Cuentos cortos para niños

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Noviembre 2019

REVISTA CASTILLITOS

CUENTOS CORTOS PARA NIÑOS LA REVISTA PARA CRECER EN TODOS LOS SENTIDOS

Autores

Cuentos con

varios

moraleja

A partir de 3 años


Cuentos cortos para niĂąos

Cuentos Los tres cerditos .......................................................................................................... 2 Las cosas de casa.......................................................................................................... 5 Las tres hijas del rey .................................................................................................. 8 La ratita presumida .................................................................................................... 15 Los tres perezosos ..................................................................................................... 18 Pedro y el lobo .............................................................................................................20 Rumpelstiltskin ............................................................................................................23 3 cuentos de Halloween para niĂąos y adolescentes ............................................30 La casa del pueblo ....................................................................................................... 31 La nieta .........................................................................................................................33 El juego del escondite ...............................................................................................35

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Los tres cerditos Un cuento infantil para educar en valores Había una vez tres cerditos que eran hermanos, y se fueron por el mundo a buscar fortuna. A los tres cerditos les gustaba la música y cada uno de ellos tocaba un instrumento. El más pequeño tocaba la flauta, el mediano el violín y el mayor tocaba el piano... Su vida podría ser tranquila y feliz, de no ser por el lobo feroz, que siempre que tenía hambre intentaba comérselos. - Construiremos una casa, así podremos meternos dentro cuando venga el lobo y estaremos a salvo de sus fauces. - dijo el mayor de ellos. A los otros dos les pareció una buena idea, y se pusieran manos a la obra, cada uno construyendo su casita.

- La mía será de paja - dijo el más pequeño-, la paja es blanda y se puede sujetar con facilidad. Terminaré muy pronto y podré ir a jugar. El hermano mediano decidió que su casa sería de madera:

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- Puedo encontrar un montón de madera por los alrededores, - explicó a sus hermanos, - Construiré mi casa en un santiamén con todos estos troncos y me iré también a jugar. El mayor decidió construir su casa con ladrillos. - Aunque me cueste mucho esfuerzo, será muy fuerte y resistente, y dentro estaré a salvo del lobo. Le pondré una chimenea para asar las bellotas y hacer caldo de zanahorias. Cuando las tres casitas estuvieron terminadas, los cerditos cantaban y bailaban en la puerta, felices por haber acabado con el problema: -¡No nos comerá el Lobo Feroz! - ¡En casa no puede entrar el Lobo Feroz! De detrás de un árbol grande surgió el lobo, rugiendo de hambre y gritando: - Cerditos, ¡os voy a comer! Cada uno se escondió en su casa, pensando que estaban a salvo, pero el Lobo Feroz se encaminó a la casita de paja del hermano pequeño y en la puerta aulló: - ¡Soplaré y soplaré y la casita derribaré! Y sopló con todas sus fuerzas: sopló y sopló y la casita de paja se vino abajo. El cerdito pequeño corrió lo más rápido que pudo y entró en la casa de madera del hermano mediano. - ¡No nos comerá el Lobo Feroz! - ¡En casa no puede entrar el Lobo Feroz! cantaban desde dentro los cerditos. De nuevo el Lobo, más enfurecido que antes al sentirse engañado, se colocó delante de la puerta y comenzó a soplar y soplar gruñendo: 3


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- ¡Soplaré y soplaré y la casita derribaré! La madera crujió, y las paredes cayeron y los dos cerditos corrieron a refugiarse en la casa de ladrillo del mayor. - ¡No nos comerá el Lobo Feroz! - Cantaban los cerditos. El lobo estaba realmente enfadado y hambriento, y ahora deseaba comerse a los Tres Cerditos más que nunca, y frente a la puerta bramó: - ¡Soplaré y soplaré y la puerta derribaré! Y se puso a soplar tan fuerte como el viento de invierno Sopló y sopló, pero la casita de ladrillos era muy resistente y no conseguía su propósito. Decidió trepar por la pared y entrar por la chimenea. Se deslizó hacia abajo... Y cayó en el caldero donde el cerdito mayor estaba hirviendo sopa de nabos. Escaldado y con el estómago vacío salió huyendo hacia el lago Los cerditos no le volvieron a ver. El mayor de ellos regañó a los otros dos por haber sido tan perezosos y poner en peligro sus propias vidas, y si algún día vais por el bosque y veis tres cerdos, sabréis que son los Tres Cerditos porque les gusta cantar: - ¡No nos comerá el Lobo Feroz! - ¡En casa no puede entrar el Lobo Feroz! FIN

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Las cosas de casa Cuento infantil sobre el respeto para educar a los niños Érase una vez una niña que vivía con sus padres y su mascota. Un día al salir de casa, cerraron la puerta de la calle y la televisión empezó a hablarle a las estanterías del salón. —¡Qué aburrimiento! A mí me tienen todo el día encendida —dijo la televisión.

