Rigoberta es una oveja muy despierta. Un día encontró en su puerta un huevito en una cesta. -¡Recorcholis! ¡Qué hace un huevo abandonado sin una mamá a su lado! Así que la oveja buena decidió cuidar a aquel huevo como si fuera un hijo nuevo. Al cabo de una semana, el huevo hizo crack, y nació un pollito al que llamaron Perico. La oveja le daba besos, jamón york y queso. Por la noche lo acostaba y un cuento le contaba. Por la mañana le daba maíz, y con su mamá era muy feliz. Pero un día que hacía viento, Perico miró a mamá atento y dijo: Esta mamá tiene lana, dice “beee” y no tiene pico. Comprendió Perico que aquella oveja no era su mamá e verdad. Muy triste se fue el pollito, llorando un poquito. Aquella noche había luna, y al llegar mamá a la cuna, se dio cuenta con sorpresa que Perico no estaba. Salió corriendo asustada, esto ya lo imaginaba. -Perico hijo, ¿dónde estás? Soy tu madre de verdad. Como te quiero yo, ninguna mamá te querrá. A Perico le entró una alegría tremenda al oír a su madre. -Qué más da si mi madre es una oveja, una cabra o una coneja. Esta es la mamá que quiero –pensó y salió corriendo. El abrazo fue tan grande que no cabe en este cuento.
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