Arctic Tipping Points

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Arctic Tipping Points Financiado por el programa Marco 7 de la UE (nº de contrato 226248) www.eu-atp.org

Textos y entrevistas de Alicia Rivera y Carlos M. Duarte (CSIC) para El País Imágenes de Manuel Elviro Vidal (CSIC) Junio-Julio 2009

Con las colaboraciones de Íñigo García Zarandona, Ana Ramos, Ester Serrao, Gareth Pearson, Johnna Holding, Terje Roalkvan, Elena Arashkievich y Raquel Gutiérrez


El Ártico sufre ya cambios irreversibles Una campaña oceanográfica de la UE busca predecir la evolución del deshielo 14 de Junio 2009 El efecto del cambio climático en el Ártico tiene desconcertados a los científicos, tan rápido e intenso. Sus efectos son mucho más profundos de lo previsto y el deshielo ha alcanzado ya la cota que los estudios predecían para dentro de 20 años, en el peor de los escenarios posibles de calentamiento. Así, el entorno del Polo Norte se ha convertido también en polo científico. Para medir los cambios allí, específicamente los posibles cambios bruscos más que las alteraciones graduales, parte mañana lunes una campaña, a bordo del buque científico noruego Jan Mayen, que se desarrollará en el océano Ártico durante dos semanas, bajo la dirección de Paul

Wassmann, investigador alemán que trabaja en la Universidad de Tromso, en Noruega. “El objetivo es evaluar el umbral de calentamiento en la región del Ártico a partir del cual ocurren cambios abruptos en el ecosistema, en las comunidades que habitan allí, y en los procesos implicados”, explica el oceanógrafo español Carlos Duarte. Él lidera al equipo español del proyecto así como todo el programa experimental del mismo. “Los modelos de predicción de cobertura del hielo han fallado estrepitosamente y la situación de deshielo registrada en 20072008 fue ya la que se esperaba para 2030 en el escenario más desfavorable previsto por el IPCC

(Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, de la ONU)”, explica Duarte. Con un equipo científico de 24 personas, incluidos noruegos, españoles, polacos, rusos, franceses, portugueses y alemanes, el Jan Mayen zarpará con rumbo a Lonyearbyren , en las islas Svalvard, Noruega (78 grados de latitud Norte). La campaña forma parte del proyecto ya en marcha denominado Arctic Tipping Points (ATP), o en español Cambios Abruptos en el Ártico. Está financiada por el 7º Programa Marco de la Unión Europea y cuenta con la participación de la Fundación BBVA.


En busca de los cambios bruscos en el Ártico Crónica: Por el Ártico con El País (I) 15 de Junio 2009

Barcos, satélites, submarinos... Todos los medios de observación son útiles y necesarios para tomar el pulso constantemente al Ártico, la región del planeta donde el deshielo registrado en las últimas décadas se ha convertido en uno de los indicadores principales, más evidentes y más preocupantes del cambio climático. La campaña científica internacional del programa europeo dedicado a la investigación de los cambios bruscos en el Ártico, sobre todo de lo que cabe esperar en el futuro próximo, ha comenzado hoy a bordo del buque noruego Jan Mayen, que ha partido del puerto de Tromso (Noruega), a 69.39 grados de latitud Norte. A bordo van 24 científicos (incluidos seis españoles) de 11 países que, durante dos semanas, navegarán por el Ártico tomando muestras de microorganismos, midiendo temperaturas concentraciones, y evaluando el panorama de los hielos. Un objetivo esencial es analizar las respuestas de los ecosistemas a las alteraciones disparadas por el calentamiento global. La expedición dura 15 días y

alcanzará los 81 grados de latitud Norte, considera el capitán del buque, John Almestad. El deshielo es menos drástico en la zona europea que en la zona del Pacífico Norte porque los vientos y las corrientes empujan hacia este lado del Polo Norte, explica Paul Wassmann, científico alemán afincado en Noruega que dirige el proyecto. Él ha participado en más de 20 campañas por estos mares desde1974 y afirma que la pérdida de hielo registrada en los últimos años no es algo que haya que medir con exactitud para comprobarlo, es algo obvio, a simple vista, para cualquiera que navegue por la zona. “En las dos últimas semanas hemos visto que la extensión de hielo parece próxima a la media, no es tan reducida como en 2007-2008. En cuanto al grosor, es complicado medirlo, se hace con sónar desde submarinos que pasan bajo el Ártico”, comenta. Pero lo cierto es que la capa de hielo más delgada se desplaza más rápido y facilita su movimiento hacia la zona europea. También Almestad resalta la tendencia del deshielo en los últimos tiempos. “Hace cuatro o cinco años pudimos

navegar rodeando completamente las islas Svalvard en el mes de mayo, cuando normalmente sólo se puede hacer en agosto, pero este año no es posible hacer esa navegación”. La campaña de cambios profundos comienza con cuatro horas de navegación por el fiordo Tromso Sound hasta salir a mar abierto. El primer muestreo está previsto para 36 horas después. Tras dos semanas de trabajo en el mar, los científicos tienen planeado continuar en tierra, en Svalvard, donde harán experimentos sometiendo microorganismos tomados en las muestras a calentamiento controlado hasta diferentes niveles de temperatura para conocer cómo reaccionan y poder estimar cómo se reorganizarán los ecosistemas en respuesta al calentamiento.


35 personas a bordo del ‘Jan Mayen’ Crónica: Por el Ártico con El País (I) 15 de Junio 2009

Un total de 35 personas han embarcado en esta campaña científica a bordo del buque oceanográfico Jan Mayen: 24 están asignados al proyecto científico (incluido un equipo de la Tv noruega, fotógrafos y dos periodistas); 11 forman la tripulación. El buque, de 64,8 metros de eslora, no fue siempre una instalación científica; desde 1988, cuando se botó, hasta 1992 fue un barco pesquero y factoría dedicado a la captura de gambas en el Atlántico norte, luego pasó a la ciencia, a la Universidad de Tromso. Cada año navega 300 días realizando campañas de hasta cuatro semanas, cuenta su capitán, John Almestad. El barco está preparado para navegar entre el hielo -sin ser rompehielos propiamente dicho- y el capitán cuenta con tener que hacerlo durante esta campaña. Lo que fueran instalaciones pesqueras a bordo se convirtieron en amplios laboratorios, unos más químicos, aislados del resto, otros asignados a quienes trabajan con muestras que no deben contaminarse, etcétera. Los científicos, tras repartirse el espacio en los laboratorios según las necesidades de los diferentes equipos, han dedicado la mañana, antes de zarpar, a desembalar el material que se han traído para la campaña -más de dos toneladas sólo los seis españoles-, instalando y colocando filtradores, incubadoras, sis-

temas de filtración de oxígeno para las muestras, placas de cultivo, centenares de pequeños botes y contenedores. La mañana y las primeras horas de la tarde del primer día de campaña se han dedicado a completar la estiba del barco, conocer las medidas de seguridad a bordo y realizar una prueba de abandono del buque con chapuzón en las aguas árticas de cuatro voluntarios pertrechados con trajes especiales. Dos cubiertas están prácticamente ocupadas por laboratorios y refrigeradores para almacenar material científico. El resto con camarotes, cocina-comedor y sala de estar, sala de instrumentos y puente. En la bodega para el pescado está instalado un pequeño gimnasio y una mesa de ping-pong. Hay que tener en cuenta que este buque, explica Almestad, navega 300 días al año, con dos tripulaciones que se alternan. Jan Jacobs Mayen fue un ballenero holandés de los que, en el siglo XVII, cuando navegaban por la zona británicos y holandeses, avistó unas islas situadas al Este de Groenlandia y que han dado nombre después a este buque, cuenta el capitán.


En el sol de medianoche Crónica: Por el Ártico con El País (II) 15 de Junio 2009

El buque oceanográfico noruego Jan Mayen navega en el océano abierto hacia el Ártico, donde comenzará mañana mismo la toma de muestras de agua y las mediciones de parámetros físicoquímicos del agua. El barco, con el equipo de 24 personas del programa de investigación de cambios profundos y 11 tripulantes, partió ayer por la tarde del puerto noruego de Tromso y navegó durante cuatro horas por el fiordo hasta salir a mar abierto. El sol de medianoche -no se esconde nunca por detrás del horizonte en estas fechas próximas al solsticio de verano ni se eleva como en latitudes más bajasasomó entre nubes densas que cubrían la zona, escasamente poblada, y lo hizo ante un mar tranquilo, incluso lejos de la zona costera. En las orillas del fiordo vivían hace algunas décadas familias que se dedicaban a la pesca -los hombres- y a la agricultura y la ganadería -las mujeres-, explican los noruegos del barco. Todo eso pasó, y ahora los dispersos edificios de madera son casas vacacionales en su mayoría.

“El Ártico se está calentando unas tres veces más rápido que la media del resto del planeta y los ecosistemas aquí seguramente van a encontrar el umbral del cambio climático brusco antes que en otros lugares, con los consiguientes cambios ecológicos abruptos”, afirma Paul Wassmann, científico alemán afincado en Noruega que dirige el proyecto. Las previsiones no son halagüeñas: “Las simulaciones climáticas sugieren que casi todo el océano Ártico estará libre de hielo a finales de verano dentro de un par de décadas, o incluso antes, y en invierno casi todo el hielo será reciente, formado en ese mismo año”. La campaña del Jan Mayen pretende tomar todos los datos posibles para anticipar qué cambios bruscos cabe esperar en los ecosistemas marinos en respuesta al calentamiento, conocer los mecanismos oceánicos en la región -con influencia determinante en todo el planeta-, estudiar las posibles impactos en la pesca e incluso en las economías de la zona.

Tras 36 horas de navegación, el barco llegará hoy a última hora a la isla del Oso, a mitad de camino entre Tromso y el archipiélago Svalvard. La isla es un parque nacional y sólo hay allí una estación meteorológica, según Wassmann. Las primeras operaciones estrictamente científicas están planeadas para mañana por la mañana, con la toma de muestras en una zona donde se juntan las aguas del Ártico y del Atlántico. Los científicos tienen previsto dedicar hoy el día a terminar de montar los laboratorios, donde ayer hubo que fijar todo el material a los bancos de trabajo en previsión del movimiento del barco al entrar a navegar por el océano abierto. Además, los que tienen que hacer análisis de agua y microorganismos están ya haciendo pruebas de control con el agua que se toma desde el buque directamente, sin necesidad de bajar la sonda de muestreo.


Comienza la toma de muestras en el Ártico Crónica: Por el Ártico con El País (III) 16 de Junio 2009

La toma de muestras de agua oceánica ha comenzado a bordo del buque científico noruego Jan Mayen justo en la zona donde se juntan el Atlántico Norte y el Ártico, a 73.5 grados de latitud norte. Poco después de las seis de la tarde han empezado las operaciones en cubierta, con dos rosetas, unos dispositivos en forma de doble rueda con una fila de botellas de agua alrededor que se tiran al mar hasta las profundidades deseadas y van tomando muestras. Para planificar la maniobra, con el barco parado, los diferentes grupos de científicos que integran el proyecto han especificado sus necesidades, la cantidad de agua que cada uno quiere y a qué profundidad; de manera que todos, los que analizan las bacterias y los virus, los de plancton, los de otros microorganismos naturales, etcétera, obtengan su material de trabajo. La roseta, además, registra automáticamente las características físico- químicas del agua, como salinidad, temperatura y clorofila, además de la profundidad.

La tripulación del buque se ocupa del grueso de las operaciones en cubierta (cuatro personas bien entrenadas bastan) para bajar la roseta por un costado del Jan Mayen, sujeta con un cable y una grúa, y luego subirla. Los científicos recogen el agua de las botellas cuando llegan a cubierta y la llevan a sus laboratorios. El frío sol y las gaviotas han hecho de la toma de muestras una agradable actividad en cubierta. Toda la operación es seguida a través de un circuito cerrado de televisión desde el puente y el centro de control de la operación. Una vez repartida la cantidad de agua para cada laboratorio de a bordo, se prepara el dispositivo principal: las botellas son cilindros abiertos por ambos extremos que se van cerrando automáticamente a diferentes profundidades de manera que queda dentro el agua de cada nivel. Luego se sube la roseta al barco y se recoge de cada botella (de cinco litros) el agua de cada profundidad.

Esta tarde el fondo estaba a 170 metros y se ha muestreado el agua mas profunda, a media profundidad y a cinco metros de la superficie. También se ha utilizado una segunda roseta específica para zooplancton que han traído los científicos rusos. Parte de los análisis se están haciendo en los laboratorios del Jan Mayen, pero el grueso del agua se conserva en refrigeradores para realizar los experimentos después en la Universidad de Svalvard (Noruega), en la segunda parte de la campaña. Se han planteado incompatibilidades frigoríficas, es decir, muestras que no pueden compartir neveras porque podrían contaminarse o deteriorarse entre sí, pero estando en el Ártico esto no es un problema: el jefe de campaña ha propuesto almacenar unas en cubierta, donde la nevera natural esta en acción constantemente con pocos grados sobre cero (3,5 en el momento de bajar las rosetas al agua) y todos de acuerdo.


Científicos españoles Para mañana esta previsto realizar un par de muestreos más, sobre todo para los españoles. Íñigo García Zarandona, del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados, necesita dos litros de agua de superficie, dos del fondo y uno intermedio para sus estudios de procariotas. Lo que él busca es la zona con el máximo de clorofila, que estará a diferente profundidad en diferentes muestras pero siempre rondando los 40 metros. La clorofila, explica, indica el máximo de productividad del fitoplancton. Elena Lara, experta en virus marinos, necesita seis litros en superficie, seis en el nivel máximo de clorofila y dos en medio. Ellos son solo un ejemplo. Cada equipo del proyecto a bordo tiene sus requisitos. Una vez acabados los muestreos, el Jan Mayen ha reanudado la marcha hacia la isla del Oso por un océano Ártico poco agitado (aunque en las primeras horas de navegación por mar abierto empezaron algunos leves mareos a bordo, incluso entre los veteranos). El buque en funcionamiento durante una campaña como esta cuesta 18.000 euros al día, y forma parte de la contribución que hace Noruega a este programa, financiado con cinco millones de euros en tres años, por parte de la Comisión Europa, más otros dos millones que aportan -en metalico o en especies- los países participantes. La campaña se desarrolla ya en el llamado corredor del Ártico al este de Groenlandia, con las islas Svalbard en medio. Es una zona crítica de contacto de las aguas más templadas del Atlántico que

ascienden hacia el Norte, y las más frías del océano Ártico. Los científicos que van a bordo del Jan Mayen, en uno de los estudios que se desarrollan en el programa trianual europeo ATP -de cambios bruscos en el Ártico- quieren analizar las propiedades de las masas de agua, sus flujos y corrientes, pero sobre todo, los ecosistemas biológicos. Parte de las muestras que se han empezado a tomar ya se procesan en los laboratorios del Jan Mayen, pero gran parte de ellas se están guardando en las neveras para los experimentos que se realizarán en tierra, en Svalbard, durante tres semanas más. Allí se someterán los distintos grupos de microorganismos a diferentes temperaturas controladas, desde cero hasta nueve grados centígrados, para ver cómo cabe esperar que reaccionen ante diferentes escenarios de calentamiento global futuro. “Queremos tener un modelo del sector

europeo del Ártico para saber cómo funcionan los ecosistemas e identificar los cambios bruscos pasados y futuros”, ha explicado Wassman durante su primera presentación científica a bordo. La idea central es que los sistemas naturales tienen una variabilidad normal, pero cuando algo los fuerza en exceso pueden modificarse de tal modo que nunca vuelven a ser lo que eran. Un ejemplo es el calentamiento global: puede variar la temperatura anualmente, a veces es más alta y a veces más baja en torno a una media; pero si la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera fuerza un cambio climático, la variabilidad de la temperatura rondará en torno a los nuevos valores medios más altos, sin volver a su tendencia anterior. El ATP quiere ver si este mecanismo de cambio brusco se produce en los ecosistemas árticos.

