VILLA ITATÍ: MEMORIAS DE UN BARRIO
Villa Itatí : memorias de un barrio / Corina Velardez [et al.] ; prólogo de Gustavo Martín Martínez. 1a edición especial - Resistencia: municipalidad de Resistencia, 2019. 170 p. ; 22 x 15 cm. - (Mi barrio mi identidad) ISBN 978-987-29053-3-0 1. Memoria Oral. 2. Análisis Histórico. 3. Acción Comunitaria. I. Velardez Corina. II. Martínez, Gustavo Martín, prolog. CDD 307.7609
Autoridades Gustavo Martínez Presidente del Concejo Municipal Concejales José Antonio Barbetti María Cecilia Baroni Martín Bogado Emilio Capello María Teresa Celada Juan Manuel Chapo Alicia Frías Rodrigo Ocampo Gricelda Ojeda Nancy Sotelo Programa “Mi barrio, mi identidad” Coordinación Diego Ríos Autores Lic. Corina Velardez Lic. Laura Cochatok Lic. Lucas Tissera Mgr. Natalia Farina Diseño y Maquetación Dg. Claudia Ojeda
Vecinos y Vecinas que participaron Elisa de Mendiburu María Domínguez Juan García Jorge Belzor Miño Froilán Martínez Rafael “Pisu” Martínez Juan Ramón Luca Raquel Ocampo Ricardo Olivera Dionisio Saavedra Ana Liz Godoy Pedro González Ramón Agustín Sánchez Ramona Almirón Teresa Suarez María Rosa Aguirre Magno Ocampo Adelaida Mendoza Susana Beatriz Kaufman Milián Goyenechea Eliseo Maximo Foschia Leocadia Arce Ricardo Sandoval Silvio “Lito” Fiol Miguel Ángel “Lupe” Castillo Marcelino Gauto Julián García Rubén “Fotokina” Sánchez Olga Eugenia Cáceres Severiano Veloso Elvira Ramona Ramírez Demetrio y Honoria Sánchez Verón Horacio Alberto “Cacho” Gamarra Pedro Pablo Céspedes
Agradecemos a la Comisión Vecinal de Villa Itatí, por acompañarnos en este proceso de recopilación de testimonios e historias. Al Archivo Histórico de la Provincia del Chaco “Monseñor José Alumni” y al Museo Histórico Regional “Ichoalay”, por brindarnos asesoramiento y ayudarnos a encontrar documentación valiosa del barrio y sus alrededores. Finalmente, infinitas gracias a los vecinos y vecinas que se acercaron a participar, dejándonos entrar a sus historias, sus recuerdos, sus anécdotas y fotografías.
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ÍNDICE INTRODUCCIÓN
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CAPÍTULO 1: LOS INICIOS • Historias que hicieron barrio • Sobre el nombre • Itatí de allá ité • Rompiendo estigmas • Acarreando el agua
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CAPÍTULO 2: LA PRIMAVERA DEL BARRIO • El largo camino de mejorar la villa • Dueños de la tierra • A pico y pala: trajimos los servicios • Las nuevas mejoras: la red cloacal y el pavimento • Los espacios ganados: la educación en el barrio
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CAPÍTULO 3: DE POLÍTICA, DE RELIGIÓN Y DE FÚTBOL EN LA MESA DE ESTE BARRIO, SÍ SE HABLA • De política • De religión • Y de fútbol
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CAPÍTULO 4: POSTALES DEL BARRIO • La placita • Aquellos días de nuestra niñez • Leyendas que nos supieron contar • Almacenes del barrio • Al ritmo del carnaval
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CAPÍTULO 5: LA ISLA RODEADA DE INSTITUCIONES • El ferrocarril • El hogar escuela que no fue: La UNNE • La aviación • El Tiro Federal
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CAPÍTULO 6: DE A POQUITO FUIMOS LLEGANDO… • Del campo a la ciudad • Fabricando otras experiencias • Huyendo del agua • En las vías del trabajo • Albañiles de un proyecto • Casado casa quiere • Jovencitas nos vinimos del campo a la ciudad • Los hijos del barrio • Aquella espera en la sombra de los eucaliptos
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CAPÍTULO 7: TE CUENTO SOBRE MI BARRIO
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APORTES FOTOGRÁFICOS
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BIBLIOGRAFÍA
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Los barrios poseen orígenes, historias y trayectorias diversas. Muchas veces, ello no forma parte de la identidad barrial: las historias individuales no confluyen en una colectiva, desdibujándose la construcción y/o fortalecimiento de un nosotros. La identidad no sólo tiene un pasado articulando historias y trayectorias, sino que también permite la construcción de un futuro. Esto se relaciona con el reconocimiento de la ciudad hacia ese barrio, facilitando vínculos al interior y al exterior. La identidad es un proceso construido “desde adentro” pero también “desde afuera” del barrio. La identidad que es habitada por la historia, lo es también por las manifestaciones culturales, las relaciones y prácticas sociales junto con las representaciones o ideas que tienen los vecinos acerca de su barrio, sus espacios, y de ellos mismos. Los barrios son complejos territoriales, construidos histórica y culturalmente a partir de las relaciones sociales en espacios físicos delimitados territorial y simbólicamente. Estas relaciones tejen redes simbólicas locales e identificativas que permiten diferenciar cada trama barrial como diferente: cada barrio es el producto de una conjunción específica de historias y esfuerzos individuales, que confluyen en identidades colectivas y comunitarias. La diversidad cultural que se genera al interior de cada barrio produce capitales culturales invaluables.
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Este libro no pretende ser una historia cerrada o completa del barrio, sino más bien un puntapié para hacer memoria, provocar conversaciones, recuerdos de lo que nos hace hoy lo que somos, pero también provocarnos a soñar juntos la comunidad que queremos.
Un rincón de Villa Itatí. Foto: Ana Liz Godoy.
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PALABRAS DEL PRESIDENTE DEL CONCEJO Como Concejo Deliberante, iniciamos la propuesta de reconstruir la historia de los barrios de Resistencia, entendiendo la importancia de recuperar la misma, a partir del relato de sus hacedores, de aquellas vecinas y vecinos que con gran esfuerzo han configurado las particularidades que reúnen cada uno de los barrios de Resistencia. Si bien teníamos expectativas en lo que pudiera surgir en el proceso, sin dudas lo que se ha generado las supera ampliamente. Porque no ha sido solo una simple recolección de anécdotas. Ha sido el encuentro con historias personales y comunitarias que tocan entrañablemente las emociones de quienes nos las cuentan, pero también de quienes tenemos el privilegio de ser receptores de éstas, generándonos la responsabilidad de poder estar a la altura de sus relatos para que queden fielmente reflejadas en este libro. Villa Itatí, protagonista de uno de los primeros procesos de urbanización de la zona sur de Resistencia, es el segundo barrio que nos desafía a dar cuenta de su historia. Conforma el tercer libro editado por el programa Mi barrio, mi identidad. Nos invita a seguir explorando historias de la construcción de nuestra ciudad desde la mirada y el relato de los vecinos, y fundamentalmente dejarlas plasmadas para que todos los resistencianos tengamos acceso.
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Convencidos de que no se ama lo que no se conoce, nos proponemos convidar a los lectores la historia de Villa Itatí, contada por sus pobladoras y pobladores, para conocer y encontrarse con un barrio de los primeros de la ciudad, que a partir de estos relatos creemos que nos permitirá aquerenciarnos con él. Bien vale agradecer a cada vecina y vecino que nos abrió las puertas y a la Comisión Vecinal que acompañó de manera comprometida este proceso, entendiendo su importancia y el alto valor simbólico que representa este producto para la querida Villa Itatí.
Gustavo Martínez Presidente del Concejo Municipal
Muchachos del barrio. Archivo personal de Agustín Sánchez.
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Ubicación del Villa Itatí. Elaboración propia. 14
INTRODUCCIÓN “Muchas veces uno conversa con algún jóven y se te ríe, dirá este me macanea ¡pero no! ¡Es cierto! ¡La pura verdad! Hemos trabajado muchísimo para hacer todo eso… con el tiempo que tengo te cuento la historia que fue”. Froilán. Al recorrer la historia de Villa Itatí, aparecen rostros, paisajes y sensaciones en la memoria de quienes habitan ese lugar de la ciudad. Este ejercicio de recordar evoca imágenes de personas, actividades y lugares que han sido el principal escenario de la vida cotidiana del barrio. Con el objetivo de reconstruir la historia de cada barrio, a partir de los relatos de quienes los habitan y de las memorias colectivas que se entretejen en las posibilidades de encuentros de vecinos, el acompañamiento a este proceso de construcción colectiva de las memorias barriales se pudo llevar adelante por la activa participación de quie-
Vecinas del barrio en reunión de lanzamiento del Programa. 15
nes se sumaron a la propuesta. Se realizaron entrevistas iniciales con vecinos propuestos por referentes barriales, que permitieron ir encontrando las primeras pistas para profundizar sobre las historias más recurrentes, detectar los lugares emblemáticos que tiene el barrio e identificar a personas consideradas el relato vivo de la construcción de esta barriada. A partir de allí profundizamos en entrevistas, recorrimos las instituciones del barrio, los vecinos hurgaron en sus armarios para buscar fotografías que retraten los relatos, lugares, actividades y personajes. Las entrevistas en general han sido individuales, en algunos casos en parejas y hasta con un grupo de amigos que decidieron juntarse para ofrecer sus recuerdos. De forma paralela fuimos investigando a través de otras fuentes los hechos emblemáticos que nos fueron contando. Realizamos un encuentro entre vecinas y vecinos, que permitió repasar juntos estos relatos y darle las pinceladas finales para concluir la obra. Durante un mes, una vez por semana, la plaza fue también escenario para que los vecinos nos pudieran encontrar en caso de querer acercar relatos, fotos, recuerdos, etc. Fue de particular importancia el acompañamiento de la Comisión Vecinal, para abrir las puertas, para contagiar las ganas de relatar la historia, concretar encuentros y organizar las instancias de convocatorias masivas y difusión. Lo que sigue es un intento de poner en valor y entrelazar estas narraciones, que son retazos de la memoria colectiva del barrio invitándonos a que los recuerdos sigan rodando para poder valorarnos en el hoy y re-pensarnos en el mañana. Lo hemos organizado en siete capítulos que no responden a la rigurosidad cronológica de hechos, sino más bien a esos retazos o pistas de la memoria que pueden ilustrar los aspectos simbólicamente más destacados por sus relatores. El primer capítulo nos encuentra con los inicios de Villa Itatí, cómo era y cómo se vivía cuando recién se empezaba a poblar el barrio que, en ese entonces, era parte de la periferia de una ciudad recién nacida. El segundo capítulo pretende reflejar el proceso
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de luchas y conquistas que estos vecinos supieron conseguir. Lo que es el barrio hoy, sin duda, es reflejo de la convicción de sus primeros pobladores que entendieron que contar con mejores condiciones de vida, es un derecho. En el tercer capítulo nos adentramos en una característica particular de este barrio y que entendemos, contradice al dicho popular “de fútbol, política y religión en la mesa no se habla”, pues acá si, y son tres aspectos que ilustran perfectamente la identidad barrial. En el cuarto capítulo retratamos las postales del barrio. Lugares, momentos, personajes, que hacen de cada rincón del barrio, lo que fue y lo que es. El quinto capítulo describe a esta isla rodeada de instituciones, como la llaman algunos y que da cuenta de la peculiaridad de haberse emplazado en el medio de grandes instituciones de la ciudad en sus orígenes. En el sexto capítulo nos regocijamos con las historias de vida de quienes han compartido tan generosamente sus relatos, y que también hablan de la historia no solo personal o barrial, sino de la historia de construcción de nuestra ciudad. Para finalizar, el séptimo capítulo recupera los relatos de algunos vecinos que ya en su momento los han hecho públicos, a través del diario o de Facebook, y que creemos importante que aquí también estén presentes.
Lanzamiento del programa en el barrio. Febrero 2019.
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SOBRE LOS PROTAGONISTAS DE LOS RELATOS En el siguiente apartado se realizará una breve descripción de aquellos vecinos que han aportado sus relatos, permitiendo la reconstrucción de las memorias colectivas de Villa Itatí. Son, por ello, los autores, no sólo de la historia del barrio, sino también de este libro. A fines de facilitar la lectura, se encuentran ordenados por orden de aparición. Pedro González: Nació en 1940. Llegó al barrio en su adolescencia, en 1956 desde Villa Berthet. Junto a sus padres, Elena y Jesús, fueron integrantes de la Comisión Vecinal que se formó en 1963 y que fue promotora de numerosas mejoras en el barrio. Raquel Ocampo:Presidenta actual de la Comisión Vecinal de Villa Itatí, nació en 1975 en la casa de sus padres, Teresa Suárez y Magno Ocampo, en el corazón del barrio. Actualmente vive junto a su pareja y sus hijos por calle Franklin. Juan García: Llegó al barrio en 1941, con dos meses. Sus padres han sido una de las primeras familias de Villa Itatí. Su padre era ferroviario y sindicalista. Su madre ama de casa y una de las organizadoras de la fiesta patronal de Villa Itatí. El oficio de Juan es herrero. En 1986 ingresa a la Cámara de Diputados, donde se jubiló. María Domínguez: Oriunda de Colonias Unidas, arribó a la Villa con 15 años en 1965. Luego de una breve estancia en Villa Federal, decide volver a Villa Itatí, esta vez junto a su marido, en 1971. Es madre de 7 hijos y actualmente, con sus 70 años, ama de casa. Dionisio Saavedra: Nació en 1967 y es vecino del barrio desde 2011. Desde 2013 es director del Bachillerato Libre para Adultos que funciona en la E.E.P N° 675. Froilán Martínez: Oriundo de Machagai, llegó al barrio a principios de la década del 60: “no fui el primero pero eramos pocos”. Trabajó durante 16 años en la fábrica de mosaicos cercana al barrio, por avenida Las Heras. Jorge Belzor Miño: A principios de la década del 50 llega a Villa Itatí. Su madre ha sido una de las primeras habitantes de la
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Villa. Se gradúa como médico en 1963. Militante de la Juventud Peronista, fue preso político durante 6 años, desde 1977 hasta 1983. Fue Director de la Región Sanitaria en el Gobierno de Florencio Tenev. Fue 3 veces Concejal de la Ciudad de Resistencia, desde 1985 a 1991 y diputado provincial desde 1991 hasta 1999. Fue fundador, junto a su esposa, de la Radio Facundo Quiroga, que funcionó en su vivienda desde 1969 hasta el 2000. En la actualidad, tiene 76 años. Ruben “Fotokina” Sánchez: Ex combatiente de la Guerra de Malvinas, histórico y reconocido vecino del barrio, se desenvolvió laboralmente en el ámbito de la fotografía. Nació en 1962. Pedro Pablo Céspedes: Técnico en saneamiento, fue parte del Equipo del Centro de Salud de Villa Libertad. Entre 1960 y 1970 trabaja en Villa Itatí en un programa basado en la Atención Primaria Salud. Ramón Agustín Sánchez: Se instala en VIlla Itatí en 1959 con 11 años. Aribó desde Loma Prohibida, un paraje en la Eduvigis. Sus padres, Demesio Sánchez y Yolanda Gómez, han tenido 13 hijos. Muchos de ellos viven en el barrio. Está casado con Ramona Almirón. Ramona Almirón: Nació en Colonia Gualtieri, jurisdicción de Machagai. Cuando llegó a Resistencia con su familia se instaló en Villa Federal. En una pista de baile “El Provenir”, conoce a Ramón Sánchez, quien será su esposo. Se juntan en 1967 y su lugar de residencia, desde aquel entonces, ha sido Villa Itatí. Teresa Suárez: Llega al barrio con 8 años desde Colonia Elisa. Hace 60 años vive en el barrio. Es ama de casa. Rafael “Pisu” Martínez: Hijo de Froilán Martínez, tiene su bicicletería “Pisu” desde 1997, primero ubicada en Castelli y calle 5 y luego en Castelli y calle 6, donde funciona en la actualidad. Adelaida Mendoza: Nació en Villa Itatí, de joven vivió en Buenos Aires y volvió al barrio en 1976 aproximadamente. Se destacó por su militancia política y por ser una de las fundadoras de la comparsa del barrio: “Maracaná”.
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Leocadia Arce: Con 80 años, se reconoce como una de las primeras habitantes de la Villa. Oriunda de Itatí, vino con sus padres en la década del 50. Horacio Alberto “Cacho” Gamarra: Nació en 1957, en las proximidades de Machagai. Llegó al barrio en 1959. Su padre ha sido un referente político y social de Villa Itatí. Fue boxeador durante muchos años. En la actualidad tiene un gimnasio en el barrio. Julián García: Empleado municipal. Nació en 1960. Sus padres, trabajadores rurales golondrinas, ya se habían asentado en el barrio un año antes de su nacimiento. Eliseo Máximo Foschia: Llega al barrio a fines de la década del 60, cuando se casa con Leocadia Arce, su actual esposa. Fue uno de los fundadores de la comparsa Maracaná y referente político del barrio. Tuvo un comedor en su vivienda en la década del 90. Elisa de Mendiburu: Llegó al barrio en 1977. Al casarse compra, junto a su marido, una mejora en el terreno donde en la actualidad sigue viviendo junto a su hijo. Fue comerciante en su juventud y luego ama de casa. Ricardo Olivera: Nació en Villa Itatí, a mediados de la década del 60. Es hijo de don Toto y doña Susy, reconocidos almaceneros del barrio. Actualmente es vendedor de seguros y administrador de la página de Facebook 80 años de historia...Villa Itatí, donde se recuperan memorias barriales. María Rosa Aguirre: Llega al barrio en 1970, de Villa Odorico. Es ama de casa, preparaba empanadas caseras que sus hijos comercializaban en la municipalidad, donde trabajaba su marido. Se destaca su activa colaboración en las actividades de la capilla del barrio. Juan Ramón Luca: Junto a sus padres llegó en 1968 al barrio cuando era pequeño, desde Quitilipi. Vivió en otros barrios, como Villa San Martín y Juan Bautista Alberdi, pero cuando se le presentó la posibilidad volvió al barrio. En la actualidad es comerciante y ejerce un papel importante en la vida reli-
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giosa de la Capilla Nuestra Señora de Itatí. “Susy” Beatriz Kaufman: Antigua pobladora y activa colaboradora de las actividades de la capilla y el comedor. Actualmente se dedica al comercio, atendiendo su almacén ubicado en Directorio y Tacuarí. Ricardo Sandoval: Veterano de guerra de Malvinas. Fue Presidente de la Comisión Directiva del Centro Social, Cultural y Deportivo Itatí. Integrante de la murga “Los Mochileros”. Milián Goyenechea: Llega al barrio con 4 años, en 1963. Su padre, don Pereyra, fue reconocido carnicero y almacenero en Villa Itatí. Milián también fue carnicero y trabajó en la Municipalidad. Integró la Comisión Directiva del Centro Social, Cultural y Deportivo Itatí. Silvio “Lito” Fiol: Trabajó en la reconocida bicicleteria ‘El Cometa’ ubicada por calle Pellegrini y fue propietario de una de las bicicleterías del barrio que funcionó durante casi 20 años, hasta el año 2018. Actualmente se dedica a la actividad comercial del almacén ubicado en su domicilio. Integró la murga “Los Mochileros”, disfrazado de El Abuelo. Magno Ocampo: Oriundo de Vilelas, se asienta en el barrio al formar familia con Teresa Suárez. Trabajó y se jubiló en la Municipalidad. Miguel Angel “Lupe” Castillo: Vecino legendario del barrio. Simpatizante del Centro Social, Cultural y Deportivo Itatí. Reconocido integrante de la murga “Los Mochileros”. Ana Liz Godoy: Nació en 1976. Vecina del barrio desde el año 2011. Profesora en letras y fotógrafa, aportó numerosas fotografías a la presente edición. Olga Eugenia Cáceres: Nacida en Resistencia, llegó al barrio en 1953 desde Villa Libertad. Tiene 22 hijos que crió en Villa Itatí, es vendedora ambulante hasta la actualidad. Honoria Sánchez Verón: Nació en 1930 y es oriunda de Machagai.
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Con sus 90 años, es una de las vecinas más longevas de la Villa. Fue parte de la Comisión Vecinal y es recordada por su papel activo en la obra que realizó junto a sus vecinos que permitió a Villa Itatí contar con agua potable. Es reconocida, además, por su labor en la construcción de la Capilla Nuestra Señora de Itatí. Severiano Veloso: Nació en Humaitá, Paraguay. A los 4 años vino con su padre a vivir a la zona rural de Las Palmas hasta que arribó al barrio hace 60 años aproximadamente. Es reconocido por su actividad como mecánico dental. Integró varias gestiones de la comisión vecinal del barrio. Sus 4 hijos nacieron en Villa Itatí.
Eliseo Foschia y Leocacia Arce en su vivienda.
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ALGUNAS FECHAS DEL BARRIO
1929 1935 1950
1961 1967
1968 1970/72 1992 1997/98 2014 2017
Se inician los trabajos de extención de las vias del ferrocarril CNA. Pimeros pobladores. Los vecinos ubican alrededor de esta fecha los inicios de Villa Itati. El Estado inicia un proceso de relocalizacion de los habitantes de Villa Itati, se construyen viviendas en otros barrios. Se crea la escuela N°68, (actual EEP N° 675) Se realiza la entrega de títulos de propiedad. Llega el agua a las casas. Construcción de la Iglesia. Inauguración de la capilla Ntra. Sra. de Itati. Reordenamiento del barrio Fundación del Centro Social Cultural y Deportivo Itatí. Inauguracion del anexo jardín de infantes N°13 y BLA-UEGP N°172 Construcción red cloacal. Inicio de la pavimentación de las calles del barrio.
Línea histórica del barrio. Elaboración propia.
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CAPÍTULO 1
LOS INICIOS
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LOS INICIOS Haciendo memoria sobre los orígenes del barrio, no se reconoce una fecha específica respecto a la fundación. Los más antiguos mencionan no haber sido los primeros cuando llegaron. Quizás, como comenta Pedro González, los primeros asentados fueron los empleados del ferrocarril y obreros que habían trabajado en la extensión de las vías, hacia 1929. Muchas de estas familias luego accederán a viviendas en otros barrios, como Central Norte, Evita (hoy Barrio Monseñor de Carlo) o La Liguria, por ejemplo. Más allá de la fecha, los relatos de los vecinos coinciden en que el origen tuvo que ver con la necesidad de encontrar un lugar para las distintas familias que llegaron en su mayoría del campo. Las crisis agrarias y algunas oportunidades laborales en la ciudad motivaron la migración de muchas familias. Villa Itatí, ahí cerquita de la estación del ferrocarril, supo albergar en el apuro y en la necesidad a varias familias en su llegada a la Resistencia naciente. Pedro comenta que ya por el 56 intentaban reconstruir los orígenes de la villa y añade: “Comenzamos a conversar con los vecinos más antiguos en el año 56 y nos íbamos enterando que Villa Itatí es de los primeros asentamientos por el año 1929. ¿Por qué en ese año? Porque la gente que hacía el ferrocarril trasladando aquellas vías para acá, iban sumándose, donde había un huequito se metían. Los primeros vecinos habían sido ferroviarios, algunos textiles, porque en aquella época estaba el algodón y después los carreritos, que mientras estaban asentados acá, sus animales podían pastar más allá”. Raquel Ocampo, que además de ser nacida y criada en el barrio es la actual presidenta de la comisión vecinal, explica “Creemos que el barrio tiene 80 años, pero lo más probable es que
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tenga mucho más porque no hay mucho. Los más viejos saben que había gente desde antes, a algunos de los primeros pobladores los llevaron a otros barrios y quedaron otros”. Juan García confirma, comentando que “El barrio tiene que tener más de 80 años, 80 y pico de años. Todo esto era monte, y el ejército usaba para entrenamiento”. María Dominguez decía “Cuando yo vine las calles no estaban marcadas todavía. Ya había muchos vecinos acá, estaba siempre lleno. Era una villa, pero estaban todos juntitos. No tenía calle, después si se dividió todo, se hizo terreno municipal”. Según los recuerdos de los habitantes, los vecinos más antiguos que se reconocen son don García, doña Sixta, don Bogado, doña Mónica, “esos son los núcleos, toda gente muy humilde”. Dionisio Saavedra, vecino del barrio y director de la escuela para adultos, cuenta con entusiasmo que los alumnos del Bachillerato Libre para Adultos (BLA) desarrollan cada año un proyecto de investigación sobre la historia personal y la historia barrial. En ese marco han podido conocer y reconstruir algunos retazos de la historia de Villa Itatí: “La tierra era fiscal, del Estado, en aquel entonces cuando se empiezan a asentar acá, cerca de 1920, esto ni siquiera era provincia, entonces era todo del Estado Nacional. El municipio no era municipio, sino una comisión de fomento. Entonces era todo muy precario. Y ocurre lo que ocurrió cuando aparece la revolución industrial, aparecen las primeras fábricas, la gente se asienta alrededor para poder vivir cerca de su laburo. En este barrio, ocurrió lo mismo, porque cuando empezó el tren de Barranqueras a Metán, los que laburaban eran ferroviarios, empezaron a venir a asentarse. Pero tomaban la tierra como quisieran, porque nadie venía a decirles: -toma de acá a acá. Era una tierra que no le interesaba a nadie. Entonces venían y se asentaban para estar cerca de su laburo. Después siguió viniendo otra gente del interior”.
