Seginifado Social de la cerámica Nasca temprano en el valle de Acarí

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DEPARTAMENTO DE ANTROPOLOGÍA FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES UNIVERSIDAD DE CHILE

REVISTA CHILENA DE ANTROPOLOGÍA Nº , Santiago,  ISSN - Editores Andrés Troncoso, Andrés Gómez y Eugenio Aspillaga. Departamento de Antropología, Universidad de Chile Editor Sección Monográfica Claudio César Olaya (Universidad Nacional Federico Villarreal, Perú) Comité Editorial Hugo Benavides (Fordham University, Estados Unidos) Luis Alberto Borrero (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina) Luis Jaime Castillo (Pontificia Universidad Católica del Perú, Perú) Josepa Cucó (Universidad de Valencia, España) Pedro Paulo Funari (Universidade Estadual de Campinas, Brasil) Alfredo González Ruibal (Universidad Complutense, España). Enrique Luque (Universidad Autónoma de Madrid, España) Rosamel Millamán (Universidad Católica de Temuco, Chile) Horacio Sabarots (Universidad de Buenos Aires, Argentina) Charles Stanish (Cotsen Institute of Archaeology, University of California, Estados Unidos).


Este Volumen es una coedición del Departamento de Antropología de la Universidad de Chile y el Instituto Francés de Estudios Andinos © Instituto Francés de Estudios Andinos, UMIFRE 17, CNRS-MAEE. Av. Arequipa 4595, Lima 18, Perú Teléf.: (51 1) 447 60 70 Fax: (51 1) 445 76 50. E-mail: postmaster@ifea.org.pe. Pág. Web: http://www.ifeanet.org Este volumen corresponde al tomo 9 de la Colección «Actes & Mémoires de l’Institut Français d’Études Andines» (ISSN 1816-1278) Consultas y suscripciones deben dirigirse a: Revista Chilena de Antropología Departamento de Antropología-Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Chile Av. Ignacio Carrera Pinto 1045 – Ñuñoa Santiago, Chile E-mail: rchant@uchile.cl http://www.facso.uchile.cl/publicaciones/antropologia/index.html ISSN 0716-3312 Imagen de Portada: Pieza del Complejo Cultural Llolleo perteneciente al Museo Nacional de Historia Natural. Impreso en Gráfica LOM


Índice

Revista Chilena de Antropología ...................................................... 7 Editorial Producción y distribución de cerámica en los Andes prehispánicos: perspectivas contextuales y prácticas ................................................. 9 Significado Social de la Cerámica Nasca Temprano en el Valle de Acarí, Perú ..................................................................... 15 Lidio Valdez Rol de la Cerámica en la Afirmación Social de los Moches del Valle de Santa ........................................................................... 37 Claude Chapdelaine, Víctor Pimentel y Jorge Gamboa El Estilo Cerro del Oro del Horizonte Medio en el valle de Asia ................................................................................ 77 Rommel Ángeles Falcón Utilización y Reutilización de la Cerámica Wari: Una Perspectiva Desde Marayniyoq, Ayacucho, Perú .................... 113 Lidio M. Valdez y J. Ernesto Valdez La Problemática de la Cerámica Ychsma: El Estado de la Situación y Algunos Elementos de Discusión........ 133 Francisco Vallejo Berríos


Caracterización del Estilo Tricolor Geométrico y Evaluación de Contactos con el Estilo Ychsma ............................. 169 Camilo Dolorier y Lyda Casas Salazar Una Ofrenda de Cerámica Ceremonial Wari en La Oroya, Valle de Acarí, Perú ...................................................................... 189 Lidio M. Valdez Visllani Visllacuni: Patrones de Consumo a Comienzos del Horizonte Medio ................................................. 205 Anita G. Cook Cerámica y Arquitectura Pública en el Camino del Inka del Desierto de Atacama (Río Loa, Norte Grande de Chile) ............... 227 Mauricio Uribe R. y Simón Urbina A. “Los Olleros no son del Inka”, Especialización Artesanal y Economía Política en Los Andes: El Caso de los Alfareros de la Pampa de Burros .................................................................. 261 Hartmut Tschauner


Revista de Antropología N°20, 2009: 7-8 Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Chile, Santiago, Chile

Editorial Revista Chilena de Antropología Como ya comentamos en el número pasado, la Revista Chilena de Antropología del departamento de Antropología de la Universidad de Chile ha comenzado un camino de formalización y acercamiento a los estándares de publicaciones científicas internacionales, proceso arduo y exigente que pone a prueba nuestros esfuerzos como editores. Bajo el importante camino trazado por nuestros antecesores, la revista se plantea como objetivos para los próximos años el contar con mayor volumen de publicación. Dos serán los objetivos a lograr a contar de los números venideros: Uno, el afianzar la visibilidad de la revista a nivel nacional e internacional, para lo cual hemos emprendido diferentes estrategias de referenciación e indexación en bases de datos específicas de las Ciencias Sociales; dos, organizar y desarrollar por temas dos números por año a partir del 2010. Nuestra fórmula editorial se sustentará a partir de esta fecha con el objetivo de alcanzar dos números por año, organizando algunos números temáticamente y otros quedando abiertos a todo tipo de artículos. En el tema que nos convoca para este número, se han reunido nueve trabajos orientados a discutir la producción y distribución de cerámica en los Andes prehispánicos, los que abordan diferentes temáticas sociales de la época prehispánica andina a partir de la alfarería con casos de estudios en Perú y Chile. Para ello hemos invitado como editor de este volumen al arqueólogo peruano Claudio César Olaya, quien nos introducirá a cada uno de los textos en su editorial de la sección temática. La presencia de este tema, la variedad de autores que escriben y el corresponder este número a una coedición con el prestigioso Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA, Perú), no son más que el reflejo de los objetivos que orientan a la Revista Chilena de Antropología, ser una revista internacional que dé cabida a temas amplios y variados que nos permiten abrir y

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Editorial

articular nuestras preguntas y prácticas con el quehacer latinoamericano y mundial. Este número es un paso más en esa línea.

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Revista de Antropología N°20, 2009: 9-14 Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Chile, Santiago, Chile

Editorial Producción y distribución de cerámica en los Andes prehispánicos: perspectivas contextuales y prácticas El 2 de septiembre del año 2005 en la ciudad de Lima, se llevó a cabo la cuarta edición del simposio denominado Seminario de Arqueología UNFV, el cual llevó el título de La producción y distribución de cerámica como indicador social y político en los Andes prehispánicos y coloniales. A pesar de lo sugestivo del título, las ponencias presentadas tuvieron una gran variedad de enfoques, desde los más «clásicos» hasta los más innovadores, pero todos concentrando los esfuerzos, obviamente, en estudios sobre cerámica. Las 15 ponencias admitidas oficialmente (dos de las cuales lamentablemente no fueron presentadas por no llegar a tiempo los conferencistas) tomaron diversos rumbos metodológicos para llegar a exponer sus resultados respectivos. Para cumplir con los requerimientos del evento y la publicación se presentaron trabajos que podían incluir tanto datos estilísticos (Ángeles, este número; Valdez, este número; Dolorier y Casas, este número; Vallejo, este número) como arqueométricos (Chapdelaine et al., este número), mientras que algunos, a partir de casos prácticos, proponen lineamientos metodológicos e interpretativos de acuerdo a realidades diversas (Vallejo, éste número; Uribe, este número). Otros casos que podemos mencionar son aquellos que tomaron más de una perspectiva para mostrar sus respectivos aportes (Cook, este número; Valdez y Valdez, este número), los cuales combinan enfoques funcionales y contextuales para llegar a las inferencias del caso. Es significativamente relevante la información proveniente de talleres, la cual nos brinda panoramas bastante amplios para entender patrones de consumo y políticas de producción (Tschauner, este número). Como se puede apreciar, tenemos una gran variedad de enfoques y tendencias metodológicas, las cuales están permitiendo llegar a niveles de inferencia óptimos. Pasando a los casos netamente prácticos, Lidio Valdez intenta seguir manteniendo los postulados que sostienen que el valle de Acarí, durante el Período Intermedio Temprano, mantiene una autonomía política con respecto a la sociedad Nasca. En trabajos anteriores, esta hipótesis ya había sido

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Editorial

esgrimida por el autor a partir del estudio de contextos funerarios, señalando una suerte de etnicidad, la cual se haría más fuerte ante las presiones externas, aunque permitiendo la entrada de ciertos elementos estilísticamente relacionados a Nasca. Se brinda un panorama inicial sobre el contexto social en el cual se desenvuelve y circula la alfarería nasca. Claude Chapdelaine, Víctor Pimentel y Jorge Gamboa nos brindan nuevos datos en torno al panorama político que ellos interpretan como un control directo del valle de Santa por parte del área nuclear moche durante la Fase IV, que estilísticamente identifica a esta sociedad. Pero, a su vez, se propone la emergencia de una identidad «santeña» en el valle, producto de las presiones externas y otros factores internos. A partir de la identificación de sitios productores de cerámica y relevantes datos radiocarbónicos se presenta una interesante y atrevida propuesta de parte de los autores, los cuales intentan comprender de manera global la naturaleza del estado Moche Sur. A partir de una muestra de cucharas provenientes del sitio wari de Conchopata, Anita G. Cook discute algunos patrones de consumo, circulación y uso poco conocidos para estos objetos, pues generalmente estos son asociados a contextos de índole doméstica. Ciertos contextos de alto valor ritual y simbólico contienen a estas cucharas, las cuales podrían adquirir a partir de esta situación social un significado que hasta el momento ha pasado casi desapercibido. Todo haría indicar que estas cucharas también podrían ser enmarcadas dentro ciertos eventos de carácter funerario y ritual, adquiriendo un prestigio que recién empieza a ser entendido. Siguiendo con los trabajos centrados en el Horizonte Medio, pasamos al sitio wari de Marayniyoq en Ayacucho. Lidio Valdez y J. Ernesto Valdez nos ubican en una situación social que ha sido casi ignorada por la mayoría de investigadores que realizan estudios sobre cerámica en esta zona: la reutilización de vasijas (desechadas) por parte de estratos sociales poco favorecidos. Todo haría indicar que muchas piezas de alfarería que en algunos contextos habrían sido desechadas o descartadas, son rescatadas y reutilizadas por personas pertenecientes a una clase social de pocos recursos materiales, y con mucho menos recursos en buenas condiciones o nuevos. Los autores, a partir de esta situación, intentan demostrar la existencia de contradicciones sociales existentes entre clases, aquellas que pueden hacer derroches de poder al sacrificar cerámica fina y otra que tiene que «reciclar» desechos para satisfacer sus necesidades. Discutible enfoque, el cual expone muchas evidencias interesantes.

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Producción y distribución de cerámica en los Andes prehispánicos: perspectivas contextuales y ...

Tomando como punto de referencia el valle de Asia de la costa surcentral del Perú, Rommel Ángeles nos brinda un panorama bastante amplio en torno a la distribución de los sitios que presentan cerámica del estilo Cerro del Oro. No solo contamos con un reporte de sitios que se asocian a éste estilo, sino que también este es caracterizado desde lineamientos puramente estilísticos y cronológicos, brindando una completa ubicación a partir de las evidencias con las que se cuentan, las cuales se restringen casi totalmente a material de superficie y colecciones. Ese aporte se constituye en un punto de partida para retomar la discusión en torno a la irrupción del Horizonte Medio en esta parte de la costa peruana, fenómeno que estilísticamente se revela como una materialidad bastante ecléctica y dinámica. Retomando la costa sur peruana, Valdez nos muestra los resultados de un hallazgo fortuito en el sitio conocido como La Oroya. Un rico contexto de ofrendas del Horizonte Medio es documentado en este trabajo. Cabe aclarar que se admitió este aporte extra, el cual no fue presentado en el simposio, debido al carácter relevante de la información pues reporta de manera muy sucinta otro caso de la llamada «tradición de ofrendas» del Horizonte Medio. Si bien el trabajo es de corta extensión, éste cumple con el objetivo de informar sobre la existencia de otro caso de este tipo de eventos. Al igual que en algunos otros sitios del Horizonte Medio, en La Oroya se habrían suscitado eventos de carácter ritual dentro de los cuales el «sacrificio» de vasijas finas de diversos estilos del Horizonte Medio habrían sido una situación propiciada en determinados contextos sociales de elite. Obteniendo información primaria y sumamente importante del taller de Pampa de Burros, Hartmut Tschauner nos lleva a entender que en la sociedad Chimú existieron unidades de producción que actuaban o trabajaban ajenas a los mandatos o lineamientos estatales. El sugestivo enunciado a través de una analogía que dice textualmente «los olleros no son del inka» no hace más que captar nuestra atención, a través de una analogía, hacia rumbos que nos lleven a comprender que no siempre los centros estatales tienen la capacidad de supervisar todo tipo de producción. Un caso interesante, el cual queda para posteriores debates y reevaluaciones. Retomando un caso ya casi olvidado por los arqueólogos que trabajan en la costa central peruana, Camilo Dolorier y Lyda Casas realizan un análisis estilístico-iconográfico del estilo Tricolor Geométrico (Horizonte Medio Época 4) sobre la base de ajuares funerarios procedentes del sitio de Huallamarca en el valle bajo del Rímac y cruzando esta información inédita con muestras publicadas, procedentes estas últimas de Ancón y otros sitios importantes. Lo más resaltante de este estudio sería, a nuestro parecer, la ma-

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nera como se insertan los resultados para la comprensión de un fenómeno posterior: la génesis de la sociedad y el estilo Ychsma. El origen de Ychsma es una de las etapas más oscuras en el estudio de esta sociedad (Vallejo, este número). Este aporte será de utilidad para llenar parcialmente ese espacio vacío. Continuando con los estudios en la costa central peruana, Francisco Vallejo nos brinda algunas reflexiones y discusiones, las cuales representarían una continuación de trabajos anteriores iniciados por el autor en algunos sitios ychsma del valle del Rímac. Definir unidades estilísticas, contextos, distribución y cronología relativa es el objetivo primordial de este importante aporte, el cual tiene una base de datos bastante amplia, compuesta por diversos tipos de contextos como los funerarios, los llamados «pagos» a la tierra, basurales y otros alternativos. Muchos aspectos terminológicos y estilísticos son despejados a partir de una revisión crítica de trabajos anteriores, tratando de proporcionar una visión bastante global de la sociedad Ychsma, la cual ya estamos comenzando a entender de manera más completa desde algunos años, a raíz de las múltiples investigaciones que se vienen ejecutando en los valles del Rímac y Lurín. Dejando de lado los Andes Centrales, Mauricio Uribe nos entrega una magnífica contribución para entender cómo «El Inka» se manifiesta en el desierto de Atacama, Norte Grande de Chile. Este artículo constituye un valioso aporte para entender cómo se materializa este fenómeno en esta parte de Sudamérica, en la cual los estudios centrados en los períodos tardíos se encuentran muy avanzados. Se hacen importantes propuestas interpretativas y metodológicas para comprender cómo la cerámica y su relación con los caminos se enmarca dentro de un complejo panorama en el cual muchas sociedades adoptan diversos mecanismos políticos ante la presencia del Tawantinsuyu. A su vez, se escenifica la manera como estos sistemas sociales se prolongan hasta tiempos de la irrupción europea en el territorio. Siguiendo proporcionando alcances en torno a este tema de interés regional, Uribe nos brinda un interesante caso para entender la manera como «el Inka» se asienta sobre esta zona de Chile, y dejando en claro que la «generosidad» del imperio obedece a complejas modalidades de manejo político que se pueden entender a partir de la distribución de cerámica a nivel regional. Habiendo hecho este breve repaso sobre los artículos presentados en esta entrega, debemos dejar en claro algunos aspectos relativos a la edición de este conjunto de artículos. Desde el mes de septiembre del año 2005, exactamente desde el día del evento mencionando líneas atrás, el suscrito

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Producción y distribución de cerámica en los Andes prehispánicos: perspectivas contextuales y ...

empezó una convocatoria a diversos profesionales peruanos y extranjeros para la conformación de un grupo de asesoría editorial, el cual comenzó a trabajar desde el mes de enero del 2006. Las funciones principales de este grupo de profesionales se centraron en garantizar un control de calidad sobre los trabajos remitidos al editor, a través de críticas y comentarios sobre los mismos. En los créditos de este preámbulo figuran los nombres de estos nueve colegas que han hecho posible que estos trabajos vayan por el camino correcto en lo concerniente a niveles de exigencia. A pesar de que algunos aportes tuvieron que ser rechazados por diversos motivos, creemos que fue necesario contar con esta valiosa asesoría. La presente publicación no hubiera sido posible sin el apoyo de mis colegas de la Universidad de Chile, Mauricio Uribe Rodríguez y Andrés Troncoso, director del Departamento de Antropología de la Universidad de Chile y editor de la Revista Chilena de Antropología respectivamente. A pesar de que casi todos los artículos refieren a zonas ubicadas dentro del Perú, ellos se mostraron muy interesados en publicar estas actas parciales del evento, en este Nº 20 de la revista, correspondiente al año 2009. A ellos gracias totales por su generosidad y comprensión. Así también, gracias al Instituto Francés de Estudios Andinos, el presente número pertenece al Tomo 9 de la colección Actes & Mémoires de l`Institut Français d’Études Andines. Gracias a las gestiones y aval respectivo de esta importante entidad, tenemos el honor de ser parte de esta serie. Queremos agradecer a todos aquellos que hicieran posible el evento que dio origen a esta publicación. En primer lugar, a la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional Federico Villarreal (Lima, Perú), a través del entonces decano, el doctor Lorgio A. Guibovich Del Carpio, quien facilitó todos los avales respetivos para la realización del evento, sin poner ninguna objeción a que este se realice, por primera vez, fuera del claustro universitario. El suscrito formó parte de la comisión organizadora del evento, junto a Marina Romero y Claudia Arce, y contamos con la entusiasta colaboración de un grupo de apoyo de estudiantes de arqueología de las bases 2004 y 2005 de nuestra casa de estudios, entre los que se encontraron Isabel Cinthya Caja, Patricia Díaz, Lea Lorena Rojas, María Paula Velarde, Luis Alfredo Fernández Wanda, Melissa del Alcázar, Diana Inga, Luis Núñez Yaya, Audry Pallete y muchos otros que colaboraron activamente. Nuevamente debemos agradecer al Instituto Francés de Estudios Andinos, que ha permitido la inclusión de este número de la revista en la serie mencionada líneas arriba. Al doctor Henri Godard, hasta el año 2007 direc-

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tor de esta prestigiosa entidad científica, quien gentilmente aceptó nuestra propuesta y solicitud para incluirnos en esta colección y apoyar la presentación de la publicación. Nora Araujo tuvo mucha paciencia a la hora de tramitar las gestiones respectivas. La doctora Anne-Marie Brougère, responsable de publicaciones del IFEA, se encargó de cerciorarse de que nuestros asesores editoriales trabajaran con la seriedad respetiva. Todos ellos forman un grupo profesional de primer nivel. A Carlos Del Águila, quien durante su gestión como director del Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú (MNAAHP) nos permitió usar el auditorio de esta entidad para la realización del simposio. Su apoyo y paciencia permitieron que tengamos este importante aval para nuestras actividades. Así también desde su posición como asesor de edición, hizo mucho por contribuir a elevar el nivel de algunos artículos. A Carlos nuestro más sincero reconocimiento y agradecimiento, no solo por su fructífera gestión como director del MNAAHP, cargo que lamentablemente ya no ostenta, sino también por su amistad. El grupo de asesores editoriales mencionados anteriormente fue fundamental para elevar el nivel de las contribuciones. Entregando sus fichas editoriales dentro de los plazos fijados contribuyeron de manera decisiva a nuestra labor. Las gracias a todos los miembros de este formidable grupo. Sin ningún orden en particular, las gracias a Mauricio Uribe (Universidad de Chile, Chile), Izumi Shimada (Southern Illinois University, USA), Claude Chapdelaine (Université de Montréal, Canada), Iván Ghezzi Solís (Pontificia Universidad Católica del Perú), Carlos Del Águila Chávez (Instituto Andino de Estudios Arqueológicos - INDEA, Perú), Martti Pärssinen (University of Helsinki, Finland), Tiffiny A. Tung (Vanderbilt University, USA), Carlos Farfán (Codirector del Proyecto Ychsma de la Universidad Libre de Bruselas, Bélgica - Universidad Nacional Federico Villarreal, Perú) y Rafael Segura Llanos (Pontificia Universidad Católica del Perú). El profesionalismo y buena voluntad de cada uno de ellos es algo que ha contribuido a la presente publicación. Claudio César Olaya Universidad Nacional Federico Villarreal, Facultad de Humanidades, Escuela Profesional de Antropología y Arqueología, Especialidad de Arqueología Lima, martes 1 de abril de 2008

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Revista de Antropología N°20, 2009: 15-36 Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Chile, Santiago, Chile

Significado Social de la Cerámica Nasca Temprano en el Valle de Acarí, Perú Social Significance of the early Nasca Ceramics in the Acari Valley, Peru Lidio M. Valdez

Resumen En este trabajo, mi principal objetivo es evaluar el significado social de la cerámica Nasca temprano proveniente del valle de Acarí, donde se han recuperado muestras de alfarería Nasca temprano. Hasta hace poco, dichas muestras sirvieron para sostener que un estado Nasca temprano centrado en Cahuachi habría sido la fuerza principal que introdujo la cerámica Nasca hacia los valles vecinos, siendo uno de estos Acarí. Lejos de confirmar dicha propuesta, los especialistas mantienen un consenso casi unánime en sostener que Nasca nunca llegó a constituir un estado; por su lado, los recientes estudios realizados en el valle de Acarí dan a conocer que el estilo Nasca nunca sustituyó al estilo local. La introducción de la fina alfarería Nasca al valle de Acarí parece estar asociada con personajes de poder, quienes utilizaron objetos exóticos para expandir y consolidar sus prestigios personales. Ejemplares de la cerámica Nasca, si bien presentes en Acarí, siguen siendo limitados. Palabras Clave: Andes Centrales, Costa Sur, Periodo Intermedio Temprano, Nasca.

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Department of Archaeology, University of Calgary. E-mail: lidio9@yahoo.es Recibido: Octubre 2007. Aceptado: Marzo 2008.

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Lidio M. Valdez

Abstract The main purpose of this paper is to assess the social significance of the early Nasca ceramics found in the Acari Valley, of the South Coast of Peru. Until recently, Nasca ceramics found in Acari have been used to argue that an early Nasca state centered at Cahuachi invaded Acari, resulting in the eventual introduction of Nasca artifacts. Far from confirming this speculation, scholars agree that Nasca never established a centralized political authority, while recent studies in Acari show that Nasca ceramics never substituted the local pottery tradition. The introduction of the polychrome Nasca ceramics to the Acari Valley appear to be associated with the emergence of local elites who used foreign exotic goods to enhance personal prestige. Samples of Nasca ceramics are found in Acari, but are limited and never replaced the local style. Key Words: Central Andes, South Coast, Early Intermediate Period, Nasca

Introducción De los varios materiales culturales recuperados de los sitios arqueológicos, la cerámica es el artefacto que ha recibido mayor atención de los especialistas, especialmente en regiones como los Andes Centrales. Este hecho obedece, como advirtió Lanning (1967:24), a varios factores, los mismos que varían desde su abundancia y fácil preservación en los sitios arqueológicos, hasta los notables y rápidos cambios de orden estilístico, útiles para determinar la cronología relativa de los sitios arqueológicos (Sackett 1985:277). Por cuanto los cambios estilísticos ocurren de un espacio geográfico a otro (espacio) y de un tiempo a otro (tiempo), dichas variaciones son de vital importancia en el análisis arqueológico. En efecto, en base a análisis estilísticos de la cerámica, Max Uhle fue hábil en aislar las varias tradiciones culturales de los Andes Centrales y establecer la inicial secuencia cronológica (Strong 1948:94). Dicha secuencia maestra fue posteriormente adoptada por Kroeber (1927, 1944), y sirvió para definir la categoría de “horizontes” (Kroeber 1944:108; Strong 1948:94; Willey 1948:8). La secuencia cronológica en vigencia (Rowe 1960), edificada sobre la base de los trabajos anteriores, fue también elaborada en base a las diferencias estilísticas. Así como en otros lugares (ver, Dunnell 1986:32; Conkey 1990:8; Plog 1990:61-62), la inicial identificación de las diferentes tradiciones cul-

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turales de los Andes Centrales (i.e., Vicús, Moche, Recuay, Lima, Nasca, Huarpa) fue basada estrictamente en las diferencias estilísticas de la cerámica. En efecto, al clasificar el material arqueológico (cerámica) en términos de estilo, los especialistas no tardaron en notar los contrastes estilísticos entre una cultura y otra (Bennett y Bird 1949:115; Lanning 1967:122). Por su parte, la homogeneidad estilística de una cultura, si bien no del todo ignorada, sólo fue esbozada en términos de continuidad poblacional, aislamiento y la aparente poca comunicación entre una cultura y otra (Bennett y Bird 1949:69, 115). Sin embargo, y siempre enfatizando el aspecto cronológico, los estilos o tradiciones culturales fueron divididos en varias fases que denotaban el desarrollo gradual de una determinada cultura, desde luego siguiendo un razonamiento evolucionista. El mejor ejemplo de estudios de esta naturaleza lo encontramos en el trabajo de Menzel, Rowe y Dawson (1964). Este notable interés de varias generaciones de arqueólogos fue parte, y consecuencia, de toda una corriente arqueológica que caracterizó a la América en general (ver Conkey 1990), y cuyo mayor objetivo fue establecer secuencias cronológicas y culturales, como un paso necesario para explicar el proceso histórico-cultural (Willey y Sabloff 1980:97). Al mismo tiempo, la identificación de los mayores centros culturales y las mismas tradiciones culturales se basó en la recurrencia estilística (Bennett y Bird 1949:68-69). De esta manera, y así como Donald Proulx expuso sucintamente, en los Andes Centrales una cultura está básicamente definida en base a la cerámica, y cuando el mismo estilo de cerámica ocurre en dos o más sitios se asume directamente que sus habitantes pertenecieron a la misma cultura (Proulx 1968:99). Cabe recordar que hasta hace poco, las muestras de cerámica utilizadas para tales objetivos fueron las piezas decoradas. Por lo tanto, para los especialistas la cerámica siempre fue, y continúa siendo, un instrumento diagnóstico de mucha importancia (Lumbreras 1984:3). En este trabajo, es mi intención ubicar el caso del periodo Intermedio Temprano (circa 1 – 550 d.C.) del valle de Acarí, prestando particular atención a la alfarería Nasca temprano proveniente de dicho valle. Para su efecto, primero se ubica el motivo de estudio dentro del contexto arriba referido, para luego enfocar a la parte simbólica de los artefactos. En particular, considero de mucha utilidad prestar atención al origen y lugar de proveniencia de los artefactos. Efectivamente, a parte de su función cotidiana, los objetos son símbolos que ponen en contacto dos o más sociedades diferentes. Como símbolos de origen foráneo, el valor de los objetos ya no radica en la función que debieron cumplir, o para la cual fueron manufacturados, sino está de-

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Lidio M. Valdez

terminada en la conexión con lugares específicos, que para muchos no dejan de ser lugares exóticos, cuyos nombres y existencia sólo se conocen a través de segundas o terceras personas. En el contexto de la arqueología Andina, existen muchos lugares de importancia, pero de cuya existencia muchos individuos probablemente sólo se enteraron por intermedio de otras personas que tuvieron la oportunidad y privilegio de llegar hasta dichos centros. Cuzco, como capital de un imperio nunca antes visto en el contexto Andino, fue uno de aquellos centros. Pachakamaq, Wari, Tiwanaku, Chavín de Huántar, fueron otros lugares que incluso muchos años después de su inicial abandono siguieron manteniendo su prestigio (ver Burger 1992: 265). Para la costa sur, no encontramos sitios de similar prestigio y poder que los anteriormente mencionados; una excepción es Cahuachi, el centro ceremonial Nasca temprano ubicado en el valle de Nasca (Silverman 1993; Silverman & Proulx 2002; Valdez 1994). Estudios efectuados en este sitio revelan que Cahuachi fue también el centro donde una mayor cantidad de la fina alfarería Nasca fue utilizada (Silverman 1988).

La costa sur Con anterioridad a la identificación de Cahuachi como centro ceremonial, éste fue visualizado como una ciudad urbana y capital del floreciente estado Nasca temprano (Rowe 1963). Dentro del marco de esta interpretación, la presencia de la fina y policroma cerámica Nasca temprano fuera de los valles de la cuenca del Río Grande e Ica fue interpretada como una manifestación de la expansión militarista de Nasca (Lanning 1967; Proulx 1968; Massey 1986). La presencia de los así llamados “cabezas trofeo” y de sitios al parecer “fortificados” parecía reforzar la hipótesis que interpretó a Nasca como un estado militarista y expansivo. Un rasgo característico de los sitios del periodo Intermedio Temprano del valle de Acarí es la presencia de grandes muros que encierran su perímetro (Valdez 2000:162), los mismos que fueron inicialmente identificados por Rowe (1963:11-12) como “fortificaciones”. Siguiendo dicha sugerencia, otros investigadores enfatizaron la aparente función defensiva de los muros perimétricos de los sitios de Acarí. Por ejemplo, Lanning (1967:121) no sólo enfatizó que Acarí fue conquistado por Nasca, sino también dio a entender que a lo largo de cada valle de la costa sur existen numerosos sitios fortificados pertenecientes al periodo Intermedio Temprano. Además, Lanning da referencia a la presencia de armas de guerra, llevando a la obvia conclusión

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que este periodo fue convulsionado. Del mismo modo, Proulx (1968:97) vio a Nasca (circa 1 – 550 d.C.) como una cultura expansiva y cuya influencia fue sentida en el valle de Acarí. Proulx (1971:20) analizó los así llamados “cabezas trofeo” y concluyó que éstas eran producto de la guerra. Partiendo de esta misma línea de análisis, Massey (1986:338) identificó a Nasca como un estado que administró varios valles de la costa sur desde su centro establecido en Cahuachi. Dentro de esta perspectiva, los objetos Nasca hallados en Acarí fueron interpretados como directo producto de esta invasión y conquista Nasca. Las últimas tres décadas fueron fructíferas para el estudio de la cultura Nasca. Efectivamente, varios estudios fueron llevados adelante, muchos de los cuales orientados a verificar planteamientos que hasta entonces aparecían como conclusiones definitivas (Carmichael 1988, 1995; Silverman 1993; Silverman y Proulx 2002; Valdez 1998; Vaughn 2000). Fue entonces que las viejas conjeturas, formuladas a partir de evidencias superficiales, no pasaron el escrutinio hecho mediante excavaciones arqueológicas, y fue así que Nasca empezó a ser visualizado de una manera distinta (Silverman 1993, 2002; Silverman y Proulx 2002). La mejor síntesis de esta etapa de transición en los estudios Nasca, la ofrece Proulx (2001:129) al sostener: “Bajo el viejo modelo que visualizó a Nasca como un estado primitivo con un gobierno central que emanó desde su capital Cahuachi, fue fácil sostener que los Nasca se expandieron mediante medios militares, sometiendo los valles vecinos e imponiendo su cultura a sus habitantes…” Es precisamente dentro de este contexto interpretativo que se necesita explicar el significado social de la cerámica policroma Nasca proveniente del valle de Acarí (Figura 1). Para poner en perspectiva la presente discusión, primero se da referencia a los recientes trabajos arqueológicos efectuados en el valle de Acarí. Dicha información no sólo es básica, sino también permite discutir el carácter de los contextos excavados en sitios específicos. Es de dichos contextos que se extrae la información que permite abordar el tema motivo de esta contribución.

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Lidio M. Valdez

Figura 1. Ubicación de los sitios del periodo Intermedio Temprano del valle de Acarí. Figure 1. Location of the Early Intermediate Period sites of the Acari Valley

El proyecto arqueológico Acarí “… catalogamos 25 sitios en todo el valle de Acarí entre el gran cementerio Nazca 2-3 de Huarato a la cabeza del valle y los basurales de moluscos de Chaviña en la boca del río” (Rowe 1956:140). “Más arriba en el valle, en Chocavento, hay otro sitio de habitación fortificado, muy parecido a Tambo Viejo aunque su tamaño es mucho más pequeño. Todavía más arriba existen dos sitios adicio-

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nales de características parecidas, uno es en Amato y otro en Huarato. Ambos son más pequeños que Chocavento. Todos estos sitios parecen haber sido construidos y abandonados durante el Periodo Intermedio Temprano fase 3” (Rowe 1963:11-12). En un esfuerzo por esclarecer aspectos de la arqueología de Acarí que permanecen inciertos, durante estos últimos años se ha logrado efectuar trabajos de excavación en los sitios de Huarato y Amato (Valdez 2007, 2007). Dichos estudios vienen siendo efectuados dentro del programa de investigaciones del “Proyecto Arqueológico Acarí” dirigido por el autor. Inicialmente, Huarato y Amato fueron identificados por Rowe (1963) como sitios pertenecientes al periodo Intermedio Temprano, pero en ninguno de estos sitios se habían efectuado trabajos de excavación. En consecuencia, la excavación realizada primero en Huarato (Valdez 2005a, 2005b, 2005c, 2007) y luego en Amato constituyen logros largamente esperados. Entre otros, los trabajos arriba mencionados, y otros a proseguir en las temporadas que siguen, están orientados a explicar mejor la situación de este valle durante el referido periodo. Por cuanto este fue el tiempo durante el cual la cultura Nasca floreció en los valles de Ica y la cuenca del Río Grande, no se puede ignorar el caso Nasca, y de manera muy particular la influencia del centro ceremonial Nasca temprano de Cahuachi (Silverman 1993; Valdez 1994, 1998). Por esta razón, determinar la naturaleza de las relaciones entre Nasca y Acarí es uno de los focos principales de este proyecto. Otros aspectos que se busca definir están relacionados a subsistencia, uso del espacio, especialización, construcción y los patrones mortuorios. En primer lugar, Huarato (Figura 2) es un sitio que presenta una ocupación perteneciente a las primeras fases del Periodo Intermedio Temprano (circa 1 – 400 d.C.) y está ubicado en la parte superior media del valle. Como muchos otros, este ha sido objeto de intensas actividades clandestinas del huaqueo, pero nunca excavado sistemáticamente. Una excepción fue la intervención de Carpio (1942), pero que cuyos resultados nunca fueron bien sustentados. Además del huaqueo, otras actividades contemporáneas, como la ampliación de los campos de cultivo, han contribuido al deterioro físico del sitio arqueológico. Como resultado, la extensión original del sitio ha sido considerablemente reducida, mientras lo que se conoce del sitio sigue siendo muy limitado. En efecto, hasta hace poco la única referencia acerca del sitio fue la breve mención de Rowe (1956, 1963), la misma que no deja de ser muy general.

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Figura 2. Foto aérea del sitio de Huarato con indicación de los sectores excavados. Figure 2. Aereal view of Huarato with indication of the excavated sectors

De acuerdo a Carpio (1942:488), así como Lothrop y Mahler (1957:3) y Proulx (1989:73), es posible que Julio C. Tello haya llegado hasta Huarato. De acuerdo a dicha versión, Tello habría sido uno de los primeros en lamentar la destrucción de los sitios como resultado del saqueo. Posteriormente, Rowe (1956:140) describió Huarato como “un gran cementerio Nazca 23”, probablemente en base a la cantidad de huesos humanos observados en la superficie. Desafortunadamente, el pillaje continúa y pone en peligro la misma existencia del sitio. En segundo lugar, durante las temporadas de 2005 y 2006 los trabajos se centraron en el sitio de Amato (Figura 3). A diferencia de Huarato, Amato nunca fue excavado aunque sí intervenido por los huaqueros. Sin embargo, dichas intervenciones (excepto el cementerio del lado NE y que pertenece a periodos posteriores) no han sido intensas como en Huarato. Por lo tanto, Amato se encuentra en buen estado de conservación. El sitio aparece del todo encerrado por un muro largo perimétrico, aspecto este que otros sitios contemporáneos de este valle lo comparten. Al interior de dicha construcción son visibles muchas otras estructuras y muros largos que dividen el sitio en varias partes.

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Figura 3. Foto aérea del sitio de Amato con indicación del sector central. Figure 3. Aereal view of the Amato site with indication of the central sector

La Evidencia Arqueológica “El valle de Acarí fue el último de la costa sur en mantener una orientación y asociación predominantemente norteña” (Menzel y Riddell 1986:105). Mientras queda evidente que apenas se ha dado inicio en los estudios sistemáticos en los sitios de Acarí, los resultados hasta hoy disponibles ya presentan un escenario distinto de lo que se aceptó hasta hace poco. El caso específico es con respecto a las formas de enterramiento de Acarí (Valdez 2005a, 2005b, 2006, 2007) que hasta hace poco eran desconocidos. Por lo tanto, y por primera vez, estas nuevas evidencias provenientes de Acarí pueden ser comparadas y contrastadas a los patrones de enterramientos Nasca (Carmichael 1988). De particular importancia es notar que en la opinión de Carmichael (1988:306; Orefici y Drusini 2003:118), la policroma cerámica Nasca es un elemento que siempre está presente en los entierros Nasca. Las formas de enterramiento de Acarí han sido discutidos en otros trabajos (Valdez 2005a, 2006), razón por la cual aquí sólo se hace una breve referencia. Teniendo en cuenta las variaciones en cuanto a la construcción de las tumbas se refiere, ya se pueden distinguir hasta cuatro formas de enterramientos para los sitios de Acarí. La primera consiste de un simple hoyo

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excavado directamente en el suelo natural y en donde el cadáver había sido depositado. Entierros de este tipo no contienen ofrenda alguna. La segunda forma de enterramiento es en urnas, y con la excepción de una excavada recientemente en Amato, todas pertenecen a individuos infantes (Valdez 2006:7). Un total de 6 entierros intactos (y 5 saqueados) en urnas fueron excavados a la fecha, pero ningunos poseían ofrendas de cerámica. Una excepción viene a ser un entierro excavado en 2004 en Monte Grande Alto y que poseía cerca de la cabeza una pequeña vasija cerrada, decorada en el estilo local. La tercera forma de enterramiento consiste de hoyos también excavados directamente en el suelo natural que –a diferencia de la primera forma– disponen de techos de caña o de lajas, y en cuyo interior fueron depositados los cuerpos (Valdez 2005a:50, 2006:8). Este tipo de enterramientos incluyen adultos e infantes, y con la excepción de una tumba excavada en Huarato (Valdez 2005a), la cerámica no es un elemento que recurre en dichos contextos. La cerámica encontrada en la tumba de Huarato es monocroma y de acabado simple (Valdez 2006: Figura 13) y definitivamente no es Nasca. Finalmente, durante la temporada de 2004 una estructura conteniendo el resto de tres individuos adultos fue excavada en Tambo Viejo (Valdez 2006: Figura 8). La estructura había sido saqueada en parte, pero dos de los entierros, ambos separados del primero por un pequeño muro, aún estaban en sus contextos originales. Como parte del ajuar funerario de uno de los individuos, uno de sexo femenino, se halló una pata trasera de camélido. El siguiente individuo encontrado in situ no poseía ofrenda alguna. En el relleno depositado sobre este se encontraron fragmentos de cerámica del estilo local (Valdez 2006:11). Recientemente, en la parte central del sitio de Amato se llegó a excavar varias decenas de esqueletos humanos con indiscutibles evidencias de haber sido decapitados. Lo interesante para esta discusión es la presencia de un entierro perteneciente a un individuo adulto de sexo masculino asociado a los cuerpos decapitados y que sí mantenía su cabeza. Dicho individuo, cuya edad oscila alrededor de los 60 años, poseía una pechera hecha de cuentas y cientos de huesos de alguna ave pequeña. Al igual que los entierros encontrados en Huarato (Valdez 2005a), este individuo había sido depositado manteniendo una posición sentada, con las rodillas flexionadas hacia el pecho, las manos cruzadas a la altura de los pies, y orientado hacia el norte. Además de los individuos decapitados, también se hallaron un total de cuatro camélidos jóvenes, colocados como ofrendas cerca del individuo adulto. Finalmente, cerca de los camélidos fueron hallados varios ejemplares de Spondylus trabajados. Otros objetos encontrados en asociación al individuo incluyen las vainas del maní y un mate que había sido depositado

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precisamente cerca de los pies. Lo sobresaliente de todo este hallazgo, y los anteriormente referidos, es la ausencia de la policroma cerámica Nasca. Tal como se anotó líneas adelante, la cerámica Nasca es un objeto recurrente en los entierros Nasca. El hallazgo de las piezas de Spondylus en Amato es clara prueba de la importancia de los productos exóticos en este valle, los mismos parecen haber estado conectados con individuos de prestigio. Obviamente el individuo adulto de Amato era uno de dichos personajes y su importancia se puede evaluar observando el número de personas sacrificadas y la presencia de productos exóticos. Un fechado de carbón obtenido para dichos contextos arrojó una fecha de 15 d.C., y sugiere que este contexto antecede al periodo de la aceptación en Acarí de la policroma cerámica Nasca como objeto de lujo. Además de los entierros, tanto en Huarato como en Amato se llegó a excavar otros contextos que contenía desechos y otras evidencias domésticas. En ambos casos, sin embargo, la presencia de fragmentos de la cerámica Nasca es raro. Por ejemplo, en el sector 2 de Huarato se llegó a definir recintos identificables como criaderos de cuyes y silos de almacenamiento, además de otros recintos. En asociación a todas estas estructuras, y otras similares, la cerámica Nasca simplemente no ocurre. En las recientes excavaciones realizadas en Amato también se logró exponer contextos con deposiciones que contienen restos domésticos. Este es el caso concreto de la esquina sur-oeste del recinto central donde se hallaron los cuerpos decapitados. Allí se definió una deposición profunda conteniendo un acumulamiento de desechos de carácter doméstico y como tales conteniendo la mejor colección de cerámica para un sitio del periodo Intermedio Temprano de Acarí. Además de la cerámica, otros restos que ocurren en el referido contexto son restos de plantas y animales, ceniza, tejidos, huesos trabajados, y muchos otros restos orgánicos. Sin embargo, fragmentos Nasca simplemente no ocurren en dicho contexto. Resumiendo, los trabajos hasta hoy realizados en Acarí no han resultado en el hallazgo de contextos con alfarería Nasca temprano. Una rara excepción viene a ser una deposición excavada al lado exterior del muro norte de Huarato, donde sÍ ocurren los fragmentos Nasca temprano. La Cerámica Nasca Temprano en Acarí Hasta antes de las excavaciones efectuadas en Huarato y Amato existía la tendencia a asumir que dichos sitios estaban asociados con la cerámica Nasca temprano. Aunque ya se había cuestionado dicha posibilidad (Valdez

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1998), esta persistía en particular de parte de quienes aún consideran Nasca como un estado. Otros investigadores, incluido Silverman y Proulx (2002; Proulx 2001), ya no consideran Nasca como un estado. Previamente, se había sugerido que tal vez determinados individuos de Acarí utilizaron objetos exóticos, incluida la bella cerámica Nasca, como bienes de lujo que simbolizaron status y prestigio (Valdez 1998). Con este modelo se esperaba que como objetos que connotaban prestigio y status, la ocurrencia de la cerámica Nasca formará parte del ajuar funerario de determinados individuos (Valdez 1998:162, 183). Sin embargo, y contrario a las expectativas, ningún entierro hasta hoy excavado presenta la fina y policroma cerámica Nasca. La ausencia de entierros conteniendo objetos Nasca no está del todo descartado y el modelo en mención no está del todo descartado. Considerando el fechado obtenido para Amato, queda obvio que los eventos observados con los trabajos en Acarí pertenecen a las fases iniciales del desarrollo de los sitios del periodo Intermedio Temprano de Acarí. Al mismo tiempo, es oportuno recordar que el auge del centro ceremonial Nasca de Cahuachi no se dio hasta aproximadamente los años 200 o 250 de la presente era. En consecuencia, la llegada de las primeras muestras de objetos Nasca al valle de Acarí debe estar relacionada al prestigio de Cahuachi. En definitiva existen muestras de cerámica Nasca y otros objetos Nasca en Acarí (Valdez 2006: Figura 14), pero estas parecen haber llegado mucho tiempo después del establecimiento de sitios como Huarato y Amato. Esta interpretación deja abierta la posibilidad de que la presencia de los objetos Nasca en este valle no guarde ninguna relación con los muros perimétricos de los sitios de Acarí y como tales dichos muros parecen no haber sido edificados para resistir la posible ofensiva militar Nasca. En base a las nuevas evidencias, se hace evidente que antes y durante el tiempo que las primeras muestras de cerámica Nasca temprano fueron introducidos hacia Acarí, en este valle existía un estilo local (Valdez 1998, 2000, 2007). Artística y tecnológicamente, dicha cerámica es de acabado simple en comparación a la policroma cerámica Nasca temprano. Por ejemplo, las vajillas en el estilo local son de superficie áspera, sin engobe, y las decoraciones consisten de motivos simples ejecutados sin mayor cuidado (Figuras 4 y 5). Estos definitivamente no son comparables a los diseños Nasca.

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Figura 4. Cerámica local proveniente de Huarato Figure 4. Local ceramic sherds from Huarato

No cabe duda que la cerámica Nasca temprano llegó hasta el valle de Acarí (Figura 6). Aunque queda obvio que mayores trabajos se hacen necesarios para definir el contexto de la cerámica Nasca en Acarí, parece probable que la población Nasca no participó en la introducción de la cerámica Nasca al valle de Acarí. En su lugar, los responsables debieron haber sido los personajes que buscaron agrandar sus prestigios y donde la posesión de objetos de lujo y objetos foráneos fue de vital importancia. En definitiva, la cerámica Nasca proveniente de Acarí fue manufacturada fuera de este valle (Valdez 1998). Finalmente, y no obstante su aceptación en Acarí, el estilo Nasca nunca logró sustituir a la cerámica local. Esto podría estar explicando su limitada distribución como producto de su asociación a individuos de prestigio, quienes obviamente debieron haber sido también pocos.

Figura 5. Cerámica local proveniente del recinto central de Amato Figure 5. Local ceramic sherds from the central enclosure of Amato

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En consecuencia, y aparte de Tambo Viejo, Coquimbo y Boca del Río donde todavía no se ha excavado, el único sitio donde hasta la fecha se ha recuperado una buena colección de cerámica Nasca viene a ser Huarato. Sin embargo, incluso en el referido sitio los fragmentos Nasca fueron hallados en las afueras del muro perimétrico. Dicha deposición, fuera del sitio, podría estar indicando la proveniencia foránea de dichos artefactos e incluso su posible rechazo por parte del resto de la población local. Por el momento, la mayor presencia de la cerámica Nasca temprano en Huarato se puede empezar a explicar en términos del acercamiento físico del sitio al territorio Nasca. Efectivamente, Huarato es el sitio de todo el valle de Acarí más próximo a cualquier asentamiento Nasca, especialmente al área de Las Trancas. Esta observación gana mayor sentido si se toma en consideración la presencia de asentamientos Nasca temprano en dicha zona (Schreiber 1999:168). Como tal, no está por demás sugerir que dicho acercamiento tal vez fue una de las razones que convirtieron a Huarato en una suerte de puerta de ingreso de los objetos Nasca hacia el valle de Acarí.

Figura 6. Cerámica Nasca temprano proveniente del lado exterior del muro Norte de Huarato. Figure 6. Early Nasca ceramic sherds found outside the northern wall of Huarato

Se puede anticipar, además, que dicho acercamiento haya permitido una mayor fluidez en las relaciones sociales entre los habitantes de Huarato y los del valle de Las Trancas. Dicha fluidez pudo haber resultado no sólo en el intercambio de objetos, sino sobre todo en matrimonios, permitiendo de este modo la reubicación de determinadas personas en lugares distintos. En consecuencia, esta es una posibilidad alterna que la investigación arqueológica debe

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considerar con mayor seriedad para así determinar si en el pasado se dieron reubicaciones poblacionales. A parte de la misma cerámica Nasca, ya existen evidencias que señalan que otros productos Nasca también hicieron su ingreso hacia Acarí, cumpliendo probablemente una función idéntica a la de la cerámica. El primer caso concreto se trata del mate pirograbado (Figura 7) encontrado en la superficie del sitio de Monte Grande Alto (Valdez 2000). Otro objeto viene a ser una diadema de oro laminado y decorado en el estilo Nasca recuperado del sitio de Huarato (Figura 8). La presencia de este objeto en particular abre la posibilidad de que determinados personajes residentes de Huarato adquirieron status especiales en virtud de su conexión con Nasca y los objetos Nasca. Por lo tanto, los objetos Nasca sí llegaron hasta Acarí, pero al parecer llevados por la misma gente de Acarí. El objetivo parece haber sido elevar el status social de personajes específicos. Si este fue el caso, en este proceso de la introducción de los objetos Nasca al valle de Acarí la población Nasca tal vez nunca participó. Cualquiera haya sido el mecanismo que resultó en la introducción de los artefactos Nasca, no hay duda que tales objetos fueron introducidos a un contexto de una tradición local (Figura 9).

Figura 7. Mate decorado en el estilo Nasca temprano proveniente de Monte Grande Alto. Figure 7. Decorated gourd with early Nasca designs from Monte Grande Alto

Teniendo en consideración los recientes hallazgos, todo parece indicar que las evidencias hasta hoy recuperadas mediante las excavaciones efectuadas pertenecen a las fases iniciales del desarrollo local y cuando la interacción entre Huarato y Nasca fue aún muy limitada. Los fechados de carbón 14 que iremos obteniendo en el curso de los trabajos verificarán nuestros plan-

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teamientos. Esto desde ya confirma que existe una tradición local en este valle y que fue efectivamente al contexto de dicha tradición local que fueron introducidos los objetos Nasca.

Figura 8. Diadema de oro en el estilo Nasca temprano proveniente de Huarato. Figure 8. Head ornament made of gold in the early Nasca style from Huarato

Por su parte, merece anotar que los trabajos que se vienen efectuando en Acarí dan a conocer que entre Nasca y Acarí existen muchos elementos comunes. Esta no debe extrañar considerando la cercanía geográfica entre ambos valles. A parte de las diferencias en cuanto a la forma de los asentamientos y los estilos de cerámica se refiere, otros elementos y prácticas parecen haber sido generalizadas a lo largo de toda la Costa Sur. Esta incluye el uso de los adobes cónicos, la elaboración de las antaras de arcilla (aunque el acabado es menos sofisticado en Acarí), la obtención de las “cabezas trofeo”, y la utilización de una serie de plantas domésticas. Un análisis más detallado, el que se espera efectuar en la medida del progreso de los trabajos de campo, probablemente revelará variaciones que por ahora no parecen ser obvias.

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Figura 9. Cerámica local proveniente del recinto central de Amato. Figure 9. Local ceramic sherds from the central enclosure of Amato.

En síntesis, la función de objetos determinados, como la misma cerámica, va más allá de aquella para la cual el artefacto fue originalmente manufacturado. Por su asociación a lugares y personajes de prestigio, un cuenco de cerámica puede ser fácil e intencionalmente transformado, de ser un utensilio de uso cotidiano a otro que simboliza prestigio y status. Siguiendo el modelo que visualizó Nasca como un estado expansivo, se esperaría encontrar una mayor presencia de elementos Nasca en Acarí, y en algunos sitios incluso la sustitución total del estilo local. Sin embargo, ninguno de estos escenarios es visible a la fecha. En lugar de la conquista, el nuevo modelo explica mejor los mecanismos que en última instancia llevaron a objetos determinados fuera de su contexto inicial. Dicho mecanismo fue evidentemente social, donde determinados individuos parecen haber participado activamente en el proceso de adquisición de artefactos capaces de transformar status sociales existentes. Agradecimientos: Expreso mi gratitud y agradecimiento al Instituto Nacional de Cultura por los permisos cedidos para poder llevar adelante los trabajos de investigación en el valle de Acarí. Mis gracias también para los organizadores del IV Seminario de Arqueología UNFV por haber facilitado mi participación en dicho evento. Todo intento de trabajo hubiera sido simplemente imposible sin la participación de los integrantes del “Proyecto Arqueológico Acarí”, cuya lista sería larga y tal vez incompleta para enumerarlos. Del mismo modo, mi profundo reconocimiento para Ángel Iglesias y esposa, Rosa Mazuelo, por su permanente apoyo incondicional durante las varias temporadas de campo. Finalmente, mi agradecimiento para mi esposa Katrina Bettcher, y mis hijos Kai y Kía, por el amor y cariño que siempre me brindan.

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Revista de Antropología N°20, 2009: 37-76 Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Chile, Santiago, Chile

Rol de la Cerámica en la Afirmación Social de los Moches del Valle de Santa The Role of the Ceramics in the Social Affirmation of the Moche From de Santa Valley Claude Chapdelaine, Víctor Pimentel y Jorge Gamboa

Resumen Desde la perspectiva que los moches dominaron y reestructuraron sociopolíticamente el valle de Santa durante la fase IV (450-800 años d.C.), una nueva sociedad Moche se constituyó como provincia del estado expansionista Moche Sur. Nuevas fechas radiocarbónicas confirman una presencia dominante moche que duró más de tres siglos y la densidad de la cerámica típica en los sitios de la fase IV indican sin duda la producción masiva y la promoción del estilo Moche en el valle de Santa. El control político permitió el desarrollo de una identidad moche en Santa. Las relaciones entre el centro –el sitio Huacas de Moche– y la periferia –el valle de Santa– se discuten a partir de la producción y la distribución de la cerámica doméstica y decorada. Además, intentamos comprender la alfarería local en términos de indicadores sociopolíticos de la sociedad estratificada Moche asentada en este valle, indicando los sitios de producción cerámica y los resultados de una primera fase de análisis de pastas por activación neutrónica. Palabras claves: Moche, expansión, cerámica, identidad cultural. Département d’Anthropologie, Université de Montréal, Québec, Canada. E-mail: claude.chapdelaine@umontreal.ca 2 Département d’Anthropologie, Université de Montréal, Québec, Canada. E-mail: victor.pimentel. spissu@umontreal.ca 3 Proyecto Santa de la Universidad de Montreal, Ancash, Perú. Email: jorgegamboa34@hotmail. com Recibido: Junio 2007. Aceptado: Diciembre 2007 1

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Claude Chapdelaine, Víctor Pimentel y Jorge Gamboa

Abstract From the perspective that the Moche dominated and restructured at the socio-political level the Santa Valley during Phase IV (AD 450-800), a new Moche society emerged as a Province of the expansionist Southern Moche State. New radiocarbon dates support a strong Moche presence lasting more than three centuries, and the high density of typical ceramic on sites of this phase indicates without any doubt the intensive production and promotion of the Moche style in the Santa Valley. Political control allowed the development of a local Moche identity in Santa. The relations between the center, Huacas de Moche, and the periphery, the Santa Valley, will be discussed regarding the production and distribution of domestic and decorated ceramics. We will also try to understand the locally produced ceramic and the socio-political indicators of the stratified Moche society established in Santa by looking at ceramic production centers and at the first results of paste analysis with neutron activation. Key words: Moche, expansion, ceramic, cultural identity.

Introducción La producción cerámica es un componente principal en el estudio de las sociedades pretéritas complejas. La preservación prolongada y su abundancia son atributos que la distinguen de otras categorías de artefactos y la convierten en evidencia válida para aproximarse a una historia cultural y explorar una conducta social. La producción alfarera al interior de las sociedades complejas puede ser empleada para evaluar la promoción gubernamental de mensajes ideológicos, políticos y económicos. Pero también puede caracterizar aspectos de carácter artístico, tecnológico o tendencias de consumo promovidas por los dirigentes o los grupos sociales. La cerámica puede ser estudiada desde diferentes perspectivas y puede relacionarse con varios aspectos del comportamiento humano. Estas consideraciones se aplican sin excepción a la cultura Moche como cultura, como civilización y como Estado. A pesar que utilizamos la cerámica para estudiar los indicadores sociopolíticos en el valle de Santa, el marco analítico de nuestras investigaciones se basa en el enfoque de la cultura total, lo cual significa que para entender una cultura debemos observar y estudiar todos los elementos disponibles. Sin embargo, la cerámica es generalmente el dato

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más apropiado para explorar el comportamiento social complejo. La asociación hecha por los arqueólogos se basa generalmente en algunas observaciones etnográficas generales, en particular sobre los procesos de enculturación entre un maestro y un aprendiz en la producción alfarera (Arnold 1993; Druc 1996). Un estilo puede permanecer durante varias generaciones sin que se produzcan cambios significativos, pero también es posible que diacrónicamente un estilo cerámico pueda sufrir modificaciones graduales de orden artístico, de consumo y evolución tecnológica o experimentar cambios drásticos creando un equilibrio puntuado. También es posible que algunos objetos menos decorados y de manufactura simple hayan sido utilizados en ámbitos ceremoniales y hayan adquirido una carga simbólica que es difícil de identificar. En ciertos casos un estilo cerámico puede ser un indicador potencialmente ambiguo del contexto de producción, como habría sucedido durante el dominio inca en Lambayeque, donde se produjeron formas mayormente locales conjuntamente a modelos introducidos por administradores incas (Hayashida 1999). Considerar únicamente al estilo de la cerámica como índice del contexto sociopolítico de una sociedad podría llevar a una conclusión distinta de aquella que emerge con mayor fundamento de una perspectiva que integra la economía del momento y la relación entre artesanos y consumidores de sus productos (Tschauner et al. 1994; Hayashida 1999). Esto no deriva en un impedimento para aproximaciones basadas en la cerámica, sino que señala la necesaria correlación de sus datos con aquellos proporcionados por otras evidencias de actividades humanas. Las vasijas decoradas y en particular la iconografía representada en la cerámica moche han sido objeto de numerosos estudios e interpretaciones, los cuales señalan que las representaciones religiosas y de representantes de la autoridad ideológica primaron sobre las representaciones de las actividades cotidianas (Donnan 1976, 1978; Hocquenghem 1987; Makowski 1996, 2003; Uceda 2004). Algunas escenas han sido empleadas frecuentemente en la literatura arqueológica para ilustrar casos propuestos de organización sociopolítica e interacción humana prehispánica (Wilson 1988: 340, 1997). Por el contrario, la cerámica llana o doméstica asociada no despertó el mismo interés en los investigadores. Afortunadamente en los últimos años esta situación ha cambiado y se ha incrementado el interés por su análisis, como el necesario complemento al estudio de la cerámica decorada para definir tradiciones artesanales, secuencias cronológicas y procesos sociales.