—Pues tú no te quejes —dijo la estantería—. A mí me tienen llena de libros y nunca me quitan el peso de encima. —Pues anda que a mí —dijo el sofá—. Yo tengo que estar aguantando su peso y sus brazos. —Yo, que soy una mantita, tengo todo el día al perro encima. —Y nosotros tenemos que estar siempre una encima de la otra —dijeron las cintas de vídeo. -Pues yo tengo que estar soportando a la señora televisión que siempre se calienta y hace mucho ruido —dijo la estantería de la televisión. El frigorífico dijo: —Yo tengo que estar abriendo y cerrando todo el día la puerta y se me escapa el frío. 5


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En fin, nadie estaba contento con su papel en la casa. Así que decidieron cambiar sus puestos, el sofá quería ser la nevera y se puso encima toda la comida; las tres estanterías de libros querían ser cada una un sofá y se tumbaron en el suelo. La estantería de la televisión quería ser la cama del perro; la televisión quería ser la estantería de los libros y se puso todos los libros encima; las cintas de vídeo se metieron en la nevera y la manta del perro que quería ser cuadro se puso en la pared. Cuando llegó la familia a su casa se encontraron todo patas arriba y se pusieron a chillar : —¡Qué escándalo es este!, ¿quien ha hecho todo esto? La familia salió horrorizada de la casa y llamaron por teléfono desde una cabina a la policía. Cuando llegó la policía y entraron con la familia a la casa, se encontraron todos los muebles en su sitio. La policía regañó a la familia diciendo: —La policía no tiene tiempo para bromitas. La familia se quedó alucinada. Al día siguiente, pasó exactamente igual, todos los muebles de la casa habían cambiado de sitio y su trabajo era otro. Al tercer día, cuando se iban a ir, la madre fue la última en salir. Cerró la puerta de un portazo y se quedó dentro de la casa. Vio como los muebles se ponían a hablar, pero antes de que pudieran moverse de su sitio, dijo: —¡Quietos, que nadie se mueva! Los muebles se quedaron asombrados, los habían pillado. —Quiero hablar con vosotros un momento, antes de que hagáis el loco —dijo la madre—. ¿Porque todos los días os cambias vuestros puestos? 6


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Contestaron los muebles —Es un rollo estar haciendo todos los días lo mismo. Pero la madre les dijo: —Para eso estáis hechos. —Pero vosotros nos tratáis muy mal —dijeron los muebles—. Así que no os haremos caso y todos los días estaremos haciendo lo mismo, hasta que aprendáis que a las cosas, por muy inútiles que sean, siempre tienen un corazón. La madre les pidió perdón e hicieron un acuerdo: —Desde este momento el perro, mi hija, mi marido y yo os trataremos con cuidado y cariño. Y así cuando los muebles vieron que no les trataban con indiferencia decidieron estar en paz y ser todos felices. FIN

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Las tres hijas del rey Cuento infantil tradicional para fomentar la lectura Erase un poderoso rey que tenía tres hermosas hijas, de las que estaba orgulloso, pero ninguna podía competir en encanto con la menor, a la que él amaba más que a ninguna. Las tres estaban prometidas con otros tantos príncipes y eran felices. Un día, sintiendo que las fuerzas le faltaban, el monarca convocó a toda la corte, sus hijas y sus prometidos. -Os he reunido porque me siento viejo y quisiera abdicar. He pensado dividir mi reino en tres partes, una para cada princesa. Yo viviré una temporada en casa de cada una de mis hijas, conservando a mi lado cien caballeros.

Eso sí, no dividiré mi reino en tres partes iguales sino proporcionales al cariño que mis hijas sientan por mí. Se hizo un gran silencio. El rey preguntó a la mayor: -¿Cuánto me quieres, hija mía? 8


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-Más que a mi propia vida, padre. Ven a vivir conmigo y yo te cuidaré. -Yo te quiero más que a nadie del mundo -dijo la segunda. La tercera, tímidamente y sin levantar los ojos del suelo, murmuró: -Te quiero como un hijo debe querer a un padre y te necesito como los alimentos necesitan la sal. El rey montó en cólera, porque estaba decepcionado. - Sólo eso? Pues bien, dividiré mi reino entre tus dos hermanas y tú no recibirás nada. En aquel mismo instante, el prometido de la menor de las princesas salió en silencio del salón para no volver; sin duda pensó que no le convenía novia tan pobre. Las dos princesas mayores afearon a la menor su conducta. -Yo no sé expresarme bien, pero amo a nuestro padre tanto como vosotras se defendió la pequeña, con lágrimas en los ojos-. Y bien contentas podéis estar, pues ambicionabais un hermoso reino y vais a poseerlo. Las mayores se reían de ella y el rey, apesadumbrado, la arrojó de palacio porque su vista le hacía daño. La princesa, sorbiéndose las lágrimas, se fue sin llevar más que lo que el monarca le había autorizado: un vestido para diario, otro de fiesta y su traje de boda.Y así empezó a caminar por el mundo. Anda que te andarás, llegó a la orilla de un lago junto al que se balanceaban los juncos. El lago le devolvió su imagen, demasiado suntuosa para ser una mendiga.

