VILLA CENTENARIO Memorias de un barrio
Autoridades Gustavo Martínez Presidente del Concejo Municipal Programa “Mi Barrio, Mi Identidad” Diego Ríos Lic. Lucas Tissera Ps. Natalia Farina Vecinos que participaron Nancy Alegre Victor “Polaco” Cardozo Raul Ríos Delia “Neca” Rosales Hugo Barúa Ricardo Requena Carlos González Victoriano “Tigre” Fernández Oscar Fernández Fanny Feldmann José Flores Coqui Ortiz Sofia Orrego Gregoria “Goya” Orrego SofíaToffaletti Roberto Toffaletti Ñata Figueredo de Toffaletti Bibiana Souilhé de García Margot Mariasch Rosa Adelaida Falcón Miguel Ángel Savala Equipo de Redacción Lic. Lucas Tissera Ps. Natalia Farina Colaboradora Gabriela Sánchez Villa Centenario : memorias de un barrio / Natalia Farina ; Lucas Tissera ; prólogo de Gustavo Martín Martínez. - 1a edición especial - Resistencia : Municipalidad de Resistencia, 2018. 84 p. ; 22 x 15 cm. - (Mi barrio mi identidad ; 1) Edición para Presidencia del Concejo Municipalidad de Resistencia ISBN 978-987-29053-1-6 1. Memoria Oral. 2. Análisis Histórico. 3. Acción Comunitaria. I. Tissera, Lucas II. Martínez, Gustavo Martín, prolog. III. Título. CDD 907.2
ÍNDICE
Mi Barrio, Mi Identidad.......................................................................... 06 Palabras del Presidente del Concejo............................................... 09 Breve recorrido histórico..................................................................... 10 Celebraciones y fiestas populares.................................................... 34 Instituciones del barrio.......................................................................... 50 Su gente...................................................................................................... 64 Bibliografía Citada................................................................................... 83 Aportes fotográficos.............................................................................. 85
Nos invaden viejas voces con un timbre de nostalgia: una lluvia desprendida del recuerdo, empañando la mirada. Donde el hambre y la pobreza llegan siempre muy puntuales, en el humo de un asado se diluyen los pesares. Sobremesa con amigos, largas noches de guitarra donde crece el vino bueno que desnuda la palabra. Sírvame nomás, compadre, aunque venga un lunes fiero, falta envido a lo que tenga. No se achique, compañero. Coqui Ortiz
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Los barrios poseen orígenes, historias y trayectorias diversas. Muchas veces, ello no forma parte de la identidad barrial: las historias individuales no confluyen en una colectiva, desdibujándose la construcción y/o fortalecimiento de un nosotros. La identidad no sólo tiene un pasado articulando historias y trayectorias, sino que también permite la construcción de un futuro. Esto se relaciona con el reconocimiento de la ciudad hacia ese barrio, facilitando vínculos al interior y al exterior. La identidad es un proceso construido “desde adentro” pero también “desde afuera” del barrio. Verdulería ubicada por calle José Mármol.
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La identidad que es habitada por la historia, lo es también por las manifestaciones culturales, las relaciones y prácticas sociales junto con las representaciones o ideas que tienen los vecinos acerca de su barrio, sus espacios y de ellos mismos.
Los barrios son complejos territoriales, construidos histórica y culturalmente a partir de las relaciones sociales en espacios físicos delimitados territorial y simbólicamente. Estas relaciones tejen redes simbólicas locales e identificativas que permiten diferenciar cada trama barrial como diferente: cada barrio es el producto de una conjunción específica de historias y esfuerzos individuales, que confluyen en identidades colectivas y comunitarias. La diversidad cultural que se genera al interior de cada barrio produce capitales culturales invaluables. Esto no pretende ser una historia cerrada o completa del barrio, sino más bien un puntapié para hacer memoria, provocar conversaciones, recuerdos de lo que nos hace hoy lo que somos, pero también provocarnos a soñar juntos la comunidad que queremos.
Elección de reina y rey en el Club Villa Centenario.
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PALABRAS DEL PRESIDENTE DEL CONCEJO
Nos esforzamos por escuchar y estar cerca de los vecinos para comprender mejor lo que pasa en cada barrio de la ciudad, haciendo nuestro mayor esfuerzo por aquellos que más nos necesitan y dando lo mejor, para conseguir el bienestar de todos los ciudadanos de Resistencia. Conocemos la ciudad rincón por rincón y sabemos qué pasa en cada centímetro cuadrado de cada barrio. Estamos preparados para transformarla. Creemos en el diálogo, en la participación, en la cogestión junto a los vecinos. El Programa Mi Barrio, Mi Identidad busca la reconstrucción de las memorias barriales, la revalorización de la historia colectiva e individual: las historias de los primeros pobladores, los hitos del barrio, la reconstrucción histórica espacial y temporal, la explicación y re significación de las representaciones e ideas respecto a lo que conforma el “ser barrial” y la puesta en valor de las prácticas que aglutinan y fortalecen a las comunidades. Agradecemos a todos los vecinos que participaron activamente en la propuesta de trabajo, compartiendo historias, recuerdos y anécdotas. Esperamos contribuir a rescatar y potenciar el inmenso valor cultural que poseen las identidades barriales, en este caso de los vecinos de Villa Centenario. Gustavo Martínez
Tona Flores y Gabriel Carrizo en el camino peatonal de la av. Las Heras al 1100, año 1948.
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BREVE RECORRIDO HISTÓRICO
LOS INICIOS DEL BARRIO: PRIMEROS RECUERDOS Villa Centenario es uno de los primeros barrios de la ciudad de Resistencia, Chaco. Antes de ser Provincia (1951), ya existía este barrio con características que aún hoy lo hacen único. Alrededor del área central de la ciudad, según el trazado original, se debían ubicar quintas. Menciona Pompert de Valenzuela (2016) que así fue en el caso de Villa Centenario y Villa Palermo, “en varios casos los propietarios de los terrenos que le fueron asignados, (...) encararon la ejecución de un loteo y la venta de unidades, funcionando a modo de inmobiliarias.” (p. 184). Estas grandes porciones de tierra adquiridas, o incluso cedidas en la campaña colonizadora a distintos inmigrantes para su producción, comenzaron así a ser parte del trazado urbano de la pujante Resistencia. Hacia 1920 existían tres villas: Alta, Centenario y Arazá (actual Progreso) que expandieron la ciudad del área central del primer trazado (Pompert de Valenzuela, 2016). Su nombre lo lleva desde 1910, cuando se festejó el centenario de la Revolución de Mayo (El Territorio, 1966). Las tierras, en su mayoría pertenecientes por aquel entonces a Attwell y Oxholm, comenzaron a lotearse, dando lugar a que las subdivisiones fueran adquiridas por familias. Muchas de estas familias llegaron desde el interior provincial, o bien desde otras provincias, a trabajar y buscar oportunidades en el Chaco y la Resistencia Industrial.
Publicidad de venta de terrenos en el barrio.
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Estos primeros pobladores, en su mayoría, compraron su terreno en cuotas. El pago bajo esta modalidad se registraba “en una libretita” en la que se sellaban las cancelaciones. “Era un solo tipo el dueño de estas manzanas: Thomás Attwell, vendiendo para todos, hasta el club era de él. Tenemos todos la libreta firmada por él, eran ingleses los que vendían”, recuerda Neca. “Cuando compramos con mi señora teníamos una libreta. Íbamos con eso para pagar las cuotas a una empresa que vendía los terrenos… no me acuerdo como se llamaba ¡Tantos años ya!” comenta Carlos González, uno de los vecinos más antiguos del barrio. Esta modalidad de compra y pago de los terrenos era usual en la época y posibilitaba a una familia trabajadora hacerse de un terreno, “la cuota no era gran cosa”, -relata un vecino -“se podía pagar mes a mes, vos ibas y te sellaban que pagaste. Cuando llenabas la libretita, o sea terminabas de pagar, el terreno era tuyo. Antes se estilaba así.” Durante varios años permaneció la administración de tierras de Attwell en av. San Martín entre Boggio y Mármol. Un vecino recuerda como este predio supo ser escenario de las travesuras de aquella época: Libretas para el pago de los terrenos de la compañía Thomas Attwell.
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“La administración era un terreno grande, una manzana. Y eran todos arbolitos.
foto atwells
Adentro había un caballo malo. Los chicos se iban a tirarle con la honda y el caballo le corría, era negro… los vagos le entraban y él les corría. Le hacían la vida imposible. En la administración misma, antes había excavaciones donde se juntaba el agua, no eran piletas, los chicos entraban a bañarse, a escondidas. Y el caballo les corría”, relata Polaco. También se recuerda la administración de tierras de Oxholm, ubicada en Edison y Las Heras, que sobre todo vendía terrenos en el vecino barrio de “Villa Libertad”, teniendo también algunos lotes en Villa Centenario. Yebrail Matta, primer director de la Escuela N° 423, que hoy lleva su nombre, describe el entorno del barrio hacia 1950: “(…) es un barrio aparentemente poco poblado, ya que se observan grandes claros en la edificación de las manzanas circundantes a la escuela. A veces son baldíos que abarcan manzanas enteras, más adelante en la avenida Alberdi cruzando la avenida La Paz (actualmente Edison) nos encontramos con “Villa el Dorado” y “Campo Marín”. (...) Estas nacientes poblaciones aledañas de la capital siguen siendo típicamente rurales: una casa aquí, otra más allá, inclusive con abundancia del característico “rancho” rural.” (Matta, 1980). Chacra Attwell, actual Villa Centenario.
