OPINIÓN ARTÍCULO
PENSÁNDONOS TERRITORIO
AKÚÚN JÚBÁ Y LA RESISTENCIA DE LOS PUEBLOS DE LA MONTAÑA ISAEL ROSALES SIERRA/INTEGRANTE DEL CENTRO DE DERECHOS HUMANOS DE LA MONTAÑA TLACHINOLLAN/ELENA HERRERA/INVESTIGADORA INDEPENDIENTE, DOCTORA EN ANTROPOLOGÍA POR EL CENTRO DE INVESTIGACIONES Y ESTUDIOS SUPERIORES EN ANTROPOLOGÍA SOCIAL-CIUDAD DE MÉXICO
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n la Montaña de Guerrero, las hijas y los hijos de Begó, el fuego, vigilan los cerros. Sus miradas son tan profundas que conocen el alma de ákúún júbá (deidad de la tierra, del cerro). Saben lo que hay en sus entrañas porque es el ente más importante para los pueblos Mé’pháá: es el que cuida su territorio, aquel que puede enfermar a alguien si maltrata a la tierra, corta un árbol o incurre en una falta en el entorno natural. Nada escapa a sus ojos, los mismos que hoy presencian el riesgo latente de proyectos extractivistas que han puesto en los territorios de la Montaña sus ojos y visión de un desarrollo, que lejos de sus promesas por resarcir las terribles condiciones de desigualdad, explotación y despojo que padecen sus habitantes, amenaza con profundizarlas en pro de alimentar un sistema neoliberal, el cual no concibe la naturaleza o sus fuerzas, más allá de un recurso para la acumulación de bienes, riquezas y poder en las manos de unos cuantos. Pero los pueblos originarios de la región no son testigos pasivos, resignados a ver cómo sus territorios son condenados y llevados a la muerte paulatinamente, no sólo por la conexión espiritual con la naturaleza a través del pensamiento mágico-religioso, sino porque además son los espacios conocidos, aquellos en donde han nacido, construido y significado una vida, son los resguardos de la memoria, de su historia y su devenir, su entramado de significados. Por ello, continúan organizándose en la defensa de sus territorios, en un contexto, como el actual, el de la
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9 de marzo de 2020
“cuarta transformación,” que no parece tener la intención por detener los proyectos extractivistas en los territorios de los pueblos originarios. Desde el comienzo del gobierno de Andrés Manuel López Obrador en diciembre de 2018 se generaron expectativas de cambio en las viejas estructuras políticas y sociales, entre éstas, se anunció una atención prioritaria hacia los pueblos “indígenas” y la transformación en la relación entre estos y el Estado (Programa Nacional de los Pueblos Indígenas, 2018-2024). Sin embargo, los llamados mega-proyectos del sexenio, entre los que se encuentran el Tren Maya; el Proyecto Integral Morelos, mejor conocido como la Termoeléctrica de Huexca; el tren Transítsmico y la Refinería Dos Bocas, tienen incidencia en territorios de pueblos originarios, el problema es que estos proyectos no son solo alternativas para el desarrollo, como dijo en un tuit Luis Hernández al respecto del Tren Maya: “Es mucho más que un ferrocarril. Es un reordenamiento territorial que implica desplazamiento de poblaciones y construcción de 18 ciudades. Su impacto es brutal. La “consulta” gubernamental escondió el hecho”. Situación que se ha repetido en los otros proyectos, pues: “A principios de 2019, la consulta realizada para el Proyecto Integral Morelos (PIM), que incluye la construcción de una termoeléctrica en Huexca, Morelos, ha estado rodeada de disturbios y del asesinato de uno de los principales opositores. De ahí que el Congreso Nacional Indígena haya expresado que ‘esas consultas están