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Entonces pensó hacerse un traje de juncos y cubrir con él su vestido palaciego. También se hizo una gorra del mismo material que ocultaba sus radiantes cabellos rubios y la belleza de su rostro. A partir de entonces, todos cuantos la veían la llamaban "Gorra de Junco". Andando sin parar, acabó en las tierras del príncipe que fue su prometido. Allí supo que el anciano monarca acababa de morir y que su hijo se había convertido en rey. Y supo asimismo que el joven soberano estaba buscando esposa y que daba suntuosas fiestas amenizadas por la música de los mejores trovadores. La princesa vestida de junco lloró. Pero supo esconder sus lágrimas y su dolor. Como no quería mendigar el sustento, fue a encontrar a la cocinera del rey y le dijo: -He sabido que tienes mucho trabajo con tanta fiesta y tanto invitado. ¿No podrías tomarme a tu servicio? La mujer estudió con desagrado a la muchacha vestida de juncos. Parecía un adefesio... -La verdad es que tengo mucho trabajo. Pero si no vales te despediré, con que procura andar lista. En lo sucesivo, nunca se quejó, por duro que fuera el trabajo. Además, no percibía jornal alguno y no tenía derecho más que a las sobras de la comida. Pero de vez en cuando podía ver de lejos al rey, su antiguo prometido cuando salía de cacería y sólo con ello se sentía más feliz y cobraba alientos para soportar las humillaciones.

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Sucedió que el poderoso rey había dejado de serlo, porque ya había repartido el reino entre sus dos hijas mayores. Con sus cien caballeros, se dirigió a casa de su hija mayor, que le salió al encuentro, diciendo: -Me alegro de verte, padre. Pero traes demasiada gente y supongo que con cincuenta caballeros tendrías bastante. -¿Cómo? exclamó él encolerizado-. ¿Te he regalado un reino y te duele albergar a mis caballeros? Me iré a vivir con tu hermana. La segunda de sus hijas le recibió con cariño y oyó sus quejas. Luego le dijo: -Vamos, vamos, padre; no debes ponerte así, pues mi hermana tiene razón. ¿Para qué quieres tantos caballeros? Deberías despedirlos a todos. Tú puedes quedarte, pero no estoy por cargar con toda esa tropa. -Conque esas tenemos? Ahora mismo me vuelvo a casa de tu hermana. Al menos ella, admitía a cincuenta de mis hombres. Eres una desagradecida. El anciano, despidiendo a la mitad de su guardia, regresó al reino de la mayor con el resto. Pero como viajaba muy despacio a causa de sus años, su hija segunda envió un emisario a su hermana, haciéndola saber lo ocurrido. Así que ésta, alertada, ordenó cerrar las puertas de palacio y el guardia de la torre dijo desde lo alto: -iMarchaos en buena hora! Mi señora no quiere recibiros. El viejo monarca, con la tristeza en alma, despidió a sus caballeros y como nada tenía, se vio en la precisión de vender su caballo.Después, vagando por el bosque, encontró una choza abandonada y se quedó a vivir en ella. Un día que Gorro de Junco recorría el bosque en busca de setas para la comida del soberano, divisó a su padre sentado en la puerta de la choza. 11


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El corazón le dio un vuelco. ¡Que pena, verle en aquel estado! El rey no la reconoció, quizá por su vestido y gorra de juncos y porque había perdido mucha vista. -Buenos días, señor -dijo ella-. ,Es que vivís aquí solo? -Quién iba a querer cuidar de un pobre viejo? -replicó el rey con amargura. -Mucha gente -dijo la muchacha-. Y si necesitáis algo decídmelo. En un momento le limpió la choza, le hizo la cama y aderezó su pobre comida. -Eres una buena muchacha -le dijo el rey. La joven iba a ver a su padre todos los domingos y siempre que tenía un rato libre, pero sin darse a conocer. Y también le llevaba cuanta comida podía agenciarse en las cocinas reales. De este modo hizo menos dura la vida del anciano. En palacio iba a celebrarse un gran baile. La cocinera dijo que el personal tenía autorización para asistir. -Pero tú, Gorra de Junco, no puedes presentarte con esa facha, así que cuida de la cocina -añadió. En cuanto se marcharon todos, la joven se apresuró a quitarse el disfraz de juncos y con el vestido que usaba a diario cuando era princesa, que era muy hermoso, y sus lindos cabellos bien peinados, hizo su aparición en el salón. Todos se quedaron mirando a la bellísima criatura. El rey, disculpándose con las princesas que estaban a su lado, fue a su encuentro y le pidió: - ¿Quieres bailar conmigo, bella desconocida?

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Ni siquiera había reconocido a su antigua prometida. Cierto que había pasado algún tiempo y ella se había convertido en una joven espléndida. Bailaron un vals y luego ella, temiendo ser descubierta, escapó en cuanto tuvo ocasión, yendo a esconderse en su habitación. Pero era feliz, pues había estado junto al joven a quien seguía amando. Al día siguiente del baile en palacio, la cocinera no hacía más que hablar de la hermosa desconocida y de la admiración que le había demostrado al soberano. Este, quizá con la idea de ver a la linda joven, dio un segundo baile y la princesa, con su vestido de fiesta, todavía más deslumbrante que la vez anterior, apareció en el salón y el monarca no bailó más que con ella. Las princesas asistentes, fruncían el ceño. También esta vez la princesita pudo escapar sin ser vista. A la mañana siguiente, el jefe de cocina amonestó a la cocinera. -Al rey no le ha gustado el desayuno que has preparado. Si vuelve a suceder, te despediré. La muchacha sonreía, sonreía siempre, pero pudo huir en un descuido del monarca. Este estaba tan desconsolado que en los días siguientes apenas probaba la comida Una mañana en que ninguno se atrevía a preparar el desayuno real, pues nadie complacía al soberano, la cocinera ordenó a Gorra de Junco que lo preparase ella, para librarse así de regañinas. La muchacha puso sobre la mermelada su anillo de prometida, el que un día le regalara el joven príncipe. Al verlo, exclamó: -Que venga la cocinera! 13