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El estado moche sur Antes de continuar con la presentación de la cerámica moche y sobre su significado como indicador social y político en esta sociedad fuertemente jerarquizada, es necesario explicar la presencia moche en el valle de Santa y su entendimiento como el resultado directo del carácter expansionista del Estado Moche Sur, que constituyó un estado territorial que se extendió a lo largo de 200 kilómetros de la Costa Norte del Perú y que tuvo acceso a seis valles (Figura 1). Consideramos que durante la segunda mitad del Período Intermedio Temprano (350-700 d.C.) los moches se desarrollaron como estado multivalle y que el valle de Santa fue una provincia de este estado expansionista cuyo poder estaba centralizado en el sitio Huacas de Moche. La presencia física de una población moche, ya sea ésta reducida o numerosa, ha sido propuesta sobre la base de semejanzas evidentes entre la producción cerámica en los valles de Santa, Moche y Chicama (Larco Hoyle 2001). La comparación de todas las categorías de cerámica sugiere una evolución estilística similar en estos tres valles, cuyas poblaciones habrían compartido una misma ideología, prácticas religiosas y un arte común, pero también con elites y grupos corporativos compitiendo al nivel de valles y sectores específicos de la región. En la primera mitad del siglo veinte, Rafael Larco Hoyle (1938, 1939, 1948, 2001) definió las principales características de la cultura Moche y formuló una secuencia cerámica compuesta de cinco fases: I a V (Larco Hoyle 1938, 1939, 1948). Durante la última década su vigencia y aplicación para explicar una misma evolución en todo el territorio bajo la influencia de la cultura Moche han sido cuestionadas, notándose una serie de características que permiten establecer dos grandes áreas de desarrollo, separadas geográficamente por el desierto de Paiján. El área septentrional se denomina Mochica-Norte y el área meridional Mochica-Sur (Kaulicke 1992, 1994; Castillo y Donnan 1994; Bawden 1996). Las características observadas por Castillo y Donnan (1994: 177-178) permiten reconocer una tradición cerámica Mochica-Norte distinta del área Mochica-Sur. Las evidencias señalan que los pueblos del territorio Mochica-Norte compartieron una serie de elementos con los pueblos del territorio Mochica-Sur, participando ambos de una misma cultura, pero al mismo tiempo distinguiéndose y manteniendo una propia identidad.

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Figura 1. Principales sitios moche de la costa norte del Perú y delimitación de los territorios Moche Sur y Moche Norte. Figure 1. Main moche sites in the Northern coast of Perú and Southern and Northern Moche territory delimitation.

Sin embargo, la secuencia estilística de la cerámica moche establecida por Larco Hoyle (1938, 1939, 2001) sí se aplica en el territorio Moche Sur. El incremento del territorio moche durante la Fase III parece estar asociado a una intensificación de la integración cultural y política entre los valles de Moche y Chicama y el área entre Virú y Santa. La Fase IV habría estado vinculada a la consolidación de un sistema que comprendió los valles de Chao, Santa y Lacramarca así como diversas secciones de los valles de Virú (Strong y Evans 1952; Bourget 2003), Nepeña (Proulx 2004) y posiblemente Casma (Wilson 1995) y Huarmey (Prümers 2001). El sitio Huacas de Moche habría ejercido un control hegemónico sobre gran parte de este territorio (Moseley 1992; Shimada 1994a, 1994b; Chapdelaine 2003a, 2004a, 2004b; Uceda y Tufinio 2003). La Fase V en cambio atestiguó una reorientación del rol de los moches en valles como Santa, donde las vasijas finas Moche V habrían ingresado sólo como artículos de intercambio con elites locales y autónomas (Donnan 1973; Pimentel y Paredes 2003). A diferencia de algunos sectores del área septentrional de la Costa Norte, no se ha logrado reportar para los sitios entre Chicama y Santa una producción local de piezas cerámicas combinando formas y motivos moche y wari, tanto en versiones bicromas como policromadas, como las halladas en el valle de Jequetepeque (Castillo 2003).

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Existe para el valle medio de Santa el reporte de Donnan (1973) de piezas cerámicas policromas del Horizonte Medio, sin embargo ese conjunto de botellas con cuerpo en forma de gota halladas en un contexto funerario podría corresponder a objetos de alta calidad intensamente traficados durante inicios del Horizonte Medio. Es necesario preguntarnos si el estilo Moche Sureño era excluyente, distinguiendo a poblaciones usuarias de otras poblaciones no moche o si era empleado como una herramienta incluyente, fortaleciendo ideologías y jerarquías sociales multiétnicas. La respuesta a esto debe incluir el reconocimiento de un proceso de por lo menos 400 años, período durante el cual la evolución de estrategias e identidades demarcó la presencia moche en Santa.

La presencia moche en el Valle de Santa A mediados del Período Intermedio Temprano, antes de la llegada de los primeros colonos moche al valle de Santa, la cultura local compartía muchos rasgos con la cultura Gallinazo del valle de Virú. De hecho, la cerámica del Período Suchimancillo del valle de Santa (Wilson 1988) puede relacionarse con varios tipos cerámicos contemporáneos en el valle de Virú, tales como Castillo Llano, Valle Llano, Castillo Modelado, Castillo Inciso y Gallinazo Negativo (Bennett 1950; Strong y Evans 1952; Fogel 1993). La cerámica gallinazo posee características propias al nivel técnico, estilístico y formal que permiten diferenciarla claramente de la cerámica moche en el valle de Santa. Los hallazgos de filiación recuay en varios contextos arqueológicos de tipos habitacional, ritual y funerario asociados a una ocupación gallinazo o moche (Chapdelaine et al. 2003) en el valle de Santa, constituyen evidencias de la interacción de los pueblos altoandinos con los pueblos de la costa. Objetos de cerámica y tejidos de procedencia serrana o fabricados según las técnicas de la sierra posiblemente formaban parte de las redes de intercambio entre ambas regiones. Parte de la cerámica recuay en el valle de Santa probablemente se produjo en la zona de Pashash o en el Callejón de Huaylas. Esta cerámica formaba parte de una tradición de alfarería fina y doméstica diferente de la Moche, pero con afinidades tecnológicas y estilísticas con la tradición Gallinazo (Grieder 1978; Wilson 1988). La presencia moche en el valle de Santa fue propuesta desde los estudios pioneros de Larco Hoyle (1938, 1939), luego reafirmada por Donnan (1973) y Wilson (1988) sobre la base de similitudes entre la cerámica y otros objetos típicos del estilo Moche que se encuentran en los valles de Moche

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y Chicama con aquellos provenientes del valle de Santa. Para explicar la presencia moche en el valle de Santa se favoreció la idea de la conquista territorial y la guerra (Wilson 1988, 1999). Frente a esta posición, nos preguntamos si realmente este valle había sido incorporado por los moches mediante una conquista militar o si más bien hubo una expansión cultural ligada a una asimilación gradual de las elites locales y su adhesión voluntaria a la esfera de influencia moche, lo cual conllevó así a una conquista ideológica. En este sentido el objetivo general del Proyecto Santa de la Universidad de Montreal (PSUM) se orientó a precisar la naturaleza de la presencia moche en el valle de Santa, evaluar su duración y comprender los mecanismos que explican su presencia1. Como consecuencia de la primera fase de nuestro programa de investigación, además de haber documentado la presencia moche en varios sitios de la parte baja del valle de Santa, particularmente en los sitios El Castillo, Guadalupito, Hacienda San José, Huaca China, GUAD-88 y GUAD-121 (Figura 2), ahora podemos estudiar la presencia moche en el valle de Santa dentro de un marco cronológico preciso (entre 300 y 800 años d.C. según 28 fechas radiocarbónicas) y apoyarnos en numerosas colecciones conformadas por una gran variedad de restos culturales. Más de 50 sitios moche de los 205 sitios identificados por Wilson (1988) han sido recorridos, evaluados y sido objeto de una recolección de superficie con la finalidad de formar colecciones de objetos diagnósticos (Chapdelaine y Pimentel 2001, 2002; Chapdelaine et al. 2003, 2004). Basándose en las investigaciones arqueológicas previas (Wilson 1988; Donnan 1973) y los resultados de nuestras excavaciones en sitios moche de este valle, la abundancia de objetos típicos de la cultura Moche, por ejemplo floreros y huacos retratos, sobrepasa ampliamente la posibilidad de explicar esta profusión como resultado de intercambios. Además numerosos cementerios que incluyen únicamente alfarería moche y la existencia de construcciones monumentales de carácter público, las estructuras arquitectónicas, el estilo de los artefactos y los entierros son todos identificables con lo que conocemos de la cultura Moche. Es evidente, en nuestra opinión, que la presencia moche en el valle de Santa debe explicarse en gran parte por una extensión territorial del Estado Moche, lo cual implica un importante movimiento de personas, una migración que toma la forma de una invasión a partir del momento en que los moches controlan el acceso a las nuevas tierras irrigadas. Además, los nuevos dirigentes debieron tratar con la población local que seria asimilada parcialmente y/o desplazada hacia la parte media y alta del valle de Santa (Chapdelaine 2004c).

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A partir del análisis preliminar de los nuevos datos recolectados por el PSUM, surge una perspectiva histórica con un marco cronológico de por lo menos 400 años y que abarca principalmente dos fases estilísticas distintas: Moche III (ca. 300-500 d.C.) presente principalmente en el sitio El Castillo de Santa, y Moche IV (ca. 500-750/800 d.C.) representada por múltiples asentamientos en ambas márgenes del valle y en el sector anexo de Lacramarca, con ocurrencia menos frecuente de materiales Moche V en sitios como El Castillo de Santa (Chapdelaine y Pimentel 2001) y Huaca Hedionda (Donnan 1973; Wilson 1988) y en los sistemas de caminos conduciendo al valle de Chao (Pimentel y Paredes 2003). La producción y la distribución de la cerámica moche durante los cuatro siglos de este capítulo de la prehistoria regional nos permiten una mejor comprensión de las diversas tendencias y los comportamientos asociados a la edificación de esta nueva sociedad en el valle de Santa, la cual implicó un contacto inicial entre las entidades gallinazo locales y los grupos portadores del estilo Moche III, una probable intensificación de relaciones económicas e ideológicas entre estas entidades y la posterior dominación moche sobre el territorio local con el establecimiento de un nuevo centro regional en Guadalupito y el proyecto de expansión agrícola en Lacramarca. El resultado fue la formación de una nueva sociedad jerarquizada Moche en el valle de Santa que habría reproducido inicialmente la estructura original de líderes provenientes de los valles de Moche y de Chicama (Chapdelaine 2003b, 2003c; Pimentel 2004a, 2004b), pero que pudo experimentar un proceso final de emergencia de una identidad moche local inmersa en la esfera de interacción norcosteña de la segunda mitad del Periodo Intermedio Temprano, y que aparece evidente en la emergencia de grandes cercaduras con cerámica Moche IV en la margen sur del valle de Santa (Gamboa 2004, 2005: 164, 175-176). A partir del análisis preliminar de los nuevos datos recolectados por el PSUM, surge una perspectiva histórica con un marco cronológico de por lo menos 400 años y que abarca principalmente dos fases estilísticas distintas: Moche III (ca. 300-500 d.C.) presente principalmente en el sitio El Castillo de Santa, y Moche IV (ca. 500-750/800 d.C.) representada por múltiples asentamientos en ambas márgenes del valle y en el sector anexo de Lacramarca, con ocurrencia menos frecuente de materiales Moche V en sitios como El Castillo de Santa (Chapdelaine y Pimentel 2001) y Huaca Hedionda (Donnan 1973; Wilson 1988) y en los sistemas de caminos conduciendo al valle de Chao (Pimentel y Paredes 2003). La producción y la distribución de la cerámica moche durante los cuatro siglos de este capítulo de la prehistoria regional nos permiten una mejor comprensión de las diversas tendencias y los comportamientos asociados a la edificación de esta

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nueva sociedad en el valle de Santa, la cual implicó un contacto inicial entre las entidades gallinazo locales y los grupos portadores del estilo Moche III, una probable intensificación de relaciones económicas e ideológicas entre estas entidades y la posterior dominación moche sobre el territorio local con el establecimiento de un nuevo centro regional en Guadalupito y el proyecto de expansión agrícola en Lacramarca. El resultado fue la formación de una nueva sociedad jerarquizada Moche en el valle de Santa que habría reproducido inicialmente la estructura original de líderes provenientes de los valles de Moche y de Chicama (Chapdelaine 2003b, 2003c; Pimentel 2004a, 2004b), pero que pudo experimentar un proceso final de emergencia de una identidad moche local inmersa en la esfera de interacción norcosteña de la segunda mitad del Periodo Intermedio Temprano, y que aparece evidente en la emergencia de grandes cercaduras con cerámica Moche IV en la margen sur del valle de Santa (Gamboa 2004, 2005: 164, 175-176).

Figura 2. Localización de los sitios moche de la parte baja y media del valle de Santa. Figure 2. Moche sites location in the lower and mid Santa valley.

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Las evidencias de la fase Moche III se concentran en la parte baja del valle de Santa (Chapdelaine y Pimentel 2003; Chapdelaine et al. 2003; Donnan 1973). Durante esta fase El Castillo alcanzó una notable importancia. Este sitio fue inicialmente un centro de primer orden de la cultura Gallinazo y se transformó luego en un centro moche muy importante, tal como lo evidencian la construcción de la Huaca con murales y el sistema de terrazas, donde se realizaban principalmente actividades de carácter administrativo. Los testimonios en la parte alta de El Castillo permiten sostener la idea del mantenimiento de la población gallinazo después de la llegada de los moches (Chapdelaine et al. 2003: 52-56). En cambio, la presencia Moche IV abarcó toda la parte baja del valle de Santa y del valle de Lacramarca, que está localizado inmediatamente al sur. En efecto, durante esta fase se produjeron transformaciones locales profundas: a) La incorporación de la anteriormente desértica y deshabitada zona de Lacramarca, que fue transformada en valle cultivable mediante la construcción de canales de irrigación, la creación de tierras agrícolas y el asentamiento de decenas de asentamientos entre los cuales destacan los sitios Huaca San Pedro (GUAD-202) y Hacienda San José (GUAD-192), que constituye el sitio habitacional moche de mayor extensión en el valle de Lacramarca (Wilson 1988: 207); b) La emergencia del sitio Guadalupito (GUAD-111 y GUAD-112) localizado en el sector de Pampa de los Incas, un centro urbano compuesto por una extensa zona residencial y por edificios públicos que constituyen la máxima expresión del poder moche en el valle de Santa, con una población de status social variado y actividades económicas diversificadas, portadora del estilo Moche IV; y c) El funcionamiento de los primeros conjuntos arquitectónicos amurallados de planta rectangular o cercaduras (GUAD-121 y GUAD-135), ubicados en el área limítrofe entre los valles de Santa y Lacramarca, cuyos ocupantes compartían, igualmente a los de Guadalupito, la tradición cerámica Moche IV (Gamboa 2004).

El rol de la cerámica en el desarrollo del estado Moche sur La cerámica moche fue reconocida desde inicios del siglo veinte como la más diversificada y compleja en representaciones escultóricas de América del Sur y su alta calidad fue la razón principal para su presencia en los mejores museos del mundo. Para nosotros esto significa que la cerámica moche no presenta problemas de identificación, si es que los fragmentos o las vasijas completas son similares a los modelos conocidos en los valles centrales de Moche y Chicama. El único problema relacionado con su identificación y autenticidad es la imitación de esta cerámica, lo cual es posible mediante la

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obtención y utilización de moldes. La alta calidad alcanzada por los alfareros moche es el criterio para distinguir la verdadera cerámica moche de las imitaciones. Sin embargo, debemos indicar que la calidad de la cerámica al interior de la producción artesanal moche es variable y que existen vasijas de mediana calidad en el propio sitio de Huacas de Moche. La presencia de una gran cantidad de cerámica similar o virtualmente idéntica a la cerámica de estilo Moche proveniente de los valles de Moche y Chicama permite la identificación del origen moche de la mayoría de alfareros y de los usuarios de esta cerámica. Debemos igualmente tomar en consideración la presencia de otros artefactos asociados a diferentes contextos arquitectónicos y funerarios en cualquier intento para determinar el origen étnico de un grupo. No cabe duda que la cerámica moche es un buen indicador de etnicidad, pero no debemos olvidar que otros rasgos culturales como son los textiles, adornos personales, peinados, tocados y tatuajes por citar algunos, son también indicadores culturales que combinados con la cerámica permiten una mejor identificación de la filiación étnica de un grupo. Según los arqueólogos que investigan las sociedades que alcanzaron el nivel del estado, la producción cerámica pudo ser utilizada como herramienta ideológica para promover a la nueva elite gobernante (Moseley 1992). Detrás de este enunciado que sirve para explicar el carácter expansionista del Estado Moche se encuentra la producción masiva de vasijas de alta calidad decoradas con exquisitos diseños de línea fina y sorprendentes representaciones antropomorfas, zoomorfas y fitomorfas moldeadas. Un paradigma importante de los estudios sobre la cultura Moche ha sido el de proponer que los ceramios decorados, que se encuentran en contextos funerarios y conjuntos residenciales y que han sido descritos como objetos rituales o de elite, fueron vehículos para la transmisión de mensajes políticos, económicos e ideológicos (Bawden 1994, 1996; Donnan 2004; Donnan y McClelland 2004). Esto significa que la cerámica puede ser considerada como herramienta para promover las metas del Estado. Por lo tanto en el caso del valle de Santa, la cerámica moche habría servido para incorporar a los grupos locales de filiación gallinazo bajo su dominio. Sin embargo, los datos del PSUM no permiten sostener esta hipótesis, sino más bien la idea de un movimiento de población de origen moche hacia el valle de Santa. Al parecer la población local se mantuvo separada de los primeros colonos y siguió produciendo su propio estilo de cerámica por varias generaciones hasta que los moches tomaron el control político total de esta región a principios de la fase IV (aproximadamente entre los años 500 y 600 d.C.). Esta cohabitación duró unos 150 años después del establecimiento de los moches en El Castillo, primer sitio importante de la fase III en el valle de Santa.

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La rica iconografía moche que decora las vasijas y otros objetos de cerámica tales como figurinas, instrumentos musicales, máscaras, piruros y cucharas ha sido analizada por expertos que han identificado la existencia de varios temas iconográficos (Donnan 1978; Hocquenghem 1987; Castillo 1989; Bourget 2001; De Bock 2003; Makowski 2003). Los rituales religiosos, la reproducción del mundo natural y la guerra son algunos de los temas que predominan en las representaciones de las vasijas pintadas y escultóricas elaboradas por los artistas moche. Muchos problemas de investigación se han formulado utilizando escenas iconográficas específicas para promover o para verificar una idea o un comportamiento. Por ejemplo Wilson (1988: 339-340) seleccionó algunos floreros para ilustrar la guerra y su teoría sobre la conquista del valle de Santa por un ejército moche (ver también Arkush y Stanish 2005; y para una visión más amplia Arkush y Allen 2006). El rol y la importancia de la cerámica moche en el valle de Santa deben ser considerados desde una perspectiva sociopolítica particular de carácter intrusivo. Es importante mencionar que originalmente la cerámica moche y todos los significados que ella podría haber contenido fueron llevados al valle de Santa e impuestos a la población local. Este panorama se basa en la naturaleza del Estado Moche Sur, un estado territorial con una organización política centralizada predispuesta a ampliar su territorio en la medida que su naturaleza expansionista encajaba con su estructura sistémica. Al estudiar la cerámica moche del valle de Santa, es esencial aceptar la idea según la cual este producto era disponible dentro de un sistema de clases basado en la desigualdad y en los privilegios de la clase alta, que tenía acceso diferenciado a las mercancías y a los recursos. La cerámica moche jugó un rol de gran importancia, entre los siglos IV y VII de nuestra era, en el desarrollo de una nueva sociedad en la parte baja del valle de Santa y no era ajena a los eventos y procesos que ocurrían en los valles más al norte. Estilística y tecnológicamente la cerámica moche del valle de Santa, es similar a la que se encuentra en los sitios urbanos y rurales de los valles de Moche y Chicama (Donnan y Mackey 1978: 65-211; Russell et al. 1994, 1998; Franco et al. 2003; Gumerman y Briceño 2003). La elite de un estado prehispánico tenía necesidades económicas: cosechas estables, productividad y excedentes que permitieran la construcción de templos, acueductos, caminos, canales de irrigación, fortalezas, palacios y residencias de la elite; necesidades militares: destacamentos de soldados, ejército permanente, armas, control del territorio, fuerzas de la ley y de protección de las propiedades estatales; necesidades ideológicas: templos, palacios, capillas, banquetes, prisioneros para los rituales y la producción de

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símbolos a manos de artesanos especializados a tiempo completo. De todas estas necesidades, la cerámica era de particular importancia para las necesidades económicas así como para los objetivos ideológicos. Es necesario mencionar que la cerámica moche fue el producto de un grupo foráneo que había conquistado y ocupado un valle extranjero a través de una serie de acontecimientos de largo plazo que duraron probablemente 400 años. En este contexto particular es evidente que la cerámica moche cumplió un papel importante en el desarrollo de la nueva sociedad Moche en el valle de Santa. Basándonos en los datos arqueológicos reunidos por el PSUM, el objetivo central de esta contribución consiste en determinar la importancia que tuvo la cerámica decorada –generalmente vinculada a la elite– y la cerámica utilitaria en la afirmación social de los mochicas del Santa, para luego proporcionar argumentos que nos permiten sostener que la cerámica moche fue un fuerte indicador étnico (Figura 3).

Figura 3. Vasija de la fase Moche III de un hombre presentando un tejido (Procedencia: tumba del Conjunto #15 de la zona urbana del sitio Huacas de Moche). Figure 3. Moche III phase vessel depicting a man with a textile (Proceeds from: Conjunto #15 tomb from the urban area of Huacas de Moche site).

Producción y distribución de la cerámica Moche en el Valle de Santa Los sitios moche de Santa y Lacramarca muestran en la superficie y en las áreas excavadas la presencia constante de piezas decoradas y no decoradas similares a las que se encuentran en los valles de Moche y Chicama (Figuras 4, 5). La mayoría de tiestos muestran un control adecuado de cocción en

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atmósfera oxidante, pero ocurren piezas de quemado imperfecto o piezas deformadas durante el quemado (Figuras 6, 7). El uso de pigmento negro sobre engobes crema y rojo generó piezas con pintura tricolor, usuales en sitios de las fases Moche III y IV. A partir de la fase III se elaboraron cuencos finos que reproducían en pequeña escala la morfología de grandes tinajas y ollas de cocina. Si bien ocurren piezas con alta inversión de trabajo en la decoración pintada, también encontramos una gran variabilidad en el grado de esfuerzo puesto en el pintado y pulido de piezas tales como cucharas, cuencos, cántaros y ollas, lo cual nos sugiere la existencia de una diversidad de valores cualitativos atribuidos por los usuarios a la cerámica, pero también que es necesario reevaluar la dicotomía «cerámica fina y doméstica» al existir productos cerámicos que enlazan estos extremos.

Figura 4. Vasija escultórica en forma de sapo de la fase Moche IV (Procedencia: Conjunto #5 de la zona urbana del sitio Guadalupito). Figure 4.Toad shape sculpted vessel of Moche IV phase (Proceeds from: Conjunto #5 from the urban area of Guadalupito site).

La producción y distribución de cerámica es una parte de la economía moche que necesita más investigación y análisis detallado. Solo media decena de talleres de cerámica moche han sido excavados hasta la fecha. Pero en un territorio con 200 kilómetros de largo, la organización, tamaño y escala de la producción cerámica son aspectos que aún nos son esquivos. Talleres como los de Pampa Grande (Shimada 1994a) y Huacas de Moche (Uceda y Armas 1998; Bernier 2005) o de Cerro Mayal (Russell et al. 1994, 1998; Russell y Jackson 2001) podrían ser el tipo recurrente en los sitios urbanos y aldeanos como también pueden representar la excepción en la mayoría de ellos. Talleres corporativos de artesanos especialistas trabajando en proximidad a agentes gubernamentales en sitios residenciales urbanos,

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como también talleres familiares en localidades secundarias o rurales, son posibilidades distintas de la organización productiva alfarera moche y no debe descartarse su existencia contemporánea, pero en diferentes contextos socioeconómicos.

Figura 5. Figurina vacía en forma de mujer, fase Moche III (Procedencia: Tumba #3 de la Terraza Norte del sitio El Castillo). Figure 5. Female shaped emptied figurine, Moche III phase (Proceeds from: tomb #3 from the Northern terrace of El Castillo site).

La producción de cerámica y la arqueología de las unidades domésticas –mediante la excavación en áreas de conjuntos residenciales– son aspectos de las sociedades complejas que en los últimos años han recibido mayor atención (Uceda y Armas 1997, 1998; Bernier 2005). Antes de iniciar nuestro proyecto había muy poca información sobre la producción de cerámica moche en el valle de Santa. Se asumía que la cerámica de mayor calidad se habría obtenido a través de los vínculos comerciales entre la capital y los nuevos centros que surgieron en el valle de Santa siempre y cuando la población moche fuese poco numerosa. Un aumento importante de la población moche en el valle de Santa habría provocado también un aumento significativo en la necesidad de cerámica moche. En tal sentido, la producción local de cerámica de estilo Moche para servir aspectos relacionados con los intereses políticos, económicos e ideológicos, así como aquellos de pertenencia étnica, era inevitable y probablemente debió desempeñar un rol muy importante en la construcción de la nueva sociedad provincial.

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Figura. 6. Vasija escultórica de la fase Moche IV con el motivo de maní (Procedencia: cementerio al noroeste de la zona urbana del sitio Hacienda San José, Lacramarca). Figure 6. Moche IV phase sculpted vessel with peanut motif (Proceeds from: Northwestern cemetery from the urban area of Hacienda San José site, Lacramarca).

Figura 7. Vasija escultórica de la fase Moche III en forma de ola con el motivo de la escalera (Procedencia: Tumba #3 de la Terraza Norte del sitio El Castillo). Figure 7. Moche III phase wave-shaped sculpted vessel with ladder motif (Proceeds from: Tomb #3 from the Northern Terrace of El Castillo site).

Con la finalidad de comprender la naturaleza de la presencia de Moche en el valle de Santa, debemos recalcar que se han identificado más de 205 sitios de esta cultura y que la cerámica constituye siempre la clase de

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objeto más abundante en estos establecimientos de diferentes tamaños y funciones (Donnan 1973; Wilson 1988; Chapdelaine et al. 2003). Si asumimos que la presencia de moldes asociados a recipientes con defectos de cocción y a una gran cantidad de cerámica típica de Moche en sitios de habitación así como en cementerios son elementos suficientes para discutir sobre la producción de cerámica en estos mismos sitios o en los sitios vecinos, la existencia de varios centros de producción de cerámica en la parte baja del valle de Santa concuerda bien con el tamaño de la población moche en este valle y con sus necesidades para la utilización cotidiana de vasijas de cerámica y de otras categorías de artefactos de cerámica (Figura 8).

Figura 8. Localización de los sitios moche con moldes de la parte baja del valle de Santa. Figure 8. Location of moche sites with molds in lower Santa valley.

Se había postulado que en el valle de Santa se produjo localmente cerámica moche, complementada con el intercambio y distribución de moldes (Donnan 1973; Wilson 1988). Sin embargo, sólo unos pocos moldes cerámicos fueron reportados antes del inicio de nuestras investigaciones en el valle de Santa. En el sitio Moche III El Castillo (Figura 9) se han encontrado fragmentos de moldes y platos de alfarero dentro de los rellenos de tierra y desechos entre los pisos de las construcciones en la Terraza Norte, que corresponde a un sector de carácter administrativo donde predomina un sistema de terrazas con patios, banquetas y rampas. También hemos hallado

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este tipo de indicios de producción cerámica en el sector denominado Terraza Este, donde se documentó un sector de arquitectura pública compuesto de una gran plaza y un sistema de banquetas que conduce hacia un trono. Hasta el momento este asentamiento constituiría el único sitio con evidencias indirectas de producción cerámica de la fase Moche III identificado en el valle de Santa (Chapdelaine y Pimentel 2001, 2002; Chapdelaine et al. 2003). En el sitio Moche IV de Guadalupito, un centro urbano compuesto por conjuntos residenciales y administrativos, dos grandes plataformas de adobes, plazas extensas y cementerios, la presencia de moldes en superficie fue percibida como indicio de producción supervisada por las elites (Wilson 1988: 211). Durante nuestros trabajos del 2002 se recuperaron más moldes en las excavaciones de los conjuntos residenciales. Sin embargo, a pesar de las prospecciones intensivas y el levantamiento detallado de planimetría de la zona residencial, no se ubicó ningún probable taller o área de producción cerámica intensiva y especializada (Chapdelaine et al. 2003: 26-36). El sitio Hacienda San José, localizado en el valle de Lacramarca, fue el segundo asentamiento Moche IV que permitió iniciar la comprensión de una producción local extensiva de cerámica (Figuras 8, 10). En este sitio, compuesto por conjuntos residenciales, cementerios y un edificio platafórmico pequeño, efectuamos recolecciones sistemáticas durante dos temporadas y realizamos excavaciones en área durante una temporada, sin que hallemos un taller de producción cerámica. Sin embargo, documentamos 135 moldes completos o fragmentados y varios fragmentos de vasijas de cerámica con defectos de cocción (agrietamiento y/o deformación de las paredes de cámaras y golletes), asociados a cuatro conjuntos habitacionales (Chapdelaine y Pimentel 2001, 2002). Gran parte de estos materiales fueron recuperados sobre los pisos de barro y en los rellenos de tierra y desechos bajo los pisos de ambientes y patios al interior de los conjuntos. En el Conjunto #4 no se definió un área para quema de vasijas, pero sí un ambiente (Ambiente #9) con adobes dispersos fuertemente calcinados, pedazos de arcilla cruda y abundantes fragmentos de vasijas domésticas, sin mayores evidencias de una cadena operativa de producción alfarera (Chapdelaine y Pimentel 2002: 112, Figura 35). Más moldes fueron hallados en los sitios GUAD-88 (Figura 11), GUAD-130 (Figura 12) y GUAD-186. Estos sitios están localizados en los alrededores de El Castillo y están asociados a la ocupación Moche IV, mientras que El Castillo corresponde a la fase Moche III. En estos nuevos

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asentamientos de la fase IV y particularmente en GUAD-88 encontramos fragmentos de más de ochenta moldes para la fabricación de cántaros llanos, cántaros con cara-gollete, botellas escultóricas, figurinas y aplicaciones (Taillon-Pellerin 2004).

Figura 9. Molde de un florero, fase Moche III (Procedencia: Terraza Norte del sitio El Castillo). Figure 9. Vase mold, Moche III phase (Proceeds from: Northern Terrace of El Castillo site).

Un porcentaje significativo de la cerámica moche de Santa habría sido producida localmente como respuesta a un crecimiento demográfico interno y a la necesidad utilizar cotidianamente y en eventos especiales vasijas y otros artefactos cerámicos. La utilización de moldes para reproducir tendencias estilísticas populares en los principales sitios de los valles de Moche y Chicama pudo devenir en un medio para la reproducción constante de modelos originales, que implicó la complejización del sistema de producción inherente a la elaboración de cerámica por moldeado, pero que también significó el desarrollo de un nivel de conocimiento y manipulación del simbolismo de las imágenes en ella representadas (Cummins 1994, 1998: 208-210). Siguiendo esta perspectiva, es muy posible que los artesanos especialistas en la fabricación de las vasijas por moldeado hayan sido inmigrantes originarios de los valles centrales de la civilización Moche. Pero es necesario preguntarnos si en esta producción cerámica especializada participaron también artesanos que pertenecían a los grupos étnicos locales de filiación gallinazo.

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Figura 10. Moldes de la fase Moche IV del sitio Hacienda San José, Lacramarca. Figure 10. Moche IV phase molds from Hacienda San José site, Lacramarca.

El contexto geopolítico de procedencia de la cerámica moche habría tenido un impacto directo sobre su distribución. Si la producción cerámica hubiese sido controlada por dirigentes de otros valles y sus representantes en el valle de Santa, la distribución de piezas se habría limitado a las elites moche y locales que habrían recibido vasijas finas a manera de presentes. Por el contrario, si la cerámica fue elaborada localmente en talleres de variado tamaño y localizados en diferentes sitios del valle, mayores segmentos socioeconómicos pudieron tener acceso a estos artefactos con fines domésticos, ceremoniales y funerarios. Ciertamente los datos para los sitios Guadalupito, Hacienda San José y GUAD-88 de la fase Moche IV no se adecuan a la hipótesis de un fuerte control estatal de la producción cerámica o una centralización física de la misma. Los datos arqueológicos más bien sugieren una diversificación de los centros de producción cerámica moche en el valle de Santa.

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Rol de la Cerámica en la Afirmación Social de los Moches del Valle de Santa

Figura 11. Moldes de la fase Moche IV del sitio GUAD-88. Figure 11. Moche IV phase molds from GUAD-88 site.

El origen de la cerámica moche: contribución del análisis por activación neutrónica Generalmente la técnica popular para identificar la procedencia de un tipo particular de artefacto es el criterio de abundancia. En nuestro caso, la impresionante cantidad de artefactos moche en el valle de Santa era y se considera todavía como la evidencia principal para argüir sobre la presencia física de los moches en este valle. Más de 205 sitios han sido identificados como pertenecientes a la cultura Moche o que presentan un componente moche y la mayoría de ellos localizados en la parte baja del valle. Varios cementerios ricos en cerámica pintada o moldeada típica del estilo Moche están asociados con sitios de habitación. Este es un elemento de base para poder asumir que los moches ocuparon físicamente el valle de Santa y que el comercio y la difusión no explican la presencia de colecciones abundantes y diversificadas de objetos de estilo Moche. Los artefactos de cerámica, metal, piedra, textil, conchas y madera, así como los restos arquitectónicos y los contextos funerarios son todos atribuibles a la cultura Moche. La circulación y distribución de productos cerámicos entre los valles de Moche y de Santa no puede ser eliminada, pero parece imposible que estas actividades expliquen por sí solas la gran cantidad de vasijas implicadas que se encuentran en el valle de Santa. La distribución local de los artefactos de estilo Moche manufacturados localmente debe ser entonces la opción lógica para explicar su presencia en el valle de Santa.

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El origen o la proveniencia de un artefacto constituyen un criterio predominante para discutir sobre la distribución y la producción de la cerámica. La imitación de un producto es siempre una posibilidad y la identificación visual de una vasija pintada o moldeada como típica del estilo Moche estará basada en la capacidad del analista y en la validez del concepto de definición de qué es la cerámica típica Moche. En cualquier producción artesanal, la calidad variará y la dificultad de dar una identificación cultural específica se convertirá en un desafío más difícil de resolver. Además de trabajar con esquemas mentales y una buena colección de referencia –lo cual es fácil de hacer con la cerámica moche– los arqueólogos disponen de varias técnicas o métodos para la identificación cultural de la cerámica. Primero, el análisis tecnológico y en particular el análisis de la pasta, que pueden dar más peso a las variables morfo-estilísticas, en particular datos mineralógicos obtenidos del análisis de secciones delgadas. En segundo lugar, el análisis por activación neutrónica o técnicas similares que se utilizan regularmente para estudiar la procedencia de cualquier conjunto de cerámica. Hemos utilizado este método y a continuación presentamos brevemente los resultados del análisis de 34 muestras de cerámica, una pequeña muestra para estudiar la procedencia de artefactos de cerámica moche en el valle de Santa (Tabla 1). En El Castillo se seleccionaron 11 muestras, 6 muestras en Guadalupito y 16 muestras provienen de Hacienda San José. Cada muestra implicaba la manipulación de 100 miligramos de peso para ser sometida al reactor de la Escuela Politécnica de Montreal (Kennedy y Chapdelaine 2004). El análisis comprendió moldes, botellas, floreros, cántaros y cuencos. Además se sometieron 4 muestras de arcilla cruda y de adobes (todas del sitio Hacienda San José, con excepción de una arcilla cruda tomada en un corte del río Santa, 2 kilómetros al este de Guadalupito y 3 kilómetros al oeste de El Castillo) que fueron examinadas paralelamente, y que pueden a su vez ser comparadas con los datos del sitio Huacas de Moche (Chapdelaine et al. 1995) para entender la relación entre los valles de Moche y Santa. Los resultados expresados en partes por millón de cada elemento químico identificado fueron comparados entre las muestras para determinar su distancia; cuanto más grande es el número, más grande es la diferencia que identifica una arcilla distinta. Una manera de ilustrar esta comparación es el dendrograma que permite agregar las muestras más parecidas o similares. Examinando el dendrograma (Figura 13) se puede observar cinco grupos de diferentes tamaños. Las distancias más pequeñas expresan una fuerte posibilidad de provenir de la misma fuente de arcilla o de la misma pasta preparada.

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No.

No cat.

Sitio

Fase

Descripción

Contexto*

PE301

G-112.898

Guadalupito

IV

Florero, motivo ave

CA#4 ; A-1

PE302

G-112.3637

Guadalupito

IV

Florero, motivo flor

CA#5 ; A-3, nicho 3

PE303

G-112.4576

Guadalupito

IV

Cántaro, motivo cangrejo

CA#3C ; A-3

PE304

G-112.27

Guadalupito

IV

Fragmento de molde

superficie, CA#2-3

PE305

G-112.34

Guadalupito

IV

Fragmento de molde

superficie, CA#2-3

PE306

G-97

Guadalupito sector, Rio Santa

----

Arcilla natural

cerca G-97

PE307

EC-5935

El Castillo Norte

III

Botella, dios con colmillos

CA#2, A-2S

PE308

EC-5981

El Castillo Norte

III

Botella, monstros

CA#2, tumba #2

PE309

EC-5985

El Castillo Norte

III

Botella, motivo sol

CA#2, tumba #2

PE310

EC-6466

El Castillo Norte

III

Botella, achira con ratón

CA#2, tumba #3

PE311

EC-6469

El Castillo Norte

III

Botella, motivo ave

CA#2, tumba #3

PE312

EC-5950

El Castillo Norte

III

Fragmento de molde

CA#2; A-2S

PE313

ECE-696

El Castillo Este

III

Botella, dios con colmillos

CA#2

PE314

ECE-773

El Castillo Este

III

Fragmento de molde

CA#2, A-5

PE315

ECE-1564

El Castillo Este

III

Florero crudo

CA#2; A-5

PE316

ECE-1771

El Castillo Este

III

Crisol

CA#2; A-5

PE317

ECE-2588

El Castillo Este

III

Tiesto Gallinazo crudo

Terraza alta, cuadro L5

PE318

G-88

Guad-88

IV?

Tiesto Moche crudo

Sector Este, p.h. #3

PE319

G-192-187S

Hacienda San José

----

Arcilla cruda modelada

Sector Sur

PE320

G-192-J29

Hacienda San José

----

Desecho arcilla cruda

Sector central, CA#4; A-9A

PE321

G-192-A

Hacienda San José

----

Adobe quemada

Sector Sur

PE322

G-192-G16

Hacienda San José

----

Fragmento adobe

Sector Norte, CA#1, A-1 Sector central, CA#4 ; A-6

PE323

G-192-1651

Hacienda San José

IV

Huaco retrato

PE324 G-1921534

Hacienda San José

IV

Fragmento de molde

Sector Norte, CA#2, A-4

PE325 G-1922631

Hacienda San José

IV

Fragmento de molde

Sector central, CA#4; superficie

PE326

G-192-2644

Hacienda San José

IV

Fragmento figurina

Sector central, CA#4 ; A-5A

PE327

G-192-2645

Hacienda San José

IV

Fragmento figurina-silbato

Sector central, CA#4 ; A-5A

PE328

G-192-338

Hacienda San José

IV

Florero, motivo triángulo

Sector Norte, cuadro H-16, tumba

PE329

G-192-410

Hacienda San José

IV

Florero, motivo geométrico

Sector Norte, cuadro H-20

PE330

G-192-1040

Hacienda San José

IV

Florero, motivo geométrico

Sector Sur, superficie

PE331

G-192-926

Hacienda San José

IV

Plato, motivo geométrico

Sector Norte, cuadro G-17, superficie

PE332

G-192-210

Hacienda San José

IV

Plato, motivo geométrico

Sector Norte, cuadro H-18, superficie

PE333

G-192-317

Hacienda San José

IV

Cántaro, exterior blanco

Sector Norte, cuadro H-18, superficie

PE334

G-192-328

Hacienda San José

IV

Cántaro, motivo línea blanca

Sector Norte, cuadro H-18, superficie

* CA: conjunto arquitectónico; A-: ambiente; p.h.: pozo de huaquero; cuadro: unidad de registro de 20 x 20 metros.

Tabla 1. Lista de las muestras analizadas con el método de activación neutrónica. Table 1. Analysed samples with neutron activation method.


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Figura 12. Molde de la fase Moche IV del sitio GUAD-130. Figure 12. Moche IV phase mold from GUAD-130 site.

Figura 13. Dendrograma de 34 muestras del valle de Santa analizadas por el método de activación neutrónica. Figure 13. Dendrogram of 34 samples from Santa valley analyzed by neutron activation method.

Se puede observar que el Grupo A es minoritario, con dos muestras, y parece distinto tanto de las muestras de arcilla natural del valle de Santa como de la mayor parte de muestras de cerámica santeña, pudiendo corresponder a piezas

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importadas de otro valle o elaboradas con una fuente local distinta de arcilla. La muestra Pe-323 corresponde a una vasija retrato de muy buena calidad del Conjunto #4 del sitio San José (Figura 14). Los grupos B, C y D son considerados como objetos de producción local, apoyándonos en la similitud o la distancia corta que existe entre las muestras de algunas vasijas con las muestras de arcilla local. Estos grupos son minoritarios, indicando sin duda que las arcillas naturales analizadas no fueron muy populares en la producción de otras vasijas seleccionadas del valle de Santa. El Grupo D está constituido por muestras de dos adobes de Hacienda San José y podemos sostener de manera preliminar que este tipo de arcilla cruda no fue utilizado por los alfareros. Sin embargo, no se puede excluir totalmente este tipo de arcilla si consideramos que las vasijas fueron fabricadas con una pasta preparada y mezclada con diferentes tipos de arcilla. El Grupo E es el más extenso, pero su correlación con las arcillas locales analizadas es problemática. Las once muestras presentan una gran similitud y el grupo parece homogéneo (Figura 15). No se puede eliminar la posibilidad de un origen en el valle de Santa pero como las distancias entre este grupo y las muestras que han sido consideradas locales son fuertes, creemos que es importante comparar este grupo con los datos que tenemos del sitio Huacas de Moche. Al mismo tiempo se puede examinar la posición del Grupo A así como de las muestras Pe-309 y Pe-312, que corresponden a un fragmento de botella con el motivo del sol radiante proveniente de una tumba de elite del sitio El Castillo y a un molde de vasija escultórica, respectivamente, para así determinar el posible origen de estas piezas, tan distintas de las muestras asociadas a un origen local, es decir los grupos B, C y D. Se ha determinado de manera muy clara que las muestras del Grupo E no tienen correspondencia clara con las muestras del sitio Huacas de Moche (Figura 17, y ver Kennedy y Chapdelaine 2004; para otros dendrogramas en las Figuras 4 y 5 disponibles en el sitio http://www.anthro.umontreal. ca/varia/colloque_SAA _4/SAA04/index.html). Este grupo se mantiene homogéneo pero las distancias entre ciertos miembros del Grupo E son más parecidas a las muestras de Huacas de Moche que a las del valle de Santa. Dentro de esta perspectiva, podemos mantener la idea de que las muestras proceden del valle de Moche o que en su fabricación se utilizó una pasta no muy diferente de la pasta utilizada en la fabricación de figurinas y cerámica decorada del sitio Huacas de Moche.

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Figura 14. Vasija tipo «huaco retrato» del grupo A, fase Moche IV (Procedencia: Conjunto #4 del sitio Hacienda San José, Lacramarca). Figure 14. «Huaco retrato» vessel type from group A, Moche IV phase (Proceeds from: Conjunto #4 of Hacienda San José site, Lacramarca).

Figura 15. Florero de la fase Moche IV con un motivo de cabezas de ave (Procedencia: Conjunto #4 de la zona urbana del sitio Guadalupito). Figure 15. Moche IV phase vase with bird head motif (Proceeds from Conjunto #4 of the urban zone of Guadalupito site).

El Grupo A y las muestras Pe-309 y Pe-312 no tienen una relación con las arcillas, las figurinas y la cerámica decorada del sitio Huacas de Moche (Kennedy y Chapdelaine 2004: Figuras 3, 4, 5). La conclusión más lógica sería entonces considerar un origen desconocido de estas muestras, lo cual sugiere también una diversidad de fuentes de arcilla en la producción alfarera del valle de Santa durante la presencia moche. Un resultado inequívoco

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Rol de la Cerámica en la Afirmación Social de los Moches del Valle de Santa

corresponde a la muestra Pe-302 que no forma parte de los grupos identificados pero cuya distancia con las muestras del Grupo E no es grande. Se trata de un florero (Figura 16) elaborado con pasta de alta calidad, hallado en el Conjunto #5 de Guadalupito, que está ubicado frente a la plataforma principal de este centro urbano. Esta muestra presentó una composición similar a las vasijas finas, figurinas y arcillas analizadas en el sitio Huacas de Moche y podemos asumir que esta pieza fue elaborada en el valle de Moche y llevada al valle de Santa como un artículo de alto status. Adicionalmente, debemos señalar que este florero presenta una decoración en línea fina ejecutada con gran maestría y debe formar parte de la producción de un artesano afiliado a un taller prestigioso de pintores de alfarería ritual.

Figura 16. Florero de la fase Moche IV con un motivo floral (Procedencia: nicho del Conjunto #5 de la zona urbana del sitio Guadalupito). Figure 16. Moche IV phase vase with flower motif (Proceeds from: Conjunto #5 niche of the urban zone of Guadalupito site).

Al comparar la composición química de las muestras de arcillas de los valles de Santa y de Moche surgió un primer resultado. Las arcillas recolectadas en depósitos sedimentarios del valle de Santa muestran una composición similar en su conjunto, pero difieren de las arcillas y las piezas de Huacas de Moche. También existió una notoria distancia entre las vasijas de Huacas de Moche y la mayoría de las muestras analizadas provenientes del valle de Santa (Figura 17).

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Figura 17. Dendrograma comparativo de las muestras del valle de Santa y Huacas de Moche. Figure 17. Comparative dendrogram of Santa valley and Huacas de Moche samples.

El resultado del análisis de pastas por activación neutrónica ha sido alentador, particularmente al relacionarlo con los datos proporcionados por este mismo procedimiento en el sitio Huacas de Moche. Permite asumir con mayores evidencias la existencia de una producción local de redes de intercambio de cerámica fina entre el valle de Santa con otros valles de la Costa Norte. Pero para llegar a formular un cuadro más completo sobre estos aspectos de la producción alfarera debemos ampliar el número de piezas analizadas, incluyendo un mayor número de vasijas llanas y de uso doméstico.

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Rol de la Cerámica en la Afirmación Social de los Moches del Valle de Santa

Conclusiones Dentro de un marco histórico de cuatro siglos de duración, durante el cual se fue construyendo una nueva sociedad regional que reprodujo muy de cerca la organización de la sociedad de origen, cada comunidad moche en el valle de Santa fue económicamente autosuficiente. Tuvieron que generar excedentes para los señores locales moche y para sus linajes originales de los valles más al norte. Basados en las sorprendentes semejanzas de todos los aspectos de la cultura de Moche y los resultados del Proyecto Santa de la Universidad de Montreal, podemos sostener la idea que el valle de Santa constituyó una provincia moche controlada por un gobierno directo y que Guadalupito fue el centro político y económico de la provincia de Santa durante la fase IV. Sin embargo, la cerámica moche del valle de Santa muestra tendencias distintas, que aunque menores, pueden ser calificadas como indicadores de un estilo Santa dentro del estilo general Moche, una suerte de Moche Provincial. Este desarrollo podría eventualmente haber conducido a una independencia o autonomía local respecto del centro moche, pero los fuertes lazos fueron más poderosos que las diferencias. El valle de Santa se entiende todavía como la periferia del corazón moche y queda demostrado que los datos de la cerámica pueden ser utilizados para hacer inferencias sobre cuestiones políticas complejas. Se necesitan otras evidencias para completar la interpretación sobre el rol de la cerámica, pero persiste la idea de que esta nos proporciona elementos valiosos para comprender el proceso social involucrado en su fabricación, distribución y accesibilidad, ya sea limitada a un grupo reducido de miembros de la sociedad o disponible a grandes segmentos de la población. El desarrollo de un estilo provincial Moche en el valle de Santa puede ser interpretado como evidencia de la autonomía política de los gobernantes moche en este valle (Figura 18). Sin embargo, consideramos que las relaciones constantes entre el corazón y la periferia explican mejor las semejanzas generales de la producción cultural de los valles de Moche y Santa. La conclusión sería que los gobernantes de los valles centrales de Moche controlaron directamente la población de Santa. Será interesante en el futuro comprobar si este tipo de gobierno político existió en el centro regional Pañamarca del valle de Nepeña, donde más datos sobre la presencia de Moche proporcionarán mayores luces sobre la organización política del Estado Moche Sur en esta zona fronteriza.

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Al nivel estilístico los lazos entre los valles de Santa y Moche durante las fases Moche III y IV (aproximadamente 350-800 d.C.) eran más fuertes que las fuerzas centrífugas. La ocurrencia de tendencias localistas no es improbable, tanto en elites como en segmentos poblacionales de menor status ocupando el valle de Santa por generaciones sucesivas. Pero la cultura material de las fases Moche III y IV en este valle y particularmente la cerámica y su carga simbólica indican estrechos vínculos entre ambos valles, tanto en la producción como en el empleo de artículos de alto valor económico y simbólico, como en los artefactos de producción y consumo masivo. Durante la larga ocupación moche del valle de Santa parece lógico pensar que los moches nacidos en este valle se volvieron «santeños» más que «mochicas» y que por lo tanto el desarrollo de una identidad provincial moche era inevitable, especialmente para los miembros de las clases populares que tenían pocas posibilidades de regresar a su tierra de origen.

Figura 18. Reconstitución de un florero pedestal de la fase Moche III con representación escultórica de cuatro rostros humanos. Esta pieza representaría una variante estilística local, con uso de pintura crema sobre rojo y ojos «grano de café» (Procedencia: Conjunto #1 de la Terraza Norte del sitio El Castillo). Figure 18. Reconstitución Reassembly of a Moche III phase pedestal vase with the sculpted representation of four human faces. This piece represents a local stylistic variant with cream over red paint and «coffee grained» eyes (Proceeds from: Conjunto #1 of the Northern Terrace of El Castillo site).

Es factible que los gobernantes de Huacas de Moche y de los centros asociados como El Brujo planificaran, consolidaran y ampliaran sus vínculos con el valle de Santa, introduciendo inicialmente en este valle sus propios

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referentes culturales y reproduciendo estructuras sociopolíticas e ideológicas vigentes desde la fase Moche III en el sitio El Castillo, con una reorientación notable de las estrategias de dominación durante la fase Moche IV, que significó la ampliación de la frontera agrícola y la creación de un nuevo centro de actividades ceremoniales y gubernamentales con sede en Guadalupito. El control de una población por otra puede incluir una primera etapa de demandas unilaterales por parte de los grupos dominantes sobre los dominados, con una fase ulterior de coexistencia negociada e interdependencia. Pero la presencia moche en el valle de Santa pudo implicar un proceso inverso, con coexistencia temprana seguida por una reformulación de los objetivos políticos y la estructura de las jerarquías sociales regionales. La información arqueológica permite argumentar que la alta densidad de cerámica Moche IV en Santa fue el resultado de una producción local diversificada en ubicación de centros de manufactura, incluyendo la importación desde valles vecinos de piezas de alta calidad y posiblemente de moldes. La producción masiva y el acceso a moldes y vasijas de diferente calidad por diversos segmentos de las poblaciones en el valle de Santa son elementos que favorecen la idea de una promoción del estilo cerámico Moche –particularmente durante la fase IV– entre elites y las colectividades inmigrantes moche, como también con los nativos aculturados o con individuos que compartían intereses con los moches y que estuvieron involucrados en proyectos estatales como el desarrollo de la irrigación en el valle de Lacramarca y la emergencia de Guadalupito. Este proceso implicó complejos vínculos de cohesión social y redes de intercambio económico, que en conjunto permitieron la producción y circulación constante de piezas cerámicas y su consumo cotidiano. La definición de estos vínculos será un reto en los próximos años La producción de cerámica moche en el valle de Santa y una factible red de distribución intravalle de la cerámica decorada jugaron un rol principal en la afirmación sociopolítica de una entidad Moche Santeña. La cerámica moche moldeada, pintada o llana fue empleada por los gobernantes, los líderes de los linajes o las asociaciones corporativas así como por el resto de las comunidades asentadas en la parte baja del valle de Santa y contribuyó durante varias generaciones tanto a la afirmación de su identidad frente a las poblaciones foráneas vecinas, como a una integración en los eventos y procesos norcosteños del Período Intermedio Temprano. Para terminar, podemos concluir señalando que la cerámica moche del valle de Santa jugó un papel similar al que tuvo en el valle de Moche y

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que fue utilizada como herramienta ideológica e incentivo político y económico para cualquier individuo o grupo familiar que compartía los mismos valores que la elite moche. La producción masiva de cerámica local Moche de Santa y la amplia red de distribución dirigida hacia cada miembro de esta nueva sociedad regional moche desempeñaron un rol importante en la afirmación social y política de sus usuarios. Las mejores vasijas fueron hechas para los gobernantes, pero la producción y distribución de vasijas típicas moche fue también eficiente entre los miembros de las clases populares moche que ocupaban la parte baja del valle de Santa. Como nota final podemos afirmar que los moches no solamente propagaron la palabra de su poder sino que también pusieron a la disposición su exquisita y distintiva cerámica caracterizada por su bicromía y su alto grado de realismo. Agradecimientos: Los autores desean expresar su agradecimiento a todos los miembros del Proyecto Santa de la Universidad de Montreal entre los años 2000 y 2004, en particular a Hélène Bernier, Véronique Bélisle, David Chicoine, France-Éliane Dumais, Julie Fournier, Juan López Marchena, Delicia Regalado y Alexandra Taillon-Pellerin. Asimismo a los organizadores del IV Seminario de Arqueología de la Universidad Nacional Federico Villarreal por brindar la oportunidad de exponer nuevos datos sobre la ocupación moche del valle de Santa. Notas 1

El Proyecto Santa de la Universidad de Montreal es un programa de investigaciones arqueológicas auspiciado por el Consejo de Investigaciones en Ciencias Humanas del gobierno del Canadá. Los trabajos de campo de la primera fase fueron conducidos entre los años 2000 y 2002. Los trabajos de laboratorio se realizaron durante el 2003 y 2004. La segunda fase de este programa de investigaciones se ha iniciado en noviembre del 2005 y los objetivos de la investigación son básicamente las mismos: la excavación de los sitios importantes moche para entender la naturaleza de la provincia de Santa en el marco del Estado expansionista Moche Sur y la excavación en pequeña escala de sitios de filiación cultural Gallinazo para medir el impacto de la presencia moche en los grupos locales. La comprensión de las actividades domésticas y el fechado de los componentes más importantes y los principales eventos en estos sitios son otros de los objetivos fundamentales de nuestro proyecto.

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Revista de Antropología N°19, 2009: 77-112 Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Chile, Santiago, Chile

El Estilo Cerro del Oro del Horizonte Medio en el valle de Asia The Cerro del Oro style from the Middle Horizon in the Asia Valley Rommel Ángeles Falcón

Resumen Hacia fines del Periodo Intermedio Temprano e inicios del Horizonte Medio, surge un estilo innovador en la costa sur central del Perú, el estilo Cerro del Oro, cuyo nombre deriva del sitio del mismo nombre ubicado en el valle bajo de Cañete. Esta cerámica reúne formas novedosas e iconografía proveniente de diversas tradiciones. Planteamos que el estilo cerámico Cerro del Oro no es exclusivo del valle de Cañete y se distribuye principalmente en el valle de Asia, llegando hasta Mala y Chilca. Para el valle de Asia se encuentra asociado a una serie de sitios habitacionales ubicados en ambas márgenes del valle desde el litoral hasta el valle medio. El estilo Cerro del Oro se asocia a un patrón arquitectónico, textiles de algodón y un patrón funerario diferente al que ocurre paralelamente en la costa central. Del mismo modo algunas características antropológicas parecen indicar que se trata de un grupo diferente. Consideramos que existen pues características para establecer su identificación espacial desarrollada fuertemente en este periodo cuyo centro principal estuvo en el valle de Cañete. Palabras Clave: Horizonte Medio, Wari, Cerro del Oro, valle de Asia, Perú 1

Museo Municipal Huaca Malena, Lima, Perú. E-mail: rommelangel@hotmail.com Recibido: Diciembre 2007. Aceptado: Abril 2008

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Rommel Ángeles Falcón

Abstract Towards aims of the Early Intermediate Period and the beginnings of the Middle Horizon, arises an innovator style at the south central coast, the Cerro del Oro style, whose name drift of the place of the same name located in the low valley of Cañete. This pottery reunites to novel forms and iconography originated on diverse traditions. We rose that the Cerro del Oro pottery style is exclusive from Cañete Valley and distributed at the valley of Asia, arriving even till Mala and Chilca. At the valley of Asia it is associated to a series of housing places located in both margins of the valley from the coast to the middle valley. The Cerro del Oro style is associated to an architectonic pattern, cotton textiles and funerary patterns which are different from the ones that appears parallels at the central coast. In the same way some anthropological characteristics seems to indicate that those people belong to a different group. We consider that there exist characteristics to establish their space identification strongly develop at this period whose main centre was located at the Cañete Valley. Key Words: Middle Horizon, Wari, Cerro del Oro, Asia valley, Peru.

