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DIC 2015 $150
22. Cuando la danza nos une
33. Casa nueva, estrés nuevo
38. El auge del “café gourmet”
Entrevista a Natalia Díaz, bailarina uruguaya de árabe.
Crónica sobre la travesía de encontrar nuevo hogar.
Variedad de procedencias y sabores, en un mismo lugar.
Uruguayos en Nueva Zelanda Auge de las vacaciones laborales en la tierra del Hobbit
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Vuelta al mundo
Una recorrida más veloz que la de Julio Verne por varios rincones del mundo, enterándote de las noticias más curiosas.
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Uruguayos en Nueva Zelanda
Cada vez hay más interesados en la visa que permite trabajar hasta un año en la isla kiwi. Jóvenes juntan miles de dólares y viajan o regresan con lo ahorrado.
¿Deberían aprender todos los niños a jugar ajedrez?
En Armenia, jugar ajedrez se ha convertido en una materia obligatoria en las escuelas.
14.
Cuatro días de veda tecnológica
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Cultura
Editorial
¿Qué tanto afecta la rutina el permanecer desconectado? Aquí, crónica de una veda virtual, con ansiedades, dudas y algunas reflexiones.
Agenda cultural - Parrilla, poeta del 44 - Cuando la danza nos une: entrevista a Natalia Díaz, bailarina de danza árabe.
Sum
Mixtura pone su ojo, sobre todas las cosas, en la mezcla cultural desde la vivencia uruguaya en la actualidad. El objetivo de la revista es saciar las ansias de saber de aquellas personas curiosas, las ansias de quienes estén dispuestos a conocer más, no solamente sobre la propia cultura uruguaya, sino que también de las culturas ajenas. Se propone un recorrido por el mundo, esquemático y simple, que no requiere de tickets de avión ni de maletas, pero que permitirá tomar conciencia sobre otras realidades, otras costumbres. La revista no solo expone culturas distintas, sino que también deja en evidencia la interacción entre ellas, legado de los que van, los que vienen y los que se quedan. Viajar lejos no es requisito para aprender de quien parece ser diferente: a veces simplemente basta con abrir los ojos y mirar lo que nos rodea.
Be better than the Gap Si la película Loco y estúpido amor ha dejado una enseñanza, es que lo que vestimos sí importa. En honor a ella, llega ésta colección de ropa masculina.
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¿El fin de la buena letra?
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Casa nueva, estrés nuevo
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Una vuelta a los orígenes
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Las nuevas tecnologías están desterrando la caligrafía. Ya casi no se escribe a mano. Pero la escuela garantiza su supervivencia.
Una crónica sobre la travesía de buscar una nueva morada, la complejidad de los trámites, hacer las maletas, trasladar muebles y volver a acomodar todo.
En Uruguay, la producción de alimentos orgánicos crece a paso lento pero firme. Una dieta sana y cuidar el medio ambiente impulsan a quienes cultivan y consumen.
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El auge del “café gourmet”
Variedad de granos, de procedencias y sabores, todo en un mismo lugar. La aventura de educar el paladar en un país en el que, según expertos, no existe la cultura del café.
mario
Directora D i r e cto r a d e A rt e Redactora Jefe Redacción
Directora de Diseño Diseño Gráfico J e fa d e f oto g r a f í a Archivo
María Esquivel R o s a r i o pa r r a l e s g a b r i e l a va z G a b r i e l a Va z - G a b r i e l P e v e r o n i - F i o r e l l a N a r i o J u a n C r u z - C a r l o s Ta p i a - D a n i e l a B l u t h - L e o n e l G a r c í a - E m i l i a Ta p i a FLORENCIA FUENTES Fiorella Nario - julian rosas fIORELLA nARIO cAMILA dELFÍN
INGLATERRA Llega al teatro Harry Potter and the cursed child, basada en la exitosa novela de JK Rowling. Ayer inició la preventa de entradas, agotándose todas en cuestión de horas a pesar de un fallo técnico que retrasó el servicio.
FRANCIA En Grenoble, al sureste de Francia se pueden encontrar máquinas que dispensan de forma gratuita historias cortas en forma de tickets de compra. Se colocaron ocho de estas máquinas como parte de un programa piloto de la empresa Short Édition. U R U G U AY Más de 200 artistas de cinco países latinoamericanos escenificarán con trama “shakespeariana” la reconocida ópera de Giuseppe Verdi (1813-1901) “Otello” en seis funciones en el Auditorio Nacional de Uruguay, en Montevideo, informó la producción del espectáculo.
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CHINA Un automóvil rojo a la entrada del estudio de Ai Weiwei en Pekín ya es objeto de adoración: ahí la gente puede donar los legos que el artista necesita para una obra, después de que la firma de estos conocidos juguetes rechazase vendérselos.
JAPÓN Hayao Miyazaki, el famoso director, compró un gran terreno forestal en la isla de Okinawa. Allí construirá un jardín con influencia de sus películas animadas. El parque, que llevará por nombre Forest Home of the Wind estará terminado para el 2018.
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Uruguayos en Nueva Zelanda Cada vez hay más interesados en la visa que permite trabajar hasta un año en la isla kiwi. Jóvenes juntan miles de dólares y viajan o regresan con lo ahorrado.
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Te cuento algunas cosas curiosas: no hay bidets, hay muchos baños públicos en excelente estado, el tráfico es ordenado y con muchas señalizaciones (también estricto, ya tengo tres multas por exceso de velocidad, jaja), se maneja por la izquierda con el volante a la derecha y casi todos los autos son automáticos, los water closet tienen dos botones para ahorrar agua (descarga de todo el tanque o de medio), la joda de la noche va desde las 20 o la tardecita hasta las 2 o 3 am, la gente es muy amable y tranquila, el tabaco es carísimo y se piensa desincentivar progresivamente hasta prohibirlo para 2025, es legal el matrimonio homosexual y los gobiernos son bastante liberales, el nivel de vida es alto, la gente anda descalza por la calle sobre todo en verano cuando van al super o algo (también en muchas casas se sacan el calzado en la puerta), hay mucha gente viviendo y trabajando acá que viene de India, China y de islas cercanas...”.
Pablo Romano (27) envía este correo desde Tauranga, Nueva Zelanda, a donde llegó en marzo pasado. Apenas terminó la carrera de Relaciones Internacionales en la Universidad de la República, renunció a su trabajo de seis años como gestor de un despachante de aduanas para aventurarse a una experiencia que cada año convoca a más jóvenes uruguayos: irse a vivir un máximo de 365 días a la tierra de los kiwis. Sucede que desde el 2003, Nueva Zelanda otorga visas Working Holiday (WH) a uruguayos de entre 18 y 35 años, lo que les permite trabajar legalmente hasta un año en el país. Y mientras en sus inicios los cupos difícilmente se completaban, en el último proceso, de 2013, se presentaron 700 postulantes para los 200 lugares que se otorgan: en diez minutos ya no había más.
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Uruguay también tiene convenios WH con había costado conseguir, ganaba bien, estaba países como Australia e Irlanda, pero la visa cómoda y dudaba si dejar todo eso. Hasta que de la isla neozelandesa combina requisitos un día me hizo el click y pensé: `No me voy a poco exigentes -la edad es su principal conquedar acá por un trabajo`”. Tramitó la WH en dición- con una oferta de empleo segura. En una época en la que, aunque reciente, los cupos otras palabras, se consigue trabajo sin mayono se colmaban tan rápido, y partió. res dificultades, a la vez que el salario mínimo A pesar de la dificultad para conseguir empleo permite una capacidad de ahorro improbable al principio, Liz se fascinó con Papamoa y decien Uruguay, sobre todo para un menor de 25. dió asentarse allí, donde finalmente entró a una A esto se suma una experiencia de vida que empaquetadora de kiwis. “Trabajaba diez horas incluye manejarse solo en un país lejano, conpor día, pero fue cuando empecé a ahorrar. Todo vivir con gente de todas partes del mundo y el mundo tarde o temprano consigue trabajo, de diferentes costumbres, aprender o ejercitar el última te cambiás de ciudad, pero encontrás”. idioma inglés, tener la posibilidad de viajar por El cónsul de Nueva Zelanda en Uruguay, otros destinos asiáticos y conocer paisajes y Ricardo Shaw, aclara que el objetivo primario culturas muy distintos. del convenio entre los dos países es el fortaPablo pensaba viajar con cinco amigos, pero lecimiento de los lazos y que la WH se otorga dos no fueron lo suficientemente rápidos al bajo la condición de que trabajar no sea la única aplicar online para la visa el día de apertura de razón del viaje, sino que exista una motivación cupos, el 1° de octubre pasado. Llegó entonces por recorrer el país, vincularse con nativos y a Auckland -la mayor ciudad de la isla norte y a conocer su cultura. De hecho, uno de los requedonde arriban los vuelos internacionales-junto rimientos que se hace a los jóvenes es que no a tres de ellos y ocho uruguayos más a quienes permanezcan más de tres meses en el mismo había conocido mediante un grupo de Faceempleo o en la misma localidad. book creado para la ocasión. Después de la empaquetadora, Liz pasó a Llegar acompañado es lo más frecuente, pero trabajar en un tambo, donde ganaba mejor aún viajando solo hacer contactos es muy fácil. (18 dólares la hora en lugar de 14) y con un Nueva Zelanda otorga 52 mil visas WH por año horario más corto. “Algún día, si había una a decenas de países, lo que lo vuelve un sitio harinseminación por ejemplo, nos quedábamos to cosmopolita, y la postal de más. Pero al ser al aire libre, jóvenes europeos, asiáticos y estabas muy tranqui. En la “Uruguay también latinoamericanos buscando empaquetadora es distintiene convenios WH trabajos temporales es hato: estás en una cadena de bitual. No es raro que chicos montaje, tenés media hora con países como que se conocen en hostels e para comer y 15 minutos de Australia e Irlanda, incluso buses terminen altarde; Tiempos Modernos pero la visa quilando casas, organizando total. Te volvías loco. Ahotramos de viaje o saliendo a ra, podías decir ‘qué trabajo de la isla neozelandesa buscar empleo juntos. de mierda’, pero te juro que combina requisitos El primer trabajo de Pablo todo el mundo era feliz. poco exigentes fue típico de WH: recolecLlegabas a tu casa -yo vitando kiwis. Desempeñó esa vía con 15 personas más- y con una oferta tarea por un mes y ahora está siempre alguien había cocide empleo segura” empleado en una empaquenado, o era un cumpleaños, tadora, armandopallets con o se ponía música. Aparte, las cajas de kiwis para exportación. La manera como sabés que es temporal y no vas a estar más rápida de encontrar trabajo en la isla es toda tu vida haciendo eso, lo tomás de otra yendo al campo, en particular si se llega en épomanera. Pero te cansás mal, yo estaba muerta. ca de zafra. Por eso son pocos los que se quedan El trabajo en el tambo, por el contrario, me enen la ciudad, donde los empleos más requeridos cantó. No era una máquina, tenía que usar la son en servicio, como hostales o bares. cabeza. Además miraba para un lado y estaba Por el contacto con una amiga que ya esla montaña llena de nieve y para el otro lado, taba instalada, el primer lugar al que fue Liz la playa. Increíble”. Gandini (27) cuando llegó a Nueva Zelanda en Diego Telias (26), licenciado en Estudios In2012 fue Papamoa, un suburbio de Tauranga ternacionales, repite que su caso fue “atípico”. muy popular en verano. “A nivel laboral fue Viajó junto a un amigo en 2010 y, luego de un un error, porque llegué en junio y la época de par de meses en Tauranga donde recolectaron kiwis ya se había terminado. Solo me quedaba kiwis hasta que terminó la zafra, consiguieron buscar trabajo en bares, pero es una zona de trabajo en la cocina de un hostel de Auckland. balneario y tampoco era verano, así que estuve “Nuestro horario era de 6 a 11 de la mañaun par de meses en banda, haciendo `changas` na. Tenía toda la tarde libre, así que a veces en el campo”, cuenta esta licenciada en Comule sumaba otros trabajos, como de delivery en nicación que siempre tuvo “el chip de viajar”. una pizzería. Nos sirvió para ahorrar, porque “Antes de irme tenía un buen trabajo, que me no gastábamos nada: comíamos ahí y el hostel
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contaba con un anexo donde vivían los empleados; había que pagar pero era muy barato”, cuenta. Estuvo seis meses seguidos en el mismo lugar y en una ciudad grande; “atípico” para una WH. En ese período, juntó 12 mil dólares. El salario mínimo en Nueva Zelanda ronda los 14 dólares la hora. Se cobra a través de un banco una vez a la semana, lo que sirve para organizarse ya que los alquileres, por ejemplo, también se pagan cada siete días. El costo de una habitación compartida, en una casa en la que conviven varios, suele rondar los 100 dólares semanales. “Con un día de trabajo, pagás el alquiler. Y de comida, gastás unos 60 dólares a la semana. El resto lo podés ahorrar, o gastártelo en boliches. El que quiere, puede juntar 20 mil dólares en un año, o más”, asegura Liz, en una cuenta confirmada por los demás consultados.
