CASAS
CUENTOS ESCRITOS POR LOS ALUMNOS DE 1ยบ ESO-A DEL IES MONELOS.A CORUร A CURSO 2013-2014
CASAS Cuentos y dibujos de los alumnos y de las alumnas del grupo 1º ESO-A del IES Monelos, realizados durante el segundo trimestre del curso 2013-2014. Coordinación: Mª Luisa Rodríguez Rivera, profesora de Lengua Española
A Coruña, marzo, 2014.
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Celeste Acostupa Cruz 3
Ana era una chica que se acababa de mudar a Sidney. Tuvo que hacer un viaje muy largo para llegar, aunque esta vez no le importó. Su familia siempre iba de un lado para otro, siempre viajando. Eso no era algo que le gustase mucho a Ana, pero qué iba a hacer, no podía hacer nada. Todo se le hacía difícil porque no tenía nunca tiempo suficiente para conocer gente ni hacer amigos, al menos hasta ahora. Porque entonces todo cambió… Iban a empezar las clases y estaba contenta; tenía muchas ganas de hacer amistades y de conocer la ciudad y otros lugares. Y también de vivir aventuras. Ana se hizo pronto amiga de Clara y de María. Un día, Clara propuso ir a explorar una casa que estaba abandonada, para ver qué había dentro de ella. María no estaba de acuerdo, decía que era peligroso y que, aunque no lo fuera, no tenían quién las llevase. Clara sugirió que las podrían acompañar Pedro y Juan. Fueron a preguntarles y estos enseguida aceptaron. Quedaron el viernes a la salida del colegio, a las 6:00. Ana estaba muy contenta. Nunca había hecho nada parecido y tenía ganas de hacerlo. 4
El viernes, Ana se despertó alegre, quería que llegase la hora de ir a aquella casa, sentía curiosidad y un poco de miedo a la vez: no sabía qué clase de cosas podría encontrarse allí. Sonó el timbre: ¡ring, ring! Ya era la hora. Los cinco amigos se reunieron y empezaron a caminar. Cuando llegaron, todos se pararon a contemplar la fachada, luego abrieron la verja con el candado y siguieron por el camino que serpenteaba hasta unos escalones. Nadie se atrevió a subirlos. Todos miraban los enormes ventanales que había junto a la puerta y las cortinas viejas, rasgadas; los cristales rotos y plantas a su alrededor. Todo estaba tan sucio, viejo y deteriorado que ninguno se atrevió a entrar, hasta que Ana dijo que no habían recorrido tanto camino para dar media vuelta y volver. María la apoyó y también Juan, así que se armaron de valor y entraron. Abrieron la puerta y empezaron a dar pasos muy cortos, observando todo lo que estaba a su alrededor; se acercaron a las escaleras, que se encontraban detrás de la puerta. Mientras subían, se podía ver que estaban cubiertas con una alfombra roja, que se había ido desgastando con el paso del tiempo. Al final había dos pasillos y una puerta en el medio. Los niños estaban confusos y no sabían por dónde ir, 5
hasta que Juan se acercó a un cuadro que estaba en la pared y este, ¡bum!, se cayó. Se fijaron que detrás del cuadro había una puertecita. Ana y los demás querían entrar, pero la entrada estaba alta y no la alcanzaban. Pedro, Juan y María fueron a buscar sillas al piso de abajo. Cuando empezaban a subir de nuevo, los chicos oyeron unos ruidos y volvieron a bajar. María les decía que no era nada, pero ellos bajaron de todos modos. Al hacerlo, el ruido crecía en intensidad. Desde arriba, Ana y Clara oyeron un golpe muy fuerte y se preocuparon pensando que les podía haber sucedido algo malo a sus amigos. En realidad, Pedro, Juan y María se encontraban encerrados en unos pasillos secretos. Ana y Clara fueron en su busca, pero Clara pisó una tabla que abrió una compuerta debajo de sus pies. Cayeron todos a otro pasillo y decidieron avanzar, pero había cuatro puertas; vieron una llave y probaron puerta por puerta hasta que una se abrió. El primero en ver lo que había detrás de la puerta fue Pedro: era un nuevo pasillo, esta vez muy estrecho y de poca altura. Clara decía que estaban emparedados, pero siguieron adelante. María tropezó con un trozo de metal de color 6
dorado y pronto comprendieron que era de oro puro. Muy sorprendidos se preguntaron qué debían hacer. Uno decía que se lo llevaran, otro que no lo cogieran y otro que era peligroso. Entonces decidieron dejarlo donde lo habían encontrado. Siguieron por el camino hasta encontrar la salida, pero les fue imposible. Clara dijo que estaba andando en círculos porque había dejado una marca en la pared y se había dado cuenta de que no paraban de dar vueltas. Juan propuso buscar alguna palanca o que empujasen las paredes para ver si había un botón secreto que los sacase de allí. Todos estaban de acuerdo, excepto Pedro, que encontraba absurda la idea. Juan contestó que, si así habían entrado, así podrían salir. Bastante alterado, dio media vuelta y empezó a caminar en sentido contrario; María fue tras él, aunque los otros le dijeron que no lo hiciera. De repente, se oyó un golpe y unos extraños ruidos. Ana se apoyó en una pared y esta se hundió, haciendo que los tres saliesen de su encierro. Sin embargo, no sabían dónde estaban y a su alrededor había cuatro caminos diferentes. A Ana se le ocurrió una idea: que cada uno fuese por un camino distinto y que el que encontrase la salida volviese 7
sobre sus pasos para avisar a los otros. Todos estuvieron de acuerdo y cada uno escogió su camino. Ana se fue por un camino que serpenteaba y entró en una habitación muy grande; tenía una cama enorme y una especie de dosel encima; a su lado estaban las ventanas, una de ellas daba a una pequeña terraza. Todo estaba muy sucio y deteriorado pero parecía un buen sitio para vivir, aunque habría que limpiar mucho y arreglar las cosas que estaban rotas. Juan entró por un camino ancho y de poca altura, que parecía no acabarse nunca; sin embargo, tenía fin: un lugar maravilloso, una especie de cueva que descendía hacia una piscina que daba al mar. Le pareció genial encontrar algo así y fue a avisar a los demás. Clara creyó que había encontrado la salida, pero no era así. El lugar en el que estaba tenía muchos espejos. No sabía si regresar o si continuar. Si regresaba, los otros pensarían que ya había encontrado la salida y decidió seguir. Se dio cuenta de que se encontraba en lo alto de la casa: le pareció raro porque cuando llegaron estaban en el primer piso y la casa tendría dos pisos como mínimo. La vista era impresionante. Se 8
podría ver los árboles que rodeaban el camino que conducía a la casa. Se quedó un buen rato allí, era como un lugar mágico. Los tres regresaron por su camino y ninguno encontró la salida. Se oían ruidos, el suelo temblaba: era un terremoto. De pronto vieron una enorme bola que se venía hacia ellos. Nadie sabía qué hacer. Detrás había una puerta con el símbolo de una calavera. No tenían otra salida que abrir esa puerta, que conectaba los tres caminos que habían recorrido. Todo era muy confuso, oyeron la risa de Pedro y María, ¿qué hacían allí’? Finalmente se vieron fuera de la mansión y cada uno se fue para su casa, pero aquella aventura que vivieron les gustó tanto que a menudo se reúnen allí para jugar, hablar o hacer los deberes.