Introducción El Horizonte Medio constituyó una etapa crucial en los Andes Centrales. Este implicó cambios en el patrón funerario, el crecimiento de una serie de asentamientos y el desarrollo de un sistema ideológico que unificó gran parte de los Andes Centrales con sus respectivos aportes locales; estos fenómenos se evidencian en la costa y sierra a través de nuevos tipos de patrón de asentamiento, variaciones en el patrón funerario, aparición de textiles con iconos wari y nuevos estilos cerámicos. El tránsito de este complejo periodo y su transformación hacia una época donde las sociedades adquieren una personalidad particular de carácter local, es un fenómeno poco conocido. Hacia fines del Periodo Intermedio Temprano e inicios del Horizonte Medio, surge un estilo innovador en la costa surcentral. El sitio Cerro del Oro en el valle bajo de Cañete se convierte en el centro de un movimiento

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El Estilo Cerro del Oro del Horizonte Medio en el valle de Asia

especial plasmado en su cerámica, advertida tempranamente por Kroeber y Menzel. A partir de los trabajos de Alfred Kroeber (1937) y Louis Stumer (1971), Dorothy Menzel (1968) definió para el Horizonte Medio la existencia de un nuevo estilo para el valle de Cañete al cual se denominó Cerro del Oro, cuyo nombre deriva del importante sitio arqueológico en el valle bajo de Cañete donde se ubica un extenso complejo arquitectónico y cementerio. El estilo Cerro del Oro toma una serie de elementos morfológicos e iconográficos de diferentes estilos como Nasca, Cajamarca, Lima, Nievería y Chaquipampa. Posteriores trabajos en el referido sitio (Ruales 2001), establecieron aspectos de la arquitectura, asociaciones y la secuencia ocupacional del sitio. El presente trabajo, muestra que dicho estilo cerámico no es exclusivo del valle de Cañete y se distribuye principalmente en el valle de Asia, llegando hasta Mala y Chilca. Para el valle de Asia se encuentra asociado a una serie de sitios habitacionales ubicados en ambas márgenes del valle, desde el litoral hasta el valle medio. El estilo Cerro del Oro se asocia a un patrón arquitectónico, textiles de algodón y un patrón funerario diferente al que ocurre paralelamente en la costa central. Del mismo modo algunas características antropológicas parecen indicar que se trata de un grupo diferente. Consideramos que existen pues características para establecer su identificación espacial desarrollada fuertemente en este periodo cuyo centro principal estuvo en el valle de Cañete.

El valle de asia: ecología y arqueología El valle de Asia se encuentra situado a 100 kilómetros al sur de Lima, entre los valles de Mala por el norte y Cañete por el sur (Figura 1). Destaca por su aridez, el amplio cono deyectivo y sus playas arenosas frente a la isla de Asia, donde habitan lobos de mar, y la cual constituye un importante lugar para el anidamiento de aves guaneras. El valle es corto, no penetra más de 60 kilómetros en la sierra. Presenta suelos aluviales y un relieve que muestra depresiones. La agricultura es bastante difícil utilizándose para tal efecto el agua del subsuelo a través de pozos. Las pampas eriazas tienen poco uso por la falta de agua de riego. Los suelos tienen un origen aluvial, coluvial y eólico. La fauna es típicamente costeña.

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Rommel Ángeles Falcón

Figura 1. Mapa de ubicación de la costa sur central y el valle de Asia. Figure 1. Map of location of the central South coast and the Asia valley.

A casi un kilómetro de la playa el cauce del río se divide en dos vertientes, las cuales son denominadas El Gallo y Río Chico. Las lomas en la actualidad, son explotadas de manera temporal por los ganaderos de la sierra y de manera permanente para la explotación de piedras y gravilla como material de construcción por los pobladores de la costa. Estas se ubican en ambas márgenes del valle, destacando las de Puquio Salado, Marquesa, Casablanca, Pacay, Perico y El Huaranguito al norte, y las lomas de Quilmaná y Ancapuquio al sur. Estas son intensamente aprovechadas en invierno, cuando crece el pasto para el alimento del ganado que baja de la sierra aledaña. A la altura de la localidad de Coayllo existe un puquio de agua y de las cercanías nace un canal de irrigación para el valle, y un segundo irriga la porción norte del valle. Ambos se inician casi en la misma toma (Tello 2000: 13).

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El Estilo Cerro del Oro del Horizonte Medio en el valle de Asia

El valle medio es estrecho y de bordes pendientes, ensanchándose a la altura de las localidades de Coayllo, Uquira y Omas. Coayllo presenta un clima cálido, posee agricultura permanente, se dedica al cultivo casi exclusivo de nísperos y pacae, y en menor grado de maíz y otros frutales. Posee una baja densidad poblacional, y está dividida en los anexos de San Juan de Quisque, Coayllo, Uquira, Yesera y Esquina. Estas áreas corresponden a las de mayor productividad y a las de mayor número de sitios prehispánicos a partir del Horizonte Medio en adelante. Un camino carrozable une Asia con Coayllo, Uquira, Omas y Quinches. La información arqueológica del valle es escasa. Cirilo Huapaya Manco indica la presencia de una variedad de arquitectura y cerámica (Tello 2000: 179-189) reportando materiales que hoy podemos asignarlos al Periodo Intermedio Temprano, Horizonte Medio, Periodo Intermedio Tardío y Horizonte Tardío. Mejía Xesspe realiza anotaciones sobre el valle y realiza las excavaciones en Huaca Malena bajo la dirección de Julio C. Tello (Tello 2000). Frederic Engel (Engel 1963, 1987), señala la existencia de 190 sitios (20 precerámicos, 87 chavín, 3 wari, 2 huacas post-wari: Huaca Malena y Huaca Partida, 26 poblados ica-chincha-cañete y uno con rasgos incaicos, así como 50 no determinados) (Engel 1987). Engel también realiza estudios en el sitio temprano de Asia Unidad 1, correspondiente al periodo Arcaico (Engel 1963). Ángeles (2002) reporta un importante hallazgo del periodo Formativo, relacionándolo con el área de interacción Chavín. Dorothy Menzel (1971) describe material cerámico del Periodo Intermedio Temprano al cual denomina estilo Capilla. En 1997, Denise Pozzi-Escot dirige excavaciones en Huaca Malena reportando datos sobre el Periodo Intermedio Temprano y el Horizonte Medio (Ángeles y Pozzi-Escot 2000, 2001, 2004, 2005). Ángeles y Pozzi-Escot (2004) realizan una síntesis acerca de la ocupación del valle durante el Periodo Intermedio Tardío hasta el Horizonte Tardío. Sandra Negro (1982) describe el sitio inca de Uquira, el cual es investigado nuevamente por Antonio Coello (1991) y recientemente excavado por Emily Baca (2001). En resumen, podemos indicar que la ocupación en el valle ha sido permanente, existiendo periodos de alta y baja densidad poblacional, y al respecto debe considerarse la escasez de agua durante las avenidas del río.

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Durante el periodo Precerámico Tardío, la ocupación se concentra en el valle bajo. No se conforman grandes centros ceremoniales sino áreas habitacionales y cementerios en las mismas zonas habitacionales. Durante el Periodo Inicial, crece el número de sitios habitacionales, y algunos de estos al parecer cumplirían funciones rituales, pero no aparecen grandes complejos ceremoniales como ocurre en la costa central. Durante el Horizonte Temprano se reporta una baja poblacional y un desarrollo de asentamientos importantes en el valle medio y superior a la altura de Omas. Este es un fenómeno peculiar que sucede de manera paralela en el valle de Cañete. Durante el Periodo Intermedio Temprano se construye el sitio más extenso, Huaca Malena, y aparecen asentamientos relacionados a lo largo del valle bajo y medio, pero en número menor. Durante el Horizonte Medio, en su primera época, aparece el estilo Cerro del Oro y se produce un aumento de los asentamientos habitacionales desde el litoral hasta el valle alto. A partir de la Época 3 del Horizonte Medio hay nuevos cambios y se reportan importantes contextos funerarios en Huaca Malena. El Periodo Intermedio Tardío corresponde al grupo denominado Coayllo, el cual ocupa principalmente el valle medio. Durante el Horizonte Tardío los sitios son ampliados y se ubican tanto en las zonas de mayor producción agrícola como también en las entradas de quebradas importantes, así como en lugares de la parte alta debido al estrecho contacto con la sierra (Ángeles 2003). El Periodo Intermedio Temprano en el Valle de Asia Las excavaciones realizadas en Huaca Malena (Ángeles y Pozzi-Escot 2000), permitieron caracterizar para este periodo, una arquitectura de adobes semicilíndricos hechos a mano y una cerámica tricolor caracterizada por platos de contorno simple con decoración interna. Los cántaros son de cuello recto corto, color marrón y diseños en blanco ubicados en el labio (Figura 2). Huaca Malena fue construida durante este periodo constituyendo el sitio más destacado del valle de Asia para esta época. Los reconocimientos llevados a cabo en el valle indican a su vez la presencia de 10 sitios contemporáneos que comparten similar arquitectura y cerámica. Esta cerámica y arquitectura ha sido reportada también en el valle de Mala (Gabe 2000) para el sitio denominado Cerro Salazar, también conocido como Totoritas. Nuestros reconocimientos indican la presencia de esta cerámica en el sitio de San José del Monte en Mala (Ángeles 2003) así como en los niveles inferiores de Cerro del Oro en el valle de Cañete, de acuerdo a la información publicada por Mario Ruales (2001). Por lo expuesto, podemos plantear que durante el Periodo Intermedio

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El Estilo Cerro del Oro del Horizonte Medio en el valle de Asia

Temprano los valles de Mala, Asia y Cañete estuvieron relacionados tanto a nivel de arquitectura como de cerámica, pero sus lazos sociales, económicos y políticos aún no pueden ser definidos. Es evidente que se trata sin embargo de la primera evidencia de cohesión cultural que se presenta para dichos valles, sin descartar que futuras investigaciones aclaren las probables relaciones que habrían existido durante el Horizonte Temprano.

Figura 2. Cerámica del Periodo Intermedio Temprano procedente de Huaca Malena. Colección Museo Municipal Huaca Malena. Figure 2. Ceramics of the Early Intermediate Period from Huaca Malena. Collection Municipal Museum Huaca Malena.

El Horizonte Medio: Épocas 1 y 2 De acuerdo a Menzel, la Época 1 del Horizonte Medio para el valle de Cañete se caracteriza por la aparición del estilo Cerro del Oro, cuyo nombre deriva del extenso complejo ubicado en el valle bajo de Cañete (Kroeber 1937). Se trata de un estilo que condensa diversos estilos propios del Horizonte Medio que son comunes en Lima, Nasca, Ayacucho e inclusive Cajamarca. El reconocimiento del valle bajo y medio de Asia nos ha permitido identificar cerámica del estilo Cerro del Oro en el valle bajo así como en ambas márgenes del valle de Asia hasta la localidad de Omas. Ejemplares similares a los reportados por Kroeber (1937) y Ruales (2001) en Cerro del Oro, están presentes en el valle de Asia pero en esta ocasión se encuentran asociados a terrazas habitacionales. Una característica importante es el aumento de población, el uso intensivo de terrazas aglutinadas a ciertos sectores del valle e inclusive una fuerte comunicación y relación con el valle de Mala.

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Durante la época 1 del Horizonte Medio, Huaca Malena es abandonada. Efectivamente, en el lugar solo han sido hallados escasos fragmentos de cerámica de estilo Cerro del Oro y hay una ausencia total de arquitectura de adobes cúbicos hechos a mano. La Cerámica del Estilo Cerro del Oro De acuerdo a Dorothy Menzel (1968: 101-103), el estilo Cerro del Oro es muy ecléctico, con características prestadas de una variedad de otras tradiciones estilísticas, incluyendo Nievería, Nasca 9 y Chaquipampa. Hay también algunos elementos que representan supervivencias de la tradición Lima de la costa central y que datan de las épocas precedentes. Algunas de las características más notables del estilo Cerro del Oro las encontramos en una alfarería de pasta notablemente blanca o amarillenta, y escudillas con base anular, características estas que no tienen semejanza con ninguno de los estilos del Horizonte Medio 1, ni anteceden en ninguna de las tradiciones costeñas. Los estudios del estilo están basados principalmente en la cerámica procedente de las excavaciones realizadas por Alfred Kroeber (Figuras 3, 4, 5).

Figura 3. Platos de estilo Cerro del Oro procedentes de las excavaciones de Alfred Kroeber en Cerro del Oro (1937), similares al material de los valles de Asia y Mala. Figure 3. Plates of Cerro del Oro style coming from the excavations of Alfred Kroeber in Cerro del Oro (1937), ceramics similar from Asia and Mala valleys.

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Las escudillas con base anular son el tipo de vaso más común en el estilo Cerro del Oro, y también son comunes cántaros de tamaño grande, mediano y pequeño. Otro tipo común son las escudillas toscas, la mayoría de las cuales son muy similares a las del estilo Nasca 9. Las coladeras cónicas son únicas. Algunos diseños de aves y cabezas trofeo tienen marcada semejanza con el estilo Nasca 9. Aparecen así mismo, diseños nievería, especialmente las escudillas de base anular, siendo el tipo más común el animal encorvado del estilo Nievería y una pequeña variante especial del animal con aguijón, extendido ventralmente, también del estilo Nievería. Algunos de los diseños de la tradición Lima también se presentan en Nievería y Cerro del Oro. El estilo Cerro del Oro tiene además una variante modificada del animal encorvado, tema que está presente en todos los estilos del Horizonte Medio. Hay también imitaciones locales que derivan de los diseños chaquipampa, tales como los diseños de rayos con simetría rotacional y rayos prolongados con tallos ondulantes y un animal extendido de cúbito ventral con cuerpo trapezoidal que es atribuido específicamente al estilo Chaquipampa B.

Figura 4. Cántaros de estilo Cerro del Oro, procedentes de las excavaciones de Alfred Kroeber en Cerro del Oro (1937). Figura 4. Jars Cerro del Oro style, coming from the excavations of Alfred Kroeber in Cerro del Oro (1937).

Según Menzel (1971: 132-133), las innovaciones más importantes del estilo Cerro del Oro son: el cuenco de ángulo basal con lados cortos y fondo profundo, por lo general con base anular (Kroeber 1937: LXXI), y el uso de nueva arcilla blanca caolín. Tanto la forma del vaso como el uso de la pasta blanca recuerdan al estilo Cajamarca, especialmente en su fase II. También aparecen algunos nuevos diseños que son casi idénticos a los diseños de Cajamarca II, notablemente una greca escalonada negra sobre fondo blanco

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dentro de una banda angosta, la cual algunas veces bordea el diseño del perfil de un animal encorvado. La única diferencia es que el diseño del animal encorvado del estilo Cerro del Oro es parecido al del estilo Nievería.

Figura 5. Ollas de estilo Cerro del Oro procedentes de las excavaciones de Alfred Kroeber en Cerro del Oro (1937). Figure 5. Pots Cerro del Oro style coming from the excavations of Alfred Kroeber in Cerro del Oro (1937).

Las semejanzas más próximas a Nasca 9 se refieren a cuencos pesados idénticos a los de Nasca 9 de Ica y Nasca, diseños de cabezas trofeo y diseños de rayos, especialmente aquellos de animales encorvados con apéndices radiales, que pertenecen al estilo Nievería, y otros que pertenecen a la tradición de diseño de rayos de Ayacucho, notablemente con la presencia de rayos con tallos ondulados, un diseño de animal encorvado con cola larga y en espiral, y figuras de rayos bilateralmente simétricos. Pueden ocurrir también rasgos serranos como diseños radiales de rotación, figuras similares a palanquetas de gimnasia y grandes bandas en zigzag que pertenecen a la variedad Acuchimay Polícromo de Bennett. De acuerdo a Menzel, tanto su eclecticismo como lo asombroso de su mezcla son característicos de toda una serie de estilos de prestigio del Horizonte Medio 1 de la costa sur, la costa central y la sierra. En Chincha, Dwight Wallace halló cerámica relacionada al estilo Cerro del Oro en PV 57-26 y 48. Kroeber reporta cerámica Cerro del Oro en el valle de Mala (Kroeber 1937). Menzel asevera (1971: 135) que la significación del estilo Cerro del Oro está en que probablemente representa la única época en la historia de

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Cañete cuando este valle y Asia compartieron un estilo especial de prestigio propio, en el cual lograron combinar una selecta mezcla de rasgos de estilos de todas partes del Perú, formando un modelo original. Por esta razón el área de Cañete-Asia es un importante campo nuevo para el estudio de los patrones de difusión del Horizonte Medio. Uno se pregunta cuál será la explicación de su breve independencia. Todos los estilos de prestigio regional del Horizonte Medio 1 tuvieron una corta existencia y, con la excepción de algunos vasos, sobrevivieron apenas rastros de ellos en las épocas siguientes. La explicación de esto radica probablemente no sólo en el hecho de que fueron en su mayoría mezclas basadas en tradiciones extranjeras, sino también en que fueron estilos esencialmente seculares que no parecían tener ninguna significación simbólica particular. Evidentemente, ambos factores fueron en parte responsables de la rápida suplantación de los estilos del Horizonte Medio 1 por los nuevos estilos de prestigio tiahuanacoides de Wari y Pachacamac que tenían una gran cantidad de rasgos simbólicos, además de los seculares, y quizás de mayor importancia es el hecho de que contribuyeron con ideas originales y no hicieron simplemente mezclas de rasgos prestados.

El sitio Cerro del Oro Se encuentra ubicado a la altura del Kilómetro 136 de la carretera Panamericana Sur, en el distrito de San Luis, provincia de Cañete. De acuerdo a Mario Ruales, el sitio ocupa un área aproximada de 120 hectáreas, compuesto por una serie de estructuras piramidales, plazas, recintos y plataformas levantadas con adobes cúbicos hechos a mano, un segundo sector tardío compuesto por recintos de tapia asociados a cerámica Cañete Último y Chincha así como una serie de estructuras de piedra y cementerios del mismo periodo. Investigaciones Previas Los trabajos realizados por Alfred Kroeber en 1925 permitieron establecer las características de la arquitectura y la cerámica. Posteriormente Julio C. Tello realizó excavaciones en el lugar y los materiales recuperados en estos trabajos se conservan en el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú (Figuras 6, 7).

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Figura 6. Cerámica procedente de Cerro del Oro, Cañete. Colección Tello (Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú). Figure 6. Ceramics coming from Cerro del Oro, Cañete. Collection Tello (National Museum of Archaeology, Anthropology and History of Peru).

A fines de la década de 1950, Louis Stumer (1971) realiza estudios y define el estilo Cerro del Oro como perteneciente al Periodo Intermedio Temprano e inicios del Horizonte Medio. Menzel (1968) determina que el estilo Cerro del Oro pertenece a la Época 1 del Horizonte Medio, principalmente por rasgos de la cerámica que recuerda a diseños chaquipampa y nasca 9.

Figura 7. Cerámica procedente de Cerro del Oro, Cañete. Tipos de coladores. Colección Tello (MNAAHP). Figure 7. Ceramics coming from Cerro del Oro, Cañete. Types of strainers. Collection Tello (MNAAHP).

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De acuerdo con Mario Ruales (2001), el sitio presenta dos ocupaciones, una del Periodo Intermedio Temprano con presencia de adobes semicilíndricos y una segunda etapa con adobes cúbicos y la cerámica denominada Cerro del Oro. El estilo Cerro del Oro en el valle de Asia Las características formales del estilo reportado en el sitio de Cerro del Oro, nos permiten establecer las características morfológicas y decorativas para distinguirlo estableciendo sus asociaciones a arquitectura, patrón de asentamiento y otros materiales culturales. Las características del estilo Cerro del Oro presentes en los materiales del valle de Asia, son casi idénticas a las del valle de Cañete, tanto a nivel morfológico como decorativo. Se presentan: 1) Platos de color naranja natural decorados con una banda negra gruesa en el borde interior. 2) Cuencos de paredes altas y divergentes y labio redondeado. 3) Cuencos con paredes verticales rectas o muy ligeramente convexas, bases inclinadas, rectas y con base anular (Figura 8). 4) Decoración externa con diseños serpentiformes, animal encorvado, cabezas antropomorfas, grecas o color crema verdoso. Diseños en color crema, rojo, naranja, gris o violáceo oscuro.

Figura 8. Platos con ángulo basal de estilo Cerro del Oro, procedentes de Topas o Quisque 2, valle medio de Asia. Colección Museo Municipal Huaca Malena. Figure 8. Plates with basal angle of Cerro del Oro style, coming from Topas or Quisque 2, average valley of Asia. Collection Municipal Museum Huaca Malena.

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5) Acabado alisado mate. 6) Jarras pequeñas, medianas y grandes. 7) Cántaros. El cuello supera la altura del cuerpo. Generalmente no están decorados en el cuello a excepción de bandas en negro, marrón o violáceo sobre naranja natural. 8) Decoración geométrica en el cuerpo (incluye círculos con asterisco) o aspas múltiples al interior, diseños triangulares, círculos delineados en negro. En varios casos los cántaros presentan cuello efigie relacionado a materiales de Nasca. 9) Ollas escasas, globulares y de cuello corto ligeramente expandido. 10) Coladores, de forma cónica con borde doblado al interior, decoración en el tercio superior generalmente de color negruzco o violáceo, pocos ejemplares presentan diseños estilizados. Existe variación en el tamaño de los agujeros del colador. Decoración 1) Espirales y figuras en S decoradas con puntos blancos tanto en el borde como en el interior, generalmente en el tercio superior de las vasijas. 2) Diseños antropomorfos de un personaje de perfil. 3) Rostros humanos en los platos similares a las cabezas trofeo nasca que aparecen también como cara-gollete en jarras y en las figurinas que recuerdan al estilo Nasca. 4) Animal encorvado (variante del estilo Nievería) según Menzel (1968). Es muy común en varios tipos de vasijas. Componentes morfológicos 1) Platos de ángulo basal. 2) Platos con decoración interna. 3) Cántaros (Figura 9). 4) Cántaros cara-gollete. 5) Coladores cónicos. 6) Figurinas de la tradición Nasca.

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Los platos presentan base anular, paredes rectas de labio adelgazado, decoración externa, fondo crema con una banda delgada de color negra en el labio, el resto del cuerpo presenta diseños geométricos. Platos de paredes convergentes cortas y base redondeada. Decoración externa de triángulos con barras al interior.

Figura 9. Cerámica de estilo Cerro del Oro asociada, procedente de contexto funerario recuperado de Quisque 2. Colección Museo Municipal Huaca Malena. Figure. 9. Ceramics of Cerro del Oro style, coming from recovered funeral context of Quisque 2. Collection Municipal Museum Huaca Malena.

Decoración 1) Diseños de cabezas trofeo, aves en posición de perfil. 2) Diseños Nievería. 3) Animal encorvado. 4) Elementos lima similares a los utilizados por el estilo Nievería. 5) Imitaciones del estilo Chaquipampa. 6) Animal extendido de cúbito ventral con cuerpo trapezoidal. Distribución de sitios La distribución de la cerámica de estilo Cerro del Oro para el valle de Asia se extiende desde el litoral (sitio Las Palmas), hasta Esquina de Omas, es decir hasta los 800 metros sobre el nivel del mar aproximadamente. Aparece asociada a asentamientos discretos distribuidos en ambas márgenes del

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valle ocupando pequeñas quebradas laterales, concentrándose al pie y en las laderas de importantes cerros. Estos sitios tienen características domésticas debido a la presencia de ceniza, conchas y por la presencia de asentamientos aterrazados con arquitectura de piedra y adobes cúbicos. Alguno de estos sitios ostentan claras evidencias de contener cementerios. En este sentido las características del estilo Cerro del Oro pueden caracterizarse en: a) Presencia de cerámica de estilo Cerro del Oro típico de Cañete en superficie o en los perfiles expuestos al interior del valle de Asia. b) Sitios con arquitectura de piedra de cerro conformando estructuras habitacionales ubicadas en terrazas asentadas en las laderas de cerros o en pequeñas quebradas. c) Presencia de adobes cúbicos hechos a mano, similares a los reportados en el sitio de Cerro del Oro en Cañete, los cuales se colocan sobre los muros de piedra. Sitios en el litoral Destaca el sitio Las Palmas, ubicado a la altura del Kilómetro 101 de la carretera Panamericana Sur. Se trata de un conjunto de estructuras de piedra y montículos de baja altura situados en las inmediaciones de hoyas de cultivo y muy cerca de la playa arenosa. La cerámica en el sitio incluye platos de ángulo basal y base anular así como coladores. Las Palmas es el sitio más cercano al litoral, al parecer forma parte del sitio denominado El Antival por Cirilo Huapaya (Tello 2000: 185-187), donde se reporta la presencia de adobitos hechos a mano. El lugar probablemente estuvo relacionado a la explotación marina, sin embargo, su relación a hoyas de cultivo podría indicar que esta práctica agrícola podría datar de ese periodo. Las Palmas es hasta el momento el único sitio de este periodo en el litoral. El avance urbano suscitado en el litoral de Asia ha propiciado la desaparición de algunos sitios de este periodo. Sitios en el valle Los sitios que presentan cerámica Cerro del Oro comienzan a distribuirse en ambas márgenes del valle, a partir del estrechamiento del mismo, en las inmediaciones de la localidad de Esquina de Asia. Se trata de asentamientos de carácter habitacional mayormente discretos, ubicados de manera conglomerada al pie de algún cerro importante, o en pequeñas quebradas a ambas márgenes del valle.

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La cantidad de sitios conteniendo cerámica del estilo Cerro del Oro es alta si se compara con aquellos del Periodo Intermedio Temprano. En algunos casos reocupan sitios del periodo anterior y en otros se asientan en lugares donde antiguamente no fueron utilizados. Los sitios por lo general aparecen concentrados en las laderas de importantes cerros y en pequeñas quebradas. La zona de mayor concentración de sitios corresponde al actual distrito de Coayllo, entre los 200 y 800 metros sobre el nivel del mar. El sitio Topas o Quisque 2 destaca por su complejidad, así como la presencia de contextos funerarios con cerámica de estilo Cerro del Oro (Figura 9). Los platos de ángulo basal son sumamente populares. Del referido sitio proceden una serie de cántaros típicos de este estilo (Figuras 10, 11, 12).

Figura 10. Cántaros de estilo Cerro del Oro, procedentes de Topas o Quisque 2, valle medio de Asia. Colección Museo Municipal Huaca Malena. Figure 10. Pitchers of Cerro del Oro style, coming from Topas or Quisque 2, average valley of Asia. Collection Municipal Museum Huaca Malena.

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Figura 11. Fragmentos de cántaros de estilo Cerro del Oro, procedentes del valle medio de Asia. Colección Museo Municipal Huaca Malena. Figure 11. Fragments of pitchers of Cerro del Oro style, coming from the average valley of Asia. Collection Municipal Museum Huaca Malena.

Figura 12. Cerámica Cerro del Oro: platos, cántaros y coladores. Procedentes del valle medio de Asia. Colección Museo Municipal Huaca Malena. Figure 12. Plates, pitchers and strainers. Coming from the average valley of Asia. Collection Municipal Museum Huaca Malena.

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Figura 13. Cerámica llana asociada a la clásica cerámica Cerro del Oro, correspondiente a las primeras fases del Horizonte Medio. Colección Museo Municipal Huaca Malena. Figure 13. Cerámics associated to the classic ceramics Cerro del Oro, corresponding to first epochs from the Middle Horizon. Collection Municipal Museum Huaca Malena.

En la figura 1 se ilustra la relación de los principales sitios arqueológicos de este periodo que presentan cerámica Cerro del Oro en superficie. Como se aprecia aparecen desde el litoral y ocupan hasta el valle medio. Asociado al fino estilo Cerro del Oro aparece una cerámica llana de superficie alisada tosca de color marrón con huellas de estrías verticales; bowls, cántaros de labios engrosados, coladores en forma de bowl, platos y miniaturas conforman su hábeas morfológico (Figura 13). Si bien la mala conservación de los sitios no permite apreciar sus características formales, algunos de ellos permiten comprender mejor su organización espacial (Figura14).

Caracterizando la distribución del estilo Cerro del Oro en el Valle de Cañete Si bien el sitio Cerro del Oro es el asentamiento más extenso y en el cual se definió este estilo cerámico (Kroeber 1937, Menzel 1968, 1971; Ruales 2001), la distribución de sitios es más amplia en el valle de Cañete. El sitio Cerro del Oro se caracteriza por presentar arquitectura masiva de adobes cúbicos hechos a mano que conforman grandes recintos, tumbas abovedadas y de acuerdo a la información de Ruales, existen evidencias de paredes que contenían frisos con diseños relacionados a la cerámica de este estilo.

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Figura 14. Uno de los sitios que integran el grupo de asentamientos al pie de Cerro Las Papas. Figure 14. One of the sites that integrate the group of establishments on the Hill Las Papas.

En el valle bajo de Cañete, en el lugar denominado Pampa Clarita, en los terrenos de la empresa Agriconsa, el sector ubicado entre Herbay Alto y Concón, en el brazo izquierdo del valle y cerca de la desembocadura del río, Héctor Walde (Comunicación personal) reportó el hallazgo de un cementerio con una serie de contextos funerarios conteniendo fardos asociados a cerámica Cerro del Oro. Se trataba de contextos funerarios en forma de bota con una boca de 120 centímetros y una profundidad de 3 a 4 metros. Los individuos se hallaban enfardelados y poseían tocados en la cabeza. Fueron recuperados tres fardos funerarios y diversos materiales tales como penachos de plumas y diversos adornos sumamente finos. Estos materiales se encuentran depositados en el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú. De la localidad de San Vicente de Cañete en el sector La Balanza, procede un cántaro de cuello recto de color marrón y decoración de bandas paralelas y círculos concéntricos en la parte superior del cuerpo. Esta vasija se inserta dentro del estilo Cerro del Oro (Figura 15).

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Figura 15. Cerámica de estilo Cerro del Oro, procedente de La Balanza, valle bajo de Cañete. Colección Museo Municipal Huaca Malena. Figure 15. Ceramics from La Balanza, lower Cañete valley. Collection Municipal Museum Huaca Malena.

Durante labores de prospección en el valle medio de Cañete en la localidad de Lunahuana, Juan Paredes reportó el hallazgo de una gran piedra a manera de huanca enmarcada dentro de una estructura cuadrangular de adobes cúbicos a manera de adoratorio. En el lugar pudimos observar la presencia de cerámica Cerro del Oro así como evidencias de pintura mural sobre una pared blanca con diseños estilizados delineados en negro y rojo. El sitio fue bautizado por Juan Mogrovejo como Huanca Maki debido a que la piedra posee unas horadaciones naturales a manera de garra de felino. Sus coordenadas UTM son 361665 E y 48904 N. El importante trabajo de identificación de sitios arqueológicos del valle de Cañete realizado por Carlos Wiliams y Francisco Merino (1974), muestran una serie de sitios en el valle con cerámica de este estilo (Figura 1). Como se percibe, existen una serie de sitios de diferente tipo que se distribuyen entre el litoral, el valle bajo y el valle medio de Cañete. La mayor parte de sitios son aldeas, aunque existen sitios de probable carácter administrativo y religioso.

La cerámica de la colección Tello El Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú conserva una colección de cerámica, procedente del sitio de Cerro del Oro. De acuerdo al año de registro esta pertenecería a la colección realizada por

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Julio C. Tello en 1925 (Figuras 6, 7). Está compuesta por una olla (C 34255 22.7) con el labio delineado en marrón oscuro, cuello corto evertido y cuerpo globular color naranja, tiene una altura de 24 centímetros y la boca posee un diámetro de 24 centímetros. Presenta decoración en la parte superior del cuerpo con diseños de media luna en posición horizontal delineados en negro y al interior presenta color blanco o rojizo, el diseño es derivado de Nasca. De acuerdo a la información proporcionada por el museo, esta vasija procede del Cementerio 2-Tumba 7 de Cerro del Oro. Un tiesto de similares características procede de San José del Monte en el valle de Mala. El primer cántaro (C 34256 22.4) es de cuello corto y ligeramente evertido, cuerpo de forma irregular y base plana, tiene una altura de 32 centímetros y una boca de 15 centímetros. La decoración en el tercio superior del cuerpo de la vasija es delimitada por una banda delgada de color negro amarronado. Presenta diseños circulares delineados en negro. Posee engobe naranja oscuro. Esta vasija recuerda a material de Mala procedente de Cerro Salazar (Gabe 2000). El segundo (C 34257 22.2) corresponde a un cántaro alto de cuello recto y corto, cuerpo globular y base plana. El material de la Colección Tello es sumamente interesante, y los coladores cónicos pertenecen al estilo Cerro del Oro al igual que uno de los cántaros. Sin embargo los otros cántaros se relacionan a material del Periodo Intermedio Temprano vinculándose fuertemente con el contexto funerario recuperado por Carmen Gabe en Cerro Salazar.

El estilo Cerro del Oro en el Valle de Mala Dos contextos resultan de interés para establecer la presencia del estilo Cerro del Oro en el valle de Mala: las estructuras de adobes cúbicos y la cerámica reportada por Carmen Gabe en Cerro Salazar (Gabe 2000), y también la colección del colegio de Santa Rosa obtenida durante la construcción del mismo. Ambas son del valle bajo. Existen reportes de pequeños asentamientos tanto en otros sectores del valle bajo como El Salitre, en la desembocadura del río Mala, en la zona de Bujama y en Esquivilca. Otros sitios se hallan en el valle medio. Tal es el caso de San José del Monte. Se adjunta una relación de sitios reportados por Williams donde se ha reportado cerámica de este estilo. En el sector de Bujama existe un sitio con cerámica Cerro del Oro, el cual se halla asociado a un canal de regadío producto de la ampliación de la frontera agrícola. Estaríamos hablando de poblaciones altamente organi-

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zadas que expandieron la frontera agrícola y estuvieron intercomunicadas fuertemente. No podríamos decir que existe una jerarquía de sitios en el valle de Mala, pues las evidencias están relacionadas a zonas habitacionales y no se distinguen centros administrativos de importancia. La colección del colegio (Figuras 16, 17), procede de contextos funerarios en los cuales predominaban fardos. Este dato resulta interesante porque se relaciona a los contextos funerarios de Cerro del Oro y Pampa Clarita en el valle de Cañete y se establecen las diferencias con los contextos funerarios contemporáneos de Nievería que se caracterizan por un patrón funerario extendido. La colección incluye cántaros de cuello recto y cuerpo globular con decoración en el tercio superior, platos con base anular y otros con decoración interna. De igual manera con anterioridad (Ángeles 2003) llamamos la atención sobre el sitio denominado San José del Monte, donde aparece un sitio de carácter habitacional con cerámica Cerro del Oro (Figura 18). Finalmente, del valle de Mala, sector de Azpitia, procede un singular hallazgo de sartas con cuentas de piedra y concha a manera de quipus asociados a agujas de hueso y madera (Figura 25) que corresponde al Horizonte Medio al relacionarse a agujas y cuentas procedentes de Cerro del Oro (Mario Ruales, comunicación personal).

Figura 16. Cántaros de estilo Cerro del Oro, procedentes de Santa Rosa, valle de Mala. Colección Colegio Santa Rosa de Mala. Figure 16. Pitchers Cerro del oro style from Santa Rosa, Mala valley. Collection School Santa Rosa de Mala.

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Aproximaciones El estilo Cerro del Oro como vemos, se distribuye ampliamente entre los valles de Mala, Asia y Cañete y se asocia a arquitectura de adobes cúbicos hechos a mano y mampostería de piedra. Los sitios de mayor dimensión se ubican en el valle de Cañete donde destaca el sitio de Cerro del Oro. Sin embargo, estudios posteriores podrían determinar una jerarquía de sitios. Al parecer la aparición de este estilo se produce a fines del Periodo Intermedio Temprano y se desarrolla en la Época 1 del Horizonte Medio, cuando cobra un inusual auge. Su iconografía se alimenta de elementos foráneos, principalmente sureños y serranos así como de la costa central. La cantidad de sitios reportados principalmente en el valle de Asia indican que en esta época hubo un incremento de la población y, en consecuencia, pudieron suscitarse cambios climáticos que favorecieron el desarrollo de actividades agrícolas.

Figura 17. Platos de estilo Cerro del Oro, procedentes de Santa Rosa, valle bajo de Mala. Colección Colegio Santa Rosa de Mala. Figure 17. Plates from Santa Rosa, Mala valley. Collection School Santa Rosa de Mala.

Los patrones funerarios correspondientes a fardos han sido interpretados como una influencia sureña llegada durante este periodo. Sin embargo, el patrón funerario de fardos y posición en cuclillas es característico en el valle de Asia, inclusive desde los Desarrollos Regionales o Periodo Intermedio Temprano, y como sabemos este patrón viene desde Paracas en el sur. Esto significaría que los valles de Mala, Asia y Cañete poseen una tradición funeraria distinta a la que se produce en la costa central, donde los patrones lima y nievería se relacionan a contextos funerarios extendidos. Los datos de Cerro Salazar y

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Santa Rosa en el valle bajo de Mala, así como de Huaca Malena indican estas características tanto para el Periodo Intermedio Temprano como para el Horizonte Medio. Esta tradición es pues fuertemente sureña y se mantiene durante el Horizonte Medio.

Figura 18. Cerámica de estilo Cerro del Oro, procedente de San José del Monte, valle de Mala. Colección Museo Municipal Huaca Malena. Figure 18. Ceramics from San Jose of Monte, Mala valley. Collection Municipal Museum Huaca Malena.

En el valle de Asia, ocurren rasgos significativos a destacar. El sitio más importante del Periodo Intermedio Temprano, Huaca Malena, es abandonado, no encontrándose arquitectura de este periodo, y la densidad de cerámica de estilo Cerro del Oro es prácticamente ausente. El sitio no es utilizado ni siquiera como cementerio, lo cual indica un cambio ideológico importante entre las poblaciones de esta época. Comienzan a aparecer una serie de nuevas aldeas distribuyéndose entre el litoral y el valle medio. Aparecen a veces situándose en la boca de pequeñas quebradas laterales, sin embargo, en realidad se trata de grandes concentraciones que conforman terrazas habitacionales con arquitectura de piedra y adobes cúbicos. El hallazgo de cerámica en proceso de confección en el valle de Asia indica que esta fue fabricada localmente. Similar fenómeno ocurre en el valle de Mala. La existencia de algunos sitios en la zona de Bujama, implica que durante este periodo se inició la ampliación de la frontera agrícola, pues la zona es alimentada hasta la actualidad por un canal que sale del río Mala. El hallazgo fortuito de un contexto compuesto por una gran cantidad de sartas de hilos de algodón de

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la cual penden cuentas y agujas distribuidas en pares y tríos, implica conjuntamente con el modelo de quipu de algodón reportado por Ruales en Cerro del Oro, que existe una experimentación de formas de contabilidad aún no definidas con claridad que establecen un tipo de ordenamiento contable que es necesario definir. El fenómeno Cerro del Oro constituye una evidencia de unidad estilística y arquitectónica, reflejo de compartir una ideología y un sistema social, político, religioso y económico. Si la cerámica, los textiles o los contextos funerarios reflejan una identidad propia y diferencias sustantivas entre ellos a manera interna, estas podrían estar relacionadas a aspectos cronológicos aún no resueltos o rasgos internos de esta sociedad. Es evidente que Cerro del Oro representa una unidad en donde el valle de Cañete jugó un rol principal. Desconocemos las relaciones internas entre asentamientos y entre valles vecinos, pero lo que es evidente es que culturalmente son diferentes a los valles de Lurín y Rímac, donde no se ha reportado cerámica de este estilo. ¿Cuál fue el impacto de Wari en las primeras etapas de su desarrollo? ¿Qué significan los estilos regionales que se forman y desaparecen de manera intempestiva? Un aspecto de interés se refiere a la riqueza agrícola de los valles donde existe una mayor densidad de sitios, tal es el caso de Cañete para la costa surcentral y lo mismo ocurre en el valle del Rímac con la presencia del estilo Nievería. En ambos casos, estos estilos innovadores conviven con formas locales propias del periodo anterior, siendo probable que su uso solo haya sido destinado a fines rituales o específicos aún no definidos. En el valle de Asia aparece asociado al estilo Cerro del Oro una cerámica llana de color marrón y acabado alisado tosco. Esta sin embargo perdura en el tiempo y llega a las épocas 2B y 3 del Horizonte Medio, y recuerda a vasijas del estilo Cuculí definido por Engel para el valle alto de Chilca. Adicionalmente a la cerámica que caracteriza este estilo, los textiles muestran iconografía relacionada al estilo cerámico y la confección extensiva de tejidos de algodón ha sugerido una marcada independencia de la sierra (Figura 19). Es probable que la alta producción agrícola tanto de Cañete como de los valles indicados establecieron una entidad propia sumamente independiente con respecto a sus materias primas, pero que son receptivas a los estilos propios de este periodo, con especial énfasis a los de Ayacucho y Nasca. La presencia de tejidos en técnica cara de urdimbres discontinuas de pelo de camélido con decoración en tye dye indica una fuerte vinculación con la costa sur y probablemente con la sierra (Figura 20), tomando en consideración que esta técnica y decoración son sumamente difundidas

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desde Nasca para el sur. En relación a los textiles, de acuerdo a información de Mario Ruales, sus estudios en Cerro del Oro reportan una importante cantidad de tejidos de algodón con iconos relacionados a la cerámica. Para el valle de Chilca, la información de este estilo es escasa, por no decir nula, y la única evidencia corresponde a algunos fragmentos de cerámica de estilo Cerro del Oro en el sitio de Sawilka identificado por Frederic Engel como correspondiente al Imperio Wari. Cabe precisar que Sawilka se ubica estratégicamente en la confluencia de dos quebradas principales de acceso a la sierra.

Figura 19. Fragmento de tejido de algodón confeccionado en técnica tapiz ranurado. Estilo Cerro del Oro. Colección Museo Municipal Huaca Malena. Figure 19. Weave fragment of cotton made in tapestry, Cerro del Oro style textile. Collection Municipal Museum Huaca Malena.

El estilo Cerro del Oro corresponde a una cerámica distribuida entre los valles de Mala, Asia y Cañete, durante la Época 1 del Horizonte Medio. El sitio de mayor relevancia asociado a esta cerámica es Cerro del Oro en el valle bajo de Cañete, el cual presenta arquitectura monumental con presencia de adobes cúbicos hechos a mano, a lo largo del valle de Cañete, así como asentamientos de carácter habitacional distribuidos entre el valle bajo y medio, tal como se aprecia en el catastro de Williams y Merino.

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Figura 20. Fragmento de tejido de lana en técnica cara de urdimbres discontinuas con decoración en tie dye y pintado, Horizonte Medio, asociado a cerámica Cerro del Oro. Procede de Socsa, valle medio de Asia. Colección Museo Municipal Huaca Malena. Figure 20. Weave fragment of wool in expensive technique of warp of discontinuous warps with decoration in tie dye and painted, Middle Horizon, associated to ceramic Cerro del Oro; Socsa site in the Asia valley. Collection Municipal Museum Huaca Malena.

En el valle de Asia, los asentamientos con cerámica Cerro del Oro se ubican desde el litoral (Las Palmas) hasta el valle medio (Omas). Los sitios ubicados en Omas incluyen también estilos cerámicos locales (Figura 21). Los sitios son pequeños pero concentrados en las laderas suaves de cerros de poca pendiente y generalmente utilizan terrazas rellenadas y delimitadas por un muro de piedra de cerro en cuya parte superior se ubican adobes cúbicos (Figuras 22, 23). Los sitios de los valles de Asia y Mala son de menor envergadura comparándolos con los del valle de Cañete, pero los tipos de cerámica son muy similares.

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Figura 21. Cerámica del Horizonte Medio procedente de Pueblo Viejo, Omas, incluye fragmento estilo Cerro del Oro. Colección Oliver Huamán. Figure 21. Ceramic from Pueblo Viejo in Omas, Asia, including frgament in Cerro del Oro style. Collection Oliver Huamán.

Durante la Época 1 del Horizonte Medio, el número de asentamientos se incrementa. Aunque en los valles de Mala y Asia no se distinguen con claridad sitios de gran envergadura, lo que hizo pensar a algunos investigadores que se trataba de largos periodos de abandono de los valles, es evidente que existe un incremento de poblaciones así como un desarrollo arquitectónico importante. La presencia de íconos relacionados al estilo Chaquipampa, pero de confección local, indica la llegada de importantes influencias de Ayacucho y el incremento de relaciones con la costa. El estilo Cerro del Oro, en consecuencia, no solo representa una cerámica correspondiente a un solo sitio arqueológico sino que constituye el símbolo de una región durante una época.

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Figura 22. Sitio Cerro Grande o Topas 2, sector Coayllo, valle de Asia. Sitio habitacional con cerテ。mica Cerro del Oro. Figure 22. Cerro Grande or Topas 2, Coayllo sector in Asia Valley. Habitacional site with ceramic Cerro del oro.

Figura 23. Terrazas habitacionales en Pueblo Viejo de Omas. Se presenta un estilo local y algunos fragmentos de cerテ。mica de estilo Cerro del Oro. Figure 23. Settlement in terraces: Pueblo Viejo de Omas. One appears a local style and some fragments of style ceramics Hill of Gold.

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El Estilo Cerro del Oro del Horizonte Medio en el valle de Asia

Finalmente, los restos óseos asociados a este estilo corresponden a individuos con deformación craneal bilobada. Los fardos funerarios de las épocas 2B y 3 del Horizonte Medio de Huaca Malena están integrados por individuos que no presentan deformación craneana, y están asociados a cerámica llana y tejidos principalmente de pelo de camélido y algodón. Por lo expuesto, las épocas 2B y 3 del Horizonte Medio implican un cambio radical. No se han reconocido sitios habitacionales con claridad, sin embargo, destacan los contextos funerarios emplazados sobre las estructuras de las edificaciones del Periodo Intermedio Temprano de Huaca Malena (Ángeles y Pozzi-Escot 2000, 2001), donde se han reportado contextos funerarios de elite conteniendo fardos de falsa cabeza con finos tejidos wari de similares características a las halladas en Pachacamac por Max Uhle (1903) y en Ancón por Reiss y Stübel (1880-1887). La cerámica asociada a estos contextos es llana y ausente de decoración, a excepción de pocos ejemplares que incluyen cántaros cara-gollete y vasos con la representación del grifo de Pachacamac. Los tejidos de Huaca Malena son particulares, se distinguen tapices del más puro estilo Wari así como otros correspondientes a estilos de la costa central, la costa norte y la costa norcentral subdivididos a partir de la iconografía plasmada principalmente en los tapices.

Tejidos procedentes del valle de Asia Un fragmento de tejido tie dye confeccionado con pelo de camélido fue recuperado de la superficie del sitio de Socsa ubicado en las inmediaciones de Coayllo. Se trata de un excepcional fragmento de uncu o camiseta confeccionado en técnica cara de urdimbre de urdimbres discontinuas y teñido mediante tye dye. Presenta flecos estructurales (Figura 20). Cabe resaltar que en este periodo se sucede un cambio en los patrones de asentamiento, y el número de sitios habitacionales y cementerios crece en gran proporción con relación al periodo anterior. Así existen sitios en el valle bajo y medio donde destaca La Palma, el complejo arqueológico Quisque, Socsa, San Lucas, Las Papas, Pan de Azúcar, Piedra Estrella, Uquira 3, 4, 5 y Tierra Amarilla (Figuras 10, 16, 17, 18, 19). Algunos fragmentos de cerámica de este estilo aparecen en Pueblo Viejo, Omas. La arquitectura es de piedra y adobes cúbicos, también reportados por Tello (2000) en el sitio Cerro Los Perros, al que denominamos Quisque 1.

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Figura 24 Cerámica de estilo Cerro del Oro, procedente de Tierra Amarilla, valle medio de Asia. Figure 24. Ceramics of Cerro del Oro style from Tierra Amarilla, Asia valley.

Algunos sitios que tenían material de estilo Cerro del Oro en el valle de Mala fueron reportados durante los trabajos de prospección por encargo del Instituto Nacional de Cultura (Williams y Merino 1976). Ciertamente, los sitios del Horizonte Medio se distribuyen desde el litoral hasta el valle alto. El sitio de La Ensenada (26j 5J01 en la nomenclatura de Williams y Merino) es uno de los sitios con arquitectura y cerámica de estilo Cerro del Oro en el litoral, y la ocupación en la zona parece que fue restringida. Igualmente, en Esquivilca (distrito de San Antonio) y San José del Monte, ubicado en la margen izquierda del valle de Mala a 8 kilómetros del litoral, ambos sitios de carácter aldeano, destaca la presencia de cerámica de estilo Cerro del Oro. En Cerro Salazar, Carmen Gabe, indica la presencia de cerámica de este estilo que aparece asociada a arquitectura de adobes cúbicos hechos a mano. Al parecer en Cerro Salazar existió una aldea de pescadores durante este período. Finalmente, de Mala, en el sector Santa Rosa, procede una importante colección de vasijas de este periodo. Se trataba de fardos en contextos funerarios. El sitio denominado San José del Monte incluye zonas habitacionales con cerámica de estilo Cerro del Oro (Figura 18). Cañete constituye el valle con mayor cantidad de sitios de este periodo. El sitio de Cerro del Oro, en el actual distrito de San Luis, se encuentra ubicado a la altura del Kilómetro 136 de la carretera Panamericana Sur, y ocupa un área de 120 hectáreas (Ruales 2001: 359) frente a los sitios de menor envergadura existentes en el valle y en los valles vecinos antes mencionados. Desde esa perspectiva, se podría indicar que el sitio de Cerro del Oro debe de

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constituirse en el principal sitio de la costa surcentral durante el Horizonte Medio. Los sitios detectados tanto en Chilca, Mala, Asia y Cañete estarían supeditados bajo algún sistema aún no definido al centro de Cerro del Oro. A este se suman sitios en La Quebrada, Pampa Clarita (cementerio reportado por Héctor Walde), una serie de asentamientos en ambas márgenes del valle y el importante sitio de Rumi Maki (en Lunahuana, reportado por Juan Mogrovejo), una estructura de adobes que encierra una enorme «huanca» de planta rectangular. Los muros de adobes cúbicos presentan pintura mural sobre fondo blanco y crema y diseños delineados en negro y rojo.

Figura 25. Conjunto de sartas de cuentas y agujas de hueso y madera procedentes de Azpitia, valle de Mala. Colección Museo Municipal Huaca Malena. Figure 25. Set of strings of accounts and needles of bone and wood coming from Azpitia, Mala valley. Collection Municipal Museum Huaca Malena.

El patrón funerario de cámaras rectangulares o en forma de bota, en donde se depositan los cadáveres enfardelados y en posición flexionada, muestran un patrón sureño, diferente al de la costa central. Este estilo cerámico a la fecha ha sido reportado entre los valles de Chilca, Mala, Asia y Cañete. Por lo expuesto podemos plantear que durante la época 1 del Horizonte Medio, los mencionados valles conformaron una unidad cultural propia, la misma que surgió asociada a un incremento poblacional, la formulación de una arquitectura propia y cuya cerámica recepciona elementos ideológicos iconográficamente relacionados a Wari a través del uso de elementos de los estilos Chaquipampa, Nasca y Lima, a los que ubica en formas cerámicas locales, algunas de ellas con reminiscencias serranas de Cajamarca, de Wari y de la costa central. Estas nuevas formas

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relacionadas a este estilo son innovadoras toda vez que se alejan de las tradiciones culturales previas (Ángeles y Pozzi-Escot 2000; Gabe 2000). Pero estos sucesos no son aislados a la región. En la costa central paralelamente se suceden una serie de hechos que permiten el desarrollo del estilo cerámico denominado Nievería, que se asocia a la tradición local denominada Lima Tardío. Este estilo Nievería, sin embargo, tiene una distribución limitada. Aparece principalmente en los grandes centros administrativos religiosos del valle de Rímac tales como Maranga, Catalina Huanca y en menor grado en Pucllana. Algunas botellas y platos han sido reportados en la zona de Chaclla, sierra de Lima, y en menor grado se encuentra (con formas limitadas) en los valles del Chillón, Lurín y Chancay. Vasijas nievería proceden igualmente del valle de Fortaleza-Pativilca, algunas del valle de Casma y aparecen como ofrendas foráneas en contextos funerarios de elite en San José de Moro, en el valle de Jequetepeque (Castillo 2001). Si bien la costa central se caracteriza por la presencia de grandes edificaciones indicativas de un poder centralizado y un sistema político sustentado en una elite gubernamental, los mismos que se concentran en el valle del Rímac; los valles de Chillón y Lurín presentan una menor cantidad de estas edificaciones y las mismas se caracterizan por estar ubicadas en lugares estratégicos. El estilo Cerro del Oro se distribuye entre los valles de Mala, Asia y Cañete durante las épocas 1 y 2 del Horizonte Medio. Esta cerámica se asocia a arquitectura monumental de adobes cúbicos hechos a mano cuyo centro principal es Cerro del Oro en Cañete. En Asia y en Mala se trata de sitios habitacionales distribuidos entre el valle bajo y medio. En el valle de Asia, cerámica del estilo Cerro del Oro se ubica en asentamientos pequeños que se encuentran frente al litoral, en las laderas de cerros y bocas de quebradas. Representa un incremento de sitios frente al periodo anterior. La arquitectura es de piedra con adobes cúbicos y en algunos sitios se observan evidencias de actividades artesanales. Este tipo de evidencia, sugiere que se desarrolló una entidad cultural propia de índole regional, resultado de la presencia de influencias wari, pero con un tipo de carácter propio y local. Es probable que el interés de Wari esté referido a la riqueza agrícola de los valles de Mala y Cañete, mientras que Asia se vio favorecido por el desarrollo de esta entidad. Agradecimientos: Al Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú por permitirnos fotografiar la cerámica de la Colección Tello procedente de Cerro del Oro. A todos los estudiantes de arqueología

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de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos que nos acompañaron en los recorridos por el valle de Asia. A Denise Pozzi Escot, Arturo Santos, Ulises Ibáñez, Mirtha Cruzado y Héctor Walde y en especial a los organizadores del simposio La producción y distribución de cerámica como indicador social y político en los Andes prehispánicos y coloniales y a los editores de la Revista Chilena de Antropología por su especial deferencia.

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Revista de Antropología N°19, 2009: 113-132 Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Chile, Santiago, Chile

Utilización y Reutilización de la Cerámica Wari: Una Perspectiva Desde Marayniyoq, Ayacucho, Perú Use and Reuse of Wari Ceramics: A View from Marayniyoq, Ayacucho, Peru Lidio M. Valdez y J. Ernesto Valdez

Resumen Las excavaciones arqueológicas efectuadas en el sitio Wari de Marayniyoq, del valle de Ayacucho, Perú, resultó en el hallazgo de una excelente colección de cerámica, la mayoría de las cuales pertenecientes a vasijas de tamaños grandes. El objetivo de este trabajo es explicar, primero, el contexto social que determinó la producción de formas particulares de cerámica, y, segundo, evaluar las razones que conllevaron a la reutilización de las vasijas. El análisis funcional de las vasijas también permite determinar que dentro de la estructura política Wari, los centros destinados a la producción operaron maximizando los recursos, y en caso de Marayniyoq reutilizando vasijas rotas que en otros contextos simplemente fueron abandonados. Esto es de particular interés considerando que en centros de privilegio, la elite Wari podía sacrificar vasijas finamente decoradas. Palabras Clave: Andes Centrales, Horizonte Medio, Wari, Cerámica.

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Department of Archaeology, University of Calgary. E-mail: lidio9@yahoo.es Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Huamanga, Ayacucho, Perú. ervalcar@hotmail. com Recibido: Octubre 2007. Aceptado: Mayo 2008

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Abstract Archaeological excavations carried out at the Middle Horizon Wari site of Marayniyoq, in the Ayacucho Valley, Peru, uncovered an excellent collection of ceramic vessels, the majority of them being large sized. The objective of this paper is to explain, first, the social context that determined the manufacturing of specific vessel forms, and, second, to evaluate the reuse broken vessels. The functional analysis of the ceramics also allows us to determine that within the Wari political structure, the production centers operated maximizing resources, and in the particular case of Marayniyoq reusing broken vessel. This is of particular interest noting that at other important centers, the elite was privileged to sacrifice finely decorated vessels. Key Words: Central Andes, Middle Horizon, Wari, Ceramics

Introducción La cerámica es un tipo de artefacto que a menudo abunda en muchos sitios arqueológicos, y por cuanto proveen información valiosa con respecto a cronología, estilo, y forma, son de mucha utilidad para el análisis arqueológico. En este trabajo, nuestro objetivo es discutir el caso particular de la forma para así determinar no sólo la función de las vasijas en sí, sino también de contextos específicos. La forma de las vasijas permite determinar la función de las vasijas, las mismas que a su vez sirven para evaluar la función de contextos específicos o de sitios arqueológicos en general. No obstante que existe la posibilidad que una vasija puede cumplir funciones distintas, es decir más de una función, se entiende que éstas son manufacturadas para desempeñar funciones específicas. Se entiende que la función general de las vasijas es “cambiar la estructura comestible de las comidas, ya sea cocinando o tostando, y para almacenar y servir una variedad de comidas específicas” (Arthur 2002:332). Durante la manufactura se determina la función que cumplirá una vasija. Esta determinación permite conocer el tiempo de trabajo que ocasiona la manufactura de la vasija. Al mismo tiempo, aparte de la función específica, el lugar donde la vasija será utilizada es otro factor que determina la cantidad de esfuerzo que se invierte en la producción de una vasija determinada. Para poner las cosas en breve, por un lado, una vasija destinada a cumplir funciones de almacenamiento, y en consecuencia mantenida lejos de la audiencia, será

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menos elaborada y requerirá menor tiempo de trabajo. Por otro lado, vasijas a ser utilizadas en contextos públicos, por lo general serán mejor elaboradas, y en consecuencia demandarán mayor tiempo de trabajo. Atributos adicionales incrementan estas diferencias, las mismas que se ponen a consideración líneas adelante. En este trabajo, partimos de aquella premisa bastante simple, y para su efecto primero definimos la función de determinadas vasijas recuperadas mediante excavaciones arqueológicas. En seguida, buscamos diferencias adicionales, a parte de la misma forma, para distinguir en lo posible otras variables que pueden servir en el análisis funcional de la cerámica. Finalmente, se presta atención al tratamiento final de las vasijas. Esta última permite conocer qué tipo de vasija, o vasijas, fue la que requirió mayor esfuerzo y energía de trabajo. Para este caso, se asume que el alfarero minimiza su tiempo de trabajo al manufacturar una vasija. Esto quiere decir que el ceramista no gastará la misma energía y esfuerzo en la producción de dos formas de vasijas destinados a cumplir funciones distintas. Para desarrollar nuestro postulado, tomamos en consideración la cerámica proveniente del sitio Wari de Marayniyoq (Valdez 2002a, 2006). Al mismo tiempo, es nuestra intención discutir el significado de las vasijas mejor elaboradas y de manera especial el acabado final, incluido la decoración. En este aspecto, planteamos que existe una intencionalidad de parte del alfarero en decorar de una manera particular vasijas específicas. En el caso de la colección en consideración, parece probable que vasijas determinadas fueron decoradas para cumplir funciones totalmente distintas de las puramente funcionales. En este caso, y tal como se discute más adelante, algunas vasijas fueron medios que transportaron y transmitieron la ideología del aparato estatal Wari. Para poner en perspectiva nuestra discusión, primero damos una breve referencia a la evidencia arqueológica, para luego discutir la forma de las vasijas de Marayniyoq y evaluar su función. Luego tocamos el caso de la restauración de las vasijas. Finalmente discutimos nuestros hallazgos en el contexto del estado Wari.