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De hecho, como imagen de este paisaje de transición entre la ciudad y “el monte”, vecinos recuerdan que por el barrio pasaban tropillas de animales rumbo al Palmar, en Vilelas donde se encontraba el Matadero. “Cruzaban por acá, era impresionante. Todas las criaturas salíamos a mirar”, describe Polaco. Según cuentan los vecinos, de la av. Castelli hacia la calle Dodero fue el primer sector en poblarse. Allí se asentaron y compraron sus tierras las primeras familias que llegaron al barrio. De la calle Dodero hacia Edison, el paisaje es recordado como monte, urbanizándose muy lentamente desde los años 60, según la narración de sus pobladores. “La parte de adelante del barrio, de la Dodero para allá (hacia Castelli) enseguida se pobló y para acá (hacia Edison) era todo monte.” Narra Nancy. Comentan Roberto y Ñata, ubicados por calle Frondizi y José Mármol: “Acá nomás estábamos nosotros, de ahí 30 metros era todo baldío. También estaba la Chela, Elena, la familia Sosquín, los Mezas y donde están los García, era la comisaría. Era todo camino de tierra, y en la Alberdi hasta la vía nomás era el asfalto”.
Av. San Martín y av. Castelli, El Territorio, 1966.
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FOTO SUJETO EN EL PUENTE
“Cuando vine al barrio, tenía 8 años, calculale en 1966, acá estaban Porota, Don Arce, Santa, Don Romero, Pocha, no muchos más, había más o menos 10 o 15 pobladores por manzana”, cuenta Raúl. Por aquel entonces, el Riacho Arazá, presente de manera contundente en la historia de la ciudad, ofició de límite simbólico entre lo urbano y lo rural. “Del otro lado del Arazá, era el campo”, recuerdan reiteradas veces los vecinos. El riacho era un límite natural a la expansión urbana. Desaparecido este límite, la urbanización creció al sur. Los barrios que estaban pasando el Arazá, tenían un carácter mucho más rural, “era como ir al campo,” dice Nancy, “había casas quintas y animales.” Comentan los vecinos que el recorrido del Riacho fue rellenándose por tramos desde los años 70, desapareciendo paulatinamente su curso y continuidad como arroyo: “Para darte una idea, acá en la Alberdi pasando la Edison, 20 metros, había un puente porque pasaba el Arazá. Por el puente El Riacho Arazá en Villa Libertad.
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pasaban los vehículos para el fondo. Esa era la realidad. El desagüe natural de la ciudad era el Río Arazá”, dice Raúl. Otro Vecino, Ricardo, nos comenta recordando su infancia: “Nosotros íbamos a pescar al Arazá o en la zanja frente de la casa. Se sacaba cascarudos, anguilas (...) Éramos chicos cuando vinimos, yo tenía 13 años, no siempre nos dejaban llegar al Arazá. Ahí, se podía pescar tarariras. Estaba a la altura de la Alberdi y pasaba al 1600. En Marconi y casi Edison estaba el puentecito. Del otro lado del Arazá había un límite importante: el otro lado de la Soberanía. Había un barrio menos consolidado, ellos tenían menos servicios. Fue después que la ciudad fue creciendo para el otro lado, o sea de la Soberanía para el sur. Antes no había casi nada, eran casas tipo quintas.” Las zanjas que cruzaban el barrio, algunas de grandes dimensiones, ofrecían otras oportunidades recreativas además de la pesca. Raúl dice refiriéndose a la cuneta de calle San Martín: “La zanja era inmensa, pero no había agua servida, era agua limpia. Nosotros nos tirábamos ahí, cuando llovía, ¡en una de las esquinas nos poníamos de un lado y por el tubo salíamos del otro lado! ¡Esa era nuestra diversión! ¡Era un parque acuático! (risas) Cuando nos veían los padres, ¡nos cagaban a pedos! Pero… ¡era hermoso, como un tobogán! el agua te llevaba de un lado a otro”. Ramona Amarilla de Duarte, entrevistada por el diario El Territorio, menciona que en 1966: “La Municipalidad (…) ni siquiera arregla las calles ni nos hacen cunetas… en realidad este es el verdadero problema de esta villa; dígalo así en su diario ¡Que arreglen las calles! ¡que nos hagan las zanjas!” (pág. 6). Se agrega, además, el comentario del Comisario Carlos Alberto Peris: “¡las veces que hemos pedido que nos hagan las cunetas!” (Diario El Territorio, 1966, p. 6). 18
El “Trencito Dodero” Treinta metros pasando Edison, sobre Alberdi, se encontraba una de las primeras estaciones del tren: “la Estación Arazá”. A principios de 1900 se movilizaba la producción maderera sobre vías de “Quebracho colorado, Urunday y Guayacán, maderas de altísima dureza y durabilidad asentados sobre durmientes” (Delprato, 2007). A este sistema se lo conoció en la región como Palocarril. En 1904, Carlos Boggio presentó un proyecto para crear una línea hasta Puerto Tirol, que un año más tarde comenzará a construirse. De esta manera, se unía Resistencia con el puerto de Barranqueras, Villa Jalón, Puerto Vicentini, La Palometa, Fontana, Puerto Tirol y Colonia Popular. “La firma Fratelli y Dufour se hizo cargo de la línea en 1905, pero la transfirió en 1909 a la compañía ganadera y forestal de Resistencia, que reemplazó las vías de madera, prolongó el ramal hasta La Colonia, donde levantaron un gran aserradero
Trencito Dodero en la estación Arazá.
Galpón de Marín en la actualidad, ubicado en Edison y Alberdi. Presumiblemente en este predio y en estos galpones, funcionó la estación, centro de transferencia y talleres operativos del Trencito Dodero y el “Palocarril”.
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y empalmaron con el Ferrocarril Rural de Resistencia y Barranqueras.” (Delprato, 2007). El Tren dejó de funcionar en la década del cuarenta.
Las canillas públicas Hasta mediados de la década del sesenta, el agua llegaba al barrio a través del sistema de canillas públicas. Una de las primeras canillas se encontraba ubicada en Castelli y San Martín, en el recordado almacén Mariasch. “Antes no teníamos agua, cuando llegó el agua, pusieron una canilla en Castelli y San Martín, ahí estaba el negocio Mariasch. Y de ahí íbamos a buscar agua. Después tuvimos en la Colón, porque fue la primera calle que tuvo agua (domiciliaria), se hizo de la Edison hasta la Castelli (…) Nosotros con mi hermano teníamos que traer el agua desde allá (4 cuadras) traíamos para que mamá lave la ropa: imagínate 4 o 5 baldes, era un laburo eso”, relata Polaco. Además, se recuerdan otras canillas, como las que se encontraban ubicadas en Calle Colón entre Seitor y Toledo, la de doña Porota (ubicada en el frente de su vivienda), av. Las Heras y Mármol, José María Paz y Castelli, y en Sáenz Peña y Toledo, entre otras más, que además de proveer agua a los vecinos, oficiaban de punto de encuentro y referencia. Canilla pública de la avenida Las Heras al 1100, año 1948.
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“Nosotros traíamos el agua para llenar el tambor de 200 litros, y con los palos de
escoba traíamos, teníamos que hacer 5 viajes y llenábamos”, comenta Sofía. Las canillas públicas, también proveían agua a los camiones y distintos aguateros que acercaban el agua hasta los domicilios y a otras zonas donde no existían canillas. Uno de ellos, recordado por los vecinos, era Don Sánchez, “Sánchez, que vivía por Colón al 1145 o 1155, era el aguatero del barrio”. La primera calle con agua potable domiciliaria, allá por la década del 60, fue la Colón. De esta manera, tener agua en cada casa significó un gran logro para aquella época. Hacia 1966, el Diario El Territorio estimaba que el 60% del barrio accedía a este servicio: “La cañería llega hasta Edison por Calle Colón. Inclusive la avenida Edison tiene agua a todo lo largo del barrio” (Diario El territorio, 1966, p. 6).
Las veredas y las primeras mejoras en las calles Las progresivas mejoras del barrio llegaron también con mucho esfuerzo y compromiso vecinal. Algunos de los referentes vecinales que son recordados en torno a la gestión de mejoras barriales son: Raúl Monzón, Tito Ortiz, Don Arias, Rodolfo Fernández, Arnoldo “Tato” Campo, etc. “Había siempre vecinos que se movían por el barrio, por el asfalto, por la cuneta, porque era todo una cuneta inmensa abierta, era un desastre. En algunas calles había cuneta de los dos lados, llovía y se llenaba de agua”, señala Carlos. Una de las obras gestionadas, ejecutadas y financiadas por los vecinos que tuvo un impacto significativo fue la “Veredita” de la calle Colón, una de las primeras veredas del barrio. Se la menciona como producto de la organización vecinal. Se recuerdan 21
rifas, bailes y colectas entre los vecinos, con el fin de juntar el dinero necesario para su ejecución. Alrededor de estas actividades comunitarias, Polaco recuerda una anécdota vendiendo rifas: “Nosotros éramos criaturas y vendíamos la rifa para hacer la vereda y las instalaciones de agua, nos agarró Peris, que era el comisario, nos metió a todos presos porque no se podía vender, había que pedir autorización ¡resultó ser! Peris vivía por la Colón, en la esquina. Fijate como son las cosas: él tuvo la vereda (risas).” En otros tiempos, los días de lluvia y los pequeños desbordes del Riacho Arazá, producían el anegamiento de calles y veredas por varios días. En aquel contexto, contar con una vereda permitía la salida del barrio: ir a trabajar, a la escuela y acceder al centro de la ciudad. Se presentaba como una verdadera vía de conexión del área sur con el centro de la ciudad. “Era la única salida, toda la gente de la zona salía por ahí. La veredita era de la Edison hasta la vía”, recuerda Nancy. En otro sector del barrio, los vecinos utilizaban la vereda de la av. Las Heras que llegaba hasta la cárcel. También se puede mencionar las gestiones de don Ríos y don Arias, respecto a la mejora y relleno de varias de las calles: “Arias trabajaba en el Sindicato General de Camioneros, él podía conseguir los camiones. Fue con él que dijimos: “vamos a tirar gacha para rellenar la calle” ¡vos no sabes lo que era la calle! ¡un barro, un tierrerio! Nuestra calle era un desastre, imposible pasar. Le dije: juntemos plata. Salía algo así de $1 la camionada, ¡y juntamos! Como 8 camionadas tirábamos por cuadra. Empezamos con la idea de hacer dos cuadras… ¡como 34 cuadras terminamos haciendo! ¡Y con el aporte de los vecinos!”, narra Raúl. 22
La av. San Martín fue una de las primeras calles del barrio en asfaltarse. Antes de llegar el pavimento, la tierra y las grandes cunetas son rememoradas por los vecinos: “Mi señora había empezado a manejar, las cunetas eran muy grandes antes en la av. San Martín. En la avenida quiso dar vuelta, ahí donde está el Club Juventud, y cayó en la zanja”, recuerda con risas, Carlos. La pavimentación de la av. San Martín se extendió por un largo período, los vecinos lo rememoran como una operación manual, casi artesanal. Un trabajo que llevó años y abarcó la pavimentación de av. San Martín desde Castelli a Edison. De tal manera, la av. Alberdi y la av. San Martín fueron las primeras calles que contaron con asfalto. Por su parte, la avenida Castelli, en aquel entonces, contaba con solo un carril central. Aproximadamente a mediados de la década del 70, se comenzó a pavimentar la calle Sáenz Peña. No obstante, la obra no concluyó en ese momento. Calle Rawson, año 1966.