“El mundo de Peter Pan no existe” Paul Wassmann Con el cambio climático, la expectativa incluso de que los ecosistemas pudieran volver a la situación del pasado si se frenase totalmente la presión de la actividad humana, las emisiones de gases de efecto invernadero -con lo que no contamos- es tan poco probable como el mundo de Peter Pan. “El cambio climático está actuando y no hay vuelta atrás”. El proyecto científico que dirige pretende comprender los impactos de ese cambio en esta región polar del mundo especialmente afectada por el problema. Además, recalca, la información debe ser útil para las decisiones políticas que se discuten en el marco del Protocolo de Kioto.


En la Isla del Oso

Crónica: Por el Ártico con El País (IV) 17 de Junio 2009

A 74.3 grados de latitud Norte está la isla del Oso, tiene forma de corazón de 25 kilómetros de largo y 20 de ancho. Durante el largo invierno esta cubierta por nieve, rodeada de mar helado y barrida por los vientos. Sólo hay una estación meteorológica noruega donde trabajan nueve personas en turnos de seis meses. Esta mañana una decena de personas del buque oceanográfico Jan Mayen han ido a visitarla. Pertrechados con trajes de supervivencia en aguas frías, han desembarcado en dos lanchas neumáticas en el desolado paraje. Alguna mancha de nieve, riachuelos y tundra en el suelo rodean las instalaciones, unas casas de madera rojiza por fuera y muy confortables por dentro. Incluso hay un hangar y pista de helicópteros para emergencias. Todos los edificios, media docena, están conectados entre si por pasillos cubiertos y con calefacción, de manera que no hay que salir a la intemperie para ir de uno a otro. “Hacemos mediciones meteorológicas completas cada hora y dos veces al día soltamos globos radiosonda, instrumentos para registrar temperaturas, velocidad del viento y dirección, humedad, etcétera. Suben hasta 30.000 metros”, ha explicado Finn Stoltoz, el director de la estación en este turno. “¿En invierno? No, no hace demasiado frío, como mucho 25 grados bajo cero”. En la isla del Oso ha habido una estación meteorológica desde 1919, ha contado, pero a pocas decenas de metros de las instalaciones hay una pequeña casa con una fecha: 1822. “Aquí vivía alguna gente hace dos siglos, dedicada a la captura de focas, aislados, todo el invierno oscuro....”. El grupo del Jan Mayen ha llevado desde el barco dos rifles (uno en cada embarcación neumática en manos de personas

experimentadas) y pistolas de fogueo como medida de precaución por si aparecían osos polares. No ha habido suerte, o mejor dicho sí que la ha habido, porque no se ha visto ni uno y son animales muy peligrosos, advierten los responsables de la campaña. “Este año hemos contado unos 200 osos aquí, por los alrededores”, destaca Stoltoz. “Vienen por el hielo, persiguiendo a las focas, que es lo que comen. En nuestro tiempo libre aquí esquiamos, en invierno, y pescamos en los lagos, en verano, pero siempre es obligatorio salir con un rifle por si acaso”. En el interior de los edificios conectados de la estación hay salas de estar, comedor, gimnasio, además de talleres, el centro de control meteorológico, etcétera, una pequeña tienda con recuerdos, cosas imprescindibles (cremas, calcetines, camisetas, etc) y caprichos (bolsas de patatas y chocolatinas), todo lo necesarios para vivir seis meses como si fuera casi una estación espacial aislada que recibe alguna visita muy de vez en cuando. La estación está en el Norte de la isla del Oso, o Bjornoya en noruego. En el sur hay unos espectaculares acantilados grises con rocas que caen en picado al mar azul acerado y frío. Se han avistado desde el Jan Mayen a la una de la madrugada, con plena luz perfecta para hacer fotografías, en plena noche. El buque ha seguido tu rumbo hacia el norte hasta detenerse esta mañana para la visita a la isla de hora y media y, posteriormente tomar las muestras de agua para su análisis oceanográfico en la campaña.


Elisabeth Halvosen Bióloga Marina de la Universidad de Tromso

Mayen? R. Si, unas diez veces, pero la última fue hace siete años. Después estuve viviendo en Francia, en Nantes, con mi esposo, que también es biólogo, antes de incorporarme a la Universidad de Tromso. Tengo dos hijos, de cinco y tres años, y los echo de menos estos días, pero a la vez... ¡Es tan fantástico estar aquí! P. ¿Es difícil el trabajo científico en el barco? R. Las instalaciones y los laboratorios son muy buenos pero hay que adaptar las cosas que trae cada equipo. Además, en un barco es esencial traerte todo lo que necesitas, sin olvidar ni los mínimos detalles. P. ¿Cuántos científicos participan en el proyecto de cambios bruscos en el Ártico, en total? R. Casi medio centenar de once países. P. ¿Es complicado organizar un proyecto así, con diferentes formas de hacer las cosas, perspectivas, etcétera?

Elisabeth Halvosen está en todas partes a bordo del buque oceanográfico noruego Jan Mayen. Ella es la coordinadora de gestión del proyecto de cambios bruscos en el Ártico que se desarrolla en esta campaña y tan pronto echa una mano en la preparación de los sondeos como organiza una excursión en las lanchas. Sonriente y relajada, esta bióloga marina de 38 años, del Instituto Noruego de Investigación Pesquera de la Universidad de Tromso, se maneja en el buque como en casa y se nota que el Norte es su mundo. Pregunta: ¿Cuántas veces ha venido a una campaña científica de este tipo en el Ártico? Respuesta: Tan al Norte como vamos a ir ahora, esta es la segunda vez. P. ¿Cuál es el objetivo del programa? R. Se trata de identificar los procesos fisiológicos y metabólicos de los organismos en el Ártico en relación con el calentamiento, es decir, intentamos averiguar qué pasará con estos organismos que viven aquí, cómo se adaptarán, cómo cambiarán, qué pasará con ellos a medida que suban más y más las temperaturas en el Ártico. P. ¿Y su cometido personalmente en la campaña? R. Tengo que organizar la participación de todos los integrantes del proyecto, pero como bióloga estoy ayudando a los equipos rusos, polacos, noruegos y españoles que se encargan del zooplancton. P. ¿Había navegado antes en el Jan

R. Lleva tiempo, sobre todo al principio, porque cada uno tiene sus maneras de desenvolverse, pero cuando se empieza la investigación todos los científicos utilizan las mismas técnicas y protocolos, los mismos puntos de vista científicos y, sobre todo, comparten un mismo objetivo.


La vida a bordo

Crónica: Por el Ártico con El País (V) 18 de Junio 2009

La jornada a bordo del Jan Mayen, sin contar con algún científico que tenga que trabajar por la noche en el laboratorio y la tripulación de guardia, comienza a las 7.30 con el primer turno de desayuno y a las 8 con el segundo. Como el comedor y la sala de estar tienen capacidad limitada, las 35 personas embarcadas están divididas en dos grupos de comidas aunque no es rígida la distribución en cada momento. Huevos, bollos, salmón ahumado, arenques, mantequilla, mermelada y una botella de aceite de oliva a petición de los españoles... Hay de todo en el autoservicio por la mañana. La maquina de café y zumos está disponible en todo momento.

en contenedores diferentes. Las normas medioambientales, como cabía esperar, son estrictas en este buque científico. El primer día, el Jan Mayen parecía un laberinto, con escaleras que uno no sabía hacia dónde iban ni a qué cubierta salían. Pero llevó poco tiempo familiarizarse con casi todos los rincones de las cinco cubiertas.

Durante la mañana, cada uno se ocupa de su labor, unos en el laboratorio; otros descansan; el equipo de cubierta se dedica a los sondeos de agua si hace falta y el grupo de ocho invitados (un equipo de televisión noruego, dos artistas plásticos de la misma nacionalidad y un par de periodistas) intentan conectarse a internet (inestable y lento a estas latitudes).

El puente es muy amplio, las vistas desde las ventanas que lo rodean son espectaculares y quien esté al timón recibe a cualquiera que suba. El capitán John Almestad y el segundo de a bordo, Inge Berg, se turnan cada seis horas en el puente del Jan Mayen. Radares, ecosondas para medir la profundidad, sistemas de navegación por satélite y ordenadores con información de todo lo que esté pasando en el barco rodean el puesto de mando. El antiguo mueble con las cartas náuticas en papel te lo enseñan como una curiosidad del pasado.

Por el barco hay grupos de botas y zapatillas (los zuecos de goma, los crocs, abundan). No es desorden en absoluto, es que dentro del barco hay zonas enmoquetadas (el cuarto de estar, el puente y la sala de ordenadores, por ejemplo) donde no se puede entrar con botas o calzado del exterior, que puede estar mojado. Como es obligatorio descalzarse en esas zonas y uno está entrando y saliendo a menudo a cubierta, el calzado se deja junto a las puertas. El primer turno de comida es a las 13.30 y el segundo media hora después. Una mesa es ocupada siempre por la tripulación y el resto de personal la respeta ocupando las otras dos (normas de buena educación a bordo). El cocinero Dan Anderson, sueco y que realiza la primera campaña en este barco, tiene encantado a todo el mundo con sus recetas. Recibe las felicitaciones constantes con una sonrisa cálida. Su salmón al horno fue un éxito el martes y las chuletas de cordero de hoy han volado (aunque siempre hay más en la cocina para repetir). Patatas, salteado de brócoli y coliflor, ensalada de lechuga, pimiento y tomate, además de las salsas variadas y bandejas de quesos, no faltan. Las tartas y flanes no dejan indiferente a nadie. Una bandeja de fruta está disponible 24 horas al día en una esquina del comedor. A media tarde hay de nuevo tartas y dulces para merendar y a las 19.30 y 20, la cena. Cada uno se sirve la comida en el bufet y al acabar es obligatorio llevar los platos sucios a la cocina, separando los restos orgánicos de otro tipo de basura

Los camarotes de los científicos (excepto el del jefe de la campaña, que está junto al del capitán y el del segundo) están en las dos cubiertas de los laboratorios y son dobles o triples, con literas, angostos pero adecuados para dormir; al fin y al cabo la vida se hace en las zonas comunes o en las cubiertas.

El trabajo en los laboratorios y las necesidades de los científicos son prioritarias a bordo, pero el barco también está bien preparado para la vida diaria y para pasar las horas libres. Vídeo, televisión, algunos libros y una sala de proyecciones y reuniones están dispuestas para el uso común. Aunque el mejor y más placentero entretenimiento es mirar el mar, especialmente hoy, que está en calma; el cielo está totalmente despejado y se permite salir a la tranquila cubierta de proa mientras el Jan Mayen está parado para hacer los muestreos de agua necesarios de la campaña. Anorak, gruesos calcetines y guantes son muy recomendables para estar un rato a la intemperie, aunque haga sol. Los primeros días, la relación entre los tripulantes y los científicos era más distante, pero poco a poco, con el inglés como idioma común, se ha ido estrechando la comunicación, hay más anécdotas y bromas. Y 24 horas bastaron para que algunos superaran sus fuertes mareos en el inicio de la navegación.


En busca del hielo

Crónica: Por el Ártico con El País (VI) 18 de Junio 2009

¿Dónde está el hielo? “Debería haber ya aquí, donde estamos, según los satélites, pero a veces es muy difícil precisar, ya he llamado al servicio meteorológico”, dice el jefe de esta campaña, Paul Wassmann. Lo cierto es que el Jan Mayen ha navegado hasta 76 grados de latitud Norte en busca de la barrera helada y no se ha visto ni un iceberg en un mar tranquilo como una balsa y de un azul intenso en un día ártico soleado. La barrera de hielo no es un objetivo turístico ni estético, sino una propuesta del equipo de biólogos que se ocupa del zooplancton. En la reunión de trabajo de ayer se discutió este punto. La cuestión es que ellos quieren capturar unos minúsculos animales propios de las aguas árticas y el Jan Mayen está justo en la zona de contacto entre éstas y las aguas atlánticas en pleno Mar de Barents. Otro grupo busca fitoplancton, algas microscópicas, para extraer su material genético (ADN y ARN). Con su análisis quieren, por un lado, identificar las especies, pero también localizar los genes que están en acción para vivir en frío y ver si se activan otros al aumentar la temperatura del agua, explican las científicas portuguesas Ester Serrao y Ana Ramos, de la Universidad del Algarbe. Para capturar el fitoplancton ellas necesitan dar con el nivel del agua

al máximo de clorofila, y aunque tampoco se puede predecir con exactitud en esta zona de intercambio de aguas, hoy ha habido suerte y se ha encontrado ese nivel. “La captura ha sido muy buena para nosotras”, explica Serrao, “aunque esas algas son malas para los colegas del zooplancton porque dificultan la captura de este último”. El zooplancton incluye a todos los animales que van a la deriva por el agua, pasivamente, que pueden nadar pero no contra corriente, explica Slaweh Kwasniewski, un biólogo polaco del Instituto de Oceanografía de Sopat y veterano en estas aguas. “Pueden ser medusas,crustáceos, pescaditos minúsculos.., pero para nosotros los más importantes son los herbívoros, los que se alimentan de fitoplancton”. Entre ellos, una especie del grupo de los llamados Copepoda interesa principalmente a los biólogos de esta investigación: la Calanus Glacialis, que es ártica, mientras que la Calanus finmarchicus es atlántica. No miden más de tres milímetros. “Queremos ver cómo esta especie se comporta cuando el clima marino, la temperatura, cambia, y especialmente nos interesan la glaciales porque están afrontando el calentamiento y la pérdida de mucho hielo”, continúa Kwasniewski.