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Laura Alberte Seoane 10
¡Por fin llegó el gran día! Mamá nos llamó a Lucía y a mí para desayunar. Bajamos a la cocina y allí nos esperaba un fabuloso desayuno, ya que era el primer día de las vacaciones de verano. Al poco tiempo apareció papá por la cocina y nos dijo: – ¡Niños, venga, desayunad rápido, que hay que marcharse para la casa de vacaciones! Papá había estado todo un mes entero escogiendo la casa perfecta para nosotros, así que no paraba nunca de mencionar cada detalle. Al fin terminamos de desayunar y nos pusimos en camino. Durante el largo viaje de cinco horas, tuvimos que hacer unas cuantas paradas ya que con nosotros iba Leo, nuestro perro, y no queríamos que mojase el coche; también paramos a comer en un restaurante que a nosotros nos encantó. Todo iba de perlas hasta que llegamos a nuestro destino. Cuando nos bajamos del coche todos nos quedamos boquiabiertos mirando hacia la horripilante casa. A papá se le vino el mundo encima cuando la vio. Allí nos estaba esperando el casero que nos había alquilado la casa, el señor Domínguez. Papá le dijo: – ¿Esta es la casa? 11
– Sí. – Pues quisiera decirle que no se parece en nada a la de las fotos de internet. –Ya, es que esas fotos son algo antiguas… –Y la piscina, ¿dónde está? –Esto… se ha secado. Bueno yo me tengo que ir, que lo pasen bien durante su estancia aquí. Papá, totalmente desilusionado, nos dijo que cogiésemos las maletas y entrásemos. Al abrir la puerta me entró un escalofrío tremendo: todo estaba lleno de telas de araña y hasta había algunos ratones. Lucía y yo subimos a la planta de arriba donde estaba nuestro cuarto. Había dos literas. Yo dormiría en la de arriba y Lucía en la de abajo. Volvimos a bajar y salimos al jardín donde vimos un pequeño establo al que entramos. Dentro había algunos animales: dos ovejas, pollitos, conejos y una perrita. A mi hermana le encantó ese sitio y nos quedamos hasta que anocheció. Oímos a mamá llamarnos para cenar y salimos de allí. Cuando íbamos por el jardín, mirábamos hacia todos lados, ya que era aterrador. Nos 12
sentamos todos a la mesa y cenamos. Al terminar, Lucía y yo subimos a nuestra habitación para dormir. Nos acostamos y apagamos la luz. Entonces la puerta, que estaba abierta de par en par, se cerró dando un portazo. Nos asustamos muchísimo, tanto que oí en voz baja: – Dani, Dani... – era mi hermana aterrorizada –¿Puedo dormir contigo? – Sí, anda, sube. Ella, mucho más tranquila, se metió en mi cama y dormimos toda la noche. Por la mañana bajamos a la cocina a desayunar y allí nos esperaban mamá y papá. Desayunamos y luego nos fuimos a la playa ya que hacía un día estupendo. Una vez allí nos tumbamos en la arena y tomamos el sol. Lucía enseguida se cansó y tuve que ir a jugar con ella. Mamá nos llamó a comer y, sinceramente, el menú era muy apetitoso. Cuando acabamos de comer nos volvimos de vuelta a casa. Toda la diversión había acabado desde el momento en que entramos por la puerta. Mi hermana y yo fuimos al establo. Una vez allí ya estábamos mucho más tranquilos. A mi hermana le encantaba jugar con 13
los pequeños pollitos así que se lo pasaba en grande. Yo tuve que ir a la cocina a por la merienda y no fue nada agradable ir solo por el jardín. Al llegar a la cocina cogí la merienda y me dirigí al establo, cuando de repente un olor delicioso me distrajo. El olor venía de una habitación en la que nunca había estado. Cuando me disponía a empujar la puerta, algo la cerró repentinamente y oí como pasaban el pestillo. En ese momento salí corriendo para mi habitación. Mamá me preguntó qué me pasaba porque me notaba muy asustado. Yo le dije lo que había pasado y me contestó diciendo que eso era una tontería y que no me asustara. Rápidamente cambio de tema, proponiendo que la ayudase a preparar la cena, así lo hice y después subí a mi habitación a dormir. A la mañana siguiente me di cuenta de que mi hermana no había pasado la noche en la habitación. Me levanté corriendo y bajé las escaleras, pero escuché a mi hermana gritar dentro de una habitación, era la habitación de la que venía ese olor tan delicioso. Intenté abrir la puerta, pero no pude. 14
Corrí a buscar a papá y cuando lo traje, la puerta se podía abrir con toda facilidad y papá me dijo que dejase de decir tonterías. Le pregunté a mi hermana qué hacía ahí dentro y me dijo que ayer se había quedado dormida en el establo y que hoy por la mañana se había despertado en esa habitación. Yo quise dejar el tema, así que le dije que fuésemos a desayunar. Nos sentamos a la mesa y cuando iba a dar el último bocado a las tostadas, sonó el timbre. Mamá fue a abrir. Eran dos niños que venían a presentarse y a darnos la bienvenida. Mi madre les dijo que pasasen, en cambio a papá le sorprendió su presencia. Yo les pregunté que cómo se llamaban y me dijeron que se llamaban Manuel y Sandra. Mi hermana y Sandra se fueron a jugar arriba con las muñecas, y Manuel y yo estuvimos por una parte del jardín en la que nunca había estado. Era espeluznante, nunca había visto nada igual, estaba lleno de tumbas y fue cuando Manuel me dijo que esta casa estaba construida encima del antiguo cementerio. Me dio muy mala sensación así que salí corriendo de allí. Mamá nos llamó a comer y al final mis nuevos amigos se quedaron también. Al terminar de comer fuimos a acompañar a Manuel y a Sandra a su casa; cuando llegamos, mi hermana y yo nos 15
quedamos alucinados: vivían en una mansión de lujo o algo parecido. Tenía tres plantas y había cantidad de jardines donde jugar, su madre salió a recibirnos y nos dijo que podíamos ir cuando quisiésemos. Volvimos a casa y allí otra vez esas sensaciones tan extrañas. Bueno yo solo pensaba en volver a mi casita con mi habitación y mi salón favoritos. ¡Sólo faltaban cuatro días para volver! Cuatro largos días… No podía apartar de mi mente esa horrible habitación, por eso esta vez logré entrar en ella. A simple vista parecía una vieja lavandería pero debajo de algunas cajas había una trampilla, me disponía a abrirla cuándo pensé… “¿qué habrá debajo? Quizá habrá cadáveres o a saber qué más cosas…” Entonces la abrí, miré para abajo y había unos túneles larguísimos que llevaban a una puerta. Bajé y llegué hasta esa puerta, la abrí y a lo lejos estaba una persona que no pude ver con claridad. Me asusté mucho y entonces me marché corriendo. Me había llevado tanto tiempo intentar abrir la puerta que ya era la hora de cenar. Así que no me quedó más remedio que dejar la expedición de los túneles para mañana. Cuando acabé de cenar fui a lavarme los dientes y de pronto el grifo se abrió sin haberlo tocado. También se fue la luz y se cerraron todas las puertas de golpe. 16
Yo, terriblemente asustado, grité cuanto pude llamando a papá, y le dije que estas cosas no eran normales y también le dije que averiguaría por qué sucedían. Me fui a la cama pero esta noche tuve que dormir solo ya que mi hermana prefirió irse con mis padres. Cuando el despertador sonó, me levanté rápidamente a desayunar y enseguida me puse en marcha para la expedición, pero esta vez conmigo fue Leo porque si me pasaba algo, él podría ayudarme. Bajé por los túneles y llegué a la puerta y esta vez sí que la abrí de par en par y pude ver perfectamente a esa persona tan misteriosa. Era el señor Domínguez, el dueño de la casa. Junto a él había un gran teclado que, por lo que pude ver, controlaba las luces, el agua de la casa y demás cosas. No tardé en darme cuenta de que el señor Domínguez era el culpable de todos esos fenómenos tan extraños. Después de lo que vi, subí corriendo a buscar a papá, y enseguida bajó conmigo. Abrió la puerta y le preguntó al señor Domínguez qué estaba haciendo. Él le dijo que solamente estaba arreglando la caldera, pero mi padre no se creyó ni una palabra, así que lo empujó, tocó cada uno de los botones y averiguó realmente lo que ocurría. Mi padre, terriblemente enfadado, le dijo que 17
nos íbamos de vuelta y le pidió el dinero que le había pagado al principio. Yo, tan contento de que esa pesadilla hubiese acabado, me fui corriendo a recoger mis cosas y en muy poco tiempo estábamos de camino para casa.
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Carmen Alonso PĂŠrez
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–Hugo, tengo miedo –dijo Javi. Todo estaba demasiado oscuro. El aturdimiento hacía más incomprensible e incómodo el lugar. Solo se escuchaban las respiraciones en aquel pequeño espacio. –Tranquilo, Javi, saldremos de este armario viejo y mugriento. Pero... ¿cómo hemos llegado hasta aquí? Lo único que recuerdo es que era por la mañana y pensábamos que serían unas vacaciones de Navidad, como otras cualesquiera. Sin embargo, después de ir al bosque y de encontrar esta casa vieja y abandonada, no pudimos evitar entrar en ella y ver lo que había dentro. Vimos de todo; sillas destrozadas, sofás rasgados, cristales rotos... Las piezas del rompecabezas comenzaban a ponerse en su sitio poco a poco. –Yo ya empiezo a recordar algunas cosas... Después escuchamos un ladrido y vino un perro descuidado y con muchas heridas en las patas. Menos mal que tú tenías agua y tiritas en la mochila y lo curaste.
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–Sí, ya me acuerdo. Yo le puse las tiritas como pude porque no paraba de moverse, después me lamió la mano y nos siguió a todas partes. –Nos sirvió de gran ayuda porque conocía todos los rincones de la casa y cuando nos empezó a seguir un hombre con un cuchillo en la mano, solo tuvimos que seguir al perro, que nos fue guiando por la casa hasta llegar a un sótano. –Entonces escuchamos sus pasos y nos escondimos detrás de una puerta. –El hombre la abrió, nos hizo respirar un gas y nos dormimos. –Y ahora estamos encerrados en este armario. Tenemos que conseguir salir de aquí. Primero unos gritos y después un escalofriante llanto comenzó a filtrarse por los resquicios de la puerta. –¡¡Calla!! Creo que he escuchado algo. –Sí, yo también oigo algo. Creo que es el perro que está como llorando. ¿Qué pasará?
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Gritos y golpes arreciaban por momentos. Los aullidos de dolor eran espantosos. –No lo sé, pero parece que su amo está con él y le está diciendo algo. Si pudiese verlo quizás lo entendería, pero... –A lo mejor, si mirases por la cerradura… –propuso Javi–, después de observar que una tenue luz salía del pequeño agujero. –Tienes razón. Ya le veo. Está pegando al perro y le dice que como vuelva a salir de su jaula lo mata. ¡¡Oh, no!! Parece que nos ha oído. Viene hacia aquí –observó Hugo con mucho miedo. –¿Y qué hacemos, hermanito? –Podemos llamar a mamá por el móvil. –Sí, es verdad, llamaré a mamá. –Oh, no lo encuentro, nos lo habrá quitado. –¡¡ Necesitamos ayuda!!