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“Los militares hicieron toda la pavimentación de la calle Sáenz Peña hasta Toledo desde Castelli, me parece. No sé qué pasó (…) comenzó a llover y dejaron la base lista y nunca colocaron el pavimento, otros decían que no llegó el financiamiento y que alcanzó hasta donde llegó (…) la cuestión que tuvimos un terreno consolidado espectacular y después nunca más el pavimento, hasta ahora que se terminó junto con las cloacas”, comenta Ricardo. En 2017 se concluyó la pavimentación en todas las calles del barrio. De esta manera, se ejecutaron dichos trabajos en las calles Dodero entre San Martín y Arbo y Blanco; Toledo entre José María Paz y Roque Sáenz Peña; Seitor entre Roque Sáenz Peña y San Martín; Seitor entre Arbo y Blanco y Las Heras; Hardy entre Roque Sáenz Peña y Las Heras; Colón entre Toledo y Edison y San Lorenzo entre Seitor y Edison. Como contrapartida, una vecina menciona: “Con el asfalto creo que cambió la identidad de nuestro barrio, al menos con los vecinos de nuestra cuadra, nos reconocemos, pero, a veces, desconocemos lo que cada uno está viviendo.”
Pavimento en la actualidad.
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Alrededor de 1980 se realizaron obras importantes de desagües que, al día de hoy, se recuerdan por su gran profundidad (aproximadamente 2 por 3 metros, según los vecinos). Dichos canales conducen al canal de Soberanía. Con respecto a las inundaciones que afectaron al barrio y a la ciudad, se menciona la del 66 como un hecho histórico, cuando el Arazá desbordó en las proximidades al barrio. No obstante, no habría llegado el agua a anegar las viviendas existentes en ese momento. En tanto la inundación del 82/83, si bien fue importante a escala ciudad, no afectó de manera drástica al sector como al resto de los barrios. Los vecinos comentan que la inundación impulsó a que se fueran ocupando con mayor celeridad los sectores de la ciudad que quedaron a salvo del agua, como es el caso de Villa Centenario.
Inundación en el año 1966.
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Vida social Los niños y jóvenes se concentraban en torno a algunos de los tantos potreros, baldíos y espacios que el barrio por aquel entonces tenía. Abundaban también los equipos de fútbol: el Botafogo, Pincha, Nacional, Centauro, etc. “Nos conocíamos todos, el que no era de Botafogo, era de Nacional. Nos conocíamos todos los chicos del barrio, porque todos jugábamos”, comenta Raúl. Las numerosas canchitas, los terrenos de las fábricas abandonadas, los predios de la administración de terrenos Attwell y Oxholm, han sido espacios de múltiples aventuras y “travesuras”. Más allá de las peleas, rivalidades y ocasionales enojos, la confianza y la vecindad se imponían como regla. “Me acuerdo de la canchita del frente, porque venían los pelotazos a casa... ¡Imagínate que a veces le devolvíamos la pelota pinchada! ¡y a la noche estábamos todos juntos bailando...!”, comenta Nancy. “Jugábamos por amor al arte y al ejercicio, era bueno. Antes era todo baldío, ahora son todos casas. En el baldío de la otra cuadra, jugaban y hacían campeonatos sábado y domingo, los feriados también: todo era alegría, se pasaba bien, cada uno con su equipo, nunca una pelea. Éramos todos amigos, todos vecinos”, agrega doña Sofía. Las familias “se conocían todas”, recuerdan varios de los vecinos. No faltaban oportunidades para las celebraciones y los encuentros. Menciona Victoriano: “acá sobre la Castelli en el espacio que hoy es la calle, vez por medio se armaban fiestas, juntadas… También en los Años Nuevos nos juntábamos acá, todos los vecinos en la calle”. 26
“Antes todo era una unión, una familia, era otra época (…) Acá se juntaban todos los vecinos en Navidad, Año Nuevo. Los vasos amanecían en la vereda”, recuerda Goya. “Fraternizamos con nuestros vecinos y todo acontecimiento era ocasión para una juntada vecinal, ya en las distintas casas o bien en las veredas. En alguna oportunidad hasta se hizo un asado en la calle, por supuesto, de tierra. Inolvidable fue esa época (…) entre las familias de la cuadra nos ayudábamos, hacíamos compras comunitarias, existía una gran solidaridad”, rememora Bibiana. De esta manera, los vecinos cuentan experiencias similares, donde la camaradería, la solidaridad y la familiaridad en las relaciones vecinales eran cotidianas. Las organizaciones e instituciones, los clubes, las iglesias, las comisiones vecinales, las escuelas y asociaciones cooperadoras también mantenían muy activa a la comunidad, “siempre
Bicicleteada a Itatí.
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había alguna actividad o un beneficio para hacer cosas para el barrio”, relata Carlos. Como recuerda Coqui: “la vida para nosotros, pibes de 14 y 15 años, transcurrió en el barrio. Todo funcionaba dentro de ese universo: los amigos, los juegos, el vecindario, el fútbol y el amor. Nos enamorábamos de las chicas del barrio, uno decía: “son las más lindas” ¡y es que no teníamos otra referencia! (risas). Cada barrio era un universo… en nuestra generación, en generaciones anteriores, el barrio y el vecindario eran importantes.”
Vida Comercial y Económica La vida comercial y económica del populoso barrio en las décadas del 50 y 60, estaba caracterizada por distintos comercios y locales, algunos de los cuales perdurarán varios años, marcando parte de los recuerdos de los habitantes del barrio. Otros serán rememorados no sólo a escala barrial, sino que sus recuerdos se expanden al resto de la Ciudad.
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Sobre los comercios y proveedurías, los vecinos recuerdan la panadería Centenario, la panadería El Obrero (San Lorenzo al 1550), Nóbile (San Martín y Edison), el almacén de ramos generales Mariasch, el de los hermanos Ledesma en San Martín al 1300, la carnicería de don Tomé y de don Rodolfo, la despensa del Ruso, también conocida como Casa Garbel, ubicada en José María Paz y Castelli y el almacén de Abraham Mariasch en Colón 946, entre otros.
Posiblemente, uno de los más significativos fue el almacén de ramos generales Mariasch, donde concurrían hombres, mujeres, niños de distintas edades, y se ofrecía un amplio servicio en lo alimenticio, copeo o un variado servicio de ferretería. Fue, sin dudas, uno de los comercios locales de mayor envergadura. Además, pequeños comercios que se conjugan con anécdotas, marcan los recuerdos de algunos vecinos: “Al frente había un bolichito, lo de don Bulacio, e íbamos a golpear, estaba cerrado tipo 2, 3 de la mañana y le decíamos: atendenos, que papá se olvidó de comprar espirales (risas). ¡Era vino!” A la vez, distintos establecimientos fabriles tiñeron al barrio de una identidad obrera. Los silbatazos, que marcaban los cambios de turnos y el ritmo de un barrio, se escuchaban en las épocas del apogeo industrial: “Antes en la fábrica te tocaban a las 4 de la mañana, a las 12 hs y El emblemático almacén Mariasch.
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a las 20 hs era el cambio del turno. Ahora no hay fábrica, no sé de qué viven. Antes teníamos fábrica de aceite, fábrica de harina, cervecería, cantidad de vinerías, y ahora no hay ninguna. Yo sigo buscando. ¿De qué vivimos? Antes había fábricas.”, rememora Polaco.
Almacén de Mariasch en Colón 946. Tras el mostrador Tota y Abraham atendiendo.
Algunas de esas fábricas que aparecen en las reminiscencias de los vecinos, fueron: Próxima al barrio, la fábrica de aceite Varela y Cía., sobre av. Las Heras. Su dueño era don Manuel Varela. Ocupaba dos manzanas entre la av. Las Heras, Franklin, Arbo y Blanco y la vía del ferrocarril. Fabricaba el aceite de algodón San Fernando. Si bien no pertenecía al barrio, su cercanía física hacía que muchos de sus trabajadores habitaran en Centenario. La Grasería, fábrica de aceite ubicada en San Martín, altura 1300. 30
La Curtiembre de Orcola, en San Martín y Castelli, allí se procesaban y comercializaban cueros. Fábrica de aceite Comero, situada en av. Las Heras del 700 al 800, donde hoy se encuentra la UNNE. Su dueño era Don Sixto Laconich, fundador del Club Regional. Los primeros socios del club fueron los obreros de la fábrica (Beveraggi, 2016). Fábrica de Fideos Colombo, se instala en Resistencia en 1922, proveniente de la vecina provincia de Santa Fe. Se ubicó hasta la década del 70 en la calle Ameghino esquina Sáenz Peña próximo al barrio. Luego se radicó en la ciudad de Fontana.
