Antiaparicionistas

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Revista de Impugnadores Anotaciones sobre otros personajes que han buscado refutar el Acontecimiento Guadalupano En los estudios precedentes, hemos dirigido la apología guadalupana principalmente contra los argumentos expuestos por el señor Joaquín García Icazbalceta. Y yo personalmente no tengo nada contra el sr. Icazbalceta. A él se le deben publicaciones históricas muy importantes, como las Cartas de Religiosos de Nueva España (1539-1594), la importante biografía Don Fray Juan de Zumárraga, la Bibliografía Mexicana del Siglo XVI. Él hizo una edición de la Historia Eclesiástica Indiana de fr. Jerónimo de Mendieta, y poseyó una descripción del arzobispado de México de 1570 que publicó su hijo Luis García Pimentel. En resumen, el sr. Icazbalceta fue un historiador prestigioso y fecundo, además de católico convencido, al grado de hacer amistad con obispos como Mons. Labastida y Dávalos y Mons. Carrillo y Ancona. Agregaré más datos en una reseña biográfica de Icazbalceta. Por ahora, lo que quiero explicar es que no tengo ninguna animosidad contra tan ilustre historiógrafo. Si publiqué todas las respuestas a su Carta que pude conseguir y copiar, no es motivado por molestia hacia Icazbalceta. Lo es contra quienes, abusando de su buen nombre y de su buena fe, han usado la Carta escrita por él, presentándola de distintos modos. He visto publicaciones donde hasta se dan el lujo de titularla como "Estudio científico" o "Documento que cierra la discusión sobre la historicidad de las apariciones". Cuando el propio García Icazbalceta, en su Carta, dice que no es una disertación histórica sino apenas unos apuntes, y le da categoría de carta privada, dirigida única y exclusivamente al arzobispo de México D. Pelagio Antonio Labastida y Dávalos. [1] Debido a la difusión de la Carta, en libros, publicaciones impresas y ahora a través de páginas de Internet, es que me he dedicado a publicar las respuestas que se dieron a Icazbalceta, con justo respeto al trabajo de quienes leyeron la Carta y le hicieron crítica histórica, refutándola. En segunda instancia respondí al pastor protestante José Luis Montecillos, porque en su Historia de la Iglesia de Cristo se presentan tantas erratas históricas en contra de la Iglesia Católica, que consideré necesario responder aunque fuera a una parte de su obra. Sus argumentos, siendo protestantes, son distintos de los de Icazbalceta, impugnador católico. Por todo eso me interesó contestarle. Con Daniel Sapia (protestante también), adquirí una deuda que data del año 2003, cuando me pedía respuestas que yo -por ignorancia- no podía darle. Argumentos como los de Sapia son irrelevantes, comparados con los de otros impugnadores de mayor talla, pero esa deuda quería yo pagarla y así di respuesta también al artículo antiguadalupano de mi ex-interlocutor bautista. Buscando información en Internet, me encontré con esa página analisisdoctrinal.com, sitio de información de la Iglesia Luz del Mundo, donde tuve ocasión de leer dos artículos antiguadalupanos, uno sin firma, y otro de Armando Maya Castro, a los que también di respuesta en sus principales objeciones. Las impugnaciones por las que me consultó mi amigo José Miguel Arraiz están publicadas originalmente en wikipendia.org. Escasas, mal documentadas, fueron respondidas también. Sin embargo, considero importante hablar también de otros impugnadores, que desde el siglo XVI hasta nuestros días, buscan combatir la creencia en la Aparición de María Santísima de Guadalupe en el Tepeyac, en 1531, y también el carácter sobrenatural de la imagen estampada en la tilma de Juan Diego, conservada en la Basílica de Guadalupe. Por respeto a ellos es que quiero hablar de sus personas, de su trabajo y de sus argumentos;


aunque por supuesto, como guadalupano, me toca comentar los errores o inexactitudes que vea en sus trabajos. Me resultaría imposible dedicar a cada uno de ellos tanto tiempo como he dedicado al sr. García Icazbalceta, pero procuraré no resumir mucho, sino sólo lo necesario, concediendo a los impugnadores un espacio digno y bien ganado en la Investigación Guadalupana. Por orden de antigüedad, comentaré sobre: Fray Francisco de Bustamante, provincial franciscano en el siglo XVI Juan Bautista Muñoz, cronista de Indias Fray Servando Teresa de Mier, promotor de la Independencia de México Eduardo Sánchez Camacho, antiguo obispo de Tamaulipas Vicente de Paula Andrade, canónigo de la Colegiata de Guadalupe Francisco De la Maza, crítico de arte del siglo XX Edmundo O´Gorman, historiador del siglo XX Stafford Poole, sacerdote e historiador estadounidense Guillermo Schulenburg, ex-abad de la Basílica de Guadalupe Manuel Olimón Nolasco, sacerdote y profesor de la Universidad Pontificia de México Leoncio Garza-Valdés, microbiólogo estudioso de la Síndone de Turín

Fray Francisco de Bustamante Informaciones de 1556

De él ya hemos hablado en varios artículos precedentes. Especialmente en el que toca al primer siglo de culto guadalupano. Fue provincial de los franciscanos en la época en que llegó a México el arzobispo fray Alonso de Montúfar, sucesor de Zumárraga. Enterado del sermón guadalupano pronunciado por Montúfar el 6 de septiembre de 1556, dos días después, en la fiesta de la Virgen, Bustamante pronunció un sermón en el que tachaba de idolátrica la devoción del Tepeyac, afirmaba que la imagen a la que se le atribuían milagros era en realidad obra de un indio al que llamó "Marcos". Acusó también al arzobispo Montúfar de propagar dicha devoción y los milagros que se le atribuían. El sr. Montúfar levantó una información por la cual se tomaba nota de lo predicado por Bustamante, información que se suspendió. Bustamante fue enviado por un tiempo al convento de Cuernavaca, y de ahí regresó a ser nuevamente provincial. El suceso no pasó a mayores, y fue callado por todos los historiadores de la época, por lo cual se ignoraba hasta que en 1888 se publicó la información levantada por Montúfar. De las impugnaciones de Bustamante, podemos decir que no pudo comprobar casos específicos de idolatría, sino que se limitó a generalizar pensando que todos los indios atribuían milagros a la imagen y no a la Virgen. Su segunda afirmación, que la imagen fue pintada por el indio Marcos pintor, tampoco fue comprobada. Se ha especulado que ese "indio Marcos" era un Marcos de Aquino mencionado por Bernal Díaz del Castillo en el capítulo 91 de su Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España [2], al que sin embargo, no volvió a mencionar, aunque algunos consideran que


el "Andrés de Aquino" de su capítulo 209, es el mismo Marcos [3]. Hay también quienes piensan en Marcos Cipac, mencionado en los Anales de Juan Bautista, y que sin embargo, por los mismos Anales aparecería desmentida la afirmación, pues Juan Bautista asienta que la imagen se apareció y no que fue pintada. Esta afirmación sobre el indio Marcos fue refutada por uno de los propios franciscanos, fray Bernardino de Sahagún, quien escribiendo sobre la Tonantzin del Tepeyac, en el Apéndice sobre Supersticiones de su Historia General de las Cosas de Nueva España, afirma que "no se sabe de cierto", el origen de esa Tonantzin y esa devoción. Si la imagen fuera pintura del indio Marcos, Sahagún lo sabría al igual que Bustamante, pero no solamente no lo dice, sino que ni siquiera menciona en su Historia, al susodicho Marcos. Bustamante es casi con toda seguridad el primer impugnador del evento del Tepeyac, y el único del siglo XVI del que tenemos noticia. Muchos creen ver en Sahagún a otro impugnador. Pero Sahagún nunca negó las apariciones en el Tepeyac. Declaró ignorar el origen de tal devoción, con su "no se sabe de cierto", y en general se muestra suspicaz respecto de la misma, pensando que los indios confunden a la Virgen de Guadalupe con la antigua diosa Coatlicue-Tonantzin. Pero no es hostil a la devoción cristiana, como se lee más adelante, donde declara que no es su intención que les impidan a los indios ir al Tepeyac a la ofrenda. Sólo pide que alguien les explique que su antigua devoción a Coatlicue-Tonantzin es diferente a la de la Virgen María [4].

Juan Bautista Muñoz Memoria sobre las apariciones y el culto de Nuestra Señora de Guadalupe

Nacido en Valencia en 1745 y fallecido en Madrid en 1799, se doctoró en teología y fue designado por el rey Carlos III como cosmógrafo mayor de Indias. En 1779 recibió el encargo real de redactar una Historia del Nuevo Mundo, cuyo primer volumen se imprimió en 1793 y el segundo permanece inédito en los archivos de la Real Academia de la Historia en Madrid. Reunió además una colección de fuentes históricas que se publicó como Catálogo de la colección de don Juan Bautista Muñoz en 1954. Su obra antiaparicionista es un breve ensayo que redactó aprovechando documentos como los escritos de Sahagún y la carta del virrey Enríquez, la llamó Memoria sobre las apariciones y el culto de nuestra Señora de Guadalupe de México, que escribió en 1794, pero que permaneció inédita hasta 1817. Inicia su obra con unas notas teológicas, provenientes de su formación doctoral influenciada por el positivismo del siglo XIX, en las que afirma que si bien son posibles los prodigios divinos después de cerrado el Canon de las Escrituras, es más conveniente dudar de ellos, y limitarse a aceptar los artículos de fe propuestos dogmáticamente por la Iglesia. [5] Después afirma que no se habló de la aparición guadalupana hasta mediados del siglo XVII, enlistando autores como Zumárraga, Torquemada, Motolinía, Mendieta y Cisneros, siendo el primero en hacer notar el "silencio" que se convertiría en argumento principal de todos los


posteriores antiaparicionistas. Se muestra escéptico con respecto a los documentos citados por Boturini, habla del culto guadalupano citando a Enríquez y Sahagún, afirma que tal culto surgió a pocos años de la conquista de México, estando ya muy difundido cuando llegó el arzobispo Montúfar. La historia de las apariciones, según "sospecha", la inventaron los indios por los años de 1629 a 1634, contradiciendo con ello a posteriores impugnadores como Icazbalceta o De la Maza, que prefieren creer que la tradición se remonta hasta 1648. En su Memoria ni siquiera habla de las Informaciones jurídicas de 1666, y no parece tener noticia de las gestiones del jerónimo fray Diego de Santa María ante Felipe II. No parece haber leído ni a Sánchez ni a Lasso de la Vega, a quienes sólo menciona como "escritores de las apariciones". Desconoce asimismo numerosos testimonios históricos como los que citaría Icazbalceta. Su Memoria, por lo tanto, es una impugnación débil en comparación con otras, pero importante por ser la primera publicada y difundida. Entre sus contestadores, podemos citar a Manuel Gómez Marín y su Defensa Guadalupana, obra de 1819, a José Miguel Guridi y Alcocer, en Apología de la Aparición de Nuestra Señora de Guadalupe de México, en respuesta a la disertación que la impugna, 1820. Carlos María de Bustamante con La Aparición de Nuestra Señora de Guadalupe de México, comprobada por la refutación del argumento negativo que presenta D. Juan B. Muñoz fundándose en el testimonio de fray Bernadino de Sahagún, 1840. José Julián Tornel y Mendivil, La Aparición de Nuestra Señora de Guadalupe de México, comprobada con documentos históricos y defendida de las impugnaciones que se le han hecho, Orizaba, 1849. Francisco Javier Conde y Oquedo, Disertación histórica sobre la aparición de la portentosa imagen de María Sma. de Guadalupe de México, 1852. Esteban Anticoli, La Virgen del Tepeyac, 1884, José Antonio González, Santa María de Guadalupe, Patrona de los mexicanos. La verdad sobre la Aparición de la Virgen del Tepeyac, 1884, Luis G. Duarte, Impugnación a la Memoria de Muñoz, 1892, Alfonso Alcalá Alvarado, El Antiguadalupanismo y la crítica histórica (Siglos XIX-XX), 1983, entre otros.