Otro gasto que tienen casi todos los WH es un auto. “Para ir a los campos de kiwis lo precisás, porque no hay ómnibus”, dice Diego. Y además, los vehículos son muy económicos. Él y su amigo gastaron mil dólares en un coche que los trasladó en sus primeras semanas. Liz recuerda que adquirió una “camionetita” Subaru por US$ 1.400. “Incluso llevaba un colchón atrás y la usaba para dormir en viajes”, dice. Y hay un plus: recorrer Nueva Zelanda en auto, agregan, regala paisajes únicos; por algo fue la tierra elegida para filmar El Señor de los Anillos. Por otro lado, la seguridad no es un tema que genere preocupación en la tierra kiwi. “En la casa en la que vivía se dejaba la puerta entornada para que entrara y saliera el gato. Nunca tranqué el auto. En los lugares donde viví jamás me dieron una llave, porque las puertas no se cierran con llave”, cuenta Liz.
El cónsul Ricardo Shaw hace continuo hincapié en la contención que proporciona un país como Nueva Zelanda, de las mismas dimensiones de Uruguay. Sus tres hijos viajaron con la visa WH y destaca que él siempre se sintió tranquilo como padre. “Cuando hijos de amigos míos que tienen 18 años no saben aún qué estudiar, están en duda, siempre les digo: `Que vaya a Nueva Zelanda que no pasa nada, van a estar bien`. Es un lugar tan honesto, tan seguro. Yo llevo grupos de productores agrícolas uruguayos todos los años y, cuando pasamos por pequeñas chacras, les muestro cómo los propietarios sacan a la calle cajones con frutas, una balanza y una caja con plata, que dejan solas, sin nadie atendiendo. La gente toma lo que necesita, lo pesa, deja el dinero y se va”. Al mismo tiempo, agrega, los kiwis -como se llaman a sí mismos los neozelandeses- se han acostumbrado a convivir con extranjeros, lo que
los hace tener una visión más abierta del mundo. “A todos los chicos que van y me consultan les recomiendo que no se `empatoten`: que no vayan en grupo de uruguayos para todos lados. Que se vinculen, que conozcan gente -dice Shaw-. Está lleno de personas de todas partes del planeta. Y como cónsul les pido en particular que se relacionen con la gente del país”. La diversidad que se encuentra en la isla, de nacionalidades y culturas, pero también a nivel social, implica otro tipo de crecimiento personal. “A todos se nos caen los prejuicios”, dice Liz convencida. “Terminás conviviendo con hijos de millonarios y con `planchas`. Hacés amistad con gente con la que nunca te juntarías o te cruzarías acá. Y todos están juntando kiwis o limpiando casas, lo que nos iguala. Conmigo fue un grupete de hijos de familias importantes de acá, que los veías en plan `liberación` y notabas
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que podías compartir todo, aunque fuéramos de lugares tan distintos. Una amiga que es súper hippie, de no darle bola a alguien porque `tiene plata y es de derecha` y terminó siendo íntima de un grupo de chicas de la `alta sociedad`. Esas cosas pasan. Se iguala todo”, ilustra. Desde la isla, en donde piensa quedarse un año para luego viajar por Europa y Asia, Pablo Romano asegura que recomendaría “absolutamente, a todos”, que vivan su misma experiencia. “Votaría por que fuera obligatorio para todos vivir en un país lejano un año de tu juventud para abrir la cabeza y el corazón”. ¿Qué es lo que más le gusta de estar allá? “Estar viviendo una vida totalmente diferente, conociendo mucha gente distinta de todas partes del mundo, hablando inglés y aprendiendo un poquito de otros idiomas, prácticamente solo del otro lado del mundo (a pesar de que siempre se está acompañado de gente uruguaya, latina, de otros lugares y locales). Es desestabilizante, inseguro, pero emocionante por la misma razón”. Tanto Diego como Liz coinciden. “Parece que el gobierno de Nueva Zelanda me pagara por la propaganda que le hago desde que llegué”, se ríe ella. “Sobre todo a los más chicos, les digo que vayan, que lo vivan. Claro, tengo amigas que me dicen qué lindo todo, pero nunca trabajarían en un tambo ni dejarían todo acá para irse. Te tiene que salir. Yo lo súper recomiendo”. El viaje por Asia; objetivo de todos Con lo ahorrado en ocho meses de trabajo en Nueva Zelanda, Diego Telias recorrió durante cuatro meses Australia, Malasia, India, Japón, Corea, China, Vietnam, Camboya, Tailandia, Singapur e Indonesia. Después de un año y medio en la isla de los kiwis, Liz Gandini conoció Indonesia, Filipinas, Singapur y Tailandia (donde se tomó la foto sobre los elefantes). Lo mismo
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piensa hacer Pablo Romano. Es que el viaje por Asia es uno de los objetivos compartidos que tienen los latinos que llegan a Nueva Zelanda con la visa Working Holiday. “Nosotros no lo teníamos tan en mente, pero cuando llegamos todos nos dijeron que Asia era tan espectacular que lo pusimos como meta”, ilustra Diego. Este resultado inevitable no es exactamente lo que buscan los países que otorgan las visas, que en general aspiran a que los chicos recorran (y gasten lo ganado en) su tierra. U r u g u ay ya s o l i c i t ó más cupos El convenio de visa Working Holiday entre Uruguay y Nueva Zelanda está vigente desde 2003. Los primeros años los 100 cupos disponibles difícilmente se agotaban. Pero el boca a boca hizo su trabajo y el gobierno neozelandés aumentó el límite a 200. El año pasado, 700 uruguayos aplicaron para conseguir una WH neozelandesa, informa Ricardo Shaw, cónsul de ese país, y adelanta que Uruguay ya solicitó la extensión a 300 cupos. Los requisitos son: tener entre 18 y 35 años, certificar que se cuenta con 4.200 NZD (unos 3.600 dólares) para solventarse mientras se consigue trabajo y presentar una placa de tórax. Una vez que se otorga la visa, el adjudicatario tiene un año para viajar. Asimismo, en el momento que se ingresa a Nueva Zelanda comienza a correr el año de duración de la WH, y se puede pedir una extensión de tres meses más. Nueva Zelanda entrega 52 mil visas WH por año, en convenio con decenas de países. Todos los acuerdos son recíprocos, pero hasta ahora solo dos neozelandeses solicitaron una visa WH para venir a Uruguay. Shaw recomienda darle “me gusta” al Facebook de la Embajada de NZ en Argentina (que abarca nuestro país) para estar en contacto y al tanto de las novedades.
Pa r a e s t e a ñ o , ya h ay 4 0 0 p o s t u l a n t e s e n l i s ta d e e s p e r a “En este momento tenemos 400 chicos en lista de espera” para sacar la visa Working Holiday de Nueva Zelanda, dice Mónica Marenales, directora de Australtours, operador mayorista especializado en este destino y que arma paquetes WH desde sus inicios, en 2003. Su programa, que se distribuye en agencias de viaje, cuesta 2.920 dólares e incluye pasaje aéreo ida y vuelta a Nueva Zelanda, seguro médico (requerido para la visa), cuatro noches de hostel al llegar a Auckland, una tarjeta de crédito con 2.500 dólares de límite que sirve para completar el sustento económico pedido por el gobierno neozelandés, y asesoramiento. Esto último es útil no solo para el viaje, sino para aplicar a la visa, ya que el proceso se realiza online y el año pasado los cupos se llenaron en diez minutos. Si la visa no sale, el postulante no debe pagar nada. “Cuando la obtienen es que comenzamos a trabajar más en las necesidades de cada uno y ofrecemos un paquete a la medida, los ayudamos mucho en la preparación del viaje”, dice Marenales, quien, a pesar de que no sea un requisito, recomienda a los postulantes que estudien algo de inglés antes de arribar, lo que mejora sus chances. AUSTRALIA: Visa que se abre a fin de mes La visa Working Holiday que permite a 200 uruguayos por año trabajar en Australia comenzó a otorgarse apenas en abril de 2013, por lo que todavía es poco conocida. Eso, sumado a que tiene requisitos más exigentes que la visa neozelandesa -los postulantes deben demostrarbuen nivel de inglés y formación universitaria, aunque sea incompleta- lleva a que no exista tanta demanda. De hecho, todavía quedan cupos del año pasado y a fin de junio
se renuevan, por lo que se abrirán 200 nuevos lugares para quienes deseen aplicar. Pero los que saben aseguran que mientras la facilidad para conseguir empleo es la misma que en Nueva Zelanda, los sueldos son mejores. Patricio Rymer (30) lo confirma desde Sydney, a donde llegó en febrero pasado. Licenciado en Dirección de Empresas, en Uruguay tenía trabajo estable en una empresa de refrescos y estaba cómodo, pero se sentía “abrumado por la rutina”. Por un amigo se enteró de la existencia de la visa Working Holiday y la tramitó. Hoy su objetivo es trabajar, juntar dinero, romper con la monotonía de vivir en Uruguay y conocer Australia, donde encontró empleo como camarero y en construcción. “Conseguir el primer trabajo es lo más difícil, después es simple”. Si bien Patricio admite que el costo de vida “es carísimo”, asegura que los sueldos alcanzan sobradamente para vivir y ahorrar. Él aparta cerca de 1.800 dólares por mes, aún cuando no repara en gastos a la hora de salir y disfrutar. “A mí me gusta viajar y conocer, pero si tu objetivo primario es ahorrar, podés hacer muy buen dinero en un año”. Mónica Marenales, directora de Australtours, explica que algunas de las regiones que pagan mejor en Australia son el oeste y el centro, cerca del desierto, ya que no consiguen mano de obra local que quiera quedarse ahí. “Los establecimientos agropecuarios, bodegas, servicios turísticos son algunos de los más solicitados”, agrega. “Luego pueden irse de vacaciones al este, donde están las playas más famosas”. En días libres, Patricio hace surf, buceo o viaja a destinos turísticos cercanos. “Es una experiencia que recomiendo sin dudar. Eso sí: hay que venir con un inglés sólido”. Para el regreso no tiene planes. “Solo espero que la vuelta no sea muy dura”.
Gabr i e l a
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¿Deberían aprender todos los niños a jugar ajedrez? C
ada niño de 6 años o más en Armenia debe aprender a jugar al ajedrez. Las autoridades creen que la enseñanza obligatoria “fomenta el desarrollo intelectual de los escolares” y mejora las habilidades de pensamiento crítico. El país tiene muchas razones para creer en el ajedrez. Tratan a los grandes maestros como estrellas del deporte, los campeonatos se muestran en tableros gigantes en las ciudades y las victorias se celebran con una especie de frenesí que la mayoría de los países de reserva para el fútbol. El ajedrez es nada menos que una obsesión nacional. Puede que sólo sea una población de 3,2 millones de habitantes, pero Armenia regularmente bate a potencias como Rusia, China y Estados Unidos y su equipo nacional ganó el oro en las Olimpiadas Internacionales de Ajedrez en 2006 y 2008. Por si fuera poco, el presidente de Armenia, Serge Sarkisian, ha sido reelegido como presidente de la Federación Armenia de Ajedrez.
