalización de la democracia llevaría a una situación de paz universal, sin desconocer la importancia en la distribución de las capacidades materiales del ordenamiento internacional. Hay que examinar con cautela la idea de la lucha contra el terrorismo, viene aparejada a la idea de la promoción y difusión de la democracia. Mansfield y Snyder (2007) afirman que la edificación de una democracia es un aspecto tan complejo y de resultado imprevisible, por lo que no parece que una construcción rápida y eficaz sea más factible y desemboque en un mejor resultado. Estiman que la política orientada a establecer un mundo de democracias, con el fin de que éste sea próspero, seguro y pacífico, no pasa de ser una simple utopía, que se convierte en una “mala política” cuando los estados con capacidad (económica, militar o política) impulsan estos procesos democratizadores y por ende, se ven afectados por las consecuencias negativas derivadas de la puesta en marcha de los mismos. El ejemplo más claro sería el de Estados Unidos en Afganistán o Irak, al introducirse en un callejón sin salida, donde los costos tanto en vidas como económicos se multiplican, generando precisamente un resultado contrario al deseado. La crítica a la Política Exterior de Estados Unidos y sus aliados, ha venido acompañada del desarrollo creciente de un discurso radical, que ha conllevado a que se hurgue en viejas tesis antiimperialistas y marxistas, uniéndolas con una

idea

antiglobalizadora y promotora del multiculturalismo. De igual forma, este discurso no solamente ha arribado a la discusión académica. Algunos gobiernos lo han incorporado

a

sus

actividades

oficiales,

dando

lugar

entonces

a

un

redimensionamiento del debate en la Disciplina. Es así, como el Radicalismo también se presenta dentro de esta perspectiva histórica. En este contexto, la idea de la democracia encuentra en Eric Hobsbawm, un gran


crítico, proponiendo una perspectiva contraria a la tesis de la paz democrática, refiriéndose a su imposición como idea dominante. Sostiene que se está en medio de lo que pretende ser una reordenación minuciosa del mundo por parte de los Estados más poderosos. Las guerras de Irak y Afganistán no son más que una parte de un esfuerzo supuestamente universales para crear un orden mundial mediante la difusión de la democracia. Desde su óptica y ante la ausencia de un gobierno mundial real, algunos humanitarios están dispuestos a apoyar un orden establecido por el poder de los Estados Unidos. Para el autor, esta imposición no sólo se ve en la actuación directa de los Estados, está también presente en las organizaciones internacionales, que buscan su difusión como medio de asegurar mejores condiciones de convivencia para los actores de la escena internacional, Hobsbawm (2004: p.35). Dentro de esta visión radical, hay quienes se inclinan por resaltar el impacto de las llamadas “revoluciones”, orientadas a verdaderos cambios sociales. Esta concepción científica sobre la “revolución social” está expuesta en las obras de Marx, Engels: la idea fundamental reposa en el hecho de que las revoluciones sociales están determinadas por leyes objetivas de desarrollo social, que en la contemporaneidad encuentran su origen en las contradicciones económicas, políticas y sociales del sistema capitalista. Los teóricos marxistas no han ofrecido un estudio amplio y sistemático, sobre la repercusión de las revoluciones en el sistema de relaciones internacionales de esta época. Existe una tendencia entre algunos estudiosos de la disciplina, materializada en revalorizar la filosofía de Marx para interpretar las más recientes transformaciones del mundo internacional. Rodríguez (2006:p.4) se refiere al planteamiento de Eric Hobsbawm para dar cuenta de lo anterior, en virtud de que el mundo capitalista globalizado que emergió en la década de los noventa del siglo XX, ha resultado en muchos aspectos, enigmáticamente parecido al que había pronosticado Marx en el Manifiesto Comunista de 1848, ahora sin duda, con mas complejidad, por los conflictos y problemas globales derivados de la interacción de múltiples fenómenos de carácter económico, financiero, tecnológico y transnacional, engendrados

por el mismo

sistema capitalista, sin posibilidad real de solución. Los radicales, afirman que ante el panorama desolador del sistema capitalista, en particular de su periferia pobre y subdesarrollada, los científicos sociales vuelven al pensamiento de Marx, para adoptar nuevos modelos socioeconómicos que


aprovechen más eficientemente los recursos humanos y naturales, contribuyan a conservarlos y renovarlos con políticas de desarrollo sustentables en beneficio de la humanidad. Hobsbwan, (2004)

señala las condiciones que son fuente del potencial conflicto

humano, es decir a los problemas socioeconómicos, los impulsos violentos, agresivos originados de la frustración al medir lo concreto frente al ideal, la retirada y la alienación de las estructuras sociales existentes y otros factores similares en la época de Marx, que según su propuesta, se hacen cada vez más palpables en las relaciones internacionales.

Dentro del pensamiento radical, no sólo ha desarrollado ideas en contra de un mundo unipolar, capitalista y neo-liberal, a favor de un mundo multipolar y anti-capitalista que bajo las tesis socialistas, multiculturalistas y religiosas, que como el Islam, plantean un giro de 180 grados de la estructura internacional actual heredada del modelo westfaliano, esto citando a Romero, (2008:p.16).

Finalmente, se subraya que un hecho histórico como el 11-S, puso sobre el tapete el tema de las Civilizaciones. No sólo se trata de una compilación de propuestas en el marco de occidente, sino un planteamiento teórico que da cuenta de la coexistencia de civilizaciones, más allá de la expuesto por Samuel Huntington, quien en 1993, encendió un importante debate sobre relaciones internacionales con la publicación de un artículo titulado The Clash of Civilizations, en la revista Foreign Affairs. Posteriormente, Huntington expandió este trabajo en un libro completo, publicado en 1996, The Clash of Civilizations and the Remaking of the World Order. El artículo y el libro articulan su teoría de un mundo compuesto por múltiples civilizaciones en conflicto. En esta aproximación teórica al estado actual de las relaciones internacionales, se intenta ir más allá. Se trata de asumir a las civilizaciones, como un nivel de análisis novedoso en el abordaje teórico de las relaciones internacionales actuales; que parte de la importancia que ha adquirido los tópicos vinculados a la cultura e identidad. Es precisamente, las civilizaciones, el tema que anima el próximo eje temático de este artículo.

CAPITULO TRES.


LA PERSPECTIVA DE LAS CIVILIZACIONES. En este contexto de aproximación critica y de comprensión teórica al estado de las relaciones internacionales, ha venido tomando cuerpo la idea de la diversidad cultural, la cual ha sido una constante prácticamente desde la conformación de las primeras sociedades. Al respecto, Gellner (1997: p.47) hace una afirmación bastante esclarecedora, cuando asegura que un rasgo verdaderamente esencial en la sociedad humana es su asombrosa diversidad, aunque presenta tres problemas fundamentales: uno, propio del relativismo: las turbadoras dudas de cuál de las diferentes formas socioculturales existen en un determinado momento y lugar de acuerdo con sus sistemas de principios; dos, vinculado a la coexistencia de dicha diversidad cultural y tres, relativa a cómo afrontar las consecuencias e implicaciones de esa diversidad. La diversidad debe entenderse como la coexistencia de diferentes culturas y civilizaciones, pero que al tiempo implica la necesaria convivencia de enfoques doctrinales de carácter comprensivo, que permita a los ciudadanos construir distintas visiones de mundo. Rawls (1979) introdujo en su sistema teórico, la idea de la pluralidad como un hecho ineludible en las sociedades llamadas democráticas. Lo anterior, sirve como punto de partida para reflejar una tendencia creciente en la sociedad, como es el Multiculturalismo. El interés que la noción de multiculturalismo ha suscitado en el mundo contemporáneo no es nada desdeñable, no tanto porque a partir de la llamada crisis de la modernidad, se ha conformado progresivamente, un movimiento de pensamiento que aboga por la pluralidad de discursos, sino por los cuestionamientos y debates que se han generado alrededor de la necesidad del respeto y tolerancia de las diferencias culturales. Se trata de una propuesta que cada vez está más presente, en la gestión de las sociedades llamadas democráticas. Es necesario mencionar que el multiculturalismo como ideal democrático, asociado a la institucionalización de la diversidad e igualdad, ha sido planteado anteriormente. Siguiendo a Gutiérrez (2006: p.11) este tema aparece en el marco del proyecto aislacionista surgido a finales del siglo XIX,

y se ha extendido hasta los últimos

embates del pluralismo cultural, que aboga por políticas de reconocimiento y diferenciación.


El multiculturalismo debe entenderse como un signo de época, que designa las nuevas dinámicas, tanto identitarias como políticas, que se erigen con fuerza en el mundo de hoy. Desde las reivindicaciones religiosas, étnicas, hasta la consolidación de los derechos interculturales, el multiculturalismo se encuentra en la comprensión del tiempo-espacio, que los procesos de globalización han marcado. Es así como a la clásica búsqueda de conformar una identidad única y unitaria, de aglutinar semejanzas e igualdades, se ha pasado a la búsqueda de conciliación y cohabitación de diferencias. Esta vertiente encuentra expresión en autores como Benhabib (2004) quien en su trabajo titulado El Derecho de los Otros, examina las fronteras de la comunidad política centrándose en la pertenencia a una determinad espacio socio-político: esto es, los principios y prácticas para la incorporación de extranjeros, forasteros, inmigrantes refugiados y asilados. Tradicionalmente, las fronteras políticas han definido a algunos como miembros y a otros como extranjeros. Hoy, cuando la soberanía de los Estados se resquebraja y la ciudadanía nacional tiende a descomponerse, las definiciones de la pertenencia política se vuelven menos claras. Benhabib se proclama a favor de un universalismo moral y un federalismo cosmopolita, declarándose partidaria de establecer fronteras no abiertas, sino porosas que reconozcan no sólo los derechos de admisión de los refugiados y solicitantes de asilo, es decir, el derecho de todo ser humano a ser una persona legal, sin importar cuál sea su condición (p. 76). Su propuesta está profundamente inspirada en reflexiones sobre la tragedia de la condición apátrida y la incapacidad de todas las doctrinas de derechos humanos para hacer algo para cambiarlo. Sin embargo, en su análisis del sistema internacional, reconoce los grandes peligros del nacionalismo para el Estado-Nación, en virtud de que sólo este puede proteger al individuo. Benhabib, reconoce la necesidad de seguir profundizando, sobre el discurso emergente de la ley internacional, los derechos humanos y las instituciones multilaterales. En el lado opuesto al Multiculturalismo, se encuentran autores que afirman la primacía de una sola cultura. Ese es el caso del francés Rougier (2001), quien en su libro, El Genio de Occidente, se presenta como epistemólogo e historiador de las religiones. Tuvo a lo largo de su extensa vida dos pasiones: averiguar el lazo que une pensamiento con ciencia y defender el conocimiento como expresión máxima de la


condición humana. Este autor ha estimado, que la forma más compleja, rica y profunda de civilización que ha conocido hasta hoy el género humano no ha nacido en otro lugar, sino en el espacio de la cultura occidental. Formado en la gran tradición liberal europea, sus aportes al mundo del pensamiento han sido muchas, pero hay una que le valió muchos admiradores y, a la vez, innumerables censuras: debelar el carácter propiamente supersticioso de las utopías políticas y científicas, especialmente del marxismo. En su obra nombrada anteriormente, expone de manera sistemática los grandes hitos que han ido dando forma a la actual civilización: el racionalismo griego, el inicio de la ciencia teórica, el nacimiento de la democracia clásica, la aparición de la ciencia ética, el orden romano, el papel de la esclavitud en las civilizaciones antiguas, la revolución social del cristianismo, el renacimiento, las sucesivas revoluciones científica, económica, industrial y política, la idea de progreso, el despegue de Occidente. Para el autor, el mundo occidental no puede dejar de suscitar admiración. La civilización occidental es el resultado de una mentalidad que insiste en liberarse de tabúes y costumbres carentes de utilidad social; que se esfuerza incesantemente por mejorar las condiciones de vida, a fin de que la existencia valga la pena para el mayor número posible de personas; pero que al mismo tiempo insiste en que el progreso, sólo puede darse mediante procesos que respeten la dignidad del individuo. Compara la civilización occidental y las orientales: la china, la hindú y la del islam, dedicando un capitulo a los riesgos del progreso. Concluye indicando, que del mismo modo que no hay un determinismo histórico, que conduce a ése progreso, tampoco existe una certeza de que lo logrado permanezca sin lucha. Es un texto que definitivamente llega en su momento, cuando se habla de multiculturalismo. Desde una óptica analítica, se afirma que el tema de la identidad y la cultura, ha tenido gran impacto en el ámbito de las relaciones internacionales. La noción de una “comunidad internacional” ha llegado a ser una realidad mucho más de lo que nunca fue, ahora que han proliferado las agencias internacionales y las organizaciones no gubernamentales. Quienes abogan por la politización de la identidad (cultural) de grupo parten de una gran variedad de premisas y terminan con una gran variedad de propuestas. A los


puntos de vista mencionados se les conoce como política de la diferencia, política del reconocimiento o, más vulgarmente, multiculturalismo. La diferenciación y la diversidad entre las sociedades, han sido puntos nodales en las civilizaciones, por lo que se busca diversas maneras de abordarlas y gestionarlas. Es un aspecto que no solo atañe a todas las sociedades tradicionales y complejas, sino que también ha estado presente en todas las épocas. El tema civilizacional y cultural, definitivamente adquiere otro matiz en esta discusión teórica. Ya no se trata de abordarlo como una consecuencia inmediata de un evento como el 11 de septiembre, que conllevó a posturas maniqueas sobre estos tópicos. Se debe intentar trascender sobre cuál es el verdadero debate o dilema al respecto. En este contexto, debe hacerse mención a Arnold Toynbee, quién en su trabajo A Study of History, (que comprende doce volúmenes escritos entre 1934 y 1961), fue uno de los primeros autores en considerar el atractivo de las civilizaciones. Estableció una teoría cíclica sobre el desarrollo de las mismas, civilizaciones, como producto del resultado de la respuesta de un grupo humano a los desafíos que sufren, ya sean naturales o sociales. De acuerdo con esta teoría, una civilización crece y prospera cuando su respuesta a un desafío no sólo tiene éxito, sino que estimula una nueva serie de retos. Una civilización decae, como resultado de su impotencia para enfrentarse a los desafíos que se le presentan. Toynbee otorgó gran importancia a los factores religiosos en la formulación de las respuestas a esos desafíos. La mejor manera de comprender su propuesta, es aproximarse a la perspectiva sistemática y unificadora de la historia de la humanidad, comprendida en el estudio exhaustivo y analítico de sus diversas civilizaciones. (Toynbee, 1987). Por su parte, Huntington (1993) en El Choque de Civilizaciones, repite la antigua tesis, unitaria de las civilizaciones. Su libro, posiblemente sea el más influyente publicado sobre relaciones internacionales desde el final de la Guerra Fría. Para el autor, las civilizaciones son coherentes, confrontacionales, no varían, y las equipara con la capacidad de un estado para actuar. Logró su objetivo al proporcionar un nuevo paradigma para mirar política mundial. Su anticipación al 9/11 proporcionó una gran validez a su propuesta. No obstante, el mundo académico siempre estimó que Huntington exageraba, cuando habla del


choque entre civilizaciones. Más allá de cualquier duda razonable, los choques casi siempre ocurren dentro de las civilizaciones, en palabras de Katzenstain (2010: p.13) Al replantearse el análisis de las civilizaciones, no sólo debe considerarse la propuesta de Huntington, quien insistió en ése concepto unitario de civilizaciones. Los liberales siguen una

lógica inversa. A diferencia de Huntington, ellos son a menudo más

dispuestos a reconocer la existencia de programas culturales en una sola civilización. Adicionalmente, intentan evitar que se singularice o se estandarice un concepto de conducta intercivilizacional, bajo un estereotipo de “buenos” y “malos”. Katzestein estima que un punto de partida obligado en este sentido, radica en profundizar sobre conceptos claves en las civilizaciones, así como intentar abordar la esencia de la tensión civilizacional. En este sentido, cuestiona lo que se ha llamado “la ilusión de la singularidad” es decir, no se debe pensar únicamente en conceptos unitarios y en las teorías tradicionales, en virtud de que hay que reconocer la complejidad existente en el mundo la política, de los procesos de cambio, a fin de optar por las estrategias políticas adecuadas (p. 12). Las civilizaciones están basadas en formas urbanas de vida y en una división de trabajo. Existe una perspectiva fundamental sobre la civilización. Katzestein plantea la visión plural de las civilizaciones, partiendo de su concepción como un sistema de conocimientos y prácticas que se diferencian y se enlazan, en un competitivo sistema internacional con sus respectivas manifestaciones religiosas y literarias. En este contexto, resulta pertinente detenerse en dos trabajos que han sido particularmente esclarecedores para entender este asunto. Estos son “Occidentalismo - Una breve historia de anti-occidentalismo” (2004) de Buruma y Margalit y el libro “Orientalismo” de Said (1979). A juicio de quien elabora este Trabajo, ambas posturas sobre las civilizaciones, tienden a facilitar el análisis, más que a problematizarlo, lo cual es casi que obligado en una realidad complicada por rígidas ideas preconcebidas. La definición de problemas políticos y las soluciones, deben pasar por no dar por sentado, lo que debe ser cuestionado. El trabajo de Buruma y Margalit parte de una reflexión crítica sobre los orígenes de los puntos de vista anti-occidentales y las formas que han adoptado.

Si bien en

Orientalismo, Said se centra en creencias generalizadas y suposiciones sobre el Oriente, Occidentalismo examina sobre visiones comunes, negativas, asociadas con Occidente.


En palabras de Buruma y Margalit (2004: p. 15) cada quien tiene distintas razones para odiar a Occidente. No es posible amontonar a los enemigos izquierdistas del “imperialismo estadounidense” en el mismo saco que los islamistas radicales. Ambos grupos detestan la penetración global de la cultura y del poder empresarial norteamericano, pero sus finalidades políticas no se podrían comparar con provecho. Se asume que los autores proporcionan una mirada en conjunto de un tema, que posee una gran relevancia en el área de las Ciencias Sociales para el siglo XXI, considerando la frecuencia con la que se habla de posturas antioccidentales, sobre todo en décadas anteriores. La imagen deshumanizadora de Occidente que pintan sus detractores, es precisamente lo que se ha denominado como occidentalismo. Insisten en examinar este racimo de prejuicios y rastrear sus raíces históricas (p.16). Esta actual tendencia puede ser explicada principalmente por las repercusiones de procesos como las migraciones en el marco de la globalización, en el contexto de políticas culturales vinculadas a Estados Unidos y Gran Bretaña, reconocidos como los epítomes de Occidente. Hacen una revisión histórica, intentando demostrar cuán profundamente entrelazadas se encuentran las ideas que se tiene de lo occidental y de lo oriental, al tiempo que estiman que tanto una como otra visión, no son necesariamente un producto exclusivo mutuo. En sus palabras, una forma de describir el occidentalismo, sería rastrear la historia de todos sus engarces y solapamientos, desde la Contrarreforma hasta la ContraIlustración en Europa, pasando por muchas variedades del fascismo y del nacionalsocialismo, que se han dado en Oriente y Occidente, hasta llegar al anticapitalismo y la antiglobalización y, por último, los extremismos religiosos que hoy “atruenan” en tantos lugares (p.21) La hostilidad hacia la noción de ciudad, es un aspecto del occidentalismo, que alcanzó un clímax impactante en el marco del 11 de septiembre de 2001 en el ataque a Nueva York, ciudad caracterizada por el comercio, el capitalismo y el cosmopolitismo. En sus palabras, Nueva York se había convertido en una suerte de la “Babilonia Moderna.” El mundo occidental es presentado como adicto al materialismo, criticado por el islamismo, que es la religión principal, fuente de críticas del occidentalismo hoy en día. Para dichos autores, el Islam ha conllevado a pensar en el Occidente como salvajes: adorando al falso dios del materialismo. Se convierte así en el mal, mientras que los creyentes genuinos son vistos como buenos y puros. Buruma y Margalit intentan demostrar que el Occidentalismo tiene una larga historia, que en gran parte se originó en el Oriente. Su trabajo recoge dos siglos de las ideas anti-occidentales, en el cual sostienen que la hostilidad de los extremistas islámicos


hacia los Estados Unidos no es sino la manifestación más reciente de una tensión siempre presente en la historia. Lo llaman el grupo de los prejuicios y las imágenes poco favorecedoras de Occidente por parte de sus enemigos. Posteriormente aparecen temas vinculados directamente a otras variantes del occidentalismo: el pecado y el desarraigo de la vida urbana, la corrupción del espíritu humano en una sociedad materialista, impulsado por el mercado. Continuando con la estructura de la obra analizada, estudian a los enemigos de Occidente, porque bajo la premisa de que sin el entendimiento profundo de quienes odian a Occidente, no se puede tener la esperanza de impedir que destruyan a la humanidad. Se preguntan: ¿Quiénes son? A lo largo del tiempo lo han sido muchos, algunos de los cuales, como Japón, han terminado formando parte acabado formado parte del Occidente que atacaban. En el pasado más reciente han sido los totalitarismos fascistas y comunistas. Y, en la actualidad, fundamentalmente, los grandes enemigos son aquellos que confunden y mezclan la autoridad religiosa con el poder político: sin duda los regímenes islámicos, que ambos autores critican con contundencia. En sus palabras, “el Islam fue una idea revolucionaria enroscada en el fondo en una revolución secularista, que ha asesinado a miles de árabes” (p.150). Estiman, que si se lleva a cabo una investigación profunda sobre los estereotipos hostiles del mundo occidental que alimentan el odio de movimientos tales como Al Qaeda, se encontrará que aún cuando el virus anti-occidental halla su razón en determinadas partes del mundo islámico, tiene en realidad, sus orígenes en el propio Occidente. No se aventuran a dar posibles respuestas, y explican que la repugnancia por Occidente, e incluso el odio a Occidente no es sí misma una cuestión de gravedad; algo si pareciera quedar claro en su estudio: pase lo que pase, se puede desenvolver como un drama histórico largo y violento. (p.152) Las conclusiones a las cuales llegan, lucen como recomendaciones sobre los que no debe pensarse al abordar esta problemática. La primera es que Occidente no está en guerra con el Islam. Por el contrario, es precisamente dentro del mundo musulmán donde fundamentalmente se desarrolla el enfrentamiento. Advierte que hay que rehuir la “parálisis de la culpa” por el pasado colonial; asumirlo sí, pero se trata de no ser condescendientes con quienes cometan crímenes basándose en este precepto,

(en todos los

países se puede encontrar, tanto en la actualidad como a lo largo de la historia, emanaciones occidentalistas); por otra parte, es un error considerar la religión organizada como el principal problema, al contrario, aunque las garantías no son totales, puede funcionar. Finalmente, precisan que el odio a Occidente no es en sí mismo una cuestión grave, el occidentalismo se torna peligroso cuando se une a un poder político dictatorial, cuya ideología se alimenta de ese tipo de resentimiento.


Contrariamente a lo que podría pensarse, en "Orientalismo" Said (1979) no hace un relato de viajeros europeos por Egipto y otros países árabes: muestra una realidad mucho más compleja. Así lo narra extraordinariamente, Juan Goytisolo en el prólogo de dicho libro (versión en español). Said va mucho más allá, cuando explora el universo árabe musulmán, en un trabajo que recoge diferentes facetas, que se debate entre la ficción y la realidad. Para Said, el orientalismo no es “una estructura de mentiras o de mitos que se desvanecerían si dijéramos la verdad” (p.26). El autor propone concebir al Orientalismo, como una suerte de disciplina sistemática a través de la cual la cultura europea ha sido capaz de manipular e incluso dirigir Oriente, desde un punto de vista político, sociológico, militar, ideológico, científico e imaginario, a partir del período posterior a la Ilustración. Correspondería propiamente a un discurso, o como el mismo autor señala, a "la distribución de cierta conciencia geopolítica en unos textos estéticos, eruditos, económicos, sociológicos, históricos y filológicos" sumada a un conjunto de “sueños, imágenes y vocabularios que se encuentran a disposición de cualquiera que quiera hablar de lo que se encuentra al este de una línea de demarcación geográfica tan arbitraria como inflexible, que imaginariamente divide el mundo entre dos bloques principales, Oriente y Occidente - "ellos" y "nosotros"- (p.27). Se comparte que el trabajo titulado: "Orientalismo" se funda sobre una base teórica según la cual,

literatura y cultura no son "inocentes" política e históricamente

hablando y que debe ser analizadas en forma conjunta para ser mejor comprendidas. A juicio de Said, no hay nada parecido a una idea inocente sobre "Oriente". Por el contrario, uno de los propósitos de "Orientalismo" es demostrar cómo ha existido una completa red de intereses que inevitablemente se ponen en funcionamiento Prueba de lo anterior, es el Islam. Tras reafirmar que ha estado mal representado en Occidente, Said argumenta que existe un sistema organizado, un pozo de intereses que han propuesto un puñado de ideas básicas y básicamente inmutables sobre el Islam, que sólo lo han presentado erróneamente como una religión, sin ofrecer ninguna idea colectiva del Islam como historia (pp.398-399). Esta reflexión le lleva a concluir que las representaciones deben ocupar su sitio en el marco de una tradición de pensamiento que viene determinada por la historia, y por una tradición común de discurso. Persiste en el autor, la idea de revisar y reformular unas experiencias históricas, y aunque las desigualdades persistan, el Orientalismo seguirá siendo la razón de su interés, como fenómeno cultural y político (p.461). Desde una óptica analítica, ambas posturas -Occidentalismo y Orientalismo- dan cuenta de la importancia que reviste adoptar una visión pluralista de las civilizaciones,


que debe ser reforzada por el contexto en el cual se integran y del manejo que hagan de conceptos que las identifican. Hay valores compartidos como el intento de alcanzar el bienestar, que es una prerrogativa inherente a cualquier civilización Una aproximación adecuada de las civilizaciones debe estar concebida sobre la base de sistemas más o menos integrados, que generan debates y controversias. Las civilizaciones en un sentido amplio, deben reconocer la existencia de valores compartidos. Tal concepción pluralista de la civilización, está en sintonía con el surgimiento de nuevas fuerzas, culturales y políticas, que reflejan precisamente la riqueza de las diferentes civilizaciones. Finalmente, hay que destacar la importancia que ha adquirido lo cultural y lo “civilizacional” en el contexto de las relaciones internacionales.

Las civilizaciones

deben ser asumidas en el actual contexto global, donde es si bien es cierto, resulta muy importantes el conocimiento y la tecnología, debe reconocerse su relevancia como unidades de análisis, sin perder su carácter distintivo. Eisenstadt (2002) ha denominado lo anterior como “modernidades múltiples” a fin de superar la visión de concebir al mundo en términos unitarios. Se debe trascender a discusiones más profundas sobre el tema y aunque no puede ser calificada como una postura teórica acabada, la discusión sobre la cultura, identidad y civilización, ha cobrado un renovado interés en el área.

CAPITULO CUATRO. LA PERSPECTIVA DISCIPLINARIA. Este articulo, ofrece la oportunidad para analizar, la existencia de una disciplina, con la cual se está en contacto a diario. Stanley Hoffmann (1987) señaló más de veinte años atrás, que los estudiantes de Relaciones Internacionales tenían dos motivos para estar insatisfechos: el estado del mundo y el estado de la disciplina. Hoy es posible afirmar que existen menos razones para estar insatisfechos, no porque el estado del mundo sea motivo de alegría, sino porque la disciplina de Relaciones Internacionales, ha propuesto debates significativos, en los planos epistemológicos, ontológicos y metodológicos. Las Relaciones Internacionales es una disciplina en ascenso. El fin de la Guerra Fría, la globalización, la integración y los atentados del 11 de septiembre de 2001, han motivado no sólo a que se origine un gran interés, en “contarle al mundo acerca del


mundo”, sino que se replantee hacia donde se dirige la actual discusión teórica en este ámbito, que es el tema central de esta investigación. Persisten algunas discusiones en esta área: aún se sigue haciendo alusión a la supuesta “juventud” de la disciplina; otros dudan de su autonomía; algunos de su objeto de estudio y otros la ven como la codificación teórica de políticas de poder llevadas a cabo por los estados más poderosos y por lo tanto de poca utilidad para la gran mayoría de los Estados. Buzan y Little (2001:p.19) sugieren que más allá de estos discusiones, lo importante es que en definitiva RRII sirve como un claro espacio de identidad para una comunidad intelectual que abarca varios miles de personas.

Weaver (2004) apunta que la disciplina RRII, está conformada por un número relativamente limitado de

propuestas teóricas y paradigmas que han definido los

debates existentes. En todo caso, la estructura de la disciplina puede ser examinada de maneras diversas y de acuerdo a diferentes criterios. En el Capítulo I ó Introductorio, ya se hizo mención de los principales debates existentes. Un informe publicado por Área de Teoría de las Relaciones Internacionales del Instituto de Investigación en Ciencias Sociales (IDICSO) de la Universidad del Salvador, Argentina (2005), se presenta la evolución teórica de la disciplina, en lo que denominan “cinco escenas”. Por su gran potencial explicativo, - sin ser excluyente con la ya conocida metodología de los debates -serán resumidas a continuación, para posteriormente abordar el estado actual de la discusión para las Relaciones Internacionales. Primera escena. Se forma el campo en los Estados Unidos, luego de la Segunda Guerra Mundial y debido a un conjunto de contextos políticos, culturas institucionales y predisposiciones intelectuales (Hoffmann, 1987). En su etapa inicial, el campo generó dos posiciones. Por un lado, apareció el Análisis de Política Exterior (APE). Por el otro, los estudios de Política Internacional (PI). El APE intentó investigar la política exterior de los estados a partir de los atributos internos al estado: tipo de régimen, burocracia, percepciones de la elite, el rol del lobby, etc. Los analistas de PI intentaron investigar la política exterior de los estados a partir de los atributos del sistema internacional: distribución de poder entre los estados; el rol de las instituciones internacionales o el rol de la interdependencia económica. El centro del campo fue ocupado por la perspectiva realista en Relaciones


Internacionales. La perspectiva idealista fue superada, por pensar la realidad internacional en función del deber ser y no del es. Segunda escena. El campo fue adquiriendo cada vez más una epistemología holista y un concepto de ciencia asociado con la noción de sistema. En este lenguaje, el Análisis de Política Exterior sería ‘reduccionista’ porque intentaba estudiar el todo (el sistema internacional) a partir del conocimiento de las partes (los estados). La Política Internacional sería sistémica porque intentaba estudiar a las partes a partir de la comprensión del todo, para Waltz (1979). De esta manera, el APE quedaría desacreditado como reduccionista y por lo tanto como poco científico. La disciplina concluyó que una teoría no es sobre todo, sino sobre algo y que para comprender la naturaleza de la política internacional era necesario tomar a los estados como actores dados y no problematizarlos: no podría haber teoría sistémica si al mismo tiempo se intentaba desconstruir las unidades. Las teorías sistémicas (realistas y liberales) ocuparon el monopolio de la producción científica. El marxismo quedó excluido por no incorporar categorías fundacionales de la disciplina. Tercera escena. Tanto el realismo como el liberalismo se convirtieron entonces en las teorías sistémicas dominantes, esta vez bajo la etiqueta de neorrealismo y neoliberalismo,

siendo

representadas

por

Waltz

(1988)

y

Keohane

(1993)

sucesivamente. Ambas asumieron una epistemología positivista. Compartieron las características del estado como un actor egoísta, unitario, racional y cuyo objetivo es maximizar beneficios en un mundo anárquico. La diferencia pasó más que nada por el rol de las instituciones internacionales o la interdependencia en disminuir el conflicto entre Estados, según Baldwin (1993).

