Historia Ifni-Sahara

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PROVINCIAS ESPAÑOLAS DE IFNI Y SAHARA VIVENCIAS Y REFLEXIONES Era el 29 de Junio de 1969. El Tabor 1/1 del Grupo de Tiradores de IFNI número 1, como un solo hombre, se agolpaba sobre la cubierta de estribor del transporte de ataque “Aragón”, en el que había sido embarcado pocas horas antes, tras hacer entrega a las Fuerzas Armadas Reales (FAR.) marroquíes de las últimas posiciones defensivas del territorio de IFNI en virtud del acuerdo de retrocesión, alcanzado por el Gobierno de España y el Reino de Marruecos.

Grupo de Tiradores de Ifni Nº 1

Iglesia de Santa Cruz (Sidi Ifni)

A dos millas se divisaba perfectamente la costa ifneña, el perfil de su paseo marítimo y la torre de su iglesia (Santa Cruz) en la Plaza de España, en la que se estaba desarrollando el acto oficial de retrocesión del territorio a Marruecos.

Detalle del procedimiento de embarque/desembarque de tropas y mercancías mediante vehículos anfibios y de remo (Sidi Ifni - años 60)

De pronto, hasta la cubierta del “Aragón” tenues, pero claras comenzaron a llegar las notas inconfundibles del Himno Nacional español, que marcaban la ceremonia de la última arriada de nuestra Bandera del mástil en el que había ondeado desde que el General Capaz la izara allá por el año 1958 para dejar

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bien sentado que aquella tierra había sido, era y seguiría siendo tierra española. El Tabor entero, en posición de saludo militar y estremecido de emoción, escucho aquellas notas gloriosas que, a lomos de las olas atlánticas, llegaban desde la Plaza de España. Doy fe, porque como mando de pelotón formaba parte de aquel Tabor, de que no había un solo hombre de cuyos ojos no cayeran sin disimulo lágrimas de emoción durante los dos o tres larguísimos minutos que duró el Himno. Los rostros crispados, los cuerpos firmes y tensos como arcos a punto de lanzar al infinito el grito incontenible de ¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!, que por fin brotó de todas las gargantas, rotas por la emoción, como un trueno que acalló a las olas, con el último acorde del Himno Nacional. Para aquellos hombres que habían entregado en defensa de aquella tierra española los mejores años de su juventud, era muy difícil entender en virtud de qué había que “devolver” a Marruecos un territorio que jamás antes había sido suyo y cuya tierra había sido abundantemente regada, poco más de una década antes, por la sangre de sus compañeros. Sólo la disciplina consiguió disolver el tremendo nudo de aquellas gargantas y tragar el “sapo” de una decisión política tan dolorosa. Allí quedaban, en mi caso, mis primeros siete años de servicio a España que jamás he podido ni podré olvidar.

A los soldados de reemplazo de aquel Tabor les esperaba Fuerteventura y, desde allí, la licencia, la península y sus familias. Los mandos profesionales también llevábamos en el bolsillo nuestro nuevo destino. Yo me sentía 2


orgulloso del mío: Otra provincia española y africana: El Sahara Occidental Español. ¡Quién me iba a decir entonces que sólo seis años más tarde tendría que vivir, con inmenso bochorno, la “entrega” de otra provincia española! Pero antes, ¡cuantas y que ilusionantes vivencias me esperaban en mi nuevo destino!: Formar soldados de España en el Batallón de Instrucción de Reclutas de El Aaiún (BIR). Luego vendría la custodia de “corrigendos” en le Batallón disciplinario “Cabrerizas”; más tarde la vigilancia y custodia de los yacimientos de fosfato de Bu-Cráa y de su cinta transportadora (100 kilómetros de cinta a través del desierto) con el Batallón de Infantería Cabrerizas nº 1, y vuelta al BIR de El Aaiún, en el que viviría los últimos acontecimientos que condujeron a la entrega del Territorio a la Administración Tripartita (Marruecos, Argelia y Mauritania). En lo personal: allí me casé y allí nacieron mis dos hijos. Es decir, en el Aaiún se consolidó mi vida profesional y mi vida familiar. Era mi casa y allí viví seis maravillosos años con mi familia y nuestros amigos españoles y saharauis, tan españoles unos como otros. Pero llegaría el año 1975 y con él momentos y situaciones desconcertantes y un desenlace terriblemente triste y hasta vergonzante para los que amamos a esta tierra y a sus habitantes. Cristianos y musulmanes, todos españoles, vivíamos como en cualquier pequeña ciudad española. Teníamos vecinos y amigos en los que confiábamos mutuamente. Pero entre octubre y Diciembre de 1975 los acontecimientos se precipitan con tanta rapidez y brutalidad que los españoles saharauis “de a pie” no dan crédito a lo que están viendo. Por más que el F. POLISARIO les