Fray Servando Teresa de Mier Sermón Guadalupano y Cartas a D. Juan Bautista Muñoz

De él hay mucho que decir, pues es uno de los personajes destacados en la historia de México, nació en Monterrey en 1763 y murió en México en 1827. Se ordenó dominico, y por su fama de predicador se le pidió pronunciar un Sermón sobre la Virgen de Guadalupe el 12 de diciembre de 1794, en la Colegiata, estando presentes el Virrey y el Arzobispo. Su sermón resultó una sucesión de fantásticas teorías sobre el suceso guadalupano, y causó gran disgusto en sus oyentes. Mier fue juzgado por la Inquisición y enviado a España para ser recluido en las Caldas y en Burgos. De ahí escapó a París, donde pidió y obtuvo su secularización. En 1797, enterado de la Memoria de Muñoz, le envió varias voluminosas Cartas


sobre el suceso guadalupano, en las que incurre en errores históricos, de traducción del náhuatl y se contradice repetidamente. Volvió a España, donde fue detenido nuevamente, y entonces huyó a Londres, donde conoció a Francisco Javier Mina, a quien propuso luchar contra el absolutismo de Fernando VII en el escenario de la Guerra de Independencia de México, iniciada en 1810 por el cura Hidalgo. Desembarcó con el ejército de Mina en Soto la Marina, pero fue nuevamente apresado y remitido sucesivamente a la cárcel de Perote y a la Inquisición, que lo procesó y lo volvió a enviar a España. Pero en La Habana consiguió fugarse y dirigirse a Filadelfia, EEUU, regresando a México hasta 1822, ya consumada la Independencia de México. Fue opositor del imperio de Iturbide, por lo que a la caída de éste fue miembro del Congreso Constituyente, participando en la firma de la Constitución de 1824, muriendo tres años después. -Sus escritos: Aparte del sermón y de las cartas a Muñoz, redactó una Historia de la revolución de Nueva España y unas Memorias, que son su autobiografía, y una Carta de un americano al español, donde escribe sobre la emancipación del publicista Blanco White. -Su personalidad: Fray Servando era bastante vanidoso, de "semichiflado" lo tachó Alfonso Junco [6], y de "simpático mitómano", el p. José Luis Guerrero [7]. Un impugnador moderno, el p. Stafford Poole, lo llama "one of the more extravagant figures in Mexican history" y de alocada imaginación. Para él fue una injusticia y un abuso el proceso que le inició el arzobispo Alonso Núñez de Haro y Peralta con motivo de su sermón. -Su impugnación: En su Sermón de 1794 no impugnó el milagro guadalupano, sino que lo deformó y exageró, afirmando que la imagen de Guadalupe había estado en el Tepeyac desde tiempos muy anteriores a la Conquista, siendo llevada por el apóstol Santo Tomás, quien predicó el Evangelio a los indígenas. Estos veneraban a la Virgen con el nombre de Tonantzin, pero luego la mayoría apostató de su fe, y los indios cristianos escondieron la imagen, y que la Virgen mandó a Juan Diego con su imagen -ya existida desde mucho antes-, para restituir el culto mariano en el Tepeyac. Para probarlo citaba a "las historias del Perú", afirmando que Jesucristo es lo mismo que Huitzilopochtli, que según él significa "señor de la espina en el costado" [8]. Se siente una autoridad en náhuatl, dándose el lujo de descalificar a Becerra Tanco en su conocimiento de dicha lengua, y afirma cosas como que tomatl, no significa "tomate" sino "agua de Tomás", que "mexi" significa lo mismo en náhuatl y hebreo, y "México", por lo tanto, es "donde es adorado Cristo". En cambio, sus Cartas a don Juan Bautista Muñoz, que fueron seis, son impugnaciones y divagaciones sobre el milagro. En la primera afirma por ejemplo que ni él mismo creyó el aserto de la capa de Santo Tomás. Afirma en la segunda que la tradición guadalupana no existió entre 1531 y 1648, aunque reconoce el Nican Mopohua como de Antonio Valeriano, llamándolo "comedia, novela, o auto sacramental". Pero después afirma que dicha tradición corría entre "el vulgo credulísimo" de los indios, así que ya no sería Valeriano el "inventor". Comete un claro error histórico en su 2a. Carta, donde afirma que Valeriano escribió su relato 80 años después de la fecha asignada a las apariciones. Según esto, Valeriano escribió en 1611... habiendo fallecido seis años antes, en 1605. [9] Intenta impugnar al Nican Mopohua afirmando que en 1531 no había convento en Tlatelolco, siendo que el Nican Mopohua para nada habla de convento, y sí, en cambio, es respaldado por Motolinía, quien da fe de la instrucción a los indios en Tlatelolco, en la página 78 de su Historia de los Indios de Nueva España. Sobre las informaciones de 1666, en su 5a. Carta, las despacha en un abrir y cerrar de ojos, diciendo que "con testigos de oídas no hay fábula que no se pudiera probar", y asigna a los indios el calificativo de "mentirosísimos", al tiempo que acusa y critica al arzobispo Haro y


Peralta. Y finalmente, en su 6a. Carta dice que él no niega la tradición de Guadalupe, acusando de mala voluntad y de contradicción a los guadalupanos. En resumen, sus argumentos son fantásticos unos, inverosímiles e insuficientes otros. No me ha faltado ocasión de ver quienes se refieren a los dichos de fray Servando como interesantes impugnaciones -un escrito las calificaba como "irrefutables"-. Es una pena, habiendo impugnadores mejores.

Eduardo Sánchez Camacho Carta a los Editores de El Universal, y Ecos de la Quinta del Olvido

Él ha sido nombrado por algunos como "mártir del antiaparicionismo". Nació en Hermosillo, Sonora, en 1838, se ordenó sacerdote en 1862, maestro del Seminario Mayor de Guadalajara y capellán de capuchinas. El 3 de diciembre tomaba posesión de la diócesis de Tamaulipas. De ideología liberal, celebró sínodos diocesanos en 1882, 1883 y 1885 donde intentaba adaptar a las disposiciones diocesanas las Leyes de Reforma de Juárez. El Vaticano no revisó ni aprobó las actas sinodales. En 1887 con la coronación de la Guadalupana promovida por Mons. Labastida y Dávalos, el obispo de Tamaulipas expresó su desaprobación, y fue reprendido por la Suprema Congregación de la Inquisición. Sánchez Camacho declaró que se plegaba al dictamen de la congregación, pero después siguió expresándose antiaparicionista. Por ello, la Santa Sede lo depuso del cargo episcopal en 1896, y él se retiró a su finca El Olvido, cerca de Ciudad Victoria, Tamaulipas, donde falleció el 15 de diciembre de 1920. Tenemos razones suyas en una carta enviada a los editores del periódico El Universal, fechada el 23 de agosto de 1896, antes de ser removido de su cargo. En ella se refiere a la Carta de García Icazbalceta, descalificando una respuesta que dio a la misma el periodista Trinidad Sánchez Santos. Cita asimismo la carta de Icazbalceta al obispo de Yucatán Crescencio Carrillo y Ancona, publicada por éste último en 1896. Dice que esa carta "corrobora las razones del Sr. Icazbalceta", cuando en realidad la carta demuestra que Icazbalceta en 1888 ya no consideraba válidas sus objecciones históricas. Por último, dedica un buen espacio de su carta a quejarse del clero mexicano, acusándolo de ensañarse contra él. El Ecos de la Quinta del Olvido, firmado en 1906, lo tomé de una página web de "fraternidad espiritual". Es un texto pequeño, donde el autor despliega una serie de invectivas, insultos y reproches a la Iglesia Católica en general, llamando "charco hediondo" al Papado. Declara firmemente no creer ni haber creído nunca en la aparición del Tepeyac, y extiende una serie de


"respuestas" al arzobispo de Puebla Mons. Ramón Ibarra y González, quien -valga la pena decirlo-, ha sido uno de los personajes más insignes y respetables del estado de Puebla, al grado de que está abierta su causa de beatificación. En estas "respuestas" se incluyen objecciones antiguadalupanas como: -No hay una sola palabra en la Historia de México que se refiera a la aparición de la Madre de Cristo en el Tepeyac. -Tal vez Marcos Cipac, autor de la imperfectísima pintura del Tepeyac, la puso fuera de la ermita que allí había y fue recogida por los empleados de dicha ermita o Capilla para que hiciera milagros. -Ningún historiador del siglo XVI ha dicho nada de esa aparición; luego no sucedió. -Cita el texto de Zumárraga en Regla Cristiana y habla de las suspicacias de Sahagún sobre el culto del Tepeyac. -Los sacerdotes Don Miguel Sánchez y Don Luis Lazo de la Vega convirtieron en historia lo que en su origen fue una ficción. -¿No sabe el Ilmo. Sor. Ibarra que la pintura, mona o muñeca del Tepeyac, pintada por el indio Marcos Cipac o de Aquino es lo más imperfecto y mal hecho que puede haber en género y especie de pinturas? Muy insultante hacia la propia Virgen de Guadalupe, a quien llama "la mona del Tepeyac", y hacia el Ilmo. Ibarra y González, a quien gratuitamente llama "un zote o el hombre más perverso y pernicioso que puede haber en México". Voy a ser franco: Ese textito de "Ecos de la Quinta del Olvido" está tan lleno de palabras malsonantes, de injurias y de calumnias, que me permito poner en duda que sea realmente de Mons. Eduardo Sánchez Camacho, quien en su Carta de 1896 se muestra escéptico, pero no descortés ni ofensivo. No me consta de que el "Ecos..." sea suyo, quienes lo digitalizaron sólo pusieron su nombre; pero si no lo fuera, sería muy grave atribuirle tantas ofensas y groserías como las que tiene el texto. Por lo tanto, para mí por el momento es anónimo. Con respecto a las objeciones del texto; la primera es casi graciosa. A lo largo de la historia de México han habido y siguen saliendo estudios sobre las Apariciones Guadalupanas. De la segunda, no consta que "Marcos Cipac" haya pintado la imagen; el autor la llama "imperfectísima" gratuitamente, pues estudios modernos, como el de Homero Illescas de la proporción dorada, o de Callagan y Smith de su composición, la califican de sorprendente por su perfección artística y por su logro en la tela del ayate. Y si realmente los "empleados" de la ermita la hubieran colocado, no tendrían razón de ser las suspicacias de Sahagún. De la tercera objeción, tanto Suárez de Peralta como Ixtlilxóchitl, historiadores, hablaron de la Aparición. Valeriano, sin ser historiador, la relató en el Nican Mopohua. La tradición de la misma corría entre los indios, y así la sabían los testigos de 1666, según reconoce el propio Icazbalceta. De la quinta, Sánchez y Lasso de la Vega escribieron la historia tomando como base la relación de Valeriano, pero ésta no es ficción, sino historia, como se determina por las Informaciones de 1666, que investigan hechos históricos, no ficciones de indios. Y de la última, agradecemos al autor su opinión, donde sencillamente nos dice que la Guadalupana es "lo más imperfecto y mal hecho" que puede haber en pintura. No está muy instruido en arte el autor de esta simpleza. Insisto: No me parece que sea Sánchez Camacho el autor del panfleto, a menos que estuviera afectado en su juicio por desesperación o impotencia -lo cual reduciría la calidad de su argumentación-. En su Carta de 1896 habla con respeto y decoro del obispo Carrillo y Antona. En el "Ecos...", el autor (sea quien sea) se expresa muy mal de todos los obispos mexicanos, y a Mons. Ibarra y González -de más lustre aun que Carrillo y Ancona- se le infieren serios insultos, que no corresponden con la urbanidad de su anterior Carta. El estilo no es el mismo. En su Carta de 1896 omite los títulos dados a los obispos, tales como "Ilmo.", "Rvdo.", etc. En el "Ecos..." exagera los títulos, con un afán evidentemente sarcástico,