Estos animalitos son la fuente de alimentación primaria de otras especies, por lo que investigar su reacción ante un calentamiento brusco es esencial para poder determinar cómo se adaptarían el resto de animales que viven de ellos. El zooplancton ártico debe estar en el agua fría más superficial -mientras que el agua atlántica está al fondo-, pero nadie puede predecir exactamente dónde. La mejor opción parece que es acercarse a la barrera de hielo, que no está donde se esperaba e indican los satélites. Claro que si los hielos han sido arrastrados por los vientos hacia el Sur, puede que bajo ellos haya agua del atlántico y no ártico. En ese caso, el Jan Mayen va a adentrarse en la placa abriéndose camino por las grietas de los hielos. Hoy, de momento, se han hecho varios sondeos hasta el fondo (145 metros; el Mar de Barents es poco profundo, ha explicado Wassmann) para capturar plancton y algo se ha logrado, pero no es suficiente, dicen los expertos, así que el buque sigue hacia el Norte en busca del hielo. De momento, la temperatura del aire es de 1.8 grados centígrados y la del mar de 3.


El ‘Jan Mayen’ navega ya entre bloques de hielo y encuentra un oso polar Crónica: Por el Ártico con El País (VII) 19 de Junio 2009

En el mar azul oscuro han empezado a aparecer bloques de hielo, dispersos al principio, más y más en pocos minutos, hasta cubrir casi completamente la superficie del agua. Ha sido de repente, casi a las once de la noche, con un sol expléndido y el cielo despejado. Es un espectáculo bellísimo y la euforia se ha adueñado del buque, sobre todo entre los novatos, pero también hay satisfacción entre los veteranos del Ártico. Poco después ha llegado un oso polar. Primero estaba lejos, luego se ha acercado poco a poco y la emoción a bordo no ha decaído ni un grado durante una hora, mientras el animal ha estado alrededor. Ha ido saltando de un bloque de hielo a otro, ha observado el barco, se ha tumbado, ha vuelto a saltar a otro bloque, se ha acercado hasta rozar el Jan Mayen y luego se ha ido, perdiéndose en la superficie helada hasta el horizonte. El hielo ha aparecido a 77 grados Norte y cada vez es más compacto; las placas se juntan y el buque polar se va abriendo camino entre los bloques más pequeños. Todas las personas de a bordo han subido a las cubiertas de proa y superior o al puente para disfrutar de la vista del blanco y agrietado paisaje. Como este es un buque científico, las buenas explicaciones no faltan ni en los momentos más emocionantes: este hielo se forma porque se congela el agua de mar, entonces expulsa la sal y se convierte en hielo de agua dulce, luego puede nevar encima y se forma una ligera capa, ha explicado Paul Wassmann, líder de la campaña, mientras disfrutaba, como todos, del panorama. El hielo, aún así, es ligeramente salado.


El efecto del calentamiento global en la vida marina ártica Crónica: Por el Ártico con El País (VII) 19 de Junio 2009

La noche del oso a bordo del Jan Mayen ha sido intensa, noche por llamarlo de alguna manera, porque ha brillado el sol ártico en un cielo completamente despejado. Poco antes de las once de la noche, han avisado del puente que ya se veía una línea de hielo en el horizonte, por estribor. En diez minutos, lo que se tarda en correr la voz en el barco, han empezado a aparecer bloques de hielo flotando y la fascinación por la insólita vista ha sido general, incluso para los numerosos noruegos a bordo. La cantidad de bloques de hielo y su tamaño han ido aumentando rápidamente, y enseguida todo el mar se ha visto cubierto por hielo resquebrajado en planchas de diferentes proporciones pero sin agua apenas entre ellas, y hasta el horizonte, en cualquier dirección. El Jan Mayen ha estado rodeado por una masa blanca rugosa aparentemente inmóvil (las olas se amortiguan con esa capa helada superficial) pero que se ondula muy ligeramente. De repente, desde el puente del buque han avisado de la presencia de un oso en la lejanía. Al principio se ha visto sólo con prismáticos, pero el magnífico animal, de color mantequilla que se diferencia claramente del blanco intenso azulado del hielo, se ha ido acercando. La euforia a bordo ha sido enorme, tanto desde los ventanales del puente como en la cubierta de proa. Todos han seguido los movimientos del oso pertrechados con cámaras de fotos y de vídeo de todo cali-

bre. El animal se ha tumbado, ha saltado de placa en placa y se ha acercado hasta rozar la cubierta del Jan Mayen, parado en el hielo. Tras una hora merodeando, se ha alejado. Para los novatos en el Ártico la emoción ha sido tremenda y hasta las tres de la madrugada no se ha hablado de otra cosa a bordo, pero incluso para los noruegos ha sido una grata y gran sorpresa: no es normal ver a uno de estos fieros animales nada más llegar al hielo, comentan, y a menudo no se avista a ninguno en días y días. A eso de las tres de la madrugada la bruma ha cubierto el mar helado y este rincón del Ártico se ha convertido en un paisaje irreal. A la vista de los bloques de hielo alrededor del barco y cubriendo completamente el mar, uno no diría que aquí está en acción el cambio climático, el aumento de temperatura del planeta. Pero Slaweh Kwasniewski, un biólogo polaco del Instituto de Oceanografía de Sopat y veterano en estas aguas, dice que, debido a los efectos del calentamiento, el grupo de zooplancton a bordo no encuentra suficientes ejemplares de Calanus glacialis en sus sondeos, pese a haber metido en el agua sus dispositivos de captura repetidas veces. “En el fondo, entre 180 y 135 metros, hay agua atlántica, pero encima el agua es ya ártica, a una temperatura de 1,7 grados bajo cero en el nivel desde 135 metros a

60 metros de profundidad. Sin embargo, no hay apenas Calanus Glacialis, como esperábamos”, explica. ¿Cuál es el problema? “La temperatura del agua es la adecuada, porque estos animales viven entre 1.8 grados bajo cero y 3 grados sobre cero, pero seguramente la estación está muy adelantada y estos animales ya no están porque se ha adelantado su ciclo de vida y ya han desaparecido”, dice Kwasniewski. Normalmente, cuenta, el verano en el Ártico se limita a julio y agosto, de manera que en pasadas campañas los biólogos han capturado Calanus Glacialis en junio. Pero si latemperatura del agua sigue estando en el rango bajo, ¿cómo puede achacar la escasez de Calanus Glacialis al calentamiento? “Seguramente la reducción anticipada de la extensión del hielo permite que pase más luz al agua, empieza a proliferar el fitoplancton y se adelanta el ciclo del zooplancton, por lo que ahora ya no encontramos ejemplares casi. La retirada del hielo se debe al calentamiento, al menos local, en el Ártico, aunque la temperatura del agua siga siendo adecuadamente baja”. El Jan Mayen ha retrocedido unos 50 kilómetros hacia el Sur, hacia un punto donde la abundancia de zooplancton ártico es algo superior para intentar que estos biólogos logren la cantidad de ejemplares que necesitan para su investigación. Cuando acaben los sondeos en esta zona, el buque retomará su rumbo hacia el Norte.


Íñigo García Zarandona 2 Polos 2 Fotografías 20 de Junio 2009

Los polos, al sur la Antártida, al norte el Ártico; al sur un continente, al norte un océano. Y es que mientras la Antártida es un continente rodeado de océanos, el Ártico es un océano helado rodeado de continentes. La perspectiva social de ambos polos no los diferencia apenas, y un abismo los separa. Se podría decir que escasamente los colores blancos azulados los hacen similares. El continente Antártico está directamente protegido por un tratado que regula las relaciones entre los estados firmantes en diversas materias. Este tratado limita la dedicación de las actividades de la Antártida a misiones pacíficas, en particular científicas. Establece asimismo el intercambio de información, personal científico, observaciones y resultados sobre las actividades realizadas por los signatarios en el continente. Lamentablemente no ocurre lo mismo en el Polo Norte, donde un informe publicado, en el año 2000, por el servicio geológico de Estados Unidos afirma que en el Ártico se encuentran el 25% de las reservas de gas y petróleo del planeta. En un momento tan complicado por la carencia de fuentes energéticas, está claro que esta región ha desatado las posibilidades de negocio y especulación en los países limítrofes, así como de muchas multinacionales. Los intereses se basan sobre todo en aspectos petrolíferos y de navegación marina. Uno de los primeros y prácticamente el único paso fue la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho

del Mar de 1982. Este convenio establece que la anchura del mar territorial de un país es de 12 millas náuticas y le concede una zona económica de 200 millas en las que tiene derechos exclusivos de explotación del lecho marino. La Ley del Mar establece un plazo que concluyó al entrar el año 2009, a partir del cual los países pueden solicitar la extensión de las doscientas millas que la ONU concedió como aguas territoriales. Para solicitar, antes el país debe haber firmado la Ley del Mar. Existe un Comité Ártico que se centra antes en la protección del medio ambiente y en el bienestar de minorías indígenas que en la investigación científica internacional, al contrario que en el Tratado Antártico, soslayando en cambio cuestiones de mayor calado estratégico, e incluso político, que tarde o temprano habrá también que tener en cuenta.

Dichas cuestiones esencialmente son dos: -La apertura de nuevas vías de navegación (y el libre acceso a las mismas de terceros países), debido al rápido deshielo de esta región. -Las posibles disputas a causa de la falta de delimitación territorial de zonas que durante siglos han estado cubiertas por el hielo, y ahora empiezan a ser utilizables. La falta de una legislación común junto con la finalización de la única ley que había (la Ley de Mar de 1982), los beneficios económicos y la devastación que el cambio climático está provocando en el Polo Norte han suscitado que los países limítrofes (entre ellas las principales potenciasmundiales) se estén repartiendo el pastel indiscriminadamente y sin ninguna regulación, dejando una escasa área como aguas internacionales.

Personal Como investigador de Cambio Global, a través del proyecto ATP pretendo estudiar los procariotas, grupo de microorganismos que acoge la mayoría de formas de vida marina y planetaria. Aunque estos microorganismos resultan invisibles para el ojo humano, representan un papel de lo más importante dentro de la mayoría de procesos biológicos. Investigo cómo los aumentos de temperatura afectarán a estas comunidades y cómo se comportarán ante el inminente cambio. Aunque en esta campaña el objetivo es investigar los efectos del cambio global en el Océano Glacial Ártico, el departamento de Cambio Global del IMEDEA (CSIC-UIB), liderado por el profesor Carlos M. Duarte y al cual pertenezco, también realiza investigaciones en el continente Antártico, en el que problemas como el llamado agujero de la capa de ozono y la acumulación de contaminantes, entre otros, están alterando los procesos del ecosistema polar austral.


Íñigo García Zarandona

Un océano que se descubre 20 de Junio 2009

Hablamos de cambio global cuando nos referimos “al conjunto de cambios ambientales afectados por la actividad humana, con especial referencia a cambios en los procesos que determinan el funcionamiento del sistema Tierra”, como explica el oceanógrafo Carlos M. Duarte. A lo largo de la historia la Tierra ha cambiado, ha pasado progresivamente de un estado a otro provocando de forma natural cambios más severos que los que se aproximan. El problema surge cuando el hombre ha pasado a alterar el curso natural del cambio y ha llevado a acelerar y corromper el cambio, hasta tal punto que el químico atmosférico y premio Nobel Paul Crutzen bautizó la etapa actual que vive el planeta como Antropoceno, etapa en la cual las áreas polares son una significativa muestra de que el curso natural se ha alterado. En verano del año 2007, el Océano Glaciar Ártico padeció la mayor desprovista de hielo marino desde que se tienen datos. Los modelos climáticos ni siquiera se planteaban el descenso de hielo marino en la zona del norte polar. Los recientes informes del IPCC (Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, de Naciones unidas) prevén que para antes del año 2030 podemos tener un Océano Glaciar Ártico totalmente libre de hielo marino, suponiendo una grandísima amenaza para los procesos que controlan el funcionamiento del ecosistema polar en cuestión. Las consecuencias de un Océano Glaciar Ártico sin hielo perenne son varias. Existen los intereses socioeconómicos antes mencionados que, basados en intereses políticos, apenas conciben los efectos de los cambios físico-químicos y biológicos del deshielo. Un Polo Norte desprovisto de hielo provocaría la desaparición de la llamada Cinta Transportadora de Calor, un mecanismo de corrientes oceánicas que se encarga de transportar el exceso de calor desde las zonas ecuatoriales a los polos y viceversa, haciendo que los climas no sean tan extremos a medida que avanzamos en latitud. El deshielo también está provocando que contaminantes (los llamados Contaminantes Orgánicos Persistentes) acumulados en el hielo

(transportados a través de la atmósfera desde latitudes inferiores) sean liberados al océano y a través de este penetren en la cadena alimentaria de la zona, siendo las tribus de los inuit los más afectados. El pueblo inuit sufre tasas de mortalidad 2-6 veces superiores y esperanza de vida 5-7 años menor que la de los pueblos caucásicos del ártico, lo que se debe a que su dieta se basa en la megafauna de la zona, que a la vez se alimenta de lo que ofrece el Océano Glaciar Ártico. La reducción de extensión de hielo también afecta a la megafauna polar, que lo usa como hábitat o plataforma, y al plancton que queda expuesto a mayor radiación y a cambios ambientales. Además de los mencionados, son infinitos los problemas que encontramos en el Ártico y preocupan a los científicos. Uno de los objetivos de la campaña ATP (Arctic Tipping Points) que estamos realizando es que no sólo los preocupados seamos los científicos sino la sociedad en general, ya que es una de las principales amenazas para el planeta que conocemos. En general, la campaña busca descubrir los umbrales de diversos procesos biológicos del ecosistema Ártico y conocer dónde se encuentran los puntos de no retorno, es decir, aquellas alteraciones provocadas por la mano del hombre que resultan irreversibles. El Ártico resulta más vulnerable que la Antártida frente al cambio climático, al ser respectivamente un océano y un continente. Mientras que en la Antártida los hielos anuales se mantienen sobre tierra, en el Ártico han de hacerlo sobre agua. Estas características geomorfológicas dan diferente carácter a los procesos que se producen en una zona y otra. Además de esto, el Ártico cuenta con la desventaja de estar en el hemisferio Norte, hemisferio en el cual vive la mayor parte de la humanidad y en el que se produce una mayor cantidad de contaminantes que se transportan a través de la atmósfera a los polos.


Tomando muestras entre los bloques de hielo Crónica: Por el Ártico con El País (VIII) 20 de Junio 2009

El buque Jan Mayen esta hoy parado en el mar de Barents, a 76.34 grados de latitud Norte, rodeado de bloques de hielo, dedicado a extraer muestras de agua de mar y capturar animales minúsculos del ártico con redes especiales, material que necesitan los diferentes equipos científicos de a bordo. El sondeo se está haciendo a 15 millas náuticas (unos 26 kilómetros) de las islas de Svalbard y la temperatura exterior es de 0.6 grados centígrados. Las condiciones meteorológicas en esta región son cambiantes. Ayer había planes a bordo de hacer una visita por la tarde a una estación meteorológica situada en la isla de Hopen, donde viven cuatro personas, pero fue cancelada por el capitán del ‘Jan Mayen debido a que la niebla habría dificultado extremadamente la navegación con las lanchas zodiac entre los bloques de hielo. El plan para mañana es ir a un glaciar en la isla de Svalbard, si el tiempo lo permite.