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HISTORIAS QUE HICIERON BARRIO Son muchas las historias de las familias que confluyen en la historia colectiva de Villa Itatí. Muchas se encuentran marcadas por la búsqueda de nuevos horizontes, tal como diría Froilán Martinez “Vinimos buscando otra experiencia”. La crisis del campo fue determinante, empujando a varias familias a abandonar la actividad rural y “venirse a la ciudad”, muchas veces con lo puesto y solo algunos pesitos para resistir unos pocos días hasta que aparezca algún trabajo. Algunos llegaron solos y después trajeron a sus familias. Hubo algunas que vinieron completas y otras que comenzaron en el barrio. Las oportunidades laborales que presentaba la ciudad, sus fábricas, su ferrocarril, el comercio y algunas facilidades para acceder a la educación y a la salud, atrajeron a esas familias. Vale la pena hacer una pausa, y recorrer el capítulo seis para adentrarse en algunos de los relatos compartidos por quienes han participado en este proceso de reconstrucción de la memoria barrial, en un intento de reflejar las múltiples historias y valorar la lucha de quienes han poblado la villa.
Familia Sánchez y Ramona Almirón. Archivo personal de la familia Sánchez Almirón.
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El esfuerzo por establecerse, por llegar a la ciudad, ha sido una constante en los distintos relatos. Las carencias y necesidades de aquellos primeros tiempos,
como comentan los vecinos, se hacían soportables con la solidaridad que se desplegaba como respuesta a las crudas condiciones. “Lo que tienen los barrios pobres es que tienen mucha solidaridad. No estábamos separados por muros, nos conocíamos y ahí estábamos entre vecinos para ayudarnos. - ¿Tiene un poco de harina? ¿un poco de azúcar? ¿Necesita yerba? Así era, a pesar de que no sobraba nada”, cuenta Belzor Miño. El paisaje pintado por fábricas de Villa Itatí también fue un factor importante para la consolidación de las familias: “Hubo muchos trabajadores de fábricas. Por ejemplo, estaba la bodega Giol, vino el Tajal (“de sabor sensacional”), la fábrica de aceite, también la desmotadora”, narra Rubén Sánchez. SOBRE EL NOMBRE Pareciera ser que el nombre es lo más antiguo que tiene el barrio, hay rumores que está vinculado a la devoción de las primeras familias, como lo expresa Froilán: “Cuando yo vine ya se llamaba Villa Itatí, ¡no sé quién le habrá puesto el nombre, pero ya era Villa Itatí! El nombre ya viene de hace mucho”. Belzor, había escrito en una carta de lectores de diario Norte (Miño, El Cristo de los villeros, 2016) “En la casa de doña Paulita y su esposo Juan García – jefe del barrio, ferroviario, y que llegó a ser presidente de la unión Ferroviaria – se veneraba a la Virgen de Itatí. Así nació el nombre de nuestro barrio. Al terminar la novena, el 16 de julio, después del rosario se repartían golosinas para los niños y el vermut para los grandes”. En archivos de diarios se ha encontrado que mencionan a Villa Itatí como presidente Avellaneda (Diario El Territorio, 1963). Pedro comenta que varias veces quisieron cambiarle el nombre a Villa Itatí porque estaba asociado a un desprestigio para algunos: “éramos la orilla más cercana al centro”, pero continúa “la gente más antigua y a los que todos le respetaban, se opuso”. Rubén agrega: “en algún momento también han querido po-
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nerle Villa Universidad. Había cartas que me llegaban como Villa Universidad”. Finalmente, Belzor es categórico al afirmar: “esto empezó siendo Villa Itatí y terminará siendo Villa Itatí”.
Festejos de la Virgen de Itatí en la casa de Doña Paulita. Archivo Personal de Juan García.
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ITATÍ DE ALLÁ ITÉ Las memorias sobre los inicios del barrio describen un lugar poco urbanizado, monte y cañadas, pasillos y recovecos internos están presentes en todos los comentarios, “era todo mogote, tipo monte” dice Froilán. Un técnico que trabajó en aquella época, Pedro Cespedes1, describe Villa Itatí desde la mirada externa: “Me acuerdo el croquis del barrio como un espejo roto, realmente era laberíntico Villa Itatí. Como contrapartida a ese desorden en que la gente vivía, recuerdo la solidaridad de las familias, sin ir más lejos, muchos vecinos para llegar a su vivienda tenían que pasar por los lotes de los vecinos, y no se generaban problemas, al contrario, se ayudaban entre todos”.
Vecinos de Villa Itatí que participaron en reunión de la Asociación Amigos de la ciudad de Resistencia. El Territorio, Junio 1963. 1Técnico en saneamiento, fue parte del equipo del Centro de Salud N° 6 de Villa Libertad.
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El barrio en la década del 70. Foto de Olga Beatriz Acuña Parodi.
La pobreza se manifiesta en los relatos como elemento central del paisaje, rasgo que no puede faltar para la descripción de los primeros tiempos: “Entonces la miseria era verdaderamente miseria. El pobre era mucho más pobre que el pobre de ahora”, resalta Belzor. Y añade “Esto era una villa miseria en el 50. Un barrio de los más pobres. Barrio de desocupados, gente que venía del campo, algunos empleados del ferrocarril, y algunos agentes de policía”. El desorden y los pasillos internos son otras características que los vecinos remarcan de los inicios del barrio. Por ejemplo, Pedro explica: “Esto era un asentamiento, uno medio que venía y se acomodaba, por eso también era muy desordenado. Esto por ejemplo era un pasillito y ahí estaba el baño del vecino, entonces para seguir por el pasillo tenías que bordear el bañito ... y así se fue formando”. Desde su domicilio asentado en calle Franklin, Juan comenta que en el terreno contiguo se ubicaba la casa de su padre y desde allí “Había un caminito y salía directo del otro lado donde está doña Mónica, que es la más vieja del barrio. Es lo que me contaba mi papá... Estaba Doña Mónica y ahí en la calle cuatro estaba la carrería municipal. Y en la otra esquina había una laguna donde nos bañábamos. Ahí nacía el muro del Tiro Federal”. Los dichos de Froilán se añaden a esta descripción “doña Mónica, debe haber sido la más vieja del barrio… tenía un montón de animales, un montón de vacas”.
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LA FIRMEZA DE DOÑA MÓNICA Agustín Sánchez, recuerda con asombro la terquedad y firmeza de doña Mónica: “Te voy a contar una anécdota. A esa señora le hicieron la casa de material, los sobrinos, el marido y ella tuvo un solo hijo y la hija vivía al lado. A los pocos tiempos me la encuentro y me dice –¿sabés que Agustín?, voy a echar toda esta casa, muy caliente es. Tenía mucha madera, todos corazones de la madera que, juntó ella y no dio a nadie. Agarro y puso todos los palos así, le decían estanteado, así los pones de punta. Y bueno…me voy un día: -pasá, pasá, me dice, -mirá mi pieza que te dije - ¡echó todo! -¿Y la casa de material doña Mónica?, le dije -Noo, muy caliente no se puede dormir, me dijo. Y la madera dice que es fresco. ¿Vos sabe lo que era? Hizo una casa completa de madera y echó la casa de material. Dejó la cocina nomas, pero para dormir no”.
Hijo de Agustín Sánchez y Ramona Almirón en su vivienda. Archivo familia Sánchez Almirón.
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Hacia el año 1966, el diario El Territorio describía a la villa y a las pretensiones de sus habitantes, de la siguiente manera: “Ocho manzanas integran Villa Itatí. Una de esas villas laberínticas, solo subdividida por senderos intrincados. Nació en la franja de terrenos libres detrás de la Universidad Nacional del Nordeste. En su interior sólo hay dos calles abiertas a ojo de buen cubero por los propios vecinos: la Cervantes que no tiene salida en ninguno de sus extremos allí en el barrio y una cuadra de la calle 6, que desemboca sobre la Franklin, haciendo de único acceso seguro al interior del barrio. La mayoría de sus habitantes han ocupado desordenadamente las parcelas sobre las cuales ostentan hoy tenencia y las que pretenden comprar. Desde hace años vienen gestionando mediante las sucesivas comisiones vecinales un loteo de esa franja”. (Diario El Territorio, 1966). “Toda gente muy humilde en ese entonces. Villa Itatí era todo rancho. En aquella época los ranchos eran distintos, no existía la chapa de cartón, se hacían con barro enchorizado… espartillo y barro, y los techos eran de paja”, narra Belzor. Rubén destaca que algunos de los materiales para la construcción de los ranchos eran extraídos del campo de aviación, cruzando la Castelli, ya que se encontraba gran cantidad de espartillo y de paja. ROMPIENDO ESTIGMAS Son varios los vecinos que traen con términos parecidos a “bravo”, “peligroso”, “de cuidado” algunos de los comentarios que se escuchaban y se decían respecto al barrio. Sin embargo, internamente se destaca un ambiente de protección y solidaridad: “los vecinos acá nos cuidábamos”, rememorando la solidaridad barrial e incluso los códigos que entre los “malandras” existían para no afectar a sus vecinos. Desde afuera se decía que aquella Villa Itatí, la del siglo pasado, era un territorio sólo para valientes “la gente decía que era peligroso...había que saber caminar, ¡era bravo!” advierte Froilán. Doña María realiza una descripción similar cuando narra las sensaciones de su llegada al barrio, “¡Era temeroso Villa Itatí! ¡No.
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sabes lo que era! Si hasta ahora por ahí algún remisero se hace el loco y no quiere entrar y le digo que ahora no es como antes”. Un artículo del periodista Andrés Villalba en la revista Careo, reconoce la vinculación de “cierta fama” al prejuicio de los de afuera de la villa: “Villa Itatí es un barrio muy particular, sus moradores tenían fama no muy recomendable porque la gente se fija en su aspecto exterior y era que ellos vestían como podían y podían muy poco o casi nada o nada”. (Villalba, 1968). Belzor es muy explícito al destacar que los más bravos son los que andan de saco, corbata y caminan por pleno centro de Resistencia: “Los más bravos eran los que estaban en el centro y vaciaron tres veces el Banco del Chaco”. ASÍ VEÍAN EL BARRIO La revista Careo en ocasión de la entrega de títulos realiza una nota donde el cronista describe al barrio y a su gente allá hacia finales de la década del 60. SOLO UN RANCHO La gente de Villa Itatí era muy particular. Y buena gente. Gente que no teniendo donde vivir llegó a lo que eran terrenos municipales y tenían la posibilidad de levantar un ranchito de paja y lona, cosa que seguramente no se conciben en nuestras ciudades más opulentas, más grandes y quizás más frías. Tan frías como hasta ayer Resistencia. VIA CRUCIS DIARIO Una vez que habían resuelto –de cualquier manera- su problema de habitación. Salían a buscar trabajo… Hay en Villa Itatí empleados de la provincia, de la policía y de otras reparticiones ¡es que nunca ha sido tan difícil la vida para todos los que viven de un trabajo que, desde esta fecha está faltando! Había otros ocupados en las fábricas, pero seis de estas, han cerrado sus puertas últimamente agravando el problema. Centenares de hombres quedaron sin trabajo. Pero si el chaqueño está hecho de quebracho no afloja y resiste. (Villalba, 1968)
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Niños en el barrio. Foto de Olga Beatriz Acuña Parodi.
ACARREANDO EL AGUA En ese contexto y durante muchos años, el vecindario entero debió resolver el consumo doméstico de agua a través de unas cuantas canillas públicas. Los recuerdos destacan el sacrificio de acarrear y los conflictos en las largas colas de espera. En general, los niños fueron los principales encargados de resolver esta tarea. Teresa Suárez recuerda que “después que se loteó llegó el agua. Antes teníamos que ir a buscar adentro de la UNNE, donde había una canilla pública, de ahí traíamos el agua. Después no sé qué pasó, hicieron lío y pusieron otra por la calle 4. Pasa que peleaban, hacían desastre y la UNNE cerró todo”. “No había agua tampoco acá, nosotros traíamos de aquel tanque que estaba en la facultad, había una canilla que era mayormente para el barrio. Antes de ir a laburar ya me iba a hacer cola para el agua... ¡uhh eso es historioso! A veces a las 2 tenía que levantarme a buscar agua y a veces peleaban, era un sacrificio eso”, cuentan Pisu y Froilán.
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Juan añade que dentro del ferrocarril había duchas que eran utilizadas por el vecindario. Luego, su padre, realiza gestiones para que la saquen afuera del ferrocarril. Tal como cuenta Belzor: “se hicieron reuniones que fueron caóticas para ver donde se ubicaba la canilla, ¡unas peleas! Las chicas se agarraban de las mechas. Peleábamos fuerte por lo que queríamos. Finalmente se emplaza en pasaje Franklin”. EL PARAISAL Una pista de baile funcionaba en el predio donde hoy está la capilla. Le decían “El Paraisal” en honor a la arboleda del lugar, administrado por Romualdo “Pico” Rojas, que vivía enfrente. Leocadia, con gracia se acuerda que, en vez de pared, había bolsas y cuenta: “yo estaba en la comisión, en la boletería. En ese entonces era don Leiva (vivía por la calle 5), después estaba un González”. Eliseo, su compañero de vida, recuerda sus primeros pasos de bailarin “ahí aprendí a bailar, en ese entonces se bailaba chamamé y tango, no sabía bailar. Había una chica que me gustaba y yo venía con mi amigo. En aquel entonces las mujeres venían con su mamá. Y yo le quería sacar, pero no sabía bailar. Mi amigo me dijo: -decile que no sabés bailar y querés que ella te enseñe. Y me animé a sacarla a bailar. En el chamamé me defendí, zafé, por lo menos no la pisé. Pero después me tocó un canto nuevo, era “la cucaracha, la cucaracha…, ¡hice un desastre!”. Pero además del baile algunos destacan los pleitos que acontecían, Teresa comenta que “había peleas, porque había muchos soldados, hacían lío, un desastre. Yo no iba a ese baile. Después había un baile pasando la calle 8, El Porvenir, había muchos conjuntos, era lindo y no había casi lio. A ese me iba yo, con mi mamá” y don García lo reafirma “había una pista de baile, El Paraisal, donde está la Iglesia. Cada trifulca se armaba ahí. Yo era chiquito, pero me iba a ver. Subía a los paraísos y miraba la pelea. Papá me preguntaba, ¿dónde estabas vos? Y yo le decía, mirando la pelea”.
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CAPÍTULO 2
LA PRIMAVERA DEL BARRIO
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LA PRIMAVERA DEL BARRIO EL LARGO CAMINO DE MEJORAR LA VILLA La historia de Villa Itatí es una historia de conquistas barriales logradas con la organización vecinal. La propiedad de la tierra, el agua, la luz, la escuela, la iglesia, el club y, recientemente, el asfalto han sido productos de incansables gestiones vecinales, audiencias, reuniones, asambleas, beneficios y colectas realizados por el vecindario. Allá por los 60, quienes se quedaron en el barrio echan raíces profundas en Villa Itatí, se intensifica la actividad vecinal para mejorar el barrio y comienzan a palparse sus frutos en esta época caracterizada como “la primavera del barrio2” . Tantos esfuerzos y tanto trabajo de los vecinos en la consecución de la tierra, la apertura de calles, la gestión y el trabajo en el tendido de las redes de agua y de luz en el barrio, necesitó también de una organización que consolidara la solidaridad y el espíritu de comunidad en una figura más institucionalizada: la comisión vecinal. Fueron muchas las comisiones vecinales que han trabajado en pos de lograr la mejor calidad de vida del barrio, pero la comisión del 63 se destaca en la memoria de los vecinos porque ha logrado identificar y armar un proyecto barrial, definiendo el plan de acción que aglutine al vecindario. Pedro recuerda las conversaciones entre su padre, Jesús González, y Juan García, que allá por el 63 fundaron ese proceso de gestión comunitaria: Adelaida Mendoza, pobladora de Villa Itatí, refiere esta época de mejoras como “la primavera del barrio”. 2
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“Había un señor muy renombrado que se llamaba Juan García, él era socialista y enseguida congenió con mi viejo, que era peronista... hablaban mucho sobre las cosas que faltaban aquí en el barrio: -mire don Juancito, -mire don González, empezaron así: -¿por qué no hacemos una cosa? Cambiamos el sentido que ha tenido hasta ahora la comisión vecinal. Estamos cerca del centro... tenemos que pedir que nos loteen. Ser dueño de un terreno”, y resalta “no queríamos que nos regalen, significaba progreso”. Cuenta Pedro que, a pesar de su corta edad (tenía menos de 20 años), asumió como Secretario General de dicha comisión. Su principal tarea, como la describe, fue oficiar de “mandadero”, debiendo presentar notas y conseguir audiencias para realizar las gestiones necesarias.
“El secretario de la comisión vecinal, señor González, agradece al Intendente y se compromete a trabajar para hacer de Villa Itatí un hermoso Barrio” Revista Careo, en Archivo Eclesiástico del Arzobispado, s/f.
Muchos fueron los vecinos que acompañaron y se comprometieron con los objetivos de obtener la tierra primero y luego seguir trabajando para que las mejoras y sueños de un barrio sean palpables.
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Fueron incontables reuniones, gestiones , también frustraciones y “escollos” que hubo que sortear por aquella recordada comisión vecinal, para que un 17 de septiembre de 1967 se obtuviera la tenencia de la tierra. Cada una de las comisiones vecinales que la sucedieron tuvieron sus distintos proyectos, gestiones, éxitos y dificultades. Algunas con más suerte que otras, trabajaron por construir un sentido comunitario y concretar aquellos mismos sueños de las primeras: que Villa Itatí sea un mejor lugar para vivir.
Agradecimiento de la comisión vecinal en el Diario El Territorio (Diario El Territorio, 1967).
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LA PRIMERA JUNTA La revista Careo, con motivo de la entrega de títulos, años más tarde relata bajo el título “LA PRIMERA JUNTA” la asamblea de conformación de la comisión vecinal. “Precisamente el 28 de junio de 1963, nació la idea de constituirse en una comisión vecinal que iba a tratar de organizar el barrio y tramitar ante las autoridades el trazado de calles. Que, por esa fecha, apenas eran caminos sinuosos que apenas bordeaban, cuando no penetraban las más humildes viviendas”. “Ese día, tras no pocas reuniones y venciendo escrúpulos, y prometiendo todos acatar lo que la comisión vecinal hiciera se la integró con Jesús González como presidente, el hijo de este, Pedro G González secretario, Elías Maldonado vicepresidente y Filomeno Ayala y Ramón Ayala tesoreros. Y como vocales Elena de González, Tomas Fernández, Honoria Sánchez, Elsa Medina y Elsa Lezcano”. (Revista Careo, s/f). DUEÑOS DE LA TIERRA El barrio en sus orígenes era desordenado, con viviendas muy humildes a las que se accedían por angostos pasillos y no contaban con servicios. Pero lo más amenazante era que las familias pobladoras no eran dueñas de la tierra que habitaban, situación que las exponía a la posibilidad permanente de ser expulsados de lugar donde se asentaron. Ante esta incertidumbre algunos vecinos temían que la municipalidad los echara de ese lugar, incluso hay quienes recuerdan que por los años 50 hubo intentos concretos de desalojar ese predio. Belzor narra: “Antes del 55, la fundación Perón dio muchas viviendas, que se fueron al barrio Central Norte y también al barrio Evita (hoy Monseñor de Carlo). Vinieron los camiones y voltearon todas las casas. Pocos quedaron. Nosotros no fuimos porque no había lugar para las gallinas, y nosotros teníamos gallinas. Eso fue en el segundo gobierno peronista. Quedamos poquitos, quedamos nosotros y algunos vecinos más”.
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“Continuamente nos amenazaban que nos iban a echar, que venían con las topadoras. Y algunas gentes se iban. Mi papá no. Tal es así, que después hicieron viviendas con Perón para que vaya la gente de acá, mi papá salió sorteado. No es que te anotabas vos: ellos nomás te anotaban, para que te vayas. Y le salió una casa en el barrio Central Norte... que le dio a uno de mis hermanos”, menciona Juan.
Agustín Marozzi bendice las tierras adjudicadas por la Municipalidad. El Territorio, 1967.
Fue la comisión vecinal del 63, la que asumió el desafió de conquistar la propiedad de la tierra e incansablemente gestionó y arbitró los medios para que finalmente pudiesen, después de varios años de trabajo, obtener la documentación que los reconoce como legítimos dueños del lugar que habitan. “Para mejorar cada uno su casa había que saber si eso podía ser de uno o no, si estaba en la calle o no”, explica González.
Un momento clave fue la masiva asamblea convocada por esa comisión y realizada en el predio donde actualmente se encuentra la capilla. Allí, el vecindario logró debatir sobre la necesidad y conveniencia de que los reconozcan como dueños legítimos de la tierra y se obtuvo el consenso necesario para realizar y sostener el ordenamiento barrial. En aquella gran asamblea casi la totalidad de los vecinos votó a favor de buscar la propiedad de la tierra, emprendiendo la gestión comunitaria que fue direccionada por “el plan de acción”, como le llamaron sus protagonistas.
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Reportaje en los barrios: “Que la Municipalidad nos venda esta tierra” (Diario El Territorio, 1966).
Si bien fue una decisión difícil porque varias familias tenían carros y animales, solo unos pocos vecinos manifestaron resistencia a ajustar las dimensiones de sus terrenos, la mayoría compartía la convicción de que el lugar era suficiente para todas las familias. Ordenarse, significó para los vecinos reacomodar su ubicación y viviendas según el diseño de loteo elaborado por técnicos de la municipalidad3 que requirió, además de la modificación de dimensiones y disposición de lotes, la reubicación de las viviendas que inicialmente se asentaron sobre la traza de las calles o de lo que sería espacio público, como la plazoleta.
Pablo Céspedes, recuerda, además, que la Facultad de Arquitectura de la UNNE participó en el proceso de reordenamiento. 3
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Leocadia Arce recuerda ese proceso de organización, “Esto era todo ranchito, después se fue transformando, cada cual hacía su casa donde encontraba su lugar, vino el agrimensor, 8x21 te daban, a nosotros 9x21 porque estábamos en una esquina. Nosotros estábamos en la calle. A mamá le tocaba donde estaba don Pablo y le cambiamos a él. Eso fue antes del 69”.
Acto de entrega de documentación que reconoce legalmente a sus pobladores. Archivo personal de Cacho Gamarra.
Pedro González describe en su relato los sucesos de aquellos días:“Había una revista de Buenos Aires que se llamaba Asís. Ellos nos entrevistaron, yo le conté qué es lo que pretendíamos, qué buscábamos y salió en el diario tal cual como yo le conté: las pretensiones de la gente no es seguir viviendo entre el barro, el lodo. Nos hizo una buena nota ese periodista, y a los dos, tres días viene el secretario de la municipalidad y me dice:
-González, el intendente quiere hablar con Ud., que le explique bien cómo es la cosa. Fuimos y explicamos lo que pretendíamos… A principios del 67 nos dicen que van a largar el loteo de la villa, que van a hacer un programa piloto. Entonces vinieron los ingenieros, anduvimos con ellos en el barrio. Miraron, fueron a la municipalidad e hicieron un bosquejo para sacar más lotes, porque la tierra no es un chicle.