Para el realismo, la política internacional es un juego de poder y repetición en donde los estados participan en el juego de la auto-ayuda. Para los liberales, la política internacional es un juego de poder, pero el progreso es posible y los estados pueden jugar el juego de la especialización internacional bajo esquemas cooperativos. Se estabiliza la propuesta de los Regímenes Internacionales, en el marco del dialogo Neo-Neo. Cuarta escena. Comienzan a aparecer nuevos enfoques teóricos que problematizaron la noción de “anarquía”, en lo sostenido por Wendt (1992), de “positivismo” por parte de Smith (1996). Estas perspectivas aparecieron bajo varios nombres: ‘postestructuralismo’, ‘feminismo’, ‘constructivismo’, entre otras. La identidad y la seguridad comenzaron a ocupar un lugar central en esta nueva agenda teórica. Para estas


perspectivas, problematizar acerca de la identidad, hacía necesario entender al estado como agente social. Quinta escena. El campo quedó estructurado a partir de tres macro perspectivas. Weaver (1996) plantea que los liberales y realistas reflexionaron que lo que los une es más fuerte que lo que los distingue entre sí y conformaron una suerte de síntesis teórica o “alianza estratégica”. Una segunda perspectiva se presenta como la más radical y se estructuró a partir del pensamiento de teóricos ajenos a la disciplina, como Michel Foucault o Jacques Derridá. Una tercera perspectiva (el constructivismo) adoptó la

estrategia de

alternativa intermedia, y se propuso investigar las relaciones internacionales combinando una epistemología positivista (como los realistas y liberales) con una ontología post-positivista (como los post-estructuralistas). Tanto las perspectivas constructivistas como el post-estructuralismo han iniciado un regreso al estado como unidad de análisis. El campo está dejando de estar dominado por las teorías sistémicas. Se observa una vuelta a los Análisis de Política Exterior, pero esta vez no en términos institucionales ni sistémicos sino a partir de los conceptos constructivistas y post-estructuralistas de identidad, género, discurso, comunidades epistémicas, etc. La Discusión Actual. Durante los últimos años, se producido un marcado interés por la Historia Disciplinaria de las relaciones internacionales,

ensamblando discusiones ya olvidadas,

desempolvando publicaciones no leídas, ofreciendo nuevas perspectivas a viejas preguntas. Duncan Bell, (2009), en su artículo titulado “Más allá de la historia de la disciplina”, explora algunas de las ventajas y de las trampas que supone, analizar la existencia misma de las modernas ciencias sociales. Para Bell, (2009: p.4), la historia intelectual de relaciones internacionales ha asumido varias formas en su evolución, centradas en el estudio de figuras importantes en la historia del pensamiento político, incluyendo Hobbes, Rousseau, Kant, entre otros; o en las concepciones de guerra, actores, dominación imperial y de capitalismo global. Las Relaciones internacionales tienen una historia relativamente breve, han madurado bastante y su producción teórica continúa deviniendo de la existencia de enfoques de otras disciplinas. Los paradigmas dominantes han cambiado con el paso del tiempo como resultado del ajuste a la realidad, pero también de la influencia de nuevas ideas que están repercutiendo en el acontecer internacional. Cada nueva tendencia tiene diferencias


en torno a sus unidades de análisis, sus marcos conceptuales y mecanismos de acción. El proceso globalizador ha creado espacios para estas nuevas alternativas teóricas. Pareciera que en todas ellas converge la necesidad de dar una mejor explicación al orden internacional existente que responda a las urgencias y necesidades del sistema internacional en aras de una mejor gobernabilidad global. Toda esta dinámica, incide en mayor o menor medida de acuerdo al contexto institucional de cada país y al grado de fortaleza que tengan para hacer frente a estas transformaciones, que son particularmente dramáticas en áreas como la política exterior y política económica. Este impacto, estará altamente condicionado por las experiencias históricas y grado de desarrollo de los Estados, en un mundo caracterizado por el avance tecnológico, en el cual la velocidad como vector de política y poder ha desplazado al tiempo y el espacio. En este contexto, Elsa Cardozo (2009:p.10) ha señalado la presencia ineludible de lo No-Estatal. Se han multiplicado asuntos e iniciativas ante las cuales el estado es insuficiente, en ocasiones disfuncional y en ciertos casos innecesarios para el fluir de relaciones y procesos en los que se difuminan las fronteras entre lo nacional y lo internacional. Existen actores muy diversos y de todas las gamas: Estados, empresas multinacionales, organizaciones regionales, grupos sociales, Organizaciones No Gubernamentales, individuos. Se habla de la transición de una matriz estatocéntrica a una sociocéntrica, en el manejo de los asuntos públicos. La política mundial, no puede ser analizada con las herramientas tradicionales que se han manejado en las relaciones internacionales. Siguiendo a Romero (2009:p.45) ha habido continuidad, pero también cambio. Los Estados comparten su rol con actores transnacionales, supra-estatales, en el marco de una interdependencia compleja y asimétrica. Hay que destacar, que en esa transición, el mundo sólo puede ser conocido a través de una visión amplia del fenómeno político. El Estado deja de tener el monopolio de la representación de su comunidad política, lo cual implica replantear aspectos como la democracia, Conviene detenerse en el impacto de lo anterior para América Latina; en tanto se sostiene que el enfoque dominante de la disciplina para la región, no se ha ajustado plenamente a una mirada crítica desde los países latinoamericanos. Es necesario cuestionar la aplicabilidad de conceptos y su eventual redefinición, con el único objeto de entender mejor la realidad.


No resulta sencillo comprender la importancia de un “aporte local”, en virtud de que en relaciones internacionales, significa romper con diseños establecidos y asumir, que en muchos casos, la condición de países “en vías de desarrollo” es producto de desaciertos propios y de la imposibilidad de reunir las condiciones para salir de ésa situación, tal como acota Falomirt (2009: p.166). Desde una perspectiva amplia, el campo teórico de las Relaciones internacionales se ha bifurcado: La síntesis realista/liberal sigue predominando en Estados Unidos; el Post-estructuralismo permanece en Europa y el Constructivismo Social sigue ganado partidarios en todo el mundo. Buzan y Little (2001,p:32) realizan un planteamiento muy interesante, al asegurar que las Relaciones Internacionales son una disciplina que importa mucho más de lo que exporta no sólo en lo que respecta a autores y conceptos, sino también con relación a los debates:

La teoría realista importó de Tucídides, Maquiavelo y Hobbes. Las teorías liberales hicieron lo propio con Locke, Kant o Adam Smith. El realismo estructural se apropió de conceptos económicos y sociológicos Durkheimianos… La idea de ‘sistema internacional’ surgió en un momento en donde las Ciencias Sociales mostraban una clara preferencia por los abordajes sistémicos. El constructivismo a su vez tomó elementos de la Psicología Social, la Sociología o la Lingüística. Los post-estructuralistas basaron sus críticas al realismo a partir de autores como Michel Foucault o Jacques Derrida. Pero RRII no sólo importó autores y conceptos sino también debates enteros entre, por ejemplo, realistas versus idealistas, sistémicos versus reduccionistas, materialistas versus ideacionistas, positivismo versus post-positivismo o el debate agente/estructura.

Estos

debates

han

reproducido

oposiciones

intelectuales formadas en el pasado y dentro de contextos diferentes, careciendo en muchos casos del conocimiento que les da lugar en primer lugar….

En este orden de ideas, cabe preguntarse si las Relaciones Internacionales, tiene el monopolio en la producción de conocimientos y conceptos sobre relaciones internacionales? Quizás no haya respuesta concreta para esta interrogante, lo que si


luce claro es que se sigue apuntando hacia un espectro multidisiciplinario, el cual se nutre del abordaje que de lo internacional, hacen otras áreas de estudio. Lo anterior, coloca en primer plano, un asunto de Interés Permanente: la existencia de un cuerpo propio de conocimientos que la habilitan como un campo autónomo. Esta inquietud, que data desde su aparición como disciplina, es producto de una reflexión profunda acerca del status epistemológico. Por último, merece la pena destacar algunas de las idea central planteada por Fred Halliday

(2009), en su discurso de despedida, concluyendo veinticinco años

enseñando en la London School of Economics and Political Science,

en el cual

analiza aspectos de la realidad cambiante y del contexto intelectual de Relaciones Internacionales. Para el autor,” hoy” es el momento para analizar sobre la necesidad y la vitalidad de la reflexión académica sobre las relaciones internacionales. Reconoce que se debe trascender el pensamiento convencional en el tema de la globalización, abordar tópicos como la sociedad civil global. Afirma, que por encima de cualquier consideración, las Relaciones Internacionales deben asumir la complejidad de un compromiso con los valores mundiales. (2009:p.47). La política mundial ha cambiado significativamente, esto implica transformaciones en la forma en que se piensa sobre las relaciones internacionales. Es importante considerar los cambios globales y su influencia sobre el conocimiento y lo cotidiano. En la realidad, analistas e instituciones utilizan de manera entremezclada y constitutiva las ideas y las circunstancias prácticas y materiales. Sin embargo, vale la pena abordar estos cambios desde una perspectiva disciplinaria, mediante la dilucidación y la interacción teórica y práctica.

CAPITULO V. CONCLUSIONES. Siempre habrá historias que contar de las relaciones internacionales. Unas, vinculadas a las estructuras, y procesos, y otras que relacionadas con enfoques, teorías y tendencias. Ambas han dominado la disciplina, sin olvidar los significados que las relaciones internacionales tienen para los Estados y para otros actores de la política mundial. En cualquier intento de aproximación teórica que se haga a este ámbito, estará siempre presente el tema de los “Debates”. Romero (2008, p: 25) sostiene que han jugado un papel de especial importancia en la Teoría de las Relaciones Internacionales y está presente en los pensa de estudios de los cada día más


numerosos programas universitarios sobre el área. Sin embargo, en el mundo, existe un variado reservorio de escuelas, autores y perspectivas que van mucho más allá de los límites de esos debates. Adicionalmente, se estaba evolucionado hacia una Disciplina, que exhibía una suerte de estabilidad teórica, de su enriquecimiento por otras áreas del conocimiento, lo que la convierte en un terreno mixto y cambiante. Se asiste a la convergencia de las Relaciones Internacionales con la filosofía del conocimiento, que no sólo ha conllevado a sólidas críticas hacia el positivismo y los enfoques empírico analíticos en sus pretensiones de explicar la realidad, sino que se había generado una nueva agenda con especial énfasis en el lenguaje, y en la construcción de identidades y significados en todas sus formas. Lo anterior dio lugar a la conformación del llamado “Cuarto Debate”, el cual sugería la superación de concepciones que separaba lo externo de lo interno, de la posibilidad de un interés nacional y una anarquía mundial y en dónde se justificaba la imagen de la “bola de billar”. Del otro lado, y desde una visión contraria, se defendía la primacía de la norma sobre el poder, de la cooperación sobre el conflicto y de las ideas sobre el pragmatismo. (Salomón, 2002). Para fines de la década de los noventa, surgió paulatinamente las bases para un retorno del Realismo “puro” en diversos programas universitarios de docencia y de investigación, así como en interesantes publicaciones que invitaban a repensar el estado de la Disciplina, a defenderla de quienes estaban decretando su extinción, por quedarse aparentemente sin objeto de estudio: las relaciones internacionales entre Estados y motivando una discusión sobre el poder; entendido este factor como la base central de la política. (Nau, 2002). Los sucesos del 11-S le dieron un empujón significativo a estas propuestas, aunque no influyó de manera determinante en la posibilidad de un retorno al enfoque realista. La agenda internacional, exhibía la presencia de los “hard issues”, no sólo como consecuencia del cuestionamiento a los cursos de acción de instituciones internacionales como la Organización de las Naciones Unidas, sino por la respuesta de política exterior llevada a cabo por Estados Unidos: sus intervenciones en Afganistán y en Irak, en el marco de la lucha contra el terrorismo. Sin embargo, los eventos históricos constituyen fuentes casi inagotables de información, referentes, significadas y ejemplos para las relaciones internacionales. Lo ocurrido el 11-S, resalta de muchas maneras la actuación internacional de Estados


Unidos, a partir de la representación que se tiene de sí mismo. Al propio tiempo, este hecho conllevó a replantearse el abordaje teórico de la disciplina: Lo que se estaba gestando como el “Cuarto Debate” experimenta un “quiebre” en su proceso de maduración. No obstante, existe consenso académico, en torno a la vigencia del Constructivismo Social –enfoque que surge en el marco del citado debate- sobre todo por su capacidad explicativa para aprehender el comportamiento estatal en la política internacional. Merece la pena hacer algunas consideraciones. En su visión más fundamental, este enfoque sostiene que el individuo – en los aspectos cognoscitivos y sociales de comportamiento - no es un mero producto del ambiente, ni un simple resultado de la interacción entre esos dos factores. En consecuencia, el conocimiento no es una copia de la realidad, sino una construcción del ser humano, que se lleva a cabo con los esquemas que ya posee, con lo que modeló en su relación con el medio que lo rodea. Se le atribuye una naturaleza interactiva, que permite acercar y relacionar el objeto de estudio con el sujeto cognoscente. En suma, cada individuo es constructor de su propio conocimiento con base en esas dos premisas. Corresponde a Alexander Wendt, el mérito de proyectar este enfoque en la teoría de las relaciones internacionales. En 1992, publica uno de los artículos más famosos del Constructivismo Social, “Anarchy is What the State Make of It: The Social Construction of Power Politics”, aclarando que su intención es “tender un puente entre dos tradiciones: racionalistas y reflectivistas” (Wendt, 1992, pp.: 5). A partir de los supuestos anteriores, Wendt da cuenta del concepto de anarquía, que es el punto focal de trabajo. Los procesos de identidad que se construyen bajo la anarquía, conciernen en primer lugar, a la preservación de la seguridad de los Estados. Por supuesto, el concepto de seguridad, difiere para cada caso, depende de la forma en que cada uno identifique y perciba al otro, lo cual está altamente condicionado por la variación cognitiva del significado de la anarquía y de la variación del poder. La anarquía y la distribución del poder sólo tienen significado para la acción estatal, en virtud de la comprensión y expectativas que constituye la identidad institucional y los intereses. Tanto para los Estados, como para los seres humanos, las acciones dependerán de las probabilidades que se le asignen de que ocurran, entrando en juego una noción intersubjetiva, que se basa en el conocimiento y en las expectativas. Los sistemas competitivos de interacción, colocan en suspenso a los dilemas de seguridad, y la identidad se produce de acuerdo a la actividad situacional.


Más allá de la vigencia del Constructivismo Social, el 11-S generó incertidumbre en la disciplina; lo cual planteó la urgente necesidad, de cambiar los instrumentos teóricos y conceptuales manejados hasta entonces. De allí la idea de aproximarse al estado actual de la discusión teórica, sobre la base de tres directrices fundamentales que se erigen como consecuencias de este evento. Por una parte, se analizó la perspectiva histórica, la cual supuso por una parte, la irrupción de enfoques vinculados a una crítica realista a la política exterior de Estados Unidos: Smart Power (Poder inteligente) el propone el uso de todas las herramientas posibles de manera integral e inteligente: desde la literatura hasta la fuerza militar. Paralelamente se replanteó la priorización de la Seguridad, pero vinculada principalmente a la primacía de la vida; la tesis de la Paz Democrática como vía para lograr un sistema internacional pacífico. Esta perspectiva también conllevo a la promoción de una propuesta radical, lo que permitió que se remozaran viejas tesis antiimperialistas y marxistas, relacionadas a una posición antiglobalización. Por otro lado, se presentó a la perspectiva de las civilizaciones que pone de relieve temas como la identidad, la cultura, el multiculturalismo, como premisas básicas para observar el funcionamiento de las sociedades. El 11-S, represento una oportunidad para contrastar visiones políticas sobre crear y derribar muros. (Katzenstein, 2010, p: 22) La concepción pluralista de las civilizaciones y de las múltiples tradiciones, ofrece una dimensión más amplia que la concepción unitaria sobre la tradición. Lo anterior, siempre va a suponer debates y desacuerdos. Este autor considera que debe comenzarse por desmantelar los demostrativos genéricos, los cuales son calificativos nominales para designar, por ejemplo “musulmanes”, “occidentales”, “americanos” ó "esas personas”: Sólo contribuyen a la distancia entre yo y el otro, a la imposición de la uniformidad, en lugar de hacer hincapié en la pluralidad. (p.19). Por último, se examina

la perspectiva disciplinaria, lugar obligado en cualquier

acercamiento que se haga a evolución de las relaciones internacionales. No se trata de insistir en la sempiterna discusión sobre status epistemológico de las RRII. Sigue estando presente el problema de la totalidad del mundo. El campo de la disciplina no ofrece a sus pensadores un camino único hacia el conocimiento. Se vislumbra competencia y complejidad. En realidad la diferencia entre una escuela de pensamiento y otra, radica más en las interrogantes que plantea que


en las respuesta que da. Se debe indagar en la “naturaleza de la naturaleza”, es decir en la diversidad ontológica. En este orden ideas, se afirma que si bien es cierto, todas estas transformaciones, perspectivas de análisis, suponen espacios que de alguna forma estarían conformando un “Quinto Debate, es igualmente cierto que aún no ha logrado su total madurez como propuesta metodológica, por tanto, se sugiere ubicarse en la idea de “aproximación critica·. Dado su carácter de acercamiento inicial, resulta difícil extraer conclusiones definitivas sobre el estado preciso de la teoría de las relaciones internacionales de la disciplina. La tarea por venir, debe basarse en seguir reflexionando sobre la pertinencia de las herramientas existentes e ir creando imágenes para entender el entramado internacional. Por último, se espera que esta aproximación pueda estimular abordajes posteriores o al menos, despertar reacciones -aunque sean encontradas!- por parte de quienes se sitúan en este ámbito. Después de todo, los teóricos en esta disciplina necesitan y quieren seguir siendo escuchados. .

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3ras. Jornadas de Relaciones Internacionales FLACSO | 25 y 26 de Octubre de 2012

Post-Neoliberalismo en SudamĂŠrica: en busca del paradigma perdido Arenas GarcĂ­a, Nahuel Iniciativa Sudamericana para el Desarrollo


“Durante la última década, América Latina - y particularmente Sudamérica ha sido el terreno de disputa y resistencia a la hegemonía del neoliberalismo, de la mano de gobiernos y movimientos sociales. Muchos autores han afirmado que se trata de un viraje hacia la izquierda de los latinoamericanos como reflejo de la frustración con el fracaso del modelo neo-liberal que marcó las décadas precedentes. Este trabajo explora algunas de las políticas superadoras del neo-liberalismo que han sido o están siendo implementadas en la región y examina la emergencia de un nuevo modelo denominado ‘post-neoliberal’. Se argumenta que mientras los gobiernos llamados post-neoliberales han mostrado una mayor “sensibilidad social” aún se observa en muchos países cierta continuidad de la doctrina neoliberal y de las estructuras de poder que reproducen la exclusión social y la desigualdad. El “post-neoliberalismo” se trata todavía de una búsqueda inacabada.”


Introducción: La Alternativa Latinoamericana En 1998, Inácio Lula da Silva formaba parte de un grupo de líderes, políticos e intelectuales Latinoamericanos que se reunían bajo iniciativa del filósofo y político Brasileño, Roberto Mangabeira Unger, y del intelectual y político Mexicano, Jorge Castañeda. Surgido del centro y de la izquierda, este grupo se convocaba “en busca del paradigma perdido” (Mangabeira Unger y Castañeda, 1997). Aquellos encuentros darían luz a un manifiesto denominado la Alternativa Latinoamericana: “Conscientes que tanto el reinante fundamentalismo de mercado como el desarrollismo populista y proteccionista del pasado son hoy en día infructuosos”, dice el documento, “estamos fuertemente determinados a superar las políticas que han elevado el status del mercado de un instrumento a una religión… Proponiendo la democratización de la economía de mercado, avanzamos un enfoque alternativo”. La crítica al neoliberalismo se contrastaba con propuestas como las de garantizar el “derecho social” a la educación y al trabajo y fomentar el seguimiento ciudadano del gasto municipal. Cinco años más tarde, el ya presidente de Brasil, Lula da Silva, y el presidente de Argentina, Néstor Kirchner, se reunieron en Buenos Aires con el objetivo de dar un mensaje de consenso en las cuestiones claves que guiarían sus mandatos. El bienestar de las personas, la justicia social y la libertad eran aspectos claves de ese mensaje. No sólo Argentina y Brasil se comprometían a impulsar un desarrollo económico que no se desentienda de la necesidad de luchar contra la desigualdad, sino que alrededor de valores y tradiciones compartidas, ambos países acordaban tener una posición común frente a las instituciones internacionales. Esta visión compartida se materializó en un documento llamado Consenso de Buenos Aires, que pretendía enviar un mensaje de contraposición al Consenso de Washington y de apertura de un nuevo capítulo en el desarrollo de la región. La Búsqueda del Paradigma Perdido Durante la última década, América Latina - y particularmente Sudamérica – ha sido el terreno de disputa y resistencia de diferentes gobiernos y movimientos sociales a la hegemonía del neoliberalismo. Este giro a la izquierda, del elector Latinoamericano ha sido leído como el fruto de la frustración con el modelo neo-liberal que marcó la región durante las décadas anteriores. De hecho, América Latina ha atravesado varios ciclos de triunfos y derrotas, oscilaciones entre éxitos y claras retrocesos de la izquierda. Siguiendo a Sader (2008), podría observarse un primer ciclo que se abre con la victoria de la Revolución Cubana en 1959 y se extiende hasta la muerte del Che en


1967. En ese período, la expansión

de movimientos de guerrilla en Venezuela,

Guatemala y Perú siguieron a aquellas de Colombia y a Nicaragua, y movilizaciones en masa contra las dictaduras se observaron en otros países, como es el caso de Brasil. Un segundo ciclo, de reveses y resistencia, puede distinguirse entre 1967 y 1973. Las guerrillas rurales menguarán frente a la emergencia de guerrillas urbanas en Argentina, Brasil y Uruguay. El gobierno electo de Salvador Allende en Chile, en 1970, y su muerte en el golpe de 1973 son eventos que forman parte de este período mixto. De 1973 a 1979 las dictaduras se consolidan en el Cono Sur, y el modelo neoliberal comienza a ser desplegado por Pinochet en Chile. La década de los 80’s es, sin embargo, un periodo de progreso para la izquierda, con la victoria Sandinista en Nicaragua, guerrillas expandiéndose en El Salvador, y con Castro siendo elegido para encabezar el Movimiento de Países No-Alineados. De 1990 a 1998, la hegemonía neoliberal se instala en la región: Menem en Argentina, Cardoso en Brasil, Fujimori en Perú, Pérez en Venezuela y el PRI en México. Incluso la Concertación en Chile, una coalición de Socialistas y Demócratas Cristianos, continuarían implementando las políticas económicas neoliberales de gobiernos anteriores. Muchos autores, no obstante, identifican la asunción de Chávez al poder en Venezuela, en 1998, como un punto de inflexión que abriría un nuevo ciclo de progreso para la izquierda.1 El lanzamiento en el 2001 del Foro Social Mundial en Puerto Alegre, y la elección de Lula da Silva y el Partido de los Trabajadores (PT) en el 2002 son momentos decisivos que han sido acompañados del establecimiento de gobiernos de izquierda o centro-izquierda en Argentina, Uruguay, Bolivia, Nicaragua, Ecuador, Chile y Paraguay. El impulso de iniciativas de integración regional como la Alianza Bolivariana de los Pueblos de nuestra América (ALBA),2 la expansión del Mercosur, la creación de UNASUR en el 2008,3 y el establecimiento del Banco del Sur en el 2009 reflejan una búsqueda de mayor autonomía regional enmarcada en nuevos consensos. Un sector de la academia se ha referido a los actores e iniciativas de este ultimo período como “la nueva izquierda Latinoamericana”,4 siendo incluso caracterizado 1

Ver, por ejemplo, Panizza (2009), Macdonald & Ruckert (2009), Castañeda 2008 y Sader 2008. Otros autores identifican otros momentos decisivos que marcan la insurgencia contra las políticas de ajuste neoliberal en Latinoamérica; ellos son el Caracazo Venezolano de 1989 (ver Beasley-Murray, J., 2007; Lomnitz, 2006), el levantamiento Zapatista de 1994 (Rodríguez-Garavito et al. 2008), o la caída en el 2001 del Presidente De La Rúa en Argentina y el ¡Que se vayan todos! como un momento icónico de reacción a las políticas y los políticos asociados al fracaso de las políticas neoliberales de ajuste (Arditi 2008: 65). 2 Una alternativa al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). 3 Organización que integra a todos los países de América del Sur, exceptuando el territorio de Guyana francesa. 4 Ver, por ejemplo, Rodríguez-Garavito, Barret & Chavez 2008; Vilas, 2006; Wong, 2004.


como un proceso político distintivo (Wong 2004). Según lo ha expresado el sociólogo y actual vice-presidente de Bolivia, Alvaro García Linera, “el continente en su conjunto está atravesando un proceso muy interesante de renovación de las ideas, de la política y de sus estructuras sociales, de hecho es el continente más progresista del planeta. Desde aquí se están pensando los horizontes del futuro; en otros continentes [están] todavía pensando como mantener, reproducir, conservar y ampliar la vieja estructura económica y política neoliberal, [mientras que] algunos con más o menos desarrollo [estamos] pensando en cómo construir una estructura post-neoliberal”.5 Este trabajo hace un examen general del escenario político de la última década en América Latina (con especial foco en Sudamérica) y se cuestiona de manera crítica sobre cuan pertinente es denominar a tal período como post-neoliberal. Para ello analizamos en primer lugar el precedente; es decir, el agotamiento del modelo neoliberal y el costo social de las reformas, las cuales dispararon el descontento y la búsqueda de alternativas progresistas. En segundo lugar examinamos el surgimiento de la denominada “nueva izquierda” y la búsqueda del modelo post-neoliberal en el marco de la última década. Creemos que esta década no es homogénea e identificamos tres períodos: un primer período de surgimiento, del 2002 al 2005, caracterizado por la elección de Lula da Silva y el Partido de los trabajadores (PT) en Brasil, la transición post-¡que se vayan todos! en Argentina y la asunción de Néstor Kirchner, y cerrado con el rechazo al ALCA en la IV Cumbre de las Américas y las elecciones ganadas por Evo Morales en Bolivia a fines del 2005. Este primer período marca la aparición firme de la nueva izquierda en la escena política regional con fuertes mensajes que se contraponen al modelo neoliberal. En el segundo período, del 2006 al 2010, hay una consolidación de la tendencia, o despliegue, con la elección y re-elección de gobiernos de izquierda o centro-izquierda, y una materialización física (y/o estructural) del modelo, con la implementación de políticas a nivel nacional y regional. Son ejemplos de esta consolidación y materialización la entrada en vigencia de las nuevas constituciones de Bolivia y Ecuador, la reelección de Lula y Chávez, el lanzamiento del “Socialismo del SXXI”, y la creación de la UNASUR. Si bien se trata de gobiernos heterogéneos y contextos diferentes de cada país, se reproducen las referencias a los diferentes modelos y al contexto regional como “post-neoliberal”.

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Revista Renacer, 2007.‘Entrevista a Alvaro García Linera: Del Empate Catastrófico al Desempate Conflictivo’. Renacer, 138 (online) Disponible en: http://renacerbol.com.ar/edicion138/bolivia16.htm (Accedido el 31 de Julio de 2012).


El 2010 es un año de transición, pero abre la puerta a un tercer período, todavía vigente e inacabado, donde comienzan a evidenciarse fisuras en el modelo y / o una tendencia a la radicalización. En Bolivia y Ecuador se viven fuertes protestas indígenas y se crean escisiones en lo que fue la base social de los regímenes en el poder. Con la muerte de Néstor Kirchner y la reelección de Cristina Fernández en Argentina, cambian las alianzas – o se crean escisiones en el gobierno y en sus alianzas políticas - y aumenta el recelo contra las nuevas políticas económicas implementadas para controlar los crecientes niveles de inflación (control del cambio de divisas, restricciones a las importaciones, etc.). La Sociedad Interamericana de Prensa, entre otras instituciones, ha denunciado en sus informes y resoluciones la creciente amenaza contra la libertad de prensa y expresión, particularmente en Venezuela, Ecuador y Argentina.6 En Chile y en Colombia gana la derecha, y en Perú Humala enfrenta fuertes conflictos sociales que lo obligan a realizar numerosos cambios de gabinete. La oposición gana peso en Venezuela frente a las elecciones de Octubre 2012 y ante el misterio que cubre la salud de Chávez, quien busca una vez más su propia reelección. Hay, según el Latinobarómetro, un “giro al centro” que no sólo se ve reflejado en las elecciones de Chile y Colombia, pero también dentro de cierta izquierda como la de Rousseff en Brasil. El crecimiento medio de Brasil (convertido en la sexta economía mundial recientemente) cayó del 7,5% anual en 2010 a un 0,3% en el último trimestre del 2011.7 Un informe de Naciones Unidas pronostica un crecimiento del 2,7% para el 2012.8 Si bien el apoyo a Dilma Rousseff continúa siendo sólido – 62% según una encuesta publicada por Datafolha en Agosto 20129 - , la capacidad del Rousseff de restaurar el crecimiento y la competitividad es un desafío decisivo de cara a las elecciones del 2014. Consideramos que sería interesante tomar estos tres períodos como eje de análisis, pero dejamos tal ejercicio para un trabajo posterior. En este trabajo simplemente nos interesa usar esta referencia para subrayar que identificamos un primer momento, de cambios socio-políticos importantes en la región que generan muchas expectativas; un segundo momento, donde algunos países toman más riesgos que otros en la generación de alternativas políticas y de desarrollo pero en el cual se materializan en la región avances importantes; y un tercer momento, actual, que genera mayores interrogantes sobre la consolidación de un modelo “post-neoliberal” o superador del neoliberalismo.

6

Ver, por ejemplo, http://www.sipiapa.org/v4/reportes_resoluciones.php Instituto Brasileiro de Geografía e Estadística. 8 United Nations (2011), “World Economic Situation and Prospects 2012: Global Economic Outlook”. New York. 9 http://en.mercopress.com/2012/08/16/brazilian-president-riding-high-in-approval-ratings-despiteeconomic-slowdown 7


Finalmente, proponemos un análisis explorativo de algunas de las políticas implementadas en la última década en la región del cual concluimos que el postneoliberalismo ha sido y sigue siendo una búsqueda con aciertos y desaciertos. Si bien existen experiencias positivas de políticas que se alejan del modelo neoliberal y se dirigen hacia una distribución más equitativa de la riqueza, una reducción de la pobreza y una región mas cohesionada y autónoma, no se puede hablar de un abandono completo de ciertos axiomas del Consenso de Washington. El trabajo reconoce la heterogeneidad en la región, y la especificidad de los actores y contextos nacionales, por lo que nos enfrentamos a la imposibilidad de analizar cada uno de ellos en detalle y al riesgo de generar enunciados demasiado generales. Sin embargo, creemos que esta iniciativa explorativa permite identificar temáticas y procesos que merecerán una atención privilegiada para un examen futuro, y que permitirá enmarcarlos en un análisis necesario de las tendencias regionales.