La colección de cerámica Wari de Marayniyoq Marayniyoq es un asentamiento Wari ubicado a corta distancia al norte de la ciudad capital Wari, en el valle de Ayacucho, Perú (Figura 1). Las excavaciones arqueológicas que efectuamos en el sitio entre 1999 y 2002 resultaron en el descubrimiento, entre otros, de una serie de piedras trabajadas de superficie plana y con claras muestras de haber sido utilizadas como

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batanes. Confirmando esta conclusión, también se hallaron en los mismos contextos las partes activas de los batanes, conocidos en la región de Ayacucho como tunay (Valdez 2002a, 2000b, 2003, 2006; Valdez, et al. 2000). En base a dichos descubrimientos, se concluye que Marayniyoq fue un centro especializado Wari orientado al procesamiento probablemente de la qora. Como se conoce, la qora es la materia prima utilizada para la elaboración de la chicha (Morris 1979).

Figura 1. Ubicación de Marayniyoq en el valle de Ayacucho. Figure 1. Location of Marayniyoq in the Ayacucho Valley

Otro descubrimiento de igual significado es la colección de cerámica. Desde un inicio quedó obvio que una gran proporción de la cerámica recuperada de Marayniyoq estaba constituida por aquellas de tamaño grande. El posterior análisis confirmó nuestra anticipación, determinando además que dos son las formas más comunes. La primera forma consiste de una vasija

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abierta, de tamaño grande y base cónica (Figura 2), la misma que en la región de Ayacucho es conocida como maqma (Arnold 1985:150; Valdez 1997:68, 2002a:77). Funcionalmente, estas vasijas son ideales para depositar granos así como para fermentar bebidas como la chicha (Arnold 1985:150; Isbell et al. 1991:44). La segunda forma que también ocurre con alta frecuencia es una vasija cerrada y de tamaño grande (Figura 3). Por la particular ubicación de sus asas, que aparecen asimétricamente colocadas en sus lados, esta vasija es idéntica a una localmente conocida como qipiri (Valdez 1997:72, 2002a:76). A diferencia de otras vasijas de forma similar, el qipiri es una forma manufacturada para ser transportada. En consecuencia, funcionalmente estas vasijas son ideales para transportar bebidas.

Figura 2. Maqma de manufactura simple y de base cónical Figure 2. Maqma of simple manufacture and a cnical base.

Ambas formas tienen sus variantes más pequeñas. La variante de la primera forma es conocida como tinaja, mientras que la variante de la segunda es referida simplemente como qipiri pequeño. En general, estas son los tipos de cerámica más comunes de Marayniyoq; en el resto de este trabajo nuestra atención está orientada a estas dos formas.

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Figura 3. Qipiri de manufactura simple y de base cónica. Figure 3. Qipiri of simple manufacture and conical base.

Mientras la morfología de las vasijas es obvia y es muy útil para definir sus funciones, es de suma importancia prestar atención a las similitudes y diferencias de ambas formas desde el punto de vista de la tecnología de producción. En primer lugar, consideremos el caso de la maqma. En base a atributos adicionales, como el tipo del cuello, forma de la base, entre otros, queda evidente que hay tres variantes de la maqma. Esta sub-división ha sido tratada en otro trabajo, razón por la cual no se vuelve a repetir en esta oportunidad. Lo importante para los fines de esta discusión es que la maqma, no obstante sus variaciones morfológicas, presenta características comunes en cuanto a manufactura y acabado se refiere. Vasijas de este tipo fueron manufacturadas sin mayor cuidado. Por ejemplo, la arcilla utilizada parece no haber sido la mejor, y los desgrasantes agregados tampoco fueron seleccionados con el necesario cuidado. Además, las superficies tanto interna como externa, son ásperas, desiguales, y carecen de un pulido. Al final del proceso de manufactura, apenas un ligero baño de engobe fue aplicado sobre la superficie externa. Como se podrá observar, en ningún caso vasijas de esta forma fueron decoradas. Importante es anotar que las tinajas fueron también manufacturadas siguiendo los mismos parámetros que las maqmas. Por su parte, teniendo en consideración el acabado y la forma de la base, vasijas del segundo grupo (qipiri) pueden ser sub-divididos en una de base cónica (Figura 4), y otra de base plana (Figura 5). En cuanto a manufactura y tratamiento final se refiere, las vasijas de base cónica comparten el mismo tratamiento que las vasijas abiertas; es decir, este grupo de vasijas fueron manufacturados sin mayor cuidado, y esto incluye la ausencia de las decoraciones. Entretanto, la otra variante de qipiri presenta no sólo una

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base plana, sino también fue mejor elaborado. Por ejemplo, los desgrasantes son poco visibles en comparación al grupo anterior. Además, la superficie externa presenta un mejor tratamiento y tiende a ser más homogénea. Sobre dicha superficie se aplicó primero un engobe naranja o rojizo, y luego decorados.

Figura 4. Qipiri de manufactura más elaborada y de base plana. Figure 4. Qipiri of better manufacturing with a flat base.

De lo hasta aquí referido, se observa que las vasijas de tamaño grande, no obstante sus diferencias en cuanto a forma se refiere, fueron continuamente poco elaborados. Merece hacer resaltar que con la rara excepción de una vasija abierta que tiene una base plana, todas las vasijas poco elaboradas presentan una base cónica. En contraste, las vasijas mejor elaboradas y que incluyen decoraciones, presentan por lo general una base plana. Esta notable diferencia determinada por la forma de la base tiene implicancias en cuanto al uso espacial de determinadas formas de vasijas. En efecto, aquellas de base cónica fueron destinadas a permanecer estables en lugares específicos. Dichos lugares fueron unos hoyos producidos en el piso y ubicados al interior de las estructuras. Efectivamente, en las proximidades de las vasijas de base cónica, se han expuesto varios hoyos, indicando que estos fueron los lugares donde dichas vasijas descansaron. Confirmando esta observación, durante la temporada del 2002 se halló una vasija cerrada manteniendo aún su posición original. Además, merece anotar que las bases cónicas siempre presentan raspaduras producto de haber permanecido en los hoyos. Por su lado, vasijas de base plana, con algunas raras excepciones, fueron mejor manufacturadas. Además, estas fueron producidas para ser trasladadas con mayor frecuencia y facilidad, donde una base plana ob-

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viamente habría garantizado mejor estabilidad sin la necesidad de mantener una posición permanente en un determinado lugar.

Figura 5. Qipiri de manufactura más elaborada y de base plana. Figure 5. Qipiri of better manufacturing and flat base.

Estas notables diferencias en cuanto a la forma de la base de las vasijas se refiere, también determinaron si las vasijas fueron producidas para estar en contacto directo con una numerosa audiencia, o simplemente con un grupo más reducido de la población. De nuestro análisis se desprende que las vasijas de base cónica, con algunas raras excepciones, parecen haber sido vistas sólo ocasionalmente. Por lo tanto, parece probable que el poco esfuerzo invertido en la producción y acabado de las vasijas de base cónica fue determinado por el simple hecho que estas no fueron producidas para ser expuestas. En otras palabras, por el hecho que estas no iban a estar en contacto con una amplia audiencia, el esfuerzo invertido en su manufactura fue menor en comparación al tiempo que consumió la producción de las vasijas de base plana. Como tales, la principal función de este tipo de vasijas probablemente fue la de almacenamiento (graneros). Como ya se anotó, hay vasijas cerradas que tienen base cónica. Dicha forma sugiere que estas fueron manufacturadas para transportar, pero al parecer en forma limitada. Otra posibilidad es que dichas formas fueron utilizadas en circunstancias determinadas que no necesariamente involucraban una presencia considerable de la población; es decir, durante los quehaceres cotidianos, como pudo haber sido el acarreo del agua. En cualquier caso, la base cónica parece haber sido un factor que limitó su movilidad, considerando que dichas vasijas no podían ser trasladadas de un lugar a otro con la misma facilidad que una de base plana. Por esta particularidad,

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vasijas cerradas de base cónica fueron poco transportables pero ideales para otras actividades como el almacenamiento de granos y la fermentación de bebidas. La presencia de raspaduras en la base precisamente sugiere que estas vasijas permanecieron en lugares específicos, al igual que las vasijas abiertas de base cónica. A diferencia de las vasijas cerradas de base cónica, aquellas provistas de base plana probablemente fueron fáciles de ser transportadas. En otras palabras, este grupo de vasijas parecen haber sido manufacturadas específicamente para ser trasladadas de manera constante. Su base plana precisamente permitiá que estas podían ser llevadas de un lugar a otro sin mayor dificultad. Al parecer, esta particularidad de haber sido manufacturadas para estar en movimiento fue la que hizo que estas vasijas sean no sólo mejor elaboradas, sino también decoradas. Esto implica que la producción de estas vasijas requirió mayor esfuerzo de trabajo. Como vasijas transportables, puede existir poca duda que éstas estuvieran destinadas para entrar en contacto con la audiencia (Figura 6), tal vez en el mismo sentido que un kero. Cabe añadir que el qipiri es transportado en la espalda de una persona (Figura 7); cuando esto ocurre, un qipiri con gollete debió haber sido visible por toda la comunidad. Y, si la vasija fue transportada a distancias considerables, a lo largo de dicho tramo este también debió haber sido observado, permitiendo de este modo el contacto con una población bastante numerosa. Considerando que las vasijas mejor elaboradas no ocurren con frecuencia en cualquier sitio, sino sólo en sitios de mayor prestigio, se puede sostener que la jerarquía de los sitios está reflejada en el tipo de utensilios utilizados por sus residentes. En el caso Wari, el sitio de Conchopata viene a ser un excelente ejemplo y cuyos utensilios ceremoniales son mejor elaborados que las vasijas provenientes de sitios como Azángaro (Anders 1989) y Marayniyoq, para citar dos casos. En consecuencia, el hecho de ser vistos requirió la inversión de mayor trabajo en la producción de formas específicas1.

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Figura 6. Qipiri con gollete proveniente de Marayniyoq. Figure 6. Qipiri with a face-neck from Marayniyoq.

Figura 7. Posición de un qipiri al ser transportado. Figure 7. Position of a qipiri at the moment of being transported.

Es importante añadir que el alfarero Wari, aun conciente que la vasija era producida para ser vista, minimizó el esfuerzo invertido en el acabado final de la misma. Efectivamente, cuando se trató de decoración, sólo la parte visible fue decorada (Figura 8), mientras que aquellos sectores de la vasija que rara vez fueron vistos, no fueron decorados en absoluto. En el caso de los qipiris, la parte decorada obviamente era la frontal, lo que hace evidente que las vasijas decoradas Wari fueron símbolos del mismo aparato estatal. Al igual que durante el periodo Inka (Morris 1991:522), la iconografía Wari en particular debió haber sido un medio a través del cual el estado Wari entró en contacto con la audiencia. Como tal, es muy posible que los motivos

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representados en las vasijas portaran un mensaje del estado. Curiosamente, las vasijas cerradas como los qipiris se caracterizan por la cara gollete, como la ilustrada en la Figura 8. Los caras golletes no parecen representar a simples individuos; más bien, estas parecen representar a personajes de importancia y de poder (ver Isbell y Cook 2002; Ochatoma y Cabrera 2002). Por lo tanto, es nuestra sugerencia, que la intención de personificar a una vasija fue intencional y que con esto se buscó el contacto entre la autoridad y el resto de la comunidad. Por último, si estas vasijas sirvieron para transportar la chicha, dicha bebida debió haber tenido una conexión con la autoridad. Es decir, el hecho de distribuir la bebida pudo haber sido un acto donde el estado hizo sentir su presencia simbólica pero efectiva. Entonces, determinadas formas de vasijas, convertidas en portadoras de la ideología estatal, cumplieron funciones que se extienden más lejos de lo puramente funcional; en su lugar, formas específicas y utilizadas en determinados contextos cumplieron un rol determinante en difundir la ideología del poder.

Figura 8. Qipiri decorado con evidencias de haber sido previamente restaurado. Figure 8. Decorated qipiri with evidence of have been previously reused.

Reutilización de las vasijas Otro aspecto de igual importancia que se extrae de los trabajos de investigación efectuados en el sitio Wari de Marayniyoq es la presencia de muchas vasijas que habían sido restauradas en el pasado. En efecto, hasta el reciente hallazgo de vasijas restauradas en el mencionado sitio, no se conocía de algo similar para el caso Wari en el valle de Ayacucho. El porqué vasijas fragmentadas que pudieron haber sido descartadas fueron restauradas y reutilizadas tiene importancia, especialmente para evaluar la función de

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un sitio como Marayniyoq. Al mismo tiempo, es interesante anotar que mientras en sitios como Marayniyoq existía al parecer la obvia necesidad de restaurar vasijas rotas o rajadas, en otros sitios del mismo valle, como Conchopata (Cook 2004:157), se observa que vasijas muy bien elaboradas y finamente decoradas fueron intencionalmente destruidas. Estas diferencias denotan con suma claridad las diferencias en cuanto a función y prestigio de estos dos sitios por ejemplo, donde los sectores de mayor prestigio podían destruir objetos cuya producción requirió mayor desgaste de energía. Finalmente, estas variaciones son indicadores del grado de estratificación que diferenció a los varios sectores de la población Wari. Las vasijas que fueron restauradas no son piezas únicas, como tampoco ejemplares finamente decorados. Si bien vasijas decoradas fueron también restauradas, igual trato recibieron aquellas pobremente manufacturadas. Esto demuestra que tratamiento y sofisticación tecnológica no fueron los criterios que determinaron si una vasija podía o no ser restaurada. Efectivamente, tanto vasijas cerradas como abiertas, y que incluyen las decoradas y las no decoradas, recibieron el mismo tratamiento. Desde luego, esto incluye vasijas de bases planas y bases cónicas. Nuevamente, la interrogante que surge es por qué fue necesario restaurar vasijas en este sitio en particular, y cuál fue el mayor propósito para dicha restauración. Obviamente, muchas de las vasijas restauradas no pudieron haber seguido cumpliendo sus funciones iniciales. En particular, si estas vasijas fueron inicialmente manufacturadas para almacenar o fermentar bebidas, dicha función debió haber sido simplemente imposible cumplir precisamente porque las vasijas ya no estaban en las mismas condiciones. De igual forma, vasijas que al parecer fueron inicialmente destinadas para transportar bebidas, una vez restauradas su función debió también haberse modificado. Por lo tanto, queda evidente que restauración y re-uso implicó necesariamente modificación de la función inicial de las vasijas. Para comprender el significado y el porqué de la presencia de vasijas restauradas en Marayniyoq es de suma importancia considerar la presencia de una serie de piedras trabajadas identificadas como batanes en el mismo sitio (Valdez 2002a). Junto a los referidos batanes también se hallaron los elementos activos de los batanes, confirmando de este modo que una actividad importante efectuada en el sitio fue el procesamiento de granos (Valdez 2003, 2006). Por cuanto el procesamiento de granos, por lo menos desde la perspectiva de la etnografía local, está asociado con el trabajo de la mujer (Allen 1988:140; Hastorf 1991:134; Meyerson 1990:49), existe la posibilidad de que la actividad efectuada en este sitio tuviera una fuerte conexión

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con la mujer. Confirmando esta observación, en las inmediaciones de los batanes se recuperaron muestras de piruros. Como se conoce, el piruro es un artefacto asociado con el hilado, que a su vez es otra actividad ejecutada por la mujer (Gero 1990:54; Murra 1983:107; Rowe 1946:241). Interesante es anotar que de acuerdo a Morris (1979:28), en asociación a los elementos que atestiguan la producción de la chicha también está el piruro, sugiriendo precisamente que la chicha fue producida por las mujeres (Morris y Thompson 1985:70). De fuentes ethnohistóricas se conoce que durante el auge del estado Inka la producción de la chicha fue tarea de la mujer. En consecuencia, estos descubrimientos, puestos en conjunto, sugieren para el caso Wari un panorama idéntico al caso Inka2. Todo esto, por último, confirma que Marayniyoq fue un establecimiento especializado y cuya función fue asociada con la producción de la chicha. El crítico se preguntará, y qué de las vasijas restauradas. Tal como se anotó líneas adelante, existe evidencia contundente que sugiere que la función de Marayniyoq fue asociada con el procesamiento de alguna variedad de grano. Y, considerando que por más perfecta que haya sido la restauración de las vasijas, rara vez –si no nunca– estas pueden cumplir la función inicial para la que fueron manufacturadas. Esto especialmente si se trata de vasijas que fueron manufacturadas para transportar y depositar bebidas. En su lugar, la función de vasijas restauradas se modifica por completo. Esta es una observación a la que los especialistas interesados en el estudio de la cerámica tenemos que prestar más cuidado y mayor atención, particularmente cuando nuestras conclusiones se derivan de fragmentos y no de formas completas. Y como es de esperar, productos como la qora necesitan de un lugar donde ser depositados antes y después de su procesamiento. Por lo tanto, la presencia de vasijas restauradas en Marayniyoq sugiere que estas probablemente fueron las empleadas para dicha finalidad. Esta es, a nuestro juicio, la única forma de explicar la función de vasijas restauradas. Esta observación enseña a su vez que en determinadas circunstancias la función podría ser fácilmente alterada. Con esto también queda evidente que la forma no necesariamente tiene una estrecha conexión con la función, especialmente cuando se trata de vasijas restauradas. Al mismo tiempo, los trabajos efectuados en Marayniyoq vienen demostrando, aparte de definir la función del sitio, que el lapso de vida de vasijas determinadas varía de acuerdo a varios factores. Tal como David y Kramer (2001:4) anotan, vajillas frágiles y las que entran en mayor contacto

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con las personas son las que tienen una corta vida. Este vendría a ser el caso de los qipiris decorados y las copas. Entretanto, el lapso de vida de las vasijas utilizadas para almacenar productos y que como tales permanecen en lugares menos accesibles, como el interior de una vivienda, al parecer tienden a durar más. Sin embargo, el hecho de restaurar y reutilizar determinadas formas hace que la vida de estas sea todavía más prolongada. En consecuencia existe toda la posibilidad que arqueológicamente los contextos arqueológicos contengan materiales manufacturados y utilizados durante periodos largos y que probablemente sobrepasan toda una generación de vidas humanas. Esto en particular de vasijas abiertas que desde ya tienen un lapso de vida larga. El porqué en un sitio como Marayniyoq fue necesario restaurar vasijas cuando no muy lejos había un centro orientado a la producción de la cerámica y donde la elite incluso podía darse el honor de destruir vasijas policromas (Ochatoma y Cabrera 2002; Cook 2004) es una importante interrogante, pero difícil de responder. Sin embargo, se puede sugerir que el comportamiento de la elite Wari fue muy similar a cualquiera otra clase dominante. Es decir, los sectores destinados a la producción no fueron la prioridad del estado, no obstante que las actividades que efectuaron fueron de mucho valor para la elite. En otras palabras, los sectores responsables de la producción tenían que acondicionarse a las condiciones de trabajo, improvisando incluso objetos de los que requerían con urgencia. Todo esto, finalmente, confirma que Wari fue una sociedad con una estratificación social vertical. Resumiendo, los trabajos efectuados en Marayniyoq dejan a la luz nuevas evidencias que permiten conocer más de cerca a una sociedad como Wari. La restauración y la posterior reutilización de las vasijas es un caso único que ilustra las condiciones bajo las cuales los sectores menos favorecidos tuvieron que llevar adelante sus tareas con el estado. No obstante que la chicha fue producto altamente requerido por la sociedad Wari, su producción se efectuó en condiciones bastante arcaicas, la misma que tal vez refleja la condición en la que se encontraron las poblaciones menos favorecidas.

El significado social de la cerámica Existe poca duda que Wari fue una sociedad elitista y donde los sectores del poder controlaron a una numerosa población (Lumbreras 1980:81). Para una sociedad como Wari, la ideología asociada con el poder debió también haber sido otro mecanismo que ayudó a consolidar la autoridad, especialmente en sus fases iniciales. Es de anticipar que sociedades como Wari

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utilizaron todos los medios posibles para comunicar y propagar la ideología oficial (Menzel 1964). La cerámica obviamente fue uno de tales medios, y de manera particular aquellas formas que entraron o estaban manufacturadas para entrar en contacto con la audiencia. Sin lugar a dudas, esta parece que fue la forma más eficiente por medio de la cual la autoridad Wari hizo sentir su presencia no sólo en los actos públicos organizados por la misma autoridad, sino también en otras de carácter local. Tal como otros especialistas han discutido, el estado Wari elaboró una ideología nueva (Isbell y Cook 1987, 2002), la misma que se expresa sobre todo en la iconografía de la alfarería. Los motivos que frecuentan vasijas específicas son nuevos en el sentido que con anterioridad no existieron en el valle de Ayacucho. Una vez establecida, la nueva iconografía fue propagada por gran parte de los Andes centrales. Este proselitismo estatal se hace visible en muchas formas de la colección de cerámica Wari. En sitios como Marayniyoq, aparte de las copas, una de las formas que cumplió dicho rol fueron los qipiris. Estas formas transportables fueron al parecer un medio eficiente para que el estado entre en constante contacto con la población en todos sus niveles. En consecuencia, es indiscutible el importante rol que cumplió la cerámica Wari, la misma que se extendió de lo simplemente funcional. Como en el caso Inka (Morris 1991), la cerámica policroma Wari, como portadora de los símbolos del estado, debió haber sido en todo instante un ente que hizo sentir la presencia, aunque sea indirecta, del aparato estatal. Resumiendo, esta reflexión acerca de las formas de cerámica Wari provenientes de Marayniyoq proveen información que fácilmente podría ser ignorada si se prestara atención sólo a la forma. La forma, si bien es un elemento bastante útil para la interpretación arqueológica, tiene sus limitaciones. Como se ha demostrado en esta corta contribución, el concepto de forma es fácilmente modificado en casos como cuando las vasijas son restauradas y vuelven a ser utilizadas. El porqué algunas culturas se vieron obligadas a restaurar y reutilizar sus vasijas va más allá de la intención de esta contribución. Al mismo tiempo, este trabajo deja en claro que la cerámica fue un medio efectivo utilizado por organismos estatales como Wari para propagar la ideología oficial. Para esto, vasijas determinadas, de manera particular aquellas que entraron en contacto con un mayor número del público, fueron las encargadas de llevar la insignia estatal. Finalmente, y aun cuando el estado estaba detrás de este proceso de difusión, el alfarero buscó formas de minimizar su trabajo, prestando mayor atención a secciones específicas

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de las vasijas que fueron mejor elaboradas, mientras aquellas poco visibles fueron simplemente dejadas sin ser decoradas. Otras que fueron vistas desde varios ángulos obviamente fueron, y tuvieron que ser, del todo decoradas, con la excepción de la base.

Consideraciones finales Aparte de definir la función de un sitio como Marayniyoq (Valdez 2006), el estudio de la colección de cerámica permite extraer datos que fácilmente pueden ser ignorados. Para poder extraer la información aquí discutida fue imprescindible volver a restaurar las vasijas talmente rotas encontradas durante las excavaciones. Este procedimiento fue bastante trabajoso y consumió harto tiempo; sin embargo, una vez que las vasijas fueron por lo menos parcialmente restauradas y sus formas definidas, fue posible abordar no sólo aspectos relacionados a la función inicial de las vasijas, sino sobre todo de otras posibilidades que se hicieron evidentes. Este fue precisamente el caso de la restauración de las vasijas en el lejano pasado, un caso del todo novedoso para los estudios Wari. Por lo tanto, restauración y reutilización de objetos previamente rotos y / o fragmentados ya se dio en el pasado. Debieron existir muchas razones que llevaron a restaurar las vasijas y una de estas parece haber sido la necesidad de contar con vasijas nuevas para de ese modo poder seguir desarrollando sus actividades dentro de toda las normalidades. Es posible también que vasijas restauradas fueran las ideales para tales funciones. En todo caso, y tal como atestigua la ausencia de instrumentos relacionados con la producción de la cerámica, Marayniyo fue un sitio relativamente ajeno con la alfarería, lo que sugiere que la cerámica utilizada en Marayniyoq fue manufacturada en algún otro lugar, al parecer lejos de los límites del mismo sitio de Marayniyoq. Una de estas pudo haber sido Conchopata (Pozzi-Escot et al. 1993), sitio identificado con la producción de cerámica durante el auge del estado Wari. No obstante que Conchopata no está del todo lejos de Marayniyoq, la obtención de la cerámica parece que no fue del todo fácil. Es decir, sitios como Marayniyoq no necesariamente disponían de la cantidad y variedad de vasijas que requerían para poder desarrollar sus funciones. Esta tal vez fue una de las razones por las cuales los trabajadores de Marayniyoq se vieron en la necesidad de restaurar vasijas fragmentadas que en otras circunstancias pudieron haber sido descartadas sin mayor dificultad. Desde luego existen probablemente otras posibilidades que por ahora se nos hace difícil percibir,

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las mismas que sólo llegarán a ser percibidas en la medida que empecemos a discutir más allá de los límites tradicionales. Otra consideración interesante que se extrae del estudio de las vasijas de cerámica provenientes de Marayniyoq es la diferencia en cuanto al tratamiento de las vajillas se refiere, el mismo que parece que fue determinado por el espacio donde las vasijas iban a ser utilizadas. Como se podría anticipar, aquellas destinadas a cumplir una función de almacenamiento y que como tales estaban destinadas a permanecer al interior de las viviendas o estructuras similares fueron menos elaboradas. Al mismo tiempo, estas fueron a menudo dotadas de una base cónica. Por su lado, las destinadas a ser vistas, como son las vasijas transportables, fueron mejor elaboradas y decoradas. Esta diferencia fue intencional y por supuesto fue una forma de minimizar el esfuerzo del alfarero. Del mismo modo, la decoración no siempre implicó el tratamiento completo de las vasijas. Por el contrario, el especialista Wari siempre buscó la forma de minimizar su trabajo al momento de decorar las vasijas. Como se anotó líneas adelante, cuando fue posible sólo la parte visible de la vasija fue decorada. Estas vasijas fueron medios que llevaron los símbolos del estado y mediante eso hacer sentir la presencia del aparato gubernamental en los rincones más alejados del territorio Wari. Finalmente, una vez fragmentadas, las más finamente decoradas, así como las menos elaboradas fueron igualmente restauradas. Y una vez restauradas, aquellas portadoras de los símbolos del estado y otras que no los poseían llegaron a cumplir funciones idénticas. Con esto, es decir con la restauración, todo el concepto inicial que una vasija debió haber llevado fue del todo modificado y obviamente ignorado. Vasijas restauradas, no obstante el trato inicial recibido durante su elaboración, fueron empleadas para fines comunes; en este caso para depositar al parecer productos por procesar y / o recientemente procesados. Agradecimiento: Reiteramos nuestro agradecimiento a las autoridades del Instituto Nacional de Cultura por el apoyo otorgado para llevar adelante los estudios en el sitio de Marayniyoq. Todo intento de trabajo en Marayniyoq hubiera sido en vano sin la oportuna ayuda económica de la Social Sciences and Humanities Research Council de Canadá. Nuestras gracias se extienden a todas las personas que formaron parte del “Proyecto Arqueológico Marayniyoq”, y de manera especial a los vecinos del sitio arqueológico por mostrar interés en las tareas de investigación. Finalmente, nuestras gracias a las organizadoras del IV Simposio de Arqueología UNFV

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por habernos permitido participar en dicho evento y poder presentar los resultados de nuestros trabajos. Notas. Esta variedad de vasijas fueron las portadoras de todo un conjunto de símbolos creados por el recientemente establecido estado Wari (Isbell y Cook 1987) y luego introducidos no sólo a regiones distantes del valle de Ayacucho, sino también a todos los niveles de la comunidad. Es decir, el asentamiento más pequeño y más remoto dentro del territorio Wari fue expuesto a dichos símbolos que portaron el mensaje del estado Wari. Dichos símbolos no existieron en el valle de Ayacucho durante el desarrollo de la cultura local Warpa, y más bien hicieron su aparición con Wari. Al mismo tiempo, este fue el momento cuando la tecnología de la cerámica producida en el valle de Ayacucho muestra mayor sofisticación, especialmente en cuanto al acabado de las vasijas se refiere. Con esto, por primera vez en la historia antigua del valle de Ayacucho la cerámica entra al mismo nivel con la alfarería de la costa sur, que coincidentemente inició a hacerse más rústica a finales del periodo Intermedio Temprano. Este hecho deja abierta la posibilidad que el recientemente establecido estado Wari logró reubicar alfareros Nasca hacia el valle de Ayacucho, en el mismo sentido que el estado Inka reubicara a especialistas en muchas actividades, como es el caso de los ceramistas Chimú, hacia el Cusco. La idea central para esta reubicación de los ceramistas Nasca al valle de Ayacucho debió haber sido mejorar la tecnología alfarera. Con esto existe la posibilidad que el sistema de mitimaes empleado por el estado Inka tal vez tenga sus orígenes en el estado Wari. 2. Esta observación deja abierta la posibilidad que instituciones como el de las aqllas tal vez fueron inicialmente establecidas por el estado Wari y luego adoptadas eficientemente por el estado Inka.

1.

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Revista de Antropología N°19, 2009: 133-168 Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Chile, Santiago, Chile

La Problemática de la Cerámica Ychsma: El Estado de la Situación y Algunos Elementos de Discusión The problematic of theYchsma ceramics: the state of the situation and some elements of discussion Francisco Vallejo Berríos

Resumen El presente artículo intenta esbozar una serie de problemas existentes en torno al manejo de la cerámica ychsma, especialmente en la definición de su unidad estilística, secuencia y distribución, basándose en las nuevas investigaciones realizadas en los valles del Rímac y del Lurín, así como aquellos otros estudios esenciales para entender a la sociedad Ychsma en su conjunto. Elementos tales como territorio, etnicidad y la presentación de algunos contextos arqueológicos ychsma, sirven de marco para incorporar una discusión sobre los criterios arqueológicos utilizados para la definición de la secuencia cerámica Ychsma, así como para incorporar al debate algunos argumentos adicionales sobre la misma. Palabras clave: Ychsma; cerámica ychsma; secuencia cerámica; costa central peruana.

Abstract This paper tries to outline the problems related to the use of the Ychsma pottery, in particular with the definition of its stylistic unity, sequence, and distribution based in recent research at the Rímac and Lurín valleys and other essential contributions to un1

Universidad Nacional Federico Villarreal, Perú. E-mail: f_vallejob@yahoo.com Recibido: Diciembre 2007. Aceptado: Abril 2008

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derstand the Ychsma society as a whole. Elements like territory and ethnicity and some ychsma archaeological contexts are the frame of a brief discussion about the archaeological criteria used to define the ychsma ceramic sequence, and also to incorporate to the debate additional arguments. Key Words: Ychsma; ychsma pottery; sequence pottery; Peruvian central coast.

Problemática general En general, la problemática de la cerámica ychsma ha girado y gira en torno a tres grandes factores: el corpus cerámico, la secuencia y la distribución geográfica. Por el corpus cerámico, entendemos todo el conjunto de formas y tipos cerámicos que han sido utilizados por la sociedad Ychsma. Este conjunto, propiamente material, tiene dos expresiones objetivas: su ubicación en el tiempo, es decir lo que los arqueólogos llamaríamos secuencia, y su ubicación en el espacio, lo que llamamos distribución geográfica. Una revisión rápida de las principales investigaciones que tratan sobre la cerámica ychsma o sus afines terminológicos, hace ver que todavía no existe uniformidad en los planteamientos generales. De hecho, la comprensión misma del estilo Ychsma y sus componentes cerámicos es abordado de diferentes maneras surgiendo, o aún utilizándose, términos estilísticos paralelos o restrictivos a algunos elementos cerámicos, como ocurre con las denominaciones de “Huancho” o de “Puerto Viejo”, por citar las más conocidas. Luego de la definición etnohistórica del término (Rostworowski 1972, 1978) y el trabajo de Bazán Del Campo (1990), diversos investigadores aún continuaron utilizando terminologías obsoletas o limitantes como las ya citadas de “Huancho” (Ravines 2000) y “Puerto Viejo” (Makowski y Vega Centeno 2004; Ángeles 2003; Tantaleán y Pinedo 2004). Incluso varios tipos cerámicos Ychsma fueron catalogados como pertenecientes a otros estilos foráneos, como el Chincha (Isla 1995). En varios casos, al carecerse de un criterio uniforme sobre el estilo Ychsma, proliferó también la saturación de términos estilísticos basados en algunos rasgos tecnológicos o decorativos, como los de Negro sobre Blanco (Paredes y Ramos 1994), Lurín Orange (Eeckhout 1999), Lurín Negro (Makowski 2003) y Estilo Llano (Franco 2004), entre otros.

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Como bien han señalado recientemente Feltham y Eeckhout (2004: 646), las clasificaciones anteriores realizadas han apuntado demasiado al uso de la fragmentería cerámica, sin tomar en cuenta el riesgo que esto conlleva, pues varios de los elementos «clasificatorios», tanto decorativos como tecnológicos usados mayormente para la separación estilística se pueden incluso encontrar con facilidad en una sola vasija ychsma (Figura 1).

Figura 1. Ejemplo de los problemas derivados de la clasificación cerámica ychsma basada en algunas características decorativas. La imagen refleja la posibilidad de que varias «categorías» propuestas puedan incluso pertenecer a una sola vasija. Figure 1. Example of the problems derived from the ychsma decorative-based pottery classification. The image reflects the possibility that several proposed «categories» may even belong to a single vessel.

Los criterios de clasificación que nosotros hemos venido usando para la definición del corpus cerámico Ychsma (Díaz y Vallejo, 2002; Vallejo 2004), apuntó necesariamente hacia un método tipológico basado en los principios de asociación. De manera similar, para la definición de la secuencia, nos hemos basado principalmente en la superposición física de los contextos arqueológicos, remitiéndonos a criterios de ordenamiento temporal, utilizando además la cronología relativa existente como criterio de secuencialidad. Finalmente, para la distribución geográfica, que requiere criterios de identificación precisos de los elementos cerámicos, es decir el método corológico, recurrimos al principio de recurrencia de los elementos cerámicos

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ychsma, presentes o reportados en los diversos sitios del área involucrada y de sus posibles colindancias con otras tradiciones estilísticas.

El estilo ychsma. nuevos aportes sobre la cerámica Ychsma La realización del coloquio «Arqueología de la Costa Central del Perú en los Periodos Tardíos» en el 2004, organizado por Peter Eeckhout de la Université Libre de Bruxelles (ULB) y la publicación de las ponencias presentadas en el Tome 33, Nº 3 del Bulletin de l’Institut Français d’Etudes Andines (Eeckhout 2004 [ed.]), marcan un hito sumamente importante en el estudio arqueológico de esta región. De hecho, varios de los estudios presentados, precisan y dan mayor claridad al estado de la situación sobre la investigación arqueológica concerniente a la sociedad Ychsma y, particularmente, apuntan a un mejor entendimiento de los elementos culturales pertenecientes a esta sociedad. Sin embargo, como se desprende de estos estudios, la posibilidad de haber llegado a un entendimiento completo o siquiera general de la sociedad Ychsma aún está muy lejana. Una de las razones más determinantes en este aspecto, estriba en el hecho de que en realidad los estudios sistemáticos sobre esta sociedad están recién desarrollándose y muchos de sus resultados e investigaciones de campo aún se encuentran en proceso1. Con todo, creemos que la perspectiva a futuro es bastante satisfactoria en estos momentos, pues por fin se está abordando la cuestión de la sociedad Ychsma con la seriedad científica debida. Es importante, por ello, señalar para el caso de la cerámica, los estudios presentados tanto por Feltham y Eeckhout (2004), como el de Makowski y Vega Centeno (2004), los cuales, aunque toman el estudio de la cerámica desde perspectivas diferentes, presentan resultados específicos sobre la misma. También merecen mención los trabajos de Régulo Franco (2004) y Miguel Cornejo (2003) quienes elaboran cuadros culturales explicativos tomando como material de apoyo a la cerámica asociada. Por otro lado, existen importantes trabajos de investigación relacionados con la problemática de la cerámica ychsma presentados en otras publicaciones, que igualmente constituyen aportes sustanciales al entendimiento y clasificación general de esta. Entre ellos, podemos mencionar a Ravines (2000), Guerrero (2004), Hudtwalker y Pinilla (2004) y Díaz y Vallejo (2005), los cuales ofrecen elementos importantes a la discusión a partir del estudio de diversos contextos arqueológicos asociados y en donde la cerámica está presente de manera relevante.

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Sobre el Llamado Estilo «Puerto Viejo» No pocas confusiones han originado este término y su aplicación al estudio de la cerámica tardía de la región ychsma. Desde su primera identificación por Bonavia (1959), para el sitio del mismo nombre ubicado entre Chilca y Mala, estos elementos cerámicos han sido descritos como si se tratara de un conjunto diferente del corpus cerámico Ychsma. Este tipo de errores proviene del tiempo en el que aún se utilizaba el término «Huancho» para designar a la cerámica ychsma, cuando a esta solo se le consideraba como la «cerámica burda y llana» que existía en el valle bajo del Rímac (Iriarte 1960). Con los pocos estudios efectuados en sitios tardíos del bajo Rímac, el cuadro clasificatorio usado en ese entonces estaba separando a los componentes cerámicos del llamado estilo “Puerto Viejo” del estilo “Huancho”, considerándose ambos como pertenecientes a dos grupos y etnias diferentes. En realidad, cuando los estudios arqueológicos se han desarrollado con mayor envergadura en el bajo Rímac, en sitios como Armatambo, La Rinconada y Huaquerones (Puruchuco) por ejemplo, se ha visto con claridad que los criterios clasificatorios usados inicialmente para la cerámica tardía de esta región estaban muy limitados a solo pocos fragmentos diagnósticos, sesgando por ello los resultados de una seriación cerámica y mostrando un cuadro arqueológico irreal. La aparición en los sitios indicados de grandes grupos contextuales cerrados, como son mayormente los contextos funerarios, han permitido apreciar que lo que se venía considerando como un estilo diferente, era simplemente parte de las técnicas decorativas de un grupo cerámico mucho más complejo y rico en elementos que las simples características del llamado estilo Huancho. Bazán del Campo (1990) en su trabajo inicial sobre la cerámica ychsma, apunta correctamente sobre el error incurrido en las clasificaciones anteriores, incorporando aquellos tipos cerámicos como el famoso cara-gollete, que era considerado antes como el elemento más diagnóstico del estilo Puerto Viejo, en el grupo Ychsma. Aunque estas apreciaciones pudieran parecer una simple formalidad en el uso de los términos, sus implicancias arqueológicas son muy importantes, pues es recién a partir de ellas que existe una herramienta arqueológica concreta para poder considerar a los valles bajos del Rímac y del Lurín como pertenecientes a un mismo grupo cultural. Si bien la etnohistoria, a partir de los trabajos de Rostworowski (1972, 1978), ya señalaba enfáticamente este aspecto, el estudio de la cerámica asociada y su correcta clasificación han hecho que exista además la evidencia material para corroborar dicha afirmación etnohistórica.

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Un trabajo anterior realizado por nosotros (Vallejo 2004), retoma el estudio de la cerámica tardía en esta región, incorporando definitivamente los componentes del llamado estilo Puerto Viejo en el estilo Ychsma y además intenta ordenarlos de acuerdo a un criterio de seriación y secuencialidad cerámica. Es claro, de acuerdo con este estudio, que los componentes del llamado estilo Puerto Viejo, son en realidad parte de las técnicas decorativas de la cerámica ychsma, presente en determinados tipos cerámicos (Figura 2). La recurrencia de estos tipos cerámicos en asociación directa de los demás componentes y tipos cerámicos ychsma, es harto evidente y documentada en los diversos trabajos de investigación realizados, no solo en los sitios mencionados del bajo Rímac, sino también en el bajo Lurín, con los sitios de Las Palmas (Paredes y Ramos 1994), Pueblo Viejo (Makowski y Vega Centeno 2004) y Pachacamac (Franco 1998, 2004; Feltham y Eeckhout 2004). Aun en el cercano valle bajo del Chilca (Engel 1984), la presencia de este tipo de material es notoria y relevante, guardando estrecha similitud con la hallada en los valles bajos del Rímac y Lurín.

Figura 2. Tipos cerámicos ychsma que incorporan la decoración pictórica en las fases Medio B, Tardío A y Tardío B, halladas en Armatambo. Obsérvese que varios de estos elementos decorativos son clasificados por otros autores como pertenecientes al «estilo Puerto Viejo». Figure 2. Ychsma ceramic types incorporating pictoric decoration in Medio B, Tardío A and Tardío B phases found in Armatambo. Notice that several of these decorative elements are classified as belonging to «estilo Puerto Viejo» by other authors.

Es extraño, por ello, que aún algunos investigadores persistan en estas aparentes divisiones estilísticas (Makowski y Vega Centeno 2004), incorporando o sugiriendo en sus planteamientos la idea de prestaciones o de

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traslado de piezas cerámicas desde la zona de Mala o Chilca, lugar de donde se indica que provendría el estilo Puerto Viejo, hacia la zona del bajo Lurín o del bajo Rímac (Ángeles 2003; Ángeles y Pozzi-Escot 2004; Tantaleán y Pinedo 2004). Quizás debería tenerse presente que, cuando Bonavia (1959) realizó dicha clasificación, la muestra se componía casi exclusivamente de fragmentos decorados, sesgando de manera importante la muestra comparativa. Definitivamente, en las propias investigaciones arqueológicas, es usual que muchos investigadores asuman de hecho una posición localista con respecto al material identificado, creyendo que el sitio o el valle en estudio es necesariamente el origen del mismo, como se aprecia en los planteamientos de Ángeles y Pozzi-Escot (2004: 881-882) o de Tantaleán y Pinedo (2004) para los valles de Asia y Mala respectivamente. Lo más seguro, es que en cada uno de los valles señalados se esté fabricando cerámica local del estilo ychsma y por ello, estén presentes en cada una de estas piezas cerámicas algunas características particulares y locales, aun perteneciendo en general a este mismo estilo (Ángeles 2003: 19; Ángeles y Pozzi-Escot 2004: Fig. 20 derecha). Por otro lado, es evidente que la cerámica tardía en los valles de Mala y Asia todavía está en proceso de identificación, así que no sería nada raro que en ese proceso existan estilos propios en cada uno de ellos. Como nuevamente recalcamos, las asociaciones y contextos arqueológicos donde el material llamado «Puerto Viejo» está presente en los valles del Rímac y del Lurín, son numerosos (Bueno 1983: 26, Fig b; Hyslop y Mujica 1992: Fig. 20; Isla 1995: Fig. 6 d; Díaz y Vallejo 2003b: Fig. 3, 2005: Figs. 14, 17; Franco 2004: Figs 36.2, 37, 38; Feltham y Eeckhout 2004: Figs. 14, 17, 33; Makowski y Vega Centeno 2004: Fig. 7; Vallejo 2004: Figs 11b, 11c, 13c, 13d, 14b, 15a, 16a, 17, 20k, 21b, 21c), y comprenden no solo los contextos funerarios (Díaz 2004; Díaz y Vallejo 2005), sino diversos contextos como los basurales, los «pagos», etc. Las características propias de este tipo de cerámica, donde la decoración pictórica es su principal elemento de identificación, han establecido que esta se encuentre solo en determinados tipos cerámicos, como algunos cuencos, botellas y especialmente en los conocidos cara-golletes (Figura 3), por lo que el criterio funcional en dicha cerámica está marcadamente presente y por tanto, su presencia corresponda también con determinados contextos. Por esta razón, su existencia en los contextos funerarios es resaltante, en comparación con estratos o contextos de origen doméstico o en el relleno de estructuras. Aquellos investigadores que hayan trabajado con contextos y material cerámico tardío o ychsma en estos valles, comprenderán fácilmente que la presencia de material decorado pictóricamente es mucho menor al material no decorado pictóricamente, por lo que

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la escasa presencia del material «Puerto Viejo» en algunos contextos o sitios se vuelve aun más notoria.

Figura 3. Vasijas escultóricas del tipo “caragollete” provenientes de contextos funerarios hallados en Armatambo (Díaz 2004). Figure 3. “Caragollete” type sculpted vessels proceeding from funerary contexts found in Armatambo (Díaz 2004).

Por otro lado, como lo hemos observado en el estudio anteriormente señalado (Vallejo 2004), la presencia de material decorado para la cerámica ychsma, en los tipos conocidos como «estilo Puerto Viejo», solo comienzan a aparecer hacia la época Media, específicamente en la fase Ychsma Medio B, popularizándose hacia la siguiente fase Ychsma Tardío A, ambas fases de cronología preincaica. Durante la vigencia del imperio incaico, es decir en la fase Ychsma Tardío B, la decoración del tipo llamado Puerto Viejo, continúa realizándose, lo mismo que la producción de los tipos cerámicos cara-gollete, y aunque presentan algunas nuevas características, solo son una continuidad estilística de las fases precedentes o también presentan influencias originadas en la propia dinámica de la producción cerámica durante el imperio incaico. En conclusión, el llamado «estilo Puerto Viejo» solo correspondería a varias formas decoradas pictóricamente del estilo Ychsma; y el que es considerado su tipo cerámico principal como son las formas cara-golletes, es en realidad una de las formas clásicas o tipo del estilo Ychsma, con gran recurrencia en los sitios ychsma de los valles bajos del Rímac y del Lurín, así como en el cercano valle bajo del Chilca. Otras formas típicas del llamado

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estilo Puerto Viejo, como los cuencos carenados y algunas botellas pequeñas, tienen las mismas características de pertenencia estilística con respecto al grupo Ychsma.

Criterios técnicos de clasificación para la cerámica ychsma. algunas de las clasificaciones arqueológicas anteriores Un intento inicial de nosotros por establecer la distribución geográfica del estilo ychsma y su secuencia tuvo que basarse necesariamente en los trabajos de campo desarrollados en lo que podría considerarse su área nuclear y sus áreas periféricas. Dado que las investigaciones arqueológicas en el valle de Lima han sido por lo general bastante limitadas, fue necesario revisar puntualmente los trabajos realizados en el valle próximo de Lurín principalmente aquellos desarrollados en el santuario de Pachacamac, así como también áreas vecinas como Chilca (Engel 1984), a fin de intentar definir el estilo cerámico local presente en esta región durante el periodo Intermedio Tardío. Entre los primeros trabajos arqueológicos realizados, merece destacar el efectuado en Pachacamac por Strong y Corbett (1943), tomando básicamente los resultados que obtuvieron del corte practicado en el basural Este del Templo del Sol. La secuencia cerámica propuesta por ellos está basada en la existencia de varios grupos cronológica y estilísticamente diferentes, algunos tempranos como el estilo «Blanco sobre Rojo», muy relacionados según ellos con la cerámica hallada en Cerro Trinidad (Chancay), y el estilo «Pachacamac Interlocking» similar al hallado en Maranga (Lima). En estos trabajos notaron la ausencia de fragmentos del estilo, llamado en ese entonces, «Tiahuanacoide» (hoy correspondiente al estilo Huari). Para las fases tardías del sitio y a las que corresponde mayormente la conformación del basural excavado, establecieron dos grupos principales: el «Inca Asociado» y el «Inca Polícromo», desagregados a su vez en diferentes sub-tipos cerámicos cada uno. Un sub-grupo de difícil definición fue señalado como «Punteado e Inciso». Del análisis de las formas y tipos presentados para el «Inca Asociado», es claro para nosotros que la mayoría del material presentado corresponde al período Inca (Ychsma Tardío B), con ausencias notables de formas correspondientes al estilo Ychsma Temprano y Medio, salvo un pequeño fragmento del tipo «Punteado en Zona» (Strong y Corbett 1943: Fig. 19 - i). Hacia finales de la década de 1950, Bonavia (1959), presentó un estudio sobre material cerámico recuperado en la zona de Puerto Viejo (Chilca) en una recolección de superficie. De los resultados de este estudio se definie-

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ron dos tipos principales: «Negro sobre Blanco» y «Cara gollete». El primer grupo corresponde a vasijas con decoración exterior de motivos estilizados (principalmente peces) delineados en color negro sobre la superficie tratada en color blanco (en realidad no se trata de color blanco, sino de un crema que en muchos casos está más cercano del amarillo). El segundo grupo es definido a partir de cántaros, particularmente tratados con una decoración antropomorfa en el gollete mismo de la vasija; esta consiste en la representación del rostro de un personaje en relieve y con trazos delineados en pintura negra, sobre fondos blancos y rojos. Aunque la muestra consistió mayormente de fragmentería, es de resaltar el hecho de que por primera vez son definidos en la literatura arqueológica tipos cerámicos de tradición netamente local con ausencia clara de formas o tipos Inca, de tal manera que estos fueron catalogados desde allí, y en diversos estudios posteriores como el estilo «Puerto Viejo». Fases e Interfases Cerámicas Algunos investigadores conciben la idea de que los cambios cronológicos en una secuencia cerámica corresponden obligatoriamente a cambios radicales en las tradiciones cerámicas, al punto de pensar en grupos cerámicos muy bien delimitados contextualmente por fases. En realidad, en los contextos arqueológicos, los cambios cerámicos aparecen y se suceden de forma gradual y es común encontrar elementos de diferentes fases en un mismo contexto. Si bien, desde un punto de vista formal, al querer precisar el aspecto cultural, nos inclinamos a hablar de grandes cambios o transformaciones de un estilo o tradición cerámica a otra, la propia dinámica social ha conducido a que un grupo humano asimile y reproduzca gradualmente estos cambios. Por ello, es preferible hablar de «formas tipo» o de «íconos tipo», para indicar a aquellos elementos cerámicos característicos de tal o cual fase, y que, por lo general, deben estar ausentes en las siguientes o anteriores fases, según sea el caso. Los cambios o mutaciones en las tradiciones cerámicas, pocas veces alcanzan a producirse en todo el corpus cerámico que utiliza una determinada sociedad y más bien afectan solo algunos elementos socialmente más representativos o funcionalmente más dinámicos. Estos elementos deben ser tenidos muy presentes por los arqueólogos, cuando analizan determinados contextos arqueológicos que se encuentran objetivamente en el periodo de interfase. Dependiendo de la gradualidad de los cambios, los contextos arqueológicos de interfase, incluso pueden llegar a ser más numerosos que los propios contextos que se asignan exclusivamente a una única fase cerámica. En muchos casos, la utilización del

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concepto de «fase» por los arqueólogos, debe ser tomado como una herramienta de ordenamiento secuencial basada en determinados indicadores a fin de organizar el material en una posición de cronología relativa. A veces, este ordenamiento basado en cambios específicos en la tradición cerámica, puede correlacionarse con importantes cambios culturales que, además, se evidencian en otros órdenes del comportamiento social como la arquitectura, el patrón funerario, etc. Este esquema parte de un principio básico utilizado en la arqueología, donde el elemento más tardío es el que asigna la datación definitiva del contexto. Por ejemplo, es común en varios contextos ychsma, hallar un conjunto cerámico con formas y tipos asignables a la fase Ychsma Tardío A (fase previa a la ocupación inca), pero que puede presentar uno o dos elementos de cerámica inca del estilo cuzqueño. Aunque proporcionalmente, los tipos cerámicos existentes son en su mayoría correspondientes a la fase previa a los incas, el contexto se asocia directamente con el periodo inca. Esto por supuesto, tratándose de contextos cerrados, y en donde los problemas de intrusión pueden ser descartados. La explicación de este hecho reside en que muchas de las formas y tipos cerámicos anteriores al periodo Inca continúan produciéndose al interior de la sociedad Ychsma, y los cambios que se producen en la cerámica local, luego de la ocupación incaica, se dan de manera gradual e inicialmente se expresan con pequeñas variaciones. Aun cuando este tipo de ejemplo es claramente evidente, la situación parece más difícil de entender cuando no necesariamente aparecen elementos cerámicos fácilmente reconocibles como aquellos pertenecientes al estilo Inca Cuzqueño, sino formas llamadas “híbridas” o formas locales influenciadas por el estilo Inca u otros estilos foráneos que interactúan en aquel periodo y, especialmente, cuando los elementos cerámicos son pertenecientes enteramente al estilo Ychsma, pero que solo aparecen en la época inca2. Solamente el cruce de información contextualmente válida y la recurrencia de determinados tipos cerámicos en asociación con los especimenes «marcadores», pueden crear cuadros cada vez mayores de grupos cerámicos, los cuales son definidos y ordenados en fases. El criterio usado en este caso, para la definición de fases cerámicas es puramente arqueológico, pues la cerámica ychsma, a diferencia de otras, es poco permeable a crear líneas continuas y secuenciales en base a algún diseño iconográfico específico, como cuando se aprecia la evolución de un determinado “icono” a lo largo del tiempo. Este tipo de ordenamiento secuencial, basado en la evolución iconográfica de determinados diseños fue, de hecho, utilizado para el ordenamiento de las fases cerámicas Nazca y Wari (Menzel 1968), respectivamente.

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El ordenamiento en fases de la cerámica ychsma (Vallejo 2004) obedeció, por ello, a criterios exclusivamente arqueológicos, basándose especialmente en la presencia, recurrencia, asociación y superposición de los grupos cerámicos hallados en contextos cerrados. Bajo este aspecto, fue fundamental el uso de contextos funerarios, para la distinción y segregamiento de los grupos cerámicos que se ordenaron por fases dentro de una secuencia lo más objetiva posible. Es importante precisar que cada fase cerámica representa únicamente una parte del universo cerámico, y aunque se intente comprender todas las formas y tipos cerámicos involucrados en cada periodo, en términos prácticos solo se pueden identificar aquellas formas y tipos cerámicos susceptibles de ser aislados, tanto de los elementos cerámicos antecedentes, como de los precedentes3.

Territorio y etnicidad El Territorio Ychsma: El Área Nuclear y las Áreas Periféricas Desde las primeras definiciones etnohistóricas dadas por María Rostworowski (1972) para la sociedad Ychsma a comienzos de la década de 1970, se ha especulado bastante sobre las características culturales y étnicas de esta sociedad, como también sobre su verdadera extensión territorial. Definitivamente, siendo las referencias documentales de la Colonia las que mayormente se han usado para este fin, es claro que muchos elementos concernientes quedan en el rango de lo hipotético para fines arqueológicos. Se suma el hecho de que estas fuentes coloniales lamentablemente no precisan estos aspectos de la sociedad Ychsma con la claridad debida, infiriéndose en el mejor de los casos solo algunos aspectos. Aun en muchos casos, las descripciones coloniales para la región se refieren exclusivamente a la organización existente durante el periodo Inca, quedando apenas indicadas o mencionadas pocas referencias muy sueltas sobre la organización social anterior a los incas (Duviols 1967; Santillán 1968 [1563]), correspondiente con el periodo Intermedio Tardío y que venimos llamando también como periodo Ychsma. Dado que varios de los trabajos posteriores publicados por Rostworowski (1972, 1978) que utilizan documentos coloniales de archivo, apuntan a una suerte de unidad étnica y política entre los valles bajos de Lurín y del Rímac, parece muy probable que esta región sea efectivamente el área nuclear de la sociedad o cultura Ychsma (Cornejo 2000; Díaz y Vallejo 2003a, 2003b). Otras áreas periféricas al entorno de esta región básica, como sería el área de los valles medios (en especial la región llamada chaupiyunga), así como también el área del valle

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bajo del Chilca, parecen corresponder al resultado de influencias culturales y quizás expansivas de la sociedad Ychsma, especialmente ocurridas hacia finales del periodo Intermedio Tardío y especialmente durante el periodo incaico.