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La mujer se presentó muerta de miedo y aseguró que ella no tuvo parte en la confección del desayuno, sino una muchacha llamada Gorra de Junco. El monarca la llamó a su presencia. Bajo el vestido de juncos llevaba su traje de novia. -De dónde has sacado el anillo que estaba en mi plato? -Me lo regalaron. - ¿Quién eres tú? -Me llaman Gorra de Junco, señor. El soberano, que la estaba mirando con desconfianza, vio bajo los juncos un brillo similar al de la plata y los diamantes y exigió: -Déjame ver lo que llevas debajo. Ella se quitó lentamente el vestido de juncos y la gorra y apareció con el maravilloso vestido de bodas. -Oh, querida mia! ¿Así que eras tú? No sé si podrás perdonarme. Pero como la princesa le amaba, le perdonó de todo corazón y se iniciaron los preparativos de las bodas. La princesa hizo llamar a su padre, que no sabía cómo disculparse con ella por lo ocurrido. El banquete fue realmente regio, pero la comida estaba completamente sosa y todo el mundo la dejaba en el plato. El rey, enfadado, hizo que acudiera el jefe de cocina. La princesa entonces, mirando a su padre, ordenó que trajeran sal. Y el anciano rompió a llorar, pues en aquel momento comprendió cuánto le amaba su hija menor y lo mal que había sabido comprenderla. FIN

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La ratita presumida Cuentos tradicionales de animales para leer a los niños Érase una vez, una ratita que era muy presumida. Un día la ratita estaba barriendo su casita, cuando de repente en el suelo ve algo que brilla... una moneda de oro. La ratita la recogió del suelo y se puso a pensar qué se compraría con la moneda. -Ya sé me compraré caramelos... uy no que me dolerán los dientes. Pues me comprare pasteles... uy no que me dolerá la barriguita. Ya lo sé me compraré un lacito de color rojo para mi rabito-

La ratita se guardó su moneda en el bolsillo y se fue al mercado. Una vez en el mercado le pidió al tendero un trozo de su mejor cinta roja. La compró y volvió a su casita. Al día siguiente cuando la ratita presumida se levantó se puso su lacito en la colita y salió al balcón de su casa. En eso que aparece un gallo y le dice: -Ratita, ratita tú que eres tan bonita, ¿te quieres casar conmigo? -. 15


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Y la ratita le respondió: -No sé, no sé, ¿tú por las noches qué ruido haces? Y el gallo le dice: -Quiquiriquí-Ay no, contigo no me casaré que no me gusta el ruido que hacesSe fue el gallo y apareció un perro. -Ratita, ratita tú que eres tan bonita, ¿te quieres casar conmigo? Y la ratita le dijo: -No sé, no sé, ¿tú por las noches qué ruido haces? -Guau, guau”. -Ay no, contigo no me casaré que ese ruido me asustaSe fue el perro y apareció un cerdo. -Ratita, ratita tú que eres tan bonita, ¿te quieres casar conmigo? Y la ratita le dijo: -No sé, no sé, ¿y tú por las noches qué ruido haces? -Oink, oink-Ay no, contigo no me casaré que ese ruido es muy ordinarioEl cerdo desaparece por donde vino y llega un gato blanco, y le dice a la ratita: -Ratita, ratita tú que eres tan bonita ¿te quieres casar conmigo? Y la ratita le dijo: 16


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-No sé, no sé, ¿y tú qué ruido haces por las noches? Y el gatito con voz suave y dulce le dice: -Miau, miau-Ay sí contigo me casaré que tu voz es muy dulce. Y así se casaron la ratita presumida y el gato blanco de dulce voz. Los dos juntos fueron felices y comieron perdices y colorín colorado este cuento se ha acabado.

FIN

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Los tres perezosos Cuentos originales para educar en valores a los niños Érase una vez un padre que tenía tres hijos muy perezosos. Se puso enfermo y mandó llamar al notario para hacer testamento: - Señor notario -le dijo- lo único que tengo es un burro y quisiera que fuera para el más perezoso de mis hijos. Al poco tiempo el hombre murió y el notario viendo que pasaban los días sin que ninguno de los hijos le preguntara por el testamento, los mandó llamar para decirles: - Sabéis que vuestro padre hizo testamento poco antes de morir. ¿Es que no tenéis ninguna curiosidad por saber lo que os ha dejado?