En Armenia, jugar ajedrez se ha convertido en una materia obligatoria en las escuelas. ¿Pero de verdad el estudio obligatorio de un juego de mesa podría mejorar el rendimiento académico de los niños y su comportamiento? 12
C r e at i v o Ahora, el país que se vuelve loco por el ajedrez está invirtiendo cerca de US$1.5 millones para enseñárselo a todos sus niños. Pero en otros países en constante elaboración de estrategias acerca de cómo impulsar el desarrollo infantil y la educación, ¿sería una buena idea hacer obligatorio el estudio de “la siciliana” y el “gambito de Dama”? Los defensores del ajedrez en las escuelas dicen tener evidencias de sus beneficios. Un estudio de dos años llevado a cabo en EE.UU. por el Dr. Stuart Marguilies encontró que el ajedrez mejora el aprendizaje de la lectura y los resultados de las pruebas de rendimiento en las escuelas primarias. Otro estudio realizado por el profesor Peter Dauvergne, que es también maestro del ajedrez, llegó a la conclusión de
que jugar al ajedrez podría elevar las puntuaciones del Coeficiente Intelectual, fortalecer las habilidades para resolver problemas, mejorar la memoria y fomentar el pensamiento creativo. Malcolm Pein, director ejecutivo de Ajedrez en las Escuelas y Comunidades (un programa que ha puesto el ajedrez en las escuelas del Reino Unido), dice que hay muchas razones por las que el ajedrez tiene un impacto positivo en los niños de la escuela primaria. “No sólo da a los niños buenas habilidades de pensamiento y mejora la concentración, la memoria y el cálculo, sino que enseña a los niños a asumir la responsabilidad por sus acciones”, afirmó. “También hay actitudes de comportamiento y atributos sociales para el juego. Los niños se dan la mano al comienzo del juego, y aunque no es un silencio sepulcral en las clases, es un juego bastante tranquilo y disciplinado”, opinó. Y lejos de que las personas más académicas sean las más propensas a jugar al ajedrez, se dice que el juego es una actividad muy universal e incluyente que se puede reproducir en todos los niveles. A pa g a d o “Alguien que no puede caminar, se puede desempeñar como un atleta de primera clase (en el ajedrez). A veces los niños que han sido pasados por alto —tal vez el niño más pequeño o más silencioso de la clase— podría ser el mejor”, sostuvo Pein. “Otra cosa sobre el ajedrez es que es tan barato que realmente puede ayudar a los niños en las zonas que están en desventaja económica”. Pain es un gran defensor de que ajedrez sea obligatorio en la escuela y, recientemente, pidió una revisión del programa nacional gubernamental del Reino Unido. Recomendó que una clase de ajedrez - “u otros juegos de
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pensamiento como el bingo” - fuera obligatorio para los niños todas las semanas en el año 2 (de seis años) o 3 (de siete). Pain reconoce que el juego puede ser difícil para los niños pequeños, pero sostiene que a los seis o siete años son más que capaces de entenderlo. El gran maestro británico y corresponsal de ajedrez para el Times, Raymond Keene, está de acuerdo con iniciar a los niños de seis años en la escuela primaria. Y no sólo porque piensa que es el momento óptimo para detectar a niños con potencial de hacer algo más grande. “El ajedrez se basa en el poder del cerebro, no de la experiencia. No es como escribir una epopeya. Así que si un niño es bueno a los seis, podría ser un gran maestro a los 12”, dice. Para el jugador, “el ajedrez es un proceso muy adictivo, una droga positiva para los niños”. Incluso cuando se juega en internet, es mucho mejor que los juegos de vídeo o la televisión, añade. “Fascinante” Pero, aunque él piensa que la enseñanza del ajedrez en las escuelas podría ser beneficiosa, pensaría dos veces en hacerla obligatoria. “Hay un montón de otras cosas que podrían ser benéficas al hacerlas obligatorias, pero me pregunto si sería apropiado”, dice. “Además, en Armenia, el gobierno está llamando a una puerta abierta. El ajedrez ya está tan arraigado en su cultura, está ligado en su psique nacional y en sus ambiciones. En el Reino Unido, hacerlo obligatorio podría alejar a la gente”, observó. Los jugadores de ajedrez están convencidos de sus propiedades, pero los expertos en educación ¿pueden ser persuadidos de ello? Katherine Birbalsingh, una maestra que salió a la luz pública después de criticar las normas de la escuela y que está creando una escuela propia, dice que es fácil ver cómo el ajedrez sería una herramienta útil.
“Soy una gran creyente en la adquisición de conocimiento —y el ajedrez es, obviamente, una habilidad— así que puedo entender por qué sería una cosa buena de enseñar a los niños. Mi pregunta es, ¿qué se pierde en su lugar? “Hay mucho que aprender, tantos temas para poner en el plan de estudios, sería una lástima perder algo como la música o el arte por el ajedrez.” Chris Woodhead, el ex inspector jefe de las escuelas de Inglaterra, dice que llevar el ajedrez a las escuelas - ya sea a través de clubes o clases - podría ser útil, pero que las clases obligatorias no son el camino a seguir. “No estoy seguro de si tendría un impacto beneficioso, pero el ajedrez es una actividad que muchas personas encuentran interesante y satisfactorio, por lo que tiene que ser bueno tener la opción,” dice. Russell Hobby, el secretario general de la Asociación Nacional de Profesores dice que fomentar el pensamiento estratégico es una habilidad esencial. Pero él no puede apoyar la idea del ajedrez obligatorio. “No más temas obligatorios. Se trata de encontrar lo que funciona con cada grupo de niños”. Y en un plan de estudios en el que ya están sujetos a numerosas prioridades, el ajedrez puede encontrar dificultades para obtener espacio.
V an e s s a
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Cuatro días de veda tecnológica Cuatro días sin usar Internet ni teléfono celular, y luego contar el resultado; ese fue el experimento periodístico propuesto para esta nota. ¿Qué tanto afecta la rutina el permanecer desconectado? ¿Cuánto cambia la cotidianidad el privarse de tecnologías que hoy están tan inmersas en el mundo laboral y doméstico? Aquí, crónica de una veda virtual, con ansiedades, dudas y algunas reflexiones.
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ije que sí sin pensarlo. Incluso, haciéndome la superada tecnológica, aclaré: “Mirá que yo no soy ninguna hiperconectada. No sé si tendré mucho para contar”. Después de todo, ¿cuánto puede cambiarte la rutina estar sin Internet y sin teléfono celular? El desafío -un experimento periodístico que han practicado medios estadounidenses como el Esquire o el Washington Post- implicaba cuatro días de abstinencia, de viernes a lunes incluido, para luego relatar el resultado. Abstrayéndose de los detalles, no parecía gran cosa. Pero la liviandad con la que tomé el tema desapareció a los dos minutos, con las primeras recomendaciones. “Si tenés información que vas a necesitar en algún mail, pasátelo a Word. Anotá los números que tengas en la agenda del celular y puedas precisar. También los del Outlook, porque no vas a poder abrir la casilla. ¿Cómo vas a hacer el fin de semana, vos que no tenés teléfono de línea? Fijate dónde tenés cabinas públicas cerca. Y avisale a la gente, así no piensan que te moriste”. Tomé por buenos todos los consejos. Anoté, avisé, e intenté prever al menos lo más grueso. En la etapa de contarlo, las reacciones que recibí fueron dispares; desde quienes veían en la desconexión total una señal del Apocalipsis, hasta los que sugerían que estaría en condiciones de alcanzar un nirvana. El resto, la mayoría, lo encontró simplemente divertido o interesante, acompañado de un “pero por suerte no me toca a mí”. El jueves -o ya viernes- sobre las 2 de la mañana cerré la laptop y apagué el celular, algo más inquieta de lo esperado. Día 1 El primer obstáculo, lo sabía, sería laboral. En el diario, la falta de celular no era un gran problema, ya que el “contrato” no me impedía utilizar los teléfonos de línea. Pero, ¿cómo empezar el día de trabajo sin correo electrónico,
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sin Google, sin sitios internacionales? La radio matutina repetía titulares y daba cuenta de la muerte de José Saramago sin ampliaciones. Quería saber más, pero los diarios del día no habían alcanzado a dar la noticia. Los portales de Internet, plenos de información, detalles y homenajes varios, me estaban vedados. Tendría que esperar a mirar el noticiero de televisión de la noche. Una eternidad. Prendí la computadora por inercia; no tenía material para escribir. La falta de conectividad había arrastrado consigo toda la utilidad de mi máquina, que yacía inerte. ¿Qué hacer? Tampoco tenía notas agendadas para ese día. Había traído el libro de un autor que debería entrevistar el lunes, pero no pretendía pasar ocho horas absorta en esa lectura. Miré a mi alrededor. Las pantallas que me rodeaban eran una oda a la conexión: Google, YouTube, e-mails, portales de noticias. La mía, me devolvía la foto del escritorio. Empecé a revolverme en la silla. ¿Qué hacer? Encontré una grieta al plan. Entré a revisar los cables de las agencias de noticias, por la red interna del diario, así por lo menos podría armar “pastillas” (notas breves). Técnicamente, no estaba quebrantando ninguna regla. Pero el tecnicismo no me salvó. “¿Qué estás haciendo? No, no, nada de eso. Es igual que revisar Internet”, me advirtieron mis compañeros. Entonces me entregué a la lectura, que apenas fue interrumpida el resto de la tarde por alguna colaboración laboral breve y concreta. Antes de partir, aproveché el teléfono para armar los planes del fin de semana. A la noche, juntada. “Te llamo más tarde y arreglamos bien, porque no sé a qué hora llego”, me dijo una amiga a la que todavía no le había contado del experimento. Estoy sin celular, le cuento. “Bueno, conectate al msn, que cuando llego te mando un mensaje”. Suspiro y explicación. Voz risueña: “Ah, entonces me tendrás que buscar
vos, porque vas a estar inubicable”. A la hora pactada, me sorprendí de mi propio acatamiento y responsabilidad laboral saliendo de casa en una noche fría y lluviosa, para comprar una tarjeta de teléfono y buscar una cabina pública. En un radio de tres cuadras alrededor de mi edificio, visualicé al menos tres cuya presencia nunca antes había registrado. Me sonreí al introducir la tarjeta, tratando de recordar cuándo fue la última vez que había necesitado echar mano a un teléfono público. No lo recordaba, pero no menos de cinco años. La sonrisa se me cortó al instante que me atendieron y vi bajar el importe de $ 50 a $ 41, automáticamente. “¿Me llamás de vuelta en un ratito?”, me piden. No, cancelo, llueve, hace frío, y resulta que llamar a un celular desde un público es más caro que llamar a Nepal. Noche de viernes cortada. Día 2 A las 10.30 del sábado tenía que pasar a buscar a mi hermana. Ella tenía un evento laboral a las 11 y yo había quedado en acompañarla. Me desperté 10.30. El primer impulso fue agarrar el celular, avisarle que no me espere, que nos encontrábamos allá, pero sólo me acordé que no podía cuando vi la pantalla en negro. Los tiempos eran ajustados, sin margen. Si yo llegaba tarde, ella llegaba tarde. Si yo no llegaba, ella me recordaría en varios idiomas pero, conociéndola, esperaría hasta último momento, y seguramente también llegaría tarde. Inspiré. La situación me estaba estresando. ¿Cuándo se me había ocurrido que no tener teléfono fijo era una buena idea? O la dejaba plantada o le avisaba de alguna forma. Prendí el celular. Llamé, le expliqué y apagué, sintiéndome culposa, débil e inútil. ¿Sucumbía ante el primer nimio escollo? ¿No era capaz siquiera de resolver algo tan simple sin ese aparatito? ¿La tecnología me otorgaba autonomía o me convertía en una autómata?
