Félix y Blue, la gotita de agua

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FÉLIX

y blue, la gotita de agua

Melissa gaviria henao 2015



Félix era un lindo niño de 10 años. Tenía una vida tranquila, pero era muy tímido; por lo que le costaba mucho relacionarse con otras personas. Esta forma de ser en ocasiones le generaba una tristeza muy grande, al no tener amiguitos con quién jugar


Un día, Félix llegó a casa después de la escuela, contento pero cansado. Su madre lo esperaba y había preparado

pasta, su comida favorita.

Le sirvió en el plato de flores que su abuelo usaba también y que ambos compartían.

-Es un plato hermoso, dijo el niño. Lástima que lo use también mi abuelo, que es tan bravo y habla tanto.

-No digas eso hijo, es tu abuelo y te ama.


El niño comió en silencio, admirando las flores que estaban pintadas en su recipiente de comida.

Al caer la noche, el cielo se nubló y cayó uno de los aguaceros más fuertes que se vieran en el pueblo


Félix conocía el espacio que había en el techo de su alcoba, y como ya iba a dormir, tomó el mismo plato luego de lavarlo y se lo llevó junto con una toalla a su habitación.

Lo ubicó justo donde ya empezaba a caer la gota de agua, evitando así que su cuarto se mojara por la filtración de su techo.


El niño se acostó en su cama, mirando hacía el cielo por su ventana, triste porque ese día tampoco había logrado hacer amigos en su escuela. Poco a poco se fue quedando dormido, hasta que cayó en un largo sueño.


De repente, sinti贸 que mil baldados de agua le cayeron encima, y brinc贸 asustado.

隆No!

No estaba mojado, pero no reconoci贸 el lugar en donde estaba.


El lugar era azul, completamente, FÉLIX miraba para todos lados tratando de encontrar un lugar o rostro conocido

En ese momento una sombra empezó a acercarse a él, corría en su dirección, PARECÍA UNA GOTITA DE AGUA.


Al llegar a él, la gotita se transformó en una hermosa niña, y tenía unos ojos tan tiernos que lo hicieron sentirse cómodo inmediatamente.

La NIÑA le dijo:


¡Hola Félix!

Hace mucho quería conocerte, pero siempre pasaba de largo en tu cuarto mientras dormías y no podía detenerme, hoy gracias al plato de tu abuelo, pude llegar a ti.

Mi nombre es Blue.

Félix admirado la saludó, pero por su timidez no pudo decir más que un frío:

“hola”


La niña, hermosa y cálida, le tomó la mano y la condujo hasta un tanque, de agua pura y transparente. Le dijo:

“Estoy aquí por una razón: desde hace mucho te miro cuando estoy a punto de entrar a tu cuarto. Espero mientras te duermes y siento mucha tristeza al ver tus ojitos con llanto por no tener amiguitos. Por eso, quiero mostrarte algo”


El tanque empezó a moverse, formando lugares conocidos para Félix: su casa, su escuela, el parque donde jugaba, el centro comercial donde acompaña a su madre. Pero estaban diferentes, tenían algo en común:

Félix estaba rodeado de amigos


El niño miró asustado, sin entender, a lo que Blue le respondió: “¡Sí Félix! Eres tú, y estas son todas las personas que han querido conocerte siempre, en cada lugar. No las reconoces?”

Félix negó con la cabeza. No conocía a uno solo de ellos. Solo reconoció en su hogar a su abuelo, pero era distinto, porque estaba feliz, le contaba cuentos y jugaba con él.


“Sí, Eres tú, pero con una diferencia: sin miedo. Sin temor a que te digan algo malo, o que no jueguen contigo, o que te rechacen. Eres tú viviendo y jugando, siendo feliz, porque hablas con otras personas y les permites conocerte, como a tu abuelo, con quien no te gusta hablar. Eres tú dejando que los demás hagan parte de tu vida, y dándoles la oportunidad de que conozcan a alguien tan maravilloso como tú.


El niño miró impresionado las caras de las personas que lo acompañaban, de su abuelo y de todos los amigos que tenía, felices jugaban y compartían, reían a más no poder. Pero lo que más lo impresionó fue ver su propio rostro, lleno de luz y de vida. De felicidad.

Blue lo miró y le dijo finalmente: “eres tú, y debes permitir que las personas te conozcan, dejar los miedos atrás y vivir la vida. ¡Ve, Ríe y juega como nunca lo has hecho!”


En ese momento Félix dio un brinco aún más fuerte, estaba nuevamente en su cama, y a su lado, su abuelo lo miraba preocupado preguntando si había sentido la fuerte cantidad de agua que entró a su cuarto. El niño lo miró, entendiendo que su sueño no había sido solo un sueño, era un consejo, una ayuda para ser más feliz. Abrazó fuerte a su abuelo y le dijo:

“estoy bien abuelo, me alegra mucho que estés aquí”


Desde aquel día Félix es un niño feliz, que comparte con sus amigos sin temor ni timidez, y que recorre historias con su abuelo a través de los libros que éste, feliz, le lee.

Fin



Melissa gaviria henao 2015


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