El notario leyó el testamento y a continuación les explicó: - Ahora tengo que saber cual de los tres es el más perezoso. Y dirigiéndose al hermano mayor le dijo: - Empieza tú a darme pruebas de tu pereza. - Yo, -contestó el mayor- no tengo ganas de contar nada. 18


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- ¡Habla y rápido! si no quieres que te meta en la cárcel. - Una vez -explicó el mayor- se me metió una brasa ardiendo dentro del zapato y aunque me estaba quemando me dio mucha pereza moverme, menos mal que unos amigos se dieron cuenta y la apagaron. - Sí que eres perezoso -dijo el notario- yo habría dejado que te quemaras para saber cuánto tiempo aguantabas la brasa dentro del zapato. - Es tu turno cuéntanos algo. - ¿A mí también me meterá en la cárcel si no hablo? - Puedes estar seguro. - Una vez me caí al mar y, aunque sé nadar, me entró tal pereza que no tenía ganas de mover los brazos ni las piernas. Menos mal que un barco de pescadores me recogió cuando ya estaba a punto de ahogarme. - Otro perezoso -dijo el notario- yo te habría dejado en el agua hasta que hubieras hecho algún esfuerzo para salvarte. Por último, se dirigió al más pequeño de los tres hermanos: - Te toca hablar, a ver qué pruebas nos das de tu pereza. - Señor notario, a mí lléveme a la cárcel y quédese con el burro porque yo no tengo ninguna gana de hablar. - Para tí es el burro porque no hay duda que tú eres el más perezoso de los tres. FIN

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Pedro y el lobo Cuentos tradicionales con moraleja para leer antes de dormir Érase una vez un pequeño pastor que se pasaba la mayor parte de su tiempo paseando y cuidando de sus ovejas en el campo de un pueblito. Todas las mañanas, muy tempranito, él hacía siempre lo mismo. Salía a la pradera con su rebaño, y así pasaba su tiempo. Muchas veces, mientras veía pastar a sus ovejas, él pensaba en las cosas que podía hacer para divertirse.

Como muchas veces se aburría, un día, mientras descansaba debajo de un árbol, tuvo una idea. Decidió que pasaría un buen rato divirtiéndose a costa de la gente del pueblo que vivía por allí cerca. Se acercó y empezó a gritar: - ¡Socorro, el lobo! ¡Que viene el lobo! La gente del pueblo cogió lo que tenía a mano, y se fue a auxiliar al pobre pastorcito que pedía auxilio, pero cuando llegaron allí, descubrieron que todo había sido una broma pesada del pastor, que se deshacía en risas por el suelo. 20


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Los aldeanos se enfadaron y decidieron volver a sus casas. Cuando se habían ido, al pastor le hizo tanta gracia la broma que se puso a repetirla. Y cuando vio a la gente suficientemente lejos, volvió a gritar: - ¡Socorro, el lobo! ¡Que viene el lobo! La gente, volviendo a oír, empezó a correr a toda prisa, pensando que esta vez sí que se había presentado el lobo feroz, y que realmente el pastor necesitaba de su ayuda. Pero al llegar donde estaba el pastor, se lo encontraron por los suelos, riendo de ver como los aldeanos habían vuelto a auxiliarlo. Esta vez los aldeanos se enfadaron aún más, y se marcharon terriblemente enfadados con la mala actitud del pastor, y se fueron enojados con aquella situación. A la mañana siguiente, mientras el pastor pastaba con sus ovejas por el mismo lugar, aún se reía cuando recordaba lo que había ocurrido el día anterior, y no se sentía arrepentido de ninguna forma. Pero no se dio cuenta de que, esa misma mañana se le acercaba un lobo. Cuando se dio media vuelta y lo vio, el miedo le invadió el cuerpo. Al ver que el animal se le acercaba más y más, empezó a gritar desesperadamente: - ¡Socorro, el lobo! ¡Que viene el lobo! ¡Que va a devorar todas mis ovejas! ¡Auxilio! Pero sus gritos han sido en vano. Ya era bastante tarde para convencer a los aldeanos de que lo que decía era verdad.

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Los aldeanos, habiendo aprendido de las mentiras del pastor, esta vez hicieron oídos sordos. ¿Y lo qué ocurrió? Pues que el pastor vio como el lobo se abalanzaba sobre sus ovejas, mientras él intentaba pedir auxilio, una y otra vez: - ¡Socorro, el lobo! ¡El lobo! Pero los aldeanos siguieron sin hacerle caso, mientras el pastor vio como el lobo se comía unas cuantas ovejas y se llevaba otras tantas para la cena, sin poder hacer nada, absolutamente. Y fue así que el pastor reconoció que había sido muy injusto con la gente del pueblo, y aunque ya era tarde, se arrepintió profundamente, y nunca más volvió burlarse ni a mentir a la gente. FIN

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Rumpelstiltskin Cuentos divertidos para que los niños lean en familia Había una vez un molinero pobre que tenía una hija muy hermosa. Un día sucedió que tenía que ir a hablar con el rey, y para parecer más importante le dijo: —Tengo una hija que puede hilar la paja y convertirla en oro. —Esa es una habilidad que me complace, —le dijo el rey al molinero— si tu hija es tan lista como dices, tráela mañana a mi palacio y lo comprobaremos.