Fabrica de Aceite Varela & Cía.
Donde hoy se encuentra el Supermercado Camiletti existía una fábrica inglesa. Se recuerda que en la década del 50 estaba cerrada.
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“Esa fábrica debe haber sido de aceite. Había un muro de un metro y unas rejas de hierro forjado hermosas, como tenían los ingleses. Cuando yo estaba detenido avanzaron sobre eso, igual que hicieron con el Arazá, lo taparon todo”, cuenta Hugo. Estas fábricas, algunas dentro del mismo barrio y otras próximas a él, constituían gran parte del sustento de su identidad obrera y fuente de trabajo de su gente. La Cárcel Hasta 1935 la cárcel se encontraba frente a Casa de Gobierno, año donde se inauguró la “Cárcel Pública”, actual “Prisión Regional Norte U7” sobre av. Las Heras. La construcción de la cárcel significó un hito importante en aquel momento, tanto por la envergadura de la edificación que la hicieron llamarse una de las más seguras, como por el despliegue de personas para su construcción y posterior puesta en funcionamiento. Esto configuró parte de la dinámica del barrio y fue espacio laboral de muchos vecinos. Varios de sus guardiacárceles y empleados vivieron temporal o permanentemente en el barrio. La Década del 70 - Terrorismo de Estado La situación de la sociedad argentina previa al Golpe de Estado se asemejaba nítidamente a procesos similares de otros países de América Latina, signados por una intensa búsqueda de respuestas teóricas y prácticas para alcanzar una vida en común más justa (Lorenz, F., Adamoli, M. C., Farías, M., Flachsland, C., Luzuriaga, P., Rosemberg, V., & Vannucchi, E., 2010). El barrio había tenido desde su origen un marcado perfil obrero. Como se mencionó anteriormente, en aquellos años varios de los vecinos trabajaban en alguna de las distintas fábricas próximas al barrio. El ámbito fabril, según Hugo, en aquellos 32
años implicaba, en la mayoría de los casos, la organización sindical y política. Al respecto, Hugo señala: “Villa Centenario fue un reducto socialista allá por los años 30. Cuando llega el peronismo con las conquistas laborales, sindicales, obreras, sociales se vuelcan al peronismo: grupos peronistas muy fuertes con los hijos de esos trabajadores llegando a la universidad, terminando el colegio secundario (…) En el barrio había por lo menos 4 unidades básicas del peronismo y varias del PRT”. La persecución, el secuestro, el encarcelamiento y la desaparición de militantes sociales y políticos no fue ajena al barrio. Violentos allanamientos, redadas y operativos militares infundieron miedo. Hoy, incluso, cuesta hablar abiertamente de lo sucedido en aquellos años. Vista aérea de la cárcel.
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“Cuando estaba yo ya en cana, Investigaciones seguía jodiendo a mi vieja en su casa. Le allanaron, otras se le metían cuando estaba laburando. Nos hostigaron mucho, incluso antes de la dictadura. El maltrato era impresionante dos años estuvimos así. La forzaron a vender esa casa, la fueron rodeando con todo eso para que se vaya del barrio. Nunca se quiso ir del todo, es como que la obligaron.” En aquellos tiempos, el Padre Brisaboa, párroco de la San Antonio y Capellán de la U7, visitaba a los presos políticos, informándole a la familia del detenido su paradero. La Asociación de ex detenidos políticos durante la dictadura militar del Chaco, lleva su nombre. “El padre Brisaboa visitaba a los presos, a los detenidos, tenía amenazas (…), el visitaba la unidad 7, la alcaidía de Resistencia. Yo en un tiempo estaba como desaparecido prácticamente, mi familia pensaba que yo estaba en la alcaidía, pero no tenían la certeza. El padre Brisaboa le avisó a mi mamá que yo estaba ahí.” Finalmente, Hugo narra una anécdota dolorosa que retrata aquella época: “Mira lo que son las paradojas: yo ese año tenía un profesor de Historia y a diferencia de los años anteriores (...) me hacía pensar, leer, buscar. Siempre digo que ese profesor me ayudó muchísimo, me abrió la cabeza, yo tenía 12 años. Después a los 21, cuando caigo detenido, él era uno de los que me torturaba... él era nacionalista, pero no era nacionalista revolucionario, era nacionalista con “z”, NaZi-onalista. Cuando yo lo identifico, estaba sin venda (...) le digo “profe, profe ¿por qué me tortura?” “¿vos me conoces?” sí, le dije, yo fui alumno suyo ¿se acuerda del colegio? No, me dijo, estás confundido”.
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En el Diario El Territorio se relatan distintos allanamientos y operativos en Villa Centenario donde se secuestró sobre todo material bibliográfico (libros considerados prohibidos), afiches políticos y panfletos. De los operativos resultaron detenidos varios vecinos.
Diario El Territorio, año 1975.
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CELEBRACIONES Y FIESTAS POPULARES
Carnavales Los carnavales en la ciudad de Resistencia constituían una gran celebración popular. La ciudad participaba masivamente. Cada comparsa reunía a gente de distintos barrios, o bien de gustos e intereses musicales variados. Hasta mediados de la década del cincuenta, los corsos resistencianos congregaban a vecinos, algunos disfrazados y otros no, alrededor de la plaza central: “papel picado, pomos y lanzaperfumes y se agasajaba a las carrozas individuales o autos ornamentados, arrojando serpentinas” (Pompert de Valenzuela, 2016, p. 215). A partir de la década del sesenta, “los corsos capitalinos se transformaron en desfiles de comparsas, espectáculos de vestimenta, sonido, destreza para desplazarse, con un público espectador que no participaba activamente, o lo hacían en menor medida” (Pompert de Valenzuela, 2016).
Carnaval de 1950 en Resistencia.
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Algunas de las comparsas más importantes eran Acuarela Musical, Maracangala, el Camaleón de Barranqueras, PucaPorá, etc. “Eran verdaderos cuerpos de baile con su carroza”, recuerda Nancy. En Villa Centenario no pasaban desapercibidas las celebraciones carnestolendas. Los preparativos duraban meses y la participación de los vecinos era más que significativa. Estaban presentes en las distintas expresiones, aflorando los recuerdos y anécdotas a la hora de la rememoración. “Todo el mundo bailaba en comparsa. Yo baile en la comparsa desde los 6 a los 13 años, ¿sabes por qué dejé de bailar? Porque ya era señorita. Y no me dejaban, iba y lloraba... ¡qué pavada! Te juro lloraba, no me dejaban ¡Eran carnavales grandes!” Las Comparsas Infantiles involucraron de manera especial a las familias de los niños que participaban de ellas. Carroza ganadora en el año 1969, realizada por vecinos de Villa Centenario.
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El barrio tenía su propia comparsa infantil, creada por iniciativa de Gladys Centurión de Alegre y José Muladino, ambos vecinos del barrio. “Los Tropicalitos” fue una comparsa pequeña que, sin embargo, contuvo en torno a las celebraciones del carnaval y sus preparativos, a muchísimos niños y niñas del barrio. Destacan los entrevistados que existía gran esfuerzo por la coordinación coreográfica de cada comparsa, la decoración de las carrozas y los trajes que portaban sus miembros que se destacaban en los desfiles. Cada comparsa tenía un cierto perfil, dado por los estilos musicales, por la pertenencia a un barrio, a un club, o bien a un sector. Así, por ejemplo, en Acuarela participaban mayoritariamente
Otra imagen de la carroza ganadora en 1969. El motivo de la carroza fue con respecto al primer trasplante de corazón que se realizó en el mundo por Christian Barnard.
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los socios del club de Regatas Resistencia, PucaPorá convocaban sobre todo a la gente de Villa Alvear y Maracangala a la de Barranqueras. Las murgas “de indios”, por su parte, parecen haber tenido características más lúdicas y menos coreográficas.
Santos La religiosidad popular constituye un espacio de socialización, encuentro y celebración que, independientemente de los rituales institucionalizados por las Iglesias, estas creencias y prácticas religiosas, son apropiadas y resignificadas por la gente.
Otra de las carrozas humorísticas realizadas.
En el barrio la realización de distintas “Fiestas de los Santos”, fueron organizadas por vecinos devotos. Las novenas y los rezos, concluían con la fiesta en conmemoración del santo, donde la comida y la bebida no faltaban. En algunas ocasiones, según el gusto de los organizadores, las celebraciones incluían baile. En el barrio las celebraciones más significativas fueron: Santa Librada Su fecha de celebración es el 20 de julio. Es patrona de las mujeres mal casadas. Siendo niña, fue prometida en matrimonio por su padre al Rey moro de Sicilia. Para evitar el casamiento indeseado, ella tomó voto de virginidad y oró a Dios para que la convirtiera en un ser repulsivo. En respuesta a sus oraciones, le creció vello en todo el cuerpo y barba, con lo cual el rey 41
musulmán rompió el compromiso y partió. Lleno de ira, el padre de Wilgefortis la mandó a crucificar. En el barrio, los Gómez realizaban grandes fiestas en su honor. San La Muerte Su fiesta suele celebrarse los 15 de agosto. San La Muerte es una figura del santoral popular, al margen de religiosidad oficial. Su devoción se difundió sobre todo en el Noreste Argentino y el Paraguay. La figura de San La Muerte genera en algunos casos escepticismo y en otros, cierto temor. Esto se debe a que es un santo considerado pagano, a la forma en la que es representado y nombrado y a algunas características que hacen a su culto y devoción dentro del santoral popular (Museo del Hombre Chaqueño, 2009). Su culto nace en el contexto de las reducciones jesuíticas. Como la mayoría de las expresiones religiosas populares, surge del sincretismo, en este caso de la cultura guaraní y la tradición hispánica. Toma del catolicismo, la imagen del “Señor de la buena muerte” y el “Cristo de la paciencia”, y de la cultura guaranítica, el culto a los huesos (Museo del Barro Asunción, 2008). Distintos devotos organizaron su fiesta en el barrio.