Reformas Neoliberales en América Latina De un desarrollo dirigido por el Estado a uno dirigido por el Mercado A pesar de las reformas profundas sufridas, el desempeño económico de América Latina durante las ultimas tres décadas del SXX ha sido pobre, y muchas de sus deficiencias estructurales, en particular la pobreza y la desigualdad, se han intensificado (Martínez, Molyneux & Sánchez-Ancochea 2009). Desde fines de los ’70s a principios de los ’80s muchos países Latinoamericanos se embarcaron en una decisiva liberalización de sus economías, animados por y bajo la tutela de instituciones financieras internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial. Chile fue el pionero, comenzando a principios de los ’70s seguido por otros países en los ’80s y ‘90s – México en 1986, Argentina en 1988, Venezuela en 1989 y Brasil y Perú en 1990 (Baer & Maloney, 1997). La doctrina de la liberalización llegó a la región como respuesta al modelo de Industrialización por Substitución de Importaciones (ISI) y los Estados desarrollistas que caracterizaron las décadas precedentes. Particularmente, en ciertos países, las reformas neoliberales fueron introducidas como una manera de salir del estancamiento y controlar la inflación. La falta de divisas llevó a problemas con la balanza de pagos y volatilidad económica. El frágil e ineficiente sistema financiero doméstico resultó insostenible, y la fragilidad fiscal de las economías Latinoamericanas las hacía


incapaces de brindar el soporte necesario a las políticas industriales que el modelo buscaba incentivar. Esto, a su vez, resultó en déficits fiscales, inflación y acumulación de deuda. La ferocidad de la crisis abrió el camino para que la ideología neoliberal pueda convencer, primero y principal, a las elites Latinoamericanas de que el neoliberalismo y la globalización restaurarían el dinamismo económico. Las alternativas socialistas tradicionales estaban globalmente deslegitimizadas con el colapso del modelo Soviético, y la capacidad del Estado de implementar costosas políticas de distribución se vio debilitada por la reorganización del capital internacional (Wong, 2004). Sofocados por la deuda, muchos países comenzaron a adoptar las políticas neoliberales a partir de las condiciones impuestas en acuerdos de renegociación de deuda (Baer & Maloney, 1997). Asimismo, el desempeño económico de algunos países vecinos, como Chile, y el éxito de algunas economías “abiertas” del Sudeste Asiático fueron tanto un factor de entusiasmo con el dogma neoliberal, como así también un factor de desánimo con respecto al peso del estructuralismo y la teoría de la dependencia que habían influido las políticas de desarrollo desde los ‘50s a los ‘70s. Bajo el principio de que la regulación del mercado es la promotora más eficiente de la actividad económica y el crecimiento, estas reformas buscaron limitar las funciones del Estado. En pocas palabras, la distribución de recursos se harían según los dictados del mercado dejando la intervención del Estado sólo para los casos en los que fuera necesario corregir fallas del primero.

Los Dictados Neoliberales El ímpetu neoliberal se relacione en América Latina con los axiomas del Consenso de Washington (CW), que emergió como respuesta a los principales problemas de la época. Las prescripciones del CW estaban dirigidas al control de la inflación y la reducción de déficits fiscales con el objetivo de asegurar una estabilidad macroeconómica. El capital debía liberalizarse y las economías abrirse al mundo, mientras que el producto doméstico y los factores del mercado debían desregularse y privatizarse. El término Consenso de Washington fue acuñado por Williamson (1990) para referirse a un set de prescripciones sobre políticas que, según él, relejaban el núcleo de ‘la sabiduría de todo economista serio de la época’ (Williamson, 1994: 18). En una revisión ulterior, Williamson admite que aquellas políticas no ofrecían una agenda efectiva para reducir la pobreza (Williamson, 2000: 257). El autor reconoce


que su primera formulación no tenía suficientemente en cuenta los aspectos de regulación y supervisión (para, por ejemplo, controlar la calidad de los préstamos), y que había obviado las políticas redistributivas. En otras palabras, Williamson admite que las políticas del CW necesitaban ser acompañadas por políticas mas amplias de reducción de la pobreza e iniciativas distributivas (Panizza, 2009). Con la imposición de políticas como el tipo de cambio y la disminución de la inflación, las prioridades neoliberales se dirigen hacia a la estabilidad de los precios que al crecimiento del producto y el empleo, limitando las posibilidades de los gobiernos de adoptar políticas anticíclicas. En otras palabras, estas políticas eran eficaces para el control de la inflación, pero el costo económico y social podía ser muy elevado (Molho & Saad-Filho, 2006). Aquellos que defendían la reestructuración neoliberal eran conscientes que las reformas orientadas hacia el mercado podrían ser socialmente regresivas, pero estaban convencidos que el crecimiento sostenido tendría, eventualmente, consecuencias sociales positivas (Korzeniewicz & Smith, 2000). Mientras que una primera generación de reformas se focalizó en cambios en la política económica (estabilización macro-económica, cortes en presupuestos y tarifas, privatización, etc.), una segunda generación de reformas se focalizaba en reformar las instituciones del Estado (la administración pública, los sistemas de salud y educación, etc.). No obstante, no sólo las reformas eran insuficientes para resolver los principales problemas del modelo de ISI, sino que a su vez crearon nuevos problemas. El aumento de la dependencia de capital extranjero, la disponibilidad reducida de ahorro, el desempleo estructural y la fragilidad fiscal – a la que se le sumaba el peso de los pagos de intereses en los presupuestos nacionales (Saad-Filho, 2005).10 Las economías Latinoamericanas crecieron menos durantes las ultimas dos décadas del siglo XX que en las décadas precedentes, y a su vez sufrieron severas crisis, como la de México y Argentina en 1995, Brasil en 1999. Incluso los países que observaron un rápido crecimiento económico hacia fines de los ’80 y los ’90, mostraban un impacto débil en la reducción de la pobreza y una profundización de la desigualdad (O’Donnell, 1998). Impacto de las Reformas en la Desigualdad: los casos de Argentina, Brasil y Chile. Según un estudio del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) sobre política social en Argentina, el 53% de la población Argentina pertenecía en 1960 a la clase media. No obstante, entre 1990 y el 2000, cerca del 20% de la población de este 10

En 1972, la deuda total de América Latina era de US$31.3 billones. A fines de los ’80 la misma ascendía a US$430 billones, y llegó a US$750 billones al final del milenio (Saad-Filho 2005: 224).


país (unas 7 millones de personas) se empobrecieron, en lo que se considera un episodio histórico de movilidad social aguda regresiva. El citado estudio observa también que la diferencia entre el 10% más rico y el decil más pobre se pasó de ser 18 veces en 1993 a 26 en el año 2000 (Kliksberg, 2003). En Brasil, el índice medio anual de crecimiento del PBI entre 1990 y 2002 fue de sólo 1.7%; siguiendo a Morais & Saad-Filho, “significativamente por debajo de la denominada década perdida” (2003: 18). Las medidas de flexibilización y desregulación implementadas para reducir costos laborales no fueron efectivas, llevando a un aumento del desempleo y del sub-empleo (Morais & Saad-Filho, 2003). En el caso Chileno, por el contrario, la tasa de desempleo se redujo pasando de una media de 15% en la década de 1980, a 7,4% en 1998, acompañado de un incremento del salario real (Giovagnoli, Pizzolitto & Trías, 2005). La alta productividad del país y el crecimiento de las exportaciones (comparadas con sus vecinos Latinoamericanos), sus niveles de inversión extranjera directa, y otros indicadores macro-económicos han posicionado a Chile como modelo del éxito (Leiva, 2006). Comparado a sus vecinos, el país también tuvo una nota positiva en reducción de la pobreza.11 El Índice de Desarrollo Humano 2001 (IDH) de Naciones Unidas ubica a Chile en el puesto número 44 (de 187), reflejando un mejor desempeño en comparación con la media de los países Latinoamericanos (PNUD, 2011). Sin embargo, el IDH es un compuesto que combina medidas de esperanza de vida, alfabetización, escolaridad e ingreso. El índice no refleja indicadores como desigualdad de ingresos,12 respeto por derechos humanos y libertad política. Como advierte Leiva (2006), debajo de esta capa de éxito se esconde el hecho de que Chile es uno de los países más desiguales de América Latina. Según este autor, a ello se le suma que la clase trabajadora de Chile es una de las más explotadas del hemisferio, lo cual aduce a un continuismo de las política neoliberales instauradas por Pinochet. La flexibilización del mercado laboral incrementó la precariedad del empleo, aumentando así la vulnerabilidad y la falta de protección para una gran parte de los trabajadores. En su estudio sobre la reforma de la seguridad social y la liberalización política y económica en ocho países de América Latina,13 Mesa-Lago (1997) observa una

11

Usando la línea de pobreza moderada según datos oficiales, se observa un reducción significativa de 45.1% en 1987 a 21.7% en 1998. El período de desaceleración de 1999-2002 también afecta la reducción de la pobreza, pero así y todo se observa una reducción del 20,6% en 2000 al 18,8% en 2003 (Giovagnoli, Pizzolitto & Trías, 2005). 12 Chile cae 11 lugares en el ranking si se tiene en cuenta el Indice de Desarrollo Humano ajustado por la Desigualdad (IDH-D). 13 Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, México, Perú y Uruguay.


correlación negativa entre liberalización política y privatización de la seguridad social, lo que implica que mientras más democrático es un régimen, menor es la posibilidad de introducir un sistema de seguridad social completamente privatizado. Chile es el caso extremo con el régimen militar más duro y mas largo, y el programa de liberalización más fuerte. Altos niveles de desigualdad y pobreza se asocian, según Huber & Solt (2004), con procesos de liberalización más profundos y radicales. A partir de un análisis del período entre 1982 y 1995, estos autores observan que las economías más liberalizadas de América Latina son a su vez las que tienen mayores niveles de desigualdad. La demanda ciudadana que ha irrumpido en Chile estos últimos años con respecto al sistema educativo y otros cambios estructurales evidencian que crecimiento sin desarrollo, o desarrollo sin equidad, son insostenibles. Como expresa el Informe 2011 de Latinobarómetro, “el buen desempeño fiscal de Chile de poco le ha servido para convencer a su población de que las cosas van por buen camino” (2011: 8). El Costo Social Los sistemas de seguridad social no han compensado los costos sociales de las reformas económicas (Mesa-Lago, 1997). Es más, los costos sociales han sido distribuidos de manera desigual entre los diferentes sectores de la sociedad. Mientras el capital y los negocios se han beneficiado, en general, de las reformas, el crecimiento del desempleo, la reducción de los servicios sociales y la contracción de los salarios reales afectaron en mayor medida a los más vulnerables ampliando la pobreza, la desigualdad y la exclusión social (Mesa-Lago, 1997). En el contexto Latinoamericano, la desigualdad les facilita a los grupos sociales poderosos a empujar por sus intereses y obtener rentas políticas que perjudican a los pobres. La exclusión social genera tarde o temprano inestabilidad, lo cual dificulta a su vez el crecimiento (Korzeniewicz & Smith, 2000). Lo que es peor, la desigualdad y la exclusión social deslegitiman la democracia. Un estudio de los estándares de vida en Latinoamérica durante el siglo XX muestra que el desempeño del PBI per capita, la esperanza de vida y la alfabetización era mejor en el período de 1940-1980, y que el crecimiento del PBI fue cuatro veces y medio mayor en los años del modelo de ISI que en el período neoliberal (1980~2000) (Astorga, Bergés & Fitzgerald, 2003). En este contexto de lento crecimiento, deterioro de las tasas de pobreza y profundización de la desigualdad, no sorprende que los Latinoamericanos hayan percibido al neoliberalismo como “un dogma desacreditado usado por los ricos para promover sus propios intereses” (Macdonald & Ruckert,


2009:5). Ello ha disparado en la región una enérgica búsqueda de alternativas políticas progresistas. La sección siguiente examina lo que puede considerarse de manera amplia como un giro hacia la izquierda de la región, como reacción al descontento con las reformas neoliberales y sus consecuencias negativas para los sectores populares de la región.

Post-neoliberalismo y la Nueva Izquierda Latinoamericana A medida que se profundizaba la concentración de los ingresos, la desigualdad y la marginalización; y a la vez que la clase media se reducía, nuevos movimientos sociales emergieron para articular demandas populares de políticas más inclusivas. La mayoría de los gobiernos de izquierda o centro-izquierda llegaron al poder en un contexto de gran deslegitimización de los partidos políticos, revueltas sociales, crisis financiera, desempleo y, en pocas palabras, descrédito general del modelo dominante de las décadas precedentes. Un giro a la izquierda… Es interesante notar que, hacia principios de 1990, sólo dos países Latinoamericanos, Cuba y Nicaragua, tenían gobiernos de izquierda. Los Sandinistas nicaragüenses perderían las elecciones del 25 de Febrero de 1990. Chile estaba gobernado por una coalición que incluiría a los socialistas aunque, estrictamente hablando, la presidencia la ostentaban los Demócratas Cristianos. Sin embargo, hacia fines del 2007, nueve serían los países Latinoamericanos que elegirían o re-elegirían gobiernos de izquierda o centro-izquierda. Sin embargo, sería un error inscribir a estos diferentes gobiernos de izquierda o centro-izquierda en una misma raíz identitaria, ya que sus orígenes y las distintas realidades domésticas en las que se enmarcan son únicas (Domínguez, 2009). La historia de la democracia en la región ha llevado a la izquierda (y a la derecha, para el caso) a buscar legitimar sus programas políticos y económicos a través del concurso político. Este ha obligado a la izquierda a ostentar un electorado más amplio (Wong, 2004).14 Las disputas internas de la Concertación en Chile son mucho más complejas 14

Datos de la Encuesta Mundial de Valores y de las series de tiempo del Latinobarómetro revelan que durante los 90’s la opinión pública agregada en Latino América viró hacia la derecha, mientras que entre el 2001 y el 2005 se observó un viraje hacia la izquierda (Morales, 2008). Sin embargo, de acuerdo a Morales (2008), no debe concluirse que los latinoamericanos son más de izquierda que de derecha sino que los partidos que izquierda que han ganado elecciones lo han hecho moderándose y atrayendo a un electorado más amplio que sólo aquellos que se identifican con la izquierda.


que aquellas al interior del Frente Amplio en Uruguay, y la asunción de Lula y el Partido de los Trabajadores (PT) en Brasil, no tiene nada que ver con la historia (y las ambigüedades) del Peronismo en Argentina. En otras palabras, la manera en la que estos gobiernos llegaron al poder y las tensiones socio-políticas específicas a las que hacen frente producen en cada país una conjunción distintiva de continuidad y ruptura, grados diferentes de respuestas a las demandas sociales, de conservadurismo y convencionalismo versus nuevos riesgos a tomar en cuanto al modelo de desarrollo económico. En el corazón del análisis sobre el giro hacia la izquierda yace el dilema creado por las contradicciones entre las denominaciones de los partidos, regímenes y personalidades por un lado, y las políticas que implementan, por el otro (Petras, 2008). ¿Que izquierda? En la historia de la región, muchos procesos de transformación – que implicaron desarrollo nacional, democratización social y política, y nacionalismo económico – fueron promovidos por regímenes nacionales-populares con apoyo de los sectores populares urbanos y rurales, pero también por clases medias y altas. Es por ello que Vilas (2006) observa que en América Latina la dicotomía convencional derechaizquierda ha sido a veces forzada, y agrega que llegar a un acuerdo sobre aquello a lo que nos referimos cuando hablamos de izquierda nunca ha sido una tarea fácil. En cualquier caso, la justicia social, el desarrollo económico, la emancipación nacional y la igualdad socio-económica han sido siempre componentes de la agenda política de la izquierda en la región. Las políticas tradicionalmente defendidas por la izquierda incluyen redistribución a través de medidas impositivas progresivas, la expansión de los servicios sociales, la protección de los derechos de los trabajadores, una fuerte participación en los procesos de industrialización y una cierta hostilidad al capital extranjero, entre otras (Panizza, 2005). Hoy en día, los analistas concuerdan en el hecho de que existe mas de una variante de gobierno de izquierda presentes en la región. No hay acuerdo, sin embargo, sobre las distintas caracterizaciones de la izquierda propuestas por diferentes autores. Desde el punto de vista de Castañeda y Morales, “algunas emergen de una izquierda histórica que se ha actualizado para acceder y permanecer en el poder, mientras otras aparecen con un discurso extravagante y atrayente” (2008:10). Castañeda ofrece una caracterización dicotómica de la izquierda en Latinoamérica. De un lado ubica él a un sector populista, nacionalista y Estado-céntrico, que implica un retorno al pasado; frente a administraciones competentes, mayormente honestas y responsables, humanizadas y “amables” (Castañeda 2008: 238). Esta definición de izquierdas


latinoamericanas como populista o social demócrata implica un retrato de la primera como “la izquierda mala” o incorrecta y la segunda como “la izquierda buena”, o correcta. En otras palabras, una es representada como la responsable, la respetuosa de la democracia y la que opera en el marco del mercado; y la otra como irresponsable, estatista y abusiva (Cameron, 2009).15 Según Castañeda, la izquierda que está enredada en dilemas ideológicos y en un “respeto reverencial por la soberanía nacional” (2008: 239) es incapaz de superar un obstáculo mayor: trascender la contradicción entre un “sentimiento anti-EEUU y prácticas pro-EEUU”. Una izquierda pragmática y que se “comporta bien” sería capaz de negociar y consensuar, dejando a un lado los desacuerdos y evitando los extremos (Castañeda 2008: 239), mientras que la izquierda combativa corre el riesgo de ser una caricatura de sí misma: “Morales que copia a Chávez, quien copia a Castro y los cubanos, quienes invocan mentores aún mas oscuros” (Ibid: 238). Otros autores identifican en la terminología de Castañeda un objetivo normativo: un llamado a apoyar la “izquierda buena” y un consejo para los policy-makers de EEUU sobre como combatir a la “izquierda mala” (Motta 2009, Lievesley & Ludlam 2009).16 Lo anterior nos lleva a cuestionarnos sobre los propósitos detrás de cada categorización,

pero

también

sobre

los

riesgos que

traen

aparejadas

las

simplificaciones. En esta línea, Cameron (2009) sostiene que las caracterizaciones dicotómicas ocultan los fracasos del neoliberalismo y la decreciente influencia de los EEUU en la región. Además, este mismo autor advierte que asociar conceptos multidimensionales como populismo con la heterogénea izquierda Latinoamericana no sólo es problemático sino que eclipsa las importantes fuentes de diferenciación como el análisis de los movimientos sociales (y especialmente de los movimientos indígenas) (Cameron 2009: 335). Un correcto examen de lo último sólo es posible cuando se trascienden demonizaciones simplistas.

La Nación Post-Neoliberal

15

Petras (1997) y Schamis (2006) ofrecen tipologías alternativas. Castañeda se ha expresado abiertamente acerca de la necesidad de “apoyar activa y sustancialmente a la izquierda correcta mientras está en el poder … y atraer a sus líderes y públicos … La comunidad internacional también debe aclarar que espera de la ‘izquierda incorrecta’ dado que ella existe … Europa y los EEUU tienen una gran capacidad de influencia en estos países. Deberían utilizarla” (Castañeda, 2006: 7; citado en Motta, 2009: 76) y traducido por el autor). 16


¿Que significa post-neoliberalismo? Preguntándose si existe una política económica intrínseca al post-neoliberalismo, Heidrich & Tussie (2009) examinan las políticas económicas y comerciales de los gobiernos Latinoamericanos. Luego de analizar el caso de la Argentina de Néstor Kirchner concluyen que el Estado mantiene un “convencionalismo macroeconómico” - esto es, una moneda competitiva, cuentas fiscales fuertes y un énfasis en la infraestructura – sin adoptar medidas neoliberales como privatizaciones, pero tampoco imponiendo nacionalizaciones a gran escala, controles de cambio y aumento de salarios reales (2009: 45). El crecimiento económico es buscado a través de los mercados sin una ingerencia fuerte del Estado en controles de precios e impuestos a las exportaciones. Tomando las políticas económicas implementadas como indicador, Heidrich & Tussie (2009) concluían que Néstor Kirchner era un presidente “post-neoliberal”. Estas políticas económicas contrastaban, según estos autores, con el ortodoxismo y neoliberalismo de las políticas económicas implementadas por el gobierno de Lula da Silva en Brasil, de Tabaré Vazquez en Uruguay y de Michelle Bachellet en Chile. Cuando Néstor Kirchner asumió el poder en Argentina, en el 2003, se comprometió a: “… reconstruir un capitalismo nacional que genere las alternativas que permitan reinstalar la movilidad social ascendente. No se trata de cerrarse al mundo, no es un problema de nacionalismo ultramontano, sino de inteligencia, observación y compromiso con la Nación… Para eso es preciso promover políticas activas que permitan el desarrollo y el crecimiento económico del país, la generación de nuevos puestos de trabajo y la mejor y más justa distribución del ingreso. Como se comprenderá el Estado cobra en eso un papel principal, en que la presencia o la ausencia del Estado constituye toda una actitud política. Por supuesto no se trata de poner en marcha, una vez más, movimientos pendulares que vayan desde un Estado omnipresente y aplastante de la actividad privada a un Estado desertor y ausente…Se trata de tener lo necesario para nuestro desarrollo, en una reingeniería que nos permita contar con

un

Estado

inteligente…

Sabemos

que

el

mercado

organiza

económicamente, pero no articula socialmente, debemos hacer que el Estado ponga igualdad allí donde el mercado excluye y abandona”.17

17

Discurso pronunciado ante la Asamblea Legislativa, el 25 de mayo de 2003.


Féliz (2010) se refiere al modelo de Kirchner como “neo-desarrollismo”, un desarrollo capitalista post-neoliberal que manifiesta ciertos cambios en el proceso de valorización del capital y de la política pública que lo acompaña, pero en general dentro del marco capitalista de la era precedente. Lo que es evidente es que en este modelo lo social retorna a la agenda del Estado, el cual toma un rol principal en la promoción de una conexión entre el mercado y la esfera social, dentro del marco de políticas macroeconómicas que articulan las presiones del mercado globalizado con los intereses nacionales. No obstante, encontrar el balance correcto no es una tarea sencilla. Macdonald & Ruckert llaman a esta búsqueda post-neoliberal “la discontinuidad dentro de la continuidad” (2009:7). Estos autores identifican la continuidad en el ámbito de la política macro-económica, donde la mayoría de los países Latinoamericanos persisten con las prescripciones neoliberales y la necesidad de mantener tasas de inflación moderadas, balance presupuestario y liberalización del comercio. Sin embargo, hay una ruptura generada por el rol activo del Estado estimulando la economía, corrigiendo fallas del mercado y re-nacionalizando ciertos sectores; y sobre todo, intentando reducir las desigualdades sociales a través de mecanismos e instituciones oficiales, marcan un corte con la ortodoxia neoliberal (Macdonald & Ruckert 2009). En la misma línea, Heidrich & Tussie advierten que “la alternativa de la nueva izquierda ha sido construir un gobierno que pueda defender una agenda con corazón de izquierda, con políticas que enfatizan respuestas locales para cubrir déficits sociales, pero mantenerse fiscalmente conservadora, no sólo debido a las primacía de las lecciones de la izquierda en los ‘70s y ‘80s, pero también para competir con el partido que ocupó el gobierno precedente, mostrando al electorado que la nueva izquierda puede ser más sensible socialmente y más responsable económicamente” (2009:40).18 Esta visión es la de una izquierda que ha aprendido las lecciones de las nuevas condiciones socio-económicas creadas por las reformas neoliberales, con sus elementos positivos y aquellos aspectos en descrédito (como las privatizaciones, la liberalización unilateral del comercio, etc.). Una de las características de la nueva izquierda es el uso frecuente de la idea de pueblo y nación en el discurso político, si bien el grado de “populismo verbal” (Tussie & Heidrich, 2008) no es homogéneo en todos los países. Según Vilas, este resurgimiento representa una síntesis de múltiples identidades sociales que recuperan la dimensión de la lucha política “desde abajo” (2006: 246). En la misma línea reivindica Laclau el

18

Traducción del autor.


concepto de “populismo”, que en vez de ser un adjetivo peyorativo, refiere desde su punto de vista a una forma de construcción política que es capaz de articular demandas sociales insatisfechas (2005). Es el fracaso del neoliberalismo el que genera en la región una identidad popular que se alza frente a la crisis de representación política. La nación es, por su parte, el sujeto colectivo que surge como contraste al concepto liberal e individualista del “ciudadano” (Vilas 2006). El sociólogo y vice-presidente Boliviano, Alvaro García Linera, ofrece un buen ejemplo de este ‘re-pensar’ de lo nacional en su narrativa sobre los eventos que llevaron a la asunción del nuevo proyecto nacional que él y Evo Morales encabezan. García Linera afirma que mientras el nacionalismo propuesto en los años ’50s traía consigo la idea de ciudadanía – el sufragio universal fue establecido en Bolivia en 1951 -, la misma estaba definida por las elites oligarcas (que se mantendrían en el poder por cincuenta años más!). Hoy en día el indio es un sujeto político autónomo, pero la idea central en la estrategia de Morales es la de “indianismo flexible”, con un enfoque de unificación política. El núcleo organizador, el indianismo, pasó de ser una ideología de resistencia a la dominación a significar una concepción del mundo que desafió el liderazgo político y cultural del neoliberalismo (García Linera, 2005). El movimiento indianista tiene una larga historia de resistencia,19 sin embargo Morales ha buscado expresar una línea de “nacionalismo expansivo”, flexible y abierto a cualquiera (esto es, multicultural), “pero bajo la premisa de organizar un nuevo proyecto que tenga como base, otra vez, a la nación” (García Linera, 2006: 27). García Linera asegura que el indianismo representa la concepción emancipatoria del mundo mas importante e influyente de la vida política de Bolivia, siendo el núcleo discursivo y organizador de lo que puede denominarse “nueva izquierda” (García Linera, 2005). En Ecuador, “lo nacional” también ha estado al centro de los debates pos-neoliberales. Alberto Acosta, un académico ecuatoriano que ha estado profundamente inmerso en el activismo de los movimientos sociales e indígenas y que ha ocupado diversos altos cargos en las primeras fases del gobierno de Correa (hasta el 2008), ha hecho un llamado para un Estado que sea capaz de “intervenir racionalmente en el contexto internacional, en medio de un proceso en el cual emerge con inusitado vigor lo localregional, como espacio para procesar múltiples interacciones (Acosta 1998: 58). El desafío es abrir y mantener espacios para un “desarrollo más nacional - más 19

Por ejemplo el katarismo, un movimiento indígena Boliviano – inspirado en la figura del indio revolucionario Tupac Katari (1750-1781) – buscó en los ‘70s romer con el control de los partidos políticos tradicionales sobre la población rural a través de la sindicalización de los trabajadores rurales. La influencia del katarismo en la cultura y la política de Bolivia ha sido profunda. Además de reorganizar los sindicatos rurales, el katarismo introdujo la idea de autonomía política e intelectual Aymara (Tapia, 2007).


autodependiente y menos transnacionalizado”. Esto implica reconocer (integrar e integrarse en) el entorno globalizado y articular este reconocimiento con la idea de inclusión social (Ibid: 59). Recapitulando, el fracaso del modelo neoliberal - y particularmente su costo social contribuyeron al surgimiento de una “nueva izquierda”, más moderada y pragmática, pero con una fuerte vocación de articulación de lo local con lo global, consciente del rol protagónico del Estado en la lucha contra la desigualdad y de la importancia de articular las demandas sociales insatisfechas. Además de contextualizar y en cierta medida caracterizar a la denominada nueva izquierda, esta sección nos permite identificar cuatro elementos comunes: en primer lugar, los gobiernos de izquierda o centro-izquierda asumen el poder ampliando el electorado. Esto lo logran gracias a una cierta moderación del discurso pre-electoral y cierta continuidad de políticas ortodoxas, principalmente en el ámbito macroeconómico. No obstante, reaparece lo nacional y lo popular en el discurso políticosocial. No se trata de un regreso al desarrollismo de los ‘50s, sino un reconocimiento de demandas sociales insatisfechas y una búsqueda de un modelo socio-económico más inclusivo. En tercer lugar, y a partir de las diferentes tensiones entre cambio y continuidad, discurso y práctica, surgen tipologías dicotómicas que tienden a demonizar ciertos modelos, como el caso de Venezuela y Bolivia, frente a otros mas “responsables” (por ejemplo, Brasil). Esta clasificación no sólo sobre-simplifica la riqueza, variedad y heterogeneidad de los diferentes procesos socio-políticos y económicos en la región sino que también omiten poner de relieve los efectos negativos del neoliberalismo y la decreciente influencia de EEUU en la región. Por ello, finalmente, observamos que aquello a lo que se tiende a denominar post-neoliberal no es mas que una búsqueda de superación de los déficits del modelo neoliberal a partir de la devolución de un rol más prominente al Estado y la búsqueda de alternativas de integración regional (o refuerzo de los mecanismos existentes) para hacer frente a las fuerzas hegemónicas y caminar hacia una mayor autonomía regional. A partir de esta conceptualización de la nueva izquierda, focalizada en los primeros períodos de la década analizada (que podríamos llamar de surgimiento y despliegue), presentamos en la sección siguiente un análisis general de ciertas políticas implementadas en la región que examina el grado de ruptura con o continuidad del


modelo neoliberal, prestando particular atención al contexto presente (o tercer período).