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Entonces ellos dijeron: -Acá hay tantas casas, ¿cómo hacemos?. Al fulano para que pueda pasar esta calle por acá le damos 12 x 12, son 24, al otro le damos 9 x 21. Eso fue trabajo de los estudiosos, arquitectos, ingenieros. Cuando conseguimos que salga el loteo. ¡Era la gran alegría para muchos!... pero para pocos, era bronca. Entonces yo salgo con el megáfono, de esos a pilas, gritando: “¡salió el loteo para Villa Itatí!, como hacen los verduleros. ¡Me cascotearon algunos! -Esto es para quedarse ustedes con toda la tierra- nos dijeron unos pocos, es así como siempre se piensa. Y empezaron a entrar con máquinas y topadoras. Fueron abriendo la calle, abrieron una, abrieron la otra, a algún vecino le dijeron: -Mire, a Ud. le tenemos que dar en otro lado porque acá no cabe. Fueron extrayendo a esos vecinos, llevándole a otros lados. ¡Ah! primeramente dejaron unos terrenos, unos baldíos grandes donde era una laguna, rellenaron todo eso y ahí hacían tipo ranchitos provisorios, el que no iba a poder todavía tener su lote le daban eso, y usaron la chapa de fibrocemento para hacer una casita provisoria. Llegó un momento en que todos estábamos ubicados y ¡sobró terreno también!, porque al principio era imposible tal cual como cada uno agarraba”. El principal logro de estos esfuerzos se reflejó en que la Municipalidad realizó un acto oficial y público donde entregó documentación que reconoce legalmente a los pobladores. Esto posibilitó iniciar el proceso de ordenamiento en el que paulatinamente se fue acomodando el barrio, se abrieron las calles y varias familias debieron trasladarse para reacomodar sus viviendas al nuevo loteo. Agustín, cuya vivienda de la familia de origen se ubica frente a la plaza del barrio, recuerda que su padre participó y colaboró en el loteo. Alrededor de los 70, cuando forma pareja con Ramona Almirón se trasladaron a un nuevo terreno otorgado por don Gamarra, para proyectar la vivienda de su joven familia “era un pozo acá, nosotros acarremos tierra, piedra, todo”, recuerda Ramona. 47
LA ASAMBLEA DEL 63 - Relato de Pedro González “En el año 63 se convoca a una gran asamblea de vecinos. Antes se hacía por megáfono, por parlante. Se los invita a todos, y sobre todo a los que tenían carro, y se les plantea esta situación: que el loteo iba a traer progreso, que no se iba a correr gente. Que dentro de este pañuelo que es Villa Itatí, podíamos caber todos si se hace algo bien pensado. Por ejemplo, todo lo que es la plazoleta lo tenía uno solo y otros espacios grandes que tenía una sola persona. Los que tenían carrito seguro tenían un 50 por 50, por eso ellos eran los que más se oponían. Esas asambleas se hacían donde es la capilla, ese era un espacio grande. Las bases de la capilla era de un señor que antes había vivido ahí, tenía sodería, que fue haciendo sus mejoras y después fue a vivir a Villa San Juan y dejó las bases y el espacio… La comisión anterior ya se reunía ahí, era un terreno grande que alambraron con la esquina. Había muchos paraísos y le decían el Paraisal a ese lugar, que es donde se hacían bailes, fiestas. Incluso se decía…: ¡¡ah!! Villa Itatí, ¡allá donde era el Paraisal! En esa gran asamblea se le explicó a la gente. Algunos estaban de acuerdo, otros no. Pero nosotros siempre buscamos el formato legal, siempre hablando de una mayoría y viendo con la mayoría que lo mejor era eso. Acá hay 368 familias aproximadamente, pero en aquella época había 378 familias: cuando se hizo el loteo faltaron 6 lotes más o menos, pero había gente que quería irse… algunos se fueron. Así al tener mayoría, hicimos un acta porque habíamos comprado libros de actas. Teníamos visión, cuando sos joven tenés un montón de ideas … Entonces dijimos: -vamos a hacer un papelito con el terreno y que pongan sí o no. Y así votamos. En ese momento conseguimos 196 “si” y 4 “no”. Con esa base, las actas, los papelitos armamos todo y en ese momento entraba Bittel, entonces fuimos a hablar con él”.
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Entrega de tierras en Villa Itatí, comunicación en los medios.
A PICO Y PALA: TRAJIMOS LOS SERVICIOS En 1967 también se iniciaron las gestiones institucionales para obtener agua y luz, anteriormente el vecindario no contaba con red eléctrica y se abastecía de agua potable de canillas públicas. “Queremos procurar por la luz, queremos tener una iglesia, queremos un destacamento... ese era el plan de la comisión, después de que conseguimos el loteo. No era cuestión de decir que porque ya conseguimos el loteo ya estaba: falta la luz, el agua”, relata Pedro.
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Respecto a la luz, continúa explicando: “la usina nos dijo: -ustedes ponen los postes y nosotros le hacemos el cableado”, y al tratar el tema en asamblea barrial un vecino ofreció buscar las palmas en el campo que cuidaba en Antequeras. Consiguieron un hachero, fueron a cortar y transportaron los palos hasta el barrio en un tractor con acoplado que solicitaron a la municipalidad. “Trajimos todas las palmas, todo el tendido. El primer enganche de acoplamiento, sacamos de la universidad. El primer alumbrado fue esta calle (Tacuarí) en 1967. Antes era lámpara y candil, lo hacíamos con botella con querosene abajo, le mojás bien la mecha, le ponés ahí y alumbra”. A principios de los 70, también con mucha gestión, esfuerzo y trabajo, la gente del barrio con sus propias manos pudo obtener la extensión de la red de agua. Ante las solicitudes realizadas, la municipalidad y la Dirección de Obras Sanitarias responden que el caño troncal se ubica en la avenida Las Heras y no disponen de la maquinaria necesaria para realizar ese trabajo. En una nueva asamblea se trató esta situación y algún vecino propuso: “¿Cuál es el problema? Lo hacemos nosotros, ¡vamos a meterle pico y pala!”. “Nos fuimos un 3 de abril a dar la primera palada: pico y pala, pico y pala. Desde Las Heras hasta la calle 8. Teníamos cuadrillas de 60, 70 muchachos que agarraban la pala para colaborar: militantes, estudiantes, religiosos, por ejemplo, Oria, el Gato Waisman, Atilio Velázquez. ¡El trabajo fueron tantos días! cuando llovía había que desagotar con balde para poder seguir...a veces cortábamos porque no podíamos por el barro, nos hundíamos, teníamos que dejar ese y abrir otro boquete, dejando ese espacio, hasta que más o menos se oreaba para seguir. Así se llegó desde Las Heras hasta la calle 8. Más o menos eran tareas de 2 o 3 meses”, relata Pedro. Cacho Gamarra cuenta que “se hacía un control de cuaderno, de las tantas horas que se trabajaba para si algún día, por intermedio de la provincia o la municipalidad, se podía sacar un beneficio, para que esos vecinos cobren su trabajo. Nunca se pudo sacar porque era gobierno de facto, fueron épocas duras”.
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Ramona y Agustín aportan una foto que según estiman está situada sobre calle 7, donde se organizaban por cuadras para conectarse a los caños de agua que lograron extender desde la av. Las Heras. “Ese es Aníbal “Mono” González, el que está sentadito de camisa blanca. Era de la comisión y organizó todo lo del agua en esta cuadra. La foto es acá en la calle. El carrito que se ve era del hombre que sacaba la foto y tenía un caballito petisito. Creo que están trabajando, con lo de la cañería. Esto foto habrá sido en 71, tiene más de 50 años. Había pocos árboles, la gente no sembraba porque no estaba bien ubicada, hasta que se ubicó en su lugar”.
“El segundo de camisa se llama Carlos Villalba. También está Oscar Gómez, el Gato y Loquera… Esta el Petiso Miño y Osvaldo Molino que vivía en la esquina. El otro que tiene un bebé parece que es el marido de la Rosa, Oscar. Y después esta Aníbal “Mono” González y Agustín Sánchez. Los niños pareciera que son Rubencito Sánchez y los hijos de González cuando eran chiquitos”, relatan Ramona y Agustín. Archivo personal de la familia Sánchez Almirón.
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Julián Garcia, que en aquel entonces era un niño, también recuerda ese momento acompañando a su padre “Yo le llevaba la comida a mi papá. Mi mamá cocinaba y como ellos estaban laburando yo les llevaba la comida”. Eliseo Foschia, recuerda que en ese momento no vivía en el barrio pero que revoloteaba mucho por estos lados ya que su novia era de aquí. Entre risas recuerda, “Mi señora vivía acá, yo me casé y vine a vivir acá con ella.Yo cuando vine, cuando era el novio, estaban haciendo la excavación para el agua, en el 69 por ahí. Los mismos vecinos los que hicieron. Yo era novio todavía, ¡no sabía si me iba a quedar! ¿te imaginás haciendo semejante esfuerzo y después me tenía que ir?”. “A PICO Y PALA” - Relato de Froilán Martínez “Había una comisión entonces que programaron bien. Programaron que teníamos que tener el agua, porque el agua venía del centro por Las Heras con el caño. Hasta ahí nomás venía, de este lado no. Hicieron una comisión: los gonzalitos, el viejo y el hijo, hicieron el programa, don Luca, el Mono González, entre otros más y armamos la comisión... ellos consiguieron todo, pero teníamos que hacer la zanja, desde Las Heras hasta la calle 8 por la Castelli, y después por adentro del barrio y así nos anotamos los vecinos. Ellos se habrán instalado en Casa de Gobierno para conseguir los caños y lo consiguieron… creo que los caños los trajeron de Santa Fe. El asunto es que había que bajar los caños del flete y había que pagar el transporte… ¡y el Mono González salió a vender su tele para completar la plata para pagarle al fletero!. Con un compañero, nos anotamos y cuando volvíamos del trabajo, a la noche íbamos a meterle pala nomas. Éramos varios ahí. Doña Honoria, también estaba con nosotros, una señora bien reforzada… ella le metía pala también, no tenía problema… y eso que la zanja tenía que ser de 1,2 metros más o menos y en algunos sectores más honda. Y además era dura la tierra abajo, teníamos que meterle pico. Tipo tosca era. Y desde la calle principal también hubo que entrar para todo el barrio el agua… ¡¡esto fue un trabajo!!”.
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LAS NUEVAS MEJORAS: LA RED CLOACAL Y EL PAVIMENTO En el 2014 se construyó la red cloacal favoreciendo el saneamiento del barrio, aunque todavía muchas viviendas no han logrado conectarse, principalmente, por falta de recursos para costear la obra domiciliaria. “Nosotros lo más importante que tuvimos en la década del 70 en infraestructura fue el agua, la electricidad y después con Gustavo Martínez por su iniciativa y con financiamiento nacional e internacional fue la cloaca”, ilustra Belzor. Y continúa: “Villa Itatí era una inmensa laguna, así que llovía y era todo agua. Por supuesto, no había saneamiento ambiental ni nada por el estilo, tampoco había programas como alguna vez se hizo para hacer los baños. Se hacían excusados y cuando llovía se mezclaba todo, y por supuesto que una casita con la otra, los ranchos se separaban con ramas, ni siquiera alambre”. La mejora de las calles es un tema de larga data en la agenda del vecindario y sus distintas comisiones. Finalmente, luego de las innumerables gestiones, en el 2017 se comenzaron a concretar las obras de pavimento de las principales calles del barrio: Franklin, Triunvirato, Congreso y Directorio. “Desde que vine, el tema acá era el pavimento. Hace 42 años que vine y ya se hablaba de eso. Algunos decían: –pa-
Red cloacal en proceso de obra. Diario Chaco. 3 de julio de 2014.
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rece que sale el pavimento… otros decían: -viene el pavimento… ¡así decían! desde no sé qué tiempo…”, recuerda Elisa de Mendiburu. María revive y contagia la emoción que provoca esta obra cuando expresa “¡No sabés cómo me brotaban lágrimas de alegría cuando acá hicieron el asfalto! Tuve que esperar 50 años para ver pavimento al costado de la facultad. ¡Qué lindo que era!”.
Imágenes de los diarios y portales digitales que relatan las obras de pavimentación. Diario Chaco (17 de noviembre de 2017) y Primicias Chaco (1 de agosto de 2018).
La pavimentación de algunas de las calles facilitó la circulación no solo para los vecinos sino para todos los que ahora pueden conectar la av. Chaco (calle 8) con la av. Las Heras. Ha sido un cambio importante, ya que también implicó la apertura del barrio al resto de la ciudad. No obstante, quedan varias cuadras por mejorar y sumarle infraestructura.
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Así lo explica Raquel: “hay cuestiones que hay que seguir haciendo, por ejemplo, los desagües. Hay que mejorarlos, limpiarlos: llueve y nos quedamos bajo agua. Nosotros tenemos hace 8 y 10 años las cloacas, hay otros barrios que no. Pero no todos los vecinos están conectados a la cloaca y eso hace desastre cuando llueve”. Con el asfalto se colocó la señalética de las calles. Para muchos fue empezar a conocer sus nombres oficiales, algunos las siguen llamando por número o por el nombre de la prolongación de la calle más allá del barrio. Así comentaban algunas vecinas: “Recién ahora la gente está reconociendo las calles por nombre … fijate todo el tiempo que estamos y no lo conocíamos, hablamos de la calle 5, 6, 7… incluso la Carrasco ¡¡ahora me vengo a enterar que no es Carrasco!!” “¡Es un lío de calles! ¡los pasajes que no son pasajes! y que tienen nombres que no conocen!”. Al respecto, Belzor opina: “Las calles no pedimos intervención, la municipalidad nomás bajó el nombre de las calles. Inclusive alguna vez nos gustaría cambiar porque queremos ponerle el nombre de nuestros abuelos, o de las personas que fueron importantes para el barrio”.
Señalética en el barrio. 55
CONVERTIR LAS DIFICULTADES EN OPORTUNIDADES - Relato de Belzor Miño “Yo siempre cuento que fue culpa de esa agua servida: una vez me quemé la pierna y cuando llovía acá, nosotros no teníamos cama, nos quedábamos arriba del catre hasta que se iba el agua sucia. Entonces la miseria era verdaderamente miseria. Y esa agua servida es la que después me infectó la pierna y quedó así. Yo tengo una pierna dura. Me afectó el hueso que se llama la tibia y me perforó todas las articulaciones de la rodilla. Al enfermarme en el 55 estuve todo el año internado en el Hospital Perrando, y como no se sanaba me llevaron al Hospital de Niños en Buenos Aires. Y ahí habré estado internado como dos años y medio y al estar allí nació mi vocación por la medicina. En realidad, mi vocación era hacer bien a la gente, pero como me metí ahí entre médicos y enfermeras, ahí nació mi vocación. Todavía estaba la fundación Eva Perón, había escuelas dentro del hospital, y estuve ocho años en cama porque no podía caminar por la pierna. Entonces, la maestra venía y ahí me enseñaba. Yo estaba sólo allá. Me llevaron y tuve que quedar, 10 u 11 años tenía. Y cuando volví en el 58 a Villa Itatí, mi madre me dijo, -mirá hijo, hablé con don Lorenzo, el peluquero y zapatero de Villa Itatí, te va a enseñar zapatería y peluquería, porque vos con tu pierna no vas a poder hacer otra cosa. Yo le dije: -no mami, yo quiero estudiar. -Y bueno hijo, vamos a hacer lo posible dentro de la pobreza. En el 63, 64 me recibí, en 8 años. En medio de una gran pobreza estudié. Fui el primer profesional de Villa Itatí”.
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LOS ESPACIOS GANADOS: LA EDUCACIÓN EN EL BARRIO La escuela N° 675 (ex N° 68), ubicada en la intersección de las avenidas Chaco y Castelli, fue creada el 6 de octubre de 1961 por demanda de los vecinos. Varios lo relatan como una de las primeras conquistas que tuvieron en el largo peregrinar para mejorar el barrio. Pedro, enfatiza: “Esa primera comisión vecinal que había en el 57 consiguieron que quede el espacio para la escuelita. Desde la comisión del 63, solo tuvimos que finalizar lo que ellos ya habían iniciado porque ya estaba todo reservado, preparado. Y se hizo la escuela y nuestros hijos fueron ahí”. Y añade: “Lo que no pudimos conseguir fue la biblioteca, porque aquí había partidarios de la iglesia y de la escuela, y los docentes querían la escuela, y los de la iglesia querían la capilla. Así tuvimos las cosas”. “Yo fui uno de los primeros alumnos, me acuerdo que uno de los primeros directores fue Juan de Dios Torres. Antes tenía 3 aulitas nomás, yo fui uno de los primeros alumnos de esa escuela”, recuerda Cacho. Hacia 1966, el diario El Territorio hacía el siguiente diagnóstico de la escuela: “admite en sus aulas poco más de trescientos alumnos en dos turnos y a unos 80 adultos en cursos de alfabetización que se dictan en el establecimiento en horas de la noche. (…) Suplemento Siglo Jóven del diario Su capacidad ha sido colma- El Territorio, 1972. da y superada por las necesidades actuales del sector. Deja sin atender a un treinta por ciento de chicos de la barriada en edad escolar. En cifras concretas esto significa poco más de 100 alumnos sin banco.
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-Y menos mal – dice su directora, la señora Nélida Vallejos de Rodas que, con la ayuda de la cooperadora escolar, los padres de los alumnos y los vecinos, cerramos esta galería para hacer dos aulas más. Los alumnos que recibe clases en estos dos salones improvisados, han debido traerse ellos mismos sus mesas y sillas donde trabajan”. (El Territorio, 1966). En el Suplemento Siglo Joven editado en 1972, se rememora el inicio de esta escuela, que para ese entonces estaba cumpliendo sus diez primeros años de funcionamiento: “Desde hace casi cuatro años, Villa Itatí ha emprendido un rápido adelanto, merced a la venta de terrenos y entrega a sus propietarios, auspiciada por las autoridades. Esa política determinó una radicación permanente y masiva de vecinos y la asistencia regular de los niños a la Escuela N° 68” (Diario El Territorio, 1972). Sin duda, la escuela ha sido una gran conquista para el barrio. Quizá con el tiempo esas victorias van quedando tapadas por las novedades de lo cotidiano, por nuevas luchas y conquistas, pero la posibilidad de la escuela cerquita de casa es una victoria invaluable. Infinitas posibilidades de acceso, de oportunidades, de organización de la vida familiar con niños, de encontrarse aprendiendo con las amigas y amigos con los que, a la salida, se juega en la vereda. “Nos encontrábamos todos en la vereda, en el horario de la escuela. Salía yo de acá, otro de allá, otro del otro lado y nos íbamos encontrándonos, doblábamos media cuadra y ya estábamos. Y después para la salida también. Se quedaban los de la calle 7, los de la calle 6, primer grado nomás creo que te acompañaban y después ya nada”, ilustra Raquel. María también trae recuerdos de la escuela: “En la escuela siempre había fiestas. Antes las fiestas eran muy respetadas, 25 de mayo, 9 de julio, esas cosas que se van perdiendo, todas las familias iban”.
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Libro histórico de la escuela 675 contada por ex alumnos.
De manera recurrente la institución trabaja la reconstrucción de la historia de la escuela y la historia del barrio. En el libro histórico construido por un grupo de exalumnos recuperan la línea histórica del barrio y relatan: “La entrada de la escuela era pared y tejido, no tenía la puerta de chapa, solo la reja del portón principal. El tinglado estaba donde hoy están las piletas (canillas). El mástil era con escalones y se ubicaba dónde está hoy la cocina. La galería estaba abierta. Los últimos salones se construyeron en 1987 (…) El 12 de junio de 1970 se procede a la imposición del nombre (…) siendo su denominación “Escuela Primaria Común N° 675 Dr. Juan José Castelli”. Describen de esta manera como la escuela fue creciendo, ampliando y mejorando sus espacios, llegando a la incorporación del BLA y a la construcción del jardín de infantes.
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Actividades del BLA-UEGP N°172.
El jardín de infantes que funciona en el barrio es un anexo del Jardín de Infantes N° 19. Fue también a partir de la gestión de los vecinos que se logró la concreción de este espacio que se construye en el año 1997 y se inaugura en 1998.
Fotos de la Escuela. Libro Histórico elaborado por ex alumnos de la Escuela N° 675.
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Por último, tras la gestión de un grupo de docentes, se crea el Bachillerato Libre para Adultos de la UEGP N° 172, Gobernador Deolindo Felipe Bittel, fundada el 18 de diciembre del 2012. Desde ese momento comenzó a funcionar en el edificio de la escuela primaria 675. En la actualidad cuenta con 10 docentes y se han recibido 427 alumnos adultos. Uno de los aspectos que destaca el director, Dionisio Saavedra, es que se trabaja con los estudiantes sobre la historia del barrio: “yo doy historia en la escuela secundaria y el primer trabajo práctico que hago con ellos es la historia de vida, ellos cuentan su propia historia, después trabajamos en periodos y cerramos el cuatrimestre haciendo una investigación sobre la historia de su barrio. De esta manera van a hablar con algún pariente, porque tienen que ir a preguntarle a la madre, la abuela, a la tía…y desde que empezamos yo hago ese trabajito”.
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CAPÍTULO 3
DE POLÍTICA, DE RELIGIÓN Y DE FÚTBOL EN LA MESA DE ESTE BARRIO, SÍ SE HABLA 63
DE POLÍTICA, DE RELIGIÓN Y DE FÚTBOL EN LA MESA DE ESTE BARRIO, SÍ SE HABLA A diferencia de lo que el saber popular dice que sucede en la mesa, quizás por las adversidades que forjaron el temple de la villa, o por esa sana insubordinación de sus vecinos, la política, el fútbol y la religión, lejos de dividir, han sido motivo de unión en Villa Itatí. Así es que el fútbol, por ejemplo, ha sido espacio de encuentro entre los habitantes de la villa, ya sea portando con orgullo la camiseta celeste del Deportivo Itatí (del manto de la virgen), realizando mejoras en el club o alentando en las tribunas.
Foto del Ferrocaril Central Norte de Cacciola Dedings. Disponible en horizonteferroviario.blogspot.com.
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Un barrio que toma por nombre una de las advocaciones de la Virgen, quizás tenga en su ADN algo de religiosidad extra. Más que por el nombre, la identidad y el sentimiento religioso habían venido con sus primeros habitantes; los curas y la capilla vinieron después. Fueron los propios vecinos quienes desde temprano celebraron sus santos,
rezaron y hasta encontraron alivio y en la espiritualidad. Cada quien, encontrando su modo, un poco más cerca o un poco mas lejos de la ritualidad “oficial” de la iglesia. De esta manera, los rezos, los santos, las fiestas han sido un espacio de encuentro de las familias del barrio entre sí y de ellas con su fe. De la política también se puede decir mucho. En el barrio siempre a pesar de las diferencias partidarias, la política y lo político como acción fue parte de las mejoras, las luchas y las organizaciones de los vecinos… pero también ha sido parte de la identidad de las personas y de la comunidad. “Esta fue una villa muy politizada” recuerda uno de los vecinos, a la vez que otro menciona: “quizás por ser un barrio pobre, el barrio es naturalmente peronista”. Varios de los pioneros han militado o se han identificado con partidos políticos: peronistas, socialistas y también radicales, solo por nombrar a algunos. Los González, los García, los Miño y los Gamarra no pasaron desapercibidos en sus convicciones e ideales que los llevaron a buscar que la villa pueda ser un espacio digno para todos sus habitantes. DE POLÍTICA Son muchas las anécdotas y recuerdos de los vecinos que están marcados por lo político. Las identidades de muchas familias y vecinos estuvieron signadas por su pertenencia, simpatía o militancia en distintos espacios partidarios. Doña Pabla Cena, por ejemplo, una de las pioneras del barrio, fue unas de las afiliadas al Partido Peronista Femenino, su marido, Juan García, había sido Socialista. Tal como relata Belzor “En esos tiempos el grupo político más importante fue en la casa de don Juan García, porque ahí era del partido socialista, pero después cuando vino el peronismo, se acercó al peronismo. Un hombre que tenía un rancho grande. Siempre fue muy solidario, había mucha gente siempre en la casa de ellos, los pibes íbamos a ver “El Gráfico”, esa revista de deportes. Siempre había un plato de comida para quien lo necesitara, ¡gente muy buena!”.
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Han sido varios los vecinos que han relatado que en la villa eran mayoría peronistas, atribuyendo esta simpatía a los beneficios que se obtuvieron en los gobiernos de Perón, ya que hasta ese momento habían sido los grandes ausentes en la escena política. La pertenencia partidaria de sus vecinos permitió abrir algunas puertas para distintas gestiones barriales. Una de las vecinas decía refiriéndose a una de las comisiones, “esta gente consiguió mucho por la política”. Belzor, quien quizás mamó desde temprana edad la militancia de sus vecinos y familia en el barrio, fue concejal, diputado provincial y funcionario en varias oportunidades. Varios vecinos lo reconocen como un facilitador en las gestiones que se realizaban en nombre de la villa, de algunas de las familias que lo necesitaban o del mismo Deportivo Itatí.