Elementos adicionales sobre la secuencia cerámica Ychsma Los Finales del Horizonte Medio: la Época 4 Cuando iniciamos la tarea de organizar secuencialmente al material cerámico ychsma, nos encontramos con grandes dificultades, en especial al tratar de definir, de acuerdo a la información existente, al material cerámico perteneciente a los dos horizontes cronológicos que enmarcan el Periodo Intermedio Tardío. Salvo el material con iconografía fácilmente reconocible, como la wari e inca respectivamente, el resto de material cerámico asociado perteneciente a estos periodos era en su mayoría desconocido o poco reportado. Si nos remitimos exclusivamente a la cerámica de finales del Horizonte Medio (Época 4), esta apenas es esbozada en sus características más básicas en el estudio de Menzel (1968). Se suma a ello, que el material debidamente reportado para los valles del Rímac y del Lurín es muy escaso, y aun, las colecciones cerámicas existentes sobre esta época en particular son igualmente limitadas. Tanto en Pachacamac como en Huallamarca, se conservan varios especímenes de este periodo, pero es necesario definir las características formales de ambos grupos. En Pachacamac, por ejemplo, material conocido de este periodo parece provenir de un antiguo cementerio ubicado en el sector llamado de «Puente Lurín», donde hacia las décadas de 1960 y 1970 se recuperaron diversos especímenes cerámicos. En los depósitos del Museo de Sitio de Pachacamac, existen por ello, varias piezas que guardan estrecha relación con el periodo final del Horizonte Medio. Este periodo, que Menzel (1968) llamó como Época 4, parece configurarse como una época de abandono casi completo de los cánones estilísticos wari, que predominaban en las épocas 2 y 3 anteriores (Figuras 4, 5). Tanto los acabados como los diseños mismos de la Época 4, reproducen elementos apenas remanentes de las épocas anteriores. Los acabados mates, aunque todavía polícromos, y los diseños restringidos a algunos elementos geométricos repetitivos, son característicos de este periodo, así como el aumento de formas escultóricas modeladas (Figura 6). Las afinidades estilísticas con el estilo Huaura, imperante en la región del

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Norte Chico e incluso en Ancón (Willey 1943: Plate 1), son evidentes y notorias, tal como aparece con ligeras variantes en algunos especímenes de Huallamarca (Guerrero 2004: Foto 7). Por ello, nos parece que los hallazgos del Templo Viejo (Franco 1993, 2004; Franco y Paredes 2001) se encuentran mucho más relacionados con la Época 4 que con las precedentes, precisamente porque son coincidentes con las características formales de la cerámica de finales del Horizonte Medio que se conocen.

Figura 4. Cerámica de la época 2 del Horizonte Medio hallada en Pachacamac (Schmidt 1929). Obsérvese los elementos de diseño y de acabado muy formalizados con los cánones estilísticos wari. Figure 4. Middle Horizon Epoch 2 pottery found in Pachacamac (Schmidt 1929). Notice highly formal design and termination elements with Wari stylistic canons.

Aunque la Época 4, por la declinación en las técnicas cerámicas, pareciera también una época de declinación cultural, en realidad constituye un periodo de surgimiento de los elementos que caracterizaran culturalmente a la sociedad Ychsma. Uno de estos elementos principales, de hecho, estuvo constituido por el ídolo de Pachacamac al cual se le rindió culto, y objetivamente, fue el elemento central de su religión. Las afinidades de los motivos iconográficos presentes en el ídolo con las fases estilísticas de finales del Horizonte Medio e inicios del estilo Ychsma, son mayores cuando se ven en conjunto las representaciones talladas del ídolo, ya muy distantes de los cánones estilísticos wari de la Época 2, y más emparentados con representaciones en cerámica que utilizan diseños impresos a partir de moldes. En la Época 3 esta técnica decorativa está especialmente presente en varios valles norteños como Casma y Huarmey con diseños formalizados y muy recurrentes, y además con un tratamiento más

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geométrico. Pero es mayormente a finales del Horizonte Medio (Época 4), que las vasijas que utilizan esta técnica en el estilo Huaura, adoptan diseños más curvilíneos, con una representación simbólica aun más variada y rica en elementos que asemejan escenas en movimiento. Este tipo de representaciones se encuentran con frecuencia muy presentes en los valles bajos de Huaura, Pativilca y Paramonga (Carrión Cachot 1959). En un anterior trabajo (Vallejo 1988), habíamos notado las semejanzas formales entre los motivos del ídolo de Pachacamac y las representaciones simbólicas de la zona Huaura-Pativilca, ilustrados por Carrión Cachot, especialmente en la llamada «escena celestial» y la representación de la «pareja divina», muy ligados con los mitos de creación y fertilidad que relacionan las divinidades de Vichama y Pachacamac consignados por el agustino Calancha (1974).

Figura 5. Vasijas de la época 3 del Horizonte Medio provenientes de Pachacamac (Schmidt 1929). Algunos diseños provenientes de la época 2 aún se continúan reproduciendo, aunque la riqueza temática se ve restringida a pocos elementos por vasija. Figure 5. Middle Horizon Epoch 3 vessels proceeding from Pachacamac (Schmidt 1929). Some epoch 2 designs are still reproduced, although theme richness is limited to few elements per vessel.

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Figura 6. Pachacamac. Cerámica de la época 4 del Horizonte Medio (Schmidt 1929). Acabados mate o con poco pulimento caracterizan esta época. Los diseños pictóricos muchas veces se limitan a pequeños elementos decorativos como círculos y líneas paralelas o zigzagueantes. Figure 6. Pachacamac. Middle Horizon Epoch 4 pottery (Schmidt 1929). Mate or little polish terminations characterize this epoch. Picture designs are often limited to small decorative elements as circles and parallel or zigzag lines.

Si nos detenemos a analizar las representaciones impresas en la cerámica, vemos que en general estas parecen describir escenas míticas, donde generalmente figura de manera recurrente un personaje central, muy probablemente derivado del dios de los báculos wari, el cual aparece con los brazos abiertos y con una serie de elementos iconográficos y seres que lo rodean. Además de seres o personajes complementarios y con atributos que podríamos considerar míticos, como felinos o cánidos con apéndices que sobresalen del cuerpo, aparecen otros seres adicionales diseñados con un tratamiento naturalista, especialmente en las representaciones de peces y aves. Una de estas escenas reproducidas por Dulanto (2001: Fig. 83), ejemplifica este modelo de diseño iconográfico, donde es posible ver incluso ciertas semejanzas en el tratamiento de los seres naturalistas, peces y aves por ejemplo, con las representaciones existentes en el lado B de la Puerta de Pachacamac (Vallejo 2005). Tanto en la idea misma de la representación de las deidades, como especialmente en la serie de elementos adicionales o complementarios que se añaden a la deidad o deidades principales, las semejanzas estilísticas y conceptuales de diseño son bastante marcadas entre todas estas representaciones aludidas, hecho que también encuentra bastante coincidencia con las afini-

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dades estilísticas a nivel de secuencia cerámica. Es claro una vez más, que las regiones huaura e ychsma estuvieron muy articuladas en un momento determinado, especialmente hacia la Época 4 del Horizonte Medio, época de mayor prestigio y difusión del estilo Huaura (Figura 7). Si la evidencia arqueológica a partir del estudio de la cerámica es correcta, la zona ychsma fue fuertemente influenciada por la zona huaura en la Época 4, al punto de que quizás hubiera incluso una suerte de dependencia o sujeción política hacia Huaura (Vallejo 2004). De ser cierta esta hipótesis, la religión debió también estar en cierta manera condicionada por estos factores y reflejar una primacía o quizás una competencia entre ambas zonas.

Figura 7. Cerámica del estilo Huaura procedente de Huacho y Végueta (Schmidt 1929). Tanto los elementos de diseño como las formas cerámicas utilizadas, caracterizan un estilo muy definido y particular. Figure 7. Huaura style pottery proceeding from Huacho and Végueta (Schmidt 1929). Both design elements and used ceramic forms characterize a well-defined and particular style.

Los mitos recogidos por el Padre Calancha (1974), sobre la lucha de Vichama, un dios de la zona de Huaura (Végueta - Huacho), y Pachacamac, un dios de la zona ychsma, pueden ser una muestra de la rivalidad que surgió en un momento entre ambos territorios étnicos y que marcarían el punto de distanciamiento e independencia política y estilística de la zona ychsma con respecto a la de Huaura, conservadas en la mitología de los indígenas de Végueta y Huaura, como reminiscencias de conflictos anteriores. Precisamente, en el tejido publicado por Schmidt (1929) proveniente de Pachacamac (Figura 8), las escenas de guerra y enfrentamiento entre varios grupos de personajes evidencian una suerte de periodo de extrema belicosidad, prácti-

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camente ausente en todas las representaciones estilísticas ychsma de las fases Media y Tardía. Escenas similares son también visibles en el textil publicado por Ubbelohde-Doering (1952: 81). Las fases Ychsma Temprano (A y B) podrían tratarse más bien de un periodo de independencia y consolidación del territorio étnico ychsma en torno al culto totémico de la antigua deidad conocida como Ychsma o Pachacamac. La ausencia de fechados radiocarbónicos de la puerta y del ídolo de Pachacamac, evitan que puedan datarse definitivamente estos eventos, pero tomando al menos comparativamente otros registros absolutos referenciales, se puede establecer este periodo entre el 900 y el 1000 d.C., tiempo en que se estaría produciendo el final de la Época 4 del Horizonte Medio e inicios del Periodo Intermedio Tardío en toda la costa central.

Figura 8. Textil decorado hallado en Pachacamac con representación compleja (Schmidt 1929). Los elementos de diseño encuentran paralelismos con las fases cerámicas Ychsma Temprano. Figure 8. Decorated textile found in Pachacamac with a complex representation (Schmidt 1929). The design elements have similarities with Early Ychsma ceramic phases.

La Época Ychsma Temprano El punto de diferenciación estilística y cronológica entre los finales de la Época 4 del Horizonte Medio y los comienzos del Periodo Intermedio Tardío (fase Ychsma A), aparecen hasta ahora poco claros, en especial lo referente a los tipos y formas cerámicas involucradas. Aunque tenemos nociones básicas sobre este periodo de cambio, es claro que resta mucho por definir. Los recientes trabajos arqueológicos, los cuales aún no están publicados, en el cementerio existente frente al Templo de Pachacamac realizados por la misión belga del Proyecto Ychsma dirigido por Peter Eeckhout y Carlos

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Farfán, y los más recientes del Pachacamac Archaeological Project, dirigidos por Izumi Shimada y Rafael Segura, de seguro brindaran información consistente al respecto. Por el momento, es definitivamente el material perteneciente al sitio de Huallamarca en el valle bajo del Rímac, el fundamental para entender esta época, pues representa precisamente el periodo de cambio entre finales del Horizonte Medio e inicios del Periodo Intermedio Tardío. Los estudios de Casas y Dolorier (2004) sobre este material están en proceso, los cuales, sumados a los ya señalados de Pachacamac, podrían llenar el vacío que aún se tiene sobre este periodo. Recientemente Guerrero (2004: fotos 5, 6), ha publicado parte de este material, relacionándolo con el estilo Tricolor Geométrico definido en el valle de Chancay por Horkheimer (1970), aunque asignándolo cronológicamente al Horizonte Medio. Al respecto conviene tener presente, que no necesariamente la decoración polícroma o tricolor representa mecánicamente una pertenencia al Horizonte Medio, pues como hemos señalado anteriormente (Vallejo 2004), la fase Ychsma Temprano A incorpora en sus diseños este tipo de decoración polícroma, con al menos tres colores básicos: crema o blanco, rojo y negro, además de varias tonalidades que se derivan de ellos, como el plomo y el naranja. Aunque la mayoría de acabados son en mate, existen algunos especímenes pulidos, pero son proporcionalmente menores. Aparentemente, el proceso de diferenciación estilística, ocurrido entre finales del Horizonte Medio e inicios del Periodo Intermedio Tardío, tuvo un similar proceso en la región ychsma como en la de Chancay, al punto que existen algunas relaciones entre el estilo Tricolor Geométrico de Chancay (Horkheimer 1970: 366, Fig. a) con el Ychsma Temprano A (Figura 9), ambos pertenecientes a inicios del Periodo Intermedio Tardío (Tabla 1). Siendo esta una etapa de fuertes cambios, aún queda por definir muchas de las pertenencias estilísticas que se observan en los contextos asignables a este periodo. Por ejemplo, muchas de las representaciones textiles Ychsma Temprano señaladas, parecieran guardar cierta relación estilística con elementos estilísticos Lambayeque, como cuando se representan las piernas en forma zigzagueante, lo mismo que ocurre con determinadas vasijas Ychsma Temprano (Uhle 1903) que muestran ligeros paralelismos con algunas vasijas sicán, en especial las comúnmente llamadas «huaco rey». Quizás, el punto de mayor ruptura y de diferenciación con los periodos precedentes del Horizonte Medio, se dé durante la fase Ychsma Temprano B, cuando se abandona casi completamente la decoración pictórica o esta

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queda apenas restringida al uso de dos colores, como el crema que se aplica sobre la superficie natural de las vasijas, o el negro que se aplica en algunos pequeños diseños (Guerrero 2004: Fotos 8, 9, 10, 11). Se ensayan otras formas decorativas más simples, como los bruñidos, la cocción reductora o la elevación y forma de los cuellos, por ejemplo. La aplicación de algunos apéndices pequeños, algunas superficies pulidas, y en general, el contorno de las vasijas de tipo compuesto, indican que estas técnicas ornamentalmente sustituyen a la ausencia general de decoración pictórica.

Tabla 1. Cuadro cronológico. Table 1. Chronological table.

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Figura 9. Cerámica de la fase Ychsma Temprano A hallada por Uhle (1903) en sus excavaciones del cementerio ubicado frente al Templo de Pachacamac. Figure 9. Early A Ychsma phase ceramic found by Uhle (1903) during his excavations in the cemetery located in front of Pachacamac’s temple.

¿Cuál pudo ser la causa de este cambio tan radical? Es difícil saberlo por la escasez de asociaciones específicas con este periodo, pero algunos indicios parecieran indicar una aislamiento de la región ychsma con respecto a las aledañas, quizás producto de cambios sociales al interior de la propia estructura política ychsma al desagregarse en pequeños curacazgos, presiones étnicas de grupos del entorno, o lo que parece también probable, una suerte de desertificación del medio, motivado por una escasez de lluvias en la sierra en un periodo relativamente prolongado, seguido de un periodo de grandes precipitaciones. Cualquiera de estos factores, o la combinación de algunos de ellos, pueden haber motivado los cambios radicales observados en la cerámica y que se reproducen de alguna manera en el patrón de ocupación de los valles bajos, mucho más disperso e intensivo que los periodos precedentes, pues aunque existan pocos reportes para esta fase, varios de los sitios ychsma parecieran originarse o crecer en este periodo, como el de Macattampu o Armatambo4 por ejemplo. Al parecer, durante esta fase es que se vuelven recurrentes los enterramientos de grandes cántaros o de tinajas, como los hallados en la cima del Templo Viejo en Pachacamac (Franco 1993: Foto 4; Franco 2004), si es que ello puede ser indicio de un culto al agua mucho más extensivo y popular que el existente en los periodos inmediatamente anteriores.

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La Época Ychsma Medio Reflejo del anterior culto relacionado con el enterramiento o uso de grandes cántaros y tinajas, en la fase Ychsma Medio A, también se puede apreciar en la arquitectura «improntas» o perforaciones existentes en los pisos de varios espacios importantes, donde seguramente se encontraron antiguamente semienterradas este tipo de vasijas y en asociación directa con las actividades desarrolladas en estos mismos espacios. Ejemplos de este tipo de evidencias han sido halladas en Armatambo (Díaz 2004), La Rinconada (Díaz 2002) y en La Huaca San Borja (Rea 2001). En la Huaca San Borja, varios de los recintos y patios superiores se encuentran con perforaciones circulares de poca profundidad dispuestas en un patrón lineal; es evidente así que estos pisos contuvieron una serie de vasijas grandes. La mayoría de las vasijas de la Fase A presentes en los contextos ychsma, no presentan ningún tipo de decoración pictórica, usándose preferentemente las superficies naturales. En algunos casos la decoración apenas se restringe al uso de toscas aplicaciones de color crema, a manera de líneas gruesas horizontales alrededor del cuello o pequeñas líneas del mismo color en los labios (Díaz y Vallejo 2005: Figs. 8A, 9A), líneas en color negro sobre fondo crema (Figura 10), o aquella que utiliza punteados e incisiones (Figura 11) (Franco 2004: Fig. 34; Shimada et al. 2004: Fig. 7).

Figura 10. Vasija de la fase Ychsma Medio A (Díaz 1998). Figure 10. Middle A Ychsma phase vessel (Díaz 1998).

Aunque la Fase A de esta época, iconográficamente es relativamente pobre, en la fase siguiente (Ychsma Medio B) comienzan a aparecer muchos de los diseños y motivos que caracterizarán al estilo Ychsma, en especial los basados en la decoración pictórica negro y crema que aparecerá en varias

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vasijas (Díaz y Vallejo 2005: Fig. 14), como las formas de pequeñas calabazas (Figura 12). De igual manera, las vasijas del tipo cara-gollete comienzan a ser algo frecuentes en los contextos ychsma, especialmente en los funerarios (Díaz y Vallejo 2005: Fig. 17) (Figura 13 a), como aquellas vasijas que incorporan pequeñas aplicaciones modeladas (Figura 13 b). Con todo, el volumen de piezas sin ninguna o poca decoración pictórica es muy superior al de vasijas decoradas.

Figura 11. Figurina modelada de la fase Ychsma Medio A, con aplicaciones de punteado en zona e incisiones (Pachacamac). Figure 11. Middle A Ychsma phase modeled figurine with pointed applications in the zone of incisions (Pachacamac).

Figura 12. Vasija fitomorfa de la fase Ychsma Medio B que reproduce una calabaza (Armatambo). Figure 12. Middle B Ychsma phase fitomorph vessel reproducing a pumpkin (Armatambo).

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Desde el punto de vista de la arquitectura, la época Ychsma Medio aparece aún con poca definición, debido al hecho de que todavía no se ha podido aislar convenientemente un edificio correspondiente con esta época. Sin embargo, en Armatambo (Díaz 2004) varios ejemplos de arquitectura de este periodo aparecen claros y suficientemente aislados de periodos posteriores. Tanto Mateo Salado, La Huaca Santa Catalina, la Huaca San Borja y Mangomarca, por citar algunos edificios ychsma del valle bajo del Rímac, parecen decididamente corresponder con esta época. Las características arquitectónicas de todos estos edificios se inclinan a crear grandes volúmenes en base a tapiales y rellenos sucesivos, a los cuales se les van sumando nuevas etapas constructivas que cubren las etapas anteriores, tanto con adosamientos sucesivos de tapiales como con nuevos rellenos estructurales (Tello 1999). Una característica importante en estos edificios, es que muchas veces los rellenos aparecen mayormente limpios o con poca presencia de material cerámico, dificultando los trabajos de análisis comparativo. En varios casos, los perfiles de estos edificios son de forma escalonada en base a plataformas superpuestas contenidas con gruesos muros de tapial (Bueno 1991), y no son raros los amurallamientos o la construcción de altos muros en tapial que rodean los asentamientos. En Pachacamac, son pocas las estructuras que señaladamente se pueden asociar con esta época, pues muchos de los edificios actualmente visibles corresponden con la ocupación tardía del sitio. Muchas de estas estructuras se asocian con el uso de adobes alargados o de altura pequeña, que aparecen parcialmente cubiertos por las estructuras más tardías o que se encuentran muy deterioradas por exposición. Entre todas ellas, destaca notablemente una estructura existente en el lado oeste del sitio, la cual ha sido reportada por Díaz (2004) y que espacialmente se diferencia de las conocidas Pirámides con Rampa, las cuales solo parecen asociarse con la ocupación tardía del sitio (fase Ychsma Tardío A).

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Figura 13. Botellas ychsma de la interfase Medio A y Medio B, procedentes de Armatambo (Díaz 1998, 2004). Figure 13. Middle A and B Ychsma interphase bottles, proceeding from Armatambo (Díaz 1998, 2004).

La ocupación de parte de la banda derecha del Rímac, tan poco conocida arqueológicamente, parece quedar confirmada con las investigaciones de Ravines (2000) en el sitio de Canto Chico, que correspondió al grupo de Lurigancho. De acuerdo al material cerámico presentado para este sitio, es claro que gran parte del mismo corresponde a la época Ychsma Medio y Tardío A, por lo que Canto Chico se presenta como un caso de continuidad ocupacional sucesiva. En Las Palmas (Paredes y Ramos 1994) presentan un conjunto cerámico bastante similar al de Canto Chico, con evidencia también de continuidad ocupacional para una misma área. Si nos detenemos a analizar el material Ychsma Medio de Canto Chico, veremos notables semejanzas con material similar reportado para la banda izquierda del Rímac y para el valle de Lurín, como por ejemplo algunos tipos de ollas y tinajas (Ravines 2000: 140, Figuras 4, 5), y tinajas de cuello en T (Ravines 2000: 218, 219, 220, 221, 222). También en el caso de especímenes modelados como las figurinas (Ravines 2000: 260, Figs. 1, 2) y las aplicaciones (Ravines 2000: 255), estas son coincidentes con las reportadas en Armatambo o en Pachacamac, entre otros sitios. En las zonas de rinconadas del valle del Rímac, como aquella donde se ubica Cajamarquilla, aparece con alguna frecuencia material cerámico perteneciente a este periodo. Aunque no está todavía clara su relación con la arquitectura presente, es evidente, por los estudios de Joaquín Narváez (2006) en el sitio mismo de Cajamarquilla, que varias formas y tipos cerámicos ychsma son utilizados en este lugar. Definitivamente, el material ychsma que

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mayormente se presenta, como bien señala Narváez, se encuentra asociado con la fase Ychsma Medio A, aunque algunos especimenes todavía presentan claras reminiscencias con la fase anterior (Narváez 2006: Figs. 245, 248). La Época Ychsma Tardío La época Ychsma Tardío se diferencia notoriamente de las anteriores por su gran dinamismo, al punto de que el registro arqueológico y la mayoría de publicaciones que presentan material ychsma, lo hacen con material y contextos pertenecientes a esta época. Al igual que las épocas anteriores, esta etapa se encuentra subdividida en dos fases: A y B. En la Fase A, la evolución del estilo a nivel cerámico presenta grandes cambios, especialmente en las características técnicas, aunque morfológicamente también se presentan varios cambios relevantes. Conjuntos cerámicos pertenecientes a esta fase, y al parecer aislados del material más tardío correspondiente con la fase B (periodo inca), han sido reportados en Canto Chico (Ravines 2000), Armatambo (Díaz 2004; Díaz y Vallejo 2005), Las Palmas (Paredes y Ramos 1994) y Pachacamac (Feltham y Eeckhout 2004), aunque evidentemente en muchos otros sitios ychsma el material correspondiente a esta fase está muy presente. Durante esta fase, no es rara la presencia de cerámica elaborada en ambiente reductor (Figura 14), la cual también se manifiesta en las otras fases ychsma pero en mucha menor proporción5.

Figura 14. Vasija de la fase Ychsma Tardío A, procedente de un contexto funerario hallado en Armatambo (Díaz 2004). Figure 14. Late Ychsma phase vessel, proceeding from a funerary context found in Armatambo (Díaz 2004).

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El reciente trabajo de Feltham y Eeckhout (2004) sobre la cerámica hallada en la Pirámide con Rampa III de Pachacamac, apunta a una mayor definición de esta fase y, en especial, a clarificar cuáles son las características morfológicas propias que la distinguen de los componentes cerámicos de la siguiente fase ychsma correspondiente con el periodo Inca. Este importante trabajo no deja dudas sobre la existencia de dos fases tardías para la cerámica ychsma, pues se ha contado con material proveniente de excavaciones arqueológicas y de asociaciones específicas en uno de los sitios principales de la sociedad Ychsma. El trabajo de Ravines (2000), en Canto Chico, aunque no logra distinguir las fases involucradas, sirve para visualizar muchas de las formas Ychsma Tardío A presentes en este sitio (Ravines 2000: 122, 124, 177, 203, 204, 211, 213). En Pachacamac, es precisamente donde se ha encontrado la mayor concentración de Pirámides con Rampa y es en este mismo sitio donde se ha podido definir el modelo arquitectónico, a partir de la excavación de tres de ellas: las Pirámides con Rampa Nº 1, 2 y 3 (Jiménez Borja 1985; Paredes y Franco 1987; Paredes 1988; Eeckhout 1995, 1999; Franco 1998, 2004). Si analizamos el material cerámico presente en cada una de ellas asociado con su uso, resulta claro que todas ellas corresponden cronológicamente con las fases más tardías de la secuencia ychsma. Al parecer, el modelo arquitectónico de las Pirámides con Rampa en Pachacamac, encuentra su mayor difusión en la fase Ychsma Tardío A, coincidiendo quizás con un mayor dinamismo que la sociedad Ychsma presenta en aquel periodo. Para la fase Ychsma Tardío B correspondiente con el periodo Inca, la concurrencia de diversos estilos cerámicos ha hecho dificultosa la asignación o pertenencia estilística de muchos de los especímenes involucrados en esta fase, por ser parte de un proceso mucho más complejo que suma diversos factores tecnológicos, funcionales y estilísticos en la producción cerámica. La complejidad de este periodo, se expresa en una serie de formas y tipos cerámicos que muchas veces escapan a los criterios formales que se tiene para clasificar determinado estilo, concurriendo muchas veces en una sola vasija varios elementos que recuerdan o se acercan a diversos estilos cerámicos (Figura 15). Por ello, las formas atípicas son muy comunes en este periodo. De alguna manera, las variantes en la cerámica y el surgimiento de nuevas formas o tipos cerámicos, deben ser correspondientes con la complejización social y los fuertes movimientos sociales que se encuentran al interior del imperio incaico. El traslado de grupos humanos completos, como son los famosos mitimaes, las redes de intercambio y tributación ampliamente difundidas y muy dinámicas, y especialmente los nuevos roles que el estado

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incaico establece en todos los órdenes sociales, hacen que la producción cerámica alcance niveles nuevos, tanto en volumen como en variantes morfológicas y tecnológicas. Los problemas también residen en la propia clasificación del material de estilo Inca Cuzqueño, el cual recibe a veces libremente diversas denominaciones, como las conocidas Inca Imperial e Inca Provincial, tal como lo ha señalado ya anteriormente Meyers (1975). Nosotros hemos hecho al menos dos grandes distinciones, la que corresponde al estilo Inca Cuzqueño, con formas y diseños típicos de este estilo, y la que surge como resultado de la propia dinámica incaica en sus provincias o territorios ocupados, que hemos llamado como Inca Regional. Dado que muchas veces el territorio donde se encuentra determinado tipo cerámico excede al territorio aceptado a determinada provincia incaica, es que hemos preferido la denominación de Inca Regional (Vallejo 2004). Las formas y tipos cerámicos que se derivan de la tradición local y que son pertenecientes al estilo Ychsma, son muy numerosos en este periodo y es común hallar en los contextos arqueológicos de esta fase, tanto los elementos locales del Ychsma Tardío B, como los pertenecientes al estilo Inca Cuzqueño (Córdova 2005) y el Inca Regional.

Figura 15. Vasija escultórica procedente de Armatambo (Ruales, Toso y Vallejo 1983). Figure 15. Sculpted vessel proceeding from Armatambo (Ruales, Toso y Vallejo 1983).

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Conclusiones Si bien, hasta hace pocos años, la posibilidad de comprender la situación social y cultural de la región comprendida entre los valles bajos del Rímac y Lurín se encontraba muy limitada por la gran segmentación estilística que existía y por la poca comprensión del proceso secuencial y cronológico de esta, creemos que hoy en día los avances ocurridos en la definición del estilo cerámico existente en esta región, pueden objetivamente conducir a una visión mucho más cercana de esta situación. En realidad, los resultados de orden social y cultural que se pueden obtener a partir de la definición de una secuencia cerámica son sumamente importantes. Por citar un caso, las anteriores divisiones culturales existentes para esta región basadas en conjuntos cerámicos distintos, eran en concreto, solo distinciones de orden cronológico propias de la dinámica que experimenta un estilo cerámico en su desarrollo en el tiempo. La cerámica como tal, no solo representa una manera de entender a una sociedad a través de su iconografía o producción, sino constituye además herramienta fundamental de ordenamiento cronológico para muchos contextos arqueológicos que aparecen mayormente confusos. Aunque aún queda mucho tema de discusión, con respecto a la definición final del estilo Ychsma, es claro que los avances producidos en los últimos años están conduciendo a una secuencia cerámica cada vez mas definida y específica, además de comprender a muchas mas formas y tipos cerámicos, anteriormente desconocidos o poco claros, en el corpus cerámico ychsma. Quedan sin embargo, muchas tareas por resolver, como la definición del territorio ychsma y sus áreas periféricas. También es necesario aclarar el aspecto interno de la región ychsma, en el supuesto de que convivan varios grupos étnicos y que estos se expresen en diferencias cerámicas o si estas diferencias correspondan a otras variables sociales o culturales. Finalmente, la complejidad del periodo Inca, expresada a su vez en la complejidad de los estilos, formas y tipos cerámicos que se presentan en este periodo, puede ser un gran tema de investigación y discusión, enriquecido aun más con los avances tecnológicos aplicables al análisis de la cerámica. Agradecimientos: Quisiera agradecer especialmente a Luisa Díaz, Directora del Proyecto Arqueológico Armatambo por el apoyo brindado para la realización de este artículo, tanto con el material gráfico proveniente de sus investigaciones, como con sus sugerencias. También deseo agradecer

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a Glenda Pérez, conservadora del Museo de Sitio de Pachacamac, por la edición de las imágenes presentadas. Notas: 1

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Entre estos se pueden señalar al Proyecto Ychsma dirigido por Peter Eeckhout y Carlos Farfán, el Pachacamac Archaeological Project dirigido por Izumi Shimada y Rafael Segura, el Proyecto Pueblo Viejo dirigido por Krzysztof Makowski y el Proyecto Armatambo dirigido por Luisa Díaz. El estudio elaborado por Hudtwalker y Pinilla (2004) resulta interesante e importante para comprender la situación cronológica de la isla San Lorenzo, así como las características básicas de los contextos funerarios. Una primera revisión podría situar las evidencias arqueológicas en la época Ychsma Tardío, comprendiendo sus dos fases A y B, es decir, una fase preinca y la siguiente, perteneciente al periodo Inca. Varias preguntas surgen sin embargo: una es si la ocupación ychsma de la isla se inicia decididamente en la época preinca o por el contrario, si las evidencias arqueológicas, aunque asignables estilísticamente a una fase anterior al Horizonte Tardío, son más bien del periodo Inca, dado que también es lógico suponer que en los primeros años de ocupación incaica la cerámica ychsma siguió reproduciéndose de acuerdo con los cánones precedentes. Por ejemplo, la decoración aplicada de serpientes o culebras es muy común en la cerámica ychsma en su fase final, cuando ocurre el Horizonte Tardío (fase Ychsma Tardío B). En ese proceso los préstamos e influencias de diversos estilos son frecuentes. Sin embargo este motivo, no es del todo claro de dónde provenga o si es originario en la cerámica ychsma. En una fase anterior (Ychsma Tardío A), aparece este motivo pero en posición vertical y generalmente empleado en otro tipo de vasijas. La aparición y funcionamiento de este curacazgo, está íntimamente ligado con la ampliación hacia el sur del canal de regadío de Surco, ocurrida presumiblemente entre los siglos XI y XII, donde son habilitadas sucesivamente grandes extensiones de tierra cultivable. Antes de la dominación incaica en la costa central, el lugar era conocido con el nombre de Sulco o Surco, que es la denominación de la etnia o población que allí residía. Otro topónimo aún existente, pero que podría correlacionarse igualmente con fases antiguas, es aquel de Marcavilca, que significaría «ciudad o pueblo sagrado». En la fase Ychsma Temprano B, la cerámica en ambiente reductor aparece también con mayor relevancia. Esta técnica, por supuesto, no fue desconocida entre los ceramistas ychsma y es muy probable que muchos de los especímenes hallados pertenecientes al periodo Inca, en realidad correspondan a la tradición local ychsma en lugar que a la tradición chimú, como aparece a veces en algunos autores (p.e. Makowski y Vega Centeno 2004: Fig. 8 b).

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Revista de Antropología N°20, 2009: 169--188 Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Chile, Santiago, Chile

Caracterización del Estilo Tricolor Geométrico y Evaluación de Contactos con el Estilo Ychsma Characterization of the Geometrical Tricolor style and it’s relationships with the Ychsma style Camilo Dolorier y Lyda Casas Salazar

Resumen El presente estudio examina los antecedentes y caracterización inicial del estilo Tricolor Geométrico. Este estilo formaría parte de un complejo conjunto estilístico que se distribuyó a inicios del Período Intermedio Tardío por toda la costa norcentral andina, principalmente entre los valles de Huaura – Chancay y Ancón. Se examinan los componentes y se reevalúan sus contenidos, generando una categoría de análisis factible de contrastación. Posteriormente, ya con parámetros bien definidos, se procede a confrontar el estilo con materiales análogos encontrados en el valle del Rímac, explícitamente en los contextos funerarios de la Huaca Huallamarca. Finamente, se evalúa el posible impacto del Tricolor Geométrico en la formación u origen del estilo Ychsma. Palabras claves Tricolor Geométrico, Ychsma, Chancay, Huallamarca.

Abstract The present study examines and discusses to the antecedents and initial characterization of the denominated style Geometric Tricolor. This style comprised of the stylistic set Huaura that was distributed mainly in the Andean nor-central coast, between valleys Museo de Sitio Huallamarca, Lima. E-mail: camilo_dolorier@yahoo.com Museo de Sitio Huallamarca, Lima. Recibido: Octubre 2007. Aceptado: Mayo 2008 1 2

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of Huaura – Chancay and Ancón. The components are examined and their contents are reevaluating, generating a category of feasible analysis of comparison. With well defined parameters and, it is come to resist the style with the found analogous materials in the valley of the Rímac, explicitly in the funeral contexts of the Huaca Huallamarca. Finely, it is tried to evaluate the impact of Geometric Tricolor in the formation or origin of the Ychsma style. Key Words: Geometric Tricolor, Ychsma, Chancay, Huallamarca.

Introducción Desde muy temprano en la investigación arqueológica se han destacado las proximidades e influencias estilísticas existentes entre la costa central y norcentral del Perú, sobre todo desde finales del Horizonte Medio. Al parecer ello fue generado por la existencia de una fuerte relación entre ambas regiones. Algunos investigadores señalan inclusive que producto de aquella inicial conexión estilística se habrían desarrollado dos estilos originalmente emparentados: el Chancay y el Ychsma. Frecuentemente se alude al estilo Tricolor Geométrico (entre otros componentes del complejo Huaura) como uno de los estilos promotores en esta génesis. Nuestro estudio intenta reevaluar la organicidad de los principales elementos componentes del Tricolor Geométrico que fuera inicialmente identificado y definido en los cementerios de Chancay y Ancón. El objetivo principal es generar una categoría de análisis manejable, y para ello indagamos en los primeros trabajos efectuados en la región, discutiendo las terminologías acuñadas a lo largo del tiempo, su caracterización, validez y aplicación actual. Otro de los objetivos del presente artículo es correlacionar cronológica y estilísticamente los materiales alfareros procedentes de contextos funerarios de Huallamarca, que guardan relación con el estilo en cuestión. Finalmente, se procura medir el impacto real que el estilo Tricolor Geométrico y otros estilos tempranos de la costa norcentral generaron en la formación u origen del estilo Ychsma. Resguardados en que se trata principalmente de un estudio estilístico, en esta oportunidad nos vamos a eximir de exponer en detalle los contextos de los cuales proviene el material procedente de Huallamarca.

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Antecedentes del estilo tricolor geométrico El registro más temprano de este estilo lo obtenemos de Strong, quien clasificó el material cerámico proveniente de contextos funerarios de Ancón excavados por Uhle en 1904 (Strong 1925). Para ello, empleando el método tipológico estableció la primera secuencia estilística de Ancón. Ella fue organizada en cinco períodos: Ancón Temprano, Medio y Tardío. Los dos últimos fueron subdivididos en: Ancón Medio I – II, correlacionables con el Horizonte Medio; y Ancón Tardío I – II, correspondiente a las fases del Periodo Intermedio Tardío. Por la materia de nuestro interés nos centraremos únicamente en el análisis de los estilos correspondientes al Ancón Medio II y en el Ancón Tardío I. Ancón Medio II (Horizonte Medio 3 y 4) Dentro de las principales características que señala Strong para este período destaca el predominio del engobe rojo sin pulir y el uso de hasta cuatro colores: blanco, negro, rojo y púrpura (definido como un rojo muy oscuro). Prevalecen también dos tipos principales de diseños: por un lado el uso de líneas blancas rectas y ondulantes sobre fondo rojo (Strong 1925: placa 44 a, d, h, p); y del otro, un patrón geométrico, de ángulos, triángulos y cuadrados enmarcados en áreas geométricas (Strong 1925: placa 44 k, m, n, o, q, r). En este se usan los cuatro colores antes señalados y correspondería a lo que Uhle llamó Epigonal Norteño, o, en términos de Strong, un descendiente del estilo «Tiahuanaco». Es preciso resaltar que Strong menciona la coexistencia de ambos tipos en las mismas tumbas. Junto con ellos se registran materiales que emplean dos o tres colores y materiales con decoración pintada de blanco. Las formas son altamente variables y define cántaros de cuerpo oval con gollete recto y asas verticales, recipientes de cuello ancho y boca más angosta, ollas con aplicaciones y vasijas de cuello y cuerpo aquillado. Ancón Tardío I (Periodo Intermedio Tardío 1-3) A este período lo define como una suerte de transición entre el Tetracolor del Epigonal y el Bicolor negro sobre blanco (Chancay – N/B) de la fase posterior. Si bien se hallan presentes en la decoración materiales de uno y dos colores, el más frecuente y característico es el «Tricolor» (Strong 1925: Placa 43 i, j, k, l, m, n).

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Las formas más novedosas incluyen platos o tazones con pedestal, jarras pequeñas de cuello angosto con asas verticales que conectan el cuello con el cuerpo y aparece una forma de botella con asa estribo de mango cuadrado y sólido, con pequeñas asas verticales que unen el estribo con una boca ensanchada. Se advierte también la ausencia de las dos principales formas de la fase anterior: los cántaros de cuerpo oval y los de cuerpo y cuello aquillado. En resumen, se podría decir que Strong definió inicialmente los estilos Blanco ondulante sobre rojo y el Tetracolor o Epigonal como lo típico del Ancón Medio II, mientras que el Tricolor resulta ser lo más característico del Ancón Tardío I, pero como un estilo transicional. El método tipológico empleado por Strong para la clasificación del material cerámico en base a la técnica decorativa contribuye a acuñar términos como pentacolor, tetracolor, tricolor, bicolor, blanco sobre rojo o negro sobre blanco para identificar a los tipos cerámicos característicos de uno u otro período. Al tratarse de tipos abstraídos y aislados con afanes exclusivamente cronológicos, descuida las relaciones genéticas inherentes a los procesos y cuerpos estilísticos. El segundo investigador en describir el estilo Tricolor fue Kroeber, quien al igual que Strong, clasifica el material excavado por Uhle de cinco cementerios del valle de Chancay (Kroeber 1926). En ellos identifica cinco estilos cerámicos, de los cuales el Negro sobre Blanco resulta ser el más tardío, antecedido por el Tricolor Geométrico, el Epigonal y, aún más tempranos, el Blanco sobre rojo y el Tricolor o Interlocking. A pesar de su orden secuencial, advierte que algunos estilos se pueden encontrar asociados en una misma tumba. Tal es el caso de piezas del estilo Negro sobre Blanco que se hallan junto a vasijas del estilo Tricolor Geométrico y aun del Epigonal. Del mismo modo, la relación contextual de los estilos Tricolor Geométrico y Epigonal es bastante recurrente y confirmaría la secuencia de Strong. En principio Kroeber cuestiona la caracterización del Epigonal hecha por Uhle (Pachacamac, Ancón y Supe) mostrado como una derivación decadente del estilo Tiahuanaco. De otro lado, propone la emergencia del Epigonal como una suerte de desarrollo local, como un estilo relacionado con la costa central. Este se ejecuta en 3 ó 4 colores (rojo oscuro, rojo, blanco y negro) con pigmentos impuros de un acabado mate. Esta decoración es más frecuente en vasos, cubiletes y tazones bajos. Se caracteriza por el uso de pequeños rectángulos blancos (en filas) con barritas negras al centro, caras cuadradas, rudimentarias, de ejecución desaliñada, con la nariz unida al borde

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superior, gorros, plumas, paneles con rayos o barras, espirales, curvas lisas o aserradas, puntos grandes o círculos en filas, etc. Junto a las figuras señaladas en sus láminas como características del Epigonal (Kroeber 1926: placas 83 b, c, d, e, g, h, i; 84 c), muestra un pequeño grupo de figuras calificadas como epigonaloides (Kroeber 1926: placas 84 g, h; 85 b). Al revisar estas figuras se puede advertir que incorpora material que no necesariamente deriva del estilo «Tiahuanaco» tal como lo hacía Uhle. Por el contrario, se refiere a nuevos componentes estilísticos de carácter local (placas 83l; 84b, g, h; 85b). El estilo Tricolor Geométrico fue nombrado así para distinguirlo del Tricolor Interlocking del estilo Lima. Se puede decir que Kroeber acuña dicho término aun cuando faltó definirlo con mayor precisión. Se caracteriza por el uso de los colores rojo y negro sobre blanco de modo excesivamente geométrico. Los diseños se ejecutan en líneas o rayas anchas rojas sobre un fondo blanco, delineado en negro. Se presenta como elemento típico un marco rojo, que define el espacio con figuras escalonadas y fila de diamantes al interior. Este tipo de decoración se encuentra principalmente en jarras (placas 83 a; 84 a; 85d, e, i). De otro lado, Kroeber observa que la decoración muestra una tendencia a cristalizarse en conexión con ciertas formas: el Epigonal se relacionaría principalmente con vasos y cubiletes, mientras que el Tricolor Geométrico lo haría con jarras. Esta observación será ampliada más adelante. En 1942 Willey y Newman realizan excavaciones en la necrópolis de Ancón (Willey 1943). La colección obtenida en sus excavaciones es ubicada cronológicamente como intermedia entre el Ancón Medio II y el Ancón Tardío I. En ella identifica varios estilos cerámicos: B/R (Blanco ondulante sobre Rojo), Epigonal, Estampado, Tricolor Geométrico y Negro Pulido. La cerámica de cuatro colores o Epigonal y el Blanco ondulante sobre rojo son muy populares en el Ancón Medio II pero declinarían en su transición hacia el Ancón Tardío I. En esta transición son sustituidos por el estilo Tricolor, que es absolutamente diferente del Ancón Medio I y II. A pesar de ello, según Willey, el origen del Tricolor se puede remontar a las influencias externas que explican los materiales de cuatro y cinco colores del Ancón Medio II. Dentro de las varias precisiones que elabora Willey acerca de los estilos cerámicos de este período, destaca la caracterización del estilo Tricolor segregando dos tipos. El primero definido por la relación Rojo y Negro sobre Blanco (Tricolor Geométrico base blanca) y el segundo por Negro y Blanco sobre Rojo (Tricolor Geométrico base roja). En el primer tipo se

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suelen emplear principalmente paneles horizontales definidos por un marco rojo delineado en negro. En el segundo tipo se emplean tanto paneles horizontales o verticales definidos por un marco blanco delineado con negro. Los principales diseños relacionados con ellos son los escalonados, rombos, aserrados y caritas semicirculares de influencia Epigonal (Willey 1943: Placa 1: e, f, g, h). En resumen, Strong fue el primero en identificar al Tricolor como un estilo de transición, ubicándolo cronológicamente en su Ancón Tardío I (Periodo Intermedio Tardío 1-3). Luego, Kroeber lo rebautiza como Tricolor Geométrico, diferenciándolo formal y estilísticamente del Tricolor Interlocking. Finalmente Willey (1943) subdivide al Tricolor Geométrico en dos tipos, base roja y base blanca, y destaca sus principales elementos asociados. Pero cabe señalar que algunos de los tipos catalogados como base roja fueron clasificados del mismo modo dentro del Epigonal (también de base roja), pero ello se discutirá a continuación.

Caracterización del tricolor geométrico Las descripciones previas sirven para tomar una idea clara del problema y ponen de manifiesto la necesidad de reevaluar los contenidos formales y profundizar con mayor detalle en sus alcances, categorización y organicidad. Reevaluemos entonces al Tricolor Geométrico como un estilo con componentes que le son propios y exclusivos, plasmados en una organización bien definida, donde cada elemento adquiere valor y distintos niveles de integración. Tomando en cuenta que existe una fuerte relación entre estilo decorativo y un particular género de formas cerámicas, emplearemos ambos componentes como criterios de clasificación. Según la decoración En primera instancia, el estilo decorativo será nuestro principal elemento de clasificación. Para ello, retomamos los criterios básicos de la subdivisión de Willey para la descripción y análisis. Tricolor Geométrico – Base Blanca Sobre un fondo blanco, se tiende a generar amplios paneles horizontales (sean rectangulares o trapezoidales) enmarcados con una banda roja delineada en negro. Al interior de estos paneles de marco rojo se inscriben

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principalmente dos tipos de diseño: rombos y escalonados (Figura 3a). Existe un tercer grupo compuesto por asteriscos, chacanas (cruces) y guiones, pero lamentablemente no se cuenta con una buena documentación. Los rombos emplean paneles horizontales largos y angostos, se presentan en cadena, como figuras continuas alineadas horizontalmente y unidas entre sí por sus extremos. Son invariablemente de color rojo, delineados en negro, y pueden presentar pequeñas subdivisiones o rombos concéntricos con puntos al interior. El área externa a los rombos se suele rellenar con triángulos o semicírculos concéntricos (Figuras 1a: a, b, c). Los escalonados tienden a emplear paneles horizontales más amplios (trapecios). Se trata de bandas rojas delineada en negro, que dibujan largos escalonados que recorren la superficie en forma diagonal, partiendo de los extremos inferiores, hasta encontrarse en la parte central y superior. Cada espacio entre escalones se completa con un pequeño cuadrado con punto negro. Las bandas escalonadas se presentan en forma paralela y en algunos casos se transforman o acompañan con cruces o chacanas al centro o en los ángulos del panel (Figuras 1a: d, e, f, g, h, i, j). Las cruces o chacanas grandes rellenan equidistantemente los paneles. Mientras que guiones, cruces simples o asteriscos se inscriben al interior de paneles verticales con una franja roja oscura (Figuras 1a: k). La relación estilística y cronológica entre los dos primeros elementos (rombos y escalones) es bastante clara, pues ambos suelen compartir ubicación dentro de una misma vasija. Tricolor Geométrico – Base Roja Sobre un fondo rojo se tiende a generar amplios paneles trapezoidales, algunas veces enmarcados con una banda blanca. Los paneles pueden ser aún subdivididos en forma vertical, horizontal, o en semicírculos concéntricos con franjas blancas delineadas en negro (ver Figura 3b). Al interior, ocupando el espacio central, se suele ubicar caritas o rostros de vista frontal; estas son de forma circular, semicircular o en rectángulo, con ojos redondos y la nariz unida al extremo superior de dibujo. Junto con ellas una suerte de «plumas aserradas» (o espigas) rellenan los espacios laterales, tanto vertical como horizontalmente, en uno u otro sentido. En los intersticios, rellenando los vacíos, se dibujan en blanco y sin borde, pequeñas serpientes (o gusanos) rellenas con puntos negros. Estos componentes forman un grupo iconográfico bien definido que algunas veces se les confundió como parte del estilo Epigonal. La asociación de elementos tan estrechamente vinculados revela

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que forman un complejo iconográfico formal, con contenidos precisos y significados propios (ver Figura 1b). En la mayoría de los casos ambos grupos iconográficos (Tricolor Geométrico base blanca y base roja) se manejan en forma independiente uno del otro. Rombos, cruces y escalones ejecutados sobre un fondo blanco se aíslan fácilmente de los rostros semicirculares, plumas aserradas y serpientes elaboradas sobre un fondo rojo. Uno y otro presentan suficientes particularidades y diferencias como para considerarlos estilos diferentes y no subgrupos de uno mayor. Sin embargo, es posible encontrar piezas que amalgaman elementos de ambos subgrupos, revelando contemporaneidad y afinidades. Además, comparten un conjunto más o menos restringido de elementos accesorios y se ejecutan sobre los mismos géneros y grupos morfológicos de vasijas.

Figura 1. Características del Tricolor Geométrico en Chancay y Ancón. Figure 1.Characteristics of Tricolor Geometric in Chancay and Ancon

Según la forma El segundo criterio de clasificación para definir los componentes del Tricolor Geométrico es según la forma de las vasijas con la cual se asocia, que para el caso, se restringe a seis géneros y tipos morfológicos, ellos son: plato con pedestal o de base anular, vaso de paredes abiertas, botella asa estribo con cuerpo aquillado, cántaro de cuerpo aquillado, jarra de cuerpo ovoidal, jarra con asas y otros no publicados (ver Figura 2a). En todas ellas se presentan pequeñas variantes, conjugación de elementos o diferencia de

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escalas. Por ejemplo, las jarras de cuerpo ovoidal suelen variar en la forma del gollete, de tubular alto y recto a tubular alto y evertido, y finalmente de cuello cóncavo y bajo. Al parecer el primer tipo de cuello es más temprano, y puede presentar tanto una como dos asas cintadas. Tanto cántaros como jarras pueden remplazar sus asas por la aplicación de personajes modelados (Figura 1b: r, u). Decoración y forma A este punto es posible entablar una serie de relaciones generales entre decoración y forma de la vasija. Cabe señalar que de ninguna manera estas observaciones limitan posibilidades aún no registradas, sólo se ciñe a material publicado y conocido hasta el presente. En este contexto la decoración Tricolor Geométrico base blanca se relaciona principalmente con tres formas: platos y botellas, pero esencialmente con cántaros de cuerpo aquillado (ver Figura 2a). En este caso, se puede apreciar la aplicación de rombos, escalonados y cruces, tanto en forma independiente como en combinación. Por otro lado, el Tricolor Geométrico base roja se relaciona con vasos, jarra con asas y botellas pero especialmente con cántaros de cuerpo aquillado y luego con jarras de cuerpo ovoidal (ver Figura 2a). Como ya se mencionó antes este conjunto iconográfico posee elementos que le son exclusivos y cada uno de ellos tiende a relacionarse además con un género determinado de vasija. Por ejemplo, los vasos se relacionan bien con las serpientes de puntos o sólo con espigas o plumas aserradas. Ellos decoran el borde sobre una banda roja horizontal. De otro lado, las bandas verticales con plumas aserradas y serpientes se relacionan casi directamente con los cántaros de cuerpo aquillado (ver Figura 1b: o, p, q, r). Finalmente el conjunto compuesto por caras circulares o semicirculares, plumas aserradas y serpientes, se asocia directamente con las jarras de cuerpo ovoidal (ver Figura 1b: s, t, u, v).

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Figura 2. Formas características del Tricolor Geométrico. Figure 2.Typical forms of Tricolor Geométrico

Los rostros antropomorfos se pueden ubicar tanto en paneles horizontales como verticales, con una división axial del espacio, en el que frecuentemente el personaje principal se encuentra al centro, y las plumas aserradas lo flanquean en pares o lo inscriben en semicírculos concéntricos. Elementos accesorios Inherente a los subgrupos iconográficos antes descritos y a sus particulares formas asociadas, existe un restringido grupo de elementos accesorios que vinculan a unos con otros, dándoles unicidad, organicidad y contemporaneidad. Se trata de elementos decorativos complementarios, como por ejemplo: blondas semicirculares, zigzag con barras, horquillas en forma de 8, triángulos en racimos, espiral rectangular, olas o volutas y aplicados antropomorfos u ornitomorfos. Estos suelen ubicarse en los bordes de los cántaros, jarras y botellas (ver Figura 3e). El más común es una suerte de blonda compuesta por semicírculos concéntricos que penden del borde, en algunos casos se acompañan con barritas horizontales rellenando los entrantes. Otro elemento está compuesto por diseños en zigzag, que forma triángulos continuos y concéntricos que penden del borde. Al igual que en el caso anterior se suelen acompañar con pequeñas barritas horizontales agrupadas en pares o tríos que rellenan las entrantes y salientes del zigzag. Un tercer elemento menos frecuente, es un remate en pequeños triángulos que forman racimos

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unidos por sus vértices. Suelen rellenarse con puntos o asteriscos. El cuarto elemento se ubica en el cuerpo del tipo base blanca, se trata de rectángulos alineados con horquillas en forma de 8 y rombos o diamantes inscritos al interior. El quinto y sexto elemento se hallan muy ligados al Tricolor Geométrico base roja. El uno es un espiral rectangular rematado en ambos extremos por un racimo de varas o escalones. Este se organiza en franjas horizontales y remata los bordes o bien en franjas verticales en el cuerpo de las vasijas. El otro es una sucesión de olas o volutas con los rulos aserrados y con las entrantes rellenadas por barritas horizontales. Este tipo de elemento accesorio sólo se ubica en el cuerpo de la vasija, mas no en el borde. Junto con estos elementos decorativos pintados aparecen personajes modelados y aplicados. Se puede tratar de cabecitas con rasgos ornitomorfos (lechuza) o de pequeños personajes con sólo cabeza, torso y brazos, asidos por ellos al gollete de cántaros o jarras. Las cabecitas se encuentran solas y se tienden a ubicar al centro de las vasijas, mientras que los personajes generalmente se hallan por pares y ubicados en puntos opuestos del cuello de las vasijas. A parecer dichos elementos tienden a reemplazar a las asas. Las asas son de buena luz, cintadas y unen el cuerpo con la parte media del gollete. En muchos casos se decoran con una base blanca y barra horizontales en negro.

Figura 3. Organización de diseños y elementos accesorios en el Tricolor Geométrico. Figure 3. Motif organization and accesories elements in Tricolor Geométrico

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Tricolor Geométrico en Huallamarca A partir de esta nueva caracterización del estilo Tricolor Geométrico procedente de los valles de Huaura, Chancay y Ancón, con parámetros estilísticos más detallados y bien definidos, se le puede utilizar como una categoría de análisis y buscar los elementos comparativos que hagan posible su confrontación con los materiales presentes en Huallamarca y otras regiones. Ello permitirá evaluar la distribución, grado de influencia y alcances cronológicos del estilo. Para este estudio trabajamos sobre la base de 11 vasijas y 10 fragmentos que presentan elementos decorativos que guardan relación con el estilo Tricolor Geométrico. De todos ello, 15 guardan estrechas semejanzas con el Tricolor Geométrico base blanca (Figura 4a: a, b, c, e, f, l-t), mientras que uno deriva de él (4a: d) y sólo 4 especímenes pertenecen al Tricolor Geométrico base roja (Figua 4b: g, i, j, k) y uno se relaciona con el (4b: h). Tricolor Geométrico – Base Blanca: Se encontró una importante colección de vasijas que se vinculan con este estilo. De los 16 ejemplares que presentan esta decoración 12 grafican exclusivamente rombos (Figura 4a: b, c, l-t). Se aprecia de inmediato una primacía del tipo rombos, sin embargo se advierte también, que no existe una correspondencia directa con el estilo descrito para Chancay y Ancón. En la caracterización inicial advertimos el uso de paneles rectangulares y horizontales con marco rojo. Al centro, rombos invariablemente rojos delineados en negro. En Huallamarca –excepto 4a: r– todos presentan marco rojo, y en 12 de ellos, la figura circunda completamente el ecuador de las vasijas (excepto 4a: l, o). De todo el grupo, 8 presentan rombos en rojo (uno de ellos con una variación cromática hacia el marrón) y dos (incluyendo el anterior) rompen los esquemas formales de diseño. El interior de los rombos es subdividido en pequeños dameros con puntos y colores alternos (4a: c, e, p). Una segunda variación en los rombos de Huallamarca es el empleo del color gris claro u oscuro para la coloración de los rombos (4a: b, q, r, s). De los cuatro ejemplares que grafican este tipo, uno de ellos se inscribe en un marco negro. Salvo ello, respetan las reglas del diseño para el tipo rombos. Otros dos ejemplares rompen las reglas del diseño e intercalan rombos de color rojo con rombos gris oscuro, o marrón rojizo con gris claro (4a: c, t). Además de presentar las subdivisiones internas antes mencio-

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nadas, una de ellas no se inscribe en marco rojo. Finalmente, un último ejemplar altera totalmente la composición, al punto que pierde la forma de rombo y se convierte en aspas que alternan líneas marrón rojizo con gris claro (4a: d). A pesar de ello conservan el marco rojo anular y el fondo blanco. A este punto, cabe señalar que los ejemplares que rompen el esquema formal reseñado para el área de Chancay – Ancón, muestran colores, formas y elementos accesorios propios de la iconografía local, junto con algunos que son particulares de la costa sur.

Figura 4. Características del Tricolor Geométrico en Huallamarca. Figure 4.Characteristics of Tricolor Geométrico in Huallamarca.

Estas alteraciones se observan también en la forma de las vasijas, pues una de ellas corresponde a un cántaro de cuerpo aquillado (4a: o), pero el resto cántaros de cuerpo coniforme y base plana (en forma de trompo, como elemento formal característico de Huallamarca), con pequeñas asas laterales al ecuador (4a: a, b, d, e). El gollete tiende a ser convexo o tubular. Finalmente tenemos una olla de cuello evertido como elemento morfológico totalmente atípico para este tipo de decoración (4a: c). Sólo 3 especímenes presentan decoración escalonada, de los cuales 2 comparten espacio con los rombos (4a: a, e). En realidad son diseños tan elementales que no rompen los esquemas formales básicos. Sin embargo, ya no se trata de largos escalones en amplios espacios blancos con marco

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rojo sino, que al igual que el tipo anterior se ubican en franjas anulares a lo largo del ecuador, paralela a los rombos, de los cuales un solo ejemplar se encuentra enmarcado en un trapecio. Esta última es una botella cara gollete, cuya forma recuerda al «Huaco Rey» del estilo Lambayeque (Figura 4a: f ). Dicho sea de paso esta forma de botella no es ajena a la costa central, pues en sitios como Ancón, Huallamarca y Pachacamac se han recuperado varios ejemplares. Tricolor Geométrico – Base Roja Se han hallado 5 especímenes correspondientes a este estilo. Un vaso, una botella doble cuerpo, un cántaro de cuerpo aquillado y dos jarras de cuerpo ovoidal conforman este grupo. Salvo la botella de doble cuerpo (4b: h), los otros 4 ejemplares comparten todos los aspectos formales, de diseño y elementos decorativos, sin mayores variantes. El vaso muestra una franja roja en el borde y se decora con serpientes de punto negro (4b: g). El cántaro de cuerpo aquillado muestra divisiones verticales con plumas aserradas y serpientes (4b: l). Decoración similar se encuentra en una de las jarras de cuerpo ovoidal (4b: j). Mientras que la otra jarra presenta una decoración más compleja compuesta por una cabecita ornitomorfa (lechuza), modelada y aplicada en la parte superior del cuerpo de la vasija (4b: k). A partir de ella, se desarrolla la decoración dividiendo el espacio en cuatro campos. Los campos de derecha e izquierda se separan con una franja central que muestra un rectángulo en espiral, dibujados en negro. En cada uno de los campos se puede apreciar dos pares de plumas aserradas oponiéndose simétricamente (ver Figura 3). Finalmente los intersticios dejados son rellenados con serpientes de puntos negros. Al parecer, la botella de doble cuerpo no tiene precedentes con este tipo de decoración, ni en Ancón ni en Chancay. El dibujo presentado no grafica fidedignamente los colores, pues fue redibujado del cuaderno de campo de Zegarra (ms), sin embargo, presenta todos los elementos iconográficos para incorporarlo en este grupo. Esta forma de botella frecuentemente se asocia en otros contextos con decoración punteada, incisa o con baño blanco lechoso de inicios del Periodo Intermedio Tardío. Los elementos accesorios presentes en uno u otro tipo son comunes con los identificados en la costa norcentral (blondas semicirculares, zigzag con barritas, rectángulos en espiral, aplicados, etc.), con el añadido de elementos locales y otros propios de la costa sur (rectángulos aserrados y aves).

