El caracol andariego

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テ]gel Rigau

Prof. Mirian Cruz


Pedro regresaba de la escuela. En el camino encontró un caracol. Le pareció muy raro encontrar un caracol en plena ciudad.

“¡Qué lindo!”_pensó. Y se inclinó allí mismo con deseos de recogerlo. En ese momento la brisa comenzó a soplar más fuerte y a enredarse en las ramas de los árboles. Acariciadas por el viento, las hojas cantaban y bailaban en el aire. Un pequeño silibido de la brisa vino bajando hasta tocar la tierra. Se acercó al caracol. Rápidamente, invadió la rosada concha, y giró en su interior. Entonces, Pedro pudo escuchar un sonido que desde adentro del caracol parecía decirle: -¡Hola, amigo! ¿Cómo estás? Prof. Mirian Cruz


Pedro recordó las hstorias de los caracoles que habían leído. Y entonoces , como si hubiera estado viviendo en otro mundo, aunque un poco asustado, le contestó al caracol: -¡Hola, ¿Tú puedes hablar? Otro soplo de la brisa vino. Se introdujo en el caracol. Entró de la misma manera que el primer silbido. Entonces, Pedro pudo escuchar que el caracol le contestaba: -Sí, amiguito. Algunas veces yo puedo hablar. Pero eso depende de quién pueda escucharme… -Sí, Sí. Te escucho. Sigue hablándome –le dijo Pedro. -Yo quisiera… -le dijo el caracol-. Yo quisiera hablar de muchísimas cosas, pero la gente pasa sin prestarme atención. Además, el ruido de tantos automóviles ahoga mis palabras.

-Pero yo te escucharé –replicó Pedro. -Gracias –dijo el caracol-. Eres de los pocos que saben oír y entender ciertas cosas.

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-¿Qué haces tú por acá, tan lejos del mar? –le preguntó Pedro. -Venía de la playa en un autobus –contestó el caracol -. -Venía con unos niños. Sucedió que en el camino me caí. Un hombre me dio un puntapié. Como soy tan duro, parece que le lastimé los dedos. Del empujón vine a caer en esta orilla de la carretera. Por eso estoy aquí, donde me has encontrado.

-¿Y qué piensas hacer? –le preguntó de nuevo Pedro. -Estoy aquí pensando y esperando a que llegue la lluvia –dijo el caracol- . Puede ser que llueva tanto que las aguas me lleven otra vez hasta el mar de donde salí.

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-Pero ahora yo quisiera llevarte casa –le dijo Pedro.

-Bueno, si tú quieres, podemos ser amigos –contestó el caracol. -¡Quiero! –le hizo saber el niño-. Yo espero que mi tía Julia me deje tenerte. -Yo no creo que tengas problema. Mi belleza le gustará – dijo el caracol-. Mira mi interior, hecho de suave nácar de color rosa. Parezco pintado de cal blanca y gris. Y estoy cubierta de verrugas que parecen boradadas de arena, sal y de espuma endurecida. Por eso, me veo como si estuviera hecho de piedra. -Sí, Sí. Eres precioso – le dijo Pedro-, pareces un cofre pequeñito, sin llave, abierto, en forma de cono. Y parece como si las manos del agua te hubieran adornado por fuera decorándote con una coraza blanca y dura. Se parece a la coraza que tiene las estrellas del mar. Prof. Mirian Cruz


-¡Gracias!, ¡gracias! –le contestó el caracol -. Parece que lees muchos libros de cuentos, porque hablas como hablan las páginas de esos libros. –Sí. Es cierto. Pero nunca imaginé que un caracol pudiera hablarme y hacerme pensar en cosas tan lindas. La brisa continuaba jugando alrededor del caracol. De pronto, al entrar de nuevo en él, parecía como si el caracol se hubiera echado a reír… Y así, alegre y sonriente, continuó diciéndole a Pedro: -Perdona que hable de mí. Pero además de ser una cosa bella, soy útil. Sirvo para adornar. Me usan para hacer lámparas eléctricas conmigo. ¡Ah!, y también fui la casa de un molusco. Éste es un animalito del mar y es muy gracioso. Alguna gente lo utilizan para alimentarse, para comer. En mi vida, he servido para muchas cosas buenas. Prof. Mirian Cruz


-¡Tienes razón! –exclamó Pedro-. ¡Vente conmigo! En el camino, una nube negra y fea escondió el rostro del sol. El día comenzó a ponerse oscuro. Con el caracol entre sus manos, junto con los libros, Pedro miró al cielo y comenzó a rogar:

-¡Por favor, que no vaya a llover mucho ahora! Espera lluvia hasta que lleguemos a casa! No quiero que la lluvia regrese al mar a mi amigo el caracol.

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