Consenso de Buenos Aires o Consenso de Washington? Si denominamos a esta década “post-neoliberal” debemos hacerlo aceptando que lo ‘post’ no significa necesariamente haber dejado completamente de lado ciertas políticas de la década precedente, como hemos visto en la sección anterior. Sin embargo, sí podemos reconocer que existe un mayor margen de maniobra en comparación a la era del Consenso de Washington. En materia de política social, Reygadas & Filgueiras (2011)20 se observan en este período un aumento de la participación y una expansión del repertorio de políticas implementadas por los diferentes gobiernos, cada uno de ellos con sus particularidades. Esta expansión viene de la mano de una focalización en la cuestión de la desigualdad y una desmercantilización de las políticas sociales a partir de una mayor intervención estatal; lo cual rompe con los axiomas que regían la política pública en la década precedente. Reynadas & Filgueiras (2011: 138) agrupan los enfoques en política social de los gobiernos “post-neoliberales” en tres estrategias: la liberal, la socialdemócrata, y la populista radical. La primera prioriza programas de transferencias condicionadas y formación de quasi-mercados de servicios públicos (igualdad de oportunidades), mientras que la segunda impulsa derechos universales, reformas tributarias y programas de promoción al desarrollo (igualdad de capacidades). La estrategia populista radical ha sido la más agresiva frente a grupos hegemónicos y la más decidida al momento de redistribuir la riqueza reduciendo privilegios y buscando beneficiar a los más excluidos (igualdad de resultados). Esta es la estrategia que más riesgos ha corrido en sus enfrentamientos políticos concentrando el poder y, según estos autores, es a la vez aquella cuya viabilidad económica está más en duda (2011: 155). Los diferentes países tienden a implementar una combinación de estrategias, aunque es posible identificar donde esta puesto mayor peso. A modo de ejemplo, Chile y Uruguay concentran sus políticas dentro del marco liberal (ej. voucher educativo en Chile) y socialdemócrata (ej. Plan “Chile Crece Contigo” y “Plan Equidad” en Uruguay), mientras que Bolivia y Venezuela enmarcan las suyas dentro de los grupos populista radical (ej. nacionalización de hidrocarburos) y socialdemócrata (ej. ampliación de derechos laborales y sociales). 20

Estos autores han estudiado los casos de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, Nicaragua, Uruguay y Venezuela.


Así como estos autores observan un claro avance en cuanto a ubicación del tema de la desigualdad en la agenda pública, de la misma manera señalan las limitaciones o desafíos estructurales del modelo: “en ningún caso se ha alcanzado una reforma tributaria profunda y progresiva. En ningún país se han reformado los sistemas de educación, salud y seguridad social con un sentido claramente equitativo” (Reynadas & Filgueiras 2011: 156). Por otro lado, es importante destacar que el abanico de políticas implementadas no está solo condicionado por la voluntad política y los recursos nacionales sino también por el escenario y los actores internacionales, en especial las agencias multilaterales y financieras internacionales. Según Ceceña (2011), la recuperación de soberanía, el alejamiento de instituciones como el FMI y el Banco Mundial, junto a la construcción de una nueva institiucionalidad (ALBA, UNASUR, Banco del Sur, Petrocaribe, etc.) representan aspectos de superación del neoliberalismo por parte de los gobiernos denominados “post-neoliberales”. En otras palabras, se buscan enfoques alternativos de desarrollo que conllevan expectativas diferentes del papel de las instituciones y de la integración regional (Arenas García, 2012). El rechazo al ALCA en la IV Cumbre de las Américas celebrada en Mar del Plata (Argentina) en Noviembre 2005 es un evento simbólico que refleja un neto quiebre de la región con la lógica neoliberal del ALCA como así también expresa la disminución del peso de EEUU en la región. Los espacios intra-regionales de comercio han sido reforzados y son la fuente de mayor resiliencia regional frente a la crisis, pero siguen por debajo de sus niveles máximos históricos (1997-1998), lo cual es igualmente cierto tanto para Latinoamérica como región como para UNASUR como sub-grupo (CEPAL, 2012a). Si bien para Tussie “en América Latina los flujos comerciales nunca han sido tan libres de barreras”, sobre todo dentro de los varios grupos subregionales (MERCOSUR, NAFTA, CARICOM, etc.) (2012: 16), un informe de la CEPAL aboga por expandir la liberalización del comercio intra-regional no sólo porque contribuiría a expandir las exportaciones totales sino también a generar empleo (Duran Lima, Terra & Zaclicever, 2011: 50). Aunque no se observa un alza generalizada a nivel regional, algunos países, como Ecuador y Argentina, han aumentado sus aranceles sobre las importaciones. En el caso de Argentina este es un elemento que eleva la tensión con el vecino (y socio) Brasil y dentro del marco del MERCOSUR. La inserción comercial de la región - y sobre todo de la sub-región de América del Sur - en el mercado mundial esta basada en gran medida en sus recursos naturales con un aumento considerable del protagonismo de China como receptor (Tussie, 2012).


Con respecto a la inversión extranjera directa (IED), América Latina alcanzó récords históricos en 2011 registrándose 153.448 millones de dólares de IED, lo que significa una participación del 10% en el total mundial. Dejando de lado a Brasil, a mayor parte de la IED recibida en América del Sur, un 57%, se destina al sector de recursos naturales (CEPAL, 2012a). De hecho, si tomamos el caso de Ecuador como ejemplo, el país ha registrado un superávit comercial de US$657 millones entre enero y abril de este año según datos oficiales. Sin embargo, si se excluye el sector petrolero se registra un déficit de US$2.886.21 Dada la importancia que los recursos hidrocarburíferos representan para ciertos países, se han observado en la región cambios regulatorios, contractuales e incluso (re) nacionalizaciones de empresas extranjeras con el objetivo de recuperar estos recursos estratégicos. Según el citado informe de la CEPAL, estos cambios han tenido consecuencias negativas en las inversiones en Argentina, Bolivia, Ecuador y Venezuela (CEPAL, 2012a). No obstante, las inversión estatal en sectores estratégicos e infraestructura ha recobrado un rol prominente, que acompañan al protagonismo regulador y redistributivo del Estado (Ramírez Gallegos, 2011). No es un tema menor ya que si bien varios países latinoamericanos sostienen modelos extractivistas, se observa en la última década una mayor democratización en el uso de los recursos y / o diversificación de actores beneficiarios. Con respecto al caso de Bolivia, por ejemplo, Hinojosa (2012) analiza la ruta del excedente generado por el sector hidrocarburífero (a través del Impuesto Directo a los Hidrocarburos) y su destino, argumentando que el gobierno del MAS a aumentado la amplitud de beneficiarios, desde gobernaciones y municipios, hasta el fondo indígena, las universidades y, por supuesto, el Tesoro. El crecimiento regional de años anteriores de América Latina en 2011 y 2012 observa tasas menores a las sostenidas los años precedentes, aunque el crecimiento fue igualmente muy positivo teniendo en cuenta la desaceleración mundial.22 El aumento de la inflación y la apreciación cambiaria son desafíos a considerar; pero así y todo la región se ha mostrado fuerte frente a la crisis financiera. En términos generales, la región mantiene bajo control las finanzas públicas,23 las reservas monetarias internacionales están a niveles históricamente altos y se prevé un ligero aumento del crecimiento para los próximos años (CEPAL, 2012b).

21

http://www.larepublica.ec/blog/economia/2012/06/18/ecuador-eleva-impuestos-de-importacion-devehiculos-alcohol-y-otros/ 22 CEPAL (2012b) reporta una desaceleración para América Latina y el Caribe de 5,9% en 2010 a un 4,3% en 2011 y un 3,7% en 2012. 23

No obstante cierta heterogeneidad. Países como Argentina, Colombia y Uruguay observan en el primer trimester de 2012 un mayor crecimiento del gasto que de los ingresos según la CEPAL (2012b).


Resumiendo, podemos decir que Latinoamérica siguió en gran medida el marco del CW en lo correspondiente a la liberalización de los tipos de interés, el mantenimiento de un tipo de cambio competitivo, la disminución de barreras aduaneras, la apertura hacia las IED, y la protección a la propiedad privada (dejando de lado casos específicos). La huella “post-neoliberal” está en la devolución al Estado de cierto rol regulador y un importante peso re-distributivo, acompañados de un re-priorización del gasto público y un peso importante del desafío de la desigualdad en la agenda pública. A nivel internacional, se observa una apuesta hacia una mayor autonomía regional con un refuerzo de las instituciones regionales y/o una nueva institucionalidad - que trasciende lo meramente comercial - enmarcada en un contexto mundial de crisis, una declinación del peso de EEUU en la región, un aumento del peso de China y un protagonismo político y económico de Brasil en el mundo que funciona como punta de lanza regional (y sobre todo, sub-regional). Si bien la tasa de desempleo y de pobreza siguen una tendencia a la baja,24 y la brecha de la desigualdad de ingresos sigue estrechándose, Latinoamérica continua siendo la región con mayor desigualdad de ingresos del mundo. El aumento del gasto social en la última década y el impacto de programas de transferencias condicionadas (como el “Jefas y Jefes de Hogar”, en Argentina; “Bolsa Familia” en Brasil, etc.) han contribuido a reducir la desigualdad, así como también la disminución de la brecha de ingresos como consecuencia de una creciente cobertura de la educación básica (López Calva & Lustig, 2010). Sin embargo, estos avances se verán limitados por dos factores: en materia de educación, todavía existen grandes desafíos en las franjas secundaria y superior, así como también en materia de calidad y desempeño (PNUD, 2011). Por otro lado, los sistemas impositivos y las políticas tributarias en América Latina, como mencionábamos anteriormente, siguen tendiendo a ser en gran medida regresivos (e indirectos), lo que limita las posibilidades redistributivas y representan un peso mayor para los sectores que cuentan con menos recursos y oportunidades. En otras palabras, mientras no se reforme la estructura tributaria seguirán siendo las elites las que mas se beneficien del sistema. Siguiendo a Sabaini & Martner (2008) esta “inmovilidad” responde en parte a las tensiones políticas de los diferentes países, que modelan la política económica, y en parte al grado de desarrollo institucional; “no resulta casual que en los países donde las “elites” son más fuertes las administraciones tributarias son más débiles” (Sabaini & Martner, 2008: 54).

24

La pobreza se redujo de un 43,9% en 2002 (48,4% en 1990) a un 30,4% en 2011 (CEPAL, 2012b). Esto es; mas de 50 millones de latinoamericanos que superaron el umbral de pobreza.


En el período actual, o a partir de 2010, comienzan a vislumbrarse ciertos cambios, evidentemente marcados por el contexto político interno de cada país y la evolución de la crisis internacional; pero también por el estilo de liderazgo y desgaste de ciertas personalidades. La Argentina del segundo mandato de Cristina Fernández comienza a alejarse en cierta medida del “convencionalismo macro-económico” que Heidrich & Tussie (2009) adscribían a su predecesor y esposo Néstor Kirchner. Las tensiones con Uruguay y Brasil se suceden con mayos frecuencia. En Paraguay, Lugo es destituido y la asunción de Franco desafía a las instituciones regionales. En Bolivia, a diferencia de los períodos anteriores donde se percibía una cohesión indígena-campesina-popular, hoy se vive un panorama de diversas fracturas o distanciamientos, dentro del movimiento indígena, entre campesinos y obreros, entre el Estado y los movimientos sociales, etc. (Moldiz Mercado, 2012). Rousseff libra una batalla contra la corrupción que pone en jaque ciertas alianzas políticas, a la vez que la economía se desacelera. Piñera se ve desgastado por los conflictos sociales mientras que se oye fuerte el nombre de Bachelet para retornar a la presidencia. La salud y la avidez continua de Chávez a auto-sucederse en un gobierno cada vez más personalista lo han desgastado, estrechando la brecha con la oposición frente a las elecciones del próximo mes de Octubre. Resumiendo, se observa una conflictividad creciente que puede ser consecuencia de factores como la resistencia de grupos que históricamente han ostentado el poder, la crisis internacional, o simplemente es parte de los límites de un modelo que se va construyendo con aciertos y desaciertos. Si bien el Consenso de Buenos Aires no ha sido ni tan axiomático ni tan influyente como el de Washington, es un símbolo de un cambio de prioridades a nivel regional. La justicia social y la desigualdad han vuelto a tener protagonismo en la agenda política, pero todavía hay un camino por recorrer si queremos ver cambios estructurales.

Conclusiones No creemos que el Consenso de Buenos Aires, o la visión de Lula y Kirchner, haya buscado dejar completamente ciertas prescripciones del CW pero sí capitalizar las lecciones aprendidas y encontrar formulas de crecimiento que no sean negligentes con las demandas sociales y la necesidad de invertir en el capital humano de la región. No hay que olvidar que muchos regimenes latinoamericanos se han beneficiado del precio de las commodities y la industria extractiva. Esa fue y es en muchos casos la


fuente que sustenta económicamente el aumento del gasto social. Por un lado es necesario capitalizar los momentos de vacas gordas e invertir en tecnología, innovación y capital humano, y por el otro, salir del inmediatismo y pensar modelos de desarrollo con vista al mediano y largo plazo - y que sean sustentables!. La región deberá capitalizar conscientemente la coyuntura política regional y económica internacional con una voluntad política de invertir hoy en la América Latina del futuro. El post-neoliberalismo es una búsqueda inacabada; pero una búsqueda visible y clara. La región se permite pensar alternativas y tomar riesgos, valiéndose de los aprendizajes de décadas pasadas. No se trata de buscar alternativas al capitalismo aunque iniciativas no faltan – sino de reconocer que no puede existir crecimiento sin un desarrollo inclusivo que fomente la participación y genere oportunidades. Debemos capitalizar el terreno ganado y saber aprovechar, con fuertes consensos políticos, las ventajas relativas de la región en el marco de la coyuntura mundial. Finalmente, esperemos que el actual aumento de la conflictividad interna en varios países sea parte de un proceso positivo que permita profundizar aun más los cambios estructurales que la región necesita para combatir la desigualdad.

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3ras. Jornadas de Relaciones Internacionales FLACSO | 25 y 26 de Octubre de 2012

De recorridos y fantasmas: el postestructuralismo en las RRII Cuadro, Mariela Conicet - IRI (UNLP)


De recorridos y fantasmas: el post-estructuralismo en las RRII

Resumen: El presente es un trabajo monográfico que busca llevar a los lectores a un sucinto recorrido por la producción del post-estructuralismo en las RRII desde su “manifiesto inaugural” en 1989 hasta su lectura de la Guerra Global contra el Terror. Dicho objetivo es abordado a través de una descripción de sus principales preocupaciones, temas y objetos de estudio y sus principios metodológicos y epistemológicos. Asimismo, el trabajo da cuenta tanto de las críticas que las corrientes hegemónicas en la disciplina le han hecho al mismo, como de las respuestas a ellas que ha proporcionado. Luego de otorgar una panorámica del post-estructuralismo y de contextualizar históricamente su emergencia, el texto se detiene particularmente en dos aplicaciones de los principios de esta corriente al estudio de un tema específico de la política mundial: la Guerra Global contra el Terror. En esta sección son descriptos analíticamente los trabajos sostenidos sobre el concepto foucaulteano de biopolítica y aquéllos sostenidos sobre una lectura discursiva del pensamiento de Carl Schmitt, ambos teniendo en su centro la cuestión más amplia del liberalismo a nivel mundial.


De recorridos y fantasmas: el post-estructuralismo en las RRII “Contra la teoría monológica y totalizadora, el postmodernismo propone rejillas de saber y práctica heterológicas y multipolares” (Der Derian, 1989: 6)

1. Introducción: la mirada de los otros La construcción de identidades y otredades es uno de los temas centrales de lo que a lo largo de este texto llamaremos indistintamente1 post-estructuralismo2 y posmodernismo3. Tal como sostiene David Campbell (1998), es ésta una etiqueta colocada por los detractores de una multiplicidad de miradas críticas que, con mayor fuerza a partir de fines de la década del 80 del siglo pasado, han intervenido en el campo de las RRII. De esta manera, una multiplicidad de autores, sostenidos sobre diversas metodologías y objetos específicos de análisis, pero coincidentes con respecto a su militante anti-positivismo epistemológico, han sido homogeneizados y transformados en el “otro” de dicho campo disciplinar. Podría afirmarse que este último movimiento ha sido realizado por un “Yo”, protector de la pureza de la disciplina, que se ha erguido como el auténtico representante de este campo de estudio, invocando una tradición que es presentada como continuidad: Tucídides, Maquiavelo, Hobbes. En contraste, algunos autores “posmodernos” se han dedicado a subrayar el carácter de constructo de esta continuidad, señalando las profundas diferencias que atraviesan a estos filósofos (Walker, 1993). Desde entonces ha comenzado una lucha teórico-política que encuentra a los anti-positivistas pugnando por ingresar al campo disciplinario de las RRII. Foucault (2004a) señala a las “disciplinas” como un procedimiento de control y delimitación del discurso formado por un conjunto de objetos, métodos, corpus de proposiciones consideradas verdaderas, juegos de reglas y de definiciones, de técnicas y de instrumentos, que habilita a las distintas afirmaciones no a ser verdaderas o falsas, sino a estar “en la verdad”. Estos parámetros van mutando de acuerdo al contexto socio-histórico en el que se desarrollan. Según la visión crítica posmoderna, en una disciplina como la de RRII, en tanto la política mundial se transforma, los instrumentos de análisis, conceptos, categorías y perspectivas, necesariamente deben variar. Las críticas que los anti-positivistas efectúan contra las corrientes hegemónicas en RRII son fundamentalmente de carácter teórico-ontológico y apuntan a desnaturalizar los supuestos sobre los que la disciplina se sostiene, llamando la atención sobre el poco desarrollo teórico de ciertos conceptos medulares. Así, como 1

Como veremos un poco más adelante, esta indistinción es polémica, pues muchos autores que se autodefinen como postestructuralistas afirman su carácter de modernos. Hemos decidido mantener esta indistinción a fin de seguir en la línea del lenguaje utilizado por las corrientes hegemónicas de las RRII para distinguir a este grupo de autores. 2 El término post-estructuralismo emergió en el año 1966 para referirse al movimiento intelectual crítico del estructuralismo francés en boga en los años 60s del siglo pasado, que se evidenció en el “Coloquio Internacional sobre Lenguajes Críticos y Ciencias del Hombre”, realizado en la Universidad John Hopkins (Payne, 2002). Sus mayores exponentes son, entre otros: Jacques Derrida, Michel Foucault, Jacques Lacan, Roland Barthes, Edward Said. 3 El término postmodernismo es más amplio que el de postestructuralismo. Fue acuñado por el español Federico de Onís para describir un reflujo conservador al interior del modernismo literario en los años 30s del siglo pasado (Anderson, 1998). El término, cuyo significado inicial fue transformado por distintos usos, da cuenta de un conjunto de transformaciones que se dieron tanto en el ámbito intelectual como en el artístico y que, a grosso modo, constituyen una ruptura con respecto al modernismo iluminista.


afirma Roxanne Lynn Doty: “Es irónico que un concepto tan central a las RRII como el de poder permanezca tan empobrecido en términos de cómo es definido y cómo es entendido operando en la política global” (1996: 165). Las respuestas desde los sectores hegemónicos (neorrealismo, neoinstitucionalismo e incluso algunos modos del constructivismo) han tendido a despreciar el valor de tales críticas, tildándolas de “filosóficas”, y, por tanto, han tendido a ignorarlas. En cambio, se han centrado sobre todo en su carácter heterogéneo, no programático y relativista. El ya clásico texto de Keohane (1988) en el que el autor estadounidense aborda el “debate” entre “racionalistas” y “reflectivistas” es un claro ejemplo de la reticencia de los académicos de las RRII a embarcarse en discusiones filosóficas, consideradas como “divertimentos” y “desviaciones” de la tarea que se impone: la investigación empírica seguida de la práctica prescriptiva. De esta manera, los propios supuestos epistemológicos y ontológicos no son puestos en cuestión. El relativismo que les es adosado a los autores que estamos trabajando es definido de un modo simplista y, al igual que se acusara a los sofistas en la Antigüedad, sus afirmaciones son despreciadas por no ser “más ‘válidas’ que las que rechazan” (Salomón, 2001/2002: 34). Desde una lectura un tanto más compleja y respetuosa del post-estructuralismo es necesario señalar que lo que estos autores buscan no es mostrar la verdad o falsedad de las proposiciones que critican, sino los regímenes de veridicción4 (Foucault, 2007) que permiten que éstas se formen. De esta manera, la verdad y la falsedad son entendidas de un modo no-ilustrado, como construcciones factibles de ser realizadas en el marco de determinadas reglas de producción del discurso, ligadas de un modo inescindible a las relaciones de poder. Es necesario resaltar que esto último no implica en modo alguno que se trate aquí de un voluntarismo: las construcciones se dan en un contexto socio-histórico. Los discursosdisciplinas y el marco no-discursivo en el que se despliegan están fuertemente imbricados, sin poder afirmarse que el uno determina al otro5. Y ha sido precisamente la insistencia de los posmodernos en el análisis del discurso uno de los blancos de ataques de los “defensores de las fronteras” de la disciplina. Este modo de análisis, fuertemente ligado a la genealogía, ha sido (y es) calificado por los sectores hegemónicos como un mero divertimento que se elude de aquellas cuestiones que son verdaderamente importantes y centrales en el estudio de las RRII (principalmente: la eterna y necesaria lucha de los Estados por el poder). Este tipo de crítica es posible en tanto no pueden/no quieren considerarse las cuestiones epistemológicas que atañen al modo de comprensión del discurso por parte de los pensadores críticos. Frente al carácter de constructor de “realidad” que los posmodernos le otorgan al discurso, los positivistas lo piensan como una mera manifestación o reflejo de una “realidad” que ya está dada, a la espera de que el conocimiento devele sus verdaderos y ocultos mecanismos. 4

“el régimen de veridicción (…) no es una ley determinada de la verdad, [sino] el conjunto de las reglas que permiten, con respecto a un discurso dado, establecer cuáles son los enunciados que podrán caracterizarse en él como verdaderos o falsos” (Foucault, 2007: 53). En este sentido, a Foucault y a sus seguidores no les interesa tanto determinar la verdad o falsedad de una proposición, cualquiera sea, sino cómo es posible que tal proposición y ninguna otra en su lugar pueda ser caracterizada como verdadera, cuál es el régimen discursivo que lo permite. 5 La lectura que hace Gilles Deleuze de Michel Foucault (uno de los máximos referentes del postestructuralismo) sostiene que en la teoría del autor las relaciones de poder aparecen como determinantes y las relaciones de saber, como determinables, de modo tal que las primeras tendrían cierto predominio sobre las segundas (2003). Como se pondrá de manifiesto más adelante, es ésta una tensión que el postestructuralismo no busca resolver.


Además de la Introducción, el presente texto se divide en tres apartados. El primero da cuenta del contexto de emergencia del posmodernismo en las RRII, presenta sus rasgos distintivos y explicita lo que lo diferencia del constructivismo. El segundo apartado se detiene en la heterogeneidad que habita este enfoque, presentando un resumen de dos lecturas post-estructuralistas que aparecieron en los últimos años de la mano de la llamada Guerra Global contra el Terror. Finalmente, se esboza una conclusión. 2. Hablan los post-estructuralistas 2.1. El contexto de emergencia. A fin de comprender la emergencia de disciplinas y de teorías a su interior, las mismas deben ser contextualizadas históricamente, poniendo en evidencia las transformaciones sufridas por el saber en un movimiento paralelo a aquéllas experimentadas por las relaciones de poder. En este sentido, la emergencia del “posmodernismo” en RRII puede ser situada en el marco del largo proceso que derivó en el fin de la “Guerra Fría”. La aparición del número especial de la International Studies Quarterly en septiembre de 1990, titulado “Hablando el lenguaje del exilio: disidencia en los estudios internacionales” (“Speaking the Language of Exile: Dissidence in International Studies”) es sintomático al respecto. El punto final del conflicto cuyos dos protagonistas principales fueron Estados Unidos y la URSS, supuso la victoria de “Occidente” por sobre “Oriente”, la instauración de un orden unipolar y la consiguiente imposición del neoliberalismo en una buena parte del globo. El neoliberalismo no sólo debe ser entendido como un modelo económico, sino que también supone modos de construcción de subjetividades y configuraciones de relaciones sociales bien específicas. El proceso de globalización cobró tal velocidad que se convirtió en un fenómeno del todo novedoso. Esto trajo como consecuencia, asimismo, la pérdida relativa de poder de los Estados como actores internacionales y consiguientemente una miríada de actores no-estatales comenzaron a gravitar con inusitada fuerza en el plano internacional. La globalización entonces se tornó también cultural, engendrando resistencias del mismo tipo, convirtiéndose dicha dimensión en un tema relevante para la agenda de los estudios internacionales. Constructivismo y postmodernismo lo tomaron a su cargo. Lo que se había globalizado era el modo de ejercicio del poder liberal. Ciertos autores comenzaron a hablar entonces de “gobernanza liberal mundial” (Dillon y Reid, 2001), sostenidos sobre el concepto acuñado por James Rosenau y Ernst-Otto Czempiel en los inicios de la década del 90 del siglo pasado (1992). Otros tomaron el concepto foucaultiano de gubernamentalidad y lo aplicaron a las RRII (Dean, 1999; Larner y Waters, 2005; Neumann y Sending, 2007, entre otros). De esta manera, efectuaron una lectura de la política mundial desde una perspectiva del todo distinta a la predominante en la disciplina. Y ya que el liberalismo fue colocado en el centro de la escena, buena parte de la “corriente postmodernista”, que incluye a un amplio abanico de autores de diversas tradiciones intelectuales, apuntaron sus miradas a dos autores que habían hecho de dicho régimen de gobierno su centro de atención: Carl Schmitt y Michel Foucault. Si bien desde epistemologías diferentes, la utilización de estos dos autores por los post-estructuralistas buscó reflexionar acerca del discurso liberal y su modo de ejercicio del poder asociado, siguiendo una preocupación central en estos análisis: la de la relación del saber con el poder.


2.2. El exilio en los márgenes. El post-estructuralismo/posmodernismo en las RRII, institucionalizado en revistas tales como Alternatives: Global, local, political; Millennium – Journal of International Studies; European Journal of International Relations, entre otras, no se define a sí mismo como una “corriente”, término que supone cierta homogeneidad que los propios autores que forman parte de ella rechazan. Más bien es definido como un conjunto de prácticas intelectuales que utilizan diversos instrumentos conceptuales, metodológicos y de perspectivas como ser la genealogía, el deconstruccionismo, la semiótica, la teoría psicoanalítica feminista, la intertextualidad (Der Derian y Shapiro, 1989). Si bien existen diferencias entre los autores que adscriben a este enfoque en las RRII, también los convocan similitudes, ligadas, básicamente, a la preocupación por cómo el saber, la verdad y los significados son constituidos: cuáles son las relaciones entre saber y poder en el ámbito de la política mundial. De este modo, el posmodernismo procura derribar todas aquellas afirmaciones y relaciones que se encuentran naturalizadas, dando cuenta de que éstas son producto de sistemas específicos de producción de conocimiento y, por lo tanto, de circunstancias históricas específicas. Se trata de un modo de análisis que piensa al mundo de las RRII como un texto y desde allí lo trabaja. Interroga dichas naturalizaciones preguntándose por las relaciones de poder que juegan en esferas y espacios que parecen estar por fuera de la política. En este sentido, la producción de “conocimiento científico” es una instancia privilegiada en la que los intelectuales se presentan como estando por fuera de luchas de poder y, sin embargo, estando atravesados por éstas. Es así cómo estos instrumentos son utilizados, entre otras cosas, para establecer una crítica del discurso académico hegemónico en la disciplina. Esta crítica apunta a los supuestos intelectuales del racionalismo y del positivismo occidental sobre los que este último se basa. En este contexto, una cuestión central es la crítica a la separación entre sujeto y objeto de conocimiento, instanciada en la concepción de la noción de “hecho”. Mientras neorrealistas y neoinstitucionalistas insisten en afirmar que ellos estudian “hechos” objetivos, es decir, escindidos de sus propias prácticas como teóricos, los post-estructuralistas ponen el acento sobre el carácter de constructo discursivo de estos “hechos”. Estos son entendidos desde un primer momento como interpretaciones, es decir que el sujeto que los “lee” se encuentra ya atravesado por ciertas categorías, escalas de valores, formas de ver el mundo, de los que no puede escapar. Esta afirmación derivará en dos aspectos fundamentales del posmodernismo. Por un lado, en la poca importancia que se le da a la noción de “autor” (entendiendo como “autor” en el ámbito de las RRII también a aquellos sujetos que participan en el proceso de toma de decisiones): éste no es más que un producto y sus intenciones y percepciones no resultan relevantes en sí mismas, sino como textos. Es decir que las justificaciones y argumentos para emprender una acción preceden al sujeto que decide sobre ella. Por otro lado, la afirmación esbozada más arriba deriva en la imposibilidad de encontrar una Verdad que pertenecería más al hecho que al sujeto que se la adscribe. En su epistemología, el positivismo iluminista postula la existencia de dos entes separados: sujeto y objeto (de conocimiento). Según esta concepción, el objeto estudiado sería portador de una verdad y la función del investigador sería la de des-cubrirla. El posmodernismo


rechaza de plano esta idea y postula, en cambio, una relación de inseparabilidad entre el sujeto y el objeto de conocimiento. Este último es pensado como un texto cuyo significado ya ha sido interpretado. El sujeto, por su parte, es también producto. De esta manera, el investigador, atravesado por una multiplicidad de preconcepciones características del contexto histórico en el que vive, trabaja sobre interpretaciones que ya han sido realizadas. Así, el discurso pasa a ocupar un lugar fundamental en el conocimiento, subrayándose su carácter performativo6. Esto significa que el discurso no “refleja” la realidad, sino que la construye o la constituye. La objetividad es, de este modo, imposible y, por lo tanto, también lo es la ciencia en su versión iluminista. Por lo dicho, puede intuirse que una cuestión recurrente en los análisis postestructuralistas es la historicidad (Ashley, 1989). Frente a la narrativa del discurso histórico moderno que encuentra su centro en una unidad postulada como lo “normal” y, por tanto, concibe a todo aquello que se aleja de ese núcleo como una desviación, un accidente que hay que corregir, el historicismo post-estructuralista plantea partir de la diferencia. De allí sus lazos con la genealogía, que, en lugar de buscar el origen en una unidad idéntica a sí misma que las peripecias de la historia habrían adulterado, lo busca en los resultados de batallas. De modo que en el comienzo de la historia se encuentra el “disparate” (Foucault, 1992: 8; Nietzsche, 1999). Tal como sostiene Foucault: “La genealogía (…) se opone al despliegue metahistórico de las significaciones ideales y de los indefinidos teleológicos” (1992: 7), es decir, que frente a una lectura moderna de la historia que ve en ésta el despliegue necesario de una esencia7, la genealogía la entiende como el movimiento discontinuo de configuraciones de relaciones de poder. En otras palabras, en el comienzo no se encuentra la unidad, sino la diferencia, de modo que la primera es el resultado de una construcción. Y esto mismo es aplicado al discurso dominante en las RRII. De lo que se trata es de situar históricamente la emergencia de ciertos conceptos con los significados que se le fueron adosando. En este sentido, los conceptos no se mantienen inalterados a lo largo del tiempo, no existe un significado puro, verdadero, de determinado concepto; por el contrario, son resignificados, cambian su sentido de acuerdo al momento histórico en el que emergen. Dos ejemplos interesantes al respecto. El primero: A genealogy of sovereignty, de Jens Bartelson (1995), en el que, tal como lo indica el título, el autor desnaturaliza un concepto fundante de las RRII como ser el de soberanía para dar cuenta de la contingencia de su significado. Así, echa por tierra la naturalización de un concepto que permite efectuar la oposición fundadora de las RRII: adentro/afuera, política doméstica/política internacional. El segundo ejemplo lo proporcionan los cambios en el significado de “seguridad” que ha pasado de nociones de riesgo en el Renacimiento, a la idea de defensa nacional, a la 6