léase por ejemplo la siguiente expresión: Juzgo que su Excelencia Ilustrísima y Reverendísima y Dignísima debe pagar mis buenos servicios con algunos miles de pesos de los que reciba. Los Ilmos. Digmos. y Reverendísimos Sres. Arzobispos y Obispos de México, van a tener, por lo que yo he dicho, un grande incremento de piedad en sus fieles, y esa piedad se traduce en plata y oro. Nada cuesta a Sus Señorías Ilustrísimas y Reverendísimas, mandarme siquiera el diezmo de ese aumento de piedad argen¬tina y dorada. E1 Ilmo. y Rmo. Sor. Arzobispo de Guadalajara, ignorante y pretencioso como es... Cuando en su carta se limita a dar el tratamiento de Sr. obispo de Yucatán a Carrillo y Ancona, y el de Sr. Lic. a Trinidad Sánchez Santos. [10] Sea como sea, el caso es curioso.

Vicente de Paula Andrade Estudio histórico sobre la leyenda guadalupana, y anotaciones varias

Nos encontramos ante un caso particular de antiaparicionismo. Nacido en 1844 y fallecido en 1915, fue canónigo de la Basílica de Guadalupe, bibliógrafo y ensayista histórico. Es autor del Ensayo Bibliográfico mexicano del siglo XVII, publicado en México en 1900. Su obra antiguadalupana consistió principalmente en su Estudio histórico sobre la Leyenda Guadalupana, conjunto de notas impresas en México, Imprenta de Buznego y León en 1908. En 1888 hurgó en el escritorio de Francisco del Paso y Troncoso, hurtándole una copia de la Carta de García Icazbalceta, la cual tradujo a un mal latín y la publicó anónimamente con el título de De B.M.V. Apparitione in Mexico sub titulo de Guadalupe, exquisitio historica. Apunta Edmundo O´Gorman que fue impresa en México, Imprenta de Epifanio Orozco. [11] En diciembre del mismo año, Andrade costeó una edición de las Informaciones de 1556 con notas antiaparicionistas suyas, de Del Paso y Troncoso y de José María Agreda y Sánchez. La publicación dice "Madrid, Imprenta La Guirnalda", pero en realidad fue impresa en México, en la Imprenta de Albino Feria. En 1890 publicó unas notas antiaparicionistas que después insertó en una edición de las Informaciones de 1556 realizada en 1891. En 1892 Fortino Hipólito Vera publicó una refutación a la Carta de Icazbalceta, su Contestación histórico-crítica, donde traducía al español la publicación latina hecha por Andrade. Éste tomó la traducción de Vera, le quitó las refutaciones, y la publicó ánonimamente en 1893, con el título Exquisitio historica. Anonimo escrito en latín sobre la aparición de la B.V. de Guadalupe, Traducido al español por Fortino Hipólito Vera, canónigo de la Insigne y Nacional Colegiata de


Guadalupe, Jalapa, Tipografía de Talonia. Lo cual es falso, pues en realidad no existe ninguna "Tipografía de Talonia", sino que fue impresa por Albino Feria en la ciudad de México. [12] Y todavía en 1896 tuvo el descaro de protestar contra sus propias publicaciones de la Carta de Icazbalceta, junto con el Cabildo de la Colegiata. Podemos ver, por lo tanto, que tuvo una obsesiva aversión a la tradición guadalupana, que publicó anónimamente panfletos antiaparicionistas y que pretendió cubrirse "protestando" por ello. Alfonso Junco, en El milagro de las rosas, lo califica de servandesco, psicopatológico y amigo de la masonería [13]. En el Apéndice séptimo de su Destierro de sombras..., Edmundo O´Gorman proporciona muchos datos sobre las maniobras de Andrade. Fue efectivamente una fea actitud la suya, más siendo canónigo de la Colegiata, y no es un buen ejemplo a seguir para los antiaparicionistas. La sinceridad de García Icazbalceta contrasta con la hipocresía y cobardía de Andrade, quien nunca dio la cara por sus publicaciones. Sus objeciones: Se dedica a impugnar que S.S. Benedicto XIV haya dicho Non fecit taliter omni nationi, en referencia a la Guadalupana, manifiesta su aversión hacia Mons. Antonio Plancarte y Labastida, acusándolo de intrigar en el asunto de la "corona borrada" en 1895. Contra Juan B. Muñoz afirma que la ermita del Tepeyac la construyó Montúfar y no Zumárraga. Descalifica a las Informaciones de 1666, sugiriendo que "se prohiban". En sus "aditamentos" a las Informaciones de 1556 que publicó en 1888 y 1891, no hace sino repetir muchos de los argumentos de García Icazbalceta, al mismo tiempo que cree que efectivamente el indio Marcos pintó la imagen original. Refutando a García Icazbalceta se refuta a Andrade en casi todos sus puntos, a la vez que se hace énfasis en que Sahagún desmintió a Bustamante al decir que "no se sabe de cierto" el origen de esa Tonantzin, descartando con ello la autoría de Marcos.

Francisco De la Maza El guadalupanismo mexicano

Francisco De la Maza fue historiador y crítico de arte, en especial del novohispano, nacido en San Luis Potosí en 1913 y muerto en la ciudad de México en 1972. Fue profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México, discípulo del destacado profesor Manuel Toussaint. Su obra El guadalupanismo mexicano, de 1953, es la que comentaré en este apartado. El libro me resultó un tanto desconcertante, pues De la Maza, al tiempo que admira a la Guadalupana, su culto y la poesía sobre ella, delata poco a poco su antiaparicionismo, como veremos por notas específicas. No niega explícitamente el milagro guadalupano, pero sí lo hace


implícitamente. Evita cuidadosamente la negación directa, del milagro, pero no pudo evitar la negación indirecta. En el Prólogo de su obra dice "ni ataco ni defiendo", al tiempo que habla con desdén del pueblo mexicano, al que critica por no poder leer "ni siquiera novelas, menos erudiciones históricas", diciendo que su obra es "para intelectuales y no para el pueblo". Comentarios específicos -En su p. 16, pone énfasis en que las Informaciones de 1556 no llaman aparecida a la imagen, y que ni una sola voz se levantó contra la afirmación de Bustamante de que el indio Marcos pintó la imagen. -Despotrica contra las explicaciones que han dado los apologistas a las palabras de Sahagún, diciendo que Sahagún no necesitaba respetar a Bustamante, sino que debía decir que la imagen era aparecida. [14] -En su p. 25 afirma taxativamente que "todos los franciscanos del siglo XVI no sólo dudaron del milagro guadalupano, como quiere Bravo Ugarte, sino que lo negaron franca y abiertamente", y esto, cuando franciscanos como Mendieta, Motolinía y Gante ni siquiera mencionan a la Guadalupana, luego no negaron el milagro "franca y abiertamente". -En su p. 28 habla del documento llamado Mapa de Boturini, diciendo "No cabe duda que es un interesante dato... iconográfico", como queriendo decir, con los puntos suspensivos, que un dato iconográfico no resulta útil en la historiografía guadalupana. -En su p. 31 hace mofa de la indagación del p. Mariano Cuevas, sobre los Anales de México y sus contornos, donde sitúa la aparición en 1531 debido a que registran la aparición del cometa Halley (estrella humeante), que pasó en 1531. Compara esto con Kepler hablando de la estrella de Belén en referencia a la conjunción de Júpiter y Saturno. -En la 32, refiriéndose al testamento de don Esteban Tomelín (el nombre correcto es Sebastián), y al de Francisco Verdugo Quetzalmamalitzin, dice entre paréntesis "No sé que puedan probar estos testamentos". No prueban las apariciones, cierto, pero sí prueban la existencia e importancia del culto guadalupano en 1573 y 1575, contra la aseveración de Icazbalceta de que el culto de 1556 fue cediendo "hasta desaparecer". -En sus págs. 74 a 79 se dedica a defender la idea de que la historia original de las apariciones la escribió Lasso de la Vega en 1648, y no Antonio Valeriano a mediados del siglo XVI. Tenía que defender su tesis de que "de Miguel Sánchez parten, quiérase o no, todos los demás relatos de las apariciones" [15]. Defendiendo la autoría de Lasso de la Vega, llega hasta acusar de "increíble ceguera" a Primo Feliciano Velázquez y Mariano Cuevas. Pero que Valeriano escribió el Nican Mopohua, lo confirman numerosos expertos, como Alfonso Junco en Un radical problema guadalupano, Lauro López Beltrán en La Protohistoria Guadalupana, el antiaparicionista Edmundo O´Gorman, y finalmente cito al autor -moderno y experto en náhuatl- dr. Miguel León-Portilla, en Tonantzin Guadalupe, obra de 1999. -En un frase que abarca el final de la p. 94 y el principio de la 95, habla de la frase Non fecit taliter omni nationi, atribuida a S.S. Benedicto XIV, y sobre esta frase dice De la Maza: "la ordenó" (Francisco de Florencia) reproducir en las estampas que grabó de la guadalupana, que tanto éxito tendría posteriormente y que se convertiría en la divisa de la leyenda guadalupana. Esta expresión, "leyenda guadalupana", es la que define claramente a De la Maza como impugnador y antiaparicionista. -En su p. 95, habla del p. Francisco de Florencia, de su Estrella del Norte de Méjico y de las explicaciones que da sobre el "silencio" de historiadores y cronistas españoles. Dice textualmente: "Trata de disculparlos con razones tan infantiles como las de los actuales aparicionistas", en referencia a los citados Velázquez y Cuevas, además de García Gutiérrez,


Vera, De la Rosa, etc. Para esto nada mejor que leer las obras de los mismos, y podrá observarse la seriedad, lógica y solidez de sus análisis. Esa acusación de infantilismo que les hace De la Maza no está justificada. -Ya al final de su obra, en la p. 186, dice: "De esa necesidad interna, esencial, de un pueblo que comienza a ser; de la fe y el esfuerzo de los criollos del siglo XVII; de la intuición poética; de la exaltación oratoria; de la imaginación creadora que anhela su propio símbolo, nace Nuestra Señora de Guadalupe...". Y a menos que esa "imaginación creadora" sea la de Dios mismo, se está negando casi directamente que la Guadalupana sea milagrosa. Francisco De la Maza es manifiestamente opositor de los aparicionistas de principios del siglo XX, a la vez que tacha de insuficientes y defectuosas a las Informaciones de 1666. Por todo esto lo coloco entre los impugnadores.