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Hay un hombre con un cuchillo que solo quiere sangre en una casa abandonada en el bosque. Un ser con una horrible máscara abre la puerta del armario y dice: –Niños no os saldréis con la vuestra. Os mataré por haberos colado en mi casa sin permiso y por haber soltado a ese chucho asqueroso que tengo por mascota. Vuestra madre no os va a encontrar... al menos vivos. ¡¡¡Ja, ja, ja!! Es una pena que solo tenga una silla que no esté rota porque ahora solo podré sentar a uno y al otro tendré que atarlo sin más. Bueno, ¿con quién empiezo primero? ¿Con el que está de pie, o con el que está sentado? –No nos podemos defender, nos duelen las muñecas por las cuerdas. Otra voz diferente sacudió los frágiles nervios de los chicos: –Ahora mismo os vais a tomar un chocolate calentito con las galletas que hemos hecho la abuela y yo. –¡Dale rápido a F5! –No, ¡páusalo!. 23
–Total, estamos perdidos. Nos pilló el malvado Freddy Cruger del juego. –¡Qué gráficos! ¡Cada día los videojuegos son más reales! Otro grito volvió a sobresaltarles. –¡Venga, que se enfría el chocolate! ¿No queríais galletas? –¡¡¡Sí!!! Nos encantan las galletas que hacéis la abuela y tú. Cuando se iban a levantar de la alfombra donde habían estado jugando ante el monitor durante horas, notaron con terror que tenían los pies atados. La luz se apaga con un chasquido. Una risa escalofriante resuena por toda la casa.
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Natalia Ă lvarez Tejero 25
–Sol, no puedes pasarte todas las vacaciones tirada en el sofá, tienes que hacer algo. –dijo mi madre. –Pero en la aldea no hay nada que hacer. –me quejé. –Hija, tu madre tiene razón, ¿Por qué no sales gente?
a conocer
–Porque aquí la gente es muy rara, no me caen bien. –Pues sal a explorar lugares, esta aldea está llena de leyendas. –insistió mi padre. –Claro, por ejemplo la casa esa que hay al final de la carretera. –opinó mi madre. –No, mamá, esa casa da mucho miedo, y está toda llena de murciélagos y arañas. Un día pasé por delante y salieron decenas de ellos. –Bueno, Sol, haz lo que quieras, más cabezota no puedes ser. –dijo mi madre. Dicho esto se levantó, seguida de mi padre, y salieron de allí. La verdad, ahora que lo pensaba, esa casa sí que daba mucho miedo. Tenía una gran puerta de madera toda 26
destrozada, supongo que habrá sido la cantidad de bichos que viven en ella. Las paredes son de ladrillo y se ve que en su tiempo estuvieron pintadas de algún color, pero ahora solo se aprecian los restos de estas por las esquinas y algún trozo más. Tiene dos ventanas visibles y cada una tiene una cortina toda deshecha que alguna rata habrá roído. El tejado es espeluznante. Casi no tiene tejas y, si tiene alguna, está totalmente destrozada. Parece que algún tipo de ciclón pasó por allí y lo dejó todo en tal mal estado. Me pregunto por qué alguien la habrá abandonado así y nadie se ha molestado en reconstruirla. Y entre tanto pensamiento acabé por quedarme profundamente dormida. Me desperté en el suelo. "Me habré caído”, pensé, mientras me desperezaba aún sin abrir los ojos. Oí un pequeño murmullo, pero no eran personas hablando, era como si alguien estuviese castañeando los dientes muy cerca de mí. Cuando abrí los ojos comprobé de dónde procedía ese sonido. Tenía una rata al lado de mi cara. De un salto me levanté del suelo, y di un pequeño grito. La rata al oírme salió corriendo de allí hacía la mesa del comedor. 27
Ahora que me fijo, nosotros no teníamos una mesa tan grande, y la que teníamos estaba más nueva. Miré a mi alrededor y comprendí que ya no estaba en mi casa. Esta era mucho más vieja y, por lo que parecía, por dentro era enorme. Me entró un poco de miedo, ¿y si no salía de allí? Me acerqué a una cómoda que había al lado de la mesa. En ella había unas cuantas fotos de una familia. Cogí una que me llamó la atención. Aparecía una familia en ese comedor pero este estaba en perfecto estado. En la foto aparecía una lámpara colgada del techo, lo comprobé. La lámpara que había ahora estaba irreconocible, no parecía la misma que la de la foto. Mientras miraba las fotos oí unos pasos. Me giré y no había nada extraño. "Habrá sido tu imaginación", pensé. Volví a mirar las fotos. Ahí estaba en ruido ese otra vez. Ahora, el miedo me invadió aún más al pensar que en esta casa podría haber alguien más que yo. Me giré ahora más despacio y la vi. Era la sombra de una persona. Seguí la sombra con los ojos hasta los pies para ver a quien pertenecía. Me sorprendió bastante ver a una niña pequeña que me miraba con miedo. 28
Del susto se me cayó la foto que tenía en la mano al suelo. Miles de murciélagos empezaron a volar hacia mí. Me tiré en el suelo por instinto. Parecieron horas las estuve tirada en el suelo. Cuando por fin me levante oí otra vez los pasos, pero esta vez eran más rápidos e iban disminuyendo de volumen, como si se alejasen. En la puerta ya no estaba la niña. Caminé hasta la puerta buscando la salida, y me encontré con un enorme salón. Este tenía dos puertas. Me dirigí a la más cercana. Daba a una cocina que, comparada con el resto de las habitaciones que había visto, era un poco más pequeña. Estaba todo lleno de bichos, ratas, ratones y demás animales. Vi una puerta al final de la cocina y la crucé. Seguí buscando la salida hasta que me cansé de tanto andar. Ahora me encontraba en una vieja habitación. Me senté en una esquina de esta y empecé a llorar. Quería irme a mi casa ya. Echaba de menos a mi familia y a estar tumbada en el sofá sin hacer nada. Me desperté debido a que alguien me estaba sacudiendo el cuerpo. Me froté los ojos y me di cuenta de que los tenía 29
mojados. Los abrí. Vi a mi madre sentada en el sofá mirándome con cara preocupada. Sonreí. – ¿Que pasó hija?– preguntó –Nada mamá, tuve una pesadilla– le sonreí La verdad es que sí que me alegraba de verla porque, aunque solo hubiese sido una pesadilla, la había echado mucho de menos.
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Diego Becerra Fernรกndez 31
Un día, al salir del colegio, Juan, Pedro, Lucía y Carlos se quedaron en el parque a charlar. Lucía dijo: –Al fin es viernes, lo malo es que tengo clase de Inglés por la tarde –resopla–, qué aburrido. ¿Qué hacéis vosotros? Juan contestó: –Yo tengo la tarde libre, así que no sé qué hacer. Carlos añadió: –Yo tengo que hacer tres ejercicios de Matemáticas, pero los acabo muy rápido. –Yo tampoco tengo nada que hacer –se pone a pensar Pedro– Eh, ¿y si vamos a la casa abandonada que hay al lado de ese campo? Lucía le respondió: – ¡No! – ¿Por qué? – Porque seguro que está llena de bichos y además está muy sucia. 32
–¿No tendréis miedo, no? Todos dijeron a la vez: –Yo voy, yo también. Entonces los demás miraron a Lucía. –Bueno, tendré que ir…. –Vale, estaremos aquí a las 7:00, ¿entendido?, –dijo Pedro. Todos contestaron: –Sí. Después de comer y de hacer sus tareas fueron al parque. Pedro aún no había llegado y esperaron unos minutos hasta que vino. –¿Por qué has tardado tanto?, –dijo Lucía –Porque he cogido unas linternas para todos. –Ah, vale. – ¿Vamos o qué?, se impacientó Pedro.
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Fueron hacia la casa y de camino Pedro les fue contando la leyenda de la misma. Les contó que el cadáver del antiguo propietario estaba enterrado bajo el sótano. Cuando llegaron a la casa buscaron alguna puerta abierta. No encontraron ninguna y entonces Pedro llamó a la puerta. –¿¡Que haces!? –gritó Lucía. Pedro le respondió: –Llamar a la puerta. De repente se abrió la puerta sola y entraron todos con las linternas encendidas. La casa tenía dos plantas, aunque la segunda estaba derruida. Siguieron caminando, les pareció curioso que hubiese una parte de la pared tapiada. Carlos apoyó la mano y la pared se rompió. Era una pared falsa que conducía al sótano. Pedro dijo: –Deberíamos separarnos pero, cuidado, la madera está rota, tenemos que ir con cuidado.
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Todos pisaron con cuidado excepto Lucía que estaba muy nerviosa y pisaba con mucha fuerza hasta que se rompió la madera. Entonces encontraron un ataúd, lo abrieron y dentro había un esqueleto. Todos gritaron y salieron a toda prisa y nunca más se atrevieron a meterse en esa casa.
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MarĂa Bugallo MĂŠndez 36
Un día cualquiera de verano, estaban los amigos de Pedro en la playa. No sabían muy bien qué hacer, pues no hacía muy buen día para bañarse y estaban más que aburridos. Entonces a uno de ellos se le ocurrió que podrían jugar a Prueba o Verdad, y a todos les pareció una buena idea. Jorge empezó y decidió preguntarle a Juan. Este eligió “prueba”. Jorge desvió hacia arriba su mirada, intentando pensar en algún desafío. En ese momento se fijó en la casa abandonada que había frente a la playa. __ ¡Tengo una idea!, exclamó satisfecho. Les explicó a sus compañeros la idea que había tenido: Juan, como “prueba”, tenía que subir a la casa abandonada que había a unos metros de la playa. Juan estaba realmente asustado; además, ya estaba oscureciendo. Pero para hacerse el valiente, aceptó el reto, sin imaginar siquiera lo que le podía pasar. La prueba consistía concretamente en ir solo hasta la casa y dar una vuelta entera a su alrededor. Además tendría que llevar a sus amigos cualquier objeto que se encontrase dentro de ella.