Santuario de San La Muerte en Colón 1260.
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En principio lo organizaba Cecilia Medina, quien emigró de Paraguay, trayendo consigo esta devoción. Luego fue Carlos Medina, hijo de Cecilia, quien continuaría
con la tradición. La primera ubicación de la casa/santuario estaba en la calle Piedad 437 (calle Toledo en la actualidad). Otro devoto y rezador mencionado por los vecinos, es don Santa Cruz quien colaboraba con las celebraciones. Su hija conserva las reliquias del primer santuario de San La Muerte en el barrio, el de doña Cecilia, que se quemó en un incendio, tal como cuenta Julio Daniel Zacarías (Zacarías Gimeno, 2017): “(…) por calle Piedad 437 estaba la casa de la querida doña Cecilia Medina, que vino del Paraguay con el San La Muerte. El rezador era don Santa Cruz, cuya hija tuvo luego parte de las reliquias de la casa de doña Cecilia hasta hoy en av. Edison casi av. Las Heras. Cuando doña Cecilia murió ahogada con el humo, durante el rarísimo y poco investigado incendio de su pieza (…), su hijo vivía al lado, me acuerdo.” Allí se emplazaba, hasta hace muy poco tiempo, uno de los santuarios y oratorios al santo. Santería de la calle Colón.
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Santuario Calle Colón Sobre Colón 1260 existe un santuario dedicado a distintas devociones populares, entre ellas San La Muerte, Gauchito Gil, San Cayetano y Jesús Misericordioso. Se destaca por su colorido y estética particular, con una elaborada fachada abarrotada de detalles y mosaicos espejados, lentejuelas y apliques brillantes, imágenes religiosas expuestas en las ventanas y amplios detalles ornamentales en los canteros, enmarcados por guirnaldas de coloridos banderines. Cada detalle, dispuesto con gran dedicación y esmero, hace que no pase desapercibida la presencia de esta casa. “Cada santuario se encuentra a cargo de una “Cuidador/a y dueño/a del santo”, que cumple un rol social muy importante entre los allegados al culto y que en la mayor parte de los casos ejerce funciones de sanación espiritual y videncia” (Calzato; 2008). Virgen de Itatí Hay distintas fechas donde se celebra a la Virgen de Itatí: 16 de julio (coronación), 8 de diciembre y/o 9 de julio.
Imagen de la gruta ubicada en av. San Martin y Castelli.
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“La imagen fue encontrada en el río Paraná por un grupo de originarios. Estos vieron a la Virgen Inmaculada sobre una piedra rodeada de una luz muy brillante. Fray Gámez ordenó el inmediato traslado de la figura a la reducción, pero la imagen volvió a desaparecer en dos ocasiones, retornando a su lugar cerca del río. Los religiosos comprendieron cuál era la voluntad de la Santa Madre y se dispuso el traslado del asentamiento a esos parajes, que luego se comenzaron a denominar Itatí”. (El Territorio, 2016).
Doña Dominga hacía la fiesta de la Virgen en el barrio, en donde se encuentra ubicado el santuario de la calle Colón. Los Velorios Según la costumbre los velorios se realizaban en las casas de familia, constituyendo un espacio de encuentro también entre los vecinos del barrio y los familiares del difunto. En los velorios se desplegaba toda la hospitalidad de la familia doliente a quienes se acercaban, algunos de los cuales, en ocasiones, llegaban desde lejos. “Te servían de todo, vermut y caramelos al por mayor”, recuerda Nancy. Se disponía una de las habitaciones de la casa para contener el cajón, alrededor se ubicaban “rezadoras”, siendo sobre todo señoras que realizaban distintas oraciones y responsos funerarios. Los Bailes Desde los años 40 hasta entrados los 70 fue el auge de las pistas Fiesta en el Club Villa Centenario.
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de baile. En los distintos bailes, la comunidad hallaba espacio para el esparcimiento y el encuentro. Por lo general, eran espacios donde orquestas y agrupaciones musicales tocaban. Durante una época existía una ley que obligaba que al menos una agrupación musical tradicional tocara por noche en estos eventos. De esta manera, el público mayor, quizás más a gusto con estas, acompañaba y tenía un momento de esparcimiento dentro del evento, mientras los más jóvenes esperaban las orquestas de moda. Fueron muchas y diversas las pistas y espacios que en la ciudad permitían la recreación bailable. Se destacan: el anfiteatro Todaro, frente a la Laguna Argüello, el Club Social, el Club de Regatas, las fiestas en el predio de la Sociedad Rural, el Prado Asturiano, la Sociedad Española y, en Villa Centenario: el Splendid, el Club Villa Centenario, el Club Juventud, y cercano al barrio, en Alberdi y Marconi, el Club El Dorado. El Splendid se encontraba ubicado en av. San Martín al 900. Pista de baile y cancha de básquet, en él pasaron varios artistas de gran renombre nacional. Los vecinos recuerdan la noche en que Julio Sosa se hizo presente. “Venga, baile y diviértase en las grandes instalaciones de la pista Splendid”, era un anuncio radial en sus épocas de oro. De vez en cuando un locutor local, Pascual Pérez (Chuchito), rememora ese anuncio en su programa radial. Ocupaba un cuarto de manzana. Tenía un cine-terraza, una cancha de básquet y una arbolada de paraísos sombrillas; debajo de estos árboles había dispuestas varias mesas y asientos de cemento. “Era muy familiar: los bailes comenzaban desde las 22:00 horas hasta las 2:00. Cuando íbamos, iba toda la familia. Primero 46
FOTO PENNIWISE
veíamos la película que era desde las 20 hs. ¡Antes hasta oscurecía más temprano! (risas) ¡la pucha que cambiaron un montón las cosas! Terminaba la película y comenzaban los preparativos, la película era al aire libre, cine-terraza le decían, estaba el paredón gigante a un costado del muro”, recuerda Hugo. La llegada de la televisión A partir de agosto de 1966, con la apertura de Canal 9, se inician las emisiones y repeticiones televisivas por señales de aire. La llegada de la televisión marcaba el acceso al entretenimiento audiovisual a los hogares. Hasta que se masificó el acceso a los aparatos de TV, la posesión de uno implicó un privilegio y un status. En el barrio solía haber vecinos que preparaban sus casas para recibir a vecinos y amigos para ver distintos programas, a veces, con el pago de una entrada. Disponiéndose tal como si fuera un cine de pantalla chica, sillas, bancos y hasta alguna golosina o el típico pochoclo para amenizar la función. Fueron tradicionales en una época las emisiones de la Misa desde la parroquia San Antonio, presididas por el Padre Brisaboa.
Elección de reina en el Splendid.
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“Vos prendías la tele para ver la misa, porque antes no había nada en la tele: solo la misa de Brisaboa los domingos”, recuerda Ricardo. Los Grupos de Teatro El teatro tenía una aceptación y difusión muy vasta. Como en el caso de otros barrios alrededor de sus instituciones sociales y religiosas se formaron grupos que exploraron distintos lenguajes artísticos. Hugo recuerda: “El San Antonio tenía un grupo de teatro muy bueno con actores que nunca estudiaron teatro. Ahora es más fácil porque hay escuelas y talleres en todos lados, antes no había donde, los actores se formaban en estos grupos. El grupo del San Antonio se llamaba TIR (Teatro Independiente de Resistencia) y lo dirigió Ramón Encina, veciAfiche publicitario de Canal 9. no de Villa Centenario, que trabajaba en la Municipalidad. Los otros actores eran los del grupo juvenil de la Capilla. Yo habré tenido 12 o 13 años cuando comenzó esa actividad, ellos eran jóvenes “grandes” (tenían 17, 18 años). La estrella era Cacho Rufino, un tipo que es empleado público, y después todos los chicos que participaban ¡muy, pero muy buenos! y no tenían escuela de teatro, nada, lo hacían porque tenían esa vocación de armar, hacer algo de entretener a la gente y de participar, de hacer algo, conocer jóvenes. Hacían teatro pasatista y de moralejas”.
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La Ronda Fue un espacio desde donde se organizaron múltiples actividades y de la cual fueron parte distintos artistas desde el año 2000. Fue una organización informal surgida de las “juntadas de amigos” en la casa de Coqui Ortiz, desde donde se pergeñaron las primeras actividades. “Mi casa era como un centro espontáneo de amigos, de los cuales no solamente había músicos sino también, por un lado, artistas de otras ramas y también otros oficios” relata el mismo Coqui. Una de esas primeras actividades fue la capacitación y el encuentro de distintos musiqueros con Carlos “el Negro” Aguirre, músico entrerriano que capacitó y propició distintos aprendizajes para el grupo. La calle Frondizi entre Boggio y José Mármol muestra como testimonio de la actividad de la Ronda, múltiples murales y Guitarreada en el barrio.
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esculturas de gran valor artístico. Coqui cuenta cómo fue surgiendo la iniciativa: “El artista plástico Juan José Stegmayer también formó parte del grupo que nosotros lo llamamos “La ronda”. Una noche fui a cambiar una puerta y le dije a Juanjo: “vamos hacer un mural en estas paredes de un metro por un metro”. Y él miró la pared y dijo: “hacemos algo así acá, allá esto otro” … terminó siendo re grande, toda la pared ocupa. La técnica de esgrafiado es una capa de cemento coloreada sobre otra, después semi seco se dibuja, se trabaja con espátula, hay que ir rascando sobre el cemento fresco. Esto llevaba por lo menos 24 horas, no se podía secar del todo. Una vez que empezaste, no se puede parar y seguir después. Él y sus alumnos se iban a pasar la noche laburando: había que acompañar. Para que la gente vaya, programamos títeres para los chicos, música y después a la noche actividades. (…) se cortó la calle, se armó como un festival. Ese fue el primero, el de mi casa. Después nació solo, venían otros artistas, algunos de Buenos Aires (…) y así, de a poquito, se fueron haciendo varios en la casa de vecinos.”