Edmundo O´Gorman Destierro de sombras, luz en el origen de la imagen y el culto de Nuestra Señora de Guadalupe

Edmundo O´Gorman fue un historiador contemporáneo (nacido en 1906 y fallecido en 1995), trabajó en el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México (U.N.A.M.), y publicó varias obras históricas como Historia de las divisiones territoriales de México (1937), Crisis y porvenir de la ciencia histórica (1947), Fundamentos de la historia de América (1951), La invención de América (1958), La supervivencia política novohispana (1961), México, el trauma de su historia (1977). En 1986 redactó una nueva obra titulada Destierro de Sombras, luz en el origen de la imagen y el culto de Nuestra Señora de Guadalupe. Esta obra es declaradamente antiaparicionista. En ella O´Gorman eligió refutar principalmente la tesis que expuso el p. Ángel María Garibay Kintana en La maternidad espiritual de María en el mensaje guadalupano, discurso pronunciado el 10 de octubre de 1960 en el Congreso Mariológico, mismo que fue publicado por Editorial Jus en 1961. En su tercer capítulo, por ejemplo, habla extensamente del Nican Mopohua. Afirma contra otros impugnadores como De la Maza y Stafford Poole, que el relato original de las apariciones es de Antonio Valeriano, y que la tradición de las apariciones no parte de Miguel Sánchez en 1648: "Los historiadores aparicionistas tienen razón en oponerse a la idea de que la tradición de las apariciones surge a partir de la publicación del libro de Miguel Sánchez. Es la tesis del padre Mier. Pero no es válida la inferencia de que, por ser anterior la tradición a ese libro, se prueba la verdad histórica de su contenido. Lo evidente es que la tradición se originó en el Nican


Mopohua y que no tiene más credibilidad histórica que la que pueda concederse a ese relato, es decir, ninguna" (Destierro..., p. 61) Afirma que Valeriano inventó el relato, y que la imagen tiene su origen en los años de 1555-56 como afirman algunos anales de los que se citan como testimonios históricos. No explica por qué Valeriano puso el suceso en 1531, y además lo refuta el dr. Miguel León-Portilla quien opina que Valeriano condensó una tradición ya existida de las apariciones, y que Juan Diego existía, ligado a las mismas [16]. Don Juan Bautista Muñoz también contradice a O´Gorman, pues afirma que la devoción comenzó "a pocos años de la Conquista", y que cuando el arzobispo Montúfar llegó, en 1554, ya encontró muy difundida la devoción guadalupana en la ermitilla del Tepeyac. O´Gorman sigue a García Icazbalceta y Antonio Robles en el dicho de que hacia 1648 el culto prácticamente había desaparecido, ignorando aquí el asunto de la construcción de la nueva iglesia por el arzobispo De la Serna, y la traslación de la imagen en 1629 a la Catedral y en 1634 al Tepeyac. Otro punto manejado por O´Gorman es cuando trata el sermón que pronunció el arzobispo Montúfar el 6 de Septiembre de 1556, donde inició diciendo Beati oculi qui vident quae vos videtis "Dichosos los ojos que ven lo que vosotros véis", y que desde sus oyentes hasta nuestros días, se entiende como referencia al prodigio de la Virgen de Guadalupe. Pero O´Gorman, sencillamente, se limita a decir que "invocó aquellas palabras del evangelista para felicitarse y felicitar a sus oyentes por estar viendo la espectacular devoción que había inspirado en los vecinos españoles de la ciudad de México la imagen del Tepeyac" (p. 222) No parece así si consideramos que en la información consta, junto con estas palabras de Montúfar, que comparó a la Guadalupana con imágenes milagrosas (sobrenaturales), como la Virgen de la Peña de Francia, de Loreto y de Montserrat. [17] En un extenso apéndice se aplica a impugnar el valor testimonial de la Relación Primitiva, documento atribuido el p. Juan González, traductor de Zumárraga. En mi opinión le dedicó más espacio del que requería, siendo además que no todos los apologistas citan o conocen a la Relación Primitiva. En su Apéndice 4 descalifica a las Informaciones de 1556 como proceso formal, las llama "documento que el prelado (Montúfar) se fabricó a su gusto". El Apéndice quinto lo dedica a comentar y analizar el contenido de estas Informaciones. Su obra incluye un valioso Apéndice (el 7º), que consiste en las Efemérides de 1846 a 1897, relativas a la publicación de obras guadalupanas, de las Informaciones de 1556 y de las ediciones de la Carta de García Icazbalceta.

Stafford Poole Our Lady of Guadalupe. The Origins and Sources of a Mexican National Symbol


El padre Poole es sacerdote vicentino, ordenado en 1956 y doctorado en Historia de México por la Saint Louis University, autor de la obra Pedro Moya de Contreras: Catholic Reform and royal power in New Spain, en la que trata del tercer arzobispo de México. Su obra antiaparicionista es el libro Our Lady of Guadalupe, The Origins and Sources of a Mexican National Symbol, 1531 - 1797, publicado por la Universidad de Arizona en 1995. No he podido tener acceso a su libro, así que comentaré sobre el mismo utilizando la extensa refutación que le hace Mons. José Luis Guerrero en El Nican Mopohua, un Intento de Exégesis. En su libro Poole deplora que el archivo y biblioteca de la Basílica estén "cerrados actualmente" a los investigadores. Desconozco si en 1995 lo estaban, pues yo he accesado a la biblioteca de la Basílica más de una vez. Sostiene que no fue Valeriano sino Lasso de la Vega el autor del Nican Mopohua, que no hubo conversión masiva de los indios después de 1531, que la Virgen de Guadalupe fue un símbolo enarbolado por los criollos contra los españoles, para justificar su diferencia de ellos y consiguientemente la Independencia de México. Repite igualmente el argumento del "silencio" de fray Juan de Zumárraga, enlista los Códices que se citan en la documentación indígena y los descalifica a todos, arguyendo que no son prueba suficiente, tacha de ambigua la referencia de Suárez de Peralta en Noticias Históricas, critica a las Informaciones de 1666, insinuando que "pudo" haber errores en las copias que se hicieron de las mismas, y dando la impresión de que los testigos respondían bajo consigna, y que la Investigación Capitular fue "cuidadosamente ensayada y montada". El p. Guerrero comenta ampliamente y por capítulos la obra de Poole. Primeramente demuestra con testimonios históricos de la época que sí hubo conversión masiva de los indios; Poole, en cambio, se limita a afirmar que "no la hubo", sin probar su tesis. [18] Asimismo se refuta la idea de que la ermita "la fundó Montúfar", por medio de testimonios tan conocidos como la carta del virrey Enríquez y el mapa de Upssala. Da razón del por qué del "silencio" documental del siglo XVI, explicando que los españoles de la época no pudieron darle la importancia que hoy le damos los guadalupanos. Defiende también la importancia de las Informaciones de 1666, demostrando que valen más de lo que Poole les concede. Es un apéndice bastante grueso, en el que Guerrero refuta a Poole, pero interesante para quienes quieran leer las conclusiones del último y las deficiencias en que incurrió. También tengo a la vista un breve texto del mismo Poole, publicado en La Búsqueda de Juan Diego, de Manuel Olimón Nolasco con el título Una nueva polémica en la controversia guadalupana, en el que critica al libro El Encuentro de la Virgen de Guadalupe y Juan Diego, compilación de información mandada a Roma con motivo de la canonización de Juan Diego. Acusa a sus autores -Chávez, González y Guerrero-, de hacer polémica mas que historia, de agresividad contra los antiaparicionistas. Repite que el silencio "es universal", aunque ya ha sido demostrado innumerables veces que no fue tal. No está seguro de si los autores "hacen a un lado el silencio", o si "pretenden esgrimirlo como prueba favorable". En concreto no hace más que enumerar deficiencias que ve en dicho libro, afirmando al mismo tiempo que la canonización de Juan Diego "presenta un verdadero reto para la credibilidad y autoridad de la Iglesia". Bien dice José Luis Guerrero que Stafford Poole no aporta en realidad objeciones nuevas.


Guillermo Schulenburg Prado Cartas a El Vaticano, y entrevistas

Hace apenas unos años, cuando mi fe católica no estaba muy sólida, me enteré por los medios de comunicación de unas declaraciones polémicas, en el sentido de que la Virgen no se había aparecido en el Tepeyac en 1531, que la imagen en la tilma no tiene nada de milagrosa, y que, finalmente, el indio Juan Diego no existió. Mi sorpresa fue mayúscula cuando supe que el autor de tales declaraciones era ni más ni menos que el propio Abad de la Basílica de Guadalupe, Mons. Guillermo Schulenburg Prado. No sólo yo, sino los millones de mexicanos devotos de la Virgen de Guadalupe no lo podíamos creer; parecía mentira que el mismo Abad del santuario, custodio de la imagen venerada y supuestamente promotor de su devoción, hubiera negado la misma raíz de dicha devoción: las apariciones de María en el Tepeyac como un hecho histórico acontecido. Espero hablar más adelante, y con mayor extensión del escándalo desatado por las declaraciones de Schulenburg. Por el momento sólo haré un resumen de sus declaraciones, impugnaciones, y trataré de explicarme su actitud. Desde 1990, con motivo de la beatificación del vidente Juan Diego, Schulenburg empezó a hacer declaraciones en el sentido de que no era segura la existencia histórica de Juan Diego. El hecho de que S.S. Juan Pablo II beatificara a Juan Diego en 1990, no lo hizo darse por vencido, sino que declaró en prensa (a la revista Ixtus), que la beatificación era "de un símbolo, no de una persona". Sus declaraciones (hechas en 1995) causaron incomodidad no sólo entre el clero mexicano, sino en el mismo pueblo. Schulenburg añadió después la declaración de que la imagen era obra completamente humana, sin ningún rasgo sobrenatural, arguyendo unos "estudios" que realizaran restauradores de arte como José Sol Rosales y Antonio Flores Gómez. [19] Pese a sus declaraciones, continuó como Abad hasta 1997, cuando por cuestiones canónicas fue removido y sustituido por Diego Monroy Ponce. Recibió duras críticas por haber vivido 30 años de las limosnas de la Basílica siendo que no creía en la aparición, y todavía insistió en sus declaraciones en el 2002, dado que desde tiempo antes la Congregación para la Causa de los Santos trabajaba en el proceso de canonización del beato Juan Diego. Varios prelados, con Schulenburg a la cabeza, mantuvieron correspondencia con El Vaticano pidiendo que se detuviera el proceso de canonización. En dichas cartas aseguran que no hay evidencia histórica de la existencia de Juan Diego. La Congregación pidió explicaciones a los investigadores y postuladores de la causa, quienes elaboraron un grueso compendio de información enviado a Roma, gracias a lo cual en Julio de 2002 Juan Pablo II canonizó a Juan Diego en su quinta visita a México. La actitud de Schulenburg


