UN CUENTO DE TIEMPOS PASADOS O CÓMO HACER UN TRABAJO EN EQUIPO
Había una vez, un grupo de niños que eran desde infantil, amigos y compañeros, en un Colegio muy especial situado en una Ciudad, cuyos orígenes se remontan a muchos siglos atrás. Este grupo lo formaban cuatro niñas: MARTA, ELENA, VERÓNICA e ISABEL, y otros cuatro niños: CARLOS, DANIEL. IVÁN y JAVIER. Ellas, muy despiertas, inteligentes y un poco marisabidillas, ellos, un poco mas brutos, pero nobles, de gran corazón y muy inteligentes. Los ocho, se reunían en cumpleaños, en el patio del Colegio y en algunas actividades más que requería varios niños para su realización.
Los profesores, que se dieron cuenta de la armonía del grupo, decidieron encargarles un trabajo en equipo. Dicho trabajo consistiría en “UN RELATO SOBRE LA VIDA DE LOS HUMANOS EN LA PREHISTORIA” Rápidamente, se pusieron de acuerdo, acudirían a la Biblioteca del Cole y buscarían entre los libros existentes, el que mejor les podría proporcionar la información que necesitaban para hacer un buen trabajo. Tan entusiasmados estaban que a ninguno se le ocurrió pensar en la antigüedad de la Ciudad y en consecuencia, la clase de libros que encontrarían, cómo habían llegado hasta allí y desde cuándo estarían en la misma.
Enseguida, a CARLOS le llamó mucho la atención un gran libro, el aspecto del libro era raro y sus tapas estaban cubiertas de polvo. Lo cogió con mucho cuidado, le limpió el polvo y al leer el título comprobó que era “LA ERA DE LOS CROMAÑÓN”, o sea, un libro que les daría toda la información necesaria para su trabajo.
Locos de contentos, por lo rápido que habían encontrado un libro con toda la información que necesitaban, empezaron a leer, para redactar lo más interesante que encontraran en él. Cuando llevaban unas cuantas páginas leídas, llegaron a una, dónde había un dibujo de una gran pradera en la cual pastaban bisontes, caballos, mamut…, al acecho estaban tigres sables, lobos y algún que otro animal que ellos desconocían. Al principio creyeron que estaban soñando, pero se quedaron muy sorprendidos al ver que sus ropas eran distintas a las que llevaban, se habían convertido en pieles que cubrían algunas partes de sus cuerpos.
Se vieron inmersos en un grandioso espectáculo, SE HABÍAN TRASLADADO EN EL TIEMPO, rápido, se escondieron tras unas rocas para poder ver, sin ser vistos. Desde allí observaron a un grupo de personas que se acercaban sigilosamente, por su aspecto, debían ser cazadores y venían dispuestos a sorprender a alguno de los animales que allí se hallaban, para asegurarse el sustento.
Para cazar, esas personas llevaban unos palos largos terminados en punta, unas directamente hechas en el palo y otras con una piedra afilada atada al palo. Una vez estuvieron lo suficientemente cerca de los animales, los cazadores empezaron a gritar con todas sus fuerzas, haciendo huir a los animales hacia un cortado de la pradera. Con esta técnica, consiguieron que en la huída algunos ciervos y caballos cayesen por el cortado y murieran a consecuencia de la caída. Así, de esta forma lograron carne y pieles para que el poblado estuviese abastecido durante una temporada, también se hicieron con un par de potrillos que se quedaron rezagados de la manada.
Los niños, muy curiosos, siguieron a los cazadores hasta el poblado, viendo así, cómo empezaban a tratar las pieles, la carne, los huesos y los tendones de los animales cazados. Vieron limpiar las pieles, para una vez secadas al sol, servirían para elaborar las vestimentas, las chozas y las bolsas de los utensilios. La carne también era secada al sol y con los tendones hacían cuerdas, además con los huesos fabricaban cuchillos, agujas, arpones y un sinfín de utensilios más.
El poblado además estaba compuesto por mujeres, niños y ancianos. Había un grupo de niños jugando junto a un arroyo y muy tímidamente, se acercaron a ellos. Los niños manejaban una especie de arpón con el que estaban intentando pescar alguno de los peces que tranquilamente nadaban allí. Rápidamente los dos grupos de niños se hicieron uno sólo, lo que permitió a MARTA, CARLOS y compañía participar en las tareas de pesca, consiguiendo tanto CARLOS como DANIEL pescar un pez cada uno.