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Discusión A pesar que el estilo Tricolor Geométrico fue definido con anterioridad para los sitios de Ancón y Chancay (Strong 1925; Kroeber 1926; Willey 1943) al igual que el área compuesta por los valles de Huaura-Chancay (Mejía 1953; Horkheimer 1962, 1970), son pocos los reportes que lo vinculan con el valle del Rímac. Las escasas menciones relativas a su presencia generalmente no responden a las características anteriormente señaladas. Tanto así, que ninguno de los materiales publicados por Uhle procedentes de Pachacamac corresponderían a este estilo (Uhle 1903: Figuras 5, 7, 8). Existe una tendencia de los investigadores en catalogar como «Tricolor» o «Tricolor Geométrico» a todo material (incluyendo fragmentería) que conbine tres colores –sean cuales fueren–, sin hacer el mayor análisis de correlación, ni distingos estilísticos del caso. Ello posiblemente tiene su origen en el error presentado en la secuencia estilística propuesta para Pachacamac por Strong y Corbett en 1943 (Strong y Corbett 1943). En esta se consigna al «Tricolor Geométrico» estratigráficamente después del «Tiahuanacoide» pero anterior al «Inca». Su posición cronológica no llama la atención, pues se hallaría en correspondencia con la secuencia de Ancón. El término es el mismo que emplea Kroeber pero la calidad de los materiales difiere profundamente. Al examinar nuevamente los dibujos se puede apreciar que el material cerámico Tricolor Geométrico de Pachacamac (que en efecto tiene tres colores) no es el mismo que en Ancón y Chancay. Por el contrario, se advierte que correspondería a los estilos tardíos locales, entre ellos, algunos del Ychsma Tardío (Horizonte Tardío). Desde este error tipológico primigenio se ha generalizado la idea de la presencia de este estilo en Pachacamac, y casi por ende en toda la costa central. En este contexto, los materiales contenidos en el Museo de Sitio Huallamarca son por el momento los únicos ejemplos, en el Rímac, asignables o factibles de comparación con los materiales del Tricolor Geométrico procedentes de la costa norcentral. Es evidente que no se trata exactamente del mismo estilo (como sí sucede en Ancón) que conserve todas sus características técnicas y formales. Por el contrario, se observan varias diferencias y modificaciones que le imprimen un carácter propio y local. Así, se incorporan parcialmente algunos elementos del diseño Tricolor Geométrico sobre formas de factura local.

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Lo que queda aclarar entonces es: ¿cuáles fueron las causas para tales modificaciones? Se trata acaso (como mencionamos) de una leve influencia norcentral que generó sólo la reproducción y reinterpretación de elementos iconográficos sobre formas locales, o la completa asimilación y posteriores cambios producidos por el paso del tiempo. Ello nos conduce a preguntarnos además: ¿qué tanto le debe el estilo Ychsma en su origen al Tricolor Geométrico o a otros estilos de la costa norcentral? La presencia de piezas del estilo Tricolor Geométrico en los contextos funerarios de Ancón es copiosa. Ellas comparten todos los elementos estilísticos y formales con la costa norcentral. Algo similar ocurrió con el estilo Teatino, y al parecer, al igual que este, tuvo como límite la bahía de Ancón. Pero, a pesar de la proximidad, en el Rímac no se han hallado sitios o cementerios semejantes. Más aún, en Huallamarca se comparten sólo algunas de las características del estilo Tricolor Geométrico base blanca, pero con grandes modificaciones y reinterpretaciones. De otro lado, para discutir la cronología del estilo debemos emplear otro tipo de argumentos además del estilístico, que complementen y amplíen el panorama. Ravines registra en Ancón tumbas poco profundas de forma cilíndrica o casi cúbicas, sin cámara lateral en la base, y con techo de zarzo. Cada tumba puede contener de 1 a 4 fardos, con entierros secundarios en la parte superior. Los fardos se encuentran orientados al Norte, no suelen presentar falsa cabeza, salvo los entierros suntuosos. En algunas de sus representaciones, se grafica material Tricolor Geométrico y según él corresponderían a su época C, u Horizonte Medio 4 (Ravines 1977, 1981). En términos generales comparten muchas características formales con los contextos funerarios de Huallamarca. Sin embargo, su posición cronológica no es clara aún, pues Cornejo y Kaulicke, para Chancay y Ancón, respectivamente, presentan tumbas asociadas al Tricolor Geométrico con las fases 1 y 3 del Periodo Intermedio Tardío. Ellos establecen un correlato con la propuesta cronológica de Strong (Cornejo 1991; Kaulicke 1997). Además, Kaulicke describe para Ancón tumbas de pozo circular de paredes rectas, cubierto con varas de caña y troncos. Los entierros suelen ser individuales o dobles, orientados al Norte apoyados a la pared Sur. Los fardos son de forma cónica, con falsa cabeza, envueltos en red y cubiertos con tela burda. Cabeza cuadrada, cara pequeña, ojos irregulares, nariz de madera, boca rómbica y peluca de hojas de Áloe. Esta descripción guarda estrechas semejanzas con las tumbas que registra Ravines y con los fardos hallados por Zegarra en Huallamarca (Zegarra ms).

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Continuando con la discusión cronológica, Díaz y Vallejo, Guerrero, y Vallejo, que estudian independientemente el Rímac, señalan una influencia (Guerrero 2004) y fuerte influencia (Díaz y Vallejo 2004; Vallejo 2004) de los estilos de la costa norcentral inscritos en el área Huaura-Chancay sobre la costa central; ello, desde las postrimerías del Horizonte Medio (HM-4). Delineándose a partir de allí los estilos Ychsma y Chancay (Vallejo 2004). Sin embargo, no queda claro cuál o cuáles, dentro de este conjunto estilístico, repercuten y bajo qué términos formales en la costa central. Si bien Kroeber y Willey reconocen en algunas de los contextos funerarios (de Chancay y Ancón respectivamente) la coexistencia del Tricolor Geométrico con vasijas del estilo Epigonal, es poco probable que dicho estilo sea en el Rímac tan temprano como en el área de la cual recibe el aporte. Sin embargo, ello no descarta que otros estilos del complejo Huaura hayan llegado antes. Todo parece indicar que la colección de materiales asignables al Tricolor Geométrico procedente de Huallamarca correspondería a la parte inicial del Período Intermedio Tardío, fases 1-3. Ello en virtud a que en Huallamarca no se ha encontrado aún alfarería del estilo Epigonal (el tipo de tumbas tampoco corresponde a esa época). Y que existen por lo menos 4 ejemplares de piezas que comparten –en todos sus extremos– los componentes del Tricolor Geométrico base roja de la costa norcentral y Ancón. Entonces, ¿por qué el Tricolor Geométrico base blanca en Huallamarca presenta modificaciones mientras que el base roja se incorpora tal cual? A menos que exista una marcada diferenciación cronológica entre el base roja y el base blanca del Tricolor Geométrico –hecho poco probable–, nos encontramos frente a una discrecionalidad en la asimilación de contenidos iconográficos. Ello contribuiría a explicar también la preferencia por el uso de rombos con respecto a escalonados y cruces en las piezas de Huallamarca. Al igual que la mayor versatilidad hacia el cambio del tipo base blanca, y su permeabilidad a mezclar contenidos iconográficos con los de otra región (costa sur). ¿Qué contenidos (étnicos, políticos, simbólicos, etc.) encierran los rombos, escalonados y cruces, y cuáles los rostros semicirculares, barras o plumas aserradas y serpientes con puntos? Todo un reto. Entonces, ¿qué impacto e implicancia adquiere el Tricolor Geométrico u otros estilos de la costa norcentral (complejo estilístico Huaura) en la formación del estilo Ychsma? Al parecer no tanto como se estima. Las formas típicas de la costa norcentral son sólo parcialmente reproducidas y la iconografía tiene un alcance limitado. Las blondas semicirculares y el engo-

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be crema calcáreo, que parecen ser los elementos más distintivos en el Rímac, no pasan de ser elementos aleatorios en el área norcentral. En el mejor de los casos, el Tricolor Geométrico llega al Rímac en calidad de piezas de intercambio (con determinado prestigio) y son inmediatamente reproducidas, tal como sucedió con las vasijas de estilo Lambayeque llamadas «Huaco Rey», del cual existe una importante cantidad de réplicas de manufactura e interpretación local. Sin embargo, al parecer ninguno de estos dos estilos foráneos caló profunda ni exclusivamente en la formación del estilo local. Tanto en Pachacamac como en Huallamarca existen, además, materiales y elementos iconográficos procedentes de otras regiones. No se debería entonces excluir a los estilos Chincha e Ica como aportes en este crisol de estilos. Finalmente, piezas del estilo Chancay negro sobre blanco (N/B) continuaron llegando al Rímac e incluso a Huallamarca. Al parecer el estilo Ychsma recibe continuamente elementos foráneos, pero su componente y tradición local es la primordial. Un buen ejemplo de ello son las piezas de color anaranjado rojizo y lustroso (estilo Anaranjado Ornamental), frecuentemente empleado como color de base en la decoración local (similar al estilo Nievería). Con ella existe todo un universo de elementos iconográficos, contenidos, materiales, técnicas y formas pertenecientes exclusivamente al estilo Ychsma Temprano que aún no han sido debidamente explorados.

Conclusiones Queda claro que la época que involucra las postrimerías del Horizonte Medio y sobre todo los inicios del Periodo Intermedio Tardío también fue de gran dinamismo y prolongó los contactos interregionales. Como se puede apreciar, al Rímac llegan piezas de intercambio procedentes de la costa norte (Lambayeque), norcentral (Huaura – Chancay) al igual que materiales de la costa surcentral (Chincha) y sur (Ica). Existe un sector de la sociedad civil que adquiere dichos bienes producidos en otras regiones. Una elite de consumidores compuesta por señores ricos –generalmente representados en piezas del estilo local– accedería a ellas (Uhle 1903: Figuras 7:4, 8:4). Parece indicar que existiría un mercado exclusivo de objetos suntuarios con valor funerario. Es más, los mismos artesanos locales competirían al incorporar y reproducir los estilos foráneos. La sociedad Ychsma Inicial fue permeable a nuevas ideas, estilos y contenidos. Al parecer una actitud franca fue usual a los pueblos costeros –en especial la costa

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central– y su calidad de vida los potencian como receptores e importadores de mercancías, tecnología e ideas. Aparentemente el uso de piezas del estilo Tricolor Geométrico, como uno de los varios estilos que se desarrollan en esta época, fue exclusivamente de carácter ritual funerario. Su origen corresponde a la costa norcentral y su distribución masiva por el extremo sur se restringe a la bahía de Ancón. Su importancia y trascendencia reviste en el significado que pudo representar para su portador y en el contenido y ascendencia sobre la población. Ello le permitió, como estilo y componente simbólico, ser incorporado por otras sociedades como la Ychsma Inicial, llegando incluso a ser reproducido y reinterpretado bajo componentes locales, siempre en un contenido funerario. Los materiales estudiados proceden en todos los casos de contextos funerarios, con las implicancias que ello reviste. Es necesario confrontar esta información coreográfica de lo funerario con indicadores que midan el impacto de lo foráneo en la vida cotidiana de las gentes y no sólo en la representación de su muerte.

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Revista de Antropología N°20, 2009: 189-204 Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Chile, Santiago, Chile

Una Ofrenda de Cerámica Ceremonial Wari en La Oroya, Valle de Acarí, Perú A Wari Ceremonial Ceramic Offering in La Oroya, Acari Valley, Peru Lidio M. Valdez

Resumen El objetivo central de este trabajo es describir y discutir el reciente hallazgo de un depósito de cerámica ceremonial Wari, piezas que habiendo sido intencionalmente rotas fueron enterradas. El referido hallazgo proviene del sitio arqueológico de La Oroya, del valle de Acarí, Perú. El hallazgo se produjo en circunstancias que los vecinos del poblado de Acarí, en coordinación con la Cruz Roja, venían abriendo zanjas para instalar los sistemas de alcantarillado. Dicha excavación cortó de manera vertical una sección del depósito, exponiendo en el corte una deposición de cerámica de más de un metro de profundidad. Por cuanto el hallazgo es único y corría el peligro de ser destruido por completo, se tomó la decisión de intervenir para registrar y recuperar la deposición y de este modo evitar su definitiva destrucción. Palabras claves: Horizonte Medio, Wari, Ofrendas de cerámica, Valle de Acarí

Abstract The aim of this paper is to describe and discuss the recent unexpected finding of a cache of ceremonial Wari ceramics at the site of La Oroya, in the Acari Valley, on the Peruvian south coast region. The deposit was found during the excavation of trenches in the 1

Department of Archaeology, University of Calgary. E-mail: lidio9@yahoo.es

Recibido: Octubre 2007. Aceptado: Abril 2008

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streets of Acari to establish the sewer system of the town. One of those trenches cut a deposit consisting of hundreds of sherds from large polychrome vessels resembling those from Conchopata, in the Ayacucho Valley. Because the finding is the first of its kind for the Acari Valley and that its destruction was inevitable, it was decided to carry out an emergency excavation in order to document and uncover the deposit. Key words: Middle Horizon, Wari, Ceramic offerings, Acari Valley

Introducción “En la época 1B del Horizonte Medio la nueva religión fue más firmemente establecida en la región de Ayacucho y Huari, y esta área constituyó el centro de un gran movimiento expansivo que llegó a la costa desde Acarí hasta Chancay y en la sierra hasta Huarás…” (Menzel 1964:67). Desde el primer hallazgo efectuado en 1927, en el sitio de Pacheco del valle de Nasca, de una inmensa cantidad de cerámica finamente elaborada que, habiendo sido intencionalmente rotas fueron posteriormente enterradas (Menzel 1964; Schreiber 1999; Cook 2001), más el posterior descubrimiento de hallazgos similares en Conchopara (Menzel 1964; Isbell 2000; Isbell & Cook 1987, 2002; Cook 1984, 2001) y Ayapata (Ravines 1977) (Figura 1), se llegó a conocer que durante el Horizonte Medio (circa 550 – 1000 d.C.) una práctica Wari de particular importancia fue la destrucción deliberada de las mejores piezas de cerámica, o mejor dicho urnas, finamente decoradas que posteriormente habían sido enterradas. Los posteriores descubrimientos de depósitos similares nuevamente en Conchopata (Isbell 2000; Isbell & Cook 2002; Ochatoma & Cabrera 2001, 2002) y en el sitio de Maymi del valle de Pisco (Anders (1990) dejaron claro que el establecimiento y posterior expansión del estado Wari desde su centro de origen fueron acompañados por diversas actividades ceremoniales que incluyeron el sacrificio intencional de una serie de vasijas policromas (Cook 1984:51). Menzel (1964) reconoce a este tipo de depósitos como las “ofrendas de la tradición del Horizonte Medio”. Sin embargo, con la excepción de Conchopata, sitio este ubicado en el centro del desarrollo del estado Wari, y donde recientemente se han excavado nuevos depósitos (Ochatoma & Cabrera 2002), la ocurrencia de tales

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hallazgos sigue siendo rara. En efecto, a lo largo del territorio que controló el estado Wari existen solamente un total de tres sitios donde se han recuperado las ofrendas de la tradición del Horizonte Medio1. Estos son: Pacheco en el valle de Nasca, Ayapata en Huancavelica y Maymi en el valle de Pisco. Las interrogantes que surgen, por lo tanto, son: ¿A qué se debe la rara ocurrencia de estos hallazgos? ¿Qué de particular tenían los sitios donde a la fecha se han encontrado talles hallazgos? ¿Fueron los asentamientos provinciales Wari establecidos en lugares particulares? Estas son algunas interrogantes que surgen en torno a la poca ocurrencia de tales hallazgos. Cualquiera haya sido el caso, a la fecha dichos hallazgos continúan siendo únicos. En la opinión de Glowacki y Malpass (2003) es posible que los lugares seleccionados por la administración Wari para establecer los nuevos asentamientos en las provincias no fueron al azar, sino cuidadosamente seleccionados.

Figura 1. Ubicación del sitio arqueológico de La Oroya en relación a los otros sitios Wari con “ofrendas de la tradición del Horizonte Medio”. Figure 1. Location of the archaeological site of La Oroya in relation to other Wari sites with “offerings of the Middle Horizon tradition”.

En este trabajo mi objetivo es dar a conocer el reciente hallazgo fortuito de un depósito de cerámica policroma Wari, que habiendo sido ritualmente sacrificadas habían sido enterradas siguiendo la costumbre de las ofrendas de la tradición del Horizonte Medio. Dicho hallazgo proviene del sitio arqueológico de La Oroya, ubicado en la parte media del valle de Acarí (Figura 2). El descubrimiento se hizo en circunstancias que el Municipio del mencionado poblado, en coordinación con la Cruz Roja, venía abriendo zanjas para establecer un sistema de alcantarillado. Dicha actividad resultó

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en el hallazgo de muchos restos arqueológicos, incluidos los restos humanos. El material que constituye el foco central de este trabajo había sido parcialmente expuesto, resultando en la extracción de varias piezas. Siguiendo tal descubrimiento, se vio conveniente intervenir con la finalidad de registrar el hallazgo y rescatar las piezas arqueológicas. La excavación de rescate consistió en el establecimiento de una pequeña unidad de 2x2 m, precisamente sobre el lugar donde la concentración del depósito ya había sido parcialmente expuesta.

El sitio arqueológico de la Oroya En 1954 Dorothy Menzel y Francis A. Riddell llevaron adelante las primeras investigaciones arqueológicas en el valle de Acarí, de la costa sur peruana. No obstante que prestaron mayor atención al sector Inka del sitio arqueológico de Tambo Viejo, Menzel y Riddell llegaron a recorrer buena porción del valle bajo y medio, y producto de dicho esfuerzo fue la ubicación de varios sitios arqueológicos2. Entre dichos sitios, el octavo en ser registrado fue La Oroya (PV 74 – 8) y desde un principio identificado como un sitio perteneciente a la cultura Wari (Menzel y Riddell 1986). La proximidad de La Oroya al actual poblado de Acarí es una de las principales razones para el estado actual de este sitio arqueológico. En efecto, lo que parece haber sido un extenso sitio arqueológico, hoy ha sido reducido a un pequeño montículo ubicado al lado Este del estadio de fútbol de Acarí, actualmente ubicado en la parte norte del poblado. El mencionado montículo ha sido a su vez severamente saqueado, quedando de este modo todo el sitio arqueológico destruido. Entretanto, en lo que fue parte del sitio se han levantado numerosas viviendas, todas actualmente ocupadas. Una pequeña plazoleta y calles completan el área urbanizada que hasta hace poco aún formaba parte del sitio arqueológico. Los propietarios de las nuevas construcciones aseguran haber recuperado numerosas piezas arqueológicas, en particular piezas de cerámica completa, durante la construcción de los nuevos inmuebles. Durante la construcción de la plazoleta también se llegó a exponer numerosos restos culturales, confirmando de este modo que el sitio arqueológico fue extenso.

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Figura 2. Ubicación de La Oroya en el valle de Acarí Figure 2. Location of La Oroya in the Acari Valley.

Producto de esta irreparable destrucción, que en parte es producto de la carencia de una política que garantice la integridad física de los sitios arqueológicos, no existe posibilidad alguna de efectuar estudios sistemáticos en La Oroya. En consecuencia, lo aquí reportado puede que constituya una de las pocas y raras fuentes que de una u otra manera refleje lo que fue La Oroya. Sin duda alguna, con la destrucción del sitio de La Oroya se ha perdido no sólo todo un complejo arqueológico, sino también información valiosa que desafortunadamente la comunidad científica no podrá rescatar. Por este irreparable hecho, exhorto a las autoridades responsables del cuidado y protección de las ruinas arqueológicas evitar a hechos similares3.

La cerámica Wari de la Oroya Desde el momento que se observó el depósito, con varios fragmentos ya extraídos de su contexto original, quedó evidente que éste no se trataba de un simple descubrimiento, sino de un depósito cuya ocurrencia sigue siendo rara para la arqueología Andina en general. Considerando la importancia del hallazgo, el primer paso fue inspeccionar el área adyacente al

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depósito, para luego proceder con la recuperación de los fragmentos hallados en la superficie, que como se anotó líneas atrás habían sido extraídos del depósito por los excavadores de las trincheras. Una inspección del corte producido también dejó evidente de la forma inicial del depósito, donde se pudo observar toda una superposición de fragmentos de cerámica (Figura 3). Conocedor de la particularidad del hallazgo se procedió a llevar adelante una excavación de rescate para de ese modo registrar y recuperar el contexto referido, antes de su inevitable destrucción (Valdez & Baus 2005). Debido a que la apertura de la zanja seguía su curso, el trabajo de rescate tenía que ser rápido para de esta manera minimizar la pérdida de pieza alguna. De este modo, el trabajo de excavación se completó en 3 días, resultando en la recuperación de un total de 37 bolsas de cerámica fragmentada. Cada bolsa pesa aproximadamente 40 kilos.

Figura 3. Vista del depósito de cerámica de La Oroya. Figure 3. View of the ceramic deposit of La Oroya.

El hallazgo fue ubicado en la parte central de una calle que, donde una vez instaladas las tuberías del sistema de alcantarillado, se espera proceder con el asfaltado. Por lo tanto, una unidad de 2 X 2 metros de dimensión fue instalada precisamente donde la zanja había cortado parte del depósito. En seguida, se procedió a retirar una acumulación de tierra compacta que yacía sobre el depósito. Dicha formación parece haber sido el material allí depositado durante la habilitación de la calle. Por debajo de esta acumulación compacta se expuso una pequeña deposición de arena limpia y fina. Esta sólo es observable en la sección donde estaba la acumulación de los fragmentos de cerámica e indica que fue intencionalmente depositada para cubrir el depósito. Efectivamente, la arena aparece sobre los fragmentos de cerámica. Una vez retirada la arena fina, el depósito de los fragmentos de cerámica fue expuesto (Figura 4). Desde luego, la arena fina había filtrado hasta mayor profundidad.

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Figura 4. Excavación del depósito de cerámica. Figure 4. Excavation of the ceramic deposit.

Los niveles inferiores de la deposición contenían claras huellas de tierra quemada, mientras los mismos fragmentos también presentan huellas de quema. La base del depósito era todavía más negra y donde los fragmentos de cerámica estaban bastante compactados. Al parecer algún producto, tal vez orgánico, fue quemado a alta temperatura y una vez enfriado llegó a solidificarse; como resultado, la excavación de la base de la deposición fue bastante dura debido a que varios fragmentos de cerámica fueron hallados pegados unos a otros. Durante el lavado, dichos fragmentos fueron remojados por varios días en bastante agua, pero sin lograr diluir el material solidificado y menos separar los fragmentos pegados. Este hallazgo demuestra que el acto de sacrificar cerámica finamente elaborada y proceder con su posterior enterramiento no fue bastante simple. Por el contrario, la evidencia proveniente de La Oroya demuestra que previo o durante el acto de destruir las vasijas se procedió a excavar un hoyo relativamente profundo (1.10 m), de forma circular y de base relativamente cónica y angosta. Tal como indica la presencia de tierra quemada en la base del hoyo, una vez habilitado el hoyo se procedió a quemar algún producto orgánico, creándose de este modo una especie de fogata al interior del hoyo. Al parecer cuando el fuego estaba por consumirse, se comenzó a depositar los fragmentos de la cerámica, los mismos que fueron cuidadosamente colocados unos sobre otros y siempre en forma horizontal. Esto indica que los

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fragmentos no fueron arrojados al azar. Finalmente, una vez depositados los fragmentos se echó una acumulación de arena fina directamente sobre el depósito, sellando de este modo los fragmentos de cerámica. La deposición en sí consiste de una acumulación de cientos de fragmentos de cerámica, generalmente gruesa. Esta sugiere que el hallazgo consiste de una ofrenda donde una serie de vasijas grandes fueron sacrificadas y enterradas. Estilísticamente, la decoración de los tiestos los vincula con la región de Ayacucho y con la cultura Wari en particular (Figura 5). Algunas muestras de las fotos tomadas de las piezas fueron posteriormente enviadas a Patricia Knobloch para su identificación estilística. De acuerdo a dicho reconocimiento, los tiestos son un derivado del estilo Chakipampa 1B (Figura 6). Knobloch también sostiene que las piezas de La Oroya guardan mucho en común con piezas recuperadas en el valle de Moquegua (ver, Owen & Goldstein 2000: Fig. 9). Esta observación confirma la inicial apreciación de Menzel (1964), quien efectivamente sostuvo que la incorporación del valle de Acarí al control Wari tomó lugar durante el Horizonte Medio 1B.

Figura 5. Cerámica del depósito de La Oroya con filiación ayacuchana. Figure 5. Ceramics from the deposit of La Oroya with highland Ayacucho origins.

Figura 6. Cerámica del depósito de La Oroya con diseños Chakipampa 1B.

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Figure 6. Ceramics from the deposit of La Oroya with Chakipampa 1B designs.

En cuanto a decoración se refiere, los motivos presentes en los fragmentos son los mismos o copias de aquellos que frecuentan en las vasijas Okros y Chakipampa del valle de Ayacucho, el centro de origen del Estado Wari. Sin embargo, las muestras de La Oroya no tienen la misma perfección y menos el fino acabado que las piezas encontradas en Ayacucho (Figura 7), aunque es notable el acercamiento entre ambos materiales, la misma que sugiere presencia de personal Wari dirigiendo la forma como los motivos debieron haberse ejecutado. Es decir, es posible que quienes manufacturaron y decoraron las vasijas fueron artesanos locales de Acarí, pero siguiendo las órdenes de oficiales Wari establecidos en Acarí.

Figura 7. Cerámica decorada recuperada del depósito de La Oroya. Figure 7. Decorated ceramics from the deposit of La Oroya.

Además de la cerámica de filiación ayacuchana, el depósito de La Oroya contenía también varias piezas de cerámica del estilo Cajamarca (Figura 8). Este estilo se caracteriza por su pasta de kaolín, superficie blanca y diseños generalmente geométricos, rellenados con espirales y motivos adicionales. Otra característica de la cerámica Cajamarca es su distinguida base de pedestal (Figura 9). Menzel anotó que la cerámica Cajamarca fue uno de los pocos estilos foráneos que mantuvo su prestigio dentro del estado Wari (Topic 1991:237), aunque su ocurrencia en la ciudad de Wari del valle de Ayacucho al parecer es más común en contextos pertenecientes al Horizonte Medio 2B (Menzel 1964:72).

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Figura 8. Cerámica del estilo Cajamarca proveniente del depósito de La Oroya. Figure 8. Cajamarca style ceramics from the deposit of La Oroya.

Es oportuno insistir que la cerámica Cajamarca es representativa del Horizonte Medio 2 y el único sitio donde muestras Cajamarca ocurren como objetos foráneos es en Ayapata (Ravines 1977). Para esclarecer este aspecto, fotografías de la cerámica de La Oroya fueron enviadas a Dorothy Menzel. En su respuesta (comunicación personal, Noviembre 2005), Menzel señala que el depósito de La Oroya más parece representar un contexto perteneciente al Horizonte Medio 2A. Menzel menciona que la identificación de Knobloch del material de La Oroya como “imitación” de Chakipampa B podría mejor ser interpretado como “derivado” de Chakipampa B, el cual es Horizonte Medio 2A. En la opinión de Menzel, la cerámica del Horizonte Medio 1B y Horizonte Medio 2A, si bien presentan diferencias significativas, también comparten varios elementos. Menzel en ningún momento cuestiona la identificación de Knobloch, sino hace resaltar el hecho que los diseños del animal con joroba que aparecen en Horizonte Medio 1B también están presentes en Ayapata, nuevamente un contexto del Horizonte Medio 2.

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Figura 9. Vajilla en el estilo Cajamarca con su característica base pedestal proveniente del depósito de La Oroya. Figure 9. Cajamarca style vessel with its characteristic pedestal base from the deposit of La Oroya.

Ofrendas de la tradición del horizonte medio Tal como se anotó líneas adelante, las ofrendas de la tradición del Horizonte Medio siguen siendo raros. En el mismo valle de Ayacucho, dichas ofrendas sólo han sido excavadas en el sitio de Conchopata (Isbell & Cook 1987, 2002; Ochatoma & Cabrera 2001, 2002). Por lo tanto, para el valle de Ayacucho, el sitio de Conchopata constituye un sitio excepcional en tanto que provee información valiosa con respecto a la forma como la ideología Wari se desarrolló. Al mismo tiempo, dichas evidencias anotan que Conchopata jugó un rol de mucha importancia en el proceso del establecimiento de la nueva ideología Wari, privilegio este que posteriormente cedió a la ciudad capital de Wari. La mayor presencia de hallazgos con significado ritual que datan a las fases iniciales del desarrollo del Estado Wari en Conchopata (Cook 2001), apunta precisamente hacia dicha dirección. Se entiende a su vez que los hallazgos de Conchopata anteceden a los otros hallazgos provenientes de las provincias. Por ejemplo, Menzel (1968:49) observó que la presencia Wari en el valle de Nasca (Pacheco) se dio durante el Horizonte Medio 1B. Ahora, ¿qué fue de Ayapata, Maymi y Pacheco? El caso de Ayapata podría tal vez tener alguna relación con el hecho de que este estaba en el paso necesario hacia el valle del Mantaro, una región bastante fértil y que probablemente no tardó en captar el interés del recientemente establecido Estado Wari. El de Maymi también merece ser explorado siguiendo el mismo razonamiento, o podría ser el hecho que Maymi fue establecido cerca

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de algún centro local de particular importancia y prestigio aun por ser ubicado. Por su parte, Pacheco gana más peso si se mantiene esta perspectiva. Recordemos que Pacheco fue establecido en las proximidades de Cahuachi (Silverman 1993), un centro ceremonial pre-Wari de mucho prestigio en la costa sur durante el periodo previo a la expansión del Estado Wari. Al mismo tiempo, la presencia de las Líneas de Nasca, precisamente al norte de Pacheco, sugieren que el establecimiento de Pacheco fue estratégico. Por lo tanto, la ubicación de Pacheco parece que no fue al azar, sino fue intencional y parece que fue orientado a contrarrestar y/o absorber el prestigio de Cahuachi (Valdez 1994a). Si esta línea de interpretación es válida, ¿cuál habría sido la razón para el establecimiento del sitio de La Oroya en la parte media del valle de Acarí? ¿Había también algún asentamiento de particular importancia en sus inmediaciones? Desafortunadamente, en Acarí no se ha identificado sitio alguno de la importancia de Cahuachi. Sin embargo, es oportuno recordar que el principal asentamiento Inka establecido en Acarí estaba ubicado a corta distancia de La Oroya (Valdez 1996). En consecuencia, ambas administraciones tal vez tuvieron las mismas razones para seleccionar esta sección del valle. Lo sobresaliente de este sector del valle es la presencia de un extenso y fértil terreno agrícola. Considerando la importancia de la agricultura para el Estado Wari, e Inka, esta es una razonable sugerencia. Si la política de la expansión Wari fue conquistar recursos y mano de obra, tal como fue para el Estado Inka, esta sugerencia parece ser una explicación válida. En todos los casos, y no obstante que las estrategias de ocupación hayan variado de una región a otra, parece probable que en el proceso de la expansión del Estado Wari la ideología jugó un papel de mucha importancia. En efecto, el Estado Wari parece no sólo haber prestado atención a la toma de regiones específicas para de ese modo expandir sus dominios, sino parace haber prestado particular atención a la consolidación de las regiones recién incorporadas. Es ahí donde al parecer la ideología Wari jugó papel primordial. Dentro de este contexto, los depósitos deben ser parte de todo un ritual que simbolizó la incorporación de nuevas tierras y nueva población. Los depósitos conteniendo material Wari probablemente simbolizaron no sólo la presencia Wari, sino sobre todo un compromiso de parte del Estado Wari hacia con los ocupantes de la región recientemente conquistada. Primero, la evidencia de fuego observado en el depósito de La Oroya puede ser evidencia del acto de purificación de las tierras recientemente conquistadas. Segundo, una vez purificadas y ser debidamente incorporadas al dominio Wari, el Estado Wari se vio obligado a hacer entrega de una serie de

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ofrendas, o pagapus. Sólo así, al parecer, se habría cumplido con la incorporación de nuevas regiones. El material proveniente de La Oroya ayuda poco para abarcar más esta línea de razonamiento. Sin embargo, si se considera el material hallado en Maymi (Anders 1990), en particular su iconografía, resaltan de inmediato los diseños donde sobresalen una variedad de cultivos alto-andinos. Lo mismo se podría decir acerca del material proveniente de Pacheco, donde también es notable el obvio énfasis en hacer resaltar los cultivos alto-andinos. Considerando el origen del Estado Wari, la presencia de una rica iconografía que hace resaltar a una variedad de plantas y productos, parece haber sido intencional y estratégica, pues el concepto que acompañó a dichas representaciones no pudo haber sido otro que fertilidad y prosperidad agrícola. Para una región seca y generalmente árida como la costa sur, representaciones que denotaban fertilidad y prosperidad agrícola seguramente fueron bienvenidos.

La Oroya en su contexto local Estudios recientes en el valle de Nasca han demostrado la escasa presencia de asentamientos Wari pertenecientes a la época 1B del Horizonte Medio. Hasta hace poco, el único sitio, desafortunadamente ya destruido, fue Pacheco. Las prospecciones de Schreiber (1999:169) sólo llegaron a ubicar un pequeño establecimiento Wari (Pataraya) ubicado en la parte alta del valle. En la opinión de Schreiber, al tiempo de la llegada Wari al valle de Nasca, este se hallaba parcialmente despoblado como resultado de un posible movimiento poblacional hacia Huaca del Loro. El valle inmediatamente al sur de la cuenca del Río Grande de Nasca, viene a ser Acarí. A diferencia de la región de Nasca, donde se han efectuado numerosos estudios arqueológicos, Acarí permanece en la retaguardia. Como resultado, el desarrollo cultural de este valle sigue siendo incierto. Sin embargo, y al igual que en la cuenca del Río Grande de Nasca, al momento de la llegada Wari hacia el valle de Acarí había un estilo local que tiene algunos aspectos comunes con el estilo Loro de la Cuenca del Río Grande. Dicho estilo ha sido distinguido por Kent y Kowta (1994) y se caracteriza por unos vasos altos que representan como diseño principal caras antropomorfas de ojos alargados y nariz modelada. Los sitios donde ocurre dicho estilo incluyen a Tambo Viejo, Gentilar, Pellejo Chico, Chaviña y La Oroya. De todos, el más extenso parece haber sido Chaviña, sitio este ubicado cerca de la desembocadura del río Acarí (Valdez 1994b:358). Para distinguir a esta

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traidición local de Acarí del estilo Loro, prefiero identificarlo como el estilo Chaviña. El estilo Chaviña aparece en la superficie de La Oroya, denotando que con anterioridad a la llegada Wari el lugar fue ocupado. Por lo tanto, existe la posibilidad de que al momento de la conquista Wari del valle de Acarí, La Oroya constituía un importante asentamiento, tal vez como resultado de su proximidad a la sección más fértil del valle. Cualquiera haya sido el escenario, la evidencia de que se dispone indica que en el valle de Acarí, el Estado Wari se estableció sobre un lugar que estaba ocupado. Considerando la importancia agrícola de esta sección del valle Resumiendo, el reciente hallazgo proveniente de La Oroya permite incluir a dicho sitio en un grupo selecto de sitios Wari con ofrendas de la tradición del Horizonte Medio. Si bien para ampliar la discusión generada en este reporte se hace necesario llevar adelante los respectivos análisis, la nueva evidencia permite considerar varias posibilidades con respecto a la presencia de tales depósitos. Al mismo tiempo, la nueva evidencia permite conocer aspectos que hace poco simplemente eran desconocidos, siendo el caso particular de la presencia del fuego en dichos rituales. En la medida que nuevos hallazgos sean detectados y nuevas evidencias sean acumuladas es posible que se logre visualizar mejor este importante aspecto de la ideología Wari. Agradecimientos: Carlos Morán, Maribel Quiroga, María Quiroga, Angus Danielson, Heather Battles, María Quiroga, Sylvere Valentin, Annalisa Christie, Patrick Kuse, Annette Baus y Regina McGowan participaron activamente en las tareas de rescate. Rosa Mazuelo, Angel Iglesias y Marko de la Cadena prestaron su apoyo incondicional durante mi estadía en Acarí. Finalmente, hago extensivo mi reconocimiento a Patricia Knobloch y Dorothy Menzel por sus apreciaciones, observaciones y comentarios con respecto a la ubicación temporal de las muestras de cerámica de La Oroya. Notas 1

2

3

Glowacki (2002:268) menciona que depósitos similares existen también en la región del Cusco, pero no menciona sitio alguno. Dorothy Menzel y Francis A. Riddell realizaron sus investigaciones en Tambo Viejo formando parte del proyecto “Caminos del Inca” dirigido por Víctor von Hagen (ver Rowe 1956). En particular hago alerta a la posible destrucción del sitio de Tambo Viejo ubicado al lado Sur del poblado de Acarí. Secciones de Tambo Viejo ya vienen siendo lotizadas, mientras en una buena parte del sitio ya se han levantado numerosas viviendas. De no frenar esta acción, Tambo Viejo podría correr la misma suerte que La Oroya, posibilidad que se tiene y debe de evitar.

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Una Ofrenda de Cerámica Ceremonial Wari en La Oroya, Valle de Acarí, Perú

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Revista de Antropología N°20, 2009: 205-226 Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Chile, Santiago, Chile

Visllani Visllacuni: Patrones de Consumo a Comienzos del Horizonte Medio “What was served with these spoons?Patterns of Consumption at the beginning of the Peruvian Middle Horizon Anita G. Cook

Resumen “Visllani visllacuni”, frase quechua que titula nuestro trabajo, significa: ¿Qué servían con estas cucharas?Este estudio trata de la producción local de cucharas pintadas y modeladas de distintas formas y tamaños, procedentes de las excavaciones en Conchopata, Ayacucho, con el fin de entender cómo las cucharas fueron utilizadas en la práctica cotidiana. El reconocimiento de patrones de producción, circulación y consumo sugieren que las cucharas pueden revelar comportamientos domésticos y rituales que no han sido abordados en la literatura. Generalmente las cucharas no son consideradas objetos especiales o como objetos con dimensiones simbólicas, sin embargo, durante el Horizonte Medio (AD 550-1000), en el valle de Ayacucho en los Andes centrales, se han identificado cucharas que fueron recuperadas no sólo desde áreas domésticas, sino más bien de una variedad de contextos. Entre éstas, se han identificado tres tamaños de cucharas. Aquí nos enfocamos en la procedencia, diseño y el modelado de las cucharas en la categoría de menor tamaño. Se considera que las cucharas tenían no solo unas funciones utilitarias sino que conte-

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The Catholic University of America. E-mail: cook@cua.edu Recibido: Enero 2008. Aceptado: Abril 2008.

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nían un significado simbólico para actividades funerarias y otros usos rituales festivos. Palabras Claves: Imperio Huari/Wari, cucharas, producción de cerámica, contextos rituales y domésticos.

Abstract “Visllani visllacuni” the Quechua expression in the title means “what did they serve with these spoons?” This study examines locally made spoons in distinct shapes and sizes from excavations at the site of Conchopata, Ayacucho, in order to understand how spoons were used in daily practice. Notable patterns of production, circulation and consumption strongly suggest that spoons can both reveal domestic and ritual behaviors which have not previously been addressed in the literature. Spoons are not generally examined as luxury goods or as objects with symbolic dimensions, yet during the early Huari Empire (AD 550-1000) in the central Andean Valley of Ayacucho spoons were excavated not only from expected domestic areas, but from a variety of contexts. Three spoon sizes are identified. In this essay, I focus on the provenience, design and modeling of the smallest size category. Although spoons had a practical use they also had symbolic significance that transcended life and is expressed in their association with the dead, and associated rituals. Key words: Huari/Wari Empire, spoons, ceramic production, domestic/ritual consumption

Introducción «…entre los objetos del rescate de Atahuallpa, que Francisco Pizarro envió de regalo al rey Carlos V, se nombran vasijas, platos, ollas, botellas, fuentes, cucharas y cántaros de oro y plata» (Relación Francesa de la Conquista del Perú 1968 [1543] t. I: 184-187, citado por Olivas 2001: 69). « [Las cucharas incas]… no tenían la forma universalmente conocida, sino que eran casi rectangulares, convexas por fuera y cóncavas por dentro, de arcilla color ocre rojizo y carecían de decoraciones. Las había en tres tamaños, que correspondían a las edades de los

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Visllani Visllacuni: Patrones de Consumo a Comienzos del Horizonte Medio

comensales; es decir, viejos, jóvenes y niños» (González Holguín 1989 [1608]: 140, 354, 466, citado por Olivas 2001: 72). ¿Qué importancia tiene un estudio de cucharas pre-incaicas como tema de este artículo? Llegué al estudio de estos objetos, que reconocemos como cucharas, a través de nuestras investigaciones sobre la organización de producción cerámica en Conchopata, un sitio arqueológico que ha sido identificado anteriormente por varios arqueólogos (Benavides 1965; Lumbreras 1974; Pozzi-Escot 1991; Pérez 1998; Pérez y Ochatoma 1998; Ochatoma y Cabrera 2000; etc.) como un centro de producción alfarero. La principal interpretación de estos investigadores y gran parte de la literatura sobre este sitio, han enfatizado el rol económico: es decir, que Conchopata era un pueblo de alfareros. Estos mismos colegas también reconocen que los alfareros produjeron un amplio rango de vasijas de gran tamaño hasta en miniaturas y posiblemente de muchos estilos típicos del Horizonte Medio. El objeto del Proyecto Arqueológico Conchopata (PAC), que aún se desarrolla, es entender el rol que el sitio tenía a través de su historia. ¿Fue solamente un pueblo de artesanos? ¿Quiénes y por cuánto tiempo habitaron este sitio? La ciudad de Huari se ubica a unos doce kilómetros al norte del valle de Ayacucho y podemos afirmar que durante el Horizonte Medio (5501000 d.C.), Conchopata fue la comunidad más importante al sur del mismo valle (Figura 1). En esta ocasión presento específicamente un artículo sobre cucharas de cerámica encontradas mayormente en el valle de Ayacucho durante el Horizonte Medio, con la finalidad de entender el contexto, uso, circulación y deposición de este tipo de artefacto, en otras palabras, la historia cultural (Gosden y Marshall 1999) y la chaine operatoire (cadena operativa) de estos objetos. Las cucharas representan artefactos que fueron producidos con mucho cuidado, finamente pintadas y muchas veces con los extremos de los mangos decorados con efigies o esculturas de animales o seres antropomorfos en miniatura (Figura 2).

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Figura 1. Mapa de Ayacucho con la ubicación del sitio de Conchopata. Figure 1. Map of Ayacucho including the location of the site of Conchopata.

Existen distintas interpretaciones recientes sobre el sitio de Conchopata, por ejemplo, Ochatoma y Cabrera enfatizan la cerámica ritual de Conchopata, particularmente aquellas encontradas en una estructura en forma de D, pero consideran el sitio como un pueblo de artesanos. Isbell (2001) propone que es un palacio en una zona urbana donde se produjo cerámica para la elite, y que la gran cantidad de urnas y cara-golletes con iconografía, representan la vajilla de una nueva generación de dirigentes. Al fallecer éstos, se rompía ritualmente la cerámica del reino anterior. Es una interpretación interesante pero las evidencias no permiten comprobarla. ¿Cómo podemos averiguar si las urnas rotas intencionalmente no se hicieron cuando el sitio fue destruido por los mismos pueblos de Huamanga, a la caída del imperio Wari? La autora del presente trabajo reconoce que el sitio era uno de los pueblos más importantes del valle desde fines del Periodo Intermedio Temprano hasta fines del Horizonte Medio. Esta importancia es evidente por la presencia de arquitectura doméstica para familias extendidas, edificios para los gobernadores o elites intermediarias, templos con patios y estructuras

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rectangulares, con patios internos identificados como patio y galería, arquitectura funeraria y avenidas. No se encuentran lugares obvios para almacenamiento pero sí cuartos llenos de vasijas grandes para almacenar agua y comida al nivel doméstico. La perspectiva de que una gran parte de la excavación del Proyecto Arqueológico Conchopata (PAC) fue un palacio, como lo define Isbell (2001), se basa en rasgos compartidos por algunos sitios wari, y no define específicamente una residencia de las elites. Similarmente, no aborda el problema de cómo fueron gobernados los pueblos bajo la hegemonía wari.

Figura 2. La diversidad de cucharas decoradas de Conchopata. Primer fila: tres vistas de una cuchara del Espacio Arquitectónico 211. Segunda fila: cuchara con felino, Espacio Arquitectónico 106; Mango en forma de pata de llama, Espacio Arquitectónico 175T1. Figure 2. Variations of decorated Conchopata spoons. Upper row three views of a spoon from Room 211. Lower row handle with feline from Room 106, handle in the form of a llama foot from Room 175T1.

Las estructuras más conocidas como patio y galerías (Figura 3), donde los restos excavados en su interior y adyacentes sugieren que hubo fiestas o festines en su patios, y el almacenamiento y preparación de comidas y bebidas en las galerías (Brewster-Wray 1983, 1990). En el patio de estos edificios se encuentra una cantidad mayor de cuencos pequeños, keros y vasos, además de la presencia de urnas y enormes jarras para la comida y bebida servidas (Cook y Glowacki 2003). Estos datos sustentan aún más la interpretación de Brewster-Wray (1990), que estos recintos rectangulares eran los patios centrales de las residencias de elite en la ciudad de Huari, un modelo que es relevante a otros sitios wari que comparten el mismo tipo de arquitectura.

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Los entierros en Conchopata tienen una historia compleja que incluye una variedad de tumbas y áreas dedicatorias que subrayan la importancia del sitio a través del tiempo (Tung y Cook 2006), y el deseo de ser enterrado en el hogar. También se encuentran entierros secundarios que indican que éstos fueron removidos y quizá traídos al sitio (Isbell y Cook 2002; Isbell 2004). En un estudio de enterramientos de restos humanos, Tung (2003) y Tung y Cook (2006) han sugerido que existe una desviación demográfica en Conchopata y que los entierros reflejan distintas clases sociales. Hay casi dos veces más mujeres que hombres enterrados en el sitio. Hay también muchos jóvenes así como recién nacidos. Hasta ahora no hemos podido explicar el lugar donde enterraron a los hombres de Conchopata o cómo trataron el cuerpo masculino después de la muerte. Lo que es evidente es que aquí vivían muchas mujeres con sus hijos. También hay evidencia de sacrificios humanos en forma cabezas trofeos (Tung 2003), en arquitectura cívica o de carácter no domestico como las estructuras en forma de D. Estos datos nos llevan a considerar que Conchopata no pudo haber sido solamente un sitio de producción intensiva de cerámica, sino también un sitio de elites intermediarias, muchas de ellas de mujeres, y que varias actividades habrían ocurrido en el sitio.

Figura 3. Plano del sitio de Conchopata. Patio y galerías en gris, y ubicación de las cucharitas en rojo. Figure 3. Map of the site of Conchopata indicating patio and galleries in grey, and the distribution of small spoons in red.

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Propongo que sitios wari que incluyen el típico patrón de arquitectura compleja de patio y galerías (Figura 3) (frecuentemente acompañado por estructuras de adoratorios en forma de D y espacios domésticos), representan los vestigios de edificios que comprendían actividades múltiples, y que los habitantes pudieron haber usado los patios y galerías de manera distinta, de una estación a otra. Para observar cómo se identifican estas diferentes actividades estamos analizando la distribución de artefactos excavados. Un ejemplo que nos ayudó a identificar zonas de posible producción artesanal fue las altas concentraciones de distintos tipos de herramientas de producción alfarera. El problema que surgió es que estos mismos espacios no son zonas anteriormente consideradas en la literatura como espacios de actividad artesanal. En las excavaciones que realizamos en Conchopata hemos encontrado abundante material que contradice muchas presunciones. Por ejemplo, el sitio demuestra una complejidad arquitectónica que sugiere a primera vista una división entre espacios cívicos-religiosos y espacios domésticos. Sin embargo, cuando Cook y Benco (2001) analizaron la distribución de artefactos de producción alfarera, los resultados indicaron que ambos tipos de espacio también habían sido utilizados para distintas etapas de producción alfarera. Esto sugiere que la producción alfarera ocurrió no solo al nivel doméstico, sino también por especialistas que podrían haber utilizado ciertos edificios para talleres. Cuando nos preguntamos si se desarrollaron festines en los patios y galerías, organizados por el estado o imperio, también encontramos que existen datos suficientes para esta interpretación. Lo curioso es que los espacios artesanales se encuentran también en los mismos espacios identificados como zonas donde hubo evidencia de comidas al nivel comunitario o festines. Evidencias de comidas especiales en las que muchas personas participaron, coinciden con zonas ideales para la preparación y construcción de vasijas ceremoniales. Entonces, ¿cómo se explica esta coincidencia? ¿Estamos seleccionando los datos que se necesitan para verificar una interpretación premeditada? Quizás, pero es más probable que espacios amplios como patios y plazas, fueran utilizados para diferentes actividades. Sin embargo no se puede pasar por alto el que los espacios arquitectónicos excavados por el PAC tienen mucho relleno y que hubo bastante predeposición de materiales en el sitio desde tiempos antiguos. Las pocas zonas de deposición primaria existente, es lo que queda de la destrucción actual del sitio que hoy continúa, además de la destrucción y huaqueos antiguos.

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Las cucharas de Conchopata En este artículo quiero llamar la atención a otros indicadores de uso espacial, es decir, la frecuente presencia de «cucharas» de cerámica en espacios de uso múltiple. Se supone que las cucharas, al igual que otros implementos que se utilizaban para servir o consumir alimentos y otros usos cotidianos de carácter doméstico, fueron hechas de materiales orgánicos como madera y hueso, los que no se conservan bien en los depósitos arqueológicos de la sierra. Por lo tanto, la frecuencia y distribución de cucharas de cerámica tuvieron un rol quizás distinto o de prestigio en comparación a otros materiales más desechables. Lo que es importante observar es que no todas las sociedades de los Andes han tenido la costumbre de producir y/o usar cucharas de cerámica. Las cucharas fueron bastante conocidas en la sierra y costa norte durante el Período Intermedio Temprano, en sitios de filiación cajamarca y recuay; también Moche tiene su variedad de cucharones, pero cucharas de cerámica no son tan frecuentemente observadas en otras sociedades prehispánicas. Se observan generalmente asociadas a conjuntos de parafernalia alucinógena en Moquegua y Tiwanaku, y en el norte de Chile con la iconografía de la Portada del Sol en Tiwanaku. Es interesante notar que gran parte de las cucharas en el sur son hechas de madera. Las cucharas de Conchopata, como se verá más adelante, no se identifican con la iconografía del Altiplano. Si las relaciones entre la sierra central de Ayacucho y el Altiplano fueron tan fuertes como indica la iconografía que incluye el Dios con los báculos y figuras asociadas, el uso de cucharas debe haber tenido otro origen. Además, la costumbre de producir cucharas de cerámica es intencional y con fines muy específicos. No tenemos aún datos sobre el proceso u organización de la producción de cucharas en Conchopata, pero este estudio me ha convencido que es necesario apuntar en esa dirección.

La muestra y los estilos La primera parte de este estudio fue realizada en el año 2004 mediante el análisis de hasta entonces 74 cucharas, y a la fecha hemos analizado 641, y es lo que aquí presentamos. Los resultados preliminares indicaron una mayoría de cucharas del estilo Huarpa del Periodo Intermedio Temprano.

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CUCHARAS: Distribución por estilo y tam año (N=641) 350

47

3

cantidad

300 250

95

3

Cucharones

1

200

78

150

11. 7

100

4.

50

31 3

20 1

1

3 .4

1 0 0

2

4 18 0

7

0.

2

2 0 0

26 44 1

Cucharitas

203

2.

1123 0

115

3

2

Vi

H ua m an

ga ña qu C ha e ki pa m H pa ua ri N eg ro O kr H os ua rp a Tr ic . H ua rp N a o Id en tif .

0

0 .1

Cucharas

Figura 4. Histograma de cucharas: distribución por estilo y tamaño. Figure 4. Histogram of spoons by style and size.

De las 641 cucharas analizadas (Figura 4), la mitad de la muestra es del estilo Huarpa (49%). Los resultados de las excavaciones (Leoni 2004) en el sitio Ñawinpukio, a unos 5 kilómetros al sur de Conchopata (Leoni 2004), indican que el estilo Huarpa continúa durante el Horizonte Medio temprano. Entre las cucharas encontradas en Conchopata, 11,7% corresponden al estilo Okros, y 4,8% corresponden al estilo Huamanga. Le sigue el estilo Chakipampa con el 3,4 %2. Por lo tanto, es acertado reconocer que Huarpa se mantiene como el estilo principal. Esto sugiere que antes del desarrollo de los estilos asociados con Wari, el uso de la cuchara era frecuente y formaba parte de las costumbres locales. ¿Con qué propósitos se utilizaron estas cucharas, muchas de ellas finamente decoradas?

Tamaño y tipos de cucharas La mayoría de las cucharas están fracturadas o rotas por lo menos dos veces, y solo hay muy pocas completas. El análisis inicial basado en una muestra de 74 cucharas indicó que la mayoría son cucharitas que miden entre 3 a 6 centímetros de largo. En el análisis preliminar tomé en cuenta solo el largo del fragmento, pero en realidad esta observación refleja el hecho de que la muestra está mayormente compuesta de fragmentos. Luego se determinó que el ancho del mango (Figura 5) de una cuchara resultaba ser mucho

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más indicativo del tipo de cuchara cuando se trata de artefactos incompletos (Huamán 2005). Esto alteró la interpretación anterior. Por lo tanto, esta nueva forma de clasificar el tamaño dio lugar a una distribución que es muy diferente (Figura 6): 7 cucharitas (6,19 centímetros de largo), 417 cucharas (6,5-10 centímetros) y 217 cucharones (10,5-20 centímetros).

Figura 5. Medidas de la cuchara. Figure 5. Spoon measurements.

Hay varias formas de cucharas, cucharitas y cucharones, y en muchos casos, el mango es el punto más débil o donde se encuentra la fractura del fragmento. Tomando medidas precisas de las cucharas completas, de las casi completas y del ancho de los mangos, resulta que hay un promedio de tres tamaños de cucharas: pequeñas, medianas y grandes. Como mencionamos antes, las denominamos cucharitas, cucharas y cucharones. Esta distinción no significa que las funciones modernas de estos objetos se aplican directamente a las sociedades Huarpa y Wari, como veremos en lo que sigue. La distribución espacial de cucharitas (Figura 7), sin contar la superficie y las dos primeras capas más disturbadas, A y B, demuestran que

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son muy escasas y aparecen principalmente en tumbas y cistas de cerámica a manera de ofrenda (Figura 3). Mientras que las cucharas y cucharones representan la mayoría de los fragmentos, hay dos veces más la cantidad de cucharas, lo cual podría representar un uso más cotidiano, con cucharas para uso particular (Figuras 8-10) y cucharones (Figura 11) para servir. C U C H A R A S : D i s t r i b u c i ón p o r t a m a ño

450

417

400 350 300 250

217

200 150 100 50

7

0 C uc har itas

C uc har as

C uc har ones

Figura 6. Cucharas: distribución por tamaño. Figure 6. Distribution of spoons by size (small, medium, and large).

Figura 7. Cucharitas. Primera fila: Espacio Arquitectónico 104 T6. Segunda fila: Espacio Arquitectónico 208. Tercera fila: Espacio Arquitectónico 75. Cuarta fila: Espacio Arquitectónico 44B y 90. Figure 7. Small spoons. Top row from Room 104T 6. Second row from Room 208; Third Row from Room 75; Bottom Row from Room 44B and 90.

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Para contribuir a su estudio también recolectamos información sobre las variables de desgaste a fin de averiguar cómo se usaron las cucharas y su relación al uso de vasijas para servir. Aquí quiero enfatizar que la constante presencia de huellas de uso o desgaste y de re-uso sugiere que las cucharas fueron usadas frecuentemente, o alternativamente por mucho tiempo, pero sólo en ocasiones especiales. Existen muestras de cucharas fragmentadas que llevan perforaciones, las que probablemente fueron hechas para «coserlas» a manera de repararlas. En las conclusiones sugiero cuál de las dos posibilidades nos parece más factible. Todo esto nos conducirá a una interpretación más amplia sobre el uso del espacio en Conchopata y las actividades rituales, domésticas, festivas y en los momentos funerarios.