Libreta de afiliación al Partido Peronista Femenino de Pabla Cena. Archivo personal de Juan García.
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Entre las filas de la Unidad Básica que funcionó en lo de la familia Miño hubo varios vecinos y vecinas del barrio. Adelaida comenta: “Yo milité mucho con Miño. Nuestro barrio es muy rico, hubo un tiempo apagado. Por intermedio de él y de la señora, pude conocer políticos del centro y ahí me formé. Yo le debo al justicialismo lo que soy, me instruí y me formé por la política”.
Don Gamarra en reunión del Partido Radical en la casona radical. Archivo personal de Cacho Gamarra.
Eliseo también recuerda lo suyo “me metí en política, mi hija se había enfermado de hepatitis, y yo era amigo del Dr. Miño y lo fui a buscar como médico, él no quiso que se interne, le atendió. Conversando con él, él andaba en la política y le di una mano, yo era peronista de siempre, puse una Unidad Básica, pusimos un comedor, le dábamos de comer a todo el barrio, todos los días, almuerzo. ¡Cantidad de gente venía! Un grupo de la comisión, mujeres eran, ellas cocinaban. Cada fin de mes festejábamos el cumpleaños de los chicos que cumplían todo el mes. Aproximadamente en el 77”.
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Felipe Bittel en una reunión partidaria. Archivo personal de Juan García.
No obstante, esta pertenencia política que a veces había facilitado algunas gestiones fue, en los momentos donde se obturaban los procesos democráticos, motivo de hostigamiento. Así lo cuenta Pedro, quien relata como su padre en 1956 viene al barrio desde Villa Berthet, perseguido por su militancia Peronista y Sindical: “En la época que algunos llamaron revolución libertadora… mi padre, que era sindicalista, se tuvo que ir del pueblo, nos corrieron, nos corrieron. Mi viejo buscó otros horizontes, felizmente nos trajo a todos aquí, nos crió, nos educamos, progresamos en lo que pudimos”.
Felipe Btttel en la campaña presidencial de 1982 en el barrio, donde fue parte de la formula Luder Presidente Bittel Vic. Archivo personal de Juan Garcia.
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Posteriormente, en la dictadura del 76, la persecución, secuestro, encarcelamiento y desaparición de militantes políticos se instalará como metodología del terror.
Reunión política en el barrio. Foschia con el micrófono, atrás el Dr. Miño. Archivo personal de la familia Foschia.
EL INVIERNO DEL BARRIO: LA ÉPOCA GRIS “Acá se sintió mucho el golpe. Porque supuestamente Villa Itatí era gente de Perón, siempre hubo muchos militantes en el partido justicialista… había muchos peronistas. Yo llegué a ver en una época a varios muchachos con el brazalete de la JP incluso”, cuenta Ricardo Olivera. En el 76, comienza la última dictadura militar que vivió nuestro país. Y la villa al ser altamente politizada no fue ajena a este proceso. La dictadura militar combatirá, perseguirá y prohibirá la organización política y social, por un lado, a su vez que no tendrá reparos en buscar el “disciplinamiento” y control social de los sectores menos favorecidos y más populosos. Ricardo cuenta al respecto: “Esa época la siento y la veo ahora como una época gris, el invierno. Era andar con cuidado, más si eras de acá… Por ahí entraba la patrulla y… ¡era un miedo! Te miraban como marginales, como subversivos. Por ahí buscaban a algún militante de la JP. Entraban con los Falcon y supieron hacer esas razias. Era duro. Tenía 13 o 14 años y lo recuerdo como algo triste, como algo gris”.
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Rubén cuenta: “Me acuerdo que en esa época se escondían las cosas que se querían conservar. Alguien en mi familia enterró “La razón de mi vida”, de Evita. Al día de hoy tenemos el libro, lógicamente sin algunas hojas que se percudieron durante el tiempo que estuvo bajo tierra”. Algún vecino, reflexionando sobre aquellas oscuras épocas, se anima a pensar sobre aquellos que no vio más: “Yo no sé, no lo dije nunca, pero hubo vecinos que no volví a ver, capaz están desaparecidos, nunca tampoco le pregunté a la familia qué pasó. Teníamos eso del silencio, de callarnos del miedo”.
Dr. Belzor Miño en su casa.
Belzor comenta cómo fue detenido para luego ser llevado preso. “En marzo del 76, se sentía una gran tensión, la policía andaba haciendo allanamientos. A las 7 de la tarde más o menos me llevaron. Se hizo un gran despliegue del ejército. Me podrían haber citado, pero no, venían todos y desplegaban su operativo. La dictadura imponía así un clima de terror. Yo no era una figura importante, pero era médico. El allanamiento salió en los diarios. Salía en todos lados … pusieron un poco más que me comía a los niños vivos, porque el método es la difamación. Nunca tuve ni causa, ni proceso. Yo estaba poniendo mi consultorio. Estuve en la U7 y en La Plata. Épocas muy feas”.
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A pesar del miedo que sembró la dictadura, la solidaridad de los vecinos del barrio no se pudo quebrar. Dice Belzor: “Cuando me llevaron muchos vecinos vinieron a ayudar a mi madre, siempre estuvieron presentes, yo les estoy inmensamente agradecido por eso”.
Héroes de Malvinas: “Pilo Benítez, Rubén Sánchez, Tim Miño, Juanchi Ramírez. Acompañan la foto el matrimonio Miño, doña Margarita mamá de Juanchi Ramírez, su esposa Cati y su hijo, me parece que es Fernando”. Relato de Ricarto Olivera. Archivo personal de Zulma Argüello.
Con mayor o menor intensidad la dictadura afectó la vida de los vecinos, aún sin militancia política. A modo de ejemplo, Ricardo describe una situación que podría ser cotidiana de cualquier adolescente y quedó marcada por el miedo: “La primera vez que salgo de noche fui al Prado Asturiano4 con un amigo… Para mi mamá era como que me iba a Vietnam. A la vuelta veníamos caminando, yo pensando en que no me escuche mi viejo que era colectivero... y en eso se paró un Falcon verde, por la Rodríguez Peña, venía lleno como una lata de sardinas y yo creo que no nos llevó porque no entraba nadie más arriba, no nos El Prado Asturiano fue una pista de baile reconocida y popular de Resistencia, ubicada en calle Falcón y Marcelo T. de Alvear. En la actualidad se denomina Patio Chamamecero. 4
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iban a desaparecer, pero una buena picada seguro. -¿Qué andan haciendo ustedes acá? Ustedes deberían estar en su casa. ¿Sus padres saben que andan por acá?, nos dijo. Me acuerdo todavía los bigotes y la cara del señor ese. –Vivimos por acá, le dijimos. Y nos dijo: -les doy un minuto para que estén en su casa. Corrimos, casi de un salto llegué a mi casa. Entré y me acosté. No quería saber nada con salir otra vez”. Las FM Hacia los 90, época de proliferación de las radios de frecuencia modulada (FM), Villa Itatí acunó los inicios de la radio Juan Facundo Quiroga, FM 95.9. Fundada el 17 de agosto de 1989 por Jorge Belzor Miño, funcionó en una modesta habitación de su vivienda materna, contigua a su actual domicilio, ubicado en la calle Franklin. Esta propuesta radiofónica, pretendía constituirse en “La voz de los que no tienen voz”, lema que utilizó en sus orígenes. Su espíritu, comprometido con la identidad cultural, se evidenciaba en una programación orientada a la difusión de la música folclórica nacional. La Facundo Quiroga funcionó en el barrio por más de una década, sostenida por la familia de don Miño hasta que alrededor del año 2000 tuvieron que venderla. Así lo describe Belzor: “armamos la radio con el apoyo de los vecinos que ayudaron con discos, y el primer aparato lo hizo un compañero de Corrientes, el transistor que costaba 10 dólares. Se transmitía exclusivamente música nacional, no música extranjera. Yo la mantenía y después, en la época de De la Rúa, tuvimos que venderla… Preferí vender la radio que venderme yo. La radio fue como un hijo espiritual, tanto para mí como para mi señora. Ella era la directora. Fue como perder un hijo. Durante muchos años no la pude escuchar, nos sacaron una parte importante”.
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DE RELIGIÓN “Porque los pobres no tienen en este mundo esperanzas se amparan en la otra vida Como a una justa balanza Por eso las procesiones Las velas, las alabanzas” Violeta Parra Villa Itatí tiene un profundo sentido religioso, la fe de su gente ha tenido desde el comienzo del poblamiento un lugar importante en la identidad, y en la historia no solo de cada familia sino también del barrio. Antes de que los primeros curas llegaran al barrio de forma un poco más regular, muchas mujeres habían conformado la “Legión de María”, rezaban y hacían obras de caridad que varios vecinos recuerdan: “eran todas mujeres muy solidarias, atendían a los enfermos, los iban a lavar, les llevaban lo que necesitaba o para algún vecino que necesitara, ellas estaban”. La Iglesia Católica, realizaba misiones en el barrio, incluso antes de la construcción de la capilla hubo distintos sacerdotes y laicos que animaron la vida religiosa de la comunidad.
Imágen de la Vírgen perteneciente a Pabla Cena.
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Capilla Nuestra Señora de Itatí. Google Street View.
Juan y Belzor cuentan “venían los misioneros y salíamos a recorrer. Uno venía 15 días, y hacíamos procesión a la mañana, confesaban, comulgaban, bautizaban. La Iglesia católica estaba cerca de su pueblo en los 60. Después pasó a ser la iglesia del tercer mundismo. Acá venían los curas, venía un cura que hizo muchísimo. Hizo el centro recreativo de Villa del Carmen, el padre Sandrelli. “La vagancia” de acá nos íbamos todos a la misa de las 10 en la Iglesia San Javier, porque nos daban cocido con leche y con pan y si era día de algún santo nos daban chocolate. Después de la misa, nos daban el boleto para irnos al cine. Era el Cine Obrero, ahí en Villa del Carmen, daban películas de Cowboy o películas de chicos, ¡era muy lindo eso! El padre Sandreli, era de carácter fuerte, pero no podía ser diferente con lo terrible que éramos nosotros”. Raquel recuerda “en la iglesia, cuando era chica venían muchos curas misioneros. Había un paraíso y ahí nomás bautizaban a toda la criaturada. Hasta de grandes se bautizaban”.
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La acción de la iglesia no pasó desapercibida en el barrio. Los sacerdotes solían venir desde otras parroquias, y algunas veces traían con ellos a laicos de otros barrios para desarrollar actividades pastorales y solidarias. Caparrós y Anguita (2006) relatan en uno de sus libros, el acercamiento del escritor Miguel Molfino a sus 18 años a la realidad de la villa: “Se hizo varios amigos y se interesó por uno de los profesores, el cura Rubén Dri, que se definía como un cristiano revolucionario. Él lo invitó a una charla que dio Juan García Elorrio, el director de Cristianismo y Revolución; Miguel se entusiasmó y se compró varios números atrasados. Al tiempo, Dri los llevó a la villa Itatí, a tomar mate con los pobres y dar una mano. No era mucho lo que hacían: levantaban una pared, cavaban alguna zanja, pero para él era la manera de descubrir la vida de los villeros, la otra cara de su ciudad”. (Caparrós, 2006) También algunos recuerdan a “los evangélicos” que venían regularmente y hacían sus celebraciones en el barrio o en las proximidades del ferrocarril.
Proceso de memoria barrial. Encuentro vecinal. Año 2019.
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Comedor en la capilla. Archivo personal de Ramona Almirón.
LAS FIESTAS DE LOS SANTOS Las devociones de las familias del barrio han sido oportunidad de celebración y encuentro para la comunidad. Desde días anteriores a la fiesta, el devoto organizaba el rezo, a veces su novena. El día de la fiesta o en la víspera, se disponía la gran celebración. Se comenzaba con las oraciones propias del santo en torno al altar que la familia embellecía y disponía en su hogar para la visita de los vecinos y demás promeseros. Así son recordadas, por ejemplo, doña Sixta, devota de San Antonio que allá entre los 50 y los 60 organizaba para los días de su santo, bailes para niños, donde también se compartía algo para tomar y comer: “los niños íbamos porque siempre teníamos liviano el estómago”. Doña Paula, cerquita de la calle 5, hacía la fiesta de San Cayetano y doña Cirila en la vigilia de San Baltazar, atendía su almacén vestida de colorado. Además, cada 6 de enero ofrecía algo de comer en honor del Santo Cambá. Un párrafo aparte merece las celebraciones de la Virgen de la Asunción, que anualmente hacia doña Cornelia:“eran famosas ¡Venía gente de todos lados! Era una fiesta grande que organizaba ella. Era además la curandera del barrio... la buscaban de todos lados de Resistencia y de otros lados también, ¡hasta de Paraguay venían!”, recuerdan los vecinos. 76
“¡Fiesta grande se hacía el día de la Virgen! Todo el barrio iba. Cornelia hacía comida para todos, hasta donde podía. Después la gente colaboraba. En la calle hacía, porque no tenía lugar en la casa. Se cerraban los pasillos y se hacía. Comida había. Música no, no había espacio para baile”, comenta María. Desde hace algún tiempo y hasta ahora en la casa de los Fernández se festeja a su santo: Gauchito Gil. La fiesta de la Virgen de Itatí actualmente se celebra el 9 de julio, pero otrora, recuerdan que la fiesta se realizaba el 16 de julio. Ricardo menciona: “Nosotros festejábamos el 16 de julio… y hará cosa de hace 10 años se empezó a celebrar el 9 de julio, que es el día oficial de la virgen”.
Niños del barrio en la capilla. Archivo personal de María Rosa Aguirre.
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Juan Ramón Luca aclara que la fiesta de la virgen en realidad siempre fue el 9, porque es el día en el que apareció. El 16 corresponde al día de la coronación. Las celebraciones religiosas fueron parte constitutiva de la identidad de la villa, nacieron con las primeras familias y se consolidaron con el transcurrir de los años. De tal manera, los rezos y las fiestas son recuerdos de la mayoría de los habitantes.
Altar del Gauchito Gil en casa de los Fernández.
Juan García comenta como su madre le preparaba una capa nueva que estrenaba la virgen en cada fiesta, preparaba alguito para comer y se hacían grandes celebraciones cada 16 de julio, después de terminar la novena.
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Luego con la capilla construida, el epicentro de las celebraciones se trasladó ahí: “Se hacían los grandes eventos en la calle de la capilla. Las fiestas patronales empezaban con la novena, que terminaba el día de la fiesta de la virgen. Se hacia la misa, solía venir el obispo. Me acuerdo que, en la mitad de la misa, pasaba el camión regador para preparar la calle para la fiesta de después… Sobre todo, en los primeros tiempos se hacia la chocolatada. A veces venía la banda del ejército a tocar. Era como una kermes, había muchos juegos. Había premios, chocolates y cosas dulces. ¡Era una hermosa fiesta!”, recuerda Ricardo. LAS “MÉDICAS” DEL BARRIO Se reconocen en los recuerdos algunas mujeres a las que todos conocían como “las médicas” del barrio. Una de ella es doña Cornelia. También doña Rosa, que curaba el empacho y Mónica, la partera. Ramona y Agustín relatan “Yo me acuerdo que acá nacieron 2 de mis hijos, acá y los otros 2 en barranqueras. Y yo estaba en el barro mi cama, porque tenía una partera, doña Mónica. Ella me venía a atender y me atendió en casa. Acá. Ella era partera así que salía ella. Nunca tuvimos problema, Mónica Ibáñez. Ella llegaba se sacaba su calzado y andaba descalza nomas”.
LADRILLO A LADRILLO SE CONSTRUYE LA CAPILLA La capilla fue uno de los ambiciosos proyectos que la comunidad asumió rápidamente como propio. Ni bien se obtuvo la propiedad de la tierra, en 1967, la comunidad a partir de distintas gestiones y la realización de eventos comenzó la recaudación de fondos y la construcción de la capilla. María cuenta que: “para la capilla, hacíamos números, rifas, para construirla. Se hicieron fiestas, bailecitos. Chiquito era el lugar, igual se llenaba, se vendía la bebida, para recaudar fondos. Después, había varios voluntarios para hacer las paredes y la construcción. Y nosotros colaborábamos, vendíamos números, rifas. Así hicimos la Iglesia. Hace 50 años se hizo, en el 67”.
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En el mismo sentido, Juan Ramón relata: “Entre los vecinos nomás se levantó la capilla. Haciendo kermeses, que por ese tiempo se usaba mucho, se fue armando. Y hoy en día la seguimos peleando de la misma manera. Para agrandar, mantener”. El Archivo Eclesiástico del Arzobispado de Resistencia (s/f) así lo relata:“La capilla NUESTRA SEÑORA DE ITATÍ (…) nombre dado por sus fundadores en decisión unánime reunidos en asamblea, fue inaugurada un 16 de Junio de 1968, por los primeros pobladores del barrio que conformaron la comisión vecinal, la mayoría gente venida del interior de la provincia pudiendo nombrar entre otros a su presidente Dn Jesús González y demás miembros como ser Pedro González, Rojas, Fernández, Maldonado, Luca, Dionisia de Luca y Dña Elena etc... los que, con su esfuerzo y dedicación, sus gestiones ante organismos públicos y privados, la colaboración comunitaria de todos los vecinos, fueron levantando ladrillo a ladrillo lo que hoy constituye su ente religioso” (Arzobispado de Resistencia, s/f). La imágen de la Virgen de Itatí, también comprada con el esfuerzo, el trabajo y la colaboración de las familias del barrio, se instaló primeramente en un pequeño refugio o casilla que como relata el Archivo Eclesial, “los vecinos armaron con chapasde fibrocemento entronizándola en ese lugar”, hasta que se termine la obra de la capilla.
El obispo de Resistencia recibe el título de la tierra donde se levantara la capilla a la Virgen de Itatí. Archivo Eclesiástico del Arzobispado, s/f.
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Fue traída desde Itatí en Corrientes, en un camión del Ejército, el 26 de junio de 1968. El padre Guido y el presidente de la comisión vecinal, Jesús González, junto a otros, fueron los enviados por el resto de los vecinos para ir a comprarla y traerla al barrio.
Foto del padre Guido y vecinos de Villa Itatí, aparecida en la Revista: Missons Extrangeres, dice en francés: “El Padre Guy Sirois entre sus hermanos de Villa Itatí. Son personas que como ellos que siguieron a Cristo y lo escucharon. Archivo Eclesiástico del Arzobispado, s/f.
Varios vecinos recuerdan a distintos curas, cada uno con distintos perfiles, algunos más aggiornados a los cambios introducidos por el Concilio Vaticano II, otros más conservadores. Algunos misioneros, y hasta algunos identificados por algunos vecinos como “tercermundistas”. El primer sacerdote, ya construida la capilla, fue el padre Guido Sirois, de origen canadiense, quien además construyó algunas sillas y mesas para la capilla. Posteriormente algunos de los curas que acompañaron a la comunidad fueron el padre Florián, padre Marcelo, padre Emilio, el padre Guido Giroy, el padre Armando Portal, el padre Roberto Silva, el padre Rubén Benítez, el padre Carlos Dellamea, el Padre Juarez, el padre Jaime, el padre Néstor y el padre González, son algunos de los que se recuerdan. También se rememora de manera especial a la hermana Teresa: “ella vino e hizo los salones. Puso un comedor para los chicos. Hoy en día el comedor ya no funciona. Teresa Granvila, se llamaba me parece”, cuenta Juan Ramón.
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Susy Kaufman recuerda “yo estaba a cargo del comedor. En el 90 más o menos funcionó, y empecé a trabajar ahí. La hermana era del María Auxiliadora, del 89 al 94, ella murió, colaboró muchísimo. ¡Hizo todos los salones esos! Estaba yo a cargo y tenía dos mujeres más. Muchos chicos. Teníamos costureros, reciclábamos. Estaban también Ramona, Nelly Valle y Raymunda, entre otras señoras del barrio”. Han sido muchísimos los vecinos y vecinas que han sido parte de la vida de la capilla, los niños que han participado de las catequesis y de los grupos juveniles. Cada uno de ellos, desde siempre y hasta ahora, han mantenido ese sentido religioso y cada quien, a su manera, con sus ritos y devociones. Ramona también recuerda “Yo me iba a ayudarla a cocinar y ya para las 11 tenía que estar acá para cocinar para mis hijos y para él, que trabajaba. Después ya me iba con una ollita a traer comida para una viejita que estaba paralitica. Y a ella pobrecita le dejó la hija, la abandonó. Yo me iba a buscar la comida para ella todos los días”.
Niños en la capilla. Archivo personal de María Rosa Aguirre.
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La capilla y las actividades religiosas también muestran el protagonismo de ellas. Con la hermana Teresa como organizadora, Ramona cuenta: “Ese es un comedor que nosotros
atendíamos acá en la capilla. Atendíamos gratuitamente con la Hermana Teresa. Muchas actividades en la Iglesia, trabajábamos con la hermanita. Íbamos al seminario. La hermanita nos ponía de mamás, a mí y a otra señora, para cuidarles a las chicas y a los muchachos, todo. Mucho hizo la Hermanita Teresa, el comedor, todo, puso ella. Acá le pusieron al oratorio su nombre. El comedor funcionó mucho tiempo mientras estuvo ella. Como seis mujeres eran las que colaboraban. Toda la gente humilde iba, los chicos, lleno de chicos. Daban de comer a más o menos 60 personas ponele. En los 90 por ahí”.
Comunión en la capilla del barrio. Aporte de Ramona Almirón.
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Foto de recuerdo de fútbol infantil del barrio. Foto de Vero García. Facebook (3/2/18).
Y DE FÚTBOL SIEMPRE ATRÁS DE LA PELOTA La pelota ha marcado desde un inicio la cotidianidad de la villa, tal como relata Belzor: “Villa Itatí tiene más de 80 años, y al principio con la pelota de trapo, después la de goma, finalmente la de cuero, pero siempre corriendo atrás de la misma” (Miño, 2017). El espíritu futbolero del barrio supo sortear las limitaciones del espacio físico. Los vecinos describen la itinerancia de la actividad futbolera, en busca de potreros dispersos en la zona para librar los partidos. La poca o nula presencia de pobladores en los terrenos linderos, posibilitaba encontrar potenciales canchas de fútbol en los vecinos barrios: Villa Federal, Villa San Juan y los terrenos donde luego se levantaría el Llaponagat. “Acá no había canchita. Era todo gente nomás y el resto matorral. Hicimos una cancha en Villa San Juan, por la calle 12. Había otras en el medio, pero estaban todas ocupadas, nos sacaban, -nosotros somos los dueños, nos decían, y entonces fuimos al fondo”, relata Juan. “Acá había una canchita en la Universidad, y en el Central Norte había otra, siempre íbamos a jugar: me gustaba el fútbol, se armaban algunos equipos en otros barrios y se hacían lindos campeonatos… 84
la que más se usaba es donde hoy está Central Norte. Ahí se juntaban los muchachos”, remarca Pisu. El ferrocarril y la placita del barrio, han funcionado como potreros en alguna ocasión, así lo narra Ricardo: “En el ferrocarril teníamos una canchita, ahí jugaban los operarios también y de vez en cuando la usábamos nosotros. Además, en la plaza, que era un territorio neutral, se organizaban los partidos: siempre organizaba uno de acá y otra vez otro de allá...no se organizaban juntos. Una sola vez me parece que se encontraron los Lezcano con los García, cada uno con sus camisetas. Fue un acontecimiento para los vecinos”. Cuenta Agustín que allá por los 60 se entrenaba y se jugaban importantes partidos en el predio donde hoy funciona el CUNNE. Cuidaban y mantenían el pasto del lugar: “Era una hermosa cancha. Hay partes de la cancha que en general se queda sin pasto porque se juega mucho, pero esta cuidábamos, le poníamos un poquito de pasto y enseguida ya agarraba”.
Vecinos del barrio en un partido de fútbol en la cancha donde hoy se encuentra el CUNNE. Facundo Cardozo (arquero), “Samacola” Encina y Agustín Sánchez. Archivo personal de Agustín Sánchez.