A 1.452 kilómetros del Polo Norte y a 16.252 de la Antártida 21 de Junio 2009

En el fiordo de Hornsund, junto a un glaciar volcado al mar, hay una estación polar polaca, dedicada a la ciencia, especialmente la geofísica. Está permanentemente habitada, con inviernos de tres meses de oscuridad permanente y temperaturas de hasta 39,6 grados centígrados bajo cero. Los 11 miembros de la base, que llevan un año en Hornsund y están a punto de acabar su estancia, han recibido hoy a los integrantes de la campaña oceanográfica del buque Jan Mayen. El recibimiento no ha podido ser más caluroso en ese lugar, exactamente a 1.452 kilómetros del polo Norte y 16.252 kilómetros de la Antártida (más exactamente de la base polaca situada en la península Antártica, no lejos de la base española allí). El desembarco desde el Jan Mayen ha comenzado poco antes de las 10 de la mañana, con sol radiante, en lanchas neumáticas y todos pertrechados con trajes de supervivencia en frío, hasta una playa pedregosa cercana a las instalaciones polacas. En la base polar, su director Marek Szymocha ha dado la bienvenida a los visitantes, con un desayuno preparado meticulosamente, incluidos dulces típicos polacos cocinados la noche anterior. La base polar polaca en el sur de esta isla de Spitsbrgen, la mayor del archipiélago Svalbard, fue creada en 1957, en ocasión del Año Geofísico Internacional, y se mantuvo como estación científica de verano hasta 1978, cuando se reconstruyó para convertirla en una base permanente, ha explicado Szymocha. Desde entonces, siempre esta habitada, con turnos de residentes de un año y recibiendo a numerosos científicos internacionales (hasta 40), sobre todo en verano. La zona es un parque nacional donde las visitas están limitadas por el efecto que el exceso de gente puede tener en la naturaleza virgen. La estación es uno de los seis buques insignia europeo de biodiversidad, han explicado los científicos residentes. El archipiélago de Svalbard es territorio internacional regulado por Naciones Unidas, bajo bandera de Noruega. Los confortables edificios de la base albergan ocho laboratorios, pero gran parte del trabajo se realiza fuera, en el privilegiado entorno. A menos de dos kilómetros hay un impresionante glaciar de 16 km. de largo que se asoma al mar. Matgorzaia Blaszczyk

Slawek Kwasniewski, uno de los científicos especializado en zooplancton a bordo del Jan Mayen , pasó un año en base polar de Hornsund, en 1981. Desde entonces ha regresado otras veces para períodos más cortos, y hoy ha sido el guía privilegiado de sus colegas del proyecto de investigación cambios bruscos en el Ártico -de la UE con ayuda financiera de la Fundación BBVA-. A 400 metros de los edificios de la base hay una antigua cabaña de cazadores junto al mar. La frágil tundra, helada en invierno, esta llena de flores minúsculas y en el paseo no se puede abandonar el camino ya pisado. La cabaña, igual que otras en la zona, era utilizada para vigilar las trampas de osos polares y de zorros que ponían los cazadores, ha explicado Kwasniewski. La caza (con licencia) está prohibida ahora en el parque nacional, pero no en otros lugares de la isla de Spitsbergen. Tychi va una vez por semana desde la base para tomar mediciones del glaciar, que está reduciéndose una media de 40 metros cada año desde hace un siglo. Ella reconoce que estar aquí un año es un poco aburrido a veces, pero que cada estación es diferente en este rincón del Ártico y, aunque ahora acaba su año de estancia en la base, espera volver. “En los últimos 20 años, la reducción de los glaciares es muy rápida”, dice Szymocha. Además de glaciología, en la base polaca se realizan investigaciones de geomagnetismo, sismología, estudios atmosféricos, meteorología, biología, ecología y geología. Su posición estratégica entre el Ártico eurasiático y americano, hace que el lugar sea muy apropiado para investigar fenómenos geofísicos, la estructura de la litosfera terrestre, procesos geofísicos e incluso fenómenos de física extraterrestre como la transferencia de energía entre el viento solar y la magnetosfera terrestre. Durante el invierno, la base polaca permanece aislada, desde diciembre, que llegan las últimas provisiones, hasta marzo, y sólo en caso de extrema necesidad puede acercarse un helicóptero o motos de nieve. En verano, la bahía está abierta a la navegación, hay luz permanente y el récord de temperatura máxima registrada es 13,4 grados centígrados.

Este año, se han avistado 98 osos polares en los alrededores de la base polaca, ha contado Szymocha, tras consultar el registro que llevan de los animales. Por supuesto, es obligatorio salir al exterior con al menos un rifle por grupo como última medida de protección frente a estos agresivos y peligrosos animales, y disuasorias pistolas de fogueo. Pero el peligro no se limita a los osos. También hay pájaros agresivos en Spitsbergen. “Son los ‘artic term’, que tienen crías en esta época y protegen sus nidos”, comenta Helge Helgesen, uno de los experimentados miembros de la tripulación del ‘Jan Mayen ’, mientras se protege la cabeza con dos piedras picudas. La medida no es ninguna exageración: los pájaros se lanzan a picotear y llegan a picar las piedras de protección, así que al menos hay que pasear con las manos en la cabeza. Además, sus picos son duros, advierten los polacos de la base. Desde luego son pájaros muy peculiares: “Pasan aquí el verano y luego viajan cada año a la Antártida, a pasar el verano allí, así que viven casi siempre con día constante, pero recorren más de 24.000 kilómetros de ida y vuelta”, dice Helgesen.


Ártico, genética de ecosistemas únicos

ESTER SERRAO, ANA RAMOS Y GARETH PEARSON (CCMAR, Univ. del Algarve, Portugal) 21 de Junio 2009

Las regiones polares albergan ecosistemas únicos en nuestro planeta. Tal vez por su inaccesibilidad y la relativa ausencia de presencia humana, las consecuencias del cambio climático en estos ecosistemas polares se pasan por alto fácilmente. Sin embargo es peligroso ignorarlos ya que en ningún lugar del planeta son más alarmantes que en las regiones polares el ritmo y el alcance del calentamiento global. Las consecuencias potenciales del cambio climático serán devastadoras para las poblaciones humanas que viven mucho más allá de los hielos. Los efectos de algunos cambios son predecibles, como la drástica subida del nivel del mar que causará la pérdida de zonas costeras densamente habitadas y fértiles. Mucho menos predecibles son los efectos de los cambiantes de la circulación oceánica en el clima de la Tierra si perdemos (como muchos predicen) un casquete polar helado permanente en el Ártico y la extensa cubierta de hielo de Groenlandia. Tal vez la naturaleza global de la amenaza hace que sea menos sorprendente el encontrar a un equipo de Portugal participando en una investigación polar europea, en el proyecto de cambios bruscos ATP (Arctic Tipping Points, en inglés). El objetivo general de ATP es recopilar registros del pasado, información experimental y predicciones de los modelos físico-biológicos, para identificar esos cambios bruscos que son elementos clave de los ecosistemas que pueden ser susceptibles de sufrir alteraciones abruptas (e irreversibles a escala de tiempo humana). Al aunar equipos de investigación de Noruega, España, Polonia, Portugal, Reino Unido, Dinamarca, Groenlandia, Rusia, Suecia y Francia, el proyecto ATP también concentra muchas disciplinas científicas, desde la biología y la física, hasta la economía y las ciencias sociales, en un esfuerzo común para identificar los umbrales del cambio drástico, y evaluar los riesgos y ventajas resultantes.

El equipo del CCMAR portugués, en colaboración con investigadores españoles, estamos estudiando los efectos de los cambios climáticos sobre la biodiversidad de las comunidades árticas de fitoplancton -las algas unicelulares que convierten el dióxido de carbono y la luz del sol en alimento, como hacen las plantas en tierra- y, por tanto, sostienen la compleja red de las especies árticas más emblemáticas, incluidas, en ultima instancia, las ballenas, los osos polares e incluso las comunidades humanas. Pero lo que es muy específico de nuestro enfoque es que estamos buscando dentro de las células en el nivel más pequeño de biodiversidad que existe, es decir los genes. Aunque todos los genes de los organismos vivos están en su ADN, solo una parte están trabajando activamente -siendo expresados- en un momento dado. Cuando un grupo de genes son necesarios, son copiados, o transcritos, en ARN y en proteínas, que son las que trabajan en la célula. La transcriptómica es el estudio del ARN expresado en una especie determinada en todo el genoma, y metatranscriptómica es una versión más compleja en la que se analizan juntas una comunidad de especies. Los investigadores del CCMAR quieren hacer secuenciación metatranscriptómica, lo que significa secuenciar cientos de miles de moléculas de ARN de comunidades naturales, lo que permite identificar el grupo de proteínas que están siendo producidas y sus abundancias relativas. Esto generará una visión del estado de las comunidades naturales -por ejemplo, qué procesos de estrés, de requisitos nutricionales o de reparación y mantenimiento están en acción. Al observar tanto la estructura como la metatranscripción bajo escenarios climáticos futuros, que incluyen significativos aumentos de las temperaturas del mar, esperamos que algunos de estos genes resulten ser timbres de alarma moleculares útiles que alerten de potenciales cambios irreversibles del ecosistema antes de que se alcance el umbral de cambio brusco.


El cambio climático y los ecosistemas en el océano Ártico Tribuna: JOHNNA HOLDING 22 de Junio 2009

región y es debido al declive rápido de la capa de hielo que refleja la luz del sol. Debido a estos cambios acelerados, es urgente investigar los efectos que el calentamiento global está teniendo ya en el metabolismo de las comunidades árticas. Los cambios que afectan a los ecosistemas árticos no van a suceder linealmente, igual que no ha sido lineal la reducción del hielo debido a muchos mecanismos de retroalimentación implicados. Los cambios de los ecosistemas pueden ser abruptos y provocar una reorganización completa de los procesos en los ecosistemas que pueden ser irreversibles, lo que se denomina normalmente un cambio de régimen. Este concepto es la base del proyecto de investigación de cambios bruscos en el Ártico (ATP, en sus siglas en inglés).

Las regiones polares juegan un papel fundamental en muchos sistemas de la tierra y, globalmente, los climas polares son importantes porque ayudan a mantener la circulación tanto de la atmósfera como de los océanos y, por tanto, la temperatura global. Desde el punto de vista de la ecología, las regiones polares proporcionan hábitats a especies terrestres y marinas extremadamente especializadas.

El calentamiento del ártico puede permitir la invasión de especies no polares, que son potencialmente capaces de reestructurar toda la red alimenticia y competir con los organismos endémicos del Ártico. También se ha predicho que el aumento de luz puede jugar un papel alterando la producción primaria y cambiando los equilibrios de producción y respiración de los organismos. Es importante, por tanto, intentar predecir cualquier cambio de régimen en esta área antes de que suceda, porque probablemente será imposible devolver el sistema a su estado original.

Además, socioeconómicamente, los océanos polares proporcionan áreas muy productivas sobre las cuales se mantienen las pesquerías mundiales. En el último siglo, las emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero de origen antropogénico han provocado un incremento de la temperatura media de la Tierra de 0.8 grados centígrados, según el último Informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de Naciones Unidas, y seguirá aumentando durante al menos un siglo cada vez más rápidamente si no se hace nada para contener las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera.

Las comunidades de plancton se clasifican como ‘fuente’ o como ‘sumidero’ de dióxido de carbono en función de la actividad de producción o de respiración de los organismos. La producción de una comunidad de plancton se refiere al consumo de nutrientes con emisión de oxígeno, mientras que la respiración significa consumo de oxígeno producción de dióxido de carbono. Si las comunidades están produciendo más oxígeno del que consumen, el resultado neto se denomina autotrófico, o ‘sumidero’. Si la comunidad consume más oxígeno del que produce, se llama heterotrófica, y por tanto será una comunidad ‘fuente’ de dióxido de carbono.

Desde hace tiempo se sabe que las regiones polares están resultando afectadas por el calentamiento global más rápidamente que las regiones templadas.

En esta primera campaña del proyecto ATP estamos midiendo las tasas metabólicas de comunidades planctónicas pelágicas en diferentes masas de agua para evaluar la tasa de producción y la de respiración, así como la relación entre ambas, para descubrir si estas comunidades son netamente autotróficas o heterotróficas. Estas tasas se pueden comparar luego con mediciones tomadas en el verano de 2007 y de 2008. Tras esta campaña, realizaremos un experimento en la Universidad Central de Svalbard (UNIS), en Longyearbyen (Noruega) para evaluar la respuesta metabólica del plancton a un incremento de la temperatura de 0 a 9 grados centígrados, prestando especial atención a cualquier umbral de calentamiento o cambio abrupto que pueda ocurrir.

En el Ártico, desde 1880, se ha reducido la extensión del hielo en verano en más de la mitad y las predicciones del IPCC apuntan a que a partir de 2030 la región estará completamente libre de hielo en dicha estación. Esta pérdida rápida de hielo en verano en el Ártico va en detrimento de muchos organismos, terrestres y marinos, que dependen de la cubierta de hielo para alimentarse cada verano. La pérdida de capa helada provocará también un cambio profundo en la cantidad de luz que llega al agua así como turbulencias y alteración de propiedades, lo que afectará directamente al metabolismo de las comunidades pelágicas de plancton. La temperatura en el Ártico está aumentado 0.4 grados centígrados por década y, según las predicciones, el calentamiento será de 9 grados a finales de siglo. Esto significa un calentamiento más rápido que el que se registrará en cualquier otra

Al determinar el efecto del cambio climático en estos principales procesos de los ecosistemas, podremos predecir mejor cualquier cambio de régimen que pueda ocurrir en el futuro, dañando para siempre el sistema ártico.


Más al norte del paralelo 80

Los biólogos del ‘Jan Mayen’ buscan zooplancton para analizar el calentamiento 24 de Junio 2009

Desde el fiordo Magdalena, en la isla Spitsbergen, el Jan Mayen ha navegado rumbo Norte hasta pasar el paralelo 80, exactamente hasta 80.10 grados Norte y 11.47 grados Este, en busca de masas de agua ártica. El buque científico noruego navega entre bloques de hielo, a veces con tal densidad que casi cubren completamente el agua, pero otros están más dispersos, y los golpes del casco contra ellos al romperlos o desplazarlos retumban en todo el barco, que navega entre los hielos a dos nudos, mientras que su velocidad de crucero normal es de 10 nudos. “Aquí hace unos años, en esta época del año, la capa de hielo era compacta, cubría todo, no se podía navegar sino con un auténtico rompehielos”, dice Slaweh Kwasniewski, científico polaco con mucha experiencia en estas aguas, que lidera el equipo. Además, bajo el hielo hay una capa delgada de agua menos fría y de relativa baja salinidad (por el deshielo paulatino de los bloques) hay agua atlántica, que los científicos reconocen inmediatamente con lo sondeos por sus características: mayor salinidad y temperatura, sobre todo.