Interpretación de las cucharas: la experiencia vivida El estudio de cucharas de madera que llevan la iconografía de la Portada del Sol en Tiwanaku (p.e. el Dios con los báculos y figuras asociadas), es decir, temas iconográficos del Altiplano en combinación con diseños de carácter local, han sido encontrados en contextos funerarios del área sureña en San Pedro de Atacama, Chile. Las condiciones áridas conservaron una variedad de cucharas a través del tiempo. Espoueys (1972-1973: 70) sugiere algunas funciones principales para este utensilio: 1) como uso ritual, 2) para la transferencia de líquidos, polvos o granos, y 3) función comestible que puede incluir el mezclar y servir comida / bebidas. Espoueys sugiere que el tamaño y forma de la cuchara dicta su función más apropiada. Enfocándonos solamente en las siete cucharitas y en las cucharas con un mango finamente modelado (Figuras 2, 10) de Conchopata, ¿es posible establecer la función de estas cucharas a través de su forma y tamaño como lo sugiere Espoueys? Consideramos también las referencias de la época colonial mencionadas al inicio de este trabajo: «…que había [cucharas] en tres tamaños, que correspondían a las edades de los comensales; es decir, viejos, jóvenes y niños…» (Pardo 1957: 590-591; González Holguín 1989 [1608]: 140, 354, 466, citado por Olivas 2001: 72).

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Figura 8. Cucharas. Espacios arquitectónicos 41, 146, 6, 20, 33. Figure 8. Medium sized spoons: Room 41, 146, 6, 20, 33.

Figura 9. Cucharas. Primera fila: retrato de una figura humana, Espacio Arquitectónico 20. Segunda fila: Espacio Arquitectónico 40B, 33. Tercera fila: Espacio Arquitectónico 6, Espacio Arquitectónico 104 con figura de ave. Cuarta fila: Espacio Arquitectónico 143T2 y 210, Espacio Arquitectónico 1121T2. Figure 9. Medium sized spoons. Top row human figure from Room 20. Second row from Room 40B, 33. Third row from Room 6, and 104 with bird design. Fourth row from Room 143T2 and 210, and Fifth row from Room 1121T1.

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Consideramos solo las cucharitas, y nos preguntamos: ¿por qué hay muy pocos ejemplos? Primero: ¿podemos intentar identificar los espacios arquitectónicos y sus contextos individuales para averiguar si encontramos un patrón de distribución que conlleve una posible interpretación? Los espacios arquitectónicos donde se encuentran las cucharitas están indicados en el plano de Conchopata (Figura 3), y se distribuyen en zonas donde hay concentración de entierros y cistas de cerámica de probable origen ritual o ceremonial. Segundo: ¿sería posible que las cucharitas puedan haber sido utilizadas en tiempos tempranos, es decir en la sociedad Huarpa, quedando así pocos restos arqueológicos en nuestra muestra? Las cucharitas huarpa tienen mejores contextos que aquellas de otros estilos. Éstas provienen de un piso, un hoyo con cerámica y del interior de una banqueta. Otros estilos de cucharitas son Okros y Huamanga, con dos fragmentos que no fueron definidos estilísticamente. Si hubo una fase temprana del estilo Huamanga, como fue sugerido por varios arqueólogos (Anders 1986; Pozzi Escot 1991; Ochatoma y Cabrera 2000; Leoni 2004), entonces las cucharitas podrían ser parte de una tradición que empieza durante el Período Intermedio Temprano con la sociedad Huarpa, y continúa durante el Horizonte Medio temprano.

Figura 10. Cucharas. Primera fila: Espacio Arquitectónico 112T2. Segunda fila: Espacio Arquitectónico 181, puño en alto humano. Tercera fila: Espacio Arquitectónico 133. Figure 10. Medium sized spoons. Top row from Room 112T2; Second row from Room 181 in the form of a human fist. Bottom row: Room 133.

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Figura 11. Cucharones. Primera fila: Espacio Arquitectónico 150. Segunda fila: Espacio Arquitectónico 31. Tercera fila: Espacio Arquitectónico 2, 80a. Cuarta fila: Espacio Arquitectónico 152T2. Figure 11. Large spoons/ladles. Top row from Room 150. Second row from Room 31. Third row from Room 2 and 80a. Fourth row from Room 152T2.

Tercero. Dado el alto número de entierros de jóvenes en el sitio, ¿podemos considerar las cucharitas como juguetes o cubiertos de infantes? Siendo hechas de cerámica, estas se rompieron más fácilmente. La baja frecuencia de cucharitas sugiere que no fueron utilizadas como utensilios cotidianos para niños sino como objetos de prestigio y de uso en ocasiones funerarias y como ofrendas. Los contextos no proveen información en este sentido. Es probable que las cucharitas de madera fueran más prácticas para los niños. Cuarto. Si las cucharitas son escasas y muy pequeñas, ¿podríamos considerarlas como miniaturas? El rol de las miniaturas en los Andes hasta nuestros días conlleva un sentido ritual y ceremonial. Tenemos dos contextos interesantes. El primero es en un espacio arquitectónico (EA 94) donde se encontró una cucharita huarpa dentro de un hoyo con más de 400 urnas en miniatura del estilo Horizonte Medio que fueron rotas intencionalmente. La cucharita huarpa pudo haber sido un precioso objeto ritual de herencia familiar. Por otro lado, cucharitas que nosotros consideramos en el estilo Huarpa podrían haber sido emuladas en tiempos más tardíos por las siguientes generaciones, quienes reprodujeron ejemplos en ocasiones rituales que rememoraban los ancestros abuelos, bisabuelos, etc. El segundo contexto es el Espacio Arquitectónico 44b, que forma parte de una zona funeraria que incluye varios tipos de tumbas y cistas con

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restos humanos. Actualmente estamos en plenos estudios para determinar a los individuos enterrados en la tumbas de este espacio. Por lo tanto, estas dos cucharitas ocurren en los contextos funerarios o cerca de ellos y en «ofrendas de miniaturas».

Conclusiones El estudio de cucharas de madera prehispánicas tiene una larga historia. Por ejemplo, en el área sureña en San Pedro de Atacama, Chile, Espoueys (1972-1973: 70) sugiere algunas funciones principales para este utensilio: 1) como uso ritual, 2) para la transferencia de líquidos, polvos o granos, 3) función comestible que puede incluir mezclar y servir comida / bebidas. Él sugiere que el tamaño y forma de la cuchara dicta su función más apropiada. En la sierra central sabemos que sitios como Conchopata tenían una alta producción de objetos de cerámica y que era una actividad cotidiana durante ciertas épocas del año. Producir cucharas era una parte de la vajilla ayacuchana, especialmente a fines del Periodo Intermedio Temprano e inicios del Horizonte Medio. El hecho es que tenemos dos cucharas por cada cucharón (217 cucharones y 417 cucharas), lo que sugiere un uso práctico. Se supone que los cucharones eran más apropiados para servir mientras que las cucharas fueron usadas para consumir alimentos (sopas, estofados, papas, etc.) pero en festividades u ocasiones especiales. Las cucharitas y cucharas con mangos escultóricos o con efigies son muy escasas. Las cucharitas con efigies en buenos contextos son aún menos frecuentes, pero 3 se encuentran en el Espacio Arquitectónico 6 (EA-6), con un piso de arcilla roja. En la esquina noreste hubo una tumba fina pero disturbada. Otros artefactos y restos sugieren que pudo haber sido el patio de una residencia de alto status social (Isbell et al. 2002). Las cucharitas eran intencionalmente enterradas, es decir, en contextos no utilitarios. En nuestra zona de excavaciones en Conchopata, tenemos tantas estructuras especiales que, como he sugerido en las primeras páginas, hay investigadores que prefieren interpretar este lugar como un sitio de especialistas en la producción de cerámica. Otros interpretan el sitio como un palacio (Isbell 2004) con zonas de residencias, salas de recepción, etc. Isbell ofrece, de una manera procesual, una lista de variables que pueden definir un palacio «andino». Puede ser que Pachacámac y Huari ofrezcan mejores indicadores para el Horizonte Medio, pero lamentablemente es difícil visualizar un palacio en Conchopata. Esto se debe en gran parte al hecho que mirando solo la cáscara, es decir, la arquitectura formal y el gran tamaño de

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unas tumbas vacías como enfatiza Isbell, pone de lado todo el contenido de cada espacio arquitectónico. No obstante el hecho que hay que tener en cuenta es que hubo deposiciones secundarias, y hay vestigios de actividades primarias en el sitio. Hemos visto que las cucharitas de Conchopata cumplen varias funciones. Primero, estas parecen haber tenido un rol más ritual, siendo miniaturas, y encontradas en un deposito de urnas para miniaturas rotas intencionalmente. La baja frecuencia de éstas no sugiere que fueran utilizadas como juguetes y utensilios. Se supone que teniendo una amplia población de infantes en el sitio, el número de las cucharitas habría sido mayor de las que hemos encontrado. Segundo, la mayoría de las cucharitas, es decir, casi el 50%, son del estilo Huarpa o Huarpa Tricolor, asociados con otros estilos a comienzos del Horizonte Medio. Lo interesante es que el uso de la cuchara por las poblaciones del valle de Ayacucho empezó durante el Periodo Intermedio Temprano, cuando ya existía contacto con la sierra norte. La presencia y contexto de cucharas del Periodo Intermedio Temprano en la sierra norte ofrecen información paralela a lo que estamos observando en Conchopata. Joan Gero (2001: 22) nos indica que «en el Sector III del sitio de Queyash Alto, se ubicaron tres cucharones y cucharas con un abundante número de cántaros y vasijas pequeñas que fueron ideales para servir y tomar bebidas». T. Topic y J. Topic (1984) encontraron en sus excavaciones cucharas del estilo Cajamarca Cursivo y un cuenco con pedestal, como ofrendas en una tumba en el mausoleo del Horizonte Medio del Cerro Amaru, Huamachuco. Más recientemente J. Topic y T. Topic (2001) mencionan que: «Desde hace años se sabe que la cerámica de Cajamarca estuvo muy difundida durante el Horizonte Medio. Además, las formas cerámicas cajamarquinas más difundidas son precisamente aquellas asociadas con la hospitalidad ritual, como cucharas (el énfasis es del autor), tazones bien elaborados y decorados. La cerámica cajamarquina fue también incluida en ofrendas rituales, como la de Ayapata (Ravines 1968, 1977). La extensa distribución y el contexto ritual en el que se encuentra la cerámica Cajamarca es un indicador de prestigio para esta cultura norteña» (Topic y Topic 2001: 186-187). Los mismos autores interpretan en Marcahuamachuco «…los galpones nichados como ambientes dedicados a la veneración de los ancestros. Además de los huesos, se encontraron restos de comida y la cerámica aso-

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ciada tiene una mayor frecuencia en tazones, cuencos y cucharas (el énfasis es del autor) decoradas que aquella existente en otros contextos en Marcahuamachuco. La presencia de comida y vasijas sugiere que su colocación era precedida por actividades rituales dentro de un evento festivo» (Topic y Topic 2001: 189-191). George Lau comenta que el intercambio más evidente entre Cajamarca y Ancash lo encuentra durante el Horizonte Medio, entre los años 600900 d.C. en tazones y cucharas de caolín. Las cucharas son pequeñas. Unos ejemplos de un entierro de Wilkawain y Carhuaz indican que estos objetos fueron reutilizados, con los bordes suavizados, no obstante el hecho que ya estaban rotos (Bennett 1944: 132 d, e). Finalmente, y regresando al valle de Ayacucho, Juan Leoni (2004) nos ofrece un ejemplo del sitio de Ñawinpukio, ubicado a pocos kilómetros al sur de Conchopata. Este sitio tiene una ocupación Huarpa tardío y del Horizonte Medio. Leoni encontró una ofrenda de cuatro cucharas huarpa. Esto confirma la importancia y el rol ceremonial de estos utensilios y discute si las cucharitas y cucharas fueron concebidas como cubiertos o más bien como vehículos para integrar a los difuntos con la comunidad y las huacas a través de la reciprocidad de elementos de consumo para el pueblo y los dioses. Para resumir, tenemos datos de la sierra norte y de Ayacucho en la sierra central, que nos ofrecen unas nuevas perspectivas: Las cucharitas y algunas cucharas de cerámica jugaron un rol importante en las actividades rituales en el norte durante el Periodo Intermedio Temprano y en Ayacucho. Todas las cucharas de Ñawinpukio son de la época Huarpa. Los cucharones no se encuentran en contextos de ofrendas o tumbas, sugiriendo que tenían una función más apropiada en la preparación de alimentos, mezcla y para medir quizás porciones iguales de comida en tazones de tamaños estándar. Los desgastes indican que fueron utilizados para la preparación y servicio de comidas. Las cucharas tenían huellas de desgaste en la parte que tocaba los lados y el fondo de una olla. En general, las cucharas y cucharones se encuentran en áreas domésticas y áreas de preparación y consumo de alimentos en casas y patios donde ocurrieron festines. Estos son patrones generales de la distribución de cucharas y cucharones, los detalles serán materia de una futura publicación.

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Finalmente, una sugerencia muy especulativa. He observado que las proporciones de las cucharas combinan rasgos paralelos a las figurinas hechas de cerámica y otros materiales, como por ejemplo las turquesas de Pikillacta. Las cucharas tienen la parte distal larga y amplia en comparación al mango que muchas veces tiene un terminal modelado. Las figurinas tienen un cuerpo corto, como el mango de la cuchara, y la cara es siempre proporcionalmente más grande que el cuerpo. Los pies están en la posición terminal con un mínimo de modelación. ¿Pudiera ser que las cucharas que dan vida, porque llevan comida y bebida al cuerpo humano, eran concebidas como un ser humano? Las cuatro cucharitas encontradas recientemente en Huari, en una ofrenda muy grande que incluía 365 vasijas en miniatura (González Carré y Soto 2004), tienen tres puntos en el diseño interno de la cuchara misma, o la parte distal. Parecen ser dos ojos y una boca mirando y riéndose de nuestras interpretaciones a través de los siglos. Agradecimientos: Quiero agradecer a Abelardo Sandoval por su apoyo, sus comentarios y ayuda con mi español humilde, por su amplio conocimiento de la arqueología peruana y como artista gráfico en las figuras de este artículo. Bárbara Wolff, estudiante doctoral de la Universidad Católica de América, ofreció su casa en Ayacucho durante su estadía para el análisis de materiales con apoyo de la Comisión Fulbright. Como parte de sus estudios doctorales, Bárbara está investigando en Conchopata, la organización de la producción, y quiénes fueron los productores de la cerámica de uso especial, como las urnas grandes, las jarras pintadas y las vasijas en miniatura. Su estudio sobre huellas de desgaste y las observaciones hechas por Oscar Huamán López relacionadas al proceso de producción, ayudaron en el reconocimiento de los posibles usos de las cucharas. Wolff también ha contribuido inmensamente a la creación de una base de datos en ACCESS de los hallazgos especiales, sin la cual este estudio no habría sido posible. También agradezco a los arqueólogos Lorenzo Huisa, quien empezó el análisis, y Oscar Huamán López, quien hizo gran parte del trabajo analítico. Sus observaciones, dibujos de posibles usos de cucharas e informes han contribuido significativamente a este estudio. Mis agradecimientos a Susana Arce por sus comentarios y por haber presentado la ponencia en Lima durante el simposio. Una persona que es realmente clave en nuestro proyecto es Jimmy Jáuregui, quien maneja, introduce y corrige los datos en la computadora, y ayuda en el manejo general de los asuntos administrativos del proyecto.

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Por último quiero reconocer a todos los miembros del Proyecto Arqueológico de Conchopata y al codirector William Isbell, porque realmente este trabajo y todo lo que estamos haciendo no hubiera sido posible sin la contribución de cada uno de ellos. Queremos agradecer al apoyo financiero en forma de becas que el Proyecto Arqueológico Conchopata ha recibido de Dumbarton Oaks, National Geographic Society, National Science Foundation, Brennan Foundation y del Fondo de Investigaciones de la Facultad de la Universidad Católica de América en Washington, D. C. Notas: 1 Visllacuni = «sacar algo con cuchara» (Holguín 1989 [1608]: 354) 2 Los estilos han sido definidos utilizando la cronología desarrollada localmente. Estamos en el proceso de refinar los estilos que se encuentran en las excavaciones, los que presentaremos en futuras publicaciones.

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Revista de Antropología N°20, 2009: 227-260 Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Chile, Santiago, Chile

Cerámica y Arquitectura Pública en el Camino del Inka del Desierto de Atacama (Río Loa, Norte Grande de Chile) Pottery and public settlements at the Inka road of Atacama desert (Loa river, northern Chile) Mauricio Uribe R. y Simón Urbina A.

Resumen La prehistoria del Norte Grande de Chile se ha construido en gran parte gracias a una arqueología cuya principal fuente de información ha sido la cerámica, por lo menos en el caso de sus períodos agro-alfareros. Este elemento de la cultura material ha recibido una atención que frecuentemente no la han tenido otros aspectos del pasado a pesar de la monumentalidad de muchos restos o el alto potencial de conservación de otros materiales en la zona (p.e., arquitectura, cestería, maderas, textiles, etc.). Siguiendo las principales tendencias del desarrollo de los estudios cerámicos, nuestro propósito en este trabajo es mostrar ciertos lineamientos metodológicos e interpretativos en el tratamiento de la fragmentería cerámica, en términos de sus aplicaciones conceptuales y herramientas analíticas básicas (funcionales, conductuales y contextuales), especialmente relacionadas con las dinámicas sociales y políticas de entidades culturales particulares. Lo anterior se enmarca dentro de un objetivo más amplio que pretende estudiar las materialidades cerámicas y arquitectónicas del período Tardío de la región atacameña (14501536 d.C.) para comprender arqueológicamente los procesos sociaDepartamento de Antropología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile. Av. Cap. Ignacio Carrera Pinto 1045, Ñuñoa, Santiago. mur@uchile.cl 2 Licenciado en Antropología con mención en Arqueología. Yerbas Buenas 207, 5110696, Valdivia. simon_ur@hotmail.com Recibido: Octubre 2007. Aceptado: Junio 2008 1

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les que desarrollaron sus poblaciones durante el dominio del Inka en el norte de Chile. Palabras claves: análisis cerámico, arquitectura pública, camino del Inka, Tawantinsuyo, Alto Loa.

Abstract The prehistory of northern Chile has been developed by a descriptive archaeology that normally used pottery to reconstruct the agroceramic periods. Great attention has been paid to these items of cultural material unlike other elements of the past, such as big sites and well conserved artifacts of these desert zones (e.g., architecture, basketry, textiles, wooden, etc.). In this sense, pottery has been the main focus of the archaeology as a means to reconstruct the past. Therefore, according to the worldwide tendencies of pottery studies, we will show some methodological and interpretative guidelines in the treatment of this material. We particularity propose some basic concepts and a systematic analysis of the fragmentary debris (functional, behavioral and contextual), as it relates to the social and political dynamics of particular cultures. In a wider context we expect to study the ceramic materials and architecture of the Atacama region during its Late Period (AD 1450-1536) to archaeologically understand the social processes of the local peoples during the Inka domination in northern Chile. Key words: pottery analysis, public architecture, Inka road, Tawantinsuyo, Alto Loa.

Introducción Sin duda, la prehistoria del Norte Grande de Chile se ha construido en gran parte gracias a una arqueología descriptiva, cuya principal fuente de información ha sido la cerámica, por lo menos en el caso de sus períodos agroalfareros (p.e., Uhle 1919; Latcham 1928). Por lo tanto, este elemento de la cultura material ha recibido una atención de tal envergadura que frecuentemente no la han tenido otros aspectos del pasado a pesar de la monumentalidad de muchos restos o el alto potencial de conservación de otros en la zona (p.e., arquitectura, textiles, cestería, maderas, etc.). En este sentido, la alfarería ha sido un medio privilegiado para la reconstrucción del pasado del desierto más árido del mundo.

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Aprovechando nuevas perspectivas acerca de una importante presencia del Inka (Uribe 1999-2000), lo anterior se enmarca dentro de un objetivo más amplio que pretende analizar las materialidades cerámicas y arquitectónicas del período Tardío (1450-1536 d.C.) de la región atacameña (Figura 1). Nuestro propósito es comprender desde una arqueología tipológica y funcional pero substantiva, la dinámica de los sistemas sociales que desarrollaron sus poblaciones durante el dominio del Inka en la región. De acuerdo a lo anterior, la totalidad de la alfarería fue tratada siguiendo un mismo marco metodológico ya establecido para la región (Varela 1992; Varela et al. 1993; Uribe 1994, 1996, 2004a), cuya aplicación particular a los sitios estudiados da lugar a una caracterización arqueológica más densa del sistema incaico en el Norte Grande y su extensión temporal, así como en sus efectos culturales y sociales.

Figura 1. Mapa de los Andes Centro Sur y del Norte de Chile, con las principales localidades mencionadas en el texto (Uribe 2004a). Figure 1. South-Central Andes locations and prehispanic settlements included in the text (Uribe 2004a).

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Esta caracterización se refiere a la dinámica de la ocupación incaica en la ruta del río Loa a lo largo de 125,07 kilómetros lineales, desde sus nacientes en el volcán Miño hasta Lasana (Berenguer et al. 2005), reflexionando sobre su papel en la prehistoria del desierto de Atacama, en la red de caminos y asentamientos manejada por el Tawantinsuyo. En particular, nos interesa obtener una visión más profunda de los procesos sociales y políticos del Inka en tierras atacameñas, por medio del conocimiento del sistema de circulación y uso de la cerámica y su fragmentería en los asentamientos con arquitectura más importantes del Alto Loa.

Antecedentes Nuestro trabajo corresponde a los resultados obtenidos del estudio de la alfarería del Camino del Inka identificado en el curso superior del río Loa, el cual se inserta dentro de un proyecto de investigación del sistema vial del Tawantinsuyo en el sector conocido como Alto Loa1 (Figura 2). Al respecto, recientemente hemos informado (Uribe y Cabello 2005) que la identificación tipológica de muestras de superficie y excavación revela que la cerámica más representativa de la ruta corresponde a vasijas no restringidas, sobre todo a escudillas ornitomorfas engobadas o revestidas rojas, las cuales son de manufactura local pero de estilo incaico (Uribe 1999). En los depósitos, éstas se asocian con tipos locales como jarros, aríbalos y escudillas propios del período Tardío, confirmando la relación del camino con el imperio hasta períodos coloniales tempranos, momento en el que se introdujeron nuevas materias primas que terminarían por configurar la actual tradición alfarera de la región (Varela 1992). Según nuestro primer trabajo (Uribe y Cabello 2005), la ruta habría sido recorrida al menos desde el período Formativo debido a la presencia de alfarería monocroma y pulida de San Pedro de Atacama, entre otras. No obstante, se iniciaría como un verdadero sistema de movilidad durante el Intermedio Tardío, coherente con el énfasis que entonces tuvo el intercambio mediante caravanas de llamas en Atacama (Núñez y Dillehay 1979; Berenguer 2004). Esto se aprecia en nuestro análisis en la clara recurrencia de cerámica propia del desarrollo regional junto con alfarería foránea contemporánea, así como por un arte rupestre local con claras alusiones al tráfico en los asentamientos loínos (Berenguer 2004).

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Figura 2. Mapa de la región del Loa Superior y sector del Alto Loa (Norte de Chile), con los principales sitios mencionados en el texto (Berenguer et al. 2005). Figure 2. Map of the Upper Loa River Region (Northern Chile), and the most important settlements included in the text (Berenguer et al. 2005).

En particular, la ruta privilegiada por el Inka en Alto Loa se puede trazar a partir de las evidencias obtenidas en al menos 18 puntos registrados entre dos tramos a lo largo del río Loa, correspondientes a los tramos Miño-Lequena y Lequena-Lasana (Figura 3 y 4), en cotas que van entre los 4.000 y 3.000 msm respectivamente (Berenguer et al. 2005). En todos ellos destaca una gran presencia de cerámica erosionada, otra clasificada mayoritariamente como escudillas incaicas locales, además de otros tipos incaicos tanto locales como foráneos, que referirían al consumo y servicio de líquidos dada una considerable presencia de platos, cántaros, jarros y/o aríbalos en los asentamientos del camino. El Inka intervino, seleccionó y remodeló la ruta, ubicando puntos donde se desarrollaron diversas actividades relacionadas con el funciona-

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miento estatal, estableciéndose una estructura de asentamientos que llegaron a constituir importantes instalaciones para: a) posibilitar el simple paso a otros puntos, b) el aprovisionamiento o el descanso de los contingentes, hasta c) una permanencia por tiempo mayor en función de tareas productivas, políticas y religiosas que inferimos tanto por las basuras alfareras como por la arquitectura remanente en las instalaciones (Urbina y González 2005; Uribe y Cabello 2005). De este modo, en una primera categoría se encontrarían: a) la mayoría de los lugares con muy escaso material, poco erosionado y restringido a las más puras manifestaciones incaicas, destacando las foráneas, con características de depósito regular u homogéneo, cuyos desechos derivarían directamente de la circulación por el camino o de rituales vinculados al paso por la ruta (p.e., ofrendas). Una segunda categoría estaría compuesta por b) un número menor de unidades pero con una mayor cantidad de cerámica, combinando un importante porcentaje de alfarería clásica regional y del período Tardío, tanto incaica local como foránea. Aquí, además, tiende a aumentar el material erosionado, así como la heterogeneidad en el proceso de depositación, mostrando funcionalidades más diversas; sin embargo, todavía se trataría de actividades pasajeras relacionadas exclusivamente con el consumo de alimentos. En tercer lugar, se agrupan c) muy pocas unidades que se constituirían en la cabecera de este sistema, ya que la cantidad y variedad de materiales aumenta notablemente. Aquí es frecuente la asociación de escudillas incaicas locales con cántaros y ollas de la región, junto con materiales erosionados y el resto de las cerámicas incaicas y locales en contextos residenciales como públicos. De este modo, en una primera categoría se encontrarían a) la mayoría de los lugares con muy escaso material, poco erosionado y restringido a las más puras manifestaciones incaicas, destacando las foráneas, con características de depósito regular u homogéneo, cuyos desechos derivarían directamente de la circulación por el camino o de rituales vinculados al paso por la ruta (p.e., ofrendas). Una segunda categoría estaría compuesta por b) un número menor de unidades pero con una mayor cantidad de cerámica, combinando un importante porcentaje de alfarería clásica regional y del período Tardío, tanto incaica local como foránea. Aquí, además, tiende a aumentar el material erosionado, así como la heterogeneidad en el proceso de depositación, mostrando funcionalidades más diversas; sin embargo, todavía se trataría de actividades pasajeras relacionadas exclusivamente con el consumo de alimentos. En tercer lugar, se agrupan c) muy pocas unidades que se constituirían en la cabecera de este sistema, ya que la cantidad y var-

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iedad de materiales aumenta notablemente. Aquí es frecuente la asociación de escudillas incaicas locales con cántaros y ollas de la región, junto con materiales erosionados y el resto de las cerámicas incaicas y locales en contextos residenciales como públicos.

Figura 3a-b. Camino del Inka en el sector del Alto Loa (Norte de Chile). Vistas del tramo Lasana-Incahuasi (Berenguer et al. 2005). Figure 3a-b. Inka road views at High Loa River (Northern Chile), between Lasana and Incahuasi points (Berenguer et al. 2005).

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Figura 4a-b. Camino del Inka en el sector del Alto Loa (Norte de Chile). Vistas del tramo Incahuasi-Santa Bárbara (Fuente: Berenguer et al. 2005). Figure 4a-b. Inka road views at High Loa River (Northern Chile), between Incahuasi and Santa Bárbara points (Berenguer et al. 2005).

En esta oportunidad, nuestro estudio se centra justamente en esta tercera categoría de asentamientos del Camino del Inka que caracterizan al alto Loa, partiendo del supuesto de que a través del análisis del comportamiento de la alfarería y sus desechos en contextos con arquitectura pública y residencial podremos profundizar en las dinámicas sociales y políticas que se gestaron con la presencia del Tawantinsuyo en esta parte de Atacama.

La cerámica del camino incaico en el Alto Loa Siguiendo estos lineamientos, entonces, clasificamos el material y analizamos el comportamiento depositacional y espacial de la fragmentería cerámica del Alto Loa. Para el estudio de este material, contamos con muestras obtenidas por medio de recolecciones de superficie que se realizaron a partir de un muestreo al azar de los sitios (sobre el 10%), tomando como referencia las estructuras arquitectónicas o recintos directamente asociados.

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A lo anterior se sumó la excavación dirigida de pozos de sondeo, cuadrículas y trincheras en ciertas estructuras, seleccionadas de acuerdo a los resultados de la evaluación in situ de los materiales en superficie y su arquitectura. Este análisis ha comprendido la clasificación del material, la elaboración de bases de datos a partir de la tipología resultante, la selección de variables a estudiar a través de herramientas estadísticas básicas como conteos, porcentajes y frecuencias que han sido vertidos en tablas y gráficos. En primer lugar, la clasificación se ha basado en un reconocimiento visual y macroscópico de los fragmentos, cuyas características de pasta, tratamientos de superficie, forma, decoración y manufactura fueron comparados con las tipologías elaboradas para la zona (Varela 1992; Varela et al. 1993; Uribe 1994, 1996, 1997, 1999; Ayala y Uribe 1995). Específicamente, éstas ponen énfasis en los aspectos tecnológicos más que decorativos de la cerámica, lo cual se debe a que desde la aparición de la alfarería aquella es una práctica casi inexistente en el desierto de Atacama (Tarragó 1989). En este sentido, las pastas y el tratamiento de las superficies de las vasijas son los atributos más relevantes para la tipología, inmediatamente seguidos por el resto de las características, las que en su conjunto generan clases cerámicas que han sufrido transformaciones en el tiempo y en el espacio, permitiendo poner a la alfarería en secuencia histórica cultural (Orellana 1963; Le Paige 1964; Thomas et al. 1984; Berenguer et al. 1986; Tarragó 1989; Uribe 2002). Esto significa que a través de ellos es posible establecer las épocas representadas en los sitios, así como el origen local y foráneo de los mismos, a la vez que referirse a las dinámicas culturales asociadas (Castro et al. 1977, 1984; Uribe 1996, 1997, 1999; Agüero et al. 1997, 1999; Uribe y Carrasco 1999). Para sistematizar estas observaciones, en una segunda fase se han construido las bases de datos donde se integra y ordena cuantitativamente toda la información tipológica sobre la base del número de fragmentos. En cuanto a ello, también se hacen apreciaciones conductuales sobre la manera como la alfarería quedó abandonada, la que es distinta según las circunstancias ocurridas, lo cual ayuda a tener una idea de las actividades que se desarrollaron en el sitio sincrónica y/o diacrónicamente, especialmente cuando existe información arquitectónica y estratigráfica complementaria. Esto se debe a que, gracias a las formas de las vasijas, la configuración de los tipos cerámicos revela cierta funcionalidad, lo cual es complementado con la abundancia o escasez de material (cantidad de tipos y fragmentos), así como la restaurabilidad, tamaño, desgaste o erosión y residuos de la fragmentería (p.e., hollín), entre otras variables (Adán 1995, 1996). Por esta razón, en una tercera etapa del trabajo se analiza la conducta del material a través de estadística descrip-

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tiva, correspondiente a la representación porcentual y gráfica de los tipos cerámicos en cada sitio, así como en relación con la distribución de éstos en las unidades de recuperación en particular. De acuerdo con lo anterior, hemos determinado un patrón tipológico general para todos los sitios que, en esta oportunidad, analizamos desde un enfoque más bien conductual y contextual (Schiffer 2002). Dentro de este patrón general, se distinguió la presencia de un conjunto de tipos que configuran un componente temprano que se remontaría al Período Formativo del desierto de Atacama (ca. 1000 a.C.-500 d.C.), especialmente constituido por ejemplares locales que se extenderían desde momentos iniciales, medios y tardíos del Formativo hasta el Período Medio (ca. 500-950 d.C.), como lo señala la existencia de la peculiar alfarería monocroma y pulida de la región (Tarragó 1989; Sinclaire et al. 1998; Uribe y Ayala 2004). Por otra parte, registramos tipos de escudillas monocromas café, negras y pulidas junto con cuencos, cántaros y ollas, alisados como revestidos rojos, que serían característicos del desarrollo regional hasta más allá de la llegada del Inka (Uribe 1996, 1997, 2002), configurando un componente Loa-San Pedro propio del Intermedio Tardío del desierto de Atacama (ca. 950-1450 d.C.). Además de lo anterior, es posible distinguir ejemplares foráneos del mismo período constituidos por tipos monocromos de los Valles Occidentales2 y, principalmente, del Altiplano Meridional y el Noroeste Argentino, donde destacan estilos decorativos ampliamente reconocidos en la literatura especializada (Uribe 1996, 1997, 2002, 2004a). Después, se distinguen ejemplares evidentemente foráneos del período Tardío que adscribimos al tipo Inka-Cusco o Cusco Policromo (Figura 5) con sus rombos e hileras de triángulos en negro, rojo y amarillo, ante, blanco o naranja (Valcárcel 1934; Rowe 1944). A esto se suman las expresiones incaicas locales de escudillas y aribaloides revestidas rojas (Figura 6 c-g; a, i, k), acompañados por expresiones semejantes (Figura 6 b, j, l; h), pero cuya tecnología refiere a un cambio productivo y más tardío identificado por sus «pastas con mica», a veces decorados (Uribe 1999). Asimismo, aparecen tipos incaicos provinciales como Inka-Pacajes o Saxámar con su decoración geométrica en negro sobre rojo de líneas onduladas y figuras esquemáticas de camélidos (Figura 7); Yavi-La Paya con decoración en negro, rojo y naranja de triángulos, espirales, reticulados y figuras ornitomorfas (Figura 8 a–e), e Inka-Diaguita con decoración de figuras antropomorfas y zoomorfas con ajedrezados y reticulados en negro y rojo sobre blanco (Figura 8 f-g), los que provendrían del Altiplano Meridional, la Circumpuna y los Andes Meridionales (Uribe y Agüero 2003; Uribe y Cabello 2005). De esta ma-

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nera, se configuraría con claridad un componente Tardío (ca. 1450-1536 d.C.), que incorpora una serie de manifestaciones coherentes estilística y cronológicamente con la expansión del Tawantinsuyo hacia el desierto de Atacama. Luego, en el momento del contacto hispano hacia 1557 d.C. hasta la actualidad, determinamos la continuidad de la cerámica de «pastas con mica» en la región atacameña (Varela 1992; Uribe 2002), que configura el componente Etnográfico.

Figura 5. Fragmentos de cerámica Inka Cusco o Cusco Policromo (INK) del sector Alto Loa (Norte de Chile): a-d) Cusco Policromo A con espigas, e-g e i-j) Cusco Policromo B con rombos y triángulos. Figure 5. Pottery fragments of Inka Cusco or Cusco Polychrome type (INK) from Alto Loa (Northern Chile): a-d) Cusco Polychrome A with designs like spikes, e-g and i-j) Cusco Policromo B with designs like rhomb and triangles.

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Figura 6. Fragmentos y piezas completas de cerámica Inka Local de la región del Loa Superior (Norte de Chile): c-g) Turi Rojo Revestido Pulido Ambas Caras (TPA); a, i y k) Turi Rojo Revestido Exterior-Negro Alisado Interior (TRN); b, j y l) Lasana Café Rojizo Revestido Exterior (LCE); h) Lasana Café Rojizo Revestido Pulido (LCP). Figure 6. Fragments and complete pieces of Local Inca types from Upper Loa River Region (Northen Chile): c-g) Turi Slipped Red and Polished Both Faces (TPA); a, i and k) Turi Slipped Red-Smoothed Black (TRN); b, j and l) Lasana Sliped Reddish Brown (LCE); h) Lasana Slipped Reddish Brown and Polished (LCP).

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Figura 7. Fragmentos de cerámica altiplánica Inka-Pacajes o Saxámar (SAX) del sector Alto Loa (Norte de Chile): a-c) con figuras zoomorfas (camélidos), d-f ) con espirales, g-h) con líneas onduladas. Figure 7. Pottery fragments of Inka-Pacajes or Saxámar types (SAX) from High Loa River (Northern Chile): a-c) with zoomorphic designs like camelids, d-f ) with spiral lines, g-h) with waving lines.

Respecto a la discusión acerca de la temporalidad de todas estas expresiones cerámicas que nosotros reunimos en un gran componente (Stehberg 1991; Adamska y Micheczynski 1996; Pärssinen y Siiriäinen 1997), entendemos que la cronología absoluta del Estado Inca debe ser considerada como un problema no resuelto, siendo necesarios mayores antecedentes para intentar esclarecerlo. No obstante, siguiendo a Schiappacasse (1999), el análisis de los fechados absolutos en el núcleo incaico coincide en establecer una etapa pre-imperial entre el 1260 al 1396 d.C. y otra imperial del 1400 al 1518 d.C. En relación con esta última, se observarían tres peaks de fechas hacia el 1325, 1440 y 1600 d.C., sugiriendo una historia más compleja y temprana para la formación del Tawantinsuyo que la propuesta por la etnohistoria tradicional. En el caso de Chile y regiones aledañas, de acuerdo a un total de 80 fechados por termoluminiscencia y radiocarbono se observa una tendencia a ampliar el límite inferior de este proceso, pudiendo ubicarse este

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evento entre el 1400 y 1450 d.C. (Schiappacasse 1999). Frente a esta situación, utilizamos con cautela el concepto de expansión, el cual entendemos como un proceso de formación más que de conquista, y reunimos esta diversidad alfarera bajo el apelativo de componente Tardío y no propiamente Incaico debido a la complicada y diversa constitución de este crucial período de la arqueología andina. En suma, entendemos la formación del Tawantinsuyo como un lapso entre el 1400 y 1600 d.C., coherente con los fechados que presentamos en nuestro trabajo y el comportamiento estratigráfico de los sitios estudiados, donde los tipos cerámicos aquí definidos aparecen totalmente asociados (Tabla 1).

Figure 8. Fragmentos y piezas completas de cerámica Inka Provincial de la región del Loa Superior y San Pedro de Atacama (Norte de Chile): a-e) Yavi-La Paya del Noroeste Argentino (YAV), f-g) Diaguita-Inka del Norte Chico de Chile (DIA). Figure 8. Fragments and complete pieces of Inca Provincial types from Upper Loa River Region and San Pedro de Atacama (Northern Chile): a-e) Yavi-La Paya from Northwest Argentina (YAV), f-g) Diaguita-Inka from Semiarid Northern Chile (DIA).

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Tabla 1. Cuadro con fechados por Termoluminiscencia de la cerámica incaica del Alto Loa (Proyecto FONDECYT 1010327). Table 1. List of Thermoluminiscence Dates of Inka Pottery Types from Alto Loa (Project FONDECYT 1010327).

Asentamientos y cerámica en el camino Incaico del Alto Loa Miño-1 y Miño-2 (3.810 y 3.932 metros sobre el nivel del mar). Miño-1 y Miño-2 corresponden a dos sitios separados por cerca de quinientos metros, aunque pertenecen a un mismo punto del Camino del Inka del Alto Loa (Figura 2) en plena cabecera o nacientes del río Loa (Berenguer et al. 2005). Miño-1 (Mi-1), también denominado Kona Kona-1 (Castro 1992), estaría compuesto por al menos 36 estructuras arquitectónicas (Figura 9), de las cuales fueron analizadas sólo la 1, 2, 15 y 17 (11,1% del sitio). Por su parte, Miño-2 (Mi-2), también denominado Kona Kona-2 (Castro 1992), se encontraría frente a Miño-1 y estaría compuesto por igual número de estructuras arquitectónicas (Figura 10), de las cuales fueron analizadas la 4, 5, 13, 19, 20, 21, 26, 27, 29 y 30 (29,4% del sitio). A lo anterior se agrega un espacio abierto a modo de basural y sin asociación directa con las construcciones que fue cuadriculado y sistemáticamente recolectado.

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Figura 9. Plano taquimétrico y topográfico del sitio Miño-1, Alto Loa, con las principales estructuras mencionadas en el texto (gentileza de José Berenguer). Figure 9. Miño-1 site settlement plan and elevations, High Loa River, and the most important structures included in the text (courtesy of José Berenguer).

Miño-1 (UTM E535646/N7659392), se ubica en la terraza occidental de un lecho seco y poco profundo que da origen al Loa. Unas 36 estructuras dispuestas en conglomerados o conjuntos dispersos sobre una meseta plana se distribuyen en un perímetro de 1,68 hectáreas incluyendo estructuras y espacios exteriores. La densidad edilicia proyectada (número de recintos por hectárea) señala una cifra de 20,8 recintos por hectárea de terreno, muy baja en comparación con un sitio aglutinado. En términos del uso del suelo e inversión arquitectónica, la sumatoria de las áreas internas de los recintos (es decir, los espacios delimitados por muros), alcanza un total de 2583,5 m2, lo cual significa que de 1,68 hectáreas sólo fueron edificadas una parte cercana al 15% de la superficie (Urbina y González 2005).

Figura 10. Plano taquimétrico y topográfico del sitio Miño-2, Alto Loa, con las principales estructuras mencionadas en el texto (gentileza de José Berenguer). Figure 10. Miño-2 site settlement plan and elevations, High Loa River, and the most important structures included in the text (courtesy of José Berenguer).

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El material del sitio Miño-1 suma 749 fragmentos de recolecciones superficiales y 91 de excavaciones, lo que en total constituye una muestra de 840 ejemplares divididos en un 89,2% de superficie y un 10,8% de excavaciones. La cerámica predominante corresponde al Período Intermedio Tardío (22,9%), siendo indicativa de las poblaciones locales de la región del Loa y San Pedro de Atacama. A lo anterior, se suma otra alfarería del Intermedio Tardío, pero posiblemente del Altiplano Meridional (0,1%). Paralelamente, estos tipos aparecen junto con cerámica Tardía (12,5%), tanto incaica local como aparentemente foránea, en especial del Altiplano Meridional (p.e., Inka-Pacajes o Saxámar). Por último, encontramos alfarería Etnográfica de períodos históricos en bajos porcentajes (2,5%). Los erosionados constituyen más del 60% de la muestra total, señalando una importante alteración natural como antrópica de la cerámica del lugar. Miño-2 (UTM E536023/N7659621), posee 36 estructuras dispuestas en cuatro conjuntos y otras dispersas en una ladera adyacente, demarcando un perímetro de 0,92 hectáreas, el cual incluye espacios exteriores y un segmento acotado del camino incaico que divide en dos a la instalación. Posee un patrón más aglutinado y ordenado que Miño-1, con una cifra de 39 recintos por hectárea de terreno. En términos del uso del suelo destinado a los edificios, la sumatoria de las áreas intramuros alcanza un total de 926,7 m2 lo que significa que del perímetro total sólo fueron construidos el 10% del área total de asentamiento (Urbina y González 2005). El material del sitio Miño-2 suma 4523 fragmentos de recolecciones superficiales y 401 de excavaciones, lo que en total constituye una muestra de 4924 ejemplares divididos en un 91,9% de superficie y un 8,1% de excavaciones. La cerámica predominante corresponde al Período Intermedio Tardío (58%), indicativa de las poblaciones locales de la región atacameña (Tabla 2). A ésta última se suma alfarería foránea del Intermedio Tardío con bastante seguridad del Altiplano Meridional (6,20%), posiblemente también de los Valles Occidentales y del Noroeste Argentino (0,06%). Sin embargo, igual que en Miño-1, estos tipos aparecen junto con cerámica Tardía (12,8%), tanto incaica local como indudablemente foránea, en especial Cusco Policromo (1,6%), además del aquella del Altiplano Meridional y del Noroeste Argentino. Por último, aparece una mínima presencia de alfarería Etnográfica de períodos históricos (0,6%). Los erosionados constituyen más del 22% de la muestra total, señalando una alteración natural como antrópica más bien moderada de los fragmentos.

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Tabla 2. Frecuencias y gráficos de cerámicas y períodos de los sitios Miño-2 y Cerro Colorado-1. Table 2. Frequency of pottery debris and periods from Miño-2 and Cerro Colorado-1 sites.

Miño-1 registra escasez de material previo al Inka, relativa densidad de ocupación regional tardía y una leve a nula presencia histórica, lo cual es demostrativo de que el sitio y su actividad fueron iniciativas esencialmente imperiales. Durante esos momentos, un recinto a modo de plaza de 1940 m2 (Estructura 1) habría estado destinado a la producción a gran escala y almacenamiento estatal de alimentos, seguramente con fines residenciales pero sobre todo públicos y políticos, ligados a la vialidad del Camino del Inka y al entorno geográfico (p.e., minería), marcado por el volcán Miño y las nacientes del río Loa, en una zona de límites culturales entre el Altipla-

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no y Atacama. Con probabilidad, aquí se cocinaban y colmaban las vasijas que se repartían y empleaban en otros sectores del sitio o en los distintos asentamientos con fines altamente rituales. De hecho, recintos asociados a este patio (Estructura 2), estarían destinados al almacenamiento estatal por restos de grandes vasijas y en especial al consumo colectivo de alimentos preparados en el patio, apoyando los fines públicos y políticos. Por otra parte, existiría arquitectura menor (p.e., Estructuras 15 y 17), cuyas construcciones podrían identificar a unidades domésticas y/o familiares destinadas a mantener el funcionamiento de aquel sector del asentamiento; ya sea como espacio de almacenaje, especialmente de grandes contenedores, o lugar de cocina para una misma unidad doméstica por la concentración de restos de ollas. El funcionamiento de Miño-1 como productor y lugar de almacenaje de comidas, bebidas así como de artefactos, sería complementario con el papel de Miño-2 en tanto lugar de acopio de esos líquidos y también de los desechos derivados de actividades colectivas, seguramente ceremoniales y públicas, donde se consumieron el alimento y la bebida obsequiados por el Inka (quizás desde Miño-1). Más aún, en el mismo Miño-2 debieron desarrollarse grandes festines empleando construcciones habitacionales mayores con techos a dos aguas a modo de callancas (Estructura 13), donde el uso colectivo de estos espacios sería coherente con las condiciones climáticas del lugar que por la gran altura obligan a una mayor protección. De esta manera, resulta consistente la formación de un basural en Miño-2, producto del aseo de esos edificios, demostrando a la vez la existencia de prácticas de limpieza sistemáticas durante el dominio del Tawantinsuyo a favor del despliegue público. Otros espacios (p.e., Estructuras 4 y 5) pudieron formar sectores residenciales para la estadía de funcionarios estatales, a juzgar por la concentración de material cusqueño en espacios periféricos a las construcciones más grandes. Posiblemente, aquí residieron permanente o temporalmente quienes guardaron líquidos, cocieron alimentos y los consumieron, debido a cierta presencia de platos. Por lo tanto, se trataría de conjuntos arquitectónicos establecidos por el Tawantinsuyo, destinados al mantenimiento de funciones estatales, seguramente vinculadas con las actividades productivas de gran escala detectadas en Miño-1 y para servir en Miño-2. Paralelamente, un considerable número de construcciones de Miño-2 (p.e., Estructuras 19 a 21 y 26 a 30) indicarían utilizaciones del espacio con fines de almacenaje. En consecuencia, pareciera tratarse de arquitectura menor, en funcionalidad

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y escala, la que operaría de manera sincrónica y complementaria como bodegas o collcas (Castro 1992). En definitiva, este conjunto arquitectónico de la cabecera del río Loa con escasez de material previo al Inka en estratigrafía, demostraría que sus depósitos y actividades fueron sobre todo estatales. A diferencia de Miño-1, esta actividad en Miño-2 alcanzó un carácter público, concentrándose aquí lo más fino e insinuando posibles oposiciones en términos duales de ambos sitios, en tanto lugar de cocina y lugar de banquetes respectivamente. Observamos, en consecuencia, una utilización diferencial del espacio construido dentro de una dinámica muy pautada o disciplinada, lo que sugiere un ejercicio de poder que con bastante certeza remite al modo de penetración del Estado incaico en Atacama (Uribe 2004b; Uribe y Adán 2004). Cerro Colorado (3.262 metros sobre el nivel del mar). Cerro Colorado o Cirahue (SBa-162) corresponde a un punto intermedio del Camino del Inka en el tramo Lequena-Lasana (Figura 2), varios kilómetros al sur de Miño (Berenguer et al. 2005). Cerro Colorado (UTM N540032/E7585521), también denominado Cerro Colorado-1 (Castro 1992), estaría compuesto por al menos 66 recintos arquitectónicos, de los cuales fueron analizados la estructura 1, 1a, 4, 8, 10a, 12a, 17, 20, 20a, 23, 25, 35a, 41, 41a, 42, 42a y 43, abarcando el 25,75% del sitio. La instalación completa comprende una superficie total intramuros de 4383 m2, la que se conforma a partir de tres grandes conjuntos de trazado ortogonal (Estructura 1 a 23a). Estos constituyen el sector incaico al norte del sitio y se conectan con el camino (Figura 11). Junto a estos conjuntos se aprecian estructuras dispersas consistentes en estructuras desmanteladas y parapetos hacia el sur, a las que se suman numerosas oquedades naturales en los afloramientos rocosos que presentan muros adosados y que probablemente fueron utilizadas como depósitos o alojamientos transitorios a modo de paskanas. Estas estructuras dispersas y en oquedades también se concentran en otro sector (Estructura 24 a 47) y son similares a aquellas ubicadas en la Circumpuna (Nielsen 1997).

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Figura 11. Plano taquimétrico y topográfico del sitio Cerro Colorado-1, Alto Loa, con las principales estructuras mencionadas en el texto, en particular la cancha y usno definidos por las estructuras 10A y 23 (gentileza de José Berenguer). Figure 11. Cerro Colorado-1 site settlement plan and elevations, High Loa River, and the most important structures included in the text, specially structures 10A and 23 like cancha and usno (courtesy of José Berenguer).

El material cerámico de Cerro Colorado suma un total de 1110 fragmentos cerámicos, 989 de superficie y 110 de excavaciones, los que representan el 89,10% y 10,90% respectivamente. El material del Intermedio Tardío correspondiente a la alfarería del Loa y San Pedro es predominante (36,58%), reuniendo más de un tercio de la cerámica del sitio (Tabla 2). Sin embargo, el componente Tardío implica alrededor de un 11%. Por lo tanto, como en Miño-1 y Miño-2, mucho del material del Intermedio Tardío debió ser contemporáneo con el Inka, los que en su conjunto comprenderían cerca de la mitad de la alfarería analizada (47,57%), representando la ocupación más importante del asentamiento. Lo anterior, es del todo coherente con el origen mayoritariamente superficial de los fragmentos (89,10%). No obstante, aquí también se determinó la presencia de alfarería del Período Formativo que alcanzaría el 6,13% de la muestra, si bien muchos de los ejemplares son dudosos. Por último, la cerámica Etnográfica representa un significativo 19,82%. Los erosionados se acercan a un cuarto de la cerámica (21,53%), señalando una alteración natural como antrópica de la alfarería idéntica a la de Miño. Del mismo modo, el material de Cerro Colorado sugiere una presencia significativa y contemporánea de grupos poblacionales locales y foráneos

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en tiempos del Inka. Pero, además, habrían existido manifestaciones previas del Formativo, así como históricas aunque casi sin mayor continuidad en la actualidad. Ahora bien, centrándonos en el período Tardío y al revisar cada una de las construcciones estudiadas y sus depósitos, observamos un panorama bastante complejo que, como en Miño, refieren a una ocupación y utilización diferencial del espacio dentro de una dinámica muy pautada o disciplinada que sugiere un ejercicio de poder por parte del Inka en Atacama. La ocupación incaica nuevamente manifiesta una dinámica bastante sofisticada y de escala pública en Alto Loa. En primer lugar, considerando las características de ciertos recintos (p.e., Estructuras 1 y 1a), permiten proponer la existencia de conjuntos habitacionales para funcionarios estatales del Tawantinsuyo, en los cuales se emplearía complementariamente el espacio arquitectónico. Unos para preparar y almacenar alimentos (Estructura 1), mientras otros fueron usados para el consumo de ellos (Estructura 1a). Esto se reproduciría en construcciones correspondientes a un espacio cerrado en torno al cual se organizan recintos más pequeños (Estructura 12a); de tal manera que actúa como un exterior o patio de los anteriores, donde se estarían desarrollando actividades preferentemente de consumo de alimentos y dejando basuras primarias de ello. Por su parte, en los interiores funcionaron otras labores exclusivas, livianas o en ausencia de cerámica como cocinas, bodegas, dormitorios, etc. (Estructuras 1, 4 y 8). En cualquier caso, la escasez de material, así como la casi nula presencia de desechos en los exteriores, indican que estos conjuntos arquitectónicos estuvieron afectos a prácticas de limpieza y/o tuvieron una ocupación pasajera, corta o temporal. A diferencia de estos espacios domésticos y cotidianos, otro gran recinto con forma de U (Estructura 10a) permite definir un espacio colectivo y público a modo de plaza o cancha, con 3429 m2 de superficie. Podemos afirmar, entonces, que aquí se llevaron a cabo funciones referidas a la manutención de un lugar para la recepción e interacción entre personajes y objetos, tanto locales como foráneos, directamente relacionado con el Estado y las actividades festivas propiciadas por éste con sus consecuentes connotaciones políticas. Los personajes involucrados, seguramente, fueron de estatus bastante alto por las exóticas piezas que dejaron, correspondiente a uno de los porcentajes de cerámica Cusco Policromo más alto observado en la región (6,57%). De este modo, proponemos que el espacio de la plaza habría funcionado en términos de tres franjas de actividad debido a la distribución

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diferencial de restos de cántaros, ollas, platos y piezas exóticas (según una división en cuadrantes A, B y C-D). Una franja central y dos laterales, privilegiando la franja del medio (B) para el encuentro público festivo y ceremonial, mientras que a los lados quedarían las vasijas que surtían de alimentos y bebidas a los participantes que los consumían en el centro. Por tanto, es muy posible que los grandes contenedores se ubicaran cerca de los muros que es hacia donde se emplazan nuestros cuadrantes A y C-D, dejando un espacio central correspondiente al cuadrante B para la interacción social y el gran movimiento de cerámicas distintas. Las que, principalmente, estarían destinadas al servicio como consumo de comida y bebida, dentro de un ambiente especial dado por la alta concentración de cerámica incaica del Altiplano Meridional, Noroeste Argentino y sobre todo cusqueña. Además, es posible postular que en estos actos pudieron haber participado unidades sociales acotadas como lo sugiere la evidencia de pequeñas ollas en cada uno de los cuadrantes y franjas de actividad para calentar más que para preparar alimentos, las cuales por su acotada presencia remiten a eventos livianos y particulares. Por otra parte, el énfasis local y foráneo de los materiales dejan vislumbrar una diferencia a lo largo del eje Oeste-Este, pues hacia la izquierda los ejemplares incaicos claramente decrecen y se vuelven mayoritarios los locales; mientras que hacia la derecha es todo al revés, donde lo incaico se expresa en toda su magnificencia. Todo lo anterior es consistente considerando las amplias dimensiones de la estructura y su relación con recintos inmediatamente aledaños (Estructuras 17 y 20-20a), desde donde parecieran surtirse los alimentos consumidos en el lugar y quizás donde esta comida, así como las vasijas ocupadas para contenerla, eran almacenadas (p.e., cántaros, aribaloides, ollas y platos ornitomorfos). En consecuencia, se distingue un gran ordenamiento espacial y funcional que resulta completamente coherente con la construcción, puesto que hacia el Oeste la plaza se halla cerrada y enfrentada a un especial recinto justo en el centro del muro y elevado sobre un afloramiento rocoso (Estructura 23), al contrario del Este donde aparece abierta. En este sentido, dicha estructura marcaría un eje para el movimiento dentro de la plaza, con divisiones duales (derecha-izquierda) y tripartitas (un centro y dos bordes) propias de la ideología imperial y que en este caso en particular refieren a la actividad pública del consumo festivo al mismo tiempo ceremonial como político de bebida y comida (Uribe 2004b; Uribe y Adán 2004). En conclusión, la estructura respondería a lo que tradicionalmente la etnohistoria relaciona a canchas y usnos dentro de la economía política del Tawantinsuyo (Zuidema 1980; Meddens 1997; Manríquez 1999; Pino 2004, 2005).