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Agustín continúa describiendo aquellas épocas, donde los fines de semana gastaban los botines desplegando sus habilidades en esa añorada cancha: “La cancha era en la UNNE: era linda y venían a jugar los domingos. También los sábados desde las dos de la tarde. Caían los muchachos con su botín y a jugar. Los gendarmes que jugaban bien al fútbol, venían a jugar y jugábamos todos juntos y nos conocíamos”. Ricardo Olivera recuerda también a “Maceta”, un personaje cuyas habilidades de gestión lograba la organización de más de un partido entre diferentes equipos “Había un señor, Ricardo “Maceta”... bah..., Insaurralde era el apellido. Tenía la muñeca de poder juntarlos a todos en los equipos de fútbol. Los juntaba por su cuenta y los hacía jugar al fútbol, por ahí se hacían también unos campeonatos infantiles interbarriales con otros barrios. Esto antes de los juegos “Evita”, y después con los juegos “Evita” también participábamos de la mano de este señor. Seguro, seguro la gente de mi edad lo va a conocer a Maceta, era un referente en lo deportivo”.
Cancha donde hoy se encuentra el CUNNE. Archivo personal de Agustín Sánchez.
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Luego, con la construcción del Club de la Universidad, trasladaron la cancha al otro lado de la avenida, sobre el predio donde, en aquella época, funcionaba el aeroclub delimitado por av. Castelli, av. Chaco, av. Piacentini y av. Las Heras.
Equipo de la Villa estrenando uno de los juegos de camisetas donados por Melitón Sánchez. Archivo personal de Agustín Sánchez.
“En el aeropuerto viejo había una cancha que le decíamos el matadero. Era la mitad, estaba sobre lo que era la pista de aterrizaje… ¡durísima si te caías! la otra mitad era de césped. Esperabas el medio tiempo para el cambio de cancha. Después teníamos al Patambú, cerca de la escuela. Se hacían los campeonatos en el Tiro”, retrata con nitidez Ricardo. Ramón Agustín exhibe una foto de la época amateur, cuando el deporte unía a los vecinos, que se encontraban para disputar torneos con los equipos de otros barrios. Destaca a Melitón Sánchez quien obtuvo un premio en la lotería y utilizó parte de él para poder comprar las tan preciadas camisetas que los identificara como equipo:“Esto es hace más o menos 50 años. Éramos todos compañeros, acá del barrio y este era nuestro equipo. Este muchacho Melitón Sánchez, compró las camisetas, sacó la lotería. Era muy pobre, diarero, compró uno o dos numeritos y ¡ganó! ¡Compró dos juegos de camisetas, de Rosario Central, para todo el equipo!”. Y prosigue: “el otro soy yo, Agustín Sánchez, Juan Carlos García, Víctor Villalba (el que está con la plata), Eugenio Ayala, Bernardo Fernández, Alfredo, Joselo Estrada, el arquero Jorge Cañete, Astrada, Lacha Altamirano, este parece que es el Caballo Loco, se llamaba Ramón Segovia, y este es uno de mis hermanos, Rubén Sánchez, Fotoquina”.
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Tres pilares que comparten muchos vecinos, serían las bases para luego poder oficializar el club: la villa, el fútbol y la Virgen de Itatí. “Yo más que anécdota quiero recalcar que los creadores del club fueron unos pares de amigos locos: Rodolfo Sandoval, Benito Ramírez, Tito Ortiz y Adrián Escobar. Este grupo de amigos decidió crear un club de fútbol el cual iba a llevar el nombre de Villa Itatí, buscaron ayuda y el Dr. Miño aconsejó que debería llamarse “Club Social y Cultural Deportivo Itatí” ¡he escuchado tantas veces esta historia que hasta parece que me siento parte de ella!”, ilustra Nerina (Fiol, 2015). También se destaca la figura del vecino Juan G. Barreto, quien colaboró para lograr la personería jurídica del club, recordando que la conformación de la primera comisión directiva se llevó a cabo en una reunión en la capilla del barrio. (Colman, 2015). Así, la formalidad del deporte de la Villa quedó grabada un 12 de diciembre del año 1992, cuando algunos vecinos fundaron el “Centro Social, Cultural y Deportivo Itatí”.
Equipo de vecinos de Villa Itatí. Jorge Chartier. Facebook.
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EL HIJO ESPIRITUAL DE LA BARRIADA: CENTRO SOCIAL, CULTURAL Y DEPORTIVO ITATÍ Ricardo Sandoval cuenta sobre los inicios del club: “Esto nace porque nos fuimos a mirar un partido a la cancha de Central Norte, que estaba por la Franklin. Y vimos el partido, y nos dijimos: Si estos juegan, ¿por qué no podemos jugar nosotros? Vinimos a la casa de Ramírez, que siempre nos juntábamos, y empezamos a averiguar para inscribirnos en la Liga Chaqueña de Fútbol. Ahí empezamos a ver los requisitos. Uno de esos requisitos era tener un estadio para 500 personas, ¡y ahí sonamos! Pero después pensábamos: a la larga te vas construyendo, y mientras tanto la liga te da la cancha donde podés jugar y se alquila. Laburamos, y juntamos a toda la gente del barrio. Hicimos invitaciones por todo el barrio, porque el sueño era de Villa Itatí”. En aquella jornada, con muchos vecinos, se vota y se conforma la primera comisión directiva del club, con Ricardo Sandoval como presidente: “Nosotros armamos un club porque queríamos jugar, ¡y lo que menos hicimos fue jugar! ¡Era un laburo de la gran 7!”. Milián Goyenechea recuerda, con una anécdota, aquel día fundacional del Club: “Se armó la reunión en la capilla. Algunos dijeron: -Goyenechea, Millán presidente, ¿todos de acuerdo? – Sí. Después salta uno que llegó medio tarde: -Goyenechea no, póngale a tal. Son 17 integrantes y yo fui bajando, bajando, bajando y ¡no quedé ni como aguatero! Lo importante era formar el club, no importaba quien estaba. Después al poco tiempo, me llaman a mí, porque era mucho esfuerzo, se desgastaban los compañeros. Los hijos de algunos de los que estábamos ahí, iban creciendo, y era una forma de que, a través del deporte, no se desvíen”. También se destaca el papel de Miño, tal como comenta Lito Fiol: “nosotros pensábamos, ¿Quién nos va ayudar? ¡Era Belzor Miño!”. Ricardo Sandoval continúa: “Él fue el que dijo: tiene que ser social porque es para la sociedad, cultural porque es de la
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cultura. No era solo de fútbol. Queríamos hacer mucho, pero no se pudo. Todo a pulmón. Nos juntábamos en lo de Millán, hacíamos de todo: locro, empanada. Era mucho tiempo el que se le dedicó al club”. Sin dudas que en los relatos de aquellos que sostuvieron el club, en diferentes épocas y con distintas improntas, se destaca el gran esfuerzo y el desgaste de hacerlo todo a pulmón, la mayoría de las veces sin apoyo de terceros, y con los grupos familiares que fueron columnas vertebrales, sobre todo, en aquellos momentos de desilusión: “Teníamos muchos gastos con el club, era muy difícil de sostener. Yo contaba con el apoyo de mi señora, Elida Aurelia Gómez: ella se lavaba los juegos de las camisetas de los 5 equipos de fútbol, no había ni lavarropas. Fue fundamental. En el día teníamos que repartir las horas: 8 de trabajo, 8 para descanso, y las 8 que te quedaban, 4 le tenías que dedicar al club, así que eran decisiones familiares. Éramos todo, había que hacer de canchero, de boletero, hablar con este, con el otro, los chicos, que le faltaba una media, un botín... Las dos veces que estuve en la comisión me fundí”, retrata Milián.
Equipo de fútbol del barrio. Archivo personal de Julián García.
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Entre los pioneros, la Comisión Directiva, socios y vecinos de Villa Itatí (Diario Norte, 2017) destacan a los siguientes vecinos y colaboradores: “Tuvieron gran protagonismo los siguientes vecinos, que actualmente tienen vigencia a través de sus hijos que siguen sus caminos: don Benito Colman y señora y sus hijos Saúl y Eduardo Colman, Héctor “Nene” Ibáñez, Juan Carlos “Mosca” Ramírez, Peter Fernández, don Ramón Ramírez y sus hijos, los hermanos Sandoval, Luis Báez su esposa Luisa Escalante y su hija Griselda, José Ozuna, Jorge Belzor Miño y familia, Lilian Mhoni (…)”.
Balance de la Comisión Directiva del 01.12.1994 al 30.11.1995.
Ricardo Sandoval describe los esfuerzos en la primera etapa del club por consolidar: “El primer técnico ad honorem fue Pavón con Miguel Ángel López, que era arquero y trabajaba en Cámara de Diputados. Después se empezó a pagar, con colaboraciones… fue todo a pulmón. Yo me iba a buscar sponsor para ver quién nos daba camisetas. Rabinovich, presidente de For Ever, me regala dos botines. J.M. Cape, que estaba en la Castelli y casi San Martín, me regala botines. Me donaron 6 botines. Y yo tenía dos botines míos. No teníamos camisetas, nada. Juan Barreto trajo el equipo con la camiseta de Vélez, porque es el hincha de Vélez. La primera sede era en la casa de Peter, av. Castelli 1200”. 91
De esta manera, luego de muchos esfuerzos por parte de los vecinos, el Deportivo Itatí debutaría en la primera división de la B de la Liga Chaqueña, “con la humildad y el silencio propio de los novatos, pero con todas las ganas de hacer un buen papel” en 1994. (El Diario, s.f.). “Hemos ingresado en los torneos de la liga con varias divisiones: quinta, tercera y primera división en la categoría “B”, con una aceptable campaña teniendo en cuenta que es el primer año de competición y no contábamos con la experiencia ni recursos suficientes, no obstante primó la audacia y voluntad de nuestros asociados, el plantel y el cuerpo técnico para sortear innumerables sacrificios logrando el reconocimiento y respeto de los otros clubes del medio ya experimentados” (Balance anual, 1994 - 1995). El Club ha tenido altibajos deportivos a lo largo de su historia oficial. Las épocas malas pasan desapercibidas en los relatos, pero lo que nadie puede olvidar es aquel 14 de noviembre de 1998, cuando el “Deport” hizo historia en el deporte chaqueño, enorgulleciendo a un barrio que acompañaba el ritmo del equipo en las tribunas, tanto de local como de visitante. Aquel recordado día, el club venció a Don Orione, con la dirección técnica de Ramón Pavón, coronándose campeón del Torneo Apertura de primera división A.
Aporte de Carlos Ortiz. Facebook Villa Itatí… 80 años de historia. 17/12/2015.
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Recuerda Raquel de la época dorada del Club: “cuando salió campeón fue el boom acá en el barrio: ¡todo el barrio lo iba a ver! ¡las canchas estaban
llenas!”, mientras que Magno Ocampo comenta, inflando el pecho: “¡hasta le ganaron a Sarmiento!”. .
Itatí campeón. Aporte de Carlos Ortiz al grupo de Facebook.
Finalmente, la época dorada del club se fue opacando, con altos y bajos en la liga chaqueña de fútbol: “Después se desarmó el equipo, algunos ya querían cobrar, otros los llevó Sarmiento, se desparramaron. Ahora están en la B”. Durante el año 2017 se habían logrado algunos avances con respecto al tan esperado título de propiedad de la tierra de su actual predio (chacra 202 - parcela 54), cuando la Honorable Cámara de Diputados de la Provincia sancionó la Ley 2691A, donde se autoriza al Ministerio de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología de la Provincia del Chaco a transferir el predio al Centro Social Cultural y Deportivo “Itatí”. Sin embargo, el sueño se difuminó cuando el 23 de octubre del 2017, el Poder Ejecutivo de la Provincia veta la ley que permitiría al Celeste concretar aquel sueño del terreno propio.
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“Nosotros primeramente teníamos nuestros terrenos en los terrenos de la Universidad, nos sacaron para hacer un exclusivo club de técnicos y profesionales, después nos fuimos al frente: Castelli y calle 4, también nos sacaron los de la Universidad para hacer un quincho que no se ocupó. Ahora estamos en arreglo de nuestra cancha (refiriéndose al predio ubicado en Dr. Ramírez al 950), con el apoyo de los vecinos”, narra Belzor. “El club siempre entrenó en la Piacentini, todo ese predio que va desde la Castelli hasta la Piacentini hasta tocar la Iglesia Evangélica… la mitad de eso era todo del club. Era un predio grandísimo, pero se fue perdiendo. Eso era todo del Ministerio de Educación. Ahí había unas casillas, ahí estaba el aeropuerto viejo. El San Fernando Rey tomó un pedazo de lo que usaba el club. Eso siempre fue un comodato con el Ministerio de Educación...La iglesia Evangélica, tomo gran parte y tocó la cancha. Y ahí se armó la rivalidad entre el DEF, el equipo de ellos que es Dios Es Fiel y el Deportivo Itatí. Imagínate, además el equipo de la iglesia evangélica y Itatí por la virgen… los primeros partidos eran de mucha rivalidad”, relata Ricardo Olivera.
Equipo del Deportivo Itatí, aporte de Miguel “Lupe” Castillo.
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Actualmente el club participa en el torneo de primera división B, organizado por la liga chaqueña en las divisiones primera, tercera, quinta y sexta. Además, se practica hockey, siendo el club participe del campeonato provincial. Sin embargo, es fácil advertir en los relatos que el presente del club se haya teñido por una desilusión generalizada:“Ahí andan los compañeros vendiendo pastelitos para tratar de comprar las camisetas. Y uno tiene una gran bronca porque el club cuesta y no tenemos apoyo para comprar las camisetas, las zapatillas, la leche para los jugadores. Yo tengo una amargura: una sabia amargura”, define Belzor.
Jugadores del barrio. Aporte de Omar Villalva.
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NO TODO FUE FÚTBOL - Cachito Gamarra Nacido en 1957, en las proximidades de Machagai, Horacio Alberto Gamarra, es conocido por la barriada y el ambiente pugilístico como “Cachito Gamarra”. Llegó al barrio en 1959 junto a su familia. Su padre, Alberto Gamarra, ha sido un importante referente político y social del barrio. Ha sabido representar no solo al barrio sino también a la provincia Cachito Gamarra. “Empecé a boxear de muy chico. A los 17 ya y al país en distintas competen- era profesional”. Archivo persocias.“Yo peleé por todo el país, nal de Cacho Gamarra. por todo Sudamérica y represente al Chaco, por todos lados. De muy chiquito boxee”, menciona. “Cachito Gamarra es nuestro representante a nivel boxeo… se hacían las peleas en el Hindú o en el Villa, tuvo peleas muy emblemáticas, el barrio iba a alentarlo…” recordaba un vecino. Actualmente tiene su gimnasio en el mismo terreno donde vivió y sus padres supieron tener la sodería y el almacén familiar. El denodado trabajo cotidiano, la disciplina aprendida en el deporte, el tesón frente a dificultades hicieron que, además de sus logros pugilísticos, hoy Cachito cuente como su más importante victoria: haberle podido dar a cada uno de sus hijos un oficio, un estudio y una profesión.
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Cachito Gamarra en el ring. Archivo personal de Cacho Gamarra. 97
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CAPÍTULO 4
POSTALES DEL BARRIO
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Plazoleta del barrio.
POSTALES DEL BARRIO LA PLACITA
“Acá en la plaza era donde acontecía todo, era nuestra plaza de mayo, miles de historias”. Ricardo Olivera.
Ubicada en el corazón del barrio, encontramos a “la placita”, principal escenario de infancias, de juegos y de la vida social. Pero este espacio no siempre fue público, según las memorias barriales, esa porción de tierra formaba parte de lotes privados y se constituyó como plaza luego del proceso de ordenamiento y loteo realizado en 1967. Siempre rodeadas de almacenes, posee una arboleda plantada por los vecinos, un puñado de juegos, bancos de madera construidos con palets reciclados y bancos de cemento, una gruta y un playón para deportes. Julián, Pisu y Cacho recuerdan que, en otros tiempos, la placita había albergado algún circo y algún parque pequeño de diversiones. Ricardo Olivera añade que “hubo un busto de Eva, en la época peronista, previo al golpe. Después por supuesto voló”.
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En “la placita” sucede y sucedió gran parte de la vida social del barrio. Fútbol, mates, charlas, juegos, el descanso en uno de sus bancos, el disfrute a la sombra de fresnos y paraísos o el simple saludo ocasional entre los vecinos que pasan cotidianamente, lo hace un espacio de encuentro. Hasta los animales del barrio, perros y caballos, sobre todo, encuentran un espacio en la plaza. También hay quienes recuerdan los cangrejos y las tortugas merodeando luego de los días de lluvia. De allí, se aprecian las viviendas de algunas familias pioneras y es fácil imaginar los juegos y bullicios de los gurises de aquellas épocas: González, Sánchez, Luca, García, Miño, Olivera. Quien coloca sus pies en la plaza de Villa Itatí se transporta, viaja, recorre por la historia y por el cotidiano de la vida en el barrio. En ese espacio, silleta-mate-vereda se convierten en una triada indisoluble. Caminando, en bicicleta o en moto, el vecindario entero circula de un lado a otro haciendo quién sabe qué diligencias. Desde la plaza, se miran las ventanas, quienes madrugan y quienes remolonean, los que deambulan, los que vienen
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y van, los sin tiempo y los apurados. Si como escribe Dionisio “Villa Itatí es una isla rodeada de barrios”, la plaza, “la placita”, además de ser el centro geográfico de esta isla, es uno de los aglutinantes, es decir, lo que hace que el barrio sea uno, y no un mero conjunto de casitas.
Los “Mellis de Villa Itatí”: Diego y Héctor, nietos de Cornelia. Foto: Ana Liz Godoy.
AQUELLOS DÍAS DE NUESTRA NIÑEZ “Acá la niñez era linda, jugábamos todos los vecinos. Las fiestas patronales, de Navidad, de Año Nuevo, se bailaba, se festejaba en las casas entre todos… ¡el carnaval! Jugábamos a baldazos, chupitas. Los miércoles de cenizas no salgas porque era el desquite. Como es un barrio muy chiquito le conoces a todos”. La memoria sobre la niñez en Villa Itatí, tal como dice el relato de Raquel, está colmada de lindas sensaciones que generan los recuerdos de festejos, juegos y picardías de la gurisada. Se jugaba a cualquier cosa y en cualquier lugar, en el barrio o los alrededores, en la plaza, en la calle o en algún terreno despejado, en algún rincón del ferrocarril o en el escampado de la aviación.
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Plazoleta del barrio en otros tiempos. Foto aportada por Carmen Sánchez (Facebook 80 años de Villa Itatí).
En sus recuerdos, Luca, Julián, Raquel y otros vecinos enumeran un largo listado de juegos de la niñez, situándolos, principalmente, en la plaza del barrio. Cuenta Luca “desde que se loteó quedó plazoleta y siempre hubo cancha de fútbol. Los chicos nomás que hemos sido terribles. Jugábamos a la pelota, el trompo, la balita. Yo juntaba las balitas en los tarros de leche Nido y las enterraba por ahí. Mi hermano más chico veía cuando enterraba y después me faltaba uno o dos tarros. Como estas balitas paraguayitas venían antes y siguen viniendo hasta hoy en día. Tienen 100 años por lo menos”. También Belzor rememora aquellos entretenimientos señalando que “Nosotros jugábamos a la pelota, al trompo, el tiempo de las bolitas, el tiempo de las figuritas, el tiempo del barrilete o la pandorga. Jugábamos acá en el barrio. A lado de don Juancito había un patio grande porque él tenía un terreno grande”. Otros vecinos recuerdan los paracaídas realizados con bolsitas de nylon y el hilo sacado de las bolsas de cebollas.
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Niño enfrente de la vivienda de barro de Ramona Almirón y Agustín Sánchez. Aporte familia Almirón - Sánchez. 104
Una de las sensaciones más gratas de la niñez, ha sido el regocijo de remontar barriletes sobre el predio de la aviación. Así lo expresan Fanny y Ricardo cuando recuerdan “¿Te acordás el viejo aeropuerto lleno de barriletes armados con diario o papel de afiches o bolsas de nylon?”, “...íbamos al aeropuerto a hacer volar los sábados, sobre todo”, “En la placita entre semana solo volaban los cuadrados que se hacían con dos ramitas de paraíso y una hoja de cuaderno o de nylon”.
Plaza del barrio en la década del 70. Foto de Olga Beatriz Acuña Parodi.
Luca también revive aquellos tiempos de barriletes y travesuras cuando comenta que “El más dañino le cortaba al otro y cada uno iba a buscar su barrilete. Buscábamos las tacuaras y los armábamos con papel de diario, que guardábamos de la semana. No es como hoy en día que ya vienen todos armados y son de plástico”.
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Los chapuzones en la laguna ubicada en el predio de la aviación y en los recovecos del ferrocarril, forman parte de las picardías veraniegas de la niñez. Según María y Julián “En la aviación se iban a bañar los varones, las nenas no tanto. Había una lagunita”, cuentan que también iban a la mesa giratoria del tren: “es hondísimo y ahí es donde giraba el tren, entonces era como una pileta, ahí se iban a bañar luego de las lluvias”. Los eventos, donde el público destinatario, eran primordialmente los niños, eran realizados con mucho esfuerzo por vecinos y acontecían en las calles o patios de los domicilios. Al respecto, Pisu cuenta que “había un carnicero, don Pereyra, que hacía fiestas para los chicos, carreras de postas, embolsado, borrachín, ponía música y todos los domingos hacia la fiesta para los pibes, y los grandes a las bochas y a las tabas”.
Fiesta de las banderas en el frente de la vivienda de la familia Miño. Archivo personal Belzor Miño.
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Además, en esa carnicería, muchos niños se arrimaban para mirar televisión, como relata María Rosa cuando cuenta que allá por los 70, sus hijos “se bañaban cuando venían de jugar a la pelota, y se iban a la casa de un señor que le cobraba moneditas. Miraban combate, eso”. Julián añade que había dos turnos: la siesta y la tardecita, “el que se quedaba después de las 6, tenía que volver a poner una monedita. ¡También se armaban peleas y el carnicero les echaba a todos!”. “Era en blanco y negro, ¡bah! después blanco negro y verde cuando ya estaba gastado el tubo”, completa Ricardo Olivera. También Lito y Ricardo Sandoval recuerdan a don Pereyra por su televisor y el entretenimiento que significaba acceder a él: “Nos íbamos a mirar películas sábados y domingos. No había televisores. Hace 40 años el que tenía tele era como que tenía plata. Nos cobraba 5 centavos, era un barquito”. Fotokina y Julián recuerdan que, también, don Pérez y don Filartiga eran portadores de ese objeto tan preciado en aquella época y que sólo pocos podían acceder por su costo: “El primero que tuvo televisión fue don Pérez, que él trabajaba en el ferrocarril. Por la Carrasco y Franklin”.
Niños de la familia García preparados para ir a la escuela. Archivo personal de Juan García.
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Los festejos del Día del Niño y las fiestas de las banderas, organizadas por Belzor, tienen un lugar predilecto en la memoria de la niñez, donde no faltaba el chocolate, las facturas y los premios. Julián añade las carreras de sortija en caballo y en bicicleta en las festividades, y los desfiles de caballo, infaltables los 25 de mayo. En los eventos religiosos también se destacan las kermes que incluían variedad de propuestas lúdicas “antes se hacían carrera de sortija, carrera de embolsado, había muchos juegos”, comenta Luca. En el domicilio de la familia García se realizaban importantes festejos, Juan describe que en su casa “tenía una pista grande donde jugaban a la bolita, todos los chicos venían, comían, mamá les cocinaba grande… Hacía chipacuerito, les daba a todos”. Como recuerda Ramona: “yo empecé a bailar a los 18 años en lo de don García”. La niñez no solamente estuvo atravesada por juegos, sino también por changas/trabajos con el fin de poder aumentar, aunque sea un poco, los escasos ingresos familiares o hacerse unos pesitos extra para su propio bolsillo. Vendedores de empanadas, golosinas, lustrabotas, maleteros en el ferrocarril, diareros, eran oficios que los más pequeños del barrio tuvieron que aprender. Luca y Julián fueron maleteros y recuerdan la tarea de cargar el equipaje de los pasajeros, compartida con Martín González, Vicente y Cacho Ramírez, cuando “el Litoral”, llegado de Buenos Aires, hacía su aparición en las vías del ferrocarril. Los hermanos Sandoval, vendían empanadas cocinadas por su mamá, María Rosa, todas las mañanas antes de ir a la escuela. Olga empezó a vender golosinas en la Escuela de Niñas a los 7 años, hasta hoy continúa siendo vendedora ambulante y aún le resuenan con nitidez las palabras de su padre cuando le entregó la primera caja para vender: “cuando tengas hambre come, pero eso sí: no vas a tener para vender después”.
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Niños del barrio. Aporte María Rosa Aguirre.