Cuando trajeron a la muchacha, el rey la llevó a una habitación llena de paja, le dio una rueca y una bobina y dijo: —Ponte a trabajar, y si mañana por la mañana no has convertido toda esta paja en oro durante la noche, morirás. Entonces él mismo cerró la puerta con llave, y la dejó sola. La hija del molinero se sentó sin poder hacer nada por salvar su vida. No tenía ni idea de cómo hilar la paja y convertirla en oro, y se asustaba cada vez más, hasta que por fin comenzó a llorar.

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Pero de repente la puerta se abrió y entró un hombrecillo: —Buenas tardes señorita molinera, ¿por qué estás llorando tanto? —¡Ay de mí!, —contestó la chica— tengo que hilar esta paja y convertirla en oro pero no sé como hacerlo. —¿Qué me darás si lo hago por ti? —dijo el hombrecillo. —Mi collar —dijo ella. El hombrecillo cogió el collar, se sentó en la rueca y whirr, whirr, whirr tres vueltas y la bobina estaba llena. Puso otra y whirr, whirr, whirr tres vueltas y la segunda estaba llena también. Y siguió así hasta el amanecer, cuando toda la paja estaba hilada, y todas las bobinas llenas de oro. Al despertar el día el rey ya estaba allí, y cuando vio el oro quedó atónito y encantado, pero su corazón se volvió más avaricioso. Llevó a la hija del molinero a otra habitación mucho más grande y llena de paja, y le ordenó que la hilara en una noche si apreciaba su vida. La chica no sabía que hacer, y estaba llorando cuando la puerta se abrió de nuevo. El hombrecillo apareció y dijo: —¿Qué me darás si hilo esta paja y la convierto en oro? —preguntó él. —El anillo que llevo en mi dedo —contestó ella. El hombrecillo cogió el anillo, y empezó otra vez a hacer girar la rueca, y por la mañana había hilado toda la paja y la había convertido en brillante oro. El rey se regocijó más allá de toda medidas cuando lo vio. Pero como no tenía suficiente oro, llevó a la hija del molinero a otra sala llena de paja aun más grande que la anterior, y dijo:

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—Tienes que hilar esto en el transcurso de esta noche, si lo consigues serás mi esposa. "A pesar de ser la hija de un molinero, no podré encontrar una esposa más rica en el mundo" —pensó, Cuando la chica se quedó sola el hombrecillo apareció por tercera vez, y dijo: —¿Qué me darás si hilo la paja esta vez? —No me queda nada que darte —respondió la muchacha. —Entonces prométeme, que si te conviertes en reina, me darás tu primer hijo. —" Quién sabe si eso ocurrirá alguna vez. " pensó la hija del molinero. Y no sabiendo como salir de aquella situación le prometió al hombrecillo lo que quería. Y una vez más hiló la paja y la convirtió en oro. Cuando el rey llegó por la mañana, y se encontró con todo el oro que habría deseado, se casó con ella y la preciosa hija del molinero se convirtió en reina. Un año después, trajo un precioso niño al mundo y en ningún momento se acordó del hombrecillo. Pero de repente vino a su cuarto y le dijo: —Dame lo que me prometiste. La reina estaba horrorizada y le ofreció todas las riquezas del reino si le dejaba a su hijo. Pero el hombrecillo dijo: —No, algo vivo vale para mí más que todos los tesoros del mundo. La reina empezó a lamentarse y a llorar, tanto que el hombrecillo se compadeció de ella:

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Cuando el hombrecillo llegó al día siguiente, empezó con Gaspar, Melchor, Baltazar... Dijo, uno tras otro, todos los nombres que sabía, pero en cada uno decía el hombrecillo: — No he podido encontrar ningún nombre nuevo. Pero según subía una gran montaña al final de un bosque, donde el zorro y la liebre se desean las buenas noches. Allí vi aun hombrecillo bastante ridículo que estaba saltando. Dio un brinco sobre una pierna y gritó: "Hoy hago el pan, mañana haré cerveza, al otro tendré al hijo de la joven reina. Ja, estoy contento de que nadie sepa que Rumpelstiltskin me llamo." Podéis imaginar lo contenta que se puso la reina cuando escuchó el nombre. Y cuando al poco rato llegó el hombrecillo y preguntó: —Bien, joven reina ¿cuál es mi nombre?. La reina primero dijo: —¿Te llamas Conrad? —No. —¿Te llamas Harry? —No. —¿Quizá tu nombre es Rumpelstiltskin? —¡Te lo ha dicho el demonio! ¡Te lo ha dicho el demonio! —gritó el hombrecillo. Y en su enfado hundió el pie derecho en la tierra tan fuerte que entró toda la pierna. Y cuando tiró con rabia de la pierna con las dos manos se partió en dos.

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Ricitos de oro, cuento infantil para que los niños lean Cuentos originales para leer en familia antes de ir a dormir En una preciosa casita, en el medio de un bosque florido, vivían 3 ositos. El papá, la mamá, y el pequeño osito. Un día, tras hacer todas las camas, limpiar la casa, y hacer la sopa para la cena, los tres ositos fueron a pasear por el bosque. Mientras

los

ositos

estaban

caminando

por

el

bosque,

apareció

una niña llamada Ricitos de Oro que, al ver tan linda casita, se acercó y se asomó a la ventana. Todo parecía muy ordenado y coqueto dentro de la casa.