Escultura de la calle Frondizi.
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Múltiples referentes artísticos y culturales pasaron por las actividades y “juntadas” que tuvieron sede en la casa de Coqui: Jorge Fandermole, Carlos Aguirre, Liliana Herrero, Horacio González, Jorge Bulacio, Cayetano Rodríguez, Ricardo Panizza, Patricio Hermosilla, Juan Quintero, Luna Monti, entre otros.
Arriba: Fachada de la casa del mĂşsico Coqui OrtĂz. Abajo: Mural de la calle Frondizi.
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INSTITUCIONES DEL BARRIO
Los Clubes Club Villa Centenario De este espacio hoy queda poco, solo algunos recuerdos de los vecinos. Estaba ubicado en Seitor y Roque Sáenz Peña. Era un club chico, solo tenía una cancha de básquet que se usaba, además de la práctica deportiva, para la realización de distintos eventos artísticos y sociales. Los colores de la institución eran el verde y el amarillo. Los festivales que allí se organizaban eran de carácter más chamamecero. Fueron recordados por los vecinos los festejos que se organizaban en torno a las fechas patrias, carnavales, fiestas de primavera o bien para los aniversarios del club. “Todo el día había festejos, a la noche baile (...) solían poner el palo enjabonado y en la punta ponían plata: quien pudiera subir hasta arriba se la quedaba”. “En el club se practicaba básquet, fútbol. Era en la otra cuadra, no estaban las construcciones que hoy están. Todo el día había fútbol, era lindo, sin peleas, nada. Se le entregaban los trofeos cuando terminaba todo, éramos como hermanos convivíamos muy bien. Los domingos se hacían asados, en la matiné íbamos todos”, recuerda Sofía. “Cuando me di cuenta, no existía más nada”, comenta uno de los vecinos sobre el fin del club. Existieron varios intentos y organizaciones de vecinos que buscaron devolverle al barrio su club homónimo, sin obtener resultados. Club Juventud El 18 de mayo de 1937 nació el club Juventud de Villa Centenario en una casa de la avenida San Martín. 54
Su primer presidente fue Anastasio Hermosi. Luego se trasladó a su actual sede en av. San Martín 1045, terreno donado por Attwell (Beveraggi, 2016). Pujante por sus equipos de básquet, pero también por sus laboriosas comisiones que promueven la actividad social y deportiva en el barrio. En 1954 su equipo infantil se coronó campeón de básquet del torneo Evita en el Luna Park. El conjunto se encontraba dirigido por Oreste Roig y Ramírez. Su equipo de básquet femenino fue famoso por las hazañas que, durante la década del 50, supo conseguir. “Había buenos equipos de básquet de mujeres, fíjate que en aquel entonces tenían. Ahora no hay equipos de básquet de mujeres. Ahora recién las mujeres empezaron con el vóley y ahora están en el básquet”, comenta un vecino. Equipo de básquet femenino del Club Villa Centenario.
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En el club se desarrollaban distintas presentaciones y bailes, teniendo un perfil de espectáculos más comerciales para la época. Por allí pasaron los Tíos Queridos, Leo Dan, entre otros. La presión inmobiliaria que invade al codiciado barrio, llevó a que el terreno fuera propuesto para realizar un complejo habitacional en altura. La organización vecinal y la del propio club no permitió que ello sucediera por la importancia deportiva, social y cultural que posee. De tal manera, a fines de los 90 se realizaban guardias para impedir que el club Social y Deportivo perdiera su identidad. Debido a su organización, la institución continúo desarrollando sus actividades en el mismo predio.
En el 2012 se iniciaron las obras de refacción que lo muestran en la actualidad como un Club totalmente renovado, pero conservando su gloriosa historia. En 2017 celebró sus 80 años. Perez Beveraggi (2016) cita el acta de fundación del club (p. 387): “En el local de la administración de Villa Centenario de la Ciudad de Resistencia, Gobernación del Chaco, siendo las 20 y 40 horas aproximadamente del 18 de mayo de 1937, previa indicación del Sr. Guillermo Palud, se dio comienzo a la sesión extraordinaria con la asistencia de 17 calificados vecinos que figuran al pie, convocados a fin de cambiar ideas respecto de la fundación de un Club de Básquet cuya iniciativa nació de entusiastas muchachos de nuestra Villa quienes no escatimaron esfuerzo en pro de conseguir elevar más a ésta en lo que atañe al deporte”. 56
Equipo de básquet del Club Juventud.
Arriba: Equipo de bรกsquet femenino del Club.
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La Escuela Yebrail Matta La escuela N° 423 fue creada en 1937, en Colonia Ilda, cerca de Margarita Belén, en la Provincia del Chaco. Siendo su primer director Yebrail Matta, en cuyo honor la escuela hoy lleva su nombre.
Escuela Yebrail Matta ubicada en av. Alberdi.
Se traslada a Resistencia en 1950, al local de la avenida Alberdi al 1400, donde funcionó hasta el año 1997, para trasladarse al edificio de la calle Arturo Frondizi 1535, donde funciona hasta la actualidad. Recuerda el propio Yebrail Matta: “Río Arazá. Barrio sur de Resistencia. Una vieja construcción de madera y mampostería de av. Alberdi al 1400 a la que fue necesario hacer grandes reformas y refacciones a fin de adaptarla - en lo mínimo posible- a las mínimas exigencias técnicas: cinco aulas, dirección, galerías, patios y un aljibe para la provisión de agua” (Matta, 1980, p. 129).
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Desde el comienzo de las clases en 1951, las instalaciones quedaron chicas para la cantidad de estudiantes de la zona que habían acudido a la inscripción. Durante 2017, la Escuela celebró sus 80 años de creación. EES N° 60 Ángel “Chacho” Peñaloza En el histórico predio donde otrora funcionó la escuela Yebrail Matta, sobre la avenida Alberdi, funcionó la escuela Secundaria “Chacho Peñaloza”, hasta que se mudó a su predio definitivo en Pedro Freschi 139, en Villa Marín. Sus aulas contuvieron a muchos jóvenes del barrio y de la zona. Se caracterizaba en los ochenta, como dice un vecino, por ser una escuela “que recibía a todos, incluso a los que no los querían recibir en otras escuelas”. “Muchos de mis compañeros durante el día laburaban o mis compañeras varias eran madres. De no ser por la escuela vespertina, no podrían haber estudiado”.
Escuela N° 168 ex Churrasco unicada en José Mármol y San Lorenzo.
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Escuela N° 168 Ex Churrasco Uno de los centros educativos de referencia recibió a muchísimos niños del barrio y los alrededores. Luego se trasladó a av. Piacentini al 1000. En la actualidad funciona la UEP N°12, Instituto Privado Cristiano. Iglesia San Antonio de Padua Por los años 30, el Obispo Monseñor de Carlo, desarrolló como proyecto social los llamados “talleres de barrio”. En la Revista Acción Chaqueña el 6 de Junio de 1937, dice: “Nuestra ciudad, centro poderoso de la vida industrial y económica, tiene todas las características, buenas y malas de las grandes ciudades, por eso si se admira su perfecto trazado, su concepción urbana moderna, su vida y actividad comercial, también el produce una impresión más que desagradable, dolorosa, aspecto de sus barrios obreros”. (Goicochea, 1998). En tal sentido, y como remediación a esto, el obispado propone a un grupo de personas atender de manera especial a la población de estas periferias con capacitaciones en oficios. “Es prioritaria la construcción de pequeños salones en los distintos barrios apartados, en los que funcionará una especie de taller donde se impartirá enseñanza manual a las madres e hijos no solo para dignificar el hogar con el aprendizaje del trabajo en familia sino llegar hasta habilitarlos para ganarse el sustento. Comenzaremos con taller de costura, dactilografía, enseñanza moral, etc.” (Goicochea, 1998). Y concretaba: “A fines de este mes quedará ya concluido el primer taller de 60
barrio en Villa Centenario, como primer jalón, de los diez que procuró levantar con la colaboración de las personas comprensivas de la gran obra de la asistencia social que vengo destacando en esta ciudad para la dignificación de la familia y de los hijos.” (BOASF, 1937 p. 66 y 67, citado en Goicoechea, 1998). Monseñor Nicolás De Carlo creó la Obra Social Católica, consistente en Capillas - Talleres para a promover la cultura, buenas costumbres, trabajo y civismo a los habitantes de la periferia. La primera capilla taller se inauguró el 13 de junio de 1937, en Villa Centenario, con la advocación de San Antonio de Padua (Polich de Calvo, 1998). Ana Isabel Righi de Varela fue presidenta desde el año 1937 hasta 1954, del taller del barrio San Antonio. Participó en la redacción de los estatutos para talleres de barrios. (Polich de Calvo, 1998).
Iglesia San Antonio de Padua en la década del 30.
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Son recordados los grupos juveniles de teatro, donde distintos hombres y mujeres del barrio encontraron un espacio de participación y expresión artística por muchos años. Algunos sacerdotes que los vecinos rememoran fueron los Padres Brisaboa, Cuberti, Gerula, Julio Cote, Tomás Bradley, Ariel Romero Franco, Acosta, Domingo Casón, Ricardo Rojas, Marcelo Larotonda, Mario Moreira, entre otros. Círculo de la Tercera Edad Su sede se encuentra en San Martín 944. Como Asociación ha generado en su amplia historia distintas actividades de contención y promoción de los adultos mayores del barrio. Entre ellas numerosas actividades deportivas, recreativas y artísticas. Sus delegaciones deportivas se han destacado en los Juegos Evita de Adultos Mayores.