¿Es Schulenburg un hipócrita, que fingió creer en las apariciones para ser Abad, pero luego salió con su "Domingo 7" de que no creía? -esta pregunta me la hice varias veces, igual que varias personas cercanas a mí. Las críticas sobre él son numerosas. Efectivamente, inició su cargo de Abad de la Basílica en 1963. Si no creía en la aparición guadalupana y en la existencia de Juan Diego, fue sumamente deshonesto al fungir como Abad durante tantos años, para salir finalmente con que "siempre no". Por mi parte me gusta pensar bien del prójimo, y en lo posible procuro no aventurar juicios sobre otras personas sin algún conocimiento preciso de su actitud. En el caso de Schulenburg, quiero pensar que, como Icazbalceta, creyó en la Aparición de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego, y que después, por causas que desconozco, dejó de creer en la misma y se convenció sinceramente de la falsedad del milagro. Así puedo explicarme anteriores actitudes suyas, donde se evidencia que creía (o al menos así lo manifestaba), en las Mariofanías del Tepeyac. Voy a citar algunos ejemplos. Schulenburg y la construcción de la Basílica Nueva En 1976, con motivo de la construcción de la Basílica Nueva (en la que ahora está el ayate), se editó un Álbum Guadalupano, y con el producto de su venta se colaboraba en la construcción de la Basílica. Al principio el Álbum trae una nota explicativa firmada por el Arzobispo de México Cardenal Miguel Darío Miranda y Gómez y por el Abad Schulenburg. En la nota encontramos palabras como: "Se remonta al mes de Diciembre del año de 1531 la iniciación de ese diálogo amoroso entre María y el pueblo de México. En la fecha antes mencionada, la siempre Virgen María se dignó acercarse al humildísimo indio Juan Diego y hablarle en su propia lengua con acentos profundamente humanos, y al mismo tiempo, de alto significado sobrenatural" Una persona honesta no firmaría semejante nota a menos que estuviera de acuerdo con ella. De ahí deduzco que en 1976 el sr. Schulenburg sí creía en la Aparición. Schulenburg y la coronación guadalupana en Jerusalén Siguiente ejemplo: En 1977 se llevó a cabo la coronación de la Virgen de Guadalupe en Jerusalén, promovida por el p. Lauro López Beltrán. La misa fue presidida por el patriarca ortodoxo de Jerusalén, Mons. Giacomo Giussepe Beltrini, y el rito de coronación lo realizó Mons. Guillermo Schulenburg. Pero no es la coronación lo que me interesa para el tema, sino las palabras que pronunció en su alocución de inicio. La crónica de la celebración corrió a cargo del p. Aureliano Tapia Méndez, recogida por el p. Lauro López Beltrán en su Álbum de la Coronación Guadalupana en Jerusalén, donde encuentro las siguientes notas: "Hizo una síntesis de la historia de las Apariciones del Tepeyac, colocando frente a frente, como caminos de encuentro con Cristo, por medio de María Santísima, la Colina del Calvario y la Colina del Tepeyac" (en la pág. 153) "Monseñor Guillermo Schulenburg Prado, XXI Abad de la Insigne y Real Colegiata y ahora Basílica de Guadalupe, en uso de la palabra. En su discurso inaugural habló de Juan Evangelista, el Águila de Patmos, que contempló en la Isla de Patmos a la Virgen Apocalíptica, vestida de sol y ornamentada con doce estrellas en su cabeza; y de Juan Diego, el águila del Tepeyac, que también admiro extático a la Virgen Tepeyacana..." (pág. 163) Está claro. En 1977 Schulenburg sí creía en las apariciones y en la existencia de Juan Diego.


Muestro a continuación fotografías del evento:

Mons. Guillermo Schulenbrgrociando con

agua bendita la corona Schulenburg, en el momento de coronar a la Guadalupana

Schulenburg y los encuentros nacionales guadalupanos Tengo a la vista cuatro libros que recopilan las conferencias dadas en los Cuatro Encuentros Nacionales Guadalupanos, en 1976, 77, 78 y 79. En dichas conferencias se tratan, entre otros puntos, la historicidad de las Apariciones Guadalupanas. En ellas, tocó a Mons. Schulenburg hacer la oración comunitaria de ingreso. Colocó aquí extractos de la oración del Tercer Encuentro de 1978 y del Cuarto, en 1979. "Señor Jesucristo... te suplicamos ardientemente ilumines nuestra inteligencia con la claridad de tu luz y enciendas nuestros corazones con el fuego de tu amor, para que podamos avanzar fructuosamente en el conocimiento sólido e inteligente de las maravillas realizadas por tu providencia en favor de la evangelización de este pueblo tuyo, aquí en la Colina del Tepeyac." (5 de diciembre de 1978) "Te suplicamos humildemente, Dios Todopoderoso y Eterno, que ilumines nuestras inteligencias en la búsqueda paciente y tenaz de la verdad para conocer más a fondo los designios amorosos de tu Providencia al concedernos la gracia especialísima de la presencia excepcional de María entre nosotros a través del conjunto de hechos admirables que forman el misterio del Tepeyac." (4 de diciembre de 1979) Pero no habría "maravillas obradas por Dios", ni "presencia excepcional de María" si no hubiera Aparición y tilma milagrosa. Así que en 1978 y 1979 Schulenburg todavía creía en el milagro. Schulenburg y el Congreso Mariológico de 1981 En 1981 se celebró un Congreso Mariológico con motivo del 450° Aniversario de la Aparición. Hasta 1983 publicó Guillermo Schulenburg las conferencias de dicho Congreso. Puesto que en 1982 se realizó el estudio de José Sol Rosales donde supuestamente demostró que la imagen es obra humana, supongo que Schulenburg todavía se resistió a creerlo, pues si no, no hubiera publicado ponencias que tratan de las Apariciones y las defienden como hecho real. Es más, sus propias palabras lo manifiestan. Ese 1983 todavía escribe, en la Presentación del libro Congreso Mariológico: "El mes de diciembre del año de 1981, culminaron en nuestra Basílica de Santa María de


Guadalupe, las celebraciones que con motivo del 450 Aniversario de la presencia de María en la Colina del Tepeyac, tuvieron lugar en todos los rincones de la patria... Sin duda, los hechos del Tepeyac tuvieron un significado de suma trascendencia para la evangelización y la conversión de nuestras razas aborígenes al cristianismo. En efecto, en los planes provinciales de Dios, la noticia de la redención del género humano y la aceptación de la fe habría de calar profundamente y fructificar entre nosotros, a través de la figura incomparable de María, fue Ella la que hizo fecunda la abnegada y humanista acción de los misioneros en México, de manera que sin titubeos podemos afirmar que Santa María de Guadalupe es nuestra evangelizadora por excelencia" Si todavía podía afirmar "sin titubeos" que la Virgen de Guadalupe es la evangelizadora excelente de México, significa que no había hecho mucho caso a los "estudios" de Sol Rosales, pues habla de la aparición como verdadera y de la presencia de María en el Tepeyac, que alude al ayate. María no estaría ahí presente si la imagen fuera una simple pintura humana. Pero de pronto, en 1986, Schulenburg envía una carta fechada el 18 de noviembre de ese año al prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos. En esa carta envía una tesis del Pbro. José de Martín Rivera con el título Precisiones a la pretendida historicidad del Nican Mopohua [20]. En esta carta ya se impugna el hecho guadalupano. Se dice que el Nican Mopohua sólo se ubica hasta el siglo XVII con Lasso de la Vega, que en 1531 no había convento en Tlatelolco y que sí lo había en Cuauhtitlán. Así que entre 1983 y 1986 Schulenburg empieza a moverse hacia el antiaparicionismo, y finalmente, diez años después, ya es un antiaparicionista ostensible. Desde 1999 empieza a enviar, junto con otros prelados e investigadores, cartas al Vaticano intentando frenar la canonización de Juan Diego. Algunas de sus cartas están publicadas en La Búsqueda de Juan Diego, de Manuel Olimón Nolasco... con lo que pasamos al siguiente impugnador.

Manuel Olimón Nolasco La Búsqueda de Juan Diego

Es un impugnador interesante, pues al igual que De la Maza, elogia a la tradición guadalupana; aunque sus comentarios tienden a negar la historicidad de la misma. Su libro La Búsqueda de Juan Diego, publicado por Plaza&Janés en 2002, me llenó de curiosidad por las reseñas que leía del mismo, y decidí adquirirlo. Un detalle curioso de Olimón, es que dice que no debe hablarse de "aparicionistas" y "antiaparicionistas"... aunque a esto decimos que hay quienes creen en el milagro guadalupano -como se cuenta-, y quienes no. Los primeros son los aparicionistas, y los segundos los antiaparicionistas. Inicia su libro diciendo: "...la mayoría de edad de los católicos mexicanos exige el tratamiento serio y abierto de temáticas como la presente", aunque cualquiera podría discutir si los católicos mexicanos aun no alcanzan mayoría de edad, o si ya la alcanzaron desde hace bastante tiempo.