Entonces, olvidándose de la buena educación que su madre le había dado, la niña decidió entrar en la casa de los tres ositos. Al ver la casita tan bien recogida y limpia, Ricitos de Oro curiseó todo lo que pudo. Pero al cabo de un rato sintió hambre gracias al olor muy sabroso que venía de la sopa puesta en la mesa. Se acercó a la mesa y vio que había 3 tazones. Un pequeño, otro más grande, y otro más y más grande todavía. Y otra vez, sin hacer caso a la educación que le habían dado sus padres, la niña se lanzó a probar la sopa. Comenzó por el tazón más grande, pero al probarlo, la sopa estaba demasiado caliente. 27


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Entonces pasó al mediano y le pareció que la sopa estaba demasiado fría. Pasó a probar el tazón más pequeño y la sopa estaba como a ella le gustaba. Y la tomó toda, todita. Cuando acabó la sopa, Ricitos de Oro se subió a la silla más grande pero estaba demasiado dura para ella. Pasó a la silla mediana y le pareció demasiado blanda. Y se decidió por sentarse en la silla más pequeña que le resultó comodísima. Pero la sillita no estaba acostumbrada a llevar tanto peso y poco a poco el asiento fue cediendo y se rompió. Ricitos de Oro decidió entonces subir a la habitación y a probar las camas. Probó la cama grande, pero era muy alta. La cama mediana estaba muy baja y por fin probó la cama pequeña que era tan mullidita y cómoda que se quedó totalmente dormida. Mientras Ricitos de Oro dormía profundamente, llegaron los 3 ositos a la casa y nada más entrar el oso grande vio cómo su cuchara estaba dentro del tazón y dijo con su gran voz: —¡Alguien ha probado mi sopa! Y mamá oso también vio su cuchara dentro del tazón y dijo: —¡Alguien ha probado también mi sopa! Y el osito pequeño dijo con voz apesadumbrada: —¡Alguien se ha tomado mi sopa y se la ha comido toda entera! Cuento para leer en familia Después pasaron al salón y dijo papá oso: —¡Alguien se ha sentado en mi silla! Y mamá oso dijo: 28


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-¡Alguien se ha sentado también en mi silla! Y el pequeño osito dijo con su voz aflautada: —¡Alguien se ha sentado en mi sillita y además me la ha roto! Al ver que allí no había nadie, subieron a la habitación para ver si el ladrón de su comida se encontraba todavía en el interior de la casa. Al entrar en la habitación, papá oso dijo: —¡Alguien se ha acostado en mi cama! Y mamá oso exclamó: —¡Alguien se ha acostado en mi cama también! Y el osito pequeño dijo: —¡Alguien se ha acostado en mí camita...y todavía sigue durmiendo! Ricitos de Oro, mientras dormía creía que la voz fuerte que había escuchado y que era papá oso, había sido un trueno, y que la voz de mamá oso había sido una voz que la hablaba en sueños pero la voz aflautada del osito la despertó. De un salto se sentó en la cama mientras los osos la observaban, y saltó hacia el otro lado saliendo por la ventana corriendo sin parar un solo instante, tanto, tanto que no daban los pies en el suelo. Desde ese momento, Ricitos de Oro nunca volvió a entrar en casa de nadie ajeno sin pedir permiso primero. Y colorin colorado, este cuento se ha acabado, y colorin colorete, por la chimenea sale un cohete. FIN

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Cuentos cortos para niños

3 cuentos de Halloween para niños y adolescentes Cuentos cortos de miedo para leer en la fiesta de Halloween Cada 31 de octubre se celebra la fiesta de Halloween, una terrorífica noche muy festejada en Estados Unidos, aunque la tradición original procede de los antiguos pueblos celtas. Hoy en día, Halloween se celebra en casi todo el mundo y, es en esta noche, cuando os protagonistas son fantasmas, brujas, zombies, calabazas, murciélagos, caramelos y fiestas de disfraces. Actualmente es tradición organizar fiestas, juegos y actividades durante la noche de Halloween. Y, si a ti también te gusta celebrarlo, en Conmishijos.com hemos reunido 3 cuentos de Halloween para niños y adolescentes para que podáis contar en vuestra fiesta. No os preocupéis, no son cuentos muy terroríficos… ¿o sí? Cuentos de Halloween para contar en fiestas

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Cuentos cortos para niños

Si has organizado una fiesta de Halloween para niños y adolescentes, te proponemos leer estos cuentos cortos de miedo. Son relatos breves de fantasmas, con mucho misterio y algún que otro sobresalto. ¿Estás preparado?

la casa del pueblo

Érase una vez una familia que, harta de vivir en la ciudad, se mudó a una casa en las afueras. Alquilaron una preciosa casa apartada y tranquila, estaba en un paraje en medio del bosque. A los padres, les resultó increíblemente barata para lo grande que era, casi una mansión. Estaban sorprendidos con la suerte que habían tenido. Semanas después de haberse mudado, un lugareño que pasaba por allí, les contó que la casa estaba embrujada, y les dijo que era tan barata porque nadie quería vivir en ella. Sin embargo, a ellos, que no creían en historias de

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Cuentos cortos para niños

fantasmas, les pareció genial haber encontrado esa mansión sin habitar. Incluso se reían de las creencias de aquellas gentes de pueblo. Tiempo después de vivir allí, la niña pequeña le comentó a su madre - Mamá hoy el señor Landin me ha contado una historia genial. - ¿El señor Landin? - Claro mamá, el jardinero. Todos los días paso un ratito con él y me explica unas historias increíbles sobre este pueblo. - ¿Qué jardinero? - Mamá, el jardinero. El que está ahí quitando las hojas de la entrada, como todas las mañanas. - Hija, nunca tuvimos jardinero. Miraron hacia el porche y allí no había nadie, más que un montón de hojas apiladas y un rastrillo junto a ellas. Aquella misma mañana, hicieron las maletas, cargaron el coche y nunca más regresaron.