A la tarde, fui hasta el diario en busca de en la explanada de la Universidad. Si llueve, mi bicicleta -la otra herramienta que me cosuspendé. Si por alguna razón no podés ir, no necta con el mundo y que gracias a Dios no te quemes, ya sé que no tenés cómo avisarentra en la categoría de tecnología de últime”. Listo, todos los flancos cubiertos. “A las ma generación- que debido a 12 estoy ahí”, aseguró. Llegué la lluvia del día anterior había puntual y me senté a esperar. “La falta abandonado. Ex profeso, llevé Cinco minutos, diez minutos, de conectividad el celular, que después del paveinte minutos. Pregunté la había arrastrado réntesis de dos minutos seguía hora, ya que al quedarme sin muerto, y lo dejé en un cajón de celular también me quedé sin consigo toda mi escritorio. Tentaciones lejos, reloj. Confiada, tampoco hala utilidad pensé, todavía avergonzada de bía llevado tarjeta de teléfono. de mi máquina” mi falta de autosuficiencia. Pensé que, de haber podido, le A la noche, cena con amigos. habría mandado un mensaje de El lugar y la hora eran concretos, así que no texto ni bien llegara para saber por dónde andebía haber inconvenientes. No los hubo. Mi daba, cuando, no hace tantos años, era capaz desconexión sideral fue uno de los tópicos inde esperar a otro media hora sin excesivas mediatos de la mesa. “¿Cómo te lleva?” Los ansiedades. El celular reduce los márgenes de puse al tanto. Los tres, también periodistas, tolerancia, concluí haciendo sociología barata. todos de medios distintos, coincidían en que Treinta y cinco minutos. No iba a venir. ¿Se trabajar sin Internet es prácticamente impohabría dormido? No me preocupé, no pensé sible. Con el celular, en cambio, las opiniones en ninguna tragedia, simplemente no había diferían. “Tu problema es que no tenés telépodido y no tenía forma de avisarme. Recorrí fono fijo. Pero estar sin celular… debe ser `la la feria y volví a casa dispuesta a no programar felicidad`. Que no te encuentren siempre, que más encuentros mientras siguiera el período no te pidan cosas a cualquier hora”, dijo uno, de veda tecnológica. A la tarde, timbre. En geadoptando una postura zen que poco va con neral, si no espero a nadie, no bajo. Esta vez, su carácter. “Aparte, a todos nos ha pasado: se dadas las circunstancias, me pudo la curiosite pierde, te lo olvidás, se queda sin batería, y dad. Era mi madre, una de las pocas personas no es el fin del mundo”. A mi costado, el otro que conozco que todavía practica la costumvarón de la mesa le retrucó: “Mirá…yo tengo bre de “caer” sin asegurarse la bienvenida vía dos celulares y si uno se queda sin batería, me mensaje de texto. pongo nervioso”. Y la restante asintió. “Cuando estoy sin celular, inevitablemente creo que Día 4 puede estar pasando una tragedia y no tienen Ya era suficiente. Me desperté pensando úniforma de avisarme”. Pensé que eso ni siquiera camente en que el día pasara rápido. El fin de se me había cruzado por la cabeza. semana había quedado atrás, y la noche del domingo había tenido que apelar a mi mejor Día 3 control mental para ni siquiera encender la Domingo. Plan: Feria de Tristán Narvaja. Enlaptop. Llegué al diario anunciando que esa cuentro con una amiga a las 12, acordado vía misma noche me conectaba a todo. “Esta noteléfono público el día anterior. “Nos vemos che no. Mañana debería ser”, me contestaron,
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claramente divertidos con la situación. “No, ya tengo material para escribir, ya tengo claro lo que es estar sin Internet y sin celular. El resto es torturarme”, admití. “Claro, pero la tortura es parte de la nota”, se rieron. Volví a prender la computadora por costumbre. Por lo menos, al rato tenía una entrevista, lo que me acortaría la jornada. Quise corroborar la dirección cuando me di cuenta que la había anotado en el Outlook. Y como quien levanta el interruptor de luz para buscar las velas una noche de apagón, mi segundo impulso fue chequear si la habría guardado también en el celular. Culpé nuevamente a la inercia y me alegré de seguir siéndole fiel al papel y el lápiz. La dirección estaba prolijamente anotada en una libreta que uso menos de lo que debería. Finalmente, no era para tanto. “El problema es que tengo la atención fijada en la carencia, y eso me produce una sensación de inseguridad, pero no es para tanto”, me autoafirmé. ¿A horas del final del experimento se me había dado por liberarme? No. No sería para tanto, pero yo quería -necesitaba- conectarme. El tema volvió a salir, involuntariamente, en la entrevista, cuando el entrevistado, un escritor, me preguntó si tenía la información que la editorial me había enviado por mail tres días atrás. Tuve que explicarle, mientras pensaba con cuánta gente más estaría quedando mal debido a mis omisiones virtuales. A la noche, apenas entré en mi casa -y con la anuencia de mi jefa, que entre risas decidió apiadarse de mí- conecté la computadora. Ver la pantalla de inicio de Google fue como ponerme el respirador artificial, valga la figura hiperbólica. Entré a Facebook, revisé mails, escribí y poco más. Prendí el celular, leí los mensajes que me habían caído, nada urgente, y no contesté ni llamé nadie. Pensé cómo, por tantos momentos durante esos días, había sentido que actuaba sólo por un cúmulo de reflejos condicionados. Ahora mis estímulos estaban ahí, dispuestos a ser exprimidos, y yo no precisaba que me estimularan. Pero sí precisaba que estuvieran.
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Agenda Cine G R E E N D AY S País Corea del Sur Género Familiar Dirección Jaehoon An - Han Hye-jin ActoresPark Shin-hye - Song Chang-eui - Oh Yeon-seo Lugar Universidad ORT Centro. Única función: 6 de diciembre a las 19:30 horas.
F A I R P L AY País República Checa Género Drama Dirección Andrea Sedlácková Actores Judit Bárdos - Roman Luknár - Anna Geislerová - Ondrej Maly Resumen Anna (Judit Bárdos) quien pelea por poder clasificarse para los Juegos Olímpicos de Los Ángeles. La joven se entrena día tras día bajo el ojo supervisor de su preparador, hasta que gente de las altas esferas políticas descubren su talento y deciden acelerar su carrera. Así es como Anna entra a formar parte de un proyecto de investigación de esteroides anabolizantes ilegales auspiciado por el estado. Lugar Cinemateca 18, todos los días a las 21:35 horas.
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Resumen Para evitar perder, Yi-rang orquesta un colapso en el medio de una carrera de relevo, a pesar de que está a punto de abandonar su sueño de convertirse en atleta. Al mismo tiempo, Soo-min es transferido a su instituto desde Seoul y Cheol-soo, quien sueña con convertirse en científico, aparece en su vida.
Dos días, una noche País Bélgica - Francia - Italia Género Drama Dirección Jean-Pierre Dardenne - Luc Dardenne Actores Marion Cotillard - Fabrizio Rongione - Pili Groyne - Simon Caudry Resumen Sandra (Marion Cotillard), una mujer que está a punto de ser despedida de su trabajo, tiene tan solo un fin de semana para tratar de convencer a sus compañeros de trabajo de renunciar a sus primas para que ella pueda continuar trabajando. Una crisis que se transforma en todo un desafío para Sandra, quien intenta recuperarse de una severa depresión. Lugar Cinemateca 18, todos los días a las 19:25 horas. Alfabeta, todos los días a las 18:30.
cultural teatro El club d e l o s i d i o ta s Género Comedia Dirección Jimena Márquez Actores Micaela Sapin - Mariano Sabariz Franco Rilla - Alejandra Gregorio Lugar Teatro la Caldela. Funciones: martes y miércoles 21:00 horas. Entradas $250.
Resumen En esta obratono melancólico, diecisiete idiotas se presentan a un llamado para formar “El club de los idiotas” y, una vez que ingresan en él, ya no regresan al mundo real. En el club son felices, respetados, escuchados y comparten su idiotez con libertad y sin vergüenza, hasta que un día, un suceso inesperado cambia la rutina del club.
La Dama de Negro
El Capote
Género Terror-Suspenso Dirección Gustavo Suárez Maya ActoresLeandro Labat - Alejandro Acosta Andrea Bañuls Lugar Teatro Anglo. Funciones: viernes de diciembre (excepto el 6 de diciembre) 21:00 horas. Entradas $350. Resumen Arthur Kipps ha vivido aterrado a partir de una experiencia que enfrentó en sus años de plena juventud. Los terribles eventos que le han sucedido deben ser contados ante un público conformado por familiares y amigos, por lo que decide escribir su historia y buscar la ayuda de John Morris, un escéptico director de escena para que lo oriente a interpretar adecuadamente su texto. Para esto se citan en un viejo teatro.
Género Tragi-comedia Dirección Fabiana García -Pablo Albertoni -Richard Riveiro Actores Fabiana García - Pablo Albertoni Richard Riveiro Lugar Teatro El Galpón. Funciones: viernes y sábados 21:30 - domingos 19:30 horas. Entradas $280. Resumen Reconocido como uno de los mejores trabajos dentro de los cuentos breves de Gogol, El capote cuenta la vida de Akakiy Akakievich, desplazado por su entorno, cuya miserable existencia cobra una repentina vitalidad cuando adquiere un nuevo capote que lo ayudará a sobrellevar el frío ruso y lo trágico que caracteriza los eventos de su vida cotidiana.
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Parrilla, poeta del 44 N
o es mi deseo realizar un simple grito iconoclasta, en pos de apoyar el rescate de la obra y figura de José Parrilla, uno de los poetas faros para otros tantos poetas –entre los que me incluyo– que conciben a la acción poética en la frontera entre la aventura vital y la tentación de la literatura como crónica. No puedo tampoco, ni debo, buscar ni forzar un falso objetivismo, por respeto a la academia y a quienes deberían replantear la obra de Parrilla en su justa medida, aunque se alteren –y con justicia– algunos cánones sagrados que permanecen intocables desde el 45 hasta la fecha. Algunos lo vienen haciendo, de manera periódica pero insistente, como Pablo Rocca, a quien debo –precisamente– el conocimiento de la obra de Parrilla. Un simple artículo en Brecha, firmado por Rocca, hace unos cuantos años, me llevó a la Biblioteca Nacional a buscar y finalmente tocar– leer–fotocopiar el libro La llave en la cerradura, publicado por Ediciones Ester en 1943. No suelo tener esos ataques fetichistas, pero me pasó lo mismo que al reconocer la grafía fucsia del cuadernillo Para una ebria cabellera, de Roberto de las Carreras... El libro de Parrilla, en su caso, está sostenido en una tipografía más redonda que la habitual. Se confunden las o con las a, revela un aire de manifiesto, de poesía lanzada sin mayores correcciones y aparece el apasionamiento del dandy que quiere hacer circular sus últimos versos. Me pasó, decía, de encontrar en Parrilla la voz de una fuente viva, sorprendentemente contemporánea pese a los 50 años que me separaban entonces –leí esos versos en los primeros años noventa–, y con una cercanía no muy frecuente entre universos poéticos a primera vista lejanos. La poética de Parrilla bebe del mejor surrealismo, el de Paul Eluard y Breton. Ese en el que la razón asoma desnuda después del sueño que se convierte en pesadilla. Una razón casi siempre trágica, bastarda, iconocalasta y puntualmente autobiográfica.
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Pero también bebe de El pozo de Onetti, en la decisión de Parrilla de no alejarse de la comarca ni de plantear torres escapistas. Refunda una poética urbana, montevideana, sin concesiones pintoresquistas, que lo adelanta incluso a los poetas del 45. Y en una de sus aristas más polémicas, ensaya una original síntesis entre los desplantes amor-librescos de Roberto de las Carreras y el gusto de Onetti por las adolescentes. Lo que había sido prefigurado por el dandy del 900, en sus ardientes manifiestos a favor de los amantes y las mujeres muy jóvenes, y que Onetti explicita en El pozo, es para Parrilla el centro de sus devaneos poéticos. Él es el Profesor de Amor, como firma en las tarjetas personales que usaba en la época. La literatura como una droga peligrosa, en el borde de la biografía y el manifiesto sensual, en una obra en la que no faltan niñas de 17, de 14, de 12. Es, en cierta forma, la reencarnación de Roberto, iluminada de surrealismo y sin la pompa modernista. Se mantienen las formas: el dandismo, la bohemia (aunque Parrilla es habitué de bares más bajos y populares, como el Yatasto) y el placer por la seducción. Al igual que la de Roberto, la de Parrilla es una obra muy breve, dicen que expresamente breve, porque el poeta eligió ser como Arturo Rimbaud, una de sus fuentes, que con solo dos obras publicadas consiguió la gloria. Es necesario situar a Parrilla en su época. Mil novecientos cuarenta y tres. Habitué del Yatasto, en una esquina de la calle Sierra, a dos cuadras de Miguelete yendo para el Palacio. Una bohemia underground, sin las luces y las poses del Sorocabana y otras tertulias del Centro. La derrota de la España republicana a la vuelta de la esquina, la segunda guerra en su momento de mayor incertidumbre, los conflictos obreros, el bullicio de los inmigrantes llegados de Europa.
