Dr. Frank Garlock: Seminario “El Lenguaje de la Música”. Cuarta Sesión: El Evangelio de la Música
CUARTA SESION: EL EVANGELIO DE LA MÚSICA Introducción
La pureza del evangelio de Cristo
¿Recuerdan que iniciamos la Primera Sesión, con el hecho de que Dios es un Dios de música, le interesa nuestra música y ha establecido normas para nuestra música? En la Segunda Sesión hablamos acerca del mensaje de la música. Que la música sí comunica. Y tenemos que reconocer ese hecho si hemos de entender de qué se trata la música. Y luego, en la Tercera Sesión, hablamos acerca del sonido de la música y ahí vimos algunas cosas muy interesantes. Y quiero que entiendan que lo que estamos diciendo y los ejemplos que usamos sólo los aplicamos para ilustrar los principios a los que nos estamos refiriendo. No estamos impugnando las motivaciones de las personas. Yo no tengo idea cuáles sean, sólo Dios puede juzgar eso. Lo único que yo puedo abordar es el asunto de los principios bíblicos y de cuánto necesitamos aplicarlos. Porque quienes no lo hacen y dicen que la música es amoral, una vez que han dicho eso, abren la puerta a toda clase de cosas. Por eso partimos en la Primera Sesión con esta verdad fundamental: que la música tiene cualidad moral, dada por Dios. Y es porque la ha hecho un método de comunicación y, por tanto, no puedes decir que sea amoral; si lo dices, abres la puerta a toda clase de error. Y lo que queremos mostrarles en esta Sesión es que “comprobar lo que es agradable al Señor” (Efesios 5:10) no sólo se aplica a la música, sino también a la letra. Así que esta Sesión tiene que ver con la letra. Y estaremos hablando acerca del Evangelio de la música.
Como les dije en la Sesión anterior, temería entregarles esto si no creyera que se basa en la Palabra de Dios. Y es que si yo, como músico, amo Su Palabra y sé lo que está sucediendo en el campo de la música y cómo el diablo está usando a ésta para introducir su falso evangelio en muchas iglesias, si yo me sentara y me dijera, “Pues, ¡debo a amar a todo el mundo sin hacer nada!”, pienso que no sería lo correcto. A veces el silencio es oro, otras veces es pura cobardía. Si nuestra nieta más chiquita estuviera aquí ahora y un hombre se acercara y la empezara a golpear y azotar y ella sangrara y llorara y yo dijera, “¡Ah, cómo amo a ese hombre!”, dirías, “!Estás loco! Tú eres su abuelo, ¡haz algo!”. Y yo lo haré: si le va a hacer daño tendrá que vérselas conmigo y creo que con la señora Garlock también. ¿Por qué? ¿Porque lo odiamos a él? No, porque la amamos a ella y haremos todo lo que podamos por protegerla. Y cuando veo gente atacando la Palabra de Dios, usando la música como método, creo que es tiempo de hablar. Y es que cuando me atacan a mí personalmente, Dios pelea por mí, yo no tengo que defenderme. Ése es un principio que debemos entender. Lo vemos en toda la Palabra de Dios: David, en los Salmos, siempre pide que Dios pelee su batalla por él. Moisés, cuando Miriam y Aarón hablaron contra él, Moisés no dijo nada, pero Dios intervino e hizo la batalla por él y los convirtió en leprosos. ¡Pero cuando David estaba frente a Goliat no se sentó a dejar que Dios peleara la batalla, entró de frente!. Moisés, en Éxodo 32, cuando escuchó el sonido de la música en el campamento, comprendió lo que la gente estaba haciendo y vio el baile y el canto que había. Y él rompió las tablas de piedra que Dios le había dado, porque ahora era la batalla de Dios. “Y aconteció que cuando él llegó al campamento, y vio el becerro y las danzas, ardió la ira de Moisés, y arrojó las tablas de sus manos, y las quebró al pie del monte”. (Éxodo 32: 19). Y cuando nosotros estamos peleando la batalla de Dios entonces es tiempo de que nos hagamos oír y digamos lo que Dios ha dicho,
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