LA LUCHA PARA ENCONTRARLE LA VUELTA - Relato de María Rosa Aguirre “Yo para ayudarle a mi marido hacía empanadas, 10 años hice empanadas y les mandaba a vender a mis hijos. El sueldo de él no alcanzaba, trabajaba mañana y tarde. Yo quería trabajar, pero los chicos eran chicos vió. Con las empanadas, los chicos iban a la bodega, a Termidor, a la municipalidad, le compraba un ingeniero o a Coca Cola, en la 9 de julio, en transporte Alasia. Hacía casi 10 docenas. Yo hacía la masa, todo. Con la misma plata me compre la máquina, la pastalinda, y con esa estiraba; los chicos cortaban. El mayor aprendió a hacer empanadas muy ricas. Él aprendió de mí. Después de eso, cuando ellos ya fueron grandes y ya tenían que estudiar, iban al secundario, y dejé pero no me hallaba”.
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LEYENDAS QUE NOS SUPIERON CONTAR Los recuerdos de la niñez, también están atravesados por los miedos que provocaban algunos personajes y algunos relatos que utilizaban los adultos para evitar que los niños se alejen del barrio. El chupasangre, el pombero, el dueño de la banana, el hombre de la bolsa, la cabeza degollada eran algunos de los personajes terroríficos encargados de asustar a los niños.
Niños del barrio. Aporte de Juan García.
Así lo describe Ricardo Olivera: “una vez estábamos jugando en la plaza y entra un auto negro, un Ford A y alguien gritó -¡el Chupasangre! no quedó nadie, salimos todos disparando ¡no quedó nadie! No sé qué nos imaginábamos… siempre alguien decía que lo había visto, los más grandes nos hacían meter miedo”.
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Ricardo, explica el porqué de estas leyendas: “Decían que, en la UNNE, en uno de los árboles, aparecía una cabeza colgada, degollada. ¡Un miedo teníamos! ¡Claro esa zona era villa cariño! Y había que sacar a los niños de ahí, no vaya a ser que la vea a mi hermana por ahí. ¡Ahí entendí el porqué de la fábula! ¡Los novios la inventaron! En el ferrocarril había muchísima ortiga. Nos decían que la ortiga la dejaba y ponía el Pombero. Con eso nos querían alejar del ahí… Nos decían ¡cuidado con el dueño de la banana! Una vecina nos salía a decir que cada banana tenía un dueño que era un duende y que si te acercabas te metía adentro de la planta...porque había plantas de bananas y no quería que saquemos”. “Papa Corajudo”, personaje de carne y hueso, era un hombre que los vecinos estiman que venía de Villa Libertad. Se paraba en las esquinas gritando “yo soy papá corajudo” y, según cuentan, su intención era “provocar”, obstaculizando la circulación de los repartidores “Venían los repartidores y se le tiraba delante de la camioneta y decía: - yo soy papá corajudo, acá nadie pasa, buscando pelea. Era un cantor de tango se decía. Andaba por ahí con toda la criaturada que le seguía porque alguna macana se mandaba, hacia eso nomas: gritar, hacer el quilombo, el circo y después se iba”, cuenta Ricardo Olivera. Raquel también rememora al hombre de la bolsa: “había un viejito, que siempre andaba, vivía cerca de lo de doña Mónica. Don Baneto, creo que era. Tenía su bolsito, pero nada que ver… ¡nosotros creíamos que era el hombre de la bolsa y le teníamos miedo!”.
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Antiguo almacén ubicado en interseccion de las calles Tacuari y Directorio.
ALMACENES DEL BARRIO Los comercios tiñen los recuerdos de los habitantes de Villa Itatí. El siguiente apartado intenta recuperar nombres, características y detalles de los almacenes que formaron y forman parte del barrio. Sin dudas son paradas obligadas de la memoria y, al día de hoy, ante la confusión de nombres de las calles, es un medio inefable para la ubicación de quien conoce los adentros de la villa. Entre los almacenes más antiguos se recuerdan, principalmente tres: Don Amarilla, El Torito y Don Pepino. Luego fueron agregándose otros con el transcurrir de los años. Los alrededores de la placita5 han sido escenario de diferentes almacenes según la época: Uno de los primeros que se rememora es el almacén de El Torito: “Le decían el Torito, fue el primer presidente de la comisión. Se llamaba Leandro López. Antes, cuando salían del ferrocarril, algunos iban a comer ahí”,comenta Agustín, “también tomaban un vinito”, añade Ramona.
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Los almacenes de don Toto, don Miño y el Torito se encontraban ubicados en la intersección de Tacuarí y Directorio (calle 6).
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Según Susy, el almacén estuvo hasta 1965 aproximadamente: “la gente venía, tomaba, jugaba. Era tipo una fonda, un copeo. Cuando yo llegué, en 1964, ya eran viejitos”. “Mi primer trabajo cuando vine del campo y quise arrancar a trabajar fue en ese almacén. Don Torito me conoció y me llevó. Yo le iba a hacer los mandados a mamá, nosotros estábamos a una cuadra, y me dice -¿no querés trabajar, Ramón?, -Sí don López, le digo. -Vení a hacerme los mandados. Y bueno, me fui a trabajar con ellos. Yo me iba a buscarle hielo a la San Carlos6 . Tenía otro compañero igual que yo, también tenía 11, 12 años. Nos íbamos a buscarle hielo a la siesta, a las dos de la tarde. Así era la barra ¡como 20 kilos pesaba! Y poníamos en la bolsa, traíamos al hombro, y cuando nos quemaba mucho le cambiábamos para el otro lado y veníamos. Nosotros éramos criaturas y nos decía “corran con el hielo si pueden”, ¡y nosotros corríamos con el hielo desde la San Martín!”, rememora Agustín Sánchez. En diagonal a la despensa de don Torito se encontraba la de don Miño, en la que don Sánchez también supo trabajar: “Después vino el hombre del frente, un tal Miño y me llamó -Ramón, ¿cuánto te paga el hombre?, -300 pesos le dije yo, -yo te voy a pagar 350, me gustó y me fui a trabajar con él. Encima era un contrario, porque el otro también era un vecino viejo”. Enfrente a la despensa de don Miño más tarde inauguraría el almacén de don Toto Olivera. Abrió sus puertas en el año 1964 y permanece en la actualidad, a cargo de doña Susy y su hija. El almacén, en su momento, supo contar con panadería: “Un tiempo cerró: mercería era de un lado, al lado panadería, y al lado tenía carnicería y autoservicio. Tenía de todo”, resalta Raquel. “Te vendían en paquete, y por fracciones, los aceites también te vendían suelto”, añade Teresa.
Cervecería ubicada en San Martín y Rodríguez Peña, allí además vendían hielo. Son recordadas las filas interminables en épocas festivas. 6
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Un almacén mencionado por muchos habitantes ha sido el de don Pereyra, ubicado en Primera Junta “Había un carnicero: don Pereyra, vendía menudencias, todo, él había venido de Santa Fe y se instaló ahí... a esta hora ya tendría que estar gritando: -ya llegó la menudencia, ya llegó”, recupera Froilán. María también rememora a don Pereyra: “el carnicero del barrio era Pereyra, así le decían, pero el apellido era Goyenechea”. .
Recorte del incendio ocurrido en el almacén de don Pereyra. (Diario ElTerritorio. 18/10/1966).
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A su vez, Daniel Sánchez, remarca la persona que había detrás del comerciante: “don Ramón Pereyra, carnicero, otra gran persona de gran corazón, quería mucho a los niños, me acuerdo los domingos, día del niño organizaba todo tipos de competencia infantiles: carrera de embolsado, carrera de sortijas en bici, carrera del huevo y cuchara, carrera de enhebrar la aguja, los ganadores de cada prueba nos sentíamos todo unos campeones: nos hacía hablar por el parlante, ¡qué grande era el papá de Milian!” (Sánchez, Facebook. Villa Itatí. 80 años de historia, 2015). Otro almacén ubicado en el corazón del barrio era el almacén de don Amarilla recordado, sobre todo, por los eventos, mediados por juegos de azar, que se producían los viernes a la noche:“los viernes a la noche en casa de don Amarilla pintaba la “timba” se jugaba “fuerte”. Parecían una logia como Los Templarios, una comunidad “secreta”.Estaban los viejos vecinos de la villa, como don García, don Pablo, don Segovia, don Benítez, don Barreto, don Ávalos, don Mendoza, don Marcos Ortiz, y varios más que en este instante no recuerdo bien. Lo digo porque también era partícipe mi viejo, don Molina”, rememora Rubén Molina (Molina, 2016). Eran conocidas las estrategias para incitar a que los niños se retiren del lugar cuando empezaba el juego:“Y para corrernos se ponían a contar historias de pombero y lobizones”, añade Ricardo. Doña Susy recuerda que el almacén de Amarilla estuvo ubicado hasta el año 1968 en Directorio y Franklin, pero luego con el loteo se reubica por la misma calle, pero más cercano a la placita (Directorio entre Tacuarí y Tuyutí). Entre los entrevistados, se recalca el valor de la libreta de pago que se utilizaba en otras épocas, donde la firma era la garantía: “El almacén de los pobres le decíamos al almacén de la mamá de Belzor, de doña Cirila, porque ella siempre nos fiaba”, recuerda Rubén. El comercio es recordado por ser un almacén de ramos generales: “hasta ropa vendía”, se encontraba ubicado en Franklin al 1500. “Mi mamá era ama de casa, una mujer muy trabajadora e inteligente, hizo un quiosquito”, destaca Belzor sobre su madre.
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En otros sectores del barrio se recuerdan otros almacenes y despensas: La panadería de don Castillo y doña Pepa, ubicada por la avenida Castelli (entre 6 y 7) “Don Castillo era un señor morocho y canoso, muy amable. Si no te alcanzaba la plata te decía: -llévelo igual, cuando tenga me lo alcanza. Buenos ejemplos de buena gente”, resalta Rubén Molina. También son recordados los panes con forma de cocodrilo o yacaré y otros trenzados. Carnicería El Pampa 78, ubicada por avenida Castelli entre calles 6 y 7, de don Verón. Almacén de don Fernández, que continúa funcionado. Es recordada la venta por libreta: “En la calle 6 está él. Lo primero que hacía cuando cobraba era pagarle, yo sé lo que es tener comercio, por eso lo primero que pagaba era el almacén, al que me dio la mercadería y el pan todo el mes. Después el resto de las cosas. Así uno va construyendo confianza”, remarca Elisa. Almacén de doña Haide: “la señora de “don Mendoza” que atendía su almacén por la calle 6, media cuadra antes de llegar a la Castelli”, ubica Ricardo. Y continúa “doña Haide tenía un almacén por la Duvivier, enfrente de la casa de familia Ojeda. Es la mamá de Elsa, que es maestra, esquina con pasaje Piedras, su esposo conocido como don Mendoza, una señora muy buena, nunca la vi enojada”.
Bicicletería Pisu. Google Street View.
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Además, los vecinos recuperan personajes que vendían artículos recordados, como doña Fragina (o Eufragia), “la señora que vendía kerosene”, doña Olga, “la manicera”, don Moreno, vendedor ambulante de pescado. Y como no mencionarlo al verdulero don Silvero que, hasta el día de hoy, recorre las calles, ordenándole por megáfono a su caballo detenerse, cuando un posible comprador lo requiere. Se podría mencionar también la bicicletería de Lito, que funcionó hasta el 2018, y por 20 años estuvo presente en el barrio. “Él trabajaba con los Cometa, por la Pellegrini. Después la Veloz. Después estuvo por la 9 de Julio, Palazo”, referencia con exactitud Ricardo Sandoval. Y Lito añade: “15 años de empleado y después yo con mi bicicletería”. En el mismo rubro don Pisu, abrió sus puertas en el año 1997. Primero en la Calle 5 (Carrasco) y Castelli, luego se mudó y en la actualidad se lo encuentra en Castelli y Duvivier (calle 6).
Don Silvero, el verdulero del barrio. Foto: Ana Liz Godoy.
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Así también, Olga Cáceres, una de las vecinas que se asentó en la década del 60 en el barrio ha sabido ganarse la vida con la venta ambulante. Es una de las vendedoras de golosinas, aunque supo vender de todo un poco y en distintos puntos de Resistencia, hasta el día de hoy con sus 77 años se la encuentra en el Parque Urbano Tiro Federal. “Nos salvó varias veces haber aprendido a hacer pochoclo y praliné, con eso paramos la olla en épocas duras” recuerda. Por último, aparece un personaje, que, si bien no vive en el barrio, de alguna manera es parte de él porque lo visita a menudo y desde hace muchos años, con lo cual más de una anécdota debe guardar. “Acá la conocen como La Roperita o La Negrita” dice Raquel. Su nombre es Telma y es de Villa Libertad según cuentan. Rosa y Raquel comparten “Yo le compraba... Mi esposo tiene zapatillas, zapatos, lindas ropas vendía. Yo no tengo nada puesto ahora, pero ya le digo ya, tengo cualquier cantidad de ropa. Anda en bicicleta. Ahora tiene como 60 largo. ¡De chicos, si usted viera! Lindas camisas, zapatos, pantalones. Te vende re barato. Lindas ropas. Se conoce a todo el barrio. Hace como 20 años que anda por acá. Más capaz. Yo era chiquita, me acuerdo y ella ya andaba. Todos los días pasa. Raro un día que no venga”.
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AL RITMO DEL CARNAVAL Los carnavales supieron ser eventos importantes en la Resistencia de otras épocas. Los corsos capitalinos eran grandes celebraciones donde la ciudad se disfrazaba, bailaba y se encontraba en un espacio común de algarabía. Los clubes y los barrios supieron ser protagonistas de los carnavales. En los 70, cuando los corsos tenían su escenario por la 9 de Julio, Villa Itatí supo participar. Así, Miguel, nos cuenta: “yo estuve en la primera murga: Los Mochileros. Cuando estaba en la 9 de julio, en el 74/75. No estaba el Colegio Nacional, estaba la laguna, fue antes del Golpe de Estado”. Julián recuerda que la primera comparsa de la Villa era “Arcoiris”: “participé un solo día, fui la mascota, éramos chicos. Los trajes eran con remera blanca y jean, y le pegábamos apliques, adornos. Dejé de participar porque el primer día me perdí”. Con la vuelta de la democracia, Villa Itatí consolidó aún más su identidad y terminó de conquistar su lugar en la ciudad y en los corsos barriales.
Bastonero de lujo: el reconocido bastonero Julio C. Mendoza en sus comienzos en la comparsa barrial. Archivo personal de Adela Mendoza.
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Entre los años 83 y 84 organizaron una comparsa barrial y la Villa mostró en público el esfuerzo, trabajo, creatividad y alegría del vecindario. Esta comparsa, conocida como Maracaná, supo haber alcanzado el reconocimiento en las fiestas carnavalescas. Participaban niños y niñas acompañados principalmente por las madres del vecindario. Adelaida Mendoza, (o Adela, como la conocen en el barrio) una de las promotoras de la comparsa, describe aquellas épocas de carnaval: “Yo fui una de las que convocamos, con otros compañeros, que ya no están más, a formar la comparsa del barrio, se llamaba Maracaná. Yo me organicé con el Sr. Foschia y el comisario Rodríguez, y algunas mamás de los chicos. Fui la encargada de comprar las telas, organizar los cuadros. Salió tercera en la juventud. Ensayábamos en la plazoleta. En ese entonces lo hicimos con raso y tul, salieron muy bonitas. Y le hicimos salir como rey momo a uno de los mellizos del barrio, que para entonces eran chiquitos”.
Integrantes de la comparsa Maracaná. Archivo personal de Adelaida Mendoza.
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Eliseo también fue uno de los precursores y venía con experiencia de sus pasos carnavaleros por otros barrios. Recuerda con mucha alegría. “En mi juventud yo había formado una comparsa en Villa
del Carmen, Maracangala, fui el iniciador, después tuve que abandonar. Cuando vine acá, los chicos no tenían entretenimiento. Con mi señora dijimos: -podemos hacer una comparsa, así los chicos tienen para entretenerse. A Adela también le gustaba y nos pusimos a hacer. Primero había hecho una comparsa que se llamaba Fantasía Juvenil, con Fernández. Y con Adela nos pusimos a hacer una comparsa para niños y para grandes, hicimos una reunión en la plazoleta, y le pusimos Maracaná7 . Mi casa era un desastre, las criaturas, las chicas haciendo vestimenta, íbamos a la plazoleta a hacer los ensayos… era entretenido y lindo. La comparsa estuvo más o menos dos años, del 83 al 85, 86. Me acuerdo que una vez elegimos el motivo árabe para la compasa. Hicimos un camello, en un camión, todo el barrio colaboró. Estaba armado con hierro y cubierto con yeso y papel… nos salió lindo, y la reina iba arriba”. Doña María también rememora esos momentos y añade :“antes eran los carnavales, los corsos. Yo le llevaba a los chicos, siempre. En Las Heras se hacían, después en la avenida Alvear, en la 9 de julio… hubo un año en que acá ganamos todos, se presentó Villa Itatí, teníamos una comparsa: Maracaná. Había de todo, teníamos pasista, con bailarinas y escuela do samba”. Comparsa del Barrio. Archivo personal de Mercedes Sánchez. 7 El nombre se tomó de otra comparsa que se diluyó a raíz del fallecimiento de su reina. Los que integraban aquella comparsa donaron sus instrumentos a la nueva Maracaná para apoyarlos en sus inicios.
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Hoy, al mirar para atrás, los vecinos reconocen el impacto positivo que “Maracaná” generó en la identidad barrial. La alegría, la solidaridad y el trabajo de aquellos momentos vividos se han ganado un lugar en la memoria. Adelaida reflexiona y se sorprende, compartiendo: “Sin querer, ¡estaba haciendo a la historia y la cultura del barrio y no me daba cuenta! Es introducirse a un equipo y jugar y comprometerse. En la Illia desde Secheep para acá hasta la San Martín se hacían los corsos. De ahí pasó a Las Heras, por 10 años. Todos los corsos de la periferia, muy lindos corsos. Teníamos jurado importante, Paquita Gómez, le dio el premio de bastonero a mi hijo”. Por la misma época, entre el 83 y el 86 resurgió la murga barrial conocida como Los Mochileros y el Abuelo de Villa Itatí. Al respecto, Lito se explaya en la historia de este curioso nombre: “le poníamos cajones de sifones de alambres, le forramos con bolsa de papa y quedaba como una mochila, nos colgábamos ollas, le sacábamos a las madres, las pavas, las teteras, colgábamos por la mochila para que vaya haciendo ruido. Se ponía música y bailaba, y grabábamos y escuchábamos. En esa época participábamos en los corsos, por la Ameghino, en barrio Central Norte. Venía gente de todos lados, nos encompinchábamos todos”. Y continúa explicando la particularidad de El Abuelo: “Al principio se llamaban “Los mochileros de Villa Itatí”, después cuando llegué yo, tenía una máscara de abuelo, y se llamó los Mochileros y El Abuelo de Villa Itatí. Nos íbamos a Barranqueras, Vilelas. Yo tenía 22 años, era 1986 más o menos”. Ricardo, con orgullo, añade: “hasta nos invitaron en el Baile de la alegría, enfrente del Regatas”. Daniel recuerda el préstamo de utensilios en las cocinas familiares y su devolución en condiciones que distaban de ser las óptimas, lógicamente mientras más ruido, mejor: “Como olvidar, le sacaba a mi madre los utensilios de cocina y le devolvía rotas o aplastadas… ¡pobre vieja, como se enojaba! yo integré esa murga muchas veces, ¡qué recuerdo! Los cajones forrados como mochilas, los corchos quemados para dibujar nuestro rostro de bigotes y barbas ¡que época che!”.
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Lito, Miguel y Ricardo, integrantes de “Los Mochileros y El Abuelo de Villa Itatí”.
La época de los carnavales se fue apagando con el transcurrir de los años en la ciudad, sin embargo, los recuerdos siguen siendo tan coloridos como los espectáculos que brindaba la comunidad para el deleite de los espectadores. Sin dudas, estas fiestas supieron unificar y festejarnos como vecinos de Resistencia, cada cual, con su identidad, en este caso la de los habitantes de Villa Itatí.
Lito con la máscara de El Abuelo.
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CAPÍTULO 5:
LA ISLA RODEADA DE INSTITUCIONES
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Memorias visuales del Gran Resistencia. Fotografías de Pablo Boschetti.
LA ISLA RODEADA DE INSTITUCIONES “Yo siempre digo que la capital de Resistencia es Villa Itatí, siempre nos jactamos de tener la universidad, el ferrocarril, un campo de tiro, la escuela primaria, y una autopista cuando hicieron la Castelli. ¡Teníamos de todo! Esa era nuestra muletilla cuando salíamos a joder por ahí… Yo soy de la capital de Resistencia”, así caracteriza Ricardo Olivera esta particular situación del barrio, que se ve abrazado por instituciones emblemáticas, que son parte de los inicios de la historia de la ciudad de Resistencia. EL FERROCARRIL El 1 de mayo de 1909 se inicia la construcción del ferrocarril que uniría Barranqueras con Metán: el ferrocarril Central Norte Argentino. Las obras permitirían la conexión del noreste argentino con el noroeste, abriendo nuevos caminos al desarrollo del territorio nacional: “esta obra es la de mayor trascendencia para el territorio por estar destinada a facilitar las comunicaciones y, con los rápidos transportes, la explotación de las incalculables riquezas que entraña el Chaco”. (Archivo Histórico de la Provincia, 1972). Más allá de que formalmente no pertenece a los límites de Villa Itatí, la instalación de la estación, los talleres, y el ferrocarril propiamente dicho, formó parte de la identidad del barrio desde
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Estación de Ferrocarril Central Norte. Fuente: Facebook.
sus orígenes, marcado por el frenesí de sus años dorados y el ocaso de su desaparición en la década del 90. Luca relata: “Era tren de pasajeros también. Dos veces por día llegaba de Buenos Aires, uno llegaba a las 10 de la mañana y otra a las 2 de la tarde. Con gente de Buenos Aires. Y salía de acá también”. Era parte del paisaje y de curiosidad para niñas y niños que se escabullían para ver llegar y partir el tren, la gente, la carga y quizá también la posibilidad de un viaje imaginario en alguna aventura por sus vagones. “Nosotros íbamos a chusmear, pero a mirar nomás, porque se iban los trenes lindos que iban para Buenos Aires, pero te corrían los de la Federal, no te dejaban entrar. A mirar nomás, de chismosos”, cuenta Raquel, como una forma de poder enterarse de primera mano noticias importantes de Resistencia, que pasaban por aquella estación. “Después el brete por donde pasaban a los animales”, recuerda nostálgico Ricardo Olivera.. Los hermanos Sánchez recuerdan entre las aventuras, ir con sus hermanos al corral, cuando llegaban los animales “Había un corral grandísimo y era hermoso, traían tropas. Cuando largaban los animales allá, porque salían de la Castelli y llegaban al matadero de Vilelas. Por ahí se asustaba un animal arisco y pasaba corriendo por acá, por casa. Mamá ya sabía y nos encerraba a todos en nuestra casita de barro”.
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Otros niños se las rebuscaban para aumentar el volúmen de los bolsillos: “Me hice un cajón y me iba a lustrar algunos días al ferrocarril, a los que bajaban del tren. Entonces era un ir y venir de gente. Y bueno, 20 centavos cobrábamos el zapato y 50 las botas. Yo lustraba ahí en la entrada al ferrocarril, estaba una estatua grande con el busto de Perón y otra de Eva Perón”, cuenta Belzor. Don Luca recuerda “Nosotros hacíamos changas, porque antes el único colectivo que pasaba era el 1, que pasaba frente al Hospital, entonces la gente que quería tomar el colectivo tenía que ir hasta allá y nosotros valija al hombro y a hacer las changas. Vendíamos torta frita. Con ocho años”.
Estructura de Ferrocarril que se encuentra cercana a la casa de Juan García, ubicada por Franklin, Archivo personal de Juan García.