Es éste un concepto del lingüista John L. Austin, muy utilizado entre los posmodernos así como entre los “constructivistas radicales”. Un enunciado performativo es para el autor un enunciado que más que describir un hecho lo realiza. Un ejemplo muy citado es el del enunciado “Yo prometo”, la acción de prometer se está realizando en el mismo momento en que éste es expresado. 7 Un ejemplo pertinente al respecto es el de las lecturas que se hicieron de la llamada Primavera Árabe que tuvo lugar en el mundo árabe desde fines del año 2010/principios del 2011. Muchos de los analistas que reflexionaron acerca de dicho acontecimiento lo explicaron como el despliegue necesario de la democracia por el mundo. Según estos analistas, la democracia habría nacido en 1776 en Estados Unidos, luego se habría expandido por Europa después de las guerras mundiales, más tarde habría pasado por América Latina y Europa del Este (con la caída de la URSS y el advenimiento de las “revoluciones de colores”), para finalmente hacer pie en Medio Oriente. Una lectura parecida había sido proporcionada por Fukuyama en 1989 en su artículo “The end of History?”.


noción de seguridad, unida indefectiblemente a la de libertad de circulación (de esto último hablaremos un poco más adelante; Shapiro, 1989; Bigo, 2011). Frente a las corrientes estructuralistas y aquellas que colocan el acento en la acción voluntaria del individuo, el post-estructuralismo se sostiene sobre una paradoja que no busca resolver: al tiempo que afirma que la práctica depende de la estructura, también postula que la estructura depende de la práctica. De esta manera, se obtiene una estructura en constante movimiento y transformación. El post-estructuralismo busca mantenerse siempre en el límite entre estas dos aserciones, sin inclinarse a favor de ninguna de ellas. Si la modernidad se caracteriza por el remplazo del fundamento-Dios propio de la Edad Media (trascendencia) por el fundamento-hombre, el posmodernismo se caracteriza por poner fin a todos los fundamentos, bregando por resaltar el carácter de constructos de estos últimos. De allí su marcado anti-esencialismo. De allí también la imposibilidad de una ciencia que dé cuenta de verdades objetivas. En palabras de Campbell y George: “El blanco de esta disidencia es el fundacionalismo y esencialismo de la filosofía científica de la post-ilustración, sus supuestos universalistas sobre el hombre racional moderno, su metafísica escondida, su compromiso metateórico con categorías de significado y comprensión dualizadas, sus estrategias logocéntricas de identidad y jerarquización, sus proposiciones teorizadas sobre la naturaleza humana, su fe dogmática en el método, sus filosofías de la intención y la conciencia y su tendencia hacia la gran teoría y las implicaciones de su imposición” (1990: 280). En cuanto a lo metodológico, el post-estructuralismo pone en práctica el análisis del discurso. Éste apunta tanto al discurso de la disciplina como a aquél cuyos portadores son los funcionarios que participan en los procesos de decisiones y su relación con la construcción de la identidad internacional. Asimismo, han comenzado a aparecer trabajos que estudian el discurso de los medios de comunicación respecto a cómo presentan las relaciones internacionales o a los distintos países y regiones del mundo. Este método de análisis descansa sobre una determinada concepción epistemológica del discurso que toma elementos del pensamiento de Wittgenstein, de Derrida y de Foucault. Principal y fundamentalmente, el discurso se entiende como constructor de realidad y no como mero reflejo de ésta, rechazando, como dijimos, todos y cada uno de los esencialismos. Esto último los enfrenta con el “constructivismo moderado” (Wendt, 1999). El método deconstructivo, tomado de Derrida, los lleva a concentrarse en los binarismos discursivos y los efectos que, así planteados, producen, señalando el carácter contingente de las oposiciones discursivas. La metodología no se postula como un a priori, sino, por el contrario, es adaptada a un objeto de estudio construido y seleccionado como tal: el nexo entre poder y saber, instanciado mayormente en la construcción de identidades y otredades. El trabajo de Lynn Doty (1996) es paradigmático al respecto: allí la autora analiza los modos en los que políticos, intelectuales y periodistas del “Norte” han representado al “Sur” a fin de llevar a cabo políticas de corte imperialista. Frente al “dogmatismo metodológico” del positivismo, el análisis del discurso se presenta, en cambio, más bien como una herramienta, una cierta perspectiva analítica. Esta “flexibilidad” metodológica ha sido fuertemente criticada, caracterizada como nocientífica. Existieron intentos de sistematizar la metodología del análisis del discurso


tanto en las Ciencias Sociales en general (ver, por ejemplo, Wodak y Meyer, 2003) como en las RRII en particular (Milliken, 1999). Sin embargo, desde nuestro punto de vista, estos intentos de sistematización que buscan darle a esta herramienta el carácter de método, a fin de ser aceptados al interior de los parámetros discursivos de la disciplina, han resultado infructuosos y probablemente continuarán siéndolo. Esto no supone hacer a un lado estos intentos, sino entender y respetar la especificidad de estas perspectivas de análisis, y su posición con respecto a la “Ciencia” y al lugar que en ella ocupa la metodología. Todas estas características, fuertemente ligadas a su posición epistemológica, les han valido ser acusados de anti-modernos. Algunos de estos autores se han defendido de tales acusaciones utilizando la lectura de la Ilustración que efectúa Foucault (1996a). Según el filósofo francés, la característica central de este movimiento intelectual y político es la función de la crítica. Los llamados “posmodernos” aducen que, en tanto su función radica en pensar el presente históricamente (de allí que se sostengan sobre una analítica interpretativa), esta característica “está siendo practicada mejor por [ellos] que por los auto-proclamados racionalistas defensores de la fe” (Campbell, 1998: 215).Y, en efecto, si seguimos la categorización de Cox que establece teorías de resolución de problemas y teorías críticas, el “posmodernismo” se encontraría claramente en este último conjunto. Según el autor gramsciano, el segundo tipo de teorías “es más reflexivo acerca del proceso de teorizarse a sí mismo: ser claramente consciente de la perspectiva que da pie a la teorización, y su relación con otras perspectivas (para lograr una perspectiva sobre las perspectivas); y para abrir la posibilidad de elegir una perspectiva válida diferente desde la cual la problemática deviene una de crear un mundo alternativo” (1986: 207208). En lugar, entonces, de patrullar “fronteras” que delinean los contornos no franqueables de una disciplina, estos autores se proponen cruzar esas fronteras establecidas por los discursos hegemónicos, proponiendo un pensamiento diagonal y multidisciplinario. De allí que busquen explicitar la teoría política subyacente en los discursos hegemónicos de las RRII y que, asimismo, luchen por reinsertarla en el ámbito de los estudios de política mundial (Walker, 1993). Lo mismo puede decirse respecto de la filosofía del conocimiento. Tal como afirma David Campbell: “conscientemente o no, los teóricos de las RRII son filósofos del conocimiento” (1998: 220). De lo que se trata, entonces, es de visibilizar los supuestos que se encuentran sosteniendo el discurso hegemónico disciplinar. Se trata de una “actitud disidente” que insiste en plantear los supuestos como preguntas más que como afirmaciones (Ashley y Walker, 1990). 2.3. Posmodernismo y constructivismo. Haciendo a un lado el constructivismo de Wendt, cuyo carácter de tal ha llegado a ser puesto en duda (Kratochwil, 2000), el constructivismo y el posmodernismo tienen muchos elementos en común. Ambos hacen foco en la cuestión de la construcción de significado y de identidades y le otorgan un papel destacado al lenguaje en sus investigaciones. Ambos sostienen la idea de un mundo construido por la interacción de los hombres en circunstancias determinadas, así como de que el conocimiento es socialmente construido y, por lo tanto, ambos son antipositivistas (o post-positivistas). La diferencia entre ambos, no obstante, es de


intensidad, pero a un punto tal que se convierte en una diferencia cualitativa. Esto se encuentra profundamente ligado a los autores sobre los que cada una de estas corrientes se sostiene. Por el lado constructivista, la influencia viene mayormente desde el mundo anglosajón: dos de los autores más citados son John L. Austin y su teoría de los actos de habla y la teoría de la acción comunicativa del frankfurtiano Jürgen Habermas. Con respecto al post-estructuralismo, sus mayores referentes son los franceses Jacques Derrida, teórico del deconstruccionismo, y Michel Foucault, cuyo trabajo ha estado dedicado a detectar las relaciones entre saber y poder en aquellos ámbitos en los que el poder parecería no tener lugar. Foucault también ha desarrollado intensamente el concepto de discurso. De algún modo, podría afirmarse que la de los posmodernos es una postura radical. La consecuencia lógica que derivan de sus premisas es, como se afirmó, la de la imposibilidad de la ciencia y de la verdad. No existe la verdad: tan sólo interpretaciones cuyo carácter hegemónico se encuentra más ligado a relaciones de poder vigentes en el momento de aparición y dominio de dicha “verdad” (de allí su preocupación por los regímenes de veridicción). Los constructivistas, por su parte, si bien acuerdan con las premisas, se niegan a abandonar el concepto de ciencia e incluso aquél de verdad. Comparten con los posmodernos la idea de que la verdad no está en el objeto sino que es una construcción, resultado de la interacción entre sujeto y objeto (de conocimiento). Sin embargo, en su reticencia a abandonar la idea de ciencia (afirman abandonar sólo una concepción dogmática de ésta), tampoco pueden deshacerse completamente de la idea de verdad. El punto medio que encuentran, no sin cierta incomodidad, es la conservación de una noción de verdad a la que pueden aproximarse, pero nunca alcanzar (Kratochwil, 2000). Algunas críticas que han resonado desde el constructivismo hacia el postestructuralismo hablan de este último como sosteniendo “una posición idealista radical cada vez más vaciada de cualquier significado inteligible” (Guzzini, 2000: 148), como “preocupados por el estilo y el método y ofreciendo conocimiento sustantivo limitado” (Ruggie, 1993: 144). Son acusados también de anti-iluministas. Los constructivistas, por el contrario, siguiendo en este punto muy de cerca a Habermas, ofrecen lealtad a la modernidad tardía, sosteniendo que su proyecto (un proyecto que leen como emancipatorio) sufrió desviaciones, pero puede ser reconstruido. De esta manera, mientras el posmodernismo da por tierra con todos los fundamentos, el constructivismo defiende la posibilidad de que estos existan (Onuf, 1994). Recuérdese que algunos autores post-estructuralistas se defienden de las acusaciones de antiiluministas destacando el aspecto crítico de dicho proyecto. Asimismo, un punto a subrayar que ha destacado Stefano Guzzini (2000) respecto al post-estructuralismo es el espacio fundamental que esta “corriente” le otorga a las relaciones de poder. Según el constructivista italiano, es ése un punto cuya importancia el constructivismo ha tendido a despreciar. 3. Post-estructuralismos. Como hemos afirmado, la etiqueta de “posmodernos” es un rótulo que les fue colocado a un conjunto de autores que utilizan diversos instrumentos teóricos por aquellos que se encuentran en desacuerdo y se sienten amenazados por la llegada al campo de los estudios internacionales de una nueva perspectiva crítica. Los “posmodernos” se han nutrido de distintas fuentes teóricas de acuerdo a los problemas


que se han planteado y los objetos de análisis a los que han dirigido la mirada. Si en los primeros años de la emergencia de esta perspectiva en la mayor parte de los casos los autores se dedicaron a sentar las bases de sus planteamientos y, al mismo tiempo, a criticar los fundamentos naturalizados por neorrealistas y neoinstitucionalistas, con el paso de los años fueron tomando distancia también de los constructivistas. Asimismo, comenzaron a plantear investigaciones empíricas que apuntaban sobre todo a comprender los modos de construcción de identidades y otredades en las RRII y su relación con el poder (ver, entre otros: Connolly, 1989; Doty, 1996; Campbell, 1998). La “Guerra Global contra el Terror” (GGT) dio un nuevo impulso a esta perspectiva de análisis y emergieron en su interior otros dos conjuntos de autores que, a pesar de compartir varios puntos entre sí, tienen marcadas diferencias. Nos referimos a, por un lado, aquellos autores que se han encaramado sobre el concepto de biopolítica de Foucault y lo han utilizado para pensar la política mundial y, por otro lado, a aquellos otros que se han basado en Carl Schmitt para pensar el liberalismo global, en general, y la GGT como guerra liberal en particular. Sobre estos hablaremos a continuación. 2.3.1 Biopolítica y RRII Entre los aportes más recientes del “posmodernismo” a las RRII se encuentran aquéllos que se parapetan sobre el concepto de biopolítica de Michel Foucault. Este concepto, acuñado por el filósofo francés a partir del primer volumen de su Historia de la sexualidad y desarrollado más tarde en los seminarios de 1975-1976, 1977-1978 y 1978-1979 (Foucault, 2000, 2004b y 2007, respectivamente), ha sido retomado por académicos de las RRII y ha sido aplicado fundamentalmente al área de los estudios de seguridad internacional. Dar una idea acabada del concepto de biopolítica constituye una empresa extremadamente compleja y aún más en un espacio reducido como éste. Podemos remitir al lector a los libros y Seminarios en los que Foucault abordó el tema (2000, 2002, 2004, 2007) y a algunos textos de filósofos y cientistas sociales que lo han trabajado desde distintas perspectivas (Agamben, 1998; Espósito, 2006; CastroGómez, 2010, Castro, 2011, entre otros). A los efectos del presente texto, bastan algunas rápidas referencias. En primer lugar digamos que Foucault desarrolla el concepto de biopoder, entendido como una tecnología de poder, en contraposición al de poder soberano. Si esta última tecnología se basaba en el derecho soberano de “hacer morir y dejar vivir”, la biopolítica se tratará de “hacer vivir y dejar morir” (Foucault, 2000). Es decir que en lugar de reprimir se tratará de administrar, aumentar, multiplicar, controlar, regular la vida de la población. Esta última, entendida como conjunto de procesos naturales será el principal objeto de esta tecnología de poder. De esta manera, este tipo de poder será un poder expansivo, que intentará incorporar a su gestión a la totalidad de los individuos, no sólo en tanto tales, sino en tanto especie biológica. Y esta incorporación será posible sólo a través de una intervención permanente sobre esta vida que se trata de gestionar a fin de aumentar y organizar las fuerzas que somete. Biopolítica y liberalismo se encuentran fuertemente imbricados, funcionando el segundo como el marco al interior del cual se inscribe la primera (Foucault, 2007). Foucault afirma que frente al discurso de la aristocracia que entendía la historia del


Estado como el relato particular del bando que había resultado victorioso en un conflicto que atravesaba a la sociedad, la burguesía liberal aspirará a la universalidad a través de la noción de nación (2000). Esta noción funcionará de modo tal de incorporar a los distintos elementos de la sociedad en una unidad (el Estado-nación). De esta manera, renegará de la idea de que la sociedad está dividida y planteará, por el contrario, la idea de una sociedad unitaria. Así, los enemigos ya no se presentarán como enemigos políticos para uno de dos bandos en conflicto, sino como enemigos de la sociedad toda. Y ya no serán enemigos políticos, sino, por el contrario, peligros biológicos internos (pues lo que ponen en peligro es la vida de la sociedad) que habrá que eliminar. Lo que aquí se pone en evidencia es la finalización, por parte del discurso liberal burgués, de un modo binario de comprensión de la sociedad por un modelo de inclusión ad infinitum. El objetivo fundamental de la biopolítica será acompañar fenómenos que serán concebidos como naturales: “asegurar la seguridad de esos fenómenos naturales que son los procesos económicos o los procesos intrínsecos a la población” (Foucault, 2004: 361). Por lo tanto, la seguridad ya no pasará únicamente por la protección, sino por el mejoramiento de estos procesos naturales. Se trata de una seguridad-marco que permita que el proceso vital de la sociedad en su conjunto se desenvuelva sin tropiezos. Y, ligada a la cuestión de la seguridad y también a la cuestión de la naturaleza que estarán en el centro de la biopolítica, un elemento fundamental será la libertad. No la libertad como derecho frente a los abusos del soberano, sino la libertad como condición necesaria para el correcto funcionamiento de este nuevo tipo de gobierno. De este modo, el gobierno neoliberal, por ejemplo, deberá producir las condiciones para el despliegue de la libertad de mercado, lo cual supondrá una intervención permanente. Este carácter particular del neoliberalismo hará que Foucault pueda llamarlo “liberalismo positivo” (2007: 162), pues se trata de un liberalismo que interviene mediante acciones reguladoras y ordenadoras. Ahora bien, estas últimas no actúan directamente sobre el mercado, sino sobre el “marco”, es decir, primero sobre la “población” y sus instituciones. Ya que, en palabras de Foucault, el liberalismo es el “marco general de la biopolítica” (Foucault, 2007: 40), los análisis de los autores que en el ámbito de las RRII y, específicamente, en aquél de los estudios de seguridad, utilizan este último concepto, dan cuenta del modo particular que adopta el modo liberal de la guerra teniendo en cuenta para esto y necesariamente cómo se ejerce el poder liberal. En la búsqueda de la comprensión del correlato entre el modo de hacer la guerra y el modo de gobierno liberales, estos autores encuentran la fundación del correlato en el compromiso liberal de “hacer vivir” (Reid, 2006). La vida -un particular significado del significante vida-, como parte componente de la biopolítica, ocupa, por tanto, un lugar fundamental en estos estudios. Entre los textos que podemos destacar, de sus referentes más visibles, encontramos: The biopolitics of the war on terror (Reid, 2006), “Biopolitics of security in the 21st century: an introduction” (Dillon y Lobo-Guerrero, 2008), The liberal way of war (Dillon y Reid, 2009) y Foucault on politics, security and war (Dillon y Neal, 2011). El pensamiento de estos autores va por la vía de reflexionar, ayudados por la particular concepción de seguridad desplegada por Foucault en su desarrollo del concepto de biopolítica, cómo se ha modificado el significado de este término y los efectos que ello implica. La seguridad, en este sentido, es entendida como una práctica discursiva, constituyente de sujetos y objetos sobre los que recae (Bigo,


2011), definición que comparten con la llamada escuela de Copenhague cuyo máximo referente es Barry Buzan. Aquí se ve claramente por qué hemos colocado a estos autores en el campo de los post-estructuralistas. A diferencia de los portadores del discurso hegemónico en las RRII, los trabajos que estamos analizando no entienden la existencia de sujetos y objetos que entran en relación estando ya constituidos, sino que, por el contrario, es su encuentro mismo el que posibilita su mutua constitución. En este sentido, la aparición de un concepto como el de “seguridad humana” es leído en su contexto histórico de emergencia, rechazando las afirmaciones que encuentran allí signos de progresividad. A diferencia de muchos autores, los que aquí estamos analizando plantean que la seguridad no debe ser pensada como un momento de excepción (es una lectura que le atribuyen al conjunto de autores de los que hablaremos a continuación), sino como formando parte de la “normalidad” (Neal, 2011). De este modo, y como hemos sostenido más arriba, libertad y seguridad se presentan como una dupla que se implica y supone mutuamente, pues la segunda apunta justamente a posibilitar el despliegue de la primera. En este sentido, la seguridad biopolítica no es entendida en términos represivos, sino con el objetivo de multiplicar, mejorar un cierto tipo de vida cuya particularidad no es reconocida. De allí que las intervenciones neoliberales se den en el “marco” del mercado y no en el mercado mismo. Tal como afirma Foucault: el neoliberalismo supone un “mínimo de intervencionismo económico y un máximo de intervencionismo jurídico” (2007: 199). En este contexto, las guerras en nombre de la democracia liberal y la Teoría de la Paz Democrática (TPD) que las acompañan pueden ser entendidas desde otra perspectiva: no como un mero recurso retórico para justificar acciones inconfesables (lo cual no implica que estas últimas no existan), sino como modos estratégicos de ejercicio del poder. No es de sorprender, entonces que éste sea uno de los temas más interesantes de este enfoque (Dillon y Reid, 2009). Si entendemos que el mandato democratizador que acompañó discursivamente a las últimas intervenciones de las potencias puede ser utilizado debido a que está inserto al interior de un modo de ejercicio de poder que busca “hacer vivir”, es decir, aumentar la potencia de la vida, es posible ubicar allí la particular relación entre la vida y la muerte (“hacer vivir” y “dejar morir”) que atraviesa al liberalismo como modo de ejercicio del poder. El discurso universalista, entonces, tomará toda la fuerza, elevándose el racismo al lugar de mecanismo fundamental para el ejercicio del poder soberano de matar (Foucault, 2000). El racismo, según Foucault, cumplirá una doble función. Por un lado, una función de fragmentación, pues será el mecanismo que permita establecer un corte en el ámbito que el biopoder tomó a su cargo: el ámbito de la vida. Así, es actualizado el establecimiento de oposiciones binarias, propias del poder soberano, marcando una separación entre lo que debe vivir y lo que debe morir. Una segunda función será la que establezca una relación entre la vida y la muerte del tipo “cuanto más hagas morir, más, por ello mismo, vivirás”. En otras palabras, la muerte del Otro, de aquel que no debe vivir, se convierte en una condición para el mejoramiento de la propia vida (Foucault, 2000). De allí que estos autores concluyan, como lo hiciera Carl Schmitt (2006), pero desde otra perspectiva epistemológica, en la posibilidad del desarrollo de guerras de exterminio en el marco de una tecnología de poder liberal. La vocación universalista, sumada al racismo que postula que “cuanto más mates, hagas morir, dejes morir, tanto más, por eso mismo, vivirás” (Foucault,


1996b: 206), apunta a la desaparición de peligros que son construidos como biológicos: peligros para el despliegue natural de la propia vida. De esta manera, la GGT con sus enemigos cuyo exterminio se presentaba como necesario fue pensada como guerra liberal por excelencia. Más aún cuando a ésta se le añadió el elemento universalizador: la imposición de la democracia (liberal). En efecto, basándose fundamentalmente en la inexistencia de guerras entre los países noratlánticos a partir de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, los teóricos de la TPD sostienen que los Estados democráticos no hacen la guerra entre sí. A partir de allí concluyen que la instauración de la democracia (liberal) a nivel global hará posible el sueño que expresara Immanuel Kant (1795) de una paz perpetua. Entendiendo al neoliberalismo como un liberalismo interventor que busca hacer de los mecanismos competitivos del mercado la matriz de todas las relaciones sociales (Foucault, 2007), puede añadirse a estos análisis que la imposición de la democracia liberal (que –dato que no debe soslayarse- se hace de modo selectivo) también apuntaría a la instauración de dichos mecanismos en el ámbito político-institucional. En este sentido, la construcción de los sujetos como individuos resulta fundamental para el mantenimiento de los resortes competitivos del mercado. Se ha querido establecer una diferencia tajante entre biopolítica y soberanía, de modo tal que la expansión de la tecnología de poder biopolítica al ámbito global, remplazaría a la configuración westfaliana de dicho espacio, dejando obsoleta la noción de soberanía (Hardt y Negri, 2002). Siguiendo con esta lógica, estos mismos autores plantearon la muerte de los Estado-nación y el advenimiento de un gobierno mundial presidido por las empresas transnacionales, gobierno en el que las fronteras y las líneas demarcatorias de espacios se difuminarían. Si bien somos testigos de la pérdida de importancia relativa del principio de igualdad soberana y el avance del principio de intervención y de conceptos tales como el de “responsabilidad de proteger” (valgan como ejemplos Irak 2003 y Libia 2011), la utilización del concepto de biopolítica no debe comprenderse como opuesto al de geopolítica o a aquél de soberanía. Más bien, biopolítica y geopolítica deben ser entendidas como dos tecnologías de poder que marchan juntas, aunque alguna predomine sobre la otra por momentos. En este sentido, aquellas lecturas que señalan una oposición entre soberanía y biopolítica son rechazadas (Dillon y Lobo-Guerrero, 2008). 2.3.2. Carl Schmitt, el post-estructuralismo y las RRII Otro de los aportes recientes desde la perspectiva post-estructuralista a la teoría de las RRII ha sido realizado por autores que se han parapetado sobre Carl Schmitt (entre otros, William Rasch, Louiza Odysseos, Fabio Petito). Lo que diferencia fuertemente a los autores de la biopolítica de aquéllos que recuperaron al jurista alemán en su lectura de la GGT es, básicamente, el concepto de estado de excepción. En tanto los primeros lo rechazan, los segundos lo retoman, más específicamente en la lectura que de este concepto hiciera Giorgio Agamben (2007). Como se ha visto, la seguridad para los teóricos de la biopolítica es una noción que no emerge en momentos excepcionales, sino que más bien forma parte de la “normalidad” de la tecnología de poder. Aún más, el poder biopolítico, en tanto poder que incorpora, se ejerce incluyendo todos los casos en la normalidad y la seguridad es entendida precisamente como dispositivo que asegura el despliegue natural de ésta. El estado de excepción, noción que Agamben retoma de Schmitt (2009), por el contrario, plantea


una separación entre lo normal y lo excepcional. En efecto, éste es definido como aquella decisión soberana que suspende la norma a fin de procurar su restitución. Al tiempo que se impone, el estado de excepción pone en evidencia al soberano, pues éste es definido como aquél que puede decretarlo (Schmitt, 2009). Se entiende, entonces, por qué los autores que han hecho uso de la caja de herramientas schmittiana han usado esta figura (jurídica) para analizar la GGT. Según estos, esta guerra supuso el derribamiento de todas las fronteras y la anulación de todas las soberanías territoriales. De esta manera, la norma (internacional) fue suspendida a fin de restituirla (según el discurso dominante, ésta había sido quebrada por los atentados del 11 de septiembre de 2001 a Estados Unidos). Fue Washington quien, al decidir sobre la instauración del estado de excepción, se irguió entonces como soberano global (Odysseos y Petito, 2007). Es difícil pensar, dada la ontología schmittiana, la utilización de los escritos del autor alemán por parte de pensadores post-estructuralistas. Sin embargo, realizan una lectura desde allí: en lugar de resaltar los rasgos hiperrealistas del jurista alemán, plantean una lectura centrada en la importancia que Schmitt daba al lenguaje y al discurso en su concepción del poder: “Respecto de estos conceptos políticos decisivos, depende de quién los interpreta, los define y los utiliza; quién concretamente decide qué es la paz, qué es el desarme, qué es la intervención, qué son el orden público y la seguridad. Una de las manifestaciones más importantes de la vida legal y espiritual de la humanidad es el hecho de que quien detenta el poder real es capaz de determinar el contenido de los conceptos y las palabras. Caesar dominus et supra grammaticam. César es también señor de la gramática” (Carl Schmitt, citado en Mouffe, 2007: 94) A partir de aquí, pueden afirmar que, para el autor alemán, “las convicciones, creencias e ideas son lo que era la política en última instancia” (Odysseos y Petito, 2008: 473). Entonces, el discurso pasa a ocupar un lugar central en lo que denominarán “pensamiento internacional heterodoxo de Schmitt” (Odysseos y Petito, 2007). Y es una lectura que podría explicar el olvido8 que ha sufrido un autor como el que estamos tratando por parte del discurso hegemónico de las RRII. Existen dos trabajos conjuntos representativos de esta tercera perspectiva al interior del “posmodernismo” y ambos fueron concebidos en el marco de la GGT. Por un lado, un número especial dedicado al pensamiento internacional de Carl Schmitt de la revista canadiense Études internationales del año 2009. Por otro lado, un libro compilado por Louiza Odysseos y Fabio Petito, de la Universidad de Sussex, titulado The international political thought of Carl Schmitt. Así como en el primero, en este último trabajo no encontramos únicamente contribuciones desde una perspectiva postestructuralista, pero será en ellas en las que nos detendremos. Como se mencionó, la utilización de Schmitt es a partir de una lectura que hace foco en la cuestión discursiva. De este modo, uno de los puntos privilegiados que estos autores retomarán del jurista alemán será su crítica al concepto de humanidad y a su uso político (Rasch, 2003; Odysseos, 2007). En El concepto de lo político, Schmitt (2006) llamó la atención sobre la utilización por parte del liberalismo del concepto de

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Según Nietzsche (1999) el olvido es una facultad activa.


humanidad en nombre del cual comenzaban a justificarse intervenciones internacionales. La crítica pasaba por dos puntos centrales: Por un lado, afirmaba el autor, llevar adelante guerras en nombre de la humanidad suponía postular al enemigo ya no como un enemigo real con quien era factible negociar luego de haberlo debilitado, sino postularlo como un enemigo absoluto, inhumano, al que se hacía necesario eliminar. De aquí se derivaba una transformación de las guerras que, a diferencia de las existentes durante la era westfaliana (guerras limitadas), podían convertirse en “guerras de exterminio” (modo en que es postulada la GGT). En este marco puede entenderse, asimismo, que los autores que estamos tratando también se detengan en la idea de paz perpetua que postula el discurso liberal (siempre entendiendo discurso en un sentido diferente al de retórica). En efecto, Schmitt se opone con fuerza a esta idea con una furibunda crítica a la Sociedad de Naciones y su prohibición de la guerra. Por otro lado, el recurso a la humanidad suponía, asimismo, la emergencia del característico discurso universalista del liberalismo9. Y en efecto, también aquí, como sucediera con los autores que colocaban en el centro de sus análisis el concepto foucaultiano de biopolítica, el liberalismo en tanto modo de ejercicio de poder, ocupará un lugar central: el universalismo liberal, sostienen estos autores, busca negar su carácter político (es decir, particular10). Tal como afirma Odysseos11: “la ética universal alimenta discursos y prácticas políticas que generan un mundo político (o más exactamente biopolítico) unipolar” (2009:73). Como bien puede apreciarse en esta proposición, la relación saber (discurso)-poder se presenta como una de las preocupaciones principales de los post-estructuralistas internacionales que revisaron Schmitt durante la GGT. Por otra parte, sosteniéndose en la historización del sistema westfaliano (jus publicum Europaeum) que Schmitt realiza en su Nomos de la tierra… y el concepto de soberanía que despliega en Teología política, estos autores logran repensar la soberanía en el actual contexto mundial (Barder y Débrix, 2009) y criticar a un tiempo la eternización del sistema de Estados que efectúa el realismo. En efecto, Carl Schmitt (1950) propone la caída del sistema westfaliano de Estados sobre todo a partir de la 9

Aquí trabajamos con dos autores que han reparado en el carácter universalista del liberalismo. Por un lado, Carl Schmitt, quien remarcó el carácter apolítico con el que se presenta este discurso, llamando la atención sobre el peligro que supone la emergencia de guerras llevadas a cabo en nombre de la humanidad. Este último término, según el jurista alemán, constituía un arma de doble filo pues suponía caracterizar a los enemigos como enemigos absolutos y, por tanto, exterminables (2006). Por otro lado, también hemos visto que, según Foucault, frente al discurso de la aristocracia que planteaba la existencia de dos bandos enfrentados, la emergencia de la burguesía y el discurso liberal supuso el establecimiento del Estado-nación como una homogeneidad (2000). Como dijimos, así planteado, los enemigos internos que el Estado enfrentaba no constituían enemigos con los que se pudiera negociar sino enemigos que había que exterminar pues ponían en riesgo la existencia misma del Estado-nación. Hay que remarcar que, mientras que el filósofo francés reflexiona acerca del ejercicio del poder al interior del Estado-nación, las palabras del jurista alemán refieren específicamente a las relaciones entre Estados. 10 Al respecto, afirma Schmitt: “La unidad política presupone la posibilidad real del enemigo, y, por consiguiente, otra unidad política coexistente. De ahí que, mientras haya un Estado, habrá siempre en la tierra varios Estados, y jamás podrá darse un ‘Estado’ mundial que abarque la humanidad entera. El mundo político es un pluriversum, no un universum. En este sentido, toda teoría política es pluralista” (2006: 71). Y un poco más adelante: “Cuando un Estado combate a su enemigo político en nombre de la humanidad, la guerra no es una guerra de la humanidad, sino una guerra en la que un Estado determinado trata de secuestrar en su favor, contra su adversario, un concepto universal, para identificarse con él (a costa de su adversario)” (2006: 72) 11 Louiza Odysseos también ha escrito, apoyándose en Martin Heidegger, trabajos muy interesantes sobre la ontología en las RRII y la construcción de la otredad que en este texto no hemos tenido en cuenta. Véase, The subject of coexistence. Otherness in International Relations, Minneapolis, University of Minnesota Press, 2007.