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Ahora, como en los otros casos, la relativa abundancia de material que a veces se hace muy escaso en ciertos sectores del recinto, sugieren una breve utilización de la plaza o -nos parece más correcto- dan cuenta de la realización de fuertes actividades de limpieza después de cada evento festivo, señalando que dicha operación no era continua. De este modo, aquí quedaron los fragmentos más pequeños que no estorbaban, muchos concentrados en los núcleos del área de actividad, siendo sometidos a una mayor meteorización por el pisoteo de considerables contingentes de personas. No obstante, para que estas limpiezas fueran practicadas se debió dejar un tiempo de pausa, por lo cual los eventos pudieron tener cierta periodicidad o calendario. En síntesis, la ocupación pudo ser alternada en el tiempo, pero muy intensiva, tanto que su limpieza no permitió la formación de depósitos estratigráficos, mostrando una acumulación de desechos principalmente horizontal. Junto con los conjuntos residenciales, la plaza y sus estructuras complementarias que hemos identificado en Cerro Colorado, se hallan otras construcciones de distinto origen, cronología y/o funcionalidad. Para comenzar, la presencia de cerámica formativa concentrada en ciertas construcciones (p.e., Estructuras 1a, 10a, 42 y 42a) impiden realizar inferencias muy sólidas al respecto, salvo que confirmarían utilizaciones pasajeras del mismo sitio por poblaciones más tempranas que ocupaban desde mucho antes este espacio aunque de manera muy móvil, temporal, dispersa y/o por unidades sociales reducidas. De hecho, lo anterior es elocuente entre los pocos materiales de excavación que confirman el sustrato formativo en el sitio, alcanzando casi un quinto del depósito estratigráfico (19,83%) y lo cual es evidente en la presencia esencialmente de restos de ollas, botellas o cántaros en conjunto con piezas lejanas y quizás especiales (p.e., del Noroeste Argentino). Lo anterior sugiere el desarrollo de ocupaciones domésticas las que, incluso, no serían tan livianas aunque sí acotadas, permitiendo inferir una presencia pasajera pero estable, quizás por una unidad familiar durante cierta temporada (p.e., asentamiento pastoril o estancia). En tanto, otras construcciones (p.e., Estructuras 25 y 42), podrían haber funcionado como recintos habitacionales de grupos de paso por el lugar y, por consiguiente, vinculados a otras actividades móviles o temporales como pastoreo y caravanas, que serían característicos del Intermedio Tardío. Al respecto, las excavaciones permitieron distinguir ocupaciones propias del desarrollo regional, incluso superpuestas a las formativas; en principio de escala igualmente familiar pero mucho más pasajera, quizás enmarcadas dentro de esas prácticas pastoriles y caravánicas. Sin embargo, si los restos fueran contemporáneos con el Inka, también es posible pensar que se trata

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de contextos de grupos locales, familiares y modestos cumpliendo labores como pudo ser la mita a favor del Tawantinsuyo. Otro conjunto constructivo (Estructuras 41, 41a, 42 y 42a), nos ofrece una dinámica distinta dentro de la misma ocupación incaica, cuyos escasos como pequeños materiales indicarían una pasajera aunque muy exclusiva utilización del lugar por ocupaciones propias del período Tardío, vinculadas directamente al Inka, el Altiplano Meridional y el Noroeste Argentino, sin evidenciar mayor continuidad histórica. En especial, se trataría de la existencia de un recinto habitacional complementario con otros vinculados a posibles funcionarios estatales del Tawantinsuyo, usados para preparar, consumir y almacenar alimentos. Pero, al mismo tiempo, cierta restaurabilidad de sus materiales indica un abandono rápido del lugar, lo que junto al destruido estado de las construcciones, insinúan el desmantelamiento de dicho espacio. Lo anterior, en consecuencia, también sugiere dos momentos de la ocupación tardía de Cerro Colorado dentro del período, ya que unas estructuras no siguieron en uso, inclusive se desarmaron, y otras se construyeron después, permaneciendo hasta hoy. Finalmente, otro aspecto interesante, es que Cerro Colorado junto con ser una instalación ubicada a lo largo de la planicie o pampa que se extiende entre Miño y Lasana al occidente del río Loa, vinculada al movimiento de personas por su directa asociación al Camino del Inka (Berenguer et al. 2005), se constituye como un punto de encuentro de poblaciones. Esta situación, algo distinta a la de Miño, resulta destacable si se considera que alrededor de este punto se detectan pequeños poblados locales a modo de estancias agro-pastoriles y caravaneras, como los asentamientos SBa-41 y SBa518 (Berenguer 2004). Pero, también parece lógico porque en las cercanías se ha detectado el mineral de San José del Abra, donde fue identificado un complejo minero propio del período Tardío (AB-36), claramente explotado por el Inka (Núñez 1999; Salazar 2002).

El Inka, la cerámica y la arquitecura pública del Alto Loa Recapitulando, las instalaciones primarias del Camino del Inka del Alto Loa expuestas en este reporte, igual como lo vimos antes en las postas de enlace entre ellas (Uribe y Cabello 2005), se caracterizarían por un comportamiento cerámico equivalente, cuyas diferencias permiten identificar particularidades entre un sector septentrional y otro meridional3. Pero además, apoyándonos en el registro arquitectónico, estamos en condiciones de plantear que sus peculiaridades responden a las políticas implementadas

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por el Tawantinsuyo, en concordancia con sus intereses estatales y la propia historia cultural de las poblaciones atacameñas del Alto Loa. Los datos aportados por el estudio de la arquitectura de Miño y Cerro Colorado nos permiten avanzar en nuestras anteriores proposiciones sobre los asentamientos a la vera del camino imperial (Urbina y González 2005). Si bien habíamos indicado en términos de jerarquía funcional que Miño pertenecía a una categoría análoga a Cerro Colorado, correspondiente a instalaciones primarias y centros administrativos de los distritos mineros que articulaba la red vial de Alto Loa, notamos una inversión diferencial en los tipos y escala de la arquitectura pública presente en cada uno, la que debió servir a propósitos cívico-ceremoniales análogos pero en condiciones disímiles. Por lo tanto, diseño y tamaño fueron criterios arquitectónicos selectivamente aplicados en la construcción y articulación jerárquica de las instalaciones incaicas, relacionando el tipo, escala y prestigio de las actividades cerámicas y sociales que debía realizarse en ellas y los usuarios pensados para habitarlas. Las superficies construidas por los incas en Miño (72 recintos=3510 m2) y Cerro Colorado (66 recintos=4383 m2) fueron evidentemente las mayores de la red vial de Alto Loa (Berenguer et al. 2005). Por ejemplo, en términos de diseño, la cancha de Cerro Colorado (3429 m2) era un espacio abierto que ocupaba casi el doble del área de la plaza de Miño (1940 m2), y en vez de una callanca techada en un flanco, estaba delimitada al oeste por un afloramiento rocoso perpendicular a los muros laterales de casi cuatro metros de altura. Ambas soluciones, aunque distintas, generaban escenarios desde los cuales se tenía palco privilegiado a la imponente cadena de volcanes andinos, en Cerro Colorado una más inclusiva desde Miño a Panire y como telón de fondo el ojo de arena movediza del cerro Cirahue. Ambas plazas dejaron el extremo oriental sin construir o abierto, siguiendo un patrón en U, expuesto al naciente. En este sentido, nos resulta elocuente que el Inka instaló en Miño la cabecera cívico-ceremonial de su sistema vial dentro del tramo estudiado, construyendo un asentamiento de gran jerarquía, equivalente a lo que sería Cerro Colorado en la mitad de la ruta. Ambos muestran la clara presencia de cerámica Cusco Policroma y un componente incaico notable, que en Miño supera el 12% de frecuencia y un 11% en Cerro Colorado. Así, a diferencia de Cerro Colorado que privilegia el espacio abierto de la plaza o cancha para el despliegue culinario, festivo y ceremonial, los sitios de Miño-1 y Miño-2 operarían de manera separada y complementaria, enfatizando el uso de es-

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pacios públicos techados o callancas, así como el complejo callanca-cancha empleado sobre todo en el norte del imperio (Hyslop 1990) y que sólo se repite en Turi y quizás en Catarpe Este, en pleno núcleo atacameño más al sur (Castro et al. 1993; Uribe et al. 2003). En dichos asentamientos, esta actividad pública se tornaría política en tanto estaría vinculada con banquetes colectivos sugeridos por el comportamiento cerámico y donde se expresaría la avasalladora generosidad del Inka, distinguiéndose una ocupación y utilización diferencial del espacio construido dentro de una dinámica muy pautada o disciplinada que sugiere un ejercicio de poder íntimo pero a escala macrosocial (Foucault 2002). Establecidos estos puntos de alta jerarquía, de entrada y salida al norte como al sur del Alto Loa, el resto de asentamientos menores ubicados en puntos intermedios y en ambos tramos de la ruta (Uribe y Cabello 2005) cumplirían funciones complementarias en escala e intensidad como bisagras del sistema. De este modo, varios sitios constituirían instalaciones de apoyo a esa actividad, organizando la movilidad y el encuentro a través de diferentes lugares destinados a una estadía corta y aprovisionamiento de comida y bebida para aquellos que transitaban por el camino imperial. Lo cual, con seguridad, remite al modo andino de penetración del Estado incaico hacia el núcleo de Atacama a través del Alto Loa (Adán 1999; Adán y Uribe 2005; Uribe 2004b; Uribe y Adán 2004). Considerando esto desde Miño-Lequena, si bien se incluyó en toda la actividad vial a las poblaciones asociadas a la tradición cerámica Loa-San Pedro, de acuerdo a la preponderancia de su alfarería, pareciera que hacia el norte la ocupación incaica fue en gran medida obra exclusiva del Tawantinsuyo, coherente con la considerable frecuencia y fineza de la cerámica Cusco Policromo e Inka-Pacajes presente. Es decir, las poblaciones del Período Intermedio Tardío no habrían empleado esta ruta tan intensamente como sí pareciera darse en el tramo Lequena-Lasana, lo que se fortalece sólo de Lequena Viejo al sur donde se confirman evidencias del Formativo e incluso del Período Medio, repitiendo la conducta que el camino tiene desde aquí hasta el Despoblado de Atacama (Niemeyer y Rivera 1983). En suma, el sector septentrional no pareciera ser una ruta pastoril ni caravanera privilegiada por las poblaciones locales (Berenguer 2004). De hecho, aquí no se detectarían concentraciones humanas importantes para el imperio como más al sur. En cuyo caso, las instalaciones intermedias se intensificarían y vincularían de manera directa, incluso a través de bifurcaciones del camino, con poblados locales como pudo ser el caso de Bajada del Toro y Santa Bárbara-518, los que se extienden hasta ingresar al núcleo atacameño a través del Pucara de

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Lasana hasta Chiuchiu (Pollard 1982), seguramente reclutando la mano de obra necesaria por medio de la mita (Uribe et al. 2003; Uribe 2004b; Berenguer et al. 2005). Lo anterior es, por otra parte, coincidente con el comportamiento de tradiciones alfareras y culturales foráneas presentes en el tramo Miño-Lequena. La relativa aunque significativa concentración de expresiones cerámicas del Altiplano Meridional, finas como corrientes, decoradas y no decoradas, e incluso posiblemente de los Valles Occidentales y en particular de Tarapacá, sugieren otra esfera de interacción, diferente a la de más al sur, donde tiende a manifestarse la alfarería del Noroeste Argentino, sobre todo Yavi-La Paya, e incluso de los Andes Meridionales como Inka-Diaguita (Uribe y Cabello 2005). Al respecto, nos parece que el Inka articuló este tramo del camino con poblaciones distintas, promoviendo la interacción cultural y económica de Atacama con esos territorios, completando así la ocupación por el norte, el oriente y el sur. De hecho, después del colapso del Tawantinsuyo todos estos sitios parecieran abandonarse rápidamente, retornando a la dinámica local, siendo reocupados sólo por leves incursiones estancieras (p.e., pastoriles o mineras), y en especial por la presencia histórica y seguro que luego republicana relacionada con el control de arriería y tráfico, concentradas en Lequena, Conchi y El Abra (Núñez 1999; Salazar 2002). De este modo, deja de haber lugares neutrales que privilegian el encuentro festivo en torno a la «generosidad» del Inka y, por el contrario, se potencia la centralización política que promueve la explotación indígena, insinuando un cambio ideológico que recién comenzamos a comprender desde la arqueología y la cerámica. Frente a este panorama, todavía hipotético, aún hace falta la integración de más datos aportados por el resto de las materialidades (p.e., la evidencia lítica, arquebotánica, zooarqueológica, etc.), su asociación contextual y la solidez arqueométrica, imposibles de exponer por limitaciones de espacio. Sin embargo, en esta oportunidad hemos querido destacar que la articulación sistemática de la información cerámica y arquitectónica puede ofrecer una lectura que dota de contenido y entrega una imagen viva de las poblaciones ocupando los espacios construidos, permitiéndonos avanzar en las lógicas que el Inka desplegó para moverse y apropiarse de las tierras más áridas del Tawantinusuyo en los Andes Centro Sur. Agradecimientos: A José Berenguer como investigador responsable del proyecto FONDECYT 1010327, al igual que a Diego Salazar por facilitarnos información de sus investigaciones en Conchi Viejo y Minera El

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Abra. Del mismo modo, a todos aquellos que participaron en estos estudios, particularmente a Gloria Cabello, Gregorio Calvo y Alejandra Sejas, por su valiosa ayuda e ideas en laboratorio. A Paulina Chávez por las ilustraciones. También agradecemos a los organizadores del IV Seminario de Arqueología UNFV, Claudia Arce, Claudio César Olaya y Marina Romero por invitarnos a Lima, donde fue originalmente expuesto este trabajo el año 2004. Notas: 1

2

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Proyecto FONDECYT 1010327 «Arqueología del sistema vial de los incas en el Alto Loa, II Región», dirigido por J. Berenguer, I. Cáceres, M. Uribe y C. Sanhueza. Nos referimos principalmente a alfarería monocroma vinculada con los desarrollos culturales de la región arqueológica de Pica-Tarapacá, ubicada en el extremo meridional de los Valles Occidentales del norte de Chile (Uribe 2004a). Esta situación sería coincidente con que el trazado de esta parte del camino iría principalmente por la banda oriental del río Loa, mientras que hacia el sur lo haría por el occidente (Berenguer et al. 2005).

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Revista de Antropología N°20, 2009: 261-296 Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Chile, Santiago, Chile

“Los Olleros no son del Inka”, Especialización Artesanal y Economía Política en Los Andes: El Caso de los Alfareros de la Pampa de Burros “Los Olleros no son del Inka”, Craft Specialization and Political Economy in the Andes: A Case Study of the Pampa de Burros Potters, Lambayeque Valley, Peru Hartmut Tschauner

Resumen La reciente literatura arqueológica sobre la especialización en tempranas sociedades complejas retrata a la especialización artesanal como un fenómeno profundamente político. En esta visión, las elites emplean bienes especializados para favorecer sus agendas políticas y fortalecer su control político; teniéndose por tanto que existe un predominio de la política sobre la economía. En los Andes, este modelo —parcialmente basado en datos etnohistóricos sobre los incas— ha sido aplicado a sociedades muy alejadas de la inca en el tiempo y el espacio, comúnmente sin evidencias primarias de contextos de producción. Este artículo revisa las evidencias concretas del papel político de la producción alfarera especializada en los Andes. Utilizando datos provenientes de excavaciones del taller alfarero chimú en la Pampa de Burros y estudios de distribución regional de sus productos en el valle de Lambayeque, muestra que el modelo político propone una visión demasiado estrecha de la especialización laboral. En la costa 1

Department of Archaeology, Seoul National University, Gwanak-gu, Sillim 9-dong San 56-1, Seoul, 151-742, Korea. E-mail: hartmut.tschauner@gmail.com Recibido: Septiembre 2007, Aceptado: Marzo 2008.

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Hartmut Tschauner

norte había especialistas que fabricaban bienes de consumo para el intercambio directo, sin intervención de la elite o del estado chimú. Las reconstrucciones del pasado andino en la imagen de los incas nos cierran la vista a la verdadera variabilidad social y económica que existía en los Andes prehispánicos. Palabras clave: Producción alfarera, especialización artesanal, división laboral, costa norte peruana.

Abstract Recent archaeological approaches to specialization in early complex societies portray craft specialization as a profoundly political phenomenon. In this view, elites employed specialized craft products to further their political agendas and strengthen their political control; politics is given primacy over economics. In the Andes, this model —partially based on ethnohistoric data on the Inca— has been applied to societies quite distant in time and space from the Inca, commonly without primary evidence from excavated production contexts. This article reviews concrete, primary evidence for the political role of pottery production in the Andes. Using data from the excavations of a Chimú pottery workshop on the Pampa de Burros and a regional study of the distribution of its products in the Lambayeque Valley, it shows that the political model proposes an overly narrow model of the division of labor. On the Peruvian North Coast, independent specialists manufactured consumer goods for direct exchange, without intervention from Chimú elites or the state. Modeling the Andean past in the image of the Inca prevents us from perceiving the actual social and economic variability that characterized the Prehispanic Andes. Key Words: Pottery production, craft specialization, division of labor, Peruvian north coast.

Introducción La reciente literatura arqueológica sobre la especialización en tempranas sociedades complejas retrata a la especialización artesanal como un fenómeno profundamente político (Brumfiel y Earle 1987:1-2, Earle

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“Los Olleros no son del Inka”, Especialización Artesanal y Economía Política en Los Andes:

1987:64-67, Hagstrum 1995:293, Peregrine 1991:8). En esta visión, las elites patrocinan la fabricación de bienes especializados, deliberadamente laboriosa y dependiente de materias primas exóticas y de difícil acceso (Clark y Parry 1990:319, Hayden 1995:258, Helms 1993). El control de la producción de estos quintaesenciales bienes suntuosos facilita a las elites la conversión de artículos de subsistencia en bienes de prestigio, estatus y adscripción por lealtad, favoreciendo sus agendas políticas y fortaleciendo su control político. La producción patrocinada de bienes suntuosos y la producción independiente de bienes de consumo evidentemente pueden coexistir dentro de una sociedad ya que se trata de dos formas distintas de producción de distintas clases de bienes para distintos propósitos y grupos de consumidores (cf. Stein y Blackman 1993:53). Además es concebible que los mismos artesanos especializados puedan haber trabajado a veces patrocinados por miembros de la elite y a veces independientemente de sus patrocinadores (cf. Hayashida 1995, Inomata 2001). Sin embargo, la distinción tipológica entre especialistas patrocinados y especialistas independientes (cf. Brumfiel y Earle 1987:5, Costin 1991:12) ha sido fervientemente abrazada en la literatura arqueológica. En los Andes, el modelo político ha caído en suelo fértil, preparado por el paradigma de la verticalidad andina. Según éste, la respuesta al reto de la organización vertical —real o percibida— del ambiente andino fue el ayllu, una unidad social multifamiliar que obtuvo y controló sus recursos en común y compartió el trabajo (Isbell 1997:117), manifestando un ideal de autosuficiencia local. Para Murra, la economía política inca siguió estas consagradas tradiciones andinas, evidentemente inferidas de la misma organización social inca, traduciendo la reciprocidad al interior del grupo y las relaciones entre sus miembros y el señor local en un sistema estatal de tributo exclusivamente basado en los servicios de trabajo, todo ello efectuado a cambio de la promoción del bienestar público, la hospitalidad y el despliegue de generosidad durante los períodos de servicio al estado (p.e. Murra 1972:429, 465, 1975:27, 31, 1978a:65, 97, 143,145–146, 162, 205). Si esta organización socioeconómica del estado inca fue una réplica a gran escala de la primigenia institución social andina, entonces estaba justificada la aplicación del mismo modelo a sociedades alejadas de la inca en el tiempo y el espacio (p.e. Moseley 1975), desalentando investigaciones independientes de la gama de variación en la organización social y económica supra-familiar en los Andes prehispánicos. En antropología, ya hace 25 años que Orlove y Custred (1980:21) criticaron la imagen estática y ahistórica de las actuales poblaciones rurales andinas creada por los estudiosos obsesionados con el ayllu.

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El lugar de los especialistas artesanales en este modelo de la organización socioeconómica andina estuvo exclusivamente en la esfera de la economía política —los olleros eran del inca (Murra 1978b)—. El estado, igual que los señores locales, emplearon especialistas patrocinados para la producción de artículos elaborados en el estilo corporativo de los auspiciadores así como de bienes más mundanos para uso de los miembros del aparato estatal (D’Altroy y Bishop 1990, D’Altroy, Lorandi, and Williams 1994, D’Altroy, Lorandi, and Williams 1998, Hayashida 1994, Hayashida 1995, Hayashida 1998, Hayashida 1999, Morris 1974, Murra 1978b, Spurling 1993). Los bienes atractivos o exóticos producidos por estos especialistas —particularmente textiles (Costin 1998, Murra 1962)— sirvieron como símbolos de poder distribuidos entre los señores étnicos y como signos de favor entre otros súbditos (Costin 1998, Morris 1995:848). La producción de artículos artesanales para uso cotidiano del pueblo común habría ocurrido en el nivel doméstico sin la intervención de especialistas ni intercambio (D’Altroy 1992:132). Rostworowski (1989a) ha publicado el ejemplo etnohistórico de una comunidad de Canta que en el transcurso del año se mudaba en su totalidad a varios lugares temporalmente habitados, cada uno dedicado a una actividad económica especializada. En la costa norte peruana, la economía chimú ha sido caracterizada como un ejemplo hipertrófico del modelo político esbozado arriba, cuyo pilar fue la producción artesanal (Topic 2003:269). Prácticamente toda la población adulta de Chan Chan se dedicaba a la producción de objetos suntuosos (ibid.) en talleres asociados a las residencias de la elite gobernante de Chan Chan (Topic 1977, Topic 1982, Topic 1990). Con la excepción de un sitio de extracción de materias primas (Epstein y Shimada 1984), los talleres de Chan Chan y sus productos previsiblemente suntuosos han constituido la única evidencia arqueológica primaria de la producción artesanal chimú. La economía política del palacio se ha convertido en suplente de la economía general de Chimor y la producción artesanal tácitamente se ha vuelto sinónimo de la producción de objetos suntuosos destinados a circular en la esfera política. El extremo sesgo de la evidencia de Chan Chan y un par de grandes centros administrativos ha resultado en la quimera de una economía chimú fuertemente centralizada y administrada (Andrews 1974:259, Mackey y Klymyshyn 1990:210, 221, pero cf. Pozorski 1987:115, Topic 2003:269). Moore (1996:205, 209) incluso habla de una “economía comandada” bajo pleno control estatal. Lógicamente, la otra cara de una economía centralizada y administrada en Chan Chan, proveyendo grandes cantidades de objetos suntuosos

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distribuidos para reforzar las alianzas con los señores locales en un estado hegemónico, es una serie de economías provinciales independientes, poco afectadas por la supremacía chimú. Por lo tanto, es inconcebible que la economía general de Chimor haya sido una “economía comandada”. A lo más, las economías de los señoríos reunidos bajo el mando de Chan Chan pudieron haber seguido el mismo prototipo a escala menor. Esto es lo que sugiere el modelo de Netherly (1977, 1984, 1990) de la organización política de la costa norte. Billones de fragmentos de simple cerámica utilitaria chimú esparcidos por toda la costa norte sugieren una producción masiva a escala industrial de bienes de consumo, antípoda de la manufactura de objetos suntuosos bajo el patrocinio de la elite de Chan Chan, donde notablemente no se han encontrado talleres alfareros (Topic 1982:165). Además, la diversidad de especialistas y la naturaleza de las transacciones de intercambio entre ellos que se describen en las fuentes etnohistóricas de la costa norte (Netherly 1977:157, 1984:231, Ramírez-Horton 1981:291-292, 1982: Table 1, Rostworowski 1977a:171-173, 1977b:221-222, 1989b:274, 284) llevan a Rostworowski (1989b:273) a concluir que la división del trabajo y el trueque entre especialistas fueron los principios fundamentales de la organización social costeña. Netherly (1977) y Ramírez (Ramírez-Horton 1981:295-296, 1982:115, Ramírez 1996:10, 164, Figura 1), por otro lado, descartan gran parte de las transacciones descritas en las fuentes como resultados de la adaptación a la economía colonial y sustentan un modelo para la época prehispánica casi igual al de la economía política inca. El presente trabajo pone a prueba estas interpretaciones divergentes de la evidencia documental por medio de un estudio a fondo de un caso concreto de especialización artesanal en la economía chimú, analizando evidencia arqueológica primaria de un centro de producción. Para compensar por los sesgos de modelos existentes, examina la producción y distribución de cerámica utilitaria sencilla —un objeto de consumo que no se manufacturaba en Chan Chan y no conforma con la definición de una tecnología de prestigio (Clark 1995, Clark y Parry 1990, Hayden 1995, Hayden 1998)— en una provincia alejada de Chan Chan, el valle de Lambayeque. Este análisis encuentra la economía chimú provincial poco centralizada y politizada. Alfareros especializados producían y distribuían su cerámica sin interferencia por parte de los señores chimú. El enfoque político es un modelo apropiado a la economía de los palacios de Chan Chan, pero tiene poco que contribuir sobre el papel de la división del trabajo en la economía general de Chimor.

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El caso de Lambayeque El área de estudio en la ribera norte del valle de Lambayeque abarca el territorio de un señorío (Cinto) y parte de otro (Túcume) cuyas fronteras aproximadas se conocen de las fuentes etnohistóricas (Netherly 1977, Netherly 1984). Arqueológicamente se manifiestan como dos agrupamientos de asentamientos separados por un corredor desocupado (Figura 1). Los chimú construyeron una cadena de centros administrativos equidistantes, ubicados en puntos neurálgicos a lo largo del antiguo canal Taymi, que trasciende la frontera entre los señoríos locales. Estos centros representan un nuevo tipo de asentamientos fortificados, ubicados en las faldas y cimas de cerros (Figura 2), provistos de audiencias (Figura 3a) y compuestos de recintos cerrados erigidos encima de terrazas distanciadas entre ellas (Figuras 2, 3). El mayor de los centros, Pátapo, cooptó la capital del señorío de Cinto. Los montículos de la elite local siguieron ocupados al pie de las nuevas instalaciones chimú construidas detrás de gruesos muros parapetados encima del cerro (Figura 2), expresando las relaciones de poder tanto en los cánones arquitectónicos chimú como los lambayecanos y dando testimonio de un régimen chimú no tan indirecto.

Figura 1. Patrón de asentamiento chimú en la ribera norte del valle de Lambayeque. Figure 1. Chimú settlement pattern on the north bank of the Lambayeque Valley.

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La estructura interna de los centros chimú es muy diferente de la de centros administrativos inca (véase p. e. Morris y Thompson1985). Claramente no jugaban el mismo papel en la movilización de trabajo ya que carecen de todos los correlatos arqueológicos de la hospitalidad estatal a gran escala. No disponen de amplios espacios públicos e instalaciones de almacenaje fuera de contextos residenciales y no se encuentran concentraciones de grandes vasijas de cocina. Aunque las proporciones de platos y cuencos en sus conjuntos cerámicos son excepcionalmente altas, estas vasijas raras veces llevan decoración y no son más característica de un estilo corporativo chimú que las vasijas de servir usadas en sitios habitacionales comunes (Figura 14). Esta falta de un estilo distintivo en la vajilla usada en los centros cobra especial importancia en comparación con el evidente estilo emblemático chimú de su arquitectura que los distingue de todos los asentamientos contemporáneos en el área de estudio y es foráneo al valle (Figura 4). Además, los platos se encuentran indiscriminadamente en sectores residenciales y públicos. Los espacios públicos son pequeños y numerosos y se encuentran al interior de recintos amurallados cerrados, similares a los “privados”, residenciales. Por ello, las altas proporciones de vasijas de servir se deben a la hospitalidad “privada” de las unidades domésticas de elite que residían en los recintos autónomos de los centros. El consumo conspicuo del espacio de estos recintos, su laboriosa construcción en terrazas, el uso exclusivo de materiales nobles y su ubicación elevada y segregada los identifican como arquitectura de elite (cf. Schiffer 1992:27).

Figura 2. Modelo del centro administrativo chimú de Pátapo, capital cooptada del señorío de Cinto. Figure 2. Model of the Chimú administrative center of Pátapo, co-opted capital of Cinto polity.

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Figura 3. Reconstrucciones arquitectónicas de estructuras del centro administrativo chimú de Salinas: (a) recinto con audiencia (S285m); (b) recinto residencial (S285i). Figure 3. Architectural reconstructions of structures at the Chimú administrative center of Salinas: (a) compound with audiencia (S285m); (b) residential compound (S285i).

Aunque la población permanente y el carácter militar de los centros administrativos apoyan la presencia de administradores chimú en Lambayeque, la movilización del trabajo estaba en manos de las autoridades locales.

El centro de producción alfarera en la pampa de burros La evidencia primaria para nuestro estudio de la producción de bienes de consumo en las provincias de Chimor viene de un taller cerámico (S166c) en la Pampa de Burros, que forma parte de un complejo de 7 hectáreas de estructuras aglutinadas de piedra de campo (Figura 5). El taller no está físicamente asociado a una residencia de elite o instalación estatal. Los dos próximos centros administrativos chimú están a más de 5 km y 9 km, respectivamente (Figura 6). La arquitectura del taller y de todo el complejo de la Pampa de Burros tampoco revela la presencia de administradores. Faltan los arcones relacionados, según Topic (1990:156), al control interno de los talleres de Chan Chan, y no hay audiencia como la hallada en un sitio metalúrgico chimú en el vecino valle de la Leche (Epstein y Shimada 1984).

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Aunque falta excavar algunos ambientes de la estructura del taller denominada S166c (Figura 7), la ubicuidad de herramientas como moldes, paletas y matrices y sobre todo la presencia de hornos (Figura 8) y rasgos asociados (Figura 9) en cada ambiente excavado eliminan la posibilidad de cualquier uso no relacionado a la producción de cerámica. La ausencia de desechos domésticos y la extrema escasez de fragmentos de vasijas cerámicas grandes asociadas a la preparación de alimentos marcadamente distinguen al taller (S166c) de la estructura residencial adyacente (S166b) a escasos 40 m hacia el SE (Figura 5). La técnica del moldeado vertical practicada por los alfareros de la Pampa de Burros requiere de amplios espacios techados ya que permite producir numerosas vasijas pequeñas, las cuales tienen que protegerse de la intemperie durante las inevitables fases de secado en el molde. Además hay que almacenar los moldes, al menos un juego por alfarero y forma de vasija producida (Arnold 1999:70). Para Arnold (1994:496-497) la disponibilidad de espacio techado para modelar, secar y quemar la cerámica es la variable clave que determina la viabilidad de la producción a tiempo completo. Dada la tremenda riqueza de rasgos en los ambientes excavados de S166c, los demás espacios de esta estructura de 40 x 25 m casi forzosamente habrían servido como áreas de secado y almacenaje.

Figura 4. El estilo emblemático chimú en la arquitectura de los centros administrativos de Lambayeque: la «ciudadela» S183 de La Puntilla. Figure 4. Chimú emblem style in the architecture of the Lambayeque administrative centers: the «ciudadela» S183 at La Puntilla.

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Figura 5. Plano de los sitios S165 y S166 en la Pampa de Burros. El taller cerámico chimú S166c está en el extremo SW. Figure 5. Map of sites S165 y S166 on the Pampa de Burros. The Chimú pottery workshop S166c is at the SW extreme.

S166b, la probable residencia de los ceramistas, estaba provista de una cocina que ocupaba un cuarto entero de 37,5 m² (Figura 10). Aunque el piso de este espacio estaba tapado de fogones como en S166c, la variación de combustibles quemados (en vez de exclusivamente algarrobo en S166c) y la riqueza de desechos de cocina contenidos en las cenizas no podrían distinguir más a estos fogones de los hornos de S166c. Además, el conjunto cerámico está dominado por vasijas grandes, particularmente porrones, que están notoriamente ausentes en S166c. El tamaño y la naturaleza de esta cocina sugieren una instalación comunal sirviendo todo el complejo autónomo de unos 1.500 m². La presencia de una cocina comunal en un complejo arquitectónico autónomo indica que los residentes de S166b, y por ende los ceramistas de S166c, eran un grupo corporativo o unidad doméstica multifamiliar (cf. Stanish 1992:37-38, Winter 1976:25) de tamaño bastante mayor al de una familia nuclear.

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Figura 6. Ubicación del taller cerámico de la Pampa de Burros con respecto a los centros administrativos chimú más cercanos. Figure 6. Location of the Pampa de Burros pottery workshop relative to the nearest Chimú administrative centers.

Figura 7. Plano general del taller cerámico chimú de la Pampa de Burros, S166c. Figure 7. Map of the Pampa de Burros Chimú pottery workshop, S166c.

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El patrón de distribución de los hornos estratigráficamente contemporáneos dentro de S166c nos permite algunas conclusiones sobre la organización interna de este grupo corporativo y de la producción de cerámica. En cada ambiente arquitectónico y estrato se encuentra un horno grande con claras evidencias de quema in situ, asociado con varios pozos de cenizas que probablemente servían para precalentar las vasijas antes de la quema (cf. Russell et al. 1994:213, Shimada 1994:308, Shimada y Wagner 2001:27). La quema es la fase más crítica y riesgosa de la secuencia de producción (Bernardini 2000:369, Leach 1976:195, Shimada 1994:309, 311). En un taller que practicaba el moldeado para modelar sus vasijas, una técnica que demanda poca destreza manual, la quema indudablemente era la tarea que más pericia requería (Arnold 1999:76-77). Por ello, la presencia de múltiples hornos contemporáneos, cada uno en su propio ambiente arquitectónico, tentativamente sugiere que cada ambiente era el espacio de trabajo de un maestro alfarero. El taller ha arrojado cuatro clases de parafernalia que representan dos tradiciones tecnológicas de la costa norte tardía, el moldeado y el paleteado. Estas incluyen moldes (Figura 11d-k), matrices, paletas (Figura 11a-c), y pulidores. En la Pampa de Burros, el paleteado se practicaba exclusivamente como técnica decorativa. Todas las paletas son de cerámica y llevan negativos de motivos decorativos para estampar las vasijas. No se han encontrado las típicas paletas de madera y cantos rodados asociados con la técnica de modelado con paleta y yunque. El estampado con paleta pareciera tecnológicamente incompatible con el moldeado ya que las vasijas tienen que secarse en el molde y la arcilla debe estar bastante dura a la hora de retirarlas. Sin embargo, los desechos de facto del taller confirman el uso combinado de estas dos tecnologías (Figura 12). Salvo un puñado de tiestos, los desechos del taller no exhiben marcas de yunque (facetas al interior de la vasija), las cuales son extremadamente comunes en los cántaros morfológicamente idénticos provenientes del resto del valle. La decoración estampada con paleta, por otro lado, es igual de ubicua en las colecciones de la Pampa de Burros que en las de prospección.

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Figura 8. El recinto S166c-17 del taller cerámico de la Pampa de Burros, área de modelar y de quema. Figure 8. Architectural environment S166c-17 of the Pampa de Burros pottery workshop, a modeling and firing area.

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Figura 9. Plano de los recintos S166c-9 y parte de S166c-8 mostrando la densidad de hornos y rasgos asociados al interior del taller S166c. Figure 9. Map of architectural environments S166c-9 and part of S166c-8 showing the density of kilns and associated features inside the workshop complex, S166c.

La mayoría de las formas de vasijas producidas en S166c —cántaros, cantimploras, botellas y ollas— se modelaron en moldes compuestos de dos piezas partidas a lo largo del eje vertical (Figura 11d-h, j-k). Sólo para platos o cuencos se usaron moldes de una sola pieza (Figura 11i). Vasijas hechas en moldes de dos piezas sólo requieren dos periodos de secado, uno después de modelar cada mitad y el segundo después de unir las mitades, pero el secado en el molde toma mucho tiempo si las vasijas son mayores a unos 20 cm de altura (Arnold 1999:67-68, Arnold y Nieves 1992, 99). Igual que las vasijas grandes, los cuellos de cántaros son problemáticos porque su peso hará que se combe el cuerpo o, si la vasija se seca boca abajo, causará distorsiones del cuerpo si se retira del molde demasiado pronto. Por ello, para facilitar un flujo continuo del trabajo y maximizar la producción, los ceramistas o

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tienen que emplear numerosos moldes o los cuellos tienen que modelarse aparte. Los alfareros de la Pampa de Burros eligieron la segunda opción, modelando los cuellos de cántaros a mano (probablemente usando platos de alfarero) y también evitaron largos tiempos de secado restringiendo su repertorio de formas a vasijas chicas. Ya que la técnica del moldeado demanda al menos un juego de moldes por alfarero, el número de moldes en uso al mismo tiempo nos permite estimar el número de ceramistas y la escala de producción. Dado que muchos fragmentos de moldes acabaron en un enorme basurero fuera de la estructura del taller (previamente un horno) los ceramistas evidentemente solían limpiar sus áreas de trabajo. Por lo tanto, los fragmentos de moldes hallados en esas áreas probablemente fueron desechados allí mismo en un lapso relativamente corto de tiempo antes del abandono del taller. Estos fragmentos representan un número mínimo de 59 moldes en probable uso simultáneo. Este número mínimo indica que varios alfareros —probablemente ayudantes ya que es una tarea sencilla— se dedicaban al modelado en moldes.

Figura 10. La cocina (S166b-1) del complejo habitacional S166b, probable residencia de los alfareros de la Pampa de Burros. Figure 10. The kitchen (S166b-1) of residential compound S166b, probable residence of the Pampa de Burros potters.

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Figura 11. Paletas y moldes del taller S166c. Figure 11. Paddles and molds from the workshop, S166c.

Otro indicador de la escala de producción es la capacidad de los hornos. Asumiendo que las vasijas cubrían el fondo del horno y no se apilaban en varios pisos, el tamaño de una carga de los hornos de S166c habría variado entre 50–100 y 200–400 vasijas, dependiendo del tipo de vasijas quemadas. Los pozos someros cubiertos por tiestos grandes y tierra que servían de hornos son tecnológicamente simples, pero son difíciles de operar porque una vez cerrado el horno, no hay manera de monitorear el estado de las vasijas adentro sin causar daño. La experiencia del operador es el único criterio para decidir cuándo se debe abrir. Si podemos suponer que los artesanos del pasado escogían entre varias tecnologías disponibles las que mejor se adecuaran a sus prioridades, las cualidades descritas de las tecnologías elegidas por los alfareros de la Pampa de Burros nos permiten inferir cuáles eran sus prioridades. Según el análisis de Arnold (1999), los moldes de dos piezas son una tecnología que sólo beneficia a especialistas produciendo para el intercambio. El modelado en moldes requiere de tan poca dexteridad manual que permite respuestas flexibles a aumentos de demanda, rápidamente integrando mano de obra inexperta a la producción. Además, nuevos tipos de vasijas pueden introducirse rápidamente fabricando moldes a partir de copias de vasijas existentes. Evidentemente, el moldeado asegura productos uniformes —la esencia del concepto de producción en masa—. Al mismo tiempo, los numerosos moldes y los grandes espacios techados necesarios representan una sustancial inversión de capitales. Todas estas prioridades tienen su eco en el registro arqueológico de la Pampa de Burros.

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La organización que se refleja en el arreglo descrito de instalaciones de trabajo y espacios de vivienda se asemeja a las parcialidades de especialistas descritas en los registros históricos de la costa norte: un complejo autónomo probablemente provisto de una cocina comunal y habitado por un grupo corporativo de especialistas alfareros; segregado de otros grupos de especialistas y de la población campesina que residía en aldeas de una a dos familias (Ramírez-Horton 1985:424, Ramírez 1996:31) en montículos habitacionales dispersos; lejos de los centros administrativos chimú y sin elementos de control en el taller mismo o área residencial asociada. La falta de cualquier indicio de una presencia del gobierno chimú distingue al taller de la Pampa de Burros de todos los otros sitios de producción artesanal chimú excavados hasta la fecha. Entre éstos, S166c es el único taller de cerámica y el único no dedicado a la manufactura de bienes suntuosos. Una comparación de los conjuntos cerámicos de los centros administrativos y de asentamientos habitacionales comunes (Tschauner 2001:156-157) no deja duda de que la cerámica chimú no era un símbolo de estatus y como cargador de un “estilo corporativo” (Moseley 1992) importaba mucho menos que los textiles, plumas y artefactos de metal. Por lo tanto, podemos concluir que la elite chimú patrocinaba la producción de bienes suntuosos, pero no estaba involucrada en la producción de bienes de consumo diario.

Figura 12. Distribución de cántaros hechos en molde y modelados con paleta y yunque en varias clases de asentamientos. Figure 12. Distribution of mold-made and paddle-and-anvil-shaped jars across various settlement classes.

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La distribución de cerámica Para trazar las rutas de distribución e identificar a los consumidores de la cerámica hecha en la Pampa de Burros es necesario caracterizarla, buscando rasgos que la distingan de los productos de otros talleres que pudieron haber operado coetáneamente en el valle o —ya que la prospección completa de la ribera norte no produjo ninguna evidencia de otro taller— en las regiones aledañas. Aunque las parafernalias de producción constituyen la evidencia más directa de manufactura y de las tecnologías empleadas, para fines de caracterización estilística son de menor utilidad que los desechos de facto ya que no existe una correspondencia directa entre las frecuencias de rasgos en moldes o paletas y en las vasijas fabricadas con ellos. Para que caracterice el centro de producción, un rasgo deberá ser significativamente más frecuente entre los desechos de facto de éste que en los conjuntos cerámicos de los asentamientos que consumían los productos (cf. Stark 1992:188-189). El margen de diferencia dependerá del grado de “lealtad del consumidor”, es decir, hasta qué punto los consumidores dependían de un solo taller o acudían a múltiples abastecedores de cerámica. Este criterio estadístico nos permite identificar cuatro clases de vasijas pequeñas que componen el repertorio característico de la Pampa de Burros: cántaros moldeados, ollas sin cuellos similares a tecomates mesoamericanos, platos con una banda horizontal externa de decoración moldeada (de aquí en adelante “platos PdB”) y botellas de asa estribo. Estas cuatro clases cubren básicamente toda la gama de vasijas pequeñas en uso en el área de estudio durante el periodo chimú. Geográficamente, las cuatro clases del repertorio de la Pampa de Burros exhiben el mismo patrón de distribución (Figura 13). Se encuentran concentradas en el valle viejo dentro de un radio de unos 15 km alrededor de S166c; están casi completamente ausentes del valle nuevo hacia el NW; y re-aparecen en el extremo N en el centro chimú de Salinas, cuyo conjunto cerámico incluye al menos cantidades menores de cada una de las cuatro clases. Las distribuciones de las dos clases que cuantitativamente dominan los desechos de facto en el taller son particularmente reveladoras. Cántaros moldeados y los platos PdB son variantes tecnológicas y estilísticas de clases funcionales más amplias. Existían otras variantes de estas clases en el valle de Lambayeque, pero en la Pampa de Burros o no se fabricaban en absoluto (cántaros modelados con paleta y yunque) o sólo esporádicamente (platos con el típico “labio gancho” chimú). En ambos casos, la distribución de las variantes que se producían es diametralmente diferente de la de las variantes

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que no se producían en la Pampa de Burros. Las variantes no producidas en S166c son prácticamente ubicuas, constituyen una suerte de “ruido de fondo” aleatorio debajo de un patrón reconocible en la distribución de las variantes pertenecientes al repertorio de S166c. En el valle nuevo los cántaros modelados con paleta y yunque son la única variante de cántaro, pero en cualquier parte del valle casi no hay asentamiento donde se consumieran exclusivamente cántaros moldeados.

Figura 13. Distribuciones geográficas de cántaros hechos en molde y moldeados con paleta y yunque. Los primeros son característicos, los segundos prácticamente ausentes del conjunto de desechos de facto de S166c. Figure 13. Geographic distributions of mold-made and paddle-and-anvil-shaped jars. The former are characteristic for, the latter practically absent from the de facto refuse at S166c.

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Figura 14. Distribución de diferentes tipos de platos chimú por clases de asentamientos. Figure 14. Distribution of different types of Chimú plates by settlement class.

Mientras las distribuciones geográficas de variantes de cántaros y platos producidas y variantes no producidas en la Pampa de Burros se distinguen de manera sorprendentemente paralela, se observa todo lo contrario en sus frecuencias dentro de los conjuntos cerámicos de diferentes tipos de asentamientos. Los cántaros moldeados (Figura 12) son significativamente más comunes en los centros chimú que en los otros tipos de asentamientos. En los conjuntos de platos de los centros chimú (Figura 14), por otro lado, predominan los platos de “labio gancho” que no son característicos de S166c y los porcentajes de platos PdB son uniformemente bajos. En los demás asentamientos, las proporciones de platos PdB son 10 veces más altas y las de platos de “labio gancho” alrededor del 25% más bajas que en los centros chimú. Los asentamientos ordinarios también consumían seis a siete veces más ollas sin cuello (Figura 15) que los centros chimú. Partiendo de la

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observación que los alfareros de la Pampa de Burros exclusivamente usaron la técnica del moldeado para modelar sus vasijas y que esta técnica tiene ventajas intrínsecas para la producción especializada destinada al intercambio, podemos proponer una interpretación que nos permite explicar todos los aspectos de la distribución de las diferentes variantes de cántaros. Los cántaros modelados con paleta y yunque eran productos domésticos a los cuales todo mundo tenía acceso. Algunas unidades domésticas, probablemente de bajo estatus, exclusivamente consumían productos domésticos. Estas estaban concentradas en el valle nuevo cuyo patrón de asentamiento está dominado por residencias endebles encima de montículos habitacionales. La elite residente en los centros chimú prefería y tenía más acceso a cántaros moldeados fabricados por especialistas. Es probable que estos últimos se consideraran superiores a los modelados con paleta y yunque y posiblemente cumplieran otras funciones, debido a su acabado de superficie típicamente más fino que resulta en una menor permeabilidad.

Figura 15. Distribución de ollas sin cuello por clases de asentamientos. Figure 15. Distribution of neckless ollas by settlement class.

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Es evidente que los productos de la Pampa de Burros no se distribuían en conjunto. Diferentes clases de vasijas llegaron a las manos de diferentes consumidores en diferentes tipos de asentamientos. Incluso dentro de cada clase de asentamiento hay bastante variación de patrones de consumo de cerámica y el rango de variación es similar para los centros chimú y los asentamientos ordinarios. Los patrones de consumo de cerámica en los cuatro centros chimú están lejos de ser uniformes. Estos datos no apoyan la idea de un abastecimiento centralizado para ninguna clase de asentamientos. Aunque no es un patrón ideal de frecuencias disminuyentes proporcionales a la distancia del centro de producción (Figura 16), la distribución arracimada alrededor del taller y las generalmente bajas frecuencias de las cuatro clases características del repertorio de S166c en los centros chimú sugieren que la cerámica se transportaba directamente desde el taller a los asentamientos de los consumidores. Y como falta cualquier indicio de una presencia del estado o de la elite en la Pampa de Burros, podemos sugerir que estos envíos fueron interacciones directas entre los especialistas alfareros y los consumidores en las que no intervenían los señores chimú. Un análisis químico de 187 muestras de cerámica y 35 de arcilla (Figura 17) reafirma la interpretación de la evidencia tecnológico-estilística (mayor detalle en Tschauner 2001:268-286, Tschauner y Wagner 2003). Aunque los datos de composición en bulto son muy homogéneos, se distinguen dos agrupamientos químicos (Figura 18) y ambos exhiben distribuciones espaciales interpretables. Un grupo, denominado W* (definición estricta) o W (definición relajada incluyendo miembros menos estrechamente afiliados), se asocia con el taller de la Pampa de Burros, el otro con el centro administrativo de Salinas (denaminado S* o S) en el extremo N del área de estudio (Figura 19, Tabla 1). Casi el 90% de los miembros de W*/W son de asentamientos ubicados en el valle viejo, donde se encuentra el taller, todos los miembros de S*/S son del valle nuevo, sobre todo del mismo Salinas. Esta diferencia entre valle viejo y valle nuevo es estadísticamente altamente significativa y fuerte.

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Figura 16. Relación curvilinear entre porcentaje de cántaros hechos en molde en el conjunto cerámico y distancia del asentamiento del taller S166c. Figure 16. Curvilinear relation between percentage of mold-made jars in settlements’ pottery assemblages and distance of settlements from the workshop, S166c.

Figura 17. Proveniencia de las muestras de cerámica y arcilla químicamente analizadas y geología de superficie del valle de Lambayeque. Figure 17. Provenience of pottery and clay samples submitted to chemical analysis and surface geology of the Lambayeque Valley.

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Los especímenes de S166c forman un grupo muy comprimido, pero la diminuta magnitud absoluta de las diferencias químicas entre todas las muestras del valle de Lambayeque sugiere que no podemos dstinguir materias primas cerámicas dentro del valle en base a su composición elemental. El grupo S*/S, por otro lado, no sólo exhibe una composicón química manifiestamente diferente, pero ésta está vinculada a la de muestras cerámicas y de materias primas del valle de La Leche, previamente analizadas en el mismo laboratorio usando los mismo protocolos. Como sabemos que las fuentes de arcilla de las muestras de La Leche son locales, las similitudes observadas apoyan una afiliación norteña del grupo S*/S con el valle de La Leche. Puesto que no hay evidencia de producción de cerámica en el mismo sitio de Salinas, la fuente o fuentes del grupo S*/S (que es más heterogéneo que W*/W) deben buscarse en el valle de La Leche.

Figura 18. Componentes principales 2 y 3 (sin rotar) de concentraciones de 21 elementos en 218 muestras cerámicas y de arcilla. Figure 18. Principal components 2 and 3 (unrotated) of 21 element concentrations in 218 pottery and clay samples.

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Figura 19. Relación entre agrupamientos químicos de muestras cerámicas y distancias entre proveniencia y el taller S166c. Figure 19. Relationship between chemical classification of pottery samples and distance of provenience locations from the workshop, S166c.

La abrumadora predominancia de cerámica del grupo S*/S con su establecida afiliación norteña en el centro norteño de Salinas, fuertemente sugiere que la cerámica consumida en los centros chimú venía de fuentes locales. Salinas, ubicado en el límite entre los valles de Lambayeque y La Leche, participó en una esfera económica norteña, separada de la de Lambayeque en la que participaban los otros centros. Las elevadas proporciones de miembros del grupo W*/W estadísticamente distinguen los conjuntos cerámicos de los dos centros ubicados en el valle viejo de los de los dos ubicados en el valle nuevo (Figura 20). En otras palabras, los conjuntos cerámicos de centros chimú están químicamente relacionados a la cerámica de sus alrededores. Sin embargo, esto no quiere decir que cada centro obtuviera cerámica de una sola fuente. De hecho, la mayoría de los asentamientos —tanto centros admnistrativos como asentamientos ordinarios— consumían cerámica de más de una fuente. Según Burger y colegas (1994:237) tal diversidad de fuentes representadas en un conjunto de artefactos indica un carácter no institucional de la obtención de los artefactos.

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En Salinas, las cuatro clases del repertorio tecnológico-estilístico de la Pampa de Burros se encuentran asociadas con el grupo químico S*/S, el cual está geoquímicamente anclado en el valle de La Leche. Esta asociación indica que el centro de producción norteño representado por el grupo químico S*/S también fue la fuente de los especimenes de las cuatro clases tecnológico-estilísticas del repertorio de S166c hallados en Salinas. Estos rompen un patrón de distribución de las cuatro clases asociadas con la Pampa de Burros que de otra manera está restringida al valle viejo. El postulado taller norteño habría empleado las mismas tecnologías y producido una gama de vasijas similar a la de S166c, pero de materias primas locales, notablemente diferentes. Los datos químicos confirman la tesis, implícita en argumentos previos, que el moldeado con moldes de dos piezas no es un estilo tecnológico propio del taller de la Pampa de Burros, sino más generalmente característico de producción especializada de cerámica. Conforme con esta idea, la cerámica modelada con paleta y yunque, consumida y probablemente producida a nivel doméstico por los habitantes rurales del valle nuevo, no se une a ninguno de los dos grupos químicos interpretados como productos de talleres especializados (W*/W, S*/S). “Average link-weight clusters” Distancia Mahalanobis Distancia promedio DesvEst. n Distancia promedio DesvEst. 12.12 10.21 38 15.96 11.81 28.18 6.90 — — — 34.70 7.91 19 35.81 3.92 17.62 12.27 82 19.14 12.36 Análisis discriminante con agrupamientos “Average link-weight clusters” Distancia Mahalanobis n Distancia promedio DesvEst. n Distancia promedio DesvEst. W*/W 55 14.09 11.77 30 16.91 11.77 LV 36 22.63 9.44 — — — S*/S 36 26.13 15.19 97 29.66 13.36

n W*/W 10 LV 13 S*/S 19 NA 97

Tabla 1:Agrupamientos químicos: distancia entre proveniencia y el taller S166c: pruebas estadísticas (Student’s t) Table 1. Chemical groupings: distance between provenience and the workshop, S166c: statistical tests (Student’s).

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Figura 20. Distribución de agrupamientos químicos de cerámica en los sectores de los centros administrativos chimú. Figure 20. Distribution of chemical groupings of pottery across sectors of the Chimú administrative centers.

Según esta interpretación, el taller de la Pampa de Burros abastecía un área que aproximadamente coincide con el agrupamiento de asentamientos al sur del corredor desocupado, que a su vez coincide con el territorio del señorío de Cinto, definido en base a las fuentes documentales. Esto acusa una contradicción entre el sistema de centros administrativos estratégicamente planeado que transciende y los patrones de obtención de cerámica que no transcienden la división de los señoríos locales. Los patrones de obtención de cerámica reflejan la estructura económica y política previa a la ocupación chimú, dos señoríos básicamente autosuficientes que persistían como unidades económicas bajo el dominio territorial chimú. Aunque algunos productos de la Pampa de Burros innegablemente llegaron a algunos de los centros chimú, tanto según los datos tecnológico-estilísticos como los químicos los centros administrativos en términos proporcionales recibían menos cerámica de S166c que los asentamientos ordinarios, con la única excepción de cántaros moldeados. Estadísticamente las proporciones de productos de la Pampa de Burros en los conjuntos ce-

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rámicos no son distinguibles entre centros administrativos y asentamientos ordinarios. Dentro de los centros administrativos, los productos de S166c tienen la misma probabilidad de hallarse en sectores públicos, identificados por la presencia de audiencias y montículos, y sectores residenciales (véase Tschauner [2001:cap.6] para mayores detalles sobre la definición de sectores dentro de los centros). Al parecer, las unidades domésticas de elite que residían en los recintos insulares de los centros mantenían relaciones “privadas” de intercambio con los artesanos especializados, igual que las unidades domésticas ordinarias, aunque con preferencias un tanto diferentes.

Conclusiones Las evidencias presentadas apuntan hacia un grupo corporativo o una unidad doméstica multifamiliar de alfareros especializados, produciendo de manera independiente grandes cantidades de pequeños recipientes moldeados para el intercambio. Internamente, el trabajo parece haber sido organizado a nivel de familias —“una organización individual […] multiplicada muchas veces” (Sandweiss 1992:15)— más bien que un esfuerzo coordinado. No hay evidencia de un líder o de estratificación interna del grupo. En contraste con el “modelo burocrático” de una “economía comandada” (Moore 1996:205) en Chan Chan, el estado y la elite no intervinieron en la producción y la distribución de simples artículos de consumo como la cerámica. El “modelo burocrático” establece un nexo directo entre la especialización artesanal y la administración. Según Klymyshyn (1987:97), mientras más interdependientes se volvían los productores especializados y más complejas las relaciones de distribución, más indispensables se hacían los servicios administrativos prestados por el estado. Este razonamiento puede ser aplicable a la organización de la producción políticamente cargada de bienes suntuosos en el palacio. La economía del palacio de Chan Chan bien pudo haber sido centralmente planeada. Pero los señores de Chan Chan no hicieron ningún esfuerzo de administrar cada aspecto de la economía de subsistencia en las provincias. El “modelo burocrático” nace de una obsesión con la administración, la noción de que solamente la gerencia de la complejidad es complejidad genuina. Brumfiel y Earle (1987:1-2) plantean dos argumentos de por qué la especialización independiente no pudo haber jugado un papel en el desarrollo de la complejidad social. Primero, razonan que la especialización independiente presupone un grado de comercialización de la sociedad —con la tierra y el trabajo circulando como mercancías en un mercado— que no

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es verosímil sino después de un extenso período de centralización política y desigualdad social. En segundo lugar, ya que las elites no suelen promover la eficacia económica a nivel de toda la sociedad no habrían tenido ningún interés en fomentar la especialización independiente. Este razonamiento una vez más asume que la complejidad reside en la gerencia de la complejidad en manos de la elite y que la especialización independiente y el intercambio directo inevitablemente implican el motivo de maximización racional de utilidades que bien puede ser inválido en un contexto transcultural (Clark y Parry 1990:293). Pero no es necesario invocar a Adam Smith para formular un modelo de especialización e intercambio no administrados aplicable a sociedades no centralizadas y comercializadas. Una definición conductual de la especialización como producción de artículos cuyos consumidores no son miembros de la unidad doméstica de los productores y cuyos productores conservan los derechos de enajenación (Clark y Parry 1990:297-298), no automáticamente incluye la racionalidad económica como parte del concepto. Además, esta definición cubre formas no comerciales de intercambio, tales como el trueque. Tenemos que adoptar la posición de los actores del pasado, preguntando cómo y bajo qué circunstancias emprender una ocupación especializada pudo haber beneficiado a una unidad doméstica individual y contribuido a resolver problemas concretos que ésta enfrentara (véase p. e. Feinman, Blanton, and Kowalewski 1984). M. Stark (1995, 1999:42) propone que los campesinos se especializan sólo cuando no tienen otra opción. Tal especialización independiente a nivel de unidades domésticas forja relaciones de interdependencia entre grupos sociales mucho más extensas que la producción patrocinada de bienes de prestigio, cuyo efecto se restringe a un pequeño sector de la sociedad. Es en este sentido durkheimiano que la especialización es “la esencia económica de la sociedad compleja” (Earle 1987:64).

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Envío de contribuciones La Revista Chilena de Antropología recibe contribuciones de forma ininterrumpida durante todo el año. Una vez aceptados los trabajos, estos serán publicados en relación al orden del desarrollo del proceso editorial y a la afinidad con la sección temática (en caso de corresponder a manuscritos propuestos para esta área). La Revista Chilena de Antropología sólo publica artículos originales en lengua española o inglesa. Las contribuciones deben ser enviadas por internet a la siguiente dirección: rchant@uchile.cl. Los manuscritos deben ser enviados en formato word, tamaño carta, márgenes de 2,5 cm, letra Times New Roman, punto 12, doble espacio y con cada una de las páginas numeradas. Se aceptan artículos en idioma español e inglés. La extensión máxima para manuscritos en la sección Artículos Temáticos y Artículos es de 9000 palabras. Reseñas y Tesis no deben superar las 2000 palabras. En todos los casos se incluye bibliografía. Los artículos deben ajustarse a la siguiente estructura: Título: En español e inglés; inglés y español. El título en el primer idioma debe ir centrado, negrita y con mayúscula. El del segundo idioma centrado, cursiva y con mayúscula. Autor(es): en renglón seguido, centrado, se debe indicar nombre y apellido del (los) autor(es). En renglón siguiente Filiación Institucional, dirección postal y correo electrónico. Resumen: Deben representar el contenido del manuscrito y se ordenan de acuerdo al idioma de presentación del manuscrito. Como segundo idioma debe considerarse el español o inglés. No debe exceder las 200 palabras. El resumen y abstract deben ir seguidos de palabras claves y key words, respectivamente, máximo cinco. Su estructura es la siguiente: Resumen (texto) Palabras clave: Abstract (texto) Key words: Texto: Debe estar claramente organizado, con jerarquización de subtítulos primarios y secundarios. Los primeros deben ir en formato mayúscula y centrado, mientras que los secundarios alineados a la izquierda, con letra cursiva y formato oración. Agradecimientos: Se incluyen tras el texto con formato de subtítulo primario.


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