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Algunos, en cambio, narran una relación más lejana con el ferrocarril, puramente ligada a los trabajadores que se asentaron en el barrio: “Habitantes de aquí trabajaban en el ferrocarril: era esa nomás la relación. Teníamos que pedir permiso a la gendarmería para acortar camino por allá, ahora mismo hay un portón grande. Había otra entrada, a veces la gendarmería dejaba pasar y a veces no. Pero casi siempre sí. Y el que iba a jugar iba por imprudente, porque nuestros padres nos advertían del riesgo del lugar”, ilustra Pedro. Algunas familias que trabajaron en el ferrocarril, fueron don Luque, don Ojeda, don Machado, don Gómez, don Romero, don Ruíz Díaz, comenta Julián. Finalmente, el vínculo infaltable entre el ferrocarril y Villa Itatí estaba dado por la leña: “antes todo era a leña, y teníamos que ir a robar al ferrocarril”, recuerda entre risas Froilán. Belzor aclara: “No era que robábamos, sino que, como el ferrocarril era argentino nosotros sacábamos nuestra parte”. Y eso llevaba de la mano otra vinculación necesaria: el sereno. Añade Froilán: “¡tenías que andar bien con el sereno, que era de la Federal… era bravo… el que no andaba bien no tenía leña. Tenías que ir temprano: leña campana se llamaba. Antes de ir al laburo yo tenía que ir a buscar todo eso”.
Estación Ferrocarril Central Norte. El Horizonte Ferroviario. Cacciola Desings.
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El recuerdo de lo que alguna vez fue la estación de ferrocarril y lo significó para el barrio, está presente en cada uno de los relatos. Es poco probable que una charla sobre Villa Itatí no esté pintada con recuerdos del ferrocarril. Porque no solo fue o es paisaje o una parte más del escenario, fue lugar de trabajo, fue lugar de más de una changa que reflejaba la creatividad de sus gestores, lugar de aventuras y descubrimientos para la infancia barrial, lugar de provisión de leña, recurso indispensable para llevar a la mesa algo calentito en aquellos tiempos. EL HOGAR ESCUELA QUE NO FUE: LA UNNE En la proximidad del barrio, en la década del 50 comenzó a construirse uno de los hogares escuelas que se presentaba como parte del segundo plan quinquenal del gobierno del General Perón. “La arquitectura de los Hogares Escuelas reflejaba su apertura a la sociedad. El cerco que rodeaba los edificios nunca llegaba más alto de un metro. Los edificios eran típicos de la arquitectura de la Fundación: estilo californiano misionero, amplios y bien iluminados, con techos de tejas rojas, muros blancos y jardines verdes” (Fundación Eva Perón, s.f.). Gestionados por la Fundación Eva Perón, los hogares escuelas eran una alternativa para la contención, formación, alimentación, educación y acceso a la salud de los niños más pobres. Ya habiendo varios funcionando en el país, que se instale tan cerca del barrio un Hogar Escuela, generaba muchísimas expectativas e ilusiones. Así lo cuentan varios vecinos: “Ahí estaban por hacer un hogar escuela. Después vinieron los milicos e hicieron la UNNE. Esa era para los pobres y nos sacaron. Ahora tenemos que pagar. Tenemos que subir arriba del muro para mirar”, remarca Juan García. Por su parte, Belzor escribía en una carta de lectores en Diario Norte (2016): “Recuerdo una sola tristeza de aquellos momentos: cuando cayó el General Perón y el Hogar Escuela, que avanzaba en viento en popa, se paralizó y después se utilizó como casa de altos estudios, pero para nosotros, el pobrerío, se perdió nuestro centro de formación y
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bienestar. Fuimos por esa razón parte de los que gritaban: “alpargatas sí, libros no” (solamente quien se siente despojado violentamente de sus derechos o le sacan el pan de la boca puede entender esta consigna)”. (Miño, El Cristo de los villeros, 2016). El cambio repentino de función, de este lugar que prometía esperanza de una vida mejor, fue un duro golpe según recuerdan los vecinos que vivían en el barrio. Muy por el contrario de lo que en su momento se publicaba en los diarios, que hablaban de la UNNE como el logro de “todo” el pueblo. En “El Territorio”, a los 10 años de la inauguración de la UNNE se publicaba “cuando se convocó al pueblo del Chaco para su creación, “todo” el pueblo respondió: comercio, in- “Verano en la ciudad de los niños”. Obra dustria, obreros, estudiantes, plástica del artista Daniel Santoro. profesionales y hombres de campo “Sentimos” la Universidad como obra de nuestro pueblo, sabemos que es el fruto de los anhelos y obra conjunta de la comunidad del noreste”. (Diario El Terrritorio, 1969). Belzor lo ilustra con nostalgia y pesar, “Con mi madre pasábamos por el costado, entonces ella decía: -acá van a venir ustedes, porque esto es para ustedes, van a tener colegio, van a tener comedor, van a tener uniforme, van a tener deporte, cancha de fútbol. Era toda una cosa extraordinaria que solamente en la imaginación tenías”. Los vecinos, que se habían pensado como protagonistas en este espacio, con el cambio de proyecto lo verán desde 1957, como algo lejano. El predio y la construcción son cedidas a la
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Universidad Nacional de Nordeste. Sentencia Raquel: “Mi abuela siempre me decía: -Perón creo eso para los pobres, después vinieron los ricos y agarraron todo”. Magno aún recuerda las actuales instalaciones del CUNNE, como la antigua cancha del club del barrio: “Antes la cancha de Itatí estaba por ahí, nos íbamos a jugar ahí. Porque el club se hizo después. Y después una vez que agarraron los cogotudos ya no se podía entrar más, no podíamos entrar nadie. El club es todo privado. Nos corrieron a todos”. LA AVIACIÓN Ubicada en av. Las Heras y Castelli, donde actualmente se encuentran las instalaciones del Club Central Norte y extendiéndose hacia el sudeste, “la aviación” se emplazaba como un lugar que congregaba a los vecinos de la ciudad a innumerables espectáculos. Villa Itatí tenía lugar privilegiado para presenciar los mismos, formaba parte de la vida cotidiana del barrio, y los congregaba no solo como observadores, sino además como protagonistas hacedores de pandorgas que se disputaban espacio en el cielo resistenciano por aquellos años. “El Aero Club Chaco se fundó un 28 de agosto de 1921, por un grupo de visionarios vecinos de la ciudad de Resistencia, Provincia del Chaco. Para recaudar fondos, la Comisión Directiva, llamó al pueblo de Resistencia para hacer una colecta pública y fue la respuesta tan grande que se recaudó lo suficiente para comprar el terreno para la pista, hacer el hangar y sede social, que se adquirió afuera de la ciudad, sobre la Av. Castelli al 1200. Y ahí estuvo hasta el año 1983, cuando se trasladó a su nueva localización sobre la Ruta Nacional N° 11, Km. 977.5 Campo Los Palmares” (Aeroclub Chaco, s/f.). Cuenta Magno“Acá hubo algunas tragedias en la pista de aviación, cuando estaban los paracaidistas venían de todos lados, uno impactó allá, por el Llaponagat, cayó en el patio, ¡no se le abrió el paracaídas! Eso no ocurre todos los días, un accidente”.
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El recuerdo más presente, no solo en Villa Itatí, sino además relatada por otros resistencianos que recuerdan aquellos tiempos, es la de la avioneta que se salió de la pista en el aterrizaje y terminó en una zanja de la av. Las Heras “con la trompa tocando una de las casas de enfrente”.
Aeroclub. Estampa Chaqueña. Archivo Histórico.
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Tiro Federal de Resistencia. 1930. Pablo Boscheti en Memorias visuales del Gran Resistencia.
EL TIRO FEDERAL Por último, para terminar de conformar esta isla cercada por grandes instituciones, el Tiro Federal establece su límite luego de la avenida Chaco. En 1911 se constituye la Asociación Tiro Federal General Manuel Belgrano como parte del Tiro Federal Argentino. Se emplaza en un terreno donado por la Municipalidad de Resistencia. De acuerdo con textos consultados en el periódico La Voz del Chaco versaba la frase “adiestramiento para servir a la patria” (De Pompert de Valenzuela, 2016). Las prácticas desarrolladas además tenían carácter deportivo. Don Froilán mira lejos, como transportándose en el tiempo, y describe como eran los alrededores de la avenida Chaco: “por la calle 8 estaba el Tiro Federal, donde venía todo el regimiento a practicar, se escuchaban los tiros. Tenía un murallón y adentro montañas de tierra a los costados. Ahí por la calle Cervantes había un muro alto, como 10 metros habrá tenido”. Iniciados los 2000, la falta de mantenimiento y el deterioro notable de las instalaciones, configuraron un espacio poco amigable para transitar. Sumado a ello, la edificación existente comenzó a ser desmantelada de manera progresiva, quedando un gran vacío urbano no adecuado para el uso público.
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Recuperado después de varios años de abandono, se emplaza hoy el Parque Urbano Tiro Federal, inaugurado el 19 de diciembre de 2012.
Fiesta en el salón del Tiro Federal, cuya concesión tuvo Gamarra por un tiempo. Archivo Personal de Cacho Gamarra.
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CAPÍTULO 6:
DE A POQUITO
FUIMOS LLEGANDO
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El barrio en los 70. Foto de Olga Beatriz Acuña Parodi.
DE A POQUITO FUIMOS LLEGANDO Los diferentes capítulos de este libro, intentan describir el esfuerzo por establecerse, por llegar a la ciudad, que ha sido una constante en los relatos de quienes han participado en el proceso de evocar la memoria barrial. Algunos del campo hacia la ciudad, otros colmados de proyectos familiares, en busca de trabajo y de un lugar para vivir, muchas personas fueron llegando y radicándose en este sector de la ciudad. Este capítulo invita a viajar por algunas de las tantas historias que describen el proceso de migración y asentamiento, pilares de la identidad barrial. Se incluye relatos que nos acercan a la historia de Villa Itatí y que contienen puntos de encuentros con el abanico de historias de quienes pueblan la villa. Historias que aportan pistas para la construcción de la memoria colectiva barrial y son retazos de la memoria del Chaco y de Resistencia.
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DEL CAMPO A LA CIUDAD Expulsadas del campo, muchas familias han llegado a Resistencia debiendo abandonar o reconvertir la actividad rural para subsistir en la ciudad. Algunas de esas familias como la de doña Honoria, los Gamarra o los Martínez, han migrado desde Machagai anclando en Villa Itatí, y no solo han logrado obtener su tierra, su lote, sino que junto a sus vecinos han conquistado una porción de la ciudad. Honoria Sánchez Verón, nació el 18 de Abril de 1930 y está próxima a cumplir los 90 años de edad. Tuvo 8 hijos. Uno de ellos, Demetrio Sánchez, abraza fuerte los recuerdos de su madre y los comparte para que formen parte de la historia barrial. Honoria junto a su esposo Ramón Adriano Ayala vinieron desde la Tambora, Machagai, hacia Resistencia en el año 1953. Ramón consiguió trabajo en “la Fabrica UCAlL” ubicada en aquel entonces en la intersección de av. Las Heras y calle Franklin y “se asentaron al borde de la Universidad (hoy Pasaje Franklin y calle 4 entre Franklin y Cervantes), tenían corrales de animales en toda esa zona (vacas, terneros, caballos) y los soltábamos y le llevábamos a pastar en lo que era el Tiro Federal”, relata Demetrio.
Demetrio y Honoria Sánchez Verón.
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Sebastiana Verón, madre de Honoria, así como sus hermanas y sus hermanos, también se radicaron y contribuyeron al poblamiento de Villa Itatí. La gran familia Sánchez estaba compuesta por: China, Chuila, Carlos, Ana, Emilia y Cheio. Tal como lo han señalado muchos vecinos, Demetrio destaca la participación de Honoria en la organización comunitaria que conquistó las mejoras barriales “Ella integró la primera comisión vecinal junto a don González, esposo de doña Elena, que era la señora que rezaba el Rosario en todos los velorios de la época, y fueron ellos, junto a mi mamá que construyeron la Iglesia. Me acuerdo que mi mamá fue en un camión del ejército a buscar la Virgen a Itatí a Corrientes, es la virgen que está en la capilla actual”. La familia Gamarra también es oriunda de Machagai. Sobre su llegada al barrio, Horacio Alberto Gamarra, más conocido como Cacho Gamarra cuenta: “Yo nací en Machagai en el lote 24, km 22, al sur de Machagai, en el año 1957. Mi papá tenía chacra ahí. Nos instalamos acá en el año 1959, hace 60 años. En el mismo lugar. Nosotros éramos tres hermanos. Mi hermana quedó con la abuela allá, en Machagai, vinimos el más grande y yo nomás. Era todo campo, y a lado nuestro había una lechería, que era de un tal Bartolomé Sosa. En la parte de atrás, había otra Alberto Gamarra. Archivo personal de Cacho Gamarra. lechería que era de la familia Rojas. Tenían las vacas lecheras, ordeñaban y vendían la leche en botella. Nosotros teníamos un almacén en este mismo lugar, también tuvimos sodería. Yo a los 11, 12 años ya trabajaba en el carro, repartía soda.
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Siempre estábamos en contacto con toda la gente, principalmente mi papá, a él siempre le gustó integrar las comisiones vecinales. Alberto Gamarra, se llamaba. Fue presidente varias veces. Trabajó mucho, cuando se loteó el barrio, cuando se trajo el agua y cuando se abrió las calles. Junto a la familia García, Juan García, junto a Belzor Miño, el doctor, a la Liliana, a la hermana hicieron lista compartida y fueron a elecciones. También doña Elena fue una mujer muy conocida en Villa Itatí, que trabajó para hacer la capilla: Allá por el año 1967, se juntó plata para ir a comprar la virgen, se viajó a Itatí, se colaboró entre todos los vecinos y se compró la virgen. La misma virgen grande que está en la Iglesia. Y a fuerza de pulmón de los vecinos y poca ayuda oficial, se hizo la capilla, porque era tiempo de los militares, tiempo de los gobiernos de facto, gobiernos que no había democracia. Entonces, a pulmón, a luchar, todo eso, se pudo lotear el barrio”. FABRICANDO OTRAS EXPERIENCIAS El desarrollo Industrial, que hizo florecer varias fábricas, necesitó de muchos obreros y operarios. Varios vecinos trabajaron en ellas. Don Froilán y su hijo, Pisu, relatan: “Hace rato que vivo por acá, 58 años, desde que se empezó a poblar el barrio. Digamos no fui el primero, pero éramos pocos cuando iniciamos el barrio. No había agua, no había luz, no había nada. Era duro. De Machagai vine, vivimos mucho tiempo ahí, yo vine solo y después traje la familia. No había trabajo ahí, entonces hay que cambiar, amañarse, buscar otros rumbos. Había fábricas, había trabajo para la gente, los que veníamos de afuera veníamos con la idea de trabajar en la fábrica. ¡A elegir laburo! Cuando vine del campo compre un ranchito ahí, solamente para cuando llueve que no gotee, pero igual goteaba. El que me vendió, me dijo que no goteaba nada, pero después llovió y cayó toda la pared. Después le compramos a un ferroviario que
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nos vendió, pero era sobre la calle. Cuando vino el loteo nos tuvimos que mover, tuvimos que tirar el rancho y hacer en el fondo otro nomás... ¿y que le íbamos a hacer?”.
Froilán y Pisu.
HUYENDO DEL AGUA Una de estas historias, que puede ser la de muchas familias, es la que cuenta Agustín Sánchez: sus padres, Demesio Sánchez y Yolanda Gómez, se instalaron en el barrio en 1959, con mucho esfuerzo.“Nosotros vivíamos en Loma Prohibida, un paraje de más allá de La Eduvigis. A papá le agarró la creciente allá, le tapó toda la chacra y el algodón... no había nada de nada en el campo, el agua tapó todo. Donde estábamos nosotros, era un poco más alto, por eso vinieron como seis familias a instalarse ahí. Como no había para comer, le comían toda la chacrita a papá. La situación era complicada. Papá se dio cuenta que eso no iba a mejorar y entonces dijo: -me voy. Él era un tipo decidido, no tenía mucha escuela, pero era inteligente. Y se vino a Resistencia. Se vino solo primero. Mi mamá se que-
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dó sola con todos nosotros en el campo. Papá consiguió trabajo en “el Tiro”. Había una tía que vivía cerca del “Mariachi” y él se quedaba con ella hasta que consiguió a uno que quería vender un ranchito acá, en Villa Itatí. Creo que compró por 100 pesos nomás. El ranchito era como baño, así nomás. Como 5 meses se quedó solo por acá hasta que nos pudo ir a buscar. Cuando juntó la plata se fue a llevarla para que pudiéramos venirnos. Caminando se fue, son como 80 km y estaba todo inundado. Se fue con lo puesto y con la radio a pilas. Un tramo de ese camino lo hizo con la ropa y la radio sobre la cabeza, entró al campo en calzoncillos, con la ropa y la radio sobre el cogote. Mamá se trajo un corte de casa en un camión. ¡Hasta los pollos trajo! ¡Todo! El día de la mudanza salimos a las 6 más o menos y llegamos a las 6 de la tarde acá porque estaban cortados los caminos. Mamá contaba que fue a sacar pasto de la aviación y con eso hizo colchón para los chicos, con pasto para que ellos no sufran frío. La casa que había comprado papá era toda de paja, con las maderas que trajo mamá, con mi hermano levantaron la casita, era chiquita, un quinchito ahí ¡Qué lindo fue! ¡una emoción!”.
Yolanda Gómez, Ramona Almirón y Agustín Sánchez. Archivo personal de la familia.
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Aquí más cerca, en Resistencia, también huyendo del agua llego hace 66 años junto a sus padres Olga Eugenia Cáceres:“Había nacido mi hija hace poquitos días y mi papá me dijo: -Vamos a ir a otro lado, acá nos va a llegar el Arazá. El río ya nos había llevado algunos de los animalitos que teníamos. Resulta que mi papá quería comprar algo para mí, yo no había entendido eso… vimos el rancho, estaba muy caído, era todo de espartillo decíamos: -¿Quién será que vive acá? Estaba lleno de arañas y bien feo era el ranchito. La vecina del lado lo vendía. Yo le dije a mi papá: -A mí me gusta porque tenemos la calle, la avenida, para poder entrar y salir por ahí y el ferrocarril que podemos viajar a Buenos Aires ¡hasta la terminal de colectivo nos queda cerca! Trajimos agua, pan y un pedacito de queso, con eso nos vinimos. Y así fue que de a poco nos instalamos... Crié a mis 22 hijos acá en el barrio”.
Olga Cáceres.
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EN LAS VÍAS DEL TRABAJO Cuando los ferrocarriles estaban en plena actividad, con muchísimos empleados y ramales que se abrían y llegaban a casi todos los pueblos, familias enteras se instalaron en las proximidades de las estaciones. Así fue el caso de los García que se instalaron en 1940 en el barrio. Juan García, hijo de Pabla Cena y Juan García, recuerda:“Acá al lado era la casa de mi papá. Esta es mi casa. El terreno ese era el de mi papá. Yo prácticamente nací acá, en el ferrocarril. Mi papá era ferroviario, cruzaba acá y ya estaba en el trabajo. Y a los dos meses me trajo. Mi papá vivía en Villa San Martín antes de venir acá, había nacido en Ita Ibaté, Corrientes. Y mamá también era correntina, de Saladas. Se conocieron acá, en Resistencia. Cuando vinieron no había nada, ni agua, ni luz, eran todos caminitos nomás”.
Juan García.
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ALBAÑILES DE UN PROYECTO Una ciudad que estaba creciendo, necesitaba albañiles y obreros de la construcción. Muchos vecinos aprendieron y comieron de este oficio. Así fue el caso de Pedro González, hijo de Jesús González, ambos referentes de la histórica comisión vecinal del 63. Pedro nos cuenta cómo llegaron al barrio:“Nosotros vinimos de Villa Berthet, luego de que mi padre fuera perseguido... Mi padre, Jesús González, salió de allá con una cajita de herramientas, vino a buscar trabajo y tenía unos hermanos que ya trabajaban en la construcción del hogar escuela. Mi viejo como tenía un hermano que ya había venido le facilitó mucho, le prestó un lugar. Pero al mismo tiempo ni bien consiguió trabajo estaba buscando la forma de traernos. Y así fue que supo, que acá había una persona que quería vender. Porque esto era un asentamiento, realmente era un asentamiento: casas desordenadas, casas de cartón, de lona… él encontró una casita de material, chiquita, pero con la capacidad de albergar a su familia. Nosotros éramos: mi papá, mi mamá y 6 hermanos, o sea 8 en total. ¿Por qué Villa Itatí? Porque es lo que a él primero le quedó cerca y pudo comprar, con lo que sacó de lo que vendimos que teníamos allá… mandamos la plata, compró y nos trajo, todo con ferrocarril. Por eso nos asentamos en Villa Itatí. Nosotros éramos una clase laburante, mis viejos eran laburantes, obreros calificados, la albañilería en esos tiempos era todo un arte. No había diferencia entre las gentes. Éramos todos obreros o el que no era obrero era carrero, carreritos, había alguno que tenían el rancho acá, no el rancho tejano, sino el rancho criollo como se dice, y tenía su mejora, su sitio acá. Mi papá vino con una mano atrás y otra adelante, quizás uno quería venir a donde había terrenos propiedad. Él nos planteó bien la situación de ir gastando la plata que trajimos de allá, hasta que nos estabilicemos y ver después que hacíamos. Llegó un momento que nos hicimos uno más del barrio y empezamos a tener amistades en el barrio, que es lo que busca el ser humano: donde estar bien, donde tener amigos, compartir y eso. No 146
vinimos con humo y esas cosas, nos hayamos. Nos fuimos arreglando en Villa Itatí. Lo fuimos sintiendo al barrio como nuestro”.
Elena, Jesús y Pedro González. Diario El Territorio (1967).
CASADO CASA QUIERE Varias de las familias que llegaron al barrio lo hicieron comprando las mejoras y básicas construcciones que realizaron los vecinos que se asentaron originalmente. El barrio siguió ofreciendo así, una posibilidad de acceso, relativamente económica, al hogar y a la casa en el “terrenito” propio. Así es el caso de Elisa:“Yo estaba de novia y estábamos juntando plata con mi novio para comprar una casita o algo para vivir solos (…) los antiguos dueños de esta casa se fueron a Buenos Aires, él le fue a ofrecer a mi tío la casa ¡Y la compramos! Era una mejora nomás, no tenían ni agua ni luz, ni nada. Los vecinos, gente muy buena, ellos me ofrecieron agua, nos pasaban una manguera y la luz en un cable, cuando llegamos así nos arreglamos. Elisa De Mendiburu.
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En la municipalidad me asesoraron que compré el terreno, así yo entré en compra del terreno. Porque lo que yo había comprado era una mejora, que servía, pero era muy básica… muy precaria”. JOVENCITAS NOS VINIMOS DEL CAMPO A LA CIUDAD Teresa llegó, como varios de los primeros pobladores, por algún pariente que ya se había instalado un tiempo antes. Todos buscando establecerse y poder ganar el sustento diario. Así lo cuenta ella:“Vinimos de Colonia Elisa cuando yo tenía 8 años, o sea que estoy hace 60 años. Mi mamá vendió allá porque en el campo no pasaba nada. Llegamos al barrio, porque mi tía vivía en la otra cuadra, ahí vinimos. Después mi mamá compró la Teresa Suarez y su marido, Magno, casita y vinimos a vivir de este en su vivienda. lado. Era todo caminito, no había calles, no había nada. Esto era todo campo. Esta casa le compramos a la municipalidad. Nos daban un papel, teníamos que ir pagando por mes. A la municipalidad, te daban una chequera y tenías que ir a pagar. Porque ellos lotearon y después pagábamos la cuota”. Lo propio cuenta María: “Yo llegué en el 65, 66, vine del campo, una zona entre Colonias Unidas y Las Garcitas. Yo vine más que nada para trabajar porque mi hermana mayor vivía acá, en el barrio. Tenía 14 años cuando vine. Fue lindo, porque cuando uno es joven no piensa. Me instalé con mi hermana, porque ella trabajaba en el comedor de la aviación. Era ayudante cocinera. Cuando yo llego me consiguió trabajo para lavar los manteles y las servilletas de tela. Y
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yo le cuidaba los tres chicos, porque ella era viuda. Entonces mientras ella trabajaba yo le cuidaba los chicos. Después yo me casé. Yo tenía 19, 20 años. Ahí me fui a Villa Federal. Estuve un tiempo y después volví en el 71 cuando iba a nacer mi hijo. Y desde ahí que estoy. El terreno le compramos a un hombre que tenía una piecita de material. Le compró mi mamá. En esos tiempos venían mucha gente del campo. Había más trabajo acá”.
María Domínguez.
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LOS HIJOS DEL BARRIO No son pocos los vecinos que “nacidos o criados” en Villa Itatí, tienen que alejarse de él por un tiempo, pero regresan cuando se les presenta la oportunidad. Juan Ramón Luca, uno de los almaceneros del barrio, hijo de uno de los históricos vecinos, después de recorrer y vivir en varios barrios de la ciudad vuelve al barrio. Don Ángel Luca, padre de Juan Ramón.