Parrilla y su grupo de amigos –entre ellos el pintor Cabrerita– no escapan a todas estas vivencias. Por eso, tal vez, esa razón oscura, de un poeta buscando la eternidad de la adolescencia, del dolor, del ardor más puro y al mismo tiempo la consagración de la locura y la muerte. “Yo estaba loco. Y eso me impidió hacer una locura” Dice en un fragmento de “Un vaso de agua”, uno de sus textos más afiebrados, que integra el libro La llave en la cerradura. “Estoy muerto, pensado en mí, muerto.” o, ya en la plenitud de sus versos: “Era un sueño una vez, con zapatos. Era la niña. Maté al padre y a la madre de la niña, que la habían usado doce años Le di un fémur a ella, Y ella golpeaba la mesita Y se reía de la cara que los monstruos sacaban de la cara de sus padres”. No es, precisamente, muestra de un poeta correcto. Ni entonces, ni en este presente tan dado a los rubores y a los eufemismos. Su obra, como ya se señaló, es muy breve. Además de La llave en la cerradura, publicó Elogio del miembro (un poema largo que oficia de manifiesto) y Rey Beber. Todos publicados en 1943. Un año antes de 1944, por lo que podría ubicársela como una
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generación imposible que nunca existió, en la que también debiera estar su admirado Juan Carlos Onetti. Hace unos pocos años volví a escuchar el nombre de Parrilla –asociado al de Cabrerita–, en boca del poeta Mario García. Entrevisté al veterano poeta y compañero de tertulia de ambos en el Yatasto. Allí conocí de otras historias, y también supe de la necesidad de echar luz sobre la figura de Parrilla. Allí pude volver a tocar –como años antes en la Biblioteca– las ediciones originales de Parrilla. El gran poeta del 44, figura oscura y marginal que es –mal que le pese a unos cuantos– uno de los grandes poetas montevideanos del siglo pasado. No es una figura exactamente trágica, aunque les queda a los investigadores armar el retrato de este poeta que, como Arturo, publicó a sus veintipocos años y después prefirió un oscuro exilio. Dejó todo y se fue a Francia, en la posguerra. Dicen que fundó una secta. Dicen que dejó de escribir. No es mi deseo realizar un mero grito iconoclasta, pero no concibo que se siga olvidando la obra de José Parrilla, así como sucede con otros tantos... el propio de las Carreras (del que solo se conoce la superficie de su obra), Julio Inverso, Cristiani (quien además de ser artista plástico publicó uno de los libros esenciales de la poesía concreta en nuestro país), Ruisdael Suárez (existen unos cuadernos inéditos que habría que publicar), Íbero Gutiérrez (es bastante más que un mártir del escuadrón de la muerte) y tantos otros, como el también maldito Humberto Megget, quien también bebió de los textos del Profesor de Amor del 44. Es momento, sobre todo, de escuchar los arrebatos de Parrilla. Muchas gracias.
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Cuando la danza nos une La danza no es simplemente una expresión artística agradable a la vista, sino que también agradable a la cultura. Gracias a ella, es que podemos conocer sobre distintos países y costumbres que de otro modo resultarían distantes a nuestra realidad. En esta oportunidad, etrevistamos a Natalia Díaz, uruguaya que practica danza árabe desde hace varios años.
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Contanos un poco de la danza árabe –La danza árabe es originaria de Egipto. En algunos casos, las sacerdotisas la practcaban en los templos como ofrenda a la Diosa de la fertilidad; en otros, tenía una perspectiva más erótica y la realizaban mujeres ofreciéndose a hombres, aunque también en honor a la Diosa. Otra cosa curiosa, es que la danza árabe, o también conocida como danza del vientre, era en aquel entonces una danza que solo las mujeres podían practicar. Hoy en día las cosas son distintas, ya que de a poco los hombres se han ido integrando. La danza en sí, se basada la continuidad, la fluidez. Es por eso que predominan los movimientos suaves y ondulantes. Es un baile en el que se usa todo el cuerpo, aunque la mayor parte del movimiento se localiza en las caderas, los músculos abdominales y la pelvis. Se basa en aprender a aislar las distintas partes del cuerpo para crear distintas figuras y ritmos, que más tarde pueden ser combinados para construir diversas coreografías. ¿Por qué decidiste comenzar a practicar la danza del vientre? –Al principio comenzó con la propuesta de probar una clase de árabe y me generó bastante curiosidad el cómo se bailaba y principalmente si yo podría llevarlo a cabo. ¿Cuánto hace que practicás árabe? –Al comienzo de marzo de este año se cumplieron siete años. ¿Practicás alguna otra danza? –Si, por el momento practico flamenco, también conocido como baile español. ¿Desde cuándo? -Comencé a los cuatro años, así que serían 16 años bailando en total. ¿Has participado de alguna muestra o festival de árabe? ¿En alguna competencia? –Sí, de ambas. Generalmente participo en una presentación a fin de año, y he competido en la Movida Joven, siendo parte un grupo de baile.
Y en estas situaciones, ¿sentís nervios en el escenario? –Siento nervios antes de salir, es un empujón de adrenalina. Se te pasan mil cosas por la cabeza, desde las coreografías y vestuario hasta cuantos espectadores hay y como van a reaccionar. Una vez en el escenario los nervios se van yendo en la primera coreografía, después de eso disfrutas el momento que se pasa volando. Lo que sucede a veces cuando estás haciendo una coreografía y ésta tiene una parte, una secuencia de pasos o un paso puntual que no te sale, o sabes que siempre te equivocás, te genera como un ataque de nervios momentáneo. Pero una vez pasado eso, siento que disfrutas más lo que estás haciendo, y si te sale como debería, te sentís en la gloria, es todo un logro. ¿Qué hacés si te equivocás en la coreografía? ¿Tenés alguna experiencia tuya o de alguna compañera al respecto? (Risas) –Yo suelo reírme y tratar de volver a engancharme en la coreografía. Me he equivocado un millón de veces y creo que siempre hay alguien que se equivoca en las coreografías más cuando se baila con elementos, así que historias hay miles. Creo que lo fundamental es quitarle importancia, tratar de solucionarlo si es posible y seguir bailando... eso sí, sin hacer caras raras o muecas. Creo que eso es lo más difícil, pero a la hora de recordar lo que hiciste en la presentación es de las cosas más graciosas. Cuantas más personas son atrás del escenario más equivocaciones se genera cuando se baila con elementos. Por ejemplo el año pasado una compañera se confundió y tomó mi elemento. Un elemento es un objeto con el que se complementa la danza, como un bastón o un velo. En este caso el elemento era un velo justamente, y como yo no tenía el mío, ya que lo había tomado esta compañera, no pude salir a bailar esa parte y tuve que engancharme después.
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Los elementos son una dificultad no solo al usarlos bien sino el no pegarte, engancharte el traje o que se te caiga. El hecho de pegarte lo podes disimular bastante, pones una sonrisa y aguantas las lágrimas pero que se te caiga el elemento es más difícil. La primera vez que bailé con doble bastón hacía un mes que me habían operado las orejas y teníamos que hacer un paso en el que ambos bastones pasaban rápidamente cerca de ellas. Tenía mucho miedo de pegarme y estaba muy nerviosa, cuando terminó el paso se me cayó al piso uno de los bastones y seguí balando como si nada. En una parte de la coreografía pude volver a agarrarlo, a los dos pasos se me cayó el otro. Y en ese momento me di por vencida, no era mi día para bailar con dos bastones. ¿Formás parte de un grupo de danza o simplemente asistís a clases? –Ambas, creo que para formar parte de un grupo de danza, al igual que al dictar clases, es necesario tomar clase y seguir creciendo como bailarina. Por el momento estoy en la compañía Bellydance Uruguay y comenzando un proyecto con algunas compañeras de crear una compañía entre nosotras para realizar shows.
¿Hay mucha gente que practique este tipo de danza en Uruguay? ¿Qué instituto/s le recomendarías a alguien que quiere comenzar clases de árabe? –Hay mucha gente considerando que no es una danza propia de Uruguay. Yo creo que, en cualquier danza, más que un instituto yo recomendaría pensar realmente los objetivos que se quieren cumplir con la asistencia a las clases. Ya sea un hobby, es decir voy a moverme, conocer gente o desestresarme o pretendo extraer el mayor conocimiento posible creciendo como bailarín/a. Una vez tomada esa decisión, informarse y buscar en varios institutos hasta hallar el indicado con las propias expectativas. Es importante ser crítico y autocrítico con lo que se nos presenta y evaluar el avance que se está logrando al tomar las clases. Principalmente si lo que están enseñando es correcto o no, lo cual es muy sencillo ya que basta con entrar en internet e informarte. ¿Creés que practicar estas danzas, que pertenecen a otras culturas, nos acercan a ellas? –Creo que sí, no solamente te acercás a otras culturas practicado sus costumbres a través de la danza, sino que también al aprender sobre el origen, tradiciones e historia de los mismos.
F i or e l l a
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N ario
Be better than the GAP Se mejor que GAP
Si la película Loco y estúpido amor ha dejado una enseñanza, es que lo que vestimos sí importa. La moda no es simplemente cosa de mujeres, y si lo que estás buscando es atraerlas, será mejor que empieces a dejar de lado el calzado sucio, los pantalones flojos y los canguros GAP.
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Abrigo $4200 | Cuatroases Pantalรณn $1690 | Legacy Camisa $1350 | ZARA Zapatos $4590 | Stadium
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Saco $2280 | ZARA Pantalón $2800 | Levi’s Camisa $900 | Forever 21 Zapatos $5250 | Benson & Thomas Cinturón $1250 | Benson & Thomas
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Chaqueta $3890 | Cuatroases Pantalón $1780 | ZARA Camisa $1800 | Levi’s
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Pereza manual
¿El fin de la buena letra? Las nuevas tecnologías están desterrando la caligrafía. Ya casi no se escribe a mano. Pero la escuela garantiza su supervivencia.
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os alemanes dieron el grito de alarma: la caligrafía que alimentó la poesía de (Rainer Maria) Rilke perece a mano de las computadoras y los teléfonos inteligentes. Un estudio que citaba el diario Bild afirmaba que “uno de cada tres adultos no ha escrito nada a mano en los últimos seis meses”. A la pereza manual contribuye que 79% de los hogares alemanes dispone de computadora y que la venta de celulares ya es una estadística imparable.
Escribir a mano es bueno para el cerebro, dicen los expertos. En medio de aquella alarma alemana, un eminente psiquiatra, Manfred Pitzer, comentó que “la escritura es fundamental para fomentar la coordinación y las habilidades manuales”. Y su ejercicio periódico resulta esencial para la actividad cerebral. Al tiempo que se producía esa alarma en Alemania, un periodista, Luis Martín, de El País de Madrid, realizaba una curiosa encuesta entre los seleccionados españoles que disputaban la Eurocopa. Entre las preguntas, Martín inquiría a cada uno de los futbolistas qué tal andaban de caligrafía. Extrañaba la pregunta, en un universo que cada vez se aleja más de la escritura básica, sustituida en todo el mundo por la amañada perfección de la industria. Luis incluyó esa pregunta en su excéntrico cuestionario porque su abuelo, el zapatero José Martín Díaz de Losada, solía decirle: “Tú que tienes buena letra, vete a comprar el vino”. Todos los seleccionados serían capaces, a los ojos de este abuelo, de ir a comprar el vino. El periodista, que cubre el Barca, da fe. “Iniesta tiene una letra de trazo largo, como su juego, escribe bien... Xavi tiene una letra redondita, buenísima. Pedrito es muy legible, su letra es chiquita. Y la de Piqué es alargada, como él”.
Fuera del fútbol, ¿hay motivo para alarmarse en España? ¿Estamos tan secuestrados por las computadoras como para decir
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que la caligrafía se muere? José Manuel Pérez Carrera, catedrático de instituto, fundador de la Asociación de Profesores de Español, apacigua las alarmas. Los niños siguen practicando la escritura a mano en las escuelas y no es cierto que todo esté dominado por el lenguaje sincopado de la red digital y los celulares. Los adolescentes que ya han accedido a esos instrumentos “aprendieron a escribir de pequeños”. Cuando los chicos empiezan a escribir en computadoras o en teléfonos móviles “ya tienen 12 años y dominan la escritura; así que cuando tienen que hacer un examen procuran una escritura legible. El que aprendió bien a escribir sigue escribiendo bien”. ¿Así que no hay riesgo de que la caligrafía descarrile? “La computadora es una tentación muy grande; te permite corregir automáticamente y te produce la sensación de que está bien lo que has hecho. Pero la caligrafía es, para los adultos, un signo de distinción; es como la presentación de tu personalidad”. Pero sí se pierde la escritura a mano, aunque cuando se ejerza sea legible e incluso elegante. “Ahora han venido mis nietos de un campamento de inglés”, dice Pérez Carrera, “y me han contado que en ese sitio solo se recibió una carta manuscrita en 15 días. Y fue una carta de la bisabuela de mis nietos. Cincuenta chicos, ni una carta”. La escritura, el espejo del alma
La escritura es el reflejo de la personalidad, dice el académico Francisco Rico, que ha buceado en la caligrafía de Cervantes o de Petrarca. “Pero no es tan significativa, no te creas. Hay grupos que escriben con la misma letra que aprendieron juntos en el colegio. Yo he podido recibir cartas que he atribuido a mi mujer pero que eran de otra porque todas las que estudiaron en el Sagrado Corazón de Jesús
L a v o z d e u n a e x p e r ta “Sólo detrás de la palabra escrita está la persona real”. Para la perita grafóloga uruguaya Carmen Borbonet, la computadora y el celular son “esos bichitos digitales tan necesarios como deformadores”. Ella los utiliza, claro, pero es consciente de las consecuencias. Ahora, ante la pregunta de si la tecnología y la digitalización van a hacer desaparecer la caligrafía, Borbonet se muestra firme: “Pienso que no”. Según la experta, la tabla de salvación es la formación escolar, donde a los niños todavía se les enseña a escribir a mano. “No va a desaparecer porque para poder usar el soporte digital precisamos tener el conocimiento base, tenemos que saber el alfabeto, los números y los símbolos para poder mandar un mensaje de texto o escribir en la computadora”, explica. Y agrega: “Es lo mismo que le pasó a Gutenberg cuando inventó la imprenta en 1450”. Además, sostiene que la escritura es como la huella digital: parte de una identidad que nadie puede copiar. “Cuando alguien quiere mantener un vínculo con un amigo cercano que se fue a vivir lejos recurre a la escritura, porque lo escrito guarda la intimidad, da seguridad, permite sentir que esto es mío y de nadie más. Detrás de la letra escrita está la persona real mientras que en la computadora la persona se esconde y no muestra su verdadera identidad”.