Mientras el grupo de zooplancton, cuya investigación exige condiciones más estrictas, se afana con numerosos sondeos para encontrar sus Calanus Glacialis (a bordo, por ejemplo, buscan hembras entre los ejemplares capturados y, con ayuda de microscopio, extraen minúsculos huevos que utilizan en sus experimentos), el resto de los equipos científicos obtienen sus muestras con más facilidad. Las investigadoras portuguesas que se ocupan de la genética de los microorganismos marinos están encantadas por la abundancia de algas que están encontrando, el medio idóneo para sus experimentos. Los que quieren caracterizar el hábitat mediante diferentes parámetros y especies, no necesitan que el agua sea exactamente ártica y siguen con su trabajo normal, explica el biólogo español Jorge Felipe Álvarez. Regino Martínez, con sus análisis de volátiles en el agua, y Johnna Holding, que comparten laboratorio, están constantemente afanados en su trabajo que incluye procesos de ultralimpieza de los muchísimos envases de todos los tamaños que utilizan para conservar sus muestras de agua.

Los biólogos que se ocupan del zooplancton a bordo quieren agua ártica porque buscan unos animales minúsculos, denominados Calanus Glacialis, que son un marcador claro de este océano polar y que ellos necesitan para sus experimentos. Se trata de someterlos a diferentes temperaturas y analizar cómo podrían reaccionar al calentamiento en esta zona provocado por el cambio climático. Pero las aguas están muy mezcladas al Norte de Spitzbergen (en el archipiélago de las Svalbard, Es una zona de corrientes en ambas direcciones: por el estrecho de Fram (entre Groenlandia y estas islas), por donde entra agua atlántica y sale agua ártica en la cuenca oceánica más septentrional del planeta.

La búsqueda de Calanus Glacialis centra la mayoría de las conversaciones científicas a bordo, pero de vez en cuando algún acontecimiento acapara la atención general, como el avistamiento de unas morsas esta mañana, a eso de las nueve, en las proximidades de una isla que es refugio natural protegido de esos animales. Un ejemplar, gordo, estaba tumbado en un placa a unos cien metros del Jan Mayen, que ha aminorado su marcha, pero la morsa no se ha inmutado.


A unos 300 metros otros cuatro indivíduos juntos (dos adultos, grandes, uno de tamaño intermedio y otro pequeño) estaban también en el hielo. También se han visto varias focas desde el barco. Aunque parezca una periferia remota del planeta, el Ártico juega un papel central en el sistema Tierra, afirman los científicos. El agua que entra a esta cuenca desde el Pacifico y desde el Atlántico, saliendo luego hacia este último, condiciona la circulación oceánica mundial y, por tanto las temperaturas en gran medida. Por ello conocer el Ártico resulta esencial, y los cambios acusados que se están registrando aquí han llamado la atención de los expertos de cambio climático como regulador que ayude a explicar y a predecir, la respuesta global al calentamiento. El proyecto europeo de cambios bruscos, en el que se inscribe la actual campaña del Jan Mayen proporcionará abundante información para comprender y modelizar la dinámica de los ecosistemas aquí, sobre todo en el Mar de Barents, así como las corrientes marinas y las condiciones del entorno, de cara a predecir su futuro en un planeta que sufre calentamiento. Pero el Ártico en su conjunto se ha investigado poco, parcialmente, de modo

desigual y, en la vertiente rusa, con muchas dificultades de acceso y/o escasa información, explica Paul Wassman, jefe de la campaña y coordinador principal del proyecto. La zona de Alaska y de Canadá, la vertiente de Groenlandia y de Noruega, están, y han estado históricamente más abiertas a la ciencia, aunque la escasez de recursos en el pasado se ha traducido en pocas investigaciones, comparativamente con otras regiones del planeta. La escasez ha sido notoria sobre todo en lo que se refiere a estudios biológicos porque la geofísica ha sido más activa por lo que supone para la prospección de recursos, con estudios ecológicos añadidos que los gobiernos han obligado. Ahora, con el cambio climático, el Ártico se ha convertido en una prioridad en todas las especialidades. Aún así, parece que los intereses económicos determinan la dinámica del ártico casi tanto como las corrientes y los vientos. Rusia sigue manteniendo las restricciones para las campañas científicas, aunque no tanto como en el pasado, cuando estaba prohibido el acceso a su plataforma continental y apenas se hacía pública la información obtenida por los científicos soviéticos. Ahora no está prohibido hacer campañas en la vertiente

rusa del Ártico, pero el precio altísimo que piden los rusos por tonelada de barco que navegue por sus aguas -por el alto coste que tendrían las operaciones de rescate si fueran necesarias, argumentan los rusos- son disuasorias para los científicos de otros países, comentan los expertos. En proyectos internacionales como el que se desarrolla a bordo del Jan Mayen, en el mar de Barents, la colaboración de los científicos de diferentes países con colegas rusos -tres están a bordo- no plantea problema alguno de colaboración y trabajo conjunto. No hay que olvidar, que en el Ártico, al que se asoman cinco países, se calcula que está una parte considerable de las reservas del planeta aún por descubrir de gas y petróleo. La cuenca tiene extensas plataformas continentales mucho más allá de las 200 millas y, según los acuerdos internacionales, los estados ribereños tienen derecho a reclamarlas si justifican y detallan su existencia. La posibilidad de alcanzar un acuerdo internacional para el Ártico como el que protege la Ántártida, definiéndola como un continente para la ciencia, parece muy improbable, considera Wassman.


“Me paso horas mirando las infinitas formas de los bloques helados” TERJE ROALKVAM Escultor 24 de Junio 2009

El artista ha sido invitado a la expedición que investiga el calentamiento Terje Roalkvam habla poco. Mira el mar, cruza pocas palabras, y vuelve la vista hacia el agua azul salpicada de pedazos de hielo blanquísimo. Es escultor, vive en Oslo y es uno de los invitados a bordo del Jan Mayen en esta campaña de investigación que busca, además de los datos y la información científica, vías para hacer llegar a la sociedad el sentido del Ártico. Roalkvam (www.terjeroalkvam.blogspot.com), 61 años, ha expuesto una vez en España sus esculturas, en 1989, en una exposición de Arte Sistemático y Constructivo en el Centro Cultural de la Villa de Madrid, y ha traído al barco algunos libros y catálogos de sus exposiciones. “Mi idea es combinar un material natural que elijo por su naturaleza, por su forma, y combinarlo con un producto industrial como es el aluminio, siguiendo siempre formas geométricas básicas”, explica durante la conversación, en el comedor del barco, después de cenar. “Esta por ejemplo es una piedra del norte de Noruega redondeada, que yo he cortado y completo la circunferencia con una media luna de aluminio”, continúa. “Esta otra esta compuesta de dos formas idénticas: una piedra casi cuadrada, pero con un lado roto, y un cuadrado perfecto de aluminio”. Pregunta. ¿Qué expresa? Respuesta. No quiero decir mucho, quiero mostrar que los materiales son diferentes, que se comportan de modo diferente, pero el contraste de materiales tiene armonía. Madera y aluminio, carbón y aluminio, incluso una baya y aluminio redondeado que sigue la misma forma. Es el contraste de frío/ caliente, duro/blando o negro/blanco... que resulta armonioso en el conjunto. P. ¿Se imagina algo de hielo y aluminio? R. Ya lo hice, hace años. Era un cubo de aluminio y un cubo de hielo del mismo tamaño que se iba derritiendo a lo largo de la exposición, y acababa goteando el agua hasta el suelo. El hielo es también un material natural. P. ¿Qué hace un artista, un escultor, en una campaña científica como esta?

R. Nos invitaron, a mi esposa, que es pintora, y a mí. Es una oportunidad única el poder viajar hasta una latitud tan alta, tan al Norte. Un viaje así es dificilísimo también para un noruego. Soy un artista visual y lo importante para mí es ver, estar aquí y ver. Al final de esta campaña habré visto muchas cosas. Seguramente soy la persona menos científica en el barco pero veo y escucho la naturaleza, el mar, y también lo que hablan los científicos. P. ¿Por qué cree que le invitaron? R. No sé... El responsable de proyecto me habló hace tres años de esto, de traer a algún periodista y algún artista a la campaña y me entusiasmó la idea. No se cuál será el resultado al final, no tengo ningún compromiso específico. P. ¿Es la primera vez que viene al Ártico? R. Si. Y es bellísimo, me paso horas mirando el hielo, las infinitas formas de los bloques helados... y es maravillosa la sensación de estar dentro de la naturaleza, sin interferencias, y poder ver el mar helado tan de cerca, los pájaros, la luz.... P. ¿Tan lejano es este mundo incluso para los noruegos? R. Si vives en Oslo, como yo, y no has estado en el Norte antes, es tan exótico como para cualquiera. Tenga en cuenta que de Oslo a Tromso, desde donde hemos partido, hay 1.800 kilómetros, es decir, la misma distancia que entre Oslo e Italia: si vives en Italia puedes no saber nada de Oslo y si vives en Oslo, no saber

nada de este Norte. P. ¿Le interesa la ciencia? R. Si, pero a un nivel general. P. ¿Hay alguna conexión entre el arte y la ciencia? R. Creo que los artistas jóvenes tienen más conexión que nosotros, pero una de las cosas buenas de estar en esta campaña es que uno se abre más a la ciencia para ver con nuevos ojos, con más información. P. ¿Y entre el arte y el medio ambiente? R. Mucha gente interpreta mi trabajo en términos de propuesta ecológica, como una visión abstracta, pero también como otra forma de diálogo entre naturaleza y tecnología, y eso me gusta. No quiero ser visto sólo como yo he pensado la obra, porque es un lenguaje abstracto que debe tener diferentes lecturas.


NY Alesund: la base científica más septentrional del mundo 25 de Junio 2009

NY Alesund era, hace un siglo, una mina de carbón. En 1926 salió de aquí Roald Amundsen para cruzar el Ártico en zepelín. Hoy es una base científica internacional, la más septentrional del mundo, con laboratorios de varios países donde trabajan hasta 120 investigadores en verano y 25 en invierno. Además, el poblado se ha convertido en parada obligada para los barcos turísticos que navegan por las Islas Svalbard. El buque científico noruego Jan Mayen ha visitado esta histórica base, situada a 79 grados de latitud Norte, en el fiordo de Kongs. Un moderno laboratorio de agua marina (sólo hay dos en este lado del Ártico y el otro también está en Svalbard) que permite hacer experimentos largos de procesos en agua fría, por ejemplo de contaminación y técnicas de remediación, ocupa un edificio nuevo cercano al muelle de la estación polar. Un poco más lejos hay una pista para avionetas y están las antenas que hace años se instalaron para el seguimiento de satélites en órbita polar. Un monumento en honor a Roald Amundsen en una explanada recuerda que de aquí partió el célebre explorador, junto al italiano Umberto Nobile y su perro, a bordo de un dirigible. Partieron el 11 de mayo de 1926 y cruzaron por primera vez el Ártico, llegando a Alaska tras recorrer 5.400 kilómetros. Fue el primer vuelo transpolar de la historia, y descubrieron que no había islas en el centro de este océano, como se había especulado hasta entonces. Un año antes, Amundsen había intentado una expedición de sobrevuelo del Polo Norte. Sus dos aviones aterrizaron a unos 150 kilómetros del mismo.

En NY Alesund se explotaba una mina de carbón hace ya un siglo. Era un lugar remoto y difícil, pero el mineral, rico en gas aunque difícil de extraer por la estructura desigual de las vetas, le hacía muy rentable. En la base se ven aún unos viejos edificios mineros, el muelle de carga y una pequeña locomotora de vapor con vagones. Cuando Amundsen partió de aquí, la mina estaba en plena explotación y esto era un poblado donde vivían unas 200 personas, aisladas gran parte del año. Se produjeron numerosos accidentes en la mina, hasta que en 1963 hubo uno especialmente grave: murieron varios mineros, se produjo una crisis de Gobierno en Noruega como consecuencia del siniestro y se cerró la explotación. Junto a la tienda de recuerdos, dos mujeres mayores tienen un quiosco donde venden café, dulces, calcetines y gorros de lana que hacen ellas mismas. Son antiguas residentes de NY Alesund de la última época de la mina -”veteranas”, dicen ellas- que siguen viniendo cada año un par de semanas y se costean la estancia vendiendo sus productos. Viven en Noruega, pero aseguran que echan de menos NY Alesund. A los científicos les interesa el lugar por las muchas oportunidades que tiene para la investigación y la toma de datos. En el pico de una montaña cercana, por ejemplo, hay una estación meteorológica muy completa que toma datos constantemente. Unos grupos hacen investigación atmosférica, otro está estudiando una colonia de gaviotas... El Instituto Polar Noruego (IPN) aquí lleva el nombre de Harald Sverdrub, un científico que trabajó durante años en EE UU y fundó

allí la prestigiosa Scripps de oceanografía, antes de regresar a su país y fundar el IPN. Las casas de la base son confortables (hay que dejar las botas en la puerta) y bien acondicionadas para el frío, pero fuera apenas hay nadie. Alguien pasa en bicicleta por los caminos embarrados entre un edificio y otro (incluido el de los chinos, tan de madera estilo noruego como los demás, pero con dos leones de piedra de considerable tamaño en la puerta). A las afueras del poblado unos carteles advierten del peligro de osos y recuerdan la obligatoriedad de ir armado al salir a campo abierto. La llegada del Jan Mayen y la visita de parte de la tripulación y los científicos ha supuesto casi una muchedumbre en la base, junto con los turistas de un buque que ha atracado en la bahía. Al fondo del fiordo de Kongs, un impresionante glaciar bordea el mar, y las montañas, con mucha nieve a pesar de ser ya verano, dan una ligera idea de lo que debe ser el lugar en invierno, con el agua cubierta totalmente por una placa helada. El Jan Mayen continúa su travesía en la zona de las islas Svalbard tomando muestras de agua y de los microorganismos necesarios para realizar los experimentos de calentamiento global imprescindibles en el proyecto de cambios bruscos en el Ártico. Tras la visita a la base internacional ha puesto rumbo Sur-Este por el estrecho de Fram, cerca de la costa occidental de las Svalbard, para rodear estas islas y dirigirse a las zonas donde la semana pasada fue más fructífera la captura de microorganismos árticos en el agua.