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advierte de lo que se está tramando a sus espaldas y de la tremenda traición de la que van a ser víctimas, los saharauis no pueden creer tales barbaridades de sus compatriotas, de España. Y menos aún cuando el día 3 de noviembre de 1975 los medios de comunicación difunden las siguientes palabras, que estos oídos que se ha de tragar la tierra oyeron el día 2 en la Casino de Oficiales de El Aaiún, en boca del entonces Príncipe de Asturias y, a la sazón, Jefe en funciones del Estado, Don Juan Carlos de Borbón, en visita relámpago a El Aaiún: “España no dará un paso atrás, cumplirá todos sus compromisos, respetará el derecho de los saharauis a ser libres.” Y a los militares allí reunidos: “No dudéis que vuestro Comandante en Jefe estará aquí, con todos vosotros, en cuanto suene el primer disparo”. “Se Hará cuanto sea necesario para que nuestro Ejército conserve intactos su prestigio y honor” Afirmando finalmente que “España trabajará por la paz y cumplirá sus compromisos internacionales” . Pero sonaron disparos, tanto del POLISARIO como del Ejército de Marruecos, hubo bajas de compañeros, soldados españoles, hasta corrieron vientos de guerra, ora con Marruecos, ora con el POLISARIO (el enemigo cambiaba en función de las consignas políticas que llegaban de Madrid) y de invasión multitudinaria del territorio a cargo de aquel monumental montaje protagonizado por Hassan II con el Apoyo de EE.UU. denominado Marcha Verde, frente a la cual tuve el honor de estar al mando de una sección de Infantería, formando parte del cinturón de defensa inmediata de El Aaiún. Pero nadie volvió a ver al Comandante en Jefe en la Provincia española del Sahara Occidental. Se dio el paso atrás definitivo: el abandono del pueblo saharaui que f ue literalmente encerrado en sus barrios mediante alambradas, mientras con rostros de incredulidad nos preguntaban “¿por qué nos hace esto España?”. No se respetaron los compromisos ni se ha respetado ni, apenas, defendido el derecho de los saharauis a ser libres. 4


No me incumbe a mi calificar esta conducta, “doctores tiene la Iglesia (y jueces también)” o debería de tenerlos, pero estos son los hechos. Como son hechos también que: • El 26 de octubre de 1975, comienza la Marcha Verde en territorio marroquí. Toda la planificación operativa y la organización logística corren a cargo de técnicos norteamericanos y subvenciones de Arabia Saudí.

En verde las flechas que indican los movimientos de la Marcha Verde. En rojo las flechas que indican los planes de despliegue del Ejército marroquí para envolver, llegado el caso, a las tropas españolas por el Noreste.

• El 6 de noviembre de 1975 una facción de La Marcha Verde penetra en la antigua provincia española en virtud del pacto secreto entre Kissinger, Hassan II y el Estado español.

Elementos de la Marcha Verde en el interior del territorio español, al borde de los campos de minas.