Después de la pesca, todos los niños se acercaron al poblado, ocasión que tanto MARTA como VERÓNICA, aprovecharon para recoger alguna de las muchas flores y frutos que por allí había. Al llegar al poblado, encontraron a una mujer, sentada en la entrada de una cueva, seleccionando plantas y frutos. Las niñas se acercaron a ella, para entregarle lo que había recogido, muy agradecida, la mujer les explicó que era la encargada de cuidar de la salud de los habitantes del poblado, digamos que era una especie de enfermera, y que su labor consistía en seleccionar las plantas para poder usarlas para el bien del poblado. Las agrupaba según el uso que se les daba y les explicó a las niñas que algunas se podían utilizar para curar enfermedades, otras para jabón, etc. Tanto ELENA como ISABEL pusieron mucho interés en sus explicaciones, dado que las dos eran muy curiosas y les gustaba mucho aprender, sobre todo a ISABEL que de mayor quería dedicarse a la medicina.
Entraron en la cueva y se llevaron una gran sorpresa, pues las paredes y los techos estaban cubiertas de pinturas, tanto de animales como de personas, fundamentalmente cazadores. Todos se quedaron boquiabiertos, sobre todo MARTA, que de mayor querĂa ser pintora de brocha fina, y CARLOS que era un apasionado de los animales. Todos grabaron en su memoria aquellas pinturas que tanto les impresionaron.
Al salir de la cueva, vieron a unos hombres trabajando con unas piedras. Al observarlos más de cerca, comprendieron que lo que estaban haciendo fundamentalmente eran herramientas, puntas de lanzas y cuchillos. Los hombres les explicaron que las piedras que estaban trabajando, no eran unas piedras cualquiera, eran piedras de SILEX, que había que trabajarlas con muchísima habilidad, pues eran muy quebradizas y se rompían con facilidad y si se rompían ya no les servían; principalmente utilizaban esta piedra para hacer los cuchillos con los que separar la piel de los animales de la carne. En otro lugar, un grupo de hombres trabajaban con huesos de animales para hacer arpones, agujas, …
Otro hombre del poblado, les contó cómo descubrieron el fuego, al caer un rayo en un tronco de un árbol durante una tormenta y cómo desde entonces pasaban menos frío, sobre todo en invierno, además de calentar la caza y la pesca en las hogueras, descubrimiento que les había gustado ya que ahora encontraban más sabrosa la comida que al comerla cruda. En consecuencia todo el poblado se preocupaba de que al menos hubiese un fuego encendido, pasando las brasas de una cuevas a otras para que todos se beneficiasen del calor y la luz que les proporcionara y además les sirviera para ahuyentar a algunos de los animales que les rodeaban.
Rendidos de tantas emociones, se durmieron en el rinc贸n de una cueva sobre unas pieles, tras comer un poco de carne seca y un l铆quido templado y arom谩tico que les proporcion贸 la mujer de las plantas.
Al despertar, se encontraron de nuevo en la Biblioteca del Cole, delante del viejo libro, que ahora estaba cerrado, todos empezaron a mirarse unos a otros y a mirar al libro, sin saber qué había pasado, ni cuánto tiempo habían estado allí, pues todos recordaban la aventura pasada y que al menos había durado un día entero. Un poco asustados miraron a su alrededor, pensando encontrar a sus padres y a todo el Colegio, buscándolos como locos, muy preocupados por su ausencia, pero sólo vieron a la Bibliotecaria que con cara sería les decía “que las Bibliotecas no son sitios para echar la siesta”. Al bajar la cabeza vieron como el Libro en su tapa dibujaba una sonrisa.
Rápidamente se pusieron a redactar el trabajo, aunque un poco aturullados, todos aportaron sus recuerdos y sus ideas sobre lo que habían visto y vivido. Una vez ordenados, empezaron con la redacción e incluso hicieron algún dibujo de lo que habían visto. Tan bien les quedó el trabajo, que sus profesores, creyeron que no lo habían hecho ellos solos, pero la Bibliotecaria aseguró que durante el tiempo que había permanecido en la Biblioteca, nadie había entrado ni salido de ella. Diciendo además, que cuando acabó de reprimirlos porque tenía aspecto soñoliento, se pusieron a comentar entre ellos, a escribir, a dibujar y salieron de allí con los mismos folios que ahora estaban leyendo. Y queridos niños, yo nunca he visto ningún libro mágico, ni que se ría después de haberlo leído, pero si he visto que los trabajos en equipo, como los que hacían los hombres de las cavernas en este relato, y los niños que hicieron el trabajo, suelen acabar siempre en grandes avances para la HUMANIDAD