Sobre la eutanasia Ensayo Junio de 2014 Milca Yamilet Mancera Nava
La palabra eutanasia está conformada por dos palabras de origen griego: eu, que literalmente quiere decir bueno, y tanathos que significa muerte. Por lo tanto, podría significar “una buena muerte”. Muchas veces se utiliza esta palabra para referirse a una muerte rápida y sin dolor, pero también a la preparación para el fin de la vida. Sir Francis Bacon, filósofo inglés del siglo XVII, en su obra titulada “ El avance de la ciencia” se refiere a un tipo de eutanasia a la que él llama externa, en la cual un médico se encargaba de adelantar la muerte de un paciente en agonía; la distingue de la asistencia que preparaba al alma para tener una buena muerte. Durante los siglos XVI y XVII se hacía la matización entre los términos eutanasia activa y eutanasia pasiva. La primera también se conoce como directa, busca terminar con la vida del enfermo; la segunda pretende eliminar su sufrimiento, aunque ello traiga consigo el acortamiento de su vida. A lo largo de la historia el término eutanasia se ha utilizado de maneras distintas, las cuales son: •
Inducir la muerte a quienes están sufriendo (eutanasia agónica).
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Terminar la vida de quienes son indeseables (eutanasia social o eugenésica).
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Dar atención a los moribundos (prepararlos para el fin de su vida).
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Dejar morir a las personas (se llama cacotanasia cuando es contra la voluntad de ellos).
En contraste con la eutanasia, existe la llamada distanasia, deriva del greigo dis, que significa mal hecho, y tanathos, que quiere decir muerte. Esto es retrasar la muerte del paciente utilizando cuanto método tecnológico haya al alcance, a pesar de que no exista una cura para el padecimiento y sin importar cuánto sufrimiento cause. El opuesto a esto sería algo llamado adistanasia, lo cual sería el derecho a morir dignamente. 1 1 Muchas veces se prefiere utilizar este término antes que el de eutanasia pasiva, para evitar confusiones.
Hay también el término ortotanasia, deriva de orthos, que en griego significa correcto, y tanathos, que como ya hemos mencionado, significa muerte. Mediante la ortotanasia no se pretende prolongar la vida demasiado ni acortarla, sino señalarla a su tiempo y de manera adecuada. Por ahora, nos centraremos en lo que se conoce como eutanasia agónica, es decir, inducir la muerte de aquellos que sufren. En los últimos años, con el gran aumento de enfermedades fatales que traen consigo largos periodos de agonía antes de la muerte y los avances en la tecnología que permiten a pacientes inconscientes prolongar su vida biológica por más tiempo, hay personas que optan por maneras indoloras de terminar con su sufrimiento. En los pocos países en los que esto no es penado por la ley, los ciudadanos tienen la enorme responsabilidad al decidir sobre algo tan importante como lo es su vida o en determinados casos, la de algún familiar.
¿UN PACIENTE TIENE DERECHO A DECIDIR CUÁNDO FINALIZAR CON SU VIDA?
Esta pregunta es muy compleja, y controvertida también, puesto que diferentes puntos de vista chocan entre sí. En los países en los que la práctica de la eutanasia es ilegal, la pregunta resuena con más fuerza. El caso de un tetrapléjico gallego llamado Ramón Sampedro quien en una carta y un video exculpó a quienes lo ayudaron a terminar con su sufrimiento, causó polémica en España. “Hay que actuar de modo que nuestros hechos obliguen a jueces y legisladores a la modificación sustancial de leyes injustamente proclamadas. Realicemos eutanasias racionalmente planificadas, libre y voluntariamente decididas…” (La Vanguardia, 1998).2 2 La referencia de ésta publicación aparece en el libro “Bioética Cristiana”, de Antonio Cruz.