El grueso de su libro lo dedica a criticar el trabajo de Fidel González, Eduardo Chávez y José Luis Guerrero, llamado El Encuentro de la Virgen de Guadalupe y Juan Diego, compendio de información enviado a El Vaticano con motivo de la canonización de Juan Diego, y en respuesta a las peticiones de detener el proceso. Da argumentos por los cuales considera errónea la "interdependencia objetiva" que utilizan los autores. Apoyándose en investigadores como Stafford Poole y Xavier Nóguez, el p. Olimón repite impugnaciones como tachar de insuficientes las Informaciones de 1666, los testimonios históricos, y minimizar la validez del Códice Escalada. No afirma directamente que Juan Diego no existió, sino que dice que hay "serias dudas" sobre su existencia, y todos los testimonios citados por los apologistas, hasta González, Chávez y Guerrero, no lo convencen. Sobre las Informaciones de 1666, a las que siempre pone entre comillas, dice que "la edad (de los testigos) en este caso, más bien aboga en contra la firmeza de sus declaraciones, sin decir por qué. Publica varios apéndices, en primer lugar un artículo suyo publicado por El Universal el febrero de 2002, luego un escrito de Stafford Poole, Observaciones acerca de la historicidad y beatificación de Juan Diego, en las que se limita a repetir viejas impugnaciones, a criticar al Códice Escalada, e incluso a afirmaciones ya refutadas, como que la ermita original la fundó Montúfar, que el Nican Mopohua lo escribió Lasso de la Vega y acusa de alteraciones y tergiversaciones al p. Mariano Cuevas. Del mismo Poole publica Una nueva polémica en la controversia guadalupana, ya comentado en el apartado sobre el autor. Vienen luego Algunas consideraciones sobre el llamado "Códice Guadalupano de 1548", de Rafael Tena, donde, pese a su inseguridad, dice que lo más probable es que la pieza sea "apócrifa". Vienen por último unas notas críticas de Francisco Miranda sobre el Encuentro de González, Chávez y Guerrero. A continuación, Olimón publica varias cartas, que voy a enlistar: -Carta del 4 de Febrero de 1998 dirigida a Giovanni Battista Re de la Secretaría de Estado del Vaticano. En ella se expresan reservas sobre la existencia de Juan Diego. Firman Carlos Warnholtz, Guillermo Schulenburg y Esteban Martínez de la Serna. [21] -Carta del 15 de Diciembre de 1999 dirigida a Norberto Rivera Carrera, Arzobispo de México. El remitente, Carlos Warnholtz, arcipreste de la Basílica, se disculpa por el carácter ofensivo que hayan podido tener declaraciones suyas, pero al mismo tiempo insiste en que el Nican Mopohua "puede" ser mera leyenda, y que la imagen "puede" ser obra humana. -Carta del 20 de Junio de 2001 dirigida a Alejandro Junco de la Vega, director del periódico Reforma. En ella Manuel Olimón Nolasco tacha de insuficientes a las pruebas del culto dado a Juan Diego. -Carta del 5 de Octubre de 1998 dirigida a Giovanni Battista Re. En ella se critican las actividades de Fidel González Fernández, enviado por Roma a organizar una Comisión Histórica para la causa de Juan Diego. Curiosamente se elogia a Vicente de Paula Andrade, a quien se califica de "investigador serio y crítico" (!!!). Instan a "no acelerar" la causa de canonización de Juan Diego. Firman Carlos Warnholtz, Esteban Martínez, Guillermo Schulenburg, Stafford Poole, Rafael Tena y Xavier Nóguez [22]. -Carta del 27 de Septiembre de 1999 dirigida al cardenal Angelo Sodano, Secretario de Estado del Vaticano. Se duelen los autores de la beatificación de Juan Diego en 1990. Critican a la Positio de la beatificación, a Juan Diego lo llaman "indio legendario". Injustamente dicen que el Encuentro padece "las mismas inexactitudes" de la Positio, cuando Francisco Miranda en sus notas se muestra alegre de que el Encuentro sea más moderado que la Positio. Afirman que ellos y unos "técnicos en conservación de obras de arte", notaron que la imagen es obra humana y no divina. Firman Guillermo Schulenburg, Carlos Warnholtz y Esteban Martínez de la


Serna. -Carta del 9 de Marzo de 1998 dirigida a Alberto Card. Bovone, pro-prefecto de la Congregación para la causa de los santos. Citando a Stafford Poole y Xavier Nóguez, afirman que las apariciones guadalupanas "históricamente hablando no pueden probarse", y que la imagen es "una pintura muy probablemente de mediados del siglo XVI". Simplificando las cosas, dicen del Nican Mopohua que "algunos... se la atribuyen a un indígena llamado Antonio Valeriano. Ninguna de estas cosas puede probarse desde el punto de vista histórico; y de ello están documentalmente seguros los autores contemporáneos". Pues no son "algunos" sino muchos, los que se la atribuyen a Valeriano, y con fundadas razones. Entre los autores contemporáneos, recientemente Miguel León-Portilla añadió nuevos argumentos para probar la autoría de Valeriano [23], cuatro años después de esta Carta. Hacen elogio de García Icazbalceta y de O´Gorman, manifiestan estar angustiados por la canonización de Juan Diego. Sobre los testimonios históricos, con cuatro palabras los despachan, "son una verdadera invención", dicen. Firman Stafford Poole, Rafael Tena, Carlos Warnholtz, Xavier Nóguez, Guillermo Schulenburg y Esteban Martínez de la Serna. -Carta del 28 de Enero de 2002 dirigida a Norberto Rivera Carrera, Arzobispo de México. Es una carta personal del arcipreste Carlos Warnholtz al arzobispo, en la que le pide que le permita continuar viviendo de la Basílica. Debido, según la carta, a que Mons. Rivera recibió peticiones de retirar a Warnholtz de la misma y giró instrucciones en ese sentido. Así mismo, Warnholtz asegura en su carta que desde 1982, al ver la imagen de cerca, se convenció de que era obra humana (a mí me parece que una simple observación no basta para tanto), y que después que S.S. Juan Pablo II firmó el decreto que aprueba el milagro para la canonización, declaró aceptar la decisión papal. Yo ignoro en qué terminó el asunto, pero lo cierto es que Carlos Warnholtz aparece actualmente entre los Canónigos y Sacerdotes del santuario, junto con Guillermo Schulenburg, en el sitio web de la Basílica de Guadalupe. -Carta del 14 de Mayo de 2000 dirigida a Mons. Tarcisio Bertone, secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe (de la que era director Joseph Ratzinger). Se elogia al p. Stafford Poole, acusando de superficiales a los autores del Encuentro, quienes refutan en su libro varios argumentos de Poole. Reafirman que en 1982 se realizó una observación -así la llaman- a la tilma, y que "todo parece indicar" que no es sobrenatural, contradiciendo en conjunto a Callagan y Smith, los numerosos oftalmólogos que examinaron la imagen, y a Aste Tönsmann. Firman Stafford Poole, Esteban Martínez de la Serna, Manuel Olimón Nolasco, Carlos Warnholtz, Guillermo Schulenburg, Francisco Miranda, Xavier Nóguez, Rafael Tena y Luis González de Alba. -Carta del 4 de Diciembre de 2001 dirigida al cardenal Angelo Sodano, Secretario de Estado del Vaticano. Se quejan al cardenal de la mucha publicidad dada a la canonización de Juan Diego. Antes afirmaron que "todo parece indicar" que la imagen es pintura humana; en esta carta ya están seguros de ello, pues "nos consta que la imagen de la Santísima Virgen María, por nosotros altamente venerada, es una pintura realizada por mano humana". Insisten en que los autores del Encuentro no refutaron a TODOS los impugnadores contemporáneos, de los que citan a De la Maza, O´Gorman, Poole, Richard Nebel, Xavier Nóguez y David Brading. Acusan al arzobispo Rivera de "satanizar" a los negadores de la existencia de Juan Diego, como ellos mismos. Firman Carlos Warnholtz, Esteban Martínez de la Serna, Manuel Olimón Nolasco y Guillermo Schulenburg. Como observación personal: En ninguna carta aparecen firmas de los "restauradores" que supuestamente determinaron que la imagen no es milagrosa. Faltan firmas de José Sol Rosales o de Antonio Flores Gómez. Si sólo se enviaron este tipo de cartas al Vaticano, no es sorprendente que la Santa Sede haya dado preferencia a estudios anteriores como los de Callagan y Smith, Torija Lavoignet, Enrique Graue, Aste Tönsmann, y aun dictámenes dieciochescos como el de Miguel Cabrera.


Es algo que voy a censurar mientras permanezca así; estos impugnadores de siglo XX-XXI, Poole, Schulenburg, Nolasco, Nóguez, Warnholtz, Garza-Valdés, etc., no parecen enterados de los estudios anteriores. De ellos voy a hablar extensamente en artículos futuros, baste por ahora decir que mientras los impugnadores no afronten el reto de contradecir los dictámenes científicos favorables al milagro, su impugnación es defectuosa, y no puede pesar mucho. Esto explica que El Vaticano haya decidido canonizar a Juan Diego. ¿Entonces, qué hay con esta correspondencia enviada al Vaticano?: Es claro; las objeciones resultaron insuficientes contra toda la evidencia histórica. De esta, merecen particular atención las Informaciones de 1666, que para los impugnadores resultan aburridas. En las cartas mencionadas, continuamente se dice que los postulares "no presentan ningún documento nuevo"... y si descontamos el Códice Escalada, esto es cierto. Pero es cierto también que los documentos presentados no han sido refutados, simplemente descalificados. Presentan las Informaciones de 1666, y los impugnadores tampoco emiten argumentos nuevos contra la veracidad de dichas Informaciones. En resumen, que las impugnaciones no pasan de ser eso, objeciones, cuestionamientos, pero nunca pruebas o demostraciones.

Leoncio Garza-Valdés Tepeyac, Cinco Siglos de Engaño

Ya hace unos tres años leí en un periódico y posteriormente en Internet, una curiosa entrevista realizada por el periodista antiguadalupano Rodrigo Vera, al microbiólogo Leoncio GarzaValdés, publicada en la revista "Proceso" con fecha 25 de Mayo de 2002. Según esta, GarzaValdés examinó la imagen guadalupana y "descubrió" por medio de fotografía ultravioleta, que debajo de la actual imagen de la Guadalupana hay otras dos imágenes, de lo cual Garza-Valdés deduce dos cosas; que Juan Diego no existió y que la imagen guadalupana es de factura humana. Leoncio Garza-Valdés es microbiólogo titulado por la Universidad de San Antonio Texas; ha investigado la Síndone o Sudario de Turín, y ha descubierto unas bacterias "bioplásticas", es decir, que producen plástico. Examinó la tilma, según la entrevista, en 1999, y como producto de sus observaciones publicó un libro llamado Tepeyac, Cinco Siglos de Engaño, publicado por Plaza&Janés en 2002, un volumen de 370 páginas. Vamos a su libro: En él no hay ninguna imagen, ni fotografía, ni grabado, bosquejo o ícono. La única imagen es la de la portada y una fotografía del autor al principio del libro. Si realmente descubrió esas "3 imágenes", no se entiende por qué no publicó alguna prueba de ello. De su "descubrimiento", habla como platicándolo, en menos de 10 páginas, algo muy diferente a la extensión, lenguaje de informe científico, y fotografías de Callagan y Smith, de los oftalmólogos, y de Tönsmann.