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tienen la misma caligrafía”. En los tiempos de la escritura tecnológica, por otra parte, se pierde la necesidad de la mano y esta puede ser cada vez más torpe, concede el profesor Rico. “Yo empiezo a no saber escribir o escribir cada vez peor materialmente”. La caligrafía queda más reservada a borradores, notas, apuntes, “una obra literaria se pasa directamente a la computadora. La caligrafía se usa, denuncia el estudioso del Quijote, “para firmar cheques y tarjetas de crédito, así que es evidente la decadencia de la caligrafía, algo que supone en cierto modo una difuminación de la identidad”. Su colega, el también académico Salvador Gutiérrez, ve síntomas de descuido. “Estamos sustituyendo la escritura manual por el dedo pulgar. ¿Las consecuencias? No son previsibles. Lo importante es que se siga usando la mano en las primeras fases de la edad. Lo cierto es que la buena caligrafía refleja orden, y no sólo en la escritura, sino orden para resolver los problemas de la vida. Una buena escritura manual augura un mejor porvenir. Y por supuesto, el orden de la escritura evita el caos. La caligrafía es el orden en la página, la letra triunfa en la lucha entre el orden y el caos”. Frente a esa decadencia surge con fuerza la tipografía; “las fuentes tipográficas suplen con su diversidad el uso de una determinada caligrafía”. Rico se distingue por el uso de la Courier, y explica con un chiste su desdén por la Tahoma: “Llega la Tahoma a un bar, y le dice el camarero: `Aquí no servimos a tipos como usted...”. Pero la caligrafía sobrevivirá, al menos como memoria, “porque siempre se aprenderá a leer y a escribir con lo manual”. Decían los viejos que despacio se escribe la buena letra. El refrán ya sirve para el pasado. Pero el diseñador Manuel Estrada cree que habrá una resurrección de la caligrafía. “Ahora
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parece que si no abrevias no estás en la modernidad. Y volverá la escritura a mano como expresión de la personalidad. Produce placer y comunica quién eres. Yo no dejo de escribir a mano. Todos aprendemos a dibujar, y el dibujo es escritura. Si no sabes escribir no sabes dibujar, y las conexiones neuronales reclaman el uso de la mano para dibujar, para escribir, para pensar. Que una civilización pierda la capacidad de escribir a mano no es un signo de modernidad sino de decadencia”. Escritura e identidad La escritura manual distingue a la gente, como su palabra o como su ropa. El Nobel portugués José Saramago escribió a finales de los años `70 un libro, Manual de pintura y caligrafía, que tiene una curiosa historia escolar. La cuenta su viuda, Pilar del Río: “Tanto él como su editorial portuguesa se sorprendieron por el volumen de libros solicitados por países africanos (Angola, Mozambique) de un autor entonces desconocido. ¡Los libros habían sido repartidos por escuelas como cuadernos de aprendizaje de la buena letra!” En realidad, la historia de ese Manual es la de un pintor mediocre “que descubre que necesita palabras para llegar adonde no llega con la pintura...”. Él tenía muy buena letra, por cierto. “Era una letra cuidada, redonda, legible, perfecta: cuidar el diseño de las letras era tal vez el primer paso para cuidar las palabras, la expresión de las ideas”. Es lo que piensa Andrés Trapiello, escritor y bibliógrafo, que mira entre las letras para descubrir tesoros. “En escribir”, dice, “hay algo de musical. Sobre el teclado, parecemos un pájaro carpintero, percutiendo las letras; con la pluma, el bolígrafo o el lápiz, parece que el papel respirase, se le oye como un aliento”. Como editor que ha sido ha visto de todo. ¿Cuenta tanto la escritura de un manuscrito a la hora
de empezar a evaluarlo? “El secreto de todo, a mi modo de ver, es no afectarse: ni presumir de desaliñado, ni de pendolista. Aunque, qué duda cabe, nuestra letra dice mucho de cada uno de nosotros, pero a menudo engaña. Así que es mejor no sacar conclusiones, como tampoco de los zapatos que llevamos puestos. Nuestra letra es como los zapatos, lo importante es que sean cómodos y nos lleven lejos. Si pueden ser bonitos y estar limpios además, mejor; pero si no, tampoco importa. Y, por cierto, la letra, como los zapatos, acaba llenándose de bultos, ¿y por eso vamos a cambiarla, cuando más cómoda nos resulta?”. Trapiello cree que “importa el pie, no el zapato, y el espíritu de la letra, no la letra”. Vladimir Nabokov veía en las letras colores diferentes. Ahora la escritura avanza hacia la igualación; el cerebro se queja, dicen los expertos, porque se ha adiestrado en recibir mensajes de la mano cuando esta avanza en silencio sobre el papel. Esa escritura manual es insustituible y lo será siempre. Y la seguirán aprendiendo los chicos en la escuela”. Ya no se borra.
J u an
Cruz
Casa nueva, estrés nuevo Después de la muerte de un ser querido y del divorcio, las mudanzas son las causantes de las peores crisis de estrés, según estiman estudios psicológicos. Una crónica sobre la travesía de buscar una nueva morada, la complejidad de los trámites, hacer las maletas, trasladar muebles y volver a acomodar todo.
L
o más grave es la muerte de un ser querido. Le siguen los divorcios. Y, en tercer lugar, no hay nada peor para el estrés que las mudanzas. Al menos así lo sostiene la psicología. Cuando Eugenio cayó en la cuenta de que su contrato de arrendamiento se vencía en apenas un mes, lo primero que hizo fue tratar de renovarlo. Llamó por teléfono a la administración del edificio y preguntó, con graciosa inocencia, si le realizarían algún tipo de reajuste. La respuesta retumbó en sus oídos: “Bueno, viste que todo está más caro… Y ese es un lindo apartamento, con dos habitaciones. Te quedaría en 9.500 pesos más los gastos comunes… Hola, hola… ¿Estás ahí?”. Sí, estaba, pero la sorpresa le quitó el habla. Quedó durito con la oreja pegada al tubo. Casi 20 segundos después, al fin respondió: “OK, cualquier cosa te llamo, pero me parece medio caro”. Carísimo, considerando que hasta ese entonces pagaba $ 5.000.
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En ese instante comenzó su travesía. Sabía que, por buen pagador, tenía un año de prórroga para buscar su nueva morada antes que el cedulón de desalojo se deslizara bajo su puerta. Paso uno: Eugenio se compró el diario del domingo y un marcador rojo. Paso dos: dibujó un círculo alrededor de los avisos que promocionaban sus posibles destinos. Paso tres: tomó el teléfono y habló con decenas de propietarios e inmobiliarias. Paso cuatro: vio uno, vio dos, vio tres, vio decenas de apartamentos. Uno le gustó, pero le dijeron que otras tres personas estaban interesadas, y que ellas tenían prioridad. “¡¿Entonces por qué me lo muestran?!”. Es que las inmobiliarias llevan potenciales clientes hasta el día de la firma del contrato. Le gustaron otros. Pero pedían garantía de ANDA o Contaduría; él tenía de propiedad. La aventura continuó. Visitó los más desastrosos sucuchos: vio paredes derruidas por la
humedad, canillas rotas, techos altísimos y demasiado bajos; vio, con seguridad, lo peor. Un pariente dijo tener la solución. “Una amiga alquila un apartamento”. Era lejos, muy lejos. ¿Lejos de qué? Lejos de todo. No era feo. ¿El problema? El único cuarto que tenía era ciego -sin ventilación-. De todas formas, los creativos propietarios le habían colocado una ventana a la alcoba que habilitaba la entrada a la luz del living. Con esto la habitación se convertía en una suerte de casa del Gran Hermano, visible a todos quienes estuvieran en la vivienda. Le pareció morboso y dio el “no”. Los precios también se convirtieron en un problema. Se dio cuenta que pagar $9.500 por una apartamento de dos habitaciones, en realidad, no era un disparate. Comenzó buscando viviendas con esas comodidades, luego se pasó a los que tuvieran tan solo un cuarto, y después cruzó la línea: la tinta roja se empezó a deslizar
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sobre los avisos de ¡monoambientes! Luego de meses, al fin, encontró un lugar. “Es muy chico”, apuntó con cara de asco una tía que oficiaría de garantía. Él hizo caso omiso y dijo: “Lo alquilo”. De inmediato, la inmobiliaria le dio una lista de requisitos. -Necesitás: tres referencias laborales y tres personales, el último recibo de sueldo tuyo y el de tu garantía, y de ésta un certificado notarial que indique que la propiedad le pertenece; además tenés que pagar nuestra comisión, que equivale a un alquiler: $ 6.200 por un apartamento de 25 metros cuadrados. A esto él le debía sumar todos los meses entre 1.000 y 1.100 pesos de gastos comunes. En un par de días consiguió un escribano -la documentación tenía un costo de $ 870, más un timbre profesional de $110-. Mientras se encargaba de esto la inmobiliaria le hizo insistentes llamadas: “¿Cómo vas con los trámites? Cuando puedas andá trayendo el dinero, porque mientras no lo hagas lo seguimos mostrando”. Puesta la rúbrica pensó que la cruzada llegaba a su fin y que tan solo restaba mudarse. Sin embargo... C a s a n u e va “Hola, necesito un camión de mudanzas para el sábado”. Eugenio dijo la misma frase decenas de veces antes de encontrar una empresa disponible para ese día. Debían recoger las pertenencias de su casa, luego llevar una parte de ellas a un depósito y recién después ir rumbo a su flamante apartamento. El costo del operativo, “en un camión con tres peones: $ 3.500”. En las mañanas, antes de ir a trabajar, y en las noches, a su regreso, se dedicaba a preparar todo para el gran día. Conseguir dónde embalar las cosas no es asunto fácil. “Sabés qué pasa, ahora todo viene en cajas chicas. Y las pocas que hay se las llevan los recicladores”, le dijeron en un supermercado. Insistió en varios lugares y consiguió juntar algunas.