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Caminaron por el barrio, oscuro y siniestro, aunque en otro tiempo uno de los más ricos de la ciudad. Allí se encontraban enormes casas antiguas, mansiones en las que ya no vivía nadie, pero que tampoco se atrevían a demoler porque ya formaban parte de la historia y parecían monumentos. Se acercaron al portal de la casa, lo que venía a ser la entrada donde se situaba el viejo jardín. Entraron todos juntos en él, pero a la casa Juan debía entrar solo y así se dispuso a hacerlo. La casa estaba cerrada, pero Juan vio en su parte trasera una abertura por la que cabía perfectamente. El muchacho se decidió a entrar. La oquedad daba al garaje. Una vez dentro, intentó encontrar las habitaciones, situadas en el piso superior. Subió y entró en un cuarto cualquiera. Para su sorpresa encontró en él un collar de oro, de enorme valor, que tenía un colgante hecho con una esmeralda y varios diamantes. Lo cogió inmediatamente para enseñárselo a sus amigos, pero cuando volvió al garaje, la abertura por la que había entrado, había desaparecido. Juan se frotó los ojos angustiado. Volvió a mirar. No estaba. Con un gesto de impotencia y muy nervioso gritó: – ¡Ayuda! ¡Ayuda! 38
Pero nadie le oía. Volvió al piso de arriba y quiso asomarse a una ventana, pero tampoco pudo abrirla. La golpeó con fuerza y gritó de nuevo. Nadie le podía oír. El muchacho empezó a llorar de rabia, de impotencia, de tristeza. ¿No iba a salir nunca de esa casa? Recorrió las otras habitaciones por si encontraba un lugar por dónde escapar. Una de ellas estaba vacía y no tenía siquiera ni una ventana pero en la siguiente encontró cinco cadáveres. Al entrar en esta, la puerta se cerró inmediatamente a su espalda. Juan intentó abrirla, pero estaba cerrada con llave. ¿Quién podía haberlo hecho, si la casa estaba abandonada? De repente escuchó una voz tenebrosa, que decía: – Has entrado, pero no volverás a salir nunca. Si no me crees, pregunta a tus compañeros de habitación. Y resonó una carcajada malvada. Después de estos hechos, nunca más se supo del niño. Los policías que entraron en la casa intentando averiguar lo que había pasado desaparecieron igualmente. Años más tarde,
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la casa se derrumb贸 y, entre los escombros, encontraron los restos de los fallecidos y el collar. El misterio de la casa jam谩s fue resuelto. Los amigos de Juan vivieron traumatizados por lo sucedido y por el misterio que ocultaba entre sus paredes la casa encantada.
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Ant贸n Cambeiro Cerdeiras 41
Era 18 de diciembre de 2013. Michael, Rafael y Susana acababan de terminar las cartas a los Reyes Magos. Se las llevaron al colegio porque al día siguiente venía el cartero real. Lo raro fue que vino en una furgoneta y no en camello. El cartero llenó hasta arriba cinco sacos de cartas, cuatro de los cuales cerró haciendo un nudo con una cuerda. El quinto saco, en el que Michael, Rafael y Susana habían depositado sus cartas, iba sin cerrar. Los niños salieron del colegio antes de que lo hiciera el cartero real en su furgoneta, con la cual se cruzaron cuando iban camino de casa. Se dieron cuenta de que tres cartas habían volado del saco abierto y… ¡¡eran las suyas!! El viento las empujaba y las cartas acabaron en la mansión encantada de Pinegrove. –¡Oh, mierda! Perfecto, han ido a parar a Pinegrove –exclamó Michael– Ahora no tendremos regalos. –Hay que ir a buscarlas esta tarde –dijo Rafa. –¿Esta tarde? No puedo ir esta tarde –respondió Susana.
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– Gallina, ¿tienes miedo de lo que pasó allí hace veinte años?–contestó Michael. –¿Qué pasó? –preguntó Rafa intrigado. –Hubo una fuerte tormenta con rayos y truenos en 1993, tal día como hoy. Uno de los rayos cayó en la mansión, matando con la descarga a sus tres habitantes. El trueno que siguió al rayo retumbó tan fuerte que removió los cimientos de la mansión y metió los espíritus de los muertos entre las paredes de la casa. Cuenta la leyenda que cada 18 de diciembre los espíritus salen de su escondite en busca de otras almas con quien estar… ¿Rafa? ¿Susana? –preguntó después de contar la historia. Los dos estaban muertos de miedo, metidos en un portal. –¡No me fastidies, Susana, que tú ya conocías la leyenda! – gritó Michael– Pasad delante de mí. –¿Ahora? ¡Pero si es la hora de comer! –respondió Susana. –¡¡¡Ahora!!! Llegaron a Pinegrove y empezaron a buscar las cartas, dividiéndose la búsqueda: para Rafa la mitad del piso de 43
arriba; para Susana, la otra mitad y para Michael el piso de abajo. Les llevó más de dos horas registrar cada uno su parte; luego se reunieron en el salón. Ninguno había encontrado nada. Entonces Michael vio un destello de una luz rosada frente a una ventana. Se acercaron y vieron que era la carta de Susana. ¡La había llenado de purpurina rosa! –Una menos, faltan dos. –dijo Rafa. –Si esta está aquí, deben de haberse separado, –exclamó Susana. –Lo confirmo, en mi parte de la casa vi un papel volando por la cocina, –dijo Michael. –Y yo, uno por el pasillo, –completó Rafa. –Entonces vamos a por ellos, –dijo Susana. Subieron al piso superior y encontraron la de Rafa y cuando bajaron a la cocina, la de Michael. –Ahora el siguiente problema, ¿cómo se las damos al cartero? –berreó Rafa.
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–Fácil. Mañana va a volver y como sale tarde, le daremos las cartas, –respondió Susana–. Vámonos a casa, nuestros padres estarán furiosos.
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Alejandro Camblor Sueiro 46
Como ocurría al menos una vez al año, fui a dormir a casa de mi primo José. Esa noche, me despertó un llanto que provenía del bosque. Desperté a José y juntos fuimos a ver qué era. Al adentrarnos en el bosque, vi un camino que conducía a una casa vieja con muchas ventanas. Cuanto más nos acercábamos a la casa, más intenso era el llanto. Empujamos la puerta, que chirriaba, y estaba cubierta por telas de araña. Lo primero que vimos al entrar fue una foto de una niña con sus padres. Al subir las escaleras, leímos en la pared un mensaje inexplicable: Póngale buena nota a Camblor o padecerá terribles pesadillas. No lo comprendimos, ya que nadie conocía a Camblor. Seguimos hacia adelante en la oscuridad y, de pronto, empezamos a distinguir destellos de luz que salían de una habitación. Al asomarnos a la puerta vimos una imagen de la que nos acordaríamos toda la vida: era el fantasma de la niña que estaba en la foto de la entrada. Tenía el rostro pálido, larga melena y sostenía una muñeca en su mano derecha. Instantáneamente echamos a correr, salimos de la habitación, bajamos las escaleras y en el pasillo de la entrada 47
tropezamos con la foto y nos fijamos en que todos ten铆an los ojos negros.
Intentamos abrir la puerta de salida pero estaba cerrada. Retrocedimos hasta la puerta trasera, pero el fantasma nos cerr贸 el paso y nos advirti贸 de que hab铆a llegado nuestro fin. Entonces nos impulsamos contra una ventana y la rompimos 48
con fuerza. Conseguimos salir, corrimos hacia nuestra casa y nunca volvimos a hablar de lo ocurrido.