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Cuentos cortos para niños

Historias de Halloween: la nieta

Un buen día, una joven caminaba hacia su colegio ensimismada en sus pensamientos, de pronto, se encontró con una pequeña que llevaba un bonito vestido blanco y una chaqueta roja. Estaba sentada en la acera, y parecía triste y desconsolada. La chica, que ya llegaba tarde al colegio, estuvo tentada de seguir adelante, pero las lágrimas de la niña la conmovieron. Se paró, le preguntó qué le pasaba y ésta le dijo que se había perdido. No podía dejarla allí, sola, así limpiándole las lágrimas de las mejillas, le dijo algunas palabras de consuelo y le prometió acompañarla hasta su casa. Al fin y al cabo, llegaría tarde al colegio por una buena causa. Le preguntó si sabía donde vivía y la niña solo supo decir que su casa tenía un cerezo en la entrada que todo el año tenía flores. La joven supo exactamente qué casa era. La del anciano Merlín, le llamaban así por su larga melena blanca.

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Cuentos cortos para niños

Acompañó a la pequeña hasta la puerta de la casa y allí se despidió de ella. Al volver corriendo al colegio se dio cuenta que se había quedado con la chaqueta de la niña y, a la tarde, se acercó a la casa del anciano Merlín para devolverla. Llamó a su puerta y salió un anciano de mirada cansada y voz pausada: - ¿Qué se te ha perdido joven? - Traigo la chaqueta de su nieta, yo la acompañé esta mañana hasta casa, porque se había perdido, espero que esté bien. - ¿Mi nieta? Murió hace muchos años, salió a jugar la noche de Halloween con su vestidito blanco y su chaqueta roja, y nunca más volvió.

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Cuentos de Halloween para niños: el juego del escondite

Una noche de Halloween, dos hermanos que no querían acudir a ninguna celebración, se habían quedado solos en casa, mientras sus padres estaban en la fiesta de unos vecinos. Tras un rato viendo películas, decidieron jugar al escondite. El hermano mayor comenzó a contar hacia atrás mientras escuchaba los pasos de su hermano alejarse en busca de un buen escondite. Cuando terminó de contar, comenzó a buscar a su hermano. Empezó buscando en sus escondrijos favoritos: el armario de la entrada, detrás del sofá, bajo la cama, en el cesto de la ropa… Sin embargo, no estaba en ningún sitio. “¿Qué escondite habrá encontrado?”, pensaba el hermano mayor que comenzaba a cansarse de buscar tanto sin encontrarle. De repente, comenzó a escuchar unos sonidos extraños que procedían del armario de su habitación. “¡Sal, sé que estás ahí, te he encontrado!”.

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Cuentos cortos para niños

Sin embargo, nadie abrió la puerta. Esperó unos segundos y harto del juego, abrió él mismo el armario. Miró detrás de los abrigos y las camisas, pero, no vio a nadie allí. Se inclinó un poco hacia delante alargando la mano e intentando tocar el fondo del armario y, de repente, una mano fría agarró su mano e intentó tirar de ella hacia el armario. Enfadado le gritó a su hermano que le soltara, pero, entonces, una voz detrás de él dijo: - Pero, ¿qué haces?, ¿no puedes encontrarme? Era su hermano pequeño, entonces, ¿quién tiraba de él hacia dentro? El hermano mayor comenzó a gritar aterrado tratando desesperadamente de liberarse de aquella mano que intentaba meterle en el armario. Su hermano tiraba de él también hasta que consiguieron soltarle. Sobre su mano quedaron unos arañazos que jamás desaparecieron. Durante años, cada 31 de octubre, escucharon unos ruidos extraños procedentes de aquel armario, que nunca, se atrevieron a volver a abrir. FIN

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Cuentos cortos para niños

Para fomentar la lectura en los niños es recomendable empezar con cuentos infantiles cortos que traten de aventuras divertidas y que capten la atención de los niños. De esta forma, los niños se divertirán a la vez que empiezan a cogerle el gusto a la lectura. Los cuentos cortos con moraleja son los mejores para empezar a leer con niños. Aunque hay multitud de cuentos tradicionales con moralejas

que

son

esenciales y que todo niño debería conocer, ya

que

han

ido

pasando de generación en generación. En esta edición de revista hemos seleccionado una serie de 10 cuentos

cortos

infantiles para

leer

con

niños.

Son relatos

cortos para hacer de la lectura un momento agradable y divertido, de forma que los niños empiecen a familiarizarse con la lectura y los libros.

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