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La ropa decidió guardarla en valijas. Descubrió pantalones, camisas y remeras de origen desconocido. Lo mismo le sucedió a la hora de ordenar -o desordenar- el escritorio. Halló infinidad de papelitos: algunos con números de teléfono sin remitente, otros con apuntes indescifrables. También vio mezclados repartidos de Historia y Sociología de la facultad, con los de Matemática A de quinto de liceo. Con las bibliotecas le pasó lo mismo. Tuvo en sus manos textos que jamás en su vida había visto. Y descubrió otros que nunca se dignó a devolver. Al principio se había propuesto mantener un orden a la hora de “desarmar” la casa. Pero cuando empezó a hacerlo todo, inevitablemente, se comenzó a desordenar. Pilas de libros al lado de las de platos. Ropa tirada en el sillón del living, sobre cajas y electrodomésticos. El polvo copó cada rincón. Del piso parecían emerger papelitos, tornillos, pelusas y hasta vidrios. También, por todos lados, había partes de muebles que debió desarmar para trasladar. En medio de este desastre pidió a UTE que le diera el alta a la luz de la nueva morada. “Vamos a pasar el lunes, martes o miércoles en la franja que va de 10 a 16 horas. Le avisamos para que haya alguien en el apartamento. La conexión tiene un costo de 757 pesos.”, dijo la mecanizada voz de la telefonista. “Pero yo trabajo. Además vivo en un octavo piso, no tienen porqué entrar”, replicó. Poco importó su queja. Un día debió molestar a su padre, otro a su hermana y el otro a su abuela, para que se quedaran en su futura casa. Finalmente hicieron la conexión desde afuera del edificio. Por teléfono también consultó a UTE cómo darle de baja a la luz de su viejo apartamento. “Tiene que venir con su cédula y el último recibo pago”, le dijeron. Al otro día, a las nueve de la mañana, ya estaba en una de las oficinas del ente; a las 10:33 lo atendieron. “Necesito su documento, el último recibo pago y lo que
marca el contador al día de hoy”, le dijo la empleada, sin mirarlo a los ojos y antes de esbozar, sin vergüenzas, un bostezo. “Pero eso no me lo dijeron…”. Antes que terminara de replicar, la funcionaria lo interrumpió: “Sin eso no puedo hacer el trámite”. Al otro día miró el contador y fue a UTE. Lo atendió la misma persona. “¿Se acordó de traer todo hoy?”. Se mordió los labios y le dio los papeles. En Antel sí que saben hacerse rogar. Eugenio estuvo 23 minutos reloj con la musiquita en la oreja -en realidad al minuto 16 una voz levantó el tubo y lo derivó a otro interno-. Quería averiguar cuál era el precio para el traslado de una línea telefónica ($ 804) y del ADSL ( equivale a una cuota). Decidió devolver la línea y hacer, gratis, otra vez el trámite de conexión. La estrategia le hizo ahorrar unos pesos, pero le trajo algunos dolores de cabeza. No importa a la hora que se vaya a las oficinas de Antel, siempre hay gente, y mucha. El primer día fue a las nueve de la mañana. Llevó consigo el contrato de alquiler para pactar la nueva conexión y el Modem para devolver el ADSL. “Ay, pero te falta la fichita que conecta el aparato con la línea de teléfono”. Al otro día llevó todo más “la fichita”. “Ay, te puedo aceptar la devolución de la línea y del ADSL, pero me es imposible hacerte la nueva conexión. El inquilino anterior tenía una deuda y necesitamos un certificado notarial que documente la fecha desde que vivís ahí”. Al tercer día llevó el certificado. “Ay, pero la promoción de Internet que querías se terminó hoy. Te ofrecemos esta, que es más cara, pero tiene las mismas ventajas”. Aquí sí pudo coordinar para que la instalación la hicieran en un horario en que él pudiera recibirlos, aunque recién dentro de tres semanas. El sábado a las 11 de la mañana, ¡al fin!, llegó el camión de mudanzas. Desde la ventana le pareció que era chico. Y era chico. El último
mueble, un antiguo tocadiscos que supo ser de su bisabuelo, entró gracias a que una mitad sobresalió hacia afuera del transporte. En la primera escala una araña de techo cayó al piso y se destrozó. Para ese entonces poco le importaba lo que sucediera. Ya en su apartamento, Eugenio sacó de su bolsillo una mapita a escala con el objetivo de que los muebles fueran puestos en su sitio definitivo. Esto no pasó. A medida que entraban las cosas el lugar se convertía en un caos, casi peor al que se formó en su anterior morada. Y todo se complicó cuando la heladera no se dignó a entrar por el ascensor. Entre los peones del camión que juraban que era imposible subirla y el portero del edificio que explicaba casi a los gritos que el horario de mudanzas había terminado, Eugenio ya tenía los nervios de punta. Por suerte a uno se le ocurrió quitarle las puertas y de esta manera esta pudo subirse por el ascensor. La peripecia casi llega a su fin, aunque Eugenio deberá tomarse quince días para ordenar el desastre que lo rodea. Como puede deja libre un rinconcito del sillón. Piensa en tomar una bebida fresca y encender el televisor. Pero la heladera aún está desenchufada y la tele, que supo tener cable, ahora no cuenta ni con una mísera antena. En fin: ¡hogar, dulce hogar!
de todo el entorno. Sé que no me tengo que olvidar de nada. Que tengo fechas que cumplir. Y después tengo que hacer ese movimiento a la inversa cuando llego al otro lugar. De todos modos, estoy ante un estrés positivo, porque todo lo que hago es para mejorar. Es como cuando uno estudia para un examen. Pero hay otras mudanzas, en distintas circunstancias, que tienen un contenido de estrés que es negativo. Es el caso de una migración. O cuando me veo obligada a irme a otro lugar por un problema económico, por ejemplo”, detalla la especialista. Golberg explica que el estrés se divide en eustrés y distrés. “El primero es cuando me siento bien. Cuando la exigencia me permite crecer, desarrollarme, hacer cosas nuevas. Y el segundo es el que a veces se torna grave. Puedo llegar sufrir depresión, ansiedad, insomnio e irritabilidad”. La licenciada sostiene que lo que más estrés ocasiona en el caso de las mudanzas es el problema de tener que cumplir con fechas tope. “Tenés que hacer a veces más allá de tus posibilidades”, señala. “Además, todo lo que es desarmar una casa y al mismo tiempo vivir allí es problemático. Lo cotidiano se vuelve estresante. Terminás, por ejemplo, comiendo con las manos porque está todo embalado. Y la tolerancia es menor. Se te rompe algo y es todo un drama”, agrega. -¿Cómo se evita el estrés que generan las mudanzas? -Hay que entender que las cosas ocurren. Yo tengo muy poca posibilidad de actuar ante lo que está planteado en el mundo. Sobre lo que sí tengo incidencia es sobre mí mismo. Tengo que considerar mis capacidades. Ponerme, por ejemplo, objetivos más razonables. Aprender a usar el día y no hipotecar el presente por lo que todavía no está. Hay gente que vive tensa y nerviosa por el futuro. Tengo que invertir en mí, para aprender a detectar determinadas señales de que yo funciono de tal manera. Una vida sin estrés no existe. Y tampoco tiene que ser necesariamente buena, porque el estrés también me permite avanzar.
Car l os
T apia
“Puedo llegar a sufrir depresión, ansiedad, i n s o m n i o e i r r i ta b i l i d a d ” Hay dos tipos de mudanzas: las que se realizan por obligación, y las que se hacen por placer. De la misma manera hay dos tipos de estrés: negativo y positivo. Así lo explica la licenciada en Psicología y magíster en Terapia de Conducta, Mariela Golberg. “Una cosa es que yo me mude porque voy a un lugar más bonito. Es obvio que tengo un estrés porque soy exigida a realizar una movida
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S
Alimentos orgánicos
Una vuelta a los orígenes
En Uruguay, la producción de alimentos orgánicos crece con paso lento pero firme. Promover una dieta saludable y cuidar el medio ambiente impulsan a quienes cultivan y consumen. 36
in volverse fundamentalista, el discurso a favor de lo orgánico es tentador. O como se diría en plena era de consumo, vende. ¿Por qué? Aunque la explicación es multicausal, sus dos principales banderas son la salud y el cuidado del medioambiente. En Uruguay, donde los cambios de hábitos -alimenticios o de cualquier tipo- se dan de forma muy lenta ya es posible encontrar alimentos orgánicos en ferias vecinales, tiendas ecológicas e incluso un restaurante ovo lacto vegetariano y orgánico. “Hace 30 años decía que era vegetariana y la gente se enojaba. Hoy digo que soy orgánica y la gente se entusiasma y me pide recetas”, cuenta Graciela Martínez Solé, alma máter de La olla de barro, en pleno centro de Montevideo. Un alimento orgánico -también llamado ecológico o verde-, es aquel que se produce sin utilizar en su cultivo o proceso de elaboración ningún tipo de pesticidas, fungicidas, fertilizantes, aditivos o químicos. Hay desde frutas y verduras hasta quesos, huevos, miel, especias, hierbas medicinales y vino. También se produce carne vacuna para exportar y pollos para consumo interno, criados en suelos sin tratar y con raciones naturales. Respetar los ciclos naturales de la tierra, optimizar la calidad del suelo con abonos naturales y habilitar las plagas “necesarias” influyen en los nutrientes, el sabor y la frescura de los alimentos. Su ventajas, entonces, surgen en oposición al uso -y abuso- de los productos químicos en el cultivo tradicional. Eso es indiscutible, coinciden productores, técnicos y nutricionistas. Vayamos por partes: los nutrientes. Los alimentos orgánicos mantienen el equilibrio de sus componentes, por lo que conservan las vitaminas, minerales, hidratos de carbono y proteínas naturales. Eso influye, sin dudas, en su segunda ventaja comparativa: el sabor. Incluso las papas, que parecen todas iguales, pueden ser más jugosas y gustosas, dicen los productores. “Una clienta nos dijo que cuando probó un durazno orgánico le hizo acordar a los sabores de la infancia”, comenta Ivet Álvarez, integrante de Ecogranjas Cooperativa Agraria, que reúne unos 20 productores de todo el país y comercializa en la Ecotienda. “Y es cierto, uno redescubre los sabores”, completa. Siempre frescos En la producción orgánica se hace poco stock, por lo que los alimentos siempre son frescos. “Es un placer tocar las cosas y notar que son frescas, que no han envejecido entre el tiempo de la cosecha y el de la elaboración”, explica Martínez Solé. Claro que acompasar los tiempos de la naturaleza tiene sus costos. Uno de ellos es la estacionalidad. En invierno, por ejemplo, no hay tomates. “Hay que cambiar los hábitos alimentarios que dicen que hay todo el año”,
Un poco más caro
D at o s pa r a comer más sano Ecotie n da: Hortalizas y gran variedad de productos elaborados (Maldonado 1390, 2900 6560). También en la Feria del Parque Rodó (callejón del Sporting). P ur or gán i c o : Cuatro canastas con entre 10 y 15 variedades de frutas y verduras. Hay lista de espera. Costo: $1.500 al mes (hola@purorganico.com.uy). Merca do Ve r de : Con énfasis en productos naturales, tienen alimentos orgánicos nacionales e importados (J. Zudáñez 2511, 2710 1999). La olla de bar r o : Menú vegetariano de plato, sopa y ensalada por $210 (foto). Delivery de 20 viandas por $1.900. onado 1390, primer piso).
explica Álvarez. Para lograr una oferta variada, los productores apuestan a complementar los cultivos. La apariencia, quizá no tan perfecta como las frutas y verduras que predominan en las góndolas de los locales, es un rasgo distintivo de lo orgánico. “Los tomates no son todos iguales y las manzanas pueden estar picadas”, señala Álvarez. “Yo prefiero encontrar un gusano en una manzana porque eso me da seguridad de que no recibió ningún producto químico”. Todavía incipiente en Uruguay, consumir alimentos orgánicos es una apuesta a una forma de vida saludable. “La gente de a poco va tomando conciencia. El mercado recién empieza, pero nosotros creemos que la comunidad va a ir creciendo”, dice Valentina Borrazás, quien hace más de un año abrió Mercado Verde. Allí hay variedad de productos elaborados de forma orgánica, como harina integral, jaleas y aceites de oliva. Además, esta semana estrenó un sector donde se preparan alimentos naturales como patés, sándwiches, licuados y ensaladas. “Si comés algo que está bien preparado, que tiene nutrientes que no fueron modificados, el cuerpo tiende a nutrirse y se siente satisfecho”, explica Dalia Cohn, chef vegetariana a cargo de la iniciativa. Y los planes siguen, pues Borrazás tiene una porción de tierra en vías de certificación para armar su propia huerta orgánica y autoabastecerse. “Vas aportando al mercado y haciendo que la gente cambie la cabeza. Porque esto funciona mucho por contagio”, asegura. Mercado que crece y llega a la góndola En Uruguay hay cerca de un millón de hectáreas dedicadas a la producción orgánica de todo tipo de alimentos, desde carne y vinos hasta frutas, verduras, lácteos, cereales o miel. De esa amplia porción de tierra, la mayoría corresponde a la ga-
Hasta hace no mucho tiempo, consumir productos orgánicos era sinónimo de gastar más. Hoy, la apuesta de los productores es que no sea así y buscan distintos mecanismos para beneficiar al consumidor. La Ecotienda, por ejemplo, funciona con un sistema de socios que abonan $120 pesos al mes y obtienen 20% de descuento en todas sus compras. “Si sos socio de algo quiere decir que sos parte, y eso es importante”, resume Ivet Álvarez, productora que comercializa en el local. En general, los “alimentos verdes” se cultivan o producen en establecimientos pequeños (menos de 10 hectáreas) y requieren más mano de obra que los convencionales, lo que afecta el precio final. “Absorbemos costos que benefician a toda la sociedad, como el uso responsable de los recursos naturales”, dice Álvarez. En un kilo de zapallitos o en una lechuga, puede haber unos ocho pesos de diferencia.