emergencia de Estados Unidos como potencia mundial. Se centra entonces en el carácter liberal de la potencia norteamericana y piensa en la novedosa constitución espacial que traza su emergencia como potencia global: un espacio que no va a ser ya el espacio cuadriculado del orden europeo (es decir, el espacio westfaliano con sus fronteras trazadas), sino uno abierto y universal. Esta última característica supone el fin del jus publicum Europaeum, orden legal que suponía la división del mundo en dos: Europa como una región relativamente pacífica y América como un espacio-otro en el que la fuerza de las potencias europeas podía desplegarse. Ésta será una característica también importante para los teóricos de la biopolítica a nivel mundial. Como dijimos, para ellos, siguiendo a Foucault, el modo de ejercicio del poder liberal se caracterizará por la búsqueda de una inclusión universal, haciendo a un lado las oposiciones binarias que planteaba el poder soberano. Carl Schmitt (2006) da cuenta de esas mismas oposiciones al definir la distinción propiamente política como aquella que separa amigos de enemigos. Es decir que lo que el jurista alemán entendía como discurso político necesariamente debía trazar una distinción entre un Nosotros y un Ellos. De allí que planteara una ontología de la política como pluriverso (2006, ver nota al pie 13). La nostalgia que el autor transmite en sus escritos de un mundo europeo westfaliano con sus fronteras bien definidas tiene sentido en el marco de esta concepción de la política y del advenimiento de la hegemonía del liberalismo de la mano de Estados Unidos. Según Schmitt, el liberalismo rechaza la política precisamente porque no reconoce su carácter de particularidad. El Nosotros del liberalismo es un Nosotros que procura integrar a toda la Humanidad, un Nosotros con vocación universalista. Sin embargo, dirá Schmitt, continúan existiendo exclusiones. Pero son exclusiones de un nuevo tipo, pues, ya que desde el discurso liberal se busca incluir a toda la Humanidad, necesariamente los excluidos pasarán a ser caracterizados como no-humanos. De ahí a la posibilidad de su exterminio sólo resta un paso. Es por esto que el jurista alemán hablará de dos categorías de enemigos: el enemigo político, cuya desaparición no es deseable pues la propia identidad política depende de su existencia; y el enemigo absoluto, cuyo exterminio se presenta no sólo como deseable sino también como necesario (Schmitt, 1966). A causa del tipo de relación planteada del liberalismo con la política, sus enemigos tenderán a tomar la forma de enemigos absolutos. La caracterización de los terroristas durante la GGT como seres inhumanos cuya eliminación resultaba necesaria para el mejoramiento de la vida fue, entre otras cosas, lo que permitió a los autores que estamos trabajando echar mano de la caja de herramientas schmittiana. 3. Algunas conclusiones “Una práctica textual politizadora no es por lo tanto únicamente una cuestión de introducir un vocabulario epistemológico alternativo; está íntimamente conectada con una meticulosa oposición a los marcos de significado que destextualizan y de ese modo aíslan formas de poder y autoridad” (Shapiro, 1989: 21) Lo que a lo largo de este capítulo hemos denominado indistintamente “posmodernismo” y “post-estructuralismo” no constituye una corriente teórica, si por tal entendemos una homogeneidad. Como hemos intentado mostrar, el postestructuralismo se define más bien por un conjunto de prácticas intelectuales ligadas a


variados instrumentos que toma de distintas disciplinas: filosofía, sociología, psicoanálisis, lingüística, teoría literaria, entre otras. En este sentido, es una perspectiva profundamente transdisciplinaria que sostiene la necesidad de múltiples instrumentos para pensar el estado actual tanto de la política mundial como de aquellas teorías que sirven a su construcción. De allí que abarcar la totalidad de su producción en un único texto resulte imposible. Si bien su anti-positivismo epistemológico le impide llegar a una síntesis con los discursos hegemónicos en la disciplina de las RRII, no debe entenderse que estos análisis descarten de plano los conceptos usados por ellos. Lo que hacen es llamar la atención sobre el hecho de que son constructos y, por tanto, bregar por su historización, arrebatándoles el carácter de verdades indiscutidas y esencias inmóviles. De lo que se trata, en última instancia, es de poner fin a la oposición materialismo/idealismo y señalar que el discurso tiene efectos materiales, pues es constitutivo de la realidad y no su mero reflejo. Así, sin quitarle importancia a factores como el militar y el económico, esta corriente considera de fundamental importancia analizar los discursos políticos, académicos y de personajes ligados a los procesos de tomas de decisiones, pues estos, por un lado, construyen realidad (son performativos) y, por otro lado, dan cuenta de determinada estructura de relaciones de poder, de ciertos modos de ejercicio del mismo. Los distintos aportes que hemos traído para graficar los movimientos del postestructuralismo han mostrado diferencias y también similitudes. Entre estas últimas podemos destacar una preocupación central por la relación entre saber y poder en el ámbito internacional (de allí que el aspecto discursivo del liberalismo en tanto modo de ejercicio de poder haya ocupado un lugar central en estos análisis, sobre todo a partir del lanzamiento de la GGT, conceptualizada como guerra liberal por excelencia), una crítica ontológica a los conceptos medulares de las RRII y una crítica epistemológica al positivismo. Esta última supone también un modo distinto de concebir la “ciencia”, sus métodos y sus objetivos. En cuanto a las diferencias, se trata, sobre todo, de objetos de análisis distintos, de la utilización de diversos autores (hemos visto la utilización del concepto de biopolítica de Foucault y la de Carl Schmitt), pero también de discrepancias conceptuales fuertes (los teóricos de la biopolítica en el ámbito mundial han rechazado de plano la idea del estado de excepción). Si esta perspectiva ha sido aceptada en otras Ciencias Sociales, como ser la Sociología y la Teoría Política, en cambio en las RRII ha sido y es prácticamente ignorada, cuando no vapuleada, por los referentes de la disciplina. En este sentido, es importante resaltar su carácter crítico pues, desde nuestro punto de vista, ha sido una importante razón por la que ha sido tan combatida. No obstante lo dicho, desde su emergencia ha permanecido en movimiento y en importante avance. Al respecto, sirva de ejemplo la Conferencia titulada “Materialism and World Politics” organizada por la Millenium Journal of International Studies en la London School of Economics para octubre de 2012. Entre los temas que se tratarán figuran, entre otros, Biopolítica y Discurso y materialismo. Temas que, como se mencionó, son caros a los enfoques post-estructuralistas. Para finalizar, agreguemos que el post-estructuralismo no sólo es un enfoque crítico y que cruza campos teóricos distintos, dos características absolutamente necesarias dado el contexto mundial político, social y económico actual, sino que, además, pugna por fomentar el análisis del discurso en nuestro ámbito disciplinar. En un mundo en el que existe una enorme proliferación de los discursos y de los dispositivos que los sostienen, hacer a un lado esta dimensión analítica o dar cuenta


de ella únicamente de un modo decorativo, es arrebatarnos una herramienta imprescindible para el cambio. Para concluir con palabras de algunos de sus mayores exponentes, ésta es una perspectiva que celebra: “la diferencia, no la identidad; el cuestionamiento y la transgresión de límites, no la reafirmación de fronteras y marcos; una preparación para cuestionar cómo el significado y el orden son impuestos, no la búsqueda de una fuente de significado y orden ya dada; el análisis implacable y meticuloso de los funcionamientos del poder en la vida global moderna, no la añoranza por una figura soberana (sea el hombre, Dios, la nación, el Estado, el paradigma o el programa de investigación) que promete una liberación del poder” (Ashley y Walker, 1989: 265) Bibliografía Agamben, Giorgio: Homo sacer I. El poder soberano y la nuda vida, Valencia, Pretextos, 1998. —: Estado de excepción, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2007. Anderson, Perry: The origins of postmodernity, Londres, Verso, 1998. Ashley, Richard K.: “Living on border lines: Man, poststructuralism and war”, en Der Derian, James y Shapiro, Michael J. (comp): International/Intertextual Relations. Postmodern readings of world politics, Massachusetts, Lexington, 1989. — y Walker, R.B.J.: “Conclusion: Reading Dissidence/Writing the Discipline: Crisis and the Question of Sovereignty in International Studies”, en International Studies Quarterly, vol. 34, N°3, septiembre 1990, pp. 367-416. Barder, Alexander D. y Debrix, François: “Au-delà de la souveraineté biopolitique: Schmitt, Arendt, Foucault et les usages de la violence dans la politique internationale”, en Études internationales, Vol. XL, N°1, marzo de 2009, 95-124. Bartelson, Jens: A genealogy of sovereignty, Cambridge, Cambridge University Press, 1995. Bigo, Didier: “Security: A field left fallow”, en Dillon, Michael y Neal, Andrew W. (comp): Foucault, on politics, security and war, Hampshire, Palgrave Macmillan, 2011, pp. 93114. Campbell, David: Writing security. United States Foreign Policy and the politics of identity, Minneapolis, University of Minnesota Press, 1998. — y George, Jim: “Patterns of Dissent and the Celebration of Difference: Critical Social Theory and InternationalRelations”, en International Studies Quarterly, vol. 34, N°3, septiembre 1990, pp. 269-293. Castro, Edgardo: Lecturas foucaulteanas. Una historia conceptual de la biopolítica, Buenos Aires, Siglo XXI, 2011.


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3ras. Jornadas de Relaciones Internacionales FLACSO | 25 y 26 de Octubre de 2012

Desarrollos epistemológicos y reconsideraciones del concepto de seguridad en tres Escuelas Europeas de Relaciones Internacionales; Aberystwyth, Copenhague y París De la Flor, José Luis


Introducción1 El estudio de la crisis económica europea y en concreto la situación en el estado español puede ser abordada desde diversos enfoques de las ciencias sociales, por ejemplo; la economía política y el análisis de la actuación de los mercados financieros, los estudios de políticas públicas y la desaparición de servicios sociales para la población, los estudios de gobernanza centrados en el papel de la Unión Europea como actor supra-estatal o la ciencia política y la investigación sobre la participación o desconfianza social en las instituciones liberales. Dentro de esta multiplicidad de enfoques este trabajo se propone explorar si los Estudios Internacionales de Seguridad (EIS) -área en la que el autor desarrolla sus investigaciones doctoralespueden constituir un ámbito específico para el estudio de la crisis económica; y de ser así que tipo de herramientas para reflexionar sobre la crisis podrían surgir de esa subdisciplina de las Relaciones Internacionales. Este documento se levanta con una precaución; evitar

un ejercicio de torsión

académica que obligue a forzar un encuentro entre un hecho, la crisis económica, y un cuerpo teórico, los EIS. Conscientes de esta precaución hemos observado que dentro de los EIS emergen dos espacios relacionados directamente con nuestro interés. Un primer espacio es la existencia de un sector de seguridad económico que relaciona la seguridad nacional con la persecución y defensa de los intereses económicos y comerciales nacionales (Dent, 2007 ). Un segundo espacio surge de la relevancia que las amenazas internas han tenido históricamente en la construcción de la agenda de seguridad nacional (Neocleous, 2006). De tal forma que la pérdida de lo común, la desconfianza en las instituciones, la agitación social y la actuación represiva del estado puede convertirse tanto en un problema de seguridad nacional como en una fuente de preocupación en otros estados. La constatación de la existencia de estos dos espacios nos animó a recuperar el proceso histórico de evolución de los EIS y explorar si en su movimiento aparecen elementos de interés para nuestro objetivo. Por eso aplicamos una metodología histórica al estudio de la evolución de los EIS que presenta; a) los tres periodos históricos de la evolución de los EIS; b) el encuentro entre la sociología del conocimiento de los EIS de Buzan y Hansen y el Manifiesto por un Enfoque Crítico en los Estudios de Seguridad en Europa (Critical Approaches to Security in Europe; C.A.S.E). Al final de esta exploración presentamos algunas herramientas de los EIS que sirven para problematizar ámbitos de la actual crisis

1

Este texto es parte de una exploración en proceso. Lo que aquí mostramos son sus líneas fundamentales de argumentación


económica vinculados al neoliberalismo, el papel del estado y el impacto de la crisis sobre la población. 2. Una sociología del conocimiento para el estudio de la evolución histórica de unos Estudios Internacionales de Seguridad. El estudio “The Evolution of International Security Studies” de Barry Buzan y Lane Hansen cubrió en 2009 la laguna académica que Nye y Lynn Jones señalaron a finales de la década de los ochenta; la carencia dentro de la disciplina de Relaciones Internacionales de un análisis histórico del proceso de

institucionalización de los

Estudios Internacionales de Seguridad (Nye and Lynn-Jones, 1988). La sociología del conocimiento que promueve el estudio de Buzan y Hansen analiza la evolución de unos Estudios Internacionales de Seguridad (EIS) como el resultado de la interacción de unas fuerzas materiales2 y unas fuerzas académicas3 en tres periodos históricos; la guerra fría, la postguerra fría y la guerra global contra el terrorismo. El desarrollo histórico de unos

EIS ha contribuido a generar enfoques epistemológicos y a

problematizar diferentes ámbitos de las relaciones internacionales. Dicho de otro modo, los Estudios Internacionales de Seguridad han producido debates que han ido más allá de los sectores de seguridad analizados. Por ejemplo, conceptos centrales a la disciplina de Relaciones Internacionales como frontera, soberanía, identidad, autoridad o legitimidad recorren los Estudios Internacionales de Seguridad (Walker 1990, Williams, 2003). 2. Las señas de identidad del avance de los Estudios Internacionales de Seguridad en tres periodos históricos De las fuerzas materiales y académicas señaladas en el trabajo de Buzan y Hansen nos centraremos en analizar estas tres características; 1) el debate surgido en torno a limitar la seguridad internacional al sector militar y el estado; 2) la vinculación de la seguridad internacional a una lógica de actuación basada en la urgencia, la vulnerabilidad y la respuesta rápida; 3) las diferentes relaciones establecidas entre las Escuelas Internacionales de Seguridad.

2Las fuerzas materiales que establecen Buzan y Hansen son; las políticas de los grandes poderes, los eventos históricos, el desarrollo tecnológico, la política internacional, la institucionalización de un conocimiento académico en revistas, congresos…(Buzan y Hansen, 2009; 10-13) 3Las cinco preguntas que establecen Buzan y Hansen son ¿Quién debe ser el referente a proteger (el estado, la sociedad, el individuo, el medio ambiente…)? ¿Se debe ampliar los estudios de seguridad a otros sectores diferentes al militar? ¿Debe relacionarse la seguridad solo con las amenazas externas o también con las amenazas internas al estado? ¿La seguridad debe estar ligada inevitablemente a la amenaza, el peligro o la emergencia? ¿Qué epistemologías y metodologías deben ser desarrolladas para el estudio de la seguridad? (Buzan y Hansen, 2009; 10-13)


El interés por recuperar estas tres características se debe a que sostenemos que en torno a ellas se producen dos tipos de diálogos en los EIS. Un primer diálogo es genealógico y supone analizar el estado actual de los EIS como parte de la evolución de un debate teórico en torno a la seguridad internacional. Un segundo dialogo se establece del encuentro actual entre diferentes Escuelas de los EIS.

Como

intentaremos mostrar este segundo diálogo contribuye a que la disciplina de Relaciones Internacionales problematice ciertos espacios políticos internacionales y profundice en sus posibilidades epistemológicas. A continuación repasamos las señas de identidad de esos tres elementos en tres periodos históricos; Guerra fría, Post-Guerra Fría y Guerra Global Contra el terrorismo. El estado actual de los EIS es el presente de esta evolución histórica. 2.1 Guerra Fría En el contexto histórico de la guerra fría dominó un enfoque realista asociado a la seguridad nacional y el sector militar. Las investigaciones sobre la tecnología militar y en concreto las armas nucleares aplicadas a un contexto histórico caracterizado por el enfrentamiento entre bloques constituyó un espacio de análisis en la seguridad internacional levantado en torno al uso y control de la carrera nuclear. Así, desde un lenguaje de seguridad internacional impulsado por un tipo de Escuela particular conocida como Estudios Tradicionales o Estudios Estratégicos se desplegaron términos como disuasión, amenaza nuclear, distensión o control de armas. Desde estos Estudios a un contexto centrado en la amenaza nuclear y la tensión entre bloques se desplegó una lógica de seguridad basada en la vulnerabilidad y la urgencia. (Buzan y Hansen, 2009; 98) El concepto de seguridad fue definido desde diversas agendas nacionales y estudios académicos pero no por ello desarrollado teóricamente. El subdesarrollo conceptual de este término se relaciona con la interpretación de la seguridad nacional y el dilema de seguridad. Ambos conceptos dieron al estado y el sector militar la centralidad como referentes de seguridad. En 1952 Wolfers identificó la

idea de seguridad con la

seguridad nacional. El concepto de seguridad nacional fue presentado como un concepto ambiguo que al ligarlo a la defensa, el conflicto y la guerra frenó el interés por el desarrollo teórico del mismo (Wolfers, 1952; Buzan y Hansen; 2009;1). La importancia dada al

“dilema de seguridad” de Herz señaló la importancia de las

percepciones de los estados en el ámbito de la seguridad internacional. El dilema de seguridad afirmaba que las medidas defensivas tomadas por un estado eran


percibidas como una amenaza para la seguridad de otro lo que constituía una escalada en la inseguridad internacional. (Herz, 1950). Comprender el subdesarrollo del concepto de seguridad también supone acercarse a la influencia que tuvieron en la disciplina de Relaciones Internacionales; 1) el auge en la década de los cincuenta de las metodologías behavioristas que centraban su interés en el estudio del comportamiento de los estados más que en debates teóricos; 2) la emergencia en la década de los sesenta de unas Investigaciones por la Paz que relacionadas con los estudios sobre violencia estructural y el control de armas desatendieron el desarrollo teórico del término seguridad internacional; 3) el dominio de una metodología positivista, desde finales de los setenta, centrada en estudiar el comportamiento de los estados en el ámbito internacional y en aplicar modelos micro económicos, como los juegos de elección racional. Estas últimas metodologías fueron usadas por enfoques neorrealistas y neoliberales que explicaban la actuación de los estados en base a su consideración como actores racionales que buscaban maximizar sus intereses económicos y de seguridad. (Buzan y Hansen; 2009; 129-135) 2.2 Post-guerra fría Desde la década de los ochenta y sobre todo tras la caída del Muro de Berlín se extiende dentro de la disciplina de Relaciones Internacionales un interés por la epistemología constructivista. Algunos estudios constructivistas de importancia para la disciplina de Relaciones Internacionales emergen desde los propios Estudios Internacionales de Seguridad como por ejemplo la obra de Katzeinstein “The Culture of National Security: Norms and Identity in World Politics”. A su vez la amenaza y la seguridad se convertían en dos espacios de argumentación que demostraban la promesa que encerraba el enfoque constructivista para la disciplina de Relaciones Internacionales (Hopf; 1998). El giro constructivista extiende a los Estudios Internacionales de Seguridad tres intereses. Un primer interés fue ampliar su agenda de investigación y extender sus estudios a otros sectores distintos al militar.

Un segundo interés fue profundizar

teóricamente en el concepto de seguridad. Y un tercer interés fue el desplazamiento que no superación del dilema de seguridad. En concreto, distintas epistemologías recogidas bajo la etiqueta de Estudios Críticos de Seguridad impulsaron el desplazamiento de un enfoque tradicional centrado en el estado y el sector militar. Los Estudios Críticos de Seguridad proponían un desarrollo teórico del concepto de seguridad vinculado a la extensión de su agenda a otros


sectores como el medio ambiente distinto a la centralidad dada al estado y al sector militar. (Krause and Williams; 1997, Kolodziej; 1992). Ahora bien, esta ampliación de la agenda de seguridad a sectores no tradicionales no estaba libre de problemas. Académicamente preocupaba la construcción de la seguridad internacional como un concepto laxo, poco riguroso, que podía abrazar una multiplicidad de cuestiones internacionales. Y políticamente se criticó tratar cuestiones como, la economía o el medio ambiente como problemas de seguridad en vez de abordarlos dentro de la normalidad de las políticas cotidiana. La emergencia de unos Estudios Críticos de Seguridad no supuso el final de los Estudios Estratégicos. Walt defendió un renacimiento de los estudios tradicionales basándose en las nuevas amenazas planteadas a las políticas exteriores de los estados (Walt; 1991). Mientras los Estudios de Seguridad Críticos comenzaron a extenderse en diferentes centros europeos, los Estudios Estratégicos mantuvieron su dominio en los centros estadounidense (Waever, 2004). La naturaleza de la lógica interna de seguridad adecuada a la urgencia, la vulnerabilidad y la respuesta rápida no se cuestionó. Podemos decir que con la postguerra fría se dio una “democratización” de la lógica seguridad porque diferentes actores reivindicaron su uso en diferentes ámbitos internacionales. La emergencia del concepto de seguridad humana aunque reivindicó desplazar al estado como máximo referente de la seguridad en favor de la comunidad y el individuo mantuvo una lógica de actuación basada en la vulnerabilidad y la urgencia. (PNUD, 1994) Al incorporar asuntos como el medio ambiente o el VIH/sida a una agenda y un imaginario de seguridad se demandaba tomar medidas urgentes para frenar el cambio climático o la expansión del VIH/sida en África; lo que suponía fortalecer los recursos humanos y financieros destinados a esos sectores. Stefan Elbe muestra cómo autoridades y expertos internacional securitizaron el VIH/sida en la década de los noventa, es decir lo transforman en un problema de seguridad a través de un proceso de comunicación, un acto pre-formativo que presentó a una audiencia global la epidemia como un problema de seguridad. La construcción del VIH/sida como un problema de seguridad internacional no fue el resultado exclusivo de un conocimiento epidemiológico si no el producto de relacionar éste con diferentes lenguajes; económicos, ciencia política o desarrollo. (Elbe; 2009). El ejemplo de la securitización del VIH/sida muestra; 1) cómo desde la guerra fría actores distintos al estado instrumentalizan la lógica de seguridad para problematizar ciertos ámbitos de las relaciones internacionales con el objetivo de aumentar la


atención y la toma de medidas sobre los mismos. 2) las características de la teoría de la securitización como parte de los Estudios Críticos de Seguridad. La teoría de la secrutización es un producto de la Escuela de Copenhague4, uno de los institutos donde la investigación en seguridad tanto teórica como orientada a casos empíricos más se ha desarrollado en Europa. No tan enfocados en los grandes debates teóricos dentro de la disciplina de Relaciones Internacionales la investigación de esta Escuela ha impulsado el desarrollo de nuevos conceptos para comprender las dinámicas de seguridad en la Europa del final de la Guerra fría. (Huysmans, 1998b: 483–484). Como hemos señalado uno de sus conceptos centrales es la teoría de la securitización que define la seguridad como un acto de habla. Al considerar la seguridad como el resultado de un acto de lenguaje la Escuela de Copenhague analiza cómo autoridades y expertos internacionales construyen un significado de amenaza en diferentes sectores de seguridad. No todo puede ser presentado como amenaza. Existe una lógica interna discursiva que permite la construcción de un asunto como una amenaza internacional. Esta lógica interna se sustenta en la autoridad de los expertos, el proceso de comunicación a través del que se explica la existencia de la amenaza y la comprensión de la amenaza presentada por la sociedad. (Wæver, 1995: 54; Buzan, Wæver & de Wilde, 1998). 2.3 Guerra Global Contra el Terrorismo La guerra global contra el terrorismo, tras los atentados del 11-S, ha supuesto un renovado interés académico por los Estudios Estratégicos de Seguridad, el concepto de seguridad nacional, la defensa frente a nuevas amenazas externas y la posibilidad de producir una meta-narrativa a imagen de la guerra fría en los EIS. /Buzan y Hansen, 2009; 229). La afirmación de Walker y Williams de que los EIS dinamizan la disciplina la trasladamos ahora al encuentro entre distintos enfoques críticos de seguridad. La relación establecida entre distintas Escuelas Críticas de Seguridad supone vincular diferentes enfoques analíticos con los que problematizar

distintos ámbitos de las

políticas internacionales y supera la división geográfica anterior entre Estados Unidos y Europa.

En concreto el dialogo vincula las posibilidades de la Escuela de

Copenhague, la Escuela de Aberystwyth y la Escuela de Paris. (C.A.S.E, 2006).

4

Bill McSweeney propuso este nombre en su artículo” Identity and Security: Buzan and the Copenhagen Scholl”. Review of International Studies (22)1: 81-93. 1996.


Presentamos brevemente la dos últimas Escuelas para luego ver cómo el dialogo que se establece entre ellas permite problematizar diferentes espacios de las relaciones internacionales. La Escuela de Aberystwyth se asocia a autores como Keith Krause, Michel Williams, Ken Booth y Richard Wyn-Jones. Apropiándose de visione críticas marxistas como la de Robert Cox y la Escuela de Frankfurt proponen el objetivo de abrir la agenda de seguridad más allá del sector militar para crear nuevas agendas teóricas y debates centrados en un proyecto de emancipación del individuo (Both, 2005).

Es la

centralidad dada a la emancipación del individuo lo que diferencia la Escuela de Aberystwyth de otros Estudios Críticos de Seguridad donde comparten espacio enfoques postestructuralistas y realistas subalternos (Krause and Willimas, 1997). La centralidad por un discurso normativo de emancipación ha acercado su trabajo a enfoques amplios de la agenda de la seguridad humana (Thomas, 1999). La escuela de París localiza su interés en la sociología política o la criminología, a diferencia que las escuelas de Aberystwyth y Copenhague más localizadas en la disciplina de Relaciones Internacionales. (Bigo, 2002, C.A.S.E, 2006). Su interés es el estudio de los profesionales de seguridad, la racionalidad política encerrada en el acto de incorporar un elemento a una agenda de seguridad y los efectos de las tecnologías y los conocimientos de seguridad en la estructuración de las políticas europeas. El encuentro entre los tres enfoques críticos que hemos repasado; Copenhague, Aberystwyth y París tiende a la construcción de nuevos regímenes de enunciación, es decir nuevas epistemologías que surgen del diálogo entre esas tres Escuelas. Tender hacia la producción de un nuevo régimen de enunciación supone intentar hacer visible lo que se intuye pero cuya existencia no es todavía conocida. En el caso de las políticas de seguridad que atraviesan escenarios donde se produce el actual orden global, problematizar supone investigar la producción de nuevas racionalidades de gobierno. Tres posibles diálogos abiertos entre estas tres Escuelas para problematizar las racionalidades del gobierno de lo global son; las autoridades internacionales, la excepcionalidad política, las trampas de seguridad. (C.A.S.E, 2006) Un diálogo es el establecido entre la Escuela de Paris y la Escuela de Copenhague en torno al estudio de la autoridad internacional. Las dos Escuelas muestran su atención por el análisis de los expertos y las autoridades internacionales. El acto de securitizar para la Escuela de Copenhague supone la atención a una lógica interna caracterizada


por el análisis discursivo de un acto lingüístico pre-formativo. Por su parte la Escuela de París investiga las tecnologías políticas o los dispositivos concretos desplegados en un sector de seguridad. A través de este análisis, la Escuela de París profundiza en el estudio del tipo de racionalidad política que se esconde en esas tecnologías. Ambas Escuelas comparten el interés por estudiar las relaciones que se establecen entre las autoridades y los expertos en seguridad. La relación entre las dos Escuelas permite estudiar sociológicamente la actuación de las autoridades internacionales como resultado de la interacción de una lógica interna (acto pre-formativo) y una lógica externa (racionalidades políticas). Un segundo diálogo se abre al interés por el estudio de las autoridades de seguridad y la excepcionalidad política. Las políticas globales de seguridad están estrechamente relacionadas con la excepcionalidad política. La lógica interna de seguridad basada en la vulnerabilidad, la emergencia y la respuesta rápida supone la posibilidad de generar espacios de excepcionalidad política donde los derechos civiles quedan suspendidos. La declaración de medidas de excepcionalidad es una posibilidad que emana de la autoridad del estado. Pero también ante, terroristas el estado requiere de

epidemias, catástrofes o amenazas

la colaboración de otros expertos o autoridades

internacionales. La extensión de los espacios de excepción reúne; a) nuevas condiciones materiales de posibilidad para la reelaboración de un discurso normativo centrado en la emancipación del individuo (Escuela de Aberystwyth); b) un interés por analizar la excepcionalidad como una mentalidad de gobierno (Escuela de París); c) un ámbito concreto para el estudio del trabajo de las autoridades internacionales (Escuela de Copenhague). El tercer dialogo entre estas tres Escuelas Críticas desplaza el dilema de seguridad y fortalecer el estudios de lo que se denomina trampas de seguridad5 (C.A.S.E, 2006). Las trampas de seguridad son los efectos no calculados o no previstos que emergen al incorporar un asunto a la agenda de seguridad. Estas trampas surgen al romper las formas normales de gestión política. Como hemos visto al incorporar un asunto a una agenda y un imaginario de seguridad aumenta su atención y los recursos destinados hacia ellas. Esto puede generar diferentes desequilibrios. Por ejemplos; la comprensión del VIH/sida como un problema de seguridad ha supuesto un caudal de fondos para luchar contra esta enfermedad que compite en terreno con los precarios sistemas de salud africanos; al incorporar una asunto a la agenda de seguridad aumenta la apreciación social de amenaza en vez de contribuir a incrementar la 5