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Eduardo Cousillas Miner
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Los hermanos Manu y Pedro eran gemelos y bastante inquietos: físicamente eran idénticos, con el pelo rubio; la única cosa que los diferenciaba era que Pedro era más corpulento que Manu. Tenían 10 años y vivían en una gran ciudad, en una lujosa mansión con sus padres y su perro Pipo. La casa era muy grande y espaciosa con un gran jardín y piscina. Ellos dormían juntos en una habitación grande donde hacían los deberes y también jugaban. Tenían un jardín enorme donde a los niños les encanta jugar al fútbol con las porterías que tienen. A pesar de ser muy inquietos eran buenos estudiantes. Estudian en el colegio de los Jesuitas. También tenían muchos amigos, pero los mejores eran Pepe y Merche. Se estaban acercando las vacaciones de verano y todos los niños estaban esperando ansiosos que empezaran esos 2 meses de vacaciones para poder jugar con los amigos, hacer deportes, ir a la playa etc. Los padres de Pedro y Manu les dijeron que cuando empezaran las vacaciones se van a ir una semana al pueblo. A ellos no les hizo mucha gracia, no les gusta ir al pueblo 51
porque les parece muy aburrido ya que no tienen amigos allí. Sus padres les dijeron que podrían llevar a un par de amigos, entonces ellos ya no dudaron y decidieron llevar a Pepe y a Merche. Llegaron las vacaciones de verano, el momento de marcharse al pueblo a pasar una semana; por fin llegó el día de irse, pasaron por las casas de Pepe y Merche para recogerlos y emprendieron el viaje. El pueblo era pequeño, con pocas casas, una plaza grande donde estaba el ayuntamiento, una iglesia y una tienda que tenía de todo; sus vecinos eran mayores y no había otros niños con los que jugar. Su casa estaba a las afueras del pueblo y aunque sencilla era muy espaciosa y tenían incluso sitios para poder esconderse. Los cuatro dormían en literas separadas en dos habitaciones. Un día fueron a bañarse al río porque hacía mucho calor. Decidieron ir por el frondoso bosque para que el trayecto fuera más entretenido. Cuando se empezaron a bañar, Pepe se fijó en una casa pequeña que destacaba por su color gris triste, por las enredaderas que la rodeaban y su tejado algo derruido. Él lo comentó con ellos y decidieron ir a investigar. 52
El camino para llegar a la casa era estrecho y pedregoso. Cuando llegaron echaron un vistazo alrededor de la verja que rodeaba la casa hasta que encontraron un pequeño hueco por el cual se podía entrar en el jardín. Pedro, que era el más atrevido, propuso entrar en la casa. Los demás aceptaron de mala manera. La casa era pequeña por fuera y espaciosa por dentro porque casi no había muebles. Al entrar se impresionaron mucho porque era más grande de lo que se habían imaginado. Al inspeccionarla no se encontraron mucho al principio porque no había muchos muebles. Pedro sin embargo mientras los demás estaban un poco asustados ya había inspeccionado la casa y comentó que no había nada en especial. Desde aquel momento iban todos los días a bañarse al río y la casa para jugar a las cartas, al escondite etc. Cuando llegó el día de irse a los chicos les dio mucha pena y les preguntaron a los padres si podían volver y ellos aceptaron. Para ellos fue el mejor verano de sus vidas.
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Jessica Dantas Soares
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Había una vez una niña llamada Carolina, que tenía un perrito llamado Rex. Un día, iban ambos paseando tranquilamente por el bosque, cuando Rex, de repente, se escapó y empezó a correr. Carolina lo persiguió y vio que Rex entraba en una casa vieja, más bien se podría decir que era una casa abandonada… Carolina, temerosa de entrar en ella, únicamente se acercó a la puerta y gritó: – ¡Rex, Rex, Rex! Pero Rex no emitía ninguna señal. Ella insistía: «¡¡Rex, Rex, Rex!! ¡Vuelve, por favor!» Al fin, cuando paró de gritar, se escucharon unos ladridos: eran de Rex, claramente. Carolina quería mucho a su perrito y por él estaba dispuesta a todo, así que dejó su miedo atrás y entró en la casa a buscarlo. Cuando Carol entró en la casa, vio en la pared cosas muy extrañas: dibujos, palabras… Carolina se preguntaba: «Pero, ¿qué es esto? ¿Algún tipo de juego?» Vio un largo pasillo y al final una luz. Decidió ir allí y al llegar se dio cuenta de que era la cocina; se fijó bien y vio a Rex gimiendo en una esquina. 55
«Rex, ¿qué te pasa? Vámonos, esta casa no me agrada.» Rex no ladraba, no se levantaba, únicamente miraba hacia la pared. Carol se preguntaba tantas cosas…, solo quería salir de esa casa. «Rex, venga, vámonos, no mires a la pared, no hay nada» Carol miró una vez más hacia la pared y vio a una extraña mujer, daba terror mirarla. Estaba de espaldas y solo se le veía el pelo, largo y negro. Cuando se dio la vuelta, le dijo a Carolina: – Al fin estás aquí, llevo esperándote desde hace tiempo. Carolina, más asustada aún, cogió a Rex y salió corriendo, creyendo que así se podía escapar. Pero no…, la mujer la perseguía. Tropezó en una piedra y se cayó; cuando miró al frente, vio de nuevo a la mujer, que le sonreía y le decía con voz malvada: –No tengas miedo, vengo a cumplir con mi trabajo. Acuérdate de que soñaste conmigo, te voy a llevar a un mundo mejor: el submundo. 56
Carol, aterrorizada, preguntó: –¿Qué quieres realmente de mí? La mujer respondió: –Tu alma. En el cielo se gestó una gran tormenta, mientras los ojos de Carolina se volvían rojos. ¡Carol se estaba transformando en ella! Las dos desaparecieron, la casa abandonada también y nunca más se tuvo noticia de Carol.
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Manuel Debén Padín 58
Había una vez, un grupo de amigos a los que les encantaba vivir aventuras. Se llamaban Jorge, Daniel, Sergio y Clara. Un día quedaron en un descampado que había en su pueblo y allí organizaron una ruta hasta la vieja casa en ruinas, que estaba a 3 km. Después del largo trayecto, llegaron a la casa y Jorge propuso entrar. Todos estuvieron de acuerdo menos Clara, pero aun así entraron. Al entrar en la casa, a pesar de estar vacía desde hacía mucho tiempo, les sorprendió lo bien cuidada que estaba. Las mesas y las sillas limpias, las alfombras en perfecto estado, etc. Se asustaron y quisieron salir pero justo cuando estaban a punto de hacerlo, se cerraron las puertas de golpe. Los cuatro dieron un grito, pero nadie los escuchó. Así que no tuvieron más remedio, que buscar otra salida. Avanzaron por un corredor con una lámpara de techo descomunal y una alfombra de lana roja que cubría todo el pasillo. Giraron y entraron en una habitación con una gran cama de matrimonio que ocupaba casi toda la habitación; en el escritorio encontraron una nota escrita a tinta roja que decía: «No podréis salir». 59
De pronto se apagaron todas las luces de la casa y los niños volvieron a gritar, corriendo desde el dormitorio hasta llegar a otra habitación. Esta era el doble de grande que la otra habitación. Tenía una cama todavía más grande, flores en las ventanas y retratos de personas desconocidas en las paredes. Uno en particular captó la atención de los niños. Un retrato de una joven al lado de su marido. Lo que más les llamó la atención del retrato fue el collar de diamantes de la joven. De repente escucharon un ruido que procedía de su espalda, y los cuatro se giraron sobresaltados. Vieron el fantasma de la joven del retrato y el miedo los paralizó. La joven les empezó a hablar con voz suave, diciéndoles que recuperaran su collar de diamantes, que había dejado en el escritorio de la primera habitación en que habían estado. En esa habitación ella había sido asesinada por su marido. Fue su marido el que había escondido el collar en el escritorio de la habitación. La joven les suplicaba que fueran a recuperar el collar, indicándoles también dónde estaba la llave de la cómoda, que su marido había escondido. Una vez recuperado el collar, lo dejaron donde les indicó la joven, y el fantasma se desvaneció al instante. 60
En ese momento la puerta de la casa se abri贸 y pudieron salir.
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Halima Dhima RodrĂguez 62
Me acuerdo de cuando era pequeña e iba un montón de veces a casa de mis abuelos. Siempre iba en coche. Lo que más me impresionaba y me gustaba no era el poni, la casa del árbol o mi perrito, sino algo que había por el camino… Todos los fines de semana me levantaba temprano, desayunaba y me arreglaba para salir de casa, corriendo por las escaleras a la vez que me ponía la chaqueta vaquera que tanto me gustaba. En cuanto me subía al coche, me abrochaba rápidamente y le daba los buenos días a mi abuela. El coche arrancaba y comenzaba el viaje. Más o menos a medio camino, siempre parábamos en Opencor, que estaba en una calle con edificios a un lado y monte al otro. Normalmente solíamos las dos bajar a comprar la comida, pero un día quise quedarme en el coche. Estaba algo cansada (eso le dije a mi abuela). Por fin, después de ver todos los días aquella casa, esa mañana decidí aventurarme. Os preguntaréis qué casa era. Bueno …, eran dos casas gemelas que había en una zona alta del monte muy cercana a la carretera. Pero esas casas estaban invadidas por las plantas, sin techo, sin ventanas y con toda la madera podrida. 63
Me bajé del coche, cerré la puerta y crucé la carretera a todo correr. En cuanto pisé la hierba dejé de caminar, miré hacia las casas y me imaginé nueve cosas que podría haber o que me podrían pasar al entrar allí dentro Me podría pasar: - Que en cuanto pusiera un pie dentro, el suelo se rompiera. - Que hubiera un tesoro entre las paredes. - Que descubriera una alianza ultra-mega-híper-súpermacro-secreta que viniera de un universo paralelo y una chica fuera clavadita a mí, solo que en gótica, y que al vernos muriéramos todos los presentes por estropear el continuo espacio-tiempo. - Que fuera una simple casa abandonada y que me estuviera haciendo demasiadas ilusiones. - O que mi abuela me pillara y me quedase sin descubrirlo.
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Qué podría haber: - Plantas que al llevar tanto tiempo encerradas comieran carne viva para alimentarse y sobrevivir. - Ratas del tamaño de un Golden Retriever solamente se alimentasen de su propio pelo.
que
- Escaleras que al pisarlas se convirtieran en un tobogán amarillo que pareciese un enorme rizo. - Un gato que apareciera y desapareciera con el de Alicia en el país de las maravillas. - Todo eso y más. De repente, un claxon me sacó de mis pensamientos. Me giré, no había ningún coche circulando, así que volví a concentrarme en las casas y el sonido retumbó de nuevo en mis oídos. Era el coche de mi abuela, que había acabado de comprar y me llamaba. A la semana siguiente volvimos a la rutina: yo bajaba con mi abuela a comprar y nos íbamos a su casa.