“Bajo el hielo fracturado estamos encontrando agua atlántica y no ártica” Entrevista: ELENA ARASHKEVICH, profesora de investigación del Instituto Shirshov de Oceanografía 26 de Junio 2009 Elena Arashkevich se pasa horas en el laboratorio a bordo del Jan Mayen, pendiente de los sondeos de agua marina que se extraen y los minúsculos animales que ella estudia, el zooplancton, en el proyecto de cambios bruscos en el Ártico. Tiene 67 años y es una veterana científica de biología marina del Instituto Shirshov de Oceanografía, de la Academia de Ciencias, en Moscú. Arashkevich es tímida, parece que no quiere hacerse notar personalmente en el barco pese al respeto que sus colegas le muestran y no se siente muy a sus anchas a la hora de ser entrevistada, pero sonríe con resignación y resulta ser una mujer simpática y franca. Pregunta: ¿Cómo se gestó su participación en este proyecto europeo de cambios bruscos en el Ártico? Respuesta: Paul Wassmann, el coordinador principal del proyecto, nos invitó -al grupo ruso- a unirnos al proyecto. Conozco a Paul desde 1996 y hemos colaborado en diferentes proyectos. Trabajamos a menudo con investigadores de diferentes países. Por ejemplo, en 1998, colaboramos con científicos españoles que participaron en una campaña por el golfo de Vizcaya a bordo del buque ruso Profesor Shtokman para investigar los efectos en la vida marina de los grandes remolinos que se forman en el agua. Con los colegas polacos, a los que conocemos desde hacetiempo y hemos hecho campañas juntos, formamos el mismo equipo, pero nos hemos dividido un poco las funciones a bordo. P. ¿Cuál es función a bordo del Jan Mayen? R. Me ocupo de la fisiología del zooplancton y su respuesta a diferentes temperaturas. Nos centramos en dos especies: una ártica, la ‘C. Glacialis’, y otra atlántica, la ‘C. Finmarquicus’, que deben tener respuestas diferentes al aumento de temperatura. En concreto hacemos análisis de producción de huevos, consumo alimenticio y supervivencia de estas especies y hacemos los experimentos aquí en los laboratorios sometiendo los especimenes a diferentes temperaturas (cero grados centígrados, 2,5, 5, 7,5 y 10 grados). Luego continuaremos los análisis en la segunda parte de la campaña, en los laboratorios de la Universidad Unis (Longyearbyen). P. La recogida de muestras está resultando complicada para el equipo de zooplancton en esta campaña. R. Bueno, la recogida de agua no supone ningún problema, lo que pasa es que no estamos encontrando mucha agua ártica para obtener suficientes ejemplares de ‘C. Glacialis’.

Sabemos que está bajo el hielo, pero cuando la placa es totalmente compacta no podemos entrar en ella navegando y en las zonas fracturadas estamos encontrando agua atlántica que se mete bajo el hielo, en lugar de agua ártica. Al principio de la campaña, la semana pasada, dimos con una zona de agua ártica en el Este de las islas Svalbard y sacamos ejemplares, pero decidimos desplazarnos hacia el oeste pensando que sería una zona mejor y hemos encontrado mucho hielo pero con agua atlántica debajo, así que volvemos ahora al otro lado de las islas donde encontramos más ‘C. Glacialis’. Hasta ahora hemos hecho seis estaciones completas [toma de muestras a diferentes niveles de profundidad que dura unas horas, recogiendo agua para los diferentes grupos de biólogos a bordo] y varias rápidas para identificar si estamos en agua atlántica o ártica. P. ¿Ha estado antes en campañas en el Ártico? R. Si, más de diez veces, y una vez en la Antártica, en 1976. Además tenemos una estación biológica en el Mar Blanco, que está conectado con el Mar de Barents, y he estado allí varias veces haciendo investigaciones de biología marina, en campañas de toma de muestras. Cuando era estudiante hice varias también. P. ¿En estos años ha observado cambios significativos en el Ártico? R. No la verdad es que no he notado grandes diferencias, más allá de la variabilidad normal que tiene esta zona. P. ¿Es difícil trabajar en un barco como éste? Su grupo trabaja con mucho material, incluidos varios microscopios.... R. El grupo noruego se ha encargado de traer a bordo lo que necesitamos y en el barco se

trabaja bien.... normal.... bueno si, tienes que fijar todo y sujetarlo por el movimiento del barco, pero estamos teniendo buena mar. Si hubiera una tormenta fuerte no podríamos trabajar mucho en los laboratorios y tendríamos que sujetar todo el equipo mucho más, pero la verdad es que cerca de la capa de hielo el mar siempre esta calmado porque el mismo hielo contiene el oleaje. P. Del zooplanton se ocupa usted, pero también los noruegos, los polacos y un español. R. Si, cada grupo hace una parte del trabajo de laboratorio y todo es complementario. Yo trabajo con Konstantin Solovyev, que es un joven científico y Anastasia Nikishina que esta haciendo la tesis doctoral conmigo, luego están los noruegos, los polacos y Jordi [Jorge Felipe]. Tengo que decir que todos son excelentes personas y profesionales muy buenos, así que es un placer trabajar con ellos. P. ¿Está Rusia realizando investigaciones árticas intensas? R. Se están haciendo mucho. Hace dos años participé en una campaña en el mar de Kara (al norte de Siberia) que sólo se puede navegar un mes al año, por los hielos. Mis colegas trabajan también casi todos los años en las estaciones que se instalan en hielos a la deriva. Es muy caro, así que hay que hacerlo con patrocinadores o en colaboraciones. También se ha hecho una campaña a bordo del rompehielos ‘Fiodorov’, con un sumergible que ha bajado hasta el fondo del ártico en el Polo Norte y que ha tomado unas muestras. Es un sumergible de mi instituto que desciende hasta 6.000 metros con dos, tres o cuatro personas a bordo. Este sumergible se ha utilizado para varias películas también. P. ¿Participa Rusia en programas internacionales con los otros países ribereños del Ártico: EEUU, Canadá, Noruega, Groenlandia? R. Hay varios programas internacionales en los que participa Rusia, pero eso es cuestión que se decide a nivel de Gobierno y la verdad es que nunca me ha interesado. Lo que sí le puedo decir es que nosotros, a nivel de nuestro instituto, participamos en proyectos con Estados Unidos, con Canadá y con la UE.


Vida a bordo (II) 27 de Junio 2009

mundo pasa aunque sea un rato al día es el puente. El panorama desde allí es impactante y la sala es tranquila para leer, disfrutar del panorama o incluso charlar un rato con el capitán, hombre de pocas palabras pero dispuesto a enseñarle a uno cómo funcionan los instrumentos de navegación o incluso a comentar las diferencias entre capitanear un barco científico y uno de pesca, como él hacía hace años.

Sí, hace frío en el Ártico, pero no más de lo que uno puede esperar en el verano aquí. En torno a dos o tres grados centígrados, excepto algún día que baja algo por debajo de cero, y los días claros, si no hace viento, se puede tomar un poco el sol en la cubierta de proa del Jan Mayen, aunque sea con anorak, guantes y gorro. Como dentro del barco hace calor, uno esta constantemente quitándose y poniéndose la ropa de abrigo, sobre todo los científicos, que tienen que salir a la intemperie a sacar sus muestras de agua de mar. En casi dos semanas de travesía, los 24 miembros de la campaña de investigación de cambios bruscos en el Ártico (incluidos los periodistas, cámaras y artistas invitados) se han acomodado completamente al barco. Sólo ha habido algún mareo tardío, cuando el Jan Mayen navega en aguas abiertas y libres de hielo, ya que éste atenúa en gran medida el escaso oleaje de este océano. Las escaleras interiores y exteriores del barco se suben y bajan con una soltura que parecía inalcanzable al principio, cada rincón del barco se ha hecho familiar y todo el mundo sabe a qué hora habrá dulces para picar entre horas en el comedor (el cocinero ya casi no recibe felicitaciones de tan habitual se han vuelto las excelentes y variadas comidas). Para los científicos no hay horario y es normal que estén trabajando a altas horas de la noche, como es el caso de Regino Martínez y Johnna Holding, cuyo laboratorio se ha convertido en un lugar de paso obligado habitual, al menos para los españoles. Parece que ellos dos siempre están allí con sus muestras, sus medidas, sus pipetas y sus botecitos de agua. Es que su trabajo requiere operaciones casi constantes. “¿Todavía trabajando?”. La joven Johnna, en su primera campaña y con tenacidad, pasa allí horas y horas, con cansancio o sin él. Eso sí, este laboratorio está siempre animado por la música del ipod conectado a unos

pequeños altavoces. Otros científicos trabajan con auriculares y la música se intercambia de ordenador a ordenador constantemente en el barco. También hay a bordo, en los ordenadores portátiles, películas y algunas noches los españoles quedan en la sala de reuniones para una sesión de cine. La sala de estar, junto al comedor, se ha convertido, casi desde el primer día a bordo en los que los noruegos llaman el “rincón español”, pero debería llamarse rincón ibérico porque además de los españoles también las dos científicas portuguesas han hecho de los sofás de esta sala su zona. Allí pasan unos y otros las horas de descanso, de charla y de intercambio de fotografías, cada uno con su ordenador portátil y preguntando cada dos por tres: “¿Tenéis Internet?” [la conexión vía satélite es muy inestable desde el barco a estas latitudes y a veces está inactiva durante muchas horas]. Los noruegos se han instalado en la sala de instrumentos, junto al puente del barco y menos frecuentada, mientras que a los rusos y polacos se les encuentra en el laboratorio a cualquier hora, aunque no estén directamente trabajando. De seis a siete de la tarde, Pausl Wassmann, el director de la campaña, da charlas de divulgación científica sobre el ártico y el cambio climático en la sala de reuniones. Una tarde ha invitado a los jóvenes científicos a presentar sus trabajos y otra a los artistas a bordo (incluidos fotógrafos y especialistas multimedia) a presentar su obra. Si el trabajo deja un rato libre, la gente sale a cubierta a disfrutar del paisaje y no importa a qué hora del día o de la noche, ya que hay luz diurna permanentemente en estas latitudes en verano. Otra zona del barco en la que todo el

Desde el puente se avista cualquier novedad y la voz corre rápidamente por el barco. La llegada a la primera zona de hielo levantó un buen revuelo, pero aparición de oso polar provocó una auténtica revolución a bordo del Jan Mayen. El animal estuvo casi una hora alrededor del barco, aparentemente ajeno a los centenares de fotografías que se le dispararon desde las cubiertas. Cuando se aburrió se alejó tranquilamente, saltando de placa de hielo en capa de hielo. Otro oso que apareció unos días más tarde, en horas nocturnas y sin acercarse tanto al barco, tuvo menos espectadores. Lo mismo sucedió con una morsa y varias focas. En las dos semanas de travesía, el Jan Mayen se ha acercado tres veces a tierra para visitar una estación meteorológica noruega (en la isla del Oso), una base científica polaca y otra internacional (ambas en el archipiélago de Svalbard). En las dos primeras el desembarco se ha hecho en lanchas neumáticas, y en la tercera el barco ha atracado en el muelle. Siempre va alguien de la tripulación o una persona experimentada en el grupo con un rifle y pistolas de señales por si aparece un peligroso oso polar que pueda suponer algún peligro. Cada día, cuando empiezan los sondeos de agua, todo el personal de la campaña, y la tripulación se vuelca en la labor, ya la toma de muestras y primeros análisis in situ es ahora el principal objetivo. En algunas estaciones -como se llama cada punto de muestreo largo- el trabajo dura horas, si no todo un día y una noche seguidas. Los biólogos polacos y rusos han adoptado una mascota. Es una pequeña medusa -no más de tres centímetros- casi transparente y voraz que llegó a bordo en su red de captura de zooplancton. La han bautizado Stanislav y vive en un matraz dentro de una de las grandes neveras del laboratorio, a una temperatura de unos tres grados.


Concluye la travesía del ‘Jan Mayen’

El buque noruego regresa con muestras de especies marinas para medir el calentamiento global 29 de Junio 2009

La campaña científica a bordo del buque noruego Jan Mayen ha terminado esta mañana en el muelle de la población de Longyearbyen, en la mayor de las islas Svalbard. Han sido 15 días de navegación, 2.161 millas náuticas en total -gran parte entre hielos-, superando los 80 grados de latitud Norte, en la que los investigadores a bordo han tomado muestras de diferentes especies marinas para tomar el pulso al efecto del calentamiento global en estos sistemas árticos. “Gracias a todos, ha sido fácil liderar una campaña así con un equipos como vosotros. Entre todos hemos logrado que los resultados sean satisfactorios”, dijo Paul Wassmann, jefe de la travesía, en la última reunión celebrada a bordo, el domingo por la tarde. En realidad el trabajo continúa ahora durante tres semanas más en los laboratorios de la universidad de Svalbard (UNIS), donde realizarán la mayor parte de los experimentos sometiendo a los diferentes microorganismos a subidas pautadas y controladas de temperatura (hasta 9 grados centígrados). Para ello, además de las muestras, los científicos tomaron mil litros de agua de mar el sábado, en la última estación (punto de muestreo intensivo) realizada por el barco. En UNIS se incorpora al Trabajo esta semana Carlos Duarte, del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (CSICUniversidad de las Islas Baleares) y co-responsable, junto con Wassman. del Proyecto de Cambios Bruscos en el Ártico (ATP, en sus siglas en inglés). Además, otros cinco investigadores españoles se suman ahora a esta segunda parte de la camapaña. El programa de investigación dura tres años y cuenta con una financiación de siete millones de euros de la UE, más dos que aportan las instituciones los países participantes, once en total, incluida España. “Haremos una campaña de invierno más adelante”,

comenta Wassman, “pero no en barco, sino tomando muestras desde la costa”. Operación desembarco En el último día de navegación, el Jan Mayen atracó ayer en el poblado ruso de Barentsburgo, una explotación minera, de carbón en la que viven unas 500 personas, la mayoría ucranianos. Es un grupo de casas destartaladas, con todas las instalaciones de la mina viejas y unas chimeneas echando humo negro, pero con un polideportivo, escuela y hospital. Por la calle no se ve a casi nadie, pero en el hotel, no menos destartalado por fuera, es acogedor por dentro, con un bar y una tienda de recuerdos que han abierto amablemente para la gente del buque científico noruego que ha ido a tierra a dar un paseo. El final de la campaña en realidad empezó el sábado cuando los científicos empezaron a recoger todo el material que trajeron al barco para trabajar y las muestras obtenidas. Son toneladas de equipos que ahora están en la Unis para la segunda parte del trabajo. El desembarco de una campaña como esta no se parece a un crucero turístico. Todo ha estado planeado para que lo primeros que saliera del Jan Mayen camino de los laboratorios de la Universidad fueran las incubadoras, las muestras y los cultivos. Después ha salido todos los equipos científicos en grandes cajas y los bidones con los mil litros de agua de mar. Los equipajes personales ha sido lo último. Jorge Felipe y Elena Lara (Instituto de Ciencias del Mar, Barcelona), junto con Iñigo García Zarandona, Regino Martinez y la estadounidense Jhonna Holding (IMEDEA) han sido los investigadores de las instituciones españolas a bordo del Jan Mayen.