Desplazar el dilema de seguridad de Herz no supone superarlo porque todavía sigue siendo un elemento analítico de interés para la disciplina (Booth and Wheeler; 2008)


percepción de seguridad; la incorporación del cambo climático como problema de seguridad condena al Sur a salir de ciertos modelos de crecimiento frente a los cuales no hay modelos alternativos que encierren la misma promesa de desarrollo. A modo de cierre La guerra fría estableció un subdesarrollo teórico del concepto de seguridad internacional y la importancia del dilema de seguridad. Los Estudios Estratégicos relacionaron una lógica de seguridad basada en la vulnerabilidad y la urgencia a un contexto centrado en la amenaza nuclear y la tensión entre bloques. El giro constructivista y la caída del Muro de Berlín abrieron el uso de la lógica de seguridad por actores diferentes al estado. Diferentes ámbitos de las relaciones internacionales fueron securitizados para ganar en atención y recursos. Unos regímenes de enunciación problematizaron ámbitos de las relaciones internacionales a través de la expansión del concepto de seguridad humana o la securitización de espacios como el medio ambiental. Ello impulsó el desarrollo teórico del concepto de seguridad y la diferencia entre Estudios Tradicionales y Estudios Críticos. La Guerra Global contra el Terrorismo ha subrayado por un lado la importancia dada a la seguridad nacional y por otro la revisión crítica de los problemas asociados con el exceso de securitización. En este periodo la relación entre diferentes Escuelas críticas tiende a superar la diferencia entre los estudios anteriores para proponer un encuentro entre diferentes regímenes de enunciación en los EIS. El dialogo entre esas epistemologías encierra tres intereses. El primer interés es acercarse a la investigación académica de la seguridad internacional con la idea de generar nuevos debates, conceptos y epistemología dentro de la disciplina de Relaciones Internacionales. El segundo interés es constatar que una importante crítica a la centralidad dada por la disciplina al estudio del estado y del sector militar, tan habituales desde la post guerra fría, han surgido desde el interior de los propios Estudios Internacionales de Seguridad. El tercer interés es reflexionar sobre la naturaleza del avance de unos EIS. El desarrollo de unos Estudios Internacionales de Seguridad ha supuesto relacionar unos regímenes de enunciación con unos regímenes de visibilidad. Es decir diferentes epistemologías se han ido desplegando en los EIS para problematizar diferentes ámbitos de la realidad internacional. Problematizar estos campos supone investigar cómo se están construyendo nuevas formas de racionalidad política. En concreto en este documento hemos presentado tres ámbitos de problematización; las autoridades internacionales, la excepcionalidad política, las trampas de seguridad. (C.A.S.E, 2006). Por último presentamos tres puntos que surgen al relacionar esos ámbitos con nuestro interés


por explorar las herramientas que ofrecen los EIS para estudiar la actual crisis económica. 1. La seguridad es un concepto en desarrollo que asume diferentes elementos materiales, realidades sociales y procesos intersubjetivos. La relación establecida entre esos elementos construye la crisis económica como un proceso social que amenaza la seguridad de la población. 2. Un tipo de regímenes de enunciación o epistemología que desde los EIS aborde el análisis de la crisis económica puede emerger del diálogo entre la Escuela de Aberystwyth, la Escuela de París y la Escuela de Copenhague. Profundizar en sus relaciones supone problematizar dos ámbitos e intentar hacer visible lo que se intuye pero cuya existencia no es todavía conocida; 2.1 La relación entre las autoridades internacionales y la cesión del ejercicio de soberanía nacional. El avance de una agenda de gobierno neoliberal reduce las competencias del estado y amenaza la atención de distintas áreas sociales, laborales y asistenciales de la población. El peligro emerge de gubernamentalizar al estado y la sociedad dentro de un agenda de buen gobierno neoliberal. La transformación del estado y la población en objetos de cálculo no es una originalidad histórica del presente (Foucault, 2004). Lo que es original al momento actual emergería del estudio de; a) la forma concreta que toma las relaciones entre las autoridades internacionales, las autoridades nacionales y las necesidades de la población; b) la aceptación de las autoridades nacionales de trasladar la decisión política a autoridades no nacionales (internacionales u otros actores) que supone la construcción de un tipo de soberanía nacional en negativo. 2.2 La desaparición de lo común supone rechazar que un gran número de políticas dirigidas a la administración de las funciones sanitarias, laborales, educativas de la población

sean gestionadas por el estado. La multiplicación de ámbitos sociales

liberados a la ordenación de las fuerzas del mercado supone multiplicar los espacios de excepcionalidad social por ejemplo; segregación médica en función de dolencias padecidas u origen del asegurado, segregación escolar en función las capacidades económicas para acceder a la educación, segregación laboral en función de la pérdida de garantías laborales del trabajador a favor de la empresa o el contratante…La forma en que la crisis económica afecta a la población supone; a) estudiar la naturaleza de un tipo concreto de excepcionalidad que surge del despliegue de una agenda de buen gobierno neoliberal; b) estudiar las posibilidades ético-normativas que surgen de


relacionar; la seguridad humana y los discursos críticos de emancipación en ámbitos de excepcionalidad concretos (sanitario, educativo, laboral)

Bibliografía Bigo,

Didier

(2002)

‘Security

and

Immigration:

Toward

a

Critique

of

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3ras. Jornadas de Relaciones Internacionales FLACSO | 25 y 26 de Octubre de 2012

El papel de la sociedad civil en la re conceptualizaci贸n de las Relaciones Internacionales Padilla Loayza, Marcia Universidad Privada de Santa Cruz de la Sierra


Resumen Desde los albores del siglo XXI se avizoró un cambio fundamental en la dinámica del sistema internacional, tal cambio estuvo marcado por la transición de roles tanto de las élites gubernamentales como de la sociedad civil, fenómeno que ocurre por algunas prácticas que quedaron obsoletas en las funciones clásicas del Estado – justificadas en el marco de las teorías denominadas Racionalistas de las RRII (realismo, liberalismo y las neo -

neo), tales redefiniciones han sido estimuladas por el

empoderamiento de la sociedad civil reflejadas en la incidencia de éstas en la toma de decisiones políticas, poniendo en manifiesto la vigencia de las teorías reflextivistas propuestas por Jurgen Habermas

o como el constructivismo social de Went.

(Proposiciones que hace menos de tres lustros eran tildadas de subjetivas). Las demandas globales han cobrado importancia gracias a la transnacionalización de la sociedad civil a través del establecimientos de ONG’s, Redes de Movimientos indígenas y sociales, las redes sociales cibernéticas, son a través de estos mecanismos que la sociedad civil ha logrado incluir temas determinantes en la agenda internacional, promoviendo especial atención temáticas como desarrollo sostenible, derechos humanos, interculturalidad y un largo etcétera de intereses colectivos, asimismo estos mecanismos utilizados por la sociedad civil transnacional pone evidencia la vulneración de las soberanías estatales ya que la élite gubernamental es incapaz de establecer fronteras cibernéticas. Ello hace que sea necesaria prestar atención a la reconfiguración de la nueva estructura, que albergue en su seno la importancia central de la sociedad civil como tal y que los traumas de las pasadas estructuras no intervengan en el proceso de transformación y evolución de la sociedad civil.

Palabras/ conceptos claves: Sociedad civil, redes sociales, redefinición de “soberanía”, movimientos sociales y relaciones

internacionales,

toma

civilicracia, teorías reflextivistas.

de

decisiones

internacionales,

democracia,


El inicio del siglo XXI ha de ser rememorado como el hito de hitos de transición temporal, social, política, comunicacional – léxica, entre otros, los avatares este siglo han gestado transformaciones en todas las disciplinas y ámbito en el que desenvuelve el

ser

humano,

indudablemente

estos

avatares

van

acompañados

casi

automáticamente con un reajuste estructural de todos los ámbitos afectados. En lo que respecta a la disciplina de las relaciones internacionales no ha sido la excepción, ya que ésta

ha demandado y demanda actualización constante y

permanente puesto que lejos de ser una disciplina estática es totalmente dinámica, mucho más

a finales del siglo XX y en los albores del XXI cuando el escenario

requiere un replanteo y análisis axiológico, epistemológico y ontológico urgente en la disciplina. Ciertos acontecimientos trascendentales aparentemente redefinirían desde el concepto de sociedad civil hasta su función con diversas variantes y con ello se desencadenaría una forzada reestructuración en la disciplina partiendo desde consideraciones semánticas hasta las acciones, roles y funciones de actores en el sistema internacional, las cuales que se irán desglosando a lo largo del presente documento. Claramente, el actual sistema internacional desprende connotaciones de cambios radicales a los estudios y relaciones clásicas entre poderes y actores, ya que al abordar la configuración de poder se deben destacar las transformaciones esenciales. Soberanía….

Haciendo una retrospectiva, al escenario internacional tradicional, en éste era elemental considerar ante todo, al actor principal por excelencia, el ESTADO y lógicamente su característica principal, la SOBERANÍA. El primero, entendido como un concepto definido por tres elementos: territorio, pueblo y poder (E. Arnoletto 2007 p. 31) y soberanía como «una determinación de restringir los imperativos de la conciencia moral individual, anclados en creencias religiosas, y acordar, en cambio, prioridad a los requerimientos de la coexistencia pacífica» dentro de un Estado (Forsyth, 1992 p. 25) por tanto, el concepto tradicional de “soberanía estatal” está compendiado a los grados limítrofes, que garantizaba el accionar de una élite política gobernante sobre la población inmersa dentro de los límites establecidos, élite gobernante responsable por la seguridad nacional que abarcaba desde los límites de la nación hacia el centro.


Es bajo este concepto de soberanía estatal que se ensaña la justificación realista fundamentando que la gran responsabilidad de seguridad que recae sobre la élite gobernante es la que empuja a éstos a obedecer los preceptos de Nicolás Maquiavelo quien en su libro El príncipe donde describe el perfil ”ideal” del gobernante que –entre otros objetivos – esencialmente estaba inspirado hacia la enseñanza de cómo mantener el poder, “guión” que fue bastante cuestionado ya a finales del siglo veinte puesto que se lo cuestionó de perpetuar acciones troceas, ambiciosas y maliciosas que justificaban la toma y control de poder de un pequeño grupo personas -la élitesobre el pueblo.

Un ejemplo claro de las prácticas bajo el esquema realista es el accionar de Estados Unidos en la definición de su política exterior, impulsada a mantener, expandir y conservar PODER pero ya no en un marco estatal, sino en el marco internacional. En un entendido simple, se podría definir que la soberanía estatal ha sido la limitante que impide que las relaciones internacionales alcancen un marco de ética y fiabilidad, en donde la diplomacia más allá de ser un simple protocolo de buenos oficios sea una muestra superficial de voluntad de relacionamiento estrecho entre Estados. Para el entendido de la soberanía actual, Baruj Rubel hace un par de años, fue quien publicó un artículo titulado: “La crisis del Estado: soberanía vs globalización”, en el artículo sintetiza un poco la idea la crisis de la soberanía, del estado y la democracia: “La crisis del estado, la crisis de la democracia (para algunos), la crisis de la soberanía (para muchos). Del por qué se plantea dicha crisis, pues no resulta muy difícil de explicar (…) fenómenos han tomado un auge sin precedentes, el mercado a sabido llevar de la mano, en sus portafolios, los valores, las creencias, las costumbres, las culturas, de un país a otro,(…). La soberanía Westfaliana y la legal internacional se han visto violadas una y otra vez, y el hablar de soberanía en estos momentos podría significar para algunos un chiste. Y si la soberanía se ha visto boicoteada por consiguiente el estado también, tal cuestión se ha generado por la mala práctica de las soberanía.(..) Una frase del Libertador es muy ilustrativa al respecto: “los Estados Unidos parecen destinados por la providencia, para plagar la América de miserias a nombre de la libertad” y fuera de cualquier contexto político, el ejemplo puede


ilustrar: los derechos humanos, los derechos a las minorías, por nombrar a algunos, son herramientas de poder para violar la autonomía de un estado, claro esta en nombre de la libertad.” (Baruj Rubel: 2007) Tal concepto clásico de soberanía se ha visto totalmente desgastado en este siglo, no solo por la interpretación - en función a intereses – que le dieron algunos Estados, sino por la interacción de las sociedad civil y su accionar, tal apreciación se desarrollará mas adelante ¿Lo natural ? Es muy común que algunos académicos en el campo de las relaciones internacionales, para hacer más sencilla la comprensión del funcionamiento de éstas, generalmente optan por recrear esta dinámica

tomando a la biología como un

referente instrumental para comprender –por ejemplo- la naturaleza de la configuración de poder: plebeyos y nobles como la relación entre los miembros del cuerpo, los más importantes y los de servicio; otro ejemplo, los positivistas deterministas que aseguraban que la estructura del sistema internacional responde a una situación de anarquía “natural”, por ende las sociedades estaban predestinadas al sometimiento de tales leyes naturales. A pesar del surgimiento del idealismo en la década de 1920, éste no cobra relevancia sino hasta la década de los 60’ donde se da una tendencia a la cooperación posterior a la tragedia de la segunda guerra mundial- pero tal vigencia se ve empañada por las tendencias de la época y los esquemas neoliberales que no son más que un idealismo evolucionado, pasando así a la historia (el idealismo clásico) como una teoría utópica que jamás podría haber sido efectiva, cosa que se llega a contradecir en la actualidad cuando se rescata el fundamento idealista “pacifista”, ya que en los estudios para la paz se evidencia que no puede haber un “utopismo” cuando en realidad la teoría idealista –mal denominada por cierto- es la que responde de manera extraordinaria a la REAL naturaleza humana, ya que el ser humano de forma natural es un ser “sociable”, es decir que necesita de un entorno social para poder desarrollarse, cultivarse, definir su identidad, que solo lo logrará si tiene un entorno de seres semejantes con culturas o actividades diversas, el ser humano de forma natural tiende a crear y no destruir, tiende a recomponer lo descompuesto, por ende tiene una tendencia natural a concebir la paz como un medio y un fin.


Bien lo señalo Freire al denominar lo utópico para romper con ese mito de INALCANSABILIDAD de la propuesta idealista: “Lo utópico no es lo inalcanzable ni lo idealista, lo utópico es un proceso dialectico de denunciar y anunciar; denunciar una estructura deshumanizante y anunciar una estructura humanizante” Lo que sucede en realidad, según analogía de Kant, es que los individuos poseen una “oscura metafísica moral” porque es capaz de razonar y comparar LO QUE HACE y lo que DEBERÍA O PODRÍA HACER, es así que ante la identificación de acciones “retorcidas” se plantea un estudio o análisis de cómo se podría mejorar la acción o cómo se la puede encaminar o normalizar el “retorcimiento” (E. Kant) Rescatando la frase de Kant - la “insociable sociabilidad humana”, la insociabilidad tendiente a la generación de conflictos entre los que viven en sociedad, la predisposición al conflicto y la naturaleza ambiciosa de la sobrevivencia del más fuerte y la opresión de éste sobre el más débil, es la exageración y el estereotipo que se le ha asignado no es más que un “adoctrinamiento” ilógico de las enseñanzas realistas que ha satanizado al conflicto herramienta de obtención o toma de poder y no así como un evento positivo que puede fortalecer las relaciones humanas o corregir anomalías sistémicas. (Martínez V. 2005 p.106) En este contexto es necesario abordar el análisis de las relaciones internacionales a la luz del estudio de la sociedad civil y su rol como actor en sistema internacional, pero, ¿cómo conceptualizar sociedad civil?

La sociedad civil ayer … Por una cuestión metodológica, se partirá de la reflexión conceptual teórica del origen de la noción de “sociedad civil” ya que esta conjugación léxica ha sido centro de preocupación y especulación de varias disciplinas como la sociología, economía, psicología, politología, filosofía, entre otros y su evolución semántica / teórica surge a partir del rol de la misma –es decir a partir de su rol práctico- y no ha sido necesaria la modificación literal o terminológica.


El término castellano de sociedad civil proviene del latín societas civilis, describe cualquier sociedad o asociación de grupos o individuos,

societas sociedad

1

ciudadana . La definición de sociedad civil inicia su complicación de su definición, al momento de tratar de identificar si es la ciudad que determina al ciudadano o, es el ciudadano quien hace el concepto de ciudad. Considerando únicamente la terminología literaria, es a partir del concepto de ciudad el que le da la derivación al concepto de ciudadano, pero si se considera la cronología histórica es a partir de la condición de ciudadano cuando posteriormente surge el concepto de ciudad. Las conocidas ciudades medievales fueron “suscitadas” por los monarcas cuando éstos a fin de

tener más recursos humanos, promovían los asentamientos de las

colectividades en su territorio determinado, ello genera una dinámica de servidumbre a aquella tierra que les proveía de alimento, además el monarca colectividad de <<libertad>>

dotaba a la

entendida ésta a la mera autorización a la actividad

comercial característico de la agrupación asentada en dicho territorio monarca2, con el discurso de ‘libertad’ lo más lógico que podría ocurrir en esta dinámica es que aquellas colectividades por naturaleza seminómadas, se volvieran sedentarias a fin de “gozar” de la condición de “libertad” y la posibilidad de proveerse de sus propios bienes materiales o propiedad privada. Cabe recalcar que la condición de libertad estaba totalmente ligada a la pertenencia de un territorio específico, es decir a una ciudad. Los nobles, a fin de no desprestigiar su linaje conservando “servidumbre” transfirieron a la gleba

3

el título de propiedad de los ciudadanos, es decir es la tierra la que tiene

derechos sobre los individuos, por ello éstos le rendían culto a su tierra amurallándola, creando dioses, o estatuas a quien rendir culto en honor a su dueño/a…la tierra. Al presente, el concepto de ciudadano, ya no se limita a la ciudad a la que se pertenece, sino que el concepto de ciudad evolucionó a la concepción de Estado. La situación de evolución, Aristóteles la atribuiría a un evento natural, este pensador consideraba que el individuo en su estado natural, nace perteneciendo a una sociedad natural que es su familia, esta es una sociedad imperfecta ya que no cuenta con una autosuficiencia económica y su organización es precaria ya que se nace en una 1

Pavón D, Sabucedo JM, el concepto de sociedad civil: breve historia de su elaboración teórica, Araucaria. Revista Iberonamericana de Folosofía, política y humanidades, N 21, sem I - 2009 2 http://www.elalmanaque.com/marnal/ciudad/ciudad.htm 3 Tierra que cultivaban


estructura de jerarquía natural sin considerar capacidades o potencialidades de quienes deberían tener mayor jerarquía, ante esta estructura predestinada, la naturaleza humana empujada por la racionalidad provoca que el individuo genere una tendencia a convertirse en un ser político así es que el individuo tiene la posibilidad de formar parte de una sociedad perfectamente evolucionada y eso significa un progreso, desde esa sociedad imperfecta –la familiar- a otra con autosuficiencia económica y con una organización mucho mas estructurada jerárquicamente, escalonada según capacidades y cualidades sobresalientes. La pertenencia a la sociedad política es voluntaria. El mismo Aristóteles considera que el ser humano - considera para si mismo- que debe ser un ser político o ciudadano, no solo un animal social.

Ante el optimismo de Aristóteles, Rouseau se atreve a cuestionar la condición de ser civil; Rouseau, más pesimista, atribuye las problemáticas “evolucionadas” y la multiplicación de conflictos justamente a la “invención de la condición de los civiles”, ya que considera que la aspiraciones de los individuos para alcanzar un estatus civile es lo que provoca su ambición por la adquisición de propiedad privada, el concepto de ciudadano lamentablemente, por la historia que lo caracteriza, está ligado profundamente a la noción de propiedad privada. Si no hubiese existido la grandiosa idea que generar la <<condición de ciudadano>>, se hubiese evitado la avidez del monopolio de bienes que pueden además ser entendidos como el control de los recursos naturales. Pese a la percepción negativa de Rosuseau, hay que destacar que ésta sociedad civil, es en realidad la condición primordial para la existencia de un Estado de derecho en el sistema democrático, ya que marca el límite entre la sociedad política o élite política y la sociedad no política o no gobernante, en realidad es la sociedad civil que es capaz a fin de salir de un estado de anarquía - de cerrar un “pacto social”, es la sociedad civil el grupo de personas que determina y decide vivir en un estado de derecho, es la sociedad civil quien hace que la élite o sociedad política tenga razón de ser, es la sociedad civil la que legitima las acciones de un Estado, la sociedad civil conformada por individuos arduos del bienestar colectivo o común. <<la sociedad civil es un concepto que pertenece especialmente al contexto de la ciencia política y refiere a todos aquellos individuos con el título de ciudadano de una sociedad determinada que actúan de manera colectiva, con el objetivo de tomar decisiones en lo concerniente al ámbito público, por fuera de cualquier tipo de


estructura gubernamental. Según los agudos observadores de la realidad social y política, sin la existencia de este tipo de sociedad sería prácticamente inviable la forma de gobierno democrático, la sociedad civil es inherente e indispensable para que haya y se mantenga la democracia>> (F. Ucha 2008) Este concepto aglutina el pasado desde los orígenes de la sociedad, y además lo que vendría a convertirse en un pasado inmediato de lo que ES la sociedad civil del siglo XXI. La sociedad civil hoy A pesar de estas aseveraciones, las sociedades han demostrado no pertenecer a estructuras inmutables, y estas “leyes naturales” se pueden lograr modificar tal como ha ocurrido en el desarrollo y evolución e incluso transformación de la sociedad en el escenario internacional. La sociedad actual –partícipe del escenario internacional-, ha logrado poco a poco recuperar el que habría sido su rol dentro del pacto social, en donde se comprometía voluntariamente a vivir dentro de las voluntades tomadas en la esfera gobernante a cambio de que se garantizara el goce de seguridad en toda la extensión de su significado, tal compromiso de garantía –por la élite gobernante- se fue degradando; esto se palpa claramente en Latinoamérica, en la época del populismo, totalitarismo, conservadurismo y el pleno auge de los partidos políticos tradicionales, provocó una sociedad civil desatendida, y en lo que respecta a su papel en la toma de decisiones estatales, éste se vio involucionado a tal grado que la élite gobernante emanaba disposiciones nocivas a la sociedad, con el único objetivo de llegar a un poder perenne, olvidando su objetivo primordial: el servicio a la sociedad civil en general. Las colectividades en general han logrado un indudable progreso gracias a la sociedad civil organizada ya que hoy por hoy se puede evidenciar que son las agrupaciones sociales institucionalizadas las que se comprometen con el logro de las aspiraciones colectivas éticas, solidarias y planetarias, compromisos que -tal vez- están lejos de las preocupaciones de las élites políticas gobernantes. Es la sociedad civil organizada a través de fundaciones u organizaciones no gubernamentales quienes inclusive –por la presión y por la percepción que pueden crear en la comunidad internacional- llegan a desestabilizar gobiernos o por lo menos generar un dilema moral. Un claro ejemplo

es el rol de Amnistía internacional,


fundación que ha cobrado tal importancia como actor en la arena internacional que no se puede ser capaz de cuestionar la posesión de poder con el que ahora cuenta, no necesariamente el poder debe tener capacidad coercitiva, lo que ahora otorga poder sobre todo, es la legitimidad. Alfred Weber (1953) inicia un libro característico afín a esta idea de evolución constante de la sociedad: «Wir haben Abschied zu nehmen von der bisherigen Geschichte» que significa ”hemos de despedirnos de la historia tal y como ha sido hasta nuestros días” expresa este, lógicamente Weber advierte un cambio radical tal vez el de la transición del particularismo al universalismo, post 2da guerra mundial no había remotamente ninguna idea de la posible magnitud de los efectos «noosféricos4», pues en ese momento los nacionalismos estaban a “flor de piel” en el panorama mundial pero la noción de ESTADO estaba iniciando el proceso transición para ser transformada ya que post segunda guerra, se advierte el mayor brote de procesos integracionistas particularmente en latinoamericana.

Esta situación no fue distinta en el campo intercontinental, ya que los países europeos yuxtapuestos, tuvieron una acción emprendedora muy significativa, ya que el drama de la devastadora experiencia bélica de mitad de siglo, conllevó a la creación de la Comunidad europea del Carbón y el Acero – CECA- y el Euratom que poco a poco evolucionaría a la actual Unión Europea sólida con 27 países miembros.

En este sentido además se puede afirmar que hubo una cuasi voluntad de los países hegemónicos hacia una descolonización parcial, cuasi porque solo abarcó la descolonización territorial, más se advirtió la neo colonización se transfirió al ámbito económico. Aunque al respecto el 261 papa de la iglesia católica Juan XXIII en la encíclica Pacem in Terris, con perspectiva de futuro señaló, «todos los pueblos se han constituido

o

están

en

trance

de

constituirse

en

comunidades

políticas

independientes», y que «los seres humanos en todos los países y continentes son ciudadanos de un Estado autónomo e independiente o están en vías de serlo», puesto que a nadie le gusta ser sujeto de poderes políticos procedentes de fuera de la comunidad o grupo étnico al que pertenece. Antonio Truyol (2001), su perspectiva del futuro no fue fallida, solo que se podría interpretar cuando menciona que a NADIE le gusta ser sujeto de poderes políticos ajenos a su realidad, en ese contexto obviamente

4

Fase de la evolución de la cognición humana universal capaz crear conciencia universal”


se refería a las unidades estatales, pero si nos quedamos con esa analogía se podría interpretar como una lectura de las sociedades del siglo XXI. Transformaciones, mutaciones, evoluciones….

Consecuente con estas manifestaciones de Juan XXIII, se avizora una transformación estructural, porque la idea de ser gobernados por sujetos políticos extranjeros, o gobernados por leyes o normas que no se adaptan a las realidades ni respetan las identidades de los pueblos, van a tender a ser readaptadas, o ajustadas a las demandas sociales, y a partir de ello solucionar las contrariedades internas, para en un futuro abordar la convivencia en una sociedad interconectada.

Por si fuera poco, en la transición temporal del siglo XX al XXI, hay que destacar que el desarrollo tecnológico impulsó a generar redes a la sociedades en todo el planeta, el impulso del internet simplificó, de manera significativa, los tiempos para comunicarse, las sociedades en general experimentaron el desarrollo de las comunicaciones inmediatas, es decir, tanto las sociedad civil organizada como la no organizada podía tener un nexo y conocer de manera instantánea las demandas, aspiraciones, preocupaciones de las sociedades al otro lado del mundo. Estas redes de comunicación instantánea otorgaron una dosis de PODER a la sociedad para denunciar maldades o demandar atención de sus gobernantes. De la sociedad tradicional ensimismada y pasiva, pasó a la historia, antes la única manera de ejercer participación en la toma de decisiones gubernamentales era a través de los partidos políticos pero ahora se cuenta con la posibilidad de hacerlo mediante el internet, ya que éste se brinda como una herramientas adecuada para generar protestas, solidaridad, acciones conjuntas, etc. A través del internet, se puede ser miembro de una comunidad, Organización no gubernamental, Movimiento Social mediante la red; se pueden organizar coaliciones, promoción de cultural, defensa de la identidad de las personas gracias a la Red, en sí, se pueden las sociedades ahora están dotadas para organizar miedos (en el peor de los casos), pero sobre todo esperanzas. El uso de las TIC (tecnología de la información y comunicación), han estrechado al mundo, ciertamente, las sociedades se han unido con características emancipadoras post modernas.


Esta nueva forma de libertad que se ha dado gracias a la red de los internautas, es una situación no convencional que deben enfrentar los gobiernos actuales. En Latinoamérica en particular ha predominado la reivindicación social, como se manifestó un par de párrafos atrás al citar al Juan XXIII. En el caso particular de Bolivia, se podría citar a su gobernante actual, el Presidente Evo Morales Ayma, que en a inicios del presente siglo, formaba parte de los movimientos sociales que demandaban un mínimo de atención a un gobierno tradicional, pedían en pos de sus necesidades básicas materiales y subjetivas, como el reconocimiento de sus identidades, estos movimientos fueron quienes quebrantaron al gobierno de Goni Sanchez y posicionaron a un representante de su colectividad, rompiendo con todos los esquemas usuales del gobernante. Al margen de evaluar la gestión del presidente del Estado plurinacional de Bolivia, es destacable la acción colectiva tanto de los indígenas, como de los cocaleros en pro de la reivindicación de sus derechos colectivos.

A pesar de haber señalado el ejemplo como un caso particular, éste no está ajeno a una corriente en el campo internacional, la “cultura” es un tema que se ha puesto “muy de moda” en estos tiempos, su concepto se relaciona de manera automática con la noción de “pueblo” que aglomera desde prácticas cotidianas tradicionales hasta identidad y cosmovisión. Todos estos elementos configuradores de la cultura forma un red de multiculturalidad, esta cuestión multicultural ha sido centro de mayor atención de la comunidad internacional recién a finales del siglo XX, al momento de evaluar y juzgar las políticas gubernamentales de reconocimiento cultural a través de todas sus estructuras y el impulso a normas que precautelen los derechos de estos grupos sociales: comunidades étnicas, lingüísticas y religiosas.

Ejemplos de Estados multiculturales que se vieron obligados a realizar ajustes estructurales mediante la modificación de sus constituciones, en función al reconocimiento de su interculturalidad, se pueden citar a: Bélgica, que ajusta su constitución en 1993, Canadá, lo hace en 1982, Sudáfrica en 1996, Suiza en el año 2000 5, Bolivia en el año 2009, entre otros.

Pero la transnacionalización de la sociedad civil, puede ir más allá de las simples modificaciones constitucionales, o de la facilidad comunicacional entre organizaciones

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Fernandez Ivanna, Países Multiculturales: análisis constitucional comparado, 1ra ed. : plural editores, La Paz Bolivia 2006


o instituciones de la sociedad civil organizada, China, por ejemplo es un país que ha tenido grandes problemas por el auge de la interconexión y transnacionalización de las sociedades, el gobierno chino ha identificado al internet y su alcance como una amenaza de la cultura occidental a permeabilizar tanto su cultura tradicional como su régimen gubernamental comunista, pero a la vez no tiene otra alternativa que adherirse a esta nueva corriente de las TIC’s ya que si no lo hace perdería grandes oportunidades comerciales y definitivamente el comercio es el sostén económico de todos los países. Esto implica que la élite gobernante de China tiene que replantear su rol, sus controles, sus políticas internas, etc ante los avatares del nuevo siglo.

Ya este país asiático atravesó por un dolor de cabeza con el terremoto de Sichuan, donde más de medio millón de “blogueros” se ocuparon de denunciar la tragedia del terremoto y la evidencia que quedó respecto a las construcciones, los edificios estatales no colapsaron mientras la mayoría de las escuelas quedaron convertidas en escombros dejando entre estos a miles de niños desaparecidos.6 En este caso al gobierno chino no se le presentó una amenaza extranjera, sino que fue testigo de la debilidad que representaba la gobernabilidad, la vulneración había sigo endógena, se utilizaron las redes sociales internas como herramienta de protesta.

En este sentido, lo antiguo se torna redundante, las sociedades del todo el globo terráqueo, sin distinguir raza, cultura no estrato social parecen estar predestinadas a este avatar del siglo XXI, bien lo mencionó Al Gore, “estamos viendo el surgimiento de una nueva conciencia política(…) conciencia política que surge en la red”

Esto ha preocupado a los estadistas de los países mas poderosos, en mayo del 2011 un diario titulaba: <<Los países más poderosos de la tierra han decidido meter el ecosistema digital de internet a la hora de ruta económica mundial>>, con la propuesta de Sarkozy “la cumbre digital o E- G8” se logró llevar adelante. Esta determinación, antes que ser una oportunidad económica, puede ser que sido una consideración necesaria para la reestructuración gubernamental transversal puesto que el escenario internacional estaba quedando vulnerado ante los cambios del nuevo siglo.

Este intento desesperado de controlar la red, no modifica la realidad, que trae una noción de Estado erosionada, noción que lógicamente liga además la erosión del concepto de soberanía.