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La semana pasada, después de varios años, decidí apartar las nubes de mi mente y descubrir la verdad. Así que cogí un bus que me llevó hasta la zona (no fui en el coche de mi abuela, ya que ella y mi abuelo fallecieron el pasado año). En cuanto el bus llegó a su destino anduve apenas unos dos kilómetros hasta llegar al despejado monte que nublaba mis pensamientos. Me acerqué a la puerta de la primera casa. Después de tantos años, volver a estar allí, el sitio más emocionante de tu vida al que no pudiste entrar… Y en ese momento tuve la oportunidad y en ese instante decidí no entrar, ya que, si era una simple casa, mi ilusión, que aún perduraba, se perdería. Y aunque fuera espectacular lo que me aguardaba, nunca llegaría a ser lo que soñaba o lo que podía imaginar. Y así me alejé de las casas y volví a mi hogar, pensando en lo que me podría haber pasado o podría haber visto, al entrar en “mis dos sueños”.
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Carla Díaz Fernández 67
Hace unos años, en un día lluvioso, cinco niños de unos doce años de edad fueron a jugar a una pequeña plaza, que se encontraba cerca de la urbanización en la que vivían. La lluvia era incesante y con el paso del tiempo el cielo se oscurecía cada vez más y se cubría de sombrías nubes grisáceas. Cuando los niños llevaban ya un tiempo jugando, empezó a llover con tanta intensidad que tuvieron que buscar refugio. Como en esa plaza no había tiendas, ni nada parecido, el único sitio en el que podían refugiarse era en una casa abandonada de la zona. Los cinco niños se adentraron en la casa con miedo de que les pasase algo malo, ya que en principio tenía muy mala pinta. Cuando ya llevaban allí un tiempo empezaron a pasárselo tan bien, hablando de todo lo que podría haber pasado en esa casa años atrás que decidieron hacer una investigación sobre la misma. La casa en sí no daba miedo, pero las condiciones en las que estaba no eran para nada buenas. Era bastante pequeña pero se encontraba en un lugar tan bonito que llamaba la 68
atención de todo el que pasase por delante. Desde fuera se veía un enorme jardín que aunque fuera extraño, estaba en muy buenas condiciones. Si mirabas más a lo lejos podías observar la casa de brillante colorido situada al lado de un árbol al que los niños acabaron llamando “Bellota”. Por dentro estaba muy mal cuidada, ya que hacía años que nadie pisaba ese suelo ya medio putrefacto por el moho. Aunque la casa era pequeña se podían encontrar recovecos en los que los niños se llevarían bastantes sorpresas, y a veces no muy buenas. Al cabo de una semana aproximadamente, los niños volvieron a la casa, equipados con linternas y otros materiales para investigarla. Al principio no sabían muy bien lo que hacer pero poco a poco se fueron confiando más y consiguieron encontrar cosas de valor, como una radio antigua y un reloj de pared. Los días pasaban y los niños iban perdiendo la esperanza porque no encontraban nada más que les interesase, hasta que un día una de las niñas, llamada Andrea, se cayó por una trampilla buscando algo nuevo que no hubiesen encontrado antes. 69
Oscar, otro niño del grupo, escuchó el fuerte grito de Andrea al caer y fue corriendo a ayudarla, así hasta que se encontraron los cinco al fondo de la trampilla, que resultó dar al sótano, en el que encontraron un antiquísimo baúl con un candado puesto. Esto interesó muchísimo a los niños, así que su próxima tarea sería encontrar la llave para abrir el candado y poder descubrir lo que había dentro el baúl. Al día siguiente volvieron a la casa con más ganas que nunca, para conseguir la llave que abriría el misterioso baúl, pero pasaba el tiempo y la llave no aparecía por ningún lado, hasta que a Noelia, la otra niña, se le ocurrió la idea de que a lo mejor la llave no estaba dentro de la casa, sino fuera, en el jardín. A los niños les pareció una buena idea buscar en el jardín, ya que habían registrado toda la casa y no habían encontrado nada. Y así fue, los niños buscaron y buscaron en el jardín de la bonita casa, hasta que Pablo y Rubén encontraron una cajita pequeña que les llamó mucho la atención. No quisieron abrir la caja hasta que no se encontraran presentes sus amigos, así que los llamaron a todos y Pablo, Rubén, Andrea, Óscar y 70
Noelia se dispusieron a abrir la caja que por suerte contenía la llave que ellos buscaban con tanta ansia. Cuando la vieron se pusieron muy contentos y empezaron a dar saltos y pegar gritos de la emoción, Fueron al sótano de la casa y abrieron el baúl, que muy a su pesar no contenía nada más que una simple pipa antigua. Aunque los niños no encontrasen nada de valor en aquella casa, hacer la investigación y conseguir la llave que tanto ansiaban hizo que pasasen el mejor verano de su vida y que se hiciesen aún más amigos entre ellos. Como todos eran bastante imaginativos y siempre se les pasaban por la cabeza cosas ocurrentes, los niños decidieron hacer una carta que contaba las aventuras que les habían pasado en esa casa, y dejarla dentro de ese baúl que cerraron de nuevo para que otros niños dentro de unos años pudiesen revivir esa historia. Os preguntaréis cómo sé esto, ¿no? Pues porque soy una integrante de ese grupo de niños.
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Lía Díaz Rodríguez
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Hace mucho tiempo, en 1937, enfrente de mi casa había una gran posada donde todo el mundo que entraba nunca salía. Esto me lo contó mi abuelo, que ya vivía en nuestra casa en esos años. Ahora es una posada abandonada y está rodeada de una valla que pone «peligro». Pero aun así a mí me entró la curiosidad y me propuse entrar durante las vacaciones de verano. Hoy acaba el colegio, estoy muy nervioso por las notas, pero a la vez también por lo que me he propuesto. Ya se lo había contado a mi amiga Celia, quien me prometió que vendría. Como ya me han dado las notas, me dirijo a mi casa, para enseñárselas a mis padres. Eran bastante buenas, así que mis padres accedieron a dejarme salir un rato. Llamé a Celia y, cuando llegó, le dije que si íbamos a observar la casa y ver por dónde podíamos entrar. Le pareció buena idea y allá nos fuimos las dos provistas de una libreta y de un bolígrafo. Yo hice un pequeño plano y ella iba señalando por dónde se podía pasar y por dónde no. 73
Ya eran las 6:00 y nos pareció que teníamos suficiente información. Me guardé la libreta en el bolsillo y nos dirigimos a casa de Celia para cenar. Por el camino nos encontramos con un señor muy siniestro que chocó conmigo. Yo pensé que iba despistado pero, mientras cenábamos, intentamos revisar el mapa y, cuando quise cogerlo de mi bolsillo, no estaba. ¡Ese hombre nos lo había robado! Al día siguiente fuimos a la biblioteca y buscamos y buscamos sobre esa posada, pero solo aparecía lo que ya me había contado mi abuelo. Al llegar a casa le describí a mi padre cómo era ese hombre. Él me dijo que le sonaba vagamente, pero que no sabía quién era. Dos días después volvimos a encontrarlo y le dijimos que nos devolviera nuestra libreta. Así lo hizo, pero enseguida descubrimos que faltaba la hoja con el mapa. Cuando me di la vuelta para decírselo a aquel hombre, había desaparecido. Mi abuelo ya había muerto y no pude preguntarle nada. Él sabía todo sobre la ciudad y sobre sus vecinos. 74
Por eso he cogido su diario, porque un día mi padre me contó que guardaba las fotos de sus amigos y, a lo mejor, podría encontrar la de ese hombre. Comencé a hojearlo y en él había muchas fotos, pero en ninguna aparecía ese señor. En un apartado decía «mis mejores amigos» e inmediatamente apareció la foto que estaba buscando. –¡¡Nooo!! –grité. No me lo podía creer, era su mejor amigo. Lo primero que hice fue llamar a Celia y contárselo todo. Después estuvimos paseando durante todo el día, a ver si podíamos encontrarlo. Así fue, nos lo encontramos, lo paramos y le dijimos: –¿Podríamos hablar un momento en alguna cafetería? –Sí, pero no penséis que os voy a devolver la hoja, –dijo él. –¿Por qué nos la quitaste, si eras el mejor amigo de mi abuelo? –Tu abuelo y yo, cuando éramos pequeños, entramos en la posada. Fuimos los únicos que salimos y nos prometimos que nunca más dejaríamos entrar a nadie. –¿Qué pasó dentro? 75
–Bueno, os contaré la historia. –Vale. –Era un día normal, tu abuelo y yo teníamos doce años y acabábamos de oír que de la posada la gente nunca salía. A nosotros nos entró la curiosidad y quisimos comprobarlo. Un día nos dirigimos allí y buscamos un sitio por donde entrar. Decidimos que era mejor hacerlo por el jardín y allí nos fuimos. Entramos por un hueco situado a la derecha de la casa. Al entrar, lo primero que vimos fue un gran escritorio hecho de huesos. De repente, contemplamos una sombra que crecía y crecía. Algo nos agarró y nos arrastró al centro de la sala. Los dos gritamos. Empezamos a pensar que no íbamos a poder salir, pero tu abuelo tenía y mechero y se lo tiró a aquello que nos sujetaba. Finalmente nos liberó y logramos salir por donde habíamos entrado. Cuando salimos, nos prometimos que nunca dejaríamos entrar a nadie. –Entonces no entraremos. Gracias por habernos contado esta historia. Adiós. 76
Miguel Eisermann Camba 77
Después de una larga tarde de juegos con mis amigos, Jorge, Tomás, Cristian y yo decidimos emprender una aventura. Se trataba de explorar una casa abandonada que estaba a unos diez minutos de donde nos situábamos. Cuando llegó la noche, una espesa niebla lo cubría todo. Mis amigos y yo decidimos llevar linternas, sacos de dormir, víveres y unas cartas para no quedarnos dormidos y pasar allí la noche. Accedimos a la casa a través de una ventana, tras saltar la valla. Una vez en el interior, subimos al primer piso para acomodarnos. Subimos unas escaleras y llegamos a una habitación que tenía una chimenea y una gran librería en la cual se apreciaban restos de libros muy deteriorados. Cuando ya estábamos acomodados, empezamos a contar historias de miedo, es decir, Tomás era quien las contaba, ya que era aficionado a las películas de terror. Jorge era un buen explorador y Cristian un experto jugador de cartas, pues solía jugar a menudo con su abuelo. Así pasaron varias horas, hasta que Cristian se fue a ver dónde estaba el cuarto de baño. Después de bastante tiempo y, 78
como Cristian no regresaba, decidimos ir en su busca. Tras recorrer un largo tramo de la casa, oímos unos ruidos extraños que procedían del piso inferior. Bajamos y vimos a Cristian en el suelo sin poder moverse, ya que tenía una pierna dislocada y un fuerte golpe en la espalda. Nos pareció muy raro que Cristian se hubiese caído solo. Al fijarnos en el techo, percibimos que faltaba un trozo del mismo. Dada la situación, nuestros planes se vinieron abajo. Tomás y yo fuimos a pedir ayuda, mientras que Jorge se quedaba con Cristian. Al cabo de un rato llegaron los servicios de emergencia que, tras atenderlo, se llevaron a mi amigo al hospital. Así terminó lo que iba a ser una gran aventura.