Lo que cuentan las aguas del Ártico

Una misión científica europea regresa del círculo polar con muestras que ayudarán a conocer las reacciones del ecosistema al calentamiento global 1 de Julio 2009

Los científicos que están realizando una campaña a bordo del buque oceanográfico Jan Mayen llevan casi dos semanas explorando ese frente o, más concretamente, buscando grandes masas de aguas árticas para tomar muestras de los microorganismos que viven en ellas y poder investigar cómo les afecta el aumento de temperaturas del cambio climático. En el mar de Barents, casi en el paralelo 80, debería haber agua del océano Ártico en abundancia. Sin embargo, el frente en que se encuentran estas aguas con las del Atlántico es variable y el mar es muy grande para dar con él. Los científicos que están realizando una campaña a bordo del buque oceanográfico Jan Mayen llevan casi dos semanas explorando ese frente o, más concretamente, buscando grandes masas de aguas árticas para tomar muestras de los microorganismos que viven en ellas y poder investigar cómo les afecta el aumento de temperaturas del cambio climático. Por supuesto han encontrado lo que buscaban, las aguas frías del Ártico, pero han tenido que sondear en varios lugares. Aunque la campaña es biológica nada sucede aquí al margen del hielo, y encontrar zonas que debían estar heladas y no lo están sorprende a los científicos veteranos, que temen que este año sea, al final del verano, casi tan malo como 2007, cuando se batió el récord de menos superficie helada alrededor del Polo Norte. El Jan Mayen partió de Tromso (en el norte de Noruega) el 15 de junio con 16 científicos a bordo, incluidos cinco españoles del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados, IMEDEA (CSIC- Universidad de las Islas Baleares) y del Instituto de Ciencias del Mar,

en Barcelona. El barco, que ha centrado su trabajo en los alrededores del archipiélago de Svalbard, ha llegado en varios puntos al borde de la placa helada continua, casi imposible de romper incluso por este buque polar. Alrededor se extiende a menudo el mar salpicado de placas de hielo, más o menos juntas, hasta el horizonte. Que el Ártico se está calentando más deprisa que otras regiones lo saben y han medido ya los expertos. Lo que pretenden los científicos de esta campaña es averiguar cómo va a afectar ese calentamiento creciente en los microorganismos que suponen la base de la vida marina. El objetivo del proyecto de cambios bruscos, ha explicado a bordo el coordinador del mismo, el biólogo marino alemán afincado en Noruega Paul Wassman, es conocer las reacciones fisiológicas y adaptativas de diferentes especies y ecosistemas al calentamiento para poder hacer simulaciones de su evolución futura en condiciones de cambio, determinando asimismo a partir de qué niveles de calentamiento los cambios ya no tienen vuelta atrás, porque se entra en un nuevo régimen del entorno. El proyecto, denominado ATP en sus siglas en inglés, está financiado por la Unión Europea con una aportación de la Fundación BBVA. “A veces estamos encontrando agua atlántica bajo el hielo, porque éste se desplaza por los vientos o porque la corriente atlántica entra por debajo de la placa helada”, dice el científico polaco Slawek Kwasniewski. No se aprecia la diferencia a simple vista: en ambos casos es un mar bellísimo, frío e iluminado constantemente por el sol, día y noche, en esta época del año en estas latitudes.

Pero la diferencia es enorme para los biólogos marinos de la campaña, sobre todo para el equipo que se ocupa del zooplancton. Se trata de minúsculos animales que se alimentan de plantas (fitoplancton) y que a su vez son alimento de la cadena alimenticia que llega hasta las focas y los osos polares; hay una especie atlántica, y otra ártica, que es un buen indicador para los experimentos que se quieren hacer en el proyecto. En los muestreos a diferentes profundidades están encontrando bastantes especímenes de ese zooplancton específico (Calanus Glacialis), pero son ejemplares juveniles, y desearían también tener suficientes hembras maduras para extraer los huevos y realizar parte de los experimentos, dice Kwasniewski. Tal vez se ha adelantado este año la temporada de puesta de las hembras porque si el hielo se retira antes, llega luz al agua, prolifera el alimento y acelera los procesos en el ecosistema, comentan los científicos a bordo, ya sea en los laboratorios, en las cubiertas donde hacen los sondeos o en la sala de estar, cuando tienen un respiro en su trabajo. El Ártico, aunque parezca mentira dada la ausencia de grandes poblaciones en su entorno, es una de las zonas más contaminadas del planeta, explican los expertos. Son las corrientes de aire y marinas las que arrastran hasta aquí contaminantes generados a miles de kilómetros. Ahora se añade el efecto del calentamiento, que supone una amenaza para muchas especies aquí, pero que también tiene efectos a larga distancia porque las aguas árticas regulan en gran medida la circulación oceánica mundial, responsable del transporte de calor y nutrientes en los mares.


Un animal de sólo tres milímetros da la respuesta Por el Ártico con El País 1 de Julio 2009

Tras dos semanas tomando muestras, los científicos que participan en el proyecto europeo de cambios bruscos en el Ártico (procedentes de 11 países, España entre ellos) dedicarán ahora otras tres a realizar con las muestras experimentos de aumento de la temperatura controlada (hasta nueve grados centígrados) para entender el funcionamiento de los ecosistemas de estas frías aguas. Un organismo clave que ha condicionado en gran medida la campaña, por la dificultad que ha entrañado la captura de suficientes ejemplares, es el Calanus Glacialis, un tipo de zooplancton ártico. Es un microorganismo de unos tres milímetros de largo en su edad adulta, vive un año -a cero grados centígrados- en las aguas de la plataforma continental del Ártico, se alimenta de fitoplancton y es a su vez la base alimenticia de otras muchas especies. Su ciclo reproductor, su alimentación y su supervivencia en condiciones de forzamiento térmico son indicadores determinantes que ayudarán a los científicos a vislumbrar el futuro de estos ecosistemas. “Vamos a estudiar cómo reacciona este zooplancton ártico al calentamiento, en experimentos controlados a diferentes temperaturas, y a ver cómo varía su consumo alimenticio, producción de huevos y supervivencia, a cero grados centígrados, 2,5, 5, 7,5 y 10 grados”, explica la rusa Arashkevich, del Instituto Shirshov de Oceanografía (Moscú).

“Calanus Glacialis” Foto: Konstantin Soloyev

Ciclos del plancton Para saber qué puede pasar con los ecosistemas de estas aguas frías, poco conocidos aún, los científicos se centran en los ciclos del plancton, el metabolismo de los microorganismos, los parámetros de la cadena de alimentos o los flujos de carbono en la columna de agua, que pueden cambiar -incluso radicalmente- con el aumento de la temperatura del agua y la retirada de los hielos. La caracterización genética del fitoplancton (fuente primaria de alimentación de muchas especies, incluida la C. Glacialis) y su reacción a la temperatura del agua es otra de las líneas de investigación del proyecto. Los biólogos del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (Mallorca) y del Instituto de Ciencias de Mar (Barcelona) a bordo del Jan Mayen se han centrado en el estudio del metabolismo de comunidades de plancton (cómo varía su producción y respiración, lo que significa su captación o emisión de dióxido de carbono), en los efectos del aumento de temperatura en los virus marinos o el consumo alimenticio de otros microorganismos.


Sudando a 78 grados Norte Tribuna: CARLOS DUARTE Longyearbyen - 11/07/2009

La campaña oceanográfica ATP-2009, en el Ártico, narrada en directo por EL PAÍS a bordo del buque Jan Mayen, concluyó el día 29 de Junio, pero las actividades del proyecto ATP continúan, ahora en las magníficas instalaciones del University Center of the Svalvard, UNIS, una universidad centrada en ciencia polar ubicada a 78 grados Norte, en la población de Longyearbyen (1.700 habitantes), en las Islas Svalvard (Noruega). Cerca de 800 litros de agua tomada en el Océano Glaciar Ártico entraron en las cámaras frías de UNIS, donde fueron distribuidas en garrafas de 20 litros, que fueron instaladas en baños de temperatura creciente, a pasos de 1.5 grados centígrados, entre 1 y 9 grados, cubriendo así el rango de calentamiento que el Océano Glaciar Ártico podría experimentar durante el siglo XXI. Este experimento, y el que estamos ahora a punto de iniciar, constituye una actividad central del proyecto ATP, financiado por el 7º Programa Marco de la Unión Europea con la participación en España de investigadores del CSIC y la colaboración de la Fundación BBVA. El objetivo es establecer, experimentalmente, el umbral de calentamiento a partir del cuál se desencadenan cambios abruptos en la comunidad de plancton. Los cambios que se esperan conllevarán cambios en la estructura de la comunidad y su actividad, que pueden llevar a una reorganización de la red trófica y del ecosistema del Océano Glaciar Ártico, afectando también su capacidad para actuar como sumidero de dióxido de carbono atmosférico. Evidentemente, existen grandes dificultades para extrapolar de los resultados derivados de experimentos de poco más de 10 días de duración -aunque suficientes para resolver la respuesta de los organismos del plancton, que tienen tiempos de generación en torno a un día- a lo que podría ocurrir dentro de algunas décadas, pero el papel de estos experimentos no es tanto formular esas predicciones, sino verificar experimentalmente las que se derivan de modelos y de postulados teóricos sobre el impacto del calentamiento climático sobre el ecosistema del Ártico en desarrollo en el proyecto ATP. Llegar a Longyearbyen (78 grados de latitud Norte y 15 grados de longitud Este), en el Ártico, es sorprendentemente fácil, pues está comunicado por vuelos comerciales. Llegué, tras una estancia de trabajo

en Bruselas que no pude evitar, para encontrar a mis compañeros (10 investigadores del CSIC, incluyendo una sueca, una estadounidense, dos vascos, dos catalanas, una madrileña, un mallorquín, una gallega y una andaluza) en plena vorágine de actividad frenética en el laboratorio. Que los días en el laboratorio se hacen largos es aquí, más que en ningún otro lugar, una obviedad, pues tenemos luz de día las 24 horas del día, con el sol describiendo un círculo completo, entre unos 30 grados y 60 grados de elevación sin ponerse jamás. Es más, parece habitual que las nubes y neblina que cubren a mediodía el fiordo donde se encuentra esta población desaparezcan de forma que el sol brilla con mayor intensidad a las tres ó cuatro de la madrugada. De hecho, es a estas horas cuando entra de lleno el sol por la ventana de mi apartamento, tan bien aislado que solo el efecto invernadero de la entrada de estos rayos de luz de medianoche hace que la temperatura supere los 30 grados centígrados en mi habitación. Las consecuencias de este efecto invernadero se sienten con particular crueldad en la sala de zapatos a la entrada de UNIS, donde todos nos hemos de descalzar para entrar sin mancillar esos inmaculados suelos de blanco parquet de madera de abedul. El canto coral de las decenas de zapatos que allá reposan da buen testimonio de la galvana, como dirían en Extremadura, que cae durante toda la noche. Pensé que entre las (pocas) ventajas de cambiar la comodidad de mi casa en Mallorca por tres semanas en el Ártico estaría la de evitar el calor intenso con el que ha comenzado el verano en España. Sin embargo, me encuentro insomne por las noches, con el efecto combinado del sudor de los 30 grados a medianoche y la intensa luz que inunda la habitación de paredes blancas. Durante las horas de insomnio me asomo por la ventana y veo que no solo soy yo quien suda: el campo de nieve que cierra este valle brilla con sudor, del agua deshelada que cubre el manto de nieve y que alimenta el arroyo que pasa a los pies de la casa que habito, que ruge con una intensidad creciente con el aumento de la descarga de agua cada día que pasa. A 78 grados Norte todos sudamos: mis compañeros, los zapatos de UNIS, el campo de hielo y, quien sabe, hasta el plancton de nuestros experimentos.


Peligro: ¡Oso!

La fauna del Ártico, como los zorros y renos, se va acomodando a la presencia humana, pero esta opción es más que improbable para el oso polar, el mayor carnívoro terrestre.

Tribuna: CARLOS DUARTE Longyearbyen - 11/07/2009

Longyearbyen (Islas Svalbard, 1.700 habitantes) es una población singular, en la que nos encontramos trabajando en los experimentos del proyecto ATP para valorar el impacto del calentamiento sobre el ecosistema del Océano Glaciar Ártico. Su nombre, en una mezcla de inglés y noruego, significa la Bahía del Largo Año. Quienes llevamos aquí varias semanas no necesitamos más explicaciones. Los días, sin noche, se hacen interminables hasta el punto de que un día completo, con su período de día, anochecer, amanecer y noche, tal como los conocemos a nuestras medianas latitudes, viene a durar aquí prácticamente un año completo (tres meses de día completo, otros tres de días menguantes, tres de noche completa y tres de días crecientes). Los locales hacen loables esfuerzos para aparentar que Longyearbyen es una población como cualquier otra, con guardería, iglesia, ambulatorio, banco, pub-discoteca y correos, e incluso una tienda de modas con coquetos modelos veraniegos de vivos colores y tirantes atrevidos para las señoras, atavíos más que improbables a 78 grados de latitud Norte. Sin embargo, la fauna Ártica insiste en reclamar este territorio como propio: los zorros árticos, que con su pelaje a medio cambiar del mullido blanco invernal al más discreto marrón del verano, van hechos unos zorros, deambulan entre los edificios y los renos ramonean los brotes verdes entre las casas sin prestar atención a los transeúntes. Inmediatamente llama la atención que los

paseantes deambulan por las calles portando rifles de gran calibre, cámaras de video vigilan las entrada del pueblo, y que una señal de tráfico indicativa de peligro que no recuerdo haber estudiado en nuestro código de circulación -un triángulo bordeado de rojo con un oso polar en el centro- alerta al paseante de que abandona los límites de la población. A partir de esos límites es obligatorio portar una pistola de bengalas y rifles para poderse defender -caso de no poder evitarlo- del ataque de un hambriento oso polar. De hecho, es obligatorio pasar un curso de seguridad, incluyendo un ejercicio de tiro, para poder trabajar aquí. Las historias de encuentros trágicos con osos corren de boca en boca, corroboradas por un panel, visible en uno de los pasillos del Centro Universitario de las Svalbard, donde realizamos nuestros experimentos, con fotografías de destrozos ocasionados en humanos poco cuidadosos por zarpazos y mordiscos de osos polares. El médico del pueblo, a quien sin duda le ha tocado lidiar con los destrozos que esos amables animales han hecho en algunos imprudentes, nos advierte: “son muy peligrosos, hay que tener mucho cuidado...”. Los osos que no consiguen abandonar la isla antes de que el hielo se funda y se retraiga hacia el Norte, lo que ocurre cada vez antes y con mayor rapidez, quedan atrapados en tierra y hambrientos, sin poder cazar (son extraordinarios cazadores en el hielo pero

en tierra, contra el color oscuro de las montañas, su color blanco los delata a distancia, acechan a los turistas. Tras la caída de la actividad minera, que llevó a la fundación de Longyearbyen, la investigación científica y el turismo representan las fuentes de empleo principales. Cada mañana, uno o dos buques de cruceros desembarcan su pasaje en las calles de Longyearbyen y en los vehículos de las empresas de turismo de aventura. Cada vez son más los grupos de turistas, con una edad media en torno a los 70 años, que deambulan fuera del término urbano, armados con el reglamentario rifle. Cada vez es mayor la probabilidad de que uno de estos grupos encuentre un oso polar errante y, ante el peligro que esto puede suponer, lo abata. Con una economía floreciente, las casas -prefabricadas de madera- surgen a lo largo de la costa con una rapidez inusitada: en las dos semanas que llevamos aquí han debido aparecer cerca de dos docenas de casas. La fauna del Ártico se va acomodando, como los zorros y renos, a la presencia humana, pero esta opción es más que improbable para el oso polar, el mayor carnívoro terrestre. Éste nos mira desde un témpano con ojos cargados de tristeza, pareciendo darse cuenta de que para él, el Ártico es cada vez más pequeño.