6

Wobi: virtual revolution


Lo contradictorio en esta situación es que, a nivel interno los Estados no habían generado políticas que acompañen el proceso de transición en la evolución de la estructura social gracias al internet, pero ya a nivel Organismos Internacionales la redefinición del Soberanía había sido contemplada dentro de su evolución, es decir, las Naciones Unidas(NNUU) justifica de legal y legítima las intervenciones en los Estados que vulneren los derechos humanos de sus ciudadanos, ya que en retrospectiva los gobernantes gozan de autoridad sobre una población en un determinado territorio gracias a que esta misma población acordó ceder parte de su soberanía (manifestada con el voto democrático) a cambio de seguridad; en este sentido las NNUU,

argumenta que dentro de sus mecanismos de paz, puede

considerar intervenir un Estado aunque éste no solicite ni autorice la misma, si es que los derechos de los ciudadanos de éste Estado han sido vulnerados, por ende, en este caso dentro de lo que es el derecho internacional no se estaría violentando ninguna norma ni regla, ya que en todo caso aquel gobierno que vulnera e incumple con su parte del pacto social provoca que la sociedad retome la “parte de soberanía que le había asignado a su gobernante”, entonces, en este caso la soberanía es netamente del ciudadano y ya no tiene validez la autoridad del gobernante que incumplió su compromiso.

La diferencia es muy clara cuando se analizan a los movimientos sociales tradicionales que limitaban su demanda a un escenario específico definido por las fronteras territoriales, a diferencia de los Nuevos Movimientos Sociales, éstos generan una desinstalación de tales fronteras territoriales transgrediendo el concepto clásico de soberanía a través de las redes virtuales que permeabilizan todo tipo de seguridad fronteriza, el ciberactivismo trasciende redes físicas, y crea un nuevo prototipo de lo entendido como territorialidad: el espacio virtual en donde la disposición del mismo está determinado por las demandas o aspiraciones solidarias, y/o simbólicas determinadas por una correlación entre los miembros de la red virtual, las sociedades aspiran a redibujar el mapa del mundo, los sistemas de creencia

se refuerzan

instantáneamente, el internet reemplaza los límites de un país, la web colapsa distancias, vulnera fronteras y permeabiliza la tradicional “seguridad nacional”. Como en el caso de China, citado anteriormente y como en los siguientes casos expuestos a continuación. Proyección probabilística…. una sociedad cosmopolita.


Los usuarios del facebook llegan a ser alrededor de 350 millones, siguiendo los datos generales, si el facebook fuese una ciudad o país, facebook sería el 3er país mas poblado del mundo, y sus cifras tienen a seguir creciendo.

Hay quienes acusan a las redes de ser herramientas de homogenización cultural que tiene por objeto reducir identidades…esto podría identificarse más que como una amenaza como un desafío para las sociedades actuales Considerando las amenazas de las Tics y el papel que juegan para la amalgamación de las diferentes sociedades del planeta, la comunicación instantánea y la interacción de las sociedades, pueden sabotear las labores positivas de la red de telecomunicaciones del siglo XXI. Por ejemplo Estonia, un país de la Europa del este, se vio totalmente expuesto a demandas de un grupo de insurgentes Rusos, habiendo llegado a alcanzar el 97% en interconexión local, siendo reconocido como uno de los países mas conectados de Europa , en el año 2007 las entidades financieras en primera instancia, son el blanco rehén de un sector ruso que sintió afectada su identidad cuando estaban considerando mover el monumento del centro de Tallin, símbolo de la resistencia soviética contra el nazismo, esto conlleva a un ciberataque , logran tomar control incluso de los computadores particulares, y las instituciones gubernamentales, Estonia no tenía otras alternativas que rendirse de rodillas, para poder seguir dándole funcionalidad a su nación ya que se desconectó a Estonia del mundo, lo peor es que los ciber guerreros que generan todo este caos no tenían un lugar fijo donde buscarlos, no se identifica el punto de partida de estos grupos. "Sabemos que un ataque a un puerto o a un aeropuerto es un acto de guerra, pero no hay nada sobre ataques con ordenadores", fue lo que dijo un portavoz del Ministerio de Defensa de Estonia. El artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) establece que un ataque armado contra uno o varios aliados, en Europa o en América del Norte, será considerado como un ataque dirigido contra todos, pero con este acontecimiento sale a la luz que los conflictos armados prácticamente están pasando paulatinamente a la obsolescencia y se requieren de nuevas estructuras ante las problemáticas insurgentes del presente siglo, donde no se puede calificar de un conflicto internacional cuando los actores de la élite política no están involucrados directamente y son las sociedades las que tomas acciones de gran magnitud.


La revolución virtual, más allá de generar una mutación en las relaciones internacionales, tiene muchos otros alcances, como por ejemplo la homogenización comunicativas, sin diferencias idiomas, ahora gracias al boom del las redes sociales virtuales, se crean nuevos silogismo, nuevos códigos de comunicación: << Xd, M nknta Comunikrm c/tigo,Xq m a c  = q a vos , i l u, t k m, no xist f®onter@s % N°T®°S l ☼ d la in-T-gr@ción c sien t !! it’s + o +? > D4L3 M3 6u574 S! L06R4573 L33R

Traducción: Súper, me encanta comunicarme contigo porque me hace feliz igual que vos “i love you” , te quiero mucho, no existe frontera entre nosotros, el calor de la integración se siente!! Dale me gusta si lograste leer. Esto ha aportado a la integración mundial, indistintamente de las toma de decisiones políticas, basta con leer la siguiente nota sacada de una revista chilena 7: <<Pop coreano a la vista: La invasión de bandas asiáticas sumó un nuevo escalón en Chile la semana pasada. El K-pop, o pop coreano, cruzó todas las fronteras internacionales, incluso logrando un botón en YouTube y clips con millones de visitas como el de las 2NE1, antes de extender hasta Santiago su plaga de seguidores (…) JYJ fueron parte de la mundialmente reconocida ex agrupación Dong Bang Shin Ki (동방신기) o TVXQ, quienes llevaron el movimiento K-pop a niveles inimaginables, y son considerados hasta hoy como la banda masculina que más ha vendido en toda Asia. (…) en el 2010 se asociaron con los productores estadounidenses Kanye West y Rodney Jerkins para grabar su álbum debut “The Beginning” (…)Ya sabíamos algo sobre el K-pop cuando a través de redes sociales los fans de todo Latinoamérica se reunían para pedir a la banda Super Junior para la última edición del Festival de Viña del Mar, logrando más de 15.000 votos, y superando a artistas con el ruido mediático de Justin Bieber o Lady GaGa. - Antes y durante el concierto - (…)Flameaban banderas de Brasil, Argentina y España entre otros, e incluso había fans traídos directo desde Corea y Japón. (…) –eran un espectáculo las 7

http://www.paniko.cl/2012/03/pop-coreano-a-la-vista/


expresiones de las fans - poleras oficiales (…)y carteles en perfecto coreano>> En este caso, las relaciones a nivel, élite gobernante entre Chile y Corea del sur (lugar de origen del grupo JyJ) son muy buenas ya que ambos países cuentan con relaciones comerciales bilaterales muy sólidas, a nivel

Latinoamérica Corea del Sur,

políticamente, ha tenido un importante acercamiento en los últimos 10 años, ya que corea del sur, planea disminuir su fuerte dependencia hacía los recursos naturales que tiene con medio oriente, pero esto seguramente es lo último que evaluarían las fans de JyJ para solicitar un concierto de la esta banda. Así como estos, se pueden citar otros ejemplos donde las sociedades incitan a la integración intercultural obviando las tensiones políticas dadas entre sus gobiernos, en los festivales de Hip Hop, según el documental presentado por WOBY8, en las entrevistas a los asistentes ellos aseguraban que este tipo de música y baile los redimía como una comunidad, su nuevo idioma se traduce a sus similitudes de hobbies, ya que conviven varios días desconociendo el idioma de sus compañeros, pero eso no implica que no puedan comunicarse. Estos acontecimientos confieren indicios -definitivamente- del inicio hacia una sociedad cosmopolita global, la expansión de la sociedad internacional. Esta sociedad con aspiraciones de integración y solidaridad planetaria es totalmente confirmada por cambios estructurales trascendentales.

La sociedad civil pasó de tener un papel

secundario a ser el actor principal -o por lo menos se perfila a serlo- en el actual sistema internacional y por cierto, es menester analizar que el concepto de sistema internacional ya que el mismo abarca en esencia una connotación de acción e interacción de actores y poderes, dichos actores al no ser meramente Estatales redefinen el concepto de internacional (entre naciones) a mundial (abarca la totalidad de actores).

Apoyados en esta noción, surgen a finales del siglo XX las teorías que responden categóricamente a las nuevas tendencias, las teorías conocidas como reflextivistas, teorías que fueron tildadas de subjetivas y poco probables para abordar lo que eran las relaciones internacionales, teorías que sugieren una reconfiguración en la dinámica

8

Woby: Festivales de hip hop


del sistema internacional, a partir de la revalorización de esa tan mencionada “sociedad civil”.

Estas categorización de las teorías reflextivistas, tienen el común denominador de cuestionar axiológica, epistemológica y ontológicamente a las teorías racionalistas a quienes se las adjetiva de objetivistas, deterministas, positivistas, estructuralistas y justificadoras y perpetuadoras de “verdades falsas” o “verdades a medias”, otra de las características sobresalientes de las teorías reflextivistas es que centran su atención en la composición de las sociedades y reflexionan sobre el papel fundamental de éstas para la evolución y desarrollo de la humanidad y/o de su estructura organizativa, el secreto de la emancipación real está en las sociedades quienes obtendrán una fórmula endógena para encontrar las “verdades ocultas” Waltz, señalaba que existe una parcialidad o arbitrariedad de las distintas posturas teóricas al momento de hablar de la subjetividad, indistintamente de ser reflextivista o racionalista el centro u objeto central para cada una de las teorías está delimitada por el “interés cognitivo” Los post modernistas, atribuirían los males contemporáneos al imaginario colectivo pesimista que heredó la sociedad al ser víctima del adoctrinamiento de los “poderosos”, fundamento queda un tanto opacado tras el análisis de la situación actual de las sociedades latinoamericanas que a finales del siglo XX y ya en los albores del siglo XXI se han visto organizada, dispuestas a romper esquemas y estructuras que, hace 50 años se considerarían inmutables, tal estructura comprendía una jerarquía de clases sociales, la “eterna aspiración” de lograr reconocimiento de identidades, sometimiento cultural y un largo etcétera de insatisfacciones colectivas que llevaron a la sociedad a agruparse sistemáticamente en

función a sus demandas, no es

casualidad el surgimiento de movimientos etnonacionalistas en Venezuela, Ecuador, Bolivia y Perú, es decir no es casualidad que los movimientos indígenas y campesinos se hayan organizado y hayan logrado una normativa para sus pueblos manifestada en la declaración de naciones unidas sobre los derechos de las poblaciones indígenas, en su preámbulo señala “(..) los pueblos indígenas, contribuyen a la diversidad y riqueza de las civilizaciones y culturas que constituyen el patrimonio común de la humanidad” , quedando con esto sentado la visión a largo plazo de una sociedad cosmopolita. Éstos tienen derechos colectivos e individuales que en muchos casos ha sido controversial el hecho de asumir acciones por ejemplo si en situaciones específicas se debe considerar los derechos de los pueblos o si se adscriben a lo instaurado por la


constitución del estado donde se alojan y éste es un tema muy amplio para debatir entre lo legal y lo legítimo. No es casualidad que las universidades a nivel regional se hayan organizado formando

un

red

institucional

denominada

la

Organización

Universitaria

Interamericana (OUI), centrada en la preocupación de la educación dispareja en el continente americano, problemática identificada por el intercambio permanente y la migración de estudiantes a las distintas instituciones; A nivel gobiernos locales, un claro ejemplo es la red de municipios del MERCOSUR, alcaldes, intendentes y prefectos de la región que - al margen de los procesos de integración internacional-

se ven en la obligación de idear la red denominada

MERCOCIUDADES ya que la interacción natural entre los ciudadanos de cada una de estas ciudades distribuían las experiencias de sus gobiernos de manera informal a fin de beneficiar a las sociedades en general; asimismo en esta misma línea se puede destacar la red de diplomacia ciudadana Sister Cities international, promueve la inclusión de las minorías étnicas, raciales, personas con discapacidad, jóvenes, mujeres y personas de diversidad socioeconómica en todas las actividades de las ciudades hermanas a fin de garantizar el desarrollo global, ésta red está conformados por funcionarios gubernamentales y voluntarios de la sociedad civil que responden a una demanda de mejora de la calidad de vida global y no centrado en una mejora local. Indiscutiblemente, en todos los ámbito la sociedad ha habido una clara tendencia a agruparse bajo una orientación cosmopolita dándole así un universalismo a las problemáticas generales, esta orientación cosmopolita comprendida como Chris Brown lo mencionaría bajo una perspectiva normativa de las relaciones internacionales en donde se tiene una visión integral del ser humano como actor en una palestra única llamada mundo, en donde realmente el concepto de soberanía clásico deja de cobrar importancia y las fronteras soberanas están en función a las fronteras sociales que lógicamente no ha trazado dichos límites. Algunos fundamentos teóricos Citando a Jürgen Habermas, uno de los máximos exponentes de la teoría crítica de las relaciones internacionales, éste plantea que la sociedad civil tiene mecanismos determinantes en las Relaciones Internacionales: el primero, la configuración de instituciones quienes respaldan la libre asociación de los ciudadanos garantizando sus


derechos individuales, políticos y sociales de los ciudadanos; el segundo mecanismo determinante son los movimientos sociales endógenos en cada región quienes con indicios emancipatorios, regularmente sugieren nuevos principios y valores que responden a una realidad social, son quienes luchan o defienden aquellos derechos sociales vulnerados. Así, la sociedad civil se convierte en el principal sujeto articulador del bienestar del Estado contemporáneo y en un elemento activo, transformador, constituido por los nuevos movimientos sociales. Aunque Riechmann atribuye la multiplicación de los Nuevos Movimientos Sociales, más que como una voluntad emancipatoria, como una necesidad de supervivencia ya que las aspiraciones post modernas están en función de la conservación del ser humano, por ejemplo, las demandas ambientales, pacifistas, reivindicacionistas, todas son aspiraciones para evitar que la raza humana perezca, de hecho los nuevos movimientos sociales pueden ser tildados de irracionales porque sus pretensiones alcanzan demandas subjetivas que estarían totalmente en contra que lo que es el positivismo, materialismo o mercantilismo, como Ferguson planteaba la idea de felicidad total, al logro de las colectividades de satisfacer tanto necesidades materiales como subjetivas con el del reconocimiento de las identidades culturales, la igualdad de género, o la lucha por el respeto al medio ambiente, estas demandan están lejos de insatisfacciones meramente materiales. En referencia a la evolución, el Ruso, Vladimir Ivanovich, como parte del movimiento filosófico del cosmismo Ruso, elaboró la teoría de la noosfera (o evolución de la cognición humana universal capaz de generar la transmutación de elementos) que viene siendo la tercera fase del desarrollo de la tierra,

después de la geósfera

(evolución geológica, materia inanimada) y la biósfera ( evolución biológica, vida biológica). Pero es Pierre Teilhard quien desarrolla mas este concepto de noosfera y la conceptualización cognitiva determinada por Ivanovich, Teilhard agrega el concepto de “conciencia universal” conducida por la humanidad, la noosfera vendría siendo el estrado que conduce la energía liberada en el acto del pensamiento. ¿Es acaso el siglo XXI, el momento en que la noosfera cobra mayor impacto en las “estructuras inmutables” promovida por los positivistas?, parafraseando a Jaques Dérrida: no sólo las estructuras, sino los conceptos que se crearon a fin de crear paradigmas impávidos para dentar ideas supuestamente “racionales y objetivistas”, el hecho de hacer mención de la “tansnacionalización del a sociedad civil” deja sentado, o hace referencia a la primacía inicial del ESTADO- NACIÓN y secunda el papel de la


sociedad civil ya que la palabra “transnacional”, lleva consigo la referencia fundamental de lo NACIONAL. Cayendo en la incitación evolucionista y por la motivación “noosférica natural’9 que mueve al ser humano, no obstante se debe reconocer que esta evolución estuvo acompañada por factores tales como la revolución virtual o tecnológica occidental que tuvo alcance global, el estrechamiento total de las sociedades en el mundo gracias a las TIC’s, la expansión demográfica y con ello el replanteo de las colectividades como sujetos con una participación escalonada en las relaciones internacionales que han transformado de raíz la anatomía de ésta disciplina. Abordando

más allá de la cuestión cuantitativa/ cientificista de las relaciones

internacionales, a la luz del enfoque cualitativo, se puede afirmar que la intensificación progresiva de la interacción internacional, se amplía al concepto de internacional a lo que es mundial o planetaria ya que la mutación y el alcance de los roles, acciones y actores han redefinido el concepto de <<democracia>> que desde su concepción original fue tergiversada en función a las aspiraciones de un grupo elitista deseoso de poder, autoridad y dominación. Se podría analizar que la psicología histórica de las sociedades en general al rememorar la vivencia en democracia, esta la pueden relacionar directamente con la posibilidad de goce de libertad (aunque se esta puede ser ilusoria como cuando surgen los civiles y su entendimiento de libertad se limita simplemente a la posibilidad de adquirir bienes particulares y la posibilidad de mercantilizar), pero también se asocia democracia a los partidos tradicionales que se sirvieron de la gobernanza sobre el pueblo, estructura de gobierno que produjo la sociedad civil que ahora toma el control del campo internacional. La democracia habría sido concebida como la justificación perfecta para transformar el altruismo cívico de los ciudadanos interesados en la polis, en un grupo de ciudadanos ávidos de ambiciones particulares, que los convertía en simple “zorros de la corrupción”

La democracia y sus huellas.. De hecho, si se centra especial atención a <<la democracia>> en su alcance total, se podría afirmar ésta es más que el conteo de una mayoría, como afirma Rocha D. en su 9

Usando un neologismo adaptado a los avatares del siglo XXI


estudio desde una perspectiva filosófica: la democracia “comienza por asegurar el derecho a pensar lo que se dice, diga quien lo diga, y el derecho a decir lo que se piensa, es decir, comienza por asegurar el pensar”, esto conlleva a individuos capaces de evolucionar cognitivamente y habilitarse la posibilidad emancipatoria.

Al surgimiento de la democracia como un sistema de gobierno, ésta sistema está moldeado directamente a lo que se entiende como la estructura nacional, o a la noción de Estado – Nación, modelo sistémico que se ha mantenido a través de los siglos a pesar de la transformación y evolución de todos los aspectos de la vida social del ser humano y su entorno.

En esta línea, se hace imprescindible destacar a Jaques Dérrida, el pensador francés contemporáneo que con su herencia de su escritos de <<La democracia por venir>> en su libro titulado “Voyou” que significa canallas, expresa una crítica frontal a las democracias actuales, y deconstruye el significado de la misma, partiendo desde sus orígenes griego y la determinación del sistema haciendo una denominación del artículo femenino singular “LA”, para referirse a <<la democracia>>, esto conlleva a un estudio exhaustivo en la época de su denominación, se atribuye una denominación femenina cuando el concepto necesariamente demanda determinación y fuerza penetrable para lograr el cometido del sistema, pero paradójicamente se le asigna el componente femenino que le resta determinación a la noción conceptual. Además Dérrida identifica los conceptos de libertad e igualdad como claves en la esencia de la democracia, pero estas necesitan alternarse para alcanzar la totalidad de su objeto, no compatibles en paralelo, Citando al pensador francés: «(…) La democracia no es lo que es sino en la différance por la cual difiere y se difiere de sí misma. No es lo que es sino espaciándose más allá del ser mismo de la diferencia ontológica: es (sin ser) igual y propia a sí misma solamente en tanto que inadecuada e impropia, a la vez retrasada y adelantada sobre sí misma, sobre lo Mismo y lo Uno de sí misma, interminable en su inacabamiento por encima de todos los inacabamientos determinados, todas las limitaciones en órdenes tan diferentes como el derecho al voto (...), la libertad de prensa, el fin de las desigualdades sociales en el mundo entero, el derecho al trabajo, tal o tal derecho nuevo, en resumen, toda la historia de un derecho (nacional o internacional) siempre distinto de la justicia, la democracia no buscando su lugar sino en la frontera


inestable e inencontrable entre derecho y justicia, es decir también entre la política y la ultrapolítica. Es por esto, una vez más, por lo que no es seguro que democracia sea un concepto por completo político»10.

Dérrida analiza que la democracia actual es un sistema que limita la razón según lo disponga el Estado más poderosos – ordenadores del sistema internacional-; es en función al razonamiento de estos ordenadores que se juzgan a los “Estados Canallas”, Estados que vayan en contracorriente a estos modelos de pensamientos instaurados, definidos y moldeados por los ordenadores; asimismo, éstos se auto determinan como Juez y parte en la condena de los “Estados desordenadores e irracionales” (o como los Estados poderosos los denominarían, Estados canallas), aunque

en realidad,

según Dérrida, el verdadero Estado Canalla por excelencia es aquél que haciendo uso de su fuerza y poder ha condicionado la democracia a una estructura impuesta de manera “racional”, por ello es que el pensador señala que se vislumbra forzosamente una democracia por venir. La homogenización cultural que gira en torno a lo “racional” definido por el “Estado canalla por excelencia”, en este sentido, la particularidad política solo puede ser alcanzada en democracia manifestada como la resistencia y permanente polarización política entre lo real y lo que se aspira. Según Dérrida la democracia por venir «Se trata, por tanto de disociar democracia y autonomía, esto que, lo asumo, es más que difícil, imposible. Es más imposible, y sin embargo necesario, disociar soberanía e incondicionalidad, derecho y justicia» (Dérrida 2003) En este sentido, la sociedad civil organizada en su afán “irracional emancipador”, obliga al concepto de democracia sufrir una transformación ya que dicha sociedad para lograr sus fines, se organizó, institucionalizó y coordinó una red de acción colectiva y pasa de tener un papel pasivo en la estructura política, a demandar una enmienda a la estructura que logra involucrarlos en la toma de decisiones, por lo que la limitada democracia representativa pasa a transformarse en una democracia más abierta y participativa.

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DERRIDA J., Voyous, Paris, Galilée, 2003


Esta sociedad civil organizada, se preocupa por fungir como nexo entre la sociedad civil no organizada (que es el mayor número de personas) y la élite gobernante a fin de hacer escuchar las demandas y necesidades insatisfechas de la colectividad. Es así que mas allá de crear una red de acción y demanda, se genera una red cognitiva suscitando así el avance y fomento

de su propio desarrollo

colectivo, ésta red

gestada es compleja puesto que se extienden no solo de manera hacia una interconexión física en función a determinadas aspiraciones o demandas, sino que se integran de en función a representaciones simbólicas y/o solidarias. Ese desarrollo se ve plasmado ahora, en las características de los nuevos movimientos sociales (NMS) que lejos de parecerse a las élites gobernantes o movimientos sociales tradicionales ávidos de poder, demuestran tener una motivación emancipadora y de supervivencia ya que sus demandas tienen que ver con reconocimiento de identidades, culturas, o atenciones ecologistas; estos NMS hacen escuchar su voz con diversas acciones no convencionales que trascienden las desgastadas manifestaciones violentas; estos NMS tildados de Nueva Izquierda por los –como diría Dérrida- “Estados canallas” quienes tratan de minimizar, ningunear y satanizar las acciones emprendidas por esta Sociedad Civil evolucionada. Esta recuperación de sus roles de la sociedad civil, demanda cambios urgentes, Antonio Truyol (2001) en el libro de <<Lecturas básicas para el estudio de las Relaciones Internacionales>> menciona que esta evolución de la sociedad

en el

sistema internacional ha provocado una «crisis del derecho internacional», o, al menos, una la crisis del «derecho internacional clásico», y como reacción, la necesidad de un «nuevo derecho internacional». Entonces se puede afirmar que el proceso, configuración y estructuración del sistema internacional es el resultado de una constante mutación de las sociedades. Ahora es limitativo hacer alusión a una internacionalización de la democracia, porque en primera instancia, el concepto de democracia ha sufrido un desgaste considerable, y segundo porque al haberse hecho vulnerables las fronteras y que las sociedades hayan encontrado el mecanismo de interacción ideal, ya no se puede hablar de internacional como entre naciones, es el concepto de mundial el que engloba lo que antes se concebía como internacional ya que las sociedades han cobrado mayor protagonismo y en el concepto tradicional estas sociedades están subordinadas a los Estados.

La era de la “civilicracia”


En definitiva, el inicio del siglo XXI ha de ser rememorado como el hito de hitos de transición temporal, social, política, comunicacional – léxica, entre otros. Los cambios este siglo han gestado transformaciones en todas las disciplinas y ámbito en el que desenvuelve el ser humano, indudablemente estos avatares van acompañados casi automáticamente con un reajuste estructural de todos los ámbitos afectados. La sociedad en general, en especial los jóvenes son la generación que vive más de cerca el proceso de transición de la humanidad hacia una posible fase noosférica y por ello es imprescindible destacar que el auge de las redes sociales virtuales y no virtuales especialmente en el

siglo XXI trajeron indicios de cambios, el acceso a la

información indudablemente generó que las sociedades se inclinen a cuestionar y proponer soluciones alternativas a problemáticas transversales, logrando así involucrarse en la toma de decisiones de sus Estados. La transición de ser una sociedad Pasiva a ser una sociedad activa es sin duda, uno de los mayores logros que trajeron consigo las nuevas tecnologías de la información y el conocimiento (TIC’s). Las sociedades activas del siglo XXI, serían, como Habermas señalaba, la sociedad de la emancipación, que es capaz de evolucionar a partir de nutrir su elemento cognitivo para avanzar hacia el desarrollo. El despojarse de esta truncada relación dentro de lo que se conoció desde sus inicios como democracia, es una labor maratónica, aunque si el sistema de <<democracia>> atrajo a si irregularidades, excesos y caprichos, se podría decir que con todas estas transformaciones expuestas a lo largo de estas páginas, al tener la dicha de formar parte de este proceso que está en manos de la sociedad civil en transición de retomar los roles fundamentales de la interacción mundial Civil= del latín civilis ciudanano, individuo que goza de libertad Polís= equivalente a civil, pero en griego Cracia= de griego Kratós que se define como poder y gobierno Bajo esta etimología, al haber la democracia generado una psicología histórica de sometimiento, al haber asignado el término de político a las personas con ansias de poder, mezquinas y hasta corruptas, evidentemente existe una gran incredulidad respecto a los sistemas que éstos impliquen, o que por lo menos hagan referencia conceptual a aquellos traumas sociales. Por ello se propone el concepto integral de la CIVILICRACIA para la era del siglo XXI, el concepto combina el latín = civil y el griego = cracia , representando así la tendencia


de integración mundial de todas las culturas en su pleno reconocimiento y voluntad de convivencia, además implica un mayor protagonismo no limitativo a las sociedades en general ya que el término está sujeto completamente al concepto de ciudadano civil , una civilicracia que no ostenta una anarquía sino más bien una relación horizontal entre élite gobernante

y gobernados, gobernados en función a sus demandas

insatisfechas, al haber una situación de horizontalidad lo último que se quiere llegar es la ingobernabilidad o volver a la situación previa del pacto social, todo lo contrario, sería una versión mejorada de la democracia, corregida en sus excesos, ahora tomando en cuenta las identidades culturales, las demandas sociales, adaptadas a los cambios que trajo consigo el nuevo siglo. La civilicracia, representaría la noción del constructivismo social de Alexander Wendt, según el conjunto de hipótesis que implicaba su contructivismo: “Wendt no ha planteado una teoría, sino un conjunto de hipótesis que sugirió explorar empíricamente, lo que si ha hecho es proponer una agenda de investigación. Ésta tendría el objetivo de evaluar las relaciones causales entre prácticas e interacciones y las estructuras cognitivas en el nivel de los estados individuales

y los sistemas de

Estado , lo que equivale a a explorar la relación entre lo que los actores hacen y lo que son. Aunque sugirió partir de la idea de la constitución mutua entre agentes y estructuras, subrayó que no es una idea que pueda ayudar demasiado: lo que hay que averiguar es cómo se constituyen mutuamente. En particular Wendt señaló la importancia del papel de la práctica al configurar actitudes hacia lo dado de esas estructuras: ¿cómo y por qué los actores reifican las estructuras sociales, y bajo qué condiciones desnaturalizan esas reificaciones? ” (Salomón M. 2001) En esta era ya se estarían corroborando las hipótesis de construcciones sociales, que fueron embrionarios a finales del siglo XX y que ahora empiezan a emerger tales estructuras. La nueva era, estaría marcada por esa civilicracia dotada de mejor distribución de poder, mejor relación e interacción entre gobernantes y gobernando, en donde las tomas de decisiones políticas necesariamente deban de considerar las identidades, demandas y cotidianeidades de la sociedad en general.


Se plantea una civilicracia como un estabón más para alcanzar la sociedad cosmopolita, y contrariamente al pensamiento de Went de “frente a la controversia epistemológica definida como positivismo – post positivismo, sencillamente propuso quitarle importancia, señalando asimismo que abandonar las restricciones artificiales de las concepciones de la investigación del positivismo lógico, no nos obliga a abandonar la ciencia” (Salomón 2001), se considera que lógicamente la preocupación de Wendt en el afán de comprender las transiciones estructurales, quiso dejar de lado la señalética que implica la epistemología en la ontología, pero claro está que ya con las apreciaciones que se han concebido a la actualidad es, como Dérrida lo valoraría, necesaria la deconstrucción, el entender el significado de la estructura, el despojarse de aquellos conceptos que traen nuevamente a la luz traumas colectivos. Al proponer una era de civilicracia, como ya se mencionó anteriormente, lo último que se pretende es el retroceso a la anarquía, al contrario la civilicracia representa la evolución humana hacia el SABER gobernarse, o HACER gobernar las colectividades, es posible que sea también un eslabón en la evolución de las fases de la tierra hacia la noocracia, pero aún es temprano para pronosticar el alcance y pertinencia de esta fase además que merece un estudio particular para evaluar la viabilidad que podría tener. Por el momento, queda reafirmar el rol de una sociedad consciente de sus necesidades, consciente de la riqueza que genera la diversidad, consciente de la convivencia pacífica y la interacción oportuna para afrontar problemáticas que le atañen a toda la humanidad, una sociedad consciente del ejercicio tradicional absurdo de la élite gobernante y consciente de una participación activa en la toma de decisiones de sus nuevos gobernantes.

Fuentes consultadas

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FERNANDEZ Ivanna, Países Multiculturales: análisis constitucional comparado, 1ra ed. : plural editores, La Paz Bolivia 2006 FORSTYTH , Murray (1992). “the tradition of international law” en Espocito Carlos, <<Soberanía y ética de las relaciones internacionales>> Isegoría 16, 1997 HELD, David: “La Democracia y el Orden Global, Del Estado moderno al gobierno cosmopolita”, Editorial Paidós. MARTINEZ, Guzman Vincent – Podemos hacer las paces, reflexiones éticas tras el II – S y el II – M colección ética aplicada, Editorial Desclée de Brower, S.A. Bilvao, España 2005

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