“Yo después que me casé vine acá, compré. Vivía en el Juan Bautista Alberdi y volví para acá. Y sí, porque de acá vos te vas al centro caminando, de allá me quedaba más lejos. Nunca me fui, siempre volvía a lo de mis viejos. Cuando yo era soltero, vivía por la Arturo Illia. Cuando me casé me fui a Villa San Martín, después me fui a vivir por la av. Chaco, hasta que me dieron un terreno de la Municipalidad y me hice mi casa. Y después cuando me enteré que el Negro Molina quería vender, vine y le compré el rancho. Esto era un rancho, no tenía nada. Tuve que tumbar para hacer todo de nuevo y volví al barrio ¡pero volví al barrio!”.
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AQUELLA ESPERA EN LA SOMBRA DE LOS EUCALIPTOS “En mi familia éramos 6: mi papá, Ramón Genaro Pereyra, mi mamá, Haidé Goyenechea, y 4 hermanos: 3 mujeres y yo. Mi mamá falleció y mi papá salió a buscar mejor suerte. Como eran 3 mujeres y yo el único varón, mis abuelos le dijeron a mi papá: -¿para qué le vas a llevar a las chicas? Llevate el varón. El jamás volvió a ver a sus hijas, yo tenía 3 años. Millán Goyenechea. Llegué a Villa Itatí cuando tenía 4, 5 años. Vinimos en el 63, de Santa Fe, estuvimos por Pampa Landriel, Pinedo, Sáenz Peña y llegamos acá, en la estación, bajo los eucaliptos. Ahí estuvimos algún tiempo, porque no sabíamos dónde ir. Vinimos buscando nuevas oportunidades. Papá salió a dar unas vueltas y encontró una casita de dos aguas: dos piecitas, de dos aguas. Tenía que entrar agachado porque siempre se golpeaba la cabeza. De a poquito fuimos mejorando la casa, nos fuimos acomodando, puso verdulería, almacén, vendió pan, carne. Un hombre servicial, trabajador. Se nos quemó la casa después, tuvimos que empezar de nuevo. Yo me crie entre sopapos y trabajo. Acá se bailaba, se timbeaba, se hacían festivales en las fiestas patrias, se corría con la cuchara y el huevo, se corría en bicicleta, y después el baile hasta las 12. También, en el patio de mi casa, mi papá puso el televisor, cobraba una monedita y esto se llenaba: los chicos adelante y los grandes atrás. Eso sí, había un silencio total, porque mi papá aclaraba: -Cuando está la figurita, ustedes pueden hablar, pero cuando empieza el programa, todos callados. Los chicos adelante y los grandes atrás, más de uno se enamoró en la “casa de don Pereyra”, mirando alguna película, en el oscurito del fondo”.
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CAPÍTULO 7:
TE CUENTO SOBRE MI BARRIO
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TE CUENTO SOBRE MI BARRIO RELATOS DE LOS VECINOS Los sentimientos de pertenencia y arraigo de quienes han poblado Villa Itatí, son tan profundos que han expresado muchas historias de este barrio en diferentes medios de comunicación. Este apartado intenta dar cuenta de estos relatos, de quienes, en diferentes momentos han volcado sus opiniones. Por ejemplo, algunos vecinos han creado un espacio en el mundo virtual. Desde hace algunos años, la página de Facebook “Villa Itatí…80 años de historia” se ha convertido en un punto de encuentro entre personas que habitan o habitaron el barrio. Esta página promueve la memoria barrial, a partir de la comunicación y el intercambio entre diferentes generaciones, aportando recuerdos y anécdotas que permiten caracterizar el vecindario.
Entrevista con Severiano Veloso, en la plazoleta del barrio.
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Publicación de Ricardo Olivera en: Villa Itatí... 80 años de historia. Facebook.
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“Volví a recordar la calle 4, y afloraron vecinos que en su momento no recordé: don Ventura con su cigarro apoyado en el muro del CUNNE, viendo imaginarios partidos de rugby y fútbol, cuando estaba todavía la cancha de la ovalada, supo venir la selección de España a jugar un partido por estos lugares…la familia López: Anguila, el Chueco... Patry López y sus hermanas... Nito, fiel compañero y mandadero de don Ventura y doña Mónica, Quito Loco y sus andanzas, Mano Sucia, en la esquina de Pje. Humaitá vivían unas señoras, creo que una se llamaba doña Margarita, su hija me parece trabajaba en la estafeta postal que había en la UNNE…recuerdo un gran perro que te parecía comer cuando se tiraba contra el tejido... pocas rejas había entonces” (Olivera, Facebook. Villa Itatí 80 años de historia, 2015). “Caminando por la Franklin entre calle 4 y 5, recordamos a la familia Gallardo, sus hijos Darío, Zulema... un poco más adelante la vecina que se hace llamar la Doctora Verón o doña Cora.... familia Bobadilla recuerdo a Ricardo Bobadilla, familia Velozo... creo que fueron los primeros que tuvieron teléfono y muchos se hacían las prótesis con don Velozo, la señora de apellido Torres que nos ponía inyecciones a todos los chicos y en la esquina esta la familia Canteros, ayúdenme si me pase algún vecino”. (Olivera, Facebook. Villa Itati 80 años de historia, 2015). “Hoy entramos en la 5, hacia la Castelli, y nos encontramos con familias como de don Ayala, que ya no están más en el barrio, Chiquita Paredes siempre participando de las actividades de la capilla, la casa de los Rivarola, hoy esta don José Rivarola, familia Esquivel, del famoso Toro Esquivel, quien hacia chicharrón, hoy vive allí su hijo Hugo, familia Itutrri casa de Ricardo (Matatana) familia Lezcano (la casa de Alicia, Miguita, Raúl...) en la esquina con Cervantes había una familia creo que era Zamacola el apellido, después vino un tal Sciuffi, que hacía mesa de pool, familia Sánchez (Daniel y sus hermanos), los Ocampo, los Villalba (Topo, Cururu, sus hermanas) Percy Milian Goyenechea, Cichito Rojas y su esposa Dolores, casa de Tarántula, Marina, Tattiana, Sandra, me falta una que no me estoy acordando el nombre...Tomas...después la casa de don Pablo Rodríguez: Juguetito, Chino
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Loco, Potrillo, enfrente familia Gómez...en la esquina ya con Castelli, familia Barreto: ¡doña Coy! ¿quién no se curó del empacho ahí? Milanesa, Omar, Griselda...enfrente la familia Foschia... si se pasó alguno, lo agregan ustedes...cuantos recuerdos la calle 5”. (Olivera, Facebook. Villa Itatí 80 años de historia, 2015). “Paseo por mi villa y recuerdo a don Romulado Rojas, en su bicicleta de reparto, alias don Pico. Lo veo también a don Romero, parado en Cervantes frente a la plazoleta, papá de Tancho Romero, hoy vive su hijo más chico Gustavo. Don Luna levantando quiniela…”. (Olivera, Facebook. Villa Itatí 80 años de historia, 2016). “Pasaje Humaitá, los Báez, otra familia tradicional de la villa, de esa zona están además los García, los Colman, los Vera, los Peñalber…entre otros”. (Olivera, Facebook. Villa Itatí 80 años de historia, 2016). Daniel Sánchez complementa estas memorias, cuando narra: “… yo también me crie allí, en intersección de calle cinco y Pje. Humaitá, en frente donde vive la familia Ocampo estaba la canchita, en diagonal de mi casa pasando el pasaje vivía Carlos locco se acuerdan, por ese pasaje frente de la casa de doña Celia o un poco más allá, vivían una pareja de ancianos de apellido Prcelu, la anciana vendía verdura en una canasta se acuerdan de ella, eran ellos unos de los primero de la organización de la villa”. “Que recuerdo che, esa esquina Cervantes y Humaitá, la esquina de mi casa, y de grandes vecinos… ¿saben de que me estoy acordando?, de las tardes de veranos como los vecinos de esa calle, regábamos las misma …se acuerdan todo la calle Cervantes regada con un tarrito clavada en un palo y sacábamos el agua de esas pequeña cunetas …. Todo al mismo tiempo, don Villalva, nosotros los Sánchez, Milian, chichito Rojas todo con el tarrito y la calle quedaba bien húmeda y se sentaban a tomar mate en la vereda sin polvaredas”. (Sánchez, Facebook. Villa Itatí 80 años de historia, 2016).
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Carta de lectores
El Cristo de los villeros. Jorge Belzor Miño
Diario Norte, 24 de diciembre de 2016
En la década del 50, en Villa Itatí terminaba Resistencia. Las viviendas en su totalidad eran de techo de paja y paredes hechas con espartillo y barro. Los niños de aquel entonces nos criamos en un ambiente familiar, comunitario, creyente y religioso: sabíamos que el Cristo nos acompañaba y esperábamos con esperanza la llegada del niño Dios para diciembre, porque venía con un regalo y percibíamos que un día nos sacaría de nuestra miseria y pobreza. Recuerdo una sola tristeza de aquellos momentos: cuando cayó el General Perón y el Hogar Escuela, que avanzaba en viento en popa, se paralizó y después se utilizó como casa de altos estudios, pero para nosotros, el pobrerío, se perdió nuestro centro de formación y bienestar. Fuimos por esa razón parte de los que gritaban: “alpargatas sí, libros no” (solamente quien se siente despojado violentamente de sus derechos o le sacan el pan de la boca puede entender esta consigna). Varios vecinos de la villa (pobres pero ricos en espíritu) veneraban a santos, en lo cual participábamos también con gran alegría en estas fiestas lugareñas: doña Cirila, mi madre, fue devota de San Baltasar. Cada 5 de enero por la noche en vigilia rezábamos el rosario y después comíamos empanadas (era un plato anual y de súper lujo). Al otro día, mi madre, que después entró en la Legión de María, atendía su boliche todo el día, con un vestido colorado. En la casa de doña Paulita y su esposo Juan García – jefe del barrio, ferroviario, y que llegó a ser presidente de la unión Ferroviaria – se veneraba a la Virgen de Itatí. Así nació el nombre de nuestro barrio. Al terminar la novena, el 16 de julio, después del rosario se repartían golosinas para los niños y el vermut para los grandes. Don Juancito, ya fallecido, tuvo varios hijos que se destacaron y eran admirados: Alfredo “Palito” brilló en el fútbol con el club bancario; Edgardo fue un destacadísimo jugador en ForEver. El otro hijo, el Moncho, era un eximio guitarrista y tocaba en aquel entonces en el conjunto de Rogelio Imof Los Dados Negros; Ojito y el Nene también músicos, organizan el baile
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del día 16. El otro hijo de doña Paulita, Darío, trabajaba en la Chacarita EI Arca de Noé, ubicada en avenida San Martin y Arturo Illia y al no poder entrenar, jugaba como arquero en nuestro club Juventud Unida de Villa Itatí. También a esta casa venían los curas misioneros, bautizaban, evangelizaban, realizaban misas y hacían procesiones por el barrio. Una vez en la misa de despedida, en el momento en que el padre lee el evangelio y explica a los fieles su significado, agradeció al dueño de la casa. Al momento don Juancito que estaba participando de la misa interrumpió el sermón y dijo “¿Me permite padre?” y agradeció a su vez la presencia de estos en la villa. Fue la primera y única vez en la vida que vi a un fiel realizar un discurso en pleno acto religioso. A la casa de doña Sixta, en el medio de la villa, se llegaba por caminitos serpenteantes pues el barrio se loteó en la década de 70, se recordaba el Día de San Antonio. Se realizaba después del rezo una fiesta infantil, concurso de baile para los chicos, se repartían caramelos y otras exquisiteces. Doña Sixta, una mujer luchadora y vigorosa, mandó a estudiar a su hijo que hoy es el gran amigo, arquitecto y compañero Ramón Verón de Astrada (el contexto nos hacía naturalmente creyentes y peronistas). Ramón fue un gran formador de cuadros políticos universitarios. Pero la máxima todavía no la cuento: la misa de las 10 de los domingos en la Iglesia San Javier: si nos quedábamos para el catecismo nos daban el desayuno y en alguna ocasión cuando se recordaba algún acontecimiento importante nos servían chocolate con medialunas. Pero allí no se terminaba la cosa: al salir en la puerta principal de la Iglesia nos entregaban una entrada para el Cine Teatro Obrero de Villa del Carmen, que estaba dirigido por el padre Sandrelli y con la inspiración de Monseñor de Carlo. Recuerdo una vez, debía ser en invierno, que mi maestra la señora de Niveyro de la Escuela 315, que colaboraba con los chicos en la iglesia, me trajo de regalo un pullover de color gris (los chicos de la villa teníamos el calor de nuestro ángel de la guarda, de lo cual estábamos convencidísimos que siempre estaba a nuestro lado). El paso del tiempo, el secundario, la universidad, Elder Camera, Ca-
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milo Torres, Evita y Perón, profundizaron nuestras convicciones en la búsqueda del hombre nuevo, tal cual nos proponía en el 5 o 4 antes de Cristo. (Dionisio, el exiguo, se equivocó en la suma) nació en Belén, Judea, en tiempos de Herodes. El supremo subversor, como lo denomina Giovanni Papini. El Cristo revolucionario, el Cristo de los Villeros, El Cristo de los pobres, que condena la riqueza: “es más fácil que pase un buey por el ojo de una aguja que un rico llegue al reino de los cielos”. El Cristo que, por enfrentarse a la burguesía comercial y que por sacar a los latigazos a los comerciantes del templo y que por condenar el formalismo hueco impostor de los fariseos y saduceos fue apresado, torturado y condenado a muerte. El Cristo que vino a cambiar los valores y dijo “Amarás a tu prójimo, lejano o extranjero y enemigo, como a ti mismo”. El Cristo de los Pobres que jugaba con nosotros con pelotas de trapo en los partidos de fútbol en nuestra cancha de Villa Itatí. Ese Cristo que esperábamos con esperanzas en las noches buenas, porque siempre volvía con regalo (sí, la sidra y el pan dulce). Ese Cristo, que dejó el mensaje más extraordinario de todos los tiempos, cuando nos dijo: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de Justicia (…) y que sean perseguidos por causa de ella... Bienaventurados cuando os ultrajen y difamando y mintiendo, dijeran todo mal contra vosotros (...) Gozaos y alegraos porque vuestro galardón es grande en cielos; pues así persiguieron a los profetas antes que vosotros”. Por eso cantamos con Zitto Segovia: el Cristo que queremos y esperamos: “Amigos, voy descubriendo a un Cristo de cuerpo entero, un Cristo un compañero me anda llevando en la villa, la misma vida sencilla del Cristo de los villeros... ese Cristo yo quiero, el mismo Cristo que espero, es un Cristo sin dinero que trabaja con sus manos, el Cristo de mis hermanos que vuelve entre los villeros”.
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Villa Itatí: una isla rodeada de barrios. Dionisio Saavedra
Diario Chaco, 4 de febrero de 2017
El barrio más postergado, más abandonado por el municipio debe ser sin ninguna duda Villa Itatí: -Villa Itatí no tiene señalización. Los taxistas se vuelven locos para encontrar una dirección, ni siquiera los habitantes del barrio sabemos los nombres de las calles y pasajes. -Villa Itatí no tiene veredas, porque cada vecino hizo su cuneta donde quiso: pegada a su pared sin dejar espacio para la vereda. -Villa Itatí es un barrio en penumbras. -En Villa Itatí los basurales prosperan más que los sojeros. Por ejemplo en Franklin y Av. Las Heras tiene uno de los basurales más exitoso de la ciudad, que viene derrotando intendentes tras intendentes y cada día goza de mejor salud. Capitanich ya viene perdiendo en este año de gestión por goleada. -En Villa Itatí SAMEEP hace años instaló el caño maestro de la cloaca, pero todavía no conectó a los domicilios. -Aída Ayala durante su larga gestión año tras año nos prometió el asfalto y nunca cumplió, el gobierno actual también ya nos prometió el asfalto esperamos que no sólo sea promesa. -En Villa Itatí la placita para cada elección recibe juegos nuevos que rápidamente desaparecen como los barcos en el Triángulo de las Bermudas. -Villa Itatí, el patio trasero de la universidad (UNNE), está a cinco minutos de la plaza central y no tiene más conexiones con los demás puntos de la ciudad salvo por las avenidas. Si tenemos una urgencia médica, para llegar al hospital tenemos que dar un largo rodeo porque la estación de trenes nos impide llegar directo y en ese valioso tiempo se nos va la vida. Las obras faraónicas que tiene en agenda el actual intendente son muy importantes ¿pero lo lógico no sería empezar con las pequeñas cosas que con urgencia necesitan los barrios, señalización, zanjeo, asfalto, cloacas y exterminar los basurales?
(*) Docente. Vecino de Villa Itatí. 161
Producción: comisión directiva, socios y vecinos de Villa Itatí. Diario Norte, 2017
CENTRO SOCIAL, CULTURAL Y DEPORTIVO ITATÍ Su lugar de nacimiento fue Villa Itatí. Resulta natural que en las barriadas humildes el deporte predilecto sea el fútbol. Esta villa tiene más de 85 años. En su origen fue conformada por desocupados, changarines, jornaleros, gente del interior sin trabajo, de la Forestal del Norte santafecino, y algunos pocos trabajadores del Ferrocarril Belgrano. La pelota de trapo, la pelota de goma y la de cuero acompañaron a los jugadores, niños, adolescentes y veteranos a lo largo de la historia. En la década del 60, Juventud Unida de Villa Itatí dejó sus páginas gloriosas con los hermanos García: Toti, Edgardo y Palito. Edgardo se destacó como gran figura en Chaco For Ever, acompañado por otro jugador que fue Murguía. Palito García se destacó en el Club Bancario y Toti, de extraordinaria vista, atajaba en Juventud Unida. Más adelante fueron famosos también los Leones de Villa Itatí. No podemos dejar de señalar que Manolo Insaurralde, que vivió un tiempo en la Villa, materializa a través de su hijo, Juan Martín, jugador de Boca Juniors, el sueño de toda la Inmensa juventud de la zona sur. En la década del 70, nuestro campo de deporte, estaba en el predio de la UNNE. Pero la llegada del progreso nos expulsó de ese lugar, para ser construido allí un exclusivo club de intelectuales y profesionales, y fuimos condenados como en otras ocasiones a mirar las actividades culturales y deportivas subidos a un largo y alto muro. Nos trasladamos entonces al ex Aeropuerto, que da sobre la avenida Castelli, de la calle 4 hacia los números ascendentes, pero nuevamente la UNNE nos desalojó para construir un quincho en el cual podemos dar testimonio que jamás fue ocupado. Cuando llega el doctor Baroni al gobierno, coincidente con nuestra última expulsión, se consigue un comodato a través del Ministerio de Educación para ocupar terrenos del ex aeropuerto. Tuvimos que hacer el trámite con gran celeridad, porque el intendente en ese momento de Resistencia estaba gestionando trasladar a ese lugar todo el parque automotor talleres, barrido y limpieza y otras áreas. Finalmente, nuestra gestión tuvo éxito. Dada las alternativas vividas, un núcleo de vecinos, con gran iniciativa y mayor conciencia social y preocupación por los niños y adolescentes, y su futuro, se reúnen para conseguir la Institucionalización y la formación de un club con perso-
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nería jurídica N° 2555/92, lo que significó un gran avance para nuestra Institución. Pioneros, socios fundadores y grandes colaboradores Tuvieron gran protagonismo los siguientes vecinos, que actualmente tienen vigencia a través de sus hijos que siguen sus caminos: Don Benito Colman y señora y sus hijos Saúl y Eduardo Colman, Héctor “Nene” Ibáñez, Juan Carlos “Mosca” Ramírez, Peter Fernández, don Ramón Ramírez y sus hijos, los hermanos Sandoval, Luis Báez su esposa Luisa Escalante y su hija Griselda, José Ozuna, Jorge Belzor Miño y familia, Lilian Mhoni, que fue unos años Presidente de la Comisión Vecinal y que recorriendo en moto para invitar a los vecinos a una reunión, al doblar en una esquina se fue a la zanja y tuvo una fractura expuesta, terminando así su gestión. No queremos dejar pasar el importante apoyo recibido en la primera etapa de nuestra institucionalización por el primer Concejal de la Villa y posterior diputado provincial doctor Jorge Belzor Miño. Mencionamos también el invalorable apoyo, acompañando los ocho años de gestión de Luis Báez, prestada por el compañero Gustavo Martinez. Es digno de destacar que Eduardo Colman transmitía por radio FM Facundo Quiroga, cuando se encontraba en Villa Itatí, la primera participación del equipo de fútbol en la Liga Chaqueña. Logros alcanzados en el fútbol Fue varias veces campeón de ascenso, su título más importante, lo consiguió al consagrarse Campeón del Torneo de Apertura de Primera División A del año 1998. Inicialmente el color celeste fue el de su camiseta, que corresponde al color del Manto de la Virgen de Itatí, patrona del club y del barrio. Su primer presidente fue Ricardo Rodolfo Ramírez. Hoy el club está dirigido por Saúl Gaspar Colman. Hijo de quien en vida fue Don Beato Colman. Actividades - “Deportivo Itatí” como se lo conoce participa en primera B de la Liga Chaqueña de Fútbol. - Posee 5° y 69 división de fútbol. - Hockey para adolescentes varones y mujeres. Participan con gran entusiasmo en los distintos Torneos que se realizan en la Provincia, especialmente en Resistencia.
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- Tiene médico contratado por el Club, es el responsable de la revisión médica de los jugadores que están inscriptos en la Liga Chaqueña y los acompaña el día del partido. En total más de 200 adolescentes y niños realizan deportes y entrenan en las instalaciones. Los más chicos, la mayoría de las veces, bajo la mirada atenta y orgullosa de su familia. - Innumerables actos y actividades culturales se han realizado, títeres, juegos infantiles, chocolate en las fiestas patrias, concursos de distintas índole. - Mantener la actividad deportiva en la Liga significa un gasto de $7.000 (siete mil pesos) por semana que incluye, pago de árbitros, de la cancha, (la cancha del club no está habilitada) servicios de seguridad, transporte, refrigerio para los jugadores. Esto constituye el gasto fijo. Los clubes humildes, no reciben, como los clubes “grandes” la ayuda del Gobierno de turno.. El Centro Social Cultural y Deportivo Itatí, no ha conseguido aún, un apoyo permanente por entidades privadas u oficiales, sólo está sostenido por una amplia barriada de la zona sur, que busca a través del deporte fortalecer física y psíquicamente a sus hijos. Sabemos todos y lo reflejan los diarios, el grave conflicto social y de seguridad que sufre esta zona del Gran Resistencia, problemas que continuarán en la medida que no se implementen programas sociales, de trabajo y una decidida acción de Cultura y de Deporte. Para completar nuestra alegría de estos 25 años de vida institucional, la Cámara de Diputados de la Provincia del Chaco, aprobó por unanimidad, la autorización 2691-A para que el Ministerio de Educación, transfiera al Centro Cultural y Deportivo Itatí los terrenos cedidos hace más de 25 años por el gobierno de Danilo Baroni. Termina así un largo peregrinar para tener nuestro propio campo de recreación. Peregrinar muchas veces por intereses políticos, religiosos económicos y empresariales que desvalorizan el trabajo silencioso del pueblo. Ahora sí, se está en condiciones, de proyectar la obra definitiva para nuestra querida institución. El compañero gobernador de la provincia, Domingo Peppo, en ocasión de visitar nuestro club, comprometió todo su esfuerzo para éste, nuestro hijo espiritual: nuestro Club Social, Cultural y Deportivo Villa Itatí. Confiamos en la palabra de nuestro compañero gobernador, y solicitamos por este medio una audiencia para hacerle conocer nuestro proyecto.
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APORTES FOTOGRÁFICOS • Adela Mendoza • Eliseo Maximo Foschia • Horacio Alberto “Cacho” Gamarra • Juan García • Julián García • Miguel Ángel “Lupe” Castillo • Archivo Eclesial del Arzobispado • María Rosa Aguirre • Jorge Belzor Miño • Ramón Agustín Sánchez • Ramona Almirón • Mercedes Sánchez • Ana Liz Godoy • Libro Histórico de la Escuela N° 675, elaborado por ex alumnos. • Registro de actividades del BLA - UEGP N° 172 • Zulma Arguello (80 años de Historia) • Grupo de Facebook: Villa Itatí…80 años de historia • Carmen Sánchez (80 años de Historia) • Olga Beatriz Acuña Parodi • Demetrio Sánchez Verón
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