Según él, la primera imagen data de 1556, firmada por "M.A.", con lo que automáticamente supone que fue "Marcos de Aquino", y dice que es idéntica a una imagen del coro del santuario de Guadalupe de Extremadura. La segunda sería de 1625, firmada por "Juan de Arrue Calzonzi", y la tercera la ubica "probablemente" en 1632. Anacronismo de Garza-Valdés: Sobre la imagen del coro de Extremadura; ciertamente se parece a la Guadalupana, pero no tanto como para confundir una con otra, la postura es diferente, y la del coro tiene un niño en brazos, así que si entre 1556 y 1625 hubo una "imagen del coro" en la tilma, sería una imagen distinta a la que hoy conocemos. Hay pocas reproducciones guadalupanas entre 1556 y 1625, pero las suficientes como para rastrear entre ellas a una "imagen del coro". Pero en contra de la teoría de Garza-Valdés, las pocas imágenes que se conocen, son iguales a la Guadalupana actual, y diferentes, por lo tanto, de la "imagen del coro". Para muestra pongo tres ejemplos. La imagen guadalupana del estandarte de Andrés Doria en la batalla de Lepanto, es una copia del original que cuando mucho, data de 1571, y es igual a la actual. Otra es la imagen de una placa de metal del grabador Samuel Stradanus, que imprimía estampas con motivo de la construcción del templo de 1622. Su fecha, por lo tanto, no puede ser posterior a 1622, pero muestra a la Guadalupana como es hoy, y un esgrafiado en madera anónimo que se fija ya a fines del Siglo XVI o principios del XVII, que igualmente muestra a la Virgen como es hoy:

Imagen del coro del santuario de Guadalupe de Extremadura, de 1499, similar a la Guadalupana de México

Estandarte de Andrés Doria, que por la concordancia de fechas casi seguramente llevó en su galera capitana en la jornada de Lepanto,


en 1571 Pintura y esgrafiado en madera. Anónimo, Su fecha se fija entre finales del Siglo XVI y principios del XVII

Imagen guadalupana de la Placa de Samuel Stradanus. Aquí se muestra la imagen impresa a partir de la placa. Su fecha máxima de hechura pudo ser 1622

El estandarte de Lepanto, la placa de Stradanus y el esgrafiado en madera, se hicieron tomando como modelo a la imagen original. Si la imagen original fuera como la del coro de Extremadura, entonces estandarte, placa y grabado serían como la del coro. Pero no. Son como la imagen que se observa actualmente en el ayate. Aquí encuentro por lo tanto una seria objeción a la hipótesis de Garza-Valdés, y con más razón si él no muestra fotografías de su "descubrimiento". Hay que recordar que Garza-Valdés no realizó su examen sólo; fue acompañado por el dr. Gilberto Aguirre y el fotógrafo Lester Rosebrook, quienes en el artículo Test of faith, publicado en San Antonio, Texas el 2 de Junio de 2002, disienten de las conclusiones de Garza Valdés, dice Aguirre: "“Dr. Garza-Valdes and I have the same images, but our conclusions are entirely different. I can´t find anyone who agrees with Dr. Garza-Valdes.” “Secondly, he claims to not only see two other paintings, but a nude baby Jesus in the arms of the Virgin, as well as the initials M.A. and the date 1556. I have studied these photos, but I do not see these things.”" Asimismo, examinó a la imagen con el cristal protector. Esto obstaculiza la calidad del examen, además de que la fotografía ultravioleta no sirve para el caso como la fotografía infrarroja que emplearon Callagan y Smith. En fin, el autor, dedicando poco espacio a su "descubrimiento", dedica el grueso del libro a


publicar documentos y antiguas impugnaciones. Publica, por ejemplo, cinco documentos de fr. Juan de Zumárraga: -Ejecutorias y acta de posesión de fray Juan de Zumárraga (Agosto 29 de 1533) -Instrucción de fray Juan de Zumárraga a sus procuradores ante el "Concilio Universal Lateranense", febrero de 1537. -Carta a los obispos de la Nueva España a Su Majestad, Diciembre 4 de 1537. -Carta de fray Juan de Zumárraga al emperador Carlos V, fines de marzo de 1547. -Carta de fray Juan de Zumárraga al licenciado Sandoval del consejo de Su Majestad Carlos I de España, 2 de noviembre de 1547. Dice que en ninguna de ellas habla Zumárraga del evento guadalupano, lo cual es verdad; porque en la primera, su toma de posesión, ¿Qué tenían que hacer allí las apariciones guadalupanas?, la segunda me resulta extraña, porque no hubo ningún Concilio en Letrán en tiempos del arzobispado de Zumárraga (el V Lateranense terminó en 1517), y hasta 1545 se inauguró el de Trento, así que ignoro de qué "Concilio Universal" hable la carta, que de todos modos no exigiría la mención de las apariciones. La tercera trata de detalles sobre clérigos, iglesias, matrimonios, aspectos prácticos -y no especiales- de la Nueva España. En la cuarta pondera, aboga y habla sobre el clérigo presbítero Alonso García, lo cual no pide mención del suceso guadalupano, y la quinta es personal al Lic. Sandoval, donde no trata de asuntos guadalupanos. Júzquese la solidez de Garza-Valdés con el siguiente texto suyo (Tepeyac, Cinco Siglos de Engaño, págs. 101-102): "Se ha reportado muchas veces que los documentos en que el obispo fray Juan de Zumárraga reportó la aparición de la Virgen de Guadalupe en el cerro del Tepeyac se han extraviado. Esta posición, que es incorrecta y difícil de mantener, ha sido uno de los principales obstáculos para aclarar la verdad... esta posición absurda de algunos aparicionistas es dolorosa, pues su terquedad daña sin duda la credibilidad de mi religión. Si Zumárraga hubiera sabido, indiscutiblemente habría hablado de ella en todos sus escritos por el resto de su vida". Sin más, dice que la posición de que se hayan extraviado los autos originales "es incorrecta y difícil de mantener", sin explicar para nada el por qué de su "incorrección y dificultad de mantenerse". De absurdos y tercos califica a los aparicionistas, como si hubiera que pensar como él para no ser "terco" ni "absurdo". Y fácilmente afirma que Fray Juan de Zumárraga tendría que haber escrito sobre la aparicion en todos sus escritos por el resto de su vida. Y esto para él, es "indiscutible". Punto, nadie puede replicarle, por ejemplo, que en la tercera carta de Zumárraga que publica en su libro, el obispo de México se dedica a abogar por Alonso García ante el emperador... ¿Por qué tendría que mencionar allí la aparición guadalupana? Desde el principio, asume la postura de que "Juan Diego no existió", como si esto estuviera bien comprobado, a diferencia de Olimón, que prefiere mantener la discusión abierta. Cualquier argumento aparicionista es despachado con la simple y llana afirmación de que "Juan Diego no existió". Y finalmente, para darle más grosor al libro, publica las cartas de fray Diego de Santa María al rey Felipe II, la Carta antiaparicionista de Joaquín García Icazbalceta, y la Carta del obispo Eduardo Sánchez Camacho a los editores de El Universal. He aquí una reseña de este impugnador.


Con esto concluyo esta breve revista de impugnadores. Espero hablar más ampliamente de algunos en otros artículos. Por ahora, me basta para tener a la mano un resumen de los principales, de sus impugnaciones y de sus errores.

NOTAS

JOAQUÍN GARCÍA ICAZBALCETA, Carta acerca del origen de la Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, núms. 69 y 70: [1]

69.-"He concluido, Ilmo. Sr., con el examen de la historia de la Aparición bajo el aspecto histórico. No he querido hacer una disertación, sino unos apuntes para facilitar á V.S.I. el camino si gustase, de examinar por sí mismo este grave negocio." Y 70.- "Si he escrito aquí acerca de ella, ha sido por obedecer el precepto repetido de V.S.I. Le ruego, por lo mismo, con todo el encarecimiento que puedo, que este escrito, hijo de la obediencia, no se presente a otros ojos ni pase a otras manos: así me lo ha prometido V.S.I."

BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, cap. 91: [2]

"Vamos adelante a los grandes oficiales de asentar de pluma y pintores y entalladores muy sublimados, que por lo que ahora hemos visto la obra que hacen, tenemos consideración en lo que hasta entonces labraban; que tres indios hay en la ciudad de México, tan primos en su oficio de entalladores y pintores, que se dicen Marcos de Aquino y Juan de la Cruz y el Crespillo, que si fueran en tiempo de aquel antiguo e afamado Apeles, y de Miguel Ángel y Berruguete, que son de nuestros tiempos, les pusieran en el número dellos"

[3]

Ibidem, cap. 209:

"... no harán con sus muy sútiles pinceles las obras de los esmeriles, ni relicarios que hacen tres indios grandes maestros de aquel oficio, mexicanos, que se dicen Adrés de Aquino y Juan de la Cruz y el Crespillo".

FRAY BERNARDINO DE SAHAGÚN, Historia General de las Cosas de Nueva España, Apéndice sobre Supersticiones, núm. 11: [4]

"...les ha hecho sonar a Santa María y a Santa Ana, y a San Juan Evangelista, o Bautista, y en lo interior de la gente popular que allí viene está claro que no es sino lo antiguo, y no es mi parecer que les impidan la venida ni la ofrenda; pero es mi parecer que los desengañen del engaño que padecen, dándoles a entender aquellos días que allí viene la falsedad antigua, y que no es aquello conforme a lo antiguo, y esto deberían de hacer predicadores bien entendidos en la lengua y costumbres antiguas que ellos tenían, y también en la Escritura divina".

[5]

JUAN BAUTISTA MUÑOZ, Memoria..., núm. 1:

"Somos obligados a creerlo así en general; pero en particular tenemos libertad para dudar de cualesquiera doctrina y hechos no comprendidos en los libros canónicos ni en la tradición primitiva universal y constante. Más diré, tenemos obligación de no cautivar nuestro entendimiento por semejantes cosas, ni prestarles aquel obsequio que es debido a las que la Iglesia propone a los fieles como artículos y dogmas de fe divina".

[6]

ALFONSO JUNCO, El milagro de las rosas, cap.3, p. 26:

"Mi paisano fray Servando era un tipo singular, inquieto, vanidoso, combativo, amante de politiquear, atrayente en su trato, boquiflojo, megalómano, de cultura vastísima y brillante pero sin coherencia ni profundidad, amigo de la democracia pero con grandes ínfulas aristocráticas, copioso en extravagancias pintorescas y a la vez en rotundos estallidos de sentido común; en suma, un hombre contradictorio, original, dinámico, con algo y aun algos de chiflado"


[7]

JOSÉ LUIS GUERRERO, El Nican Mopohua, un intento de exégesis, Ap. 12:

"Es difícil juzgar a este personaje, pero, como quiera que se le califique, y por más que no se quiera juzgar su conciencia, no se puede menos de evaluar su credibilidad, y ésta difícilmente podría ser más baja: Se trata de alguien tan infantilmente vanidoso, que hasta cáe simpático; cuando habla de sí mismo, (y lo hace continuamente), es un megalómano que linda en lo paranoico: de sangre nobilísima, genio indiscutido, todos en torno a él o lo exaltan o lo envidian y persiguen... y en fín, que para evaluarlo tiene que tomarse en cuenta su mitomanía, tan exagerada que si de veras fue antiguadalupano, esto no podría redundar más que en desprestigio del antiguadalupanismo... pero ni siquiera puede decirse que lo fué, pues bandeó y se contradijo al ritmo de su conveniencia. "

Se pueden leer semejantes asertos en "Sermón Guadalupano" de Fray Servando Teresa de Mier, en Testimonios Históricos Guadalupanos p. 743-744: [8]

"¿Mas de dónde se infiere que está pintada en la capa de Santo Tomás apóstol? Para probar esto necesitamos recurrir a las historias del Perú... Está dicho que Jesucristo es el mismo Huitzilopochtli o Señor de la espina en el costado y que así su Madre Santísima es Madre de todas estas gentes... Se llamaba Coyolxauqui, esto es, la que el Coyote o Santo Tomás adorna con flores, de cuyo ejemplo viene a los indios poner tantas flores a las imágenes, llamábase también Coatlicue, y he aquí ya la prueba de que nuestra Señora está pintada en la capa del apóstol..."