El Ártico: un territorio para la ciencia Tribuna: CARLOS DUARTE Longyearbyen - 20/07/2009

A pesar de encontrarse mucho más próximo a las mayores potencias de investigación del mundo, la información científica disponible sobre el Ártico es mucho más limitada que la disponible para la Antártida. La razón para esto se encuentra en que mientras que el Tratado Antártico designaba, en 1959, la Antártida como un territorio para la investigación científica, el Ártico era ya el tablero de juego de la Guerra Fría, como el Océano que separa EEUU de la entonces Unión Soviética. En el Ártico, como en la Antártida, había bases, pero mientras que en la Antártida eran científicas, en el Ártico eran militares, estaciones de vigilancia equipadas para detectar los misiles con cabezas nucleares que podían cruzar este espacio para desencadenar la guerra nuclear que durante casi 40 años pendió como una espacia de Damocles sobre el mundo. Esta paranoia quedó retratada en algunas películas como Estación Polar Cebra, dirigida por John Sturges (1968). El Muro de Berlín no se llevó por delante solo la Guerra Fría, sino que abrió el Ártico a la investigación científica. Nuevas bases, esta vez de investigación, aparecían en el Ártico, y proyectos de investigación colaborativos intentaban recuperar el tiempo perdido durante la Guerra Fría. En ese momento, algunos países, como Noruega, apostaron decididamente por la investigación científica en el Ártico, estableciendo las Islas Svalbard, donde estamos ya concluyendo el experimento ATP-2009, como un centro para la investigación. En 1993 Noruega estableció el University Center of the Svalbard, UNIS , en cuyos magníficos laboratorios estamos trabajando, que a 78 grados norte es la institución de educación superior más al Norte del mundo. UNIS ofrece formación académica y realiza investigación en los ámbitos como la biología, geología, geofísica, y tecnología polar. UNIS ofrece, todos los veranos, un curso gratuito sobre ciencia polar, abierto a estudiantes de todo el mundo.


Entre los estudiantes que realizan su investigación en UNIS, nos hemos encontrado con una cordobesa, María Luisa Ávila, que realiza su tesis doctoral sobre la colonización del Ártico por colémbolos (artrópodos cercanos a los insectos), y que disfruta ahora de unos días de playita en Málaga. A 30 minutos de vuelo en una pequeña avioneta, se llega a Ny Ålesund, en el Kongsfjord, donde se ha establecido una comunidad científica en múltiples bases : Noruega, Alemania, Francia, Reino Unido, Japón, China, Corea, Holanda, Italia e Inida, con alguna - aunque escasa - coordinación entre ellas. España aún no tiene una presencia propia de investigación en el Ártico, pero su posible entrada, como país observador, en el Consejo Ártico, puede llevar al establecimiento de algún tipo de presencia permanente de nuestra comunidad científica. El Foro Científico de Svalbard, informa sobre todas las actividades científicas que se llevan a cabo en este territorio, que comprenden prácticamente todas las disciplinas científicas imaginables. Las Islas Svalbard se han constituido en un referente mundial de la investigación polar. Una de las instalaciones más curiosas de las Islas Svalbard es el Depósito Global de Semillas de Svalbard, a 500 metros del aeropuerto de Longyearbyen. La entrada de esta instalación, construida aprovechando las galerías de una mina de carbón y la climatización que el interior del gélido permafrost de sus paredes ofrece, consiste en un sencillo portal que para nada permite imagina lo que se encuentra en su interior. El Depósito Global de Semillas de Svalbard tiene por objeto preservar la diversidad genética de plantas agrícolas y protegerla frente a cualquier hipotética catástrofe que pueda desencadenar su extinción de las zonas donde se cultivan. Almacena casi medio millón de muestra de semillas de más de 3.000 especies provenientes de 219 países distintos. El cambio climático amenaza con calentar de nuevo la zona, devolviéndola a una zona fuertemente militarizada, pues los países ribereños, particularmente Rusia y Canadá, han anunciado su intención de establecer nuevas bases militares en el Ártico. La colaboración científica ha demostrado, en la Antártida, ser una buena plataforma para el entendimiento entre las naciones. El proyecto ATP, en el que trabajamos codo con codo investigadores noruegos, franceses, canadienses, rusos, alemanes, suecos, españoles, portugueses, británicos, daneses, estadounidenses, polacos y holandeses, es un magnífico ejemplo de esto.


Los técnicos, esenciales e invisibles para la ciencia Tribuna: CARLOS DUARTE Y RAQUEL GUTIÉRREZ Longyearbyen - 23 de Julio 2009

Carlos Duarte: Lo que marca la diferencia.

Raquel Gutiérrez: ¡Quién me lo iba a decir ...!

La investigación científica, en el Ártico, en Biotecnología o en Física Cuántica -en lo que sea- es una labor de equipo. Los equipos de investigación han de tener investigadores experimentados, jóvenes investigadores, estudiantes en formación y también técnicos altamente cualificados. Estos últimos son, con diferencia, los cuadros más deficitarios en los recursos humanos para la investigación científica en España. Sin embargo, técnicos bien formados y motivados (en mi experiencia es más escasa esta última condición que la primera) son muchas veces lo que marca la diferencia entre equipos científicos con éxito y aquéllos que no acaban de despegar. Cualquiera de nosotros colocaríamos la petición de un técnico competente y motivado como el primer deseo que plantearíamos a un hipotético genio residente en un matraz mágico olvidado en el laboratorio.

¡Quién me lo iba a decir cinco años atrás!, cuando escuchaba un “Shi!! shi!! señorita, un café descafeinado en taza pequeña con la leche fría , sacarina y nada de por favor, ahhh!! y un vaso de agua fría”, que hoy por hoy estaría en lo más Norte del mundo con un equipo de investigación ejerciendo de técnico de laboratorio.

Sin embargo, estas raras avis, fundamentales para el proceso de generación de conocimiento científico, raramente son visibles. Raramente dan conferencias, o tienen voz en los medios de comunicación, o escriben blogs. Por eso, en este nuevo texto, he considerado apropiado invitar a una de los dos técnicos que trabajan con nosotros en el experimento ATP a compartir algunos de sus pensamientos con nosotros. El otro es Regino Martínez, mallorquín, técnico de investigación del CSIC en el IMEDEA que es como la navaja suiza de los técnicos: lo mismo hace un análisis de concentración de amonio en agua océanica con resolución nanomolar, que marca plantas submarinas a 30 metros de profundidad, o se embarca durante dos meses para llevar a cabo experimentos en un buque alemán en la Antártida: todo eso, y mucho más, lo ha hecho ya en lo que llevamos de año. Pero quien comparte este espacio con nosotros hoy es Raquel Gutierrez, malagueña (se nota), y que trabaja como técnico con la investigadora Susana Agustí, del CSIC.

Siempre pensé que este mundo era inalcanzable, que solo podían estar aquellos que destacaban en la universidad o que tienen dotes extraordinarias, y si es cierto que hay mucho de esto pero también gente con mucha tenacidad, curiosidad, constancia......y sobre todo con mucha vocación. Esto quizás se deba a la falta de divulgación y la poca información que uno tiene sobre los organismos públicos de investigación que existen en España, sus funciones, ofertas de trabajo, becas, etcétera, y, sobre todo, por lo desorientado que uno esta cuando empieza en la vorágine de buscar trabajo. Y como la gran mayoría de esta sociedad pensaba que el trabajo llamaría a mi puerta, esta claro que no, las oportunidades no vienen, hay que buscarlas. Ahora, con pipeta -atrás quedó la bandeja- en mano, miro por la ventana del laboratorio hacia las montañas nevadas de Longyearbyen y hago un repaso de mi camino en estos cinco años, de cuanto llevo cargada mi mochila de experiencias, conocimiento, disciplina, buenos compañeros, sensaciones y la certeza de haber dado un gran paso en la vida, un paso hacia adelante. Así que busquen, que seguro al final encontraran su vocación, felicidad o todo aquello que quiera encontrar.


El efecto del calentamiento medido en laboratorio La mortalidad de los organismos más característicos de la comunidad del Ártico aumenta rápidamente con la temperatura

Tribuna: CARLOS DUARTE Longyearbyen - 24/07/2009

Tras un maratoniano sprint final de tres días de intenso trabajo de laboratorio, culminado con una sesión de empaquetar los más de 60 bultos que componen nuestro material y limpiar los laboratorios para devolverlos a su estado original, hemos dado por concluido el Experimento ATP-2009. En este experimento, parte del proyecto Arctic Tipping Point (www. eu-atp.org), o Cambios Bruscos en el Ártico, intentábamos evaluar algunas de las predicciones que apuntan a un umbral de temperatura, dentro del abanico de valores que el calentamiento climático podría causar en el Ártico (hasta 9 grados centígrados) este siglo, a partir del cual se producirán cambios bruscos en el ecosistema del Océano Glaciar Ártico. Los experimentos que hemos realizado, en los que hemos evaluado experimentalmente la respuesta de la comunidad del plancton al calentamiento, han validado varias de las predicciones de los modelos: (a) que la mortalidad de los organismos más característicos de la comunidad del Ártico aumenta rápidamente con la temperatura. Entre éstos, se ha comprobado esta predicción para el copépodo (pequeño crustáceo) Calanus Glacialis, que juega un papel clave en la red alimenticia del ecosistema del Ártico, o el microflagelado colonial Dinobryon, capaz de realizar fotosíntesis y depredar bacterias; (b) que la biomasa y producción fotosintética del plancton colapsan al aumentar la temperatura; (c) que la tasa de respiración, y por tanto de producción biológica de CO2, del plancton Ártico aumenta rápidamente con el aumento de temperatura; y (d) que el plancton del Ártico pasa de actuar como un fuerte sumidero de CO2 a una fuente de CO2 con el calentamiento. Más importante aún, hemos podido no solo verificar esas tendencias, sino precisar cuál es el nivel de calentamiento al que se esperan estos cambios, algo que los modelos no conseguían hacer. Nuestros resultados apuntan, muy claramente, a que este nivel de calentamiento se sitúa entre 3 y 5 grados centígrados de calentamiento sobre los niveles de referencia (1990). Dado que en el Ártico se espera un calentamiento de hasta 9 grados durante el siglo XXI, nuestros resultados apuntan a que observaremos cambios abruptos en el ecosistema del Océano Glaciar Ártico en las próximas décadas. Estas conclusiones no son más que la punta de un iceberg de datos que llegaremos a tener cuando, tras dos años de trabajo de laboratorio y computación, hayamos conseguido analizar todas las muestras recogidas (miles) y la información que estas arrojan sobre la respuesta del ecosistema del Océano Glaciar Ártico al calentamiento climático.

Los 17 investigadores del proyecto ATP que llegamos, exhaustos, al final de estos 21 días de intenso trabajo experimental, precedidos para algunos de 14 días en la mar a bordo del buque Jan Mayen, estamos muy satisfechos con lo que ya podemos entrever de los resultados. El día en que finalizamos los experimentos improvisamos un minisimposio (la palabra simposio signifcia, en su raíz, reunión de bebedores...) para poner en común los resultados, pues hasta entonces no habíamos tenido tiempo siquiera de levantar los ojos del microscopio, espectrofluorímetro, autotiulador, o como quiera que se llame la herramienta de trabajo de cada uno. Este minisimposio estuvo precedido de una cena de confraternización, aunque nos tocó confraternizar desde mesas separadas, pues no encontramos mesa para un grupo tan numeroso en el Kroa, uno de los tres restaurantes -este sin veleidades de cocina ártica (foca, ballena, reno, etcétera)- en Longyearbyen. Queda el siguiente desafío: desplazar a través de los controles de seguidad de los aeropuertos (al menos pasaremos por tres en nuestro viaje de regreso a España), nuestras preciadas muestras: “¿Qué lleva aquí? Muestras de agua de mar, ¿qué es eso? Un instrumento para medir la concentración de ozono en la atmósfera, ¿no será explosivo verdad? ¡No se pueden transportar líquidos!”; ¡no está permitido transportar material congelado”, “lo sentimos, su baúl se ha perdido, llame a este número mañana para tener más información, ¡pero en ese baúl llevamos muestras congeladas que se echarán a perder si no llegan en 24 horas!, lo sentimos es todo lo que la compañía puede hacer...”. Esta es la parte de mayor peligro y riesgo de todo nuestro viaje: mucho más complicado esto que navegar hasta los 80 grados de latitud Norte en busca del frente de hielo o que encontrarse con un oso polar hambriento (los controles de seguridad también lo están de muestras, instrumentos científicos, etcétera). Solo me queda agradecer a todos los que nos han prestado su ayuda para realizar el experimento ATP y poderlo compartir con ustedes en estas páginas: a la Unión Europea, que financia el proyecto; a Paul Wassman, que lo coordina; a Gunnar Sand, director de UNIS, que nos ha acogido en sus magníficas instalaciones; a la Fundación BBVA que colaborar con nosotros en la comunicación a la sociedad de los importantes cambios que están teniendo lugar en el Ártico, a mis compañeros del proyecto ATP, particularmente los del CSIC, que han aguantado estoicamente el duro ritmo de trabajo y mis manías, y - finalmente- al diario EL PAÍS, que nos ha ofrecido esta ventana durante cinco semanas, para hacereles partícipes de nuestra pequeña aventura científica.


Textos y entrevistas de Alicia Rivera y Carlos M. Duarte -CSIC- para El País Imágenes y enmaquetación de Manuel Elviro Vidal -CSIC-

Financiado por el programa Marco 7 de la UE (nº de contrato 226248) www.eu-atp.org


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