Mucha gente aprueba el que se otorgue el derecho a los enfermos para finalizar sus vidas, otros sugieren que no sólo a los pacientes sino a cualquiera que desee hacerlo, y hay otros más que consideran que esto no debe ser así. Durante los últimos años, debido al aumento del ateísmo, la sociedad en general ha perdido la esperanza de algo más después de ésta vida, concentrándose solamente en vivir el presente y disfrutar de ello. Entonces, consideran que tienen el derecho a terminar con sus vidas. Considerando que no todos aquellos que piden la eutanasia son enfermos terminales, sino que también hay personas de edad avanzada, se debe tomar en cuenta las razones que les orillan a creer que no hay más por qué seguir con vida. Muchos ancianos, tras jubilarse, son aislados de sus familias al ser enviados a asilos; si a esto se le suman las molestias propias del envejecimiento, llegará un punto en que el anciano se sienta sin ilusiones, y por lo tanto busque su muerte. Es razonable creer que si fueran tratados de otra manera, no pensarían en esto. Muchas de estas personas no están en pleno uso de sus facultades mentales, y por lo tanto, no podrían tomar una decisión tan importante de manera consciente. Se dice que es una cuestión de Derechos Humanos el que las personas puedan decidir respecto a sus propias vidas, y esto acarrearía el derecho a decidir cuándo y cómo morir. Una (a mi parecer) buena objeción que no tiene aspecto religioso la hace Adela Cortina: “la decisión de quitarse la vida es absolutamente peculiar y única e irreversible y por eso desde un punto de vista racional es totalmente desaconsejable”. (Cortina, 1997) Hay duda sobre si un enfermo terminal pueda estar completamente consciente al momento de solicitar a su médico que le practique la eutanasia agónica. De poder otorgársele el derecho de hacerlo, tendría que asegurarse que dicho paciente está en pleno uso de sus facultades mentales, sin la influencia de terceros y considerando que existen otras alternativas que no precisamente son recurrir la solución mencionada anteriormente.
Para evitar conflictos, se han creado los llamados “living-will” o testamentos vitales que un abogado en Boston llamado Lewis Kutner propuso. En ellos el interesado, estando en completa lucidez firma un documento en el que expresa que no quiere que su vida se prolongue de manera artificial en caso de encontrarse en una situación en la que no pudiera recuperarse, ya sea por accidente o enfermedad. Muchas veces, más que el dolor físico que pueda sentir una persona, son sus carencias afectivas lo que puede orillarla a querer finalizar con su vida. Según Elisabeth Kübler-Ross, hay cinco fases para los enfermos terminales: •
Negación: el paciente no quiere creer lo que le sucede. Esto a veces dura a lo largo de toda la enfermedad.
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Ira: se culpa a los médicos, familiares, a Dios (si es creyente), a sí mismo, y se vuelve muy difícil el trato hacia su persona.
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Pacto: trata de negociar con el médico o con Dios (si es creyente), seguir al pie de la letra las indicaciones médicas, se propone ser mejor persona, etc.
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Depresión: se da cuenta de que su enfermedad no se irá, entonces deja de comer, se deprime, se da cuenta de que va a morir y se prepara para la última etapa.
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Aceptación: acepta su condición tranquilamente, y es cuando más cariño y apoyo necesita. Es ideal que todo enfermo llegue a esta fase de madurez.
Kübler-Ross habla de que el paciente necesita tiempo para aprender a morir. Es muy importante que el médico establezca una relación cercana con él, ya que esto le puede ayudar a disminuir todo el dolor moral que siente en su condición. Es por esta razón que la medicina paliativa es tan importante, porque su objetivo es que el enfermo se sienta mejor en el aspecto social y espiritual, para
que pueda tener mejor calidad de vida. Cuando las personas que atraviesan por una etapa tan difícil son acompañados y se sienten amados, difícilmente optan por la eutanasia agónica. A manera de conclusión, expreso mi punto de vista. Antes que optar por otorgarle el derecho al individuo sobre terminar con su propia vida, supongo que sería mejor presentarle alternativas para mejorar la calidad de ésta. Sin duda es discutible, hay casos en los que es muy difícil escoger algo que no sea terminar con el sufrimiento casi de manera inmediata. Pienso en el caso de los recién nacidos con malformaciones cuyos padres y médicos saben que no podrán sobrevivir más que unas cuantas horas y si corren con suerte, días; entonces los padres deben tomar una decisión muy difícil acerca de sus hijos. Los recursos que se emplean para extender lo más posible la vida de un pequeño cuyo destino inminente es la muerte podrían emplearse para salvar a otros más que tienen mayores oportunidades de supervivencia. Pero, a mi modo de ver, en este caso la ortotanasia sería mejor opción, por todas las implicaciones que una eutanasia agónica o cacotanasia traen consigo, en el caso de permanecer penalizadas.
Trabajos citados Cortina, A. (1997). Ética aplicada y democracia radical. Madrid: Tecnos. Wickham, P., & Martínez, P. (1997). La muerte, dolor, sufrimiento y eutanasia. Una visión cristiana. Barcelona: Alianza Evangélica Española.
Bibliografía
Álvarez Del Río, A. (2005). Práctica y ética de la eutanasia. México, D.F.: Fondo de Cultura Económica. Cruz, A. (1999). Bioética Cristiana. Barcelona: Clie.