Cierre de actividades del Círculo de la Tercera Edad, año 2014.
Centro de Jubilados Su sede se encuentra en San Martín 949, es una “entidad autónoma, sin fines de lucro de bien común, abocada a la atención y acompañamiento de sus socios”. (Facebook Centro Jubilados Villa Centenario). Se destacan numerosos cursos de artesanías 62
y manualidades, actividades deportivas y recreativas junto a la entrega mensual de bolsones de alimentos a sus socios, que actualmente son más de 600. Uno de sus fundadores es Esaú Medina. Comisión Vecinal Barrio Villa Centenario Se constituye como comisión vecinal en diciembre de 1946, desde allí sus distintas comisiones han trabajado arduamente en la consecución de mejoras para el barrio, la realización de actividades comunitarias y la representación de los vecinos y sus intereses. Actualmente la comisión está conformada por Iris Palavecino, Nancy Alegre, Delia Arnold, Dora Porttalupi, Sergio Ríos, Vilma Pérez, Silvia Almirón, Gabriela Maximowixz y Miguel Fernández.
Delegación del centro de Jubilados de Barrio Centenario en un Encuentro Nacional realizado en la Provincia de Córdoba en 1999.
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SU GENTE
Aclaración Importante: Entre los relatos obtenidos en el proceso de entrevistas, de reuniones, de memoria colectiva, fueron apareciendo de manera reiterada algunos nombres que, sin dudas, no son los únicos que deberían mencionarse en este apartado, quizás tampoco los más importantes. Presentamos algunos de estos nombres de hombres y mujeres que formaron parte de la historia del barrio, con una pequeña reseña. Insistimos que estas reseñas son incompletas y son una invitación a recordar a los que faltan de nombrar.
Vecinos reconocidos en el ámbito deportivo Debido al entrelazamiento que existe entre el barrio y el deporte, muchos vecinos se destacaron a escala local, nacional y/o internacional en este ámbito. Hugo Carballo: Futbolista, arquero. Nació el 23/04/1944. Empezó su carrera deportiva en Regional, en 1960. Jugó en Nueva Chicago (1964), Gimnasia y Esgrima de la Plata (1966/68), River Plate (1968/1971), Atlanta (1971/1973), Universidad de Chile (1975/1982), Wanderers, Huachipato. Se nacionalizó chileno. Falleció en 1998.
Hugo Carballo en la portada de la revista Estadio
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Hugo Carballo es recordado, además, por atajarle un penal al mismísimo Pelé. Fue en el año 1966, cuando el Santos F.C se midió con Sarmiento. Carballo rechazó el penal con las piernas ganándole el duelo a uno de los mejores jugadores de fútbol mundial (Deportes Misiones; 2010).
Juan Cáceres: Basquetbolista, campeón nacional con el Club de Juventud, en el campeonato Evita. Carlos Rodolfo “Lito” Ramírez: Futbolista que jugó en varios equipos como Quilmes, Olimpia de Paraguay, For Ever, Godoy Cruz de Mendoza. Se retiró en Sarmiento, donde fue Director Técnico. Fue campeón de ascenso con Quilmes en 1965. Debutó en la A en un partido que el cervecero igualó con Platense 2-2 el 6 de marzo de 1966. Falleció el 9 de marzo de 1990. Cuenta Raúl: “Cuando viene River a Resistencia, que había salido campeón, con Passarella, Filiol y otros. Nos pusimos a la salida, a esperarlos. Y Passarella cuando lo vió le dijo: “¿qué estás haciendo acá?” Se abrazaron y él le contestó “este es mi pueblo””. Víctor “Polaco” Cardozo: Jugador de fútbol. Jugó en Regional, Sarmiento, For Ever y Olimpia de Paraguay. “Era un señor para jugar, un tipo que no te pegaba: era muy dulce. Venía y le decía al delantero dame la pelota (risas). ¡Un espectáculo verlo! Claro, porque el goce del defensor es dejarlo en ridículo al delantero sin golpear” cuenta Hugo.
Polaco Cardozo
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Ramón “Moncho” Orrego: Se destacó en fútbol en los equipos de Regional, Sarmiento y Talleres de Córdoba. Abandonó el deporte profesional luego de una lesión en su rodilla.
Sofía Orrego: Jugadora de básquet, primero en Club Centenario y luego en el Club Juventud. Su nombre es Gerónima, aunque todos la conocen como “doña Sofía”. Hoy a sus 84 años, recuerda entre risas: Lito Ramírez
“Nos fuimos todos en un camión a Margarita Belén. Fuimos los Equipos de básquet masculino y femenino, y el de bochas, nos recibieron bien y les ganamos, los muchachos también. Cuando salimos, había sido que nos estaban esperando, nos dieron una cascoteada, encima ¡era un camión grande, que no tenía nada! Menos mal que no se lastimó nadie. Iban todos: madres, padres y abuelos.” Doña Sofía Orrego
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Sofía recuerda a sus compañeras Sra. Valenzuela, Acuña de Paris, Parra, Marta Romero y las Sras. Petrona, Rosita y Lucila Ramírez.
Acacia Acuña de París: Una de las basquetbolistas del barrio, “era un crack” relatan distintos vecinos, rememorando sus hazañas en el Club Juventud. “Pili” Cavia: Gran jugador de fútbol, fallecido algunos años atrás. “Era un jugadorazo, un malabarista, un artista de la pelota”, recuerdan quienes lo conocieron. En el partido debut contra el Club Sarmiento, un vecino narra la transmisión de radio: “La tiene Lestani, se la saca Pili Cavia, lo elude, lo elude y… ¡se sentó en la pelota!, ¡se sentó!” Decía el relator. Él tenía esa fantasía. Hacia esas cosas, era un jugador fantástico”.
Sra. Acuña de París
Coquí Ortiz le dedica un emotivo chamamé: Se jugaba por la izquierda amagándole al destino, gambeteándole a los vientos con su zurda en un suspiro. Pili Cavia al medio campo, los vecinos me dijeron: si dejara un poco el trago ni hablarían del gran Diego. Esos eran los de antes: con la media en los tobillos, dueños de la maravilla en la canchita los domingos. Por un hueco de la tarde se cayó una melodía y se arrastró por la calle mostrándome sus heridas. Me preguntó con tristeza si fui el que había amado unos cabellos tan largos y oscuros como su llanto. No señora, no es tristeza. Es cierta melancolía de lágrimas derramadas en las rejas de esta villa.
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Al respecto, Coqui cuenta: “Era un personaje, yo lo conocí jugando. Cuando éramos chicos, con el Palito Cabral, hacían imitaciones de Sandro, de Cafrune, imitaban las transmisiones de Muñoz, eran muy graciosos. Cuando le hice el tema, él vivía. El tema dice que él no llegó al fútbol grande por la bebida, él sabía eso. No le puse un nombre inventado, lo charlé con ellos y me permitieron que lo haga.” Aldo Visconti
Aldo Visconti: Reconocido árbitro de fútbol que vivió en el barrio. Padre del goleador Aldo Luis Visconti (reconocido delantero del Club Chaco For Ever), estuvo ligado a la Asociación de Veteranos de Fútbol de Resistencia. Falleció en abril de 2014 (Diario Norte; 2014).
“El Tordo” Fernández: Fue un promotor del deporte, formando y acompañando a los niños en la creación de equipos y campeonatos barriales. En su casa, sobre av. Castelli “se juntaba todo el crierío de por acá, armaba lindos equipos”, recuerdan sus hermanos.
“El Loco” Szyciak: Afamado arquero, además se recuerda que trabajaba en la fábrica de fideos Colombo.
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Eligio Melgarejo: Aficionado y precursor del Paracaidismo Civil en la Provincia. “En aquel tiempo, no era como ahora que es más seguro lo de los paracaídas, no sabías donde caías y no tenías tanto control del vuelo… había que ser corajudo para tirarse”, recuerda Victoriano. “Chelo” Acevedo: Vecino que se destacó en el boxeo en la década del 70. Estuvo en el ranking nacional, teniendo varias peleas en Buenos Aires que tuvieron gran repercusión.
Sofía Toffaletti: Campeona Panamericana de taekwondo, ha competido y clasificado en distintos campeonatos nacionales e Internacionales en Paraguay, Chile, Brasil, Perú, Irlanda, entre otros. Su padre, Roberto Toffaletti, es un reconocido formador de taekwondistas, desde hace 20 años dirige su escuela y gimnasio en calle Frondizi y José Mármol.
Eligio Melgarejo
Roberto y Sofía Toffaletti
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Vecinos reconocidos el ámbito político público Se recuerdan, además, políticos o funcionarios que se destacaron en el ámbito público.
Aída Ayala
Aída Ayala: Oriunda de la Ciudad de Posadas, se traslada a Resistencia a estudiar Ingeniería en la UNNE. Perteneciente a la Unión Cívica Radical, fue electa como intendenta de la Ciudad en los períodos de 2003-2007, 2007-2011 y 2011-2015. En 2015 se presentó como candidata a la gobernación de la Provincia del Chaco, quedando en segundo lugar con un 42% de los votos. En diciembre de 2015 fue designada Secretaria de Asuntos Municipales de la Nación. Desde 2017 es diputada nacional por la Provincia del Chaco. Le dedica las siguientes palabras al barrio: Mi querido Villa Centenario. Cuando vine a vivir con mi familia al barrio Villa Centenario hace ya más de 22 años me encontré con vecinos amables, trabajadores, honestos, solidarios, que desde un comienzo me hicieron sentir como si siempre hubiese vivido allí. Para alguien como yo, oriunda de Posadas, Misiones, que luego me mudé a una pensión en la capital chaqueña para estudiar la carrera de Ingeniería y después
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viví en otros barrios de la ciudad, este recibimiento y posterior trato me llevó a encontrar mi hogar en mi querida Resistencia, un barrio pujante que nunca baja los brazos, organizado social y políticamente para gestionar cosas para el beneficio de sus habitantes. En el momento en que me mudé, ya ocupaba un cargo en la Municipalidad de Resistencia, esto me posibilitó estar en permanente contacto con las personas del barrio, siempre trabajando mancomunadamente en pos de mejorarlo, pudimos realizar a cabo muchas cosas juntos, y algo a destacar es que lo hicimos sin distinciones políticas, claramente en etapas de elecciones siempre se originaba una diferencia, pero una vez terminados esos días electorales nos uníamos nuevamente.