nadería extensiva, a través de la cual se produce carne orgánica de exportación, sobre todo para los mercados de Estados Unidos y algunos países de Europa. Existen alrededor de 650 productores certificados. La mayoría de ellos comenzó a trabajar bajo esta modalidad en la década de los `80 y se encuentran en la zona Sur del país: San José, Canelones, Colonia y Montevideo. Aunque los procesos de comercialización todavía no son los ideales, los productos llegan cada vez más al mercado, con puntos de venta tanto en las grandes cadenas de supermercados, como en pequeñas tiendas barriales. En el primer caso, ocupan espacios separados en las góndolas y llevan una etiqueta que los identifica como aprobados por la Red de Agroecología e incluso el nombre y apellido del productor. Hasta hace no mucho tiempo, consumir productos orgánicos era sinónimo de gastar más. Hoy, la apuesta de los productores es que no sea así y buscan distintos mecanismos para beneficiar al consumidor. La Ecotienda, por ejemplo, funciona con un sistema de socios que abonan $120 pesos al mes y obtienen 20% de descuento en todas sus compras. “Si sos socio de algo quiere decir que sos parte, y eso es importante”, resume Ivet Álvarez, productora que comercializa en el local. En general, los “alimentos verdes” se cultivan o producen en establecimientos pequeños (menos de 10 hectáreas) y requieren más mano de obra que los convencionales, lo que afecta el precio final. “Absorbemos costos que benefician a toda la sociedad, como el uso responsable de los recursos naturales”, dice Álvarez. En un kilo de zapallitos o en una lechuga, puede haber unos ocho pesos de diferencia. Alimentos verdes A continuación texto repetido. En Uruguay hay cerca de un millón de hectáreas dedicadas a la producción orgánica de todo tipo de alimen-
tos, desde carne y vinos hasta frutas, verduras, lácteos, cereales o miel. De esa amplia porción de tierra, la mayoría corresponde a la ganadería extensiva, a través de la cual se produce carne orgánica de exportación, sobre todo para los mercados de Estados Unidos y algunos países de Europa. Existen alrededor de 650 productores certificados. La mayoría de ellos comenzó a trabajar bajo esta modalidad en la década de los `80 y se encuentran en la zona Sur del país: San José, Canelones, Colonia y Montevideo. Aunque los procesos de comercialización todavía no son los ideales, los productos llegan cada vez más al mercado, con puntos de venta tanto en las grandes cadenas de supermercados, como en pequeñas tiendas barriales. En el primer caso, ocupan espacios separados en las góndolas y llevan una etiqueta que los identifica como aprobados por la Red de Agroecología e incluso el nombre y apellido del productor. Hasta hace no mucho tiempo, consumir productos orgánicos era sinónimo de gastar más. Hoy, la apuesta de los productores es que no sea así y buscan distintos mecanismos para beneficiar al consumidor. La Ecotienda, por ejemplo, funciona con un sistema de socios que abonan $120 pesos al mes y obtienen 20% de descuento en todas sus compras. “Si sos socio de algo quiere decir que sos parte, y eso es importante”, resume Ivet Álvarez, productora que comercializa en el local. En general, los “alimentos verdes” se cultivan o producen en establecimientos pequeños (menos de 10 hectáreas) y requieren más mano de obra que los convencionales, lo que afecta el precio final. “Absorbemos costos que benefician a toda la sociedad, como el uso responsable de los recursos naturales”, dice Álvarez. En un kilo de zapallitos o en una lechuga, puede haber unos ocho pesos de diferencia.
D an i e l a
Bl uth
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El auge del
“café gourmet”
Variedad de granos, de procedencias y sabores distintos, todo en un mismo lugar. La aventura de educar el paladar en un país en el que, según expertos, no existe algo así como la cultura del café. 38
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stos empresarios critican la escasa propuesta existente en plaza y reivindican a esta infusión como excusa para una pausa en el día y generador de encuentros. La palabra gourmet es un galicismo que refiere a un paladar refinado y conocedor. En Uruguay, ese término no parece combinar bien con el café. "El uruguayo medio no sabe tomar café, no tiene cultura. Además, estoy convencido que lo que tomamos en los bares es basura. Agarrá un grano de café y rompelo, ¡es azúcar molido, quemado! Ponete a recorrer los boliches en la tarde y no vas a ver a casi nadie tomando. En Buenos Aires, donde yo tuve restaurante diez años, querías tomar uno y no encontrabas dónde sentarte". El que habla es Daniel Fernández, vicepresidente de Cambadu y propietario del Café y Bar Tabaré. Y si una opinión así surge de un empresario gastronómico, no cabe esperar mucha piedad desde los consumidores. "Agua sucia" es una expresión frecuente al referirse al tradicional "feca" de máquina. Otros, más indulgentes, aseguran que aquí se toma la infusión a la que el público ya está acostumbrado y le gusta. Vox pópuli, vox dei, aunque no falte quien los trate de "jugo de paraguas", y que las variedades habituales en plaza no pasen del café corto, largo, cortado, espresso, con leche, capuchino, torrado y poco más. Sin embargo, algo parece estar cambiando en Montevideo. Fernández destaca el surgimiento de nuevos locales donde el "café gourmet" es el centro de la propuesta. En estos lugares, la capacitación del personal a la hora de las preparaciones, amplia variedad de sabores y granos, y un menú gastronómico que complemente, son tres de los denominadores comunes. Ambientes acogedores con mucha madera llaman a la pausa y al encuentro de negocios y con amigos. Claro, el término gourmet también se cotiza: un pocillo en estos
lugares puede llegar a costar entre un 10% y hasta casi un 100% más -según se pida un espresso o algo más elaborado- que en los establecimientos "estándar". El norte buscado es generar aquí una "cultura del café", tal vez buscando recuperar la nostalgia del viejo Sorocabana, con sus interminables tertulias políticas, artísticas e intelectuales. Hoy, según la Organización Internacional del Café (ICO, por la sigla en inglés), con sede en Londres, Uruguay está ubicado en el puesto 86 entre 181 países, con 0,9 kilos de consumo per cápita anuales, muy lejos de los Estados productores y más aún de los grandes consumidores, casi todos europeos. La gélida Finlandia está al tope de ese ranking, con 12 kilos; Brasil, el mayor productor mundial, consume 5,81 kilos y ocupa el lugar 17. Llegadas Una muestra de esta nueva movida es la apertura el pasado lunes 2, inversión de 120 mil dólares mediante, de la primera franquicia uruguaya del Café Martínez argentino, en Rivera y Arocena. Esta es una cadena de café gourmet con 62 locales y 15 mil pocillos diarios vendidos en su país. En Argentina, donde los empresarios gastronómicos coinciden que su cultura del café es el ejemplo a seguir, esta marca existe desde 1933. La idea base puede resumirse en lo siguiente: uno puede pedir un pocillo, pero enseguida el mozo podrá preguntarle al cliente cosas como ¿más fuerte?, ¿más amargo?, ¿con más cuerpo?, ¿tipo capuchino? Disfrutar un momento, sí, pero también hacer probar y conocer, resume Agustina Martelli, asesora de franquicias de la firma. Siguiendo una receta que se respeta a rajatabla, un café en Martínez debe demorar entre 18 y 22 segundos desde que se enciende la máquina hasta que el pocillo está pronto para
ser servido. La espuma tiene que tener una consistencia parecida a la crema y de color avellanada. Las variedades de grano existentes son muchas: arábigo, descafeinado de México, brasileño, colombiano suave, un tostado italiano fuerte. La carta es rica en otras especialidades -37 en total- como café irlandés, calipso, esquel, además de las ya tradicionales en cualquier otro establecimiento. A Agustina Cello, la propietaria de la flamante franquicia, le pasó lo mismo que a todos los empresarios consultados para este artículo. No le satisfacía ninguno de los lugares para tomar café existentes en plaza. "Yo creo que acá, en Montevideo, estaba haciendo falta un lugar de encuentro como éste, generador de momentos, porque esta infusión sirve para todo: una tertulia, un encuentro íntimo, un espacio para uno". Como muestra del interés de esta marca en Montevideo, mañana está prevista la inauguración de otro local, en Punta Carretas. En este último barrio, en Francisco Ros y Luis de la Torre, abrió sus puertas Viejo y Querido, otra propuesta que tiene al café como uno de sus puntos fuertes. "A mí me interesa que se fomente esta cultura, por todo lo que acompaña a esta bebida: una charla, un negocio, una amistad, una lectura, un despertar o un parate en el día. Y de alguna manera, lo vamos a lograr", aventura Elisa Furiatti, una de las socias del local, con amplia experiencia como asesora gastronómica. Viejo y Querido maneja el Café Cabrales, un producto colombiano, tostado en grano, que se procesa en Argentina. Además de su variada gama en cafetería impuso un menú especial para acompañarlo: sandwiches, pasta frola, medialunas, budines de arándanos o limón glaseado, o alfajores de maicena. Furiatti menciona que para procesar el café tiene una máquina Rilo italiana, de dos bocas
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y un molinillo, valorada en unos cinco mil dólares. De esta manera introduce uno de los factores en los que coincidieron estos empresarios para explicar las carencias del café que se vende en plaza: la falta de interés de los empresarios gastronómicos en capacitar a su personal. “Acá la gente no está preparada para sacar un buen café, moler el grano y demás. A los propietarios (de bares o restaurantes) les es mucho más fácil tener una máquina automática, en la que apretás un botoncito y sale un café; otro, y sale un cortado. Los gastronómicos prefieren eso porque se ahorran la capacitación de la gente. Como asesora, eso lo vi en muchos lugares”. Parecida es la opinión de Santiago Gómez, quien desde hace un mes está a cargo de la nueva etapa del Café Brasilero, en Ituzaingó y 25 de Mayo. “El problema en Montevideo es que la cafetería siempre fue manejada por
personas que no conocen del tema. Los que son profesionales de esto llevan hasta dos años de estudios. Mientras que acá, el que te `saca` el café es el lavacopas o el mismo mozo. Yo puedo tener el mejor grano, pero si no lo sé procesar, lo destrozo”. El Brasilero es considerado Patrimonio Histórico y sus inicios datan de 1877. La idea del nuevo dueño es adaptarlo a los tiempos que corren, siempre con el café como eje. No solo trabaja con marcas reconocidas como Bahía, con una variante de granos sin glasear, y Segafredo, con el producto tostado al aire. Una de las claves pasa por experimentar diariamente, al mejor estilo de los cócteles, “buscando el paladar del público”: hoy el espresso puede tener un 30% de granos colombianos, mañana se le puede agregar un toque de vainilla, otro día será el turno del “carajillo” (con cognac) o del café irlandés (con whisky de esa nación británica).
La cifra
145 Tazas anuales per cápita de café que se beben en Uruguay, según datos del Departamento de Marketing de Nestlé, líder del mercado local.
Pioneros El Café Irazú, ubicado en Juan Carlos Gómez y Sarandí, es reconocido por los principales operadores del ramo como uno de los pioneros del café gourmet en la ciudad. Abrió sus puertas en diciembre de 2004 y aún es un punto de referencia. Trabaja los productos de Industrias Rey, una de las principales cafeteras de Costa Rica, donde su propietario Eduardo Rossi estuvo viviendo. Al igual que sus colegas, Rossi es muy crítico con el producto existente en plaza. Y como ellos, pone énfasis en la necesidad de haber capacitado a su personal para poder ofrecer productos distintos. “Nosotros fuimos pioneros (en Uruguay) porque brindamos distintas preparaciones hechas con café gourmet y elaboramos 40 bebidas a partir de éste”, explica. En su carta hay ocho variedades de espressos, ocho de capuchinos y una larga lista de cafés fríos como el “Alaska de naranja”, el “París Frío” o el “Café Glasé”, que incluye helado. A pocas cuadras, en Plaza Independencia, está la casa central uruguaya de Bonafide, otra cadena argentina, que abrió poco tiempo después que Irazú. Su encargado, Carlos Alves, asegura que la cultura del café está volviendo de a poco al país y que ahora es habitual que los trabajadores de las oficinas cercanas se den tres o cuatro escapadas diarias del trabajo a degustar de un capuchino o un café caramelo frappé, de un cubano a un irlandés. Todavía se tiene que hablar de apuesta al futuro. Fernández, de Cambadu, espera que la gente responda a éstas y otras propuestas similares. Hay cuestiones de idiosincrasia que pueden servir como obstáculos. En Argentina, pese a su reconocida cultura en café, la ICO dice que su consumo es de solo 1 kilo per cápita anuales, apenas superior a Uruguay. Los expertos dicen que eso se debe a que acá la mayoría de la gente prefiere tomar café en sus casas y no hacer una pausa en bares antes del regreso; el hecho de que aquí las distancias entre los hogares y el trabajo sean casi siempre más cortas que en la vecina orilla ayudan a esa realidad. Eso sin contar la competencia -mayor que la existente en Argentina- de otra infusión estimulante de la que Uruguay es el mayor consumidor mundial en relación al número de sus habitantes: el mate, bebida que aquí sí es un ícono cultural.
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