2a. Carta a Juan Bautista Muñoz, en Testimonios Históricos Guadalupanos p. 768: [9]

"Todo lo que he dicho concurre contra la tradición de Guadalupe, y yo haré ver que efectivamente no existió en 117 años, hasta que en 1648 comenzó a nacer de los autores impresos: que éstos no tuvieron otro fundamento que un MS. mexicano del indio D. Antonio Valeriano, natural de Atzcapotzalco, escrito unos 80 años después de la época asignada a la aparición, y lleno de anacronismos, falsedades, contradicciones, errores mitológicos e idolátricos. En una palabra, que es una comedia, novela o auto sacramental, a estilo de aquel tiempo..."

EDUARDO SÁNCHEZ CAMACHO, "Escritos Antiaparicionistas", Carta a los Editores de El Universal, en Testimonios Históricos Guadalupanos p. 1281, 82 y 83: [10]

"... el actor, Sr. Lic. don Trinidad Sánchez Santos, no presenta más agumentos que algunos errores históricos en que incurrió el Sr. Icazbalceta... Respetamos al Sr. Sánchez Santos por su saber, pero no lo consideramos capaz de juzgar al Sr. Icazbalceta, y menos de hacerlo con imparcialidad... se publica una carta del Sr. obispo de Yucatán Sr. don Crescencio Carrillo y Ancona, en el estilo moderado que usa siempre ese señor... Yo respeto al señor Carrillo por su prudencia (no conozco sus virtudes morales y puede que sea como uno de tantos de nosotros), como geógrafo, como escritor y algo como historiador; pero como lógico, como teólogo y como canonista, no creo que sea una notabilidad."

[11]

EDMUNDO O´GORMAN, Destierro de sombras..., Ap. 7, p. 270, núm. 36:

"1888 [Joaquín García Icazbalceta]. Anónimo, De B.M.V. Apparitione in Mexico sub titulo de Guadalupe, exquisitio historica, sin pie de imprenta ni fecha. Se trata de la traducción latina, parcial y deformada de la carta de García Icazbalceta al arzobispo, vid. supra, 20. Sirvió de original una copia que poseía Francisco del Paso y Troncoso sustraída subrepticiamente de su escritorio por el canónigo Vicente de Paula Andrade, y a éste y al padre Antonio Icaza se debe la versión latina, pésima. Se sabe que fue impresa en 1888 en México, imprenta de Epifanio Orozco, calle de las Escalerillas, núm. 13. El propósito de Andrade fue tratar de impedir que se concediera el nuevo oficio y misa propia de la Virgen de Guadalupe, y a ese efecto envió ejemplares a los miembros de la Congregación de Ritos y a otras personas"

[12]

Ibidem, p. 273, núm. 55:

Edición clandestina hecha por el canónigo Vicente de P. Andrade. Reproduce la traducción española de la Carta de García Icazbalceta que hizo y publicó Vera en su Contestación histórico-crítica.... El libro se imprimió en la ciudad de México por Albino Feria, no en Jalapa ni en la "Tipografía de Talonia", que no es sino el segundo apellido del padre Vera.

[13]

ALFONSO JUNCO, El milagro de las rosas, cap. 6, p. 87, 88 y 90:

"Con la honradez del p. Vera, erudito serio y sólido, contrasta la actitud del "servandesco" Andrade, quien se apresuró a publicar, segregada y sin aclaración alguna, la traducción castellana incorporada por Vera para refutarla en su Contestación histórico crítica, como si éste la editara por gusto y aprobase su contenido...


El de Andrade es todo un caso psicopatológico que invita a sabroso estudio, y lo aguarda. ¿Cómo explicarse en sacerdote bueno, caritativo, y por otros conceptos intachable, estas aberraciones contra la probidad? ¿Cómo entender en quien era precisamente canónigo de la Colegiata de Guadalupe, este linaje de frenesí por combatir -incluso con armas feas y prohibidas- el origen prodigioso que es base de la gloria y singularidad de aquel santuario?... Toda la actitud de Andrade y consocios -entre los cuales no estaba Icazbalceta- es de masonería y conspiración, trampa y ardid, frente a la incorruptible probidad científica de un Vera, de un Carrillo y Ancona, de un Plancarte y Navarrete".

[14]

El Guadalupanismo Mexicano, cap. 1, p. 24:

"Vanas resultan, a mi modo de ver, las explicaciones ante tan tremenda negación, desde las extrañas y mal urdidas por don Carlos María de Bustamante, hasta las del obispo Vera, quien se explica este ataque de Sahagún debido al "respeto" que tenía a su provincial Bustamante, el primer inimicus homo de las apariciones. ¡Como si necesitara Sahagún, por respeto a un provincial que lo había sido quince años antes y ya estaba muerto, decir lo que con toda sinceridad y con toda firmeza se ha visto que escribió!"

[15]

Ibidem, cap. 7, p. 56.

[16]

MIGUEL LEÓN-PORTILLA, Tonantzin Guadalupe, cap. 1, p. 45 y 46:

"Valeriano compondría entonces su relato, a la vez de gran fuerza teatral, en torno a un indio macehual, hombre del pueblo, cuyo nombre hubo de dar. De no haber existido éste, su relato corría el peligro de ser tenido desde un principio como mera fantasía. Cabe, por tanto, pensar que el nombre de Juan Diego estuvo vinculado desde antes con la señora venerada en el Tepeyac... Esto no implica que Valeriano hiciera traición a sí mismo queriendo hacer pasar como histórico el relato sobre los orígenes de la pintura y su culto en el Tepeyac. En realidad, mas que inventar una historia, pudo conjugar varias tradiciones... No parecía alejado de la verdad que hubiera -como en otros muchos relatos- un intermediario entre la Virgen y quien debía ordenar se cumpliera su deseo de que se le edificara un santuario... Ello deja entrever que, efectivamente, así como concurría mucha gente a la ermita del Tepeyac desde bastantes antes de 1556, también se había difundido una tradición que hablaba de Juan Diego y de apariciones de Tonantzin."

[17]

INFORMACIONES DE 1556, Testigo Juan de Salazar; Folio 11A:

Preguntado si oyó el sermón que tres dias antes Su Señoria Rma., predicó en esta ciudad y cómo, en él, procuró de persuadir a todo el pueblo a devoción de Nuestra Señora, diciendo cómo Su Hijo precioso en muchas partes ponía devoción a la imagen de su Madre preciosa en los pueblos y despoblados y para esto señaló a Nuestra Señora la Antigua y de los Remedios y Nuestra Señora de Monserrrate y de la Peña de Francia y nuestra Señora de Lorito (sic). Dixo que este testigo se halló presente al sermón que le es preguntado que hizo el Señor Arzobispo, y las mismas palabras y por el mismo orden que le es preguntado, se las oyó decir..."

[18] El p. José Luis Guerrero es un guadalupanólogo profundo y minucioso. En su obra citada, El Nican Mopohua, un intento de exégesis, dedica un capítulo completo a tratar de "algo" que pasó en México en 1531. Para el asunto de la conversión de los indios cita extensamente a Robert Ricard, Motolinía, Mendieta, fray Pedro de Gante, fray Martín de Valencia y Muñoz Camargo, entre otros. Estudiando las conclusiones del p. Poole, sobre que "no hubo tal conversión masiva", el p. Guerrero comenta: "Esta tesis del P. Poole, que reitera a lo largo de su obra, pero que nunca prueba y ni aun discute, es tan contraria a la reconocida evidencia histórica que francamente desconcierta. No tiene él por qué aceptar que esa conversión se debiera a la aparición, pero, aun no aceptando ésta última, no puede negarse el hecho histórico, clamorosamente documentado por los misioneros, de que, "no los compeliendo nadie", los indios corrieron en avalancha a solicitar el Bautismo a partir de 1532. (Cfr. capítulo I)."

[19] En su número 1343, la revista Proceso publicó la entrevista de Rodrigo Vera a Antonio Flores Gómez, en la que éste declara "haberse dado cuenta" de que la imagen no era producto de un milagro. En cuanto al "estudio" de Sol Rosales, no he podido ubicarlo, sólo he visto declaraciones sueltas en diversos sitios de Internet.

[20] JOEL ROMERO SALINAS, en su libro Juan Diego, su peregrinar a los altares, proporciona una reseña de las impugnaciones contenidas en esa tesis, p. 516-519

[21] En los años en que se escribieron estas cartas, Carlos Warnholtz era arcipreste de la Basílica, y Esteban Martínez de la Serna era el jefe de la Biblioteca de la Basílica.


[22] Xavier Nóguez es un investigador e historiador de la U.N.A.M., publicó una tesis llamada Documentos guadalupanos, un estudio sobre las fuentes de información tempranas en torno a las mariofanías del Tepeyac, en la cual concluye que las Apariciones Guadalupanas no pueden probarse históricamente. Esto lo hace sumarse a los impugnadores, y al mismo tiempo, ser citado por éstos.

[23] El asunto de la autoría del Nican Mopohua ha sido uno de los más discutidos en la Historiografía Guadalupana. La mayoría de estudiosos del tema consideran a Valeriano como único autor. El p. Ángel Ma. Garibay Kintana propuso que Valeriano, ayudado por otros indios y asesorado por fray Bernardino de Sahagún, compuso la pieza. Para otros, el autor fue Lasso de la Vega, en contubernio con el p. Miguel Sánchez. Actualmente (estoy hablando de por lo menos el año 2002), la discusión ha sido cerrada por Miguel León-Portilla, quien asienta que el autor fue Valeriano y nadie más, y que el Nican Motecpana es una versión con añadidos de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, y el Huey Tlamahuizoltica es una copia del Nican Mopohua hecha por Lasso de la Vega. Por el momento nadie ha intentado refutar a León-Portilla. La autoría de Valeriano se sustenta en los testimonios de Luis Becerra Tanco (Felicidad de México, 1675) y Carlos de Sigüenza y Góngora (Piedad Heroyca de D. Fernando Cortés, 1690), con Un radical problema guadalupano de Alfonso Junco, La Protohistoria Guadalupana de Lauro López Beltrán, Destierro de sombras... de Edmundo O´Gorman, El Nican Mopohua, un intento de exégesis, por José Luis Guerrero, y el citado Tonantzin Guadalupe, de León-Portilla, entre otros.

. Bibliografía:

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