• El 9 de noviembre de 1975, Hassan II, considerando alcanzados todos sus objetivos en el Sahara y en espera de las conversaciones de Madrid, retira los campamentos de la Marcha Verde a Tarfaya. 5


• El 12 de noviembre de 1975, comienza la Conferencia de Madrid entre España, Marruecos y Mauritania. • El 14 de noviembre de 1975 se produce la Declaración de Madrid sobre el Sahara, por la que se entrega a Marruecos toda la parte norte de la antigua provincia española: 200.000 Kms. cuadrados de gran importancia geoestratégica y muy ricos en toda clase de minerales, gas y petróleo. A partir de este momento comienza el desmantelamiento de las bases militares españolas y la progresiva salida del territorio de las diferentes unidades. Es en ese momento cuando el pueblo llano saharaui comprende la verdadera dimensión de la traición de que está siendo objeto por parte de España. Fue el momento más duro para todos nosotros ¿cómo mirar a la cara a nuestros vecinos y amigos cuando sus ojos, desmesuradamente abiertos por el espanto y la incredulidad, nos acusaban de la peor de las traiciones? y, por si fuera poco, como militares ¿cómo aceptar el abandono de aquel pueblo al que habíamos prometido defender y al que nuestro Príncipe había prometido no abandonar y respetar su derecho a ser libres? Dentro de tanta ignominia, los distintos Gobiernos de la democracia habían, al menos, mantenido una política unitaria e invariable respecto al Sahara, entre cuyos compromisos sobresalía el reconocimiento del derecho de autodeterminación del pueblo saharaui y la necesidad de que finalmente se celebre el referéndum auspiciado por naciones Unidas. Tuvo que llegar el nefasto gobierno de Rodríguez Zapatero para romper los hilos que precariamente sostenían los despojos de nuestra dignidad, al alinearse, sin el más mínimo pudor, con los postulados marroquíes conducentes a la definitiva anexión del territorio en contra de las resoluciones de Naciones Unidas. Son ya demasiadas las pruebas de total entreguismo de este gobierno miserable al sátrapa marroquí y, anteriormente a su padre Hassan II: Visita de pleitesía (vistos los acontecimientos que sobrevinieron a España posteriormente, sólo Dios sabe qué más se tramó en aquella entrevista) del entonces líder de la oposición (Rodríguez Zapatero) a Hassan II tras la recuperación del islote de Perejil, los recientes sucesos en la frontera de Melilla y, por último, la cobarde actitud de este mismo gobierno ante los terribles acontecimientos que están teniendo lugar en estos días en la capital de la antigua provincia española. Cualquier ciudadano con un mínimo sentido de la dignidad y conocedor de nuestra historia reciente en relación con el pueblo saharaui, estoy seguro que siente verdadera vergüenza e incluso una justa cólera ante la actitud balbuciente y servil de la Ministra de Asuntos Exteriores al manifestar, a la pregunta de por qué el Gobierno no condena la masacre del campamento saharaui, que el Gobierno tiene que conocer con certeza (antes de 6


condenar) las bajas habidas en uno y otro bando. ¿Puede darse mayor grado de vileza y cinismo en una representante de un gobierno comprometido, les guste o no, hasta la médula con este drama? ¿Cuántos muertos de cada parte necesita la Ministra para condenar a los asesinos? Porque no olvidemos que se trata de una policía apoyada por fuerzas militares perfectamente pertrechadas y armadas las que están masacrando a una población civil desarmada e indefensa ¿Cómo debe de interpretarse esto? ¿Qué miedos congelan y atenazan la lengua a nuestro Gobierno? En mi caso que, además de ciudadano con sentido de la dignidad y conocedor y testigo presencial de la reciente historia de España en relación con el Sahara Occidental, conoce la dignidad y el valor del pueblo saharaui y su reverencial respeto por España, no puedo por menos de sentir, además de la vergüenza y la cólera de cualquier ciudadano: asco, repulsa y horror por un gobierno capaz de humillarse de esta manera ante un tirano y, lo que es peor, capaz de humillar a todo el pueblo español. Y que no nos vengan con la cantinela de la prudencia necesaria y la obligación de velar por los intereses españoles en Marruecos…. La firmeza diplomática no tiene por qué hacer peligrar ninguna clase de intereses y, si así fuera, ¿hay interés mayor que la vida de un solo ciudadano? En mi opinión es imposible reunir tanta estupidez y tanta cobardía al mismo tiempo. Yo estoy convencido de que esta postura genuflexa del Gobierno obedece a motivos mucho más oscuros e inconfesables; ¿al temor, quizás, a que el sátrapa marroquí decida poner sobre la mesa alguna terrible factura por pasados servicios prestados? Madrid, 15 de Noviembre de 2010 Lucio Curiel Torres Comandante de Infantería

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