Milciades Duré
Hoy puedo ver como Villa Centenario ha crecido y me llena de emoción, con emprendimientos privados, dependencias públicas, mejoramientos en el club Juventud, en espacios verdes, pavimento. Y todo esto se da gracias a su gente, a sus vecinos que día a día buscan lo mejor para el barrio. Milciades Duré: Contador general de la Provincia del Chaco durante 50 años. Falleció el 5 de junio de 2017, a sus 76 años.
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Rodrigo Ocampo: En la actualidad es concejal por el frente “Chaco Merece Más”. En el barrio se inició en la actividad social de la mano del Club Juventud. En el Concejo Deliberante presidió la comisión de asuntos Generales. Dijo en el Aniversario de la Escuela N° 423 Yebrail Matta:
Rodrigo Ocampo
“El club Juventud es el corazón del barrio y esta institución (por la escuela) puede ser la cabeza del barrio, bien puede ser el espacio de pensamiento, el cerebro. Tenemos un barrio que se está desarrollando y tenemos una escuela que está en perfectas condiciones, para una comunidad que se realiza”. Hugo Barúa: Militante estudiantil en los 70, preso político durante la última dictadura militar y reconocido militante por los Derechos Humanos en la posterior recuperación democrática. Fue presidente de la Comisión Provincial de la Memoria.
Hugo Barúa
Eduardo Colombo: diputado en 2005 por el Partido Justicialista. Fue presidente del club Resistencia Central. Juan Ramón ‘Chifliqui’ Negro Ortiz: Militante peronista, secretario de Deolindo Felipe Bittel. Falleció el 26 de octubre de 2017.
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Nelly y Eduardo Rosales: Reconocidos militantes por la Unión Cívica Radical (UCR), realizaron en el barrio numerosos trabajos sociales. Han colaborado en el Club Juventud, han realizado clases de apoyo escolares y estuvieron a cargo de una fundación para niños con discapacidad, que los capacitaba en el oficio de panadería para luego comercializar sus productos. Nelly falleció en 2017.
Nelly y Eduardo Rosales
Vecinos reconocidos en el ámbito artístico cultural En el plano artístico se recuerda al músico Don González, Martínez (guitarrero) y al inolvidable Zito Segovia, que si bien no era propiamente del barrio (“es casi de Villa Centenario, porque vivía media cuadra después de la cárcel”, menciona un vecino) es un personaje destacado y querido por todos los resistencianos. Coqui Ortiz: Guitarrista, compositor y gestor cultural, ha grabado múltiples discos y participado en discos de numerosos artistas nacionales e internacionales. Nació en 1972 en Colonias Unidas. Llegó al barrio apenas un año después de su nacimiento. En 1992 realiza sus primeras presentaciones como solista. Coqui Ortiz
“NaroShowman” “Narigón” Romero: Gran cantante, animador e imitador, comenzó en fiestas familiares y de amigos hasta que se dedicó profesionalmente a ello. “Tenía mucho talento, llegó a vivir de eso y a tener cierta fama”, recuerda Oscar.
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Crescencio Lezcano actuando junto a Don Luís Landrisina
Crescencio Lezcano: Bandoneonista, compositor y chamamecero, conformó distintas agrupaciones musicales de relevancia. Nació en 1939. En 1955 junto a los hermanos Segovia conformó “Los chaqueñitos”. En 1967 formó su conjunto musical, denominado “Crescencio Lezcano y su conjunto”. Falleció en 2007 (Fundación Memoria del Chamamé, s/f). Emanuel “Pepo” García: Saxofonista y profesor de música, nació en 1989 en una familia de músicos. Pasó por los más destacados escenarios del jazz del país con diversas bandas y acompañó a referentes del género. Es uno de los directores de la Big Band del NEA. Su madre, María Bibiana Souilhé, es una destacada concertista de piano y su abuelo, Raúl Souilhé, tocó en King Jazz, la primera banda de Jazz del Chaco. Raúl vivió durante muchos años en el Barrio Central Norte, arribando a Villa Centenario en 2009. Bibiana vive en el Barrio hace más de 30 años. Daniel Merino: Guitarrero y cantor, amante del folclore “de esos de las guitarreadas de amigos...”, no se dedicó profesionalmente a la música. Sin embargo, contagió el amor al folclore a muchos de los jóvenes del barrio quienes lo consideraron amigo y referente.
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Carlos Canto: Teatrista, director teatral y gestor cultural, hoy radicado en el interior provincial, nació y vivió varios años en el barrio. Ha sido reconocido por su labor cultural y es una pieza clave del teatro chaqueño. Eduardo “gringo” Kenchu: Trabajaba en una antigua carpintería sobre av. Castelli, comenzó a tocar la guitarra en las fiestas del barrio. Fue parte de “los Caudillos”, con quienes graban un disco. Participó de las giras de los “Bombos Tehuelches”.
Carlos Canto
Ramón Encina: Dirigió el grupo de teatro Independiente de Resistencia (TIR), que funcionó en la parroquia San Antonio. Fue responsable de la puesta en escena de numerosas obras teatrales y la formación de teatristas locales.
Vecinos reconocidos en el ámbito social y comunitario Otros personajes del barrio, rememorados por los vecinos han sido: Doña Andrea, Don Cañete y Doña María: Fueron enfermeros del barrio. Doña María trabajaba en el Centro de Salud de Villa Libertad. Su esposo, Don Gómez, tenía una estanciera, era uno de los pocos vecinos con vehículo, por lo se le pedía que los traslade cada vez que había una urgencia: “era la ambulancia del barrio”.
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Ángel Puppo: Hacía publicidad callejera con altoparlantes anunciando los bailes en el Club Juventud en las pistas de Villa Centenario y el Splendid. En el grupo de Facebook “Fotos Antiguas de Resistencia – Resistencianos” se rememora su Fiat 1500 de color celeste. Ángel Puppo
Juana Sánchez: Partera. Vivía en José María Paz 1310. Hacía los partos en las casas, “se escuchaban los llantos cuando llegaba el nuevo integrante de la familia”. Delia “Neca” Rosales y Raúl Ríos: Trabajaron en distintos proyectos sociales en el barrio. Desde el año 2000 están al frente de la Asociación Civil “Vecinos Solidarios”, que lleva a cabo distintos eventos y actividades sociales. Esaú Medina: Uno de los fundadores del Centro de Jubilados, recordado por sus gestiones en pos del mejoramiento de este espacio para los adultos mayores. Neca Rosales y Raúl Ríos
Juan García: Lechero, en aquellos tiempos donde la leche era comercializada a granel, casa por casa. Raúl Monzón, Paiva y Ortiz: Administraron el desaparecido Club Centenario, dedicándole esfuerzo y compromiso en la gestión.
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Ernesto “Cambai” Niz: Uno de los soderos históricos del Barrio. Don Avendaño: Fue un vecino, que desinteresadamente vendió el auto para realizar el piso del Club Juventud. Los vecinos recuerdan este acto como un gesto de cariño al club y al barrio. Los Ledesma: Comerciantes históricos del barrio. El comercio se encontraba ubicado en San Martín al 1300, un almacén de ramos generales.
Demetrio Pseftura
Demetrio Pseftura: De origen griego, llega a Resistencia en 1928. Es uno de los primeros vecinos del barrio. Antes la gente iba a tomarse fotos a la Plaza 25 de Mayo, donde Demetrio ejercía su oficio. “Él era amigo de todos. El diálogo y las enseñanzas de la ciudad fluían de su ser. Tenía prácticamente fijado el domicilio en la plaza. Era miembro del contingente inmigratorio menos conocido en la provincia, oriundo de Grecia, la tierra del clasicismo. No solo fue el dirigente de su colectividad, sino la colectividad misma” (Beveraggi, 2012). Jorge “Quico” Ortiz: Fue un militante político y comunitario. Fundó la Unidad Básica “Juan José Valle”, por 1988. Desde allí se generaron muchas actividades comunitarias y culturales.
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Ana Meza “La Carancho”: Fue una de las primeras mujeres pertenecientes a la Policía de la provincia. Era además férrea militante del peronismo. Se la recuerda por su severidad en la disuasión de tumultos en los boliches y pulpería de la zona.
Ana Meza
Roberto Varela dice: “gran sombrero tipo vaquero, camisa y bombacha azul, revólver 38 largo y en la mano siempre el teyuruguay (látigo). Su presencia por las calles impartía respeto a tal punto que la muchachada se cuidaba de portarse mal.” (Varela, 2011). Emilia Ramírez González: Maestra, vecina e impulsora de la apertura del Jardín de Infantes N° 45. Según relata su marido, gestionó la donación del terreno y los materiales para su construcción. “Carlitos” Alberto Oscar Robledo: Fue uno de los “personajes” de la ciudad, se lo encontraba en las calles o en los bares del centro pidiendo “un cigarrito o un pesito para el café”. Carlitos vivió varios años de joven en el barrio, algunos de ellos en la casa de Daniel Merino. Tocaba la guitarra y cantaba muy bien, cuentan los vecinos. Falleció en mayo de 2014.
Carlitos Robledo
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Doña Puppo, reina del algodón en el año 1954.
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