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Brenda GarcĂa Calvo 80
Había una vez un grupo de niños que eran muy amigos: Jaime, Lucía y Sergio. Siempre que los tres quedaban para jugar juntos pasaban por una casa que estaba abandonada y no se atrevían a entrar. Pero la curiosidad que todos tenían por ver qué había dentro hizo que un día de decidieran a entrar en ella. Sergio y Lucía no se decidían, pero Jaime les dijo: –¿A qué no os atrevéis a entrar conmigo en la casa abandonada? –Tú estás loco –dijo Lucía–, ¿cómo vamos a ir si dice la gente que ahí pasan cosas muy raras? Jaime les convenció y los tres entraron en la casa. Al hacerlo se veía que la casa era vieja y que hacía muchos años que estaba abandonada. Enseguida empezaron a oír ruidos extraños y a ver cosas raras: sombras e incluso vieron a una señora vestida de negro y que no tenía pies. Fue tal el susto que se llevaron que salieron corriendo y Lucía les dijo:
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–¿Lo veis? Os dije que no entráramos. Ahora es mujer nos perseguirá. Jaime y Sergio le contestaron: –¿Cómo nos va a perseguir si no tiene pies? Los niños lo contaron en sus casas a sus respectivas familias. Todos les dijeron que esa señora podía salir de esa casa y que siempre hacía el mismo recorrido, pero protegía a la gente y no era peligrosa. Los tres amigos se quedaron más tranquilos, pero nunca más quisieron entrar en esa casa.
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María González Ponte
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CAPITULO 1 MI HISTORIA Soy Elisa y os voy a contar lo que me pasó hace cuarenta y seis años. En el invierno de 1968, yo tenía 16 años y vivía en una casa antigua con decoración clásica. Según entrabas había una entrada inmensa en la cual resaltaba la decoración tradicional, muchos jarrones, cuadros y viejas estatuas. En el centro de la sala había unas preciosas escaleras que llevaban a los dormitorios. A ambos lados del pasillo había dos puertas, la de la derecha llevaba a un salón color crema y con toques marrones, en el cual pasábamos casi todas las tardes. Mi madre y yo investigábamos los antiguos libros de unas inmensas librerías y mi padre descansaba después de venir del trabajo. La puerta de la izquierda llevaba a la cocina donde mi madre preparaba ricos pasteles. Sobre las habitaciones, solo puedo decir lo increíble y preciosa que era la mía, porque la de mis padres nunca la llegué a ver y, si por casualidad lo hice, no me acuerdo de nada.
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Eso sí, lo más curioso de la casa, es que si mirabas por una de las ventanas de mi habitación, se observaba otra antigua casa abandonada toda pintada, con las ventanas rotas, llena de muebles con polilla. Sin embargo cada día mi curiosidad por aquella casa crecía más y una noche quise ir allí.
CAPITULO 2 LA CASA
Ese día empezó como un día normal, me desperté a las 10:30 de la mañana y en casa se percibía un aroma a leche caliente y tostadas. Baje lentamente las escaleras y me dirigí a la cocina, donde mi madre me esperaba ansiosa con una taza en la mano; me la ofreció y yo no me negué, aquella era una fría mañana de invierno y lo que más me apetecía era calentarme de algún modo. Después de terminar mi rico desayuno me dirigí al salón. Para mi sorpresa, mi padre no estaba allí, pero entonces me di 85
cuenta del día que era: era lunes y mi padre trabajaba. Cuando estoy de vacaciones me suele pasar que no me doy cuenta de en qué día vivo. El resto del día transcurrió normal. Cuando llegó la medianoche, me aseguré de que mis padres estuviesen completamente dormidos y me dirigí a aquella casa. Atravesé lo que parecía el jardín trasero, y no paraba de pisar cristales rotos, botellas de cerveza, botes de spray...Pero como no vi nada interesante decidí pasar al interior de la casa. No sé por qué, pero la puerta se abrió sola, aunque eso no fue lo más extraño de aquella casa. Cuando entré vi muchos muebles tapados, pero cuando iba a destapar uno...zas!!! El suelo se rompió y me caí en un viejo sofá, situado en lo que yo llamaba sótano, sin embargo esa parte de la casa no parecía estar conectada de ningún modo con las demás. Estaba tan agotada y era tan tarde que me dormí. Mis padres, que ya sabían de la curiosidad que tenía por esa casa, me encontraron a la mañana siguiente. Al parecer, 86
había unas escaleras escondidas que llevaban al resto de la casa, mis padres bajaron por ellas, me recogieron y me llevaron de vuelta. Y, después de que les explicara lo que había pasado, me castigaron una semana sin salir. Pasada esa semana, lenta y aburrida, con la excusa de ir a casa de una amiga, volví a aquella casa.
CAPITULO 3 EL MISTERIO DE LA CASA Pasé de volver a visitar el patio trasero y decidí entrar directamente, esta vez esquivando el agujero del suelo y pisando con cuidado. De repente, me fijé que a la entrada había un misterioso cuadro. De entrada solo se observaba 87
una chica joven con una gran sonrisa, pero a medida que lo miraba, aquella feliz joven se iba transformando en una vieja mujer, con un rostro serio, y a continuación, la imagen de aquella mujer se fue disipando dejando únicamente en el cuadro un fondo negro. Entonces, mientras intentaba encontrarle sentido a aquello, noté como si un espíritu me pasase por detrás, un leve aroma a rosas y una frágil voz a la que no se le entendía nada, pero cuando decidí girar para ver quién era, no había nadie detrás, era como si todo eso fuese producto de mi imaginación. Me quedé un par de minutos asimilándolo: un cuadro extraño, una frágil voz, lo que parecía un espectro. No entendía nada. Tras aquellos extraños sucesos seguí investigando la primera planta, pero como no había nada más interesante, subí una planta más. En ese piso se encontraban varios dormitorios y un baño. Entré en el primer dormitorio y, para mi sorpresa, los muebles se hallaban a la vista, no estaban tapados por ninguna sabana o tela. Era un dormitorio que parecía de un bebé. Aunque las paredes estuviesen viejas se podía distinguir el color rosado de la pintura, también había una cunita de 88
madera que parecía hecha a mano, una mesita también de madera con pequeñas sillas, una casita de muñecas y muchos más objetos infantiles. El otro dormitorio era sencillo, en color azul, aunque ahora más bien parecía un verde feo, debido al tiempo y a la humedad. Supuse que era una habitación de invitados. Pase rápidamente a la siguiente habitación, una habitación de matrimonio, era la que mejor se conservaba, estaba en tonos crema y era preciosa. Cuando me acerqué a la cama vi una cómoda blanca y decidí registrarla. Los cajones estaban vacíos pero encima de la cómoda había un joyero que únicamente contenía un precioso collar, era de oro y en el centro tenía una amatista azul con forma de lágrima. Ya era tarde, así que decidí volver a casa e indagar sobre el collar. CAPITULO 4 EL COLLAR DE LA AMATISTA Cuando llegué a casa subí corriendo a mi habitación y me puse a examinarlo, buscando por si tenía grabados nombres o fechas; descubrí que la amatista se abría y dentro del collar 89
se veían varias fotos: una de un bebe y otra de la mujer del cuadro. Cuando quería saber más y continuar investigando, mi madre me llamó a cenar y de inmediato para la cama.
A la mañana siguiente le pregunté a mi madre disimuladamente con quién podía hablar para saber cosas sobre el pueblo, las viejas casas.... y me dio el nombre de un tal John, me dijo que preguntara en el bar ''La Esquina''. Desayune rápido y fui directa en busca de ese tal John, quien me contó que allí vivían una mujer joven, soltera con su hijo, y 90
cuando le pregunté por el padre del bebé me contestó que dejó a la madre cuando se quedó embarazada, y que nunca más se supo de él. También me dijo que, al final, la mujer y el niño habían muerto en un tiroteo ya hace años y que, debido a esa tragedia, nadie quiso volver a ocupar esa casa, es más, nadie quiso volver a vivir en ese barrio hasta pasados unos años. Concluida nuestra charla le di las gracias y como ya era casi la hora de comer, me fui corriendo a casa. Después decidí seguir inspeccionando ese collar, ahora todo encajaba, bueno, todo menos, la aparición extraña y el cuadro. Me pasé toda la tarde pensando en la aparición y observando el collar, pero no encontraba nada más, ninguna pista más, nada que me pudiese ayudar. En ese momento me hubiera gustado ir de nuevo a aquella casa, pero estaba demasiado cansada y esperé al día siguiente.
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CAPITULO 5 GRAN DESAPARICIÓN A la mañana siguiente pasé de desayunar y fui corriendo a la casa, pero la casa ya no estaba, había desaparecido, no estaba, se había evaporado. Fui corriendo al pueblo y busqué a John pero, cuando le pregunté por la casa, no tenía ni idea de qué estaba hablando, era como si le hablase en chino. Pasé de John porque ya era viejo, e igual no se acordaba. Le pregunté a más gente del pueblo pero nadie sabía de ella, ni del tiroteo, ni de la familia ni de nada relacionado con una vieja casa. Después de aquello la única opción que me quedaba eran mis padres, ellos habían estado allí y sabían lo mucho que me intrigaba. Pero tampoco ellos sabían nada, no se acordaban de nada. Era como si aquella casa no hubiese existido nunca, como si fuese imaginación mía, como si todo fuese un sueño. No sé si fue un sueño o fue real, pero esa casa siempre quedará en 92
mis recuerdos. No sé cuál sería, pero la casa escondía un secreto que no quería que nadie descubriese.
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Nerea Hernรกndez Barrul 94
Aquel día lo mejor era no salir a la calle, pero Paula no lo pensó dos veces. Llamó a Carla y fueron a explorar el bosque como todos los días. Ese día Paula se despistó y, en un minuto, perdió a Carla. Empezó a buscarla muy preocupada. Resultó que Carla se había caído por un hueco que había en el suelo y Paula, al querer ayudarla, también cayó.
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Allí descubrieron que el agujero era enorme y vieron innumerables puertas, lo que las asustó muchísimo. Abrieron una de ellas pero, al entrar, un fuerte viento las sacudió y la puerta se cerró de golpe. Observaron lo que estaba a su alrededor. Todo parecía abandonado. Atemorizadas, siguieron andando hacia la que parecía ser la puerta principal. Sin embargo, la encontraron cerrada. Al cabo de tres horas, el llanto y la desesperación se apoderaron de ellas. De pronto, algo se movió sigilosamente y vieron que era una rata, aunque eso no las preocupó más de lo que ya estaban. Así pasaron horas y horas y, de repente, la puerta principal empezó a moverse con golpes bruscos. Se oyó un disparo y la puerta se abrió. Era un cazador del bosque que había oído sus gritos pidiendo ayuda. Había abierto la puerta de un disparo. Paula y Carla respiraron aliviadas. Al volver a su casa, contaron su aventura y jamás, jamás volvieron a ese bosque.
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SofĂa Santos Bernardi 97
Un día como otro cualquiera; Mikaela salió de su cuarto y bajó a tomar el desayuno. Inesperadamente su madre le dijo que iba a venir el camión de la mudanza para ir a Villa Wizard. Mikaela se entristeció un poco porque tenía que despedirse de sus amigas y amigos y dejar atrás los hermosos recuerdos que tenía de su casa. –Mikaela, apresúrate, que nos vamos –dijo la madre, bastante desesperada. Nada más llegar a Villa Wizard, Mikaela decidió ir a pasear para conocer un poco mejor la zona. –¡Oh! ¿Qué es eso? ¡Una casa abandonada! Voy a verla –se dijo a sí misma. Entró en la casa, que no estaba cerrada y quedó impresionada de su suciedad. Subió a una pequeña alcoba, que también estaba llena de mugre. –¿Qué hace aquí este caldero? ¡Qué desordenados eran los inquilinos! –dijo muy extrañada. De pronto se dio cuenta de que la puerta estaba ahora cerrada. Intentó abrirla pero no pudo. 98
–¡Nooo, jope! ¿Y ahora, qué hago? ¡No puedo salir! –gritó asustada. Necesitaba una llave, porque era una casa vieja, con tablones de madera clavados en las ventanas. Entonces escuchó una voz misteriosa, que no sabía de dónde procedía. –Para poder abrir la puerta de la casa encantada tendrás que encontrar la llave mágica, te enfrentarás a ratas negras y a esta apestosa casa, si quieres salir viva –dijo esa voz tan extraña. Inmediatamente empezó a buscar esa llave y pisó ratas, cucarachas, arañas… Esa casa estaba poblada por muchas especies de bichos extraños y malignos. Miró debajo de la cama y no estaba; también detrás de los armarios y nada… Pero un destello que brillaba bajo el caldero llamó su atención y se preguntó: –¿Qué será eso? ¡Oh, la llave! ¡Está aquí! ¡Qué mal lo he pasado! Voy a abrir la puerta ahora mismo para poder salir.
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Bajó corriendo e intentó abrir la puerta. Finalmente pudo abrirla y salir de ese recinto tan espantoso. Volvió con su madre y le contó su impresionante aventura. Unos años después, Mikaela hizo muchos amigos y amigas y a todos les contó infinidad de veces ese asombroso suceso.
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Siobhan Zabala Cash
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En una calurosa tarde de verano, mis amigos y yo pensían hacer para mejorar el mundo. Entonces Elisa dijo: –Podríamos arreglar la vieja casa de la cantina, para que las personas más pobres tengan un sitio donde pasar la noche. Y eso hicieron. Poco a poco fueron llevando cosas para arreglarla y un día se dieron cuenta de que la casa abandonada ya estaba completamente reparada. Sergio, uno de los chavales que estaba allí, dijo: –Ahora hay que ir por la calle, recogiendo a personas pobres y ayudándolas para que su vida no sea tan penosa como hasta ahora. Hablando de sus proyectos, otro de los amigos se preguntó: –¿Qué será de aquella niña que vivía al otro lado del río? Iván respondió: –Esa niña está ahora más arriba, currando todos los días en el pueblo. –Iván, y esa niña, ¿se lleva bien con alguien? –preguntó Elisa. –No se lleva con nadie, solo trabaja y trabaja. 102
********************************************************************** Esa misma noche, yo volvía a casa de trabajar y vi luz en la casa abandonada. Me asusté un poco, pero entonces vi a Rebeca con su hermano y sus amigos organizando algo. Me enfrenté a mis temores, entré y todos me recibieron con los brazos abiertos. –Sabela, yo soy Sergio. –Y yo, Julieta. –Y yo, Elisa. Y estos dos son Choming y su amiguito de cuatro patas es Lobo. Vinimos aquí, porque nunca estás en el pueblo y nos gustaría conocerte. *********************************************************************** Y Sabela fue acercándose a las personas que la querían y que la respetaba. Con el paso del tiempo, todos son amigos inseparables. Sabela dejó de trabajar tan duro para ayudar en la casa abandonada, que se convirtió en centro de día y de noche.
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ÍNDICE
2
ACOSTUPA CRUZ, CELESTE ALBERTE SEOANE, LAURA
Las aventuras de cinco amigos Vacaciones en la casa encantada
9
ALONSO PÉREZ, CARMEN
La noche después de Reyes
18
La aventura de Sol
24
BECERRA FERNÁNDEZ, DIEGO
La casa embrujada
30
BUGALLO MÉNDEZ, MARÍA
La casa encantada
35
CAMBEIRO CERDEIRAS, ANTÓN
Cartas perdidas en Pinegrove
40
CAMBLOR SUEIRO, ALEJANDRO
La casa
45
Las aventuras de Manu y Pedro
49
La casa misteriosa
53
El collar de diamantes
57
Mis dos sueños
61
El baúl
68
La posada
71
ÁLVAREZ TEJERO, NATALIA
COUSILLAS MINER, EDUARDO DANTAS SOARES, JESSICA DEBÉN PADÍN, MANUEL DHIMA RODRÍGUEZ, HALIMA DÍAZ FERNÁNDEZ, CARLA DÍAZ RODRÍGUEZ, LÍA
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La aventura de una noche
76
GARCÍA CALVO, BRENDA
La casa abandonada
79
GONZÁLEZ PONTE, MARÍA
La misteriosa casa
82
La casa del bosque
93
Villa Wizard
96
Cómo yo empecé a confiar en mí misma
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EISERMANN CAMBA, MIGUEL
HERNÁNDEZ BARRUL, NEREA SANTOS BERNARDI, SOFÍA ZABALA CASH, SIOBHAN
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